Cuaderno Primero: Antes de los...

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CREACIÓN Y DIVULGACIÓN DE CONTENIDOS PEDAGÓGICOS CRÍTICOS SOBRE LA HISTORIA E IDENTIDAD REGIONAL CUCUTEÑA 1. El Arte Rupestre Ancestral – Tras las huellas de los pueblos prehistóricos. El territorio de Norte de Santander, como parte de una región geofísica y cultural que orbita entre las cuencas andinas y las llanuras húmedas del Lago de Maracaibo, es rica en estaciones de Arte Rupestre. Enigmáticos grabados en piedra con escenas de rituales ancestrales, figuras geométricas de multiplicidad simbólica, muestran trazos de la cosmogonía, la magia y sabiduría de culturas primigenias. Petroglifos de Cucutilla Petroglifos de Sardinata Pictografías de Silos 2. Patrimonio Arqueológico – Evidencias de la Prehistoria remota y Arqueología Chitarera El Mundo Prehispánico: Cultura y Sociedades Aborígenes antes de la Llegada de los Europeos. El mundo prehispánico es infinitamente mayor al vivido y conocido a partir de la llegada de los españoles. Grandes periodos contados en milenios y centurias transcurrieron desde que los primeros hombres poblaron estos valles andinos hace unos 14 a 12 mil años antes de Cristo. Magníficas estaciones de Arte Rupestre de petroglifos y pictografías en Sardinata, las cuencas del Pamplonita, Táchira, Zulia, Salazar y Cáraba evidencias ese pasado. Notables piezas de Patrimonio Paleontológico se han hallado en el extenso valle aluvial de Cúcuta y Los Patios, donde se testimonia la existencia de grandes mastodontes y megaterios que bien pudieron haber compartido espacios con el hombre primitivo, quien pudo ver e incluso provocar su extinción. Lo mismo que enigmáticos yacimientos arqueológicos de la zona chitarera en Silos, Mutiscua, Pamplona y Chinácota muestran facetas de la vida humana prehispánica. Los Chitareros, pobladores prehispánicos de la antigua provincia de Pamplona, a donde pertenecían los fértiles valles o llanos de Cúcuta, son presentados en sus principales imágenes y elementos identitarios como: a) Sus naciones étnicas vecinas, b) Su hábitat, recursos y bienes de intercambio, c) Lengua y cultura chitarera, d) Costumbres y sistemas de representación, e) Mitos y rituales, f) El casamiento y la vida social, g) Pautas de vivienda, h) Pautas funerarias, y i) la organización social y política. Mientras más amplio y profuso sea el conocimiento de pasado, mejor será la constitución identitaria como la formación de conciencia histórica. Cuaderno Primero: Antes de los Cristianos Historiador UIS Por: Silvano Pabón Villamizar

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CREACIÓN Y DIVULGACIÓN DE CONTENIDOS PEDAGÓGICOS CRÍTICOS SOBRE LA HISTORIA E IDENTIDAD REGIONAL CUCUTEÑA

1. El Arte Rupestre Ancestral – Tras las huellas de los pueblos prehistóricos. El territorio de Norte de Santander, como parte de una región geofísica y cultural que orbita entre las cuencas andinas y las llanuras húmedas del Lago de Maracaibo, es rica en estaciones de Arte Rupestre. Enigmáticos grabados en piedra con escenas de rituales ancestrales, figuras geométricas de multiplicidad simbólica, muestran trazos de la cosmogonía, la magia y sabiduría de culturas primigenias.

Petroglifos de Cucutilla Petroglifos de Sardinata Pictografías de Silos

2. Patrimonio Arqueológico – Evidencias de la Prehistoria remota y Arqueología Chitarera

El Mundo Prehispánico: Cultura y Sociedades Aborígenes antes de la Llegada de los Europeos. El mundo prehispánico es infinitamente mayor al vivido y conocido a partir de la llegada de los españoles. Grandes periodos contados en milenios y centurias transcurrieron desde que los primeros hombres poblaron estos valles andinos hace unos 14 a 12 mil años antes de Cristo. Magníficas estaciones de Arte Rupestre de petroglifos y pictografías en Sardinata, las cuencas del Pamplonita, Táchira, Zulia, Salazar y Cáraba evidencias ese pasado. Notables piezas de Patrimonio Paleontológico se han hallado en el extenso valle aluvial de Cúcuta y Los Patios, donde se testimonia la existencia de grandes mastodontes y megaterios que bien pudieron haber compartido espacios con el hombre primitivo, quien pudo ver e incluso provocar su extinción. Lo mismo que enigmáticos yacimientos arqueológicos de la zona chitarera en Silos, Mutiscua, Pamplona y Chinácota muestran facetas de la vida humana prehispánica. Los Chitareros, pobladores prehispánicos de la antigua provincia de Pamplona, a donde pertenecían los fértiles valles o llanos de Cúcuta, son presentados en sus principales imágenes y elementos identitarios como: a) Sus naciones étnicas vecinas, b) Su hábitat, recursos y bienes de intercambio, c) Lengua y cultura chitarera, d) Costumbres y sistemas de representación, e) Mitos y rituales, f) El casamiento y la vida social, g) Pautas de vivienda, h) Pautas funerarias, y i) la organización social y política. Mientras más amplio y profuso sea el conocimiento de pasado, mejor será la constitución identitaria como la formación de conciencia histórica.

