Ciudadanía VII.JORNADAS - HARTU-EMANAK · 2015. 11. 28. · VII.JORNADAS Ciudadanía y...

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LAS PERSONAS MAYORES EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI ADINEKOAK XXI. MENDEAREN ATARIAN VII. JORNADAS Ciudadanía y participación social Bilbao, 12 y 21 de Noviembre de 2007

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  • LAS PERSONAS MAYORESEN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI

    ADINEKOAKXXI. MENDEAREN ATARIAN

    VII. JORNADAS

    Ciudadaníay participación social

    Bilbao, 12 y 21 de Noviembre de 2007

    hartu-emanak –Pertsona Nagusien Ikasketa Iraunkor eta PartaidetzaSozialerako Elkartea– 2002ko urrian sortu zen. Elkartearen helburunagusia gizarte parte-hartzaileagoa, demokratigoagoa eta solidarioa-goa sustatzea da. Pertsona nagusien protagonismoa garatu nahi du,dituzten aukerak, bizitzako esperientzia eta bizitza osoan zehar lor-tutako ezaguerak aprobetxatuz. Bi arloren bitartez agertzen dagizartean: ikasketa etengabea, bizitza guztian zehar lortutako eza-guerak herritar aktiboak izatea ahalbidetzen duelako, eta partaide-tza soziala, beste Elkarte batzuekin batera, sare sozialetan lan egi-teko eta lehenago adierazitako helburuetara bideratutako proiektuakegituratzeko.

    PERTSONA NAGUSIAK XXI. MENDEAREN ATARIAN argitalpenmultzoak hartu-emanak elkarteak antolatutako Jardunaldi eta Min-tegietan aurkeztutako txostenen testuak jasotzen ditu. Era berean,egile espezializatuek egindakoak izanagatik, lortu nahi ditugun hel-buruetarako garrantzitsutzat jotzen ditugun lanak ere jasotzen ditu.

    hartu-emanak –Asociación para el Aprendizaje Permanente y laParticipación Social de las Personas Mayores–, se fundó en el mesde octubre del año 2002 y tiene como objetivo promover una socie-dad participativa, democrática y solidaria. Su misión es desarrollarel protagonismo social de las personas mayores, aprovechando supotencial, experiencia vital y saberes construidos a lo largo de suvida. Se proyecta en la sociedad a través de dos áreas: la llamadaaprendizaje permanente, porque el aumento del conocimiento a lolargo de toda la vida favorece la consecución de la ciudadanía activa,y la denominada participación social para, en conexión con otrasAsociaciones, trabajar en redes sociales y articular proyectos orien-tados a los fines antes expuestos.

    LAS PERSONAS MAYORES EN EL UMBRAL DEL SIGLO XXI es unconjunto de publicaciones que recoge los textos de las ponenciasdesarrolladas en las Jornadas y Seminarios organizados por hartu-emanak, así como aquellos otros trabajos que, realizados por auto-res especializados, sean considerados de relieve para los objetivosque se persiguen.

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    ADINEKOAKXXI. MENDEAREN ATARIAN

    VII. JORNADASCiudadaníay participación social

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  • Hartu-emanak

    Calle Principe, nº 5, planta 1ª, departamento 101Tel.: 94 415 51 14 • 48001 BILBAO

    E-mail: [email protected]

    Ciudadanía y participación social

    D.L.: BI-541-04Diseño y Maquetación: Marra, S.L.Impresión: Lankopi, S.A.

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    Índice

    Introducción 5

    En un contexto de cambio global. Transformación social en el siglo XXI 7

    D. Igor Ahedo, D. Pedro Ibarra, D. Zésar Martínez.Parte Hartuz. Profesores de la Universidad del País Vasco/EHU

    1. Un punto de partida. Democracia y participación ciudadana en el siglo XXI 7

    2. Un viaje de ida y vuelta en la acción humana 9

    3. Recuperando el sujeto de la transformación social 13

    4. La participación ciudadana como eje de transformación 16

    5. La magia de la participación 20

    6. Epílogo 20

    Aprendiendo sobre la participación: 23¿qué métodos y estrategias podemos usar?

    D. Igor Ahedo. Parte Hartuz. Profesor de la Universidad del País Vasco/EHU

    Dña. Mª José Alonso Olea.Profesora de la Universidad del País Vasco/EHU. Equipo Técnico de Hartu-emanak.

    D. Iñaki Peñafiel. Colaborador de Hartu-emanak

    1. Contexto y fines que planteamos 23

    2. Participar: ¿para qué y quién? 24

    3. Fomentando la participación. La técnica nos puede ayudar 27

    4. Superando estereotipos negativos. creando tejido social. Creando redes 32

    Guía práctica de los blogs para personas mayores y posibles usos 37en participación ciudadana y asociaciones de personas mayores

    D. Sergio Sayago. Doctorando en el Departamento de las TICde la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona

    1. Introducción y descripción del artículo 37

    2. Pinceladas sobre el correo electrónico (e-mail) 38

    3. Los blogs 38

    4. A modo de conclusión: algunas reflexiones y resumen del artículo 49

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    Estas Jornadas, cuya Publicación tiene el lector en sus manos, han surgido de la esencia, de una viven-cia que Hartu-emanak tiene interiorizada desde su nacimiento. Los hombres y mujeres que compo-nemos Hartu-emanak no percibimos la sociedad como un algo estático, no estamos de acuerdo queprincipios deterministas nos lleven a repetir los roles que la sociedad actual todavía tiene asignados alas personas mayores. Nos rebelamos ante los esquemas y estereotipos que limitan y coaccionan nues-tros derechos. Como ciudadanos que somos, queremos desarrollar una vida social comprometida,democráticamente comprometida.

    Dicho de otra forma, Hartu-emanak no acepta, por los postulados que lo rigen, el mundo que tene-mos, creemos que . Es la vivencia de esta esperanza lo que hace realidad ytangible la capacidad creadora de las personas. Por eso, desde su creación, el lema de Hartu-emanakes “queda mucho por hacer”.

    Y es como consecuencia de todo esto por lo surgieron estas VII Jornadas de trabajo. Reforzar nues-tro conocimiento de este mundo global que estamos viviendo y de los principios que lo rigen, cono-cer técnicas de análisis para la acción social y nuevas tecnologías que rentabilicen nuestras acciones y,quizás lo más importante, avanzar en la construcción de redes sociales que permitan que nuestrasAsociaciones de personas mayores estén mejor y más coordinadas en aras de hacer más visible y efec-tivos nuestros derechos, y, también, de nuestras obligaciones sociales. Por esto, con estas intenciones,con estas ilusiones, nacieron estas VII Jornadas. Porque, como decía uno de nuestros compañeros,“¿Dónde está escrito eso de que ‘no se puede cambiar nada’?”

    El programa, y los textos que siguen, abordan en primer lugar el contexto de cambio global en quese sitúa actualmente el planeta, y el de sus efectos sobre los y las ciudadanas de nuestras comunida-des y, más concretamente, sobre las personas mayores. Bajo esta mirada crítica del marco de la globa-lización, se sientan las bases del recorrido histórico de la ciudadanía. Y se profundiza igualmente enla naturaleza de la participación social y en sus limitaciones y potencialidades a la hora de alcanzaresa ciudadanía democrática.

    El siguiente módulo presenta un carácter eminentemente práctico. Se estudian técnicas como elDAFO y el flujograma, que implican directamente a los participantes en el proceso de construccióndel conocimiento, para entrar seguidamente en la técnica del sociograma que nos va a permitir repre-sentar las relaciones entre los actores que intervienen en cada problemática.

    Por último, si bien los mayores no hemos nacido con un ordenador debajo del brazo, esto no debeser un impedimento insalvable. También le podemos y debemos sacar partido a todo eso que llama-mos Internet. Para no quedarnos fuera del mundo. Por ello, el objeto de este tercer módulo es pre-sentar los recursos que ofrecen las TICs en el desarrollo de nuevas alternativas de comunicación y cre-ación de redes sociales.

    Forma parte del compromiso social de Hartu-emanak el compartir el conocimiento que se crea y,en este caso concreto, el contenido de lo que aconteció y se creó en las Jornadas que celebramos. Deahí nace la decisión de confeccionar y difundir esta Publicación.

    Nuestro deseo y nuestra esperanza –la de todas las Asociaciones participantes– es que este trabajo sir-va para seguir avanzando en esta “carrera de fondo” en la que estamos inmersos.

    Hartu-emanak

    Introducción

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    En un contexto de cambio global.Transformación social en el siglo XXI

    D. Igor Ahedo, D. Pedro Ibarra, D. Zésar Martínez

    No nos engañemos. No son buenos tiempospara la lírica. Nunca como hasta ahora lademocracia ha logrado la hegemonía suficientecomo para presentarse como el único sistemaviable; y nunca como hasta ahora la democra-cia se ha visto tan sacudida en la esencia de sulegitimidad.

    1. Un punto de partida.Democracia y participaciónciudadana en el siglo XXI

    Hasta la fecha, la legitimidad de la democraciase ha sustentado en el hecho de que sus decisio-nes emanasen de una completa y abierta delibe-ración entre ciudadanos, grupos sociales, órga-nos institucionales y representantes políticos.Sobre esta base, los tiempos pasados han sidotiempos fructíferos para el avance de la demo-cracia. El tiempo en el que muchos hemos vivi-do, el tiempo que han conocido las madres ypadres de nuestros adolescentes de hoy en díaha sido el tiempo de poderosas redes sociales ycomunitarias con capacidad de respuesta, depresión y de contra-poder cara a las institucio-nes. Han sido los tiempos de poderosas diná-micas sociales y vecinales capaces de doblegar la

    voluntad de muchas instituciones; han sido lostiempos de potentes movimientos obreros quenos hicieron tocar con los dedos de la mano laposibilidad de una nueva sociedad de hombresy mujeres nuevos; han sido los tiempos de lalucha por lo material, por la satisfacción de lasnecesidades básicas, en lo económico y social(igualdad), en lo político (democracia), en locultural (derechos de expresión), en lo nacional(reconocimiento político-institucional). Hansido tiempos de ilusión… y también de frustra-ción. Porque la igualdad no la hemos alcanza-do; porque la democracia sigue ciñéndose alprocedimiento y no a su fin; porque los dere-chos de expresión local chocan y se debilitan,ahora, con la expresión globalizada; porqueseguimos sin un reconocimiento al derecho a ladecisión de nuestra comunidad.

