Contribuir a una educación integral

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Contribuir a una Educación Integral Aurora Bonilla Zambrana María Eugenia concede una gran importancia a la educación del carácter. Es fundamental. Es a la vez el temperamento y la característica de cada individuo. Considerar la educación del carácter es para Ma. Eugenia sopesar la fe en el hombre concreto, en su capacidad de cambio y de realizarse en un proyecto. La inteligencia debe formarse de manera que anime y dirija la voluntad. La efectividad es una energía que hay que orientar y de la que hay que servirse; en el momento en que la sensibilidad se despierta… no hay que reprimir sino dirigir. (Cap.III Un carácter templado). Este es una de las ideas maestras que, después de leer y conocer la Educación en la Asunción, considero como base fundamental de la cual debe apropiarse todo educador o educadora. Pensar que la Escuela es el medio eficaz para educar el carácter es propiciar procesos de aprendizaje no sólo del conocimiento sino aprendizajes para la vida, para saber enfrentar los problemas, las diversas situaciones que surgen, las múltiples realidades a las que nos exponemos todo los días y que hay que saber pensar, discernir, asumir los riesgos, aceptar las consecuencias y sobretodo tener claridad de “De donde venimos y hacia dónde vamos”, porque para aprender cosas, conceptos, teorías están los libros, sin embargo para educarnos debemos ir a la escuela y es ahí que la escuela está para que aprendamos a aprender, a socializar, a relacionar las situaciones, a analizar las consecuencias de una decisión, a saber plantearnos metas claras y sobre todo, saber elaborar un proyecto de vida que nos lleve a lo que queremos vivir. Todo ser humano busca las mejores maneras para saber vivir, sin embargo no podemos olvidar que toda nuestra vida, nuestro ser y nuestro actuar depende de Dios y de su voluntad; es por eso que María Eugenia nos habla de realizarnos como persona en un proyecto, un proyecto que

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Contribuir a una Educación Integral

Aurora Bonilla Zambrana

María Eugenia concede una gran importancia a la educación del carácter. Es fundamental. Es a la vez el temperamento y la característica de cada individuo. Considerar la educación del carácter es para Ma. Eugenia sopesar la fe en el hombre concreto, en su capacidad de cambio y de realizarse en un proyecto. La inteligencia debe formarse de manera que anime y dirija la voluntad. La efectividad es una energía que hay que orientar y de la que hay que servirse; en el momento en que la sensibilidad se despierta… no hay que reprimir sino dirigir. (Cap.III Un carácter templado).

Este es una de las ideas maestras que, después de leer y conocer la Educación en la Asunción, considero como base fundamental de la cual debe apropiarse todo educador o educadora. Pensar que la Escuela es el medio eficaz para educar el carácter es propiciar procesos de aprendizaje no sólo del conocimiento sino aprendizajes para la vida, para saber enfrentar los problemas, las diversas situaciones que surgen, las múltiples realidades a las que nos exponemos todo los días y que hay que saber pensar, discernir, asumir los riesgos, aceptar las consecuencias y sobretodo tener claridad de “De donde venimos y hacia dónde vamos”, porque para aprender cosas, conceptos, teorías están los libros, sin embargo para educarnos debemos ir a la escuela y es ahí que la escuela está para que aprendamos a aprender, a socializar, a relacionar las situaciones, a analizar las consecuencias de una decisión, a saber plantearnos metas claras y sobre todo, saber elaborar un proyecto de vida que nos lleve a lo que queremos vivir.

Todo ser humano busca las mejores maneras para saber vivir, sin embargo no podemos olvidar que toda nuestra vida, nuestro ser y nuestro actuar depende de Dios y de su voluntad; es por eso que María Eugenia nos habla de realizarnos como persona en un proyecto, un proyecto que nos integre como seres humanos y como cristianos. Y este proyecto nos lo reveló Jesucristo en Jn. 10.10. “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”, esta vida a la que se refiere Jesucristo es la que anima y dirige nuestra voluntad para saber actuar en cada momento.

Actualmente la Escuela alberga a ciento de niños y jóvenes con hogares desintegrados, con heridas familiares y sociales latentes, con una autoestima frágil y expuesta a lo que los medios de comunicación nos ofrecen. Con todo esto los educadores debemos trabajar, y estar convencidos en la capacidad de cambio que tiene todo ser humano para orientar, proponer y apoyar toda iniciativa que contribuya a una educación integral; no podemos permitir que los niños y jóvenes no sepan dar razón de lo que quieren, que no acepten sus errores, que no deseen empezar algo nuevo, que no asuman en sus manos la vida que les toca vivir y decidan renegar el resto de sus días por eso que no quieren; no podemos permitir que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que son el presente y el futuro de nuestro mundo no se atrevan a vivir desde un proyecto claro y arraigado en Dios.

Todo esto se aprende en la Escuela a través de las matemáticas, de las ciencias y de la historia, a través de cada una de las materias que nos brinda la curricula escolar y que se debe adecuar a cada realidad y a cada persona. Es por eso, que hoy más que nunca, la escuela necesita a profesionales convencidos de su misión educadora, apasionados por su trabajo, responsables de su quehacer y sobretodo clarificados de lo que quiere lograr como educador para no moverse al

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vaivén de lo que amanece cada día, o de las orientaciones dadas desde un escritorio que muchas veces responde al cumplimiento de rubricas y no a la realidad de cada aula de clase.

Es fundamental que todo educador/a no pierda de vista su tarea frente a los educandos y que no se contente con satisfacer medianías, debe desear que sus educandos logren dar toda su capacidad, orientando, ayudando a estimular, pero nunca, contentándose con lo mínimo.

La escuela debe girar en torno a una educación en valores, educar para la esperanza, para la paz, para la no violencia y para la búsqueda, no contentándose con lo inmediato y lo fácil. Cuando hablo de una educación en valores me refiero a todos aquellos aspectos que tienen que ver con los principios y actitudes.

En sí misma la escuela católica desarrolla una pedagogía de los valores que se fundamenta en la prioridad al respeto al otro, la solidaridad responsable, la creatividad y la interioridad, según la inspiración evangélica del amor cristiano. Educando en los valores y para los valores, la escuela "forma a los niños y jóvenes desde dentro”, los libera de los condicionamientos que puedan impedirle vivir plenamente como ser humano y como cristiano.

Educar en la esperanza es cultivar expectativas, preparar a los niños y jóvenes para aceptar la realidad actual y para que se esfuercen por su transformación. Educar en la esperanza es educar en el valor de la vida, su significado y su destino, el sentido del más allá, la superación de las estructuras, la capacidad de mejorar el presente.

Educar para la paz, para la no violencia, es fomentar ese espíritu de conciliación, de armonía, de unidad, a la luz de que todo conflicto es posible resolverlo con el diálogo y el respeto a las diferencias.

Educar para la búsqueda supone: desarrollar la capacidad de preguntarse, y no sólo de aprender; desarrollar la capacidad crítica y transformadora, y no sólo de integrarse en el sistema; desarrollar la apertura al Misterio, descubrir el sentido sacramental de la vida y del mundo, en lugar de proponer un descubrimiento científico pero opaco de la realidad.