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UBICANDO LA MORFOLOGIA – CONCEPTUALIZANDO LA FORMA Yo vengo a hablarles acá no solo como un conocedor de la Forma, yo vengo a hablarles como un fanático de la Forma. Es cierto que no es mi único fanatismo, tengo fanatismos teóricos, ideológicos, estéticos, sexuales, literarios, deportivos y algunos más. Con todo el de la Forma es furibundo. De manera que si alguien espera que los años me hayan dotado de la mesura y el distanciamiento que debiera corresponderme se sentirá defraudado, pero mayor fraude sería negar mi entusiasmo y embeleso. UBICANDO LA MORFOLOGIA UNA METAFORA PARA EL LUGAR DE LA MORFOLOGIA Si pensamos una casa como metáfora de la organización de las áreas o grupos de materias que componen los planes de estudio de nuestras carreras podemos hacer el siguiente esquema. Los Talleres troncales de Arquitectura o de Diseño constituyen la zona más amplia y jerarquizada de la casa, digamos LA SALA. Las otras materias van ocupando o constituyendo los distintos locales necesarios para que eso sea una casa, desde alcobas a áreas de servicios y hasta salas de lectura o de música, según sean los casos. Con esto se arman muchos de los planes de estudio de distintas escuelas en distintos lugares del mundo. Pues bien, en nuestro caso existe un área más –genéricamente digamos Morfología aunque recibe también otros nombres y bifurcaciones– esta área es como EL PATIO de la casa. El Patio no tiene ninguna función bien especificada, aunque en él se puede comer, se puede hacer una reunión, se puede dormir (llegado el caso) y suele usarse para jugar (lo que no es poco). Como se sabe el patio tiene piso pero no tiene techo, en la metáfora el piso se asimila a los saberes instrumentales que son propios de la Morfología –desde los sistemas y técnicas de dibujo hasta los principios operativos de la Simetría, para poner ejemplos–. Es más compleja y más interesante la asimilación que puede hacerse respecto de la ausencia de techo, de este quedar desprotegidos, a la intemperie, cuando estamos en el Patio o la Morfología. Prefiero pensar que el ámbito es abierto, que su techo es el cielo, por cierto inalcanzable y tentador de grandilocuencias desacertadas, pero también incitador de aspiraciones, provocaciones y ensayos. Por cierto, se puede vivir en casas sin Patio, casas donde todas las funciones prefijadas ROBERTO DOBERTI SI+MORF 2008 Página 1

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UBICANDO LA MORFOLOGIA – CONCEPTUALIZANDO LA FORMA Yo vengo a hablarles acá no solo como un conocedor de la Forma, yo vengo a hablarles

como un fanático de la Forma. Es cierto que no es mi único fanatismo, tengo fanatismos

teóricos, ideológicos, estéticos, sexuales, literarios, deportivos y algunos más. Con todo el

de la Forma es furibundo. De manera que si alguien espera que los años me hayan

dotado de la mesura y el distanciamiento que debiera corresponderme se sentirá

defraudado, pero mayor fraude sería negar mi entusiasmo y embeleso.

UBICANDO LA MORFOLOGIA

UNA METAFORA PARA EL LUGAR DE LA MORFOLOGIA

Si pensamos una casa como metáfora de la organización de las áreas o grupos de

materias que componen los planes de estudio de nuestras carreras podemos hacer el

siguiente esquema.

Los Talleres troncales de Arquitectura o de Diseño constituyen la zona más amplia y

jerarquizada de la casa, digamos LA SALA. Las otras materias van ocupando o

constituyendo los distintos locales necesarios para que eso sea una casa, desde alcobas

a áreas de servicios y hasta salas de lectura o de música, según sean los casos. Con esto

se arman muchos de los planes de estudio de distintas escuelas en distintos lugares del

mundo.

Pues bien, en nuestro caso existe un área más –genéricamente digamos Morfología

aunque recibe también otros nombres y bifurcaciones– esta área es como EL PATIO de la

casa. El Patio no tiene ninguna función bien especificada, aunque en él se puede comer,

se puede hacer una reunión, se puede dormir (llegado el caso) y suele usarse para jugar

(lo que no es poco). Como se sabe el patio tiene piso pero no tiene techo, en la metáfora

el piso se asimila a los saberes instrumentales que son propios de la Morfología –desde

los sistemas y técnicas de dibujo hasta los principios operativos de la Simetría, para poner

ejemplos–. Es más compleja y más interesante la asimilación que puede hacerse respecto

de la ausencia de techo, de este quedar desprotegidos, a la intemperie, cuando estamos

en el Patio o la Morfología. Prefiero pensar que el ámbito es abierto, que su techo es el

cielo, por cierto inalcanzable y tentador de grandilocuencias desacertadas, pero también

incitador de aspiraciones, provocaciones y ensayos.

Por cierto, se puede vivir en casas sin Patio, casas donde todas las funciones prefijadas

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Oscar
Cuadro de texto
Disertación del Dr. Arq. Roberto Doberti, Director del Instituto de la Especialidad Humana y de la Maestría en Lógica de la Forma.
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se pueden cumplir acabadamente, pero sin embargo, cuando se pierde el Patio algo se ha

perdido. Tal vez, ese aire fresco que a partir de él ventila todos los recintos, tal vez el

ejercicio de funciones no prefijadas.

