Cuadernillo de lecturas - UNLP
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Migraciones hacia la Argentina Fines del siglo XIX e inicios del siglo XX.
Selección y edición de materiales:
Isabelino Siede y Adrina Serulnicoff
Cuadernillo de lecturas
1. ¿Por qué creen que, en ese momento,
tantas personas decidieron dejar el lugar
donde vivían para venir a vivir a la
Argentina?..................................................2
2. ¿Por qué tantos europeos decidieron
abandonar sus países?...............................8
3. ¿Por qué la Argentina era un destino
atractivo para los inmigrantes?................14
4. ¿De qué manera se emigraba de Europa y
Asia a la Argentina?..................................20
5. ¿Cómo vieron los inmigrantes el país al cual
llegaban?..................................................33
6. ¿Cómo reaccionaron los argentinos de aquel
momento ante la llegada de los distintos
inmigrantes?............................................40
7. ¿Qué rasgos de la sociedad argentina actual
muestran que recibió gran cantidad de
inmigrantes en esa época?.......................48
Este cuadernillo pertenece a:
2
¿Por qué, en ese momento, tantas personas decidieron dejar el lugar donde vivían para venir a vivir a la
Argentina?
o Infografía: Inmigración 1857-1920……….3
o Datos censales del siglo XIX………….……..4
o Fotos de inmigrantes…………………..………5
3
4
Datos censales del siglo XIX
5
Fotos de inmigrantes
6
7
8
¿Por qué tantos europeos decidieron abandonar sus países?
o Hipólito Fernández………..……………………..…….9
o Desde Italia, Giuseppe Frizzera…..………………9
o Hilda Fisher, de Inglaterra a Argentina……. 10
o El sueño de un maestro de escuela…………..10
o Enrique Dickman……………………………………...11
o ¿Por qué emigraron muchos europeos?......12
9
Hipólito Fernández
Hipólito Fernández nació en 1891 en León, una
pequeña ciudad del norte de España. Era el segundo de ocho
hermanos y desde muy chico tuvo que trabajar en el campo
junto con su padre. Francisco, su hermano mayor, se fue a
probar fortuna a la Argentina. Cuando Hipólito tenía
diecisiete años, su padre se enfermó y poco después murió.
Antes de morir, llamó a Francisco y le dijo: “Eres el mayor de los varones que
queda en mi casa. Tienes que hacerte cargo de tu madre y de tus hermanos”. Desde entonces,
Hipólito trabajó mucho más para ayudar a su familia. Dos años después, Francisco lo llamó
para que fuera a trabajar con él. Buenos Aires se había convertido en una ciudad pujante, había
muchas posibilidades, podrían prosperar y enviar dinero a su familia. Hipólito le dejó el trabajo
del campo a su hermano Pelayo, le deseó suerte y se embarcó. “¿Qué voy a hacer yo en una
ciudad tan grande?”, pensaba. Venía de una aldea y tenía diecinueve años.
FUENTE: “Historia de un inmigrante: Hipólito Fernández”, en: Gálvez; 2010: 279-280.
Desde Italia, Giuseppe Frizzera
“Me vine con una valijita y la ropa, nada más: un traje de interior para cambiarme, un
traje para el trabajo…nada más. Un amigo me dijo: me voy a la Argentina, ¿querés venir?
Habrá que ver qué dice mi papá, le contesté. De ahí fuimos a hablarlo con mi finado padre,
que después me dio la plata para el pasaje. En Italia me pagaban dos liras diarias por ser
aprendiz de carpintero, solo podía comprar dos litros de leche. En mi familia éramos cuatro
mujeres y cinco varones, y después de la guerra no había trabajo suficiente para poder seguir,
había que buscar ambiente, abrirse de la familia numerosa… entonces el papá me dijo ¡vía!
Fui el único que vine… Me vine solo en 1927. No claro, no conocía a nadie.“
(Giuseppe Frizzera nació en 1904 en Gardolo, Trentino, Italia)
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Hilda Fisher, de Inglaterra a Argentina
“Tenía 14 años cuando llegué a la Argentina en 1920, con mis padres y una hermana.
Pero después de un año todavía no sabíamos el castellano… Mi papá era ingeniero y
trabajaba en el ferrocarril… ¿Pasar hambre en Inglaterra, nosotros? ¡Claro que no! Otros
inmigrantes sufrieron hambre,
pero eso era distinto. Nosotros
vinimos de gusto y curiosidad.
Más que todo nos gustó el clima,
buenísimo. La Argentina de aquel
tiempo era un país lindo para
vivir…”
(Hilda Fisher nació en 1906, vino
de Inglaterra y la entrevista fue
realizada en 2003)
El sueño de un maestro de escuela
Un maestro italiano, narró el sueño que había tenido antes de partir hacia América:
“Una noche tuve una visión luminosa: me encontraba solo en un campo, donde el grano
crecía tan alto como un hombre y tenía unas espigas tan robustas como yo no había visto
jamás. Aquí y allá en el campo había vacas de oro que brillaban bajo los rayos del sol
llamándome y, en el fondo, sobre el horizonte azul y sin nubes, se dibujaban algunas letras de
monumental tamaño que yo no alcanzaba a distinguir claramente. Agucé la mirada, me
esforcé por concentrarla en ese punto y leí: ‘¡América!’. Mi
decisión estaba tomada: desperté a mi mujer y le anuncié que
partiría inmediatamente, a costa de cualquier sacrificio.”
FUENTE: “Hacer la América, ¿un sueño?”, en:
Ravina y otros; 2001: 110.
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Enrique Dickman Enrique Dickman era un niño judío nacido en Rusia, en la
época en que gobernaban los Zares y perseguían a los que no
eran cristianos. A los trece años tuvo que irse solo de su casa.
Trabajó como cadete de almacén y mensajero de hoteles para juntar algo de dinero y cruzó
Rusia de Norte a Sur. Viajaba a pie o como pasajero clandestino, en tren o en vapor. Al llegar
a Odessa, sobre el Mar Negro, debía decidir si emigraba a América del Norte, donde vivía un
hermano de su padre, o a Palestina, donde había muchos otros judíos. Como no tenía
pasaporte ni documento alguno, cruzó el Mar Negro, los estrechos del Bósforo, los
Dardanelos y el Mediterráneo, y eludió los controles policiales haciéndose pasar por hijo de
otra familia que viajaba. Así llegó hasta Alejandría. “Me encontré de pronto, a la edad de
catorce años, solo, separado de mi hogar, a miles de kilómetros de distancia, en tierra de
Egipto. ¿Qué hacer? ¿Adónde ir? ¿Qué orientación tomar?” –recordaba mucho tiempo
después. Consiguió embarcarse como ayudante de un fogonero en un buque de carga que lo
llevó a Constantinopla. Allí se enteró de que el Barón Hirsch convocaba a jóvenes judíos
para enviarlos a América. Se había abierto un registro donde se inscribieron unos cinco mil
refugiados que querían llegar a América. Eran muchos más de los que podrían viajar, así que
seleccionaban a quiénes enviar. Cuando le tocó el turno a él, la persona que decidía dijo:
“Este es un muchacho, casi un niño, y no puede ser colono. Necesitamos padres de familia.
