Claudio Gomluch

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La esencia de editorial El Tabaquillo ha sido siempre la de publicar a au-tores de la Provincia, oficiando como instrumento para hacer tangibles sus obras y que las mismas se sumen al acervo cultural de San Luis y de la Argentina.Con más de 100 libros editados, la novela, el cuento, la poesía y el en-sayo forman parte de los contenidos del sello a través de trabajos indi-viduales y corales.“San Luis en el misterio” es una producción exclusiva de la editorial, con textos y fotos del periodista y escritor Alfredo Salinas, e ilustraciones a cargo de los artistas Mónica Zavala, Beto Barbaglia, Martín Salinas y Daniel Sánchez.Con esta obra proponemos mirar a San Luis desde una óptica diferente y de la mano de las leyendas urbanas, con anécdotas recabadas en di-versos puntos de la Provincia y que rayan con lo fantástico y lo sobre-natural, pero con la particularidad de que cada historia es narrada por quienes la vivieron. El folclore urbano y la mitología zonal se fusionan en los capítulos de este volumen.Invitamos al lector a desandar algunos de los lugares de la Provincia y a conocer sus secretos desde la narrativa periodística.

Claudio GomluchDirector

SOBRE LA OBRA

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PRÓLOGO

Lo que nos resulta misterioso, desconocido e incompresible

tiende a causarnos interés, intriga y hasta miedo, pero

indefectiblemente nos despierta curiosidad. Es algo inevitable, pues

la necesidad de descubrir es inherente a la naturaleza humana.

Esta característica se mantiene incólume a la evolución intelectual

del hombre, tal vez como un recurso subconsciente para seguir

ligado a dogmas de corte religioso, o quizá como defensa ante la

tendencia de alcanzar una sensación de superioridad absoluta, con

su consecuente e irreversible crisis existencial.

Los avances tecnológicos han superado lo que en alguna época

el cine y la literatura plantearon como ciencia ficción, desmoronándose

muchos mitos frente a pruebas irrefutables. No obstante ha perdurado,

con un rango de esencialidad, la actitud de preservar la capacidad de

asombro como si en ello radicara el secreto de la vida. Muchos enigmas

han sido resueltos pero, como cabezas de la Hidra de Lernes, en su lugar

han surgido otros, conforme al criterio de los nuevos tiempos. Sucede

que, resuelto el misterio ... fin de la aventura, cuando nadie desea que

termine.

Lo expuesto ofició como el leitmotiv tácito de “Y... ¿si

te hubiera pasado?”, un programa que se proyectó durante las

medianoches de los domingos en 2010, en la pantalla de Canal

13 San Luis, y cuyo contenido se centró en historias de tinte

sobrenatural. Rompiendo con la tradición de la leyenda urbana, en

las cuales los protagonistas son individuos imposibles de ubicar

para la ratificación de sus vivencias, este producto televisivo se

caracterizó por documentar el testimonio de quienes aseguraron

haber atravesado diversas situaciones de connotaciones asombrosas.

Luego de algunos años de la única temporada de “Y...

¿si te hubiera pasado?”, sus responsables continuaron recibiendo

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comentarios celebrando la iniciativa de haber plasmado una

producción de tales características, lo que derivó en una nueva

inquietud, la de trasladar al papel algunas de las anécdotas

recopiladas. Así es como fue esbozándose “San Luis en el misterio”,

un compendio de las emisiones más comentadas del programa:

- DE CEMENTERIO A CEMENTERIO

Mensajera del más allá

Un motociclista conoce a una joven en la puerta de un cementerio.

La chica le pide que la lleve hasta determinada dirección, pero al llegar,

casualmente otro camposanto, la pasajera ha desaparecido. A partir de

allí, la misteriosa mujer se convertirá en una obsesión para este hombre,

que irá encontrándosela en otras situaciones hasta creer comprender lo

que ella busca de él.

- FANTASMAS DE LA PENITENCIA

Misticismo y terror tras las rejas

La presunta aparición de Jesucristo, la oscura figura de un clérigo

etéreo, la insólita persecución de unos perros voladores, las andanzas

de un siniestro enano y la celda del terror; tales son algunos de los

episodios inexplicables sucedidos en cárceles de San Luis.

- FENÓMENOS EN LA COLONIA HOGAR

La inquietud cotidiana

El predio de lo que años atrás fue conocido como Colonia

Hogar, hoy utilizada por el Ministerio de Inclusión Social, ha sido

y es escenario de sucesos inquietantes, entre los que se destacan

el deambular de un niño espectral, las apariciones de un huidizo

sacerdote y escalofriantes sonidos.

- DUENDES EN EL CAMPOSANTO:

Anécdotas de una ciudad del silencio

Varios cuidadores del Cementerio Municipal de Villa Mercedes

aseguran haberse topado en varias ocasiones con unas “personitas

verdes”, describiéndolos como duendes chillones. Estas situaciones

se suman a otros hechos que han tenido a la citada necrópolis

como escenario.

MISTERIOS EN EL PALACIO

Duendes y espectros en la antigua Casa de Gobierno

La antigua Casa de Gobierno, actual sede del Poder Judicial

de la Provincia de San Luis, encierra varios misterios, como la

de una dama de blanco que muchos han visto pasearse por las

galerías. A esta leyenda se le suman extraños eventos acaecidos

en el Edificio Administrativo, construcción adosada al centenario

palacio.

NOCHE DE MIEDO

No estaban solos en aquella casa

Una vivienda desocupada de La Toma se convirtió en

albergue por una noche de dos amigos de San Luis, que viajaron

a la Capital del Mármol Ónix para asistir al show de una conocida

banda de cuarteto. Sin embargo la agradable velada se convirtió

en una noche de terror cuando una siniestra e invisible presencia

se hizo sentir en la residencia.

LA NOCHE DEL PERRO NEGRO

Pánico en la escena del crimen

Las reiteradas denuncias sobre el deambular de un misterioso

sujeto vestido de negro, motivaron que la Policía montara guardia

en una agreste zona del sector este de Villa Mercedes. Los efectivos

no pudieron ubicar a ningún sospechoso, pero sí conocieron el

pánico al enfrentarse a un enorme y fantasmal perro negro.

POSESIONES Y ExORCISMO

Invasión de cuerpos, usurpaciones de almas

Varios casos atribuibles a supuestas posesiones demoníacas

han sido registrados en la Provincia de San Luis. Entre ellas se

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destaca la de dos hermanos adolescentes que caían en un siniestro

y agresivo éxtasis, como también la del episodio en la que un

policía debió oficiar como exorcista, rol que, en otro caso, también

adoptó un conocido político y músico.

HABITANTE DE LAS SOMBRAS

El siniestro legado de “El Uñudo”

En el invierno de 2004, Justo Daract se vio sacudida por la

serie de apariciones de “El Uñudo”, nombre que se le dio a un

siniestro humanoide que muchos aseguraron haber visto dando

prodigiosos saltos. Durante meses, la ciudad experimentó recelo

durante las noches, al tal punto que la Policía no dio abasto para

atender todas las llamadas de auxilio.

“San Luis en el misterio” no ambiciona desmitificar leyendas, ni

tampoco ser un instrumento apológico del misterio; tan sólo pretende

convertirse en una lectura entretenida, reflejar de un modo testimonios

inéditos e insólitos, y ser un aporte al folclore contemporáneo, velando

para que historias dignas de ser divulgadas perduren en el acervo

popular de un modo tradicional, un libro.

de cementerio a cementeriomensajera del más allá

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Invierno de 1994, San Luis capital. No hacía demasiado frío,

por lo que a Héctor Gatica, curtido motociclista, le bastó abrigarse

con una liviana campera para dar una de sus vueltas diarias al

morir la tarde. A poco de iniciar su paseo fue testigo de cómo

el tránsito mermaba y los comercios cerraban sus puertas. En un

rato sería hora de la cena, pero antes de ello Héctor, que no tenía

rumbo fijo, decidió hacer una escala para saludar a su pequeña

ahijada. Pero nunca llegaría a la casa de sus compadres, no en

esa ocasión, pues le aguardaba un viaje surrealista que lo llevaría

a enfrentarse con un terror impensado, en el mismo borde de la

locura.

El destino que acababa de improvisar se hallaba a escasas

cuadras del Cementerio del Rosario. Héctor circuló en sus dos

ruedas por calle Ayacucho, hasta el final de ésta, doblando luego

hacia su derecha. Fue allí, frente a la puerta principal de la citada

necrópolis, donde comenzaron los extraños eventos que dieron

origen a esta desventura. “De bien que iba, el motor se detuvo;

también el sistema eléctrico, todo -relató Héctor-. Jamás me había

pasado algo así, porque no es que empezó a fallar, simplemente

se apagó, algo que jamás había sucedido y que nunca pude

explicarme”.

Sin ser un avezado mecánico, el hombre se dispuso a revisar

el motor, cuando de repente...

-¿Se rompió?

Aquella pregunta le sorprendió durante pleno intento de

reparar la avería. Ningún sonido de pasos la había precedido,

detalle que además le hizo caer en la cuenta de que no había

más nadie en la calle; sólo él, y ahora la dueña de aquella voz.

“Era una chica menuda, estimo que de un metro sesenta,

cabello negro y largo. Llevaba botas negras, una campera de cuero

del mismo color y pantalones blancos; era ciertamente linda”,

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recuerdó Héctor.

-Sí -respondió él tras un instante-. No sé qué puede haberle

pasado; combustible tiene, el motor funcionaba bien es la primera

vez que me ocurre.

-Qué lástima, podrías haberme llevado -se lamentó ella,

sonriendo.

Él también lo hizo, pero para ocultar su frustración. “¡Será

posible!”, me dije, no sólo me quedaba de a pie, sino que además se

me presentaba una oportunidad y no podía aprovecharla. “Intenté

apurarme para solucionar el problema, pero ya lo había intentado todo”.

-Probá de nuevo

-propuso ella.

Héctor le hizo caso

por simple cortesía, pues

aquél sería el enésimo

intento sin éxito. No

obstante, al accionar el

arranque el motor rugió de

manera habitual.

-Te lo dije. Ahora

no tenés excusa, tendrás

que llevarme -dijo la

chica, mientras su sonrisa

mostraba una hilera de

inmaculadas perlas.

-¡Arriba, pues!

-exclamó él, recuperando la

alegría con creces, mientras

montaba la motocicleta y

la acercaba al cordón de la

vereda para facilitarle a ella

el acceso al asiento trasero.

“Lo del arranque de la moto me sorprendió, pero cuando

ella se subió fue lo primero que en verdad me llamó la atención.

Como dije, la chica era bajita y menuda, mas al sentarse la moto

se hundió como si se tratara de alguien que la triplicara en peso.

Estuve a punto de hacer algún comentario al respecto, pero de

inmediato me di cuenta de que hubiese sido una impertinencia y

callé, lo que no pude hacer cuando sentí sus manos al aferrarse

a mí ¡Eran como de hielo!”

-¡Qué frías tenés las manos! -disparó.

-Todos me dicen lo mismo -acotó ella, con total

despreocupación-, pero yo no siento el frío.

Tales situaciones, en una calle desolada y frente a un

cementerio de por sí parecen brindar un clima tenebroso, sin

embargo Héctor se concentró en lo afortunado que era al estar en

ese lugar y en el momento indicado. Se había encontrado con una

bella muchacha a quien no le resultaba indiferente y se mostraba

deseosa de pasear con él en su moto. Joven, soltero y con tiempo,

el protagonista de esta historia se dispuso a disfrutar de su suerte.

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-¿Adónde te llevo?

-Cerca, a casa de mis padres, -dijo ella. En Chacabuco y

Balcarce.

Y entonces el vehículo partió raudo por calle Santa Fe al

norte y de allí por Belgrano al este. Héctor había memorizado las

coordenadas, pero tenía otros planes. No era demasiado tarde aún

y se le ocurrió invitar a su nueva amiga a tomar algo en alguno

de los bares ubicados frente a la céntrica plaza Pringles. Durante

el trayecto hizo algunos comentarios banales para generar una

conversación, sin embargo su pasajera no se mostró locuaz. Sólo

la oyó cuando al llegar a la intersección con Chacabuco él siguió

de largo.

-Te dije Chacabuco y Balcarce, ¿por qué no doblaste? -le

increpó, molesta.

-Sólo pensé que podríamos ir a tomar...

-No -interrumpió, con sequedad-. Me llevás a donde te pedí

o me bajo aquí mismo.

-De acuerdo, te llevo, te llevo -dijo él, mientras pensaba

que todo había sido demasiado perfecto hasta entonces.

“Me molesté bastante y decidí llevarla a destino y marcharme

sin más, por lo que seguí otra cuadra para doblar en San Martín,

que en esos años tenía la misma dirección que Chacabuco, de

norte a sur. En el trayecto casi choco con la parte trasera de

un colectivo, que frenó de improviso y sin motivo alguno, pero

finalmente arribamos a la esquina mencionada por la chica. Recién

entonces caí en la cuenta de que se trataba de otro cementerio,

el San José”.

Nuevamente Héctor colocó su moto junto al cordón de la

vereda para que la joven bajara.

-¿Te queda bien aquí? -preguntó, al notar que ella no se

movía.

“Al no obtener respuesta miré hacia atrás por si no me

había escuchado, pero la chica ya no estaba. Me encontraba solo

en mi moto”.

Un escalofrío recorrió por completo al conductor, quien de

inmediato apeló a la lógica para tratar de dar con una explicación;

atinó entonces a suponer que la chica se había caído, quizás en la

maniobra que se viera obligado a hacer para evitar chocar contra

el colectivo.

“Rápidamente di la vuelta a la manzana pero no la encontré.

También les pregunté a unos muchachos, que había visto

momentos antes, si se percataron de alguna maniobra extraña,

pero sólo se quedaron mirándome como si yo estuviera loco.

Durante un buen rato seguí dando vueltas por la zona, hasta

que me di por vencido y decidí ir a mi casa, pensando que esta

misteriosa joven simplemente se había bajado por su cuenta,

aunque indefectiblemente me hubiera enterado”.

La frustración y la intriga acompañaron a Héctor hasta su

domicilio, un loft céntrico. Tras dejar su vehículo en el galpón

lindante decidió acostarse sin cenar. Lo vivido le había quitado el

apetito y aumentado su cansancio. Dejó las llaves en un gancho,

colocado en la pared a tal fin, y se metió en la cama. “Entonces

pasó algo muy extraño, pues más allá de que era invierno la noche

no era tan fría, sin embargo en mi casa había un clima glacial,

a tal punto que decidí encender una estufa a cuarzo y colocar

una manta en la cama. Creo que hasta me acosté vestido y aún

así seguía temblando. Por otra parte, sonidos habituales, como

el respirador de mi pecera, comenzaron a incomodarme, como

también el ruido de la calle. De pronto escuché un golpe metálico

que me sorprendió para ver qué había ocurrido. Así descubrí que

las llaves que había colgado estaban en el suelo. Me llamó mucho

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la atención, pues las puse de un gancho del que era imposible

que cayeran. Entre preocupado y molesto, pero con mucho frío,

regresé a la cama y me impuse conciliar el sueño”.

La seguidilla de extraños eventos apenas había comenzado,

pues el momento más escalofriante de la noche sucedió a

continuación: �Pasados unos instantes desde que me acostara,

algo me hizo mirar hacia la puerta y grande fue mi sorpresa al

ver que en el umbral había alguien. Era la chica que rato antes

había llevado en mi moto”.

“Su figura estaba iluminada por la luz de la estufa eléctrica,

lo que me permitió ver que me sonreía de un modo extraño.

Más que alarmado busqué el interruptor de la luz, pero cuando

pude accionarlo ella ya no estaba. Busqué por toda la casa, para

finalmente comprobar que me hallaba solo, que todo estaba

cerrado y por ende nadie había entrado ni salido. A modo de

conclusión llegué a decirme que todo había sido producto de mi

imaginación, quizá por la singular experiencia que había vivido esa

noche. El caso es que ya no pude dormir, y cuando el reloj sonó

para indicarme que era hora de ir a trabajar, aún seguía pensando

en el asunto”.

El sol ni siquiera se insinuaba cuando Héctor ganó nuevamente

la calle a bordo de su moto, esta vez para dirigirse a su trabajo,

en la planta de la empresa Zanella, ubicada en el Parque Industrial

Oeste. Los pensamientos que horas antes lo habían obsesionado

seguían dándole vueltas, en busca de una explicación.

“Yo tenía una amiga, Mary, que era muy aficionada a

las situaciones paranormales y por ende sabía bastante. Había

considerado contarle lo que me pasó, sin embargo cuando viajaba

a mi trabajo me pareció casi ridículo hacerlo y creí que durante el

transcurso de la mañana terminaría olvidándolo todo, o al menos

restarle importancia”.

No sería así. En aquel corto y rutinario viaje le tocaría vivir

otro episodio digno de novela o película de misterio.

“En un momento del trayecto decidí pasar a un camión, y

estaba a punto de realizar la maniobra pertinente cuando, por

algún motivo, vi hacia mi derecha y allí estaba una vez más aquella

desconocida. Se hallaba de pie, mirándome desde la banquina. La

sorpresa me hizo dar un fuerte suspiro que empañó el parabrisas

del casco, por lo que de inmediato la subí para no quedarme a

ciegas, entonces me encontré con la parte trasera del camión casi

encima. Frené con bastante violencia para evitar la colisión, y en

ese instante pasó otro camión en sentido contrario, ya que en

esa época la ruta tenía una sola vía de doble mano. Muy agitado

paré en la banquina, buscando a la joven, pero había desaparecido.

Hasta hoy me queda la duda de si ella quiso provocarme un

accidente o, en su defecto, evitármelo”.

La media mañana encontró a Héctor trabajando como un

autómata, pues no podía dejar de pensar en los extraños sucesos

que le habían tocado experimentar. Finalmente decidió llamar por

teléfono a su amiga.

-Tengo que hablar con vos, anoche no pude dormir nada.

-Qué curioso, yo también tuve una mala noche. ¿qué te

pasó? -inquirió ella, desde el otro extremo de la línea telefónica.

-Prefiero contártelo personalmente. Si en un rato puedo

salir pasaré a buscarte para llevarte a tu casa y en el trayecto te

explicaré.

Si bien había estimado que a la luz del día las cosas se

verían diferentes, Héctor debió reconocerse aún impresionado por

todo lo sucedido, y la necesidad de conocer la opinión de su

amiga le hizo encontrar el tiempo para hacer un alto en sus tareas

e ir a verla. A bordo de su motocicleta salvó en pocos minutos la

distancia que separaba su trabajo con el de ella, pero al llegar se

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enteró de que el viaje había sido en vano.

-No se sentía bien y se retiró a su casa -le explicaron los

compañeros de Mary.

Domeñando su impaciencia regresó a la empresa Zanella,

planeando visitar a la joven durante la tarde. Sin embargo la

jornada le depararía más sorpresas. Casi en el mismo punto donde

horas atrás viera a la chica y donde por poco protagonizara

un accidente, la ya conocida figura volvía a presentársele, como

esperándolo.

“En esta ocasión estaba en la banquina sur, de pie y mirándome

mientras sonreía -contó-. A esa altura de las circunstancias ya no

me quedaban dudas de que todo aquello no era nada normal y

decidí ponerle un punto final. Fuera lo que fuera, hablaría con ella

y le exigiría una explicación, por lo que me detuve para esperar

que pasara un camión que transitaba en sentido contrario, pero, al

disponerme a cruzar la ruta, la chica había desaparecido”.

Aquella tarde Héctor no pudo ver a Mary, pero sí visitó la

Catedral, solicitando entrevistarse con un sacerdote, “ya que para

ese momento consideraba seriamente que aquella joven no era de

este mundo. Tras oír mi relato, el cura dedujo que yo estaba algo

alejado de la Iglesia y por tal motivo podían estar sucediéndome

esas cosas. Me sugirió rezar y así lo hice”.

Por la noche Héctor recibió la visita de algunos amigos

en su loft y la tertulia se prestó para que él les contara la

curiosa historia. En ese clima intimista y de confianza surgieron

diversas conjeturas, todas vinculadas a lo sobrenatural, y a pesar

del escepticismo de la mayoría, del propio Héctor inclusive, una

sensación de inquietud y hasta de temor se apoderó del grupo. Es

que el anfitrión había resultado tan creíble al compartir la anécdota

que nadie dudó de su palabra, de hecho le creyeron a tal punto

que se resistían a enfrentarse a la oscuridad de la noche. “No

obstante, al otro día debía madrugar para ir al trabajo, por lo que

al rato todos se marcharon y me dispuse a descansar”.

Ya de madrugada, el sueño de nuestro amigo se interrumpió

por algo indefinido, que bien pudo ser un ruido o quizás una

sensación. Fuese lo que fuese, Héctor se levantó y se dirigió

hacia el galpón donde guardaba su moto, temiendo que algún

ladrón hubiese entrado. Al llegar a dicho recinto sufrió un violento

sobresalto al ver, apoyada en su vehículo, a la aparecida.

-¡¿Qué querés?! -gritó para darse coraje y a la vez para

enterarse de qué había detrás de todo aquello.

Pero la joven no se inmutó para nada, tan sólo esbozó una

de sus enigmáticas sonrisas antes de responder:

-Te necesito.

Un ruido a su espalda hizo que Héctor se volviera en seco

y ponerse en guardia.

-¿Qué pasa, sobrino?

Era su tía, que vivía al lado y que, ante los ruidos y el grito

del joven, también se había levantado.

Recuperándose a medias de ese segundo susto, Héctor volvió

a mirar hacia la joven, pero ésta se había esfumado una vez más.

El insomnio se adueñó durante algunos días del protagonista

de esta historia, temiendo ser sorprendido en cualquier momento

por la aparición, cuyo origen y motivos le resultaban desconocidos.

Y no podía dejar de pensar en aquella frase tan breve y al mismo

tiempo inquietante, dicha apenas en un susurro: “Te necesito”.

