Coloquio 3º “Poéticas de la distancia”.

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Testimonios Tercer Coloquio 17, Instituto de Estudios Críticos Poéticas de la distancia

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Organizado por 17, Instituto de Estudios Críticos, con la colaboración de Aldaba Arte, Casa Refugio Citlaltépetl, Proyecto 3, la Embajada de Francia en México, el Centro Multimedia del Centro Nacional de las Artes, Laboratorio Arte Alameda, Centro Cultural de España, Museo de Arte Carrillo Gil. Invitados especiales: Rolf Abderhalden (Colombia), Safaa Fathy (Egipto) en colaboración con Casa Refugio Citlaltépetl, Elida Tessler y Edson Sousa (Brasil) en colaboración con Aldaba Arte, Dominique de Courcelles (Francia), Ariel Guzik (México) y José Luis Brea (España) en colaboración con el Centro Multimedia del Centro Nacional de las Artes y el Laboratorio Arte Alameda.

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TestimoniosT e r c e r C o l o q u i o

17, Instituto de Estudios Críticos

Poéticas de la distancia

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Testimonios del Primer Coloquio17, Instituto de Estudios Críticos

Poéticas de la distancia

Primera edición, junio 2008

Diseño de la Colección Testimonios:Leonardo Vázquez Conde

Formación:Eduardo González Meza

Esta obra circula bajo una licencia de Atribución —No Comercial— No Derivadas 2.5México de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia visite:http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/mx/, y para mayores detalles:http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/mx/legalcode.O bien, envíe una carta a Creative Commons, 171 Second Street, Suite 300,San Francisco, California 94105, EE.UU.

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Ín dice

No ta i n t roduct or i aEtelvina Bernal

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P ro gr a m a del Tercer C ol o qu io de17, I nst i t u t o de E st u dios Cr í t icos

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Poét ic a s de l a dista nci aErika Patricia Ciénega

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En el pat í bu l oAlejandra Ibarrola

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Pa l av r a s de m i pa dr eAdriana Aguilera

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En l os u m br a l e s del cono ci m i en t o, ru p t u r a s e i n t er discu r si v i da de s

Ofelia Rodríguez31

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Segu n da gen er ación L a como i n t r a nsigen t e

Joel Enriquez37

¡( H ) a br a Pa l a br a !Matzuko Nishima

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El m i n u t o i n t er m i n a bl e del olv i d oMarcela Quiroz Luna

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E cos del c a m i noE cos de n u e st ro encu en t ro,

Tercer a Gen er ación Verónica Vázquez-Cangas

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p o é t i c a s d e l a d i s t a n c i a

P r i m er a gen er aciónNota i n t roductor i a

Somos un instituto telepático de cabo a rabo.Benjamín Mayer Foulkes,

Director de 17, Instituto de Estudios Críticos

Con-sonante de las palabras, de las historias y los discur-sos, el eco de otros tiempos generados por la distancia, por la bella lejanía inefable, hace retumbar desde los adentros, con infinita sutileza, la emoción a la que nos convoca Poesía: la creación.

En el decurso de las imágenes, los actos y las evocacio-nes, las re-sonancias insisten advirtiendo constataciones de finitud y de trascendencia, de otros mundos, de otras épocas, de un ayer que nos da cita, de otros que nos hablaron en vida o nos hablan desde la cauta certeza de la muerte. Los murmullos y las informaciones que dima-nan del aparente sinsentido de nuestra cotidianeidad, en lo inveterado de nuestras razones, hacen emerger un cálido clamor que espera ser leído, que espera la escu-cha de los oídos en los que es vertido.

El Tercer Coloquio de 17, Instituto se inauguró nue-vamente en la capilla del Centro Cultural Helénico. Alojados en la arquitectura de un espacio impensado para nosotros, comienza la fiesta de las palabras, co-mienza el retumbar de las voces y la memoria. Uno a uno desfilan los testigos, donando, cediendo su irrepe-tible testimonio y nos hacemos todos cómplices y nos hacemos todos mirada y revelación.

De las vibraciones del profundo mar, de la espectrali-dad de un atardecer, del eco invisible de las sinapsis, del quedito y constante palpitar de los corazones, de la ma-

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jestuosa gama de sonidos que sólo fue posible escuchar en los acordes de la nave Narcisa que se navegó entre nuestros pensamientos o que vibró en la ceremonia de clausura: Un minuto de silencio para escucharnos en ella, ahí, en el seno de la oscura tarde del viernes 29 de junio del 2007, en el marco singular de la capilla, ante el de-leite del milagro del que es capaz esa creación de Ariel Guzik. Sólo una vez estuvimos congregados ahí, en ese lugar, en ese sentimiento, irrepetible, un eco que jamás volverá tal cual, pero que no deja nunca de resonar.

Aquí las escrituras, resonancias de Poéticas de la distancia.

Etelvina Bernal

P rogr a m a del Tercer Col oqu ioPoéticas de la distancia

Instituto Cultural HelénicoDel 25 al 30 de junio del 2007

w Lu n e s 25 de j u n io

9:00-11:00 hrs. Bienvenida. Por Benjamín Mayer Foulkes. Capilla del Instituto Cultural

Helénico

11:00-11:30 hrs. Receso

11:30-13:30 hrs. Seminario: “Teatro y testimonio: sobre la experiencia de Mapa Teatro en Bogotá” I.

Por Rolf Abderhalden. Capilla del Instituto Cultural

Helénico

14:00-16:00 hrs. Comida

16:00-18:00 hrs. Seminario: “Teatro y testimonio: sobre la experiencia de Mapa Teatro en Bogotá” II.

Por Rolf Abderhalden. Capilla del Instituto Cultural

Helénico

18:15-20:30 hrs. Conversación entre Rolf Abderhalden y Jean-Frédéric Chevallier Capilla del Instituto Cultural

Helénico

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w Martes 26 de junio

9:00-13:30 hrs. Seminario: “La révenante télépathie/La resucitada telepatía” I. Por Safaa Fathy

Capilla del Instituto Cultural Helénico

11:00-11:30 hrs. Receso

14:00-16:00 hrs. Comida con tutores

16:15-17:45 hrs. Reunión de estudiantes por generación

18:15- 21:00 hrs. Seminario de Ciencias del Lenguaje. Por Raúl Quesada.

Aula Gamma

19:30-21:30 hrs. Presentación del Archivo de la Academia Experimental de los Teatros. Por Michelle Kokosowski y Albert Dichy

Casa de Francia

w Miércoles 27 de junio

9:00-13:30 hrs. Seminario: “La révenante télépathie/La resucitada telepatía” II. Por Safaa Fathy

Capilla del Instituto Cultural Helénico

11:00-11:30 hrs. Receso

14:00-16:00 hrs. Comida con tutores

16:15-19:00 hrs. Reunión plenaria con todos los estudiantes del postgrado en Teoría Crítica

Aula Gamma

20:00 hrs. Inauguración de “Voçê me dá a sua palavra/¿Me das tu palabra?” de Elida Tessler

Aldaba Arte

w Jueves 28 de junio

9:00-13:00 hrs. Seminario “Tubos de ensayo: arte, palabra y literatura”.

Por Elida Tessler Capilla del Instituto Cultural

Helénico

11:00-11:30 hrs. Receso

14:00-16:00 hrs. Comida con Tutores

16:15-19:30 hrs. Seminario de Fundamentos Críticos.

Por Raymundo Mier

16:15-19:30 hrs. Seminario: “México, entre real y surreal: intensificaciones mexicanas”.

Por Dominique de Courcelles Capilla del Instituto Cultural

Helénico

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19:30-21:00 hrs. Proyección y Mesa redonda en torno al proyecto fronterizo multimedia Bajo el Tacaná: La otra frontera (México/Guatemala) de Isabel Vericat. Con la presencia de Lucía Melgar, investigadora del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG); Mónica Toussaint, investigadora del Instituto Mora; Isabel Vericat, editora del libreto-documental; Benjamín Mayer Foulkes, Director 17, Instituto de Estudios Críticos.

Capilla del Instituto Cultural Helénico

w Viernes 29 de junio

9:00-13:30 hrs. Seminario: “La invención de la utopía”.

Por Edson Sousa Capilla del Instituto Cultural

Helénico

11:00-11:30 hrs. Receso

14:00-16:00 hrs. Comida con tutores 16:15-19:00 hrs. Presentación de “La nave Narcisa”

de Ariel Guzik Capilla del Instituto Cultural

Helénico

20:00 hrs. Brindis Instituto Cultural Helénico

w Sábado 30 de junio

10:00-14:30 hrs. Seminario: “Imágenes_RAM: mutaciones de la cultura en los tiempos de su distribución electrónica”. Por José Luis Brea.

Laboratorio Arte Alameda

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Testimonios

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Poéticas de la distancia

Erika Patricia Ciénega

Se trata de arrancarle memoria a la finitud, de lograr que la muerte ya no importe.

Sólo el arte lo logra.Safaa Fathy

¿Cómo nos situamos frente a la fugacidad, frente a la finitud? ¿Cómo se puede filmar el secreto, el pensamien-to, el tiempo? ¿Qué significa ser autor? ¿Existe otra vía, otra alternativa a las categorías del saber y del no saber? Estos fueron sólo algunos de los varios cuestionamientos que lanzaron ponentes como Benjamín Mayer, Rolf Ab-derhalden, Safaa Fathy, Elida Tessler y Edson Sousa en el Tercer Coloquio de 17, Instituto de Estudios Críticos.

Si en los dos Coloquios anteriores la constante había sido interpelar a aquello del orden de la barbarie, del horror, atreviéndonos a mirar y escuchar acerca de la Shoah y del genocidio en Ruanda, esta ocasión se abrió un intervalo, una distancia vital, un aliento, un respiro. Poéticas de la distancia continuó la interpelación al saber pero ahora desde el campo de la estética.

17, apuesta por reabrir un lugar otro para el sujeto, más allá de los discursos que intentan explicar y comple-tar el saber. Desde su impronta derridiana, este instituto desconstruye y crea a partir de un terreno que cubre y atraviesa todo el rigor universitario y lo trasciende, abre otros mapas de la subjetividad y la representación del pensamiento contemporáneo.

Esta vez se dio paso a disciplinas como el teatro, el cine, la poesía, el arte objeto y la invención como genera-

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dores de espacios que, más allá de las palabras, hicieron posible la representación y la captura de situaciones tan disímiles: desde experiencias sociales como la del Cartucho en Bogotá, la complejidad del pensamiento de Derrida, conceptos tan inaprensibles como la finitud y el tiempo, hasta las resonancias del canto de las balle-nas.

Entre una experiencia y otra, entre uno y otro con-cepto, siempre queda un resto del que se puede partir. Partir que remite a dividirse, fragmentarse, pero tam-bién a iniciar y, al mismo tiempo, dejarse ir.

Ciertamente, ante la barbarie hay que abrir los ojos para mirar y atreverse a decir, pero también, ante la obra artística, hay que cerrarlos para soltarse, abandonarse y sentir para ser partícipe de un mundo de coordenadas donde el arriba es el abajo y el norte es el sur. En donde el libro se convierte en tubos de ensayo y horizontes posibles. En donde el tiempo es capturado por el refle-jo de un pozo y la voz se convierte en otra. En donde el instante tan fugaz se hace eterno y la utopía coloca en escena un deseo. Dejarse ir para ser transportado en una nave a través de sonidos y resonancias del uni-verso. Hacer de lo infinito algo finito alcanzable. Por un momento, sólo por un momento, desaparecer para reencontrar en lo ordinario lo extraordinario, atreverse e ir más allá.

Ahí en la paradoja, en la contradicción, en lo im-pensable, en lo imposible, también se puede ensayar, se puede intentar descubrir un secreto para levantar la voz y hacer poesía.

En el patíbulo…

Alejandra Ibarrola

Es el primer día, el lugar en el que estoy sentada huele a guayaba y a shampoo. Siento en la espalda el viento frío que los muros de piedra de esta iglesia conservan a una temperatura notablemente menor al exterior y observo un tenue rayo de sol que se cuela por un vitral e ilumina la sillería. A unos pasos Benjamín habla de la historia del Instituto, el número, pero mi pensamiento está en-jaulado en los dos últimos Coloquios, en la Shoah y en Ruanda, en el horror. He perdido el hilo de la conver-sación recordando imágenes, testimonios y lecturas… pero una frase fragmentada que apenas escucho me co-necta de nuevo: Dios, el Papa, el Rey, la Autoridad. Y bastan estas palabras para escaparme e intentar atrapar de nuevo el pensamiento que recién dejé ir.

Apenas ahora, después de tres Coloquios, me doy cuenta de que la esencia de éstos es la temporalidad psíquica: no es posible tragarlos y menos aún digerirlos en el momento en que suceden. La cantidad de infor-mación que se produce y emite cual bombardeo en el transcurso de una semana, requiere tiempo para llegar a la conciencia y, como una postal, no todo llegará a su destinatario. Por supuesto, no soy capaz de dimensio-nar lo que se queda en el inconsciente.

Nos hemos sentado unos frente a otros a relatar tramos de nuestras vidas. Una mexicana que en Irlan-da trabaja en una granja, intercambia puntos de vista con un tzotzil de San Andrés Larráinzar, mientras una psicóloga que hace material para circos escucha a la

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¿Me das tu palabra? ¿Aquella palabra que te perte-nece, me la das? Colgadas del tendedero o de la horca, están las palabras, pendientes, esperando que llegue un pescador y se las lleve, otras son tan pesadas que se caen solas y en la fragilidad del discurso se rompen. Son estos vocablos los que nos acercan al horizonte creativo, a la representación del ir y venir en el tiempo.

