DAMASIO DE FRÍA YS SU DÓRIDA, DIÁLOGO DE AMOR E.L...

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DAMASIO DE FRÍAS Y SU DÓRIDA, DIÁLOGO DE AMOR. EL ITALIANISMO EN VALLADOLID La mayoría de los clásicos olvidados lo están justamente. A pesar de esta convicción común que comparto, intentaré refrescar la fama de un prosista castellano casi olvidado: Damasio de Frías y Balboa. Damasio, como le llamaban sus amigos poetas, fue un filósofo de capa y espada, un libre profesor peripatético —en su doble sentido de paseante y seguidor de Aristóteles— que sembraba sus opiniones y agudezas por las calles de su ciudad natal, entre la sala del conde de Ribadavia y el convento de Santa María de Prado. No pretendo hacer de él un Sócrates o Montaigne de Valla- dolid, sino salvar por un momento del olvido a un prosista, podría- mos decir un ensayista, interesante e independiente. Había frecuentado de muchacho las escuelas de Salamanca, se- guramente las cátedras de filosofía, y adquirido el gusto por las discusiones apasionadas. Sirvió luego a un magnate que gustaba de su conversación: al almirante de Castilla don Luis Enríquez, duque de Rioseco y casado con doña Ana de Cabrera, condesa de Módica en Sicilia. El almirante y su esposa recibieron la dedicatoria de fray Luis de Escobar, Las quatrocientas respuestas a otras tantas preguntas, Valladolid, 1545, libro en verso en el cual don Fadrique Enríquez, el más famoso de los almirantes, había de cierto modo colaborado con las preguntas. La primera historia fechable de Damasio es su visita a la condesa de Gelves en Sevilla, poco des- pués de su casamiento, por tanto en 1555: Damasio recordaba en 1579 cómo la futura musa de Fernando de Herrera y el mozo vallisoletano pudieron reír alegremente sobre la obsesión de un caballero, gobernador de uno de los estados del Conde, el cual a la tercer palabra comenzó a hablar de caballos y no supo salir de la caballeriza (Discreción, 185) 1 . 1 Enumero aquí las obras citadas en abreviatura: DAMASIO DE FRÍAS, Diá- logos de diferentes materias inéditos hasta ahora, Madrid, 1929 (Col. de es- critores castellanos). Contiene tres que se abrevian así:

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D A M A S I O D E FRÍAS Y SU DÓRIDA, D I Á L O G O D E A M O R . E L I T A L I A N I S M O E N

V A L L A D O L I D

L a mayor í a de los clásicos olvidados lo están justamente. A pesar de esta convicción c o m ú n que comparto, i n t e n t a r é refrescar la fama de un prosista castellano casi olvidado: Damasio de Frías y Balboa. Damasio, como le l lamaban sus amigos poetas, fue un filósofo de capa y espada, un l ibre profesor per ipa té t ico —en su doble sentido de paseante y seguidor de Aristóteles— que sembraba sus opiniones y agudezas por las calles de su ciudad natal, entre la sala del conde de Ribadavia y el convento de Santa M a r í a de Prado. N o pretendo hacer de él u n Sócrates o Montaigne de Val la -do l id , sino salvar por un momento del o lv ido a u n prosista, podr ía­mos decir un ensayista, interesante e independiente.

H a b í a frecuentado de muchacho las escuelas de Salamanca, se­guramente las cátedras de filosofía, y adquir ido el gusto por las discusiones apasionadas. Sirvió luego a u n magnate que gustaba de su conversac ión: al almirante de Casti l la don L u i s Enr íquez , duque de Rioseco y casado con d o ñ a A n a de Cabrera, condesa de Módica en Sic i l ia . E l almirante y su esposa recibieron la dedicatoria de fray L u i s de Escobar, Las quatrocientas respuestas a otras tantas preguntas, Val ladol id , 1545, l ib ro en verso en el cual don Fadrique E n r í q u e z , el más famoso de los almirantes, h a b í a de cierto modo colaborado con las preguntas. L a pr imera historia fechable de Damasio es su visita a la condesa de Gelves en Sevilla, poco des­pués de su casamiento, por tanto en 1555: Damasio recordaba en 1579 c ó m o la futura musa de Fernando de Herrera y el mozo vallisoletano pudieron re í r alegremente sobre la obsesión de un caballero, gobernador de uno de los estados del Conde, el cual a l a tercer palabra comenzó a hablar de caballos y no supo salir de l a caballeriza (Discreción, 185) 1 .

1 Enumero aquí las obras citadas en abreviatura: D A M A S I O D E F R Í A S , Diá­logos de diferentes materias inéditos hasta ahora, Madrid , 1929 (Col. de es­critores castellanos). Contiene tres que se abrevian así:

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Damasio gustaba de evocar sus recuerdos de cuando V a l l a d o l i d era corte de España . Recordemos que en la ciudad vivían muchos italianos, entre ellos Juan Lorenzo Otavanti, el traductor al caste­l lano de Savonarola y Maquiavelo ; que los nobles españoles, entre ellos los parientes de su amo, t r i l laban los caminos de Italia. A la vuelta t ra ían libros y palabras nuevas, con enojo de los casticistas que r e p r e n d í a n el abuso de aquellos españoles italianados los cuales, refiere Damasio "a cualquiera propós i to , y aun muy sin él, por sólo que se entienda de ellos que han estado en Italia, usan del nombre i tal iano" (Lenguas, 212-213). M u y lejos de condenar vo­cablos como "abandonado", "a l p a r a n g ó n " , etc., Damasio defien­de l a necesidad de los neologismos, porque un casticismo estancado sería mero ind ic io de que no h a b í a comunicac ión con el resto del mundo.

E n Va l l ado l id conoció a los dos más discretos caballeros de la corte, don Diego de Azevedo y don Diego Hur tado de M e n ­doza que juntos mandaron, camino de Inglaterra, l a flota caste­l l ana en 1557. D e l "d i sc re t í s imo" don Diego de Mendoza traza una doble semblanza: en la pr imera lamenta que "tal personaje, tan estimado de toda I ta l ia y de los mejores de ella, como t a m b i é n de toda España, no tuvo con su Rey aquel lugar que merec í a el valor de su persona y entendimiento" (Discreción, 11); en la segunda afirma que " n i n g ú n otro caballero de nuestros tiempos se ha l l ó de su mucha e rud ic ión , de su gran variedad y conocimiento de cosas, con una singular agudeza y una experiencia de tanto como hab í a visto y de lo mucho que hab ía al f in pasado por sus manos" (ibid., 90-91). M e he detenido u n instante en Hur t ado de Mendoza porque favoreció el i talianismo de Damasio. Dos indicios me lo sugieren: 1) que el gran escritor granadino, según nos in ­forma Danie l Barbaro en la dedicatoria de la ed ic ión aldina de los Dialoghi (1550), figuraba entre los protectores posibles de Spe-ron Speroni, a qu ien Damasio seguir ía y a labar ía en Dórida; 2) que Fernando de Herrera asociaría los nombres del vallisoletano y el granadino como introductores en España de u n subgéne ro i taliano:

Discresión = "Diálogo de la discresión", pp. 3-210. Lenguas = "Diálogo de las lenguas", pp. 211-276. Dórida = "Diálogo de amor", pp. 277-388.

