COMUNICAR EN CRISIS: UN RETO PARA EL LIDERAZGO...
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COMUNICAR EN CRISIS: UN RETO PARA EL LIDERAZGO
DEMOCRÁTICO
(GESTIÓN COMUNICATIVA DE DOS CRISIS DE INFRAESTRUCTURAS)
Santiago Delgado Fernández
Universidad de Granada
Resumen: La capacidad de gestionar adecuadamente la comunicación en
situaciones de crisis es un importante criterio para juzgar las habilidades de
liderazgo político. En el presente trabajo analizamos de forma comparada
dos procesos comunicativos. Por un lado, el que se desarrolló durante la
gestión de la crisis provocada como consecuencia las obras del Tren de Alta
Velocidad Madrid-Barcelona y los consiguientes cortes de la red de Cercanías
de Barcelona, en el verano y otoño de 2007; por otro, el empleado durante
la crisis ocasionada a resultas del caos reinante en el aeropuerto de Barajas
entre el 9 y el 13 de enero de 2009. El trabajo se detiene en las actuaciones
de los líderes políticos y gestores públicos responsables, así como en el
mayor o menor acierto en el despliegue de sus estrategias comunicativas. El
tratamiento comparado ofrece la posibilidad de comprobar si entre una y
otra situación hubo un cambio de estrategia comunicativa por parte de los
máximos responsables o, por el contrario, se siguieron las mismas pautas de
comportamiento; además, para nuestro caso, nos permitirá evaluar en qué
medida, la erosión previa de la credibilidad política influyó en la gestión
comunicativa de la segunda de las crisis.
Palabras clave: Liderazgo político. Comunicación. Crisis. Credibilidad
política.
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1. INTRODUCCIÓN
Los ciudadanos son exigentes con sus líderes en las modernas
democracias ante situaciones de crisis. Les piden que eviten las amenazas y
minimicen los daños. Pero, también esperan que sus líderes expliquen lo que
ocurrió, convenciéndoles de que las medidas que se adoptan son las
necesarias para evitar que dichas crisis se reproduzcan en el futuro. En
cierta medida, entienden que el verdadero liderazgo político se define en
función de la capacidad personal para encontrar significado a los
acontecimientos negativos y para aprender incluso en las circunstancias más
apuradas (Bennis&Thomas, 2004: 46). Por consiguiente, la capacidad de
gestionar adecuadamente la comunicación en situaciones de crisis resulta
ser un elemento central para enjuiciar las habilidades de liderazgo; en otras
palabras: la eficacia comunicativa es parte indisociable del ejercicio del
liderazgo en general, y del político en particular.
En el presente trabajo analizamos de forma comparada dos procesos
comunicativos. Por un lado, el que se desarrolló durante la gestión de la
crisis provocada como consecuencia las obras del Tren de Alta Velocidad
Madrid-Barcelona y los consiguientes cortes de la red de Cercanías de
Barcelona, en el verano y otoño de 2007; por otro, el empleado durante la
crisis ocasionada a resultas del caos reinante en el aeropuerto de Barajas
entre el 9 y el 13 de enero de 2009. Ambas crisis se produjeron como
consecuencia de hechos relativamente cercanos en el tiempo; no
transcurren más de dos años entre una y otra. Si bien es cierto que algunos
síntomas de lo que terminará desencadenando la primera crisis tuvieron
lugar durante el gobierno de José María Aznar y bajo la dirección ministerial
de Francisco Álvarez Cascos, el punto álgido de aquélla coincide con el
gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y la dirección de Fomento por
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Magdalena Álvarez. Por su parte, la segunda situación de crisis acontece
poco después de iniciarse la IX legislatura. En todo caso, las dos originaron
un fuerte desgaste y una evidente pérdida de credibilidad tanto de la titular
del ministerio de Fomento, como del Gobierno en su conjunto.
La elección de estas crisis se justifica por la idoneidad que para la
comparación supone que coincidan la materia y el área responsable de su
gestión: las infraestructuras y el Ministerio de Fomento, respectivamente.
Entre otras cuestiones, comprobaremos si entre una y otra situación hubo
un cambio de estrategia comunicativa por parte de los líderes responsables
e, igualmente, analizaremos en qué medida la erosión previa de la
credibilidad política de los principales líderes producida tras la primera crisis,
influyó en la gestión comunicativa de la segunda.
Los hechos se presentan como un relato convergente de la realidad, a
partir de la descripción e interpretación que hicieron de ellos, por una parte,
los líderes políticos y gestores públicos responsables y, por otra, algunos de
los principales medios de comunicación. Este proceder responde al carácter
co-protagonista que atribuimos a los medios en la gestión de la visibilidad
pública, en la elaboración de significado, y en la articulación de estrategias
de influencia tanto en el devenir político como en la formación de la opinión
pública. Consideramos que en la explicación de toda crisis hay que conjugar
siempre la versión de los responsables políticos y gestores públicos, con la
de los medios de comunicación. Los líderes adquieren protagonismo
elaborando una serie de eventos que tienen sentido con la finalidad de
recuperar el control de la situación, de proponer nuevas definiciones de la
realidad y de activar un proceso de auto legitimación de su proceder. Los
medios, por su parte, participan en la presentación de estos hechos y en la
interpretación de los mismos. (Casero, 2006: 185). Él éxito de la
comunicación de los primeros guarda estrecha relación con la disposición y
actitud de los segundos.
Para elaborar la comunicación se ha hecho un seguimiento de dos
tipos de fuentes: Por un lado, las intervenciones del Presidente del Gobierno,
de la titular del Ministerio y, ocasionalmente de otros altos cargos, en el
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Congreso de los Diputados. También se han repasado algunas de las
intervenciones más relevantes en el Senado; por otro lado, las noticias y los
artículos de opinión publicados sobre las dos crisis, en los diarios nacionales
El País y El Mundo. Para el caso de la primera de las crisis abordadas, se han
considerado también los artículos del diario La Vanguardia.