No tiene sentido enviarlo a la Argentina”. Otra persona, sentada a su derecha, le respondió:
“¡Vaya uno a saber el destino que espera en América a estos muchachos!” Ese desconocido
permitió que Enrique se embarcara y muchos años después, recordaba: “En aquel instante se
resolvió mi porvenir”.
FUENTE: “Historia de un inmigrante: Enrique Dickman”, en: Gálvez; 2010: 153-154.
12
¿Por qué emigraron muchos europeos?
Hacia 1780, en Europa, tuvo lugar la
Primera Revolución Industrial. A partir de
entonces el uso de máquinas facilitó la
fabricación de algunos productos. La fuerza
que movía estas máquinas era producida
por molinos, por caballos o por personas.
Los transportes eran movidos por animales,
como las carretas o por la fuerza del viento,
como los barcos a vela.
A partir de 1830, 100 años después, ocurrió la
llamada “revolución de los transportes” cuando se
logró aplicar con éxito la energía de vapor a los
medios de transportes terrestres y acuáticos. Los
dos grandes protagonistas de esta revolución
fueron el ferrocarril y el barco de vapor. Los viajes
se hicieron mucho más rápidos, más baratos y, se
podía transportar a más personas y mercaderías a la vez. El mundo se hizo más cercano porque
las distancias parecían más cortas.
Hacia 1850 nuevas fuentes de
energía, como el vapor y la
electricidad, se incorporaron en las
industrias. Por lo tanto se
elaboraban más productos, en menos
tiempo y con menor costo. Los
historiadores llamaron a este proceso
“Segunda Revolución Industrial”.
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Los países que tenían industrias necesitaban materias primas como lanas y cueros para sus
fábricas y alimentos para la gente. Los barcos de vapor hicieron que fuera más barato, por
ejemplo, comprar trigo en países lejanos y trasladarlo por mar que comprarlo en zonas cercanas
y transportarlo por tierra.
En los años previos, la
población de Europa había crecido:
la esperanza de vida había
aumentado gracias a las mejoras en
la higiene y los adelantos en
medicina, como por ejemplo, la
creación de vacunas.
A pesar de los grandes
progresos vividos en este período,
no todos resultaron beneficiados.
Mientras la población crecía, no
ocurría lo mismo con la cantidad de puestos de trabajo. En el campo, disminuyó el trabajo. Una
máquina reemplazaba el trabajo de varias personas y la desocupación y la pobreza fueron en
aumento. Por lo tanto, muchas familias se fueron del campo a vivir a las ciudades donde se
concentraban las fábricas. Sin embargo las condiciones de vida en las ciudades no eran buenas.
Esto produjo que gran cantidad de europeos decidiera buscar un futuro mejor en otras partes del
mundo. En algunos países había
además, persecuciones políticas y
religiosas como en el Imperio
Ruso o Turco. América fue el
destino principal de todos estos
emigrantes.
14
“Llegada a hacer la América” (Norma Pagliaro)
¿Por qué la Argentina era un destino
atractivo para los inmigrantes?
o Carta de un italiano de allá a un italiano de acá…………. 15
o Constitución de la Nación Argentina (1853)..…………….…16
o Ley de Inmigración (1876) (Fragmentos)……………………. 17
o ¿Por qué la Argentina trataba de atraer inmigrantes?..19
15
Carta de un italiano de allá a un italiano de acá
Chieti, enero 28 de 1886.
Querido amigo:
Gracias a Dios que después de tantos años he podido averiguar tu paradero y tener noticias tuyas. Hace pocas semanas fui a Nápoles y tropecé con tu tío. […]
Sé que estás bien, que has hecho dinero en el comercio y que por añadidura te has casado con una hija de ese país: ¿Te ha costado mucho trabajo el hacer ese dinero? […] ¿Es la América como la pintan? ¿Es
verdad que por allí corren los miles como por aquí las centenas, que hay tantas riquezas inexplotadas que aprovechar, tantos negocios lucrosos que emprender, tantos medios de hacer fortuna en un dos por tres? Háblame claro sobre esto […] ¿Qué hacen, de qué viven, a qué se
dedican tantos italianos como hay en ese país? ¿Qué concepto merecen a los naturales? ¿Hay periódicos italianos? ¿Son buenos o malos? A la verdad que es cosa que pica mi curiosidad, saber cómo pueden entenderse, combinarse, armonizarse gentes de tantas nacionalidades y tan diversas en lenguas, orígenes, costumbres, manera de vivir y pensar. Debe ser un espectáculo grandioso ver cómo allí hay lugar para todos y muchos más, mientras por aquí todos sobramos y nos comemos unos a otros. […]
LORENZO SCATOLA
FUENTE: Latino, Aníbal (1943). Tipos y costumbres bonaerenses. Buenos Aires, Hyspamérica. Pp.
233-240.
16
Constitución de la Nación Argentina (1853)
Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y
elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios
de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo
argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta
Constitución, para la Nación Argentina.
PRIMERA PÁGINA DEL
MANUSCRITO ORIGINAL
DE LA CONSTITUCIÓN
ARGENTINA DE 1853.
Art. 25.- El Gobierno federal fomentará la inmigración europea; y no podrá
restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio
argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las
industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes.
17
“Inmigrantes” (Andrés Alvez)
Ley de Inmigración (1876) (Fragmentos)
Capítulo I. Del Departamento de
Inmigración
Artículo 3º. El Departamento de
Inmigración tendrá los deberes y
atribuciones siguientes: [...]
2º. Proteger la inmigración que
fuese honorable y laboriosa y
aconsejar medidas para contener la
corriente de la que fuese viciosa o
inútil.
3º. Inspeccionar los buques
conductores de inmigrantes y exigir
el cumplimiento de las leyes en los
puntos en que se refieran al
alojamiento, alimentación,
comodidades, régimen higiénico y
seguridad de los inmigrantes.
5º. Intervenir en el desembarco de
los inmigrantes y de sus equipajes.
Capítulo III. De las Comisiones de inmigración
Artículo 8º. Las atribuciones y deberes de las Comisiones de Inmigración, serán los siguientes:
1º. Recibir, alojar, colocar y trasladar a los inmigrantes de un punto a otro de los sometidos a su
jurisdicción.
2º. Hacer una propaganda activa a favor de la inmigración a sus respectivos territorios,
manifestando la naturaleza de las industrias creadas o susceptibles de crearse en ellos, precios de
los salarios, bondad de clima y demás ventajas que ofrezcan.
