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Cuadernillo de Psicología Diferencial Curso 2007 Artículo 1: Rodríguez, J.M. (1993). ¿Es la inteligencia un proceso básico? Anales de Psicología, 9(1), 93-98. Artículo 2: Sánchez, M.P., Quiroga, M.A., Fernández, J., Corbalán, J., Forteza, J.A., Sánchez-Cánovas, J., Valverde, J., Prieto, J.M., Martínez, R. y Fernández- Sánchez, J. (1993). En respuesta a J.A. Mora por su artículo “La inteligencia como proceso básico”. Anales de Psicología, 9(1), 104-111. Artículo 3: Remor, E., Amorós, M. y Carrobles, J.A. (2006). El optimismo y la experiencia de ira en relación con el malestar físico. Anales de Psicología, 22 (1), 37-44. ORIENTACIONES El cuadernillo se debe leer de forma reflexiva y crítica que ayude al lector a entender, en lo que respecta al artículo empírico (número 3), cuál es el marco teórico de referencia, la lógica de la estrategia de investigación, el diseño metodológico y las técnicas estadísticas utilizadas, así como comprender si los resultados obtenidos se ajustan a las hipótesis planteadas, son o no relevantes, y qué sugerencias se derivan de ellos. En el caso de los artículos de revisión crítica (números 1 y 2) el alumno tratará de comprender y participar de la polémica planteada en torno al papel que juegan la Psicología básica y diferencial en el estudio de la inteligencia. En ambos casos, el alumno intentará relacionar los aspectos tratados en los artículos con lo estudiado en el libro de texto de la asignatura. EN NINGÚN CASO EXIGE MEMORIZACIÓN DE TODA LA INFORMACIÓN INCLUIDA EN LOS ARTÍCULOS

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Cuadernillo de Psicología Diferencial Curso 2007

Artículo 1: Rodríguez, J.M. (1993). ¿Es la inteligencia un proceso básico? Anales de Psicología, 9(1), 93-98. Artículo 2: Sánchez, M.P., Quiroga, M.A., Fernández, J., Corbalán, J., Forteza, J.A., Sánchez-Cánovas, J., Valverde, J., Prieto, J.M., Martínez, R. y Fernández-Sánchez, J. (1993). En respuesta a J.A. Mora por su artículo “La inteligencia como proceso básico”. Anales de Psicología, 9(1), 104-111. Artículo 3: Remor, E., Amorós, M. y Carrobles, J.A. (2006). El optimismo y la experiencia de ira en relación con el malestar físico. Anales de Psicología, 22 (1), 37-44.

ORIENTACIONES El cuadernillo se debe leer de forma reflexiva y crítica que ayude al lector a entender, en lo que respecta al artículo empírico (número 3), cuál es el marco teórico de referencia, la lógica de la estrategia de investigación, el diseño metodológico y las técnicas estadísticas utilizadas, así como comprender si los resultados obtenidos se ajustan a las hipótesis planteadas, son o no relevantes, y qué sugerencias se derivan de ellos. En el caso de los artículos de revisión crítica (números 1 y 2) el alumno tratará de comprender y participar de la polémica planteada en torno al papel que juegan la Psicología básica y diferencial en el estudio de la inteligencia. En ambos casos, el alumno intentará relacionar los aspectos tratados en los artículos con lo estudiado en el libro de texto de la asignatura.

EN NINGÚN CASO EXIGE MEMORIZACIÓN DE TODA LA INFORMACIÓN INCLUIDA EN LOS ARTÍCULOS

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anales de psicología, 1993, 9(1), 93-98

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DEBATE:

Lo básico y lo diferencial en la inteligencia

Comentarios y réplicas al artículo "La inteligencia como proceso básico", de J.A. Mora, pu-blicado en anales de psicología (1991, vol. 7, nº 1, 57-63)

RÉPLICA 1

¿Es la inteligencia un proceso básico?

José Miguel Rodríguez Santos(*)

Universidad de Málaga El artículo "La inteligencia como proceso básico", de J.A. Mora tiene la virtud de incitar al debate por la sugerencias que aporta y por la contunden-cia de la afirmaciones que realiza. Intentaré apor-tar nuestra opinión a este debate tan apasionante como complicado de qué cosa es la Inteligencia apoyándome en dicho artículo. En su trabajo J.A. Mora realiza dos afirmaciones que, a nuestro jui-cio, no pueden ser asumidas de forma tan contun-dente y no cabe duda de que resultarán polémicas. Las afirmaciones que atribuyo a J.A. Mora son las siguientes: 1.- La psicología Diferencial ya no es el enfoque

adecuado para el estudio de la inteligencia. El nuevo enfoque es el de la Psicología General.

(*) Dirección para correspondencia: José Miguel Rodríguez

Santos. Area de Psicología Básica. Dpto. de Psicología Bá-sica, Metodología y Psicobiología. Universidad de Málaga. Campus de Teatinos, s/n. 29071 Málaga (España).

Copyright 1993. Secr. de Public. e Interc. Cient. Universi-dad de Murcia. Murcia (España). ISSN: 0212-9728. Artícu-lo recibido: 15-12-92; aceptado: 11-1-93.

2.- La inteligencia ha de ser concebida como un proceso básico.

En relación a la primera de las afirmaciones el argumento que parece haber utilizado J.A. Mora es que, debido a la aparición del paradigma cognitivo del Procesamiento de la Información, ya no se puede seguir sosteniendo la vieja tradición dife-rencialista. Según sus propias palabras:

"El resultado final más interesante que se ha ido produ-ciendo, en nuestra opinión, es que al investigar las formas en que los individuos difieren intelectualmente entre sí, también descubrimos en qué se parecen. Con esto se ha aproximado la "Psicología Diferencial" a la "Psicología General", en la que siempre debió tener su lugar." (p. 68).

Esta "perfecta integración"(sic) hay que agrade-cerla al procesamiento de la Información. En mi opinión hay un debate que se escapa de esta afirmación y es el relacionado con el distinto objeto de estudio de cada una de las citadas disci-plinas: la Psicología Diferencial y la Psicolo-gía General o Experimental-General. Es cierto que la cuestión de las diferencias in-dividuales es central para la psicología científica y ello ha llevado realmente a una división entre dos

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tendencias en la psicología, dos tendencias con su tradición particular tanto a nivel teórico como a nivel metodológico. Una de las tendencias en la tradición generalista de Wundt y la otra en la dife-rencialista de Galton. El objetivo de la primera es el descubrimiento de las reglas que rigen el com-portamiento humano, entendiendo al ser humano como un sujeto epistémico, como diría Piaget. Su supuesto básico es la invarianza. En cambio la ten-dencia diferencialista parte del supuesto básico contrario: la variación individual. Es cierto también que el estudio de las dife-rencias individuales ha experimentado histórica-mente un notorio sesgo psicométrico que hizo que el aparato tecnológico avanzara en desigual pro-porción en relación a su aparato teórico, hasta hacerse inviable. Esta inviabilidad fue puesta de manifiesto posteriormente por el procesamiento de la información el cual hizo replantearse todo el es-tudio de las diferencias humanas bajo esta nueva perspectiva. El estudio de los procesos se convirtió en preponderante frente al estudio de los factores. Se observa, pues, que ambas disciplinas asu-men el nuevo paradigma científico en el que se mueve la psicología actual: la psicología cognitiva del procesamiento de la información. Sin embargo, a pesar de que se produce un acercamiento entre ambas disciplinas, éste se realiza sobre el marco de referencia general y no tanto sobre el objeto es-pecífico de trabajo de cada una de ellas. En nues-tra opinión, sigue teniendo vigencia la existencia autónoma de ambas disciplinas. Buscan objetos di-ferentes aunque se hayan sometido a los mismos criterios científicos teóricos y metodológicos. Para la Psicología general, las diferencias indi-viduales no serían relevantes para la construcción de modelos sobre la actividad cognoscitiva huma-na. Uno de los objetivos del enfoque experimental-General es el de elaborar un modelo canónico, lo más parsimonioso posible, para tratar de explicar una determinada actividad cognitiva. El enfoque generalista estudia un de-terminado fenómeno psicológico en términos de qué mecanismos y qué características generales componen la naturaleza del mismo, así como cuá-les son los criterios de delimitación con respecto a otros fenómenos. En cambio el enfoque diferencialista se plantea el estudio de ese mismo fenómeno en términos re-lativos para poder realizar clasificaciones de suje-tos (enfoque diferencial psicométrico -enfoque cuantitativo-) o bien lo estudia como una realidad

propia, específica de un sujeto, aunque obviamente compartida por los demás sujetos, pero específica en el sentido de que las vanaciones observadas responden a un proceso de diferenciación (enfoque diferencial cognoscitivo -enfoque cualitativo-). Por otro lado, conviene también asumir que el enfoque de las diferencias humanas no sólo sigue sólido en sí mismo sino que ha cobrado relevancia para toda la psicología científica actual, puesto que, por un lado, es frecuente ver como autores tanto diferencialistas como generalistas abordan investigaciones que tienen como objeto encontrar diferencias individuales y, por otro lado, nos evita caer en un excesivo culto a la universalidad. Asumimos plenamente la cita de Cohen (1977) realizada por Espinosa y Colom (199O):

"El requisito de universalidad implica gue, a pesar de que el comenido del sistema puede variar, las memorias se-mánticas de todos los individuos deberían tener la misma estructura básica y funcionar de acuerdo con los mismos principios generales. Pero una estricta adherencia a este criterio nos podría llevar a la trivialidad. Cuando desmon-tamos nuestro modelo (...) Iibróndolo de todas las diferen-cias que existen entre los miembros de las diferentes cul-turas, edades, etc. y abstraemos aquello que es común a todos, corremos el riesgo de acabar casi con las manos va-cías. La mós estricta adhesión al principio de universali-dad de la teoría linguística termina por decirnos sólo que todos los lenguajes tienen una construcción 'sujeto-predicado'". (p. 16)

Por ello estimamos que si bien hay notorias di-ferencias entre los enfoques generalista y dife-rencialista, las influencias mutuas son enormes y dignas de ser tenidas en cuenta. Lo que sí resulta evidente es que se ha pro-ducido una crisis del modelo psicométrico dentro del estudio de las diferencias humanas y el enfo-que factorialista ha sido sustituido por el enfoque del procesamiento de la información y tal vez sea esa la razón que ha llevado a J.A. Mora a sostener la integración de la psicología diferencial en la ge-neral-experimental. Ya en 1957 Cronbach criticó el divorcio exis-tente entre ambas metodologías -la psicomé-trica/factorialista y la experimental- y se le puede considerar el pionero de la unificación, siendo sus trabajos basados en los modelos A.T.I. (Interac-ción Aptitud Tratamiento) de los más prometedo-res, aunque a la larga estos esfuerzos no resultaran muy fructíferos pues la conclusión a la que llegan estos autores es que debido a la tan distinta proce-dencia teórica de los conceptos utilizados se debe-ría volver a redefinir los constructos.

