Cuento fallas

1
Hace mucho, mucho tiempo (cuando no existía la electricidad), los artesanos y carpinteros trabajaban durante el oscuro invierno iluminados y calentados por la luz de candiles y pequeñas hogueras alimentadas con las virutas y los restos de la madera que trabajaban. Cuando se acercaba la primavera, y los días se hacían más largos y la luz del sol entraba por las ventanas, los carpinteros apagaban los candiles y quemaban los soportes que utilizaban para colgarlos (parots). Muchas veces aprovechaban la fogata para deshacerse de restos de tablas, tablones y demás maderas que amontonaban en el taller y que ya no necesitaban para nada. Con el paso del tiempo, la gente de las calles, aprovechaba las hogueras de los carpinteros para quemar trastos viejos como muebles o ropa que ya no les servía. Un día, a un grupito de gente de un barrio, se le ocurrió que podían disfrazar esos parots y esas maderas con la ropa que no les servía, y convertirlas así en graciosos muñecos. La idea tuvo tanto éxito que mucha gente comenzó a copiarla, y a convertir esos restos de madera en divertidos muñecos o ninots, que parodiaban costumbres o personas de aquella época. A partir de entonces, todos los años, cuando se acercaba el día de San José, comenzaban a verse en las esquinas de las calles pequeños monumentos llenos de ninots alrededor de los cuales la gente del barrio se agrupaba para celebrar la llegada de la primavera. Y la misma noche de San José, en una gran fiesta, prendían fuego a los monumentos haciendo de ellos enormes hogueras. Esas hogueras comenzaron a simbolizar el fin de lo viejo, de lo triste, de lo malo, de todo lo que nos sobra, y la llamada a una nueva primavera renovada, alegre y feliz.

Transcript of Cuento fallas

Page 1: Cuento fallas

Hace mucho, mucho tiempo (cuando no existía la electricidad), los artesanos y carpinteros trabajaban durante el oscuro invierno iluminados y calentados por la luz de candiles y pequeñas hogueras alimentadas con las virutas y los restos de la madera que trabajaban.

Cuando se acercaba la primavera, y los días se hacían más largos y la luz del sol entraba por las ventanas, los carpinteros apagaban los candiles y quemaban los soportes que utilizaban para colgarlos (parots). Muchas veces aprovechaban la fogata para deshacerse de restos de tablas, tablones y demás maderas que amontonaban en el taller y que ya no necesitaban para nada.

Con el paso del tiempo, la gente de las calles, aprovechaba las hogueras de los carpinteros para quemar trastos viejos como muebles o ropa que ya no les servía.

Un día, a un grupito de gente de un barrio, se le ocurrió que podían disfrazar esos parots y esas maderas con la ropa que no les servía, y convertirlas así en graciosos muñecos. La idea tuvo tanto éxito que mucha gente comenzó a copiarla, y a convertir esos restos de madera en divertidos muñecos o ninots, que parodiaban costumbres o personas de aquella época.

A partir de entonces, todos los años, cuando se acercaba el día de San José, comenzaban a verse en las esquinas de las calles pequeños monumentos llenos de ninots alrededor de los cuales la gente del barrio se agrupaba para celebrar la llegada de la primavera. Y la misma noche de San José, en una gran fiesta, prendían fuego a los monumentos haciendo de ellos enormes hogueras.

Esas hogueras comenzaron a simbolizar el fin de lo viejo, de lo triste, de lo malo, de todo lo que nos sobra, y la llamada a una nueva primavera renovada, alegre y feliz.