Abreviaré también:

S P E R O N I Z Z Dialoghi d i M . Speron Speroni, Vinegia, 1550, de los que menciono solamente el Diálogo d'amore, íf. 3v-30v y Diálogo delle lingue, ff. 87v-108v.

L E Ó N H E B R E O = La traduzión del Indio de los tres "Diálogos de amor de León Hebreo... por Garcilasso Inga de la Vega. E n Madrid , 1590; reproducida por Menéndez Pelayo, Orígenes de la novela, Madrid, 1915, NBAE, t. 3, pp. 278-459.

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es decir, de la sátira l i teraria en forma de misiva. H e a q u í el pasaje de Herrera en l a perversa t ranscr ipc ión en que nos l legó. M e refiero al reproducido en F. de H., Controversias sobre sus Ano­taciones a las obras de Garcilaso de la Vega, Sevilla, 1870, p. 69, "Con te s t ac ión a Prete J a c o p í n " :

Estamos en tiempo donde no bale el crédito de opiniones gran­des; cada uno piensa que save y que puede zensurar aun las obras qu 'están seguras i fuera de toda ynvidia, i tienen ya estos críticos puesto el blanco en desalabar lo que unos estiman, y encarezer lo que bituperan otros. Mas perdone Dios a Don Diego de Mendoza aber traído de Ytalia este género d'escrebir. Porque dio atrevimien­to a Damazio [sic] para dezir mal del Ynventario de Villegas, con aquel donaire que tiene en todas sus cosas, y después para juzgar estas Anotaziones en una muy prolija carta que enbió desde Baila-dol id a un platero qu'estaba en Sebilla, que a buena razón no debia ser tan letrado como V . R., con que os qui tó la gloria de aver sido el primero Reprehensor dellas. Aunque, o sea la seguridad de conziencia o otra causa, F. de H . a hecho del el mesmo casso que de vos.

D e estas sátiras literarias de Damasio, tan aplaudidas en su tiempo, nos ha llegado esta escueta not icia de Herrera . Ex t rav ío lamenta­ble, porque su autor era u n esp í r i tu or iginal y agudo. Su or iginal i ­dad la proclama en Discreción, 67:

Sabéis ya cuan enemigo fui yo siempre de tratar en mis conver­saciones o escritos cosas tratadas de otros formalmente y en propios términos, como bien podréis haberlo visto por todos mis diálogos apologías y discursos y en cuanto más escrito tengo. Por poco hon­roso tuve yo siempre con mi amigo Horacio caminar alguno con su ingenio por sendas y caminos hollados, nunca sentando el pie, sino en expresas y muy señaladas pisadas de otro.

Extraviada o perdida, con excepción de cuatro diálogos, toda su obra de prosista, no sabemos si aceptar la o p i n i ó n de su interlocu­tor Phanio que le aclama como el mejor cr í t ico de su tiempo (Discreción, 71) :

. . . eso han notado en vos cuantos... os conocen, que sois sin com­paración más excelente en el juicio de la poesía que en su compo­sición, teniendo en ésta muchos por lo menos iguales y, como vos confesáis, con muchas ventajas superiores, donde en el juzgar de esta facultad, ninguno he visto que os reconozca: en romance, digo, que en latín ya vuestros amigos sabemos que nunca hecistes verso.

Bastantes pasajes de sus escritos inc l inan, casi fuerzan, a supo­ner que recor r ió las tierras de Italia. Por ejemplo, el largo intento

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de caracterizar las diferentes pronunciaciones desde Bé rgamo y Venecia hasta Florencia y Siena o la comparac ión de Italia y Es­p a ñ a en el Diálogo en alabanza de Valladolid (Discreción, 268) 2 . Allí el Ciudadano —que seguramente representa a Damasio— afir­ma: "Es verdad que Italia sin cont rad icc ión alguna es tenida por la mejor de quantas provincias se saben en el mundo, y assí las ciudades todas suyas son a una mano las mejores" (p. 286). A sus viajes m a r í t i m o s alude cuando compara al criado que sepa sortear los escollos de la servidumbre, con "muy platico y diestro piloto llevando su nao, como yo algunas veces v i en el Océano , por entre algunos isleos [sic] y baj íos" (Discreción, 118).

Pocos escritores, en la España de Felipe II, fueron más amigos de intercalar confidencias y recuerdos personales. Su personalidad irrumpe en sus diálogos (menos en el de Va l l ado l id , donde su presencia es más velada) de modo terminante: en el de la Discre­ción y el de las Lenguas con su nombre expl íc i to como interlocutor central, y en el de Dórida bajo el disfraz transparente de Dameo.

Dórida nos ofrece una tentativa, bastante afortunada, de traer a España el trattato d'amore, género h í b r i d o de literatura y filo­sofía. L a forma de d iá logo añade la posibi l idad de un leve movi­miento d ramá t i co .

LAS FORTUNAS DE DÓRIDA

Dórida r enac ió en 1929, cuando el b e n e m é r i t o erudito Justo Garc ía Soriano pub l i có en u n tomo los tres Diálogos de diferentes materias inéditos hasta ahora (una reseña de esta pub l i cac ión hizo J . F . MONTESINOS, RFE, 19, 1932, 189-193, donde atribuye las muchas incorrecciones del manuscrito tanto a las torpezas del co­pista como al descuido y prec ip i tac ión del autor) . Francisco Rodr í ­guez M a r í n , en una m i n ú s c u l a "Advertencia pre l iminar" , calificaba a Damasio de "castizo y elegante prosista" y apuntaba acerca de sus diálogos que "de ellos solamente uno fue dado a los moldes de la

2 Reproducido por N A R C I S O A L O N S O C O R T É S , Miscelánea vallisoletana, t. 1, Valladolid, 1959, pp. 225-287. Antes se había publicado en la Miscelánea valli­soletana, Valladolid, 1919. E l Diálogo en alabanza de Valladolid va precedido de 6 páginas de erudición en que Alonso Cortés recoge los testimonios coetá­neos sobre la poesía de Damasio, es decir los de Lomas Cantoral, Cervantes en la Galatea (Canto de Calíope), Vicente Espinel en sus Rimas (Casa de la Memoria), y los elogios de López de Sedaño en su Parnaso español, donde incluye cinco poemas de Damasio. Resume un curioso documento sobre la intervención de nuestro autor en la composición de "ystorias y letras" que decoraban un arco en la entrada de Felipe II en Valladolid, año de 1561. Por úl t imo señala la existencia del manuscrito de los Diálogos en la Biblioteca Nacional, pero no se interesa por el prosista.

