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Contra la democracia participativa Los tramposos atajos hacia la participación Democracia participativa vista desde el movimiento asociativo Jordi Serrano i Blanquer

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Contra la democracia participativa Los tramposos atajos hacia la participación

Democracia participativa vista desde el movimiento asociativo

Jordi Serrano i Blanquer

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Colección Pensamiento laico y progresista 8ISBN. 978-84-87064-67-8DL. B-52075-2008Cubierta: Jordi SerranoEdición: Fundación Francesc Ferrer i GuàrdiaAvinyó, 44 08002 Barcelonawww.laic.orgImpresión: Primera Impressió, SabadellBarcelona, 2008

Este libro ha sido impreso con materiales que respetan el planeta Tierra

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Las pocas libertades democráticas de las que todavía disfruta-mos no son ilusiones sin importancia, que podríamos dejarnosarrebatar sin una protesta. Representan exactamente lo quenos resta de las grandes conquistas revolucionarias de los dosúltimos siglos.

Albert Camus1

1. Albert Camus. Crónicas (1944-1953). Alianza Editorial. Barcelona 2002 p. 237

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Índice

Presentación 5

1. ¿Un proceso participativo? No, gracias 7

2. Las “nuevas” ideas en el pasado 112.1 La animación sociocultural 112.2 "Voluntarios" y Servicio Civil 14 2.3 La participación de los niños 16

3. Confusiones: viejos y nuevos movimientos sociales 19

4. Coartadas del poder. Obstáculos a la participación 24

5. Los nuevos falsos atajos 315.1. Introducción 315.2. Presupuestos participativos 325.3. Consejos ciudadanos 43

6. Devolver el poder al pueblo 49

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Presentación

Desde hace más de veinte años la Fundació Ferrer i Guàrdiaanaliza e investiga en relación con diversos aspectos de laparticipación y muy especialmente en relación con la partici-pación juvenil. El presente trabajo pretende ser una reflexióndinámica sobre una serie de propuestas que, a lo largo deestos años, han actuado como barreras para la participacióncuando, en teoría, parecía que iban enfocadas a favorecerprecisamente la participación popular. No pretende ser unavisión exhaustiva, tampoco un documento a modo de conclu-siones, sino simplemente una provocación al debate y una lla-mada a la reflexión sobre diversos atajos hacia la participa-ción que, a nuestro entender, son más bien cruces decaminos con indicadores equivocados. Si con esta iniciativacontribuimos a hacer más rico el debate sobre cómo favore-cer la participación democrática y, especialmente, la partici-pación de los jóvenes, habremos conseguido nuestro objetivo.

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1. Un proceso participativo? No, gracias

Que conste, antes de que nadie nos lo reproche, que deentrada veíamos con buenos ojos la idea de la democraciaparticipativa, nos creíamos que era un intento para mejorarla calidad de la democracia. Incluso lo hemos escrito. Ahoranos arrepentimos de haberlo hecho. Quizás, en vez de ayu-dar, la democracia participativa se ha convertido, en muchoscasos, en un problema más.

En nuestra organización empieza a ser demasiado común quealguien nos diga: ¡mirad han abierto otro proceso participati-vo! ¡Qué murga! (eufemismo de palabras mucho más contun-dentes). Es indiferente que se trate de una nueva ley, de unnuevo proyecto o de un proyecto indefinido en la búsqueda deuna idea. Hemos dedicado demasiadas horas, demasiadasenergías, a participar en procesos participativos que, en sumayor parte, sólo denotan infantilismo y en los que normal-mente los organizadores rebajan el nivel del debate de losparticipantes al suyo. La gente de las asociaciones estamoshartos de los post-it, de pizarras llenas de frases, de adhesi-vos con los nombres, de PowerPoints, de las tarjetas de colo-res, de los sistemas de sillas, de los resúmenes neutros delas reuniones, del no saber por qué se hacen las cosas. Con eltiempo nos hemos ido entrenando en boicotear procesos deeste tipo y, finalmente, ya no asistimos. Telefoneamos y les

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decimos: no hace falta que hagáis procesos participativos,nos decís por escrito qué queréis hacer y os daremos nuestraopinión si la queréis y si no, ya veremos qué hacemos. Ade-más nos fastidia mucho que la opinión de una organización de10.000 miembros, 25 años de tradición, investigación, debate,ideológicamente definida, con un prestigio ganado a pulso,valga lo mismo que el de aquella persona ociosa que nunca seha preocupado de su comunidad y que, de repente, sin ningúntipo de aprendizaje, cree que su opinión vale igual que la delrepresentante de aquella entidad. Y los políticos y los organi-zadores de estos procesos, les dan la razón. Es la muerte dela cultura, es el triunfo de "Gran Hermano" y "OperaciónTriunfo" aplicado a la política. No hay que esforzarse, no hayque valorar una trayectoria, no hay que leer, no hay que dis-cutir. Es más, incluso los que son miembros de entidades sonsospechosos, mejor ir a buscar a aquellos ciudadanos anóni-mos que nunca han hecho nada por su pueblo, que no sabennada y así les hacemos ir por el recto camino que quiere elpoder. La pérdida de tiempo es una de los razones fundamen-tales del porqué las asociaciones somos reticentes a determi-nados procesos participativos, pero hay muchos más. Otrasveces, montar un proceso participativo es la excusa para nosaber qué proponer y ganar tiempo. Coaliciones imposiblesideológicamente se salvan apelando a una pretendida volun-tad del pueblo expresada demoscópicamente, para así disi-mular que lo importante es el poder por el poder. ¡No nosgustan este tipo de procesos participativos, que se dejen dehistorias, nosotros queremos discutir de política! La izquier-da no ha podido gobernar casi nunca, excepto en algúnmomento que ha durado poco tiempo, el más logrado duran-te la II República. Seguramente, pues, una parte de lo quevamos a criticar tiene que ver fundamentalmente con el des-concierto que arrastramos desde tiempos inmemorables.

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Se ha vuelto a poner de moda adjetivar la palabra "democra-cia": ahora parece que, si eres progresista, tienes que decirque estás a favor de la "democracia participativa". Curiosaadjetivación ésta: ¿La democracia puede ser no participati-va? Tenemos por una parte la democracia liberal, que nuncaha sido exactamente "burguesa", sino más bien arrancada ala burguesía, y, por otra parte también hemos tenido, y enalgunos lugares todavía tenemos, las democracias popula-res o socialistas –que de ambas cosas, poco tenían. Tambiénes un clásico el concepto de democracia radical que preten-de democratizar progresivamente las diferentes esferas dela vida social. La última adjetivación, la última moda: lademocracia participativa. Para toda una generación que vivi-mos la dictadura fascista, la experiencia de adjetivación de lademocracia nos provoca urticaria. La "democracia" franquis-ta era "democracia orgánica". Pero si vamos más atrás pode-mos encontrar la democracia censitaria. A los burguesesrevolucionarios del xviii y del xix les interesaba una determi-nada manera de entender la democracia, es decir, el derechoa voto de los mayores contribuyentes; era la democracia delos ricos. Para poner un ejemplo de lo que significaba el votocensitario en Cataluña, podemos decir que el año 1867 sólotenía derecho a votar el 2,5% de la población. En Cataluña,este mismo año sólo ejerció el derecho a voto el 33% de losvotantes, es decir, de una población de casi 1.700.000 habi-tantes, votaron solamente 15.0002. Fue la clase obrera quienpronto se dio cuenta de que su lucha para la emancipacióniba intrínsecamente ligada al ejercicio real del derecho a lalibertad de expresión, asociación y voto. Podemos recordar lamanifestación de Barcelona de 1855 con el lema "asociación

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2. Josep Fontana. “La fi de l’Antic Règim i la industrialització 1787-1868”, pág.341, en Vilar, P. , Història de Catalunya, Edicions 62. Barcelona, 1988

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o muerte". El derecho a voto, por muy formal que sea, puedeparecer una conquista no excesivamente revolucionaria–sobre todo cuando ya se tiene–, pero costó años de lucha ysangre.

Ya en el siglo xix los movimientos progresistas eran fuerte-mente internacionalistas. ¿Quién no recuerda la creación dela I Internacional obrera? ¿Qué hay de nuevo? En la sustan-cia, poca cosa. Incluso se propuso un nuevo idioma parahacer posible la comunicación fraternal internacional: elesperanto. Como dice el amigo Vicenç Molina todo está escri-to3. Nos parece bien buscar formas para que más gente par-ticipe, pero hacer el signo de los romanos –a los leones– paramanifestar rechazo a una exposición no nos parece un méto-do de libre examen propio de progresistas, sino de funda-mentalistas del libro sagrado. Tampoco nos parece unabuena idea el asamblearismo, ya que a nuestro parecer esmuy estéril. Todavía hay quien cree que es un método muyrevolucionario, cuando en realidad es el producto de dos fac-tores: el infantilismo y la desconfianza. En el segundo casono es otra cosa que otra rémora del franquismo, la falta deconfianza en la gente. Para emprender procesos de transfor-mación social se necesitan muchas dosis de organización, yhacen falta responsables y confianza en las personas quetemporalmente ejercen ciertas tareas de representación odirección. Si se quiere aumentar la participación de la ciuda-danía hay que referirse a valores y nos parece muy discutibleque se quiera hablar de ciudadanía sin hablar de republica-nismo, de laicidad, de federalismo, de derechas y de izquier-das.

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3. Sobre todo cuando le pides un artículo

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Estamos bastante hartos, francamente. Estamos hartos por-que una parte de deslegitimación de la democracia sólo ten-dría que provenir de la reacción y, por otra parte, hemos vistosobradamente cómo el poder, todos los poderes, se apropianrápidamente de estas ideas pseudo-radicales para incorpo-rarlas a su discurso, justamente para rechazar la participa-ción popular, organizada y consciente.

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2. Las “nuevas ideas” en el pasado

En este apartado nos referiremos solamente a tres ejemplosde estas coartadas que en el pasado han dificultado la parti-cipación. Podríamos poner muchos más.

2.1 La animación sociocultura4

En el transcurso de estos años 1979-2008, las flamantes ins-tituciones democráticas han intentado todo tipo de propues-tas de dirigismo cultural. La falta de espíritu republicano enla acción pública ha hecho surgir ideas y nuevas institucionesque, lejos de acercar a los ciudadanos a la esfera pública, loshan alejado. La animación sociocultural (ASC) en Francia esheredera de las diferentes corrientes asociativas del país yse opone en los años sesenta a la Educación Popular, esdecir, al movimiento organizado que acompañó la acción dela República instaurando la escuela laica, pública y obligato-ria. La ASC empieza en los nuevos equipamientos deportivosy culturales (sobre todo en las casas de juventud) en losbarrios periféricos de las grandes ciudades y donde no hay

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4. Ver Gemma Martín “Els fonaments de l’animació socio-cultural” en Espai deLlibertat, nº 12. http://www.laic.org/cat/espai/articles/12_03w.htm

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asociaciones de ningún tipo. El nacimiento de la ASC se debeal gaullismo, en el aspecto de buscar el consenso y en la des-calificación de los partidos políticos –la idea de Francia porencima de todo– y trasciende las divisiones entre los france-ses. Como los movimientos de Educación Popular no se iden-tifican con el gaullismo, el poder deja de lado las asociacio-nes y se identifica con la ASC. Incluso, en esta época, se llegaa decir que el presidente de la República es el animador delpaís.

La Educación Popular lucha contra la ignorancia, promueveel desarrollo del saber y la continuidad con la filosofía de lasluces. En cambio, la finalidad de la ASC es favorecer las rela-ciones y la dinámica social contra la pasividad. Su objetivo esmás la comunicación que la cultura. Las actividades que seproponen desde la ASC ya no se dirigen al pueblo o a la claseobrera sino a simples participantes. Por lo tanto, desapareceprogresivamente la referencia al pueblo –concepto demasia-do marcado por la ideología política de izquierdas y objetivode la Educación Popular– y surge la referencia neutra al“público”.

Con la ASC se inventa “el profesional” y, rápidamente, se ins-titucionaliza la formación y los diplomas. La Educación Popu-lar era competencia de las asociaciones y, por lo tanto, de losmilitantes o liberados. Las cualidades de los educadores,como la convicción, la energía y la dedicación son criticadaspor la ASC que propicia las aptitudes para relacionarse conlos otros, la capacidad de animar, de dinamizar, etc. Hacialos años 70, las asociaciones francesas reclaman su papel enla ASC. Reivindican la politización de la ASC incorporando enel discurso teórico el concepto de democracia cultural. Lademocracia cultural implica la participación activa de los ciu-dadanos en la toma de decisiones y se contrapone al modelo

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paternalista que se había desarrollado de democratizaciónde la cultura, más ligado a la difusión cultural y a una con-cepción patrimonial de la cultura.