Cuaderno Primero: Antes de los Cristianos

Historiador UISPor: Silvano Pabón Villamizar

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Los materiales arqueológicos evidencian la vida de los seres humanos antes de la escritura. Documentan la cultura material de los pueblos ágrafos o sin historias. Los diferentes registros hechos a partir de hallazgos en tumbas y sitios de vivienda permiten reconstruir vidas pasadas en múltiples aspectos como la muerte, la cotidianidad, organización social, costumbres y sistemas de representación. Se han encontrado elementos líticos, cerámica y materiales óseos, entre otros. Existen diversas herramientas de piedra como hachas, morteros, cortadores y percutores; sin embargo, entre los líticos sobresalen los metates o pilas para moler el maíz y demás insumos para la preparación de alimentos, de donde llama la atención que esta tecnología gastronómica prehispánica pasó al mundo moderno y fue utilizada por los campesinos por lo menos hasta 1930, cuando llegó al campo el molino corona.

Hachas zona arqueológica de Los Vados Herramientas líticas halladas en Los Vados

Metate prehispánico La Antigua, vereda Tapaguá,

Mutiscua Metate posthispánico Los Pozos, vereda La Plata,

Mutiscua

La Arqueología ha permitido recuperar materiales de cerámica muy valiosos para la identificación de las naciones étnicas, su identidad cultural, dado que la cerámica es para cada pueblo como su huella dactilar. La cerámica chitaréra es de alta precisión identitaria, muy abundante en zonas de Silos, Mutiscua, Pamplona y Cácota, pues los alfareros más reconocidos eras los pueblos de Cáraba en Silos y los Cácotas, quienes fabricaron vasijas de barro hasta bien avanzado el Siglo XX. Hoy se conservan extraordinarias piezas de cerámica chitarera en los museos de la región.

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Vasija decorada por aplicación y doble

asa de Silos Vasija ovoide de doble asa de

Pamplona Vasija pintada Cácota

Entre los materiales óseos hallados en las tumbas sobresalen los cráneos y el esqueleto en sí, pues permiten estudiar su contextura física, salud, alimentación y hasta las causas de muerte. Las zonas de más alta densidad poblacional chitarera como los valles de los ríos Cáraba, La Plata-Zulasquilla y Pamplonita presentan numerosos yacimientos arqueológicos aún sin excavar.

Cráneo deformado hallado en Silos Cráneo de Silos Huesos hallados en Labateca

Otros materiales arqueológicos también de alto valor para comprender la cultura de los pueblos prehispánicos son los collares de conchas de caracol, utilizados como abalorios y piezas de intercambio. También se suelen encontrar otros elementos de la vida cotidiana como bastones de mando hechos en madera, herramientas como agujas elaboradas con cuerno, así como tejidos y pieles usados para el vestido. Los Chitareros no tenían oro, no lo explotaban ni lo trabajaban, aunque sí se les encontraron algunas piezas de tumbaga e incluso de oro puro, introducidas por vía de intercambio con sus vecinos los guanes y los muiscas.

Collar de conchas de Caracol hallado en el Valle de Labateca

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3. Patrimonio Paleontológico – ¿Quiénes habitaron estas tierras antes de los primeros hombres? Desde la formación de los continentes y las cordilleras como desde el inicio de la vida hay un extenso devenir, una historia planetaria de criaturas extrañas que hoy ya no están, pero que de algún modo hacen parte de las raíces prehispánicas y patrimoniales de nuestra Nación. Seres vivos que se convirtieron con el paso del tiempo en fósiles muestran los habitantes de las eras, períodos y épocas geológicas que precedieron al hombre. Así fue como en el DEVÓNICO los animales conquistan la tierra y se desarrollan los primeros bosques. En el CRETÁCICO, cuando las cordilleras aún no se habían formado, reinaban los reptiles en los mares y en la tierra los dinosaurios, mientras esta región del país aún se hallaba bajo el agua; razón por la cual son tan comunes los moluscos como los amonites.

Amonite hallado en la Hacienda de la Chamba, centro poblado rural de Bábega, municipio de Silos, Norte de

Santander – Colombia

Luego, durante el MIOCENO y el PLIOCENO, entre 20 y 2 millones de años, se extinguen los dinosaurios y la tierra termina de configurarse a la forma actual. Los mamíferos y las aves dominan la superficie. En zonas de Los patios, Villa del Rosario, Cúcuta, El Zulia y San Cayetano es posible hallar rastros de estos períodos, como restos de grandes mamíferos extintos que compartieron escenarios vitales con los primeros seres humanos llegados a estos valles, hogar de mastodontes, megaterios, falso hipopótamo y falso armadillo gigante. Las capas de hielo retrocedieron al final del PLEISTOCENO y empezó la época reciente del HOLOCENO. Las primeras hordas de cazadores recolectores se asentaron en las terrazas de El Zulia, San Cayetano, Los Patios y Cúcuta, donde establecieron sus talleres y campamentos hace unos 14 a 12 mil años. Vivieron de la caza mayor y menor, así como de la recolección de frutos y alguna pesca en los ríos que eran muy caudalosos. Los líticos nos cuentan su historia: Puntas de lanza, tajadores, raspadores y hendidores bipiramidales.

