Critica a La Introducción de VOsler

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  • La lingstica espaola del Siglo de Oro

    En su Introduccin a la literatura espaola del Siglo de Oro sostenaKarl Vossler que en Espaa generalmente no se gusta de gramatique-ras, y se prefiere la fuerza de los hechos a las finezas de la palabra1, afir-macin rotunda que trataba de respaldar con lo escrito en pleno Renaci-miento por Fernando de Herrera, segn el cual los espaoles, ocupadosen las armas con perpetua solicitud hasta acabar de restituir su reino a lareligin cristiana, no pudiendo entre aquel tumulto i rigor de hierro acu-dir a la quietud i sosiego destos estudios [filolgicos], quedaron por la ma-yor parte ajenos a su noticia. En consecuencia, considera Vossler quelos triunfos del idioma castellano en Europa y Amrica se deben ms alpoder poltico que al cultivo literario. El espaol lleg, s, a hacerse len-gua internacional, pero su propaganda fue tan rpida, poderosa y vasta,que los cuidados estticos y el anlisis filolgico del idioma y su organi-zacin literaria no tuvieron el tiempo necesario para progresar con an-logo vigor2.

    Claro est que Vossler pasa por alto el hecho de que la observacinde Fernando de Herrera estaba expresada en un pretrito temporal que latrasladaba a la Edad Media, a los tumultuosos tiempos de la Reconquista,y no tena, en rigor, por qu ser aplicada al Siglo de Oro. Claro est, tam-bin, que los triunfos de cualquier idioma suelen deberse sobre todo,aunque no exclusivamente al poder poltico del pueblo de que esa len-

    1 Cito por la primera edicin (Madrid, Cruz y Raya, 1934), p. 22.

    2 Aunque en la segunda edicin, reelaborada, de su obra modifica o, ms bien, matiza Vos-

    sler el texto aqu transcrito, los conceptos son fundamentalmente los mismos; tal vez, algo ms pre-cisos: El castellano se convirti, en efecto, en el idioma mundial espaol, pero su extensin por otrospases y su conquista de los nimos tuvo lugar harto rpida e impetuosamente para que las preocu-paciones artsticas, las diferenciaciones filolgicas y la conformacin literaria del vocabulario pudie-ran seguir a la par y acompaar con la correspondiente eficacia esta carrera triunfal (Buenos Aires,Espasa-Calpe, 1945, p. 18. Trad. del alemn por Felipe Gonzlez Vicen).

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    gua sea portavoz. Cosa que muy bien saba ya Antonio de Nebrija3. Cier-to, por ltimo, que el propio Vossler fundamenta sus apreciaciones en losjuicios de otros humanistas espaoles del siglo XVI, y que l mismo lasmatiza y precisa en prrafos posteriores. Pero, de cualquier modo, la ideade que los espaoles no gustan de gramatiqueras al menos los del Siglode Oro parece haber obtenido aceptacin universal.

    En efecto, sobre la lingstica espaola del Renacimiento nada se dice,prcticamente, en las modernas historias de la lingstica general. El ni-co nombre espaol que figura en ellas regularmente es el de Antonio deNebrija; y, con menos regularidad, el de Francisco Snchez de las Bro-zas. Muy espordicamente, algn otro, como Gonzalo Correas o MateoAlemn4. Tres o cuatro nombres no son, en verdad, gran cosa, frente ala legin de poetas, novelistas, dramaturgos y ensayistas que con sus obrasengalanaron a Espaa durante la poca urea. Lo cual inclinara a conce-der la razn a Vossler: los espaoles del Siglo de Oro no fueron dados agramatiqueras.

    Pero hacer tal cosa sera grave injusticia. La ausencia de nombres his-pnicos en las historias de la lingstica se debe, de una parte, a la esque-mtica concisin con que en ellas se consigna la actividad filolgica cum-plida durante el Renacimiento en toda Europa, tal vez por considerarlaprecientfica5; y, de otra parte, mucho temo que tal omisin se debams a desconocimiento que a reflejo de la realidad filolgica espaola. Sinentrar es innecesarias comparaciones con lo realizado en otros pases eu-ropeos en torno a las investigaciones lingsticas, me atrevo a pensar quela actividad filolgica espaola del Siglo de Oro ha sido relativamente lams importante, la ms vigorosa y la ms original de toda la historia lin-gstica hispnica, incluyendo en esta trayectoria secular a la admirable es-

    3 Una cosa hallo i saco por conclusin mu cierta: que siempre la lengua fue compaera del

    imperio (Gramtica castellana, ed. Pascual Galindo Romero y Luis Ortiz Muoz, Madrid, 1946, I,4 En la breve y precursora Historia de la lingstica de W. Thompsen, por ejemplo, no figura

    el nombre de ningn gramtico espaol del Siglo de Oro. En la de R. H. Robins, se menciona a Ne-brija y al Brcense nicamente. En la de G. Mounin, el inventario se ve incrementado con los nom-bres simple mencin de Mateo Alemn, Gonzalo Correas y el portugus Ferno de Oliveira.Por su parte, Cario Tagliavini hace referencia a Nebrija pero no a Snchez de las Brozas, a Pe-dro de Alcal y a tres de los misioneros-gramticos de Amrica: Andrs de Olmos, Alonso de Mo-lina y Maturino Gilberti. En cambio, Hans Arens menciona al Brcense as como a Pedro de Al-cal pero no a Nebrija. Ni siquiera los historiadores de la lingstica espaoles se muestran exce-sivamente generosos con sus compatriotas: Jess Tusn slo da cabida en su nmina a Nebrija y alBrcense, por supuesto, a Vives muy de pasada y al Licenciado Villaln. Cualquier historiadorde la lingstica, a falta de reediciones de las obras de filologa espaola publicadas durante el Siglode Oro, hubiera podido, al menos, buscar algunas referencias en el rico catlogo del Conde de a Vi-naza, Biblioteca histrica de la filologa castellana (Madrid, 1893).

    5 Como si el constante progreso de la ciencia permitiera, en algn momento, negar la calidad de

    cientfico a lo alcanzado en momentos anteriores de su historia.

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    cuela de Menndez Pidal. Tratar de mostrar la validez de esta apreciacines el nico objetivo de estas pginas, cosa que tendr que hacer muy es-quemtica y superficialmente, debido a las naturales limitaciones que eltiempo de que aqu dispongo me impone.

    Al referirme a la lingstica espaola del Renacimiento, no pienso enlas contribuciones ocasionales aunque, a veces, muy pertinentes y va-liosas que, de pasada, hicieron al saber filolgico humanistas tan insig-nes como Juan de Valds, Francisco de Quevedo, Juan Luis Vives o Fer-nando de Herrera. Pienso, por el contrario y muy concretamente, en loseruditos que dedicaron su esfuerzo consciente al estudio especfico y es-pecializado de la lengua espaola. Me refiero, pues, a escritores que rea-lizaron un trabajo que hoy podramos calificar, sin escrpulo alguno, detcnicamente lingstico.

    La actividad filolgica de la escuela espaola clsica se desarroll meparece a lo largo y a lo ancho de seis parcelas o especialidades lings-ticas particulares, de cada una de las cuales hubiera querido poder deciralgo aqu, cosa imposible, dadas esas naturales limitaciones de tiempo. Enprimer lugar, en el dominio especfico de la gramtica descriptiva; en se-gundo trmino, en uno de los campos de lo que hoy denominamos lin-gstica aplicada: el de la enseanza de la lengua espaola a hablantes deotros idiomas; en tercer lugar, en el de la ortografa y fontica, gracias alo cual la moderna ortografa castellana no presenta tantas dificultades eincoherencias como la de otras lenguas vecinas; en cuarto lugar, en el dela lexicologa, con atencin a muy diversas especialidades; en quinto tr-mino, en el de la filologa histrica, atendiendo sobre todo al problemadel origen de las lenguas en general y, muy particularmente, de la lenguacastellana; y, por ltimo, en el del estudio y codificacin de los comple-jos idiomas aborgenes de Amrica.

    El nmero y la importancia de las obras escritas por los humanistasespaoles durante poco ms de una centuria en torno a esos seis temasespecficamente lingsticos me impide, por supuesto, referirme con al-gn detalle a todas ellas o hacer, siquiera, simple mencin de cada una.Habr, pues, de limitarme a presentar algn rpido comentario en tornoa las obras ms importantes, procurando dejar entrever su validez yoriginalidad.