El desconocimiento y la ideología inicial y paternalista de laASC, es decir la voluntad de conseguir una visión consensua-da de la sociedad, es lo que atrae a los primeros responsa-bles y expertos en políticas de juventud que visitan Franciaen busca de ideas y proyectos para llevar a cabo en nuestrademocracia acabada de estrenar. La pretendida neutralidadde la ASC ayuda a que se introduzca con éxito. Los nuevosresponsables democráticos no tienen referentes y encuen-tran en la ASC un leit-motiv para actuar: hace falta animar ydinamizar la sociedad. Mientras que en Francia, las asocia-ciones acaban dominando y sobre todo politizando la ASC, ennuestro país, el desarrollo de la ASC aparece dirigido por losayuntamientos y totalmente desvinculada –y a menudoenfrentada– a las asociaciones. Por eso, nuestra animaciónsociocultural se dota de una nueva terminología o vocabula-rio específico: los usuarios (y no los socios o militantes), losgrupos estables (y no las asociaciones), la comisión gestora(y no la junta directiva). El tipo de organización propiciado,pues, por los ayuntamientos favorece la aparición de multi-tud de entidades y empresas con la única finalidad de gestio-nar los equipamientos municipales.

Se crean institutos de formación municipales y las comuni-dades autónomas reconocen la titulación de animador socio-cultural, como lo hace con la formación de directores y moni-tores de tiempo libre.

¿Qué balance podemos hacer actualmente de las políticasbasadas en la animación sociocultural? Han desaparecidocasi todas las entidades y empresas gestoras, así como la

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mayoría de equipamientos (por el estado precario en que seencontraban, porque los ayuntamientos los han destinado aotros servicios municipales, etc.), y muchos de los animado-res son funcionarios. Lo que es evidente es que la ASC sellevó una parte importante de los recursos de los ayunta-mientos destinados a las políticas culturales, de juventud yde participación municipales, y hoy las políticas culturalesestán impregnadas de la ASC –sólo hay que ver los centroscívicos y las programaciones culturales.

2.2 "Voluntarios" y Servicio Civil

Una vez el Gobierno decidió poner plazos definitivos a la des-aparición del servicio militar obligatorio y, en consecuencia,a la desaparición también de la Prestación Social Sustituto-ria, empezó a surgir desde diferentes sectores de las institu-ciones y en los medios de comunicación, la necesidad de unservicio civil. Ya existía un Servicio Social para las mujeresdurante el franquismo, que dependía de la Sección Femeni-na. Se trataba de la alternativa al servicio militar de los chi-cos. No realizar el Servicio Social conllevaba una serie depenalizaciones (por ejemplo, no tener el pasaporte), que seredimían con el matrimonio. Algunas personas vieron en lacreación del Servicio Civil (SC) una alternativa al serviciomilitar y a la PSS, una vez el ejército fue profesional. En algu-nos casos se argumentaba que se trataba de institucionalizarun modelo que permitiera establecer incentivos a la partici-pación social de los jóvenes. El problema aparece cuando sepiensa en establecer medidas estimuladoras individuales, yaque el carácter altruista de la actividad desaparece. Si, ade-más, alguno de estos incentivos tiene que ver directamentecon la creación de expectativas laborales, el criterio del

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incentivo se vuelve perverso. Si lo que se quiere es fortalecerla sociedad democrática, el camino no puede ser nunca el deestablecer registros de ciudadanos activos, ni hacer certifi-cados con efectos administrativos, ni el de formalizar porescrito el compromiso cívico. En el fondo de este plantea-miento hay un argumento –neoliberal– (que en público pocosresponsables se atreven a expresar) que hace referencia aldebate sobre los límites del Estado del Bienestar. Con losrecortes presupuestarios de las instituciones públicas a par-tir de la crisis de 1992, las instituciones se dan cuenta de suslimitaciones. La respuesta ha sido, pues, intentar satelizar laparticipación altruista al servicio del poder. Por esta vía sellega a teorizar que los servicios públicos son finitos y allídonde no se pueda llegar con presupuestos se llegará conjóvenes altruistas: los "voluntarios". Parece evidente que silos jóvenes quieren hacer actividades altruistas lo harán consus propios objetivos, y éstos no necesariamente serán losmismos que los de las instituciones, y a veces incluso seráncontrapuestos. En muchos casos son los intereses institucio-nales los que crean los problemas y la tarea de la sociedadcivil es la de denunciarlos y proponer soluciones. Una socie-dad democrática no es aquélla en la cual no hay conflictos,sino aquella en la cual los conflictos se resuelven pacífica-mente, por lo tanto unos poderes públicos inteligentes ayu-darían, precisamente, a fomentar el espíritu crítico inclusocontra ellos mismos. Eso es, un mecanismo de control delpoder. Si pretenden legitimarse vía la dirección y el controlde la sociedad civil, los peligros para la democracia son evi-dentes. Los "voluntarios olímpicos" abrieron el camino. Dehecho se convirtió en una gran operación de márketing, másque en un apoyo efectivo a la realización de los juegos. Unestudio independiente y esmerado pondría en evidencia estehecho. Después de los Juegos, las diferentes instituciones

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intentaron “clientelizar” los voluntarios. Las institucionesfueron víctimas de su propio engaño. Desde el gobierno cen-tral se impulsó la Ley del Voluntariado que partía de estaspremisas erróneas. Si no hay participación hará falta anali-zar las causas y actuar sobre ellas. En este país, cuando hayun problema, en vez de enfrentarlo, lo que se hace es una ley.

Otro de los argumentos utilizados es el europeo, ya quedesde la Unión Europea existió la idea de crear el ServicioCivil Europeo5. Si bien es cierto que la mayor parte de proyec-tos y legislaciones europeas se han recibido en España sindiscusión, hay que entenderlo porque era tan fuerte nuestroatraso que durante años se ha adoptado un europeísmo con-tundente. Ahora bien, casi todo el mundo estará de acuerdoen que la Unión Europea no tiene su punto fuerte en losmecanismos de participación democrática y que este déficitdemocrático es quizás el primer problema.

2.3 La participación de los niños. La ciudad de losniños6

Hace unos años hizo furor y tuvo una importante resonanciamediática el autor del libro La ciudad de los niños, Frances-co Tonucci. Su propuesta se aplicó de forma acrítica amuchas ciudades. La tesis de Tonucci repite los esquemascatólicos –que es de donde proviene el citado señor– esdecir, los adultos delegamos nuestro esquema moral y éticoa los niños y niñas –puros– que tienen que expresar su opi-

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5. El Servei Civil. Institut Català del Voluntariat, Departament de BenestarSocial, Generalitat de Catalunya, Barcelona. 1997. pp. 19 a 33.

6. Debemos parte de estas reflexiones al debate que mantuvimos durantemucho tiempo sobre este tema con Xavier Bretones.

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nión y –aquí radica la trampa– él es quien interpreta la volun-tad de los niños y dice a los políticos lo que tienen que hacer.Es como el Santo Padre de los niños del mundo. ¡Pocabroma! Tonucci ha conseguido hacer llegar un mensaje inte-resante a la sociedad, especialmente a los responsablespolíticos y educativos (escuela): los niños necesitan su espa-cio, su tiempo para vivir su infancia en plenitud; la ciudadcomo espacio para vivir y para convivir, para jugar y descu-brir; los niños tienen otras necesidades para ser cubiertasmás allá de la provisión y de la protección. Es peligroso eldiscurso de Tonucci, ya que enfatiza el valor del niño en exce-so. Nos viene a proponer un niño como el ser humano enestado puro, todavía no corrupto, y por lo tanto su visión delmundo será "mejor". Y es en base a esta concepción de lainfancia que argumenta la necesidad que tiene la comunidadadulta de contar con la opinión de los niños. Estaríamos deacuerdo con Tonucci cuando dice que una ciudad pensadapara los niños sería una ciudad mejor para todo el mundo.Seguramente que es así, porqué sería una ciudad más ama-ble y cómoda, con espacios de esparcimiento, menos conta-minada, sin barreras arquitectónicas, donde el peatón noestuviese sometido a la tiranía de los coches, más segura,etc. El problema está en el proceso, en cómo se llega a cons-truir o reconstruir una ciudad mejor desde el punto de vistaurbanístico. La fórmula que nos plantea el autor es cederpoder a los niños y que éstos jueguen un rol muy parecido alque juegan los adultos, especialmente los políticos. Estáclaro que los adultos no pueden renunciar a su responsabili-dad de esta manera. No se puede pasar de ignorar totalmen-te las capacidades de los niños a opinar haciendo caso sola-mente de la opinión de los niños. La película Caro diario nosexplica de forma muy diáfana uno de los males de nuestrostiempos, como es la mala conciencia de los padres –que por

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razones de trabajo no pueden estar con sus hijos– que seconvierte en una tiranía de los niños hacia sus progenitores.Tonucci parte de una idea muy cuestionable, los niños estánlibres de "pecado" y por lo tanto pueden ser justos en sus cri-terios al no estar contaminados de maldad. Es más, Tonuccise revela como mediador entre la voluntad de los niños y lapolítica. Antes se interpretaba la Biblia, ahora la voluntadinmaculada de los niños.

La capacidad de repensar las ciudades no es un invento deTonucci. De hecho hay dos campos desde los cuales se hanhecho muy buenas aportaciones. Por una parte, el ecologis-mo plantea el debate del crecimiento cero –establecido hacemás de cuarenta años por el Club de Roma– y de la sostenibi-lidad. El actual modelo de ciudad dilapida energía, espacios,el aire, etc. Tanto la derecha como la izquierda tradicionalcomparten el modelo de crecimiento ilimitado de las ciuda-des. Por otra parte, temas como el camino escolar y el dise-ño más amable y democrático de una ciudad han sido elabo-rados hace tiempo por especialistas de la movilidad como elhumanista Ole Thorson, y poca gente les ha hecho caso. Gentecomo Thorson nos enseñó hace muchos años que el modeloactual de ciudad se tiene que criticar a fondo. Se plantea lanecesidad de que los peatones –que son el 70% de los que cir-culan por una ciudad– consigan el 30% del espacio y de lasinversiones en la vía pública. Así pues, un 30% de personasmotorizadas ocupan el 70% de los espacios urbanos y de lasinversiones en estos espacios. Esta crítica a la concepciónanticuada del espacio urbano enlaza con la tradición radicalque plantea que los intereses del 70% de la población –entreellos la totalidad de los niños y niñas– son secuestrados poruna clase política que tiene un interés transversal a los parti-dos: todos ellos –los políticos, urbanistas, etc.– son usuarios

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de transportes privados. Además fueron los primeros enplantear cuestiones como el camino escolar y el diseño urba-nístico en función de los intereses de las personas. Por ejem-plo, que los niños puedan ir solos desde casa a la escuela oinstituto sin los peligros que comporta el tráfico. Por eso setrata de planificar la ciudad estableciendo criterios de segu-ridad y priorizando a los peatones por encima de los coches.Enlaza también con la voluntad de promocionar carriles bici,etc. Ambas propuestas, Thorson y Tonucci, critican el modelodesarrollista de las ciudades. Se cuestionan que las ciudadesse desarrollen por los intereses económicos –especulativos eindustriales– y no para el disfrute de las personas. La otravertiente peligrosa de Tonucci es su posicionamiento contra-rio al asociacionismo infantil y juvenil. Considera que entida-des como por ejemplo un centro de tiempo libre infantil yjuvenil es una caja más en la cual los niños están encerrados,encuadrados, limitados. Por eso él plantea una participacióninfantil no organizada pero controlada por el Estado, ya sea elalcalde o el director de la escuela.

Uno de los aspectos más peligrosos de determinadas con-cepciones del papel del niño en nuestra sociedad es el dis-curso de la postmodernidad y el fin de la historia. Nos hablande que las ideas de la Ilustración se han acabado y, por lotanto, entramos en una nueva etapa en la que los valorestriunfantes son los del capitalismo y sobre todo la incapaci-dad de adoptar posiciones críticas racionalistas en nuestrassociedades. El resultado es que como no tenemos ideologíapreguntamos a los niños qué hay que hacer.

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3. Confusiones: viejos y nuevos movimien-tos sociales

Desde hace años, existe en ambientes progresistas un ciertodesconcierto sobre el concepto de “movimiento social”. Loprimero que nos deberíamos preguntar es: ¿qué es un movi-miento social? Anteriormente, se hablaba de sociedad civil.Cuando se hablaba de sociedad civil, en realidad se estabapensando en las entidades principalmente económicas ypatronales. Pero se empieza a hablar seriamente de movi-miento social mediante el análisis del movimiento obrero. Setrataba, no de hacer la historia de los personajes importan-tes, sino del pueblo y entre ellos de la clase trabajadora, queen una determinada concepción marxista traía el germen dela contradicción fundamental que llevaría a la nueva socie-dad. Se avanzó y se empezó a hablar de movimiento socialreferido al movimiento obrero y más tarde por analogía a losmovimientos sociales: feminismo, naturismo –hoy ecologis-mo-, neo-maltusianismo –hoy control de la natalidad–,defensa de los derechos humanos, etcétera. De hecho, todoestá inventado desde hace muchos años, desde la RevoluciónFrancesa. Como decía Henry David Thoreau, la única noticiaque realmente valía la pena leer en los diarios fue la delestallido de la Revolución Francesa de 1789, a partir de aqueldía ya no ha salido ninguna noticia más interesante. Pero se

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acabó “asaltar los cielos” y la idea que la nueva clase obreracreada por la revolución industrial traía la buena nueva de unnuevo modo de producción, y entonces, en vez de ir a buscardonde estaba el error, se inició una nueva huida hacia ade-lante. Se inventaron los voluntarios, la animación sociocultu-ral, las ONGD, el Tercer Sector, Chiapas, Venezuela, PortoAlegre, los NIP, los presupuestos participativos, y todo tipode cosas, incluso la idea que existían nuevos movimientossociales. De algunos, ya hemos hablado; de otros, hablare-mos más adelante.