Justamente durante esas horas de desvelo Héctor recordó un

episodio de lo más trivial, sucedido algunos años atrás: “Durante

algún tiempo vivió en casa una amiga oriunda de La Toma, a

la que visitó en un par de ocasiones una tía. En una de esas

oportunidades esa mujer vestía pantalón blanco, botas negras y

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campera de cuero del mismo color, una indumentaria similar a la

de la joven que se me había estado apareciendo. Era menuda y de

cabello largo y lacio, pero fuera de esas características no guardaba

otro parecido, sin embargo aquel detalle me quedó dando vueltas

en la mente, hasta que sentí la necesidad de saber de ella”.

Con el pasar de los días, la sospecha de que podía existir

alguna conexión entre ambas mujeres llegó a tal punto que

Héctor decidió sacarse la duda. “Viajé finalmente a La Toma, no

le encontraba mucho sentido, pero algo me decía que debía ir,

además no contaba con otra explicación. En el colectivo me tocó

por compañera de asiento una señora con la que entable una

conversación, en el marco de la cual le conté el motivo de mi

viaje y se interesó mucho en los detalles. Una vez en La Toma y

mientras nos despedíamos, aquella señora me regaló una medalla

de la Virgen para que me ayudara en mi cometido. Aún la tengo

conmigo”.

La Toma es una localidad en la que perdura el “aquí nos

conocemos todos”, sin embargo a Héctor no le resultó tan sencillo

dar con el paradero de la tía de su amiga. “Había estado en la

casa de esa mujer tiempo atrás, pero no recordaba dónde quedaba

y tampoco tenía a quién preguntar. Hacía mucho frío ese día y

tenía las horas contadas para tomar el colectivo de regreso. Luego

de un rato pensé que volvería a San Luis sin haberla visto, sin

embargo, tras preguntar aquí y allá, finalmente pude encontrar su

domicilio. Al llegar, con esa sensación de que hallaría respuestas,

llamé un par de veces sin que nadie me atendiera. Me disponía

a retornar por mis propios pasos cuando finalmente la puerta se

abrió y me encontré con la tía de mi amiga”.

-¡Héctor! ¿Cómo sabías que te necesitaba? -le dijo ella, a

modo de saludo y sin ocultar para nada su sorpresa.

Al ingresar a la casa, el hombre se encontró con un panorama

desolador: la vivienda estaba prácticamente vacía.

-Mi marido y yo tuvimos una discusión tremenda tras la cual

me dejó. Se llevó todo, ni siquiera tengo para comer.

Durante un rato ambos conversaron de la situación que ella

estaba atravesando y los pormenores de la ruptura. Él, por su

parte, la consoló asegurándole que pronto estaría bien y que no

debía dejarse vencer por la adversidad. “No tenía mucho, pero le

dí todo el dinero que llevaba conmigo”.

Una vez en la puerta, mientras se despedían, la mujer volvió

a preguntar:

-¿Cómo sabías que te necesitaba?

-No sé, creo que lo presentí -respondió él, sin ahondar en

detalles.

“No le conté nada de lo que me había pasado, creo que no

tenía sentido hacerlo, pero al marcharme experimenté un enorme

alivio, como si me hubiese quitado un peso de encima”.

Héctor Gatica ya no sufrió las inesperadas apariciones de la

joven que cierta noche le pidió que la llevara en su motocicleta,

y no protagonizó ninguna otra situación que pudiera considerarse

sobrenatural.

Tampoco tuvo más noticias de la mujer de La Toma. Curioso

resulta además que nunca volvió a saber de Mary, su amiga: “No

hubo más llamados, nunca fui verla ni ella vino a verme; no sé

porqué, pero ni siquiera nos hemos cruzado por la calle en todos

los años que transcurrieron desde entonces”.

Quizá Mary, por esa comunión que la unió durante varios

años con Héctor, también tuvo algún vínculo con los extraños

eventos aquí narrados, al menos es lo que solapadamente el

hombre considera al recordar su aventura. O puede que tan sólo

sea una historia dentro de otra que guarda ciertas coincidencias,

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cuyo fin se suscitó en la forma de la interrupción de una amistad,

o una pausa, por meros caprichos de la vida.

La experiencia confiada por Héctor Gatica se asemeja

enormemente a una vieja leyenda urbana, muy popular en muchos

países, y que se presenta con títulos diversos y variadas versiones.

Una de las más sonadas cuenta que un joven conoce en un

baile a una chica con la que congenia de inmediato, ofreciéndole

su abrigo al notar su piel helada cuando la acompaña hasta su

casa, prometiendo visitarla al día siguiente. Cuando eso último

se concreta, el muchacho recibe una noticia alarmante, pues los

dueños de casa le informan que su hija responde a las señas

que él menciona, pero que ha fallecido hace algún tiempo. Ante

la insistencia del joven, los dolidos progenitores lo llevan hasta

el cementerio para que vea la tumba con la foto de la difunta,

hallando sobre la lápida el abrigo prestado.

Otra variante menciona que la chica de marras toma un taxi

en medio de la noche e indica ser llevada hasta el cementerio, y

que al llegar a destino simplemente se esfuma.

Héctor Gatica, protagonista de

la inquietante aventura.

Más allá de las diferencias en el modo de contar la situación,

siempre se da el común denominador que quien protagonizó el

curioso episodio es el primo de un amigo del vecino del conocido

de un ex compañero de trabajo; ergo, alguien imposible de

ubicar para corroborar la veracidad de los hechos, circunstancia

muy propia de las leyendas urbanas, narraciones increíbles que

pretenden parecer verídicas, pero que carecen de testigos directos.

Como epílogo de esta historia es de destacar que esta

historia fuera divulgada por Héctor Gatica en exclusiva para el

programa “Y ¿si te hubiera pasado?”. Tras su televisación, algunos

televidentes aseguraron haber visto deambular por las angostas

callejuelas del cementerio San José a una joven de características

similares a las descritas por Héctor. Incluso un espectador envió

a la redacción una fotografía tomada en esa necrópolis. Dicha

imagen no ofrece una alta calidad y, de acuerdo a lo explicado por

su autor, fue escaneada de una original tomada con una cámara

analógica.

La postal muestra uno de los varios mausoleos que existen

en el pequeño y pintoresco predio, y frente a él una figura apenas

distinguible. Podría tratarse de una aberración de la lente de

la cámara, tal vez algún efecto antojadizo de la luz o sólo una

pareidolia (suerte de espejismo recreado por la mente ante una

imagen incierta, a la que puede darse una interpretación fantasiosa

basada en la predisposición del testigo). No obstante, lo que se

aprecia también podría ser la difusa silueta de una mujer vestida

con pantalón blanco y botas y campera de color negro.

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eniGmaS traS LaS reJaSmisticismo y terror en las cárceles

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El agente penitenciario se levanta de la silla, se despereza y mira

su reloj, que acusa las cuatro de la mañana. Toma la pistola que ha

dejado sobre el escritorio y la coloca en su funda, luego revisa el seguro

de la ametralladora, enciende la linterna y sale de la guardia siguiendo

el haz de luz.

Noche de verano, algo fresca a la madrugada. Mira al

cielo y lo encuentra envuelto en negros nubarrones, perfilados

intermitentemente por relámpagos. La seguidilla de apagados

truenos le anuncia que pronto lloverá. Héctor Luna avanza para

cumplir con su rutina en la cárcel que duerme, o parece dormir.

El celador va con paso lento y seguro, el oído presto

a cualquier ruido inusual y la vista atenta, incluso de rabillo,

mientras el índice derecho acaricia el costado del gatillo. El lugar

es la Cárcel de Encausados de Villa Mercedes, un recinto donde

los detenidos aguardan a que la Justicia decida si recuperarán la

libertad o serán enviados a la Penitenciaría de San Luis.

No hay presos famosos por su violencia ni astucia, pero no

deja de ser una prisión y los cuidados a tener han de ser iguales

a los de cualquier penal. Luna sabe que convive con el riesgo y

ha sido entrenado para no descuidar ningún detalle, aún en una

noche como aquella, en la que todo parece estar en calma.

Rato después ha comprobado que nada anormal sucede en

los pabellones, tampoco en las demás dependencias. Estima que

en ese mismo momento sus compañeros estarán visitando la parte

superior del predio para cerciorarse de que allí las cosas también

estén bajo control.

Entonces comienza a llover.

El penitenciario ingresa en la pequeña capilla ubicada en los

fondos del complejo. Parece que el cielo caerá de un momento a

otro; típica tormenta de verano. Mientras aguarda que el chaparrón

mengüe y pueda volver a la guardia sin empaparse, se dedica a

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dar el corto paseo que le permite el pequeño templo. Ha visto

infinidad de veces los ornamentos sagrados, como el Vía Crucis

de madera confeccionado a escala, de todos modos le agrada ese

recinto, cuya paz contrasta con el ámbito en el que se encuentra

enclavado. Para pasar el tiempo acomoda algunas sillas, levanta

una estampita que deposita sobre el altar. Mira nuevamente el

reloj, son las 4:25 y la lluvia no cesa. Luna decide entonces cruzar

corriendo el patio y lo hace, regresando a la guardia. Deja sus

armas y la linterna a mano, cuelga el piloto y se repantiga en la

silla, dispuesto a descansar otro rato. Tiene el sueño liviano y abre

los ojos al menor sonido, gajes del oficio. Pero no duerme, tan

sólo relaja el cuerpo con los ojos cerrados para acostumbrarse a

la oscuridad a la que ha vuelto.

Pero de repente algo sucede.

Ha sentido algo extraño, como un resuello. La impresión de

que alguien ha suspirado frente a su cara es lo suficientemente

real como para reaccionar de inmediato. Abre los ojos y entonces

ve lo que jamás olvidará.

Lo vivido por Héctor Luna durante una noche de guardia bien podría considerarse una experiencia mística.

Frente a él hay un hombre. Viste una túnica blanca, usa el

cabello largo y tiene barba. Luna se queda paralizado, sin atinar

a nada. Sus reflejos no responden. El visitante retrocede y gira

lentamente hasta ofrecerle un perfil, junta sus manos en gesto de

oración y se esfuma.

“Desapareció delante de mi vista -juró Luna-. Me quedé duro,

sin saber qué hacer, dudando en tomar la linterna o el arma, para

finalmente y casi por instinto persignarme”.

Recuperándose a medias de la sorpresa, el celador toma la

linterna y el arma y sale de la guardia, buscando en vano a quien

ya no está, a quien no ha dejado huella alguna.

“Miré la hora, eran las 4:27. Habían pasado apenas un par de

minutos desde que cerré los ojos, por lo que no hubo tiempo de

que me durmiera y que aquello fuera un sueño, pero de haberlo

sido resultó demasiado real. Fue una situación sobre la que a

menudo me pregunto si pasó o no, sin embargo lo que sí tengo

muy presente es que no sentí miedo, sino que invadió una paz

muy profunda”.

Cada vez que recuerda y comparte aquella experiencia, Héctor

Luna se preocupa por dejar en claro que no rechaza la posibilidad de

que aquello fuera justamente un sueño, el más vívido y real que haya

tenido, sin embargo tampoco descarta que haya sucedido pues, aunque

no lo dice directamente, como hombre de fe le gusta pensar que fue

testigo de una manifestación de Jesucristo.

Breve reseña sobre la Cárcel de Encausados

Uno de los investigadores más prolíficos y prolijos que tuvo San

Luis fue el polifacético Edmundo Tello Cornejo. Su curriculum vitae lo

presenta como atleta en varias disciplinas, dirigente político y deportivo,

Page 17: Claudio Gomluch

legislador municipal, provincial y nacional, docente, escritor, periodista

e historiador.

Oriundo de Candelaria, y afincado más tarde en Villa

Mercedes, este hombre trabajó incansablemente en cuanta meta se

propuso, hasta que el 27 de julio de 2011 dejó de existir.

Pocas semanas antes de su deceso acudí a su casa de calle

Potosí en busca de datos históricos sobre la Cárcel de Encausados.

Otros historiadores locales lamentaban carecer de información al

respecto, pero si alguien podía tenerla era justamente Tello Cornejo.

Aquella entrevista resultó ser una de sus últimas participaciones

mediáticas, sino la última. Con su partida quedó no sólo el

sinsabor de no poder seguir contando con su siempre generosa

colaboración, sino también perder a una de las personalidades más

ilustres, queridas y respetadas de San Luis.

A sus 95 años, y haciendo gala de una lucidez y memoria

prodigiosas, el investigador fue directo a una de las innumerables

carpetas que cubrían las paredes de su estudio y, tras una rápida

consulta a su contenido, indicó: “La construcción de la Cárcel de

Encausados se inicia a partir del siglo xIx y finaliza después de

varias décadas, ya en el siglo xx. El edificio que primero se termina

era el ubicado en Ayacucho y Belgrano (a metros de donde se

desarrolló la entrevista), que empezó antes de que se fundara Villa

Page 18: Claudio Gomluch

Mercedes, que por entonces se denominaba Fuerte Constitucional,

o también Fuerte Constitución. Por disposición del gobernador

Justo Daract se encomendó al comisario de San José del Morro

que dispusiera el desmonte de la primera manzana de la ciudad

(hoy plaza Lafinur), adonde poco después arribarían las tropas

bajo la conducción del coronel José Iseas, provenientes del Fuerte

de San Ignacio. Por tal motivo el edificio fue primero albergue

de soldados, llegando a funcionar luego la Jefatura de Policía.

Simultáneamente se instalaron en el predio las dependencias de

la Cárcel de Encausados, mientras que en la esquina de Ayacucho

y Balcarce se ubicaron el Registro Civil, el Juzgado de Paz y el

Juzgado del Crimen”.

El historiador agregó: “Esa cárcel tenía gruesos muros y

contaba con una amplia galería protegida con rejas, además de un

comedor comunitario y un aula donde funcionaba la escuela; en

antaño hubo muchos presos que entraron analfabetos y recuperaron

la libertad sabiendo leer y escribir”.A mediados de los ’90, el Gobierno de la Provincia dispuso

construir en lo que fue la segunda manzana de la ciudad la nueva

sede del Colegio de Comercio “Benito Juárez”.

La obra implicó la demolición de la vieja prisión, aunque

conservando la fachada, la cual permite apreciar la solidez de sus muros.

La celda maldita

El hombre no es muy alto, pero sí robusto y de apariencia adusta

y recia. Tiene la mirada fiera, el entrecejo fruncido y las manos siempre a

punto de cerrarse en puño, como si estuviera listo para atacar. Se apellida

Godoy y es oriundo de La Pampa. Se ha implicado en varios ilícitos y se le

endilgan al menos dos homicidios, lo que lo llevó a iniciar un periplo que

lo lleva a deambular por la zona rural de su provincia y pasar la frontera,

Page 19: Claudio Gomluch

escapando de una condena segura, arribando finalmente al sur de San

Luis. Consiguió trabajo como hachero y alambrando campos, pero la

delincuencia es un cáncer demasiado ramificado en su personalidad

y pronto vuelve a robar, valiéndose de un revólver del calibre 38 cuya

culata ostenta dos muescas; una de ellas simboliza a un matón como él,

la otra a un policía del oeste de Buenos Aires, ambos caídos en tiroteos

sin ventajas, según se ha ufanado el propio Godoy en alguna que otra

charla con “gente del palo”.

Finalizan los años ’70 y las localidades de los nuevos dominios

del forajido son chicas y alejadas entre sí, pero igualmente todos los

lugareños se conocen, por lo que no pasa mucho tiempo para establecer

que la descripción de quien ha hecho de las suyas en estancias de la

zona se ajusta demasiado a la del pampeano. El arresto se consuma,

no sin dejar como

saldo a un policía

herido de bala en

un brazo y a otro

con el tabique nasal

partido, resistencia

que no ha servido

más que para

agravar la situación

del imputado

y fortalecer las

sospechas que sobre

él recaen, además de

elevar su fama. Una

semana después es

enviado a la Cárcel

de Encausados de

Villa Mercedes.

Antes de verlo, los encargados de la prisión vaticinaban que

tendrían problemas con aquel individuo, tan dado a la violencia como al

desprecio por la autoridad. En una población de hombres acusados de

hurtos y estafas menores, un duro como Godoy está predestinado a ser

líder, sino de una fuga, al menos de un motín.

Apenas traspasa los altos y gruesos muros de su nuevo alojamiento

mira a todos con desdén, aún teniendo las manos esposadas y a dos

de los más robustos policías como custodia. La alcaldía ha dispuesto

que sea recibido por los penitenciarios más veteranos, con el fin de

amedrentarlo desde el vamos, pero a Godoy le causan gracia, a juzgar

por la risita socarrona que les dedica.

-A la celda de aislamiento –ordena el jefe de turno, para luego

dirigirse al nuevo prisionero-. Las reglas aquí son simples, haga caso a

lo que se le dice, no cause ningún inconveniente y todo irá bien. Pasará

una semana separado de la población carcelaria, es el proceso de

adaptación, luego irá al pabellón a esperar lo que dictamine la Justicia.

Aquel breve preámbulo aburre al pampeano, quien ya comienza

Page 20: Claudio Gomluch

a maquinar en silencio su pronto escape. Colige que no ha de ser nada

difícil burlar a celadores acostumbrados a lidiar con rateros de poca

monta. Él pertenece a otra ralea, es el último gaucho bravo.

Lo conducen al ala este del edificio, se le retiran las esposas e

ingresa en la celda. Ya a solas mira el recinto y concluye que no está

mal para descansar mientras alimenta su plan de fuga. Se recuesta en el

estrecho camastro, deseando la pronta llegada del sueño.

Media hora más tarde, de la celda se oyen alaridos estremecedores.

-¡Por Dios y la Virgen, sáquenme de acá!

Alarmados, pero previendo que pueda tratarse de una treta,

varios penitenciarios corren hasta el calabozo y mientras uno hace

girar la llave, los demás permanecen dispuestos a reducir al reo. Pero al

abrirse la puerta ven salir a un Godoy con el rostro desencajado, los ojos

exageradamente abiertos y preso de un violento temblor.

-¡No me dejen en esa celda, se los ruego! ¡Llévenme a cualquier

otro lugar, pero no ahí, se los imploro! -exclama, sollozando como un

niño perdido.

Se resiste a ser devuelto a ese calabozo y finalmente el jefe de

turno resuelve llevarlo a otra dependencia. Nada queda del curtido y

hostil delincuente que arribara rato atrás, ahora el guardia tiene frente a

sí a un hombretón digno de lástima. Sospecha, sabe que el delincuente

es de avería y tiene sobrada experiencia en enfrentar situaciones difíciles.

De todos modos, si todo es una farsa resulta indudable que el prisionero

es un consumado actor, pues las lágrimas son auténticas y el quiebre de

su temple parece demasiado real.

-¿Qué pasa, Godoy, por qué ha gritado así? -exige el jefe de turno.

El aludido tarda un poco en contestar, pues la voz no le responde

y apenas puede articular palabras ininteligibles.

Instantes después se calma a medias y ante la reiteración de la

pregunta mira a quien se la formula.

-¡No me lleve a esa celda, se lo pido, señor, no me lleve!

-¿Pero qué ha pasado? –insiste el celador.

-Ese lugar… ¡es el infierno!

Gran parte de los registros e informes de la Cárcel de Encausados

se perdieron o estarán ocultos en algún depósito olvidado, lo que

impide corroborar que la historia narrada haya sucedido al pie de la

letra, pero la tradición oral siempre insistió en su veracidad. De todos

modos, quienes trabajaron hasta el cierre de la institución aseguran que

la celda maldita existió: “Ningún interno podía estar en ese calabozo”,

confirmó Sergio Centeno, uno de los últimos celadores de la prisión,

quien agregó: “A poco de ser ingresados, los internos comenzaban a

pedir que los sacaran. Todos se desesperaban allí adentro”.

Héctor Luna recordó un episodio puntual: “En una ocasión, del

norte de la provincia trasladaron a un hombre que, si mal no recuerdo,

había cometido un homicidio. A pesar de ello se trataba de una persona

tranquila, de las que no dan problemas. Un poco para que estuviera en

solitario unos días, antes de llevarlo con el resto de los internos, y otro

poco para sacarnos la duda de lo que venía ocurriendo en esa celda,

se lo ingresó allí y esperamos un rato. A los pocos minutos comenzó a

rogar que lo sacáramos; pedía que no lo dejáramos en ese lugar. Es una

situación que se repitió con muchos otros detenidos”.

Acerca de lo que les sucedía a los presos dentro de la

celda de marras no hay nada concreto, pero evidentemente se

experimentaba una intensa carga negativa. “Solían decir que no

podían estar porque veían cosas, que les comenzaba a picar el

cuerpo o que sentían algo que les resultaba imposible de soportar”,

explicó Sergio Centeno.

Este guardiacárcel retirado refirió que aquella habitación tenía

su propia leyenda: “Se cuenta que en épocas de la dictadura murió

un cura en ese calabozo, al menos es algo que todos escuchamos

comentar”.

Page 21: Claudio Gomluch

No hay registros oficiales de que tal episodio haya ocurrido.

Tello Cornejo, prolijo recopilador de la historia de Villa Mercedes,

también aseguró desconocer un evento de tales características,

mientras que referentes de derechos humanos y entendidos sobre

los episodios cruentos de la dictadura militar tampoco pudieron

aportar dato alguno, al igual que las fuentes laicas consultadas.

No obstante, cabe acotar que durante aquel negro capítulo de la

historia argentina se cometieron desmanes que jamás trascendieron.

Puede por ello que algún religioso comprometido con lo social

haya sido castigado en la hoy desaparecida prisión, o hasta cabe la

posibilidad de que alguien falleciera por causas desconocidas en la

celda en cuestión, y que tal deceso originara su fama de maldita.

Sin embargo la mención de un sacerdote se repite en

otra extraña manifestación: “A veces aparecía un cura paseándose

por los pabellones, lo que por supuesto nos extrañaba y por

ende íbamos a buscarlo, pero nunca lo encontrábamos”, aseguró

Centeno, añadiendo: “Era un hombre alto, con una sotana oscura.

Deambulaba por los pabellones y luego ingresaba a la capilla.

Cuando entrábamos con los faroles no veíamos a nadie, a pesar

de que no existían otras salidas”.

