Coatz Entre La Frustración de Goce y La Frustración de Amor

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Entre la Frustración de Goce y la Frustración de Amor: La Anorexia y la Bulimia. Norberto Coatz (*) Cuadernos Sigmund Freud. Nro 19 (1997). Escuela Freudiana de Buenos Aires (**) Presentado en la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis: Buenos Aires; 1995. Considero esencial para la clínica de estos singulares modos de goce distinguir la Verwerfung (desestimación) nominada por Freud de la Forclusión del Nombre del Padre, reservando este término introducido por J. Lacan específicamente para las psicosis, producto de la ausencia irreversible de la marca en lo Simbólico de la Ausstossung (de la expulsión del objeto). La Verwerfung, por lo contrario, nombra una degradación de lo Simbólico producida por la falla episódica en la articulación de los tres registros: Real-Simbólico-Imaginario. En ese límite de las neurosis podemos situar: a las anorexias y bulimias, las toxicomanías, los fenómenos alucinatorios (como el del "Hombre de los Lobos"), las manifestaciones psicosomáticas, los duelos patológicos, los ataques de pánico, las pesadillas, el sonambulismo, el pasaje al acto. Como consecuencia de la no disposición puntual del Significante del Nombre del Padre, se produce un borramiento del Sujeto del Inconciente, pero queda abierta la posibilidad del pasaje del Goce al Inconciente, la posibilidad de inscripción del Significante de la barradura del Otro [ S ( A)] para la pulsión que haya quedado desligada del representante. Esta distinción entre los conceptos de Forclusión y Verwerfung, surge a partir de la no homologación entre la Metáfora Paterna y el conjunto de la operatoria del Complejo de Edipo. En la Metáfora Paterna - represión primordial- el Significante del Nombre del Padre sustituye al Deseo de la Madre. Se abre la posibilidad de una relación - que se demostrará luego como una relación de no relación- entre el deseo de la madre y el deseo potencial del sujeto a advenir. El Nombre del Padre hace entrar en razones al

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Entre la Frustración de Goce y la Frustración de Amor:

La Anorexia y la Bulimia.

Norberto Coatz

(*) Cuadernos Sigmund Freud. Nro 19 (1997). Escuela Freudiana de Buenos Aires

(**) Presentado en la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis: Buenos Aires; 1995.

Considero esencial para la clínica de estos singulares modos de goce distinguir la Verwerfung (desestimación) nominada por Freud de la Forclusión del Nombre del Padre, reservando este término introducido por J. Lacan específicamente para las psicosis, producto de la ausencia irreversible de la marca en lo Simbólico de la Ausstossung (de la expulsión del objeto).

La Verwerfung, por lo contrario, nombra una degradación de lo Simbólico producida por la falla episódica en la articulación de los tres registros: Real-Simbólico-Imaginario.

En ese límite de las neurosis podemos situar: a las anorexias y bulimias, las toxicomanías, los fenómenos alucinatorios (como el del "Hombre de los Lobos"), las manifestaciones psicosomáticas, los duelos patológicos, los ataques de pánico, las pesadillas, el sonambulismo, el pasaje al acto.

Como consecuencia de la no disposición puntual del Significante del Nombre del Padre, se produce un borramiento del Sujeto del Inconciente, pero queda abierta la posibilidad del pasaje del Goce al Inconciente, la posibilidad de inscripción del Significante de la barradura del Otro [ S ( A)] para la pulsión que haya quedado desligada del representante.

Esta distinción entre los conceptos de Forclusión y Verwerfung, surge a partir de la no homologación entre la Metáfora Paterna y el conjunto de la operatoria del Complejo de Edipo.

En la Metáfora Paterna - represión primordial- el Significante del Nombre del Padre sustituye al Deseo de la Madre. Se abre la posibilidad de una relación - que se demostrará luego como una relación de no relación- entre el deseo de la madre y el deseo potencial del sujeto a advenir. El Nombre del Padre hace entrar en razones al Otro Primordial, instalando - como dice Lacan- al Falo como palo de piedra en las fauces del cocodrilo materno, evitando que devore al sujeto.

