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Por el Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov CONÓCETE A TI MISMO “EL JNANI YOGA” 1/5 Obras Completas – Tomo 17 OM-105-01 – 5 conferencias de 34 Centre OMRAAM Institut Solve et Coagula Reus www.omraam.es Primer Centro De difusión de la obra Del Maestro OMRAAM En lengua Española

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Por el Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov

CONÓCETE A TI MISMO

“EL JNANI YOGA” 1/5

Obras Completas – Tomo 17 OM-105-01 – 5 conferencias de 34

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Obras Completas Tomo 17 - I “CONOCETE A TI MISMO” 1/5

Relación 1er lote de 5 conferencias de 34 Palabras del Maestro

EL YO SUPERIOR I Del 14 de Julio de 1964

EL YO SUPERIOR II Del 1 DE Abril de 1968

EL YO SUPERIOR III Del 17 de Enero de 1971

CONOCETE A TI MISMO I Cuadro sinóptico del 6 de Febrero de 1972

CONOCETE A TI MISMO II Del 6 de Febrero de 1972

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PALABRAS DEL MAESTRO

"Los Iniciados de la India resumieron el trabajo de identificación del hombre con la Divinidad mediante la fórmula «Yo, soy Él». Lo que significa que sólo Él, el Señor, existe; yo no existo, Yo sólo existo como su reflejo, su sombra.

Mientras el hombre no conozca su realidad verdadera, se identificará con el cuerpo físico, con sus sentimientos y sus pensamientos, sin saber que no son la realidad verdadera. Esta ignorancia es la que le mantiene débil y enfermo. Ningún ser humano existe como criatura separada: formamos parte del Señor que es el único que posee una existencia propia.

Sólo Dios existe, y nosotros somos una proyección de Él. Entonces, cuando decimos: «Yo, soy Él», nos unimos a Él, nos acercamos a Él hasta llegar a ser un día como Él. Desde hace miles de años, la historia nos viene transmitiendo el testimonio de seres que lograron identificarse con el Señor, y recibieron la luz, los poderes verdaderos, y experimentaron el éxtasis."

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Conferencia del Maestro OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV

Del 2 de febrero de 1972 Por la mañana

Tomo 17 Obras Completas

Capítulo II

"CONÓCETE A TI MISMO"

El Cuadro Sinóptico

Extracto del cuadro sinóptico dado por el Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov que indica cómo, a imagen de la vida psíquica, la vida espiritual se mantiene

en los diferentes principios sutiles de los que el hombre está constituido.

Este cuadro que tenéis ante vosotros es un resumen de toda

PRINCIPIO

IDEAL

ALIMENTO

PAGO

ACTIVIDAD

ESPIRITU

CONSCIENCIA DIVINA

TIEMPO

ETERNIDAD

INMORTALIDAD

LIBERTAD

VERDAD

IDENTIFICACION

UNIÓN

CREACIÓN

ALMA

SUPRACONSCIENCIA

ESPACIO

INTENSIDAD

INFINITO

IMPERSONALIDAD

ALTRUISMO

FUSIÓN

DILATACIÓN

EXTASIS

CONTEMPLACION

ADORACION

ORACION

INTELECTO

CONSCIENCIA DE SÍ

CONOCIMIENTO

SABER

LUZ

PENSAMIENTO

SABIDURIA

MEDITACION

ESTUDIO

PROFUNDIZACIÓN

CORAZON

CONSCIENCIA

GOZO

FELICIDAD

CALIDEZ

SENTIMIENTO

AMOR

MUSICA

CANTO

POESÍA

ARMONÍA

VOLUNTAD

SUBCONSCIENCIA

DOMINACION

PODER

MOVIMIENTO

FUERZA

GESTO

ALIENTO

RESPIRACION

GIMNASIA

DANZA

PANEURITMIA

CUERPO FISICO

INCONSCIENCIA

VIGOR

SALUD

VIDA

ALIMENTO

DINERO

ACTIVIDAD

DINAMISMO

TRABAJO FISICO

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la Ciencia Iniciática de todos los libros sagrados de la humanidad. Evidentemente, se pueden dar otros esquemas de la vida psíquica del hombre, y ya hemos estudiado otros. Por ejemplo, mirad: cuando se quiere dar una idea de la estructura anatómica, para facilitar la comprensión no se representa todo a la vez, nos vemos obligados a hacer láminas diferentes para los diferentes sistemas: óseo, muscular, circulatorio, nervioso... En geografía también hay mapas físico, político, económico, geológico. Pueden existir, pues, diferentes cuadros para explicar la estructura psíquica del ser humano, y aunque este esquema sea diferente del Árbol sefirótico, por ejemplo, representa la misma realidad y podemos volver a encontrar todo en él. Os he dado otros esquemas y, aunque todos sean diferentes, no se contradicen entre sí.

Este cuadro que hoy os presento no lo encontraréis en ningún libro, es la primera vez que se da. Es un resumen, una síntesis de todas las verdades de la vida. De momento, no veis sino palabras aisladas sin conexión entre sí, pero, una vez explicadas, relacionadas, situadas en este conjunto, todos sus significados y sus correspondencias os asombrarán.

Veis que este cuadro (que llamamos "sinóptico" porque presenta una visión de conjunto de la estructura del ser humano y las actividades que corresponden a esta estructura) se compone de cinco columnas verticales.

La primera columna indica los Principios con los que el hombre está constituido: el cuerpo físico, la voluntad, el corazón, el intelecto, el alma y el espíritu.

En la segunda columna veis escrito: Ideal, porque cada principio tiende hacia un ideal. El corazón, el intelecto, el alma, tienen un ideal que es, evidentemente, diferente para cada uno.

Para que cada principio pueda alcanzar su ideal, necesita ser alimentado, reforzado, y hay que darle la posibilidad de subsistir para que continúe manifestándose. Por eso la tercera columna lleva la mención: Alimento.

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Finalmente, las dos últimas columnas están consagradas al

Pago, es decir, al precio que hay que pagar para obtener este alimento y a la Actividad, es decir, al trabajo que hay que suministrar para obtener este pago

Veis, pues, cómo todas estas nociones están conectadas entre sí de una forma perfectamente clara y lógica.

Para facilitar la comprensión vamos a empezar por el cuerpo físico, porque todo el mundo sabe lo que es el cuerpo físico, todo el mundo se las tiene que ver con él, es visible, palpable, se trata de una realidad de la que no podemos dudar. El ideal del cuerpo físico es la salud, la vida. Para él, no hay nada más valioso, más esencial, que estar con buena salud, vigoroso y lleno de fuerza. Para poseer esta vitalidad tiene necesidad de ser alimentado con toda clase de alimentos sólidos, líquidos y gaseosos. Si no recibe este alimento, muere. Sin haber pasado por las universidades, todos saben que para subsistir hay que comer. Hasta los niños lo saben. Pero para adquirir este alimento hace falta dinero. Conocéis la historia... Le preguntaban a un picapedrero; "¿Por qué rompes piedras Antonio? - Para ganar dinero. - ¿Y por qué quieres tener dinero? - Para poder comprarme macarrones. - ¿Y por qué quieres los macarrones? - Para comer. - ¿Y por qué quieres comer? - Para tener fuerzas. - ¿Y para qué quieres tener fuerzas'? -Para romper piedras..." Sí, un círculo vicioso. ¿Estáis de acuerdo, verdad? Para poder comer se necesita dinero, y para tener dinero hay que trabajar, así de sencillo.

