Cine Felgueroso. 50 años de cine en Langreo

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CINE FELGUEROSO 50 AÑOS DE CINE EN LANGREO

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Libro editado por la Tertulia Cinematografica Sala Ocura en colaboracion con el Ayuntamiento de Langreo para conmemorar el 50 aniversario del Cine Felgueroso.

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Parodiando la letra del famoso tango, podríamos decir que cincuenta

años son nada, porque eso es lo que parece haber pasado desde que un

4 de diciembre de 1959, el Cine Felgueroso echara a andar levantando

por primera vez su telón para proyectar la película Horizontes de gran-

deza (The big country, 1958), dirigida por el gran William Wyler. Desde

entonces hasta hoy, y como se solía decir entonces, con un descanso a

la mitad para visitar el ambigú más largo de lo esperado y que a todos

nos pareció una eternidad, muchos relatos, historias e imágenes son las

que han pasado ante nuestros ojos para hacernos reír, soñar o llorar.

Pues bien, un puñado de ellas es lo que queremos ahora reunir para

festejar el quincuagésimo aniversario de la sala de cine más genuina y

emblemática de nuestro municipio, con una estructura arquitectónica

de forma elipsoidal avanzada a su tiempo que trascendió y aún lo hace,

mucho más allá de nuestros límites geográficos.

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Alejandro ZapicoFrancisco JuradoEduardo J. ParraSergio RamosDaniel AlbadalejoAvelino Fernández

Jovino Martínez SierraJulia Díaz-Faes MuñozGabino Busto HeviaJosé Enrique Mencía

Francisco Jurado; Diana y Néstor Fernández Pérez; Sala Oscura; Área de Imagen del Ayuntamiento de Langreo, y Gabino Busto

Sala Oscura. Tertulia CinematográficaAyuntamiento de LangreoEduardo ParraMarcos MorillaMarcos Morilla, Eduardo Urdangaray, Eduardo Parra, Julián L. GonzálezPandiella y Ocio (tipografías utilizadas: Minion y Gill Sans)Fotomecánica PrincipadoGráficas Apel

Sala Oscura. Tertulia CinematográficaMarcos Morilla, Eduardo Urdangaray, Eduardo ParraSus autores

Las imágenes de este libro son marcas registradas y copyright de sus autores-herederos, y/o productoras-distribuidoras. Su uso, a modo de cita, es meramente informativo y no persigue fines de lucro. Sala Oscura agradece la cortesía de los propietarios en la reproducción de las mismas.

d. l.: as-5.939/2009 isbn: 978-84-923404-1-5

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7 Presentación de María Esther Díaz García, alcaldesa de Langreo

9 Sala oscura10 Cincuenta años son nada | Alejandro Zapico Rato24 Un círculo de 50 años | Avelino Francisco Fernández Suárez

26 1. Los inicios del Cine Felgueroso (de 1959 a 1970) 56 2. Años setenta 74 3. Años ochenta 90 4. Años noventa 124 5. El nuevo siglo 174 6. Epílogo

184 Películas programadas en el 50 aniversario 186 Con la muerte en los talones Alfred Hitchcock | Alejandro Zapico Rato 188 West side story Robert Wise y Jerome Robbins | Alejandro Zapico Rato 190 El hombre que mató a Liberty Valance John Ford | Avelino Fernández 192 La muerte tenía un precio Sergio Leone | Avelino Fernández 194 El graduado Mike Nichols | Alejandro Zapico Rato 196 El guateque Blake Edwards | Francisco Jurado 198 Cowboy de medianoche John Schlesinger | Daniel Albadalejo 200 La balada de Cable Hogue Sam Peckinpah | Avelino Fernández 202 Cabaret Bob Fosse | Alejandro Zapico Rato 204 El padrino Francis Ford Coppola | Francisco Jurado 206 El jovencito Frankenstein Mel Brooks | Sergio Ramos 208 Alguien voló sobre el nido del cuco Milos Forman | Sergio Ramos 210 Taxi Driver Martin Scorsese | Daniel Albadalejo 212 La escopeta nacional Luis G. Berlanga | Daniel Albadalejo 214 Alien, el octavo pasajero Ridley Scott | Francisco Jurado 216 Manhattan Woody Allen | Sergio Ramos 218 Carros de fuego Hugh Hudson | Alejandro Zapico Rato 220 E. T., el extraterrestre Steven Spielberg | Avelino Fernández 222 Blade Runner Ridley Scott | Daniel Albadalejo 224 Los santos inocentes Mario Camus | Alejandro Zapico Rato 226 Cinema Paradiso Giuseppe Tornatore | Sergio Ramos 228 Los fabulosos Baker Boys Steve Kloves | Alejandro Zapico Rato 230 ¡Ay, Carmela! Carlos Saura | Alejandro Zapico Rato 232 Muerte entre las flores Joel Coen | Sergio Ramos 234 Atrapado por su pasado Brian de Palma | Daniel Albadalejo 236 Pulp Fiction Quentin Tarantino | Daniel Albadalejo 238 Los puentes de Madison Clint Eastwood | Avelino Fernández

240 Apéndices 242 Las colecciones de carteles de cine del Ayuntamiento de Langreo Gabino Busto Hevia 248 Nada por aquí... Nada por allá... | Jovino Martínez Sierra 254 El desván de los colores | José Enrique Mencía 262 Cine Felgueroso. Testigo de un Langreo dorado y decadente Julia Díaz-Faes Muñoz

Índice

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«la fotografía es verdad. Y el cine es verdad veinticuatro veces

por segundo», sentencia el director Jean-Luc Godard. Si tenemos en

cuenta esa máxima, a lo largo de los cincuenta años de existencia

que cumple nuestro querido Cine Felgueroso, han sido millones y

millones las verdades que, fotograma a fotograma, se han proyectado

en su pantalla tanto en su primera época, como en esta nueva etapa

que iniciamos tras su rehabilitación en 2007.

Y podemos interpretarlas como verdades, precisamente, porque

el buen cine logra «que nos lo creamos», que nos metamos en

la historia que nos cuentan, que nos pongamos en la piel de

sus personajes, dando así rienda suelta a nuestra imaginación,

compartiendo con quienes están al otro lado de la pantalla ilusiones,

esperanzas, miedos, sentimientos, inquietudes… porque logran,

inevitablemente, que nos identifiquemos con ellos, con unas u otras,

con unos u otros, según el momento vital que atravesemos, según

nuestra forma de ser y, cómo no, según nuestra forma de ver y vivir

este «séptimo arte».

Es un orgullo para mí poder celebrar con todos ustedes medio

siglo de existencia del cine más emblemático de nuestro concejo,

el Cine Felgueroso, ése que hemos recuperado en el centro de la

ciudad cuando los cánones marcan que hay que sacarlos fuera. Sigan

disfrutando de su programación, de todas y cada una de las películas

que en él se proyectan, de las emociones que nos provoca un buen

filme que nos deja un recuerdo inolvidable y, por supuesto, de este

libro que conmemora un cincuenta aniversario del que nos sentimos

profundamente orgullosos. «Feliz cumpleaños».

María Esther Díaz García Alcaldesa de Langreo

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parodiando la letra del famoso tango, podríamos decir que cincuenta años son nada, porque eso es lo que parece haber pasado desde que un 4 de diciembre de 1959, el Cine Felgueroso echara a andar levantando por primera vez su telón para proyectar la película Horizontes de grandeza (The big country, 1958), dirigida por el gran William Wyler. Desde entonces hasta hoy, y como se solía decir entonces, con un descanso a la mitad para visitar el ambigú más largo de lo esperado y que a todos nos pareció una eternidad, muchos relatos, historias e imágenes son las que han pasado ante nuestros ojos para hacernos reír, soñar o llorar. Pues bien, un puñado de ellas es lo que queremos ahora reunir para festejar el quincuagésimo aniversario de la sala de cine más genuina y emblemática de nuestro municipio, con una es-tructura arquitectónica de forma elipsoidal avanzada a su tiempo que trascendió y aún lo hace, mucho más allá de nuestros límites geográficos.

En este preciso momento, seguramente todos estamos evo-cando recuerdos de nuestra relación con este cine, de cuándo empezó, de las vivencias que nos tocó vivir en él, de todos los sentimientos que nos afloran al mirar atrás, no con ira, sino con una infinita nostalgia de una infancia, adolescencia, juven-tud o por qué no, madurez, que se fueron en un suspiro. Es cu-rioso observar que con nuestra memoria selectiva, torpedeada

Cincuenta años son nadaAlejandro Zapico Rato Presidente de Sala Oscura, Tertulia Cinematográfica

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frecuentemente por los achaques propios de la edad (como dice un amigo, «el alemán ya no avanza lentamente por nues-tro cerebro, sino que corre cada vez más rápido»), no podemos acordarnos de lo que comimos ayer, pero sí de lo que aconte-ció hace muchos años. Bueno, pues hagamos un esfuerzo, un ejercicio nostálgico que nos haga retrotraernos a otra época, rejuvenecer un poco, aunque sólo sea figuradamente, ya que en el peor de los casos, ello nos producirá una sonrisa cóm-plice o una pequeña satisfacción personal, pues sabido es que al hacerlo, cualquier tiempo pasado nos parece mejor, quizá simplemente porque éramos más jóvenes o por la tendencia a revivir sólo las cosas agradables obviando las penurias y los hechos tristes, que también los hubo.

No me pregunten por qué, pues no sé la razón, pero a pe-sar de que llegué a conocer en funcionamiento simultánea-mente otros tres cines en Sama (Hogar, Rozada y Victoria), amén de tres más en La Felguera (Maripeña, Astur y Pilar Duro) y otros dos en Ciaño (Ideal y Capitol), mi favorito siempre fue el Cinema Felgueroso, como rezaba el letrero lu-minoso en la cornisa de su fachada principal. Él era mi cine, el que más asiduamente frecuentaba y por consiguiente, al que tengo ligadas muchas más anécdotas de mi vida, tanto personales como colectivas, pues fuimos creciendo juntos. Por ser un edificio independiente, que no estaba pegado a ningún otro como lo estaban los demás, era como un ve-cino, un compañero o un amigo más, que estaba siempre ahí firme y que no te fallaba nunca los fines de semana, aunque alguna vez le dejaras plantado por razones de programación o de calificación de película no tolerada para menores (¡qué rabia daba y que ganas teníamos de ser mayores o de al menos parecerlo para engañar al portero!).

Así, yo no puedo olvidar el día en que mi madre me ino-culó el bendito virus del cine siendo un niño, sentado en una butaca de esta sala (en el borde y con el asiento levantado, que me molestaba el espectador delante mío), inculcándome su afición y la pasión por el Séptimo Arte que ella sentía y aún siente. Nunca le podré agradecer lo bastante el placer y la magia que experimenté la primera vez que me planté aquí, delante de la pantalla, para ver una película cuyo título no entendía y que era algo desconocido que, a priori, me pro-ducía cierta inquietud e incluso desasosiego, aunque, según ella, ya me había llevado antes a ver otras y en diferentes salas, pero no las recuerdo. Tendría unos cinco o seis años cuando a pesar de mi reticencia inicial y sólo a causa de su firme insistencia, me trajo a la sesión de las cinco de la tarde y ante mí, boquiabierto, apareció Mary Poppins, con su cara angelical, volando con su paraguas de empuñadura de pájaro y cantando el famoso supercalifragilisticoespialidoso o aque-llo de que «con un poco de azúcar esa píldora que os dan...». Desde aquél mismo momento, mi vida ya no volvería a ser

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la misma, pues había descubierto el mundo de la fantasía y resultaba que aquel lugar era como una fábrica de sueños. Durante dos horas, dejabas fuera tu realidad para vivir otra distinta, virtual, imaginaria, plagada de aventuras desarro-lladas en mil sitios diferentes por unos personajes con los que te podías identificar e incluso reencarnar después jugando en casa o en la calle con tus amigos. ¡Qué bonito es ir a un sitio con un ambiente tan místico y silencioso como el de la sala os-cura, predispuestos a divertirse, a que te cuenten una historia, a dejarte engañar y creértela! Gracias mamá.

A partir de entonces, supe que existía algo nuevo con toda la liturgia que llevaba aparejada, pues el hecho de acudir al cine incluía toda una serie de acciones y decisiones concate-nadas. Primero tenías que mirar las carteleras de las diferen-tes salas que, además de en sus propias fachadas, estaban col-gadas en algunas paredes estratégicas de las calles de Sama. Bueno, eso a veces no era necesario porque ya tenías claro qué película ver desde la semana anterior, pues habías visto el trailer y te habían metido el gusanillo (en cambio ahora ves uno que te cuenta toda la película y se te quitan las ga-nas). Una vez decidido qué ver y dónde (pongamos el Fel-gueroso, claro), el segundo paso era escoger el día y la hora, que generalmente en aquellos años solía ser los domingos a las cinco de la tarde. Luego tocaba lo que menos me gustaba, pero que visto ahora tenía su historia: la cola ante la taquilla, cuya longitud y tiempo de espera eran directamente propor-cionales a la fama del filme en cuestión y que a su vez con-dicionaba el tercer paso: la fila y la zona del cine a escoger. Aunque todos teníamos nuestras preferencias, lo normal era que los jóvenes fueran a butaca principal (segundo piso) que era más barato o, algunas veces, a la butaca de club (primer piso o entresuelo), dejando la butaca de patio (planta baja) para la gente mayor. Una vez sacada la entrada, qué gusani-llo sentías por el cuerpo cuando se la entregabas al portero (un señor muy alto, con uniforme y gorra de plato, que pa-recía un general), te cortaba un trozo y te la devolvía, era .... como sentirse mayor. Ya dentro, en el hall, después de mirar a la izquierda, donde estaba el puesto de golosinas, llegaba la cuarta decisión: comprar caramelos inmediatamente (in-olvidables los de naranja, limón o toffes) o esperar a hacerlo al descanso (después del no-do o a la mitad si era de larga duración, previo paso obligado por el servicio en el sótano) y aprovechar para tomar un refresco (un Crush de naranja o un Boy de limón), en el ambigú o bar que había en el re-llano de la escalera del último piso, en función del dinero que tuvieras, claro está. Todavía antes de pasar a la sala, era inevitable volverse hacia la pared del frontal superior de la entrada o mirar arriba directamente a través de los espejos, para ver los carteles colgados de las películas anunciadas que llegarían en las próximas semanas e ir calentando motores.

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Después de eso, ya ubicado en tu butaca, nervioso y expec-tante, se apagaban las luces por fases, pausadamente, des-aparecían la últimas voces del público, se retiraba el telón de la pantalla y sólo quedaba dejarte llevar por la imaginación. Todo perfecto.

Dentro de este proceso, no quiero que se me olvide un detalle que entonces nos parecía banal y ahora, desgracia-damente ya en desuso, se me antoja muy importante y de un profundo amor por el Séptimo Arte. Se trataba del pro-grama de mano, aquellos panfletos de propaganda de papel que se repartían a la entrada del cine y donde en el anverso venía reproducido el cartel de la película que se iba a ver y en el reverso, la información más relevante, con unos concisos datos de la ficha técnica y artística, amén de algún próximo estreno o alguna publicidad comercial. Una vez en nuestro poder, después de echarle un vistazo, los chavales hacíamos con ellos dos obras de ingeniería: aviones, que despegaban al aire desde las zonas altas para ver como volaban y aterri-zaban en las cabezas de los espectadores de abajo, o barcos, que después flotábamos en el río Nalón lanzándolos desde la pasarela del Instituto. Teniendo en cuenta el alto valor mo-netario que tienen hoy día para los coleccionistas, ¡no quiero ni pensar en la millonada que podría tener ahora si los hu-biera conservado! Una lástima, pues tenían además un gran valor artístico, ya que eran fieles reproducciones de los car-teles cinematográficos que en aquella época eran pintados a mano por especialistas. En la medida de nuestras posibi-lidades, en Sala Oscura Tertulia Cinematográfica estamos intentando retomar esta vieja costumbre en nuestros ciclos, insertando algunos de esos programas en las publicaciones periódicas que ofrecemos a los espectadores de forma gra-tuita, lo cual es posible gracias a Francisco Jurado, miem-bro de nuestra asociación y uno de los coleccionistas más importantes de España.

Con el final de la niñez y el inicio de la preadolescencia, llegaron los primeros amigos que haces en el colegio, donde surgen las afinidades y los gustos comunes que te unen a ciertas personas para toda la vida y que juntamente con otras cosas, van forjando tu personalidad. En este punto, debo des-tacar, como parte muy importante en mi vida, a mi amigo del alma Miguel Ramos, añorado y recordado cada momento del resto de mi existencia, tristemente fallecido también un 4 de diciembre de 2007, que había vivido mucho tiempo en-frente del Felgueroso y que cumplían años a la vez (¿qué si no el destino?). Él y yo, amigos para siempre desde que nos conocimos en el colegio de las monjas de Sama con cuatro o cinco años, hicimos del Cine, con mayúsculas, una de nues-tras razones para vivir y mayoritariamente juntos, a veces con otros amigos de la pandilla menos aficionados o apasionados al celuloide, fuimos asiduos a esta sala, primero, cuando las

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películas no eran toleradas para menores, en la sesión infan-til de los domingos a las tres de la tarde y cuando lo eran, a la sesión de las cinco (si la propina semanal se podía estirar, incluso a las dos), para después, al salir, jugar al género del que trataba, ya fueran vaqueros, romanos, policías, etc. Así a bote pronto, vienen a mi memoria films del Oeste con John Wayne como El Dorado o Chisum, donde su silueta a caba-llo aparecía dibujada en una colina observando su rancho, mientras sonaba la canción de título homónimo; los de Can-tinflas, donde reías y llorabas a partes iguales, mientras pre-guntabas al de al lado qué había dicho en su jerga mejicana; los de Fu-Manchú o Fantomas, que nos ponían tan nerviosos que gritábamos de miedo; los spaghetti western, con actores españoles haciendo de sheriff americano en Arizona y siem-pre con pocos diálogos y muchos tiros que sonaban a pichun, pichun; los del actor francés Louis de Funés haciendo de gen-darme atribulado con un montón de muecas; los peplum, con forzudos como Maciste luchando contra los romanos; los de actores infantiles como Marisol, Rocío Dúrcal, Joselito o Pili y Mili, que casi siempre eran huérfanos o no conocían a sus padres y se ganaban la vida cantando; los del grupo Los Bra-vos, que supusieron nuestros primeros contactos con la mú-sica pop y el inglés, aunque el guachi macachi que cantábamos sonara más bien a chino; etc.

Quiero remarcar la importancia que tuvo en aquellos años de formación la mencionada sesión infantil en el Fel-gueroso, pues fue un semillero creador de cinéfilos y de tem-pranas pasiones cinematográficas. Allí íbamos corriendo to-dos los domingos con el último bocado de la comida (que para colmo, ¡ese día se hacía más tarde que el resto de la se-mana!), para al llegar, encontrarnos casi siempre una larga cola y buscar en ella algún conocido para colarnos y que nos sacara la entrada. No importaba el título, el género o la ca-lidad de la película en cuestión, pues el precio barato y el que fuera tolerada, nos permitía entrar a un santuario re-servado a los mayores y generalmente sin ellos, pudiendo así dar rienda suelta a nuestras emociones, sin cortarte, gri-tando para avisar al mocín protagonista de la presencia del asesino al otro lado de la puerta; animar al bueno en su ga-lopada para alcanzar al fugado, aunque el caballo del malo siempre era más lento; llorando de pena (disimuladamente, claro, que éramos hombres y ya se sabe) cuando lo mataban, aunque siempre acababa resucitando; riendo a mandíbula batiente algún golpe o caída de un personaje; aplaudiendo con todas nuestras fuerzas cuando llegaba el 7.º de caballe-ría salvador; o también silbando y protestando airadamente hacia la cabina de proyección cuando se atascaba algún foto-grama o se cortaba la cinta (¡cuadru, cuadru!). Aquello sí que era estar involucrado en la trama, vaya si lo era. Y todo esto procurando no ser detectados por la linterna acusadora del

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acomodador, no fuera que nos echara de la sala y nos que-dáramos sin ver el final, que ya era mala suerte que te tocara a ti con todo el mundo sublevado.

Con la adolescencia, nos llegó la edad del pavo y ahí, amigo mío, los problemas eran otros, pues de pronto aparecieron las chicas en nuestra pandilla que, hasta entonces, era sólo de amigos, para cambiar la escala de valores. ¿Pero de dónde habían salido? Aquello además de una intromisión y una no-vedad en nuestras vidas, era un fastidio y paralelamente, ge-neraba una lucha interna pues ahora, además de consen-suar los gustos cinematográficos con ellas (que por supuesto nunca eran comunes), había que componérselas como fuera, incluso sobornando a alguien con alguna golosina o cromos de cualquier colección, para que en el reparto de las entra-das, te tocara al lado de Pepita. Claro que ella estaba inten-tando lo mismo para que le tocara al lado de Juanito, pues los sentimientos casi nunca eran coincidentes. Cómo olvidar el acelerón de los latidos del corazón con su sola presencia o con un simple roce de la ropa en la lucha por el reposabrazos común, mientras veíamos películas como Dos hombres y un destino, donde descubrimos a Robert Redford y que dado el éxito que tenía con el personal femenino, pasó a ser nuestro modelo a imitar; El golpe, de nuevo con la pareja Newman-Redford haciendo estragos en las chicas; Love Story, con la famosa frase amar significa no tener que decir nunca lo siento, que decía Ali McGraw; Barry Lyndon, siguiendo las aventu-ras amorosas de Ryan O’Neal a ritmo de música clásica; o Doctor Zhivago, con Omar Sharif por la estepa ruso-espa-ñola buscando a Lara, aunque algunas llegaban a la pantalla de nuestro cine años después de su estreno original. Incluso asistimos expectantes e incrédulos al cambio radical de la imagen de Marisol en La corrupción de Chris Miller (Juan Antonio Bardem, 1972), donde por cierto también aparecía otro icono cinematográfico como Jean Seberg. De esta época y por motivos estrictamente personales, que no por su ca-lidad artística, también guardo un recuerdo especial de La quebrada del diablo, Adiós, cigüeña, adiós o Mandingo.

Fue también en aquellos años, donde surgió una nueva tendencia entre la juventud que acudíamos al cine, que era la de entrar en el pequeño descanso que había justo des-pués del no-do y antes de empezar la película. Aunque ge-neralmente no era compartida por las personas mayores y no sé de dónde surgió, esta moda nos evitaba ver aquellos reportajes con noticias que llegaban con bastantes semanas de retraso y casi siempre con inauguraciones de pantanos, la final de fútbol de la Copa del Generalísimo, los Coros y Danzas de la Sección Femenina de gira por cualquier país o alguna corrida de toros con El Cordobés de protagonista (debo reconocer, no obstante, que allí descubrí yo el colo-rido de la fiesta nacional, pues mi televisor era en blanco y

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negro). Hacerlo era una especie de acto de rebeldía juvenil y aunque no tenía en absoluto ningún carácter reivindicativo de nada (al menos en mi pandilla), era como una forma de sentirnos mayores, por distinguirnos del resto de los asisten-tes y de paso evitar las aglomeraciones a la entrada, aunque a veces, si calculabas mal los tiempos, llegabas tarde, te perdías el comienzo (¡con la rabia que me daba perderme los títulos de crédito!) y encima tenías que entrar a oscuras siguiendo el haz de luz de la linterna del acomodador, tropezabas en todos los sitios y molestabas a los espectadores sentados en tu fila, ya que tenían que levantarse para dejarte pasar dada la estrechez del espacio, impidiendo de paso la visión a los de las filas de atrás. Bueno, eran daños colaterales, no todo iban a ser ventajas.

Durante la transición, en la segunda mitad de la década de los setenta, tras la muerte de Franco en 1975 y con la llegada de una entonces endeble libertad a nuestro país, tuvo lugar un hecho insólito para nosotros en lo que respecta estricta-mente al ámbito cinematográfico: la caída de la censura y con ella la relajación y rebaja de las calificaciones de las películas, dejando de ser una estricta prohibición para pasar a ser más bien un consejo o un mirar para otro lado. De repente ya no había problema para entrar en el cine y eso, unido a que no-sotros seguíamos creciendo, nos pareció una bendición. Ca-yeron viejos tabúes y con ellos, también la ropa de las actri-ces (a los matices políticos y reivindicativos todavía no llegá-bamos). Surgió un cine español de baja calidad llamado del destape, que consistía básicamente en desnudar a las protago-nistas femeninas bajo cualquier pretexto, aunque no siempre lo exigiera el guión (¿lo tenían?). Cómo no recordar pelícu-las como Las adolescentes (Pedro Masó, 1975) o La trastienda (Jorge Grau, 1976), con el primer desnudo integral del cine patrio a cargo de María José Cantudo; las protagonizadas por Nadiuska, Ágatha Lys o Susana Estrada; las dirigidas por Ma-riano Ozores, casi siempre con Pajares y Esteso al frente de un reparto con muchas chicas guapísimas, etc. Apareció un tipo de cine, desconocido por entonces, llamado erótico o clasifi-cado «S» (el «X» vendría algo más tarde), generalmente ex-tranjero, con cintas llegadas de reestreno a España tras mu-chos años de fama internacional, como El último tango en París y su famosa escena de la mantequilla, de la que todo el mundo hablaba pero casi nadie había visto, Emmanuel (con sus variantes raciales y secuelas), Madame Claude, Bilitis, etc. Descubrimos que por ahí fuera ya existían mitos sexuales como Brigitte Bardot, Raquel Welch, Claudia Cardinale o Sofía Loren. Todo esto pasaba tan rápido ante nuestra ató-nita mirada de espectador que pensábamos que aquello era un sueño, pues quién se podía imaginar sólo unos años antes ver estas películas en el cine de nuestro pueblo, en el Felgueroso, sin falta de ir a Perpignan.

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Naturalmente, este fenómeno vino acompañado, a modo de refuerzo, de numerosas revistas que colgaban en los quioscos con multitud de fotos de chicas desnudas, muchas de ellas actrices, destacando nuevamente aquellas de Mari-sol publicadas en Intervíu que motivaron su desmitificación definitiva como actriz infantil y supuso una especie de pis-toletazo de salida del destape a nivel popular. Para la gente de mi generación, en aquél momento de nuestras vidas, la combinación de este tipo de cine y publicaciones, significó el despertar al sexo, era como una educación explícita, pues nunca fue más significativo lo de que una imagen vale más que mil palabras. Sin embargo, una vez abierta la veda, tam-bién tuvimos acceso a otro tipo de películas de mayor calidad que trataban el tema desde otros puntos de vista más ade-cuados, serios o didácticos para la mentalidad de unos jó-venes pletóricos y llenos de testosterona. A este respecto, vi-mos títulos emblemáticos como El graduado, donde nos ena-moramos perdidamente de una bellísima Katharine Ross; Cowboy de medianoche o American gigoló, donde conocimos el mundo de la prostitución masculina; Verano del 42, ju-rando amor eterno a una diosa como Jennifer O’Neill y en-vidiando como nadie pueda imaginar al joven chico prota-gonista que se iniciaba en el sexo con ella; La reencarnación de Peter Proud, con la misma protagonista femenina anterior y que mi amigo Juan y yo fuimos a ver un jueves a las siete y media embobados, confirmando nuestro compromiso con ella hasta la muerte; o Shampoo, donde Warren Beatty nos demostraba que para ser peluquero de señoras no era condi-ción sine qua non el ser homosexual, mientras atendía priva-damente a clientas tan guapas como Julie Christie, muy lejos del personaje de Lara y de Omar Sharif.

Por otros motivos, pero con ciertas concomitancias, en aquél momento tan delicado de nuestra historia reciente hubo otros títulos españoles que causaron gran impacto y que igualmente desfilaron por nuestra sala favorita, como Furtivos (José Luis Borau, 1975), dura y descarnada donde las haya; La petición (Pilar Miró, 1976), con una Ana Belén desinhibida en una relación con tonos de sadismo; La esco-peta nacional (Luis García Berlanga, 1977), o cómo hacer ne-gocios en cacerías con ministros y aristócratas en la época franquista; Asignatura pendiente (José Luis Garci, 1977), ha-blando sin tapujos del sexo y de la situación socio-política en la recién estrenada democracia; etc.

Como todavía no se había inventado internet, el vídeo grabador no existía y por tanto, no se pirateaba (de hecho, no creo ni que existiera tal verbo entonces y un pirata era simplemente un marinero corsario con una calavera en el sombrero, parche en el ojo y pata de palo, como diría Sa-bina), para ver la película de éxito había que ir al Felgue-roso, lo cual daba lugar a un fenómeno en extinción: las

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tremendas colas en la taquilla que, afortunadamente y so-bre todo en invierno, discurrían por los soportales del edi-ficio, donde casi le daban la vuelta. Este hecho era espe-cialmente notorio los domingos en las sesiones de las 5 y las 7,30 horas, sobre todo con films tan famosos como El Padrino, donde después de esperar tediosamente mi turno, me dio la vuelta el portero porque todavía no era mayor de edad; Operación Dragón, que por imitar a Bruce Lee con-siguió más adeptos a las artes marciales que las academias destinadas al uso; La aventura del Poseidón o El coloso en llamas, que iniciaron el cine de catástrofes; las de la factoría Spielberg batiendo récords con Tiburón, En busca del Arca perdida y E. T. (la más taquillera de la historia del Felgue-roso) o Regreso al futuro, llegando los espectadores incluso a llenar la tercera parte de la sala (la de arriba del todo), que ya sólo se utilizaba en ocasiones especiales.

El tiempo fue pasando inexorablemente y ello cambió nuestra forma de ir al cine. Las pandillas dieron paso a las parejas o simplemente a ir sólo en un horario y días diferen-tes a los habituales, algo que hasta entonces era impensable. También, como no podía ser menos, cambió el tipo de pe-lículas que nos gustaba ver. Nos volvimos más sibaritas y ya nos creíamos cinéfilos, aunque eso significara renunciar en ocasiones a nuestra opinión en público a cambio de adoptar otras, leídas o escuchadas, de críticos o especialistas y así se podían oír frases como no la entendí, pero me gustó mucho, algo que aún hoy me resulta incomprensible, pero bueno, era el tiempo de creernos mayores. Había aparecido o des-pertado nuestro sentido crítico, ya no valía cualquier cosa, debíamos de salir de la sala pensativos, con alguna reflexión, no bastaba con estar simplemente emocionados o contentos, aunque fuera un tostón. Tardé muchos años en entender la máxima del gran director Billy Wilder, diciendo que sus pri-meros nueve mandamientos decían no aburrir. Después de todo el cine nació como un entretenimiento, para que la gente se divirtiera y olvidara sus problemas, ¿acaso hay algo mejor?

Durante nuestra época de estudiantes en la Universidad de Oviedo, apareció una nueva corriente cinematográfica, denominada de Arte y Ensayo, que acudíamos a ver al Palla-dium con los pases universitarios. Ello cambió nuestra per-cepción del cine, pues aparecieron obras y autores descono-cidos en géneros y películas que no siempre nos gustaban pero que había que ver, no tanto por vocación cinéfila, sino por, llamémoslo así, estar en la onda. Conocimos, aunque con un significativo retraso, a autores italianos como Fellini o Pasolini y los franceses de la Nouvelle Vague como Truffaut o Godard, a la vez que algunos nuevos para nosotros como Stanley Kubrick y su famosa La naranja mecánica, que mar-caría toda una época y tendencia, o vimos por vez primera

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películas en versión original fingiendo entender los diálogos sin falta de leer los subtítulos, a pesar de nuestro precario ni-vel en lenguas extranjeras. En fin, aunque visto con la pers-pectiva del tiempo parece difícil de entender, era producto de una época y una atmósfera nueva y libre, con todo un en-torno político cogido con alfileres y una sociedad en pañales abierta y enfrentada por primera vez a todo lo que nos venía del exterior como un torrente. En el aspecto cultural, desde luego se antojaba un panorama apasionante y nosotros es-tábamos predispuestos a absorber todo aquello como una esponja, lo más rápido que pudiéramos.

Así fue, pero en nuestro querido cine de cabecera, como descubrimos el horror de la guerra de Vietnam en El cazador, El regreso o Taxi driver; supimos de la existencia de los hip-pies y del flower power en Hair; conocimos la música disco e imitamos el baile discotequero y la ropa hortera de John Travolta en Fiebre del sábado noche y el poder de la brillan-tina en la posterior Grease; vimos el efecto devastador de las drogas y su influencia en la música rock en La Rosa; nos in-suflamos del espíritu deportivo y del fair play en Carros de fuego; comprendimos que el amor a una persona podía ser tan fuerte como a la tierra en Memorias de África, a los sones de la música de John Barry y la voz en off de Meryl Streep diciendo aquello de yo tenía una granja en África... y a Ro-bert Redford parando el tren en medio de la sabana para cargar colmillos de elefante; conocimos el erotismo y el de-seo a ritmo de cubitos de hielo y mermelada sobre la piel de Kim Basinger, en 9 semanas y media; en El club de los poe-tas muertos nos convencimos de que, como sospechábamos, había otra forma de enseñar diferente, aunque no asimilá-ramos el significado de carpe diem; nos volvimos a enamo-rar de otra chica, Julia Roberts, en Pretty Woman, cuya pro-fesión no la hacía la más recomendable para presentársela a nuestros padres; supimos de los efectos devastadores del sida en Philadelphia; o comprendimos que los indios ame-ricanos no sólo cortaban cabelleras a los rostros pálidos en Bailando con lobos; e incluso con El crack, de José Luis Garci perdimos los prejuicios contra actores españoles como Al-fredo Landa, lejos de sus papeles en las clásicas españoladas que generaron lo que dio en llamarse el Landismo. De este mismo director vimos casi de incógnito Volver a empezar, ro-dada en Asturias y que tras conseguir el Oscar a la mejor pe-lícula extranjera, volvieron a proyectar de reestreno, ya que poca gente la había visto en su pase inicial. Seguíamos pues el proceso vital, madurando y aprendiendo, almacenando his-torias y vivencias ajenas que iban conformando progresiva e imparablemente nuestra personalidad en la misma medida que acudíamos al cine.

Sin embargo, el hecho de que se ampliara el ámbito geográ-fico para ir a ver películas, no supuso el final de la relación con

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nuestro querido amigo El Felgueroso. No, simplemente pa-samos de tener una relación llamémosle estable a otra oca-sional, es decir, como si hubiéramos pasado de ser un fiel matrimonio a ser amantes. Esto se tradujo en nuevos há-bitos de asistencia al cine, pues ahora, debido al retraso de los estrenos en Sama respecto a Oviedo, lo utilizábamos no sólo para volver a visionar los films que nos habían gustado mucho, sino también para los que se nos habían escapado en la cartelera, para los de menor relevancia en cuanto a su calidad, o simplemente, íbamos por entretenimiento o para saciar nuestra adicción. El día elegido para ello era general-mente el lunes a la sesión de las 22,15 horas (nunca entendí muy bien este horario, pues siempre tenía que ir corriendo después de cenar apresuradamente o a veces sin hacerlo). La soledad de la noche y una sala sin tumultos, con pocos espec-tadores, invitaba a la concentración, le daba un aire intere-sante, más intelectual. Y siempre percibías nuevos matices en las tramas e interpretaciones y de vez en cuando, descubrías alguna joya que había pasado desapercibida y cuya publici-dad se transmitía por el boca a boca. La mayoría de las ve-ces que utilicé esta modalidad fue sin compañía, pues no so-lía ser planificado con antelación y sí decidido improvisada-mente sobre la marcha, aunque si antes de entrar te parabas a tomar un café, tampoco era desdeñable encontrar algún vo-luntario que se apuntara. Sin pensármelo mucho, recuerdo haber vuelto a ver de esta forma películas tan significativas como Ay Carmela, Lo que queda del día, Forrest Gump o Los puentes de Madison, por citar sólo algunas.

Lamentablemente, las reglas del juego cambiaron y los malos tiempos llegaron para los cines entendidos como tal, es decir, un edificio con una única sala. Aparecieron centros comerciales con multisalas, palomitas, Coca-Cola y varie-dad de ofertas de ocio, no sólo cinematográfico, que hicie-ron emigrar al espectador hacia otros derroteros geográfi-cos cercanos. Esto, combinado con cambios de hábitos en la sociedad en general, los dvd, la piratería, el ordenador, internet, etc., alejaron (y siguen alejando) al público cada vez más de la gran pantalla. Como era de suponer, esta ba-jada de la clientela no podía traer más que malos augurios para El Felgueroso, pues no olvidemos que era un negocio privado, no una ong. La consecuencia inexorable fue que un mal día del año 2002, nos encontramos con que cerraba sus puertas para siempre. Un cataclismo. ¿Cómo era posi-ble? ¿Quién lo había decidido? De repente nos faltaba un referente cultural. Un trozo de nuestro corazón se moría, la parte sentimental de todos nosotros se apagaba como una vela. Daba grima pasar por la calle Dorado y ver a nuestro amigo firme pero inerte, a oscuras, descuidado, con pegati-nas o carteles que nada tenían nada que ver con el Séptimo Arte. Aún sabiendo que no funcionaba, era imposible, al

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menos para mí, no girar la cabeza hacia sus carteleras con los cristales sucios, como si esperara que fuera a resucitar cualquier día. Ante mis ojos siempre me pareció que estaba triste, envejecido, que nos pedía ayuda a gritos con voz aho-gada. Era como abandonar a un amigo de forma desagra-decida después de cuarenta y tres años de darnos alegrías ininterrumpidas. Era una gran pérdida, un desastre, pero a mi modo de ver, básicamente era una gran injusticia y ni podíamos, ni debíamos permitirnos el lujo de tener des-aprovechado aquél espacio dejando que se consumiera y fuera el refugio de las ratas.

Tuvieron que pasar cinco años de travesía por el desierto, pero afortunadamente se hizo la luz al final del túnel. Quizá el empuje de un tenue clamor popular, la necesidad de es-pacio cultural o la valentía y brillante idea de una corpora-ción municipal, así como los aunados esfuerzos económi-cos tanto del Ayuntamiento de Langreo como de Cajastur, hicieron posible el milagro de recuperar el Cine Felgueroso para el ciudadano en una doble vertiente más interesante, la de centro cultural público y la de sala de cine propiamente dicha, con una programación variada mezcla de calidad, ac-tualidad y comercialidad, salteada de otras actividades rela-cionadas siempre con el mundo del celuloide. Una renova-ción que puso al día y modernizó el edificio conservando su naturaleza básica y cambiando ligeramente la distribución interior. Como no podía ser menos, la reinauguración tuvo lugar el 24 de julio de 2007 (curiosamente volviendo a coincidir con otra fiesta tan importante como Santiago) con la misma pe-lícula de la primera proyección, Horizontes de grandeza, que for-maba parte del ciclo que Sala Oscura Tertulia Cinematográfica dedicó al western de los años 50.

Pero la vida sigue y precisamente para conmemorar como se merece el cincuentenario de este emblemático lugar, he-mos pensado que nada mejor que programar un extenso y completo ciclo con algunas de las películas más significativas que a lo largo de estos años se han estrenado en esta pantalla, que todos recordamos y que a todos, de una u otra forma, nos impactaron o nos dejaron una profunda huella por al-guna razón personal. Aunque la duración del mismo se va a extender desde el mes de septiembre de 2009 hasta finales de marzo de 2010, es evidente que no podemos incluir todas aquellas que nos gustarían (a ustedes y a nosotros) por ra-zones de espacio y disponibilidad. Por tanto, ha sido necesa-rio hacer una selección buscando abarcar todas las décadas o géneros cinematográficos posibles, intentando no repetir, o no hacerlo demasiado, los mismos directores o intérpre-tes, pero siempre dentro de la línea marcada. También he-mos descartado aquellas películas que aún siendo de rele-vancia, han sido proyectadas recientemente o de las que no se ha podido conseguir una copia. Desfilarán algunos de los

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títulos que yo he mencionado en este artículo y que forman parte mi propia vida, pero también lo harán otros muchos que espero y deseo que estén en la suya y en la de todos los amigos que, semana tras semana, nos acompañan todos los martes desde hace ya casi veinte años, o en la de otros nuevos que se incorporen a nuestra fraternidad. Si es así, habremos alcanzado un doble objetivo.

Para cuando estas líneas vean la luz en forma de libro, el espectador ya habrá disfrutado de buena parte del ciclo, ya que queremos hacer coincidir un hecho tan significativo y de tanta notoriedad como es el nacimiento de un libro, con el propio aniversario y otra serie de actos que den más relevan-cia al acto. Habremos visto films tan maravillosos como Con la muerte en los talones, West Side Story, El hombre que mató a Liberty Valance, La muerte tenía un precio, El graduado, El guateque, Cowboy de medianoche, La balada de Cable Hogue, Cabaret, El Padrino, El jovencito Frankenstein y Alguien voló sobre el nido del cuco, pero aún quedarán por delante otros como Taxi driver, La escopeta nacional, Alien, Manhattan, Carrros de fuego, Blade runner, E. T., Los santos inocentes, Ci-nema Paraíso, Los fabulosos Baker Boys, Muerte entre las flo-res, ¡Ay, Carmela!, Atrapado por su pasado, Pulp fiction y Los puentes de Madison. Todo un festín y un placer para nuestros ojos, que entonces estarán un poco llorosos.

Llegados a este punto (seguido que no final), al pasar re-vista, se me amontonan los recuerdos, las personas queridas, las situaciones, los momentos especiales y los sentimientos, y tengo que hacer serios esfuerzos para contener una lágrima nostálgica que amenaza con saltar ¡Dios, cómo me acuerdo de mi amigo Michi, daría todo lo que tengo para que él estu-viera aquí, cuánto hubiera disfrutado! Seguro que este mo-desto artículo no lo sería tanto si lo hubiera escrito él o si lo hubiéramos hecho al alimón, rememorando todo lo que vi-vimos, disfrutamos, reímos y soñamos juntos siempre con el cine por bandera. Es posible que me haya olvidado de algu-nas películas y lo que es peor, de algunos nombres que de-bería haber mencionado. Ruego que me perdonen. Mi me-moria ya falla más de lo debido, quizá no todo sucediera así como lo cuento, ni en ese orden, ni todo aconteciera en este cine, ni todo fueran días de gloria, pero así es como lo re-cuerdo o como me gusta recordarlo. Porque ya se sabe, entre la realidad y la leyenda, imprime siempre la leyenda.

Feliz cumpleaños al Cine Felgueroso y por consecuencia, a todos los que viajamos con él en esta singladura que ha sido su vida, nuestra vida, alegre y triste, dura y tierna a la vez, pero siempre feliz y con la firme esperanza de poder disfru-tar juntos muchos años más por delante, quién sabe si otros cincuenta. Por deseos no quedará.

Gracias por su fidelidad y compañía. Nos vemos los martes.Un saludo.

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Un círculo de 50 añosAvelino Francisco Fernández Suárez

Este texto está dedicado a todos los miembros de la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura, pasados, presentes y futuros. Pero en especial a Miguel Ramos, Inma Montes y Tina Pérez. Estas dos últimas aunque no lo quieran reconocer son una parte muy importante de nuestra Tertulia

Agradecimientos

Alejandro Zapico, por su paciencia en la corrección de los textos

Ángel Verdejo, por su trabajo sobre la historia de los cines en Langreo

Francisco Jurado, por su ayuda en la distribución del material gráfico

Eduardo J. Parra, por su aporte bibliográfico y documental

Sergio Ramos y Daniel Albadelejo, por sus aportaciones gráficae y datos recientes

Javier Canga Sánchez, conserje del Cine Felgueroso, por los datos de asistencia

Juan Carlos Cuesta, por la información sobre el Teatro Pilar Duro

Julio-José Rodríguez Sánchez, por la información sobre ciertos datos imprescindibles

Antonio Merino, por su documentación sobre los últimos estrenos en nuestros cines

Gerome, director del Cislam

Nadette, directora de la Alianza Francesa de Langreo

Ana, de la Oficina de Información Juvenil

Javi el del Tewis, por los recortes de prensa

Manuel y Emma, por los libros

Nesti, Carlos e Iván, por sus informaciones

Helios Pandiella, por su aportación

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«Las cosas no las aprendemos, las recordamos»

Carlos Ruiz Zafón, de El juego del Ángel

Este repaso al cine en Langreo es personal y nace con motivo de conmemorar los cincuenta años de existencia del Cine Felgueroso. Todo va a girar en su entorno, la historia comienza con su inauguración y se cierra con su actividad en el 2009.

Pretendo recordar aquellas películas carismáticas, incluidas algunas de dudosa calidad cinematográfica, que marcaron nuestras vidas, o al menos mi vida, los espacios donde las pudimos disfrutar, las salas donde se proyectaron y todo aquello que tenga que ver con el Séptimo Arte en Langreo.

Es muy probable que en los asuntos tratados haya anacronismos y deslocalizaciones. Como no tengo el don de la ubicuidad todo lo expuesto no lo he visto, algunos hechos me los contaron o están sacados de archivos y documentos.

También en los distintos capítulos hay saltos temporales hacia adelante o hacia atrás. Como dice Federico Fellini en una biografía autorizada: «Lo curioso es que los recuerdos no nos llegan de forma cronológica».

También es posible que algunas de las obras citadas ni siquiera se proyectaran en Langreo, pero forman partes de nuestros recuerdos.

Estoy seguro que estos recuerdos también pueden ser en parte patrimonio de otros ciudadanos de Langreo y de otras muchas poblaciones españolas.

En resumen cualquier parecido con la realidad tiene más de una coincidencia.

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hay un cine muy carismático de forma elíptica que se denomina desde su construcción Cine Felgueroso. Es un edificio que sigue estando si-tuado en el corazón de uno de los distritos de nuestra ciudad, en Sama de Langreo, en la calle Dorado. Está en el centro geométrico del inmue-ble denominado Inmobiliaria Felgueroso, igual que hace cincuenta años, que fue cuando el cír-culo empezó a trazarse, conformando una elipse de excentricidad igual a 1.

A finales de los años cincuenta, sobre el so-lar que ocupó el antiguo mercado de ganado de Sama, se construyó un gran complejo inmobilia-rio donde destaca este edificio de cine, poseedor de una forma muy original. Se convirtió desde su construcción en un verdadero icono para los vecinos de Langreo.

En un principio la gente lo llamaba popular-mente la pajarera, por la similitud que tenía con la jaula acristalada, llena de pájaros de muchas especies, de distintos tamaños y formas variadas que había en el Parque Dorado de Sama. Hoy pocos se acuerdan de tal denominación.

Este edificio destinado a cine, de planta elipsoi-dal, es obra del arquitecto Juan José Suárez Aller, un langreano que falleció en Oviedo en el mes de marzo de 2008 a los 88 años de edad. A lo largo de toda la geografía española hizo colegios, vivien-das, grandes edificios, conjuntos monumentales y cines. La mayoría de su obra está incluida en catálogos urbanísticos de bienes a proteger por su calidad y singularidad. Nacido en La Felguera, pasó su infancia en Sama, estudió arquitectura en Madrid, fue discípulo de importantes arqui-tectos y viajó mucho completando sus estudios e inspirándose. Después de colaborar en obras de cierto renombre en Asturias, en 1954, recibió el encargo de proyectar una edificación en el so-lar del mercado de ganado de Sama, destinado a viviendas para gente con alto poder adquisitivo. Construye un gran inmueble en forma de «U»,

de siete pisos, con una galería de bajos comercia-les dando a dos calles y en el centro un cine. El edificio destinado a tal efecto cuenta con una ex-traordinaria cristalera, de la que el propio arqui-tecto reconoció que estaba inspirada en uno de Dakota del Norte obra de Frank Lloyd Wright, precisamente de este genio de la arquitectura son algunos de los edificios que utilizó Ridley Scott en Blade Runner (1982). Hoy en día se sabe que tiene influencias del Movimiento Moderno y del Expresionismo Alemán. La fachada exterior está adornada con mosaicos y había murales interio-res de decoración, ambos obra de los pintores Antonio Suárez y Jesús Díaz Zuco.

Circuitos Fernández Arango, una potente compañía de exhibición cinematográfica con am-plia presencia en todo el norte de España, inauguró en Sama de Langreo el Cinema Felgueroso el día 4 de diciembre de 1959, significativamente el día de Santa Bárbara patrona de los mineros, con la película Horizontes de Grandeza (1958) de Wi-lliam Wyler, un western de 165 minutos de dura-ción, en formato cinemascope, con la actuación estelar de grandes estrellas de la talla de Gregory Peck, Charlton Heston, Jean Simmons, Burl Ives, Carroll Baker, Charles Bickford y Chuck Con-nors. Al menos eso es lo que comunicaba a los langreanos la publicidad por parte de la empresa distribuidora de la cinta.

En realidad estábamos ante una de las gran-des producciones americanas de los cincuenta, dirigida en el mejor momento creativo de Wi-lliam Wyler, un veterano director nacido en 1902, apodado noventa tomas Wyler por lo perfeccio-nista que era y que traía por la calle de la amar-gura a técnicos y actores. Había debutado en 1925 y cuando estrenó esta película ya contaba entre otras con un buen puñado de obras maestras como: Jezabel (1938), donde Bette Davis, su compañera sentimental durante una época, interpreta a una bella dama sureña; Cumbres borrascosas (1939),

1. Los inicios del Cine Felgueroso (de 1959 a 1970)

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adaptación de la novela homónima de Bronte con un joven Lawrence Olivier que empezaba a des-puntar en el panorama interpretativo mundial; La loba (1941), de nuevo con una impagable Bette Davis labrando su mitificación; La señora Mini-ver (1942), una cinta muy cuidada y muy acadé-mica ganadora de seis Oscar; La heredera (1949), una maravilla basada en un relato de Henry Ja-mes; Brigada 21 (1951), un buen ejemplo de cine negro; o Vacaciones en Roma (1953), un excelente cuento de hadas para adultos.

Pero aún quedaban por llegar otras de sus pe-lículas como Ben Hur (1959), uno de los filmes más premiados por la Academia de las Artes y las Ciencias de Hollywood, un extraordinario es-pectáculo, con una carrera de cuádrigas inolvi-dable y con un Charlton Heston en plena forma; El coleccionista (1965), un drama psicológico con una brillante actuación de un jovencísimo Terence Stamp; Como robar un millón y… (1966), una co-media sobre un robo imposible con Peter O’Toole

demostrando su versatilidad interpretativa; Funny Girl (1968), un musical con Barbra Streisand y No se compra el silencio (1970), un fracaso en taquilla y su última obra. Todas ellas fueron proyectadas en varios cines de Langreo en los años sesenta, época prodigiosa y de esplendor de nuestras salas.

En 1999, con motivo del noveno aniversario de Sala Oscura, proyectamos la película de Wi-lliam Wyler titulada Los mejores años de nues-tra vida (1946), una de sus mejores obras, una crónica del regreso a casa de los veteranos de la Segunda Guerra Mundial, ganadora de un buen puñado de Oscar. Publicamos un monográfico sobre el autor en el que aparece un artículo de Miguel Ramos titulado «Una toma más» y en él dice de Horizontes de grandeza:

Narra con pulso clásico el enfrentamiento en-tre dos clanes de ganaderos por el control del agua, atrapando en medio a Gregory Peck que encabeza un reparto formidable con dos colosos de la talla

El Cinema Felgueroso se inauguró el día 4 de diciembre de 1959, significativamente el día de Santa Bárbara patrona de los mineros, con la película Horizontes de Grandeza (1958), de William Wyler.

En 1999, con motivo del noveno aniversario de Sala Oscura, proyectamos una de las mejores películas de William Wyler: Los mejores años de nuestra vida (1946).

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de Charles Bickford y Burl Ives protagonizando un formidable y semielíptico duelo final. Maltra-tada en su momento, hoy va a recuperando el lu-gar de privilegio que le corresponde a los sones de la imperecedera partitura de Jerome Moross.

Miguel consideraba a William Wyler como uno de los mejores directores de todos los tiempos y el que contaba con una de las mejores filmografías.

La primera película con la que accedí al Cine Felgueroso fue El albergue de la sexta feli-cidad (1958) de Mark Robson, una producción americana de 158 minutos de duración protago-nizada por Ingrid Bergman. Fue en butaca prin-cipal, en uno de los semicírculos de la parte de-lantera que simulaban pequeños palcos, donde había una serie de sillas y taburetes de distinta al-tura para aprovechar una segunda fila. La película no me gustó, yo tenía pocos años y mis preferen-cias iban por otros derroteros. Es un drama bélico, basado en una historia real, sobre una misionera británica en China durante la ocupación japonesa que salvó a un grupo de unos cien niños, para lo que tuvo que cruzar las líneas enemigas. Pero la sala me deslumbró y aunque asistí a infinidad de salas en España y en algún que otro país más, pocos co-liseos me impactaron tanto como el Cine Felgue-roso, aunque hay que reconocer que la capacidad de sorpresa disminuye con el paso del tiempo.

En los años sesenta casi todo el mundo iba al cine, era un referente y constituía la evasión per-fecta, en clara competencia con el fútbol, aunque este deporte parecía únicamente patrimonio del género masculino.

La tradición cinematográfica en Langreo es-taba bien alimentada por la cantidad de salas que hubo desde comienzos del siglo xx. Los ni-ños de entonces programábamos nuestro ocio en función de las películas que deseábamos ver. Los chicos de mi pandilla acudíamos a Sama, La Fel-guera, Lada, Ciaño, La Nueva, Barros o Tuilla para ver las películas. El motivo está muy claro, yo vi-vía en El Puente, justo en frente del Macelo Mu-nicipal, la actual Pinacoteca, estábamos entre los distritos de Sama y La Felguera, en el corazón de nuestro concejo. Los chavales del popular barrio langreano no entendíamos ni practicábamos las rivalidades locales, yo me sentía de Sama y de La Felguera y de todos los demás distritos cuando fue preciso.

La televisión llegó a los bares del núcleo ur-bano de Langreo hacia 1963 y empezó a popula-rizarse en los hogares años más tarde. Esto fue el comienzo de la más dura competencia que lle-garían a tener las salas de cine. Pero no nos en-gañemos, por mucho que queramos recordar las emisiones televisivas como maravillosas, es-tas no resistían la comparación con las super-producciones, a todo color y en pantalla grande, que veíamos en los cines. De lo que veía por te-levisión en el Bar Regodón, que era de mi abuela, solo recuerdo los títulos de algunas series o de al-gunos programas y no puedo hacer la más breve sipnosis de ningún episodio. Sin embargo puedo hacerlo de cientos de películas que vi en aquellos años, maravillosos porque así lo quiero recordar. Por el contra, bajo el punto de vista social esos años dejan bastante que desear. Por ejemplo si pienso o escribo del sistema educativo, que impe-raba y al que estábamos sometidos, me saldría el guión de un filme neorrealista de lo mas demen-cial. El cine para nosotros y para otros muchos ciudadanos era una perfecta válvula de escape.

La inauguración de una nueva sala era todo un acontecimiento social de primer orden, el tiempo demostró que también lo era cultural.

el Cine Felgueroso disponía de un aforo para 852 espectadores distribuidos de la siguiente ma-nera: 332 en patio, es decir en la planta baja, 179 en butaca de club, la primera planta o entre-suelo y 321 en butaca principal. Esta última, la segunda planta, popularmente se denominaba el gallineru. La cabina de proyección, situada en la planta de entresuelo, estaba dotada con un equipo duplicado, o lo que es lo mismo, con dos máquinas. Esto permitía cambiar los rollos de las películas en proyección sobre la marcha sin tener que empalmarlos.

Entre las características del cine destacaba la presencia de un ambigú en la última planta, con esplendidas vistas a la calle Dorado, a lo largo y ancho de la enorme cristalera de vidrio; unas es-caleras sinusoidales, en cuyos recodos había ex-positores publicitarios, siempre dedicados a los próximos estrenos; un acogedor vestíbulo, que albergaba a su izquierda, debajo de la escalera, el puesto de venta de caramelos, bombones o gara-piñadas, nadie se imaginaba que allí algún día se

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venderían palomitas de maíz, eso era muy ame-ricano para nosotros; un frontal encima de la puerta principal donde se anunciaban también películas, que se veían reflejados en los grandes espejos situados encima de la puerta de acceso a la planta baja; unos servicios en el sótano; dos puer-tas de emergencia en el patio de butacas que da-ban a los jardines de la Inmobiliaria y dos taqui-llas exteriores dando a la calle, al lado de las cuales se colgaban las carteleras de la película en proyec-ción y los carteles de los próximos estrenos en la sala que eran de 1 × 0,70 metros.

La publicidad mediante póster del Cine Felgue-roso y de otros cines del concejo, estaba distribuida por todo Langreo, uno se fue acostumbrando a desviarse de su ruta habitual para ir a ver los afi-ches de lo que ponían en las distintas salas. A mí en particular me gustaba pasar a verlos en la frutería que había al lado del Bazar X y otro que estaba al lado de la Droguería Azul, ambos en Sama. Años después, cuando paso por estos lugares, a veces aún giro la cabeza esperando encontrármelos.

Ir al cine era un acontecimiento familiar y so-cial, en muchas sesiones acudían las familias al

completo. Además, podíamos ver a las mismas per-sonas en las mismas butacas, las taquilleras sabían donde querían las entradas los clientes, el portero saludaba con algún comentario deportivo o sobre el tiempo, el acomodador desvelaba el interés y la calidad de la película y a la salida se inundaban los aledaños con una auténtica marea humana.

Las sesiones de proyección del Cine Felgue-roso, en su primera etapa, se desarrollaban casi todos los días de la semana. Los sábados eran los días de estreno y la cinta se exhibía hasta el martes inclusive, en sesiones de 5 y 7.30 de la tarde y 10.15 de la noche. Los domingos a las tres había unas populares sesiones infantiles, donde se proyec-taban películas adecuadas al bullicioso público. Los jueves y viernes se pasaban películas de me-nor empaque o reposiciones. Grandes éxitos cine-matográficos estrenados en España en los sesenta

El Cine Felgueroso disponía de un aforo para 852 espectadores distribuidos de la siguiente manera: 332 en patio, es decir en la planta baja, 179 en butaca de club, la primera planta o entresuelo y 321 en butaca principal.

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pasaron por su pantalla y por supuesto que exis-tía un cine invisible que tuvimos que rescatar en años sucesivos, pero eso son historias de la dura censura que sufrimos en este país. Los miércoles creo recordar que era día de descanso.

También se suspendían las proyecciones du-rante los días festivos de Semana Santa. El do-mingo de resurrección era tradicional presen-tar un gran estreno. Así lo decía la publicidad de las salas. Eso también pasaba en Italia como bien nos recuerda en Cinema Paradiso (1989) Giuseppe Tornatore.

En otros cines, dependiendo de la sala y de los clientes, había muchos tipos de programa-ción semanal, con diferentes clases de proyeccio-nes, numeradas o sin numerar, sesiones conti-nuas, programas dobles y sesiones infantiles. En esta época las sesiones fémina, es decir cuando las chicas no pagaban, habían quedado atrás. Yo al menos no las recuerdo.

Una sesión normal solía comenzar con el pase del no-do, documental sobre actualidad polí-tica, social y deportiva, que era un instrumento publicitario del gobierno de proyección obliga-toria, estando prohibido cualquier otro noticia-rio o informativo.

Lo de actualidad es un decir puesto que en la mayoría de los casos veíamos las noticias con uno, dos o tres años de retraso. Nos dábamos cuenta cuando ponían imágenes de la final de la Copa de Fútbol y comprendíamos que tenían varias temporadas de antigüedad.

El noticiario empezó en 1943 siendo obliga-torio hasta enero de 1976, aunque se siguió ha-ciendo hasta 1981. A partir de 1968 contaba con una sección en color. Su sintonía, obra de Ma-nuel Parada, autor de múltiples bandas sonoras, fue y es muy popular.

Después venían los tráiler, que nosotros lla-mábamos la parte, de los futuros estrenos. A con-tinuación comenzaba la película. Aprovechando uno de los cambios de rollo, se hacía un descanso hacia la mitad de la sesión, los espectadores sa-lían disparados al servicio, al ambigú o a com-prar las golosinas. El vestíbulo, las escaleras y el ambigú se llenaban de fumadores y un timbre anunciaba la reanudación de la proyección. A la entrada o a la salida de la sesión el portero o los acomodadores entregaban los programas de mano que anunciaban los próximos estrenos, un

material hoy en día muy codiciado por los cinéfilos y coleccionistas.

Las películas tardaban un tiempo considerable en llegar a las pantallas langreanas, a veces pasaban años desde su estreno en Madrid o meses desde su pase por Oviedo. Correlativamente el protocolo también hacía que los estrenos en Langreo se hi-cieran en los grandes cines de Sama o La Felguera, lo que no implicaba tener que desplazarse a otros distritos para ver alguna novedad que había pa-sado de largo o se nos había despistado.

El personal que atendía la sala estaba perfec-tamente uniformado, empezando por el por-tero, que a los chavales nos parecía un mariscal de campo y que imponía un respeto considerable. Como la mayoría de las sesiones eran numeradas había que recurrir a los acomodadores, armados con su linterna, imprescindibles cuando la sesión había comenzado y las luces se habían apagado, que también imponían su respeto y eran además los encargados de mantener el orden en la sala, sus decisiones eran respetadas y tenían la facultad de expulsar de la misma a los que no cumplían las normas del buen espectador. Eran la pesadilla de las parejas que acudían buscando discreción para sus escarceos amorosos. Aún no era la época de darles propina. Otra figura curiosa era la del ca-ramelero, un chico que recorría la sala vendiendo lotes de golosinas, era una figura envidiada por el resto de sus colegas puesto que: ¡podía ver las pe-lículas gratis! Además se rumoreaba que también accedía a las clasificadas para mayores.

En su primera década de funcionamiento, el Cine Felgueroso pasó películas tan importantes como: El puente (1959) de Bernhard Wicki, una película alemana, nominada al Oscar a la mejor producción de habla no inglesa, ganadora de un Globo de Oro, que es una cinta bélica sobre un grupo de niños que defienden un puente en las postrimerías de la II Guerra Mundial para que no caiga en manos del ejército aliado y que sorpren-dió por la crudeza de sus imágenes; Rocco y sus hermanos (1960) de Luchino Visconti, un melo-drama estupendo y uno de sus filmes más hermo-sos, donde empezaba a despuntar un joven y bello actor francés llamado Alain Delon; Plácido (1961) de Luis G. Berlanga, una de sus comedias más amar-gas, donde comenzábamos a descubrir otro cine es-pañol y los impagables y geniales guiones de Ra-fael Azcona; Tom Jones (1963) de Tony Richardson,

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gran difusora del Free Cinema y uno de los ma-yores éxitos del cine inglés; Irma la dulce (1963) del genial Billy Wilder, película de escándalo en su época, que aquí se estrenó con bastantes años de retraso, creo que fue la década siguiente; Cleopa-tra (1963) de Joseph L. Mankiewicv, con la pareja que hizo historia en la prensa rosa, Liz Taylor y Ri-chard Burton y uno de los mayores desastres eco-nómicos de uno de los grandes estudios america-nos, la Fox; América, América (1963) de Elia Kazan, epopeya de uno de sus antepasados, con escenas inolvidables como aquella en que un emigrante,

al no poder seguir caminando, da sus botas a otro para que lleguen juntos a la tierra prometida; Bec-ket (1964), de Peter Glenville, con Peter O’Toole y Richard Burton en un duelo interpretativo in-olvidable, que gozó de una extraordinaria popu-laridad entre el público local; La tía Tula (1964), de Miguel Picazo, un nuevo concepto de cine es-pañol; Klute (1967), de Alan J. Pakula, Oscar para Jane Fonda; Bonnie y Clyde (1967) de Arthur Penn, película que influyó considerablemente en la moda de los sesenta y donde la violencia en el cine moderno se hace bastante más explícita; El

Bonnie y Clyde (1967), de Arthur Penn, película que influyó considerablemente en la moda de los sesenta y donde la violencia en el cine moderno se hace bastante más explícita; América, América (1963) de Elia Kazan, y Cleopatra (1963), de Joseph L. Mankiewicv, fueron algunas de las películas que se proyectaron en el Cine Felgueroso en su primera década de funcionamiento.

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Dorado (1967), de Howard Hawks, un remake de su western Río Bravo (1959), aquí con un actor mí-tico llamado Robert Mitchum haciendo de pisto-lero alcoholizado; Cowboy de medianoche (1969), de John Schlesinger, una visión muy dura de los desarraigados en la gran ciudad y quizás la mejor interpretación de Dustin Hoffman; La sirena del Mississipi (1969) de François Truffaut, una hermosa historia de desamor y para mí una de sus mejores obras; La leyenda de la ciudad sin nombre (1969), de Joshua Logan, un musical situado en la fiebre del oro en el salvaje oeste, con un Clint Eastwood que

empezaba a demostrar que estaba preparado para empresas mayores y con un histriónico Lee Mar-vin, en el cenit de su carrera interpretando Estrella errante, una canción que se hizo muy popular y to-dos reconocemos; Tristana (1970) de Luis Buñuel, su vuelta al cine español después de Viridiana, con la presencia de una bellísima Catherine Deneuve, a pesar de su cojera en la cinta; y Love Story (1970) de Arthur Hiller, sentando cátedra en el romanti-cismo de los sesenta, que dejó una huella imbo-rrable y generó toda una saga de historias de amor con final trágico.

La sirena del Mississipi (1969) de François Truffaut, Atraco a las tres (1962) de José María Forqué y Tristana (1970) de Luis Buñuel son tres películas de tres géneros distintos que aúnan calidad y comercialidad. Con ellas aprendimos a disfrutar un poco más del buen cine. Forman parte de nuestro patrimonio cultural.

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Es muy probable que algunas de éstas las pu-sieran en el Cine Rozada, mi memoria no llega a tanto.

También vimos en el Cine Felgueroso El gra-duado (1967), de Mike Nichols, una de las cintas que más marcó a la juventud de los sesenta, pues con ella empezamos a sentirnos adultos. Dotada de un aire fresco y desenfadado, con una gran dosis de libertad sexual, tenía además una ma-ravillosa banda sonora de David Grusin, inclu-yendo unas canciones extraordinarias de Simon y Garfunkel, en concreto el tema Los sonidos del si-lencio, un incunable de la música contemporánea, aunque no había sido escrito expresamente para la película. En el viaje de estudios a Barcelona, que hice en 1970 como alumno del ies Jerónimo Gon-zález, no paramos de tararearla mientras un com-pañero la interpretaba a la guitarra.

Fue emocionante ver en nuestros cines una de las mejores comedias españolas de todos los tiem-pos. Se trata de Atraco a las tres (1962) de José Ma-ría Forqué, una obra maestra en unos tiempos en

los que el cine español no nos tenía acostumbra-dos a tal menester.

Se repuso con honores de estreno El puente sobre el río Kwai (1957) de David Lean, se hizo de fin de semana y cosechó un enorme número de espectadores, merecía la pena. Esta práctica de las reposiciones era habitual en los años sesenta.

Una película que disfruté como pocas en el Cine Felgueroso fue La conquista del Oeste (1963) de John Ford, Henry Hathaway y George Mar-shall, en la que pude contemplar en una sola cinta todos los arquetipos del cine del oeste, del cual era un acérrimo consumidor. Estaba ro-dada con un incipiente cinerama. En los cines que no disponían del sistema, como era en Lan-greo se pusieron copias adaptadas donde se ven perfectamente la división entre las tres cámaras de rodaje. En la copia exhibida en el Cine Fel-gueroso se respetó antes del comienzo la ober-tura musical del genial Alfred Newman, solo re-cuperable en la edición discográfica y en una primitiva edición en video beta. Es una de las

mejores bso de la historia. Compré la banda sonora en un vinilo muchos años después, pero hace seis años, mi compañero en la Tertulia Cinemato-gráfica Sala Oscura Miguel Ramos me pasó una edición americana de la misma con dos cd, por supuesto que completísima, de la que pronto hice una copia que aún sigo manteniendo y que está entre lo más escuchado de mi archivo sonoro.

Otro de los grandes acontecimien-tos fue la proyección de West side story (1961) de Robert Wise, un musi-cal inspirado en la historia romántica de Romeo y Julieta, coreografiado por Jerome Robbins y premiado con 10 Os-car, que modernizó el cine musical y en contra de lo esperado, supuso un éxito a nivel mundial. Fuentes loca-les decían que salía un chico de Lada, de nombre Roberto Ibiricu Coto, que

El puente sobre el río Kwai (1957) de David Lean constituye un buen ejemplo de que las reposiciones de obras de este tamaño no estaban reñidas con la comercialidad.

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hacía el papel del pelirrojo Abraham, un bailarín, y era su primer papel en el cine. Estos datos figu-ran en una entrevista con el actor y escritor lan-greano que se puede leer en Internet, pero yo no lo puedo afirmar.

hacia 1965 se proyectó, en el Cine Felgueroso, de forma gratuita y obligatoria, a los escolares, la pe-lícula Franco, ese hombre (1964) de José Luís Saénz de Heredia, fue realizada por el Régimen para con-memorar los llamados XXV Años de Paz. Era cine político y panfletario donde algunos se empeña-ron en justificar lo injustificable. Las sesiones eran matinales, los infantes se aburrieron como ostras y al final alguien arrancó una sonora ovación co-rrespondida por los niños que de esa forma se li-braban de tan pesado documental, pues para no-sotros era un no-do de larga duración. La susodi-cha cinta también estuvo en la cartelera normal y las crónicas decían que fue un éxito de público.

en la fecha de inauguración del Felgueroso es-taban en pleno funcionamiento doce cines en Langreo, él hacía el número trece. Había tres más en Sama, tres en La Felguera y uno en Ciaño, La Nueva, Lada, Tuilla, Barros y Lada.

En la misma calle Dorado de Sama estaba el Teatro Rozada, construido en los terrenos donde estaba el antiguo Teatro Dorado. Tenía unas escalinatas de mármol a la entrada, un pre-cioso vestíbulo adornado con grandes espejos de marcos dorados, una planta baja, tres pisos y una terraza. Había comenzado con El gran Ca-ruso (1950) de Richard Thorpe. Desarrollaba una gran actividad teatral y de variedades, además de la propia cinematográfica, y en el año 1961 pasó a estar regido por la empresa Fernández Arango. Tras una remodelación se le incorporó el sistema todd-ao, es decir los negativos venían en un deslumbrante súper technirama con un grosor de 70 mm., frente a los 35 mm del cine comer-cial de la época, el sonido era extraordinario y la pantalla tenía unas dimensiones monumenta-les. La sala estaba recubierta de placas de corcho y la acústica en la sala resultaba magnífica. Ce-rró en el año 1970, la última sesión fue el musi-cal Oliver (1968) de Carol Reed, un filme de gran nivel, que originalmente creo que estaba rodado

en formato Cinerama, yo así lo vi en Barcelona en el viaje de estudios, puesto que los profesores nos llevaron a una sesión nocturna.

En esta sala triunfaron cintas como: El car-denal (1963) de Otto Preminger, obra de gran presupuesto dirigida con mucha eficacia; El ver-dugo (1963) de Luis G. Berlanga, una de las mejo-res cintas de nuestra cinematografía y de las más aplaudidas por todos los estamentos críticos; Los cañones de Navarone (1961) película bélica de J. Lee Thompson y de la que todos los espectadores salíamos del cine tarareando su melodía obra de Dimitri Tiomkin; My Fair Lady (1964), un gran musical del excelente George Cukor que recibió ocho Oscar y sigue maravillando; Dos hombres y un destino (1969), de George Roy Hill, un wes-tern sorprendente e innovador con una pareja de lujo que haría historia, Paul Newman y Robert Redford, con mucha acción y un excelente hu-mor, esta cinta creó el cine de parejas masculino que tuvo muchas representaciones en los años siguientes; El mundo está loco, loco, loco (1963) de Stanley Kramer, un homenaje a la comedia tipo slapstick; Cometieron dos errores (1967) de Ted

Cometieron dos errores (1967) de Ted Post, fue una de las películas más vistas en el Teatro Rozada.

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James Bond es un per-sonaje de ficción creado

por el novelista inglés Ian Fle-ming en 1952. También es co-nocido como Agente 007 y por lo visto tenía licencia para matar, pues eso es lo que indi-caba el doble cero. Su primera adaptación al cine fue Agente 007 contra el doctor No (1962) de Terence Young. La tertu-lia Cinematográfica Sala Os-cura la revisó a finales de los noventa y había envejecido lo suyo, estaba protagonizada por Sean Connery, el primer Bond y el que más identifica al per-sonaje. De esta primera en-trega solo puede quedar en la memoria de los cinéfilos Ursula

Andrews saliendo de un agua cristalina con un sucinto, para la época, biquini blanco y el tema central que se repite en toda la serie, por cierto escrito por John Barry sin aparecer acreditado como tal y al que aun hoy en día no le quieren atribuir la autoría. Esta cinta, que se pasó en el Cine Felgueroso, generó más secue-las que ninguna otra en el cine del último cuarto del siglo xx y aún sigue en activo. Tuvo seis protagonistas y las realizacio-nes superan la veintena. Todas se pusieron en los cines lan-greanos con rigurosa puntua-lidad y cada nuevo estreno era un acontecimiento. Es la se-rie más desigual que se hizo.

Hoy en día todos conocemos secuencias de la serie Bond pero no sabemos ubicarlas en una película concreta, yo que creo que tengo memoria para los eventos cinematográ-ficos confundo unos títulos con otros. Sin embargo po-seen unas bandas sonoras de primera magnitud. El único protagonizado por George Lazenby, Al servicio de su ma-jestad (1969), de Peter Hunt, contiene la mejor banda so-nora de la serie, a cargo del extraordinario John Barry y con el mejor tema central, que aparece en medio de la cinta, cantado por Louis Armstrong y titulado We have all the time in the World, en la que fue su última grabación meses an-tes de morir. Es una las me-jores canciones de la Histo-ria del Cine, todo un regalo a los oídos del espectador, y que yo no me canso de escuchar, como hago ahora en el mo-mento de escribir estas líneas.

Tras el éxito de James Bond surgieron una serie de copro-ducciones europeas de películas con espía, irresistible para las mujeres, duro por lo que de-cía el guión y que mataba con o sin licencia. Algunas llegaron a ser presentadas como grandes estrenos. Pero la mayoría eran programadas entre semana o en programas doble. No me-rece la pena destacar ninguna. Sin embargo siempre recordaré una secuencia, de uno de estos subproductos, donde las torres de La Sagrada Familia de Bar-celona eran torretas de lanza-miento de los misiles del esper-péntico villano de turno. Eso sí que no le pasó por la cabeza a Antoni Gaudí.

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Post, la vuelta de Clint Eastwood al cine ame-ricano después de su paso por el western euro-peo de Leone; Adivina quién viene a cenar esta noche (1967) también de Stanley Kramer, última aparición en la pantalla del gran Spencer Tracy; A sangre fría (1967) de Richard Brooks, excelente adaptación de la novela homónima de Truman Capote, uno de los mejores alegatos contra la pena de muerte que se vieron en el cine; La Re-sidencia (1969) de Narciso Ibáñez Serrador, su debut en la gran pantalla después de cosechar numerosos éxitos en Televisión Española; Quei-mada (1969) de Gillo Pontecorvo, cine político proveniente de Italia al que no estábamos acos-tumbrados, por lo visto la censura le había cam-biado el título que era Quemada para alejar de no-sotros malos espíritus; o Doctor Zhivago (1965) de David Lean, haciendo que España pareciera Ru-sia, una película que enamora y que cuenta con una banda sonora de Maurice Jarre que forma parte de nuestras vidas.

En esta sala se estrenó 2001: una odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick, cinta basada en una novela de Arthur C. Clarke. Es una de las obras maestras de la ciencia-ficción, la película que dignificó el género y lo impulsó. Contiene momentos memorables de la narrativa cinema-tográfica. Todos recordamos la elipsis más espec-tacular de la historia del cine cuando el huma-noide lanza un hueso al aire y encadena con una nave espacial que se dirige a la Luna, pues de re-pente pasaron ante nuestros ojos unos cuantos miles de años o la extraordinaria secuencia de la muerte de hal el computador. Estos momentos mágicos perduran en la memoria de cualquier aficionado al buen cine. Además es capaz de mostrarnos en imágenes la frialdad de los tiem-pos futuros, la relación del hombre con las má-quinas y la presencia de un ente superior. Sobre ella se escribieron ríos de tinta y fue una de las obras cinematográficas más discutidas de toda la historia. Kubrick desechó la partitura origi-nal compuesta por Alex North, que los que tu-vieron ocasión de oírla dicen que es excelente, e introdujo una selección musical hoy en día pa-trimonio de la cinta. Unos años después fue re-puesta en el Cine Felgueroso y aunque el paso del tiempo la mantenía igual de fresca, algunos de los espectadores de la sesión a que asistí no sa-bían de que iba aquello y en lugar de retirarse al

Dos títulos para la misma película. La censura o sus responsables tendrían mucho que decirnos. Aún esperamos sus explicaciones sobre sus desaguisados.

