Cuentos del Mundo Q'eqchi' - Rafael Landívar University

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Cuentos del Mundo Q'eqchi' (¡uülennina Herrera Mayra Fong Rodríguez Universidad Rafael Landívar Instituto de Lingüística

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Cuentos del Mundo Q'eqchi'

(¡uülennina Herrera Mayra Fong Rodríguez

Universidad Rafael Landívar Instituto de Lingüística

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Guatemala, 1994

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Colección: Serie: Directora de la colección: Editor: Autora: Ilustradora: Diagramador:

Lírica y Narrativa Tradicional de Guatemala N. 62 Cuentos mayas en castellano N. 4 Guillermina Herrera Peña Amílcar Dávila Guillermina Herrera Peña Mayra Fong Rodríguez Carlos Rafael Figueroa

© 1994 Universidad Rafael Landívar, Guatemala

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, PRESENTACION

Esta obrita recoge quince cuentos de la tradición oral q'eqchi', que fueron antes publicados por el Instituto de Lingüística de la Universidad Rafael Landívar en la lengua original q'eqchi'.

Publicarlos ahora en castellano y en una edición destinada a los niños guatemaltecos, especialmente a los de la etnia q'eqchi', tiene como propósito darlos a conocer a un número mayor de lectores, que seguramente disfrutarán de su candor y frescura.

Recomendamos especialmente a los maestros aprovechar su lectura en el aula no sólo para proporcionar al niño elementos valiosos de la cultura regional q'eqchi', sino para apoyar su conocimiento del castellano.

A los niños de otras etnias guatemaltecas servirá también para conocer un poco sobre las enseñanzas, tradiciones y pensamiento del mundo maya-q'eqchi'.

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, INDICE

CUENTOS EJEMPLARES

Abuelo, padre y nieto ...................................................................... ~..................................... 09

El hombre pobre y el hombre rico ...... '................................................................................. 12

El castigo para los haraganes............................................................................................... 14

El origen de los monos . . . .. . . . . .. . . . . . .. . . . . . .. . . . . .. . . . . . .. . . . . . .. . . . . .. . . . .. .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . . .. . . . . .. . . . . . .. . . . . . .. . . 16

El aviso....................................................................................................................................... 22

CUENTOS MÁGICOS

El Ch'imb' ..................... .............................................................................................................. 26

El árbol sagrado . . . .. . . . . .. . . . . . .. . . . . . .. . .. . .. .. . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . .. . . . . . .. .. . . . . . .. . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . .. .. .. . . . . . .. . 28

CUENTOS DE SANTOS

Una prueba para San Pablo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. .. . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . . .. .. . . .. . . . . . . 32

Una prueba para San Pedro................................... .............................................................. 36

CUENTOS DE ANIMALES

La taltuza y el gavilán . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . .. . . . . . .. . . . . . .. . . . . .. . . . . ... .. . . . .. . . . . .. . . . . . .. . .. . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . . . . . . . 40

El tacuacín y el tigre............................................................................................................... 42

Los saltos del sapo................................................................................................................... 44

La cotuza y el tigre . . . . . . .. . .. . . . . .. . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . .. .. . . . . . .. . . ... .. . . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . .. . . .. . .. .. .. .. . . .. . . 46

Ansias de volar . . . .. . . . . .. . .. . . .. . . . .. .. . . . . .. . . . . . .. . . . . . .. . . . . .. . .. .. .. . . . . . .. . . . .... . . . . .. . . . . . .. . . . . .. . . .. . .. . . . . . .. .. . . .. . . .. . .. .. . 48

La ardilla y la taltuza . . . .. . . . . .. . . . . . .. .. . . .. . . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. . . . . .. ... . . .... .. ... .. . . .. . . . . . .. . . . .... . . . . .. . .. . . .. . . . ......... 50 1

GLOSARIO . . . .. . . . . .. .. . . . .. . . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . .. . . . . . .. . . . . .. . . . . .. . . . . . . .. . . . . .. .. . . . . . . . . . .. . .. . . .. . .. .. .. . . . .. .. .. . . .. .. . 54

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ABUELO, PADRE Y NIETO

Había una vez un ancianito que tenía un hijo y un nieto. El anciano estaba muy enfermo, y temblaba de pies y manos. Cuando comía siempre quebraba algo: la taza, el plato, el vaso ... El hijo se desesperaba, porque día a día perdía piezas de su fina vajilla, así que decidió fabricarle una escudilla de madera. "La madera no se quiebra, y así dejaré de perder", se dijo.

