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UNMSM 271 «Hablar de libros, de au- tores, de poesía, con Carlitos Ney, en los cuchitriles inmundos del centro de Lima, o en los bu- lliciosos y promiscuos burdeles era exaltante» Mario Vargas Llosa 1 C uando se habla de cultura en el país, lo que inmediatamente vie- ne a nuestras mentes son aque- llas manifestaciones o vivencias asocia- das, en la casi totalidad de los casos, al mundo académico: música, literatura, poesía, ballet o escultura, con sus prin- cipales exponentes en primera fila, a los que se suele admirar fuera de los con- textos sociales en los que cultivaron sus vocaciones, soslayando así la influencia de dichos ambientes sobre la labor creativa. O quizás, como ocurre en las últimas décadas, nuestra imaginación puede alcanzar a las ahora promo- cionadas expresiones de la cultura po- pular: danzas, canciones, fiestas costum- bristas, artesanías, etcétera, haciendo con ellas la misma cirugía, obviando en el análisis las características de los espa- cios físicos en las que ellas se desarro- llan, o las relaciones sociales, humanas, y por ende creativas, de cuyo tramado aquellos productos culturales forman parte y se explican. El mundo urbano y concretamen- te el paisaje limeño, que ha sufrido una * Antropólogo, con estudios de Maestría en Historia de la Filosofía. Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNMSM, miembro del Instituto de Investigaciones Económicas. E-mail: [email protected] CREADORES CULTURALES EN LA TRUCULENTA LIMA ALBERTO MOSQUERA MOQUILLAZA* RESUMEN El autor presenta la experiencia de la cultura popular a partir del comentario sobre tres creadores peruanos en la Lima del siglo XX.

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«Hablar de libros, de au-tores, de poesía, con CarlitosNey, en los cuchitriles inmundosdel centro de Lima, o en los bu-lliciosos y promiscuos burdelesera exaltante»

Mario Vargas Llosa1

Cuando se habla de cultura en elpaís, lo que inmediatamente vie-ne a nuestras mentes son aque-

llas manifestaciones o vivencias asocia-das, en la casi totalidad de los casos, almundo académico: música, literatura,poesía, ballet o escultura, con sus prin-cipales exponentes en primera fila, a losque se suele admirar fuera de los con-textos sociales en los que cultivaron sus

vocaciones, soslayando así la influenciade dichos ambientes sobre la laborcreativa. O quizás, como ocurre en lasúltimas décadas, nuestra imaginaciónpuede alcanzar a las ahora promo-cionadas expresiones de la cultura po-pular: danzas, canciones, fiestas costum-bristas, artesanías, etcétera, haciendo conellas la misma cirugía, obviando en elanálisis las características de los espa-cios físicos en las que ellas se desarro-llan, o las relaciones sociales, humanas,y por ende creativas, de cuyo tramadoaquellos productos culturales formanparte y se explican.

El mundo urbano y concretamen-te el paisaje limeño, que ha sufrido una

* Antropólogo, con estudios de Maestría en Historia de la Filosofía. Profesorde la Facultad de Ciencias Económicas de la UNMSM, miembro del Institutode Investigaciones Económicas. E-mail: [email protected]

CREADORES CULTURALESEN LA TRUCULENTA LIMA

ALBERTO MOSQUERA MOQUILLAZA*

RESUMENEl autor presenta la experiencia de la cultura popular a partir

del comentario sobre tres creadores peruanos en la Lima del siglo XX.

