Comentario Cervantes-Voto a Dios...
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«¡Voto a Dios, que me espanta esta grandezay que diera un doblón por describilla!;porque ¿a quién no suspende y maravillaesta máquina insigne, esta braveza?¡Por Jesucristo vivo! Cada piezavale más que un millón, y que es mancillaque esto no dure un siglo, ¡oh, gran Sevilla!,Roma triunfante en ánimo y riqueza!Apostaré que la ánima del muerto,por gozar este sitio, hoy ha dejadoel cielo, de que goza eternamente.»Esto oyó un valentón y dijo:«Es cierto lo que dice voacé, seor soldado,y quien dijere lo contrario, miente.»Y luego, encontinente,caló el chapeo, requirió la espada,miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.
COMENTARIO
La valoración de Cervantes como poeta siempre ha sido discutida, desdesus tiempos hasta los actuales. Si fue un mal poeta, o correcto, o excelente, haestado en boca de la crítica siempre. El mismo Cervantes tuvo algunos versos enrelación al asunto en el primer capítulo del Viaje del Parnaso:
Yo que siempre me afano y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
la gracia que no quiso darme el cielo.
La idea común es que Cervantes pudo ser un excelente poeta, si no lohubiera sido esporádicamente, y que de hecho lo fue cuando sus obras seapartaron de lo circunstancial para acercarse a lo narrativo autobiográfico (Epístola
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a Mateo Vázquez), lo narrativo épico (Canciones de la Armada que fue contra Inglaterra),o lo narrativo irónico, cuya mejor muestra es el poema que aquí comentamos.
Esta composición, una de las más famosas del Cervantes poeta, lleva portítulo Al túmulo de Felipe II en Sevilla, y pertenece a lo que se ha dado en conocercomo sus “poemas sueltos”, es decir, los que quedaban fuera del Viaje del Parnaso osus novelas, y que no constituyen un poemario en sí (este es uno de los aspectos enque se articula la discusión sobre su calidad poética que antes mencionábamos.) Sefecha cercano a la muerte de Felipe II, cuando Cervantes residía en Sevilla, tras unbreve paso por prisión. Es un soneto (las particularidades del cual, algunas obviasy a la vista, trataremos más adelante) narrativo, que con cierto aire irónico nosofrece en un diálogo la impresión que causa en un soldado de los tercios españoles(¿Cervantes?) y un valentón la grandeza del catafalco erigido en honor del monarcaen la catedral de Sevilla. Si bien la temática es descriptivoimpresionista, trasluceesa ironía ya reseñada que nos remite a la admiración y el odio que despertó FelipeII y, por extensión, la España de la época, con sus éxitos y fracasos financieros ymilitares. Para ello se sirve del tópico de la hipérbole andaluza, presente en cadauna de las frases del soldado, y que podría tomarse como un subtema. Asimismo,el segundo personaje, que replica al soldado extasiado ante el túmulo del rey, en sucondición de valentón configura toda una temática aparte, que potencia el carácterirónico de la composición. (El propio término, que designa a un rufián que se haceel bravo, a quien se hace el valiente siendo cobarde, lleva implícita una mezcla delo sublime y lo ínfimo, de lo noble y lo apicarado, una conducta y aparienciaparticulares que, por sí sólo, podría conferir aires de ironía a todo el poema.)
Ya hemos dicho que el poema tiene un carácter narrativoirónico.Añadiremos ahora que también posee cierto aire teatral. Lejos del lirismo que suelecaracterizar la composición de un soneto, Cervantes se sirve aquí de dos personajesque interactúan en diálogo, limitándose su intervención personal a cuatro versos(el duodécimo y del decimoquinto al decimoséptimo) que valen tanto comoacotaciones dramáticas, pues se limita a describir la situación y acción de lospersonajes. Podría tomarse como un fragmento de alguna comedia, o de unentremés; también como una escena costumbrista.
En base a esta particularidad, podemos estructurar el poema en cuatropartes:
1ª. De los versos primero a undécimo: intervención del soldado.
2ª. Verso duodécimo: acotación; introducción del valentón.
3ª. Versos decimotercero y decimocuarto: intervención del valentón.
4ª. Versos decimoquinto a decimoséptimo: acotación; salida del valentón.
