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  • 8/22/2019 cuerpos escritos de dolor Herv Guibert

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    155 N : 1130 - 2496R e v i s t a Complutense de Educacin2000 , vol. II, n .

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    Cuerpos escritos de dolor

    EUGNIA VILELAFacultad de LetrasUniversidad de Oporto

    Nada ha cambiado

    El cuerpo est dolorido

    Porque el almaExtranjera a si-misma

    inaprehensibleest pronto insegura

    mientras que el cuerpo est aqu

    siempre aquTodava aquyya no sabe donde situarse

    SzMnoRslc~

    RESUMEN

    Tomando como mareo de referencia el anlisis crtico y genealgico de Foucaultsobre el discurso moderno, en este artculo se aborda el anlisis de l cuerpo enfer-mo, en su dimensin simblica, como experiencia y acontecimiento del sujeto quesufre. Si la modernidad, bajo el paradigma occidental de la racionalidad tcnico-cientfica, vuelve irreconciables el tratamiento de l cuerpo como objeto de conoci-miento y como experiencia existencial de l sujeto, el anlisis de las obras de auto-

    ficcin de Herv Guibert l mismo enfermo de Sida muestra que ms all delobjeto-cuerpo enfermo existe un sujeto que, consciente de la irreversibilidad de suenfermedad, puede hacer experiencia, a travs de su escritura y de la filmacin desu propio aniquilamiento.

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    Eugnia Vuela Cuer pos e s c r i t o s de d o l o r

    AB5TRACT

    Taking as reference frame the critical and genealogical analysis ofFoucault onthe modern discours, in this article approaches the analysis of the il body , i n itssymbolic dimension, like experience an d event ofthe subject that suffers. Ifmoder-nity, under the western paradigm ofthe rationality technical-scientist, the processingreturns irreconciables from the body like object ofknowledge and existencial expe-rience of the subject, the analysis of works of autoficcin of Herv Guibert hehimself patient of AIDS sample that beyond the il object-body exists a subjectthat, conscious ofthe irrebersibility oflis disease, can make experience, through itswriting and ofthe film ofits own annihilation.

    Contemporneamente, el campo de experiencia significante est despose-do de conexiones, de pasajes fundamentales: existe una fragmentacin casiabsoluta que impide la congregacin de experiencias. Estas regiones de frac-tura so n definidas e instauradas por un concepto determinado de racionalidadque nos marca desde la modernidad: la racionalidad tcnico-cientfica.

    Formando parte del campo de experiencia sig4ficante, el conjunto de lasexperiencias del cuerpo est fragmentado en dos reductos, tambin ellos irre-conciliables desde el punto de vista de la modernidad: el espacio del conoci-miento en el que el cuerpo se concibe en la figura rgida del cuerpo episte-molgico o cuerpo visto como objeto anatmico, orgnico, social y elespacio de la vida en el que el cuerpo se expone como cuerpo existido ocuerpo vivido como angustia, como muerte, como nacimiento, como olvido.

    Una de las expresiones contemporneas de bsqueda de significacin de lcuerpo se manifiesta en las formas de incisin de los cuerpos-concretos-de-dolencia en la realidad pblica, inicindose as una relacin distinta entre elcuerpo, la vida, la enfermedad y el miedo a la muerte. Hablamos del Sida,especficamente de Herv Guibert. De la obra de Guibert. Lo que significa,aporticamente, que hablamos de l mismo. Intentamos, pues, a partir de lapalabra y de la imagen en las obras de autoficcin, pensar las nuevas caligra-

    fias de la muerte entendidas como narraciones que sostienen una forma sordade inquietud. Como otra tentativa de comprender el vrtigo de la bsquedahumana de sentido, ms all de l registro de los discursos social y cultural-mente legitimados. Se busca tocar una realidad ms profunda de sentido, conel propio cuerpo. Ser ese el significado de la experiencia de la palabra? U ncuerpo que tocar en la ms profunda soledad?

    R e v i s t a Complutense d e E d u c a c i n

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    Rugnia Vuela Cuer pos e s c r i t o s de d o l o r

    1 . Cuerpo y discurso

    En el espacio antropolgico de la significacin, el significante cuerpo es

    una forma deficcin culturalmente viva

    en la medida en que se enmarca comosujeto social. Constituyndose como fenmeno cultural y social, y reducto decreacin y recepcin de la produccin de sentido, el cuerpo inserta al hombreen el campo simblico, es decir, en el interior de un espacio de relacin. Conel mundo y con los otros. As, en cuanto construccin simblica, el cuerpo esun lugarplural. Es un lugar de interseccin de significaciones sociales, cultu-rales y cientficas que nos lleva, simultneamente, a la imagen de las socieda-des y de los individuos humanos, al centro del conocimiento y de la verdad. Elcuerpo se presenta, entonces, como unaforma simblica2.

    Contemplado como territorio de mediacin o como espacio de frontera

    relativa a una significacin que siempre le es extraa, el cuerpo surge comoconcepto definido por un conjunto de prcticas discursivas que lo constituyenen objeto producido poltica, social y culturalmente por una relacin de

    Las disposiciones fisicas del hombre se relevan de un conjunto de sistemas simbli-cos. Lo s significados en los que se basa la existencia individual y colectiva nacen y se propa-gan del cuerpo. E l es el eje de la relacin con el mundo, el lugary el tiempo dnde a travs delrostro individual de un actor la existencia toma cuerpo. A travs de l, el hombre se apropia dela sustancia de la vida y la traduce a los dems/otros por medio de sistemas simblicos que con-parte con los miembros de su comunidad. (Le Breton, 1992: 4).

    2 La concepcin del cuerpo como una forma simblica fue el punto de partida de mireflexin en Do Carpo Equvoco: retomando el sentido otorgado por E. Cassirer a esta expre-sin, una forma simblica es una forma de recepcin, de organizacin y de objetivacin de ladiversidad dada en la experiencia. Lo real es conocido pormediacin de la configuracin deesaforma, y no de modo directo. Esto significa que una forma simblica remite a una operacinconstitutiva por la cual una cultura, porla dimensin propia del arte, de la religin, de la cien-cia, o del lenguaje, organiza su relacin con el mundo, produciendo unificadamente su realidad:Ora, precisamente enquanto forma simblica que o corpo se assume como objecto epistmi-co privilegiado da modernidade, pois, atravs da desconstruco do significadoacopulado ao cor-po , possvel analisar o movimento pelo qual se constitui um modo especifico de rela~o como real. Po r outras palavras, pea desconstru

    9o do dimetro significativo do corpo 6 possivel ana-usar o movimento de produqo da realidade, isto 6 , o movimento de configura9~o do mundo,passivel de ser definido e exposto so b diferentes expresses da racionalidade, tais como a arte,a cincia, a teoria do conhecimento, a pedagogia ou a tica. Isto porque o corpo, precisamenteenquanto forma simblica, surge como uma forma de recepvo, de organiza9ao e de objecti-vavo da diversidade dada na experincia. Assim, o conhecimento implica-se directamente nocorpo, jque atravs da suaconflgura;do o corpo surge como ocasiode conhecimento do real(Vuela, 1998: lO).

