Cronica los pedroches diciembre 2003 por fede

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21 / 12 / 2003 SEVILLA – HINOJOSA DEL DUQUE Quedé citado con el Barba a las siete menos cuarto en la puerta de casa e impuntualmente a las siete menos veinte nos encontramos, después de quitarle las ruedas y darle algunas vueltas, conseguimos colgar la bici en la percha que el Meji amablemente nos ha prestado, pues él ha preferido irse a esquiar a Sierra Nevada. Fuimos a recoger a Paco a su casa y también tras quitarle las ruedas, su bici quedó instalada en la percha y emprendimos nuestra Ruta a Los Pedroches, largamente acariciada, sobre todo por el Barba. Dada la hora y la festividad del día la carretera estaba bastante solitaria y aproximadamente a la altura de Ecija comenzó a amanecer un día lleno de luz, aunque la temperatura del termómetro del coche fuese bajando progresivamente desde que salimos de Sevilla con nueve grados por allí marcaba los siete. El Barba propuso parar en Ecija para desayunar y comprar pan pero fue rechazada la propuesta porque nos parecía muy pronto además de creer más conveniente hacerlo en la Venta donde íbamos a dejar el coche para así poner en antecedentes al camarero y que le echara un ojito hasta que regresáramos el próximo martes. Casi sin darnos cuenta llegamos a Cordoba y cogimos la carretera a Badajoz comenzando a subir a la sierra donde vimos, a lo lejos, los barracones de Cerro Muriano, lo que nos trajo nostálgicos recuerdos de nuestra época de reclutas al Barba y a mi, Paco es mucho más joven, casi no había nacido por aquel entonces. La carretera es nueva y en su mayor parte es autovía por lo que sin ningún tipo de inconveniente, salvo la sospechosa maniobra de un coche de la Guardia Civil que creíamos que nos iba a parar, llegamos a la Venta del cruce, enfrente del Balneario de Fuente Agria. La temperatura había bajado a seis grados, aunque lucia un sol radiante, desayunamos y como habíamos previsto pusimos en antecedentes al camarero, que no puso ningún tipo de pega. Tras lo cual nos empezamos a preparar para iniciar la Ruta. Sobre las diez comenzamos a subir a Villaharta y hacia la mitad descubrimos un camino que tras investigarlo podía ser la Cañada Real Soriana que íbamos buscando, pero parecía que llegaba al pueblo y después volvía a salir a la carretera, por lo que decidimos seguir por la carretera. Entonces el Barba sacó la gran novedad de la ruta, una cartera de plástico transparente con unos velcros para colgarla en el manillar y así poder tener a la vista los mapas sin necesidad de tener que parar cada vez que hay que consultar algo, es muy práctico según se demostró a lo largo de

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21 / 12 / 2003 SEVILLA – HINOJOSA DEL DUQUE Quedé citado con el Barba a las siete menos cuarto en la puerta de

casa e impuntualmente a las siete menos veinte nos encontramos, después de quitarle las ruedas y darle algunas vueltas, conseguimos colgar la bici en la percha que el Meji amablemente nos ha prestado, pues él ha preferido irse a esquiar a Sierra Nevada.

Fuimos a recoger a Paco a su casa y también tras quitarle las ruedas, su bici quedó instalada en la percha y emprendimos nuestra Ruta a Los Pedroches, largamente acariciada, sobre todo por el Barba.

Dada la hora y la festividad del día la carretera estaba bastante solitaria y aproximadamente a la altura de Ecija comenzó a amanecer un día lleno de luz, aunque la temperatura del termómetro del coche fuese bajando progresivamente desde que salimos de Sevilla con nueve grados por allí marcaba los siete.

El Barba propuso parar en Ecija para desayunar y comprar pan pero fue rechazada la propuesta porque nos parecía muy pronto además de creer más conveniente hacerlo en la Venta donde íbamos a dejar el coche para así poner en antecedentes al camarero y que le echara un ojito hasta que regresáramos el próximo martes.

Casi sin darnos cuenta llegamos a Cordoba y cogimos la carretera a Badajoz comenzando a subir a la sierra donde vimos, a lo lejos, los barracones de Cerro Muriano, lo que nos trajo nostálgicos recuerdos de nuestra época de reclutas al Barba y a mi, Paco es mucho más joven, casi no había nacido por aquel entonces. La carretera es nueva y en su mayor parte es autovía por lo que sin ningún tipo de inconveniente, salvo la sospechosa maniobra de un coche de la Guardia Civil que creíamos que nos iba a parar, llegamos a la Venta del cruce, enfrente del Balneario de Fuente Agria.

La temperatura había bajado a seis grados, aunque lucia un sol radiante, desayunamos y como habíamos previsto pusimos en antecedentes al camarero, que no puso ningún tipo de pega. Tras lo cual nos empezamos a preparar para iniciar la Ruta.

Sobre las diez comenzamos a subir a Villaharta y hacia la mitad descubrimos un camino que tras investigarlo podía ser la Cañada Real Soriana que íbamos buscando, pero parecía que llegaba al pueblo y después volvía a salir a la carretera, por lo que decidimos seguir por la carretera.

Entonces el Barba sacó la gran novedad de la ruta, una cartera de plástico transparente con unos velcros para colgarla en el manillar y así poder tener a la vista los mapas sin necesidad de tener que parar cada vez que hay que consultar algo, es muy práctico según se demostró a lo largo de

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la ruta, aunque no evita alguna perdida, o sea perfecto. Se lo habían traído sus hijos de Londres. Seguimos subiendo llegando a Villaharta donde nos estaba esperando Paco que se había adelantado, le contamos la novedad y seguimos ya por terreno más llano buscando la entrada de la cañada, al fin la encontramos y aunque estaba señalizada su aspecto era deplorable e intransitable, pero en vez de desanimarnos y seguir por la carretera, que a primera vista era lo recomendable, nos adentramos, por supuesto andando, pasando por una especie de vertedero donde una gran pala movía material humeante que no logré identificar, un poco más adelante unos operarios intentaban tapar con piedras un gran charco que se había formado en el camino e impedía el paso de cualquier vehículo, menos a nuestras inefables bicis que con nosotros al lado pasaron por una estrecha franja de hierba con lo cual incluso evitamos el mancharnos de barro, pero una vez sorteado estos inconvenientes el camino estaba bien aunque con algunos charcos, pues ha llovido muchísimo en esta zona.

