Conocimiento Del Valor

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Conocimiento del valor Los hombres podemos conocer el “valor” de una cosa de la realidad o de un suceso del mundo sólo por experiencia propia. Los valores son aspectos de la realidad que los hombres conoce mosúnicamente en su presencia original o, como diría Edmund Husserl, “en carne y hueso”. Lo anterior significa que los valores, en cierto sentido, deben “presentarse” ante nuestra mente y “desplegarse” delante de ella en toda su importancia y significatividad. De nuestra parte, significa que el valor de una cosa de la realidad o de un suceso del mundo debe ser “aprehendido” o “captado” por nuestra inteligencia de alguna manera. La significatividad de una cosa de la realidad o la importancia de un suceso del mundo son datos sobre estos seres que no podemos deducir analíticamente de nada, ni obtener por inferencia lógica a partir de ciertos indicios. Mientras el valor de una cosa de la realidad o de un suceso del mundo no se “muestre” ante nuestros ojos en forma inmediata o nuestra mente no “perciba” directamente este dato de alguna manera, en absoluto podrá hablarse de conocimiento del valor por parte nuestra en sentido estricto. Ciertamente podremos conocer “teorías” diversas acerca de los valores; podremos contraponer “concepciones hipotéticas” sobre los valores entre sí distintas; podremos formular “explicaciones posibles” sobre su naturaleza en nuestra mente; podremos, incluso, hacer “enlistados” y “clasificaciones” de valores en muchos sentidos, pero no sabremos nada de los valores en sí mismos. Este particular “dato” del ser permanecerá lejano e inaccesible a nuestro espíritu en su esencia propia. 2. Aprehensión de los valores Los valores se parecen, en esto, a los colores o a los sonidos de las cosas que hay en el mundo, que son

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Conocimiento del valor

Los hombres podemos conocer el “valor” de una cosa de la realidad o de un suceso del mundo sólo por experiencia propia. Los valores son aspectos de la realidad que los hombres conoce mosúnicamente en su presencia original o, como diría Edmund Husserl, “en carne y hueso”. Lo anterior significa que los valores, en cierto sentido, deben “presentarse” ante nuestra mente y “desplegarse” delante de ella en toda su importancia y significatividad. De nuestra parte, significa que el valor de una cosa de la realidad o de un suceso del mundo debe ser “aprehendido” o “captado” por nuestra inteligencia de alguna manera.

 La significatividad de una cosa de la realidad o la importancia de un suceso del

mundo son datos sobre estos seres que no podemos deducir analíticamente de nada, ni obtener por inferencia lógica a partir de ciertos indicios. Mientras el valor de una cosa de la realidad o de un suceso del mundo no se “muestre” ante nuestros ojos en forma inmediata o nuestra mente no “perciba” directamente este dato de alguna manera, en absoluto podrá hablarse de conocimiento del valor por parte nuestra en sentido estricto.

 Ciertamente podremos conocer “teorías” diversas acerca de los valores; podremos

contraponer “concepciones hipotéticas” sobre los valores entre sí distintas; podremos formular “explicaciones posibles” sobre su naturaleza en nuestra mente; podremos, incluso, hacer “enlistados” y “clasificaciones” de valores en muchos sentidos, pero no sabremos nada de los valores en sí mismos. Este particular “dato” del ser permanecerá lejano e inaccesible a nuestro espíritu en su esencia propia.

  

2. Aprehensión de los valores Los valores se parecen, en esto, a los colores o a los sonidos de las cosas que hay en

el mundo, que son incognoscibles para nosotros sin la experiencia directa de su misma presencia. Sin el contacto inmediato con éstos, sin la aprehensión inmediata de su ser, nadie puede decir que “conoce” colores o “conoce” sonidos, nadie puede afirmar que los ha “visto” o los ha “oído”; más bien sucederá como para el ciego o para el sordo de nacimiento, que “saben” de estas cosas sin haberse aproximado jamás a ellas, debido a sus evidentes impedimentos físicos.

 Como muchos objetos del mundo, los valores son “dados” a nuestra inteligencia a

través de específicos actos de aprehensión y de captación. Por eso se habla en este terreno de “percepción del valor” de la misma manera que se habla de “percepción de objetos” en otros terrenos.

 Así como existe para los hombres un conocimiento de los colores o un

conocimiento de los sonidos en el mundo físico, un conocimiento de los números o un conocimiento de las figuras geométricas en el mundo matemático, un conocimiento de los actos o un conocimiento de las vivencias en el mundo psíquico, un conocimiento de lo viviente o un conocimiento de lo inerte en el mundo vital, un conocimiento de lo personal o un conocimiento de lo impersonal en el mundo de los individuos conscientes o un

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conocimiento de lo natural y un conocimiento de lo artificial en el mundo cultural, existe también, para nosotros, un “conocimiento de los valores” en sentido estricto.

  

a. Notas epistemológicas Las mismas notas epistemológicas de la percepción que entran en juego en la

aprehensión y captación de otros objetos del mundo  —como la mismidad de los objetos ante nuestra mente, el encuentro fecundo entre nuestra mente y los objetos de la realidad y la inmediatez del contacto entre los objetos y nuestra mente— están en juego también en la aprehensión y captación de los valores de cosas y sucesos.