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Puntas de lanza y herramientas líticas de cazadores recolectores halladas en Los Vados, municipio de Los Patios

4. Las Naciones Étnicas del Nororiente Andino a la Llegada de los Europeos: Muiscas,

Guanes, Laches y Tunebas, Motilones, Hacaritamas y Carates – Mapa La conquista del norioriente andino fue un tanto tardía, realizada bajo experiencia y legislación probada, lo cual permitió a los españoles reconocer las diferentes naciones étnicas que iban encontrando, previendo poner una ciudad en su centro para su inserción al mundo hispánico. Los cronistas y oficiales del Rey debieron observar con rigor las características y condiciones de cada uno de los pueblos sometidos, dejando valiosa información etnohistórica que hoy permite reconstruir con buen acierto su enigmático pasado.

MAPA a) Muiscas: Dos grandes confederaciones de cacicazgos, el Zipasgo y el Zacasgo, con una

orfebrería magnífica, industria textil, cerámica de alta calidad y unos circuitos comerciales y mercados notables. Alta complejidad social y política, de lengua chibcha y altas concentraciones de población. Colindaban con los Chitareros por las estribaciones del río Chicamocha.

b) Guanes: Extraordinarios tejedores, disponían de grandes cantidades de algodón, como de disposición para el arte, la pintura y buen porte en el vestir. Así los vieron los cronistas españoles a sus mujeres: “Eran a las demás aventajadas en la disposición y hermosura, aire, donaire y atavío […] tienen disposición y gallardía; y es gente blanca, limpia, curiosa, los rostros aguileños, y facciones de linda y agraciada compostura; y las que sirven a los españoles es de maravillar cuán brevemente toman el idioma castellano, tan bien articulado los vocablos como si Ies viniera por herencia, primor que yo jamás he visto en las otras naciones de Indias”

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Don Juan de Castellanos (1955, 117.31 7) Investigaciones arqueológicas y antropofísicas han mostrado que en efecto su altura promedio era de 1.67 cms, superando el promedio muisca y de otras naciones étnicas precolombinas. Deformaban sus cráneos para exaltar su condición social y apariencia estética, fabricaban una cerámica pintada muy sofisticada y desbordaron en arte rupestre con una extraordinaria pictografía en la zona de la Mesa de Los Santos.

c) Los Lache-U’wa o U’wa-Lache: son una nación étnica de lengua Chibcha que aún subsiste en las estribaciones de la Sierra Nevada de Güicán, Cocuy o Chita, como en los actuales municipios de Toledo y Chitagá. Demarcaban su territorio por medio de elementos tanto naturales (ríos, cascadas, rocas y montañas) como artificiales (menhires y otras estructuras) incluidos en su mitología; distribuidos estratégicamente para cubrir y controlar los accesos a la Sierra y sus asentamientos, constituyéndose en mojones o hitos. SE destacaron por consumir y comerciar con el hayo (coca), fabricar mochilas (chitaras) y hamacas, elaborar abalorios líticos y tejer con su cabello prendas de alto valor estético, muy apreciadas por los españoles.

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Objetos pulidos de piedra tallados por los Laches como colgantes alados, solo presentes en las sierras

nevadas de El Cocuy, Mérida y Santa Marta.

d) Hacaritamas y Carates: Es una generalización que se hizo para nombrar los diferentes grupos de la antigua provincia de Ocaña, aunque fueron llamados así por presentar muchos de ellos problemas de pigmentación de la piel conocida como vitíligo, condición que los españoles trataron despectivamente como indios caratosos.

e) Motilones: Llamados así con ocasión a haberles cortado o motilado el cabello en forma de corona a toda una comunidad por hallarse afectados de viruelas y sarampión. Pretendían tratarlos o curarlos de las erupciones de la piel si tenían menos cabellera. Quienes los vieron y necesitaron referirse a ellos, les pusieron el apelativo Motilones, quedando bajo esta denominación todos los pueblos de la selva del Catatumbo

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f) La Nación Chitarera: Recibieron este nombre de una palabra de la lengua chibcha que asigna la mochila o chitara en que se portaba un calabazo con chicha o “vino de la tierra”, como llamaron los españoles esta bebida y alimento de estos pueblos. Lo llevaban colgado o atado a su cintura, la mayoría de ellos, incluso sus mujeres, quienes se encargaban de servirla u ofrecerla en los convites, fiestas o rituales ancestrales. Originalmente se creía que chitarero era el calabazo, así lo creyeron los españoles, pero al examinar el diccionario tunebo del Padre Rochereau, puede verse que la chitara es la mochila, no el calabazo.

El nombre CHITARERO viene de la chitara que es la mochila de fique, portadora del calabazo, recipiente del

espirituoso brebaje, alimento del cuerpo como del alma que es la ancestral chica de maíz.

Como nación étnica ocuparon una amplia variedad de cacicazgos dispersos por los

intrincados valles andinos, desde las laderas del cañón del Chicamocha hasta las

estribaciones de la cordillera de Mérida. Estaban constituidos por comunidades locales

independientes, asentados en rancherías o caseríos dispersos por las laderas y valles de

los ríos y quebradas, entrelazados con las tierras de labranza, utilizando diversos pisos

térmicos.