El camino subía y bajaba pero muy cómodo y distraído, porque además de la vegetación, bastante abundante, había unos curiosos hormigueros con grandes conos en sus entradas. Con un silencio y una sensación de soledad que quizás sean las notas dominantes de este viaje, no se oían más que los pájaros, no se veía a nadie, hasta que aparecieron unos quads haciendo un ruido infernal y ocupando todo el camino menos mal que lo oímos venir y nos paramos, aprovechando para que Paco hinchara un poco la rueda de su bici.

Atravesamos varios arroyos pero llegamos al río Guadalbarbo y tuvimos que descalzarnos y pasarlo andando con el natural jolgorio y la providencial aparición de la camiseta del Barba que siempre está cuando se la necesita para secarnos los pies.

Seguimos por una zona bastante llana que nos llevaría al puerto del Calatraveño, pero preguntamos a unos cazadores pues no estabamos seguro si cogiendo por un camino que salía a la derecha y que en el mapa se cortaba, podríamos llegar hasta arriba del puerto, nos dijeron que no y que era mejor ir por la carretera que no estaba lejos, cuando llegamos arriba del puerto vimos que si era posible ir por el camino, pero ya no tenía solución.

Cuando salimos a la carretera empezamos a subir al puerto con una pendiente muy suave y cuando llegamos arriba paramos a ver una estatua extraña que parecía como un tronco de encina y como copa un cochino, ahora lo que si estaba claro era lo bien dotado sexualmente que estaba el encino.

Comimos unas naranjas mientras mirábamos la escultura, veíamos que hubiera sido posible subir por camino, nos deleitábamos con las vistas del valle y saludamos a unos montañeros que estaban en lo más alto del puerto por el que íbamos a entrar en Los Pedroches.

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Volvimos a la carretera esta vez bajando y siguiendo el mapa giramos a la izquierda cogiendo la antigua carretera de Bélmez, fuera de uso y en muy mal estado pero bien para las bicis, por el íbamos cuando Paco decidió pedir pan en un cortijo donde estaban de celebración unos cazadores con sus familias, pues al final no lo habíamos comprado y no eran plan de comernos sin él la tortilla y el chorizo que llevaban, le dieron una rosca después de un buen rato de charla.

El Barba decidió que no nos parábamos a comer hasta que no tuviéramos claro el camino a seguir, de forma que hasta que no encontramos el segundo camino y lo ratificamos atravesando el río Guadamatilla, ya bastante cerca de Hinojosa, no nos paramos.

Eran sobre las cuatro y a decir verdad se nos había pasado el hambre, de forma que cuando paramos a comer las ganitas eran pocas, nos comimos media tortilla y un pedazo de chorizo, el agua era escasa lo que no ayudaba a echarlo para abajo, el Barba casi no comió nada pues estaba nervioso con la cita con la prima y la hora, decía, se nos estaba echando encima.

Así que rápidamente nos pusimos de nuevo en marcha y el camino nos llevó por inmensas dehesas con alcornoques muy viejos que se asemejaban a la escultura del Puerto de Calatraveño y en cuyo suelo aparecían grandes bolas de granito propias de estos pagos, era muy bonito al estar cubierto de un manto verde del que sobresalía el granito gris.

Llegamos a la ermita de San Sebastián tenía el brocal del pozo y un abrevadero vaciado en granito y una bomba para sacar agua manualmente, pero no funcionaba, el sitio era bastante bonito y sacamos algunas fotos. Enfrente había una especie de Milardo romano pero no indicaba la distancia ni era romano.

Entramos en Hinojosa por un sitio que al Barba no le sonaba nada por lo que al principio estaba un poco despistado, pero paramos para que se cambiara, porque le daba corte presentarse con los culotes. Bajamos hasta llegar a la fuente, entonces ya se orientó, paramos a coger agua por supuesto. La fuente que llaman del Pilar esta construida en granito y la constituyen dos muros iguales, con dos arcos ciegos y un frontón rematado por un pináculo y dos balaustres, unidos por un abrevadero.

El Barba nos hizo un recorrido turístico parándonos sobre todo en la iglesia de San Juan Bautista conocida en la zona como la Catedral de la Sierra, con unas torres mudéjares muy interesantes y con una ventana cuyos lados no forman ángulos rectos sino obtusos como las saeteras de los castillos, muy curioso, pasamos por la calle principal que le llaman de la Corredera y llegamos a casa de la prima.

Nos la presentó y nos invitó a entrar saludando a la madre, una señora muy anciana, pero que conserva bastante bien la cabeza, nos enseñó la casa,

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una casa inmensa, con tres patios muy grandes, en uno de los cuales había un brocal y un abrevadero vaciado en granito, y muchas habitaciones distribuidas a lo largo de un anchísimo pasillo, todo muy grande y con los techos muy altos, claro que las habitaciones que más utilizaban las habían reformado y acondicionado para hacerlas más cómodas.

Nos dio las llaves del chalet que nos dejan para dormir y nos despedimos quedando en ir a tomar una cerveza una vez que nos hubiéramos aseado un poco.

De nuevo sobre las bicis salimos del pueblo, no sin antes enseñarnos el Barba la casa que había sido de ellos, recorrimos unos dos kilómetros y tras algunos titubeos encontramos el chalet justo cuando la luz empezaba a desaparecer.