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imprenta, y eso en fecha tan remota y en edic ión tan l imi tada que es hoy poco menos curioso y desconocido que los otros entera­mente inéd i tos" . N o puntualizaba el misterio de la rara y recón­dita impres ión . L a colección Clásicos olvidados (1928-1929) anun­ciaba al final de los ocho primeros vo lúmenes la r e impres ión de "Diá logo de amor int i tulado Dórida (Burgos, 1593) . Ed ic ión y estudio de M i g u e l Artigas", prueba de que se trataba de un secreto a voces. Desgraciadamente M i g u e l Artigas nunca llevó a cabo la edic ión y estudio programados.

N o era la primera malaventura que se ensañaba en Dórida, obra que la princeps daba como a n ó n i m a , que Nicolás An ton io a t r ibui­r ía a su editor, que otros colgar ían dubitativamente a L e ó n He­breo, y la Inquis ic ión , por ex t raños rodeos, vendr í a a prohibi r . Veamos los pormenores.

L a imprimería de Ph i l ippe de Iunta y Juan Bautista Varesio e s t ampó en 1593 u n l i b r i l l o menudo de t í t u lo atractivo: Diálogo de amor intitulado "Dórida". En que se trata de las causas por donde puede una amante (sin ser notado de inconstante) retirarse de su amor. Nuevamente sacado a luz, corregido y enmendado por l u á n de Enzinas, vecino de Burgos, Burgos, 1593. A u n q u e l leva al f in de ios preliminares u n elegante soneto de don L u i s de Fr ías y Salazar (repárese en ei apel l ido) , Enemas aseguraba que desco­noc ía el nombre del autor y declaraba que, por falta de u n manus­cri to correcto, tuvo que enmendar más de cien pasajes oscuros: el d iá logo era de tan alta c a ü d a d que algunos se lo a t r i b u í a n a L e ó n Hebreo. T h o m á s Grac i án Dantisco, en la ap robac ión , remachaba el clavo: "Parece ser del estilo y lenguage de los otros curiosos de L e ó n Hebreo, que andan impressos" a.

Poderosa r e c o m e n d a c i ó n en aquellos días en que Garcilaso el Inca hab í a dado a luz (Madr id , 1590) su elegante vers ión de los Diálogos de amor del filósofo j u d í o , acogida con universal acla­m a c i ó n : ya el 31 de diciembre de 1592, en l a pr imera carta al Licenciado Franco —que e n c o n t r é en el archivo de los Duques de Cadaval y p u b l i q u é en la NRFH, 7 (1956), 583-593- confiden-ciaba: "Desee i m p r i m i r l o segunda vez y d iv id i r lo por cap í tu los" . R e c o m e n d a c i ó n que acaso p r o m o v i ó una segunda tirada de Dórida en 1596, si creemos a Nicolás Anton io , ú n i c o que la cita: al es­cepticismo convida el que atribuya el escrito a Johannes de En­cina, nescio quis, lo que demuestra que no h a b í a l e ído en los preliminares las reflexiones de Encinas sobre el m é r i t o del d iá logo:

3 Para información bibliográfica, cf. J O S É S I M Ó N D Í A Z , Bibliografía de la literatura española, t. 10. Muestra de la confusión reinante es el Manual de Palau, s. v. Enzinas; (Juan de), t. 5, núm. 80158.

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Hállele sin tí tulo: y assí no se han podido buscar autor n i re­gistro con quien le concertar. Creo ciará gusto por ser la materia tan sutil y discreta quanto gustosa y bien trabajada. Ningún otro encarecimiento sé yo que más le convenga que el que muchos le dan llamándole hijo del doctíssimo León Hebreo, tan recebido de todos en sus diálogos de amor. L o que de su autor creo, es que mandasse hazer de esta obra lo que Virgi l io de su Eneyda, por satisfazerse poco de s í . . . Yo quisiera hallar el original que dexó escripto, por restituir más de cien lugares que no hazían sentido: helo hecho lo menos mal que he podido.

E l Index librorum prohibitorum de Sandoval (Madr id , 1612) p r o h i b i ó los diálogos de L e ó n Hebreo en lengua vulgar, pero no tocó a Dórida. L a p r o h i b i c i ó n se in ic ió en Portugal con el Index auctorum damnatae memoriae de Lisboa, 1624, el cual en la pág ina 114, entre los autores de tercera clase —es decir anóni ­mos-- que se vedan, incluye a " D ó r i d a . H u m Diá logo de A m o r assi int i tulado". De allí gracias a l a osmosis de las dos inquisicio­nes pasa ?! Index español de Zapata, Sevilla, 1631, el cual lo con­signa con la ex t r aña noticia " E m p o r t u g u é s " . Cor tes ía del Santo Of ic io español hacia el po r tugués , que denuncia el modo mecán ico de copiarse unos índ ices a otros.

M e propongo examinar l a composic ión , ideas y fuentes de Dórida que pertenece a u n g é n e r o l i terario or iundo de Italia, nacido a la sombra del platonismo florentino: el tratado de amor.

"DÓRIDA" DIÁLOGO DE AMOR. IDEAS Y CONSTRUCCIÓN

M a r s i l i o F ic ino , con su comentario al Banquete de P la tón , funda este g é n e r o h í b r i d o de li teratura y filosofía. Está integrado por una serie de hilos que tejen su trama: el comentario a versos de amor, la expl icac ión de mitos, la exégesis de textos escolásticos, el discurso art ís t ico, l a discusión de cuestiones o dudas de amor. Si L e ó n Hebreo lo mantiene en la cerca de l a filosofía, Bembo con los Asolanas lo arrastra hacia l a literatura. A u n q u e gire ordi­nariamente alrededor del "amor p l a t ó n i c o " —fórmula inventada por M a r s i l i o Ficino—, Petrarca suplanta a veces a P l a tón , de forma que "mucho del l lamado platonismo del siglo xv es en realidad petrarquismo" 4 .

