Cuentos sufíes

32
Relatos de un Minuto Nobleza Antes de atravesar la puerta del jardín, el forastero supo que había caído bien al Duque. Una corriente de simpatía se estableció inmediatamente entre los dos. Durante tres largos días pasearon juntos en silencio. Acompasado el paso, cada uno ensimismado en sus propios intereses, se detenían al unísono a oler el mismo tomillo y a beber de la misma fuente. Acrecentada por los sucesivos encuentros, la amistad se perpetuó mientras ambos vivieron. Aquel mastín blanco tenía una verdadera y auténtica nobleza. El talismán Tuareg Como buen parisino, de signo Virgo, durante un año había preparado meticulosamente su viaje. Nada más llegar a Tlndouf, Gérald desembaló orgulloso sus regalos para Targui, el jefe del clan tuareg: un transistor, un reloj de pulsera y un grueso jersey. Targui encendió el transistor con entusiasmo, sin prestar ninguna atención al reloj ni al jersey. Pasó el día bailando como un niño y cambiando de emisoras, para gran decepción de Gérald, que pensó para sus adentros: "¡Qué lástima! Debía haber traído transistores para toda la familia". A la mañana siguiente, Targui se puso el reloj y pasó todo el día ensimismado contemplando el paso del minutero. En un rincón descansaba silencioso el transistor. Llegada la tercera noche, se puso el jersey, con alborozadas muestras de agradecimiento y admiración, observando minuciosamente su tejido y sus dibujos. A partir de entonces, Gérald aprendió el ritmo secreto de la vida: un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo. La palabra

description

jj

Transcript of Cuentos sufíes

Relatos de un MinutoNoblezaAntes de atravesar la puerta del jardn, el forastero supo que haba cado bien al Duque. Una corriente de simpata se estableci inmediatamente entre los dos.Durante tres largos das pasearon juntos en silencio. Acompasado el paso, cada uno ensimismado en sus propios intereses, se detenan al unsono a oler el mismo tomillo y a beber de la misma fuente.Acrecentada por los sucesivos encuentros, la amistad se perpetu mientras ambos vivieron.Aquel mastn blanco tena una verdadera y autntica nobleza.El talismn TuaregComo buen parisino, de signo Virgo, durante un ao haba preparado meticulosamente su viaje. Nada ms llegar a Tlndouf, Grald desembal orgulloso sus regalos para Targui, el jefe del clan tuareg: un transistor, un reloj de pulsera y un grueso jersey. Targui encendi el transistor con entusiasmo, sin prestar ninguna atencin al reloj ni al jersey. Pas el da bailando como un nio y cambiando de emisoras, para gran decepcin de Grald, que pens para sus adentros: "Qu lstima! Deba haber trado transistores para toda la familia".A la maana siguiente, Targui se puso el reloj y pas todo el da ensimismado contemplando el paso del minutero. En un rincn descansaba silencioso el transistor.Llegada la tercera noche, se puso el jersey, con alborozadas muestras de agradecimiento y admiracin, observando minuciosamente su tejido y sus dibujos.A partir de entonces, Grald aprendi el ritmo secreto de la vida: un tiempo para cada cosa y cada cosa a su tiempo. La palabra "tuareg" es su talismn protector cuando le invaden las prisas y agobios de Pars.La rendicinEstaba el mar picado. Una sucesin de espuma saltarina invitaba a sumergirse y liberarse de ese sol abrasador de la Polinesia samoana. En cuanto se zambulla entre las olas, empez a alejarse de la costa con una sospechosa facilidad. Cuando quiso volver, una poderosa corriente le arrastraba hacia aquel inmenso y desconocido azul del Pacfico. Forcejea. Jadea. Se agota. Hace seas a lo lejos. Desde la playa, ya lejana, un solitario turista responde a los supuestos saludos.El abismo de la soledad se abre ante l; despus, la desesperacin de la impotencia y un sbito terror repleto de imgenes de ahogados. Rendido a la evidencia, se deja arrastrar mar adentro, aferrado a la esperanza de llegar a otra isla, de que pase una canoa lugarea, de que suceda el improbable milagro ... Desfila su vida, al tiempo que las fuerzas le abandonan.Han pasado varios minutos, varias horas?, y la corriente circular empieza a devolverle hacia la orilla. Darse cuenta le dio fuerzas para nadar con calma en su sentido.Desde aquel segundo nacimiento, aprendi a fluir con la corriente de la Vida.Satori"Om Namah Amitabaya, Buda Om, Shanga Om, Darma Om...". Con profunda devocin, cantaron por ltima vez el mantra, como al final de cada meditacin. Haban llegado al trmino del riguroso retiro de meditacin de fin de ao, que haba durado treinta das.Ardan dos austeras velas ante la imagen sonriente de Buda. Una suave fragancia a sndalo inundaba la sala. Flotaba en toda ella un silencio que entraba por los poros de la piel, abiertos en sutil atencin al aqu y ahora.El esforzado grupo de aspirantes al Despertar, esperaba con impaciencia, doloridas las rodillas y encogidas las articulaciones, la charla final del Maestro nefito, Pravira Jebal."Tantas horas sentados, tanto sueo, tanto esfuerzo -dijo con voz solemne y las pupilas dilatadas por la prolongada vigilia- y qu hemos conseguido?...NADA!".Una sonora y convulsa carcajada estall desde el fondo del vientre de cada uno de los meditadores.En ese preciso momento comprendieron.

TranvaPor fin. La desconocida suba siempre en aquella parada: "Amplia sonrisa, caderas anchas... una madre excelente para mis hijos'" pens. La salud; ella respondi y retom su lectura: culta, moderna.l se puso de mal humor: era muy conservador. Por qu responda a su saludo? Ni siquiera le conoca...Dud. Ella baj.Se sinti divorciado:y los nios con quin van a quedarse?Las ltimas palabras famosas"Hay algo que quieras decirnos antes de dejar el cuerpo y entrar en la tierra de los diez mil Budas?'.El gur se apoy en un codo, el esfuerzo le hizo toser, Los sollozos parecieron flotar sobre el denso silencio, en la penumbra de la pequea habitacin. Haca calor. Los tres discpulos principales estaban junto al maestro. Desde que se difundi la noticia, no haba dejado de llegar gente: discpulos, supersticiosos, curiosos y desocupados. Estos ltimos volvan a sus casas por la noche, los otros dorman fuera, temerosos de perderse el momento, vidos de muerte."No quiero morir, tengo miedo".Tosi por el esfuerzo y se dej caer sobre los almohadones. Los discpulos intercambiaron una mirada de desconcierto; despus miraron de nuevo a su Maestro."No ha muerto, seguro que tiene otras cosas que decir."As pensaban.Una reunin de parejaLa nia, ms que lamer el helado, se lo pasaba de la nariz a la barbilla. El chico esperaba en el parque, y como ella se estaba retrasando, encendi un cigarrillo y pens: "Me despreocupo, es ella la que tiene que encontrarme".El viejo, sentado en el banco. Intent concentrarse en el peridico, pero se perdi en las volutas de humo.El nio sinti un nudo en la garganta: alz la mirada, pero era demasiado tarde: la haba visto primero. Se sinti defraudado.La mujer pens: "Si me besa, a lo mejor tengo fros los labios. No debera haberme tomado el helado, que encima engorda".El hombre se levant del banco molesto. El peridico cay al suelo.El silencio fue Intenso. Eran las dos nicas personas del parque. Se pusieron en camino.A escenaEnsay una vez ms la ocurrencia, intentando conjugar la modestia de la mirada con el atrevimiento de las palabras. Tras muchas dudas, escogi, entre las sonrisas, una de esas que dicen y no dicen.Se despein con maestra. El vestido se le pegaba al cuerpo, era sexy pero deba tener cuidado; tena tendencia a engordar."Ests lista? Slo tienes cinco minutos".La voz le lleg amortiguada por la puerta cerrada. Se regal una ltima sonrisa ante el espejo y sali.Cogi los libros y se fue al colegio.

