Bryce Echenique, Alfredo - El Huerto de Mi Amada

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  • Esta novela obtuvo el Premio Planeta 2002,

    concedido por el siguiente jurado:

    Alberto Blecua, Pere Gimferrer,

    Carmen Posadas, Antonio Prieto, Carlos Pujol,

    Terenci Moix y Manuel Vzquez Montalbn.

  • ALFREDO BRYCE ECHENIQUE

    EL HUERTO DE MI AMADA

    Premio Planeta 2002

  • Planeta

  • El Huerto de mi Amada Alfredo Bryce Echenique

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    Este libro no podr ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados Alfredo Bryce Echenique, 2002 Editorial Planeta, S. A., 2002

    Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (Espaa)

    Primera edicin: octubre de 2002 Segunda edicin: noviembre de 2002 Depsito Legal: M. 44.250-2002 ISBN 84-08-04579-2 Composicin: Foto Informtica, S. A. Impresin y encuadenacin: Mateu Cromo Artes Grficas, S. A.

    Printed in Spain - Impreso en Espaa Otras ediciones: Especial para Planeta Crdito 1 .a edicin: octubre de 2002 Especial para Club Planeta 1 .a edicin: octubre de 2002 Especial para Grandes Clientes 1.a edicin: octubre de 2002

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    Para Anita Chvez Montoya, estos tientos y quebrantos, y ste mi

    amor; y para sus hijas Daniela, Manuela y Alejandra, con todo el cario del Geladito Dedo Tronchado.

    Tambin a Fabiola y Tavo de la Puente, o cmo los afectos de la infancia y adolescencia se recuperan conversando con buen vino y

    hermoso jardn, excelentes memoria e intencin, y agudo sentido del

    humor y de la amistad.

    Y mil gracias, queridos Julia Roca y Carlos lvarez, pues bien saben

    que sin su generosa ayuda y paciencia no habran sido posibles, este ao, como tantos ya, en nuestra Gran Isla, ni el autor, ni su

    computadora, ni mucho menos su libro. Y gracias tambin por los refugios, Irene y Yovanka Vaccari, refugiadas esmeradas, Luis Serra

    Majem, tan hermoso y valioso reencuentro isleo, desde aquella adolescencia menorquina, y Cecilia y Humberto Palma, por la casa de

    Punta Corrientes y los recuerdos de toda una vida...

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    Si pasas por la vera del huerto de mi amada, al expandir tu vista hacia el fondo vers un florestal que pone tonos primaverales

    en la quietud amable que los arbustos dan. FELIPE PINGLO, El huerto de mi amada.

    Voil done le beau miracle de votre civilization! De l'amour

    vous avez fait une affaire ordinaire. BARNAVE

    Souvenir ridicule et touchant: le premier saln o a dix-huit ans l'on a paru seul et sans appuil le regard d'une femme suffisait pour m'intimider. Plus je voulais plaire, plus je

    devenais gauche. Je me faisais de tout les idees les plus fausses; ou je me livrais sans motif, ou je voyais dans un

    homme un ennemi parce qu'il m'avait regard d'un air grave. Mais alors, au milieu des affreux malheurs de ma timidit, qu'un beaujour tait beau!

    KANT

    Le besoin d'anxiet [...] Le besoin de jouer formait tout le secret du caractere de cette princesse aimable; de l ses

    brouilles et ses raccomodemments avec ses frres ds l'age de seize ans. Or, que peut jouer une jeune fille? Ce qu'elle a de

    plus prcieux: sa rputation, la consideration de toute une vie. Mmoires du duc d'Angoulme

    O how this spring of love resembleth

    The uncertain glory on an April day; Which now shows all the beauty of the sun And by, an by a cloud takes all away!

    SHAKESPEARE

    Plus de dtails, plus de dtails, disait-il son fils, Il n'y a d 'origtnalit et de vrit que dans le dtails.

    STENDHAL

    La duchesse se jeta au cou de Fabrice, et tomba dans un vanouissement qui dura une heure et donna des craintes

    d'abord pour sa vie, et ensuite pour sa raison. STENDHAL

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    I

    Carlitos Alegre, que nunca se fijaba en nada, sinti de pronto algo muy fuerte y sobrecogedor, algo incontenible y explosivo, y sinti ms todava, tan violento como inexplicable, aunque agradabilsimo

    todo, eso s, cuando aquella clida noche de verano regres a su casa y not preparativos de fiesta, all afuera, en la terraza y en el jardn.

    Haca un par de semanas que preparaba todos los das su examen de

    ingreso a la universidad, en los altos de una muy vieja casona de hmeda y polvorienta fachada, amarillenta, sucia y de quincha la

    vetusta y demolible casona aquella situada en la calle de la Amargura y en que vivan doa Mara Salinas, viuda de Cspedes, puntualsima

    empleada del Correo Central, y los tres hijos dos varones, que son mellizos, ah, y la mujercita tambin, claro, la mujercita... que haba tenido con su difunto marido, Csar Cspedes, un esforzado y talentoso dermatlogo chiclayano que empezaba a abrirse camino en

    la Lima de los cuarenta y ya andaba soando con construirse un chalet en San Isidro y todo, con su consultorio al frente, tambin, por

    supuesto, y aprendan de su padre, muchachos, que este ascenso profesional y social me lo estoy ganando solo, solito y empezando de

    cero, me entienden?, cuando la muerte lo sorprendi, o lo malogr como dijo alguien en el concurrido y retrico entierro de Puerto Eten, Chiclayo, su terruo, obligando a su viuda a abandonar su condicin de satisfecha y esperanzada ama de casa, para entregarse en cuerpo y alma a la buena educacin de sus hijos, a rematar, casi,

    la casita propia de entonces, en Jess Mara, y a convertirse en una muy resignada y eficiente funcionaria estatal y en la ojerosa y muy

    correcta inquilina de los altos de aquella cada da ms demolible casona de la ya venida a menos calle de la Amargura, ni siquiera en

    la vieja Lima histrica de Pizarro, nada, ni eso, siquiera, sino en la vejancona, donde, sin embargo, conservaba su residencia de notable

    balcn limeo el presidente don Manuel Prado Ugarteche entonces en su segundo mandato, claro que porque Prado viva en Pars y as cualquiera, salvo cuando gobernaba el Per, y porque antigedad es clase, tambin, para qu, argumento ste que, aunque sin llegar

    entenderlo a fondo ni compartirlo tampoco a fondo, esgriman a menudo Arturo y Ral Cspedes, los hijos mellizos del fallecido

    dermatlogo chiclayano, ante quien osara mirar la vetusta y

    desangelada casota y verla tal cual era, o sea, sin comprensin ni simpata y de quincha, o sin compasin ni amplitud de criterio e

    inmunda, y ms bien s con una pizca de burla silenciosa y una mala

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    leche que gritaban su nombre. Una miradita bastaba, y una miradita ms una sonrisita eran ya todo un exceso, aunque se daban,

    tambin, qu horror, esta Lima, pobres Arturo y Ral, susceptibles hasta decir basta en estos temas de ir a ms y venir a menos.

    El mismo argumento de la antigedad y la clase era utilizado por los mellizos, convertidos ya en 1957 en dos ambiciosos egresados del

    colegio La Salle, exactos el uno al otro por dentro y por fuera, aunque

    sin entenderlo ellos tampoco en este caso, por supuesto, cuando de la honra de su menor hermana Consuelo se trataba, ya que se es

    gente decente y bien si se vive en San Isidro o Miraflores, pero no por ello se tiene que ser gente mal, o de mal vivir, lo cual es peor, ni

    mucho menos indecente, carajo, si se vive en Amargura. Y aunque los conceptos no tenan absolutamente nada que ver los unos con los

    otros, cuando los hermanos Arturo y Ral Cspedes se referan a su hermana, ni feta ni bonita, ni inteligente ni no, y as todo, una vaina,

    una real vaina, nuestra hermana Consuelo, inmediatamente se les haca un pandemnium de San Isidros y Miraflores y Amarguras, de gente bien y mal y hasta psimo, de lo que es ser decente e indecente, o pobre pero honrado, esa mierda, y slo lograban escapar de tan

    tremendo laberinto mediante el menos adecuado de los usos de esto de la antigedad es clase, que, por lo dems, slo a ellos dos les

    quitaba el sueo, maldita sea, porque los mellizos Cspedes eran, lo sabemos, puntillosos hasta decir basta en cuestiones de honor, frgil

    clase media aspirante, suspirante, desesperante, to be or not to be,

    qu dirn, mam empleaducha de Correos, y a-nuestra-santa-madre-carajo-la-sentaremos-en-un-trono, como le requetecorresponde, no

    bien, si bien, si bien antes... Bueno, pero ay de aquel que diga que no...

    Carlitos Alegre, en todo caso, jams se fij absolutamente en nada, ni siquiera en la calle de la Amargura o en la casona de ese

    amarillo demolible, o en el balcn del palacete Prado, muchsimo menos en lo de la antigedad y la clase, y a Consuelo ni siquiera la

    vea, lo cual s que les joda a los hermanos Cspedes, pero eso les pasa por interesados y tan trepadores y a su edad. Y Carlitos Alegre

    no se fijaba nunca en nada, ni siquiera en que haba nacido en una acaudalada y piadosa familia de padres a hijos dermatlogos de gran

    prestigio, y mucho menos en que su ferviente y rotundo catolicismo lo converta en una persona totalmente inmune a los prejuicios de

    aquella Lima de los aos cincuenta en que haba egresado del colegio

    Markham y se preparaba gustosamente para ingresar a la universidad y seguir la misma carrera en la que su padre y su abuelo paterno

    haban alcanzado un reconocimiento que iba ms all de nuestras fronteras, mientras que su abuelo materno, dermatlogo tambin,

    haba alcanzado una reputacin que llegaba ms ac de nuestras fronteras, ya que era italiano, profesor en los Estados Unidos, premio

    Nobel de Medicina, y sus progresos en el tratamiento de la lepra eran sencillamente extraordinarios, reconocidos en el mundo entero y

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    parte de Lima, la horrible ciudad adonde haba llegado por primera vez precisamente para visitar el horror del Leprosorio de Gua, que, la

    verdad, lo espant casi hasta hacerlo perder el norte. Carlitos Alegre jams se fij absolutamente en nada, ni siquiera

    en que tena dos preciosas hermanas menores, Cristi y Marisol, de diecisis y catorce aos, respectivamente, tan preciosas como su

    madre, Antonella, nacida y educada en Boloa, y que intent

    ensearle italiano pero sabe Dios cmo l termin aprendiendo latn. De puro beato, seguramente. Y as, tambin, Carlitos Alegre ni

    siquiera se fijaba en que sus adorables hermanas eran el clarsimo objeto del deseo social de Arturo y Ral Cspedes. Y de ah al altar,

    por supuesto, y, entonces s, de frente a la clnica privada del sabio y prestigioso dermatlogo Roberto Alegre Jr., como nadie sino ellos

    llamaban al padre de Carlitos. Los mellizos y almas gemelas Cspedes habran llegado por fin a San Isidro y Miraflores y Ancn, el

    cielo, como quien dice, y tambin parece que Los Cndores se dibujaba ya en su horizonte, porque ltimamente empezaba a

    sonarles cada da ms a San Isidro-Miraflores-Ancn, en las pginas sociales de los ms prestigiosos diarios capitalinos.