M E N É N D E Z P E L A Y O (Historia de las ideas estéticas en España, t. 2, 1884), ha examinado unos cuantos tratados de amor desde el punto

4 N E S C A A . R O B B , Neoplatonism of the Italian Renaissance, Londo-n, 1935, p. 179. De la copiosa bibliografía pueden consultarse: P A O L O L O R E N Z E T T I ,

La belleza e Vamore nei trattati del Cinquecento, Pisa, 1920; J O H N C . N E L S O N ,

Renaissance theory of love, New York, 1958.

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de vista privilegiado de la filosofía de la belleza. Esta polar ización filosófica es ajena a Damasio, que toma del arsenal filosófico lo que basta para su tema l imitado y no se alza, como L e ó n Hebreo, a visiones cosmogónicas.

Dórida es u n diá logo con cierto r i tmo y tens ión d r a m á t i c a entre Dameo, a la vez enamorado y maestro, y Dór ida , a l a vez amada y discípula , Entrecruzamiento normal de didáct ica y literatura. Se traba la conversación cuando la muchacha l lama a Dameo, que pasa ensimismado sin verla y disculpa su dis t racción con quejas de amante desamado. Dór ida , inc rédu la , le echa en cara su afectación de "cuando conmigo estás, fingirte muy triste, ponerte muy pen­sativo, callar a cuanto te digo, como hombre embelesado.. . en m i ausencia estás con todos muy alegre, r iendo y burlando como hom­bre sin p a s i ó n " (Dórida, 281). Dameo con sutilezas alambica­das resuelve esta aparente cont rad icc ión , la pr imera de varias para­dojas de amor examinadas a lo largo del coloquio. L a muchacha, acosada, revela l a verdadera razón de su incredul idad: admira el ingenio de Dameo, aborrece su mudable condic ión . Porque el poe­ta ha celebrado y amado sucesivamente a tres damas: a Videna, For tuna y Galatea, ya olvidadas por él. L a just i f icación de esta mudanza sirve de eje al d iá logo.

Dameo asienta el p r inc ip io de que el amor, si bien nace de la vista de l a hermosura, se nutre de l a esperanza, necesita de l a es­peranza. Esperanza de poseer y gozar l a cosa amada. A h o r a bien, de sus tres amores, " l a una hizo mudanza de estado casándose; quien tú sabes, pasó de esta vida; otra está en parte donde no hay espe­ranza de hablarla n i verla, sino con peligro de su fama y v ida" (ibid,. 293) . D ó r i d a censura al poeta, porque éste, después de casar Galatea, escr ibió versos injuriosos contra el la (ibid., 320). Dameo alega que en Galatea hubo, además , u n notable desdén , capaz de romper el más fuerte nudo de amor. Dameo i rá explicando cómo la muerte, l a ausencia y el casamiento de la amada son motivos de justa mudanza, mientras Dór ida , por necesidades dialécticas, opon­d r á los argumentos del amor cortés o del p la tón ico .

Muchos, dice Dór ida , afirman que es l íc i to amar a casadas que­riendo de ellas sólo el alma; Petrarca a m ó a L a u r a casada y luego muerta; y todos repiten los versos de Boscán " Q u i e n dice que la ausencia causa o l v i d o . . . " Dameo triunfa fác i lmente , distinguien­do entre la ausencia breve que aviva l a pasión, y la ausencia sin esperanza, que l a mata: corrobora su doctrina con u n soneto suyo "Ausente de m i bien, l a tierra y cielo / M e son contrarios". E n cuanto a Petrarca, no fue siempre amador p la tón ico y espiritual y los muertos son amados ú n i c a m e n t e con una sombra o sueño de amor, no con pas ión verdadera. Pero la parte más sustanciosa de

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su a rgumen tac ión es la que expone la imposibilidad moral, virtuo­sa, de amar a mujeres casadas, impugnando la teor ía del amor cor­tés que lo autoriza. D o l i d a replica que bien puede existir un amor de casadas sin menoscabo de los derechos del marido; y por otra parte el matr imonio degrada a la mujer, conv i r t i éndo la de señora en sujeta y obediente. Dameo impugna tal concepción del matri­monio : " Y o no veo cómo esto pueda ser, n i donde hallan estos autores que una mujer no deba amar a su marido con toda su alma y vida. . . N o digo yo, Dór ida , que cuantos se casan se amen de esta manera; afirmo, sí, que no repugna semejante estado a tal amor" (ibid., 342). Es imposible separar el señor ío del cuerpo del señor ío del alma, el amor espiritual del amor corpóreo . "Por ser nosotros puros hombres, es forzoso que sea nuestro amor puro humano, no espiritual y divino, cual es el de los ángeles" (ibid., 302) . " B i e n dices, Dór ida , cuando nosotros fuéramos puros espíri­tus desnudos de materia sensual; pero, ¿qué quieres? Que nacimos hombres y es fuerza que nuestro amor sea humano. . . Digan cuanto quisieren los muy contemplativos de amor, aquellos todos cuantos tienen descarnados sus deseos; que cuantos fueren hombres, han de amar como tales, pues lo demás , Dór ida , es sustentarse del aire, como camaleones. Que yo ver quiero siempre conmigo y en m i pre­sencia lo que amo" (ibid., 313). " M i r a , Dór ida , quiero repetirte lo que ya otras veces te he dicho, que yo, cuando amo. . . no amo el cuerpo solo, no sola el alma y por sí: el todo es el amado. Y o a D ó r i d a quiero, a D ó r i d a amo, y D ó r i d a es su alma y cuerpo junto, no cualquiera de ellos" (ibid., 333).

Basten estos trechos para mostrar con q u é insistencia rechaza no solamente el amor cortesano que disocia el cuerpo, propiedad del marido, del alma, disponible para el amante, sino t a m b i é n el amor p la tónico , para el cual las criaturas con su belleza corpóreo-espiritual son simples escalones que g u í a n el alma en su ascensión hacia la suprema belleza incorpórea . Para Dameo la criatura mixta de cuerpo y alma es la meta y objeto del amor.

N o acaba a q u í el coloquio que se desvía hacia los remedios del amor. Dameo reseña las curas que proponen Ovid io , los médicos y los filósofos platónicos , ha l l ándo las ineficaces para el amor ver­dadero. Ú n i c a m e n t e el desdén, consistente en alguna "notable y grande ingrati tud y afrentoso desprecio", t r iunfa del poder del amor. Y confirma esta doctrina con dos sonetos propios en que pinta la lucha del amor con el desdén, y el triunfo final del desdén.