Libertad y Renovación son palabras que la metáfora me sugiere. Son condiciones que las

escuelas de Arquitectura, Diseño, Urbanismo y también de Artes de nuestro país han

sabido preservar a través de la Morfología.

POSICION DE LA MORFOLOGIA

La Morfología es un campo de conocimiento y de producción, que se constituye entre la

base instrumental del dibujo y el desarrollo conceptual de la abstracción.

Ninguno de estos planos o dimensiones puede resignarse sin que el otro se deteriore. Ni

el dibujo puede limitarse a mera mecánica utilitaria ni la abstracción debe convertirse en

devaneo intelectual.

Lo decisivo es que la Morfología no solo instala estos planos como ámbito de su acción

sino que el accionar de la Morfología consiste en la permanente vinculación entre el

instrumento y el concepto.

El propósito de la Morfología es construir un progresivo tejido, una red abierta pero firme

destinada a conceptualizar el dibujo y dibujar el concepto, destinada a espacializar y

conformar los conceptos y conceptualizar el espacio y la forma. No hay en esto un juego de palabras sino un desarrollo teórico y pedagógico que no

puede anularse ni sustituirse sin la pérdida de un valor que caracteriza a las propias

nociones de diseño y forma.

La Morfología no es una operatoria ni una teoría que se ocupa de un aspecto particular

del diseño puesto que la forma no es un atributo, una parte o una característica que

pueda ser deslindada o separada de la totalidad conformada.

La Morfología y el Diseño no son ni actividades teóricas ni actividades prácticas, ni

tampoco una sumatoria de ellas, reniegan de esta división incrustando ambas

dimensiones.

Las posiciones simplificadoras que buscan los esquemáticos lugares para cada cosa –que

en vano persiguió la venerable pero arcaica visión aristotélica– quedan siempre

desairadas por la compleja dimensión de lo Real.

El principal logro del diseño, desde el Movimiento Moderno en adelante, ha sido

establecer que la obra no contiene una idea que pueda ser separada de la forma, y que la

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forma solo es cuando corporiza una idea. Desde ese reconocimiento la Morfología

reformula sus principios teóricos y sus estrategias de experimentación y producción.

No seríamos veraces si no dijéramos que la Morfología es un campo de saber y de hacer

con profundos nexos con muchas otras disciplinas. Va de suyo su vinculación con todas

las disciplinas proyectuales, pero a éstas se agregan la matemática, la teoría de la

percepción, la semiótica, la informática, la sociología, la estética, la epistemología.

Aunque la lista no se ha agotado puede entenderse ya que tiene una gran vocación, y

también capacidad, para la interdisciplina y como muchos prefieren verlo hoy para la

transdisciplina. Esto es relevante y verdadero, pero yo creo que también puede

entenderse que está orientada a la indisciplina. Y digo esto asumiendo al unísono el doble

sentido del prefijo <in> que implica negación (por ejemplo en incómodo) pero también

inserción, confluencia (por ejemplo en incorporar).

Afortunadamente no existe una definición acabada y estricta de Morfología, salvo la trivial

traslación etimológica. Precisamente una tarea primordial de la Morfología es la discusión

permanente de su determinación, discusión que no pretende alcanzar una meta final sino

sostener y ampliar el ímpetu de su recorrido.

Con todo, como tampoco se trata de crear un halo de vaguedad ni propiciar para la

Morfología el lugar de lo inefable yo voy a recuperar como caracterización inicial aquella

que enuncié hace tres décadas, y lo hago porque su capacidad de apertura y compromiso

me parece aún vigente.

Decía entonces y repito ahora: “La Morfología puede ser entendida como el estudio de los

modos en que las culturas concretas desarrollan, material y conceptualmente, su

apropiación de la espacialidad. Esta apropiación de la espacialidad deviene en objetos

tangibles, en su distribución específica, en sus usos o utilidades, en conductas o

comportamientos, en registros gráficos y descripciones verbales, en definitiva en todos los

modos en que se realizan y operan las formas.”

En otro orden de cosas, podemos decir que la Morfología es una generalización, en el

sentido de abstracción o conceptualización. Es una instancia necesaria, un imprescindible

nivel de comprensión para superar cualquier pragmatismo banalizador que en el fondo

deviene en esterilizante.

Que este lugar de la generalización es alcanzable no lo prueba solo el desarrollo de la

misma Morfología –lo que tal vez podría tildarse de tautología– sino elaboraciones que

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con el mismo sentido se realizaron en distintos campos: así la lógica para los

razonamientos, la gramática para el lenguaje o la estática para las estructuras portantes.

Todo hecho –objeto o acción– es individual, irrepetible, inagotable.

Todo hecho –objeto o acción– para ser concretado y para ser aprehendido requiere su

incorporación a un universo simbólico, a un sistema categorial.