    De la Gramtica de Nebrija prcticamente nada dir, por ser la msy mejor conocida. Privilegio alcanzado, sin duda, por el hecho de ser laprimera gramtica sistemtica, no slo de una lengua neolatina, sino deuna lengua europea moderna. Pero claro est que no es esa prioridad cro-nolgica su nico mrito, sino que rene adems valores doctrinales, gra-maticales, de muchos quilates. El reproche que en el siglo XVI hicieron al-

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    gunos autores a la Gramtica de Nebrija6 y que han seguido haciendono pocos historiadores de la lingstica en nuestra poca en el sentidode que en ella se latiniza el castellano, me parece objecin un tanto im-pertinente y no justificada por completo. Impertinente, porque creo queno hubiera podido ser de otra manera: la nica escuela o tradicin gra-matical existente en aquel entonces y con trayectoria multisecular erala de la gramtica grecolatina; y Nebrija, adems, era profesor de latn.Esperar que hubiera roto los moldes de esa tradicin gramatical sera es-perar un milagro. Pero, adems, lo cierto es que, aun mantenindose na-turalmente dentro de esa corriente gramatical clsica, Nebrija advirti contoda claridad y original perspicacia que la lengua espaola no era ya es-tructuralmente idntica a la latina, y procur consignar en su obra las di-ferencias que separaban a una lengua de la otra, no dudando en disentirde la doctrina grecorromana cuando lo consider oportuno. Baste un soloejemplo, pero, en mi opinin, muy sintomtico: cuando Nebrija estudialos circunloquios del verbo, advierte de inmediato la fundamental di-versidad que existe entre el sistema orgnico de la conjugacin latina y elperifrstico de la castellana: Assi como en muchas cosas la lengua caste-llana abunda sobre el latin, assi por el contrario la lengua latina sobra alcastellano, como en esto de la conjugacin. El latin tiene tres bozes: ac-tiva, verbo impersonal, passiva. El castellano no tiene sino sola el activa...la passiva splela por este verbo so eres i el participio del tiempo passadode la passiva mesma... assi que por lo que el latin dize 'amor amabar ama-bor' nosotros dezimos io so amado, io era amado, io ser amado... Nopasa por alto tampoco Nebrija la construccin equivalente hoy denomi-nada 'pasiva refleja' por nuestras gramticas: dize esso mesmo las terce-ras personas de la boz passiva por las mesmas personas de la boz activahaziendo retorno con este pronombre se... diziendo amase Dios, amanselas riquezas, por es amado Dios, son amadas las riquezas7. Explicacinsta mucho ms moderna y cientfica que la de la Gramtica acad-mica de siglos posteriores, segn la cual la lengua espaola posee vozpasiva8.

    * Comenzando por Cristbal de Villaln, ya en 558: Antonio de Nebrixa traduxo a la lenguaCastellana el arte que hizo de la lengua Latina. Y por tratar all muchas cosas muy impertinentesdexa de ser ane para lengua Castellana y tienesse por traducion de la Latina: por lo cual queda nues-tra lengua segn comn opinin en su prstina barbaridad pues con el ane se consiguiera la muestrade su perfeckjn. (Prohemio al lector de su Gramtica castellana, Amberes, 1558. Cito por la edi-cin facsimilar de Constantino Garca (Madrid, CSIC, 1971, p. 6).

    7 Libro III, cap. 11. Pgs. 77-78 de la ed. de Galindo y Oniz citada en la nota 3.

    8 A este respecto, vase, por ejemplo, EEMILIO ALARCOS LLORACH, Las ditesis en espaol,

    RFE, 35 (1951), 124-127.

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    La labor estrictamente gramatical iniciada con tanto rigor por Nebrijafue continuada por el Licenciado Villaln, por Bartolom Jimnez Patn,por Gonzalo Correas y por Juan Villar, sin olvidar, de ningn modo, lafigura extraordinaria de Francisco Snchez de las Brozas, cuya slida doc-trina gramatical se estructura en torno a la lengua latina, motivo por elcual no la incluir en estas necesariamente escuetas consideraciones sobrela gramtica castellana del Renacimiento. Cuatro nombres sin contar alBrcense suficientes para prestigiar por s solos a la escuela lingsticaespaola del Siglo de Oro. Enumerar los aciertos, las ideas felices, las su-gerencias penetrantes, los descubrimientos originales que se acumulan ensus respectivas obras sera tarea excesivamente ardua, me limitar, por tan-to, a rememorar algunos de los principios gramaticales propugnados porcada uno de estos singulares lingistas.

    Comencemos por un tema que, propuesto inicialmente por Cristbalde Villaln9, fue abrazado y sostenido por otros gramticos espaoles deaquella centuria: el de la distincin entre oracin y clusula.

    La gramtica espaola de nuestros das juzga fundamental estableceruna clara diferencia entre la unidad formal constituida por un sujeto [S]y un predicado [P], a la que dan el nombre de proposicin, y la unidad demanifestacin o de comunicacin, a la que denominan oracin, y la cualquedara definida como la expresin de significado autnomo, comple-to10. Me parece que los gramticos espaoles actuales toman tal principiode las obras escritas en nuestro siglo por lingistas de otras nacionalida-des, en especial por Leonard Bloomfield, a quien siguen o con quiencoinciden Charles F. Hockett, Andr Martinet, John Lyons y otros mu-chos11. Pero lo interesante es que la misma distincin haba sido clara-mente propugnada, casi un siglo antes, por Andrs Bello, quien utiliz

    9 A Amado Alonso debemos la identificacin segura del Licenciado Villaln, autor de la Gra-

    mtica castellana publicada en Amberes en 1558, con el satrico erasmista Cristbal de Villaln. Versu artculo Identificacin de gramticos espaoles clsicos, RFE, 35 (1951), 224-225.

    10 Vase, por ejemplo, JOS ROCA PONS, Introduccin a la gramtica (Barcelona, 1960), II, 134:

    Nos parece de la mxima importancia, en primer lugar, la distincin entre la oracin como unidadde comunicacin y la forma oracional con sujeto y predicado, que podemos llamar proposicin. Se-mejante opinin sostienen otros gramticos espaoles contemporneos, como CSAR HERNNDEZALONSO, Sintaxis espaola (Valladolid, 1970), p. 24; MANUEL SECO, Gramtica esencial del espaol (Ma-drid, 1974), 9.1, p. 112; FRANCISCO MARCOS MARN, Aproximacin a la gramtica espaola (Madrid,1972), p. 221; aunque matizado, su pensamiento es esencialmente el mismo en el Curso de gramticaespaola (Madrid, 1980), 9.1); JOS ESCARPANTER Introduccin a la moderna Gramtica espaola (Ma-drid, 1974), p. 89; JUAN ALCINA y JOS M. BLECUA. Gramtica espaola. (Barcelona, 197}), p. 976.

    " La idea estaba ya muy clara en ANTOINE MEILLET, Introduccin a l'etude comparative des lan-gues indoeuropennes (Pars, 1903), y haba sido rigurosamente formulada por Otto Jespersen, Thephilosophy of grammar (Londres, 1924). De ello me he ocupado ya, tambin brevemente, en mi li-brito sobre El concepto de oraran en la lingstica espaola (Mxico, 1979), pp. 9-13 y 87.

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    los mismos trminos dde proposicin y oracin empleados ahora por los gra-mticos espaoles de nuestros das12. Ahora bien, lo verdaderamente in-teresante, lo que podra inclusive parecer sorprendente, es que esa moder-na y fundamental distincin entre la unidad formal (ahora llamada pro-posicin) y la unidad comunicativa (u oracin) de la expresin humana ha-ba sido ntidamente establecida, a mediados del siglo XVI, por el Licen-ciado Villaln. Y haba sido establecida, a mi entender, mucho mejor yms gramaticalmente de como lo han hecho los lingistas modernos, porcuanto que Villaln considera que la unidad formal, la unidad gramaticaldel idioma, es la oracin, que define por su forma, por sus elementos cons-tituyentes, en tanto que la clusula es la unidad de manifestacin, defini-da semnticamente en cuanto estructura que expresa el contenido com-pleto de la conciencia. Lo explica as nuestro gramtico: ay differencjaentre clausula y oracin. Que oracin, a lo menos perfecta, se componepor la mayor parte de persona que haze alguna obra: y de verbo: y depersona en quien se denota passar, o hazer aquella obra del verbo... y clu-sula es a las vezes vna oracin sola: y otras vezes es vn ayuntamiento demuchas oraciones: las quales todas juntas espresan y manifiestan cumpli-damente el conc,ibimiento del hombre en el proposito que tiene tomadopara hablar13, palabras estas ltimas que sorprenden, en verdad, por supenetracin psicolgica y por caracterizar a la clusula atendiendo a su in-tenn comunicativa, como hacen no pocos lingistas de nuestros tiem-pos14. Con ello, el cronolgicamente segundo gramtico de nuestro idio-ma establece una distincin sintctica fundamental, que habra de ser re-descubierta o reconquistada jubilosamente por la lingstica de nuestrosiglo.