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lugar que les correspondía, el cual no me atrevo a mencionar, se dedicaron a proferir comentarios que ellos creían graciosos. Fue todo un ejem-plo de la grandeza y las miserias de las sesiones de cine comercial. Esta película me hace ver de nuevo el círculo que se sigue trazando, y lo hace con una estación espacial que gira en las proxi-midades de la Luna y en su centro encaja una nave de transporte de viajeros.

Con El gran combate (1964) de John Ford, que también vimos en todd-ao en el Cine Rozada, empecé a disfrutar en una pantalla de la fotogra-fía, y la recuerdo como espléndida. La película nos pareció triste, no nos acabó de llenar, pero éste úl-timo western de Ford fue ganando con el paso de los años en cotización y hoy en día lo sitúo entre mis filmes predilectos. Me gusta por lo bien que sale Momument Valley, por la defensa a ultranza del pueblo indio, en concreto los cheyenne, por la presencia de Sal Mineo como el más rebelde de la tribu, por la desmitificación de pasajes históricos, porque contribuyó a que fuéramos perdiendo la inocencia sobre ciertos aspectos históricos miti-ficados por el cine y porque junto a Siete muje-res (1966), también vista en este cine, es el epita-fio cinematográfico de un gran maestro. Añoro como me gustaría poseer el gran póster de la pe-lícula que colocaron en la fachada de la derruida piscina que había en el Puente, que nunca se llegó a inaugurar, justo enfrente de mi casa. No era un sitio habitual de colocación de publicidad cine-matográfica, estuvo allí hasta que llegó un circo y empapeló todo el frontal de la piscina. Los chi-cos del barrio íbamos a ver el cartel y como había fotos de los intérpretes, nos dedi-cábamos a repartirnos los papeles, después marchá-bamos al Macelo Municipal y jugábamos a indios y va-queros. Éramos callejeros.

Esto lo aseguro, para mí la mejor película que visioné en el Cine Rozada fue Grupo Sal-vaje (1969) de Sam Peckinpah, fue una cinta aco-gida de manera dispar por la crítica en el mo-mento de su estreno, pero convertida con el paso del tiempo en imprescindible. Estaba bastante mutilada por diversas causas, pero conservaba una fuerza arrolladora. Rodada de manera pri-morosa, puso de moda la ralentización y fue acu-sada de mostrar una violencia demasiado explí-cita, la sangre de las víctimas chorreaba y llegaba a salpicar la pantalla. Hoy en día todo el mundo ve en ella la mejor muestra de western crepuscu-lar y mucha poesía, lo difícil era verlo a finales de los sesenta. Aquí empecé a descubrir mi gran afición al cine, lo que derivó en que empezara a leer artículos, entrevistas y críticas en revistas especializadas. A partir de esa fecha yo decía que había visto una película de Peckinpah o de Ford y no de Rock Hudson o de Sofia Loren. Para mi el director comenzaba a ser el elemento humano más importante de la obra cinematográfica.

También tenían cabida en la programación del Cine Rozada numerosos spaguetti western, los cuales tenían un buen tirón comercial. Entre otros se pusieron: Yo soy la revolución (1966) de Damiano Damiani, uno de los mejores produc-tos de este género, protagonizada por Gian Ma-ría Volonté y Klaus Kinski, que está ambientada en la Revolución Mejicana e inició el llamado Za-pata Western; Cara a cara (1967) de Sergio Sollima, donde un profesor, encarnado por Volonté re-orienta el espíritu revolucionario de un bandido

El spaguetti western reinó en nuestros cines a lo largo de los años sesenta y parte de los setenta. Un dólar agujereado (1965) de Giorgio Ferroni fue un buen ejemplo.

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interpretado por Tomás Milian, otro habitual en el género; Una pistola para Ringo (1965) de Duc-cio Tessari, con Giuliano Gemma y Fernando Sancho, actores asiduos en el género; El halcón y la presa (1967) de Sergio Sollima, con Lee Van Cleef y Tomas Milian, donde surge el personaje de Cuchillo, muy popular en la época; Corre cu-chillo, corre (1969) también de Sergio Sollima, se-cuela de la anterior con Milian repitiendo per-sonaje o Django (1966) de Sergio Corbucci, con Franco Nero, uno de los títulos más celebrados. Todos eran pasados en pantalla grande de 70 mm y disfrutaron de una buena acogida popu-lar. Yo los vi todos uno tras otro y seleccioné al-gunos de los más cualificados y populares. Por supuesto que había muchos más, pero la mayo-ría de estos no aguantan bien el paso del tiempo y en el aspecto de la narrativa cinematográfica dejan mucho que desear.

El Cine Hogar de Sama había iniciado su andadura en 1958 en el edificio construido por la Organización Sindical, que entonces denominá-bamos el Hogar del Productor y actualmente es la Casa del Pueblo. La taquilla estaba en el vestíbulo de entrada del edificio y en el descanso, la gente sa-lía a los servicios o al bar que estaban en el exterior y los porteros daban un ticket. El aforo era de 300 butacas en una sola planta, donde actualmente se encuentra el Gimnasio de la UGT. El popular em-presario local «Chito» se hace cargo de su progra-mación en 1961 y a partir de 1965 se suscribe un contrato con la Empresa Pesquera que lo arrienda. Esto permi-tió visionar a los espectado-res de Sama los estrenos que se realizaban en el Cine Ma-ripeña de La Felguera, inau-gurado un año antes. Años más tarde aún seguía siendo un cine muy popular, en to-dos los aspectos, sus pelícu-las eran menos conocidas pero tenía una clientela fiel. Mantuvo una programación constante hasta 1988.

La primera cinta que creo vi en el Cine Hogar fue Escuela de Sirenas (1944) de

George Sidney, evidentemente era una reposi-ción, pues yo tendría unos cinco o seis años,y cuando la revisé en un pase televisivo, no te-nía ningún recuerdo de ella. Sin embargo, sí me acuerdo que mencioné en el Colegio de las mon-jas de Sama que me habían llevado mis padres y que recibí una reprimenda, porque por lo visto era gravemente peligrosa. ¡Quién entienda algo que me lo explique! La anécdota no merece más comentarios.

Allí pude contemplar por primera vez cintas como: Murieron con las botas puestas (1941) de Raoul Walsh, mitificación absoluta, pero extraor-dinaria, del general Custer y un western de los que crean hábito al género; Los comancheros (1961) de Michael Curtiz, que en su momento me pareció muy divertida; El planeta de los simios (1968) de Franklin J Schaffner, una genial propuesta de cine de ciencia ficción que cuenta con uno de los me-jores finales de todos los tiempos; El señor de la Salle (1964) de Luis César Amadori, inspirada en la vida del creador de los conocidos colegios reli-giosos, con la presencia de Mel Ferrer, creo recor-dar que los escolares fuimos gratis en una sesión matinal; Fray Escoba (1961) de Ramón Torrado, un título que tuvo mucha fama pero olvidable; El hombre con rayos X en los ojos (1963) de Roger Corman, todo un clásico de la serie B, que no sé cómo pude verlo ya que era autorizada para ma-yores; Furia en el valle (1958) de George Marshall, un western muy divertido con un Glenn Ford en

plena forma; Tres sargen-tos (1962) de John Sturges, otro western, pero pseudo-humorístico, con los miem-bros del clan Sinatra; La pantera rosa (1964) de Blake Edwards, que al igual que todas sus secuelas, se pu-sieron en casi todos los ci-nes langreanos; o El estran-gulador de Boston (1968) de

La pantera rosa (1964) de Blake Edwards constituyó el inicio de una de las sagas más celebradas del cine. Entre otras cosas hizo mito cinematográfico a Peter Sellers.

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Richard Fleisher, director al que tuve la ocasión de aplaudir en una edición del Festival de Cine de Gijón, en una de sus mejores obras y quizás el me-jor papel interpretado por Tony Curtis.

La cinta que más me impresionó en el Cine Hogar fue El profesor chiflado (1963) de Jerry Lewis, que era uno de mis ídolos de preadoles-cencia, había visto casi toda su obra, primero ha-ciendo pareja con Dean Martin, en cintas dirigi-das por Frank Tashlin o Norman Taurog y luego en solitario, en otras cintas dirigidas por él. El paso del tiempo corroboró el interés de la cinta, es la mejor versión que existe de Doctor Jekill y

Mr. Hyde, contiene unos gags geniales e inolvi-dables. Me sentí muy satisfecho cuando me en-teré que en el año 2009 le concedían el Oscar Ho-norífico Jean Hersholt a Lewis, en este apartado los miembros de la Academia siempre aciertan.

El Teatro de la Victoria estaba ubicado en la actual calle Soto Torres y su origen se remonta a los años veinte. El Sindicato Minero Asturiano, que tenía su sede en la Casa del Pueblo situada al final del parque Dorado, construyó un nuevo teatro en un local colindante, de nombre Tea-tro Manuel Llaneza. Un primer edificio tuvo un

El profesor chiflado (1963) de Jerry Lewis es un filme de culto, descubierto hace muchos lustros por los espectadores de todo el mundo y encumbrado por la crítica especializada francesa.

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percance y nunca llegó a funcionar, pero sobre este mismo se construyó el definitivo. Se cree que se inauguró en julio de 1934 con la película Mercado de mujeres y se cerró en octubre de ese mismo año con la cinta titulada Falsa acusación, películas sobre las que no encuentro ninguna re-ferencia. Tras los sucesos revolucionarios del 34, el Sindicato Minero tuvo problemas para devol-ver el préstamo de la Caja Asturiana de Previsión Social y fue embargado. En el año 1939 se hace cargo del local la empresa Paredes, la del Cine Rozada, e inaugura una nueva actividad que constaba de teatro, festivales, conciertos, bailes y sobretodo cine.

La empresa Fernández Arango cogió el Tea-tro de la Victoria en el año 1961 y cesó defini-tivamente su actividad en 1967. En esta época funcionó fundamentalmente como una sala de exhibición de películas de serie B, de reestrenos y si la película tenía mucho tirón comercial se ponía a la vez en el Cine Felgueroso y en el Vic-toria. Como creo que fue el caso de El día más largo (1962) de Ken Annakin, Andrew Marton y Bernhard Wicki, este último el realizador ale-mán de El puente, y que narra el desembarco en Normandía por las tropas aliadas en una super-producción donde se anunciaban más de 50 es-trellas del cine. Para los chavales constituía uno de nuestros títulos predilectos, la vimos tres o cuatro veces.

Fueron muy populares los programas dobles de los domingos en el Teatro de la Victoria, ade-más en sesión continua y sin numerar, lo que im-plicaba que el espectador podía repetir el visio-nado de las películas. Constaban de un no-do, los correspondientes tráiler, dos películas, des-cansos y vuelta a empezar. Debido a la gran can-tidad de descansos el ambigú de la planta baja estaba a tope, eran muy populares entre los cha-vales los refrescos llamados oranges elaborados en la misma calle unos metros más abajo por mi padrino Joaquín Felgueroso, Xuacu el sifoneru. Estos programas eran autorizados para menores y comenzaban a las cuatro de la tarde. Las sesio-nes a principios de los sesenta costaban a tres pe-setas en butaca de patio y dos pesetas en general, esto hizo que tuvieran un éxito espectacular.

Las colas en la taquilla del Teatro de la Victo-ria y de acceso a la sala eran enormes y a veces eran controladas por la policía local, que enton-

ces llamábamos los municipales. El público joven se nutría de pipas y chufas en un puesto ambu-lante que se colocaba en plena calle, justo en-frente de la entrada. Accedíamos a la sala en alo-cada carrera para elegir el sitio favorito, las filas de butacas estaban sueltas y más de una vez se venían abajo provocando un gran estrépito. El público infantil era muy vehemente y en varios momentos de los filmes tomaba partido por uno u otro bando o se involucraba en la acción con gritos, golpes con las butacas o pataleos, sobre todo cuando sonaba la clásica trompeta de carga del séptimo de Michigan, habitualmente sobre aquellos desalmados pieles rojas que no sabíamos aún qué hacían allí.

Las copias de película eran inflamables, lo que unido a que tenían muchos pases, provocaba que se cortara la proyección porque quemaba la cinta de la película al trabarse o porque se rompía, y entonces se producían enormes pataleos en la sala, pero no pasaba nada, era la costumbre. Al final el más despierto de los chavales recordaba al resto el número de cortes que se habían pro-ducido y además indicaba en cuántos estaba el récord. Los besos, si no habían sido censurados, eran cantados como goles del Racing de Sama, el Círculo Popular de La Felguera o más tarde del Unión Popular de Langreo. A la salida jugá-bamos inspirados por las aventuras vividas en la sala, repartíamos papeles como unos vulgares jefes de casting de un gran estudio, por supuesto que los más cotizados eran el de mocín y mocina, pero no faltaba el chico que siempre quería ser el indio, el pirata o el jefe de los tártaros. Entre todo esto implícitamente había mucho cine con ma-yúsculas, era una buena cantera de cinéfilos.

En estas sesiones dobles dominicales del Tea-tro de la Victoria se podían ver todo tipo de pelí-culas, eso sí, algunas con sus años encima.

El paso del tiempo me hace destacar de su pro-gramación las películas de John Ford, que pude admirar y de lo que me enteré según las iba re-visando a lo largo de mis años como espectador, y entonces me sorprendía de que ya las hubiera visto en el Teatro de la Victoria. Recuerdo como muestras: La trilogía de la caballería compuesta por Río Grande (1950); Fort Apache (1948) y La le-gión invencible (1949); El sargento negro (1960), un drama judicial en contra del racismo; Dos cabal-gan juntos (1961), su western más delirante, sobre

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manera en su parte final; Misión de audaces (1959), su película sobre la Guerra Ci-vil sobre un almirante ame-ricano que debe cesar en su actividad por un accidente Norteamericana; y Escrito bajo el Sol (1957), un drama doméstico. Con este tipo de cine me sigo deleitando en la actualidad.

Otras películas entraña-bles fueron: Hatari! (1962) de Howard Hawks, una de las mejores películas de aven-turas de todos los tiempos; Los vikingos (1958) de Ri-chard Fleischer, que me pa-reció acción en su estado puro; El rey y yo (1956) de Walter Lang, un musical con un Yul Bryn-ner en la cúspide de su carrera; Gigante (1956) de George Stevens, la última película de James Dean, que no me gustó porque creía que era del oeste y me encontré con un filme no compren-sible por los niños, pero que años más tarde re-

cuperé y las aguas volvieron a su cauce; El hombre del Oeste (1960) de Anthony Mann, una joya con un en-vejecido Gary Cooper, con una violencia elevada para la época, que creo recor-dar vi un lunes, fuera de los programas dobles y que me llevó mi padre; y Los diez mandamientos (1956) de Ce-cil B. De Mille, de la que re-cuerdo el deslumbrante es-

pectáculo y que nos daban cromos de la misma cuando acudíamos al catecismo.

También había mucho cine infantil del tipo de El guardián enmascarado (1955) de Stuart Heisler, que en realidad era una cinta de un personaje de los comic americanos de los cuarenta y cincuenta, que publicaba entre nosotros Editorial Novaro,

Una muestra del cine que mamamos en el Teatro de la Victoria. Cine histórico, cine musical o western.

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conocido en España como El Llanero Solitario, personaje que disparaba balas de plata y mon-taba un inteligente caballo blanco llamado Silver. Esta película fue proyectada en versión original con subtítulos, cosa que nos sorprendió a todos los chavales, y fue la primera que vi de esta forma; o Los Robinsones de los Mares del Sur (1960) de Ken Annakin, una producción de Walt Disney con mucha aventura, donde los auténticos prota-gonistas eran niños. Ésta la vimos varias veces y al final todos nos la sabíamos de memoria.

Dentro de la programación disponíamos de Festivales de Cortos de dibujos animados de Tom y Jerry, incluido el fabuloso Concertista desconcer-tado, ganador de un premio Oscar, y disfrutamos de muchas reposiciones de las cintas del Tarzán prota-gonizadas por Johnny Weismuller y otros tarzanes menores junto a las películas de la mula Francis y el cine de Disney con Bambi (1942) a la cabeza.

En el resto de la programación dominaban películas alemanas de misterio; cintas con los

insufribles niños prodigio, que esta-ban en pleno apogeo, los españoles y los americanos, puesto que Tú a Bos-ton y yo a California (1961), de David Swift, la pasaron un montón de veces; el western alemán adaptado de novelas de Karl May, con Pierre Brice haciendo del jefe apache Winnetou como en La carabina de plata (1964) de Harald Reinl, acompañado de Lex Barker, al que vimos en algún que otro Tarzán y también muchos péplum puesto que los romanos tenían su tirón entre el público infantil, destacando películas sobre Hércules, Maciste o Ursus.

Por supuesto había cine español, sobre todo comedias, además de pelí-culas francesas de aventuras con Jean Marais, que recuerdo en la serie Fan-tomas o en la cinta El capitán (1960) de André Hunebelle.

El cine de humor tenía su repre-sentación con Louis de Funés, Mario Moreno Cantinflas y comedias americanas con títulos de todo tipo, donde para mi destacaban las de Jerry Lewis, uno de mis cineastas predilectos con el paso del tiempo.

Probablemente las películas más proyecta-das en el Teatro de la Victoria fueron La rebe-lión de los gladiadores (1958) una coproducción entre Francia, Italia y España de Vittorio Cotta-favi; Regreso del infierno (1955) de Jesse Hibbs, donde el actor Auddy Murphy se autointerpreta en su faceta de héroe de la II Guerra Mundial, pues fue el soldado americano más condeco-rado en la contienda; y El gran jefe (1955) de George Sherman, en uno de sus mejores tra-bajos, con Victor Mature haciendo el papel de Caballo Loco.

Dentro del cine español, en esta sala tuvo un éxito enorme La gran familia (1962) de Fernando Palacios, una cinta que se dedicaba a valorar la familia numerosa en la España del desarrollo.

Regreso del infierno, una cinta de 1955 realizada por el artesano Jesse Hibbs que fue repuesta hasta la saciedad en el Teatro de la Victoria. Pero que en cada pase fue recibida por los chavales con honores de estreno.

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Esto no impide que su realización fuera correc-tísima. Tuvo varios remakes.

El cine Victoria fue una hermosa fábrica de sueños e implícitamente el nacimiento de nuestra cinefilia.

Por lo que me contaron mis padres, por eso lo recuerdo, mi primera asistencia a una sala de cine fue en el Teatro de la Victoria. Era un bebé, la tradición familiar de acudir al cine conllevaba ir con los recién nacidos. La película fue Marce-lino, pan y vino (1954) de Ladislao Vajda, un ci-neasta húngaro afincado en España donde desa-rrolló casi toda su obra y que cuenta en su haber con obras maestras como Mi tío Jacinto (1956) o El cebo (1958). La sesión estaba hasta la ban-dera, no en vano es una de las películas espa-ñolas más taquilleras de todos los tiempos. Pero mi incipiente personalidad no entendía el estar a oscuras en una sala, los berrinches que soltaba hicieron a los espectadores protestar con toda la razón del mundo. Acabé la sesión en el vestíbulo mientras mis progenitores se turnaban en los pa-seos en cuello. Los míos fueron unos malos prin-cipios, pero en los siguientes años me convertí en un espectador compulsivo.

Esta sesión tuvo lugar el día 14 de abril de 1957 y entre todas las de la jornada recaudó 2.533,50 pese-tas. La cinta venía de proyectarse del Cine Rozada los días 12 y 13 con recaudaciones respectivas de 6.643,50 y 1.241 pesetas. Estos datos están recogi-dos de un libro de contabilidad de los cines que gestionaba la Empresa Paredes. El western pare-cía que hacía furor puesto que la sesión del día siguiente en el Cine Victoria, que fue Colorado

Jim (1953) de Anthony Mann recaudó 15.738 pe-setas, quizás porque fuera fin de semana.

Toda esta programación pasaba de reestreno por el resto de salas langreanas. La exhibición es-taba diseñada en función de las exigencias de los distribuidores, según el tirón comercial de la cinta y a veces obligaban a contratar paquetes de fil-mes. Si uno quería programar La violetera (1958) de Luis César Amadori tenía que contratar varios títulos más de inferior comercialidad.

El Teatro de la Victoria cerró en 1967. En la úl-tima etapa fue utilizado como sala de baile para la Sociedad de Festejos de Santiago, durante las fiestas de julio. Permaneció abandonado hasta su derribo, cuando ya amenazaba con caerse al es-tar declarado en ruinas. Fue demolido por una potente grúa un domingo, el 25 de febrero de 1979, para lo que hubo que desviar el tráfico. To-dos los entresijos sobre la propiedad y los avata-res sobre su demolición vienen reflejados en un extenso trabajo publicado en el Álbum Literario de Santiago de 2009, titulado Dos nombres para un mismo teatro: Manuel Llaneza/Victoria de Julio-José Rodríguez Sánchez.

En La Felguera estaba el Teatro Pilar Duro, que había sido inaugurado el 26 de junio de 1926. Construido por los marqueses de la Felguera, pronto fue comprado por Paulino García Ar-güelles para la empresa regida por él y por José Cuesta («Pepe el del Pilar Duro»). La sala te-nía una gran capacidad, constaba de un patio de butacas, platea y general, también en los la-terales unos enormes palcos, yo al menos así

El Teatro Pilar Duro situado en La Felguera era un edificio de una belleza extraordinaria, tanto en su parte externa como en sus entrañas. Al menos así lo recordamos los cinéfilos.

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los recuerdo. En algunas sesiones ampliaba su aforo colocando sillas en los pasillos laterales. Duro Felguera se hizo cargo del consumo ener-gético hasta mediados de los sesenta. Desde casi sus inicios tuvo equipo sonoro y fue escenario de multitud de acontecimientos cinematográfi-cos, culturales, artísticos y sociales. Tenía inde-pendientes las entradas de butaca de patio y de general, con dos porteros, los chavales que no podían acceder por la edad, debido a la clasifi-cación de las películas, pactaban con el portero de general la entrada, sacaban el ticket y espe-raban una seña del mismo y accedían en frené-tica carrera al gallineru. A mediados de los años

sesenta, la empresa Fernández Arango asumió la gestión, hasta su cierre en plenas fiestas de San Pedro, el 30 de junio de 1974, con la proyec-ción de También los ángeles comen judías (1974) de E. B. Clucher, mediocre filme de los artífices de la serie Trinidad. En el vestíbulo de entrada había una gran pizarra donde los domingos se iban anotando minuto a minuto los resultados de los equipos de las cuencas y de los grandes clubes de fútbol nacionales.

En el recuerdo de muchos langreanos, creo que era el día de la Jira de San Pedro, está la des-pedida que le dio la banda de música alicantina Los Claveles a su encargado, que estaba en uno de

Mayor Dundee (1964), de Sam Peckinpah, a pesar de ser masacrada por la censura y por los productores, conservaba una fuerza arrolladora.

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los ventanales que daban a la plaza de la iglesia, puesto que la familia encargada de la gestión jiraba en las dependencias de la primera planta del cine. Pocos pudieron contener las lágrimas cuando so-naron los compases de Adiós con el corazón.

Durante estos años su programación se nutrió de los filmes puestos previamente en el Cine Fel-gueroso y Teatro Rozada, al coincidir la gerencia.

Fue mítica la presencia como empleado del in-olvidable Suso, poniendo las carteleras, llevando a la estación los rollos de las películas con su mono azul de trabajo y celebrando los mejores momen-tos de las películas con su traje de espectador.

Allí pude asistir a la proyección de Mayor Dundee (1964) de Sam Peckinpah, la primera película que vi del genial director americano; Nevada Smith (1966) de Henry Hathaway, un western sobre una venganza llevada hasta lí-mites insospechados que contaba con una des-lumbrante fotografía y una extraordinaria inter-pretación de Steve McQueen; Lejos del munda-nal ruido (1967) de John Schlesinger, la historia

de una bella terrateniente encarnada por Ju-lie Christie; Romeo y Julieta (1968) de Franco Zeffirelli, un acontecimiento popular con lleno hasta la bandera y con una enorme ovación en un desnudo visto y no visto de Olivia Hussey; El baile de los vampiros (1967) de Roman Polan-ski, una divertida comedia sobre vampiros, que interpretaba junto a su futura esposa, la malo-grada Sharon Tate; y Doce del patíbulo (1967) de Robert Aldrich, un gran espectáculo bélico con un reparto extraordinario, una cinta que cosechó una excelente taquilla.

También acudí al Teatro Pilar Duro a dos se-siones muy especiales acompañando a mi pa-dre, un cinéfilo que tuvo mucho que ver con mi futura afición: ¡Qué noche la de aquel día! (1964) de Richard Lester, lo que me recondujo musi-calmente y El Álamo (1960) dirigida por el inol-vidable John Wayne. Ésta fue el día de mi cum-pleaños, allí me deslumbró un espectáculo sin precedentes con una de las mejores bandas so-noras de la historia del cine, obra maestra de

Dimitri Tiomkin. También llevaba en los bolsillos cinco pesetas en cromos de la liga, fue todo un regalo.

El Cine Covadonga, situado en-frente del Pilar Duro, abrió en 1950, tuvo como gerente a Antonio Coto, el primer presidente del Unión Popu-lar de Langreo. Funcionó hasta el año 1969. En su última etapa también tuvo la gerencia de la empresa Fernández Arango. Su programación era de rees-treno, cine de serie B, lo que no im-pedía que también se pudiera visionar alguna joya y obras de grandes auto-res. Los chicos de mi barrio íbamos algunos domingos a la sesión infan-til, cuando estábamos hartos de ver las cintas del Victoria, en algunas ocasio-nes repetidas hasta la saciedad. En una ocasión vimos una sesión sentados en la puerta, para lo que teníamos que

¡Qué noche la de aquel día! (1964) de Richard Lester, un espectáculo musical sin precedentes y un falso documental que hoy en día es mítico. Su director creó un estilo imitado hasta la saciedad.

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apartar la gruesa cortina. Allí vi entre otras: El desertor del Álamo (1953) de Budd Boetticher, El pequeño gigante (1953) de George Pal o Salomón y la reina de Saba (1959) de King Vidor.

Existen testimonios de que en el Cine Cova-donga, en la proyección de Gilda (1946) de Char-les Vidor, en los años cincuenta, ante el clamor popular se repitieron algunas secuencias por or-den de Coto. Esta acogida a tan apreciado filme se extendió por toda España y la escuché contar en otras localidades, pero me aseguraron que en Langreo no fue una leyenda urbana.

El otro extremo del parque Dolores F. Duro estaba el Cine Astur, que antes de la Guerra ha-bía sido el cine París. Fue explotado comercial-mente en un principio por la empresa Marshal de Bilbao, durante un corto periodo de tiempo, des-pués por Temístocles Fanjul Miravalles (Temis). En diciembre de 1965 pasa a explotarlo la em-presa Pesquera, hasta julio de 1967. Los dueños del edificio lo venden en 1979 a la empresa Fer-nández Arango que, tras una reforma, vuelven a abrirlo el 1 de marzo de 1980, con La fuga de Alcatraz (1979) de Don Siegel, con la presencia estelar de un impagable e imparable Clint East-wood, en la cima de su estrellato. El 13 de diciem-bre de 1988 cerró sus puertas definitivamente. En su ubicación se asienta un establecimiento de co-midas rápidas. Tenía patio de butacas, anfiteatro y general. Durante una época importante fue-ron célebres sus programas dobles, los jueves, con una selección de spaguetti western, cine de espías, muchas más de humor italianos y entre ellas algún despiste permitía ver algo interesante, pero la inercia consumista del cinéfilo hacía que acudiera a la sala. Su programación fue variando en función de la gerencia.

En este cine vi en su primera etapa: El hombre que mató a Liberty Valance de John Ford, obra que revolucionó el género del oeste; El coloso de Rodas (1961), primera cinta de Sergio Leone, ro-dada en parte en el puerto de Laredo, Cantabria, Los últimos días de Pompeya (1960) de Mario Bonnard, con Steves Reeves, la máxima estrella del péplum y Tres hombres buenos (1963), de Joa-quín Luis Romero Marchent, una película del Oeste rodada en España cuando aun sabíamos poco o nada del spaguetti western. En su última etapa de los ochenta pude asistir a: Los niños de

Brasil (1978) de Franklin J. Schaffner, basada en un famoso best-seller; Huracán (1979) de Jan Tro-ell, remake del filme clásico homónimo original de John Ford; Dune (1984) de David Lynch, una película totalmente fallida y desconcertante; o La querida (1976), quizás la peor cinta de Fer-nando Fernán Gómez como director, hecha por encargo para servir de lucimiento de Rocío Ju-rado, pero ya sabemos que con tal de dirigir una película Fernando era capaz de ésto o más, y yo abandoné la proyección con la hija pequeña de un matrimonio amigo, la niña tenía bastante sensibilidad.

En la nueva Casa Sindical de La Felguera comenzó a funcionar comercialmente en 1965 el denominado Cine Sindical. Estaba regentado de forma gratuita por gentes de la Obra Sindical Educación y Descanso y la programación corría a cargo de la empresa Pesquera. En él se estrenó en Langreo Los pájaros (1963) de Alfred Hitchcock, una de sus obras maestras. Su actividad cesó en 1973. Fue marco, junto al Cine Maripeña, Cine As-tur y Teatro Pilar Duro, del Certamen Internacio-nal de Cine Cultural de La Felguera que tuvo seis ediciones entre los años 1962 y 1967 y de varias ac-tividades de los cine-clubs langreanos.

En el centro de la nueva urbanización Setsa de La Felguera se ubicó el Cine Maripeña, que fue in-augurado el 25 de septiembre de 1964 con la pro-yección de la película La leyenda de Buda (1961)

Dune (1984) constituye el mayor batacazo en la filmografía de David Lynch. Una superproducción que no gustó a nadie.

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de título original Shaka, que es una superpro-ducción histórico-mitológica japonesa dirigida por Kenji Misumi y protagonizada por Kojiro Hongo y Shintaro Katsu, este tipo de películas se habían puesto de moda en Japón a finales de los cincuenta e intentaban crear una industria cinematográfica al estilo de Hollywood.

La sala estaba equipada con el sistema todd-ao, con la cinta de película de 70 mm Tenía una cabina equipada con dos magnificas máquinas. Contaba con 1.161 butacas en una sola planta, tipo anfitea-tro, separadas por una barandilla en dos partes, bu-taca de patio en la parte delantera y general en la parte trasera. Disponía de una pantalla de 18 me-tros de ancho, hubo una época en que fue el mayor de Asturias. A la entrada había un amplio vestíbulo, siempre decorado con la publicidad de la futura programación y donde estaba el ambigú debajo de la zona donde la sala se elevaba.

Desde sus comienzos lo explotó la empresa Pesquera. El nuevo sistema de proyección en 70 mm convocó a numerosos espectadores en la sala. Pronto se contabilizaron grandes éxitos des-tacando cintas como: Lawrence de Arabia (1962) de David Lean, que fue uno de los espectáculos más deslumbrantes que se vieron en un cine langreano, por el color, la magnitud de los pla-nos generales de los paisajes desérticos, la im-presionante interpretación de Peter O’Toole, reconocida como una de las mejores de todos los tiempos y la espléndida música de Mau-rice Jarre; La cabaña del Tío Tom (1965), una

coproducción de varios países europeos, ro-dada en Yugoslavia, que adapta la novela ho-mónima sobre los esclavos negros en las plan-taciones americanas y que constituyó todo un éxito; Espartaco (1960) de Stanley Kubrick, que era una reposición en formato 70 mm, y nos descubrió que el espectáculo y el saber hacer cine no estaban reñidos; Isadora (1966) de Ka-rel Reisz, a quien nos presentaron, a Miguel Ra-mos, Ángel Verdejo y a mí, en una edición del Festival de Cine de Gijón, y trata sobre la vida y muerte de la innovadora y excéntrica bailarina

La leyenda de Buda (1961) de Kenji Misumi y Lawrence de Arabia (1964) de David Lean. Primeros éxitos en el Cine Maripeña. Tuvo mucho que ver su formato en todd-ao y la espectacular pantalla del Cine Maripeña.

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Isadora Duncan; Lord Jim (1965) de Richard Brooks, otra gran interpretación de O’Toole, en este caso de un héroe, o antihéroe, de Joseph Conrad; El valle de las muñecas (1967) de Mark Robson, una película muy de los sesenta que tuvo un éxito enorme entre nosotros; y Flint agente secreto (1965) de Daniel Mann, con James Coburn siguiendo la moda de James Bond pero mucho más irónico y sórdido.

Otro gran éxito de público en el coliseum fel-guerino fue Anónimo Veneciano (1970), de En-rico María Salerno, cinta a la moda de Love Story (1970), muchas lágrimas en la platea, mu-cho zoom en las imágenes y poco cine en la pan-talla, eso sí la banda sonora era buena, fácil de recordar y fue un gran éxito de ventas.

También asistí en el Cine Maripeña a un es-pectáculo deslumbrante con La caída del Impe-rio Romano (1964) de Anthony Mann, rodada en Madrid, con un reparto de autentico lujo y pro-ducida por Samuel Bronston. Era un rumano que pretendió hacer en España un nuevo Ho-llywood. Para ello contrató a los más genuinos directores y actores americanos. Sus productos resultaban más baratos en nuestra tierra, funda-mentalmente debido a los hermosos parajes ex-teriores, la contratación de extras, a base de sol-dados, voluntarios del Frente de Juventudes y es-tudiantes y otros gastos de producción que eran ridículos comparados con el sistema de estudios americanos, debido a que los técnicos yanquis estaban sindicados. Construyó unos grandes es-tudios en las afueras de Madrid y se lanzó a una aventura impresionante: la creación de una gran industria cinematográfica en nuestro país. Ade-más produjo El Cid (1961) de Anthony Mann, su obra maestra, una de las mejores recreacio-nes sobre un tema histórico español, aunque se aleje bastante de la realidad, donde resulta inol-vidable la presencia junto a Chartlon Heston de la deslumbrante Sofía Loren haciendo de la as-turiana Doña Jimena; Rey de reyes (1961) de Ni-cholas Ray, un fracaso económico sobre la vida de Jesucristo; 55 días en Pekín (1963) de Nicholas Ray, con miles de extras madrileños haciendo de bóxers, rebeldes chinos que se oponían a la co-lonización de su país por parte de las potencias extranjeras, película de aventuras de las que ya no se hacen y que cuenta con una madura Ava Garner recordándonos que era un mito, y de la

que aún conservo unos cromos de una colec-ción que se vendió entre los niños; y El fabuloso mundo del circo (1964) de Henry Hathaway, con John Wayne, Rita Hayword y Claudia Cardinale. Sin embargo, los actores españoles nunca consi-guieron papeles relevantes en estas produccio-nes. La cosa no llegó más allá. Todos estos sue-ños de Bronston fueron muy bien acogidos en los cines de Langreo.

En 1970 se estrenó en el Cine Maripeña la cinta española No desearás al vecino del quinto del director asturiano Ramón Fernández, recien-temente desaparecido. Tuvo una enorme reper-cusión popular. Esta cinta puede considerarse la precursora del llamado Landismo, al estar inter-pretada por Alfredo Landa y ser el máximo ex-ponente de este tipo de comedia española, junto a José Luis López Vázquez y Andrés Pajares. Los cines españoles se llenaron de películas de este tipo pero poco o nada tengo que decir de ellas.

En Ciaño, Benjamín García Sierra, Chitu, fundó el Cine Ideal, que había comenzado su acti-vidad el 4 de diciembre de 1949. Aún se conserva el edificio en la carretera general, adosado a la Iglesia Parroquial. Al principio se utilizaron los bancos de la propia iglesia, que numeró el empresario. A principios de los sesenta funcionó en él un cine club gestionado por Don Enrique, un cura joven de la parroquia, que llegó a tener 200 socios. Ce-rró, bajo otra tutela, en 1965, aunque volvió una pequeña temporada a finales de los setenta, con un cine de reestreno o de serie B.

El propio Chitu, después de esta experiencia, abre el 3 de diciembre de 1961 el Cine Capitol con la exhibición de La novia salvaje (1958) de Roy Ro-land. Tenía 500 butacas, y en su época de esplen-dor, los domingos llegó a realizar cuatro sesiones, una de ellas infantil, donde se alcanzaban los 1500 espectadores. Dicen que había un letrero a la en-trada que ponía Todos los niños que no sean de pe-cho pagan su localidad. Fue un cine muy popu-lar. Cerró en 1979. Allí me tocó descubrir la pelí-cula española El gafe (1958) de Pedro L. Ramírez, protagonizada por el inolvidable José Luis Ozores junto a Antonio Garisa y Teresa del Río.

El Cine Lada se inauguró en 1954 con la proyección de El honor del capitán Lex (1952) de André de Toth, un western protagonizado por el

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carismático Gary Cooper. La sala tenía 700 lo-calidades, 500 en patio y 200 en general, y los días de fiesta podía llegar a los 1000 espectadores colocando sillas en los pasillos. Estaba situado en la Carreterilla. En 1960 incorporó el formato cinemascope y llegó a ser muy popular, puesto que todos los habitantes de los pueblos limítro-fes, San Miguel, El Caleyu, Les Bories, Pelabraga o La Nisal confluían en él y lo consideraban su cine. La empresa Pesquera asume su gerencia en los últimos meses de su actividad. Cierra a fina-les de los sesenta.

La Nueva también contó con un cine a partir de 1957, gracias a la iniciativa empresarial de María

Ángeles Gutiérrez. Se denominó Cine María Jesús. Contaba con 252 butacas que se complementaban con sillas si era preciso. La primera cinta proyec-tada fue Malvaloca (1954) de Ramón Torrado, una comedia protagonizada por Paquita Rico que fue gratis para toda la gente. Más adelante se encargó de la programación Chitu. Cerró hacia 1978.

En 1958 se había inaugurado el Nuevo Ci-nema de Barros, sustituyendo al primer Cinema de Barros que databa de 1949. Esto implica el co-mienzo de la época de mayor esplendor del cine en el distrito. Se comenta que acudía gente de La Felguera y de Sama y, a veces, se dejaban las puertas abiertas y los espectadores veían la película desde

El Cid (1961) de Anthony Mann. La mejor cinta salida de la factoría de Samuel Bronston. Un buen ejemplo de cómo nuestros personajes históricos pueden ser utilizados con la épica del western.

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el vestíbulo. En el año 1966 cambió de gerencia y permaneció en funcionamiento hasta el final de la década.

En Tuilla estaba el Cinema Garceli, fundado en 1946, que duró hasta mediados de los sesenta. Sufrió una remodelación en 1950 y llegó a te-ner 476 localidades. Son famosas sus sesiones de programa doble donde la gente acudía con bo-cadillos y mantas para protegerse del frío. Tengo que confesar que no tuve el placer de asistir a ninguna de sus sesiones.

El éxito de la mayoría de estas salas se basaba una programación muy popular. Triunfaban las películas españolas de Sara Montiel y demás fol-clóricas, las cintas con niños prodigio como Ma-risol, Joselito, Pili y Mili, Pablito Calvo o Rocío Dúrcal, el cine de romanos, el western y el es-pagueti western, la comedia española, el humor francés con unos cómicos de dudosa calidad, el cine de Cantinflas, las películas austriacas de Sissi, el cine de aventuras, el bélico y muchos me-lodramas. Además los precios eran asequibles y variaban en función del día de la semana, el tipo de sesión, si era butaca de patio o general y de los descuentos en colaboración con otros estableci-mientos o de la propia sala premiando la fidelidad del espectador.

en las puertas de las iglesias se colocaba un pe-queño cuadro donde se indicaba la calificación moral de las películas. Venían dictadas por la Oficina Nacional Clasificadora de Espectáculos, creada en 1950, la cual marcaba un código para cada estreno en España. La clasificación era: Au-torizado para todos los públicos (1); autorizado para jóvenes (2); autorizado para mayores (3); para mayores con reparos (3R) y gravemente pe-ligrosa (4). El público, en una gran mayoría, los leía para buscar platos fuertes, lo que en la mayo-ría de los casos sólo significaba una decepción.

Sin embargo los cines recibían otro tipo de clasificación: autorizada para menores; auto-rizada para mayores de 16 años y autorizada para mayores de 18 años. Esta última, algunos cines la llevaban a rajatabla. Más adelante tam-bién se clasificaron para mayores de 14 años.

La celestina (1969) de Cesar Ardavin, estaba calificada para mayores de 18 años y provocó un

pequeño escándalo en el Cine Felgueroso, pa-recía que todos éramos unos entusiastas de las adaptaciones literarias de nuestros clásicos, pero en realidad era que se había corrido la voz de que Elisa Ramírez enseñaba un pecho. El cine consi-guió llenos hasta la bandera y a la salida discu-tíamos la duración del plano, nadie sabía de Ca-listo o Melibea, ni como se habían conocido ni el porqué de su trágico destino.

en noviembre de 1961 se inaugura el Cine-Club Vértice. Contaba con más de 200 socios y co-menzaron proyectando en los cines Felgueroso y Astur, pasando después a hacerlo únicamente en el Cine Sindical. Fue un auténtico placer, para los cinéfilos de verdad, poder ver en las pantallas lan-greanas filmes como: Un maldito embrollo (1959) dirigida y protagonizada por Pietro Germi, un thriller con grandes dosis de suspense donde em-pezaba a deslumbrar una jovencísima Claudia Cardinale, una de mis musas cinematográficas;

La celestina (1969) de Cesar Ardavin, estaba calificada para mayores de 18 años y provocó un pequeño escándalo en el Cine Felgueroso.

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en esta década los cines de Langreo nos

permitieron asistir a la pro-yección de La Trilogía del Dó-lar del inmortal Sergio Leone, compuesta de: Por un puñado de dólares (1964), la sorpresa, escrita en 20 días y rodada en 48, consiguió ser un gran éxito primero en Europa y en años sucesivos en el resto del mundo; La muerte tenía un precio (1965), la confirmación, a partir de entonces el western no volvió a ser igual, a mu-chos nos cambió el concepto cinematográfico, y la primera aparición de Eastwood bajo la lluvia es una de mis secuencias inolvidables; y El bueno, el feo y el malo (1966), la obra maes-tra, con tres actores en estado de gracia, con secuencias ma-gistrales como el duelo final en el centro de un cemente-rio, que es una plaza circular, y que para Tarantino es la mejor filmada de toda la historia del cine y para muchos cinéfilos, entre los que me encuentro, es hipnótica, yo no me canso de verla en el dvd. Estas películas fueron repuestas hasta la sa-ciedad y significaron el descu-brimiento de un grandísimo actor llamado Clint Eastwood.

Además pudimos ver el úl-timo western de Leone Hasta que llegó su hora (1968), de la que a veces pienso que quizás sea su mejor obra y en la que en cada nueva visión descubro extraordinarios pasajes, es mi cinta de cabecera. Contiene una escena prólogo de más de diez minutos, rodada sólo con so-nido ambiente, que es todo un ejercicio de estilo. El duelo final, rodado en forma circular igual que en sus filmes anteriores, me

hace seguir trazando el círculo audiovisual de mi cinefilia.

En las cuatro obras anterio-res aparece un actor asturiano, natural de Pola de Allande, lla-mado Frank Braña. El cine de Leone se hizo grande entre los grandes y hoy en día aun es el más seguido, homenajeado, imi-tado y parodiado por los cineas-tas en activo. Por último tam-bién vimos de Leone, un poco más adelante, ¡Agáchate, mal-dito! (1971), para muchos una decepción, para mí una más de sus obras. Todas estas películas están ennoblecidas por las ban-das sonoras del ilustre maestro italiano Ennio Morricone y que todos sabíamos tararear.

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La puerta de las Lilas (1957), el antepenúltimo largometraje de René Clair, comedia y drama en un elogio de la infancia; Mi tío (1958) de Jacques Tati, un humor distinto de un modernista có-mico francés en la que quizás sea su mejor obra; El séptimo sello (1957) de Ingmar Bergman, una de las grandes obras maestras del director sueco donde están acumuladas casi todas sus obsesio-nes; Los cuatrocientos golpes (1957) de François Truffaut, inicio de las andanzas de su alter ego interpretado por Jean Pierre Léaud con una me-morable e imborrable secuencia final rodada en travelling sobre una playa, la película clave para el reconocimiento mundial de la Nouvelle va-gue; El manantial de la doncella (1960) de Ingmar Bergman, el cual consigue, con esta adaptación de una leyenda medieval sueca, su obra cumbre y uno de los títulos míticos del Séptimo Arte, y que es una de las películas más recordadas por el público veterano, pues cuando evocan una película que les sorprendió, la mayoría opta por ésta; La isla desnuda (1960) de Kaneto Shindo, con unas hermosas imágenes y una buena po-sibilidad de acercarse al cine japonés, por aque-lla época el gran desconocido por nuestros la-res; Muerte de un ciclista (1955) de José Antonio Bardem, una de sus grandes obras, que está car-gada de simbolismo y la cual sorprendentemente logró esquivar la férrea censura imperante; Sed de Mal (1955) interpretada y dirigida por Orson Welles, junto a un imposible Chartlon Heston haciendo de mejicano, su película más morbosa, filmada en claroscuros deslumbrantes, con todo tipo de angulaciones y una escena inicial, rodada en plano secuencia, para figurar en cualquier an-tología, y de la que las malas lenguas dicen que gastó todo el presupuesto en ella y le fue casi im-posible volver a rodar en Hollywood, lo que su-puso para los cinéfilos una auténtica pena; Los hermanos Karamazov (1958), de Richard Bro-oks, director y guionista perfecto en ambas fa-cetas, y uno de los mejores adaptadores al cine de una obra de la literatura clásica; El año pa-sado en Marienbad (1961) de Alain Resnais, una sorpresa del sobrevalorado cine francés que en realidad es una alegoría sobre la muerte; La gata sobre el tejado de zinc (1958) de Richard Brooks, la mejor obra de Tennesse Williams, con un co-lor espectacular y una atmósfera obsesiva, y que es la cinta donde más se nota el caluroso clima

sureño, el calor empapa la pantalla; Un ameri-cano en París (1951) de Vincente Minnelli, obra maestra del musical ganadora de seis Premios Oscar; o Cantando bajo la lluvia (1952) de Stan-ley Donen, coreografiada por Gene Kelly, proba-blemente el mejor musical jamás filmado y una de las mejores películas que se hicieron sobre el mundo del cine.

La historia de Vértice duró pocos años, pero fueron intensos, tuvo una programación de pri-mera y hoy en día es recordado como el más im-portante cine-club que existió en Langreo junto al Cine-Club Ciaño promovido por Enrique Fer-nández Fernández en la segunda mitad de los cincuenta.

Uno deseaba ser mayor para hacerse socio del cine-club puesto que mis progenitores eran so-cios de Vértice y recuerdo muchos de sus estre-nos por los comentarios que oía a la hora de la cena sobre los filmes proyectados. Excepto el día que asesinaron a Kennedy en Dallas, pues ese día primaron los informativos y todos nos olvidamos de la película que habían puesto.

El Festival Internacional Cinematográfico de Do-cumentales y Cortometrajes de La Felguera co-menzó su andadura el día 1 de julio de 1962 en el Teatro Pilar Duro. El acto de inauguración contó con la presencia del gobernador civil Marcos Peña Royo, el alcalde de Langreo Alfonso Argüelles Eguibar y otras autoridades locales. Hay un pre-gón inicial y están presentes las Reinas del evento, nombradas para el mismo. En la gala se proyectó un documental titulado Olimpiada y un corto que contaba con doce premios en otros festivales, de título Blinkity Blank. Las proyecciones tienen lu-gar en el Pilar Duro y el Cine Astur. En la gala de clausura se proyecta la película mejicana Simitrio (1960) de Emilio Gómez Muriel, ganadora de la Perla del Cantábrico en el Festival de cine de San Sebastián, que narra la historia de un maestro de avanzada edad y un niño muy travieso. El fallo del jurado concedía cuatro premios que fueron: Panera de Oro de Documentales para La corrida fantástica, producción francesa, ganadora de la Palma de Oro en Cannes; Panera de Oro de Cor-tometrajes para El pez rojo, también francesa; Pa-nera de Plata para Documentales para La merle y Panera de Plata de Cortometrajes para La sonrisa,

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otra producción francesa que había sido Palma de Oro en el Festival de Cannes en 1961. Esta primera edición contó con un presupuesto de doscientas mil pesetas. Tuvo una excelente acogida popular y participaron un buen número de películas de diversas nacionalidades.

La segunda edición también tuvo como sedes al Pilar Duro y al Astur. Concurrieron un total de 42 películas de nueve nacionalidades. Comenzó el 16 de junio de 1963, e igualmente contó con la presencia de las autoridades del año anterior. El jurado se decidió por premiar con la Panera de Oro de Documentales para Rembrant pintor del hombre, producción holandesa; la Panera de Oro de Cortometrajes para Idilio en la Torre Eiffel, de Francia; la Panera de Plata para Docu-mentales para Ballet in jazz, filme alemán y la Panera de Plata de Cortometrajes para Bom-bom parade. En la gala de clausura se proyectó Fresas salvajes (1957) escrita, mien-tras estaba en el hospital, y dirigida por el sueco Ingmar Bergman, su película más su-rrealista y una de las más co-nocidas. El éxito fue tal, que a petición popular hubo que re-petir la exhibición de la cinta de Bergman y de las ganado-ras con la Panera de Oro, en el cine Astur unos días después de la clausura en sesiones de 7.30 y 10.30 horas.

En la edición de 1964 se produjeron serios problemas debido a que varias películas estaban retenidas en Barajas para pasar por Censura, la premura de tiempo hizo que el Certamen peli-grara. Las gestiones llevadas a cabo en Madrid, directamente con el Ministro de Sindicatos fruc-tificaron y se pudo desarrollar la Muestra. Se in-augura el 3 de mayo en el nuevo Cine Sindical de la Felguera. Los premios son: Panera de Oro de Documentales a Frans Halls de Holanda; Pa-nera de Oro de Cortometrajes a Acero de Alema-nia; Panera de Plata para Documentales a Isola del vetro, producción italiana y Panera de Plata de Cortometrajes a Por tierras de las siete villas, un corto español. También hubo menciones por

parte del Jurado a La casa, de Holanda; Vacacio-nes en Egipto, de la República Árabe Unida; Ales-sandro Botticcelli, de Italia y Concerte: tour USA, de Estados Unidos. En la clausura se proyectó Como en un espejo (1961) de Ingmar Bergman, premio de la ocic en el Festival de Berlín y Oscar a la mejor película de habla no inglesa, una pe-lícula que inició una trilogía sobre las relaciones del hombre con la existencia de Dios.

Antes de comenzar la cuarta edición se ha-bían vendido todos los abonos. Comienza el 3 de octubre de 1965 con la proyección fuera de concurso de la cinta norteamericana Géme-nis IV. A partir de esta edición los premios cam-

bian y ahora solo hay una Pa-nera de Oro, tanto para lar-gos como cortos, y lo gana la producción portuguesa Bar-queiros de Douro. En cam-bio hay tres Paneras de Plata que son: la de Documenta-les para La realidad de Karel Appel de Holanda; la de Cor-tometrajes para 74.000 Kms. Bologna-Firenze y la de Cine Experimental, nuevo Premio instaurado en esta edición, para Variaciones electróni-cas de Holanda. Además el jurado concedió cuatro Pla-cas de Plata a: Miguel Ángel de Italia; Rendez-vous à New Port, de Francia; Vom sport in Deutschland de Alemania y Picolo, Saxo y Cía de Ho-

landa. La película de clausura fue Elisa (1962) de Frank Perry, entonces un desconocido y que ha-bía sido nominada a los Oscar al mejor director y guión adaptado.

En la edición de 1966 se producen cambios significativos. El jurado pasa a ser internacional y se cambia el nombre del Festival, denominán-dose Certamen Internacional de Cine Cultural de La Felguera. Desaparecen las Reinas del Fes-tival y las películas solo pueden presentarse en 35 mm y dobladas al castellano. El cartel anun-ciador es obra de Falo, el popular dibujante lan-greano. Además se producen variaciones en el equipo directivo y se conceden nuevos premios. Son seleccionadas 35 cintas de 13 países, se habían

Portada de una publicación del Festival Internacional de Cine de La Felguera. ¡Qué bien suena!

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el cine barroco de terror de la produc-

tora inglesa Hammer tam-bién tuvo su presencia en Lan-greo, destacando los filmes de Drácula protagonizados por Christopher Lee y Peter Cus-hing y dirigidos por artesanos de la talla de Terence Fisher. Además producían filmes sobre Frankestein, la Momia, pelícu-las prehistóricas llenas de ana-cronismos y chicas estupendas con biquinis de piel de bichos antediluvianos y de El Hombre Lobo. Nunca fueron estrenos del fin de semana, se ponían de jueves o en programas do-bles, estaban muy cortadas por la censura, pero fueron muy populares. Las producciones Hammer habían comenzado a

despuntar en 1958 con Drácula de Terence Fisher, después a lo largo de los sesenta y la primera parte de los setenta vimos en-tre otras El cerebro de Frankens-tein (1969) de Terence Fisher, Drácula, príncipe de las tinieblas (1966) de Terence Fisher, Drá-cula vuelve de la tumba (1968) de Freddie Francis, El poder de la sangre de Drácula (1970) de Peter Sasdy o Drácula 73 (1972) de Alan Gibson. Era un cine con un espectacular color, unas interpretaciones estupendas y un terror que hoy en día parece dedicado a un público infan-til, pero tenían una fuerte carga cinematográfica y un encanto especial.

En la década de los ochenta, estaba yo sacando una en-

trada en el Cine Arango de Gi-jón para acudir a una sesión del Festival de Cine y la taqui-llera me sorprendió con un ¡mira donde está Drácula!, me di la vuelta y pude contemplar avanzando hacia nosotros a un solitario Christopher Lee, que era miembro del Jurado Inter-nacional, su presencia seguía siendo majestuosa, pero eran las cinco de la tarde de un mes de julio y había un sol de jus-ticia, evidentemente no ejercía de Príncipe de las Tinieblas. Fueron y son muchos los di-rectores que quisieron contar con Lee en sus producciones, basta recordar que apareció en las sagas de La Guerra de las Galaxias y en la del Señor de los Anillos.

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presentado 79. El Director General de Cinemato-grafía José María Escudero acude a La Felguera para inaugurar el Certamen el día 1 de octubre de 1966. La película polaca Yo tengo un huevo, de Andrzej Brzozowski, gana la Panera de Oro. La Panera de Plata es para Sesenta ciclistas, del cana-diense Jean Claude Lebreque, que también con-sigue el Premio de La Nueva España. Asímismo, se concedieron: Panera de Plata de Cortometra-jes para La forma de las cosas, película canadiense y La Panera de Plata de Cine Científico para la norteamericana Destino: el hombre. Hubo cuatro Placas de Plata del Jurado para: Señoras y seño-res del polaco Witold Giersz; Pierrot del francés Jacques Leurox; Contre pied, cinta francesa, di-rigida por Manuel Otero, y El monigote de nieve de la checa Hermina Tylova. El Jurado de la Aso-ciación de Prensa concedió la Medalla de Oro a Retrato de un Director de orquesta del polaco Lu-dwik Perski. La gala de clausura ce celebra en el Cine Maripeña y en la misma se proyecta Fiestas

galantes (1965) una comedia del maestro francés René Clair y que fue su última realización.

La sexta edición pasa por cambios y amplia-ciones en la Directiva. Vuelve a estar presente en el Festival José María Escudero. Son enviadas 80 cintas, de las que se seleccionan 63 de dieci-siete países. El palmarés del Certamen fue: Gran Premio Panera de Oro para Un domingo en la isla del Grand Jatte, del holandés Frans Weisz. Paneras de Plata para Todo es número, del po-laco Stefan Schabenbeck; Blanco y Negro del po-laco Waclaw Wajser; La venganza, del polaco de Wladyslav Nehrebecki; Nueve tierras de los espa-ñoles José Ángel Cortés y Juan José García No-blejas y 100.000 contra uno del alemán F. Flein. El Jurado también decide conceder dos Placas de Plata a El hombre agonizante del holandés Theo Van Harem y a Un artista esquimal: Kenojuak, de nacionalidad canadiense. La Placa del diario La Nueva España se concedió a la película irlandesa Flea ceoil de Louis Marcus. En la gala de clausura se proyectó La esposa americana (1964) de Gian Luigi Polidoro con guión de Rafael Azcona que narra las aventuras de un italiano en Nueva York que por consejo de un amigo pretende casarse con una millonaria americana, luego divorciarse y vivir su vida.

No se celebraron más ediciones, las causas de su desaparición vienen perfectamente expli-cadas en el libro Langreo una Historia de Cine (Sala Oscura, Tertulia Cinematográfica, 1996) en un extenso, ameno y completo documento sobre el Certamen obra de Julio-José Rodríguez Sánchez.

a lo largo de esta década todos asistíamos a va-rias sesiones a la semana, el domingo el público juvenil llenaba las sesiones de las cinco, des-pués se personaban en los paseos y aún quedaba tiempo para acudir a las salas de baile como: El Elefés en Sama, bueno éste creo que solo funcio-naba los lunes; El Tropical en el Llugarín o a la Pista de Barros. Las funciones de las 7,30 de la tarde y las 10,15 noche eran para un público más adulto. Las sesiones infantiles solían ser a las tres de la tarde de los domingos. El cine era uno de nuestras grandes evasiones.

Para mí, ésta es la década prodigiosa del cine en Langreo.

La película Elisa (1962) de Frank Perry, que había sido nominada a los Oscar al mejor director y guión adaptado, clusuró la cuarta edición del Festival Internacional Cinematográfico de Documentales y Cortometrajes de La Felguera, en 1965.

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a principios de la década de los setenta sólo quedan en funcionamiento ocho cines en Lan-greo. La crisis de las salas locales ya había comen-zado y puede ser achacable a diversos motivos: por una parte la televisión tiene una mayor difu-sión en los hogares y por otra, empiezan a proli-ferar los coches particulares, lo que resta especta-dores debido a que los aficionados al séptimo arte tienen más facilidades para desplazarse a Oviedo o Gijón para ver cine de estreno, puesto que allí las cintas solían llegar unos meses antes.

La empresa Fernández Arango era mayorita-ria en la propiedad o alquiler de salas en Oviedo y Gijón, además de otros puntos de Asturias y provincias limítrofes, al alquilar las películas pri-mero las explotaban en las principales plazas y luego iban rotando por poblaciones más peque-ñas como Lampreo, donde dicha empresa ya era mayoritaria.

La muerte de mi padre me cambia la vida drásticamente, uno siente que pierde por de-creto la inocencia, acababa de empezar a estu-diar Ciencias Químicas en Oviedo y me tuve que poner a trabajar simultáneamente, dando clases particulares en El Entrego, en una popular aca-demia. Mis campos de espectador cinematográ-fico se ampliaron.

En las Cuencas Mineras en general y en Lan-greo en particular, somos muchos los universi-tarios que nos desplazamos a estudiar a Oviedo, no en vano según estudios de la unesco, en estos años, somos el municipio más culto del mundo, refrendado por el enorme número de carreras universitarias por habitante, según recoge Ala-dino Fernández en una publicación, segundo al-calde en la nueva democracia. Yo lo viví en pri-mera línea de fuego.

Se observan tiempos de cambio y la gente em-pieza a politizarse perdiendo el miedo a todo tipo de prohibiciones, esto crea un clima favorable para que triunfen el Cine Palladium de Oviedo y

el Cine Brisamar de Gijón, que son salas de Arte y Ensayo, modalidad de exhibición que había sido creada por decreto en 1967, con una programa-ción solo permitida en dichas salas, en versión original y con subtítulos en castellano.

Creo que los cines de Arte y Ensayo en Astu-rias comenzaron hacia 1970. La mayoría de su programación eran estrenos en España y con la etiqueta de que las películas exhibidas habían es-tado prohibidas en nuestra nación. Los univer-sitarios disponíamos de vales de descuento que nos suministraban en las conserjerías de las fa-cultades, todo el cine que veíamos lo malformá-bamos bajo una óptica política y en los corrillos entre clase y clase, en los bares universitarios o en los laboratorios, era habitual comentar las cin-tas de arte y ensayo, las lecturas del más insigni-ficante de los planos se convertían en un docto-rado del simbolismo cinematográfico.

A veces era más importante el acudir al Pa-lladium que el comer, gastábamos el dinero en paliar el hambre cinéfila y suplíamos el hambre física comiendo dos o tres pinchos en un mesón próximo a la estación de la renfe en Oviedo. Si la cuestión económica se ponía dura íbamos a las clases de la facultad en auto-stop, el dinero ahorrado era el salvoconducto necesario para ac-ceder a las exhibiciones cinematográficas. Ade-más, como ya comenté, los estrenos en la capital de Asturias eran más recientes y la oferta mayor que en las Cuencas.

Como el tiempo lo pone a todo en su sitio, hoy ya sabemos que por allí pasaban películas muy buenas, buenas, malas o muy malas. Algu-nas eran auténticos ladrillos que sólo tenían ti-rón por una publicidad engañosa que buscaba el escándalo o por alguna escena que podía resultar morbosa. No obstante, el público langreano, el que podía acceder a desplazarse, vio un tipo de cine que salvo festivales o cine-clubs no podía visionar en Langreo.

2. Años setenta

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entre los grandes estrenos del Cine Palladium están: Re-pulsión (1965) de Roman Po-lanski, extraordinario trabajo del director polaco que creo fue la que inauguró la sala, y que yo sin embargo vi, años después, en un pase en el Cine Felgueroso; Diario de una ca-marera (1964) de Luis Buñuel, con Jeanne Moreau como la criada testigo de la decadencia de una familia de la alta bur-guesía francesa; Belle de jour (1967) de Luis Buñuel, su cinta más erótica donde a partir de una novela muy mediocre consigue una gran obra, con una breve pero extraordina-ria participación de Francisco Rabal; El discreto encanto de la burguesía (1972) de Luis Bu-ñuel, con la que ganó su Os-car, eso sí para Francia y que se estrenó cortada aunque se le había prometido que no se ha-ría; El fantasma de la libertad (1974) de Luis Buñuel, con una serie de secuencias que dan vuelta a la realidad, es como el mundo al revés o una co-media del absurdo; Teorema (1967), de Pier Paolo Pasolini, donde nos narra la seducción de todos los miembros de una familia por parte de un bello joven, y fue un escándalo en su época de estreno; El Decame-rón (1971) de Pier Paolo Paso-lini, iniciación por parte de su autor de adaptaciones de clá-sicos de la literatura erótica,

que es una diserta-ción sobre la labor creativa, y que tam-bién se puso años después en el Cine Felgueroso; Los cuentos de Canter-

bury (1972) de Pier Paolo Pa-solini, adaptación del clásico erótico inglés de Chaucer; Las mil y una noches (1974) de Pier Paolo Pasolini, una adapta-ción muy personal de los clá-sicos cuentos de la literatura oriental; Saló o los 120 días de Sodoma (1975) de Pier Paolo

Pasolini, una adaptación de un relato del Marqués de Sade que se traslada al fascismo internacional, fue muy polé-mica y su dureza y escatolo-gía llevó a muchos espectado-res a abandonar la sala antes del final, y que es a la vez su testamento cinematográfico, puesto que al acabarla apare-ció asesinado en las afueras de Roma; Amarcord (1973) de Federico Fellini, que fue uno de los títulos más celebrados y populares en los cines de Arte y Ensayo, es una película coral

entre los grandes estrenos

que es una diserta-ción sobre la labor creativa, y que tam-bién se puso años después en el Cine

bury (bury (bury 1972solini, adaptación del clásico

Belle de jour (1967) la cinta más erótica y explícita de Luis Buñuel, estrenada en el Cine Palladium con unos cuantos años de retraso.

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58 cine felgueroso. cincuenta años de cine en langreo • sala oscura

que se basa en recuerdos in-fantiles de su autor, aunque él se niega a reconocerlo; Satyri-con (1969) de Federico Fellini, sobre el incompleto texto de Petronio, que es una de las me-jores obras de su autor; Roma (1972) de Federico Fellini, otra visión personal de los recuer-dos del director pero en este caso sobre su mitificada ciu-dad y donde más se nota su concepto del cine, ya que decía El cine son cuadros que tienen movimiento; Muerte en Vene-cia (1971) de Luchino Visconti, adaptación de una novela corta de Tomas Mann, pero cambiando el oficio de su per-sonaje central, toda una lec-ción sobre la decadencia física y moral; La caída de los dioses (1969) de Luchino Visconti, un ataque frontal al nacional-socialismo alemán, recreando la noche de los cuchillos largos;

Z (1969) de Costa Gavras, ganadora del Oscar a la me-jor cinta de habla no inglesa, que fue uno de los hitos de la sala, duró más de tres meses en cartel, que trata sobre la dictadura de los coroneles en Gre-cia y fue acogida

con aplausos al final de cada proyección, pues soñábamos con aquella resolución para nuestra política española, el ansia democrático estaba a un paso. Fue una de las primeras películas que vi de cine clara-mente político; El incinerador de cadáveres (1968) del realiza-dor checo Juraj Herz, sobre la ocupación nazi y una enorme crudeza; La naranja mecánica (1971) de Stanley Kubrick, que vimos después de varios años de espera, no defraudó a na-die y tuvo una permanencia superior a los cuatro meses en cartel; Woodstock (1970) de Michael Wadleigh, mí-tico documental del extraor-dinario concierto celebrado en dicha localidad americana un año antes de la fecha de producción, con la presen-cia de grandes estrellas del rock y una multitud de jóve-

nes dispuestos a demostrar que algo estaba cambiando en el mundo occidental; Agui-rre, o la cólera de Dios (1972) de Werner Herzog, una diser-tación extraordinaria sobre el poder con un Klaus Kinski ganándose el estrellato; o La vida de Brian (1979) de Terry Jones, el descubrimiento de los Monty Python, que co-sechó una espectacular res-puesta popular.

También tuvieron un éxito memorable cintas como: Cuerno de cabra (1972) de Me-todi Andonov, una película búlgara quizás famosa por la escena de la violación, pero una sorpresa para algunos y el descubrimiento de una fil-mografía desconocida que no tuvo continuidad. A me-dida que la cinta se iba pro-longando en la cartelera, los espectadores, con en el boca a boca, iban aumentando su permanencia en la misma; y Helga (el milagro de la vida) (1967) de Erich F. Bender, un documental alemán divulga-tivo, donde se incluía la es-cena de un parto, que tuvo un gran tirón comercial y fueron muchos los langreanos que la fueron a ver, yo he de confesar que no.

Como se ve, era una pro-gramación variada y un buen foro para ver obras impres-cindibles en el currículo de todo buen cinéfilo. Casi to-das las películas exhibidas en el Cine Palladium, de una u otra forma, fueron cayendo por Langreo, en reestrenos, en el cine de la Caja, en la pro-gramación de Sala Oscura, en la de la Alianza Francesa o en otros eventos culturales.

La caída de los dioses (1969) de Luchino Visconti, donde nos narra los sombríos pasos del ascenso del nazismo en Alemania y donde luce de manera extraordinaria el barroquismo de su autor.

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a lo largo de la década asistimos a la final de la dictadura, a la transición y a los albores de la democracia, y esto significó una mayor apertura cinematográfica, la desaparición de la censura, una mayor permisividad temática, la llegada del destape y el rescate de filmes prohibidos.

Siguieron desapareciendo cines en Langreo, cuestión común en toda España. El Sindical lo hace en 1973, el Teatro Pilar Duro en 1974, el Ma-ría Jesús de La Nueva en 1978 y el Capitol de Ciaño cierra su periplo en 1979.

El local del Cine Rozada, ya sin butacas, se empleaba para bailes y conciertos de grupos musicales. Allí, a principios de esa década, asistí a fiestas organizadas por la Sociedad de Feste-jos de Santiago y a un concierto del grupo Los Íberos, que por entonces estaban en el cande-lero, sin embargo fuimos pocos los asistentes al concierto. Esta nueva tendencia de la sala no cuajó comercialmente y se cerró en espera de un derribo inminente.

En esta época empiezan a aparecer las películas americanas hechas a medida del público juvenil que llenaba las salas y parecían destinadas a chicos sin pretensiones, en lo que se denominó la come-dia gamberra. El cine mundial pasó por una crisis de calidad que se fue subsanando con el paso del tiempo. Este tipo de filmes también tuvo cabida en la programación de nuestras salas.

el Cine Felgueroso sufre una remodelación para hacer más cómodas las butacas, supri-miendo algunas filas, y pasa a tener una capaci-dad para 752 espectadores. Se sustituyen las dos cámaras de proyección por una con lámpara de xenón, eliminando los clásicos carbones incan-descentes, lo que aumenta la seguridad al impe-dir que la cinta de la película se queme.

Esta sala nos ofrece el gran cine comercial de la década con filmes como La vida privada de Sherlock Holmes (1970) de Billy Wilder, una de sus últimas obras maestras, que resultó un fra-caso comercial; El violinista en el tejado (1971) de Norman Jewison, un musical protagonizado por Topol ganadora de tres Oscar ; Mi querida seño-rita (1971) de Jaime de Armiñan que nos descu-bre las enormes posibilidades interpretativas de

La vida de Brian (1979) de Terry Jones, una corrosiva comedia que disfrutamos en versión original con subtítulos en el Palladium.

La vida privada de Sherlock Holmes (1970) de Billy Wilder, una joya a redescubrir que vimos en el Cine Felgueroso.

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un travestido José Luis López Vázquez; Chato el apache (1971) de Michael Winner, un divertido western con Charles Bronson; Contra el imperio de la droga (1971) de Willian Friedkin, recordada por todos por la escena de la persecución y el salto al cine americano de Fernando Rey después de triunfar internacionalmente con Luis Buñuel; Perros de paja (1971) de Sam Peckinpah, la ten-sión elevada a su máxima potencia, en una copia machacada por la censura que años más tarde se repuso completa y fuimos aclarándonos algo más sobre lo que realmente sucedía en la panta-lla; Adiós, cigüeña, adiós (1971) de Manuel Sum-mers, sobre unos adolescentes que deciden tener un niño al quedar a chica embarazada, que era pura ciencia-ficción; Cabaret (1972) de Bob Fosse, musical de éxito con una excelente banda sonora y toda la plasticidad de su autor en las imágenes; Luna de papel (1973) de Peter Bogdanovich, una agradable y simpática road-movie que propor-cionó un Oscar a la niña Tatum O’Neal; Mamá cumple 100 años (1979) de Carlos Saura, donde su autor se acerca a la comedia; Tiburón (1975) de Steven Spielberg, en su primer éxito interna-cional y donde su música y sus sustos subma-rinos se hicieron inolvidables; Frenesí (1972) de Alfred Hitchcock, donde el humor negro de des-trucción masiva es la propuesta del maestro in-glés en su penúltima obra; La huella (1972) de Jo-seph L. Mankiewicz, un hermoso duelo interpre-tativo entre Michael Caine y Laurence Olivier; La noche americana (1973) de François Truffaut, toda una declaración de amor al cine y una in-olvidable presencia de Jacqueline Bisset; El exor-cista (1972) de William Friedkin, de la que se de-cía que estaba basada en un caso real de pose-sión y que logró aterrorizar a medio mundo; Jesucristo Superstar (1972) de Norman Jewison, un famoso musical rock muy polémico por la forma de tratar la figura de Jesucristo como un hippie y algunos detalles más; Tal como éramos (1972) de Sydney Pollack, desvelando una histo-ria de desamor con la caza de brujas como telón de fondo; Luis II de Baviera (1973) de Luchino Visconti, un retrato minucioso de la decaden-cia del histórico monarca, con una recreación virtuosa y unas interpretaciones deslumbrantes donde destaca Helmut Berger y Romy Schneider, curiosamente volviendo a interpretar a Isabel, la emperatriz de Austria que popularmente fue co-

Chato, el apache (1971) de Michael Winner, cine de consumo y Luna de papel (1973) de Peter Bognanovich, cine de calidad. Todo tenía cabida en la programación del Felgueroso.

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nocida como Sissi; El golpe (1973) de George Roy Hill, una de las cintas más divertidas de la dé-cada, ganadora de siete Oscar y que fue acogida de una forma extraordinaria por el público lan-greano, todo el mundo la recuerda; Chinatown (1973) de Roman Polanski, un homenaje al cine negro más clásico, una genial dirección y la me-jor interpretación de Jack Nicholson; El coloso en llamas (1974) de John Guillermin, la inicia-dora del llamado cine de catástrofes, es como un catálogo de este género, con muchas estrellas en decadencia y mucho efecto visual; El joven-cito Frankenstein (1974) de Mel Brooks, una de las comedias más divertidas del cine; Papillón (1974) de Franklin J. Schaffner, recreación de un popular best-seller de la época y muy supe-rior en calidad a la novela; Cría cuervos (1975) de Carlos Saura, todos aquellos que la vieron nunca olvidaran los deslumbrantes ojos de la entonces niña Ana Torrent y la canción ¿Por qué te vas? de Jeanette ; Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) de Milos Forman, inolvi-dable cinta que situó a Jack Nicholson en lo más alto del estrellato; 1941 (1979) de Steven Spielberg, una comedia coral sobre una hipotética invasión de los japoneses en Estados Unidos durante la

Luis II de Baviera (1973) de Luchino Visconti, la belleza plasmada en celuloide. Visconti se estrenaba ya con regularidad en nuestras salas.

en una sesión de no-che en el Cine Felgue-

roso vi Pat Garrett y Billy the Kid (1973) de Sam Peckinpah, para mi gusto uno de los mejo-res western que se hicieron. Me satisface por muchos motivos, como son: una excelente puesta en escena; una soberbia inter-pretación de James Coburn, en el papel de Garrett; una música compuesta por Dylan que con-tiene la mejor canción que oí-mos sobre una pantalla, titulada Llamando a las puertas del cielo; por su historia desmitificadora; por aparecer el propio Pec-kinpah haciendo un ataúd de un niño y diciendo aquello de que está a punto de abandonar aquel territorio y no hizo más

filmes del oeste; por sus impa-gables diálogos, como aquel en medio de un tiroteo en que un miembro de la banda de Billy le dice a Garrett «nosotros los viejos amigos no deberíamos hacernos esto»; y por la poesía que emana de sus secuencias, como aquella en que el viejo comisario herido de muerte se arrastra hacia la charca, bajo la llorosa mirada de su esposa, al igual que un animal mori-bundo que va a morir a la orilla del agua. Años después revisé una versión de la cinta con el montaje del director, que con-tenía 15 minutos añadidos, pero para mi sorpresa la canción de Dylan había desaparecido y solo era tarareada.

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II Guerra Mundial; Asignatura pendiente (1977) de José Luis Garci, una película clave de la transi-ción y con unos títulos finales objeto de aplauso por el público; Buscando al Sr.Goodbar (1977) de Richard Brooks, que retrata la vida de una soli-taria profesora que busca desesperadamente la estabilidad emocional en el mundo nocturno y donde Diane Keaton logra el papel de su vida; y Ese oscuro objeto del deseo (1977), la despedida por todo lo alto del cine de Luis Buñuel.

También vimos muchos filmes de las sagas creadas por Aeropuerto (1970) de George Sea-ton, con muchas estrellas y Le llamaban Trini-dad (1970) de E. B. Clucher, con los esperpénti-cos Terence Hill y Bud Spencer. Pero son todos prescindibles.

Gil Parrondo es un director artístico natural de Luarca, ganó dos Oscar uno por Patton (1970) y otro por Nicolás y Alejandra (1971) ambas de Franklin J. Schaffner. Era el primer español en conseguirlo. Ambas las vimos en esta década en los cines de Langreo y fueron muy populares, pero pocos se enteraron de un evento tan im-portante en la historia del cine español. ¡Tenía en su poder dos premios Oscar!

el cine español era vilipendiado por todos, los que decían que sabían y los que sólo iban al cine. Fue muy importante para nuestra cinematogra-fía el estreno de dos obras que le dieron un cierto aire de libertad y que lograron reconciliar a algu-nos cinéfilos españoles con nuestro cine. Ambas se estrenaron en el Cine Felgueroso y son:

Furtivos (1975) de José Luis Borau, la cinta es-pañola más importante de la transición política hacia la democracia, un drama alegórico sobre España que no dejó indiferente a nadie. Habla de la España negra y profunda. Cuenta con unas interpretaciones magistrales, donde destaca una impresionante Lola Gaos. Es una cinta muy dura, tanto en el continente como en el contenido, que resulta demoledora.

El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice, el más maldito de nuestros directores a pesar de su prestigio entre los cinéfilos, es la película más hermosa del cine español. Contiene poesía a rau-dales, muestra la inocencia elevada a la máxima

potencia, trata al cine como fábrica de sueño, po-see múltiples lecturas y unas interpretaciones in-olvidables, donde destaca Ana Torrent, una niña cuya mirada ya es patrimonio de nuestro cine.