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La intervención del soldado, que conforma la temática del poema,corroborada luego por el valentón, puede dividirse en tres subpartes, quecoinciden con los dos cuartetos y el primer terceto. En los primeros cuatro versos elsoldado expone directamente su admiración por el catafalco, admiración quesupone debería alcanzar a todo el mundo (“a quién no suspende y maravilla”). Enel segundo cuarteto, el soldado nos revela que su valoración del túmulo no esartística, sino económica (“Cada pieza vale más que un millón”), y en el tercetohiperboliza la calidad de la obra al suponer que el honrado rey preferiría estar allíantes que en el cielo. Es en estos tres versos donde se nos revela la clave irónica dela composición: no sólo exalta la calidad del túmulo con su hipérbole, sino queapostaría el soldado a que el alma del difunto está allí, y no en el cielo. Trasluceaquí la ironía y mala intención de Cervantes, pues cualquier destino para un almadiferente al cielo representa la condenación. De alguna manera, podríamos leerque el paso de Felipe II por el mundo, representado en el rico catafalco, no le hizomerecedor del cielo.
Mención aparte merece ese segundo cuarteto. En concreto la asimilación deSevilla con la “Roma triunfante en ánimo y riqueza”, que más allá de unaevocación clasicista, tan propia del Renacimiento, cabe interpretarla como unareferencia al célebre Saco de Roma (1527) a manos de los lansquenetes alemanes ypromovido por Carlos V, padre de Felipe II. Tomando una interpretación máserasmista que políticomilitar de la destrucción de la ciudad eterna (como uncastigo divino por los excesos de una Iglesia pervertida y alejada del cristianismoprimitivo), advertimos en estos versos, además de una comparación padrehijo (ylas comparaciones siempre son odiosas), una premonición irónica (“y que esmancilla que esto no dure un siglo”) sobre un posible futuro de Sevilla, vinculadoal de Roma y desprendido de las faltas de Felipe II (en contraposición a laadministración de su padre). Encontramos, así, en este cuarteto, cierto aire aerasmismo en Cervantes, además de su rencor hacia Felipe II y el temor a undesastre económico en ciernes. Este temor ya lo encontramos en el primer verso, enla contradicción que plantea el soldado al asustarse por la grandeza del catafalco(“...que me espanta esta grandeza...”). Aunque la relación entre los términos“espanta” y “grandeza” podría explicarla la hipérbole generalizada, resulta obviala crítica al derroche y a la mala política económica. También en el tercer verso, enuna segunda lectura de las cualidades del catafalco (“...¿a quién no suspende ymaravilla?...), se incide en la misma idea: a los matices de admiración intrínsecos aestos términos, cabe añadirles los de incredulidad y temor.
En cualquier caso, no parece que fuera la intención de Cervantes distinguirunas partes temáticas en su composición. Más bien ciñó la estructura del poema alcarácter teatral. Y no sólo la estructura interna o temática, sino la externa. Antes
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hemos adelantado que esta composición es un soneto. Sin embargo, una primeraaproximación al texto no nos revela tal cosa. Un soneto tiene catorce versos, y estacomposición diecisiete; en un soneto, todos los versos son endecasílabos, pero enesta composición, el verso duodécimo es eneasílabo, y el decimotercero estetradecasílabo; por último, aunque los once primeros versos parecen conducir aun soneto con un patrón de rima ABBA ABBA CDE CDE, el verso duodécimo(nuevamente) altera la secuencia, pues no rima con ningún otro.
Así, formalmente, y a primera vista, no puede tratarse de un soneto. Perosólo a primera vista. La cuestión de la cantidad queda subsanada al considerar lostres últimos versos como un estrambote, en que el primer verso, heptasílabo, rimacon el último del segundo terceto, y los otros dos, endecasílabos, riman entre sí.Las alteraciones de los versos duodécimo y decimotercero parecen más delicadas:ambos yerran en metro, y el duodécimo en rima. Pero si trasladamos las dosprimeras palabras del verso decimotercero al final del verso anterior todo noscuadra:
Esto oyó un valentón, y dijo: “Es cierto (11C)
lo que dice voacé, seor soldado, (11D)
De esta manera el soneto queda perfectamente configurado.