Es el tiempo nodular de la privación, operación real del padre, como agente imaginario -pues en tanto omnipotente ejerce esa función- como privador fundamentalmente de la madre. Si bien se produce en el campo del Otro, conmueve la identificación fálica del infans, propiciando que tome el lugar otra operación, la castración, esta vez de efectos directos en el campo del sujeto.

Así como la privación afectará la dialéctica del ser -ser o no ser el Falo- la castración afectará la dialéctica del tener vía negativización del falo. Es aquí donde el Complejo de Castración - en tanto otro tiempo del Complejo de Edipo- tomará su lugar como operatoria simbólica. Es el padre como agente real que aparece encausando dicha negativización del falo ( -j ).

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La doble distinción que hasta ahora intento delimitar, nos posibilita ubicar a las manifestaciones clínicas como la anorexia y la bulimia, no como retorno de lo reprimido -vía regresión a la fantasía inconciente, identificación al objeto en el fantasma, fijación pulsional- sino como retorno en lo real -también vía regresión pero esta vez ahí donde no opera el fantasma- producto unas veces de la Verwerfung (desestimación), otras de la Verleugnung (desmentida) de la castración en el campo del Otro, desencadenando una Verwerfung en el campo del Sujeto. Compulsión de repetición de lo no ligado, fracaso de la transcripción del signo perceptivo al signo inconciente.

 

Lelia oye ruidos como de agua que corre por cañerías, sonidos muy extraños como si provinieran de otro lugar, no de su estómago, que no lo siente como propio. Este parece estar en otro lugar, no unificado a su cuerpo. Siniestra sensación de cuerpo fragmentado, una pesadilla que se repite y la sorprende.

Y como intenta suplir este fracaso en su constitución narcisística: con atracones de sólidos y líquidos, leche bien caliente, muy caliente, que le quema y le posibilita sentir el recorrido de su tracto digestivo y anclar en su estómago, acotando parcialmente ese interminable recorrido de tubos y cañerías, que retornan con el goce autoerótico de sus vómitos.

Lelia padece de amenorrea. Su madre sabe como ella se siente porque siente por ella. El Otro sabe lo insoportable que es no menstruar por la experiencia de su menopausia. Sabe más que el ginecólogo de su hija, "le da lo que tiene". La instiga a que vaya a su propio ginecólogo para que le indique una inyección con la que recuperaría su femeneidad. Lo que esta madre no sabe, ni tampoco quiere enterarse, es que no sería una menstruación, serían más pesadillas, más dobles persecutorios, más dolor.

Una fantasía insiste: podría terminar como su tía paterna, obesa y deprimida, la que dedicó su vida a cuidar a su propio padre después del suicidio de la madre. Es "una mirada" que no cae, sostenida todavía en el presente por el discurso familiar, un punto luminoso que la traga.

También se le torna a Lelia insoportable el hablar del padre. Este le explica que para mejorar tiene que hacer cosas, no detenerse, trabajar, estudiar, poner mucha voluntad, sobreponerse, como él cuando estuvo deprimido, internado dos años en una clínica psiquiátrica y le dió para adelante, rechazó el pasado y encaró el futuro.Ella escucha sus palabras como si fueran de un programa de radio, o una clase teórica, como si le hubiese pasado a otro, no a su padre. Una voz que pareciera provenir de otra boca, de otro cuerpo, de otra persona.

Promesas de amor, no. Insistencia del discurso Amo. Mandato superyoico de goce. Y dolor, un intenso dolor.

Recordemos algunas ideas freudianas acerca del dolor. En su artículo "La Represión" nos dice Freud: "Puede ocurrir que un estímulo exterior sea interiorizado, por ejemplo si ataca o destruye a un órgano; entonces se engendra una nueva fuente de excitación continuada y de incremento de tensión. Tal estímulo cobra, así, notable semejanza con una pulsión. Según sabemos, sentimos este caso como dolor . Ahora bien, la meta de esta pseudo pulsión es sólo el cese de la alteración de órgano y del displacer que conlleva. Otro

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placer, un placer directo, no puede ganarse con la cesación del dolor. El dolor es también imperativo; puede ser vencido exclusivamente por la acción de una droga o la influencia de una distracción psíquica ... el caso de la represión no está dado cuando la tensión provocada por la insatisfacción de una moción pulsional se hace insoportablemente grande" (1).