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gran metamorfosis en los últimos cin-cuenta años, es un buen referente. Ensus marcos primigenios y en sus des-bordes hacia los extramuros de la ciu-dad, millones de hombres y mujeres handesarrollado un complejo y abigarradomundo de formas de sobrevivencia eco-nómica y patrones de existencia social ycultural que violentaron la cadencia len-ta, monótona, de salidas y llegadas almismo punto de partida de las tradicio-nales costumbres limeñas. En esos es-cenarios siempre cambiantes y borras-cosos, la sensibilidad de los creadores,incluyendo la de los académicos, fueronencontrando un excelente magma socialy cultural con el que algunos llegaron aconfundirse, parcial o totalmente, tran-sitoria o definitivamente, al considerar-se parte del proceso urbano de construc-ción/destrucción que sufrió la vieja Lima,acosada y erosionada desde dentro yfuera, como efecto de un crecimientoeconómico anárquico, sin más controlque el tamaño de los bolsillos de losinversionistas.

En esa transición cultural, Limaganó en diversidad cuando lo viejo, re-presentado por las añosas conductas crio-llas, fue entremezclándose con lo nue-vo, traído desde tierra adentro por losmiles de miles de provincianos que len-tamente, superando animadversiones yremilgos, iban conquistando la capital;mientras la radio, el cine, la televisión,el disco, hacían lo suyo por el cambio,difundiendo costumbres, modas, estilosde vida, héroes y villanos, música y can-

ciones, bailes, todos foráneos, que fue-ron delineando nuevas maneras de ser,entender y sentir las cosas.

Con el capitalismo urbano en ex-pansión, sus luces y sombras se expan-dieron por toda la ciudad. Luces en losbarrios ricos, claroscuros en losmesocráticos y sombras en los barriospobres o en los rincones miserables dela ciudad, repletos de las víctimas deesa expansión excluyente: obreros yempleados mal pagados, artesanos arrin-conados por la competencia desigual,maestros en picada, informales que ibanganando calles y avenidas, desocupadoscrónicos, provincianos sin futuro inme-diato, y una juventud pobre que en elmito de la educación trataba de encon-trar una salida a sus problemas, mien-tras unos soñaban con emular a sus hé-roes del cine mexicano; aunque otros sesintieran más cerca de los rebeldes sincausa del celuloide norteamericano.

Y con los tiempos modernos sur-gieron nuevos bares y chinganas que,como diría el conocido HumbertoMartínez Morosini, mandaron al «rin-cón de las ánimas» el pickup y sus agu-jas2 , para reemplazarlo por la estentórearockola. Y con las insinuantes voces deLeo Marini (Dos almas que en el mun-do/había unido Dios/dos almas que seamaban/eso éramos tú y yo/) y LuchoGatica (Tú me acostumbraste/ a todasesas cosas/y tú me enseñaste/que sonmaravillosas), que con la novísima tec-nología de punta «sonaban mejor», se

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estrenaron nuevos burdeles o se remo-zaron los antiguos con la inevitable ce-santía, por edad y decencia, de las vie-jas putas y su reemplazo por nuevas,lanzadas al arroyo por la misma moder-nización; que patentizó también nuevosdelincuentes, que hacían la preparatoriacomo pájaros fruteros y se graduabanen «El Sexto» o «El Frontón», de don-de salían listos para imitar a «Rififí»,un gángster del celuloide francés que le

rompió los esquemas a los delincuenteslimeños, cansados de robar gallinas, car-teras o ropa tendida.

MARIO VARGAS LLOSA

Se nos hace hoy difícil pensar enun Mario Vargas Llosa frecuentando ba-res, lupanares, callejones y hoteluchos

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de Lima, enamorando prostitutas, man-dándose un jalón de cocaína en el «Ne-gro Negro», otrora intelectualizada boitede la plaza San Martín - donde AlfredoBryce Echenique terminaba sus nochesde bohemia cantando boleros de DanielSantos - o simplemente sorteando bo-rrachos, homosexuales, vagos y noctám-bulos de todo pelaje, que hasta ahoradan vida a las noches de La Colmena,pero que en los años 50 de la bohemiavargasllosiana, merodeaban o eran ha-bitúes del «Palermo», el «Chinochino»,o el «bar sin nombre», clásicos reduc-tos de tragos, amistad y del pensamien-to libre, frecuentados por el entoncesjoven escritor arequipeño y los intelec-tuales de esa época3 .