Esposas mentalesUn habitante de un pequeo pueblo descubri un da que sus manos estaban aprisionadas por unas esposas. Cmo lleg a estar esposado es algo que carece de importancia. Tal vez lo espos un polica, quizs su mujer, tal vez era esa la costumbre en aquella poca. Lo importante es que de prontose dio cuentade que no poda utilizar libremente sus manos, de queestaba prisionero.Durante algn tiempo forceje con las esposas y la cadena que las una intentando liberarse.Trat de sacar las manos de aquellos aros metlicos, pero todo lo que logr fueron magulladuras y heridas. Vencido y desesperadosali a las calles en busca de alguien que pudiese liberarlo.Aunque la mayora de los que encontr le dieron consejos y algunos incluso intentaron soltarle las manos, sus esfuerzos slo generaron mayores heridas, agravando su dolor, su pena y su afliccin. Muy pronto sus muecas estuvieron tan inflamadas y ensangrentadas que dej de pedir ayuda, aunque no poda soportar el constante dolor, ni tampoco suesclavitud.Recorri las calles desesperado hasta que, al pasar frente a la fragua de un herrero, observ cmo ste forjaba a martillazos una barra de hierro al rojo. Se detuvo un momento en la puerta mirando. Tal vez aquel hombre podra...Cuando el herrero termin el trabajo que estaba haciendo, levant la vista y viendo sus esposas le dijo:"Ven amigo, yo puedo liberarte". Siguiendo sus instrucciones, el infortunado coloc las manos a ambos lados del yunque, quedando la cadena sobre l.De un solo golpe, la cadena qued partida. Dos golpes ms y las esposas cayeron al suelo. Estaba libre,libre para caminar hacia el sol y el cielo abierto, libre para hacer todas las cosas que quisiera hacer. Podr parecer extrao que nuestro hombre decidiese permanecer en aquella herrera, junto al carbn y al ruido. Sin embargo, eso es lo que hizo. Se qued contemplando a su libertador. sinti hacia l una profunda reverencia y en su interior naci un enorme deseo de servir al hombre que lo haba liberado tan fcilmente. Pens que su misin era permanecer all y trabajar. As lo hizo, y se convirti en un simple ayudante.Libre de un tipo de cadenas, adopt otras ms profundas y permanentes:puso esposas a su mente. Sin embargo, haba llegado all buscando lalibertad.Dnde Estoy "YO"?rase una vez un hombresumamente estpido-un loco o quizs un sabio-que, cuando se levantaba por las maanas, tardaba tanto tiempo en encontrar su ropa que por las noches casi no se atreva a acostarse, slo de pensar en lo que le aguardaba cuando despertara.

Una noche tom papel y lpiz y, a medida que se desnudaba, iba anotando el nombre de cada prenda y el lugar exacto en que la dejaba.A la maana siguiente sac el papel y ley: "calzoncillos..." y all estaban. Se los puso. "Camisa..." all estaba. Se la puso tambin. "Sombrero..." all estaba. Y se lo encasquet en la cabeza.Estaba verdaderamente encantado... hasta que le asalt un horrible pensamiento:-Y yo...?Dnde estoy yo?. Haba olvidado anotarlo. De modo que se puso abuscary abuscar.... pero en vano.No pudo encontrarse a s mismo.

Saben de qu les voy a hablar?Esta historia comienza cuando Nasrudin llega a un pequeo pueblo en algn lugar lejano de Medio Oriente.Era la primera vez que estaba en ese pueblo y una multitud se haba reunido en un auditorio para escucharlo. Nasrudin, que en verdad no sabia que decir, porquel saba que nada saba, se propuso improvisar algo y as intentar salir del atolladero en el que se encontraba.Entr muy seguro y se par frente a la gente. Abri las manos y dijo:-Supongo que si ustedes estn aqu, ya sabrn que es lo que yo tengo para decirles.La gente dijo:-No... Qu es lo que tienes para decirnos? No lo sabemos Hblanos! Queremos escucharte!Nasrudin contest:-Si ustedes vinieron hasta aqu sin saber que es lo que yo vengo a decirles, entonces no estn preparados para escucharlo.Dicho esto,se levant y se fue.La gente se qued sorprendida. Todos haban venido esa maana para escucharlo y el hombre se iba simplemente dicindoles eso. Habra sido un fracaso total si no fuera porque uno de los presentes-nunca falta uno-mientras Nasrudin se alejaba, dijo en voz alta:-Qu inteligente!Y como siempre sucede, cuando uno no entiende nada y otro dice"qu inteligente!", para no sentirse un idiota uno repite:"si, claro, qu inteligente!". Y entonces, todos empezaron a repetir:-Qu inteligente.-Qu inteligente.Hasta que uno aadi:-Si, qu inteligente, pero... qu breve.Y otro agrego:-Tiene la brevedad y la sntesis de los sabios. Porque tiene razn. Cmo nosotros vamos a venir ac sin siquiera saber qu venimos a escuchar?Qu estpidos que hemos sido.Hemos perdido una oportunidad maravillosa. Qu iluminacin, qu sabidura. Vamos a pedirle a este hombre que d una segunda conferencia.Entonces fueron a ver a Nasrudin. La gente haba quedado tan asombrada con lo que haba pasado en la primera reunin, que algunos haban empezado a decir queel conocimiento de lera demasiado para reunirlo en una sola conferencia.Nasrudin dijo:-No, es justo al revs, estn equivocados. Mi conocimiento apenas alcanza para una conferencia. Jams podra dar dos.La gente dijo:-Qu humilde!Y cuanto ms Nasrudin insista en que no tenia nada para decir, con mayor razn la gente insista en que queran escucharlo una vez ms. Finalmente, despus de mucho empeo, Nasrudin accedi a dar una segunda conferencia.Al da siguiente, elsupuesto iluminadoregres al lugar de reunin, donde haba ms gente an, pues todos saban delxito de la conferencia anterior. Nasrudin se par frente al pblico e insisti con su tcnica:-Supongo que ustedes ya sabrn que he venido a decirles.La gente estaba avisada para cuidarse de no ofender al maestro con la infantil respuesta de la anterior conferencia; as que todos dijeron:-Si, claro, por supuesto lo sabemos. Por eso hemos venido.Nasrudin baj la cabeza y entonces aadi:-Bueno, si todos ya saben qu es lo que vengo a decirles, yo no veo la necesidad de repetir.Se levant y se volvi a ir.La gente se qued estupefacta; porque aunque ahora haban dicho otra cosa, el resultado haba sido exactamente el mismo. Hasta que alguien,otro alguien, grit:-Brillante!Y cuando todos oyeron que alguien haba dicho"brillante!", el resto comenz a decir:-Si, claro, este es el complemento de la sabidura de la conferencia de ayer!-Qu maravilloso-Qu espectacular-Qu sensacional, qu brbaroHasta que alguien dijo:-Si, pero... mucha brevedad.-Es cierto- se quej otro-Capacidad de sntesis- justific un tercero.Y en seguida se oy:-Queremosms,queremos escucharloms.Queremos que este hombre nos demsde su sabidura!Entonces, una delegacin de los notables fue a ver a Nasrudin para pedirle que diera una tercera y definitiva conferencia. Nasrudin dijo que no, que de ninguna manera; que l no tenia conocimientos para dar tres conferencias y que, adems, ya tenia que regresar a su ciudad de origen.La gente le implor, le suplic, le pidi una y otra vez; por sus ancestros, por su progenie, por todos los santos, por lo que fuera. Aquella persistencia lo persuadi y, finalmente, Nasrudin acept temblando dar la tercera y definitiva conferencia.Por tercera vez se par frente al publico, que ya eran multitudes, y les dijo:-Supongo que ustedes ya sabrn de qu les voy a hablar.Esta vez, la gente se haba puesto de acuerdo: slo el intendente del poblado contestara. El hombre de primera fila dijo:-Algunos si y otros no.En ese momento, un largo silencio estremeci al auditorio. Todos, incluso los jvenes, siguieron a Nasrudin con la mirada.Entonces el maestro respondi:-En ese caso, los que saben... cuntenles a los que no saben.Se levant y se fue.

