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Cuba: una mirada socialista de las reformas. Armando Chaguaceda y Ramón I. Centeno 1 2011 El próximo VI Congreso del PCC consolidar á la reconfiguración del abanico de escenarios posibles en torno al modelo económico cubano. Al ampliarse el cuentapropismo y el arraigo de las transformaciones en el sistema empresarial del sector externo, se consolidan los cambios en el cat álogo de unidades productivas en el horizonte cubano. Los retos que esto implica para una renovaci ón socialista democr ática, supone consider ar las oportunidades para una agenda que impulse la autogesti ón y los actuales Lineamientos (en fase de discusión popular) son omisos en esa y otras direcciones de empoderamiento de los productores y, en sentido amplio, de los ciudadanos . Urge un modelo de gesti ón que requiera de la democracia desde el centro de trabajo para su éxito, y as í escapar al falso dilema de elegir entre la restauración capitalista y el monopolio burocrático. Nuevas reformas económicas orientadas al mercado. La etapa econ ómica de C uba inaugurada h ace -cuando menos - dos d écadas, obligó a un cambio de pol íticas económicas y sociales . Junto con el redimensionamiento ministerial y empresarial, se autorizaron el cuentapropismo y la inversión extranjera. Los costos sociales generados por la crisis fueron co mpartidos por toda la sociedad, se mantuvieron servicios sociales y gratuidades , aunque su calidad se degrad ó. Adem ás, pese a protegerse ciertos grupos vulnerables (ancianos, niños), durante el Periodo Especial, se increment ó la pobreza y la desigualdad (Espina, 2008; Ferriol en Mesa Lago, 2005) . Por ello mayores reformas eran necesarias para sostener la economía y políticas sociales de la Isla. El pasado 1 de agosto de 2010, Raúl Castro comunicó, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), el próximo recorte de alrededor de un mill ón de empleados estatales. Para contrarrestar los efectos de tal medida, el General anunci ó, tambi én, la ampliaci ón del “ejercicio del trabajo por cuenta propia y su utilización como una alternativa más de empleo de los trabajadores excedentes, eliminando varias prohibiciones vigentes para el otorgamiento de nuevas licencias y la comercializaci ón de algunas producciones, flexibilizando la contratación de fue rza de trabajo” (Castro, 2010). Esta apertura a la micro- inversión, dado su carácter compensatorio, traspasa el punto de no retorno. Estamos frente a un decisivo giro ideol ógico en el pensamiento econ ómico del r égimen cubano. El “cuentapropismo” ha dejado de ser comparado con “pirañas” capitalistas ne cesarias (en Henken, 2008) y se ha transformado en un veh ículo para “incrementar niveles de productividad y eficiencia ”, alej ándose de “aquellas concepciones que condenaron el trabajo por cuenta propia casi a la extinción y a estigmatizar a quienes decidieron sumarse a él, legalmente, en la década de los noventa” (Granma, 24-sep-2010). Han sido integrados al modelo cubano , con mayor legitimidad (un verdadero tratado de paz ), los propietarios de pequeños restaurantes y cafeter ías, talleres de reparaci ón de a utomóviles, peque ños productores de calzado, taxistas o arrendadores de habitaciones a turistas. Esta intención de ampliar el sector no estatal busca la incorporación, en un lapso de 6 meses a partir de su anuncio, de 250 000 nuevos cuentapropistas y otros 215 000 cooperativistas.

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Cuba: una mirada socialista de las reformas.

Armando Chaguaceda y Ramón I. Centeno1

2011

El próximo VI Congreso del PCC consolidar á la reconfiguración del abanico de escenarios posibles en torno al modelo económico cubano. Al ampliarse el cuentapropismo y el arraigo de las transformaciones en el sistema empresarial del sector externo, se consolidan los cambios en el cat álogo de unidades productivas en el horizonte cubano. Los retos que esto implica para una renovaci ón socialista democr ática, supone consider ar las oportunidades para una agenda que impulse la autogesti ón y los actuales Lineamientos (en fase de discusión popular) son omisos en esa y otras direcciones de empoderamiento de los productores y, en sentido amplio, de los ciudadanos . Urge un modelo de gesti ón que requiera de la democracia desde el centro de trabajo para su éxito, y as í escapar al falso dilema de elegir entre la restauración capitalista y el monopolio burocrático.

Nuevas reformas económicas orientadas al mercado.

La etapa econ ómica de C uba inaugurada h ace -cuando menos - dos d écadas, obligó a un cambio de pol íticas económicas y sociales . Junto con el redimensionamiento ministerial y empresarial, se autorizaron el cuentapropismo y la inversión extranjera. Los costos sociales generados por la crisis fueron co mpartidos por toda la sociedad, se mantuvieron servicios sociales y gratuidades , aunque su calidad se degrad ó. Además, pese a protegerse ciertos grupos vulnerables (ancianos, niños), durante el Periodo Especial, se increment ó la pobreza y la desigualdad (Espina, 2008; Ferriol en Mesa Lago, 2005) . Por ello mayores reformas eran necesarias para sostener la economía y políticas sociales de la Isla.

El pasado 1 de agosto de 2010, Raúl Castro comunicó, ante la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), el próximo recorte de alrededor de un millón de empleados estatales. Para contrarrestar los efectos de tal medida, el General anunci ó, tambi én, la ampliaci ón del “ejercicio del trabajo por cuenta propia y su utilización como una alternativa más de empleo de los trabajadores excedentes, eliminando varias prohibiciones vigentes para el otorgamiento de nuevas licencias y la comercializaci ón de algunas producciones, flexibilizando la contratación de fuerza de trabajo” (Castro, 2010). Esta apertura a la micro-inversión, dado su carácter compensatorio, traspasa el punto de no retorno. Estamos frente a un decisivo giro ideol ógico en el pensamiento econ ómico del r égimen cubano. El “cuentapropismo” ha dejado de ser comparado con “pirañas” capitalistas ne cesarias (en Henken, 2008) y se ha transformado en un veh ículo para “incrementar niveles de productividad y eficiencia ”, alej ándose de “aquellas concepciones que condenaron el trabajo por cuenta propia casi a la extinción y a estigmatizar a quienes decidieron sumarse a él, legalmente, en la década de los noventa” (Granma, 24-sep-2010). Han sido integrados al modelo cubano, con mayor legitimidad (un verdadero tratado de paz ), los propietarios de pequeños restaurantes y cafeter ías, talleres de reparaci ón de a utomóviles, peque ños productores de calzado, taxistas o arrendadores de habitaciones a turistas.