Cuándo la gente pasa del nacional-catolicismo a la izquierdadogmática y ve que todo hace aguas en vez de preguntarsedónde está el error, crea nuevos espejismos hasta el infinito.Otros, desde la incultura quedan fascinados por la sinrazónde la postmodernidad y piensan que se pueden inventar nue-vamente la sopa de ajo.

Cuando te preguntas cuáles son estos "nuevos" movimientossociales puedes llevarte muchas sorpresas. Éste no es unfenómeno privativo de aquí, sino de todo el mundo. Normal-mente tienen que ser cosas radicales, por ejemplo en laépoca de la oposición al servicio militar obligatorio; el nuevomovimiento social no consistía en los objetores que hacían laprestación social sustitutoria –la reivindicación inicial de lospioneros que fueron a prisión– sino los insumisos –unospocos centenares. De hecho quien acaba con la viabilidad delejército de levas en España son los objetores. Ahora, de estosnuevos movimientos sociales, no ha quedado nada de nada.

Vamos a ver qué es un movimiento social. De entrada, hacefalta decir que puede ser de derechas o de izquierdas, cató-lico o laico, reaccionario o progresista, etc. No necesaria-mente tiene que ser visto con buenos ojos, ya que hay movi-

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mientos sociales de derechas muy poderosos como los neo-con. Un movimiento social de izquierdas es un fenómenosociológico que convenientemente articulado provoca unmovimiento que intenta cambiar la sociedad. Pero si quierecambiar la sociedad tiene que ser potente, tiene que tener lavoluntad de convencer a la gente con argumentos, tiene queestar organizado, es decir, tiene que estar formado por mul-titud de entidades y tiene que estar cohesionado y enfocadoen alguna dirección7.

¿Y cuáles podemos decir que son los nuevos movimientossociales de hoy? ¿Los ocupas? ¿Los antisistema? Vamos aver si los primeros son un movimiento social. El movimientoocupa es la suma de experiencias muy diversas que se ins-criben más bien en el ámbito del ensayo de nuevas manerasde vivir, es decir de la búsqueda individual de la felicidad. Serealiza fuera de los circuitos normales de la sociedad y engeneral corresponden a unos momentos concretos de la vidapersonal, en clave generacional.

Los movimientos que transformaron la sociedad, sin embar-go, necesitaron de grandes organizaciones para llevar a cabocambios, por ejemplo la defensa de los derechos civiles enlos EE.UU. No fueron las comunas las que hicieron posibleque los negros se pudieran sentar delante del autobús. Y poralguna razón asesinaron a Martin Luter King.

Aquí, englobamos como "antisistema" un montón de cosasheterogéneas, por lo tanto es difícil hablar. El problema de

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7. Por ejemplo diría que el Movimiento Laico y Progresista es un nuevo movi-miento social que antes de 1982 no existía Cuando escribimos “El testamentdels pioners” la mayor parte del cual se puede leer en el libro La revoluciónsin pasamontañas. Fundació Ferrer i Guàrdia. Barcelona, 2007 lo hicimos conla intención de explicar estas cosas y a él nos remitimos.

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ser antisistema en España es que aquí los partidarios del"sistema" democrático son muy escasos, como podemoscomprobar leyendo el periódico cada día. Y, por lo tanto, nose sabe demasiado qué se quiere decir cuándo se dice queestá en contra del sistema. Estar en contra del sistemademocrático es una cuestión. Estar en contra del sistemacapitalista –cosa que hasta cierto punto podemos compartir–es otra bien distinta. Los sistemas alternativos que se hanprobado han dado un resultado muy decepcionante, pordecirlo suavemente, a nosotros sólo nos queda pensar quelos países que mejor viven son los nórdicos y son socialde-mócratas. Si el problema es la justicia, hay que recordar quevivimos en un sistema económico mixto. No hay que olvidarque del conjunto de la riqueza del estado, el 40% es gastopúblico. Y si hay que construir un mundo más justo hace faltaque lo solucionemos pagando más impuestos, de forma pro-gresiva, en función de los ingresos y con una mejor redistri-bución de la riqueza. Un remedio clásico. Si el problema esconseguir más libertad, entonces hay que tener presente quelos problemas de la democracia se resuelven con más demo-cracia. Pero por muy críticos que seamos, no podemos des-preciar lo que hemos conseguido ya que es el producto de lalarga lucha de las clases populares que con mucho esfuerzo,mucha organización, mucha asociación, mucha determina-ción, muchos años de prisión y muchos años de sufrimientos,han hecho posible las cosas positivas de las cuales hoy dis-frutamos.

Pero además, estos tipos de movimientos tan desorganiza-dos no son nada efectivos para provocar cambios sociales,muchas veces lo que hacen es precisamente todo lo contra-rio: dan miedo a los que tendrían que ser los principales alia-dos. El problema para caminar hacia el cambio social es que

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no hay ningún atajo, cuando alguien lo ha intentado ha crea-do un problema mayor. Para el cambio social hay que transi-tar por el camino del convencimiento de la mayor parte delpueblo. Sin él no hay cambio, hay despotismo, más o menosilustrado, y siempre acabamos descubriendo que ni eso.

Pero hay que preguntarse, si hay que resolver el problema dela vivienda para los jóvenes ¿quién lo tiene que hacer? Larespuesta está clara: la izquierda parlamentaria. Para com-batir la guerra en Irak eran necesarias las grandes moviliza-ciones y a estas movilizaciones fuimos los de siempre, máslas nuevas generaciones que se estrenaban, hasta aquí nadade nuevo. Pero hay que tener presente que en un momento uotro siempre falta un gobierno en el poder para sacar a lastropas. El resto son, o bien intencionadas pruebas de mun-dos felices sin ninguna relevancia política –por eso son mag-nificados por los medios controlados por los poderosos, leshacen el juego– o vestigios de los naufragios de la izquierdadel siglo xx. En fin, el movimiento de “Remença” necesitó unsindicato para ganar la sentencia de Guadalupe que sancio-naba el fin de los malos usos, organización, dirigentes –sín-dicos–, abogados y mucho dinero. ¡Y era el año 1486!

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4. Coartadas del poder. Obstáculos a la par-ticipación

En este apartado nos referiremos a las coartadas que elpoder utiliza con el fin de poner obstáculos a la participación"sin que se note el cuidado".

Durante los últimos años se ha detectado un brutal incre-mento de la burocracia administrativa en la relación entrelas entidades y la administración. Es evidente que la forma-ción de los funcionarios ha aumentado durante los últimosaños. Eso, sin embargo, en vez de traducirse en un incre-mento de la satisfacción de la sociedad civil, ha comportadoun incremento de la burocracia. Uno de los elementos queexplican este aumento burocrático es que, a medida que losfuncionarios y los políticos se alejan de los ciudadanos, seincrementa el papeleo. No hay nada que pueda suplir la polí-tica. Los informes y los formularios se han sofisticadomucho, pero en general no permiten que las entidades expli-quen convenientemente sus proyectos. Parece efectivamen-te que nos referimos a un capítulo de las leyes de Parkinson.La desconfianza creciente de los funcionarios y de los políti-cos hacia la sociedad civil ha generado una burocracia quepuede convertir a los ciudadanos en expertos gestores eimposibilitarles la ciudadanía activa.

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Una de las sensaciones que tenemos mucha de la gente que nosmovemos en el asociacionismo es que los poderes públicos –ycon ellos siempre los medios de comunicación– prefieren cen-trar el foco de atención en los antisistema más que en el asocia-cionismo del sistema. Para el poder es mucho mejor que la disi-dencia esté en los antisistema que en el asociacionismo delsistema. En el primero de los casos tienen argumentos para nodialogar ni negociar: están fuera del sistema, a veces son vio-lentos, etc. En cambio, ¿qué razones se pueden aducir para nodialogar con las asociaciones del sistema? Democráticamenteninguna. Además este tipo de entidad, si tiene una larga trayec-toria, tendrá memoria, conocerá, propondrá y criticará, porquecasi siempre una entidad de izquierdas surge porque hay unacuestión, un tema, un sector que no funciona correctamente yuna serie de gente se organiza para realizar diagnósticos y pro-poner soluciones. Y eso, a veces, hace que sea muy molesto o,como mínimo, muy incómodo. Así es como los medios de comu-nicación han dedicado tanto espacio a los insumisos, a los ocu-pas o a los squatter un minuto antes de pasar a ser los culpa-bles, en los mismos medios, del incivismo en la ciudad.

A las asociaciones se las acusa de preocuparse sólo de su"tema" y de sus problemas. En este tipo de acusaciones secometen al menos dos errores intencionados. En primerlugar, poner en el mismo saco a todas las entidades. Porejemplo no es lo mismo una asociación de propietarios deuna urbanización de lujo, que un grupo ecologista. En el pri-mer caso la asociación pretenderá el máximo de serviciospor el mínimo gasto; en el segundo, pretenderán la preser-vación de la riqueza natural del entorno de su pueblo. Cuan-do la organización ecologista defienda un proyecto no lo harápor egoísmo de sus socios, sino en bien de la comunidad,estén equivocados o sea acertado su criterio.

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En su momento hizo fortuna el llamado principio de subsi-diariedad. Parece, de entrada, que está bien, lo que nadiecuestiona es por qué el poder lo tienen los de arriba, Europa,si nadie lo ha decidido y si no hay ni constitución. ¿La pregun-ta es por qué una institución con tanto déficit democráticopuede decidir, por ejemplo, privatizar los trenes? ¿O propo-ner hacer centrales nucleares? Nosotros preferimos el fede-ralismo. El federalismo parte de la idea de la necesidad de laautodeterminación individual, como único camino posiblepara el cual cada persona explora el camino hacia la felici-dad. La democracia se construye así: de abajo a arriba desdeel individuo, el municipio, el Estado, la UE o el gobierno delmundo.

De sitios comunes, frases hechas y falsos argumentos que seutilizan desde las instituciones como coartadas para ponerobstáculos a la participación, hay muchos, nos referiremossólo a unos cuantos.

Un primer tópico es que los ciudadanos sólo participan deuna manera puntual, o bien en aspectos sectoriales. Estaafirmación está determinada por el desconcierto creado porla aparición de los mal denominados nuevos movimientossociales cómo pueden ser los movimientos feminista, ecolo-gista, antirracista, etc. es sabido que cualquiera de estosmovimientos o sensibilidades no nace a raíz de una concep-ción sectorial del mundo, sino a partir de una cosmovisiónmás global.

Segundo, a menudo se dice que los ciudadanos no quierenpertenecer a grupos formales, sino a grupos informales. Esmuy difícil saber qué significa este antagonismo. Los gruposo asociaciones, en la medida en que están bien consolidados,con proyectos, con mucho trabajo voluntario y con estructu-

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ras profesionales adecuadas, serán siempre formales. Enuna democracia, los grupos informales son formales, porqueno les es necesaria ningún tipo de autorización administrati-va, sino la simple voluntad de los socios fundadores.

Tercero, "Las asociaciones se tienen que financiar al margendel dinero público". Vivimos en un país latino donde existeuna clara desconfianza del poder hacia el pueblo. De aquí sederiva una normativa muy restrictiva con respecto a losincentivos fiscales a la participación. Por otra parte, se haceun discurso en el sentido que hace falta que las asociacionessean autosuficientes económicamente, y así se justifica quese dedique tan poco dinero público a la promoción de la par-ticipación. Si bien es cierto que las asociaciones tendrían quetener el máximo apoyo económico por parte de la sociedad,no es menos cierto que hace falta que los poderes públicosse comprometan decididamente, también invirtiendo recur-sos económicos. ¡A veces los funcionarios parece que pre-tendan actuar como si fueran de la FAI!

Cuarto, la dicotomía voluntarios/asociados y, en algunoscasos, la de usuario/asociado. Los voluntarios, es decir,aquellas personas que hacen una tarea desinteresada haciala sociedad, son voluntarios por su condición de ciudadanos.Y la ciudadanía es lo que les hace responsables del devenirde la misma sociedad. En la medida en que haya ciudadanosresponsables, dejarán de ser "voluntarios" y acabarán porser socios; en otras palabras, estos ciudadanos no querránayudar sólo en una tarea concreta, sino que también partici-parán a la hora de decidir las prioridades y el enfoque deaquello que hacen. Para decirlo de una manera más sencilla,los voluntarios no pueden existir sin organización, y sólo sees voluntario cuando se asocia. Por otra parte, si hablamosde participación no podemos hablar nunca de usuarios, por-

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que la democracia no es la suma de personas, sino de perso-nas libres, es decir, de ciudadanos. Y los ciudadanos no usanla democracia, sino que la conforman y la desarrollan.