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    dependencia recproca entre el saber, el poder y la verdad. El cuerpo surgeentonces como efecto de un conjunto de discursos que definen un orden de sig-nificacin legitimada. En el sentido que le atribuye Foucault, el discurso toda-va no es algo que existe en s mismo y que pueda ser analizado aisladamen-te, pero s un conjunto de prcticas que sistemticamente forman los objetossobre los cuales ellas mismas hablan (Foucault, 1987); de este modo, un dis-curso es algo que produce un efecto un concepto, una idea constituyn-dose y configurndose (produciendo efectos) a travs de la ntima implicacinque se establece entre el saber, elpoder y la verdad. As, para poder pensardeterminadas realidades sociales en transformacin como por ejemplo larecepcin de la enfermedad, especficamente la de l Sida es esencial partir deun anlisis de los discursos que circulan social y culturalmente, ya que a tra-vs de su anlisis e interpretacin (en otros trminos, analizando sus efectos),

    podremos identificar el rgimen de verdad que, afirmando la forma legitima-da de interpretar la realidad, define un determinado sistema de poder.En este sentido, una determinada estructura discursiva podr ser detecta-

    da, bien por la identificacin de un conjunto sistemtico de ideas, de concep-tos, de modos de pensar y comportarse, que se constituyen relativamente en uncontexto particular (como por ejemplo el Sida), o bien a travs de los efectosde esos modos de pensar y comportarse. De esta forma, es posible reconocerla existencia de un conjunto de discursos sobre la enfermedad y sobre el cuer-po en la medida que, cuando hablan dc s mismos como enfermos, los indivi-duos se colocan en el interior de un conjunto de parmetros que definen lasfronteras relativas a las cuales se sitan cuando piensan lo que significa estarenfermo y poseer un cuerpo. Estos encuadres discursivos se constituyen enrgimen de verdad, esto es, en formas de discurso que, organizando y regu-lando relaciones de poder, se instauran como efectivas en la prctica. Com-prendemos entonces que el discurso surja como una violencia que se ejercesobre las cosas_en todo caso como una prctica clondelos acontecimientos deldiscurso encuentran el principio de su regularidad (Foucault, 1 9 7 1 : 55>.

    Ahora bien, cuando constatamos que, contemporneamente, el cuerpo setorna un referente obsesivamente presente en todas las prcticas discursivas y

    no discursivas de l mundo occidental, podemos ser llevados a pensar que, des-pus de siglos de descalificacin, se desarrolla un proceso transparente de reha-bilitacin de la realidad cuerpo, como si el discurso acerca del cuerpo inter-viniese en el resurgimiento de ste en cuanto sujeto significante. Con todo, lasobreexposicin del cuerno en las diferentes formas discursivas contemporne-as busca una distensin de la imagen del cuerpo-objeto a travs del cual se

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    enuncia, todava, una forma equvoca de redencin por el cuerpo. El cuerpo seconstituye como efecto-objeto signjficado por un conjunto de prcticas discur-sivas que, formando una forma discursiva, se fecundan entre si formando una

    nueva figura antropolgica dicotmica, no ya entre el cuerpo y el alma, sinoentre hombre y cuerpo, tal y como afirma David Le Breton (2000). En este con-texto el cuerpo se toma un instrumento visible de una doble desapropiacinde sentir y de sentido en narraciones desencadenadas sobre un rgimen deverdad que constituye y define la liberacin corporal como ideologa.

    liJe este modo, reconociendo que en toda sociedad la produccin de dis-curso est a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por cierto nmerode procedimientos que tienen por funcin conjurar sus poderes y peligros,dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materiali-dad (Foucault, 1971: 10-11), el cuerpo se configura, poltica, social y cultu-

    ralmente como espacio de representacin intrnsecamente ligado a los meca-nismos de produccin de significacin. Siempre se define sobre un rgimen deverdad.

    Los discursos no existen en el vaco, sino que estn en constante conflictocon otros discursos y prcticas sociales, de modo que deben ser tratadoscomo prcticas discontinuas que se cruzan, a veces se yuxtaponen, pero quetambin se ignoran o se excluyen (Foucault, 1971: 54-55). Dentro de estaperspectiva, para comprender el lugar desde donde el sujeto individual y elsujeto social se posicionan para hablar sobre sus cuerpos, su enfermedad o su

    dolor (en el contexto de una significacin mediatizada culturalmente), es fun-damental pensar, genealgicamente, la forma cmo el cuerpo y la dolencia for-man su significado en el discurso occidental. El cuerpo se presenta, por tanto,como un mapa de los territorios discursivos que conciben, ordenan y definenun determinado inconsciente epistmico.

    2 . Cuerpos enfermos: o un otro en mi

    A comienzo de los aos 80 se evidencia en el mundo occidental una nue-

    va enfermedad, el Sida. Tal y como aconteci en diferentes perodos de la his-toria humana, la denominacin de una nueva enfermedad desencaden en elespacio pblico lo que Susan Sontag designa como inflacin metafrica:

    El Sida tiene una genealoga metafrica dual. En tanto quemicroproceso, se lo describe igual que al cncer una invasin. Cuan-

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    do se enfoco la transmisin de la enfermedad, se invoco una metfora

    ms antigua, que tiene reminiscencias de la sifilis: la polucin. (Son-tag, 1996 : 103) .

    Inicialmente, mostrada sobre una referencia discursiva abstracta, sin lapre-senda de los sujetos que le proporcionan un cuerpo concreto, la metaforiza-cin de la enfermedad contribuy a su representacin pblica en cuanto mito.Marginacin, aislamiento, anatemizacin. Metfora de los criterios de verdady de valor que caracterizan, segn la expresin de Foucault, el discurso deOccidente sobre el resto, el otro, el excluido.

    Como ya aconteci en otros momentos de la historia, el combate de laenfermedad desencaden formas de exclusin, de aislamiento, y de vigilanciade l cuerpo enfermo. Con todo, en ve z de un silencio sobre la enfermedad, el

    sexo, o el cuerpo, la cultura occidental multiplic las formas de l discurso sobreellos, favoreciendo una lgica perversa de apropiacin de los objetos resis-tentes al poder. Este trabajo discursivo g eneraba, en un solo tiempo, las formaslegtimas por las cuales la sexualidad poda aparecer y las formas marginalesde pensamiento y de comportamiento sobre el cuerpo, el sexo, y la enferme-dad.