Esta intención de ampliar el sector no estatal busca la incorporación, en un lapso de 6 meses a partir de su anuncio, de 250 000 nuevos cuentapropistas y otros 215 000 cooperativistas.

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Sin embargo, aún se carece de un mercado de créditos e insumos. Además, se piensa gravar al sector con impuestos excesivos (de 5 tipos) que se elevan a alrededor del 40% de ingresos, cifra superior a la media latinoamericana. Si b ien se cuadruplicará la recaudación fiscal en 2 a ños (2009-2011) de 247 a 1000 millones de pesos, el gravamen afectar á la sobrevivencia de la mayoría de estos emprendimientos en el corto plazo (Mesa, 2010, B).

Esta medida puso fin a la larga parálisis del Gobierno de Raúl, cuyo ascenso, en 2006, había estado rodeado de profundas expectativas de cambio. Su bandera de “no tenemos derecho a equivocarnos”, justificante de la inmovilidad adoptada, fue intercambiada por una fren ética carrera que culminará en abril de 2011, con el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC).

El pasado 8 de noviembre, Raúl, en presencia de Hugo Chávez, y como reconocimiento a la importancia de la relación con este último, anunció, en el Acto Conmemorativo del Décimo Aniversario del Convenio Integral de Cooperaci ón Cuba-Venezuela, la Convocatoria al máximo cónclave cubano, el cual tendr á un solo punto: la econom ía. Para ello, han sido publicados los “Lineamientos de la Pol ítica Económica y Social ”. Este material, desde ese momento, está circulando entre los militantes del partido para orientar las discusiones pre-congreso, que incluyen a las organizaciones de masas y otros espacios de consulta (que no de toma de decisión) dirigidos a la población.

Sobre los Lineamientos.

En este co ntexto, los “Lineamientos de la Pol ítica Econ ómica y Social ”, que ser án presentados al VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, corroboran la reorientación del modelo, con una nueva redistribuci ón de los costos sociales de la reforma. Los Lineamientos anticipan que se acabar án los “subsidios y gratuidades indebidas” (punto 44) y que se procederá a la “eliminación ordenada de la libreta de abastecimiento ” (punto 162) todo lo cual genera m últiples problemas al atentar contra el ya modesto consumo de los sectores más pobres, los que no reciben divisas del exterior ni logran obtenerlas en Cuba. Esto se ver á agudizado por el retorno a los hogares del desempleo masivo, despu és de medio siglo, ya que no todos los cesados encontrarán un lugar en el cuentapropismo.

El documento reconoce situaciones que los ciudadanos, intelectuales y (muy probablemente) segmentos del propio funcionariado aprecian como asuntos impostergables de inter és social y nacional, desde hace tiempo. Los objetivos pol íticos de este debate apuntan a la necesidad de obtener consenso para la reforma y con miras en mantener la gobernabilidad. Habr á que ver como las propuestas que surjan del debate p úblico ser án incluidas en la versi ón que se presentar á al Congreso, cuyas decisiones orientar án el desarrollo del país en los próximos años.

El documento tiene una redacci ón desordenada y tecnocr ática, que se centra en aspectos económicos sin aportar una visi ón de econom ía política. Tampoco integra, en su mirada gobiernista, las demandas y problemas de vi da cotidiana de la poblaci ón, y las propuestas expresada en anteriores consultas (1990, 1993). Problemas arrastrados desde el anterior Congreso (1997) y que incluyen la incompleta recuperaci ón económica, el mantenimiento distorsionador de la doble moneda, la depreciación del salario real, el subconsumo popular acumulado de bienes y servicios, el crecimiento del burocratismo y la corrupción.

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El balance hist órico que se presenta en estos “Lineamientos”-de 1991 a 2009- es incompleto, pues enfatiza los factores externos y disminuye los internos. Sin embargo no se hace un an álisis de la “Batalla de Ideas ” en tanto estrategia ad hoc dominante en los a ños 2002-2008, ponderando sus consecuencias directas –y efectos políticos de mediano plazo- y las responsabil idades de dirigentes de todo nivel en su aprobaci ón e implementaci ón. Tampoco hace un balance cr ítico del incumplimiento de los acuerdos econ ómicos del V Congreso (ni sobre la prolongada postergación de este) ni sobre como estos “Lineamientos” tributarán al Plan 2010-2015 ya elaborado por el Gobierno.

La definici ón del socialismo en estos “Lineamientos”, como “igualdad de derechos e igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos” es insuficiente y no explicita el tipo o modelo de socialismo que desarro llará el pa ís. Son omisos en cuales bienes y servicios no pasarán por el mercado, que garantías existirán a la apropiación de tierras y propiedades por empresas extranjeras o (hipot éticos) grandes capitalistas nativos. Tampoco se aborda la necesaria participación de los productores y consumidores en el proceso de planificaci ón y la gestión de las empresas, imprescindible para la transici ón del socialismo de estado a uno democrático participativo.

El punto 2 de los lineamientos reconoce, sobre la base de la s formas de propiedad reconocidas en la Constituci ón, una diversidad de formas de gesti ón económica que “que pudieran contribuir a elevar la eficiencia del trabajo social ”. Pero no sugiere el peso que cada forma tendr á en la econom ía, aunque se presume po r las intervenciones del Ministro de Econom ía -y otros dirigentes y funcionarios- que la estatal centralizada (aunque reformada) seguirá siendo dominante. Tampoco se explicita si con se pasará a un modelo de economía mixta, cu ál es la proporci ón (y relaci ón) entre plan y mercado dentro de esta y que modificaciones legales sustantivas que deben anticipar, acompa ñar y resultar del proceso de reformas económicas.

