Crítica de libros · 2020. 5. 25. · Si el impulso reformador, de 1965 a 1975, con un peso...

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  • Historia Agraria, 63 ■ Agosto 2014 ■ pp. 217-243 ■ ISSN: 1139-1472 © 2014 SEHA

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    Frédéric Chauvaud, Yves Jean y Laurent Willemez (dir.)Justice et sociétés rurales du XVIe siècle à nos jours. ApprochespluridisciplinairesRennes, Presses Universitaires de Rennes, 2011, 380 páginas.

    Esta obra colectiva propone lecturasdistintas de un mismo objeto de es-tudio: el modo en que la justiciafue vivida e interpretada en las sociedadesrurales a lo largo del tiempo, desde el sigloXVI a la actualidad. Coordinado por tresdocentes de la Universidad de Poitiers, de-dicados a diferentes áreas científicas –his-toria contemporánea (Frédéric Chauvaud),geografía (Ives Jean) y sociología (LaurentWillemez)– el libro aborda el tema desde unpunto de vista interdisciplinar y transversal,confrontando varias perspectivas. La obraconvoca, por tanto, una variada «ecología desaberes», según el paradigma epistemoló-gico definido por el sociólogo portuguésBoaventura de Souza Santos, que identificauna forma de construir el saber científicomaterializada en la «búsqueda de conver-gencia entre conocimientos diversos», tantode naturaleza científica como derivados deprácticas a veces ancestrales (Souza, 2006).

    Esta publicación sigue la línea de tra-bajo desarrollada por Frédéric Chauvaud,especialista en historia de la justicia, pro-fundo conocedor de los archivos judicialesy coordinador de la serie Justice et déviancede la colección de historia de esta editorialuniversitaria. En esa condición, ha promo-vido la edición de numerosas obras quehan contribuido significativamente a la re-novación historiográfica de los estudios dehistoria de la justicia, superando las tradi-cionales barreras académicas de especiali-zación temática y temporal, para incidir enzonas de sombra poco frecuentadas por lainvestigación y con el denominador comúndel diálogo entre varias ciencias humanas ysociales (Chauvaud, 2007, 2012). Los his-toriadores no se distinguen tan sólo por lacapacidad de dar consistencia a áreas de in-vestigación tradicionales, sino también porla audacia de desbrozar nuevos territoriosy por la capacidad para aprehender toda la

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    complejidad de lo real. Chauvaud conso-lida en este libro precisamente lo que otrasobras promovidas por él mismo ya habíanrevelado: el dominio de una riqueza prodi-giosa de saberes relativos al funcionamientodel universo judicial y una especial aptitudpara comprender las sociedades agrarias.

    En este volumen se conjugan dos áreasclásicas de conocimiento científico –la jus-ticia y la ruralidad– cuya articulación hasido descuidada en el espacio francófonopor historiadores, sociólogos y geógrafos apesar de las potencialidades que encierra1.Hay que lamentar, sin embargo, que estaapertura interdisciplinar no incluya la pers-pectiva del derecho, tan vinculada a la te-mática general del volumen.

    En la Introducción general, que consti-tuye una brillante síntesis de los trabajos,los tres editores suplen la ausencia de unaconclusión general, definen los objetivos yrecogen los principales hilos conductores.En ella se aclara que el concepto de justi-cia que hace suyo el libro no se restringe aconsideraciones abstractas o a la acepciónhabitual que lo identifica con el sistemajudicial y los tribunales, sino que se en-marca en un amplio horizonte multiformey se desdobla en una diversidad de puntosde vista que remiten a nociones aparente-mente tan dispares como la igualdad deoportunidades o los equilibrios socio-espa-ciales entre regiones, entre otras.

    La concepción de la justicia como unapreocupación ética («el deseo de una ver-

    dadera equidad», p. 7), pero también comoun criterio, de matriz republicana, a travésdel cual se definen las reglas de inclu-sión/exclusión participativas y/o cívicasconstituye la columna vertebral de estaobra colectiva que se presenta como unrico fresco sobre una temática compleja yextremadamente actual. Siendo las socie-dades rurales tradicionalmente críticas enrelación con la institución judicial, se des-taca la importancia de conocer la forma enque el derecho ha llegado, históricamente,a los campos y de diferenciar las modali-dades y los principales responsables de estapenetración, además de interrogar el pro-ceso de judicialización, sobre todo a travésdel prisma de las reacciones y las resisten-cias suscitadas. Como indica el propio tí-tulo de la obra, el análisis no se circunscribea un cuadro geográfico preciso sino que in-cluye estudios que inciden sobre diferenteslatitudes y continentes, aunque la mayoríase refiera al espacio continental francés o alas antiguas colonias francófonas.

    La obra se divide en tres grandes sec-ciones, repartidas simétricamente: «Equi-dad territorial y justicia social», «Proximi-dad y pluralismo» e «Instrumentalización yconciliación», con siete, nueve y seis artí-culos respectivamente y cada una precedidapor una breve introducción. El libro secompleta con un «prolongamiento» y unaconclusión, lo que suma un total de vein-tiocho textos. El esquema elegido y la me-todología utilizada, en la que se entretejen

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    1. En el contexto de la Península Ibérica el tema ha sido objeto de varios estudios, entre los que,sin ánimo de exhaustividad, estarían los siguientes: VAQUINHAS (1996); REDONDO (2011); SERPA(2012).

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    lo cuantitativo y lo cualitativo, parecen ade-cuados para profundizar y reforzar la di-mensión comparativa. El conjunto de fuen-tes utilizadas es vastísimo y de tipo muydiverso, desde documentos jurídicos y fis-cales hasta parlamentarios y políticos, en-tre otros. El texto, además, está ilustradocon una iconografía sugestiva, de contenidosatírico, alusiva al ejercicio de la justiciadecimonónica en el medio rural.

    En la primera parte, con introducciónde Yves Jean, se analiza, sobre todo, elmodo en que la justicia es movilizada porlos poderes públicos a través de apoyos fi-nancieros (indemnizaciones y otro tipo defondos) o de equipamientos escolares oculturales, para promover la justicia socialy reducir las desigualdades entre agriculto-res y territorios, tanto en el contexto na-cional como europeo. La «oferta de justicia»es la perspectiva adoptada en esta parte,que rompe con una visión tradicionalmentecentrada en el papel de control ejercidopor el Estado. La mayor parte de los estu-dios se centran en la actualidad.

    Sylvain Brunier y Nicolas Kraubergerabordan, en el artículo titulado «Pour unearchéologie de la subvention agricole», larelatividad del concepto de justicia territo-rial, variable a lo largo del tiempo, y tomancomo núcleo de la investigación la conce-sión de ayudas a los agricultores de la pro-vincia del Delfinado, desde mediados delsiglo XVIII hasta la reforma de la PolíticaAgrícola Común (PAC) de 1992. El estu-dio contextualiza, en el largo plazo, losprincipales momentos de ese reparto, mar-cado por cambios significativos en las for-mas de ayuda, que van desde las indemni-

    zaciones a los subsidios y de éstos a lospréstamos subvencionados. La evoluciónregistrada muestra el papel del Estadocomo mediador, que se refuerza a partir dela segunda mitad del siglo XIX, pero tam-bién la importancia de los subsidios agrí-colas como instrumento «de políticas pú-blicas» (p. 37). Como continuación, encierta forma, de este estudio, el texto deMichel Périgord, presentado a partir de uninterrogante («Les politiques publiquesagricoles à l épreuve de la crise: vers plus dejustice sociale pour les exploitations fran-çaises?»), cuestiona el impacto de la PACen el cuadro de la Unión Europea desde1992 hasta 2010 e interpela también sufuturo. En un panorama general de preca-rización de la agricultura, de disminuciónsignificativa de los agricultores beneficiadosy de reducción de las explotaciones, el au-tor no avanza conclusiones pero reconoceque «la pobreza plantea la necesidad dejusticia social» (p. 46). El trabajo de Fran-çois Dubasque sobre «Des collèges à lacampagne: démocratiser l enseignementpar l aménagement scolaire en milieu ruralau début de la Ve République» se centra enla contribución de los «mapas educativos»,en tanto que instrumentos de ordenación yplanificación del territorio, en la correc-ción de las desigualdades y asimetrías lo-cales y regionales, en particular en las pro-vincias agrícolas, que las estadísticasidentifican como las menos escolarizadas.Si el impulso reformador, de 1965 a 1975,con un peso presupuestario significativo,tuvo como efecto la reducción de lasdesigualdades geográficas, en la década si-guiente, marcada por otras prioridades, las

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    ambiciones fueron más limitadas. Todavíaen el ámbito de la justicia distributiva, Pas-cal Rey, en el artículo «Droit local vs droitlégal. Étude des modalités de gestion desconflits en Guinée Maritime», aborda lasformas locales de gestión de los conflictosen el país africano, que descansan sobreuna «combinación compleja de órganosconsuetudinarios» (p. 66) en el seno de loscuales las personas mayores desempeñanun importante papel arbitral. El Conseil desSages es reconocido por el propio Estadocomo jurisdicción que se extiende hastalos límites de los distritos. El sistema re-fuerza la cohesión de la comunidad alde-ana, en tanto que los órganos judicialesson considerados como distantes y origende divisiones y corrupción. Romain Melot,en el trabajo «La justice face aux expro-priations: le cas des évictions agricoles»,desarrolla el tema del recurso a la justicia apropósito de las expropiaciones de utili-dad pública en zonas periurbanas. El artí-culo considera la protección de la propie-dad como una herencia de la RevoluciónFrancesa y, a partir de ello, destaca el esta-tuto singular de la propiedad rural, que essimultáneamente un bien agrícola y unaherramienta de trabajo. La movilización dela justicia en el medio rural, basada en el es-tudio de la zona productora de maíz de laprovincia de Anjou, es el tema central delartículo «Conflit, équité, justice au seind un district agricole» de François Sarrazin.El autor muestra cómo las organizacionessindicales rurales consiguen, en nombre deun cierto concepto de justicia, movilizarlos valores cívicos para defender los intere-ses colectivos sobre los individuales, pre-

    servando la «arquitectura geográfica y eco-nómica» de la región analizada. Para ter-minar esta parte, Claire Delfosse, en el tra-bajo titulado «Culture et inégalités spatialesen milieu rural et politiques» evoca la ma-nera en que el patrimonio, en tanto que«instrumento de marketing territorial»(p.106), regenera las manifestaciones cul-turales, desde fiestas a estructuras museo-lógicas o eco-museológicas, y llama la aten-ción sobre las potencialidades deinstituciones y asociaciones locales, asícomo de la cooperación internacional através del apoyo financiero de programaseuropeos (LEADER y/o INTERREG).