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anales de psicología, 1993, 9(1)

Pero una cosa es confluir en un mismo marco de referencia y la otra sostener que uno de los en-foques -el diferencial- ha quedado integrado en el otro -el experimental-generalista. Creemos excesi-vo afirmar que el objeto de estudio de la psicolo-gía diferencial ha sido asumido por el de la psico-logía general. Estimamos que se mueven en ámbi-tos diferentes. A modo de conclusión sobre este apartado, creemos que J.A. Mora sobrevalora el papel que Guilford ha tenido en dicha crisis. Es cierto (Mar-tínez Arias, 1982) que con Guilford se inicia -hacia 1967- una tendencia a tratar en sus teorías factoriales con factores menos ligados a conteni-dos concretos de los tests y más relacionados con procesos de pensamiento más o menos generales tales como: procesos automáticos, formación de conceptos, evaluación experimental, memoria sig-nificativa, etc.. Pero es preciso señalar que este cambio en la denominación de los factores no nos debe hacer pensar que se está produciendo una in-tegración por parte de los factorialistas con la mo-derna psicología cognitiva-experimental. En reali-dad los factores siguen siendo considerados como variables independientes, aunque sea preciso reco-nocer la presencia de algunos autores de orienta-ción psicométrica como Carroll (1978) o Stankov (198O) que consideran a los factores como varia-bles dependientes que deben explicarse por medio de aspectos o características más elementales de procesamiento, según la orientación componen-cial. Los análisis presentados por estos autores son globales y especulativos, pero ilustran ya clara-mente la posible aplicación de la psicología del procesamiento de la información para generar hipótesis sobre procesos significativos en los que se manifiestan diferencias individuales, responsa-bles de la aparición de los factores. Con esto, Martínez Arias (1982) no pretende decir que la metodología factorialista haya caído en desuso, aunque sí ha disminuido el número de investigaciones factoriales, a pesar de que algunos factorialistas clásicos -como Guilford, 198O- sigan defendiendo esta aproximación como la más ade-cuada. Para una revisión reciente del enfoque fac-torial de la inteligencia ver Yela (1991) y Martínez Arias (1991). ¿Es la Inteligencia un proceso básico? En relación con la segunda de las afirmaciones a que hemos aludido al principio de este trabajo es-timamos que J.A. Mora se mueve en un terreno

ambiguo, puesto que si bien para la primera afir-mación ofrecía una cierta argumentación, ésta no aparece claramente expuesta en relación a la se-gunda. No encontramos las razones concretas, pre-cisas, por las que J.A. Mora considera que la Inte-ligencia deba ser considerada un proceso básico, aunque es continua su referencia a la importancia de los 'procesos'. La afirmación : "La última déca-da de la psicología de la Inteligencia ha convertido a la misma en un proceso básico más, que debe ser estudiado con metodología análoga y conectado a los restantes procesos psicológicos básicos" (p. 62) nos parece excesiva y ambigua. Si se sostiene que, efectivamente, la inteligencia es un proceso básico, la afirmación la consideramos excesiva, tal como vamos a sostener más adelante. En cambio, podríamos aceptar la afirmación de que en la última década se ha intentado refundar teóricamente la inteligencia. Tal como dice Martí-nez Arias (1991) "...dentro de este enfoque (el pro-cesamiento de la información) se ha producido una revitalización del concepto de 'Inteligencia', que ha pasado a ser de extraordinaria importancia en la Psicología Teórica" (p. 67). Se han empezado a formular modelos de inteligencia (como los repre-sentados por Baron, Das, Estes, Hunt y otros) lo suficientemente generales como para integrar toda clase de fenómenos con-siderados como inteligentes, modelos que, a pesar de su énfasis en los conceptos de procesamiento de la información, se abren hacia concepciones de in-teligencia práctica o inteligencia social (la inteli-gencia en sus contextos). Es cierto que en la actual psicología cognitiva, la noción de proceso es omnipresente. No en vano los procesos son los responsables de "procesar", y valga la redundancia, toda la información. Es el conjunto de operaciones que el sujeto humano rea-liza para manipular esa información. Pero para poder discutir sin ambiguedad es preciso ponernos de acuerdo sobre lo que enten-demos por proceso, proceso básico y proceso com-plejo. Por Procesos entendemos aquellas caracte-rísticas variables del sistema cognitivo humano, a diferencia de las Estructuras que tendrian la con-sideración de estables. Esta variación es función de la persona y/o de las situaciones que dicha per-sona afronta. En principio hizo fortuna la diferencia entre procesos automáticos y controlados (a raíz de los trabajos de Shiffrin y Schneider, 1977, Schneider y Shifrrin, 1977 y de Posner, 1978, Rechea, 1986).

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Los procesos automáticos que serían procesos fijos del sistema y cuyo funcionamiento estaría deter-minada por las entradas de información al sistema. Los procesos controlados, en cambio, dependerían del control consciente del sujeto. Estos procesos se pondrían en marcha como respuesta a objetivos in-ternos del sujeto. A pesar del éxito de esta diferenciación, los problemas que planteó también fueron grandes y se llegó a una clasificación de los procesos básicos en tres: Procesos de entrada, procesos de salida y procesos de control. Las tareas que adjudicamos a estos procesos son las siguientes: * Codificaci6n de la información: Convertir el es-

tímulo externo en información para el sistema. * Construcción o síntesis: La información nueva

se estructura con la ya existente. * Transforrnaciones: Una estructura de informa-

ción dada se transforma en otra necesaria para la ejecución de la tarea.

* Almacenamiento: Incorporación de la informa-ción de forma más o menos permanente.

* Recuperación: Hacer disponible la información almacenada.

* Búsqueda: examinar determinada información con alguna finalidad.

* Comparaci6n: Hacer juicios sobre la igualdad o desigualdad de dos bloques de información.

* Respuesta: Selección y ejecución de la acción motriz adecuada.

Normalmente, los investigadores estiman que estas tareas, por ser tareas adjudicables, en princi-pio, a todo sistema cognitivo, son ejecutadas por los procesos básicos: Percepción / Atención, Me-moria y Lenguaje. Los procesos básicos incluyen la manipulación de símbolos para dar como resultado otros símbo-los, la recuperación de símbolos para su posterior conversión en salidas y un mecanismo de control de todos ellos. Si reciben el nombre de básicos es porque, junto a las estructuras y la representación simbólica contenidas en ellos, representan la ma-quinaria básica de sistema de procesamiento. Los procesos complejos, tales como el razonamiento o la comprensión, en cambio, utilizan esa maquina-ria básica para su funcionamiento. Los procesos complejos tienen que hacer uso de estructuras re-presentacionales y de procesos como codificación de la información presentada, recuperación de co-nocimientos útiles, control atencional,etc. Los procesos complejos difieren entre sí en cómo utilizan la representación, y en la particular combinación de procesos básicos necesitados para

su ejecución. Los investigadores identifican como procesos complejos el Razonamiento, la Compren-sión, la Solución de Problemas, la Creatividad o la Toma de Decisiones. Por otro lado, es muy poco frecuente que en los manuales de introducción a la psicología cognitiva aparezca el tema de la inteligencia, como tal, como uno de los centrales (Lachman, Lachman y Butterfield, 1979; de Vega, 1984; Sternberg, 1986b). Desde este punto de vista resulta problemático identificar a la inteligencia con un proceso básico, máxime cuando el propio autor J.A. Mora recono-ce que la inteligencia es un "... concepto tan com-plejo" (p. 61). Parece que, precisamente, la com-plejidad es uno de los rasgos definitorios de la in-teligencia, rasgo que no ha permitido ponerse de acuerdo sobre su naturaleza a lo largo de la histo-ria, a pesar de que ha habido intentos notorios para ello, tales como el famoso Symposio de 1921, el Symposio de Pittsburg (1974) o el intento más re-ciente reflejado en Sternberg y Detterman (1986). Para empezar, es dudoso que podamos definir a la inteligencia como un proceso. Aunque parezca ocioso conviene recordar que la inteligencia es un constructo de método. Este término designa una propiedad de la conducta y, por tanto, es el resul-tado de una atribución de un observador sobre los actos de un sujeto y sobre las cualidades subyacen-tes de ese sujeto. Como a lo largo de la historia y a pesar de to-dos los intentos no se ha logrado llegar a una defi-nición unitaria de qué cosa es la inteligencia (a pe-sar de J.A. Mora asuma una definición de la inteligencia, funcional pero muy discutible por su cariz biologicista), la estrategia de los investigadores ha sido la de estudiar aque-llos fenómenos en los que parece estar implicada la cualidad de 'inteligente'. Así se ha llegado a dos líneas fundamentales de estudio en relación con la inteligencia: * El estudio de los correlatos cognitivos * El estudio de los componentes cognitivos. Además de otras menos importantes como: * Repertonos de Conductas * Sistemas inteligentes * Protocolos Verbales * Metodología del adiestramiento cognitivo * Metodología de los contenidos cognitivos En relación con los 'correlatos cognitivos' de la inteligencia se trataba de averiguar si algún com-ponente simple del comportamiento diferenciaba a los sujetos por su grado de inteligencia. Los inten-

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tos, hasta el presente, han utilizado ciertas medidas de la actividad cerebral tales como los Potenciales Evocados (P.E.), los Tiempos de Inspección (T.l.) o los Tiempos de Reacción (T.R.), pero hasta el momento, los resultados de todos estos intentos, a pesar de ser interesantes son equívocos. Muestran la acción necesaria, pero insuficiente, de ciertos mecanismos básicos. Los sujetos en los que estos mecanismos funcionan mal, obtienen bajas pun-tuaciones en los tests de inteligencia, pero cuando funcionan bien, necesitan otros procesos más com-plejos para alcanzar calificaciones altas en los tests. Muñiz (1991) sostiene que los datos revisados en torno a los correlatos cognitivos no permiten afirmar que las diferencias de los sujetos en inteli-gencia psicométrica puedan explicarse por la ac-ción de los procesos básicos implicados. Las razo-nes deben buscarse en la lógica misma de los 'co-rrelatos cognitivos' al pretender dar cuenta de una conducta tan compleja como la exigida por los tests de inteligencia mediante procesos tan elemen-tales. Por tanto, es claro que el correcto funcio-namiento inteligente necesita de los procesos bá-sicos, pero éstos por sí solos no se bastan para ex-plicar el comportamiento inteligente. Por lo tanto, si la inteligencia fuera un proceso básico tal como lo hemos asumido más arriba, no sería capaz de explicar el comportamiento inteligente. Y esto es claramente una contradicción, pues a cierto com-portamiento lo calificamos justamente de inteli-gente. Lo que se deduce es claramente lo si-guiente: que los procesos básicos no sólo no son los responsables de las diferencias en inteligencia sino que tampoco explican la propia naturaleza del constructo que hemos venido en llamar inteli-gencia. El enfoque de los 'componentes cognitivos', del que Sternberg es su máximo representante, intenta, en cambio, explicar la inteligencia a partir de pro-

cesos de nivel superior. La mejor forma de enten-der las puntuaciones en los tests es analizando con detalle el proceder de los sujetos en la solución de los ítems. Se trata, pues, de identificar los compo-nentes psicológicos elementales puestos en juego para resolver los ítems. La teoría integradora de la inteligencia de Sternberg (propuesta por J.A. Mora como la más adecuada en la actualidad para la explicación de la inteligencia) (1979, 1981, 1982, 1986a y 1986b) con su división en tres subteorías: (1) Componen-cial (Teoría de las Habilidades fluidas y Teoría de las Habilidades cristalizadas), (2) Experiencial (Teoría de la Habilidad para afrontar situaciones nuevas y Teoría de las Habilidades para automati-zar el procesamiento de la información) y (3) Contextual (Teoría de la Inteligencia Práctica y Teoría de la Inteligencia Social), con sus clasifi-caciones en Metacomponentes y Componentes (de ejecución, de adquisición, de transferencia y gene-ralización y de retención) es un claro ejemplo de dos cosas:

1.- Del abandono de los correlatos cognitivos como elementos explicativos del compor-tamiento inteligente y sus sustitución por el estu-dio de los componentes cognitivos.