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Empezaba a tallar una madera, dándole la forma de escudilla, cuando llegó su hijo.

- ¿Qué haces, padre? -preguntó el niño. - Estoy haciendo una escudilla para tu abuelo -le respondió.

- ¿Para qué le va a servir? -siguió preguntando curiosamente el muchacho.

- Para comer en ella. ¿No ves que estoy cansado de que todos los días quiebre piezas de mi vajilla? -explicó el padre.

Al día siguiente, el niño comenzó también a fabricar una escudilla. Estaba tallándola, cuando llegó su padre.

- ¿Qué estás haciendo, hijo mío? -preguntó sorprendido.

- Estoy fabricando una escudilla -respondió seriamente el niño.

- ¿Para qué va a servirte?

- Es para ti -explicó el niño. Cuando envejezcas comerás en ella, porque si comes en mi vajilla podrás quebrarla, como hace ahora mi abuelo -agregó.

El padre no supo qué responder, y bajando la cabeza se alejó avergonzado.

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EL HOMBRE POBRE Y EL HOMBRE RICO

Había una vez un hombre que vivía muy pobremente en un pequeño pueblo. No tenía padres, ni familiar alguno a quien recurrir; carecía de casa, y no tenía tierra que trabajar. Todos los días, apenas amanecía, se ponía a pedir limosna en las calles, enfrente de los templos y en las puertas de los comedores.

En una ocasión, cuando estaba junto a la entrada de un comedor suplicando caridad, vio llegar a un hombre muy rico, vistosamente ataviado y montando un brioso caballo.

-Señor, regáleme un poquito de comida, lo que le sobre del plato -suplicó.

-¡Qué voy a regalarte! -exclamó despectivamente el hombre rico, y no le dio nada al infeliz limosnero.

-Gracias -dijo el hombre pobre. Y añadió: -Recuerde que dice el dicho: "hoy por mí, mañana por ti".

El hombre rico no entendió lo que el otro le decía. Cuando terminó de comer, arrojó los restos de su plato a los perros, y se marchó.

Tanta hambre tenía el limosnero, que quiso arrebatar la comida a los perros, pero no pudo hacerlo. Esa noche se fue a dormir sin comer.

Pasó el tiempo, y una tarde el pordiosero viajó a otro pueblo que quedaba lejos del suyo. AIIT encontró nuevamente al hombre rico, pero en circunstancias muy diferentes: montado en su caballo, estaba atrapado en un lodazal. El caballo

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estaba semihundido en el barro, y sólo se le miraba medio cuerpo porque el lodo era muy profundo. Al ver que el limosnero se acercaba, el hombre rico le gritó:

-Vos, hacéme un favor, andá a traerme un poco de comida porque me estoy muriendo de hambre. Hace tres días que no como.

-Acuérdese de cuando yo le pedí un poco de comida porque también estaba muriéndome de hambre, ¿qué me respondió? -le preguntó el pordiosero.

Entonces el hombre rico comprendió aquellas palabras del limosnero: "Hoy por mí, mañana por ti", y se dio cuenta de que nadie puede vivir solo en el mundo. En esta vida, todos nos necesitamos, los unos de los otros.

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EL CASTIGO PARA LOS HARAGANES

En un pueblo no lejano de aquí, vivía un anciano con sus dos nietos. Debido a su avanzada edad, el pobre hombre ya no podía trabajar, así que cuando llegó el tiempo de rozar los campos, dijo a sus nietos:

-Ahora llegó el tiempo de la roza. Por favor vayan al lugar donde sembraremos la milpa, y hagan la tarea,· porque yo ya no aguanto trabajar el campo.

-Está bien -contestaron los muchachos.

Sin embargo, eran haraganes y en realidad no estaban dispuestos a obedecer a su abuelo. Cada mañana iban al campo, pero se la pasaban jugando y fumando. Metían el humo del tabaco en los tecomates y los tapaban para que no se saliera. Cada tarde, regresaban a la casa fingiendo estar muy cansados de trabajar. El pobre anciano se compadecía de ellos y los invitaba a comer y a descansar.

Pasaron los días, y llegó el tiempo de la quema del monte, y el abuelo pidió de nuevo a los muchachos que se encargaran de la tarea. Ellos aceptaron, pero al llegar al campo sólo destaparon los tecomates para que saliera el humo que tenían guardado, y así engañaron nuevamente al anciano. El pobre hombre vio el humo desde lejos, y pensó que era el monte que se había quemado bien. Se sintió muy complacido con sus nietos. Cada tarde, se decía "Deben estar rendidos de tanto esfuerzo", y les daba de comer y los mandaba a dormir.