18
Presidente Nicolás Avellaneda
Capítulo IV. De los buques conductores de inmigrantes.
Artículo 24º. Todo buque conductor de inmigrantes estará provisto de ventiladores, bombas,
cocinas, útiles, aparatos y demás oficinas necesarias a la higiene, seguridad y comodidad de los
pasajeros, de acuerdo con los reglamentos que se dictaren. [...]
Artículo 26º. Todo buque conductor de inmigrantes tendrá a bordo un médico y un boticario
provisto de todas las medicinas necesarias.
Capítulo VIII. Del alojamiento y manutención de los inmigrantes.
Artículo 45º. Los inmigrantes tendrán derecho a ser alojados y mantenidos convenientemente a
expensas de la Nación, durante los cinco días siguientes a su desembarco.
Capítulo IX. De la Internación y
colocación de los inmigrantes.
Artículo 51º. El inmigrante que prefiriese
fijar su residencia en cualquiera de las
provincias interiores de la República o en
alguna de sus colonias, será
inmediatamente transportado con su
familia y equipajes hasta el punto de su
elección, sin pagar remuneración alguna.
FUENTE: Romero, Luis Alberto (Dir.) (s/f). Historia Visual de la Argentina.
Buenos Aires, Clarín. Fascículo N° 81 “La
inmigración”. Pág. 1081.
19
“Los inmigrantes”
(Rodolfo Campodónico)
¿Por qué la Argentina trataba de atraer inmigrantes?
Hacia 1850, Argentina era un territorio muy extenso pero
había pocos habitantes. Algunos dirigentes como Alberdi y
Sarmiento creían que hacían falta más habitantes para que el país
progresara y fuera más estable. Entre otras cosas, se necesitaban
trabajadores para cultivar los extensos campos, para construir vías del
ferrocarril y para trabajar en la construcción y en algunas
manufacturas. Los Estados Unidos,
que habían tenido una situación
semejante, lo habían resuelto
atrayendo inmigración europea para
aumentar la población e incrementar las riquezas. Por eso, los
dirigentes argentinos pensaban que el Estado también debía
favorecer la llegada de inmigrantes europeos. Preferían a los
inmigrantes del norte de Europa, porque los consideraban más
trabajadores, con mayores conocimientos y buenos hábitos que
compartir. De esta manera ellos creían que la inmigración ayudaría a
solucionar dos problemas: por un lado el país tendría más habitantes y por otro,
el país tendría una población más educada.
Para ello el Estado llevó a cabo diferentes acciones como por ejemplo la sanción de la
constitución y de leyes que favorecían el ingreso y la radicación de extranjeros en el país. También
dio pasajes y recibía a los recién llegados en el Hotel de Inmigrantes. Poco a poco, estas acciones
fueron dando resultado y millones de europeos eligieron la Argentina como lugar para vivir.
(Adaptación de “Traer
población, traer cultura” de
Privitellio y “Brazos para sembrar
un país”, fragmento de Mi país, tu
país)
20
“Los emigrantes” (Hans Baluschek)
¿De qué manera se emigraba de Europa y Asia a la Argentina?
o Infografía: el viaje……………………………..……………..……..……. 21
o El viaje……………………………………………………………….…….….…22
o Hacer la América…¡a veces era una aventura!………………. 23
o El éxodo ilegal………………………………………………………………..24
o Diario de viaje del inmigrante suizo Federico Bion……….…25
o Manual del emigrante italiano (1913)………………………….…27
o Documentos para migrar……………………………………………….29
o Historias de vida: ¡América, América!...............................31
o Los que vinieron en los barcos……………………………………….32
21
22
El viaje
23
“Los emigrantes”
(Antonio Berni)
“Los emigrantes”
(Antonio Berni)
Hacer la América... ¡a veces era una aventura!
De Albín Kremser, inmigrante radicado en Urdinarrain, Entre Ríos, fines siglo XIX.
“[...] Solferino era el nombre de la carraca que nos transportaría, a nosotros, los
buscasuerte, hacia la otra ribera del gran charco. Al momento de la partida, comenzó para
nosotros un período de cuatro semanas de sufrimiento que hoy, con los adelantos de la navega-
ción, sería imposible imaginar. Los alimentos que debíamos ingerir estaban prácticamente
podridos. Galletas, porotos, arroz, fideos, que constituían la base de las dos comidas diarias, esta-
ban llenos de gusanos y gorgojos. Además la carne salada: y el agua ‘potable’ estaban
igualmente podridas y malolientes, de manera que casi todo nos resultaba nauseabundo. [...] Para
colmo de males, después de una semana todos estábamos llenos de piojos. Nuestras compañeras
de viaje italianas tenían la simpática costumbre de no matar los piojos que les espulgaban a sus
hijos, chicos éstos más o menos aguantables. Con sentido humano, como es conocido de esta
nación del ‘sacro egoísmo’, simplemente dejaban caer los bichos en el sitio donde estaban
sentadas. Quizá otros mortales también tenían que aprovechar de su abundancia. La invasión fue
tan masiva que el Solferino entero comenzó a picar y a rascarse...”
FUENTE: En revista Voces, Año IV N° 24, pp. VIII-X. Reproducido en Ravina, Aurora y otros (2001). “Migraciones,
racismo, xenofobia. ¿Hacer la América?” en Grandes debates nacionales. N° 7. Buenos Aires, Página/12.
24
Siria y Líbano
El éxodo ilegal
“Al acto crucial de abandonar la propia tierra,
que es fácil de imaginar como una decisión extrema,
deben agregarse las circunstancias políticas que
convertían la partida en un acto ilegal. Pues aunque la
‘sublime puerta’ había sido cerrada por los sultanes
para impedir la emigración, el pueblo descontento
encontraba una u otra forma de burlar el cerco.
Barcos italianos o franceses se detenían ante
las costas de Siria o Líbano al amparo de la
protectora oscuridad. Hay relatos de sigilosos
botes remando a su encuentro, de una escala que
se arrojaba y por la cual trepaban unos pocos audaces,
todavía temerosos de que apareciera el largo brazo opresor a cortar de raíz la
esperanza de la libertad.”
FUENTE: Tasso, Alberto (1989). Aventura, trabajo y poder. Sirios y libaneses en Santiago del Estero. Buenos aires, Índice. Reproducido en Wolf, Ema y Patriarca, Cristina (2006). La gran
inmigración. Buenos Aires, Sudamericana. Pp. 157.