Pero esperad, lo que os parece tan evidente en el plano físico, nunca habéis pensado que lo podemos volver a encontrar también en los otros planos. La voluntad, el corazón, el intelecto, el alma y el espíritu, tienden también cada uno hacia una meta, y para alcanzar esta meta cada uno necesita ser alimentado; para obtener este alimento hace falta dinero, y el dinero sólo se gana haciendo un cierto trabajo.

Cuando tengáis este cuadro bien en vuestra cabeza,

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poseeréis la llave de la vida física y psíquica del hombre.

Evidentemente, el cuerpo físico es el receptáculo de todos los otros principios más sutiles. El alma y el espíritu, por ejemplo, no están verdaderamente en el cuerpo físico, pero se manifiestan a través de él a través del cerebro, del plexo solar, de los ojos... Por ejemplo, cuando miráis a alguien con un gran amor, con una gran pureza, con una gran luz, ¿qué es lo que se manifiesta a través de vuestros ojos? Los ojos pertenecen al cuerpo físico, pero el que se manifiesta, el que se sirve de estos medios de expresión, ¿quién es? Quizá sea el alma, quizá sea el espíritu, quizá sea Dios mismo... Si lanzáis a alguien una mirada o unas palabras terribles que le hacen caer enfermo, son fuerzas hostiles las que se han servido de vosotros y le han fulminado. El cuerpo físico, pues, a menudo no es más que el instrumento de fuerzas benéficas o maléficas que existen en él o fuera de él.

La voluntad tiene como ideal el poder y el movimiento, eso es lo que pide. Diréis: "También puede pedir la sabiduría, la inteligencia, la belleza..." No, no son de su dominio, son otros principios los que piden eso. La voluntad puede ser movilizada para adquirir la inteligencia o para crear una obra de arte, pero lo que ella desea para sí misma, la única cosa que la tienta, es el poder y el movimiento. No quiere permanecer inmóvil, le gusta ocuparse, tocar, moverse, desplazar las cosas. Pero, al igual que el cuerpo físico, no puede realizar su ideal sin alimento. Y el alimento de la voluntad es la fuerza. Alimentada por la fuerza, la voluntad se vuelve enérgica, pero si no la alimentamos se debilita. Y el elemento que para ella corresponde al dinero y le sirve para comprar el alimento necesario es el gesto. Sí, siempre hace falta arrancarse a la inmovilidad y a la inercia para accionar, para estimular, para desencadenar las energías; acostumbrándonos a actuar, a movernos, la voluntad "compra" fuerza y se vuelve poderosa.

¿Y sabéis cuál es el primero de todos los movimientos? Es el aliento. En el momento en que el niño nace respira, y entonces todos los demás procesos se desencadenan... Para procurarse,

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pues, este dinero hay que habituarse a practicar los ejercicios que son preconizados en la Enseñanza: los ejercicios de respiración, 2 de gimnasia, 3 de Paneuritmia 4… Están concebidos para desarrollar la voluntad. Podéis añadirles, claro, muchas otras actividades de la vida corriente que no tengo tiempo de enumerar, y hay muchos, pero hablo aquí solamente de los métodos que nos proporciona la Enseñanza y que conciernen más particularmente a la vida espiritual.

Diréis: "No pensábamos que estos ejercicios pudiesen desarrollar la voluntad; creíamos que estaban hechos para dar vitalidad al cuerpo físico, o incluso gozo al corazón..." También es verdad, porque todo está relacionado. De momento, para que se me comprenda bien, separo los planos atribuyendo a cada uno de ellos lo que le corresponde, pero, en realidad, todos estos principios son inseparables. Cuando respiráis, cuando hacéis movimientos de gimnasia, también el cuerpo se beneficia de ellos, la salud mejora, el vigor se incrementa, y os sentís mejor dispuestos, es evidente. Nada está aislado, todo está relacionado.

El ser humano posee una facultad de sentir y de conmoverse a la que llamamos corazón. Pero no se trata en absoluto del órgano físico que lleva este nombre que estudian la anatomía y la fisiología. El corazón de los anatomistas, que es el principal órgano de la circulación de la sangre, es una especie de bomba hidráulica, pero el verdadero órgano de la sensación es el plexo solar. Cuando los Iniciados dicen que la verdadera comprensión viene del corazón, hablan del plexo solar. Por otra parte, el plexo solar es una especie de cerebro invertido. En el cerebro la materia gris está en el exterior y la materia blanca en el interior, mientras que en el plexo solar sucede lo inverso, la materia blanca está en el exterior y la materia gris en el interior. Pero ya os expliqué muchas cosas a este respecto; dejemos eso hoy. Era solamente para deciros que el plexo solar contiene unas riquezas y unos tesoros que están enterrados en él desde tiempos inmemoriales, y aunque los humanos no se hayan dado demasiado cuenta, en realidad sienten y comprenden gracias a él. El cerebro, en cambio, comprende las cosas exteriormente, objetivamente, en teoría, y,

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de esta manera, muchos se pronuncian sobre ciertos temas sin haber sentido ni saboreado nada. Pero, en realidad, sólo comprendemos verdaderamente las cosas cuando las hemos vivido, tocado, sentido, saboreado. El plexo solar es, pues, un mundo que la ciencia contemporánea no conoce bien todavía y que le queda por explorar.

Y ahora, ¿cuál es el ideal del corazón? ¿Acaso busca el saber, los conocimientos, los poderes? No. Tiene necesidad de felicidad, de gozo, de calor, porque se vivifica en el calor. El frío le mata. Por todas partes a donde va busca el calor en las criaturas.

El alimento del corazón es el sentimiento, toda clase de sentimientos, los buenos sentimientos, y, desgraciadamente, también los malos. Pero, como debemos limitarnos, sólo hablaremos aquí de los corazones buenos, de los corazones de los buenos discípulos que se alimentan de buenos sentimientos.

La moneda que sirve para pagar la felicidad y el gozo es el amor. Cuando amáis, inmediatamente alimentáis vuestro corazón. ¡Cuántas veces os lo he dicho! No podréis ser felices con las riquezas, con los poderes, ni siquiera con la belleza, sino solamente con el amor. Es el amor el que nos hace felices. Podéis darle cualquier otra cosa al corazón y seguirá insatisfecho, os dirá: "¡Dame amor!", porque con el amor irá a comprarse todo lo demás. Cuando amáis a alguien, este amor es un dinero que os permite "comprar" toda clase de sensaciones, de emociones, de sentimientos. Miles de sensaciones nacen cada día de vuestro amor. En cuanto dejáis de tener amor, dejáis de tener también dinero: se acabaron las emociones, las sensaciones, ¡ya no hay nada! Por mucho que abracéis a vuestra mujer, si ya no la amáis, no sentís ni gozo, ni felicidad. Pero si la amáis, ¡ay, ay, ay! Incluso aunque no la abracáis, miles de sentimientos y de sensaciones imposibles de analizar pasan a través de vosotros... simplemente porque el amor está ahi.

El hombre posee un intelecto cuyo ideal es conocer,

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comprender. Lo que es muy importante, porque cuando ignoráis la naturaleza de las cosas os hacéis daño, os embrolláis, os hundís en unas regiones peligrosas de donde ya no podéis salir.