¿Qué desea el que escribe? ¿Encontrar la otra parte de su discurso que no es capaz de discernir? Ese com-plemento no está en la escritura, ni en la mente del escritor, está en el proceso creativo que conlleva la bús-queda y en lo que sobra de la producción, lo que no se consideró, lo que no tiene un lugar en el texto. ¿Cómo apropiarse de aquello que no está, pero que aparente-mente nos pertenece? A través de la narración a un otro, en la transmisión habita la apropiación, pues se logra comunicar aquello que hemos perdido. Nunca partimos de la nada, sino de la herencia, de lo que nos ha quedado, de la pérdida del otro que eventualmente será cardumen de nuestra propia merma.

Desde el Coloquio y en varios días que han pasado después de éste, me oprime una sensación de incerti-dumbre por no ser capaz de cerrar los recovecos y los hoyos que se abrieron. Pero afortunadamente la con-frontación con las imperfecciones posibilita un diálogo con el residuo, imponiendo la distancia que permite continuar el recorrido y encontrarse con el otro, el here-dero y albacea de aquel discurso y aquellas palabras que erróneamente hemos creído propias, finalmente son de otro. El acto creativo se erige en lenguaje de pérdida y se trasforma en arte, en objeto, en pre-texto.

Escribir es abrir un espacio de trasgresión que en todo momento está amenazado por el pensamiento concreto, por la seducción de alcanzar un ideal absolu-to, por el deseo de rendirse a la experiencia controlada antes que caer en el vacío y por una confianza exagerada en la técnica. Todo ello deja fuera a la imaginación y al

anestesióloga que confiesa ha podido despertar del le-targo de la anestesia gracias a las letras. Un médico de urgencias, un investigador de mercados, artistas, un agrónomo, abogados, psicoanalistas, un comprador de futuros, una mujer embarazada, economistas, teatreros, yo, ellos, nosotros. En esta pluralidad aparentemente inexplicable encontramos puntos de identificación que rebasan cualquier subestimación del entendimiento. La posibilidad de saber y de no saber converge con el creer saber y con el deseo de saber. Sólo resulta lógico ver en la mesa mojada por las goteras, un paraguas negro que se balancea despacito sobre la sociedad sitiada.

Me imagino que estoy en el patíbulo, con la soga ata-da al cuello, soy un condenado que lo único que posee es un pedazo de oropel dentro del puño y ahí está es-crita mi condena, pero no tengo manera de leerla: ni telepáticamente sabré lo qué dice. Se trata del secreto del discurso, de aquello que está oculto, que a veces ni el mismo autor distingue. Es la parte silenciosa de cada ser humano que no se puede compartir. Esa palabra es un tesoro en sí misma, sin el revestimiento del supues-to preciado metal, guarda la sentencia de la que tal vez pende oscilante mi vida y es en ese instante cuando descubro que mi único patrimonio es la oralidad: sólo me pertenece la voz (a menos que invente un meca-nismo narrativo no convencional para comunicarme). Pero también sé que la voz es la metáfora de la fini-tud y el cuerpo una impostergable huella de la muerte, entonces, sólo me queda la escritura como recurso de salvación. Por eso es que estoy aquí, para inventar mi propio proceso creativo, para renacer y regenerarme. Será entonces la escritura la que revele mi identidad y mi destino. Nadie me ha dicho que el oropel que aprie-to en mi mano sea mío, pero es innato del ser humano creer que somos dueños de ese cuerpo extraño que es la palabra y bajo esa premisa de posesión la enaltecemos o la destruimos.

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propio acto creativo de la posibilidad de llegar a ser. La escritura es un proceso de edición constante, de selec-ción y borramiento, de exclusión.

Agradezco el acercamiento a la producción poética y al arte que han caracterizado a este Coloquio y que me han ayudado a apaciguar al chahuistle que se alboro-tó en mí cuando, en los Coloquios anteriores, establecí una comunicación a distancia muy corta con la violencia y con la terrible capacidad destructiva del ser humano. Hablo de la Shoah y de Ruanda que me dejaron el cora-zón hecho un trapo y lastimada el alma.

Agradezco la tranquilidad de este ruido blanco que ha escondido al caos por unos días y que en su interior hospeda opiniones diversas, rebasando nuestras posi-bilidades de entendimiento, satisfaciendo el deseo de encontrarle sentido a la crítica y de provocar una reso-nancia —incluso inaudible— en cada uno de nosotros.

Pa lavras de mi padre

Adriana Aguilera

El aniversario de la muerte de mi padre es el 22 de junio. Se fue en el año 2006. No pude llegar a ver la película Shoah y no me imaginaba qué suerte de destino me iba a deparar el re-comienzo de la maestría a propósito de Poéticas de la distancia.

Es fantástico eso de no saber qué le depara a uno el des-tino. Ya venía en la carretera haciéndome jirones entre la nostalgia y el deseo. Se cruza la partida de papá con el inicio del ejercicio escritural de 17. No iba a ser la única cosa que se cruzara en el camino. Invitación a la intimidad, a contar/confesar/compartir secretos, a dejar que se entre-lacen.

Fathy lanza a Derrida con la sugerencia de fijarse en lo que uno siente. La de mi padre, fue una pérdida como cualquiera otra, dolorosa, soy empática.

Dice Safaa: “Fíjate en el afecto y efecto de lo que ves”, las profundidades del dolor por la pérdida de mi padre, y por las pérdidas en general, se pudieron colo-rear a la perfección por lo vivido/aprendido dentro del Coloquio. Y de hecho, a la hora de colorearse en todos sus matices, dejaron de doler sin sentido. ¡Qué cosa el sufrimiento! Verdad, ilusión, camino, veneno, pero nun-ca destino.

¿Cuál es el diálogo interno cuando ves una pelícu-la?, se pregunta Safaa —sufrimiento/sentido—. Derrida aparece y desaparece, habla y se calla, camina y está quieto, imagen/diálogo, dialoga la imagen consigo mis-ma y con Jacques.

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Aparece el secreto, varios secretos, Derrida se auto-nombra marrano universal (tengo pocos secretos). Y “la misión secreta del marrano es enseñar el secreto, ense-ñar a respetarlo”. Sea.

Difícil ejercicio el de relatar las imágenes presentadas por Safaa de Derrida y, además, lo que me/te provoca: Argelia, el gato, la sinagoga que era una mezquita y tan-tas oraciones en tantos idiomas, la palabra reconciliación —y su sentido sólo cuando hay algo que reparar—, las clases y alumnos de Derrida, su sublime escondite en el ático y la enfermedad de archivos. La circuncisión jus-to en el lugar del deseo y “la escritura del cuerpo que encuentra su lugar en las cicatrices”. “Toda la escritura reposa en resistencias…el acto de escribir como exposi-ción de desnudez y el impudor”, según Safaa Fathy.

Salen también los fantasmas, tus fantasmas/mis fantasmas; rondan voces, lugares, silencios y cuando Derrida habla de los fantasmas, él es ya un fantasma que deja testimonio de sí mismo.

Cuando Safaa dice: “la muerte como motor del pen-samiento”, la frase hace sentido por experiencia, por telepatía, cae en terreno fértil de corazón contrito. Esa voz, dice ella, “es el aliento vivo que va más allá del tiempo… la poesía es sólo un aliento”. Soy una caja de resonancia.

Y ha de ser que en el lance del envío del pensamiento (telepatía), de esa huella y espectralidad, esa “Telepatía resucitada” que Fathy aborda como: “lo que cada uno lleva como un cuerpo extraño, secreto, heterogéneo, in-verificable, este cuerpo celeste/glorioso está en el saber y no saber”. Voy descubriendo mis raíces.

Révenante / regresante. Regreso a 17, cifra, en el ani-versario telepático de la muerte de mi padre, todas estas voces comienzan a hacer eco. Emana el deseo, anima el análisis, la memoria empapada de la nostalgia vuelve al lugar de la pérdida que ahora es encuentro, que ahora cobija con la palabra. Así, calentito.

A propósito de la palabra, la poesía invade todo el universo de mi cuerpo, ¡qué es un cuenco del universo, gracias a mi padre! Él fue un perseguidor incansable del soneto. Recuerdo con gracia y cariño que llegó a pasarse hasta cuatro semanas con insomnio y todo, buscando la palabra perfecta que tuviera significado, rima y métrica.

En los albores poéticos de mi padre, la erudición de su poesía era tal que ni él mismo se entendía el sentimiento; puedo decir que se encontraba atrapado en la métrica, ritmo y rima. Al pasar de los años fue soltando un poco la rigidez de la estructura del soneto y, dentro del soneto mismo, halló un espacio/vocabulario libre. Si la palabra era el nido y él el ave, a punta de ramita por ramita usarla, hizo nido en la palabra. Era su casa.

Regreso a 17, Poéticas de la distancia, al recin-to donde tanto vacío sentí un año antes, ahora lleno. Encuentro conferencistas, cineastas, poetas, artistas plás- ticos y psicoanalistas, presentando bajo el marco del Coloquio, una pléyade de maravillas que amilanan mi corazón, fluye la nostalgia y me doy cuenta: mi padre me dio la palabra.

“La gratitud es la memoria del corazón”, Víctor Hugo, muchas gracias a tí/ustedes. Me enseñaron a hablar, que de suyo ya es útil, pero Sergio me dio la palabra. Su voz y sus silencios junto con todos los instantes, me dieron contenido y profundidad. Como en el análisis freudia-no: “el paciente no sabe que sabe”1.

Cuando Elida lanza la hilada de su caña para pescar la Pa (pala en portugués) Lavra (labrar en portugués) se hace este surco de todas esas pa lavras que papá dio. Soy tierra trabajada.

Otra vez la infancia: era completamente común estar rodeada de palabras misteriosas de la boca de mi padre, insultos ingeniosos, íncubos, súcubos, sinécdoques y sindéresis, pero sobre todo: órdago.2

Papá estaba en el hospital desde el 16 o 18 de junio del 2006 recuperándose del infarto ese, el anterior,

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el que ya no aguantó; llegué a verlo, lo encontré feliz, muy contentito, platicándole un sin fin de cosas a las enfermeras que lo cuidaban. Afortunadamente era un excelente conversador, en una de esas charlas, me llama la atención diciéndome que había re-descubierto el sig-nificado de una palabra. Me dijo que él había utilizado la palabra órdago con un sentido un tanto negativo; yo le habré escuchado decir que tal o cual persona había reci-bido una paliza de órdago. Y bueno, me imagino que lo de extraordinario que una paliza pudiese haber tenido, era cuestión de enfoques.

Mi padre se re-encuentra con el sentido original de la palabra órdago y me la vuelve a recetar: ahora como despedida. Lo recuerdo con claridad: ojos serenos, pro-fundos en su cama de hospital de terapia intensiva, el ánimo echado pa’lante a sus 79 años con el infartazo que le dio: se despidió de mi diciéndome: Hijita: que te vaya de órdago.

El surco que órdago es dejado en mí, resume (re-sume).

Los viajes infinitos de Elida en, a través, para, por, sobre, sin, la palabra pa lavra, mapas, horizontes, poesía, arte, distancia y cercanía, me hacen sentir la tele/patía de mi propio horizonte y encuentro mis raíces judías. Las encuentro en esta maña/costumbre que tengo de escribir al revés —padezco de zurdes.

Representar la fragilidad del discurso a través de la transparencia de un libro/vidrio, pone a las imágenes mismas a lavrar en el propio inconsciente.

En un proyecto de 14 años de trabajo con la pala-bra como tema: número de palabras, colores, texturas, formas, adjetivos, calificativos, pronombres, posesivos, dativos, los verbos infinitivos que no tienen tiempo y remiten al horizonte probable, a esas hablas inacabadas donde Elida y Edson se encuentran. Me dan ganas de regalarle una bolsa de “comas”. Un pre-texto perfecto para recuperar el aliento.

Es aliento con sentido (y consentido) del respirar, de saber que la vida depende de darme y no darme cuenta de cómo entra y sale el aire de mi cuerpo. De hacer una pausa para que en la distancia entre el inhalar y exhalar se genere el espacio de claridad que me permita darme cuenta. Pero claro que vale la pena vivir.

Con todas y cada una de las experiencias de este Tercer Coloquio, el aliento se suspende en artilugio de magia y hace conciencia de ser.

Notas1 Mannoni, O., El descubrimiento del inconsciente, Nueva Visión, 81 ss.2 Real Academia: 1. loc. adj. coloq. extraordinario (fuera de lo

común). Borrachera, calor de órdago.

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p o é t i c a s d e l a d i s t a n c i a

En los umbrales del conocimiento,rupturas e interdiscursividades

Ofelia Rodríguez

Para evitar la muerte saldremos al encuentro de los muertos.

Jaques Derrida

A Paco

Poéticas de la distancia. ¿Nos invita el título a una re-flexión de tipo conceptual? O ¿nos ofrece una extensa variedad de prismas adornianos para echar miradas bajo diversos ángulos? Yo creo que ambas cosas y trataré de demostrarlo en este documento.

Dentro del término telepatía podemos englobar a todos aquellos fenómenos que se verifican a distancia sin recurrir a la experiencia. Es por tanto, aquello que escapa al discurso científico. Curioso golpe se asesta al pensamiento cartesiano, al empirismo que echó sus raíces hace varios siglos y, más adelante, al positivismo. Adorno ya nos había advertido la desintegración de la experiencia. La telepatía nos conduce a los límites entre el saber y el no saber, entre lo constatable directamente por la experiencia y aquello que rompe los tiempos, las distancias y la lógica de los envíos en los cuales encon-tramos un destinatario perfectamente entrenado y listo para contestar. Es así como podemos hablar de mensa-jes que nunca llegaron a su destinatario, pero sí a otros receptores inimaginables para el emisor.