25
Diario de viaje del inmigrante suizo Federico Bion
“Nuestro entrepuente se asemeja más a un establo para vacunos que a una vivienda, y nadie
permanece sino el tiempo indispensable en ese agujero oscuro sin ventilación al que lleva una
sola entrada, como no sea para cambiarse de ropa, y de noche para proporcionar un poco de
reposo a los miembros cansados, atormentados, porque no hay lugar para ello en cubierta. Aquí
falta todo. No hay lugar ni para estar de pie, ni para sentarse ni para acostarse... En pocas
palabras: la carga humana se trata, ni más ni menos, que como una mercadería a la que debe
prestársele estrictamente la atención suficiente para asegurarle lo indispensable para subsistir.
Con los pasajeros de camarote la situación cambia y son tratados de forma diferente… Pasajero
de camarote hay uno solo…”
[Reglamento del buque en el que viajaba]
• Las camas serán adjudicadas en la oficina de los señores... y nadie puede apropiarse, por
determinación propia, de su lugar de descanso.
• Si se quieren intercambiar camas, debe darse cuenta a la oficina.
• Los baúles grandes y los cajones van en la bodega, lo mismo que las papas, las galletas marinas
y el vino.
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• Anclado el barco, no se permite bajar a la bodega. La misma será abierta en alta mar para que
cada pasajero busque lo que necesite.
• Cada uno debe rotular y cerrar bien su equipaje, porque el capitán no es responsable por el
mismo; dinero y joyas están más seguras en poder del capitán. Las armas deben serle entregadas
sin excepción.
• La más estricta higiene debe observarse tanto en el puerto como durante el viaje, en el
entrepuente, para evitar enfermedades. Cada uno debe conservar limpio el armazón de su cama y
el espacio a su alrededor. El agua potable sólo puede ser utilizada para cocinar y beber, estando
prohibido usarla para lavar y limpiar.
• Clavos, ganchos, etc., no pueden ser clavados en el barco.
• Mientras el barco esté en el puerto queda terminantemente prohibido fumar, hacer fuego o
prender luces. En alta mar puede fumarse sobre cubierta pero sólo con pipas cerradas.
• Deben evitarse peleas y pendencias, tanto entre los pasajeros como con la tripulación. El que
tenga quejas debe dirigirse, sin más, al capitán, cuya decisión es inapelable, como todas sus
disposiciones y órdenes. También al contramaestre se le debe obediencia.
• Está rigurosamente prohibido suministrar vino y otras bebidas a la tripulación; quien lo haga
está expuesto a que sus bebidas le sean confiscadas hasta llegar a América.
Todas estas prescripciones son tomadas exclusivamente para el bien e interés de los pasajeros,
para su seguridad, comodidad y salud. Espera pues, con toda razón, el capitán, que no llegará el
caso de tener que ser severo y espera de la inteligencia y del amor al orden de los pasajeros que
se cumplirá en todos sus términos este Reglamento, en especial su artículo 12 (el referido a la
bebida), porque su violación puede traer las peores consecuencias.
FUENTE: Wolf, Ema y Patriarca, Cristina (2006). La gran
inmigración. Buenos Aires, Sudamericana. Pp. 23-
25
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Manual del emigrante italiano (1913)
I) El emigrante. ¿Sabe usted qué es un emigrante?
Se llama así a quien deja la patria para establecerse
en un país extranjero, ya sea definitivamente o por
un tiempo indefinido, viajando con el medio de
transporte más económico. ¿Es cierto que usted
desea instalarse en la República Argentina para
trabajar, viajando en la tercera clase de una
nave? Si es así, usted es casi un inmigrante.
II) No siempre es fácil encontrar una
ocupación en la Argentina porque la cantidad
de inmigrantes que llegan, provenientes de
todas partes del mundo, es muy superior a las
necesidades, incluso en la época de mayor trabajo, la de la cosecha de cereales.
III) Estaciones a bordo. Para preparar su ropa de viaje tenga en cuenta el cambio de estación que
ocurrirá durante la travesía, ya que navegando hacia el otro hemisferio encontrará la estación
opuesta a la que dejó en el suyo.
IV) La despedida del "paese". Pero supongo que todo estará listo para la partida y que no habrá
problemas. Una trasnochada de despedida con los parientes y mejores amigos, muchos
lagrimeos, despedidas en cantidad y deseos de próximo y feliz retorno.
V) Si usted es jefe de familia provéase de jabón de lavar para llevar a bordo, así como la mayor
cantidad de galletas para sus niños más pequeños. No compre licores ni bebidas; sí, en cambio,
limones le serán útiles en caso de que algún miembro de su familia no tolere el viaje por el mar.
VI) La nave se separa de la plataforma llena de gente que agita pañuelos y sombreros a los
parientes que parten. Es un momento de emoción. Esa plataforma es la última orilla de la querida
patria que se aleja. ¡Adiós! ¡Adiós!
VII) Horario de a bordo. Ya es tiempo de conocer la vida que llevará a bordo: está regulada por
un horario escrito en alguna parte del barco. A tal hora, despertar; más tarde, limpieza de
dormitorios; después, comidas, recreación, atención médica, lavandería, duchas, separación de
sexos, silencio nocturno. La vida en el barco en una vida comunitaria...
28
VIII) Duración del viaje. Hoy, con la primacía de la Marina Mercante Italiana que hizo, gracias a
la ayuda del Estado, maravillosos progresos en pocos años, algunas naves van desde Génova a
Buenos Aires en catorce o quince días, y son, como se entiende, las más caras porque son más
modernas, más lujosas y consumen mucho más carbón que las que tarden dieciocho o veinte
días. Buenos Aires dista de Génova 11.427 kilómetros.
IX) Aduana de desembarco. Ya comienza la maniobra de la nave para entrar en el Puerto
Madero o Dársena Norte, donde desembarcará. ¿Ve enfrente un edificio parecido a una estación
de tren? Es la Aduana, adonde irán las valijas para su inspección (...) Las valijas de inmigrante,
es decir, sus objetos personales, ropa y muebles de uso doméstico, los instrumentos de
agricultura y los hierros de la profesión o el arte, sean de hombre o de mujer, no pagarán
impuestos. (...) Para los inmigrantes el desembarco del equipaje es gratuito.
X) El inmigrante. Llegado a la Capital de la República Argentina, usted dejará de ser "un
emigrante de Italia" para transformarse en un " inmigrante italiano en la Argentina". Esto sucede
porque uno así lo deseó. De hecho, no importa que partiendo de Italia haya sido considerado un
emigrante. Para la Argentina será un inmigrante solamente si así usted lo determina, es decir, si a
bordo usted se
hubiese
inscripto en una
lista preparada a
esos efectos.
Entonces,
gozará de las
ventajas que la
ley argentina
ofrece al efecto.
29
Documentos para migrar
30
Reproducidos en Marcó Muñoa, Ricardo y otros (2001). Los Vascos en Entre Ríos. Paraná, Editorial de Entre Ríos. Págs. 48 y 49.