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Cuando llegó el día de la siembra, el anciano dijo muy contento a los muchachos:

-Ahora vamos a buscar a doce sembradores para que nos ayuden. Yo los voy a guiar.

Pero al llegar al lugar de la siembra, el abuelo se sintió desfallecer: No había dónde sembrar, el campo estaba todo enmontado y era imposible preparar la milpa.

-¿Qué han estado haciendo todo este tiempo? ¿Por qué me han engañado? -exclamó encoleri­zado- Ustedes ya no son mis nietos.

Asustados, los muchachos huyeron a la montaña. Allí recibieron su castigo, pues pronto se convirtieron en animales.

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EL ORIGEN DE LOS MONOS

Hace mucho tiempo vivió una pareja que tenía tres hijos. Los niños quedaron huérfanos a muy tierna edad, pues los padres enfermaron y, aunque recibieron todos los cuidados, no pudieron salvarse. Como los niños eran muy pequeños, la abuela se hizo cargo y se los llevó a vivir con ella.

La anciana los mimaba mucho, jamás los ponía a trabajar y los niños crecieron jugando todo el día.

Ya estaban crecidos cuando la abuela, sintiéndose muy vieja, les dijo:

-Hijos míos, mis días se fueron y he envejecido tanto que ya no puedo trabajar. Preparen un poco de milpa, que ya es tiempo de sembrarla. Vayan a rozar el campo.

Pero los muchachos no sabían cómo sembrar ni cómo cosechar. Nunca se habían ocupado de tales menesteres, así que preguntaron a la abuela:

-¿Qué es eso de rozar? ¿Cómo se hace y para qué?

-Vayan al monte, lleven sus machetes y azadones -les indicó la abuela. Corten todo el monte hasta el suelo. Apúrense, para que les dé tiempo de hacerlo mientras haya luz del sol.

-Pero, abuela, todavía no nos dices para qué tenemos que hacer todo eso, para qué debemos trabajar insistieron.

-Bien, escuchen -dijo la abuela-, nosotros comemos tortillas todos los días.

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Las tortillas trabajan para nosotros porque nos dan fuerzas, y las tortillas se hacen de maíz. Por eso es necesario sembrar la milpa.

-¿Qué? ¿Las tortillas trabajan? -se rieron los muchachos.

-Sí -dijo la anciana-, si no hay tortillas no se puede hacer nada.

Los tres muchachos se fueron al monte llevando tortillas que les había dado la abuela por si les apremiaba hambre. Al llegar al campo, les abrieron un hoyo en el centro y les pasaron un lazo; amarraron los extremos a dos palos, y alIT las dejaron con la esperanza de que hicieran el trabajo por ellos. Mientras tanto, fueron a explorar el monte, se encontraron con un aguacatal y un guayabo, se subieron a los árboles y comenzaron a jugar y a comer la fruta. Así pasaron la mañana.

Estaban saboreando aguacates y guayabas cuando, al medio día, llegó la ancianita con la comida. Según ella, los encontraría cansados de trabajar el campo; pero al llegar al sembradío no halló a nadie. Allí sólo había un lazo con tortillas colgando. Las tortillas estaban duras porque habían pasado toda la mañana al sol; los implementos de trabajo estaban amontonados al pie de un árbol.

-Niños, ¿dónde están? Vengan a comer -llamó la anciana.

Nadie le contestó, porque los muchachos estaban subidos en lo alto de un árbol y no hacían ruido.

-Orinemos sobre ella -dijo el más pequeño de los muchachos.

-Está bien -dijeron los otros dos.

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Cuando la anciana sintió que le caía agua, salió de debajo del árbol y miró hacia arriba. Entonces los muchachos le gritaron riéndose de ella:

-No es cierto que las tortillas trabajen. Hace tiempo que las dejamos allí y nada han hecho.

La abuela se enojó mucho y los maldijo diciéndoles:

-Ojalá se queden así para siempre, y coman sólo frutos de los árboles.

En ese momento les salió cola y se quedaron convertidos en monos. Esto les sucedió por no respetar a su abuela.

Entonces la anciana cogió las tortillas duras que estaban amarradas al lazo, y dijo:

-Que los viajeros y los que estén lejos de su casa coman estas tortillas.

Y así quedó: los viajeros comen totopostes; y los monos, donde los encuentres, te orinan y te defecan.