Las cooperativas no pueden abordarse, como se trasluce del documento y las intervenciones de funcionarios, como una mera forma “no estatal” capaz de absorber el desempleo estatal y asumir producciones subsidiarias; debe expandirse al área de industria y servicios donde hay amplias reservas de eficiencia y demandas insatisfechas. Su fortalecimiento y expansión debe tener prop ósitos explícitamente políticos (sin por ello ejercer paternalismo ante la ineficiencia de algunas) pues esta forma de empresa/asociaci ón es una forma alternativa de socializaci ón de la econom ía, y no una simple modalidad de “capitalismo colectivo” como se ñala el discurso tradicional, aun vigente. Y deben estar amparadas por una “Ley de Cooperativas” acorde a los cambios en curso.

En el apartado II “Políticas Macroeconómicas” no se explicita c ómo se financiar á el proceso de reform as econ ómicas: si por la inyecci ón de remesas a una expansi ón del consumo o la inversión de estas en el sector privado (pese a su importancia en los ingresos nacionales no hay alusiones a estas en el documento), mediante un paulatino incremento de la pro ductividad, con ingresos petroleros (reexportaci ón de crudo venezolano o explotaciones en Golfo de México), con nuevos créditos externos, etc. En este último punto sigue siendo un problema la abultada deuda externa del país.

Un foco rojo de los Lineamient os lo constituye la amenaza que el documento proyecta sobre ese “corazón de las izquierdas” constituido por la “cuestión social”. Se habla sobre la

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necesidad de reducir las “gratuidades indebidas y los subsidios personales excesivos ” sin definir quién y ba jo que par ámetros se fijar án las pautas de lo indebido y lo excesivo; de “una eliminaci ón ordenada ” de la cartilla de racionamiento, del fin de subsidios a los comedores obreros y de la revisión, al alza, de las tarifas eléctricas. Todo ello –en espantosa semejanza a los ajustes neoliberales- afecta la inmensa mayor ía de la población y desmonta (sin ofrecer compensación alguna) el contrato social de la Revoluci ón, se expone e impone de forma atropellada y sin permitir una deliberaci ón previa que permita a los ciudadanos corregir las formas y ritmos de una agenda de cambios decidida por tecnócratas.

En el ac ápite VI Pol ítica Social se debe explicitar (y defender) la centralidad del gasto social en la estrategia de desarrollo y en el modelo econ ómico cubano. Este debe estar “anclado” legalmente, de preferencia en la Constituci ón, con un porcentaje del PIB para evitar los bandazos de pol íticas sucesivas. Las pol íticas sociales (y en particular los programas que las concretan) deben ser fiscalizados y evaluados antes y durante su implementación.

La nueva ecuación política cubana

En los complejos dilemas de pol íticas públicas de la encrucijada cubana, se est án tomando decisiones que fortalecen a los sujetos asociados al mercado. Los “Lineamientos” son relevantes por lo que dicen… pero también por lo que no dicen.

Del sector externo cubano se escribe como si no existiera una élite gerencial digna de mención. Su actividad, en efecto, es prioritaria, dado el car ácter vital de las divisas que se captan por las exportaciones, con las cuales se financia la importación de bienes y servicios que Cuba requiere y no produce, principalmente alimentos. Mientras con el sector cuentapropista predominó una relaci ón tensa que en 2010 se convirti ó en estrat égica, con los gerentes ha predominado el silencio público y el amor privado.

Junto con la ampliaci ón de los peque ños negocios, la coyuntura ratifica la importancia del sistema empresarial vinculado a la economía global, dado el carácter vital de las divisas que se captan por las exportaciones (Pérez López, 2003; Everleny, Omar, 2010 ), con las cuales se financia la importaci ón de bienes y servicios que Cuba requiere y no produce, principalmente alimentos.2 Su adelanto respecto del resto del tejido empresarial –donde no hay circulación de divisas- es evidente: acusa una extendida obsolescencia de los bienes de capital y muestra una subutilización de la mano de obra formalmente empleada de alrededor del 26,9 % en 2010 (Mesa-Lago, 2010).

No sorprende, entonces, que los gerentes cubanos hayan adquirido creciente relevancia para explicar los cambios políticos en la Isla. Haroldo Dilla Alfonso, ex integrante del Centro de Estudios de América de La Habana, los considera una de las alas dominantes del r égimen: un sector “representado por los militares”; la otra es “el grupo más conservador afincado en la burocracia partidaria ” (2010:13). Para él, ambas facciones tienen una relaci ón conflictiva.3

Parece haberse operado un cambio en la correlaci ón de fuerzas en la élite dirigente a favor de la intersección de intereses entre el ejército y el sector externo, lo cual también explicaría la invisibilización, en los Lineamientos, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) , cuyo peso tiende a aumentar dentro de las instituciones y sociedad cubanas.4

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Este diagn óstico se fortalece observando el magro rol destinado al Partido, reconocido constitucionalmente como fuerza dirigente de la sociedad. El VI Congreso del PCC será, en la pr áctica, un mero aprobador-legitimador de decisiones previamente adoptada s e introducidas por la élite gobernante. La relación entre este organismo y el Estado ha variado de un modo en que el primero se diluye y subordina a las funciones del segundo, evidenciando que su pretendido papel de transmisor de las necesidades sociales al Estado, es en realidad un flujo informativo en sentido inverso.

Los intereses vinculados al mercado, permean la dirigencia política y se extienden por t oda la rama del sector externo. 5 Por ello, e l trato que el r égimen ha debido articular con la élite gerencial no es un asunto menor. Este sujeto socioecon ómico conduce operaciones vinculadas al comercio exterior de las que la econom ía cubana no puede prescindir. Su nivel de vida privilegiado, en el interior de una sociedad donde reina la escasez, genera confusión en tanto el discurso estatal imperante insiste en la vigencia de los ideales igualitarios del socialismo cubano.

Este grupo tiene miembros dirigentes y miembros de base. Los primeros, y esto hay que subrayarlo, han sido parte de la élite pol ítica, lo cual ha incidido en un trato inclusivo, dotando al conjunto de gerentes del sector externo de una estructura que hoy tiene la tarea de representar sus intereses —una especie de organización de masas gerencial—: la Cámara de Comercio de la República de Cuba, atravesada por un ethos que en poco se distancia del mundo empresarial del capitalismo tradicional (Centeno, 2010).