Más allá de esta introducción y de un apartado de bibliografía y
fuentes, la comunicación consta de otros cinco apartados. El primero
presenta el marco teórico. Los tres siguientes se ocupan de analizar los dos
casos críticos atendiendo al mencionado marco teórico. La comunicación se
cierra con un análisis conclusivo de las distintas estrategias de comunicación
seguidas por los líderes e una y otra crisis.
2. MARCO TEÓRICO Y METODOLÓGICO
Para analizar los dos procesos de comunicación en crisis, se han
seguido las propuestas teóricas-metodológicas que se proporcionan en La
política de la gestión de crisis. El liderazgo público bajo presión,
concretamente las relativas a la elaboración de significado de la crisis (Boin,
Hart, Ster, et. al., 2007). Tal y como afirman sus autores, esta elaboración
de significado constituye una de las cinco tareas que abarca el liderazgo de
crisis, y supone un proceso complejo encargado de configurar un
encuadramiento coherente de la situación de crisis, en un contexto de
informaciones, rumores, imágenes, etc. en ocasiones muy contradictorias
sobre lo que está ocurriendo. Las labores que conlleva la protagonizan los
líderes y gestores públicos en competencia con otros líderes y con la
participación activa de los medios de comunicación. Todos ellos y, de forma
particular, los medios, generan imágenes y encuadres de la situación para
ser consumidos por los ciudadanos. Estos últimos, también están presentes
como observadores atentos y, con mucha frecuencia, se enfrentan a las
informaciones del gobierno con desconfianza o recelo. En consecuencia, toda
crisis “se convierte en un conflicto simbólico sobre el significado social
acerca del dominio de un asunto” (Boin, Hart, Ster, et. al., 2007: 91).
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El esquema teórico-metodológico que vamos a emplear consta de tres
partes diferenciadas. La primera se centra en el proceso de construcción del
significado de la crisis por parte de los líderes políticos, en presencia de los
medios, y mediante la respuesta a una serie de preguntas clave. La segunda
se detiene en algunos de los factores que deben considerarse para que la
versión de la crisis que ofrecen los líderes tenga más éxito que otras
posibles versiones alternativas. Los factores que se considerarán son: la
efectividad comunicativa de los líderes y la credibilidad de éstos. En último
término, y a modo de conclusión, se consideran algunas de las posibles
estrategias que se emplean en el otorgamiento de dicho significado.
Abundemos algo más en el contenido de este esquema.
Cuando los líderes políticos y otros responsables públicos se disponen
a elaborar la narración autorizada sobre lo que está pasando en una crisis,
deben plantearse, para darles respuesta, algunas de las siguientes
preguntas: ¿qué ocurrió? ¿cuáles fueron sus causas y sus consecuencias?
¿qué soluciones se propusieron para resolverlas? ¿quiénes estaban
dispuestos a contribuir a dar estas respuestas? ¿quién o quienes eran los
posibles culpables de lo ocurrido? y, por último, ¿a quién se puede culpar?
Responder de forma adecuada supondrá proporcionar una definición de la
situación, o lo que es lo mismo, aportar un significado persuasivo. En una
importante medida, del acierto en la tarea delimitadora del significado
dependerá el éxito en la gestión de la crisis.
Pues bien, suministrada una interpretación de la crisis en concurrencia
con otras posibles, la mayor o menor efectividad de esta versión de los
líderes y gestores públicos estará en relación, entre otros, con la presencia
de tres elementos asociados a la elaboración del significado: el grado de
preparación, la coordinación de la información, y la profesionalización. El
primer elemento alerta sobre la importancia de que el líder mantenga, en las
primeras etapas críticas de una crisis, la velocidad de reacción y la
coherencia en sus respuestas. En ocasiones, los líderes emplean a
funcionarios técnicos de segundo nivel político para que aparezcan junto a
ellos, como expertos. Esta opción, que puede parecer inteligente para
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otorgar seriedad a la explicación de la crisis, con frecuencia provoca
interpretaciones equivocadas que se derivan del lenguaje tecnocrático e
inapropiado para este tipo de situaciones. Por otra parte, la efectividad tiene
también mucho que ver con el grado de coordinación de la información
emitida. Es habitual que en la gestión de las crisis, sea cual sea su
naturaleza, estén implicados varios centros decisorios. Pese a que todos
ellos suelen depender de un mismo liderazgo público, lo cierto es que
frecuentemente surge la tentación de culpabilizarse los unos a los otros y
proponer mensajes contradictorios. Con esta práctica, se pone en riesgo la
necesaria construcción unificada del significado de la crisis y su pretensión
de eficacia. Por último, la efectividad debe considerar el grado de
profesionalización de quienes se encargan de las relaciones públicas y
participan en el diseño de la estrategia comunicativa, sean directamente los
líderes, o sean portavoces profesionales en la materia.
Junto a estos tres elementos, la credibilidad de los líderes que tienen
la misión de elaborar el significado de la crisis resulta ser el factor más
decisivo en el logro de una mayor eficacia. “Cuando los líderes son de
confianza, sus acciones y palabras se perciben más fácilmente como
sinceros, competentes, y signos de buena fe. Donde la confianza se ha
quebrado, todos los actores involucrados escudriñarán las palabras y los
hechos de líder; será menos probable que crean los anuncios oficiales, ni
tampoco actuar de acuerdo con ellos” (Boin, Hart, Ster, et. al., 2007: 102).
Para analizar la credibilidad de los líderes debe repararse en tres tipos de
fuentes: la historia y la reputación de las organizaciones y, sobre todo la de
sus líderes; las respuestas iniciales que los líderes hayan dado a las crisis y,
en último lugar, la secuencia de los mensajes emitidos. La historia y la
reputación influyen decididamente en los ciudadanos, pero también en los
medios de comunicación que recogen de una u otra manera lo dicho por los
responsables políticos. Sin duda, la existencia de episodios críticos anteriores
y las fórmulas empleadas en la resolución de los mismos por los
responsables políticos, suponen un antecedente observado con interés por
quienes deben interpretar la actualidad y están encargados de aceptar o
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rechazar las explicaciones dadas en la nueva crisis. En cuanto a las
respuestas iniciales estas son las encargadas de fijar el tono de la postura de
los líderes en la elaboración del significado de la crisis. En ocasiones optan
por rebajar, minimizar o enmascarar el calibre de la crisis; en otras, los
líderes prefieren exagerar los perfiles de la misma y las primeras respuestas
que se le han dado. Por último, la importancia de la secuencia de los
mensajes alude a la anticipación o la reacción, como alternativas a la
exposición de los hechos críticos. La diferencia entre uno y otro
comportamiento dará al líder la imagen de franco o de manipulador,
respectivamente.