Este ex celador mencionó otra situación, quizá la más común

dentro de los misteriosos eventos: “Por las noches solía escucharse

una máquina de escribir, el ruido que hacía era impresionante, no

dejaba lugar a dudas de que alguien estaba usándola. Pero íbamos

a donde estaba y, además de no haber nadie, lo llamativo es que

la única máquina que había era muy antigua y estaba obsoleta,

incluso golpeando fuerte las teclas éstas no se movían”.

Centeno también rememoró otro episodio por demás singular que

le tocó vivir durante un turno nocturno: “Recuerdo que en esa ocasión

me hallaba hablando por teléfono, afuera de la guardia, cuando otro de

los guardias llegó corriendo, muy asustado, entró en la oficina y cerró la

puerta. Obviamente me sorprendí por semejante actitud, sin comprender

lo que pasaba, hasta que escuché unos ladridos y seguidamente los

vi; entonces supe qué había espantado a mi compañero. Eran varios

cachorros, de no más de un mes, ¡pero venían volando! Jamás había

visto nada igual. Ni siquiera colgué el teléfono, directamente lo largué

y golpee la puerta para que mi compañero me abriera. Jamás pudimos

explicarnos semejante cosa”.

El enano de la Penitenciaría

Sergio Centeno terminó su carrera como celador en la Penitenciaría

Provincial, cuando ya la Cárcel de Encausados había dejado de ser

utilizada. En su nuevo trabajo comenzó a escuchar historias referidas a

la presencia de un misterioso personaje.

“Tengo entendido que hasta el día de hoy, en el nuevo

edificio de la cárcel, suele verse a un enano deambulando por

el predio. Personalmente lo he visto un par de veces y de lejos,

tratándose de una persona de unos 70 u 80 centímetros, que se

les ha aparecido tanto a otros guardiacárceles como a los internos”.

Según este testigo, la curiosa figura aparecería tanto en

Sergio Centeno vivió situaciones insólitas durante su desepeño como celador en las cárceles de la Provincia.

Page 22: Claudio Gomluch

pabellones como en los torreones de seguridad, esfumándose antes

de que quien lo encuentre se recupere de la sorpresa.

El folclore propio de la Penitenciaría le otorga al enano una

personalidad siniestra, y esto lo explica el entrevistado: “Algunos

internos tienen por costumbre autolesionarse, por lo general se

provocan cortes, y varios de ellos han contado que cuando están

haciendo tal cosa se les ha presentado este enano y con ademanes

les indica que no lo hagan en sus brazos; con el característico

gesto de pasar el dedo pulgar por el cuello los incita a degollarse,

mientras libera una risita que hiela la sangre”.

Indicio de lo supuestamente tangible que sería el malicioso

duende, serían “las cachetadas que les da a los guardias de turno

cuando están durmiendo y que son despertados violentamente con

tales golpes”, indicó Centeno, agregando que “algunos internos

suelen dejarle cigarrillos, apareciendo al día siguiente sólo las

colillas, como si los hubiera fumado”.

Sin lugar a dudas que la pérdida de la libertad es una

situación que acarrea traumas intensos, potenciados por el clima

de angustia y violencia que inevitablemente se genera en una

prisión. Frente a tales factores no es descabellado considerar que

una persona pueda experimentar sensaciones singulares y hasta

asombrosas, tanto quienes están de un lado de las rejas como

del otro. Tan sólo una suposición somera amparada en la lógica,

sin que ello implique descartar otras posibilidades que contemplen

que los hechos narrados hayan sucedido. Y ante ello cabe reiterar

la consideración de Héctor Luna con respecto a su anécdota: “Fue

una situación sobre la que a menudo me pregunto si pasó o no,

pero que viví como muy real”.

Dos trabajadoras del Plan de Inclusión Social se encuentran en la

Page 23: Claudio Gomluch

FenÓmenoS en La coLonia HoGarLa inquietud cotidiana

Page 24: Claudio Gomluch

puerta de la Colonia, se saludan como todos los días y tomándose del

brazo se dirigen hacia el taller de costura, donde se desempeñan desde

hace algunos meses. Han llegado antes que sus compañeras, por lo que

tendrán a su cargo abrir el recinto, encender las luces y comenzar a

disponer todo hasta que vayan arribando las demás.

Charlando sobre el clima y otros temas del momento caminan

los cien metros que las separan del edificio donde se encuentra su

sector. Lo rodean, ya que el acceso está en la parte posterior del

bloque, y suben las escaleras. Pero cuando una de ellas coloca la

llave en la cerradura escucha algo que a ambas le hiela la sangre.

La risa de una mujer.

“Fue una carcajada horrible, como de una persona insana, demente.

Nos asustamos tanto que nos fuimos corriendo y no regresamos hasta

que aparecieron todas las chicas”, comentó Norma, quien poco tiempo

después se independizó y dejó el Plan de Inclusión.

Rosita, jefa

del taller de costura,

corroboró el fenómeno:

“En varias ocasiones

hemos escuchado a una

mujer riéndose, cuando

en realidad no hay nadie,

y también oímos que se

mueven las cosas. Yo, al

igual que todas, jamás

nos quedamos solas.

Entramos y nos vamos en

grupo”.

Aún cuando el

lugar queda vacío, los

sucesos extraños parecen

Page 25: Claudio Gomluch

continuar: “Cada vez que nos retiramos apagamos todas las luces y

cerramos con llave, pero al día siguiente nos encontramos con las luces

prendidas. Eso no sólo pasa en el taller, sino en otras reparticiones de la

Colonia”, aseguró Rosita.

La Colonia Hogar es un predio de varias hectáreas ubicado

en el sector este de la ciudad de San Luis, lindante con los fondos

de la Jefatura Central de la Policía de la Provincia. El lugar estuvo

a cargo, tiempon atrás, del Obispado de San Luis, funcionando

un albergue para niños y jóvenes sin hogar que estuvo bajo la

administración de un grupo de sacerdotes. Desde entonces se le

conoce en todo San Luis como la Colonia Hogar, aunque desde

hace varios años es la cabecera del Plan de Inclusión Social,

iniciativa generada por el gobernador Alberto Rodríguez Saá para

brindar una fuente laboral a quienes se hallaban fuera del sistema.

Y justamente como lo asegurara Rosita, el taller de costura

no parece ser el único recinto donde suceden o habrían sucedido

eventos extraños. Yolanda, otra beneficiaria, recordó una anécdota

de cuando se desempeñó en la cocina: “Estaba sola, amasando,

cuando de repente escuché un golpe muy fuerte proveniente del

“Jamás volví a entrar sola al taller”,

confesó Rosita.

interior del horno industrial, algo totalmente inusual. Me asusté

mucho y giré despacio, pensando que habría alguien, pero no vi

a nadie, entonces y con cierto temor abrí el horno, pero no había

nada. Lo que escuché fue como un puntapié muy fuerte, pero

dado desde adentro. Me paralicé de miedo”.

Esta misma mujer brindó el prólogo sobre otro episodio

extraño que suele darse en el predio, y que cuenta con varios

testigos: “Muchos aseguran haber visto de noche a un niño que

se desplaza por la zona de Alfabetización, como si anduviera en

una patineta”.

Concepción, una joven que trabajó como alfabetizadora, narró

la experiencia que le tocó vivir cuando se presentó a solicitar el

citado puesto: “Una tarde acudí a las 14:00 para tener la entrevista

con los responsables del taller, y mientras esperaba escuché en el

pasillo a un nene corriendo, me asomé para verlo, pero no había

nadie. A los minutos volví a escucharlo y tampoco vi nada, por

lo que comencé a asustarme. Cuando ocurrió por tercera vez, una

encargada me dijo que en ese lugar se escuchan cosas y que

algunos también aseguraban haber visto a un niño”.

Yolanda sostuvo que la sensación de presencias intangibles es algo normal.

Page 26: Claudio Gomluch

Frente al edificio de marras se encuentra un grifo y una

pequeña y vieja pileta, “donde suele verse a ese pequeño, a

veces jugando con agua y luego subiendo las escaleras hasta

Alfabetización y ahí desaparecer”, añadió Rosita, coincidiendo con

lo que le contaran a Yolanda y a Concepción.

Laura, una ex alfabetizadora, comentó: “En dos o tres

oportunidades vi un niño jugando con agua, incluso en días en

que hacía mucho frío, y no sabía quién era, pensando que estaba

esperando a su mamá o a su papá, cuando me enteré no sólo

de que nadie lo conocía, sino que sería un fantasma. No creo

en cosas sobrenaturales y nunca me había pasado nada extraño,

y aunque el chico que había visto parecía de carne y hueso, me

asusté bastante. Después lo vi una vez más, desde lejos, y cuando

me miró me dio tanto miedo que atiné a cerrar los ojos, y cuando

los abrí, casi al momento, el nene no estaba más. Poco después

me fui a trabajar a otra parte, pero supe que varias personas

también lo habían visto”.

Para Concepción, la presencia del

niño fantasmal es verdad.

Ricardo, que realizó tareas de mantenimiento, refirió que una tarde,

“ya casi de noche, me retiraba y al pasar frente a Alfabetización sentí que

alguien caminaba detrás de mí, hasta oí los pasos. Me di vuelta esperando

encontrarme con algún compañero, pero no había nadie, incluso pude

notar que las puertas y ventanas del edificio estaban cerradas. Me acordé

entonces de los comentarios que circulaban acerca de que se veía a un

niño fantasma en esa zona, por lo que decidí apurar el paso por las

dudas. Cuando llegué a la altura del edificio donde suelen entregar los

cheques, miré otra vez para atrás y entonces vi que al lado de la piletita

que está frente a Alfabetización había un nene. Estaba de pie, mirándome.

No pude distinguir su cara porque estábamos a cierta distancia, pero

calculo que no tendría más de cinco años. Estuve a punto de volver y

preguntarle con quién estaba, porque ya se habían ido todos, pero pensé

que quizá sería el espíritu del que se hablaba y seguí caminando. Le dije

igualmente a los muchachos

de seguridad que había visto

a un chico en el fondo. Al

otro día les pregunté si lo

habían encontrado, pero

me aseguraron que luego

de revisar todo el predio no

dieron con ninguno”.

Gladys, trabajadora

del mismo sector, aseguró

que “en este edificio las

luces se encienden solas.

Cuando todos nos retiramos

las apagamos, pero al

día siguiente están todas

prendidas, y a veces casi al

momento de haber cerrado

las puertas. También nos

Page 27: Claudio Gomluch

encontramos en varias ocasiones con las ventanas abiertas y las cortinas

corridas, cuando no hay modo de que haya entrado alguien. En algunas

oportunidades también hemos hallado las canillas abiertas”.

Al menos dos mujeres aseguran fuera de grabador haber

visto a un sacerdote deambular por los pasillos de ese edificio.

Al respecto, Gladys dijo: “Según lo que cuentan, se trata de un

cura que sale de uno de los armarios y que luego se esconde

en lugares oscuros y desde allí se asoma, como no queriendo ser

visto, para luego entrar de nuevo al armario”. El mueble de marras

resulta ser una suerte de archivo metálico que se heredó de la

época en que el lugar oficiaba como orfanato. Al momento del

diálogo con Gladys no se le daba uso alguno, permaneciendo en

el rincón de una dependencia utilizada como oficina.

Néstor, otro trabajador, rememoró: “Una tarde vi a un cura

en el fondo, donde están los viveros. Me llamó la atención porque

estaba solo y como si rezara, pero pensé que estaba visitando

el lugar. Después lo vi venir hacia donde estaba yo con otros

compañeros, pero pasaron varios instantes y no llegaba, entonces

les dije a los muchachos: ‘¿adónde se metió el cura?’. Ellos me

preguntaron de qué cura hablaba, pues no habían visto a ninguno,

“Suele verse un sacerdote que entra

y sale de un armario”, refirió

Gladys.

entonces me asomé y ya no estaba. Di toda la vuelta y tampoco

lo encontré. Lo raro de todo es que no pudo haber entrado al

edificio sin que lo viéramos, y tampoco irse por otra parte sin

pasar al lado nuestro. Esto ocurrió hace un par de años, por lo

que le resté interés al tema, aunque cuando hablan de cosas raras

y apariciones me quedo pensando acerca de ese sacerdote”.

Otro misterio, aunque más tangible, son ciertos detalles

edilicios del complejo. En varios de sus edificios, al caminar, se oye

el sonido característico de que se está sobre un recinto oculto, un

sótano. Al golpear en algunos sectores, el eco resultante aumenta

tal conjetura: “Abajo indudablemente hay algo, suena a hueco, no

es propio de baldosas mal colocadas”, opinaron Alberto y Gabriel,

dos beneficiarios que además son albañiles de oficio. No obstante,

el resto de los empleados y las autoridades del Plan aseguran

no haber encontrado nunca acceso a las supuestas habitaciones

subterráneas: “Si las hubo, fueron cerradas hace mucho tiempo,

pues ni siquiera se han notado las marcas características de clausura

que suelen quedar en modificaciones de ese tipo”, explicaron.

Y el otro interrogante surge de una azotea cerrada, ubicada

junto al taller de costura. Nuevamente Rosita, jefa de ese lugar,

indicó: “No nos explicamos la función que tiene ese espacio,

porque si vemos por los caños de desagüe comprobamos que

no hay nada de nada, es una habitación sin techo rodeada de

paredes, pero sin ningún acceso. No hay tanque de agua ni se

explica otra utilidad que pudiera haber tenido”.

No resulta extraño que lugares antiguos, o no tanto, inspiren

a la imaginería para el nacimiento de mitos que terminan generando

un folclore propio, interno, y que diversos cuentos narrados para

amenizar las horas de trabajo adquieran una realidad subjetiva. Tal

puede ser el caso que periódicamente se presentaría con distintas

manifestaciones en la Colonia Hogar, o quién sabe, tal vez algunos

Page 28: Claudio Gomluch

secretos perduren entre las paredes de sus edificios. Lo cierto es

que gran parte de los trabajadores de dicho predio insisten en

que las anécdotas compartidas ocurrieron como las comentaron,

y que no son pocos los que se resisten a permanecer solos en

determinados ámbitos, especialmente donde se insinúa la presencia

de un niño, de un sacerdote y donde se oyen ruidos de origen y

naturaleza desconocidos, como la escalofriante risa de una mujer

que nadie ha visto.

duendeS en eL campoSantoanécdotas en una ciudad del silencio

Page 29: Claudio Gomluch

Ancestralmente hay ciertos trabajos que se vinculan con lo

escalofriante por el entorno en el que se realizan. Sin lugar a dudas uno

de ellos es el de vigilante de cementerios.

Un refrán popular, a propósito muy cierto, reza que “no hay

que temerle a los muertos, sino a los vivos”, pues son estos últimos

los que en realidad tienen la posibilidad de causar perjuicio a sus

semejantes. Pero lo cierto es que deambular por un camposanto

durante la noche a más de uno le resultaría al menos incómodo.

En gran medida ha de ser por una cuestión de influencia literaria,

cinematográfica y hasta de viejas narraciones folclóricas divulgadas

por la tradición oral, concretamente en lo que tiene que ver con

la nunca derrocada suposición de que los fantasmas existen y de

lo aterrador que resultaría enfrentarse a uno.

De por sí, ser vigilante nocturno es un puesto no apto para

cualquiera, por aquello de que la soledad en la noche puede jugar

malas pasadas, aunque sólo sean imaginarias; pero si tal desempeño

debe realizarse en una necrópolis, el asunto indudablemente se ve

potenciado.

No obstante, muchas personas deben llevar a cabo dicho

cometido y quizás a la fuerza se acostumbran a no sobresaltarse

ante ruidos vulgares, que en la oscuridad aparentan tener otro

origen y naturaleza, lo que no les excluye de vivir situaciones que

resultan tenebrosas e inexplicables.

Para citar un ejemplo cabe recordar un hecho sucedido en

el verano del 2010 en el Cementerio Municipal de Villa Mercedes,

donde varios cuidadores pudieron ver lo que, para ellos, eran

duendes.

Primero un muy breve pantallazo acerca del predio en

que ocurrieron tales acontecimientos, simplemente para ubicar al

lector en el escenario de los mismos. El camposanto de marras,

al igual que en cualquier población, se erigió en las afueras, sin

Page 30: Claudio Gomluch

embargo con el correr de los años la ciudad fue extendiéndose

hasta rodear el predio con numerosos barrios, además de calles

y avenidas iluminadas. Amén de ello, lo cierto es que los altos

muros de la necrópolis dan la sensación de no representar tan sólo

una protección del lugar, sino también una suerte de delimitación

simbólica, pues al adentrarse en ese recinto parece que los

ruidos urbanos quedan muy lejos, casi como si se traspasase a

otra dimensión. O quizá sea una sensación común en cualquier

cementerio, propia del respeto que inspira y amerita el descanso

de los difuntos.

Ronda nocturna

Madrugada fresca y serena. Luciano Sáez y un compañero

miran el reloj para constatar que ha pasado un par de minutos de

una nueva hora; momento de otra recorrida. Toman sus linternas

y salen de la vieja oficina ubicada en la entrada del cementerio,

continuando con la conversación iniciada rato atrás. Así comienzan

la rutinaria senda que los llevará a cubrir los diversos sectores del

predio municipal.

Son hombres maduros que a lo largo de sus años se han

enfrentado a los diversos avatares de la vida. Ya están curtidos y

no se sobresaltan por el aleteo de alguna paloma trasnochada ni

el chistido de una lechuza, menos aún por el eco de sus propios

pasos. La sensación de que algo pudiera acecharlos a sus espaldas

ni siquiera es tenida en cuenta. Uno de ellos, sin embargo, lleva

su “por-las-dudas”, un pesado garrote que alguna que otra vez se

ha visto obligado a usar.

De repente oyen un ruido que les hiela la sangre. No ha

sido un pájaro ni un gato, de eso están seguros, pero ha sonado

como un chillido intenso y cercano. Es entonces cuando ven una

curiosa luminiscencia verdosa, y al fijar la vista para tratar de

definir cuál es la fuente ven a las “pequeñas personas”, como aún

las recuerdan.

Tanto Luciano Sáez como quien lo acompañaba en esa

ocasión no serían los únicos en ver a esos extraños personajes,

ya que muchos otros cuidadores darían fe de su existencia,

coincidiendo al momento de brindar descripciones. Pero hasta que

no se enfrentaron a tal experiencia no habían sido testigos de

hechos que se ajustaran a ninguna leyenda propia de cementerios.

Es que estos cuidadores sí que tienen muy claro que los problemas

no los dan los muertos, sino los vivos: “Periódicamente viene gente

que nos ofrece dinero para dejarlos entrar de noche, pero como

nos negamos algunos suelen ingresar a escondidas para hacer de

las suyas”, aclaró Luciano.

¿Qué son “de las suyas”? Lo que en la jerga coloquial se conoce

como brujerías. En este punto acoto un episodio que me tocó cubrir

como periodista de El Diario de la República hace varios años, al recibirse

Page 31: Claudio Gomluch

en la redacción la novedad de un hallazgo más o menos macabro. En

una vieja tumba, con la tapa de cemento quebrada, los vigilantes habían

descubierto unos extraños cajoncitos confeccionados en madera. Al

apersonarme con el fotógrafo José Ramón Sombra constatamos lo dicho

y hasta extrajimos algunos de esos diminutos sarcófagos para ver qué

contenían. Lo que inhumamos fueron varios cuerpos de murciélagos

acompañados de fotografías de ciudadanos de Villa Mercedes, cuyos

nombres estaban anotados con letra desprolija en unos papeles.

Consultamos a posterior con un par de entendidos en esas cuestiones

y nos confirmaron lo evidente: eran “trabajos” o conjuros, cuyo fin no

era otro que provocar desgracia a los retratados. Cabe añadir, a título

de anécdota, que corrían épocas de campaña y rápidamente se corrió

el rumor de que más

de un candidato era

el destinatario de

aquellos hechizos. Lo

cierto es que la breve

crónica, circunscrita

nada más que al

hallazgo, generó un

gran revuelo que

redundó en jocosas

bromas propias

del humor negro,

aunque también

especulaciones de tinte

dramático. De hecho

nos enteramos que

en los días posteriores

algunos políticos

locales incrementaron

las visitas a sus brujas

de confianza.

Descubrimientos similares ya se habían hecho en ese cementerio

y periódicamente se repiten, pues es una realidad que, al igual que en

cualquier otro sitio, en Villa Mercedes hay practicantes de las ciencias

oscuras que brindan sus singulares servicios; incluso algunos de estos

personajes están convencidos de que su labor es efectiva, mientras que

otros sólo recurren a tales parafernalias con la única meta de obtener

dinero de sus crédulos clientes.

Otro episodio, ocurrido más o menos por la misma época,

tuvo que ver con algo rayano con la necrofilia, cuando se descubrió

que varias tumbas habían sido profanadas y sus restos dispersados.

Calaveras y otros huesos aparecían fuera de su lugar en distintos

puntos del cementerio, lo que ofendió a muchas familias y preocupó

a las autoridades. El misterio tuvo su fin cuando los cuidadores,

junto a uniformados, sorprendieron al depredador en una de sus

andanzas, resultando ser un joven afincado en cercanías de la

necrópolis. De acuerdo a las investigaciones practicadas por parte

de la Policía, la actitud del vándalo se debió a cierta alteración

de sus facultades mentales, a raíz de lo cual se exacerbaban las

fantasías resultantes de su particular y obsesiva interpretación de

canciones de rock duro, a las que era muy aficionado. El delito

resultó excarcelable, aunque el muchacho no eludió la causa

Luciano Sáez, uno de los muchos serenos que vio a las “pequeñas personas verdes”.

Page 32: Claudio Gomluch

que se le formó. De acuerdo a fuentes judiciales, la familia del

profanador debió afrontar los gastos que demandó la reparación

de las tumbas mancilladas.

Pero no todos los merodeadores nocturnos son identificados.

Incluso algunos parecen estar dotados de extrañas habilidades:

“Una noche –continuó Sáez-, al llegar al sector sur, vimos la figura

de una persona vestida de blanco que saltaba de tumba en tumba

con una rapidez y agilidad asombrosas. No supimos quién era

porque se nos perdió de vista, pero el modo en que saltaba no

era propio de una persona normal”.