Reconocidos estudiosos de la Cuba contempor ánea, esperan que la capa gerencial pueda transformarse en una nueva burguesía nativa, constituyendo la fuerza social restauradora del capitalismo en la Isla. A los gerentes cubanos se les ha homologado con los gerentes de empresas soviéticas que, luego del desplome del sistema pol ítico de la URSS , pasaron de directores a propietarios en la nue va Rusia . Los primeros compartir ían la trayectoria histórica de los segundos, por lo que aqu éllos ser ían, desde ahora , una burgues ía larvaria (Pérez-López, 1999; Domínguez, 2007; Mujal-León y Busby, 2004; Dilla, 2005 y 2010).

Sin embargo, gerentes cubanos y sovi éticos comparten una misma ubicaci ón en la estructura industrial, se desenvuelven en contextos pol íticos distintos. Para que los eslavos buscaran la privatizaci ón, no bast ó con reformas econ ómicas orientadas al mercado (la perestroika). Influyó, de f orma decisiva, el contexto de lucha y divisi ón política al interior de la élite en la URSS bajo el mandato de su último presidente, Gorbachov. Esta última característica está ausente en el caso cubano.

Reforma económica e inestabilidad pol ítica fueron dos ingredientes que coexistieron en el caso ruso que, sin embargo, pueden hallarse de forma separada. Este fue el caso en China, donde las reformas econ ómicas de Deng Xiapoping a finales de los a ños setenta del siglo XX, no desataron una lucha interna en la élite.

Del modo en que ha sido formulada, la expectativa de la restauraci ón capitalista en Cuba, da por sentado —con la muerte de Fidel — el pr óximo desplome del sistema pol ítico, descartando la variante donde no se geste tal situaci ón. En este sentido, es n ecesario abrir analíticamente el escenario de continuidad, no sólo el de ruptura.

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En resumen, las actuales reformas econ ómicas de Cuba no exhiben, inmediatamente ni de forma visible, un impacto político. Más bien, reconfiguran el abanico de escenarios posibles en función de un incremento del potencial actoral de sujetos socioecon ómicos en expansión difícilmente removibles, cuyo estatus, aunque permitido por el Estado, est á otorgado por el mercado, lo que, plausiblemente, les dotará de asertividad.En la act ualidad, la ecuaci ón política cubana se ha estudiado, principalmente, a trav és del análisis de los movimientos en la élite pol ítica. No obstante, aunque ella tiene mayor conciencia de los cambios que se producen, el rumbo que toman y el monopolio de su implementación, su puesta en marcha esboza la entrada en escena de otros actores.Por un lado, con los actuales cambios, los sujetos asociados al mercado adquieren mayor peso específico; por otro, al ocurrir esto último en detrimento de las posiciones popular es, se abre el espacio para el (no inexorable) conflicto social. En este contexto, el discurso estatal de reivindicaci ón continua de los valores socialistas, puede jugar en contra de la inclinación autoritaria al mercado de la élite dirigente. El modelo económico híbrido que se está perfilando en la Isla, está entrando en cada vez mayor tensión con la ideología oficial.Así, debido a que las decisiones econ ómicas están diseñadas de modo en que no alteren la dominación política de la élite privilegiada, una renovación socialista democrática no podrá ser materializada desde el r égimen. De ah í la importancia de una agenda de intervenci ón que apunte a la conformaci ón de un espacio p úblico plebeyo contrapese e impida una restauración capitalista.Bajo la hip ótesis de que estarían gestándose, en Cuba, oyentes para un discurso socialista que impulse la democracia desde el centro de trabajo, es necesario proponer una relaci ón plan-mercado lejos del estatismo recalcitrante y de la desregulaci ón extrema; con base en formas de propiedad lejanas del monopolio burocrático y de la gran propiedad privada.

Apuntes para un socialismo democrático.

Mientras el cuentapropismo responde al mercado interno, las empresas del sector externo –frecuentemente con capital extranjero- resp onden al mercado internacional. Los peque ños negocios privados son micro y peque ñas empresas, mientras las organizaciones industriales por las cuales circula el flujo de divisas, son medianas y grandes. Unas y otras, desde su alumbramiento en los noventas, han terminado por reestructurar el cat álogo de las unidades productivas cubanas, lo cual obliga la discusi ón sobre las posibilidades de una renovaci ón socialista democrática en las condiciones enmarcadas por los Lineamientos.

La reconstrucción del paradig ma socialista pasa por recuperar la idea de colectividades de trabajadores que funcion en como asociaciones de productores libres , vinculados por lazos solidarios estructurados desde abajo , dotadas de amplios espacios e instrume ntos participativos que confl uyan en el establecimiento de una confederaci ón nacional. En la actualidad, esta participaci ón de los trabajadores asume, a partir de sus experiencias históricas, dos variantes principales: 1) la planificación democrática; y, 2) la autogestión. En el prime r modelo el énfasis está en el centro, mientras que , para el segundo , gravita hacia las redes y niveles subalternos.

La primera se dirige a la elaboraci ón, mediante procesos de participaci ón activa del conjunto de los ciudadanos (insertados en diversas est ructuras y niveles) , de un plan

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nacional que define las principales directrices re feridas a la pol ítica econ ómica, lo cual resulta en un instrumento normativ o que orienta el desempe ño econ ómico de unidades productivas –y sus agregados- en los marcos de un contexto y temporalidad definidos. Ciertamente, existen dificultades reales para conducir un proceso de este tipo, pues, aunque fuera posible establecer algún tipo de plan af ín, habría después que hacerlo efectivo, lo que supone otro complicad ísimo proceso para determinar la cuota de dicha producci ón que le corresponde a cada empresa y, lo que es m ás dif ícil, relacionarlas entre s í, mediante instrumentos informativos distintos a las relaciones monetario me rcantiles. De cualquier forma, y pese a sus limitac iones, una planificaci ón democr ática ofrece cotas de participación superiores al modelo planificador estatizado y vertical del socialismo de estado cubano.