Fuente: elaboración propia a partir de (Boin, Hart, Ster, et. al, 2007).
De manera complementaria, la credibilidad que ha de tener el líder
para una adecuada narración del significado capaz de convertirse en versión
aceptada, requiere evitar la denominada trampa de la credibilidad. Ésta se
origina por varios motivos: la adhesión a interpretaciones simples de lo
acontecido o partidistas; la negación de lo evidente, incluso cuando ya se ha
publicitado; las declaraciones imprudentes o excesivamente benevolentes
con los resultados obtenidos tras las primeras decisiones políticas, y el hecho -7-
de poner demasiado énfasis en escenarios optimistas sobre la resolución de
la crisis y su papel protagonista en el acierto de las respuestas que se han
ofrecido.
Por último, para incrementar el éxito y, consiguientemente, la eficacia
del significado que se le otorgue a la crisis, los líderes deben considerar,
para asumir como propia, alguna estrategia específica para proporcionar
significado. Estas son, entre otras: un apropiado encuadramiento, el empleo
de rituales y, por último, el enmascaramiento. Encuadrar correctamente
supone explotar selectivamente los datos, los argumentos y las analogías
históricas, así como buscar aliados en la narración de la crisis. No hay que
olvidar la importancia que tiene el empleo de un vocabulario adecuado; el
lenguaje judicial y el científico suelen ser eficaces en la despolitización de los
acontecimientos críticos. Los comportamientos simbólicos son
comportamientos normalizados socialmente que influyen en la comprensión
de la crisis. Piénsese, por ejemplo, en la importancia que tienen actuaciones
tales como la visita a los lugares donde se visualiza la crisis o, el
desencadenamiento de investigaciones oficiales. El enmascaramiento, por
último, refiere una forma particular de gestionar las impresiones de la
opinión pública. Ésta consiste, entre otras cosas, en contar la historia a
medias, en disminuir la gravedad de las amenazas y de los daños, en
oscurecer los aspectos delicados de sus propias operaciones de respuesta de
crisis, etc. (Boin, Hart, Ster, et. al. 2007: 112).
3. EL SIGNIFICADO DE LAS CRISIS OBJETO DE ANÁLISIS
La versión de los hechos propuesta por los líderes sobre lo acontecido
en la primera de las crisis fue recogida tal cual por los medios de
comunicación. Para ambos, sin discusión, ésta se gestó en los primeros
meses de 2007, al producirse en el servicio de Cercanía de Barcelona una
serie de incidencias negativas. A comienzos del verano hubo retrasos y
cortes en la red. En otoño, la situación se agravó por varios motivos: un
corrimiento de tierras en Bellvitge que supuso el corte en cinco líneas de
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Cercanías; el desplazamiento de un muro pantalla en el túnel de los
Ferrocarriles de la Generalitat de Cataluña en el Jornal, que trajo como
consecuencia la interrupción de dos líneas de cercanías entre Bellvitge y
Sants, así como el servicio de Ferrocarriles entre la plaza España y L
´Hospitalet. Los problemas continuarían, incluso se agravarían al producirse
un nuevo hundimiento en una estación a diez metros del andén de la
estación de Bellvitge que obligaron a ADIF a paralizar las obras de
construcción del AVE en el tramo L´Hospitalet-Torrassa.
La explicación gubernamental sobre la crisis corrió a cargo tanto del
Presidente como la Ministra de Fomento. Cuando aún no se habían producido
los incidentes más graves que desencadenarían el momento álgido de la
crisis, el Presidente achacaba el mal funcionamiento del las cercanías
ferroviarias en Barcelona a dos causas: la insuficiente inversión histórica en
cercanías, y las obras de alta velocidad en la proximidad de dicha ciudad,
obras que transcurrían paralelas a las Cercanías. El 21 de marzo, la Ministra
de Fomento profundizaba algo más en las causas expuestas por Rodríguez
Zapatero. En este caso, su discurso distinguió las causas directas y los
motivos de fondo. Las primeras eran los problemas relacionados con las
infraestructuras, concretamente los fallos en las instalaciones de control y
señalización de tráfico, en la electrificación y también las provocadas por la
importante afección directa o indirecta que sobre las infraestructuras tienen
las obras de alta velocidad en Barcelona. Los motivos de fondo, por su parte,
y siguiendo la misma línea argumentativa del Jefe del Ejecutivo, eran el
insuficiente nivel de mantenimiento, conservación y reposición de la red de
Cercanías, tanto de su infraestructura como del material móvil; la
coincidencia del nuevo corredor de entrada de la alta velocidad con el
corredor de Cercanías de Barcelona y la falta de actuaciones y la imprevisión
para atender tanto el incremento de la demanda como para simultanear las
obras del AVE con las de las Cercanías. Cuando, a comienzos del verano las
incidencias en las Cercanías se multiplicaron en coincidencia con otras
deficiencias detectadas en varias infraestructuras en Cataluña, la Ministra
compareció para dar respuesta ante el Senado y, poco después, ante la
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Comisión de Fomento y Vivienda del Congreso de los Diputados,
concretamente el 14 de agosto de 2007. Explicó de forma detallada todas y
cada una de las causas que habían dando lugar a los graves retrasos y
suspensiones de servicios de los trenes de Cercanías. Entonces, distinguió
entre fallos técnicos, fallos de planificación, incidencias sobrevenidas y
boicot. En el epicentro de la crisis – otoño de 2007 – (se llega incluso a
suspender la línea de Cercanías y de los Ferrocarriles de la Generalitat de
Cataluña desde el 20 de ese mes), es el Presidente del Gobierno, al margen
de las puntuales intervenciones de la Ministra, quien delimita las principales
causas. Lo hace primero en respuesta a una pregunta formulada el 17 de
octubre por el diputado Herrera Torres y, unos días después, el 31 de ese
mismo mes, en una comparecencia a solicitud de varios grupos
parlamentarios. Manteniendo la línea argumentativa seguida hasta ese
momento, aunque alterando el orden de su exposición, el Presidente aludía a
dos razones para explicar lo ocurrido. En primer lugar, lo achacaba al gran