    Las Instituciones de la gramtica espaola que en 1614 public, en laentonces prspera villa de Baeza, el Maestro Bartolom Jimnez Patn

    12 Vase mi artculo sobre Bello y el concepto de oracin, en el volumen Bello y Chile, Actas

    del Tercer Congreso del Bicentenario, (Caracas, 1981), I, 461-470 (en particular, 465-467).13

    Vase p. 85 de la edicin de C. Garca citada en la nota 6. A, este respecto, cf. mi estudiosobre Dos principios gramaticales de Villaln, en Logos semantikos: Studia Lingistica in Hono-rem Eugenio Coseriu, Madrid-Berln, I, 1981, 323-328), donde atiendo tambin al concepto mismoque de la estructura oracional tena Villaln y a la distincin que implcitamente estableci entre pre-dicados exclusivamente verbales y predicados verbo-nominales.

    14 Como, por ejemplo, Sir Alan Gardiner, para quien a sentence is a word or set of words

    revealing an intelligible purpose (The Theory of Speech and Language, 2.' ed., Oxford, 1951, p.208), a quien sigue, al menos en parte, PAUL KRETSCHMER: La oracin es una expresin hablada, me-diante ia cual se resuelve un afecto o un acto de la voluntad, en Introduccin a la lingstica griegay latina, trad. esp. de S. Fernndez Ramrez y M. Fernndez-Galiano (Madrid, CSIC, 1946), p. 126.En la gramtica espaola moderna sostiene esta opinin, entre otros, Samuel Gil Gaya, cuando de-fine la oracin psquica como la unidad de sentido y de intencin expresiva con que ha sido profe-rida en Curso superior de sintaxis espaola, 8.' ed. (Barcelona, 1961), pp. 18 y 20 respectivamente.

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    son, no obstante su brevedad y aparente sencillez, obra de un verdaderogramtico, de pensamiento independiente y original. Recordar slo, a ma-nera de ejemplo, la solucin propuesta por Jimnez Patn al difcil y lar-gamente debatido problema de la delimitacin y clasificacin de las partesorationis. Sacudindose valientemente la influencia de la tradicin greco-latina, que como bien se sabe fijaba en ocho el nmero de categorasoracionales, y apartndose tambin de la solucin propuesta por Nebrijaquien hizo ascender el nmero a diez15, Jimnez Patn, sirvindosede razonamientos muy sistemticos y rigurosos y muy personales,que le llevan a rechazar al pronombre, al participio y a la interjeccin16,desemboca en una lcida clasificacin de slo cinco elementos: nombre,verbo, adverbio, preposicin y conjuncin. Bastara aadir la distincinfuncional entre nombre sustantivo y nombre adjetivo que, por cierto,tambin hace el propio Jimnez Patn, aunque sin concederle validez ca-tegorial17 para alcanzar la clasificacin que modernas gramticas espa-olas aceptan como la ms adecuada, al menos desde el punto de vista fun-cional. De esta manera, Jimnez Patn se anticipa o, ms bien, supera atodos los gramticos de los siglos XVII y XVIII, quienes habran de seguirdando por buena e incuestionable la clasificacin grecolatina establecidapor Dionisio de Tracia.

    De la colosal obra de Gonzalo Correas habra tanto que decir queante la imposibilidad siquiera de intentarlo habr de limitarme a pre-sentar muy sumariamente dos cuestiones particulares, como simples bo-tones de muestra de la originalidad y profundidad de pensamiento de estegramtico castellano.

    Se ha dicho hoy que corresponde al genial terico del lenguaje Gui-llermo de Humboldt el mrito de haber sealado a la oracin como pun-to de partida de la investigacin lingstica. Con ello se hizo girar toda laconcepcin tradicional que, inspirada en el Cratilo de Platn, haba pues-to su centro de inters en la palabra18.

    15 Solucin brevemente comentada por JUDITH SNIOR, Dos notas sobre Nebrija, NRFH, 13

    (1959), 83-88.16

    En esto ltimo, basndose en lo dicho por su maestro Snchez de las Brozas, pero llevandola doctrina hasta sus ltimas consecuencias, con un rigor superior al del Brcense y al de LorenzoValla, como bien observan Antonio Quilis y Juan M. Rozas en el estudio que precede a su edicinde las Instituciones (pp. CI-CII; cf. nota siguiente).

    17 Explica, en efecto: El nombre es en dos maneras: sustantiuo o adjetiuo... El nombre sustan-

    tiuo puede estar por si solo en la oracin, y el adjetivo no puede estar sin sustantiuo expreso o su-plido. (Cito por la edicin del Eptome de la ortografa latina y castellana y de las Instituciones he-cha por Antonio Quilis y Juan M. Rozas, (Madrid, CSIC, 1965), pp. 94-95).

    18 Luis JUAN PICCARDO, El concepto de oracin (Montevideo, Universidad de la Repblica, 1954),

    pp. 5-6.

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    Sin poner en tela de juicio, por supuesto, la indiscutible genialidad lin-gstica de von Humboldt, pienso que no es posible olvidar que ese ati-nado desplazamiento del centro de inters de la Gramtica desde la pala-bra hacia la oracin haba sido preconizado claramente, dos siglos antes,por Gonzalo Correas, al sentenciar rigurosamente: la orazion es ojeto,sujeto i fin de la gramtica19. Principio rector de su doctrina, que Correastoma de su maestro Francisco Snchez, para quien Oratio sive Syntaxisest Finis Grammaticae; ergo non Pars illius20.

    Por otro lado, la perspicacia de Correas, su profunda penetracin ana-ltica, le permiti advertir con nitidez la enorme complejidad de todo sis-tema lingstico, rico mosaico de hablas dialectales y sociales, de estilosdiferentes y de modalidades generacionales, con lo cual se anticip en msde tres siglos a la sociolingstica de nuestro tiempo. Justamente famosose va haciendo ya el pasaje de su Arte en que enumera las diversas fuerzasque intervienen en la complicada vida de la lengua: Ase de advertir queuna lengua tiene algunas diferenzias, fuera de dialectos particulares de pro-vinzias, conforme a las edades, calidades, i estados de sus naturales, demsticos, de vulgo, de ziudad, de la xente mis granada, i de la corte, delistoriador, del anziano, i predicador, i aun de la menor edad, de muxeres,i varones: i que todas estas abraza la lengua universal debaxo de su pro-piedad, niervo i frase (p. 144).

    En este denso prrafo estn enumerados prcticamente todos los fac-tores socioculturales las variables a que hoy atiende como funda-mentales la sociolingstica: establece Correas, en primer lugar, la distin-cin entre sistema (la lengua universal) y habla (dialectos); distinguedespus entre dialectos horizontales o geogrficos (dialectos de provin-zias) y dialectos verticales o sociales, y dentro de estos ltimos enumerasus principales clases: de un lado, habla urbana (de ziudad) y habla ru-ral (de msticos); de otro, habla culta (de la xente mas granada) y ha-bla popular (de vulgo); de otro, habla femenina (de muxeres) y hablamasculina (de varones). Tampoco escapan a su anlisis las hablas gene-racionales, incluyendo la lengua infantil (del anziano... i de la menoredad), ni el habla oratoria (del predicador) ni otras modalidades dia-fsicas o estilsticas (del istoriador... i de la corte). No son, obviamente,todas estas ideas simple aunque meritoria reelaboracin de principios odoctrinas ya comunes en la poca, sino fruto originalsimo de reflexinpersonal sobre los complejos recovecos del idioma. El nico escrito pre-

    19 G. CORREAS, Arte de la lengua espaola castellana. Ed. Emilio Alarcos Garca (Madrid, CSIC,

    1954), p . 102.20

    Minerva, seu de causis lin^uae latinas commentarius, Lib. I, cap. ; p . 13 de la ed. de Lisboa,1760, por la que cito.

  • La lingstica espaola del Siglo de Oro 4)

    cursor de estas modernsimas observaciones lingsticas de Correas queyo conozco es obra, tambin, de otro gramtico hispano del siglo XVI: elportugus Ferno de Oliveira, en cuya Grammatica da linguagem portu-gueza, de 1536, se advierte que la particularidade [de ciertas palabras] ouse faz tre officjos e tratos como os caualeiros q[ue] t hs vocabolos: eos lauradores outros: e os cortesos outros: e os religiosos outros: e osmecnicos outros: e os mercadores outros: ou tb se faz trras esta par-ticularidade, porq[ue] os da Beira tem has falas e os Dalentejo outras: eos homs da Estremadura sao diferentes dos dantre Douro e Minho:Porq(/ue] assi como os tpos: assi tb as trras cria diuersas cdicose cceitos: e o velho como t o entender mais firme c o q[ue] mais sabetamb suas falas sao de peso e as do mancebo mays leues21. Diversidadsociolingstica que Oliveira explica por el simple hecho de que os ho-ms fal do q[ue] faz22.