    Y tan no se fijaba ni se fij nunca en nada, san Carlitos Alegre, como lo llamaban sus compaeros de colegio, que acept sin titubear

    la invitacin que le hicieron por telfono dos muchachos, de apellido

    Cspedes, a los que no conoca ni en pelea de perros. Lo llamaron poco antes del verano, mientras l preparaba, rosario en mano y

    como penetrado por un gozoso misterio, sus exmenes finales en el colegio Markham, no le dijeron ni en qu colegio estudiaban y Carlitos

    seguro que hasta hoy no lo sabe, y lo invitaron a prepararse juntos para el examen de ingreso a la universidad. Lima entera se habra

    dado cuenta de la segunda intencin que haba en aquella invitacin, de lo interesada que era la propuesta de los hermanos Cspedes,

    pero, bueno, Carlitos Alegre, como quien ve llover, y feliz, adems, porque l siempre lo encontraba todo sumamente divertido,

    sumamente entretenido y meridiano. Por supuesto que los hermanos empezaron sugiriendo estudiar en

    casa de Carlitos, pero l les dijo, con toda la buena fe del mundo, que eso era imposible porque estaban haciendo tremendas obras en los

    altos de su casa y el ruido era ensordecedor, aunque la verdad yo ni

    me entero, je, pero los dems me cuentan a cada rato que esto es insoportable, y s, parece que lo es, s, je, je, je. Arturo y Ral

    Cspedes dudaron de la verdad de estas palabras, por momentos se sintieron incluso reducidos a la nada existencial, que para ellos era la

    social-limea, y como nica solucin a semejante dilema optaron por salir disparados hasta la casa de Carlitos y ver para creer, ya que

    realmente se haban quedado heridsimos, imaginando que... Porque ellos siempre se imaginaban que...

    Llegaron en un carro que se pareca a su casa, pero pintado de casa de Carlitos, y ste, por supuesto, no se fij en nada, ni siquiera

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    en el efusivo apretn de manos derecha e izquierda que le dieron simultneamente Arturo y Ral Cspedes, mientras pronunciaban,

    tambin en do, encantado, el gusto es todo mo, y aquello de la antigedad es clase y es t y es nosotros, o por lo menos as son,

    sin duda por lo felices que se sintieron al comprobar que las obras del segundo piso en casa de la familia Alegre realmente parecan un

    bombardeo.

    Dignas hermanas de Carlitos, Cristi y Marisol hicieron su aparicin en el prtico de la casa sin fijarse absolutamente en nada, lo cual

    para los hermanos Cspedes tena su lado bueno, debido a lo del automvil marca Amargura. Pero todos los dems lados de aquella

    aparicin ausente fueron realmente atroces para los mellizos Arturo y Ral, porque un instante despus Cristi y Marisol, distantes,

    inabordables, demasiado para ellos, crueles en su inocentsima abstraccin, atravesaron el jardn delantero de la casa, en direccin a

    los automviles de la familia y a ese taxi, o qu, desaparecieron en el interior de un Lincoln '56, me cago, Arturo, parece de oro, oro

    macizo, Ral, y los mellizos Cspedes casi se matan contra su automvil-casona por lanzarse tan ferozmente sobre el cap e

    intentar que desapareciera tambin con el resto del vehculo. Les result muy dolorosa esta operacin a los hermanos, especialmente a

    Arturo, que encima de todo se lux un brazo contra la carrocera de

    aquel Ford-taxi-sedn-del-42, maldita deshonra, maldita afrenta, maldito oprobio y maldita sea, caray, aauuuu, me duele, me duele

    mucho, Ral... Como Churchill, Arturo: con sangre, sudor y lgrimas, pero

    llegaremos... Y como en la mexicansima ranchera, Ral: Ya vamos llegando

    a Pnjamo, porque, aunque sea una pizca, algo creo que nos hemos acercado, hoy...

    Y qu tal casern y qu tal carrindanga, el Lincoln ese, no s si Continental o Panamerican, pero s, un alguito claro que nos hemos

    acercado, s... Y con sangre, sudor y lgrimas, en efecto, porque mierda, mi

    brazo, creo que me lo he dislocado, ay, caray... ay, ay, auuu... No saban que Lincoln Panamerican jams hubo, los muy animales

    de los Cspedes Salinas, pero en el fondo s que vali la pena, y

    mucho, tanto dolor fsico y social porque Carlitos accedi a prepararse con ellos para el ingreso a la universidad, y esto significaba que iban

    a pasarse todo ese verano juntos, estudiando maana y tarde. O sea... Pero, adems, Carlitos accedi sin preguntarles siquiera de

    dnde haban salido, ni cmo ni cundo se haban enterado de su existencia, en qu colegio estaban, o cmo saban que l deseaba

    estudiar dermatologa, y as mil cosas ms que habra resultado lgico averiguar. O sea... En fin, que Carlitos accedi sin preguntarles

    absolutamente nada, lo cual s que significaba mucho para los mellizos. O sea... Pero, bueno, tambin, Ral, no nos habr

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    resultado Carlitos un cojudo a la vela? O sea... O es as la verdadera antigedad es clase y la clase dinero y San Isidro? O sea...

    Pronto lo sabran. Ya slo les faltaban los exmenes de quinto de secundaria, las fiestas de promocin y las vacaciones de Navidad y

    Ao Nuevo. E inmediatamente despus a encerrarse con mil libros, tras haberle dicho adis a las playas limeas, a enclaustrarse maana

    y tarde a chancar y chancar, aunque Arturo, qu hacemos?, cmo

    diablos le explicamos a Carlitos Alegre dnde vivimos?, el tipo es capaz de echarse atrs cuando se lo contemos, lo de pobres pero

    honrados es tal mierda que slo lo entienden los pobres cojudos. Ral se desesper y desesper a Arturo y los siguientes fueron das y

    noches de total desasosiego para ambos. Hasta que se atrevieron a llamar a Carlitos, un domingo por la tarde, calculando que no estara

    en casa, cruzando los dedos, y como encajados ellos en el telefonazo de pared negro y prehistrico de casa Cspedes Salinas, muertos de

    ansiedad y cheek to cheek, los pobres. Pero acertaron. El joven Carlitos haba salido y el que responda era el segundo mayordomo,

    el qu?, el segundo mayordomo, seores, s, para servirlos, y los que colgaban casi de la pared, ahora, con telfono y todo, eran

    Arturo y Ral, lelos con lo de segundo mayordomo o es que a lo mejor se llama as, el cholo de mierda, mientras que ste iba

    tomando debida nota hasta del jadeo y la Amargura, s, eso mismo,

    esperamos al joven Carlitos en esta calle y en este nmero y ste es nuestro nmero de telfono, lo esperamos maana y tarde, s, y los

    tres meses de verano, s, y no se vaya usted a olvidar de nada, por favor, le fueron diciendo e insistiendo al primer segundo mayordomo

    del que haban odo hablar en la vida, Arturo y Ral, anonadados ah en la antesala del paraso, como ms Cspedes y ms Salinas que

    nunca. Por supuesto que Carlitos jams les contest la llamada y a la

    tercera semana los mellizos Cspedes ya no tardaban en morirse de desesperacin y orgullo gravemente herido. Casi no terminan el

    colegio de lo mal que dieron sus exmenes finales, casi no bailaron el da de la gran fiesta de promocin, se mataron bebiendo la noche de

    Ao Nuevo, y peor an fue la noche de Navidad atrozmente triste desde que muri su padre, que pasaban siempre engriendo a su madre. La Navidad de 1956 fue y ser la peor que recordar la

    familia Cspedes Salinas, porque a la tristeza total se mezcl la rabia apenas contenida de los hermanos, cuando su madre evoc, un ao

    ms, otra Navidad pobre en la calle de la Amargura, en ese segundo piso de alquiler al que Carlitos Alegre no llamaba nunca, la memoria

    del difunto. Minutos despus, en la tristeza de un silencio oscuro y cruel, de paredes fras y techos muy altos siempre sucios, Ral crey

    volverse loco cuando durante una larga hora odi a su madre, y Arturo, que lo estaba notando, casi se le va encima a golpes

    mortales, pero lo contuvo su propio odio recin descubierto contra su padre, que tambin Ral estaba notando, a Arturo lo mato, pero

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    entonces l, a su vez... Fueron momentos interminables, tan duros, tan inesperados, tan complejos, tan reales.

    De todo esto, y de tanto ms, regresaba Carlitos Alegre sin fijarse absolutamente en nada, todas las maanas, a la hora del almuerzo, y

    todas las tardes, a eso de las siete. Llevaba casi dos semanas estudiando en casa de los mellizos Cspedes y stos ya se haban

    convencido de que jams se enterara de lo que era un segundo piso

    de alquiler, por ejemplo, puesto que da tras da le tocaba la puerta al inquilino del primero y se le escurra casi entre las piernas o por los

    escasos centmetros que quedaban libres entre su cuerpo y el marco de la puerta de calle, desesperado por empezar a estudiar

    inmediatamente pero totalmente incapaz de darse cuenta de que en esa vetusta casona no se llegaba al segundo piso por el primero sino

    por la puerta de al lado, que sube de frente donde la familia Cspedes, jovencito, cuntas veces se lo voy a tener que decir, s,

    seor, por la puerta de al lado, como que yo me apellido Fajardo y mastico algo de ingls, pero de eso que usted me dice que es latn,

    nothing, y recuerde siempre, por favor, cmo la primera vez que usted vino no haba quien lo sacara de mi casa y tuve que recurrir al

    telfono, o ya no recuerda que el joven Arturo baj y se lo llev a usted? Y ahora entindame, por favor, cuntas veces tengo que

    decirle que yo, de latn, cero, cmo que castellano, joven?, bueno,

    bueno, entiendo, s, la puntualidad y los nervios, un descuido lo tiene cualquiera, pero en el Per no se habla latn sino en misa, y tantos

    descuidos en tan pocos das... La puerta de al lado, saliendo a su derecha, joven, s, y as, en castellano, eso es... Pero no, a la

    izquierda no, carajo, joven... De todo esto, y de muchsimo ms, regresaba sin fijarse nunca en

    nada y de lo ms sonriente san Carlitos Alegre, que era la inteligencia y la bondad encarnadas, aunque tambin un pnfilo capaz de

    cualquier mentecatera, segn doa Isabel, su abuela paterna, viuda ya y muy Lima antigua y creyente y piadosa, aunque dotada de un

    sentido practico hediondo, que aplicaba sobre todo cuando realizaba sus obras de caridad con tal eficacia, tal capacidad de organizacin y

    despliegue de energas, con tal rudeza, incluso, que a veces pareca odiar a los mismos pobres a los que, sin embargo, les consagraba

    media vida. Doa Isabel estaba asomada a su balcn del segundo

    piso cuando Carlitos lleg de estudiar, lleno de contento y tropezndose ms que nunca mientras atravesaba el jardn exterior

    de la casa, y por supuesto sin verla ni or sus saludos desde all arriba ni nada, o sea, como siempre, el muchacho este, y qu manera

    de confiar en el mundo entero y de creerse ntegro toditito lo que le cuentan, qu falta de malicia, Dios mo, qu falta de suspicacia y

    sentido de las cosas, qu falta de todo, Dios santo y bendito, la verdad, yo no s qu va a pasar el da en que este muchacho tenga

    que salir y enfrentarse con el mundo. Carlitos Alegre, que an no se haba dado cuenta de que las