esfuerzo que se había hecho con la intención de agilizar la llegada del AVE a
Barcelona, y a la elección para ello de un proyecto de ejecución de obras de
gran complejidad técnica, pero más adecuado para el futuro de la ciudad y el
interés de los ciudadanos. En segundo lugar, a su juicio, lo ocurrido tenía
también que ver con la falta de inversiones en el mantenimiento de la red de
cercanías desde hacía demasiados años. Para fortalecer la primera línea de
su explicación, Rodríguez Zapatero enumeró todas y cada una de las
dificultades y de las ventajas esperadas de la opción elegida. Según él, el
AVE llegaba a Barcelona por un estrecho corredor, compartido con varias
líneas de Cercanías y otra de los Ferrocarriles de la Generalitat. Lo hacía
entre autopistas y junto a algunos de los barrios y ciudades más poblados de
España. Lo hacía, igualmente, atravesando tres veces el río Llobregat, con
cinco viaductos; con un túnel en mina, bajo el túnel previamente existente
de los Ferrocarriles de la Generalitat. Lo hacía de forma soterrada, para
evitar las fracturas urbanas del ferrocarril. Recordaba el Presidente, además,
que era la primera vez que un ferrocarril de alta velocidad entraba soterrado
en una gran capital. El AVE llegaría a Barcelona-Sants, una estación que
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concentraría todo el tráfico ferroviario de Barcelona, y que se estaba
remodelando por completo para integrar la alta velocidad en el tráfico. Por
último, señalaba Rodríguez Zapatero que, pese a los riesgos, se había
decidido que el AVE llegara a Barcelona manteniendo el servicio de
Cercanías en funcionamiento, un servicio vital para la ciudad y su entorno y
más vital aún para los ciudadanos que se desplazan habitualmente entre
Barcelona y los municipios que se agolpan en la primera y segunda coronas
de su área metropolitana. El trazado del tren era, efectivamente, más
complejo, más difícil que otras alternativas posibles, pero sus ventajas y
beneficios para el futuro se presentaban para el Presidente como criterios de
peso a la hora de haber tomado la decisión de mantener el trazado. La
opción permitiría integrar el AVE en el entramado de movilidad de
Barcelona, mejorar la accesibilidad de la ciudad, dinamizar social y
económicamente el entorno. Pero también serviría para multiplicar las
posibilidades de su uso como alternativa a otros medios de transporte
colectivo. En cuanto a la segunda línea de explicación, Rodríguez Zapatero
desgranó las inversiones que se habían hecho en sus años de mandato, pero
las calificó de insuficientes debido a la falta de inversiones anteriores. En su
comparecencia, el Presidente aclaró que lo ocurrido no era consecuencia de
la elección de la alternativa mencionada, sino más bien, consecuencia de un
error imprevisible de naturaleza técnica, achacable a la dirección de la
empresa adjudicataria. Mencionó, para referirse a la incidencia más grave, la
que había obligado a cerrar el servicio de Cercanías, la utilización de un
producto utilizado para sellar el soporte del túnel frente a filtraciones
externas, producto que no se ha comportado como estaba previsto y que,
tras unos días de aparente consolidación, empezó a permitir filtraciones que
fueron las causantes del movimiento de tierras en el túnel de Ferrocarriles
de la Generalitat y del hundimiento en un andén de la estación de Bellvitge.
Los medios de comunicación reaccionaron de forma dispar frente a la
anterior exposición de las causas de la crisis. Si bien en un principio se
limitaron a recoger las incidencias que se producían y a presentar los
argumentos del Gobierno, de forma progresiva fueron introduciendo
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valoraciones en función de su línea editorial. Un medio afín como El País se
adscribió a las tesis gubernamentales, y reforzó la presentación de las
causas descritas por el Jefe del Ejecutivo y por la Ministra de Fomento,
introduciendo, no obstante, algunos elementos de críticas a la gestión. Por el
contrario, un medio opositor como El Mundo, puso en duda en todo
momento las versiones ofrecidas desde fuentes gubernamentales,
achacando lo ocurrido a la mala gestión, la improvisación, las prisas a la
hora de cumplir los plazos de inauguración, etc.
Sobre las principales repercusiones de la crisis no hubo diferencias
entre la descripción del Gobierno y la proporcionada por los medios. Según
el relato de ambos, además del perjuicio derivado del retraso en la
finalización de las obras del AVE a Barcelona, los principales sufrientes eran
los ciudadanos de Cataluña, que se vieron afectado en su cotidianidad. En
este sentido, el Presidente calificó los efectos como serios para los
ciudadanos (17 de octubre de 2007). Dijo tener plena conciencia de que las
obras estaban provocando alteraciones muy relevantes en los accesos y para
los vecinos afectados. En concreto, se refirió a la suspensión de la línea de
Cercanías que provocaba una situación difícil para sus usuarios, pues
afectaba al desarrollo normal de su vida y de su trabajo (31 de octubre de
2007).
El Gobierno asumió desde un principio su protagonismo en la
resolución de los problemas provocados por la crisis. En su comparecencia
voluntaria del 31 de octubre de 2007, el Presidente se auto-exigió el
planteamiento transparente de las dificultades y la discusión de las
alternativas como mejor forma de alcanzar las respuestas más eficaces.
Reconocida la obligación de resolver los efectos provocados por la crisis, el
propio Presidente resumía un plan de acción de Gobierno consistente en el
desarrollo de diversas actuaciones. En primer lugar, garantizar la seguridad
de las líneas en servicio y de las obras en ejecución. En segundo término,
una vez garantizada la seguridad, la apertura de las líneas de Cercanías
cerradas al tráfico. Por último, la conclusión de las obras del AVE y la
entrada en servicio del mismo. Los medios críticos con el Gobierno
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recogieron estas propuestas de reacción del Gobierno, pero pusieron
públicamente en duda la motivación última del orden de preferencias
establecidas por el Ejecutivo para la resolución de la crisis.