    El cuerpo enfermo era visto como un objeto en cuyo espacio se multipli-caban los trazos de la destruccin realizada por el virus, en una debilidadextrema. La desaparicin de esos cuerpos en el espacio pblico era una exi-gencia propia en el campo de visin, ya que la exposicin de un cuerpo en

    disolucin era socialmente percibida como una manifestacin de l impudor. Deeste modo, la marginacin ligada a la enfermedad exiga un proceso de expul-sin de l campo de visibilidad social y , simultneamente, una voluntad de mxi-ma visibilidad lograda a travs de l encarcelamiento de los cuerpos enfermosen espacios de excepcin.

    Ese modo de representacin de la enfermedad en el espacio pblico tuvocomo consecuencia la interiorizacin, en el enfermo, de una fatalidad privadadurante su enfermedad concreta; casi invariablemente, el cuerpo surge comoun cuerpo avergonzado.

    A partir de finales de los aos 80 , irrumpiendo en el escenario comn lateatralizacin de todas las formas de enfermedad que se excluyen del espaciopblico de visibilidad, se intenta hacer una incisin de la experiencia limite de ldolor, en una realidad que se protege de cualquier forma de contaminacin atravs de la construccin de espacios de excepcin en los que se encierran loscuerpos enfermos. Una de las expresiones de bsqueda de significado propio

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    del cuerpo se manifiesta en Occidente, entonces, en las formas de incisin delos cuerpos concretos de la enfermedad en la realidad pblica. De este modo,los sujetos que proporcionan cuerpo concreto al Sida contraponen a las meta-forizaciones (y a todas las formas de anatemizacin) una realidad concreta, loque supone una profunda transformacin de las mitologas sociales de laenfer-medad. La supresin de l campo de visibilidad social y poltica se substituyepor la exposicin de los cuerpos enfermos en cuanto proceso de visibilidadradical enfrentados con la perversidad del espacio poltico y social contempo-rneo.

    En la literatura, en la danza, en la fotografia y en el cine sobre todo apartir de la dcada de los 90 se desarrollan diferentes formas de hablar delsilencio de aquellos que sufren la muerte en el cuerpo; diferentes expresionespor las cuales se intenta hacer visibles las sensaciones, las percepciones y los

    sentidos no palpables; diferentes modos de transmitir el sentimiento de urgen-cia del cuerpo que posemos, tal como BilJones, coregrafo y bailarn, reali-za en StillHere, procurar pensar lo que significa todava estamos aqu cuandose es seropositivo o canceroso.

    Mostrando el cuerpo como un campo de batalla a travs de la palabra(literatura), de la imagen (cine, fotografia), o del movimiento (danza) bajouna forma de autoficcin, se desarrollan narraciones biogrficas que testi-monian sobre el sentido de permanencia de un ser que existe en la situacinlmite de una enfermedad todava incurable. Lo marginado, lo no dicho, elsilencio mudo que ronda la representacin social e individual de la enferme-dad, se torna una exigencia singular de denominacin especfica de la enfer-medad, generndose en el cuerpo un sentido en espiral donde se exponen laslneas de sombra del problema de la supervivencia de personas en peligro demuerte.

    De cara a esa nueva enfermedad, el discurso reconocido sobre el cuerpoenfermo es desajustado e in-significante. La forma dialctica del pensamientooccidental implica, cara a la enfermedad, el desarrollo de una forma de domi-nio sobre el desorden caracterstico de l cuerpo enfermo, al cual se exprime poruna necesaria relacin de reconciliacin entre la afeccin y la cura. El domi-

    nio del desorden de la enfermedad supone, con el restablecimiento de l ordendel organismo vivo, la superacin de la enfermedad a travs de un proceso decontrol por el que se recupera la identidad de un yo saludable.

    En el proceso de relacin con el Sida, la relacin simblica del sujetoenfermo con su cuerno se transforma todava: durante esa nueva enfermedadtodava incurable, no existe una forma dialctica de relacin entre enferme-

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    dad/contaminacin y salud/recuperacin, sino apenas la existencia de un otroen ni, continuo, colonizador de l espacio reconocible de l cuerpo singular. Otroque va marcando en el cuerpo los trazos reconocibles por l, marcando unaimagen de sposeda en un momento inmediatamente anterior

    Cmo poseer la muerte en el interior del cuerpo? Esta pregunta sugiere laexperiencia de otra forma de relacin con el cuerpo, una experiencia, unaexperiencia en que la identidad fisica es apenas el espacio-tiempo de una figu-ra extraa de s y que, en continua metamorfosis, posee sus propias formas.irreconocibles.

    Ante la realidad de l dolor, del cuerpo, de la enfermedad en cuanto otros enmt, las obras de autoficcin como por ejemplo la literatura sobre el Sida, enla que se incluye la obra de Herv Guibert surgen como formas de resisten-cia a travs de las cuales el cuerno deja de ser un objeto y pasa a constituirse

    como sujeto. En estas narraciones, la presencia absoluta de un cuerno que sedesfigura constantemente por la enfermedad, se expone, a travs de un docu-mento literal, al espacio-tiempo entre la muerte y la vida. Se da testimonio delacontecimiento en una narracin que intenta describirse en el abismo de lassensaciones que, entre la carencia y la llamada, se enrazan en el cuerno enmetamorfosis. En este contexto, el cuerpo como lugar-en-carne-viva de inquie-tud deja de ser una referencia categorial, para pasar a ser la expresin de unaconsistencia plural de los cuerpos, de su propio significado; no de un signifi-cado metafrico. En estas obras se narra y se expone un figura de identidadque pasa a conjugarse de una forma extraa para Ja racionalidad occidental: elcuerpo es un texto y el texto es un cuerpo, como una ontologa de uno (no tota-litada, pero en continuo riesgo de no carecer de fronteras entre la escritura, elcuerpo y el yo). La recuperacin de l sentido se hace y gana consistencia en unnombre que es cada gesto literalmente narrado. El gesto de un nombre, elnombre de un gesto. En un cuerpo.

    Llegamos a una dificultad fundamental: reflexionar sobre un modo decomprensin que acierte a conjugar el movimiento de la realidad y el movi-miento del pensamiento de la racionalidad que, tal como afirma Foucault alinicio de El orden del discurso, se funda en una inquietud.