También vimos en el Cine Felgueroso El caza-dor (1978) de Michael Cimino, una de las gran-des producciones del género bélico inspirado por la Guerra de Vietnam. Una excelente diser-tación sobre las etnias que viven en América y su patriotismo, una historia de amistad por en-cima de cualquier situación que llega a límites delirantes. Es prodigiosa la secuencia inicial de la boda que dura casi una hora. Es una de las cintas más recordadas por los miembros de Sala Oscura que, sin embargo, nunca nos atrevimos a programar debido a su larga duración, cercana a las tres horas. Un día de estos caerá.

De acontecimiento se puede catalogar la pro-yección de Manhattan (1979) de Woody Allen, donde da un paso más en la descripción de las complejas relaciones entre los humanos de una

Furtivos (1975) de José Luis Borau, un hito en el cine español acogido muy favorablemente por crítica y público. Era de visión obligatoria para cinéfilos y no cinéfilos.

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misma tribu urbana, donde su cine se hace más elegante en la forma y más complejo en el contenido, y donde ya están todos y cada uno de sus fantas-mas personales. Según confesó el pro-pio Allen, hizo la película para dedi-cársela a la ciudad que tanto amaba, Nueva York, y por experimentar con el blanco y negro. Modestia aparte, es una de sus mejores obras y está entre mis filmes preferidos.

Acudí al Cine Astur a ver El pa-drino (1974) de Francis Ford Coppola, en una sesión de domingo tarde, con una buena entrada, y automática-mente se convirtió en un filme de co-lección para mi archivo cinéfilo. En las últimas clasificaciones de mejores pelí-culas está en lo alto de las listas. Quizá se deba a que cada vez los críticos son más jóvenes, pero la obra maestra de Coppola no desmerece estar lo más arriba posible. Años después, Coppola completó con éxito una trilogía con El padrino II y El Padrino III. Éstas pa-saron por el Cine Felgueroso o por el Cine Maripeña. Fue una delicia des-cubrir a un joven director americano componiendo una trilogía excelente. El retrato de esta familia italoamericana contada con un aire de tragedia, con mayúsculas, nos revela un retablo en tono realista del crimen organizado. Nos dejó algunas de las secuencias más inolvida-bles de la historia del celuloide y una iconografía que marcó de una forma importante la estética del cine. La música de Nino Rota es impresionante e identifica perfectamente al film. Marlon Brando lo borda, Al Pacino está a una altura impresionante y Robert de Niro confirma que es uno de los mejo-res actores de todos los tiempos. Aunque la carrera de Coppola no dejó de sorprendernos, aquí puso el listón muy alto. En el mismo 1974 también se estrenó otro de los grandes filmes de Coppola, La conversación, pero esta maravilla, que por cierto ganó la Palma de Oro en Cannes, pasó bastante desapercibida en nuestros cines.

Asímismo, me llamó la atención El furor del dragón (1972), interpretada por Bruce Lee, fue la primera película de artes marciales que re-cuerdo ver en un cine. Fue en el Cine Felgueroso

a principios de los setenta, la sala estaba abarro-tada de un público incondicional, se comporta-ban como ultras, jaleaban cada una de sus in-tervenciones e incluso estallaban en carcajadas ante los poco brillantes momentos de humor. El mito de Lee estaba en su apogeo, pero a mi me aburrió, no vi más películas de este género. En los años siguientes proliferaron y se llenaron al-gunas sesiones con acérrimos seguidores de los luchadores orientales. Al poco tiempo pasaron a los videoclubs y acabaron siendo consumidas, en sus correspondientes ciclos, en las cadenas de televisión privadas. Sé que tuvo mucho ti-rón en nuestras salas una obra titulada El lucha-dor manco. Lo siento, yo no quiero recordar este subgénero que predominó en estos años.

La saga de El padrino deslumbró a los espectadores de medio mundo, esta segunda entrega está considerada como la mejor secuela de la historia.

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a principios de la década, mis sesiones prefe-ridas eran las del sábano noche en el Felgueroso. Íbamos después de dejar en casa a la chica, como era de rigor, a las 10 de la noche. Cenábamos, o no, y acudíamos a nuestra sesión. Yo iba acom-pañado de Lito y Ernesto, amigos de la infan-cia, de los de verdad. Allí recuerdo recrearme por todo lo alto entre otras con Harry el sucio (1971) de Don Siegel, con Clint Eastwood en uno de los papeles que más popularidad le dio, le con-virtió en el actor más taquillero del mundo a lo largo de la década y generó cuatro secuelas hasta 1988; La balada de Cable Hogue (1970) de Sam Peckinpah, su western menos sucio; y Los violen-tos de Kelly (1970) de Brian G. Hutton, una cinta bélica que supo aplicar como nadie el lenguaje de Leone.

Un sábado fuí al Cine Felgueroso, a la sesión de tarde, ya que así podía ir con mi novia, a ver Barry Lyndon (1975) de Stanley Kubrick. La cinta no me defraudó, sino todo lo contrario, la foto-grafía es inigualable, como en toda la obra de Kubrick, estaba filmada con luz natural o de ve-las, las escenas de masas son primorosas y la mú-sica recopilada por el propio director se convir-tió en superventas. Fué proyectada el día en que Dolores Ibarruri La Pasionaria dió un multitudi-nario mitin en el campo de futbol de Ganzábal. La película resultó un poco larga y hubo que ir corriendo para no perdernos el momento histó-rico. Desde entonces mis recuerdos hacen que siempre una cosa me traiga a la mente la otra y el orden de los factores no altera el producto.

Un domingo a principios de la década acudí, muy bien acompañado con mi chica, a una se-sión de las cinco de la tarde al cine Maripeña. Al salir, después de darnos un breve paseo alrededor del parque Dolores F. Duro de La Felguera, nos encaminamos a la Pista de Barros. Todos los do-mingos había una atracción musical. Por allí pa-saban grupos y cantantes de renombre en el pa-norama musical español, allí vimos entre otros a Los Pop Tops, Juan Manuel Serrat, muchas ve-ces a Víctor Manuel, Los Módulos o Los Guantes Rojos, estos eran locales y también nos encanta-ban, sobre todo cuando Adolfo Altable interpre-taba Yesterday en versión Ray Charles. Aquel día,

sin embargo, le tocaba el turno a un cantante me-lódico italiano de nombre Pino Donaggio, cuya canción más conocida tiene por título Una casa encima del mundo. Su actuación fue memorable, con una primera parte dentro de su estilo de pre-ciosas baladas y una segunda en plan rockero. Al finalizar su actuación salimos al jardín exterior y le vimos en una esquina que daba al escenario fir-mando autógrafos. Mi chica se fue a pedirle uno y con una amplia sonrisa, se lo dió un domingo en

Autógrafo de Pino Donaggio, conseguido en la Pista de Barros, cuando aún no sabíamos nada de su faceta como compositor cinematográfico.

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el 26 de noviembre de 1971 tiene lugar en

el Cine Maripeña el estreno mundial de Cao-xa de Pedro Mario Herrero, escritor, dra-maturgo, corresponsal de gue-rra, guionista y director astu-riano, nacido en Valdesoto y que había pasado parte de su infancia y juventud en Lan-greo. Hubo un lleno hasta la bandera y acudieron el propio director, el músico, parte del equipo técnico y de los acto-res, algunos no profesionales, y las autoridades locales. La película, rodada en una aldea vietnamita en pleno conflicto bélico, sorprendió por su as-pecto entre documental y fic-ción, con escenas bélicas reales y apostando por la teoría de la liberación. La cinta tuvo una extraña difusión comercial. Es una de las cintas más maldi-tas de la cinematografía espa-

ñola. Del propio Pedro Mario Herrero, yo vi en el Cine Mari-peña, en una sesión de jueves, Si estás muerto, por qué bailas (1970), interpretada por Al-fredo Landa y La Polaca. Fue el

realizador de ¡Adiós cor-dera! (1966), cuento ho-mónimo de Leopoldo Alas Clarín, rodada en escenarios naturales as-turianos. Otras pelícu-las suyas son La barrera (1965) su debut, una comedia con José Bó-dalo y Carlos Estrada; Club de solteros (1966), donde en un pueblo es-pañol un grupo de ami-gos rompen con sus no-vias y forman el citado club, con música de Carmelo A. Bernaola. uno de los grandes compositores de ban-das sonoras de nuestro

cine; o El gran secreto (1980), un drama sobre varias perso-nas aisladas por una nevada en una casa rural, con un reparto encabezado por Francisco Ra-bal y María Luisa San José.

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una fotografía tipo postal. Unos años después en un pase de Vestida para matar (1979) de Brian de Palma, me fijo en los títulos de crédito que Do-naggio figura como autor de la banda sonora. Mi sorpresa fue mayúscula. Desde entonces, sigo su carrera y puedo contar que es uno de los más prestigiosos autores de bandas sonoras de la ac-tualidad. Entre otras compuso Amenaza en la sombra (1974) de Nicholas Roeg; Carrie (1976) de Brian de Palma; Piraña (1978) de Joe Dante; Do-ble cuerpo (1984) de Brian de Palma; Muerte en el Vaticano (1982) de Marcello Aliprandi; En nom-bre de Caín (1992) de Brian de Palma; Detrás de la puerta (1982) de Liliana Cavani; Impacto (1981) de Brian de Palma; Aullidos (1981) de Joe Dante; Ber-lín interior (1985) de Liliana Cavani; o Nunca ha-bles con extraños (1995) Peter Hall. Aún conservo a mi chica, por eso aún tengo su autógrafo. En la penúltima cinta de Tarantino, Death Proof (2007), aparece uno de sus temas Sally and Jack, lo que significa entrar en el Olimpo de los compositores cinematográficos.

Como una cosa lleva a otra, comencé a leer libros de cine. Uno de los primeros fue El di-rector es la estrella, que me dejó un entraña-ble compañero de la Facultad de Ciencias, Julio, natural de Laviana. En plena lectura, estrena-ron en el Cine Felgueroso Hermanas (1973) de Brian de Palma, donde ya muestra una amplia referencia a varios filmes de su maestro Alfred Hitchcock. A De Palma le dedica el libro un am-plio capítulo, donde ya se empieza a analizar su obra y desde entonces soy un fan acérrimo de su cine. Por supuesto que cayeron muchos más libros en mis manos, los cuales devoré y coleccioné.

Igualmente en el Felgueroso vimos Lo verde empieza en los Pirineos (1973) de Vicente Escrivá. Era una comedia burda que intentaba criticar, parodiar, reírse o no se sabe qué, de los espa-ñoles que a principios de los setenta acudían a Perpignan o a Biarritz a ver un tipo de cine pro-hibido aún en España. Pero según la prensa es-pañola, sólo se trataba de ver El último Tango en París, Emmanuelle o algún que otro porno. Sin embargo, la verdad era que la férrea censura cor-taba el paso a cientos de películas cuyo interés ci-nematográfico estaba fuera de toda duda.

Tiene especial interés el estreno en Langreo, en el Cine Felgueroso, de películas prohibidas

durante años por su carga política como El gran dictador (1940), la primera película hablada de Charles Chaplin, donde parodia la figura de Hitler y que había sido prohibida por expreso deseo del general Franco. En el discurso final de Chaplin, dirigiéndose directamente al es-pectador, el público presente en la sala se de-cantó por arrancar una enorme y sonora ova-ción; Viridiana (1961) de Luis Buñuel, ganadora en Cannes de la Palma de Oro, el máximo ga-lardón del jurado, pero a raíz de un artículo de L’Observatore Romano, periódico oficial del Vaticano, provocó que fuera prohibida en Es-paña y se ordenó la destrucción de todas las co-pias en un buen ejercicio de libertad, aunque el éxito popular fue considerable; o Por quién doblan las campanas (1943) de Sam Wood, un drama adaptado de la novela de Ernest Hemin-gway sobre la Guerra Civil Española, con una duración de tres horas que defraudó al público que esperaba algo más panfletario y se encon-tró con una hermosa historia de amor perfec-tamente interpretada por Gary Cooper e Ingrid Bergman, que es retratada con unos primeros planos inolvidables y con una representación de los soldados republicanos españoles a años luz de la realidad.

Hacia 1977, la revista de cine Fotogramas pu-blicó una lista de películas imprescindibles que habían estado prohibidas en España. Era tan ex-tensa que pensábamos que no llegaríamos a verlas todas. Pero estábamos equivocados casi todas se llegaron a estrenar. En los años siguientes nos fueron llegando de una u otra forma y nos pusi-mos al día, aunque algunas que se colaron eran totalmente prescindibles, pues sólo tenían a su favor la etiqueta de que habían estado prohibi-das. El interés de los aficionados a ver buen cine se fue incrementando.

Aprovechando mi viaje de novios por el sur de Francia, en 1978, pasé por Biarritz y Perpig-nan y acudí a ver alguna sesión de cine pro-hibido, pero ya estaba en franca decadencia. Cuando llegué a Barcelona se estaban estre-nando cintas como Bilitis (1977) de David Ha-milton, un fotógrafo pasado al cine que no sa-bía lo que era hacer una película, y demás pe-lículas eróticas para la burguesía francesa en particular y europea en general, y que en Es-paña funcionaron muy bien puesto que existía

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la excusa cultural perfecta para ir a ver cine eró-tico sin tapujos. Así llegaron Emmanuelle (1974) de Just Jaeckin, que generó una saga y muchas imitaciones; Historia de O (1975) de Just Jaec-kin; y un buen montón más. El mercado espa-ñol pronto se sumó a esta corriente y produjo un enorme número de títulos, donde destaca-ban como realizadores Jesús Franco o veteranos como Ignacio F. Iquino.

De repente las carteleras españolas se llenaron de pseudoproductos eróticos que recibieron una calificación especial, Películas S. Duraron desde 1975 hasta 1985. Los avispados productores es-pañoles empezaron a fa-bricarlas en serie y muchas eran firmadas con seudóni-mos. También proliferaron productos o subproductos eróticos extranjeros. Tuvie-ron su público, pero duró lo que dura el sueño de una noche de verano. Hoy na-die se acuerda de ellos a ni-vel artístico.

En el Maripeña acudí un domingo a ver La tras-tienda (1975) de Jordi Grau, que estaba lleno hasta la ban-dera, cosa previsible puesto que contenía el primer des-nudo integral del cine espa-ñol, a cargo de María José Cantudo. Allí no había cine, nadie se enteró de la pelí-cula, la polémica iba por otros derroteros.

Sin embargo, los acon-tecimientos se precipitaron con la caída de la dictadura y a finales de la década ya em-pezaron producirse y estrenarse cintas más per-misivas. Después se inicia la época del destape. La cinta española protagonizada por Amparo Mu-ñoz, Tocata y fuga de Lolita (1974) de Antonio Drove, tuvo una acogida excelente en la taquilla del Cine Felgueroso, las colas daban la vuelta a las oficinas de ercoa, situadas en una esquina de la Inmobiliaria Felgueroso. Esto se repitió con La lozana andaluza (1976) de Vicente Escrivá y otros títulos similares.

estando de viaje por el sur de Francia vi una cola enorme de espectadores a la puerta de un cine y mi curiosidad me llevó a acercarme y ver que proyectaban La guerra de las galaxias (1977) de George Lucas. Unos días después, en Barce-lona, la historia se repitió pero la cola era ma-yor. Cuando la cinta llegó a Langreo ya era todo un fenómeno de masas y su estreno en el Fel-gueroso fue todo un acontecimiento. Deslum-bró por sus efectos especiales, que cambiaron el concepto de los mismos, por su narrativa, el

retorno a la aventura pura y una nueva forma de en-tender la vida. A partir de aquí la cosa continuó, y ya en los ochenta, se culminó una primera trilogía con El imperio contraataca (1980) de Irvin Kershner y El re-torno del Jedi (1983) de Ri-chard Marquand. Todas tu-vieron una gran acogida en nuestros cines. La segunda trilogía en orden de estreno, pero primera en el aspecto cronológico de la saga for-mada por La amenaza fan-tasma (1999), sigue con El ataque de los clones (2002) y culmina con La venganza de los Sith (2005), todas dirigi-das por George Lucas, cogió a nuestros cines comerciales en franca decadencia. La úl-tima ya no contaba con sa-las de estreno en Langreo.

En aquella época surgió la llamada tercera vía del cine es-

pañol. Creada por el productor José Luis Dibil-dos, estaba a medio camino entre el cine popu-lar, de ínfima calidad, y el cine intelectual, que tenía poco tirón en taquilla salvo honrosas ex-cepciones. En nuestros cines, aparte de otras ya citadas, tuvieron un éxito considerable cintas como Españolas en París (1971) de Roberto Bo-degas, que fue la pionera y yo vi en el Teatro Pi-lar Duro; Vida conyugal sana (1974) de Roberto Bodegas; El Love Feroz (1975) de José Luis García

Reproducción del cartel original de La guerra de las galaxias (1977) de George Lucas. Cuya iconografía llega hasta nuestros días. El mercado mundial se inundó de productos de los personajes y las naves galácticos.

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Sánchez; o Mi mujer es muy decente, dentro de lo que cabe (1975) de Antonio Drove. La musa del género era María Luisa San José y el actor más carismático José Sacristán.

Para mí, la normalidad democrática comenzó cuando se estrenó en el Cine Felgueroso El úl-timo tango en París de Bernardo Bertolucci. El público lógicamente esperaba otra cosa, la pu-blicidad sobre la carga erótica del filme se había desbordado, y fue encontrarse con un extraordi-nario estudio sobre la soledad y la supervivencia del individuo frente a una sociedad que todo lo devora. Brando sigue estando espléndido y Pa-rís se convierte en una de las ciudades cinema-tográficas por excelencia. En un viaje posterior a la capital gala, recorrí algunos de los escena-rios del filme, es una experiencia digna de expe-rimentar. Años después hice lo mismo con Los

amantes del Pont-Neuf (1991) de Leos Carax, un poético drama sobre los vagabundos parisinos, proyectada en Langreo por Sala Oscura. Estuve en el susodicho puente a las diez de la noche de una fría primavera y parecía que París ha-bía quedado sin habitantes. Más tarde me enteré que en la cinta el puente era un decorado, pero no me importó pues yo estuve donde quería que estuviera el autor.

el Cine Maripeña en sus sesiones comercia-les nos regala cintas tan interesantes como El seductor (1971) de Don Siegel, la mejor cinta de su director y donde Clint Eastwood comienza a romper su imagen de hombre duro, pues aquí ya compone un personaje fácil de ser derrotado; Soldado azul (1970) de Ralph Nelson, estrenada

Soldado azul (1970) de Ralph Nelson, cinta sobre el exterminio del pueblo cheyenne a manos de las tropas del coronel Iberdson. En la carátula original americana la india del dibujo no lleva la poca indumentaria que aparece en esta.

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unos años después de su realización y con más de media hora de cortes, y cuya reposición pos-terior en esta misma sala, permitió comprobar el desaguisado cometido por la censura; Un hombre llamado caballo (1970) de Elliot Silverstein, uno de los mayores éxitos de la sala; Pequeño gran hombre (1970) de Arthur Penn, una desmitifica-ción del western con un gran Dustin Hoffman; Escalofrío en la noche (1971) el inesperado y prometedor debut de Clint Eastwood en la dirección, cuando no nos podíamos ni imaginar hasta dónde iba a llegar su carrera como realizador; Gritos y susurros (1973) de Ingmar Bermang, su mayor éxito comercial en España, con la escena fundamental censurada, aquella en que la protagonista se mutila los genitales con una copa de vidrio rota, por lo que la mayoría de los espectadores no sabían de qué iba aque-llo y había que informarse de las claves en revistas es-pecializadas en cine; Con-fidencias (1974) de Luchino Visconti, con todos sus ele-mentos en juego, desde be-llas imágenes hasta personajes torturados y de-cadencia a raudales; Hair (1979) de Milos For-man, con canciones inmortales de la cultura de los sesenta; y Las dos inglesas y el amor (1971) de François Truffaut, una de sus obras maestras, un drama romántico sobre un amor loco.

A finales de la década era la época en que va-rios matrimonios, a los que me une una gran amistad, íbamos en pandilla al cine, ahora a la se-sión del domingo a las 7,30. En el Cine Maripeña vimos Annie Hall (1977) de Woody Allen, la gran triunfadora de los premios Oscar de aquel año, los que no fue a recoger por tocar el clarinete con un grupo de amigos. Esta cinta supuso el reconoci-miento general de su genio. Aquella tarde yo me hice alleniano ya desde el comienzo, cuando di-rigiéndose a los espectadores dice parafraseando a Groucho Yo no pertenecería nunca a un club donde aceptasen a personas como yo, toda una

declaración de principios al autoproclamarse hijo adoptivo del más genial de los Hermanos Marx. Pero había mucho más como su puesta en escena innovadora; su enorme sentido del humor, que a veces resultaba demoledor; la categoría con que sabe reírse de sí mismo, sólo al alcance de algu-nos cómicos privilegiados y por su enorme carga de libertad de expresión. Pero sobre todo, nunca

olvidaré cuando declara que sólo leía libros donde apa-reciera la palabra muerte en su título, precisamente uno de los temas más tratados en su cine junto a su estado hipocondriaco.

También triunfaron en la sala muchos spaguetti wes-tern, la mayoría de los cua-les eran producciones espa-ñolas que tenían unos títulos demenciales, los cuales Mi-guel, Alejandro y yo recordá-bamos en plan humorístico, por ejemplo: Ve, mátalos y vuelve o Cava tu fosa amigo, llega Sartana. En la sala fel-guerina los proyectaban hin-chados a toda pantalla para poder mantener el sistema todd-ao, del que ya apenas se producían películas.

En estos años el cine italiano tenía su tirón. Por una parte estaban las comedias, unas bur-das, la mayoría dirigidas por Steno, con actores que llegaron a hacerse populares y hoy en día nadie los recuerda, y otras más sofisticadas diri-gidas por autores como Pietro Germi o Alberto Lattuada. Por otra, se prodigaba el cine de sus-pense italiano denominado Giallo, que significa amarillo en referencia al color de las portadas de unas populares novelas policíacas italianas. En-tre otras vimos El gato de las nueve colas (1971), El pájaro de las plumas de cristal (1970) (ésta se puso en el Teatro Pilar Duro), y Cuatro moscas sobre terciopelo gris (1971) de Darío Argento, tri-logía fundamental en el género que nos ocupa. Y muchas más en coproducción, donde había mucha sangre y poco sexo, puesto que la mayoría se estrenaban en versiones cortadas o adaptadas a España.

Cuatro moscas sobre terciopelo gris (1971) una cinta de Dario Argento, un mítico director para los aficionados al cine de terror, que en La Felguera vimos masacrada por la censura.

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En esta época fue cuando se destapó el escán-dalo de las dobles versiones de las películas espa-ñolas. Fue a raíz de la proyección en Santiago de Compostela de la cinta española Las melancóli-cas (1973) de Rafael Romero. La copia en cues-tión estaba destinada a Santiago de Chile y un operario se equivocó de destino y la mandó para la capital gallega, al menos eso dijeron las cróni-cas oficiales. El hecho se desencadenó cuando la máxima autoridad eclesiástica acudió a un pase privado y se prohibió su exhibición con las co-rrespondientes sanciones administrativas. Los cazadores de erotismo tuvieron que esperar unos años para saciar su sed.

Proliferaron en nuestras salas películas de cine de terror español, estas sí que tenían do-bles versiones y a veces los saltos narrativos eran

espectaculares, lo que provocaba silbidos en las plateas langreanas. Aparecieron en muchos pro-gramas dobles, aunque algunas se estrenaban con honores de grandes superproducciones. Su máximo representante fue Jacinto Molina, actor y director que era conocido con el nombre ar-tístico de Paul Naschy. Su mayor popularidad la consiguió en su papel de Hombre Lobo, siendo la más conocida La noche de Walpurgis (1971) de León Klimovsky, después hubo varias secuelas y vinieron otros personajes. El filón hizo que exis-tiera un subgénero de terror a la española. La mayoría de los títulos sin ningún interés artís-tico, excepto para los fanáticos del género, que los había y los hay, y son muchos.

El público del Cine Felgueroso dispensó una cálida y multitudinaria acogida a La escopeta

El retorno de Walpurgis (1973) de Carlos Aured, una explotación del efímero éxito de sus predecesoras, que contó con una extraordinaria aceptación en mercados internacionales.

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nacional (1977) de Luis G. Berlanga. Con ella, la carrera del maestro valenciano llegó a su cús-pide, pues ahora ya mostraba lo que quería sin tapujos y su acidez esperpéntica nos emocionó. Hacía un cine coral, rodado en plano secuen-cia, con un reparto de lujo donde aprovechaba al máximo todos los registros interpretativos de nuestros mejores actores de reparto. La taqui-lla fue soberana y rodó dos secuelas: Patrimonio nacional (1981) y Nacional III (1982), ambas bien acogidas en Langreo.

a mediados de los setenta, tengo mis prime-ros contactos con la realización cinematográ-fica. Lo hago trabajando con una cámara de cine amateur de súper 8 mm Junto a Juan José Gar-cía Gómez y Alfonso Granda García-Argüelles, rodamos un documental sobre el río Nalón y su entorno totalmente contaminado, desde Laviana hasta Frieres. Nos lo pateamos todo por etapas, era una fría y soleada primavera y hasta nos de-tuvo la policía secreta con sede en Sama enfrente del río, que todos conocíamos, al confundirnos con un comando de información de algún grupo terrorista. Hoy en día el material está totalmente perdido, fue un trabajo inacabado pero hermoso, una aproximación al cine y las dificultades que lleva la práctica, la teoría es más fácil.

después de la positiva experiencia de Vértice y el cine club de Ciaño, en este periodo de tiempo proliferaron los cine-clubs en nuestro concejo. Era una propuesta muy interesante que se venía desarrollando popularmente en España desde principios de los años cincuenta y que tuvo una buena repercusión cultural en la España fran-quista. Aunque parece que el término cineclub surge en Francia en 1916 y que tuvo una amplia difusión por todo el mundo, en España es mí-tico el de la Residencia de Estudiantes de Ma-drid (hacia 1917), del que formó parte Luis Bu-ñuel. Consistía en grupos de cinéfilos que se reunían para visionar, discutir, difundir y ana-lizar la obra cinematográfica. En los cincuenta se forma una Federación Internacional. Lam-preo, con su típica inquietud e intensa activi-dad cultural, no es ajeno al tema y volvieron a surgir muchos.

En esta década, en La Felguera, funcionó el Cine-Club Ensidesa con una programación variada, popular, pero no del estilo de la que se ponía en este tipo de grupos.

En Sama, a mitad de la década, se formó el Cine-Club Gonzalo Suárez de Amigos del Nalón con sede en la calle Severo Ochoa, en el que se recuperaron para el espectador grandes obras de la cinematografía mundial, algunas de las cua-les eran muy difíciles de visionar por estos la-res. Pusieron películas de Sergei M. Eisenstein, Vsevolod, Pudovkin, Dziga, Vertov, Orson We-lles, Alfred Hitchcock, John Ford o un ciclo de los Hermanos Marx.

El Cine-Club Infantil de Ensidesa tuvo una vida breve debido a la dificultad de encontrar tí-tulos adecuados. Había monitores que presen-taban las obras y luego dirigían debates. Era una propuesta muy interesante.

El Cine-Club Lumière de la Alianza Fran-cesa fue presentado en el Cine Felgueroso el 6 de diciembre de 1972 con Campanadas a media-noche (1965) de Orson Welles, una producción española que recoge una particular simbiosis de varias obras y personajes de William Shakes-peare. Le siguió un programa doble con Retrato de Orson Welles, un documental de François Rei-chenbash, y Una historia inmortal (1968) de Or-son Welles, una cinta que apenas dura una hora y donde convierte una ciudad española en la le-jana China. En octubre de 1973, presentan en el Cine Sindical de La Felguera una semana de cine francés y entre otras se proyectaron Pickpoc-ket (1959) de Robert Bresson, un drama sobre un carterista que ejerce su oficio para darse valor; Le signe du lion (1959) de Eric Rohmer, primer lar-gometraje del maestro francés; y À bout de souffle (Al final de la escapada) (1960) de Jean-Luc Go-dard, donde nos muestra un estilo innovador so-bre manera en el montaje y la fotografía. En 1974 pasaron un ciclo dedicado a Obras Maestras de la Literatura Francesa, donde encontramos Ger-minal (1963) de Yves Allegret, adaptación de la célebre novela de Emile Zola con temática mi-nera o La Cartuja de Parma (1948) de Christian Jaque, adaptación de una obra de Stendhal. La programación duró un año más. Las cintas se

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proyectaban en versión francesa con subtítulos en castellano. También se vieron otras cintas de diversas nacionalidades.

El Cine Club Nalón, proyectaba en el Cine Sindical de La Felguera, estaba inscrito en la Fe-deración Española de Cine-Clubs y en él se pu-dieron ver entre otras películas como Smic, smac, smoc (1971) de Claude Lelouch, una de las más in-novadoras del cine francés y de una frescura envi-diable, que fue la de su inauguración en noviem-bre de 1974, y se pasó en versión original subtitu-lada; El chico (1921) de Charles Chaplin, su primer largometraje, aunque en realidad se conservan 50 minutos, todo un regalo para los sentidos y de la que siento que es una enorme suerte poder ver algo tan hermoso en una pantalla; Tiempos mo-dernos (1936) de Charles Chaplin, el genio en su cénit y que cuenta con tres o cuatro gags extraor-dinarios que no me canso de ver en una copia en dvd de mi colección; El ángel exterminador (1962) de Luis Buñuel, la primera vez que la vi empecé a vislumbrar la osadía de un director de cine; o El

bosque de los abedules (1970) de Andrzej Wajda, reseñada más adelante. En una sesión doble se proyectaron dos mediometrajes de Luis Buñuel, Un perro andaluz (1929) y Las Hurdes, tierra sin pan (1933), obras imprescindibles de la cultura ci-nematográfica y que en aquellos años eran muy difíciles de ver. Las sesiones eran el sábado por la tarde, a eso de las siete o siete y media. Allí acudi-mos una serie de personas, la mayoría muy jóve-nes, intentando dar una nueva dimensión a nues-tro amor al cine. Duró poco tiempo por dificulta-des económicas pero fue otro paso más en nuestra instrucción cinematográfica.

El Grupo de empresa hunosa presentó en el Cine Maripeña el I Ciclo Internacional de Cine. Fue durante los días 8, 17 y 22 de mayo de 1974. Constaba de tres películas entre las que estaban Cao-xa, la ya comentada cinta de Pedro Mario Herrero, y Detenido en espera de juicio (1971) de Nanny Loy, con un impresionante Alberto Sordi. En el programa se anunciaba que el grupo Hu-nosa tenía como objetivo sondear el interés del

a finales de los años setenta, se proyectaron

en nuestras Cuencas Mineras unos ciclos de la Obra Social de la Caja de Ahorros de Asturias, como entonces se llamaba. En-tre los que pusieron estaban los siguientes:

Cine de estrellas y vam-piresas: La calle sin alegría (1925) de G. W. Pabst, con Greta Garbo; Madres que bailan (1926) de Herbert Brenon, con Clara Bow; Éx-tasis (1933) de Gustav Ma-chaty, con Hedy Lamarr; Dos mujeres y un amor (1939) de John Cronwell, con Carole Lombard; Damas de teatro (1937) de Gregory LaCava, con Ginger Rogers y Katharine Hepburn.

Clásicos del cine mudo: Primeras realizaciones de los hermanos Lumiere; Un som-brero de paja italiano (1927) de René Clair; La pasión de Juana de Arco de Marcel Dreyer; El acorazado Potemkin de Sergei M. Eisenstein; El último de F. W. Murnau; El nacimiento de una nación de D. W. Griffith; Asalto y robo al gran tren de Edwin. S. Porter; Uberfall de Ernö Metzner; La fiebre del ajedrez de V. I. Pudovkin; Rain de Joris Ivens.

Cine experimental y de vanguardia: En tres capítulos.

– El cine experimental en España: El hotel eléctrico (1905) de Segundo de Chomón; Un perro andaluz (1928) de Luis Buñuel y Salvador Dalí; Las Hurdes, tierra sin pan (1932)

de Luis Buñuel; El crimen de la pirindola (1965) de Adolfo Arrieta; Homenaje a Tarzán (1969) de Rafael Ruiz Balerdi; La edad del silencio (1978) de Gabriel Blanco.

– El surrealismo: Paris qui dort (1923) de René Clair; En-treacto (1924) de René Clair; La estrella del mar (1928) de Man Ray; Fantasmas antes del al-muerzo (1927) de Hans Ritcher.

– La vanguardia en Francia: El espejo de las tres caras (1927) y La sangre de un poeta (1930), ambas de Jean Cocteau.

La literatura y el cine: El abanico de Lady Winder-mere (1925) de Ernst Lubitsch, basada en un relato de Oscar Wilde; Tener y no tener (1945) de Howard Hawks, según una novela de Ernest Hemingway;

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público por el Séptimo Arte, con el objetivo de crear un cine-club con actividad continua.

En 1975 La Sociedad de Festejos de San Pe-dro de La Felguera organizó una Semana Cine-matográfica en el Cine Maripeña en colabora-ción con el Cine-Club Nalón. Se pusieron Sal-vaje y peligrosa (1972) de Brian G. Hutton, uno de los mayores fracasos de la carrera de Liz Ta-ylor; El héroe anda suelto (1968) de Peter Bog-danovich, donde un envejecido actor encarnado por Boris Karloff, decide dejar el cine al com-probar que sus películas no calan en la juven-tud, donde podemos comprobar que la violencia actual supera sus ficciones y quizá sea su mejor obra; se proyectó un largometraje documental sobre los Rolling Stones, el cual me perdí y hoy en día aún no tengo referencia de él; Tal como éramos (1973) de Sydney Pollack, excelente diser-tación sobre la caza de brujas en Hollywood; y Mi vida es mi vida (1970) de Bob Rafelson, sobre un prometedor músico, un joven Jack Nichol-son, que abandona su carrera para trabajar de

operario en una refinería, una cinta muy típica de los sesenta. Además hubo una sesión infantil con una película de dibujos animados de la fac-toría Disney titulada Robín y sus amigos.

Al año siguiente se repite la experiencia con una segunda semana donde pusieron obras como Tiempos modernos (1936) de Charles Chaplin, la última aparición de su genial vagabundo en la pantalla, todo un incunable; El bosque de los abe-dules (1970) de Andrzej Wajda, un drama que na-rra la extraña educación sentimental que recibe un joven de sus tres hermanas; La noche ameri-cana (1973) de François Truffaut, el mejor home-naje al cine visto en una pantalla y ganadora de un merecido Oscar a la mejor película extranjera; y El ángel exterminador (1962) de Luis Buñuel, el res-plandor surrealista del maestro en una de sus me-jores realizaciones por tierras mejicanas. También se proyectaron un par de sesiones infantiles.

Ésta fue mi década de asentamiento en la cinefi-lia. Pero ahora ya éramos dos los espectadores en la sala, mi compañera y yo.

Ricardo III (1944 de Lau-rence Olivier, adaptación de un drama de Shakespeare; Mouchette (1966) de Robert Breson, según una novela de Georges Bernanos.

Clásicos del cine cómico: Max y la estatua (1913) de Max Linder; La quimera del oro (1925) de Charles Chaplin; El campeón del anuncio (1924) con Charlie Chase; El moderno Sherlock Holmes (1924) de Bus-ter Keaton (Pamplinas); Tibu-rones de billar (1915) de W. C. Fields; ¡Ay, mi madre! (1926) de Sam Taylor, con Harold Lloyd; Ojo por ojo (1929) y En un viejo puerto (1932), ambas con Stan Laurel y Oliver Hardy (El Gordo y El Flaco); La pri-mera llama (1925) de Harry Edwards, con Harry Langdon;

Alumand Eve (1932) un corto con la pareja femenina Zasu Pitts y Thelma Todd; Sopa de ganso (1933) de Leo McCarey, con los Hermanos Marx; Pe-ligro a granel de Larry Semos (Tomasín o Jaimito).

Los ciclos eran presentados con una publicación gene-ral, que tenía por una cara un póster del ciclo y por la otra unos comentarios realizados por primeras firmas de la crí-tica especializada de este país. Además, daban unos carto-nes con los comentarios de cada película o grupo de ellas. Como se ve al releer lo selec-cionado, estamos ante toda una antología del mejor cine clásico. Estos ciclos rodaban por entidades culturales de toda España.

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la desaparición de salas de exhibición conti-núa de forma espectacular. Es la década de im-plantación del video, el penúltimo enemigo de los cines. En Langreo solo quedan cuatro y sin embargo hay más de 30 videoclubs, algunos ambulantes. A lo largo de estos años desapare-cen otras dos salas, el Cine Hogar y el Cine As-tur. Los medios de comunicación audiovisuales empiezan a hacerse más potentes y el coche se asienta definitivamente en las familias. Se puso de moda acudir a los estrenos cinematográficos a Oviedo.

En los cines se implanta el control de taquilla, pero eso no quiere decir que se cumpla, pues era práctica habitual dar la localidad junto a un pe-queño ticket, a veces grapado y otras no, te cor-taban la entrada y recogían el ticket de control y sospechábamos que volvía a pasar por la taqui-lla. Si alguno insistía en que se lo dieran, podía recibir cualquier tipo de respuesta, todas menos la adecuada.

Después de desaparecer el sistema Vídeo-2000, se inicia la guerra de formatos entre el Beta y el vhs. Cada uno tiene sus adeptos. Los video-clubs tienen que tener una copia en cada formato. Pronto se decantan por el vhs.

El público de las salas de cine se hace cada vez más juvenil, y las películas tienden descaradamente a captar este tipo de espectador.

En Oviedo, Gijón y Avilés empiezan a sur-gir los llamados minicines. Un paso atrás en la calidad, puesto que tienen poco aforo, butacas muy incómodas y pantallas pequeñas. Suelen tener hasta siete salas contiguas, esto hace que se ahorren costes, sobre todo en personal, ya que lo reducen en la puerta, en los acomoda-dores y los proyeccionistas. Sin embargo, esto hace aumentar la oferta cinematográfica. És-tos nunca llegaron a establecerse en Langreo, aunque se rumoreaba que alguna sala local po-día ser dividida en varias más pequeñas, pero no cuajó.

El cine comercial se hace en parte más sofis-ticado y cierto tipo de subproductos práctica-mente desaparecen de las pantallas de estreno. Sin embargo, sí prolifera en el mercado video-gráfico, que las vende como grandes estrenos. Los socios de los videoclubs, al pedir consejo a los dependientes, reciben una contestación del tipo esto es un peliculón. Tan célebre se hace di-cha expresión, que Antena 3 Televisión, años des-pués, ponía una serie de películas en su progra-mación nocturna con el título de El peliculón de la semana. En el no va más de lo estrafalario y entre otras lindezas, podíamos ver en los bares y cafeterías ciclos de comedias italianas de un tal Jaimito, que en realidad era Alvaro Vitalli, que ha-cían furor y podías escuchar a un contertulio en un bar cantar las excelencias de tan genial cómico ¡Habíamos tocado fondo!

En el Cine Felgueroso, en 1989, se cambian las butacas, pues una vez cerrado el cine Astur, se aprovechan las suyas, que eran más nuevas y es-paciosas, lo que hace que pase a tener 517 plazas para los espectadores. En butaca de patio hay 232 localidades, 155 en club y 130 en principal, donde el espacio se ha reducido al colocar una cortina en la parte superior, mientras que la trasera pa-saría a ser una especie de almacén.

La extraordinaria película E. T. (1982) de Ste-ven Spielberg consigue ser la más taquillera de la historia del Cine Felgueroso y aguantó en cartel toda una semana con llenos en todas las sesiones. Mi hija Diana, de apenas unos años, no aguantó el tirón de la muerte y resurrección de la criatura extraterrestre y estuvo llorando varios días. Tiene una de las mejores bandas so-noras de la historia debida al genial John Wi-lliams, el hombre vivo con más nominaciones a los Oscar, 45, de las que ganó en cinco ocasiones la estatuilla, una por esta cinta. Curiosamente, en la misma fecha, algunos bares y cafeterías de Sama estaban proyectando copias ilegales en ví-deo de la película del mago de Hollywoo. Yo vi

3. Años ochenta

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una y quede horrorizado de la bajísima calidad del producto, parecía importar más el título que lo enlatado en la cinta, puesto que empe-zaban a grabarse en las propias salas de exhibi-ción a partir de cámaras más o menos domés-ticas. En general, todas tenían una calidad de imagen deplorable y unos doblajes delirantes. Esto no implica que algunos empresarios del sector videográfico se ajustaran a la legalidad y triunfaran durante unos años con el alquiler para el uso doméstico.

Un día estábamos un grupo de amigos echando una partida de mus, en un bar de Sama, y a uno de los jugadores le reclamó su esposa para ir al Cine Maripeña. Al día siguiente nos comentó que, para su sorpresa, la cinta era Acorra-lado (1982) de Ted Kotcheff, la que inició la serie Rambo, que se estaba proyectando en el bar mientras jugába-mos la partida. El resto de la serie de este popular per-sonaje y las cintas de Rocky eran las más celebradas en los bares de Langreo. Eso sí, después de triunfar en los cines locales.

Los cafés también po-nían en formato vídeo otras producciones de origen du-doso, donde no se respetaba nada de la obra cinemato-gráfica, ni formato, ni so-nido, ni doblajes. Existían furgonetas de reparto a do-micilio y los propietarios de los bares cargaban de cintas para proyectar a lo largo del día y la noche, las sesiones eran maratonianas. Entre los estrenos, primaban los subproductos italianos con una cierta carga erótica, que por cierto eran infu-mables, y sorprendentemente los clientes lo ce-lebraban como maravillosos estrenos y eran ca-paces de verlos varias noches seguidas. Hay co-sas que nunca se podrán entender. Esta práctica acabó perjudicando a los cines locales.

entre los éxitos proyectados en los ochenta en el Cine Felgueroso y puede que algunos en el Cine Maripeña, tenemos: Carros de fuego (1981) de Hugh Hudson, ganadora de cuatro Oscar y una de las mejores películas que se hicieron sobre el deporte; Gente corriente (1980) de Ro-bert Redford, donde el genial intérprete salta a la dirección y logra el Oscar al mejor realizador del año; Veredicto final (1982) de Sidney Lumet, con un excelente Paul Newman; El retorno del Jedi (1983), de Richard Marquand, episodio VI de la saga de La Guerra de las Galaxias; Ama-

deus (1984) de Milos For-man, extraordinaria adap-tación de la obra homó-nima de Shaffer sobre la vida de Mozart, ganadora de ocho estatuillas; Gandhi (1982) de Richard Attenbo-rough, la vida del carismá-tico líder indio, que ganó otros ocho Oscar; El beso de la pantera (1982) de Paul Schrader, un remake del clásico de Jacques Tour-neur, muy entretenida y una cinta a reivindicar; Los San-tos inocentes (1984) de Ma-rio Camus, basada en una novela de Delibes y una de las mejores películas espa-ñolas, con las que sus in-terpretes principales, Al-fredo Landa y Paco Rabal, ganaron el Premio a la Me-jor Interpretación en el Fes-

tival de Cannes. Nuestros actores empezaban a ser reconocidos internacionalmente; Un hombre lobo americano en Londres (1981) de John Landis, recordada por sus extraordinarios efectos espe-ciales y maquillaje; Cotton Club (1984) de Fran-cis Ford Coppola, un sensacional homenaje al jazz de los años veinte; Memorias de África (1985) de Sydney Pollack, con Robert Redford y Meryl Streep dando lo mejor de sí, una película inolvi-dable por su belleza y por la música de John Ba-rry; El color del dinero (1986) de Martin Scorsese, divertidísima continuación de uno de los mejores

El beso de la pantera (1982) de Paul Schrader, un remake del clásico de Jacques Tourneu, fue uno de los éxitos proyectados en los ochenta en el Cine Felgueroso.

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y más carismáticos filmes de la historia, El bus-cavidas; Top gun, ídolos del aire (1986) de Tony Scott, con un Tom Cruise para quinceañeros, hoy en día es más famosa por el tema principal de su banda sonora, Take my breath away, inter-pretado por el grupo Berlin, que ganó el Oscar; La misión (1986) de Roland Joffé, con unas im-presionantes interpretaciones de Robert de Niro y Jeremy Irons, en una cinta hermosísima por su fotografía y que cuenta con música de Morri-cone en una de sus innumerables obras maes-tras; 9 semanas y media (1986) de Adrian Lyne, un drama erótico que encumbró a su pareja pro-tagonista, Kim Basinger y Mickey Rourke, ade-más de influir mucho en la moda de los ochenta; Matador (1986) de Pedro Almodóvar, un giro en su carrera y que cuenta con la inolvidable pre-sencia del actor asturiano Nacho Martínez; El nombre de la rosa (1986) de Jean-Jacques Ann-aud, un thriller medieval que era una adaptación de una novela de Umberto Eco y gustó a todo el mundo; Arma letal (1987) de Richard Don-ner, una cinta con pareja de policías que juega al 50 % entre la comedia y la acción, su enorme éxito generó varias secuelas; El bosque animado

(1987) de José Luis Cuerda, una de las pelícu-las más aclamadas del cine español ganadora de cinco Goyas; El último emperador (1987) de Ber-nardo Bertolucci, ganadora de nueve Oscar, una gran propuesta visual sobre el último empera-dor de China; Los intocables de Eliott Ness (1987) de Brian de Palma, ganadora del Oscar al mejor actor de reparto para Sean Connery, con un Ro-bert de Niro inconmensurable después de en-gordar unas docenas de kilos para encarnar a Al Capone y con secuencias memorables como la matanza de la escalinata en una estación de Chi-cago, una obra que gana adeptos con el paso de los años; El color púrpura (1987) de Steven Spie-lberg, un melodrama sobre afroamericanos que fue candidata a once Oscar y no ganó ninguno, hablándose hasta de venganza por parte de los académicos de Hollywood; ¿Quién engaño a Ro-ger Rabbit? (1988) de Robert Zemeckis, realizada con personajes reales y de animación, una exce-lente parodia del cine negro; Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988) de Pedro Almodóvar, uno de los grandes éxitos del director manchego a todos los niveles, la obra que lo empezó a con-sagrar definitivamente; Nacido el 4 de julio (1989)

El color púrpura (1987) de Steven Spielberg y Nacido el 4 de julio (1989) de Oliver Stone, cintas americanas de prestigio que fallaron en los premios Oscar pero no defraudaron a la audiencia.

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de Oliver Stone, un drama bélico basado en la vida de Ron Kovic, un héroe de la Guerra de Vietnam, que se convirtió en un activo antibe-licista y que está perfectamente encarnado por Tom Cruise; El club de los poetas muertos (1989) de Peter Weir, un enorme melodrama refren-dado por el público como un autentico acon-tecimiento cinematográfico, con un Robin Wi-lliams que nunca estuvo tan bien como aquí; Pretty Woman (1990) de Garry Marshall, una comedia de teléfono blanco con una pareja pro-tagonista perfecta; ¡Ay, Carmela! (1990) de Car-los Saura, ganadora de trece Premios Goya, con guión de Rafael Azcona y donde confluyeron to-dos los elementos necesarios para lograr la exce-lencia cinematográfica; Cyrano de Bergerac (1990)

de Jean-Paul Rappeneau, una buena versión del clásico de la literatura por parte del cine francés, donde se respetaban los textos originales en verso; Átame (1990) de Pedro Almodóvar, nominada a quince Goyas sin recibir ninguno, lo que dió ori-gen a los desencuentros entre el realizador y los académicos españoles, con una línea ahora dra-mática; Cazador blanco, corazón negro (1990) de Clint Eastwood, sobre un director de cine que va a rodar a África y decide aprovechar la ocasión para matar a un elefante, un retrato profundo sobre las obsesiones que nos atenazan; y Bailando con lo-bos (1990) de Kevin Costner, su debut como di-rector, un western épico ganador de siete premios Oscar, un enorme éxito y una cinta que cuenta con muchos adeptos desde su estreno.

Átame (1990) de Pedro Almodóvar. Cinta donde el director manchego se aleja de la comedia y se nutre de elementos más dramáticos. Cuenta con una banda sonora del genial Ennio Morricone, para algunos fallida, pero ¿quién sabe?

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Para mí, las mejores cintas de los ochenta proyectadas en Langreo fueron:

Toro salvaje (1980) de Martin Scorsese, filme que sólo recibió dos estatuillas, una para Robert de Niro y otra al montaje, y se le escamotearon por lo menos otros dos, al mejor director y a la mejor película, pero el tiempo pone a cada uno en su sitio y hoy en día está considerada entre las mejores cintas de los ochenta. Amén de otras co-sas, encontramos una de las más destacadas in-terpretaciones de Robert de Niro, que llegó a en-gordar 30 kilos para encarnar al neurótico boxea-dor italoamericano en la parte final. Es uno de mis incunables del cine por varios motivos: por su fabulosa puesta en escena; por la calidad del montaje, destacando las escenas de combates fil-madas desde el cuadrilátero y haciéndonos sen-tir todos y cada uno de los golpes que da o re-cibe el Toro; por la magnifica música y selección de canciones con que nos deleita Scorsese; por el retrato tan profundo de los personajes y por ser la mejor película sobre boxeo jamás filmada.

Érase una vez en América (1984) de Sergio Leone, es un hito en la historia del cine. El maestro italiano presenta su última producción, la que yo

separo del resto de su obra, pues habían pasado 13 años desde su anterior obra, aunque se había de-dicado a la producción y algunas fuentes indica-ban que Mi nombre es ninguno (1973) de Tonino Valeri estaba filmada por él en un 90%. Le salió con una duración de 224 minutos. En España se estrenó en dos partes sin ningún criterio, en mu-chos países fue remontada y masacrada, y tuvi-mos que esperar a pases televisivos o a la edición

Como es natural llega al Felgueroso En busca

del arca perdida (1981) de Ste-ven Spielberg. Es como una antología de todo el cine de aventuras hecho hasta los ochenta, pero una vez pa-sado por el filtro de su direc-tor, hace renacer el género y se convierte en una obra maestra referente para sucesivas gene-raciones. Es cine de acción en estado puro. Un guión que no deja descanso, una puesta en escena extraordinaria, un gran sentido del humor y el intér-prete perfecto, la hacen im-prescindible. El éxito fue ex-traordinario y la colocó entre las películas más taquilleras

de todos los tiempos. La saga cuenta con tres cintas más, dos casi inmediatas, Indiana Jones y el templo maldito (1984) e In-

diana Jones y la úl-tima cruzada (1989) y la última entrega, In-diana Jones y el reino de la calavera de cristal, estrenada hace ape-nas un año, suena más bien a otra cosa, a una estudiada apuesta co-mercial que destroza en parta la mítica tri-logía. Al igual que ocurrió en otras loca-lidades, en la secuen-cia en la que aparece el espadachín estilo ka-

rateca e Indiana le dispara sin dar lugar a la lucha que todos esperábamos, la gente empezó a aplaudir.

de todos los tiempos. La saga rateca e Indiana le dispara sin

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en dvd para poder verla en toda su magnitud. Leone consigue que nos olvidemos de su mara-villoso estilo narrativo y crea otro nuevo lenguaje prodigioso. Los actores están a un nivel insupe-rable. La música de Morricone, de quién si no, constituye una de las 10 mejores bandas sonoras de todos los tiempos. Alguien argumenta que no pudo presentarse a los Oscar porque se olvidaron de inscribirla, otros dicen que se estrenó apresu-radamente en Estados Unidos sin la música. Algu-nos le achacan un final no eficaz, yo sin embargo no me canso de revisarlo en una copia en dvd que tengo como un tesoro, y me parece prodigioso.

Terciopelo azul (1986) de David Lynch, su obra cumbre, una disertación sobre la enorme cantidad de capas que ocultan nuestra personalidad y que él va quitando una a una. Una espléndida visión sobre la perversidad del ser humano y que ade-más me sirvió para descubrir a Roy Orbison. Es una obra morbosa, muy profunda que está llena de suspense y dramatismo. También tiene mucha mala uva y acaba con el mito de la inocencia de la juventud en el cine americano. A David Lynch le salen las imágenes deslumbrantes de una forma natural, tiene una caligrafía cinematográfica de la que solo disponen los grandes maestros del sép-timo arte. Según Guillermo Cabrera Infante, sen-cillamente sólo es una obra maestra. Contiene una de las mejores secuencias iniciales del cine, aquella en la que un hombre que está regando su jardín saluda el paso de un camión de bomberos, parece

que vive en un entorno perfecto, todo es belleza y luz, pero de repente sufre un infarto y cae sobre el césped, la cámara se desplaza desde su cara y se introduce en la tierra, donde vemos el mundo del subsuelo lleno de insectos y otros bichos repe-lentes. Nunca nadie simbolizó tan bien el paso a las tinieblas.

Blade Runner (1982) de Ridley Scott, una de las que más influyó en el cine posterior. Ba-sada en uno de los mejores relatos de ciencia fic-ción de todos los tiempos, de Philip K. Dick, titu-lado ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, y hoy en día reconocida como una de las mejo-res películas de los ochenta, contaba con música de Vangelis y una fotografía de las que te impac-tan. El tema nos dió motivo de discusión filosófica durante bastantes décadas. Pero lo que más im-pactó a todos los cinéfilos es un monólogo que no puedo evitar reproducir, puesto que es de lo más hermoso que oí en una pantalla de cine, aquél al final de la cinta, en que Nexus 6, interpretado por Rutger Hauer, cuando sabe que va a morir, ha-bla con el cazador de replicantes interpretado por Harrison Ford, y que yo recuerdo así:

He visto cosas que vosotros no creeréis, he visto asaltar naves en llamas cerca de Orión, he visto los rayos C brillar en la oscuridad cerca de las puertas de Tanhauser, todas estas cosas se per-derán para siempre como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.

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¡Jo, qué noche! (1985) de Martin Scorsese, una enorme sorpresa, una película aparentemente me-nor pero con un calado soberbio. Una obra donde narra de forma circular las desventuras, sueños y pesadillas de un hombre gris que solo pretende salir a divertirse una noche en Nueva York y no es capaz de regresar a su casa. El cineasta nos va describiendo toda la fauna nocturna de una gran ciudad y a la vez nos desentraña las inquietudes del hombre contemporáneo.

en el año 1987, llevé a mi hija al Cine Felgueroso, fuimos a ver Gremlins 2, tocaba ejercer de padre, fomentar la afición al cine a mi descendencia o simplemente pasar un buen rato, juntos. Arma-dos con golosina, estábamos disfrutando de las gamberradas de los bichos cuando de pronto la cinta se para y una mancha en el centro de la pantalla se extiende por toda la misma y yo ex-clamé ¡vaya, ya se quemó la cinta! Era una ex-perta y divertida broma del cineasta. Los gremlins, en el desarrollo argumental del film, habían en-trado en una cabina de proyección y como la ac-ción transcurría unos años atrás, manipulando el proyector habían hecho que se quemara la cinta. Yo no me paré a pensar que eso no podía pasar en el Cine Felgueroso, ya que hacía tiempo que habían cambiado el celuloide por la nueva pelí-cula ininflamable. En una copia de vídeo que vi-mos a posteriori, lo que hacen es romper la cinta, estaba adaptada al medio.

En el año 1990 el Cine Felgueroso es comprado por la empresa Pesquera, la cual lo gestiona hasta su cierre como cine comercial en 2002.

El Cine Maripeña también continúa con su programación, independiente del Felgueroso. Los títulos más recordados fueron: Desafío to-tal (1990) de Paul Verhoeven, otro relato de Phi-lip K. Dick, con una maravillosa banda sonora de Jerry Goldsmith, en la que quizá sea la mejor película en que participó Arnold Schwarzeneg-ger y donde descubrimos a una de las estrellas de los noventa, la guapísima Sharon Stone. Hoy en día es uno de los films que más pases reci-ben en las distintas cadenas de televisión; El rey de la comedia (1983) de Martin Scorsese, inter-pretada por Robert de Niro y un rescatado Jerry Lewis, un estupendo estudio sobre la imbecili-dad que generan algunos shows televisivos; Clave

omega (1983) de Sam Peckinpah, una decepción para mí, uno de sus más acérrimos seguidores, pero desde el punto de vista actual comprendo la decadencia y el cansancio de un luchador que suministró al cine más de diez obras fundamen-tales; Bajo el volcán (1984) de John Huston, la pe-núltima cinta del maestro donde sigue hablando de grandes perdedores; Arizona Baby (1987) de Joel Coen, vertiginosa puesta en escena de los ge-niales hermanos Coen, casi una película de culto que en mi última revisión en 2009, me parece tan fresca como en su estreno; El cartero siem-pre llama dos veces (1981) de Bob Rafelson, un remake del clásico de Tay Garnett de 1946, que en esta ocasión potenció el contenido erótico de la obra original de James M. Cain; El sargento de hierro (1986) de Clint Eastwood, controvertida y divertidísima cinta donde no se sabe a que juega su autor, pues su ambigüedad roza el esperpento; Vestida para matar (1980) de Brian de Palma, uno de los directores más virtuosos de la histo-ria del cine y una de sus mejores trabajos emu-lando, que no copiando, al genio del suspense

Vestida para matar (1980) de Brian de Palma, un virtuoso de la imagen y la composición cinematográfica. Un thriller cargado de erotismo que no defraudó a sus seguidores y está entre lo mejor de su cine.

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Alfred Hitchock; y Bienvenido Mr. Chance (1979) de Hal Ashby, una comedia distinta que se erige, y así es recordada, como el testamento interpre-tativo de Peter Sellers.

desde principios de los ochenta La Alianza Francesa de España (Círculo de Langreo) tenía su sede en la Casa de Cultura de Sama. Entre sus actividades proyectaba películas en 16 mm Se las enviaba el Servicio Cultural de la Embajada de Francia con sede en Madrid, lo que permitió programar largometrajes y cortometrajes, algu-nos documentales y también films de difusión cultural. Se proyectaban en las casas de cultura de Sama y La Felguera o en los locales de la Caja de Ahorros de Asturias. Las sesiones eran gra-tuitas. En una sesión en La Felguera, en la an-tigua Casa de Cultura, descubrí Duelo en la alta sierra (1962), la espléndida primera obra maes-tra del genial Sam Peckinpah, en la que estába-mos cuatro espectadores, pero está claro que en esto de la difusión cultural el número no debe de contar y el boca a boca hizo que la cosa fuera cre-ciendo. Poco después pudimos ver un estreno en Langreo, Vivre sa vie (1962) de Jean Luc Go-dard, una de sus obras más emblemáticas, la que mejor caligrafía cinematográfica aplica y donde están gran parte de sus obsesiones desarrolladas en obras posteriores.

Entre otras vimos en Sama, en la Caja de Ahorros y en la Casa de Cultura, en ver-sión original con subtítulos en castellano: Peau d’Âne (Piel de asno) (1970) de Jacques Demy, un musical fantástico basado en el famoso cuento de Charles Perrault, que conocía muy bien, puesto que es uno de los primeros libros que me regaló mi pa-dre siendo muy niño; Symphonie pastorale (La sinfonía pastoral) (1946) de Jean De-lannoy, basada en la novela homónima de André Gide; Un carnet de bal (1937) de Ju-lien Duvivier, un drama que es una de sus obras más conocidas; El asesino vive en el 21 (1942) de Henry-Georges Clouzot, un simpático filme de suspense; Poil de ca-rotte (1925) de Dudivier; L’assassinat de Père Noel (1941) de Christian Jaque, un thri-ller laberíntico; Dernières vacances (1947) de Georges Leenhardt, recuerdos infantiles

sobre una familia que pasa sus últimos días en una propiedad que ha de ser vendida; Dialogue des carmelites (Diálogo de carmelitas) (1960) de Raimond Leopold Bluckberger, con la musa del cine francés Jeanne Moreau y Alida Valli, un be-llo filme basado en una historia real sucedida en 1794; Le samourai (1967) de Jean-Pierre Melville, una de sus mejores películas, que se había estre-nado en Langreo, en el Cine Maripeña, con el tí-tulo castellano de El silencio de un hombre y es-taba interpretada por Alain Delon y Nathalie De-lon, y que es una de las joyas del estimable cine negro francés; Les perles de la couronne (1935) de Christian Jaque, una comedia clásica del cine galo; El bello Sergio (1958) de Claude Chabrol, su primera realización, y que es, nada más y nada menos, la primera película de la Nouvelle Vague; Los primos (1959) de Claude Chabrol, que trata de un joven provinciano que llega a París, se aloja con su primo y empieza a encontrar sentido a la vida en la gran ciudad; La mujer infiel (1968) de Claude Chabrol, una cinta policiaca conside-rada una de las obras cumbres de su autor; Un flic (1972) de Jean-Pierre Melville, obra maestra del cine negro francés y protagonizada por Alain

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Delon; Trafic (1971) de Jacques Tati, la penúltima realización del cómico del país vecino; Passage du Rhin (1960) de André Cayette, historia de dos prisioneros que se fugan, uno intenta volver a Francia y el otro se queda en Alemania; Las cosas de la vida (1970) de Claude Sautet, historia de un hombre casado y su amante que un día sufren un accidente de automóvil, interpretada por Michel Piccoli y Romy Schneider, convertida en aque-lla época en musa del cine europeo; y Le paradis perdu (1939) de Abel Gance, autor clásico y fun-damental del cine francés.

La actividad cinematográfica de La Alianza Francesa de Langreo llega hasta la actualidad. Como podemos observar, esta entidad realizó en nuestro municipio una gran labor difusora del séptimo arte, sobre todo del gran cine francés. Los aficionados locales les debemos mucho.

en el año 1982, el azar hizo que estuviera en el Estadio de El Molinón viendo un partido entre el Real Sporting de Gijón y el Atlético de Ma-drid. Cuando me dirigía hacia el campo, que es-taba en plena remodelación para el Mundial-82, observé una serie de camiones que no eran los típicos cuando se televisaban partidos, era todo un equipo de filmación de cine. Aquel día se fil-maba una secuencia para Volver a empezar (1982) de José Luis Garci. Fue la primera película de na-cionalidad española que ganó el premio Oscar a la mejor obra de habla no inglesa. Me pasé el en-cuentro viendo la victoria del Sporting sobre el campo y la ubicación de las cámaras en las gra-das, pero ésto en la lejanía. Años después, en otro partido entre los mismos equipos se repitió la ju-gada, Garci volvió para filmar otra secuencia de su película Asignatura aprobada (1987), esta vez tuve más suerte y me tocó en preferencia al lado de una cámara, por lo que ya vi menos el partido y bastante más los entresijos de un rodaje profe-sional. Las dos cintas se estrenaron en Langreo y estuve entre los primeros en la cola del cine.

Mi afición al Séptimo Arte no sufrió ninguna merma. En esta época empiezo a dar clase particu-lares en Sama, primero cerca de la Plaza Cubierta y más tarde en una pequeña casa de planta baja en la Llera. Pero pronto me contratan, dicen que por mi experiencia, en el Colegio Palacio de Granda, donde actualmente continúo mi actividad pro-

fesional. Todos mis exalumnos, que son miles, di-cen cuando me los encuentro, en algunos casos después de varios años, que lo que mejor recuerdan son mis comentarios de cine. ¿Seré un mal profesor de Física y Química? o ¿Seré un gran cinéfilo?

en la segunda corporación democrática, allá por 1983 y siendo alcalde Aladino Fernández, se crea en la Antigua Casa de Cultura de Sama, si-tuada en la calle Alonso Nart, el Área de Imagen del Ayuntamiento de Langreo. Fue una idea del Servicio de Animación Cultural, al frente del cual estaban Aida Fuentes y Alberto Vega, inolvidables promotores de una gran actividad cultural en Lan-greo. Me encargaron la gestión de dicho Área de Imagen. Confiaron en mí simplemente por mi co-nocida carga lectiva como espectador cinematográ-fico. Yo les estoy eternamente agradecido y surgió entre nosotros una entrañable relación basada en

Volver a empezar (1982) de José Luis Garci, la película que proporcionó a España su primer Oscar a la mejor cinta extranjera. Es una muestra de gran cine hecho con los sentidos.

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el respeto que todos nos teníamos. Los objetivos del Área eran divulgativos y creativos. Se instauró un taller de imagen donde se desarrollaba una in-tensa actividad de difusión, aprendizaje y aseso-ramiento. Entre otras cosas, se inició un archivo documental de Langreo grabado en vídeo, se ha-bía adquirido una cámara de video de 8 mm de marca Sony, que fue una de las primeras que hubo en Asturias, con la que se realizaron múltiples trabajos. Por ejemplo, se filmaban las exposi-ciones promovidas en la propia casa, los festejos municipales y las actividades culturales tanto del Ayuntamiento como de Asociaciones Culturales, de las que Langreo bate récords por número por habitantes. También se hicieron cursos de len-guaje cinematográfico y manejo de equipos vi-deográficos, exposiciones sobre el cine, sus car-teles y sus géneros. Toda estas actividades tenían lugar en la sala de la segunda planta. Además se hizo alguna que otra publicación y se edita-ron unos boletines cine-matográficos que llevaban el nombre de Sala Oscura, denominación que después usamos para la futura Ter-tulia Cinematográfica.

Alberto Vega siempre me asesoró en mis trabajos, era una fuente de inspiración para el desarrollo de las activi-dades culturales, sus comenta-rios eran muy positivos y a ve-ces socarrones e irónicos, pero a mi me daban alas. Era un hombre optimista, nunca puso pegas a nuestros proyectos y los defendía como propios. Guardo como tesoros sus publicaciones en Luna de Abajo.

Aida Fuentes era la efica-cia personificada, una compañera que tenía como lema deja hacer aquello que está bien.

Los dos formaron el equipo ideal para el despegue cultural de un Langreo aletargado en aspec-tos culturales por diversos ava-tares políticos. Las huellas de su obra siguen presentes en nuestra comunidad.

En el terreno de la exhibi-ción cinematográfica, se hi-cieron ciclos proyectados en 16 mm y también en formato vídeo. Tuvieron una buena re-percusión, sobre manera en-tre el público infantil, debido fundamentalmente a la esca-sez de films adecuados para ellos en la programación cine-matográfica comercial, puesto que ya habían desaparecido las sesiones infantiles de los cines locales. Allí se pasaron películas como La tumba in-dia y El tigre de Esnapur am-bas de Fritz Lang; La conquista del Oeste (1963) de John Ford, Henry Hathaway y George Mar-shall, una antología del western bajo el tamiz de Hollywood;

El gran cine de aventuras, clásico o moderno, dominaba nuestra programación en la antigua Casa de Cultura de Sama.

se hizo alguna que otra publicación y se edita

ces socarrones e irónicos, pero a mi me daban alas. Era un hombre optimista, nunca puso pegas a nuestros proyectos y los defendía como propios. Guardo como tesoros sus publicaciones

era la efica-

ción cinematográfica, se hicieron ciclos proyectados en 16vídeo. Tuvieron una buena re-percusión, sobre manera entre el público infantil, debido fundamentalmente a la esca-

matográfica comercial, puesto

El gran cine de aventuras, clásico o moderno, dominaba nuestra programación en la antigua Casa de Cultura de Sama.

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Terminator (1984) de James Cameron, todo un aconte-cimiento qué desbordó la capacidad de la sala, debido a la cantidad de chicos que acudieron a la proyección y que en su afán por entrar todos en primera posición, rompieron un cristal de la puerta; La guerra de las ga-laxias (1977) de George Lu-cas, que demostró que el mito seguía vivo, con el sa-lón estaba abarrotado, pero a mitad de la película se ave-rió el proyector de 16 mm., lo que hizo que tuviéramos que pasar el resto de la pelí-cula girándola a mano, una experiencia inolvidable y semejante a la que cuenta Alfredo a Totó en Cinema Paradiso; Gremlins (1984) de Joe Dante, una excelente muestra del talento de Spie-lberg como productor, llena de humor y guiños cinéfi-los. En un último pase que vi en Telecable, me pareció muy interesante y que con-serva su aroma; El corcel ne-gro (1979) de Carroll Ballard, una inteligente producción de Coppola con una fotogra-fía espléndida y una música, de Carmine Coppola extraor-dinaria, una buena muestra de como el cine hecho para niños no precisa tratarlos como a estúpidos; Juegos de guerra (1983) de John Bad-ham, ciencia-ficción juvenil con un positivo mensaje pa-cifista; Los goonies (1985) de Richard Donner, una cinta de aventuras juveniles; Cristal oscuro (1982) de Jim Heson y Frank Oz, obra de animación con una desbordante técnica con las marionetas antes de la aparición del ordenador; El secreto de la pirámide (1985) de Barry Levinson, aventuras escolares de un joven Sherlock Holmes;

Dentro del laberinto (1986) de Jim Henson, el creador de los Teleñecos, una magnífica cinta para todos los públicos protagonizada entre otros por el cantante David Bowie, que se encarga de deleitarnos con media docena de exce-lentes canciones; Tras el co-razón verde (1983) de Robert Zemeckis, aventuras sin ma-yor trascendencia; o La joya del Nilo (1984) de Lewis Tea-gue secuela de la anterior.

También tuvo buena re-percusión un ciclo titulado El Comic en el Cine, con motivo de las Jornadas de Comic de Langreo, organi-zadas por Próspero Morán y Helios Pandiella. Éste lle-vaba el Área de Artes Plás-ticas, desde donde hizo una serie de extraordinarias ex-posiciones con los mejores pintores asturianos contem-poráneos y contribuyó a en-riquecer nuestro patrimonio pictórico, base de la futura Pinacoteca Municipal. Hubo un concurso de comics origi-nales y yo formé parte del ju-rado, pues por aquella época también me atraía el nuevo comic para adultos que se empezaba a extender por España después de muchos años de censura.

Proyectamos entre otras: Heavy Metal (1981) de Ge-rald Patterton, una pro-ducción canadiense de di-bujos animados basada en trabajos de los geniales di-

bujantes Richard Corben, Angus McKie, Don O’Bannon, Thomas Warkentin y Bernie Wright-son; Superman, el film (1978) de Richard Donner, una gran superproducción con interpretación de Christopher Reeves, el más carismático y famoso intérprete del personaje; Conan el bárbaro (1982)

Caja de dibujo, publicación nacida al calor del I Salón del Comic en Langreo, en 1984. Conan el destructor (1984) de Richard Fleischer, fue una de las películas programadas en el ciclo El comic en el Cine.

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de John Milius, una película hecha a la medida de Arnold Schwarzenegger, en su mejor papel y crea-dora de toda una saga de cintas de espada y bruje-ría, rodada en España y que cuenta con una esce-nografía estupenda; y Conan el destructor (1984) de Richard Fleischer, una secuela de la anterior, pero menos lograda, a pasar de la categoría de su director.

El problema era la escasez de títulos dispo-nibles en 16 mm Este formato permitía, por el tamaño de la pantalla, llenar la sala, que era de unos 180 espectadores. Las películas las alquilá-bamos en una distribuidora con sede en Bilbao. Si no era así, se recurría al vídeo, ya que había una tv Sony Trinitron de 37 pulgadas, la mayor dispo-nible y entonces las sesiones sólo eran adecuadas para unos 80 espectadores.

El salón de la planta baja de la biblioteca, como se conocía popularmente, tenía un pequeño es-cenario donde se llegaron a realizar representa-ciones teatrales. Precisamente allí, en 1973, hice mis pinitos interpretativos, o mejor un papelito de comparsa, al hacer de George en la obra Un enemigo del pueblo de Ibsen, dirigida por Fran-cisco Palacios. Fue todo un acontecimiento social y cultural en Langreo.

Allí también se siguieron proyectando varios ciclos de cine en colaboración con la Alianza Francesa de Langreo.

una vez que se cerró la Antigua Casa de Cul-tura, ahora recientemente derribada y donde se construyó un edificio para uso de Cajastur, de-bido a un acuerdo de colaboración con el Ayun-tamiento de Lampreo en el que entraba el local del Cine Felgueroso, se pasó a la nueva sede ubi-cada en las Antiguas Escuelas Dorado. Aquí se instaló el Área de Imagen del Ayuntamiento de Langreo, en una amplia sala del segundo piso donde se siguió desarrollando la actividad au-diovisual. De mano, disponíamos de amplios es-pacios, dedicamos nuestro tiempo a investigar en todos los campos de la imagen, los equipos videográficos fueron creciendo y por allí pululá-bamos varios fanáticos del Séptimo Arte.

Las sesiones de proyección de películas en so-porte vídeo, se hacían en el Salón de Actos, cuyo aforo era de cerca de 200 espectadores. En la ma-yoría de las ocasiones, las proyecciones se englo-

baban en ciclos. Entre las obras cinematográfi-cas programadas destacan Zelig (1983) de Woody Allen, una de mis películas predilectas, una co-media con la que me identifico por mi sentido camaleónico; El sentido de la vida (1983) de Terry Jones, una comedia de los Monty Python estruc-turada en sketches, uno de sus grandes éxitos y ganadora del premio Especial del Jurado en en el Festival de Cannes; Lawrence de Arabia (1962) de David Lean, su programación fue un capri-cho personal por los buenos recuerdos que te-nía, pero el formato no fue el más adecuado, pues para mi sorpresa, era una versión integra con es-cenas que habían sido cortadas en su estreno co-mercial; Willow (1988) de Ron Howard, una cinta de aventuras y fantasía con argumento y produc-ción de George Lucas, que no triunfó comercial-mente, pero que el paso del tiempo está convir-tiendo en todo un clásico; Los inmortales (1986) de Russell Mulcahy, aventuras fantásticas que ge-neraron una saga de películas que fueron deca-yendo con el tiempo; Uno rojo, división de choque (1980) de Sam Fuller, donde cuatro jóvenes sol-dados de infantería recorren los campos de bata-lla europeos durante la Segunda Guerra Mundial guiados por su veterano sargento, un extraordi-nario Lee Marvin, una obra que muestra lo ab-surdo de la guerra y que está rodada con gran realismo; Rebeldes (1983) de Francis Ford Co-ppola, una buena película de bajo presupuesto donde aparecen un apreciable número de futuras estrellas del cine americano; Videodrome (1983) de David Cronenberg, una de las más represen-tativas de su estilo, una historia de alucinacio-nes que llega a límites insospechados; Corazo-nada (1982) de Francis Ford Coppola, el primero y el más sonado de sus fracasos comerciales, pero digna de revisar para colocarla en el puesto que se merece, con una banda sonora de Tom Waits extraordinaria y muy recomendable; El fantasma del paraíso (1974) de Brian de Palma, una de las mejores óperas rock del cine y una de mis pelí-culas de culto; Brazil (1985) de Terry Gilliam, una obra inclasificable que para muchos es un filme de culto; La ley de la calle (1983) de Francis Ford Co-ppola, bellísima en todos los aspectos y nuevo con un reparto de jóvenes actores americanos donde destaca un prodigioso Mickey Rourke; Las aven-turas del barón Münchausen (1989) de Terry Gi-lliam, otra película a recuperar que costó más de

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cincuenta millones de dólares y solo recaudó en ci-nes unos cinco; y Arrebato (1969) de Iván Zulueta, una de las experiencias más arriesgadas del cine español, para algunos la mejor cinta del cine espa-ñol y la más maldita, y que era la predilecta de mi amigo Jaminín, y de muchos más cinéfilos.

Muchos de estos títulos mencionados no se habían proyectado en Langreo. Los que lo ha-bían sido, suponían para nosotros reposiciones muy interesantes. Por aquella época recibimos un informe de cine de las casas de cultura que decía que en las filmotecas locales francesas so-lían acudir una media de veinte espectadores, cuando nosotros superábamos los treinta. Estos datos también nos motivaban.

Se organizaron varias exposiciones sobre el cine, en la sala de la planta baja, según se entra en la Casa de Cultura a la izquierda. Las dedica-das a los programas de mano tenían muy buena repercusión, en concreto una con material de mi amigo del alma, que no del cuerpo, como él me recordaba a menudo, Manuel Santiago Martínez Méndez-Trelles.

Se fue generando una videoteca y se amplia-ron los equipos de producción videográfica. Se colaboró con otras entidades culturales de Lan-greo. Se creó un archivo de filmaciones. Para mí, destacan las realizadas del derribo de lo quedaba de ensidesa, en el actual valnalón, donde es-taba acompañado de Eduardo Urdangaray, hoy en día convertido en un excelente fotógrafo y por Ramón María Felgueroso, el tristemente desapa-recido historiador local y gran fotógrafo, que re-trató el espíritu de la factoría, obra que recogió en un libro publicado unos meses antes de su muerte. Un día me encontró a la salida de la Casa de Cultura de Sama y me regaló el libro. Entre nuestras bromas privadas, me dijo que era la única persona que sale en una de las fotografías, lo que ya me había desvelado Jesús, el proyeccionista del Nuevo Teatro de La Felguera. No es que me co-giera en mi lado bueno, es que yo estaba filmando un plano, crucé por el campo de su objetivo y la foto resultó ser muy interesante.