La responsabilidad, que no culpabilidad, la asumió desde el principio el
Gobierno, pero de forma muy matizada. “Quiero ante todo hacer mía la
responsabilidad por la decisión […]” Tanto la Ministra como el propio
Presidente hicieron continuas referencias a la competencia del Gobierno y,
consiguientemente, a la responsabilidad que éste tenía en el buen
funcionamiento de las infraestructuras. No obstante, esta asunción de
responsabilidad siempre estuvo acompañada de referencias a la situación
heredada. Al mismo tiempo, en coincidencia con la asunción de
responsabilidad, el Gobierno introdujo tres tipos de “disculpas”: dudas sobre
la gestión por parte de las compañías constructoras, existencia de
imprevistos y de ocasionales boicot. Los medios recogieron críticamente los
discursos sobre los responsables últimos de la crisis. El País, tal y como
había hecho en los otros aspectos comentados, recogió con cierta fidelidad el
escenario de culpabilidades y responsables de la crisis. El Mundo, por su
parte, aludió al intento del Ejecutivo de eludir su responsabilidad,
atribuyéndole a otros actores las causas de lo acontecido: la deficiente
herencia del ejecutivo anterior, las erróneas decisiones técnicas de una de
las empresas adjudicatarias de la obra, etc.
La segunda crisis tuvo un recorrido mucho más corto. Desde que se
produce el hecho que la desencadena hasta que se normaliza la situación,
transcurrieron unos seis días. El cierre de Barajas y la crisis de
comunicaciones aéreas que trajo como consecuencia formó parte de una
situación de crisis de mayor alcance, que afectó a la operatividad y el
funcionamiento de otras infraestructuras en el ámbito de competencias del
Ministerio de Fomento en la Comunidad de Madrid. En cualquier caso, hubo
coincidencia entre Gobierno y medios en delimitar lo ocurrido: el aeropuerto
de Barajas cerró como consecuencia de los efectos de las fuertes nevadas
que se produjeron sobre Madrid el día 9 de enero, y en los días posteriores
se acumularos numerosas cancelaciones y retrasos en los vuelos. La Ministra
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de Fomento se encargó de presentar en perfecto orden cronológico los
acontecimientos. La discordia, no obstante, se produciría a la hora de
determinar las principales causas que provocaron el cierre. El discurso
gubernamental en relación a las causas fue contradictorio. Los primeros
argumentos defendieron que el caos era achacable a la climatología
(copiosas nevadas) y a la inexactitud de las previsiones meteorológicas. La
gran cantidad de nieve y de hielo en las pistas, unido a una falta de
visibilidad, habían aconsejado el cierre. Esta versión, que no incluía ningún
tipo de responsabilidad por parte de los decidores públicos, fue completada
en un informe de la Vicepresidencia del Gobierno de dieciséis de enero. En
él, se afirmaba que: “[…] en gran medida, [había sido] la excesiva rigidez
del automatismo entre el nivel naranja y la activación de protocolos lo que
[había impedido] que se adoptaran las medidas preventivas con suficiente
antelación”. Sobre el particular, las editoriales de los medios menos afines al
Gobierno defendían que el caos, al margen de climatología, se explicaba
como consecuencia de una mala gestión relativa tanto a las previsiones, los
medios disponibles y las acciones propuestas para volver a la normalidad en
el funcionamiento del aeropuerto de Barajas. “La nieve caída ayer pilló
desprevenidos a los responsables del Ministerio de Fomento, que no
pudieron evitar la situación de caos” (El Mundo, 10 de enero de 2009).
Todas las fuentes coincidieron en señalar, de forma más o menos
aproximada, las consecuencias: cierre durante cinco horas de todas las
pistas, y más de 45.000 personas afectadas por retrasos y cancelaciones de
casi 600 vuelos. Los datos en sí fueron proporcionados por el propio
Gobierno, y no cuestionados por los medios de comunicación.
En cuanto a la toma de decisiones, pueden señalarse dos tipos: las
medidas de choque adoptadas conforme tenían lugar los acontecimientos y,
las medidas de futuro, adoptadas o proyectadas para su implementación en
el tiempo. En cuanto a las primeras, la Ministra informó que todas ellas se
adoptaron de forma automática, de acuerdo a un protocolo para responder a
tales situaciones meteorológicas adversas de carácter excepcional. En
palabras de Álvarez, las decisiones se comenzaron a tomar nada más
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conocer que se podían producir fenómenos meteorológicos que podrán
afectar al normal funcionamiento de las infraestructuras. Por su parte, el
Presidente – en varias entrevistas - y la Vicepresidenta del Gobierno –en
comparecencias públicas y mediante un informe para el Gobierno -
transmitieron a los medios una versión coincidente con la de la Ministra, con
una salvedad: aquéllos reconocieron que el automatismo del protocolo no
sirvió para dar una respuesta adecuada a la situación, y que era preciso
llevar a cabo una revisión en profundidad de los niveles de alarma y las
respuestas deseables en cada uno de ellos. En este sentido, se deduce una
distinta percepción de las culpabilidades. La Ministra, adscrita al criterio del
automatismo de la respuesta, asumía errores, pero los achacaba a un
contenido inadecuado de las respuestas previstas en los protocolos. La
respuesta oficial del Gobierno, a través de la Vicepresidenta y Portavoz,
reconocía públicamente, que las actuaciones previstas en el protocolo eran
inadecuadas y que, por tanto, el Gobierno era responsable en la medida que
no había sido capaz de actuar eficientemente. Este reconocimiento expreso,
obligó a que el Gobierno, a través de la titular de Fomento, propusiera una
serie de respuestas orientadas: modificación de protocoles de actuación;
aumento de los medios técnicos; reformas legales y reformas de los
derechos de los usuarios.
La primera comparecencia pública de la máxima responsable de
Fomento se produjo en reda de prensa el mismo día de los acontecimientos.
