Cultura y nuevas mediaciones tecnológicas

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w w w . m e d i a c i o n e s . n e t Cultura y nuevas mediaciones tecnológicas Jesús Martín-Barbero (en: América Latina: otras visiones de la cultura, Convenio Andrés Bello, Bogotá, 2005) « El lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando la mediación tecnológica de la comunicación deja de ser meramente instrumental para espesarse, densificarse y convertirse en estructural. De ahí que la tecnología remita hoy tanto o más que a unos aparatos a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras. La pregunta por la técnica se nos vuelve entonces cada día más crucial en la medida en que la diversidad cultural de la técnica, persistentemente testimoniada por los antropólogos, es aceleradamente sustituida por la existencia de una tecnicidad-mundo que desvincula a la tecnología de las herencias culturales permitiéndole instalarse en cualquier región o país como dispositivo de producción a escala planetaria: como conector universal en lo global. Al mismo tiempo, al profundizar la división internacional del trabajo la tecnicidad-mundo trastorna las condiciones de producción rearticulando las relaciones entre países mediante una des-centralización que concentra el poder económico y una des-localización que empuja la hibridación de las culturas. »

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« El lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando lamediación tecnológica de la comunicación deja de sermeramente instrumental para espesarse, densificarse yconvertirse en estructural. De ahí que la tecnologíaremita hoy tanto o más que a unos aparatos a nuevosmodos de percepción y de lenguaje, a nuevassensibilidades y escrituras. La pregunta por la técnica senos vuelve entonces cada día más crucial en la medidaen que la diversidad cultural de la técnica,persistentemente testimoniada por los antropólogos, esaceleradamente sustituida por la existencia de unatecnicidad-mundo que desvincula a la tecnología de lasherencias culturales permitiéndole instalarse encualquier región o país como dispositivo de producción aescala planetaria: como conector universal en lo global.Al mismo tiempo, al profundizar la división internacionaldel trabajo la tecnicidad-mundo trastorna lascondiciones de producción rearticulando las relacionesentre países mediante una des-centralización queconcentra el poder económico y una des-localización queempuja la hibridación de las culturas. »

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Cultura y nuevas

mediaciones tecnológicas

Jesús Martín-Barbero

(en: América Latina: otras visiones de la cultura,

Convenio Andrés Bello, Bogotá, 2005)

« El lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando la mediación tecnológica de la comunicación deja de ser meramente instrumental para espesarse, densificarse y convertirse en estructural. De ahí que la tecnología remita hoy tanto o más que a unos aparatos a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras. La pregunta por la técnica se nos vuelve entonces cada día más crucial en la medida en que la diversidad cultural de la técnica, persistentemente testimoniada por los antropólogos, es aceleradamente sustituida por la existencia de una tecnicidad-mundo que desvincula a la tecnología de las herencias culturales permitiéndole instalarse en cualquier región o país como dispositivo de producción a escala planetaria: como conector universal en lo global. Al mismo tiempo, al profundizar la división internacional del trabajo la tecnicidad-mundo trastorna las condiciones de producción rearticulando las relaciones entre países mediante una des-centralización que concentra el poder económico y una des-localización que empuja la hibridación de las culturas. »

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Los cambios culturales provocados por el uso de los medios virtuales son muy profundos y resulta difícil estimar su im-pacto en nuestras sociedades. La presencia de culturas virtuales modifica la percepción del tiempo y el espacio, las relaciones de pertenencia y los vínculos de solidaridad, las ideas de proximidad y permanencia, la prevalencia de la escritura frente a la imagen y la oralidad en el desarrollo cultural, entre otros (…) Al mismo tiempo se va perfilando una nueva forma de exclusión, denominada “brecha digi-tal”, capaz de ampliar el abismo que separa a las regiones y países, y a los grupos ciudadanos de una sociedad. La bre-cha digital no debe medirse únicamente en la posibilidad de utilizar la tecnología de punta, sino también en términos de la capacidad de pensar la información y de la habilidad pa-ra crear redes de beneficio mutuo. 1

CEPAL

I. DIAGNÓSTICO El momento en que elaboramos esta propuesta2 no puede

ser más crucial para el tema de que trata: en vísperas de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI) en Ginebra, cuando ya han tomado posición docu-mentada a ese respecto tanto los organismos guberna-

1 CEPAL, Los caminos hacia una sociedad de la información en América Latina

y el Caribe, Bávaro, Punta Cana, 2003. 2 Este documento –una propuesta de investigación para el Convenio Andrés Bello (CAB)– se apoya en varios trabajos colectivos de investiga-ción y sistematización de información en los que he participado recientemente, y particularmente en la investigación sobre Cultura y sostenibilidad en Iberoamérica (ICSI) propiciada por la OEI y coordinada por INTERARTS; en la investigación propiciada por el ITESO, en Guada-lajara, México sobre Usos jóvenes de Internet, de la que soy investigador titular; y en la investigación personal en proceso, avalada por el SNI de México, sobre Oralidades culturales, visualidades electró-nicas y escrituras intermediales.

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mentales de las diversas regiones del mundo, como las organizaciones que coordinan al sector empresarial y a las asociaciones de la sociedad civil, y cuando las diversas reuniones preparatorias de la Cumbre revelan las enormes disparidades y conflictos de todo tipo –políticos, jurídicos, culturales– que la realización de la “sociedad de la informa-ción” entraña y moviliza. Estamos ante la cumbre mundial más estratégica desde las cumbres de Río, del Cairo o de Beijing, ya que en ella lo que está en juego no es algún as-pecto vital como el medio ambiente, el nuevo estatuto social de la mujer o de la familia, sino el modelo de sociedad que la globalización económica actual se propone imple-mentar para el mundo todo. Ello nos exige comenzar este diagnóstico por el trazado de un mapa mínimo que visuali-ce los ejes de qué es lo que la sociedad de la información pone en juego en el plano mundial.

1. Contexto mundial: los cuatros desafíos estratégicos de la sociedad de la información

1.1. Revolución tecnológica y exclusión social

La posibilidad de comprender la envergadura de las ac-

tuales transformaciones tecnológicas pasa paradójicamente por la no reducción de los cambios socioculturales a su dimensión tecnológica, la cual dejaría por fuera la especifi-cidad de lo que socialmente se produce, como si fuera un mero efecto de lo técnico. Pues lo que la presencia de las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación) está produciendo a lo largo y ancho del mundo no es compren-sible, ni proyectable políticamente, mas que a partir de una visión integral capaz de ubicar en el entorno de los procesos de desarrollo económico-social y de las prácticas de participa-ción democrática, los impactos y las potencialidades de esas tecnologías. Movidas y orientadas exclusivamente –durante

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los años noventa– por el sector comercial, las TIC han to-mado un rumbo radicalmente diferente en los países más ricos que en la inmensa mayoría de países que conforman el mundo empobrecido y subdesarrollado de África, Latinoa-mérica y Asia. Actualmente casi el 70% de los usuarios de redes digitales residen en los Estados Unidos y Europa; al mismo tiempo que en los países más grandes y económica-mente fuertes del mundo pobre las oportunidades de conectarse a las redes ofrecen el índice de desigualdad más brutal: según proyecciones de la CEPAL “en el año 2004 el grupo de ingresos más altos en Brasil alcanzaría una tasa de conectividad del 82% mientras que la tasa nacional sería de sólo 12%”3. La “brecha digital” es en realidad una brecha

social, esto es, no remite a un mero efecto de la tecnología digital sino a una organización de la sociedad que impide a la mayoría acceder y apropiarse tanto física, como econó-mica y mentalmente, de las TIC.