La islaLlewellyn SmithEn la memoria de un pueblo lejano, que se remonta a antes de que nos convenciramos de ser slidos y temporales, pervive la historia de un fabuloso caravasar, tan antiguo que no se recuerda su nombre, cuyas desrticas ruinas nunca han sido halladas. Las sigilosas griotes, las narradoras de la regin, consagrndose en recipientes de tal historia, insisten en que este lugar sin nombre era a la vez tan real y esencial como el oxgeno; esta antigua parada de camino para viajeros y mercaderes, nos dicen, fue la cima de la humanidad y civilizacin del pueblo. Y algunos an murmuran que la longitud y latitud de su sacra geografa an se pueden discernir aqu entre nosotros.Quiz no fuera un lugar tan inusual, visto desde la era actual. Los habitantes eran gente de altas miras y genuinamente amable, muy industriosos y hospitalarios. Eran hbiles comerciantes y hombres de negocios, los intermediarios de ms xito en la regin. Su propia cultura material era bastante primitiva, y poco queda de ella para poderla estudiar. Como si anticiparan a los eruditos saqueadores de tumbas por venir, quemaban a sus muertos con las pertenencias personales en celebraciones que duraban todo el da, y usaban lo que quedaba para abonar las pocas cosechas que se podan cultivar en este rido clima. En los fundamentos de su filosofa de la vida su religin, si es que se puede llamar as suponan que no sepertenecana s mismos. Ellos eran slo instrumentos o unidades de servicio y no tenan existencia real, salvo por tales actos de servicio, y nada de existencia individual ni identidad ms all de la voluntad de ser tiles a otros. Si los encontrarais en el mercado, atendiendo sus granjitas, o mandando los nios a la escuela, o yendo a cualquier otro negocio de los que hacan funcionar la sociedad, los amarais al momento por su sencillez. Regatear como corredores era su sacro trabajo no creaba nada, ni dejaba nada atrs, y era de gran utilidad para todos, y as mantenan el potencial de puro servicio. Su gran sentido del humor e inteligencia eran bien conocidos por los mercaderes que venan desde las ciudades circundantes a comerciar con ellos, y se los menciona en cierta cantidad de diarios privados y cartas de viajeros de la poca.Los narradores bajaban de las fras montaas envueltos en pesados ropajes, las neblinas del alba revoloteando en torno suyo, como si viajaran a la estela de visiones invisibles que arreasen ante ellos con sus cayados. Sentados bajo las estrellas como siempre han hecho, a la media luz de las ascuas mortecinas, an hablan con profunda reverencia de este fabuloso caravasar y, aunque lo que sabemos de ese mundo es slo lo que ellos nos dicen, insisten en quesabemos ms de lo que hemos olvidado.El cuento que dicen ser el que ms aclara el sentir de este pueblo es la historia de la eleccin de los virreyes del Sultn. El oasis del caravasar haca de l un cruce esencial en las rutas comerciales transcontinentales, as que se convirti en ciudad estado, con alguna pequea provincia exterior fundada por comerciantes del asentamiento original, nuevas entidades que pedan proteccin y ley al Sultn del asentamiento original.Sabidura y prosperidad emanaban de la presencia del Sultn, quien en toda accin externa y en todo momento de recogimiento se afanaba en ser modelo de servicio, justicia y amor para este pueblo; tanto que estaba considerado como el ms elevado modelo viviente de ser humano.La vida de este Sultn se consuma en el inacabable esfuerzo de poner orden en esta desrtica sociedad. Aunque era generoso, tambin era sin par en el combate, terrible atributo que siempre fue eclipsado por su disposicin a la clemencia y generosidad. Y era desconcertante para el pueblo de la provincia saber que su dirigente tena capacidades aparentemente tan opuestas. El monarca, aunque muy venerado, era un enigma para los ciudadanos, que le amaban.As que no sorprendi a nadie que los comerciantes de los nuevos asentamientos le solicitaran el envo de virreyes legtimos que gobernaran y pusieran orden en estas nuevas provincias. Despus de todo, somos comerciantes declararon; no sabemos nada del arte del gobierno ni de legislacinLas griotes nos dicen que, el da en que estas solicitudes llegaron por primera vez, el Sultn estaba trabajando en su rosaleda favorita, el aire de la tarde refrescaba su cara y ligaba las fragancias de diversos pimpollos. El asunto de la eleccin de virreyes ya haba pasado por su mente. Haba sido favorecido con muchos hijos e hijas. Ya no eran nios, sino jvenes hombres y mujeres, prncipes y princesas, que aspiraban por derecho de nacimiento al honor de reinar en las provincias externas del caravasar, en nombre de su padre. Eran inteligentes; de nios a todos se les haba asignado un ministro que nutriera sus intelectos con tal habilidad como para cultivar en cada uno extraordinarias capacidades de percepcin y conjuro.Pero no podan gobernar todos ellos. No todos, el Sultn lo saba, tenan capacidad para gobernar en el modo debido de abnegado servicio, aunque los amara a todos. Y, a pesar del total conocimiento de sus habilidades y poderes, si l eligiera entre ellos, saba que sera el principio del desorden y el desastre, porque ningn prncipe ni princesa que dejara de ser elegido para gobernar, tanto como amaban a su padre, creera jams en su corazn que su padre hubiese elegido con justicia.El Sultn orden a sus hijos venir al jardn con los ministros.La comitiva lleg, hijos y ministros resplandecientes con extraordinarios ropajes de seda color de azafrn, sandalias incrustadas de joyas y otros lujos semejantes. Era una extraa asamblea, los hijos vestidos como reyes; su padre cubierto de tierra, de rodillas, rematando la planta y poda del da con los jardineros, las manos sucias y sus finos ropajes manchados y sin duda destrozados.Tomaron asiento en el jardn, y el Rey sigui con su trabajo mientras les hablaba, interrumpindose ocasionalmente para dar instrucciones a los jardineros. El cielo estaba de un bello color carmes y una nube alumbraba el rojo sol mientras caa suavemente hacia el horizonte.He tomado una decisin, dijo el Rey, en torno al asunto de los virreyes. Mientras tanto podaba delicadamente una gran planta con una flor blanca iridiscente. Escuchad con atencin. Lo s todo de vuestras habilidades, an mejor que vosotros mismos. Os he amado toda vuestra vida. Os consume vuestro deseo de llegar alto en el servicio, y el miedo de no poderlo hacer.Pero sois jvenes. An sois lo que os hagis. Cuando os conozcis a vosotros mismos, me reconoceris como amor de vuestro amor, porque sois parte de m. Vuestros nombres estn inscritos en el libro de mi corazn.Un hijo habl: Aceptar cualquier eleccin que tomis. Lo prometo con todo mi ser.No, no, replic el soberano.Primero debis llegar a saber quines sois.Cmo lo haremos? Pregunt otro.Hay un modo, pero no es fcil, aunque la prueba en s es muy simple. A muchas millas, por la ruta comercial del sur, est la costa de lo que se llama el ocano.Qu es el ocano? Pregunt una hija.Es como un desierto, vasto e ilimitado, pero todo de agua y eternamente palpitante de vida, un lugar donde se renen todas las aguas del mundo, y en su turbulencia yace el origen de todas las cosas. En medio de estas grandes aguas se encuentra una isla. Al principio parece un oasis, pero es ste un lugar desierto, terrible, azotado de tormentas. Su horror va ms all de todas vuestras pesadillas. Nada humano puede vivir all mucho tiempo y seguir siendo humano.En ese lugar debis hallar un oculto talismn sagrado, un espejo pulido o espejos de oro puro en que el Alma del Alma se mira. Debis ir todos all, tendris las