También se filmaron varios conciertos de rock que se celebraron en los parques de Sama y La Fel-guera, organizados por el Servicio de Animación Cultural del Ayuntamiento de Langreo, con la par-ticipación entre otros de La Frontera, Los Nikis, Los Stukas, el grupo langreano de referencia dentro

Las películas de culto también tenían cabida en la programación del Área de Imagen del Ayuntamiento de Langreo, como Brazil (1985) de Terry Gilliam y La ley de la calle (1983) de Francis Ford Coppola.

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del pop español o el grupo ame-ricano The Flestones. Todas fue-ron multitudinarias y comprobé la dificultad de filmar un con-cierto con una sola cámara.

El Área de Imagen participó, con soporte videográfico, en un estudio del agua en Langreo, en colaboración con el Colegio José Bernardo. Se realizaron trabajos para las Semanas de Consumo organizadas por el Ayuntamiento de Langreo. Se hizo un documen-tal sobre la actuación de los ins-pectores de consumo que sirvió como base para la presentación del nuevo servicio municipal.

Se hicieron cursos de vídeo e imagen, en los aspectos de ma-nejo de equipos, filmación, len-guaje, montaje y posproduc-ción. Llegamos a hacer un libro de apuntes de todo el lenguaje cinematográfico y de todos los equipos técnicos. Los monito-res de los cursos éramos, al final de la década, Eduardo J. Parra, Antonio Merino y yo.

en noviembre de 1985, patroci-nado por el Área de Cultura del Ayuntamiento de Langreo y or-ganizado por el Área de Imagen, se celebró en La Pomar, en el Pub Pinos, una Semana de Vídeo. Constó de proyecciones de vídeos musicales (estaba en plena eclo-sión el video-clip) y una mesa re-donda donde participaron Jorge Fernández León, por aquel entonces Director de la Fundación Municipal de Cultura del Ayunta-miento de Gijón, junto a Borja Casini, director de La Luna de Madrid y Tony Puig, Delegado del Área de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona y fundador de la revista cultural Ajo Blanco; moderó Pedro Alberto Marcos.

Simultáneamente, se celebró el I Certamen de Vídeo-Langreo. Las proyecciones se realiza-ron en La Casa de Cultura Escuelas Dorado. El

premio fue para el joven realiza-dor madrileño Javier G. Vadillo por Fuego verde. Todo un pio-nero en España y que aún conti-núa con su actividad creativa.

Al año siguiente, se celebró la segunda edición en Sama. Bajo el nombre de II Certamen de Vídeo Langreo 86. Las bases indicaban que el tema era libre, pudiendo participar autores únicos o gru-pos; cada participante podía en-viar tres obras en formato vhs, Betamax o v-8; el jurado descalifi-caría aquellas cintas premiadas en otros certámenes; los premios no podían declararse desiertos y su importe eran de cien mil pesetas al primer clasificado y de cincuenta mil al mejor vídeo asturiano.

Se contó con más de una trein-tena de participantes, el premio fue para el realizador barcelonés Alfonso Flaquer por el cortome-traje Every day things are getting worse. En el apartado de vídeos asturianos, para Manuel Estu-dillo Santos por su cortometraje Imagen-ción con ein. Langreo em-pieza a asumir nuevas tecnologías y el público comienza a acostum-

brarse a los nuevos formatos. No llegó más allá, pero sentó las bases para futuros certámenes.

En esta época ya comenzamos a colaborar con la organización del Festival de cine de Gijón, por entonces todavía dedicado a la Infancia y Ju-ventud. El acuerdo consistía en proyectar alguna cinta en el Cine Felgueroso. En una de las sesio-nes programadas, acudí acompañando a mi hija que tendría unos cinco o seis años. El local estaba abarrotado por una multitud de niños además

En noviembre de 1985, el Área de Imagen, organizó una Semana de Vídeo y simultáneamente se celebró el I Certamen de Vídeo-Langreo. Al año siguiente se celebró la segunda edición donde las bases indicaban que el tema era libre.

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de algunos padres, madres y curiosos. Antes del comienzo de la sesión, hubo una orden de des-alojo por parte de la policía, por lo visto había una amenaza de bomba, todos tuvimos que salir a la calle Dorado y permanecer una media hora en espera de que se comprobara que había sido una falsa alarma. Regresamos y disfrutamos de la proyección, no deja de ser una anécdota. Qué vamos a hacer, siempre hubo zoquetes en todos los lugares y en todas las épocas.

tuvimos que esperar hasta 1986 para poder ver en España Senderos de gloria (1957) de Stan-ley Kubrick. Estuvo prohibida debido a su ca-rácter antimilitarista, tanto en España como en otros países europeos, sobre manera en Francia, puesto que la acción se centraba en las tropas francesas en la I Guerra Mundial. En realidad es una película antibelicista que constituye una de las cumbres del cine de guerra. Resulta memora-ble la secuencia del asalto a las trincheras enemi-gas por parte de los soldados franceses que está rodada cámara en mano por el propio director. El Área de Imagen del Ayuntamiento de Langreo la estrenó en el Cine Felgueroso en el año 1989. Fue muy emocionante el ir aprobando asignatu-ras pendientes y comprobar qué fresca y actual se conservaba la cinta.

en 1987 se estrena el corto Fiesta de las sombras, la cual produje y dirigí, y que estaba basada en un relato corto homónimo de Alberto Piquero, escritor y periodista langreano. Juntos colabo-ramos en el guión, también participó Benjamín Cuesta, que figuró como cámara. Trata de una revisitación del desencanto de un personaje a través de los objetos que son fetiche en su vida. Estaba rodado en soporte U-Matic LB. Fue inter-pretado por Eduardo J. Parra, que también inter-vino intensamente en muchos factores de la pro-ducción. Como script, registro de sonido directo, selección musical, iluminación y figurante es-taba mi amigo Benjamín Fernández García, un hombre que desaparece de nuestras vidas con 35 años cuando podía haber dado mucho a la cultura langreana, él siempre estaba allí donde lo necesitábamos, fue el todoterreno del film. Los títulos de crédito se deben a Prieto, estaban

dibujados y filmados directamente, pues aún no habían llegado a nuestro alcance las tituladoras. En definitiva, todo fue muy artesanal, no en vano todo el equipo éramos pioneros en los sistemas videográficos en Langreo.

Se pudo realizar gracias a una subvención de la Consejería de Educación, Cultura y Deportes del Principado de Asturias, que se había con-seguido mediante un concurso de guiones. La subvención era de 500 000 pesetas, que sólo al-canzaba para el alquiler de los equipos, el resto fue a consta de esfuerzos personales y favores de gente vinculada a la cultura langreana. El rodaje se efectuó en Oviedo, con exteriores en la calle Uría, en Sama durante el Carnaval 86 en plena calle Dorado, en La Felguera para las tomas ge-nerales desde la Campa, en la Casa de los Do-rado en Riaño, en la funeraria de La Previsora de Sama, en la Torre Bajo para la escena del baño y en la Casa de Cultura de Sama para algunos primeros planos. El rodaje, montaje y sonoriza-ción llevó cerca de un año, fundamentalmente debido a la falta de infraestructuras en nuestra comunidad.

Como ejercicio de estilo no estuvo nada mal. A pesar de ser la época del vídeo, con sus deri-vaciones como la vídeo-creación, nosotros que-ríamos, a pesar del soporte, una película de cine con su lenguaje clásico. Pasamos infinidad de peripecias para colocar la cámara, hacer prime-ros planos sin salirse del encuadre, intentamos no rozar el foco, hicimos travellings totalmente caseros, efectos especiales manuales y nos volvi-mos locos con la unidad cromática. No teníamos

Invitación para el estreno-presentación de Fiesta de las sombras en la Casa de Cultura Escuelas Dorado de Langreo.

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otros maestros que todas aquellas películas que habíamos visto en nuestras salas langreanas o en sus aledaños. El esfuerzo a nivel personal mere-ció la pena y la película ahí está.

El acto de presentación se realizó en La Casa de Cultura Escuelas Dorado, con el salón lleno de gente y tuvo una buena repercusión en los medios de comunicación. El pase se repitió en varias ocasiones en los años siguientes.

la cinta española Espérame en el cielo (1988) de Antonio Mercero, que se trata de una diver-tida comedia sobre un doble de Franco, conte-nía una secuencia rodada en el Pozo Fondón de Sama. Fueron muchos los que se acercaron al ro-daje y algunos los que participaron como extras. El filme triunfó en su estreno comercial entre

nosotros, creo que en el Cine Felgue-roso, en parte por la curiosidad de ver la secuencia. También disfrutó de una buena acogida en los videoclubs.

a finales de los ochenta, Tribuna Ciu-dadana trajo a Langreo a Juan Antonio Bardem, uno de los mitos de nuestro cine y uno de los realizadores que con-tribuyó a sacarlo de un estado de letargo impuesto desde estamentos oficiales. El hecho tuvo lugar en la Casa de Cul-tura Escuelas Dorado de Sama. El local estaba hasta la bandera. Bardem, aparte de un gran cineasta, era un ameno ora-dor y allí, a lo largo de más de dos ho-ras, recorrió su filmografía, bueno parte de ella porque no le dió tiempo a toda. Sus recuerdos fueron transmitidos a los asistentes, que quedamos deslumbrados con su charla. Lo que más me interesó es que era un hombre que todo lo veía po-sitivo, que creía en lo que hacía y que, a pesar de su edad, estaba lleno de proyec-tos. Recuerdo que se quejó de lo que le habían hecho a su película La venganza,

pues la versión que conocemos estaba masacrada por motivos censores y para él era su mejor obra, pero tal y como él la había concebido. Dijo que si le tocaba una primitiva la restauraría y haría lo que hoy en día llamamos el montaje del director. No le tocó y la cinta está esperando recuperar su esplendor inicial.

en los ochenta, en muchas ocasiones, ya éra-mosmos tres los espectadores que acudimos al cine. A nuestro matrimonio nos acompañaba nuestra hija y esto marca en parte la progra-mación. Es ley de vida.

A finales de la década, Eduardo J. Parra se hace cargo del Área de Imagen, función que si-gue desempeñando en la actualidad. Se revita-liza, se adquieren nuevos equipos de montaje y sonorización y una pequeña mesa de efectos y títulos, sirviendo para que muchos langreanos hicieran allí sus pinitos en la realización de ám-bito doméstico y que algunos llegaran a alcanzar unos peldaños más arriba.

Espérame en el cielo (1988) de Antonio Mercero se rodó en parte en el Pozo Fondón de Langreo. Alguna de sus escenas forman parte de nuestra arqueología industrial.

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Toda la crisis de las salas de exhibición se acu-mula, ya solo quedan dos cines en Langreo, los dos bajo el control de la empresa Pesquera, uno en Sama (Felgueroso) y otro en la Felguera (Ma-ripeña). La programación es común en ambas localidades, las películas pasan semana tras se-mana de uno a otro, con lo cual las posibilidades de tener variedad de cine comercial se limitan.

Los salas de cine españolas han perdido casi toda su rentabilidad, los informes de los empre-sarios indicaban que era más rentable el puesto de palomitas y golosinas situado a la entrada, en el vestíbulo, que lo que daba la película.

Los espectadores son ya prácticamente in-fantiles y juveniles, los cuales pueden acceder a todo tipo de películas, puesto que la clasificación moral desaparece y ahora sólo son aconsejadas para mayores o menores. Este tipo de público marca bastante la producción y exhibición ci-nematográfica, y además ya no es tan fiel como lo éramos en los sesenta y primeros años de los setenta. Únicamente las salas de cine X tenían prohibido el acceso a menores de 18 años, pero Langreo nunca tuvo este tipo de cines.

El alquiler de cintas de vídeo se hace casi ex-clusivo para el ámbito doméstico. Aún aguan-tan el tirón un buen número de vídeo-clubs, peo sólo van quedando los más fuertes y más serios.

Los bares, sidrerías y cafés locales práctica-mente abandonan el vídeo como medio de ex-hibición de películas y como mucho, ponen las de Canal+. En estos años comienza la fiebre por las retransmisiones deportivas, donde destacan los partidos de fútbol.

Las multisalas, que cuentan con mayor aforo, empiezan a sustituir a los minicines y todos los cines urbanos viven su declive hasta llegar a la práctica extinción, hecho que se produce entre esta década y principios del nuevo siglo. Suelen estar en las grandes ciudades asturianas como Oviedo, Gijón o Avilés, alguna de ellas con más de 500 espectadores y sus pantallas tienen unas

dimensiones aceptables, emiten con sonidos cada vez más sofisticados, destacando el THX de la factoría de George Lucas, y aglutinan los estrenos. El cine de vanguardia, en su aspecto co-mercial, se convierte en patrimonio de estas em-presas, pero con cuentagotas.

Nacen las cadenas privadas de televisión y és-tas sí que consumen y hacen consumir al público todos los bodrios del cine, además en grandes do-sis. Logran revivir los mitos más oscuros de los años precedentes. Llegan a Langreo a mediados de esta década y consiguen que el público añore la programación de tve. En el aspecto de exhibi-ción de películas, consiguen que nos adentremos en el corazón de las tinieblas debido fundamen-talmente a varias razones: la publicidad entre es-cenas sube a niveles desconcertantes, no sabemos si estamos viendo una película con cortes publi-citarios o estamos viendo publicidad con cortes cinematográficos; no cumplen los horarios anun-ciados; cortan todos los títulos de crédito, a veces incluso cuando contienen conclusiones de las pe-lículas; no respetan ningún tipo de formato, pro-yectan películas panorámicas en formato 4:3, con lo cual no vemos parte del encuadre; la fotografía tiene una tonalidad muy caprichosa; se cambian títulos a las películas; se incorporan sobreimpre-siones a la cinta, con los logotipos de las cadenas o con publicidad de próximos programas y tam-bién se dedican a contraprogramar, que consiste en poner o quitar una película en función de la programación de la competencia. Algunas de es-tas prácticas aberrantes siguen en la actualidad. Como observamos no es el medio más adecuado para ver un film.

Sin embargo, a mediados de la década llega a Langreo Canal+. Los afortunados socios de la nueva cadena, que es de pago, ya pueden ver las cintas sin todos los problemas de las cadenas pri-vadas. La selección y los formatos son los adecua-dos. Ponen todo tipo de cine y de todas las filmo-grafías. Incluso fomentan los cortometrajes, que

4. Años noventa

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prácticamente desaparecieron de los cines. Algunas obras que apenas tie-nen difusión entre nosotros, son emi-tidas en esta cadena privada.

El Cine Felgueroso y el Cine Mari-peña continúan toda la década dedi-cados a lo que es su menester, es de-cir, la exhibición cinematográfica que sea rentable para la empresa propieta-ria. Cada vez con un mayor grado de calidad, tienen una programación po-pular, pero bastante dignas. Es un tipo de cine imprescindible, aunque lógica-mente tienen algunas lagunas debido a la rentabilidad o disposición de copias de estreno.

Entre otras películas interesan-tes en Langreo se proyectaron: Bai-lando con lobos (1990) de Kevin Cost-ner, un western ganador de siete Os-car que conquistó la taquilla de medio mundo; Corazón salvaje (1990) de Da-vid Lynch, reconversión de un cuento de hadas en una road-movie surrea-lista, que yo vi en una sala de estreno de la Gran Vía madrileña; JFK (1991) de Oliver Stone, su mejor filme y uno de los montajes más espectaculares del cine; Thelma y Louise (1991) de Ridley Scott, cuya visión me supuso una alegría por la recupera-ción de un maestro de la imagen después de una época metido en realizaciones mediocres; Bat-man vuelve (1992) de Tim Burton, mucho mejor que la primera parte y mucho más gótica; El cabo del miedo (1991) un remake hecho por Martin Scorsese del filme de J. Lee Thompson titulado El cabo del terror (1962), y la primera película de gé-nero del genial cineasta neoyorquino, que gana muchos enteros con el paso del tiempo; La bella y la bestia (1991) de Gary Trousdale, una produc-ción Disney que consiguió ser la primera cinta de animación candidata al Oscar a la mejor pe-lícula y relanzar el género; Tacones lejanos (1991) de Pedro Almodóvar, una cinta que arrolló en Francia, yo vi Los Campos Eliseos de Paris re-pletos con sus carteles publicitarios; Belle Épo-que (1992) de Fernando Trueba, la segunda pelí-cula española ganadora del Oscar a la mejor obra de habla no inglesa y de nueve premios Goya, algo más que una excelente comedia debido a la

conjunción de múltiples factores que hicieron de ella un producto redondo; Instinto básico (1992) de Paul Verhoeven, un inquietante thriller eró-tico que dió mucho que hablar y convirtió en mito a su estrella femenina, la bellísima Sharon Stone; El fugitivo (1993) de Andrew Davis, basada en la mítica serie de tv de los sesenta, que cose-chó un éxito mundial sin precedentes, un gran ejemplo de excelente cine comercial con calidad; Philadelphia (1993) de Jonathan Demme, primer Oscar para un actor que interpretaba a un ho-mosexual, un extraordinario Tom Hanks, que además es una crónica desgarrada sobre el fan-tasma o la realidad del sida y en la que Anto-nio Banderas empieza a asomar su cabeza en el cine americano; Pulp Fiction (1994) de Quentin

Bailando con lobos (1990) de Kevin Costner, un taquillazo en el Cine Felgueroso y en todos aquellos por donde pasó. Es un filme que goza de un desmedido prestigio, aunque tenga más de un defecto narrativo.

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Tarantino, el director que mejor adapta a todos los cineastas mundiales y convierte sus ideas en propias, una película de culto para millones de espectadores de todo el mundo, que quizás sea la poseedora del récord de más entradas en Inter-net y con la que muchos jóvenes se incorporan al cine de autor; Forrest Gump (1994) de Robert Ze-meckis, la competidora de la cinta de Tarantino en los Oscar de aquel año y que se llevó el gato al agua al ganar en las principales categorías, en total 6, es otro concepto de cine pero perfecta-mente válido; Entrevista con el vampiro (1994) de Neil Jordan, una superproducción que es una re-visión moderna del mito vampírico que cuenta con un excelente reparto y una buena bso; Ca-dena perpetua (1994) de Frank Darabont, un au-tor desconocido entonces, que se convirtió en todo un clásico del cine carcelario; Braveheart (1995) de Mel Gibson, su segundo trabajo como director, con la que ganó el Oscar como tal, y

de la que puedo contar como anécdota que en una sesión en el Cine Felgueroso, apareció un fan vestido como su personaje, William Wallace, pero con toda la parafernalia de un escocés de Sama; Los puentes de Madison (1995) de Clint Eastwood, un paso muy importante en su ca-rrara que contribuyó a convertirle en uno de los directores más interesantes de todo el cine mun-dial y es uno de los mejores melodramas de la historia; La delgada línea roja (1998) de Terrence Malick, autor de culto, que nos sorprendió con su segunda película después de 25 años sin ro-dar, consiguiendo una obra maestra donde es capaz de ser poético en una cinta bélica; Sal-var al soldado Ryan (1998) de Steven Spielberg, un sólido relato sobre el descenso a los infier-nos que generan las guerras, una de las obras maestras del mago de Hollywood; Fargo (1996) de Joel Coen, un filme muy corrosivo que signi-ficó la consagración definitiva de los hermanos

Fargo (1996) de Joel Coen, un thriller muy irónico y solvente, los hermanos Coen comienzan a lograr la excelencia cinematográfica.

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Coen, dos extraordinarios cineastas, que actual-mente firman sus películas al unísono, auque en aquella época Joel hacía las funciones de direc-ción y su hermano Ethan de guionista; El exorcista, el montaje del director (2000), que como casi to-dos estos experimentos poco nuevo aporta a la película; Tienes un e-mail (1998) de Nora Ephron, una comedia romántica basada en un clásico de Lubitsch; La tormenta perfecta (2000) de Wol-fgang Petersen, una película de sensaciones extre-mas bien construida; Las normas de la casa de la sidra (1999) de Lasse Hallström, segundo Oscar para el excelente actor británico Michael Caine; El guardaespaldas (1992) de Mick Jackson, que a pesar de sus muchos defectos, constituyó un gran éxito de taquilla en todos los sitios por donde pasó; y El día de la bestia (1995) de Álex de la Igle-sia, un buen esperpento gótico que barrió en los cines españoles.

Uno de los grandes éxitos de los cines loca-les fue El día que nací yo (1991) de Jaime de Ar-miñan, una película hecha a la medida de Isabel Pantoja, que fue un acontecimiento en el Cine Maripeña y que previamente había arro-llado en taquilla en el Cine Felgueroso al conseguir atraer a un tipo de público que hacía años había abandonado la asisten-cia a las salas y se nutría o atiborraba de imágenes en televisión.

las sesiones de los miércoles, tanto en Sama como en La Felguera, se dedica-ban al Día del Espectador. Los precios eran más populares, sobre 500 pesetas, frente a las 700 del resto de los días. Mi hijo Nés-tor, acompañado de sus colegas, colegiales como él, solía acudir, al igual que los actua-les miembros más jóvenes de nuestra Ter-tulia, muy niños aún en aquellos años para asistir a nuestras sesiones de corte más clá-sico o independiente.

Así pudieron ver en pantalla grande obras como Titanic (1997) de James Ca-

meron, una historia de amor en el marco de una superproducción que ganó 11 premios Oscar, arrasando en las taquillas de todo el mundo y que yo odio con toda mi alma, pues como sa-bemos, nadie es perfecto; Star War Episodio I de título La amenaza fantasma (1999) de George Lucas, el inicio de la segunda trilogía galáctica, donde nos narran como empezó todo, que fue aclamada por unos y odiada por otros, el tiempo pondrá a cada uno en su sitio; Gladiator (2000) de Ridley Scott, una especie de renacimiento del peplum, pero con más medios y una fuerza visual impresionante a cargo de un inspirado director; Chacal (1997) de Michael Caton-Jones, un re-make de la película homónima dirigida por Fred Zinnemann en 1973, que habíamos contemplado en su momento en el Felgueroso, pero muy infe-rior al original; Parque Jurásico (1993) de Steven Spielberg, cine de aventuras perfectamente pla-nificado, tanto en su diseño de producción como en su diseño artístico; Un mundo perfecto (1993) de Clint Eastwood, otro magistral trabajo del realizador y la mejor interpretación de Kevin

Titanic (1997) de James Cameron, una de las películas más premiadas en la historia de los premios Oscar y un acontecimiento social en las taquillas, la fueron a ver hasta aquellos que hacía años que no pisaban una sala de cine.

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Costner; Mars attacks (1996) de Tim Burton, basada en una serie de cromos americanos de 1960 y con un enorme sen-tido del humor, pero muy ne-gro; Godzilla (1998) de Roland Emmerich, adaptación ameri-cana del clásico monstruo ja-ponés que apareció en los se-senta en algún programa do-ble en nuestros cines locales, y donde todos nos pregunta-mos por qué los humanos co-rremos delante de los mons-truos en lugar de apartarnos a su paso; Power Ranger, la película (1995) de Bryan Spi-cer, una infame adaptación del cine americano de una popular serie japonesa de televisión para el público infantil, cuyas sesiones de tarde los ni-ños convirtieron en multitudinarias, los más pe-queños acompañados de sus padres, que se sen-tían como toreros en Moscú; Bats (1999) de Louis Morneau, cine fantástico con murciélagos, o sea, una monster-movie; Scary movie (2000) de Kee-nen Ivory Wallans, una cinta muy escatológica y con un lenguaje soez, lo que contribuyó clara-mente al éxito que tuvo entre el público juvenil y a un sin fin de secuelas; Torrente, el brazo tonto de la ley (1999) de Santiago Segura, otro de los su-cesos populares del cine de fin del milenio, tam-bién escatológico, con la que parece que los mu-chachos no tienen cura, pues la mayoría de ellos recuerdan fragmentos completos de la cinta con sus correspondientes diálogos y con el acento de su intérprete; y Toy story (1995) de John Lasseter, película de animación generada por ordenador, una nueva modalidad que debido a su éxito, hizo que la Disney abandonara la animación clásica.

Un cine comercial, pero de una inmensa ca-lidad técnica y en algunos casos artístico. Buen bagaje para futuros cinéfilos.

cuando era un niño me tocó esperar a mis padres a las puertas del Cine Felgueroso, ahora me tocaba esperar a mis hijos, el círculo se iba configurando.

Sin embargo estos chavales, igual que una in-mensa mayoría de chicos de toda España, fue-

ron perdiendo la costumbre de acudir a las salas, sobrema-nera en las urbanas. No saben lo que se pierden al no po-der disfrutar de nuestra litur-gia y ritos cinematográficos. Cuando ves cine enlatado en el ámbito doméstico, no dis-frutas las películas con toda la intensidad que requiere una buena obra, pierdes ca-pacidad de concentración. Yo

particularmente me acuerdo mejor de una cinta que vi hace 30 años en un cine que de una vista en tv hace unos meses.

Para mí las películas más importantes de esta década son:

Sin perdón (1992) de Clint Eastwood. Cuando acabó la proyección quedé petrificado en la butaca, consciente de que había visto una obra maestra. Intenté ver los títulos de crédito finales y me los escamotearon, deseaba ver que había dedicado la obra a sus dos insignes maestros Sergio Leone y Donald Siegel, el pone a Sergio y Don, lo que yo ya sabía por las revistas especializadas. Pensé que Eastwood había tocado techo, pero estaba

Torrente, el brazo tonto de la ley (1999) de Santiago Segura, es uno de los sucesos populares del cine de fin del milenio.

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muy equivocado, aquí marcó definitivamente su línea de trabajo y creatividad y aún nos dió y nos dará un buen puñado de obras maestras. Fue sor-prendente ver como el mito baja a la Tierra, como desnuda su alma y su cuerpo. Llegamos a la exce-lencia de un director que se convierte en uno de los creadores más interesantes de los últimos años de la realización cinematográfica. Desmitifica el género del western pero amándolo, reflexiona so-bre la condición humana pero dejando terreno a la esperanza, derrama mucha violencia pero ha-ciéndonos aborrecerla y nos hace saber envejecer. El filme fue premiado con cuatro Oscar, de los importantes sólo le falta el de mejor actor para un Eastwood impresionante y que tapa muchas vo-ces sobre su nivel interpretativo. A partir de esta cinta todo fueron elogios a su labor creativa y no es para menos, sus realizaciones son esperadas por cinéfilos de todo el planeta sin importar es-tado, género, condición o edad. Cuando pude ver con tranquilidad los títulos finales, en una copia en dvd, observé como en un plano fijo hace des-aparecer a su personaje, se nos esfuma y sentí que algo se nos escapaba, ése si puede ser el último epitafio del cine del oeste.

La lista de Schindler (1993) de Steven Spie-lberg, un relato sobre el holocausto nazi basado en hechos reales. Es una cinta desgarradora y de una madurez absoluta. Fue ganadora de siete me-recidísimos Oscar, todos de la máxima categoría. Spielberg puso todo su genio en esta obra y con-venció a propios y extraños de su categoría como narrador de imágenes. Fotografiada en blanco y negro por aquello de dar más realismo a la his-toria. Esta obra no deja indiferente a nadie. To-dos aquellos que no vivieron o no quisieron ver el horror, no podrán olvidarlo a partir de aquí. La banda sonora de John Williams tiene una belleza extraordinaria y una tristeza tremenda. Aquellos que la vimos en nuestros cines, salimos de las pro-yecciones desesperados por tanta estupidez hu-mana. Yo no pude resistir más visionados de esta película pero la recuerdo como si la hubiera visto ayer, pues nació siendo una obra maestra.

Amantes (1991) de Vicente Aranda, que está basada en un hecho real en la postguerra espa-ñola. Cuenta con unas buenísimas interpreta-ciones de Victoria Abril y Maribel Verdú, bien

arropadas por Jorge Sanz. Aranda logra hacer un thriller genuinamente español, con un suspense genial, con una violencia desacerbada y un em-pleo magistral de las elipsis. Para mí es su mejor película. Lo que empezó como un encargo para un episodio de televisión acabó convirtiéndose como una película de culto de nuestro cine. Yo la vi un lunes en el Cine Felgueroso con un grupo de amigos y salimos impresionados.

el 20 de marzo de 1990 se proyecta en el Sa-lón de Actos de la Casa de Cultura Escuelas Do-rado de Sama Cielo sobre Berlín de Win Wenders. Acaba de nacer la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura. Al principio solo éramos cuatro miem-bros, José Ramón López, Eduardo Parra, Antonio Merino y yo, pero pronto se van incorporando más unidades, Miguel Ramos, Ángel Verdejo y Alejandro Zapico. Contó con socios de todos los distritos de Langreo y de otros municipios limí-trofes como San Martín del Rey Aurelio, Mie-res y Oviedo. Sus actividades están relacionadas con múltiples facetas que tienen que ver con la imagen en general y con el cine en particular. De forma ininterrumpida se proyectó una película gratuitamente a las 7 de la tarde, todos los mar-tes, desde sus inicios hasta el traslado de activi-dades al Cine Felgueroso. El objetivo marcado por la Tertulia era difundir, disfrutar y analizar la cultura cinematográfica con los espectadores de la Cuenca del Nalón.

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Después pusimos En la ciudad blanca (1983) de Alain Tanner, una preciosa obra sobre un ma-rinero suizo que vaga por Lisboa. La cuarta cinta proyectada fue Dublinesses (Los muertos) (1987), la última película de John Huston, otra de sus obras maestras que rodó en una silla de ruedas y conectado a una bombona de oxígeno, cine y li-teratura fundidos con una maestría absoluta.

En esta primera época, casi de catacumba, pu-lulábamos por distintas dependencias de la Casa de Cultura de Sama. Esta etapa, que abarca hasta el año 1992, nos permitió disfrutar de autenticas joyas del cine como: Muerte entre las flores (1990) de Joel Coen, deslumbrante cine negro con un genial guión de los hermanos Coen y probable-mente su primera obra maestra; Léolo (1992) de Jean-Claude Lauzon, una insólita y poética obra convertida desde su estreno en película de culto; Alas de Mariposa (1991) de Juanma Bajo Ulloa, que era un debutante y que consiguió la Con-cha de Oro en San Sebastián y cuatro premios Goya con esta historia sobre la relación amor-odio entre una madre y su hija; Alice (1990) de Woody Allen, nuestra primera toma de contacto con el genial director neoyorquino; Vacas (1992)

de Julio Medem, en otra de sus propuestas para incondicionales, y nosotros lo somos, que le su-puso a su autor el premio Goya al mejor director novel; Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989) de Steven Soderbergh, su ópera prima rodada en un mes y ganadora de la Palma de Oro en Cannes; Boom, boom (1990) de Rosa Vergés, una pequeña gran película con unos diálogos excelentes; Los sueños de Akira Kurosawa (1990) de Akira Ku-rosawa, ocho pequeños relatos basados en los propios sueños del maestro japonés, produci-dos por Steven Spielberg, y que como todo su cine, tienen una estética y un pulso narrativo admirables; Cinema Paradiso (1988) de Giuse-ppe Tornatore, un enorme homenaje al propio cine y a sus salas de proyección, ganadora del Oscar a la mejor película extranjera y con la que el director italiano se convierte en el heredero de Fellini; El marido de la peluquera (1990) de Pa-trice Leconte, una cinta muy simple pero de una belleza deslumbrante que no deja indiferente a nadie y de cuya proyección todos los especta-dores salimos flotando; Mo’better blues (1990) de Spike Lee, una particular visión de los afro-americanos; Bagdad café (1987) de Percy Adlon,

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una búsqueda desesperada del paraíso per-dido; Mi pie izquierdo (1989) de Jim Sheridan, que cuenta con una sobredosis de actuación a cargo de Daniel Day-Lewis haciendo creíble la vida real de un personaje afectado por una en-fermedad extrema y que se vio recompensado con un Oscar; Reencuentro (1983) de Lawrence Kasdan, una obra coral llena de talento que sir-vió para descubrir una nueva generación de ex-celentes actores americanos y que cuenta con una extraordinaria banda sonora; Reservoir dogs (1992) de Quentin Tarantino, su debut, que cuenta con un buen guión y una innovadora puesta en escena; Henry retrato de un asesino (1986) de John McNaughton, que nos muestra a un psicópata descrito con toda la crudeza posi-ble; Cabeza borradora (1976) de David Lynch, su ópera prima, que nos muestra una deformación de lo real a base de una extraordinaria puesta en escena surrealista; Bird (1988) de Clint Eastwood, biografía de Charlie Parker, uno de los mejores

saxofonistas de jazz, que me sirvió además para descubrir un excelente actor llamado Forrest Whitaker; o Cuento de invierno (1992) de Eric Rohmer, segunda entrega de su serie Cuentos de las cuatro estaciones.

También cabe añadir Terciopelo azul (1986) de David Linch, como una de las mejores cintas que revisamos en esta primera etapa.

Fue un cine imprescindible que saboreamos y acercamos al público langreano, puesto que la mayoría de estos filmes no se habían proyectado en nnuestro municipio. Estamos convencidos que la calidad de la programación hizo que el evento continuase.

Además el proyecto de Sala Oscura cogía cuerpo, nos deleitábamos criticando o deba-tiendo la película de la semana. Entre muchos de los contertulios surgió una gran y entrañable amistad, no era para menos.

Pronto se amplió la oferta, nos acercamos a nuevas filmografías, a nuevos autores, rebusca-mos entre los clásicos, nos adentramos más en el cine español, nos metimos en el cine silente, el de los pioneros, revisamos cine de Este y Orien-tal, nos dedicamos a visionar cine sudamericano,

En esta página y la anterior, varias muestras del tipo de cine que programaba Sala Oscura en sus primeros años.

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estrenamos muchas cintas que no habían sido proyectadas en Langreo y saboreamos un cine que a nuestro entender era necesario rescatar.

Más adelante, se empezó a pro-yectar en el Salón de Actos. Allí dis-pusimos de una pantalla de mayores dimensiones y el Ayuntamiento de Lampreo, a través del Área de Ima-gen, depositó en nosotros toda su confianza. Las distintas corporacio-nes y todos los grupos políticos nos alentaron a continuar con nuestra la-bor, es decir, difundir buen cine. Para ser miembro de Sala Oscura sólo se precisaba un dato, el de ser un buen aficionado al Séptimo Arte.

En los siguientes 16 años, la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura programó unas 800 películas, ahora todas en el salón de actos de la Casa de Cultura Es-cuelas Dorado de Sama, con una media de 40 espectadores por sesión, lo que hacen unos 32.000. Entre lo proyec-tado, destacan una serie de cintas por las cuales sentíamos una cierta nostal-gia o interés cinéfilo, nunca buscamos en ellas la comercialidad sino el estu-dio y el poder someternos a la disci-plina de ver, acompañados del público, a una hora determinada y un día con-creto, una película. La entrada siempre fue libre. Y seguía siendo los martes a las siete de la tarde.

Las películas más significativas de nues-tra programación, desglosadas por géneros, fueron:

Cine musical, la temática predilecta de Ale-jandro Zapico, el especialista en este género de nuestra Tertulia, el autor de los comentarios que publicamos en nuestros boletines semanales, el que nos hizo ser un poco más adictos al musical y de las que seleccionamos entre otras:

West Side Story (1962) de Robert Wise, ya re-señada en su estreno en el Cine Felgueroso; Siete novias para siete hermanos (1954) de Stanley Do-nen, célebre recreación del Rapto de las Sabinas y uno de los mejores musicales de todos los tiem-pos; Hair (1979) de Milos Forman, el musical hi-ppy que es un alegato contra la guerra y posee

una banda sonora excelente, título también re-señado; El mago de Oz (1939) de Victor Fleming, un mítico mundo de fantasía e ilusión con la niña de 17 años Judy Garland haciendo un papel que según el cuento, era de menos de 11; Can-tando bajo la lluvia (1952) de Stanley Donen y Gene Kelly, de la que no sé si es el mejor musical o la mejor cinta sobre el mundo del cine, pues igual gana en los dos apartados; Gigi (1958) de Vincente Minnelli, ganadora de nueve Premios Oscar y una de las joyas del género que logra-mos poner subtitulada, puesto que las cancio-nes forman una parte importante de la trama; My fair lady (1964) de George Cukor, un hermo-sísimo musical del que alguien dijo estamos ante

Gigi (1958). de Vincente Minnelli. una de las películas más premiadas del cine musical.

creto, una película. La entrada siempre fue libre. Y

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una de las primeras películas que habría que lle-varse a una isla desierta, que además es un filme trepidante que cuenta con unos diálogos de gran agudeza; Cabaret (1972) de Bob Fosse, uno de los grandes éxitos de los setenta, realizado cuando prácticamente había desaparecido el gé-nero musical, pero que lo revitalizó; Un ameri-cano en París (1951) de Vincente Minnelli, uno de los musicales más innovadores y creativos, con una larguísima secuencia final llena de fan-tasía e imaginación coreográfica, que se puede ver mil y una veces; Pal Joey (1957) de George Sydney, con Frank Sinatra y su voz, en una obra que parece hecha a su medida; ¡Qué noche la de aquel día! (1964) de Richard Lester, la primera película protagonizada por The Beatles, que sentó cátedra; La Rosa (1979) de Mark Rydell, una biografía no autorizada de Janis Joplin, con una impagable banda sonora; Fiebre del sábado noche (1977) de John Badham, donde revisa-mos el mito Travolta y donde vimos que había un buen sustrato social; Empieza el espectáculo (1979) de Bob Fosse, el testamento del director en formato musical, que se había puesto en el cine Maripeña; La leyenda de la ciudad sin nombre (1969) de Joshua Logan, también comentada anterior-mente; Oliver (1968) de Carol Reed, un extraordinario musical dramático, adaptación del Oliver Twist de Char-les Dickens y que no desmerece de otras versiones de la genial obra; Gol-fus de Roma (1966) de Richard Lester, una cinta rodada en España que cons-tituye la última aparición en panta-lla de Buster Keaton, precisamente dando vueltas en círculo sobre una noria giratoria, que proyectamos en versión original con subtítulos.

Cine del oeste, el predilecto de casi todos los tertulianos con Miguel encabezándonos. Rebuscamos filmo-grafía de este género en los lugares

más recónditos y aunque era bastante difícil de encontrar, no obstante pusimos:

Misión de audaces (1959) de John Ford, una película sobre la Guerra de Secesión rodada con todo el vigor del hombre que decía llamarse Ford y hacer películas del oeste; Dead Man (1995) de Jim Jarmusch, un western muy atípico en blanco y negro y un presupuesto ínfimo, para mi gusto un experimento fallido y sólo salvable por la mú-sica de Neil Young; Río Rojo (1948) de Howard Hawks, una de las obras maestras del cine del oeste, el único western de Monty Cliff, que logra estar a la altura de John Wayne, uno de los gran-des; Muerde la bala (1975) de Richard Brooks, la mejor película que existe sobre caballos y que de-dicamos a James Coburn, fallecido pocas semanas antes; El hombre que mató a Liberty Valance (1962) de John Ford, un incunable del western crepuscu-lar; Cowboy (1958) de Delmer Daves, el único wes-tern interpretado por el inolvidable Jack Lemmon;

Dead man (1995) de Jim Jarmusch, un western que resultó para unos aburrido y para otros muy interesante, pero que había que ver.

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La gran jornada (1930) de Raoul Walsh, uno de los primeros western hablados y uno de los pri-meros papeles de John Wayne; Los profesiona-les (1966) de Richard Brooks, un gran filme con unas interpretaciones magistrales y que en rea-lidad es una soterrada crítica de la intervención bélica de los Estados Unidos de América en la Guerra del Vietnam.

Cine español, el que nos deparó más ale-grías, descubriendo aquello que en muchas puertas se le negaba, la calidad. En nuestra se-lección pudimos apreciar entregas como:

La teta y la luna (1994) de Bigas Luna, una de sus mejores películas; Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto (1995) de Agustín Díaz Llanes, su debut en la dirección y una de las sor-presas del año, ganadora de ocho premios Goya; Tesis (1996), primera obra de Alejandro Amená-bar, donde empieza a manifestar su gran talento en una realización de bajísimo presupuesto; El perro del hortelano (1995) de Pilar Miró, la fa-mosa adaptación al cine de una comedia de Lope de Vega respetando el texto original en verso, ga-nadora de siete premios Goya y que gustó mu-cho al público de toda España; El último viaje de Robert Rylands (1996) de Gracia Querejeta, una

búsqueda de la personalidad de unos persona-jes basada en una novela de Javier Marías, cuya adaptación resultó muy polémica; Tierra (1995) de Julio Medem, que se convirtió en otro autor habitual en nuestras sesiones; La colmena (1982) de Mario Camus, una cinta coral que es una de las doce películas españolas más taquilleras de todos los tiempos y fue premiada con el Oso de Oro en Berlín 83; Familia (1996) de Fernando León de Aranoa, su reconocimiento por parte del público y crítica; Secretos del corazón (1996) de Montxo Armendáriz, una brillante incursión en el mundo de la infancia; Tu nombre envenena mis sueños (1996), la última obra de Pilar Miró y para mí su mejor película; Barrio (1998) de Fernando León de Aranoa, una excelente cinta cargada de premios y que perdura como una de las más importantes cintas españolas de los noventa; Al sur de Granada (2003) de Fernando Colomo, una tragicomedia costumbrista, donde destaca un sentido del humor extraordinario; La luz prodigiosa (2002) de Miguel Hermoso, última interpretación de Nino Manfredi, una fabula de lo imposible; Romasanta (2003) de Paco Plaza, sobre el tema de la licantropía en la Galicia pro-funda del siglo xix; Tiovivo c. 1950 (2004) de José Luis Garci, una nostálgica película coral rodada

Barrio (1998) de Fernando León de Aranoa y Secretos del corazón (1966) de Montxo Armendariz, dos excelentes muestras del gran cine español de los noventa.

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con gran pulso narrativo y que me parece de lo más interesante de su producción y la que posee el me-jor sentido de humor de toda su obra; y Esa pa-reja feliz (1951), una genial propuesta de Bardem y Berlanga.

Películas mudas, las más problemáticas de conseguir y proyectar, los espectadores tardaron en acostumbrarse y redescubrir sus encantos. Hubo proyecciones donde estábamos práctica-mente solos los tertulianos, pero nuestra insisten-cia dió sus frutos y todos nos recreamos con:

Esposas frívolas (1922) de Erich Von Stroheim, que también la interpreta y que es una obra im-presionante; El golem (1920) de Paul Wegener y Carl Boese, un brillante antecedente del cine con monstruo y un incunable del cine europeo; El último (1924) de F. W. Murnau, una de las gran-des obras maestras del cine mudo alemán; El hé-roe del río (1928) de Charles F. Riesner, una de las mejores cintas de Búster Keaton; El hijo del Caid (1926) de George Fitzmaurice, con la pre-sencia del mítico Rodolfo Valentino; La caja de Pandora (1929) de Georg Wilhem Pabst, con la interpretación de la actriz Louise Brooks, fa-mosa hasta la leyenda a principios del siglo xx; El abanico de Lady Windermere (1925) de Ernst Lubitsch, que a pesar de ser muda y por su ca-rácter perfeccionista, el director hizo que los actores se aprendieran los diálogos; El mundo perdido (1925) de Harry Hoyt, uno de los pri-meros filmes fantásticos que recrea su acción con dinosaurios.

Cine bélico, género prácticamente desapa-recido pero imprescindible en el cine. Nosotros, los tertulianos más veteranos, somos acérrimos seguidores del mismo. Con él viajamos en el tiempo y vimos:

Tierra y libertad de Ken Loach, una crudísima visión sobre el papel de las brigadas internacio-nales en la Guerra Civil española; Capitán Co-nan (1996) de Bertrand Tavernier, una película antibelicista francesa con la acción ubicada en la Primera Guerra Mundial desde el punto de vista de las auténticas víctimas del conflicto; La gue-rra de Hart (2002) de Gregory Hoblit, sobre una fuga de un campo de concentración alemán que resultó muy entretenida, aunque es un poco tram-posa; Un paseo bajo el sol (1945) de Lewis Milestone,

Metrópolis de Fritz Lang, también fue proyectada los martes de Sala Oscura.

Tierra y libertad (1995) de Ken Loach, que trata sobre la Sección Internacional de la Milicia Republicana en el frente de Aragón, en el año 36.

Buscar un carátula películas mudas y poner el pie

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una de las mejores películas de guerra que se han filmado jamás, donde asistimos al horror que sienten los soldados de infantería en las batallas; Los cañones de Navarone (1961) de J. Lee Thomp-son, aventuras bélicas a raudales e interpretacio-nes soberbias, una cinta que se mantiene diver-tidísima; Sin novedad en el frente (1930) de Lewis Milestone, una de las primeras obras maestras del cine sonoro.

Cine oriental, el más lejano a nuestros es-pectadores, el que más aire fresco trajo a nuestra sala, del que dejamos constancia de su calidad con obras como:

El camino a casa (2000) del chino Zhang Yi-mou, Oso de Plata en Berlín 2000, una obra muy emotiva rodada con gran sensibilidad; Pólvora roja, pólvora verde (1993) del realizador chino He Ping, una historia de amor imposible; ¡Vivir! de Zhang Yimou, en una de sus mejores realizacio-nes, donde narra 30 años de la vida de una mu-jer china; El banquete de bodas (1993) y Comer,

beber, amar (1994), primeros trabajos del hoy en día consagrado Ang Lee; Keep cool (1997) de Zhang Yimou, una comedia del nuevo cine chino; Trono de sangre (1957) de Akira Kuro-sawa, la mejor adaptación de Macbeth a la gran pantalla; Zatoichi (2003) de Takeshi Ki-tano, en su primera película de época, de la que no quedamos muy satisfechos los tertulianos; 2046 (2001) de Wong Kar Wai, dos relatos pa-ralelos, situados en dos épocas, del genial direc-tor chino, uno de los mejores constructores de imágenes del cine actual.

Cine clásico, importante cajón de sastre, donde metimos lo más genial de la producción mundial. Es lo más fácil de programar y donde acertar con los gustos del espectador es seguro. Contamos con los pases de:

Los viajes de Sullivan (1941) de Preston Stur-ges, una soberbia reflexión sobre el éxito y el fra-caso; M, el vampiro de Dusseldorf (1931) de Fritz Lang, una de las mejores películas alemanas de todos los tiempos; Ladrón de bicicletas (1948) de Vittorio de Sica, el título más conocido del neorrealismo italiano, con la que empezamos a publicar los comentarios originales realiza-dos por miembros de la Tertulia; La gran ilu-sión (1937) de Jean Renoir, considerada un into-cable del cine universal; Perdición de Billy Wilder, otra obra maestra del genial autor americano es-pecialista en comedia y realizando aquí una ma-ravilla del cine negro; Las uvas de la ira ((1940) de John Ford, una de las obras cumbre del me-lodrama social, que proporcionó a Ford el se-gundo de sus cuatro Oscar; Eva al desnudo (1950) de Joseph L. Mankiewicz, que volvíamos a pro-yectar, puesto que nos encantaba a los conter-tulios, y que es la cinta que más veces puso Sala Oscura; Un tranvía llamado deseo (1950) de Elia Kazan, un Marlon Brando y una Vivien Leigh en estado de gracia en esta prodigiosa obra de Tennessee Williams, que fue proyectada coinci-diendo con el centenario del teatro en Langreo; Arroz amargo (1948) de Giuseppe de Santis, cine negro en tono neorrealista, con la deslumbrante presencia de Silvana Mangano, todo un sex sym-bol de los cincuenta; A sangre fría (1967) de Ri-chard Brooks, manteniendo su actualidad y com-probando una vez más que es una de las mejores adaptaciones de una novela por el cine; La noche

Dersu Uzala (El cazador) (1975) de Akira Kurosawa, la magnífica propuesta ecologista que tuvo cabida en nuestra selección de cine oriental.

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del cazador (1955) de Charles Laughton, su única realización tras las cámaras, con un Robert Mit-chum creando uno de los personajes más insa-nos de la gran pantalla; El apartamento (1960) de Billy Wilder, otra de mis películas predilectas y el gran papel de Jack Lemmon, lo que ya es mucho, una de las comedias más ácidas que se puedan ver en una sala; Tu y yo de Leo McCarey, de la que pusimos las dos versiones que hizo de tan sensa-cional melodrama, una data de 1939, con Charles Boyer e Irenne Dunne y la otra de 1957 con Cary Grant y Deborah Kerr, y que yo no se cual de las dos es mejor, eso sí el público lloró más en la se-gunda; El delator (1935) de John Ford, otro de sus cuatro Oscar, una de sus cintas más desconocidas y que proyectamos en nuestro XII aniversario; El cuarto mandamiento ((1942), el segundo filme de Orson Welles y en el que comenzaron sus proble-mas con la industria cinematográfica americana; Dos mujeres (1960) de Vittorio de Sica, el Oscar

de Sofía Loren; Los cuatrocientos golpes (1959) de François Truffaut, el inicio de la carrera de uno de los directores estrella del Séptimo Arte; Horizontes perdidos (1937) de Frank Capra, como muy bien indicó Miguel en su comenta-rio, «A pesar de no ser una comedia, ni suceder en América, ni contar con un héroe tipo me-dio llamado Mr. Deeds, Mr. Smith o John Doe, comparte con las obras maestras de su direc-tor el hecho de que el ambiente que impregna Shangri-La y toda la emoción que pueda trans-mitir su existencia, no descansan sobre sólidos pilares dramáticos, sino en sinceras creencias y una fe ciega en lo que se está narrando»; El te-soro de Sierra Madre (1947) de John Huston, un gran clásico del cine de aventuras, en este caso mineras, con un mítico Bogart, de la que dijo su autor «Es una de las pocas películas mías que no cambio de cadena cuando la ponen en tele-visión»; De repente el último verano (1959) de

M, el vampiro de Düselldorf (1931) de Fritz Lang y Arroz amargo (1948) de Giuseppe de Santis, cintas que saboreamos dentro del cine clásico de Sala Oscura.

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Joseph L. Mankiewicz, ba-sada en un drama de Tennes-see Williams, una película de gran dureza, eminente-mente de mujeres, con bri-llantes interpretaciones de Liz Taylor y Katharine Hep-burn; Encuentro en la noche (1952) de Fritz Lang, no es-trenada comercialmente en España y por tanto una pe-lícula poco conocida, a pe-sar de contar con una joven y ya deslumbrante Marilyn Monroe; Gran Hotel (1932) de Edmund Goulding, ga-nadora del Oscar a la me-jor película, es una película coral donde aparece Greta Garbo, cuyo éxito puso de moda el contar con gran-des repartos; Esta tierra es mía (1959) de Jean Renoir, el mejor alegato ja-más filmado sobre los derechos humanos; Cam-panadas a medianoche (1965) de Orson Welles, película española debida al empeño de su pro-ductor Emiliano Piedra; La ley del silencio (1954) de Elia Kazan, donde el director quiere soterra-damente pedir disculpas por su actuación en la famosa Caza de brujas de Hollywood, pero que cuenta con un importante papel a cargo de Mar-lon Brando, celebrado como de los mejores de la historia según renombrados críticos anglosajo-nes y de otros lares; Alexander Nevski (1938) de Sergei M. Eisenstein, en su primera película so-nora rodada como una ópera y donde gracias al montaje, propio del cine soviético, la música e imagen encajan a la perfección.

Aventuras, el género de reencuentro con nuestra infancia, que también lo fue de nuestra juventud y si me apuran lo es de nuestra madurez. Disfrutamos de obras como:

Los duelistas (1977) la ópera prima de Ridley Scott, basada en un relato de Joseph Conrad, con una fotografía deslumbrante, que yo había visto en el Cine Felgueroso en una sesión de un jueves y había pasado totalmente desapercibida; Moby Dick (1956) de John Huston, curiosa adaptación de la novela homónima de Herman Melville,

una obra cumbre de la li-teratura, con un imposible Gregory Peck haciendo del capitán Achab; En busca del arca perdida (1981) de Ste-ven Spielberg, grandioso rescate del cine aventurero en los ochenta y una pro-puesta muy divertida; Ca-lles de fuego (1984) de Wal-ter Hill, medio comic, me-dio western, medio musical, pero mucha aventura exce-lentemente filmada.

Policiacas, un género que da sus buenos resultados cada poco. Redes-cubrimos filmes como:

El teniente corrupto (1992) de Abel Ferrara, otro independiente americano, en su cinta más dura, con un genial Harvey Keitel; Fargo (1995) de los hermanos Coen, su confirmación como excelentes cineastas; Sospechosos habituales (1995) de Bryan Singer, una simpática propuesta basada en un engaño al espectador; Extraños en un tren (1951) de Alfred Hitchcock, uno de sus grandes éxitos, que le consagró como maestro del thriller de suspense; Gosford Park (2001) de Robert Altman, una obra a lo Agatha Christie con un cuidadísimo diseño de producción; Co-llateral (2004) de Michael Mann, un thriller noc-turno que transcurre en una noche en Los Ánge-les, rodado con cámara digital; Malas calles (1973) de Martin Scorsese, una de sus primeras obras y su primer reconocimiento internacional.

Comedias, un género en el que es compli-cado conseguir buenas obras y uno de los más crí-ticos, que además goza del favor del público:

Ed Wood (1994) de Tim Burton, cine sobre cine, uno de los grandes éxitos de nuestra pro-gramación, que era estreno en Langreo y se había puesto en pocos sitios de Asturias, quizás por ser en blanco y negro, pues hasta en los videoclubs

Moby Dick (1956) de John Huston, una extraordinaria pero imposible adaptación de la gran novela de Herman Melville.

) de Jean Renoir, el mejor alegato ja que da sus buenos resultados cada poco. Redes-

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tenían mala salida las cintas filmadas de esta guisa; El guateque (1968) de Blake Edwards, que contiene alguno de los mejores gags del cine; La vida de Brian (1979) de Terry Jones, la que lanzó en todo el mundo a los Monty Python; En ban-deja de plata (1966) de Billy Wilder, una de sus películas más divertidas; Uno, dos, tres (1961) de Billy Wilder, una mordaz caricatura sobre las re-laciones este-oeste en la guerra fría; Los inúti-les (1953) de Federico Fellini, una obra casi ini-ciática en su filmografía, pero que aguanta el ti-rón del paso del tiempo y se erige en uno de sus mejores trabajos; Con faldas y a lo loco (1959) de Billy Wilder, una obra maestra con la mítica Ma-rilyn Monroe y un final de los más recordados de la historia del cine; Vacaciones en Roma (1953) de William Wyler, un cuento de hadas para adultos y una de las cintas más bellas que se puedan ver en un cine; Nacida ayer (1950) de George Cukor, sobria, funcional y elegante; Descalzos por el par-que (1967) de Gene Saks, una película atemporal, fresca y muy divertida; La pícara puritana (1937) de Leo McCarey, con unos geniales Cary Grant e Irene Dunne.

Melodramas, basados en hechos reales o en la más pura ficción. siempre dieron al celuloide grandes películas. Entre otros, seleccionamos:

La muerte y la doncella de Roman Polanski, adaptación de un texto teatral que fue represen-tado en más de 45 países, y aborda las relacio-nes víctima-verdugo; Ladybird, ladybird (1993) de Ken Loach, en su habitual y justificado ata-que a la sociedad inglesa post Margaret Teacher; Secretos y mentiras (1996) de Mike Leigh, un es-tudio socio-psicológico donde se tratan temas como la identidad, las raíces, la convivencia fa-miliar y la necesidad de comunicación, que ganó el Premio Goya a la mejor película extranjera y la Palma de Oro en Cannes; Aflicción (1997) de Paul Schrader, cinta que proporcionó un merecido Oscar para el entrañable James Coburn, uno de mis actores predilectos; Lejos del cielo (2002) de Todd Haynes, una revisitación de los melodra-mas de Douglas Sirk, según confiesa su autor; Monster (2003) de Patty Jenkins, historia real so-bre una asesina en serie donde se encumbran como interpretes Charlize Theron y Christina Ricci; Dioses y monstruos (1998) de Bill Condon, que narra los últimos días de la vida del director

Uno, dos, tres (1964) de Billy Wilder, una comedia loca de la época dorada del genial director. Tiene un ritmo trepidante y unas sobresalientes actuaciones.

La muerte y la doncella de Roman Polanski aborda las relaciones víctima-verdugo.

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James Whale; El pianista (2002) de Roman Po-lanski, donde consiguió el Oscar al mejor direc-tor; Las horas (2002) de Stephen Daldry, exce-lente obra donde todos sus protagonistas están a nivel excepcional; Atrápame si puedes (2002) de Steven Spielberg, una cinta correctísima que trata una historia real sobre un joven estafador y que cuenta con el mejor papel de Leonardo Di-Caprio hasta la fecha.

Películas sudamericanas, pues con sus épo-cas de esplendor, los filmes del Sur del conti-nente americano siempre nos depararon agra-dables sorpresas, como por ejemplo:

La reina de la noche (1994), del mejicano Ar-turo Ripstein; Águilas no cazan moscas del co-lombiano Sergio Cabrera; El faro del sur (1999) del argentino Eduardo Mignogna; Martín (Ha-che) (1997) de Adolfo Aristarain, un título clave en su carrera como realizador y guionista; Pro-fundo carmesí (1996) de Arturo Ripstein, una historia real que juega con diversos géneros; La puta y la ballena (2004) de Luis Puenzo, un

par de historias paralelas alejadas en el tiempo pero que acaban confluyendo en la narración.

Cine del Este, muy difícil de conseguir pero solvente a todas luces. Vimos:

Tres colores, rojo (1995); Tres colores, blanco (1994) y Tres colores, azul (1993), la trilogía del polaco Krzysztof Kieslowski, cuyo título remarca los colores de la bandera francesa y que estaban llenas de propuestas y magia; Quemado por el sol (1994) de Nikita Mikhalkov, una cinta demo-ledora y de una inmensa belleza formal.

Fantasía y Ciencia-ficción, un género muy desigual pero con títulos fundamentales. Sólo nos recreamos con:

Delicatessen y La ciudad de los niños perdi-dos (1995) dos largometrajes de los anteriormente autores de cine de animación y dibujantes de comic, Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, que contienen una propuesta visual muy innova-dora; Planeta prohibido (1956) de Fred McLeod Wilcox, un clásico que envejeció lo suyo; El pla-neta de los simios (1968) de Franklin J. Schaffner, una parábola futurista con un final que quita el sueño.

Joyas del cine reciente, imprescindible para mantener viva la llama de la cinefilia.

El cartero (y Pablo Neruda) (1994) de Michael Radford y Máximo Troisi, conmovedora evoca-ción entre el poeta y un cartero rural, que cuenta con una banda sonora genial de Luis Enrique Bacalov ganadora de un Premio Oscar y fue uno de los mayores éxitos de público de nuestra pro-gramación; Cuento de verano (1996) de Eric Ro-hmer, uno de los autores preferidos de Miguel Ramos, defensor a ultranza de su obra frente al resto de socios de la Tertulia; Antonia (1995) de Marleen Gorris, película holandesa ganadora del Oscar a la mejor película extranjera; El hom-bre de las estrellas (1995) de Giuseppe Torna-tore, hermosa historia de un estafador de poca monta que vende ilusiones por los pueblos del sur de Italia y que contiene otra banda sonora inigualable del genial Morricone; Carretera per-dida (1996) de David Lynch, su película más su-rrealista y que cuando acabó, fui corriendo a comprar la banda sonora.

Sol de otoño de Eduardo Mignogna, se proyectó en las sesiones realizadas los martes en la Casa de Cultura Escuelas Dorado.

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Películas de Culto, aquí cada cual posee su propia relación de títulos, los nuestros son:

Caro diario (1993) de Nanni Moretti, a medio camino entre el documental y la ficción, es una película que cuenta con igual número de detrac-tores que de admiradores; La parada de los mons-truos (1932) de Tod Browning, obra donde predo-mina el montaje por encima de los movimientos de cámara y una de las joyas del cine de terror que trasciende al género y se convierte en una obra maestra irrepetible; Crash (1996) de David Cro-nenberg, su trabajo más difícil, que generó una buena discusión entre los miembros de la Tertu-lia, divididos en dos bandos, pero en buena lid; Clerks (1991) de Kevin Smith, un nuevo concepto de comedia englobada en el cine independiente americano y de cuyo autor pusimos casi toda su obra, la cual fue perdiendo frescura con el paso del tiempo, pero que sin embargo encanta a los

cinéfilos jóvenes; El sur (1983) de Victor Erice, una obra maestra de nuestro cine y en la que solo se rodó la mitad del guión, causa que generó una de las mayores polémicas entre los cinéfilos espa-ñoles; La pianista (2001) de Michael Haneke, una de las películas más duras que se pueden ver so-bre una pantalla; Malas tierras (1973) de Terrence Malick, una obra imprescindible del reciente cine americano, la predilecta de Bruce Sprinsteen y a la que dedicó una canción, que yo había visto en el Cine Felgueroso un jueves y también había pa-sado totalmente desapercibida; Una historia ver-dadera (1999) de David Lynch, una road-movie, su película menos surrealista aunque dotada de una belleza inigualable, un autor del que Miguel y yo habíamos valorado muchas veces su cine y echába-mos en falta que su genio se pusiera al servicio de una gran historia dramática, aquí lo consiguió; Memento (2002) de Christopher Nolan, etc.

Una historia verdadera (1999) de David Lynch, auténticas joyas intemporales del cine.

El hombre de las estrellas (1995) de Giuseppe Tornatore, cine sobre cine, es una de las mejores cintas del interesante director italiano.

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Rarezas, a nuestro sentido cinéfilo siempre le llamó poderosamente la atención todo tipo de ensayos o experimentos, cintas malditas o senci-llamente malas pero interesantes, que también las hay, y así vimos cosas como:

Plan 9 from outer space (1959) de Ed Wood, la publicidad la consideraba la peor película de la historia, fue una curiosidad, y aunque no sea la peor, nuestro morbo quedó satisfecho para toda la eternidad y no volvimos a programar otra pe-lícula sabiendo de antemano que era tan mala, otra cuestión fue que nos colaran alguna,ya que ese tipo de cine queda para una sección de un festival veraniego que se celebra en Gijón con el título de Peor imposible, que curiosamente tiene repercusión a nivel nacional; El forajido (1943), un western dirigido por el multimillonario ame-ricano Howard Hugues, precisamente el que re-crea Scorsese en El aviador, que es muy mala pero que en este caso no lo sabíamos; Quiero ser

como Beckham (2002) de Gurinder Cada, una cinta sencilla, elegante y emotiva por momentos; Pasos de baile (2002) de John Malkovich, en su primera incursión como director con protago-nismo, para un ya lanzado internacionalmente Javier Bardem; Underground (1995) de Emir Kus-turica, una difícil película sobre la Guerra Civil de los Balcanes; Wilbur se quiere suicidar (2004) de Lone Scherfig, una historia agridulce de dos hombres en crisis; Darkness (2002) de Jaume Ba-lagueró, una ambiciosa producción española de terror nominada a varios Goyas.

Capítulo aparte se merecen las cintas de Woody Allen, uno de los referentes de nues-tra programación. Entre otras pusimos: Miste-rioso asesinato en Manhatan (1993); Balas sobre Broadway (1994); Poderosa Afrodita (1995); Ba-nanas (1971); Todos dicen I love you (1996); Gra-nujas de medio pelo (2000); El dormilón (1973); Desmontando a Harry (1997); Toma el dinero y corre (1969); Un final made in Hollywood (2002). Y por supuesto que todas fueron muy celebradas por los tertulianos y por nuestro público.

Quiero ser como Beckham (2002) de Gurinder Cada y Darkness (2002) de Jaume Balagueró, un par de cintas insólitas que despertaron el interés de los espectadores de Sala Oscura.

Poderosa afrodita (1995) de Woody Allen, donde nos ofrece una increíble comedia. Es una de sus cintas más divertidas.

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Radio Langreo pro-gramó un espacio dedi-

cado al cine entre el 9 de sep-tiembre de 1995 y el 29 de ju-nio de 1996. Era de una hora de duración y tenía una cadencia semanal en directo, los sába-dos de 11 a 12 de la mañana, y tenía en la dirección, presenta-ción y guión a Miguel Ramos y Alejandro Zapico, dos miem-bros destacados de la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura. Su título era Territorio Apa-che. La cabecera o presentación del programa tenía la sintonía de la banda sonora de la pe-lícula Horizontes de grandeza, no por casualidad (encontrarla fue una labor prodigiosa), que está compuesta por el extraor-dinario compositor ameri-cano Jerome Moross, que fue fundamental en la música del cine del oeste. Empezaban con aquello de Miguel Ramos a las riendas y Alejandro Zapico con el rifle en el pescante, conduci-rán la caravana que les llevará a través de… Territorio Apache. En el mismo, se trataban temas

de actualidad hablando de los Oscar, Goyas, festivales noticias, rodajes, cartelera de cine, de televisión, de Sala Oscura, cri-ticas de estrenos, bandas sono-ras y entrevistas, entre las que destacan las realizadas a Agus-tín Díaz Yanes, José Luis Cien-fuegos o Stephen Frears, conce-dida después de una rueda de prensa en el Festival de Cine de Gijón. Se emitían monográficos de actores como Bette Davis, Cary Grant, Marilyn Monroe, Marlon Brando, Greta Garbo, James Dean, Robert de Niro o Pepe Isbert; estudios sobre di-rectores de la talla de Luis Ber-langa, Alfred Hitchcock o Sid-ney Pollack; estudios en pro-fundidad sobre películas como

Casablanca, Río Bravo, Horizontes de grandeza o My Fair Lady. Además se dedicaban espacios a mú-sicos, bandas sonoras o géneros cinematográficos. También había espacio para onomásticas y necro-lógicas de personas rela-cionadas con el cine, con-

cursos, sugerencias y correo del oyente. La despedida era a los sones del tema As time goes by de la película Casablanca, inter-pretada por Dooley Wilson.

El nivel estaba bien ser-vido y todo esto sólo lo po-dían realizar dos personas amantes del buen cine. Pocos programas a nivel nacional alcanzaron tanta categoría. Algunas personas no permi-tieron el salto necesario para que el programa tuviera una continuidad y mayor difusión en otras comarcas, quizás era que estaban muy ciegos en el aspecto cinematográfico. Para Langreo y la parte de Asturias donde llegaba fue un verdadero placer cinéfilo.

de actualidad hablando de los cursos, sugerencias y correo del

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el aniversario de nuestra asociación coin-cide con la entrega de los premios Oscar. Lo ce-lebramos con una proyección especial. A conti-nuación vamos a cenar a un restaurante de Sama o La Felguera, donde celebramos una junta ex-traordinaria y a los postres abrimos nuestra qui-niela de los Oscar. Este es un momento muy es-perado por todos los miembros, puesto que una vez vistos los resultados, el ambiente se carga de ironía y buen humor, la rivalidad da paso a la confrontación y al final siempre hay un happy end. Bueno, los dos últimos años no se celebró la cena, había motivos muy poderosos para ello.

La Tertulia Cinematográfica Sala Oscura tam-bién gestionó, organizó y realizó, en colabora-ción con la Oficina de Información Juvenil y con la concejalía de la Mujer, Cursos de cine, tanto en el aspecto del lenguaje, como en la realiza-ción y el guión. Se llevaron a cabo varios tra-bajos, obra de las participantes, destacando en ellos el tono irónico y el género documental.

Estos cursos se ampliaron y posteriormente, vinieron otros que fueron patrocinados por la Oficina de Información Juvenil. La media de asistencia era de 15 personas por curso, algunos de los participantes se dedicaron profesional-mente al mundo de la imagen y unos cuantos se incorporaron como miembros de Sala Oscura.

Sobre una idea de Moisés González Díez, miembro de Sala Oscura en aquél entonces, poeta y actor de teatro, la Tertulia se lanza al rodaje de un corto de título Nudo. El guión se elaboró a lo largo de varios meses, en las dependencias del Área de Imagen, asesorados por Miguel Ramos, que había hecho el curso de Cinematografía de la Universidad de Oviedo, durante el año acadé-mico 1995-96. Miguel y yo la codirigíamos, José Ramón López y Moisés la interpretaban y el resto de miembros de la Tertulia se encargaba de otras facetas de producción, desde actores hasta cáma-ras, luz, sonido, script y transportistas. Llegamos a hacer varios ensayos y a rodar escenas en la esta-ción de la Renfe de Oviedo, con un permiso espe-cial para utilizar un vagón que pusieron a nuestra disposición, y en un café de Sama, El Colonial, ce-dido gentilmente por sus propietarios. La cinta se vino abajo por falta de equipo adecuado y presu-puesto, al no poder contar con subvenciones.

Después de arduas gestiones, la Tertulia Cine-matográfica Sala Oscura logró proyectar, antes de estrenarse en España, una copia del cortome-traje Esposados (1996), de Juan Carlos Fresnadi-llo, que había optado al Oscar 97 en la catego-ría de cortos de ficción, siendo el primer español que lo conseguía. El acto tuvo para nosotros una buena repercusión.

con motivo del día del libro de 1992, organi-zado por el Área de Imagen se hizo en el Centro Municipal de Cultura Escuelas Dorado de Sama, un ciclo titulado Del libro al cine. Se pusieron durante cuatro viernes de abril a las seis de la tarde Desafío total (1990) de Paul Verhoeven; Misery (1990) de Rob Reiner; Cyrano de Berge-rac (1990) de Jean-Paul Rappeneau y La Jungla de Cristal (1988) de John McTiernan. Cintas muy conocidas por el público local.

en 1993 se celebra Videovisionados, una mues-tra dedicada a la realización de videos asturianos. El evento fue organizado por el área de Imagen en colaboración con el Ateneo Obrero de Gijón. La misma tiene lugar en la Casa de Cultura de La Felguera, los días 19 y 20 de mayo. La muestra tenía como objetivo difundir los trabajos video-gráficos creativos o de investigación realizados en Asturias o por asturianos. La recopilación se pasó en numerosas localidades españolas. Estos pio-neros de la videocreación asturiana eran: Sergio Manuel Álvarez Argüelles y Francisco José Mon-tes Valdés con Laetitia (1986); Alberto Amez Ol-medo y Ángel Lomas García con Sapore di mare (1986); Avelino Alonso Rodríguez con La flor del agua (1986); Elena Medina de la Viña presen-tando Big Ciencia (1987); Avelino Fernández con La fiesta de las sombras (1987); Mercedes Álvarez González con Sueños ácidos (1987); Francisco Ja-vier Fernández Vega presentando Ritos (1987); la Asociación Cultural Cimadevilla con el corto co-lectivo Al fin solos (1988); José Antonio Fernández

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García con Minimal (1988); Miguel Ángel Fernán-dez con Invernales magnéticas (1985); Manuel Es-tudillo Santos y Domingo Berrio Fernández con El gaviotu (1985); Alejandro Corominas Navarro con Reloj de viento (1987); Cristina Solís Díaz con A las 8,15 (1989); Víctor Merino Gutiérrez con Pro-grama en expiral (1990); la Asociación Juvenil El Escolín con Vivos y muertos (1990); Miguel Lana Díaz de Espada con Acción (1990); Lucía Torre Ca-ñal con Idus (1990); Juan Carlos San Pedro con Detrás de Cincomontes (1991); y el colectivo Co-municación con Oviedovideo.

Por estas fechas, bajo la gestión del Área de Imagen del Ayuntamiento de Lamgreo, tuvimos oportunidad de ver los últimos trabajos de vi-deocreación de Cataluña agrupados en la 8.ª Mostra de Video de Creació de Catalunya. La muestra despertó nuestro interés y nos permi-tió comprobar la calidad de los medios de que disponían los nuevos creadores catalanes, lo que nos hizo sentir un poco de envidia.

Meses después, de nuevo el Área de Imagen junto a nuestra tertulia Sala Oscura, organiza la 1.ª Muestra de Vídeos Asturianos. Se realiza en la Casa de Cultura de Sama con una buena acogida por parte del público. El objetivo era mostrar lo último de la realización en Asturias.

a mediados de esta década, asistí a un concierto de Música en el Cine en la Casa de Cultura de La Felguera, a cargo de la Banda de Música del Ayun-tamiento de Langreo, organizado por el Área de Imagen. Se interpretaron obras de Ennio Morri-cone, y resultó deslumbrante. Cada una de las ver-siones fue aplaudida hasta la extenuación por el público que llenaba el recinto. Años después, se hizo otro concierto en Sama, en el Teatro del Ins-tituto, también con temas cinematográficos.

en el mes de noviembre de 1996 se hizo en la Casa de Cultura Escuelas Dorado una exposi-ción con el título de Cien Años de Cine Espa-ñol. Era obra de Francisco Jurado, un extraordi-nario coleccionista de Mieres que actualmente es miembro de Sala Oscura, donde se recogían multitud de programas de mano, carteles y tro-quelados que repasaban la Historia de nuestro cine. La muestra nos resultó impresionante a to-dos los buenos aficionados. Al mes siguiente, la exposición pasó a la Casa de Cultura de la Fel-guera. La producción corrió a cargo del Área de Imagen del Ayuntamiento de Langreo.

Pequeño boletín editado con motivo de la exposición sobre Cien años de cine español, que se puso en noviembre de 1996 en la Casa de Cultura Escuelas Dorado de Langreo.

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En 1995 se celebró el Centenario del Cine. Para celebrar el acon-tecimiento y rendir su particu-lar homenaje al evento, Sala Os-cura con el patrocinio del Ayun-tamiento de Langreo y Cajastur, edita un libro titulado Langreo una historia de cine. Fue presen-tado el 21 de noviembre de 1996 en la Casa De Cultura de La Fel-guera, en un acto público y contó con la presencia del alcalde de Langreo D. José María García y con el escritor y cineasta D. Fer-nando Méndez Leite que dio una conferencia de título Cien años de cine español.

El libro tuvo una tirada de 1000 ejemplares. Contenía un estudio de las salas de cine en Langreo, obra de Ángel Verdejo; un am-plio dossier sobre el Certamen Internacional de Cine Cultural celebrado en los sesenta en La Felguera y un diccionario de urgencia sobre el cine y Langreo, incluyendo entidades, personas y películas, a cargo de Julio-José Rodríguez Sán-chez; un capítulo titulado Cine, industria e ideo-logía en el Langreo contemporáneo de Francisco Palacios; y una aproximación a algunos géneros cinematográficos, obra de Francisco Daniel Pi-quero Romero, Adolfo Camilo Díaz, Miguel Ra-mos y Avelino Fernández. Al final venían unos trabajos muy completos sobre cada una de las 45 películas consideradas como las mejores de la historia hasta aquel momento, seleccionadas

por los miembros de la Tertulia Sala Oscura, a saber: Moisés Gon-zález, Marcos González, Antonio Merino, Miguel Ramos, David Rodríguez, Julio-José Rodríguez, Ángel Verdejo, Alejandro Zapico y Avelino Fernández.

La portada era un magnífico fotomontaje de Eduardo J. Parra, tam-

bién miembro de Sala Oscura, donde el nuevo puente atirantado de Langreo es contemplado por Woody Allen y Diane Keaton como si de un Manhattan cualquiera se tratara.

La publicación tenía 271 páginas y estaba ilus-trado con cientos de fotografías, programas y carteles de cine de la colección de Francisco Ju-rado, uno de los mejores coleccionistas de mate-rial cinematográfico de España, que ya se había incorporado a nuestra Tertulia.

El coste del libro superó ampliamente el mi-llón de pesetas. Se puso a la venta con un precio de 2.000 pesetas y tuvo una excelente acogida. Llegó a ser reseñado por El Mundo, Rey Lagarto, La Voz de Asturias, Les Noticies, La Nueva España, Imágenes de actualidad, Fotogramas y Dirigido por, además de aparecer citado en la bibliografía del año 1996 por la publicación Cine para Leer. También fue presen-tado en el Festival de Cine de Gijón de 1996, en el

Tarjeta invitación para la presentación y portada del libro Langreo una historia de cine, editado por la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura en 1996 para conmemorar el centenario del Cine.

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Café Bambara, donde se dio a conocer pública-mente para el resto de Asturias.

Paralelamente, se proyectan en la Casa de la Cultura de la Felguera, coordinado por el Área de Imagen, las a nuestro juicio 45 de las mejo-res películas de todos los tiempos, puesto que esos eran los días disponibles. Fueron elegidas por votación entre los miembros de la Tertulia Sala Oscura, procurando elegir una por autor y abarcar todos los géneros, épocas y filmografías, bajo el título de Algunas de las mejores películas del siglo.