Este proceso, se sea o no consciente del mismo, es el fundamento del Nombre, la Forma,

y los Valores. Es la condición necesaria para toda producción auténtica.

INSTALACIÓN DE LA MORFOLOGÍA (LO LOGRADO Y LO MALOGRADO)

La Morfología constituye uno de los campos de investigación de mayor originalidad,

relevancia y antigüedad en la FADU.

En este sentido debe consignarse que el Centro “Laboratorio de Morfología” –que dirigí

durante largo tiempo y que ahora conduce Liliana Giordano– y el Programa “Semiótica del

Espacio” –dirigido por Claudio Guerri– tienen ya más de veinte años de existencia y alto

grado de reconocimiento, tanto en el país como en el exterior, a través de las

publicaciones, conferencias y seminarios realizados por sus integrantes.

Para ambos casos pueden señalarse antecedentes en el Instituto de Arquitectura que

dirigió César Jannello de corta duración pero de gran importancia teórica.

En este amplio registro también cabe marcar que actualmente existen dos posgrados

propios del área: Lógica y Técnica de la Forma y Diseño Comunicacional.

No menor es el prestigio de las cátedras del área –en muchos casos claramente ligadas a

los espacios de investigación y posgrado– que las convierten en referentes de múltiples

instituciones académicas y culturales.

Hace medio siglo se produjo una notable renovación en la Facultad de Arquitectura y

Urbanismo de la UBA con la incorporación del área entonces denominada Visión.

Renovación rápidamente extendida a las Escuelas de Arquitectura, y también de Artes, de

la gran mayoría de las universidades del país.

Personalmente me resulta necesario recordar algunos nombres de ese primer contingente

de pioneros: Jannello y Breyer como los más destacados, pero también Onetto, Le Pera,

Moro, Mendez Mosquera, Crivelli, Fernández Segura, Leiro, Rotzait, Repossini. El impulso

no se perdió, como lo prueba la constitución de la Sociedad de Estudios Morfológicos de

la Argentina (SEMA) integrada por docentes de esta y otras universidades del país, y

también de éstas y de otras disciplinas.

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Como decíamos, la irrupción de Visión trajo sustanciales consecuencias, entre ellas el

dotar de rigor teórico y de exigencias de operatividad profesional y responsabilidad social

al estudio integral de la Forma. Este antecedente directo de la actual Morfología permite

suponer el sostenimiento y profundización de esa construcción por medio de las primeras

Jornadas de Investigación de la FADU que tiene a la Forma como eje temático.

Quiero ahora exponer otra dimensión o función sustantiva del área de Morfología.

Cuestión que parece acallada u olvidada, vaya a saberse por qué vericueto culpable de

las conciencias, cuando se trata de algo sustantivo, como ya dije.

La apertura, o mejor el renacimiento, de la Facultad con la incorporación de gran cantidad

de ramas del campo proyectual o diseño, tiene antecedentes directos y objetivamente

verificables en las cátedras del área. Comunicación Visual (en el Taller de Repossini)

Diseño Industrial (en el de Möller) Paisajismo (en el de Vidal) son ejemplos contundentes

dictados como materias específicas en el seno de dichas cátedras, a lo que puede

sumarse la preocupación y presencia del cine (orientada por quien entonces fuera otro

profesor del área: Osvaldo Moro).

Constituyeron así el anticipo o el suelo germinal para el posterior florecimiento.

Reconocimiento implícito de esto fue que entre quienes participamos de la estructuración

inicial de las carreras que abrieron la Facultad hubiera mayoría de profesores o ex-

profesores del área.

Yo quiero acentuar la conclusión conceptual de estos hechos tan relevantes y silenciados.

Lo decisivo no es que Morfología –o sus variantes de denominación– esté en todas las

carreras de diseño, lo decisivo es que en la Morfología subyace todo el diseño.

Desde otro punto de vista es notoria la capacidad, o mejor la necesidad, de la Forma para

construir y transmitir los Mensajes. Esto obliga a plantearse sus poderosas consecuencias

en el espacio social. De manera que los objetivos de la Morfología no solo se demarcan

respecto de un marco académico de investigación y docencia sino que cobran una

sustancial importancia respecto del marco contextual desde el momento en que nuestra

sociedad puede ser caracterizada como sociedad de la información.

Estuvimos hablando aquí de importantes logros –reconocidos o no–, estuvimos hablando

de “lo logrado”. Hablemos ahora de las esperanzas fallidas, de los anhelos incumplidos,

hablemos, entonces, de “lo malogrado” por la Morfología.

En muchos de los programas que hemos suscripto se planteó el objetivo de alcanzar un

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control racional y sensible de la Forma. Para eso se recorrieron y construyeron muchos

caminos y modelos. Citemos a título de ejemplo: clasificaciones de las configuraciones, y

también del color y otras cualidades sensibles, principios generales de generación, leyes

operativas de las organizaciones simétricas, lógicas operativas e interpretativas de las

sistemáticas de representación y prefiguración, estudios acerca de los modos de

apropiación perceptual, acercamientos y utilización de instrumentos matemáticos y

semióticos, la lista puede continuarse con gran extensión.