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    ruidosas obras haban terminado hace das en su casa, not sin embargo que la noche era clida y que esas luces en la terraza y en

    el jardn, all atrs, y seguro que tambin en la piscina, le estaban alegrando la vida. Y de qu manera. Eran los preparativos de una

    fiesta, pero no de sus hermanas sino de sus padres, porque de lo contrario l lo recordara, s, se lo habran avisado, claro, pero no, a

    l nadie le haba avisado nada. O sea que Carlitos se esforz en

    cerrar la puerta de la calle, pero fracas por falta de la necesaria concentracin, y ah qued la puerta olvidada mientras l cruzaba el

    vestbulo en direccin a la escalera principal, que le pareci preciosa y, no s, como si recin la hubieran puesto aqu esta tarde, y adems

    a uno le tocan msica mientras sube. El de la msica era su padre, probando los parlantes que l

    mismo haba colocado en la terraza y seleccionando algunos discos, sin imaginar por supuesto que el efecto tan extrao y profundo de

    aquellos acordes, interrumpidos cada vez que cambiaba de disco o de surco, haba empezado a alterar brutalmente la vida de su hijo. Sus

    invitados eran casi todos los mismos de siempre, colegas, familiares, amigos, algn mdico extranjero que visitaba Lima, compaeras de

    bridge de su esposa, sus habituales amigas italianas, y se trataba de pasar un buen rato y nada ms, aprovechando el verano para

    disfrutar de la florida terraza, para bailar un poco y tomar unas

    copas, con la sencillez de siempre, sin grandes aspavientos, sin ostentacin alguna, bastaba con unos focos de luz estratgicamente

    colocados, con discos como stos, de Andr Kostelanetz o de Mantovani, mientras llegan, o, despus, mientras vamos comiendo, y

    como ste, de Stanley Black, msica de siempre para bailar. El doctor Roberto Alegre puso Siboney y pens que no le vendra mal una

    copa, haba sido un da particularmente duro, con la inesperada visita al Leprosorio de Gua, pero bueno, era viernes, su semana laboral

    haba terminado, y no, una copa no me caer nada mal mientras llegan los invitados.

    En lo que no pens jams el doctor Alegre fue en los estragos que Stanley Black y su versin de Siboney estaban haciendo en su hijo,

    all arriba, en su dormitorio. Con los primeros compases, Carlitos haba sentido algo sumamente extrao y conmovedor, explosivo y

    agradabilsimo, la sensacin catlica de un misterio gozoso, quizs,

    aunque la verdad es que demasiado clida y veraniega como para ser tan catlica. Y adems a Carlitos se le cay el rosario, pero ni cuenta

    se dio, o sea, el colmo en l. Y con mayor intensidad an sinti la palabra fiesta vagando perdida por el jardn florido e iluminado que

    imaginaba all afuera, esperando la alegra de los invitados de sus padres, bronceados, profesionales, cultos, viajeros, discretos y

    sumamente simpticos, casi siempre. Siboney ya haba terminado, pero l continuaba sintiendo algo demoledor, tirado ah en su cama,

    ignorando siempre que lo suyo tena que ver mucho ms con el ardor de esto que con el fervor de la iglesia parroquial de San Felipe. Y slo

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    atin a rascarse la cabeza al ver exacta la puerta de calle que no haba logrado cerrar y, entrando por ella, ella.

    En la puerta se fij por primera vez en su vida, y la encontr muy amplia y bonita, como toda su casa, verdad, ahora que le prestaba

    atencin, pero en cambio a ella la dej seguir hasta el jardn, sin saludarla, aunque cuidando eso s de que un mozo la fuera guiando.

    Nunca la haba visto, y el mozo que la guiaba como que no era muy

    factible ni muy verosmil, la verdad, por la simple y sencilla razn de que su pap jams contrataba mozos para estas reuniones, le

    bastaba y sobraba con sus dos mayordomos, Segundo y Prime... En fin, con el primer y segundo mayordomos, qu bruto, caramba, se

    llaman Vctor y Miguel, s. Carlitos Alegre se rasc la cabeza nuevamente, pero bien fuerte esta vez, y enton psimo Siboney, a

    ver qu ms pasaba, y si lograba entender algo, finalmente, pero ahora ni msica llegaba del jardn y la fiesta seguro que todava no

    haba empezado, ni haba llegado nadie, tampoco, ni siquiera ella, sin duda por lo atroz que cantaba l, por lo tremendamente desafinado

    que era. Carlitos dej de rascarse tan ferozmente la cabeza, pero al ratito volvi el ardor y otra vez la puerta abierta, aunque vaca,

    ahora, porque seguro que ella no haba llegado muy temprano y sola. Carlitos qued profundamente conmovido al enterarse, a pesar de

    todo y rasca que te rasca, otra vez y de qu manera, qu brbaro, el

    pobrecito, literalmente se trepanaba, de que ella viva en el mundo sola, a pesar de todo, s, muy, muy sola.

    Pero quin era ella? Diablos, quin! Y por qu era ella? Por qu! Y para qu era ella? Para qu! Y para quin era ella? Para

    quin! La segunda parte de estas preguntas, entre profundamente estival y metafsica, y enftica hasta decir basta, iba a terminar

    perforando, a rasquido limpio, el crneo, la calavera, de san Carlitos Alegre. Y ya le dola el alma, tambin, cuando a las diez en punto de

    la noche, elevada hasta su dormitorio por el viento, la meloda traviesa y veraniega de Siboney, que alguien estaba tocando de

    nuevo, o es que era un seuelo, el llamado de la jungla y el trpico?, se le meti hasta en el reloj-pulsera a Carlitos Alegre. De un salto

    comprendi que llevaba tres horas rascndose y que deba averiguar por qu, all en los bajos, en la terraza iluminada, en el patio,

    alrededor de la piscina, bailaban los invitados. Y atrs quedaron

    rasquidos, perforaciones y dolores de crneo y alma, porque ahora se daba menos cuenta de nada que nunca, Carlitos, o sea que tampoco

    se fij en que haba pisado el rosario, tirado y negro en el suelo de oscuro cedro, misterio doloroso, casi, ni mucho menos se fij en que

    llevaba un mechn de cabello rascado y punk, mil aos antes de esta moda o cosa medio nazi, una mecha parada en la punta de la cabeza,

    efecto o producto de sus tres horas de intensos rasquidos indagatorios de una noche de verano.

    Y apareci en una terraza sabiamente iluminada y deliciosamente florida, en un baile para siempre, un eterno Siboney de lejanas

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    maracas, de disimuladas y nocturnas palmeras, de arrulladora brisa de mar tropical y pia colada. Muy precisamente ah, apareci

    Carlitos Alegre. Chino de risa y de bondad. Haba que verlo. La viva imagen de la felicidad con una mecha izada en la punta de la cabeza

    y diecisiete aos de edad de los aos cincuenta ms un olvidado rosario en el suelo de oscuro cedro de su dormitorio, muy cerca de su

    reclinatorio, y ante la misma virgen de sus splicas y ruegos por los

    pecados de este mundo. Y ah segua parado entre aquella gente alegre y divertida que ni siquiera se haba fijado bien en l todava.

    Mas no tardaban en hacerlo, porque en sas se acab aquel Siboney embrujado y l sali disparado rumbo al tocadiscos, para volverlo a

    poner, pero para volverlo a poner y poner y poner, ad infinitum y as me maten, me oyen?, me han odo?, ya me oyeron? Y ahora s

    que el sonriente pero nervioso desconcierto de todos no tuvo ms remedio que reparar en l.

    Yo quiero bailar con ella dijo, entonces, Carlitos, con el brazo de mando en alto y todo, ms una voz absolutamente desconocida y

    como de imprevisibles consecuencias. Y agreg: Y voy a bailar con ella, porque no tardo en saber quin es. Que ya lo s, por otra parte,

    desde hace algunas horas. O sea que ya me pueden ir dejando esa cancin para siempre. Y entonces bailar para siempre, tambin,

    claro que s. Y defff-fi-ni-ti-va-men-te.

    La cosa son como de locos y los padres de Carlitos y sus invitados bailaban ahora, pero con gran insistencia, con verdadero

    ahnco, con total entrega, y ms a la danza de arte, ya, que al baile bailongo, en fin, cualquier cosa con tal de no verlo metido de esa

    manera en la fiesta y, sobre todo, para no haberlo escuchado nunca jams en esta vida. Porque borracho no estaba, no, qu va, Carlitos

    de Coca-Cola no pasa, y ms bien haba en su mirada negra, intensa, extraviada, y en su risa para quin, se han fijado?, un profundo

    misterio, la mezcla tremebunda de algo como exageradamente gozoso, pero adems exageradamente glorioso, tambin, aunque

    asimismo muy doloroso, s, sumamente doloroso, al fin y al cabo. Che, parece que el pibe andase en busca del absoluto

    coment el cardilogo argentino Dante Salieri, alias Che Salieri, que siempre se pona un poquito pesado, a partir del tercer whisky, y ya

    iba por el quinto.

    Anduviese y cambiemos de tema le respondi un verdadero coro, ah en la terraza ya troppo danzante. Anduviese y punto, querido Che...

    Ah... Ustedes, los limeos: siempre tan presumidos de su buen castellano...

    Sabido es, mi querido Che se reafirm el coro, ah en la terraza an ms danzante, si se puede, que en Bogot y en Lima se habla el mejor castellano de Amrica. En Buenos Aires, en cambio,

    che, Che... En fin, ya cualquier cosa danzante y coral, con tal de no ver a

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    Carlitos Alegre, que por fin haba descubierto que ella se llamaba Natalia de Larrea y le estaba contando, pisotn tras pisotn, que no

    se explicaba por qu su pap haba iluminado tan brbaramente la terraza y el jardn y la piscina, esa noche, el agua de la piscina creo

    que adems la ha puesto a hervir, a ti no te parece, Natalia?, y que a l esa iluminacin de fuego como que se le haba metido en el

    alma, aun antes de regresar de estudiar, esta tarde, en casa de unos

    mellizos de apellido Cspedes Amargura, que, no s por qu, como que muestran un desmedido inters por conocer a mis hermanas

    Martirio y Consuelo, o son slo disparates que a m se me ocurren, con lo distrado que dicen que soy, je, je... tus hermanas cmo,

    Carlitos...?, mis hermanas Cristi y Marisol, perdn. Y entre pisotn y pisotn, tambin, Natalia de Larrea haba logrado domesticarle el

    mechn de pelo izado, en repentino arrebato simultneo de ternura y de pasin, y ya estaba convencida de que jams en su vida haba

    escuchado palabras tan alegres, tan vivas, tan excitantes, tan profundamente sinceras y calurosas, y como que quera comerse vivo

    a Carlitos Alegre. Ella besarlo no poda, claro, porque estaba en casa de los propios

    padres de Carlitos y entre tantos amigos, y tampoco poda cheek to cheek, por las mismas razones, ni mucho menos apachurrarlo hasta

    matarlo, y despus morirme, claro que s, porque adems seguro que

    hasta le doblo la edad, me muero, ay, qu ansiedad, Dios mo. Entonces probo el sistema de los muslos, que practicara en algunas

    fiestas con el sinvergenza y canalla de su ex marido, el que la mataba a palos y mucho ms, algo medio de burdel y todo, y empez

    a ir de casi nada a apenas y de ah sin duda demasiado rpido a ms y ms, demasiado para Carlitos, en todo caso, en ese adelantito y

    atrasito con toquecito y quedadita, porque lo cierto es que en menos de lo que canta un gallo ya Carlitos Alegre pareca un andarn loco

    que tiene la ansiada meta olmpica ante sus narices y justo se le cruza el Himalaya. La verdad, estaba ridiculsimo, pero a Natalia de