Por su parte , la autogestión apuesta por la participaci ón protagónica de los trabajadores en la administración de las entidades en las que desarrollan sus procesos productivos, haciéndose visible la actuación directa de los colectivos en escenarios y procesos concretos (su fábrica, granja o entidad de servicios) de toma de decisión, ejecución y control. En clara diferencia con los enfoques de planificación democrática, que se asocian a una estatizaci ón (como primer paso hacia una supuesta y perspectiva socializaci ón) del conjunto de los medios de producción de un país, las iniciativas autogestoras han nacido mayormente como imprevistos experimentos de g énesis espontánea, encabezados por trabajadores decididos, por situaciones coyunturales (quiebra de las empresas, abandono de esta s por sus titulares y patronos) a ampliar el control sobre sus espacios labor ales y, por ende, sobre la fuente de reproducción de sus medios de vida, reconociendo la pertinencia de ciertos espacios de mercado para la realización de sus producciones.

Es decir, la adopci ón de esta variante implica considerar la existencia de un merca do con diversos grados de regulaciones y restricciones dentro del Periodo de Transici ón. La evidencia demuestra que la relaci ón mercado-autogesti ón es estrecha , ya que los instrumentos financieros presentes en una planificaci ón de tipo indicativa permiten una mayor descentralización y democratización de los procesos, con mayor autonom ía para las colectividades de base, superior a la de los procesos desarrollados bajo un esquema de asignación central de recursos físicos como materias primas, medios de producción, etc. 6

Las modalidades pueden agruparse en tres variantes básicas (Recio, 2001):

1- Conducci ón total de la actividad de la empresa por sus trabajadores (tanto manuales como intelectuales , de producci ón y servicios ) que integran y controlan, mediante revocables formulas representativas, los órganos de dirección en unión a la activa existencia de un espacio de análisis, discusión y decisión de corte asambleario (Autogestión Clásica).

2- Participación compartida del colectivo laboral con los directivos e statales o privados en la gestión de la empresa mediante instancias (Consejos) de Direcci ón, donde se disfruta de prerrogativas decisoras en ambos lugares de la ecuación (Cogestión).

3- Espacios de consulta, agregación de demandas y propuestas, incluidos e l derecho a vetar medidas y directivas particulares por parte de los trabajadores sin participaci ón de estos en la gestión directa de la entidad (Control Obrero).

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El aporte de la autogestión para la renovación democrática del socialismo cubano, reside en su doble carácter económico y político7, pues la ejecutoria colectiva dentro de la empresa no puede ser un hecho solamente econ ómico, sino que debe apostar, desde su g énesis misma, por desplegar procesos pol íticos de empoderamiento y control amplio y efecti vo del espectro de decisiones, e ir articul ándose a escalas cada vez m ás amplias, creando instituciones de nuevo tipo en el sistema político.

Hoy existen, en el imaginario social cubano, dos visiones mayoritarias sobre los cauces posibles del ordenamiento socioeconómico y la parti cipación ciudadana en el mismo. Para algunos, la privatizaci ón de los centros de producci ón y servicios seria la panacea divina que resolvería el proverbial déficit de bienes de consumo , aportando la eficacia necesaria . En el extr emo opuesto del arcoiris ideol ógico encontramos la fracasada visión de un socialismo centralista y verticalista, restringido por las órdenes emanadas del nivel jerárquico superior del aparato estatal. 8 Sin sugerir que est én emparentados ideol ógica o programáticamente, ambos proyectos comparten una extraordinaria similitud : excluyen ciertas formas aut énticamente populares, democr áticas y horizontales de gesti ón p ública, como si el debate entre tesis y ant ítesis no reconociese el espacio para una necesaria síntesis.

Ahora bien, e n los complejos dilemas de pol íticas p úblicas de la encrucijada cubana, se están tomando decisiones que fortalecen a los sujetos asociados al mercado sin ning ún proyecto de desarrollo econ ómico que acompañe y dilucide este proceso en e l marco de la Transición Socialista . Las unidades productivas no estatales o semi-estatales (como las empresas mixtas) adquieren mayor peso espec ífico. Pero al ocurrir esto último en detrimento de las posiciones populares, se producen confusiones ideol ógicas, debido a l discurso estatal de reivindicaci ón continua de los valores socialistas , que ahora parecen estar en entredicho. Por lo tanto , se coloca en primer plano la discusi ón sobre c ómo impulsar la democracia socialista desde el centro de trabajo, propo niendo una relación plan-mercado lejos del estatismo recalcitrante y de la desregulación extrema; con base en formas de propiedad lejanas del monopolio burocrático y de la gran propiedad privada.

Se está perfilando en la Isla un modelo económico híbrido en cada vez mayor tensión con la ideología de la Revolución. Frente a este desacoplamiento entre las decisiones econ ómicas y el proyecto de sociedad, nuestra propuesta es la construcci ón consciente de un modelo mixto de econom ía, donde la participaci ón democ rática desde las unidades productivas, sirvan no s ólo de modelo de gesti ón econ ómica, sino de contrapeso pol ítico a aquellos sectores que podr ían desarrollar intereses materiales destinados a una agenda de restauración del capitalismo. La ruta hacia un socialismo renovado implicaría:

A) Procesos de discusi ón, en los órganos locales y nacionales del Poder Popular, de modalidades alternativas del plan econ ómico y presupuesto. Pese a sus dificultades, esta modalidad de plan democratizado contendría una participación ciudadana hoy inexistente.

B) Nuevas cooperativas industriales, de servicios y comercio, de escala pequeña y mediana, para lo cual debe aprobarse una legislaci ón af ín, ya que la actual restringe este tipo de actividad a los escenarios agrarios. Las entidades de poder municipal, renovadas, asumirían una funci ón esencialmente fiscalizadora, recaudando un nuevo monto tributario y, seguramente, ofreciendo a la población la posibilidad de acceder a mejores servicios.

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C) Despliegue del paquete de potencialidades existentes (y perspectivas) dentro del sistema empresarial estatal, promoviendo la participación activa de los trabajadores , en la discusión de las metas y v ías de implementarlas 9, desarroll ándose experiencias de control obrero , favoreciendo un rol protagónico de sindicatos renovados democráticamente.