    En otras palabras, el camino hacia la democra-cia no ha finalizado. Queda mucho trecho porrecorrer, aunque hayamos avanzado desde elpunto de partida. Pero, la pregunta es: ¿ahora,cuál es el vagón en el que viajamos en este viajehacia el infinito (la democracia total nunca sepuede alcanzar; quien diga lo contrario alum-bra el peor de los totalitarismos)? Porque no esel mismo vagón que el de hace tres décadas.Nadie dudará que –aunque no sea en todos los

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    casos– a nivel generalizado se han debilitado lasredes comunitarias que permitían antaño res-puestas colectivas. La sociedad de clases clara-mente delimitadas, cada una de ella con susbanderas, ha dado paso a una sociedad en laque el trabajo se ha convertido, no en unafuente de conflicto social, sino en una válvulade escape para los deseos irrefrenables del con-sumo. Los que pueden acceder a “estas mieles”han descargado parte de la dimensión social delcompromiso en una creciente satisfacciónhedonista de sus impulsos –en muchas ocasio-nes dirigidos– de bienestar. Los que no puedenacceder a la lógica del consumo derivan enmuchas ocasiones su potencial sentimiento deagravio a una frustración netamente indivi-dual. Porque –todo está conectado– ya se handebilitado las redes de solidaridad existentes enlos barrios, en las familias, en la fábrica, en lacalle. La calle, la fábrica, el barrio, la familia,lugares antaño de conflicto creativo, se han pri-vatizado, se han individualizado. Hemos pasa-do de órdenes sociales relativamente estables,con escalas de desigualdad conocidas y que per-mitían articular nodos de resistencia, a situa-ciones caracterizadas por la heterogeneidad, lafragmentación y con complejidades solo expli-cables desde un proceso de individualizaciónvertiginoso: hoy tenemos un mosaico cada vezmás fragmentado y fluido de situaciones depobreza y de riqueza, de fracaso y de éxito.

    Está claro que el sistema liberal democrático–en el que estamos inmersos– siempre ha man-tenido fuera del sistema político a sectoressociales que no disponían de las mínimas capa-cidades y condiciones vitales para poder ejercerde forma plena su ciudadanía. La culpa, claro,no es de los ciudadanos. El sistema liberal de-mocrático ha excluido normativamente a partede la ciudadanía. Al principio de este viaje solovotaban los propietarios, después los hombres,luego las mujeres… pero ahora siguen sinpoder votar, siquiera, miles de inmigrantes a losque se les niega su existencia política. Pero tam-bién ha excluido el sistema por la vía de loshechos, despreocupándose de los que pudiendoser ciudadanos, no usan sus derechos políticos.Y en los últimos años, ha crecido el número de

    excluidos de la política. Bien porque crecen lassituaciones de exclusión social (lo que implicadesgraciadamente procesos de limitación delejercicio de la ciudadanía). Bien porque crece lasensación de inutilidad del ejercicio de unademocracia “de baja intensidad”. En últimainstancia, en la medida en que aumenta elescepticismo y el cinismo en relación con laactividad política, en esa medida, la relacióncon políticos e instituciones tiende a volversemás utilitaria, más de usar y tirar, con pocasesperanzas para la influencia o la interacciónauténtica. Se tiende a la legitimación apática. Ala aceptación del sistema en tanto en cuantofuncione bien. El homo sapiens transita delhomo faber al homo consumer a pasos acelerados.De la sabiduría y la confianza en sí mismo sepasa a la confianza de clase transformadorapara llegar a la satisfacción hedonista.

    Claro que sigue existiendo luz en este viaje deregreso de la democracia. Siguen surgiendo legi-timidades de resistencia. Mantienen su fuerza.Pero se ven muy limitadas en su capacidad, muydesconectadas con una base social “ausente de lapolítica”, con una base social que ha perdido suconcepción republicana (de intervenir en la respública, en la cosa pública). No extraña, en con-secuencia, que muchas lógicas de resistencia secierren sobre sí mismas. Que se conviertan encomunidades de resistencia reactivas, que sedefienden con la vuelta a los orígenes. Pero laprofundización democrática no puede encontrarsalidas en ghettos identitarios, en ghettos comu-nitarios, en ghettos políticos.

    Por eso, la participación ciudadana no es unsimple complemento de la democracia repre-sentativa. La participación ciudadana debe tra-bajar en el cruce de las alternativas existentes:expresando la rebelión frente a una realidadque se nos presenta como única posible; cons-truyendo alternativas a esa realidad; presionan-do y tensando a las instituciones para incidir enlas mismas y lograr que avancen procesos decambio en el sistema. Para ello, para lograrlo,hay que re-tejer redes donde ya no las hay; hayque buscar más allá de las redes existentes (ennuestro caso políticas y partidarias) para permi-

    UN PUNTO DE PARTIDA. DEMOCRACIA Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN EL SIGLO XXI

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    tir otras rebeliones, otras alternativas, otras pre-siones y otras tensiones a las instituciones.

    2. Un viaje de ida y vueltaen la acción humana

    La evolución del pensamiento político de lahumanidad se caracteriza por un lento peroinexorable tránsito en el que el ser humanopasa de considerarse objeto de las transforma-ciones que acontecen a su alrededor, a la asun-ción de su papel como sujeto creador de la rea-lidad en la que se inserta. Esta es la esencia dela modernidad, en la que el individuo emergecon toda su potencia sobre dos atalayas desde laque otea su horizonte: la confianza en la razónhumana por una parte; el optimismo en elfuturo del desarrollo por la otra. Sin embargo,a medida que la sociedad articula complejasestructuras e instituciones, el sujeto omnipo-tente y omnipresente que desde la confianza enel individuo encabeza la Revolución Francesa yla Revolución industrial, se ve paulatinamenteencorsetado. Hasta tal punto que se comienzaa cuestionar todo su potencial convirtiendo suacción en secundaria, en tributaria de los corséseconómicos, sociales y políticos en los que elser humano se inserta. La confianza en símismo como sujeto de cambio se ve limitada,reducida a la mínima expresión. En paralelo, seobserva una transición en la escala de la acciónhumana: de la comunidad local al Estado y delEstado al mundo globalizado.

    2.1. Del baserri al Guggeheim

    Se trata, pues, de un viaje de ida y vuelta en trestiempos que se reflejan claramente en tres gran-des periodos históricos que modifican sustan-cialmente el contexto de desarrollo del serhumano, así como la auto-percepción de suacción transformadora. Tres periodos que gráfi-camente podríamos encarnar en nuestro caso através de tres iconos representativos de la evo-lución de la sociedad vasca: el caserío comoesencia de la comunidad rural; la fábricaEuskalduna como esencia de la sociedad indus-trial moderna; el Guggenheim como fetiche de

    la sociedad postindustrial y postmoderna, de lasociedad globalizada.

    La sociedad rural, efectivamente, es una socie-dad con un gran peso comunitario, asentada enuna serie de ritos naturalizados y en una claradivisión social del trabajo férreamente mediati-zada por la posición que cada individuo juegadesde que nace hasta que muere en el sistemasocial. En estas sociedades, la transformaciónsocial se circunscribe a la lenta evolución de lacomunidad, de sus códigos y sus posibilidadesde desarrollo. El individuo apenas juega unpapel significativo. El caserío, pues, representala sociedad y la comunidad rural. Es la esenciaque dota de contenido a cada persona. Su nexoentre el pasado y el futuro. Es la institución apreservar, más allá de las necesidades individua-les de cada uno de sus moradores. Una estruc-tura que condiciona totalmente al individuo,ya que su preservación es la garantía de la cohe-sión social de la comunidad. De esta forma, latransmisión del caserío como una unidad indi-soluble explica la lógica del mayorazgo, queaboca a los segundones a la emigración o alsacerdocio. El individuo, pues, se inmola enpos del mantenimiento de la estructura social.A cambio, gana en seguridad, en estabilidad.La comunidad cobija, da calor.

    Sin embargo, estas sociedades rurales prontoentran en contradicción con los nuevos tiem-pos. El peso del campo cede fuerza ante elempuje de las ciudades, de los burgos, en losque tras la ruptura de las anteriores estructurasde arrope comunitario emerge con fuerza elindividuo que capitanea la revolución nacionale industrial. La razón y la confianza ciega en undesarrollo inexorable se convierten, pues, en losnuevos fetiches de dinamismo social. En esecontexto, el individuo se encuentra aislado,rotas las anteriores relaciones de seguridadasentadas en comunidades cerradas sobre símismas. Pero, frente al calor de la comunidadperdida, sin embargo, emerge la confianza en símismo, en sus capacidades. La sociedad inmu-table se convulsiona. Se transforma. Y lo hacebajo la fuerza de una nueva forma de comuni-dad: la masa. Así, se desplaza paulatinamente el

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    centro de gravedad de la socialización. Superalas fronteras limitadas de las comunidades pri-mitivas y se articula sobre la base de nuevas for-mas de relación simbólicas: la nación se cons-truye como una comunidad imaginada quepermite a personas, que nunca interactuarándirectamente, sentirse parte de una realidadsuperior; las ideologías articulan ciudadanosaislados pero unidos por unas mismas condi-ciones de vida, por unas mismas situaciones deagravio material. Se alzan las banderas naciona-les y las banderas de clase. Surgen nuevascomunidades de destino. De un destino espe-ranzador, prometedor, asentado en la confianzahumana en un nuevo futuro. Rotas las ligadu-ras que encorsetaban la transformación social alos límites de lo natural o lo comunitario,emerge la fé en la razón, en la confianza en laacción liberadora humana. Pero, esta entrona-ción de la razón, lejos de liberar al ser humanode sus ataduras, acabará generando monstruos:la confianza en la razón humana, en la acciónhumana, finalmente acaba sepultada en loscampos de concentración nazis, en los gulashsoviéticos o en el imperialismo capitalista.