¿Qué significado puede tener el hecho de que el fundador del psicoanálisis considerara la existencia de

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¿Qué es representar? Según Valeriano Bozal es posi-ble hablar de representación en varios sentidos. Dos de ellos son los que interesa mencionar aquí.1 El primero se relaciona con la fijación de la presentación perceptiva, el segundo se cuestiona acerca de la condición de re-presentar el conocimiento. Mientras que en la primera acepción, representar consiste en trasladar a un sopor-te las representaciones perceptivas previas, es decir, existe una base empírica como sustento de la represen-tación, en donde, además, se utilizan códigos cerrados inmóviles; la segunda acepción, en cambio, considera la representación como una vía epistemológica tan váli-da como el conocimiento que se obtiene a través de la ciencia. Especialmente a partir del segundo sentido, es como Bozal responde a la pregunta planteada, para él “representar es articular y, así, producir figuras signifi-cativas”.

Ahora bien, tomando como base el primer senti-do, entonces podemos concluir que la representación efectivamente atraviesa una crisis; crisis que abarca la transformación en los soportes, que nos ha conducido a prescindir de ellos y crisis en el desmantelamiento de los códigos cerrados. Sin embargo, si consideramos que representar es articular, entonces no habría tal crisis, puesto que el discurso estético lo es precisamente por su capacidad de lograr articulaciones al interior de la obra y en el horizonte en el cual se encuentra inserta. Ponga-mos por ejemplo la propuesta que hizo Elida Tessler.

Con base en lo anterior, considero que no se puede hablar de una crisis en la representación, aunque sí en el poder legitimado a través de la imagen. Es el poder y su estabilidad el campo más fértil para la representación. Donde las relaciones de poder se han fisurado cabe la posibilidad de nuevas formas de discursividad cultural, las cuales, a su vez alimentan mayores resquebrajamien-tos. Es entonces una alimentación de doble vía, causa y consecuencia.

fenómenos telepáticos? La sola posibilidad de entrar en un terreno que escapa al dominio del conocimien-to empíricamente verificable presenta una multitud de implicaciones, entre las cuales tal vez la más importante es la que nos conduce al desmantelamiento del tiempo como construcción simbólica que ha permitido desde su invención procesos de control y de dominación de la naturaleza. Así pues, a base de resistencias, nuestra relación con la distancia y con el tiempo se rompió.

De esta forma es telepático el nombre que recibimos porque nos transfiere una expectativa, una que en muchos casos se traduce en continuidad o bien en resurrección de aquellos que ya lo portaron. De igual forma, es tele-pática nuestra relación con el tiempo cuya creación ha sido determinante en el origen de las civilizaciones. Lo mismo que ocurre con el nombre ocurre con el tiempo, digamos, con ese que marca los acontecimientos más importantes de nuestra vida —como el nacimiento—, y que nos transfiere una serie de expectativas, donde de igual forma pensar un estado sin tiempo nos devuelve a un estado mítico: al encuentro con los dioses.

Es también telepática la herencia que como sujetos pertenecientes a una determinada cultura recibimos y de la cual hacemos una selección en donde permanecen sólo aquellos aspectos significativos: ¿cuánto de lo que a diario nombramos es producto de nuestra particular visión?, ¿cuánto se nos ha transmitido a partir de ese potente conducto llamado oralidad? ¿Es entonces la voz de los desaparecidos la que toma nuestro cuerpo para volver y hacerse presentes? ¿Es que a través de lo visible se hace presente lo ausente? O bien, ¿es a través de las ausencias como mejor se puede acceder a lo visible?

Mediante la telepatía se puede arrancar memoria a la finitud. Tal es el sueño de Hamlet: “¡Que me acuerde de ti! ¡Sí, sombra desventurada, mientras la memoria ten-ga asiento en este desquiciado globo!”, como escribió William Shakespeare en Hamlet.

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Ahora bien, aun cuando mantuviéramos como defi-nición válida de la representación, aquella que la limita a la aprehensión de un objeto efectivamente presente —y por lo tanto, en este sentido sí podríamos hablar de una ruina— lo que interesaría cuestionar es si pode-mos rastrear su génesis. Una cosa me parece cierta, no es una crisis reciente, antes bien se trata de un quiebre que surgió desde el momento en que la referencia del discurso estético dejó de ser la naturaleza para trasla-darse al sujeto mismo, sus pasiones y en sí, todo lo que constituye su interior. Si esta segunda lectura puede ser considerada válida, podemos concluir entonces que la crisis ha estado presente aunque aislada del sistema, para que no representara una amenaza que pudiera po-nerlo en riesgo.

¿Por qué hasta ahora se nos hace visible una crisis que comenzó hace varias centurias? Intentaré respon-der: porque hasta el siglo XX se comienza a otorgar al discurso estético el papel que le corresponde en función de su interrelación con el sistema completo. Es en este punto donde podemos abordar la desvinculación entre la visión y la creencia como parte de un proceso en don-de la imagen adquiere nuevos sentidos, juega nuevos roles. La imagen tal como se genera en la actualidad: sin soporte, flotante, espectral, sugerente, desconcertante, liberada de su antiguo soporte teológico y tan sólo fiel a sí misma.

Esta imagen, desvinculada del discurso teológico, liberada de soporte alguno no requiere de un lugar es-pecializado donde actuar. Bajo esta dinámica encuentro también una ruptura en la lógica de producción, y así la antigua separación entre productores y espectadores se rompe para dar paso a nuevas posibilidades expresivas: todos podemos producir mensajes y al mismo tiempo to-dos nos transformamos en espectadores de los mismos.

Poéticas de la distancia… es la voz de los miles que alegremente sueñan con cruzar una frontera tras la cual

se halla la tierra prometida, también es el lamento de quienes tras la humillación no lograron el sueño, sueño incompleto, vida marcada y tiempo sin cumplir. Sobre este punto, llama la atención que buena parte de las mi-graciones caminan hacia el norte. De esta manera, el norte se convierte en sinónimo de la tierra prometida. Es como presenciar un fenómeno de ascensión, en el sentido de superación de estadios inferiores.

… Son también palabras-objeto que pueden ser leí-das al incorporarse al mundo vivido.

… Son los desaparecidos que vuelven, los espectros que hablan a través de nosotros.

… Es el desmantelamiento de la distancia entre el saber y el no saber.

… Es, finalmente, esto transformado en aquello, pero también en aquello otro, en un constante devenir.

… Es el arte, lo mismo que la política, como modos sociales en interacción constante.

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La coma intransigente

Joel Enríquez

Un signo de puntuación, un signo de semicadencia,1 un signo que marca el gerundio, el presente progresivo, un signo que permite. ¿Qué permite? Prestar atención, avanzar con cuidado, desgranar la oración. “Gerundio es la coma del trabajo”, decía Elida Tessler en su exposición. Más que la repetición, es el desarrollo de la oración. 17 “,” Instituto, y no es una institución, es un espacio de es-critura que une, que enlaza, que sirve de coyuntura entre la universidad, la cultura no académica y el psicoanálisis. 17, Instituto… y la coma designa el desacuerdo, el punto de quiebre, el no ser: el progresar. Si Castoriadis habla de la institución imaginaria de la sociedad y Mannoni de la institución estallada, la coma de “17, Instituto…” habla de una reacción ante lo convencional de las institucio-nes, del engrane entre el pensar de Castoriadis y el de Mannoni para expandirse, para enlazar, para unir, para acercar, para mover, para evolucionar: para revolucionar. 17 revoluciona la Teoría Crítica.

La revolución es la bandera de los artistas, y el Co-loquio Poéticas de la distancia nos aproximó a ese pensamiento revolucionario, a ese actuar del arte en dirección de la transformación de la sociedad. El arte como motor de transformación, como elemento de co-municación de injusticias, de derechos, de posibilidades. Desde el trabajo personal hasta el quehacer humano. El cambio no es sólo transformar a un sujeto, el cambio es también reubicar a la humanidad en un lugar que le permita tomar conciencia del mundo en que vive.

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Establecer las relaciones personales necesarias para el desarrollo sin dejar de lado los lazos que tienen con el medio que le rodea permite reflexionar sobre la justi-cia. Hacer del arte un testimonio o del testimonio una forma de expresión artística es proporcionar una horma para expresar la carencia de vínculos que existen entre los seres humanos, así como entre ellos y su entorno.

Hay que proporcionar herramientas que permitan la movilidad, que obliguen a ver que la estabilidad se con-trapone a aquella. Y la puesta en movimiento permite crear vínculos. Así los vínculos se proponen como una respuesta, como el resultado del cambio, de la evolución de los procesos cognoscitivos del medio que nos rodea. Para el pleno desarrollo del ser humano.

La transmisión de la información toma diversos ca-minos, pero todos convergen en el plano de la mente, que decodifica, codifica o recodifica el pensar trans-mitido. Las ideas evolucionan de una mente a otra en el constante movimiento que tienen. El artista es el transmisor de esas ideas en imágenes. Y el arte es el lazo social que expresa las necesidades inmanentes al mundo que se quiere.

Ese mundo ideal es expresado en formas que se reconocen entre sí, que nombran la necesidad de la utopía. Las formas convergen en los discursos que las reproducen. Los discursos evolucionan al mundo revo-lucionando las acciones.

El punto de encuentro es la coma de “17, Institu-to…” Y los actores somos todos los participantes del mismo. El actor es el artista de la representación, de la vuelta a la escena con un nuevo discurso. El actor de la revolución es el artista que transmite el medio de comprensión del mundo. El medio es el mundo mismo. Revolución revolucionadora de revoluciones, eso es el arte. La herramienta de transformación que da nombre a la utopía. La llama locura, la llama lo cura todo, el fue-go del discurso es el que viola la razón para traducirla en

locura y ésta en el dispositivo que permita la evolución del humano.

La transformación será el resultado de la plena com-prensión de la coma, de la evolución del ser en otro ser distinto, en otro ser consciente de su significado ver-dadero, en otro ser consciente del mundo en que vive: en un ser humano. Pues sólo el ser humano puede ser un ser evolucionado, un ser en revolución constante, en permanente movimiento. Para lograr la transformación hay que salir de la coma, pasar al otro lado; dejar de es-tar en coma, para ser en coma, pasar la coma, la coma sólo es el paso, el puente, la frontera que “une y separa al mismo tiempo” el ser en movimiento del ser estático. La coma permite vivir la frontera desde otro lugar, la frontera permite entender la coma desde otra perspec-tiva. Pero la convergencia de la intransigencia debe estar siempre presente, en ese lugar, sea coma o sea frontera, pues así y sólo así será posible la verdadera evolución. El pasar al otro lado de la coma permite comprender lo que hay detrás, al igual que pasa en la frontera. Pero lue-go es necesario volver a reconfigurar el antes de la coma, el antes de la frontera, al igual que el después. Coma y frontera son revolucionadoras de lo que separan, de lo que unen. Y situarse ahí es comprender el derredor para luego transformarlo.

Notas1 Bozal, Valeriano, Mimesis: las imágenes y las cosas, Ed. Antonio

Machado, España, 1987, págs. 19 y 20.

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¡(H) abra Palabra!

Matzuko Nishima

Poéticas de la distanciaPoéticas del Desplazamiento

Poéticas de la UtopíaPoéticas de la Falta

Poéticas del Deseo

Somos un instituto telepático de cabo a rabo Benjamín Mayer,

Director 17, Instituto de Estudios Críticos

Somos un cybercadáverexquisito con pequeñas dosis de coexistencia física cada seis meses. Donde la pregunta planteada por Elida Tessler es nuestro gafete de presen-tación y nuestro constante punto de encuentro: “¿me das tu palabra?”.

17, Instituto de Estudios Críticos es un telespacio capaz de devastar, demoler, desmoronar y descoser los hilos y las fronteras de las palabras —de las marcas— para así poderlas restaurar, renovar, reparar, rescribir, regenerar, reciclar, reasignar, reconstruir…

¿Cuál es el proceso de la palabra que se escribe y lue-go se rescribe?

Hay un planteamiento, una idea, con la cual se intenta crear, despegar. Todo aquél que sea capaz de someterse a una telerenovación a distancia con secuelas a nivel indi-vidual, es bienvenido.

A lo largo de un semestre cada uno de los miembros tiene la posibilidad de trabajar en un tema (aparente-mente impuesto, pero finalmente escogido) el cual va a

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A mí me parece que los cuerpos están aquí, ¿dónde la cabeza? ¿Dónde la imaginación? ¿Dónde la memoria? ¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué estoy aquí?

¿Qué extraño experimento se lleva a cabo dentro de esa Capilla del Instituto Cultural Helénico? Pareciera un engañoso desenfreno integrado por los fantasmas de los exponentes, de los traductores y los míos, un juego de palabras, un fuego de palabras.

Lacan afirmó que “no hay relación sexual” en refe-rencia a la inexistencia de las relaciones de completud y, podría decirse, de total entendimiento. Me queda muy claro que si no hay relación sexual, mucho menos orgías.

Estamos invitados a indagar en nuestro propio ello, así como a presenciar, a ser tex-tigos de las palabras que se nos fueron dadas porque así las pedimos.