En fin, para potenciales enfrentamientos con merodeadores de tal

calaña es que los vigilantes llevaban el garrote, “que hemos usado en

más de una ocasión para espantar a los intrusos”, coincidieron varios de

los cuidadores.

Las pequeñas personas verdes

Ampliando el relato sobre el avistamiento de los singulares seres,

Luciano Sáez rememoró el episodio con un total convencimiento: “De

bien que estábamos caminando escuchamos un alarido muy feo que nos

“Eran enanitos de piel verde y luminosa”,

aseguró Claudia Muñoz.

provocó un escalofrío y, debo reconocer, nos dio bastante miedo. Vimos

entonces unas luces de color verdosa cerca de un pino. Al acercarnos

para saber de qué se trataba los encontramos”.

El sereno detalló la imagen que se les presentó en esa

oportunidad como “personitas chiquitas y de color verde brillante,

con las caras arrugaditas. Al vernos dieron otro grito y se perdieron

en el pino”.

Pocas semanas después, durante otro recorrido, este hombre

tendría oportunidad de volver a ver a los enanos de luminosa piel,

casi en una situación similar.

Claudia Muñoz, otra de los testigos que aseguró haber

divisado a los duendes, se refirió a su experiencia como “muy

linda”. Esta mujer recordó: “Hacíamos las rondas cada sesenta

minutos, por lo que cierta noche, a poco de haber iniciado el

recorrido con otras tres cuidadoras, junto a unos perros que

son nuestros fieles acompañantes, escuchamos que estos ladraban,

entonces una de las chicas me dijo: ‘Date vuelta, despacio y con

tranquilidad’. Así lo hice, para ver que junto a un pino había

dos pequeñas personitas verdes. Caminamos unos metros más y

volvimos a darnos vuelta, justo en el momento en que subían al

árbol y se perdían en el follaje”.

Al referirse a la descripción de los extraños seres, Claudia

coincidió con Luciano Sáez: “Eran como enanitos de piel verde y

luminosa, con las caras arrugaditas. Confieso que no sentí miedo

en ningún momento, por lo que considero que fue una experiencia

muy linda”.

Humanoides de morfología liliputiense, piel verdosa y rostro

apergaminado, imagen que de inmediato invita a pensar en gnomos o

duendes, genios elementales de la tierra inmortalizados en los relatos

mitológicos de Europa, la Patagonia y de la tradición cabalística. A la

vez, tal descripción también corresponde a uno de los estereotipos más

Page 33: Claudio Gomluch

difundidos de los extraterrestres.

Oscar Oga, superior de los testigos entrevistados, dijo de sus

subalternos que “son personas serias y muy trabajadoras, no dadas a

fábulas de esa naturaleza. Personalmente no he visto nunca lo que ellos

aseguran haberse encontrado, a pesar de que a menudo también he

recorrido por la noche el camposanto, sin embargo no tengo motivos

para no creerles”.

Luego de las situaciones mencionadas se dispusieron inspecciones

en los pinos, que al parecer serían el escondite de los enanitos verdes,

como también de diversos rincones que podrían oficiar de guarida, pero

jamás se pudo dar con huellas ni rastros de los luminosos seres vistos

por, al menos, seis personas.

Los grupos de cuidadores han cambiado y rotado, no habiéndose

tenido más novedades sobre nuevos encuentros de este tenor, por lo

que las anécdotas continúan acompañadas de un interrogante: ¿Qué

vieron los vigilantes del Cementerio Municipal de Villa Mercedes?

miSterioS en eL paLacioespectros en la antigua casa de Gobierno

Page 34: Claudio Gomluch

Uno de los atractivos arquitectónicos más sobresalientes de la

Provincia de San Luis es su antigua Casa de Gobierno, situada en la

ciudad capital, puntualmente sobre calle 9 de Julio, entre San Martín y

Rivadavia. Se trata de una imponente construcción ordenada en 1858

por el gobernador Justo Daract, con el fin de contar con un edificio

destinado al Poder Ejecutivo, resolviéndose encarar la obra en el sitio

donde existió un antiguo cabildo. La inauguración se llevó a cabo en

1813, cuando al frente del Gobierno se encontraba Adolfo Rodríguez

Saá, popularmente conocido como “El Pampa”.

Con un predominante estilo historicista, el palacio exhibe la

influencia que sus constructores tomaron de las corrientes en boga

que por aquellas fechas se utilizaban en Europa, contando con

espacios amplios, techos muy altos y largas galerías, como también

patios internos.

La antigua Casa de Gobierno, ubicada frente a la plaza Independencia.

Page 35: Claudio Gomluch

Debido a las necesidades que demandaban las reparticiones

que se iban adosando al organigrama gubernamental, durante la

década del ’70 comenzaron a construirse dependencias en la parte

trasera, con lo que fue creciendo el actual Edificio Administrativo,

con entrada principal por calle Ayacucho y una secundaria por

Rivadavia.

Ya en el 2010, el Estado provincial inauguró el Complejo de

Descentralización Terrazas del Portezuelo, predio al que se trasladó

la mayor parte del Poder Ejecutivo, por lo que el 6 de diciembre

de ese año el gobernador Alberto Rodríguez Saá cedió el antiguo

edificio al Poder Judicial.

Cabe la breve reseña para dar una idea de los muchos años con

que cuenta la majestuosa edificación, como también la construcción

desarrollada a su espalda, sitios por los que transcurrieron varias

generaciones de mandatarios, funcionarios y empleados. Por tal motivo

es natural imaginar que entre esas paredes ocurrieron numerosas

anécdotas propias de la vida social, política e institucional de la Provincia,

pero también tuvieron lugar historias menos difundidas pero no por ello

carentes de interés. Episodios que fueron conocidos y comentados por

Edificio Administrativo,

sobre calle Ayacucho.

la comunidad gubernamental y que muy poco trascendieron al resto de

la sociedad, conformándose una suerte de folclore interno que se da la

mano con lo extraño, lo presuntamente paranormal y, por ende, con lo

inquietante.

La dama de blanco

De acuerdo a la tradición oral que fue desarrollándose por parte

de quienes han trabajado en la administración pública, y de quienes aún

lo hacen, desde sus inicios la antigua Casa de Gobierno fue escenario

de misteriosos eventos, uno de los cuales, quizás el más añejo, sea el

que protagoniza una supuesta aparición bautizada como “La Dama

de Blanco”, en alusión a la joven de inmaculadas prendas que muchos

aseguran haber visto deslizarse de manera fantasmal, para evaporarse

frente a sus ojos o perderse en algún oscuro pasillo.

La periodista Evelia Pérez Nicotra parafraseó el mito que se

ha tejido sobre el particular: “Se cuenta que hace muchos años

vivía en el edificio una chica cuyos padres la habían prometido

a un terrateniente al que ella no amaba, y debido a que le era

imposible evitar el enlace optó por suicidarse”. Aunque no hay

Eevelia Pérez Nicotra, periodista.

Page 36: Claudio Gomluch

registros de que tal muerte haya sucedido, no son pocos los que

aseguran haberse cruzado con el anónimo personaje.

Felipe, un efectivo de la Policía de la Provincia que estuvo

asignado a la custodia del edificio, relató “off de record” la

experiencia que le tocó vivir hace algunos años, durante una

de sus rondas: “A veces salíamos dos o tres muchachos y en

algunas ocasiones lo hacíamos solos; era una labor muy rutinaria

pues nunca pasaba nada. Varios me habían jurado que en ciertos

sectores se oían máquinas de escribir, pasos, murmullos y ese

tipo de cosas, pero durante los dos años que estuve en la Casa

de Gobierno jamás había notado nada semejante, hasta cierta

madrugada de invierno”.

En este punto el policía confiesa que no le gusta rememorar la

anécdota, en parte porque pocos le creen, y también debido a que aquel

momento, asegura, experimentó el verdadero terror: “No me tocaba

a mí dar la vuelta, pero faltaba poco para irme y si no me movía me

dormía, así que tomé la linterna y subí a la planta alta, pasé frente al

Salón Blanco y accedí a la galería que da al oeste. Caminé hasta llegar a

la puerta que da a la azotea que comunica con el Edificio Administrativo,

que estaba con llave. Casi la abro, pero pensé en lo helado que debería

estar el viento Chorrillero y decidí regresar y tomar la otra galería”.

“Cuando me di vuelta la vi. Primero me asusté porque me la

encontré de golpe, aunque de inmediato pensé que podría tratarse

de alguna funcionaria o empleada que había ido temprano por algún

asunto urgente, pero mientras me acercaba noté que usaba ropajes

blancos y largos, como un vestido de novia. Jamás vi a ninguna mujer

vestirse así para ir a trabajar. Se encontraba casi frente adonde funcionó

la Secretaría Legal y Técnica. Mientras me acercaba comencé a darme

cuenta de que algo no estaba bien, pues la silueta permanecía inmóvil

y era evidente que me miraba. No pude distinguir su rostro debido

a que no había luz, entonces la enfoqué con la linterna y fue cuando

desapareció. Jamás tuve tanto terror como esa vez, de hecho me quedé

un rato sin poder moverme para nada, con miedo a pasar por donde

ella había estado, hasta que no sé de dónde junté coraje y corrí. Cuando

llegué a la escalera casi perdí el equilibrio pues tenía la sensación de que

venía detrás de mí, hasta que alcancé la guardia. Inmediatamente les

conté lo que había visto a mis compañeros y subimos todos, buscamos

en cada rincón, prendimos las luces, comprobamos que las puertas

estuvieran cerradas, pero no encontramos a nadie. Desde entonces ya

no volví a hacer rondas sin compañía”.

Un horrible y revoltoso duende

Otro policía, ya fallecido, tuvo una experiencia escalofriante

en el Edificio Administrativo, también durante una ronda. Uno de sus

compañeros, que actualmente se desempeña en la vigilancia del lugar,

recuerdó el episodio: “Jamás nos había pasado nada y tomábamos a

broma lo que nos contaban los empleados y los funcionarios acerca

de apariciones y ruidos. Pero una madrugada en la que estábamos

en la guardia del hall central, este agente, que había ido a revisar el

sector este, es decir hacia el acceso por calle Rivadavia, regresó muerto

de miedo. Casi no podía hablar y lloraba. Nos alarmamos mucho y

no entendimos qué le ocurría, hasta que al cabo de unos minutos se

calmó un poco. Entonces nos contó que durante su recorrido escuchó

ruidos provenientes de una oficina, por lo que entró para saber de qué

se trataba y entonces vio lo que describió como un duende que daba

saltos y lo desparramaba todo”.

“Era tal el susto que tenía el efectivo que no dudamos de que

realmente algo había visto, por lo que de inmediato corrí junto a otro

agente hasta el lugar y lo inspeccionamos minuciosamente, pensando

que podría haber ingresado algún delincuente, pero si bien había

bastante desorden, no encontramos nada, menos aún algo parecido a lo

que nuestro compañero aseguró haber visto. De hecho siempre insistió

Page 37: Claudio Gomluch

en que se trataba de un ser pequeño, horrible y que se mostraba muy

agresivo ante su presencia. Fue lo más cercano a cosas raras que me

tocó pasar, y aunque no lo viví directamente debo reconocer que me

dejó muy impresionado”.

Apariciones, ruidos y extrañas sensaciones

Otro de los sectores del Edificio Administrativo en el que

suelen registrarse situaciones extrañas es donde otrora funcionaran

las dependencias de Prensa y Protocolo (actuales oficinas de Fiscalía

de Estado). Evelia Pérez Nicotra recuerdó que “en más de una ocasión

SIniestras entidades abundan en las leyendas

de intramuros de la antigua Casa de

Gobierno y del Edificio Administrativo.

escuché ruidos raros, aún sabiéndome sola, como si alguien rasguñara los

vidrios esmerilados o dejara caer botellas al piso. En cierta oportunidad,

de noche, todos los teléfonos sonaron al mismo tiempo, mientras que

en otra los ascensores, ubicados a pocos metros, subían y bajaban sin

que nadie los accionara”.

La periodista comentó además un caso vivido por un allegado:

“Un muchacho de nombre Rodrigo se retiraba a su casa cuando

al salir al pasillo sintió que alguien le tiraba de la botamanga

derecha del pantalón. Muy asustado se dio vuelta y no había

nadie, sin embargo aseguró haber presentido que no estaba solo.

También había escuchado ruidos y oído historias inquietantes, por

lo que, al sumarse esa última experiencia, solicitó el pase para a

otra repartición”.

Héctor “Tino” Videla, fotógrafo de Casa de Gobierno, aseguró

nunca haber visto ni oído nada, “aunque mucha gente me ha

contado cómo ciertas algunas situaciones que les ha tocado vivir.

Tal es el caso del barullo propio de contingentes de niños, que

solían visitar el edificio, pero jamás durante altas horas de la

noche, como varios insisten en haber oído, o también máquinas

de escribir, cuando todas fueron reemplazadas por computadoras”.

Héctor “Tino” Videla, fotógrafo.

Page 38: Claudio Gomluch

Otro testigo de estos fenómenos es Gustavo Díaz, ex jefe de

la Oficina de Prensa de Gobierno, que se consideraba escéptico

hasta que le tocó el turno de vivenciar un singular episodio: “Una

noche me había quedado hasta tarde trabajando en el segundo

piso del Edificio Administrativo. Ya me disponía a retirarme a mi

casa y me dirigía hacia el blindex de doble hoja que da acceso a

la galería, cuando escuché pasos a mi espalda y vi, en el reflejo

del vidrio, a dos mujeres que caminaban en mi mismo sentido.

Cuando llegué a la puerta la abrí y les cedí el paso, pero al

volverme me encontré con que no había nadie”.

El periodista agregó que “luego de tantos años de trabajar

en la administración pública he escuchado historias de gente que

vivió más de una situación similar, como también sobre cosas

que se oyen y se ven, comentarios que siempre he tomado

entre comillas porque nunca me había ocurrido nada para dar fe

al respecto. Por eso la experiencia que tuve ha quedado en mi

memoria como algo raro a lo que no le encuentro explicación”.

Valeria Luna, periodista de Canal 13, también rememoró una

experiencia vivida cuando se desempeñó en la Oficina de Prensa

de Gobierno y que le provocó un gran miedo: “Una noche me

había quedado trabajando hasta tarde en compañía de quien

Gustavo Díaz,periodista.

entonces era jefa de la repartición, Miriam Márquez, cuando de

repente comenzamos a escuchar el sonido típico de un teclado

de computadora, proveniente de una oficina lindante, a pesar de

que estábamos las dos solas. Se lo comenté a ella, pero le restó

importancia y seguimos escribiendo. Al cabo de unos instantes

levanté la vista y me encontré con que Miriam tenía los cabellos

levantados, como si una mano invisible los estuviera sujetando.

Finalmente ella también se asustó mucho y decidimos retirarnos

y seguir con el trabajo por la mañana. Juntas nos dispusimos

a apagar las luces, cuyas llaves se hallan al fondo del recinto,

pero no dimos con la que comandaba una serie de ventiladores

ubicados sobre el sector de Ceremonial y Protocolo, que estaba

al frente de nuestra oficina. Tras buscar en vano el interruptor

resolvimos irnos, pero a la mañana siguiente Miriam me hizo notar

que los ventiladores ya no estaban, lo que nos intrigó y motivó

a preguntar. ‘Acá no hay ventiladores’, nos respondieron todos,

dejándonos totalmente perplejas. Luego algunos empleados de más

años nos dijeron que en una época hubo tales artefactos, pero

que los desinstalaron”.

Valeria Luna, periodista.

Page 39: Claudio Gomluch

Por su parte, Miriam Márquez ratificó lo narrado por la

periodista y agregó otros detalles de aquella noche: “El Gabinete

de Gobierno desarrollaba una actividad que fueron a cubrir el

periodista Guillermo Quiroga y el fotógrafo Christian Bastías,

mientras que adelantando la información nos habíamos quedado

en la oficina Evelia Pérez Nicotra, Valeria Luna y yo. Debo aclarar

que a esa hora, pasadas las 21:00, no había más personas que

nosotras trabajando en el piso, lo que a mí particularmente no

me movilizaba ya que nunca le había dado crédito a los hechos

supuestamente paranormales que se comentaban”.

A pesar de su escepticismo, Miriam reconoció que aquella

jornada tardía le reservaba más de una sorpresa: “En algún

momento me trasladé a la oficina de Mauricio Muñoz, nuestro

superior, mientras las redactoras continuaban escribiendo. De

repente comencé a escuchar que el blíndex de la entrada al recinto

se golpeaba contra la pared. Me asomé para ver qué producía

aquel ruido y no encontré nada, sólo que aquella puerta estaba

abierta. Luego de cerrarla regresé con las chicas, algo intrigada

El escepticismo de Miriam Márquez

fue puesto a prueba durante una

inquietante jornada de trabajo.

por lo que acababa de suceder, cuando al ingresar me sorprendió

Valeria, quien muy alarmada exclamó: “¿Qué te pasa que se te

están revoleando los pelos?”. En realidad no sentí nada extraño con

mi cabello y le resté importancia, comentándoles el incidente de

la puerta, lo que dio lugar a compartir varias anécdotas alusivas a

los extraños hechos que se sucederían en el lugar”.

A los pocos minutos las tres trabajadoras de la prensa oficial

se sobresaltaron por otro sonido cuyas características describirían de

igual manera: “Eran claramente los pasos de alguien que practicaba

un ritmo acelerado –aseguró Miriam-. Pensamos que podría ser

alguno de nuestros compañeros que volvía con información de los

actos, pero al instante comprobamos que no había nadie. Ante ese

episodio, Evelia tomó su cartera y se fue”.

Si bien Miriam y Valeria decidieron quedarse y adelantar trabajo

para la jornada siguiente, tal cometido pronto les resultaría imposible

de realizar: “A partir de ese momento comenzamos a escuchar

diferentes ruidos –sostuvo la ex jefa de prensa gubernamental-. Ya

nada fue igual, posiblemente por la predisposición que sentíamos.

Pero lo cierto es que luego de terminar la tarea por la cual nos

habíamos quedado, debíamos apagar las luces del recinto y cerrar

todo. Llegar hasta el final del sitio donde se encontraban las

llaves y volver a oscuras hasta la entrada principal de la oficina

no nos resultaba tarea muy amena. Valeria fue la que se animó a

ir, pero no hubo manera de dar con los interruptores, a pesar de

que insistió numerosas veces. Yo realmente estaba en una suerte

de trance temeroso, por lo que decidí que de aquella tarea se

ocuparan los agentes policiales de la guardia. Además, cuando

tratamos de cerrar la puerta de blíndex caímos en la cuenta

de que los ventiladores del techo se habían accionado y, según

creíamos, era ése el motivo por el cual, al confundirse de llaves,

Valeria no había podido apagar las luces”.

Page 40: Claudio Gomluch

Con esa explicación lógica resolviendo lo que parecía ser un

enigma eléctrico, las dos trabajadoras se marcharon, solicitando a

los policías de la guardia que se encargaran de tal faena.

-Cómo no –se comprometió uno de los uniformados-, a

menos de que no estén densos como anoche, porque no nos

dejaban cerrar la puerta de la terraza. ¡Nos volvieron locos!

Aquella respuesta por parte de uno de los responsables de la

seguridad de la Casa de Gobierno intrigó aún más a Miriam, lo que la

La dama de blanco, una leyenda tan

recurrente como

escalofriante en la mitología

del histórico palacio.

llevó a indagar para saber a qué se refería: “Entonces quienes cumplían

aquel turno descargaron una catarata de acontecimientos vividos

por ellos mismos, como ascensores que suben y bajan sin pasajeros,

persianas que se mueven sin viento, la famosa dama de blanco que

recorre la planta alta, el ruido del impacto de vidrios contra el suelo,

llanto de bebés, etc.”.

Las dos periodistas se retiraron con evidente intranquilidad,

aunque no descartando que los misteriosos eventos ocurridos fueran

producto de la sugestión. Sin embargo, durante la mañana siguiente

descubrirían un detalle que haría imborrable la anécdota.

A poco de iniciar una nueva jornada laboral, y aparentemente

olvidados los extraños sucesos acaecidos durante la noche anterior,

estos se verían potenciados por un siniestro descrubimiento. Al

respecto, Miriam comentó: “En un momento dado miré hacia el techo y

noté que los ventiladores, de color blanco, que viéramos Valeria y yo la

noche anterior, ya no estaban. Preguntamos a los empleados y así nos

enteramos que hubo tales artefactos, pero muchos años atrás, habiendo

sido reemplazados por bocas de aire acondicionado”.

Miriam Márquez se confiesó escéptica y no dada a supersticiones,

pero aseguró que no pudo dar con una explicación lógica a las

experiencias vividas, al igual que otras situaciones que sucedieron en el

antiguo recinto de Prensa de Gobierno: “Una tarde de domingo me pasó

otro de estos episodios; mientras tratábamos de mandar a los medios

unas notas de último momento escuchamos cómo se descargaba el

agua de los depósitos de los inodoros. El periodista Guillermo Quiroga

fue en varias ocasiones a revisar si había alguien en los baños, pero estos

se hallaban vacíos, mientras que al regresar a escribir nuevamente se

escuchaba aquella descarga. Sin saber qué otra cosa hacer se me ocurrió

recurrir a un viejo consejo: maldecir a lo que pudiera estar ocasionando

aquello y así lo hice. Con aquello logré que los ruidos cesaran, aunque

sólo por un rato”.

Page 41: Claudio Gomluch

El video de la niña siniestra

Entre los sucesos que ocasionalmente ocurren en la antigua Casa

de Gobierno y en el Edificio Administrativo, se destacan los inexplicables

desórdenes de papeles y artículos de trabajo en oficinas cerradas con llave.