Lo hizo para dar respuesta al conjunto de lo acontecido el día 9 de enero a
consecuencia de las fuertes nevadas. Pretendió dar explicaciones sobre
anticipándose a la proplo sucedido. Sra. Álvarez comparecería el día 27 de
enero para dar una explicación global sobre lo acontecido el día 9 y
siguientes. En esta comparecencia en la Comisión de Fomento del día 27 de
enero, cuando los medios de comunicación ya habían proporcionado una
imagen de los hechos que incluían las causas, las consecuencias, y cuando
éstos ya habían delimitado en gran medida las responsabilidades políticas
por lo ocurrido, la Ministra se vio forzada a plantear una explicación en
respuesta a cada una de las acusaciones de los medios. En este sentido, el
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éxito de la versión sobre las responsabilidades que ofreció el Gobierno por
boca de Magdalena Álvarez llegaba tarde para producir efectos beneficiosos
para la credibilidad gubernamental.
3. EFECTIVIDAD COMUNICATIVA DE LOS LÍDERES
La mayor parte de la información facilitada sobre la primera de las
crisis por parte del Presidente del Gobierno y, sobre todo, por parte de la
Ministra de Fomento, estuvo plagada de referencias muy técnicas. Se
pretendía con ello la exhaustividad y, consiguientemente, la obtención de
mayores cuotas de credibilidad de la mencionada información. En varias
ocasiones, la Ministra se refirió a que los datos que aportaba tenían un
origen técnico, que determinados informes habían sido elaborados por
expertos. Quizás hubo un exceso de este tipo de datos con demasiada carga
técnica. No obstante, en los momentos más comprometidos, el Presidente
asumió el liderazgo, fortaleciendo el flanco político de las explicaciones
dadas por la Ministra.
La coordinación de las crisis correspondió a la Ministra de Fomento.
Ésta quiso, cuando la situación se agravó, transmitir cercanía en la gestión
de los problemas. Para ello, puso en funcionamiento el Centro Coordinador
de la Operación Ferroviaria de Barcelona y trasladó al Secretario de Estado
de Infraestructuras y Planificación, Víctor Morlán, para que se pusiera al
frente de dicho organismo. La decisión tuvo un efecto contradictorio y fue
recibida desigualmente. Para muchos, suponía un reconocimiento de los
errores de gestión; para otros, un gesto de interés. La crisis se produjo en
un contexto donde los tres niveles de responsabilidad implicados recaían en
gobiernos socialistas o de coalición de izquierdas: Gobierno de España,
Gobierno de la Generalitat y Ayuntamiento de Barcelona. Esta triple
coincidencia, lejos de facilitar la gestión de la crisis, obligó al PSOE y al PSC
ha mantener unas relaciones tensas.
En la crisis de Barajas, la primera comparecencia de la Ministra de
Fomento tuvo lugar flanqueada por los secretarios de Estado de
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Infraestructuras, Josefina Cruz, y de Transportes, Fernando Palao. En la
rueda de prensa, pese a que se proporcionó una gran cantidad de
información relativa a los medios humanos y técnicos disponibles y
empleados para hacer frente a las consecuencias de la adversa climatología,
no se logró disipar las dudas de los ciudadanos sobre la gestión de los
acontecimientos y sus verdaderas causas.
Varios fueron los ministerios afectados por la crisis: Fomento, Interior,
Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, y Defensa. El principal conflicto se
produjo entre Fomento y Medio Ambiente, concretamente entre los
responsables del primero, con Álvarez a su cabeza, y un organismo
dependiente de Medio Ambiente, concretamente la AEMET, encargado de las
previsiones meteorológicas. Fomento, en su intento de explicar las causas
del caos en todas las infraestructuras de su responsabilidad y,
concretamente, en el aeropuerto de Barajas, centró su explicación en lo
erróneo de las previsiones. La AEMET contradijo la versión del Ministerio,
saliendo al paso de sus críticas veladas y defendiendo su actuación. Este
organismo proporcionó una versión de los tiempos distinta a la facilitada por
Fomento. El máximo portavoz de la AEMET, Ángel Rivera, insistió en
defender que las previsiones de la agencia habían sido acertadas, aunque
reconoció que prever las cantidades de nieve exactas que pueden caer era
harto difícil. Desvirtuó, aún más las explicaciones oficiales de Fomento, al
afirmar de forma abierta que la magnitud de la nevada del día 9 no era nada
excepcional. En sus palabras: había sido una “nevada muy normal”. Esta
discordia entre organismos gubernamentales fue recogida por la prensa de
oposición, para fortalecer un encuadre de la situación de crisis negativa para
el Gobierno. El diario El Mundo, por ejemplo, afirmaba en su editorial del 10
de enero que no podía decirse que las condiciones atmosféricas hubiesen
sido catastróficas ni que la tormenta llegara en una época del año fuera de
común. Para justificar su afirmación, se ponía de ejemplo lo acontecido en
diciembre de 2001, cuando cayeron nevadas de forma continuada en el
centro del país y no se vivieron los problemas del día 9 de enero (El Mundo,
10 de enero de 2009).
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4. CREDIBILIDAD DEL LIDERAZGO
La primera de las crisis tiene lugar al final de la VIII legislatura. Todo
el periodo había estado marcado por un tono claramente hostil entre el
Gobierno y la oposición del Partido Popular. Por entonces, el Presidente del
Gobierno conservaba intacta su credibilidad, tan sólo trastocada por la fallida
intentona de una solución negociada del problema terrorista de ETA.
Zapatero gozaba de una alta valoración entre la opinión pública. Por su
parte, la Ministra de Fomento, antigua Consejera de Economía y Hacienda de
la Junta de Andalucía, tenía fama de política aguerrida y batalladora. En
cualquier caso, dado que las elecciones generales se celebrarían en marzo
de 2008, la gestión pública de la crisis la asumió en primera persona el
Presidente del Gobierno. Era una situación comprometida, pero también una
oportunidad para mostrar capacidad de evaluación de los problemas y de
adopción de medidas como respuestas válidas y eficaces contra los efectos
de la crisis. El Presidente solicitó en varias ocasiones el mantenimiento de la
confianza en sus gestiones para la resolución de la crisis. Lo hizo
escudándose en la reacción que había tenido en otras circunstancias
comprometidas.