    La segunda parte incluye una presenta-ción de Laurent Willemez, sociólogo de laUniversidad de Poitiers. Con claridad y ri-gor, traza las líneas maestras de los artícu-los que integran este conjunto de estudios,centrados en torno a tres problemas prin-cipales: el acceso a la justicia, tanto desdeel punto de vista de la oferta como de la de-manda; el pluralismo jurídico, o sea, la co-existencia en el medio rural de varias for-mas de legitimidad y de autoridad; y,finalmente, los «territorios de la justicia» ysus agentes, que no se limitan a los prota-gonistas tradicionales del sistema judicial,los profesionales del derecho, sino que in-cluyen otras actividades. La mayor parte delos estudios se encuadran cronológica-mente en el Antiguo Régimen, a excepciónde cuatro textos que se refieren al s. XIX ya los sistemas jurídicos actuales de las an-tiguas colonias francesas.

    Los dos primeros artículos (de FabriceMauclair, «La justice dans les campagnesfrançaises de la fin de l Ancien Régime: un

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    nouveau regard sur le rôle des tribunauxseigneuriaux du XVIIIe siècle»; y de Fa-brice Vigier, «Une justice de proximiditédans les campagnes poitevines d AncienRégime? Les cours seigneuriales au XVIIIe

    siècle»), de temática muy semejante, abor-dan la judicialización del campo francésdel setecientos a través de la justicia seño-rial. La elaboración del mapa judicialmuestra una red relativamente densa detribunales de jurisdicción señorial a finalesdel Antiguo Régimen, un total de cerca de30.000, desigualmente repartidos por lasprovincias y con una media de un tribunalpor cada dos parroquias o, en el caso de laprovincia del Poitou, un tribunal cada 2,6parroquias. Son cifras claramente superio-res a los 1.500 tribunales comunes queexistían por entonces en toda Francia. Ele-mentos decisivos en la difusión del derechoen el campo, con un papel importante en laregulación social, cabría preguntarse si es-tos tribunales podrían ser interpretadoscomo representativos de una justicia deproximidad. La respuesta parece complejay variable en el área del derecho. El textodel artículo lo completan cuadros, gráficosy mapas. En esta misma temática QuentinDuquesne, en el artículo «Officier seigneu-rial et pacificateur. Le châtelain dans lescampagnes dauphinoises à la fin de l An-cien Régime», aborda el papel desempe-ñado por un tipo específico de administra-dor local que, a veces, podía asegurar «unafunción pacificadora en el campo y cumplirasí las misiones de una justicia de proximi-dad» (p.171). A propósito de un caso pun-tual y tomando como base de investiga-ción las fuentes judiciales, cruzadas con

    recuentos fiscales, Hervé Piant demuestra,en el trabajo «Un village au prétoire. 128ruraux face à leurs juges dans la France duXVIIIe siècle», que el recurso a la justicia esuna solución económica y socialmente li-mitada, lo que llevaba al campesino a op-tar por otras estrategias más accesibles deresolución de los conflictos. El rumor comoinstrumento de control social y como fac-tor desencadenante de acciones judicialeses el tema abordado por Pauline Chaintrieren el trabajo «Les rumeurs ordinaires dansles campagnes au XIXe siècle: un instru-ment de régulation sociale». En tanto que«condena moral de conductas y comporta-mientos desviados» (p. 196), el rumor con-tribuyó a la judicialización del mundo ru-ral, sobre todo en la fase de instrucción delos procesos, al «hacer cesar los arreglos ylas negociaciones entre el acusado y la víc-tima» (p. 198). El historiador Gilles Ma-landain, en el trabajo «Magistrats en cam-pagne: une enquête exemplaire sur lesroutes de Haute-Normandie en 1820»,analiza la resistencia campesina a las inves-tigaciones criminales, entendidas como in-tromisiones, y las dificultades que encon-traba el sistema judicial para penetrar en eluniverso de la ruralidad. A su vez, DidierVeillon, en el artículo «Observations sur lajurisprudence et la doctrine françaises re-latives au droit de colombier (XVIe-XVIIIe

    siècle)», aborda, a propósito del derechode palomar, antigua prerrogativa señorial,una evolución de la jurisprudencia sobreesta cuestión desde el siglo XVI hasta su ex-tinción en la Revolución Francesa. El plu-ralismo jurídico y la coexistencia e hibrida-ción entre varias formas de derecho y

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  • justicia (derecho positivo francés vs. dere-chos consuetudinarios; justicia de los tri-bunales vs. justicia popular; etc.) en nacio-nes multiétnicas es el tema principal de losdos últimos artículos de esta parte, el de Ni-cole Chambron sobre «L accès au droit et àla justice des populations de Guyane» y elde Fabienne Cavaillé y Umberto Cugolasobre «Les sociétés rurales et le pluralismejuridique: la construction des droits fon-ciers en Nouvelle-Calédonie». La evoluciónactual registra trayectorias distintas en losdos países: en tanto en la Guayana el re-curso al derecho y a la justicia pasa por elacceso a la ciudadanía (p. 243), en el casode Nueva Caledonia el pluralismo jurídicose traduce en la «voluntad de construir unnuevo orden jurídico a partir de la interre-lación de racionalidades diferentes» (p.248).

    La última parte del volumen incluye lapresentación de Frédéric Chauvaud, quetoma como casos representativos breves es-tudios de microhistoria y microsociologíapara desentrañar la diversidad de estrate-gias judiciales en zonas y territorios dondese oponen formas de justicia en competen-cia, así como el recurso, desde el siglo XVIIIhasta nuestros días, de formas alternativasa la tradicional intervención judicial. Hacerjusticia pasa frecuentemente por «prácticasde conciliación» (p. 267), formas pacíficasde acuerdo entre las partes en litigio, no ne-cesariamente conducidas por magistradosjudiciales.

    Este tercer bloque se abre con un artí-culo de Philippe Crémieu-Alcan sobre «Lesstratégies d évitement de la justice et lesrégulations intra-villageoises à travers la dé-

    linquance forestière en Guyenne au XVIIIe

    siècle», que parte de la tipología específicade la delincuencia en áreas de bosque, conel objetivo de comprender los mecanismosde regulación interna en zonas de colecti-vismo agrario. Estos mecanismos reposanen un sistema estatutario propio, asentadoen la oralidad y ejercido por vigilantes (sín-dicos, en el original) con capacidad de de-cisión en materia de conflictividad, con loque se reducía el número de casos que lle-gaban a la justicia señorial y, en última ins-tancia, real. En cuanto al derecho de caza,aparece como de mayor complejidad. Porimplicar a individuos de distinto estatutosocial, este derecho chocaba con las consi-deraciones de «honra», significativas en elmedio rural. La instrumentalización de lajusticia por grupos sociales antagónicos enel campo, en periodos de confrontaciónpolítico-ideológica, es el tema desarrolladopor François Lalliard en el texto «Justice,tensions et régulations sociales en Île–de-France (XIXe siècle-début du XXe siècle)».El autor concluye que, a pesar de que «losaristócratas preferían la confrontación a lassoluciones negociadas», los tribunales «es-taban lejos de practicar una justicia declase» y se guiaban «por la preocupación porel acuerdo y el interés general» (p. 294). Encuanto al trabajo de Emmanuel Brouardsobre «Justice de paix et autorités locales,entre sanction et arrangement», explora elmodus faciendi en el ejercicio del cargo dejuez de paz, en especial la articulación en-tre la represión y la conciliación en el actode juzgar, a partir del estudio de la actividadejercida por jueces, presidentes de cámarasy guardias forestales (en el caso de las con-

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    travenciones) en la región de Maine-et-Loire entre 1800 y 1870. El modo en quelos criterios de justicia se incorporaron, a lolargo del tiempo, al sistema corporativo yalteraron el patrón de calidad de la pro-ducción agrícola es el tema desarrolladopor Éric Kocher-Marboeuf en el artículo«La balance et le pot au lait. La lutte con-tre la fraude à la coopérative beurrièred Échiré de sa fondation à l Europe verte».La instrumentalización política de la justi-cia es también el núcleo del tema analizadopor Jean-Philippe Martin en el trabajo «Illé-galisme, justice et médias dans le répertoired actions de la Confédération paysanne»,donde se explica cómo la justicia va siendoincorporada a la estrategia política del aso-ciacionismo rural y deja progresivamentede ser considerada un instrumento de clasey una «herramienta de represión» al serviciode los grandes intereses económicos (p.321). La segunda mitad del siglo XX es elámbito temporal del texto de EdouardLynch, ««L action publique» face aux ma-nifestations paysannes de la seconde moi-tié du XXe siècle: réinventer «l arrange-ment»?», en el que se valora la manera enque la conciliación, en tanto que prácticajudicial, evolucionó y se transformó en fun-ción de los profundos cambios de la con-testación política rural posterior a los años1960, lo que obligó a una reformulacióndel ejercicio de la justicia en el que «el or-den público estaría ampliamente dominadopor el punto de vista político» (p. 349).