Quinto, "Los asociados no representan a todos los ciudada-nos". Un aspecto que genera confusión es el hecho de opo-ner los asociados a los ciudadanos no asociados. Esta oposi-ción es un gran error, porque toda acción política tiene queperseguir una participación mayor de las personas, es decir,que el número de asociados sea cada vez más elevado. Estaafirmación es engañosa, en el sentido de que los ciudadanosrepresentativos sólo lo pueden ser si están asociados, yaque, de lo contrario, el único contacto, la única interlocuciónposible, es la personal, y eso, en la esfera municipal o esta-tal, es técnicamente inviable. Son los que ejercen con res-ponsabilidad y compromiso la ciudadanía los que tienen cre-dibilidad y conocimiento para ejercer el control democráticode las instituciones. En una democracia se tienen derechos,pero también deberes; ésta es una cuestión en la cual hayque insistir constantemente.

Sexto, el nuevo “descubrimiento” el “tercer sector”. Algunaspersonas ideológicamente desilusionadas empezaron aconstruir un discurso falso y pretendidamente alternativo, laidea que un “incierto” tercer sector está en auge y puede serun nuevo motor de la historia. Con respecto a los conceptos,hay que explicar que el primer sector sería el público; elsegundo, el privado con finalidad de lucro; y el tercero, el pri-vado sin finalidad de lucro. Se ha empezado una gran discu-sión para definir qué es lo que cabe en este tercer sector:¿caben las fundaciones de las empresas o las de los bancosy cajas? ¿Cabe el Real Madrid? ¿Y las cooperativas? Sinánimo de adentrarnos más en este debate, queremos dejarconstancia del hecho que, ciertamente, todas las formas de

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participación en organizaciones caben de pleno en el contro-vertido tercer sector. También la Fundación del BBVA, elRACE y la FAES.

Séptimo, "existen nuevas formas de participación". Existe lamoda de escribir que además de las formas de participaciónque conocemos hay muchas otras formas de participar nue-vas. Parece como si todo el mundo diera por hecho que entodos los espacios de participación conocidos no se puedenadoptar medidas para mejorar la cantidad y la calidad de laparticipación, cuando está claro que las posibilidades demejora en todos estos ámbitos son inmensas. Es más, hayque dejar bien claro que no hay más formas de participación.No es nada más que una cortina de humo, una coartada, parano impulsar las reformas adecuadas al sistema de participa-ción actual. Los mismos que plantean la necesidad de la bús-queda de formas nuevas son –en general– los responsablesde la imposibilidad del cambio. Esta reflexión es todavíamucho más evidente en España, donde el déficit de participa-ción democrática es mucho más grande que el que padecenlos países con más tradición participativa de nuestro entorno.

Octavo, la última coartada del poder: "la cultura del no". Losúltimos tiempos está haciendo mucho daño una idea: lasentidades siempre dicen no. Los responsables de los pode-res públicos lanzan ideas que son secundadas por el teórica-mente cuarto poder, en realidad parece casi siempre lamuleta del mismo poder. Una de ellas es que existe una “cul-tura del no” en la sociedad y especialmente en los sectoresmás organizados. Presupone esta afirmación que los pode-res públicos son la política del sí, propositiva, positiva, etc. Yla sociedad civil organizada es mala, negativa y sólo sabedecir que no. En realidad los políticos, y con ellos buenaparte de los periodistas, no soportan que les digan que no,

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creen que presentándose a unas elecciones hay suficientepara que la ciudadanía les diga siempre que sí a todo, sin dis-cutir nada y sin protestar. El problema es mucho más com-plejo. Tenemos una clase política que está abocada día ynoche, días laborables y no laborables, plenamente a su pro-fesión. Con el tiempo cambian de trabajo, de lugar, de res-ponsabilidad y pasan de una tarea a la otra sin transición. Elresultado de este vaivén es que en las ciudades, en las socie-dades, hay gente que entiende de un tema mucho más que elpolítico que en aquella etapa tiene la responsabilidad. No esuna boutade es una pura descripción de la realidad. Un res-ponsable político, además, es responsable de muchas cosasa la vez y es imposible que pueda competir con un ciudadanoque lleva 40 años dedicado intensamente a un aspecto con-creto de estas políticas. Tendrían que ser los responsableslos que fueran a buscar a los especialistas de la ciudad encada uno de los temas. No hay en una ciudad, en una socie-dad, cinco equipos de personas que entiendan de todo paraque en caso que mande uno de los partidos hagan las cosascorrectamente, con suerte hay especialistas de cada una delas cosas entre todos ellos. Pero su concurso es imprescin-dible si no se quiere empezar de cero en cada mandato, concada cambio. Incluso muy a menudo la memoria de la insti-tución se encuentra fuera de la institución. Ahora bien, escierto que gobernar con auténtico espíritu democrático esduro, pesado y caro. Pero una dictadura, donde todo parecemás sencillo e infantil, al final sale todavía más caro y toda-vía es más lento. Nosotros lo sabemos bien, el franquismonos quiso situar en el año 1492 y todavía lo estamos pagan-do. Pensamos que hay demasiados políticos poco preparadosque quieren que los ciudadanos les digan que sí a cosas queson discutibles. Pero además, a veces, se justifican con argu-mentos demasiado sencillos cuestiones que son más com-

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plejas. Por ejemplo cuando critican que hay asociaciones devecinos que se oponen a la instalación en su barrio de uncentro de atención a toxicómanos. Y lo que no nos explican escómo hemos llegado aquí. En los últimos años del franquis-mo, los ayuntamientos empezaron a ensayar con los centroscívicos, potentes utensilios de competencia y control de laciudadanía y de neutralización del potente movimiento veci-nal, por el camino quedaron los proyectos de Ateneos, espa-cios que permitían el ejercicio de la democracia cultural. Yahablaremos de ello en otro apartado. Después vinieron losayuntamientos democráticos y en vez de hacer Ateneossiguieron con el modelo cultural y participativo franquista.La izquierda abandonó la calle, y después vinieron las políti-cas clientelares. Al final, una asociación de vecinos montauna manifestación contra los servicios donde sus hijos pue-den atenuar su adicción. Y es verdad que hay determinadasentidades que han acabado siendo muy reaccionarias. Peroestas asociaciones de vecinos, hablemos claro, son una cre-ación de políticos con poca visión democrática. Primero pre-firieron lealtades artificiales y cuando se les han escapado delas manos entonces se exclaman. No querríamos hacer aquíuna defensa cerrada de todas las entidades; hay entidadesreaccionarias y progresistas, religiosas y laicas, de derechasy de izquierdas. Hay de todo.

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5. Los nuevos falsos atajos

5. 1. Introducción

Nos parece extraño que se vaya a lugares tan lejanos parapoder encontrar soluciones a nuestros problemas. En estalínea analizaremos algunos de los modelos de participaciónque nos llegan de Brasil. Queremos recordar que allí no exis-te una verdadera democracia municipal. Por dos razones, laprimera es que al menos una tercera parte del censo no exis-te legalmente; la segunda, que hasta hace poco los alcaldeseran elegidos por el gobierno y no por los ciudadanos. Losbrasileños estarían encantados de tener la democracia y lacalidad de vida de las ciudades españolas. Brasil es unasociedad donde se permite el trabajo infantil y donde hayunas desigualdades sociales tan brutales, derivadas de polí-ticas neoliberales, que hacen imposible la democracia. Cre-emos que es una moda porque lo más lógico sería copiarmodelos franceses, por ejemplo, que en referencia a la par-ticipación cívica nos llevan muchos años de ventaja.

Nos alargaríamos quizás demasiado si tratáramos aquí todoslos falsos atajos para el fomento de la participación democrá-tica sin embargo, nos entretendremos sólo en dos. Uno de losmás de moda actualmente es el de los presupuestos participa-tivos. Es extraño sin embargo, que nos llegue esta propuesta

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de un país –Brasil– donde, cómo decíamos, las carenciasdemocráticas y de bienestar son tan elevadas. Porto Alegreera una ciudad gobernada por el Partido de los Trabajadores(PT). Este partido intentó poner al día una estrategia deizquierdas. Parten de un desconocimiento de lo que significauna ciudad con una sociedad civil potente y de las complejida-des de su gestión. De hecho, es muy difícil que sin un mínimoestado del bienestar existan las condiciones óptimas paraestablecer caminos reales hacia la participación. Discutir lospresupuestos municipales está bien, pero no es un proyectodemasiado progresista ya que plantea serios interrogantes.Otro elemento de debate son los Consejos Ciudadanos. Es unnuevo sistema de debate público que parte de los sistemas deconsulta sociológicos. Es un mecanismo interesante paradeterminadas cosas, pero en su aplicación práctica entre nos-otros pretende, en muchas ocasiones, sustituir los mecanis-mos normales de debate ciudadano.

En España existe una fascinación por lo que pasa en lugaresremotos del mundo, no es una cuestión de ahora sino desdefinales de los años sesenta, cuando menos. Había gentemaravillada por Albania, China, Yugoslavia, URSS, Vietnam,después Nicaragua, Chiapas, Venezuela y Porto Alegre. Nosda la sensación que este delirio es inversamente proporcionalal conocimiento sobre los antecedentes de la propia culturapolítica de izquierdas, que a veces es demasiado radical porparadójico que pueda parecer. ¿No sería más lógico mirarhacia Francia, Holanda, Suecia o Noruega, por ejemplo?

5.2 Presupuestos participativos

Los antecedentes, los primeros indicios ya nos indican unterreno de juego extraño, los presupuestos participativos no

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nacen en lugares de larga trayectoria democrática con el finde enriquecerla, sino durante los años ochenta "en plenoproceso de transición hacia la democracia y aprovechando laescasa autonomía de la que disfrutaban los municipios bra-sileños bajo el régimen militar, algunos gobiernos localescomo los de Diadema (en el estado de São Paulo) o Vila Velha(Espirito Santo) impulsaron las primeras experiencias departicipación popular directa en la elaboración de los presu-puestos municipales."8 No podemos sino fruncir el ceño.Brasil sufrió las brutales políticas económicas de la escuelade Chicago que empobrecieron de forma brutal el país, jun-tamente a la brutal dictadura que se implantó. Quedó un paísexhausto sin sociedad civil y con políticas dictadas por el FMI.

Los presupuestos participativos se centran en general en elgasto y, más en concreto, en las inversiones. Aquí radica unade las trampas conceptuales más importantes. Es bastanteincreíble el éxito que entre las filas de izquierdas tiene estamodalidad de "democracia participativa" y el poco debateque hay en torno a este problema. Lo que es más progresis-ta es discutirlo todo, cuestionarlo todo, y en este intento lomás importante o prioritario es hablar de los ingresos. Esdecir de la política fiscal. Ésta es la razón de que estos pro-cesos en Brasil tengan el visto bueno del BM o del FMI. Nocuestionan las políticas neoliberales. Las empresas nopagan y los ricos tampoco, entonces los ayuntamientos tie-nen muy pocos ingresos y dejamos que discutan en qué se

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8. Para este apartado hemos utilizado el documento: “Pressupostos participa-tius: per on comencem?” Debats 8. Fundació Jaume Bofill. Barcelona 2004.puesto que, por las personas que participaron en la elaboración, nos pareceun buen resumen del estado de la cuestión. Para no cansar al lector hemoseliminado todas las notas de las frases que citamos textualmente.

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los gastan. De hecho no es extraño que en España exista estaextraña fascinación hacia los presupuestos participativosatendiendo a la falta de cultura fiscal de la población. Aquí secree que si Hacienda te devuelve, pongamos por caso 300euros, es que no has pagado nada. Y que ganas 300 euros. Denada sirve que hayas pagado el 20% de tus ingresos al Esta-do, eso nadie lo sabe. En los países que viven mejor y que tie-nen buenos servicios públicos, obviamente los ciudadanospagan más impuestos. Por lo tanto si se quieren hacer polí-ticas de izquierdas hará falta preguntarse qué presión fiscaltenemos, cuál consideramos razonable para los serviciospúblicos y las inversiones necesarias, quién tiene que pagarmás y quién menos, cómo hacemos que una parte del dinerode los ricos vaya a los pobres –vía educación, sanidad, pen-siones, etc. Hace falta pues visión política y cultura fiscal. Esdecir, hace falta establecer qué gasto público en referencia alPIB queremos y qué gasto social en referencia al PIB quere-mos. Éste es un debate, por lo tanto, municipal pero tambiéngeneral, pero como estamos hablando de ayuntamientos noscentraremos en este nivel de la administración. Una vezestablecido el nivel de presión fiscal y de ingresos, entoncesnos tendremos que plantear cómo nos gastamos este dinero.Y de entrada cualquier persona medianamente informadasabe que el 1 de enero el ayuntamiento ya tiene comprome-tido el 95% de los recursos. Existe un consenso muy amplioen el panorama político sobre los servicios municipales detal manera que todo el mundo respeta el capítulo I, por ejem-plo. O qué decir del capítulo II, la limpieza de la ciudad, losservicios de recogida de basuras, etc. Aquí ningún partido nilos más surrealistas despedirían a los funcionarios munici-pales –incluidos policías– como hicieron en Nueva Orleansdespués del Katrina, en el momento precisamente que másfalta hacían.