 Se trata, sin embargo, de un género especial de percepción de objetos, por cuanto

que en ella se movilizan energías espirituales nuestras que no entran en juego en otras especies de percepciones de objetos. El grado mayor de atención que se requiere de nuestra parte, por un lado, y la agudeza intelectual que necesitamos de nuestra mente, por el otro, así como la apertura total de nuestro espíritu ante la presencia de éstos  —incondicionada y franca—  son algunos de los aspectos de nuestro ser que se encuentran involucrados en todo momento en la aprehensión y la captación de los valores de cosas y sucesos.

 Los valores, además, son aspectos del ser que ponen en evidencia la integridad

moral de nuestra voluntad y el recto orden que impera en el ámbito de nuestra afectividad, de tal manera que muchas veces despiertan en nosotros “resistencias” ante su presencia muy profundas, que oscurecen su plena evidencia ante nuestra mente o provocan que nuestro ser se cierre ante ellos. Por eso el conocimiento genuino de los valores no tiene lugar en el interior de los hombres sin cierto “escándalo” para nuestro espíritu las más de las veces.

 La percepción de los valores no tiene lugar en el ámbito de nuestra inteligencia

exclusivamente, si bien se trata siempre de su conocimiento intelectual, objetivo y adecuado. Aunque los valores están llamados a ser captados y aprehendidos por nuestra mente como muchos otros objetos del mundo, su estructura interna y su constitución ontológica son de tal índole que implican necesariamente la esfera de nuestra afectividad en el mismo acto de conocimiento. Son datos del ser que no pueden ser nada más “vistos” por nuestra inteligencia y “registrados” por nuestra conciencia sino, además, requieren ser “sentidos” por nuestro corazón, “vivenciados” por nuestra afectividad, para desvelar ante nuestra mirada intelectual toda la riqueza de su contenido.

 Sin perder en ningún momento su carácter cognoscitivo, la percepción de los

valores es, para cualquier hombre, una “percepción emotiva” o una “percepción sentimental”, en oposición a otras percepciones de objetos. Por eso la percepción de los valores tiene el carácter de verdadera “experiencia” para nosotros  —y no sólo de una simple aprehensión intelectual—  por el alto grado de reverberación afectiva que implica en nuestro interior. Por ello su conocimiento no puede ser nunca para nosotros “frío” e “indiferente”, sino “ardiente” y “comprometido”.

  

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b. Exigencias antropológicas Para percibir los valores adecuadamente, por ello, es indispensable que nuestra

mirada esté libre de impedimentos de cualquier índole, especialmente de pretensiones vehementes que dominan nuestra voluntad, afectos desordenados que subyugan nuestra afectividad y prejuicios irracionales que estrechan nuestra mente.

 Las primeras, porque nos indisponen ante el valor de sucesos o de cosas por razón

de las intenciones meramente subjetivas que perseguimos interiormente al aproximarnos a éstos y a éstas  —como placer o poder, fama o prestigio, por ejemplo—  al margen de su importancia intrínseca y su significatividad propia. Los segundos, porque desfiguran el valor que poseen a la par sucesos y cosas en razón de sí mismos, ya sea magnificando innecesariamente su importancia intrínseca o minimizando hasta la nada su significatividad propia. Los últimos, porque introducen un sinfín de objeciones intelectuales  —como “pero”, “no obstante”, “a pesar de todo”, “en el fondo”, “finalmente”—  a la evidencia plena que muestran los valores de cosas 

Cuando hablamos de valor, generalmente nos referimos a las cosas materiales, espirituales, instituciones, profesiones, derechos civiles, etc., que permiten al hombre realizarse de alguna manera.

El valor es, entonces, una propiedad de las cosas o de las personas. Todo lo que es, por el simple hecho de existir, vale. Un mismo objeto (persona o cosa) puede poseer varios tipos de valores, por ejemplo, un coche puede ser útil además de bello.

El valor es pues captado como un bien, ya que se le identifica con lo bueno, con lo perfecto o con lo valioso.

Las características de los valores son:

Absolutos: son los que no están condicionados o atados a ningún hecho social, histórico, biológico o individual. Un ejemplo puede ser los valores como la verdad o la bondad. 

Inagotables: no hay ni ha habido persona alguna que agote la nobleza, la sinceridad, la bondad,

el amor. Por ejemplo, un atleta siempre se preocupa por mejorar su marca. 

Objetivos y verdaderos: los valores se dan en las personas o en las cosas, independientemente que se les conozca o no. Un valor objetivo siempre será obligatorio por ser universal (para todo ser humano) y necesario para todo hombre, por ejemplo, la sobre vivencia de la propia vida. Las valores tienen que ser descubiertos por el hombre y sólo así es como puede hacerlos parte de su personalidad. 

Subjetivos: los valores tienen importancia al ser apreciados por la persona, su importancia es

sólo para ella, no para los demás. Cada cual los busca de acuerdo con sus intereses. 