D) Integración de los trabajadores por cuenta propia, mediante una pol ítica de inserción en los espacios econ ómicos locales, garantizando acceso a insumos y cr éditos, estableciendo una regulaci ón y fiscalizaci ón de parte de organismos populares conformados a nivel municipal.

Todo paquete de reformas debe contemplar la interrelaci ón de una amplia gama de decisiones, actores involucrados y tiempos de implementaci ón, sus efectos sociales y los contenidos ideológicos de las medidas tomadas, evitando la mercadof obia o la estadolatr ía (y sus opuestos). La falsa disyuntiva no puede reducirse a elegir entre eficacia con desigualdad creciente ni cobertura social con precariedad material. En los a ños 60, fiel a su ambiente época e ideología, Ernesto Guevara señaló que el comunismo sin moral comunista no le interesaba. Medio siglo despu és, una reforma sin participaci ón tampoco deber ía seducirnos.

Digresión necesaria: los silencios de Atilio Borón.

Es importante rese ñar algunas valoraciones hechas por un destacado acad émico de la región, de sostenida y activa solidaridad con las estrategias pol íticas del gobierno cubano, que ejemplifican los alcances del debate actual en torno a la situaci ón en Cuba. Por el peso de sus opiniones en segmentos de la academia y militancias de izquierda regionales, as í como por la mirada que sobre la realidad cubana vierte en amplios p úblicos, creemos importante referirnos a los criterios de Atilio Borón. En relación con ellos haremos explicita nuestra postura, en asuntos que conectan directa mente con los t ópicos abordados en este texto.

En un texto reciente 10 Atilio Bor ón reconoce con justeza que “Entre los cubanos se ha hecho carne la convicción de que el actual ordenamiento económico, inspirado en el modelo soviético de planificaci ón ultra-c entralizada, se encuentra agotado ” y a rengl ón seguido destaca el papel de Fidel y Raúl como impulsores del cambio.11 Convengamos que el actual presidente siempre ha abogado por m ás decisi ón colegiada, autonom ía empresarial y aceptación de instrumentos mone tario mercantiles, los cuales -dicho sea de paso- no significan per s é ni una mejora socialista ni una traici ón capitalista sino medidas a implementar que adquieren carácter en un sistema integral de cambios e instituciones. Pero, hasta la fecha, ninguna figura del liderazgo histórico del proceso ha hecho un análisis de las causas estructurales de la problem ática nacional y sus expresiones concretas. En este sentido el mérito de señalar la crisis del modelo pertenece más a la población e intelectuales cubanos, que venían discutiendo esto en foros informales o académicos.

Atilio da en el clavo cuando recuerda que “La experiencia hist órica ha ense ñado que la irracionalidad y el derroche de los mercados pueden reaparecer en una economía totalmente controlada por planificadores estatales, los que no est án a salvo de cometer gruesos errores que producen irracionalidades y derroches que afectan al bienestar de la poblaci ón”12. En esa misma vena reflexiva, cabria preguntarse (y preguntarle) quienes han sido, en el ca so cubano, esos planificadores, y precisar si no deben responder por sus errores y

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responsabilizarse por ellos. Y, sobre todo, impedir que se repitan los mismos errores, con las mismas personas en las mismas estructuras de decisión.

Como bien sabemos, las respondibilidad y la responsabilidad no son id énticas. La primera supone el suministrar información a los agraviados y recibir la sanci ón moral de estos y, si se tiene, de la propia conciencia. Mientras, la segunda implica la posibilidad de sanciones administrativas y penales. Una perversa tradición en la cultura política de la dirigencia (que ha permeado la sociedad cubana) es que con frecuencia los logros se privatizan y los costes se socializan: mientras ante un éxito “la visión del preclaro líder” parece clave (obviando el sacrificio y entrega de los millones de personas que construyen la obra de una Revoluci ón socialista), ante un fracaso se nos recuerda que “nos equivocamos, compañeros”, como si en la estructura jerárquica y centralizada cubana tuvieran idéntica responsabilidad el obrero de Moa y el ministro de Miramar.

Concordamos con Bor ón en el rechazo a que “actividades tales como la peluquer ía y los salones de belleza sean empresas estatales - ¿en qué página de El Capital recomendó Marx tal cosa?- en las cuales los trabajadores reciben todos los implementos y materiales para realizar su labor y cobran un sueldo, pese a lo cual cobran a sus clientes diez veces m ás que el precio oficialmente establecido, fijado d écadas atr ás, y sin pagar un centavo de impuestos.”13 La cita es ilustrativa y contundente, pero sucede que la misma direcci ón de la Revolución a la que elude hacer cr íticas fue la que insisti ó en sucesivas ocasiones en estatizar (1968) y frenar su reapertura (1985, 1997) apostando a criticas mo rales a los efectos corruptores de la propiedad privada y acudiendo batidas espor ádicas que no hac ían otra cosa, a la postre, que esconder los males bajo la alfombra (multiplicarlos) empeorando la oferta de bienes y servicios al sufrido consumidor. Para no hablar de la corrupci ón endémica de una propiedad estatal que, por su enajenaci ón del productor, de facto legitimaba el robo cotidiano de este como forma de socialización espuria e individualista en un mundo laboral donde “el estado hace como que les paga y los trabajadores como que trabajan”

Destaca Atilio que el medio mill ón de ejemplares del Proyecto … se agot ó en cuesti ón de horas, al ser adquiridos por una poblaci ón invitada a leerlo, discutirlo y hacer llegar sus propuestas. Y reconoce que el ansia de participación es enorme. Sólo que ello, como hemos dicho antes, no se corresponde con un modelo de participaci ón como el de los Poderes Populares y sindicatos, de naturaleza consultiva (sin posibilidad para el ciudadano de retroalimentarse y/o controlar la ejecución de la agenda una vez hecho el planteamiento) temáticamente parroquial (por tanto orientado a discutir sobre asuntos locales y de servicios) y espacialmente fragmentado (donde no existen canales para articular y agregar demandas dada la precariedad de las comunicaciones y control político existente)

Es deseable, como dice Atilio, que se equivoquen “quienes se ilusionan con que la introducción de las reformas de inicie a un indecoroso - ¡y suicida!- retorno al capitalismo ” y que “lo que se intenta rá hacer es nada m ás y nada menos que llevar adelante reformas socialistas que potencien el control social, es decir, el control popular de los procesos de producción y distribuci ón de la riqueza ”. Amén de poder discutir qu é control social podr á existir con la expansi ón del mercado en un pa ís donde los sindicatos pierden la identidad como defensores de los trabajadores (el propio Ra úl ha expresado mejor la necesidad de debatir el documento que la dirigencia de la CTC), llama la atenci ón el énfasis y certeza de

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Borón, a priori , respecto al rumbo y desenlace de un proceso que reconoce incierto adquieren un tinte dogm ático, propio de la f é y no del an álisis riguroso al que otros textos suyos nos tienen acostumbrados.