Dórida amalgama variados ingredientes: citas de poemas, dis­quisiciones filosóficas de sabor ar is totél ico, i n t e rp re t ac ión de mitos paganos, como el de Orfeo y Eur íd ice , el de Minotauro . Todos es tán manipulados para servir a la a legor ía moral , y uno —el del

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N R F H , XXIV D A M A S I O D E F R Í A Y SU " D Ó R I D A " 227

origen del Desdén, que empalma con la fábula p la tón ica de A n ­drógino— me parece simple invenc ión del poeta.

L A S FUENTES ITALIANAS: L E Ó N H E B R E O

N o se e n g a ñ a b a n los con t emporáneos asociando a Dórida con los diálogos de L e ó n Hebreo, cuya influencia es tan clara como super­ficial . Se reduce a la imi tac ión de dos procesos artísticos, y quizá a un menudo polv i l lo de conceptos poco característ icos: unos vie­nen de Aristóteles , otros forman la tópica de los tratados de amor, otros acaso originados en la lectura de L e ó n Hebreo, son aplicados con esp í r i tu diferente.

1) E l encuentro de Dameo y Dór ida , que pone en movimiento el coloquio, se inspira en el comienzo del Diá logo segundo de Sofía y F i lón . F i lón ( L E Ó N H E B R E O , 356) abismado en sus cavila­ciones filosóficas, pasa de largo sin ver a Sofía que le interpela i r ó n i c a m e n t e :

Sophia: O Philon, ¿no oyes o no quieres responder? Philon: ¿Quién me llama? Sophia: No te passes assí tan de prissa; escucha un poco. Philon: O Sophia, ¿aquí estavas? inadvertidamente passava. Sophia: ¿Dónde vas con tanta atención que no hablas, ni oyes, ni vees los circunstantes amigos?

Y a c o n t i n u a c i ó n se queja de que Sofía no le ama. Compárese con Dórida:

Dórida: ¿Dónde bueno, Dameo, tan pensativo y fuera de ti [Burgos, 1593: "de tino"], que no echas de ver quién te llama? Dameo: Iba pensando cuan sin ventura me hizo el cielo, y a ti cuan sin piedad.

Sospecho que a la imi tac ión de L E Ó N H E B R E O se asocia el recuerdo del coloquio erasmiano Procus et puella, o Coloquio del matrimo­nio, donde hablan Mar ía y su pretendiente Panfi lo. D ó r i d a con sus incredulidades y su progresivo ceder se parece más a Mar ía que a Sofía. Y n i Dameo n i su amada acaban siendo abstractos exponentes de la conversación como los dos personajes de L E Ó N H E B R E O 5 .

2) Damasio, igual que L e ó n Hebreo, prodiga las fábulas mito­lógicas: l a del Mino tauro (Dórida, 335-336) a la que busca una alambicada exégesis moral ; la de Orfeo y E u r í d i c e (302-307) en que E u r í d i c e simboliza el alma, cosa que viene de lejos y se en-

5 La versión de Procus et puella está incluida en Orígenes de la novela, t. 4, pp. 163-171. Comentario y versión moderna inglesa en The Colloquies of Erasmus, tr. by C. R . Thompson, Chicago and London, 1965, pp. 86-98. Sobre su fortuna en España cf. M . B A T A I L L O N , Erasmo y España, México, 1966.

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228 E U G E N I O ASENSIO N R F H , X X I V

cuentra hasta en la Mythologia de Natalis Comes; la de Androg ino , ú n i c a c o m ú n con L e ó n Hebreo, el cual l a lleva por caminos muy diferentes ( L E Ó N H E B R E O , 410-411: Dórida, 365-369) ; y l a del Cen­tauro (334) que, como veremos, deriva formalmente de Sperone Speroni. Y a es sabido que Mars i l i o F i c ino y otros florentinos, entu­siasmados con los mitos de P la tón , hallaron en las fábulas mi to ló ­gicas secretos de teología y filosofía, visibles tras el velo transpa­rente de la poesía 6 . Y que L E Ó N H E B R E O señala la pleamar de esta tendencia, ya que dedica muchas páginas a alegorizar las fábulas del origen y amores de los dioses de Grecia y Roma, encontrando en algunas, por ejemplo la de A n d r ó g e n o [sic], resonancias y re­flejos de la Biblia. Mientras para León Hebreo la mi to log ía es un atisbo de la revelación pr imi t iva , para Damasio constituye u n ele­mento decorativo, un campo de ingeniosas moralidades.

3) N o voy a particularizar las abundantes coincidencias de Dórida con L E Ó N H E B R E O que remontan a una tópica mostrenca del tratado de amor: que el amor nace de la belleza y busca el gozo en la posesión. Que el amor incluye la esperanza, está dicho de paso en Lorenzo de Médic is y en otros, aunque nadie l o ha situado en el centro de la exposic ión, como Damasio. L E Ó N H E B R E O (287) distingue, no sé a la zaga de q u i é n , entre amor real e imaginario, amor de cosa real o fingida, d is t inc ión que cobra bas­tante importancia en Dórida.

L e ó n Hebreo suplementa con ideas del Estagirita su platonis­mo básico. Y a su traductor Garcilaso el Inca notaba en una breve ad ic ión final " l a i n t enc ión de aquel Llebreo más p la tón ica que ar is toté l ica" . Damasio, por el contrario, es u n mili tante de Aris tó­teles, siempre dispuesto a pregonar su amor que no cejó hasta los ú l t imos diálogos. Se confiesa (Lenguas, 251) "af ic ionadís imo a la doctrina ar is totél ica" . A u n en materia de lenguas él se alineaba del lado del ar is totél ico Pietro Pomponazzi, compartiendo las opinio­nes que, bajo la máscara de Peretto, le atribuye Sperone S p e r o n i 7 .

6 Cf. J E A N S E Z N E C , La survivance des dieux antiques, London, 1940; D O N

C A M E R O N A L L E N , Mysteriously meant. The rediscovery of pagan symbolism and allegorical interpretation in the Renaissance, Baltimore and London, 1970.