2.- La evidente complejidad del concepto inteli-gencia que necesita de muchos elementos estruc-turados y complicadamente organizados para lo-grar una explicación adecuada.

Una conclusión de todo esto es lo siguiente: La inteligencia, al menos en su rendimiento funcional, empíricamente comprobable, no es simple ni fija ni autónoma, sino compleja, modificable e inter-dependiente con otros aspectos de la personalidad, en la que finalmente se integra (Yela, 1991). La inteligencia es una, pero no una aptitud. Su unidad es la de una estructura compleja de múlti-ples aptitudes covariantes, integradas en una jerar-quía dinámica.

Referencias bibliográficas Bajo, M.T. y Cañas, J.J. (1991). Ciencia Cognitiva. Madrid:

Debate. Cronbach,L.J. (1957). The two disciplines of scientific psy-

chology. American Psychologist, 12, 671-684. Espinosa, M. y Colom, R. (199O). El marco conceptual de la

psicología diferencial cognoscitiva. En M. Espinosa y R. Colom (Eds.), Psicología diferencial y Cognición. Valencia: Promolibro

Guilford, J.P. (198O). Components versus factores. The Be-havioral and Brain Sciences, 3, 691-692.

Lachman,R., Lachman,J.L. y Butterfield, E.C. (1979). Cogni-tive Psychology and Information processing. Hillsdale, N.J.: Erlbaum.

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Muñiz, V. (1991). Inteligencia y Procesos Básicos. En R. Mar-tínez Arias y M. Yela (Eds.), Pensamiento e Inteligen-

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cia (Vol. 5 de J. Mayor y J.L. Pinillos, Tratado de Psi-cología General). Madrid: Alhambra Universidad.

Posner,M.E. (1978). Chronometric Explorations of Mind. Hillsdale, N.J.: Erlbaum

Rechea, C. (1986). Procesos Conscientes, procesos automáti-cos. En F. Valle-Inclán (Ed.), La conciencia en la psico-logía actual. Bilbao: Univ. del País Vasco

Schneider, W. y Shiffrin, R.M. (1977). Controlled and auto-matic human processing: 1. Detection, search, and at-tention. Psychological Review, 84, 1-66.

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Sternberg, R.J. (1986a). Beyond EQ: A triarchic Theory of Human Intelligence. Cambridge: Cambridge University Press.

Sternberg, R.J. (1986b). Human Abilities: An information processing approach. New York: Freeman.

Sternberg, R.J. (1982). Handbook of Human Intelligence. Cambridge: Cambridge Universitv Press.

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REPLICA 3

En respuesta a J.A. Mora por su artículo "La inteligencia como pro-

ceso básico"

Mª Pilar Sánchez López(*) Mª Angeles Quiroga Estévez

Julio Fernández Garrido Javier Corbalán Berná

José A. Forteza Méndez José Sánchez Cánovas Jesús Valverde Molina José Mª Prieto Zamora Rosario Martínez Arias Juan Fernández Sánchez

Un artículo que se publica para su difusión en una revista de contenido científico pretende transmitir al resto de la comunidad soluciones a problemas existentes, reflexiones, etc, para contribuir al desa-rrollo de la disciplina. En el caso del artículo de Juan Antonio Mora (publicado en Anales de Psi-cología, 1991, 7, 57-63), la contribución que pre-tende aportar se sintetiza en la última frase del re-sumen: "... la Psicología Diferencial ha cumplido su periplo histórico y los estudios sobre inteligen-cia deben integrarse como un capítulo más de la Psicología General, igual que los restantes proce-sos básicos" (p. 57). Como psicólogos que somos nos hemos senti-do aludidos por esta afirmación, algunos de noso-tros además como psicólogos diferenciales, por lo que creemos necesario exponer las reflexiones que nos ha suscitado la lectura de este trabajo. Una crítica es útil y merece la respuesta si con ello se piensa que se puede avanzar en el co-nocimiento del fenómeno que se pretende explicar o conocer. No pensamos que la crítica que figura en el mencionado trabajo pueda incluirse dentro de este tipo. A pesar de ello, se hace imprescindible reseñar los desconocimientos y replicar a las gene-ralizaciones abusivas que figuran en dicho artículo con el fin de dejar constancia de que las posiciones (*) Dirección para correspondencia: Mª Pilar Sánchez López.

Departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico (Ps. Diferencial y del Trabajo). Facultad de Psicología. Campus de Somosaguas. Universidad Complu-tense. 28023 Madrid (España).

Copyright 1993. Secr. de Public. e Interc. Cient. Universidad de Mur-cia. Murcia (España). ISSN: 0212-9728. Artículo recibido: 12-1-93; aceptado: 15-2-93.

vertidas en dicho artículo no representan el sentir general de los psicólogos españoles, ya que se ha publicado en una revista que tiene una cierta difu-sión en un nuestro país. A nuestro juicio, el trabajo presenta numerosas confusiones conceptuales, desconocimientos histó-ricos y deducciones injustificadas a partir de los datos que aporta. Además, todo ello se acompaña de un estilo de redacción en castellano no siempre correcto que dificulta aún más lo que el autor pre-tende transmitir. En primer lugar, el autor del mencionado texto identifica el objeto de estudio de la Psicología Di-ferencial con el estudio de la Inteligencia. La Psi-cología Diferencial tiene como objeto de estudio las diferencias psicológicas interindividuales e in-tergrupales y las regularidades que las gobiernan. Estas diferencias no se producen sólo en inteligen-cia, sino en otros muchos aspectos , de los que se ha ocupado y se ocupa la Psicología Diferencial, a pesar de que históricamente los primeros psicólo-gos diferenciales empezaran sus estudios ocupán-dose de las diferencias en inteligencia. Esta confusión aparece por dos veces ya en la primera página del texto (en el resumen y en el comienzo de la Introducción), pero también pos-teriormente. Incluimos las citas literales para el lector que no haya tenido la oportunidad de sabo-rear el trabajo de J.A. Mora:

"La Psicología Diferencial es el modo clásico de ocuparse de los estudios sobre la inteligencia". (p. 57, primera línea del primer párrafo). "Tradicionalmente la ocupación sobre el estudio de la in-teligencia se centraba en la disciplina denominada "Psico-logía Diferencial". (p. 57).

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Debate: Lo básico y diferencial en la inteligencia 105

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"Esto hace que la Psicología de la inteligencia y la Psico-logía General siguieran, quizás sin pretenderlo, caminos diferentes" (p. 58).

En el caso concreto de esta última afirmación reseñada, no sólo se produce la identificación Psi-cología Diferencial = Psicología de la Inteligencia, sino que además, al haber establecido esta errónea ecuación, el autor osa contraponer la Psicología General a la Psicología de la Inteligencia. La Psi-cología de la Inteligencia no es un término compa-rable al de Psicología General. Este último se re-fiere a un método, a un enfoque. Su complementa-rio es el enfoque diferencial, la Psicología Dife-rencial. La Psicología de la Inteligencia se coloca en otro plano; es un tema, que participa de ambos enfoques. Que el autor desconoce cuál es el objeto de es-tudio de la Psicología Diferencial se pone también de manifiesto en la siguiente afirmación que reco-gemos a continuación:

"La teoría psicológica general, en nuestra opinión, debe tener como horizonte al sujeto "normal y adulto", mientras que para los diferencialistas, por definición, el punto de mira se enfocaba justamente a lo contrario, es decir, aque-llo en lo que se diferencian los sujetos" (p. 58).

Si analizamos la frase a nivel formal, veremos que no es correcta. Lo contrario de "normal y adulto" es "anormal y niño". Ni siquiera el autor del artículo, nos atrevemos a suponer, sostiene que ese sea el objetivo de la Psicología Diferencial. Por lo tanto, la confusión se halla en identificar el objeto de estudio de la Psicología Diferencial simplemente con "aquello en lo que se diferencian los sujetos". La Psicología Diferencial tiene, como toda ciencia, un enfoque nomotético y por lo tanto, busca regularidades de comportamiento, con un nivel de generalización adecuado a su objeto de estudio, la diversidad. Los diferencialistas no "co-leccionan" diferencias; su interés se centra en de-tectarlas para organizarlas y explicarlas, puesto que nada es azaroso en nuestro universo, incluso aún cuando las manifestaciones más paradójicas así lo hagan pensar. En estos momentos quizás no sea ni necesario recordar el auge que está teniendo en todas las ciencias, también en psicología, la teo-ría del caos, como un intento de formalización de las manifestaciones más paradójicas. Esta confusión está presente a lo largo de toda la introducción. Porque también en la página 58 afirma:

"El resultado final más interesante que se ha ido produ-ciendo en nuestra opinión es que al investigar las formas en que los individuos difieren intelectualmente entre sí, también descubrimos en que se parecen".

Parece que para el autor las regularidades que puedan regir la variabilidad comportamental se convierten automáticamente en leyes generales aplicables a todos los seres humanos. Insistimos una vez más: no es necesario que las regularidades observadas puedan aplicarse a todo el universo .... (en este caso, los seres humanos) para que pueda hablarse de leyes. En segundo lugar, atribuye a la influencia de Darwin el que la Psicología Diferencial haya estu-diado y estudie las diferencias en inteligencia, ya que textualmente dice:

"Uno de los factores más importantes e influyentes sobre esa situación lo constituía, indudablemente, el fuerte in-flujo del darwinismo" (p. 57).