El acad émico argentino se ñala que “El quid d e la cuesti ón est á en la br újula pol ítica, la orientación que tendr án estos procesos de cambio. Y el pueblo y el gobierno cubanos disponen de una muy buena br újula, probada por m ás de medio siglo ”14 Convengamos que aquellos segmentos de la población (y no el pueblo como un todo) que apoyan al socialismo tienen las brújulas de su rechazo al imperialismo, el rechazo a la desigualdad y –en el caso de los ancianos- los malos recuerdos del pasado capitalista. Pero son en todos los casos poderosos resortes morales e ideol ógicos, porque el PCC, la organizaci ón de los trabajadores, entendida como espacio de militancia masiva y no como aparato de funcionarios, parece estar sumida –salvo excepciones siempre existentes- en la par álisis funcional y obsolescencia programática.

Atilio insiste con razón que “El socialismo, correctamente entendido, es la socializaci ón de la economía y del poder, m ás no su estatizaci ón” pero a rengl ón seguido se ñala que “Pero para socializar es necesario primero producir, pues en caso contrari o no habr á nada que socializar. Por lo tanto, se trata de reformas que profundizar án el socialismo, y que no tienen absolutamente nada que ver con las que plagaron Am érica Latina desde los a ños ochentas.”15 No creemos (y la experiencia lo se ñala) que en un a política socialista puedan diferir los medios, los ritmos y los fines, porque todos se codeterminan: ¿basta con esperar qué gerentes eficaces y tecn ócratas honestos generen una acumulaci ón que Papá Estado – cada vez m ás tacaño- repartirá? Si los trabajad ores y ciudadanos no son, desde el inicio, beneficiarios y gestores directos de los cambio, ¿quién determina el respaldo a las reformas y su decurso socialista? Por dem ás, los efectos negativos de las medidas se ver án mucho antes de los éxitos, con una velocidad y profundidad pronunciadas.

Algo a destacar es la sentencia de Bor ón que expresa “si hay algo que liquidar ía las conquistas hist óricas de la revoluci ón, que las barrer ía de un plumazo, ser ía la re-mercantilización de sus derechos y su conversión en mercancías. Es decir, la reintroducción del capitalismo. Y nadie quiere que tal cosa ocurra ” Pero no nos atrever íamos a sentenciar esto tan categ óricamente, porque el retorno capitalista lo desean, lamentablemente, tanto sectores oportunistas de la burocr acia como franjas de la poblaci ón que van desde aquellos influidos por el modelo consumista de Miami hasta los empobrecidos por dos d écadas de crisis persistente.

A modo de conclusión.

La actual coyuntura constata la ausencia de un plan coherente de reform as que supere la discrecionalidad y coordine eficazmente los diferentes actores econ ómicos, por la v ía de mayor autonomía empresarial 16 y territorial, un mercado controlado y un plan indicativo, con mayor participación de trabajadores y consumidores en la d eliberación de las agendas de cambio. La persistencia de dirigentes (y enfoques) pol íticos encerrados en el modelo estatal tradicional puede ser un lastre para el éxito de las reformas anunciadas. No obstante, se vislumbran esperanza con los debates de car a al pr óximo congreso del Partido Comunista, fuerza oficialmente dirigente de la sociedad cubana.

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Si existe congruencia entre la ret órica política, las acciones en curso y el compromiso con un proyecto de sociedad emancipador, la direcci ón del pa ís aprove chará la actual convocatoria al debate para lanzar una discusi ón amplia, en todos los sectores de la población, sobre los problemas, los errores, las urgencias, los recursos disponibles y las soluciones posibles en el marco de un socialismo participativo y democrático. Ello sentaría pautas para combatir las tendencias restauradoras del capitalismo , a cuya propaganda contribuye el estancamiento del modelo actual. En esos derroteros la autogesti ón, en tanto modelo que requerir á la democracia para su éxito, pu ede acompa ñar los aportes de la planificación y el mercado, afincando los contenidos socialistas de la reforma en curso.

Referencias

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(Centeno, Ramón, 2010) ¿Los gerentes al servicio de la naci ón?: el estado cubano y las empresas dirigidas al mercado internacional, Tesis de Maestría, FLACSO-México, México DF.

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(Chaguaceda, Armando –comp-, 2005) Cuba sin dogmas ni abandonos. Diez aproximaciones a la transición socialista, Editorial Ciencias Sociales, la Habana.

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(Mesa Lago, Carmelo, 2010, A) Estructura demogr áfica y envejecimiento poblacional: Implicaciones sociales y económicas para el sistema de seguridad social en Cuba , Décima Semana Social Católica, La Habana

(Mesa Lago, Carmelo, 2010, B) El desempleo en Cuba: de oculto a visible ¿Podrá emplearse el millón de trabajadores que será despedido? Espacio Laical, Núm. 4, la Habana.

(Mesa-Lago, Carmelo, 2005) “Problemas sociales y econ ómicos en Cuba durante la crisis y la recuperación”, Revista de la CEPAL, No. 86, agosto de 2006.

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(Pérez, Arnaldo- comp-, 2004) Memorias Evento Participaci ón social en el Perfeccionamiento Empresarial”, Editorial Félix Varela, la Habana.

(Pérez-López, Jorge F. 2003) “El sector externo de la economía socialista cubana”, en Miranda et al (2003).