    In quietud con respecto a esta existencia transitoria destinada sinduda a desaparecen pero segn una duracin que no nos pertenece,

    inquietud al sentir bajo esta actividad, no obstante cotidianay gris,poderes y peligros d(flciles de imaginar; inquietud al sospechar la

    existencia de luchas, victorias, heridas, dominaciones, servidumbres,

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    a travs de tantas palabras en las que el uso, desde hace tanto tiem-

    po, ha reducido las asperezas. (Foucault, 1971 : 10) .

    Al hilo de esta inquietud parece esencial encontrar un modo de aproxima-

    cin que sustenta el inicio de todo discurso, es decir, el desecho. De esta for-ma, intentando recuperar el sentido-aspem de las luchas, de las heridas, de lasdominaciones, tal vez se pueda comenzar por el ngulo inverso de las palabraslegitimadas: comenzar por el estremecimiento. Comenzar por aquello que seencuentra en la espalda de l cuerpo, que lo envuelve o lo ampara: la vida, elsexo, el miedo, la muerte, entendidos como lugares antropolgicos en los quese juega indistintamente la sangre o el saber Comenzar por el silencio comoespacio de sentido entre las palabras y el cuerpo.

    Los cuernos ven as abrir el lugar de otro posible saber. Siendo simul-

    tneamente actor, texto, escenario, el cuerpo no es un fenmeno mudo: esobjeto resistente al rgimen moderno de la verdad, espacio de ruptura, historiadonde se representa y existe el sentido plural de la realidad. Traduce su exis-tencia en esa lnea de sombra que traza una realidad definida entre la prdiday lo posible. Sobre el fondo de una racionalidad abierta.

    En cuanto tal, una reflexin crtica sobre el cuerpo supone, por un lado, lalucha de las narrativas que generan un discurso sobre el cuerpo y , por otro, laposibilidad de traducir el lenguaje del propio cuerpo. Para un pensamiento cr-tico ligado a una exigencia genealgica, es necesario, en un segundo movi-miento, pensar los espacios de sentido que circulan entre los diferentes discur-

    sos, pensar la inquietud, con otras palabras, pensar el entre-deux. Porque esfundamental atravesar con el cuerpo los discursos e internretarlos.Vamos a intentar, entonces, pensar la dimensin simblica de la relacin

    del hombre con el sentido concentracionario de s mismo y de lo real, a travsde la relacin con el cuerpo. Pero cmo pensar esos cuerpos? Ser posible?Cmo testimoniar esa experiencia? Cmo interrumpir lo real? Cmo com-prender la dignidad de un cuerno enfermo que se expone sin mediaciones?Cmo mirar esos cuerpos? Cmo entender el testimonio biogrfico? Cmocomprender que ese testimonio pueda permanecer indecible ante la imposibi-lidad de hacer que el sufrimiento salga de su cuerpo al reencuentro con lavida? Cmo reconocer los sentidos generados/posedos/rasgados/infiltradosde un cuerpo en el nfimo momento en que es extrae la fuerza de la vida, porejemplo en el ms frgil movimiento de un cuerpo que danza? Cmo encararun aprendizaje que se realiza en el tiempo y en el espacio indistinto de uncuerpo-acontecimiento?

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    3. El cuerpo como campo de batalla: la autoficcin en Herv Guibert

    Herv Ouibert, escritor y fotgrafo francs, naci en Paris en el ao 1956.Enfermo de Sida, describe en sus obras de autoficcin la experiencia lmite de

    un hombre que posee (o es posedo por?) una enfermedad incurable: en a-

    mi que ne mapas sauv la vie (1990), narra la toma de conciencia de la enfer-medad, una descripcin de una enfermedad que posee lentamente el cuerpo yel alma y la afirmacin de que no volver a escribir; ao y medio despus,periodo durante el cual vive el tiempo de la renuncia a la escritura, el de laexperiencia, escribe Le Protocole Conipassionel (1991), la continuacin dellibro anterior. En l mantiene los personajes: Herv, el escritor enfermo deSida, sus allegados, la comunidad de enfermos y de aquellos que los tratan. Apartir de la aparicin de un nuevo medicamento el DDI dificil de obtener

    y todava en estado de experimentacin, que le permiti sobrepasar el agota-miento fisico y continuar escribiendo, Ouibert cuenta el extraamiento y eldolor, la rabia y la tristeza de un hombre de treinta y cinco aos en el que seha prendido el cuerpo de un anciano; en Cytorngalovirus (1992) escribe eldiario del internamiento en el hospital. En todas esas obras, la descripcin deun miedo creciente. De este modo, en la imposibilidad de remisin de l propiodolor, en un modo literario que revoluciona las fronteras tradicionales entreficcin y realidad, se inaugura una nueva forma de escritura a travs de la cualse plasma la narracin de un hombre que vive con la muerte en el cuerpo. Gui-bert muri en Pars en el ao 1991, a los treinta y seis aos.

    3.1. Las palabras en la escritura de la vida

    Un da, a cualquier hora del da, la noticia. Y de repente, todos los comien-zos se vuelven finales:

    Durante tres meses tuve Sida. O , ms exactamente, cre durantetres meses que me hallaba condenadoporesa enfermedad mortal que

    llaman Sida. ( . . . ) lo padeca realmente, lo probaba el test, que haba

    dado positivo, al igual que los anlisis que haban demostrado que enmi sangre se iniciaba un proceso de destruccin (Guibert, 1990: 9).

    En la duracin de este tiempo impreciso el mundo se torna un lugar don-de el exilio se mezcla con el miedo y la esperanza, la condena y el resta-

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    blecimiento. Guibert vive entonces un tiempo en el que el pasado, el pre-sente y el futuro no se distinguen y se reenvan a formas que se excluyenentre s:

    Varios meses despus de esos tres meses durante los cuales, ple-namente consciente, estaba seguro de hallarme condenado, y de losmeses siguientes en los que creL gracias a esa casualidad extraordi-

    nana, haberme librado de esa condena, hoy, entre la duda y la luci-

    dez, oscilando entre el desaliento y la esperanza extremos, no s tam-poco a qu atenerme sobre nada respecto de esas cuestiones

    cruciales, de esa alternancia entre la condena y el restablecimiento

    4.) no s si es ridculamente humano creer en esa gracia y en esemilagro (Guibert , 1999 : 10) .