Objetivos: los valores son también objetivos porque se dan independientemente del conocimiento que se tenga de ellos. Sin embargo, la valoración es subjetiva, es decir, depende de las personas que lo juzgan. Por esta razón,

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muchas veces creemos que los valores cambian, cuando en realidad lo que sucede es que las personas somos quienes damos mayor o menor importancia a un determinado valor.

Distinción

Los bienes son materiales, lo que adquieres con dinero, por ejemplo una casa. Los valores no tienen valor economico pero te ayudan a ser mejor persona, a cumplir con reglas y a ser obligado y respetuoso con los demas seres.

La “teoría de los valores” de Scheler fundaría su nueva ética material, y respondería a las objeciones de Kant, que creyó poder prescindir de los valores manifestados en los bienes y confundió los valores con los bienes y los fines, quedando el valor totalmente confundido con la actividad subjetiva del sujeto moral en cuanto tal. Scheler analizó la realidad original de los valores. Su teoría es una teoría general de los valores y no sólo de los valores morales. Establece los valores como independientes de las cosas y de sus estructuras reales, intentando mostrar la diferencia del valor respecto del objeto concreto. Los valores representarían un mundo especial de esencias que son llamadas cualidades valiosas o “cualidades de valor”, dominando los objetos con sus particulares relaciones y conexiones. Las cualidades valiosas serán “objetos ideales”. Scheler habló de la distinción entre los valores y los bienes y los fines, ya que para él, los valores constituirían una esfera especial de las esencias. Por lo tanto, no hay valores porque haya bienes y fines, ni hay valores porque haya normas, sino que los valores serían independientes de las cosas, estarían en otra esfera diferente. Lo propio de las cosas es “ser”, pero lo propio de los valores no es “ser”, sino que es “valer”: las cosas son y los valores valen.Los valores son descubiertos mediante la experiencia fenomenológica, que es a priori, porque no se conocen por la experiencia sensible: se sustraen por inducción. Los valores son dados igual que las demás esencias, mediante una intuición inmediata y evidente, por la experiencia. Los valores no pertenecen al dominio de lo pensado, ni son captados por una intuición racional, sino que la experiencia de los valores se tiene por un acto especial llamado “percepción afectiva” de los mismos, que sería el sentimiento. Los valores sólo son dados en una percepción afectiva absoluta, que es un sentimiento puro que capta la esencia a priori. A esta percepción de los valores por la vía del sentimiento se la conoce como “intuición emocional de las esencias”. Scheler recurre frecuentemente a expresiones de Pascal para basar este modo de conocer afectivo. Cree que al lado de una lógica de la razón hay otra lógica de la vida emocional que fundaría “una teoría pura del valor”, ya que las leyes y correlaciones esenciales se sustraen de las leyes de la lógica.

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Crisis de valores8 Slow, Difficult Steps To Become A Millionaire   (The Daily Western)

Aunque nos enseñen que la honestidad es un comportamiento ideal deseable (y todos lo

aceptamos como algo cierto), la interpretación y el sentido que le damos en la práctica suele

variar de una persona a otra.

Estas diferencias se traducen en actitudes e incoherencias muy concretas. Por ejemplo, ser

honesto, entre otras cosas, significa cumplir con todos los deberes dentro de una

organización, pero no es común que se asocie la impuntualidad injustificada con la

deshonestidad.

En las organizaciones existe la tendencia a dar por sentado que todos sus integrantes

conocen el significado de un valor, pero su definición general no es suficiente para que

todos respondamos de la misma manera frente a situaciones con características particulares.

Por ejemplo, hay un consenso generalizado sobre los beneficios de trabajar en equipo. Es

un valor implícito en la naturaleza de una organización. Sin embargo, al mismo tiempo, es

uno de los comportamientos sobre el que existe más polémica.LA IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN EN VALORES.

La educación en valores es la base, explicación y sustento de toda lalabor educativa, procesos y actividades. Por ello, todos los que pensamos dedicarnos a la enseñanza pienso quedeberíamos de llevarla a cabo a largo de toda nuestra trayectoria profesional. Como futura docente considero que un logro como ello en mi futuro seríalograr que mis alumnos adquieran voluntaria y responsablemente una moralintegradora y respetuosa consigo mismos y con toda la sociedad. Pero la educación en valores no sólo debe ser enseñada por los profesores si no que es la familia quien debe comenzar con este proceso pues es desde ahí donde el alumno comienza a formarse como persona. Estos valores son reglas o normas de conducta y muchos de ellos se adquieren con la convivencia con los padres, ya que desde ahí comienza a conocerse lo que está bien y lo que está mal. Educar a nuestros alumnos o hijos a través de los valores es educar los para que aprendan a dar valor a algunas conductas y comportamientos que lesayudara a convivir de mejor manera y a sentirse bien en el ambiente en el quese encuentren. Valores tan importantes como la amistad, la comprensión, la tolerancia,la paciencia, la solidaridad y el respeto, son esenciales para el desarrollo de losniños. Por ello es conveniente que como futuros docentes que somos debemossaber encontrar los medios adecuados para llevar adelante este objetivo. En los colegios suelen hacerse semanas en las que se desarrolla algunode estos valores con actividades relacionadas con ella.