Una constante textualidad colectiva se instaura, palabras que van, palabras que vienen, palabras que se mueven en espirales, palabras creadoras, palabras ro-jas, palabras que se escriben, palabras que se inscriben, palabras que se leen, palabras… sin lugar a duda, siem-pre habrá algo innegable, constante e inspirador en 17, (h)abra palabra.

ser investigado, estudiado, pensado, analizado, escrito y finalmente (casi siempre) leído.

“Todos somos perseguidos por un tema” afirma Safaa, haciendo referencia a nuestros propios fantasmas, vi-vencias y cicatrices. Es así como haciendo memoria (literalmente haciéndola), adentrándonos en pequeñas representaciones de nuestros hilos, de nuestras palabras y de nuestras marcas, así es como se (de)(re)generará una idea.

“Circunfesarnos” como biendice Safaa. Abrir un espacio para nuestras historias, nuestras cicatrices, nuestras fechas, nuestros nombres, abrir un espacio a la utopía.

“La utopía es una invitación al discurso, un deseo inundado de memoria”, palabras de Edson Sousa que no dejan de marcar un regreso a lo reprimido, al incons-ciente, al deseo…“crear es abrir discontinuidades” dice en su seminario “La reinvención de la utopía”, justo el reconocerlas marcará el lugar de la falta lacaniana.

“El destinatario es un destinatario potencial” de nue-vo Safaa acierta ya que, así como también lo expresa Benjamín: “uno elige lo que quiere recibir”. Nos circun-fesamos frente a un ciberespacio teletestimonial donde cada uno de los lectores en potencia, carga consigo una red específica de persotonalidad. ¿Qué se lee? ¿Desde dónde?

El envío se ha realizado, dando lugar a la posible pro-ducción de una respuesta cuyo objetivo consistirá en la edificación de paredes de resonancia multifuncional (para el que escribe, para el que lee, para el que escribió y ahora lee y vuelve a escribir, etc.).

“No hay relación sexual”… palabras que no dejan de repetirse en mi cabeza durante toda la semana del Tercer Coloquio: Poéticas de la distancia. ¿Qué estamos hacien-do aquí? ¿Estamos acaso todos reunidos dentro de esta Capilla? La promesa de la unión de subjetividades pare-ce sólo hacer eco por algunos mágicosegundos.

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El minuto interminable del olvido

Marcela Quiroz Luna

Suponemos bien, los olvidos no existen. O bien, existen de manera semejante al color del mar. Se presentan muchas veces, incontestados. Los olvidos deciden, muchas veces, sin uno, o aún, a costa de. Le tengo un cierto respeto a los olvidos, y digo “cierto” no simulando una todavía pequeña dimensión del respeto, sino en el sentido de la certeza. Estoy segura que no olvido, aunque lo olvide todo.

Esta reseña había que entregarla hace semanas, lo olvidé. Sin embargo, no ha pasado un día desde el colo-quio en que no piense en el pozo de Safaa. Asaltos a la media noche entre 2 segundos por hora.

El tercer Coloquio de 17, Instituto de Estudios Críti-cos no empezó con Safaa Fathy. Para mí fue así. El tercer Coloquio de 17, Instituto de Estudios Críticos no termi-nó con Safaa Fathy. Para mí fue así.

Pero vuelve ahora, al momento de enunciar este respeto que se agolpan las palabras de los otros que lle-naron de fantasmas y telepatías la capilla del Helénico en el espacio de esa semana de junio.

De decirlo, así, en una frase, el coloquio Poéticas de la distancia anunció posibilidades diversas de arrancar la memoria de la finitud. ¿Pero, qué dice una frase? De-rrida contestara quizá que una frase habla del otro lugar, el lugar de lo invisible, mientras que la otra parte la lle-vamos en el cuerpo.

Desde entonces que llevo un pozo en el cuerpo. Des-de antes que llevaba un pozo en el cuerpo; desde ahora que sé enunciarlo. Gracias, Safaa.

Pero me obligo a no olvidar.

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primeras miradas de Safaa me responden cortantes so-bre mi errada concepción del contexto límite.

El contexto límite está siempre dentro de uno. Se lleva consigo como se lleva la necesidad de tal repara-ción simbólica. Entonces la poeta egipcia empieza a rescatar de sus ruinas la necesidad del cuidado del rela-to. Su relato es Derrida. Derrida y la muerte. Derrida en la muerte. Cine. Poesía.

Y me encuentro hoy enfrentada a mi olvido. Así es como llego, olvidada, para releer esta frase que anoté con prisa: ¿cómo se puede filmar el secreto?

Se ha respondido al tiempo. En un pozo. Un pozo que, sin embargo no confiesa nada, ni deja entrar las vo-ces de él en las palabras de ellas. Es el pozo del reposo del tiempo. Es solamente su reposo.

Safaa: “la infinita distancia que nos separa es el tiem-po”. ¿Lo dijo Derrida?

Reposar la herida, hablar de ella, enunciar el corte. Derrida es recordado, evocado, invocado hasta decir “el perdón sólo tiene sentido si se ha dejado una herida que curar”. La historia está llena de heridas. La religión de perdones. ¿Y la memoria?

Safaa encuentra el camino para decir, para confesar, que hay cosas que sólo suceden en los textos por su im-posibilidad para habitar la palabra hablada. Dice: “la amistad no puede sino compartir una parte silenciosa”. La pantalla avanza con Derrida entre escenarios argeli-nos-sin-serlo; entre libros sobre áticos; a un lado de un acuario; siempre en el exilio. Eso también es el amor, una huella que se hace ceniza. Es escribir el exilio con ‘h’ (como recurrentemente intento): exhilio —es querer meterle dentro, a la palabra, un espacio para el aliento. En la pantalla, Derrida habla del libro que no ha de es-cribir, el libro de la herida, de la circuncisión. Pues “la escritura no existe, si no es ahí donde hay resistencia”.

Mi olvido es resistencia, no quiero terminar el colo-quio aún. Regio su reseña como tiempo pasado. Olvidar

Día 1Benjamín nos recibe, afectuoso y desde las primeras fra-ses sentencia: “uno elige lo que recibe”. Así, la posibilidad del lazo tendido al mundo es toda nuestra. Pero cuando digo nosotros, no quiero encerrarnos. Los que estuvimos ahí, y los que estamos, ya somos otros, a la distancia.

Y empiezan las preguntas que retumban al centro, qué significa el testimonio a la obra de arte. Rolf Ab-derhalden toma el día y la tarde para mostrarnos su existencia empeñada en los años pendientes. Habla de este proyecto destruido: un barrio en Bogotá erigido al presente como cloaca de la historia; y de esa ruina edifi-cada: un parque que recibe premios como “rehabilitador urbano”. Son las posibilidades expandidas del teatro dice Rolf sobre sus actos mientras se cuestiona la figura del testigo. El arte, ¿es testigo de qué? O mejor aún, ¿es testigo cómo? Después de la tarde y encimada la me-dia noche sigue pensando, de ser posible, ¿cómo salvar el desencuentro entre el documento (socio-político-antropológico) y la pieza (artística-museable-viajable)? ¿Se puede mantener el relato que intenta erigirse como mediador a la distancia sin emplazarse en lo distan-ciado? Rolf y Jean-Fredéric Chevallier atraviesan sus necesidades sobre estas inquietudes. Deleuze habita la sala-capilla.

Aun no me atrevo a defender el tercer acto de Ab-derhalden. Pues hoy sigue pulsando la pieza itinerante sobre la supervivencia de sus sujetos editando la historia de vida en extracción audiovisual. ¿Será suficiente este tipo de memoria cuando los habitantes exiliados han sido enterrados a la salve de su propio olvido?

Jean lo dice bien: “aún hace falta desestabilizar la contemplación”.

Día 2Despierto preguntando si realmente puede existir, ha-ber, una reparación simbólica en contextos límite. Las

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el coloquio es mantenerlo vivo en el contexto límite del dentro-de-mí. Para no atreverme a borrar esa huella del otro, la singularidad del destinatario, con los reposos de mi escritura cuando se poza.

Día 3La pregunta que no duerme… ¿qué es lo que hay que decir ante la muerte?

Reposa de nuevo la imagen acelerada del poema de Safaa, puede ser la telepatía como transmisión a distancia. Pues decía entonces: “aquello que olvidamos regresa de una manera sintomática”. Es el dar la muerte derridiano. El trasplante de corazón; el exhilio. Es Egipto en Francia, Argelia en España. El duelo del tiempo nos ha recorrido a todos en la sala. Capilla mortuoria a semanas de la des-aparición de Jacques Derrida. Safaa llora. Llueve.

Por la noche, ese día resurrecto me pide una palabra Elida Tessler en un cuarto pequeño y blanco de Alda-ba Arte. Cuando coloco la pinza quiero pensar que la constelación de lo sensible explicada por Safaa en lo te-lepático habita un pequeñito espacio como ese. ¿Cabe en una pinza el cuerpo diferido? Safaa no estuvo esa noche. Quedó flotando de su poema esta sentencia “y llevaré las ciudades en los dedos”.

Desde esa noche, Elida, Edson y sus hijas llevarían nuestra ciudad en sus dedos.

En mí, la différance como destinatario (des)conocido y una palabra que se me viene encima en la voz de Safaa: aniquilación.

Día 4Los tubos de ensayo de Elida Tessler hay que habitar-los. Aun transparentes. Su obra, expuesta en imágenes proyectadas a lo largo de la mañana había empezado la noche antes con una palabra prestada, donada.

Se articula entre los proyectos, la continuación so-corrida de lo aniquilable: verbos en infinitivo. Elida

recorre el horizonte en una ‘línea infinitiva’ sostenida por muchas manos. La participación poética de su tra-bajo parece flotar sobre el pozo, para ella inadvertido. La sensibilidad preciosista brasileña recoge el alma doli-da y nos abraza, como ella temprano a la mañana.

Elida ha conseguido en una pieza, deslizar la palabra sobre la tierra, sobrevolando al aire, la ribera. Destina el alcance de la palabra y lo dice bien claro, su interés está en compartir impulsos. Resuenan entonces al pozo ilu-minando los horizontes de expectativa de W. Iser, como horizontes de lo probable.

Día 5Edson Sousa recupera la latencia de la invención de la utopía como un proceso en hacer en la obra de arte. Profundidades insondables las de su pensamiento, rico y fértil en referencias teóricas y literarias sumamente valiosas. Edson, después de Elida, habla de la posibili-dad del arte para abrir “esa ventana que pone en escena el deseo”. Propone la historia como creación, no como ruina; y la auto-conciencia del síntoma como ancla que impide una de las acciones-frases más radical-hermosa que he escuchado al día de hoy: hacer un agujero en el saber por medio del acto, del ser del cuerpo en el mun-do, de su habitar el paisaje. Disponerse a la enunciación es el sentido de la utopía como posibilidad optimista, diría yo. Optimismo que —en contra de todo— ha de mantenernos tan enteros como seamos capaces para atrevernos a “producir otra especie de sombra” sobre el mundo al paso.

Sombras que reposen sobre el pozo, no que se tiren en él. Edson llama por “momentos de producción de algo nuevo, de espacios que comiencen a existir al mo-mento de su enunciación; esto es la utopía” y apunta, ante todo, a reconfortar la existencia.

Pero, advierte antes o después Sousa, si hemos de guardar silencio, es porque es éste un tiempo, como an-

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Ecos del caminoEcos de nuestro encuentro

Tercera Generación

Edición de Verónica Vázquez-Cangas

A manera de introducción

I want to trip inside your headspend the day there…

To hear the things you haven’t said and see what you might see

Miracle drug, U21

Para la generación a la que pertenezco, el Coloquio Poé-ticas de la distancia marcó el inicio de nuestros estudios de maestría en Teoría Crítica en 17, Instituto de Estudios Críticos, nuestro primer contacto con el instituto como tal, con sus integrantes, y con nuestros compañeros de generación. Como en el caso de las dos generaciones que nos precedieron, la nuestra también está formada por estudiantes de muy diversas trayectorias, oficios, filiaciones, edades, intereses, historias, procedencias, y un largo etcétera. Sin embargo, desde el principio de las actividades del Coloquio, algo pareció movernos unos hacia otros, y ese algo fue la curiosidad.

Esa curiosidad, y seguramente el conjuro de la palabra telepatía, funcionó como un poderoso imán que marcó de manera definitiva lo que considero nuestra principal característica como grupo. Durante la tercera jornada del Coloquio se abrió un espacio imprevisto a causa de la cancelación de una actividad, pero en lugar de dis-persarnos, como los perfectos extraños que éramos, nos

tesala, que abre un espacio, que lo penetra. Así ha sido mi olvido, entiendo, como este silencio brasileño, ha sido mi espera por el agujero que de un momento a otro ha de convertirse en pozo.

Ese último día de capilla gótica, por la tarde, regre-saron las ballenas de la primera mañana, aquellas con las que dialogaba una soprano en la catedral de Sal habitada por una pieza de Rolf de la que no hablé. Esta vez fue-ron instrumentos inventados por Ariel Guzik y su nave Narcisa.

Día 6José Luis Brea, en el Laboratorio Arte Alameda reci-bió en contexto ajeno nuestras estaciones singulares. El coro de otro recinto antes religioso, estuvo habita-do durante algunas horas por la imagen, mercancía y fantasma de un libro que se presentaba. Fuera de todo despertar poético, Brea, con la claridad y seguridad que caracterizan su discurso, transitó por los aspectos que, a su juicio, destinan los efectos de verdad de las imáge-nes; el ser visto, las nuevas formas de subjetivación en la era electrónica y la lógica de las multiplicidades. De ello aterrizo en el apartado escindido ante la volatilidad y pérdida de la fuerza mnemónica como carga de nuestro tiempo.