Quizás, uno de los elementos más negativamente afectaron a la
credibilidad de los líderes gubernamentales encargados de la gestión de la
crisis fue poner fecha al final de los problemas. El primer gran error fue
determinar una fecha para la finalización y puesta en funcionamiento de la
línea de Ave Madrid-Barcelona; el segundo, aventurarse a prever un
escenario futuro en relación al buen funcionamiento de las infraestructuras.
Por último, también pecaron los responsables de une excesivo voluntarismo
en cuanto a la resolución de los problemas.
En la crisis de Barajas, por su parte, la responsabilidad de la gestión la
asumió, casi en exclusiva, Magdalena Álvarez, decisión que dificultó la
aceptación de la propuesta de significado que aportó el Gobierno. Los cuatro
años de la legislatura anterior habían hecho mella en su credibilidad. Varias
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crisis de envergadura dejaron en la ciudadanía una impresión negativa de la
ministra. Recordemos, entre otras: la huelga salvaje del transporte por
carretera que logró paralizar parte de España, los violentos incidentes del
aeropuerto del El Prat; la crisis de Air Madrid, problemas derivados de la
llegada del AVE a Barcelona, etc. En todos estos casos, la opinión pública,
ayudada por los medios, se había hecho una imagen muy negativa de la
capacidad de gestión de la Ministra, convirtiéndola durante meses en objeto
de sus ataques más mordaces. Decía El Mundo que no se trataba de un
desliz o un desacierto aislado sino de una trayectoria de casi cinco años de
continuos y graves errores. A juicio del diario, todos los acontecimientos
anteriormente relatados habían servido para poner de manifiesto la
incompetencia de la ministra. “No es que se la mire siempre a ella, es que
ella siempre lo hace mal” (El Mundo, Editorial del 11 de enero de 2009).
Como consecuencia, en los barómetros de opinión publicados por el CIS, la
Sra. Álvarez estaba entre los miembros del ejecutivo socialista menos
valorados. Durante la VIII legislatura la Ministra de Fomento había sido
reprobada en el Senado, y había salvado por unos escasos votos su
reprobación en el Congreso de los Diputados.
A la credibilidad necesaria para gestionar con éxito la crisis tampoco
ayudó el tono adoptado por la ministra en sus comunicaciones. Lejos de
reconocer abiertamente los errores cometidos por su Departamento –
imprevisión, falta de flexibilidad, etc.- decidió emplear una estrategia de
defensa a ultranza de su gestión en los momentos de la crisis y se esforzó,
con el paso de los días, en buscar referentes externos que compartiesen la
responsabilidad de lo ocurrido. Así, tres días después del punto caliente de
los acontecimientos, Álvarez encontró en Iberia (enfrascada en un conflicto
con sus pilotos), una manera de desviar la atención de la opinión pública
para aliviar a su ministerio de responsabilidad. La Dirección General de
Aviación Civil, dependiente de Fomento, abrió un expediente informativo a
Iberia por el comportamiento con los pasajeros embarcados en los aviones
en la tarde del sábado.
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5. A MODO DE CONCLUSIÓN: DOS ESTRATEGIAS EN EL
OTORGAMIENTO DE SIGNIFICADO
El liderazgo cobra sentido en las situaciones de crisis cuando ofrece
respuestas imaginativas e, incluso, improvisadas, más allá del seguimiento
de procedimientos de actuación reglados. Pues bien, en la crisis de las
cercanías se pudo ver con nitidez este papel del liderazgo. La ministra de
Fomento, pero sobre todo el Presidente del Gobierno, desde los inicios de la
crisis, lograron trasladar la imagen de que todos los problemas tenían un
doble origen: las deficiencias inversoras de los anteriores gobiernos, y los
problemas sobrevenidos surgidos como consecuencia de las incuestionables
obras del AVE. Presidente y ministra, aún en posesión de una alta cota de
credibilidad, reconocieron las raíces del problema, determinaron sus causas
y fijaron con celeridad soluciones a los problemas que se iban planteando.
De igual forma, presentaron un calendario de actuaciones, más allá de su
efectividad real, que propició la sensación de que se estaban tomando
medidas para volver a la normalidad, y que se hacía de la manera más
planificada posible.
La Ministra y, una vez más el Presidente, emplearon técnicas o rituales
de crisis que sirvieron para transmitir sensaciones de cercanía, de
proximidad y de compromiso con los principales sufridores: los ciudadanos.
El ya comentado traslado de Víctor Morlán a Barcelona, fue la primera
medida en esta dirección. Especial interés tuvo, igualmente, la visita que el
Presidente realizó al corazón de las Cercanías de Barcelona, con objeto de
hacer un seguimiento in situ de los problemas acaecidos. La visita no se
comunicó con antelación. Fue por sorpresa. Los medios fueron convocados
sobre la marcha. Se acertó en la elección del día – fin de semana – para
evitar que el Presidente se encontrara con el mismo nivel de colapso de un
día laborable. Se organizó rápidamente el encuentro con dirigentes
vecinales, con asociaciones de los barrios afectados, etc. Nadie estuvo en
disposición de organizar ningún tipo de protesta que comprometiera aquella
visita relámpago. Especialmente significativa fue la ausencia de Ministra de
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Fomento en este acto del Presidente Rodríguez Zapatero. Las críticas venían
centrándose desde hacía ya algún tiempo sobre la titular del Ministerio, y
Zapatero decidió prescindir de ella en acto simbólico con pretensiones
conciliadoras. Sin duda, esta decisión del Presidente devaluó ante la opinión
pública la imagen de la ministra, pero debe interpretarse como un gesto
adecuado de reforzamiento del liderazgo del propio Jefe del Ejecutivo, con la
perspectiva de la inminencia del proceso electoral. En esta situación, José
Luis Rodríguez Zapatero optó por asumir personalmente la construcción del
significado de la crisis y la asunción de las responsabilidades.