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EL AVISO

Sucedió una vez que una ancianita tenía que hablar con sus nietos de algo muy importante, pero éstos estaban jugando en una cueva, allá en la montaña. Como la anciana no podía caminar, y como no encontró a nadie que pudiera ir a llamarlos, cogió un piojito de su cabeza y le dijo:

-Hacéme un favor.

-¿Qué querés que yo te haga? -preguntó dispuesto el piojito.

-Andá a llamar a mis nietos porque quiero hablar con ellos.

-Está bien, señora, no tengás pena -dijo el piojito, y se fue a buscarlos.

Pero el camino hacia la montaña era muy largo, y el piojito, por más que caminaba y caminaba, no llegaba a la cueva. En eso, se encontró con un sapo, y le dijo:

-Hacéme un favor, vos. Lleváme a la montaña, que tengo que dar un aviso.

-Pero, ¿cómo te puedo llevar? -preguntó el sapo.

-Tragáme -le dijo el piojito.

El sapo se lo tragó, y siguió camino a la montaña. Pero como tardaba mucho en llegar, le pidió favor a una culebra para que lo llevara.

-¿En qué forma te puedo llevar? -le preguntó la culebra.

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-Tragáme -dijo el sapo.

La culebra se lo tragó y se fue arrastrando rápidamente. Cuando llegó a la cueva en la montaña, vomitó al sapo. Este trató de vomitar al piojito, pero no pudo porque era muy pequeñito. Entonces le dijo a uno de los niños:

-En mi estómago hay un aviso para ustedes.

-¿Qué es? -preguntó el niño.

-Piojito -respondió el sapo.

-¿Pero qué? -volvió a preguntar el niño.

-Piojito -respondió de nuevo el sapo.

El niño se enojó y le dio una patada que lo mató de inmediato, y el aviso nunca llegó a su destino.

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EL CH'IMB'

En la región q'eqchi' habita una culebra que se llama ch'imb', y que tiene la particularidad de que pone dinero.

Cuando el ch'imb' viene caminando debajo de la maleza hace un ruidito como de campanitas. Si un hombre o una mujer se lo encuentran en el camino, tendrán que tender a su paso una manta rayada. La culebra, al verla, se enroscará encima de ella, y el afortunado que la encuentre deberá envolverla en la manta y llevársela a su casa.

Al llegar con tan preciado tesoro, tendrá que fabricar una caja grande y pintarla con bonitos colores. Allí colocará a la culebra y ella, en lugar de poner huevecitos, pondrá dinero. Todos los días la caja se llenará de monedas, que el dueño no tendrá mq_s que recoger. ,

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todos los días, de todas las semanas, de todos los años.

Pero, al llegar el séptimo año, el animal huirá, y dentro de la caja la persona encontrará sólo tiestos. Ahora bien, si quien posee al ch'imb' conoce todos sus secretos, cuando vaya a cumplir siete años de tenerlo le dará a beber b'oj. Entonces la culebra se emborrachará y se dormirá, y así su dueño la podrá matar, ya que si la mata la riqueza que ha obtenido no se perderá, sino aumentará más.

Si la culebra llegara a huir, el dinero se desvanecería y la fortuna se iría perdiendo poco a poco, hasta dejar a la persona sin nada, como al principio. Cuando esto sucede, el antiguo dueño del ch'imb' tiene que ir vendiendo una a una todas sus posesiones, hasta quedarse con los brazos cruzados.

Todo esto hacía que nuestros antepasados, en aquellos tiempos, dijeran: "Si matas al ch'imb', ni hoy ni mañana verás la pobreza".

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, EL ARBOL SAGRADO

En tiempos remotos existía un árbol grande y frondoso, el árbol sagrado, al que amaban los animales porque les daba toda clase de frutos: naranjas, piñas, bananos, zapotes, nances y muchos más.

Los hombres, sin embargo, estaban muy enojados. No les gustaba que llegara al árbol toda clase de animales a comer de sus frutos. Les molestaba que llegaran animales grandes y animales pequeños, todos los días, a comer unos de la punta del árbol, y otros de sus ramas. Entonces se pusieron de acuerdo y dijeron:

-Vamos a cortarlo.

A la mañana siguiente iniciaron la tarea que se habían propuesto. Primero empezó un grupo de hombres usando todas sus fuerzas, pero pronto se cansaron todos, y tuvieron que ser reemplazados por otros. Uno y otro y muchos grupos de hombres se sucedieron aquel día en el trabajo, pero no pudieron cortar el árbol. Así que decidieron irse a dormir.