Yo regreso a mi olvido sabiendo que —citando a Sousa citando a Kafka— “sólo hay un punto fijo, nues-tra propia insuficiencia; es desde ahí que es preciso partir”. Saber hacer necesarios los tiempos de silencio para “condensar ciertas imprecisiones de adentro” en responsabilidad de recuperarlas como imágenes críticas que alimenten un espíritu deseosamente utópico.

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Ecos DE la primEra jornaDa

Bienvenida, por Benjamín Mayer. Seminario “Teatro y testimonio: sobre la experiencia de Mapa Teatro en Bo-gotá” por Rolf Abderhalden.

En la ciudad de México se rompe con el espacio car-tesiano, la distancia no corresponde a ningún plano y toda predicción es azarosa. ¿Por casualidad, poética? Por supuesto ni reflexionas en ello, ya que al transportarte en el metro hacia el sur de la ciudad, donde se realiza-ría el Coloquio, lo preferible es invocar la buenaventura para llegar a tiempo.

Una vez en el sitio, comienza el verdadero viaje, al ingresar a la capilla gótica, escenario en el que la mayor parte del evento se llevó a cabo, tienes la inquietante sensación de estar en un ámbito misterioso, casi de cónclave. La semi-oscuridad del medieval recinto, en la que tiene que mantenerse por razones de conservación, invita a una ventana indiscreta, y la expectativa crece. ¿Acaso la mirilla asome al propio inconsciente o al in-sondable Otro?

Gabriela Hernández

El encuentro tuvo lugar en la capilla del Instituto Cul-tural Helénico, un lugar privilegiado, lleno de imágenes que evocan respeto, silencios, arte, cultura.

Lugar y nombre, 17, la cifra que remite al cero, lugar con la mayor articulación de asociaciones significantes. De entrada, se posiciona un deseo en relación a la trans-misión, la del juego de los múltiples significantes.

Es allí donde se abre la posibilidad, desde la inau-guración del Coloquio y en las palabras de Benjamín Mayer, de pensar en la distancia necesaria para inscribir y escribir una poética.

Cynthia Presman

Y giraron las palabras y rodaron las imágenes. Vaya que si. Comenzaba así el Tercer Coloquio Poéticas de la

quedamos en el salón que se nos había asignado y, sin acuerdo previo, de pronto estábamos engarzad@s en una estimulante discusión en torno al arte. Un moderador espontáneo, que hizo posible una suave fluidez, ordenó las participaciones y ejercitamos, con amplio placer y pasión, el músculo del debate. Disentimos, discutimos, argumentamos y contra argumentamos, pero sobre todo: escuchamos.

Nuestro primer momento a solas como grupo, lo de-dicamos a dialogar.

Por esta razón, elegí la forma del diálogo para pre-sentar las impresiones de la tercera generación de la maestría en torno al Coloquio Poéticas de la distancia, pero también en homenaje a las irreductibles singulari-dades de sus integrantes. La intención es reflejar el ser peculiar de cada un@, a través de las intervenciones aquí citadas, re-crear todo lo que sus voces, desde su multi-plicidad, expresan y, a pesar de que estos diálogos han tendido lugar sólo en este imaginario de algo que fue, que ya pasó, conservar intactos sus huecos para, desde ahí, continuarlo con los mismos y otros interlocutores. Fijar un punto de partida en la intuición que despierta el eco de sus palabras, con ese tono especial que distin-gue a cada un@, sus obsesiones; unos líricos, otros más científicos, pero tod@s jugándose desde un Sí mism@ que me parece peculiarmente honesto e inteligente. No conservé la estructura formal del Coloquio, tal como no está reflejada en las reseñas individuales, más que de manera indicativa.

Desafortunadamente, no todos hicieron llegar sus textos, por esa razón no me fue posible incluir sus pala-bras, pero guardamos en nuestra memoria su presencia, y el eco de sus palabras.

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distancia en la capilla gótica del Instituto Cultural He-lénico, escenario en el cual también los diecisiete de la Tercera generación de 17, nos encontraríamos por pri-mera vez.

Pablo Tepichín

¿Qué es la distancia? ¿Qué implica que haya distancias? ¿Cómo se pueden recorrer? ¿De cuántas maneras?… pero ¿qué es la distancia?

Sin duda aún podemos inspeccionar alternativas que todavía nos parecen de ciencia ficción, o quizá sólo es-tén situadas en una frontera que ya no tiene claros los límites. Ahí, en ese cruce, me pareció vivir mi primer encuentro con 17, Instituto de Estudios Críticos. Ima-ginemos un buen escenario para comenzar un relato de ciencia ficción. No hace falta esforzarse, basta mirar la realidad: una capilla de los siglos xii y xiii que viaja des-de España a Nueva York, donde permanece almacenada; después se traslada a la ciudad de México y es armada a mediados del siglo xx. Ahí, dentro de una construcción que ha recorrido una distancia en el tiempo y en el es-pacio, comienza la historia del Coloquio Poéticas de la distancia.

Claudia Cabrera

Poéticas de la distancia, poéticas de los destierros… destierro académico, de la patria, de la sociedad mains-tream, del hogar, de sí mismo, de la vida.

Destierros voluntarios e involuntarios. No puedo evitar relacionar mis circunstancias y vivencias, a una liga de constantes auto-destierros.

Giovanna Esposito

A cada acontecimiento corresponde su particular geo-metría, una serie de coordenadas que invitan a figurar trazos, ecuaciones diferenciadas que dan seña de la res resultante:

(1 yo ÷ 17 otros) a la 3ª generación x [25-30)06/07 ≈ 0,o este texto residual con sifrases que siempre dan cero,el punto más breve entre dos distancias,la condición poética, de todo trayecto…

Santiago Díaz Lomelí

¿Cuál poética? ¿En qué sentido del largo devenir huma-no? ¿En qué estación de ese periplo haríamos una pausa? ¿Sería aquella ars poética que nuestra herencia occiden-tal ha rumiado y masticado por siglos? O aquella otra que guardaba secretos en los nombres de los árboles, como le gustaba pensar a Graves. ¿Tal vez estarían pre-sentes las múltiples formas de esa construcción, todavía parcialmente oculta de la voz fragmentaria en Meso-américa? Pero también, ¿desde qué distancias, desde qué lugares o destinos daría inició esta exploración?

Alejandra Pacheco

Poéticas de la distancia significó para mí el encuentro vivo con 17, Instituto de Estudios Críticos. Este Tercer Coloquio fue el que me recibió como estudiante de la 3ª generación de la Maestría en Teoría Crítica, y es con esta reseña con la que me estreno en el instituto. Pri-mera gran sorpresa, así como el Coloquio es una figura imprescindible del Instituto al ser un momento en el que se piensa a sí mismo, la reseña es para mí una figura igualmente imprescindible al ser un momento en el que —como Gerardo— me pienso. Segunda gran sorpresa: mi pensar transita del árido terreno de lo individual, al di-vertido campo de lo colectivo. Comienzo a pensarme como parte de ese sujeto colectivo que es el Instituto, y también todo lo que queda fuera de él. Inicio así mi viaje y, con él, mi exilio. ¿Qué herencia voy buscando? ¿Qué sueño voy soñando? ¿Qué tierras voy arando?

Gerardo García

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La introducción realizada por Benjamín Mayer tuvo la paciente urdimbre que permitió desplegar una historia difícil, de parentescos y lugares rozados por los en-cuentros fecundos, por la incertidumbre existencial en un mundo que se debatía, que intentaba continuar vi-viendo bajo situaciones de extrema tensión. Desde ese recuerdo, hasta nuestro ahora, Benjamín nos condujo hacia un punto de inflexión: un lugar allí, adonde llegar para compartir ideas, para repensar temáticas.

Alejandra Pacheco

Este lugar (llamado 17) me sorprende. Las palabras pa-reciera que toman otra dimensión cuando atraviesan al yo que las dice: el Benjamín Mayer que recuerda a su abuelo en el “discurso” de bienvenida y que va al pasado público y privado para darnos la bienvenida, y a quien se le corta la voz al agradecer todo lo que tuvo que coinci-dir para que las cosas resultaran (Safaa Fathy a su lado, sutilmente conmovida), me lleva a un sitio de intimidad tan extraña como cómoda.

Nely Maldonado

Por otro lado está el destierro, interesante concepto que remite a eso que es central en el lenguaje, lo que necesariamente cae para que la nominación sea posible, pero también —y esto es lo fundamental— cómo cada uno se sitúa en relación a su propio destierro, entonces —a veces— una poética es posible.

Cynthia Presman

El edificio en sí concuerda con la filosofía del Institu-to. Como un pensamiento derridiano, se construye y se desconstruye. Lo mismo hacemos con nuestras ideas y pensamientos, las construimos, desconstruimos, guar-damos, las vemos con nueva luz, las modificamos, les añadimos otra recámara, eliminamos un baño.

Jorge Postlethwaite

¿Qué puedo decir? Para empezar, fue mi primer acer-camiento físico al Instituto. Hasta ese momento, toda mi experiencia había sido encapsulada en la soledad de estar frente a un monitor de computadora. Como era de esperarse, mi primera visita me provocó nervios, emo-ción, y algo más que no sentía en bastante tiempo, un sentimiento que sólo se me ocurre definir como el de primer día de clases. Me sorprendió no haberlo perdido. Pensé que llegaba a una edad donde esa inseguridad, o no sé como se le pueda llamar, se esfumaba. Pero no.

No le di importancia al nombre, y nunca me imaginé el verdadero castillo de espléndida arquitectura gótica. Entré a la Capilla con cierta reverencia, quizá por el condicionamiento clásico que sufrí durante mi primaria católica. Después comencé a dudar si era una blasfemia usar este espacio con fines totalmente laicos, y hasta irreverentes, un mocho seguramente lo pensaría así.

Pero finalmente, después de la confortante bien-venida del Dr. Mayer, supe que el lugar era el idóneo. Lo comencé a ver como un templo dedicado al cono-cimiento, un santuario donde las ideas más radicales o raras echan raíz, son ponderadas y compartidas por mentes receptivas.

Jorge Postlethwaite

El Coloquio ocurría ahí, dentro del recinto, entre filas, con las miradas de algunos cuadros cruzándose con las nuestras. Pero en realidad venía ocurriendo ya desde otras localidades, desde otro tiempo. Venía en las ma-nos, en la pluma y los actos de todos los invitados. Ellos y nosotros. Invocamos juntos una localidad, una meta-localidad, un lugar de encuentro donde pudiéramos darnos las palabras y las imágenes, la construcción de una comunicación temporal que tiende puentes esté-ticos, literarios, narrativos y que también crea enlaces profundamente internos y emotivos.

Alejandro Orozco

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absurdo presente perpetuo de lo moderno, del instante, de esa propensión a transformar, a actualizar, a homo-geneizar. El objetivo: hacer el parque Tercer Milenio. Ya el nombre dice mucho, honrar la globalización de las apariencias, revelar el vacío, el no lugar, afirmar la visibilidad de un hueco, pero, eso si, en verde, ecológi-camente estándar. El Cartucho irrumpe para el rastreo de huellas, como leyenda, recuerdo, mito, sueño, experiencia, memoria. Fragmento de barrio y reconfiguración de la memo-ria. Desde la figura del testigo, del despojado, desde la presencia del ausente, se reproduce para representar la memoria. Testigos de las ruinas.

Pablo Tepichín

¿Es el artista un testigo? ¿Es el arte una voz que rescata y a la vez posibilita? ¿Cómo es que el arte incide en el espacio (urbano)? ¿Cómo resolver las cicatrices de una ciudad sin ruinas (aparentes)? ¿Cómo suturar las heridas no sólo de las ciudades derruidas, sino de los ciudada-nos desterritorializados?

¿Cómo construir una memoria del presente? ¿Es el arte un detonador a la vez que un conservador de la me-moria?

Abderhalden tiende lazos hacia decenas de expresio-nes artísticas —sin duda es acertado el concepto de arte relacional— lo que convierte a sus proyectos en verda-deros laboratorios y a los “resultados”, por llamarlo de alguna manera, en formas de pensar al arte en nuestro tiempo.

Si algo me dejó realmente asombrada en esa marató-nica sesión, fue la forma en que Rolf Abderhalden fue exponiendo los distintos proyectos de Mapa Teatro al mismo tiempo que desmenuzaba y construía la teoría que rodean sus propuestas. El resultado de este entre-tejido fue para mí una suerte de clarificación —y a la vez continua problematización— sobre un asunto tan

Con Mapa Teatro, el arte sale a hacer la calle, y coloca al teatro como un laboratorio del imaginario social. Tal fue la experiencia en el barrio popular El Cartucho, donde se rescata el papel de los mitos universales como poten-ciadores de relatos y movilizadores de la realidad.

Gabriela Hernández

Apenas llegamos y comenzamos a dejarnos llevar. Su-bir en un ala haciendo el despegue, ver desde el cielo el mapa, la geografía humana, lo que la arquitectura de una ciudad escribe sobre ella, su cuerpo e historia. Los pobla-dores de la sangre que, en el proyecto de Mapa Teatro, logran crear un involucramiento con el cambio de una ciudad que se auto mutila. El proyecto dirigido por Rolf Abderhalden es una de las antesalas de este hallazgo. Apenas despego, veo e identifico a dónde he llegado y ya estoy nadando con una ballena operística. ¿Es esto una nave capilla? ¿Una capilla voladora? Escucho los motores propulsores, me sujeto bien, parece mi pri-mer despegue. Vuelvo a Colombia, emparento, observo paralelismos, comienzo a imaginar algunos proyectos desplegándose. Veo el día avanzar y la pluma no para de anotar. ¿Qué tanto puedo atrapar con esta red? ¿Qué tantas mariposas ilustrarán esta narración?