5. Los Pueblos de la Chitara: Hábitat, Recursos y Productos de Intercambio en Tiempos

Prehispánicos

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«Es toda la gente de mediano cuerpo, bien ajustados y de color como los demás indios; vístense de mantas como los del Reino, aunque viven los más por valles que declinan más a calientes que fríos; la gente pobre y que no hacían por oro con tener en su tierra muchas minas y buenas que después los españoles descubrieron, de donde se ha sacado gran número de pesos de oro; los rescates de que estos indios usan es algodón y bija que es una semilla, de unos árboles como granados, de la cual hacen un betún que parece almagre o bermellón, con que se pintan los cuerpos y las mantas que traen vestidas; los mantenimientos que tienen son maíz y panizo, yuca, batatas, raíces de apio, frisoles, curíes —que son unos animalejos como muy grandes ratones— venados y conejos; las frutas son curas, guayabas, piñas, caimitos, uvas silvestres como las de España, guamas —que es una fruta larga así como cañafístula— palmitos y miel de abejas criada en árboles; las aves son paujíes, que son unas aves del tamaño de pavas de España; hay también pavas de la tierra, que son poco menores que los apunes, papagayos, guacamayas de la suerte de papagayos». Puede verse que su dieta era muy variada, rica en vegetales, frutas y suficiente proteína animal, como abundantes harinas y carbohidratos obtenidos en la papa y el maíz. Tal vez en virtud de su buena nutrición y el mucho caminar es que los españoles les vieron como muy dispuestos, agarrados y fuertes. Algunos pueblos disponían de mejores ventajas para la producción, con abundante maíz y algodón como en Tequia. Otros ostentaban abundancia maíz, frísoles y turmas de la tierra, como en la elaboración de cerámica, caso pueblos de Cáraba y Cácota de Velasco, famosos por sus mercados de ollas y vasijas, además de abundante agricultura. Los Chitareros contaban con un dinámico comercio exterior, con los Guanes, Muiscas y Laches-Tunebas, así como con los pueblos de tierra caliente hacia el Lago de Maracaibo, de donde obtenían conchas de caracol y sal de mar. Con los Guanes intercambiaban cerámica, mantas y tejidos, algodón en rama y abalorios de oro o tumbaga. Con los Muiscas comerciaban abalorios de oro y tumbaga, sal y elementos mágico-religiosos. Con los Laches-Tunebas rescataban mochilas y hojas de hayo o coca. Los Chitareros ofrecían bija, papa y maíz en abundancia para los mercados externos, mientras que los mercados internos eran más especializados en función del potencial de cada pueblo. El manejo estratégico de diversos pisos térmicos por una misma comunidad indígena les dio grandes posibilidades, no solo de subsistencia sino para el manejo de excedentes y la realización de sus fiestas como eventos propios para la redistribución y seguridad alimenticia de todos. Pueblos como Arcabuzazo en el Valle de Condamenda (Cucutilla) contaban con tierras en los páramos, una franja de clima frío y las vegas del río Zulasquilla más cálidas; en virtud de lo cual producía papa, maíz, fique, bija y algodón.

6. Lengua, Cultura y Costumbres de los Chitareros Los Chitareros son considerados una prolongación del mundo muisca, por múltiples razones; su lengua también chibcha, su sistema mágico-religioso, sus costumbres y organización social; excepto por no haber alcanzado una centralización política a nivel de

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confederación de cacicazgos. Sin embargo, dadas las condiciones geoespaciales y la influencia de sus vecinos, pueden reconocerse algunas diferencias o elementos identitarios que los hacen una nación étnica distinta. a) La Lengua de los Chitareros: La lengua de los Chitareros era un dialecto chibcha, una

lengua de la familia lingüística chibcha. Los españoles podían comunicarse con ellos con suma facilidad a través de un lengua muisca, cualquiera, hasta los niños muiscas podían servir de intérpretes. De la lengua chitarera se conservan innumerables topónimos como Labateca, Bochagá, Bábega, Chitagá, Iscalá, Chinácota, Cácota, Suratá, Cúcuta y Tapaguá. Entre los onomásticos Chitareros se encuentran Bateca, Chona, Iscalá, Mogotocoro, Tequia, Cáraba y Tescua. Muchos vocablos fueron usados en ambos modos, caso Cáraba o Bochagá, que son veredas de Silos y Toledo y a la vez apellidos de descendientes de esos pueblos.

b) La industria textil y el vestido: Los tejidos fueron muy pródigos. Los chitareros se surtían

de algodón de sus cultivos en los valles cálidos y del comercio con los Guanes. Esta zona de intercambio comercial entre los dos pueblos se localizó en la parte sur del territorio, concretamente hacia las proximidades del Chicamocha. Sobre la elaboración de mantas con que se vestían, nos cuenta Aguado: "Sus más ordinarios vestidos son de algodón, que se tejían camisetas a manera de túnicas arriadas, que les llegan poco más abajo de las rodillas, y de las mismas mantas cuadradas que les sirven de palio". Desde luego, no todos los pueblos tejían, ni todos tenían acceso a las mismas cantidades de algodón, muchos de ellos se vestían pobremente o tenían que utilizar el fique como fibra para la confección de sus vestidos.

c) Fiestas, reglas y honor entre los Chitareros: Tenían cuatro grandes fiestas al año, de cuatro días como mínimo cada una, asociadas a la siembra y celebración de la vida y la fecundidad. También tenían fiestas ocasionales como en las bodas o casamientos, en los nacimientos bautizo de los bebés, o para hacer rogativas, pagamentos o súplicas a sus deidades. La chicha y el mucho beber, como el cantar y bailar, eran las actividades centrales en las fiestas, aunque algunas muy pomposas incluían procesiones como los entierros, los pagamentos y los rituales de fecundidad y la siembra.