    Larrea haca mil aos que nada le alegraba la vida en esta ciudad nublada y triste, y a Carlitos Alegre, adems, lo estaba queriendo

    mucho. Pensara lo que pensara y dijera lo que dijera esta ciudad nublada y triste, horrible, a Carlitos Alegre lo estaba queriendo

    muchsimo, lo estaba queriendo de verdad, y lo iba a querer contra

    viento y marea. S, contra viento y marea y pase lo que pase en esta Lima tristsima para una mujer como yo, condenada, ms que

    condenada, y de nacimiento, casi. Y condenada sin casi en esta Lima de cielo eterno color panza de burro y, peor todava, como me dijo el

    otro da en la hacienda el negro Bombn, yo a Lima no vuelvo ms, seorita Natalia, con ese cielo color barriga de ballena muerta, le cala

    negativo a uno el alma, de su natural festiva, su cielo ese tan plomo de usted desde la maanita, seorita Natalia. Pues tiene toda la

    razn, el muy picaro de Bombn, por ignorante que sea, s: cielo de ballena, y muerta, adems, qu asco, Dios mo, pero sea como sea y

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    contra quien sea, yo a Carlitos lo quiero toditito para m solita y... Y basta de hipocresas y moralinas, s, basta, basta, hasta aqu llegu

    contigo, Lima de eme, porque Natalia de Larrea, la guapsima, la qu tal lomo, la cuerpazo El de mi patroncita s que es un cuerpo, carajo, y no el de la Guardia Civil!, dicen que haba exclamado el muy tremendo de Bombn, una maana en la hacienda, gracias por

    el piropazo, negro bandido, aunque mejor para ti que yo ni me

    entere, negro atrevido, pero negro ricotn, s, eso s, y t tambin, limea hipcrita, Natalia, la maltratada, la abandonada, la deseada, la codiciada, pero ahora la resignada acaba de decir basta, sanseacab, punto final, s, seoras y seores, porque yo, Natalia de

    Larrea, adoro a Carlitos aunque me mate a pisotones y qu tal ametralladora de muslazos, qu rico, caray, uauu, como cuando yo

    tena ms o menos su edad y en las fiestas nos pisotebamos todos y nos dejbamos puntear toditas s, tanda de hipcritas, s, as, con

    todas sus letras aquello era una punteadera general y a m ya Lima entera quera hacerme reina del carnaval, pobre Natalia, y hasta el

    negro Bombn, un muchachito, entonces, deca la seorita Natalia ha llegado bien maltoncita de Lima, este verano, qu querra decir el

    muy pcaro, que ya la fruta ms preciada del patrn haba empezado a ponerse en su punto?, oscuro presagio, nubarrones en el horizonte,

    los peores augurios, pobre de m y de mi vida, desde entonces, ay,

    pero uauu qu rico y con amor, uauuu, te quiero, Carlitos, ay, uauu, para siempre, mi Carlitos...

    Que fue cuando el Che Salieri como que ya no aguant ms, y lo de las copas, encima, por supuesto, nunca tuvo buen whisky el Che y

    esta noche parece que ha bebido ms que nunca, qu hacemos, caray, qu diantre hacemos... En fin, que el Che Salieri haba

    empezado por destrozar la funda del disco en que estaba Siboneyy, acto seguido, haba hecho lo propio con el disco, surco por surco,

    luego con el tocadiscos, y ahora, incontenible, iba abrindose paso a patada limpia en busca de Natalia de Larrea, el putorrn ese que a m

    me pertenece, che, para lo cual, claro, primero tendra que dar cuenta total, tambin a patada limpia, de un Carlitos Alegre que

    continuaba sin darse cuenta de nada, chino de felicidad y loco de amor, pero que ante los alaridos de Natalia vio cmo se le vena

    encima una verdadera pateadura y lo primero que pens es en lo

    bueno que era el equipo argentino de ftbol, el propio doctor Che Salieri se lo haba contado, y claro, seguro l tambin haba jugado

    en un equipo de primera, all en Buenos Aires, porque mira qu manera de patear, todo un crack, el doctor, o es que se volvi loco y

    quizs... Hasta que le tocaron a su dama, y para qu, porque ah s que se dio cuenta de todo, y de qu manera. A mala hora le tocaron

    a su dama y a ella a su Carlitos toditito suyo contra el mundo entero. La que se arm, Dios santo. Troya ardi en San Isidro, aquel viernes

    por la noche, y hasta bien entrada la madrugada. Nunca se supo qu fue primero, si el puetazo loco o el patadn

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    ciego de Carlitos Alegre, pero lo cierto es que el cardilogo Dante Salieri como que se elev, primero, rebot, despus, y finalmente

    sali disparado en marcha atrs y fue a dar contra un pequeo grupo de seores, ya bastante celosos e irritados, que, entonces s,

    perdieron toda capacidad de disimulo y buena educacin. Ah el que menos llevaba un buen rato bebiendo y ello empeor mucho las

    cosas, claro, pero lo que realmente las desbord fue el derrumbe de

    caballeros que provoc el choque frontal contra el disparado doctor Salieri, que se les vino encima cual feroz bola de bowling y hasta los

    desparram por la terraza, mientras ntegras las seoras y tambin muchos caballeros procedan a una rapidsima y muy prudente

    retirada, entre espantados y espantosos gemidos y grititos, ms uno que otro carajo, mocoso de mierda, todo en menos de lo que canta

    un gallo y a pesar de los esfuerzos del doctor Alegre por impedir que las cosas fueran a ms.

    Seores, por favor! Roberto, vos quitte del medio o matamos a tu hijo! Increble lo rpido que se descompuso el asunto, ya que los

    desparramados seores que terminaron unindose al recin

    incorporado y enloquecido doctor Salieri, por celosos y airados que anduvieran, tremendo mocoso el Carlitos y se nos quiere encamar

    con Natalia, nada menos que con Natalia de Larrea, tremendo

    lomazo, en un principio lo nico que haban querido era apaciguar al cardilogo y mandar a acostarse al loquito del diablo este. Pero

    cuando se incorporaron, las cosas ya haban cambiado por completo y como Carlitos Alegre no pareca notar diferencia alguna entre los

    seores de antes y despus del choque peruano-argentino, Natalia de Larrea agarr a su amor de un brazo, le grit Te matan, Carlitos!,

    largumonos!, y por fin logr que abriera los ojos y se diera cuenta del tremendo lo en que andaban metidos. Salieron disparados y,

    entre el alboroto y la sorpresa, nadie logr darse cuenta de la direccin que haban tomado. Huyeron de la casa? Pero por dnde,

    si por la puerta principal se estaba yendo la mayor parte de los invitados? Por la de servicio? No haban tenido tiempo. Por una

    ventana? Imposible con esas rejas. No estarn en los altos? Maldita sea! En los altos no pueden estar! Y por qu no? A lo mejor hasta

    se encamaron ya!

    Seores, por favor intervino, una vez ms, el doctor Alegre. Tambin l estaba muerto de rabia, por supuesto, pero era el

    anfitrin y le corresponda apaciguar a esa tanda de locos. Seores, soy el dueo de casa y, de verdad, les ruego... Vos dejte de macanas, Roberto. Y quitte de la escalera o

    pasamos sobre tu cadver. Como que me llamo Dante Salieri,

    amigo... El descontrolado cardilogo hablaba en calidad de jefe de un

    destacamento loco, integrado adems por los doctores Alejandro Palacios y Jacinto Antnez, y nada menos que por don Fortunato

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    Quiroga, soltern de oro, senador ilustre, y primer contribuyente de la repblica. Pasaron, pues, sobre el cadver de su gran amigo

    Roberto Alegre, que qued bastante yacente, ah en la escalera, y con la boca muy abierta, tanto como esos ojos que simple y llanamente

    no podan creer...

    Los mellizos Ral y Arturo Cspedes Salinas no lograban salir de su asombro, pero ah estaba el ojo derecho de Carlitos Alegre, tirando

    de muy negro a muy morado, completamente cerrado e hinchadsimo, ah estaba tambin su labio partido, ah los tres puntos

    de la ceja derecha, en fin, ya qu ms prueba podan pedirle de que lo que acababa de contarles, entre sollozos y carcajadas que se

    sucedan sin lgica alguna, era la ms pura verdad, y sin un pice de exageracin, adems, por increble que pareciera. Porque quin

    diablos se habra atrevido a imaginar que un hembrn como Natalia de Larrea, multimillonaria, descendiente de virreyes y presidentes,

    mujer codiciada como ninguna en esta ciudad e inaccesible hasta en los sueos de verano de los mellizos Arturo y Ral Cspedes, se

    hubiese dignado fijarse siquiera en un beato chupacirios como Carlitos, y que ste, encima de todo, terminara enfrentndose a unos

    seorones de la alcurnia y fortuna de don Fortunato Quiroga, o de la

    reputacin de los cirujanos Alejandro Palacios y Jacinto Antnez, que haban operado en la clnica Mayo y el hospital Johns Hopkins, EE.

    UU. y todo, Arturo, sin olvidar tampoco al cardilogo argentino Dante Salieri, de fama continental, Ral, y que juega polo, adems, Arturo.

    Pero haba algo muchsimo peor, todava, algo que para los pobres mellizos Cspedes Salinas s que era ya el acabse. Haba, s,

    que los cholos de mierda esos, los tales Vctor y Miguel, primer y segundo mayordomos de la familia Alegre, terminaron sacndole la

    chochoca a sus superiores, a semejantes doctores y tan inmenso seorn, habrse visto cosa igual, por ayudar al ya bien magullado

    Carlitos a fugarse nada menos que con Natalia de Larrea. En fin, simple y llanamente, demasiado para unos hermanos Cspedes que

    lo haban probado todo en su afn de que las cosas de este mundo volviesen a quedarse en su sitio. Desesperados con semejante

    hecatombe social, con tanto y tamao desorden en su escala limea

    de valores, los mellizos observaron la camisa de manga corta que luca Carlitos y, sin decir ni po, con tan slo un guio de ojos, y como

    ltimo recurso contra su demencial relato, acordaron encender un cigarrillo cada uno y colocrselo en esos antebrazos desnudos y

    flaqusimos, turnndose, eso s, para dar una nueva pitada cuando el fuego empezara a languidecer, y volver a la carga con la brasa

    ardiente, t al antebrazo derecho y yo al izquierdo, a ver si de una vez por todas olvida sus historias de piratas, el huevas este, y la

    realidad vuelve a la realidad, o vuelve en s, o como demonios sea eso, Ral, porque este tipo tiene que estar soando o se nos ha

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    vuelto completamente loco. Y ahora, que despierte o que se queme vivo y se joda. Eso mismo, Arturo, porque de lo contrario seremos

    nosotros los que perderemos la razn y nos joderemos, y nuestra ciudad de Lima jams habr sido verdad...