    Sin embargo, paulatinamente, la sociedad nacio-nal y la sociedad industrial -matronas del nacio-nalismo y del socialismo- van dando paso paula-tinamente a otra sociedad. Una nueva sociedadcaracterizada por sustanciales cambios asentadosen la creciente interconexión planetaria comoconsecuencia del desarrollo de las nuevas tecno-logías de la información. Asistimos, pues, actual-mente, al nacimiento de un nuevo modelo dedesarrollo. Hemos ascendido de escala.Nuevamente. De la comunidad local pasamos ala comunidad nacional. Y de aquí a la comuni-dad planetaria. De baserri a la fábricaEuskalduna. Y de sus cenizas, al Guggenheim,ejemplo de una ciudad internacionalizada, globa-lizada. Bilbao, la ciudad en la que muchos denosotros nacimos, ha dejado de ser “tan pequeñaque no se ve en el mapa”. Bilbao, ahora, está enel mapa. Pero de una forma diferente a cómo laconocimos. De la ciudad fragmentada en piezasseparadas que aislaban la ciudad burguesa de laciudad proletaria, permitiendo el surgimiento desentimientos de agravio en los barrios sobre los

    que se alimentaba un potente movimiento veci-nal contestatario… de allí hemos pasado a unaciudad estratificada, en la que el centro y la peri-feria se conectan sin solución de continuidad,rompiendo las anteriores fronteras simbólicasque alimentaban la identidad. Desaparecen,pues, las divisorias urbanas fácticas y la ciudada-nía fluye de los barrios a los centros de consumo,de ocio, de distracción. Pero no desaparecen losproblemas. Porque la ciudad evoluciona a dife-rente ritmos. Los problemas se mantienen, aun-que se oculten tras las luces de un escenario tea-tralizado de aparente estabilidad. Estos proble-mas no desaparecen. Aunque lo parezca, solo seocultan en las bambalinas de la nueva representa-ción social aparentemente ideal (de la que dabuena cuenta un simple paseo por Abandoibarra,en Bilbao, por ejemplo). Efectivamente, estosproblemas se individualizan al no existir estruc-turas comunitarias capaces de alimentar la solida-ridad desde la que antaño se imaginaba unanueva forma de ciudad, más solidaria, menosexcluyente. Y se individualizan doblementecomo consecuencia de la creciente complejidad yfractura de nuestras sociedades.

    2.2. Las consecuencias de la globalización

    Ya lo hemos apuntado, no existen grandescomunidades homogéneas con problemáticassimilares, sino que, más bien, los problemas sefracturan en tantas variantes como tipos depersonas existen. Efectivamente, la desigualdadsigue existiendo, pero sus descriptores se hanmodificado sustancialmente. Ya no hay un ejepredominante, explicativo único de las des-igualdades, sino multiplicidad de ejes de des-igualdad y de vulnerabilidad. Y es que, desdefinales de los años 70, se producen una serie decambios estructurales, de gran magnitud, quenos sitúan en un escenario social muy distintodel de las sociedades industriales avanzadas enlas décadas de la posguerra mundial:

    • La estructura social es cada vez más com-pleja y dinámica, aparecen nuevos ejes dedesigualdad social ligados a la etnia, elgénero, la edad, el territorio... que convier-ten las necesidades sociales en algo mucho

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    más fragmentado, complejo e incierto quelo que la clásica sociedad clasista nos llevó aimaginar. Además, en la mayoría de econo-mías industriales avanzadas, las desigualda-des sociales han ido en aumento y han idoemergiendo nuevas realidades de pobreza yexclusión social.

    • Hemos pasado de un escenario de creci-miento sostenido a una nueva economíaglobalizada más inestable e incierta; de unmarco de seguridad laboral a un nuevocontexto de inestabilidad, temporalidad yprecariedad en el empleo para amplios seg-mentos de la población. Cada vez más,tomamos conciencia del carácter finito delos recursos medioambientales, de la pro-ducción social de riesgos ecológicos.Revalorizamos la relación del ser humanocon el medio natural.

    • Las familias son cada vez más inestables,diversas y dinámicas. Aumentan las tasas deseparación y divorcio, se reconstituyen nue-vas unidades familiares, aparecen nuevas for-mas de convivencia en el hogar (monoparen-talidad, parejas de hecho, parejas homosexua-les...). La mujer se incorpora masivamente almercado laboral y eso presiona hacia el cam-bio las relaciones familiares y de género. Lafamilia es cada vez más un hecho sometido ala reflexividad de las personas y cada vezmenos el resultado de una tradición.

    • La juventud y la vejez se alargan y se conso-lidan como etapas plenas de la vida y lasvisiones adultocráticas del mundo entranen crisis. Aparecen nuevas necesidades decorte generacional y nuevos conflictos entregeneraciones.

    • Los valores culturales experimentan, tam-bién, profundos cambios. En términos deInglehart, avanzamos hacia una sociedadpostmaterialista donde valores como la sos-tenibilidad, la igualdad entre géneros, laconvivencia comunitaria, la interculturali-dad, la solidaridad con los países del TercerMundo, el derecho a participar... vantomando fuerza y empiezan a proyectarseintensamente sobre las agendas públicas.

    • Movimientos migratorios masivos desde elsur hacia el norte del planeta conllevan laemergencia de un escenario social muchomás diverso culturalmente, más fragmenta-do, potencialmente enriquecedor, perotambién conflictivo.

    • Finalmente, el Estado va perdiendo sumonopolio regulativo y simbólico tradicio-nal. Tal como lo han planteado algunosautores, el Estado pierde poder hacia arriba(la globalización, la integración europea...);hacia abajo (las regiones, las ciudades...) yhacia los lados (nuevas agencias con poderde regulación). No sólo pierde poder polí-tico, sino también su monopolio comoreferente de identidad de la ciudadanía.Cada vez más, las identidades políticas yculturales toman un carácter multi-nivel: serefuerzan las identidades locales, regionalesy comunitarias, así como las identidadessupra-estatales y globales

    Finalmente, el poder se diluye. Frente a la ante-rior visibilización de un poder encarnado enpersonas, grupos establecidos claramente,estratos sociales homogéneos y opuestos en lasituación de agravio de las masas; ahora, elpoder se fragmenta en innumerables piezas yasciende de lo local a lo global perdiendo surostro. El poder, ahora, se articula en una mara-ña inmensa y prácticamente ininteligible derelaciones económicas, comunicativas, simbóli-cas, materiales e inmateriales. En la sociedad enred en la que vivimos, donde todo está absolu-tamente interconectado, donde lo globalirrumpe con fuerza en lo local como un tsuna-mi que devasta anteriores identidades, anterio-res comunidades, anteriores conflictos, elpoder es difícilmente perceptible. El poder estáen todo y en nada. El poder está en los nodosde la red. Por eso se siente, pero es difícilmen-te nombrable, personalizable. ¿Está en losEstados o en las nuevas empresas transnaciona-les? ¿Está en ámbito local o está en la escala glo-bal? ¿Está en la cultura, en la comunicación, enla economía o en las instituciones políticas?¿Está en lo instituído, o en lo que está por ins-tituir? No podemos dar respuestas certeras,

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    porque las disyuntivas planteadas son falsas...O dicho de otra forma, está en todo lo mencio-nado, pero sobre todo, en la relación entre cadauna de estas variables.

    2.3. Las resistencias

    Obviamente, se mantienen las resistencias.Efectivamente, la globalización no podría enten-derse sino anclase de forma clara sus garras en lolocal. Lo global sólo existe desde lo local. La glo-balización no es sino glocalización. El Guggen-heim se asienta en Bilbao. Y lo global hace reac-cionar a lo local, en la medida en que se observacómo las anteriores pautas de desarrollo se venafectadas por una ola identificada como unifor-mizadora, devoradora de lo pequeño. Es lógicoque la globalización, en consecuencia, provoquereacciones en todos los rincones del planeta.Reacciones que tratan de enfrentarse a los efectosperversos de una globalización entendida como“macdonalización” de las sociedades locales:desde la insurrección zapatista al auge del funda-mentalismo, el patrón es el mismo. Sin embargo,deben diferenciarse dos formas de resistencia: lasresistencias reactivas y las proactivas. Las prime-ras tratan de preservar las comunidades aislándo-las al cambio planetario. Reaccionan duramentepromoviendo una vuelta al pasado y al aislamien-to. Generan verdades cerradas sobre si mismas.Absolutas. Seguras. Y con rostro: bien sea el deOsama Bin Laden; bien sea el de John Huston.Las segundas, sin embargo, tratan de defender sucomunidad trascendiéndola. Conectándola conotras comunidades, otros problemas, otrasluchas. Por eso generan verdades que solo lo sonen la medida en que se relacionan con otras ver-dades. No dan muchas respuestas. Se replanteanlas preguntas conectando las verdades e interro-gantes locales con los globales. Por eso no tienenrostro, porque en sí mismas contienen o tratande contener todos los rostros: su imagen, en con-secuencia, es la capucha del SubcomandanteMarcos; quién está detrás de ella es lo de menos.

    2.4. Las legitimaciones

    Pero, más allá de las lógicas de resistencia, biensean en su forma ghetizada, bien sean en su

    proyecto reticular, los tiempos actuales refuer-zan otra lógica, menos amable: la de la legiti-mación del sistema. Efectivamente, comocomenzábamos, no son buenos tiempos para lalírica. De hecho, la actual complejidad del con-texto en el que se mueve el ser humano incen-tiva la aceptación pragmática, el escepticismoen el futuro y el cinismo ante el presente. Lassociedades actuales se asientan sobre tres lógi-cas: la lógica del riesgo, la lógica de la opacidady la lógica de la confianza ciega. Estamos anterealidades crecientemente complejas. Por ejem-plo, en el ámbito de las comunicaciones,hemos pasado de simples instrumentos que nospermitían entender cómo y por qué nos move-mos (por ejemplo una bicicleta) a aparatos cre-cientemente sofisticados que somos incapacesde entender sobre qué lógica funcionan (porejemplo los trenes). Miramos a nuestro alrede-dor y cada vez son más sofisticados nuestrosobjetos más cotidianos. Pero, de igual formasucede en otros ámbitos de nuestra vida: lasleyes, las comunicaciones, las instituciones, etc.nos son opacas. Y todavía peor, en ocasionesfallan. Vivimos en la sociedad del riesgo.Ciertamente, la conexión planetaria nos hamostrado la limitación y finitud del desarrollohumano. Nos ha puesto los límites de la huma-nidad a la vista. Pero, de la misma forma, y amenor escala, observamos cómo el riesgo escapaz de trascender las fronteras, bien sea enforma de chapapote, bien lo sea en forma degripe aviar (¿alguien sabe cuál es su origen, susconsecuencias, su forma de tranmisión? No losabemos, nos es opaca. Y se nos presenta comoun riesgo). Pero, en lo cotidiano, el riesgo tam-bién existe. O la sensación de riesgo. Los trenespueden llegar tarde a nuestro destino sin quesepamos por qué. Incluso puede que los trenesdescarrilen, o simplemente vuelen por los aires,sin que sepamos por qué. El riesgo, pues, nosacompaña en nuestras vidas. Sabemos quepende sobre nuestras cabezas cada vez quemandamos un mensaje SMS (que puede queno llegue sin saber por qué), cada vez que mon-tamos en el coche (cuyos sistemas electrónicosde freno y seguridad pueden fallar sin que sepa-mos por qué), cada vez que nos comunicamos

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    por Internet (pudiendo provocar la entrada deun virus que nos destruya la información), cadavez que… Cierto, debido a la creciente com-plejidad en la que nos movemos, cada vez sabe-mos menos cómo funcionan las cosas, las insti-tuciones, la sociedad. Y cada vez somos másconscientes del riesgo que acarrean… Pero nose puede vivir bajo esta tensión sino es desde laconfianza. La confianza en que las cosas fun-cionan como deben funcionan. La confianzaen que no fallarán. La confianza en que el téc-nico haya revisado correctamente algo que des-conocemos; la confianza en que el tren no des-carrilará. La confianza en que los expertoshayan analizado todas las alternativas a un pro-blema; la confianza en que el sistema siga fun-cionando. En definitiva, confianza en lasestructuras.