    Mucho ms modesta y de ms cortos alcances que la gramtica deCorreas es el Arte de la lengua espaola (Valencia, 1651) de Juan Villar;pero no por ello deja de ser obra importante y de indudable inters. Almenos, por la singular para la poca actitud con que su autor la con-cibi, y de acuerdo con la cual result ser, posiblemente, la ms moder-na de las gramticas clsicas espaolas, la ms prxima a ciertas posicio-nes lingsticas propias de las obras que habran de seguirla durante losdos siglos subsecuentes; en pocas palabras, la de corte ms acadmico.El padre Villar era un purista; en consecuencia, su concepcin de la tareagramatical no poda ser ya simplemente descriptiva, sino necesariamenteprescriptiva. De ah que anuncie su proppsito de limpiar y fijar la len-gua, como se propondra hacer la Real Academia ms de un siglo despus;tuvo el padre Villar la modestia de no pretender dar esplendor al idio-ma...23. Acorde con esas teraputicas finalidades, denuncia en diversos lu-

    21 Cito por la edicin del Visconde d'Azevedo e Tito de Noronha, de Pono, 1831 (cap. 38, pp.

    85-86). La ed. de Maria Leonor Carvalho Buescu (Lisboa, 1975) es, en lo que respecta al pasaje trans-crito, deficiente, por un amplio error de imprenta (p. 98).

    22 C a p . 32, p . 71 . Eugenio Coser iu , p rofundo conocedor de nuest ra historia lingstica, a la cual

    ha dedicado varios reveladores trabajos, haba reparado ya en la original penetracin sociolingsticadel gramtico por tugus ; vase su art culo Sprache und Funkt iona ln t bei Fernao de Oliveira, se-parata de Ut videam: Contributions to an understanding of linguistics (For Pieter Verburg on the oc-casion of his 70th bi r thday) (Lisse, Ne the r l ands , T h e Peter de Ridder press , 1975), en especial, p p .25-26.

    21 En el p r logo dir igido A El Letor, en efecto, se refiere a la alteracin y corrupcin que cons-

    tantemente padece la lengua p o r obra de los licenciosos que a causa de la ambicin d e viciosasnovedades n o la respetan en toda su pureza . Piensa q u e la lengua latina se man tuvo estable a t ra-vs de los siglos merced a que haba s ido codificada y sancionada por arte; en consecuencia, consi-dera que con su propia gramtica p o d r contr ibuir a fijar un estado de lengua, limpindola de lasviciosas novedades con que la alteran y ensucian algunos de sus irresponsables usuar ios .

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    gares de su libro los vicios que adulteran la esencia misma de la lengua,como el ceceo y el seseo andaluz, la indebida sintaxis de los pronombrestonos lesmo y lasmo, la aparicin de formas femeninas analgicascomo Asistenta o Presidenta y otras novedades lingsticas que ofen-dan su purista rectitud gramatical24.

    La posicin cientfica que adopta Juan Villar representa un notablecambio dentro de la escuela lingstica espaola. El gramtico no puedelimitarse a recoger y codificar usos, sino que debe juzgarlos y valorarlos,admitirlos o condenarlos. El principio de normatividad o de correccinpasa a ocupar un importante lugar; el mismo lugar privilegiado que le re-servara la Real Academia, posteriormente, en el seno de su gramtica. Uncaso concreto ejemplifica claramente este cambio de actitud: Al estudiarel funcionamiento de los pronombres relativos, Jimnez Patn se haba li-mitado a consignar que al normalmente invariable quien algunos le danplural comn de dos, diciendo: los ombres o mugeres a quienes conoces(p. 105). No hay ni la ms mnima censura en sus palabras; slo la cons-tancia del carcter minoritario (algunos) de tal uso. En cambio, el Pa-dre Villar no puede liberarse de sus principios puristas y se ve, en conse-cuencia, forzado a condenar el hecho: algunos van introduciendo el plu-ral quienes, pero tan sin fundamento, ni necesidad, y con pronunciacintan desabrida, como si de alguien forma[ra]n alguienes (pp. 8-9).

    Por otro lado, el rigor preacademicista con que Juan Villar concibe lanorma le lleva a censurar tambin acremente los vicios lingsticos pe-culiares de las diversas hablas dialectales, en especial de valencianos y an-daluces. Su monoltico rigorismo contrasta con la amplia concepcin dela lengua como rico mosaico de hablas dialectales y sociales25 quetena Gonzalo Correas, quien advierte y acepta la relatividad de toda nor-ma lingstica. El antes recordado pasaje definidor de la sociolingsticatermina, precisamente, diciendo: i a cada uno le est bien su lenguaxe, ial cortesano no le est mal escoxer lo que parece mejor a su proposito,como en el traxe: mas no por eso se de entender que su estilo particulares toda la lengua entera, i xeneral, sino una parte, porque muchas cosasque l desecha, son mui buenas i elegantes para el istoriador, anziano, ipredicador, i los otros. Admirable amplitud de criterio, que buena faltahara a algunos lingistas contemporneos, empecinados en identificar su

    2* Los fenmenos sealados se tratan en los nms. 229, 125, 120 y 27 (pp. 143, 72, 66 y 14)

    respectivamente, segn la edicin princeps.25

    Como hara, siglos despus, Vicente Garca de Diego, para quien toda lengua no es slo uncomplejo mosaico de dialectos regionales, sino adems una variada superposicin de dialectos socia-les. (Ver su discurso sobre Problemas etimolgicos [Avila, 1926], p. 23).

  • La lingstica espaola del Siglo de Oro 47

    propia norma dialectal con la norma lingstica hispnica o xeneral... detoda la lengua entera.

    Los seis autores hasta ahora evocados, las seis obras hasta ahora tanbreve y superficialmente citadas, bastaran por s mismos para refutar lacreencia de que los espaoles del Siglo de Oro no fueran afectos a gra-matiqueras. Pero es el caso que ellos no fueron los nicos, ni muchomenos. Toda una legin de humanistas, de estudiosos, se ocup seria yreflexivamente en otras cuestiones de lenguaje. Su nmero me obliga a seran ms lacnico de lo que me he visto forzado a ser ya.

    En el campo de la lexicologa, a la labor que habra de llevar a caboNebrija se haba anticipado, por un par de aos, Alfonso de Palencia,cuyo Universal vocabulario en latn y en romance (Sevilla, 1490)26 caypronto en el olvido no obstante sus indudables mritos a causa, pre-cisamente, de la publicacin sucesiva de los dos Vocabularios de espaoly latn del nebrisense. Pero no es esta actividad humanstica en torno allatn actividad cumplida con excelencia en otros pases europeos, par-ticularmente en Italia a la que quisiera referirme aqu. Sino, ms bien,a la que atiende a otros campos menos trillados.

    La lengua rabe era todava una realidad prxima y relativamente fa-miliar para los espaoles del siglo XVI. Con el Vocabulario arvigo defray Pedro de Alcal (1505), hecho sobre el modelo lebrijano, culminatoda una serie de glosarios relativos a la lengua rabe de Espaa escritosdurante la Edad Media; el diccionario del Padre Alcal sirvi de base,aos despus, a los glosarios etimolgicos de raz arbiga de BernardoAldrete27 y de Francisco Lpez de Tamariz, arabista este ltimo de cuyabreve obra28 hizo constante uso Covarrubias al escribir su gran dic-cionario.

    Bien saben todos los hispanistas que hoy me honran con su presencia

    26 H a y una reproduccin facsimilar publicada p o r la Comis in Permanente de la Asociacin de

    Academias de la Lengua Espaola, (Madrid, 1%7), 2 vols.27

    Segn l mismo declara lealmente: me aprouecho del arle, i vocabulista.. . del Padre Frai Pe -dro de Alcal de la orden de San Hie ron imo, que aura, cien aos, que lo compuso (Del origen yprincipio de U lengua castellana, Roma, 1606, Libro III , cap. X V , p . 363). Ci to p o r la edicin facsi-milar de Lidio N ie to J imnez (Madrid, C S I C , 1972).

    28 Compendio de algvnos vocablos arbigos introduzidos en la lengua castellana, al fin de la ed i -

    cin del Diccionario de romance en latn de Nebrija: hecha en G r a n a d a en 1585. D o n Gregor io M a -yns y Sisear recogi este vocabulario as como los que hizo Aldrete de voces germnicas y rabesy de diversos arcasmos en sus Orgenes de la lengua espaola (Madrid, 1737). Ocupan, respecti-vamente, las pp. 194-219 (arabismos de Lpez Tamariz), 182-184 (vocablos godos), 185-193 (vo-cablos arbigos) y 220-225 (arcasmos reunidos por Aldrete), en la reedicin de Madrid, de 1873,prologada por Juan Eugenio Hartzenbusch.