31
32
Los que vinieron en los barcos
Las historias de los inmigrantes fueron tantas como personas llegaron al puerto de Buenos
Aires. Sin embargo, es posible identificar algunos rasgos típicos en el viaje de los miles y miles de
inmigrantes que llegaron a la Argentina. Diferentes personas, distintas nacionalidades, unieron sus
historias en un itinerario común. Podía tratarse de un hombre joven de alguna aldea o pequeño
pueblo de España o Italia que, por los cambios económicos que vivía Europa en esos años, tenía
muy pocas posibilidades de trabajar en su región. O, tal vez, se trataba de un joven judío del Imperio
Ruso o de un muchacho sirio-libanés del Imperio Turco, cansado de las persecuciones a las que los
sometían sus gobiernos. Fatigados por los problemas económicos o las persecuciones, estos jóvenes
tomaban la decisión de buscar un futuro mejor viajando a América.
Luego, algún empresario los convencía de las bondades de una nación ubicada en el sur de
Sudamérica, de la que, tal vez, nunca antes habían oído hablar. Este empresario le vendía al
emigrante un pasaje barato en la tercera clase de uno de los barcos de vapor que, desde unos años
antes, cruzaban con increíble rapidez el Atlántico. Entonces, el joven iniciaba su viaje con la ilusión e
hacerse rico pronto o, como se decía en esa época, con el deseo de "hacer la América".
Al término de un viaje que, generalmente, se hacía en
muy malas condiciones, llegaba al puerto de Buenos Aires.
Aunque no faltó alguno que, confundido, bajara en Montevideo
pensando que había llegado a la Argentina. En el puerto de
Buenos Aires, pasaba unos días en el Hotel de Inmigrantes,
donde regularizaba su situación e intentaba conseguir trabajo y
alojamiento. Posiblemente, algún connacional conocido, que
había migrado antes que él, lo ayudaba.
Una vez que abandonaba el Hotel de Inmigrantes,
los destinos posibles del recién llegado eran múltiples. Podía
ir al campo en la zona del litoral mesopotámico o en la
llanura pampeana para trabajar en las cosechas o para
arrendar una parcela de tierra. O podía conseguir un
trabajo en las ciudades que crecían al ritmo veloz del
progreso económico.
FUENTE: De Privitellio, Luciano (2002). La Argentina
optimista. Buenos Aires, Altea. Págs. 50-52.
33
¿Cómo vieron los inmigrantes el país al cual llegaban?
o Cartas de recién venidos...………………..……………..……..……. 34
o Testimonio de un obrero austríaco…………………….…….….…35
o Carta de un inmigrante suizo a su familia……..……….……….36
o Contestación de un italiano de acá a un italiano de allá....37
o Los inmigrantes en la República Argentina…………….……….38
o Volver o quedarse………………………………………….………….…..39
34
Cartas de recién venidos
De Girolamo Bonesso, en Colonia
Esperanza (1888):
“Aquí, del más rico al más pobre, todos
viven de carne, pan y minestra todos los
días, y los días de fiesta todos beben
alegremente y hasta el más pobre tiene
cincuenta liras en el bolsillo. Nadie se
descubre delante de los ricos y se puede
hablar con cualquiera. Son muy afables y
respetuosos, y tienen mejor corazón que
ciertos canallas de Italia. A mi parecer, es
bueno emigrar.”
De Vittorio Petrel, en Jesús María (1878):
“Nosotros estamos seguros de ganar dinero
y no hay que tener miedo a dejar la polenta,
que aquí se come buena carne, buen pan y
buenas palomas. Los señorones de allá
decían que en América se encuentran
bestias feroces; las bestias están en Italia y
son esos señores.”
De Luigi Basso, en Rosario (1878):
“He pensado en marcharme a Montevideo,
y si no hay trabajo me voy al Brasil, que allí
hay más trabajo y al menos tienen buena
moneda, y no como aquí, en la Argentina,
que el billete siempre pierde más del veinte
(por ciento) y no se ve ni oro ni plata.”
FUENTE: Wolf, Ema y Patriarca, Cristina (2006). La gran inmigración. Buenos Aires, Sudamericana. Pág. 32.
35
Testimonio de un obrero austríaco
"Llegué a la Argentina seducido por las promesas que nos hicieron los agentes de las oficinas de inmigración en Viena. Estos vendedores de hombres sin conciencia hacían descripciones tan brillantes de la riqueza del país y del bienestar que aguardaba a los obreros, que terminaron por hacernos caer en la trampa; y partimos, yo y algunos amigos. Todo no era más que mentiras y engaños.
"En Buenos Aires no encontré trabajo y en el Hotel de Inmigrantes, una cueva inmunda y hedionda, los empleados nos trataron como esclavos. Nos amenazaron con echarnos a la calle si no aceptábamos ir a trabajar a las plantaciones de Tucumán. Prometían el alojamiento, la alimentación y salarios de 20 pesos por mes. Quisieron hacernos creer que 20 pesos representaban 100 francos; y cuando yo les dije que no era exacto, que 20 pesos no valían más que 25 francos, me insultaron tratándome de gringo de mierda y otras abominaciones de ese estilo. Me amenazaron con meterme preso si no me callaba.
"Comprendí que sólo tenía que obedecer. ¿Qué podía hacer? No tenía en el bolsillo más que dos francos y hacía diez días que recorría las calles de Buenos Aires sin encontrar trabajo. Estaba cansado de estas incertidumbres..."
Testimonio de un obrero austríaco, J. Wanza, en El Obrero 18/7/1891, citado por J. Panettieri (1967): Los trabajadores en tiempo de la inmigración masiva.
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Carta de un inmigrante suizo a su familia (fragmentos)
“La madera no es muy bella, pero es dura. Los bosques son completamente llanos, como nuestras concesiones. En cuanto a las bestias feroces, no existen; en cambio hay muchos animales que pueden cazarse: palomas, patos, cigüeñas, ciervos, avestruces, muchos otros de los que no sé el nombre y también loros.
(…)
Si las langostas nos han asustado, no por ello nos han llevado a arrepentimos de haber dejado el Valais; reconocemos que la facilidad de vivir es mucho mayor que allá; por otra parte no ignoramos que hay un proverbio bastante generalizado que dice: ‘no hay rosas sin espinas’, pero no es menos verdad que esto es
un paraíso terrenal en comparación con Europa.
(…)
No se trata más que de esa gente que creía que no tendría necesidad de encorvarse para trabajar las tierras y que los cerdos asados andaban por el campo con el tenedor y el cuchillo en el lomo, y que las palomas y las codornices caían en un plato listas para ser comidas; sin duda que esta gente ha sido engañada en su ilusión.