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De hecho sin necesidad de ser atrevidos podríamos decir quemuchas veces los ayuntamientos tienen gastados los ingre-sos para inversiones más allá del año en vigor. Una parteporque se financian con déficit y otros porque cada vez máslas inversiones son plurianuales. Una decisión municipal sepuede acabar haciendo realidad al cabo de 10 años, porejemplo. Por lo tanto, nos parece que es generar falsasexpectativas a la ciudadanía sobre el alcance de un debate entorno a este tema, formulado de esta manera. O se trata deuna cortina de humo generada desde el cinismo político –enalgunos casos es evidente que es así– o en otros generadosdesde el mayor desconocimiento de la cuestión pública, sussistemas de gestión, sus mecanismos, sus ritmos, etc.

Lo que nos parece surrealista es la forma de abordar uno delos problemas de fondo de la falta de participación democrá-tica: "Para mucha gente, la participación en temas políticosresulta algo aburrido. Hay que romper, en la medida de loposible, esta imagen de la participación, desde el momentoque se hace publicidad del proyecto". Pensar que la políticapuede ser divertida, que no hace falta esfuerzo alguno, queno hace falta dedicación, estudio y determinación es desco-nocer la esencia de la política, y de la vida. No hay nada quevalga la pena que no se consiga con grandes dosis de esfuer-zo, dedicación y aburrimiento. Pero lo que nos parece másinquietante son algunas de las propuestas que se hacen: "Enel Brasil, por ejemplo, parece que eso lo tienen muy claro:realizan conciertos, actividades culturales, desfiles por lascalles de la ciudad...".9 Nos parece increíble que se pueda

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9. Para este apartado hemos utilizado el documento: “Pressupostos partici-patius: per on comencem?” Debats 8. Fundació Jaume Bofill. Barcelona 2004.puesto que, por las personas que participaron en la elaboración, nos pareceun buen resumen del estado de la cuestión.

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plantear que un debate sobre presupuestos –una cosa de porsí muy pesada– se pueda hacer mientras se pasea y se bailaen un desfile. La idea de que "nos tenemos que divertir hastamorir" –Neil Postman– es una brillante idea del capitalismode consumo, pero no de la defensa de la cultura y la política.Pero ya puestos del todo en políticas posmodernas planteanque "el proceso incorpore en la reflexión todo tipo de discur-sos: mayoritarios y minoritarios, informados y no informa-dos...". Es decir, que en un debate de presupuestos tenemosque ir a perder el tiempo escuchando los discursos de losciudadanos que no están informados. ¡Increíble! En estalínea nos dicen que "el lenguaje utilizado sea lo más sencilloposible y adaptado a las diferentes capacidades y necesida-des de los diferentes colectivos sociales." Pensamos queestos intentos de infantilizar a la ciudadanía no ayudan ennada a afrontar problemas complejos. Hace falta ser claros ydecir a la gente que si quiere participar en un debate sobrepresupuestos y no hacer el ridículo, primero que aprenda ydespués que opine, no al revés o acabaremos por liquidar porentero la cultura.

Antes de entrar en el juego que se nos propone, querríamosdecir que con la aparición de la informática la elaboración delos presupuestos ha permitido una complejidad y unas posi-bilidades que han ido en detrimento de la información públi-ca. Ahora los presupuestos son más opacos que nunca. Esuna gran paradoja, en el momento en que las herramientaspueden permitir una mayor transparencia, en realidad se hahecho de tal forma que ahora es mucho más difícil conoceralgo más que la macroeconomía municipal.

Pero hay muchas más cuestiones interesantes en torno aldebate sobre los presupuestos: Las preocupaciones de losexpertos en estas formas posmodernas de participación nos

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ponen los pelos de punta: "De entrada, tendremos que deci-dir qué partidas del presupuesto municipal se quieren some-ter a discusión: ¿Hablaremos de gasto? ¿De qué capítulos delgasto? ¿El capítulo de inversiones y/o algún otro? (...) ¿Entodos estos casos, limitaremos el volumen de recursossometidos a la discusión participativa o no? Por otra parte, elAyuntamiento establece una serie de limitaciones temáticasa la participación. Es evidente que toda la política municipalestá en discusión, siempre, durante los cuatro años. ¿Quié-nes son los políticos, los expertos o los profesores universi-tarios para decidir qué se discute en una ciudad?

También se han planteado "Qué temas podemos tratar, quiénqueremos que participe". Pensamos que en la democraciamunicipal todo está en discusión y todo el mundo puede par-ticipar, no creemos que nadie pueda atribuirse esta potestad,ni siquiera los escogidos por la ciudadanía. Éstos podrántener la legitimidad para tomar decisiones, pero no paradecir qué temas son discutibles y quién los puede discutir. Endemocracia se tiene que poder cuestionar y discutir todo.Pero en este tipo de proyectos alguien se dedica "a la prese-lección de los participantes." ¿Quiénes son ellos para hacer-lo? Veamos cómo lo hacen: "Utilizando técnicas de confec-ción de muestras como las que se utilizan para hacer lasencuestas de opinión." Así pues, los Ayuntamientos, de apro-barse este tipo de propuesta, ya no discutirán con aquellosque tienen criterio y/o critican sino con quien ellos quieran.Muy bonito. Pero van más allá, plantean que "Las encuestaspueden ser un buen mecanismo para llegar a colectivos quede lo contrario no participarían." Así pues, podríamos llegarpor esta vía a una especie de nueva dictadura demoscópica.Al final, el poder estará en manos de las empresas de sonde-os de opinión.

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Nos parecen del todo preocupantes reflexiones como ésta:“los técnicos municipales puede ser que no acaben de enten-der por qué tendrían que permitir la "intromisión" de los ciu-dadanos en sus tareas." ¡Qué lejos que estamos del concep-to de "public servant"!(funcionario en inglés).

Es evidente que tanto a los políticos como a los "técnicos" sino tienen convicciones democráticas profundas les puedemolestar que los ciudadanos sean ciudadanos y no "habitan-tes" (en los procesos participativos desaparece el conceptociudadano y aparece uno mucho más neutro, el de habitante,un concepto de ciudadano desnudo precisamente de ladimensión comunitaria y cívica) o súbditos, ahora bien, conformulaciones como éstas, que seguro reflejan la experien-cia, nos dan argumentos para pensar que algunos políticos ytécnicos municipales tienen pocas convicciones democráti-cas y que conciben las elecciones como un plebiscito quecada cuatro años les da el derecho a gobernar de forma auto-ritaria durante todo el mandato.

Lo que sorprende mucho a un observador externo, es que losideólogos de estos procesos han intentado crear un sistemade participación democrática en los ayuntamientos (caso deRubí y Córdoba) tan complicado o más que lo que ya existe ycomo si partiéramos de cero. Olvidan que una parte del sis-tema democrático es la destilación de estos procesos a lolargo del tiempo y muchos de ellos son convenciones quetodos aceptamos. Estas convenciones permiten precisamen-te resolver los problemas ciudadanos de forma pacífica.¿Podemos crear nuevos mecanismos y nuevas convencio-nes? Sí, pero hay que inventar algunas mejores que las queya existen. Y no es el caso. Parecen más bien intentos infan-tiles de plantearse procesos mucho más sofisticados y com-plejos que los que se pueden diseñar desde un laboratorio.

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Seguramente se desconoce la riqueza y la complejidad de lademocracia municipal real.

Una vez establecido de nuevo un sistema, entonces nos plan-teamos las preguntas de siempre: “¿Hay que hacer o se puedebuscar alguna alternativa al hecho de hacer votaciones? (Enun proceso participativo) "¿Cómo se toman las decisiones?¿Por votaciones? ¿Por el consenso que se pueda crear a tra-vés de procesos deliberativos? Ya que parece imposible deci-dirlo todo por consenso –ya hablaremos más adelante, de esteconcepto– hace falta ver cómo se vota y quién vota. Llegamossin embargo, al paroxismo de plantearnos si los políticosmunicipales escogidos por el pueblo para tomar decisionestienen que votar: "Finalmente, tenemos que preguntarnos porel peso que tienen los diferentes agentes en las votaciones.¿Por ejemplo, los políticos y los técnicos, tienen que tenerderecho a voto? ¿O bien sólo derecho a opinar? ¿O bien ni unacosa ni la otra?” De hecho, tal como lo solucionan en BeloHorizonte no parece muy coherente: "las votaciones de losparticipantes tienen un peso del 51%, y la ponderación "obje-tiva" de cada propuesta en función de este tipo de criterios, deun 49% (un sistema que ha despertado grandes reticenciasentre los participantes, por cierto...)." No nos extraña, hayquien es "objetivo" y la ciudadanía es "subjetiva", siempre alfinal encontramos una forma posmoderna de sacerdote queinterpreta la "verdad" por encima de la voluntad popular. Elnuevo sacerdote hoy es quien organiza el proceso.

Sobre el tema del consenso, si bien parece de entradacorrecto pensar que si se puede solucionar un problema conel consenso de todas las partes de un conflicto mejor, hayque tener presente que la democracia se fundamenta en laidea que hay conflictos y diferentes formas de ver los proble-mas y sus soluciones, de aquí surge la idea del pluralismo y

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las maneras de cómo convivir pacíficamente en este plura-lismo. Plantearse la posibilidad de reducir todos los conflic-tos al consenso nos parece una idea que bien pensada esespantosa, eliminaría el librepensamiento, la cultura, lasideologías y en fin, la democracia y la libertad.

La gente que nos movemos en la sociedad civil siemprehemos tenido la sensación que la democracia participativaen las formas que toma en nuestra casa –por lo visto es unmal mucho más general– es contraria a la gente de las aso-ciaciones. Veamos algunos ejemplos: en Rubí "los represen-tantes de las entidades disfrutan de ciertos privilegios repre-sentativos (tienen más voz o más votos) en ciertos momentosdel proceso." Es decir se ve extraño que un presidente de unaentidad de cien socios tenga más voz que un ciudadano indi-vidual. Y encuentran extraño que "algunas asociaciones devecinos, además, no han aceptado el peso que se ha dado enel proceso a los ciudadanos a título individual". Pero hay másejemplos, según los autores las asociaciones pueden ponerobstáculos a la "participación" que ellos plantean: "Nospodemos encontrar que algún sector del mundo asociativosea reticente a implicarse en el proceso, por razones quepueden ser diversas: (...) b) quizás tiene miedo de perder unprotagonismo que tenía asegurado por haber tenido tradicio-nalmente el monopolio o la legitimidad de ser los principalesinterlocutores sociales delante del consistorio. Podemosencontrarnos ante alguna "estructura asociativa poco demo-crática, de manera que los representantes del tejido asocia-tivo presentes, más que representar a otros, sólo se repre-senten a ellos mismos." Es decir, si un ayuntamiento dialogacon la sociedad civil de la ciudad es un hecho negativo parala democracia, pero además, no podía ser de otra manera,dicen que hay estructuras asociativas poco democráticas.

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Estas pequeñas notas nos reflejan una cosa que en la prácti-ca de estos procedimientos se ve muy acentuada, las asocia-ciones son vistas como un obstáculo a la democracia partici-pativa, toda una contradicción. De entrada hay que decir queuna dictadura puede existir con elecciones pero no hay dicta-duras con sociedad civil. En segundo lugar, el ejercicio delderecho a la libre asociación no es una conquista revolucio-naria que se pueda dejar de lado de esta forma. Pero ade-más, la constitución exige que los partidos y sindicatos seandemocráticos, las asociaciones no hace falta que lo sean. Lademocracia es un sistema donde no hace falta que cada aso-ciación sea democrática, sino que exista pluralidad asociati-va. Una asociación de propietarios de una zona, puede teneren sus estatutos una norma que indique que sólo pueden sersocios aquéllos que tienen la casa en una determinada zonao barrio. Si alguien del barrio de al lado quiere ser socio nopodrá. ¿Es que esta asociación no es democrática?

Uno de los problemas fundamentales de la crítica a este tipode proyectos es que se quiere oponer a la gente asociada alos ciudadanos despreocupados de la cuestión pública. Seempieza por discutir el papel de las asociaciones "tradicio-nales": "es importante que los acuerdos sociales vayan másallá del tejido asociativo tradicional. Si el proceso tiene queser abierto socialmente, no nos podemos olvidar de las orga-nizaciones no formalmente constituidas, de los movimientossociales, etc." Es otra rémora del franquismo donde la dife-rencia estaba clara: asociaciones que juraban los "principiosfundamentales del movimiento nacional" y asociacionesclandestinas. Oponer asociación a movimiento social, pareceun desconocimiento clamoroso sobre el concepto de movi-miento social. En un movimiento social puede haber muchasasociaciones "tradicionales". Nos da la sensación que el

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poder se defiende de las organizaciones que lo controlan y locritican lanzando cortinas de humo con el fin de librarse deellas. Ahora bien, que una parte del mundo académico y departe de la izquierda adopte como propio un discurso esen-cialmente reaccionario nos parece muy preocupante.