Darwin no es responsable de que los psicó-logos diferenciales hayan estudiado y estudien la inteligencia. La influencia de Darwin en todo caso ha consistido en haber despertado el interés por las diferencias en sí, y a Galton debemos el que las di-ferencias psicológicas comenzaran a formar parte de los contenidos a investigar. También fue Galton y su interés el que hizo que las primeras investiga-ciones de laboratorio sobre las diferencias versa-ran sobre inteligencia, o más bien sobre diferen-cias en eficacia sensorial, en un intento (Binet se encargó de argumentar que equivocado) de llegar a los procesos superiores a través de la medida de la actividad sensorial. En tercer lugar, considera que sólo hay un mo-do de estudiar los fenómenos psicológicos y éste método según el autor es el que lleva a cabo la Psicología General. Identifica a la Psicología Dife-rencial como el estudio de los procesos, y conside-ra que la inteligencia debe ser estudiada como un proceso básico más. Textualmente dice:

"Sin embargo, en la actualidad, no vemos la necesidad de que el estudio de la inteligencia se enmarque fuera de los restantes procesos psicológicos básicos". (p. 58)

Lo que los diferencialistas actuales pretenden, y realizan, es que los procesos psicológicos bási-cos, naturalmente que incluida la inteligencia, sean estudiados en sus dos vertientes, aquella que enun-cia leyes generales de comportamiento válidas pa-ra toda la especie humana, y aquella que estudia las leyes que regulan como esas normas generales se aplican según los casos. A nuestros alumnos, que todavía no tienen una formación psicológica completa se lo explicamos el primer día de clase con un ejemplo. Esperamos que el que ponemos a continuación le aclare al autor del artículo que es-tamos comentando lo que queremos decir: Una ley general podría ser la siguiente: el ren-dimiento en una tarea de lectura se ve afectado por

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la iluminación ambiental, de tal forma que se esta luz disminuye hasta un determinado nivel, el suje-to comete más errores que si la intensidad lumínica está por encima de ese nivel. Pero ni el umbral es el mismo para todos sujetos ni los errores cometi-dos serán los mismos. El enfoque diferencial busca las regularidades de esas diferencias, y encuentra, por ejemplo, que los ancianos se ven afectados an-tes que los jóvenes por la disminución y que, en igualdad de intensidad luminosa, la cantidad y el tipo de los errores cometidos serán distintos según se trate de personas con un alto o con un bajo nivel lector y de personas monolingües o bilingües, por ejemplo. Además, el hecho de que históricamente el es-tudio de la inteligencia se centrara, dentro de la Psicología Diferencial, más en los resultados que en los procesos no quiere decir que una forma de abordarlo sea necesariamente mejor que la otra. Simplemente ha acontecido así y sin duda son complementarios de cara a la mejor explicación del fenómeno. En cuarto lugar, de nuevo confunde una teoría (teoría factorialista de la inteligencia) y un técnica de análisis de datos utilizada para verificarla (el análisis factorial) con la Psicología Diferencial, identificando además el término "teoría psicológi-ca general" (de la inteligencia) con las teorías de la inteligencia basadas en el procesamiento de infor-mación. La Psicología Diferencial como disciplina científica no es responsable de que los conoci-mientos de Juan A. Mora sobre la misma sean tan escasos y sus lecturas sobre la temática se hayan detenido en las teorías factorialistas. Ya mencio-namos anteriormente que nos parece inadmisible identificar a la Psicología Diferencial con el es-tudio de un contenido, la inteligencia, y aún lo es más que se la identifique y equipare a una teoría concreta. Igualmente inadmisible nos parece que se identifique a la Psicología General con la Teo-ría del Procesamiento de la Información. Esta identificación abusiva puede ser la responsable de que el autor considere que Psicología General y Psicología Diferencial suponen una dicotomía co-mo sí o no, blanco o negro y no dos enfoques dife-rentes pero complementarios en el estudio y expli-cación de los fenómenos psicológicos. La identidad que establece el autor entre el tér-mino "teoría psicológica general" (de la inteli-gencia, que es a lo que se refiere) y teorías de la inteligencia basadas en el procesamiento de la información, le lleva a reificar la contribución de

Guilford como el único factorialista que quiso ela-borar una "teoría psicológica general" ¿Qué inten-taron elaborar Spearman, Thurstone, Vernon, Cat-tell... por poner sólo algunos ejemplos? La cita textual que ha merecido este comen-tario es la siguiente:

"Bien es cierto que algunos de los factorialistas más lúci-dos percibieron esta dicotomía y planearon algunas vías de solución, como sucede en el propio Guilford (1967), quien quiso hacer de su "Teoría de las Estructuras del In-telecto" un nuevo tipo de teoría psicológica general. De modo más nítido aún, en su último modelo "operativo-informacional" (O-I), considera al organismo como un "agente de procesamiento de información", siendo defini-da la información como "aquello que el organismo dis-crimina". Guilford puede ser tenido como un buen ejem-plo de lo que podemos denominar "la lenta marcha desde los factores al procesamiento de información en la psico-logía contemporánea y un buen indicador de por donde se ha ido llegando a posiciones complementarias desde la "Psicología Diferencial" a la "Psicología General" (p. 57).

En quinto lugar, creemos inadmisible que se utilice con tanta ambigüedad el lenguaje psico-lógico, porque para el avance de la disciplina, co-mo en cualquier otra ciencia, es necesario utilizar un lenguaje claro en el que los conceptos estén claramente delimitados. De esta forma, no se pro-duciría la dificultad de interpretación que conlleva el párrafo que a continuación se reseña, en el que la palabra asociación está entrecomillada, sin que ello contribuya a su claridad, parece la clave sin que pueda deducirse si se equipara a correlación o a conexión (asociación E-R).

"Sin embargo, en un nuevo marco teórico se desarrolla la Psicología Contemporánea y los hechos de posesión de in-formación conocimiento y comprensión pertenecen a la categoría de cognición. La nueva concepción de los "pro-ductos de información" va a ir paulatinamente sustituyen-do al viejo pero útil concepto de "asociación" sobre el que trabajó la tradición factorialista, al tiempo que va a apor-tar una visión más dinámica del sujeto humano. Como ha asegurado un autor poco dudoso de favorecer al para-digma del procesamiento de la información, al menos en sus primeros tiempos: "La asociación nunca explicó to-talmente los productos de unidades, sistemas y transfor-maciones, aunque se han hecho débiles intentos en esa di-rección (Guilford) (3). La Psicología factorialista ha ido cayendo en desuso por sus propias limitaciones, por las contradicciones internas que comportaban sus presupues-tos y por la llegada de un nuevo paradigma psicológico. Los denominados procesos mentales superiores, la solu-ción de problemas, la síntesis creativa, la toma de deci-siones, son más fáciles de explicar en términos de "proce-sos", que incluyen muchas o todas las operaciones y pro-ductos de información que en términos de factores" (p. 58).

En sexto lugar, desconoce también el objeto de la Psicología General y de la Psicología en general como muestra la frase que reproducimos a conti-nuación porque identifica trayectorias históricas de

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las disciplinas (Psicología Diferencial y Psicología General) con sus objetos de estudio. Ya mencio-namos anteriormente lo que son la Psicología Di-ferencial y la Psicología General, cuáles son sus peculiaridades y cómo se plasman en el método de investigación que les es propio por lo que no creemos necesario volver a insistir en ello.

"Con esto se ha aproximado la "Psicología Diferencial" a la "Psicología General" en la que siempre debió tener su lugar. El enfoque informativo-operacional, que ha aporta-do el nuevo paradigma de procesamiento de información, nos ha traído un nuevo clima para la perfecta integración de ambas disciplinas. Ahora tratamos de encontrar, cuan-do nos dedicamos a la Psicología de la Inteligencia, aque-llos aspectos en los que nos igualamos los sujetos en cuanto que organizamos activamente la información que recibimos, en lugar de tener como horizonte la explicación de las diferencias que se dan entre nosotros" (p. 58)

En séptimo lugar, en esta misma cita y en otras anteriores figuran claramente diversos juicios de valor que el autor va desperdigando con sus co-mentarios a lo largo del texto, sin que parezcan en ningún caso argumentados. Todos conocemos la importancia que tiene para el investigador explici-tar cuáles son sus teorías implícitas (Bunge y Ardi-la, 1988). Entresacamos a continuación algunos de los juicios de valor que aparecen por todo el texto. - "algunos factorialistas más lúcidos" - "lenta marcha desde la psicología diferencial a la

psicología general" - "los procesos mentales superiores son más fáciles

de explicar en términos de procesos que en tér-minos de factores"

- "con esto se ha aproximado la Psicología Dife-rencial a la Psicología General en la que siem-pre debió tener su lugar"

Estos siete puntos se refieren a lo que parece ser la aportación personal de J.A. Mora, junto con el último epígrafe de su artículo, puesto que el contenido del epígrafe titulado "Fortalezas y debi-lidades de los diversos modelos explicativos de la inteligencia" consta de una sucesión de párrafos que son traducciones, no siempre muy exactas, de las opiniones que R.J. Sternberg ha vertido en al-gunos 1 de sus textos. Junto con este trabajo, y a modo de apéndice, incluímos una relación de to-dos los textos de Sternberg sobre los que tenemos noticia. Que el contenido de este epígrafe no es original del autor se nos anticipa ya en el resúmen del artículo cuando J.A. Mora señala: "Se analizan 1 Decimos algunos puesto que la selección que ha efectuado J.A. Mora, aceptando su legitimidad como opción personal aunque debiera haberla justificado tratándose de un autor tan prolífico como R.J. Sternberg, deja fuera algunas obras de las más importantes y/o recientes de dicho autor.

de mano de Robert J. Sternberg distintos modelos explicativos de la inteligencia..." (p. 57). Por la edad, el autor prefiere no "ir de la mano" todo el rato y, al soltarla, elabora juicios un tanto discre-pantes con el autor al que cree citar. Quizá por ello parece aún más grave que no se viertan las opinio-nes de R.J. Sternberg fielmente. En este sentido quisiéramos señalar que: 1. La clasificación de la evolución de las teorías

de la inteligencia adoptada en el texto que co-mentamos no se corresponde con la que el pro-pio R.J. Sternberg desarrolló en su texto "The evolution of theories of intelligence" (Intelli-gence, 5(3), 209-230)

2. Las citas bibliográficas sólo acompañan al nombre de R.J. Sternberg y sin embargo el au-tor cita a Ch. Spearman, L.L. Thurstone, J.W. Berry, M. Cole, J. Piaget, L.S. Vygotsky sin que aparezca la fecha de los textos que le han motivado las reflexiones que transcribe.

3. Dudamos seriamente de que R.J. Sternberg afirme "El modelo geográfico cuenta, entre sus características más positivas, con el hecho de especificarnos unas nítidas estructuras menta-les..... y el haber desarrollado una sofisticada y adecuada maquinaria estadística, el análisis factorial, para manipular (el subrayado es nuestro) los resultados en la ejecución de los mismos" (p. 59) teniendo en cuenta el respeto que siempre ha manifestado por el enfoque fac-torial, sin que ello excluya reseñar sus limita-ciones. Este respeto queda patente en una cita del propio R.J. Sternberg (1986) que incluímos más adelante. Suponemos que será una mala traducción del término inglés "manipulate" y no entendemos cómo J.A. Mora puede haber incluído el término manipular en su texto cuando en nuestros días está saturado de con-notaciones peyorativas referidas al uso de un conjunto de acciones en provecho del actor de las mismas. ¿Le ha traicionado el inconscien-te?. Esperamos, no obstante que no pretenda decir que los factorialistas utilizan el Análisis Factorial porque permite manipular los resulta-dos obtenidos. Sin embargo el párrafo siguien-te nos inclina a pensar que sí lo cree: "Ya es bien curioso que a ningún factorialista en la historia de la Psicología le salieran mal los cál-culos" (p. 59).