La cancela tenía una cadena con el candado abierto, pero tuvimos que abrir las dos hojas para poder pasar, la puerta de la casa después de algunos intentos y cambios de llaves también conseguimos franquearla.

El jardín estaba lleno de verdín y muy deslucido pero en primavera debe ser un sitio muy agradable, la casa también estaba muy húmeda pero nos habían dejado la chimenea preparada y un buen montón de leña en el porche por lo que Paco en muy poco tiempo consiguió hacer un fuego estupendo que caldeó bastante el ambiente.

Paco y el Barba decidieron no quitar las alforjas de las bicis sino coger solo lo que creían que iban a necesitar, nada más lejos de la realidad, la siguiente hora se la pasaron entrando y saliendo porque se les había olvidado algo.

Comenzamos el turno de duchas, tras ardua pelea para encender el calentador, pero cuando el Barba se metió y abrió el grifo se apagó, no había gas, vimos que el frigorífico también funcionaba con gas, pero la bombona también estaba vacía, así que no había más remedio que hacerse un lavadito y mañana será otro día y aunque el agua estaba una jartá de fría, así lo hicimos.

Otra curiosidad es que tienen la corriente eléctrica por paneles fotovoltáico por lo que utilizan en todas las habitaciones unas lamparas especiales, como tubos fluorescentes, que supongo tendrán un bajo consumo y que tardan un poco en dar toda la luz de que son capaces, pero una vez calientes dan una muy buena luz.

Una vez arregladitos nos fuimos a comer, tuvimos que ir andando por la carretera hasta el pueblo y como ya era completamente de noche Paco llevaba una linterna que siguiendo las instrucciones del Barba avisaba a los conductores de nuestra presencia, así llegamos al Restaurante la Finojosa en la avenida del Marques de Santillana en el que el Barba aseguraba se comía estupendamente. Entramos y el camarero nos dijo que era muy

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temprano y que todavía no funcionaba la cocina, por lo que pensamos tomarnos una cerveza para hacer tiempo, pero cuando nos íbamos a sentar nos dijeron que ya podríamos pasar al comedor y hacia allí nos dirigimos.

El Barba nos recomendó que pidiéramos sopa de ajo con almendras que estaba buenísima y Duelos y Quebrantos, que era un revuelto de jamón, patatas, etc.

Cuando el camarero vino a tomar nota inocentemente pedí sopa de ajo con almendras y echándose a reír nos dijo que no era con almendras sino con almejas y ahí empezó el cachondeo que remató cuando trajeron el plato de Duelos y Quebrantos que de revuelto nada, eran dos huevos fritos con jamón, beicon y patatas, menos mal que solo habíamos pedido un plato, también pedimos flamenquines que aquí los ponen enormes de gordos y largos, nos tomamos también una ensalada y una copita de vino de pitarra, que aquí es bastante dulce y no pincha.

Una vez comidos nos entró un flojera tremenda por lo que decidimos llamar a la prima y decirle que no nos esperara que estabamos muy cansados y que nos íbamos al chalet.

Caminando por la carretera bajo un cielo impresionantemente estrellado llegamos de nuevo al chalet y viendo que solo eran las diez, reavivamos la chimenea con la leña del porche y sacamos una botella de Licor 43 que encontramos para acompañar unos roscos de chocolates que no tuvieron mucho éxito.

Y delante de la chimenea hablando del extraño comportamiento de algunos, nos dieron las once, hora que nos pareció perfecta para meternos en los sacos. José Luis se fue a la última habitación y Paco y yo nos quedamos en una que había al lado del salón, pegando las pestañas rápidamente.

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22 / 12 / 2003 HINOJOSA DEL DUQUE / FUENTE-OBEJUNA Nos levantamos sobre las ocho, gracias a nuestro querido imaginaria,

el Barba, y después de unas someras abluciones y dejando en perfecto orden de revista el chalet, bajamos al pueblo a desayunar.

Ninguno de mis compañeros habían dormido demasiado bien, el Barba había peleado toda la noche con el saco y no había encontrado la postura y a Paco le había sentado mal algo de lo que comimos o la aspirina que se tomó antes de acostarnos y estaba bastante chungo.

Fuimos al Bar Pepe que está al lado del mercado pues teníamos intención de comprar naranjas y pan para el camino pero resultó que solo había mercado los martes y los viernes, así que nos fuimos al Bar mientras el Barba iba a dejar la llave en la ventana de casa de la prima según habían quedado la tarde anterior.

Antes de que nos hubiesen servido estaba de vuelta, con lo que desayunamos muy tranquilamente mientras veíamos en la televisión la introducción de las bolas en los bombos y todos los prolegómenos del sorteo de la lotería, el Barba y yo tomamos tostadas y café y Paco una infusión, cuando se iniciaba el sorteo salimos, no me pareció que estuviéramos muy interesados en la suerte, nos interesaba mucho más la ruta que íbamos a iniciar.

Como aun no habíamos conseguido comprar las naranjas, el Barba nos guió hasta el supermercado, Mi Super, y compramos las naranjas, el pan, una botella de agua y otra de Gatorei para Paco, repartimos las naranjas, llenamos los botes y partimos no sin antes ir Paco, pese a su enfermedad, a descambiar una naranja que tenía un golpe.

El Barba se acordó que había una panadería muy buena y nos dijo que nos cogía de paso, así que nos dirigimos hacia allí, efectivamente el olor inconfundible de pan recién hecho no admitía duda de hacía donde teníamos que ir, cuando llegamos casi nos recibe en la puerta uno de los dueños que era aficionado y había sido presidente de una peña ciclista y el Barba rápidamente “pegó la hebra” preguntándole si sabía el camino que teníamos que coger, pero como era de bici de carretera, no estaba muy enterado, de todas formas nos dijo que en el cuartel de la Guardia Civil nos podrían informar de los caminos y sobre todo del estado de los mismos después de la mucho agua caída.