7 Que Peretto es Pomponazzi (Pietro) no ofrece duda; cf. B R U N O M I G L I O ­

R I N I , Storia della lingua italiana, Firenze, 1960, p. 320; G I A C I N T O M A R G I O T T A ,

Le origini italiane della "Querelle des anciens et des modernes"', Roma, 1953, pp. 104-110. Pomponazzi sostiene que es preciso romper con el abuso de ex­plicar la filosofía en latín, traduciendo a Aristóteles, pues todas las lenguas son de igual dignidad y capaces ele los misterios filosóficos. Idea aceptada por Speroni, sostenida por Diego Hurtado de Mendoza, y defendida por Damasio en Lenguas. L a opin ión de Hurtado de Mendoza está recogida por Paulo Manuzio en su dedicatoria a D. Diego de M . T u l l i i Ciceronis De philosophia, Venecia, 1541, cf. G O N Z Á L E Z P A L E N C I A - M E L E , Vida y obras de D. Diego Hurtado de Mendoza, t. 3, Madrid , 1943, p. 271.

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N R F H , X X I V D A M A S I O D E F R Í A Y SU " D Ó R I D A " 229

Pero quede esta faceta para los historiadores de las ideas l ingüís t i ­cas. E n materia de amor, por motivos éticos, se inc l inar ía al pla­tonismo. Muestra repugnancia por "los amores másculos que, como locura y maldad, tanto abo[mi]naba Aristóteles , y tanto, por el contrario, los celebraba su maestro P l a t ó n , , (Discreción, 128). Su interlocutor Luc io , a n i m á n d o l e a exponer sus ideas de aficionado y d á n d o l e i rón icamen te la alternativa "como filósofo que sois", l iga aristotelismo y cristianismo: "Pues aunque Aristóteles no fue tan virtuoso, d igámoslo ansí, como Sócrates o P la tón , que yo por más le tuve siempre que a entrambos, no por eso le estuvo mal enseñar al m u n d o aquellas divinas Éticas y Polí t icas, antes [es] sumamente loado por esta particular doctrina de costumbres, con que tanto a y u d ó a las nuestras cristianas" (ibid., 199).

L A S FUENTES ITALIANAS: SPERONI Y V A R C H I

Anticipemos que Dórida no encierra n i plagios n i imitaciones descaradas, aunque sí denuncia el placer juveni l de respirar una a tmósfera de cultura y reaccionar frente a sus lecturas. N o dudo que leyó al Bembo, cuyos Asolanos se impr imieron en Salamanca traducidos (1551) en sus probables años de estudiante; que hojeó el indigesto y mal escrito Libro di natura d'amore que Cervantes (Galatea) y otros c o n t e m p o r á n e o s espigaron en los estiajes de las musas 8 . A l u d e claramente con i ron í a al Cortesano de Castiglione al discutir si los amantes "apurados y finos" pueden, como insi­nuaba el Bembo, tomarse ciertas libertades " u n darse las manos, u n abrazo, una amorosa paz, que hasta esto todo bien dan licencia los muy contemplativos" (Dórida, 344). C i t a sin autor el t í t u lo de u n l ib ro raro: " N o es verdad averiguada que pueda enamorar la fama, aunque lo diga el Petrarca y l o quiera probar el autor de aquel d iá logo llamado Aretifila" (Dórida, 310). Acaso recordaba mal , pues si la primera parte de la Are titila de L u c ' A n t o n i o R i d o l f i (Lyón, 1560) admite el enamorarse por fama, la segunda lo refuta.

Creo que su ú n i c a fuente i taliana importante es Sperone Speroni, y sospecho que t o m ó notas de V a r c h i .

D ó r i d a se hacía portavoz del amor p la tónico , defendiendo la famosa escala en que la belleza corporal servía ú n i c a m e n t e para elevarse a la con templac ión de la belleza espiritual: " E l amor de estas cosas corpóreas no ha de servir n i durar más de llevarte a las del alma, y, aquellas vistas y conocidas, olvidarte de estas groseras y sensibles". A lo que replica Dameo: " ¡ G u a r d a , señora, que eso

8 Sobre las deudas de Cervantes con los tratados de amor, cf., F. L Ó P E Z

E S T R A D A , La "Galatea" de Cervantes, L a Laguna, 1948, pp. 85-95.

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230 E U G E N I O ASENSIO N R F H , X X I V

es imposible! Y en efecto es querer que, es tándote yo mirando, no te vea, n i mis ojos reciban contento viendo tu d iv ina belleza; que, como elegantissimamente dice el doct íssimo Speron, querer gozar de sola el alma, sin hacer caso del cuerpo es comer la vianda sin mascar, que no la puedes pasar; y, si algo comes de esta manera, no te aprovecha a la n u t r i c i ó n " (Dórida, 333: SPERONI, f. 16r). Y más adelante, discutiendo los emblemas y pinturas del amor, re­mata: "Oye la nueva del d iv ino Speron, que a un tan grande dios le p i n t ó hecho Centauro, con el medio cuerpo de caballo y, de la mitad arriba, de hombre. . . Y lo que esta figura pretende, es, Dór ida , mostrarnos que tiene una parte sensual, c o m ú n con los demás animales, que es amor del cuerpo; otra racional y humana propia del hombre" (Dórida, 333: SPERONI, f. 16v) .

De Speroni toma diferentes ilustraciones y fórmulas : 1) la com­parac ión de la esperanza con la cera de una candela: "Verás que nuestro amor es como el fuego de una vela, el cual no dura más de cuanto el h ú m e d o de la cera, y, éste acabado, espira a la hora aquella llama. Así pues amor, verdadero fuego de nuestras almas, no dura más de cuanto le a c o m p a ñ a y da fuerza la du lc í s ima espe­ranza, que si ésta falta, luego amor se disuelve y acaba". " I l desi­derio amoroso è veramente, qual no i diciamo, fiamma e ardore: e questo, come s'accende i n un punto, cosi i n un punto si spegnerebbe, se la speranza non lo vietasse: nella quale, come i l fuoco nella candela, si converva i l nostro appetito" (Dórida, 290: SPERONI, f. 5v) . 2) L a comparac ión del amor naciente con el oso mal lamido, que al nacer es u n pedazo de carne sin forma, al que su madre modela con la lengua, conseja en la que hasta el escéptico Francis­co Sánchez autor del Qitod nihil scitur creía en aquel tiempo (Dórida 360: SPERONI, f. 27v) . 3) L a pintura i rónica de los amantes de sola el alma: "At rás te dije, señora, que un tal amor como ese y tan descarnado, que era puro, angél ico y espiritual, de solos aquellos entendimientos desnudos de materia cuales son los ánge­les". Reminiscencia probable del ataque a los que menosprecian los deleites del mundo, que dice entre otras cosas: "Questa sarebbe operatione non d'huomo, ma d'angelo, i l quale è puro intelletto senza corpo" (Dórida, 332: SPERONI, f. 27v) .