En esos ambientes, contra lo quepuedan pensar los santurrones de siem-pre, Vargas Llosa avanzó leguas en sueducación literaria. Carlitos Ney Barrio-nuevo, un periodista de carne y huesoal que todavía es posible ubicar en algúnbar capitalino, se convirtió - lo confiesael propio autor en «El Pez en el Agua»-en su director literario. César Vallejo,Martín Adán, José María Eguren, AndréMalraux, Jean-Paul Sartre, James Joycey muchos otros más desfilaron por pri-mera vez ante el nóvel Vargas Llosa, porobra precisamente de su compañero detragos y aventuras. Si alguien dudaratodavía de cuan fecundas pudieron seresas noches de bohemia remítase sim-plemente a «Conversación en la Cate-

« La Catedral». Foto: Elba Vásquez Vargas

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dral», donde con los maquillajes corres-pondientes a todo trabajo literario, VargasLlosa evocó sus andanzas juveniles.

«La Catedral», fue precisamenteuna conocida chingana de obreros, arte-sanos y desocupados, ubicada al bordedel cuartel primero de la vieja Lima, enlas inmediaciones del Puente del Ejérci-to y de la avenida Argentina, donde -como se lee en la novela - en medio deltronar de una radiola multicolor y de losolores a sudor, ají, cebollas, orines ybasura, se desarrollarán las conversacio-nes entre Zavalita (el de la siempre urti-cante pregunta: ¿En qué momento sejodió el Perú?) y Ambrosio, protagonis-tas centrales de la obra que radiografiólos intersticios de la dictadura odriísta

(1948-1956); expresión política de unpuñado de ricachones que con el viejocuento de la modernización hicieron denuestra economía un abrevadero para losinversionistas foráneos y locales.

La urbe que creció, se tugurizó ydarwinizó bajo el tuntún del capital, dela oferta y la demanda de los espaciosfísicos, empujó a los más débiles, in-cluyendo a los que llegaban de provin-cias, a los canchones, pampas y cerrosde los arrabales y a cuanto lugar hubie-ra, habitable o no, para seguir agarrán-dose a puñetazos con la vida. Zaheridospor el Perú oficial, los protagonistas deestas epopeyas, que no figuran en losgrandes libros, comenzaron a ganar vozy espacio como figuras de los cuentos

Jirón Tayacaja, Lima. Foto: Elba Vásquez Vargas

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de Julio Ramón Ribeyro4 y EnriqueCongrains. «Los gallinazos sin plumas»y «Al pie del acantilado», del primero; y«El niño de junto al cielo», «Domingoen la jaula de estera», o «Lima, horacero», escritos por el segundo, por surealismo, como escribió Luis F. Vidal,van a dar cuenta de las contradiccionesde la nueva configuración social de laciudad5 .

La gente del pueblo - dirá el per-sonaje central de «Al pie del acantila-do» - somos como la higuerilla, que cre-ce en los arenales, en las acequias sinriego, en el desmonte, sobre el canto ro-dado, alrededor de los muladares y quesin pedir tregua al sol ni a la sal de losvientos del mar, se expande por doquier.«Allí donde el hombre de la costa en-cuentra una higuerilla, allí hace sucasa porque sabe que allí podrá tam-bién él vivir»6 , nos dice el hombre queen ¿la ficción? fue a parar con sus hue-sos a los barrancos de Magdalena, co-rrido «como bandido» por los policías yescribanos que lo arrojaban de quinta enquinta, de corralón en corralón.