Como también nos cogía de paso y el Barba no tenía muy claro por donde teníamos que tirar paramos en el Cuartel y entró el Barba solo, nosotros lo esperamos en la acera de enfrente al solesito, observando la

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cantidad de pájaros que entraban y salían de los silos antiguos que había al lado.

Según nos contó al salir lo trataron muy amablemente desaconsejándole que tomara por los caminos pues estaban muy embarrados, cosa que lógicamente no nos amedrantó.

Así que sobre las diez y bajo un sol espléndido que iba derritiendo la escarcha, dándole a todo un brillo de recién estrenado, nos fuimos alejando del pueblo camino de la ermita de la Virgen de la Antigua.

Todo el campo estaba sin plantar y había un poco de desolación, pero el cielo estaba tan azul que casi no se notaba y el sol calentaba bastante por lo que cuando llegamos al inicio del camino de la ermita paramos para quitarnos el exceso de ropa y el Barba se creyó que había perdido el enganche del casco y después de haberlo buscado resultó que lo tenía enganchado en el otro lado.

Continuamos adentrándonos en un encinar cada vez más bonito, había algunos chalets en las zonas más altas y alguna repoblación de pinos hasta llegar a la ermita, pero nosotros antes de llegar giramos a la derecha por un magnífico camino que nos llevó hasta donde tenía la finca el padre de Felicia, un lugar precioso y separado por un camino de un parque forestal, por este camino tiramos bajando hasta un riachuelo que tras pensarlo detenidamente atravesamos con alguna dificultad, nada más atravesarlo nos encontramos con un tractor donde venían un padre y un hijo a los cuales paramos para preguntarles si íbamos más o menos bien, nos dijeron que por allí íbamos de nuevo a la carretera a un sitio que llamaban Las Escuelas pero que el camino era muy complicado y estaba perdido pero que siguiendo el camino que traíamos antes de desviarnos llegaríamos a la carretera de Valsequillo y estaba bastante bien.

Volvimos grupa y cruzamos de nuevo el riachuelo y cuando llegamos a una zona llana vimos como un grupo de grullas sobrevolaban las encinas a muy baja altura, paramos y el Barba aprovechó para llamar a la prima y agradecerle su acogida, estuvo hablando y cuando le preguntó si había recogido la llave le dijo que no pero que iba a ver si estaba en la ventana, se cortó la comunicación, cuando volvió a llamar le dijo que no y se volvió a cortar la comunicación, bastante preocupados subimos a la intersección de los caminos, a la entrada del parque forestal para ver si allí tenia mejor cobertura y volvió a llamar, no aparecían las llaves, le dijo que iba a buscarla y el Barba le describió la ventana donde la había dejado, cortaron quedando en llamar después.

Un poco bastante cabreado el Barba aseguraba que la había dejado en la ventana y que la habrían robado, Paco decía que se había confundido de

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ventana, entre veras y bromas continuamos el camino pues tampoco podíamos hacer nada.

Un poco más adelante vimos unos puestos de observación ornitológica, pero estaban cerrado y bastante poco cuidado, pero nos llevamos una gran sorpresa cuando al bajar vimos a la derecha posados en el suelo por lo menos doscientas grullas, que ante nuestros movimientos, pues estabamos en silencio, comenzaron a levantar el vuelo, pero no todas a la vez sino en perfecto orden y una tras otra como la estudiada coreografía de un ballet, nos quedamos embelesados mirando hasta que desaparecieron para posarse al otro lado de la laguna.

Seguimos por una zona claramente deforestada para uso agrícola, muy verde, con las ruinas de una casa antigua con los muros de piedra típico de la comarca, estaba bastante destruida pero el cuadro era de lo más bucólico.

Un poco más adelante Paco divisó un camino que inmediatamente el Barba identificó como Cañada Real de la Mesta, catalogada modernamente como GR-39, era lo que íbamos buscando así que contentos por el hallazgo nos metimos por él.

La Cañada discurría por la parte más baja de pequeños alcores por lo que recogía toda el agua de esto y estaba bastante embarrada, pero al no ser muy transitada por vehículos no había los charcos típicos llenos de crestas, sí había zonas donde se habían hundido las pequeñas pezuñas de las ovejas que después se habían secado y al pasar producía una sensación de traqueteo por todo el cuerpo.

Paramos a comernos unas naranjas en un lugar solitario y llano donde se podían ver muchos kilómetros alrededor, sin nada más que un árbol de vez en cuando, lo que daba una sensación de soledad que solo disipaba el hermoso sol que nos alumbraba.

Aprovechó el Barba para volver a llamar a la prima y esta vez por fin había encontrado las llaves, las había dejado en la ventana de la vecina, la risa alteró la paz que nos rodeaba y también respiramos pues era malajoso que le perdiéramos las llaves después de dejarnos la casa.

Mucho más tranquilo seguimos disfrutando del paisaje, pero entonces empezó a desaparecer el camino y los postes con las señales blanca/roja, seguimos un poco por intuición y otras porque no había más remedio que tirar por allí ¿ Para qué llamar caminos a los surcos del azar? que decía Antonio Machado, seguimos como digo por unos sitios preciosos, rodando sobre la hierba que es una cosa fascinante, porque parece que tu estás abriendo el camino, que tu eres el primero que pasas por allí, cuando se nos presentó un arroyo que no podíamos vadear ni montados ni calzados, así que con la experiencia acumulada comenzamos a quitarnos los zapatos y remangarnos los culotes, para atravesarlo andando, el agua no estaba tan

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fría como la de ayer pero las piedras estaban llenas de verdín y había que ir con cuidado para no resbalarse.

Gracias a la maravillosa camiseta del Barba nos pudimos secar los pies cuando llegamos a la otra orilla, esperando no habernos equivocado y tener que repetirlo en sentido contrario.