Pero además, esta idea que las entidades tienen que estar alservicio del poder es muy preocupante: "las asociacionesestarán dispuestas a dedicar tantas energías a este proce-so"? Es decir, nos acordamos de las asociaciones para sacaradelante procesos participativos donde los que mandan handecidido quién participa, en qué temas se opina y qué límitestiene todo. No, las entidades, lo que tienen que hacer muchasveces es recordar a los políticos cuáles son sus obligaciones,cuáles las promesas no cumplidas, etc. La democracia, latenemos que concebir como un mecanismo que viene deabajo a arriba. Si de veras queremos que los ciudadanos noorganizados participen, lo que nos tenemos que preguntar esqué pueden hacer los poderes públicos para conseguir quehaya más ciudadanos preocupados por la cosa pública y porlo tanto para que se asocien. Todas las respuestas las encon-traremos al democratizar el poder. Y éste es el problema, lasresistencias de los políticos –que tenían como referente a lospolíticos franquistas– para que entiendan que tienen queceder cuotas de poder a la ciudadanía. De todas manerasquizás, lo que más nos sorprende a la hora de valorar losproyectos de presupuestos participativos, es que se planteecomo una posibilidad el hecho que se den incentivos enforma de compensación económica: "También se puede con-siderar la posibilidad de dar incentivos a la participación, esdecir algún tipo de compensación económica o algún otroincentivo no material (entradas para algún espectáculo queorganice el Ayuntamiento, por ejemplo)." Estamos asistiendo

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a la aparición del concepto de ciudadanía mercenaria. Es unamezcla entre el fomento de la democracia y el capitalismoneoliberal: como la gente no quiere participar, paguémosles.No hay nada que el dinero no pueda solucionar.

Uno de los problemas ideológicos de este tipo de proyectoses que, en general, buscan siempre el consenso, se elude elconflicto político y la pluralidad ideológica. Ante los proble-mas hay soluciones diferentes, no sólo hay una, hay visionesdiferentes, soluciones diferentes, no se pueden obviar losproblemas, la democracia lo que intenta es que en el conflic-to la gente no se mate, pone reglas de juego, pero no lo eli-mina. Sin conflictos las sociedades vivirían anestesiadas.

Quizás uno de los problemas básicos de los presupuestosparticipativos es el de su legitimidad. Se busca "el compro-miso del equipo de gobierno de ejecutar las propuestas quesean aprobadas". "¿Cuándo podemos llegar a conferirle unalegitimidad democrática suficiente?” Creemos que es unamala respuesta a una buena pregunta. La pregunta sería:¿cómo incrementamos la participación democrática? La res-puesta –hablaremos en otro apartado– no puede ser montarun sistema alternativo al que tenemos y, sobre todo, no con-fundir los mecanismos de toma de decisiones con los meca-nismos de control del poder. Entendemos que la sociedadcivil –los ciudadanos y sus sistemas de organización popu-lar– tienen que luchar para democratizar el poder, pero nosustituirlo. Si se quiere asaltar el poder, hay que hacerlo conlos mecanismos que el propio sistema da y pasa necesaria-mente por presentarse abiertamente a unas eleccionespopulares y someterse al criterio y al voto de los ciudadanos.

Es curioso que se busquen nuevas formas de participación yque cuando se cuantifican el resultado sea éste: "El volumen

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y el perfil de los participantes también varía mucho según loscasos. Uno de los indicadores básicos del éxito de experien-cias como las de Porto Alegre y Belo Horizonte es el grado departicipación alcanzado: en ambos casos, la participación haoscilado en los años noventa y los primeros años del siglo xxientre 15.000 y 20.000 participantes, en una población de unmillón y medio y de dos millones de habitantes, respectiva-mente, y la tendencia ha sido claramente aumentar año trasaño; en Rubí, la participación en la primera edición se situó en300 personas, de una población de 65.000 habitantes, y fuemuy desigual según el distrito (en algunas asambleas, parti-ciparon más de cien personas y en algunas otras la participa-ción no llegó a las diez)." Discutimos si la gente se abstienemucho o poco en las elecciones, nos exclamamos de que enlas elecciones municipales sólo vote el 50% de los electores,pero la cuestión es que con los proyectos que intentan –enteoría– poner remedio a la situación, los porcentajes son lossiguientes: en Porto Alegre participa el 1%; en Belo Horizon-te, el 2% y en el caso de Rubí, el 0,4%. No parece pues, quecon estos porcentajes vayamos demasiado lejos.

5.3 Consejos ciudadanos

La primera pregunta que nos haremos es ¿quién participa?La respuesta es ésta "Hablar de un método de selección delos participantes10 ya denota una peculiaridad básica, ya quela mayoría de mecanismos de participación se basa en la

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10. Para este apartado hemos utilizado el documento “Consells ciutadans aCatalunya: experiències, balanç i propostes.” Debats Fundació Jaume Bofill.Barcelona 2003. Hemos eliminado también las notas de las citas textuales quehemos utilizado.

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participación voluntaria (la autoselección) de los participan-tes." Es decir hay alguien que escoge a quien participa. ¿Y sise quiere participar, no le dejan? ¿Quiénes son ellos paradecirlo? ¿No es anticonstitucional? Una vez escogidos inclu-so se les paga. Encuentran interesante "escuchar la voz delos colectivos que normalmente se encuentran infra-repre-sentados en otras estructuras participativas." Este tipo dediscurso se toma prestado de determinadas visiones psicolo-gistas con pretensiones de análisis y crítica social. Desde laspolíticas de juventud se insistió una y otra vez en la necesi-dad de hacer participar a los jóvenes "ignorados". Y las ins-tituciones siempre tenían un aire de desprecio hacia los jóve-nes asociados, independientemente que vinieran con losmismos condicionantes sociales que los "ignorados". Dehecho se ignoraba desde los poderes públicos a los jóvenescomprometidos, mientras los resultados de las "otras" polí-ticas todavía, después de 20 años, los estamos esperando.

Al final, se les acaba preguntando con un cuestionario, tan-tos años pidiendo libertad de pensamiento y libertad deexpresión para acabar por circunscribirnos a un cuestiona-rio. Parece que les cuesta encontrar participantes "en Rubí,por ejemplo, por cada persona seleccionada que accedió aparticipar, 2,2 personas no lo hicieron. En otro extremo, en laprimera experiencia de Montornés del Vallés, por cada per-sona que quiso participar, 9,9 personas no quisieron."Claroestá, si se quiere que participe la gente que no participanunca, y de esto se hace bandera, no es extraño que tenganestos problemas.

Algunos "resultados de los consejos ciudadanos de SantQuirze del Vallès y de Calafell, fueron guardados en el cajón.En ambos casos, cuando la oposición se hizo con el gobiernomunicipal –en la legislatura siguiente– rechazó los resulta-

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dos de los Consejos Ciudadanos y optó por tratar las mismastemáticas mediante otros mecanismos de participación." Noqueda claro si les parece mal. Pensamos que cualquier per-sona juiciosa entenderá que si un grupo de ciudadanos for-man una candidatura con un programa y es votada y resultaganadora lo lógico es que puedan aplicar su programa.

Parece como si se plantearan la cuestión en el sentido que silas decisiones de los consejos fueran vinculantes el procesoy el resultado serían mejor. El problema es otra vez buscaruna alternativa al sistema democrático. Menos mal quesiempre, en todas partes, hay gente sensata que cree que"otorgar carácter vinculante a las resoluciones tomadas enlos consejos ciudadanos y aplicarlas a decisiones centralespara la ciudad sería "una barbaridad".

En este tipo de propuestas posmodernas hay también, claroestá, ideas posmodernas: "Los expertos independientesremarcan que su función de informadores está condicionadapor el desconocimiento que tienen de la realidad política ysocial específica del municipio pero que, en todo caso, eso eslo que hace que su papel sea interesante." Es decir es buenoque no conozcan la ciudad. Expertos que no conocen la ciu-dad y se consideran en sí mismo expertos, y participantesque no tienen ni idea de nada y que nunca se han preocupa-do de nada. De todo eso, ¿puede salir alguna cosa positiva?

También es inquietante –en el documento de referencia– eluso de 9 veces la palabra neutral-neutralidad y 11 veces lapalabra consenso. No es una casualidad, existe en la filoso-fía de este tipo de propuestas un intento claro de despolitizarlas decisiones municipales, es decir, despolitizar la políticamunicipal. Apelar al consenso es como intentar eliminar laconfrontación política necesaria para que exista la pluralidad

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y la propia democracia. Plantean que "hay riesgo de instru-mentalización política de los consejos ciudadanos." Estamosante otra paradoja, ¿cómo no puede haber instrumentaliza-ción política de un proyecto que lo que hace es dirimir pro-yectos políticos? Así la actitud delante de los partidos es,cuando menos, equívoca: "pero, lo que es más importante,dicen, es que este debate se produce de manera autónomacon respecto a los intereses y las estrategias de los partidospolíticos". Descodificando, podemos decir que se pretendemontar un sistema de toma de decisiones sin contar conaquella gente que han decidido tomar un compromiso cívicohacia su pueblo/ciudad, haciendose de un partido que res-ponde a sus ideas y a su ideología, y dedicando, normalmen-te de forma altruista, unas horas, hacen un programa electo-ral, se posicionan sobre mil problemas o propuestasciudadanas y entonces van y se monta un consejo participa-tivo que les deja al margen.

Otras preguntas curiosas son: ¿"Qué tipo de cuestiones sonlas que hace falta que se pongan a debate"? La respuestatendría que ser: ¡todas!

Nos detendremos un rato en la cuestión del asociacionismo.Coincidimos con los partidarios de los consejos participati-vos en qué "En algunos casos, las asociaciones locales hanmostrado reticencias hacia los consejos ciudadanos." Eslógico, veamos el porqué. Nos dicen que el mecanismo de losconsejos participativos "tiene como una de sus finalidadesprincipales superar el "caciquismo asociativo" y "dar voz alos colectivos que normalmente están subrepresentados enlos procesos participativos". Tildar de "caciquismo asociati-vo" el entramado asociativo de una ciudad, ya es toda unadeclaración de principios. No es extraño que "Las entidadesno siempre aceptan con complacencia el papel que se les

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otorga dentro de los consejos ciudadanos y ven con ciertorecelo el protagonismo que toman en este tipo de procesosciudadanos escogidos al azar." De todas maneras incluso losautores reconocen que "hay que reconocer la posibilidad quelos consejos ciudadanos sean utilizados por los gobiernoscomo un arma contra las entidades ciudadanas" y, comoejemplo, se cita el caso de Rubí. Pero el problema no es unuso indebido de una buena propuesta, sino una mala pro-puesta que contiene en su seno la raíz del mal: "La selecciónaleatoria de los participantes permite incorporar la voz depersonas desvinculadas de la vida política y asociativa de laciudad y alcanzar niveles significativos de pluralidad socioló-gica, lo cual refuerza la legitimidad del proceso participati-vo." Descodificando, podríamos decir que la selección alea-toria da legitimidad. No entendemos a santo de qué, ni dequé principio se da este extraño fenómeno. Y en éste ya tanextraño juego se acaba definiendo la representación de lasentidades como democracia asociativa y la representación noasociativa como democracia directa.

Una de las variantes de estos planteamientos es el "consejode los 100 jóvenes" y otras variantes en otras poblaciones.Son jóvenes escogidos según criterios de representatividadsociológica para representar al conjunto de jóvenes. Se plan-tean en su inicio como una alternativa a los consejos de jóve-nes, es decir de los jóvenes organizados. Es como si losgobiernos decidieran no hacer más elecciones teniendo encuenta que las encuestas son más fiables. El problema aña-dido es el mensaje que las instituciones lanzan a la ciudada-nía y especialmente a los jóvenes: preferimos a los jóvenesque nosotros escogemos a aquéllos que ejercen la ciudada-nía activa. Y entonces, nos quejamos de la pobreza en lasactitudes democráticas de nuestra sociedad.

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Seguramente no está en el ánimo de los organizadores y par-ticipantes en estos proyectos participativos, pero no se dancuenta de que el mensaje, los valores que trasladan al con-junto de la sociedad es que participar – ejercer la ciudadanía– es malo. Los políticos que sacan adelante estas propuestasseguramente tampoco se dan cuenta de que están contribu-yendo a decir a la gente que no hay que participar, un hechoque la mayor parte de habitantes de una ciudad, tiene muyasumido. Pero lanzar este mensaje a la minoría activa de unaciudad es realmente perturbador. Y si el político es de izquier-das entonces la desorientación que se crea es absoluta.

¿Qué se pretende? ¿Dialogar, negociar con los que no saben?¿No es una forma demasiado burda de sustraerse del con-trol? Si se pudiera generalizar este sistema de toma de deci-siones, en vez de elecciones habría sondeos de opinión y envez de concejales y plenos municipales, consejos participati-vos. Se están cavando la propia tumba y la de la democracia.¡Da pavor!

Con todo, si son ensayos sociológicos no habría nada quedecir, son como los experimentos de las comunas en losaños sesenta y setenta. Por ejemplo: Walden II como experi-mento es sensacional, como propuesta da miedo.

