Crisis Economica y Reconversion
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CRISIS ECONÓMICA Y RECONVERSIÓN INDUSTRIAL.
CRISIS ECONÓMICA DE 1975-1985
La crisis industrial, que afectó a todos los países industrializados a partir de 1975, incidió
duramente sobre la industria española debido a sus notorias debilidades estructurales.
Causas de la crisis
La crisis obedeció a causas externas e internas.
a) Las causas externas están relacionadas con los cambios que se produjeron en estas fechas
en la economía mundial.
→ El encarecimiento de la energía por la gran subida de los precios del petróleo en 1973,
incrementó los costes de producción y redujo la demanda.
La guerra árabe- israelí de 1973 fue el factor desencadenante de esta crisis, ya que los países
árabes manifestaron su descontento al apoyo prestado por EEUU a Israel con un alza del
precio del petróleo.
La crisis energética de 1973 fue originada por varios factores. En primer lugar, el precio subió a
raíz del cierre de la vía que comunicaba los pozos del golfo Pérsico con el Mediterráneo: el
Canal de Suez. La OPEP decidió, además, elevar el precio del crudo (en 1973 llegó a subir 10
dólares por barril). Como consecuencias de estas medidas, se produjo un enfrentamiento de
intereses entre los países exportadores e importadores de petróleo.
El precio del crudo se mantuvo en ascenso hasta la mitad de la década de 1980, en que
empezó a descender, debido a que los países importadores de petróleo tomaron medidas
centradas en el ahorro energético y en la búsqueda de fuentes de energía alternativas.
→ El agotamiento del ciclo tecnológico anterior ante el inicio de otro nuevo. La tercera
revolución industrial dejó anticuados las tecnologías, los sectores y los sistemas de producción
industrial.
-Las nuevas tecnologías que dejan desfasadas a las precedentes son la microelectrónica, la
informática y las telecomunicaciones.
-Los nuevos sectores industriales derivados de ellas (robótica, aeronáutica, nuevos materiales)
se imponen sobre los anteriores (electrometalúrgico y químico).
-Los nuevos sistemas de producción flexible (descentralizada en pequeños establecimientos)
se imponen sobre el sistema fordista (concentración en grandes fábricas).
→ Las nuevas características de la demanda (exigente en calidad y diseño) requieren una
innovación permanente y una diversificación de los productos que no todas las empresas
pueden abordar.
→ La mundialización (globalización) de la economía favoreció una división internacional del
trabajo en la que cada territorio se especializó en unos u otros sectores industriales según sus
ventajas. Este hecho ha alterado la localización tradicional de la industria, pues han surgido
Nuevos Países Industrializados (NPI), casi todos asiáticos, que se han especializado en
industrias tradicionales (siderurgia, construcción naval, textil, confección, calzado) y sectores
de montaje, en los que son muy competitivos por el bajo coste de su mano de obra, de este
modo sus precios de venta son menores que los de los países industrializados, que no pueden
competir con ellos.
b) Entre las causas internas que ahondaron la crisis destacan las siguientes:
→ Las deficiencias estructurales de la industria española: desfavorable especialización en
sectores maduros, muy consumidores de energía y trabajo, que fueron los más afectados por
la crisis; insuficiente modernización tecnológica; elevada autofinanciación; dependencia
exterior (energética, tecnológica y financiera), y acusado endeudamiento por la baja
autofinanciación.
- La coyuntura histórica con el fin de la dictadura y el inicio de la transición democrática generó
incertidumbre, redujo la inversión y retrasó las políticas para hacer frente a la crisis.
Consecuencias de la crisis
Como consecuencia de la crisis cerraron muchas empresas, la producción descendió, cayeron
los beneficios y aumentó el endeudamiento y el paro. También descendió la aportación
industrial al PIB y se consolidó la posición periférica española a escala mundial.
→ Económicas.
En España el alza del precio aumentó los pagos a realizar por el petróleo importado, mientras
el ritmo de expansión de las exportaciones se reducía debido a la pérdida de competitividad
derivada de una inflación desconocida hasta entonces y que llegó a superar el 20% anual. Entre
1973 y 1974, el déficit, en dólares, entre lo exportado y lo importado se duplicó, mientras la
balanza corriente (mercancías más servicios y transferencias) paso de un superávit de 500
millones de dólares a un déficit superior a los 3000 millones.
La crisis fue, sobre todo, una crisis industrial. La profundidad de la recesión es inseparable de
dos causas. En primer lugar, el elevado consumo de energía por unidad producida elevó
mucho los costes y los precios de venta, al hacerlo los de la energía. En segundo lugar, el
elevado peso en el total de la industria de las actividades de poco contenido tecnológico, como
bienes de consumo, siderurgia, construcción naval y material de transporte, donde la crisis
alcanzó proporciones más graves.
El paro aumentó a un ritmo anual muy
elevado y alcanzó el 10% en 1979. El
descenso de la renta fue más intenso
en las zonas con una industria en
recesión. Entre 1975-1985, la renta
anual por habitante en el conjunto de
España aumentó algo menos del 1%.
En Asturias, Cantabria, Cataluña y en el
País Vasco, sin embargo, el incremento
fue mucho menor y en el País Vasco,
bastión de la industria pesada desde
fines del siglo XIX, la tasa media
durante este decenio fue negativa. Los
errores en la lucha contra la crisis fueron considerables, los ministros de Industria de los
gobiernos de UCD agravaron las repercusiones de la crisis al incorporar al sector público
algunas privadas en quiebra o en graves dificultades. La consecuencia no podía ser sino el
aumento de las pérdidas del grupo INI y, por tanto, el incremento del gasto público con efectos
negativos sobre la tasa de inflación.