Una vez de nuevo dispuestos, comenzamos a subir una pequeña cuesta con alguna discrepancia pues mientras Paco decía que deberíamos ir por una pequeña vereda que discurría paralela al arroyo, el Barba decía que había que seguir por la cuesta arriba que era perpendicular al arroyo igual que el camino que traíamos, yo me apunté a esta teoría y al coronar la pequeña cuesta vimos lo que estábamos esperando: la vía del tren, gran alegría porque además había un paso a nivel justo enfrente de donde estábamos, con un camino bien marcado. Entonces oímos el motor de un tractor que se acercaba y decidimos esperarlo, para que nos ratificara que efectivamente ese era el camino, cuando llegó nos dijo que no, que teníamos que seguir por un camino paralelo a la vía y que a unos doscientos metros había otro paso a nivel y que allí salía el camino.

Efectivamente cuando nos fijamos, entre la maleza, apareció el poste con las franjas blanca y roja, justo en el inicio del camino, felicitándonos por haber preguntado, seguimos el camino que efectivamente nos llevó a otro paso a nivel, pero entonces nos entró la duda ¿había que seguir el camino o atravesar las vías y entrar en la finca cuya cancela teníamos enfrente?

Mientras el Barba iba a investigar por donde seguía el camino, Paco y yo atravesamos la cancela y rodeando un gran fangal bajamos a un camino que iba paralelo a otro arroyo, no había ningún tipo de señal, cuando volvíamos vimos al Barba que bajaba y nos dijo que el otro camino no tenía pinta de llegar a ninguna parte, fuimos hacía el otro lado del camino que atravesaba, por abajo las vías del tren, estaba totalmente inundado y no se podía pasar, así que decidimos volver a la vía, cuando íbamos subiendo nos dimos cuenta que una gran cantidad de vacas, a las que habíamos oído mugir pero no habíamos visto, se acercaban a nosotros por lo que cada vez más aprisa conseguimos llegar a la cancela y cerrarla tras nosotros, dejando a no menos de cien vacas mirándonos con sus grandes ojos mientras nosotros les mirábamos los cuernos.

Un poco desesperados decidimos tirar por la vía, pues ya debía quedar poco para Valsequillo, empezamos a andar y era bastante incómodo y si te montabas en la bici aun peor, así que echándole coraje avanzamos no más de cien metros cuando vimos acercarse un todoterreno procedente de unas casas que antes no habíamos visto, nos paramos y le hicimos señas para que se parara, aunque estaba un poco lejos, pero ante nuestra sorpresa se paró cuando llegó al talud de la vía y un señor bajíto y muy decidido se baja

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del coche y empieza a marinear por el talud que muy bien podía tener diez metros de altura, nos quedamos atónitos ante aquella demostración, esperando una bronca por circular por la vía o por cualquier otra cosa, pero no, se trataba de un hombre muy afable que nos dijo que el camino era el que habíamos visto Paco y yo, pero que no estaba señalizado, pensamos que las señales las había quitado él, porque las señales de paso a nivel de la finca estaban todas por los suelos, pero bueno, nos dijo que no hacía mucho tiempo habían estado por allí gente de la Junta para ver que el camino no estuviera cerrado por ninguna valla ni impedimento, también nos dijo que por la vía no pasaban trenes de pasajeros, solo mercancías entre ellos uno de carbón diario que dijo iba para Madrid.

Nos despedimos y comenzamos a bajar por medio del barrizal que antes tan cuidadosamente habíamos evitado, ante las atentas miradas de las vacas cogiendo el camino hacía la derecha y enfrentándonos a una vaca con ternero, muy peligrosa según el Barba, pero que tenía más miedo que nosotros, así que nos franqueó el paso y seguimos por un camino ya mucho más civilizado con rastros evidentes de la presencia humana hasta que salimos a la carretera.

Como la última parte del camino fuimos subiendo cuando llegamos a la carretera estabamos por encima de todo lo que habíamos recorrido en los últimos kilómetros por lo que se nos ofreció una vista espectacular.

Fuimos por la carretera, estrechita pero con buen firme, disfrutando de la suavidad de la rodada, que se agradece después de un buen trecho por camino, hasta entrar en un túnel del tiempo, pues en la entrada de Valsequillo todavía existen, a ambos lados de la carretera, unos majestuosos eucaliptos que nos recordaron a los que existían antiguamente a la entrada de todos los pueblos, entramos en el pueblo y fuimos a la plaza principal a tomar algo.

Encontramos un bar muy aparente en la misma plaza y entramos, estaba bastante vacío dada la hora, pedimos unos bocadillos de lomo, Paco una tortilla a la francesa y unas cervezas, mientras esperábamos que nos lo prepararan nos trajeron unas patas de mariscos rebozadas, cuyos muslos eran bastantes gordos, así que yo creo que tenían truco, era una masa con algo de “palitos de mariscos” a la que le habían puesto las pinzas de una cigala y la habían rebozado, pero teniendo en cuenta que eran las tres de la tarde, habiendo desayunado a las nueve, nos supo a gloria bendita. Hablando con el camarero nos refirió lo muchísimo que había llovido y que el campo estaba muy encharcado por lo que los agricultores tenían muchos problemas, nos contó que tenía familia en Sevilla y que venía con frecuencia, preguntamos que significaba los troncos y maderas de todo tipo que estaban apilando en mitad de la plaza, nos dijo que era la preparación de la Navidad

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que la celebraban encendiendo una gran hoguera en mitad de la plaza, que todavía quedaba mucha leña por arrimar y que alrededor de la hoguera cantaban y bailaban durante toda la noche. Con cierta prisa, pues se nos iba la luz pagamos y nos despedimos del camarero.