Uno de los escenarios de tales hechos fue la Dirección de Constitución y

Fiscalización de Personas Jurídicas y Cooperativas, comúnmente llamada

Personería Jurídica, ubicada en la parte vieja, justo en el límite que

comunica con la construcción más contemporánea. Amén de lo extraño,

resultaba molesto hallar cada mañana elementos fuera de su lugar

correspondiente. Además la situación no dejaba de ser seria, ya que los

inexplicables desaguisados ocurrían en un espacio gubernamental con

documentación importante. Frente a ello, y sospechando que alguien

ingresaba de alguna manera cuando no había nadie, se decidió tender

una trampa al misterioso intruso para conocer su identidad, dejándose

varias cámaras web grabando desde el horario de cierre hasta el día

siguiente. Esto sucedía en el otoño de 2007.

Aquella estrategia sería el origen de una leyenda que

acrecentó el misterio, ya que el resultado fue aterrador.

La tarea de revisar el material obtenido se supone tediosa,

ya que gran parte de lo que se podría apreciar durante horas sólo

serían rincones inanimados. Sin embargo una de las cámaras captó

algo que causó asombro y pavor. Entre algunas estanterías se

podía apreciar claramente una figura que se evidencia por espacio

de un segundo, para inmediatamente desvanecerse. Se trataba de

una niña de apariencia muy siniestra, mirando directamente a la

cámara, como si estuviera al tanto de la artimaña dispuesta. Con

la velocidad del rumor, el descubrimiento se regó por toda la

comunidad gubernamental, rescatando viejos mitos y generando

otros nuevos, como también un escepticismo por parte de muchas

personas, acrecentado ante la no exhibición pública del material

fílmico obtenido. Las autoridades del organismo sospechaban de

la autenticidad de la grabación y por ende manejaban el asunto

con suma cautela.

La producción de “Y… ¿si te hubiera pasado?” accedió a

dicha filmación, la cual fue analizada en un proceso digital para

limpiar el ruido propio de una cámara web, a fin de obtener mayor

nitidez y rescatar la imagen que aparece y se esfuma. Tras ser

sometida a una serie de filtros se logró apreciar la figura de una

niña ataviada con un vestido negro de estilo antiguo, con ojos en

blanco y sosteniendo un muñeco. Hasta aquí, la revelación parece

sorprendente y hasta valiosa desde el punto de vista de cualquier

investigador de lo paranormal. No obstante, se estableció que la

calidad de esa imagen contrastaba con el resto de la grabación, en

tanto que el movimiento de las líneas del conjunto de lo filmado

no coincide con el de la silueta.

El fraude se constató al darse con la fotografía original

utilizada para lo que resultó ser un burdo montaje, una postal

que tiempo atrás circuló en Internet y que era presentada como

una toma espectral obtenida en un hospital asiático, aunque otras

versiones indican que se trataba de una escuela. Y aquí entramos

Fotograma del video grabado en las antiguas oficinas de Personería Jurídica.

Page 42: Claudio Gomluch

en lo que la jerga de la red se conoce como “hoax”, es decir

un rumor cuya intención es hacerle creer a los demás que algo

falso es verdadero; el folclore de las leyendas urbanas adaptado

al ciberespacio.

Si la intención provino de algún empleado o allegado de la

repartición para jugarle una broma a sus compañeros es un misterio,

como también si hubo algún tipo de apercibimiento hacia el chistoso,

lo cierto es que el fantasma filmado en Personería Jurídica resultó ser

total y comprobablemente falso. Amén de ello, eventualmente los

inexplicables desórdenes siguen sucediendo, en esa y en otras oficinas,

y no son pocos los que aseguran percibir la presencia de algo extraño,

aún cuando se está solo.

“Es mucha la gente que ha visto u oído cosas –asevera Evelia Pérez

Nicotra-, pero la mayoría no se atreve a contarlo por temor al que dirán.

Es algo muy común tener tales pruritos, mientras que los escépticos lo

son hasta que realmente les toca vivir alguna situación que no pueden

explicar”.

nocHe de miedono estaban solos en aquella casa

Page 43: Claudio Gomluch

Juan Quevedo y su amigo Roberto se conocieron de adolescentes

al trabajar en una feria ganadera, ubicada sobre la ruta N° 147, lugar

donde permanecían de lunes a sábado. Un trabajo duro para chicos tan

jóvenes, pero que realizaban a gusto ya que les permitía colaborar con

el presupuesto familiar, y además porque el ámbito laboral era ameno

y cordial.

A cargo del establecimiento se hallaba un hombre oriundo

de La Toma, cuya esposa era de Villa Mercedes, por lo que

constantemente viajaba.

- Muchachos, toca “Trulalá” en La Toma, ¿quieren ir? Los

llevo, les dejo las llaves de una casa que tengo allá y mañana los

paso a buscar –propuso el patrón cierta víspera de fin de semana.

Los dos amigos se miraron y de inmediato aceptaron la

invitación. Sería algo diferente y ya descontaban pasarla bien, por

lo que tras terminar la jornada prepararon sus cosas y subieron a

la camioneta Ford F100 del jefe, en la cual iniciaron el viaje hacia

la Capital del Mármol Ónix, arribando al atardecer de aquel viernes.

El patrón les dio un breve paseo por la pintoresca localidad,

durante la cual les señaló el sitio en el que se llevaría a cabo

el recital del popular grupo cuartetero, el club Pringles, para

finalmente llegar a su casa.

“Era una vivienda grande, de techos altos, vieja pero muy

bien conservada –explicó Juan-. Nos contó que la había heredado

de un tío que no tenía hijos, pero que prácticamente no la

usaba pues ya tenía su propiedad en La Toma y también en Villa

Mercedes”.

Al entrar, los dos muchachos vieron que la construcción

era sólida y acogedora, por lo que no dudaron que pasarían una

noche cómoda luego de divertirse en el recital. Tras marcharse

el patrón, asegurando que regresaría a la mañana siguiente, los

chicos decidieron utilizar el amplio hogar para encender unos leños

Page 44: Claudio Gomluch

y combatir así el frío que prometía acrecentarse en las próximas

horas.

Ya cayendo la noche se dieron una ducha, vistieron las

mejores prendas que habían llevado y cenaron, tras lo cual salieron

a dar una vuelta por el pueblo. Poco antes de la medianoche los

amigos ingresaron al club Pringles, donde disfrutaron del cuarteto

cordobés.

Al cabo de un par de horas, ya terminado el espectáculo de

“Trulalá”, los chicos decidieron retirarse. “No éramos del ambiente,

no conocíamos a nadie y si bien el baile seguía, el show por

el que viajamos ya había terminado”, acotó Juan. Así fue como

ganaron la calle para caminar las pocas cuadras que los separaban

de la casa del patrón.

-Prepará unos tragos –propuso Roberto, mientras enchufaba

un pequeño radiograbador-. Espero que te guste “Flema” –agregó.

A Juan le pareció una buena idea, por lo que sirvió dos sendos

vasos de Gancia y, tras reavivar el fuego en la chimenea, se sentó

frente al amigo cuando la voz del tristemente desaparecido Ricky

Espinosa comenzaba la letra de “Vahos del ayer”. Y ahí estaban,

dos adolescentes terminando una jornada distinta, departiendo

sobre temas variados mientras aguardaban la llegada del sueño

disfrutando de unos tragos. “No quiero ir a la guerra”, “Anarquía

en la escuela” y otros hits del emblemático grupo de punk rock

sonaban con moderados decibeles en tanto se sumaban anécdotas

y chistes, hasta que Roberto pidió:

-Contate una mentira, Juan.

La frase no aludía precisamente a una invención, sino que

proponía el relato de alguna historia con la cual matizar la

charla. Un modismo propio de jóvenes. Juan pensó unos instantes

qué aventura entretendría a su amigo, pero para entonces había

comenzado a percibir algo incierto, algo que le generaba inquietud,

pero cuya fuente no podía precisar.

-No –dijo finalmente-, no da para mentir.

Sonaba entonces “Nunca seré policía” cuando sucedió lo que

poco después se convertiría en una experiencia digna de contar.

“De repente la luz se apagó y se hizo un silencio abrupto”,

recuerda Juan.

Iluminados apenas por el agonizante fuego del hogar, los

muchachos se miraron al tiempo que un escalofrío los recorrió por

completo, aunque de inmediato apelaron a la lógica e infirieron la

misma explicación casi a coro.

-Saltó la térmica.

Ambos buscaron a tientas en la casa hasta dar con la citada

llave, pero la misma se encontraba activada. Para confirmarlo

manipularon la tecla, tras lo cual dedujeron que el inconveniente

era otro.

“Entonces revisamos los focos, que resultaron estar todos

quemados”, explicó el entrevistado.

-Se quemó la instalación –dijo Roberto, sin dudarlo-. Espero

que el patrón no se moleste.

-No tiene porqué –aseguró Juan-, lo único que hemos

hecho fue encender algunas luces y enchufar el radiograbador.

Seguramente se trata de un problema viejo.

Sin luz, cansados y con sueño, los chicos decidieron darle fin

a la velada y retirarse a dormir, compartiendo la misma habitación.

“Apenas me acosté comencé a dormirme, ya que había sido

un día largo y deberíamos levantarnos relativamente temprano,

cuando de pronto un fuerte ruido me sobresaltó. Provino del

techo, como si alguien estuviera corriendo sobre él”.

-¿Escuchaste eso?

Page 45: Claudio Gomluch

Roberto, que también había sido arrancado del inicio del

sueño por aquel trote, se había incorporado y aguzaba el oído,

tratando de establecer qué había sido.

-Sí –respondió tras un segundo en el que reinó un total

silencio-. ¿Qué será?

Ambos permanecieron atentos, hasta que la calma pareció

regresar. Cada uno, para sí, conjeturó posibilidades tranquilizadoras

como aves buscando un rincón donde pernoctar, quizás alguna

rama movida por el viento o tal vez maderas que se contraen, el

calor de la chimenea expandiendo algún recoveco, en fin, típicos

ruidos de casas antiguas.

Pero pocos segundos duraría el sosiego.

Nuevamente se disponían a conciliar el sueño cuando aquel

tropel volvió a hacerse escuchar, y esta vez los amigos juraron

que la dirección de aquellos rápidos pasos fue contraria a la de

momentos antes.

-Hay alguien en el techo –murmuró Roberto.

Oír decir tan lógica suposición les hizo erizar la piel, pues si

bien ambos lo habían pensado tras el primer sobresalto, lo cierto

es que tomar conciencia de ello y darlo por hecho los enfrentaba

a una situación por demás inquietante.

Aún nerviosos frente a la desconocida presencia, los jóvenes

sufrieron una nueva e inmediata sorpresa, cuando unos nítidos

chirridos les hicieron ponerse de pie de un brinco.

-¡La puerta! –indicó Juan, en referencia a uno de los accesos

de la casa.

Ambos se asomaron al umbral del dormitorio y observaron

la placa metálica al final del pasillo. Al otro lado había alguien, o

algo. No cabían dudas pues era de donde provenía el ruido.

-¿Serán ladrones? –supuso Roberto.

-Para mí que sí, alguien quiere entrar a robar –completó

Juan la hipótesis.

-Salgamos a ver, para que sepan que hay alguien.

A Juan la idea no le agradó para nada. Cabía la posibilidad

de que, efectivamente, algún delincuente quisiera ingresar, como

también que el presunto malhechor estuviese armado. Aunque algo

muy íntimo, como una premonición, le hacía sospechar que no era

una persona lo que estaba merodeando.

Entonces otro ruido los sobresaltó, uno proveniente del baño.

“Era como si alguien estuviera en ojotas, caminando luego

de darse una ducha. Se nos pusieron los pelos de punta”, aseguró.

Y como si todo aquello no fuera suficiente, el fuego del

hogar, que aún parpadeaba en su larga agonía, se reavivó de

repente. Un combustible imposible provocó poco menos que una

explosión, cuyo resplandor bañó de un amarillo rojizo la estancia

donde rato antes habían compartido la charla.

Page 46: Claudio Gomluch

“Volvimos a la cama muertos de miedo y sólo atinamos

a orar, a encomendarnos a Dios, pero eso no hizo más que

empeorar las cosas, pues de inmediato se sumaron nuevos ruidos,

esta vez en la cocina. Platos, ollas, puertas… aquello fue realmente

tan increíble como escalofriante. ‘¿A qué hora se aparece algo?’,

recuerdo que pensé con mucho miedo, sin embargo seguimos

rezando”.

Paralizados y murmurando una suerte de desesperado Rosario,

Juan y Roberto permanecieron una eternidad con el intenso deseo

de que todo aquello terminara. A ciencia cierta no podrían asegurar

cuánto pasaron así, pues lo que menos se les ocurrió fue consultar

el reloj, pero estiman que la dantesca sinfonía de ruidos cesó casi

al momento en que cantó el gallo.

Ajena a las peripecias que los eventuales ocupantes de la

vivienda habían atravesado, el ave de corral cumplió con su rutina

de anunciar el alba. En la casa, los chicos seguían orando, a la

guardia de que otras desagradables sorpresas siguieran poniendo

sus nervios a prueba.

Cuando la F100 del encargado de la feria ganadera ingresó

a La Toma, el sol ya estaba alto. Durante el viaje había decidido

Aunque pasaron muchos años de

aquella inquietante

noche, Juan Quevedo no pudo evitar

estremecerse al rememorar los

sucesos vividos.

darles a sus empleados la changa de limpiar y ordenar un poco la

casa que fuera de su tío. No dudaba que los muchachos aceptarían

con gusto hacerse de unos pesos extra por un par de horas de

trabajo. Además, seguramente estarían contentos luego de haber

asistido al show de uno de los grupos más populares de Córdoba.

Pero no se encontró con sonrisas al ingresar a la vivienda, sino

con dos jóvenes aún temblando.

-¿Qué pasa? –dijo el hombre, ante el doble gesto de inquietud

con que fue recibido.

-Patrón, creo que se quemó la instalación eléctrica –dijo

Roberto-. Sólo enchufamos un radiograbador, pero al rato nos

quedamos a oscuras.

-Habrá saltado la térmica –supuso el dueño de casa.

-No –aseguró Juan-, nos fijamos, pero estaba bien.

No contentándose con la aseveración, el dueño de casa

quiso constatarlo personalmente.

-¡Qué raro! Nunca hubo problemas eléctricos –se lamentó.

Pero cuando accionó la llave de la cocina, la lámpara se

encendió.

-Esta anda bien –dijo.

-Pero… -musitó alguno de los muchachos.

-Y ésta también –agregó el hombre, probando la del

dormitorio.

-¡Estos focos estaban quemados! –exclamó Juan.

-Y el del baño igual. Todos prenden.

El ganadero los miró extrañado, como pidiendo explicación.

Los jóvenes decidieron ir al grano y casi a dúo le confiaron:

-Jefe, en esta casa asustan.

-¿Cómo que asustan?

Page 47: Claudio Gomluch

Entonces escuchó un minucioso informe de lo sucedido

durante la madrugada. Como si relataran una película, no se

ahorraron detalles y por turnos fueron describiendo cada uno de

los ruidos, el fuego que se reavivaba sin ayuda visible, y no se

avergonzaron al reconocer el miedo que sintieron y les impidió

pegar un ojo.

-Les habrá parecido, chicos. A lo mejor tomaron un poquito

de más, y ni hablar de los ruidos que pueden escucharse en una

casa antigua. Si no están acostumbrados, una madera que cruje

puede parecerles que alguien está caminando por ahí.

-No, patrón, no nos emborrachamos ni nos confundimos.

Anoche pasaron cosas muy raras aquí –sostuvieron-. No es nada

normal, no imaginamos nada. Si le parece, llévenos ahora a San

Luis, realmente no tenemos ganas de quedarnos más aquí.

El jefe adoptó una actitud paternal y les propuso quedarse

un rato para ordenar un poco la casa, incluso les ofertó algo más

del dinero que tenía planeado pagarles por el trabajo, pero la

insistencia continuaba. Finalmente, y tras la promesa de emprender

el viaje pasado el mediodía, los empleados aceptaron la changa,

aunque un poco a su pesar. Después de todo, a la luz del día las

cosas suelen verse diferentes, e incluso la compañía del mandamás

les inspiraba confianza.

Tras un breve debate desarrollado en un cruce de miradas,

los chicos resolvieron quedarse algunas horas y ganarse esos pesos

extra para llevar a sus hogares. Así fue como barrieron la morada

que se mostrara tan ruidosa e inquietante durante la noche pasada,

y luego se dispusieron a hacer lo propio en una especie de galpón

que había en el patio. Allí, junto a un destartalado FIAT 128, un

montón de trastos aguardaban ser acomodados, y a tal faena se

entregaron los amigos, sin sospechar que una nueva y siniestra

sorpresa los aguardaba, aún con el sol alto.

“Mientras estaba acomodando cosas, Roberto apareció con

una caja grande de madera que encontró entre un montón de

bártulos. Al abrirla había botones, velas y otras cosas, y también

aquella foto”.

Al llegar a ese punto, Juan sonríe como intentando disimular

el escalofrío que le hace sacudirse: “Cada vez que la recuerdo se

me pone la piel de gallina”, confiesó.

“Era el retrato en blanco y negro de un niño de unos dos

años, sentado en un cuero de vaca que parecía sujetado en los

extremos, aunque en la toma no puede verse a qué. El nene era

muy blanco, peladito y con unos ojos grandes y muy claros, como

celestes. No era un niño normal, era un niño escalofriante. Mirarlo

era sentir miedo, había algo en la criatura que provocaba esa

DIBUJO DEL NIÑO SINIESTRO

A pesar de las aterradoras peripecias vividas durante la noche anterior, lo que más marcó a los amigos fue la antigua fotografía de un siniestro niño.

Page 48: Claudio Gomluch

sensación. Y en el reverso estaba escrito el número 1810; no sé si

era el año, aunque es posible, pues era una foto bastante antigua”.

Sin saber concretamente por qué, Juan y Roberto dedujeron

que aquel crío de otro tiempo tenía relación con los extraños

eventos ocurridos durante la madrugada, y para quitarse la duda le

mostraron la postal al patrón. Éste aseguró desconocer quién era el

pequeño, limitándose a reiterarles que la casa había sido de un tío

que falleció algunos años atrás, y que al no tener hijos le había

dejado a él en herencia esa propiedad. También les comentó que

varios inquilinos habían pasado por la vivienda, por lo que muchos

de los trastos que estaban acomodando habían sido olvidados por

gente a la que él no conocía. Los amigos se percataron de que

el hombre sabía más de lo que decía, por lo que insistieron en

que lo vivido durante la noche no era producto de la imaginación.

-Bueno, chicos, la verdad es que en esta casa fue rara la vez

que una familia se quedó más de un mes, pues siempre dijeron

que se escuchaban cosas –confesó-. De todos modos también les

aseguro que me he quedado muchas noches solo aquí, pero jamás

me ocurrió nada raro. Pero este nene –agregó, mirando una vez

más el retrato-, realmente no sé quién haya sido.

“Dejamos la foto en la caja donde la encontramos, no quisimos

llevarla porque presentimos que era algo malo. Terminamos la

limpieza cada vez con más ganas de irnos, hasta que finalmente

nos subimos a la camioneta y partimos hacia San Luis. Nos fuimos

con muchas intrigas, pero también con deseos de ya no saber más

del tema; no quisimos averiguar nada”.

Juan Quevedo recuerdó aún esa aventura sin preocuparse

demasiado por esconder los escalofríos que le causa rememorar los

detalles. No tuvo ninguna duda de que los episodios que vivió con

su ex compañero de trabajo se encuadraron en situaciones ajenas a

lo natural, mientras que al describir el singular y misterioso retrato

no tuvo pruritos al reconocer el miedo que sintió.

A modo de conclusión, reconoció: “Nunca antes me pasó

nada de estas características, y tampoco después de aquella noche.

Siempre había escuchado sobre cosas parecidas pero nunca supe

si creer o no, hasta que me pasó, y hoy creo. Nunca más volví

a La Toma”.

Page 49: Claudio Gomluch

La maLdiciÓn deL perro neGropánico en la escena del crimen

Page 50: Claudio Gomluch

Corría el verano de 1990 cuando el entonces oficial Marcelo

Allende ingresó al despacho de José Adaro, el jefe de la Unidad Regional

II, la jefatura policial del Departamento Pedernera, con asiento en

Villa Mercedes. Al otro lado del escritorio el superior firmaba algunos

documentos, tarea que cesó de inmediato ante la presencia del joven

efectivo, a quien le ofreció asiento para ir directamente al grano:

-Allende, ¿qué pasó durante la guardia en las quintas?

-¿Por qué lo pregunta, jefe? –se sorprendió el aludido.

-¿No se enteró? Palacios tuvo una crisis nerviosa, debió ser

internado. Ha dicho cosas incoherentes, pero estoy seguro que

tienen relación con la vigilancia que montaron anoche. Cuénteme.

Allende suspiró, se recostó en la silla y, tras meditar unos

pocos segundos, miró al comisario mayor a los ojos.

-No sé si va a creerme, jefe, porque hasta a mí me cuesta

creerlo.

El prólogo de la escena descrita había comenzado un par de

meses antes, puntualmente durante la noche del 14 de diciembre

de 1989, fecha en que ocurrió en Villa Mercedes uno de los

crímenes más atroces y enigmáticos de la historia policial de la

Provincia de San Luis. Atroz porque las víctimas fueron dos niños,

Carlos Luna (11) y Fernando Martínez (10), y porque literalmente

fueron masacrados con una saña absoluta. Y enigmático debido a

que jamás pudo establecerse a ciencia cierta quién los ultimó, ni

por qué.

Adentrarse en el caso Luna-Martínez ameritaría una labor

ardua y profunda para no caer en la subjetividad. Para reseñar

la complejidad de sus ribetes basta mencionar que hubo gran

cantidad de sospechosos, casi diez magistrados instruyeron en la

causa y la última conclusión judicial fue rechazada por el Superior

Tribunal de Justicia. En síntesis, un doble homicidio que dio lugar a

Page 51: Claudio Gomluch

innumerables teorías, pero sin pruebas contundentes que las avalen

de manera categórica.

No obstante, esta crónica no pretende echar luz sobre

ese triste episodio, sino abordar un suceso muy poco conocido,

aunque acaecido indirectamente en el marco de aquel cruento caso

irresuelto. Careció de trascendencia en parte por la relevancia de

las brutales muertes y también porque sus protagonistas sólo lo

divulgaron entre sus allegados inmediatos.