    Habitando un sentido contradictorio, una profunda extraeza frente a smismo se disemina en el espacio de l mundo empujndolo a un movimiento enfuga, con un movimiento paralelo de prdida de los lugares en s reconocibles:el cuerpo es la enfermedad como un otro en s. Siente el impulso de partir aotro pas, en contra de todos:

    Hoy da en que comienzo este libro, el 26 de diciembre de 1988,en Roma, adonde he venido solo contra viento y marea, huyendo de

    ese puado de amigos que, inquietospormi saludmoraL han intenta-

    do convencerme de no hacerlo, hoy dafestivo en que todo est cerra-do y en que cada transente es un extranjero, en Roma, lugar donde

    compruebo definitivamente que no amo a los seres humanos, y donde,

    dispuesto a todo para huir de ellos como de la peste, no scon quien

    ni donde comer (Guibert, 1990 : 10) .

    Dentro de su cuerpo en sufrimiento el nico lugar posible existe en lasoledad de la escritura (interior) y en el silencio seco para los hombres (exte-riores):

    ...yo que acabo de descubrir que no amo a los seres humanos, no,

    decididamente no les amo, les odio ms bien, lo cual lo explicaratodo, ese odio tenaz que he sentido desde siempre... Comienzo un nue-

    yo libro para tenerun companero, un mnterlocuto~ alguien con quien

    comery dormfr al lado del cual soary tener pesadillas, el nico

    amigo que en este momento puedo soportar (Guibert , 1990 : 12) .

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    En ese libro que pasa a ser su interlocutor privilegiado, la narracin seconstituye exposicin literal de los acontecimientos tan concretos como la des-cripcin de l virus que destruye el sistema inmunolgico de un cuerpo conrganos:

    La evolucin del virus en mi cuerpo, el Sida no es realmente unaenfermedad, pensar que lo es simplWca las cosas, el Sida es en reali-

    dad un estado de debilidadyde abandono que abre la jaula de lafie-ra que todos llevamos dentro, a la que yo estoy obligado ahora a dar

    plenos poderespara que me devore, a la que permito hacer sobre micuerpo vivo lo que se dispona a hacer ms tarde sobre mi cadver

    para desintegrarlo (Guibert, 1990: 17).

    Concreta, la enfermedad ahonda una identidad equvoca. Al mirarse, Gui-ben ya no sabe qu imagen es la que le identifica: si tengo treinta y cincoanos como en mi pasaporte u ochenta como e n m i cuerpo. La descripcinliteral del progreso del virus en su cuerpo y la descripcin pormenorizada delos efectos de la enfermedad parten de una voluntad de decirlo todo, como eldiario de un viaje imposible: aqul que describe el recorrido de un exilio inte-flor en el paisaje de s:

    No haba da en que no descubriera una nueva lnea inquietan-

    te, una nueva ausencia de carne ( . . . ) lapiel refulga tras el hueso, quela empujaba. Esa confrontacin todas las maanas con mi desnudezen el espejo era una experiencia fundamental, todos los das renova-da, no puedo decirque esa perspectiva me ayudara a salir de la cama.

    Tampocopuedo decir que sintierapiedadporese tipo, depende de losdas, a veces tengo la impresin de que va a salir del apuro, puestoque hubo quienes regresaron de Auschwitz, otras veces esta claro que

    est condenado, va camino de la tumba ineluctablemente (Guibert ,1991 : 18 -19 ) .

    Paradjicamente, Guibert habla de lo ms ntimo de s como si hablase deotro que existe en s, invadiendo un espacio que ya no es su espacio reconoci-ble. Escribir y situarse entre dos mundos de las palabras, de los nombres, delos fluidos de la sangre. El cuerpo y las palabras en metamorfosis se sitanentre aquello que se siente y aquello que se quiere nombrar En el encuentroentre ellas en el espacio en blanco de los pasajes se forja otra realidad: laescritura de los cuerpos indistintos.

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    Enfrentndose a su desnudez en el espejo todas las maanas, Guibert tie-ne la experiencia fundamental de su cuerpo y de la enfermedad como un otroen si. En la desnudez de la sangre se marca una definicin improbable de s;existe en la condicin de moribundo.

    Bastante antes de tener la certeza de mi enfermedad, confirma-da por los anlisis, sentde repente que mi sangre se hallaba desta-

    pada, desnuda (...) A partir de entonces he tenido que vivir con esasangre desvestida y expuesta a todo, como el cuerpo desnudo que

    debe atravesar la pesadilla. Mi sangre desenmascarada, por todaspartes y en cualquier lugarypara siempre, a no ser que se produzca

    un milagro gracias a improbables transfusiones, mi sangre constante-

    mente desnuda, en los transportes pblicos, por la calle cuando

    paseo (Guibert , 1990 : 14) .

    El cuerpo desnudo que debe atravesar lapesadilla, la sangre desvestida,desenmascarada, desnuda, trazan en s la condena a una visibilidad inquietan-te: Acaso se nota esto en los ojos? Me preocupa menos conservar una mira-da humana que adquirir una mirada demasiado humana, como la de los pri-sioneros de Nuit et brouillard, el documental sobre los campos deconcentracin (Guibert, 1990: 14 ) . El alma es un cuerno que posee una mira-da demasiado humana. Y un miedo profundo se instala en las imgenesdevueltas, en el espejo y en los ojos de los dems: Sent acercarse la muerteen el espejo, en mi mirada en el espejo, mucho antes que se instalara realmenteen mi cuerno Arrojaba ya esa muerte por mi mirada a los ojos de los dems?(Guibert, 1990: 15) .

    Y el miedo desencadena una necesidad compulsiva de sentido, aunquetodava no transformado en la conciencia de la carne:

    Ahora temo a la sexualidad, independientemente de todos losimpedimentos debidos al virus, como se teme al vacio, al abismo, alsufrimiento, al vrtigo (Guibert, 1991 : 104 ) .

    Se vuelve necesario un mapa del sentido que resta, y por eso Guibert escri-be rascando en las races de l dolor, leyendo los sntomas en las alteraciones dela piel. Intenta describir el acontecimiento hasta el lmite que se desencadenaen su cuerpo; esa descripcin se convierte en la narracin literal de un cuerpoque, desde el interior, se degrada orgnicamente:

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    Mi masajista hace en mi un trabajo de una gran generasidad,

    una generosidadsublime... Volva a encontrarse con un cuerpo enfer-mo, debilitado, descarnado... Y mirapor donde ahora deba trabajar

    con una especie de esqueleto sobre el que colgaban unos escasosjiro-

    nes musculares, pliegues de piel como destripados, pero estaba acos-tumbrado a ejercitarse con viejos y cuando me present enteramente

    desnudo ante L me dijo que para l un cuerpo nunca era nada msque un cuerpo o siempre nada ms que un cuerpo, es decir; una mate-

    ria, un material ms amenos ind(ferente (Guibert, 1 9 9 1 , 17).