Pienso que leyó a Benedetto Varch i , seguidor y amigo de Spe­ron i . Varch i ha sido profesor en la Academia florentina de Cosme de Médic is donde rec i tó en 1553 una lección de amor comentando el soneto de Petrarca "S'amor non è, che dunque è quel ch'i'sento", y más tarde cuatro lecciones Sopra alcune questioni d'amore. Acaso Damasio t o m ó de la lección de amor algunas de sus reflexiones sobre el carácter muy humano, nada espiritual de ciertas poesías amorosas del Petrarca, q u i é n sabe si a lgún ejemplo como el de

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N R F H , X X I V D A M A S I O D E F R Í A Y SU " D Ó R I D A " 231

la famosa sextina I con la estrofa " C o n le i foss'io da che si parte i l •Sole". Deuda ba lad í si la hay. Hace sospechar que emp leó material de V a r c h i el que 20 "questioni d'amore" reaparecen en Dórida por lo menos cinco: la 1?, " Q u a l sia p i ù nobile , o l'amante, o l 'amato"; la 6?, "Se alcuno p u ò innamorarsi, o amare senza spe­ranza"; l a 8?, "Se alcuno p u ò solo per fama e d 'udi ta innamorarsi"; l a 13?, "Se l'amore p u ò sanarsi i n alcun modo"; la 16*, "Se mort i possono amare, o essere amati". L a difusión en Italia de las pre­guntas o dudas (questioni, dubbii) amorosas, vulgarizadas por el Filócolo de Boccaccio en la famosa escena del j a r d í n junto a Ñapóles , adoptadas por los tratados de amor, los poetas y novelistas, alcanzó proporciones de epidemia social en saraos y academias 9 . P e n e t r ó en E s p a ñ a con la novela de ambiente napoli tano Questión de amor que Garcilaso r e m e m o r ó en su Egloga primera, se in s inuó en la Diana de Montemayor, en la Selva de aventuras de J e r ó n i m o de Contreras, y tocó de ligero a Lope de Rueda y Juan T imoneda . Damasio, el mayor tributario de esta moda, m a n o s e ó quizá las pro­puestas en las lecciones de Benedetto Varch i , pero t ra tó el material a su aire, i n t e rca lándo lo diestramente en el coloquio.

L U G A R DE DÓRIDA E N L A OBRA DE DAMASIO

Podemos datar con precis ión los otros diálogos. Discreción fue acabado el 17 de agosto de 1579, según reza el explicit, Lenguas fue compuesto a con t inuac ión , probablemente el mismo año . E n cuanto a Alabanzas de Valladolid10 el más reciente historiador so­cial de la ciudad lo fecha en 1582, sin duda basándose en los datos internos. Dórida puede atribuirse conjeturalmente, sin concretar más, al f inal de la juventud y aprendizaje de su autor, si interpre­tamos por su valor nominal ciertas autocr í t icas en Discreción.

D ó r i d a asegura que la boda de Galatea y los versos injuriosos ele Dameo eran historia fresca. Damasio no pierde ocasión de in­gerir en el coloquio sus propios versos y aun sus versiones frag­mentarias de Petrarca, mostrando apreciar altamente la gloria de poeta. L a obra entera está escrita para probar que la p lura l historia de sus amores no se debe achacar a inconstancia de su corazón y que se compagina con l a más alta nobleza de comportamiento mo­ral . E n cambio, en 1579 Damasio profesa haber dejado atrás las aficiones poét icas de su mocedad y —sinceridad o hipocresía— des­d e ñ a sus versos:

9 Gf. T . F. G R A N E , Italian social customs of the fifteenth century, New Haven, 1920, libro riquísimo en noticias tanto de la literatura italiana como de la española.

1 0 Véase B A R T O L O M É B E N N A S S A R , Valladolid an siècle d'or: una ville de Castille et sa campagne au xvie siècle, Paris-La Haye, 1967, pp. 126 y 139.

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232 E U G E N I O ASENSIO N R F H , X X I V

Me acaece a mí con algunos en esta vi l la que a la fama de que yo algún tiempo, cuando más mozo, movido de mis particulares gus­tos, hice ansí no sé qué niñerías de poesía, nunca hacen sino can­sarme con loores de mis poes ías . . . impor tunándome que se las muestre, sin que con ellos —digo cierto verdad en esto— me valga muchas veces jurar y perjurar que nunca de esta arte traté, como ello es verdad, con atención y propósito de ser en ello conocido, n i de que jamás hombre viesse cosas mías, las quales sabéis vosotros muy bien que, si algunas andan esparcidas por Castilla, nunca fue dándolas yo n i pretendiendo mostrarlas (Discreción, 97).

Cuando en 1579 miraba hacia su carrera de prosista, confesaba que en su mocedad pecó de excesivo fervor por la l i teratura ita­l iana. E n su lectura se h a b í a contagiado de dos vicios: de una excesiva frondosidad verbal, y del gusto por las digresiones. Ahora , acaso por el ejemplo del Lazarillo y de Diego Hur tado de Mendoza que en su Guerra de Granada p o n í a la proa hacia la concis ión de Salustio y T á c i t o , procuraba podar tales exuberancias. H e a q u í el texto de su autocr í t ica : " Y o que del ingenio español conozco cuan amigo es de la substancia dicha con brevedad en cualquiera cosa que se trate, y cuán to se enfada con la superflua copia de palabras, con que tanto dilatan y extienden algunos extranjeros sus escritos y conceptos, no q u e r r í a dar en v ic io con que yo tan mal estoy, después que ya una vez pude l ibrarme del que pegado se me h a b í a en mis primeros años de la continua lectura e imi tac ión de auto­res italianos [.. .] . A n d u v o en esto por cierto tan discreto como docto el Casa, que j amás d e s m a m p a r ó su pr incipal p ropós i to con d igres ión que de veinte renglones pase y muy a cuento no viniese" (Discreción, 134-135). Dórida, a m i ver, se encuentra a medio cami­no entre los escritos de juventud y los de 1579. Si su grav i tac ión hacia los modelos italianos es muy grande, y su razonar discurre entre meandros y digresiones, en cambio poco se diferencian en el gusto por l a ampli f icación y el saboreo moroso del lenguaje. Qu izá los escritos primerizos ser ían menos sobrios a ú n . L a locuacidad de Damasio deriva a m i entender de su tentativa de hermanar el f lu i r l ib re de la conversación con el movimiento del d iá logo ciceroniano: redoblamientos de s inónimos , cadencias y s imetr ías discretas, párra­fo ampl io en el cual quepa u n pensamiento con todas sus circuns­tancias. Es un ideal que n i en sus escritos de 1579 abandona por completo, aunque va r e s t a ñ a n d o el flujo. Su a tenc ión admirativa prefiere ahora modelos como G i o v a n n i della Casa cuyo Galateo cita repetidamente, ya por su t emát ica ya por su elegancia sobria n .