provisiones que necesitis para manteneros. Dispondris de cuarenta das. Mientras el padre hablaba les iba dando una rosa a cada uno de sus hijos.Debis buscar en los lugares silenciosos, sigui, los lugares ms callados.All os espera el tesoro. Al final de los cuarenta das ir a buscaros; quienquiera de vosotros que muestre la seal del talismn servir como virrey en mi nombre.Cuando cada hijo tuvo una rosa, continu.Hay una ltima cosa, y es lo ms importante. Esa isla es una tierra extraa, con su propia vida; malformada, lgubre y obstinada. Est poseda de un encantamiento para distorsionar vuestras percepciones y comprometer vuestro juicio y habilidades. Los extraordinarios poderes que habis cultivado con la gua de los ministros no os ayudarn. El encantamiento de esta isla esla maldicin del olvido.Si os demoris, si no tenis cuidado, si no os aplicis con toda la diligencia y fervor a vuestro alcance y an as podis empezar a olvidarpara qu habis ido.Me olvidaris a m. Por ello os imploro que, por consideracin a mi corazn y al amor que os tengo, no os dilatis. A ninguno de vosotros le falta capacidad para cumplir esta tarea. Hallad el talismn tan rpido como podis, y volved a m.Cmo podramos olvidarte jams? Pregunt uno de ellos, asombrado de que su padre pudiera sugerir tal cosa en voz alta. Siempre sentiremos vuestro amor, dijo otro, es parte de nuestras vidas, nos da vida.Oigo vuestra voz cuando oigo latir mi corazn, dijo otro. Sois nuestro alimento y la raz de nuestro ser. No hay ninguna razn para que nosotros os dejemos por ese lugar, si es tan infausto como decs que es, ni por esperanza de gobierno ni por ninguna otra cosa, salvo que lo deseis, as que lo haremos por vuestro cario. Porque es lo que queris.Y as sigui, jurando todos un acuerdo de amor filial de nunca olvidar a su padre ni su amor por ellos. Y tambin de volver.Los das que siguieron estuvieron llenos de tremenda actividad, mientras se juntaba una caravana para la ruta del sur. El padre supervis los preparativos por s mismo, advirtiendo continuamente a sus hijos queno perdiesen nunca de vista interiormente el propsito de su viaje, que nunca olvidasen a su padre, ni quines eran.Algunos de sus hijos estaban confusos con esto. Cmo podra haber peligro de olvidarse de s mismos y de su padre, a quien queran tan de verdad? Otros ocultaban sus miedos, porque ninguno se haba apartado nunca del lado de su padre. A algunos la tarea les pareca sin sentido. Pero los ministros saban de esta isla, y teman su reputacin.Viajaron dos semanas hacia el sur. Ninguno, ni los hijos ni hijas, haba dejado antes su patria y todos tenan una gran pena en el corazn, pero cuando llegaron a la vista del ocano, enmudecieron de asombro, no habiendo visto nunca nada tan enorme y mudable. Sus aguas batan la costa y la luz del sol arrastraba su inquieta faz hasta el horizonte. Segn lo prometido, haba un barco esperando y zarparon. Navegando por un infinito paisaje marino, dejando atrs todo lo que conocan y amaban, se sintieron nacer a una segunda vida, cuyo sentido an les estaba velado. El vaco, azotado de espuma, pareca infinito y atemporal y se sentan como motas insignificantes en su acuosa garra. Podan ser consumidos en su oscuro misterio en cualquier momento, sin dejar traza. Vieron la cara del ocano volverse ms gris y ms dura hasta que en el horizonte apareci una evanescente ondulacin oscura, que revelaba la desdibujada costa de la isla.No haba playa, solo una enmaraada barrera de hierbajos, grises y atrofiados rboles, lea carcomida y cordajes de marinos menos afortunados, y caparazones boca arriba de animales desconocidos. Este ha de ser uno de los ms inhspitos y abominables lugares de la gran tierra de Dios, dijo el mayor, hemos de acabar nuestro negocio aqu tan rpido como sea posible para poder volver con nuestro Padre. Los hijos se pusieron a trabajar juntos, como les haban aconsejado los ministros. Al principio prepararon el mnimo refugio en que poder vivir y trabajar juntos los siguientes cuarenta das. El ms sencillo refugio era todo lo que necesitaban, suficiente para mantenerse a salvo.Impulsados por la fealdad de la isla, eran modelos de diligencia. Todos los das iban a los lugares ms recnditos de la isla en bsqueda del talismn. Monocorde el tiempo. rboles y rocas cubiertos de acre, oloroso limo. Cada da se afanaban en la aspereza, buscando, cavando, incesantes en su determinacin de recuperar ese sagrado tesoro. Los das se sucedan uno tras otro. A medida que se haca ms y ms obvio que no habra ningn triunfo rpido, los hijos se volvan ms y ms competitivos, suspicaces unos respecto a otros, y reservados con sus ideas sobre cmo y dnde buscar, con cualquier pista, por infundada que fuera. Una noche el asunto de la cooperacin lleg tumuluosamente a su fin. La siguiente maana, bajo cielos oprimente, los hermanos se esparcieron cada uno por su lado, y aun aquellos que no lo haban querido as, se encontraron que ya cada uno era una nacin independiente.No por eso se hizo menos difcil su bsqueda. Aun los ms dedicados a la tarea de su padre eran incapaces de ser constantes. Se volvieron malhumorados y depresivos; la parlisis de la depresin pareca ahora ser prueba de incapacidad. Una oscura ilusin que pona un peso psicolgico de ms de cien arrobas en el corazn.Cuando cada da empez a no mostrarse mejor ni diferente del anterior, cay sobre ellos un tedio que embotaba el intento, una lasitud que a algunos les hizo temer que el acto de buscar no fuera bastante. Haba que hacer mayores cosas. Aun si su padre les haba enviado por una cosa simple y concreta, cuanto mayor sera su satisfaccin si pudieran volver con algo mayor, ms importante. Algunos empezaron a buscar visiones. Era imposible no buscar algo, cualquier cosa, fuera lo que fuera, y no convencerse de que era de lo ms significativo. Y algunos luchaban contra esto yconseguan recordary , con un esfuerzo angustioso, renovar una y otra vez su devocin. Y una y otra vez ellos mismo destruan esta devocin y volvan a renovarla, llorando: sus propias lgrimas eran el cemento que mantena firme la promesa de nunca dejar morir el fuego. Hasta que de nuevo se desvaneca el recuerdo y los dejaba perdidos. As sucedi para los que estaban mejor preparados.Mientras tanto el Sultan, sentado en silencio, ocasionalmente roto por pajaritos que pasaban por encima, pensaba en las terribles dificultades que sus amados hijos deban soportar, mientras esperaba a que su Primer Ministro describiera lo que haba visto en la isla. Por la compasin y por el dolor causado por la ausencia de sus hijos, el Sultn haba enviado al Primer Ministro a cada uno de ellos, para animarlos, recordndoles su promesa de no olvidar a su padre, de recordar la tarea a la que haban sido enviados, y de dedicarse a ella, pues no podan volver a la presencia de su padre con las manos vacas, porque el tiempo adjudicado pronto llegara a su fin.El Primer Ministro habl:El primero de vuestros hijos no me reconoci, a m que era un segundo padre para l. Ha construido ungrandioso templo de rboles secos y maderaen la ensenada oeste de la isla y all est todos los das y medita flotando en el aire, habiendo descubierto la habilidad de levitar el cuerpo. Cuando le pregunt si haba encontrado el talismn, me mir pensativo y dijo, S, he odo esa leyenda, que tal magia fue confiada al secreto pueblo perdido de esta isla pero nadie sabe en verdad quines eran y adems es todo leyenda. Oh Noble Luz! Le dije que nadie ha vivido nunca en ese lugar ms que l y sus hermanos y hermanas. l dijo: S, s que hay otros locos en esta isla, pero hubo una raza de seres puros antes de ellos. Ya