Lo anterior no puede impedirnos asumir el hecho de que

la información se ha convertido en un nuevo paradigma de

organización de la sociedad; y ello implica que la información

constituye hoy el valor agregado por antonomasia, ya sea:

a. incorporada a los productos en su composición mate-rial, en su “forma” o en su transformación genética;

b. incorporada a los procesos de producción en la “fábrica flexible” que organizan los flujos informacionales de in-vención, programación y evaluación, en la circulación de las mercancías y la función del marketing;

c. convertida ella misma en producto que se halla en la ba-se de la llamada “economía informacional”: el mercado de bienes digitales que enlaza cada día más velozmente la

3 Toda la documentación utilizada se halla recogida al final, y organi-zada en sus diversos apartes.

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producción con la circulación de conocimiento y de cul-tura. Pero esa hipervaloración de la información no puede ser

apreciada en su justo valor mas que conectándola con la devaluación que hoy sufren los saberes tradicionales no in-formatizables, las formas de trabajo “informales” (o sea, que no son o no están in-formadas), las estrategias campesi-nas de supervivencia, las experiencias de vida en los inmigrantes, la memoria cultural de los ancianos, etc. De modo que, en últimas, “sociedad de la información” signifi-ca en términos mundiales la puesta en marcha de un proceso de interconexión a nivel mundial, que conecta todo lo que informacionalmente vale –empresas e instituciones, pueblos e individuos– al mismo tiempo que desconecta todo lo que no vale para esa razón: estamos ante la más profunda reorganización de los centros de poder que dotan de valor a lo que hoy entendemos por mundo.

1.2. La batalla de los derechos en la sociedad del

conocimiento

La Declaración de los Estados de la ONU formulada para la Cumbre MSI afirma: “La supremacía del derecho acompa-ñada de una reglamentación flexible, estable y aplicable, que tenga en cuenta las realidades nacionales, es indispen-sable para proporcionar la confianza y confiabilidad en la sociedad de la información”. Y sin embargo esa declaración no hace explícita la relación constitutiva entre los nuevos

derechos, que la propia informatización de la sociedad entra-ña, y los ya reconocidos Derechos Humanos. Se trata del derecho a la comunicación en su más ancha complejidad, esto es: el derecho a la participación del, y en el conocimiento; el derecho de los ciudadanos y los grupos sociales al acceso a la

información no sólo como receptores sino también como productores; el derecho a un flujo equilibrado de información

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entre regiones del mundo y entre países de una misma re-gión, como Latinoamérica. El reconocimiento de esos nuevos derechos tiene a la base el valor que el conocimiento ha

adquirido en la “sociedad-red”, como bien público primordial: “Se trata de una sociedad en la que las condiciones de

generación de conocimiento y procesamiento de informa-ción han sido sustancialmente alteradas por una revolución tecnológica centrada sobre el procesamiento de informa-ción, la generación del conocimiento y las tecnologías de la información. Esto no quiere decir que la tecnología sea lo que determine sino que se constituye un paradigma de un nuevo tipo en el que todos los procesos de la sociedad, de la política, la guerra, la economía, pasan a verse afectados por la capacidad de procesar y distribuir información de forma ubicua en el conjunto de la actividad humana”(Castells) .

A su vez, ese nuevo paradigma alienta un proceso de

conversión del conocimiento en tecnociencia, proceso que impulsa una creciente hiperespecialización de los saberes y la conversión de la investigación científica en ingrediente altamente estratégico del complejo tecnoindustrial: desde el estudio del genoma humano hasta la producción de trans-génicos la investigación moviliza hoy gigantescos capitales de empresas globales que alientan la complicidad entre investigación científica y operación comercial. El derecho de los ciudadanos a la comunicación pública del conocimiento se torna aún más decisivo en las nuevas condiciones de hege-monía tecnológica del saber y de las presiones mercantiles sobre el proceso mismo de su producción y circulación. Lo que se busca salvaguardar es, al mismo tiempo, el derecho a que la sociedad pueda seguir contando con ese otro conoci-

miento que proviene de los saberes de experiencia social, y el derecho a que todo lo que concierne a las opciones y deci-siones sobre desarrollo e inversión en investigación cien-

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tífica y tecnológica pueda ser objeto de información y deba-te públicos.

1.3. Propiedad intelectual y libre acceso de las mayorías

a la información

Por primera vez en la historia de la humanidad el acceso de las mayorías a lo mejor y lo mayor de la creación cultu-ral, artística y científica, ha sido hecho posible por la revolución digital. Pero ese profundo y revolucionario avance en la democratización de la cultura y el conocimien-to se ve hoy entrabado por un malentendido perverso: el que so pretexto de defender la “propiedad intelectual” la hace entrar en colisión total con las potencialidades abiertas por las tecnologías informáticas. Es todo el sentido político y social de las transformaciones tecnológicas el que se halla aquí en juego exigiendo a juristas e ingenieros de sistemas, a creadores y gestores, a políticos y teóricos de la informática, un esfuerzo de análisis e imaginación capaz de elaborar nuevas formas de regulación democrática que, salvaguarden los

múltiples modos de derechos de autor, sin confundirlos con los intereses de los grandes conglomerados de las industrias culturales, ya que, enmascarados tras la trampa de una idea de “propiedad intelectual” en la que lo que cuenta es la “pro-piedad” mientras lo “intelectual” queda devaluado y a merced del marketing y del raiting, esos intereses bloquean ya hoy en buena parte las posibilidades de democratización cultural abiertas por las redes digitales. En el fondo, de lo que se trata es del modo en que las nuevas culturas digitales trastornan la noción misma de propiedad, y lo hacen al insertar la negativa de la cultura a ser reducida a economía en el centro mismo de la llamada nueva economía o econo-

mía informacional. Ahí esta la batalla de los gobiernos nacionales, como el de Canadá o Brasil, por escapar al monopolio de Microsoft y lograr la “libertad de software” para sus países. Porque si la sociedad de la información

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quiere ser mínimamente igualitaria sólo podrá lograrlo liberando las potencialidades socioculturales de la nuevas TIC de las trabas provenientes de “los monopolios que asocian a los productores y los medios masivos con los bancos y las industrias publicitarias, constituyendo un nuevo tipo de conglomerado informacional o global media, cuya sesgada visión de la “propiedad intelectual” no considera valioso sino la expansión de la propiedad”.