Para alcanzar este ideal el intelecto humano tiene necesidad de un alimento, y este alimento es el pensamiento. Cuando digo "pensamiento", podemos también entender, como con el corazón, los malos pensamientos, porque los pensamientos pueden ser de todas clases. Pero aquí, en nuestra Enseñanza, se sobrentiende que hablamos de los mejores pensamientos, de los más luminosos. Es el pensamiento, pues, el que alimenta el intelecto: si no pensáis, no llegaréis a conocer, a ver las cosas claras. Algunos dicen: "¿Para qué romperse la cabeza? No hay que pensar demasiado, es peligroso, nos volveremos locos." Sí, nos volveremos locos si pensamos mal, pero el pensamiento es el mejor alimento para el intelecto. Si no lo alimentáis se ensombrece, se debilita: le habéis dejado morir de hambre.

Pero, para comprarse los mejores pensamientos, hay que tener dinero. Siempre podemos tener pensamientos, pero extravagantes, estrafalarios, y el resultado no es demasiado bueno. Los mendigos, los vagabundos, los pobres, no pueden ir a los mejores restaurantes a deleitarse con una comida fresca ya que es demasiado cara para ellos, y tienen que ir a buscar restos en la basura. De la misma forma, para poder comprarse los mejores pensamientos hay que ser rico. ¿Y sabéis qué riqueza es ésta? La sabiduría. Si no tenéis este dinero que se llama sabiduría, sólo tendréis pensamientos basura, simbólicamente hablando. Únicamente la sabiduría puede alimentar a vuestro intelecto con los mejores pensamientos para que pueda así obtener la luz que busca. Pero la sabiduría no es, como se imagina a veces la gente, un conocimiento, una ciencia, una erudición. Es, más bien, una actitud. Algunas personas son sabias sin tener ninguna instrucción, y otras tienen muchos conocimientos en la cabeza, pero ninguna sabiduría. La sabiduría es una actitud que consiste, en primer lugar, en saber orientarse y escoger la mejor dirección; sólo en segundo lugar nos lleva hacia la ciencia, la cultura, tos conocimientos. Los sabios no lo saben todo, no han alcanzado la

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ciencia absoluta y completa; siguen estudiando, aprendiendo, y eso puede durar una eternidad, porque el saber se extiende hasta el infinito... Pero la sabiduría, en cambio, se puede adquirir instantáneamente.

La sabiduría es oro, oro que viene del Sol. Si, la sabiduría, el oro espiritual, viene del Sol. Y. por otra parte, si se representa siempre a los santos con un círculo de oro encima de la cabeza es, sencillamente, porque la sabiduría es realmente una luz que emana de ellos... Con este oro se puede comprar todo en el mundo invisible, exactamente igual que con el oro material podéis comprar todo lo que hay en la Tierra. Cuando os presentáis en las tiendas de arriba, os dicen: "¿Tienes oro? - SI." Y llenan vuestras bolsas de la compra. Si no, arriba no os dan nada.

Y por la mañana, a la salida del Sol, en la Roca, recogemos oro, pepitas de oro con las que podemos comprar de todo en el Cielo: amor, gozo, dilatación, salud, fuerza, plenitud. Muchos no han comprendido el valor de esta costumbre de ir por la mañana a ver la salida del Sol y nos ridiculizan llamándonos "tocados por el Sol". Quizá tengan de momento mucho dinero en sus cajas fuertes, pero, mientras no hayan comprendido el valor de este oro espiritual, harán bancarrota con todos sus miles de millones, ahora, para ganar este oro hay que hacer un trabajo: hay que leer, estudiar, reflexionar, meditar, y, si no se dice en esta última casilla que para obtener este oro hay que ir a contemplar la salida de Sol, añadidlo: en primavera hay que ir a ver la salida de Sol para recoger el oro solar... ¡Venga, a trabajar! Diréis: "Pero no se hace nada, nos quedamos sentados meditando, no nos movemos." En apariencia es así, no nos movemos, pero en realidad todo nuestro ser vibra y se estremece por dentro.

Ocupémonos ahora del alma. ¡En este dominio también, qué confusión, qué ignorancia entre los humanos! Cuando se habla con ellos del corazón, del intelecto, de la voluntad, llegan a comprenderlo aún, más o menos, ¡pero del alma!... He leído muchas obras sobre el alma pero nunca me he quedado satisfecho con sus definiciones, con sus explicaciones En cuanto a lo que la

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ciencia oficial dice sobre este tema, mejor ni hablar: la suprime diciendo que, en realidad, el alma no existe, sino que se reduce a un conjunto de procesos fisiológicos. Por eso me entretuve un día en hacer una conferencia sobre el alma. Sí, yo también tengo mis entretenimientos ¿Os acordáis? Muchos de vosotros vinisteis después a decirme que la habíais encontrado de una claridad fantástica. En realidad ese día no dije gran cosa; apenas situé un poco mejor la cuestión para que empezaseis a percibir la verdad, pero estoy lejos de imaginarme que lo hubiese explicado todo.

El ideal del alma, lo que ella pide, quizá estaréis extrañados, no es ni el conocimiento, ni la luz, ni la felicidad. El ideal del alma es el espacio, la inmensidad, porque sólo tiene necesidad de una cosa: de dilatarse, ensancharse, extenderse hasta abarcar el infinito. Su ideal es el infinito. Si la limitamos se siente desgraciada. El alma humana es una parte pequeñita del alma universal y se siente en nosotros tan limitada, tan ahogada en el cuerpo físico, que su único deseo es poder extenderse por el espacio. Los hombres se imaginan, en general, que el alma está contenida enteramente en el hombre; en realidad no, sólo una pequeña parcela está en el hombre, todo lo demás está fuera de él y lleva una vida independiente en el océano cósmico. Pero como el Alma universal tiene proyectos para nosotros y desea poder animarnos, vivificarnos, embellecernos, trabaja sobre nosotros para infiltrarse e impregnarnos cada vez más. Nuestra alma no está limitada a nosotros mismos, es algo mucho más vasto, exactamente como nuestro ser verdadero, nuestro Yo superior no es este pequeño yo que conocemos, sino una entidad muchísimo más poderosa. El alma supera también infinitamente lo que nosotros podamos imaginar sobre ella. Existe fuera del cuerpo físico: puede abandonarle, viajar, visitar regiones del espacio, entidades lejanas...

Así pues, esta parte del Alma universal que está dentro de nosotros tiende sin cesar hacia la inmensidad, hacia el espacio infinito. Pero, para alcanzar este ideal tiene necesidad también ella, de ser reforzada, y existe un alimento apropiado para ella: todas las cualidades de la consciencia superior, la impersonalidad,

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la abnegación, todo aquello que impulsa al ser humano a sobrepasar sus límites, a vencer su egocentrismo. Mirad, todas las actitudes personales, egoístas, erigen límites, separaciones. En cuanto decimos: "Esto es mío" ya introducimos una separación. Mientras que las actitudes impersonales apartan y hacen desaparecer todas las barreras.

Para procurarle al alma su alimento también hace falta dinero, y este dinero, el único medio que le permite al alma ensancharse hasta el infinito, es la dilatación, la fusión, el éxtasis. Para obtener el éxtasis hace falta una ocupación, un trabajo, y este trabajo es la oración, la adoración, la contemplación. La actividad propia del alma es la contemplación: contemplar al Señor, los Ángeles, los Arcángeles, la belleza celestial... La oración es una búsqueda del esplendor divino, y cuando este esplendor está ahí, experimentamos una dilatación tal que nos sentimos arrancados de nuestro cuerpo. Eso es el éxtasis. Todos aquéllos que han conocido el éxtasis dicen que ya no estaban en la Tierra, en su cuerpo físico limitado, sino que se sentían sumergidos en el Alma universal, enteramente fusionados con ella. Después, claro, volvían a bajar de nuevo, pero, durante unos minutos, unas horas, habían vivido en el infinito, en la fusión absoluta.