Cuando amaneció el siguiente día, se apresuraron en los preparativos, y llegaron al árbol. ¡Cuál no sería su sorpresa! Observaron pasmados que las cortaduras que habían hecho sus hachas estaban cicatrizadas.

No obstante, reiniciaron la tarea de cortarlo. Volvieron a pasar todo el día intentándolo, pero no lo consiguieron. Esa noche, cuando ya se iban a sus casas, le pidieron a un pájaro silvestre que vigilara al árbol.

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A media noche, el pájaro se durmió. En eso estaba, cuando sintió que le jalaban de la cola. Era el árbol sagrado que al cicatrizarse dejó parte de la cola del pájaro silvestre dentro de una cortadura. Es por eso que desde entonces el pájaro silvestre tiene parte de su cola desplumada.

A la mañana siguiente llegaron nuevamente los hombres, y encontraron al árbol otra vez completamente cicatrizado. El pájaro silvestre ya no estaba. Entonces reiniciaron la tarea. Estuvieron cortando con todas sus fuerzas durante todo el día. Cuando entró la noche, aún seguían talándolo. A media noche, por fin, lograron derribarlo.

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UNA PRUEBA PARA SAN PABLO

En tiempos remotos empezó a darse la envidia entre nuestros antepasados. Se envidiaban tanto, que comenzaron a ponerse pruebas, a ver quién ganaba.

San Pablo se quedó huérfano desde muy pequeño, y vivía con una vecina que tenía un hijo de aproximadamente la misma edad del santo. Cuando creció y se hizo muchacho, hacía los mandados y ayudaba en el trabajo de la casa. Todo le salía siempre muy bien, y los demás muchachos, especialmente aquel con quien vivía, comenzaron a envidiarlo. Así que entre todos decidieron ponerle una prueba, para saber si realmente era cierto que todas las cosas le salían bien.

Pero San Pablo, como era un santo, supo desde el principio que sus compañeros iban a ponerle una prueba, y estaba preparado.

Un día, antes de un viaje al mar que tenía programado, llegaron los muchachos y le dijeron:

-Pablo, mañana vamos a realizar una competencia de lanzamiento de piedras al mar, para ver quién las arroja más lejos.

-Con mucho gusto participaré -respondió prontamente.

Pero San Pablo, que sabía en dónde dormían las golondrinas, se levantó muy temprano a coger una. La atrapó sin problemas, la escondió y no se la enseñó a nadie.

Cuando llegó el día de la competencia, se fueron todos juntos a la orilla del

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-Ahora vamos a arrojar las piedras, a ver quién la lleva más lejos -dijo el hijo de la mujer en cuya casa vivía San Pablo.

-Lanzó vos primero, y después lo haré yo -dijo el santo.

El muchacho estuvo de acuerdo, agarró una piedra y la arrojó al mar, pero la piedra cayó muy cerca de la orilla.

-Ahora te toca a vos -le dijo el chico a San Pablo.

El santo recogió una piedra del suelo y la lanzó al mar, pero en el mismo instante soltó a la golondrina, la cual voló muy rápido hasta que desapareció de la vista de todos. Los muchachos confundieron la piedra con la golondrina, y San Pablo ganó la competencia.

Desde aquel día, las golondrinas suben y bajan cuando vuelan por los aires.

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UNA PRUEBA PARA SAN PEDRO

Un día, los dueños de la casa donde vivía San Pedro planearon ponerlo otra vez a prueba. Pero el santo ya sabía lo que le querían hacer, así que un día antes de ir a la montaña le pidió a un pájaro carpintero que por favor le abriera disimuladamente un hoyo en algún árbol de la montaña.

-Está bien -accedió el pájaro carpintero.

Al día siguiente, cuando San Pedro y el dueño de la casa se encontraban en medio de la montaña, el hombre le dijo al santo:

-Ahora vamos a ver quién de los dos es capaz de abrir a puros puñetazos un hoyo en algún árbol.

-Está bien -dijo San Pedro-; pero primero hacélo vos. Después trataré yo.

-El hombre dio con todas sus fuerzas un puñetazo al árbol más cercano, pero no se abrió ningún hoyo. Es más, el árbol ni siquiera se movió. Entonces desafió a San Pedro, diciéndole:

-Ahora te toca a vos abrir el hoyo, sea como sea.

-Pero, ¿cómo voy a hacerlo, si vos no pudiste?- respondió el santo.

Sin embargo, adivinando cuál era el árbol picoteado por el pájaro carpintero, y calculando el lugar exacto, San Pedro dio un puñetazo y, ¡cabal!, el hoyo se abrió.