Las proyecciones eran todos los miércoles a las 7 de la tarde. Se programaron en orden cronológico y eran: El nacimiento de una na-ción (1915) de David Wark Griffith; El acorazado Potemkin (1925) de Sergei Eisenstein; La quimera del oro (1925) de Charles Chaplin; Metrópolis (1926) de Fritz Lang; El maquinista de la general (1926) de Búster Keaton y Clyde Bruckman; King Kong (1933) de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack; Sucedió una noche (1934) de Frank Capra; La fiera de mi niña (1938) de Howard Hawks; La diligencia (1939) de John Ford; Lo que el viento se llevó (1939) de Victor Fleming, bueno, es un decir; Historias de Filadelfia (1940) de George Cukor; Ciudadano Kane (1940) de Orson Welles; Casablanca (1942) de Michael Curtiz; Ser o no ser (1942) de Ernest Lubitsch; Laura (1943)

de Otto Preminger; Objetivo Birmania (1944) de Raoul Walsh; Duelo al sol (1946) de King Vi-dor; Gilda (1946) de Charles Vidor; Retorno al pasado (1947) de Jacques Tourneur; Eva al des-nudo (1950) de Joseph L. Mankiewicz; La jungla de asfalto (1950) de John Huston; Un americano en París (1951) Vincente Minnelli; Bienvenido Mr. Marsshall (1952) de Luis G. Berlanga; Solo ante el peligro (1952) de Fred Zinnemann; La ley del silencio (1954) de Elia Kazan; Ben Hur (1959) de William Wyler; Con faldas y a lo loco (1959) de Billy Wilder; Psicosis (1960) de Alfred Hitch-cock; Viridiana (1961) de Luis Buñuel; Lawrence de Arabia (1962) de David Lean; Al final de la es-capada (1960) de Jean-Luc Godard; Senderos de Gloria (1957) de Stanley Kubrick; Grupo Salvaje (1969) de Sam Peckinpah; Amarcord (1973) de Federico Fellini; Dersu Uzala (1975) de Akira Kurosawa; La guerra de las galaxias (1977) de George Lucas; Apocalypse Now (1969) De Fran-cis Ford Coppola; Manhattan (1979) de Woody Allen; Toro salvaje (1980) de Martin Scorsese; En busca del arca perdida (1981) de Steven Spie-lberg; Blade Runner (1982) de Ridley Scott y Sin perdón (1992) de Clint Eastwood.

Algunas películas no pudieron entrar en la selección puesto que era imprescindible contar con una copia y ésto en algunos casos resultó im-posible. Ésta, al igual que todas las listas también

Programa del ciclo desarrollado en la Casa de Cultura de La Felguera dedicado por la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura a los 100 años de cine.

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es subjetiva. Pero a mí, al releerla, me parece in-creíble haber podido reunir un ciclo tan intere-sante y completo, pues en este casose puede decir que son todas las que están. Las reuniones entre los miembros de la Tertulia para la selección de estas obras maestras, fueron múltiples y muy po-lémicas, puesto que el número de filmes estaba limitado, pero a pesar de todo, vivimos algunos de nuestros mejores momentos.

unas fechas antes de las Fiestas de Santiago de 1997 presentamos en la Casa de Cultura de Sama un vídeo documental sobre los festejos del año anterior, que era una producción del Área de Imagen, Sala Oscura y la Sociedad de Festejos Santiago de Sama. Lo rodé y monté a lo largo de varios meses, utilizando una cámara propia de video en 8 mm para la filmación, y equipos del Área de Imagen de Lampreo, para el montaje. El género documental también mata el gusani-llo del aprendiz de cineasta y disfruté mucho con la experiencia.

la oficina de información juvenil, da con-tinuidad a la 1.ª Muestra de Vídeos e incorpora, en el marco del concurso Artnalón, el Certamen Regional de Vídeo. La convocatoria era para jó-venes realizadores asturianos. Contó con la co-laboración de Sala Oscura. Esta primera edición se celebró los días 11 y 12 de junio de 1997 en la Casa de Cultura Escuelas Dorado de Sama. Los ganadores fueron: Tomás Fernández por Los hu-racanes, el surf y los sioux, primer premio; Javier Martín Antón por El velatorio, 2.º premio y Car-los Navarro por El siglo y los cementerios, tercer premio. En la jornada inaugural también se pro-yectaron el resto de los trabajos presentados.

Fuera de concurso se estrenó Maldito tergal, un corto realizado, montado, sonorizado e in-terpretado por los alumnos del Curso de Intro-ducción al Cine, organizado por la O. I. J. e im-partido por miembros de Sala Oscura en la Casa de Cultura de Sama y que contó con la partici-pación de 20 alumnos. Era en blanco y negro y contenía una escena rodada en París, en el Bateau Mouche, donde se ve la Torre Eiffel.

En 1998 el jurado de Art Nalón video decide por unanimidad conceder los siguientes premios:

tercer premio, dotado con 50.000 pesetas, al corto 80 millones de espectadores de Diego José González Taboada; segundo premio, dotado con 100.000 pesetas, al corto Interferencia de Alfonso Suárez Suárez; y primer premio, do-tado con 200.000 pesetas, al corto Nun llores de Javier González Lueje, del Colectivo Bebés Fu-riosos. Este trabajo ganador era un videoclip.

En 1999 se celebra la tercera edición de Art Nalón Video. Con fecha 1 de junio se reúnen los miembros del jurado formado por gente de Sala Oscura y el Área de imagen y deciden por una-nimidad conceder los siguientes galardones: ter-cer premio, dotado con 50.000 pesetas, al corto Imaxe accidental; el segundo premio, dotado con 100.000 pesetas, al corto Me voy de casa de Sergio Gutiérrez Sánchez y el primer premio, dotado de 200.000 pesetas, al corto Quiero la lluna.

El certamen Art Nalón Corto sigue cele-brándose en la actualidad. Después de 11 años. En el año 2003 pasa a tener carácter internacio-nal y se establece un premio del público, do-tado con 600 euros, que es otorgado al cor-tometraje más votado en el visionado que se hace de los cerca de treinta trabajos seleccio-nados por el jurado. Aparte se conceden otros tres premios, independientemente del género

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a que estuvieran adscritos. Pero hace dos tem-poradas se decidió conceder un premio a cada una de las siguientes categorías de cortos: Ficción, documental y animación.

En las últimas ediciones también se proyectaron en Ciaño los trabajos seleccionados.

En las últimas convocatorias son más de 150 los trabajos presentados. Fueron sede del Certa-men las Casas de Cultura de Sama y La Felguera, el Nuevo Teatro de La Felguera y en la actualidad el Cine Felgueroso de Sama.

Los miembros de la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura siempre formamos parte del comité de expertos encargados de seleccionar los cor-tos a proyectar. En una primera etapa formába-mos también el jurado encargado de otorgar los

premios. En las últimas ediciones el jurado está formado por personas que tienen una experien-cia importante dentro del campo audiovisual.

En la última gala celebrada en el Cine Felgue-roso, el viernes 7 de noviembre de 2008, fueron premiadas entre otras: Nisaa (Mujeres) (2008) de Benet Román y El príncipe de las basuras (2008) de Francisco Antonio Peinado.

el ciclo titulado Jóvenes realizadoras españolas, organizado por el Área de la Mujer y el Área de Imagen del Ayto. de Lampreo, se presentó en las Casas de Cultura de Sama y La Felguera en los meses de marzo, abril, mayo y junio de 1998. Se editó un catálogo con la programación, un

1997 1.er Premio: Los huracanes, el surf y los sioux de Tomás Fernández

2.er Premio: El velatorio de Javier Martín Antón 3.er Premio: El siglo y los cementerios de Carlos

Navarro

1998 1.er Premio: Nun llores de Javier González Lueje 2.º Premio: Interferencia de Alfonso Suárez Suárez 3.er Premio: 80 millones de espectadores de Diego

José González Taboada

1999 1.er Premio: Quiero la lluna de María Forga Martel (Productora)

2.º Premio: Me voy de casa, de Sergio Gutiérrez Sánchez (Director)

3.er Premio: Imaxe accidental, de Antonio Blanco Prieto (Productor)

2000 1.er Premio: Gentes sin historia de Carlos Prieto Pardo 2.º Premio: Nun val la pena conquistar la tierra de José Antonio Braña Pérez 3.er Premio: Haciendo el indie de Diego José

González Taboada

2001 1.er Premio: 73-37 de Sergio G. Sánchez 2.º Premio: Lo que necesites sélo yo de Laura

Gutiérrez Menéndez 3.er Premio: ... Y del hijo de Alfonso Suárez Suárez Pregúntale al viento de Fernando Nava.

2002 1.er Premio: El corazón delator de Alfonso Suárez Suárez 2.º Premio: El regalo de Varenka de Fernando Río Lorda 3.er Premio: El velador de Ignacio Carballo Sánchez

2003 Palmarés desierto

2004 1.er Premio: La llamada de Davis del Águila 2.º Premio: El laberinto de Simone de Iván Sáinz Prado 3.er Premio: Demonios de corta vista de Javier Kühn Premio del público: Demonios de corta vista de

Javier Kühn

2005 1.er Premio: Llévame a otro sitio de Damián París (Productor)

2.º Premio: Cada minuto, cada segundo... de José Ángel Verdú Pastor

3.er Premio: La buena caligrafía de Carlos Fernando Taboada López

Premio del público: Nenyure de Jorge Rivero González

2006 1.er Premio: Sintonía de José Mari Goenaga 2.º Premio: Avatar de Lluis Quilez Sala 3.er Premio: Tadeo Jones de Enrique Gato Premio del público: Fotos de familia de Paula Ortiz

Álvarez

2007 Premio del jurado al mejor corto: Nasija de Guillermo Ríos Premio del jurado al mejor corto de animación:

Tadeo Jones y el sótano maldito de enrique Gato Premio del jurado al mejor corto documental: Y tú,

¿cómo lo ves? de Lucía Menéndez Premio del público: Bichos raros de Alegría

Collantes Y Estíbaliz Burgaleta

2008 Premio del jurado al mejor corto: Porque hay cosas que nunca se olvidan de Lucas Figueroa

Premio del jurado al mejor corto de animación: El príncipe de las basuras de Francisco Antonio Peinado

Premio del jurado al mejor corto documental: El anónimo Caronte de Toni Bestard Premio del público: Espagueti western de Sami

Natsheh Barragán

Ganadores del Certamen Art Nalón Corto 1997-2008

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breve comentario de los trabajos, una introduc-ción y un pequeño diccionario de realizadoras es-pañolas. Las películas programadas fueron: Entre rojas (1995) de Azucena Hernández, un drama car-celario en el Madrid de 1974; Pon un hombre en tu vida (1996) de Eva Lesmes, una comedia con un cambio de identidad hombre-mujer; Hola ¿estás sola? (1996) de Iciar Bollaín, una historia de un viaje y una amistad de dos chicas que tienen un pasado problemático; Alma Gitana (1995) de Chus

Hernández, un drama romántico so-bre un joven urbano e individualista; Cosas que nunca te dije (1995) de Isa-bel Coixet, un drama de desamor, en la que quizás sea su mejor película; y El último viaje de Robert Rylands de Gracia Querejeta, una historia situada en Oxford, basada de forma muy libre en una novela de Javier Marías. Fue de los pocos ciclos que se hicieron sobre la incipiente presencia de la mujer es-pañola como realizadora. En los años siguientes proliferaron las directoras en nuestro cine.

en el primer trimestre del año 1998, se puso en la casa de Cultura de La Felguera un ciclo de películas titulado El fantástico de los 90. Estaba diseñado por el Área de Imagen. Entre otras se proyectaron: La isla del Doctor Moreau (1996) de John Frankenheimer, basada en una obra de H. G. Wells, que resultó fallida a pesar de su reparto y el buen oficio mostrado por su director en de-cenas de cintas; El día de la bestia (1995) de Alex

Dentro de los actos de celebración de los 100

años de Teatro en Langreo, organizados en el centenario de la inauguración del Teatro Municipal Vital Aza en 1897, el Área de Imagen del Ayto. de Langreo y la Tertulia Cinema-tográfica Sala Oscura montó conjuntamente un ciclo deno-minado El teatro en el cine. Se hizo en la Casa de Cultura de La Felguera, el último trimes-tre de 1997. Constó de: El pe-

rro del hortelano (1995) de Pilar Miró, una de sus últimas pe-lículas y donde demostró las enormes posibilidades que te-nemos con las adaptaciones de las piezas clásicas de nuestro teatro; Doce hombres sin piedad (1957) de Sydney Lumet, la me-jor adaptación posible del exce-lente texto de Rerginald Rose; Eva al desnudo (1950) de Joseph L. Mankiewicz, con todo aque-llo que puede suceder tras el escenario en una de las mejo-

res películas del cine americano de los cincuenta; y Un tran-vía llamado deseo (1951) de Elia Kazan, célebre adaptación del texto homónimo de Tennessee Williams, con unos magistrales Marlon Brando y Vivien Leigh. Comprobamos como el texto teatral y los avatares de la tra-moya son una excelente pre-misa para buenas obras cine-matográficas. Una vez más el público respondió a nuestras propuestas.

Boletín sobre el ciclo denominado Jóvenes realizadoras españolas, un estimulante trabajo de recopilación sobre mujeres que comenzaban a ser habituales en nuestro cine.

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de la Iglesia, una de las mejores películas del cine español de los noventa; Scream (1996) de Wes Creven, una parodia del cine de asesinos en serie que generó una saga; y El pueblo de los malditos (1995) de John Carpenter, remake de un clásico del cine de terror del año 1960, di-rigido por Wolf Rilla que no alcanza el nivel del original, aunque mantiene cierto tono morboso y repulsivo.

el 11 de noviembre de 1998, Sala Oscura, hom-enajea a Erich Von Stroheim, para ello repes-camos una versión de Avaricia (1924), una de las películas más polémicas y masacradas de la His-toria del Cine. Publicamos un pequeño boletín sobre exótico, incomprendido y gran maestro del cine mudo. Constaba del comentario de la cinta, obra de Alejandro Zapico, otro titulado Un aristócrata de cartón piedra de Miguel Ramos que era una semblanza sobre su persona y su obra y otro mío de título Recortes donde repasaba las cintas más masacradas del cine. Pudimos com-probar en este pase la categoría del filme, una de las mayores superproducciones del cine mudo que tuvo la desgracia de adelantarse a su época y que es una de mis películas de culto.

entre enero y junio de 1999, el Área de Imagen proyecta en la Casa de Cultura de La Felguera el ciclo Los chicos de la Prensa. Se proyectaron 20 películas donde fuimos a los campos de Cam-boya con Los gritos del silencio (1984) de Roland Joffé; estuvimos en Yakarta en los días previos al golpe de estado con Los años que vivimos pelig-rosamente (1983) de Peter Weir; asistimos a la de-nuncia más atroz sobre la pena capital guiados por Truman Capote en A sangra fría (1967) de Richard Brooks; vivimos el apasionante mundo de la radio con Good morning, Vietnam (1987) de Barry Levinson y Hablando con la muerte (1987) de Oliver Stone; asistimos al mundo de las no-ticias televisivas con Un mundo implacable (1976) de Sidney Lumet y Al filo de la noticia (1987) de James L. Brooks; nos divertimos con los intrépi-dos reporteros de Luna nueva (1940) de How-ard Hawks, Juan Nadie (1941) de Frank Capra, Vacaciones en Roma (1953) de William Wyler y Héroe por accidente (1992) de Stephen Frears; nos fuimos a los Balcanes con Territorio coman-che (1996) de Gerardo Herrero, y a Centroamérica con Bajo el fuego (1983) de Roger Spottiswoode y Salvador (1986) de Oliver Stone; hicimos fotos con el reportero gráfico de El ojo público (1992) de

Publicación monográfica dedicada al mundo del periodismo en el cine. Un ciclo que se puso en La Casa de Cultura de La Felguera.

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Howard Franklin; analizamos la sociedad italiana de la postguerra con La dolce vita (1960) de Fed-erico Fellini; nos metimos en una investigación policial con Mientras Nueva York duerme (1956) de Fritz Lang; asistimos a la caída de Nixon en Todos los hombres del presidente (1976) de Alan J. Pakula; analizamos la corrupción del deporte con Más dura será la caída (1956) de Mark Robso; y vi-vimos las violentas aventuras gansteriles de L. A. confidencial (1997) de Curtis Hanson.

Para este extraordinario y completo ciclo, se editó un pequeño libreto con ficha y sipnosis de cada película y un comentario de introducción. Los textos y documentación eran de Miguel Ra-mos, Ángel Verdejo y míos.

El realizador asturiano Francisco Javier Medina, conocido abogado de Gijón, fallecido de repente hace pocas fechas, estrenó en Las Escuelas Do-rado, el 25 de marzo de 1999, su película Endora y el día del fin del mundo, película independiente de la que era director, productor y guionista. Tras la proyección hubo un debate con la presencia del director y algunos de sus intérpretes. El acto fue programado por Sala Oscura. Después es-tuvimos conversando sobre sus proyectos y los nuestros en una conocida sidrería de Sama, la velada resultó muy sabrosa.

Siguiendo con nuestra labor de difusión de todo aquello que tuviera que ver con la imagen

programamos una obra de un director de El En-trego, Manuel Suárez. Así, se estrenó en la Casa De Cultura de Sama, el 13 de abril de 1999, su corto Gamba 95, que contaba con la colabora-ción del Área de Imagen de Langreo en su pro-ducción, sonorización y montaje. Estaba pro-tagonizado por gentes de teatro como Carmen Gloria García y Roberto Corte. Manuel es un pionero de la realización en el Valle del Nalón, posee una amplia obra, toda ella enmarcada en el campo del fantástico y el terror y siempre en plan amateur. Actualmente es el promotor de Aula 7, la conocida entidad de San Martín del Rey Aurelio que organiza y desarrolla un cono-cido certamen de Cortos con mucho prestigio a nivel nacional.

encuentroautores 1999 se celebra en la Casa de Cultura de La Felguera, el jueves 22 de abril, y cuenta con la presencia del joven director es-pañol Miguel Albaladejo, que presentó su pelí-cula La primera noche de mi vida (1999). Tam-bién estuvo presente su actriz Antonia San Juan. Ambos participaron en un debate que se desarrolló al finalizar el pase y el director nos adelantó que iba a hacer una película sobre Ma-nolito Gafotas y la actriz, que iba a rodar con Pedro Almodóvar. Resultó una velada muy di-vertida por la calidad de la cinta y el desparpajo de sus protagonistas.

En la primavera de 1999 se celebraron en

La Montera unas jornadas ci-nematográficas tituladas La Montera de Cine, organiza-das por la popular sociedad de Sama, la Sociedad de Feste-jos Santiago de Sama, el Club La Nueva España y Cajastur. Era un ciclo de conferencias a cargo de diversas persona-lidades del mundo cinema-tográfico español y gente de la cultura langreana. Fueron: La literatura en el cine, a cargo

de Joaquín Fuertes, crítico del diario el Comercio de Gijón; Cuando la música es imagen impartida por Salvador Án-gel Batlle, un escritor especia-lizado en musicología y banda sonora de cine, que acompañó la charla con imágenes de al-gunas cintas comentadas; Las Cuencas Mineras: Personajes y espacios de cine de José Anto-nio Quirós, el director de cine asturiano; El cuarto poder en el 7º Arte por Tino Pertierra, es-critor, periodista y crítico de

cine en La Nueva España de Oviedo; y Flaherty, Renoir, We-lles y el Neorrealismo a cargo de Juan Cobos, escritor, crí-tico y colaborador de la mítica revista de cine Nickelodeon, entre otras. También se desa-rrolló una mesa redonda con el título de Langreo y el cine, donde participé junto a José Vigil-Escalera, Ángel Verdejo y Julio-José Rodríguez Sánchez. La sesión fue moderada por Miguel Ramos.

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el día 6 de abril de 1999, Sala Oscura dedicó una sesión doble especial, era un homenaje a Stanley Kubrick que acababa de fallecer. Pasa-mos dos de sus películas, Atraco perfecto (1956), probablemente su primera obra maestra, que narra un atraco planeado con milimétrica pre-cisión que el genial director plasma en imágenes con una perfección narrativa total, y en la que todos reconocimos que fue fuente de inspiración para Tarantino en su Jackie Brown (1997); y El beso del asesino (1956), su ópera prima, realizada cuando contaba 25 años, que era una aproxima-ción al cine negro. Editamos un boletín especial en el que participamos varios miembros de Sala Oscura y en el que Javier Amoedo escribió: Que nadie se extrañe si dentro de unos días oye que Ku-brick sigue vivo, ya que le gustaba decir que iba a simular su propia muerte y retirarse a Sri Lanka con su amigo Arthur C. Clarke.

Ya estábamos inmersos en una actividad total y así en las Terceras Jornadas de la Mujer organi-zadas por la Concejalía de la Mujer del Ayunta-miento de Langreo, se dedicó el evento a La Mu-jer y la Imagen. El Área de Imagen y Sala Oscura colaboraron con un ciclo donde se pusieron, en la Casa de Cultura de Sama, cuatro películas: Magnolias de acero (1989) de Herbert Ross, una comedia dramática, en tono coral, que cuenta con un excelente reparto formado por aquel en-tonces por jóvenes actrices americanas; Thelma y Louise (1991) de Ridley Scott, una buena road-movie en tono feminista, donde las chicas de todo el mundo además de otros ideales, descubrieron a Brad Pitt; La linterna roja (1991) de Zhang Yimou, uno de los grandes directores del cine oriental que se caracteriza por la belleza de sus productos, el fa-buloso retrato de la sociedad china y la profundi-dad de sus temas; y El piano (1993) de Jane Cam-pion, un drama romántico cuya música, debida a Michael Nyman, se convirtió en superventas y es una de las más recordadas del cine reciente.

en octubre de 1999, organizadas por la aso-ciación cultural La Carbonera, con motivo de la X Bienal de Pintura, se celebraron en la Casa de Cultura de Sama una serie conferencias de las re-laciones del cine con otras artes a cargo de Juan

Cobos, escritor cinematográfico, crítico, especia-lista en Fellini y Orson Welles, del que fue amigo, Amparo Serrano de Haro (El artista como héroe cinematográfico), colaboradora habitual de la Tertulia de Garci en la 2 de tve ¡Qué grande es el Cine!, Ángel Batllé, especialista de música en el cine y Eduardo Torres Dulce, otro habitual del programa de Garci.

el día 1 de diciembre de 1999 y dentro de los actos del Centenario de la Sociedad de Festejos de Santiago de Sama, con la colaboración de la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura y el patro-cinio del Banco Herrero, Hunosa y el Ayunta-miento de Langreo. Se presentó en la Casa de Cultura Escuelas Dorado el libro La mina en el cine junto con un ciclo de películas de temá-tica minera. Con el salón de actos lleno a rebo-sar, incluso se quedo gente de pie, intervinieron Francisco Javier Fernández Vallina, consejero de Educación y Cultura del Principado de Asturias;

Carátula del desplegable para difundir el ciclo y el libro sobre la mina en el cine. Contenía la programación y pequeñas fichas de cada cinta.

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José María García, Alcalde de Langreo; Vicente Fernández Fernández, Presidente de Festejos de Santiago, Alejandro Zapico Rato, Presidente de Sala Oscura; Ernesto Prieto Bajo, Director del Área de Negocio Cuencas del Banco Herrero; Je-sús Martínez Iglesias, Jefe de la Asesoría Jurídica de hunosa, Antonio R. Rodríguez Hevia, Secre-tario General de la Federación Minerometalúr-gica de cc.oo. de Asturias y Aquilino Ronderos Torre, de la Comisión del Patronato de infide del soma-fia-ugt. Después de sus intervencio-nes, el acto se cerró con un vídeo promocional de las películas del ciclo.

El libro, del mismo título, elaborado por los miembros de la Tertulia Sala Oscura, constaba de estudios sobre los filmes a proyectar, firma-dos por Ángel Fernández Torre, Javier Amoedo, Daniel Lindo, Ángel Verdejo, Marcos González, Nereida Álvarez Burón, Olga Orviz, Elios Gar-cía, Ruth Mauleón, Carlos de León, María Rosa Gutiérrez, Antonio Vázquez, Alejandro Zapico y Miguel Ramos. Agregamos un extenso dicciona-rio de películas sobre temática minera, que re-copilé junto a Antonio Merino y artículos de Vi-cente Fernández, presidente de la Sociedad de Festejos de Santiago de Sama y los conocidos lí-deres sindicales Ángel Fernández Villa y Antonio R. González Hevia. Consta de 150 páginas y está profusamente ilustrado a todo color con fotos de las cintas y programas de mano. La portada y contraportada es obra de Francisco Javier Pala-cios, el pintor langreano que había diseñado el escudo del Centenario de Santiago.

En las seis siguientes semanas se proyectaron: ¡Qué verde era mi valle! ((1941) de John Ford, ex-celente retrato de una familia de mineros del País de Gales a finales del siglo xix, volviendo a evi-denciar que es una de las mejores obras de su au-tor y eso es mucho, y en la que al final el público asistente arrancó en una sonora ovación; La sal de la tierra ((1953) de Herbert J. Biberman, que trata sobre la lucha obrera y la huelga de un grupo de mineros de Nuevo Méjico, una película maldita y de culto que se vió en pocos sitios y nos costó lo suyo poder disponer de una copia para su ex-hibición; Jandro (1964) de Julio Coll, protagoni-zada por el asturiano Arturo Fernández, que na-rra en un tono aventurero la vida, obra y desdi-chas de una familia de mineros asturianos y está vagamente inspirada en la vida de los hermanos

Felgueroso; Odio en las entrañas (1970) de Mar-tin Ritt, sobre un grupo de mineros en Penns-ylvania en 1876, una curiosa cinta sobre teorías revolucionarias violentas, interpretada primo-rosamente por Richard Harris y Sean Connery; Germinal (1993) de Claude Berri, tercera adapta-ción al cine de la genial novela de Zola, una pelí-cula del cine francés en su mayor producción; y Tocando el viento (1996) de Mark Herman una de-nuncia social sobre el cierre de las explotaciones mineras en Inglaterra a partir de 1984, que dejó a doscientos cincuenta mil obreros en paro y que mantiene ciertas semejanzas con la situación so-cial de las cuencas mineras asturianas.

El ciclo contó con más de mil espectadores. Debemos agradecer al crítico Joaquín Fuertes, de El Comercio de Gijón, la consecución de algunos títulos, así como la colaboración de Faustino Ro-dríguez Arbesú y Gonzalo Lorenzo Benavente. Teníamos en cartera algunas cintas más pero no pudimos disponer de copias y cayeron de la pro-gramación. En la mente de los tertulianos de Sala Oscura está el hacer una segunda entrega.

el estreno en Langreo del corto de Lucinda To-rres Cañal titulado El beso de la tierra, tuvo lugar el día 4 de diciembre de 1999 a las 8 de la tarde, en el Salón de Actos de Cajastur, situado en la plaza Gervasio Ramos de Sama. El acto estaba orga-nizado por el propio Ayuntamiento de Langreo. En el mismo intervinieron la directora y parte del equipo técnico. Tuvo una repercusión consi-derable. Más adelante se puso en las sesiones co-merciales del Cine Felgueroso. Ganó numerosos premios, incluído el primer premio en el Festi-val de Cine de Gijón. Fue finalista en los Premios Goya al mejor cortometraje del año.

en el último trimestre de 1999, se desarrolla-ron por parte del Área de Imagen del Ayunta-miento de Langreo, con la colaboración de Sala Oscura, dos ciclos, uno dedicado a Martin Scor-sese, el extraordinario director italoamericano, con sus catorce títulos más significativos realiza-dos entre 1973 y 1997, y el otro a Clint Eastwood, como director, con 10 filmes que van desde Es-calofrío en la noche (1971), su debut, hasta Media-noche en el jardín del bien y del mal (1997). Fue-

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ron proyectados en las Casas de Cultura de La Felguera y Riaño. Tuvieron una excelente acogida y una amplia difusión en los medios de comunica-ción. El resto de la obra de Scorsese y de Eastwood pasó por la programación de Sala Oscura como veremos.

en los meses de noviembre y diciembre de 1999, se desarrolla un Ciclo de Cine Bienal de Pintura La Carbonera. El evento tiene lugar en el Salón de Actos de Cajastur en Sama. Se pasan Dark City, I shot Andy Warhol, Prospero’s Book, La bella mentirosa y un cortometraje de vanguar-dia. Estaba organizado por Cajastur, Consejería de Cultura del Principado de Asturias, Bienal de Pintura La Carbonera y el Área de Cultura del Ayuntamiento de Langreo

en la primera semana de abril de 2000, la Ter-tulia Cinematográfica Sala Oscura dedica un ci-clo de seis películas a Drácula, Con la progra-mación de Drácula (1931) de George Melford, la versión en español del clásico de Browning, ro-dada en Hollywood aprovechando los escena-rios y el guión, puesto que no existía el doblaje, de la que para conseguir una copia tuvimos que realizar múltiples gestiones, y que a pesar de su interés, defraudó a los espectadores y lo que pretendía aterrar, solo provocó carcajadas; Nos-feratu, el vampiro (1922) de Friedrich Wilhelm Murnau, donde nos recreamos con su plastici-dad, su misterio y su excelente puesta en escena; Drácula (1931) de Tod Browning con el mítico Béla Lugosi en pleno apogeo, un actor que mar-caría una época en el cine de terror en una cinta imprescindible para el buen aficionado al cine en general; Drácula (1958) de Terence Fisher, un excelente realizador que desbordaba el gé-nero en que estaba afincado y donde ahora el vampiro aparece en tecnicolor encarnado por el legendario Christopher Lee, la sangre ya es roja en toda su intensidad; Drácula (1979) de John Badham, película que estaba olvidada pero que resultó muy válida, donde destacaba la enorme presencia de Frank Langella como el mítico conde de Los Cárpatos; y Drácula, de Bram Stoker (1992) de Francis Coppola, donde el mito del vampiro se hace adulto y que debido

al éxito comercial, su realizador salió por ené-sima vez de la ruina.

El ciclo se acompañó de dos conferencias, una a cargo de Juan José Plans, con el título Pasión de Drácula y la otra de Roberto Cueto, que se de-nominó Seis aproximaciones a Drácula ¿de Bram Stoker?

A la vez, se editó un monográfico sobre el cine del vampiro, con comentarios realizados por los conferenciantes y por miembros de Sala Oscura. Las proyecciones y conferencias alcanza-ron una media por sesión que superó el centenar de espectadores.

el cine maripeña cierra sus puertas definiti-vamente en esta década, estaba en un estado de conservación deplorable y era difícil mantener una programación estable. Hubo que derribar el edificio entero y planificarlo con una nueva es-tructura, pasando a ser también teatro, pero esta historia corresponde a unos años más adelante.

El primer monográfico que hizo Sala Oscura sobre uno de sus populares ciclos.

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en enero de 2000, se desarrolla en la Casa de Cultura de La Felguera, organizado por el Área de Imagen del Ayuntamiento de Langreo, un ci-clo de cine denominado Sesión Infantil. Se pro-yectaron una serie de títulos entre los que desta-can: Tarzán (1999) de Chris Buck y Kevin Lima, cinta de dibujos animados que se erige como una de las mejores adaptaciones que existen so-bre el mítico hombre mono; Ferngully (1992) de Bill Kroyer, una película animada con una fuerte carga ecológica; Dragón Hear (1996) de Rob Co-hen, una cinta de fantasía; Rex, un dinosaurio en Nueva York (1993) de Simon Wells, una comedia de animación infantil; y En busca del arca perdida (1981) de Steven Spielberg, la solvente cinta pro-ducida por un avispado George Lucas. Como se puede comprobar, siempre hubo un cierto interés en nuestra comunidad por cuidar la cantera in-fantil. En este caso hablamos de futuros cinéfilos.

También en el primer trimestre de 2000, se presenta en la Casa de Cultura de La Felguera, organizado por el Área de Imagen del Ayunta-miento de Langreo, un extenso ciclo denomi-nado Cine Fantástico. Constaba de una docena de películas: Metrópolis (1926) de Fritz Lang; King Kong (1933) de M. C. Cooper y E. B. Schoedsack; El hombre invisible (1933) de James Whale (1933);

La novia de Frankenstein (1935) de James Whale; La mujer y el monstruo (1954) de Jack Arnold; La invasión de los ladrones de cuerpos (1956) de Don Siegel; Planeta prohibido (1956) de Fred McLeod Wilcox, precisamente la cinta que sale de ver Marilyn antes de la famosa escena de la falda en La tentación vive arriba; El Planeta de los Simios (1967) de Franklin J. Schaffner; 2001: Una odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick; Alien el octavo pasajero (1979) de Ridley Scott; y Blade Runner (1982) de Ridley Scott. Como ve-mos estaban todos los títulos de referencia de este género cinematográfico.

el viernes 24 de noviembre de 2000, en sesio-nes de 7,30 y 10 noche, se produce un gran acon-tecimiento para los cinéfilos, se reanudan las se-siones cinematográficas en el recién inaugurado Nuevo Teatro de La Felguera. El evento se pro-duce por todo lo alto, acoge la reposición en pan-talla de cine de una de las mejores películas de la historia, un western del tamaño de Centauros del desierto (1956) de John Ford. Los miembros de la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura lo celebra-mos como culminación de nuestros sueños, pero el destino aún nos reservaba otras sorpresas.

Las dos sesiones son en versión original con subtítulos en castellano. Y allí volvemos a soñar

Entrada del Nuevo Teatro de La Felguera.

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a lo grande, vemos a Wayne en la cúspide de su carrera interpretando a un Etham inolvidable, lleno de odio racial, poseedor de una vio-lencia insospechada, ¡quiere matar a su sobrina! Nos vuelve a estreme-cer la revisión del clásico de Ford y como más o menos diría Godard:

¿Cómo vamos a despreciar a un actor capaz de pegar un giro inter-pretativo tan enorme, después de querer matarla, coge a su sobrina en brazos lleno de ternura, la lleva a su hogar, deja las cosas como estaban y sale por el umbral de la puerta que lo lleva a las llanuras inhóspitas del lejano Oeste?

Esta cinta imprescindible contiene las me-jores elipsis que se puedan contemplar en una pantalla. Es otra de las películas que más veces puso Sala Oscura. Las funciones no defraudaron a los espectadores y al menos, los siguientes diez años así lo confirmaron.

en esta década me autoafirmo en la cinefilia en estado puro. Ahora ya somos cuatro los especta-dores al unirse nuestro hijo nacido a finales de los ochenta.

Sigo siendo un espectador compulsivo. Aun-que uno siempre se hace la siguiente pregunta ¿Llevo a mi compañera al cine o me lleva ella a mí?

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el dvd domina el mercado cinematográfico, pero un enemigo aún más atroz se cierne sobre el cine: el pirateo informático a través de Internet. Tam-bién ayudan a ello la proliferación de los discos duros en los ordenadores, internos y externos, que cuentan con una gran capacidad de almace-namiento, la comercialización de dvd grabadores, las pantallas de plasma cada vez más gigantescas, el aumento de canales de tv, la televisión de pago y la llegada de la tdt. Y por si fuera poco, ya se anuncian nuevos formatos de reproducción que van a sustituir al dvd. Las copias ilegales de los úl-timos estrenos se pueden conseguir en multitud de sitios. En nuestras sesiones siempre tuvimos cuidado de que no se recogieran grabaciones de ningún tipo de lo proyectado.

No es que no veamos cine, lo que pasa es que lo vemos enlatado, de otra forma. Además, al no tener que pagar por ello, la gente graba y alma-cena más de lo que puede llegar a consumir.

Las salas de cine comercial desaparecen de prácticamente todas las ciudades y pueblos es-pañoles. Sólo quedan las ubicadas en Centros Comerciales, grandes superficies que copan prácticamente todos los estrenos. A nivel local, solo quedan algunas salas de entidades públicas, como es el caso singular de Langreo que dispone de un par de ellas en los dos distritos más pobla-dos, una en Sama y otra en La Felguera, y como veremos presentando al público lo mejor de la producción cinematográfica.

Los vídeoclubs se transforman en dvd-clubs. En Langreo quedan pocos, pero serios y solven-tes y también aportan su granito de arena a la cultura cinematográfica.

El teléfono móvil entra en escena y ya resulta habitual que en medio de una secuencia, tengamos que oír el sonido, de lo más variopinto, del infame artilugio, y lo que es peor, la correspondiente res-puesta. A mí, en una sesión, me sorprendió una musiquilla que creía formaba parte de la banda sonora y en realidad provenía de un móvil.

A principios de la década el Cine Felgueroso, aún en manos privadas, programa sus últimas obras comerciales. Los espectadores que acu-den a él van disminuyendo. Sin embargo, se lo-gra uno de los mayores éxitos desde la apertura del mismo con Pídele cuentas al Rey (2000), pri-mera película de ficción en formato cine del as-turiano José Antonio Quirós. Cuenta con una banda sonora original muy interesante, donde por cierto colabora José Ramón Ordoñez, el in-olvidable cantante de Los Stukas. También tu-vieron un considerable éxito obras como The

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Pídele cuentas al Rey (2000), primera película de ficción en formato cine del asturiano José Antonio Quirós, es uno de los mayores éxitos del comienzo de la década en el Cine Felgueroso.

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Fast and the Furious (2001) de Rob Cohen, con mucho coche y música moderna, cuya repercu-sión internacional en la taquilla hizo que aún se sigan estrenando secuelas; y Black Hawk derri-bado (2001) de Ridley Scott, un filme bélico de una factura perfecta.

La última película que se proyecta en el Cine Felgueroso bajo la dirección de la Empresa Pes-quera, es Amor ciego (2001) de los hermanos Fa-rrely, una comedia comercial bien interpretada pero con poca trascendencia. Todo apuntaba a que aquello se acababa, a que el cine no volvería a fun-cionar. El desánimo de los langreanos, como espec-tadores de cine, era general y así se reflejaba a nivel de calle o en los medios de comunicación.

El Cine Felgueroso, como sala comercial pri-vada, cierra sus puertas en el año 2002, al cesar su actividad en el mismo la empresa Pesquera. Entre las causas esgrimidas por los empresarios está la falta de espectadores. El cierre parece definitivo.

Después de varios intentos de venta del lo-cal, incluso pensando en cambiar de giro de ne-gocio, en el mes de febrero de 2005, tras arduas e intensas gestiones, se llega a un acuerdo entre los propietarios y el Ayuntamiento de Langreo, con la colaboración y el correspondiente conve-nio con Cajastur, por el que adquiere el edificio que pasará a propiedad municipal con el fin de convertirlo en un centroaudiovisual.

El proyecto de rehabilitación conserva en su in-tegridad la estructura externa del edificio y modi-fica todo el interior, donde se disponen dos espa-cios, uno en la planta baja, que es una gran sala con un número considerable de butacas en dos niveles (210 en butaca de patio y 130 en el anfi-teatro), pantalla de cine, sala de proyección y un escenario de reducidas dimensiones para presen-taciones, charlas, mesas redondas o limitadas ac-tuaciones musicales, y otro espacio en la parte su-perior que dispone de una pequeña sala multico-lor en sus 70 butacas, con una claraboya hacia el cielo langreano, y una cabina de proyección en su parte posterior. En este nivel también hay espacios para oficinas y almacenes y una sala de exposicio-nes que alberga de manera permanente una mues-tra de cámaras de fotos y de cine amateur. Los ba-ños, totalmente remodelados, están en el sótano. La decoración interior de todo el edificio se basa en mitos del celuloide. Como novedad se incor-pora un ascensor que pasa por todos niveles.

el 11 de enero de 2001, se iniciaron las proyec-ciones de películas en 35 mm por parte del Ayun-tamiento de Langreo en el Nuevo Teatro de La Felguera, todos los jueves. La programación pasó a depender de Sala Oscura Tertulia Cinematográ-fica, bajo el amparo del Área de Imagen. Se em-pezó con la proyección de Sleepy Hollow (1999) de Tim Burton, englobada en el ciclo El cine que Langreo no vió. La primera sesión, a la que acu-

dieron cerca de 200 espectadores, estuvo a punto de ser un desastre, puesto que la copia no había llegado aún a la hora del comienzo de la sesión. Los distribuidores no estaban acostumbrados a la nueva demanda y después de unos momen-tos de incertidumbre, finalmente llegó y la pe-lícula, aunque anunciada para las 8 de la tarde, comenzó con una hora de retraso. Esto no deja de ser una anécdota, puesto que a partir de ese momento las proyecciones se celebraron prác-ticamente sin incidentes hasta la actualidad. El precio de la entrada era de 500 pesetas y des-pués, con el cambio de moneda, se mantuvo con 3 euros hasta finales de 2008. Se editó un boletín informativo donde se recogía una declaración de intenciones que se fueron cumpliendo a lo largo de los siguientes años:

Este ciclo permitirá ofrecer a todos los aficio-nados al cine y en formato de 35 mm, películas que en su momento pasaron de largo por Lan-greo y que abarcando distintas cinematografías y géneros, estarán ahora a nuestra disposición para ser vistas y disfrutadas en pantalla grande.

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El resto de la programación inicial fue: Man on the moon (1999) de Milos Forman, que trata sobre la vida de un cómico norteamericano que revolu-cionó el concepto del humor; Garage Olimpo (1999) de Marco Becáis, una de las películas más duras que se pueden ver sobre una pantalla, sobre la repre-sión y tortura puestas en práctica en Argentina durante la Junta Militar del dictador Videla; Boys don’t cry (1999) de Kimberley Pierce, después de su triunfo en el Festival de Cine de Gi-jón y en los premios Oscar; La leyenda del pianista en el océano (1999) de Giu-seppe Tornatore, sobre un texto de Alessandro Bariocco, que había sido representado unos meses antes en el mismo escenario dentro de la Semana de Teatro de Langreo; La perdición de los hombres (2000) de Arturo Ripstein, ganadora de la Concha de Oro a la me-jor película y la Concha de Plata al me-jor guión en el Festival de Cine de San Sebastián; Hoy empieza todo (1999) de Bertrand Tavernier, un buen ejemplo de cine social realizado en Francia; La vida es silbar (1998) de Fernando Pé-rez, un crítico de cine cubano; Ghost dog (1999) de Jim Jarmusch, autor independiente americano cuya obra completa había sido visio-nada en las sesiones de Sala Oscura; El verano de Kikujiro (1999) del polémico Takeshi Kitano, una road movie a la japonesa; South Park: más grande, más largo y sin cortes (1999) de Trey Parker, pelí-cula de dibujos animados que estaba triunfando en una cadena de televisión nacional, fue una forma de atraer a un público más joven a la sala y tuvo una extraordinaria taquilla; y El emperador y el asesino (1999) de Chen Kaige, una película china que narra la vida del emperador Ying Zheng, co-nocido por su empeño en hacer la Gran Muralla y unificar el país.

Esta programación coexistió con el cine co-mercial que seguía proyectando la empresa Pes-quera los fines de semana, lo que formaba parte del contrato suscrito con el Ayto. de Langreo. Su úl-tima proyección fue La gran aventura de Mortadelo y Filemón (2003) de Javier Fesser. Todas las circuns-tancias que se daban para la subsistencia de las

salas únicas se daban aquí y el empresario no pudo continuar. Las multisalas de los centros co-merciales lo devoran todo y no había manera de traer a La Felguera de estreno las grandes cin-tas comerciales que estaban durante meses en las mismas.

una vez cerrado el Cine Felgueroso de Sama la actividad de la Empresa Pesquera continuó en el Nuevo Teatro de La Felguera. Fue entre marzo de de 2002 y marzo de 2003. Entre otras se pu-sieron: Amor ciego (2001) de Bobby y Peter Ferre-lly; Ocean’s Eleven (2001) de Steven Soderbergh; Blak Hawk derribado (2001) de Ridley Scott, una de las mejores cintas bélicas que contemplé en

Tarjeta postal promocional de La gran aventura de Mortadelo y Filemón (2003) de Javier Fesser. La última proyección de la empresa Pesquera en La Felguera.

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una pantalla; Hable con ella (2002) de Pedro Al-modóvar, que entre otros importantes recono-cimientos resultó ganadora del Oscar al mejor guión original y fue nominada a mejor direc-ción, el cineasta español logró con ella su techo, o quizás me equivoque y aún nos sorprenda; Yo soy Sam (2001) de Jessie Nelson; Una mente ma-ravillosa (2001) de Ron Howard, en la que quizás sea su mejor película; E.T. (1982) de Steven Spie-lberg, reposición con motivo de su veinte ani-versario; El ataque de los clones (2002) de George Lucas, segundo episodio de la saga Star Wars; Spider-man (2002) de Sam Raimi; El otro lado de la cama (2002) de Emilio Martínez-Lázaro, una celebrada e insólita comedia musical espa-ñola que arrasó en taquilla; Camino a la perdi-ción (2002) de Sam Mendes, que para mí es el testamento interpretativo del gran Paul New-man; Minority Report (2002) de Steven Spiel-berg; Deuda de sangre (2002) de Clint Eastwood; Harry Potter y la cámara secreta (2002) de Chris

Columbus; El caso Burne (2002) de Doug Liman; El señor de los anillos: Las dos torres (2002) de Peter Jackson; y Los lunes al sol (2002) de Fernando León de Aranoa. Fueron 60 las pelícu-las que se proyectaron los fines de se-mana y que sin lugar a dudas, en mu-chos casos, es un cine de altura.

Un claro ejemplo de lo dicho es la saga del señor de los anillos. Aun-que se estrenó en tres entregas, a sa-ber, La comunidad del anillo (2001), Las dos torres (2002) y El retorno del Rey (2003), en realidad es una sola pe-lícula. Está basada en el libro titulado El señor de los anillos de Tolkien. Prác-ticamente, sigue el texto al dedillo con alguna salvedad. Es una de las últimas grandes superproducciones del cine, se rodó en Nueva Zelanda a lo largo de 274 días y se hicieron más de 150 locali-zaciones. Tuvo una acogida espectacu-lar en todo el mundo, pero lo mejor de todo es su calidad que hace que los fu-

turos cinéfilos se inicien con obras de este calado. En Langreo se estrenaron comercialmente las dos primeras y también tuvieron su esplendor.

en los siguientes años se sigue proyectando el ciclo El cine que Langreo no vió y entre otras maravillas, se pusieron: Amélie (2001) de Jean-Pierre Jeunet, el primer gran éxito de la nueva sala y una de las sorpresas del último cine fran-cés; In the mood for love (2000) de Wong Kar Wai, el lanzamiento definitivo a nivel internacional de su director, que consiguió el Premio Europeo a la Mejor Película Extranjera e hizo que muchos cinéfilos lo empezaran a considerar un reali-zador de culto; Nueve Reinas (2000) de Fabián Bielinsky, una sorpresa venida del cine argen-tino; El mismo amor la misma lluvia (1999) de Juan José Campanella; Lugares comunes (2002) de Adolfo Aristarain; Open range (2003) de Ke-vin Costner, donde su autor se recupera y realiza

Esta tercera entrega de la trilogía de El señor de los anillos ya no se estrenó comercialmente en Langreo.

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un más que estimable western, aunque le sobra la última media hora; Mystic Ri-ver (2003) de Clint Eastwood, otra cinta demoledora del genial cineasta y otra de sus obras maestras, en la que Sean Penn brilla a una altura inalcanzable, siendo premiado con un merecidísimo Oscar; Good Bye Lenin! (2003) de Wolfgang Becker, una de las sorpresas del año, que trata sobre la reunificación alemana; Te doy mis ojos (2003) de Iciar Bollain, pe-lícula fundamental en el cine español y obra clave sobre la violencia de género, que acaparó la mayoría de los premios Goya y tuvo un éxito espectacular en el pase que dimos; Las invasiones bárbaras (2003) de Denys Arcand, excelente drama humano sobre la agonía de un enfermo terminal y la necesidad de los cuidados paliativos; Diarios de motocicleta (2003) de Walter Jalles, que nos provoca el de-seo de comprar una moto y visitar unos parajes maravillosos, y es una aproxi-mación hermosa y humana a uno de los iconos del siglo xx, el Che Guevara; Me-linda y Melinda (2003) de Woody Allen, donde nos plantea que la vida no es ni una tragedia ni un drama, es una tragi-comedia que nos permite a veces ver la botella me-dio llena y a veces medio vacía; El Lobo (2004) de Miguel Courtois, un thriller sobre un agente de los servicios secretos españoles que logró infiltrarse en eta, con mucha acción y muy bien narrada; Luna de Avellaneda (2004) de Juan José Campane-lla, que trata de los esfuerzos de unos ciudadanos para salvar un club social y así reencontrarse con su pasado; Antes del atardecer (2004) de Zrichard Linklater, secuela de Antes del amanecer (1995) del mismo director; o Coffee and Cigarretes (2003) de Jim Jarmush, varias historias filmadas en blanco y negro, que resulta un tanto repetitiva.

Fue muy interesante la edición de 2006, puesto que entre otras se pusieron filmes como: Match Point de Woody Allen, una propuesta muy atrac-tiva en su primera incursión en el género de sus-pense y que posee uno de los mejores finales que vi en un cine; El jardinero fiel (2005) de Fernando Meirelles, demoledora denuncia total y sin tapu-jos del mercado internacional de medicamentos que nos hace subir algo más que la adrenalina;

Una historia de violencia (2005) de David Cronen-berg, cambiando su registro artístico y la confirma-ción de lo gran actor que es Viggo Mortensen; La vida secreta de las palabras (2005) de Isabel Coixet, ganadora de cuatro premios Goya incluido mejor película; o Oliver Twist (2005) de Roman Polanski, un capricho del director que llevaba varios años in-tentando rodar y que pudo hacer gracias al éxito de su anterior obra El pianista.

Entre las últimas producciones proyectadas en el Nuevo Teatro de La Felguera, siempre a princi-pios del año y dentro del ciclo El cine que Langreo no vió, están: Promesas del Este ((2007) de David Cronenberg, donde se vuelven a recuperar las esencias del cine negro, que contiene una escena violentísima, pero rodada con una originalidad sorprendente; Michael Clayton (2007) de Tony Gilroy, con un George Clooney cada vez más

Una historia de violencia (2005) de David Cronenberg, uno de los éxitos de El cine que Langreo no vió.

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comprometido en papeles de denuncia social; El sueño de Casandra (2007) de Woody Allen, cumpliendo con nuestra cita con toda su obra y siguiendo el estilo iniciado con Match point; Persépolis (2007) de Marlene Satrapi y Vincent Paronnaud, película de animación basada en un cómic de culto del mismo título, que resultó en-tretenidísima y a la vez una buena lección para comprender un poco más la realidad iraní; Re-dacted (2007) de Brian de Palma, basada en ma-terial real encontrado en Internet, donde disec-ciona la intervención americana en la guerra de Irak, y que aunque es su película número 22, no para de experimentar; 14 kilómetros (2007) de Gerardo Olivares, el éxodo de tres jóvenes afri-canos a través del desierto para llegar a Europa; American Gangster (2007) de Ridley Scott, donde el realizador presenta uno de sus mejores traba-

jos y tiene la suerte de contar con Rus-sell Crowe y Denzel Washington, dos auténticos caballeros de la interpreta-ción, dando vida a dos personajes se-rios y volcados en su trabajo, con una ética propia; Caramel (2007) de Nadine Labaki, una película libanesa donde se busca desesperadamente poder tener unas vidas dentro de la normalidad; Mi hermano es hijo único (2007) de Daniele Luchetti, cuya acción abarca varios años de la vida de una familia italiana; Deseo, peligro (2007) de Ang Lee, quizás la me-jor obra de su autor, una propuesta muy arriesgada de desamor; Gomorra (2008) de Matteo Garrone, la polémica cinta sobre la Camorra italiana que en los úl-timos años cometió más de 4000 asesi-natos y cuyol autor del relato original está condenado a muerte por los ma-fiosos, un cine de denuncia imprescin-dible; Red de mentiras (2008) de Ridley Scott, donde vuelve a dar el tipo; Estó-mago (2007) de Marcos Jorge, la gran triunfadora en el último Festival de Va-lladolid; Sólo quiero caminar ((2008) de Agustín Díaz Yanes, un thriller his-pano pero heredero de los grandes Pec-

kinpah o Melville; Appaloossa (2008) de Ed Ha-rris, bienvenido sea a nuestras pantallas otro western, sobre todo si tiene la dignidad y clase de éste; El intercambio (2008) de Clint Eastwood, una historia real contada con toda su crudeza pero bajo el prisma de un maestro; My blueberry nights (2008) de Wong Kar-Way, su aterrizaje en el cine occidental pero conservando toda su bella estética; Los limoneros (2007) de Eran Riáis, pe-lícula de reconciliación en el conflicto judío-pa-lestino; The Spirit (2008) de Frank Millar, debut en la dirección del genial autor de cómic ameri-cano; Mi nombre es Harvey Milk (2008) de Gus Van Sant, historia del primer político abierta-mente homosexual que consiguió un cargo pú-blico en la moralista sociedad americana, con la que Sean Penn consiguió unos meses después su segundo Oscar; y Retorno a Hansala (2008) de Chus Gutiérrez, una película sobre la dureza de la inmigración, marroquí en este caso.

Como se observa, la apuesta era múltiple y variada, los autores son los imprescindibles para

Promesas del Este (2007) de David Cronenberg también proyectada en los ciclos denominados El cine que Langreo no vió.

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poder seguir la actualidad cinematográfica un poco más de cerca y las cintas proyectadas en La Felguera van haciendo poco a poco la historia del cine. A partir del primer ciclo, se empezaron a hacer habituales los comentarios realizados por los miembros de Sala Oscura sobre los tí-tulos seleccionados, en monográficos primero y en la revista Langreocultura.com a partir del año 2002. Las revistas son una fuente de difusión cul-tural importante y una parte importante de mis recuerdos salen de ellas.

Daba una sensación extraña, pero entrañable, volver a ver colas en la taquilla de un cine en Lan-greo. Éstas continuaron después de casi una década de la reinauguración de la sala. La apuesta empe-zaba a resultar más que interesante, sabíamos que había que seguir en esta línea. El tiempo demos-tró que se tenía razón y a lo largo de estos años, la prensa asturiana empezó a reconocer la labor ci-nematográfica de Langreo en el ámbito de Astu-rias. Muchas de las cintas programadas fueron es-trenos en Asturias y otras no se pusieron en pan-talla grande en ninguna otra localidad de nuestra Comunidad, aunque algunos medios de comuni-cación asturianos se empeñaron en lo contrario.

Personalmente me vino muy bien el coger la costumbre de desplazarme desde Sama a La Fel-guera. Vi crecer El Nuevo Langreo, reconduje mis pasos por las nuevas avenidas hasta desem-bocar en un cine. Uno sentía que rejuvenecía. Me hice otra vez habitual de algunos cafés del distrito langreano antes de la proyección. Ade-más iba muy bien acompañado. En el vestíbulo de la nueva sala felguerina era habitual que nos encontráramos los miembros e Sala Oscura, es-tábamos pendientes de la afluencia y comentarios de los espectadores y recogimos más de una su-gerencia. Contábamos los espectadores a pesar de que nos los iban a suministrar unos minutos más tarde. Allí nacieron algunos de nuestros proyectos de futuro. A la salida disfrutábamos de las escenas más interesantes del filme proyectado y más de una vez nos dirigíamos a algún establecimiento hostelero con nuestros temas.

en abril de 2001, poco tiempo después de la reinauguración, la programación cinematográ-fica del Nuevo Teatro tuvo continuidad con un miniciclo dedicado a Ernst Lubitsch, calificado

como el autor del toque inigualable. Eran tres pe-lículas: Ángel (1937), interpretada por Marlenne Diettrich y Melvin Douglas, una preciosa come-dia de enredo, considera hasta hace poco como una obra menor de su autor, pero que en este pase comprobamos lo que se pueden llegar a equivocar los especialistas a la hora de juzgar una obra cine-matográfica; Ser o no ser (1942), película cumbre de la comedia, una incuestionable obra maestra donde más se nota su famoso toque o «el fac-tor X», que decía Billy Wilder; y La viuda ale-gre (1934), interpretada por Maurice Chevalier y Jeannete MacDonald, una realización de fac-tura perfecta, un clásico de la comedia musical, imperecedera y encantadora.

en el segundo trimestre de 2001, se desarro-lla en el Nuevo Teatro un ciclo de James Whale, el aristócrata de clase humilde. Constó de tres cintas: El doctor Frankenstein (1931), impagable y todo un clásico imitado hasta la saciedad; La novia de Frankenstein (1935), su obra maestra ab-soluta, que es otra de mis películas de culto; y El hombre invisible (1933), muy curiosa y con unos increíbles efectos de imagen, conseguidos con la cámara, mucho antes de descubrirse y aplicarse los modernos trucajes, primero con maquetas y después informáticos. Tres joyas de colección para todos los cinéfilos. Además, vistas en la pan-talla grande de un cine, cosa que muchos lan-greanos no habíamos tenido ocasión de disfrutar por cuestión de edad.

la programación cinematográfica de En-cuentroautores del año 2001, estaba dedicada a Alex de la Iglesia. En el mes de mayo se proyec-taron en el Nuevo Teatro de La Felguera cinco de sus films: Acción mutante (1993), una co-media futurista; El día de la Bestia (1995), una cinta esperpéntica sobre el nacimiento del an-ticristo en Madrid, que arrasó en las taquillas españolas; Perdita Durango (1997), su tercer trabajo, rodado en Estados Unidos; Muertos de risa (1999), su cinta más controvertida; y La co-munidad (2000), toda una coctelera con mu-cho humor negro, suspense, terror, aventuras, drama y acción trepidante, probablemente su mejor película hasta la fecha.

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Al año siguiente continuó el ciclo y entre otras, se pasaron: Un perro llamado dolor (2001) de Luis Eduardo Aute, cinta donde el polifacé-tico músico, poeta, pintor y cineasta se atreve con un proyecto titánico de animación; Italiano para principiantes (2000), de la realizadora da-nesa Lone Scherfig en una de las sorpresas del cine europeo; Mulholland Drive (2001), un Da-vid Lynch en estado puro, que en realidad es un sueño de más de dos horas; Y tu mamá tam-bién (2002), producción mejicana de Alfonso Cuarón, una road movie trepidante con la ex-traordinaria presencia de Maribel Verdú; y El hijo de la novia (2002) de Juan José Campanella, una gran comedia del cine argentino, llena de fres-cura y elegancia, con un lleno total y un éxito

sin precedentes. A la salida de la sesión, encabe-zados por Miguel, nos recreamos reproduciendo parte de sus extraordinarios diálogos.

los oficios del cine es un proyecto educativo destinado a alumnos de 4.º de la eso, Bachillerato y Ciclos Formativos. Se ofrecieron a los estudian-tes desde el año 2001 en el Nuevo Teatro de La Felguera, por lo que llevan nueve temporadas consecutivas acudiendo a su cita con nosotros. Se trata de una colaboración entre el Festival Internacional de Cine de Gijón y Ciudad Tec-nológica Valvanón, que cuenta con la colabo-ración del Ayuntamiento de Langreo. Entre otras actividades se ofrece el ciclo Enfants Terribles y se

teníamos tanta ansia por ver la nueva versión

del mejor filme bélico de to-dos los tiempos, titulada ahora Apocalipse Now redux de Francis Ford Coppola, que la programamos nada más anun-ciarla la productora, aunque el estreno en España se retrasó unos meses y tuvimos que vol-ver a programarla. Yo la vi por primera vez en el cine Princi-pado de Oviedo en diciembre de 1979. Al considerarla una película excelente, la volví a ver en su estreno en el Cine Fel-gueroso en enero de 1980. En-tra directamente en el Olimpo de las películas míticas, por diversas causas, como son: una idea prodigiosa al llevar una gran novela, que no extensa, de Josep Conrad; Coppola es-taba en estado de gracia y lu-chó por un proyecto perso-nal, como en la mayoría de sus obras, y aquí consiguió plas-marlo en imágenes; contó con unos intérpretes más que idó-neos; el equipo técnico, donde destaca de manera prodigiosa

la fotografía de Vittorio Sto-raro, es de lujo; la profundidad humana y psicológica está a una altura pocas veces iguala-das; la banda sonora, con te-mas de The Doors o Rolling Stones, más la música de Car-mine Coppola, logra el clímax adecuado; la brutalidad de la guerra salpica al espectador; el discurso final sobre el horror, con un mítico Marlon Brando en plan estrella deslumbrante, no se puede olvidar; el mon-

tón de detalles que la adornan es único; las lecturas son múl-tiples y uno nunca se cansa de revisarla. Años después la volví a ver en un pase televi-sivo y la grabé, lo que me hizo llegar a estudiar la cinta con mayor profundidad. Cuando la proyectamos en La Fel-guera, un día que cayó una pequeña nevada, Miguel y yo volvimos a verla, nuestras chicas, Imma y Tina, que nos acompañaban de forma ha-bitual, no quisieron ir con la escusa de la nieve, aunque ambos sabíamos que no era plato de su gusto. La nueva visión en pantalla grande nos complació, pero llegamos a la conclusión de que la inclusión de nuevas secuencias y algún que otro plano, no era nece-sario, pues la obra era impe-recedera en origen y esta ver-sión solo se podía entender como un montaje comercial. No obstante, la compre en una copia de dvd y de vez en cuando, aún me recreo con alguna secuencia.

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dedican jornadas a hablar sobre profesiones rela-cionadas con la realización de una película. Para ello se cuenta con personas que trabajan en este campo. El objetivo es que nuestros escolares se co-nozcan de primera mano las posibilidades labora-les que pueden encontrar en el mundo del cine. En todas las ediciones se contó con cintas que eran es-treno en España y con la presencia de sus artífices.

En abril de 2002 se celebraron en el Nuevo Teatro de La Felguera, en jornadas matutinas y con invitación a los colegios locales, unas Jorna-das de cine pa neños y neñes. Se pusieron cuatro largometrajes de animación entre los que destaca-ban Toy Story 2 (2002) de Lee Unkrich y Ash Bran-non, y Shrek (2000) de Andrew Adamson y Vicky Jenson. El ciclo continuó en años posteriores con títulos como Descubriendo nunca jamás (2004) de Marc Foster y Shrek 2 (2004) de Andrew Adam-son, Kelly Asbury y Conrad Vernon.

El viaje de Chihiro (2001) de Hayao Miyazaki, fue una de las grandes sorpresas que nos deparó el cine de animación de los primeros años del milenio. La proyectamos en La Felguera, en el Nuevo Teatro. Venía avalada por el Oso de Oro del Festival de Berlín de 2001, es decir la me-jor película, y acabó ganando el Oscar de Ho-llywood al mejor largometraje de animación. Como todas las grandes obras cinematográficas, desborda el género al que pertenece y el interés llega a otro tipo de público al que parece a priori destinada. Esta enternecedora y a la vez cruel vi-sión del mundo infantil, está llena de magia, de imaginación, de despertares y de pesadillas. Es una obra de culto. El público habitual de los jue-ves en La Felguera así lo entendió y lo celebró.

el 7 de marzo de 2002, a las 8 de la tarde y orga-nizado por El Área de la Mujer del Ayuntamiento de Langreo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, se exhibe en el Nuevo Teatro de La Fel-guera la película iraní El círculo (2000) de Jafar Panahi, que había sido premiada con el León de Oro en el Festival de Venecia. La respuesta popu-lar fue magnífica y hubo más de 350 espectado-res. La entrada era libre. Al año siguiente se pasó Cosas que diría con sólo mirarla de R. García, una película coral, cargada de estrellas del cine ame-ricano que dejaron de cobrar sus extraordinarios salarios para recrear sus personajes.

Uno de los mayores éxitos de público en la sala fue el 29 de noviembre de 2007. Se proyectó Las 13 rosas (2007) de Emilio Martínez-Lázaro, un drama basado en hechos reales y ubicado en la Guerra Civil Española. Hubo lleno total, la emoción que emana la cinta pronto se despa-rramó por nuestra sala y hubo lágrimas a rauda-les. La celebración tocó techo en cuanto a calidad y cantidad de público.

la muestra de cine social inició su andadura en El Nuevo teatro de La Felguera el jueves 7 de noviembre de 2002 con Recursos humanos (1999) una película francesa de Laurent Cantet. En lo quedaba de año se proyectaron: Little Senegal (2001) de Rachid Bouchered, una sencilla cinta

sobre el racismo; Según Matthieu (2001) de Xa-vier Beauvois, que trata sobre la lucha de clases; Bolivia (2001) de Adrián Caetano, sobre las luchas entre gentes de la misma clase social; En construc-ción (2001) de José Luis Guerín, un documental sobre la construcción de un edificio en el Barrio Chino de Barcelona que le sirve para desentrañar los entresijos de las gentes del popular enclave; La pizarra (2000), película iraní de Samira Makh-malbaf; y La cuadrilla (2001) del imprescindible cineasta social Ken Loach. El interés y la respuesta del público consiguieron que el ciclo se consoli-dara y llegara hasta la actualidad.

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en Encuentrautores 2003 se contó con la pre-sencia de Luis Sepúlveda, escritor, guionista y di-rector de cine chileno, que vive en Gijón desde hace años. Se presentó su debut como director, Nowhere (2001), interpretada por Jorge Perugo-rría, Leonardo Sbaraglia y Harvey Keitel, un filme donde muestra su repulsión por las dictaduras militares y lo que conllevan.

En 2004 se proyectaron seis filmes, desta-cando: Netto pierde su alma (2001) de Tabajara Ruas y Beto Souza, una cinta brasileña sobre la vida de un general republicano; Lost in transla-tion (2003) de Sofia Coppola, la hija de Francis Coppola, en una de las sorpresas de aquella tem-porada y por la que ganó el Oscar al mejor guión original; y La mala educación (2004) de Pedro Al-modóvar, recuerdos de unos personajes homo-sexuales sobre los tiempos sombríos que vivieron en una escuela católica.

En 2005 pusimos 11 filmes y entre ellos esta-ban: Descubriendo nunca jamás (2004) de Marc Frost, sobre el mito de Peter Pan; Millon Dolar Baby (2004) de Clint Eastwood, otra de sus obras maestras, por la que recibió su segundo Oscar como director, otro paso más hacia su mitifica-ción como director; Sólo un beso (2004) de Ken Loach, uno de sus trabajos más atípicos; Entre copas (2004) de Alexander Payne, una comedia de éxito sobre dos amigos que están a punto de dar un giro a sus vidas; Closer (2004) de Mike Ni-chols, emotiva cinta sobre el amor, el desamor y la mentira; El aviador (2004) de Martin Scorsese, una biografía sobre Howard Hughes, el mítico multimillonario americano que entre otros hob-bies tenía el de producir películas y lanzar estre-llas; El hundimiento (2004) de Oliver Hirschbie-gel, una producción alemana sobre los últimos días del nefasto dictador Adolf Hitler, rodada con cierto rigor histórico, que cuenta con una ex-celente interpretación del veterano Bruno Ganz; y Hotel Ruanda (2004) de Terry George, que na-rra el horrible genocidio habido en la guerra civil de Ruanda en 1994.

En el 2006 se pusieron nueve títulos entre los que sobresalen: Brokeback mountain (2005) de Ang Lee, cinta recibida en todo el mundo con un gran éxito de público y crítica; Munich (2005) de Steven Spielberg, una historia real sobre un

Lost in translation (2003) de Sofia Coppola y El hundimiento (2004) de Oliver Hirschbiegel, cine clave del nuevo milenio presentadas en Encuentrautores.

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comando judío encargado de lo-calizar y ejecutar a los 11 palesti-nos artífices de la matanza en la olimpiada de Munich y donde el director se encarga de describir lo absurdo de la violencia; Crash (2005) de Paul Haggis, una cinta independiente que trata sobre el problema multirracial latente en la sociedad americana; Los tres entierros de Melquiades Es-trada (2005) de Tommy Lee Jo-nes, su ópera prima como direc-tor, que relata hechos vagamente reales; y Volver (2006) de Pedro Almodóvar, que como él mismo calificó, es una especie de Indiana Jones de aventuras domésticas.

Al año siguiente, 2007, los tí-tulos seleccionados fueron diez, entre los que destacaron: Cartas desde Iwo Jima (2006) de Clint Eastwood, una propuesta bélica del autor más interesante de los últimos veinte años; La vida de los otros (2006) de Florian Henc-kel von Donnersmarck, una de las mejores cintas de los últi-mos tiempos, sobre la temida Stasi, la policía secreta de Alema-nia Oriental, ganadora del Pre-mio Oscar a la mejor película de habla no inglesa; Inland empire (2006) de David Lynch, donde se le fue la mano en todos los senti-dos, pues nunca una película su-frió, en La Felguera, tantas de-serciones como ésta, Miguel y yo sentados en el centro de la sala nos dedicamos a contar las ba-jas entre los sufridos especta-dores y nos dimos cuenta que habíamos desconectado de la propuesta de Lynch; El jefe de todo esto (2006) de Lars von Trier, desquiciándonos a todos con un novedoso sistema de filmación, de cuyo nombre no deseo acordarme y donde los en-cuadres parecen estar hechos por una tía abuela del cineasta en una mala tarde; y El buen pastor

(2006) de Robert de Niro, en su segunda y sólida realización.

En el 2008 seleccionamos: Juno (2007) de Jason Reitman, cinta independiente americana que ganó el Oscar al mejor guión; La escafandra y la mari-posa (2007) de Julian Schnabel, una durísima obra francesa so-bre un hombre atrapado en su propio cuerpo; No es país para viejos (2007) de Joel y Ethan Coen, para mí su mejor obra, con Javier Bardem ganando un merecido Oscar en una extraor-dinaria composición, pues no es el malo de la función, es el mal; Lejos de ella (2006) de Sa-rah Polley, donde el alzhéimer es el protagonista y recuperamos a Julie Chrstie; Pozos de ambi-ción (2007) Paul Thomas An-derson, otro Oscar para Daniel Day-Lewis; Siete mesas de billar francés (2007) de Gracia Que-rejeta, una cinta coral con un gran guión y magníficas inter-pretaciones de todas las actrices; Sweeney Todd: el barbero de la calle Fleet (2007) de Tim Burton, un musical barroco con mucha sangre, pero con una puesta en escena sólo posible bajo la tutela de un Burton que vuelve a la ge-nialidad; This is England (2006) de Shane Meadows, una de las sorpresas del año, cine de cali-dad que gusta a la gente joven, algo muy positivo; En el valle de Elah (2007) de Paul Haggis, o las consecuencias de la Guerra de Irak y el desencanto llevado

a extremos; XXY (2007) de Lucía Puenzo, debut en la dirección de la hija de Luis Puenzo; y Al otro lado (2007) de Fatih Akin, una búsqueda desespe-rada del sentido de la vida.

Varias muestras exitosas de Encuentrautores en sus últimas ediciones.

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seguía siendo muy importante el contar con la colaboración de otras entidades sociales, cul-turales o asociaciones. En abril de 2003 se pasó en el Nuevo Teatro de La Felguera un Ciclo de Cine Checo. Estaba organizado por la Embajada de la República Checa en Madrid y el Consu-lado Honorario de Oviedo, en colaboración con la Consejería de Educación y Cultura del Princi-pado de Asturias, la Filmoteca de Asturias y los Ayuntamientos de Oviedo, Carreño, San Martín del Rey Aurelio y Langreo. Se puso una antolo-gía del cine de animación, que constaba de trece cortos y las películas Perinbaba, la señora de la nieve (1985) de Juraj Jakubisko y Un caserío cerca del bosque (1976) de Jiri Menzel.

entre abril y mayo de 2003 se presentó en El Nuevo Teatro de La Felguera un ciclo de Cine infantil de animación. Constaba de: Historia de

una gaviota (y del gato que le enseño a vo-lar) (1998) de Enzo d’Alò, una cinta ita-liana inspirada en un cuento del chileno, afincado en Gijón, Luis Sepúlveda, que ha sido traducida a doce idiomas y del que se vendieron más de un millón de ejem-plares en todo el mundo; Ice Age (La edad de hielo) (2002) de Chris Wedge y Carlos Saldanha, una de las mejores produccio-nes animadas de los últimos años; Spirit (2002) de Kelly Asbury y Loma Cook, po-seedora de una excelente banda sonora del controvertido Hans Zimmer; Monstruos S. A. (2001) de Peter Docter, simpática pro-ducción sobre unos monstruos que se de-dican a asustar a los niños; y Lilo y Stitch (2002) de Dean Deblois y Chris Sanders, con uno de los extraterrestres más gambe-rros de todos los tiempos. El ciclo demostró el buen momento que atravesaba el cine de animación a principios de siglo.

En esta época, la programación de Sala Oscura se ponía también en La Casa de Cultura de Riaño, era todos los miércoles a las siete de la tarde.

en mayo y junio de 2003, siguiendo con nues-tra programación, se presentó en el Nuevo Teatro de La Felguera un Ciclo de Cine Sudamericano. Las cintas propuestas a los espectadores langrea-nos fueron: Kamchatka (2002) de Marcelo Piñe-yro, una película argentina sobre niños que de-ben de huir tras producirse el golpe de estado de 1976; La fiebre del loco (2001) de Andrés Wood, uno de los directores más costumbristas del cine chileno; El último tren (2002), del uruguayo José Sánchez Varela, donde unos amigos de los trenes deciden boicotear el traslado de una vieja loco-motora a Estados Unidos y secuestrarla, con el lema de que el patrimonio no se vende; Historias mínimas (2002) de Carlos Sorín, director argen-tino que nos da un poético homenaje al mundo solitario y melancólico de los relatos de carretera; y Ciudad de Dios (2002), del brasileño Fernando Meirelles, antes de su paso al cine americano, en una de las mejores películas sudamericanas de todos los tiempos, provista de un montaje in-usual y describiendo con una fuerza arrolladora la vida en las favelas y su delincuencia.

Sweeney Todd: el barbero de la calle Fleet (2007) de Tim Burton, la comedia musical más sangrienta de la historia del cine.

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en el mes de octubre de 2003, en el Nuevo Tea-tro de La Felguera, diseñamos un ciclo denomi-nado Cine español (para empezar). Constaba de cinco títulos: Soldados de Salamina (2002) de Da-vid Trueba, una recreación de la Guerra Civil Es-pañola y una buena adaptación de la novela ho-mónima de Javier Cercas; Mi vida sin mí (2002), de Isabel Coixet, un emotivo y bello melodrama; Torremolinos 73 (2002) de Pablo Berger, basada en una historia real y con un casting ideal donde sobresale Candela Peña; La vida mancha (2002) de Enrique Urbizu, un thriller estupendo donde José Coronado logra la interpretación de su vida; y Las horas del día (2003) de Jaime Rosales, el descubrimiento de un gran director.

Resultó increíble que nuestra selección fuera también la de los miembros de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas ya que la mayoría de los premios Goya recayeron en estas películas. Esta circunstancia se vino repitiendo en años sucesivos.

El éxito del mismo hizo que esta idea tu-viera nuevas ediciones en años posteriores y entre otras proyectamos: Incautos (2004) de Miguel Bardem; Tapas (2005) de José Corba-cho y Juan Cruz, una película coral de una gran espontaneidad que arrasó en la 8.ª edición del Festival de Málaga dedicado a cine español; Ni-nette (2005) de José Luis Garci, otro habitual en nuestra programación con su particular visión de las famosas obras de Miguel Mihura; Prin-cesas (2005) de Fernando León de Aranoa, his-toria de dos prostitutas con una soberbia in-terpretación de Candela Peña; Obaba (2005) de Montxo Armendáriz, obra un tanto fallida pero con su encanto; La educación de las ha-das (2006) de José Luis Cuerda, una excelente recreación del amor y de las relaciones huma-nas; Un franco, 14 pesetas (2006), el debut en la dirección del actor Carlos Iglesias, sobre la emigración española en países centroeuropeos en los sesenta; Alatriste (2006) de Agustín Díaz Yanes, adaptación cinematográfica de las no-velas de Pérez-Reverte, que con 20 millones de

Ninette (2005) de José Luis Garci y Caótica Ana (2007) de Julio Medem, cintas españolas para disfrute de los espectadores langreanos.

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euros, era el proyecto más caro del cine español,; Azuloscuro casinegro (2006) de Daniel Sánchez Arévalo un célebre autor de varios cortos que habíamos visto en ArtNalon-Video; La noche de los girasoles (2006) de Jorge Sánchez-Cabezudo, cinta que sorprende por su excelente montaje; Bajo las estrellas (2007) de Félix Viscarret, un filme entrañable lleno de personajes un tanto estrafalarios y perdidos; La soledad (2007) de Jaime Rosales, un drama duro y directo; Caó-tica Ana (2007) de Julio Medem, su séptimo lar-gometraje, que le llevó tres años de trabajo y es un sentido homenaje a su hermana muerta; Mataharis (2007) de Icíar Bollaín, que según la directora, nace de la idea de hablar de nuevo de hombres y mujeres, de la necesidad de ser que-ridos y de las relaciones personales; En la ciu-dad de Silvia (2007) de José Luis Guerín, una cinta sobre la mirada que tenemos sobre la vida de los otros.

Guardo un enorme y grato recuerdo de la proyección de Mar adentro (2004) de Alejandro Amenábar. Seleccionada previamente, en el momento del pase, ya había ganado una enorme cantidad de premios. La respuesta popular en La Felguera fue de lleno total, a pesar de llevar meses en los cines de los centros comerciales. Miguel, que ya la había visto y volvió a verla, me pronosticó, a pesar de que aún no había sido no-minada, que ganaría el Premio Oscar a la mejor película de habla no in-glesa y fue profético. No me extraña, es que lo tenía fácil, cuando se tra-taba de cine, también sabía perfec-tamente de que hablaba.