Lo que aquí os revelo corresponde absolutamente a todas las confesiones, a todos los relatos que los santos, los místicos, los Iniciados nos han dejado. El éxtasis no llega así como así, de golpe, sino que es el resultado de una actividad: de la oración, de la adoración, de la contemplación, de un esfuerzo para tenderse hacia el Cielo, hacia el Creador, para recibir este oro, gracias al que podremos después comprarnos todos los gozos celestiales y ensancharnos hasta el infinito. ¿Veis?, mis queridos hermanos y hermanas, todo se vuelve claro, nítido. Claro que tos que nunca hayan tenido ni la más mínima de estas experiencias encontrarán mis palabras un poco extravagantes y exageradas. Pueden pensar lo que quieran, pero yo os doy este cuadro con la mayor sencillez, con la mayor sinceridad, y todos los Iniciados estarán de acuerdo conmigo a este respecto.

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Llegamos ahora al espíritu. El espíritu tiende también hacia un ideal, pero no desea, como el alma, fundirse en el espacio, en el infinito, porque su naturaleza es diferente. El alma es el principio femenino por excelencia, el principio femenino maravillosamente, divinamente expresado. El espíritu, en cambio, es la expresión divina del principio masculino. El intelecto y el corazón también representan los principios masculino y femenino, pero en un nivel inferior, y, por tanto, de una manera más imperfecta. La alternancia de los dos principios se repite en todas las regiones del universo, pero bajo diferentes formas -positivo y negativo, emisivo y receptivo- en todos los dominios. Por todas partes no encontraréis más que los principios masculino y femenino. Pero ya he hablado suficientemente sobre estos temas y no me detendré en ellos ahora.

¿Qué pide el espíritu? No busca ni el espacio, ni el conocimiento, ni la felicidad, ni el poder, ni la salud. No, no busca nada de todo eso, porque nunca está enfermo, ni es débil, desgraciado, tenebroso o contraído. El espíritu solo pide una cosa: la eternidad. Como es de esencia inmortal, no le gusta lo que está limitado en el tiempo, quiere la eternidad. Igual que el alma tiene su dominio en el espacio, el espíritu tiene su dominio en el tiempo. Los físicos y los filósofos nunca comprenderán la naturaleza del tiempo y del espacio si no comprenden la naturaleza del espíritu y del alma. Porque el tiempo y el espacio son nociones de una cuarta dimensión que afecta al alma y al espíritu. Sobre eso también, ¡cuántas cosas podría deciros! Pero espero el momento. Os diré solamente que los más grandes físicos, matemáticos o filósofos que trabajan con el tiempo y el espacio no podrán penetrar sus misterios hasta que hayan trabajado conscientemente con su alma y su espíritu sobre el infinito y la eternidad.

Y, para obtener la eternidad, el espíritu tiene necesidad de un alimento. ¿Estáis extrañados de que el espíritu tenga necesidad de alimento? Os dije un día que el Señor mismo se alimenta... Y el alimento del espíritu ¡es la libertad! Si el alma necesita dilatarse, el espíritu, en cambio, tiene necesidad de cortar todos

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los lazos que le retienen encadenado.

Y la verdad es el dinero con el que el espíritu compra la libertad. No son la sabiduría ni el amor los que podrán liberar al espíritu, sino solamente la libertad. Cada verdad que llegáis a obtener sobre tal o tal tema os da la posibilidad de liberaros. Jesús decía: 'Conoced la verdad y la verdad os liberará." Sí, la verdad libera. Preguntaréis:" ¿Y el amor?" ¡Ah!, el amor más bien os encadena, os ata. Queréis ataros a algo, a alguien, llamad al amor: nada os atará tan bien como él. ¿Queréis liberaros? ¡Llamad a la verdad! Y, la prueba, mirad lo que sucede con los ancianos: se ponen a conocer la verdad, y, como la verdad es la libertad, se van al otro mundo. Mientras que cuando estamos enamorados no queremos liberarnos, queremos permanecer en la Tierra para pasearnos juntos y abrazarnos... Reflexionad, no podéis no estar de acuerdo

Pero no se puede encontrar la verdad en cualquier parte, en la primera tienda que se presente; hay una actividad, un trabajo que hacer para poseer esta verdad, y este trabajo es el de identificación con el Creador. En esta identificación nos acercamos a Él, nos fusionamos, nos hacemos uno con Él, y poseemos la verdad, ¡somos libres! Cuando Jesús decía: "Mi Padre y yo somos uno", resumía este proceso de identificación. La meditación os dará algunas luces, pero no seréis libres. La contemplación os llevará hasta el éxtasis, pero tampoco seréis libres. Es con el trabajo de identificación con lo que obtendréis este oro llamado verdad. Y esta verdad es que el hombre no es más que una ilusión, un maya, que salió de Dios y que volverá a Dios... Ésta es la verdad. El día que hemos comprendido, visto, sentido eso, nos sentimos libres: libres de pasiones, libres de ambiciones, libres de sufrimientos, y entramos en la eternidad.

"La vida eterna es conocerte, a Ti, único Dios verdadero, y a Cristo que Tú has enviado", dijo Jesús. ¿Y de qué conocimiento se trata aquí? No del conocimiento intelectual, como el de los que leen libros y dicen; "Conozco esta cuestión", sino del verdadero conocimiento. Conocerte a Ti, único Dios verdadero", significa

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ser uno con Él, estar fusionado con Él. Y esta unidad, esta fusión, eso es la vida eterna. Y fuera de esta fusión con el Creador nada puede haceros entrar en la vida eterna: vosotros no sois eternos, puesto que todavía vivís en el tiempo.

En realidad, vivimos en el tiempo y en la eternidad: nuestro espíritu vive en la eternidad, mientras que nuestro cuerpo físico con todo lo que nos rodea vive en el tiempo, se desgasta, y finalmente muere. Hace años, os di una conferencia sobre el tiempo y la eternidad, mostrándoos que la eternidad no era una cuestión de tiempo, ni siquiera ilimitado, sino una cuestión de intensidad. La eternidad es una intensidad de vida, y tener la vida eterna no es vivir indefinidamente, sino que es vivir una vida intensa. Nosotros somos unas criaturas limitadas en el tiempo, hemos tenido un comienzo y debemos tener un final, pero en esta existencia limitada podemos encontrar la eternidad en la intensidad de la vida espiritual. Porque únicamente el espíritu es del orden de la eternidad.

Y para que veáis cómo comprenden los Iniciados el significado de esta palabra "conocer"... os daré un ejemplo muy sencillo. ¿Habéis observado que cuando los niños quieren conocer algo tienen la costumbre de llevárselo a la boca? Son los adultos los que ya no saben cómo conocer las cosas, porque las miran, las estudian, las leen, mientras que los niños, en cambio, practican el verdadero conocimiento, el que consiste en llevarse los objetos a la boca, es decir, en saborearlos. Vayamos más lejos incluso. La Biblia dice que Adán conoció a Eva y Abel nació... o que Abraham conoció a Sara, e Isaac nació… es otra prueba de que el conocimiento es una fusión. Conocer no es en absoluto encontrarse con alguien e intercambiar unas palabras con él para decir después: "Conozco a fulano". Os habéis relacionado con él, pero no le conocéis. La palabra conocimiento tiene, pues, dos sentidos: uno para los hombres corrientes y otro para los Iniciados. Pues bien, era para los Iniciados para quienes hablaba Jesús cuando decía: 'La vida eterna es conocerte, a Ti, único Dios verdadero, y a Cristo que Tú has enviado." Así todo se vuelve claro...