1.4. Diversidad cultural y marcos de regulación mundial

El mundo atraviesa hoy una bien peculiar situación cultu-

ral: una creciente conciencia del valor de la diferencia, del pluralismo y la diversidad, en el plano de las civilizaciones y las culturas étnicas, de las culturas locales y de género, se enfrenta a un poderoso movimiento de uniformación de los

imaginarios cotidianos en las modas del vestir y los gustos musicales, en los modelos de cuerpo y las expectativas de éxito social, en las narrativas con mayor público en el cine y la televisión y el videojuego, etc. Esa tensión produce crea-tividad social en la medida en que las lógicas del mercado no aplasten en los ciudadanos la capacidad de diferenciar entre lo valioso culturalmente y lo exitoso comercialmente. No se trata de oponer sino de diferenciar, ya que en lo comercial pueden encontrarse productos culturalmente valiosos, y viceversa: algunas de las mejores creaciones cinematográfi-cas o musicales han resultado a la vez producciones comer-cialmente exitosas. El eje de este debate crucial pasa por la profunda relación entre la defensa de la diversidad cultural de las comunidades, ya sean civilizaciones, etnias o culturas locales, y la conciencia ciudadana del derecho a la diferencia en la vida cotidiana. Pero la viabilidad social de ambas se halla en unos marcos regulatorios de alcance a la vez mundial y

local, que son los dos espacios estratégicos en que se mueve hoy tanto la economía como la cultura. Marcos regulatorios que sólo podrán salir de una negociación entre los actores

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públicos, privados e independientes, tanto del ámbito na-cional como internacional y local; pues, como lo demues-tran los Foros mundiales de Davos y Porto Alegre, y espe-cialmente las reuniones preparatorias de la Cumbre MSI, esos actores cuentan hoy con organismos, organizaciones y asociaciones capaces de representar los diferentes intereses en juego.

2. Situación latinoamericana: entre las estadísticas y los usos sociales

Lo que presentamos en este apartado se halla limitado

por una doble ausencia: la de una información verdadera-mente confiable, dadas las diferencias, y aun las contra-dicciones, que se presentan entre las diversas y dispersas estadísticas que entregan las agencias latinoamericanas que trabajan sobre este campo; y, en segundo lugar, por la au-sencia de un cuadro básico de lo que debe ser investigado, tanto en forma cuantitativa como cualitativa, para compren-

der el sentido sociocultural que los usos de las nuevas TIC tienen en las sociedades latinoamericanas.

2.1. Una aproximación a las cifras y los modos de uso de

Internet

Aunque resulte abrupto comenzar de una vez por los da-

tos sobre el porcentaje de usuarios de Internet, ello nos pone frente una de las mejores radiografías de la situación de la región en su versión “sociedad de la información”. Esa estadística mostraba, a fines del 2002, un primer tramo enca-bezado por EU con el 61 %, Gran Bretaña con el 55% y Suecia con el 51%; un segundo tramo en el que se sitúan Canadá con el 45%, Holanda con el 43%, Alemania con el 31% y Australia con el 26%; y en un tercer tramo en se que se hallan Italia con el 19% y Francia, España y Japón con el 18%. América Latina se ubica por entero debajo de ese

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último tramo con un 6.8 % según las últimas estadísticas (cf. Raúl Trejo del Centro de Investigaciones de la UNAM). Pero con enormes diferencias entre países: mientras Brasil y Argentina superan el 10 % y Chile casi lo alcanza, Colom-bia y Venezuela no logran el 6 %, México está en el 4.4% y Perú en el 3.4 %. Latinoamérica ha sido, sin embargo, la zona del mundo con mayor crecimiento en usuarios, ya que del año 98 al 2001 su cifra pasó de 5 a 16.5 millones; pero ese crecimiento se ha visto frenado en los últimos dos años, como lo demuestra México que, de un crecimiento del 49 % hasta el 2002 ha caído últimamente a un 23 %. El otro dato más positivo para América Latina es el uso creciente del español en Internet: mientras en 1999 lo empleaba el 4.5% de los internautas, frente al 57% que recurrían al inglés, en el año 2002 el español ha subido hasta el 7.4% y el inglés ha bajado al 36.5%, según cifras presentadas por R. Trejo. Y lo que es más significativo aún sobre el empoderamiento cre-ciente de la diversidad cultural a través de sus lenguas, es que mientras en 1997 EU ponía el 75% de los internautas del mundo, en el año 2002 ese país sólo pone el 35%.

Quizá la mejor forma de visualizar los modos de inser-ción de América Latina en el mundo digital sea comparar esos usos en dos países de la región, yendo más allá de la cifras que ya dimos para captar la muy diferente resonancia sociocultural de esa inserción. Haremos esa comparación entre Argentina y México. Con casi un tercio de la pobla-ción de México en el año 2001 (36 millones), los conectados en Argentina a Internet sumaban ya 3’600.000, o sea el 10% de la población; mientras que entre sus cien millones, Méxi-co contaba sólo con cuatro millones de usuarios. Se calcula además que en Argentina 1’265.000 familias tienen algún tipo de conexión a la red, y ello se evidencia en el neto predominio de los hogares o residencias como lugar de acceso (el 86 %) frente a un 45% en el lugar de trabajo y un 7%, en los cibercafés; mientras en México solamente el 43%

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accede a la red desde su hogares, un 39 % desde su lugar de trabajo y un 10 % desde la escuela. Pero la diferencia de fondo reside en la alta densidad de la interacción ciudadana que media Internet, sobre todo en las grandes ciudades argentinas, tal y como ha sido evidenciada a través de la multiplicidad de páginas web: con 375.659 frente a las 70.000 de México, Argentina disfruta, aun en medio de la crisis social que atraviesa, de una gran cantidad de sitios dedica-dos especialmente a la experimentación artística en las muy variadas formas que hoy presenta la creatividad individual o colectiva, y a la participación ciudadana o empoderamiento de

la sociedad civil, cuya mejor muestra es la gran cantidad de páginas web barriales (las famosas cacerolazo.com) converti-das en verdadero medio de movilización social ya sea para juntarse a protestar en las calles o para formar grupos soli-darios de ayuda mutua: en comedores vecinales, asocia-ciones clase medieras de recogedores de basura, o estrate-gias comunitarias de trueque.

La inserción latinoamericana en la sociedad de la infor-

mación debe ser también sopesada a la luz de otros dos parámetros. Uno es el peso de la industria informática en la economía de la región, y el otro es el grado de presencia y desarrollo de la industria de los medios audiovisuales y demás tecnologías digitales de información. En el primero, el específicamente económico, son especialmente caracteri-zadores de la región dos rasgos. Uno, la desproporción entre el mercado que América Latina y el Caribe representa –con sus quinientos millones de habitantes y un PIB de dos mil millones–, y el casi nulo peso de las industrias informáti-

cas –fabricación y exportación de productos y programas– en la economía de la región; con la única significativa ex-cepción de Costa Rica, cuya producción y exportación informática tienen un fuerte peso en el que su crecimiento promedio anual resulte en los últimos años el mayor de la región, y la de Brasil en el renglón de producción software

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pero con un peso muchísimo menor. El otro rasgo es la presencia de grandes diferencias entre los países, tan noto-rias como difíciles de explicar, como el hecho de que Brasil, Chile y Colombia gasten casi tres veces más en las nuevas TIC que México y Venezuela. En lo que respecta al desarro-llo electrónico Latinoamérica cuenta con una implantación de la televisión cercana al 85% de hogares, una red de tele-fonía móvil que a mediados de 2002 contaba con 93 millones de usuarios, y un 100% de digitalización de la telefonía fija. Sólo en la implantación de banda ancha la región muestra un atraso flagrante: su cubrimiento en toda la región es el equivalente al que ya posee un país como Corea del Sur.