Volvimos a la carretera no sin antes darle una vuelta completa a la leña apilada en la plaza y rápidamente llegamos a La Grajuela, unos cuatro kilómetros, es una aldea pequeña y moderna, le preguntamos a dos elementos que iban en una caja de música sobre ruedas, por donde teníamos que tirar para Fuente Obejuna. Los chavales se portaron estupendamente, pues nos preguntaron si queríamos el camino largo o por el corto, le dijimos que por el corto y nos dijeron que lo siguiéramos, salimos del pueblo llegando a una carretera sin señal ninguna de que condujera a ninguna parte, pero nos aseguraron que por allí se iba, nos lo creímos, se lo agradecimos y seguimos.

La carretera, igual que la que traíamos era estrechita con buen firme y completamente llana y por ella fuimos contemplando los campos cultivados y bastante encharcados, con el sol adquiriendo el color dorado oscuro del atardecer, hasta que en un momento determinado Paco desapareció, había visto la cuadra y la tortilla le había sentado estupendamente.

El Barba y yo seguimos el paseo tranquilamente disfrutando y viendo como al final de la llanura se iba definiendo en lo alto de un cerro Fuente Obejuna, antes de llegar pasamos por un pequeño aeródromo para avionetas de fumigación y un pequeño polígono industrial en una extraña curva que llegaba a la carretera Cordoba-Badajoz, donde, después de atravesarla, nos esperaba Paco.

Paramos a decidir que hacíamos pues no teníamos reservada habitación, el Barba había hablado con alguien que tenía una pensión pero la había cerrado y aunque le dijo que nos alojaba no nos fiábamos de lo que podríamos encontrar, además no estaba en Fuente Obejuna sino en una de las muchas aldeas que la rodean, así que decidimos buscar algo aquí.

Subimos una hermosa cuesta entre centenarios eucaliptos y cuando coronamos vimos un cartel que anunciaba un hotel y un hostal, el Hotel El Comendador y el Hostal Lope de Vega, pero no ponía ni dirección ni señal de ningún tipo, así que preguntamos por el hostal y nos mandaron más arriba, en todo el pueblo no hay una sola calle llana, como después tendríamos ocasión de comprobar, al final llegamos a un caserón con buena pinta y vimos que era el Hotel El Comendador, bueno no era lo que íbamos buscando, pero en la placa de identificación solo figuraba una estrella, llamamos a los timbres, pues la puerta estaba cerrada, y al rato apareció un muchacho con cara de somnolencia, le habíamos fastidiado la siesta, nos dijo que tenía habitaciones y al Barba desde que entramos le gustó, tenía el aspecto de

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casa antigua de pueblo, con su cancela de forja y el recibidor con macetones de donde partía la escalera de madera para el piso superior ya decorado de forma más moderna, tenía un gran patio lleno de macetas de apidistras y muchos veladores, ahora amontonados, pero que en verano deben dar un gran juego, satisfechos del descubrimiento fuimos a por las bicis y a contarle a Paco lo que había, le pareció bien y bajamos un poco la calle para entrar por un portalón que daba al patio, metimos las bicis en una arcada para resguardarlas un poco del relente que a juzgar por el frío que se estaba levantando, esta noche iba a ser importante, cogimos las alforjas y nos dispusimos a tomar posesión de las habitaciones.

El Barba va a dormir solo porque dice que ronca mucho y no quiere molestar, Paco y yo nos vamos a nuestra habitación que está muy bien, no es grande, tiene dos camas, un buen armario y un cuarto de baño bastante amplio, la televisión presidía la estancia.

El primero en ducharse fue Paco que salió muy contento diciendo que la ducha era buena, después entré yo y lo corroboré pues salía agua abundante y caliente lo que nos vino estupendamente porque la habíamos echado bastante de menos y es lo mejor que hay después de un día pedaleando.

Cuando salí Paco había puesto la tele y estaba tendido encima de la cama con los ojillos arrugados, la temperatura era un poco alta para mi y agradable para él, pues había una consola que daba bastante calor y había caldeado la habitación, cuando me vio tuvo la deferencia de bajarla y yo también me eché en la cama para hacer un poco de tiempo antes de salir a dar una vuelta.

Al rato fuimos a la habitación del Barba que aún no había terminado porque le había llamado el cuñado y habían estado hablando de la ruta que él también conocía, cuando terminó nos fuimos pero al pasar por el comedor al Barba también le gustó.

Salimos abriendo la cancela con el manubrio que había en una pequeña hornacina en la pared, la calle estaba desierta y solo se oían los villancicos que emitían los altavoces desde la torre de la Iglesia y hacia allí nos encaminamos, subimos por una calle estrecha, con escalones de grandes huellas, muy bonita y llegamos a la plaza.

Allí estaba la Iglesia que emitía los villancicos que está bajo la advocación de Ntra. Sra. Del Castillo, subimos una larga escalinata y entramos, estaban en misa y no curioseamos mucho, tenía tres naves y en el altar mayor estaba la imagen de la Virgen en un retablo con varias capillas pero bastante sencillo, en la nave de la derecha había una capilla con el Sagrario y ésta sí tenía un retablo dorado, con pinturas de marcos muy barroco sobre fondo rojo, lo que más nos llamó la atención fueron los lienzos

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de pared con pinturas que parecían antiguas, faltaban algunos trozos, las habían restauradas y estaban muy bien pero en el centro del arco central de la nave principal aparecía el antiguo escudo de España, lo cual nos despistó porque ya no supimos si las pinturas eran realmente antiguas y habían puesto el aguilucho en medio, lo que parece más probable, o las pinturas eran modernas, salimos y volvimos a oír los villancicos que curiosamente dentro no se oían. Bajamos las escalinatas que a mi no me gustaban, era una obra reciente que facilitaba el acceso a la Iglesia y al Ayuntamiento, los dos en el mismo lado de la plaza, si bien la Iglesia un poco más arriba y los escalones en la parte común eran larguísimos, de granito gris, lo que le daba un aspecto muy severo, ya digo que para mi gusto lo veía muy alejado de la gracia y el encanto de las plazas andaluzas. Bajamos por la calle comercial del pueblo, iluminada con las típicas luces navideñas, nos llamó la atención una casa con un balcón corrido en la fachada y su blasón sobre la puerta, muy bonita, casi todas las casas antiguas tienen su blasón. Paco compró unas pastillas para el estómago en una Farmacia también muy antigua y le dieron una caja enorme pues, según le dijeron, no había envase más pequeño así que va a tener pastillas para unos pocos de dolores de barriga.