Cabizbajo el hombre tuvo que aceptar su derrota sin decir ni una palabra, y ya no volvió a ponerle pruebas a San Pedro, porque nunca le ganaba.

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, LA TALTUZA Y EL GAVILAN

La taltuza y el gavilán se habían hecho muy buenos compañeros de juego, y habían llegado a estimarse. Algunas veces el gavilán llevaba a la taltuza a pasear sobre pueblos, montañas y' lagos. Para viajar, la cogía delicadamente entre sus grandes garras. La taltuza disfrutaba de estos viajes aéreos, porque desde arriba podía verlo todo: los cerros, los ríos, los valles y las casas. Pero, nunca lograba ver su propia casa.

-Y mi casa, ¿dónde está? -preguntaba insistentemente a su amigo.

-Ya no pienses en tu casa -le respondió un día el gavilán. Seguramente, cuando los hombres vieron que te traje a volar, la cerraron y sellaron bien la puerta.

-Está bien. Construiré otra casa nueva -respondió resignada la taltuza.

Ese día estuvieron volando y volando, y regresaron ya muy tarde. El gavilán se detuvo en su nido, e invitó a la taltuza a descansar allí un rato. Entró la noche y durmieron. Cuando la taltuza se despertó iba a levantarse porque pensó que ya era de día.

-No ha amanecido, amiga -explicó el gavilán-, es la luna llena que alumbra radiante.

La taltuza no pudo dormir el resto de la noche, porque hacía mucho frío y soplaba un fuerte viento. ¡Cómo deseaba la pobre que amaneciera pronto! La luz de la luna dañaba sus ojos, y se sentía muy incómoda allá arriba, en el nido del

40 gavilán.

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Al día siguiente, después de volar juntos un rato, el gavilán la llevó a su casa. Contenta, la taltuza vio que nadie la había sellado. Allí estaba su confortable cuevita. Comedida, invitó a su amigo a pasar adelante, pero el gavilán sólo pudo asomar la cabeza.

-¡Huy! ¡Qué oscura es tu casa! -exclamó- ¡Y qué profunda! Si vives en un hoyo ...

-Es mejor que la tuya, y más resguardada. Aquí dentro no sopla el viento y puedo dormir calentita. Además, aquí no me molesta la luz de la luna. ¡No sé cómo puedes tú vivir allá arriba! -dijo la taltuza, bostezando porque aún tenía mucho sueño.

Los amigos se despidieron, cada uno contento con su suerte, y compadeciendo al otro por lo que consideraba una terrible desgracia .

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.. EL TACUACIN Y EL TIGRE

El tacuacín había caído en una trampa. Estaba sosteniendo una gran piedra, haciendo esfuerzos muy superiores a sus fuerzas. Ya no aguantaba más, cuando llegó el tigre.

-Viejo, venía ayudarme a sostener esta piedra. Apuráte, porque ya se me va a caer, y si se cae nos matará a los dos -dijo de modo muy convincente.

-Ya voy, ya voy ... -respondió el tigre, apresurándose a ayudar al animalito.

-Agarrála duro. No vayás a dejarla caer. Yo iré por un palo para sostenerla -dijo el tacuacín, zafándose.

El tigre esperó y esperó, pero el tacuacín no regresó con el palo. Había huí do dejándolo con la enorme piedra. Cuando ya no aguantó más, se dijo: "Soltaré la piedra y saltaré rápidamente en el aire, para que no me golpee". Pero, por más que brincó, la piedra pasó lastimándole las piernas. Entonces, muy enojado, salió a buscar al tacuacín.

El animalito se había subido a la rama más alta de un árbol que estaba a la orilla de un río. Su imagen se reflejaba en las aguas.

-¡Ahora te como! -gritó el tigre al llegar al río y ver en el fondo la imagen del tacuacín, y comenzó a dar violentos zarpazos.

-¡Salí inmediatamente! -ordenó con furia. Como el tacuacín no le obedecía comenzó a beberse el agua.

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Desde su rama, el tacuacín estaba divirtiéndose a más no poder. El tigre había bebido tanta agua que se le había hinchado la barriga, y comenzó a sentir un fuerte dolor. En su desesperación, metió la pata al fondo del río para sacar al animalito. Desde arriba, éste no pudo contenerse, y soltó una carcajada. Fue entonces cuando el tigre se dio cuenta del ridículo que estaba haciendo.

Desde aquella vez, el tacuacín se ríe a carcajadas todas las noches, cuando sale a buscar alimento.