2.2. Cambios en las industrias audiovisuales

En lo que concierne al desarrollo industrial de los medios

audiovisuales, la televisión es el medio en el que el compo-nente de desarrollo y renovación tecnológica es mayor, y también en el que es más notoria la presión que ejercen las transformaciones tecnológicas hacia la casi total des-

regulación de su funcionamiento comercial. La convergencia

tecnológica entre el sector de las telecomunicaciones y el de los medios de comunicación –el entrelazamiento satelital de la televisión con su acceso directo o por cable, y digitalmente con Internet– está trastornando las figuras tradicionales de la propiedad y del funcionamiento y gestión de los medios audiovisuales. A la combinación de empresas de prensa con las de televisión, o viceversa, además de radio y discografía, O Globo y Televisa le han añadido últimamente las de televisión satelital. Ambas participan en la empresa con-formada por News Corporation Limited, propiedad de Robert Murdoch, y Telecommunication Incorp, que es el consorcio de televisión por cable más grande del mundo. Televisa y O Globo ya no están solos, otros dos grupos, el uno argentino y el otro brasileño, se han sumado a las gran-

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des corporaciones multimedia. El grupo Clarín que, par-tiendo de un diario, edita hoy revistas y libros, es dueño de la red Mitre de radio, del Canal 13 de televisión, de la más grande red de televisión por cable que cubre la ciudad capi-tal y el interior, Multicanal, y de la mayor agencia nacional de noticias, además de su participación en empresas pro-ductoras de cine y de papel. Y en Brasil el grupo Abril que, a partir de la industria de revistas y libros, se ha expandido a las empresas de cable y de video, y que hace parte del macrogrupo DirecTV, en el que participan Hughes Com-munications, uno de los más grandes consorcios cons-tructores de satélites, y el grupo venezolano Cisneros, el otro grande de la televisión en Latinoamérica.

La industria del cine presenta en los últimos años un au-

mento de coproducciones y algunos avances en su desarrollo como industria (cf. Ley del año 1990 en Vene-zuela y de 1994 en Argentina, Ley de Cine del año 2003 en Colombia, las actuales formulaciones de una nueva legisla-ción en Brasil) pero esos avances se ven neutralizados en gran medida por la ausencia de unas políticas “que aprove-chen las sinergias de una política integral audiovisual” (E. Bustamante), esto es, que involucren cine, televisión y nue-vas tecnologías, y que no se restrinjan a la producción sino que incidan sobre la distribución y la exhibición. De lo contrario el aumento en el número de salas, al que asisti-mos, irá irremediablemente ligado a una neta reducción de la diversidad de la oferta que ellas hacen y sobre todo a la disminución de los espectadores del cine nacional o regio-nal.

La radio atraviesa, del lado tecnológico una serie de trans-

formaciones que la hacen más flexible –la expansión de la FM aligera el aparataje y los costos posibilitando una gran diversificación de las emisoras de una misma cadena, ahora dedicadas por entero a segmentos precisos de audiencia

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tanto por géneros (noticias, música) como por edades–; y, de otra parte, su digitalización trastorna enormemente los oficios facilitando prescindir de una gran parte de los traba-jadores de planta. Ello viene acompañado por otra trans-formación en el plano de la propiedad y la gestión, a saber, la compra de emisoras y cadenas enteras de radio por con-sorcios transnacionales: la Ibero American Media Partners,

formada de capitales norteamericanos y venezolanos (Cis-neros), que ingresa a Chile comprando el canal 11 de televisión y de ahí salta a comprar emisoras de radio hasta tener nueve de alcance nacional con el nombre de Ibero

American Radio Chile; el caso Prisa comprando la cadena Caracol colombiana y convirtiéndola en la base de una operación que conlleva la compra de emisoras en México, EU, Venezuela, Chile, en un gran proyecto continental de radio. Y, de otro lado, la radio vive actualmente el surgi-miento de una segunda generación de emisoras locales y comunitarias a través de las cuales movimientos sociales y locales, ONGs, universidades e Iglesias, encuentran en la radio la posibilidad de construir un nuevo tipo de espacio público.

2.3. La ausencia del sector público en la conducción de

los cambos tecnológicos

La reconfiguración del Estado, que la globalización im-pone en estos países, les ha hecho pasar de unas políticas

legalistas y voluntaristas en comunicación y cultura –durante los años setenta y ochenta– a la más pura y dura desregulación

que deja libre al mercado para marcar las lógicas y las di-námicas de la transformación de los medios audiovisuales. Con un agravante: que mientras eso sucede en el plano de los grandes medios, el Estado regula hasta el extremo a los pequeños medios –las emisoras de radio y las televisiones locales y comunitarias– multiplicando las trabas legales a su funcionamiento y expansión.

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Esa desregulación ha sido en realidad ausencia casi comple-

ta de políticas públicas –tanto en el ámbito nacional como latinoamericano– en la implantación y orientación de las nuevas TIC durante los años noventa; solamente en los últimos dos años comienzan a aparecer iniciativas públicas que superen la mera repartición política y económica de las frecuencias para telefonía móvil o las de banda ancha.

El desarrollo de las redes digitales se halla además mar-

cado todavía en Latinoamérica por una concepción alta-

mente instrumental –esto es, no cultural ni ciudadana– que está impidiendo insertarlas en los planes nacionales de desarrollo nacional y de democratización local, lo que se traduciría en privilegiar no las tecnologías de punta sino aquellos servicios que mejor respondan a las necesidades de las colectividades locales potenciando la creatividad cultu-ral, que es la que refuerza los lazos comunitarios.

Hay una escasa o nula interacción de la escuela pública con

los actuales desarrollos de las tecnologías digitales, tecnolo-gías que están reconfigurando profundamente tanto los modos de producción y circulación del conocimiento como los mapas laborales y profesionales. Los cambios más de fondo que acarrea la sociedad de la información tienen justamente que ver con transformaciones en las condiciones de existencia del trabajador y en el nuevo sentido del traba-jo, ambos ligados estrechamente al campo de la educación: a nuevas destrezas mentales requeridas por los nuevos ofi-cios, nuevas modalidades aprendizaje formales y no formales, nuevas formas de relación entre trabajo y juego, entre el espacio doméstico y el lugar de trabajo.

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II. PLANTEAMIENTO CONCEPTUAL

Los intercambios virtuales configuran nuevos rasgos culturales a medida que tales intercambios se densifican y expanden hacia una gama creciente de ámbitos de vi-da de la gente. Al respecto se habla cada vez más de “culturas virtuales” para aludir a los cambios en las prácticas comunicativas por efecto de medios interacti-vos a distancia, que modifican la sensibilidad de los sujetos, sus formas de comprensión del mundo, la rela-ción con los otros y las categorías para aprehender el entorno. Las culturas virtuales son mediaciones entre cultura y tecnología, constituyen sistemas de intercam-bio simbólico mediante los cuales se configuran senti-dos colectivos y formas de representarse lo real.