El ciclo sigue abierto y en este mo-mento estamos preparando ya los tí-tulos para la edición de 2009, a pro-yectar después del verano, a partir de septiembre en el inicio de una nueva campaña en el Nuevo Teatro de La Felguera.

en noviembre de 2003, también en La Felguera, se hizo otro Ciclo de Cine Social con seis obras entre las que destacaron: Bowling for Colom-bine (2002), el polémico y famoso documental de Michael Moore sobre las armas de fuego en Estados Unidos, ganadora del Festival de Cannes y del Oscar al mejor largometraje documental; Las hermanas de la Magdalena (2002) de Peter Mullan, una atroz denuncia contra los conven-tos en Irlanda y su política de reinserción social; y Tiempos modernos (1936) de Charles Chaplin, en una versión restaurada y remasterizada, que se había reeditado por esas fechas, con honores de estreno, en toda España.

El ciclo ya estaba asentado y continúa proyec-tándose, destacando en estos años cintas como: Suite Habana, película cubana de 2003 dirigida por Fernando Pérez; Farhenheit 9/11 (2004) de

Bowling for Columbine (2002) de Michael Moore, el documental más visto de los últimos años, fue el que relanzó el género.

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Michael Moore, un ataque frontal a Bush y su pucherazo para lograr la presidencia usa; La he-rencia (2003) de Per Fly, una película danesa que habla del poder y como mantenerlo a costa de lo que sea; Los espigadores y la espigadora (2000) de Agnès Varda, documental francés sobre los bus-cadores de tesoros urbanos entre los restos de basura, lleno de humor y sensibilidad, que re-sultó prodigioso; Moodaadé (2004) de Ousmane Sembene, película senegalesa sobre la castra-ción genital de las niñas africanas, demoledora; Omagh (2004) de Pete Travis, donde asistimos a la última acción del IRA y en la que hubo vícti-mas españolas entre la población afectada, con-tada con sobriedad y poniendo muchos pun-tos sobre las íes; Historia de un crimen (2006) de Douglas McGrath; Padre Nuestro (2007) de Christopher Zalla; Nueve vidas (2005) de Ro-drigo García, hijo de Gabriel García Márquez, que nos deleita un retrato del mundo femenino a través de historias sobre nueve mujeres de di-ferentes personalidades; El viento que agita la cebada (2006) de Ken Loach, cine de denun-cia político-social, como es habitual en él; Uni-ted 93 (2006) de Paul Greengrass, la historia del

cuarto avión secuestrado el 11 S americano; Sal-vador (2006) de Manuel Huerga, la vida del jo-ven anarquista Salvador Puig Antich, el último ajusticiado a garrote vil en España; Antes que el diablo sepa que has muerto (2007) de Sidney Lu-met, con el incombustible director americano dando otra muestra de saber hacer; La princesa de Nebraska (2007) de Wayne Wang, director de origen chino afincado en América, que narra las aventuras de una joven estudiante china en una universidad americana; Prométeme (2007) de Emir Kusturica, una metáfora sobre Serbia y su posible ingreso en la Comunidad Econó-mica Europea; 12 (2007) de Nikita Mikhalkov, una particular versión de 12 hombres sin piedad, trasladando la acción a la Rusia actual; Tropa de élite (2007) de José Padilla, una cinta brasileña sobre la degradación que sufre la policía de ese país; y Yo serví al rey de Inglaterra (2007) de Jiri Menzel, sobre el afán de un joven checo que quiere ser millonario.

Como podemos comprobar, en este ciclo es-tán presentes casi todas las nacionalidades con su cine más vanguardista.

el 20 de abril de 2004, dentro de las Prime-ras Jornadas de Lengua y Cultura Inglesa, se pro-yectó en La Casa de Cultura Escuelas Dorado, Chicago (2002), el musical de Rob Marshal ga-nador de seis premios Oscar, en versión origi-nal subtitulada. A pesar de la amplia repercusión mediática, el evento no tuvo continuidad.

En el último trimestre de 2004, Sala Oscura hizo un homenaje a uno de los directores más singulares del siglo xx: el francés Jacques Tati-cheff, más conocido como Jacques Tati. La re-trospectiva constó de cuatro de sus películas: Día de fiesta (1949); Las vacaciones del señor Hu-lot (1953); Mi tío (1958) y Play Time (1967). Pudi-mos comprobar su eficacia visual y que era un digno sucesor de los grandes de la comedia muda. Como decía Miguel Ramos desde las páginas de Langreocultura.com:

La visión de su obra, aún hoy, continúa exi-giendo la complicidad del espectador como única forma posible de entrar a valorar la catalogación de genio que se le ha otorgado a Tati desde los más influyentes sectores críticos.

La herencia (2003) de Per Fly, una extraor-dinaria muestra de buen cine social.

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en septiembre y octubre de 2004, en el Nuevo Teatro de La Felguera y con entrada gratuita, se proyecta el ciclo Nuevos Cineastas, en cola-boración con la Alianza Francesa de Langreo. Constó de cinco filmes: Bord de mer (2002) de Julie Lopes-Curval; 17 fois Cécile Cassard (2001) de Christophe Honoré; Mon idole (2002) de Gui-llaume Canet; Se souvenir des belles choses (2001) de Zabou Breitman y Une part du ciel de Bén-édicte Lienard. Las proyecciones eran en versión original francesa con subtítulos en castellano y tuvo una buena acogida.

el cine, uno de los nuestros fue un home-naje a Carlos Blanco, guionista asturiano nacido en Gijón en 1917. Su primer guión fue Cuando llegue la noche (1946) de Jerónimo Mihura. Des-pués vinieron La princesa de los Ursinos (1947) de Luis Lucia, Locura de amor (1948) de Juan de Orduña, Las aguas bajan negras (1948) de José Luis Sáenz de Heredia; Llegada de noche (1949) de José Antonio Nieves Conde, película perdida, 39 cartas de amor (1949) de Francisco Rovira Be-leta; Don Juan (1950) de José Luis Sáenz de Here-dia; Los ojos dejan huellas (1952) de José Luis Sáenz de Heredia; Todo es posible en Granada (1954) de

Cartel publicitario de una obra fundamental de Jacques Tati, cuya obra visionamos en un ciclo que Sala Oscura dedicó al genio francés.

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José Luis Sáenz de Heredia; Los peces rojos (1955) de José Antonio Nieves Conde; Diez fusiles espe-ran (1959) José Luis Sáenz de Heredia; Los gallos de madrugada (1971) de José Luis Sáenz de Here-dia; Don Quijote cabalga de nuevo (1972) de Ro-berto Gavaldón; La espada negra (1976) de Fran-cisco Rovira Beleta y Hierba salvaje (1977) de Luis María Delgado.

El evento se desarrolló en la Sociedad La Mon-tera y en la Casa de Cultura de Sama. Abarcó desde el 20 de febrero hasta el 26 de mayo de 2004. Estuvo Patrocinado por el Ayuntamiento de Langreo, La Sociedad La Montera, Cajastur, El Gobierno del Principado y Rey Lagarto. Fue realizado y coordinado por Julio-José Rodríguez Sánchez. La muestra constaba de ciclos de pe-lículas, conciertos, exposiciones, conferencias y mesas redondas. Se abrió con una conferencia de Carlos Losilla titulada Fritz Lang: Genealogía de un libro de cine. Entre los ciclos estaba uno de cine alemán en colaboración con el Instituto Goethe, desarrollado entre La Montera y La casa de Cultura de Sama, con películas de F. W. Mur-nau (Tabú), Fritz Lang (El testamento del Doc-tor Mabuse), Erns Lubitsch (La princesa de las ostras), Volker Schlondorff (El joven Törles), Hansjürgen Pohland (Gato y ratón), Win Wen-ders (El amigo americano), Michael Verhoeven (La rosa Blanca), Ivan Fila (Lea). Eoin Moore (Ni perder ni ganar) y Vanesa Joop (Vergiss Ame-rika). Otro ciclo fue de las películas con guión de Carlos Blanco. También fue emotiva y tuvo su buena difusión mediática, una jornada dedi-cada al homenaje a Carlos Blanco que contó con la presencia de Aurora Bautista, célebre y mítica interprete de Locura de amor.

En colaboración con el Festival Internacional de Cine de Gijón se presentó en el Nuevo Tea-tro de la Felguera la cinta Lilya 4-ever (2002) de Lukas Moodysson, una película sueca que aca-baba de ganar el Premio Principado de Asturias al Mejor Largometraje en su cuadragésima edi-ción, es decir, el máximo galardón del popular festival gijonés, además del premio del Jurado Joven y el premio a la mejor actriz. Es una du-rísima película que desvela lo que sucedía con cierta juventud en Rusia y que el famoso telón de acero nos impedía conocer.

En enero de 2005 Sala Oscura programó en la Casa de Cultura de Sama Kill Bill Volúmenes I y II

(2003-2004) de Quentin Tarantino. Lo hicimos en dos sesiones consecutivas de los martes. En un principio he de decir que aunque se estrenó en dos partes, como dos películas, es una sola. Se trata de una de las obras más impresionan-tes del cine reciente, por su carácter polisémico. En cada secuencia utiliza una técnica narrativa distinta y consigue unificarlas para dar forma a una obra magnífica, capaz de elevar los más infa-mes subgéneros a la categoría de arte. Yo no veía tanta creatividad en una cinta desde los tiempos de Sergio Leone, al que precisamente Tarantino admira con profunda devoción, llegando a me-ter temas musicales de Ennio Morricone en sus escenas más impresionantes.

en diciembre de 2005, a lo largo de una semana, se programó en La Casa de Cultura Escuelas Do-rado de Sama, un ciclo dedicado a la Radio en el Cine, con el título En el aire. Estaba organizado por La Tertulia Cinematográfica Sala Oscura con la colaboración de Radio Langreo. En la jornada inaugural, el lunes 12 de diciembre a las 10,45, hubo un programa de radio especial titulado Sala Oscura en Radio Langreo y a las siete de la tarde una mesa redonda denominada La radio en

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el cine con la presencia de contertulios y Ramón Pato, director de la emisora langreana, y a conti-nuación, la primera proyección. Se pusieron las cintas Historias de la radio (1955), de José Luis Sáez de Heredia, uno de los títulos más popula-res de los años cincuenta, llena de humor y ter-nura y con la presencia del gran Pepe Isbert; So-los en la madrugada (1978) de José Luis Garcí, su segundo largometraje y una buena radiografía de la transición; Días de radio (1987) de Woody Allen, una de sus cintas más nostálgicas; Hablando con la muerte (1988) de Oliver Stone, una historia real contada bajo el particular prisma de su director; y Good mornimg, Vietnam (1987) de Barry Levison, con una espectacular banda sonora. El éxito fue

considerable, en asistencia de público y en reper-cusión mediática.

Se publicó un monográfico referido al ciclo, con varios artículos de fondo firmados por Mi-guel Ramos, Ramón Pato y Avelino Fernández, acompañados por los comentarios de las cintas a proyectar que son habituales en nuestras pu-blicaciones, hechos por Miguel Ramos, Alejan-dro Zapico, Ángel Verdejo y Avelino Fernández. El diseño de la publicación como es habitual es de Eduardo J. Parra. Los ciclos monográficos de Sala Oscura ya tenían su forma definida y está-bamos abocados a no abandonarlos, prueba de ello es que continúan en la actualidad.

la fundación prín-cipe de asturias,

con motivo de su XXV ani-versario, organizó un home-naje a las figuras más destaca-das del siglo xx, bajo la de-nominación Century Lights, Memoria de los grandes. El día 25 de enero de 2006 tras-ladó parte de ese homenaje a Langreo, en el Nuevo Teatro, hasta donde viajó Jane Cha-plin para presentar la película Luces de la ciudad, una impe-recedera obra maestra de su padre Charles Chaplin. Esta película, en la que encarna al universal vagabundo Char-lot, se había estrenado en Los Ángeles en 1931. El acto contó con la colaboración de los miembros de la Tertulia Ci-nematográfica Sala Oscura. A mí me tocó presentarlo. A Jane Chaplín, que confesó que esa era su película prefe-rida, le resultó muy fácil co-nectar con el público, su sim-patía tuvo mucho que ver, y para ella el acto resultó muy emocionante, deleitando a los presentes con anécdotas sobre

su vida familiar al lado de su progenitor, el mayor genio ci-nematográfico del siglo xx.

El evento tuvo continuidad y el viernes 24 de febrero de 2006 se celebró en el mismo escenario una proyección del ciclo homenaje a Arthur Mi-ller, Vidas rebeldes (1961) de John Huston, protagonizada

por la que fuera su esposa, la mítica Marilyn Monroe en su última aparición en la pan-talla, junto a Clark Gable y Monty Clift. Esta cinta fue ganadora en 1993 del Génesis Award al mejor largometraje clásico. Se proyectó en ver-sión original con subtítulos en castellano.

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en el primer trimestre de 2006 Sala Oscura programó en la Casa de Cultura de Sama el ciclo Greta Garbo, La Divina, con motivo del cente-nario de su nacimiento. Era una apuesta arries-gada por la antigüedad de su obra, algunas mu-das, y el público actual apenas la recordaba, no en vano su último filme data de 1941, cuando se retiró, con 36 años. Seleccionamos sólo cinco pe-lículas, aunque debido al enorme éxito de asis-tencia de espectadores, nos arrepentimos de no haber elegido más. Fueron: El demonio y la carne (1927) de Clarence Brown, la que cimentó su le-yenda y donde estaba acompañada por el genial y hoy en día olvidado John Gilbert, ¡son tantos los que necesitan homenajes!; La Reina Cristina de Suecia (1933) de Rouben Mamoulian, también con Gilbert de galán, con un plano final que casi nos atraganta de emoción a todos los especta-dores; Ana Karenina (1935) de Clarence Brown, que la dirigió en siete ocasiones, aquí acompa-ñada por Fredic March, con otra sublime escena final; Margarita Gautier (1936) de George Cukor, despuntando ya como director, acompañada de un jovencísimo Robert Taylor, el melodrama clásico y romántico por excelencia; y Ninotchka (1939) de Ernst Lubitsch, con unos diálogos a la altura de su autor y donde la Garbo ríe y todos nosotros aún lo hacemos con ella. El éxito fue considerable y deshizo nuestros temores. La ex-traordinaria actriz sueca seguía viva y en el can-delero, nos deslumbró. Rescatamos un tipo de cine clásico al cual el público no accede fácil-mente. Esto nos hizo reafirmarnos en los ciclos y perder definitivamente todos los complejos.

Juan Rulfo en el cine, fue un homenaje al au-tor que se celebró en la Casa de Cultura de La Felguera el lunes 27 de febrero de 2006. Organi-zaba el Ayuntamiento de Langreo y contó con la colaboración de la Universidad Nacional Autó-noma de Méjico. En la gestión y organización es-taba involucrado Julio-José Rodríguez Sánchez. Se proyectaron: El despojo (1960) un cortome-traje de Antonio Reynoso con guión de Juan Rulfo; El hombre (1978), un mediometraje de 40 minutos de José Luis Serrato, con guión del pro-pio director basado en un cuento de Rulfo; Los

murmullos (1974) un corto de Rubén Gámez y Que esperen los viejos, otro corto con guión y di-rección de José Bolaños sobre textos de Rulfo. Todas eran producciones mejicanas.

Al día siguiente, siguiendo con el mismo pa-trocinio y organización, se proyectó en la Casa de Cultura de Sama un Certamen Iberoameri-cano de Cortos cedidos por el Festival de Cine de Huesca. Eran seis, provenientes de Méjico, España, Venezuela y Argentina. Contó con la presencia del director del certamen.

Entre los años 2006 y 2007, abandoné mo-mentáneamente la asistencia a las sesiones de proyección de Sala Oscura, aunque no dejé las reuniones ni los trabajos en los boletines. El mo-tivo era muy claro, tenía a mi madre ingresada en el Hospital Adaro, que por cierto, cuenta con un personal sanitario y de servicios excepcional, nunca se lo podré agradecer como se merecen. Siempre que podía, iba a darle la cena, puesto que estaba en fase terminal. Un día, en uno de sus escasos momentos de lucidez, me preguntó qué día de la semana era y yo le respondí que martes, y entonces me dijo ¿por qué no estás en el cine? Aunque era mentira, le dije que iba más tarde. Eso la dejó tranquila. Sabía perfectamente cual era aún mi mayor ilusión.

Langreo de cine fue nuestro eslogan en la Feria Internacional de Muestras de Asturias en 2006.

Algo se estaba gestando en el núcleo de Sala Oscura. Francisco Jurado uno de nuestros miem-bros, un apasionado del Séptimo Arte en todas sus vertientes y coleccionista de todo aquello que tenga que ver con el cine, llevaba varios años tra-bajando en un libro que según sus palabras era diferente a todo lo hecho hasta la fecha, una his-toria del cine español a través del programa de mano, un método publicitario de los estrenos, los cuales se repartían en las mismas salas antes o después de las sesiones comerciales. El Ayunta-miento de Langreo, al conocer la magnitud e im-portancia del trabajo, se involucró en el asunto.

En el stand del Ayuntamiento en la Feria, dedicado por completo al cine, se presentaron los bocetos del nuevo Cine Felgueroso, una ex-posición de la colección personal de Francisco Jurado y su libro titulado Programa de mano y cine español,con textos de Miguel Ramos y míos.

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Fue un stand para recordar, recibió numerosas visitas de un público que no quedaba indiferente ante la magnitud de los proyectos presentados y de los contenidos gráficos del mismo.

A través de la exposición, se refrescaba la me-moria al público asturiano de las distintas sa-las del Principado desde comienzos del siglo xx, que muchos visitantes reubicaban en los viejos edificios que en la mayoría de los casos habían desaparecido. La exposición recorrió diversas lo-calidades asturianas durante un año aproxima-damente. Entre las mismas están Gijón, Avilés, Mieres, San Martín del Rey Aurelio, Llanes, Riba-dedeva, Grado, Luarca y Langreo. La muestra grá-fica tuvo una contínua cobertura en los distintos medios de comunicación asturianos.

el libro Programa de mano y el cine español, es-taba patrocinado por el Ayuntamiento de Lan-greo, Cajastur, el Principado de Asturias y la Ter-tulia Cinematográfica Sala Oscura. Es una obra de referencia en cuanto a coleccionismo cine-matográfico, prácticamente están todos los pro-gramas de mano de películas españolas, desde sus inicios hasta el año 1972 en que desaparecen. En un primer capítulo están los ejemplares de las películas realizadas en España por directo-res españoles desde 1903 hasta el año 1973; un segundo apartado recoge las películas realiza-das en Hollywood y Joinville en la década de los treinta, realizaciones en español de las grandes productoras americanas debido a la falta de do-

blaje; un tercer epígrafe abarca una selección de cintas rodadas en coproducción con otros paí-ses, rodadas dentro o fuera de España, pero con protagonismo de nuestros más conocidos acto-res; y un último trabajo donde se recogen las va-riantes o distintos modelos publicitados de un mismo título. Al acto de presentación acudieron los autores y los patrocinadores, y contó con la presencia del Presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces y la Consejera de Cultura, Ana Rosa Migoya. La cobertura y la repercusión en la prensa, radio y televisión fueron considera-bles. El Comercio le dedicó toda una página, La Nueva España publicó una entrevista con Fran-cisco Jurado, Radio Langreo informó de todos los pormenores y dedicó varias entrevistas al evento, La Voz de Asturias hizo una entrevista y en televisión, salieron diversos reportajes y en-trevistas en la tpa, Tele Gijón, Localia, Cuencas Mineras Televisión y Popular tv. Fue otro mo-mento mágico para Sala Oscura. La edición, que constaba de 1.500 ejemplares, siguió su rumbo y está presente en toda las bibliotecas del Prin-cipado y llegó a manos de una importante can-tidad de aficionados y coleccionistas de todo lo que tenga que ver con el Séptimo Arte a lo largo y ancho de toda la geografía española, los cuales, cuando lo conocen, muestran su satisfacción y su sorpresa ante la calidad del trabajo.

Tarjeta postal publicitaria para difundir la exposición sobre las salas de cine asturianas, una excelente obra de Francisco Jurado.

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el 3 de octubre de 2006, la tertu-lia Cinematográfica Sala Oscura, lo presentó al público en general en Langreo. El acto tuvo lugar en el Sa-lón de Actos de la Casa de Cultura de Sama. Aprovechando el evento, se diseñó y proyectó un ciclo titulado Cine español (1930-1975). Constaba de 14 títulos con lo mejor de nues-tro cine. Comenzamos con La al-dea maldita (1930) de Florián Rey, considerada como la obra más im-portante del cine mudo español. Después vinieron El último caba-llo (1950) de Edgar Neville, uno de nuestros autores cinematográfi-cos más significativos; Surcos (1951) de José Antonio Nieves Conde, un filme excepcional que se aproxima al neorrealismo italiano; Calle ma-yor (1956) de Juan Antonio Bardem, una brillante disección de la socie-dad española de la época y su mal-formación; Mi tío Jacinto (1956) de Ladislao Vajda, un trabajo sobresa-liente claramente emparentado con la tradición picaresca española; El pisito (1958) de Marco Ferreri e Isi-doro M. Ferry, una obra neorrea-lista del cine hispano donde florece el humor negro de Rafael Azcona; Viridiana (1961) de Luis Buñuel, cinta imprescindible de nues-tra filmografía cargada de detalles surrealistas; Atraco a las 3 (1962) de José María Forqué, una comedia coral que, con el paso del tiempo, se erige como una de las mejores del cine euro-peo; Plácido (1961) y El verdugo (1963), ambas del maestro Luis G. Berlanga, que fueron pro-yectadas en programa doble, intentando recor-dar aquellas sesiones donde no teníamos prisa y nos empapábamos de cine, en este caso del me-jor que se podía ver; El extraño viaje (1964) de Fernando Fernán Gómez, una de sus obras cum-bres en la dirección, donde el costumbrismo y na-turalismo brillan a gran altura y donde asistimos a una de las secuencias más magistrales de la historia del cine, aquella en la que los amantes secretos bai-lan escuchando la música por medio de cascos; La

caza (1965) de Carlos Saura, la que le dió a co-nocer y encumbró como autor en nuestro cine; El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice, que nos muestra como trasladar la poesía a una pantalla de cine; y Furtivos (1975) de José Luis Borau, sin lugar a dudas la película de la tran-sición. El ciclo estuvo acompañado de una pu-blicación de 36 páginas con los comentarios de las cintas, una filmografía esencial del cine es-pañol, entre 1930 y 1975, y varios artículos de in-formación general sobre Sala Oscura y el cine español. Quedamos muy satisfechos con la ca-lidad del ciclo y con la acogida dispensada por el público que acudía a las sesiones en la Casa de Cultura de Sama.

Portada del monográfico, primero que hicimos en color, dedicado a nuestro maltratado cine español.

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la reforma del Cine Felgueroso era un compromiso del programa elec-toral del PSOE. Fue posible gracias a un acuerdo con la entidad banca-ria Cajastur, quien aportó 720.000 euros. El Ayuntamiento de Langreo invirtió otros 300.000, a cargo de los fondos mineros de 2004-2005. Las obras de reforma se iniciaron en agosto de 2006 y fueron adjudicadas a la empresa Acciona por un valor de 1.054.382 euros. Hubo que apor-tar un presupuesto extra de 244.000 euros destinados al cambio total de toda la carpintería de acero y alumi-nio del exterior, debido a los graves desperfectos que presentaba. Este úl-timo corrió a cargo del municipio.

En el segundo trimestre de 2006 Sala Oscura se lanza a diseñar un nuevo ciclo con el título Cine en el Estrado, que constaba de 13 pelícu-las de juicios. La presentación del mismo, el 4 de abril, corrió a cargo de María Jesús Álvarez González, Presidenta de la Junta General del Principado. En esa misma sesión se proyectó Furia (1936) de Fritz Lang, una bri-llante disección sobre los errores de la justicia. Después vinieron El proceso Paradine (1947) de Alfred Hitchcock, donde el maestro nos cuenta una espeluznante degradación de un amor; La costilla de Adán (1949) de George Cukor, una co-media de altos vuelos con la mítica pareja for-mada por Spencer Tracy y Catherine Hepburn, los cuales nunca estuvieron tan a gusto interpre-tando juntos; El motín del Caine (1954) de Edward Dmytryk, uno de los tristemente célebres diez de Hollywood, en un proyecto que no gustó nada a la marina norteamericana; Testigo de cargo (1957) de Billy Wilder, que yo había visto en un pase en los sesenta en el Pilar Duro, una de las mejores del cicl, lo que es mucho decir; Doce hombres sin pie-dad (1957) de Sydney Lumet, una brillante adapta-ción de un texto teatral que sentó cátedra; ¡Quiero vivir! (1958) de Robert Wise, uno de los mejores

melodramas del cine, con la extraordinaria Su-san Hayward, la película que estaba viendo Ser-gio Leone cuando murió; Anatomía de un asesi-nato (1959) de Otto Preminger, obra que deja un poso de crítica al sistema judicial americano y que resulta divertidísima para el espectador; El sar-gento negro (1960) de John Ford, con la que, para los miopes, Ford empieza a perder su etiqueta de hombre reaccionario; Vencedores o vencidos (1961) de Stanley Kramer, filme sobre el gran juicio a los criminales nazis en Nüremberg, una superpro-ducción muy correcta con un reparto espectacu-lar; Matar un ruiseñor (1962) de Robert Mulligan, la cumbre interpretativa de Gregory Peck, una de las predilectas de nuestro presidente, Alejandro,

Portada del monográfico El cine en el estrado, que consolidó definitivamente los ciclos de la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura.

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el centro Integrado de Formación Profesio-

nal de Comunicación, Imagen y Sonido de Langreo (cislan), se inauguró el 3 de octubre de 2006. Es un centro acadé-mico, público y gratuito, en el que se imparten ciclos forma-tivos de la familia profesional de Comunicación, Imagen y Sonido. Se trata de una For-mación Profesional inicial, es decir ciclos de Grado Medio y Superior. Su plan de estudios lleva entre otros los siguientes campos: Imagen fotográfica, Aplicaciones fotográficas, Ilu-minación de espacios escéni-cos, Imagen audiovisual, Ges-tión de calidad de procesado y tratamiento fotográfico y cine-matográfico, Medios fotográ-ficos y audiovisuales, Medios y lenguajes de comunicación vi-sual o Administración, gestión y comercialización de la me-diana empresa.

Entre sus actividades están: presentación en Langreo del concurso No nos cuentes pelí-culas, hazlas; asistencia de sus

alumnos a las Jornadas Los oficios del cine en el Nuevo Teatro de La Felguera; cine al aire libre; conferencias; crea-ción de las Jornadas del au-diovisual cislan, de las que van tres ediciones; organiza-ción de casting para buscar actores; diversas colaboracio-nes en rodajes y actuación de los alumnos como meritorios; cursos de técnicas cinemato-gráficas a cargo de especialis-tas; colaboraciones con el Fes-tival Internacional de Cine de Gijón, basadas en un acuerdo suscrito con la organización, donde se realizaron trabajos de grabación de gran parte de las actividades y formar parte del Jurado Joven; grabación de imágenes de los conciertos de THreepoint Fest 2008 y la I Se-mana de la producción cislan 2009 en la que se presentaron cuatro cortometrajes, tres vi-deoclips, tres maquetas mu-sicales y tres books de fotos de los alumnos del centro.

Una de sus últimas ideas fue organizar un concierto de

un grupo local en la terraza superior del edificio que ocu-pan en el Nuevo Langreo, a semejanza de la última graba-ción en directo de The Beatles en Abbey Road, que aparecen en la película Let it bet. El mo-tivo era conmemorar el 40 ani-versario del acontecimiento. Por supuesto que fue grabado en vídeo y difundido. El grupo se llamó The Beatles Students, originalmente eran The Stu-dents. Estaba compuesto por: Batería, Rubén Fernández, ba-jista, Iván Peinado, cantante, Ailish Dale y guitarras, Car-los Sánchez e Iván Fernández. Interpretaron las cinco can-ciones que en la película de The Beatles tocán en la terraza de los estudios de grabación. El grupo fue creado para este evento y ya no existe.

El cislan constituye una excelente oferta dentro del mundo de la imagen y sonido para la gente joven asturiana y de otras comunidades, puesto que su fama empieza a ser re-conocida a nivel nacional.

El centro Integrado de Formación Profesional de Comunicación, Imagen y Sonido de Langreo (cislan), que se inauguró el 3 de octubre de 2006, constituye una excelente oferta dentro del mundo de la imagen y sonido para la gente joven asturiana y de otras comunidades.

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que no para de emocionarse cuando vuelve a ver al protagonista saliendo derrotado de la sala del tribunal, con los hombres de color levantados a su paso como muestra de respeto, en un sepulcral silencio. Todos los demás estamos de acuerdo y también nos acongojamos; Veredicto final (1982) de Sydney Lumet, con un Paul Newman reinven-tándose; y Loca (1987) de Martin Ritt, un drama judicial con ingredientes de thriller.

Los contenidos de la publicación fureon: Visto para sentencia, una introducción de Alejandro Za-pico; Orden en la sala, un artículo de Miguel Ra-mos y Avelino; las criticas de las películas, hechas por los miembros de la Tertulia y una filmografía cronológica de Miguel, Jurado y Avelino.

Los ciclos programados por Sala Oscura ya ha-bían cuajado en el público langreano, el número de espectadores aumentó espectacularmente y en la Tertulia nos felicitamos por acogernos a esta fórmula, la cual aun no hemos abandonado en el presente 2009. El ciclo contó con su corrs-pondiente publicación con los comentarios de las cintas propuestas.

en noviembre de 2006 se desarrolla en la Casa de Cultura de Sama Le mois du cinema documentaire. Fue una co-laboración entre El Área de Cultura y La Alianza Francesa de Langreo. Se pro-yectaron a las 7,30 de la tarde Hacia un comercio equitativo (1999) de Martine Bouquin y Jean Lefaux; Voyage en sol ma-jeur (2005) de Georgi Lazarevski; Obre-ras del mundo (2000) de Marie-France Collard y Polvo de la ciudad (2001) de Moussa Touré.

En el Nuevo Teatro de La Felguera, en octubre y noviembre de 2006, se pone el ciclo titulado El cine francés bajo la ocu-pación, también en colaboración con la Alianza Francesa de Langreo. Los cuatro títulos seleccionados son Douce (1943) de Claude Autant-Lara; La nuit fantas-tique (1942) de Marcel L’Herbier; Le

corbeau (1943) de Georges Henri; y Remor-ques (1939) de Jean Gremillon. La entrada fue gratuita y la asistencia de público aceptable.

En abril de 2007 vuelve la colaboración en-tre las dos entidades y se proyecta el ciclo de cine Festival de Festivales y se pasan tres filmes: A las cinco de la tarde (2003) de Samira Makmalbaf; Exils (Exilios) (2004) de Tony Gatlif y La pesadilla de Darwin (2004) de Hubert Sauper.

en los meses de abril, mayo y junio de 2007, Sala Oscura programa su último ciclo en La Casa de Cultura de Sama. Se trataba de Alfred Hitch-cock. La etapa inglesa, films sonoros. Una pro-puesta arriesgada que constaba de 12 pelícu-las del mago del suspense rodados entre 1929 y 1939, es decir, antes de su paso al cine ameri-cano, donde adquirió su fama internacional. Se editó un monográfico de 40 páginas con un ta-maño tipo folio, con las críticas de las cintas, obra de Ángel Verdejo, Alejandro Zapico, Francisco Jurado,

Portada de la publicación que dedicamos a Alfred Hitchcock. Era arriesgado por el tipo de filmes, pero la propuesta resultó favorable.

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Miguel Ramos y míos, contando además con la filmografía completa del maestro inglés y un ar-tículo titulado Perfiles de un cineasta irrepetible, ambos trabajos firmados por Miguel Ramos, y una selección de fotos de las secuencias donde aparece Hitchcock en sus filmes, recopilación de Eduardo J. Parra.

Las películas eran: La muchacha de Lon-dres (1929); Asesinato (1930); Juego sucio (1931); El número 17 (1932); Mejor es lo malo conocido (1932); El hombre que sabía demasiado (1934); 39 escalones (1935); El agente secreto (1936); Sabo-taje (1936); Inocencia y juventud (1937); Alerta en el expreso (1938) y Posada Jamaica (1939), proyec-tada el 26 de junio y que supuso la última sesión en el salón de actos donde llevábamos 16 años aproximadamente.

Al final el público asistente reconoció a la Tertulia su labor y en palabras de nuestro pre-sidente, Alejandro Zapico, nos veríamos próxi-mamente en la nueva sede, en el Cine Felgueroso que estaba a punto de ser inaugurado.

el cine felgueroso, en su nueva etapa de ges-tión pública, abre en julio de 2007 para celebrar el pregón de las fiestas de Santiago, en un acto que sirvió a la vez de presentación de la renova-ción efectuada. El lleno fue total y la gente salió encantada del evento, aunque se vió que no era una sala idónea para otra actividad que no fuera la cinematográfica.

Allí pudimos comprobar por primera vez las obras de remodelación, cuyo autor fue el arqui-tecto Jovino Martínez Sierra. Se actuó rehabi-litando la planta baja y el entresuelo y creando nuevos espacios en la parte superior.

El 24 de julio de 2007, es inaugurado oficial-mente y vuelve a la actividad cinematográfica. Se despierta una enorme curiosidad en Sama y el público ocupa los alrededores del cine.

Como preámbulo a la primera proyección, hubo un breve recital de la orquesta de cuerda pulsada Laudare, que interpretó temas de cine con una enorme calidad, lo que supieron agradecer los asistentes.

Hay un acto institucional donde acuden las au-toridades del Principado de Asturias con su pre-sidente, Vicente Álvarez Areces a la cabeza, junto a presidenta de la Junta General del Principado,

María Jesús Álvarez, las autoridades locales pre-sididas por la Alcaldesa, Esther Díaz, el director General de Cajastur, Felipe Fernández, el vice-consejero de Cultura, Jorge Fernández León, el presidente de Hunosa, Juan Ramón García Se-cades, el arquitecto artífice de la remodelación, Jovino Martínez Sierra, y representantes de los sindicatos y de otras entidades culturales y so-ciales. En el mismo, se anuncia la presencia de Sala Oscura y todo son elogios a su actividad cinematográfica.

La Sra. alcaldesa de Langreo manifestó la gran satisfacción que suponía para el Ayuntamiento el haber recuperado tan carismático edificio y agradeció a Cajastur y al Principado su colabora-ción en la rehabilitación del cine. También men-cionó la colección de cámaras recopiladas por Eduardo Urdangaray y por último destacó la labor de la Tertulia Sala Oscura por la calidad de su programación pasada y auguró la buena futura que depararía a la remodelada sala.

El Presidente del Principado descubrió una placa conmemorativa del evento en el vestíbulo. Después de un breve descanso, se paó a proyec-tar, igual que hacía 48 años, lapelícula Horizon-tes de grandeza de Willian Wyler, el éxito es to-tal y el público asistente, compuesto de muchos langreanos y visitantes, sale muy satisfecho.

El suceso tuvo una amplia difusión en todos los medios de comunicación y los elogios fueron múltiples y variados. Quedaba el reto de dotar al cine de una programación digna del local. Hoy sabemos que al menos los dos años siguientes, este reto se consiguió con nota de sobresaliente, por la cantidad y calidad de actividades cinema-tográficas realizadas.

La cinta que se vió ese día, es a la vez la cabecera de un ciclo programado por Sala Oscura, Histo-rias del Lejano Oeste (el western de los cincuenta), que a partir de entonces empieza a programarse los martes a las 7.30 horas en el rehabilitado Cine Felgueroso. Da comienzo el día 18 de septiembre de 2007, en la pequeña sala de arriba, con 70 bu-tacas, pero pronto se desborda su capacidad y el público ocupa hasta las escaleras, llegando a con-tabilizarse más de cien espectadores y es preciso pasar las proyecciones, una vez que se adquieren nuevos equipos apropiados, a la sala principal.

El día 28 de septiembre tiene lugar una con-ferencia de Conrado Xalabarder con el título de

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Bandas sonoras en el Western americano: La mú-sica de la tierra. La charla fue adornada con imá-genes de las películas donde se incluía la música objeto de comentario y tuvo lugar en la planta superior con la presencia de 60 personas. Estu-vimos de tertulia con Xalabarder y nos elogió por nuestra actividad y nuestras publicaciones, estaba sorprendido de que hubiera una actividad tan interesante en una población como Langreo y nos animó a difundir más nuestra labor. En eso estamos.

El resto de películas presentadas todos los mar-tes sucesivos fueron: Tambores lejanos (1951) de Raoul Walsh; Encubridora (1952) de Fritz Lang; Solo ante el peligro (1952) de Fred Zinnemann; Raíces profundas (1953) de George Stevens; Johnny Guitar (1954) de Nicholas Ray; La pradera sin ley (1955) de King Vidor; Horizontes lejanos (1952), Tierras lejanas (1955), El hombre de Laramie (1955)

y El hombre del oeste (1958), las cuatro de An-thony Mann, exhibidas a lo largo de una se-mana, de lunes a jueves; Los implacables (1955) de Raoul Walsh; Centauros del desierto (1956) de John Ford, que fue la última proyectada en la sala pequeña; El tren de las 3:10 (1957) de Delver Da-ves; Rio Bravo (1959) de Howard Hawks; y Duelo de Titanes (1957) de John Sturges, proyectada el lunes 3 de diciembre.

Aquí se produce un punto de inflexión, al morir de forma repentina en la madrugada del 3 al 4 de diciembre, nuestro amigo y com-pañero del alma Miguel Ramos Rodríguez, el miembro más activo y carismático de la Tertu-lia Cinematográfica Sala Oscura. Estábamos en el medio de la semana que dedicábamos a John Sturges, pero debido al enorme dolor y cons-ternación que nos produce, la muestra deja de celebrarse cuando aún nos quedan tres títulos

Historias del lejano Oeste, nuestro ciclo estrella, el más elaborado, el que reabrió el Cine Felgueroso y del que nos sentimos más satisfechos.

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en el tintero. La conmoción en el mundo cul-tural langreano es enorme y decidimos desde la Tertulia tres días sin proyección, en señal de luto. En ese momento estuvimos a punto de dejar nuestra actividad.

Sin embargo, recapacitamos sobre nuestra decisión y decidimos, arropados por su esposa Inma, que nuestro mejor homenaje a Miguel se-ría continuar con nuestra programación y nues-tra actividad, y lo hicimos el siguiente martes proyectando Los que no perdonan (1960) de John Huston y después, como estaba previsto, cerrar el ciclo con El Álamo (1960) de John Wayne, pre-cisamente una de sus películas favoritas.

¡Cómo nos dolió volver a retomar la activi-dad! El ciclo soñado por todos nosotros, con Mi-guel a la cabeza, se convirtió en una pesadilla. No os podéis imaginar lo que me cuesta ver una película clásica del oeste desde entonces.

El ciclo se acompañó con la elaboración de una publicación monográfica de 64 páginas, con ilustraciones en color, donde se recogían comen-tarios de las películas, elaborados por miembros de la Tertulia, un artículo de música en el wes-tern de Conrado Xalabarder, un artículo intro-ductorio de Alejandro Zapico, otro titulado Su majestad el western de Miguel Ramos y mío, así como una completísima bibliografía en español sobre el cine del oeste y una filmografía exhaus-tiva del western de los cincuenta, ambas obra de Miguel. El éxito de la muestra fue considerable. Sala Oscura triplicó el número de espectadores en sus sesiones con respecto al Salón de Actos de la Casa de Cultura de Sama.

En el aspecto positivo y motivador está que los espectadores guardaban cola antes de entrar para ocupar sus butacas preferidas. El nuevo proyecto del Cine Felgueroso empezaba a coger forma.

Miguel Ramos era el alma de la Tertulia Ci-

nematográfica Sala Oscura, nos conocíamos desde su fun-dación. Aunque llegó en la tercera sesión, él siempre de-cía que no era socio fundador. Lo siento, pues estaba equi-vocado, yo pienso que si no era fundador con su llegada lo refundó, sin su presencia no habríamos durado más de una o dos temporadas y va-mos ya para veinte. Allá donde nos encontrábamos siempre salían a relucir nuestros pro-yectos o trabajos pendientes; cuando teníamos que progra-mar llegaba con una relación de títulos que nos desbordaba por su cantidad y calidad; cuando teníamos que acudir a los medios de comunicación o a alguna negociación o pre-sentación, era el primero en apuntarse; defendía la integri-dad de la Tertulia con una fe incombustible; hacía gestio-

nes comprometiéndose per-sonalmente y empleaba su tiempo libre en mejorar nues-tra calidad. Uno de los mo-mentos más felices de su vida fue cuando supimos, primero que el Cine Felgueroso pasa-ría a ser de gestión municipal, lo que implicaba que se vol-vía a abrir, y después, cuando se nos dijo que llevaríamos la

gestión de parte de la programación. Era el cine de su vida, donde probablemente vió su primera película y dis-frutó de la última.

Entre nuestros pro-yectos estaba escribir una historia de Sala Oscura con motivo de nuestro XX aniversario, era otra idea de Miguel. Estaba guardando todo tipo de documentos, bibliografía e informa-ción sobre nuestra ter-tulia. Langreo perdió

un hombre de la cultura, yo además perdí un amigo. Nunca le olvidaremos, su presencia y ánimos perdurará en nuestro recuerdo hasta el fin de nues-tros días.

La antorcha de Miguel la re-cogió Inma, su esposa, la cual nos honra con su presencia en todas y cada una de nuestras sesiones.

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el sábado 6 de octubre de 2007, el Cine Fel-gueroso reinicia, bajo el amparo del Ayunta-miento de Langreo, sus sesiones comerciales. A lo largo del mes, los sábados y domingos se proyecta un tipo de cine denominado fami-liar, donde se pretende estrenar, casi simultá-neamente que el resto del país, los éxitos co-merciales, las películas con repercusión me-diática que Langreo se niega a dejar pasar de largo.

La primera remesa estaba formada por Ra-tatouille (2007) de Brad Bird, una película de dibujos acogida como lo mejor de lo estre-nado en España en 2007 por la crítica es-pecializada; Los 4 fantásticos y Silver Sur-fer (2007) de Tim Story, cine de consumo para un público infantil-juvenil; Los Simp-son: La película (2007) de David Silverman, el creador de la popular saga de dibujos, que tanto apreciamos muchos cinéfilos y nues-tros hijos; y El ultimátum Bourne (2007) de Paul Greengrass, brillante, dinámico y divertido cierre de la saga Bourne.

A partir de esta fecha, se siguen proyec-tando todos los fines de semana cine co-mercial, que el público acoge con agrado y cubre una sec-ción necesaria para estar al día viendo películas en una sala cinematográfica.

En los fines de semana si-guientes, se siguieron desa-rrollando las proyecciones y el público cada vez acu-dió en mayor número. Entre otras, también se pusieron: Horton (2008) de Jimmy Ha-yward y Steve Martino, de di-bujos animados; Las crónicas de Spiderwick (2008) de Mark Waters, aventuras y mucha fantasía; Como la vida misma (2008) de Peter Hedges, una comedia dramática.

Los mayores éxitos de público en esta faceta de fines de semana, fueron: Vicki Cristina Barcelona (2008) de Woody Allen, cinta rodada a caballo entre Barcelona y Asturias, (¿quién nos lo iba a

decir?), de la que considero que necesita una nueva vi-sión más reposada que sólo puede dar el paso del

tiempo, que cuenta con protagonistas españoles encabezando el reparto, Javier Bardem y Pené-lope Cruz, ganadora del primer Oscar para una actriz española; El caballero oscuro (2008) de

Ratatouille (2007) de Brad Bird, que tuvo gran acogida, fue una de las películas proyectadas en el Cine Felgueroso en sus sesiones comerciales.

El caballero oscuro (2008) de Christopher Nolan, una de las cintas sobre el mundo del comic que mayores elogios recibió de la crítica y de los aficionados.

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Christopher Nolan, la última entrega de Batman y la mejor de las cintas adaptadas de un comic, con una sobresaliente actuación del malogrado Heath Ledger, de la que todos sabíamos que se-ría reconocida con un Oscar; Mamma mia! La película (2008) de Phyllida Lloyd, un musical al ritmo de las canciones de Abba; Wall-E (2008) de Andrew Stanton, la película de animación más conocida del año; Crepúsculo (2008) de Ca-therine Hardwicke, lo último en el cine de vam-piros; Australia (2008) de Baz Luhrmann, una drama australiano que triunfó en medio mundo; Che:Guerrilla (2008) de Steven Soderbergh, pri-mera parte de un biopic sobre el líder revolucio-nario; y La Pantera Rosa 2 (2009) de Harald Zwart, donde ahora el famoso inspector Clouseau está interpretado por Steve Martin, y la polémica y comparaciones con el original están servidas.

el miércoles 24 de octubre de 2007, a las ocho de la tarde, El cine de la Caja inicia sus ci-clos en la nueva sala del Cine Felgueroso con 2 días en París (2006) de Julie Delpy. Se proyec-taron ocho filmes, entre los que destacan Fast Food Nation (2006) de Richard Linklater; Media luna (2006) de Bahman Ghobadi; Yo (2007) de Rafa Cortés; Chanson d’amour (2006) de Xabier Giannoli; Réquiem por Billy el Niño (2006) de Anne Feinsilber; y Conversaciones con mi jar-dinero (2006) de Jean Becker. El número de es-pectadores aumentó considerablemente con respecto a las proyecciones del Salón de Actos de Cajastur en Sama.

Entre mayo y junio de 2008 se proyectaron siete films dentro del ciclo Intersecciones: Joe Strummer (vida y muerte de un cantante) (2007) de Julien Temple, un documental sobre las an-danzas artísticas del líder de The Clash; Al otro lado (2007) de Fatih Akin, un filme germano so-bre la convivencia entre turcos y alemanes; El baño de papá (2007) de Enrique Fernández y César Charlone, una excelente cinta uruguaya; La edad de la ignorancia (2007) de Denys Ar-cand, que cierra, quince años después, la trilo-gía iniciada con El declive del imperio americano; Crashback (2007) de Sean Ellis, una comedia dramática sobre un joven que sufre de insom-nio al abandonarle su novia; Lo mejor de mí (2007) de Roser Aguilar, película española que

trata de amor y de dudas; y Buda explotó por ver-güenza (2007) de Hana Makhmalbaf, una obra iraní dirigida por una joven de 18 años.

El siguiente ciclo programado fue Disloca-ciones, entre los meses de octubre y noviembre de 2008. Contenía títulos como Dejad de que-rerme (2008) de Jean Becker, una cinta que ha-bla sobre la cosas bellas y las ganas de vivir; Ga-rage (2007) de Leonard Abrahamson, una cinta irlandesa a medio camino entre el drama y la comedia; La vida sin Grace (2007) de James C. Trouse, premio del público en Sundance, donde destaca la interpretación de John Cusack y la música, compuesta por Clint Eastwood; o Yo serví al rey de Inglaterra (2006) de Jiri Menzel, una comedia irónica.

En el primer trimestre de 2009, dentro del Cine de la Caja, se presenta el ciclo Adolescentes en la pantalla, que hace el número 84. Su pro-grama consta de obras tan carismáticas e im-portantes como Muerte en Venecia (1971) de Lu-chino Visconti; Mensaka (1998) de Salvador Gar-cía; Amarcord (1973) de Federico Fellini; Taxi driver (1976) de Martin Scorsese; Tapas (2005) de José Corbacho y Juan Cruz; y Las uvas de la ira (1940) de John Ford.

En el segundo trimestre de 2009 la Caja pone en el Cine Felgueroso un ciclo de Luis Buñuel. Es el número 85 de los programados por la entidad cultural. Constaba de un documental y seis pe-lículas del maestro. En Sama se puso en primer lugar el documental titulado El último guión. Buñuel en la memoria (2008) de Javier Espada y Gaizka Urresti, donde Jean Claude Carrière, guionista de Don Luis, y su hijo primogénito Juan Luis Buñuel, recorren los lugares donde transcurrió la vida del genial cineasta. Después vinieron los films: Él (1952), producción meji-cana que constituye uno de los mejores estudios que se hicieron sobre los celos; Ese oscuro objeto del deseo (1977), su despedida del cine con una genial adaptación de la novela de Pierre Louis La mujer y el pelele; Abismos de pasión (1953) la me-jor adaptación posible de Cumbres borrascosas; Nazarín (1958), la historia de un cura quijotesco; Ensayo de un crimen (1955), la cinta mejicana que definitivamente le abrió las puertas del cine fran-cés; y Belle de Jour (1966) un retrato perfecto de la mujer y sus misterios.

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en el antiguo local de proyección de la Obra Social de Cajastur se programaron multitud de cintas, la mayoría con una calidad excepcional. Un tipo de cine caracterizado por su vanguardismo e independencia, además de países cuya filmografía es difícil de contemplar por estos pagos. A veces, la programación se solapaba con la de Sala Oscura en La Felguera o en Sama y en ocasiones llegamos a acuerdos para no interferir.

Las cintas proyectadas por la Caja venían en-globadas en ciclos y se proyectaban los lunes y miércoles, después de recorrer otras localidades asturianas como Oviedo, Gijón y Mieres. Ca-jastur editó una serie de monográficos de sus ciclos que tuvieron una buena acogida por los cinéfilos.

El Cine de la Caja en Langreo creo que em-pezó con tal denominación en 1989, con la pro-yección de ciclos y la edición de monográficos, que tenían un formato de 21x30. En una pri-mera etapa se vendían a 150 pesetas, con excep-ción de ciertos números especiales. Hoy en día son objeto de colección por los cinéfilos. Los langreanos nos acostumbramos a sus sesiones y hoy en día sabemos que sirvieron para man-tenernos al día con lo más independiente de la producción mundial.

Algunos de sus ciclos y películas destacadas son:

Los libros en el cine español: Campanadas a medianoche (1965) de Orson Welles, una serie de recortes de obras de Shakespeare y donde la ge-nialidad del niño prodigio de Wisconsin impera; Fortunata y Jacinta (1970) de Angelino Fons, adaptación de la obra homónima de Benito Pé-rez Galdós, con Emma Penella demostrando su poderío como actriz; El desencanto (1976) de Jaime Chavarri, un documental memorable so-bre el poeta Leopoldo Panero, muerto en 1962 en Astorga; o El Sur (1983) de Víctor Erice, basada en un relato de Adelaida García Morales, una de las cintas más aclamadas de nuestro cine.

¡Va de fotógrafos!: entre las que vimos El fotógrafo del pánico (1960) de Michael Powell, un thriller sobre un psicópata que fotografía a sus víc-timas mientras las asesina, todo un clásico del cine

de terror; Blow-Up (1966) de Antonioni, sobre un fotógrafo británico de moda que por casua-lidad descubre un crimen en una de sus instan-táneas, un referente del modernismo pop de los sesenta; El año que vivimos peligrosamente (1983) de Peter Weir, sobre un reportero enviado a In-donesia en la revuelta contra Sukarno en 1965;

o La línea del cielo (1983) de Fernando Colomo, sobre un fotógrafo español que va a Nueva York para cambiar de aires.

El Western, una aproximación al género: Uno de los ciclos que más me gustó y donde ha-bía obras imperecederas como Los siete magnífi-cos (1960) de John Sturges, un celebrado remake de Los siete samuráis (1954) de Akira Kurosawa; Río Conchos (1964) de Gordon Douglas, un wes-tern con mucha acción y muy entretenido con un excelente Anthony Franciosa candidato a los Globos de Oro, actor desaprovechado como nin-gún otro, y al que yo vi en una gala de clausura del Festival de Gijón compartiendo escenario con Arturo Fernández; El salvaje (1952) de George Marshall, con un insólito Charlton Heston ha-ciendo de indio; Una pistola al amanecer (1956) de Jacques Tourner, un western pasional rodado con mucha maestría; o El forastero (1940) de Wi-lliam Wyler, con Gary Cooper y el mejor actor de reparto de la historia, Walter Brennan, que aquí consiguió uno de sus tres Oscar.

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Protagonista, La mujer: Con cintas como: La pequeña Vera (1988) de Vasili Pichul, un drama de la URSS; Chicas de Nueva York (1986) de Lizzie Borden, otro drama, pero en este caso americano; Un asunto de mujeres (1988) de Claude Chabrol, ahora trasladándonos a Francia; Si estuvieras aquí (1987) de David Le-land, sobre una adolescente rebelde; y El rayo verde (1986) de Eric Rohmer, una hermosa cinta sobre la soledad femenina.

Ecos de fuego: América. Ciclo dedicado al cine sudamericano con obras como: La Rau-lito (1975) de Lautaro Murúa, cinta argentina dirigida por un chileno que tuvo una excelente carrera comercial en España y que ya se había estrenado comercialmente en nuestros cines lan-greanos; Sangre del cóndor (1969) de Jorge San-jinés, una cinta boliviana de cine social; o La úl-tima cena (1976) del cubano Tomás Gutiérrez Alea, sobre un acontecimiento histórico.

La discapacidad en el cine. Contó con: Be-linda (1948) de Jean Negulesco, un enorme me-lodrama sobre una joven sordomuda que se con-funde con discapacidad mental; Máscara (1985) de Peter Bogdanovich, una historia real sobre un adolescente con el rostro desfigurado como si tu-viera una gran máscara; Mi pie izquierdo (1989) de Jim Sheridan, otro relato real sobre un escri-tor y pintor inglés aquejado de parálisis; o Los santos inocentes (1984) de Mario Camus, sobre la novela homónima de Delibes que dió lugar a una de las mejores películas españolas de todos los tiempos.

Maratón de cine. Estaba formado por obras maestras de la cinematografía mundial y se pu-dieron ver: Ladrón de bicicletas (1948) de Vitto-rio de Sica, obra clave del neorrealismo italiano; Fanny y Alexander (1982) el testamento cinema-tográfico de Ingmar Bergman; La strada (1954) de Federico Fellini, uno de sus filmes más repre-sentativo y uno de los mejores; o Retorno al pa-sado (1947) de Jacques Tourneur, donde el cine negro alcanza cotas insuperables.

El séptimo sexo: Lolita (1962) de Stanley Ku-brick, la mejor adaptación posible de la famosa y polémica novela de Vladimir Nabokov; Mar-quis (1989) de Henri Xhonneux, película francesa de animación que trata del paso del Marqués de Sade por la Bastilla; o Festival erótico de Nueva York (1973), una cinta documental de varios autores que en España se estrenó clasificada «S».

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La estética de la fotografía: con entre otras Gritos y susurros (1972) de Ingmar Bergman, una película que uno siempre recuerda en rojo; Arde Mississippi (1988) de Alan Parker, cinta rodada con primorosas tonos pastel y claroscuros; La estrategia de la araña (1970) de Bernardo Bertolucci, inspi-rada en un cuento de Jorge Luis Borges; o La soledad del corredor de fondo (1962) de Tony Richardson, película del Free Cinema en blanco y negro.

Dos santorales: se pasaron Jesús de Mon-treal (1989) de Denys Arcand, donde un grupo de actores quiere representar la vida de Jesús de Nazaret; La última tentación de Cristo (1988) de Martin Scorsese, en su obra más polémica; o Yo te saludo María (1984) de Jean-Luc Godard, más polémica, si cabe, que la anterior.

35 mm de terror: Hellraiser (1987) de Clive

Barker, película británica de horror sobre el placer y el dolor que generó una saga que llega hasta el 2006; La noche del demonio (1980) de Ja-mes C. Wasson, cinta de terror con monstruo e isla incluidos; o La serpiente y el arco iris (1987) de Wes Craven, cinta de terror que se adentra en el terreno del vudú.

Japón: El arpa birmana (1956) de Kon

Khikawa, una obra antibelicista, de la que su autor hizo un remake en color en 1985, aunque no sé qué versión se puso; El señor de los burdeles (1987) de Shohei Imamura, una sátira del cine ja-ponés; Rashomon (1950) de Akira Kurosawa, una trama sobre una acusación de asesinato, pionera

del cine japonés en los mercados internaciona-les, ganó el premio Oscar y en Venecia; o El impe-rio de la pasión (1978) de Nagisha Oshima, cinta muy escandalosa en su época.

Mentes selladas: Un ángel en mi mesa (1990) de Jane Campion, una adaptación de la auto-biografía de Janet Frame; Zelig (1983) de Wo-ody Allen, un excelente falso documental sobre el hombre camaleón; Con el culo al aire (1981) de Carles Mira, una comedia interpretada por Ovidi Montllor sobre el descubrimiento del sexo y sus consecuencias en una España profunda; o Corredor sin retorno (1963) de Sam Fuller, un ex-traordinario filme independiente rodado con un presupuesto ínfimo, sobre un periodista que para resolver un crimen no duda en hacerse internar en un psiquiátrico.

Francia: Milou en mayo (1990) de Louis Ma-lle, una cínica mirada sobre el Mayo del 68; Cuento de primavera (1998) de Eric Rohmer, cinta que ini-cia los Cuentos de las cuatro estacione; o Cuento de invierno (1992), su segunda entrega.

Democracia es igualdad: Riff-Raff (1990) de Ken Loach, una de sus mejores obras donde mez-cla drama, comedia y crítica de una manera des-lumbrante; Eduardo Manostijeras (1990) de Tim Burton, un magistral cuento a medio camino entre Frankenstein y Pinocho; o El Lute II (1988) de Vicente Aranda, segunda parte de la vida del famoso delincuente Eleuterio Sánchez.

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Morbo duro: Henry retrato de un asesino (1986) de John McNaughton, cinta bastante re-pelente en su contenido pero imprescindible, que logra crear una atmósfera demencial; Adre-nalina (1995) de Albert Pyun, una obra en el ca-mino de la ciencia ficción; Santa sangre (1989) de Alejandro Jodorowsky, un melodrama psico-lógico y surrealista; o Evilio (1992) un corto de Santiago Segura.

Nuevos realizadores del cine español: Un ciclo completísimo de lo que se cocía a mitad de los noventa, con A ciegas(1997) de Daniel Cal-parsoro, un drama sobre el terrorismo; Fami-lia (1996) de Fernando León de Aranoa, su pri-mer y prometedor largometraje; Tierra (1996) de Julio Medem, uno de sus trabajos más recor-dados; El último viaje de Robert Rylands (1996) de Gracia Querejeta, un drama que contentó a poca gente; y otras como La buena vida (1996) de David Trueba; Cachito (1995) de Enrique Ur-bizu; Alma gitana (1995) de Chus Guriérez; Hola ¿estás sola? (1995) Icíar Bollaín; Éxtasis (1995) de Mariano Barroso; Cosas que nunca te dije (1995) de Isabel Coixet; El amor perjudica la sa-lud (1996) de Manuel Gómez Pereira; Más que amor frenesí (1996) de Alfonso Albacete; La vida privada (1996) de Vicente Pérez Herrero; Matías juez de línea (1995) de Santiago Aguilar y Luis Guridi; Tengo una casa (1996) de Mónica Laguna; y Mamá es boba (1997) de Santiago Lorenzo. También se proyectaron tres cortos.

Intersecciones 2001: Bamboozled (2000) de Spike Lee, en su continua lucha por los de-rechos de los afroamericanos; Réquiem por un sueño (2000) de Darren Aronofsky, una dura historia sobre la adicción a las drogas, autor del que yo había visto una cinta de culto titulada Pi de 1999 y era una obra excelente; y ¡Qué pa-sada! (2000) de Mark Herman, del nuevo cine social británico.

Los mejores años de nuestra vida: Con Estación Central de Brasil (1998) de Walter Sa-lles, Oso de Oro en el Festival de Berlín, histo-ria de una amistad entre una vieja y un niño que se encuentran igual de perdidos en el mundo; y Little Voice (1998) de Mark Herman, una insólita comedia musical que cuenta con

unas interpretaciones geniales, destacando una vez más Michael Caine, uno de los mejores acto-res británicos de todos los tiempos.

El paraíso dañado: Un ciclo de cintas sud-americanas con títulos tan curiosos como Espe-rando al Mesías (2000) de Daniel Burman, una serie de vidas cruzadas en Buenos Aires; La per-dición de los hombres (2000) de Arturo Ripstein, donde su autor confiesa que quiso abundar en lo ridículo para ver como la sinrazón y la tragedia nacen en la comedia; La ley de Herodes (1999) de Luis Estrada, una comedia negra sobre el sistema político mejicano; Así es la vida (2000) de Arturo Ripstein, rodada con cámara digital y un presu-puesto ínfimo; Plata quemada (2000) de Mar-celo Piñeyro, una excelente crónica negra que no deja indiferente a nadie y La virgen de los si-carios (2000) de Barbet Schroeder, una cinta in-dependiente rodada en Medellín, donde su au-tor se aleja del cine que estaba desarrollando en Hollywood. Fue el ciclo número 61.

Nueva comedia americana: Walking and ta-lking (1995) de Nicole Holofcener, una comedia independiente; Luna sin Miel (1996) de Steven

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Baigelman, la cual explota las frustraciones de la generación X; Flirteando con el desastre (1996) de David O. Russell, una road movie; Tú asesina que nosotros limpiamos la sangre (1996) de Red Braddock, una comedia macabra; Mi desconocido amigo (1996) de Matt Reeves, sobre la pérdida de la inocencia; Encantado de matarte (1996) de La-rry Bishop, ambientada en el mundo de los gánsters; Ella es única (1996) de Edward Burns, pequeñas historias con aires de comedia; La verdad sobre perros y gatos (1996) de Michael Leh-mann, una comedia amable; Mallrats (1995) de Kevin Smith, su segundo largometraje des-pués del sorprendente éxito de Clerks; y Denise te llama (1996) de Hal Salwen, una comedia del cine independiente.

Cine psicotrópico mexi-cano: El boletín nos anunciaba Un cine catalogado como serie Z, con monstruosos variopintos, luchadores enmascarados, mu-jeres de rompe y rasga y donde se utiliza un lenguaje fronterizo, un cine lleno de sensaciones en-frentadas y que va directamente a los sentidos. Se proyectaron cinco obras, que son: La Llo-rona (1933) de Ramón Peón, un realizador cubano que trata sobre el espectro de una ma-dre que ha asesinado a sus hi-jos y ahora vaga por el mundo llorando su dolor; Ladrón de cadáveres (1956) de Fernando Méndez, la primera cinta me-jicana que conjuga la lucha li-bre y el horror; Santo Vs. El ha-cha diabólica (1965) de José Díaz Morales, una de las 150 cintas sobre el popular luchador; Hasta el viento tiene miedo (1976) de Carlos Enrique Ta-boada, próxima al terror clásico, esta vez en un internado de jovencitas; y Cronos (1992) de Gui-llermo del Toro, una revisión muy particular so-bre el vampirismo, protagonizada por el siempre solvente Federico Luppi.

También organizaron un ciclo genérico lla-mada Pantalla abierta, con más de diez edicio-nes, una especie de cajón de sastre donde se puso mucho cine independiente que resultaba muy difícil de ver en nuestras salas comerciales. Pasa-ron títulos como El zoo de cristal (1987) de Paul Newman, una adaptación de la obra de Tennes-

see Williams rodada con un bajo presupuesto y con un extraordinario reparto enca-bezado por John Malkovich y Joanne Woodward; La cace-ría (2002) de William Fried-kin, una cinta antibelicista; El beso de un extraño (1983) de Matthew Chapman, un thri-ller ubicado en el mundo del cine; El buque faro (1986) de Jerzy Skolimowski, un drama muy claustrofóbico; Sacrifi-cio (1986) de Andrei Tarko-vski, que trata la falta de espi-ritualidad y fue muy bien aco-gida por la crítica; La diagonal del loco (1984) de Richard De-mbo, cinta suiza ganadora del Oscar a la mejor película extranjera; Regreso a Bounti-ful (1985) de Peter Masterson, una obra que cuenta con una sensibilidad contagiosa; Las bodas bárbaras (1987) de Ma-rion Hänsel, con unos diálo-gos imposibles entre una ma-dre y su hijo; o Esclavos en Nueva York (1989) de James Ivory, cuatro historias dife-rentes con el nexo común de la misma protagonista.

Con motivo del ciclo nú-mero cincuenta de Cajas-tur, editaron Lo mejor de…,

que constaba de 10 obras esenciales como eran: Cliente muerto no paga; La vida en bo-hème; Week-end; Supervixens, Dulce porvenir, Mouchette; El cielo sube; El hombre tranquilo Innesfrie; Funny Games y Amanecer. En la di-fusión del ciclo se hacía hincapié en que Un to-tal de 403 directores han pasado por nuestras sa-las, se han proyectado 179 cortos y 500 largos en

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1.200 sesiones. Acudieron más de 150.000 especta-dores. Estamos hablando claro está del conjunto de Asturias.

En resumen, El cine de la Caja, desarrolló en Langreo una labor de difusión cinematográfica descomunal.

el largometraje se anima, fue un miniciclo de películas de animación francesas, proyectadas en el Cine Felgueroso en septiembre de 2007, en colaboración con La Alianza Francesa, con Aus-picio de la Embajada Francesa y entrada gra-tuita. Las obras proyectadas fueron: El rey y el pá-jaro (1980) de Paul Grimaut; La profecía de las ra-nas (2003) de Jacques-Rémy Girerd; y El perro, el general y los pájaros (2003) de Francis Nielsen.

el ayuntamiento de langreo, gracias a la co-laboración entre las Áreas de Cultura y Juven-tud, inicia en el año 2007 un nuevo proyecto en el Cine Felgueroso, DocumentaLangreo. Fue un ciclo de cinco largometrajes documentales que se presentaron con el comentario de películas con un alto contenido social, de denuncia, crítica y de escepticismo ante el sistema. Se programaron los viernes de noviembre y constaba de: Resisten-cia (2006) de la directora langreana Lucinda To-rre, que trata sobre el conflicto de Duro Felguera en 1993, donde 232 trabajadores fueron despedi-dos, y que resultó una cinta muy polémica en el Valle del Nalón, por parte de la gente que vivió los hechos, pero que dispone de una calidad ex-celente y está avalada por multitud de premios,

fue seleccionada en varios festivales y progra-mada en el marco de diversas actividades cultu-rales de universidades de todo el mundo; Las alas de la vida (2006) de Antoni P. Canet, uno de los documentales más impresionantes e imprescin-dibles del cine español, al versar sobre una per-sona que se enfrenta a una enfermedad neurode-generativa y que junto a su familia, reclama una vida y una muerte dignas; En el hoyo (2005) del mejicano Juan Carlos Dulfo, sobre unos trabaja-dores que construyen un puente en la ciudad de México; La pesadilla de Darwin (2004), película francesa de Hubert Sauper, sobre la manipula-ción de un lago africano, en los sesenta, que pro-voca la desaparición de todas las especies autóc-tonas y la multiplicación de unas percas que se comercializan en Rusia, aunque el dinero gene-rado sólo se emplea en la industria armamentís-tica; y Llach: la revolta permanent (2006) de Lluis Danés, sobre la motivación que llevó al cantau-tor catalán Lluis Llach a componer Campanades a mort, es decir la revuelta del 3 de marzo de 1976 en Vitoria, donde una carga de la policía en el trans-curso de una asamblea de trabajadores, provocó cinco muertos y más de cien heridos de bala. Años después, Llach vuelve a Vitoria para interpretar la canción en un concierto multitudinario.

La acogida de esta experiencia hace que el evento se programe en años sucesivos, conti-nuando en mayo de 2008 con cuatro largometra-jes. El primero fue el español El pollo, el pez y el cangrejo real (2008) de José Luis López-Linares, que narra el esfuerzo de un cocinero por conseguir un prestigioso premio gastronómico y cuya pro-yección fue precedida de una charla de cocina. A

DocumentaLangreo, un nuevo proyecto para la programación del Cine Felgueroso a partir de 2007. El cine documental tiene cabida en nuestros entorno y despierta el interés de nuestro público.

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continuación se pasaron Los reyes del Ártico (2007) de los americanos Adam Ravetch y Sarah Robertson, sobre los terribles efectos de la intervención del hombre en nuestro frágil mundo; Mo-rir en Jerusalén (2007) de Hilla Medalia, una cinta sobre el conflicto palestino-judío; y Nömadak TX (2006) del espa-ñol Raúl de la Fuente, una especie de road-movie musical.

el 26 de noviembre de 2007, llega al Felgueroso el Festival Internacional de Cine de Gijón, que desarrolla su 45 edición. Habíamos tenido una reunión en el mes de agosto en la nueva sede del festival, en la casa de la Palmera de Gijón, con su director, José Luis Cien-fuegos, donde nos manifestó el carác-ter asturiano del Festival. La iniciativa cuajó para Langreo y Candás. Las cintas seleccio-nadas fueron: L622 Radio la Colifata (2007), un documental del español Carlos Larrondo sobre una emisora de radio en un hospital psiquiátrico en Buenos Aires, que contó con la presencia en Sama de su director; El astillero (perdonen las mo-lestias) (2007), del español Alejandro Zapico, un documentalista que la inició en el año 2000 y re-coge todas las vicisitudes de Naval Gijón hasta la salida de la cárcel de los líderes sindicales Cán-dido y Morala en 2007, y que también vino a pre-sentarla; M (2007), una cinta argentina de Nicolás Prividera ;y se remató con una sesión de cortome-trajes de título Auteur de minuit, de una de las más prestigiosas productoras del mundo.

Al año siguiente continuó la colaboración y se seleccionaron: El brau blau (2008) del español Da-niel V. Villamediana, celebrándose un coloquio con su director; Poca ropa (2008), producción española de Alberto Vázquez, que también comparte un co-loquio con los espectadores; Construcción de una ciudad (2007) del argentino Néstor Frenkel, que nos deleita con su presencia; L’escaezu (2008) de Juan Luis Ruiz y Lucía Herrera, jóvenes realizado-res españoles que acuden a presentar su obra. Ade-más se proyectan una selección de cortos de ani-mación bajo el título de Studio Aka, de una de las más importantes productoras inglesas.

a partir de enero de 2008, Sala Oscura desa-rrolló y programó en el Cine Felgueroso un ci-clo de título El cine contra las cuerdas ¡segun-dos fuera!, donde se incluían 11 películas sobre el mundo del boxeo. Era un proyecto diseñado por Miguel Ramos en el que estaba trabajando la Tertulia y que una vez cerrado, se lo dedicamos. En el boletín informativo aparecen sus últimos textos realizados expresamente para el ciclo, des-tacando una extensa filmografía sobre el boxeo en el cine que llevaba meses elaborando. Cons-taba de las siguientes cintas: El campeón (1931) de King Vidor, un melodrama de mucho éxito; Me convirtieron en un criminal (1939) de Busby Berkeley, una rareza en la filmografía de este di-rector ya que su especialidad era el cine musi-cal, donde destacaban sus hermosas e innova-doras coreografías; El difunto protesta (1941) de Alexander Hall, una espléndida comedia cuya trama argumental fue copiada hasta la saciedad; Nadie puede vencerme (1949) de Robert Wise, narrada en tiempo real, el que transcurre antes,

Portada del boletín sobre el mundo del boxeo en el cine, que tuvo una buena acogida en el Cine Felgueroso. El ciclo estaba formado por más de una obra maestra.

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durante y después de un combate y en la que disecciona con gran crudeza el submundo del boxeo; El ídolo de barro (1949) de Mark Robson, la ambición desmedida de un campeón, con un impagable Kirk Douglas en uno de esos papeles que convierten a un actor en un mito; Marcado por el odio (1956) de Robert Wise, sobre la vida de Rocky Graziano, que sirvió para empezar a ver a Paul Newman como un actor extraordina-rio; Más dura será la caída (1956) de Mark Ro-bson, vagamente inspirada en la vida de Primo Carnera y la última aparición en la gran panta-lla del mítico Bogart; Requiem por un campeón (1962) de Ralph Nelson, con Anthony Quinn en el mejor momento de su carrera y con uno de los mejores finales que se recuerdan en el cine; Rocky (1976) de John G. Avildsen, el éxito que provocó el lanzamiento de Silvester Stallone y un buen número de secuelas; Toro Salvaje (1980) de Martin Scorsese, una de las mejores películas de los ochenta; y The boxer (1997) de Jim Sheridan, la encrucijada entre dos mundos de un boxeador que fue militante del ira.

El ciclo presentaba ciertas dudas a la hora de programarlo, debido al rechazo que por su vio-lencia podría generar en los espectadores, pero la selección fue muy adecuada y la fuerza dramática, social e incluso cómica de las cintas, hizo de él un éxito de público. Los ciclos de Sala Oscura empe-zaban a consolidarse en el nuevo escenario.

el cine felgueroso fue el lugar elegido para el es-treno, el día 12 de enero de 2008, del cortometraje A golpe de tacón (2007) de la directora asturiana

Amanda Castro, que narra un episodio de las vi-das de Anita Sirgo y Constantina Pérez durante la huelga minera de 1962. Está interpretado por las actrices Cristina Marcos y Lola Herrera. La mú-sica es de Víctor Manuel y el guión de Pedro Al-berto Marcos. Contó con la presencia del equipo técnico y Victor Manuel interpretó en directo el tema de la película. El éxito fue tal que hubo que proyectarla en las dos salas, hacer tres pases y re-petirlo días después. La cinta tuvo una buena re-percusión mediática y consiguió entre otras cosas el Premio del público en el I Festival Madame 2009, Audiovisual Sanjenjo, en Pontevedra; el Urogallo de Bronce en el Centro Asturiano de Madrid y par-ticipó en la XIV Edición del Festival Internacional de Cine Mediterráneo de Tetuán.

Esta obra inició el ciclo Rodado en Asturias, donde se pusieron, los sábados y domingos a las 7 de la tarde, y enmarcado en nuestro cine comer-cial, los siguientes títulos: La torre de Suso (2007) de Tom Fernández, una propuesta muy intere-sante de cine asturiano, con la presencia de ac-tores como Javier Cámara, Gonzalo de Castro, Malena Alterio y Emilo Gutiérrez Caba, que cuenta con una excelente banda sonora original de los hermanos Tejedor con la inclusión de dos temas míticos de Los Stukas, pertenecientes a su obra cumbre Hazañas Bélicas, y en la que el di-rector-guionista sabe de qué habla y la idiosin-crasia Asturias sale muy bien reflejada; El orfa-nato (2007) de Juan Antonio Bayona, con guión del asturiano Sergio G. Sánchez, el cual había sido el vencedor en una de las primeras edicio-nes de Artnalón video con 3773; Luz de domingo (2007) de José Luis Garci, sobre un cuento de

Invitación a la premiére de La torre de Suso (2007) de Tom Fernández, el 5 de noviembre de 2007 en Mieres. Un orgullo para todos los ciudadanos de las Cuencas Mineras.

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Ramón Pérez de Ayala, que fue la úl-tima interpretación de Alfredo Landa y donde Garci mantiene su esquema de hacer cine; y Oviedo express (2007) de Gonzalo Suárez, polémica, contro-vertida y desigual última obra, hasta la fecha, del realizador asturiano. El ciclo tuvo mucho público y asentó defini-tivamente el cine comercial de fin de semana en el Felgueroso.

Los miembros de Sala Oscura fui-mos a Mieres, a los cines del nuevo centro comercial, al estreno nacional de La torre de Suso. Tom su director y amigo personal de Miguel, nos in-vitó y allí pudimos vivir una noche de glamour propia de un estreno. Acu-dieron cientos de personas y autori-dades presididas por Don Vicente Ál-varez Areces. La película fue proyec-tada en cuatro salas simultáneamente y los actores y equipo técnico presen-tes se distribuyeron por las mismas. Tuvimos ocasión de felicitar a su au-tor y comprobar que la obra de Tom podía ser un éxito y dar continuidad a su carrera. Aquella noche Miguel era feliz, un compañero del curso cinema-tográfico del 95 en la Universidad de Oviedo había llegado a lo más alto. Miguel ha-bía sido invitado al rodaje y acudió varios días, realizó un reportaje fotográfico del que se sentía muy orgulloso. Pera nosotros la historia del rea-lizador había comenzado mucho antes, cuando ganó con su corto Los huracanes, el surf y los sioux en el Primer Certamen de Vídeo Artnalón y con el dinero del premio, se trasladó a Madrid e inició su andadura profesional en el mundo del cine. Durante muchos años fue guionista de la extraordinaria y archiconocida serie de tv Siete vidas. Después llegó todo lo demás.

en el segundo trimestre del año 2008, Sala Oscura organiza y exhibe un ciclo, en el Cine Fel-gueroso, dedicado a Miguel, nuestro compañero recientemente desaparecido, de título Miguel Ra-mos: uno de los nuestros y de subtítulo Siempre nos quedará París. En el acto de presentación, el 1 de abril de 2008, se contó con la presencia de las

autoridades locales, familiares y mucho público. Tomó la palabra para presentar el acto Alejan-dro Zapico, presidente de Sala Oscura y os puedo asegurar que no dejó indiferente a nadie en la emocionante semblanza que hizo de Miguel. Después vino una intervención musical a cargo del Grupo de Cuerda Pulsada Laudare, los cua-les interpretaron temas inolvidables de la música cinematográfica, que conmovieron a los especta-dores. A continuación pasamos a ver la proyec-ción de Casablanca (1942) de Michael Curtiz. No podía ser otra, pues todos sus amigos sabíamos del amor de Miguel por la mítica cinta. La nueva revisión del incunable, acompañados de su fami-lia, amigos y decenas de espectadores, nos trajo

Siempre nos quedará París. Boletín monográfico dedicado a uno de los nuestros: Miguel Ramos. Todos los comentarios de las cintas comentadas eran suyos.