Seguimos bajando y cuando vimos que el ambiente iba decayendo giramos por una calle a la derecha, también importante pues tenía todas las casas blasonadas, que nos llevó ante un palacete de estilo modernista que no pegaba con el entorno, estaban restaurándolo pero no sabemos, ni yo después he encontrado documentación sobre él, por lo que no sabemos ni quién, ni porqué se construyó allí, seguimos la calle girando al final a la derecha llegando de nuevo a la plaza con intención ya de encontrar un sitio para comer, preguntó Paco donde lo podríamos hacer en la primera tienda que vimos, había poca gente por la calle supongo que por el frío, le dijeron que como era lunes estaban los Mesones cerrados pero que podíamos hacerlo en el Circulo o en el bar que había al lado. Entramos en el bar a investigar y pedimos unas cervezas, nos pusieron de tapa chorizo y salchichón que estaba bastante bueno pero no nos gustó mucho lo poco que tenía en los expositores y además había mucho ruido, así que una vez tomadas las cervezas nos fuimos a ver como estaba el Circulo, era un lugar un poco lúgubre, con mucha madera por todos lados, el bar estaba bien, pedimos las consabidas cervezas y esta vez nos pusieron solamente aceitunas, no se veía ambiente de cocina por ningún lado y entonces fue cuando el Barba dejó caer, lo mejor es el restaurante del Hotel y como tenía razón se la dimos.

Nos dirigimos al Hotel, ya el frío te dejaba la nariz y las orejas como pimientos morrones, así que a buen paso volvimos a bajar la calle y girando

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por una calle donde estaba señalizado el hotel, giramos, pasando por delante del palacete, la vez anterior pasamos por detrás, que estaba al lado.

El comedor estaba desierto pero entramos y enseguida salió el muchacho que nos había atendido en la recepción y nos dijo que nos sentáramos donde quisiéramos, escogimos una mesa para cuatro que estaba alejada de otra gran mesa que estaba preparada para alguna celebración.

Rápidamente vino el camarero para tomarnos nota y pedimos ensalada mixta y lomo de orza como entrante, después sopa de picadillo para entonarnos, Paco aún convaleciente no tomó segundo plato, el Barba preocupado por su línea tomó una cazuela de habas y yo me comí un entrecot de mucho cuidado y que estaba exquisito, lo regamos con un buen vino de la tierra y de postre tomamos el Barba tarta de queso, Paco y yo piña.

Unos chupitos, por gentileza de la casa y unos puritos nos dejaron listos para la horizontalidad, cuando los celebrantes de la gran mesa empezaban a animarse.

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23 / 12 / 2003 FUENTE-OBEJUNA / SEVILLA Sobre la ocho menos cuarto entró en el cuarto el Barba diciendo que

si todavía no estabamos preparados, pregunta totalmente retórica pues era evidente que estabamos cuajados, habíamos dormido profundísimamente y nos levantamos muy descansados. Rápidamente nos lavamos y vestimos de forma que cuando fuimos a colocar las alforjas el Barba estaba arreglando el pedal que se le había caído un tornillo y lo tuvimos que esperar, como era temprano no había nadie en la recepción por lo que habíamos acordado dejar la llaves en el mostrador e irnos, ya habíamos pagado las habitaciones al entrar, sacamos las bicis por la puerta principal y de nuevo en la calle sentimos un poco más que el fresco de la mañana, hacía una rasca de aúpa. Se imponía encontrar un bar, la noche anterior preguntamos y nos indicaron el único que podía estar abierto a estas horas, teníamos que bajar todo el pueblo y llegar a la parte mas llana, al parque. En una plazuela al lado del Hotel había una casa con toda la fachada llena de banderas de España y al final una francesa y los herrajes con cabezas de caballos por lo que no sabemos si era la delegación de Fuerza Nueva o la sede de alguna sociedad hípica, que aunque sea más o menos lo mismo, no es igual.

Cuando llegamos abajo no vimos por ningún sitio el bar pero por intuición cogí a la izquierda, porque era cuesta arriba que es lo nuestro, saliendo al cruce con las carreteras que van a Cazalla de la Sierra y a Villaviciosa de Córdoba que es la que teníamos que coger. Echando a volar la imaginación planeamos una ruta de Cazalla de la Sierra, donde llegaríamos en tren desde Sevilla a Fuente Obejuna y desde aquí bajar a Córdoba para coger el tren a Sevilla. Bueno pero lo importante ahora era desayunar y localizamos el bar saliendo del cruce a la izquierda, hacia él nos dirigimos, estaba abierto y muy calentito, pedimos los cafés y tostadas y bajo la protección de un rayo de sol que entraba por la ventana, dimos buena cuanta de ello.

Cuando salimos la mañana estaba radiante, aunque bastante fresca, el cielo totalmente azul y la tierra brillante por la escarcha, nos pusimos en marcha para coger la carretera de Villaviciosa, pero el Barba y Paco se pararon, yo seguí hasta el mismo cruce donde daba el sol, mientras los esperaba vi como se le acercaba un todoterreno de la Guardia Civil, después me contaron que solo les había preguntado que donde iban con el frío que hacía y es que el Barba tiene últimamente unas magníficas relaciones con la Benemérita.

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Por fin salimos de Fuente Obejuna por una carretera estrechita y bastante llana y como ya he dicho con un cielo de los que hacían expresar a Juan Ramón Jiménez “Dios está azul”.