Martin Hopenhayn Dos procesos están transformando radicalmente el lugar

de la cultura en nuestras sociedades en el cambio de siglo: la revitalización de las identidades y la revolución de las tecnici-

dades. Los procesos de globalización están reavivando la cuestión de las identidades culturales –étnicas, raciales, locales, regionales– hasta el punto de convertirlas en dimen-sión protagónica de muchos de los más violentos y complejos conflictos internacionales de los últimos años; al mismo tiempo que las identidades, incluidas las de género y de edad, están reconfigurando la fuerza y el sentido de los lazos sociales, y las posibilidades de convivencia en lo na-cional y en lo local. De otra parte, atravesamos una revolución tecnológica cuya peculiaridad no reside tanto en introducir en nuestras sociedades una cantidad inusitada de nuevas máquinas, sino en configurar un nuevo modo de relación entre los procesos simbólicos –que constituyen lo cultural– y las formas de producción y distribución de los bienes y servicios: un nuevo modo de producir, asociado a

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un nuevo modo de comunicar, convierte a la información y al conocimiento en fuerza productiva directa (Castells).

El lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando la mediación tecnológica de la comunicación deja de ser me-ramente instrumental para espesarse, densificarse y con-vertirse en estructural. De ahí que la tecnología remita hoy tanto o más que a unos aparatos a nuevos modos de percep-

ción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras. La pregunta por la técnica se nos vuelve entonces cada día más crucial en la medida en que la diversidad cultural de la técnica, persistentemente testimoniada por los antropólo-gos, es aceleradamente sustituida por la existencia de una tecnicidad-mundo que desvincula a la tecnología de las herencias culturales permitiéndole instalarse en cualquier región o país como dispositivo de producción a escala pla-netaria: como conector universal en lo global. Al mismo tiempo, al profundizar la división internacional del trabajo la tecnicidad-mundo trastorna las condiciones de produc-ción rearticulando las relaciones entre países mediante una des-centralización que concentra el poder económico y una des-localización que empuja la hibridación de las culturas.

1. Racionalidad técnica y ecosistema comunicativo

Estamos ante un nuevo tipo de técnica cuya peculiaridad reside en constituirse en ingrediente estructural de la forma-ción de un verdadero ecosistema comunicativo. Ecosistema

que emerge asociado a una nueva economía cognitiva regi-da por el desplazamiento del número que, de signo del dominio sobre la naturaleza, está pasando a convertirse en mediador universal del saber y del operar técnico/estético; lo que viene a significar la primacía de lo sensorio/ simbóli-co sobre lo sensorio motriz. La numerización digital hace posible una nueva forma de interacción entre la abstracción y lo sensible, replanteando por completo las fronteras entre

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arte y ciencia. Si desde antiguo la ciencia ha teorizado mo-dos de percepción prefigurados por el arte, hoy no podemos ya extrañarnos de que el artista trabaje programando músi-ca o poesía; pues, por escandaloso que eso suene al oído romántico, es sólo un indicador de la hondura del cambio que convierte a la simulación informática a la vez en ámbito de experimentación científica y de creación estética. El significa-do mayor de ese cambio remite al sentido emancipador que cobra el hacer técnico en su estrecha vinculación con la expe-

riencia estética; esto es, remite a un arte cada día más sometido –o vuelto cómplice– de las presiones del mercado, que asimila la temporalidad de las obras a la obsolescencia de cualquier producto comercial, y que encuentra en la nueva tecnicidad posibilidades de revertir el creciente déficit simbólico que padece. Y a su vez, en la experimentación tecnológica la creación artística hace emerger un nuevo

parámetro de evaluación de la técnica, distinto al de su rentabi-lidad o su funcionalidad de control, el de su capacidad de significar; es decir, de auscultar y descifrar las más secretas energías que irrigan y dinamizan el opaco y contradictorio curso del vivir social.

La mirada crítica nos advierte certeramente de los riesgos

que entraña el actual desarrollo tecnológico en sus compli-cidades con las lógicas del mercado y los procesos de agravamiento de la exclusión social. En esa dirección apun-ta la pregunta por cómo asumir el espesor social y per-ceptivo que hoy revisten las tecnologías comunicacionales, sus modos transversales de presencia en la cotidianidad desde el trabajo hasta el juego, sus espesas formas de me-diación tanto del conocimiento como de la política. ¿Cómo resistir al realismo de lo inevitable que produce la fascina-ción tecnológica, cómo impedir que nos atrape la com-plicidad discursiva de la modernización neoliberal con el saber

tecno-lógico según el cual la historia habría encontrado su fin en los avatares de la información y la comunicación? Es por

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ello que nuestra inserción en la nueva mundanidad técnica no puede ser pensada como un automatismo de adaptación

socialmente inevitable, sino más bien como un proceso den-samente cargado de ambigüedades, de avances y retrocesos, un complejo conjunto de filtros y membranas (Mancini) que regulan selectivamente la multiplicidad de interacciones entre los viejos y los nuevos modos de habitar el mundo.

De otra parte, no es cierto que la penetración y expansión

de la innovación tecnológica en el entorno cotidiano impli-que la sumisión automática a las exigencias de la racionalidad tecnológica, de sus ritmos y sus lenguajes. De hecho lo que está sucediendo es que la propia presión tecno-lógica está suscitando la necesidad de encontrar y desa-rrollar otras racionalidades, otros ritmos de vida y de rela-ciones tanto con los objetos como con las otras personas, relaciones en las que la densidad física y el espesor sensorial son el valor primordial; de eso hablan la obsesión por la gimnasia y los deportes, o la búsqueda de las medicinas alternativas o de “terapias de relaciones”, en su esfuerzo por reencontrarse con el propio cuerpo recobrando el contacto y la inmediatez en la comunicación. Cierto: la mediación tecnológica se espesa cada día más trastornando nuestra relación con el mundo, pero ese cambio no remite sólo a la técnica; él hace parte del proceso mucho más ancho y hon-do de racionalización del mundo que, según M. Weber, constituye el núcleo más duro y secreto del movimiento de la modernidad.

2. Otras figuras de producción del conocimiento

Un segundo plano de cambios, menos visibles socialmen-te, es aquel en que se sitúan las transformaciones de los propios modos de producción del conocimiento. Se trata, en últi-mas, de la aparición de nuevas figuras de razón (G. Chartron) que replantean algunos de los rasgos más para-

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digmáticos del proceso de elaboración de la ciencia, como las que afectan a la idea de certeza (I. Prgonine) y de expe-

riencia (B. de Sousa Santos). No hay una sola racionalidad desde la que sean pensables todas dimensiones de la actual mutación civilizatoria. Y uno de lo más claros avances apunta hoy a la creciente conciencia de la complejidad inclu-yendo la disonancia cognitiva que implica hablar, como lo hace el mismo E. Morin, de la pluralidad de inteligencias que entran en juego cuando hoy hablamos de conocimien-to.

De otra parte, los nuevos saberes remiten a nuevas figuras

de razón que nos interpelan desde la tecnología. Con el com-

putador estamos no ante una máquina más con la que se producen objetos sino ante un nuevo tipo de tecnicidad que posibilita el procesamiento de informaciones y cuya materia prima son abstracciones y símbolos. Lo que inaugura una nueva aleación de cerebro e información que sustituye a la tra-dicional relación del cuerpo con la máquina. De otro lado, las redes informáticas al transformar nuestra relación con el espacio movilizan figuras de un saber que escapa a la razón dualista con la que estamos habituados a pensar la técnica (F. Boncano), pues se trata de movimientos que son a la vez de integración y de exclusión, de desterritorialización y relocalización, nicho en el que interactúan y se entremez-clan lógicas y temporalidades tan diversas como las que entrelazan en el hipertexto a las sonoridades del relato oral con las intertextualidades de la escritura y las intermediali-dades del audiovisual. Una de las más claras señales de la hondura del cambio en las relaciones entre cultura, tecnolo-gía y comunicación, se halla en la reintegración cultural de la dimensión separada y subvalorada por la racionalidad dominante en Occidente desde la invención de la escritura y el discurso lógico, esto es, la del mundo de los sonidos y las imágenes relegado al ámbito de las emociones y las expre-siones. Al trabajar interactivamente con sonidos, imágenes y

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textos escritos, el hipertexto hibrida la densidad simbólica con la abstracción numérica haciendo reencontrarse las dos, hasta ahora “opuestas”, partes del cerebro (Thompson y E. Rosch). De ahí que de mediador universal del saber, el número, esté pasando a ser mediación técnica del hacer estético, lo que a su vez revela el paso de la primacía senso-rio-motriz a la sensorio simbólica.