Alejandro Orozco

De la presentación de Abderhalden destaco el proyecto en el barrio de Santa Inés en la capital de Colombia, Bo-gotá, conocido por representar en la memoria bogotana un espacio que encerraba o liberaba, según la lectura, miedos, fantasías, historias, pero también “lo viejo”, lo que ya no cuadra en la estética de la ciudad, algo que se vuelve extraño. Y por una decisión política, de esas que no tienen ros-tro, de esas que rastreamos en la historia, de esas que imponen los de siempre, el barrio colonial de Santa Inés fue demolido, literalmente borrado (¿o barrido?) de ese

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central como polémico: la complejísima relación entre arte y política.

Si bien El Cartucho era un sitio del temor, la demo-lición del barrio y su posterior transformación en un no lugar terminan por dejar un hueco en la ciudad, una suerte de cicatriz que sin duda es evidencia de una rup-tura aún más profunda a nivel individual: la pérdida de la casa, de lo propio, de lo íntimo. De ahí que lo que Abderhalden trabaja está en los límites entre lo públi-co y lo privado, lo subjetivo y lo colectivo, lo oculto y lo develado, el afuera y el adentro. Recuerdo esos re-latos que vienen de un disparador, como sería el mito de Prometeo, y que terminan mostrándose fragmenta-riamente en transmisiones de radios reterritorializadas. ¿Cómo es que el arte —y su deseo de memoria— a la vez que va al pasado proyecta al futuro? Testificar es sin duda una forma de hacer memoria. Y la memoria de lo público es un modo de intervenir políticamen-te. El arte-testigo es así voz fragmentada y silente que muestra en sus cicatrices la fractura. Ni el testigo ni su voz pueden contener el derrumbe; sin embargo, la ima-gen de una mujer deslocalizada que recorre el parque mudo, vuelca la memoria.

Nely Maldonado

La intención del grupo de teatro es dejar un testimo-nio de ese cambio y convertirse en un testigo. También se busca una forma de resistencia, no de la catástrofe —que parece inminente— sino del olvido.

Se cuestionan, ¿qué es la memoria?, ¿cómo conser-varla? Finalmente se proponen buscar un momento reparador y se preguntan si es posible hacer una repara-ción simbólica.

Mientras Rolf mostraba su trabajo —totalmente cautivador para mí— la idea de buscar un momento reparador, empezó a sintonizarse con otras coordena-das. Un pensamiento paralelo aparecía constante en

mi mente: a unas calles de donde vivo está el parque Delta. Hace algunos años fue un estadio de béisbol per-teneciente al Seguro Social. No sé cómo, ni por qué, dejó de serlo, lo cierto es que lo vendieron y, después de demolerlo, construyeron un enorme centro comercial donde se distinguen murales que recuerdan partidos de béisbol y fotos de jugadores; el estacionamiento está or-ganizado con nomenclatura alusiva al juego: manopla, bate, etcétera. ¿Acaso los arquitectos, o diseñadores de interiores, quisieron hacer una reparación simbólica? ¿Su objetivo era pensar las implicaciones simbólicas en el espacio público? ¿Las estrategias del arte se parecen tanto a las de los publicistas?

Tal vez no importa el resultado final. No importa si pudieron hacer una reparación social, que de antemano parecía condenada al fracaso, importa el movimiento que empezaron y la capacidad de lograr nuevos víncu-los, nuevas prácticas.

Rolf, ante el desafío de proponer una reparación, dice: “lo esencial es presentar la situación desde la perspectiva contradictoria que tiene.” La problemática queda abierta.

Claudia Cabrera

(B,a) es un intervalo temporal en el espacio:4° 35’ 56.57’’ latitud norte, 74° 04’ 51.30’’ longitud oeste,las (pre)posiciones que delinean Bogotá en el escenario

cartográfico,un ahí, donde Mapa Teatro marcó un horizonte

localizado, una línea sobre la crisis de la representa-ción.Se apartan los telones violentamente desgarrados de

una prisión,bajo la trampilla, se escucha una catedral de sal:fundida por el Pacificanto de ballenas/mezzosoprano,cuando en el proscenio se observa la exégesis hindú de

un relato forastero,

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que reincorporó su potencia tras el batir de unas alas enormes.

En el foso, una ópera enmascarada niega la rostricidad del artista,

reencontrando la armonía de su flauta mágica.Y al borde de la superficie se advierte C’úndua,como escenografía derruida, como pasaje a la muerte,que atravesó cuatro actos en una misma escena.

Rolf Abderhalden, dirigió su escuadra a los presentes,apuntó, cortó Cartucho, y disparó sobre la superficie

incalc(ul)able de lo real.Cayó desgarrado el barrio de Santa Inés, pero no calló

la ciudad,nuevos vínculos brotaron de la herida abierta,el cuerpo de la memoria incitó a la palabra,coagulando una comunidad experimental, fuera de nor-

ma, donde los temerosos “libertados”, narraron con fuego el

mito de sus viejos aposentos,y recorrieron distritos antes inconexos, ahora perpendi-

culares a sí mismos.mientras los otros reciclaban las instalaciones que les

hacían singulares,limpiando la experiencia con los escombros dispersos,

edificando paralelas televisivas,demoliendo el cerco aséptico impuesto por el Tercer

Mileniocurvando el arte en tiempo, en acontecimiento itine-

rante,trocando lo recordado en un argumento tan dramático

como admirable…Santiago Díaz Lomelí

Uno de los elementos de trabajo más fermentales, se dio partir de la comprensión de las limitaciones que la pro-pia gestualidad repetida, ritualizada, imponía.

Otras experiencias que Abderhalden comentó se fo-calizaron en dos aspectos que implicaban también una exploración de base etnográfica, en su más amplia acep-ción. Procesos de montaje teatral fueron realizados con campesinos de la India, que por su situación de casta, quedaban normalmente excluidos de muchas posibili-dades de acceso a formas de experimentación en el arte, y la experiencia de recuperación del valor de la memoria colectiva con el proceso de trabajo, a partir de comuni-dades de El Cartucho, una colonia en Bogotá en vías de destrucción.

Estuvieron también presentes la idea de memoria, testimonio, recuperación de una voz, y las interrogantes sobre el rol del creador, el rol de quienes participaron desde las comunidades, la recuperación de experiencias límite y experiencias cotidianas queribles, pero ahora destruidas. La construcción durante ese proceso, de una forma de ver el espacio futuro.

Alejandra Pacheco

Giró en relación a dos conceptos fundamentales, la cuestión de la experiencia, del hacer, del movimiento, y por otro lado en relación al testimonio.

El artista queda ubicado desde esta perspectiva como un testigo, lugar que lo sitúa frente a lo real, en una po-sición diferente a la del espectador, pero que a su vez, transforma al espectador en actor: el hecho de trabajar con el mito hace que cada uno de los participantes de la historia elabore de manera personal eso traumático que está viviendo y lo transforme.

El caso del barrio Santa Inés, El cartucho, es el mejor ejemplo para explicar esto: un lugar demolido, arrancado de la historia de la ciudad, pero que tiene sus cicatrices, sus marcas y esto es lo que se trata de trabajar, como testimonio, hacerle lugar, darle un nombre a lo que está sucediendo en la historia.

Cynthia Presman

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Su posición frente a su trabajo y el de sus compañeros en Mapa Teatro, fue autocrítica, guardando clara distan-cia con cualquier asociación ideológica fácil, pero falsa.

Verónica Vázquez-Cangas

R.A. toma un evento histórico y lo convierte en una re-dramatización continua, lo congela en el tiempo con la magia de video. ¿Por qué? ¿Con qué motivo? El teatro de R.A. tiene algo que ver con nuestra memoria cada vez más precaria, menos confiable. Es indicativo de nuestros tiempos, de lo que algunos pensadores llaman postmodernismo.

Memoria y video. Hoy por hoy, sentimos que si nuestras experiencias no son comunicadas inmedia-tamente y mediatizadas, entonces no existieron. Nos adentramos en una cuestión filosófica sin habernos dado cuenta.

Jorge Postlethwaite

Ecos DE la sEgunDa y TErcEra jornaDas

Seminario “Jacques Derrida”, por Safaa Fathy. Semi-nario de ciencias del lenguaje, por Raúl Quesada. “La révenante télépathie/ La resucitada telepatía”, por Safaa Fathy. Reunión plenaria con todos los estudiantes de la Maestría en Teoría Crítica. Inauguración de la exposi-ción “Voce me dá a sua palavra/ ¿Me das tu palabra?” de Elida Tessler.

El segundo día del Coloquio, la egipcia Safaa Fathy presentaría La révenante télépathie/ La telepatía resucitada, haciendo rodar D´ailleurs Derrida, circulando las pa-labras, floreciendo la telepatía. Nos adentramos en lo onírico, en lo espectral, en la identificación, en la pro-yección del fantasma cinematográfico.

Madame Fathy nos recordó la presencia de la pala-bra poética, de la imagen, del recuerdo, de los espacios impregnados de emociones; el mar, la nieve, el viento, el

silencio y, desde ahí, un ejercicio de auto análisis. Las relaciones no sólo son dialécticas, pensaba du-

rante su presentación, sino también telepáticas siempre. La telepatía resucitada, vuelve, retorna, revierte, se res-tituye… y todo lo que yo creía imposible, ya existió.

Pablo Tepichín

Hablando de testimonios, escuchar el de Safaa Fatty fue revelador: por un lado ver a Jaques Derrida en la pantalla, la imagen de alguien que ya no ésta (¿no está?), la idea del fantasma que nos presenta Safaa, el espectro, la telepa-tía, la comunicación a distancia, ese encuentro que nos posibilita el cine, que en cada uno de nosotros evoca dife-rentes historias. Las metáforas del pensamiento, esa figura invisible, que desde fuera de cámara va apareciendo, va in-cluyéndose, nos hace pensar en el inconsciente. La elipsis va a ser la estrategia, metáforas y metonimias, hasta llegar a la pregunta: ¿cómo se puede filmar un secreto?

Otra pregunta que la atraviesa es la cuestión del tiempo, aquello que nos separa del animal, por eso las imágenes sugerentes en la película en relación a los dos mundos.

Filmar el pensamiento, ése es el desafío, y Safaa lo logra ampliamente. Su arte, tanto en el cine como en la poesía, toca la cuestión de la marca, la huella. La muerte en sus dos significados: ir hacia la muerte, pero también que la muerte sea el motor del pensamiento, de la obra. Si tuviera que cifrar el pensamiento de la obra de Safaa, diría con ella que el arte es el acto de “arrancarle memoria a la finitud”, lograr entonces, que la muerte ya no importe.

Cynthia Presman

De apariencia inicialmente amable, calma, sin embargo por momentos amenazaba escaparse por alguna línea de fuga del paisaje, o se lanzaba sobre el espectador, cuestionaba, o recordaba preguntas que quizás el otro compartía o quería olvidar, junto con Derrida. Esta os-

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cilación, esta turbulencia bajo las aguas, se mantuvo buena parte de la duración del filme, y creo que esa per-cepción sensible del proceso es uno de los logros del documental. Derrida, inconmensurable, a veces rígido, otras veces frágil, en ocasiones lejano o apesadumbrado, respondía interrogantes a un ritmo que la cámara fue construyendo: a veces acompasando o haciendo contra-punto. Mención aparte dentro del documental, merece el momento de cercanía con un borde inquietante, fren-te al cuadro del conde de Orgaz, que abre o despliega el concepto de circuncisión.

El propio texto de Derrida contiene sus secretos: surge luego de muchos avatares, y su publicación, una serie de cartas que han sufrido los estragos del azar, y que Derrida pierde y vuelve —a destiempo— a recupe-rar, insta a la reflexión de ¿para quien se escribe? ¿Qué voz nos dicta? Podríamos hasta decir ¿qué “nosotros” escribe dentro de cada uno? A la vez, deja pendiente —quizás recuperando el sentido antiguo de la función poética— la pregunta que un poco veladamente com-partió con nosotros: ¿hacia quién dirigimos nuestra voz, quién la recibirá? Y si es acaso posible pensar en una ins-cripción mayor, de la cual somos parte. Trazo incierto y caótico, recurrente y fugaz que, sin embargo, merodea cerca nuestro, o del cual emergemos a veces, sin com-prenderlo del todo.

Alejandra Pacheco

Signos siniestros triangulan el vetusto portal trans-misivo.(emisor, mensaje, receptor)Y entre sus vértices se invoca a un espectro fílmico: a

ese que en otra parte:Derrida-quié/en-es-e/él-que-ya-no-está, intersectado

por Télépathieel ausente enlazado por un cuerpo ajeno, que no le

sigue, que no con cuerdaamarra su identidad, su memoria, su deseo anacoluto,

su potencia telepática.