    En la degeneracin de la enfermedad, el cuerpo se rinde:

    Me tiro todo el da dormitando en un silln del que me cuesta

    gran esfuerzo alzarme, ya no aspiraba sino al sueo, me dejaba caer

    sobre la cama, pues ya no puedo meterme en ella o salir de ella conel esfuerzo de mis msculos, o me agarro los muslos con las manos

    para hacerdepalanca o me echo de costadopara acabarsentado trashaber dejado caerlas piernas, el sueo era la ltima cosa voluptuosa

    ahora que la deglucin me da un dolor horribley cada bocado se havuelto una tortura y un tormentoy resulta que, desde hace tres das,

    el simple hecho de estar acostado en la cama me causa dolor; porqueya no puedo darme la vuelta, tengo los brazos demasiado dbiles, las

    piernas demasiado dbiles (Guibert , 1991 : 13) .

    La escritura de la narracin del acontecimiento lo remite a su propio cuer-po, una descripcin del imposible encuentro con un deshecho anterior:

    Ya no me doy baos, porque no podra alzarme de la baera, yno me acuclillo bajo la ducha, como me gustaba hacerpara entrar en

    calor al despertar; pues la tensin de las piernas, incluso un poco cru-

    zadas, y de los brazos sobre los bordes de la baera no me basta yapara salir 4.) tengo la impresin de que el edredn me aplastay deque mis miembros son de acero, hasta el reposo se ha vuelto una pesa-

    dilla y ya no tengo otra experiencia vital que esa pesadilla, ya nofollo, ya no tengo la menoridea sexuaL ya no me masturbo (Guibert ,

    1 9 9 1 , 13) .

    En Guibert acontece una convulsin visceral del dolor en la escritura.Sobre el cuerpo, como en la pintura de Turner La Mort sur un Cheval Ple,una claridad plomiza quema la desnudez:

    96 Revista Complutense de Educacin2000 , vol. i, ii.

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    Esa noche volva a pensar en esa imagen, se me apareca muy

    precisa en su galope, en su locura, era yo mismo ese cuerpo volcadosobra la montura, con esos jirones de carne que se agarraban a los

    huesos (...) ese cadver vivo inmerso en esafuria que penetra la noche(...) El espectro, sobre su desnudez de esqueleto, lleva una diadema(Guibert, 1 9 9 1 , 176) .

    La narracin de la experiencia de ese cuerno enfermo la presentacin desu cuerpo surge como un aprendizaje de lo extrao, de lo radicalmente otroen mi: regresares el continuo acontecer del miedo en desequilibrio de un cuer-po desnudo. Un cuerpo que se define precariamente en los das y nochescubiertos por la voracidad del tiempo. Los ojos de transforman en desierto yel acceso a la enunciacin se hace en carne viva. Sin verdad prevista:

    Entreveo la arquitectura de este nuevo libro que he retenido enm durante estas ltimas semanas, pero ignoro cul ser su desarrollocompleto, puedo imaginar varios finales, todos los cuales dependen

    porel momento de la premonicin o del deseo, mas el conjunto de su

    verdadpermanece oculto para m; me digo que este libro slo tiene surazn de ser en ese margen de incertidumbre que es comn a rodos los

    enfermos del mundo (Guibert , 1990 : 10 -1 1 ) .

    De este modo, en esta escritura que genera un nuevo gnero literario entrelaficcin y la verdad, entre elyo y el otro en mi, entre el cuerpo y el texto, la

    tragedia gana una forma concreta sobre el que se abate la violencia de unpoder latente que une, en un solo movimiento, la vida y la muerte. Sin distin-guirlas en una infinita vulnerabilidad.

    Escribir se vuelve una expansin orgnica del miedo, de la enfermedad.Un instinto de vida sin espacios intermedios. Sin lengua posible, a no ser estaescritura que se hace por dentro de l cuerno. Una escritura a la que se intentaregresar en el trnsito entre la vo z y el dolor, desde dentro de las venas que-madas por la xilocana, como en la descripcin del tratamiento en el interna-miento hospitalario:

    Tres horas en la sala de operaciones en vez de los tres cuartosde horas previstos. Un juego a lo grande: veintepunciones profundas

    con agujas gruesas y la xilocana que me quema, una arteria atasca-da a milmetros de la aorta y de la yugular; la anestesia transpiraba

    mucho, y dije: Paramos, voy a beber un caf, ya sepuede continuar

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    (despuspens: AlcohoL droga?), siguieron hacindome una radio-grafla en el cuello (...) la aguja entr a la primera, sent en la piel laincisin del bistur, habapedido que la anestesiafuese defia,; heme,-

    rragia, les digo que me siento muy mal (Guibert , 1992: 61).

    Su cuerpo no se inscribe ahora en un enredo, l mismo y ese enredo. Inclu-sin de la carne y de las palabras, indistintas:

    Al dormirme, vuelvo a pensar en lo que he escrito durante el da,

    ciertasfrases me vuelven a la mentey me parecen incompletas, una

    descripcin podra ser an ms verdadera, ms precisa, ms econ-mica,falta en ella talpalabra, no me decido a levantarmepara aa-dirla, me cuesta, la verdad, bajar de la cama, buscar a tientas en la

    obscuridad la linterna porentre el mosquitero, arrastrarme de costa-

    do al borde del colchn, como me ha enseado el masajista, y dejarcaerdespacio las piernas, hasta buscar lapgina correspondiente enel manuscrito, perfeccionar mediante una adicin o una tachadura lo

    frase de que se trate. Si no, recordar maana la palabra quefalta-

    ba? (Guibert, 1991: 144).

    No existe una disyuncin entre el espacio fisico y el territorio de la escritu-ra. Apenas piel y carne: como texto y evidencia emprica. No existe una lneade circunvalacin entre entre el sujeto autor y el sujeto emprico, apenas uno:

    Ya hace cinco das que tomo el medicamento del muerto, antesde ayerme sentun poco mejor desde la maanay emprend este rela-

    to que, an siendo siniestro, me pareca presentar cierta alegra, yae debe a la dinmica de la escrituray a lo mucho

    que no viveza, que s

    que en ella puede haber de improviso. No hay libro sin estructurainesperada, que se perfila con los azares de la escritura. Pero ayer

    volva verlo todo negro y no escrib una linea. (Guibert, 1991 : 24 ) .