Sin embargo, todo esto en su objetivo enunciado de control se ha malogrado. La Forma

no se deja controlar, la Forma excede esos marcos.

La Morfología es la conciencia perpleja y entusiasmada de su imposibilidad de colmarse,

también es la conciencia de que esa perplejidad y entusiasmo solo se pueden lograr

después de haber intentado todos esos pasos sucintamente descriptos, más aún solo se

pueden lograr si se persiste en esa tarea inagotable. Lo malogrado, ahora entendido

como máximo galardón, es el rechazo a toda complacencia, a toda actitud de repetición

satisfecha de sí misma, convencida de su acierto, es el rechazo a toda sumisión o

propagación de un saber y un hacer dogmático y sin fisuras.

۞ CONCEPTUALIZANDO LA FORMA

LA INSTAURACIÓN DE LA FORMA

Expondré a continuación fragmentos de un texto en el que desarrollé el proceso general

de constitución de la Forma a partir de los principios de la organización cósmica, del

posterior surgimiento de la condición humana y de una específica estructuración del

Trabajo y de los Productos. Se culmina con los concatenados procesos que posibilitaron

el ejercicio de la Práctica Proyectual, constructora de las condiciones en las que se

inscribe nuestro Habitar.

Es asimismo un intento de elaboración del andamiaje epistemológico capaz de dar

cuenta de la condición significante de esos sustanciales emergentes históricos.

Dicha emergencia, que es construcción, interpretación, y tal vez ilusión, solo puede ser

mencionada por la palabra Conformación.

Para alcanzar nuestra condición humana fue necesario que nos constituyéramos, y eso

demandó muchos miles de millones de años, aunque esto dice poco, porque lo que hay

que decir es que comenzó con el Tiempo y vale agregar que su desarrollo es el Espacio.

Una especie fue progresivamente definiéndose como Nosotros. Ocupar las praderas,

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pararse sobre los pies, liberar los brazos y las manos, oponer el pulgar para abrirse al

manipuleo, desarrollar la corteza cerebral, fueron los eslabones de la cadena que nos

sostiene y nos ancla.

Pero el paso decisivo aún había que darlo, había que cruzar el umbral.

Ese umbral admite muchos nombres, quizás porque es la presencia del Nombre, o para

ser más preciso porque consiste en la construcción del Significado.

Probablemente fue primero una cultura utensiliar, ya cultura porque el utensilio no es

recurso aleatorio y devuelto a lo circundante en el preciso momento en que cumplió su

utilidad, sino reserva y memoria, útil que se resguarda.

Porque es utensilio en el preciso momento en que no se usa, en el preciso momento en

que solo es aquello que se sabe que puede usarse, en que es pura predisposición, en que

es Símbolo. Preciado recuerdo de usos pasados y certera posibilidad de usos futuros.

Y así fueron, con su presencia apenas ostensible, el hacha de piedra con su borde afilado

y su cuerpo asible, el machacador con su capacidad de impulsar su masa contra otra

superficie, o el cuenco, con su extraño vacío y su apertura orientadora de ese llenar y

volcar que se reiteraban una y otra vez.

Y apenas unas pocas cosas más que muy lenta pero inexorablemente iban delimitando el

mundo, porque solo con ellas empezó a perfilarse algún Mundo.

Pero aún faltaba para que Humano y Mundo se concretaran, de ese modo tan

inescindible, precario, y al mismo tiempo tan necesario que si su unión se quebrara todo

se desvanecería, ausentando todo horror y toda ventura.

Es difícil imaginar el momento decisivo en el que se produjo eso que faltaba.

Ya estaban los utensilios: simples y esenciales como la piedra afilada y la cáscara

contenedora; hasta que alguien cortó, dividió, separó, por donde no se podía cortar, dividir

ni separar.

Antes nada ni nadie había ni siquiera sospechado que habría un lugar para esta

operación, entre otras razones porque este lugar es invisible y no está en el espacio.

Entonces, alguien distinguió, diferenció, en la unidad en que consistían esas cosas entre

la Materia y la Forma, reconoció, por una lado la resistencia y el peso del sílex, y por otro

lado, la configuración acuñada que proveía el filo y la linealidad que lo extendía; advirtió,

por un lado la impermeabilidad que adquiría la calabaza, y por otro lado, la continuidad y

la redondez de la superficie.

Y, digamos, desmoldó la Forma, pero para ser precisos debiéramos decir que la hizo

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Forma, y así la separó de la Materia, como si fuera un sutil envoltorio que puede ser

extraído sin deformación ni coloratura. Desmembró la cosa de un modo que las cosas no

admiten; por eso dejaron de ser Cosas y empezaron a ser Objetos.

Fue entonces capaz de transferir esa Forma, que de algún misterioso modo había

conservado, a otras materias; fue entonces, verdadero Productor.

Pero eran necesarios todavía otros pasos, era necesario que alguien construyera un

objeto que no parecía tener uso alguno, ese objeto no servía para satisfacer ninguna

necesidad o deseo, ese objeto solo servía para hacer otros objetos.