En esta primera crisis se optó por la completa transparencia, huyendo
de enmascarar lo que ocurría. Se entendió por parte del Gobierno que había
argumentos para defender la gestión realizada y para justificar los
problemas que habían ido surgiendo. Los dos máximos responsables
confiaron desde el inicio en que se sostendría un nivel aceptable de
confianza y comprensión por parte de los ciudadanos. La crisis era difícil de
gestionar pero, como también una oportunidad para mostrar transparencia y
toma adecuada de decisiones. Pese a que durante los meses anteriores
algunos medios de comunicación habían alertado sobre las posibles
consecuencias de la crisis en los resultados electorales que habrían de
celebrarse en marzo de 2008, lo cierto es que, a juzgar por los resultados
que se produjeron, la crisis provocada por las Cercanías de Barcelona no
tuvieron demasiada influencia.
La crisis de Barajas, por el contrario, fue gestionada de forma menos
adecuada en lo concerniente a la elaboración de su significado. Como
recordábamos al inicio de este epígrafe, al enfrentarse a una situación de
crisis al líder no le basta con esgrimir el cumplimiento de los planes de
contingencia para que su explicación sea aceptada. Pues bien, en el caso de
Barajas, fue precisamente esto lo que se hizo. Se pretendió eludir cierta
responsabilidad, amparándose en el hecho de haber ajustado la actuación
ante la situación sobrevenida a un el riguroso seguimiento de lo previsto
formalmente para casos de eventualidad meteorológica como el que se dio
el día 9 de enero. El contenido central de las explicaciones de la ministra de
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Fomento, se centró en defender la corrección de las decisiones adoptadas,
sin tener en cuenta la efectividad de las mismas. Pretendió, en todo
momento, que el juicio de los ciudadanos se hiciese en función del ajustado
proceder y no de la contribución de los poderes públicos a la resolución de
los problemas sobrevenidos. Pero esto ya no era posible. Su credibilidad
estaba por entonces muy deteriorada como consecuencia de la suma de
distintos problemas sobrevenidos y no resueltos con diligencia.
A diferencia de la gestión comunicativa de la primera de las crisis, en
esta segunda se prescindió en su totalidad de gestos simbólicos, útiles
imprescindibles para los líderes en su enfrentamiento de situaciones de
excepción. Tampoco el lenguaje de encuadre se empleó de manera
adecuada. Se optó por hablar de falta operatividad en el funcionamiento, de
emergencia, de situación excepcional, de alteración de la normalidad, para
referirse a lo acontecido, evitando en todo momento calificar la situación de
crisis. Lejos de lograr efectos beneficiosos, el intento de amortiguar
terminológicamennte la importancia de lo ocurrido, terminó siendo
contraproducente para la comprensión y aceptación de las explicaciones que
ofreció el Gobierno y, consiguientemente, supuso una pérdida de credibilidad
de los líderes implicados en la elaboración del significado, especialmente de
la ministra. Su credibilidad, horadada en la primera de las crisis dificultó
sobremanera la aceptación de la versión ministerial de lo acontecido en la
segunda de las crisis.
Junto a estos errores, bien es cierto que en la gestión comunicativa de
Barajas hubo también un acierto que merece ser destacado. Se trata de la
elaboración y presentación de un informe por parte de la Vicepresidencia
primera del Gobierno, por encargo del Presidente, sobre la situación creada
por la tormenta de nieve. Para su elaboración, la Vicepresidenta solicitó la
colaboración de nueve Departamentos ministeriales implicados de uno u otro
modo en los escenarios de la crisis. Este documento, donde lo ocurrido en
Barajas se presentaba como un episodio dentro de un contexto general de
problema, tenía carácter exhaustivo y la apariencia de imparcialidad que
tienen las investigaciones oficiales, y sirvió para ofrecer un encuadre
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consensuado y definitivo sobre los hechos, sus causas, las principales
consecuencias. La principal conclusión del informe, que la Vicepresidenta
quiso que se difundiera por los medios era que se podía haber hecho mejor y
que las consecuencias de lo acontecido tendría repercusiones a corto y
medio plazo. Por consiguiente, el informé implicó la asunción del
protagonismo de la elaboración del significado por el vértice del poder
gubernamental. En cualquier caso, este informe permitió al Gobierno
disponer y ofrecerle a la opinión pública un relato convincente de las
medidas necesarias para dificultar que en el futuro pudieran volverse a
reproducir situaciones como las que habían provocado el caos,
especialmente en el aeropuerto de Barajas. Bien es cierto que, junto a los
efectos positivos del informe en el encuadramiento definitivo de la crisis,
aquél también supuso de nuevo, una desautorización más o menos
encubierta de la política comunicativa seguida por Fomento hasta ese
momento, y un claro reconocimiento de que se había conducido
erróneamente. Sirvió de base igualmente para la explicación final de la crisis
que, como vimos, correspondió darla a la ministra de Fomento, el 27 de
enero. La primera versión exculpatoria y carente de autocrítica clara, dejó
paso a una actitud más receptiva al reconocimiento de los errores, pese a
que no se abandonó por completo la táctica de involucrar a otros actores –
Iberia – como responsable directa del caos posterior a las nevadas, una vez
reabierto al tráfico aéreo el aeropuerto de Barajas.
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA
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• El País.
• El Mundo.
• La Vanguardia.
• Bennis, W. G. Thomas, R. J. 2004. “Situaciones límite: los crisoles del
liderazgo”, Business Review, 112: 46-54.
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liderazgo público bajo presión, Madrid: Instituto Nacional de
Administración Pública.
• Casero Ripollés, A. 2006. “La crisis política como fenómeno comunicativo:
la emergencia del caso crítico”, en Sphera Pública. Revista de Ciencias
sociales y de la Comunicación, 6: 179-192.
• Casero Ripollés, A. 2004. “Medios de comunicación y actores políticos en
situaciones de crisis: la producción negociada de la realidad política”, en
Zer, 17: 143-164.
• Moore, J. 1996. Integrated communication: synergy of persuasive voices,
New Jersey: Lawrance Erlbanm Associates.
• Timoteo Álvarez, J. 2009. “Gestión de la comunicación de crisis:
perspectivas”, en Moreno Castro, C. Comunicar los riesgos. Ciencia y
tecnología en la sociedad de la información, Madrid: Biblioteca Nueva.
Organización de Estados Iberoamericanos.
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