La historia de marras se desarrolló en aquel verano, ya

comenzado el año 1990. Sobra mencionar en este punto que la

comunidad de Villa Mercedes aún no se recuperaba del horrible

episodio y la susceptibilidad permanecía a flor de piel en toda la

ciudadanía, especialmente por parte de quienes vivían en la zona.

De hecho el misterio que rodeaba al macabro asunto hacía que

cualquier detalle fuera tenido en cuenta, como el que dio inicio a

la extraña anécdota que protagonizara el hoy comisario (R) Marcelo

Allende.

“Toda información que surgía se investigaba –sostuvo el ex

policía-, aunque pareciera descabellada. Nunca había ocurrido un

crimen tan terrible en la ciudad, además los fallecidos eran niños.

Para el comisa-rio (R) Marcelo

Allende, el perro que se enfrentó a la partida a su cargo no era un animal común.

El temor era general y todo el mundo deseaba que el misterio

se esclareciera pronto, por lo que ante la menor alerta sobre algo

inusual acudíamos con la esperanza de obtener pistas. Fue en

ese marco que a pocas semanas de ocurrido el doble homicidio

llegó a conocimiento del entonces jefe de la Unidad Regional II,

el comisario Adaro, que por las noches solía verse a un misterioso

individuo deambular en cercanías del lugar donde habían sido

hallados los cadáveres. Quienes dieron aquel aviso refirieron que

se trataba de un hombre alto, vestido de negro, con sombrero y

sobretodo, indumentaria inapropiada teniendo en cuenta que era

verano. Varias personas coincidieron en esa descripción, por lo que

se dispuso corroborar tal situación”.

“A los efectos de verificar el trascendido y, en caso de

corroborarlo, proceder a identificar al desconocido, se organizaron

patrullajes por el sector. Una de aquellas guardias me fue asignada,

ocasión en la que junto a tres compañeros viví una de las

experiencias más extrañas e inexplicables de mi vida”.

Por aquella época en la zona en cuestión abundaban las

quintas, dándole a dicho suburbio un aspecto totalmente rural.

En la actualidad el crecimiento de la ciudad la ha ido rodeando

Un modesto altar rinde tributo a la memoria de Carlos Luna y Fernando Martínez.

Page 52: Claudio Gomluch

con populosos barrios, aunque el punto exacto en el que fueron

encontrados los cuerpos sigue siendo bastante agreste, cruzado por

calles de tierra y rodeado de añosos árboles, casi igual a como

se hallaba en 1989.

La patrulla de Allende arribó al sitio pasada la medianoche.

Allí debería permanecer hasta las dos de la mañana, hora fijada

para el relevo.

“Si bien estaba al tanto del doble homicidio, era la primera

vez que iba al lugar ya que de la investigación se ocupaba otra

gente. Sin embargo era una sensación muy rara y especial estar

donde poco tiempo atrás habían sido hallados los cadáveres de

los niños. Arribamos en un Ford Taunus que recientemente había

adquirido la Cooperadora Policial y nos estacionamos debajo de

unos árboles, en la intersección de Chile y Sarmiento. Recuerdo

que en esa época allí había un pequeño altar en memoria de las

víctimas. Años después fue trasladado unos metros al este, por

Sarmiento, donde se encuentra en la actualidad”.

La partida capitaneada por Allende la completaban los

oficiales Palacios, Alcaraz y Pérez; los cuatro eran jóvenes policías,

pero ya veteranos en las lides propias del trabajo. Aquella misión

en particular les representaba una simple rutina, incluso tenían sus

reservas acerca de la existencia del misterioso caminante nocturno,

no obstante, y dada la seriedad de lo que poco tiempo atrás había

acontecido, era necesario despejar cualquier tipo de dudas.

Una vez estacionado estratégicamente el vehículo, con el

objetivo de no ser visto desde lejos, Allende y Correa decidieron

dar una recorrida caminando, mientras sus compañeros aguardaban

en el coche. “Era una noche cálida y muy clara porque había luna

llena. Con Correa anduvimos por Chile hacia el norte, encontrando

todo calmo a nuestro paso. La idea era revisar el sector, volver

al coche y repetir el recorrido alternadamente hasta que vinieran

a relevarnos”.

La aventura no tardó en comenzar, ya que cuando los

efectivos habían transitado unos doscientos metros se sorprendieron

al oír el arranque fallido del coche: “En realidad nos llamaron la

atención dos detalles, primero que nuestros compañeros decidieran

dejar el lugar, pues acordamos quedarnos apostados allí, y también

que el motor tardara en responder ya que se trataba de una

unidad nueva que jamás había fallado. Intrigados regresamos de

inmediato”.

¿Qué había sucedido luego de que el grupo se dividiera?

Armando la cronología de los hechos se establecería que, mientras

Allende y Correa caminaban, Alcaraz bajó del coche y revisó el

perímetro inmediato al vehículo, instancia en la que presintió que,

desde la espesura de los arbustos, algo estaba observándolo.

Considerando el doble homicidio, la presunta presencia de un

siniestro personaje y toda la intriga que rodeaba al caso, es

Page 53: Claudio Gomluch

sencillo imaginar lo inquietante que resultaría suponerse acechado

por algún peligro, especialmente en sitio tan desolado. El propio

temple dado por el oficio permitió a Alcaraz sobreponerse

rápidamente a la sorpresa y que intentara descubrir la naturaleza

de aquella presencia, enterándose pronto que se trataba de un

perro. Casi restándole importancia se propuso espantarlo, “pero el

animal respondió con un gruñido que mi compañero calificó como

satánico –acotó Allende-, al tiempo que notaba claramente que sus

ojos brillaban como ascuas”.

Aterrado por semejante visión, el uniformado corrió hasta el auto

y rápidamente puso al chofer sobre aviso, ante lo cual éste se dispuso

a salir tras el enorme cánido, que Alcaraz alcanzara a ver corriendo en

dirección a la calle Sarmiento. Tras los varios intentos inexplicablemente

fallidos, el motor respondió y avanzaron hacia el lugar indicado por el

sorprendido policía. Para entonces, Allende y Correa llegaron al sitio

donde inicialmente habían estacionado, continuando camino hasta la

nueva ubicación.

“Al reunirnos tomamos conocimiento de lo ocurrido,

enterándonos que el perro había desaparecido en cercanías de la

acequia en que fueran encontrados los niños. Para salir de dudas y

corroborar qué estaba sucediendo volvimos a separarnos, tratando

de divisar al animal. Al cabo de unos minutos lo vi. Se trataba

de un enorme ejemplar de color negro, que había adoptado una

actitud amenazante. Temiendo ser atacado decidí dispararle con mi

escopeta Itaka, pero inesperadamente el arma se trabó, algo que

jamás sucedía pues constantemente revisábamos el funcionamiento

de nuestros pertrechos. De inmediato Palacios esgrimió su pistola

11.25, corriendo la misma suerte. El desperfecto se repitió con el

fusil de Alcaraz. ¡Todas nuestras armas estaban trabadas! El perro

dio entonces un salto increíble, perdiéndose en la espesura.

“Aún no saliendo de nuestra sorpresa rodeamos el sitio

en el que se había ocultado, pero ya no volveríamos a verlo.

Simplemente se había esfumado, algo imposible ya que tendría

que haber pasado por donde lo esperábamos”.

A modo de detalle, Allende agregó que “mientras duró aquel

incidente, los numerosos perros de la zona ladraban enloquecidos,

concierto que cesó inmediatamente cuando el extraño mastín

desapareció”.

Si bien en aquellos años no eran habituales en Villa

Mercedes perros de gran porte, como los Rotwailler, actualmente

el entrevistado insistió que “jamás vi un animal semejante, pues

era más alto y corpulento que un gran danés, podría decirse que

del tamaño de un ternero, daba saltos prodigiosos y sus ojos

despedían un brillo rojo”.

La situación dejó desconcertados a los cuatro hombres,

quienes comenzaron a evaluar diversas hipótesis con el fin de dar

con alguna explicación lógica, objetivo que no pudieron alcanzar.

Sólo tuvieron en claro que acababan de vivir una experiencia que

jamás olvidarían.

Los curtidos policías rodearon

al feroz cánido, pero éste se

esfumó como por arte de

magia.

Page 54: Claudio Gomluch

Al llegar los camaradas que los relevarían prefirieron no

contarles nada de lo sucedido, “pero lo primero que hicimos al día

siguiente fue preguntarles cómo se había desarrollado la guardia –

acotó Allende-, respondiéndonos que no había ocurrido nada fuera

de lo normal”.

Cuando el narrador de esta experiencia se la contó en

detalle al comisario Adaro, éste, lejos de desestimar lo que su

subordinado acababa de confiarle, se mostró perplejo.

-Debemos develar ese misterio y quiero que se ocupe

personalmente. Hay que intensificar los patrullajes en el sector

para saber qué está pasando, ¿necesita más hombres, más armas?

-No creo que eso sirva de algo, jefe.

-¿Entonces, qué propone?

-Crucifijos –respondió, lacónico-. Creo que debemos llevar

crucifijos.

Durante varias semanas, los recorridos nocturnos en la

zona donde fueran hallados Carlos Luna y Fernando Martínez se

realizaron sistemáticamente para dar con el enorme y huidizo

perro negro, como también verificar la existencia del solitario

caminante. Pero ninguno de esos personajes fue visto durante tales

guardias. Con tales resultados, aquellos procedimientos bajo reserva

se suspenderían poco después.

Con el correr de los años, algún que otro transeúnte aseguró

haberse cruzado en cierta ocasión con un gigantesco can azabache,

desconociendo la experiencia vivida por los uniformados, pero tales

comentarios no alcanzaron para forjar una leyenda.

Lo compartido por Marcelo Allende guarda notorias similitudes

con historias propias del folclore de diferentes culturas. A modo de

ejemplo, en diversos países de la Europa profunda surge la figura del

perro negro como presagio de tragedias y malos augurios. Justamente

de tales mitos se valió el célebre escritor Arthur Conan Doyle para

las bases de “El sabueso de los Bakersville”, una de sus novelas más

conocidas, en la que su inmortal personaje, el detective Sherlock Holmes,

investiga las presuntas apariciones de la fabulosa bestia en la campiña

británica. Según algunos biógrafos del autor, éste se habría inspirado

en las denuncias de una familia afincada en Dartmoor, en el centro de

Devon (Inglaterra), cuyos integrantes aseguraban vivir aterrorizados por

la presencia de un monstruoso mastín.

En España, conocida es la leyenda de un fantasmal perro

negro que deambulaba por el Real Monasterio de San Lorenzo

de El Escorial, y que aterrorizó hasta su muerte a Felipe II, más

conocido como el Rey Prudente.

Estados Unidos cuenta con varias versiones, México tiene a su

legendario Nahual y en América Central es muy mentado el Cadejo,

mientras que en América del Sur la tradición alberga la figura del perro

negro en varias de sus leyendas, llegando incluso a emparentarlo con

otro ser fabuloso, el Lobizón.

Retornando a Villa Mercedes, la singular aventura vivida por

los policías no llegó a trascender más que en la forma de una

anécdota tímidamente contada entre amigos, hasta que Marcelo

Allende aceptó compartirla para ser plasmada en estas páginas.

Asimismo hubo un acontecimiento ulterior que pudo o no tener

relación con lo sucedido, pero que no deja de ser intrigante y por

ello interesante para agregar. Aquel oficial Palacios dejó finalmente

la Fuerza Policial y se dedicó exclusivamente a la práctica de las

ciencias ocultas, teniendo al poco tiempo un final tan cruento y

enigmático como el caso Luna – Martínez: su cuerpo fue hallado

sin vida y exhibiendo sangrientas laceraciones. Un crimen que hasta

la fecha tampoco fue develado.

Page 55: Claudio Gomluch

poSeSioneS y exorciSmoSinvasión de cuerpos, usurpación de almas

Page 56: Claudio Gomluch

Si bien la medicina ha alcanzado logros que superan en

gran medida a la ciencia ficción, el cuerpo humano aún representa

muchos enigmas por develar, en especial lo que atañe a la

salud mental. Seguramente por ello es que todavía persisten

muchos mitos y hasta teorías que contrastan con aseveraciones

profesionales. En ese sentido, y en una innumerable cantidad de

casos, se han confundido síntomas propios de la esquizofrenia, la

histeria y otros trastornos de la conducta con algo que es propio

del terreno espiritual: las posesiones diabólicas.

La invasión a un alma por parte de una entidad etérea es una

posibilidad planteada desde los orígenes de la humanidad, afianzada con

el nacimiento de los diversos credos, que instauraron casi con carácter

tangible la existencia del Diablo, a fin de darle al mal una identidad

puntual. En los libros sagrados de todas las doctrinas se reconoce a las

posesiones diabólicas como situaciones reales, aunque por lo general el

tema se aborda con suma cautela y hasta con hermetismo.

El temor que implica el riesgo de ser dominado por influencias

malignas alcanzó, sin lugar a dudas, a toda la cultura popular

contemporánea a través de una novela, y más aún con la película

homónima basada en dicha obra: “El exorcista”. Su autor, William

Peter Blatty, se basó en un episodio ocurrido en 1949 en Maryland,

Estados Unidos de Norteamérica. Robbie Mannheim, un adolescente

de 13 años, resultó el desdichado protagonista de alarmantes

alteraciones en su conducta, que motivaron la intervención de

médicos y el sometimiento a diversos tratamientos, con resultados

infructuosos. Como última alternativa, su familia decidió recurrir a

un grupo de sacerdotes católicos, quienes lograron la autorización

del Vaticano para proceder a realizar el Ritual del Exorcismo.

En la versión de Blatty la víctima resulta ser una niña, Regan

MacNeil, quien sufre la posesión por parte de una serie de demonios que

se identifican como Legión. El director William Friedkin llevó la trama al

Page 57: Claudio Gomluch

cine con guión del mismo escritor, logrando una de las películas más

exitosas de la historia, considerada como una obra de arte del género

de terror y al mismo tiempo convirtiéndose en un filme de culto. Tal

reconocimiento se debió, en gran parte, a revivir y poner de manifiesto

el miedo ancestral a caer bajo el yugo de Satanás. El interés general no

sólo generó la realización de secuelas, documentales, otros argumentos

similares y un sinfín de artículos, sino que además posicionó el tema en

la sociedad. Y la ciencia, que por entonces tenía un patrimonio casi total

sobre cualquier situación vinculada a la alteración de la conciencia, se

vio superada por una corriente que se inclinaba a creer en la realidad de

las posesiones diabólicas.

Lo cierto es que hechos de tal naturaleza se han dado a lo largo de

la historia en todos los rincones del mundo, incluyendo a la Provincia de

San Luis, que ha sido escenario de singulares episodios para los cuales

no se cuenta con conclusiones definitivas. Mientras tanto, las opiniones

continúan siendo disímiles.

El hoy físicamente desaparecido Monseñor Eduardo Francisco

Miranda no dudó al aseverar que “las posesiones demoníacas

han existido siempre, y mucho más en otras épocas, cuando el

cristianismo no estaba tan cimentado, pero ya en el Génesis se

cita la presencia del espíritu del mal, que tentó a Adán y a Eva.

La Iglesia, con todos sus años de experiencia, ha desarrollado una

serie de oraciones que componen el Ritual de Exorcismo, que

años más tarde fue reformado e incluso se tradujo a la lengua

vernácula. De todos modos es algo que no puede ser realizado

por cualquiera, sólo las personas muy virtuosas pueden llevarlo a

cabo y de ahí que la Iglesia lo haya restringido”.

No obstante, el sacerdote resaltó que por norma se estudia

detenidamente cada caso antes de concluir que se está ante una

posesión auténtica: “Hay que ver el ambiente en que se vive y otros

factores, ya que mucha gente se deja llevar por fantasías, y lo que en

principio podría ser una manifestación del Demonio en realidad no es

tal, sino que puede confundirse con enfermedades psíquicas”.

A modo de anécdotas, monseñor Miranda recordó que “en cierta

oportunidad se solicitó mi presencia en una casa donde una chica había

comenzado a hablar con una voz gutural, más propia de un hombre

que de una jovencita. Luego de asistirla llegué a la conclusión de que el

problema correspondía a la medicina y así se lo hice saber a la familia,

sugiriendo que se consultara a un especialista. La supuesta poseída

me escuchó y a viva voz gritó que no estaba loca, mientras que sus

familiares se ofendieron bastante. Sin embargo, a los pocos días fueron

a visitarme y me dijeron que finalmente habían acudido a un médico,

pudiendo corroborar que la joven no presentaba ninguna característica

propia de una posesión”.

Otro episodio rememorado por el cura tiene cierto toque

jocoso: “Había una mujer que aseguraba sufrir el asedio del

Diablo, pero lo curioso es que ella sólo estaba dispuesta a que la

exorcizara un sacerdote muy pintón. Finalmente no había tal cosa,

sino el interés de esta dama hacia ese religioso”.

Para Roberto Alturria, docente de paraciencias, las posesiones

Monseñor Eduardo

Francisco Miranda

Page 58: Claudio Gomluch

demoníacas también existen, aunque resaltó que muchos casos “en

realidad pueden estar generados por el potencial de la mente. Durante

mi trayectoria conocí muy pocos casos que presentaron características

que demandaron la realización de exorcismos, y mi participación fue en

carácter de estudioso. Uno de ellos fue protagonizado por una niña de

14 años que generalmente provocaba fenómenos del tipo poltergeist,

registrándose imágenes síquicas y psicofonías, algo que sin embargo

suele suceder en personas de esa edad. En ese hecho puntual, y tras

una hipnosis regresiva, se pudo establecer que esas alteraciones se

habían desarrollado desde el nacimiento de la jovencita, concretamente

durante el parto. Esto resulta comprensible, pues se trata del paso

de un lugar protector a un clima ruidoso, lo que naturalmente puede

tener secuelas. Este ejemplo indica que se debe ser muy cauteloso al

abordar un cuadro de estas características, siendo fundamental trabajar

en equipo. A esa adolescente se la trató desde el inicio como a una

poseída, lo que generó una psicosis general”.

Por su parte, la psiquiatría desestima en absoluto no sólo

la posibilidad de que alguien pueda ser dominado por espíritus

malignos, sino que directamente niega la existencia del propio

Roberto Alturria,

docente de paraciencias.

Satanás. Jorge Pellegrini, ex gobernador de la Provincia de San

Luis (2008 - 2011) y especialista en dicha rama de la medicina,

ratificó tal postura: “Para reconocer la existencia de las posesiones

demoníacas debería creer en el demonio, en lo que obviamente

no creo. Ocurre que las enfermedades mentales, puntualmente

la locura, fue pensada durante siglos como posesión demoníaca,

siendo uno de los motivos por los cuales muchos fueron sometidos

por la Inquisición y condenados a la hoguera. Hay una creencia e

historia que vincula todo esto con lo que no podemos comprender,

generando cierto daño u horror ante la supuesta existencia del

demonio. En términos científicos sostengo que tales fenómenos

deben ser estudiados, comprendidos y razonados desde el punto

de vista del conocimiento y no sobre la base de prejuicios ni de

distintos sistemas de creencias”.

“Hay mucho miedo a la locura y a las enfermedades mentales en

general –prosiguió Pellegrini-, pues quien padece alguna patología de

tales características se transforma en otro, de ahí que la familia diga que

parece otra persona, cuando en realidad es alguien que está enfermo.

Pero genera miedo, por ejemplo para asustar a los chicos, al menos en

mi época solía decírseles que se portaran bien o llamarían al hombre

Jorge Pellegrini, psiquiatra.

Page 59: Claudio Gomluch

de la bolsa, al borracho o al loco. Hay una cuestión vinculada al rechazo

y al temor que produce lo que no se conoce. Ante las enfermedades

mentales ahora existen tratamientos muy eficaces, por lo que hoy la

psiquiatría es la especialidad de la esperanza cuando antes era la del

depósito”.

El caso de los mellizos poseídos

A mediados de 2006 se registró un curioso episodio en Villa

Mercedes que, extraoficialmente, fue tildado como un doble caso de

posesión demoníaca, ya que los principales protagonistas del mismo

resultaron ser dos mellizos en edad adolescente, quienes periódicamente

experimentaban un alarmante cambio en su conducta que los tornaba

peligrosos, tanto para ellos como para los demás, incluyendo a su propia

madre.

ComisarioFabio Molina.

En reiteradas ocasiones la Policía era solicitada de urgencia en el

domicilio de estos chicos, a raíz de las violentas situaciones consecuentes

de unas extrañas crisis, que eventualmente también solían ocurrir en

la vía pública. El comisario y licenciado en asistencia social Gabriel

Molina, a cargo de la Comisaría del Menor por aquel entonces, recordó

la singular historia: “Se trataba de dos hermanos de apellido Escudero,

que al parecer padecían de algún problema psicológico que redundaba

en una descompensación psíquica, ya que en casi todos los actos de

su vida veían alucinaciones, por lo general ángeles o demonios. Lo que

llamaba mucho la atención es que esos estados ocurrían de manera

sincronizada, ya que mientras uno de ellos sufría uno de esos ataques,

el otro permanecía en un estado de contemplación, del que salía para

experimentar una crisis cuando su hermano había sido controlado”.

De las varias intervenciones policiales frente a los desmanes

provocados por los muchachos, Molina mencionó que “solían estar

en la plaza San Martín, donde buscaban agua para mojar a los

transeúntes, convencidos de que así los liberaban de demonios,

mientras que al preguntárseles por qué actuaban de tal modo

respondían que ciertas entidades les ordenaban que hicieran

determinadas cosas”.

El policía también resaltó que “la madre de estos jóvenes tenía un

lunar en la cara, en el que ellos veían al diablo. En cierta ocasión ambos

quisieron extirpárselo con un cuchillo y en otra oportunidad intentaron

cortarle el cuello; tales emergencias también demandaron nuestra

intervención para dominarlos. Recuerdo que la fuerza que tenían era

sorprendente, a tal punto que se requirió de varios efectivos robustos

para poder controlar sólo a uno”.

