cuadernos de la mujer mww nº20---flora saez
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ARTÍCULO sobre el estilismo de la directiva
LAS DIRECTIVAS, EL VESTIR Y
NUEVOS LIDERAZGOS
Actualmente Flora Sáez es directora de la revista Mía en G+J España y creadora de mujeresreales.es. Licenciada en periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, fue redactora jefe de la revista ‘Yo Dona’, de ‘El Mundo’. En este diario ejerció de coordinadora para la sección ‘Manual de Supervivencia’. Comenzó su carrera como colaboradora en el diario ‘La Tarde’ y en la revista ‘Marie Claire’. Además, Flora es miembro del Comité de Comunicación de MADRID WOMAN’S WEEK.
Nadie podrá discutir la siguiente obviedad: nuestra ropa, la forma en que vestimos,
habla de nosotros. Desde nuestro pijama, al vestido de noche que elegimos para una
fiesta tienen mucho que decir. Pero ese lenguaje puede resultar especialmente
relevante en nuestro entorno laboral’. Decididamente, y aunque no nos guste o pueda
parecernos incluso desmedido, hay looks que favorecen nuestra carrera profesional y
otros que pueden ponerle zancadillas. Y llama la atención cómo esta verdad a veces
Flora Sáez
Directora de la revista Mía
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“Por lo general,
pasar inadvertida
por la ropa suele ser
una gran ventaja, al
menos si hablamos
de trabajo”
“No hay compañía a
la que no le preocupe
la imagen que
proyecta sobre sí
misma. Todas tienen
una cultura visual”
“Las tonalidades
fuertes como el rosa
chicle o los estampados
siempre entrañan
cierto riesgo, más aún
si hablamos de
trabajo”
no es tenida en cuenta. La imagen personal es un elemento poderosísimo de
comunicación no verbal. Transmite muchas cosas, entre ellas, valores.
Por todo ello conviene no despreciar la importancia de lo que vestimos,
especialmente en el momento en el que entran en juego las primeras impresiones.
Por regla general, quienes se relacionan con nosotros se hacen una opinión de nuestra
personalidad en pocos segundos, y en ese corto espacio de tiempo se
produce el denominado ‘efecto halo’, en función del cual una
pequeña parte de nuestra
personalidad ‘tiñe’ todo el
conjunto. Si lo que
queremos que vean de
nosotras son nuestras
ideas y propuestas, lo
mejor es que nuestra
ropa no destaque sobre
ellas. De lo contrario,
podemos quedar grabadas en
el recuerdo de nuestros
interlocutores como ‘la de los tacones
imposibles’, o la de la ‘chaqueta llamativa’. Por lo general, pasar
inadvertida por la ropa suele ser una gran ventaja, al menos si hablamos de trabajo....
Para esto no son tan importantes cuestiones como si vestimos falda o pantalón, de
blanco o de negro como lo que comunica el conjunto de nuestra imagen, y
determinados detalles pueden ensombrecer un buen proyecto o una idea brillante.
Evidentemente una mancha en medio de la blusa, pero también un gran escote, una
transparencia de más, una enorme sortija.
Un par de máximas: aquí también menos suele ser más. Que nada desentone, que
nada sobresalga.
No hay compañía a la que no le preocupe la imagen que
proyecta sobre sí misma. Todas tienen una cultura
visual que también se construye y se puede transmitir
a través de la vestimenta de quienes en ellas trabajan.
Se pretende que quien nos vea (clientes, empleados,
la sociedad en general) capte los valores de la
empresa para la que trabajamos y del equipo en el que
nos integramos. No siempre es fácil acertar, así es que
hay compañías que optan por explicitar en un
documento ciertas reglas.
El código de vestimenta de la multinacional UBS ocupa 41
páginas: Me pregunto ¿cuánto ocuparán sus documentos de estrategia? No creo que
hagan falta 41 folios para explicar el dress code de una empresa. Ni siquiera 20. Dudo
incluso de la conveniencia de que exista un código escrito. Debería primar, y bastar,
el sentido común. Como el que se desprende de este par de consideraciones. Una: si
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“Si las mujeres tenemos
un sello propio, si existe
incluso un estilo femenino
de dirigir tampoco tiene
sentido que adoptemos
sin más las rigideces del
dress code masculino”
sales de la oficina y puedes ir directamente a la piscina, tu modo de vestir no es el
correcto. Dos: si lo que interesa es desarrollar tu carrera, preocúpate más por parecer
profesional que atractiva o trendy.
Aquí van algunas pistas generales sobre lo que puede ser adecuado y lo que no:
Cuanto más llamativa resulta una prenda, un complemento, una joya.... menos
apropiada es para llevarla en el trabajo.
El color juega un papel importante en la imagen profesional. El rojo transmite
agresividad, el marino confianza, el gris es conservador y el negro, chic. La
mayor parte de estos colores, si exceptuamos el rojo, suelen ser la paleta básica
para trajes de chaqueta, faldas y pantalones que pueden combinar
magníficamente con colores maquillaje o tonos empolvados, crudo, rosa palo,
azul hielo.... Las tonalidades fuertes como el rosa chicle o los estampados
siempre entrañan cierto riesgo, más aún si hablamos de trabajo.
Brazaletes que chocan entre sí o pendientes con piezas igualmente ‘cantarinas’
distraen la atención de nuestros interlocutores. Se tiene que escuchar lo que
nosotras decimos, no lo que digan nuestros complementos.
Un bolso rígido y estructurado permite ordenar mejor el interior y también
ayuda a construir un look más profesional que otro blando.