(…) Tenemos dos bueyes de labor, dos vacas, una ternera simple, un toro y un caballo, cuarenta pollos,
dos cerdos simples, un perro y un gato. Si uno se pasea por la colonia, ello es siempre a caballo; es muy raro ver a un hombre pasear a pie, ni aun las mujeres; es decir que todos los paseos, tanto de niñas como de muchachos, se hacen a caballo”.
FUENTE: Wolf, Ema y Patriarca, Cristina (2006). La gran inmigración.
Buenos Aires, Sudamericana. Págs. 63 y 67.
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Contestación de un italiano de acá a un italiano de allá (fragmentos)
Buenos Aires, febrero 26 de 1886.
Estimado Lorenzo:
[…] ¿Dices cuál es la vida de tantos italianos como aquí hay y vienen continuamente? Hacen de todo, se
dedican a todo y viven como pueden; los que llegan, como yo, sin oficio ni beneficio, padecen y acaban por volver a
Europa más pobres que cuando vinieron, maldiciendo de América, o por adaptarse a faenas que nunca hubieran
soñado, y entonces, utilizando su poca o mucha inteligencia e instrucción, llegan a hacer alguna cosa; pero, como por
fortuna la mayor parte de los que vienen son trabajadores del campo, endurecidos sobre el arado y embrutecidos por la
miseria y las privaciones, montañeses crecidos a la sombra de los valles nativos y repentinamente transportados, a
impulsos de una vaga esperanza, de ideas confusas, de consejos o llamamientos de parientes o amigos, desde la
soledad de sus cabañas, desde sus riscos y sus peñas a un país lleno de vida y movimiento; como son, decía,
campesinos u obreros cansados de buscar trabajo en todos los talleres, de pedir pan a todas las fábricas, de sufrir
hambre y estrecheces, están generalmente contentos en este país, porque encuentran fácilmente bien remuneradas
ocupaciones, cuando los extravíos políticos y los errores económicos no traen, como sucede con harta frecuencia,
tremendas crisis y una paralización en el próspero y progresivo movimiento del comercio y de las industrias. Muchos
de esos trabajadores y obreros llegan a labrarse una posición desahogada, adquieren propiedades, se arraigan en el
país, y entonces es de ver cómo olvidan su pasado, desconocen su ignorancia, y pretenden influir, mandar, dirigir a sus
compatriotas que tengan a bien permitirlo. Como los demás extranjeros, los italianos viven en buena armonía con los
naturales, haciéndose justicia a sus aptitudes múltiples, a su laboriosidad, a su robustez, a su resistencia y a sus hábitos
de ahorro […].
Vengan aquí enhorabuena los que han nacido entre harapos, que han crecido en el campo o en los talleres, que
han manejado el arado o el martillo, que se han endurecido sobre los instrumentos del trabajo, que no han recibido
educación, o la han recibido limitada; pero que no vengan desgraciados que, como tú, ven fatalmente cuatro palmos
más allá de sus narices, que han recibido una educación esmerada, que vienen aparentemente dispuestos a todo, pero
[…] llorarán después amargamente su ligereza, volviéndose, si es posible, como yo me hubiera vuelto, quince días
después de su llegada al Nuevo Mundo. […] Dispuesto a complacerte en cuanto pueda, no dejes de escribirme
y preguntarme cuanto te se ocurra, y mientras tanto vaya un abrazo de tu afectísimo
GENARO DELLAPESCA
Latino, Aníbal (1943). Tipos y costumbres bonaerenses. Buenos Aires, Hyspamérica. Pp. 269-287.
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FUENTE: Ciencias Sociales 6, Buenos Aires, SM, 2002. Pág. 115.
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Volver o quedarse
Los inmigrantes, generalmente, buscaban dos objetivos bien distintos. Unos llegaban a la Argentina para
trabajar un tiempo, juntar dinero gracias a los sueldos altos que se pagaban en comparación con Europa y, luego,
regresaban a su país de origen. Otros llegaban con la intención de radicarse definitivamente para iniciar una
nueva vida. Estos últimos, habitualmente, venían solos y trabajaban hasta ahorrar lo suficiente para pagar el viaje
de su familia. Además, las cartas que mandaban a sus parientes y amigos en Europa solían convencer a muchos
de ellos de iniciar también la aventura de migrar.
Los primeros años del inmigrante eran siempre muy duros. Sólo con el tiempo, algunos pudieron
disponer de un modesto capital para instalar su propio taller, su comercio o su pequeña explotación rural. Otros
trabajaron toda su vida sin lograr grandes mejoras en su posición. Muchos menos fueron los que amasaron
grandes fortunas.
A los extranjeros que venían a la Argentina se les garantizaban prácticamente los mismos derechos que a
los nativos, pero con una importante excepción: no podían votar. Para poder votar, tenían que renunciar a su
nacionalidad de origen y rara vez lo hacían. En consecuencia, una gran parte de la población quedaba legalmente
marginada de las elecciones. De todos modos, sabemos que los actos electorales no eran todavía un mecanismo
real de participación política. A pesar de que no podían participar en las elecciones, los inmigrantes defendían
sus intereses frente a las autoridades a través de asociaciones en las que se agrupaban según sus lugares de
origen. En otros casos, opinaban vehementemente sobre la política local a través de sus periódicos comunitarios
(en lengua extranjera). Es decir que, aunque no votaran, tampoco
se desentendían de la política argentina.
FUENTE: De Privitellio, Luciano (2002). La Argentina optimista.
Buenos Aires, Altea. Págs. 52-53.
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¿Cómo reaccionaron los argentinos de aquel momento ante la llegada de los
distintos inmigrantes?
o Moda europea……………………………..……………..………..……. 41
o Trágico encuentro…………………………………………….…….……42
o Los gringos que vio Martín Fierro…………………….…………. 43
o Quejas de José Hernández……………………………………….…..44
o Milonga de quejas criollas………..……………………………….…45
o Una sociedad diversa…………………………………………………. 46
Despuntando el vicio (Florencio Molina Campos)
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Moda europea
La llegada de las primeras doscientas familias suizas causó sorpresa en Santa Fe. Esta ciudad de
provincia, quieta y adormilada, no tenía, como Buenos Aires, el hábito de recibir gentes remotas. Además,
para los santafecinos, el contrato firmado con los inmigrantes por su gobernador no pasaba de ser una
utopía; un homenaje tributado a algunos escritores y oradores que trataban de popularizar la idea de la
inmigración.
De ahí el estupor que provocó el ver entrar a puerto
unas goletas hormigueantes de cabezas rubias; y, un rato
después, descubrir la playa desbordada de hombres, mujeres y
chicos con exóticos gorros valesanos, que caminaban
rústicamente hamacándose sobre pesados zuecos. Más
llamativo les resultó luego verlos en trajes de fiesta. Cada 1°
de agosto, los suizos celebraban la independencia de su
país con cantos y bailes. Las mujeres llevaban un corselete
oscuro con adornos plateados o claveles bordados que se
ataban al pecho con cordeles, pollera colorada, blusa
blanca y zapatos negros con hebillas. Los hombres
usaban sombreros, knickers y zapatos negros con medias
blancas.