A título de recordatorio de las operaciones que se efectúan en el Análisis Factorial ex-ploratorio le sugerimos la lectura de alguno de los textos de Metodología que en todas las Fa-

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cultades de Psicología de España estudian nuestros alumnos.

4. R.J. Sternberg no habla de "modelo guber-namental" de la inteligencia. De nuevo parece una desafortunada traducción. Y no lo hace porque no está obsesionado, como si de un miembro de la oposición se tratara, con lo que viene del gobierno. Sería más preciso denomi-nar "gubernativo" a su modelo puesto que se refiere al hincapié en la inteligencia como indi-viduos que se rigen a sí mismos.

5. ¿Qué hace que un modelo teórico sea más lúci-do?. Nosotros pensamos que los criterios para juzgar la adecuación y poder explicativo de un modelo teórico no tienen nada que ver con la claridad en el razonamiento, expresión o estilo de redacción que muestre su autor. La lucidez es un atributo de los actores y no de sus pro-ductos. A nuestro modo de ver un modelo teó-rico debe valorarse en relación al poder expli-cativo que ofrece de los datos que se poseen y al valor predictivo de lo que acontecerá pero aún no ha sido observado. No estaría de más que como Psicólogo e investigador, J. A. Mora tuviera en cuenta la necesidad de conocer los rudimentos básicos de la Filosofía de la Cien-cia. Pudiera pensarse, por otro lado, que el au-tor quiera referirse a la estética del modelo y un error en la puntuación haya transformado lucido en lúcido. La estética de los modelos teóricos no es nuestro fuerte y si de un error de un puntuación finalmente se tratara, nuestras disculpas por anticipado por haber pensado que intentaba abordar la siempre espinosa cuestión del poder explicativo de un modelo teórico.

El contenido del tercer y último epígrafe del artículo que nos ha dado la oportunidad de mostrar nuestras opiniones, y en este aspecto le quedamos nuy agradecidos a J.A. Mora, que lleva por título "Nuevo marco: Inteligencia y cognición", no se corresponde con dicha denominación. Ante este epígrafe uno espera encontrar una propuesta o marco conceptual original desde el que compren-der la inteligencia y la cognición. En lugar de ello, el autor del artículo vuelve a denostar a la Psicolo-gía Diferencial y a considerar "lúcidas" únicamen-te las aportaciones de R.J. Sternberg. Llegados a este punto quisiéramos hacerle también algunos comentarios: 1. Se hace necesario delimitar los conceptos de

inteligencia y cognición si es que considera que se trata de fenómenos diferentes o por el

contrario explicitar que va a utilizar ambos términos como sinónimos que se refieren a un mismo fenómeno. Ninguna de las dos cosas aparece en su texto.

2. La definición de inteligencia que aporta y que según J.A. Mora "parece contar con un cierto consenso" (pg. 61) es ambigua. Definida la in-teligencia como "un comportamiento adaptati-vo dirigido a un fín" (pg. 61) llegamos a la conclusión de que acciones como comer, pa-sear, dormir,... (por citar sólo algunos compor-tamientos humanos) son inteligencia. El propio R.J. Sternberg es el editor (junto con D.K. Det-terman) de un texto que en su traducción al castellano se titula ¿Qué es la inteligencia?. Enfoque actual de su naturaleza y definición. (Madrid. Pirámide, 1988) en el que se incluyen las respuestas que muy diferentes autores die-ron a la pregunta cuando se les formuló con ocasión de dos Simposios celebrados en dos momentos distintos (1921: organizado por The Journal of Educational Psychology y 1986: organizado por R.J. Sternberg y D.K. Det-terman). En este libro D. K. Detterman a mo-do de conclusión señala:

"Aunque las definiciones aportadas por el segundo simposio puedan ser más refinadas, existe todavía desacuerdo en aceptar una única definición. Es pro-bablemente absurdo esperar de este simposio, o inclu-so de otro que se celebrara dentro de 65 años, el que llegue a una conclusión unánime. Un concepto tan complejo como el de inteligencia probablemente no puede ser agotado en una única definición sin caer en una simplicación excesiva". (p. 196)

3. ¿Qué diferenciación intra-fenómeno puede hacerse que no sea estructural o funcional?. ¿A qué nivel más allá de funcional se refiere J.A. Mora cuando afirma que "la distinción entrte procesos no se puede llevar más alla del nivel funcional" (p. 61)?. A nuestro entender la dis-tinción o diferenciación entre dos o más fenó-menos (en este caso procesos) centrada única-mente en las características o propiedades de los mismos sólo puede ser de dos tipos:

* estructural: referida a su configuración * funcional: referida a su función, aplicación,

utilidad. ¿Qué problema se genera que no alcanzamos a

entrever si la diferenciación no puede llevarse más allá del nivel funcional?.

4. ¿Cree sinceramente J.A. Mora que los autores de las distinciones entre procesos que mencio-na, Campione y Sternberg, se han limitado a clasificar procesos?. es curioso que restrinja la

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aportación de estos autores a una u otra taxo-nomía cuando sólo una página antes se refería a la propuesta de Sternberg como modelo teó-rico. Además ¿Por qué "no hay forma de vali-dar una taxonomía frente a otra" (p. 61)?. Una taxonomía se elabora a partir de unos criterios cuya relevancia y adecuación sí pueden eva-luarse (operacionalidad, exclusividad,...). El resultado, la taxonomía, también es susceptible de validación por cuanto su utilidad dependerá de que permita agrupar la variabilidad sin am-bages así como de su exhaustividad referida a si permite incluir todos los elementos conoci-dos y por conocer (por ej. la tabla periódica de los elementos en tanto taxonomía que es puede validarse según el procedimiento que aca-bamos de señalar).

5. No deja de sorprendernos que como conclusión de su reflexión sobre los procesos afirme J.A, Mora "las investigaciones más lúcidas quizá han sido las del enfoque de correlaciones cog-nitivas (el subrayado es nuestro)" (p. 61) refi-riéndose a la identificación y clasificación de procesos que rigen el comportamiento inteli-gente. Parece entonces que los métodos corre-lacionales que tanto ha denostado a lo largo del artículo y que la Psicología Diferencia ha utili-zado y utiliza, son útiles para avanzar en el co-nocimiento psicológico. El propio R.J. Stern-berg en la introducción de su libro de 1986 ti-tulado Advances in the psychology of human intelligence (Vol. 3, Hillsdale, NJ: LEA) seña-laba lo siguiente:

"¿Puede la metodología psicométrica ayudarnos a en-tender las bases cognitivas de la inteligencia? En cier-to momento, el estudio de la inteligencia era casi si-nónimo con el uso de la metodología psicométrica. En la década de los 70, los enfoques psicométricos del estudio de la inteligencia fueron largamente supe-rados por los enfoques del procesamiento de la infor-

mación. La idea era entender los procesos tanto como las estructuras que subyacían la actuación inteligente. Pero ¿es posible que hayamos tirado al niño al tirar el agua del baño?. Embretson sugiere lo que podemos hacer: ella muestra como las metodologías de análisis de rasgo latente y de análisis confirmatorio, que difie-ren en tipo de las formas exploratorias convenciona-les de análisis factorial, pueden ayudarnos en la com-prensión tanto de los procesos como de las estructuras de la inteligencia. Embretson ha construido elegantes modelos que combinan los análisis de la inteligencia psicométricos con los de procesamiento de la infor-mación de tal forma que se benefician de las fortale-zas de ambos enfoques" (p. xvi)

6. ¿Quién ha pretendido que la inteligencia no sea un proceso básico?. El hecho de que pueda es-tudiarse desde dos enfoques diferentes, pero complementarios (psicología Diferencial y Psi-cología General) no conlleva una modificación en su status y desde luego el hecho de que los Psicólogos Generales se interesen cada vez más por las diferencias y las incluyan en sus formulaciones teóricas no quiere decir que la Psicología Diferencial esté en crisis como afirma J.A. Mora. Por el contrario, quizá signi-fique que las pretensiones que Cronbach mani-festó en 1957 y 1975 ante los miembros de la A.P.A. están cumpliéndose:

"La separación histórica entre la Psicología Experi-mental y el Estudio de las diferencias individuales ha obstaculizado la investigación psicológica. Este fué mi argumento en la última ocasión que tuve de diri-girme a la audiencia de la A.P.A. (Cronbach, 1957). Ya era hora, decía, de que las escuelas de in-vestigación centradas en la manipulación y la correla-ción [de variables] se unan en la creación e impulso de una ciencia de las interacciones Aptitud x Trata-miento (ATIs) " (Cronbach 1975, p. 116)

No obstante con posturas ideológicas como

las de J.A. Mora se hace difícil porque aboga por el "fagocitamiento" de una disciplina en otra y no por el trabajo conjunto.

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anales de psicología, 1993, 9(1)

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Cronbach, L.J. (1975). Beyond the two disciplines of scientific psychology. American psychologist, 30(2), 116-127.

ANEXO I Aunque todo el artículo es un resumen de algunas obras de Sternberg, la cita más reciente de este autor es de 1986. Hasta el 11-2-91 en que fue recibido el artículo por la revista, Sternberg ha publicado lo siguiente, sólo sobre el tema de la inteligencia: Marr, D.B., y Sternberg, R.J. (1987). The role of mental speed

in intelligence: A triarchic perspective. En P.A. Vernon (ed.), Speed of information processing and intelligence (pp. 271-294).

Sternberg, R.J. (1987). Five ways to think about thinking skills. Instructor, Special Issue, Fall, 32-33.

Sternberg, R.J. (1987). Gee, there's more than g: A critique of Arthur Jensen's views of intelligence. En S. Modgil y C. Modgil (eds.), Arthur Jensen: Consensus and contro-versy (pp. 237-249). Barcombe, England: Falmer Press.

Sternberg, R.J. (1987). Implicit theories: An alternative to modeling cognition and its development. En J. Bisanz, C. Brainerd y R. Kail (eds.), Formal methods in devel-opmental psychology: Progress in cognitive develop-ment research (pp. 155-192). New York: Springer-Verlag

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Debate: Lo básico y diferencial en la inteligencia 111

anales de psicología, 1993, 9(1)

Y antes de 1986, faltan referencias a obras tan básicas sobre inteligencia (desde nuestro punto de vista, claro está) que le ofrecemos lo que nos parece fundamental a partir del año 86 hasta el 90. De esta forma esperamos poderle facilitar la próxima selección personal. Sternberg, R.J. y Detterman, D.K. (eds.) (1979). Human intel-

ligence: Perspectives on its theory and measurement. Norwood, NJ: Ablex.

Sternberg, R.J. (1981). The evolution of theories of intelli-gence. Intelligence, 5, 209-229.