Para Lelia la distracción psíquica que se opone a su insoportable dolor son sus atracones y vómitos.

En "Inhibición, Síntoma y Angustia", Freud plantea que en el lactante: "Parece que en él marchara conjugado algo que luego se dividirá. Aún no puede diferenciar la ausencia temporaria de la pérdida duradera: cuando no ha visto a la madre una vez, se comporta como si nunca más hubiera de verla".(2).

El dolor sobreviene precisamente cuando todavía no se ha introducido la dimensión de la ausencia; por eso es la genuina reacción frente a la pérdida del objeto , cuando esta última no ha sido simbolizada. La intensa investidura de añoranza crea las mismas condiciones económicas que la investidura del lugar lastimado del cuerpo, las dos engendran el mismo estado de desvalimiento psíquico.

Podríamos decirlo así: Cuando fracasa la experiencia de satisfacción- insatisfacción, que origina ese primer movimiento de deseo, cuando fracasa ese juego de presencia- ausencia que constituye el Repräsentanz de la Vorstellung, el dolor puede presentarse como una respuesta inmediata que engendra un repliegue narcisista. Esta respuesta se opone a la que organiza la represión a través del montaje del fantasma que mantiene una relación erótica con los objetos. Se trata de un dolor - por regresión- según el modelo de la enfermedad orgánica y de la hipocondría.

 

Nombramos un concepto central en la obra freudiana: -la regresión-, del cual el fundador del psicoanálisis nos indica en su artículo "Panorama de las neurosis de transferencia" que es el más interesante momento y destino pulsional (3).

Y qué agrega Lacan en el Seminario IV: "El término regresión es aplicable a lo que ocurre cuando el objeto real, junto a la actividad dirigida a hacerse con él, sustituye a la exigencia simbólica. El hecho de que el niño aplaste su decepción saturandose y saciandose con el pecho, o cualquier otro objeto, le permitirá entrar en la necesidad del mecanismo que hace que a una frustración simbólica pueda sucederle siempre una regresión . Una abre la puerta de la otra...Lo mismo que el niño había encontrado en otro momento para aplastar su insatisfacción simbólica, vuelve a encontrarlo frente a él con las fauces abiertas. La imagen proyectada de la situación oral, la encontramos también en el plano de la satisfacción sexual imaginaria. El agujero abierto en la cabeza de Medusa es una figura devoradora que el niño encuentra como una salida posible en su búsqueda de la satisfacción de la madre"(4).

 

Para concluir los invito a reflexionar acerca del título de este trabajo: "Entre la frustración de goce y la frustración de amor: la anorexia y la bulimia".

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La frustración constituye el terreno preparatorio, la base y el fundamento del Complejo de Edipo. Modela la experiencia del sujeto y prepara ciertas inflexiones que decidirán la dirección hacia la que habrá de inclinarse el complejo.

Podemos distinguir dos vertientes: la frustración de goce y la frustración de amor.

A nivel de la frustración de goce, el objeto con que se juega la falta es real ( el pecho, por ejemplo) y el agente es simbólico, el Otro primordial. En relación al Otro se juega el par presencia-ausencia que lo constituye en agente de la frustración. La llamada al Otro materno se produce propiamente cuando se halla ausente. El niño se sitúa entre la noción de un agente que participa ya del orden de la simbolicidad y el par de opuestos presencia-ausencia que le da el primer elemento de un orden simbólico.

Pero que ocurre si el agente simbólico, la madre, el término esencial de la relación del niño con el objeto real no responde? Cae, si antes estaba inscripto en la estructuración simbólica que hacía de ella un objeto presente- ausente en función de la llamada, ahora se convierte en real. En una potencia real que puede dar o no dar. Y los objetos, que hasta ahora eran pura y simplemente de satisfacción se convierten en objetos de don.