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Al hacer esfuerzos para practicar la identificación, la

contemplación, la meditación, el canto, los ejercicios de respiración y de gimnasia, e incluso el mismo trabajo físico, en vez de sentirse siempre hambriento, sediento, insatisfecho, el discípulo logra alimentar, reforzar todos los principios que hay en él. Ahora, claro, podemos desarrollar estas pocas indicaciones hasta el infinito, añadir precisiones, variar, establecer toda clase de relaciones entre estos diferentes elementos. Por otra parte, ¿acaso he hecho yo otra cosa desde que os hablo, durante treinta y cuatro años? Siempre he bailado sobre este cuadro sin decirlo, sin mostrarlo; de él he sacado todas mis conferencias. En este cuadro he querido reunir y ajustar todas las nociones de la vida física y psíquica que se encuentran un poco dispersas por todas partes para formar con ellas una unidad. Porque mi deformación es ésta: querer hacer siempre una unidad, una síntesis.

La ciencia ha tomado desde hace ya demasiado tiempo el camino del análisis y el mundo contemporáneo tiene necesidad ahora de una visión sintética de las cosas. Pues bien, nosotros tenemos esta visión sintética; yo sólo trabajo con ayuda de la síntesis. Claro que es necesario, de vez en cuando, analizar algún punto. Pero mi método es la síntesis, porque únicamente la síntesis vivifica; gracias a ella podemos fusionarnos con el Creador, con el universo entero, para llegar a ser grandes, ricos, vivos. Con el análisis os encogéis, os limitáis, os empequeñecéis cada vez más y pronto ya no queda nada de vosotros. El análisis es la muerte... La síntesis es la vida... Una prueba: ¿qué hace la madre? Para formar a su hijo hace la síntesis de miles de millones de elementos. El niño es esta síntesis viva que se mueve, que come, que habla. Más tarde, cuando haya llegado la hora del análisis, cada partícula del cuerpo se va a ir a la región que le corresponde: la tierra, el agua, el aire, el fuego... exactamente como las letras vuelven al casillero del tipógrafo Así pues, si os empeñáis siempre en analizar, en dislocar, en desmontar las cosas y los seres, camináis hacia la muerte, la muerte espiritual.

El individualismo, la vida personal, egoísta, desemboca en

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la muerte espiritual: nos desprendemos, nos aislamos, nos separamos de los demás, y esto es la muerte. Al contrario, la vida colectiva, fraternal, es una síntesis que aporta la vida, la resurrección. Si no queremos realizar la Fraternidad Blanca Universal en el mundo, pues bien, eso quiere decir que trabajamos para la muerte espiritual. Para vivir hay que tener un alto ideal de síntesis y este ideal es el Reino de Dios.

Como ya os dije al empezar, este cuadro no puede contenerlo todo. Hay, pues, un cierto número de nociones que no encontraréis en él. Pero podemos, de todos modos, situar en él la conciencia. La conciencia, y más exactamente la conciencia de sí, es un asunto del intelecto. La supra-consciencia pertenece a los dominios del alma y del espíritu; e incluso podemos hablar para el espíritu de la supra-consciencia divina A los dominios de la voluntad y del corazón corresponde la consciencia y es al nivel del intelecto cuando empieza a nacer la consciencia de sí. Todas las manifestaciones de la vida instintiva (con la respiración, la digestión, la circulación, la eliminación, el crecimiento) corresponden a la subconsciencia. Finalmente, el cuerpo físico, con su armazón óseo, corresponde a la Inconsciencia.

Me preguntáis dónde hay que situar la pureza. ¿Pero cómo separar la pureza de todo lo demás? En el Árbol sefirótico es diferente, está situada en la Séfira Yesod, pero aquí no tiene un sitio particular, se encuentra por todas partes. Hay que situarla en primer lugar en el cuerpo físico como una cualidad del alimento; el alimento debe ser puro. Si está polucionado, envenenado, putrefacto, caéis enfermos. En el dominio de la voluntad sucede lo mismo: la fuerza con la que alimentáis a la voluntad debe ser pura. Porque ahí también hay fuerzas y fuerzas, y algunas dejan muchas escorias. Tomad el ejemplo de los combustibles: el carbón, la gasolina, contienen energías, pero para que la combustión produzca la mayor energía posible dejando el mínimo de residuos es preciso purificarlos o filtrarlos, o bien escoger los materiales de la mejor calidad. Si no, obtendréis muchas escorias y muy poco calor y energía.

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Los sentimientos también deben ser los más puros para alimentar plenamente al corazón. Si dejáis entrar en vuestro, corazón materiales impuros, como la ira, los celos, la codicia, la sensualidad, toda una mezcla de sentimientos espantosos, vuestro corazón empieza a sufrir, porque le habéis dado un alimento polucionado. Y lo mismo sucede con el intelecto, con el alma y con el espíritu. Porque no puede existir sabiduría, éxtasis o verdad allí donde hay impurezas. ¿Veis qué claro es todo?

Árbol Sefirótico

Tampoco he situado en este cuadro la belleza, ni la perfección. En realidad, se sobreentienden en todos los planos, a todos los niveles.

Tampoco se menciona el sufrimiento, pero ahí es fácil de comprender: desordenad, invertid o cambiad alguno de los elementos de este cuadro, dadle al cuerpo físico, al corazón, al intelecto, un alimento impuro, o dadle a un principio lo que le conviene a otro, e inmediatamente aparecerá el sufrimiento. Si pudieseis oír todas estas quejas en el interior de vosotros: "No es esto lo que yo pido, ¿por qué me das este alimento?... Tengo necesidad de espacio, ¿por qué me has encerrado aquí?...Quiero calor, ¿por qué me dejas en el frío? Estoy tiritando..."

¿Sentís ahora la veracidad de todo lo que acabo de deciros? Evidentemente, si me escucháis con una actitud puramente intelectual y objetiva quizá no sintáis nada de nada y encontréis incluso que mis palabras no corresponden a vuestras opiniones. Yo no soy culpable de que toda la cultura del mundo

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contemporáneo os haya puesto en la cabeza unas ideas que os impiden comprender. Pero, daos prisa, adoptad mi forma de ver las cosas y estaréis maravillados. Diréis: "Lo he comprendido... Voy a llevar conmigo este cuadro por todas partes a donde vaya, lo miraré: en el tren, en el metro, en la sala de espera del dentista... ¡hasta en los institutos de belleza!' Si, este cuadro puede ayudaros mucho. Nunca disminuyáis su importancia.

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Conferencia del Maestro OMRAAM MIKHAËL AÏVANHOV

Del 2 de febrero de 1972 - POR LA TARDE

Tomo 17 "CONÓCETE A TI MISMO"

Obras Completas Capítulo I

"CONÓCETE A TI MISMO"

"Conócete a ti mismo..." Muy pocos han sabido interpretar esta fórmula que estaba inscrita en el frontispicio del templo de Delfos. ¿Quién es este sí mismo al que hay que conocer? "Ah, diréis, es nuestro carácter, nuestras debilidades, nuestros defectos, nuestras cualidades". No, este conocimiento es necesario, desde luego, pero es insuficiente. Conocerse es conocer los diferentes cuerpos con los que estamos formados (los cuerpos físico, etérico, astral, mental, causal, búdico y átmico) y las necesidades de estos diferentes cuerpos. Pero los hombres no saben nada de todo eso. Cada uno conoce de si mismo algunas cualidades, algunos vicios, y dice: "¡Si, es claro, me conozco!" Pues no, todavía no conoce nada, no sabe lo que existe en lo más profundo de sí mismo, lo que desea, lo que pide, lo que le falta. No sabe lo que es este "sí mismo", lo confunde siempre con el cuerpo físico, y trata de procurarle alimentos, vestidos, joyas, confort, placeres, sin darse cuenta de que no era eso lo que le pedía su verdadero Yo. Las satisfacciones puramente materiales y físicas nunca han hecho que el ser humano más dichoso ni más satisfecho de sí mismo. Es solo cuando empieza a conocerse a sí mismo, arriba, que le resulta posible, por fin, vivir en el esplendor.