veis, Sultn, vuestro hijo ha creado una nueva historia para s y un mundo de su propia imaginacin.l es su propia religin y su propia sociedad.Ha abandonado la bsqueda, y cree que la isla es su hogar permanente.Le pregunt por las instrucciones que su padre le dio. Qu hay de vuestro padre, dije, el Rey a quin jurasteis amar y recordar en vuestra Alma? Y dijo, Mi padre, quienquiera que fuera, est muerto o me abandon hace mucho.El Ministro continu:Encontr a otro de vuestros hijos en unacueva rodeada de trampas.Le llam, y emergi rodeado de temible armamento, como nunca haba visto; reluciente armadura tejida de brillantes chispas de relmpago, una espada de sombras envenenadas que se mova por su propio poder. Jur que yo, vuestro servidor, era un enviado de los otros como espa para hallar debilidades en sus defensas que permitieran una invasin triunfal de su territorio. Sois un enemigo, dijo; y no intentis convencerme de otra cosa. Por todo lo que s sois un espa enviado por ellos. Le record el talismn y le urg a buscarlo por el bien de su alma en los lugares ms silenciosos de la isla.En los silenciosdijo,es donde se ocultan mis enemigos.El Ministro sigui:Vuestra hija mayor vive muy al interior, donde tambin ella ha erigidobarreras de piedra dentro de las que haba un enorme palacio de piedra y maderas nobles.Animales salvajes la seguan a todas partes, mi Rey. No queris abandonar este horroroso lugar? Le pregunt. Este es mi hogar, mi nico hogar. Qu hay de vuestra vida real, vuestra autntica vida, la que este sueo obscurece? Est en los rboles, las flores, el cielo, dijo. No recordis a lo que habis venido aqu? Pregunt. Estamos aqu para rendir homenaje a los espritus que moran en estos sacros lugares, los rboles, y el cielo, dijo. Pues creed esto, dije, que ya estis unida a ellos. Le habl de quin era, de su unidad con vos, por el amor y la sangre, y cun necesario era seguir con el trabajo esencial, para que pudiera volver aeste lugar que es el real, el lugar del amor de su padre.Estuvo en silencios un largusimo tiempo; despus, juro que vi cruzar por su cara una chispa de recuerdo, pero huy rpidamente. Qu bella historia! Exclam al fin. Estoy recogiendo historias para una antologa de sagradas escrituras que espero publicar algn da. Puedo incluirla?El Primer ministro se recompuso y continu.Majestad, vuestro segundo hijo ha inventado el surf, y se ha hecho su principal adepto.Di con otro de los prncipes, y le llev su precioso perro que l ha amado desde que era un cro. Me reconoci y tambin al perro. Pero el pobre perro temblaba, tanto haba cambiado interiormente su anterior amigo. Vuestro hijo se ha dado un nombre extrao; le llam con su autntico nombre, el nombre que vos mismo le disteis, oh Sultn!, antes incluso de que existiera. Le record por qu estaba all en la isla, y lo que tena que hacer, que tena que hacerlo rpidamente, antes de ser totalmente digerido por el encantamiento de la isla. Estuvo silencioso un rato. Luego dijo que, aunque recordaba un vago sueo que concordaba con muchas de las cosas que yo deca, un sueo que tambin me inclua a m y visiones del amoroso hogar, tan lejano, todas estas cosas eran meros fantasmas y mentiras, convocados por alguna hechicera nunca vista. Porque si fueran tan reales como yo deca que eran,significara que l mismo viva una mentira. Y esto era demasiado imposible para aceptarlo.Por lo tanto, dijo vuestro hijo, que yo, vuestro ministro de mayor confianza, era un fantasma de este engaoso sueo, que buscaba apartarlo de la realidad. Mi Sultn, le jur que era l quien dorma, y que su sueo era real. Vuestros torticeros designios no son bienvenidos, me dijo, y para recalcarlo, mat y as al perro que haba sido su anglico guardin desde la cuna, y se lo comi.En un salvaje can, en una ciudad de tremendas torres pulidas de marfil tallado, granito y caoba todas apuntadas contra el cielo como para tapar el sol, encontr a otro de vuestros amados, mi Sultn. Estaba maravillado. Qu has hecho? Le pregunt.Dijo,Las visiones nacidas en m son demasiado grandes y magnificentes para vivir en mi interior y ahora piden vida en el mundo. He divisado un mundo mejor que este triste lugar y me dedico a transformar yo mismo esta desarrapada creacin en esa visin mejor. Estoy construyendo una gran universidad para el estudio de la ciencia del alma y el servicio a la humanidad, un congreso para todos los eruditos de todo el mundo, que se reunirn a discutir y planear el destino de la humanidad. Cuando mueran, nuevos eruditos tomarn su lugar. Y as siempre. Un perenne reino de la mente.An hay tiempo para recordar vuestra promesa a vuestro padre, le dije.Vuestro tesoro an est enterrado en los silencios de la isla.De qu estis hablando? me grit. Con todo el ruido que siempre hay aqu, y que hacen por all? Con toda esta construccin en marcha? Adems, cuando lleguen los eruditos y empiecen a discutir la Gran Pregunta ya no habr sitio para el silencio en el mundo.Al final el angustiado Sultn susurr Estn ya todos nuestros hijos locos?Me cruc a una de vuestras hijas en un puesto de pesca. Como con todos vuestros hijos, le di vuestro mensaje. Le habl de vuestro amor por ellos, que pronto todos deban volver a vos. Gran Soberano, era como si nunca se hubiera separado de nosotros, aunque puedo ver lo difcil que es su lucha entre las garras de ese lugar. La ha envejecido. An se conoce por el nombre que le disteis y me abraz con tal afecto que mis ojos se humedecieron de felicidad, como si en ese malhadado lugar me hubierais encontrado y abrazado vos mismo. No le tuve que preguntar por el talismn, vi la seal en sus ojos. Comunicaba su corazn y el mo. Y solo pude preguntar,Pero dnde en esta maldita isla pudiste hallar silencio bastante para encontrarlo?Su dedo ndice marc su propio pecho.Yo soy el amor de mi padre. No soy yo el Silencio?Finalmente, atrado a ese malhadado lugar por el amor, el Sultn fue personalmente a por sus hijos.Este mismo amor dej impotente el encantamiento de la isla. Y los hijos, cuando vieron a su padre,inmediatamente fueron transformados, rehechos en un instante, como por amor, a su anterior ser. El encantamiento del sueo se les cay solo, como camisa de culebra. Y se hallaron desnudos, vestidos slo del conocimiento de la promesa a su padre, y de lo que haban hecho, o dejado de hacer. Todo su ser y trabajo se ilumin con su amor.Para aquellos que haban encontradoel lugar del espejo donde el Alma de las Almas se ve a s misma, se volvieron como cuando estaban con su padre antes de llegar a la isla. El gozo y esplendor de su lugar en el corazn de su padre, que la isla les dijera ser un sueo auto-conmiserativo, se volvi tan real como siempre haba sido. Ellos se probaron Virreyes.Pero para los otros, que no haban encontrado el Silencio ni su tesoro, que gastaron tanto tiempo en extraos empeos, que olvidaron su promesa de nunca olvidar, para ellos el puro amor quemaba de vergenza. Como el servidor que vuelve de una lejana ciudad con todo excepto aquello para lo que fuera enviado, todo su trabajo fue baldo. Y se ahogaron de vergenza. Algunos huyeron a la ms profunda espesura. Otros enloquecieron con el penoso conocimiento de lo que haban llegado a ser, y de lo que haban perdido con su cambio. Otros se transformaron en cosas salvajes, intentando ocultarse a la revelacin de este amor.Despus de contar esta historia, las narradoras siempre dan las gracias por permitirles cebarnos. De ms all de esas montaas, nos consideran como un pueblo casi muerto de hambre por falta de sustento, sin darnos cuenta de que nuestros propios bolsillos estn repletos de pan. No podemos comerlo por vosotros, dicen.