Las reglas sociales se centraban en los rituales de iniciación y concertación de los casamientos. Sin embargo estaban muy separadas y claras las reglas frente al adulterio y el hurto, los dos delitos más caros contra la sociedad chitarera. En el adulterio, el culpable debía ser castigado con la muerte, pero el castigo o desagravio lo debían ejecutar los padres, hermanos o parientes de la esposa del ofendido. Muerto el infractor la cosa se olvidaba y el hogar seguía en paz. Si no se vengaba el agravio, el marido devolvía la mujer a sus padres, la echa por adúltera y fornicaria, mientras ésta quedaba en gran vergüenza y más nunca se podía volver a casar. Sufría una degradación y ostracismo social muy duro. Solo la familia se podía condoler de ella, si lo hacía.

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d) Religiosidad y Sistemas de Representación: Toda la vida en el mundo de los Chitareros estaba transversada por las estructuras mágico-religiosas. Lo sagrado penetraba todos los ámbitos de la vida social, cultural y productiva. Los mohanes o chamanes eran los encargados de administrar ese mundo mítico, histórico tradicional, que solo se podía manifestar en la dinámica de los rituales, en eventos y momentos específicos como en la guerra, los casamientos, los enterramientos, la fecundidad y la siembra, entre otros. La vitalidad religiosa de los Chitareros fue preocupación de los españoles en tiempos de la hispanización temprana, pues ni ahorcando “mohanes y hechiceros en esta tierra se podrían acabar de evitar”, como lo expresó el propio capitán Ortún Velasco, al encontrar que aun en su tiempo “hacen juntas y borracheras para llamar a sus dioses y diablos, y sí tienen santuarios, tunjos, plumerías y lugares donde ofrecen al demonio que ellos tienen por dios o dioses, oro, mantas y otras cosas”. Hace referencia a los pagamentos en sitios sagrados como las lagunas y los picos montañosos donde llevaban a sus muertos. "Son estos indios idólatras, como los moscas; tienen sus santeros o mohanes que hablan con el demonio, el cual les hace entender que él hace llover, entre los cuales hay uno que es principal... y a éste veneran y ofrecen sus ofrendas". Se refiere al mohán o chamán de Hontibón o Cirivitá, en inmediaciones de Cácota de Velasco, reconocido como centro ceremonial de alto valor y devoción.

Estatuilla mítico-religiosa en cerámica Estatua mítico-religiosa

tallada en piedra Vasija ceremonial de cerámica pintada,

posiblemente de origen Guane

e) La Música y los juegos: En una fiesta cantaban canciones, tristes unas, alegres otras, al

compás de flautas de cañabrava, capadores, fututos, tambores y “los largos calabazos utilizados como trompetas” que menciona Aguado; poniendo en medio del escenario las múcuras con la chicha, de donde unas mujeres muy diligentes servían en abundancia, tanto a los músicos como a los invitados. En toda la nación de los Chitareros solo un juego se les vio practicar, el “juego de bolo”, referenciado en una visita de la tierra: “Era un día de fiesta y los vio (el visitador) holgar y jugar a la bola en la meseta de Suratá… como lo acostumbran hacer…”. Sin embargo,

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no se evidenció la práctica de deportes como la lucha, muy común entre sus vecinos como los Laches y los Motilones.

7. El Mito de los Cabellos Quienes los vieron y con ellos trataron siempre resaltaron su buen carácter, compostura y fortaleza física. El Padre Pedro Simón menciona que “los Chitareros de esta provincia han sido siempre de buena masa y condición”. El Padre Pedro de Aguado anotó que “son indios de buena disposición y bien hechos y proporcionados y bien agestados, harto más que las mujeres…”. El cabello era para los Chitareros de sumo valor estético como mágico-religioso, representaba su integridad, virilidad en los hombres, honorabilidad y profunda dignidad como ser humano y como miembro de la comunidad. Llevar el cabello largo, suelto o amarado, pero muy bien cuidado era de mucha estima. La tradición se originó desde tiempos lejanos en Bochica, antiguo legislador de los muiscas, quien les enseñó normas de sociabilidad y cuidado de sí, poniendo algunas sanciones en las que cortar o tranquilar el cabello a infractores de robo o adulterio representaba vergüenza extrema y sumo descredito en la comunidad. Con la ocupación española se presentaron serios inconvenientes sobre el tema del cabello. Algunos doctrineros pretendieron cortarles el cabello a los indios a la hora de bautizarlos, a lo cual ellos se negaron, abandonado los templos de doctrina, hasta que el Rey les protegió ese derecho y ningún obispo, cura o doctrinero podría tocarles un pelo. Pero los capataces y mineros no fueron nada indulgentes. En cierta ocasión un minero español, queriendo castigar el bajo rendimiento de un indio de Tutepa le puso unas cormas y le trasquiló en cabello, lo cual significaba para el nativo una “afrenta grave” y se deprimió a tal punto que murió en prisión. Otro indio de Bábega a quien el minero le aplicó la misma sanción, prefirió huir, estando atado con la corma, para tirarse por un desfiladero, “donde se hizo pedazos”. Desde Bochica interiorizó este pueblo el valor del cabello como símbolo de nobleza e identidad, trasquilarlo era mancillar su honra como al criminal más nefando de la tierra, tanto que preferían la muerte de inmediato.