    Pero, en paralelo, se pierde la confianza en elindividuo, en su potencial transformador yliberador. Como en las sociedades de antaño, elsujeto se observa a sí mismo como objeto deunas estructuras que lo moldean, condicionanunilateralmente. Sin posibilidad de reciproci-dad. Por eso, la política se convierte en meragestión y marketing. Gestión de la confianza,de la legitimación apática en tanto en cuantolos expertos del sistema (élites políticas) garan-ticen la seguridad y minimicen el riesgo indivi-dual. Y marketing para alimentar la apatía, laconfianza en los únicos conocedores de unasalternativas eficaces a problemas opacos para elcomún de los mortales.

    3. Recuperando el sujetode la transformación social

    Hace varios años, con motivo de las obras delAVE de Barcelona, el diario La Vanguardiaquiso realizar una fotografía a todos los políti-cos implicados en el desarrollo de esta infraes-tructura, sentados sobre una viga, con los piescolgando sobre el aire. Posaban sonrientes losartífices de una faraónica obra, emulando elicono de otra de las grandes obras de la huma-nidad: la construcción del Empire State,inmortalizada hace décadas en la ya universal

    fotografía. La estética era similar. Premedita-damente. Pero no el contenido. Efectivamente,si la obra original representaba la dureza de lascondiciones de vida de los verdaderos protago-nistas de la obra, unos obreros que hasta en lahora del almuerzo se jugaban la vida a decenasde metros sobre el suelo, la imagen del AVEnos presentaba a los “nuevos protagonistas”:una clase política sonriente, autosatisfecha. Losprotagonistas de la historia habían cambiado.El sujeto obrero de antaño había pasado a con-vertirse en un mero objeto accesorio de los úni-cos protagonistas de ahora. Ni una sola imagende las decenas de operarios que trabajaban a lospies de los políticos catalanes. Por arte demagia, desaparece el sujeto humano bajo laesencia de la estructura que actualmente mueveel sistema: una clase política complacida, eleva-da sobre la ciudadanía, premeditadamentepasiva, cuando no premeditadamente ningune-ada. Parecería como si el AVE hubiera surgidode la nada, por el simple devenir, por el acon-tecer lógico de las estructuras económicas y dela comunicación, bajo el mero impulso de losúnicos poseedores del control de las palancasdel cambio social, la clase política: “los quepagamos para que manden”; en los que “con-fiamos mientras las cosas funcionen”.

    Esta cuestión nos remite a la relación entre laacción humana y las estructuras en las queintervenimos. Desde algunas perspectivas, seentiende que la acción humana está totalmentemediatizada por las estructuras en las que éstase inserta. Se considera que son las estructuraspolíticas, sociales, económicas, las que condi-cionan la acción humana. Desde esta perspec-tiva, en definitiva, el sujeto social deviene enun simple objeto. Por el contrario, otras apro-ximaciones consideran que la acción humanaes la esencia que conforma las estructuras polí-ticas, sociales y económicas. El sujeto social esla esencia de toda realidad y en consecuencia, lapuede modelar y transformar a su gusto. Sinembargo, esta perspectiva, optimista, se ve con-dicionada por la realidad. La confianza ciega enla acción humana no ha logrado concretarse enun proyecto transformador capaz de liberar alas personas de sus ataduras. Como hemos

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    visto, el proyecto liberador de la modernidadno solo no se ha realizado, sino que la percep-ción generalizada es que el ser humano, el indi-viduo, poco puede hacer para transformar elactual engranaje de complejas palancas quedetermina su futuro.

    Tratando de superar estas aproximaciones con-tradictorias -acción que determina las estructu-ras; estructuras que determinan la acción-podemos analizar la acción humana funda-mentándola en su carácter relacional; es decir,basada en la interacción cotidiana y el inter-cambio permanente que se produce en ella.Desde esta perspectiva relacional, la praxis(práctica) del actor social está condicionada porlas normas (e instituciones; en definitiva, porlas estructuras) que -realimentadas desde elpasado- definen una serie de pautas a seguir,sobre la base de una asimétrica distribución derecursos para la acción. Pero esos condiciona-mientos estructurales influyen en la accióntanto de modo limitador como facilitador:establecen oportunidades y limitaciones. Por lotanto, posibilitan la acción libre y creadora (elactor siempre tiene la posibilidad de no repro-ducir la pauta de acción institucionalizada yaccionar de otro modo, incluso de un modoinédito), al tiempo que la limita (dentro deunos condicionamientos que limitan aunqueno determinan mecánicamente). Subrayamos,por lo tanto, el carácter dual de la acciónhumana; es condicionada y condicionadora,creada y creadora, influenciada e influyente(Giddens 1995).

    Desde esta perspectiva, la estructura social seentiende a partir de ese mismo carácter dual.Las instituciones y estructura sociales son elproducto de las acciones de los actores; y, almismo tiempo, constituyen el entorno condi-cionador que provee los recursos que hacenposible esas acciones. Ni nos vienen simple-mente dadas; ni están bajo nuestro absolutocontrol. Las estructuras, por lo tanto, no sonunas realidades supra-humanas que limitan ycoaccionan el comportamiento de los indivi-duos, sino una realidad que forma parte de laacción humana y al mismo tiempo es su resul-

    tado. De forma más concreta, podemos agru-par los elementos estructurales de la realidadsocial en dos grandes conjuntos: por un lado,los esquemas culturales, los principios simbó-licos que guían el pensamiento y la acción(valores, creencias, ideologías, doctrinas, nor-mas, leyes, rituales...); por otro lado, el sistemade redes de interacción e intercambio que con-figuran unos determinados espacios o posicio-nes sociales con base en diferentes principiosdiferenciadores (recursos económicos, recursosculturales, sexo, religión, etnia...) que determi-nan o pueden determinar una asimétrica jerar-quía social en la distribución de recursos, opor-tunidades y poder.

    Esquemas culturales y asimétricas redes deintercambio son, por tanto, los elementos queconstituyen las estructuras sociales. Esto supo-ne analizar la estructura social como una com-pleja y dinámica red de normas, recursos y rela-ciones de intercambio que es producida yreproducida por la interacción de los indivi-duos; una red que condiciona la acción de losindividuos y, al mismo tiempo, es condiciona-da por la acción e interacción de los individuos.Una compleja y dinámica red de relacionesestructuradas que produce diferentes posicio-nes sociales estructurales que son transitadaspor los actores no como individuos sino comoactores-red condicionados para su acción porlas oportunidades y limitaciones que su ubica-ción en la estructura social les otorga. Esasposiciones estructurales constituyen el diferen-cial punto de partida para su acción; acciónque potencialmente es creativa y transformado-ra, pero que también puede ser meramentereproductora de lo real, del statu quo, comohemos visto. Efectivamente, en función de laposición estructural o el espacio social transita-do por los actores, éstos interiorizan de modopersonal y creativo (y no mecánico) una seriede modelos, ideas, valores, lecturas de la reali-dad y recursos para actuar en ella. Dicho deotro modo, según la posición estructural losactores-red están en relación con unos determi-nados elementos de la estructura, y no tendránninguna relación con otros elementos (recur-sos, ideas, modelos, pautas de acción...). Es por

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    ello que en el seno de una misma sociedad coe-xisten formas de vida y de interacción muydiversas: un mundo donde cohabitan muchosmundos. Un mundo en el que se combina lalegitimación con la resistencia; la resistenciareactiva con la proactiva.

    Nuestras relaciones y prácticas cotidianas son laexpresión empírica de esos procesos.Accionamos dentro de situaciones que, enmayor o menor medida, están institucionaliza-das dentro de una estructura y, al mismo tiem-po, realimentamos los elementos instituidos node forma mecánica sino, en mayor o menormedida, de forma propia, inédita. Sin embar-go, inmiscuidos en lo cotidiano muchas vecesno percibimos ni la forma en que lo instituidonos condiciona, ni cómo nuestra acción estácondicionando lo instituido. Es por ello quemuchas veces percibimos la sociedad, sus insti-tuciones y sus estructuras de forma cosificado-ra, estática (como una segunda naturaleza quese nos impone y está fuera de nuestra influen-cia), no percibimos su carácter socio-histórico,intersubjetivo, procesual, contingente. Y no lopercibimos no porque sea una tendencia uni-versal del ser humano, sino -en lo que a lacoyuntura histórica actual de modernidad ypost-modernidad respecta- por los a priorideterministas que hemos interiorizado en elpensamiento moderno: la división cartesianasujeto/objeto y la idea moderna de cambiosocial como un lineal y permanente progreso.

    Insistimos, la praxis social de los individuos noes al 100% el resultado directo de su acciónintencional, pero tampoco es al 100% el resul-tado del cumplimiento mecánico de las expec-tativas sociales institucionalizadas: la praxissocial de los actores (la acción que realmenteocurre) es el resultado de una dialéctica entreambas. Y esas prácticas o praxis sociales son lasdeterminantes fundamentales de la realidadsocial, ya que son las que determinan a los pro-pios actores, su interacción y las instituciones yestructuras sociales resultantes. Insistimos denuevo, las estructuras e instituciones socialesno son estáticas, fijas e inexorables, pero ten-dremos a percibirlas y vivirlas así dependiendo

    de la praxis que desarrollemos hacia ellas. Siperdemos de vista su origen intersubjetivo, sino percibimos el imaginario que les da vidacomo un producto humano que se retroali-menta permanentemente en la interacción delos actores-red, tenderemos a vivirlas como unarealidad que inevitablemente nos determina.En ese momento, la opacidad, el riesgo y laconfianza se conjuran contra la actividadhumana; contra la responsabilidad republicana(para con la res pública, la cosa pública).Precisamente, desde esta perspectiva relacionalencontramos alternativas.