Cervantes prefirió respetar la forma teatral, separando tipográficamenteacotación de diálogo, antes que la estrófica.
Hemos mencionado la ironía presente en el soneto. Pero para dar a entenderlo contrario de lo que se dice (que es la ironía), hace falta una interpretación, untono, unos gestos. Así, este soneto también podría interpretarse como lo que sepresenta: una apunte del natural, una escena cotidiana sin ningún tipo deintención. “Ironía’” es definido por Covarrubias como figura retórica queempleamos “cuando diciendo una cosa, en el sonido o tonecillo que la decimos yen los meneos, se esconde ver que sentimos al revés de lo que pronunciamos por laboca”. Pensemos en los años en que Cervantes residía en Sevilla y en este sonetocolocado sobre el túmulo erigido a Felipe II en la catedral, en esos mismos años. Enla crónica de Francisco de Ariño, testigo presencial, se informa de que, segúnparece, el 29 de diciembre: “ese día estando yo en la Santa Iglesia entró un poetafanfarrón y dijo una octava sobre la grandeza del túmulo”. Según las noticias deltestimonio de Ariño, con toda probabilidad, Cervantes contempló el catafalco, leyóy prendió sus poemas en él. También nos informa sobre la peculiaridad de aquellalectura: el testigo habla de “una octava sobre la grandeza del túmulo” (confusiónseguramente provocada por el estrambote), palabra e impresión contenidas en elsoneto; y se confunde entre el personaje del valentón y el propio poeta que lo lee,
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seguramente, por el modo de escenificar sus versos, su “tonecillo” y “los meneos”en que “se esconde” el sentimiento contrario del que sale por su boca, detectandola insolencia de la recitación. Y no olvidemos que junto al soneto iban prendidaslas “Décimas a la muerte del rey”; quién sabe si no fueron leídas con similar“tonecillo”.
Aparte de la ironía, el soneto se articula sobretodo gracias a figuras retóricaspatéticas. Así, esa manifiesta concepción teatral de la que hemos hablado laconsigue, en su mayor parte, gracias a los dialogismos que conforman las partesprimera y segunda. También contribuirán a la teatralidad del poema laexclamación presente en las palabras del soldado, con apóstrofes que se van a laobstentación en los inicios de oración (“¡Voto a Dios...!”, “¡Por Jesucristo vivo!”),que le otorgan la intensidad necesaria para que la ironía se vuelva crítica. Porsupuesto, la ya mencionada hipérbole, utilizada en este soneto antes comocaracterización de personajes y ambiente que propiamente como exageración.
Todo esto indica lo que ya se adelantó. El lirismo un lirismo circunstancial,no introspectivo está aquí camuflado en una escena teatral, al servicio de la cual sesupeditan todos los recursos. Parece pretender Cervantes cierta verosimilitud de laescena, y a tal efecto no le conviene recurrir a la retórica; tan sólo a la que sedesprende del tratamiento teatral o del habla corriente.
Es sabido que una consideración irónica de Cervantes contravienenotablemente muchas, si no la mayoría, de las interpretaciones que sobre su obrase han escrito. Se considera que romper su decoro, tildarle de ironista esempobrecerle, reducir su amplitud de propósitos, menguar su universalidad.Creemos que muy al contrario. Ciertamente, fue militar en activo y orgulloso deserlo, bajo las banderas de Juan de Austria. No obstante, sin negar estasadvertencias, este primer Cervantes patriótico, carácter que conservó toda subiografía, se enfrenta con otras interpretaciones no menos clásicas, como las deAmérico Castro o Francisco Ayala. Ellos dan cabida al “nuevo Cervantes”, quemantuvo su orgullo de la vida militar y sus logros, riesgos y bravía de soldado; noasí una sumisión obediente y acrítica acerca del mando de sus superioresjerárquicos. En realidad, este “segundo Cervantes”, el desengañado, el de lafrustración económica personal, sería el crítico y descontento con la política militarexterior de Felipe II, que surge de manera declarada en el soneto “A la entrada delDuque de Medina en Cádiz… ”. Es el primer testimonio claramente irónico(“triunfando entró el gran Duque de Medina”), con el que se hermanan el célebre“¡Voto a Dios… !” y otras numerosas escenas y detalles integrados en sus obras.
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