8. Los Rituales de Iniciación, la Fecundidad y la Siembra Los rituales de iniciación estaban vinculados directamente con la fecundidad y la siembra, un mismo horizonte mágico-religioso los estructuraba. Vida, fertilidad, inseminación y agua eran unívocos en la madre tierra como en el vientre. Cuatro eventos componen esta mágica relación. a) Iniciación de los hombres: El púbero se encamina a su madurez sexual, cognitiva y

emocional empujado por su padrino y el mismo mohán si es posible. Barren su casa, toman todas sus cosas de niño y adolescente y las queman, recogen la ceniza y se la tiran por su cuerpo, lo ungen con ellas. Luego, su padrino toma un zurriago de cuero y le propina unos cuantos azotes o fuetazos, los cuales deberá soportar sin chistar. Paso seguido el chico va a la quebrada o a la laguna y se baña con mucho esmero, se purifica, y acompañado por los hombres mayores, quienes lo visten y pintan con las mejores

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galas, para tomar una gran carrera por una ruta preestablecida, fragosa y de considerable distancia. Los jóvenes realizan esa exigente travesía a dejo de competencia, pues al llegar el mohán o su padrino le entrega un par de mantas a quienes llegan primero.

b) Iniciación de las mujeres: Con la llegada de la menarquia, primera menstruación, la joven es obligada a permanecer encerrada, fuera de la vista de todos, incluso cubriéndola si hay visitas, hasta que se le pasa su periodo. Luego, son los hombres quienes la conducen a la quebrada o a la laguna para su baño y purificación, donde la visten y pintan, lo más engalanada posible, para luego reunirse a tomar la chicha, hacer los cantos y la bienvenida al mundo de la fecundidad y la vida.

c) Ritual de la Fecundidad y la siembra: los jóvenes iniciados eran actores destacados en este ritual, además del mohán y los caciques y capitanes. Es una gran minga en que todos se reúnen a preparar un terreno comunitario para la siembra de los mejores maíces y turmas de la tierra. Una vez hecha la roza, roturado el suelo y preparada la tierra llegaban las vírgenes, ya iniciadas, cargadas en andas en animada procesión, en medio de cantos y música; además de mucha chica y comida disponible, para proceder a poner las semillas en la tierra fresca recién labrada.

d) Fecundar la tierra como a sus mujeres: Realizada la siembra, cubiertas las semillas, todos involucrados en el transcendental evento, muy emotivos y eufóricos del mucho consumo chicha, se dedican a amarse sin ataduras conyugales, abrigando a sus mujeres en medio de los surcos; pues deben en extraordinario trance, fecundar la tierra como a sus mujeres para que ésta diera fruto abundante y el pueblo no pasara hambre.

9. El Casamiento

Era quizá el evento social y ritual más alegre como de mayor aprecio y participación entre las familias y comunidades chitareras. Algunos matrimonios, en especial en los linajes que ostentaban los cacicazgos, solían concertarse matrimonios para chicos a muy temprana edad, en la niñez incluso. Los chicos se criaban juntos o muy vecinos y al realizar sus rituales de iniciación consumaban el matrimonio. No era lo más común pero hay evidencias de ello. El proceso social y ceremonial del casamiento tenía tres etapas. Una, el compromiso: Los consortes que se conocían desde chicos o se habían encontrado en una fiesta o en una caminata a otro pueblo, formalizaban la voluntad de unión con una visita del pretendiente a la novia, llevándole los mejores maíces de su huerta. Debía llegar en la madrugada o al despunte de la luz del día, descargaba el bulto de los frutos, tratando de hacer hacerse sentir, de tal modo que la chica, si lo aceptaba, salía de su aposento con una totuma rebosante de exquisita chicha, bebida espirituosa tanto del cuerpo como del alma, y la probaba para luego pasársela al joven pretendiente. Ahí se verificaba el compromiso. Una vez comprometidos los chicos, salían los padres de la novia, le atendían y empezaban a divulgar la noticia para concertar la ceremonia del casamiento, la fiesta y los invitados que eran todos los miembros de la comunidad, el mohán y parientes lejanos en otros pueblos. Dos, el casamiento y la fiesta. Realizado el compromiso y divulgado el evento, se dedicaban a preparar la fiesta, a la cual ponían el mejor empeño. Preparaban la chicha en grandes