1 1 Sobre Della Casa y su Galateo, véase L U C A S G R A C I Á N D A N T I S C O , Galateo español, Madrid, 1968 (Clásicos hispánicos), con estudio preliminar muy eru­dito, notas y glosario de Margherita Morreale.

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NRFH, XXIV D A M A S I O DE F R Í A Y SU " D Ó R I D A " 233

DAMASIO HIDALGO POBRE, PENSADOR LEGO

Damasio pertenece a la clase social de hidalgos pobres que han de arrimarse a los grandes señores para v iv i r . Aunque cursó estu­dios en Salamanca, q u i é n sabe si como a c o m p a ñ a n t e de un noble, no el igió n i la carrera de la iglesia, n i l a de la admin is t rac ión . Sir­v ió al almirante Lu i s E n r í q u e z que le i n t e n t ó quitar los resabios escolares y en cierto modo hizo de él u n cortesano: " B i e n como si entre mis iguales estuviera en las escuelas de Salamanca, voceaba y me m e t í a tan de veras en cólera que vosotros, v i é n d o m e tan puro estudiante entre señores y con ellos, no pud ié rades menos que re í ros de m i necedad. Dec íame el Almiran te , m i amo. . . riendo y con aquella su admirable bondad: «Damasio , muy porfiado sois». N o e n t e n d í a yo, como bozal estudiante, puro escolástico, que aque­l l o era llamarme necio con t é r m i n o comedido , , (Discreción, 161-162). P o r más que su amo le tratase con aprecio y gustase de su c o m p a ñ í a , Damasio de mala gana sujetó el cuello al yugo de la servidumbre. Cuando en 1572 falleció el Almiran te , Damasio supo lo que era la pobreza "no mansa, como dice el poeta castellano [Mena], sino muy brava y estrecha" (Discreción, 123). Si Dórida fue, en gran parte, sacada de libros, luego a p r e n d i ó en el amargo l ib ro de la experiencia y escr ibió aceradas páginas sobre las des­venturas del hidalgo pobre y el tema de nobleza es riqueza. U n par de veces parece glosar el Lazarillo, por ejemplo, cuando desarrolla la m á x i m a "por incompatible junta tuve yo siempre honra y po­breza" (ibid., 142-146). Extracto u n breve fragmento: "Insufrible me parece la ignorancia, o l l amémos la ansí , la necedad de algu­nos pobres hidalgos que nunca andan sino quebrando la cabeza a cuantos tratan y, donde quiera que se hallan, y a cualquiera pro­pós i to o sin él, con su h ida lgu í a y nobleza. «No , eso no me hablen, que a fe de hijodalgo que con esta pobre capa me hago yo estimar en tanto como cuantos jud íos hay con todas sus r iquezas». «No, yo le ju ro a v. md. que, si pr imero no me qui ta l a gorra, que no la lleve de m í por más cuentos que tenga de r en t a» . «No, no: bien sabe el mundo todo qu i énes fueron mis pasados» . . . Deb r í amos los pobres, los que Dios fue servido que lo fuésemos, dejar la vani­dad de estas jactancias y presunciones, a c o m o d á n d o n o s al tiempo y necesidad presente".

Cuando Damasio recapacitaba sobre su historia, decía a sus amigos: "Sabéis vosotros, lás t ima grande, la pe rd ic ión de m i vida y t iempo tan mal gastado" (Discreción, 74) . A u n q u e frecuentaba a los universitarios y a los frailes de Santa M a r í a de Prado, él se consideraba hombre de capa y espada: " M e re í yo mucho a lgún día, delante nuestro amigo Francisco de Figueroa, de cierto hombre

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tenido por docto, y con razón" , el cual alababa mucho u n l i b ro que cierto amigo romano c o m p o n í a acerca de los or ígenes de nuestra lengua. Damasio, después de mostrarle la vanidad de sus etimolo­gías, concluye: " N o tuvo él entendido al pr incipio que, entre las capas y espadas que all í es tábamos, hubiera alguna que se atreviera a su bonete" (Lenguas, 254-255).

Aunque pasaba su vida en conventos y palacios, no abd icó de su independencia de juicio. " N o me parece a m í mal que vos o cual­quiera otro seáis en las cosas indiferentes y dudosas amigos de vuestra o p i n i ó n . . . H e visto yo algunos que se r ieron muy de veras de m í en algunas partes, por sólo que no seguía sus opiniones en esto, pareciéndoles que no deb ía tener yo l ibertad de entendimien- * to" (ibid., 275). "Dejemos, si os parece, l a autoridad de esos y de cuantos más lo dijeren, y vengamos, si sois servido, a sus razones" (ibid., 215).

Esta independencia de esp í r i tu guarda relación, a lo que pien­so, con su condic ión de hidalgo pobre que, confinado en servidum­bres sociales se refugia en la convicción í n t i m a del valor decisivo e in t r ínseco de la persona. " ¿ C ó m o sufrirá el hidalgo español , na­cido y criado con una l ibertad nob i l í s ima y con u n á n i m o exento y tan brioso en toda su pobreza verse maltratar o estimar en poco?" (Discreción, 178). Damasio aplicaba este á n i m o exento al análisis de los problemas de la sociedad y la cultura. Y por ello combate contra opiniones recibidas del vulgo y de los intelectuales sin ami­lanarse y discurriendo por cuenta propia. Sus diálogos, no acaba­dos de l imar y no impresos en su tiempo, anticipan posiciones inte­lectuales venideras. T raza por vez primera un modelo de discreto ade lan tándose a las aspiraciones del siglo s iguiente 1 2 . Y contra viento y marea, en " D i á l o g o de las lenguas", aprovechando las su­gestiones de Speroni y de Hur tado de Mendoza, y coincidiendo en otros puntos con Joachim du Bellay (al que parece a ludir en pp. 224, 233) proclama el valor de las lenguas vulgares para la especulación filosófica. Damasio, excelente latinista y conocedor del griego reacciona contra la supers t ic ión universitaria de que los misterios del pensamiento sólo caben en el cauce de las dos lenguas antiguas.

EUGENIO ASENSIO

Lisboa.

1 2 Acerca de "discreción" y su campo semántico véase M A R G A R I T J . B A T E S ,

"Discretion" in the tuorks of Cervantes: A sematic study, Washington, 1945, que tiene escaso interés para mi propósito.