Si los Iniciados de la Antigüedad insistieron tanto en la necesidad del conocimiento de si es porque este conocimiento abre las mayores posibilidades de avance, de progreso, de éxito. Mientras no conozcamos las necesidades de nuestro Yo superior, damos todo al cuerpo físico, que está atiborrado, mientras que el alma y el espíritu están hambrientos, sedientos, se ahogan y

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mueren.

Pero los humanos ni siquiera creen en la existencia de los otros cuerpos, así que ¿cómo queréis que se ocupen de alimentarlos, de darles fuerzas? Es inverosímil la situación en la que se encuentran muchos, incluso los más cultivados: están orgullosos de su cultura, de sus diplomas, de sus conocimientos, y, sin embargo, están siempre agobiados, atormentados. Eso prueba que algo no está a punto en su vida. Es mejor no hincharse tanto de orgullo cuando se es tan ignorante.

"Conócete a ti mismo"... Toda la ciencia, toda la sabiduría está ahí: en conocerse, en reencontrarse, en la fusión del yo inferior y del Yo superior. El símbolo del Iniciado que ha logrado reencontrarse a sí mismo es la serpiente que se muerde la cola. La serpiente que repta sobre el suelo es una línea recta o sinuosa, y la línea es algo limitada. Pero la serpiente que se muerde la cola se convierte en un círculo, y el círculo es lo infinito, lo ilimitado, es la eternidad. El hombre que ha llegado a realizar el símbolo del círculo entra en un mundo en el que ya no hay límites, en el que ya no hay separación entre arriba y abajo, pues todos los poderes, las riquezas y las virtudes que el verdadero Yo posee se inyectan en el pequeño yo. El pequeño y el grande no hacen más que uno solo y el hombre se convierte en una divinidad.

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Bonfin a 14 de Julio de 1964

Tomo 17 Obras Completas

Capítulo VIII

EL YO SUPERIOR I

Cuántas veces, durante un viaje en tren por la noche, cuando todos los viajeros dormían, abría una ventana y miraba hacia delante, hacia la locomotora donde estaba el maquinista, y me decía: "Mientras todo el mundo duerme tranquilamente, hay un buen hombre que vela allí abajo en la oscuridad, con su rostro ennegrecido por el carbón y los ojos brillando en la noche." Eso me impresionaba mucho, este pobre hombre que era el único que no tenía derecho a dormirse porque era el responsable de la vida de todos los demás.

Quizá encontréis que me han dado una mentalidad rara porque me ocupo de unas cosas en las que nadie piensa, pero así es. Como se dice en los Evangelios: "La piedra que los obreros rechazaron se ha convertido en piedra angular." Pero en lo que no habéis pensado tampoco es en que existe también otro tren cuyo maquinista no debe dormir, y somos nosotros mismos. Nuestro cuerpo, nuestras células pueden dormir, pero nuestro Yo superior no duerme nunca. Permanece despierto, vigilante, y sigue conduciéndonos, guiándonos. Por lo menos eso es lo sucede en los Iniciados y los discípulos instruidos. Porque en la mayoría de los humanos, que están tan lejos de su Yo superior, es como si todos durmiesen; los pasajeros y el conductor.

Siempre debemos mantener despierta una parte de nosotros mismos. E incluso, antes de dormiros por la noche, debéis pensar en dejar a alguien que vele dentro de vosotros mientras estéis sumergidos en el sueño. Jesús dijo: "¡Velad y orad!"1 Y los cristianos creyeron que se trataba sobre todo de velar en el plano

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físico. Y entonces, los pobres, para aplicar este precepto que no habían comprendido bien, se despertaban en plena noche para recitar oraciones o meditar, se extenuaban luchando contra el sueño y acababan desequilibrando los ritmos naturales de su organismo. Es en un plano más elevado donde hay que velar y orar.

Velar en el plano físico no es lo esencial: hay que saber transponer, transportar esta vigilancia mucho más arriba, dejar que las células duerman, que el cuerpo descanse, y velar a un nivel más elevado, es decir, asociarse con aquél que vela siempre, que no duerme nunca, ir a juntarse con él, a unirse a él. ¿Y dónde se encuentra este eterno vigilante? Aquí, entre las dos cejas, ahí está su residencia. Por eso lo ve todo, lo graba todo, lo comprende todo, y está absolutamente impasible e inmóvil. Hay que ir a él. Sí, si llegáis a velar y a formular peticiones desde este centro, aquí, tendréis ojos espirituales para explorar las regiones invisibles, e incluso en el momento en que vuestro cuerpo descanse, podréis tomar contacto con las realidades más maravillosas.

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Bonfin el 1 de abril de 1968

Tomo 17 Obras Completas

Capítulo VIII

EL YO SUPERIOR II

El Sol es siempre nuevo, el agua de los ríos es siempre nueva, y el ser humano se renueva también, las células de su cuerpo se renuevan. Podemos preguntarnos entonces: ¿por qué el hombre sigue siendo siempre el mismo, con las mismas actitudes, los mismos reflejos, las mismas debilidades?

Os daré una imagen. Cuando en una administración, en una fábrica, un empleado se jubila o muere, el que lo reemplaza se ve obligado a aprender el mismo trabajo para hacer exactamente lo que hacía el otro. De la misma manera, cuando hay células que mueren, otras vienen a reemplazarlas para continuar el trabajo. Pero lo que la gente no sabe es que existe también en el hombre una administración, unos archivos, una memoria que instruye a las nuevas partículas para que actúen y vibren como las antiguas. Es esta memoria la que hace que el hombre siga siendo siempre el mismo, aunque la materia de su cuerpo haya sido reemplazada. Así que, si conocéis el secreto para cambiar la memoria de las células todo será nuevo: la materia será nueva y la mentalidad también.

Por el momento, los humanos se contentan con renovarse físicamente como los niños. Mirad al niño: pasados veinte años, treinta años, su talla, su rostro han cambiado, pero su yo, su ego, sigue siendo el mismo. Se necesita todo un trabajo espiritual para que eso cambie también. Por eso el discípulo debe aprender a identificarse con una entidad celestial: Cristo, el Señor, la Madre Divina. Diréis: "¡Pero eso es una locura!" Sí, en ciertos casos puede parecer una locura, pero entre la locura y la iniciación la

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distancia no es muy grande. ¿Veis? ¡Es alentador! Todo el mundo sabe que entre un loco y un genio no hay más que un paso. Pues bien, entre la iniciación y la locura también no hay más que un paso. Alguien se toma por Cristo y está loco, simplemente. Quería pasar la iniciación y no la ha pasado correctamente, se ha vuelto loco. Si hubiese conocido los métodos se habría convertido realmente en Cristo. Otros seres muy evolucionados han llegado a identificarse con Cristo. Se trata, pues, de conocer ciertas reglas, ciertos métodos.