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cantidades, cazaban venados sin veda alguna, cursaban las invitaciones, en especial al mohán quién debía encabezar el ritual. Llegada la fecha y hora, los casamenteros se ataviaban y pintaban con las mejores galas, y ante el mohán y toda la concurrencia, exponían en voz alta sus votos. El marido se comprometía a no dejarla aguantar el hambre, a tratarla bien y a serle fiel. La consorte le prometía que lo atendería siempre en el hogar, que prepararía bien los alimentos, en especial la chicha, y criaría con esmero los hijos, además de hacer todas las tareas que como mujer estaba obligada. También prometía que le sería fiel. Realizada la ceremonia, se procedía con las danzas, la comida, los cánticos y sobre todo, a la toma de chicha. Para garantizar que todos, propios e invitados, no pasaran descuido alguno, unas mujeres se dedicaban especialmente a servir y ofrecer chicha a todos a toda hora, en especial a los músicos, pues para nada debía de interrumpirse la fiesta, la cual bien podría durar hasta tres días. La chicha tenía un valor extraordinario en la dinámica y los simbolismos del casamiento, pues debía disponerse de la mejor y más grande cantidad posible, poniéndola justo en el centro del escenario, desde donde se servía a los ávidos tomadores. Y, tres, casa y sementera para los recién casados. Una vez concluido el jolgorio, disfrute y amplio derroche en la fiesta, se procedía a construirles la casa y hacer la labranza de los recién casados. Todos, familiares y amigos, invitados e involucrados, con el liderazgo acertado, se dirigían a hacer el bohío y la huerta a la nueva pareja, pues con ello garantizaban su estabilidad. Tres días solían ser suficientes para levantar un bohío como para hacer la roza y labranza. Era una gran minga, sin duda, hecha con mucha alegría y esmero.

10. Pautas de Vivienda – Espacios Vitales Los asentamientos habitacionales de los Chitareros estaban definidos por el paisaje. Solían poblarse siguiendo las cañadas de las quebradas y ríos, los valles planos y fértiles, así como los valles o llanuras cálidas. También habitaron los altiplanos fríos y hasta paramunos en los Andes, donde se encontraron pueblos como los Ucataes en inmediaciones de Tona, Berlín y Charta en Santander, entre otros. Las viviendas se distribuían en forma dispersa y seminucleada, muy pocos lograron nuclearse, solo unos pocos cacicazgos como Chinácota y Silos. Las casas se construían con madera, palos y cañas entretejidas y techos de paja, apoyados en un cimiento o calzada de piedras. Las diseñaban en forma circular y rectangular indistintamente; aunque variando su altura según el clima o piso térmico donde se hallasen. El los páramos y clima frío las viviendas eran bajas, puerta estrecha y pocas ventanas o aberturas para protegerse de las bajas temperaturas. El climas medios o templados eran de mediana altura, más o menos aireadas, pero en climas cálidos como en los valles de Cúcuta eran mucho más altas, techos ligeros y provistas de ventanas o aberturas entre los muros para mejorar la ventilación. En climas cálidos cambiaban un poco los materiales, pues disponían de hojas como nacuma o yaraguá, mientras en los climas fríos disponían de paja

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Paja usada por los pueblos Chitareros para sus casas

en climas fríos y templados Pautas de vivienda prehispánica en los Andes y zonas

muisca como chitarera

11. Pautas Funerarias – El misterio de la muerte para comprender a los vivos

La arqueología ha permitido reconocer tres pautas funerarias entre los Chitareros. Una, las tumbas de pozo con cámara lateral, consistente en excavación de un pozo a manera de chimenea, de unos dos a seis metros de profundidad, para luego excavar una cámara lateral, dejando solo una abertura muy estrecha que era tapada con una roca plana (laja), dejando en la cámara los restos de los muertos acompañados de una variada ofrenda funeraria, la cual podía incluir, vasijas de cerámica, objetos líticos, elementos de la vida cotidiana y objetos ceremoniales, conchas de caracol, entre otras ofrendas. Dos, criptas en las cuevas y cornisas de las montañas y cumbres más elevadas, donde iban colocando los cuerpos uno a uno, bien vestidos y envueltos en mantas de algodón o entre un chinchorro tejido en fique o cabuya. Y, tres, bóvedas construidas como sepulcros con lajas y rocas planas, aprovechando la acumulación de mármoles o piedra caliza, muy común en las montañas andinas de la Cordillera Oriental. Los enterramientos se acompañaban con una procesión de toda la comunidad, presentando gran aflicción y haciendo cánticos muy melancólicos y tristes. La tumba era preparada por un experto y en cuerpo se acompañaba con una ofrenda muy vinculada con la vida del difunto. Si era un cacique o indio de macana le ponían su bastón de mando y objetos relacionados con su posición social y política. Si era una mujer acompañaban su cuerpo con sus tejidos, usos de hilar, e incluso los metates y piedras del fogón se tenía reconocimiento de ser muy buena cocinera. Además le ponían vasijas con alimentos, herramientas e incluso conchas de caracol, oso o tumbaga si lo tenían, pues veían la muerte como un estadio breve en un tránsito hacia otro mundo. Las ofrendas garantizarían que ese viaje fuera expedito.