  • 48 Juan M. Lope Blanch

    que fue Gonzalo Argote de Molina quien, por vez primera, prest su aten-cin muy estrictamente filolgica al tema de los arcasmos, cuando,al editar el Libro llamado El Conde Lucanor (Sevilla, 1575), incluy enlas pginas finales de la obra un ndice de algunos vocablos antiguos quese hallan en este libro, para noticia de la lengua castellana, actividad fi-lolgica en que Argote de Molina fue secundado por otro de los ms apa-sionados y apasionantes lingistas del Siglo de Oro espaol: Bernardo Al-drete. El cual reuni casi dos centenares de vocablos antiguos... que usa-ron los passados29, como prueba fcil de ampliar30 de la constanteevolucin o mudanza de las lenguas, vista, por cierto, como consecuen-cia no de condenable descuido o torpeza humana, sino de la inevitable ca-ducidad de todas las cosas. Parafraseando a Horacio, explica: Dize porcierto mui bien, mueren se los hombres, acabanse sus Reinos, i possessio-nes, todo se muda con el tiempo, i las palabras solas an de ser para siem-pre, siendo las mas ligeras, que el viento, i mas sujetas a mudanzas. Mu-cho se engaa, por cierto, quien en la cosa mas inestable, i flaca, buscaperpetuidad, i firmeza (Del origen, p. 177).

    No debo cansarles a ustedes con la seca enumeracin de tantos otrosvocabularios particulares, de muy diverso asunto y de singular inters,como fueron, por ejemplo, el relativo a las artes nuticas, del Dr. DiegoGarca de Palacio31 muy anterior al diccionario martimo ingls de Man-wayring32, o el referente a la jerga de los delincuentes, obra de Crist-bal de Chaves33, o el dedicado a la medicina por el Dr. Juan Alonso y delos Ruyzes de Fontecha34, o los relativos a la toponimia, escritos respec-

    2 9 Del origen, L ib . I I , cap. VI , p . 178.

    30 Para mues t ra desto en nuestra lengua Castellana p o n d r algunos pocos de muchos , que pu -

    diera, sacados del Fue ro juzgo, de las Part idas, His tor ia del Re D o n Alonso , i del Infante D o n Ma-nuel (ibid).

    31 Vocabvlarw de los nombres qve vsa la gente de la mar, pues to al fin (ff. 129r-156v) de su

    Instruccin nutica, para navegar, impresa en Mxico por Pedro de Ochar t e , en 1587. (Hay edicinfacsimilar en la Coleccin de Incunables Americanos , Madr id , Eds . Cul tura Hispnica, 1944).

    3 2 SIR H E N R Y M A N W A Y R N G , The Sea-Mans Dictionary (Londres , 1644).

    3 3 Su Vocabulario de germania, en q u e reun i a l fabt icamente ms de u n millar de voces usuales

    entre malvivientes y tahres sevillanos, fue publicado en Barcelona siete aos despus de su muerteacaecida en 1602 por Juan Hidalgo como obra propia. Este curioso lxico es todava fundamen-tal para el estudio del cal espaol, y a l debe acercarse obligatoriamente quien quiera hacer la his-toria del habla de los delincuentes.

    3 4 Obra , en verdad, muy importante. . . por la gran abundancia de voces que contiene, ya sea

    en su forma grecolatina etimolgica, ya sea en su modalidad hispanizada, adems de las palabras au-tnticamente coloquiales, de gran inters para el conocimiento de la cultura popular. Forma parte dela obra Diez privilegios para mugeres preadas, impresa en Alcal de Henares en 1606. Aos an-tes, en 1570, el D r . Andrs Laguna haba publ icado , en Salamanca, un breve lxico de la medicinaque , p o r lo reducido de sus alcances, debe verse c o m o simple precursor del diccionario de JuanAlonso .

  • La lingstica espaola del Siglo de Oro 49

    tivamente por Fray Diego de Guadix35 y por el licenciado Andrs dePoza36.

    Esta rica y variada labor lexicogrfica tuvo su culminacin en el Te-soro de la lengua castellana o espaola (Madrid, 1611)37 de Sebastin deCovarrubias. El propsito primordial que el cannigo de Cuenca perse-gua era el de hacer un diccionario etimolgico de la lengua espaola ensu totalidad; as lo confiesa en varios lugares de la obra: mi instituto noes tratar las materias ad longum, sino tan solamente las etymologas delos vocablos (s. v. candela)38. Pero, como bien ha advertido Martn deRiquer, ese propsito inicial queda ampliamente rebasado con la inclusinde abundants noticias y de jugosas referencias a los descubrimientos desu tiempo o de la antigedad, todo lo cual confiere al Tesoro un carcterverdaderamente enciclopdico39.

    En cuanto diccionario etimolgico, corresponde al Tesoro de Covarru-bias, por lo menos, el mrito de haber sido la primera obra de esa natu-raleza de carcter general publicada en Europa. En las historias de lalingstica universal se suele reservar ese honor al tratado sobre Les ori-gines de la langue franqoise de Giles Mnage, si bien la obra del eruditofrancs se public casi medio siglo despus que la del castellano (Pars,1650). El cual slo haba sido precedido en tan difcil labor por el DoctorFrancisco del Rosal40 y, en menor medida, por el Licenciado Bartolom

    35 Su Recopilacin de algunos nombres arbigos... (de) ciudades e s taba y a acabada e n 1593, p e r o

    nunca lleg a publicarse. Fue , n o obstante ello, trabajo bien conocido p o r Sebastin de Covarrubias ,quien se sirvi ampl iamente de l. Manuscr i tos inditos sobre otras parcelas lexicogrficas escritos enaquel t iempo han quedado registrados en la Biblioteca histrica del C o n d e de la Vinaza y en la Bi-bliografa que precede al Tesoro lexicogrfico de Samuel Gil G a y a (Madrid , C S I C , 1947).

    36 Buena p a n e de su t ra tado De la antigua lengua, poblaciones, y comarcas de las Espaas (Bil-

    bao, 1587) se dedica a la toponimia y a la onomst ica, con atencin a las bases etimolgicas de origenno slo vascongado, sino tambin hebreo , griego y germnico. ( H a y edicin moderna de ngel R o -drguez H e r r e r o , Madr id , 1959). Al licenciado Poza ha dedicado Eugenio Coser iu dos recientes es-tudios: Andrs de Poza y las lenguas de Europa , en Studia Hispnica in Honorem R. Lapesa, I I I(Madrid, 1975), 199-217, y U n germanista vizcano en el siglo XVI Anuario de Letras, 13 (1975) 5-16.

    37 D e fcil consulta h o y gracias a la edicin preparada y pro logada p o r Mart n de Riquer (Bar-

    celona, 1947).38

    A d e m s : no es mi intento divert irme de lo que en este trabajo professo, que es la etimologadel vocablo (s. v. caridad, p . 307 b; lo mismo s.v. bruxa, p . 238 b).

    39 Obse rva jus tamente M. de Riquer : A pesar de este p rops i to tantas veces repet ido y de q u e

    la obra " n o se endereca a tratar de las materias ms de lo que toca a sus etimologas y a algunas c o -sitas que acompaen" , Covar rubias m u y a m e n u d o da la impresin de redactar lo que modernamentese llama una enciclopedia, y las "cosi tas" que acompaan toman a veces p roporc iones desorbi tadas,como p o r ejemplo en la palabra elefante, que viene a const i tuir un delicioso t ra tadi to sobre este ani-mal (Prlogo de la edicin citada, p . VII I ) .

    40 Origen y etimologa de la lengua castellana, manuscr i to d e 1601, con adiciones poster iores .

    (Vase Gili Gaya , Tesoro, p . xxiii y La Vinaza, n. 792).

  • ">0 Juan M. Lope Blanch

    Valverde41 y, tal vez, por el Brcense42, cuyos escritos de carcter etimo-lgico nunca llegaron a publicarse.