La hermosa sirvienta

dinnyErase una vez un sultn, dueo de la fe y del mundo. Habiendo salido de caza, se alej de su palacio y, en su camino, se cruz con una joven esclava. En un instante l mismo se convirti en esclavo. Compr a aquella sirvienta y la condujo a su palacio para decorar su dormitorio con aquella belleza. Pero, enseguida, la sirvienta cay enferma.

Siempre pasa lo mismo! Se encuentra la cntara, pero no hay agua. Y cuando se encuentra agua, la cntara est rota! Cuando se encuentra un asno, es imposible encontrar una silla. Cuando por fin se encuentra la silla, el asno ha sido devorado por el lobo.El sultn reuni a todos los mdicos y les dijo:

Estoy triste, slo ella podr poner remedio a mi pena. Aquel de vosotros que logre curar al alma de mi alma, podr participar de mis tesoros.

Los mdicos le respondieron:

Te prometemos hacer lo necesario. Cada uno de nosotros es como el Mesas de este mundo. Conocemos el blsamo que conviene a las heridas del corazn.

Al decir esto, los mdicos haban menospreciado la voluntad divina. Pues olvidar decirInsh Allah!hace al hombre impotente. Los mdicos ensayaron numerosas terapias, pero ninguna fue eficaz. La hermosa sirvienta se desmejoraba cada da un poco ms y las lgrimas del sultn se transformaban en arroyo.

Todos los remedios ensayados daban el resultado inverso del efecto provisto. El sultn, al comprobar la impotencia de sus mdicos, se traslad a la mezquita. Se prostern ante el Mihrab e inund el suelo con sus lgrimas. Dio gracias a Dios y le dijo:

T has atendido siempre a mis necesidades y yo he cometido el error de dirigirme a alguien distinto a ti.Perdname!

Esta sincera plegaria hizo desbordarse el ocano de los favores divinos, y el sultn, con los ojos llenos de lgrimas, cay en un profundo sueo. En su sueo, vio a un anciano que le deca:

Oh, sultn! Tus ruegos han sido escuchados! Maana recibirs la visita de un extranjero. Es un hombre justo y digno de confianza. Es tambin un buen mdico. Hay sabidura en sus remedios y su sabidura procede del poder de Dios.

Al despertar, el sultn se sinti colmado de alegra y se instal en su ventana para esperar el momento en el que se realizara su sueo. Pronto vio llegar a un hombre deslumbrante como el sol en la sombra.Era, desde luego, el rostro con el que haba soado. Acogi al extranjero como a un visir y dos ocanos de amor se reunieron. El anfitrin y su husped se hicieron amigos y el sultn dijo:

Mi verdadera amada eras t y no esta sirvienta. En este bajo mundo, hay que acometer una empresa para que se realice otra. Soy tu servidor.