12. Organización política de los Chitareros El cacicazgo era la organización política por excelencia de todos estos pueblos, aunque los Chitareros no alcanzaron a desarrollar confederaciones centralizadas a nivel de protoestado como lo hicieran los muiscas con el zipazgo (Bogotá) y el zacazgo (Tunja). Sin embargo, cada cacicazgo contaba con un poder medianamente centralizado y autónomo, basado en el parentesco y en una estratificación social pautada desde el liderazgo individual que podía concretar un hombre en virtud de su solvencia de recursos, capacidad para organizar, realizar determinadas tareas como la construcción de viviendas, y en especial la capacidad de liderazgo frente a la guerra o la solución de conflictos externos como internos. Este tipo de liderazgo o de “grandes hombres” estructuraba el poder político local, conservado en un clan o linaje familiar por herencia matrilineal; es decir, que la sucesión del cacicazgo se

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hacía, no por el primogénito del cacique, sino por línea materna, hacia el hijo mayor de la hermana del cacique. Estos cacicazgos Chitareros solían contar además con un nivel sobresaliente de capitanes u hombres de macana (bastón de mando) que servían de apoyo al cacique, en especial para asuntos de guerra o conflictos entre clanes y cacicazgos. Aguado vio esa relación de poder como el liderazgo de los indios más ricos y más valientes. El cacicazgo era vital para mantener el territorio, la cohesión comunitaria y el establecimiento de alianzas entre comunidades chitareras. Pero el cacique y capitanes no se encontraban solo como líderes o grandes hombres a cargo de la seguridad, el bienestar y desarrollo de un pueblo; tenían el apoyo del mohán o careca, hombre sabio, probo y venerable, líder espiritual, mítico-religioso. Este personaje gozaba de un gran prestigio y reconocimiento tal que desbordaba los términos de su pueblo, pues solían ser visitados y consultados por gente de pueblos lejanos al suyo. Para el tiempo en que llegaron los españoles había uno muy famoso o reconocido, el mohán de Hontibón o Cirivitá, en inmediaciones de Cácota de Velasco. Pueden reconocerse dos pilares fundantes en la estructura política entre los Chitareros. Una, la configuración de grandes hombres o liderazgos consolidados a partir de capacidades especiales como la guerra, la resolución de conflictos, capacidad de convocatoria, lograr alianzas y la distribución de excedentes en las fiestas y rituales comunitarios. Y, dos, configuración de grandes hombres a partir del pensamiento mágico-religioso, sabiduría y conocimientos ancestrales. Ambos, caciques o mohanes, asistidos por los capitanes o “indios de macana” soportaban la estructuración de las comunidades, a partir de los rituales como la fecundidad, iniciación y la siembra, los casamientos, los funerales y las fiestas a sus deidades.

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Era un mundo más descubierto de lo que se creyó entonces. Los incas, con diez millones de habitantes, tenían un estado legendario bien constituido, con ciudades monumentales en las cumbres andinas para tocar al dios solar. Tenían sistemas magistrales de cuenta y razón, y archivos y memoriales de uso popular, que sorprendieron a los matemáticos de Europa, y un culto laborioso de las artes públicas, cuya obra magna fue el jardín del palacio imperial, con árboles y animales de oro y plata en tamaño natural. Los aztecas y los mayas habían plasmado su conciencia histórica en pirámides sagradas entre volcanes acezantes, y tenían emperadores clarividentes y artesanos sabios que desconocían el uso industrial de la rueda, pero la utilizaban en los juguetes de los niños. En la esquina de los dos grandes océanos se extendían cuarenta mil leguas cuadradas que Colón entrevió apenas en su cuarto viaje, y que hoy lleva su nombre: Colombia. Lo habitaban desde hacía unos doce mil años varias comunidades de diversas lenguas y culturas distintas, y con sus identidades propias bien definidas. No tenían una noción de estado, ni unidad política entre ellas, pero habían descubierto el prodigio político de vivir como iguales en las diferencias. Tenían sistemas antiguos de ciencia y educación, y una rica cosmología vinculada a sus obras de orfebres geniales y alfareros inspirados. Su madurez creativa se había propuesto incorporar el arte a la vida cotidiana —que tal vez sea el destino superior de las artes— y lo consiguieron con aciertos memorables, tanto en los utensilios domésticos como en el modo de ser. El oro y las piedras preciosas no tenían para ellos un valor de cambio sino un poder cosmológico y artístico, pero los españoles los vieron con los ojos de Occidente: oro y piedras preciosas de sobra para dejar sin oficio a los alquimistas y empedrar los caminos del cielo con doblones de a cuatro. Esa fue la razón y la fuerza de la Conquista y la Colonia, y el origen real de lo que somos.

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Dos dones naturales nos han ayudado a sortear ese sino funesto, a suplir los vacíos de nuestra condición

cultural y social, y a buscar a tientas nuestra identidad. Uno es el don de la creatividad, expresión

superior de la inteligencia humana. El otro es una arrasadora determinación de ascenso personal.

Ambos, ayudados por una astucia casi sobrenatural, y tan útil para el bien como para el mal, fueron un

recurso providencial de los indígenas contra los españoles desde el día mismo del desembarco. Para

quitárselos de encima, mandaron a Colón de isla en isla, siempre a la isla siguiente, en busca de un rey

vestido de oro que no había existido nunca. A los conquistadores convencidos por las novelas de

caballería los engatusaron con descripciones de ciudades fantásticas construidas en oro puro. A todos los

descaminaron con la fábula de El Dorado mítico que una vez al año se sumergía en su laguna sagrada con

el cuerpo empolvado de oro. Tres obras maestras de una epopeya nacional, utilizadas por los indígenas

como un instrumento para sobrevivir.