La realidad, tan brutal como la fic-ción, estaba marcada por el caos, el la-berinto y la degradación. Calles y plazasvan exhalando un hollín material y espi-ritual, pero al mismo tiempo esperan-zadoras alternativas de vida que se di-funden aquí y allá sin más levadura quela lucha por la sobrevivencia. Estoy pa-rado /estoy sin trabajo/ estoy de cabe-za y sigo estando sin trabajo./Llego a

este banco de parque/ a disputar un si-tio/ arrastrando los pies./ Estoy destrui-do sin siquiera bordear los 40./Estoyasustado/ sin S.S./ sin L.E./ sin L.M./sin plata... escribiría el poeta JorgePimentel expresando quizás su desven-tura personal, pero también la de mu-chos desesperados por los golpes de lavida. Pero el mismo vate, en otro poe-ma, en los marcos de la misma caotizadaurbe nos va a señalar la salida que desdeabajo van construyendo los mismos ex-cluidos: Pepsi Cola Coca Cola/pan conhuevo pan con huevo/cigarros fósforos/jebe jebe jebe jebe/ Lander Americanopara caballeros/ la negra historia delos Prado/ oiga vea oiga vea/ casimiresbaratos perfumes.../ 7

VICTOR HUMAREDA

La Parada y alrededores, en eldistrito de la Victoria, - otro de los gran-des espacios surrealistas de Lima - fueel habitat de Víctor Humareda, el des-aparecido pintor puneño quien desde1952 hasta 1986, año de su muerte, vi-vió en el Hotel Lima (cuarto 283), entre28 de Julio y Aviación, a escasas cua-dras del jirón Huatica, avenida Grau,México y Floral, barrios de putas,proxenetas y malandrines de todo tipo.En esos ambientes, devaluados ysatanizados por la cucufatería e hipocre-sía limeñas, Humareda va a encontrarla fuerza, la alegría y la motivación parapintar el lado oscuro de la ciudad: men-digos, locos, ropavejeros, prostitutas,

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como lo hiciera con los tugurios delRímac, Barrios Altos y San Cosme8 ,actitud vital que lo acompañó hasta con-cluir con un cuadro de la Quinta Heeren,48 horas antes de su deceso.

Para Humareda, la pintura no erasólo color, era también forma, armonía,composición, dibujo y realidad. Pero unarealidad que tenía que sentirla y gustar-le, con temas que debían coincidir consu estado de ánimo y su manera depensar9 .»¿Mi cuarto? Mi cuarto esmás alegre, me gusta. Me gusta LaParada, el barrio, por su bullicio, porla gente. Aunque también siento agra-do por la noche, por las mujeres bo-nitas, de buenas formas»10 dijo en unaoportunidad Humareda, el pintor que

dejó París por Lima, que no tomaba al-cohol ni fumaba pues prefería el aguade manzanilla para bosquejar sus traba-jos, mientras aguardaba la noche, a cuyoamparo incursionaba en los prostíbuloscapitalinos, a la caza de damiselas conquienes fundir sus sueños de acostarsecon su adorada Marilym Monroe, la en-diosada rubia norteamericana que sacóde sus cabales a los todopoderosos her-manos Kennedy.

A pesar de todo, a pocos se lesocurre pensar que en el fondo de los ca-llejones y solares de la vieja Lima, ensus hoy destartaladas calles y jirones, ensus cantinas y esquinas, o en sus an-tros, bulle la vida en todos sus colores ymatices, con sus héroes, malos y bue-

Jirón Angaraes, Lima. Foto: Elba Vásquez Vargas

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nos - todo depende del cristal con quese les mire - y en el quehacer cotidianode una población anónima, que desdelas entrañas de la «bestia de un millónde cabezas»11 , va cincelando tambiénel país; cantando y bailando, añorando,los más veteranos, los tiempos pasados:los valses de Felipe Pinglo Alva, los tan-gos de Carlos Gardel, enzarzándosecomo siempre en las interminables dis-cusiones sobre si fue mejor BienvenidoGranda (Angustia de no tenerte a ti /tormento de no tener tu amor/ angustiade no besarte más/nostalgia de no es-cuchar tu voz/) o Daniel Santos (Ayerse cumplieron diez años/de no ver tucara/de no mirar tus ojos/de no besartu boca/), aunque unos y otros comul-guen con la inigualable Sonora Matan-cera, Los Compadres, el trío Matamo-ros o Celina y Reutilio, clásicos repre-sentantes de la música caribeña, cuyosecos, renovados por viejos o nuevoscultores, siguen dando que hablar y bai-lar.