Nos da la sensación que muchas veces de lo que se trata esde acercar los concejales a los ciudadanos, la democraciaaparece como una cosa "concedida" por el poder más que"conquistada" por los ciudadanos. Es lo que diferencia elmovimiento vecinal de los años setenta de los consejosmunicipales a partir de los ochenta.

Querríamos acabar este apartado con una reflexión a partirdel caso del Ayuntamiento de Rubí. Creemos que merece untrato aparte: "Durante los últimos años de gobierno de IC, el

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Ayuntamiento de Rubí impulsó diversos procesos de partici-pación ciudadana (jurados ciudadanos, planificación estraté-gica, consejo infantil...), y se convirtió, con más o menosrazón, en un referente en el terreno de la innovación demo-crática. También quiso ser una ciudad pionera en el ámbitode los presupuestos participativos. El Ayuntamiento buscó elapoyo de la Universidad Autónoma de Barcelona para dise-ñar del proceso: un equipo de investigadores vinculados a uncurso de postgrado de la Facultad de Ciencias Políticas ySociología".

Y tenemos datos –cómo dice el amigo Vicenç Navarro-, deIniciativa por Catalunya (IC) de Rubí, ejemplo y símbolo deprocesos participativos de todo tipo en España:

Elecciones 1999 7.036 votos 32% 10 concejales

Elecciones 2003 3976 votos 14% 4 concejales

Elecciones 2007 2926 votos 12% 4 concejales

IC en Rubí pasa de tener el apoyo de 7.000 ciudadanos, a per-der 3.060 ciudadanos al cabo de cuatro años y al cabo deocho años 1.050 más. En 8 años pasaron de 7.000 a 2.900votos. Perdieron 4.110. La abstención en la ciudad el año2003 cuando se llevaban 4 años con este tipo de proyectosfue del 43%, cuando en Cataluña fue del 38%. No pretende-mos decir que las cosas son mecánicas, es decir que la apli-cación de proyectos de la pretendida "democracia participa-tiva" sean la causa del descalabro electoral de IC en Rubí, loúnico que nos atrevemos a proponer es un debate.. Nos da lasensación que los mecanismos naturales de ejercicio de la

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11. “Coses no dites i punts foscos de la democràcia participativa”. Rémi Lefebvre

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ciudadanía en Rubí quedaron cortocircuitados y que almismo tiempo IC quedó desconectada de los sectores socia-les que le daban apoyo. Que no se engañe nadie, todos loshabitantes de Porto Alegre querrían vivir con los niveles debienestar que se vive en Rubí.

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6. Devolver el poder al pueblo

Parece como si parte del mundo universitario viva más dedebates de otras sociedades que del análisis de nuestra rea-lidad. A nuestro parecer, un elemento clave que determinatodavía hoy la poca participación popular es la dictadurafranquista. Aunque es verdad que afortunadamente cada vezmás nos parezcamos a los países que hace unos años llamá-bamos europeos – en aquel entonces nosotros no nos consi-derábamos europeos – creemos que la huella del franquis-mo está todavía mucho más presente de lo que uno sepiensa. Lo podemos encontrar en la falta de locales para elasociacionismo desafecto y de izquierdas –nos referiremosmás adelante-, en la mentalidad colectiva, en las actitudesde la clase política, en los mensajes de los medios de comu-nicación, etc. Pongamos algunos ejemplos. En los partidosno hay debate interno, y lo que es peor cuando lo hay a la ciu-dadanía le parece mal y tiene costes electorales. Así pues, seconsidera negativo que un dirigente político negocie, ya quedemuestra debilidad. Que haya debate en un gobierno decoalición parece malo. ¿Qué quiere la gente, un dictadorescogido cada cuatro años? Este hecho tiene relación con lafalta de debate político en los diarios: hay declaraciones ycontradeclaraciones, pero debate político, artículos medita-dos, controversias, muy pocos.

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En las inauguraciones –¿por qué se inauguran los edificios ylas obras públicas?-, todavía vemos curas bendiciéndolas¿No se han dado cuenta de que el espacio público es de todosy no de unos cuantos? En este mismo sentido no queremosdejar de criticar a los concejales que van a las misas de fies-ta mayor o similares. Les parece "normal", "Siempre se hahecho así". Desde 1840 con Abdó Terrades hasta el año 1939los concejales de izquierdas, evidentemente, no asistían.

Existe una excesiva reverencia al poder. Los equipos de pro-tocolo de las instituciones lo saben y explotan todavía másesta realidad. Por ejemplo los dirigentes institucionales vana un acto y se van. ¿Por qué no se quedan y escuchan? ¿Porqué la ciudadanía consiente estos actos de mala educaciónque se han extendido como la pólvora, sino es por la lógicadesconsideración franquista a la gente?

Incluso en la construcción y en la arquitectura de los edificiosde las instituciones se puede notar esta falta de prioridaddemocrática y de amor a la cultura. Son mejores la mayorparte de los edificios públicos que los de las escuelas.

La desmemoria y el miedo aún hoy afectan a los índices departicipación asociativa. Una buena parte de sociólogos dicenque es típico de los pueblos latinos, ya que en las encuestaseuropeas siempre salimos junto a Grecia y Portugal. ¿Noserá casual que en vez del calor del sol, la causa de la bajaparticipación sea, oh! casualidad de la vida, que son paísesque han sufrido dictaduras? De hecho el miedo de los políti-cos a la participación popular durante la transición se debeal recuerdo del elevado grado de participación popular quehubo durante la II República y muy especialmente durante laetapa revolucionaria de 1936 a 1939. Estaban asustados y,algunos, parece que todavía lo estén ahora.

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En España, lo que es de todos no es de nadie. Es decir, elespacio público, la gente no lo siente suyo. No es una causa-lidad o un valor inscrito en el ADN de los ciudadanos. Elalcalde franquista por excelencia de Sabadell –el equivalen-te a José Maria Porcioles, en Barcelona, escribió un libro dememorias titulado Mi ciudad y yo. Que lo que es de todos nosea de nadie, que no se respete y se ensucie, no es más queotra rémora del franquismo. En nuestra sociedad no existeuna mentalidad realmente democrática. Después de 25 añosde democracia habría que superarlo y habría que trabajarcon el fin de conseguir recuperar la ética civil republicana.

Uno de los aspectos menos tratados cuando uno se planteamejorar la participación democrática es cómo mejorar losíndices de asociacionismo. Y a este debate, el mundo asocia-tivo, participaríamos con entusiasmo. De hecho la FundaciónFerrer y Guardia elaboró una serie de diagnósticos sobre losobstáculos a la participación el año 1999 que todavía son ple-namente vigentes12. Y un tiempo después, y por encargo delConsejo Nacional de la Juventud de Cataluña, elaboramos eldocumento inicial de lo que acabó siendo las "186 propuestaspara el asociacionismo juvenil en Cataluña"13, una serie depropuestas para la mejora del tejido asociativo juvenil y que asu vez son trasladables al conjunto de la realidad asociativa.

Uno de los problemas fundamentales para la mejora de losíndices asociativos son los locales. Pasaremos a analizar unpequeño aspecto de la participación, se trata de analizar los

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12. Aunque nos referimos a asociacionismo juvenil son plenamente válidospara la mayoría de asociaciones ciudadanas. Ver La participación juvenil enEspaña. Fundació Francesc Ferrer i Guàrdia. Barcelona 1999.

13. El subtítulo era precisamente “Per una democràcia participativa” verhttp://www.cnjc.net/cat/documents/docs/186propostes.pdf

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efectos del franquismo en la estructura asociativa del país. Y eneste debate, en esta mejora del ejercicio de la libertad hay unrequisito previo básico: los locales para actividades asociativas.Si queremos que los ciudadanos sean participativos, es decirque ejerzan su ciudadanía activamente, hace falta que cuentencon medios para hacerlo. Y dentro de estos medios quizás elelemento más tangible y cuantificable son los locales de lasasociaciones Los locales son un elemento central que posibili-ta la participación y, por lo tanto, permiten la expresión prácti-ca de la ética civil republicana. El franquismo hizo desaparecertodas las organizaciones democráticas y confiscó todos suslocales. Los sindicatos democráticos pudieron recuperar –nosin muchas dificultades– el patrimonio de los antiguos sindica-tos verticales del franquismo, lo cual les posibilitó establecer-se en unas condiciones razonables, en poco tiempo. En cambio,no pasó lo mismo en todos los otros ámbitos del asociacionis-mo. Hay que tener presente que la precariedad patrimonial enque se movía gran parte de la sociedad civil de izquierdas sedebe a dos factores: el primero a la incautación y posterior des-aparición de los locales existentes hasta 1939. Y, el segundofactor, al hecho que 40 años de dictadura imposibilitó queadquirieran patrimonio como sus referentes en países europe-os democráticos. Cuando llegaron las nuevas institucionesdemocráticas, no se tuvo presente que el franquismo habíaaniquilado amplios sectores del tejido social: las organizacio-nes obreras y populares: sindicatos, cooperativas, ateneos, etc.No se tuvo conciencia de este problema –éste no es el lugarpara juzgarlo, nos hemos referido en otros ámbitos14– pero uno

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14. “Memòria i desmemòria de la Transició entre els joves”. Jordi Serrano,pàg. 45 a 88 en Memòria de la transició a Espanya i a Catalunya. Els joves dela transició. Andreu Mayayo i altres (editors). Ediciones Universitat de Barce-lona, Barcelona, 2003.

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de los problemas colaterales fue olvidar que, para que la socie-dad civil fuera fuerte había que rehacer el patrimonio de lasentidades. De hecho, durante aquella época se reflexionó sobreeste problema y la conclusión fue que en una democracia no sepodía esperar que funcionara el activismo de los últimos añosdel franquismo, la experiencia europea indicaba el camino aseguir. Y por causa del error de apreciación sobre lo que signi-ficaba el franquismo para el tejido social de izquierdas, las ins-tituciones presentaron propuestas de equipamientos comocentros cívicos, casas de barrio, etc. Hace falta decir que la ideade centros cívicos partía de las políticas de los últimos ayunta-mientos franquistas que tenían la voluntad implícita de acosara los movimientos populares. Los ayuntamientos democráticosadoptaron acríticamente el modelo.

Paralelamente a la construcción de centros cívicos se formu-ló un discurso que afirmaba que no se podían ceder espaciosen los centros cívicos y equipamientos municipales a las aso-ciaciones porque eso significaría la privatización de los equi-pamientos públicos. Era curiosa esta afirmación cuando almismo tiempo y muchas veces las mismas personas afirma-ban que se tenían que gestionar estos equipamientos consistemas de gestión privados. Toda una cortina de humo más.Hay que insistir una vez más que las instituciones públicastienen que hacer lo posible para garantizar la participación,y en este ámbito las asociaciones, verdaderos canales departicipación política ciudadana, tienen que tener locales encondiciones. De hecho, una de las muchas causas que expli-can la aparición en Barcelona de un fuerte movimiento“okupa”, responde a la lógica creada desde las propias insti-tuciones: desde dentro del sistema no se favorece que losciudadanos tengan locales donde participar y, por lo tanto,quien quiera participar tiene que hacerlo fuera del sistema.

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En los países con más tradición democrática también tienenformas similares de respuesta, pero tienen un comporta-miento institucional hacia las iniciativas asociativas muydiferente. En este sentido, y aunque sea de paso, no podemosdejar de reclamar una solución a este problema del déficit departicipación en los centros cívicos. Se trataría de caminarhacia la gestión popular de centros cívicos y extender lasexperiencias de gestión popular, cogestión y autogestión quesuperen los modelos consultivos, de gestión municipal direc-ta o de la gestión a cargo de una empresa de servicios.

A continuación daremos una pincelada al estudio que hici-mos sobre la cuestión de los locales para asociaciones en laciudad de Barcelona15, es sólo un aspecto de esta problemá-tica, pero que da algunas pistas de cómo debe ser el proble-ma general a la sociedad.