Esa nueva cosa ya no era solo cosa ni tampoco era solo objeto ni era utensilio. Eso era

Instrumento: cosas para hacer cosas, objetos para hacer objetos, necesidad de atender a

las necesidades, deseos de acrecentar el deseo. Y más aún: cosas para hacer cosas que

hagan cosas y deseo de alimentar el deseo de otros deseos.

Y con ellos el Nombre, voces efímeras pero repetibles que designaban y asignaban,

voces que el objeto requería para completarse como objeto, voces que el objeto suscitaba

y extraña pero decisivamente, voces que suscitaban al objeto.

Voces que no esperaban la presencia del objeto, voces que en su alusión hacían

oscilante y compleja la presencia y la ausencia.

Como es previsible la Forma y el Nombre se convocaron y se unieron, se entrecruzaron

con la Imagen, la Danza y el Canto.

Con aquella escisión se hizo aparecer la Forma, precisamente eso que estaba oculto por

la apariencia. Con los vínculos entre la Forma y el Nombre, vínculos que había que

inventar, Forma y Nombre nos conformaron como Humanos.

Y fue posible el esplendor de los múltiples mundos que podían construirse.

Sin embargo, estas creaciones, estas invenciones, cuando son controladas por los

Poderosos, son impuestas como certezas, mutilando sus transformaciones, castigando la

puesta en cuestión, deformando, enmudeciendo, deshumanizando.

En esos casos la Forma y el Nombre parecen devenir en triste oropel y en duro mandato;

pero de alguna manera la Forma y el Nombre renacen siempre deslumbrantes y

reconfiguran el espacio de la Libertad, conformando la aventura Humana.

Estas alternativas en cuyas posibilidades se nos juega la vida –porque sin ellas no es

Vida ni es Nuestra– se plantean a partir de otro paso en esa marcha cuya meta es

indescifrable.

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Ese paso se llama Proyecto; exige condiciones previas e inexorables:

el reconocimiento del Utensilio, la producción del Instrumento, el enlace con el Nombre, el

alejamiento del Instinto. En definitiva, la instalación del Hablar y del Habitar.

Instalación que solo es posibilitada, ejercida y heredada porque antes fue la Forma,

organizando los cuerpos y el espacio, articulando las voces y la palabra.

Aquel retiro de un envoltorio intangible, a la vez, etéreo e indestructible, al que

acertadamente llamamos Forma estuvo dispuesto durante largo tiempo para su

reencuentro con la materia a través del Trabajo Humano, reproduciendo los objetos,

reincorporando las Voces y las Configuraciones.

La Forma se plenificó, encontrando su destino, construyendo nuestro destino, cuando

hubo Proyecto. Proyecto hubo cuando estableció un lugar donde la Forma se hizo materia

moldeable. Cuando a partir de ese lugar, de ese Laboratorio de Prefiguraciones, el Mundo

no es dato inerte sino invención o interpretación.

Proyectar es operar la Forma, es indagar y elaborar esa Forma que no se antagoniza con

los procedimientos para su materialización ni con las necesidades que la impulsan.

Proyectar es generar esa Forma que es lugar de síntesis y de ejercicio de las técnicas y

los usos; esa Forma que es memoria, actualización y transformación de esa construcción

colectiva, identificatoria y constituyente que merece ser nombrada Cultura.

Todas estas palabras despejan y delimitan un terreno, tarea previa y necesaria para el

cultivo. La magnitud y calidad de esa tierra definen no solo la necesidad de estudiar el

Proyecto: determinan la jerarquía de las temáticas que le incumben.

Si la Forma nos constituyó en un lejano origen, reconstituir el sentido de la Forma y el

Proyecto son requerimientos de un presente que se muestra como desgarramiento,

desconcierto e injusticia.

La Investigación de la Forma y el Proyecto es el lugar de la determinación de la

espacialidad. Es indagar y elaborar en el lugar donde se da, se niega o se enmascara un

lugar para los pueblos, para su Habitar, para el ejercicio de su Solidaridad y la

permanente reconstitución de su Libertad.

LA TEORÍA DE LA FORMA

También ahora apelaré a la selección y modificación de fragmentos de un planteo donde,

con algunas variantes, he desplegado mis posiciones más firmes respecto de los

principios de una Teoría de la Forma. Sin embargo, el texto no se ofrece como un tratado

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o una doctrina. Se ofrece como una Forma, traducción a las letras de la estructura íntima

de la Forma. He entendido que desnudar esa intimidad es la naturaleza misma de una

Teoría de la Forma.

La teoría de la forma,

decir lo que dice la forma

La presencia de la forma, la noción de forma, la teoría de la forma, son las variaciones del

decir de la Forma.

La forma: intrínsecamente sustantiva, abierta y compleja, la noción de forma: idea

decisiva acerca del ser de la forma, la teoría: intento necesario y precario, tentativa, tanteo

en la oscuridad de nuestra comprensión.

Sin embargo, obligado intento por poner a la luz el ser sustantivo, abierto y complejo de la

forma.

La forma: aparentemente dócil,

estructuralmente esquiva.