    El volumen se completa con dos con-tribuciones finales: la de Solange Vernoissobre «La justice et les frustrations paysan-nes dans l oeuvre de Barthélemy Gautier

    (deuxième moitié du XIXe siècle)» y la deJacques Rémy titulada «Considérations vi-cinales». El primer texto tiene como obje-tivo encuadrar la iconografía que aparecedistribuida por todo el libro, obra de Bar-thélemy Gautier (1846-1896), un carica-turista que abordó, entre su vasta produc-ción, el tema de los juzgados de paz. En susdibujos deja traslucirse una mentalidadcampesina y la dimensión psicológica de lajusticia de proximidad. Finalmente, en elúltimo texto, el sociólogo Jacques Rémyreflexiona sobre el papel de la justicia en lassociedades del conocimiento, en relacióncon la civilización de las costumbres teori-zada por Norbert Elias. El autor sitúa lajusticia en el mismo nivel que otros indica-dores de ese mismo proceso. En esa pers-pectiva, el campo del derecho o de la jus-ticia «constituyen excelentes ángulos deobservación de la sociedad» (p. 368).

    El libro, en su conjunto, es un ejemplode buen hacer historiográfico y su lecturapuede recomendarse a investigadores dediferentes áreas de conocimiento. Consti-tuye, asimismo, un apoyo a nuevas líneasde investigación sobre la «arqueología» de lajusticia. Al lector le compete extraer suspropias conclusiones y juzgar una obracuya publicación debe saludarse con el res-peto que merecen los libros bien pensados,con poco apoyo mediático, pero sustancia-les en sus contenidos.

    Irene Vaquinhas

    Universidad de Coimbra

    (Traducción de S. Calatayud)

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  • REFERENCIAS

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    que contemporaine. L imaginaire, l enquête et le

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    siècle des Lumières à nos jours, Rennes, Presses

    Universitaires de Rennes.

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    Servicio de Publicaciones.

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    Para uma nova cultura política, Porto, Edições

    Afrontamento.

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    Velho e Penacova de 1858 a 1918, Porto, Edi-

    ções Afrontamento.

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    Julie MarfanyLand, Proto-Industry and Population in Catalonia, c. 1680-1829.An alternative transition to capitalism?Farnham, Surrey, Ashgate, 2012, 230 páginas.

    ¿Es útil todavía el concepto deprotoindustrialización? JulieMarfany contesta afirmativa-mente, sobre todo porque la transición

    al capitalismo es un tema que merece serinvestigado, especialmente cuando afecta alas familias, el objeto de estudio del pre-sente trabajo. Aunque la autora inicia su re-corrido con el debate Brenner de la décadade 1970 (acerca de la crisis del «feuda-lismo») y menciona a Franklin Mendels(que acuñó el término en 1972), y al tríoalemán de Peter Kriedtke, Hans Medick, yJürgen Schlumbohm (que difundieron elconcepto en los años ochenta), es la tesisreciente de Jan De Vries sobre una tem-prana «revolución industriosa» la que ella

    juzga más sugestiva2. La autora cuestiona lavalidez de su punto de vista, que postulauna particular apertura al mercado porparte de las familias nucleares de la EuropaNoroccidental. En los siglos XVII y XVIII,afirma De Vries a partir de cálculos de lasrentas domésticas, tales familias estabandispuestas a sacrificar el ocio para ganarmás y así poder consumir más, lo que dionacimiento a la economía moderna. ¿Es-tuvo esta nueva mentalidad ligada a unaforma particular de organización familiar,como mantiene De Vries?

    A este respecto es útil recordar que,desde su nacimiento, la noción mendelianade protoindustrialización como «una etapahacia la industrialización» fue antes que

    2. ASTON y PHILPIN (1985); MENDELS (1972); KRIEDTE, MEDICK y SCHLUMBOHM (1982); DEVRIES(2008).

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    nada un modelo demográfico. La peculiarcombinación de grandes explotacionesagrarias que necesitaban trabajo estacio-nal y la disponibilidad de industria domés-tica que inducía a los campesinos a per-manecer en sus aldeas, a casarse másjóvenes (con poca o ninguna tierra) y a te-ner más hijos, les condenaba a la pauperi-zación. Aunque esta visión y la idea de quela protoindustria creó la fuerza de trabajopara las fábricas han sido muy discutidas,Marfany trata de examinar su relevanciapara los pueblos protoindustriales españo-les y de dilucidar si los ingresos extraordi-narios estimularon el consumo y la depen-dencia de los bienes mercantiles más que laproducción doméstica. La autora está par-ticularmente interesada en la afirmaciónde DeVries de que ese comportamientomoderno sucedió en Holanda pero no llegóa consolidarse en la Europa del Sur.

    Centrada en una zona de Cataluña,Marfany comienza por establecer las for-mas de propiedad, para concluir que las pe-queñas posesiones (cedidas temporalmenteen aparcería o en contratos enfitéuticos,habituales en muchas regiones postfeuda-les) aumentaron durante el siglo XVIII, unatendencia habitual en las regiones protoin-dustriales, pero aquí se vieron impulsadaspor nuevos estímulos a roturar tierras yplantar viñas. La producción de estas pe-queñas parcelas la transformaban en vinolos campesinos más acomodados, que po-seían lagares. «Es posible» que algo de cerealse sembrara entre las filas de vides. Al tra-tar la «agricultura» de una manera más biensumaria, Marfany no consigue explicar eltrabajo que esa viticultura exigía (en con-

    traste por ejemplo con la producción de ce-reales), excepto para repetir el tópico deque se necesitaba más trabajo para produ-cir vino que cereal, en tanto su cultivo eraintensivo (es decir, «industrioso») y comer-cial. Aunque los precios del vino tendierona aumentar, los contratos de aparcería des-pués de 1780 se orientaron a pagos fijos encereales, seguramente para reducir el riesgode los propietarios, pero con el resultado deun incremento del endeudamiento rural yla quiebra de los aparceros.

    Partiendo de la distinción entre Kaufs-ystem yVerlagsystem (campesinos que co-mercializan sus productos, por oposición alcomerciante que activa el puttingout), tanimportante en la interpretación marxista,Marfany destaca cuán dependientes eranlos tejedores rurales de esta región respectoa los comerciantes-manufactureros. Laropa de lana ligera catalana se vendía den-tro y fuera del país y exigía rapidez en laadaptación a tendencias cambiantes, en es-pecial en los tintes más populares. Aunqueel tejido requería cualificaciones, ya queera un género de calidad, los empresariostenían más flexibilidad para responder a lademanda gracias a que dirigían los talleresde acabado.

    En Igualada, el centro de su caso de es-tudio, tres empresarios controlaban la pro-ducción local en el siglo XVIII y dos de ellosfueron recompensados en 1745 con un pri-vilegio exclusivo de ocho años para venderlana en toda España e instalar telares encualquier lugar que escogieran, así comocon incentivos fiscales. Empleaban, en esemomento, quinientos trabajadores en variasfases de la manufactura textil (p. 68).

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    Aunque inicialmente estaban bajo elcontrol gremial, según la cual la fuerza detrabajo se dividía en comerciantes, tejedo-res y oficiales, a finales del siglo XVIII losprincipales comerciantes-manufacturerosse saltaron las regulaciones al eliminar ladistinción entre tejedores y oficiales. La dé-cada de 1790 conoció una transición suavea una industria algodonera mejor pagada ymás popular, una transformación que re-sulta mejor conocida en tanto Cataluña es,a menudo, caracterizada como «una pe-queña Inglaterra», industrializada muchoantes que el resto de España. Marfany seapoya aquí en una historiografía regionalconsolidada, en la que incluso la minúsculaciudad de Igualada parece haber sido estu-diada con anterioridad. Aunque la infor-mación de los investigadores anteriorespueda resultar insuficiente, como muy amenudo es el caso, Marfany extrae suge-rencias de especialistas de otras regionesprotoindustriales europeas. La incógnita espor qué ha escogido una ciudad que noofrece suficientes datos cuantitativos pararesponder sus preguntas sobre la transi-ción al capitalismo, el trabajo de las muje-res y el consumo individual.

    En la pequeña ciudad de Igualada(1.630 habitantes en 1717, 4.925 en 1787y 7.730 en 1830, p. 22) los comerciantes agran escala controlaban las empresas lane-ras hasta su extinción literal, posibilitandoa grupos nuevos organizar la producción dealgodón. Un mercado colonial para calicósestampados se abrió hacia 1793 y los talle-

    res anteriores de acabado de la lana se re-convirtieron en establecimientos de estam-pado de algodón, dejando a los tejedoresorganizarse más libremente. El algodón pa-rece haber estado disponible rápidamenteincluso en época de guerra, lo que dio tra-bajo a un nuevo cuerpo de hiladores que,según supone Marfany, eran mujeres en sutotalidad. Como los datos proceden de lis-tas fiscales, arrendamientos e informes le-gales, la autora no puede evaluar el gradode independencia de esta nueva fuerza detrabajo excepto por la propiedad de los te-lares y de las spinning jennies. La propiedadde las máquinas por los trabajadores parecehaber estado muy extendida, aunque no senos dice su coste3. Aquí, a diferencia deotras partes de Europa, los trabajadoresprotoindustriales se desplazaron a las fá-bricas, lo que sugiere alguna dependenciaprevia de los comerciantes textiles, peroparece que la concentración sólo comenzócon la introducción de la máquina de vapordespués de 1830, fuera ya del ámbito cro-nológico del libro.

    Marfany destaca cómo la peculiaridadde la legislación catalana estimulaba la ten-dencia protoindustrial. La herencia era in-divisa a principios de la época moderna (y,aparentemente, este régimen continuóhasta el siglo XIX e incluso el XX) y el 75%iba a un descendiente (habitualmente elhijo mayor), mientras los otros recibíanpartes del 25% restante. La reconstruc-ción de familias muestra que la edad dematrimonio bajó en los años 1760 y 1770

    3. Para mi propia investigación sobre la protoindustrialización del Cambrésis, utilicé los registrosde bancarrotas y los pleitos como fuente para conocer las redes mercantiles (VARDI, 1993).