Cuando queréis pasar de la conciencia ordinaria a la supra-consciencia, estáis abordando una renovación, un cambio de personalidad y, si no se conocen los métodos para que todo se lleve a cabo armoniosamente, se producen unas anomalías tales que corréis peligro de volveros locos. Entre un loco y un Iniciado no hay, pues, mucha diferencia, sólo que en el loco él se hace de una forma tan desordenada y caótica que lo encierran, mientras que en el Iniciado todo se realiza tan armoniosamente que se convierte en una divinidad. Sí, tenemos que saber que si no procedemos de acuerdo con ciertas reglas, se desencadenan fenómenos raros. Eso es lo que les sucedió a muchos místicos, a muchos espiritualistas que no supieron trabajar correctamente: no conocían la medida o las leyes, y produjeron trastornos en su sistema nervioso, o atrajeron sin saberlo a entidades nocivas que se apoderaron de ellos. Por eso el mundo entero considera ahora a todos los espiritualistas como un poco desequilibrados

Hay que saber que con nuestra forma de vivir y de trabajar nos ponemos en la misma longitud de onda que ciertas entidades y que, de esta manera, las atraemos. El Iniciado egipcio, por ejemplo, que concentrándose, recitando fórmulas, poniéndose ciertas vestiduras, e incluso una careta, quería identificarse con el Dios Osiris o el Dios Horus, se convertía verdaderamente durante unos momentos en la encarnación de esta divinidad, porque llegaba a vibrar exactamente en la misma longitud de onda, y esta entidad sublime hablaba verdaderamente a través de él, se manifestaba a través de él. Para establecer la conexión hay que ponerse en las mismas condiciones de vibración. Se trata de una

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ley física, y el funcionamiento de la radio está basado en esta ley. Los Iniciados, que la conocían mucho antes y mucho mejor que los físicos, y que sabían que esta ley no sólo es válida en el plano físico sino también en el plano psíquico, espiritual, dieron a sus discípulos unas reglas, unos métodos para vibrar al unísono con tal o cual entidad y recibir así sus mensajes. Después, cuando les hacían volver en sí, algunos ni siquiera se acordaban de lo que hablan dicho. Era otro el que hablaba a través suyo. Esto es también, en cierta manera, lo que les sucede a los locos que, sin saberlo, han entrado en relación con entidades tenebrosas o corrientes nocivas.

Incluso podemos preguntarnos por qué son justamente personas enfermizas las que poseen unos dones de clarividencia y mediumnidad que las personas normales no poseen. O bien por qué estos dones aparecen en algunos tras un shock o una gran enfermedad. Si, a menudo es esto lo que sucede: un shock, una caída, un accidente, una gran desgracia, desencadenan interiormente unos determinados procesos y algún tiempo después aparecen ciertas manifestaciones psíquicas. Como no podemos explicarlas, decimos que no son normales. Sí, algo de eso hay, pero no por ello hay sacar la conclusión de que hay que estar siempre desequilibrados o enfermos para tener capacidades psíquicas. En realidad todo eso se explica por el hecho de que la subconsciencia toca a la supra-consciencia. Pero eso nos lleva a la cuestión de la personalidad y de la individualidad, de la naturaleza inferior y la naturaleza superior, de las que ya os he hablado mucho.

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Sévres a 17 de Enero de 1971

Tomo 17 Obras Completas

Capítulo VIII

EL YO SUPERIOR III

Nuestro Yo superior es perfecto, omnisciente, todopoderoso, una parte de Dios mismo, una quintaesencia límpida, luminosa, pura... ¿Cómo es entonces posible que nos deje cometer errores? Lo más difícil de comprender es que existe en nosotros un ser que lo ve todo, que lo sabe todo, pero que permanece impasible, que no dice nada, que no sufre, hagamos lo que hagamos. ¿Por qué acepta unas situaciones que no le son favorables? Y cuando le presentamos nuestra filosofía, nuestros deseos, nuestros proyectos, nuestras esperanzas, ¿por qué no hace nada para realizarlas? Nosotros no estamos separados de él, y cuando sufrimos, cuando quisiéramos mejorar las cosas, él permanece indiferente, no nos saca del atolladero. ¿Cuál es el medio para llegar a alcanzarle?... Es muy importante conocerlo porque, el día en el que se decide a actuar, nada le es imposible, puesto que está por encima de lo que constituye nuestro ser propio: el cuerpo físico, el cuerpo etérico, el cuerpo astral, el cuerpo mental, y hasta de los cuerpos causal, búdico y átmico. Está también por encima de ellos, porque todo eso son cuerpos, mientras que él no es un cuerpo; se manifiesta a través de estos cuerpos, pero su región es aquélla que los cabalistas llaman Ain Soph Aur: luz sin fin.

Todo es posible para nuestro Yo superior, la cuestión es que quiera actuar, y como nosotros no sabemos cómo hacerle querer lo que queremos que quiera, ¡he ahí nuestra tragedia! ¿Cómo despertar la buena voluntad de este ser que está tan alejado de nosotros y del que nosotros representamos aquí -y tan mal- una parte muy pequeñita?

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Nuestro yo terrestre está hecho de "yoes" cambiantes,

inestables ¡y tan diferentes! Pero puesto que somos siempre nosotros los responsables de todos los "yoes" que meten la pata, nosotros debemos sufrir y reparar por ellos. Nuestro verdadero Yo nunca comete crímenes o errores, permanece siempre arriba en la pureza y la luz, y nosotros debemos, un día, unirnos a él, fusionarnos con él. Pero, mientras tanto, hay en la Tierra un yo que sirve, por decirlo de alguna manera, de tarjeta de visita a todos los demás "yoes" que habitan en la misma casa, unos "yoes" completamente diferentes y extravagantes que no se parecen en nada los unos a los otros: un poeta, un avaro, un cocinero, un mentiroso... Pero nosotros, ¿qué somos nosotros? No lo sabemos. Es un yo ficticio el que está ahí, el que los engloba a todos, y que debe recibir las recompensas o los castigos por los crímenes o las buenas acciones del uno o del otro. Uno de estos "yoes" se va a robar un poco en la casa del vecino, y he ahí que llega otro yo, un yo honesto que está asombrado, compungido: no comprende cómo ha podido suceder... Acordaos de la conferencia que os di hace años sobre todos los habitantes que transportamos con nosotros...

Cuando queremos conocernos, es decir, cuando queremos reencontrarle, nuestro Yo superior inmediatamente es alertado de que, por fin, por primera vez, el trabajo más grande que existe en la Tierra ha sido emprendido. Es alertado y se alegra. Todo lo demás que hacemos le deja indiferente, frío. Que seamos generales, ministros o emperadores, o que tengamos un accidente, o que nos encontremos en la miseria o desesperados, todo eso no le afecta. Sólo el día en que queremos por fin conocerle es alertado y empieza a prestarnos atención.

En realidad existen para el discípulo dos métodos que le permiten reencontrarse: el primero consiste en concentrarse en su ego, en su yo humano. Este yo es limitado, ilusorio, por supuesto, pero es, a pesar de todo, una realidad... Aunque digáis que no existe, ¡existe al menos como inexistencia! El primer método consiste, pues, en servirse de este débil medio, de esta pantalla del

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yo, de la conciencia, que no es enteramente vosotros, pero que si es, sin embargo, una parte de vosotros, una lejana manifestación de vuestro Yo superior. Os aferráis a esta conciencia, la retenéis sin hacer otra cosa que permanecer conscientes, y os quedáis así durante varios minutos manteniendo esta consciencia de vosotros mismos... Entonces, poco a poco, como vuestra conciencia está ya conectada con el infinito de vuestra supra-consciencia que está arriba, en el Yo superior, esta atención, esta concentración, llega a alcanzar al Yo superior.