3. Descentramiento y destemporalización del saber

Hay un campo en el que las transformaciones tecnológi-cas afectan especialmente las formas y los modelos de socialización: el de las relaciones entre educación y comu-nicación, y en particular las mutaciones de largo alcance que producen los cambios en los modos de circulación y produc-

ción del saber. Desde los monasterios medievales hasta las escuelas de hoy, el saber había conservado el carácter de ser a la vez centralizado territorialmente, controlado a través de dispositivos técnico-políticos, y asociado a figuras sociales de rango especial. De ahí que las transformaciones en los modos como circula el saber constituya una de las más profundas transformaciones que una sociedad puede sufrir. Es disperso y fragmentado como el saber está pudiendo escapar al control y la reproducción imperantes en sus legi-timados lugares de circulación. Cada día más estudiantes testimonian frecuentemente una desconcertante experien-cia: el reconocimiento a lo bien que el maestro se sabe su lección, y la incertidumbre al constatar el frecuente desfase entre las lógicas que estabilizan los conocimientos transmi-tidos y las que movilizan los saberes y lenguajes que –sobre biología o física, literatura o geografía– circulan por fuera

de la escuela (J.J. Brunner). De ahí que frente a unos alum-nos, cuyo medio-ambiente comunicativo los empapa coti-dianamente de esos saberes-mosaico que en la forma de

información circulan por la sociedad, la reacción más fre-cuente de la escuela sea de atrincheramiento en su propio

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discurso, pues cualquier otro modo de saber es resentido por el sistema escolar como un atentado directo a su autori-dad.

Entendemos por descentramiento (J. Martín-Barbero/ G.

Rey) el conjunto de procesos y experiencias que testimonian la expandida circulación por fuera del libro de saberes so-cialmente valiosos. El saber se descentra, en primer lugar, por relación al que ha sido su eje durante los últimos cinco siglos: el libro. Un proceso/modelo que, con muy relativos cambios, había moldeado la práctica escolar desde la inven-ción de la imprenta, sufre hoy una mutación cuyo más largo alcance es evidenciado por la aparición del texto electrónico (R. Chartier), o mejor, de la hipertextualidad (E. Berk/ J. Devlin) como nuevo modelo de organización y aprendizaje de conocimientos. Son cambios que no vienen a reemplazar al libro, sino a relevarlo de su centralidad ordenadora de las etapas y los modos de saber que la estructura-libro había impuesto no sólo a la escritura y la lectura sino al modelo entero del aprendizaje: lineariedad secuencial de izquierda a derecha, tanto física como mental, y verticalidad del arriba hacia abajo, tanto espacial como simbólica. Sólo puestos en perspectiva histórica esos cambios dejan de alimentar el sesgo apocalíptico con que la escuela, los maestros, y mu-chos adultos, miran la empatía de los adolescentes con esos otros modos de circulación y articulación de los saberes que son los medios audiovisuales, los videojuegos y el compu-tador. Estamos ante un des-centramiento culturalmente desconcertante, y que la mayoría del mundo escolar en lugar de buscar entender se contenta con estigmatizar. Re-sulta bien significativo que quienes más lúcida y valien-temente nos han puesto frente a la envergadura de los cam-bios que en este orden de cosas vivimos, hayan sido no tecnólogos o tecnócratas sino uno de los mayores historia-dores de la lectura y la escritura en Occidente (Roger Chartier) y un lingüista (Raffaele Simone), quienes han

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planteado que la revolución que introduce el texto electró-nico no es en verdad comparable con la de la imprenta –ya que lo que ésta hizo fue poner a circular textos ya existen-tes– sino con aquella otra más larga mutación introducida por la invención del alfabeto.

Un segundo movimiento, de des-temporalización moviliza

al aprendizaje permitiéndole escapar a las demarcaciones sociales que estatuían su tiempo en la vida de la mayoría. El aprendizaje escapa ahora también a las demarcaciones de la edad y demás acotamientos temporales que facilitaban su inscripción en un solo tipo de lugar agilizando su control. La educación continuada o el aprendizaje a lo largo de la vida,

que exigen los nuevos modos de relación entre conocimien-to y producción social, las nuevas modalidades de trabajo y la reconfiguración de los oficios y profesiones, no significan la desaparición del espacio-tiempo escolar, pero las condicio-nes de existencia de ese tiempo, y de su particular situación en la vida, se están viendo transformadas radicalmente. Y ello no sólo porque ahora la escuela tiene que convivir con saberes-sin-lugar-propio, sino porque incluso los saberes que se enseñan en ella se encuentran atravesados por saberes del

entorno tecno-comunicativo regidos por otras modalidades y ritmos de aprendizaje que los distancian del modelo de comunicación escolar.

Cada día más millones de ciudadanos habitan el espacio

comunicacional que conecta entre sí sus diversos territorios y los conecta con el mundo, en una alianza entre velocidades informacionales y modalidades del habitar cuya expresión cotidiana se halla en “el aire de familia” que vincula la variedad de pantallas que reúnen nuestras experiencias laborales, hogareñas y lúdicas” (Ferrer). Articulación de pantallas que atraviesa y reconfigura las experiencias de la calle y las relaciones con nuestro propio cuerpo; un cuerpo sostenido cada vez menos en su anatomía y más en sus

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extensiones o prótesis tecnomediáticas: la ciudad informati-zada no necesita cuerpos reunidos sino sólo interco-nectados. En la hegemonía de los flujos y la transversalidad de las redes y la heterogeneidad de sus tribus, la ciudad virtual despliega a la vez el territorio sin fronteras de la contradictoria utopía de la comunicación.

III. PLAN DE ACCIÓN El CAB, por su vinculación constitutiva con el desarrollo

en Ciencia/Tecnología, Cultura y Educación, está llamado a desempeñar un papel estratégico en la inserción de Amé-rica Latina a las culturas virtuales que movilizan las nuevas TIC. Ahora bien, esta propuesta –encuadrada en el Área de Cultura– prioriza acciones que involucran principalmente lo cultural, sin que ello impida trazar, para ciertas acciones, articulaciones explícitas con otras áreas del CAB, como Educación o Ciencia y Tecnología.

1. Escenarios de futuro 1.1. Algunas tendencias a potenciar

En lo concerniente a las nuevas TIC –correo electrónico,

Internet, redes digitales especializadas– el escenario se ve movilizado por una cierta expansión del acceso a las redes de parte de las mayorías, aunque nada garantiza el desarro-llo de las redes y de sus usuarios –dada la precariedad de las economías de la región y el fuerte sesgo urbano-metro-politano de ese crecimiento– a no ser por una decidida intervención del sector público que afiance la sostenibilidad de ese desarrollo y la inclusión en él del mundo rural.