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    y que, hacia 1820, muchas veces las noviasapenas tenían quince años. Es de destacarque este descenso también se dio en loshombres, especialmente en los tejedores, loque significa que era un resultado de laprotoindustrialización. Todo ello alteró porcompleto el modelo de matrimonio tardíode la Europa Occidental postfeudal (desti-nado a reducir el número de hijos y a crearuna reserva monetaria o permitir la recep-ción de una herencia), como la «teoría pro-toindustrial» establece, aunque Marfanymuestra su sorpresa por este descubri-miento, ya que piensa que el modelo pro-toindustrial había sido impugnado (p. 94).Sin embargo, el vínculo sigue siendo ciertoen Cataluña. Los hijos que carecían de tie-rras pudieron casarse más jóvenes y esta-blecer hogares independientes con las ga-nancias de la industria doméstica. Además,y esto es interesante, el heredero de la pro-piedad de los padres continuaba casán-dose más joven que sus hermanos, en parteporque la dote de la novia podía ayudar apagar las dotes de las hermanas. En unsalto poco claro, leemos que todo esto estárelacionado con la ausencia de propiedadde los telares en la industria lanera, que al-canzó las cotas más altas en la década de1790, aunque, como la autora ha expli-cado con anterioridad, los hiladores y teje-dores de algodón sí que poseían sus ins-trumentos de trabajo. Aunque laprotoindustria permitió la formación mástemprana de hogares independientes, lacontrapartida fue un incremento en lamortalidad infantil, ya que las mujeres dis-ponían de menos tiempo para amamantary la gente se instalaba en barrios insalubres.

    Al acabar la primera parte, no quedaclaro –al menos para esta reseñadora– si losmayores incentivos provenían de la rotura-ción de tierras, del tejido o de ambos. Lasfluctuaciones en el comercio y precios delvino y las perturbaciones causadas por lashambrunas y las guerras internacionalesson mencionadas como «riesgos» potencia-les, pero sus efectos directos en Igualadaparecen ambiguos. Aparte del «cadastre»,un impuesto sobre la tierra introducido porla nueva monarquía borbónica en 1716, yde las respuestas dadas a finales del sigloXVIII a la economía atlántica, la política nojuega ningún papel en esta historia. Losprivilegios señoriales todavía estaban muypresentes, algunos al menos, pero se pre-sentan de manera abstracta.

    El punto de vista se reduce más en la se-gunda parte, dedicada a la economía do-méstica. En primer lugar, las listas de im-puestos suministran detalles sobre lasocupaciones. Aunque incluso los hogaresmás pobres cultivaban alguna tierra y ob-tenían cereales, vino y hortalizas de las pe-queñas parcelas, las familias seguían prac-ticando la tradicional «diversificación»,vendían huevos y pequeñas manufacturas,criaban gallinas y conejos (muy pocos po-seían otros animales, excepto asnos), lasmujeres hilaban y ejercían de nodrizas enBarcelona (lo que resulta interesante y, enmi opinión, es un indicador de pobreza). Aldejar fuera la particular organización de laproducción protoindustrial, es difícil com-prender cómo Marfany evalúa la «especia-lización» en la región, más allá de advertirque los hombres tejen y las mujeres hilan.Esto no es, realmente, el estudio de «la

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  • transición al capitalismo» prometido en eltítulo, sino más bien una instantánea de ac-tividades productivas de todo tipo en unapequeña ciudad provincial que no parecehaber sido un centro de gran actividad, deredes comerciales significativas o de em-presariado local notable.

    El modelo de «revolución industriosa»destaca el papel de las mujeres, pero Mar-fany duda en generalizar a partir de prue-bas muy escasas. Además, sugiere que lasmujeres continuaban realizando tareas tra-dicionales como elaborar el pan (que erahorneado en hornos comunales), aunqueemplearan menos tiempo en el cuidado delos hijos. Para la autora, la proletarizaciónes más evidente que el aumento de la pros-peridad. De hecho, aunque registra la lle-gada de nuevos bienes de consumo a Igua-lada, tales como relojes, espejos, calicós,tenedores, cucharas y productos tropicalescomo el chocolate y el tabaco, ve poca di-fusión desde las elites, excepto en la formade bienes de segunda mano y o en el gustopor el chocolate (las jarras para chocolateera una posesión muy apreciada).

    A diferencia de las ciudades holandesasestudiadas por De Vries, aquí los alimentoseran cocinados o preparados en casa y,aunque aparecieron nuevos objetos, nadasugiere un nuevo estilo de vida. La comprade comida siguió siendo limitada, más pornecesidad que por elección. Marfany utilizalos datos (en todo caso, limitados) de mo-biliario y ropa en los hogares para distinguirentre ricos y pobres; para estos últimos lo«industrioso» fue más bien una cuestión desupervivencia, no de movilidad social as-cendente. En definitiva, la autora se inclina

    por la economía miserabilista del modelopropuesto por Olwen Hufton en los años1970 (Hufton, 1974), más que por el au-mento de los niveles de vida y la ampliacióndel consumo planteado por Jan De Vries.

    Es una lástima que la autora no haya po-dido encontrar fuentes capaces de explicar lanaturaleza de la producción artesanal en laregión o de los establecimientos que vendíanlos nuevos bienes. Su explicación es que nohabía documentación disponible para lle-var a cabo una investigación de los modelosde consumo de los pobres. Quizás la res-puesta esté más allá de los archivos de Igua-lada o en series diferentes a las que ha con-sultado. Igualada, pues, parece totalmenteinapropiada para los objetivos propuestos.

    Las preguntas parecen bastante senci-llas: ¿Era la protoindustrialización unaetapa hacia la industrialización? ¿Fueronpartícipes los trabajadores de una revolu-ción del consumo? Y si fue así, ¿incremen-taron el volumen de trabajo para ganar másy poder pagar los bienes? Al buscar las res-puestas, Marfany deja que las fuentes laabrumen. Los registros ofrecen informa-ción para todos los grupos sociales y la au-tora detalla a partir de ellos la acumulaciónde posesiones para un amplio rango deprofesiones, para concluir que la riqueza yla posición social eran determinantes. Laélite acomodada, además, se mueve porconsideraciones sociales diferentes al gé-nero a la hora de comprar. Aunque los ar-tesanos diversifican sus compras y adquie-ren utensilios de mesa, jarras de chocolate,tabaco y textiles más ligeros, todo ello noconvence a la autora de que se diera uncambio en el estilo de vida o una reorien-

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  • tación de las prioridades. Los modelos tra-dicionales de consumo predominan y elrecurso a lo superfluo es poco frecuente. Ellibro finaliza insistiendo en la pobreza delos hogares protoindustriales, lo que apa-rentemente confirmaría tanto el viejo mo-delo «protoindustrial» planteado por Men-dels hace cuatro décadas, como loshallazgos de DeVries sobre la peculiaridadde la Europa noroccidental.

    Liana Vardi

    Universidad Estatal de Nueva York (Buffalo)

    (Traducción de S. Calatayud)

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    Crítica de libros

    Jorge Gelman (coord.)El mapa de la desigualdad en la Argentina del siglo XIXRosario, Prohistoria ediciones, 2011, 405 páginas.

    El mapa de la desigualdad, libro co-ordinado por Jorge Gelman, un es-pecialista en la historia económicadel Río de la Plata, es el resultado de unproyecto en el que participan una decenade investigadores argentinos del Consejo deInvestigaciones Científicas de Argentina(CONICET), financiado por la Agenciade Promoción Científica (ANPCyT) del

    mismo país. Se trata de un verdadero pro-yecto colectivo, basado en investigacionesmonográficas sobre diferentes economíasregionales, un ejercicio relativamente iné -dito en la historiografía argentina que me-rece ser destacado de entrada. A partir deun conjunto de análisis y de herramientasmetodológicas compartidas, los diferentesespecialistas de historia regional empren-

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  • dieron sus investigaciones destinadas a ana-lizar la distribución de la propiedad in-mueble en diferentes regiones del territorioargentino. Se trata no sólo de la primera in-vestigación sobre este tema para el sigloXIX argentino, sino también de una de lasexperiencias mejor logradas de proyectocolectivo que asocia diferentes especialistaspara producir un conjunto de resultadoscomparables. Y desde este primer e impor-tante punto de vista el libro representa unaporte sustancial para la historia y la histo-riografía argentinas. Que este proyecto hayasido coordinado por quien dirige hoy elInstituto de Historia Argentina y Ameri-cana «Dr. Emilio Ravignani» de la Univer-sidad de Buenos Aires permite esperar queesta publicación incite a los organismos deinvestigación a continuar financiando estetipo de proyectos colectivos que, ya paraLucien Febvre, constituían el futuro de unadisciplina amenazada por el peligro de laextrema especialización (Febvre, 1992: 59).

    Este proyecto dirigido por Jorge Gel-man se inscribe en el contexto particular dela Argentina posterior a la crisis económicaconocida como crisis «del corralito», que haprovocado un aumento histórico de los ín-dices de pobreza y de desigualdad social.Sabido es que todo buen historiador sabetransformar la experiencia personal en in-terrogación histórica. No es entonces sor-prendente, sino saludable, que los autoresse hayan interrogado sobre los patroneshistóricos de la desigualdad en Argentina.La respuesta a este interrogante encuentravarios escollos, entre los cuales el menor noes la dificultad para reconstruir los datosbásicos de la economía durante el período

    particularmente turbulento y accidentadoque representa esa larga primera mitad delsiglo XIX post-independiente. Las guerrasde independencia llevaron a la fragmenta-ción y desestructuración del antiguo espa-cio virreinal y a la multiplicación de con-flictos entre las diferentes entidades que sereclamaban depositarias de la soberanía,alimentando lo que Prados de la Escosuradescribe como círculo vicioso: las guerrasimplican mayores transferencias de recur-sos hacia el ejército, alimentando el con-flicto por el control de los cada vez más es-casos recursos fiscales, que, a su vez,intensifica la tendencia a la fragmentaciónterritorial (Prados de la Escosura, 2009).Todo ello justifica una de las primeras hi-pótesis generales de este proyecto colectivosobre la especificidad del período respectoal tardo colonial y a la etapa de la «gran ace-leración» de fines del siglo XIX. Mientrasque en estas etapas el buen desempeño deunas regiones tiende a arrastrar a las otras,la fuerte fragmentación territorial que seconoce durante el período aquí estudiadoacrecienta la desigualdad regional e invitaa interrogarse sobre sus efectos sobre ladesigualdad social. Si el interés y la perti-nencia de la cuestión no dejan lugar a du-das, las características del período que aca-bamos de resumir de manera ciertamentemuy esquemática hace particularmente di-fícil la recolección de datos necesarios parallevar a cabo este tipo de empresas. La fra-gilidad de las estructuras administrativas ysu escasa homogeneidad les plantea a losinvestigadores la dificultad de disponer nosólo de largas series de datos para recons-truir la historia económica regional, sino in-

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    Crítica de libros

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    cluso de fuentes similares que permitan lacomparación sincrónica entre regiones de-pendientes de diferentes instituciones pro-vinciales. Ello explica las escasas investiga-ciones sobre el tema y la aportaciónindiscutible que este libro representa parala historia económica regional.