Acerca del destino de los adolescentes, Molina comentó: “La

última vez que debimos reducirlos fueron puestos a disposición

de autoridades médicas y derivados al Hospital de Salud Mental,

girándose las actuaciones al Juzgado de Familia. Las últimas

Page 60: Claudio Gomluch

novedades que tuve de ellos es que se les había brindado un

tratamiento que, en principio, había logrado compensar su estado”.

Como dato a considerar, el ex titular de la Comisaría del

Menor advirtió que “estos chicos eran conocidos por su costumbre

a inhalar laca y combustibles, adicción que va dañando severamente

las neuronas y provoca una pérdida en el sentido del espacio y

del tiempo, causando además alucinaciones, como sucede con los

alcohólicos”.

El sargento Flavio Gómez, avezado efectivo acostumbrado

a valerse de su enorme porte para reducir a sujetos violentos,

acudió a uno de los varios pedidos de ayuda de la madre de los

hermanos Escudero: “Nos encontramos con uno de los chicos en

pleno ataque de furia, costándonos muchísimo reducirlo a pesar de

que éramos seis policías veteranos. Finalmente, cuando logramos

dominarlo, clamaba que lo estaban atacando unos perros, cuando

no había ninguno”.

También remarcó un dato aportado por Molina: “las crisis de

estos chicos no solían darse en ambos al mismo tiempo, primero

uno de ellos sufría el ataque y luego el otro”.

SargentoFlavio Gómez.

En su experiencia como agente de la Ley, Gómez confirmó que

“quienes consumen diversas sustancias tóxicas por lo general terminan

viendo cosas que no existen, pero es raro que alguien siga afirmando

que está siendo agredido, como el caso de ese chico, que aseguraba

ver perros de ojos rojos y además pretendía huir por sitios donde él

pensaba que había puertas, cuando sólo había paredes. He visto a

muchas personas bajo los efectos de diversas drogas, pero la mayoría

no se comporta con agresividad, sino que se ríen o hacen ademanes.

Realmente aquella situación nos dejó pensando si esos muchachos

sufrían de algún desorden mental o en realidad tenían un problema de

otra índole”.

Miedo en el barrio Rawson

Otro episodio de características semejantes que demandó la

intervención policial ocurrió tiempo atrás en el barrio Rawson, en San

Luis capital. En este caso la víctima de una supuesta posesión diabólica

resultó ser una chica, que experimentó una serie de ataques que provocó

verdadero pavor a su familia.

Sargento (R)Martín Rodríguez

Page 61: Claudio Gomluch

El sargento (R) Martín Rodríguez, que por la época cumplía

funciones en la Subcomisaría Cuarta y que presenció una de esas

crisis, rememoró: “Una noche de 1994 recibimos un pedido de

apoyo por parte de la Comisaría del Menor, por una situación

que estaba sucediendo en una vivienda ubicada a pocos metros

de dicha seccional, acudiendo en respuesta junto al oficial Walter

Ferratjans. Al llegar nos encontramos con unos camaradas que

no se animaban a actuar, por lo que ingresamos para saber qué

estaba pasando”.

Los intrigados policías accedieron a la morada y se dirigieron a

una de las habitaciones, donde ambos se encontraron “con una escena

casi igual a la de la película ‘El exorcista’ –aseguró Rodríguez-, porque

en la cama había una chica de unos 17 años presa de un estado fuera

de lo normal, retorciéndose y hablando con una voz muy gruesa que te

entraba al alma, como si fuera un hombre ronco, para nada apropiado

a una señorita de esa edad. Sólo faltaba que caminara por las paredes”.

El ex policía añadió que “la madre de la jovencita estaba

desesperada y advertía que debajo del colchón había un cuchillo

ensangrentado, por lo que buscamos hasta dar con ese elemento

que, en efecto, presentaba manchas hemáticas, aunque jamás se

pudo precisar su origen”.

Rodríguez se explayó acerca de aquel suceso, resaltando

que la víctima “presentaba una fuerza impresionante que nos

hacía imposible sostenerla, a pesar de que éramos cinco hombres.

Recuerdo que había un pesado modular que ella movía como

si sólo fuera una silla. He presenciado a varias personas que

desarrollan más fuerza de lo normal durante un ataque de nervios,

pero jamás como aquella chica; era algo de no creer”.

La situación parecía insostenible pues la joven no daba

indicios de tranquilizarse, “por el contrario, se ponía cada vez

más agresiva”, apuntó Rodríguez, agregando que “finalmente fue

Ferratjans quien logró calmarla. Por entonces él estudiaba la Biblia,

conocimientos de los que se valió para hacer frente a algo para

lo que no estábamos preparados como policías”.

A pesar de que el episodio de marras ocurrió hace varios años, el

hoy comisario Walter Ferratjans recordó en detalle la emergencia que

lo llevó junto a Rodríguez a aquella vivienda del barrio Rawson: “Yo era

un oficial recién egresado y esa situación no se encuadraba en el marco

de nada para lo cual habíamos sido entrenados, de hecho llegamos al

AL igual que en la película

“El exorcista”, la joven domiciliada

en el barrio Rawson

experimentó una fuerza superior a

la de varios hombres y una

voz gutural.

Page 62: Claudio Gomluch

lugar en respuesta a un pedido de apoyo por parte de la Comisaría

del Menor, sin saber a ciencia cierta qué estaba sucediendo, pero al

apersonarnos nos encontramos con que los policías que ya estaban

no querían o no podían actuar. En el dormitorio había una señorita de

unos 17 años que presentaba un estado que a primera vista era lo más

parecido a un cuadro convulsivo. Nuestros compañeros nos explicaron

que era imposible reducirla porque demostraba una fuerza fuera de lo

normal, profiriendo además insultos y agravios con una voz que no era

propia de una adolescente”.

La hostilidad de la jovencita, junto a su exacerbada fuerza

y aquellos gritos proferidos con una gravedad cavernosa, habían

logrado amilanar a los policías, adiestrados para afrontar situaciones

de conflicto, pero no a algo que, tal como se lo recuerda, parecía

obra del Diablo.

Frente a un personal amedrentado y debiendo aguardar

la llegada de una ambulancia, Ferratjans resolvió dejar de lado

su profesionalismo y utilizar recursos aprendidos en sus estudios

bíblicos: “Fue una decisión totalmente independiente de la

formación policial, que tomé al verse superadas las otras instancias.

Concretamente me subí a la cama e inmovilicé a la chica con

Comisario Walter Ferratjans. Su

afición a los tex-tos sagrados le

permitió afrontar una situación que superaba

la preparación policial.

mi cuerpo, para luego referirme a textos puntuales de los Santos

Evangelios, tarea que llevé a cabo por espacio de unos diez

minutos. Finalmente se tranquilizó y dejamos que la gente de la

Comisaría del Menor continuara con su labor, sin riesgo de que la

joven agrediera a alguien o se lastimara a sí misma”.

Con el interés de obtener mayores datos de esa historia, que

me fuera narrada a mediados de 2010, me dirigí a la casa del barrio

Rawson, que me fuera indicada por el sargento Rodríguez. Luego

de exponer el motivo de mi visita, los ocupantes de aquel domicilio

se mostraron sorprendidos e incómodos, negando que allí hubiese

ocurrido un caso de tales características, actitud que persistió a pesar

de mi insistencia. Sin embargo, cuando me disponía a marcharme una

vecina se me acercó y me abordó con una pregunta: “¿Escuché mal o

usted preguntaba por lo de la posesión?”. Tras asentirle, la mujer me

explicó que la familia nunca quiso hablar más del tema, al tiempo que

confirmó que el episodio en cuestión había sucedido tal como lo habían

relatado Rodríguez y Ferratjans. Incluso añadió que una de las personas

que me había atendido era quien, cuando adolescente, fue la poseída

del barrio Rawson.

El policía endemoniado

Años más tarde, con destino en Villa Mercedes, el sargento

(R) Martín Rodríguez presenció otro episodio de rasgos similares al

que atestiguara en el capitalino barrio Rawson, pero en esa segunda

oportunidad quien presumiblemente resultara poseído sería uno de

sus compañeros de trabajo: “Esa anécdota tuvo lugar una noche en la

que con algunos camaradas estábamos de guardia en el destacamento

ubicado en el Parque Provincial Costanera Río Quinto. Concretamente,

durante un recorrido por el predio encontramos unos libros muy raros

que versaban sobre ciencias ocultas. El hallazgo nos había sorprendido

Page 63: Claudio Gomluch

un poco, pero finalmente no le prestamos mayor atención, a excepción

de uno de los efectivos, que se interesó bastante en esos textos y se

quedó leyéndolos mientras los demás nos dispusimos a descansar en la

misma dependencia”.

Rato después, Rodríguez fue despertado por el compañero

citado, cuya actitud le resultó extraña: “Había algo diferente en

él, no supe a qué atribuirlo, pero parecía otra persona. Con un

entusiasmo muy sospechoso me dijo algo así como: ‘Mirá lo que

puedo hacer… puedo atravesar las paredes’; obviamente pensé que

me estaba gastando una broma, pero insistió tanto que terminé

por seguirle la corriente y ubicarme al otro lado de un muro, tal

como me lo había pedido, sin embargo me preocupé bastante

cuando oí los golpes que su cuerpo daba contra la pared; en

verdad estaba convencido de que podía traspasarla”.

Al cabo de unos minutos, el policía dejó tan descabellado intento

y pareció tranquilizarse. Rodríguez, aún perplejo, trató de volver a dormir,

pero al poco tiempo un nuevo sobresalto lo arrancaría del descanso:

“Oí unas exclamaciones provenientes de afuera, por lo que salí, al igual

que otros de los efectivos, y encontramos al mismo compañero que,

totalmente desnudo, hablaba en un idioma extraño, como si estuviera

invocando algo. Ahora, pasado el tiempo, al recordar aquel episodio nos

da cierta gracia, pero en ese momento nos asustó bastante. Lo llamativo

de todo es que cuando sucedieron las dos situaciones ese policía parecía

estar en una suerte de trance, porque luego, cuando le preguntamos qué

le había pasado, aseguró no saber de qué le hablábamos; no recordaba

nada de lo que había hecho. No dudamos que la lectura de esos libros

influyó en su conducta”.

Cabe destacar que los aledaños del Parque Costanera Río Quinto

han sido en más de una ocasión escenario de otras situaciones extrañas,

entre ellas rituales de corte esotérico que desconocidos suelen practicar

amparados por la noche, soliéndose encontrar eventualmente restos de

comida, bebidas, cigarrillos y demás elementos que, dispuestos a modo

de altares, son ofrecidos como ofrendas a deidades paganas.

A propósito de todo esto no quiero dejar de recordar dos curiosos

episodios de los que en su momento me ocupé cuando me desempeñaba

como periodista de El Diario de la República. Uno de ellos, que figuró

en el parte de novedades que emitía la Unidad Regional II, daba cuenta

de que varias personas afincadas en las cercanías del parque habían

oído de modo muy claro el llanto de un bebé proviniendo de entre

los añosos eucaliptos. Esto había motivado que se patrullara la zona,

sin haberse encontrado nada que explicara tales aseveraciones, lo que

La aparecida de la Costanera del río Quinto. Una figura que no alcanzó a granjearse una leyenda.

Page 64: Claudio Gomluch

redundó en una serie de historias vinculadas más a la superstición que

a explicaciones lógicas.

El otro hecho me fue relatado por el comisario mayor Sergio Bertoli,

en ocasión de estar a cargo de la Comisaría Octava, en cuya jurisdicción se

encuentra el paseo público de marras. Este jefe policial reconoció que un

hombre le había manifestado -no en carácter de denuncia ni exposición,

sino de simple comentario- que cierta noche, mientras paseaba en auto

junto a su novia, habían decidido estacionar en el corazón del parque,

convencidos de que la tranquilidad propia a tales horas les brindaría

el clima propicio para disfrutar de un rato de intimidad. Ensimismados

en su pasión, los amantes se abandonaron al placer, hasta que el varón

presintió que no estaban solos, lo que confirmaría al dirigir la mirada

hacia una de las ventanillas y sufrir entonces uno de los mayores sustos

de su vida. De pie junto al vehículo, observándolos, se hallaba una

figura escalofriante que describió como una mujer vestida de blanco

y coronada con una larga e hirsuta cabellera que caía sobre su rostro.

Dicha imagen de por sí recuerda

al estereotipo de las películas de

terror asiáticas y es fácil imaginar

el pavor que causaría encontrar

a alguien así en un paraje

oscuro y desolado; de hecho el

protagonista de tal desventura

confesó que, tras recuperarse

a medias de tan escalofriante

sorpresa, atinó a ubicarse de

un salto ante el volante y partir

raudamente, acomodándose las

ropas recién al sentirse seguro

bajo las luces del centro.

Sospechando que el

espeluznante voyeur fuera en

realidad algún bromista, Bertoli pidió a sus agentes que prestaran

especial atención durante los patrullajes nocturnos sobre el deambular

de algún sospechoso, mas la falta de novedades al respecto limitó el

episodio al rango de anécdota.

Pero retomando el tema de las posesiones demoníacas resulta

muy interesante compartir otro caso que, justamente, tuvo lugar en los

aledaños del Parque Provincial Costanera Río Quinto y que le tocó vivir

a un conocido músico y dirigente político de Villa Mercedes.

Político, músico y exorcista

Raúl Díaz es muy conocido en Villa Mercedes por ser un activo

dirigente del Partido Justicialista y, quizás aún más, por el virtuosismo

con que ejecuta la guitarra. Hombre de mítines y peñas, ha ocupado

cargos ejecutivos y legislativos, y también ha actuado en diversos

escenarios provinciales y nacionales. Pero además cultiva desde su

infancia un profundo interés por el estudio de temas espirituales, lo que

le resultó de gran ayuda en cierta ocasión, cuando le tocó improvisar un

exorcismo en lo que, a su juicio, fue un típico caso de posesión.

“Esto ocurrió hace más de 20 años, recuerdo que fue un

viernes por la tarde y estábamos en casa de mis padres con mi

mujer, quien por entonces era mi novia. De pronto llegaron unos

conocidos nuestros pidiendo ayuda debido a que una de sus hijas

estaba sufriendo un ataque de nervios. De inmediato fuimos con

ellos a su casa en el Dogde Polara de mi papá, con la idea de

llevar a la chica hasta el hospital”.

Así comenzó Díaz a rememorar aquella aventura, cuya primera

parte se desarrolló al arribar a la modesta vivienda de la familia

amiga, situada en los aledaños del parque ya citado, donde se

enfrentó a una situación por demás preocupante: “La chica, una

Page 65: Claudio Gomluch

adolescente, era presa de convulsiones y adoptaba expresiones

que daban cierto temor, pues sus rasgos se deformaban de una

manera sorprendente. Subirla al auto fue muy difícil, ya que tenía

una energía impresionante y se resistía mucho, incluso debimos

sujetarla entre varios hombres”.

Raudamente partieron hacia el Policlínico Regional e ingresaron

a la joven en la guardia: “Los médicos resolvieron suministrarle

unos calmantes, con lo que se la pudo controlar apenas un poco.

Si bien no lo dijeron expresamente, esos profesionales refirieron

que habían hecho todo lo que estaba a su alcance, dando a

entender que no se trataba de un tema clínico”.

En este punto, Raúl Díaz hizo un paréntesis: “Pasa que la relación

entre la ciencia y la actividad esotérica no es nada fluida, aunque la

realidad es que coexisten”.

Al salir del nosocomio, el narrador propuso consultar con

dos conocidos curanderos “en busca de asistencia espiritual,

aceptando la familia de inmediato. Así fuimos primero a una de

estas personas, que se domiciliaba en el barrio Estación, quien

se excusó al advertir que la situación era muy difícil. El segundo

“Me encomendé a Dios y a la Virgen para ayudar a la jovencita”,

recordó Raúl Díaz.

directamente aseguró que la chica había sido invadida por espíritus

malignos, por lo que era poco lo que podía hacer. A pesar de

tales respuestas, la jovencita se calmó bastante, por lo que cuando

ya caía el sol regresamos a su casa”.

La segunda etapa de esta historia, y la más neurálgica,

tendría lugar pocas horas después: “Ya entrada la noche, y cuando

con mi novia nos disponíamos a salir, volvimos a recibir a los

padres de la chica, más preocupados que rato atrás pues se le

había declarado una nueva crisis, aún más grave”.

Raúl decidió volver a la casa de esa familia, aún a sabiendas

de que ya había hecho todo lo que estaba a su alcance: “La

escena con la que me encontré era directamente dantesca, pues

la adolescente se sacudía con tal violencia que sus familiares

varones debían sostenerla de brazos y piernas para intentar

sujetarla; recuerdo que también despedía espuma por la boca. De

verdad que el cuadro era bastante preocupante, además sólo me

había acercado por solidaridad de vecino y de amigo, pero la

desesperación que se vivía en el lugar era muy grande y nadie

sabía qué hacer”.

Elsa Garrido, esposa de Raúl, describió el episodio que le tocó vivir

en carácter de testigo: “No entendía nada, la chica se arqueaba toda,

gritaba de una manera aterradora y derrochaba una fuerza descomunal;

daba mucho miedo. Entonces Raúl, con mucha tranquilidad, les pidió a

todos que no se preocuparan y que rezaran. Me sorprendió mucho que

Raúl supiera de esas cosas, así fue como me enteré”.

Es que en ese instante de semejante tensión, el entrevistado

echó mano a lo aprendido por su afición por los temas espirituales: “De

pronto recordé que ante casos de esas características se debe colocar

la mano izquierda en la cabeza y con el índice derecho dibujar la señal

de la cruz en la frente, y así lo hice, pidiéndole a Dios y a la Virgen que

rechazaran la influencia maléfica que se había apoderado de la chica.

Page 66: Claudio Gomluch

Actué con total convicción, sin dudar, siempre seguro de lo que decía

y hacía. En ese momento me convencí de que Dios y la Virgen querían

utilizarme como instrumento para combatir a lo que estaba maltratando

a la jovencita”.

Díaz hizo notar que “todo lo que cuento en pocos minutos

en realidad duró un buen tiempo, durante el cual los hermanos

y otros familiares de la adolescente forcejeaban para mantenerla

controlada, mientras yo continuaba invocando a Dios y ordenándole

a los espíritus malignos que abandonaran aquel cuerpo. Pero en

tanto todo eso ocurría, la casa entera parecía vibrar”.

Sobre ese último detalle, Elsa añadió: “La vivienda tenía

techo de chapa, que se sacudía de modo muy violento; en verdad

fue una situación muy larga y en todo momento daba la sensación

de que pasaría algo más grave”.

Luego de un largo rato la jovencita comenzó a tranquilizarse,

hasta caer en un calmo sopor. Lejos de confiarse, el improvisado

exorcista insistió en continuar orando y así lo hicieron todos

quienes se hallaban en la casa.

Ya superado el difícil trance restaba establecer el origen del

mismo, ante lo cual Raúl interrogó a la familia con el fin de dar con

“Mientras Raúl asistía a la chica, toda la casa tem-

blaba“, aseguró Elsa Garrido.

alguna pista: “Así nos enteramos de que en las cercanías vivía un hombre

que al parecer se dedicaba a la prácticas de ciencias ocultas y, de

acuerdo a varios comentarios, habría hecho un ‘trabajo’ o conjuro que

causó la crisis de la adolescente”. Por su parte, Elsa acotó: “Ese individuo,

un hombre mayor, presuntamente pretendía a la jovencita y para tenerla

habría recurrido a las malas artes, eso era lo que se desprendía de los

rumores”.

Lo cierto es que luego de aquella agitada noche de viernes

la chica ya no volvió a sufrir tan dramáticos y sorprendentes

ataques, de hecho Raúl refirió que “al cabo de muchos años me la

encontré y abordamos el tema, pero ella no tenía recuerdo alguno

de todo lo que pasó”.

La mente es un universo con un sinfín de regiones inexploradas,

una realidad que la propia ciencia reconoce y que da la pauta a

inferir que muchos estados alterados de la conciencia puedan ser

erróneamente confundidos con posesiones demoníacas. Sin embargo

ese mismo desconocimiento también avala la consideración de

otras posibilidades. Nada ha comprobado aún que el ser humano

no pueda ser huésped involuntario de entidades etéreas que

alteren su personalidad.

Page 67: Claudio Gomluch

Habitante de LaS SombraSel siniestro legado del uñudo

Page 68: Claudio Gomluch

“Llegó un momento en que no dábamos abasto, por lo que

la Unidad Regional II dispuso refuerzos con el fin de corroborar su

existencia y, en caso de ser cierto, aprehenderlo. A mi juicio siempre fue

un mito que así como nació desapareció, tan sólo un rumor”. Con esas

palabras, el comisario retirado Miguel Miranda resumió los extraños

eventos acaecidos en vísperas de la Semana Santa de 2004, cuando le

tocó estar al frente de la Seccional Decimoctava de Justo Daract, ciudad

que ofició como escenario de esta historia y en la que aún perdura

cierta inquietud al rememorar las andanzas atribuidas a una siniestra

presencia.

Uno de los primeros episodios vinculados al caso ocurrió durante

un anochecer y le tocó protagonizarlo a un niño de 11 años, cuando

regresaba a su casa en el barrio Norte. El pequeño fue asaltado por

una forma desconocida que le causó un profundo terror. Alarmados por

sus gritos, los vecinos salieron en su ayuda y solicitaron la asistencia

policial. Al llegar al lugar, los agentes se encontraron con una verdadera

pueblada que por varias horas peinó la zona en búsqueda de no se supo

bien qué. Nada se halló, por lo que la intriga se acrecentó y con ella se

inició la leyenda.

Raúl Ramón Díaz cubrió las primeras noticias referidas al oscuro personaje y le dio un nombre: “El Uñudo”.

Page 69: Claudio Gomluch

El multifacético y ya desaparecido Raúl Ramón Díaz, en su rol

de periodista, difundió la revuelta tanto en el noticiero del canal de

cable local, Justo Daract Imagen, como en El Diario de la República.