Sin dilación, Fathy invita a los aus(ist)entes haser hospitalarios conuna idea que sólo retorna, sin destinatario, solo retorna,su posibilidad se da en tanto envío, sin garantía, sin

vínculo físico,como uno que habla en el otro, materializando su enigmático deseocomo otro, que guiado por uno, finito, escribe en automáticoaunque traducido en estándar, marcando cambios

repentinos, como todo poema.Al tiempo, Safaa Fathy presentifica y reivindica el don

de glosolalia,facultad válida para todo texto: hablante des continua-

do de lenguas ignotas,abre su discurso a un futuro equívoco, reafirmando la

iterabilidad de su lectura;una elocuente cicatriz, des cubierta en el cuerpo inma-

culado del psicoanálisis.Santiago Díaz Lomelí

Trama desgarrada, decires que re-sucitan nuevos decires. Pequeños testimonios que dejan en claro que no-todo puede ser dicho y a-parece entones el “secreto revela-do”. Homenaje de reconocimiento y reconocimiento a una amistad.

Gerardo García

“Cada vez que escribo pido perdón”, ahora sé a que se refería Jacques Derrida en el documental que nos pro-yectaron.

Jorge Postlethwaite

Entre el saber y la ignorancia, está la telepatía.Gabriela Hernández

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Mi segundo recuerdo del Coloquio, remite a aquél que no está y está. Ser parte de la deconstrucción de una me-moria; Jaques Derrida por Safaa Fatty. Aquella que está en el destierro, desentierra, cava en los recuerdos y da la oportunidad de ponerle cara, gestos, voz a la génesis de muchas ideas. Más de un mes después, me viene a la mente ese pozo movido por el tiempo, puedo escuchar palabras en un idioma familiar que sigo sin asir del todo.

Giovanna Esposito

Casi no pienso en nada en la siguiente etapa a la llegada de la poetisa, de la pitonisa, del cuerpo vivo de una Safaa espiritista. Nadie puede traer tanto la muerte pegada al cuerpo como ella: la muerte de Derrida. Nadie puede hablar mejor de la telepatía, sino alguien que puede y se comunica con el espectro. Safaa que habla frente a nosotros y desde lejos, reviviendo el sepulcro. Derrida nunca habitará su tumba. En este recinto nos conver-timos en testigos-cómplices, en escuchas del adiós, en observadores de una espalda que se pierde y se borra en la costa, momento intimísimo.

Los límites se funden ya caminando de él, que deste-je el lenguaje, cesa la vida para comenzar la telepatía. Ya nos reponemos. La sensación dura y durará. La telepatía ha mostrado ya su carácter de adherencia. Safaa parte dejando piezas de lo que llamamos lenguaje, vibrando, cambiando en cada paso que da para alejarse. Ella es también —ya— un espectro que nos ha atravesado.

Alejandro Orozco

Mujer de tormentas y filosísima inteligencia, con una sensibilidad tan a flor de piel que, por momentos, parece incluso hostil, nos participó una probada de su mundo con total apertura y humildad. Elaboró sin intenciones didácticas y, por tanto, sin concesiones de ninguna cla-se, sobre la creación cinematográfica en términos de algo que vuelve constantemente, que “regresa”, lo que

le otorga un cierto rasgo de espectralidad: un trabajo invisible que realiza precisamente la visibilidad, la visua-lidad. Esta jornada finalizó con la proyección de De tout coeur, poema visual escrito para ser leído y realizado por la poetisa y cineasta. Tributo personalísimo a una rela-ción, una verdadera ceremonia del adiós, a dos.

Verónica Vázquez-Cangas

Aparece en escena Safaa. En ese camino alterno al saber y no saber constatamos que existe la posibilidad de via-jar en el tiempo y en el espacio, más allá de la presencia, justo como lo ha hecho el nombre que llevo: Claudia. Para mí es una invitación al trabajo con la ausencia, no con la presencia, con lo derruido, lo que queda y ¿qué queda? ¿Queda una marca que invita a la memoria? ¿Cuál memoria? ¿La memoria del otro? Y si la memo-ria está en el aire, es decir, no es voluntaria y nosotros vamos entendiendo o no su mensaje secreto, entonces ¿hay un destino? ¿Intervenimos en él?

Claudia Cabrera

Para el miércoles en el Coloquio se programó una re-unión plenaria con todos los estudiantes del posgrado en Teoría Crítica en el aula Gamma. Sicólogos, artistas, filósofos, historiadoras del arte, entre otros, comparti-mos un mismo objetivo: la maestría interdisciplinaria. Y establecimos el lazo filial de compadrazgo. Nadie se quedó sin madrina o padrino.

Pablo Tepichín

A medida que se escuchaban las presentaciones de cada uno, como telón de fondo se oía también resquebra-jarse un poco el hielo que, de pronto se instala como mediador soberano entre las relaciones. Así que a par-tir de entonces, fue más sencillo mirarnos directo a los ojos.

Gabriela Hernández

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Intimidad que fue a la vez espacio de misterio en esa larguísima reunión plenaria… por suerte la astrología y la nominación de nuestros signos nos hicieron romper el hielo y avanzar en el “yo soy fulana y hago tal cosa”. Ahora las caras tienen nombres y tono de voz.

Nely Maldonado

De ahí por la noche, a “la Condesa”, a la inauguración de Voce me dá a sua palabra /¿Me das tu palabra? de la magnífi-ca portoalegrina Elida Tessler. Sólo una inversión en las dos primeras letras de su nombre, más un acento y ob-tendríamos algo revelador: “Leída”, de leer, y creo que de eso se trata su propuesta artística, acaso también, su forma de vida de lo cotidiano. Ganchos colgados y lia-dos a través del departamento Art Déco de Aldaba Arte. Palabras, significantes, textos, juntas al azar ligadas que constituyen un gran texto-tendedero, fundando un gran espectro de significantes. La tarde anterior, en el Helé-nico, Elida me pidió mi palabra y se la di: vida presente. En la exposición, inocentemente, me propuse buscar mi palabra, deseo que se prolongó a un pestañeo, pues me hubiese llevado horas y, sobre todo, porque comprendí que ya no era “mi palabra”, que la había transmitido, y se había convertido en otra cosa, sin remitente.

Pablo Tepichín

Una vez más la palabra ¿Vocé me dá sua palavra?, ¿Me das tu palabra?. Elida Tessler y su experiencia artística. Fuimos testigos allí de cómo realizó su proceso de creación, como suele suceder, siempre es emocionante escuchar a alguien causado por un deseo.

Cynthia Presman

Me viene a la mente la imagen de un objeto anárquico, lleno de colores y palabras, un suceso píctórico-poéti-co-escultórico vibrante, llameante, pleno de sentido y rebeldía, ejercicio de libertad: un cadáver exquisito. In-

mediatamente la sensación del desorden que juega a la belleza, se transforma en nostalgia y decido que no quiero dar mi palabra.

Verónica Vázquez-Cangas

Ecos de la cuarta jornadaTubos de ensayo: arte, palabra y literatura, por Elida Tess-ler. Seminario de fundamentos críticos, por Raymundo Mier. Proyección y mesa redonda en torno al proyec-to fronterizo multimedia Bajo el Tacaná: la otra frontera (México/Guatemala), de Isabel Vericat. Tubos de ensayo: arte, palabra y literatura O El arte con dedicatoria para los locos de la palabra: los psicoanalistas.

Verónica Vázquez-Cangas

El cuarto día, el seminario dio inició con la presentación de la artista Elida Tessler: Tubos de ensayo, arte, palabra y literatura. La autora propuso a partir de la experiencia: Me das tu palabra, un sentido lúdico y a la vez descontex-tualizador, la exploración de los conceptos de lugar y las atribuciones de sentido.

Alejandra Pacheco

El telón de fondo se descubre sólo para recordarnos que siempre ha estado ahí y es el “habla inacabada del artis-ta” lo que lo hace surgir como inefable.

Gerardo García

Trocar lateralidad por literalidad, y ésta por literaturaes reconocer sentidos poligónicos en libros

sup(er)uestos:planos limitados, solemnes e inertes,

Elida Tessler disloca la forzada regularidad interpretati-va,

pero se vale de ella, pareando los términos estructuran-tes…

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atenta a la constelación de los detalles poiéticos,soli(e)difica y revitaliza la materialidad del lenguajeextraño/ó al resto de las cosas.Su pro puesta mani pulula las diferencias pret hendidas

en cada texto,en un proyecto de lectura, cuando la lectura ¿es ya una

obra de arte?Santiago Díaz Lomelí

La idea de la apertura, del espacio entre la palabra escri-ta y la palabra dicha, eso que hace posible la diferencia y la suma en el breve lapso de espacio y tiempo. Entre otras cosas la palabra propia, Elida propuso una obra con la inscripción de un significante particular, y ese fue su regalo.

Cynthia Presman

Me hizo pensar en la potencia de la palabra enfrascada en un tubo de ensayo, como una sustancia poderosa con múltiples posibilidades o a punto de explotar.

Gabriela Hernández

Nos contó la historia de un Alcalde en cierta región de Brasil en la que éste faltó a su palabra, la expresión me conmovió y me hizo reflexionar sobre la brecha que existe entre el decir y el hacer.

Las imágenes del video fueron impresionantes, jugar con la anatomía del libro, aplicarle una cirugía, disec-cionarlo, después desenrollarlo y, así, establecer una relación espacio-tiempo.

Recuerdo haberle expresado que su trabajo se me-neaba más bien, en el arte en el horizonte de lo real… Nunca hay que perder la capacidad de creación y menos la capacidad de asombro. Al fin y al cabo, poéticas de la distancia.

Pablo Tepichín

A veces uno no tiene muy claro por qué toma cierta di-rección. Uno suele apelar a lo intuitivo, pero con suerte es posible encontrar en el camino una respuesta, así me pasó con el trabajo de Elida. A partir de ese momen-to —momento inaugural— supe que yo había elegido 17, Instituto de Estudios Críticos, porque aquí se tra-ta de fundar, de hacer un acto singular que sirva para provocar el proceso creativo. La experiencia estética es inaugural, hace posible la trasformación y el desplaza-miento. Corroboré una vez más que la mirada creativa es una mirada crítica y, gracias a ella, podemos aventu-rarnos a cambiar el sentido de las cosas, acción urgente y necesaria para evitar el estado de control e inercia consumidora en el que vivimos.

Claudia Cabrera

Veo a compañeros de otras generaciones fascinados por el arte que la artista ha presentado. Me siento comple-tamente perdida. El “señor director” se ve feliz por la plática, muchos aplauden sonrientes.

A mí, en cambio, la plática de Elida Tessler me deja incómoda. Me gusta pensar en las palabras en el hori-zonte, pero no me dice nada pegar las oraciones de una novela escrita por otro en una cinta casi infinita —o en tubos de ensayo o en platos o en…

Siento que no tengo formación en esto, que no en-tiendo la propuesta, que estoy perdida. No me “hallo” entre los chorromil verbos en las paredes de una expo-sición que me parece necesita demasiadas explicaciones para tener sentido. ¿Y dónde queda la experiencia?

Nely Maldonado

Mi barullo interno encuentra resonancias. ¡Hay otros como yo, que tampoco están cómodos! Y por suerte no llega un profe: cerca de tres horas, sin plan de estudios ni examen por delante, nos quedamos en el salón con sólo el deseo de develar y desnudar nuestras ideas sobre qué

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es el arte, para qué el arte, por qué el arte, hacia dónde el arte, qué no sé, ni entiendo del arte… Una delicia. Una delicia hablar y conocer a este heterogéneo grupo de personas, que resulta tienen muchas preguntas como las mías, y muchas respuestas que no se parecen a las que se me ocurrirían. Pero que esperan (esperamos), pa-cientes, el turno para hablar, y escuchan (escuchamos), pacientemente, la refutación que viene. Ver al otro, re-sonar en el otro. Bienvenida (a) la maestría…

Nely Maldonado

La parte más simbólica para mí, no remite a observar y escuchar los diversos ponentes. Remite a un salón de cla-ses con 17 alumnos, a una mesa donde todos reunidos y en presencia de un “moderador” discutían. Llevo un prome-dio de 20 años dentro del sistema escolar; fue la primera vez que formé parte, dentro de la academia, de una dis-cusión tan respetuosa, divertida, ordenada. Compartir, aprender y conocer, por más que sea un lugar común al cual referirse, fue uno de los motivos fundamentales por los que entré. En menos de una semana de haber inicia-do… ahí estaba, dialogando, acortando las distancias.

Giovanna Esposito

Hacemos pausas y se construye un terreno nuevo en medio del siguiente despegue. Es un espacio pasajero y casual, nos hemos preguntado todo: ¿qué nos ha traído aquí? ¿Qué es esto que observamos? ¿Por qué discuti-mos de arte, cuando lo que vemos son palabras? ¿Es ésta la forma por la que se conducen las convergencias de lo que llamamos arte? Y nos quedamos suspendidos, cruzamos experiencias, soltamos perspectivas y traduc-ciones, añadimos algunas trazas, dejaremos rutas que expandan la cuestión. Se cierra el espacio y volvemos al hangar para un nuevo abordaje.

Alejandro Orozco

La ausencia,del arte contemporáneodonde todo lo que designa inter-viene siendo la obra de

arte.La conjetura impropia de una tertulia espontánea entre

la 3ª generación.Santiago Díaz Lomelí

Luego del seminario improvisado asistimos a la presen-tación del documental Bajo el Tacaná: La otra frontera, sobre la situación de los migrantes en la frontera sur de nuestro país. A pesar de que el documental está tratado con gran sensibilidad, no deja de causar un sentimiento de enojo e impotencia. Es el recordatorio de los pen-dientes urgentes que tenemos como sociedad.

Gabriela Hernández

Comienza el eterno peregrinar, caminamos de un lugar a otro y somos exiliados de nuestra propia subjetividad, atravesamos fronteras y ello esculpe nuestro cuerpo; la amputación de nuestros pies es lo que da sentido a nuestro exilio.