Se abrazaron y el sultn aadi:

La belleza de tu rostro es una respuesta a cualquier pregunta!.

Mientras le contaba su historia, acompa al sabio anciano junto a la sirvienta enferma. El anciano observ su tez, le tom el pulso y descubri todos los sntomas de la enfermedad. Despus, dijo:

Los mdicos que te han cuidado no han hecho sino agravar tu estado, pues no han estudiado tu corazn.

No tard en descubrir la causa de la enfermedad, pero no dijo una palabra de ella. Los males del corazn son tan evidentes como los de la vescula. Cuando la lea arde, se percibe. Y nuestro mdico comprendi rpidamente que no era el cuerpo de la sirvienta el afectado, sino su corazn.

Pero, cualquiera que sea el medio por el cual se intenta describir el estado de un enamorado, se encuentra uno tan desprovisto de palabras como si fuera mudo S! Nuestra lengua es muy hbil en hacer comentarios, pero el amor sin comentarios es an ms hermoso. En su ambicin por describir el amor, la razn se encuentra como un asno tendido cuan largo es sobre el lodo. Puesel testigo del sol es el mismo sol.

El sabio anciano pidi al sultn que hiciera salir a todos los ocupantes del palacio, extraos o amigos.

Quiero,dijo, que nadie pueda escuchar a las puertas, pues tengo unas preguntas que hacer a la enferma.

La sirvienta y el anciano se quedaron, pues, solos en el palacio del sultn. El anciano empez entonces a interrogarla con mucha dulzura:

De dnde vienes? T no debes ignorar que cada regin tiene mtodos curativos propios. Te quedan parientes en tu pas? Vecinos? Gente a la que amas?.

Y, mientras le haca preguntas sobre su pasado, segua tomndole el pulso.

Si alguien se ha clavado una espina en el pie, lo apoya en su rodilla e intenta sacrsela por todos los medios. Si una espina en el pie causa tanto sufrimiento, qu decir de una espina en el corazn! Si llega a clavarse una espina bajo la cola de un asno, ste se pone a rebuznar creyendo que sus voces van a quitarle la espina, cuando lo que hace falta es un hombre inteligente que lo alivie.

As nuestro competente mdico prestaba gran atencin al pulso de la enferma en cada una de las preguntas que le haca. Le pregunt cules eran las personas con quienes viva y coma. El pulso permaneca invariable hasta el momento en que mencion la ciudad deSamarkanda.Comprob una repentina aceleracin. Las mejillas de la enferma, que hasta entonces eran muy plidas, empezaron a ruborizarse. La sirvienta le revel entonces que la causa de sus tormentos era un joyero de Samarkanda que viva en su barrio cuando ella haba estado en aquella ciudad.

El mdico le dijo entonces:

No te inquietes ms, he comprendido la razn de tu enfermedad y tengo lo que necesitas para curarte. Que tu corazn enfermo recobre la alegra! Pero no reveles a nadie tu secreto, ni siquiera al sultn.

Despus fue a reunirse con el sultn, le expuso la situacin y le dijo:

Es preciso que hagamos venir a esa persona, que la invites personalmente. No hay duda de que estar encantado con tal invitacin, sobre todo si le envas como regalo unos vestidos adornados con oro y plata.

El sultn se apresur a enviar a algunos de sus servidores como mensajeros ante el joyero de Samarkanda. Cuando llegaron a su destino, fueron a ver al joyero y le dijeron:

Oh, hombre de talento! Tu nombre es clebre en todas partes! Y nuestro sultn desea confiarte el puesto de joyero de su palacio. Te enva unos vestidos, oro y plata. Si vienes, sers su protegido.

A la vista de los presentes que se le hacan, el joyero, sin sombra de duda, tom el camino del palacio con el corazn henchido de gozo. Dej su pas, abandonando a sus hijos, y a su familia, soando con riquezas. Pero el ngel de la muerte le deca al odo:

Vaya! Crees acaso poder llevarte al ms all aquello con los que sueas?.

A su llegada, el joyero fue presentado al sultn. Este lo honr mucho y le confi la custodia de todos sus tesoros. El anciano mdico pidi entonces al sultn que uniera al joyero con la hermosa sirvienta para que el fuego de su nostalgia se apagase por el agua de la unin.

Durante seis meses, el joyero y la hermosa sirvienta vivieron en placer y en el gozo. La enferma sanaba y se volva cada vez ms hermosa.

Un da, el mdico prepar una coccin para que el joyero enfermase. Y, bajo el efecto de su enfermedad, este ltimo perdi toda su belleza. Sus mejillas palidecieron y el corazn de la hermosa sirvienta se enfri en su relacin con l. Su amor por l disminuy as hasta desaparecer completamente.Cuando el amor depende de los colores o de los perfumes, no es amor, es una vergenza. Sus ms hermosas plumas, para el pavo real, son enemigas. El zorro que va desprevenido pierde la vida a causa de su cola. El elefante pierde la suya por un poco de marfil.

El joyero deca:

Un cazador ha hecho correr mi sangre, como si yo fuese una gacela y l quisiera apoderarse de mi almizcle. Que el que ha hecho eso no crea que no me vengar.

Rindi el alma y la sirvienta qued libre de los tormentos del amor. Pero el amor a lo efmero no es amor.

Mawlana Yalal al-Din Rumi 150 Cuentos Sufes extrados del Matnawi Ed. Paidos OrientaliaComentario del Murshid Nawab en el retiro de Bogota, Marzo de 2001:

El doctor tena cierta pocin alqumica y puso un poco en la comida de la mujer joven. Y bajo el efecto de la pocin ella vio a su amado esposo como el se vera setenta aos despus. Por supuesto qued impresionada, entonces pregunt, "Qu pasa, dnde est mi marido?", y l dijo, "Pero si estoy aqu amor, bsame". Ella estaba horrorizada de besarlo.Despus de un tiempo, el efecto de la pocin desapareci, pero ella comenz a pensar ms profundamente en la situacin y comprendi que a pesar de todas las circunstancias, el rey siempre la haba amado y que inclusive el rey haba sacrificado su felicidad por la de ella. Y as, ella entendi que ella le deba mucho ms a l de lo que l le haba dado. Bueno... , cmo sali ella de la situacin, la historia no lo cuenta.Y realmente esta es la pelcula del alma, el apego al mundo y el amor de la Divina Presencia. La joven mujer representa nuestra alma, que es amada por el rey, el Divino Rey, que slo quiere darnos todo lo que necesitamos. Entonces nos intoxicamos con nuestra vida en la tierra, que est representada por el amor de la mujer hacia el orfebre. Pero si con la ayuda del alquimista, reconocemos la visin futura del orfebre, esto nos ayuda a reconocer la verdadera situacin, que es lo que los sufis llaman morir antes de la muerte. Cuando el alma ve el destino que le espera al cuerpo, ese amor temporal cambia"