En campo abierto el frío era considerable y la hierba que crecía en la cuneta estaba totalmente blanca. Fuimos avanzando lentamente con muchas paradas para deleitarnos con las bonitas vistas que del pueblo había cuando íbamos alejándonos y más cuando subíamos un pequeño repecho, así que muy lentamente fuimos alejándonos hasta que llegamos a una intersección de caminos, mitad rotonda mitad cruce de toda la vida y nos paramos una vez más a mirar, ya la última, Fuente Obejuna.

Seguimos, tras varias fotos, en la misma dirección que traíamos con una bajada hasta Doña Rama, pequeñisima población que no tenía ni iglesia, al menos no se veía ningún campanario, en la cuneta unos operarios de Obras Públicas habían hecho una fogata y estaban asando algo que olía estupendamente para desayunar, seguimos y empezamos a subir al principio suavemente y después un poco más fuerte, pero a cambio tuvimos durante bastante tiempo a nuestra izquierda unas vistas muy bonitas de Bélmez, con el castillo en lo más alto de una roca y todo el pueblo extendido por la falda de la colina. En una de las rampas que subimos el Barba se quedó un poco atrás y Paco aprovechó para tirarse al suelo e intentar hacerle una foto desde abajo en pleno esfuerzo, pero la máquina no le funcionó y no lo consiguió.

A partir de aquí prácticamente todo fue cuesta abajo y los tres o cuatro últimos kilómetros una pendiente de las que le gusta al Tovar, hasta llegar a Villanueva del Rey con bastante frío por lo que se imponía tomar un buen ColaCao calentito

Villanueva del Rey es un pueblecito que no parece que sea muy antiguo, más bien de colonización de principios del siglo XX, pero parece bastante próspero, estuvimos brujuleando un poco y tras entrar en un pequeño bar en donde nos dijeron que no tenían nada de lo que nosotros queríamos, dimos con la calle principal, en donde hasta pudimos elegir, rechazamos dos bares y nos quedamos con el Bar España. Estaba bien puesto y era muy amplio, el camarero propietario, un chaval joven, que ante la poca clientela se dedicaba a cuidar a su hija pequeña, le pedimos unos bocadillos de lomo Paco y yo, el Barba pidió uno de chorizo frito, él tomó una cerveza, Paco una Coca Cola y yo un Cola Cao, mientras nos preparaba los bocadillo nos puso para picar una cazuelita de chorizo frito, que estaban buenisimos, íbamos entrando en calor, las paredes la tenían decoradas con fotografías de lo que debió de ser y es la vida del pueblo, concurso de esquilar las ovejas, el acarreo de la lana, los notables del pueblo, etc. dimos

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buena cuenta de los bocatas y aunque estábamos muy a gusto había que volver a la carretera.

Dimos la vuelta al pueblo y salimos, esta vez nos esperaba una buena subida, aunque corta, parándonos en lo alto para ver el pueblo y sacar fotos, luego prácticamente todo fue llano y la temperatura también se había suavizado bastante, por lo que íbamos tan placenteramente que nos sorprendió lo pronto que llegamos al cruce de Espiel.

Cogimos la desviación con el sentimiento de que se estaba acabando lo bueno y con algunas subidillas y bajadillas llegamos a la vista del embalse de Puente Nuevo y para celebrarlo nos comimos unas naranjas, aunque eran las dos y media el sol empezaba a amarillear lo que daba un cierto aire melancólico al campo, o era nuestro espíritu.

Después de recoger la navaja de Paco, que se la dejaba olvidada, seguimos por una zona muy deteriorada porque había una cantera y llegamos al puente que atraviesa el embalse, nos paramos, por supuesto y disfrutamos de los alrededores donde había gran cantidad de pájaros, también gente practicando piragüismo, hicimos las consiguientes fotos, seguimos, saliendo a un polígono industrial y subiendo una buena cuesta llegamos a una fuente que manaba generosamente, desde allí se veía Espiel en el otro lado de la carretera y en la falda de un monte, un poco más adelante salimos a la carretera nacional.

La carretera nacional con bastante circulación, aunque con un arcén suficiente era el contrapunto de los dos días que habíamos pasado rodeados de paz y silencio, pero por ella fuimos sin mayores problemas hasta la Venta de cruce de Fuente Agria, donde seguía aparcado el coche.

Durante el tiempo de desarmar las bicis y cambiarnos, el Barba estuvo charlando con dos crías, hijas de uno de los dueños que le preguntaron de todo y que de pronto desaparecieron, una vez recogidas las bicis y cambiados, fuimos a tomarnos un café y una palmera.

Cuando salimos el frío de nuevo había hecho acto de presencia, a pesar de lo cual fuimos a coger unas ramas de lentisco, o similar, para llevárnoslo a casa que resultan muy decorativas y propias de la Navidad.

Sobre las seis partimos de regreso sin nada digno de destacar, paramos a la salida de Ecija a comprar molletes, pero no había, por lo que solo nos sirvió para estirar un poco las piernas, dejamos a Paco en su casa y menos mal que le dije al Barba que no entrara en Luis Montoto y me dejara en el Hotel Occidental pues el embotellamiento que había era fenomenal.

Otro viaje de la Peña distinto a cualquier otro, tanto por el numero de participantes como por el paisaje. Hemos disfrutado de una sensación de soledad que yo nunca había sentido, pero una soledad gozosa, hallada y

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aceptada sin problema, estar en medio de ninguna parte, solo en medio de la naturaleza, fantástico. Por otro lado la gran cantidad de pájaros de diferentes especies que hemos visto, sobre todo las grullas con su elegante aleteo sobre los alcornoques, el vadear los ríos con la bici en una mano y los zapatos en la otra, en fin tantas cosas que aquí solo me atrevo a referir algunas para que con suerte puedan ser el refresco de nuestra memoria en el futuro.