    No me parece de gran importancia el hecho de que muchas de las eti-mologas propuestas por Covarrubias hayan resultado ser ingenuamenteequivocadas o inclusive fantsticas. Los reducidos conocimiento filolgi-cos existentes todava a comienzos del siglo XVI no podan proporcionarlos pertrechos necesarios para recorrer, con garanta de xito total, tan pe-ligrosa jornada como la de las etimologas. Si todava hoy, no obstantelos gigantescos progresos de la ciencia lingstica, no ha sido posible pre-cisar la etimologa de muchas palabras americanas como hamaca, porejemplo, podramos escandalizarnos de que Covarrubias, que de nin-gn modo poda tener conocimiento del taino o de otras lenguas amerin-dias, proponga timos equivocados, como sucede en el caso particular dehamaca, para el cual sugiere y slo como simple posibilidad una razhebraica? (Del verbo hhamak, verter, convertere, etc., porque se buel-ven y rebuelven en ella). Por todo lo cual, me parece excesiva la severi-dad con que juzgaron el Tesoro tanto Francisco de Quevedo cuanto Ma-yns y Sisear o Eduardo de Mier43. Como me parece tambin injustifica-do el rigor con que Giles Mnage califica de inverosmiles las etimo-logas espaolas propuestas por Covarrubias, ya que segn he tratadode mostrar en un breve trabajo44 no son mucho ms acertadas las que,para ellas, propone el humanista francs.

    Por otra parte, es de justicia sealar que en no pocos casos proponeCovarrubias bases etimolgicas plenamente atinadas, sirvindose unas ve-ces de lo descubierto por sus contemporneos o por sus predecesores, dan-do muestras, otras veces, de su personal perspicacia. Prudente a la vez queperspicaz se muestra, por ejemplo, al analizar el origen de algunas vocesde aparente estructura fontica rabe. As, en el caso de la palabra azcar,explica: Este vocablo es bien conocido, pero la gente vulgar piensa serarbigo, por tener el artculo a. Pero es cierto que los rabes tomaron dela lengua latina y de la griega muchas dicciones, y las hizieron propias; yuna de ellas es acucar, de a, artculo lunar, y saccharum (p. 39)45.

    41 Tratado de etimologas de voces castellanas, de 1600 (Ver descripcin en La ViaSa, n. 791.)

    42 N o es segura !a atr ibucin que de! manuscr i to de las Etimologas espaolas conservado po r

    la R A E h i z o Mayns y Sisear en favor de Snchez de las Brozas .43

    A eilo m e he referido en u n artculo sobre Los indoamericansmos en el Tesoro de Cova r ru -bias NRFH, 26 (1977), 296-315.

    44 El juicio d e Mnage sobre las etimologas de Covar rubias , en Fetschrift Kurt Baldinger (T-

    bingen, Max N i e m e y e r Verlag, 1979), I, 78-83.45

    La explicacin consta ya en el Vocabulista de Fray Pedro de Alcal, de la cual se sirvi Al -drete: Si bien algunos [vocablos] tengo, que se les atribulen, que llanamente siento, que son Latinos,i porque los hallan vsados por los Moros los tienen por Arauigos, i no lo son, sino aprendidos de

  • La lingstica espaola del Siglo de Oro 51

    Como hara Gonzalo Correas en las pginas de su Arte, tambin Co-varrubias dio cabida en su Tesoro a un elevado nmero de observacionespersonales en torno a las peculiaridades distintivas de muchas de las pa-labras en l catalogadas: aracasmos, neologismos, rusticismos, cultismosy barbarismos de la poca quedan puntualmente caracterizados como ta-les en las pginas del Tesoro, en las que tambin se recoge buena copia devocablos y dichos populares, refranes y coplas tradicionales. Todo lo cualproporciona a la obra un gran inters, no slo etimolgico y enciclop-dico, sino tambin dialectologa), folklrico e histrico, como documen-to testimonial del estado de la lengua espaola en el comienzo mismo delsiglo XVII. De ah que la Real Academia se sirviera ampliamente del Te-soro al preparar la primera edicin de su propio Diccionario, y de ah que,todava hoy, haya espigado en l Corominas y haya aceptado como vli-das muchas de las etimologas propuestas por Covarrubias, inclusive enel caso de algunas bastante atrevidas, de base onomatopyica.

    En los Pases Bajos como hubiera cabido esperar, dada la estrechavinculacin poltica de esos territorios con la Corona espaola fue apa-reciendo, a partir de 1520, una serie de libritos prcticos destinados a fa-cilitar el aprendizaje de la lengua castellana a los flamencos. La labor delfamoso impresor Bartolom Gravio en Lovaina fue de gran importanciaa este respecto46.

    Tambin en Italia alcanz pronto notable auge la enseanza de la len-gua espaola, cosa natural, dada la intensidad de las relaciones histri-co-culturales entre Italia y Espaa durante el siglo XVI. Bien conocidoes el testimonio de Juan de Valds sobre el entusiasmo que el estudiodel espaol haba despertado en la Italia renacentista: ya en Italia assentre damas como entre cavalleros se tiene por gentileza y galana saberhablar castellano47. A Francisco Delicado, Alfonso de Ulloa y el pro-pio Juan de Valds corresponde el mrito de haber iniciado la enseanza

    los Romanos, o de los nuestros ora en Espaa, ora en frica (p. 362), entre los cuales registra Acu-car. Sacarum. Cucar (p. 363).

    ** El Vocabulario para aprender francs, espaol y flamini, impreso en Amberes, en 1520, quedio comienzo a esa actividad, fue seguido por la til y breve institucin para aprender los principiosy fundamentos de la lengua espaola (Lovaina, 1555), obra posiblemente de Francisco de Villalobos,segn atribucin de Amado Alonso (vase su artculo citado en la nota 9), la cual ha sido estudiaday reeditada facsimilarmente por Antonio Roldan hace unos aos (Madrid, CSIC, 1977). Tambin enLovaina imprimi el mismo Bartolom Gravio, cuatro aos despus, la Gramtica de la lengua vul-gar de Espaa, reeditada por R. de Balbin y A. Roldan (Madrid, 1966). La Gramtica del LicenciadoVillaln persegua tambin los mismos objetivos prcticos.

    47 Dilogo de la lengua, Ed. Cristina Barbolani de Garca (Florencia, 1967), p. 5.

  • 52 Juan M. Lope Blanch

    de la lengua espaola en Italia48. Pero la palma de la excelencia corres-ponde, sin duda, a Juan Miranda, cuyas Oservationi della lingva Casti-gliana (Vinegia, 1566) no fueron slo el mejor manual para la enseanzasistemtica y cientfica del espaol a los italianos, sino el modelo imitadodespus por los mejores gramticos de otros pases Francia e Inglaterrasobre todo con ese mismo propsito docente. La obra de Miranda meparece la ms completa y, al mismo tiempo, la ms equilibrada, prcticay provechosa de cuantas se publicaron en Europa por aquel entonces. To-dos los profesores de castellano tanto franceses, italianos o ingleses,cuanto espaoles contrajeron, directa o indirectamente, una importantedeuda para con Giovanni Miranda. El extraordinario lingista francs C-sar Oudin no tuvo ningn empacho en plagiar descaradamente la obra deMiranda49; y, despus, Oudin fue saqueado tranquilamente por otros mu-chos profesores de idiomas de diversos pases, de manera que las doctri-nas de Juan Miranda se extendieron felizmente por todas las nacio-nes de Europa en que hubo inters por aprender el castellano.

    Cosa que fue relativamente tarda en Inglaterra, en Alemania y, en cier-to modo, tambin en Francia. El iniciador de la enseanza del espaol enla Gran Bretaa fue el emigrante sevillano Antonio de Corro, quien antesde llegar a Inglaterra haba residido largo tiempo en Francia, donde, hacia1560, escribi unas breves Reglas gramaticales para aprender la lengua Es-paola y Francesa que pudo publicar en Oxford, ya en 1586, y hacer tra-ducir despus al ingls, para que fueran impresas en Londres con el ttulode The Spanish Grammar50. Corro fue el nico gramtico espaol cuyaobra se public en Inglaterra; todos los dems lingistas que se ocuparonall en ensear la lengua castellana fueron ingleses51.

    En Francia, los gramticos espaoles el ms famoso pero tambinel menos capaz de los cuales fue Ambrosio de Salazar tuvieron que tra-bajar en ruda competencia, mantenida no slo entre s mismos, sino tam-bin con los lingistas franceses conocedores del castellano, el mejor delos cuales fue, sin duda, Csar Oudin. La labor de todos ellos correspon-de ya bsicamente al siglo XVII, porque, durante la segunda mitad de la

    48 As c o m o , entre los humanistas italianos, a Giovanni Mar io Alessandri, cuya obra // Parago-

    ne della lingva toscana et castigliana (Npoies , 1560) es m u y superior , p o r ampli tud de contenido yalcance pedaggico , a las simples y breves noticias sobre pronunciac in espaola que acompaabana las ediciones de La Celestina hechas p o r Del icado (Venecia, 1534) y Ulloa (Venecia, 1553).

    49 Ver mi artculo sobre La Gramtica espaola de Je rn imo de Texeda, NRFH, 13 (1959),

    1-16, en especial 10.50

    The Spanish Grammar: With certeine Rules teaching both the Spanish and French Tongues...Wkh a Dictionarie adioyned into it... by John Thorius, London, 1590. John Thorie fue, adems, eltraductor de la obra. (Hay edicin facsimilar reciente, hecha en Menston, Scolar Press, 1967).

