Cómo Shakespeare Desarrolló Un Sistema de Escritura Que Nos Hace Más Inteligentes Al Leerlo
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Cómo Shakespeare desarrolló unsistema de escritura que nos hacemás inteligentes al leerlo
Miguel Jorge
hoy 10:40am · Archivar en: SHAKESPEARE
Cuando hablamos de Shakespeare nos solemos referir a una de las
figuras más grandes de la historia de la literatura. Por increíble que
parezca, resulta que varios siglos después se encontró que
Shakespeare no sólo fue eterno en el sentido literario. El hombre
también había desarrollado un lenguaje que eleva nuestros niveles
cognitivos. En otras palabras, leerlo nos puede hacer más inteligentes.
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Imagen: Rolau Elena / Shutterstock
El escalofriante relato caníbal de Allan Poe que se hizo
La carrera literaria de Shakespeare se extendió, más o menos, durante
un cuarto de siglo, entre los años 1587 y 1612. Eran tiempos donde el
idioma inglés estaba en plena ebullición, se encontraba en un
poderoso estado de desarrollo. Para Shakespeare fue un regalo, ya que
la gran fluidez que adquirió de forma temprana con el inglés moderno
le permitió la exploración de todo un universo de innovación con la
lengua.
En números y si sumamos todas sus obras, sonetos o poemas
narrativos, el dramaturgo utilizó más de 17 mil palabras. De ellas, se
inventó aproximadamente 1.700, es decir, alrededor de un 10%. Y lo
más increíble de todo, esto lo hizo cambiando parte del discurso de las
palabras, la adición de prefijos y sufijos, tomando prestados vocablos
de otros idiomas, conectando palabras y juntándolas o simplemente
inventándolas.
realidad 46 años despuésEn 1838 Edgar Allan Poe escribía su única novela La
narración de Arthur Gordon Pym, una apasionante …
Muchas veces se ha dicho y posiblemente estén en lo cierto, que se
trata de una mecánica similar a la que se utiliza en ocasiones en el
mundo del rap o dentro del argot incluido en series como The Wire
integrando lo que se denomina slang.
Estos cambios generados en la lengua por el dramaturgo son los con el
tiempo se han denominado “cambios funcionales” (functional shifts).
Un recurso si se quiere, donde era capaz de asignar a una palabra una
función completamente distinta de la que por norma general se
manifiesta, además sin que exista modificación alguna en la
estructura de la oración. Un ejemplo de ello, posiblemente de los más
utilizados por Shakespeare, era cuando hacía uso de un sustantivo
para convertirlo en un verbo, aunque también recurría a cambiar un
adjetivo para convertirlo en un verbo o incluso un pronombre en un
sustantivo.
Es posible que alguno esté pensando que cualquiera podría inventar
palabras. Desgraciadamente Shakespeare no hubo más que uno. Y es
que para que se den estos cambios funcionales en el lenguaje deben
coexistir tres principios básicos: la economía de energía para
comprimir una formulación, la libertad creativa y quizá la importante
y difícil, su cercanía con la metáfora (y en ese terreno no existió nadie
como el dramaturgo).
Reacción de nuestro cerebro leyendo a Shakespeare
Imagen: Hamlet. Wikimedia Commons
Pasados varios siglos llegamos al año 2008, momento en el que sale a
la luz la investigación del profesor Philip Davis, de la University of
Liverpool’s School of English. Un trabajo donde Davis lleva a cabo una
investigación del cerebro muy diferente a lo que se había hecho hasta
entonces. Lo normal en experimentos que tienen al cerebro como
protagonista sería un enfoque que implica el estudio de defectos con el
fin de mostrar lo que podemos hacer para remediarlo.
El profesor en cambio adopta el término functional shift para demostrar
cómo los “errores” creativos de Shakespeare son capaces de modificar
nuestras “vías mentales junto a una apertura de nuevas posibilidades”. En
particular observa que los errores sintácticos deliberados, aquellos que
cambian la función de una palabra, se traducen en nuestro cerebro
como una excitación más que como algo confuso.