    Guibert acerca, as, el texto y el dolor. Vive, en el espacio entre la vida yla muerte, un exilio que no es deriva melanclica, sino que es, en verdad, una

    presencia extraa que crece desde dentro:

    El libro lucha contra la fatiga que produce la lucha del cuerpocontra los asaltos del virus. Slo dispongo de cuatro horas de validez

    al da, tras levantar las inmensaspersianas de la cristalera, que son elpotencimetro de mi aliento que se debilita. para volvera hallar la luz

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    del dayponerme a trabajar de nueva (...) Este libro que cuenta mifatiga me la hace olvidary a la vez cadafrase arranca a mi cerebro

    amenazadoporla intrusin del virus, que penetrar en l en cuanto elpequeo cinturn linftico haya cedido no hace sino aumentar las

    ganas que tengo de cerrar los prpados (Guibert , 1990 : 69-70) .

    La textura de la tragedia se expone en los momentos en que Guibert rom-pe el dolor imposible y , en un solo tiempo, rasga con la escritura el absolutosilencio:

    Yescribo mi libro en el vaco, lo construyo, lo reequilibro, pien-so en su ritmo general y en las roturas de sus articulaciones, en susrupturas y en sus continuidades, en el entrelazado de sus tramas, en

    su vivacidad, escribo mi libro sinpapel ni boligrfo bajo la carpa del

    mosquitero, hasta el olvido (Guibert, 1991: 174-175).

    En un movimiento de la escritura en que la palabra y la sangre sustentastiempos fundamentales en la narracin, surgen nuevas figuras de sentido: elcuerpo/texto, elyo/Otro; laficcin/verdad. Aqu los mrgenes de sentido so ndefinidos sobre al base de una polarizacin indiferente entre el exterior y elinterior Quiz se trata de una metamorfsis de las fronteras que definen otraconfiguracin del discurso y de la existencia:

    Me gusta el lenguajefluido, casi hablado, y me me gusta ahora

    tambin llevar mi sangre

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    Con todo, a pesar de la pormenorizada descripcin de la corrosin de lcuerpo por la enfermedad, a pesar de l lenguaje que abre literalmente las heri-das del sentido, Guibert define una narrativa de silencios. El sentido imposi-

    ble se enuncia en un lenguaje apenas formulable por la fusin de la escrituray del cuerpo. No existe la posibilidad de una frase/palabra final: L a muertees la reconciliacin. Es sobre esta frase que desearla terminar mi libro. No le-gar a hacerlo, escribe Guibert al final de Le protocole compassionnel. Po reso hoy, 1 3 de agosto de 1990 termino mi libro. (...) Ile comenzado comen-zado a rodar una pelcula. Mi primera pelcula.

    12. Las imgenes en los ojos de la muerte

    Sabiendo, tal y como pensaba Rimbaud, que todo regreso es imposible,Guibert asume radicalmente el cuerpo y no le ahorra una infinita lucha dereconocimiento. Despus de la escritura, la necesidad de otro lenguaje narrati-yo el cine como devolucin de una imagen resistente a la apropiacinidentitaria. La imagen de su propia muerte filmada en La Pudeur ou lImpu-deur, sin condescendencia, da a la muerte el tiempo de vivir. En esta pel-cula no existe el tiempo de la escenificacin, basta con tener la cmara giradasobre s para exponer la iconografa concebible del dolor.

    Durante la mxima exposicin del cuerpo en sufrimiento, La Pudeur oulImpudeur no no s coloca sobre la lgica de las polticas contemporneas de lovisible. El deshecho subyacente es otro. El cuerpo desnudo que estas imge-nes presentan sobre una visibilidad extrema no define la revelacin absoluta(limpudeur). Ese cuerpo resiste a su exposicin (la pudeur), pues en estasimgenes la desnudez y la muerte surgen como prueba de la verdad de uncuerpo en vida.

    El realismo extremo de estas imgenes exponen, con mxima visibili-dad, un cuerpo que se aniquila- se acerca a una voluntad de sentido en ellmite de todos los sentidos reconocibles. No existen normas para ordenar estasimgenes; con esta visin que, paradjicamente, acoge/recoge en su visibilidad

    extrema el lugar de la profunda invisibilidad; el espacio de silencio entre laspalabras y el espacio de silencio de solidez entre los cuerpos. Entre los cuer-pos y las palabras, en nombre del miedo.

    Nos enfrentamos a lo inclasificable: un cuerpo que se filma en una des-nudez absoluta, como otro en m; un cuerpo en el que el sentido se marca enlos mapas sin sentido de la enfermedad, una vez que la reconciliacin con las

    lo o Revista Complutense de Educacin2000 , v o l . II, nY 2:83-104

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    defensas inmunitarias est perdida; y , paradjicamente, existe en estas imge-nes un sentido nmada. Se documenta el trabajo de destruccin de l cuerpo porel virus, la muerte es ntida, pero la vida est all, atravesando las imgenes,

    los espacios entre aqul cuerpo y nuestros propios cuerpos, sin que, al final,pertenezcan a nadie.En un espacio contrario a los discursos que se gravan como significacio-

    nes legitimadas en los cuerpos annimos, estas imgenes rompen los lmitesde la categorizacin entre ficcin o documento. Son, tal vez, testimoniodonde el cuerpo surge como paisaje: primero, un otro exterior, despus, otroen m, un yo, un vrtigo entre el lenguaje, la sangre y cl sentido.

    Guibert busca una memoria de la muerte que irrumpe en su cuerpo. Se tra-ta de generar un sentido a partir de la lnea de sombra que la muerte instituyeen el espacio de la realidad, procurando en la imagen devuelta por la pelcula,

    en un solo tiempo, una devolucin de unafigura de scontinuamente otra y ladevolucin de una figura en la que el cuerpo es, en s mismo, el rescate de lamemoria.

    El cuerpo-que-muere de Guibert no es una metfora (un tropo en el que lapalabra se traslada a otra por una relacin de semejanza, donde un sentido setraslada a otro), sino la coincidencia de l cuerpo moribundo con l mismo enun momento dado; el instante que antecede a la muerte, el momento del dolory de la desrealizacin de la imagen de s. El momento de significa la duracindel instante que figura, la opacidad de su instante; un absoluto e incondicionalcontinuo presente:

    Escribir en lo negro? Escribir hasta dnde? Finalizarparano llegara lo peor de la muerte? (Guibert, 1992 : 93) .

    Y , sbitamente, no s damos cuenta que, en la presentacin de la imagen sin-gular y silenciosa de un cuerpo-que-muere, exponindose un dolor como frac-tura a cielo abierto, llegamos casi a la abstraccin. Una abstraccin que nacedesde dentro de la fisicalidad irreductible ya que el cuerpo-que-muere es elcementerio de conceptos annimos: l posee la fuerza de un concepto; en s

    mismo es un concepto. Aqu los conceptos se hacen de carne, ya que el saberse graba en el cuerpo: de ah la extraeza que un sujeto emprico sea el propioconcepto de dolor, de la muerte, del sufrimiento. En la descripcin hiperrea-lista del cuerpo que sufre, el exceso de sentido puede herir la misma realidad.