FUENTE: Wolf, Ema y Patriarca, Cristina (2006). La gran inmigración. Buenos Aires, Sudamericana. P. 62
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Trágico encuentro
Los galeses habíamos sido caritativos con los indios y habíamos ganado su confianza y buena
voluntad. Lo cierto es que el gobierno argentino envió desde Buenos Aires un ejército, que pasó por Bahía
Blanca y Río Negro y luego a lo largo de la cordillera hasta Santa Cruz, capturando y trasladando todos los
indios que se entregaban y matando a los que se resistían, excepto un número pequeño que logró esquivarle
y huir. En esa época ocurrió un hecho muy penoso. Cuatro de los pobladores se habían encaminado unas
doscientas millas tierra adentro en expedición, y cuando regresaban y estaban a ciento veinte millas del
establecimiento, fueron atacados en forma sorpresiva por un grupo de indios que mataron bárbaramente a
tres de ellos, logrando huir como por milagro el cuarto. Este hizo a caballo casi toda la distancia mencionada
sin parar casi un minuto en lado alguno y pasando hasta por un lugar que parecía infranqueable para un
hombre a caballo. Este suceso alarmante fue consecuencia de la
persecución de que por parte de los blancos fueron objeto los
indios de ese año, provocando en ellos un odio tan grande contra
el blanco que ni apreciaban ya a sus viejos amigos los galeses.
FUENTE: Abraham Matthews, Crónica de la Colonia Galesa de la Patagonia, reproducido en Wolf, Ema y Patriarca, Cristina
(2006). La gran inmigración. Buenos Aires, Sudamericana. P. 141
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Los gringos que vio Martín Fierro
Yo no sé por qué el gobierno nos manda aquí a la frontera gringada que ni siquiera se sabe atracar a un pingo. ¡Si crerá al mandar un gringo que nos manda alguna fiera! No hacen más que dar trabajo pues no saben ni ensillar; no sirven ni pa carniar, y yo he visto muchas veces que ni voltiadas las reses se les querían arrimar. y lo pasan sus mercedes lengüetiando pico a pico hasta que viene un milico a servirles el asao... y eso sí, en lo delicaos parecen hijos de rico. Si hay calor, ya no son gente, si yela, todos tiritan; si usté no les da, no pitan por no gastar en tabaco, y cuando pescan un naco unos a otros se lo quitan. Cuanto llueve se acoquinan como el perro que oye truenos. ¡Qué diablos! sólo son güenos pa vivir entre maricas, y nunca se andan con chicas para alzar ponchos ajenos. Pa vichar son como ciegos, ni hay ejemplo de que entiendan; no hay uno solo que aprienda, al ver un bulto que cruza, a saber si es avestruza, o si es jinete, o hacienda.
Si salen a perseguir después de mucho aparato, tuitos se pelan al rato y va quedando el tendal: esto es como en un nidal echarle güebos a un gato.
FUENTE: Hernández, José (1977). El Gaucho Martín Fierro.Buenos Aires, Eudeba. Pp. 28-29. Publicado originalmente en 1872.
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Quejas de José Hernández Texto de 1881 (Instrucción del Estanciero)
“Ningún pueblo es rico si no se preocupa por la suerte de sus pobres... Cada propietario encierra bajo el alambrado un extenso número de leguas de campo, arrojando de allí a cuantos no son empleados en las faenas de su establecimiento. Los trabajos rurales tienen épocas fijas, fuera de las cuales la gente tiene forzosamente que permanecer ociosa.
En la campaña no hay el recurso que presentan las ciudades, de alquilar por unos cuantos pesos un cuarto donde vivir con su familia, y el recurso de salir todas las mañanas a procurarse por medio de trabajos de ocasión, los elementos necesarios para la subsistencia.
¿Qué hace el hijo de la campaña que no tiene campo, que no tiene dónde hacer su rancho, que no tiene trabajo durante muchos meses al año, y que se ve frente a frente con una familia sumida en la miseria? No es un principio admisible, pero es una verdad práctica y reconocida, que donde hay hambre no hay honradez…
[...] Es necesario, como único, como mejor y más eficaz remedio... fundar colonias agrícolas con hijos del país. Al colono extranjero le ofrece la Ley Nacional, tierra, semillas, implantes, herramientas, animales de labranza y mantención por un año para él y su familia.
Miles y miles de colonos extranjeros hay en la República que han venido y se han establecido gozando de estos beneficios.
No se crea por esto que miramos con prevención al elemento extranjero; no, muy lejos de eso, conocemos su influencia en el progreso social... Bienvenidos sean estos obreros del progreso...
Pero si el país necesita la introducción del elemento europeo, necesita también, y con urgencia, la fundación de colonias agrícolas con elementos nacionales [...]”
FUENTE: Fragmentos reproducidos en Wolf, Ema y Patriarca, Cristina (2006). La gran inmigración. Buenos Aires, Sudamericana. P. 122-128
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Milonga de quejas criollas
Pero nosotros, los criollos quedamos siempre olvidaos y sin protección ninguna vivimos siempre aporriaos. Pá nosotros, si hay terrenos nos falta lo principal: güelles, arado y semillas que el gobierno no nos da. Lo que el gringo apenas llega encuentra lo que precisa hasta el pasaje le pagan al punto que el tano elija. Le dan semillas y güelles la mantención, los araos; que nien su tierra tal vez se vieron tan bien trataos. En que de todo le dan pa que de nada carezca y hasta una vaca lechera pa que tomen leche fresca. Pero a nosotros... ¡qué pucha! si esperamos protección: sólo nos dan un jusil pa defender la nación. y como güenos soldaos guardamos como guerreros la vida y los intereses de esos mismos estrangero
FUENTE: Tomado de un folleto de Milongas provincianas, escrito por Félix Hidalgo en 1898 y reproducido en Wolf, Ema y Patriarca, Cristina (2006). La
gran inmigración. Buenos Aires, Sudamericana. P. 123.
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Una sociedad diversa
Con la llegada de los inmigrantes, aumentó muy rápidamente la cantidad de habitantes del país. Esto
generó diferentes problemas que afectaban tanto a los recién llegados como a los pobladores nativos: falta de
vivienda, falta de trabajo, congestión urbana, contrastes culturales, etc. Los dirigentes políticos y grandes
propietarios estaban satisfechos con la llegada de nuevos brazos para trabajar. Los que manifestaron su
descontento fueron los sectores más pobres, porque creían que corrían peligro sus puestos de trabajo y
observaban que el gobierno daba mayores beneficios a los extranjeros que a los nacidos en el país. En varias
localidades, los inmigrantes fueron recibidos con recelo y desconfianza. La variedad de lenguas, costumbres y
creencias alimentaba los prejuicios de unos y otros.