Ojo con las exhibiciones de ropa de diseñadores y logos. Desde luego, no hay
nada como la ropa de calidad, bien cortada y bien cosida, y hay diseñadores y
marcas que son fabulosos, nos encantan. Pero cuidado con convertirnos a
nosotras mismas en un escaparate de firmas y logos demasiado
evidentes: puede frivolizarnos, incluso vulgarizarnos.
Un pequeño bolso de firma es eficaz y estupendo, un
trench salpicado de logos puede resultar hasta
ridículo.
Algunos errores pueden causar un daño
irreparable a nuestra imagen profesional: unos
stiletos, un escote pronunciado, un look
desaliñado, demasiado maquillaje.
Ahora que un look sobrio, profesional y estiloso no es
sinónimo de mediocre, anónimo ni aburrido. Nuestra
personalidad cuenta. No se trata de que nuestra persona
quede sepultada en el corsé de un uniforme, tan sólo de que
no haya nada estridente, fuera de tono, que se imponga sobre lo
verdaderamente importante, que en un profesional, claro está, no es lo que viste.
Si las mujeres tenemos un sello propio, si existe incluso un estilo femenino de dirigir
tampoco tiene sentido que adoptemos sin más las rigideces del ‘dress code’
masculino. No esconder la femineidad es un acierto también en la ropa.
Por el contrario, he visto a muy pocas mujeres a las que le sienten bien o no parezcan
disfrazadas con un pantalón recto y una camisa blanca con tirantes. Los tirantes son
solo una anécdota, un complemento sólo excepcionalmente utilizado por algunas
mujeres y que o merece mucha más atención. Lo cierto es que cada vez más mujeres
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“¿Por qué el traje
oscuro, tan
esencialmente
masculino, ha de ser la
única prenda maestra
que transmita un 100%
de profesionalidad?”
se rebelan con el intento de que se las identifique con un hombre en el vestuario
profesional. Puede que con un traje de chaqueta oscuro de corte masculino y falda
larga, blusa sin adornos y mínimo tacón una mujer vaya siempre bien en el trabajo....
Pero reducir a esto el fondo de armario laboral puede llegar a ser, además de
aburrido, despersonalizador.
¿Por qué el traje oscuro, tan esencialmente masculino, ha
de ser la única prenda maestra que transmita un 100%
de profesionalidad? ¿Por qué un traje de chaqueta
oscuro ha de ser inevitablemente más ‘confiable y
profesional’ que un vestido?
No. Creo que esto no ha de ser así necesariamente.
Están todavía por ver y estudiar los efectos que va a
tener la crisis sobre el que hasta ahora había sido
imparable proceso de incorporación de las mujeres a
la vida laboral y su cada vez mayor presencia en los
puestos directivos. Hasta ahora, este fenómeno se estaba
traduciendo en una puesta en valor, cuando menos teórica, de algunos
atributos femeninos aplicados al mundo de la empresa y la gestión y en una
agradable, aunque todavía mínima, presencia de ‘notas discordantes de color’ en esas
tediosas fotografías de consejos de grandes empresas pasadas por el rodillo gris del
traje oscuro y la corbata. Pero este proceso no ha llegado aún a madurar. La mayor
parte de las decisiones siguen estando en manos de los hombres; ellos siguen siendo
quienes marcan los valores imperantes y el código visual sigue siendo masculino.
Sólo en la medida de que más mujeres lleguemos a los puestos de decisión e
impregnemos con nuestros valores, con nuestros modos de hacer, el mundo de la
empresa y del trabajo, ese código visual se irá abriendo y democratizando hasta que
llegue el día en que un traje oscuro sea tan ‘confiable y profesional’ como un vestido.
Entre tanto, ¿qué nos ponemos? Dependerá mucho de cuál sea nuestra empresa,
nuestra posición en ella, el sector en el que nos desenvolvamos, de cómo seamos
nosotras mismas.
Aquí van diez consejos que pueden ayudarnos a encontrar ese deseado equilibrio
entre profesionalidad, estética, y personalidad propia que tanto deseamos.
1. El dress code no elige por nosotras. Seamos creativas. Huyamos del
anonimato.
2. Vistamos como mujeres. Competir con hombres o estar rodeadas de ellos no
implica imitar su vestimenta.
3. Discreción no es aburrimiento. Definamos nuestro estilo dentro de la imagen
de la compañía.
4. Menos casi siempre es más. Los excesos no suelen sentar bien en ninguna
parte, pero mucho menos en el trabajo.
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5. No abusemos de los complementos, pero no los despreciemos. Nos ayudan a
expresar nuestra estética profesional.
6. Cada una hemos de encontrar nuestro patrón de elegancia. Debe estar pero no
notarse. Y debe ser nuestro.
7. Atengámonos a nuestra edad y a nuestras circunstancias. Tenemos que estar
preparadas para lo ordinario y para lo extraordinario.
8. Seamos ejemplares. Especialmente si tenemos a otras personas a nuestro cargo.
9. Ante la duda, mejor no ponérselo.
10. Si nos dan un consejo, considerémoslo. La gente suele proporcionarlos de
buena fe.
Flora Sáez, en el centro junto a Salvador Molina, minutos antes de comenzar
la mesa redonda sobre Mujer y Comunicación en la pasada edición 2011 de
MADRID WOMAN´S WEEK.
Además, estaban Marta Gómez (izq.), directora de Tolerancia Cero (RNE) y
Mercedes Wullich (Dcha.), directora de Mujeres&Cia.