Estamos en la vertiente de la frustración de amor. El Otro detenta el privilegio de poder responder o no, privilegio que es el fundamento de su omnipotencia, la cual es en principio omnipotencia no del infans sino del Otro. Su respuesta implica un valor: los objetos de satisfacción se vuelvensignos de la buena o mala voluntad del Otro, signos en última instancia de su amor, los dones.

Será esencial para el devenir del sujeto cómo se articulen las carencias, decepciones que afecten al Otro Primordial.

La frustración de goce en sí misma no constituye ningun objeto, es frustración de una demanda vinculada a la satisfacción en cuanto tal, al goce del objeto.

La frustración de amor, en cambio, se dirige a un objeto que en sí mismo no tiene valor de goce alguno, es una pura nada, su valor depende tan solo de su posición como signo de amor del Otro.

La frustración de goce remite al circuito autoerótico sin salida de la posesión del objeto, a una dialéctica de la agresión con el semejante.

La frustración de amor abre el acceso a la realidad simbólica característica del intercambio humano, en la medida en que se funda en la pérdida de la particularidad del objeto, en la anulación de su valor natural. Es una operación de nadificación. En tanto el Otro da o rehúsa produce el objeto como simbólico, reduce el objeto a un nada y propicia que los objetos sean intercambiables, que se produzcan las equivalencias:

pene = niño heces= regalo= dinero.

Para que haya don tiene que haber rehusamiento. La presencia se va a constituir sobre un fondo de ausencia. Un don se constituye porque podría rehusarse.

Una madre que respondiera siempre con leche, alimentos, etc, degradaría este carácter simbólico del don como signo de amor a qué? A la densidad asfixiante del líquido

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alimenticio. Y por qué asfixiante? Porque si un pedazo de carne se vuelve real, es intragable; por eso lo cocinamos, condimentamos, adornamos.

En la anorexia leemos un intento de restituir el valor de don del objeto. Se trata de comer nada , intentar hacer del objeto lo que debería haber hecho el don. Es una respuesta omnipotente a la omnipotencia del Otro, en tanto consiste como un Otro no barrado.

Será necesario que se abra una hiancia en la potencia materna y que esté articulada en la privación (que articulé al principio del trabajo). Esta vez operación real cuyo agente es imaginario y que opera sobre un objeto simbólico, el falo simbólico - en tanto significante que le falta al Otro-.

La acción simbólica de la castración será el tercer tiempo de estas tres dimensiones de la falta de objeto. El falo simbólico deberá dejar su lugar al falo imaginario, o sea a la significación fálica.

 

Cómo lo articula Lacan para el caso específico de la anorexia mental?

En una respuesta a M. Safouan en el Seminario XI acerca de la función del objeto a :

"El objeto a es algo de lo cual el sujeto, para constituirse se separa como órgano. Vale como símbolo de la falta. Por tanto, ha de ser un objeto - en primer lugar- separable, - en segundo lugar- que tenga alguna relación con la falta.

A nivel oral, es la nada, por cuanto el sujeto se destetó de algo que ya no es nada para él.

En la anorexia mental, el niño come esa nada. Por ese lado perciban cómo el objeto del destete puede venir a funcionar a nivel de la castración como privación..."(5).

 

Yo agrego: vía regresión, no a la fantasía, sino como suplencia de la operatoria que constituye la fantasía.

Citas Bibliográficas

(1).S. Freud - La represión (1915) en OC vol XIV 1979 Amorrortu pág.141.

(2).S. Freud - Inhibición, Síntoma y Angustia (1926) en OC v. XX 1979 Amorrortu pág. 158 y 160.

(3).S. Freud - Panorama de las neurosis de transferencia. E FBA .

(4).J . Lacan - La relación de Objeto Seminario IV 1956-57 Paidos Pág 191 y 197

(5).J. Lacan - Los cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis Seminario XI 1964. Paidos Pág. 110.