    Porque, en consecuencia, desde nuestra pers-pectiva, los actores-red, en la medida en quedesarrollan prácticas de participación colectiva(es decir, que protagonizan acciones o estrate-gias con la intención de influir premeditada-mente en los procesos sociales y políticos), ten-drán una percepción descosificadora de lasociedad y sus cambios; es decir, percibirán lasinstituciones y estructuras sociales como pro-ducto humano reversible, reformulable einfluenciable. En cambio, en la medida en quelos actores-red no desarrollan prácticas de par-ticipación colectiva (es decir, que en sus redesde interacción no se protagonizan acciones oestrategias con la intención de influir premedi-tadamente en los procesos sociales y políticos),en la medida en que caigan en el ensimisma-miento individualista (y los caminos hacia élson casi infinitos) tenderán a una percepcióninexorable y cosificadora de la sociedad y suscambios: es decir, las instituciones y estructurassociales se percibirán como realidades inexora-bles, no influenciables.

    Allí esta el peligro. Porque la cosificación delordenamiento social que supone una percep-ción determinista y evolucionista de los cam-bios sociales, niega e imposibilitan la concien-cia de auto-producción social de los actores. Y,como consecuencia de ello, el supuesto auto-matismo de los cambios sociales establece unaconciencia colectiva en la que la única opciónposible es la mera adaptación impotente a loscambios; una adaptación pragmática, cínica,que deja al margen a la creatividad social, a la

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    contingencia y a la posibilidad de pensar yconstruir otras realidades posibles. Si percibi-mos la sociedad únicamente como algo exteriory coaccionador, algo independiente de nuestraacción personal y colectiva, interiorizaremoslos modelos dominantes de convivencia socialy de acción personal (en el actual contextosocio-histórico, modelos basados en la compe-titividad, el utilitarismo y el egoísmo) como lastendencias inexorables de la persona y de laconvivencia social, negando así la viabilidad deotros modelos de convivencia. Nos converti-mos en objetos. Hacemos el viaje de vuelta dela humanidad en su relación con el cambiosocial.

    Sin embargo, existen en nuestra realidad socialespacios y redes de interacción en las que sereproducen discursos y prácticas que concibenla producción de la sociedad y sus cambioscomo el resultado de la praxis personal y colec-tiva; es más, la cosificación del orden social y lainevitabilidad de los cambios vigentes se perci-ben como engaños ideológicos construidos yalimentados por la élites privilegiadas en lasactuales dinámicas sociales dominantes; enga-ños ideológicos que además de negar la eviden-te capacidad creadora de la magmática realidadsocial, alimentan el conformismo y la pasividadsocial para establecer una hegemonía que eviteel debate y la contraposición de valores y plan-teamientos ideológicos divergentes. En lamedida que se establece como consenso ideoló-gico dominante el precepto de que hay queaceptar “lo que hay” y “lo que viene” porque nohay otra opción, se destierra el debate demo-crático de ideas y planteamientos económicos ypolíticos diversos.

    En este sentido, el discurso dominante sobre elproceso de globalización establece que esoscambios sociales (y por lo tanto el devenir de laconvivencia colectiva) son fruto de una evolu-ción histórica inexorable, una etapa más en lasupuesta tendencia al desarrollo económico ytecnológico creciente de la humanidad; negan-do así que esa evolución pueda transcurrir pordevenires diversos asentados en la acciónhumana. Sin embargo, en reacción o respuesta

    dialéctica a esa tendencia ideológica-política,en los últimos años hemos asistido a un resur-gir de la agencia humana, la emergencia a esca-la mundial de un movimiento de movimientosque precisamente bajo el lema de “otros mun-dos son posibles” reivindica el carácter creativode los cambios sociales. De alguna manera estemovimiento de movimientos ha convertido elproceso de globalización (como proceso decambio de las sociedades) en objeto de conflic-to social: ha problematizado esos cambios paraque sus consecuencias y su devenir se convier-tan en objeto de reflexión, debate colectivo ycuestionamiento político. Es decir, democrati-zar esos procesos de cambio para desvelar losvalores y planteamientos políticos que losguían, discutirlos y aceptar que se trata de pro-cesos de cambio social que no son unívocos einexorables sino que admiten modelos, opcio-nes y devenires diferentes.

    4. La participación ciudadanacomo eje de transformación

    El contexto de cambio de ciclo en la moviliza-ción de la agencia humana y las sinergias de losmovimientos sociales a nivel global arriba refe-rido, y la necesidad en este nuevo ciclo de cons-truir alternativas locales concretas a los mode-los neoliberales, hace que nos planteemos lossiguientes interrogantes al respecto: ¿Asistimosal final de una época caracterizada por la cen-tralidad y supremacía de lo estatal (acceso alaparato del estado) como clave para el impulsode transformaciones sociales estructurales?¿Debe seguir vigente una concepción estatal dela política como práctica aspirante a nuevasformas diferentes de poder? ¿Pueden hacersedesde arriba las necesarias transformaciones?

    Y como consecuencia de esas cuestiones…¿hacia dónde dirigir la participación políticapara construir dinámicas políticas democratiza-doras y transformadoras en el contexto de trans-nacionalización política? Las posibles respuestasque se vislumbran parecen apuntar, por unlado, hacia la creación de espacios y estructurasautónomas respecto del entramado institucio-

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    nal, que prueban y buscan la puesta en marchade alternativas instituyentes de forma abierta eintegradora (una esfera pública y comunitariano estatal que recree otras relaciones de podermás horizontales y simétricas). Y, por otro lado(aunque no de forma excluyente), hacia el esta-blecimiento de mecanismos de democracia par-ticipativa en el funcionamiento de las estructu-ras de la democracia representativa, para que elpoder público se ejerza según los intereses ydemandas de los más y no de los menos: presu-puestos participativos, planes comunitarios,etc., siendo estos creadores de sujeto colectivo(organización, redes...) con voluntad de ejercero co-ejercer el poder público.

    Analizando algunas experiencias concretas enlas que venimos trabajando, partiremos de unaconcepción amplia de la participación o laacción política que distingue en primer lugarentre participación por irrupción y participa-ción por invitación. Los procesos de participa-ción por irrupción o autónomos serían los pro-tagonizados por parte de colectivos y organiza-ciones sociales que (SIN la administración)intervienen espontáneamente en la esferapública con sus reivindicaciones, propuestas ycreación de proyectos colectivos.

    Además de la participación por irrupción desdeabajo, desde la sociedad civil, estaría por otrolado la participación por invitación EN meca-nismos establecidos por la administraciónpública en cualquiera de sus niveles (munici-pal, autonómico, estatal o supraestatal), meca-nismos u órganos como Consejos Asesores,Foros Ciudadanos, Agendas Locales, PlanesComunitarios, Presupuestos Participativos, oForos y Cumbres Paralelas de la Sociedad Civil.

    Por último, la participación política además deEN lo institucional o SIN lo institucional, tam-bién puede desarrollarse en espacios mixtos yaque algunas iniciativas sociales o políticas pro-mueven procesos de reflexión y acción quedesde abajo aspiran a incluir a responsables téc-nicos y políticos de la administración, al tejidosocial y a la ciudadanía en su conjunto: planescomunitarios de iniciativa social, referéndums o

    consultas de iniciativa popular, foros de deba-te,… Aspira a ser un modelo de participaciónautónomo pero que trabaje contando CON lainstitución. Un espacio de confluencia del teji-do social para la interlocución, negociación yeventualmente (cuando halla acuerdos) colabo-ración con las instituciones. La creación de esosespacios que articulen al tejido social y le dotende un presupuesto y funcionamiento autónomorespecto de las instituciones pero para buscar laelaboración de propuestas, su negociación y elacuerdo con las instituciones al respecto, tam-bién puede ser iniciativa institucional en elmarco de un compromiso real por activar meca-nismos de democracia participativa.

    Tal y como afirmábamos más arriba, los efectospolíticos de la globalización apuntan hacia unacrisis democrática, ya que se ha acentuado latendencia a administrar el mundo al margendel control político de la ciudadanía. Si lademocracia la entendemos como un funciona-miento político en el que el poder político resi-de en el demos, en la ciudadanía, la tendenciaactual no es ésa sino la de una progresiva con-centración y elitización del poder. Las empresasmultinacionales, los agentes mejor situados enel mercado y las élites financieras son las querealizan un estrecho marcaje a los poderespúblicos y a los responsables políticos; es másesos agentes son los que se están convirtiendoen los interlocutores y co-gestores preferencia-les para las instituciones públicas tanto a nivelglobal como a nivel local. Como consecuenciade ello, las necesidades cotidianas de la ciuda-danía (vivienda, trabajo digno y sin precarie-dad, servicios públicos de calidad...) no secorresponden con las prioridades de las políti-cas públicas.

    La globalización neoliberal acentúa tendenciasde concentración del poder político y de des-democratización, ya que reducidas élites cadavez tienen más capacidad de influencia en cen-tros de decisión progresivamente más alejadosde la ciudadanía. Esas élites económicas y polí-ticas transnacionales y locales participan a tra-vés del lobby (y otras formas aún más ilícitas:sobornos, corrupciones, etc.) en el diseño de las

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    políticas públicas, pero la mayor parte de losciudadanos y ciudadanas cada vez tienen másdifícil esa participación efectiva. Como conse-cuencia de ello muchas políticas públicas seimplementan de arriba abajo, con intereses nomanifiestos, sin debate social previo y sinmecanismos de participación efectiva para esosdebates sociales.

