CONTIGO... hay rezones para confiar

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CONTIGO… hay #razonesparaconfiar

[haz espacio]

Llegó el tiempo de Adviento, y, con él, la necesidad de encontrar razones para confiar. Pero... ¿de verdad existen razones para seguir confiando? ¿De verdad estamos como para confiar en nuestro mundo, nuestras posibilidades, nuestra sociedad e instituciones, e, incluso, nuestro Dios? ¡Pero con la que está cayendo! Todo parece hacernos pensar lo contrario, pero, aún así, los cristianos sabemos descubrir #razonesparaconfiar. Entre otras cosas, porque Dios ha querido hacerse uno de nosotros y asumir también nuestras fragilidades e inconsistencias. Incluso nuestras faltas de fe. Cuando nosotros no tenemos ni fuerzas para confiar, Él sigue confiando en nosotros, en nuestras posibilidades y capacidades. Él sigue dándonos #razonesparaconfiar, porque ya las ha encontrado en el propio hombre. Canto

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[espacio de la oración]

Salmos (Cantamos todos entre estrofa y estrofa. Cada estrofa la recita despacio quien quiera espontáneamente, como portavoz de todos ante Dios)

Confitemini Domino, quoniam bonus. Confitemini Domino, Allelluia

Yo confío en tu misericordia, mi corazón se alegra con tu Salvación, y cantaré al Señor por el bien que me ha hecho (salmo 12) Señor, tú eres mi lámpara; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas. Fiado en ti, lucho (salmo 17) A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado (salmo 24)

Cuando me parece que voy a tropezar, tu misericordia, Señor, me sostiene; cuando se multiplican mis preocupaciones, tus consuelos son mi delicia (salmo 93) No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme… El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha… El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu vida; el Señor guarda tus entradas y salidas ahora y por siempre (salmo 120)

[espacio de la Palabra]

Lucas 5, 1-11

En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de

la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de

Aarón.

Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos

los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel

era estéril; y los dos eran de edad avanzada.

Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal

delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el

Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea del pueblo

permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso. Entonces se le

apareció el Angel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso.

Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: "No

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temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo

al que llamarás Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos

se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No

beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno

de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá

al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus

hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor

un Pueblo bien dispuesto". Pero Zacarías dijo al Ángel: "¿Cómo puedo estar

seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada". El

Ángel le respondió: "Yo soy Gabriel , el que está delante de Dios, y he sido

enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia.

Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas,

por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo".

Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que

permaneciera tanto tiempo en el Santuario.

Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido

alguna visión en el Santuario. El se expresaba por señas, porque se había

quedado mudo.

Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa.

Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante

cinco meses.

Reflexión: una historia de confianza

La historia de Zacarías e Isabel es una historia de confianza…

Por un lado de la confianza de Dios, que es capaz de hacer brotar la vida

incluso en el desierto y la sequedad, incluso en la esterilidad. ¿Eres estéril?

¿Eres de los que saben dar fruto en el momento oportuno? ¿O eres de los que

se resisten a dar frutos de justicia y bondad por el qué dirán, por miedo, por

cobardía, por falta de entrega total a los otros y a Dios?

Dios, sin embargo, a pesar de eso, sigue confiando en ti. Siéntele cerca, como

la madre que acoge bajo sus brazos al hijo a pesar incluso del rechazo. Él

confía en ti. Te quiere como eres, con tus defectos y con tus cualidades. Dale,

en este momento, las gracias por su confianza en ti.

Por otro lado la historia de Zacarías e Isabel es la historia de la confianza en el

Dios que hace nuevas todas las cosas, que es capaz de trastocar los planes e

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incluso lo evidente, para hacer hueco a la esperanza. Isabel confía en Dios… y

Zacarías también, aunque con sus dudas. Para él era difícil comprender a un

Dios que se fijara en ellos, en su familia. Era difícil comprender que Dios, con

su poder y fuerza, se fijara en lo pequeño. Y él, Zacarías, se sentía pequeño.

¿Cuáles son tus pequeñeces, cuáles son tus dificultades para aceptar el plan de

Dios en tu vida? A veces, como Zacarías, dudas de Él, incluso te rebelas,

porque no lo comprendes… ¿en qué momentos te sientes así? ¿En qué

momentos te rebelas contra Dios? Pídele ahora que te dé fuerzas para esos

momentos.

Zacarías se quedó mudo… entre otras cosas porque en ocasiones, cuando no

comprendemos a Dios, es mejor hacer espacio en el silencio. Por eso, haz

silencio en tu interior, pídele que te ayude a comprenderle, pídele que te dé paz

y en esa paz, aprender de Él la entrega, el dar fruto.

[espacio del corazón]

Pon palabras a lo que has sentido y lo que Dios te ha dicho…

Es el momento de dejar que Dios haga espacio en ti. Comparte tu reflexión, tu oración… con la confianza de que Dios habrá escuchado tu interior. Y ofrécele todo ello, como Zacarías en el Templo.

Canto:

Oración

Cristo Jesús, sé tú nuestra paz, tú que nos dices: No temas, yo estoy contigo. Que en nuestro día a día demos muestras de nuestra confianza en ti, que sepamos

entregarnos sin reservas, sin miedos, sin temer dar la vida como tú. Y que cuando nuestras fuerzas fallen y nuestra confianza sea débil, tú sigas a nuestro

lado, confiando en nosotros. Amén.