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© Copyright 2006: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia. Murcia (España)ISSN edición impresa: 0212-9728. ISSN edición web (www.um.es/analesps): 1695-2294

anales de psicología 2006, vol. 22, nº 1 (junio), 37-44

El optimismo y la experiencia de ira en relación con el malestar físico

Eduardo Remor*, Montserrat Amorós y José Antonio Carrobles

Universidad Autónoma de Madrid (España)

Resumen: El presente artículo se dirige al estudio de la relación entre el optimismo y la experiencia de la ira con la frecuencia e intensidad del ma-lestar físico percibido. Para ello, 86 estudiantes universitarios fueron eva-luados mediante cuestionarios (LOT-R, STAXI-2, EASQ) y un auto regis-tro de síntomas de malestar en una única sesión. Los resultados indicaron que un mayor optimismo se asociaba a una menor frecuencia e intensidad de síntomas físicos experimentados en la última semana, comparado con los estudiantes con menor optimismo. Así mismo, altas puntuaciones en la experiencia de ira se asoció a una mayor frecuencia e intensidad de sínto-mas percibidos. Mediante un análisis de regresión, ambas variables opti-mismo y experiencia de ira se mostraron predictoras de la frecuencia de síntomas informados. No obstante, para la intensidad de estos síntomas, el optimismo fue el único predictor. Los resultados sugieren, por lo tanto, que altos niveles de optimismo y una baja experiencia de ira pueden actuar como factores protectores de la experiencia de síntomas de malestar físico. Palabras clave: Optimismo; ira; salud; LOT-R; STAXI-2; EASQ.

Title: Relationship between optimism, anger experience and symptoms of physical distress. Abstract: The aim of this paper was to study the relationship between op-timism, anger experience and the frequency and intensity of perception of negative physical symptoms. Eight-six university students were assessed by questionnaires and self report measure of physical symptoms. Results show that high optimism was associate with low perception and intensity of physical symptoms. Individuals who inform of high levels of anger ex-perience show more frequency and intensity of perception of physical symptoms. We conducted a regression analysis and found that optimism and anger experience predict the perception of physical symptoms. The same analysis for the intensity of symptoms perceived show that disposi-tional optimism was the unique predictor of intensity of physical symp-toms. These results raised Optimism and anger experience may be protec-tor factor for symptoms of physical distress. Key words: Optimism; anger; health; LOT-R; STAXI-2; EASQ.

En los últimos años, la investigación de los recursos psico-lógicos que favorecen la salud y el bienestar ha experimenta-do un aumento considerable (Kamen, Rodin y Seligman, 1987; Scheier, Carver y Bridges, 1994; Seligman, y Csiks-zentmihalyi, 2000; Snyder y López, 2002) pues el estudio de este ámbito de la psicología permite la identificación y eva-luación de qué recursos psicológicos tienen los individuos y cómo éstos pueden contribuir al afrontamiento de las adver-sidades. Así mismo, permite describir las variables conside-radas como recursos psicológicos, y cómo potenciarlas para aumentar los beneficios asociados a éstos (p. ej.: salud y bienestar). Definimos los recursos psicológicos cómo facto-res de protección psicológica que se asocian positivamente con la salud y el bienestar y que, a su vez, permiten aumentar la resistencia a la adversidad, pues facilitan una adecuada evaluación y afrontamiento de los cambios o dificultades de los sucesos vitales ocurridos en la vida. Algunas de las varia-bles que han sido descritas como indicadores de recursos psicológicos son: la autoestima (Ensel y Lin, 2004), el senti-do de coherencia (Elovainio y Kivimaki, 2000), la capacidad de expresión emocional (Deighton, Fernandez, Deschamps, Paez, y Traue, 2004; Horn, Pössel, Hautzinger y Traue, 2004; Kliegel y Horn, 2003; Salovey, Mayer, Caruso, 2002), el au-tocontrol emocional (Carver y Scheier, 1998), el optimismo (Fournier, Ridder, y Bensing, 1999; Scheier y Carver, 1992; Seligman, 2003), el apoyo social y la asertividad (Solberg y Scott, 1997). Además de los recursos psicológicos, algunas investigaciones (Janssen, Spinhobven, y Brosschot, 2001; Porter, Stone, y Schwartz, 1999) han sugerido que otros fac-tores como un adecuado manejo de la experiencia y la emo-

* Dirección para correspondencia [Correspondence address]: Eduardo Remor. Departamento de Psicología Biológica y de la Salud. Facultad de Psicología. Universidad Autónoma de Madrid. 28049 Ma-drid (España). E-mail: [email protected]

ción de la ira, podrían ser también, factores protectores para la salud. No obstante, no está claro todavía los mecanismos psicológicos de interacción entre las variables y su contribu-ción al efecto sobre la salud y el bienestar.

El optimismo como recurso psicológico

El estudio del optimismo como recurso psicológico sur-ge de la reformulación de la teoría de la indefensión apren-dida de Abramson, Seligman, y Teasdale (1978), como una forma de explicar las respuestas de afrontamiento a los even-tos negativos que les suceden a las personas en sus vidas. Postulando la existencia de dos estilo explicativos, el opti-mista y el pesimista. Esta característica ha resultado ser un buen predictor de los resultados en la salud y el bienestar (Scheier y Carver, 1989; 1993; Seligman et al, 1988). En este trabajo tomaremos el concepto de optimismo desde dos perspectivas teóricas diferentes aunque complementarias, la inicial del estilo explicativo pesimista-optimista de Peterson y Seligman (1984), y el optimismo disposicional de Scheier y Carver (1985).

El estilo explicativo pesimista-optimista

De acuerdo con Peterson y Seligman (1984), el Estilo Explicativo Pesimista (EEP) se define como la tendencia a explicar los malos sucesos o eventos negativos ocurridos en la vida cotidiana, con una causa interna a uno mismo, estable en el tiempo y con un efecto global a todos los ámbitos de la vida de la persona; en contraposición, el Estilo Explicativo Optimista (EEO) se refieren a la tendencia a explicar los ma-los sucesos con una causa externa a uno mismo, inestable en el tiempo y específico de ese ámbito concreto que afecta. Pa-ra establecer las diferencias entre ambos estilos explicativos

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se utilizan tres dimensiones descriptivas: (a). Internalidad-Externalidad: definido como el grado en que uno se consi-dera responsable del suceso; (b). Estabilidad-Inestabilidad: cuando la causa del suceso está presente durante todo el tiempo; su contrario sería transitoriedad, o inestabilidad; (c). Globalidad- Especificidad: cuando un aspecto del suceso o de su explicación domina a todos los otros aspectos de la vi-da de la persona; su opuesto es circunstancial o específico.

De esta forma, los optimistas se definirían como perso-nas con estilos explicativos caracterizados por las dimensio-nes de externalidad, inestabilidad, y especificidad; en contra-partida, los pesimistas, estarían caracterizados por los polos de internalidad, estabilidad y globalidad. Investigaciones pre-vias sugieren que el EEO predice una mejor salud general, y menos vulnerabilidad a las enfermedades físicas (Kamen, et al., 1987), un mejor funcionamiento del Sistema Inmunoló-gico (Peterson y Avila, 1995), así como una menor tasa de mortalidad (Peterson, Seligman, Yurko, Martín y Friedman, 1998) en comparación con el EEP.

El optimismo disposicional

El optimismo disposicional es definido por Scheier y Carver (1987) como la expectativa o creencia estable, genera-lizada, de que en la vida ocurrirán cosas positivas. Esta defi-nición se enmarca en el modelo de autorregulación de con-ducta, de Carver y Scheier (1981), este asume que, cuando surgen dificultades las expectativas favorables incrementan los esfuerzos de las personas para alcanzar los objetivos y las expectativas desfavorables reducen tales esfuerzos, a veces hasta el punto de desentenderse totalmente de la tarea (Ar-mor y Taylor, 1998; Carver y Scheier, 1998). Las distintas in-vestigaciones a partir de los descubrimientos de estos auto-res, han analizado cómo la variable optimismo influye sobre la salud física y en que medida sitúa a las personas en unas condiciones favorables para afrontar el estrés. Uno de los trabajos de Scheier y Carver (1985) destacó que el optimis-mo se asociaba negativamente con el informe de síntomas de malestar físico en los dos períodos de evaluación del es-tudio. Las personas consideradas como optimistas al princi-pio del estudio también eran aquellas que señalaban tener menos síntomas físicos de malestar a lo largo del tiempo. Otro estudio de los mismos autores pero, realizado con pa-cientes sometidos a operaciones de by-pass encontró que el optimismo ejerce un fuerte y destacado efecto sobre el bien-estar de los pacientes, tanto durante como inmediatamente después de la operación. Los optimistas mostraron tener una recuperación más rápida y presentar menos complicaciones médicas que los pesimistas (Scheier y Carver, 1989). Se ob-tuvieron resultados similares con mujeres con cáncer de mama, en el cual las que puntuaron alto en optimismo se sentían menos angustiadas frente al diagnóstico que las pe-simistas (Scheier y Carver, 1993).

La experiencia de la ira y la Salud Un adecuado manejo de la ira podría considerarse tam-

bién como un recurso psicológico, ya que existen estudios que señalan la ira como un factor importante en la predispo-sición a padecer diferentes trastornos de salud física (Dia-mond, 1982; Suls, Wan y Costa, 1995). Algunas investigacio-nes informaron cómo los individuo que no expresan nor-malmente la emoción de ira pueden tener importantes au-mentos de la actividad fisiológica, ésta activación mantenida en el tiempo puede producir no sólo trastornos psicofisioló-gicos, sino también desarreglos en el sistema inmune (Mi-guel-Tobal, Cano-Vindel, Casado y Escalona, 1994; Miguel-Tobal, Casado, Cano-Vindel, Spielberger, 2000). En este sentido, la inhibición y el control de las emociones fue aso-ciado a gran número de problemas de salud (Ibáñez, 1991; Sandín, Chorot, Santed y Jiménez, 1995), o somatización (Deighton et al., 2004).

Según Siegman, Anderson, Herbst, Boyle y Wilkinson (1992), los sujetos que inhiben su experiencia emocional se caracterizan por utilizar mecanismos de evitación, negación, y racionalización de las experiencias amenazantes; mientras que los sujetos que manejan correctamente la ira se caracte-rizan por utilizar mecanismos de aproximación, intelectuali-zación y rumiación. Así mismo, respecto a la respuesta fisio-lógica, los primeros presentarían una aceleración de la tasa cardiaca, mientras que los que utilizan un manejo correcto de la ira mostrarían un decremento de la misma.

Por otra parte, en la conceptualización de la experiencia de ira, podemos diferenciar entre el estado de ira y el rasgo de ira. El primero se define como el estado emocional o condición que incluye sensaciones subjetivas de tensión, enojo, irritación, furia o rabia, con activación concomitante o arousal del sistema nervioso autónomo; mientras que el segundo se refiere a la tendencia o propensión individual a reaccionar con estados de ira (Spielberger, Jacobs , Rusell y Crane, 1983).

Algunas investigaciones han relacionado el manejo de la ira con indicadores de salud física, como por ejemplo el es-tudio de Schneider, Egan, Jonson, Drobny y Julius (1986), en el cual observaron que los participantes que tuvieron altas puntuaciones en expresión interna de ira manifestaron haber experimentado presiones de tiempo y/o reacciones airadas intensas ante las situaciones evaluativas o amenazadoras du-rante el periodo de observación, y tenían una presión arterial significativamente más alta que los que puntuaron bajo en expresión interna de ira. Julkunen et al. (1993) investigaron la relación entre los componentes de ira y la presión arterial en una muestra de mujeres que participaban en un programa de promoción de la salud en el norte de Finlandia, encontraron una correlación positiva y significativa entre las puntuaciones de expresión interna de ira y la alta presión arterial, pero sólo en el grupo de mujeres que manifestó que su entorno de tra-bajo era hostil y tenso.

