Conflicto y Convivencia Universitaria

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CONFLICTO Y CONVIVENCIA UNIVERSITARIA Podemos interpretar que estamos ante un conflicto, cuando las personas percibimos que, al tener ideas, necesidades, valores, distintos u opuestos, no podremos satisfacer u obtener del otro lo que deseamos. El mundo actual se caracteriza por el predominio de una cultura de violencia. Ésta afecta a millones de personas en todo el planeta que sufren conflictos armados, situaciones de pobreza, injusticia, violación de derechos humanos, entre otros. También en los ámbitos más cercanos como la familia o la escuela la violencia se utiliza como un medio para resolver o gestionar los conflictos. El conflicto define en buena parte el hecho de vivir, es connatural a la vida misma y a todas las manifestaciones de ésta. Todas las épocas históricas, todos los países, razas, grupos y clases sociales; todas las edades, hombres y mujeres, experimentarán y vivirán, consigo mismo o en sus relaciones con su entorno, situaciones de conflicto. Moralmente hablando, el conflicto es neutro, simplemente sucede, no es malo o bueno en sí mismo. Lo importante del conflicto es la manera en que reaccionamos al mismo. Los conflictos representan crecimiento y desarrollo si aprendemos a convivir positivamente con ellos, a gestionarlos y resolverlos. Si el conflicto nos supera, nos domina y no acertamos a saber qué significa y cómo manejarlo, “La posición en un conflicto. . . Muchas veces no se limita a la decisión que se toma, sino a sus consecuencias.” Luis Gabriel Carrillo

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CONFLICTO Y CONVIVENCIA UNIVERSITARIA

Podemos interpretar que estamos ante un conflicto, cuando las personas percibimos que, al tener ideas, necesidades, valores, distintos u opuestos, no podremos satisfacer u obtener del otro lo que deseamos.

El mundo actual se caracteriza por el predominio de una cultura de violencia. Ésta afecta a millones de personas en todo el planeta que sufren conflictos armados, situaciones de pobreza, injusticia, violación de derechos humanos, entre otros. También en los ámbitos más cercanos como la familia o la escuela la violencia se utiliza como un medio para resolver o gestionar los conflictos.

El conflicto define en buena parte el hecho de vivir, es connatural a la vida misma y a todas las manifestaciones de ésta. Todas las épocas históricas, todos los países, razas, grupos y clases sociales; todas las edades, hombres y mujeres, experimentarán y vivirán, consigo mismo o en sus relaciones con su entorno, situaciones de conflicto.

Moralmente hablando, el conflicto es neutro, simplemente sucede, no es malo o bueno en sí mismo.

Lo importante del conflicto es la manera en que reaccionamos al mismo. Los conflictos representan crecimiento y desarrollo si aprendemos a convivir positivamente con ellos, a gestionarlos y resolverlos. Si el conflicto nos supera, nos domina y no acertamos a saber qué significa y cómo manejarlo, nosotros mismos nos transformaremos en generadores de violencia y destrucción.

El conflicto es como la lluvia, puede ser agente de la destrucción o de progreso para el hombre. En grandes cantidades y sin tener mecanismos para dirigirlo y encausarlo puede destruirnos. Por el contrario, en pequeñas cantidades puede ser fuente de estancamiento e inhibidor de la creatividad.

Nos movemos en la vida a través de la satisfacción de objetivos y a veces nos cruzamos con los objetivos de otras personas. Cuando hacemos mención al conflicto nos referimos a la confrontación con otras personas o grupos humanos con objetivos incompatibles. Normalmente asociamos el conflicto al momento en el

“La posición en un conflicto. . . Muchas veces no se limita a la decisión que se toma, sino a sus consecuencias.” Luis Gabriel Carrillo Navas

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que salta una chispa en la relación pero habitualmente antes de que esa chispa salte puede, de forma latente, estar presente el conflicto.

Somos diferentes, no todos percibimos o enfrentamos la realidad de la misma manera: tenemos distintos valores, creencias, necesidades, e intereses, y al perseguirlos, podemos entrar en conflicto con otras personas o grupos que a su vez buscan satisfacerlos.

La universidad Cooperativa de Colombia como entidad educativa no está libre del conflicto en esta de una manera latente o activa vive a diario su propia problemática, la pregunta ahora es ¿Qué haremos con estas problemáticas y cómo afrontarlas?

En primer lugar, debemos cambiar la concepción que tenemos de los conflictos. Como anteriormente se ha señalado en este ensayo, los conflictos no son problemas, al contrario, suponen oportunidades magníficas para analizar la socialización de los sujetos que conforman toda la comunidad universitaria: alumnos, profesores, padres. En estos procesos de socialización, cada uno de los sujetos asume un rol distinto y es la adopción de un determinado rol lo que permite al alumno moldear su identidad y relacionarse con los otros roles de la comunidad. Lo que sucede con los estudiantes conflictivos es que han asumido un rol que les aleja del centro educativo. ¿Es posible transformar ese desafecto en compromiso? Sí, pero sólo es posible si el alumno conflictivo asume otro rol dentro de la comunidad educativa, lo que implica que moldee su identidad.

El conflicto es una herramienta para generar el consenso del grupo y asegurar la complicidad entre formadores y jóvenes. Es necesario y productivo conceder a los estudiantes protagonismo en la resolución de los conflictos. Solo así podremos elevar el grado de implicación del grupo en nuestro programa educativo y, consecuentemente, asentar normas compartidas. No aportamos nada nuevo cuando aseguramos que el peso de pertenecer al grupo puede más que el deseo de desafiar a la institución. Nada nos duele tanto —ni es tan efectivo— como el rechazo del grupo o de una persona a la que realmente apreciamos. Todos nos hemos sentido terriblemente mal cuando hemos defraudado a una persona que confía en nosotros. Por eso es importantísimo crear vínculos entre el alumno y el profesor y entre la universidad y la familia. Si facilitamos la implicación de todos los agentes crearemos expectativas que tienen que ver con cuestiones de orden social y moral. Hemos de ir más allá de la mera compensación académica. Esa es la respuesta a las situaciones conflictivas.