    Pues tal como se lo cuento continu Carlitos, como si nada (pobres mellizos, quema y quema pero nada, se retorcan fumando),

    y tan encantado por su dama, que adems result ser a prueba de

    incendios. S, tal cual recalc, incombustiblemente. Y adems a mi novia no la toc ninguno de esos cretinos y fui yo mismo quien,

    gracias a la ayuda de Segundo y Primero, mis amigos desde nio, y a dos mayordomos ms, vecinos y amigos, tambin, logr que a su

    casa llegara inmaculada, me oyen?, sin un rasguo en el traje siquiera, me entienden?, o sea, lo que se dice in-ma-cu-la-da, me

    creen? Los hermanos Cspedes Salinas oan, entendan y crean, s; claro

    que s oan, claro que s entendan, y claro que ahora s crean. Pero, en fin, todo aquello era simple y llanamente demasiado Carlitos para

    ellos, esa maana, porque el orden del universo se les haba puesto patas arriba y ya nada quedaba en su sitio despus de semejante

    terremoto social. Aunque s, algo quedaba, algo que pareca anterior al universo mismo, maldita sea, porque la casa de la humillacin y

    tanta vergenza continuaba en la calle de la Amargura y ni con el

    mundo reducido a escombros notaban ellos novedad alguna en el saloncito aquel de vetustas paredes manchadas de humedad y tiempo

    pobre, de sof fatigado, mesas como sta, qu horror, y sillones como el que usa siempre Carlitos, cuando viene a estudiar, mrenlo

    ah, al loco de remate este, hasta lo quemas vivo y nada, ni pestaea de lo puro embrujado que anda por su tremendo hembrn, toda una

    Ava Gardner, y adems con blasones, nuestra Natalia de Larrea, pero lo realmente increble es que, encima de todo, ella le da bola.

    Y as resulta que al muy cretino le haban cado de a montn, mientras protega a su dama, abrazndola con toda su alma y

    llenndola de los ms torpes, sonoros y convulsivos besos, cuando en realidad lo que debera haber hecho era quedarse tranquilito debajo

    de la cama matrimonial de sus padres. Ah haba ido a dar con su Natalia, y la verdad es que la idea no era mala, pues los enfurecidos

    caballeros, con el Che Salieri a la cabeza, lo primero que pensaron,

    tras dejar fuera de combate al doctor Roberto Alegre, es que el par de indeseables esos haba huido en direccin al dormitorio del maldito

    santurrn y ah andaba metido en un clset o algo as. Pero no. No estaban ni l ni ella. Ni en el clset ni en el ropero, maldita sea.

    Hay un rosario tirado al pie de la cama dijo don Fortunato Quiroga, dirigindose al resto de la expedicin punitiva. Y,

    sealndolo insistentemente, esta vez, repiti que haba un rosario tirado al pie de la cama, pero ahora lo hizo con voz de aj, los

    pescamos, tremendo colern y varios whiskies. Aquello fue suficiente para que el Che Salieri literalmente se

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    zambullera bajo la cama, pero tanta era su rabia y tal su borrachera que no calcul bien su estirada y ah qued como empotrado,

    pataleando y maldiciendo a la humanidad. La puta! Ni rastro! Buscaremos en los dems dormitorios, Dante dijeron casi

    simultneamente, los otros tres miembros del destacamento y

    aadiendo: Y en los baos y donde sea, pero los encontraremos. No s cmo voy a buscar yo nada si antes no me ayudan a salir

    de aqu. La puta! O me he partido el crneo o me lo he rajado, la

    puta, che! La expedicin continu su loca carrera por los altos sin que nada

    ni nadie lograran frenarla, ni siquiera doa Isabel, la abuela de Carlitos, que viva en casa desde que enviud, y que tuvo que

    hacerse a un lado con inusual rapidez, para no ser arrasada. Luego reapareci el doctor Alegre, recuperado tan slo a medias y seguido

    de su esposa, gran amiga de Natalia de Larrea. Pero tambin la seora Antonella y sus splicas, salpicadas de un nervioso y delicioso

    vocabulario italiano, tuvieron que hacerse a un lado, mientras el maltrecho doctor decida ir en busca de ayuda y se diriga a la seccin

    servidumbre, en el instante mismo en que se oy un Natalia de mi corazn, proveniente de algn escondite, en seguida un chiiss,

    luego nuevamente otro Natalia de mi corazn, ms algo que

    realmente pareca una metralleta de besitos y una mano que intentaba taponearlos. Algo as.

    Esto se pone caliente dijo el doctor Jacinto Antnez. Y a m empieza a encantarme, che. Los cuatro expedicionarios se dirigan ahora a la habitacin de los

    seores Alegre, donde una cama matrimonial totalmente vaca los

    esperaba bastante agitada. Eso que salta son ellos! exclam, desde la misma puerta, el

    seor Antnez. La puta! Claro que eran ellos, pero en su afn de extraer primero a Natalia

    y molerla a patadas y besos, simultneamente, a la expedicin se le

    escap Carlitos, por el otro lado de la cama. Y ah vena ahora por l el doctor Salieri seguido de los otros tres caballeros, pero Carlitos,

    como quien repite una leccin muy bien aprendida, le arrim

    tremendo puetazo, primero, y luego un patadn, disparndolo nuevamente hacia atrs, igualito que en la terraza, momentos antes,

    e igualito tambin los tres caballeros se convirtieron en palitroques y salieron disparados, aunque no muy lejos, esta vez, debido a los

    muebles y paredes contra los que se estrellaron. T confa en m, Natalia de mi corazn! exclam entonces

    Carlitos, envalentonadsimo por los dos xitos conseguidos a lo largo de la bronca, y que, lstima, eran puritita chiripa y nada tenan que

    ver con una musculatura o una experiencia, ya que ambas brillaban por su ausencia. Carlitos era tan flaco como Frank Sinatra, por

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    aquellos aos, y no tena la ms mnima idea de lo que era pelear. Pero aadi, sin embargo:

    Y ustedes preprense! Preprense, cangrejos, porque acaba de llegarles su hora a los cuatro!

    Inmediatamente procedi a remangarse los brazos de la camisa azul que llevaba puesta, sacando pecho, adelantando una pierna,

    retrasando la otra, alzando los puos bien cerrados, y adoptando la

    desafiante postura de un boxeador de feria ante un fotgrafo de estudio. El resultado fue realmente lamentable, y casi anmico, una

    suerte de pgil de campeonato interbarrios entre hurfanos, categora mosca, por supuesto, y con auspicio parroquial. Y, adems,

    Carlitos no debi sentirse cmodo, porque recogi la pierna que haba adelantando, la cambi por la otra, y dijo hora creo que s, ya. Total,

    que a los cuatro caballeros que haba tumbado les dio tiempo de sobra para levantarse y pasar a la accin cuando l todava se

    encontraba en pleno acomodo y mirando a su Natalia, como quien busca su aprobacin. La cara de aterrado pesimismo de su dama lo

    deca todo, e instantes despus ya estaba Carlitos tumbado de espaldas en el suelo, y los cuatro caballeros turnndose para

    sentrsele encima y darle su merecido con una infinita cantidad de golpes, todos de la categora mxima, eso s. Y lo estaban matando

    ante una Natalia que slo atinaba a pedir socorro, mientras, a su vez,

    la seora Antonella clamaba por su marido y atenda a la abuela Isabel, que se haba desmayado. Entonces lleg la ayuda.

    Eran cuatro, sin contar al doctor Alegre, que en el estado en que estaba slo pareca capaz de dirigir el rescate de su hijo, aunque

    tambin l tena deseos de molerlo a palos. Pero, bueno, de lo que se trataba ahora era de salvarle la vida, ya que sus amigos realmente

    haban perdido la cabeza y, si alguien no los frenaba, aquello poda convertirse en una verdadera tragedia. O sea que el doctor Alegre

    pens que realmente haba tenido suerte al encontrar a Vctor y a Miguel en compaa de otros dos mayordomos del barrio,

    conversando en la cocina. Pero las cosas no haban sido as. En realidad, fueron sus propios mayordomos quienes corrieron en busca

    de refuerzos para enfrentarse a los cuatro borrachos de mierda esos, antes de que a Carlitos, compaero nuestro de tantos juegos, desde

    muy nio, nos lo maten, y no slo porque ellos son cuatro sino

    tambin porque, segurito, el joven se trompea tan mal como juega a ftbol, por ejemplo, y la verdad es que el pobrecito no da pie con

    bola. Por eso estaban ah abajo, escuchndolo todo listos para intervenir. Por eso, s, y porque el joven Carlitos se haba hecho

    querer siempre por todo el mundo. Y aquellos desaforados seores se esperaban cualquier cosa,

    menos una insubordinacin de mayordomos, de cholos de mierda, todo se les podra haber ocurrido menos algo as. O sea que tardaron

    mucho en darse cuenta de que el asunto iba contra ellos y no contra el mozalbete de mierda este, y, ante los primeros golpes, jalones y

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    empujones, ni siquiera reaccionaron, porque parecan ficcin y de la mala. Pero resulta que a Carlitos lo haban liberado y que ahora se

    haba arrojado sobre la tal Natalia y sta se lo estaba llevando sabe Dios dnde, abrazndolo y besndolo ante su vista y paciencia, y

    desesperada, adems, la muy sinvergenza, aunque la verdad es que a su adorado Carlitos le haban dado ms que a tambor de circo.

    Haba que impedir que se les escapara, la parejita de mierda esa, por

    supuesto, pero de golpe y porrazo result que los impedidos fueron ellos.

    La puta! Se levant la indiada! Alto ah, hijos de perra! Para qu dijo nada don Fortunato Quiroga. Natalia y Carlitos ya

    estaban camino a una clnica y los cuatro mayordomos continuaban

    dndoles su escarmiento a los ya agotados caballeros, ante la mirada vaca del anonadado doctor Roberto Alegre, que, por fin, solt un

    Basta ya!, bastante maltrecho y carente de la suficiente autoridad, pero que funcion, gracias a Dios. Su dormitorio qued convertido en

    un verdadero desastre, pero bueno, por fin se largaban todos, por fin regresaban los mayordomos a la zona de servicio y sus amigos a sus

    respectivas casas, por la puerta principal. Ya vern ustedes que esto no queda as afirmaba el doctor

    Alejandro Palacios, mientras los cuatro grandes derrotados

    atravesaban el jardn delantero de la casa, completamente aturdidos, mareados e incrdulos. Y pensaba: Derrotados por un hembrn,

    derrotados por ese imberbe santurrn, ese cretino, y derrotados por cuatro cholos del diablo, para remate. En fin, la cagada.

    El mundo al revs y los evangelios por los suelos lo secundaba su colega Jacinto Antnez. Algo habr que hacer. Esto no puede quedar as. O a m me dan todo tipo de satisfacciones, o se jodio la Francia.

    La puta repeta, una y otra vez, en voz muy baja, para s mismo, el doctor Dante Salieri, como si empezara a despertar de la

    peor pesadilla de su vida y estuviese completamente solo y muy adolorido en medio de un hermoso jardn. Pensar que pude haber tomado el avin de regreso a Buenos Aires esta noche... La puta...