    51 Como Richard Percyvall, William Stepney, John Minsheu, Lewis Owen y John Sanford.

  • La lingstica, espaola del Siglo de Oro 53

    centuria anterior, la tirantez de las relaciones entre Espaa y Francia o,ms precisamente, las sangrientas guerras sostenidas entre Espaa y Fran-cia impedan que las relaciones culturales entre los dos pases se de-sarrollaran normalmente. A este respecto, es muy significativa la adver-tencia que hizo el rey Enrique IV de Francia a su favorita, la marquesade Verneuil, por haber proporcionado a su hijo unas oraciones escritas enlengua castellana: Je trouvay ce matin, a la mese, des oraisons en espag-nol entre les mains de nostre fils; il m'a dit que vou les luy avies donns.Je ne veulx pas qu'il saiche seulement qu'il y ayt une Espagne52. En tancaldeado ambiente, nada de extrao tiene que Csar Oudin tratara de cu-rarse en salud cuando, a fines del siglo XVI, tuvo la osada de publicar sugramtica espaola. Cosa que haca de acuerdo con su bizarra expli-cacin no por amor a Espaa, sino, muy por el contrario, con dos avie-sos propsitos, a saber: si sus compatriotas aprendieran la lengua caste-llana, podran leer directamente los libros de los cronistas de Indias y co-nocer as, de primera y nada sospechosa mano, las atrocidades cometidaspor los espaoles durante la conquista de Amrica; por otra parte, si loscapitanes de los ejrcitos franceses llegaban a conocer la lengua de los es-paoles, podran descouvrir les menees de son ennemy de l'entendreparler53.

    Pero la situacin histrica cambi radicalmente a comienzos del sigloXVII, sobre todo al celebrarse, en 1615, el matrimonio de Luis XIII y lainfanta espaola Ana de Austria. Y entonces lleg el momento de gloriapara los profesores de espaol, cuyas obras llegaron a tener gran deman-da. El testimonio de Salazar es revelador: Se hallaran en Pars la terciaparte de Cortesanos que saben hablar Castellano, y la mayor parte sinauer estado en Espaa54. Oudin resiste entonces, gallardamente, la com-petencia que le hacen gramticos espaoles nativos pero, en verdad, me-nos competentes que l como el propio Salazar y, sobre todo, Juan deLuna y Jernimo de Tejeda55.

    Una ltima acotacin en torno a este tema: el elevado nmero de gra-mticas espaolas para la enseanza de nuestra lengua a extranjeros noguarda proporcin, por desgracia, con el nmero de gramticas de otrosidiomas destinadas a su difusin entre los espaoles. Slo conozco tres dealguna importancia, aunque siempre menor: la de Francisco Trenado de

    52 E n A. MOREL-FATIO, Ambrosio de Salazar et l'tude de l'espagnol en France sous Louis XIII

    (Pars, 1901), p . 85.53

    Vase la dedicatoria de su Grammaire et observations de la langve Espagnolle (Pars, 1597).54

    Espexo general de la Gramtica (Rouen , 1614), Di logo 3 , p . 70.55

    Ver el art culo ci tado en la no ta 49.

  • 54 Juan M. Lope Blancb

    Aylln sobre la lengua italiana56, la de Juan ngel de Zumarn, plurilin-ge57 de la cual se extrajo, en edicin independiente, la parte de alemny espaol58 y la simplicsima de Baltasar de Sotomayor para la ense-anza del francs59. Los espaoles, al menos los del Siglo de Oro, no pa-recan estar muy interesados en aprender idiomas extranjeros...

    Simultneamente, pero en los confines del mundo, otros espaoles lle-vaban a cabo una tarea verdaderamente titnica: la de estudiar y describirlas exticas lenguas de Amrica. El trabajo realizado por aquellos misio-neros convertidos en gramticos por la fuerza de las circunstancias fue,en verdad, extraordinario. En unas cuantas dcadas, todas las lenguas im-portantes del continente americano colonizado por los espaoles habansido estudiadas y descritas sistemticamente. Y ello fue tarea exclusiva delos religiosos venidos al Nuevo Mundo. Los cuales, impacientes por pro-pagar rpidamente su fe entre los indgenas americanos, advirtieron muypronto la conveniencia, la necesidad de explicrsela en sus propias len-guas. Con tal propsito, dironse a la difcil tarea de codificar en Arteslas complejas estructuras de los idiomas amerindios tan diferentes, entodos los rdenes, de los europeos y a recopilar su lxico en tesoros ovocabularios bilinges.

    No puedo convertir esta charla en un interminable catlogo bibliogr-fico. Por otro lado, la simple enumeracin de cada una de las obras es-critas durante los Siglos de Oro en torno a las lenguas americanas reque-rira de un tiempo excesivo. En consecuencia, dir slo unas palabras so-bre la preciosa obra de Fray Alonso de Molina en torno a la lengua delos aztecas: Su caudaloso Vocabulario en la lengua castellana y mexicanay su revelador Arte de la lengua mexicana60.

    Siempre que, en mis modestas investigaciones en torno a la influenciaejercida por el nhuatl sobre el espaol, he tropezado con algn proble-ma, he acudido a los libros del padre Molina y rara vez he quedado de-fraudado. Y, al consultar esos dos libros venerables, he podido advertirla precisin, la finura, la penetracin lingstica de Fray Alonso. Dar unsolo ejemplo: en el prlogo de la primera edicin de su Arte haba afir-

    56 El Arte muy curiosa por la qual se ensea el entender, y hablar la lengua Italiana (Medina

    dei C a m p o 1596).57

    Thesaurus fundamentalis quinqu linguarum. ln qua facilis va Htspamcam, Gallicam, Itali-cam attigendi etiam per Latinam & Germanicam sternitur (Ingolstadii , 1626).

    58 Grammatica y pronunciacin alemana y espaola (Viena, 1634).

    59 Gramtica con reglas muy prouecbosas y necessanas para aprender a leer y escnuir la lengua

    francesa conferida con la castellana (Alcal de henares , 1565).60

    La pr imera edicin del Vocabulario como es bien sab ido se h izo en Mxico, en 1555; lasegunda, t ambin mexicana, en 1571. A m b a s obras han sido reeditadas facsimilarmente en Madrid ,p o r el Ins t i tu to de Cul tura Hispnica: la pr imera , en 1944 y la segunda, al ao siguiente.

  • La lingstica espaola del Siglo de Oro 55

    mado que el nhuatl tiene una letra Hebrayca, que es tsade. La qual seha de escreuir con t y s o con t y z ; y ase de pronunciar como t y sdiziendo... nitzatzi. El padre Molina pareca identificar as fonticamen-te la /s/ picoalveolar con la /z/ dorsodental, de acuerdo con lo que efec-tivamente estaba sucediendo en el espaol hablado por la mayor parte delos conquistadores, pero no con la realidad fontica de la lengua mexica-na, en la cual no existan sibilantes picoalveolares. Este pequeo errorfue inmediata y pulcramente corregido por el propio Molina en la segun-da edicin de su obra (de 1576), donde con toda precisin explica, al re-ferirse a esa letra hebrayca: la qual se ha de escreuir con t y z, y nocon t y s; ase de pronunciar t y z, esto es, como africada dorsodentoal-veolar /s/, similar a la antige c. castellana.

    Con semejante acuciosidad codificaron aquellos misioneros gramti-cos la lengua tarasca (Fr. Maturino Gilberti y Fr. Juan B. de Lagunas),zapoteca (Fr. Juan de Crdoba), mixteca (Fr. Francisco de Alvarado y Fr.Antonio de los Reyes), otom (Fr. Pedro de Cceres), zoque (Fr. Luis Gon-zlez), maya (Fr. Juan Coronel), quechua (Fr. Domingo de Santo Tomsy Diego Gonzlez de Holgun), aymara (Ludovico Bertonio y Diego deTorres), yunga del Per (P. Fernando de la Carrera), moxa (P. Pedro Mar-bn), araucana (P. Luis de Valdivia), timuquana de la Florida (Fr. Fran-cisco Pareja), mosca de Colombia (Fr. Bernardo de Lugo), cumanagota(Fr. Manuel Yanguas), guaran (P. Antonio Ruiz de Montoya), mame deGuatemala (Fr. Diego Reynoso), totonaca (Fr. Andrs de Olmos) y otrasms de menor difusin61. Menndez y Pelayo registra otros muchos es-critos sobre las lenguas amerindias que no se han podido localizar62; aellos habra que aadir las obras sobre otros idiomas del mundo, escritastambin por misioneros: lenguas de Etiopa, de la India, del Japn, de laChina y de Filipinas. Todo este ingente trabajo lo hicieron de la mejormanera en que poda hacerse: desde dentro, aprendiendo primero la len-gua que se tratara de codificar, convirtindose en uno de sus hablantes,familiarizndose con ella plenamente, para despus describirla como sifueran hablantes nativos. Lento y arduo procedimiento, que pocos lin-gistas contemporneos son capaces de adoptar. Aquel aprendizaje nti-mo y vivencial, aquel proceso de americanizacin lingstica era, adems,la mejor manera de identificarse con los pueblos amerindios, de compren-der sus culturas, sus sentimientos, sus necesidades, sus inquietudes, todo lo

    61 El Prof. Norman A. M c Q u o w n prepara actualmente la edicin del manuscrito de una gra-

    mtica del totonaco que acaso pudiera ser la que se sabe compuso el P. Olmos .62

    Ver La ciencia espaola, ed. Enrique Snchez Reyes (Santander, CSIC, 1954), III, 152-172.