La forma: eso que vemos, que tocamos, que está ahí.

Pero también la forma: eso que solo entrevemos, eso que parece buscar un ahí para

estar. Pero también la forma: eso que sostiene o construye, eso que está detrás,

manteniendo y excediendo todo lo que vemos, todo lo que tocamos, todo lo que está ahí.

Pero también la forma: eso que está antes de lo que vemos, de lo que tocamos, de lo que

está ahí, eso que define la espacialidad en el tiempo, nido y nudo de lo visible y lo

tangible.

Pero también la forma: ese parpadeo casi instantáneo, esa mutación siempre posible, ese

cambio que se desliza en el plano del sentido doblegando la estabilidad material de eso

que vemos, que tocamos, que está ahí, para radicarse en lo que se transforma.

La forma: aparentemente dócil,

estructuralmente necesaria.

Es necesario comprender que la forma instituye al mundo, que mundo es el resultado de

configurar la realidad, que el mundo amanece en la aurora de la forma, que el mundo se

engendra en el lecho de la forma, comprender que el mundo se construye en el diseño de

la forma.

Porque mundo es el resultado de configurar la realidad, de conformar las cosas para

darles entidad, de conformar el yo para darnos identidad.

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Finalmente las formas vuelven a instalarse en el mundo, en una indisoluble circularidad,

en una indisoluble continuidad, donde no hay forma sin mundo ni mundo sin forma.

La forma intrínsecamente sustantiva, la forma con una relevancia de tal magnitud que

provoca el mundo, que convoca y evoca al mundo, que se enlaza y se penetra con el

mundo, de un modo tan íntimo y profundo que forma y mundo no pueden ser sino en su

conjunta constitución.

La forma: aparentemente dócil,

estructuralmente mutable.

La forma tan requerida, tan imprescindible, tan necesaria para que el mundo sea mundo,

posibilidad de aparición y modalidad de manifestación de todo lo que se nos presenta

como realidad, identificación y demarcación de lo real, cimiento y mampuesto de nuestra

construcción de lo real, fundamento de esa permanente conquista en la que deviene para

nosotros la realidad.

Y sin embargo, la forma no se inscribe del lado de la solidez, ni en las cercanías de la

permanencia.

La forma con la que se construye el mundo exige una permanente elaboración. Elaborar

la forma es constatar sus incesantes mutaciones, producir su ser metamórfico, inquieto,

inasible si se lo pretende delimitado o estático, operable solo en el vértigo de su vuelo.

La forma sustento del mundo es deslizamiento, inestabilidad, transformación.

La forma: aparentemente dócil,

estructuralmente paradojal.

La Teoría de la Forma deberá operar conjuntamente, sin escisión, sin término medio que

alivie la tensión, que disuelva la paradoja, las dos caras disímiles que forman la forma:

su fundamental relevancia, su esencial inestabilidad.

La forma: aparentemente dócil,

estructuralmente esquiva, compleja, necesaria, mutable, paradojal.

La Teoría de la Forma dice lo que es tan difícil de decir, duda y balbucea su discurso

porque es tan necesario dudar, pero sigue diciendo porque es tan necesario seguir

diciendo, porque solo con la palabra y la duda puede haber Teoría.

Pero la Teoría de la Forma, exigirá mucho más. Dificultará hasta el impedimento toda

simplificación, toda esquematización que obture el saber, desvanecerá toda ilusión de un

sendero único y lineal que conduzca a la forma.

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Exigirá reconocer una red, una trama teórica flexible y potente; capaz de sustentar a lo

sustentante, capaz de mutar con lo mutante, capaz de conformar a la forma.

Una red con apenas los necesarios y suficientes tres anclajes que posibiliten su apoyo.

Los anclajes teóricos, tensos lugares donde circula la producción de conceptos, no

poseen orden de prelación o de anterioridad alguna, solo arman una red, una trama, un

tejido.

Cada anclaje tiene un nombre o más precisamente un sentido: generación de la forma,

interpretación de la forma, función de la forma.

La forma: presencia luminosa,

anclada en las profundidades, generada en las oposiciones.

La noción de forma y la teoría que se desgrana de esa noción no pueden olvidar la

maravilla, el esplendor, la plenitud, de la presencia de la forma.

No pueden dejar de ser noción y teoría enamoradas de la forma, porque solo desde esa

luz podrán adentrarse en las profundidades tempestuosas de su generación.

La forma, aún la que apreciemos serena y confirmada, solo está ahí, solo es apreciable,

porque es síntesis de oposiciones. Oposiciones que construyen la espacialidad,

oposiciones que casi se diluyen en la síntesis luminosa de la forma, sin embargo,

oposiciones inclaudicables aunque soterradas o apenas susurradas.

La forma en sus diversas manifestaciones, en su darse y resistirse en los objetos y los

sujetos, sea como apropiación perceptual, sea como registro o prefiguración gráfica, sea

como concreción material, nunca es un dato, nunca es lo inmediato.

La forma es la posibilidad, la decisiva posibilidad de que algo sea dado.