    Por mi parte sentenci el ilustre senador Fortunato Quiroga, luego de un breve silencio, puedo asegurarles que an no he dicho mi ltima palabra. Me queda mucho por decir y por hacer. S, seores, como que me llamo Fortunato Quiroga de los Heros. Bajo

    juramento. Los cuatro continuaban tambalendose bastante, al abandonar la

    casa, y hasta les cost trabajo recordar dnde haban dejado sus automviles. Estaban a punto de despedirse, parados en la vereda de

    la avenida Javier Prado, bastante mareados an por tanta copa y esfuerzo, y siempre furibundos, aunque fingiendo serenidad. Se

    miraban el uno al otro y continuaban sorprendindose al verse el nudo de la corbata colgando a medio pecho, la camisa desgarrada, el

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    pelo tan despeinado, y manchas de sangre por aqu y por all. Pero nada ms podan hacer ya, esta noche, y nos les qued ms remedio

    que despedirse, apenas con un gesto de la cabeza, e irse cada uno en direccin a su automvil. Era una temeridad que manejaran en ese

    estado. En el dormitorio de la seora Isabel, su suegra, que ya haba

    vuelto en s y dorma, ahora, la madre de Carlitos pensaba en todo lo

    ocurrido, en su amiga Natalia, en los amigos que se volvieron locos, en su hijo, en sus diecisiete aos, apenas, tan lejos todava de esos

    veintiuno que eran la mayora de edad, segn las leyes del pas, en fin... Y pensaba tambin que nada se iba arreglar con los ramos de

    flores, las llamadas y las mil disculpas que iba a recibir, con las tarjetas llenas de explicaciones y nuevas disculpas. Todo resultara

    intil. Ella conoca muy bien a Natalia, sus heridas sus frustraciones, su sensibilidad a flor de piel y su fragilidad, a pesar de ese aspecto

    imponente, y saba tambin de su aburrimiento, de sus ansias de vivir, y de su tremenda y reprimida sensualidad. Y ni qu decir de su

    hijo. La seora Antonella conoca a Carlitos a fondo, su total ingenuidad, su eterno despiste y su absoluta carencia de malicia,

    pero tambin su apasionamiento y su obstinacin, tan grandes como su deslumbrante inteligencia y su fuerza de voluntad a prueba de

    balas. Cuando Carlitos se empecinaba en alcanzar una meta... Algo

    muy serio estaba ocurriendo entre ambos, as, de golpe, tan repentina como inesperadamente, s, quin lo habra dicho, quin lo

    habra imaginado siquiera... Pero bueno, tena que ocuparse de su esposo, ahora. Los dos necesitaban un gran descanso y la cama

    matrimonial haba sobrevivido a la batalla campal, felizmente. Ah la esperaba Roberto, bastante magullado y adolorido, pero con la

    seguridad de que no tena nada roto. Se abrazaron, se besaron, y los dos dieron las gracias al cielo porque ni Cristi ni Marisol haban estado

    en casa para presenciar el horror ocasionado por el efecto Siboney sobre su hermano Carlos. Mientras tanto, Carlitos dorma

    profundamente en una habitacin de la clnica Angloamericana. Le haban desinfectado y parchado todas las heridas, le haban puesto

    tres puntos en la ceja derecha, y le haban tomado toda clase de radiografas, ya que a la pregunta: A ver, cunteme qu le duele,

    jovencito?, respondi: La verdad, doctor, tengo todo tipo de dolores

    por todas partes. Soy un dolor que camina, para serle sincero. Y Natalia, que dorma ahora tambin en la cama del acompaante,

    solt sus primeros lagrimones de amor en casi dos dcadas, y como que regres del todo a la belleza de su adolescencia, a su reinado de

    carnaval y al nico hombre que am en su vida, muerto trgicamente a los veintids aos, cuando regresaba en automvil de su hacienda

    nortea. Radiografelo ntegro, doctor le dijo al joven mdico de

    guardia. Y dele todos los calmantes que pueda. Que no sufra, por favor, doctor, y que duerma, que descanse, que por fin termine para

  • El Huerto de mi Amada Alfredo Bryce Echenique

    22

    l este da atroz. Lo de Natalia haba sido un ruego, con voz temblorosa,

    implorante, muerta de pena, y hasta con nuevos lagrimones, pero a ella los ruegos y splicas le quedaban tan bien, tan hermosos y

    sensuales, tan ricotones, caray, que, milagro, ms que implorar pareca estarse desnudando ante la vista y paciencia de un

    desconocido. Y as, nadie en este mundo poda decirle que no, y

    mucho menos un joven mdico que cumpla su guardia nocturna sin grandes novedades ni accidentes, y que andaba bastante aburrido

    cuando le trajeron a un muchacho llenecito de golpes y a la seora esta que pide las cosas tan escandalosamente. O sea que a Carlitos lo

    radiografiaron hasta decir basta y lo calmaron y sedaron hasta el medioda siguiente, porque los ruegos y splicas de la monumental

    Natalia de Larrea no eran rdenes sino striptease, ms bien. Natalia lo tena todo planeado cuando su Carlitos despert. No

    pasaran el fin de semana en su casona del malecn de Chorrillos, sino en el huerto, que no quedaba tan lejos. Y no le avisara ni

    siquiera a Antonella, por ms amigas que fueran. Confiaba cien por ciento en ella, pero lo prefera as. Adems, Antonella saba

    perfectamente que su hijo estaba con ella y que por ese lado no tena de qu ocuparse. Carlitos estara perfectamente bien atendido y con

    seguridad, ya haba pasado por el servicio de urgencias de algn

    hospital o por alguna posta mdica. Nada realmente grave le haba ocurrido.

    Nos vamos a un huerto, Carlitos. Hasta que te sientas bien y no te duela absolutamente nada. Y sobre todo por precaucin. No lo creo

    ya, pero esos seores que te pegaron son tan burros y deben de estar tan ofendidos, tan heridos en su amor propio, tanda de

    vanidosos, que no es imposible que dos o tres de ellos, y hasta los cuatro, se vuelvan a juntar, se tomen sus copas para envalentonarse,

    y se presenten en mi casa en busca de ms camorra. Cuando quieran y donde quieran, Natalia, porque yo todava no

    he terminado con ellos dijo Carlitos, envalentonadsimo, pero sin lograr adoptar postura pugilstica alguna, porque el dolor lo fren en

    su intento. Amor, olvida ya todo eso. Lo nico importante es lo que est

    por venir. Y eso es todo nuestro. Como el huerto, donde slo entrar

    la gente que a nosotros nos guste. Carlitos abandon la clnica, bastante adolorido an y con el ojo

    derecho y el labio inferior sumamente hinchados. Le costaba trabajo hablar y hasta rengueaba un poco mientras se diriga al automvil de

    Natalia, pero nadie lo iba a callar ese fin de semana en el huerto. Adonde queda, mi amor? Adonde queda el huerto de mi

    amada? En Surco; a unos cuantos kilmetros ms all de Chorrillos. Lo

    cuida un matrimonio italiano, una pareja encantadora que trabaj tambin para mi pap, hasta su muerte. Los dos cocinan delicioso. Y

  • El Huerto de mi Amada Alfredo Bryce Echenique

    23

    tambin les he pedido a mi mayordomo y a una empleada que se vengan de mi casa para que te atiendan a cuerpo de rey. El huerto

    ser nuestro refugio. Un nidito de amor, je? Y por qu no? Tienes alguna buena razn para que no sea

    as?

    Bueno, mi edad... Y la ma, Carlitos...? Mira, si t te pones a pensar en tu edad y

    yo en la ma, estamos fritos.

    Natalia de mi corazn... Chiiisss... No hables tanto, que debe de dolerte mucho ese

    labio. Lo tienes bien hinchado, mi amor. Na-ta-lia-de-mi-corazn... Por no quedarte callado, anoche, ah debajo de la cama, mira

    todo lo que te pas. Y pudo ser mucho peor.

    Pero aqu estamos, en tu automvil, libres y solos, y rumbo al huerto de mi amada...

    Sabes que se es el nombre de un viejo vals criollo? El huerto de mi amada? Ni idea. Y Siboney? Me tocars

    Siboney? A lo mejor ni tienes esa cancin, nuestra cancin. T no te preocupes de nada. Si no la tengo, la mandamos

    comprar.

    Natalia pensaba en el camino que haban recorrido, rumbo al huerto. Atrs haban ido quedando barrios enteros, distritos como

    San Isidro, Miraflores, Barranco, ahora que ya estaban llegando a Chorrillos y torcan nuevamente, en direccin a Surco. Ah se acababa

    la ciudad de Lima y empezaban las haciendas y la carretera al sur... La idea le encantaba, le pareca simblica: los distritos y barrios

    residenciales en los que viva toda aquella gente, todo aquel mundo en el que ella haba pasado los peores aos de su vida, siempre

    juzgada, criticada, envidiada, tan slo por ser quien era y poseer lo que posea, y por ser hermosa, tambin, para qu negarlo, si es parte

    de la realidad y del problema, parte muy importante, adems; esos malditos San Isidros y Miraflores, y qu s yo, iban quedando atrs.

    Como haba quedado atrs aquel matrimonio juvenil al que la forzaron por estar encinta de un hombre tan brutal y celoso, tan lleno

    de prejuicios, tan acomplejado, tan braguetero, y todo para que su

    nica hija naciera muerta y aquel sinvergenza se largara con otra mujer y una buena parte de su dinero... En el huerto nada de aquello

    exista o, en todo caso, haba quedado atrs para siempre; el huerto lo habitaban slo dos viejos inmigrantes italianos, Luigi y Marietta

    Valserra, esa entraable pareja que jams le pedira cuentas de nada porque ellos venan de otro mundo y nunca juzgaban a nadie, como si

    a su manera, y por sus propias razones, hubieran repudiado a la ciudad maldita e hipcrita. Tambin ellos se haban refugiado en el

    huerto, pensndolo bien... Estaban llegando cuando Natalia le pregunt a Carlitos, sonriente,

  • El Huerto de mi Amada Alfredo Bryce Echenique

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    muy divertida, con todo el cario del mundo: Sabes que te estoy llevando al huerto? Y adnde, si no? Estoy pensando en otra cosa, mi amor. Sabes lo que quiere

    decir Llevarse a alguien al huerto? Yo no s si en el Per se us esa expresin, alguna vez, y despus se perdi. O si nunca se utiliz.

    Pero en Espaa s se emplea y el diccionario de la Real Academia

    dice, ms o menos, que llevarse a alguien al huerto quiere decir engaar a alguien. Y, actualmente, mucha gente usa la expresin

    slo con el sentido de llevarse a alguien a la cama con engaos... Qu te parece?

    Me parece que estoy en tus manos y que no me han cerrado un ojo sino los dos. Pero digamos que por ahora no importa.

    Conque sas tenemos, no? Dame huerto, Natalia. Todo el huerto que puedas. Y para despus, qu propones? Huerto para siempre, estoy seguro. Porque, ademas, en mi casa

    no creo que quieran recibirnos. El huerto, Carlitos. Hemos llegado a nuestro destino, como

    dicen a veces. Suena muy bonito, Natalia. Y a m me suena muy real, tambin. Dios te oiga y Lima nos olvide... Natalia toc la bocina e inmediatamente aparecieron Luigi y

    Marietta para abrir la gran reja de par en par y dar paso al automvil.

    Y ah vena ahora la pareja por el camino de grava bordeado de inmensos rboles que llevaba hasta una antigua y preciosa casona

    campestre, cubierta de buganvillas. Luigi era alto y enjuto, y Marietta algo gorda y ms bien baja. Los dos tenan el pelo blanco, la piel muy

    colorada y arrugada y sabe Dios qu edad. Cuntos aos podan tener? Pues muchos, porque haban llegado al Per con el siglo y

    siendo mayores de edad. Sin embargo, tanto l como ella pertenecan a ese tipo de gente en que el paso de los aos se detiene un da para

    siempre. Y, como afirmaba siempre Luigi, tanto a l como a su Marietta le quedaban an muchsimas jornadas de trabajo en el

    cuerpo, muchsimas, s. Y verdad que se les vea fortachones y enteritos.

    A Carlitos, en cambio, parecan quedarle apenas minutos de vida,

    y es que mientras el matrimonio italiano cerraba la reja y se acercaba a saludarlos, l permaneca totalmente ido en su asiento del

    automvil. Ido, con la boca abierta, la respiracin entrecortada, y la cabeza aplastada contra el respaldar. Y ni cuenta se dio de que Luigi

    y Marietta le haban dado la bienvenida y l les haba respondido con un gesto algo papal, elevando ambos brazos con las palmas de la

    mano abiertas, como quien va levantando algo poquito a poco, y luego despidindolos con un Vayan con Dios, hijos mos.