A veces, los conflictos llegan a más, sobre todo cuando nos encontramos con alumnos violentos, ¿Cómo debemos de afrontar, superar y conseguir resolver estos conflictos? Nos podemos encontrar en nuestro camino como educadores o compañeros con alumnos violentos, que no respetan ni a sus iguales ni a sus profesores, en definitiva, no respetan ninguna autoridad, llegando a la agresión en

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algunos casos. Al mismo tiempo carece de motivación alguna para aprender y acudir a la universidad.

En primer lugar, debemos analizar de donde puede provenir la actitud de este alumno. Esta actitud violenta, por desgracia cada vez más frecuente en las universidades, podría deberse a diferentes factores:

Primeramente, analizamos el factor familiar: existen multitud de alumnos que llegan a la universidad con la carga de los problemas que poseen en sus hogares. Las bases familiares cada día son más frágiles y se encuentran hoy en día con numerosos problemas tales como agresiones, paro o la disolución familiar, por nombrar algunos. Además no podemos olvidar que la familia es un modelo de comportamiento que los alumnos imitan, aprenden a ser iguales que ellos. Si los padres tienen conductas agresivas o piensan y hablan en forma violenta, para un hijo, lo que hacen los padres es lo que está bien aunque éstos sean delincuentes. Por tanto, lo que aprende ese niño es a no respetar a las autoridades, porque los valores se transmiten con los hechos no con las palabras.

Por otra parte, podríamos destacar entre los factores que hacen que algunos alumnos sean violentos, la falta de valores integrados en la personalidad del alumno provoca que su estado de angustia y desesperación lo canalice a través de la agresividad, sólo unos pocos pueden defenderse con mecanismos adecuados, esto, como hemos mencionado anteriormente se acentúa en la pubertad y la adolescencia, edades que como sabemos, son muy difíciles de afrontar para muchos de nuestros alumnos.

Además también encontramos la publicidad que recibe la violencia por parte de películas, videojuegos, etc. Los alumnos, empiezan a considerar la violencia como algo normal. Además, el problema básico es la dificultad de estos chicos violentos, para establecer vínculos normales, porque muchas veces las agresiones son la única forma que tienen de comunicarse. Es muy importante, que nosotros, enseñemos a hacer a los alumnos a saber respetar a los demás, sus ideas, pensamientos, así como enseñemos a expresarse de una manera que aprendan a resolver conflictos de una manera pacífica.

Para finalizar, vamos a realizar una seria de estrategias para, como docentes, aplicar en las aulas para conseguir reducir la violencia en nuestra universidad, ya que hoy en día, muchos docentes y centros escolares se enfrentan a la problemática de la indisciplina por parte de sus alumnos

En primer lugar debemos establecer y mantener un contacto más cercano con los propios alumnos, tratar de conocer sus problemas y de mejorar las condiciones de los alumnos. Sabemos que los alumnos no sólo aprenden de sus profesores sino que también se identifican con ellos, por eso las clases representan una gran

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oportunidad para que vean nuevos modelos a seguir. Es decir, como se dice al principio de este artículo, debemos de implicar a todo el conjunto de la comunidad educativa, ya sean padres, madres, como alumnos y todo el equipo educativo de la universidad.

Es muy importante incentivar la práctica de deporte y organizar competiciones con otras universidades para fomentar el hábito de la participación en equipo, elevando la autoestima del grupo y fortaleciendo su sentimiento de pertenencia. No olvidemos que los alumnos, necesitan de la identificación de pertenencia a un grupo. “Sin conciencia de grupo, sin considerar que quienes nos rodean tienen los mismos derechos que nosotros, las normas de convivencia son más una imposición que un valor social” (Acosta Mesas, A (2007)).

Dentro de la enseñanza deberíamos utilizar el refuerzo positivo, ya que todos hacemos lo que nos proporciona placer y evitamos las que nos producen dolor. Igualmente, es frecuente que nuestra realización personal vaya unida a un reconocimiento de quienes nos rodean respecto a nuestro esfuerzo. Según el investigador de psicología en educación, Thorndike, la recompensa fortalece las conexiones estímulo—respuesta y el castigo no las debilita directamente. El castigo es un método poco valioso para el control de la conducta, ya que produce efectos sólo temporales y efectos emocionales que pueden resultar indeseables, además de que el alumno siga haciendo la mala acción a escondidas para evitar el castigo. Según el Cuaderno de Convivencia que nos ofrece la Junta de Andalucía: “Si se decide utilizar el castigo como corrección, debemos intentar usarlo con la máxima eficacia, junto a otras estrategias educativas que ilustren en positivo lo que debe hacerse e intentado reconducir su coste sentimental. El castigo tiene como objetivo disminuir la frecuencia de un comportamiento inadecuado, pero no es una guía positiva de lo que debe hacerse. […], por tanto, hay que complementarlo con otras estrategias que ilustren y hagan explicito el comportamiento deseable”. Por tanto, se debería cambiar el castigo por penitencias leves, como pueden ser la supresión temporal de algún beneficio u objeto placentero, de manera que sirva de advertencia frente a una conducta indeseable que puede haber provocado conflicto o daño. Pero lo que resulta muy importante y necesario para los alumnos es, que además de corregirles sus conductas, reciban mucho reconocimiento por sus logros.

ELABORADO POR:

ANA CAROLINA MENDOZA GIRADO

Facultad De Psicología

Institucional IV