    El libro incluye investigaciones mono-gráficas de diferente autoría destinadas aabordar el análisis de la desigual distribu-ción de la riqueza en diversas regiones. Lospatrones de distribución de la riqueza en laregión litoral, la que más claramente suposacar provecho de la reestructuración de laseconomías regionales en torno al comercioatlántico, son estudiados a través de los ca-sos de la ciudad de Buenos Aires en la dé-cada de los cincuenta (Tomás Guzmán) yde la campaña bonaerense entre los cua-renta y los sesenta (Jorge Gelman y DanielSantilli); de Entre Ríos entre los cuarenta ylos ochenta (Julio Djenderedjian y RobertoSchimit); y de Santa Fe entre 1850 y 1870(Carina Frid); tres provincias que cono-cen divergencias importantes en su des-empeño económico a lo largo del siglo XIX.Las provincias del interior, más afectadaspor la dislocación del espacio virreinal ycon mayores desventajas para reorientar suproducción hacia el comercio atlántico, co-nocen también diferentes desempeños cu-yos efectos en la distribución de la riquezason objeto de estudio. Las provincias delnorte, cuyas economías fueron más afecta-das por la pérdida del mercado alto-pe-ruano, son estudiadas a través de los casosde Salta a mediados del siglo XIX (SaraMata), de Tucumán en la década de los se-senta (Maria Paula Parolo y Cecilia A. Fan-

    dos) y a través de un análisis comparativode Tucumán y Jujuy en los sesenta y setenta(Cecilia A. Fandos y María Paula Parolo).La región de Cuyo, cuya recuperación eco-nómica está vinculada al desarrollo econó-mico chileno y al boom californiano, esabordado a través del estudio de la distri-bución de la riqueza en Mendoza en losaños sesenta (Beatriz Bragoni). El caso deCórdoba, región mediterránea cuya eco-nomía se verá particularmente afectada porlas guerras de independencia y la hegemo-nía que tendrá Buenos Aires en el comer-cio atlántico sirve aquí –a pesar de los lí-mites impuestos por las fuentes– paraabordar comparativamente estos dos últi-mos casos e interrogarse sobre la relaciónentre desempeños divergentes y distribu-ción de la riqueza (Jorge Gelman y DanielSantilli).

    La unidad de todos estos trabajos pro-viene de la existencia de una agenda comúnque implica no sólo los mismos interro-gantes sobre crecimiento económico, acu-mulación de bienes –inmuebles en la ma-yoría de los casos– y proceso distributivo,sino también de un método común paramedir los fenómenos estudiados (el coefi-ciente de Gini calculado a partir de laCurva de Lorenz); la selección de las mis-mas fuentes (censos económicos efectua-dos para el cobro del impuesto de contri-bución directa –impuesto a la riqueza–); y,según las provincias, estos datos se cruzancon los obtenidos en otro tipo de inventa-rios. Todo ello nos ofrece un libro colectivode una inusual homogeneidad. Claro está,como toda investigación histórica, el al-cance del método está supeditado a los lí-

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  • mites que imponen las fuentes, que debenresponder a criterios de pertinencia y fia-bilidad para construir series comparativas.Observamos en este punto otra loable con-vergencia hacia una crítica sistemática delas fuentes utilizadas para cada caso y unaconsideración de los límites que ello im-plica en las conclusiones generales. El prin-cipal límite, conviene recordarlo, es queeste «mapa de la desigualdad» mide ladesigualdad de la propiedad de bienes in-muebles –según los datos ofrecidos por losregistros consultados–, que no se traduceautomáticamente en niveles de ingresos nide desigualdad social. La coherencia del li-bro provine también del capítulo introduc-torio de Jorge Gelman en el que tiene lugarun sólido ejercicio de comparación a partirde datos que, por las razones antes ex-puestas, permiten hacerlo. Quizá sea estecapítulo el que más claramente aborda larelación entre dinamismo o estancamientoeconómico y desigualdad. La riqueza desus conclusiones proviene, sin duda, de ladisponibilidad de datos comparables. Perotambién es fruto de un riguroso análisisque opta por trabajar con datos desagrega-dos, lo que le permite poner en evidenciatanto las desigualdades regionales comointerregionales y someter a prueba variasvariables – como la presión demográfica ola expansión de la frontera– que pueden in-tervenir en la desigual distribución de lapropiedad tanto en contextos de creci-miento como de escaso dinamismo econó-mico.

    Indudablemente las conclusiones sonmás sólidas en lo que se refiere a la eva-luación del desigual desempeño econó-

    mico regional e intrarregional que al aná-lisis de la desigualdad social, problema máscomplejo y para el estudio del cual resultadifícil avanzar sin tener en cuenta otrasvariables político-institucionales, sociales,y también económicas. ¿Es la acumula-ción de la propiedad el único factor dedesigualdad? ¿Qué papel juega la políticaestatal en la dinámica de la repartición dela riqueza? La dificultad para responder aestas preguntas proviene de los límites pro-pios del trabajo del historiador. Así, la tar-día creación del impuesto sobre la renta,que introduce la reforma impositiva de1932, hace difícil considerar la renta queproviene del trabajo y que puede incidirtanto en el dinamismo económico comoen la disminución de la desigualdad, sobretodo en el caso de regiones en las que lossalarios son altos. Pero estas y tantas otraspreguntas pueden ahora formularse demanera más precisa gracias a los resultadosde este trabajo colectivo. Y ello constituyeun paso importante para diseñar nuevasestrategias de investigación, destinadas nosolo a resolver de manera inventiva el pro-blema de la insuficiencia de las fuentes,sino a evaluar, a partir del mapa de la evo-lución de la distribución de la riqueza, elpeso que han podido tener los factores po-lítico-institucionales. En los tiempos ac-tuales no es superfluo estudiar el impactode las políticas públicas tanto en el creci-miento económico regional como en ladisminución de la desigualdad social.

    Pilar González Bernaldo de Quirós

    Universidad Paris-Diderot (Paris 7)

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    Crítica de libros

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    Historia Agraria, 63 ■ Agosto 2014 ■ pp. 217-243

    Crítica de libros

    Peter A. RussellHow agriculture made Canada: Farming in the nineteenth centuryMontreal y Kingston, McGill-Queen’s University Press, 2012, 400 páginas.

    Durante los últimos veinticincoaños, Peter Russell ha desarro-llado una especie de misión per-sonal destinada a llamar la atención sobrelos «prodigiosos resultados» de la historio-grafía social canadiense y a demostrar quelos «debates sobre la agricultura del sigloXIX establecen un profundo vínculo entretres regiones»: Quebec, Ontario y la regiónde las Praderas4 (pág. VII). La variableclave que conecta estos tres territorios es lapresencia de «una frontera agraria de gran-des proporciones» capaz de absorber todaslas presiones expansionistas. El estudio seinicia con una definición de conceptos tanfundamentales como «granjas», «mercados»,«campesinos», «pioneros» y cultivadores «ca-pitalistas». Todos ellos son definidos desdela perspectiva del status y la independenciasocial, desde la microeconomía y desde lasprácticas consuetudinarias, la autosufi-ciencia de la comunidad local y los víncu-los externos con el mercado. Tales temáti-

    cas hacen de este libro una guía para lacomprensión de la agricultura canadiense,con todas sus implicaciones. En particular,el autor se embarca en una discusión contodos los dramatis personae de la historio-grafía de cada región. En este sentido, el li-bro constituye una estimulante recopila-ción de los temas que afectan, si no alconjunto de todo el territorio, sí al centromismo de la experiencia canadiense.

    Para el Quebec, Fernand Ouellet y JeanHamelin aparecen como los principales es-pecialistas que incitaron al debate con sutrabajo inicial sobre una crisis rural definidaen términos estadísticos, pero interpretadaa través de la lente de las generalizacionesétnicas de las mentalités. Russell muestracómo todo ello planteó desafíos que lleva-ron a buscar nuevas fuentes y métodos y –lo que es uno de los principales objetivosdel libro– provocó mucho debate sobre lasinterpretaciones vigentes (págs. 5-6). ¿Enqué consistió el debate? Para Russell, la

    4. La región de las Praderas la integran las provincias de Alberta, Saskatchewan y Manitoba (N. delT.).

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    identidad «canadiense»5 está ligada a te-mas como la centralidad de la agricultura ylos valores rurales, bien expresados por elabate Groulx al afirmar que la «propiedadfamiliar» fue «el legado de nuestros ances-tros», «algo vivo», casi como una «reliquiareligiosa» (pág. 44). Este es el contexto enel cual otros estudiosos aportaron sus datosy sus análisis de la «economía dual» (pág.36) tradicional, basada en la agricultura yel tráfico de pieles y que se vería reestruc-turada posteriormente al entrar en con-tacto con los componentes más diversos del«mercado Atlántico» (pág. 80).