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Lo más revelante a este respecto es el potencial estratégi-co que las redes digitales han empezado a representar en la integración sociocultural del espacio latinoamericano movilizan-do investigaciones científicas, experimentaciones artísticas y medios de comunitarios de prensa, radio y televisión. Tanto en los pequeños municipios rurales como en grandes barrios urbanos de los sectores populares, entre jóvenes urbanos e incluso en algunas comunidades indígenas, hay una inten-siva apropiación comunitaria de la radio y la televisión para rehacer el tejido colectivo haciendo memoria y contrain-formación, movilizando la imaginación para participar en la construcción de lo público.

También es notable el crecimiento de sitios web no co-

merciales y explícitamente culturales y educativos no formales, aunque es justamente en este campo donde las diferencias cuantitativas y cualitativas entre países de la región se hacen más notorias y desequilibradoras.

Otro elemento altamente característico del uso latinoame-

ricano de las redes es el altísimo porcentaje de los jóvenes que lo realizan: según lo muestra un reciente estudio de la CEPAL, casi la mitad de la población conectada tiene menos de 25 años (49% en Brasil, 55% en México). Una buena muestra de esto es Brasil donde, mientras sólo el 3% entre los mayores de 45 años ha usado Internet, lo ha usado ya el 16 % de los jóvenes entre 14 y 19 años, y el 11 % entre 20 y 35 años.

No obstante las precarias condiciones de desarrollo de las

redes y la creatividad digitales en Latinoamérica, ellas re-presentan cada día más el incontenible surgimiento y conformación de un nuevo espacio público y nuevos modos de

creación cultural. Desde las redes barriales argentinas, hasta las de emigrantes ecuatorianos en España que hablan que-chua, o los mexicanos en EU que pasean a la Virgen de

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Guadalupe vestida de chicana y en moto; desde el netart

plástico y musical que los jóvenes hacen de una punta a la otra de la región hasta las webs de participación en las deci-siones de política municipal en Uruguay o las de reconversión de los saberes profesionales en Chile y en Colombia, el ciberespacio hace ya parte constitutiva del espacio

cultural iberoamericano en construcción.

1.2. Condiciones básicas para la creación del Servicio

Público de Información y Comunicación (SPIC)

A la base de cualquier estrategia pública en el campo de las TIC se necesitan dos tipos de acciones: las referidas a las infraestructuras materiales, y las atinentes a los nuevos marcos

regulatorios. Dado que ambos tipos de acciones rebasan en mucho el ámbito de lo cultural pero que sin esas acciones no hay posibilidad de incidir sobre la inserción de las culturas en la sociedad de la información, recogeremos aquí única-mente los elementos básicos de que deben disponer los agentes culturales a este respecto. Y nos basaremos para ello en el consenso que, sobre esto, resulta de una multiplicidad de documentos preparatorios de la CMSI, y en especial de la documentación latinoamericana.

Infraestructuras materiales

El objetivo primordial de dotar a la mayoría de la pobla-

ción de acceso a las tecnologías de la información y comunicación pasa hoy por promover la mejor conectividad

posible a un costo razonable especialmente en las regiones menos atendidas. Es indispensable seguir muy de cerca los procesos de convergencia de tecnologías con el objetivo de integrar las TIC tradicionales con las nuevas, creando alternati-vas de acceso mediante el rediseño y provisión de equipos de acceso de bajo costo y puesta en servicio de puntos de

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acceso comunitarios multifuncionales, condición indispensable de la agenda para reducir la brecha digital.

Este primordial ámbito de acción pública no puede hacer

parte de las políticas coyunturales de un gobierno sino de las políticas de Estado a largo plazo. Para lo cual se hace necesario que los Estados asuman que la información y la comunicación configuran hoy un sector de los servicios públi-

cos tan estratégico socialmente como los servicios de salud y educación; y esto significa que debería empezar aparecer en los documentos de política nacional con el nombre de Servi-

cio Público de Información y Comunicación (SPIC).

La implementación del SPIC debe ser conducida por los gobiernos en estrecha coordinación con la empresa privada y la sociedad civil, incorporando a todos los actores involu-crados en el proceso de desarrollo de la sociedad de la información en cada país y en la región. Para que haya una estrecha colaboración entre los organismos y los programas públicos, el sector privado, la sociedad civil y las institucio-nes académicas, es indispensable que a la cabeza se halle un órgano coordinador con capacidades decisorias de rango ministerial.

Marcos regulatorios

Si las TIC son aquellas que fomentan el flujo e intercam-

bio de información, alentando la transferencia recíproca de conocimientos y estimulando la innovación y formación de capital humano, el acceso de las poblaciones a esos benefi-cios requiere de un marco regulatorio en cuya elaboración participen todos los actores concernidos –en el ámbito na-cional, internacional y local– de conformidad con el marco jurídico vigente en cada país.

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Independientemente del organismo público que tenga a su cargo la coordinación del proyecto, los procesos de ne-gociación conducentes a la elaboración del nuevo marco regulatorio de las TIC y de los SPIC deben involucrar a las organizaciones que asocian a las empresas de telecomuni-caciones, a los proveedores de alta tecnología en sus diferentes modalidades y servicios, así como a las asocia-ciones de usuarios de las redes, grupos organizados de la sociedad civil pertenecientes a los ámbitos de creación e investigación y a las instituciones académicas.

Puesto que en el plano mundial existen ya marcos regula-

torios, cuya iniciativa ha partido de los sectores privados de la producción y el comercio, es indispensable la creación de un Organismo Regional Latinoamericano que se constituya en mediador autorizado entre los intereses ya protegidos por los marcos mundiales y los que buscan salvaguardar los inter-eses nacionales de los países de la región.

2. Mapa de acciones estratégicas del CAB

Alfabetización virtual

Así como a la base material de la inserción en la sociedad

de la información se hallan unas infraestructuras técnicas, para apropiarse de los beneficios procurados por las TIC

Alfabetización

virtual

Digitalización Creatividad

del patrimonio en la web

Investigación de culturas virtuales

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nuestros países van a requerir dotarse de una nueva base cultural que posibilite el acceso real de las mayorías a los diversos usos de las TIC y a su producción creativa. Propor-cionar a nuestras sociedades latinoamericanas en su conjunto esa base cultural va demandar un proyecto tan exigente, y de tanto o mayor empeño, que la dotación de infraestructuras materiales. Denominamos a ese proyecto alfabetización virtual, y la entendemos conformada por el conjunto de destrezas mentales, hábitos operacionales y talante interactivo sin los cuales la presencia de las tecnolo-gías entre la mayoría de la población será desaprovechada, o pervertida por el usufructo que de ella hace una minoría en su particular beneficio. Así como en otro momento de su historia toda Latinoamérica se dio como proyecto social básico la alfabetización de adultos, así ahora nuestras socie-dades se hallan necesitadas de un nuevo proyecto de alfabetización virtual no de un grupo social particular sino del conjunto de la población, desde los niños hasta los an-cianos, desde las comunidades urbanas hasta las rurales y aun las indígenas, los trabajadores y los desempleados, los desplazados y los discapacitados.