    La escritura y la imagen son, entonces, una bsqueda. En el lmite de loimposible. De nuevo el verbo se hace carne; pero ahora sin trascendencia, sin

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    visitacin divina. Slo la trascendencia del dolor. Hay un cuerpo envolvente una enfermedad que contamina que perturba el sentido de cada descripcin,de cada gesto, de cada narracin, de cada palabrao de las imgenes fijadas ais-ladamente. En esa caligrafa de la muerte, an se expone un sentido de super-vivencia: un lugar donde el tiempo distiende la vida en el espacio del cuerpo;no sobre una significacin en extensin, sino sobre un significado en intensi-dad. En este sentido, el cuerpo es la palabra total que, paradjicamente, essmbolo. Vivo. Densidad inquietante.

    3.3. En nombre del silencio

    En al obra de Guibert las imgenes y las palabras recusan, visiblemente, la

    conjuncin metafrica de los cuerpos. Aqu, la imagen, las palabras y los cuer-pos no son disueltos en la esttica. So n rganos ontolgicos. El cuerpo es, ens mismo, un mensaje:

    Me digo parafraseando a Duras: Que le corps aille 1 sa perte,qu i l alle ea perte, c est la seule solution. Je suis un scaraberetourn sur sa carapace et qui se dmnepourse remettre surcespat-

    tes. Je lutte. Mon Dieu, que cette lutte est belle (Guibert , 1991 : 175) .

    En la resistencia a una muerte que rompe los msculos, los rganos y las

    venas, se genera una lgica propia de aprehensin de la visibilidad real de l serhumano. Yprecisamente en ese espacio en blanco que el cuerpo constituyecomo poseedor de un significado propio, el discurso se construye como heri-da expuesta. Po r eso Guibert no es un autor condenado a la cita. La nica citaes su propia piel: en ella, el dolor se graba como nico texto posible; la cita esinterior, el texto es la carne. Se trata, al final, de otra forma de pensar: reco-giendo lo que el dolor transtigur, es el rgimen de verdad no destruido.

    Estamos en un lugar donde todos los gestos so n paradigmas de s mismos:un lugar donde se significa con el cuerpo en la muerte y se lucha con el cuer-po en la vida. El cuerpo, asescrito o filmado, es un lugar en que cada forma,cada gesto, cada volumen, a cada movimiento contiene en s una paradoja: enla narracin de la muerte, se exponen los sentidos insistentes de la vida. Sevive ms all de las categoras: todo es espacio ntimo sobre el desmantela-miento de l lenguaje. El sentido est en decirse a muerte, con un margen paraque exista lo contrario de ella.

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    Aqu, la literatura se define en un territorio en el que el cuerpo es un tex-to primero un texto de piel, de msculos y de rganos donde se enrazan sig-nificaciones profundas. La exposicin de l cuerpo como limite cobra un senti-

    do donde todo se convierte, se de-significa y re-significa. La voz, la escritura,los gestos, las palabras, los rostros, las manos son todos ellos textos quese confunden en un cuerpo-que-muere.

    Y as, sobre la apariencia de una circularidad, el cuerpo /escritura /imagen(como una imagen que, en s mismo, es el comienzo simblico de la memoria)nace para unir los sentidos por su propia presencia. Se construye un sentidocomo una fractura expuesta; en ste, la complejidad del saber y la inconmen-surabilidad del miedo se manifiestan sobre la no linealidad de los espacios yde los tiempos. Se traza un movimiento de pensamiento en espiral, pues nun-ca se regresa al punto de partida.

    Como un aprendizaje de la interrogacin en el lmite de la existencia, en elcuerpo se genera otra forma de interrogatividad donde la pregunta se formulano sobre la muerte, sino sobre la conciencia de mortalidad. El cuerpo es laexposicin interrogativa de la conciencia de mortalidad. Pero el cuerpo se asu-me como anti-destino, la ltima manifestacin de la vida. Es un cuerpo quesobrevive como sign4tcante ltimo del movimiento de lapasin.

    En el cuerpo-texto y en la escritura-cuerpo todos los sentidos se confun-den en un juego coreogrfico. El enredo en el que la muerte es una infinitapresencia expone la lucha de un cuerpo desplazndose entre lo cotidiano yla tragedia, en los combates que no s llevan a pensar sobre la materia de que elsentido es realizado. Se crea un nuevo lenguaje donde el cuerpo, la escritura yel silencio se constituyen como un todo. En ese movimiento, los sentidos queregresan en desorden en el cuerpo-smbolo-concreto-existido hacen de l,incondicionalmente, el lugar de loposible para esas personas sin patria reco-nocible.

    Son textos donde los cuerpos se escriben de dolor. Pero ser que todos losdiscursos nacen en el momento de su descripcin? O existen discursos que seconfunden con la materialidad de su exposicin, para situarse ms all de cual-quier sentido anterior, poseyendo apenas un sentido interior, subsistente en el

    acto de su propia existencia? Ser el cuerpo la materia de que est hecha lasoledad? Ser posible construir una gramtica de l miedo? Y sobre el cuerpoque muere, qujustifica el silencio?

    En el movimiento violento de las convulsiones de un cuerno rebelde a laapropiacin, la extrema visibilidad de l cuerpo en sufrimiento surge como unaexpresin radical de realismo. Y en una resistencia, en carne viva, a la apro-

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    piacin social de los discursos, el cuerpo surge com o un campo de batalla. Enl se desenvuelve el teatro de l miedo sin mediacin y sin distancia. Pero elpai-saje es extremadamente ntimo. Lo que supone que, subterrneamente, el rea-

    lismo puede significar la voluntad de una trascendencia inmanente: aunque sede la soledad radical de un cuerpo desnudo.La superficie de la piel se vuelve tierra comn de l miedo, aqullo que se

    sita ms all de esta superficie y es la dimensin simblica de l sentido, en ungrito que atenaza la garganta. Ah se vive una lgica paradjica: la lucha esabsolutamente solitaria, la resistencia es intransmitible y , simultneamente, lalucha y la resistencia suponen una comunicacin donde el sujeto asegura supalabra en la palabra de otro, su afecto en el afecto de otro, su cuerpo en elcuerpo de otro. En el lmite, quiz se busca, al final, un sentido comunicable.Porque es necesario continuar viviendo como por primera y ltima vez.

    (Traduccin: Fernando Brcena).

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