FELIPE PINGLO ALVA

Felipe Pinglo (1899-1936), con-siderado el compositor peruano más im-portante del siglo XX va a inmortalizaresas calles, esos barrios, esos hombresy mujeres, niños y ancianos, para quie-nes el olvido es el premio a su anonima-to. No hubo letra de Pinglo que no re-flejara el trajinar de esos hombres, sussentimientos, sus amores, sus protestassordas, sus angustias. Sebastián Salazar

Bondy escribiría que en los versos dePinglo el hombre oscuro de la calle «ha-lló su alma trémula, su neblina interior,su desahogo»12 ; mientras que para JuanLuis Dammert en la obra de Pinglo hayla visión de la multitud, de la repúblicaque ve, siente y escucha en las calles deLima, y cuyo centro vendría a ser el ba-rrio13 , tan caro a los limeños de ayer,tan extraño a los de ahora.

De nuevo al retornar al barrioque dejé/la guardia vieja es hoy los mu-chachos de ayer/no existe ya el café niel criollo restaurant/ni el italiano estádonde era su vender/ha muerto doñaCruz que juntito al solar se solía po-ner/a realizar su venta al atardecer depicantes y té/no hay ya los picaronesde la abuela Isabel/todo, todo se ha idolos años al correr/ escribe Pinglo, alvolver a su entrañable Barrios Altos, alcaserón de El Prado, «al callejón delFondo» luego de vivir durante dos añosen la Victoria. Para Basadre, ese vals,escrito en 1924, es un verdadero cantode amor al barrio y una expresión denostalgia por el pasado14 .

No existía para Pinglo mejor fuen-te de inspiración que la vida misma, laque se irradia desde la calle Ancha, ElPrado, Barbones, Los Naranjos, 5 Es-quinas, Mercedarias, en los Barrios Al-tos; o desde Monserrate, La Victoria yel Rímac, con sus grandes reservoriosde pobreza, alegrías, tristezas y esperan-zas. En esas calles y plazas, en sus huer-tas, callejones, y solares, en los cam-

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pos aledaños, Pinglo, guitarra en mano,va a entregar, entre muchas otras com-posiciones: «Bouquet», «El Huerto demi amada», «La canción del labriego»,«El espejo de mi vida», «Rosa Luz»,«Jacobo el leñador», «El canillita»,«Mendicidad», «Pobre obrerita»,«Hermelinda», «Amelia», y el himno alos amores imposibles, «Luis Enrique elPlebeyo», que va a pintar de cuerpo en-tero la emoción social del bardo criollo,su espíritu libertario.

Mi sangre aunque plebeya tam-bién tiñe de rojo/el alma en que se ani-da incomparable amor/ella de noblecuna y yo humilde plebeyo/no es dis-tinta la sangre ni es otro el corazón/Señor por qué los seres no son de igualvalor/, escribe Pinglo antes de finalizar1930, reclamando igualdad en el amor,porque para él los pobres como «LuisEnrique» tenían derecho a amar y pre-tender, como cualquier mortal, la«enguantada mano de noble mujer»,aspiración humana que abriría una grie-

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ta más de rebeldía en el Perú oligárquicode entonces. Sí, de rebeldía, pero poramor, contra la infamia de dividir a loshombres y sus sentimientos por sus orí-genes sociales15 .

EPÍLOGO

Con la nueva ola modernizadorade los años 90, el Perú, que según elINEI cuenta actualmente con más de25 millones de habitantes, ha multipli-cado sus problemas existenciales. La lu-cha por la sobrevivencia ha alcanzadodimensiones nunca antes vista, tenien-do como contrapartida una concentra-ción mayor de la riqueza en pocas ma-nos. Y, como ayer, los pobres siguenbatiéndose, tensando al máximo sus ca-pacidades creativas para salir adelante,mientras cantando y bailando coloreanciudades y pueblos como demostraciónpalpable de sus ganas de vivir, imponien-do modas, costumbres y ritmos híbridos,como la chicha, sintetizadora de lacumbia, el huayno, el bolero cantinero yel mismo rock.