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emotivos e inolvidables recuerdos. Como com-plemento, se editó una publicación cuyos tex-tos eran una recopilación de trabajos de Miguel realizados para Sala Oscura que seleccionamos procurando escoger aquellos que estaban dedi-cados a sus obras predilectas. Quedaron muchas en el tintero pero habrá otra oportunidad para resarcirnos.

En los martes siguientes se pasaron otras 12 películas, todas seleccionadas y proyectadas ante-riormente por Sala Oscura y de las cuales Miguel había dejado constancia con sus sagaces comen-tarios en los que nos muestra su profundo amor a las mismas, que fueron: Ben-Hur (1925) de Fred Niblo, una de las mejores cintas del cine mudo, que Miguel nos había descubierto unos años an-tes y que todos apreciábamos; Laura (1944) de Otto Preminger, fascinante muestra del cine ne-gro de los cuarenta y probablemente la mejor obra de su autor; Gilda (1946) de Charles Vidor, el mito de Rita Hayworth en todo su esplendor; La noche del cazador (1955) de Charles Laughton, en el según comentan más perverso cuento de hadas del cine; Calle Mayor (1956) de Juan Anto-nio Bardem, el perfecto retrato de la medio-cridad moral de los españoles en los años cin-cuenta; Testigo de cargo (1957) de Billy Wilder, el mejor drama judicial que podemos contemplar en una pantalla; Ninotchka (1939) de Ernst Lu-bitsch, donde por fin la Garbo se ríe; La calumnia (1961) de William Wyler, un estupendo drama psicológico que trata sobre la homosexualidad

femenina y su represión; Dersu Uzala (1975) de Akira Kurosawa, mucha poesía en esta gran obra maestra; Nadie hablará de nosotras cuando haya-mos muerto (1995) de Agustín Díaz Yanes, un thri-ller hispano de gran altura; Beatiful girls (1996) de Ted Demme, encantadora y chispeante cinta para gente siempre joven; y Tocando al viento (1996) de Mark Herman, obra fundamental sobre el tema minero que tanto nos toca.

Al año siguiente se pusieron entre otras como Firefox (1982) de Clint Eastwood, uno de sus tra-bajos alimenticios que le permitían mantenerse en el candelero y así poder producir sus obras más personales; y El barón Rojo (1971) de Roger Cor-man, una película bélica ambientada en la I Gue-rra Mundial, que narra los enfrentamientos aéreos entre el mítico piloto alemán Von Richthofen y el británico Brown.

sala oscura siempre incluyó en su programa-ción filmes de homenaje a grandes hombres y mujeres del cine recientemente desaparecidos. Al centrarnos en ciclos monográficos, teníamos un déficit en este campo y Miguel Ramos había dise-ñado un miniciclo para cubrirlo, cuando lo íba-mos gestando, por desgracia, fueron muchos más los desaparecidos y se convirtió en un ciclo.

De esta forma, en el último trimestre del año 2008, se programa en el Cine Felgueroso el ciclo titulado Homenaje, los inmortales del cine. Consta de 16 obras dedicadas a otras tantas personalidades

en junio de 2008 se ce-lebra en La Felguera la

V Semana de la Aeronáutica y del Espacio. Estaba organizada por el circulo Aeronáutico Je-sús Fernández Duro y patroci-nado por el Ejército del Aire y Cajastur. Dentro de la misma, tiene lugar en el Nuevo Teatro de la Felguera la proyección de cuatro films sobre la avia-ción: Aquellos chalados en sus locos cacharros (1965) de Ken Annakin, una excelente come-dia con un gran presupuesto,

que yo había visto en el Cine Rozada, ambientada en 1910 y que narra una carrera de avio-nes entre Londres y París pa-trocinada por un editor de pe-riódicos inglés, en un claro ho-menaje a los pioneros del aire; Zero (1984) de Toshio Ma-suda, narrada desde el punto de vista de dos jóvenes pilo-tos japoneses, que nos hablan del famoso avión de combate desde que era un prototipo hasta el inicio de la II Guerra Mundial; Dive bomber (1941)

de Michael Curtiz, una pelí-cula bélica sobre un médico que estudia los motivos de los mareos y desvanecimientos de los pilotos cuando vuelan a gran altura, que está basada en hechos reales y se estrenó poco antes del ataque japonés a Pearl Harbor; y Flyboys: héroes del aire (2006) de Tony Bill, una historia real ubicada en la I Guerra Mundial, sobre los jó-venes pilotos americanos de la famosa y legendaria escuadrilla Lafayette.

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del mundo del celuloide fallecidas. Los homena-jeados y las cintas fueron: Jane Wyman, intér-prete de Belinda (1948) de Jean Negulesco, donde fue premiada con un Oscar; Jules Dassin direc-tor de Rififi (1954), un atraco perfecto y una na-rración cinematográfica aún más perfecta; Paul Scofield, intérprete de Un hombre para la eterni-dad (1966) de Fred Zinnemann, donde su inter-pretación de Sir Thomas Moro resulta ejemplar y le valió un Oscar; Rafael Azcona, guionista de El cochecito (1960) de Marco Ferreri, una prueba de que era simplemente el mejor guionista español de todos los tiempos; Fernando Fernán Gómez, director e intérprete de El viaje a ninguna parte (1986), en el mejor homenaje que se hizo a los cómicos dentro del cine español; Delbert Mann, director de Pijama para dos (1961), una comedia genial de teléfono blanco; Richard Widmark, in-térprete de Dos cabalgan juntos (1961), de John Ford, una de sus últimas obras y de una con-sistencia absoluta; Ingmar Bergman, director de El séptimo sello (1957), obra imprescindible de su autor; Deborah Kerr, la gran dama del cine, intérprete de Página en blanco (1960) de Stan-ley Donen, una comedia con clase y altos vue-los; Michelangelo Antonioni, director de Blow-

up (1966), una introspección dentro del arte; An-thony Minghella, director de El talento de Mr. Ripley (1999), una maravillosa disertación sobre el engaño y las falsas apariencias; Roy Scheider, intérprete de The French connection, contra el im-perio de la droga (1971) de William Friedkin, con una de las mejores persecuciones en coche del cine; Heath Ledger, el nuevo mito del cine, intér-prete de Brokeback Mountain (2005) de Ang Lee, una visión novedosa de los cowboys; Emma Pe-nella, intérprete de Los peces rojos (1955) de José Antonio Nieves Conde, filmada en Gijón; Syd-ney Pollack, director de Tal como éramos (1973), una genial historia de desamor; y Charlton Hes-ton, intérprete de Sed de Mal (1958) de Orson Welles, en su papel más insólito.

Como muy bien indica Alejandro Zapico en la presentación del libreto sobre el ciclo:

Nadie desaparece definitivamente hasta que se le olvida y el cine les permite esa posibilidad que al resto de los mortales se nos niega.

En la publicación hay trabajos realizados por Francisco Jurado, Alejandro Zapico, Borja González, Michel Castaño, Sergio Ramos, Da-niel Albaladejo, Javier Fernández y míos.

El ciclo Homenaje estaba dedicado a grandes hombres y mujeres del cine recientemente desaparecidos.

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Los ciclos de Sala Oscura ya están perfecta-mente asentados y arraigados entre el público y en éste se contabilizaron más de 1.400 espectado-res y dada la calidad de lo seleccionado, el nivel de satisfacción fue alto.

los viernes entre el 4 y el 25 de abril de 2008, se presentó en el Cine Felgueroso el Mes del Cine Solidario, al unísono con otros cines de las prin-cipales ciudades españolas. Eran cuatro docu-mentales de temática ecológica y solidaria, selec-cionados entre lo mejor de la producción mun-dial. Los títulos fueron: Nuestro pan de cada día

de Michael Geyrhalter, que trata sobre la alimen-tación y el maltrato a los animales; Oro negro, so-bre el mercado justo en el entorno del mercado mundial del café; A ciegas, documental sobre la intolerancia y la integración; y Paisajes transfor-mados, de Jennifer Baichwal, sobre los efectos de la intervención industrial. Está última contó con la presentación de Luis Sepúlveda.

juegos de seducción fue un ciclo dedicado a Eric Rohmer, en septiembre de 2008, que se pre-sentó en el Cine Felgueroso. Era una colaboración entre el Ayuntamiento de Langreo, a través del

el comité de bioética para la Atención Sani-

taria del Área VIII y el Servicio de Salud del Principado, con la colaboración de Sala Oscura, presentó en el último trimes-tre de 2008, en el Cine Felgue-roso, las Primeras jornadas de Cine y Bioética. Se proyecta-

ron cuatro títulos que ilustra-ban otros tantos temas bioé-ticos, con presentación, pro-yección y debate. Las sesiones fueron los viernes. Tuvo una buena acogida popular y en los medios de comunicación. En la segunda sesión, estuvo pre-sente el consejero de Salud del

Principado, Ramón Quirós. Las jornadas estaban dedica-das a Miguel Ramos en su ca-lidad de profesional de la me-dicina, colaborador y compa-ñero de los organizadores. Las películas seleccionadas fueron: Al cruzar el límite (1996) de Michael Apted, sobre trasplan-tes y la experimentación con seres humanos; Las invasiones bárbaras (2003) de Denys Ar-cand, sobre los cuidados palia-tivos, una cinta muy positiva y muy pulida; El jardinero fiel (2005) de Fernando Meirelles, sobre la especulación de los grandes laboratorios farma-céuticos con seres humanos en África, que también funciona a la perfección como un filme de intriga; y Cosas que importan (1998) de Car Franklin, sobre la eutanasia y el suicidio asis-tido, una cinta muy hermosa donde destacan unas extraor-dinarias interpretaciones de Meryl Streep, como no podía ser de otra manera, William Hurt y Renée Zellwegger. Tam-bién se publicó un pequeño boletín con referencias a las cintas programadas.

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Área de Imagen, y la Alianza Francesa de Langreo. Se pasaron cuatro largometrajes y tres cortos. Los largos fueron: Le genou de Claire (1970), una co-media dramática; Le beau mariage (1982), sobre un joven que después de un desengaño busca una boda ideal; L’ami de mom amie (1998), enmar-cada en sus comedias y proverbios; y Pauline à la plage (1983), posesión y envidia entre tres parejas que confluyen en las playas de Normandía.

el 11 de diciembre de 2008, con motivo del primer aniversario de su muerte, se produce en el Cine Felgueroso un acto muy entrañable or-ganizado por Sala Oscura: el descubrimiento de una Placa dedicada a Miguel Ramos. Se ubicó en la pared frontal de vidrio de la sala de re-uniones de la Tertulia dentro del edificio. La placa reza: «hasta luego socio…», un fragmento de un diálogo de una cinta de Sam Peckinpah, Duelo en la Alta Sierra (1962), uno de los iconos del cine de Miguel y que desde aquí invito a los lectores cinéfilos a que lo descubran. Contamos con la presencia de su mujer Inma, su madre Argentina, su familia, la Alcaldesa de Langreo, parte de la Corporación Municipal, los miem-bros de la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura, amigos y amantes del cine. El acto estuvo diri-gido por Alejandro Zapico, que en algunos mo-mentos nos puso algo más que un nudo en la garganta y resultó como esperábamos, de reco-nocimiento y agradecimiento. Significó mucho

para todos nosotros. En algunos momentos, el dolor que sentimos se nos hizo insoportable. Con la colocación de la placa, no sólo quisimos perpetuar su memoria, sino constatar su pre-sencia simbólica a nuestro lado en un lugar tan emblemático para él.

un domingo 28 de diciembre de 2008, gracias al patrocinio del Área de Imagen del Ayunta-miento de Langreo, tuvo lugar en el Nuevo Tea-tro de la Felguera el estreno en Langreo de la pe-lícula Camino (2008) de Javier Fesser. Contamos con la presencia de Nerea Camacho, joven actriz protagonista cuyos abuelos maternos viven en el distrito langreano de Riaño. La cita fue mul-titudinaria y los asistentes disfrutaron de una entrevista con la joven. Al final, el público pre-mió a los autores e intérpretes con una sonora y prolongada ovación. La película resultó elegida la mejor del año en España desde diversos esta-mentos, incluidos los premios Goya, donde la jo-ven Nerea ganó el de Mejor Actriz Revelación.

Cerrando el mes de diciembre de 2008 se aco-gieron en el Cine Felgueroso sesiones infantiles y juveniles de cine, junto a talleres, del Salón de la Infancia y Juventud de Langreo.

El año 2008 puede considerarse como el de consolidación del Cine Felgueroso, en su nueva etapa bajo el amparo del Ayuntamiento de Lan-greo y Cajastur. A lo largo de estos últimos doce meses, programamos mucho cine, que de eso se

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trata, de todo tipo y con-dición. Y el público res-pondió, lo que da alas al proyecto de difusión que tiene desde sus orígenes.

Durante todos los mar-tes del año se proyectaron los filmes programados por Sala Oscura y se con-tabilizaron más de 3.500 espectadores.

a principios de 2009 el ci-clo que se ofrece a los lan-greanos en el Cine Felgue-roso está dedicado a Paul Newman. Cuando nos en-teramos de su muerte, todos los tertulianos fuimos unáni-mes y dijimos: ¡Por desgra-cia ya tenemos nuevo ciclo! También editamos un pe-queño boletín sobre tan en-trañable actor, donde verti-mos los comentarios de las cintas y dos semblanzas del actor, obra de: Alejandro Za-pico, Sergio Ramos, Daniel Albaladejo, Borja Fernández y míos. Nuestro presidente se dirigió a los espectadores antes del comienzo presen-tando el nuevo y los futuros proyectos, que los asistentes acogieron con un cálido y en-trañable aplauso.

Arrancamos con La gata so-bre el tejado de cinc (1958) de Richard Brooks, donde las chi-cas y las no tan chicas volvie-ron a maravillarse con los ex-traordinarios primeros planos de su rostro con esos incon-fundibles ojos azules; El zurdo (1958) de Arthur Penn, donde encarna la pasión y muerte de Billy el Niño, en un western dis-tinto, pero donde vemos alguna clave del western moderno; El

buscavidas (1961) de Robert Rossen, haciendo del perde-dor perfecto en su papel de Eddy el listo, donde vimos circular por la sala a los fans de la cinta, que son muchos, y salieron del cine con 40 años menos; Dulce pájaro de juventud (1962) de Richard Brooks, en la que volvemos a comprobar que es el per-fecto intérprete de los tex-tos de Tennessee Williams y que seguía conquistando todos los corazones; Hud, el más salvaje entre mil (1963)

de Martin Ritt, un western contemporáneo donde interpreta a un joven sin escrúpulos; Harper inves-tigador privado (1966) de Jack Smight, una revisi-tación del cine negro con un importante trabajo de Newman y la presencia de excelentes mitos del cine americano; La leyenda del indomable (1967) de Stuart Rosenberg, una de las me-jores películas carcelarias de todos los tiempos, con la legendaria secuencia del atracón de huevos coci-dos; Dos hombres y un des-tino (1969) de George Roy Hill, donde Newman apa-

rece por primera vez junto a su gran amigo Robert Re-dford, en un western inolvi-dable con un sentido del hu-mor mayúsculo y del que sa-limos sintiendo las gotas de lluvia sobre nuestras cabe-zas y en nuestros corazones; El golpe (1973) de George Roy Hill, repitiendo estrellato con Redford, en uno de los ma-yores éxitos del cine de los setenta y que a pesar de la trampa del guión, nos sigue

acogieron con un cálido y en

más salvaje entre mil

escrúpulos; tigador privadoJack Smight, una revisitación del cine negro con un importante trabajo de Newman y la presencia de excelentes mitos del cine americano; indomableRosenberg, una de las me-jores películas carcelarias de todos los tiempos, con la legendaria secuencia del atracón de huevos cocidos; tinoHill, donde Newman apa

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encantando; Veredicto final (1982) de Sidney Lumet, un drama judicial con el mejor intérprete dispo-nible, en la que ahora el perdedor es adulto y está más próximo; El color del dinero (1986) de Mar-tin Scorsese, para mí una de sus mejores pelícu-las, donde nos proporciona el difícil ejercicio de la vuelta de Eddy el listo, que supuso el primer Os-car para Newman, a la séptima fue la vencida, y donde encontramos al mejor Tom Cruise, ré-plica perfecta a Newman; y cerró el ciclo Al caer el sol (1998) de Robert Benton, película crepus-cular donde nuestra estrella invitada interpreta a un detective y da otra lección de saber hacer. Fue una amplia retrospectiva que disfruté como pocas veces había conseguido.

El nivel de aceptación fue máximo, llegando a tener 170 espectadores en la proyección de El buscavidas. Volvieron a formarse colas a la en-trada a pesar de disponer de una capacidad de más de 300 espectadores y sólo recibimos elogios por parte de los habituales a nuestras ya clásicas sesiones de los martes.

el cine felgueroso está perfectamente asen-tado en su programación. Sigue con el cine co-mercial de fin de semana, con los ciclos de Ca-jastur, con la programación del Área de Imagen del Ayuntamiento de Langreo, con los ciclos de La Alianza Francesa, con la programación de Sala Oscura, con colaboraciones varias, con los cortos de Art Nalón, con películas del Festival de Cine de Gijón, con el ciclo de Bioética, etc. El ni-vel de aceptación por parte del público langreano es alto.

En enero de 2009 se pasan, en el mismo escena-rio, tres cintas bajo el eslogan de Cinema Français Contemporain, cosecha de La Alianza Francesa de Langreo y que fueron: Ça brûle (2006) de Claire Si-mon; Douches froides (2005) de Anthony Cordier y Qui m’aime me suive (2005) de Benoît Cohen.

El día 9 de enero de 2009, la programación del Cine Felgueroso se enriquece con la presen-tación de El documental del mes. La idea consiste en que todos los primeros viernes de cada mes se

Paul Newman se merecía un ciclo y la Tertulia se lanzó a la labor. No defraudó a nadie.

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va a proyectar un documental de primer nivel. Es una iniciativa del grupo Parallel 40, a la que está inscrito el Área de Cultura del Ayuntamiento de Langreo junto a otras entidades culturales como los Cines Verdi de Madrid, musac de León, Itu-rri Kultur Etchea de Elorrio, Verdi Park de Bar-celona, Filmoteca de Cataluña, Auditorio Narcis de Carrera de Girona, Sede Universitaria de Ali-cante o el Teatro Municipal de Palma.

La primera entrega fue El cirujano inglés (2007) de Geoffrey Smith, sobre uno de los neurociruja-nos más importantes de Londres. Después vinie-ron 1973 revoluciones por minuto (2007) de Fer-nando Valenzuela, sobre un actor que recrea en un teatro vacio las últimas horas de vida del presi-dente chileno Salvador Allende; The mosquito pro-blema and other stories (2007) de Andrey Paounov, un documental búlgaro que aventura un futuro poco halagüeño; Cool and Crazy (2001) de Knut Erik Jensen, una realización noruega sobre un excéntrico coro masculino; Los demonios del edén (2008) de Alejandra Islas, un duro trabajo sobre la pederastia en Méjico; y Rembrandt’s j’accuse (2008) de Peter Greenaway un análi-sis sobre uno de los cuadros más famosos de la historia.

Marilyn Monroe es el mayor icono del siglo xx y de lo que va del xxi, que aún no encontró suce-sora, su imagen es la más utilizada por todos los medios de comunicación y sus fotografías son reproducidas hasta la saciedad. El pasado mes de diciembre de 2008, una de sus instantáneas, tomada durante el rodaje de La tentación vive arriba, fue subastada en Londres y estableció un nuevo récord en una prestigiosa casa de subas-tas. En el segundo trimestre de 2009 Sala Oscura inicia un homenaje dedicado a la famosa actriz, escogiendo 13 de las 29 cintas que componen su filmografía, y que son lo mejor de su carrera.

Las seleccionadas fueron: La jungla de as-falto (1950) de John Huston, memorable pelí-cula de cine negro que cuenta con una atmós-fera claustrofóbica, donde Marilyn hace de una chica rubia atractiva y empieza a robar escenas a sus compañeros, y en la que Huston dijo de ella: «Me gustó más en vivo que en la pantalla, nunca me imaginé que pudiera llegar tan lejos en tan poco tiempo», es la primera obra maestra donde

aparece; Eva al desnudo (1950) de Joseph L. Man-kiewicz, otra obra maestra sobre el mundo del teatro en Broadway, a mayor gloria de Bette Da-vis y Anne Baxter, cinta ganadora de seis Oscar donde Marilyn hace un pequeño, pero deslum-brante papel, de una joven actriz dispuesta a todo por llegar a la cima. A partir de esta cinta, llegaban 3.000 cartas semanales a la Fox intere-sándose por ella y comenzaba a ser un diamante en bruto; Niebla en el alma (1952) de Roy Baker, su primer papel de protagonista, donde inter-preta a una niñera psicótica, fría, mala y audaz, pero su belleza no deja indiferente a nadie, su ca-rrera en la Fox empieza a ser imparable y su ca-lidad interpretativa a ser considerable; Me siento rejuvenecer (1952) de Howard Hawks, una come-dia clásica de enredo donde vuelve a hacer de se-cretaria, ahora al lado de Cary Grant, actor que hace uno de sus mejores papeles, y esto es mu-cho decir. Ahora Marilyn ya está en primera di-visión, se acabó la serie B y todos comprobamos que es muy divertida; Niágara (1953) de Henry Hathaway su primera gran interpretación, cine

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negro de altura donde encarna a una femme-fa-tale que se merienda a un compungido Joseph Cotten, canta la canción de título Kiss y aparece seductora y muy sensual. La taquilla empieza a amarla y se inicia realmente su mito; Los caballe-ros las prefieren rubias (1953) de Howard Hawks, donde interpreta a una bailarina que busca un marido millonario y nos canta el famoso tema Diamonds are a girl’s best friend vestida con un elegantísimo traje rosa, rodeada de caballeros vestidos con frac. Años después Madonna ro-daría un video-clip muy popular emulándola; Cómo casarse con un millonario (1953) de Jean

Negulesco, otra comedia donde hace de una chica miope, al lado de Betty Grable y Laurent Bacall, cuyo resultado final es un cuento moral donde mantiene la tesis de que lo importante es el amor, y de la que la crítica destaca que nues-tra estrella está perfectamente dotada para la co-media. La recaudación de sus films empieza a ser extraordinaria y ella empieza a considerarse una estrella, declarando en el estreno: Es la noche más feliz de mi vida; Río sin retorno (1954) de Otto Preminger, al lado del genial Robert Mitchum, uno de los mejores actores que aparecieron sobre una pantalla, el único western de su realizador y

Espectacular, como ella misma, portada del ciclo que Sala Oscura dedicó a la deslumbrante estrella que nos dio el cine: Marilyn Monroe.

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en el que ella interpreta a una cantante de salón, ro-dada en espacios natura-les con gran peligro para los intérpretes y cuenta con una preciosa foto-grafía; La tentación vive arriba (1955) de Billy Wil-der, una de las mejores co-medias que se pueden ver, con la que el mito llega a su cima, y contiene la secuen-cia más recordada de la his-toria del cine: la subida de las faldas por un ventilador al paso del metro en Nueva York. Aquí aparece bellí-sima, se convirtió en la nú-mero uno y es la cinta que más gusta a los fanáticos de la estrella; Bus Stop (1956) de Joshua Logan, una co-media, basada en una obra teatral, con apuntes melo-dramáticos, donde Marilyn demuestra su gran talento para estos menesteres y se convierte en la reina de la ingenuidad. En esta pelí-cula aplicó el método de Lee Strasberg por primera vez y recibió grandes elogios de la crítica, aunque se corta-ron algunas escenas donde ella pensaba que estaba muy bien y achacó a Lo-gan de privarle de ser can-didata a los Oscar; El prín-cipe y la corista (1957) de Laurence Olivier, un expe-rimento que algunos dicen que es fallido al jun-tar a dos personalidades tan dispares como Oli-vier y Monroe, pero que sin embargo funciona a la perfección y se revaloriza con el paso del tiempo, está ambientada en Londres y el rodaje generó mucha tensión entre los protagonistas, teniendo que ser suspendido debido a una en-fermedad de la estrella. Todo el mundo es uná-nime al afirmar que Marilyn supera a Olivier en la interpretación de esta obra, quizá porque en la

parte central del filme se dejó llevar por la belleza de la es-trella y la fotografía desde to-dos los ángulos posibles; Con faldas y a lo loco (1959) de Bi-lly Wilder, una obra maestra absoluta y su obra más cono-cida, donde consigue su mejor interpretación, y que a pesar de los problemas que surgie-ron durante la filmación, todo lo que se dijo del rodaje debe quedar anulado por lo espec-tacular del resultado. Ade-más durante el mismo sufrió otro aborto y casi no se fina-liza. Aquí interpreta sus me-jores canciones y la película tuvo en su poder el récord de recaudación de una co-media durante muchos años

y tiene uno de los finales más recordados del cine; Vidas re-beldes (1961) de John Huston, su último trabajo estrenado, basado en un breve relato que su marido Arthur Mi-ller escribió para una revista, con apuntes biográficos sobre su propia vida, en la que está acompañada por Clark Gable, en su último papel, puesto que murió al acabar el rodaje y por Montgomery Clift, en una de sus últimas intervenciones en la pantalla. El rodaje estuvo lleno de tensión por las peleas entre Marilyn y su marido, y su coste fue de cuatro millones de dólares, lo que significó la cinta

en blanco y negro más cara. Al principio de la última sesión, Alejandro, pre-

sidente de Sala Oscura, se dirigió a los espectadores comunicándoles el final del ciclo y que trabajába-mos ya en el próximo, que versaría sobre los cin-cuenta años del Cine Felgueroso. La intervención fue acogida con una fuerte ovación, lo que nos dio más alas, si es que aún podemos coger más.

El mito sigue vigente y ahora casi cincuenta años después de su esplendor, volvemos a disfrutarlo,

media, basada en una obra

rimento que algunos dicen que es fallido al jun-

y tiene uno de los finales más

su último trabajo estrenado, basado en un breve relato que su marido Arthur Miller escribió para una revista, con apuntes biográficos sobre su propia vida, en la que está acompañada por Clark Gable, en su último papel, puesto que murió al acabar el rodaje y por Montgomery Clift, en una de sus últimas intervenciones en la pantalla. El rodaje estuvo lleno de tensión por las peleas entre Marilyn y su marido, y su coste fue de cuatro millones de dólares, lo que significó la cinta

en blanco y negro más cara.

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como siempre en el Cine Felgueroso, ese que desde su remodelación, a la entrada de butaca de patio, nos acoge con una gran fotografía de la más célebre estrella de todos los tiempos. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto como espectador de un ciclo. Todos los martes, a las siete y media, Inma, Tina y yo fuimos puntuales a nuestra cita con la obra de Marilyn.

en el primer trimestre de 2009 Sala Oscura diseñó un nuevo ciclo, que se programó fuera de nuestras sesiones habituales de los martes, en concreto los viernes, y que además supuso un giro en nuestra programación. El título fue Rock en la Sala. Se componía de ocho cintas dedicadas al Rock. En la idea y ejecución del mismo tuvieron mucho que ver los nuevos miembros de la Tertulia que se fueron incor-porando a partir de 2007, gente joven que da nueva savia a nuestra comunidad. La clave es-taba en ir habituando a otro tipo de público a acudir a las sesiones del Cine Felgueroso. La idea tendrá continuidad.

Las películas fueron: El muro (1982) de Alan Parker, una ópera rock basada en el disco ho-mónimo de Pink Floyd, que inició el ciclo el día 17 de abril y estuvo acompañada con la proyec-ción del cortometraje, estreno en Langreo, Nos vemos el próximo miércoles de Robert Taboada, interpretado, entre otros, por algunos actores langreanos, un homenaje al 25 aniversario de la emisión del videoclip Thriller de John Landis, que dió el estrellato definitivo a Michael Jack-son; Tommy (1975) de Ken Russell, otra ópera rock grabada por The Who en 1969; ¡Qué noche la de aquel día! (1964) de Richard Lester, un falso documental sobre The Beatles, que contribuyó lo suyo a forjar la leyenda del mítico grupo de Liver-pool; Shine a light (2007) de Martin Scorsese, un documental sobre The Rolling Stones, centrado en un concierto en el Beacon Theatre de Nueva York, una deuda artística que Scorsese tenía con el extraordinario grupo inglés; End of the Century: The Story of the Ramones (2005) de Jim Fields y Michael Gramaglia, un documental con imágenes de archivo sobre el legendario grupo y su influen-cia en las futuras generaciones; La rosa (1979) de

Rock en la Sala es un nuevo proyecto de Sala Oscura. Cine fuera de la programación habitual de los martes y que significa la incorporación de gente joven.

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Mark Rydell, que trata el mundo que rodea a las estrellas del rock; 24 Hours party people (2002) de Michael Winterbottom, sobre un productor dis-cográfico que actúa fuera del sistema; y Woods-tock (1970) de Michael Wadleigh, filmación pri-morosa y con unos enormes medios, del mayor festival de la historia de la música que se celebró a finales de los sesenta, y para la que proyectamos un rescatado montaje del director, con una dura-ción de 216 minutos, que pusimos en dos sesiones debido a su extenso metraje.

Se publicó un monográfico con las críticas de las películas, obra de los miembros de la Tertu-lia Daniel Albaladejo, Javier Fernández, Sergio Ramos y Alejandro Zapico, así como dos estu-dios sobre el rock en el cine, uno de Alejandro Zapico y otro mío. También se hicieron unos hermosos marcalibros para el lanzamiento del ciclo. El público empieza a acostumbrarse a la nueva programación alternativa.

en junio de 2009 La Alianza Francesa de Lan-greo nos regala, en el Cine Felgueroso, un ciclo de Luis Buñuel con: Diario de una camarera (1964); El fantasma de la libertad (1974); Ese oscuro objeto del deseo (1977); El discreto encanto de la burgue-sía (1972) y Bella de día (1966). Todas de su etapa en el cine francés y ya reseñadas páginas más atrás. Se demuestra en esta primera década del nuevo siglo que la obra del maestro sigue delei-tándonos, haciéndonos pensar en nuestra condi-ción de seres humanos y que ya forma parte del patrimonio cultural de la humanidad.

durante el verano de 2009, me entero que la directora, productora y guionista langreana Lu-cinda Torre va a ser nombrada Langreana de Ho-nor, en la edición de 2009 de las fiestas patrona-les de Langreo que se celebran en el Carbayu. ¿Qué quieres que te diga? Quizás, únicamente, que para todos los cinéfilos locales es un gran honor y para ella un grato reconocimiento a su enorme labor cinematográfica. Además, estoy se-guro que le dará alas para continuar luchando y que pronto veremos en nuestros cines, y en los de casi todo el mundo, su primer largo de ficción. Lucinda sabe que todos sus conciudadanos así lo deseamos.

El día 25 de junio de 2009 asisto en la Felguera, en el Nuevo Teatro, a la proyección de Gran To-rino (2009) de Clint Eastwood, filme que cierra nuestra temporada cinematográfica este año, an-tes del descanso estival. Es una obra que nace como película de culto. Cuando pensaba que Eastwood no me iba a sorprender más, después de haber visto unos meses antes en la misma sala El intercambio (2008), me deja de nuevo pegado a la butaca. La cinta en cuestión llevaba varios meses de explotación en los cines españoles cose-chando un éxito inesperado y tuvimos que apla-zar su estreno entre nosotros debido a la dificultad de conseguir una copia. Yo me empeñé en verla en nuestra sala, renuncié a hacerlo incluso en una co-pia bajada de Internet, aunque me aseguraron que era excelente (¡vaya ya se me escapó!), pero el que esté libre de culpa que tire la primera piedra. No me arrepiento nada, el espectáculo fue impresio-nante, el impacto considerable y entre mis inten-ciones, tengo la de seguir contemplando las gran-des citas cinematográficas en pantalla grande. Este testamento interpretativo de Eastwood es único en el cine universal y demuestra el por qué es el director más valorado en cine mundial ac-tual. Su carrera va pareja a la del cine en Langreo durante estos cincuenta años. Le vimos nacer y desarrollarse como actor hasta ser uno de los me-jores intérpretes de la historia del cine, un actor de enorme personalidad, como Gary Cooper o Cary Grant. Después lo vimos debutar como direc-tor y convertirse en el más grande. Cuando en la primavera de 2009 preguntan en una entre-vista al director italiano Ettore Scola, qué fue lo mejor que había visto recientemente, dice: «Por desgracia fue lo último de un director que no es europeo, es de Eastwood y se titula Gran Torino». Esta referencia es la mejor forma de ir cerrando estos recuerdos.

La película antes mencionada, se englobaba dentro de Encuentroautores de 2009, el que se proyectaron en el Nuevo Teatro de La Felguera doce títulos, el resto fueron: El curioso caso de Benjamín Button (2008) de David Fincher, una cinta rodada al más puro estilo del Hollywood clásico, con un protagonismo muy importante para Brad Pitt, precisamente el mismo que hizo que Avilés fuera primera página en medio

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mundo; Slumdog millionaire (2008) de Danny Boyle y Loveleen Tandan, ganadora de ocho Os-car y una de las sorpresas del año; El lector (2008) de Stephen Draldry, hermosa película dedicada a Anthony Minguella y Sydney Pollack, dos exce-lentes realizadores recientemente desaparecidos y que aquí ejercen de productores; Revolutionary Road (2008) de Sam Mendes, sobre la rutina fa-miliar, con una espectacular y cuidada puesta en escena; La teta asustada ((2009) de Claudia Llosa, su debut en la dirección refrendado con el Oso de Oro en Berlín; R.A.F. facción del ejército rojo ((2008) de Uli Edel, película alemana que trata sobre una banda terrorista tristemente célebre en los setenta; Háblame de la lluvia (2008) de Agnès Jaonui, un intento de mostrar la verdadera esen-cia del ser humano; El desafío: Frost contra Nixon (2008) de Ron Howard, adaptación de una obra teatral que recrea la mítica entrevista del perio-dista David Frost al presidente Richard Nixon, donde brilla con luz propia un recuperado para el cine Frank Langella; A ciegas (2008) de Fer-nando Mirelles, adaptación de Ensayo sobre la

ceguera del Nobel portugués José Saramago, una empresa harto complicada; Lejos de la tierra que-mada (2008) de Guillermo Arriaga, primera rea-lización del afamado guionista mejicano, en una cinta muy fuerte que a pocos deja indiferentes; y Los abrazos rotos (2009) de Pedro Almodóvar, en su decimoséptima película, con papel prota-gonista para Penélope Cruz que acababa de con-seguir el Oscar. Otro ciclo de grandísima calidad e interés cinematográfico.

ahora. con motivo de su cincuentenario, en la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura estamos preparando un extenso ciclo con algunas de las mejores cintas que se pusieron en el Cine Fel-gueroso, lo que nos da pie para iniciar una nueva temporada.

En la mayoría de los pueblos y ciudades espa-ñolas el cine ha muerto como espectáculo de ma-sas. En Lampreo, sin embargo, tiene continuidad en dos salas. ¿Somos inmortales o es que hacemos las cosas bien?

El intercambio (2008), de Clint Eastwood, que demuestra el por qué es el director más valorado en cine mundial actual, y Slumdog millionaire (2008) de Danny Boyle y Loveleen Tandan, ganadora de ocho Oscar y una sorpresa del año, fueron dos de las películas programadas en Encuentroautores 2009.

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el círculo, ese elemento matemático, el más perfecto que existe y que solo puede ser obra de los dioses, según nos contaron los grandes pen-sadores griegos allá por el siglo vi a. de C., se cierra. Pero el nuestro sigue pareciéndonos una elipse.

Toda la programación cinematográfica de Lan-greo confluye en el Cine Felgueroso y en el Nuevo Teatro de la Felguera. En estas dos salas de propie-dad municipal, programa la Tertulia Cinemato-gráfica Sala Oscura, Cajastur, la Alianza Francesa, el Área de Cultura del Ayuntamiento, desde su consolidada Área de Imagen y hay cine comer-cial los fines de semana. Por otra parte, también hay colaboraciones con el Festival de Cine de Gijón, ArtNalón Cortos y otras entidades cultu-rales y sociales. Entre unas cosas y otras, se puede decir sin temor a equivocarse, que la categoría de la programación es de primerísimo nivel y tiene una calidad digna de la mejor filmoteca.

Y ahora, después de este periplo de cincuenta años, sólo me queda sentarme en las salas de cine de Langreo y rodeado de los míos, soñar des-pierto y comprobar que en mis sueños pasan otros cincuenta años y veo desfilar por una pan-talla todas las novedades que realiza la gran fá-brica de sueños y que los nuevos realizadores lo-gran que nos maravillemos y nos emocionemos como lo hicimos en todos estos lustros.

De repente, se agolpan encadenadas multitud de sensaciones en forma de imágenes y con sólo cerrar mis ojos, veo las siguientes secuencias ordenadas temporalmente.

6. Epílogo

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Secuencia prólogo, formada por planos unidos por las mejores transiciones que me permite el más cuidado lenguaje cinematográfico:

Un tren que entra en una estación de París; es un plano escorado, dicen que los primeros espectadores que lo vieron en 1895 salieron del cine corriendo. Un cohete metido en un ojo de la Luna, comienzan los efectos especiales. Un vaquero asaltador de trenes disparando directamente al espectador, había nacido el western. Un hombrecito, con unas enormes gafas contra la miopía, colgado de las agujas de un reloj cuya tapa comienza a desprenderse, asistimos a la consolidación de la buena comedia. Un enorme decorado donde destacan unas estatuas de elefantes sentados con la trompa erguida en S y una multitud de extras que se mueven por una escalinata, el superespectáculo acaba de nacer. Un horripilante vampiro se levanta de su ataúd hasta quedar vertical, el cine de terror gana adeptos. Un esquimal lucha por sobrevivir, el documental se hace adulto. Dos hombres encadenados, que son enemigos irreconciliables, están en pleno desierto y sin posibilidad de separarse, siguen peleándose en espera de un final trágico, ideas geniales al servicio del séptimo arte. Un chico rompe unos cristales a pedradas y aparece un vagabundo con bombín que precisamente es cristalero, el mayor genio del cine empieza a hacer largos. El carrito de un bebé cae por una escalinata mientras los hombres y mujeres corren en sentido contrario huyendo de la guardia imperial, el montaje cinematográfico al poder. Un robot de género femenino iluminado en contraluz nos deslumbra, viva la ciencia-ficción. Las manos de un hombre abren un ojo femenino y con una navaja de barbero lo corta por la mitad, acabamos de asistir al invento del surrealismo cinematográfico. Una actriz austriaca, llamada Hedy Kiesler (Hedy Lamarr), tomándose un baño desnuda, sin comentarios. Un blanco pintado de negro, con unos labios descomunales, de repente se pone a cantar, se acabó el cine silente.Un gran gorila en la cima del Empire State desafía a un grupo de aviones llevando en una de sus manos a una chica rubia, la fantasía alcanza sus más altas cotas. Blancanieves acompañada de siete enanitos cruza un bosque, los dibujos animados ya pueden ser obras maestras. Con una gran ilusión nos hablan de la paz, el cine francés también puede dominar la cultura cinematográfica. La gran comedia, elegante y desenfadada entra en nuestros corazones, ¡qué fiera es mi niña! Una mujer, a contraluz, levanta el puño y jura que no volverá a pasar hambre, el productor es la estrella. Una diligencia atraviesa una enorme llanura seguida de un puñado de apaches, alcanzamos la mayoría de edad del western y si me apuras del cine. Un anciano muere en su cama después de decir Rosebud, contemplamos la obra cumbre de un genio. Un hombre con una gabardina camina junto a un gendarme por un aeropuerto del norte de África, perdiéndose ambos en la niebla, y todos queremos ser como él. Un hombre desesperado comprueba que le robaron la bicicleta que necesita para lograr un trabajo, que bien nos viene el neorrealismo. Los maestros del cine japonés son fuente de inspiración, se lo merecen. Un hombre con un paraguas baila y chapotea en los charcos bajo una fuerte lluvia, el cine musical crece sin parar. Los cineastas nórdicos nos muestran la reflexión absoluta sobre la condición humana. La sonrisa de Marilyn Monroe en primer plano, el mito por excelencia.Un vaquero, que se parece mucho a Wayne, dispara lleno de odio a los ojos de un indio muerto, no quiere que entre en el paraíso, el maestro del western da lo mejor de sí mismo. Un grupo de sinvergüenzas pasea sus miserias por una Calle Mayor de la España de los cincuenta.

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Aquí hay un fundido en negro y en un contrafundido, aparecen:

1959 Una pareja va en una lancha rápida y el hombre le pide a la chica que se case con él. Después de múltiples disculpas la chica, Jack Lemmon, quitándose la peluca grita aquello de ¡soy un hombre! y todos gritamos ¡Nadie es perfecto! Quizás el mejor final de la historia del cine. Con faldas y a lo loco, de Billy Wilder.

1960 El ejército romano busca al líder de la rebelión de los esclavos. Cuando preguntan a los cautivos quién es Espartaco, Kirk Douglas, se levanta, pero antes de que pueda hablar otro esclavo se levanta y dice ¡Yo soy Espartaco! Y todos nos levantamos y decimos ¡Yo también soy Espartaco! Casi seguro que es el mejor péplum de la historia. Espartaco, de Stanley Kubrick.

1961 Un taco golpea una bola de billar y cuando el plano se eleva, vemos los ojos azules de Paul Newman, inolvidable Eddie Felson. Seguro que dicha bola va hacia su destino, él no se sabe si lo va a encontrar. Cuando nos levantemos de la butaca todos intentaremos reproducir su sonrisa de buen perdedor. El buscavidas de Robert Rossen.

1962 En un primer plano la cabeza de Peter O’Toole reencarnando a Thomas Edward Lawrence. Sopla un fósforo

y en una brillante elipsis, surge la inmensidad del desierto, aderezado con la extraordinaria música de Maurice Jarre. Esto sí que estremece al más duro de los espectadores. Lawrence de Arabia, de David Lean.

1963 Una enorme cantidad de gaviotas ataca a Tippi Hedren. Son pájaros kamikaze estrellándose contra la cabina de teléfonos donde se protege. Empiezan a romper los cristales. Todos nos sobrecogemos llenos de angustia. Los pájaros de Alfred Hitchcock.

1964 Después de múltiples días de trabajo, Rex Harrison, el Pigmalión, consigue que su pupila, Audrey Hepburn, recite completo un enrevesado trabalenguas y él piensa que ya está preparada para su presentación en sociedad. Todos cantamos con ellos un tema que, en su versión española, dice algo así como que la lluvia en Sevilla es una pura maravilla. Si optamos por el original, the rain in Spain stays mainly in the plain. My fair lady, de George Cukor.

1965 Una fuerte descarga de agua. Vemos las botas de un vaquero caminando por un lodazal. Seguimos atentos a una panorámica vertical hacia arriba. El hombre enciende una cerilla y la lleva a un pequeño cigarro. Un rayo le ilumina la cara y vemos a Clint Eastwood, un

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hombre sin nombre, que se dirige arrastrando un caballo hacia el saloon. Sabemos que empieza el lío. La muerte tenía un precio, de Sergio Leone.

1966 Un fotógrafo, David Hemmings, está en un proceso de ampliación de una fotografía hasta que cree que encuentra algo. ¡Qué equivocado está! Y eso que nosotros le decimos desde nuestra posición de mirones que el arte es subjetivo. Blow-up, de Michelangelo Antonioni.

1967 La señora Robinson, Anne Bancroft, se ajusta la media y la va subiendo en primer plano. En el encuadre, al fondo, un imberbe como nosotros, Dustin Hoffman, observa la escena con las manos en los bolsillos, la americana puesta y descalzo. Vemos que alguien acaba de descubrir el paraíso y algo le impide abandonarlo. El graduado, de Mike Nichols.

1968 Un enfurecido astronauta se dirige hacia hal, el ordenador de su nave que acaba de asesinar a su compañero, y se dispone a desconectarlo, es decir, matarle. La máquina intenta convencerle de que no lo haga y su mejor recurso es cantarle una canción, la cual se va distorsionando mientras agoniza. El muy maldito consigue que nos de pena de él. 2001: una odisea del espacio, de Stanley Kubrick.

1969 Unos niños azuzan a un escorpión en un pequeño agujero lleno de hormigas.

Intentan que lo devoren luchando hasta la muerte. A su lado pasan unos soldados a caballo. En realidad son forajidos uniformados que se dirigen a atracar un banco. Sabemos que los están esperando y a la salida pretenden exterminarlos. Todo está muy claro, la violencia se va a desatar y va a ser incontenible. Grupo salvaje, de Sam Peckinpah.

1970 Un inglés, Michael Caine, y un americano, Cliff Robertson, deben salir corriendo de la jungla por una enorme explanada, hasta llegar al campamento aliado en una isla del Pacifico en la Segunda Guerra Mundial. Los japoneses, a su espalda, les disparan con ametralladoras. Ellos corren en zigzag, los aliados les jalean, debe de llegar uno al menos para dar una información vital. Uno cae abatido y el otro es recogido por sus colegas y no dice nada, en realidad fue forzado a aquella misión. Cada uno es como es y a mí no me hace héroe nadie. Comando en el mar de China, de Robert Aldrich.

1971 Dick Bogarde, en la playa, con un traje blanco bajo un sol abrasador, observa por enésima vez al chico objeto de su ideal de belleza, Björn Andresen. De repente, el tinte del pelo empieza a descomponerse manchándole el rostro. Todos sentimos la decadencia total y el fin de nuestros sueños. Muerte en Venecia, de Luchino Visconti.

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1972 Marlon Brando, bajo un puente en París, esperando que pase el metro para lanzar un grito agónico. Acaba de perder a su mujer. Siempre fue un desconocido para ella, se siente totalmente perdido. ¡Cuánto cuesta estar vivo! El último tango en París, de Bernardo Bertolucci.

1973 Ana Torrent descubre a un refugiado en una casa abandonada. Le llevará comida, cuidará de él y lo toma como su monstruo particular, ya que quedó horrorizada cuando, en el cine de su pueblo, vió como los adultos perseguían y mataban a Frankenstein. El cine también es poesía. ¡Cómo nos emocionamos! El espíritu de la colmena, de Víctor Erice.

1974 Jack Nicholson abofeteando a Faye Dunaway y ella gritando ¡Es mi hermana, es mi hija, es mi hermana!, y él, y nosotros, tardando en comprender la magnitud de la tragedia. La crueldad a veces está en los lugares más insospechados. Chinatown, de Roman Polanski.

1975 Sean Connery, Daniel Dravot en la ficción, se hace pasar por hijo de Alejandro el Magno para quedarse con todas las riquezas de la exótica ciudad. Pero, de repente, se cree sus propias mentiras y su desmedida ambición le hace querer quedarse como rey ¿Quién no ambicionó alguna vez el poder absoluto? El hombre que pudo reinar, de John Huston.

1976 Harrison Ford dirige una nave llamada El Halcón Milenario. Cuando deciden pasar al hiperespacio, su compañero, el más alto y con parecido entre oso y león, llamado Chewbacca, a pesar de su terrorífico aspecto, se asusta y emite unos quejidos lastimeros. La guerra de las galaxias, de George Lucas.

1977 Woody Allen está con su amante, Diane Keaton, en la cola de un cine y oye una conversación que versa sobre un tema cultural. Se mete en la misma y al no estar de acuerdo con los argumentos exhibidos, y como no convence a su oponente, llama al autor de la cita, que está en la fila de unos metros más atrás. Presentamos pruebas irrefutables. Annie Hall, de Woody Allen.

1978 Robert de Niro, después de la traumática experiencia de la Guerra de Vietnam, vuelve a su casa y sus amigos le esperan, pero él pasa de largo y se va a dormir a un motel. A veces es imperioso y necesario lograr el sentirse lejos del mundanal ruido. El cazador, de Michael Cimino.

1979 En la penúltima secuencia del mejor filme bélico de todos los tiempos, Brando diciendole a su verdugo Martin Sheen Tenéis derecho a matarme, pero no tenéis derecho a juzgarme. Todos oímos el tema The end de The Doors de fondo y sentimos el más profundo horror sobre

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todo aquello que generan los conflictos bélicos y la sinrazón humana. Apocalipse now, de Francis Ford Coppola.

1980 La cámara se sitúa en el ring y seguimos las violentas luchas pugilísticas de Robert de Niro. Tanto cuando gana como cuando pierde, se transforma en el animal del título, no hay quien lo derribe. Tenemos derecho a mantener nuestros principios. Toro salvaje, de Martin Scorsese.

1981 Un aventurero, Harrison Ford, con toda la parafernalia que ello conlleva, sustituye un ídolo de oro por un saco de arena. Por lo visto calculó mal, la base se empieza a hundir y las mil y una trampas del templo se activan. Sale corriendo y sortea multitud de peligros y traiciones. Buscamos desde nuestra cómoda butaca la salida del infierno. En busca del arca perdida, de Steven Spielberg

1982 Aquí el espectador asturiano puede elegir cualquiera de los innumerables paseos por los parajes de nuestra tierra, nunca fueron tan bien retratados por el cine. Yo elijo el paseo por el muro de San Lorenzo, ¿o fue en Asignatura aprobada? Volver a empezar, de José Luis Garci.

1983 En un noticiario aparece un hombrecillo, Woody Allen, que identificamos como Zelig. Está en una concentración de nazis en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Nos damos cuenta de hasta dónde llega el

carácter camaleónico de nuestro personaje. Todos queremos camuflarnos en diversos lugares y él nos lo pone en bandeja de plata. Zelig, de Woody Allen.

1984 Mientras suena un réquiem, una carroza tirada por briosos corceles negros se dirige por las calles de Viena hacia un cementerio. Al llegar, sacan un ataúd y lo inclinan sobre una fosa común. La parte posterior está abierta y suelta a un cadáver amortajado. Todavía hoy en día están buscando los restos de Mozart. Todos buscamos nuestras raíces culturales. Amadeus, de Milos Forman

1985 Con las maravillosas notas de John Barry de fondo, un avión sobrevuela África, en Kenia, en unos parajes extraordinarios. Robert Redford pilota y Meryl Streep lo acompaña. Se dan la mano, las lágrimas afloran en los ojos de la chica. A todos se nos pone un nudo en la garganta. Memorias de África, de Sydney Pollack.

1986 Un muñeco monstruoso acompaña a la chica, Jennifer Connelly, dentro de los túneles, buscando claves para encontrar la salida del laberinto que les lleve hasta su hermano, un bebé que estaba cuidando y que fue raptado por el malvado, David Bowie. De repente, el monstruo, fijándose en una pulsera que lleva la chica, exclama ¡oh, es plástico! Todos codiciamos algo valioso. Dentro del laberinto, de Jim Henson.

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1987 Nicholas Cage acaba de salir de la cárcel pero es incapaz de reformarse. La primera vez que entra a comprar pañales en un supermercado, no se le ocurre más que cometer un atraco. Comienza una persecución donde interviene la policía, el tendero, su novia y el bebé que raptaron. La noche se vuelve totalmente loca. Ansiamos correr en plena noche huyendo de no se sabe quién. Arizona Baby, de Joel Coen.

1988 Un desalmado, Kevin Kline, interroga al miembro de una banda de delincuentes que es tartamudo. Le tiene atado en una silla y para sacarle información, el método de tortura al que recurre es comerse vivos los hermosos peces de colores de su acuario, a los que tanto quiere. ¡Qué crueldad! Somos unos malvados que reímos las hazañas del villano. Un pez llamado Wanda, de Charles Crichton.

1989 Jacques Perrin, un productor de prestigio, da a un proyeccionista una lata de película que le dejó en herencia su mentor, el operador de cámara del cine local Philippe Noiret. Alfredo, pone en marcha el aparato y se lleva los brazos a la cabeza, no puede creerlo, contiene los recortes que aquél coleccionó durante toda su vida. Sus ojos se humedecen viendo escenas censuradas, besos robados y mil secuencias inolvidables. Toda la vida de nuestro

pasado cinéfilo, desfila ante nuestros ojos en un instante y empezamos a tararear la música de Morricone. Cinema Paradiso, de Giuseppe Tornatore.

1990 Ray Liotta, que fuera chico de los recados de los mafiosos, no para de medrar en la organización. Un día, acompañado de su novia, va a un restaurante con espectáculo y hay un enorme gentío a la entrada. Sin embargo, entra por la trastienda y pasa por la cocina hasta acceder a las primeras mesas, donde le colocan un mantel en una mesa improvisada, pero privilegiada. Él logro llegar a la cima. Todos les acompañamos en un inolvidable travelling. Uno de los nuestros, de Martin Scorsese

1991 Kevin Costner, el fiscal Garrison, presenta ante un tribunal una meticulosa recopilación de pruebas que demuestran que el asesinado presidente Kennedy, fue víctima de una compleja conspiración. La contundencia de las mismas es apabullante. En este caso, nuestro jurado, compuesto por simples espectadores, acepta las pruebas. JFK: caso abierto, de Oliver Stone.

1992 En la comisaría van a interrogar a la bellísima Sharon Stone. Está sentada en una silla en el centro de la sala y rodeada de varios policías, todos con un aspecto que roza lo grotesco. Después de un irónico

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juego de frases, la chica se cruza las piernas y se comprueba que no lleva ropa interior. Cuidado, esta mantis religiosa está a punto de devorarnos a todos, a los chicos y a las chicas. Instinto básico, de Paul Verhoeven.

1993 Por fin, van a colgar al miserable jefe nazi del campo de concentración, Ralph Fiennes. Le suben a una endeble banqueta de madera y le ponen la soga al cuello. El encargado de quitarla bajo sus pies, a patadas, falla los primeros golpes. Todos nos damos cuenta de que también la estamos golpeando. ¡Lo siento, cuando vi esta secuencia fue lo que sentí! La lista de Schindler, de Steven Spielberg.

1994 Bela Lugosi, interpretado por Martin Landau, tiene que rodar una secuencia nocturna en la que es atacado por un pulpo gigante, metidos en una charca. El monstruoso cefalópodo es de trapo e inanimado. El director Ed Wood, interpretado por Johnny Depp, al que no se le pone nada por delante, manda al actor que se revuelque con el bicho y se ponga los largos tentáculos por encima. Asistimos a la magia del cine. Ed Wood, de Tim Burton.

1995 Un demacrado y angustiado Clint Eastwood, espera en medio de una calle bajo una densa lluvia que le empapa la cara y le está destrozando el peinado del poco pelo que le queda. En el interior de un coche parado en un semáforo, Meryl

Streep le observa por el retrovisor, su mano se dirige hacia la manilla, duda si posarse o no, ve el colgante que él le regaló. Son momentos angustiosos. El coche arranca y se pierde en la lluvia ¿Quién aguanta las lágrimas? Los puentes de Madison, de Clint Eastwood.

1996 En una visión nocturna, la cámara nos muestra como avanza a gran velocidad la línea discontinua de una carretera. Al volante va un desquiciado Bill Pullman que se adentra en la oscuridad. Está sonando de fondo un excelente tema cantado por David Bowie titulado I’m deranged. Todos pasamos con él al otro lado. Carretera perdida, de David Lynch.

1997 La chica, Kim Basinger, que se parece prodigiosamente a Verónica Lake, pero que en aquel mundo de corrupción no deja de ser una prostituta de alto stading, está implicada en la trama asesina. Los mitos se hacen de carne y hueso. L.A. Confidencial, de Curtis Hanson.

1998 La enamorada del joven dramaturgo, Gwyneth Paltrow, cruza una superficie desierta, puede que el inmenso arenal de una playa, perdiéndose en la lejanía mientras suena un excelente tema de Stephen Warbeck. Es un plano final impactante. Nos adentramos en el mundo del olvido. Shakespeare in love, de John Madden.

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1999 Un camión de los fascistas se lleva del pequeño pueblo de Galicia a un grupo de simpatizantes republicanos. Entre ellos va el maestro, Fernando Fernán Gómez. El niño protagonista, Manuel Lozano, al igual que otros de sus alumnos, le tira piedras mientras grita ¡Sapo, Tilonorrinco, Iris! A todos se nos encoge el corazón, puesto que sabemos que el maestro es la persona que más aprecia en este mundo. La lengua de las mariposas, de José Luis Cuerda.

2000 Una joven china pasea por un callejón con elegantes andares y con una pequeña lechera en la mano. Va a una cita con su amor platónico, ambos están casados con otras parejas. En un discreto restaurante, donde sólo se observan y se acarician la mano, suena de fondo una balada de Nat King Cole. Todos sabemos disfrutar de la simple contemplación. In the mood for love, de Wong Kar Wai.

2001 Audrey Tautou, Amélie, y su novio, bajan desde el Sacré Coeur hasta el centro de París en motocicleta. La cara de los dos denota una inmensa alegría, ambos encontraron su destino. La banda sonora nos depara un hermoso tema muy parisino, tocado, como no podía ser de otro modo, al acordeón. Nosotros deseamos un lugar en el ciclomotor. Amélie, de Jean-Pierre Jeunet.

2002 Un diálogo: «Dios no es viejo, ni joven. Ni hombre ni mujer. Ni blanco ni negro. –No padre, ese no es Dios, es Michael Jackson». Este uno de los más de doscientos diálogos brillantes que nos deslumbran en esta producción. El hijo de la novia, de Juan José Campanella.

2003 Una motocicleta lleva dos pasajeros y avanza por polvorientas carreteras del continente sudamericano. Son Gael García Bernal, Ernesto Guevara, y su colega Rodrigo de la Serna, el doctor Alberto Granado. Los paisajes invitan a la aventura. Nos adentramos con ellos en un continente que nos es desconocido. Suena la música de Gustavo Santaolalla, la auténtica, que nosotros no despreciamos como los miembros de la Academia del Cine de Hollywood en la gala de entrega de los Oscar. Diarios de motocicleta, de Walter Jalles.

2004 De esta película selecciono dos secuencias, la ácidamente cómica del sacerdote, ridiculizado y a la postre masacrado éticamente por el discurso descarnado de la cuñada, y la conmovedora despedida, con un plano desgarrador del hermano en la distancia. Esto nos lo dejó escrito Miguel Ramos. Mar adentro, de Alejandro Amenábar.

2005 La cámara recorre los arrabales de una ciudad de Kenia y vemos todas

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sus miserias. Mientras, una voz en off nos informa sobre la situación sanitaria de aquellos nativos, aferrados a los experimentos de las grandes multinacionales farmacéuticas como última esperanza de supervivencia. Necesitamos un mundo mucho, pero que mucho, más justo. El jardinero fiel,

de Fernando Meirelles.2006 Ulrich Mühe, el funcionario de la policía

secreta de Alemania del Este, escucha, con los cascos puestos, una conversación que ocurre en el piso de abajo entre dos amantes preocupados por su futuro. A pesar de su ingrata labor, debida a su trabajo, algo le hace involucrarse en la historia ajena y unas lágrimas brotan de sus ojos. No soportamos la sinrazón. La vida de los otros, de Florian Henckel von Donnersmarck.

2007 En un instante determinado, la chica, que sabe que van a detener a su cruel amante, abandona su doble juego y le advierte de que está a punto de ser capturado, lo que le cuesta ser descubierta. El deseo desbanca a la obligación y eso le traerá graves consecuencias. Todos corremos riesgos extremos por una gota de placer. Deseo, peligro, de Ang Lee.

2008 Un padre, Tommy Lee Jones, cuyo hijo fue asesinado de una forma estúpida al regreso de la Guerra de Irak, sube la bandera de los Estados Unidos en su jardín, como hace todos los días, sólo que ahora está al revés. Todos sabemos que su país necesita ayuda. En el valle de Elah, de Paul Haggis.

2009 Clint Eastwood observa desde un coche como un grupo de chicos negros amenaza a su joven vecina, una chica asiática que está acompañada de un chico anglosajón. Se posa del coche, se dirige hacia ellos, simula que saca una pistola de la chaqueta, les apunta con los dedos y mediante una onomatopeya, dispara. Los asaltantes se acobardan y abandonan la escena asustados y gritando que está loco. Aquí aplaudimos. Gran Torino, de Clint Eastwood.

La música de alguno de los excelentes compositores que hicieron nuestras predilectas bandas sonoras, se eleva de volumen hasta hacerse ensordecedora y un enorme y lento fundido en iris de cierra. Y desde ese mismo punto aparece creciendo hasta ocupar toda la pantalla la palabra FIN.

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Películas programadas en el 50 aniversario

Con la muerte en los talones Alfred Hitchcock West side story Robert Wise | Jerome Robbins El hombre que mató a Liberty Valance John Ford La muerte tenía un precio Sergio Leone El graduado Mike Nichols El guateque Blake Edwards Cowboy de medianoche John Schlesinger La balada de Cable Hogue Sam Peckinpah Cabaret Bob Fosse El padrino Francis Ford Coppola El jovencito Frankenstein Mel Brooks Alguien voló sobre el nido del cuco Milos Forman Taxi Driver Martin Scorsese La escopeta nacional Luis G. Berlanga Alien, el octavo pasajero Ridley Scott Manhattan Woody Allen Carros de fuego Hugh Hudson E. T., el extraterrestre Steven Spielberg Blade Runner Ridley Scott Los santos inocentes Mario Camus Cinema Paradiso Giuseppe Tornatore Los Fabulosos Baker Boys Steve Kloves ¡Ay, Carmela! Carlos Saura Muerte entre las flores Joel Coen Atrapado por su pasado Brian de Palma Pulp Fiction Quentin Tarantino Los puentes de Madison Clint Eastwood

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Ficha técnica título original North by Northwest producción Metro Goldwyn Mayer productor Alfred Hitchcock guión Ernest Lehman fotografía Robert Burks montaje George Tomasini música Bernard Herrmann diseño de producción Robert Boyle dirección artística William A. Horning y Merril Pye decorados Henry Grace y Frank McKelvey maquillaje William Tuttle peluquería Sidney Guilaroff sonido Franklin Milton ayudante de dirección Robert Saunders productor asociado Herbert Coleman efectos especiales A. Arnold Gillespie y Lee LeBlanc títulos de crédito Saul Bass Ficha artística Cary Grant Roger Thornhill Eva Marie Saint Eve Kendall James Mason Phillip Vandamm Jessie Royce Landis Clara Thornhill Leo G. Carroll profesor Philip Ober Lester Townsend Josephine Hutchinson Sra. Townsend Martin Landau Leonard Adam Williams Valerian Edward Platt Victor Larrabee Robert Ellenstein Licht Les Tremayne subastador Philip Coolidge Dr. Cross Edward Binns Capitán Janket Patrick McVey policía Ken Lynch policía Doreen Lang Maggie John Beradino Sargento Klinger Nora Marlowe Anna Alexander Lockwood Juez Flynn Stanley Adams Teniente Harding Robert Shayne Larry Wade Carleton Young Fanning Nelson Paul Genge Teniente Hagerman Madge Kennedy ama de casa

Roger Thornhill, un ejecutivo de publicidad, es confundido en el Hotel Plaza de Nueva York con un agente del servicio secreto llamado George Kaplan. A resultas de ello, es secuestrado por los hombres de otro espía enemigo, Phillip Van-damm, y llevado a una mansión para ser interro-gado de forma violenta. Tras lograr escapar y con-tar su historia a la policía, al volver al lugar nada es lo que parece y no creen su historia. Decidido a esclarecer el asunto por su cuenta, se ve envuelto en una serie de malentendidos en su contra y será perseguido a la vez por unos y otros. Sin embargo, algo parece cambiar cuando conoce a una bella, fría y misteriosa mujer rubia llamada Eve Kendall.

Con la muerte en los talones parece una revisión de otra película que Hitchcock había rodado años atrás durante su etapa inglesa, llamada Los 39 es-calones (The thirty nine steps, 1935), pues retoma una trama argumental de intriga a través de una persecución del personaje principal producto de una confusión de identidad y por un motivo en-revesado (el llamado McGuffin, una especie de ex-cusa para desviar la atención del espectador) y que nunca está suficientemente esclarecido (allí polí-tico, aquí espionaje), lo que demuestra a menudo su poca importancia y parece dar mayor relevan-cia al continente que al contenido, a la forma que al fondo, es decir, a cómo nos presenta la historia el llamado mago del suspense. En cierto sentido, le vuelve a dar una vuelta de tuerca a una idea que le parecía obsesionar, como es la del falso culpable, la del ciudadano medio e inocente que por una serie de avatares que escapan a su comprensión y le su-peran, se ve metido en unos problemas que llegan incluso a comprometer su propia vida.

Sería difícil, no obstante, encasillar este filme estrictamente dentro de un género, pues está a caballo de varios ya que utiliza elementos de in-triga, suspense, comedia, amor, espionaje, aven-tura, drama, etc. Claro que para dar cauce a todo ello, el realizador británico utiliza a uno de sus actores fetiche, Cary Grant, capaz de dar el tono

Con la muerte en los talonesAlfred HitchcockUSA, 1959 (136 minutos)

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correcto en cada uno de ellos, pues no en vano trabajaron juntos en cuatro ocasiones. A estos in-gredientes, hay que añadir un componente más, el espacio abierto y los exteriores naturales, a ve-ces simulados en grandes decorados, que tienen una gran influencia en la trama (el edifico de la onu, oficinas de la cia, el Hotel Plaza, el Monte Rushmore con las efigies labradas de algunos pre-sidentes americanos) y que quedan plasmados en imágenes impactantes, convertidas casi en iconos, que hacen perdurar en la memoria para siempre esta película (por ejemplo la avioneta fumigadora en los campos sembrados de maíz).

A destacar la espléndida fotografía en Vista-vision de Robert Burkes, unos fastuosos decora-dos que recrean lugares emblemáticos donde no les fue permitido rodar y por encima de todo, el montaje, efectista y efectivo, que añade tensión

a la trama y la dota de un ritmo fatigante, sobre todo en las escenas de acción y persecución, por medio de un elevado número de planos y con-traplanos sucesivos y alternativos. Genial la elip-sis del último plano con el tren penetrando en el túnel. En sentido negativo, yo añadiría algo en lo que Hitchcock nunca pareció poner esmero a lo largo de su filmografía, los trucos y los efectos especiales, sobre todo las transparencias, que re-sultan poco creíbles, aún más hoy en día.

Recibió tres nominaciones a los Oscar: guión original, decorados en color y montaje, aunque no conseguiría ningún galardón, pues aquél fue el año de Ben-Hur y su record de once estatuillas, pero esa es otra historia. Por cierto, si alguien sabe qué buscan los espías y el motivo, le ruego que me lo cuente.

• Alejandro Zapico Rato

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Ficha técnica título original West Side Story producción Mirisch Pictures para United Artists productor Robert Wise guión Ernest Lehman argumento la obra de Arthur Laurents y Jerome Robbins fotografía Daniel L. Fapp montaje Thomas Stanford música Leonard Bernstein canciones Leonard Bernstein (música) y Stephen Sondheim (letras) adaptación musical y orquestación Saul Chaplin, Irwin Kostal, Sid Ramin y Johnny Green coreografía Jerome Robbins dirección artística Boris Leven decorados Victor Gangelin vestuario Irene Sharaff sonido Fred Lau, Murray Spivack y Vinton Vernon maquillaje Emile LaVigne peluquería Alice Monte ayudantes de dirección Ulu Grosbard y Robert E. Relyea direc. de producción Allen K. Wood efectos visuales Saul Bass Ficha artística Natalie Wood María Richard Beymer Tony Russ Tamblyn Riff Rita Moreno Anita George Chakiris Bernardo Simon Oakland Teniente Schrank Ned Glass Doc William Bramley Oficial Krupke José De Vega Chino Tucker Smith Ice Tony Mordente Action David Winters A-rab Elliot Feld Baby John Bert Michaels Snowboy David Bean Tiger Robert Banas Joyboy Anthony «Scooter» Teague Big Deal Harvey Evans Mouthpiece Tommy Abbott Gee-Tar Susan Oakes Anybodys Gina Trikonis Graziella Carole D’Andrea Velma Jay Norman Pepe

en la década de los cincuenta, el West Side de Nueva York es un barrio peligroso por ser es-cenario de enfrentamientos constantes entre dos bandas de delincuentes juveniles: los Jets, for-mada por chicos americanos hijos de emigran-tes europeos y los Sharks, de origen puertorri-queño. La rivalidad existente, aumenta cuando Tony, co-fundador y líder espiritual de la pri-mera, se enamora de María, hermana del líder de la segunda. Esto desencadenará una tragedia de consecuencias irreparables.

West Side Story es una película musical que rompió todos los moldes conocidos hasta la época desde el momento en que se concibió su adaptación a la gran pantalla: la parte musi-cal es más del doble de sus predecesoras; para dar mayor dramatismo y ritmo a la historia, se cambió el orden de las canciones respecto al original y el escenario donde tienen lugar; tiene dos codirectores, por lo que a Robert Wise se unió Jerome Robbins, autor de las coreogra-fías; se rodó en exteriores y no sólo en estudio, algo raro entonces; batió todos los registros de taquilla, permanencia en cartel y premios con-seguidos, con 10 Oscar para la película, direc-tor, actriz secundaria (Rita Moreno), actor se-cundario (George Chakiris), fotografía, vestua-rio, dirección artística, montaje, sonido, banda sonora (a la adaptación y orquestación) y otro especial para la coreografía de Jerome Robbins, habiendo obtenido también galardones en su versión teatral con dos Tony y un Grammy al mejor álbum en el ámbito musical.

Y todo esto con una trama que no es origi-nal, puesto que es una actualización del Romeo y Julieta de William Shakespeare, cambiando Ve-rona por Nueva York y las familias Montesco y Capuletto por dos bandas callejeras contrapues-tas. La adaptación fue llevada a cabo por Ernest Lehman, curiosamente el mismo guionista de Con la muerte en los talones, y supone un cruel reflejo de la violencia urbana con orígenes xenófobos ba-

West side storyRobert Wise | Jerome RobbinsUSA, 1961 (155 minutos)

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sados en condicionantes familiares, culturales y económicos de compleja solución, que convier-ten el contexto en el que se desarrolla la acción en auténticos guetos, a modo de compartimen-tos estancos, de los que es difícil salir y que cerce-nan de raíz la posibilidad de progreso y felicidad futura de sus habitantes.

Aunque sea un musical, género tradicional-mente alegre y divertido, la película es dura, crí-tica y dramática en su exposición argumental, dejando al descubierto lo utópico que resulta al-canzar el llamado sueño americano que llevan en mente los inmigrantes al llegar, con el consi-guiente desengaño y desencanto que producen la marginación y la pobreza a la que, en algu-nos casos, se ven irremediablemente abocados. La moraleja que nos deja es que quizá tenga que correr la sangre purificadora para borrar el odio

y el rencor. Dar un paso atrás para recapacitar y poder dar dos pasos adelante.

En mi opinión, sólo dos objeciones que opo-nerle: por un lado el protagonista masculino, Ri-chard Beymer, excesivamente blando y poco creí-ble como delincuente juvenil, y por otro que tanto él como su alter ego femenina, Natalie Wood, no pudieran cantar con sus propias voces y tuvieran que ser doblados, teniendo que reducirse también sus escenas de baile. Por lo demás, un musical en estado puro, con tres números extraordinarios que figuran con letras de oro en la historia del género musical: el prólogo de la secuencia inicial con los bailarines chasqueando los dedos, el baile en el gimnasio con los dos grupos y el del famoso tema América cantado y bailado en la azotea por los puertorriqueños. Antológica.

• Alejandro Zapico Rato

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Ficha técnica título original The Man who shot Liberty Valance producción Ford Productions para Paramount productor Willis Goldbeck guión Willis Goldbeck y James Warner Bellah fotografía William H. Clothier montaje Otho Lovering música Cytil J. Mockridge dirección artística Hal Pereira y Eddie Imazu decorados Sam Comer y Darrell Silvera sonido Philip Mitchell y Charles Grenzbach vestuario Edith Head peluquería Nellie Manley Ficha artística John Waine Tom Doniphon James Stewart Ransom Stoddard Vera Miles Hallie Lee Marvin Liberty Valance Edmond O`Brien Dutton Peabody Andy Devine Link Appleyard Woody Strode Pompey John Carradine Starbuckle Lee Van Cleef Reese John Qualen Peter Ericson

François Truffaut dijo de John Ford: «Es uno de esos poetas que no hablan jamás de poesía». Él mismo se presentó en una ocasión como: Me llamo John Ford y hago películas del oeste. Y cuando le preguntaron a Orson Welles sobre sus directores predilectos dijo: Hay tres John Ford, John Ford y John Ford, no en vano confesó que para preparar su gran debut con Ciudadano Kane (1941) había vista decenas de veces La dili-gencia (1939). Fue admirado por todos los aman-tes del buen cine y tuvo una carrera cuajada de re-conocimientos. Dentro del western dirigió obras como: La citada La diligencia (1939); Pasión de los fuertes (1946); Centauros del desierto (1956); Dos cabalgan juntos (1951) o El gran combate (1964). Aparte de la fabulosa Trilogía de la caballería. Ya en el ocaso de su carrera y siguiendo con su evo-lución como cineasta nos regaló El hombre que mató a Liberty Valance, cinta donde las formas de vida de antaño tocaban a su fin y nos ofrece el primer gran western crepuscular.

La película está narrada con un enorme flash-back que abarca toda la misma. Se inicia con la llegada de un tren a una población del viejo oeste, en él viajan Ransom y su esposa Hellie que acuden al entierro de un viejo amigo Tom. La historia re-trocede unas decenas de años y comienza a contar cuando Ransom era un joven abogado y llegó a la misma población lleno de ilusiones dispuesto a que prevaleciera la justicia en la comarca, es asal-tado y apaleado por un bandido llamado Liberty Balance, conoce a Tom y Hallie con los que co-mienza una entrañable amistad, pero la presencia en el pueblo de Valance inicia una serie de enfren-tamientos abocados a un desenlace violento.

La película está llena de emoción y senti-mientos, está filmada, tanto en los exteriores como interiores de forma maravillosa, desde la secuencia inicial cuando llega el tren, y ya son muchas las películas magistrales que comienzan con la llegada de un tren, hasta el sorprendente desenlace.

El hombre que mató a Liberty ValanceJohn FordUSA, 1962 (122 minutos)

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Todos los actores logran unos registros in-terpretativos extraordinarios. Partiendo de John Wayne, cuyas mejores interpretaciones las hizo a las órdenes de Ford, pasando por James Stewart que logra una de las mejores actuaciones de su carrera, incluyendo a la maravillosa Vera Mi-les haciendo de una dama de la cual se enamo-ran dos hombres, acompañados por Lee Marvin componiendo uno de los grandes malvados del western y con Woody Strode un actor de culto que el propio Ford lanzó a la fama unos años antes con El sargento negro (1960), por cierto una gran obra maestra aunque a algunos aun les cueste reconocerlo. Ford era partidario de contar con su gente, al igual que hicieron otros grandes cineastas, aquí incluso a priori los actores elegidos

no parecen encajar en sus papeles, si tenemos en cuenta su edad real y la edad de los protagonis-tas, por ejemplo encaja mal ver a Stewart encar-nando a un recién licenciado en derecho cuanto contaba con unos cincuenta años de edad, pero esta cuestión se desvanece rápidamente y los ac-tores dan lo mejor de sí, como sucede siempre en las realizaciones de Ford. Este también es el motivo de que filmara la cinta en blanco y ne-gro, así no se notaba tanto el maquillaje de los actores veteranos.

Como todas las grandes obras maestras la pe-lícula mantiene su frescura inicial y desborda el género en que está enmarcada.

• Avelino Fernández

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Ficha técnica título original Per qualche dollaro in più producción pea, Regia Films y Constantin Films productor Alberto Grimaldi guión Fulvio Morsella, Luciano Vincenzoni y Sergio Leone fotografía Máximo Dallamano montaje Eugenio Alabiso, Giorgio Serralonga y Adriana Novelli música Ennio Morricone dirección artística Carlo Simi decorados Carlos Leva y Rafael Ferry sonido Oscar De Arcangelis vestuario Carlo Simi maquillaje Rino Carboni y Juan Farsac ayudante de dirección Tonino Valerii, Julio Sempere y Fernando di Leo Ficha artística Clint Eastwood el manco Lee Van Cleef Coronel Mortimer Gian Maria Volonté el indio Josef Egger profeta Rosemarie Dexter la hija del coronel Luigi Pistilli Klaus Kinski Wild Kart Zipps hotelero Mara Krup esposa del hotelero Mario Brega niño Aldo Sambrell Cuchillo Roberto Camardiel empleado del ferrocarril Diana Rabito Luis F. Rodríguez Frank Braña Benito Stefanelli

la película se inicia con la siguiente cita: «Donde la vida no tiene valor a veces la muerte tiene un precio». Trata sobre dos cazadores de recompensas que buscan a un bandido drogadicto y sádico y lo hacen de forma independiente y por motivos muy distintos. Sobre esta base argumental asistimos a una de las obras maestras del añorado y adorado Sergio Leone, uno de los hombres que más innovó el cine reciente, un maestro de la planificación cinematográfica y de la puesta en escena.