Se trata de una alfabetización cuya principal peculiaridad

reside en ser interactiva, esto es, en la que el aprendizaje se realiza mediante el proceso mismo de uso de la tecnología. Un uso que puede y, en ciertos casos, deberá ser orientado, pero que en ningún caso puede ser suplido por meros conocimientos convencionales. Hay sin duda una con-vergencia por establecer entre alfabetización letrada y alfabetización virtual, de manera que aquella sea integrada a ésta como factor dinamizador de los procesos, pero a sabiendas de que la cultura virtual reordena las mediaciones simbólicas sobre las que pivota la cultura letrada al replantear no pocas de las demarcaciones espacio-temporales que ésta supone. Navegar es también leer, pero no de izquierda a derecha ni de arriba abajo, ni siguiendo la secuencia de las páginas, sino atravesando textos, imágenes,

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atravesando textos, imágenes, sonidos, conectados entre sí por muy diversos modos de articulación, simulación, mode-lado, juego. Modos esos de articulación virtual cuyas habilidades hacen parte indispensable de los saberes que requiere cada día con mayor frecuencia el mundo laboral y cultural de hoy.

La infraestructura de las bibliotecas públicas deberá con-

vertirse en espacio estratégico del SPIC como punto de acceso básico por parte de las mayorías a las redes y como lugar de alfabetización virtual. La complementariedad entre los servicios tradicionales y los nuevos, que introducen las redes virtuales, debe ser asumida como desafío a la vez pedagógico y ciudadano ya que en ella se juega la estratégi-ca relación entre información, interacción creativa y participación social.

Investigación de las culturas virtuales

Junto con la nueva alfabetización, la inserción de nues-

tros países en los desafíos y potencialidades de las TIC pasa por un proyecto compartido de investigación a cerca de los modos como las culturas locales –municipios, etnias, regio-nes– se están apropiando de las culturas virtuales, esto es, de las modalidades de interacción con las redes de informa-ción que las comunidades seleccionan y desarrollan, de las transformaciones que sus usos introducen en la vida colec-tiva, y de los nuevos recursos –técnicos y humanos– requeridos para volver socialmente creativas y productivas esas interacciones. Justamente porque lo que producen las nuevas TIC es el desanclaje de las culturas territoriales y su inserción en los ritmos y virtualidades del ciberespacio, nuestro sistema educativo y cultural necesita hacer un se-guimiento cercano y permanente a las formas en que las diversas culturas territoriales están procesando los cambios; y, para ello, diferenciar edades, género, ciudades grandes y

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pequeñas, ámbitos rurales industrializados y subdesarrolla-dos, etc.

Digitalización del patrimonio

La puesta en red digital del patrimonio se ofrece hoy co-

mo posibilidad estratégica tanto de su conservación como de la democratización de sus usos. La primera no necesita mayor argumentación, dadas la fragilidad de muchos de los documentos y otros bienes culturales, y la fragmentariedad y precariedad de no pocos utensilios. La conservación digi-tal no sólo posibilita la protección de los bienes sino que facilita su estudio y su permanente activación, esto es, su puesta en conexión con otros ya sea en términos cronológi-cos o temáticos, generales o especializados.

La digitalización hace así mismo posible la visibilización

local y mundial de nuestro patrimonio, incluyendo aquí de modo especial la puesta en común de los diversos patrimo-nios nacionales y locales latinoamericanos. De un lado, se trata de democratizar, esto es, de acercar el acervo patrimo-nial de estos países a sus propios ciudadanos para su conocimiento y disfrute, para el cuidado de la memoria histórica “real” –no oficial ni homogénea, sino plural– y su apropiación por parte de las diversas generaciones y pobla-ciones hasta la más alejada de las metrópolis. Y de otra parte, se trata de una nueva manera como nuestras culturas pueden estar en el mundo, mostrando la riqueza de la histo-ria y la creatividad del presente, desmontando clichés y estereotipos exóticos, atrayendo turismo. Y ello en las múl-tiples formas en las que hoy lo hace posible el hipertexto: en imágenes fijas y móviles, en sonoridades y músicas, en códices y textos; mediante bancos de datos, imágenes, na-rraciones orales, músicas, canciones, fondos temáticos o exposiciones virtuales.

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Creatividad en la Web

Las redes digitales no son únicamente un lugar de con-

servación y difusión de los bienes culturales y artísticos, sino un espacio de experimentación y creación estética. La experimentación hipertextual posibilita nuevas formas de hacer arte mediante arquitecturas de lenguajes que hasta ahora no habían sido actualizables. De otro lado, la conec-tividad interactiva replantea la excepcionalidad de las “obras” y emborrona la singularidad del artista desplazando los ejes de lo estético hacia las interacciones y los aconteci-mientos, esto es, hacia un tipo de “obra” permanentemente abierta a la colaboración de los navegantes creativos. Metá-fora de las nuevas modalidades de lo social, la creación en web posibilita performatividades estéticas que la virtualidad abre no sólo para el campo del arte en particular, sino tam-bién para la recreación de la participación social y política que pasa por la activación de las diversas sensibilidades y socialidades –hasta ahora tenidas como incapaces de actuar y de crear, y de interactuar con la contemporaneidad técni-ca–.

***

Abriendo camino

El Convenio Andrés Bello tiene en las relaciones entre cultura y nuevas tecnologías un campo decisivo para su acción. A lo largo de este propuesta, y no sólo en el aparta-do Plan de acción, el CAB puede encontrar una multi-plicidad de acciones a llevar a cabo: unas veces como insti-tución capaz de alertar a los gobiernos asociados acerca de la urgencia y lo estratégico de alguna de las dimensiones del campo, como el nuevo sentido de la “propiedad intelectual” en su relación con el derecho universal a la información; otras como inspiradora y sugeridora de algunas directrices

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en particular, como la de la alfabetización virtual que le permitiría articular las áreas de cultura y educación; otras como coordinadora de proyectos como aquellos ubicados en el plano de la investigación o la digitalización del patri-monio común, que articula el área de cultura con el de Ciencia y Tecnología.

Bogotá, 2004.

Documentación utilizada

1. Documentos preparatorios de la CMSI

Página oficial de la Cumbre Mundial: http://www.itu.int/wsis/index-es.html Comunidad Web de movimientos sociales (la más completa

selección de documentación): http://www.movimientos.org/foro_comunicacion/index2.php3?Seccion=Documentos

CEPAL:

http://www.cepal.cl/publicaciones/DesarrolloProductivo/1/LCG2195Rev1P/lcg2195e2.pdf

La propriété intellectuelle s'invite au Sommet Mondial de la

Société de l'Information: http://www.i3c-asso.org/11octobre.html

El sector privado latinoamericano ante la CMSI: http://www.ahciet.net/agenda/Evento.asp?idEvnt=8

8&a=2003

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bouttheGNUproject Plataforma de redes ciudadanas: http://www.globalcn.org/es/accueil.ntd?sort=1.10 Yachay (red científica peruana): http://www.yachay.com.pe/cumbre/index1.htm La sociedad civil en la CMSI: http://www.geneva2003.org/wsis/indexa03.htm Las mujeres en la CMSI: http://www.nodo50.org/mujeresred/wsis-

genero.html Información y documentación sobre Internet América

Latina

FUNREDES (Redes y Desarrollo): http://www.funredes.org/

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