    Para el caso de Ontario, Russell afirmaque el debate fue más «moderado y limi-tado» (pág. 7) y argumenta que la centrali-dad del Quebec se debe al papel jugado porla agricultura en el «origen y carácter delnacionalismo canadien» (pág. 96). Sin em-bargo, muchos especialistas participarontambién en aquel debate, en especial en lascríticas teóricas y metodológicas de la «su-puesta superioridad» de los agricultores deOntario orientados al mercado, respecto alos sectores más dominados por curas yseñores. La conclusión de Russell es que «lacultura es un factor significativo del éxitoeconómico», el cual no puede explicarsetan sólo desde la perspectiva del «hombreeconómico racional» (pág. 95). Para el au-tor, las agriculturas del Quebec y de Onta-rio fueron muy semejantes desde el puntode vista estructural y la diferencia fue ¡lamayor amplitud en la segunda de las pro-

    vincias de la minoría formada por los agri-cultores con una alta productividad!

    Esta conclusión nos lleva a la crítica dela producción de trigo como motor de laeconomía rural de Ontario. Russell parte dela trinidad académica formada por AdamShortt, W.A. Mackintosh y Harold Innis yrecurre a la interpretación de la historiaeconómica canadiense que vincula los mo-delos de asentamiento y los sistemas detransporte con la pesca, las pieles, la ma-dera y los minerales. Este enfoque econó-mico-ambiental de abajo a arriba propicióque Mel Watkin adoptara la tesis de losproductos básicos, lo que algunos conside-raron un «determinismo tecnológico» en lainterpretación de la evolución social y eco-nómica de las clases sociales (pág. 107).Otros, en cambio, afirmaron que la tesis delos productos básicos como «paradigmadominante en la historia económica cana-diense» sería un «mito» que escaparía a la«verificación empírica» (pág. 108).

    Como era de esperar, Russell aportamucha información sobre aquellos quehan criticado tal concepción y, así, nos ve-mos inmersos en una letanía de historia-dores económicos, historiadores y geógra-fos que han dirigido las críticas a variospuntos: el dominio del trigo como pro-ducto básico; el tamaño de las explotacio-nes implicadas; los objetivos a corto plazode los cultivadores y la explotación ecoló-gica que llevaron a cabo; los precios deltrigo y de la tierra; los lazos entre mecani-

    5. El autor utiliza el término francés canadien cuando lo hace el libro para designar la manera comose refieren a sí mismos los habitantes del Quebec. En estos casos, se ha escrito el término entre co-millas (N. del T.)

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    Crítica de libros

    zación y especialización triguera; el cambioa la ganadería; la dinámica de las relacio-nes de género y de poder; el papel ubicuode la economía doméstica, incluso en lasexplotaciones dedicadas a productos bási-cos; el papel de la crisis agrícola en el im-pulso de la Confederación y la anexión deloeste.

    Si el impulso de la urbanización y laexpansión hacia el oeste –junto a las «sos-pechas habituales» de etnicidad, idioma yreligión– modelaron la historia inicial delnuevo Dominio del Canadá, para Russelllas demandas de los «nacionalismos ham-brientos de tierra» del Quebec y Ontariopasaron a primer plano (págs. 167-168).Pero esto se puso en cuestión en el cambiode siglo, cuando las Praderas se preparabanpara la llegada de inmigrantes del viejo estecanadiense y trasatlántico, los cuales hu-bieron de adaptarse a las nuevas realidadesdel Oeste. Una multitud de nuevos gruposétnicos minoritarios aspiraban a asentarseen el «último mejor oeste» (pág. 177) y al-gunos se aseguraron cierto grado de su-pervivencia cultural a través del progresoeconómico en comunidades cohesionadasy hasta en colectivos utópicos. Sin embargo,Russell apunta que, a la postre, las Prade-ras «se rindieron culturalmente a la adap-tación económica» (pág. 188), llegando aun estadio final en este proceso de asimila-ción para aquellos que no «anclaron suidentidad en una existencia rural comuni-

    taria» y se vieron abocados a la urbaniza-ción (pág. 186).

    Russell también somete a escrutinio elpapel de los ferrocarriles en esta estrategianacional de colonización, al examinar larealidad de la retórica de que su construc-ción promovió el asentamiento en tierras li-bres. Algunos historiadores económicoshan criticado la política gubernamental deconcesión de tierras por haberse iniciadoindependientemente de la demanda detransporte. Sin embargo, Russell, aunqueacepta que los autores más pesimistas te-nían razón al afirmar que las concesionesde tierras fueron una forma ineficiente depromover el ferrocarril, concluye que la«viabilidad política» y «los beneficios socia-les de un ferrocarril nacional» justificaríanlos costes (pág. 207). Por mi parte, ¡estoyseguro de que «Sir John A.» estaría deacuerdo!6

    Quizá el capítulo más sugestivo paraeste reseñador es el dedicado a la discusiónsobre «la agricultura de los nativos en lasPraderas» (págs. 209-228). Russell admiteque el asentamiento en el oeste se afirmótras los tratados firmados con los indígenaspara facilitar el acceso a la tierra. Tambiénreconoce que el progreso benévolo que in-corporaba la agricultura significaría que eltratado con los indios es el que habría per-mitido introducir por primera vez en lasPraderas el «cultivo sedentario» de tipo eu-ropeo (pág. 208). Sin embargo, como ha

    6. John Alexander Macdonald, primer ministro del Canadá durante la mayor parte del periodo de1867 a 1891. Impulsó la creación del Dominio británico del Canadá, la expansión territorial, la cre-ación de la Policía Montada y la construcción del ferrocarril. Hubo de dimitir en una ocasión por elescándalo relacionado con el cobro de sobornos en las contratas ferroviarias (N. del T.).

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    afirmado Sarah Carter, no sólo es erróneoel muy repetido mantra de que los indíge-nas de las praderas se resistieron a las es-trategias de aculturación favorables a laagricultura, sino que, además, esos indíge-nas tenían una larga historia anterior decultivo de la tierra y comercio agrícola. Loque resulta claramente demostrado es quela política del Gobierno fracasó a causa dela intolerancia cultural racista, la incapaci-dad para proporcionar apoyo técnico ade-cuado y una intervención socio-culturalopresiva. Pese a estos obstáculos, Carter hademostrado que, hacia 1890, los nativoshabían creado la posibilidad de una agri-cultura comercial próspera (pág. 222).Irónicamente, las posteriores políticas con-trarias a las reservas llevaron al empobre-cimiento de los pueblos indígenas yal reforzamiento de las generalizacionesracistas.

    Al abordar la historiografía general so-bre el cultivo en las Praderas, Russell des-taca cinco debates interrelacionados (pág.229): el papel del Ferrocarril del Pacífico yel ritmo de los asentamientos; los efectos delos costes de la nueva maquinaria sobre losincentivos para avanzar hacia tierras libres;el impacto sobre el cultivo familiar tradi-cional; el lugar que ocupaba el ganado enla agricultura de las Praderas; y la valora-ción de la apertura del llamado Triángulode Palliser7. Tras explorar las interconexio-nes entre estas dimensiones cruciales de lahistoria del oeste, Russell concluye que, a lapostre, «la mayoría de los pioneros vieron

    que las promesas de asentamiento familiareran ciertas». Sin embargo, lanza dos argu-mentos provocadores: a diferencia del Que-bec y Ontario, aquí «los límites del cultivono los definía la geografía sino la econo-mía»; además, el factor decisivo «no era ladisponibilidad de tierras libres para las fa-milias, sino la de crédito para el cultivo, auna escala comercial» (pág. 176).

    La conclusión final de Russell es que lahistoria canadiense no ha sido modeladapor las «elites urbanas dominantes» ni por«la clase obrera potencialmente revolucio-naria», sino por la agricultura y «la dinámicade la explotación familiar» (pág. 277). Paraello, señala tres conclusiones principalesde su repaso a la trayectoria que va desdela agricultura «canadiense» de finales del si-glo XVIII hasta la de las Praderas de princi-pios del XX. En primer lugar, aunque suestudio ha destacado sobre todo las dife-rencias entre la agricultura del Quebec y lade Ontario, el libro ofrece una síntesis másamplia de la nación, en particular el des-arrollo cultural y económico de las Prade-ras. En segundo lugar, en el examen dequién controlaba la tierra y su disponibili-dad, las influencias desde arriba del Es-tado y de los grandes poderes fueron muyinfluyentes, pero cada vez aparece comomás importante el papel de los asenta-mientos pioneros, en una perspectiva deabajo a arriba. Finalmente, Russell quierezanjar el asunto con la afirmación de queengranar estas perspectivas a veces en con-flicto influye en «cómo aprendemos del pa-

    7. Zona situada en las Praderas, al sur de las provincias de Alberta y Saskatchewan, inicialmente de-dicada a la ganadería y más tarde productora de trigo (N. del T.).

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    sado» y que la historia agraria del Canadáseguirá atrayendo «nuevas fuentes, nuevosmétodos y nuevos investigadores» (pág.285).

    Sin embargo, no estoy convencido delpapel dominante de la agricultura en laodisea canadiense que constituye el objetode análisis de Russell. Más bien, este estu-dio me ha llevado a reforzar mi convicciónen la importancia de las profundas interre-laciones entre una tríada de fuerzas pode-rosas: la inmigración, el transporte y la

    agricultura. Además, el libro también dafuerza al compromiso para una mejor va-loración de nuestra población indígena y delas First Nations en la construcción de lahistoria del Canadá. Es esto, sobre todo, loque hace de esta magnus opus de PeterRussell una valiosa contribución a nuestrahistoriografía.

    Brian S. Osborne

    Queen’s University, Kingston, Ontario.

    (Traducción de S. Calatayud)

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    Dulce FreireProduzir e beber. A questão do vinho no Estado NovoLisboa, Âncora Editora, 2010, 418 páginas.