    Invertir esta tendencia elitizadora de la políticapasa porque la ciudadanía recupere la capaci-dad de incidencia política (poder) que estásiendo monopolizada por las elites políticas ydel mercado, evitando así la mercantilizaciónde los servicios públicos e impulsando su rede-finición en base a las necesidades y prioridadesde la mayoría de la población. Para ello es nece-sario recuperar el protagonismo político de losintereses colectivos y de la agencia humana quepuede hacerlos explícitos de forma transparen-te y democrática (y no en base a ocultos intere-ses particulares que se hacen efectivos a travésde estrategias de lobby). Para ello parece nece-sario dar cauce a una participación más creati-va y autogestionada en la vida social y política,y también abrir mecanismos novedosos quepermitan que los ciudadanos/as sean los inter-locutores preferenciales para la co-gestión delas políticas públicas.

    Efectivamente, dada la actual correlación defuerzas en el escenario de la globalización neo-liberal, no parecen excluyentes, sino comple-mentarias, dos estrategias que apunten, por unlado, a la construcción de espacios y experien-cias autónomas respecto del entramado institu-cional pero con un marcado carácter abierto,público y comunitario, de forma que, alejándo-se de las actuales lógicas económicas y políticas,se esfuercen en crear espacios para la construc-ción de dinámicas alternativas (en lo cultural,en la vivienda, en lo laboral, en lo político, conconsultas y referendums populares, etc).; esdecir, sin esperar a lo que suceda en el ámbitode lo político-institucional crear en la prácticanuevas realidades instituyentes (ésta es la nuevapráctica política de los movimientos que noestablecen como prioridad la toma del poderpolítico-estatal: los zapatistas, los sin tierra, los

    piqueteros, y los centros sociales ocupados demuchas ciudades y pueblos de Europa).Siempre con el sentido alerta de no reproducirlas mismas lógicas, evitando los ghetos y cons-truyendo de forma abierta e integradora verda-deras alternativas a las necesidades cotidianasde los ciudadanos y ciudadanas.

    Por otro lado, se antojan necesarias nuevas estra-tegias para regenerar el funcionamiento políticoy técnico de la administración pública para quelos poderes públicos funcionen en base a losintereses de la mayoría (los intereses colectivos)y no en base a los intereses de minorías privile-giadas. En ese sentido, parece urgente superarlos modos de gobernar lo público elitistas yburocratizados, para avanzar hacia maneras másabiertas y comunitarias de gobernar. Para elloson necesarias mecanismos y procesos que posi-biliten la implicación colectiva y la participacióndirecta y continuada de la ciudadanía, para quese convierta en la interlocución prioritaria y ensujeto colectivo decisorio. Efectivamente, laadministración pública más que una gerenciaburocratizada debería aspirar a ser una agenciadinamizadora y movilizadora de la ciudadanía,pero para ello es necesaria una profunda regene-ración del funcionamiento de las institucionestanto en el plano político como en el técnico,una redefinición de lo público de forma partici-pativa y democratizadora.

    Sea cual fuere el espacio y los impulsores deprocesos de participación política y democraciaparticipativa, para construir dinámicas demo-cratizadoras y transformadoras hablar de parti-cipación es (o debería ser) hablar de participa-ción en el ejercicio del poder; es decir, redistri-buir el poder y evitar su concentración omonopolización por parte de elites económicaso políticas.

    Es por ello que la participación democratizado-ra va más allá del reparto de información, laconsulta o el asesoramiento; aspira a identificary transformar relaciones de poder asimétricas(impositivas) en relaciones de igual a igual.Debe crear oportunidades de acceso al ejerciciodel poder a los sectores sociales (mujeres,

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    juventud, tercera edad, minorías, sectores pre-carizados...) que históricamente han sido des-poseídos, perjudicados o excluidos del ejerciciodel poder; es decir, excluidos de los procesosdecisorios en los que se definen necesidadessociales, intereses colectivos, intervencionesprioritarias, asignación de recursos, implemen-tación y evaluación de los programas y proyec-tos correspondientes.

    Es por eso que participar es hacerse presente deforma sistemática y continuada en relacionesestructuralmente asimétricas y socio-política-mente conflictivas; las que se establecen entreactores y sectores sociales que expresan ideas,valores o intereses contrapuestos. La política alfin y al cabo es sobre todo relación y conflicto,es conflicto en las desiguales relaciones entregrupos sociales y políticos en el ejercicio delpoder. Por lo que la participación, la democra-cia participativa, debe ser un instrumento paraeliminar o paliar esas desiguales relaciones.

    Se trata por tanto de algo más que estar, formarparte o intervenir en algo, se trata de construirprocesos de organización o movilización deuna comunidad de personas por el que asumenconscientemente su papel de agentes o sujetosen el devenir colectivo. Se trata por tanto deuna práctica personal y un proceso colectivoque es -o aspira a ser- formativo (cambios en lasculturas políticas dominantes), igualitario (enlas condiciones y medios para la participación),creativo (identificador de respuestas inéditas) ytransformador (cambiar las cosas quizá no seatomar el poder sino producirlas de otro mododesde abajo).

    Esta caracterización de los procesos para lademocracia participativa se contrapone con lavisión que busca establecer mecanismos parti-cipativos para mejorar la legitimidad y la efec-tividad de las políticas públicas implementadaspor las instituciones representativas (cuando norevestirlas de un maquillaje o marketing políti-co más efectivo y desactivador de la disidencia).No se trata de un complemento al actualmodelo de democracia sino de una alternativaa construir a partir de ella.

    En cualquier caso, uno de los desafíos máscomplejos es definir mecanismos de participa-ción de abajo a arriba que no se queden sólo enlo local o municipal sino que sirvan tambiénpara incidir democráticamente en ámbitos dedecisión supra-locales y globales. Esto es espe-cialmente relevante dada la complejidad deespacios y redes de poder que se establecen hoyen día a nivel supra-estatal que, como hemosvisto a lo largo del texto, acrecientan la imple-mentación de políticas de arriba abajo sindebates sociales previos ni canales de participa-ción para los mismos (la propuesta de Tratadopara la Unión Europea con su negativa enFrancia y Holanda podría ser un ejemploreciente de ello).

    En ese sentido, algunas nociones para ir defi-niendo esos procesos participativos para laspolíticas supra-locales podrían ser las siguien-tes: exigencia de debates sociales previos conigualdad de condiciones (en acceso a medios yrecursos, en espacios comunicativos, etc.) paraque todos los sectores puedan socializar susposiciones y propuestas contribuyendo al deba-te colectivo; y se establezcan así las bases paramecanismos de debate no sólo mediáticos sinotambién sociales en los que los ciudadanos/asno organizados puedan contrastar y negociarsus ideas e intereses en procesos dilatados dedeliberación. Ese proceso complejo y dilatadode debate colectivo podría culminar en el esta-blecimiento de mecanismos plebiscitarios y dereferéndum que abrirían las decisiones al con-junto de la ciudadanía.

    Finalmente, en el plano más local, más cotidiano,la participación ciudadana debe con vertirse enuna herramienta que permita retejer las redescomunitarias destruidas por la lógica individua-lista. Participar para empoderar a los que menospoder tienen. Participar para recrear comunida-des que permitan recuperar el sentido solidario,la empatía desde la cual ancla sus raíces un pro-yecto asentado en una ciudadanía responsableconsigo misma, con su comunidad, con su pasa-do y con su futuro. La participación, en definiti-va, aporta la magia que necesita la acción socialtransformadora de hoy en día.

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    EPÍLOGO

    5. La magia de la participación

    Los cuentos infantiles están cargados de valoresque reproducen pautas asentadas en la obe-diencia, el miedo a lo desconocido, lógicas dedominación, roles patriarcales, etc.

    Un ejemplo clásico es el del cuento de laCenicienta. Imposibilitada de acceder alPríncipe (por supuesto hombre) como conse-cuencia de la envidia de sus hermanastras y sumadrastra (por supuesto mujeres), sólo lograromper con su aislamiento gracias a un HadaMadrina que todos sabemos que no existe…¿Seguro?

    ¿Qué pasaría si cambiásemos los términos?Imaginemos que el príncipe fuera, por ejem-plo, el poder, al que sólo acceden unas clasesprivilegiadas, perfectamente relacionadas entreellas, poderosas (la madrastra y las hermanas-tras). El cuento, así visto, nos muestra otrafaceta mucho más real: la de una Cenicientaque podríamos identificar como el/la excluidadel poder, la mayoría de personas que sufrimoslas decisiones de otros, de unos pocos.Probablemente, como en el cuento, ni se nosocurriría imaginar que es posible acceder alpoder, a la capacidad de decisión, a la capaci-dad de decir “así no”.

    Y así seguiría todo durante años… A no ser quese nos apareciera el Hada Madrina con sus cala-bazas y ratones… Pero ¿existe el hada madrina?Evidentemente, en nuestro cuento sí. Pero adiferencia de la versión tradicional, no nosbasta con esperar a que nos llegue. Ya hemosvisto que las cenicientas sólo dejan de ser obje-tos en la medida en que sean capaces de encon-trar nuevas formas de pensar que le hagan verque la realidad no les está dada, sino que susituación de subordinación responde a lógicas,a estructuras que aunque nos condicionan,ciertamente, son creadas por los seres huma-nos, por miles de cenicientas y algunas madras-tras. Y por eso, pueden ser cambiadas. Por eso,el hada madrina de nuestro cuento no es másque… la participación. Y sus ratones son lasmiles de experiencias de miles de barrios, deasociaciones civiles, que ponen en marcha pre-supuestos participativos, planes comunitarios,propuestas participativas de ordenación urba-na, espacios autogestionados, espacios de code-cisión. Y las calabazas son las metodologías par-ticipativas: las derivas por nuestros barrios, porlos colectivos que formamos, para imaginarnuevos futuros y entender actuales presentes;los flujogramas para entender nuestra responsa-bilidad en los problemas; las dinámicas de gru-pos para identificar roles y discursos destructi-vos y constructivos; los talleres para reflexionarde nuestros problemas; los mapas de poderpara conocer nuestras relaciones... Apoyadasobre miles de experiencias y centenares de téc-nicas, la participación conecta cenicientas antesaisladas, crea nuevas redes... y lo más importan-te. Cambia el cuento.

    6. Epílogo

    Como acostumbra a apuntar Manuela, unaamiga de Sevilla con la que compartimos ilu-siones en la participación, se pueden decir lascosas de la forma más sencilla; ¿qué es la parti-cipación? y ¿para qué sirve? tiene tambiénmuchas y variadas respuestas (un método detrabajo, nuevas formas de relación entre laspersonas, redistribuir poderes, crear redes...),aunque para muchas y muchos de los protago-

    PríncipePoder

    HermanastraPrivilegiado

    HermanastraPrivilegiado

    MadrastraPrivilegiado

    CenicientaExcluida

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    EPÍLOGO

    Nuevo PrincipeOtras formas de poder

    HermanastraPrivilegiado

    HermanastraPrivilegiado

    MadrastraPrivilegiado

    CenicientaExcluida

    nistas no se necesita ni un solo argumento:“¡pa´la dignidá! ¡pa´la dignidá nuestra!”.