Muchos de esos problemas se solucionarían en pocas décadas gracias al progreso sostenido de la
economía, aunque la riqueza nunca se distribuyó de manera equitativa: unos pocos se hicieron muy ricos y la
gran mayoría alcanzaba los medios indispensables para vivir. Poco a poco, se fue formando una sociedad más
moderna y compleja, caracterizada por la aparición de nuevos grupos sociales y una fuerte movilidad social
ascendente. Muchos trabajadores se desplazaban dentro del país para obtener mejores salarios y había muchas
posibilidades de lograr una mejora social para quienes manifestaran esfuerzo, perseverancia y habilidad
comercial. Obviamente, no todos los trabajadores tenían éxito y aquellos que alcanzaban el éxito pasaban a
formar parte de una nueva “clase media”, que crecía de manera sostenida. Esta nueva sociedad se podía apreciar
en las ciudades y en las zonas rurales de la región Pampeana y el Litoral. Estas regiones se desarrollaron gracias a
la economía de exportación y el flujo de inmigrantes. En las zonas del Interior a las que no llegaron estos
beneficios, la organización de la sociedad siguió manteniendo características más tradicionales.
En las ciudades, numerosos inmigrantes trabajaron al comienzo
por un sueldo, pero aspiraban a dejar de ser asalariados; consideraban
que lo ideal era instalarse un tallercito o un negocio, trabajar por cuenta
propia. También les interesaba dejar de ser inquilino y abandonar los
“conventillos” que eran el primer destino d ecasi todos los que
llegaban. Casi todos buscaron la oportunidad de comprarse un
terrenito en cuotas e ir construyendo de a poco la “casa propia”, no en
las zonas céntricas de cada ciudad, sino en los nuevos barrios más
alejados, a los que se podía acceder gracias al tranvía.
En las zonas rurales, muchos chacareros inmigrantes echaron raíces en estas tierras. Pocos años después,
tenían claros sus intereses y se organizaron para defenderlos. En épocas de buenos precios, los chacareros
podían mantenerse, pero, cuando caía el precio del grano y los alquileres seguían subiendo, la situación se volvía
insostenible.
47
Al entrar en el siglo XX esa sociedad nueva comenzó a expresar sus críticas, protestas y pedidos de
reformas. En general se daba por supuesto que el conjunto de la sociedad era aceptable, pero que había que
hacer cambios, introducir modificaciones: consideraban irritante que todo el poder estuviese en manos de los
“oligarcas”, el grupo político que, desde 1880, controlaba el gobierno y manipulaba el resultado de las elecciones.
Elaboración propia, sobre la base de Montes, Graciela (s/f).
Los tiempos de los inmigrantes.
Buenos Aires, Página/12. P. 24-28y De
Privitellio, Luciano (2002). La Argentina
optimista. Buenos Aires, Altea. Pág.
53.
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¿Qué rasgos de la sociedad argentina actual muestran que recibió gran
cantidad de inmigrantes en esa época?
o Qué nos dejaron…………………………………………………….…….49
49
Qué nos dejaron
No hay un solo aspecto de la vida argentina, de los
considerados más genuinos, en los que no haya dejado su
impronta el inmigrante.
Los primeros tangos eran azarzuelados, con aire de
género chico español; los autores, compositores y cantantes
que lo animaron durante décadas, desde Contursi a Manzi,
Gardel y Discépolo, hijos de inmigrantes.
En el origen de nuestro teatro, lo más representativo,
que fue el sainete, reflejó esta auténtica feria de naciones. El
lenguaje popular se alimentó de vocablos y giros tomados de
paladares foráneos. Eran de origen italiano los primeros
payadores y verseadores, autores y editores de folletería
gauchesca. El bandoneón se lo debemos a Heinrich Band, de la
ciudad de Krefeld, y llegó el siglo pasado entre las manos de
los marineros.
En deportes, ellos se trajeron el
‘tiro al segno’ y la ‘pelota baska’. El fútbol
comenzó siendo un deporte de colegios
ingleses pero ya nadie lo registra cuando
dice ‘orsái’. La mitad más uno del país es
‘xeneise’.
Es un alemán, Josef Fucks, el que
en 1906 descubre petróleo en Comodoro
Rivadavia mientras buscaba agua potable.
Era alemana la empresa que en 1936
construyó el obelisco de Buenos Aires y fueron alemanes los primeros que ensayaron el cultivo
sistemático de la vid en Mendoza; como italianos los bodegueros tradicionales: Gargantini, Furlotti,
Graffigna, en tanto Balbino Arizu era navarro.
Al ímpetu industrioso de los inmigrantes les debemos el yogur Kasdorf, el azúcar Hileret, los
bizcochos Canale y Terrabussi, los mocasines Cappozzo.
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El primer automóvil fabricado en la Argentina en 1907 fue obra de un pontevedrés, Manuel
Iglesias. La primera filmación, titulada ‘La bandera argentina’, la llevó a cabo en Buenos Aires un
fotógrafo francés: Eugenio Py. Y fue un italiano nacido en Apulia, Mario Gallo, quien filmó la
primera película nacional, ‘El fusilamiento de
Dorrego’.
Un suizo artesano de oficio, Nicolás
Schneider, inventó el arado de dos rejas, que se llamó
‘esperanza’ y fue utilizado luego por todos los
colonos del país. De cosecha suiza fue el primer trigo
que se exportó a Europa en 1878. A un orfebre y
medallista siciliano, Pablo Cataldi, se le debe el primer
ordeñador mecánico en 1869, en una estancia del
general Urquiza. A los ingleses les debemos el ancho
de trocha de nuestros ferrocarriles —el mismo que usaban en sus colonias— y la torre con reloj que
se levanta en Retiro, regalo que nos hicieron para el Centenario en vano intento de que
aprendiéramos a ser puntuales.
Los inmigrantes introdujeron el hábito del ahorro y del trabajo sistemático,
los principios socialistas, las organizaciones obreras. Con los inmigrantes se perdió
la tranquilidad siestera de las ciudades provincianas; y nacieron, además de la clase
media, los primeros hacinamientos urbanos.
Por ellos tenemos una toponimia enrevesada que nos obliga a evocar a
Suiza en Santa Fe y a Gales en la Patagonia.
Ellos nos descubrieron el gusto por la lírica, la decoración profusa, los
folletines lacrimosos, el crochet, las nanas en idiomas de Europa; el hábito de
comer panettone en Navidad, la pizza, los helados, el café a la turca, los knishes, el baklavá.
FUENTE: Wolf, Ema y Patriarca,
Cristina (2006). La gran inmigración.
Buenos Aires, Sudamericana. P.
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