    En la década de 1920, los mercadosvinícolas internacionales se carac-terizaron por una pronunciada ten-dencia a la saturación: el crecimiento delárea cultivada en América y África y la ele-vación media de los rendimientos por hec-tárea en las viñas post-filoxéricas provoca-ron inestabilidad y baja gradual de losprecios. La crisis del 29 vino a deprimir aúnmás el comercio internacional, agravandola situación de la vitivinicultura en los años30. Desde luego no todas las vitivinicultu-ras vivieron de la misma manera este perí-odo: los países que destinaban un porcen-taje mayor de su producción de vino almercado exterior, se enfrentaron a proble-mas más graves que aquellos que contabancon un amplio mercado interior. Pero enunos y otros –a causa de la sobreproduc-ción estructural–, los años veinte y treintaconstituyeron un período de diseño y

    puesta en práctica de instituciones y nor-mas diversas destinadas a regular el mer-cado vinícola. Con el vínculo común ofre-cido por la Office Internationale de la Vigneet du Vin, un organismo intergubernamen-tal creado en 1924 que actuó a la vez comocentro de información y como laboratoriode ideas, los diversos estados productoresensayaron vías para reducir los excedentes,estabilizar los precios, reducir los costes ycapturar y consolidar segmentos del mer-cado exterior.

    Entre los estados productores afecta-dos por la saturación del mercado interna-cional se hallaba Portugal, un país en el quea partir del golpe militar de 1926 se con-solidó un régimen autoritario, bajo la ins-piración del ministro de Hacienda, AntónioOliveira Salazar, quien en 1932 pasó a con-vertirse en presidente del Gobierno y en1933 hizo aprobar la constitución del Es-

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    tado Novo. Al margen de los mecanismospolíticos que garantizaban la dictadura deSalazar, una de las mayores novedades delrégimen estribaba en su corporativismo,en su proyecto de solucionar los conflictossociales y económicos de cada sector pro-ductivo por medio de organismos únicos yde afiliación obligatoria, encabezados porrepresentantes de los diversos interesesafectados y respaldados e impuestos por elpoder público. Dadas las especiales difi-cultades por las que atravesaba la vitivini-cultura, su relevancia en la estructura eco-nómica y en la balanza de pagosportuguesas y la multiplicidad de fórmulasregulatorias propuestas o aplicadas en di-ferentes países, democráticos y autorita-rios, no es de extrañar que el vitivinícola seconvirtiese en uno de los campos en los queel Estado Novo trató desde fechas tempra-nas de probar el potencial de su dirigismoeconómico sobre la base de institucionescorporativistas.

    Explicar la génesis, evolución y prime-ros resultados de las políticas y el funcio-namiento de las instituciones destinadas aresolver la questão do vino en la década de1930 es el objeto del libro de Dulce Freire.Su mirada va en múltiples ocasiones mu-cho más allá de ese momento inicial, en elque en cualquier caso se sentaron las di-rectrices de una política que, a grandes ras-gos, se prolongaría hasta la caída de la dic-tadura en 1974 e incluso hasta la entradadel país en el Mercado Común, en 1986. Elfoco cronológico de su estudio se sitúa portanto una década clave en el desarrollo delas instituciones vitivinícolas: mirandodesde España, no hay que olvidar que 1932

    no fue solo el año de aprobación de la re-forma agraria sino también el del Estatutodel Vino, vigente hasta la década de 1970.Pero hay además un foco espacial porcuanto que la segunda parte del libro estácentrada en el Oeste de Portugal, una sub-región de Estremadura, que concentrabauna importante producción de vinos co-munes. Puesto que en Portugal la regióndel Duero y el vino de Oporto y las otrasdenominaciones vinícolas (regiões demar-cadas, todas relativamente pequeñas salvola del vinho verde) tenían sus propios ras-gos económicos y fueron dotados de órga-nos específicos, la elección del Oeste nos re-mite al vino de pasto o común. Ambasdelimitaciones, cronológica y espacial (y lade subsector implícita en esta última), sonfundamentales para que la autora pueda irmás allá del retrato global del proceso deinstitucionalización y de las directrices de lanueva política y presentarnos con nombresy apellidos (en ocasiones literalmente) alos actores, sus redes, sus movimientos ycontramovimientos y su impronta sobre elresultado global del proceso. De este modo,la Administración Pública y las organiza-ciones corporativas dejan de ser cajas ne-gras a las que hay que atribuirles hipotéti-camente racionalidades y pautas decomportamiento a partir de los rasgos delos grupos participantes y de los resultados,y pasan a ser campos de prácticas, en losque se pueden discernir reglas de juego, es-trategias y construcción de programas deactuación.

    La Federação de Viticultores do Centroe Sul de Portugal, creada en 1933, y losgremios municipales de vitivinicultores, se

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    enfrentaron a múltiples problemas paradesarrollar la labor de regulación del mer-cado que les atribuyó el Estado. Por ello en1937 se estableció la Junta Nacional doVinho (JNV), un organismo público de co-ordinación económica, que implicaba ungiro hacia el corporativismo estatalista, porcuanto que se inscribía plenamente en lasestructuras administrativas, no obstante larepresentación de algunos de los interesesvinícolas, con un claro desequilibrio a favorde los mayoristas y los grandes productores.Desde la JNV se gestionó en los años sub-siguientes la regulación de los excedentesde vino común, cuyo volumen se intentódisminuir mediante la promoción del con-sumo interior y, sobre todo, mediante ladiscriminación positiva del consumo en lascolonias portuguesas. Más allá de esta po-lítica a corto y medio plazo, la JNV declarósu apoyo a una política de qualidade, que enla práctica se limitó a promover la estabili-dad de los vinos producidos para hacer po-sible su almacenamiento en el marco de lapolítica de garantía de precios.

    Como pone de relieve Dulce Freire, enfechas muy tempranas se abandonó cual-quier proyecto de reconvertir en profundi-dad la vitivinicultura, con lo que Portugalacabó llegando a los años ochenta con unaenorme producción de vino común indife-renciado, con excedentes crónicos, y conun sector de costes altos y un peso relati-vamente bajo (si lo comparamos con Es-paña) de las bodegas cooperativas. El pesode los mayoristas y de los grandes produc-tores de vino, en principio más dinámicosque los infrarrepresentados pequeños co-secheros y comerciantes minoristas, no se

    tradujo en una transformación global delsector: fomentó por el contrario la conti-nuidad, el inmovilismo, en la medida enque logró captar rentas con cargo a losconsumidores europeos y africanos y hastacierto punto al presupuesto público.

    Dulce Freire nos presenta en definitivala historia de la regulación estatal de unsector, en el marco de un proyecto corpo-rativista autoritario, en la que una parte delos regulados logran capturar el órgano re-gulador y, dentro de las limitaciones pre-supuestarias y normativas de éste, emple-arlo en su beneficio mediante la fijación deuna trayectoria de consecuencias relativa-mente negativas para el conjunto del sectory para la economía pública. En una obraque, como he señalado antes, consideromuy adecuada para entender el funciona-miento de los órganos regulatorios, estejuicio global sobre las consecuencias sec-toriales de la regulación resulta, a mi en-tender, presentista. La especialización envino común de precio bajo en muchas re-giones mediterráneas solo aparece comoun error con la perspectiva que nos ofrecenhoy en día las tendencias del consumo y delcomercio internacional a finales del sigloXX y comienzos del siglo XXI. En las déca-das anteriores a 1970 había escasa salida enlos mercados interiores de los países pro-ductores para vinos de calidad tal y comolos entendemos hoy, es decir, diferenciados(y por lo tanto embotellados), con rasgosorganolépticos asociados a variedades lo-cales, añadas y procedimientos complejosde elaboración, criados en bodega… Tam-poco las cosas resultaban más sencillas enel mercado internacional en el que, al mar-

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    gen de las barreras proteccionistas, habíauna asentada jerarquía de prestigio. Tratarde hacer un vino común sano y estable ydestinarlo a lo que se podía prever que se-ría un mercado de masas, resultaba unapolítica aparentemente sabia. Casi nadiepodía esperar entonces que el consumo co-tidiano se desplomaría con el crecimientode la renta, mucho antes de que se alcan-zaran las cifras per cápita obtenidas enFrancia tras la Gran Guerra, y que parale-lamente las clases medias de los países noproductores empezarían a demandar vinossuperiores para sus celebraciones. Sostengopor tanto que las políticas vitivinícolas delEstado Novo adquirirían otro significado sise analizasen en comparación con las apli-cadas al vino común en otros países pro-ductores (España, Italia, Francia…) en elmismo período y no en comparación conlas que introdujo el Mercado Común apartir de los años setenta.

    Esta tendencia a evaluar las políticasdel pasado a partir de una informacióndesconocida, es más, absolutamente inac-

    cesible, para quienes en él tomaron deci-siones, es muy común entre los historiado-res. Por eso tiene mucho sentido hacer his-toria comparada de las políticas–económicas o no– para poder captar susentido y valorar sus condicionantes. Desdeluego el libro de Dulce Freire ofrece un pi-lar adecuado para esa empresa, porque estábien documentado, bien construido y bienresuelto en su estructura y en sus tesis.Pero más allá del valor de lo que explica so-bre la política vitivinícola (y por lo tanto desu relevancia para observar otras políticasvitivinícolas en otros países en la posgue-rra), Produzir e beber es un trabajo impor-tante para comprender la sociedad ruralbajo el salazarismo y para entender las cla-ves del propio Estado Novo. Un libro com-pleto que esperemos que encuentre los lec-tores que merece en una España, cuyoNuevo Estado tantas semejanzas –y tantasdiferencias– tuvo con el portugués.

    Juan Pan-Montojo

    (Universidad Autónoma de Madrid)

    Irit Amit-CohenZionism and Free Enterprise: The Story of Private Entrepreneursin Citrus Plantations in Palestine in the 1920s and 1930sIsrael Studies in Historical GeographyBoston y Berlín, Walter de Gruyter; Jerusalén, MagnesPress, 2012, 203 páginas.