La ciudad, se afirma con desazón,se ha pacharaqueado, en alusión a «LosPacharacos», un conjunto pionero delhibridaje musical que surgió abajo, enlos meandros sociales de Lima y pro-vincias, pero cuyos émulos de últimahora, previa modernización tecnológicay afinamiento temático, se han filtradoen los exclusivos aposentos de Camacho,La Molina, Rinconada de Lago y bal-

nearios del sur; habiendo servido inclu-so de sebo musical en la controvertidacampaña electoral de mayo y junio pa-sados.

Sin embargo, más son las som-bras que las luces en la nueva etapa demodernización. Al amparo del neoli-beralismo el capital se ha impuesto arajatabla: el costo lo podemos observaren las calles y conos de la ciudad, de díay de noche. Un solo ejemplo bastará deilustración. En pleno centro de la capi-tal, entre las avenidas Alfonso Ugarte,Garcilaso de la Vega, Tacna y los jiro-nes Moquegua y Dávalos Lisson, de 160hostales abiertos en los últimos años, 128sirven para el ejercicio de la prostitución;cifra que puede ampliarse si se contabi-lizan los locales existentes en los jironesTorrico, Cailloma y Camaná16 , sin ex-cluir cines, salas de video, restaurantesy centros de masajes donde se practicael amor al paso, con la misma prisa conla que se come un pan con chicharrón,sin la parafernalia putañera de los clási-cos burdeles limeños, sin la competen-cia desenfadada de Marini o Gatica, Ja-vier Solís o Roberto Ledesma, sin lostremebundos personajes del estilo de «Yosoy el Rey», historia de putas, marico-nes y aprendices de cafiche que lleva lafirma de Alfredo Bryce Echenique.

Esa realidad de fines del siglo XXpor sí sola es subversiva, porque inco-moda y hiere, porque subvierte nuestrossentidos y dignidad humana, porque lasverdades que muestra se traen abajo las

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falsedades de los discursos oficiales deprogreso y bienestar; y porque, además,manejada diestramente por poetas, es-critores, cantaautores o pintores, puedealimentar una rebeldía que, adecuada ylibremente encauzada, puede hacer rea-lidad la utopía de «Luis Enrique, el Ple-beyo».

NOTAS

1 VARGAS Llosa, Mario, El Pez en el Agua,Seix Barral, Santafé de Bogotá, 1993, p.148.

2 En los años 50 las fiestas familiares en lostradicionales barrios limeños se animaban,sin descartar la presencia de los conjuntoscriollos, con radio o pickup, cuyo empleodestronó definitivamente a la victrola. Se-gún Gregorio Martínez, hablar de victrolaes hablar de tango, milonga, foxtrot y con-ga; al pickup le debemos la irradiacióndel bolero, la guaracha, el porro, el mambo,la ranchera, el guapango y la música y can-ciones de nuestro repertorio local: valses,polkas, marineras y huaynos. MARTINEZ,Gregorio, La gloria del piturrín y otrosembrujos de amor, Mosca Azul, Lima, 1985,p.65.