aber sentir el sabor"Saber" y "sabor" tienen una ntima relacin entre los dos.rase una vez, en un pequeo poblado perdido entre las montaas, que vivan en una aldea recogida y alegre, un grupo de seres humanos. Hacan lo que suelen hacer la mayora de estos seres:dormir, trabajar, comer, jugar y dormir.Pero he aqu que un da uno de ellos, por extraos motivos que nos llevaran a otras historias, decidi marchar de ese pueblo. Reuni a todos lo seres del pueblo y les manifest su intencin de salir ms all de las montaas para conocer lo que se"coca"en otros lugares.- Para qu?- le preguntaron sus amigos.- Porque quiero saber- les respondi.Nuestro amigo, al que desde ahora llamaremos Sixto, se dirigi al norte, porque desde antiguo al pueblo haban llegado noticias, que all era dnde exista ms saber.Pas un tiempo sin noticias de Sixto, hasta que un buen da apareci en lontananza. Hubo gran alegra en el poblado, todos le rodeaban, le preguntaban, pero l vena cansado del viaje y pidi que le dejasen descansar. Al da siguiente, a la puerta de su casa, todo el mundo estaba reunido esperando que l apareciera.Cuando lo hizo, todos prorrumpieron en aplausos y aclamndole le pedan que compartiera con ellos su saber.- Bueno, veris, lo nico que he aprendido no puedo compartirlo con vosotros.!Oh! Quedesilusinentre los seres del poblado.-Por qu?- se atrevi a preguntar un nio (todos sabemos que los nios son muy atrevidos)- Porque lo que he aprendido es a distinguir el sabor de las cosas.Un murmullo de perplejidad se adue del pueblo.- Veris, amigos. Cuando llegu al norte, me sent perdido. Haba mucha gente, ciudades enormes, y en ese estado me encontraba cuando vi en un cartel que se daban cursos de cocina rpida. Como el hambre me acuciaba pens que no vendra nada mal llenar el estmago con algo y de paso aprender a cocinar comidas diferentes. Entr pero, sabis?, el curso no era para aprender a cocinar, no. Era para aprender a saborear la comida.-Oh!- murmuraron los del pueblo- Y eso cmo se aprende?-Ah! Amigos mos es bastante complicado de explicar con palabras-dijo Sixto-los profesores se limitaban a dibujar esquemas y diagramas en la pizarra, y nos decan: "Tenis que sentir el sabor de sta posicin del esquema". Otro incida: "No hay que dar vueltas buscando el mejor sabor. Sabor solo hay uno, y es aquel que no tiene sabor, porque en l estn todos los sabores".Y nos pona el ejemplo de la luz blanca que se descompone en diferentes colores cuando pasa por un prisma. "El lugar-deca el jefe de cocina-donde hay y no hay luz blanca es el sabor sin sabor".El pueblo entero estaba maravillado de esta explicacin.- Por favor, dibjanos esos esquemas. Nosotros queremos experimentar ese sabor sin sabor.Sixto los mir con conmiseracin, y quedamente les dijo:- Amigos mos, esto es lo que me ensearon en aquella ciudad, pero de regreso al pueblo me he dado cuenta, a travs de procesos que si os lo contara a alguno de vosotros se volvera ms confundido, digo que me he dado cuenta que todo eso no sirve para nada.- Qu?!- pregunt asombrado el pueblo.-Os lo explicar. La clave est en dos palabras:"sentir" ysabor". Vosotros queris saber a que sabe el sabor sin sabor. Es cierto?- S!-Y yo os digo que lo importante es sentir ese sabor.- Ah!- los seres del poblado se miraron unos a otros.Un nio, el mismo de antes, que por lo visto era un poco pesado con sus preguntas, dijo:- Sixto, Sixto...- S, nio, dime.- Podras decirme, entonces, por qu esos seores que hablaban mediante grficos del sabor sin sabor dan esas clases?Por qu utilizan esquemas si no son importantes?Por qu malgastan su tiempo y su energa en dar un arte objetivo a la subjetividad de la gente? Por qu...?- Nio, calla!-grit Sixto-T no puedes saberlo porque no has estado dnde yo he estado, ni has visto lo que yo he visto. Esas personas que dibujaban el sabor, saban lo que estaban haciendo, lo transmitan de una manera especial, de tal forma que se introduca poco a poco en el organismo y ha sido ahora, al llegar al pueblo, cuando me he dado cuenta de que es lo realmente importante.- Dnoslo, Sixto, dnoslo! - grit todo el pueblo.- Hay que sentir el sabor, ya os lo he dicho.- Y cmo sabemos que es lo que sentimos si no tenemos un espejo en el cual mirarnos?, pregunt el mismo nio de antes.Sixto mir con dulzura al nio y le dijo:- Nio, eres un pesado insolente!- sonri y desapareci en su casa para darse un bao".

La historia del cerrajeroHaba una vez un cerrajero al que acusaron injustamente de unos delitos y lo condenaron a vivir en una prisin oscura y profunda. Cuando llevaba all algn tiempo, su mujer, que lo quera muchsimo se present al rey y le suplic que le permitiera por lo menos llevarle una alfombra a su marido para que pudiera cumplir con sus postraciones cada da. El rey consider justa esa peticin y dio permiso a la mujer para llevarle una alfombra para la oracin.El prisionero agradeci la alfombra a su mujer y cada da haca fielmente sus postraciones sobre ella. Pasado un tiempo el hombre escap de la prisin y cuando le preguntaban cmo lo haba conseguido, l explicaba que despus de aos de hacer sus postraciones y de orar para salir de la prisin,comenz a ver lo que tena justo bajo las narices.Un buen da vio que su mujer haba tejido en la alfombra el dibujo de la cerradura que lo mantena prisionero. Cuando se dio cuenta de esto ycomprendi que ya tena en su poder toda la informacin que necesitaba para escapar,comenz a hacerse amigo desus guardias. Y los convenci de quetodos viviran mucho mejor si lo ayudaban y escapaban juntosde la prisin. Ellos estuvieron de acuerdo, puesto que aunque eran guardias comprendan que tambin estaban prisioneros. Tambin deseaban escapar pero no tenan los medios para hacerlo.As pues, el cerrajero y sus guardias decidieron el siguiente plan: ellos le llevaran piezas de metal y l hara cosas tiles con ellas para venderlas en el mercado. Juntos amasaran recursos para la huda y del trozo de metal ms fuerte que pudieran adquirir el cerrajero hara una llave. Una noche, cuando ya estaba todo preparado, el cerrajero y sus guardias abrieron la cerradura de la puerta de la prisin y salieron al frescor de la noche, donde estaba su amada esposa esperndolo. Dej en la prisin la alfombra para orar, para quecualquier otro prisionero que fuera lo suficientemente listo para interpretar el dibujo de la alfombra tambin pudiera escapar.As se reuni con su mujer, sus ex-guardias se hicieron sus amigos y todos vivieron en armona. El amor y la pericia prevalecieron.Cuento tradicional suf

http://www.personarte.com/cuentos.htm