Por eso no es ni puede ser lo ya dado y predeterminado, cada vez requiere de un acto de

gestación.

Gestación que contiene la misma lógica, siempre actuante, siempre operante, que perfila

y sostiene la frágil realidad de nuestros mundos.

La forma: presencia luminosa,

generada en las movilidades.

La forma que organiza al mundo, que lo hace accesible y comprensible, que recorta,

califica y estabiliza la inagotable maleabilidad y recomposición de lo real, no está menos

atravesada por la maleabilidad y la recomposición, porque solo así no es falsificación de

lo real, ni sustitución de lo real, ni abdicación de lo real.

La forma es un momento del movimiento, el detenimiento momentáneo del movimiento

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perpetuo. Cada forma provoca la ausencia de aquellas otras cuya presencia la suplirían,

de aquellas otras que en sus transformaciones la atraviesan, de aquellas otras formas

mutables y evanescentes a las que debe la posibilidad de sus sentidos, a las que debe su

momentánea pero sustantiva presencia.

La forma: presencia misteriosa,

interpretada en la producción.

La forma nunca es un dato, nunca es lo inmediato. Por eso cada vez requiere de un acto

de interpretación y de elaboración.

Mecanismos que se desvanecen de la conciencia para disparase con la exactitud de lo

necesario. Inescindible anudamiento de producción e interpretación. Porque la forma no

admite producción que no la interprete ni interpretación que no la reconstruya.

Una lógica de la interpretación, de la lectura, de la intencionalidad, en la que

interpretación, lectura o intencionalidad no adjetivan una sustancia sino que habilitan la

momentánea, la necesaria, fijación de la forma en algún punto, en alguna dovela, del

arco de la polisemia en que se inscribe.

Misteriosa presencia de la forma: interpretación selectiva que descubre, a la vez, la

amplitud de la polisemia y la necesaria fijación de la lectura.

La forma: presencia caudalosa,

anclada en lo real, determinando lo real.

La Teoría de la Forma deberá sumergirse en el torrente de su caudal para encontrar sus

funciones esenciales; esas que determinan la socialidad, la subjetividad y el mundo

mismo.

La forma, aún la que parece pasiva y sosegada, solo está ahí, solo es reconocible, porque

es determinante de una codificación social, y, a la vez, solo está ahí, solo es reconocible,

porque es determinante de todo lo determinado.

La forma no está ahí, yaciendo en su letargo, si advertimos que la forma está es porque la

forma está funcionando.

La forma está funcionando, de manera tan decidida y decisiva, tan potente y prolífica, que

nosotros solo estamos comportándonos, conduciéndonos, en el caudal de sus

multiplicaciones y diferenciaciones.

La forma del templo ritualizándose conjuntamente con el rito, la forma del aula enseñando

la apertura de la enseñanza, la forma del surco surcando los nuevos espacios del cultivo,

la forma de la escalera escalando conjuntamente con el ascenso.

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Operatividad codificatoria y determinante del ejercicio de las prácticas sociales,

operatividad decisiva de las formas, operatividad instauradora y determinante del caudal

de todos nuestros días y todas nuestras noches.

La forma nunca es un dato, nunca es lo inmediato, porque la forma es el caudal por el que

todo debe pasar para quedar determinado, porque la forma es el baño bautismal

necesario, ineludible.

La materia sin forma todavía no es materia, el pensamiento sin forma no logra ser

pensado, el espacio sin forma no se reconoce como espacio.

Lenta, progresiva e inacabable elaboración de la forma por la mano humana, por el ojo

humano, por la conciencia humana. Lenta, progresiva y decisiva elaboración de la forma,

y con ella, y desde ella, lenta, progresiva y decisiva repertorización del mundo,

significación del mundo, transformación del mundo.

Caudal del mundo, caudal de las determinaciones donde yacen y se anudan de mil

modos, ya sin riesgo ni posibilidad de escisión alguna, las nociones de forma y realidad.

La forma: presencia luminosa, misteriosa, caudalosa,

aparentemente dócil,

estructuralmente generada, interpretada, determinante.

La forma, originada en nuestra perplejidad y nuestro anhelo, permanentemente orientada

por nuestra perplejidad y nuestro anhelo, es símbolo y concreción de la presencia.

Generaciones, interpretaciones y determinaciones mil veces reiteradas en cada día de mil

siglos organizan nuestras codificaciones visuales.

Codificaciones siempre presentes, siempre variables, construidas en la historia,

constructoras de la historia.

La forma, motor y producto de esas codificaciones, construye así su consistir y su devenir.

Un consistir que le exige a la forma su inconmensurable trabajo de determinar al mundo

para determinarse como forma, bajo la ominosa amenaza de aniquilar conjuntamente la

forma y la conciencia.

۞ CERRANDO CON UNA FABULA

FABULA DE LA TIENDA “EL OVILLO”

Eran tiempos en los que en esa región florecían artesanías, industrias y comercios que

nos resultan extraños, insólitos o imposibles.