Pero, para que tas cualidades del Yo superior desciendan al yo inferior, hay que hacer intervenir a la imaginación. Hacéis con la imaginación el mismo ejercicio que os di para que hicieseis con el Sol. Estáis ahí y pensáis en vuestro Yo que está arriba, os imagináis que os está mirando, es decir, que vosotros mismos, desde allí arriba, os miráis aquí, donde estáis; en unas condiciones tan imperfectas!... Mantenéis este pensamiento y hacéis circular la corriente entre vuestro Yo de arriba y vuestro yo de abajo. Entonces, restablecéis la conexión, la verdadera conexión, porque desde aquí pensáis que estáis allí arriba, y desde allí arriba, tenéis consciencia de estar aquí, abajo, ¡conscientes de vuestro Yo de arriba!

Es algo muy difícil de explicar: os dividís, y os unís. Os dividís, pero desde allí arriba os miráis meditando aquí sobre vuestro Yo que está arriba, y así se forma un círculo extraordinario que permite el desarrollo de la supra-consciencia. Cerráis los ojos, permanecéis con la conciencia clara de que estáis ahí, en vuestra habitación, vosotros, un ser vivo, un ser pensante, y que vuestro Yo superior, que está arriba, que tiene todos los poderes y todos los conocimientos, se refleja en vosotros, se reconoce a través vuestro. Se ve y sonríe, se ríe... Vosotros le observáis desde aquí, miráis cómo es; y él desde el otro lado os observa también. Entonces, los dos polos de vuestro ser, inferior y superior, empiezan a acercarse, y, un día, la fusión tiene lugar: vuestro yo inferior ya no existe; este yo inferior que no es una realidad desaparece, únicamente permanece vuestro yo real, vuestro Yo superior. ¡Terminadas las debilidades, los desánimos,

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las oscuridades! Os volvéis omniscientes, inmortales, eternos.

Debéis imaginaros, pues, que no sólo vuestro Yo superior os mira, sino que tiene también conciencia de mirarse a sí mismo a través vuestro, a través de vuestro cerebro, y de estar conectado con vosotros. Y, entonces, ¡qué contacto extraordinario se produce!: se despierta la supra-conciencia.

Puedo daros aún otro ejercicio que consiste en concentrarse en la parte de detrás de la cabeza, en el occipucio. Probadlo durante unos minutos... algo sucederá en vosotros, todo vuestro cuerpo vibrará, sentiréis como chispas. Pero no prolonguéis mucho tiempo el ejercicio; en cuanto sintáis esta tensión, como si hubieseis tocado un punto neurálgico que hace vibrar todo vuestro cuerpo, deteneos. La primera vez no debéis prolongar la experiencia, hay que ser muy prudentes.

Muy pocos han logrado realizar esta identificación con su Yo superior, porque ello exige un trabajo gigantesco. Por eso algunos Iniciados tenían buenas razones cuando lo abandonaban todo y se iban a vivir retirados en los bosques, las grutas o los desiertos, para no tener ya ninguna ocupación susceptible de absorber sus energías y desviarles de su meta. Pero aquí, en Europa, donde vivimos en otras condiciones, esto no es aconsejable, salvo en casos excepcionales. Hacer un retiro de algún tiempo para trabajar mejor, sí, pero decidir vivir toda la vida retirado del mundo sin aportar ni ayuda, ni bendiciones a los humanos, yo encuentro eso un poco egoísta Es algo muy corriente en la India: lo abandonan todo, su familia, sus bienes, su profesión, para consagrarse a la vida espiritual. Está bien, está bien, pero aquí en Europa es preferible equilibrar las dos cosas: la vida material y la vida espiritual.

Muchos maestros orientales han venido a Occidente -no hace falta nombrarlos- pero los ejercicios que han dado a sus discípulos a menudo les han desequilibrado o enfermado. En sí, se trataba de ejercicios magníficos que traían de los monasterios de Mongolia, del Tíbet o de la India, y ellos creían poder

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enseñarlos también en Europa y en América. Pero para los occidentales hacían falta otros métodos Muchos se hundieron en la locura o en los desórdenes sexuales porque no sabían cómo proceder y estos ejercicios desencadenaban en ellos unos tornados que eran incapaces de controlar. Existen en Oriente miles de ejercicios y de prácticas, pero raras veces he encontrado a occidentales que hayan llegado gracias a ellos a un resultado verdaderamente sublime.

Hace ya mucho tiempo asistí a un espectáculo en el que, tras algunos números de music-hall, entró en escena un yogui hindú semidesnudo ¡y de una extrema delgadez! Empezó a hacer girar sus músculos y sus vísceras en todos los sentidos, de una manera espantosa; se veía cómo latía su aorta, se hinchaban sus pulmones, se movían sus intestinos, y varias espectadoras se desmayaron de lo terrible que era. Encuentro verdaderamente que es inútil perder años para obtener estos resultados. Todos estos yoguis que han llegado a un control tan grande de su cuerpo físico ¿se ocupan acaso con tanto esmero de lo espiritual? A veces ni siquiera saben conducirse en su vida interior. El cuerpo físico es importante, desde luego, sin él no podemos hacer nada en la Tierra; pero, en mi opinión, ser vegetariano, practicar algunos ejercicios de gimnasia que nosotros conocemos, vivir una vida pura, equilibrada, con eso basta para el cuerpo físico. Lo que cuenta sobre todo, es conocer las leyes espirituales y aplicarlas viviendo correctamente, poseer un verdadero saber sobre el Universo, sobre las jerarquías y el ser humano, y llegar al perfecto control de uno mismo.

Antes de ir a experimentar conocimientos peligrosos, hay que empezar por aprender a alimentarse, a respirar, a amar, a pensar, a actuar, y después la ciencia vendrá, una ciencia inmensa, infinita. Lo más importante es saber vivir correctamente para reforzarse. Pero los hombres descuidan eso y acumulan toda clase de conocimientos inútiles. Como este hombre al que le gustaban tanto los libros que se había hecho hacer un abrigo con unos bolsillos muy grandes: compraba tantos libros como podía, llegaba a su casa con los bolsillos repletos y lo amontonaba todo

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en su pequeña habitación... hasta el día en que el piso no resistió más y se desplomó sobre la cabeza del vecino de abajo. El pobre hombre se había pasado la vida estudiando, pero lo único que se le había olvidado estudiar era hasta qué punto su "piso" podía resistir.

A menudo los hombres acumulan, acumulan, y el piso se desploma. ¿A qué llamo "piso"? Al sistema nervioso. Si, lo olvidamos, pensamos siempre que podrá soportarlo todo, pero primero hay que reforzarlo, y después podremos amontonar todos los libros. ¿Comprendéis, entonces, por qué digo que en primer lugar hay que saber alimentarse bien, respirar bien, dormir bien, comportarse bien?; eso es el "piso". Cuando éste sea sólido, poned en él el universo entero, lo soportará. Por otra parte, incluso una calabaza puede explicárnoslo, porque ella conoce esta ley de consolidación. Sí, observad una calabaza: a medida que crece, va reforzando su tallo que al principio era tan fino, tan tierno; y así puede alcanzar un peso formidable sin que su tallo se rompa. Pero hay hombres que en vez de reforzar su sistema nervioso acumulan cargas, y un día todo se rompe, todo se desploma en ellos.

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