Hasta casi cuatro años después del inicio de la recesión, no se produjo un cambio significativo
en la política económica. Los Pactos de la Moncloa, firmados en 1977, por los partidos
parlamentarios y centrales sindicales y ratificados por el Congreso dos días después,
constituyeron el primer gran conjunto de medidas para afrontar la crisis en España. Sus dos
objetivos fundamentales fueron reducir la inflación y poner en práctica un conjunto de
reformas para repartir equitativamente los costes de la crisis.
Para reducir la inflación, además de devaluar fuertemente la peseta, se diseñó una estrategia
de moderación monetaria y de control del gasto público, incluyendo a la Seguridad Social,
hasta entonces escasamente controlada. También se acordó realizar programas para
racionalizar el elevado consumo de energía, se llevaron a cabo la reforma tributaria y fiscal,
tantas veces retrasada, la modernización del sistema financiero y el establecimiento de un
nuevo marco de relaciones laborales.
→ Sociales.
Nunca hasta entonces las movilizaciones laborales, sin previa convocatoria de huelga general,
habían alcanzado un volumen semejante en la historia de España. En 1976, el número de
huelguistas fue de 3,6 millones y el de jornadas no trabajadas alcanzó los 110, el año anterior
se habían puesto en huelga un millón de obreros y las jornadas perdidas ascendieron a diez
millones. Ante la oleada de conflictividad, el gobierno de Arias Navarro recurría como había
hecho en el pasado, al empleo de la policía y del ejército si fuera necesario, con la aquiescencia
del ministro de Gobernación, cuyo titular, Manuel Fraga, ya gozaba de la merecida fama de
autoritario y alérgico a la negociación.
LA POLÍTICA FRENTE A LA CRISIS: LA REESTRUCTURACIÓN INDUSTRIAL
Para atajar la crisis los países de la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo
Económico) adoptaron desde 1975 políticas de reestructuración industrial, que en España se
retrasaron hasta la siguiente década por las circunstancias políticas.
La reestructuración industrial tuvo dos vertientes complementarias: la reconversión industrial
y la reindustrialización, que se abordaron con ayudas estatales de tipo financiero
(subvenciones y créditos), fiscal (deducciones y bonificaciones o descuentos en la cuota
tributaria) y laboral (facilidades para la regulación de empleo y jubilaciones anticipadas).
Reconversión industrial
La reconversión industrial tenía como objetivo ser un tratamiento de choque, que actuase de
forma intensiva en un corto período de tiempo, para asegurar la viabilidad a medio plazo de
las industrias en crisis, mediante las reformas necesarias para adaptarlas al nuevo ciclo
tecnológico y al mercado en condiciones de competitividad y viabilidad.
Las actuaciones se basaron en el ajuste de la oferta productiva a la demanda, eliminando el
exceso de capacidad. Para ello, se llevaron a cabo cierres de empresas o reducciones de la
capacidad productiva, regulaciones de plantilla mediante despidos o prejubilaciones,
saneamiento financiero de las empresas, especialización en productos con mayor demanda,
procesos de modernización tecnológica y aplicación de los nuevos sistemas de organización y
gestión.
La reconversión afectó a los sectores maduros que tenían una importante participación en la
producción y eran considerados componentes esenciales del sistema industrial por su
importancia económica y el empleo que generaban: siderometalúrgico, construcción naval,
línea blanca de electrodomésticos, equipo eléctrico y componentes electrónicos, textil y
calzado y cinco empresas multinacionales (General Eléctrica Española, Standard Eléctrica,
Westinghouse, Talbot y Asturiana de Zinc).
Los resultados de la reconversión solo pueden valorarse provisionalmente, pues la integración
de España en la Unión Europea obligó a plantear una segunda reconversión en 1991. Se puede
afirmar que fueron una fuerte reducción del empleo que superó las previsiones, por la
posterior profundización del ajuste y que ha afectado principalmente a las ramas del metal y
mecánicas y a grandes empresas. El calzado y la confección, propuestos inicialmente, y muchas
pequeñas y medianas empresas (PYMES) afectadas por agudas crisis, quedaron excluidos.
Reindustrialización
La reindustrialización o recomposición del tejido industrial de las zonas afectadas por la
reconversión, creando en ellas nuevas actividades económicas e industriales de futuro, se llevó
a cabo buscando dos objetivos prioritarios:
→ La modernización tecnológica de los sectores que, sometidos a reconversión, presentasen
una clara viabilidad futura.
→ La creación de nuevas actividades de futuro que diversificasen la industria de zonas hasta
entonces muy especializadas y generasen empleo capaz de absorber los excedentes laborales
de la reconversión.
La actuación más destacada fue la
creación en 1983 de las Zonas de
Urgente Reindustrialización (ZUR), con
un período de vigencia de 18 meses,
prorrogables otros 18 (3 años). Podían
solicitar su inclusión en una ZUR las
empresas que realizasen la instalación,
ampliación o traslado de fábricas a estas
áreas, siempre que generasen nuevos
puestos de trabajo y fuesen viables. A
cambio recibirían incentivos fiscales y
financieros, así como subvenciones por incorporar trabajadores de los Fondos de Promoción
de Empleo (parados procedentes de la reconversión).
Se delimitaron seis áreas en las que se crearon ZUR: Galicia (Ferrol-Vigo), Asturias, ría del
Nervión, Barcelona, Madrid y Cádiz.
Como resultados positivos de la reindustrialización fueron un crecimiento de la inversión y de
la diversificación industrial de zonas antes muy especializadas. Pero también mostró
insuficiencias: generó menos empleo del previsto, las ayudas beneficiaron principalmente a las
grandes empresas y se acentuaron los desequilibrios regionales (Madrid y Barcelona se
llevaron la mayoría de los proyectos, el empleo y las inversiones ante el escaso atractivo de las
restantes zonas).