    Tuvo un accidente les dijo Natalia a sus italianos, como ella los llamaba. Y ambos sonrieron, como quien ni mira ni pregunta,

  • El Huerto de mi Amada Alfredo Bryce Echenique

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    como una vieja leccin aprendida. La seora Natalia fue asaltada por cuatro bandoleros, en la

    terraza de mi casa solt Carlitos, cuando ella menos se lo esperaba. O no, mi amor?

    Bueno dijo Natalia, mirando a Luigi y a Marietta, y sonriendo. Bueno...

    Entiendo que tendr que buscar una explicacin mejor. Y cranme que lo intentar, seoras y seores, pero otro da, porque ahora vengo de la guerra y estoy gravemente herido.

    Los italianos sonrieron, por todo comentario, y Natalia decidi avanzar hasta la antigua casona, maravillosa all al fondo, y esperar

    que la gente de servicio llegara de Chorrillos. No podan tardar. Pero Carlitos estaba tan raro, tan ausente y despistado, que mejor se

    tumbaba nuevamente a descansar. Ella saba lo distrado que poda llegar a ser, y para pruebas lo de anoche, pero tambin era verdad

    que no haca ni veinticuatro horas que lo conoca. Bajamos, amor. No s si lograr acostumbrarme jams le dijo, de pronto,

    Carlitos, que, en el fondo, lo nico que tena es que se haba quedado

    turulato con tanta naturaleza en medio de un desierto, casi. Dime la verdad, Carlitos. Te pasa algo? Hay algo que no te

    gusta? Algo que te incomoda o te desagrada?

    Tu casota parece un cortijo andaluz en pleno corazn del frica, Natalia, y afuera el Sahara, o algo as. Y yo, la verdad, no estaba

    preparado para tanto exotismo. No sera todo esto efecto de los golpes?

    Es mi huerto y a m me encanta, amor. Poco a poco te irs acostumbrando, vas a ver.

    Creo que, a partir de ahora, tendr que nacer de nuevo todos los das. Tal vez as...

    Carlitos no termin su frase y Natalia les hizo una sea a Luigi y Marietta, para que se acercaran a ayudarla.

    En cierto sentido les dijo, por toda explicacin, el seor Carlos Alegre s llega herido de la guerra. Herido grave.

    El matrimonio italiano actu con la discrecin y eficacia de siempre, y Carlitos se durmi profundamente no bien lo instalaron en

    la cama ms sensacional que haba visto en su vida. Y por supuesto

    que so, y que en su sueo tuvo muchsimo que ver todo lo ocurrido la noche anterior, aunque en una versin realmente placentera,

    bastante rosa, y completamente desprovista de incidentes desagradables. En realidad, l era al mismo tiempo espectador y

    actor de una pelcula llena de buenos sentimientos y dirigida nada menos que por Dios, con lo cual la terraza y el jardn de su casa

    adquirieron dimensiones celestiales y los asistentes al gran baile que les ofreca su padre a Natalia de Larrea y a l se llamaban todos

    Vctor y Miguel y los mil mayordomos se llamaban siempre Dante Salieri, aunque eran en su mayora peruanos y senadores ilustres o

  • El Huerto de mi Amada Alfredo Bryce Echenique

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    prestigiosos mdicos, y slo muy rara vez se oa algn che, siempre bastante destemplado, eso s. Del cielo llegaba la iluminacin aquella

    maravillosa y la Orquesta Siboney interpretaba una y mil veces la cancin del mismo nombre que Ludwig Van Beethoven haba

    compuesto especialmente para la ocasin. La felicidad reinaba en aquel gran baile en el que los caballeros

    llevaban todos esmoquin y las seoras traje largo. La nica excepcin

    era la pareja homenajeada, ya que l llevaba la misma camisa azul y el mismo pantaln caqui que en la realidad y Natalia el mismo traje

    color salmn y muy alegremente florido cuya finsima tela no slo resaltaba cada maravilloso instante de su cuerpo sino que, adems,

    lo exaltaba hasta dejarlo convertido en visin divina. Gracias, querido Dios le dijo Carlitos al Todopoderoso Director

    de tal maravilla, y, con esa fabulosa capacidad de ir adelante y atrs que tienen los sueos, aadi: No he recogido mi rosario, que se me cay al suelo delante de ti y de tu Madre, la Virgen, como bien sabrs por bajar en busca de un amor que me llamaba a gritos; y

    ahora adoro a Natalia, que es de carne y hueso y adems tiene unos huesos que tambin parecen de carne; y, a ms tardar, maana,

    estar durmiendo, tambin de carne y hueso, a su lado y en su huerto de Surco. Pero bueno cmo explicarte, cmo decirte que ella

    es divorciada y yo todo sexo; s, yo, Dios, que fui todo oracin... Es

    pecado lo mo? Me castigars? Arder en el infierno, Dios mo y Seor Todopoderoso? Me expulsars del paraso? Por favor, no,

    Seor mo. No le pongas FIN a esta pelcula tan maravillosa que, se ve a la legua, slo t podas dirigir.

    No temas, Carlos Alegre. Dios no castiga nunca a los amantes. Y mucho menos en tu caso, aunque la verdad es que esa diferencia

    de diecisis aos que hay entre Natalia y t no Me parece nada conveniente. Pero, bueno, Natalia ha sufrido tanto y t Me has sido

    siempre tan fiel, que, al menos por un tiempo, voy a hacerMe el de la vista gorda. Y mira t hasta qu punto. La pelcula se va a acabar,

    pero slo para que despiertes en otra de carne y hueso. Porque Natalia ha aprovechado que t dormas para pegarse un duchazo,

    ponerse una bata de seda realmente divina, para usar un adjetivo bastante terrenal, y en este instante la tienes saliendo del bao y,

    con el pelo an mojado, est...

    No reconozco del todo dijo Carlitos, abriendo inmensos los ojos, y mirando a Natalia con la bata que Dios le haba puesto...

    Carlitos... Te sientes bien? Perfecto y feliz le dijo l, reaccionando e incorporndose con

    alguna dificultad, para apoyarse en el respaldar de aquella hermosa cama. Tengo autorizacin divina para todo.

    Cmo? Un sueo de esos que te hace pensar muchsimo y entenderlo

    todo, en un instante. Ven, ven, acrcate. Y qutate esa bata. No te parece un poco rpido?

  • El Huerto de mi Amada Alfredo Bryce Echenique

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    Necesito ver, Natalia... Cmo decirte... Dios me ha mandado ver y tocar.

    Qu? He soado. Y he comprendido miles de cosas. Pero t tienes

    que estar completamente desnuda para que yo te lo pueda explicar. Natalia se quit la bata lentamente, hasta quedar por completo

    desnuda. Un cuerpazo. Un pelo melena castao oscuro ondulado y

    ahora hmedo, adems, y hasta rizado, una piel sumamente blanca, y qu hombros, qu senos, qu piernazas perfectamente torneadas,

    qu caderamen, qu tafanario divino, para emplear una palabra que Dios acababa de usar, y los ojos inmensos, incitantes y tiernos, a la

    vez, los labios carnosos y hmedos, puro deseo, como tambin la mirada... Demasiada hembra, siempre, y Carlitos ah, como teniendo

    que opinar, o al menos que piropear, desde su gravedad y su aparente enclenquitud.

    Me pasa lo mismo que con tu huerto y tu casa, mi amor. No s si lograr acostumbrarme jams dijo Carlitos, turulato y erecto, mientras Natalia se tumbaba a su lado en cmara lenta, con toda la suavidad y ternura, pero tambin con toda la sensualidad y la carne

    de quien ha esperado demasiado y sin embargo sabe que nada odiara tanto como causar dolor, cualquier tipo de dolor. Y es que

    saba perfectamente que para ese muchacho beato de diecisiete

    aos, esto era inmenso y poda ser terrible. Siempre estar aqu a tu lado y esperando le dijo, mirndolo

    apenas y besndole muy suavemente la frente. Maana es domingo, da de guardar. Te llevar a misa, mi amor. De eso se trata precisamente, Natalia. Porque yo creo que,

    precisamente maana, Dios nos ha exonerado... Qu dices? Quedamos en que iba a contarte el sueo que tuve mientras te

    duchabas. Hay en l un par de opiniones de Dios que merecen mucha

    atencin... Carlitos! Qu haces, Carlitos, ayyyy! Tengo que volver a meterme en mi sueo, para poder... Pero Carlitos, aayyyy, mi amor...! Dios me habl de una pelcula de carne y hueso, Natalia... Te amo, Carlitos, y esto parece un sueo, s, s... Divino, Dios mo...!

    Amanecer aquel primer domingo de su amor fue toda una novedad para Carlitos, que abri y cerr varias veces el ojo que le

    funcionaba, o sea, el izquierdo, antes de convencerse de que aquel dormitorio de virrey en vacaciones formaba parte de este mundo,

    aunque, por precaucin, tambin fue depositando, poquito a poco, y con intensidad de menos a ms, gran cantidad de besitos bastante

  • El Huerto de mi Amada Alfredo Bryce Echenique

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    hinchados y dolorosos y caricias mil sobre diversas zonas an dormidas del cuerpo de su amada. Acurrucada y desnuda, a su lado,

    o, ms bien, calatita y acurrucadota, Natalia se dejaba disfrutar, feliz, y cada vez ms entregada a aquella infinidad de mimos tan torpes

    como deliciosos, tan primerizos, casi siempre, mas tambin, de golpe, y seguro que de pura chiripa, tcnica y demoledoramente riqusimos,

    porque acertaban de lleno en un punto de alto contenido ergeno.

    Pero, pobrecito, mi amor, debe de dolerle mucho tanto esfuerzo y qu hora ser.

    Nuestro primer amanecer juntos aqu, y nuestro primer domingo dijo Natalia, desperezndose riqusimo, abriendo por fin los ojos y sonrindole gratitud y amor. Pero el rostro muy hinchado de Carlitos la hizo voltear rpidamente en busca de un reloj. Iban a

    ser las dos de la tarde, qu horror, y el pobre no haba tomado sus calmantes, ni sus sulfas ni nada. Natalia se incorpor y corri al bao

    en busca de un vaso de agua. Continuaba desnuda, y Carlitos la vio tan deliciosamente cuerpona, as, por detrs, que, una vez ms, abri

    y cerr varias veces el ojo izquierdo. En fin, por si acaso. Debe de dolerte mucho le dijo ella, ya de regreso del bao. Carlitos le respondi con un solo de guios de ojo izquierdo. No me digas ahora que ese ojo tambin te est doliendo, mi

    amor?

    No, no... Es que venas por delante, esta vez y... Nada. No te preocupes... Pero...

    Pero qu...? Es domingo, no, Natalia? Qu otro da puede ser, mi amor? Claro... claro... Slo necesitaba tu confirmacin. Bueno... Pero t cuntame ahora cmo te sientes, que es lo

    ms importante de todo.

    Por fuera, ya lo ves. Debo de seguir tan hinchado como ayer, al salir de la clnica, pero eso es natural y slo cuestin de paciencia y

    de esperar que me quiten los puos. Adems, no me preocupa nada, creme, amor. Y creme tambin que lo nico realmente importante

    es que hayamos despertado juntos y que sea verdad. Que t seas verdad y que esta casa y este huerto sean reales. Entiendes ahora

    por qu te he preguntado si hoy era domingo?