Gerardo García

Testimonio sencillo y sin pretensiones quirúrgicas de momentos angustiosos sin solución probable o fa-vorable, estas mujeres son la prueba de la urgencia de encontrar las vías para poner en movimiento a la so-ciedad, única que tiene en sus manos la posibilidad de evitar que estos dramas se perpetúen.

Verónica Vázquez-Cangas

Ecos DE la quinTa y úlTima jornaDa

Seminario “La invención de la utopía” por Edson Sousa. Presentación de La nave Narcisa, de Ariel Guzik.

Hubo un hilo conductor entre el seminario de Elida Tessler y de Edson Sousa: aquél que une el acto analítico

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y el acto poético. Ese acto que está en condición de producir algo

nuevo, de señalar al sujeto en un lugar que —hasta en-tonces— desconocía. Una distancia que hace posible una poética. Es que sólo se puede hacer un recorrido a partir de la apertura de un espacio. El silencio que existe entre un significante y otro. La experiencia de la utopía, como la producción de algo nuevo, de espacios que empiezan a existir en el momento de su produc-ción. La utopía como la experiencia de perforación de lo perfecto, en el arte y en el acto analítico.

La utopía como despertar, la utopía como una forma de perforar el futuro, la utopía como la función límite del corte, la utopía como una permanente re invención. Estas son algunas de las cuestiones a pensar, sosteniendo que pensar es confrontarse con la falta de perfección.

Cynthia Presman

La utopía es la estrella polar. Al igual que la utopía, el arte no tiene designio.

Gabriela Hernández

Se trata de crear lo inacabado, de estar en una perma-nente reinvención, que invite a cortar con la reincidencia del discurso del poder. La utopía es un llamado para buscar otro mundo, a partir de una visión crítica.

Claudia Cabrera

“¿Cómo desprenderse de una imagen?”preguntó Edson Sousa al iniciar su disertación,pero la pregunta quedó abierta,tanto como el Estojo de geometría2,ese inquietante maletín de adiciones-oposiciones,¿una contradicción e vidente exhibida como potencia

utópica?El ser de la utopía es la ficción (que) auto consciente,que se encamina a la cre acción de actos formantes,

insertando lo precario en la figura del Tiempo mercado lógico,

grabando ángulos obtusos con el compás del futuro uniformado,

se práctica en espacios irregulares, con la ruptura de lo exacto.

La utopía persiste asombr(e)ando a la luminosidad tecnosférica,

inventa a otro como espacio, como deseo de invención,se sustrae al sustento primero que a las regla.Maravilla exótica, su posición está en decir/ hacer:lo invisible, lo imperfecto, lo inasible, lo incierto…

Santiago Díaz Lomelí

Uno de los elementos más interesantes parte de la base de la ruptura con el concepto usado —y abusado— de una utopía como algo armónico, irrealizable. Esto es: cuestiona el sentido otorgado y cristalizado en una for-ma inflexible y, en extremo controlada, de las utopías.

Alejandra Pacheco

El viernes, Edson Sousa nos presentó la conferencia La invención de la utopía. La burocratización del maña-na, la enajenación, la reiteración de espacios parecen, de inicio, algunas de las preocupaciones centrales del profesor brasileño en psicología social y artes visuales. Utopías, ficciones como ideales operativos de la razón, inquietas en el terreno de lo posible.

La burocratización del tiempo es otra de las preocu-paciones de Edson, en las que tendríamos que encender la mecha en las cosas que representen algo realmente novedoso, no tanto en lo que ya es obvio para todos, es decir, sin caer en la seducción de muchos de los discur-sos ideales.

No hay revuelta sin alegría, mencionó Edson, desde el principio esperanza y, por ahí, nos regaló una serie de luminosas ideas las cuales, después, me llevaron a cier-

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tas reflexiones en el inevitable, pero también temerario desasosiego de la vida.

Pablo Tepichín

La política y el arte aparecen también en la intervención de Edson Souza. En tiempos de incredulidad y “deses-peranza” —y vaya que ha perdido significado la palabra esperanza en la ciudad en que vivo— resulta que inventar una utopía es transgredir todo orden. Si el tiempo está controlado por el poder, moverse fuera del tiempo es-tablecido y proyectar hacia un horizonte nuevo, es un acto contestatario. Y al decir “acto” entiendo también movimiento, transformación: acción. Si algo me dejan las palabras de Souza es que la utopía trae una revolucionaria fuerza de transgresión: ante todo, la utopía es acción.

Movimiento espiral: para inventar la utopía se ejerce la creación, pero para crear se necesita un horizonte de posibilidad, es decir, una utopía —el “agujero en poten-cia” de la utopía es un disparador para la creación… La fuerza política de la creación radica, entonces, en su condición de posibilidad: en palabras de Souza, “si no abrimos la utopía, anestesiamos la forma irruptiva del futuro”. Me recuerda una frase de Libro de navíos y bo-rrascas de Daniel Moyano: si no las pensamos, las esperanzas se cansan y se van.

Nely Maldonado

Vamos al espacio, nos lleva al inicio del viaje un astro-nauta de nombre Guzik. El despegue comienza bajo el agua, nos llega el sonido y la voz de las ballenas, bello canto recogido en el viaje, la telepatía se inicia, bucea-mos en el mar, dialogamos en el mar. Llegan en este cierre del viaje, las convergencias, los instrumentos, los dispositivos híbridos, la mezcla que estamos buscando, los lugares que hemos imaginado recorrer, el mecanis-mo del ojo, la razón, la plástica y la técnica, todos ellos operando. Vemos las ondas expansivas que nos acercan,

nos emocionan, nos deja ver que si hay camino, que las puertas se abren para observar desde el vuelo, las posi-bilidades del salto.

Alejandro Orozco

Ariel Guzik ha inventado para sí mismo un oficio por demás poético, que se desenvuelve en la música, la ingeniería, el diseño industrial, la ciencia ficción y la co-municación con seres de capacidad cerebral muy superior a la nuestra: las ballenas. Autodidacta por convicción, lo que le admiro profundamente por las exigencias de dis-ciplina y talento que esta elección implica, Ariel Guzik nos mostró algunos de los instrumentos-herramientas que ha creado. A la originalidad de sus creaciones añade una factura impecable que los hace hermosos, melancó-licos, nostálgicos y seductores. Ante ellos no puedo dejar de percibir un dejo de tristeza en su llamado a rescatar lo que aún nos queda de naturaleza, de la que el género humano ha logrado distanciarse al grado de volverse casi completamente ajeno y, por ende, extraño, sin sentido y sin razón de existir. Pulcro, convincente, ejemplo claro de que la máxima “menos es más” es eficiente cuando de estética se trata, Ariel Guzik cerró esta jornada y el Coloquio, con lo que a mí me pareció una obra de arte, una manera de hacer poética de la distancia.

Verónica Vázquez-Cangas

Cuando cierro mis ojos para escuchar las resonancias subacuáticas y las ¿respuestas? de los cetáceos, logro sentir más allá de cualquier explicación. ¿Necesito un montón de justificaciones por parte del expositor para saber que esta experiencia sonora ha cambiado mi for-ma de estar en el mundo? No, al menos hoy creo que no. Respondo entonces una de las inquietudes que más ruido me hicieron en esta semana de locura: para “com-pletar” la experiencia estética he de percibir que mi estar en el mundo, se ha transformado.

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Encuentro de sentidos, de ciencia, de intuición y be-lleza: en un cruce mágico de resonancias. De pronto, algunas de las caras que más he visto en estos días pare-ce que encontramos respuestas a través de Guzik: nos reunimos sonrientes y palpitantes en el escenario para hacer sonar al laúd, para escuchar al radio con bulbos antiguos. Resonamos.

Nely Maldonado

Ariel no sólo nos adentró en un mundo de invención fritzlangiana sin la pretensión o la etiqueta de ser cien-tífica, antes bien, nos reveló una forma prácticamente olvidada de la ciencia —me parece— concibiendo la fí-sica con el talante de un taller de manufacturas.

Resonancias, vibraciones, sonidos, eufonías, cacofo-nías, a través de un conjunto de objetos intervenidos: un laúd, un radio antiguo, por ejemplo, en los que se des-cubrían los ecos en el ambiente, las voces, los lenguajes. Me acordé de mis años más mozos, no por que los de ahora no lo sean, pero las sonorizaciones que expulsa-ban los objetos me remitieron al álbum Meddle de Pink Floyd, particularmente a través de una pieza ejemplar “Echoes”.

Pablo Tepichín

Cuando empezaba a olvidarme de la ciencia ficción, pues ahora todo me resultaba asombrosamente real: una concreta y permanente invitación para pensar lo co-tidiano, verlo y volverlo arte, o tal vez no, dejarlo en el punto que se puede pasar de una frontera a otra… en eso andaba cuando aparece Ariel Guzik. Con él me trasladé al cruce entre ciencia, arte e incluso religión. Los obje-tos que muestra, acompañados de su relato-explicación, crean un espacio ambiguo entre la ilusión y la realidad, entre la comprobación que necesita la ciencia y las infi-nitas posibilidades que sugiere el arte. Esa ambigüedad resultó para mí el atractivo principal.

En sus objetos utiliza la ciencia, la técnica y la buena factura para traducir, en música, el devenir del mundo y comunicárselo a los cetáceos, o a los extraterrestres, o tal vez a los humanos. ¿Eso es posible? ¿Importa si es posible?

Claudia Cabrera

Los artefactos de Guzik, son en apariencia inocuos y parecen sacados del laboratorio de algún científico loco. Sin embargo nos ofrecen una nueva visión sobre el mundo que nos rodea, al tiempo que, nos revela la estrechez de nuestros modos de pensar y concebir el universo.

Gabriela Hernández

Finalmente, Ariel Guzik. Inventor, científico, soñador, no lo sé muy bien, pero hay algo que refleja en su trabajo y es que parece ser alguien que inventa la utopía. Ser tes-tigo de esa posición es —simplemente— un privilegio.

Cynthia Presman

Viajamos al fondo de la mar, los cetáceos nos dotan de una nueva ecolocación; pulsaciones de sonido que per-miten determinar la localización y propiedades de los objetos pero, sobre todo, la creación de nuevos mapas del deseo al que recubrimos de tiempo, espacio y forma para (des)orientar nuestro comportamiento. ¿Existirá otro destino para la pulsión?

Gerardo García

Ariel Guzik irr(o)umpe la preescisión de la serie,sus instu mentis, que circu(o)nfieren voz al caosaún interfieren el sonar de mi pensamiento.

Santiago Díaz Lomelí

Y con la voz cantante está el laúd… y recuerdo cómo se quiebran los estereotipos. Como en el teatro, se trasto-

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can los límites entre escenario y espacio, entre actor y espectador. Como muta la puesta en escena, en busca de una cercanía con su público. Como se busca que la muerte no quede sólo en recuerdo, y que la música se escuche hasta el fondo del mar.

Giovanna Esposito

a manEra DE conclusión/DEspEDiDa/promEsa…Así cerramos el viaje, esta primera jornada, a través de los territorios distantes, por las palabras puente, por las formulas utópicas, por las naves espaciales. Esperemos en la fila, la próxima apertura del hangar.

Alejandro Orozco

Presentamos y representamos, construimos instala-ciones que bordean el corazón de una ciudad y de sus habitantes, que miran el derrumbamiento sin tener cla-ros los cómos, ni los porqués. ¿Qué se demuele y qué se construye en la experiencia del Mapa Teatro? ¿Qué es la resucitada telepatía? ¿Qué son los tubos de ensayo? ¿Qué pasa bajo el Tacaná? ¿Todo es la invención de una utopía o la construcción de una nave Narcisa?

Gerardo García

Dicen que no hay casualidades sino causalidades, así que estamos los que somos y somos los que estamos.

Nely Maldonado

Pero creo que llegué al lugar adecuado para tomar una postura sobre él [Derrida], y sobre muchas otras co-sas. Me llevo la gratificante experiencia de continuar mi búsqueda por un conocimiento más profundo. Lo importante en mi conclusión sobre este Coloquio es: cuestionarlo todo, re-pensar lo ya establecido, no acep-tar suposiciones por ser lo más convencional, y mantener la mente abierta a todas las posibilidades.

Jorge Postlethwaite

El Coloquio fue fructífero y cumplió mis expectativas. Espero que el siguiente nos vuelva a sorprender. Nos vemos en enero o como dice una bella canción: Till the next time we say goodbye.

Pablo Tepichín

Porque, en sí, las Poéticas de la distancia son resistencia poética, que sale de casa.

Giovanna Esposito

Notas1 Epígrafe a la reseña de Pablo Tepichin, de Poéticas de la distancia.2 Fotografía proyectada de una obra de Cildo Meireles: compendio

de algunos objetos clausurados por/en su superficie funcional, con la única excepción del estuche abierto que los contenía: lo cual niega a la vez que otorga la única posibilidad de su siempre inacabada existencia, dada la imposibilidad de un cierre absoluto, de sustraerse a sí….

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Page 45: Coloquio 3º “Poéticas de la distancia”.

Testimonios del Tercer Coloquio 17, Instituto de Estudios CríticosPoéticas de la distanciase terminó de imprimir en los primeros díasdel mes de junio de 2008, en los talleresde Solar Servicios Editoriales S.A. de C.V.Se imprimieron 100 ejemplares.En su composición se empleó la familiatipográfica Hoefler, en sus versionespara texto, títulos y huecas,publicada por Hoefler & Frere Jones.