3 El «Palermo» es el más renombrado de lostres bares, que estuvieron ubicados en lacuadra 11 de La Colmena, a pocos metrosdel Parque Universitario, porque en él so-lía reunirse lo más graneado de la inte-lectualidad sanmarquina conformante de lallamada Generación del 50. Pablo Mace-ra, Abelardo Oquendo, Francisco Bendezú,Oswaldo Reynoso, Juan Gonzalo Rose,Washington Delgado, Eleodoro Vargas Vi-cuña, entre otros, fueron los que animabanlas reuniones. El «chinochino» y el «barsin nombre», que permanecían abiertostoda la noche eran las estaciones finalesde los periplos nocturnos. «Abstente mu-

chacha de indagar los secretos de la no-che. Aquí el silencio es cóncavo y bacán,cosa de prodigios. Una mosca insensataestuvo tercamente rondando mis narices, yotros insectos taciturnos boquean sus fra-casos sobre unas mesas de aserrín y sal-muera: Pintura del Chinochino», escribeCesáreo Martínez en Chinochino´s Picture,lectura poética del ambiente crapuloso quese vivía en la cantina mencionada, hoy sólopresente en el recuerdo de los viejos aman-tes de las noches limeñas.

4 Como se sabe, la obra cuentística de Ribeyroestá agrupada bajo el rubro «La Palabradel Mudo» que se explica, según el mismoautor, porque a través de la mayoría de suscuentos se expresan los marginados, losolvidados, los condenados a una existen-cia sin sintonía porque en sus vidas estánprivados de la palabra.»Yo les he restitui-do este hálito negado y les he permitidomodular sus anhelos, sus arrebatos y susangustias», escribió el desaparecido lite-rato. RIBEYRO, Julio Ramón, Cuentos Po-pulares, Munilibros 2, Municipalidad deLima Metropolitana, Lima, 1986, p.8.

5 VIDAL, Luis y otros, Presencia de Lima enla literatura, Cuadernos Desco, Lima,1986, p.20.

6 RIBEYRO, Julio Ramón, La palabra del mudo(Antología), Ed. Milla Batres, Lima, 1989,p.78.

7 SANCHEZ León, Abelardo, Presencia deLima en la poesía actual. En: Vidal Luis yotros, Idem, pp. 67, 68.

8 FALCON, Jorge, De Humo y Victoria. En:Altavoz, Suplemento dominical de La Voz,15-11-87, p. 3.

9 FALCON JORGE, Ibid, p. 510 FREYRE, Maynor, Lo Encontramos solo,

con sus pinturas. En: Altavoz, Ibid. p. 9.11 Así veía Lima un personaje del cuento «El

Niño de junto al cielo» de Enrique CongraisMartín.

12 SALAZAR Bondy, Sebastián, Lima la Ho-rrible, Populibros Peruanos, Lima, 1964,p. 82.

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13 DAMMERT, Juan Luis, Pinglo cumple 100años. http://home.snafu.de/angelam/Pinglo%20Cumple.htm

14 BASADRE, Jorge, Historia de la Repúblicadel Perú, T. XVI, Ed. Universitaria, Lima,1968, p.147.

15 Mucho se ha especulado sobre la motiva-ción real de tan celebrada composición.¿Fue un amor frustrado de Pinglo? ¿Fue«Luis Enrique» alguno de sus íntimos ami-gos? No se sabe a ciencia cierta. Sin em-bargo, la preocupación por descubrir alverdadero héroe ha cubierto una facetapoco conocida de Pinglo: su acercamientoal pensamiento social de vanguardia de suépoca, que podría explicar sus inclinacio-nes temáticas. Manuel Acosta Ojeda, ba-

sándose en el testimonio de Augusto Ballón,amigo del compositor, afirma que éste fueuno de los asistentes a un recordado en-cuentro de socialistas y anarquistas en1923, que terminó con una movilización deobreros y estudiantes por los Barrios Altosentonando «La Internacional». En noviem-bre de 1931, siempre según Acosta, Pinglotocó y cantó en el teatro «Beverly» - antesManco Cápac - de La Victoria, en solidari-dad con Delfín Lévano, un reconocido di-rigente obrero, inutilizado físicamente porlas prisiones y las torturas de sus enemigospolíticos. En: Acosta, Manuel, Felipe so-berano, http://home.snafu.de/angelam/Centenario.htm

16 El Comercio, Lima, 15 de Noviembre de1999, p. a2.

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