    Entiendo, Carlitos, entiendo... Fue viernes de verdad y me pegaron, y fue sbado y despert en

    una clnica, roto, cosido, parchado y contigo. Y fue verdad. Y en la medida en que tambin hoy sea domingo...

    Te juro por mi amor que es cien por cien domingo Carlitos. Es que el sueo ese con Dios y el cielo, y t misma desnuda,

    todava tienden a confundirme, Natalia. Tal vez dentro de unos das, o incluso unas semanas.

    Das, semanas, meses, aos... De eso, precisamente tenemos que hablar, mi amor. Qu mejor prueba quieres de que todo es

  • El Huerto de mi Amada Alfredo Bryce Echenique

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    verdad. Tenemos que hablar del futuro. Por ahora slo tengo hambre, Natalia. Luigi y Marietta nos deben de tener algo casi listo, en la cocina.

    Basta con que les d la voz.

    Deben de pensar que nos hemos muerto. Tambin Julia y Cristbal. Y sos quines son? La empleada y el mayordomo de mi casa de Chorrillos. Te

    acuerdas de que los mand llamar?

    Vagamente. Muy vagamente. Almorzamos aqu o nos vestimos un poco y vamos al comedor? Carlitos abri y cerr varias veces el ojo izquierdo y opt por el

    comedor. Era un poco arriesgado salir de ese formidable dormitorio,

    entre campestre y palacio del Marqus de la Conquista, pero tambin era cierto que, en la medida en que existieran una sala y un comedor,

    por ejemplo, y Natalia sentada y comiendo, por ejemplo, y l saciando el hambre que tena, por ejemplo, la teora aquella de que

    hoy era domingo y verdad... En fin, que Carlitos opt por el comedor, por si acaso. Y lo cierto es que tuvo mucha, muchsima razn, porque

    antes Natalia lo invit a meterse en la ducha con ella, para intercambiar jabonaditas y esas cosas que ella haca como Dios

    manda, y que a l tanto lo afectaban, aunque en el mejor de los

    sentidos, porque hoy domingo y sin misa, o sea, tal como el Todopoderoso le explic divinamente bien, justo cuando Carlitos

    regres nuevamente de su sueo celestial, para pasar a otro bien de carne y hueso, aunque esta vez se trataba de una ducha modelo

    bacanal y de un jabn que ola a Pars, ms una real delicia de curvas que jabonar, mientras a l lo enjuagaban con una esponjita de lo ms

    sexual, agua bien templadita tan cuidosa como experta y aplicadamente, y cual reposo de guerrero herido. Carlitos confes

    que, para l, todo era y sera siempre por primera vez, contigo, cuerpona, y Natalia le replic que para ella tambin era la primera

    vez, porque ahora s que era con amor, y que, en todo caso, en su vida haba visto a nadie progresar a pasos tan agigantados como a

    tiiiiii... Al comedor llegaron bien baados, casi a las cinco de la tarde,

    luciendo dos maravillosas batas de seda, ambas de mujer, y

    realmente muertos de hambre, ahora s, aunque la expresin de sus rostros continuaba exhalando tal ardor de esto que sonroj de pies a

    cabeza a Luigi, Marietta, Julia y Cristbal, que llevaban horas esperndolos.

    Vino tinto, mi amor? le pregunt Natalia a Carlitos, con voz de almohada sentimental, para que los cuatro sonrojados terminaran

    de enterarse, de una vez por todas, de la situacin y sus circunstancias.

    A Carlitos le gui bastante el ojo izquierdo mientras responda que s, y que el mismo tinto de siempre, Natalia de mi corazn,

  • El Huerto de mi Amada Alfredo Bryce Echenique

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    aunque a todos los aqu presentes les puedo jurar que sta es la primera vez en mi vida que tomo vino. Pero bueno, como es domingo

    y verdad, no?, mi nombre es Carlos Alegre di Lucca, y realmente encantado, Para serles sincero.

    El gusto es todo nuestro, seor... Ah, s? Pues entonces escrbanme cada uno de ustedes, por

    separado, y en un papelito secreto, qu da es hoy por favor.

    Natalia tuvo que intervenir: Y ahora una meloda para da domingo, Luigi. Y la pasta de los

    domingos, Marietta. Y usted, el mismo gran vino de todos los domingos, Cristbal, mientras Julia arregla el dormitorio y el bao,

    que estn hechos un desastre porque este domingo, por primera vez...

    Los cuatro empleados reaccionaron, por fin, y minutos despus llegaban la pasta y el vino y, de sabe Dios dnde, llegaba Siboney, en

    la versin de Stanley Black. Probablemente de la sala-hacienda que acababan de atravesar Natalia y Carlitos, como quien atraviesa

    Andaluca toda, pero por sus salones y patios, por sus fuentes cantarnas y uno que otro sensacional museo del mueble espaol.

    Tenas el disco? pregunt Carlitos. No, lo mand comprar ayer, mientras dormas. Pero, en cambio,

    me olvid de lo ms importante. Me olvid de la bata, mi amor,

    perdname. O sea, que hoy no es este domingo! Por supuesto que es este domingo, amor mo. No te asustes,

    por favor.

    Y entonces! No te das cuenta de que lo que llevas puesto es una bata de

    mujer? Qu mujer ni qu ocho cuartos, Natalia! Ya yo saba que

    estaba soando, maldita sea! Si sta fuera una bata de mujer me quedara igual que a ti!

    Carlitos, mi amor. Por favor, abre los ojos. Y reflexiona un poco. Un poquito siquiera. Dos batas pueden ser exactas, pero jams dos

    personas. Y mucho menos de distinto sexo. Diablos! Tienes toda la razn! Se ve que me dieron duro en la

    cabeza, el viernes. Y ademas mi abuela Isabel lo dice siempre:

    Cundo llegar el da en que Carlitos se fije en las cosas ms elementales? Perdname, por favor, Natalia.

    Salud. Estos espaguetis estn realmente deliciosos, oye. Perdona, pero se brinda con el vino, Carlitos. Verdad. Salud por primera vez en mi vida. Salud por ti, por m,

    y por nosotros, siempre. Tambin yo soy una volada, caray. He olvidado por completo

    que tu camisa qued destrozada y tu pantaln completamente manchado de sangre.

  • El Huerto de mi Amada Alfredo Bryce Echenique

    31

    Dije salud, por primera vez en mi vida. Salud, mi amor. Pero no puedo dejar de pensar en tu ropa. Algo

    para maana, aunque sea. No crees que se podra llamar a tu casa sin que se enteraran tus padres?

    Excelente idea. Porque en mi casa siempre contesta el telfono un mayordomo, Natalia. T enva a Luigi o a Cristbal, y yo encargo

    que le entreguen una muda de ropa limpia. Y, de paso, les doy las

    gracias a Vctor y a Miguel por haberme ayudado a enfrentarme con esos cuatro malhechores. Y les cuento que estoy vivito y coleando,

    comiendo pasta y brindando contigo. Y por primera vez en mi vida. Y maana, cuando vayas a estudiar, yo te compro ms ropa.

    De acuerdo? Bueno, pero le pasas la cuenta a mi pap. Cmo! Qu has dicho, Carlitos...? Caray, qu bruto. Perdname. Ya ves, se me escapan las cosas

    ms elementales. Perdname, por favor. Nunca rns... Salud, mi tan querido Carlitos Alegre di Lucca. Salud, Natalia de Larrea y... Y qu? Me parece que todava no

    me has dicho tu apellido materno.

    Y Olavegoya. Caray, parece que uno estuviera hablando con la historia de

    este pas.

    Olvidemos esa historia y concentrmonos en la nuestra, Carlitos. T qu piensas hacer?

    Facilsimo. Quererte toda la vida y ser un gran dermatlogo, como mi padre y mis abuelos... Y bueno, claro, seguir siendo un buen

    cristiano. Tan fcil lo ves? Pues s. Y adems tenemos permiso de Dios, no lo olvides. Eres t el que olvida que aquello fue un sueo. Un lindo sueo,

    Carlitos, pero nada ms. No entiendes ni jota, Natalia. No, la verdad es que no. Pues te lo pondr de otra manera. Cuando se trata de un gran

    amor, Dios es absolutamente comprensivo. Perdona mi falta de respeto, pero creo que ste es el momento

    de recordar un dicho muy aplicable a nuestra limea realidad y a

    nuestro entorno: Y vinieron los sarracenos, y los molieron a palos. Porque Dios ayuda a los malos, cuando son ms que los buenos.

    No saba que eras tan pesimista, Natalia. Pesimista, yo? No me digas que has olvidado el escndalo que

    se arm el viernes? Olvidaste ya que casi te matan? Eran cuatro contra uno, y aun as... Pues ahora ser todo Lima contra nosotros dos. Un muchacho

    de diecisiete aos y una divorciada de treinta y tres... Tambin te

    parece que aun as? Claro que s. O no me quieres?

  • El Huerto de mi Amada Alfredo Bryce Echenique

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    Te quiero mucho ms de lo que t crees. Te amo, Carlitos. Y tienes miedo, aun as? Ven aqu, loquito maravilloso. Bebe de mi copa y besame. Pero antes jrame que sta es la ltima vez que dudas de que

    hoy es domingo. Le haces honor a tu apellido paterno, Carlos Alegre. Pero bebe

    de mi copa y bsame.

    All voy, Natalia, pero t ndale diciendo a Luigi que traiga el postre y ms vino. Sigo muerto de hambre, y adems nos quedan

    miles de cosas por las cuales brindar. Casi no durmieron, la noche de aquel primer domingo de su

    amor, y para Carlitos fue realmente horroroso arrancarse de los brazos de aquella mujer hermosa y anhelante que, desde el

    amanecer, le fue haciendo notar que ms real no poda haber sido cada instante de lo vivido, y que por ello precisamente ahora

    navegaban hacia una nueva orilla llamada lunes, complicada, temible, abrupta.

    Pesimista le deca l. Creme que algo entiendo de todo eso, mi amor. Y t cree en lo que dice mi abuela Isabel, que as se vive mucho

    mejor.

    Esta ciudad, Carlitos. Se dira que naciste en la calle de la Amargura, donde viven los

    hermanos Cspedes, je...

    Sabes que he decidido hablar con tu mam? Y con tu padre, tambin, si es necesario?

    Me parece muy bien, Natalia. Mira que yo tambin haba pensado contarles todita la verdad a los mellizos. Me vern con esta

    cara, y por supuesto que querrn saber qu me pas. Amanece lunes, Carlitos. Durmamos un poquito, siquiera, para

    que no llegues tan cansado donde tus amigos, anoche le dije a Cristbal que llamara al chofer para que te lleve en el otro automvil.

    Te puede llevar todos los das, si quieres. Vivir aqu, mi amor? Ya lo creo, siempre que t lo desees. Y t? Adnde, si no? sta es nuestra fortaleza. La tuya y la ma. Y

    para siempre, si t lo deseas. S, este huerto maravilloso y esta casona cinematogrfica sern

    nuestra fortaleza. Nuestra perfecta fortaleza rabe: muralla de piedra por fuera y jardn por dentro.

    Te amo, te admiro, y me gustas tanto... Yo creo que est amaneciendo domingo otra vez, Natalia de mi

    corazn... A ver, prueba guiar el ojo izquierdo, Carlitos... No creo que salga bien, por ahora. Las cortinas estn cerradas y

    an no logro ver claramente... Por ms que guio y guio...

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    No? No ves nada? Absolutamente