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-¡Ay!, ¡ay!, ¡ay! -gritó el pobre sapito al sentir que caía al vacío. ¿Por qué me ha hecho esto, compadre?

-Nunca pensé que usted viajara dentro de la carga -dijo el gavilán-, con razón pesaba tanto.

-Me muero, compadre -se quejaba el animalito-, ya no aguanto más.

El gavilán sopló en la boca del sapo para resucitarlo. Después le echó saliva, y lo salvó.

-¿Cómo se siente, compadre? -preguntó.

-No puedo caminar, únicamente puedo dar saltos -respondió el sapo. Y desde entonces, sólo marcha de esa manera.

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LA COTUZA Y EL TIGRE

En tiempos remotos, a la cotuza se le ocurrió una idea para engañar a ese grande y poderoso animal que es el tigre. Salió a caminar y se encontró una cueva, se instaló en ella y se puso a tararear una tonada. Llevaba ya buen rato tarareando, cuando llegó el conejo.

-¿Qué estás haciendo, cotuza? -le preguntó.

-Estoy entonando una música, porque están por venir unas visitas -explicó la cotuza.

-Ah, está bien -dijo el conejo, y se fue.

Luego la cotuza siguió su camino, atravesó una montaña y llegó a un lugar en donde había una gran cantidad de paja seca. Allí también empezó a tararear su tonada. Estaba cantando en voz muy alta, cuando llegó el tigre.

-¿Qué estás haciendo, cotuza? -le preguntó.

-Los señores de la cofradía me dejaron aquí entonando mi música, porque ya mero va a llegar la imagen -contestó la cotuza. Si me ayudas a cantar -agregó-, cuando los mayordomos vengan te darán de comer.

El tigre estuvo de acuerdo, y se puso a cantar.

-Mientras tú cantas yo iré a encontrar la imagen -dijo la cotuza-, cuando oigas los cohetes, empiezas a cantar en voz más alta para que te puedan oír de

46 lejos los de la procesión -añadió.

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-Está bien -dijo el tigre.

La cotuza se fue corriendo montaña abajo. Al rato, empezó a formarse un círculo de fuego alrededor del tigre. El animal, entretenido en la tonada, confundió el chasquido de los árboles y de la paja seca al quemarse con el fuego, con los esperados cohetes de la procesión. Entonces comenzó a cantar en voz más y más alta.

Cuando por fin se dio cuenta del fuego que lo rodeaba, ya era demasiado tarde: no había ni un solo lugar por donde escapar. Entonces, para no morir asfixiado o quemado, el tigre saltó sobre las llamas hasta un lugar seguro.

Al encontrarse al otro lado del fuego, se dio cuenta de que tenía muchas partes de su cuerpo quemadas. Y desde ese día, la piel del tigre recuerda esta aventura.

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ANSIAS DE VOLAR

Hace muchos años vivía un sapo muy viejo. Como ya no podía saltar, se quedaba todo el día aburrido en el mismo lugar. Se la pasaba muy triste, pensando.

Un día vio a un zopilote volando por los aires, y suspirando lo llamó.

-¿Qué querés, sapo? -preguntó el zopilote.

-Estoy muy triste, condenado a no moverme del mismo sitio. Ya no puedo buscar mi comida, ni pasear -le confesó el sapito-. ¿Qué puedo hacer para volar como vos lo hacés? -añadió.

-Nosotros, los zopilotes, volamos con nuestras alas -explicó el ave.

-Yo no tengo alas, pero ¡cómo me gustaría volar como ustedes! -suspiró el sapo.

-Si en verdad querés volar como nosotros, entonces voy a ir a llamar a un mi amigo, para que entre los dos te llevemos volando por los aires, cogido de un palito que sostendrás con la boca -le dijo consolándolo el zopilote.

El sapo no cabía en sí de alegría, y cuando llegaron los dos zopilotes con el palito, se apresuró a cogerlo con la boca y se dispuso a volar. Las aves se elevaron por los aires. ¡Cómo iba de contento el sapito!

Ya llevaba más de una hora volando colgado del palito, cuando empezó a sentirse cansado y dijo:

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-Ya me cansé de estar colgado ...

Pero, al decir estas palabras abrió la boca y se soltó, viniéndose precipitadamente para abajo hasta caer en el suelo.

Los zopilotes bajaron para ver qué le había pasado. Lo encontraron inmóvil, casi inconsciente. Poco a poco, sin embargo, el sapito fue recuperándose. Pasado un rato, ya consciente, se dio cuenta de que se encontraba en el suelo.