(Recio, Alberto, 2001) Dimensiones de la democracia econ ómica, en http://www.rebelion.org/hemeroteca/economia2.htm

(Vidal, Pavel & Everleny, Omar, 2010) Entre el ajuste fiscal y los cambios estructural es. Se extiende el cuentapropismo en Cuba, Espacio Laical, Núm. 4, la Habana.

Sobre los autores:

Armando Chaguaceda : Polit ólogo, historiador y activista social cubano, miembro del Observatorio Crítico (Cuba) y el Observatorio Social de Am érica Latina, C oordinador del Grupo de Trabajo Anticapitalismo & Sociabilidades Emergentes (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales). Ha investigado y publicado sobre las pol íticas de participaci ón en Cuba y Latinoamérica.

Ramón I. Centeno: Politólogo, ingeniero y militante trostskista mexicano, graduado de la Maestría de Ciencias Sociales (FLACSO M éxico), especializado en la relaci ón Industria-Política y en el rol de los empresarios del sector externo en la Cuba actual.

1 Este texto integra reflexiones previas de los autores (Chaguaceda-comp-, 2005) y (Centeno, 2010). 2 Este punto se conjuga con los problemas del sector agrario. Cuba no est á en el camino de alcanzar la independencia alimentaria. Ha habido un lento avance en la entrega de tierras en usufructo -s ólo se encuentra en explotación el 25 por ciento de las tierras ociosas (Vidal & Everleny, 2010)- mientras que durante el primer semestre del 2010 se constató una caída del 10% en la producción de alimentos respecto al año anterior.3 La caracterización sobre la creciente influencia de los gerentes se ha fortalecido a partir de la expulsi ón del PCC del prestigioso académico Esteban Morales, luego de que este denunciara, en un art ículo publicado en el sitio de Internet de la Uni ón Naci onal de Escritores y Artistas de Cuba, en abril de 2010, a “un grupo de funcionarios de muy alto nivel ” cuya “corrupción resulta ser la verdadera contrarrevoluci ón, la que m ás daño puede hacer, porque resulta estar dentro del Gobierno y del aparato estatal ” (Morales, 2010). Se refer ía a dos casos de corrupci ón; uno, en el Instituto de Aeron áutica Civil de Cuba; y, otro, que involucr ó a la empresa mixta Río Zaza. ¿Quién y por qu é expulsó a Morales del PCC? La interpretaci ón más viable es que intereses vinculados al grupo de los gerentes de m ás alto nivel presion ó dentro del instituto pol ítico para que tomase esta decisión.4 Compartimos la idea de que en tanto Cuba vive al lado de una potencia como EEUU, con hist órica vocación hegémonica, no puede descuidarse la preparaci ón para la defensa, tambi én se puede reconocer que las FAR han operado con una lógica de eficiencia y racionalidad poco comunes en la institucionalidad cubana. Pero en este caso habr ía que replantearse la congruencia de “las palabras y las cosas ” y dejar de hablar del “pueblo uniformado” y reconocer que, tras medio siglo de proceso revolucionario, hoy somos testigos de un reforzamiento del estamento militar y de su capacidad y vocaci ón para controlar la renta nacional, copar las instituciones e imponer su visi ón del orden al resto de la sociedad. No es posible defender como cabalmente socialista una reforma que elimina los gastos que sostienen el consumo m ínimo de millones de personas

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mientras se elude afectar a la élite y sus aparatos de control político, puntos en los cuales los Lineamientos son ampliamente omisos.Habría que destacar que el coste impagable para el invasor (en termino de vidas humanas y critica de la opinión pública internacional) no vendr ía de la mano de las tropas regulares, sino del rechazo generalizado y cotidiano de la población y una resistencia popular prolongada. En ese sentido, ¿qué objetivo tiene realizar, si se dice contar con el apoyo del pueblo, ejercicios militares como el Bastión 2009, cuyo objetivo anunciado fue impedir estallidos sociales? La idea de sostener a todo costo el control del pa ís ante una sentida erosi ón del consenso resultan inmediatamente visibles.5 Más aún, con la actual ampliaci ón a la peque ña inversión privada anunciada por Ra úl, es posible que los gerentes puedan convertir sus grandes ahorros en inversi ón. Aunque el alcance de la ampliaci ón cuentapropista no permite la aparici ón de burgueses, si no de micro burgueses, se fomentan intereses económicos irresistibles. Así, la actual apertura al establecimiento de pequeños negocios, con la posibilidad de contratar fuerza de trabajo, se ñala el espacio legal donde se puede presionar por un mayor espacio a la iniciativa privada.6 En tanto que la autogesti ón busca la viabilidad econ ómica del socialismo, lo cual implica un proyecto de sociedad, ciertamente habr ía que introducir controles externos en el proceso de toma de decisiones. Una solución es la habilitaci ón de actores parlam entarios "soviéticos" (en su acepci ón leninista de los primeros años de la revoluci ón), en calidad de "auditores del pueblo", a fin de articular la gesti ón de las unidades productivas con la participaci ón pol ítica a nivel m ás macro. Los bolcheviques, para ello, pensaron en los Soviets.7 Ver al respecto una reconstrucción conceptual que rescata aportes relevantes en (Hudson, 2010)8 La primera visión desconoce el inmenso poder material y simbólico de la gran burguesía cubanoamericana y sus nexos con la clase política gringa, lo cual comprometería la soberanía nacional. La segunda ha demostrado su incapacidad para “repensar” la economía nacional de forma racional y cercana a las demandas de la gente.9 Ver (Pérez- comp-, 2004) y (Chaguaceda -comp-, 2005)10 (Borón, 2010) 11 Idem 12 Ibídem 13 Ibídem14 Ibídem15 Ibídem16 A pesar de la formaci ón de una capa (y ethos) empresarial en la élite gerencial del sector externo (Centeno, 2010), su incapacidad actual para reivindicar una mayor autonom ía de forma abierta, persiste. Sin embargo, para que estas empresas respondan a un plan de desarrollo socialista, siguen faltando mecanismos de control social, realizables en el control obrero al interior, señalados en el apartado anterior.