Este cronista, basándose en las declaraciones de los testigos, bautizó

a la siniestra entidad como el “Uñudo” ya que, de acuerdo a varias

descripciones, parecía estar dotada de poderosas garras.

“La primera vez que supimos de este fenómeno fue cuando

se solicitó la presencia policial en el barrio 331 Viviendas, sito en

el centro geográfico de la ciudad –ratificó Miranda-. Al parecer,

algunas personas habían visto saltar por los techos de los domicilios

a un ser de apariencia muy extraña. Acudimos al sector y lo

recorrimos para corroborar dicho aviso, pero no dimos con nada”.

La Policía aún patrullaba la mencionada zona cuando en

el extremo norte de la ciudad tuvo lugar el hecho que le daría

notoriedad al asunto.

Kevin Páez, que por entonces tenía 11 años, regresaba a

su hogar tras haber realizado algunas compras por pedido de

sus padres. “Ya había cruzado las vías –relató el muchacho- y me

dirigía a casa, cuando vi que junto a un bordo de tierra había un

“El ‘Uñudo’ nació como un rumor, y

de la misma manera desapareció”, dijo el

comisario Miguel Miranda.

bulto oscuro que se movía. Al pasar junto a él se agitó aún más

y entonces se abalanzó sobre mí”.

Mientras narraba esos hechos, Kevin no pudo evitar sentir un

escalofrío, “ya que a pesar de que han transcurrido varios años, todavía

tengo presente ese momento”.

“Lo sentí encima mío y gritándome al oído, como si fuera

un gato enojado. Me asusté muchísimo y atiné a correr, con eso

persiguiéndome. Tuve tanto miedo que por un momento me

paralicé y no pude correr más, pero logré llegar hasta la luz del

kiosco de la esquina y fue cuando desapareció”.

María Cristina Carrizo, propietaria del citado kiosco, corroboró los

hechos: “Sorpresivamente escuchamos gritar a este chico de una manera

terrible y salimos todos los vecinos para saber qué estaba pasando, y

entonces nos enteramos de que algo lo había asustado muchísimo, por

lo que de inmediato llamamos a la Policía”.

Varios efectivos se apersonaron en breves minutos al barrio

Norte, provistos de un reflector con el cual comenzaron a buscar

por toda la zona, acompañados por la gente domiciliada en los

aledaños.

“Me gritó al oído como si fuera un gato enojado”, recordó Kevin Páez, la primera víctima del “Uñudo”.

Page 70: Claudio Gomluch

La periodista Maura Ávila estaba en su casa “cuando me

avisaron que algo inusual estaba ocurriendo en el barrio Norte.

Como vivo muy cerca tomé mi grabador y me dirigí hacia allí. Al

llegar a la estación del ferrocarril me enteré de que un niño había

sido asustado por lo que algunos se atrevieron a describir como

una especie de canguro con grandes garras y con cierta forma

humana”.

En la búsqueda hubo quien aseguró que la misteriosa criatura

se había ocultado en los silos, por lo que policías y vecinos se

aventuraron en ese punto del predio ferroviario, pero sin resultado

alguno.

Lo que tanto espantó a Kevin había desaparecido, mientras tanto

el chico sufrió tal crisis que sus padres lo llevaron al hospital: “Allí me

revisaron y constataron que no tenía ninguna lastimadura, pero sí que

había sufrido un shock por el miedo que viví y que me duró un buen

tiempo. Por las noches no podía dormir, casi no podía estar en mi casa.

Incluso ahora, después de varios años, aún recuerdo todo de modo muy

claro, y cada vez que paso cerca de aquel bordo lo miro y siento algo

de miedo”.

En retrospectiva, Kevin ha tratado de recordar detalles, pero

Maura Ávila fue la periodista en

recabar los primeros testimonios que dieron origen al

efímero mito.

sólo reitera: “Era un bulto negro, como si fuera la sombra de una

persona. Siempre me he preguntado quién o qué fue lo que me

asustó”.

A Pedro Azcurra, camarógrafo de Justo Daract Imagen, le habían

encomendado estar atento al caso ya que se domiciliaba en el barrio

331 Viviendas, donde ocurrió la primera aparición: “Algunos decían que

era petiso, otros que era muy alto y algunos que era gordo; a menudo

tomamos el tema a broma, pero al mismo tiempo nos causaba cierta

preocupación. Si bien jamás pudimos ver nada, a menudo daban cuenta

de que había asustado a varias personas en distintos puntos de la

ciudad, por lo que ya no se salía tanto de noche y se llegó a generar una

suerte de psicosis en Justo Daract”.

Sobre ese último punto, el ex comisario Miranda añadió: “Lo

que considero que comenzó como una simple versión creció hasta

tomar proporciones increíbles, pues desde aquel primer llamado

proveniente del barrio 331 Viviendas los avisos fueron multiplicándose,

hasta que los medios con que contábamos resultaron escasos para

cubrir una localidad que sólo estaba acostumbrada a llamar a la

Policía muy de vez en cuando”.

“El ‘Uñudo’ generó una suerte de psicosis en la ciudad”, confirmó Pedro Azcurra.

Page 71: Claudio Gomluch

Al verse superados los recursos de la Comisaría 18°, la

Unidad Regional II dispuso un refuerzo inmediato: “Se destinaron

cuerpos especiales, con lo que la seccional pasó a tener casi 30

efectivos y también 5 ó 6 vehículos en guardia permanente, ya

que apenas se ocultaba el sol la gente nos llamaba para avisar

que habían visto al Uñudo”.

El ex policía aclaró que “jamás se radicaron denuncias formales

ni exposiciones, pues a pesar de todo el revuelo no había ningún delito

concreto sobre el cual actuar”.

Acerca de la descripción de la entidad, Miranda explicó que “eran

variadas y contradictorias, aunque la mayoría refería que se trataba

de un ser de un metro veinte de estatura, de grande pies y con garras

dotadas de largas uñas, además de un rostro monstruoso en el que

relucían enormes colmillos. También aseguraban que daba saltos

prodigiosos. De los testimonios recabados recuerdo el de un enfermero

y el chofer de la ambulancia, quienes dijeron haberlo visto en cercanías

del hospital; otros insistieron en que lo sorprendieron sobre postes y

medianeras, también arriba de silos y tinglados o deambulando por

las vías ferroviarias. En definitiva, mucha gente juró verlo, pero jamás

obtuvimos prueba alguna de su existencia, y mucho menos dar con él.

El “Uñudo” nació como un rumor, y de la misma manera desapareció”.

Un vecino de la estación de trenes contó una versión

inquietante: “Una noche me despertaron mis perros, que siempre

están en el patio y son bravos, aunque esa vez ladraban de

manera lastimosa, casi aullando. Como ya se venía hablando del

famoso “Uñudo”, y en lo personal no tenía dudas de que se

trataba de algún bromista o alguien con las facultades alteradas,

decidí cerciorarme de que no estuviera en mi propiedad y llevé

una escopeta que siempre tengo cargada con sal. Cuando salí,

todo parecía tranquilo, salvo los perros, que seguían muy asustados,

con las colas entre las piernas. Miré en todas direcciones hasta

que, parada en la medianera, ví una silueta que habrá tenido dos

metros de altura. No podría precisar si se trataba de un hombre,

porque se parecía y a la vez era diferente. Tampoco pude verle la

cara, pero sí distinguí dos enormes ojos rojos que brillaban como

brasas. Me quedé petrificado, jamás me había topado con algo

parecido; de repente dio una especie de salto y desapareció”.

A pesar del breve encuentro, el testigo brinda otros detalles:

“Saltó, pero no como lo haría una persona, más bien diría que flotó

hasta perderse al otro lado de la medianera”.

La historia se asemeja en varios puntos a una que tuvo

trascendencia internacional. Ocurrió en la localidad de Point Pleasant,

en Virginia Occidental, Estados Unidos. En 1966 varios habitantes

aseguraron ver una figura que rápidamente fue bautizada como el

“Hombre Polilla”, por su vaga similitud al insecto, aunque de un

tamaño mayor al de una persona.

Un sinfín de avistamientos convertidos en testimonios públicos le

dieron al ser una fama que derivó en numerosos libros, gran cantidad de

artículos periodísticos y hasta una película protagonizada por el actor

Richard Gere (“The Mothman profecies”, en Latinoamérica “Mensajero

de la oscuridad”).

Otros análogos del “Uñudo” podrían ser el Yeti, también

famoso como “el abominable hombre de las nieves”, en los

helados montes del Himalaya, y Pie Grande, el peludo humanoide

del noroeste norteamericano, entre muchos otros personajes

diseminados por todo el mundo. Al margen de las características

puntuales de cada uno, el común denominador es que jamás se

han conseguido pruebas tangibles de su existencia, a pesar de

que los últimos dos casos han sido desvelo de expertos cazadores

provistos de sofisticados equipos de búsqueda.

Desde la óptica analítica, este tipo de casos puede albergar

una relación directa con situaciones existenciales de los individuos,

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las cuales se replicarían en los grupos de los que forman parte.

La socióloga Romina Iacovino explicó: “Estos hechos, que a para

muchos parecerían ser reales, en verdad suelen tener bases fuertemente

arraigadas a lo que sucede en las comunidades y al interior de las

personas, y que por lo general están asociadas a la angustia y a la

constante presión, propia del ritmo acelerado en que vivimos, pero

omitiendo una real reflexión sobre lo que nos pasa. Y así como nos pasa

individualmente, lo trasladamos y materializamos a nivel social, grupal

y comunitario”.

“Lo que vio alguien puede ser reproducido en otros, y esos otros

tomarlo como real, incluso sin contar con pruebas empíricas. Esto redunda

en una especie de psicosis en las comunidades, que no cuestionan el

hecho en sí, generándose representaciones colectivas, como lo que

posiblemente sucedió en Justo Daract. En ese hecho puntual se aseguró

ver a un ser de grandes uñas y de apariencia monstruosa, cuando quizá

se hayan materializado de ese modo cuestiones más profundas, tanto

en lo individual como en lo comunitario. A veces tratamos de hallar

respuestas por otro lado a cuestiones que en realidad son más profundas

y estructurales”.

Romina Iacovino,

socióloga.

Por su parte, el licenciado Alberto Jáimez, presidente de la

Asociación Argentina de Psicólogos, sostuvo que “hay sectores de

la población que tienen la necesidad de crear figuras míticas. Al

respecto (Sigmund) Freud, cuando abordó lo ominoso y siniestro,

sugirió que tenía que ver con algo que fue familiar en algún

momento y que luego fue olvidado, aunque quedando grabado en

el inconsciente”.

A modo de ejemplo, este profesional mencionó que “hace muchos

años en San Luis capital, puntualmente en la calle Mitre, se sucedieron

las andanzas del “Cura sin Cabeza”, cuyas apariciones provocaron miedo

a muchas personas. Si bien se atribuyó tales manifestaciones a bromas

urdidas por unos estudiantes, lo cierto es que no pocos creyeron que

ese personaje era real”.

Además, Jáimez añadió que “suele darse una necesidad ancestral

de seguir lo que podría ser una especie de liderazgo, frente a lo cual

el grupo se convierte en masa, cuyos integrantes se identifican con el

yo de quien está percibiendo algo. También puede suceder que no se

quiera ser menos: si otro lo ve, yo también lo veo”.

Buscar bases que sustenten los considerandos de los licenciados

Iacovino y Jáimez sería hilar demasiado fino en cuanto a la realidad

Alberto Jáimez, psicólogo.

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de Justo Daract en 2004 y, aún más, en la de quienes aseguraron ver

al engendro de marras, aunque quizá mucho más complejo resultaría

centrarse en el perfil del propio “Uñudo”, realmente existió, la lógica

invitaría a suponer que se trató de algún animal atípico en la zona,

como por ejemplo un mono de gran porte fugado de alguna caravana

circense. No obstante de inmediato nos preguntaríamos qué fue de él,

pues los intensos rastrillajes realizados ni siquiera permitieron obtener

huella alguna.

El regreso del Uñudo

A poco de que este libro ingresara en los talleres gráficos de

editorial El Tabaquillo conocí a Pablo Martínez Burkett, nacido en Santa

Fe, afincado en Buenos Aires y encariñado con San Luis.

De profesión abogado y escritor de oficio, Pablo ha forjado una

respetable trayectoria en el mundo de las letras, con diversos premios

y reconocimientos que no han hecho más que alimentar su pasión por

narrar historias. Como visitante asiduo a Villa Mercedes y Justo Daract, por

los vínculos familiares de su esposa, era cantado que en algún momento

se enteraría de la huella dejada por el Uñudo, personaje que lo cautivó

desde un primer momento. Su debilidad por casos fuera de lo común

lo motivó a documentarse más y así dio con los artículos publicados

en El Diario de la República, algunos de ellos firmados por don Raúl

Ramón Díaz, y otros de mi autoría, como también el episodio de “Y...

¿si te hubiera pasado?” dedicado al siniestro personaje. Alentado por

aquellas crónicas, el investigador fue por más y así recopiló numerosas

entrevistas a testigos directos e indirectos del nocturno deambular del

espectro, al tiempo que germinaba en su mente una nueva obra de

ficción: “El regreso del Uñudo”.

De inminente publicación, la novela se encuadra en la narrativa

fantástica rioplatense, según definió el propio autor, quien valiéndose

de la mitología “uñudense” creó una trama de intriga, acción y terror.

El propio escritor comentó que “el protagonista de esta novela es

Hilario Ayerza, un porteño sin futuro que intentando eludir su naufragio

existencial se aferra a una gerencia vacante en Justo Daract, donde todo

es diferente a la gran ciudad, a excepción del supermercado chino al

que va por tardes. Allí, entre los extranjeros, se siente menos extraño.

Un poco por gusto y otro poco por no tener nada mejor qué hacer,

intenta conquistar el corazón de la etérea Jin Chen. La n�i n�i, la abuela

del clan, custodia la virtud de la joven oriental, al tiempo que protesta

todo el tiempo, mostrándose últimamente muy enojada con los chinos

que han instalado otro supermercado en la ciudad. Cierta mañana, esa

anciana amanece muerta, siendo el origen de una cadena de prodigios

abominables, hasta que a los pocos días las cámaras de seguridad

captan el paso de un fantasma, lo que se convierte en tema recurrente

de conversación y revive la efigie de algo o alguien que sembró el terror

algunos años atrás, el Uñudo”.

Así, Martínez Burkett intercala la realidad de lo que ocurrió con

otros episodios, en los que abundan dudosas defunciones, desapariciones

inexplicables y una amenaza ominosa que irá mostrándose de manera

inquietante en cada capítulo. Eso es lo que contará “El regreso del

Uñudo”, una obra literaria nacida de una leyenda contemporánea e

inspirada por la idiosincrasia de Justo Daract.

Antes del Uñudo

Resulta interesante mencionar que lo sucedido en 2004 no fue la

única ocasión en que Justo Daract ofició de escenario para apariciones de

extraña naturaleza, ya que un año antes se habló bastante de “El Cuervo”,

otro humanoide con ciertas similitudes a dicha ave, mientras que en

el 2002 varias personas aseguraron haber visto durante la madrugada

a dos extraños individuos vistiendo túnicas blancas, en tanto que los

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más memoriosos rememoraron al “Encapuchado Verde”, personaje que

habría provocado más de un susto, aunque, al igual que el “Cura sin

Cabeza”, también se habría tratado de un individuo disfrazado.

Lo más probable es que jamás pueda determinarse qué o quién

fue el “Uñudo”, sin embargo su breve apogeo bastó para que luego de

varios años, muchos daractenses se resistan a caminar solos durante la

noche por ciertas calles de la ciudad.

Epílogo

Noches en el campo, peones y labriegos compartiendo un mate alrededor del fogón; clásica postal de la vida rural en la que rumores y exageraciones, contadas para pasar el rato, fueron incorporándose a la tradición oral con la pretensión de convertirse en anécdotas verídicas.Charlas en el recreo de la escuela, uno de los niños se de-staca por su oratoria y facilidad para fabular. Cuenta que el amigo de un primo mayor conoció a una joven en la dis-coteca, aunque al día siguiente se enteró de que la chica había fallecido años atrás.Un correo electrónico de remitente desconocido te invita a probar tu coraje esa misma noche, al quedarte solo. El reto es simple, debes encender tu cámara web y mirarte fija-mente en la pantalla, mientras susurras cinco veces el nom-bre Verónica. Al mencionarlo por última ocasión descubrirás que contigo habrá alguien más.Es así que en la era de los increíbles avances tecnológicos, de la comunicación, la robótica y la cercanía de una cuasi inmortalidad gracias a la ciencia, aún nos sorprenden cier-tos reflejos ancestrales al oír una leyenda urbana, leer una creepypasta o tener la certeza de que vimos algo que no es propio del plano real.Resulta fascinante la sola idea de embarcarnos en la aven-tura de descifrar un enigma, pero apenas lograda su reso-lución nos asaltaría el apetito de dar con otro secreto para descubrir. Aunque hay misterios y misterios, algunos tan antiguos y emblemáticos que ya son indemnes a cualquier intento de desmitificación, precisamente por la tendencia general de preservarlos y querer seguir creyendo en ellos, o al menos el deseo de hacerlo.El contexto planteado no diferencia al supersticiosos del es-

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céptico, o al creyente del agnóstico, ya que en la diversidad de maneras de entender e interpretar la vida existe, como punto en común, esa suerte de tranquilidad que causa su-poner la existencia de algo que carece de explicación.El misterio trasciende épocas y lugares, sobrevive a la evo-lución, a la lógica y logra mimetizarse en la sociedad del conocimiento sin demasiados inconvenientes, simplemente porque el ser humano lo necesita. Es eso justamente lo que garantiza su perennidad, la necesidad de que siempre quede algo ligado a lo inexplicable, pues si la racionalidad lo revelara todo, sin lugar a dudas que una sensación de vacío ocuparía, contradictoriamente, lo que alguna vez provocó conjeturas tan improbables como imposibles de refutar.

MÓNICA ZAVALA

Nació en Villa mercedes. De adolescente comenzó a frecuentar la Escuela de Bellas Artes, espacio donde se perdía en el tiempo. Desde entonces nunca aban-donó el arte.Profesora de escultura, maestra y profesora de varias instituciones de su ciudad natal y artista multidisciplinaria. Juega entre los límites de la bidimensión y la tridimensión, llevando a la línea a viajar por diversos espacios. Ha participado en numerosas muestras de la Provincia de San Luis y del país. Ganadora del 1º Concurso de 30 AÑOS DE DEMOCRACIA (2013) en la categoría Escultura.Algunas de sus ilustraciones pueden apreciarse en libros como “Zaira” y “Mi romance con un brujo”, de César Albarracín, también publicados por El Ta-baquillo.

LOS ILUSTRADORES

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HUMBERTO“BETO” BARBAGLIA

Porteño, criado en el barrio de Belgrano. Cursó sus estudios primarios en el Colegio Congreso y el secundario en el Instituto San Román, de Belgrano y Colegio Gral. San Martín de Vicente López. A los 14 años dibujaba en el pizarrón del aula caricaturas de sus compañeros y profesores, formando historietas sobre anécdotas cotidianas del colegio. Luego de clases estudiaba técnicas de dibujo en la Escuela Panamericana de Arte, perfeccionando su inclinación por la caricatura.Estudió dibujo con la artista plástica Ana Eckell (Primer Premio Salón Nacio-nal 1994), en su taller de San Telmo, y también dibujo animado humorístico con el maestro Juan Oliva, en su estudio de la Avenida de Mayo.Llegado a Villa Mercedes por sus actividades laborales, se convirtió en un ha-bitué del bar La Mula, en cuyas servilletas inmortalizó en caricaturas a mozos y amigos. Ha expuesto en muestras de Villa Mercedes, de Capital Federal y en Rosario.Recibió una distinción del Honorable Concejo Deliberante durante el Encuen-tro Internacional de Concejales de 2006. Conduce desde 1998 el programa ra-dial “El Bohemio”, por radio Acuarela, espacio de interés social y cultural.

MARTÍN ALEJANDRO SALINASrofesor universitario de día y dibujante de cómics de noche. Actualmente traba-ja en las cátedras Teorías de la Comunicación II y Seminario de Comunicación de la Universidad Nacional de San Luis y es responsable de las materias Histo-rieta y Caricatura y Dibujo I y II en la Universidad Católica de Cuyo. Martín es Licenciado en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Córdoba y se ha graduado con honores del Master of Liberal Arts de la St. Edward´s University, ubicada en Austin, Texas, donde vivió durante dos años y publicó ininterrumpidamente su primer comic: “The Hilltop Hero”. También ha trabajado como periodista y editor en diversos medios y ha sido invitado como dibujante y académico a la primera edición de la San Luis Comic-Con, llevada a cabo en 2012.Este es el primer libro que ilustra y espera que no sea el último.

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DANIEL GUSTAVO SÁNCHEZ

Nació en 1964 en la ciudad de Córdoba. Arquitecto (FAU-UNC), artista plásti-co y publicitario (Colegio Nacional de Monserrat - UNC) y músico (folclore con el maestro Medardo Herrera; clásica con el maestro Virgilio Sánchez; audio perceptiva y percusión en el Instituto Collegium de Córdoba).Curso de pintura con Persie Narváez y Nora Valdez (2011). Dibujo de cómics para el periódico "El Mercedino de la Villa" (2012 - 2013). Participó en grupos musicales como "Sen de Beta" (1985 - 1990), "Dentadura homicida" (1990-1992) y "Tándem", tocando en el escenario mayor de la Falda junto a grupos como "illya kuryaki and the Valderramas" y "La Renga" (1992-1997). Realizó escenografías del happening "Átomo, Luz, Energía" en el Festival Interna-cional de Teatro de Córdoba en 1989. Se ocupó de la ambientación y la musi-calización de "Poemas y Basura Urbana", muestra de objetos realizados con desechos y diapositivas pintadas, ilustrando poemas inéditos de Luis Ressia (1999). Muestra de pinturas en Casa de la Cultura (2000). Muestra de dibujos en "Casa Mitre" (2001). Actual integrante de "Perro de Sótano" (composición y percusión). Muestras musicales de temas propios (2000 - 2014).

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