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El optimismo y la experiencia de ira en relación con el malestar físico 39

¿Facilita el optimismo un adecuado manejo de la ira (expresión y control)?

Considerando el optimismo como una característica rela-

tivamente estable y un recurso psicológico, nos preguntamos si el optimismo actuaría como un factor protector de la ex-periencia de ira y de la experiencia de problemas de salud. Así, el presente estudio pretende identificar si los recursos psicológicos: optimismo disposicional (LOT-R), estilo expli-cativo optimista-pesimista (EASQ) son factores protectores para el malestar físico (medido por la frecuencia e intensidad de síntomas). Además, quiere observar que relación se esta-blece entre la experiencia y emoción de ira con el optimis-mo. Así como, evaluar las diferencias entre optimismo y pe-simismo teniendo en cuenta el malestar físico. Por último, sugerir un modelo explicativo para identificar el efecto pre-dictivo del optimismo-pesimismo y de la experiencia de ira sobre el malestar físico (frecuencia e intensidad). Método

Participantes

La muestra estuvo compuesta por 86 estudiantes universitarios (65 mujeres y 21 hombres), con una edad media de 20,3 años (DT = 2,6; rango 18-40 años).

Instrumentos y Variables

Optimismo Disposicional (OD): El optimismo disposicional se ha evaluado a través del LOT-R (Life Orientation Test Revised), de Scheier, Carver y Bridges (1994), versión española de Ferrando, Chico y Tous (2002). Altas puntuaciones en este cuestionario indi-can alto optimismo disposicional, y bajas informan sobre bajo op-timismo disposicional. El alpha de Cronbach para el presente estu-dio fue de 0,75.

Estilo Explicativo Pesimista-Optimista: El estilo explicativo Optimista-Pesimista, se ha evaluado mediante el Cuestionario del Estilo Atri-bucional Ampliado (EASQ– Expanded Attributional Style Ques-tionnaire), Peterson y Villanova (1988) versión española de Come-che-Moreno, Díaz-García y Vallejo-Pareja (1995). A través de este cuestionario se obtiene las puntuaciones indicativas del estilo expli-cativo referido a las siguientes dimensiones simples: EASQ Interna-Negativa (α = 0,64), EASQ Estable-Negativa (α = 0,91), EASQ Global-Negativa (α = 0,87), y dos dimensiones compuestas: EASQ Desesperanza y EASQ Compuesta Negativa (suma de las puntua-ciones de las tres dimensiones anteriores). El alpha de Cronbach entre paréntesis corresponde a la muestra de este estudio. Altas puntuaciones informan sobre EEP y bajas muestran un EEO. Experiencia de Ira (Emoción y Expresión de Ira): Inventario de Expre-sión de Ira Estado-Rasgo, versión 2 (STAXI-2) versión española de Miguel-Tobal, Casado, Cano-Vindel y Spielberger (2001). Este cuestionario evalúa los diferentes componentes de la ira. Se com-pone de 6 escalas (Estado de Ira, Rasgo de Ira, Expresión externa de la ira, Expresión interna de la ira, Control externo de la ira y Control interno de la ira) y 5 subescalas (Sentimiento de ira, Expre-sión física de ira, Expresión verbal de ira, Temperamento y Reac-ción de ira) y un Índice resumen de expresión de la ira (IEI). Estu-

dios psicometricos independientes previos, han demostrado que el STAXI-2 es una medida fiable y valida para uso en investigación (Miguel-Tobal, Casado, Cano-Vindel y Spielberger (2000)2. Indicadores de Malestar Físico (Frecuencia e Intensidad): Se han evaluado los síntomas físicos de malestar diario mediante un inventario de auto-informe: el Inventario de Síntomas Físicos de Malestar Diario (frecuencia e intensidad) de Remor, Amorós y Carrobles (2004) que evalúa los síntomas físicos de malestar diario a partir de un lis-tado de 15 ítems que describen la frecuencia e intensidad de sínto-mas físicos de malestar diario (p.ej., dolor de cabeza, dolor de es-tómago, congestión nasal, Tos/dolor de garganta, alergias, dolor cervical, síntomas de cansancio/fatiga, problemas en la piel, etc.). Los participantes tuvieron que registrar su ocurrencia e intensidad a lo largo de la última semana. A través de este inventario se obtuvo una puntuación directa (suma de las puntuaciones) de la Frecuencia de síntomas físicos de malestar diario (FSFMD) sumando 1 punto por cada síntoma físico señalado, y en lo que se refiere a la Intensi-dad de los síntomas físicos de malestar diario (ISFMD) también se obtiene una puntuación directa sumando las respuestas en una esca-la de 1 (poco intenso / poco molesto) a 4 (muy intenso / muy mo-lesto) respecto al síntoma experimentado.

Procedimiento

Todos los sujetos fueron evaluados en las diferentes medidas psicológicas (STAXI-2, EASQ, LOT-R) y además, se les entregó un autoinforme de indicadores de malestar físicos experimentados en la ultima semana para su cumplimentación. La evaluación se llevó a cabo en la universidad, en el horario académico de los estudiantes, no poniendo límite de tiempo para rellenar los cuestionarios. Antes de la aplicación de cada una de las pruebas se dieron las instruccio-nes oportunas para poder realizarlas correctamente. La participa-ción de los estudiantes en la investigación fue voluntaria. Los cues-tionarios incompletos se han eliminado del análisis estadístico, es-pecíficamente, para el análisis comparativo de la frecuencia e inten-sidad de síntomas de malestar, dos sujetos han sido eliminados del análisis estadístico debido a que el autoinforme de síntomas estaba incompleto. Los datos recogidos fueron tabulados y analizados en el programa SPSS/PC versión 11.0. Resultados

Asociación de las variables incluidas en el estudio

En la Tabla 1 se presentan las asociaciones entre las va-riables incluidas en el estudio.

2 La corrección del STAXI-2 se ha realizado de forma manual me-diante la hoja de respuestas del cuestionario publicado por TEA Ediciones (Miguel-Tobal y cols., 2001), las puntuaciones totales de cada subescala se han trasladado a la base de datos SPSS para el análisis estadístico. Este procedimiento no ha permitido el análisis de la consistencia interna de las subescalas para el presente estudio.

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El optimismo y la experiencia de ira en relación con el malestar físico 41

Grado de Optimismo-Pesimismo a partir del nivel de malestar físico

Para identificar las características psicológicas de los suje-

tos que han informado de un mayor número de síntomas fí-sicos de malestar en la última semana, se realizó un análisis de comparación de medias (t test). Se establecieron dos gru-pos comparativos a partir de la frecuencia de síntomas de malestar (FSFMD), diferenciando los sujetos que presenta-ban mayor frecuencia de síntomas (superior al percentil 75), y los que presentaban menor frecuencia (inferior al percentil 75). Por otra parte, utilizamos el mismo procedimiento me-todológico, para observar las diferencias entre los sujetos que puntuaban alto en intensidad de síntomas físicos (supe-rior al percentil 75) y los sujetos con menos intensidad de síntomas (inferior al percentil 75). En la Tabla 2 se presentan en detalle los resultados. Tabla 2: Diferencias en las características de personales en función de de la frecuencia de síntomas físicos de malestar (n=84).

FRECUENCIA DE SINTOMAS

Menor

Frecuencia (n=57)

Mayor Frecuencia

(n=27)

Media (DT) Media (DT) t p OD 16.47 (4.11) 12.74 (4.69) 0.318 0.001EASQ-IN 3.87 (0.64) 3.96 (0.62) EASQ-EN 3.42 (1.05) 3.75 (0.78)

0.12 1.309

0.529 0.150

EASQ-GN 3.03 (0.86) 3.68 (0.82) 0.002 0.002EASQ-D 6.46 (1.71) 7.43 (1.11) 6.176 0.003EASQ-CN 10.33 (2.11) 11.40 (1.49) 4.107 0.010

INTENSIDAD DE SINTOMAS

Menor

Intensidad (n=62)

Mayor Intensidad

(n=22)

Media (DT) Media (DT) t p OD 16.17 (4.00) 12.72 (5.37) 3.404 0.002EASQ-IN 3.90 (0.63) 3.91 (0.64) 0.140 0.927EASQ-EN 3.47 (1.04) 3.68 (0.78) 1.890 0.406EASQ-GN 3.07 (0.82) 3.72 (0.93) 0.882 0.003EASQ-D 6.55 (1.64) 7.40 (1.32) 2.542 0.032EASQ-CN 10.45 (2.00) 11.32 (1.84) 0.983 0.079

Nota: punto de corte para los de mayor FSFMD >= 6 (superior al percentil 75) y para los de menor FSFMD <6 (inferior al percentil 75); punto de corte para los de mayor ISFMD >=12 (superior al percentil 75); y para los de me-nor ISFMD <12 (inferior al percentil 75).

Diferencias en la experiencia de malestar físico a partir de la experiencia de ira.

Con el objetivo de analizar las diferencias en la frecuen-

cia e intensidad de síntomas de malestar físico, en los sujetos con mayor experiencia de ira (puntuaciones superior al per-centil 75) y en los sujetos con menor experiencia de ira (pun-tuaciones inferior al percentil 75), se realizaron comparacio-

nes de medias (t test) para todas las variables que componen la experiencia de ira (estado de ira, rasgo de ira, expresión externa de la ira, expresión interna de la ira, control externo de la ira, control interno de la ira, sentimiento de ira, expre-sión física de ira, expresión verbal de ira, temperamento, re-acción de ira e un índice de expresión de la ira). Los resulta-dos se presentan en la Tabla 3. Se ha utilizado como punto de corte el percentil 75, teniendo en cuenta el criterio pre-viamente establecido en el manual del STAXI-2 (Miguel-Tobal, Casado, Cano-Videl y Spielberger, 2000), como punto de corte susceptible de afectar a la salud de forma negativa (ver Tabla 3). Tabla 3: Diferencias entre los sujetos con mayor y menor experiencia de ira en relación a la frecuencia e intensidad de síntomas (n=84).