De esta forma y junto al colega y neurocientífico de la misma
universidad, Neil Roberts, y el psicólogo Guillaume Thierry, se
embarcan en la investigación para averiguar las respuestas neuronales
Imagen: Romeo y Julieta. Fona / Shutterstock
a tales cambios en el lenguaje. Se inician una serie de experimentos de
neurolingüística con el fin de observar el procesamiento de oraciones
en el cerebro.
Estaba ocurriendo con Shakespeare, al que el mismo Davis
tildó como maestro en provocar las respuestas P600
Para los experimentos se tomaron una serie de voluntarios a los que se
les sometía a registros EEG (electroencefalograma) y fMRI (imágenes
por resonancia magnética funcional) mientras se les enseñaba una
serie de oraciones, unas con cambios funcionales y otras normales.
Según explicó Davis, un tipo de medida de respuesta cerebral se llama
N400, que es el que se produce a 400 milisegundos después de que el
cerebro experimenta un pensamiento o una percepción. Esto vendría a
ser lo que se considera como una respuesta normal. Sin embargo una
respuesta P600 indica un pico en la actividad cerebral de 600
milisegundos después de que el cerebro experimenta un tipo muy
diferente de pensamiento o percepción. En este caso el profesor
describe la respuesta P600 como el “efecto WOW”, es decir, cuando el
cerebro se excita y se pone en un estado de conciencia extremo.
Los EEG mostraron que el cerebro, una vez que se percataba de esa
“violación” semántica, se registraba un pico, una amplitud de onda
que significaba que el cerebro, ante la dificultad de integrar la misma,
hacía un esfuerzo extra para integrarla y darle sentido completo a la
oración.
Y sí, estaba ocurriendo con Shakespeare, al que el mismo Davis tildó
como maestro en provocar las respuestas P600. Davis había
encontrado que nuestro cerebro, en vez de rechazar estos cambios
bruscos, los acepta, y como si fuera un reto, se excita ante esa “rareza
gramatical” que está experimentando para buscar una solución.
Imagen: efectos de los cambios funcionales en el cerebro. Un. Liverpool
En cuanto al significado, para Davis su estudio demuestra de la
necesidad que tenemos del lenguaje creativo que mantenga nuestro
cerebro “vivo”. El hombre señala que gran parte del lenguaje actual
cae en la previsibilidad. Según explicaba:
A menudo se puede predecir lo que alguien va a decir antes de que
termine la frase. Esto, de alguna forma, representa una retroceso
progresivo del cerebro. Mi esperanza es que encontremos maneras de
tratar enfermedades como la depresión o la demencia mediante la
lectura en voz alta a los pacientes.
Con el trabajo que hemos realizado se ha demostrado que el trabajo de
Shakespeare abría la posibilidad de alcanzar nuevas conexiones
neurales con potencial para desarrollarse. Nuestros hallazgos
comienzan a mostrar como el dramaturgo era capaz de crear efectos
dramáticos al aprovechar implícitamente la relativa independencia (a
nivel neural) de la semántica y la sintaxis en la comprensión de una
oración. Es como si se tratara de un pianista que con una mano toca una
melodía de fondo mientras con la otra mano, de manera simultánea, se
presta a recorrer variaciones más complejas.
El profesor, un apasionado de la literatura, sostiene que la mayor
actividad mental en las respuestas del cerebro a sus experimentos
pueden ser la razón por las que las obras de Shakespeare tienen un
Imagen: Stuff Creators / Shutterstock
impacto tan dramático en el público. Quizá más importante, había
abierto la puerta a nuevos interrogantes a través de las obras del
escritor. Si el dramaturgo había conseguido elevar nuestros niveles
cognitivos, ahora queda la tarea de averiguar en qué parte del cerebro
o bajo que división y relación entre las regiones del mismo se produce.
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