Del conjunto de entidades juveniles de la ciudad de Barcelo-na nos encontramos con que el 38% se encuentra en localesde la Iglesia católica, sólo un 13% en locales del Ayuntamien-to. La media de metros cuadrados de las entidades que sesitúan en locales de la Iglesia católica es de 190 metros cua-drados, en cambio las que están en locales municipales es de158 metros cuadrados. El 34% de las entidades juvenilescuentan con locales de menos de 100 metros cuadrados,cosa que se sitúa muy claramente por debajo de cualquiercriterio razonable. Y un 49% de locales y equipamientos notiene calefacción. ¿Se puede exigir ciudadanía, desde las ins-tituciones, cuando aquéllos que la ejercen dedicando ilusión,

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15. Sanz, Jesús i Luque, Silvia. Els locals de les entitats juvenils i els equipa-ments municipals per a joves a la ciutat de Barcelona. Informe de resultats.Col·lecció Polítiques de Joventut núm. 2. Fundació Francesc Ferrer i Guàrdia.Barcelona, 2006

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empuje y horas de trabajo tienen que hacerlo en estas condi-ciones? En total las estimaciones que hacemos sobre elespacio que utilizan las asociaciones es de aproximadamen-te unos 65.000 metros cuadrados. La pregunta que nos pode-mos hacer a estas alturas es: ¿son muchos o pocos metroscuadrados? Es difícil dar respuesta categórica a esta cues-tión, pero podríamos decir que, en general, parece muy pocoespacio para la participación juvenil. Por ejemplo, sabemosque el auditorio y el teatro nacional de Barcelona, suman67.000 metros cuadrados entre los dos. Es decir, sólo dosequipamientos culturales suman lo mismo que todo el espa-cio disponible para todos los jóvenes barceloneses. Los jóve-nes asociados además reclaman espacios, ¿alguien los escu-chará? Sin embargo, los jóvenes barceloneses asociados dehoy se muestran relativamente conformes con lo que tienen,quizás es que no han conocido otra cosa. O quizás tenía razónMax Aub cuando decía: "Aquí no es que no haya libertad. Espeor: no se nota su falta". Los jóvenes de la democracia hantenido muchos problemas para poder participar, para poderejercer el civismo, pero a todos los problemas que podíantener sus colegas europeos se tiene que añadir el hecho quehan tenido que ser los pioneros en la reconstrucción del aso-ciacionismo. Es decir, han tenido que reconstruir el tejidoasociativo de la ciudad y hacerlo de raíz, buscando incluso ellocal, en una ciudad, Barcelona, donde los precios de compray alquiler hacen estremecer. Poner sobre la espalda de losjóvenes barceloneses la tarea de rehacer lo que destruyó elfranquismo ha sido una tarea excesivamente pesada, des-proporcionada. Pensamos que todas aquellas entidades, ate-neos, centros republicanos, cooperativas, etcétera, dondehoy se puede imaginar que estarían los jóvenes asociados dela ciudad, fueron confiscados con la entrada de las tropasnacionalistas el año 1939. Sólo quedaron activas las de la

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Iglesia católica. Coincidiremos en que sería lógico que estafotografía fuera la del año 1977, pero sorprende que la foto-grafía que hagamos ahora sobre los equipamientos para losjóvenes de la ciudad esté todavía determinada por aquellosdecretos incautadores de 1939. 30 años después de la demo-cracia la expropiación forzada manu militari pervive.

No es este el sitio para plantear una alternativa global y aca-bada pero quizás sí dibujar algunas notas. En primer lugarcreemos que hace falta un buen diagnóstico. Habrá que vercuál es el objetivo, donde queremos ir a parar. A nuestroparecer querríamos que el número de votantes aumente,como también el número de afiliados a los partidos y sindica-tos y el número de socios de las asociaciones, el número deniños y niñas en los centros de tiempo libre infantil o elnúmero de lectores de periódicos. Sin querer ser exhausti-vos, creemos que hay demasiadas cosas que todos sabemosque irían bien para mejorar la calidad de nuestra democraciay que no se hacen, por ejemplo, referéndums a escala muni-cipal, autonómica y estatal, aprovechando las diversas elec-ciones, como lo hacen muchos estados de los EE.UU. y nodigamos Suiza; establecer circunscripciones pequeñas comoantes de 1931, con doble voto y listas de restos; proponer lis-tas abiertas en las elecciones municipales; cesión de la ges-tión de servicios a la sociedad civil organizada y sistemas decogestión; sistemas transparentes para el correcto controlde las instituciones empezando por la forma de construir lospresupuestos; hacer que los partidos políticos respeten yfomenten el debate interno; realización de elecciones prima-rias, etc.

Estamos convencidos, como afirma Vicenç Navarro, de queexiste una estrecha relación entre la herencia del franquis-mo, los bajos niveles de participación popular y el pobre

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estado del bienestar del que disfrutamos. Si de veras quere-mos ampliar la libertad de la mayor parte de la ciudadaníahay que aumentar los impuestos, con el fin de ampliar elestado del bienestar. ¿Cómo pueden funcionar mejor los cen-tros de atención primaria , las escuelas, los servicios públi-cos, las infraestructuras, etcétera? Quizás hay una precondi-ción como es fortalecer a la sociedad civil y establecermecanismos de control del poder más potentes.

Creemos que una determinada izquierda ha quedado agarro-tada y todavía discute hoy la relación entre libertad e igual-dad. Es lógico que en otras regiones tengan confusiones,pero en un país donde se ha hecho la única revolución en laque los medios de producción no cayeron en manos del Esta-do sino del pueblo, me parece que tendríamos que tenerideas más claras. Además no entendemos la obsesión espa-ñola por copiar cosas de otros lugares con respecto a la par-ticipación y, en cambio, no hacemos bandera, por ejemplo, deque el caso más potente de participación popular es la revo-lución del 19 de julio de 1936. Revolución que estremeció lasconciencias progresistas de todo el mundo y que fue capaz deenfrentarse triunfalmente durante tres años al fascismo,prólogo de lo que acabó siendo la II Guerra Mundial. ¿Cómoes que nos preocupa saber tanto sobre Porto Alegre y tanpoco de los comités obreros de las fábricas españolas en1936?

Se dice que una buena pregunta es el 90% de una buena res-puesta. La pregunta que uno se hace es: "¿cómo mejoramosla participación?” Quizás la pregunta no estaba bien formu-lada. Quizás por esta razón, formular mal una pregunta, esporque estamos en desacuerdo con las respuestas que seconsideran mayoritarias en la sociedad. La pregunta correc-ta sería: "¿qué podemos hacer las izquierdas para favorecer

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la participación en las organizaciones, asociaciones y parti-dos de izquierdas?". Y la cuestión de fondo es, ¿por qué unabuena parte de los intelectuales de izquierdas obvia el con-flicto izquierda/derecha cuando habla de política? La partici-pación democrática es un valor en sí mismo, no se puedeobligar a participar –o se puede obligar poco– pero el proble-ma es que si no hay demasiada gente que participa la demo-cracia no funciona y la libertad se acaba.

Es muy importante preguntarse: ¿dónde se aprende a parti-cipar? En este sentido nos parece que tener referentes fami-liares, como en tantas otras cosas, es determinante paraadquirir habilidades cívicas. De hecho cuando estudiamosuna parte de la élite política en España es el dato más signi-ficativo que pudimos comprobar empíricamente16. De hechovemos cómo la escuela es un débil educador en el ejerciciode la ciudadanía porqué seguramente los maestros, como elconjunto de los ciudadanos la ejercen débilmente. Pero aparticipar se aprende participando y eso se hace en las enti-dades. Existen unas que tienen muy poco impacto mediáticocomo son los movimientos de tiempo libre infantil. Normal-mente la gente los desprecia y en cambio la experiencia nosdice que es –quizás– la herramienta de educación para laciudadanía activa más potente. Francamente, quizás hayalgún caso, pero en general nos parece muy difícil quealguien decida hacer alguna cosa positiva para su país nave-gando por Internet. Internet seguramente tiene menosimpacto que el teléfono, pero a nadie se le ha ocurrido decirnunca que el teléfono hará revolucionar no sé cuántas

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16. Sanz, Jesús i Vilademunt, Laia, Los jóvenes parlamentarios en España.Fundació Ferrer i Guàrdia. Barcelona, 2001

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estructuras sociales. Los centros de tiempo libre infantil son,a nuestro parecer, las mejores escuelas de participacióndemocrática y de fomento del civismo.

Lo que distingue una buena calidad democrática de lo que nola tiene es la cantidad de personas que cada día, cada sema-na, se esfuerzan por participar en los quehaceres colectivosy de aquí viene que el derecho a la libre asociación sea underecho humano universal. Se entiende que gobernar con lagente desmotivada por la política es más fácil, pero desde unpunto de vista de izquierdas es inaceptable. ¿Cómo se puederespetar la opinión de un vecino que nunca se preocupa de laciudad? ¿Cómo se puede sentir aquella persona que ama laciudad y trabaja por ella si no se la tiene en cuenta? Entien-do que existe una clara tentación a gobernar a partir de lamayoría silenciosa, pero tendría que ser una tentaciónrechazada por la izquierda. Además, hay que insistir una vezmás: la participación es útil. Y lo es individualmente porquerefuerza nuestros vínculos comunitarios y nos acerca a vivirla felicidad pública, pero además es útil socialmente y políti-camente. A pesar de las imperfecciones de nuestra sociedad,sólo hay que ver un NODO para darnos cuenta de la enormetransformación que han disfrutado nuestras ciudades ynuestro sistema de bienestar –insuficiente pero incompara-blemente mejor que en el año 1975. Y eso no ha sido fruto deunas concesiones desde el poder –el rey, Adolfo Suárez yFraga– sino de la lucha de los sectores avanzados de nuestrasociedad, que con organizaciones de tipologías muy diferen-tes han intentado que el rumbo de la historia fuera en favorde aumentar la libertad y el bienestar de la mayoría de ciu-dadanos.

Pero además el derecho a la libre asociación, que es un valorfundamental, no significa que todas las organizaciones sean

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positivas para la sociedad, véase por ejemplo la FAES(¿Falange Española?). Es decir, está la cuestión de los valo-res y de la ideología donde cada ciudadano tiene que situar-se. La democracia es el sistema que permite que toda estaenorme complejidad se exprese con un método decantado alo largo del tiempo y lleno de convenciones que no se puedendespreciar. Y todavía podríamos ir más allá, ¿qué podemoshacer para que las ideas de izquierdas sean hegemónicas enla sociedad y en los resultados electorales? Se consideranormal que la izquierda no tenga organizaciones potentes yse pasa de puntillas este hecho. Y eso es cuando menos, unabuena coartada para la derecha y la reacción. Sólo están lasorganizaciones patronales, de la iglesia y sus medios decomunicación. No se ha reconstruido lo que destrozó el fran-quismo: las organizaciones populares. Ni hay conciencia deque hay que hacerlo. A nuestro parecer y de forma priorita-ria hay que reconstruir la sociedad civil de izquierdas, entodos sus ámbitos. Hace falta, pues, educación popular paracrear autonomía moral, capacidad de discernimiento autóno-mo de la ciudadanía contra el neofascismo fundamentado enla mentira sistemática. El problema no es la mentira, sinoque funcione. Hay que poner cortafuegos a la mentira a par-tir del fortalecimiento de los movimientos populares. Elcamino es difícil, pero obviando las dificultades, cogiendoatajos no conseguiremos mejorar la participación democrá-tica. Nuestro objetivo ante los problemas de la democraciatiene que ser siempre más democracia y más control delpoder.

Y el objetivo de este papel es hacer un llamamiento a la inte-lectualidad de izquierdas del país sobre el hecho que hacefalta un entendimiento entre la academia y la calle, entre lasideas y la práctica y en este camino a la gente de las asocia-

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ciones de izquierdas nos es más fácil mirar a fuera y atráspara encontrar aliados que no aquí y ahora.

El federalismo pimargalliano resolvía perfectamente la dua-lidad libertad e igualdad; estaba fundamentado en el libre-pensamiento, una forma de entender la vida que, hoy en elsiglo xxi, una gran parte de la izquierda no se atreve a reivin-dicar: es demasiado radical en un país gobernado, en elfondo aún, por el miedo. Albert Camus lo explicaba así: "Perosi alguien os arrebata vuestra libertad, tened la seguridad deque vuestro pan está amenazado. Los oprimidos no sóloquieren librarse del hambre, quieren también librarse de susamos.”17

Nuestro objetivo ante los problemas de la democracia tieneque ser siempre más democracia y más control del poder,porque como escribía John Stuart Mill "El poder mismo esilegítimo. El mejor Gobierno no tiene más títulos para él queel peor"18. Nuestra sociedad está a punto de renunciar a larazón en la política y nos entretienen con falsas nuevas for-mas de participación. Nosotros queremos discutirlo todo,queremos discutir con el poder. De hecho cómo nos diceElias Canetti: "Quien quiera reducir el poder, debe mirar laorden de hito en hito sin temor y encontrar los medios paradespojarla de su aguijón."19

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17. Albert Camus. Crónicas (1944-1953). Alianza Editorial. Barcelona 2002p. 238

18. John Stuart Mill. Sobre la libertad. Prólogo Isaiah Berlin. Alianza editorial.Madrid 1992. p. 76

19. Elias Canetti. Masa y poder. Alianza editorial, Barcelona, 1997, p.468

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Otras publicaciones de la Fundación

Colección Pensamiento Laico y Progresista

Una visió laica de la salut. Antoni Barbarà Molina. MLP Edicions, Col. Pensa-ment Laic i Progressista, 5. Fundació Ferrer i Guàrdia. Barcelona, 2007

Una democràcia ciutadana. El nervi de la República. Vicenç Molina Oliver. MLPEdicions, Col. Pensament Laic i Progressista, 6. Fundació Ferrer i Guàrdia.Barcelona, 2007

Laïcitat, una proposta per a la convivència. Arrels de la democràcia (I). Joan-Francesc Pont, Santiago Castellà, Vicenç Molina, Jordi Serrano. MLP Edicions,Col. Pensament Laic i Progressista, 7. Fundació Ferrer i Guàrdia. Barcelona,2008

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Colección Cuadernos de historia

Entre el poder i la societat. El Consell Nacional de la Joventut de Cata-lunya. Xavier Domènech Sampere. MLP edicions, Col. Quaderns d’His-tòria, 1. Fundació Ferrer i Guàrdia. Barcelona, 2008.