-No es bueno volar -les dijo a los zopilotes-, por poco me mato.

Se levantó poco a poco, y estaba completo, pero totalmente apachado. Desde entonces se quedó así.

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LA ARDILLA Y LA TALTUZA

Una vez se encontraron la ardilla y la taltuza. La ardilla estaba comiéndose una mazorca y la taltuza, la raíz de la milpa. La ardilla le dijo a su compañera de banquete:

-Quiero pedirte que la raíz de la milpa que te comás, sea de la que yo ya me comí la mazorca, porque de lo contrario me vas a dejar sin alimento.

-Estoy de acuerdo -dijo la taltuza-, pero tengo un problema. ¿Cómo voy a saber de qué milpa ya te has comido la mazorca? Yo, ya lo sabés, trabajo bajo tierra y no veo lo que pasa en la superficie.

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-Cada vez que me coma una mazorca, voy a jalar la caña para avisarte -dijo la ardilla.

-Está bien -convino la taltuza.

Un día en que la taltuza estaba de nuevo en su quehacer favorito comiendo la raíz de la milpa, llegó el dueño del sembradío y empezó a arrancar las cañas que ya no tenían mazorca. Cuando la taltuza vio que estaban jalando las cañas, pensó que era la ardilla que estaba avisándole cuáles podía comer, y preguntó:

-¿ Ya no tienen mazorca las que estás arrancando?

Al oirla, el dueño del sembradío le respondió:

-Vení para que lo veás. -Está bien -dijo la taltuza, y salió a la superficie.

Entonces el dueño de la milpa la agarró fuertemente, y le preguntó muy enojado:

-¿Por qué estás acabando con mi siembra?

-No soy yo quien se come tus mazorcas -dijo temblando el animalito. Si me soltás te digo quén es el culpable -añadió.

La ardilla se encontraba en lo alto de un árbol bajo cuya sombra estaba el dueño del sembradío. Cuando vio lo que ocurría, dejó caer un alote en la cabeza del hombre. La taltuza aprovechó la ocasión para insistir en su inocencia.

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-Ya viste que no soy yo -dijo al hombre.

-Sí respondió éste, y soltando a la taltuza comenzó a lanzarle piedras a la ardilla.

Al ser atacada, ésta huyó ágilmente por entre las ramas más altas de aquel árbol.

Desde entonces, la ardilla y la taltuza siguen como siempre comiendo una las mazorcas y la otra las raíces de la milpa. Y hasta hoy nadie ha sido capaz de agarrarlas.

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GLOSARIO

acceder aceptar

acomodarse instalarse cómodamente, a gusto

afortunado con suerte

ansias deseos muy grandes

apremiar apurar

arrojar lanzar

ataviar adornar

banquete comida abundante y bien presentada

b'oj bebida fermentada de los maya-q'eqchi'

brioso hermoso, gallardo

cabizbajo con la cabeza hacia abajo, por abatimiento, tristeza o vergüenza

carecer que le falta algo

comedido(a) cortés, amable

compadecerse sentir pena por alguien

complacido satisfecho

convenir estar de acuerdo

convidado invitado

convincente que convence

derrota pérdida

desfallecer disminui~ rebajar las fuerzas

despectivamente con desprecio

desvanecer desaparecer

disimuladamente con disimulo, sin que otros se den cuenta

dispuesto con ánimo

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escudilla vasija ancha y en forma de media naranja que se usa para servir en ella la sopa

entonar cantar ajustado al tono, afinar la voz

frondoso de ramas y hojas abundantes

maleza monte

mayordomo cofradía

miembro de una

menester diligencia, necesidad

particularidad característica

pasmado asombrado, admirado

planear hacer un plan

preciado muy estimado, que se aprecia mucho

precipitadamente con prisa

reemplazar sustituir

rerhoto lejano

resguardada defendida, protegida

ridículo que por lo roro provoca risa y burla

rozar limpiar el campo de matas y hierbas inútiles antes de sembrarlo

sellar tapar, cubrir

sucederse que se siguen

tallar hacer una escultura o algún trasto en madera

tararear cantar entre dientes

tiesto pedazo de vasija en barro

tonada música

totoposte torta de maíz muy tostado

vistosamente que se luce mucho

zarpazo golpe dado por un animal con la zarpa

Page 57: Cuentos del Mundo Q'eqchi' - Rafael Landívar University

Este material fue elaborado por el Instituto de Lingüística de la Universidad Rafael Landívar con los recursos económicos

del Proyecto Gua/93/023, PNUD-SIMAC-HOLANDA