    El libro que comentamos es la edi-ción inglesa de un trabajo publi-cado en hebreo en 2006 con el tí-tulo The Riddle behind the Cypress. Laprofesora Irit Amit-Cohen «aspira a pre-sentar el relato íntimo y cercano que sub-

    yace bajo los fragmentos y testimonios delos paisajes culturales y temas locales rela-cionados con las explotaciones agrícolasdedicadas al cultivo de cítricos en las dé-cadas de 1920, 1930 y 1940 en los asenta-mientos judíos [en Palestina]» (págs. 5-6).

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    Para analizar las plantaciones de cítricosimpulsadas por capital privado (por oposi-ción al sionista Fondo Nacional Judío, pre-sentado a menudo en la literatura como de«capital público»), Amit-Cohen concibe «losrestos de las empresas en el entorno rural[como] ‘lugares de memoria’ del paisajehistórico y parte del fenómeno arquitectó-nico, económico y social que se difundiópor Palestina bajo el Mandato» (pág. 7).

    La autora ha sacado a la luz un impre-sionante conjunto de fuentes. Su estudio delos inversores privados que dedicaron sucapital al desarrollo y producción de los cí-tricos le ha exigido pasar de los archivospúblicos a los documentos privados, histo-rias familiares, correspondencia privada yentrevistas con algunos descendientes. Deesta manera, se da vida a la personalidad ymetas de los individuos, cuestiones que ha-bitualmente se dejan de lado en la histo-riografía sobre el movimiento sionista y lahistoria de Palestina bajo el Mandato bri-tánico. Algunos de los propietarios y ad-ministradores de plantaciones de cítricoshabían sido caricaturizados en la época,atribuyéndoles el papel de villanos, en lascampañas políticas organizadas por el sio-nista Partido Laborista y su sindicato her-mano, la Histadrut, cuando reivindicabanla contratación sólo de trabajadores judíosen estas plantaciones.

    El libro de Amit-Cohen permite a loslectores formarse una visión más matizadade estos individuos. Dedica bastante espa-cio a sus concepciones del sionismo, porejemplo a la cuestión de si considerabannecesario emigrar personalmente a Pales-tina o les bastaba con facilitar la inmigra-

    ción de otros. Explora también sus posi-ciones ideológicas en cuanto a las relacio-nes entre el capital y el trabajo. No es sor-prendente, por ejemplo, que muchos deestos individuos, tuvieran una concepciónpoco favorable de los sindicatos. Uno deellos en particular, Alfred Mond, destacópor postular que, en palabras de Amit-Co-hen, «el salario del trabajador ha de estar enconsonancia con su contribución a los ob-jetivos de la empresa y la habilidad, efi-ciencia, frugalidad e independencia eco-nómica que desarrolle» (pág. 150).

    Los lectores pueden encontrar en el li-bro descripciones detalladas de los antece-dentes familiares, país de origen y negociosanteriores de los individuos estudiados, queincluían judíos sionistas de Europa, Amé-rica del Norte, Sudáfrica y hasta un judíoegipcio de Alejandría. La discusión de losantecedentes personales y profesionales deMax Edelman (inexplicablemente, esteapellido aparece en el libro unas vecescomo Edelman y otras como Adelman)permite a la autora contextualizar más ade-cuadamente su papel como inversor y ad-ministrador de plantaciones de cítricos. Enlas manifestaciones y choques en el en-torno de las fincas de Edelman a principiosde los años treinta, la Histadrut (que pa-trocinaba los piquetes y movilizaciones in-dustriales) intentó presentarle como untraidor a la causa sionista y como un ene-migo de clase de los trabajadores judíosque trabajaban en sus campos. Aunque losconflictos laborales se abordan de pasada,el texto ofrece un retrato más rico y com-pleto de Edelman y de las motivaciones delas prácticas empresariales que siguió.

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    También resultará de interés para loshistoriadores el tratamiento de los capita-listas sionistas implicados en este sector, encontraste con otros inversores sionistas y,en ocasiones, con la entidad sionista com-pradora de tierras, el Fondo Nacional Ju-dío. En su detallada biografía económica deAsher Pierce, la autora explica la coopera-ción y, más tarde, el pleito que Pierce man-tuvo con su socio Alfred Mond. Se pone asíde manifiesto que los planes de adquisiciónde tierras de Pierce chocaban con los delFondo Nacional Judío, hasta el punto quePierce trató de sabotear los esfuerzos delFondo para obtener tierras que él no podíacomprar. Aunque la autora muestra cautelaen su conclusión, la investigación arrojanueva luz sobre las compras de tierras porel sionismo en la época del mandato, y de-bilita la idea dominante de que todos lossionistas actuaban de la misma manera.

    El examen del periodo de los añosveinte y principios de los treinta es funda-mental para comprender la continuidad yalcance del conflicto entre judíos sionistasy la población indígena árabe de Palestina.Cuestiones clave de la inmigración sionistay del cambio demográfico, como las com-pras de tierras, y los esfuerzos del sindicatoHistadrut para monopolizar la oferta demano de obra en los negocios propiedad dejudíos (y vetar el empleo de trabajadorespalestinos en ellos), contribuyeron al agra-vamiento del conflicto, que culminó con larevuelta palestina de 1936-1939. Los añosque Amit-Cohen estudia estuvieron mar-cados también, generalmente, por relacio-nes de cooperación y de apoyo mutuo en-tre los sionistas y las autoridades británicas;

    unas relaciones que cambiarían a finales delos años treinta, cuando Gran Bretaña sepreparaba para una posible guerra y bus-caba distanciarse de los estrechos lazosmantenidos con el sionismo.

    En las zonas rurales palestinas, estosaños estuvieron marcados por continuascompras de tierras por parte de organiza-ciones sionistas y de inversores privados, locual agravó considerablemente el problemade la falta de tierras entre la poblaciónárabe. La capacidad de los compradoressionistas para ofrecer precios superiores alos del mercado resultó irresistible paramuchos terratenientes palestinos y la ex-pulsión de los aldeanos antes de la comprafue, a menudo, una condición exigida poraquellos compradores. Los partidos políti-cos sionistas y, en particular el laborista, seoponían al empleo de trabajadores árabespalestinos en las tierras adquiridas y se ne-gaban incluso a la posibilidad de emplear-los como jornaleros.

    Sin embargo, el campo también fue tes-tigo de conflictos entre diferentes partidospolíticos y sus seguidores dentro del es-pectro del movimiento sionista. Como seha dicho más arriba, a finales de la décadade 1920 y principios de la siguiente, la His-tadrut desarrolló una campaña sistemáticaen las explotaciones de cítricos para impe-dir la contratación de palestinos, en su ma-yoría habitantes de las aldeas vecinas, conel lema «cien por cien de mano de obra he-brea». Esta campaña bien organizada se di-rigía a los propietarios y administradores deplantaciones de cítricos que empleabanobreros palestinos y utilizaba epítetos como«alienados» o «traidores», mientras los tra-

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    bajadores eran tildados de «extranjeros».Los piquetes a la entrada de las plantacio-nes a veces degeneraban en enfrentamien-tos y peleas con los trabajadores árabes,que requerían la intervención de la policía.Estas luchas eran celebradas en la prensadel laborismo sionista como batallas heroi-cas en la causa de la «tierra hebrea» y del«trabajo hebreo», pero eran criticadas en laprensa de los partidos sionistas próximos alos propietarios de naranjales y tratadascon indignación y desaliento en la prensaárabe, que veía en estos piquetes la pruebade la actitud hostil del sionismo hacia la po-blación autóctona.

    Sin embargo, los lectores que busquenuna discusión de estos acontecimientosquedarán decepcionados. La campaña depiquetes afectó a la finca de Edelman, perosólo se hace una referencia de pasada a unconflicto que duró varios meses y fue reco-gido por la prensa escrita en hebreo, árabee inglés. Tampoco presta mucha atención laautora a las diferencias ideológicas entrelos partidos y movimientos sionistas, queconvirtieron las plantaciones de naranjosen escenario de conflictos. El estudio del«sector privado» habría mejorado si se hu-biera tenido en cuenta su tamaño relativorespecto a la economía sionista en conjuntoy, por ejemplo, el total de tierras compradaspor estos inversores individuales compara-das con las adquiridas por el Fondo Nacio-nal Judío. Esta insuficiente atención al con-texto más general aparece también en otrospuntos. Así, por ejemplo, los lectores se en-contrarán con Ezra Dannin, que trabajócon Edelman y es descrito como un «agró-nomo reputado por su conocimiento del

    cultivo de cítricos en la llanura costera» (p.59), pero se sorprenderían si se les dijeraque fue también espía y uno de los funda-dores de los servicios de inteligencia ante-riores al nacimiento del Estado de Israel.

    El texto no se ha visto favorecido por laedición inglesa. Abundan los problemas detraducción y de estilo, con numerosas frasesmal construidas. A los trabajadores sionis-tas se les denomina, inexplicablemente,«campesinos» (págs. 56 y 142), un términoque habitualmente es utilizado casi exclusi-vamente para referirse a un sector de la po-blación indígena y no a los colonos. Aunqueel Estado de Israel no existió hasta 1948, loslectores se sorprenderán de encontrar refe-rencias a «Israel» en los años veinte (pág.140) e incluso tan pronto como en 1909(pág. 126, nota 349). De una rica familia ju-día egipcia se dice que se benefició de susvínculos con «el régimen germano-austríacoen el periodo anterior a la I Guerra Mun-dial» y que obtuvo «la nacionalidad ger-mana-austríaca» (pág. 111). Tal Estado ynacionalidad nunca existieron, igual que noexistía Estado de Israel antes de 1948. Engeneral, la terminología empleada puederesultarle familiar a un lector especializadoconocedor del hebreo, pero será extrañapara una audiencia más amplia, dado que amenudo parece ambigua y falta de con-texto. Sin embargo, pese a estos defectos, ellibro constituye una contribución impor-tante a la literatura sobre el tema y merecela atención de los interesados en él.

    Steven A. Glazer

    Graceland University, Lamoni, Iowa

    (Traducción de S. Calatayud)

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