    Participar y vivir participando se ha convertidoen un fin en sí mismo.

    Y a reírnos de lo absurdo, y a hacer de lo realabsurdo un posible inventado. Como en elnuevo cuento de la Cenicienta. Con nuevasformas de relación que se presentan esquemati-zadas en el gráfico que sigue, con el que cerra-mos esta exposición.

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    Aprendiendo sobre la participación:¿qué métodos y estrategias podemos usar?

    D. Igor Ahedo, Dña. Mª José Alonso Olea, D. Iñaki Peñafiel

    1. Contexto y fines que planteamos

    Como ciudadanos y ciudadanas preocupadas eimplicadas en las dinámicas sociales, nosotros,los mayores, nos movemos en asociaciones–muchas de ellas pequeñas– intentando traba-jar con otros, participando de la manera quesabemos y podemos. A veces nos sentimossolos, otras, superados por las propias dinámi-cas que cada vez nos exigen más… creemos quela participación de todos, la nuestra y la deotros es muy importante para sacar adelante losproyectos de nuestras asociaciones. Y por ellosabemos que necesitamos mejorar nuestra par-ticipación y animar a otros a que lo hagan.

    Ahora bien, el colectivo que formamos las per-sonas mayores y/o adultos mayores en estos ini-cios del siglo XXI, es muy heterogéneo y aun-que hemos participado de forma activa en laconsecución de muchos de los derechos quehoy en día disfrutamos, necesitamos herra-mientas que nos permitan ajustar nuestras for-mas de trabajo a los actuales y complejos tiem-pos en los que estamos inmersos. No sabemossi las personas adultas y jóvenes de hoy tienenesa formación, pero somos conscientes que laspersonas más mayores de la sociedad actual

    vivieron una juventud y parte de su adultez enuna dictadura, con las consecuencias que ellotiene en las formas de trabajo en la sociedad, enlas expectativas que podemos depositar, etc.

    Tener en cuenta esta realidad, esta necesidad dereciclar parte de nuestros discursos y prácticasde intervención social, no nos impide, sino másbien alimenta la necesidad de plantearnos quela participación social es un elemento impor-tante para la vida de las personas, para una vidaasentada en la dignidad y el optimismo vital.Como asociaciones de personas mayores, nosdamos cuenta de que es importante conocer nosolo las dinámicas sociales, sino cómo animar ala participación social a las personas de nues-tros entornos. Por ello, estamos de acuerdo enque nos hace falta conocer una serie de técnicase instrumentos que nos ayudan a ese procesode dinamización social, de participación. Tam-bién es importante llegar a conocer el alcanceque estas técnicas y las nuevas tecnologías tie-nen para nuestros propósitos. Por tanto, unavez planteados el análisis sobre la realidad socialactual y la necesidad de desarrollar una partici-pación comprometida, como grupo, como co-lectivo queremos avanzar en el aprendizaje de

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  • aquellas técnicas que nos pueden ayudar amejorar nuestros niveles en participación so-cial, y con el convencimiento de mantener unaconexión viva y fructífera entre los colectivosque nos hemos implicado en estas Jornadas.

    Al hilo de este seminario y del trabajo que nosproponían hemos podido reflexionar sobre algu-nas cuestiones sobre la participación. Hablamosde la importancia de la participación y de susámbitos. Pero medir esta importancia implicapreguntarnos el para qué participar y el conquién participar. Y también nos obliga a interro-garnos sobre qué dificultades encontramos paraparticipar, y en qué medida las técnicas queaprendemos nos pueden ayudar.

    Estas cuestiones son las que vamos a desarrollar acontinuación, ya que son el fruto de nuestrosdebates e intervenciones. Se apreciará en el texto–a pesar de que en la forma de trabajar se huyótotalmente del modelo “ponente/oyente”– lo quees el marco o guión expositivo del ponente, lasreflexiones que genera y algunas de las interven-ciones vivas que aportaron los participantes.

    2. Participar: ¿Para qué y quién?

    2.1. Introducción

    Cuando hablamos de participación en seguidasurgen ciertas reservas al respecto, puesto queaunque como colectivo de personas mayorespodemos afirmar que existe escasa cultura departicipación, también es cierto que muchas delas personas que conforman nuestro colectivovivieron y alimentaron en otros contextospotentes movimientos sociales que intentarontransformar la realidad. “La participación –loexpresa con una mezcla de cautela y recelo unode los participantes– ha cambiado mucho. Hoyhay otras formas, otros medios a los de los 70...allí el contexto social y político era muy diferente.La participación tenia más fuerza, vinculabamuchas más personas... Ahora sigue habiendoparticipación, pero de otra forma”.

    Y es cierto que las cosas han cambiado. Losabemos. Hemos vivido y estamos viviendo

    esos cambios. Conectando con las primerassesiones de trabajo –ver el capítulo anterior- elgrupo es consciente de que ésta, es “una socie-dad compleja. Sin problemas comunes; en unmundo de creciente individualismo. Una socie-dad asimétrica. Donde unos pocos tienen muchopoder, y otros muchos poco o nada”. Tanto en loglobal como en lo local, reflexionan algunos delos componentes del grupo de debate, parececomo si la sociedad, la vida social, pasase porun proceso de peligrosa deshumanización.Como si todo tendiese a un vacuo horizonte dematerialismo y consumo, que también afecta ala cotidianeidad del colectivo de personasmayores. “Todo es seguridad y consumo. Y estetipo de economía consumista ha desplazado esosvalores, esa visión más humana, más solidaria delhombre. Se ha transmutado en otra más consu-mista, donde sus valores son dinero para gastar,etc. La externalización de los servicios acaba qui-tándole sentido humano a esos actos: a mí que mepaguen por cuidar a un mayor; es una funciónque hago mecánicamente porque al final obtengoun beneficio, pero no porque me satisfaga perso-nalmente.

    Pero, por encima de la fría queja y del cervalderrotismo, debemos ser conscientes, en todomomento, que nada de cuanto es o existe en lasociedad es bueno o malo en sí; aunque nosuceda así con el uso que de ello se hace. Poreso, se reflexiona, debemos actuar con arreglo auna ética mucho más humana. Porque ahí radi-ca precisamente el sentido de la participación.

    2.2. ¿Para qué participar?

    Pues precisamente para eso: para estar no sóloen el mundo, sino también, y sobre todo, conel mundo. Esto es, para enseñar y aprender conlos otros a construir una ciudadanía activa ycomprometida con el bien común; una nuevarealidad que busque en esos intereses más gene-rales la manera de superar las desigualdades; decrear nuevas utopías, esperanzas y sueños.Participar para ser capaces de construir, entretodos los afectados/implicados, nuevas formasde entender y resolver los problemas entre lospueblos. De modo que seamos capaces de

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    aprovechar y reenfocar la propia naturaleza deesta sociedad y de los recursos desplegados,para transformarla en otra con un mayor signi-ficado que arrope solidariamente a sus habitan-tes y sus modos de vida; tanto en el plano indi-vidual como colectivo. Porque, a pesar de unaprimera toma de contacto pesimista, en elgrupo de trabajo hay un acuerdo casi generali-zado sobre la posibilidad que tenemos de cam-bio… “Se puede porque todos somos la socie-dad…Debemos y podemos… Si queremos, pode-mos…Ni somos individuos pasivos-contemplati-vos de las estructuras sociales, ni controlamostotalmente las variables de esa transformación (nosomos dueños de todo nuestro futuro). Pero dadoque podemos intervenir en ambas dimensiones,podemos cambiar el futuro”. Y ante esa posibili-dad que se abre al cambio, se considera que hayaspectos de la realidad actual, tecnológica, glo-bal, que nos pueden ayudar. En este contextose entiende la voz de un participante cuandoafirma que… “el concepto de la globalización nosolo es económico. La globalización tiene aspectospositivos: están las Nuevas Tecnologías, las múlti-ples posibilidades de relación, de conocimiento,etc. La clave está en el uso que se haga de estosmecanismos”.

    Parece claro, pues, que coincidimos en elentendimiento de la participación como el pro-ceso clave para avanzar en el cambio, así comopara dotarle a éste mismo de sentido. Es decir,comprendemos la naturaleza educativa de laparticipación. Ahora es pues momento de acer-carnos a los distintos modelos y posibilidadesde participación, con el fin de ir familiarizán-donos con aquellos que mejor se adaptan anuestras características y necesidades/deman-das. De forma que esos procesos participativossean útiles para lograr reequilibrar la correla-ción de fuerzas; para fortalecer a la sociedadcivil, para hacerla responsable, republicana(ligada a la res pública, a la cosa pública), ycomprometida con el futuro. Entendemos quela participación debe posibilitar la creación deuna conciencia colectiva en clave transforma-dora que nos ayude a trabajar, desde la base yde una forma real y efectiva junto a los políti-cos y demás elementos competentes, para avan-

    zar en la creación de sociedades más equitativasy saludables. A continuación recogeremoscinco maneras diferentes de hacer participa-ción; pero antes queremos incidir brevementeen la necesidad de que el participante vea queel proceso de participación tiene sentido para ély sus intereses y en el modo de lograrlo. Y lohacemos desde la voz de uno de los participan-tes: “Una participación basada en una metodolo-gía crítica y en la experiencia personal le da alparticipante la oportunidad de darse cuenta deque todos tenemos mucho que decir sobre nuestrofuturo. Y cuando esto se materializa en cada caso,pues el individuo lo que entonces pretende esactuar”.