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    cual permiti a estos misioneros convertirse en verdaderos defensores delos indios.

    Si la ortografa del espaol moderno no est muy lejos de la raciona-lidad y del rigor propios de la ortografa fontica, es virtud que debemosa los lingistas del Siglo de Oro, encabezados por el propio Nebrija, cu-yas Reglas de orthograpbia en la lengua castellana (Alcal de Henares,1517) proclaman la necesidad de acercar la escritura a la pronunciacin:asi tenemos descreuir como hablamos y hablar como escriuimos63, prin-cipio que basado en la autoridad de Quintiliano64 fue abrazado porla mayor parte de los gramticos espaoles, como Pedro de MadariagaVizcano, en cuya opinin se debe escribir como se pronuncia65; o comoJuan Snchez, severo censor de algunos Espaoles, que por tratar la len-gua latina, fcilmente la mezclan y rebuelven con la Espaola, dando alRomance la ortografa del latn66; o como Mateo Alemn quien reco-mendaba ya despus de las letras formadas, irlas usando legal i ortogra-famente, cuanto a nosotros toca, escriviendo como hablamos, para queotros nos entiendan con facilidad cuando escrevimos67; o como Barto-lom Jimnez Patn, defensor de la autonoma ortogrfica de la lenguacastellana, por cuanto que como tienen las lenguas gramtica propia, assmismo tienen ortografa [propia] y ass la tiene la espaola68 o como,muy especialmente, Gonzalo Correas, quien enarbolando el principio deke se de eskrivir, komo se pronunzia, i pronunziar, komo se eskrive,aconseja ke no falte, ni sobre letra69, esto es como hoy diramos, mspedantescamente, aunque sin aadir nada nuevo que exista un solo gra-

    63 Hago la cita por la reciente edicin de Antonio Quilis, publicada por el Instituto Caro y Cuer-

    vo de Bogot, en 1977, que va precedida por un excelente estudio del propio Quilis (vase p. 121).Tambin en su Gramtica castellana haba asentado Nebrija este principio: assi tenemos de escrivircomo pronunciamos i pronunciar como escrivimos (Lib. I, cap. 5; p. 21 de la edicin citada en lanota 3).

    M M. Fabii QuintiSiani, Instuonis Oratonae, Libri XII (Darmstadt, 1972), Lib. I, 7, 30-31,

    p. 144: Ego, nisi quod consuetudo optinuerit, sic scribendo quidque iudico, quomodo sonat. hicenim est usus litterarum, ut custodiant voces et velut depositum reddant legentibus, itaque id expri-mere debent, quod dicturi sumus. (Yo creo que, si la costumbre no lo rechaza, se debe escribir comose pronuncia. Porque sta es la utilidad de las letras: conservar las palabras, as como restituir al quelee lo depositado en ellas; y as deben expresar lo que queremos decir).

    65 Vase su Libro subtissimo intitulado honra, de escribanos (Valencia, 1565) en La Vinaza, Bi-

    blioteca, col . 1131.66

    Principios de la Gramtica Latina (Sevilla, 1586), en La Vinaza , col . 1162.67

    Ortografa castellana (Mxico, 1609). C i t o po r la edicin de Jos Rojas Garcidueas (Mxico,1950), p p . 25-26.

    68 Eptome de la ortografa latina y castellana (Baeza, 1614). Lo citado, en la p . 74 de la edicin

    de A. Qui l i s y J. M. Rozas , consignada en la nota 17.69

    Ortografa kastellana nueva i perfeta (Salamanka, 1630), pp. I y 2 respectivamente. (Ed. fac-similar, Madr id , Espasa-Calpe, 1971).

  • La lingstica espaola del Siglo de Oro 57

    fema por cada fonema y un solo fonema por cada grafema. Ello permitia Correas eliminar de su alfabeto varios signos grficos ya innecesarios:c y q, cuyas funciones quedan a cargo de z y k segn los casos, ; susti-tuida por x, la h muda simplemente eliminada, y la y reemplazada por i.

    Ante la resistencia de los etimologicistas que se oponan a tan drsti-cas medidas y exponan argumentos en favor de un sistema ortogrficoque no se alejara excesivamente de sus races grecolatinas70, se lleg, conel tiempo, a una solucin intermedia, de compromiso, no excesivamentereprobable. Virtud que debemos, tambin, a nuestros gramticos del Si-glo de Oro...

    El tiempo se me ha acabado y nada he podido decir sobre otra de lascuestiones ms acuciosamente estudiadas y, tambin, ms apasionadamen-te debatidas por algunos de aquellos humanistas: la relativa al origen dela lengua castellana, en que intervinieron personalidades tan ilustres comoGregorio Lpez Madera, Bernardo Aldrete, Luis de Cueva, GonzaloCorreas, Francisco de Pedraza, Bartolom Jimnez Patn, Francisco deQuevedo y otros de menor autoridad, todos ellos precedidos en el estu-dio del tema ya desde la primera mitad del siglo XV por Alonso deMadrigal y posteriormente por Antonio de Nebrija, Florin de Ocampoy Juan de Valds. Mas no hubiera sido preciso, ni siquiera conveniente,que hubiera dispuesto del tiempo necesario para ello, por cuanto que lacuestin ha sido ya bien estudiada, como se sabe, por Emilio Alarcos Gar-ca71 y, ms reciente y pormenorizadamente, por Werner Bahner72.

    En conclusin: Si un pueblo que, en poco ms de un siglo, ha sidocapaz de codificar gramaticalmente su lengua; ha inventariado su vocabu-lario general y ha rastreado las etimologas de sus vocablos; ha organiza-do monogrficamente algunos de sus vocabularios particulares (de arcas-mos, topnimos, extranjerismos, tecnicismos, etc.); ha establecido bastan-te racionalmente su sistema ortogrfico; ha planeado la enseanza de suidioma a otros pueblos (flamenco, italiano, francs, ingls, alemn); ha es-tudiado y codificado gramaticalmente multitud de lenguas muy diferentesde la suya propia, como las americanas... si un pueblo que ha hecho todoeso en poco ms de una centuria no es un pueblo dado a gra-

    70 La historia de este problema ha sido hecha magistralmente p o r ngel Rosenbla t : Las ideas

    ortogrficas de Bello, p r logo del vol . V (Estudios gramaticales) de las Obras completas de AndrsBello (Caracas, 1951), I X - C X X X V I I I .

    71 Ver su artculo sobre Una teora acerca del origen del castellano, Boletn de la Real Aca-

    demia Espaola, 20 (1934), 209-228.72

    La lingstica espaola del siglo de oro (Madrid, 1966); t raduccin de su Beitrag zum Sprach-bewusstein in der spanischen Literatur des XVI und XVIIJahrhunderts (Berln, 1956). Interesan, enespecial, las pginas 101-146.

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    matiqueras, no alcanzo a imaginar qu maravillas y portentos habra te-nido que hacer para que pudiramos hoy reconocerle esa inclinacin y ca-pacidad filolgicas. Y si esta ingente labor no ha quedado debidamenteconsignada en las modernas historias de la lingstica, ms cabr atribuirtal deficiencia a la apata, al desinters o al desconocimiento de los histo-riadores, que a la incapacidad o inactividad de aquel pueblo.

    Cualquier pueblo que alcanza la cspide de su trayectoria histrica,de su capacidad creadora, suele ser capaz y creador en todas las activida-des propias de la cultura de su poca. La grandeza de la Espaa renacen-tista no fue slo obra de sus navegantes y de sus soldados, de sus poetasy de sus dramaturgos, de sus prosistas y de sus pintores, sino que tam-bin sus gramticos y sus fillogos aportaron una valiosa contribucin ala conquista de aquel esplendor cultural.

    JUAN M. LOPE BLANCH

    Universidad Nacional Autnoma de Mxico