FREQUENCIA DE SINTOMAS

Mayor

Frecuencia (n=57)

Menor Frecuencia

(n=27)

Media Media t p Sentimiento de Ira 5.57 4.27 0.105 0.040Expresión física 5.93 4.40 2.352 0.046Expresión verbal 5.79 4.23 2.344 0.016Temperamento 5.50 4.31 0.985 0.061Reacción de ira 5.30 4.33 1.535 0.116Expresión externa ira 5.14 4.45 1.349 0.274Expresión interna ira 6.34 3.93 7.050 0.001Control externo de ira 3.95 4.92 0.476 0.155Control interno de ira 4.08 4.90 0.083 0.219Estado de ira 6.33 4.12 1.927 0.001Rasgo de ira 5.61 4.25 1.152 0.032 Índice de expresión de ira 6.57 4.04 7.505 0.004

INTENSIDAD DE SINTOMAS

Mayor In-tensidad (n=62)

Menor In-tensidad (n=22)

Media Media t p Sentimiento de ira 11.15 7.80 6.933 0.061Expresión física 11.06 8.36 3.937 0.209Expresión verbal 11.04 7.96 4.538 0.085Temperamento 9.61 8.50 0.133 0.457Reacción de ira 9.80 8.31 0.400 0.304Expresión externa ira 9.88 8.35 1.879 0.300Expresión interna ira 11.73 7.55 1.698 0.004Control externo de ira 7.38 9.33 0.029 0.222Control interno de ira 7.39 9.39 0.381 0.197Estado de ira 12.90 7.49 12.304 0.009Rasgo de ira 9.92 8.36 0.072 0.297

Índice de expresión de ira 11.76 7.87 1.995 0.014

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Diferencias entre pesimistas y optimistas en rela-ción a la experiencia de ira y a los síntomas físicos.

Con el objetivo de analizar las diferencias entre pesimis-

tas y optimistas en las variables que componen la experiencia de ira (estado y rasgo de ira) y el malestar físico (frecuencia e intensidad), realizamos una comparación de medias (t test),

utilizando la mediana del optimismo disposicional (LOT-R) y de las variables que forman el estilo explicativo (EASQ), para establecer los grupos de comparación.

En la Tabla 4 se presentan en detalle las diferencias en las variables resultado considerando las diferencias entre op-timismo y pesimismo (LOT-R).

Tabla 4: Diferencias en las variables resultados teniendo en cuenta las diferencias entre optimismo y pesimismo eva-luado con el LOT-R.

LOT-R< 16 Pesimistas

LOT-R => 16 Optimistas

Media (DT) Media (DT) t p FSFMD 5.67 (3.05) 3.77 (1.93) 5.590 0.001 ISFMD 10.70 (7.54) 7.15 (4.36) 10.361 0.012 Sentimiento de Ira 7.50 (3.29) 5.86 (1.65) 13.384 0.006 Expresión física 6.10 (2.06) 5.20 (1.11) 18.642 0.018 Expresión verbal 7.22 (3.00) 5.72 (1.43) 12.866 0.006 Temperamento 11.07 (11.31) 7.56 (3.10) 2.850 0.051 Reacción 12.55 (3.36) 11.86 (3.92) 0.622 0.320 Expresión externa de ira 12.47 (3.39) 11.84 (2.94) 1.652 0.362 Expresión interna de ira 14.02 (3.92) 11.45 (3.48) 0.497 0.002 Control externo de ira 17.22 (4.53) 17.29 (3.95) 0.221 0.940 Control interno de ira 14.32 (4.03) 13.86 (3.51) 1.235 0.577 Estado de ira 20.82 (7.71) 16.79 (3.42) 15.927 0.004 Rasgo de ira 23.62 (11.40) 19.43 (5.13) 1.560 0.030 Índice de expresión de ira 30.95 (9.61) 28.13 (8.54) 2.070 0.159

Nota: FSFMD = Frecuencia de síntomas de malestar; ISFMD = Intensidad de síntomas de malestar Para el estilo explicativo pesimista-optimista (medido

con el EASQ), se obtuvieron los siguientes resultados: el es-tilo explicativo global-negativo (EASQ-GN), presentaba di-ferencias significativas entre la FSFMD (F=3.564; p= .002) y la ISFMD (F=1.863; p= .007), en el sentido que los globales (pesimistas) percibían más FSFMD y más ISFMD que los específicos (optimistas). Los mismos resultados se obtuvie-ron para el indicador de desesperanza (EASQ-D), diferen-cias significativas entre la FSFMD (F=4.735; p= .002), y la ISFMD (F=3.143; p= .010), los que puntuaron alto en des-esperanza tenían más intensidad y frecuencia de síntomas que los bajos en esta variable. El estilo explicativo pesimista (EASQ-CN), también presentó diferencias significativas en-tre FSFMD (F=4.272; p= .006) e ISFMD (F=4.773; p= .029), observándose mayor frecuencia e intensidad en los su-jetos con puntuaciones altas. No se observaron diferencias significativas para el cruce de las demás variables.

Capacidad predictiva del optimismo-pesimismo, y la experiencia de ira en relación a la frecuencia y la intensidad de síntomas físicos de malestar.

Para analizar la capacidad predictiva de las variables opti-mismo disposicional (LOT-R), estilo explicativo pesimista (EASQ), y experiencia de ira (STAXI-2) sobre el malestar fí-sico (frecuencia e intensidad), realizamos el análisis de regre-

sión múltiple controlando por las variables sexo y edad. Se han incluido en el modelo las variables que previamente co-rrelacionaban con las variables criterio (frecuencia e intensi-dad de síntomas de malestar físico). Para evitar el efecto de colinealidad entre los componentes de la experiencia de ira, solamente se utilizó la variable resumen índice de expresión de la ira (IEI). El mismo procedimiento se realizó con las variables que definen el estilo explicativo pesimista (EASQ), para ello se eligió como variable resumen el estilo explicativo compuesto negativo (EASQ-CN) .

El análisis de regresión apuntó los siguientes resultados (ver Tabla 5). El modelo completo predijo un 34% de la va-rianza en la frecuencia de síntomas físicos (F(5,74)=7.609; p<.001). Fueron predictoras de la frecuencia de síntomas el optimismo disposicional (LOT-R) y el índice de expresión de la ira (STAXI-2). Las variables control (sexo y edad) no han contribuido a la explicación de la varianza en la variable criterio. Por otra parte, para la predicción de la intensidad de síntomas de malestar se ha mostrado como único predictor el optimismo disposicional. También aquí las variables con-trol no han contribuido para explicar la varianza en la varia-ble criterio. El modelo predijo un 23.5% de la varianza de la intensidad de síntomas de malestar (F(5,74)=4.550; p<.001).

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El optimismo y la experiencia de ira en relación con el malestar físico 43

Tabla 5: Modelos de Regresión múltiple. Modelo predictivo de la Frecuen-cia e intensidad de síntomas físicos a través del EASQ-CN, OD y IEI. BLOQUE BLOQUE 1

β BLOQUE 1 Y 2

β Variables control Sexo -.099 -.166 Edad -.176 -.003 Variables psicológicas EASQ Compuesta-Negativa .190 Optimismo Disposicional Índice de expresión de la ira

-.311*** .306***

Variable criterio: Frecuencia de síntomas físicos de malestar diario

BLOQUE BLOQUE 1 β

BLOQUE 1 Y 2 β

Variables control Sexo -.065 -.140 Edad -.130 -.007 Variables psicológicas EASQ Compuesta-Negativa .118 Optimismo Disposicional Índice de expresión de la ira

-.366*** .153

Variable criterio: Intensidad de síntomas físicos de malestar diario Nota: β= coeficiente estandarizado de la regresión jerárquica; ***p<.001 Discusión El presente estudio contiene algunas limitaciones, como por ejemplo, una muestra relativamente pequeña elegida por conveniencia, y un diseño de carácter transversal que no permiten identificar relaciones de causalidad, dificultando así, la generalización de los resultados descritos. No obstan-te, interesantes hallazgos pueden observarse a partir de este trabajo. Primeramente, como han indicado los resultados, las personas que manifestaban tener un mayor grado de males-tar físico (retrospectivo a la última semana) eran aquellas que presentaban como característica personal ser más pesimista que optimista. Y por lo tanto, salvando las limitaciones del carácter transversal del estudio que no permite establecer causalidad, podríamos sugerir que a un perfil optimista está asociado a una menor vulnerabilidad a la experiencia de pro-blemas de salud. Por otra parte, y en la misma línea, los pe-simistas presentaron mayor frecuencia e intensidad de males-tar físico, informaron de mayor experiencia de emoción de ira (sentimiento, expresión física y expresión verbal de ira), más expresión interna de ira y rasgo de ira en comparación con los optimistas, medido con el LOT-R, lo cual apoya la idea de Scheier y Carver (1985) de que los pesimistas utilizan un estilo de afrontamiento centrado en la emoción, además de presentar un manejo de la ira más controlado e inhibido,

tanto a nivel emocional como expresivo, en comparación con los optimistas. Al establecer diferencias en el patrón de la experiencia de ira, observamos que los altos en emoción y rasgo de ira eran aquellos que habían experimentado en la última semana más malestar físico, esto nos permite plantear que las personas que presentan un perfil de elevada expresión y emoción de ira (es decir, mayor experiencia de ira en general) presentan en mayor medida problemas de salud (frecuencia) y lo perci-ben con mayor intensidad (malestar físico). Resultados simi-lares han sido informados por Miguel-Tobal et al. (2001).

Por lo que respecta a la capacidad predictiva de las varia-bles estudiadas, el optimismo disposicional y el índice de ex-periencia de ira predicen, ambos, la frecuencia de síntomas físicos. Por una parte, el optimismo disposicional aparece como un factor protector de la experiencia de malestar físico donde de acuerdo con los resultados, altos índices de OD se asocian a una menor frecuencia de síntomas físicos (Kamen, et al. 1987). En cambio, el índice de experiencia de ira apare-ce como un factor de riesgo para la experiencia de malestar físico, pues altos índices se asocian a un aumento de los sín-tomas físicos de malestar. Por otra parte, para la predicción de la intensidad de síntomas físicos informados, sólo se mostró predictivo el OD. Altas puntuaciones en OD están asociadas a una menor intensidad con la que se perciben los síntomas de malestar. Así, observamos que el OD es un fac-tor protector para el malestar físico y que la experiencia de ira es un factor de riesgo para la frecuencia de síntomas, ya que contribuye a aumentar la percepción de éstos. En cuan-to al estilo explicativo negativo (pesimismo), no mostró nin-gún efecto predictivo hacia el malestar físico. Parece que es más importante el optimismo (LOT-R) que el pesimismo (EASQ) para predecir la experiencia de malestar físico. Es-tudios futuros deberían abordar esta cuestión para identifi-car hasta qué punto el optimismo y el pesimismo se integran dentro de un constructo bi-dimensional o si se refieren a dos constructos independientes. Así mismo, habría que ampliar el modelo predictivo a fin de identificar otras variables que contribuyen a explicar la experiencia de síntomas de males-tar, que no se han tenido en cuenta en este estudio. Por ejemplo, el neuroticismo, los aspectos culturales, las habili-dades de afrontamiento y la interacción con el medio o la percepción de control. Estudios anteriores han demostrado de forma individual el rol de estas variables en la predicción de la experiencia de problemas de salud o somatización (Asendorpt, 2004; Avia y Vazquez, 1999; Deighton et al., 2004). Estas y otras cuestiones son claves para la investiga-ción futura en la línea del rol que tienen los mecanismos psi-cológicos en la predicción del bienestar y la salud.

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44 Eduardo Remor et al.

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(Artículo recibido: 21-1-05; aceptado: 3-1-06)

anales de psicología, 2006, vol. 22, nº 1 (junio)