    El grupo ha tratado, pues, de responder a la pri-mera de las preguntas: ¿Para qué participar? Sinembargo, pronto saltan las dudas, habida cuen-ta de la creciente utilización por parte de las ins-tituciones del concepto de participación:“muchas veces las instituciones lanzan un procesode participación para justificarse, para legitimar-se. También existen políticos que lo hacen por sig-nificado, pero son los menos… Y sin embargo, losprocesos de consulta ciudadana son más efectivosporque se basan en la experiencia de los propiosimplicados”. A este respecto, se recupera la dis-tinción ya apuntada en el primero de los apar-tados, entre diversas formas de participación, ymás concretamente entre las fórmulas de parti-cipación por invitación y las que lo son porirrupción. Pero, tal y como se señala, lo impor-tante, más que su origen (de abajo a arriba o dearriba abajo) es que “en el momento que articu-lamos la red participativa, todos estamos cogidospor la red. Siempre, claro, que ese proceso de par-ticipación sea horizontal, asentado en la igualdadde condiciones y oportunidades”. Es cierto, seseñala, que las responsabilidades son diferentes.Pero si el proceso de participación es real yhonesto, aunque “al final el que decide suela serel político, con este tipo de proceso todos los que sesientan en la mesa están cogidos por los otros: polí-ticos, técnicos, representantes de vecinos…etc.Todos tienen que respirar el mismo aire; aunquetengan sus más y sus menos; pues si no, el represen-tante de los vecinos se levanta de la mesa, les trans-mite a su colectivo la actitud negativa del político

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  • y le deja a éste con el culo al aire...”. En definiti-va, desde el momento en que se consolida unproceso de participación, se crean unas relacio-nes de mutua dependencia entre los actoresque, extienden posibles “para qué-s” asentadosen simples necesidades de legitimación (insitu-cional, asociativa) a “para qué-s” más complejosorientados al equilibrio del poder, a la creaciónde ciudadanía, etc. En la medida en que el pro-ceso se profundiza, las variables legitimadoras, otendentes a facilitar la gestión de las políticaspúblicas, van quedando en un segundo plano, ocuando menos son equilibradas con horizontesmás complejos y más ambiciosos. En ese con-texto, el abandono de los procesos de participa-ción de un sector que ve limitado su inicialpoder, se vuelve en su contra. Lejos de lograrlegitimidad, se deslegitima cuando abandonaunilateramente el proceso participativo.

    2.3. Cinco maneras diferentesde hacer participación

    La cuestión planteada nos remite de formaclara a los contenidos de los procesos participa-tivos, contenidos que presentan su alcance demenos a más en 5 fórmulas de participaciónasentadas en 1) la información, 2) la consulta,3) la codecisión, 4) la decisión a través de con-sultas vinculantes y 5) la co-gestión.

    1. Información. Bien de tipo descendente (delas autoridades a la ciudadanía), como ascen-dente (de las y los ciudadanos a las autorida-des). En relación a la información descen-dente, ésta debe ser bien visible y accesible;debe llegar a todos y todas las ciudadanas,incluso a aquellos/as que no parecen mostrarpreocupación alguna por los asuntos públi-cos. Hablamos, por lo tanto, de proporcio-nar a la ciudadanía información en cantidady calidad para permitir una comprensión dela actividad pública, y sobre todo, juzgarla yformarse una opinión propia sobre ella. Delotro lado, entendemos por informaciónascendente la gestión activa de las sugeren-cias, quejas y reclamaciones. En definitiva,para una verdadera “pedagogía de la partici-pación” es imprescindible que este primer

    grado o escalón en el proceso participativosea amplio y sólido.

    2. Consulta. Es la segunda etapa hacia unacompleta participación ciudadana. Se tratade recoger una opinión de los ciudadanos yciudadanas, que puede ser o no tenida encuenta, para mejorar la toma de decisionesque en última instancia harán las autorida-des competentes. Existen métodos amplios yvariados para ello: encuestas de opinión,encuestas de satisfacción, estudios de impac-to, reuniones públicas, referendums consul-tivos, consejos ciudadanos deliberativos, etc.

    3. Concertación. Mediante la concertación, lasautoridades reconocen a los ciudadanos y ciu-dadanas como expertos en las cuestiones queles afectan, además de proporcionarles mediose información y formación suficiente paraexpresar su parecer en relación a la políticaestudiada. Aunque puede ser temporal, loaconsejable es establecer estructuras perma-nentes de consulta, de carácter sectorial o terri-torial, bien con individuos o bien con asocia-ciones y colectivos organizados, lo que facilitaciertos mecanismos de consenso e influenciade los ciudadanos, pero no compromete obli-gatoriamente a las autoridades en los mismos.Supone un paso más en el camino a una com-pleta participación ciudadana.

    4. Co-decisión. La forma más habitual de unaverdadera participación ciudadana es lainclusión de la ciudadanía en la adopción dedecisiones que son vinculantes para las auto-ridades. Significa, de hecho, compartir elpoder, codecidir entre ciudadanos y sus re-presentantes; supone un alto grado de impli-cación, una especie de compromiso contrac-tual entre unos y otros. Fórmulas de codeci-sión podrían ser el referéndum decisorio, losconsejos de personas mayores vinculantes,los presupuestos participativos... Hoy porhoy, es una manera de participación casiinexistente en la práctica y, tal y como mani-festó uno de los compañeros “…este es unobjetivo que nos tendríamos que plantear deforma inmediata”.

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    5. Co-gestión. La implementación o desarrollode una política pública tiene también sumodalidad participativa. Nos referimos a lacogestión o coparticipación de las autoridadespúblicas y los propios ciudadanos en la ges-tión de los asuntos colectivos. A veces se pro-duce como consecuencia de un proceso de co-decisión, pero también pueden adoptarseacuerdos entre la institución pública y el teji-do social organizado sobre programas deacción previamente decididos, al menos ensus objetivos, por las autoridades; y, a vecestambién, los ciudadanos se apropian del pro-ceso dando paso a la autogestión. Una buenapráctica de cogestión y partenariado implicala co-evaluación de los resultados.

    2.4. Posibilidades y límites

    Tras la presentación de estas tipologías de proce-sos participativos, el grupo reflexiona sobrelos límites del alcance de estas estrategias. Así,se considera que en toda dinámica de partici-pación existen unos limites inherentes al pro-pio proceso. Habitualmente, se apunta, noparticipa mucha gente, por ello tiene que exis-tir una manifiesta representación de todos losgrupos del territorio. De igual forma, se con-sidera que la participación precisa no solo deinformaciones y consultas esporádicas, sino,sobre todo, de mecanismos formales establesen el tiempo. Solo esta estabilidad posibilitaque se mantengan y refuercen las relaciones deconfianza entre los actores. Desde esta pers-pectiva de estabilidad, se valoran, en un pri-mer nivel, las formas de codecision, que aun-que tienen el límite de que la decisión recae enel responsable político, también generanoportunidades en la medida en que las deci-siones van a venir muy condicionadas por lacapacidad de “presión” del resto de actoresimplicados. Bien es verdad que el grupoobserva las dificultades que se encuentran a lahora de encarar procesos asentados en formasde co-decisión. Se considera que éstas son elresultado de tensiones y choques que ponende manifiesto la voluntad de los actores conmenos capacidad de incidencia política paraparticipar en la toma de decisiones públicas.

    En este sentido es ilustrativa la expresión deuno de los componentes del grupo cuandoafirma que “...participamos en una mesa de‘envejecimiento activo’ de la Diputación deBizkaia, pero cuando hablamos de financiacióny apoyo a las asociaciones que trabajan, nosdicen que somos voluntarios y como tal, proble-mas económicos son nuestros”. Se entiende porlos asistentes que, “…además de la voluntad dela parte asociativa, es imprescindible que hayauna previa voluntad política que haga viable elproceso”. Una voluntad política que tiene queser conocida de antemano, para evitar confu-siones que a posteriori aumenten la frustra-ción. Se recuerda, en este sentido, que en oca-siones se “venden” ciertos procesos de partici-pación como co-decisorios, aunque a la horade la verdad no exista voluntad por parte delas instituciones de ceder parcelas de poder.Esta cuestión, en última instancia, alimenta ladesconfianza y la desilusión de los actores quehabrían aceptado tomar parte en el procesoparticipativo. Finalmente, se apunta que ladecisión hoy en día muestra altos niveles decomplejidad, ya que en muchas ocasiones lasrespuestas públicas deben atender a presionesde otras instituciones superiores, e incluso alos intereses de ciertos grupos de presión. Deesta forma, la complejidad en la toma de deci-siones, los límites de las instituciones, etc.dificultan la puesta en marcha de estrategiascon capacidad plena a la hora de decidir par-ticipadamente las decisiones políticas. Detodas formas, es de común asentimiento queel proceso hay que ponerlo en marcha y, si espreciso, denunciar actitudes difícilmente asi-milables.

    3. Fomentando la participación.La técnica nos puede ayudar

    3.1.Análisis DAFO

    Antes hemos convenido que el proceso de par-ticipación es un proceso de aprendizaje –que sedesarrolla participando-, y la cogestión es unhorizonte al que nos podemos ir acercando através de procesos formativos asentados en la

    FOMENTANDO LA PARTICIPACIÓN. LA TÉCNICA NOS PUEDE AYUDAR

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    FOMENTANDO LA PARTICIPACIÓN. LA TÉCNICA NOS PUEDE AYUDAR

    mutua confianza. Y precisamente, cuando par-ticipamos en un movimiento asociativo engeneral, y de personas mayores en particular,nos encontramos con problemas para que otraspersonas participen. No están motivados, noles interesa, no tienen tiempo…; muchas sonhoy, como siempre, las causas y las razones queconducen al inmovilismo. Pero quizás hemosde ir un paso más allá y ver qué es participarpara ellos y ellas, y que dificultades tenemos opodemos tener.

    Las técnicas nos pueden ayudar a identificarmejor estas dificultades, y también aquellaspotencialidades que como colectivo tenemospara su superación. Es el caso de los análisisDAFO: herramientas de diagnóstico que nospermiten visualizar, desde la voz de los pro-pios implicados, aquellos aspectos positivos ynegativos del tema en cuestión, para poderestablecer luego procesos de intervencióncoherentes y eficaces para llegar a su armo-niosa solvencia.

    La técnica DAFO responde a las siglas de De-bilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportuni-dades. Es una técnica que se aplica en los estu-dios prospectivos sobre dinámicas sociales par-ticipativas.

    Desde hace décadas se está adoptando enEuropa por grupos cada vez más numerosos conaplicaciones en muy diversos ámbitos sociales yeconómicos. Esta técnica alcanza una gran rele-vancia en la planificación estratégica y en eldiagnóstico de necesidades, sin olvidar las pro-puestas de intervención de forma consensuada yparticipativa.

    Esta metodología es útil cuando se pretendeimpulsar transformaciones estructurales ydinamizar el cambio, elab