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ROBERTO DOBERTI SI+MORF 2008 Página 15

En ese ahí y en ese entonces, imprecisos en el aquí o el allá y en el ayer o el mañana,

Pedro y Juana se dirigen muy decididos hacia el local, despacho o taller –vaya uno a

saber, pero llamémosle tienda– de don Diego, prestigioso experto en líneas.

Apenas ingresaron los embargó cierta timidez, quizá producto del abigarrado y

heterogéneo conjunto de elementos que se amontonaban en aparente desorden y

multiplicada superposición. Sin embargo, disimulando su turbación se dirigieron a don

Diego diciéndole concisa y directamente que venían a comprar una línea.

— Pues que no es tan simple la cosa –contestó don Diego– hay muchas clases de líneas

y ni siquiera sé si dispongo de la que necesitáis.

— Una línea, una simple línea, la que a usted mejor le parezca; podemos pagarla, por eso

no se preocupe.

Don Diego miró hacia varios lados, más para darse tiempo a pensar que para buscar lo

solicitado y les advirtió.

— Miren que hay líneas en las que uno se enreda y aturrulla, hay otras que no tienen

salida, otras que no llevan a ninguna parte; no quisiera ser responsable de desgracias

futuras, les ruego que me especifiquen mejor lo que quieren.

Juana, hábil para salir de situaciones difíciles con ductilidad y rapidez, revirtió las

posiciones diciendo:

— Mejor por qué no nos dice lo que tiene para ofrecernos y nosotros elegimos.

— Bueno, vamos a ver –dijo lentamente don Diego sin que fuera claro si sentía alguna

molestia por el pedido.

Comenzó entonces a señalar que existen líneas políticas, líneas artísticas, líneas

científicas, líneas de escritura “que se usan mucho en las cartas” apuntó don Diego y en

seguida ejemplificó: ”te escribo estas líneas para decirte que te amo.... o que te aborrezco”

según el caso, precisó con cierto deleite y siguió: “le envío estas líneas para ofrecerle

nuestro servicio especial de secado instantáneo del cabello”, si lo tuviera, también precisó

ya en el límite de lo obvio; existen líneas musicales, una melodía que se encadena y nos

ata a su recuerdo. Les comentó en ese momento que no por nada “línea” proviene de

linum, hilo de lino. Y siguió detallando “también hay líneas de fuego, donde no es

saludable estar”. Agregó que había escuchado a algunos entusiastas o alucinados que

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hablaban de “tirar unas líneas” antes de aspirar profundamente pero que nunca pudo

saber cómo se relacionaba esto con el sutil tiralíneas de los antiguos dibujantes.

Siguió así hablando y por supuesto les dijo de las líneas rectas y de las innumerables

curvas, cerradas o abiertas, segmentales o ilimitadas, con inflexiones o con constancia de

la concavidad, fluidamente continuas o con la irrupción de puntos cuspidales que duplican

las tangencias.

Derivó más tarde a la explicación de las líneas de horizonte que solo pueden observarse

frente al mar, los ríos anchurosos o las planicies inmensas; las líneas férreas con sus

diferenciados destinos y también las líneas de la mano en las que el destino está

prefigurado según lectores proclives a las creencias absolutas y al error frecuente.

En ese momento, aprovechando una larga pausa que premeditadamente había realizado

don Diego, Pedro le susurró:

— ¿Usted recomendaría la línea dura?

— El hecho mismo de que apenas te animes a susurrar la pregunta te condena si

intentaras aplicarla.

— ¿Considera entonces adecuada una línea blanda? –insistió Pedro con voz más audible.

— Esa línea te condenaría a la sumisión.

— ¿Pero entonces solo hay condenas, no existe acaso la salvación?

— Ciertamente existe –dijo don Diego– pero es necesario que se elimine esa pregunta.

Cuando don Diego iniciaba la descripción de las líneas filosóficas, Juana y Pedro

comprendieron que la simple compra que imaginaron se desbarrancaba por tiempos y

lugares inesperados y exigentes. Salieron del paso llevándose de apuro una espiral, una

hipérbola con sus asíntotas incluidas, una línea política en desuso y papel rayado –

lineado– para escribir algunas líneas.

Pocos días después volvieron, ahora anhelantes de información y consejo. Don Diego los

recibió amablemente y les confió que los esperaba.

— En verdad solo es importante agregar algunas pocas cosas más –les dijo sonriente–

tengan en cuenta que las líneas pueden originarse en algo menor a ellas mismas, en el

punto que en su recorrido o multiplicación las genera, así como otras líneas las construye

el sabio en la torre o el anacoreta en el desierto. Pero también las líneas pueden resultar

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de algo que las excede y ser entonces intersección de planos o superficies o bien

decantación encarnada de los saberes y los desvaríos de los pueblos.

Y por último, lo más importante: –recalcó don Diego– las únicas líneas que valen son las

que elijan o construyan ustedes.

Antes de irse Juana preguntó:

— Aquí al lado hay una tienda de Paradigmas, Doctrinas y Geodésicas ¿valdría la pena ir

a ver?

— Tienen lo mismo que acá pero envueltos para regalo, la decisión es vuestra –concluyó

don Diego mientras cerraba lentamente la puerta.