Después del sorprendente éxito de público de Por un puñado de dólares (1964), rodada con un presupuesto ínfimo de 20 millones de pesetas en Almería en siete semanas y con escenarios natu-rales. Este segundo western tuvo un presupuesto de 70 millones de pesetas y un rodaje de nueve semanas, también en Almería y se construyeron algunos decorados para el mismo. Volvió a lla-mar a Clint Eastwood, que pasó de cobrar 15.000 dólares por la primera a 50.000 en esta. También contrató a Gian María Volonté para hacer de vi-llano y para el tercer personaje Leone pretendía a Henry Fonda, Charles Bronson, Lee Marvin o Ja-mes Coburn, pero sus salarios eran inalcanzables para esta modesta producción del cine europeo. Al final se decanto por un actor de reparto ameri-cano que había aparecido en algunos de los me-jores western de la historia y que hacia tres años que estaba retirado por problemas de alcoholismo y en Hollywood nadie le daba trabajo, es Lee Van Cleef. Fue tal el éxito que rodaría una tercera pe-lícula con Eastwood y Van Cleef titulada El bueno, el feo y el malo (1966), donde las cifras de produc-ción se multiplicaron por diez. Estas tres cintas se conocen con el nombre de la trilogía del Hombre sin Nombre o Trilogía del dólar.

La influencia del cine de Leone está no solo en el devenir del western sino en todo tipo de cine. Hoy en día reconocemos en muchas películas múltiples secuencias inspiradas por el cine de del director italiano. Sus secuencias alargadas hasta la extenuación, su planificación, sus transiciones,

La muerte tenía un precioSergio Leone Italia, España y Alemania, 1965 (126 minutos)

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la posición de la cámara y la abstracción en los temas forman parte del patrimonio cinemato-gráfico mundial. Aunque hoy en día quedan al-gunos puristas capaces de despreciar su cine en nombre del clasicismo. Pero: ¿Acaso Leone no es un gran clásico?

Capítulo aparte merece la colaboración de Ennio Morricone, eran amigos de la infancia, formaron un binomio extraordinario, ambos colaboraron en las dos trilogías del director, y el realizador llegó a decir que no era su músico,

era su guionista, se dice que Morricone compo-nía los temas antes del rodaje y que Leone ro-daba haciendolos sonar para que los actores los oyeran y se inspiraran. En el funeral de Leone, su amigo Morricone interpretó al órgano el tema central de Hasta que llegó su hora.

Durante mucho tiempo, al ser una coproduc-ción en la que figuraba España, fue la película más taquillera de nuestro cine. En Langreo no fuimos ajenos a este hecho.

• Avelino Fernández

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Ficha técnica título original The graduate producción Joseph E. Levine, Lawrence Turman y Mike Nichols guión Calder Willingham y Buck Henry argumento la novela de Charles Webb fotografía Robert Surtees operador Albert Bettcher montaje Sam O’Steen música Dave Grusin canciones Paul Simon intérpretes Simon & Garfunkel dirección artística Richard Sylber decorados George Nelson vestuario Patricia Zipprodt sonido Jack Solomon maquillaje Harry Maret peluquería Sidney Guilaroff script Meta Rebner ayudante de dirección Don Kranze casting Lynn Stalmaster superv. de producción George Justin Ficha artística Dustin Hoffman Ben Braddock Anne Bancroft Sra. Robinson Katharine Ross Elaine Robinson William Daniels Sr. Braddock Elizabeth Wilson Sra. Braddock Murray Hamilton Sr. Robinson Brian Avery Carl Smith Walter Brooke Sr. McGuire Norman Fell Sr. McCleery Alice Ghostley Sra. Singleman Marion Lorne Srta. DeWitte Buck Henry recepcionista de hotel Eddra Gale mujer en el autobús Buddy Douglas botones Richard Dreyfuss director de la residencia Mike Farrell botones Elisabeth Fraser segunda mujer Donald F. Glut estudiante Harry Holcombe sacerdote Ben Murphy estudiante

tras graduarse en la universidad, Benjamin Braddock regresa a su casa en California por va-caciones. Confuso y desorientado sobre su fu-turo una vez acabados sus estudios, su familia decide darle una fiesta para celebrarlo. En ella conoce a la señora Robinson, esposa del socio y amigo de su padre, que le acosa y con quien acaba manteniendo encuentros sexuales en se-creto. El problema es que sus progenitores se empeñan en que invite a salir a su hija, Elaine, y aunque al principio es reticente y poco ama-ble con la chica, acaba por enamorarse. Sin embargo, mantener esa relación le supondrá enfrentarse a todos.

A pesar de ser una película casi de princi-piantes, pues tanto para su director como para su protagonista masculino era su segundo tra-bajo en el cine, El graduado se convertiría en un gran éxito y con el paso del tiempo, en una obra de culto por muy diferentes razones, como tratar el tema tabú de las relaciones sexuales entre una mujer adulta casada y un chico joven, y por la re-volución musical que provocó el incluir canciones con un papel relevante en la trama.

Basada en una novela de Charles Webb, está planteada desde el punto de vista del recién li-cenciado que abandona el mundo de la univer-sidad, donde triunfó académica y quizá afec-tivamente, y afronta ahora el mundo real de los adultos, el que no comprende, en el que se siente expuesto y sólo (significativo plano del chico en el fondo de la piscina), sin referentes ni nadie cuyo modelo merezca la pena seguir. Es ahí donde se ve vencido por primera vez y por ello cae en las redes de una mujer mayor, no por amor, sino por desorientación. Es curioso que su actitud sea más conservadora, escrupulosa y honesta que la de la Sra. Robinson, más cínica y amoral, decepcionada por su rutinaria vida y desencantada del amor, pues su llama hace mu-cho que se apagó en su corazón. Es al retomar el mundo de los jóvenes en su relación con Elaine

El graduadoMike NicholsUSA, 1967 (105 minutos)

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(bellísima Katharine Ross), cuando Ben vuelve a ser él mismo, a sentirse seguro, a saber qué es lo quiere ser y hacer con su vida, aunque deba enfrentarse a los que le rodean.

Queda patente el choque generacional exis-tente, con cierta hostilidad de hijos hacia los padres por conceptos equivocados o tergiversa-dos quizá intencionadamente, como la hipocre-sía ante el sexo (lo que es válido para ellos no lo quieren para sus descendientes), el guardar las apariencias, la supuesta sinceridad en los con-sejos paterno filiales, la utilización de las perso-nas con fines interesados, etc. En suma, un cóc-tel de sentimientos que explota convirtiendo en añicos la convivencia familiar a través de la rebeldía juvenil.

El resultado final obtenido por Mike Nichols es de difícil encuadre, pues su mirada sutil e irónica en forma de crítica social, hace que es-temos a caballo entre la comedia y el melo-drama. A destacar la estupenda dirección de actores en unos roles bien definidos, con un Dustin Hoffman siempre creíble y cercano al espectador por su físico lejano de los estereoti-pos de Hollywood, tan normal, que compone un personaje en el que nos vemos reflejados e identificados en forma y fondo.

No sería justo acabar este comentario sin ha-cer mención especial a la música. Paul Simon creó unas canciones memorables, que junto con la voz de su compañero Art Garfunkel, consi-guen elevar el resultado final a unos niveles inolvi-dables, ayudando a identificar los personajes pro-tagonistas, como sucede con The sound of silence o Mrs. Robinson.

Ganadora de un Oscar al mejor director y seis nominaciones para la película, actor principal (Dustin Hoffman), actriz principal (Anne Ban-croft), actriz secundaria (Katharine Ross), guión adaptado y fotografía.

• Alejandro Zapico Rato

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196 cine felgueroso. cincuenta años de cine en langreo • sala oscura

Ficha técnica título original The party producción Warner Bros productor Blake Edwards guión Blake Edwards, Ton Waldman y Frank Waldman argumento Blake Edwards fotografía Lucien Ballard montaje Ralph E. Winters música Henry Mancini dirección artística Arthur Friedrich decorados Reg Allen y Jack Stevens sonido Robert Martin y Ben Smith maquillaje Allan Snyder vestuario Jack Bear efectos especiales Norman Friedlove ayudante de dirección Mickey McCardle Ficha artística Peter Sellers Hrundi V. Bakshi Claudine Longet Michelle Monet Marge Champion Rosalind Dunphy Sharron Kimberly Princesa Helena Natalia Borisova bailarina Jean Carson Nanny Al Checco Bernard Stein Corinne Cole Janice Kane Dick Crokett Wells Danielle De Metz Stella D’Angelo Herbert Ellis director Kathe Green Molly Clutterbuck Gavin MacLeod C. S. Divot Steve Franken Levinson

como muchas comedias y películas de otros géneros de aquella época, ésta hay que enjuiciarla de manera un poco especial, dado que muchos de los gags y en general la cinta entera, no será vista de igual forma por un joven que lo haga por pri-mera vez, que por un veterano espectador que lo hiciera en su momento. Unos y otros, lo mismo el público experto que el recién llegado, acostum-brado al humor directo cáustico y subido de tono que nos muestran las comedias actuales, tal vez debieran hacer un ejercicio cómplice de recíproca compresión para pasar 99 minutos de puro en-tretenimiento en la agradable compañía de Peter Sellers en el papel de Hrundri V. Bakshi, el pa-toso e inevitable actor indio que, hallándose ro-dando una película en el desierto californiano, es invitado erróneamente por el productor de la misma a una fiesta en el Hollywood de los años sesenta. En ella, el gafado, tímido y sonriente pro-tagonista, dará rienda suelta a una interminable metedura de pata, deambulando de un sitio para otro incomprensiblemente inmerso en medio de un grupo donde es un desconocido, cosa que sin embargo no parece importarle ni a él ni a nadie y que en su afán de contribuir o participar de una forma u otra de la diversión general, no consigue más que torcer todas sus iniciativas.

La cinta es en algunos momentos crítica con la sociedad americana de aquél entonces y no deja de tener cierto mensaje, aunque como dije al principio, vista desde la lejanía del tiempo y del enfoque diferente que hoy se tienen de las cosas, decir esto puede parecer sorprendente y hasta pueril, pero así ha evolucionado la sociedad en que vivimos y el pensamiento en general.

La trama parte de una premisa muy sencilla y se va volviendo más delirante y alocada a me-dida que va transcurriendo la acción, llena de situaciones disparatadas, hasta llegar al clímax en las secuencias finales, tratando de conseguir la máxima carcajada del espectador. Este obje-tivo se ve flaquear en algunos momentos, pero

El guatequeBlake EdwardsUSA, 1968 (98 minutos)

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el encadenamiento sucesivo de gags hace que al momento te olvides y vuelvas a disfrutar de nuevo con otra nueva ocurrencia del personaje. Filme admirablemente dirigido por el genial Blake Ed-wards y animado por una banda sonora desenfa-dada y alegre, que apoya la continua sucesión de enredos, equívocos y secuencias, muchas veces improvisadas, en donde da la impresión de que la cámara es un invitado más. Algunas de ellas, como la del camarero borrachín, sin entrar en otras consideraciones, son si no antológicas, sí inolvidables, la cual ha sido recurrentemente em-pleada de manera muy parecida en infinidad de

comedias posteriores. Igualmente se puede decir de la secuencia de la piscina con el elefante, del baño de espuma y del extra final.

Con todo lo comentado, creo garantizar que todo el mundo, en mayor o menor medida, sal-drá de verla con una sensación de agrado y de haber pasado un buen rato. Para finalizar, como buen amante de la estética y gustos de los años sesenta, debo rendir desde aquí un pequeño ho-menaje a la hermosa actriz francesa Claudine Longet que con su presencia, hacía más agradable cualquier película en la que apareciera.

• Francisco Jurado

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Ficha técnica título original Midnight Cowboy producción Metro-Goldwyn-Mayer / United Artists productor Jerome Hellman guión Waldo Salt (novela James Leo Herlihy) fotografía Adam Holender montaje Hugh A. Robertson música John Barry dirección artística Edward Garzero decorados Philip Smith vestuario Ann Roth maquillaje Irving Buchman peluquería Bob Grimaldi sonido Abe Seidman edición de sonido Vincent Connelly, Jack Fitzstephens operador de cámara Richard C. Kratina ayudante de dirección Terence A. Donnelly ayud. de producción Fred C. Caruso direc. segunda unidad Burtt Harris productores asociados Kenneth Utt diseño de producción John Robert Lloyd jefe de producción Hal Schaffel efectos especiales Joshua White Ficha artística Dustin Hoffman Ratso Jon Voight Joe Buck Sylvia Miles Cass John McGiver Mr. O’Daniel Brenda Vaccaro Shirley Barnard Hughes Towny Ruth White Sally Buck Jennifer Salt Annie Gary Owens Joe de pequeño George Eppersen Ralph

Joe Buck es un joven tejano marcado por las experiencias infantiles y adolescentes sufridas con su abuela y su novia, que abandona su pueblo del oeste para probar fortuna como gigoló en la atrayente y próspera Nueva York. Quiere ser un vi-vidor (como él mismo se califica), y aprovecharse de las mujeres sedientas del sexo de «tipos duros» del salvaje oeste con su sombrero de cowboy, su radio, su zamarra de flecos y su maleta de piel de vaca. Sin embargo, a todos los sueños que había imaginado les dará un duro golpe la realidad de una ciudad fría, donde el sálvese quien pueda está a la orden del día y la inocencia no tiene lu-gar, realidad que acabará compartiendo con un ladronzuelo de poca monta en los lugares mas desesperanzadores de Nueva York.

John Schlesinger rompe totalmente el miti-ficado sueño americano en este duro film, que consiguió tres Oscar a pesar de ser calificada «x» en Estados Unidos. La historia, a parte de origi-nal, es sencillamente increíble, se tratan temas tan dramáticos como la pérdida de la inocencia, la influencia aterradora de un fatídico pasado, la lucha por la supervivencia o la línea que separa la soledad de la amistad, sin caer en sentimentalis-mos baratos pero sin ser tampoco excesivamente sutil, ya que algunas escenas del filme son real-mente duras. A medida que avanza la película, con un estilo influenciado por el free cinema in-glés, se va uno introduciendo en la compleja si-tuación de Joe Buck, comprende como esas te-rribles experiencias del pasado le hicieron ser como es y lo atormentan de manera incesante, y sufre con él, al ver como su sueño se rompe en baños sucios, pisos abandonados y fiestas caóti-cas, mientras su inocencia se pierde por las cloa-cas de Nueva York y se cierra toda ventana por la que pudiera entrar alguna esperanza, aunque nunca dejan de buscarla. Para comprender su atormentada mente, Schlesinger utiliza un sis-tema de flashbacks y flashfowards (que en rea-lidad no lo son porque muestran un futuro que

Cowboy de medianocheJohn SchlesingerUSA, 1969 (113 minutos)

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no llega a realizarse) que reflejan la mezcla de sueños y pesadillas que tiene Joe Buck, y también su amigo Ratso, con el que irá tejiendo una gran amistad a lo largo del film.

La atmósfera que recrea la película hace que los personajes principales parezcan sombras que vagan sin rumbo por la ciudad, sin embargo al principio la fotografía es más calida, cuando la realidad aún no ha hecho trizas a nuestro cow-boy, y también en el desesperanzador final, que por lo tanto no es tan desesperanzador, pues a pesar de lo que parece simboliza un nuevo co-mienzo después de haber aprendido a dejar las fantasías de un lado para aprender a luchar por ellas, y a dejar de ser el vaquero de sonrisa fácil para aprender a vivir la realidad.

Asombra la grandiosa y muy personal direc-ción, aunque en algunos momentos sea un poco cargante el exceso de flashfowards, sobre todo los de Ratso. De todos modos ese detalle no anula la gran labor de Schlesinger, con la que convenció a público y crítica a pesar de no ser la típica película americana precisamente.

Las interpretaciones de Voight y Hoffman son de otro mundo, hacen una pareja excelente que ya ha pasado a la historia del cine. Voight hace qui-zás la mejor actuación de su carrera, pero perso-nalmente me rindo ante la increíble construcción del personaje de Hoffman, porque sin duda no podrán olvidar al peculiar Ratso. Todo ello bajo el hilo musical de la ya clásica Everybody’s talking.

• Daniel Albaladejo

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Ficha técnica título original The Ballad of Cable Hogue producción Phil Feldman para Warner Bros productor Sam Peckinpah Phil Feldman guión John Crawford y Edmund Penney fotografía Lucien Ballard. montaje Frank Santillo y Louis Lombardo música Jerry Goldsmith dirección artística Leroy Coleman decorados Jack Mills sonido Don Rush vestuario Robert Fletcher maquillaje Gary Liddiard peluquería Kathy Blondell ayudantes de dirección John Gaudioso efectos especiales Bud Hulburd Ficha artística Jason Robards Cable Hogue Stella Stevens Hildy David Warner Joshua Sloane Strhoter Martin Bowen Slim Pickens Ben Fairchild L.Q. Jones Taggart Peter Whitney Cushing R.G. Armstrong Quittner Gene Evans Clete William Mims Jensen Kathleen Freeman Mrs. Jensen Susan O’Connell Claudia

el actor Warren Oates, amigo íntimo de Pec-kinpah, fue quien le dio a conocer el relato ori-ginal que sustenta la película. Tras comprarlo y después de diversos avatares fue producido por Warner BROS, compañía cinematográfica que estaba de uñas con el director después de los problemas y desacuerdos que habían tenido con Grupo Salvaje (1969), por cierto una de las cintas más importantes del cine moderno.

La historia de Cable Hogue es la de un hom-bre sencillo aferrado a su tiempo y que no quiere saber nada con lo que significa civilización, en concreto no quiere ir a la ciudad porque allí no sería nadie. Abandonado por sus compañeros y perdido en el desierto, cuando está a punto de pe-recer descubre un pozo de agua y decide hacer una estación de parada para la diligencia, así crea su propio mundo donde puede desarrollar su liber-tad. La llegada de diversos pasajeros y transeúntes le van complicando la vida.

Peckinpah era muy popular en la época del ro-daje, gozaba de un reconocimiento casi general, pero había vuelto a beber en demasía, tenía un ca-rácter intratable, se le conocían múltiples roman-ces tormentoso y se peleaba con todo el mundo. La cinta se rodó durante 36 días cerca de Las Ve-gas y en Arizona. Tuvo un presupuesto de 880 000 dólares. Se produjeron muchos problemas en el rodaje, debido a tormentas y al mal humor del director que llegó a despedir a 36 técnicos, dicen que uno por día, incluida su propia hija que se empeño en salvar al lagarto que Sam quería ma-tar en primer plano, que por cierto mató. Los tí-picos problemas del director con las productoras se volvieron a repetir, hubo que cambiar parte del montaje y recortar cerca de media hora.

La balada de Cable Hogue es una cinta atípica en su filmografía, es la más poética y la que cuenta con mayor sentido del humor, pero no deja de ser una visión diferente de su temática predilecta, es decir hombres que están fuera de su mundo y se aferran a él con todas sus consecuencias.

La balada de Cable HogueSam Peckinpah USA, 1970 (121 minutos)

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películas programadas en el 50 aniversario 201

Tuvo el problema de que se estrenó con una campaña publicitaria que la presentaba como una continuación de Grupo salvaje, esto lastró la comprensión por parte del público, que no quiso ver lo personal de esta nueva muestra del genio de Peckinpah. Sin embargo estamos ante una obra maestra absoluta que gana enteros con el paso del tiempo, donde el director se expresó de una forma clara y enternecedora con un per-sonaje que es el más propio de todos los suyos., el que mejor sabe vivir de su pasado, el que no cambia, es feliz, es libre y no aspira a otra cosa que perpetuar su mundo.

La película es la mejor fotografiada de su obra y cuenta con un elenco de actores extraordinarios

donde sobresale un pletórico Jason Robards, en uno de sus mejores papeles, quizás solo igualado con el que hizo para Sergio Leone en Hasta que llegó su hora (1968); una estupenda Stella Ste-vens, una actriz realmente desaprovechada por el cine americano y un adecuado David Warner, actor que formó parte del universo de amigos creado por Pehkinpah.

Como en la mayoría de la obra de Peckinpah se dice que había realizado mucho más metraje y que también aquí desapareció del montaje final, sobre todo escenas humorísticas. ¿Quién sabe si algún día las recuperaremos?

• Avelino Fernández

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Ficha técnica título original Cabaret producción ABC Pictures Corporation productor Cy Feuer guión Jay Allen argumento el musical homónimo de Joe Masteroff basado en la obra I am a camera de John Van Druten y narraciones de Christopher Isherwood fotografía Geoffrey Unsworth montaje David Bretherton música y canciones John Kander (música) y Fred Ebb (letras) direc. musical y orques. Ralph Burns coreografía Bob Fosse dirección artística Rolf Zehetbauer y Jürgen Kiebach decorados Rolf Zehetbauer, Jurgen Kiebach y Herbert Strabl vestuario Charlotte Flemming maquillaje Susi Krause y Raymund Stangl peluquería Susi Krause, Raymund Stangl y Gus Le Pre (para Liza Minelli) sonido David Hildyard director de producción Pia Arnold ayudantes de dirección Wolfgang Glattes y Douglas Green operador de cámara Peter MacDonald script Trudy von Trotha casting Renate Neuchi Ficha artística Liza Minnelli Sally Bowles Michael York Brian Roberts Joel Grey maestro de ceremonias Helmut Griem Maximillian von Heune Marisa Berenson Natalia Landauer Fritz Wepper Fritz Wendel E. Neumann-Viertel Fräulein Schneider Helen Vita Fräulein Kost Ralf Wolter Ludwig Sigrid von Richthofen Fräulein Mayr Georg Hartmann Willi Gerd Vespermann Bobby Ricky Renée Elke Estrongo Nachama Cantor Kathryn Doby bailarina Inge Jaeger bailarina Angelika Koch bailarina Helen Velkovorska bailarina Gitta Schmidt bailarina Louise Quick bailarina

berlín 1931. A pesar de que aún faltan dos años para que el presidente Hindemburg nombre can-ciller a Adolf Hitler, la democracia alemana corre tiempos difíciles ante la cada vez más creciente pujanza del partido nazi. Sin embargo, la socie-dad berlinesa sigue frecuentando su diversión fa-vorita: el cabaret. Precisamente en uno de ellos, el Kit-Kat, triunfa una chica americana, Sally Bowles, todo fuerza, vitalidad y generosidad en el escenario. Por el contrario, su vida personal camina por difer-entes derroteros, pues vive en una pensión y man-tiene una relación amorosa de incierto futuro con un profesor inglés de ambigua actitud.

El origen de Cabaret se remonta al libro de me-morias noveladas Goodbye to Berlin original de Christopher Isherwood, del que John van Druten realizó una comedia titulada I’m a camera, llevada al cine por Henry Cornelius en 1955 y posterior-mente, en 1966, al teatro por Joe Masteroff, dirig-ido y producido por Harold Prince, pero ya con formato de musical y con el mismo nombre que la película que hoy vamos a ver. Curiosamente del elenco original de actores sólo repetiría Joel Grey como célebre maestro de ceremonias.

El estupendo guión de Jay Allen (con la ayuda sin acreditar de Hugh Wheeler) nos presenta dos mundos diferentes: por un lado el interior, rep-resentado por un cabaret que, a través del micro-cosmos que lo compone, forma un personaje en sí mismo, lleno de alegría, belleza, sexo y derro-che; y por otro el exterior, el de la calle, con un ambiente frío, triste, precario y amedrentado. Es decir, la vida irreal y la vida real de aquella época en una Alemania que, sin saberlo, se estaba pre-parando para la guerra y para la hecatombe que ello le iba a ocasionar.

Llegados a este punto, debo decir que lo más interesante de la película es precisamente la parte artificial, la que transcurre entre las paredes del cabaret, que a los componentes habituales del género musical, como el baile, canciones, lujo y fantasía, añade en este caso concreto la ironía y

CabaretBob FosseUSA, 1972 (122 minutos)

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un cierto cinismo a modo de crítica social. A pe-sar que se van entrelazando planos del devenir de los protagonistas tanto dentro como fuera, la se-gunda parte, la historia de amor, pierde fuerza e interés y los intérpretes no consiguen transmitir-nos sus sentimientos o frustraciones por falta de química entre ellos (desafortunada elección a mi juicio la de Michael York), con lo que el especta-dor está deseoso de que la cámara regrese al club cuanto antes. Podría decirse que estamos ante una película partida en dos géneros cinematográficos, la comedia musical y el melodrama.

Pero lo que es indudable, es que ciñéndonos sólo al primero, es sencillamente maravillosa, con unos números espectaculares que figuran por méritos propios en la antología del cine, destacando sobre todo aquellos en los que in-terviene el genial Joel Grey (Wilkommen, Money

Money o If you could see her) y cómo no, el que da título a la película, que marcaría para bien o para mal, el devenir artístico de una Liza Min-nelli que no podría deshacerse jamás ni del per-sonaje, ni de la canción, quizá en la única vez que estuvo a la altura artística de su madre, la célebre Judy Garland. Su transformación sobre el esce-nario es prodigiosa, llena de fuerza, entrega, tal-ento y seguridad en sí misma. Lástima que lejos de él no le ocurriera lo mismo y destrozara su carrera con alcohol, drogas y depresiones.

En la edición de los Oscar de aquél año, se llevaría ocho estatuillas para el director, ac-triz principal (Liza Minnelli), actor secundario (Joel Grey), fotografía, decorados, banda sonora adaptada, montaje y sonido, amén de nomina-ciones a la mejor película y al guión adaptado.

• Alejandro Zapico Rato

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204 cine felgueroso. cincuenta años de cine en langreo • sala oscura

Ficha técnica título original The Godfather producción Albert S. Ruddy guión Francis Ford Coppola y Mario Puzo argumento la novela homónima de Mario Puzo fotografía Gordon Willis montaje William Reynolds y Peter Zinner música Nino Rota dirección artística Warren Clymer decorados Philip Smith sonido Christopher Newman vestuario Anna Hill Johnstone maquillaje Phil Rhodes y Dick Smith efectos especiales Sass Bedig, A. D. Flowers y Joe Lombardi ayudante de dirección Fred Gallo Ficha artística Marlon Brando Don Vito Corleone Al Pacino Michael Corleone Diane Keaton Kay Adams James Caan Santino «Sony» Corleone Robert Duvall Tom Hagen John Cazale Fredo Corleone Thalia Shire Connie Corleone Sterling Hayden Capitán McCluskey Richard S. Castellano Clemenza Richard Conte Don Emilio Barzini Al Lettieri Sollozzo Abe Vigoda Tessio Al Martino Johnny Fontana Morgana King Mamma Corleone Lenny Montana Luca Brassi Corrado Gaipa Don Tomassino Franco Citti Calo

hablar de El padrino es una tarea que además de placentera, uno puede sentir la duda de no cumplir bien con su objetivo por temor a que-darse corto en su apreciación, pues es hablar de «CINE», así con mayúsculas.

Realizada en 1972 por Francis Ford Coppola y guión de Mario Puzo, supuso el espaldarazo definitivo para una nueva generación de auto-res que trataban de abrirse camino en el difícil y cerrado mundo de la realización, controlado entonces por los grandes estudios. En esos años de hegemonía de la tv y con un trasfondo polí-tico y social bastante convulso, donde la creativi-dad artística intentaba buscar nuevas formas de expresión y desarrollo, el estreno de El Padrino fue una bocanada de aire fresco para la alicaída industria de Hollywood, siendo nominada a los Oscar en 0nce categorías, logrando alzarse con tres estatuillas: película, actor (Marlon Brando) y guión adaptado, frente a las once que ese año logró Cabaret. Sin entrar en la polémica de si es una de las diez mejores jamás filmadas, pues creo que es una discusión a obviar dado que los jui-cios y las críticas son rehenes de las circunstan-cias y del momento histórico en que se hacen, lo indudable es que estamos ante una obra maestra de factura y desarrollo impecable.

El argumento gira en torno a la lucha por el poder entre las cinco familias mafiosas que con-trolaban los negocios sucios en el Nueva York de los años cuarenta. Una de ellas es la formada por Don Vito Corleone (interpretado por Mar-lon Brando), un siciliano emigrado a EE. UU, que siendo aún niño tuvo que huir de su tierra para salvar su vida por causa de una vendetta que lo dejó huérfano, y sus hijos Santino, Fredo, Mi-chael, la joven Connie y Tom, criado como un hijo más, el cual además de abogado, es el consigliere. Controlan una parte de la ciudad teniendo en su nómina a políticos, jueces y policías, recaudando dinero de la prostitución, el juego y de una parte

El padrinoFrancis Ford Coppola USA, 1972 (171 minutos)

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de los muelles y sindicatos de estibadores portua-rios. Don Vito, aunque implacable en los nego-cios, tiene un recto sentido del honor y rechaza la oferta de entrar en el tráfico de estupefacientes por parte de un protegido de la familia Sollozzo, lo que hará que sus rivales le consideren blando y caduco, sufriendo un atentado que casi acaba con su vida y le imposibilitará para seguir al mando de la organización. Éste será el detonante para una guerra de bandas en la que caerá también el tem-peramental Santino, el heredero lógico para sus-tituir a su padre al frente de la familia, lo que lle-vará a Michael, el menor de los varones, a tomar la iniciativa y el control, dado el carácter débil y enfermizo de su hermano mayor Fredo. El joven, al que su padre mantuvo al margen de los asuntos que ocupaban al grupo, estudiante y recién licen-ciado del ejército, en el que se enroló para luchar en la Segunda Guerra Mundial, es de carácter pa-cífico, mente fría e inteligente, pero su estancia en

el frente le ha endurecido, lo que hará que tome decisiones drásticas en defensa de los suyos, tras lo que todos le juran fidelidad pasando a ser el nuevo capo.

Uno de los aciertos del director es que no trata de juzgar a los personajes y sus acciones sino que simplemente los presenta y retrata en su entorno de una forma natural, sin entrar en cuestiones mora-les. La puesta en escena, siempre acompañada por la personal y excelente música de Nino Rota, tiene un planteamiento clásico en su concepción, pues a su argumento, que el mismísimo Shakespeare hu-biese firmado con agrado, no le falta de nada ya desde los primeros fotogramas, con las secuencias durante la boda, donde nos va presentando uno a uno a todos los personajes que durante las casi tres horas siguientes, inmersos ya en el desarrollo de la acción, fijaran nuestra atención en la pantalla de manera ininterrumpida. Que disfrutéis.

• Francisco Jurado

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Ficha técnica título original Young Frankenstein producción 20th Century Fox productor Michael Gruskoff guión Gene Wilder / Mel Brooks fotografía Gerald Hirschfeld montaje John C. Howard música John Morris dirección artística Edward T. McAvoy decorados Robert De Vestel sonido Don Hall vestuario Dorothy Jeakins maquillaje Edwin Butterworth peluquería Mary Keats ayudantes de dirección Marvin Miller efectos especiales Hal Millar / Henry Millar Jr. Ficha artística Gene Wilder Dr. Frankenstein Peter Boyle el monstruo Marty Feldman Igor Cloris Leachman Frau Blücher Teri Garr Inga Kenneth Mars Inspector Kemp Richard Haydn Herr Falkstein Gene Hackman Ciego Madeline Kahn Elizabeth

Frederick, nieto de Victor Frankenstein, es un profesor universitario que parece renegar de sus antepasados hasta que recibe la visita de un an-tiguo compañero de su abuelo, que le confirma que en su testamento le ha legado todas sus po-sesiones ubicadas en Transilvania. Dejando a su novia en los Estados Unidos viajará hasta Europa y en la vieja mansión familiar se encontrará con dos ayudantes: Igor e Inga. Tras una breve estan-cia, descubrirá un libro con los secretos necesa-rios para dotar de vida a los tejidos muertos, esto le hace decidirse a crear su propia criatura.

Todos los aficionados al cine conocemos la historia de Frankenstein, un doctor que en Tran-silvania, comarca que también alberga leyendas de otros grandes monstruos que poblaron el cine como Drácula, descubre la manera de devolver la vida a los muertos. Acaba devolviéndosela a una criatura recientemente ajusticiada, que por algún motivo recibe una fuerza inhumana, y es carente de todo tipo de razonamiento.

Mel Brooks, famoso director de parodias como: Drácula un muerto muy contento y feliz (1995), La loca historia de las galaxias (1987) o La loca historia del mundo (1981), trató la leyenda de Frankenstein en esta película, que tiene todos los ingredientes de una película de terror gótico. Así encontramos a un cirujano loco, un ayudante deforme y un monstruo, mezcla que también se puede utilizar para obtener una brillante comedia. No en vano es un remake en clave de humor de El doctor Frankenstein (1931) de James Whale, en particular y de las adaptaciones cinematográficas de la novela de Mary Shelly en ge-neral. Hay escenas como la del ciego o la niña que juega con el monstruo que están calcadas, sonando a emotivo homenaje al original.

Estos tres papeles, son algo a destacar en la película por la buena interpretación que hacen Wilder, Feldman y Boyle respectivamente.

Aunque, todo hay que decirlo, las graciosas si-tuaciones del film, humor fácil en ocasiones, de eso no hay duda, pero efectivo siempre, pasan a

El jovencito FrankensteinMel BrooksUSA, 1974 (105 minutos)

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la posteridad como algo de lo mejor del cine de lo absurdo y consiguen arrancar las carcajadas al público a cada momento.

La película en principio fue grabada en color, pero para darle ese aire tétrico y tenebroso, al fi-nal, se decidió pasarlo en la edición definitiva en blanco y negro, un fantástico trabajo realizado por Gerald Hirschfeld, que nos transmite una sensación que potencia el suspense y el terror.

Otra gran aparición es la de un irreconocible Gene Hackman, haciendo de ciego, e interpre-tando una de las mejores escenas de la película por sus accidentes con la sopa, el vino y el cigarro.

Los gags están dosificados con eficacia a lo largo de la narración. Uno de los mejores trans-curre en el momento en el que Frederick, en-cuentra el laboratorio secreto de su abuelo una serie de cabezas humanas perfectamente clasifi-cadas. La película aparece clasificada la 13 entre las comedias americanas más divertidas de todos los tiempos.

Estamos hablando de, posiblemente, la mejor obra de Mel Brooks, pero ahora, cada uno debe-ríamos decidir si es una parodia o un entrañable homenaje.

• Sergio Ramos

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narra la historia de un delincuente, estafador, violador, de espíritu libre, con fuego en las venas y lengua pronta, que finge locura y le ingresan en un manicomio junto a los que él llama pandilla de locos. R. P. McMurphy evita de esta manera ir a la cárcel, haciéndose pasar por loco. Es una forma de llevar una reclusión de manera más agradable. A su llegada al hospital se encuentra con un am-biente típico de esta clase de instituciones, repre-sión y de miedo. Su sentido de la vida choca, re-pentinamente, con el orden y la estremecedora ru-tina de los habitantes del manicomio, muy pronto, y gracias a él, sus compañeros de hospedaje van a darse cuenta de que existe algo muy diferente a lo que están viviendo cada día.

Nuestro hombre comienza a reflexionar sobre su situación y la de sus compañeros dentro de la institución, e invita a los demás a que se animen a pensar por sí mismos y a tener una vida pro-pia, si es necesario, deben enfrentarse a aquello que les impida conseguir los objetivos, aunque algunos estén interesados en que no vivan, que pasen por la vida de una forma amorfa, sirvién-doles, para poder expresar su vida como domi-nio y poder sobre los demás.

Se me viene a la memoria el mito de la ca-verna de Platón, un hombre cuerdo dentro de una cueva, compartiendo su vida con otros in-dividuos carentes totalmente de juicio propio, donde una sociedad estratificada, va marcando el camino que se ha de seguir, luchando a cada momento por escapar y ser libre, eso es la idea que nos deja esta película, el afán por la libertad. En este caso, podemos extrapolar la situación a la vida de cada uno de nosotros, formamos parte de una sociedad, donde unos mandan más que otros, que son, al fin y al cabo, los que marcan lo que debemos hacer, pero hay veces, que sen-timos esa necesidad de ser libres, de romper las cadenas que nos retienen y escapar, pensar por nosotros mismos, todos podemos, por tanto, identificarnos con el señor McMurphy, aunque

Ficha técnica título original One Flew Over the Cuckoo’s Nest producción United Artists productor Michael Douglas guión Bo Goldman & Lawrence Hauben música Jack Nitzsche fotografía Haskell Wexler dirección artística Edwin O’Donovan decorados Joe Acord sonido Mark Berger vestuario Aggie Guerard Rodgers maquillaje Fred B. Phillips peluquería Gerry Leetch montaje Bill Butler ayudantes de dirección Irby Smith y William Saint John

Ficha artística Jack Nicholson R. P. mcmurphy Louise Fletcher Enfermera Mildred Ratched William Redfield Dale Harding Will Sampson Chief Bromden Brad Dourif Billy Bibbit Danny DeVito Martini Dean R. Brooks Dr. John Spivey Scatman Crother Turkle Vincent Schiavelli Fredrickson William Duell Jim Sefelt Mwako Cumbuka Warren Nathan George Washington Alonzo Brown Miller

Alguien voló sobre el nido del cucoMilos FormanUSA, 1975 (133 min)

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siempre haya alguien como la dictatorial y mal-humorada enfermera Ratched, que vuelva a me-ternos en el redil.

Siguiendo con la metáfora, nuestro hombre se-ría aquel que rompe las cadenas y sale de la cueva para observar la verdadera realidad, y así trasmi-tírsela a los demás para que ellos también la vean, la escapada de pesca, el partido de baloncesto, la fiesta con las amigas, todo para que puedan deci-dir por sí mismos, sin embargo, volvemos al papel de la señora Ratched, mantiene las distancias con los internos, incluso los humilla, todo para conse-guir que sus órdenes sean obedecidas, ejemplo de esto es el accidente de Billy, él sabe que ha infrin-gido las normas, por tanto lo ridiculiza y lo hace

sentirse culpable, llevándolo a la única solución posible cuando te quitan la voluntad, el suicidio.

Por otra parte, por muchos golpes que te den, puede que esa semilla que nuestro hombre in-tentó plantar en cada uno de sus compañeros, florezca, reflejándose en la figura importantísima de «el jefe».

¿Crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?

¿Cómo —dijo—, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?

• Sergio Ramos

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Ficha técnica título original Taxi driver producción Columbia Pictures productor Julia Phillips, Michael Phillips guión Paul Schrader fotografía Michael Chapman montaje Tom Rolf, Melvin Shapiro música Bernard Herrmann dirección artística Charles Rosen decorados Herbert F. Mulligan vestuario Ruth Morley maquillaje Irving Buchman peluquería Mona Orr dirección de casting Juliet Taylor sonido Roger Pietschmann edición musical Shinichi Yamazaki edición de sonido Les Lazarowitz operador de cámara Fred Schuler ayudante de dirección Peter R. Scoppa ayudante de producción Eugene Iemola productores asociados Phillip M. Goldfarb jefe de producción Phillip M. Goldfarb efectos especiales Tony Parmelee Ficha artística Robert De Niro Travis Bickle Jodie Foster Iris Albert Brooks Tom Harvey Keitel Sport Leonard Harris Charles Palantine Peter Boyle Wizard Cybill Shepherd Betsy Garth Avery amiga de Iris

Travis Bickle es un veterano de Vietnam que, al volver de la guerra siente que necesita trabajar de taxista a jornada completa, al padecer insomnio, para matar el tiempo vacío que le queda en su, ya de por sí, vacía vida. El deambular por las calles de Nueva York todo el día, le hará sumergirse en las profundidades más oscuras de la ciudad estadouni-dense (capital de la cultura occidental moderna),y le hará sentirse asqueado con lo que él considera una sociedad inmoral y abocada al fracaso, en la que además no le dejan, por mucho que quiera, integrarse. Todo esto le hará replantearse las cosas y pasar a la acción para que todo cambie.

Martin Scorsese, apoyado en el gran guión de Paul Schrader, cuya colaboración sería la pri-mera de otras muchas, deja claro de una forma más fuerte y madura el diamante en bruto que se escondía tras los límites del guión, y de la poca experiencia tras la cámara del propio Scorsese, en Malas calles, alcanzando, si no la cumbre de su es-tilo, si el personal estilo que regirá su cine durante toda su carrera (Por lo menos hasta ahora).

La película a mi entender es una de los me-jores de los últimos 30 años, una obra maestra, oda a la soledad y a la frialdad con la que esta so-ciedad aísla a la gente «diferente», que sin duda es unos de los principales problemas de nuestros tiempos. Por eso precisamente el filme no en-vejece, porque narra uno de los problemas más profundos de nuestra sociedad, destripándola para explorar sus entrañas más perversas.

Travis Bickle, interpretado por un maravilloso y jovencísimo Robert De Niro (para mí uno de los mejores papeles de su carrera), es un tipo que no encuentra su sitio en la apocalíptica Nueva York que presenta el film, gracias en gran parte a la gran fotografía con tintes expresionistas de Michael Chapman y a la que sería la última com-posición musical de el gran Bernard Herrmann. Debido a esto examina la ciudad todas las no-ches dando vueltas con su taxi, para intentar en-contrar un por qué. Se enamora pero también es

Taxi DriverMartin ScorseseUSA, 1976 (113 minutos)

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rechazado por su «falta de modales», por lo que es la sociedad, las reglas marcadas las que le siguen expulsando, ¿Quién marca estas reglas? Se pre-gunta Travis, y entonces harto de esperar, decide tomarse la venganza por su mano, contra la so-ciedad corrupta que lo atormenta, por el camino de la violencia más extrema, llegando a una gran ironía final después de esto.

Scorsese con su particular estilo de la narrativa audiovisual hace que comprendamos totalmente a Travis, incluso que lo apoyemos, porque todos nos sentimos a veces, un poco como él. La sádica respuesta de nuestro personaje principal y la per-sonalidad que en él se acaba formando (racista, machista, violenta…), no es más que una crítica a todo lo que ello significa, al ser la propia ciudad la

que crea esa respuesta, al ser este el germen que la ambigua sociedad alimenta. Travis es un loco, sí, pero no más que las personas que gobiernan los ayuntamientos o las calles, como demuestran los corruptos Palantine y Sport. ¿Quién tiene la razón pues, en esa «ciudad de locos»?, la película no da una respuesta, pero si plantea muchas pre-guntas, y evoca a la cruel (¿o feliz?) ironía de la vida. Júzguenlo ustedes mismos.

También cabe destacar los magníficos pa-peles que desarrollan los actores secundarios, comenzando por una jovencísima Jodie Foster de 13 años.

Mantengan la atención, cada detalle cuenta en el filme.

• Daniel Albaladejo

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Ficha técnica título original La escopeta nacional producción InCine productor Jose Manuel M. Herrero, Alfredo Matas guión L.G.Berlanga, Rafael Azcona fotografía Carlos Suárez montaje José Luis Matesanz dirección artística Antonio Luna decorados Rafael Palmero vestuario Javier Artiñano, Humberto Cornejo maquillaje Julián Ruiz, Fernando Florido peluquería María Luisa García, Rosa Martín, Vicenta Palmero sonido Francisco Peramos edición de sonido José Nogueira operador de cámara Alfredo Fernández ayudante de dirección Miguel Ángel Gil ayud. de producción Esteban Gutiérrez jefe de producción José Manuel M. Herrero efectos especiales Antonio Bueno Ficha artística Rafael Alonso Cerrillo Luis Escobar Marqués de Leguineche Antonio Ferrandis Álvaro Agustín González Padre Calvo José Luis López Vázquez Luis José Andrés Mejuto De Prada Conchita Montes Soledad Mónica Randall Mercé Bárbara Rey Vera del Bosque José Sazatornil Jaime Canivell Laly Soldevilla Laura Amparo Soler Leal Chus Rosanna Yanni Libertad Iris Luis Ciges Segundo Zelmar Gueñol Alsina Fernando Hilbeck López Carrión Chus Lampreave Viti Mimí Muñoz Madre de Segundo Pedro del Río Castanys Elsa Zabala Marquesa

un fabricante catalán de porteros electróni-cos viaja a Madrid, acompañado de su amante, para asistir a una cacería que él mismo ha orga-nizado. Su principal finalidad es relacionarse con gente de la alta sociedad para así mejorar su ne-gocio. Todo parece ir bien, hasta que el dueño de la finca demuestra plena autoridad sobre Jaime, que es el verdadero organizador de la reunión. En el festejo encuentra personajes diversos junto a los que vive situaciones absurdas.

La escopeta nacional, marca un importante cambio en el cine de Berlanga, ya que solo hace tres años que se acabó la dictadura y comienza en España una nueva etapa para el arte, sin tan-tas censuras y con más libertad creativa. Enten-diendo este contexto, se entiende a la perfección la película que Berlanga y Azcona desarrollan, una explosión de bromas que antes no se po-dían hacer, de situaciones que antes no se po-dían crear y de cosas que antes no se podían ni nombrar. De ahí que el resultado sea una caótica comedia que recorre todos los estratos de la so-ciedad burguesa y noble de la España de los tec-nócratas del Opus Dei, con una ironía nada su-til, todo lo contrario riéndose a carcajada limpia de todo, dejando a un lado la envolvente sutileza con la que eran obligados a presentar sus films para esquivar a la censura.

Berlanga exprime su sarcasmo al máximo, in-troduce a los ya de por sí caricaturizados perso-najes, en situaciones absurdas que los arrastran a otra más absurda aún sin poder dar marcha atrás y ridiculiza a la vieja y arruinada aristocra-cia española, que aún se considera con un poder que no tiene, a los posibilistas del régimen, a los nuevos ricos e incluso al clero.

Con unos planos larguísimos, Berlanga de-muestra su habilidad detrás de la cámara, al otor-garle a la película el ritmo que precisa. El de unos planos largos que vayan siguiendo a los persona-jes enredándolos en su propio enredo, contem-plando de forma natural como se desarrollan

La escopeta nacionalLuis G. BerlangaEspaña,1978 (95 minutos)

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los magníficos y estrambóticos diálogos y po-niendo a todos los personajes al mismo nivel para desarrollar la graciosa trama.

La crítica de Berlanga se hace patente, se nota sin esfuerzo el rechazo a esos años de política corrupta, mandatarios sin fundamentos mora-les y sin contar en ningún momento con el pue-blo, sin embargo, el cambio que se produce en su cine desemboca en un estilo totalmente di-ferente en películas posteriores al que nos tenía acostumbrados en El verdugo o Plácido, lo que demostrará que, paradójicamente, Berlanga se movía mejor intentando esquivar con sutilezas a la censura que con la total libertad que luego

se le ofreció. Pero no es el caso de esta cinta, en esta explota todo su talento en una genial come-dia en la que Rafael Azcona da toda una lección de cómo hacer un magistral guión.

El reparto es genial, con lo mejor del cine es-pañol de esos años, todos forman en conjunto un único personaje, como es el de la élite de los mandatarios españoles del momento.

Sin duda una película en la que no puedes pa-rar de reír a la vez que piensas en todo lo que sig-nifica lo que estas viendo, y ese es el gran mérito de uno de los mejores directores que ha dado nuestro país.

• Daniel Albaladejo

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Ficha técnica título original Alien producción 20th Century Fox y Brandywine Productions productores Gordon Carroll, David Giler y Walter Hill guión Dan O’Bannon argumento Dan O’Bannon y Ronal Shusett fotografía Dereck Vanlint y Denys Ayling montaje Terry Rawlings y Peter Weatherley música Jerry Goldsmith dirección artística Roger Christiany Leslie Dilley diseño artístico Jean Moebius Giraud, Ron Cobb y Chris Foss diseño del alien H. R. Giger decorados Ian Whittaker sonido Jim Shields vestuario John Mollo maquillaje Tommy Manderson efectos especiales Nick Allder efectos visuales Denys Ayling ayudante de dirección Paul Ibbetson Ficha artística Sigourney Weaver Ripley Tom Skerritt Dallas Yaphet Kotto Parker John Hurt Kane Ian Holm Ash Veronica Cartwright Lambert Harry Dean Stanton Brett Helen Horton madre Bolaji Badejo Alien

como sinopsis del argumento, solo diré que con una ambientación muy adecuada, nos cuenta con todo lujo de detalles la forma en que un alien se in-troduce en una nave espacial y la gran lucha que deben emprender los protagonistas para lograr so-brevivir frente a ese ser que, a su modo, también lucha por la perpetuidad de su propia especie res-pondiendo a la llamada genética de su ciclo evolu-tivo. Quiero con esto dar la oportunidad al posible espectador que aún no la haya visto, de descubrirla por sí mismo y de experimentar iguales o parecidas sensaciones de suspense, claustrofobia, miedo ante lo desconocido y sorpresa ante la inquietante at-mósfera en la que nos vemos sumergidos a lo largo de toda la proyección.

Ya desde el primer minuto quedé literalmente pegado a la butaca, pues lo que estaba empe-zando a ver era todo un derroche de puro inge-nio y el resultado de un trabajo técnico sorpren-dente para la época, por la calidad de los efectos especiales que recreaban el interior de la nave y el espacio exterior, de una manera que an-teriormente solo había visto en comics como Métal-Hurlant y otros, que en aquel entonces leía con bastante asiduidad y gran placer, debo reconocer. Nada extraño por otro lado, teniendo en cuenta que parte de los diseños fueron crea-ción del magnífico e innovador dibujante fran-cés de comics Jean Giraud, alias Moebius, que era más conocido por ser el autor, junto al guionista Jean-Michel Charlier, de la excelente saga de El Teniente Blueberry.

Dirigida por Ridley Scott en 1979, aunque en un principio lo hiciera Walter Hill, esta coproduc-ción anglo-americana está rodada íntegramente en estudios ingleses. A pesar de que algunos dicen que está basada en una novela de Joseph Conrad, el argumento fue obra de Dan O’Bannon, autor también del guión original que después fue rees-crito por Walter Hill y David Giler por motivos de producción. Buscar alguna similitud entre la obra de Conrad, en la que siempre están presentes los

Alien, el octavo pasajeroRidley Scott Gran Bretaña y USA, 1979 (112 minutos)

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viajes como trasfondo del verdadero recorrido in-terior de los protagonistas, y la película, iría más allá del objetivo de esta modesta presentación. Dejando este tema a un lado, a mi juicio, el único punto coincidente con la obra de Conrad, del que sin duda es gran admirador, es el nombre de la nave, Nostromo, pequeño homenaje que el reali-zador hace al gran novelista británico, autor entre otras de Los duelistas, que él ya había adaptado y llevado a la gran pantalla.

El director se rodeó de un inmejorable equipo de rodaje y de excelentes técnicos y di-señadores, como el artista suizo H. R. Giger, al que se debe el diseño de la criatura, el ya men-cionado Moebius y Carlo Rambaldi, creador del animatronic, efecto usado en muchas secuencias del alien en movimiento. La excelente fotografía

de Dereck Vanlint y Denys Ayling, unida a la es-tética del conjunto, muy diferente a la que vi-mos en otras famosas cintas de ciencia-ficción, contribuyen a acentuar la sensación claustrofó-bica y de impotencia de esos individuos que en-cerrados en el interior de una nave, sin posibili-dad de huir, solos en mitad del inmenso espacio exterior, se ven enfrentados a un ente de natura-leza extraña e incompresible para ellos, que pa-rece salido de una pesadilla de H. P. Lovecraft. El trabajo de Ridley Scott, apoyado en la música de Jerry Goldsmith, consigue darle a la película un ritmo tenso, por momentos angustioso, sin recu-rrir a golpes de efecto directos y demasiado evi-dentes o a las truculencias visuales a que nos tienen acostumbrados otras obras del mismo género.

• Francisco Jurado

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Ficha técnica título original Manhattan producción United Artists productor Charles H. Joffe guión Woody Allen y Marshall Brickman montaje Gordon Willis música George Gershwin fotografía Gordon Willis dirección artística Lesile Bloom decorados Cosmo Sorice sonido Dan Sable vestuario Albert Wolsky maquillaje Fern Buchner peluquería Romaine Greene ayudantes de dirección Frederic B. Blankfein Ficha artística Woody Allen Isaac Davis Diane Keaton Mary Wilkie Michael Murphy Yale Pollack Mariel Hemingway Tracy Meryl Streep Jill Davis Anne Byrne Emily Pollack Damion Scheller Willie Davis

Isaac Davis, neoyorquino de mediana edad, lo tiene todo en esta vida, si es que por todo enten-demos un trabajo que odia, una novia de 17 años a la que no ama y una ex-esposa lesbiana que está escribiendo un libro en el que narra todo sobre su matrimonio, y a la que desearía estran-gular. Pero todo cambia cuando conoce a Mary, la sexy e inteligente amante de su mejor amigo, y se enamora perdidamente de ella. Abandonar a su novia, acostarse con Mary y dejar su trabajo es sólo el comienzo de la búsqueda del amor verda-dero y de la realización de uno mismo en una ciu-dad en al que el sexo es algo tan íntimo como un apretón de manos, y la puerta hacia el verdadero amor es... una puerta giratoria.

Esta película, rodada tras Annie Hall no hace sino aumentar las expectativas ante un genial cineasta, tiene el mismo humor sarcástico que Allen aplicaría en todas sus comedias, además si-gue el mismo hilo conductor, un individuo, ator-mentado por diversas razones de la vida, princi-palmente encontrar a la chica perfecta, que tras ir saltando de cama en cama descubre que la ha tenido todo el tiempo delante de sus ojos y no se había dado cuenta.

Con este filme sigue su tendencia de hacer una crítica de la sociedad norteamericana, en concreto esa gran ciudad llamada Nueva York, la gran manzana, en la que refleja a unos seres hu-manos, a los que no les preocupa nada más que saber, en qué cama se van a acostar esa noche, si su psicoanalista dará con el problema que lleva tanto tiempo rondándoles la cabeza o ir a mu-seos y teatros para demostrarse a sí mismos su propia inteligencia. El personaje de Diane Kea-ton es fundamental, ya que representa todo lo di-cho, pero aún así consigue conquistar el amor de nuestro atormentado pseudointelectual.

El personaje de Mariel Hemingway, la ino-cente y recatada chica de 17 años, con la que Isaac intenta autoexcusarse, es la persona más cuerda de toda la trama, es la única que tiene claro lo

ManhattanWoody AllenUSA, 1979 (96 minutos)

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que quiere hacer, la única que se implica emo-cionalmente en su relación, mientras que lo nor-mal sería que él, siendo el hombre maduro, que pasa de los 40, con un trabajo y una casa, fuese el más estable.

En los aspectos técnicos, la fotografía de la pe-lícula, en blanco y negro, podríamos decir que es un trabajo sobresaliente, con esa introduc-ción casi poética, en la que vemos Nueva York de una manera superficial, observándolo todo en general y nada en particular, o ese anochecer mirando al puente de Manhattan, donde Isaac y Mary empiezan su hipócrita relación. Por otra

parte los diálogos son sumamente ocurrentes, salpicados por ese humor típico que es marca de la casa, con el cual Allen arranca más de una carcajada al espectador.

Podemos decir que ésta película trata de las relaciones interpersonales de un selecto grupo de individuos que, de una forma meta-fórica acaba transformándose en un perro que intenta morderse la cola, está todo el tiempo dando vueltas sobre sí mismo, intentando con-seguir su ansiado premio, pero siempre acaba volviendo a donde empezó.

• Sergio Ramos

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218 cine felgueroso. cincuenta años de cine en langreo • sala oscura

Ficha técnica título original Chariots of fire producción Enigma Productions productor Davit Puttnam guión Collin Welland fotografía David Watkin montaje Terry Rawlings música Vangelis dirección artística Jonathan Amberston, Roger Hall, Len Hintingford, Anne Ridley y Andrew Sanders vestuario Milena Canonero maquillaje Kenteas Brine e Hilary Steinberg peluquería Maureen Hannaford-Naisbitt y Kate Healy sonido Jim Shields y Clive Winter direc. de producción Joyce Herlihy ayudante de dirección Jonathan BEnson operador de cámara Dewi Humphreys efectos visuales Ray Caple casting Dorothy Andrew Ficha artística Ben Cross Harold Abrahams Ian Charleson Eric Liddell Nigel Havers Lord Andrew Lindsay Cheryl Campbell Jennie Liddell Alice Krige Sybil Gordon Ian Holm Sam Mussabini Nigel Davenport Lord Birkenhead Lindsay Anderson Director del Caius College Dennis Christopher Charles Paddock Brad Davis Jackson Scholz Peter Egan Duque de Sutherland John Gielgud Director del Trinity College Patrick Magee Lord Cadogan Nicholas Farrell Aubrey Montague Daniel Gerroll Henry Stallard Struan Rodger Sandy McGrath David Yelland Príncipe de Gales Yves Beneyton George Andre Jeremy Sinden presidente de la sociedad Gilbert & Sullivan Gordon Hammersley presidente del Club de Atletismo de Cambridge John Young Reverendo J. D. Liddell Benny Young Rob Liddell Yvonne Gilan Sra. Lidddell Philip O’Brien Entrenador americano Gerry Slevin Coronel John Keddie

en la gran bretaña de principios de los años veinte, todos los deportistas tienen sus ilusio-nes y esperanzas puestas en los próximos Jue-gos Olímpicos de París que se van a disputar en el año 1924 y ponen el máximo esfuerzo en una preparación adecuada. Entre ellos están dos at-letas, Harold Abrahams y Eric Liddell, con unas condiciones innatas para correr y destinados a alcanzar la gloria deportiva. Sin embargo, sus motivaciones para hacerlo son tan diferentes como sus circunstancias personales, educación y creencias religiosas, que les afectarán, interferirán y condicionarán su comportamiento de manera muy diversa.

El deporte, en sus distintas especialidades, ha sido llevado en numerosas ocasiones a la gran pantalla, pero excepción hecha de las de boxeo –—entre las que hay algunas obras magistrales—no hay muchas películas de calidad y casi siem-pre, cómo no americanas, tratando sus deportes favoritos y tan fotogénicos como el football y el béisbol. No es el caso sin embargo de la cinta que hoy vamos a ver, pues es una producción euro-pea con el atletismo como tema de fondo y una gran belleza ética y estética.

Pero claro está, habría que empezar por decir que Carros de fuego no es únicamente una pe-lícula deportiva, es más, mucho más. No debe-mos quedarnos en la fachada del mero esfuerzo físico para alcanzar el éxito, sino que trata de las motivaciones que llevan a las personas hacia él o al menos a intentarlo; de sentimientos huma-nos como la lealtad, la fe o el deseo de ser acep-tado socialmente a través del triunfo deportivo; de cuando la competencia entre iguales generaba admiración y no egoísmos o falsos endiosamien-tos. En fin, toda una serie de conceptos y valo-res que se perdieron cuando el dinero dio paso al profesionalismo y cuando la publicidad y los medios de comunicación masivos convirtieron a aquellos amateurs dignos de admiración, en tris-tes modelos desprovistos de otras cualidades que

Carros de fuegoHugh HudsonGran Bretaña, 1981 (118 minutos)

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las físicas y el dinero como único afán. Lástima que ellos sean los iconos de unas generaciones que imitan y mimetizan todo lo que hacen sus ídolos, generalmente su peor cara.

Como no podía ser menos tratándose de una película británica, es reconfortante ver la clase con la que está hecha, el cuidado lenguaje, la belleza de las imágenes (aunque yo no soy partidario de la cámara lenta, pues nos saca de la historia por efec-tista), la estupenda ambientación de una época con el gusto por la buena imagen y el glamour, aunque con gran diferenciación en el vestir según el origen social, o el genial tema central de la banda sonora de Vangelis, cuya música ensalza a los atletas y nos involucra llevándonos juntos al clímax.

En cuanto a la interpretación, dentro de un carácter más bien coral, destacan como siempre

esos secundarios ingleses que encajan perfecta-mente en sus personajes, no importa cuales sean, pues parece siempre que estén hechos a su me-dida, pues sin destacar nadie en particular, todos destacan en su conjunto en la medida que unos mejoran a los otros con sus réplicas.

En la ceremonia de los Oscar de aquél año, en la que este filme no era favorito, dio la sorpresa al obtener cuatro estatuillas a la mejor película, guión original, banda sonora original y vestuario, amén de otras tres nominaciones no premiadas para el director, actor de reparto (Ian Holm) y el montaje.

Si viendo la escena de los atletas entrenando por la playa no le entran ganas de correr al sa-lir del cine, es que está usted acabado o tiene un problema serio de sensibilidad. O ambas cosas.

• Alejandro Zapico Rato

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Ficha técnica título original E.T., the extra-terrestrial producción Universal. productor Steven Spielberg, Kathleen Kennedy y Melissa Mathison guión Melissa Mathison fotografía Allen Daviau montaje Carol Littleton música John Williams dirección artística decorados James D. Bissell sonido Robert Knudson vestuario Deborah Scott maquillaje Robert Sidell Ayudantes de dirección Katy Ende y Daniel Attias. efectos especiales Dale Martin, Dennos Muren y Kenneth F. Smith Ficha artística Henry Thomas Elliott Dee Walace Mary Peter Coyote Keys Robert McNaughton Michael Drew Barrymore Gertie H. C. Martel Greg Sean Frye Steve Tom Howell Tyler Erika Eleniak chica guapa David O’Dell alumno Richard Swingler profesor de biología Frank Toth policía Robert Baton científico de ultrasonidos Michael Darrell hombre de la furgoneta

E. T. es un fenómeno de esos que se dan en el cine de tarde en tarde. Su éxito sorprendió en pri-mer lugar a su productora, solo en 1983 recaudó 243 millones de dólares. Por la venta de produc-tos relacionados con la marca E. T. se obtuvieron 2000 millones de dólares. Los ingresos que siguie-ron en los años siguientes desbordaron todas las previsiones, a base de reposiciones, venta en ví-deo, pases por televisión y otros. En concreto su pase en tve supuso record de pago y de audiencia. No fue ajeno al fenómeno el Cine Felgueroso que consiguió su particular record de espectadores.

Se rodó durante 58 días y contó con un pre-puesto de 10,5 millones de dólares. Nominada para nueve Oscar consiguió cuatro: Banda so-nora, sonido, montaje sonoro y efectos visuales.

Su argumento que desde el primer momento entusiasmo a Spielbeg, puesto que encajaba per-fectamente con sus sueños y obsesiones, es: Unos extraterrestres recogen muestras en un bosque terrestre, uno de ellos se pierde y queda abando-nado al percatarse de la presencia de unos hom-bres. Es recogido por unos niños que le esconden en su casa y esto da lugar a una serie de aventuras y el inicio de una extraordinaria amistad.

La película tiene una estructura muy senci-lla y parece dirigida expresamente por Spielberg hacia un público infantil, pero en el fondo sabe que todos somos niños. Estaba muy preocupado por lograr retratar un mundo infantil, donde los adultos fueran secundarios, según confesó se ins-piró en los dibujos animados que veía en su infan-cia en los que se solo salían las piernas de los adul-tos. Lo hace de la forma más simple, colocando la cámara a la altura de los niños.

Una de las claves de la cinta es el extraterres-tre. Un muñeco mecánico, pero que a diferencia de otros gloriosos precedentes debía tener una personalidad y encandilar a los niños protago-nistas. Spielberg quería que fuera horrible en la forma física pero encantador en el trato. Se en-cargó a Carlo Rambaldi el diseño, antes había

E. T., el extraterrestreSteven Spielberg USA, 1982 (115 minutos)

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diseñado el King Kong para la versión de 1976. Se emplearon 5.000 horas en su construcción y se hicieron tres muñecos y cuatro cabezas para usar en las distintas secuencias con un coste de 190 millones de pesetas. La calidad del trabajo junto a la maestría del director hicieron de él un personaje muy humano.

La fotografía es la más tenebrista de una cinta de Spielberg, por su expreso deseo casi toda la cinta es nocturna o interiores y esto acarreó mu-chas dificultades en el rodaje. Además era muy complicado fotografiar al muñeco.

La banda sonora que está considerada una de las mejores de la historia se debe a John Wi-lliams, compositor de la mayoría de los filmes de Spielberg, con el que cosechó grandes éxitos como Tiburón o La lista de Schlinder.

E. T. entró de lleno en la iconografía cine-matográfica y todos conocemos la secuencia de los niños volando con las bicicletas y pasando a contraluz sobre la luna o al muñeco estirando su dedo y diciendo aquello de mi casa.

• Avelino Fernández

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a principios del siglo xxi, la poderosa Tyrell Corporation desarrolló un nuevo tipo de robot llamado Nexus, un ser virtualmente idéntico al hombre y conocido como Replicante. Los Repli-cantes Nexus-6 eran superiores en fuerza y agi-lidad, y al menos iguales en inteligencia, a los in-genieros de genética que los crearon. En el espa-cio exterior, los Replicantes fueron usados como trabajadores esclavos en la arriesgada explora-ción y colonización de otros planetas. Después de la sangrienta rebelión de un equipo de com-bate de Nexus-6 en una colonia sideral, los Repli-cantes fueron declarados proscritos en la Tierra bajo pena de muerte. Brigadas de policías especia-les, con el nombre de Unidades de Blade Runners, tenían órdenes de tirar a matar al ver a cualquier Replicante invasor. A esto no se le llamaba ejecu-ción, se le llamaba retiro.

Así comienza una de las películas más impre-sionantes de todos los tiempos y de la que quiero dejar claro que en esta crítica, solo voy a sobrevolar brevemente los múltiples temas que abarca tanto moral como técnicamente la película, ya que un análisis de esto daría lugar a varios ensayos, como ya se han escrito algunos.

El filme nace de la libre adaptación del libro ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick y a pesar de su poco éxito inicial se ha convertido en una película de culto para la gran mayoría de espectadores y en una obra clave de la cultura cyberpunk.

En términos técnicos Ridley Scott revolucionó el cine de acción con Blade Runner (a pesar de estar en un trasfondo de ciencia-ficción no deja de ser acción), dándole un ritmo mucho más lento, lo que para sus detractores es la principal fuente de críticas, pero a mi entender ese ritmo deja tiempo para pensar, para analizar, porque no es otra película de acción cualquiera, en esta hay un trasfondo moral inmenso, y el tempo marcado además de mantenerte siempre alerta te indica el poderío de los detalles en la historia. Además la

Ficha técnica título original Blade Runner producción Warner Bros. Pictures productor Michael Deeley guión Hampton Fancher, David Webb Peoples (novela Philip K. Dick) fotografía Jordan Cronenweth montaje Les Healey música Vangelis dirección artística David L. Snyder decorados Linda DeScenna vestuario Michael Kaplan, Charles Knode maquillaje Joanna Cassidy, Marvin G. Westmore peluquería Shirley Padgett sonido Bud Alper edición musical Christopher Assells edición de sonido Peter Pennell operador de cámara Albert Bettcher, Dick Colean ayudante de dirección Newt Arnold productores asociados Ivor Powel, Paul Prischman, Run Run Shaw efectos especiales William Curtis

Ficha artística Harrison Ford Rick Deckard Rutger Hauer Roy Batty Sean Young Ráchale Edward James Olmos Gaff M. Emmet Walsh Bryant Daryl Hannah Pris William Sanderson J. F. Sebastian Brion James Leon Kowalski Joe Turkel Dr. Eldon Tyrell Joanna Cassidy Zhora James Hong Hannibal Chew Morgan Paull Holden

Blade Runnerridley scott USA, 1982 (112 minutos)

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atmósfera creada, gracias a Jordan Cronenweth en la fotografía, y a los encargados de la direc-ción artística con el diseño de David L. Snyder , vestuarios, caracterización, etc., es sencillamente increíble, en el año de sus estreno nunca se había visto nada igual y hoy en día sigue impresionando ese agobiante aire que se respira en Los Angeles de 2019, siempre a oscuras, con luces cegadoras de neón, una agobiante publicidad en todos los sitios y la omnipresente policía como órgano re-presor, todo ello crea , junto a la magnífica música de Vangelis, una sensación increíble de estar en un futuro aterrador, en el que la esperanza no tiene cabida bajo el oscuro cielo, los grandes edificios esconden interiores pobres y las calles abarrotadas de gente bajo la mirada de la policía parece que no te dejan respirar. Sin duda una costosa labor que no deja el más mínimo detalle sin caracterizar y ha pasado a ser de las más recordadas y homena-jeadas estéticas del cine.

La parte moral del film, profundiza en temas que están cada vez más a la orden del día, con la cantidad de avances en la ingeniería genética y la electrónica. Hace que nos hagamos preguntas tan complejas como ¿Qué significa vivir? O la relación de nuestros recuerdos con el pasado, ese es uno de los temas centrales de Blade Runner, los recuer-dos, por eso ese plano de un ojo al principio, por-que los ojos son el principal sitio por donde se ge-neran los futuros recuerdos, que pueden no serlo en realidad, aunque creas haberlo visto. Hace que nos planteemos toda la existencia y su sentido, desde esos recuerdos hasta la muerte, hasta en-tender cómo algo señalado como no humano tiene el mismo miedo a la muerte y las mismas dudas que los humanos sobre la vida.

Disfruten de la que para mi, es la segunda me-jor película de ciencia-ficción de la historia del cine y consigan contestar a una de las preguntas más realizadas de esa misma historia, ¿Es Deckard un replicante? La respuesta la dejo a su criterio.

• Daniel Albaladejo

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Ficha técnica título original Los santos inocentes productor Julián Mateos guión Antonio Larreta, Manuel Matji y Mario Camus argumento la novela homónima de Miguel Delibes fotografía Hans Burmann montaje José María Burrún música Antón García Abril dirección artística Rafael Palmero vestuario León Revuelta maquillaje Mariano García Rey peluquería Josefa Rubio sonido Carlos Faruolo direc. de producción Andrés Santana Ayud. de dirección Benito Rabal efectos especiales Reyes Abade operador de cámara Manuel VElasco script Marisa Ibarra Ficha artística Alfredo Landa Paco, «el Bajo» Paco Rabal Azarías Terele Pávez Régula Juan Diego señorito Iván Agustín González D. Pedro Maribel Martín señorita Miriam Mary Mary Carillo Sra. Marquesa Ágata Lys Doña Pura Juan Sánchez Quirce Susana Sánchez La Niña Chica Belén Ballesteros Nieves Manuel Zarzo doctor José Guardiola señorito de la Jara Francisco Torres José Salvador José Manuel Sito José Albiach Rafel Serna

extremadura años sesenta. En un inmenso cortijo propiedad de unos marqueses, viven sus empleados, la humilde familia de Paco El Bajo, su esposa Régula, sus tres hijos (la menor defi-ciente) y su cuñado Azarías, retrasado mental, hacinados en una casa en condiciones muy pre-carias. Acostumbrados a las labores del campo y a todo lo que dispongan sus amos, su activi-dad se ve alterada cuando hay partidas de caza, afición del hijo de los marqueses, el señorito Iván, para cuyas batidas cuenta siempre con la imprescindible ayuda de Paco. El problema surge cuando éste se rompe una pierna y no puede acompañarle en una batida.

Estamos ante un drama rural puro y duro, pero no uno cualquiera a los que nos tiene acostumbrados el cine americano, pues en mi opinión la sociedad rural española no tiene ap-enas parangón en el mundo, ya que los nuestros son más auténticos y directos, basados en un ar-raigo ancestral a la tierra y a las costumbres fa-miliares heredadas de generación en generación. En una época de grandes latifundios gobernados por unos señores casi feudales y una plebe em-pobrecida económica e intelectualmente (con un alto índice de analfabetismo), la tierra es el único bien al que se aferran estas personas para su supervivencia y ello genera pasiones y acti-tudes, no siempre bien encauzadas, que a veces afloran y se rebelan contra el orden socialmente establecido.

El guión está basado en la novela homónima del célebre autor español Miguel Delibes y alre-dedor de su tema favorito, la caza, plantea otra serie de cuestiones trascendentales de la histo-ria reciente de España, como la coexistencia de la burguesía latifundista y el proletariado rural, con la consiguiente explotación de la clase pode-rosa sobre la humilde. Mientras que los primeros abusan de unos privilegios que consideran inal-ienables, los segundos parecen aceptar su con-dición con sumisión y dignidad. Sin embargo, en

Los santos inocentesMario CamusEspaña, 1984 (105 minutos)

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la década de los sesenta se vislumbraban atisbos de cambio en las generaciones posteriores, pues tienen otras aspiraciones distintas a las de sus progenitores y un punto de vista diferente de su condición personal y de la jerarquía social que les toca vivir. El lento acceso a la cultura y el sa-lir de su entorno, les hace conocer otros mundos y abrir sus mentes.

Para mostrarnos este retrato histórico de nuestro país, la película consigue crear una ten-sión en aumento durante todo su metraje, uti-lizando la opresión, el desprecio y las humilla-ciones continuas de los señores como caldo de cultivo para llegar al clímax final en forma de venganza de los seres considerados inferiores, que a pesar de ser humanos están a muy poca distancia de los animales en la escala social. Es significativo que sea precisamente el que ocupa el escalón más bajo (el retrasado mental), quien adopte el papel liberador de su estirpe familiar cuando le privan de un ser que encarna en cierta medida la libertad, su milana.

No hay palabras suficientes para describir el nivel alcanzado por el maravilloso elenco de actores, pues es difícil reunir tanto talento en un mismo film. Todos desde el primero al úl-timo están perfectos, creíbles y adaptados a sus papeles como si fueran ellos mismos. Es ob-ligado no obstante destacar a Alfredo Landa como Paco «el Bajo» y a Francisco Rabal como Azarías, pues ambos conseguirían ex-aequo el premio de interpretación en el Festival Inter-nacional de Cine de Cannes, pero yo quiero además añadir a una gran actriz que no tiene el rango y el reconocimiento que se merece en el cine español como es Terele Pávez, que borda a esa Régula fuerte, sufridora y pilar de la fa-milia. Con todo ello y mucho más, Mario Ca-mus consigue una obra maestra incontestable e imprescindible.

• Alejandro Zapico Rato

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Ficha técnica título original Nuovo Cinema Paradiso producción Coproducción Italia-Francia; Les Films Ariane / Cristaldifilm / TFI Films / RAI productor Franco Cristaldi guión Giuseppe Tornatore fotografía Blasco Giurato montaje Blasco Giurato música Andrea y Ennio Morricone dirección artística Fabio Bonzi decorados Benito Leonardi sonido Franco Finetti vestuario Beatrice Bordone maquillaje Maurizio Trani peluquería Paolo Borselli efectos especiales Danilo Bollettini Ayud. de dirección Giuseppe Giglietti Ficha artística Philippe Noiret Alfredo Salvatore Cascio Toto niño Marco Leonardi Toto joven Jacques Perrin Toto adulto Agnese Nano Elena Mendola Briggite Fossey Elena Mendola adulta Antonella Attilli María Di Vito joven Pupella Mggio María Di Vito vieja Isa Danielli Anna Leo Gullotta Usher Leopoldo Trieste Adelfio

un afamado realizador, conocido como Toto, al enfrentarse a la muerte de su apreciado amigo Alfredo, comienza a recordar las historias vivi-das en un pequeño pueblo italiano siendo niño y adolescente. Así rememora su infancia como huérfano, su padre desapareció en la guerra, su amistad con el proyeccionista de un cine, como consigue introducirse en la cabina y su ascenso a proyeccionista jefe.

La película está cargada de emoción y consigue que el espectador se conecte con lo que sucede en la pantalla. El ritmo tiene una tremenda impor-tancia, ya que se consiguen condensar 40 años en solo 155 minutos. La cinta está estructurada tres partes, la primera resume la vida de un Toto niño, con no más de ocho años, en la que el ritmo es más lento, fiel reflejo de la vida real donde cuando uno es pequeño parece que el tiempo se para a cada momento, en la segunda, el ritmo se acelera un poco ya que se trata de un Toto joven que vive la vida a cada momento donde también se narra el pequeño idilio con la hija del director del banco que puede ser un estereotipo de la juventud de todo ser humano, después, la tercera, nos habla de un Toto adulto, es la más pausada y en la que empiezan a aflorar los recuerdos.

Se trata de una obra casi totalmente descrip-tiva, en la que se pretende mostrar la trama antes que contárnosla. Todas las vivencias o recuerdos de nuestro protagonista, se ven directamente en la película, no hay un narrador que en voz en off nos va contando todas y cada una de las situa-ciones, cosa que hace que cada uno se integre y sea partícipe. La primera parte, quizás sea la más descriptiva de todas, principalmente, por-que es donde se muestra a ese niño que, por vi-vir en tiempos en donde la censura se encargaba de decidir, quien podía asistir a las proyecciones o que se podía ver en las mismas, acude sin falta al cine sin importarle nada más que el hecho de estar en el sitio donde mejor se encuentra, ade-más parece que el resto del mundo que gira a su

Cinema ParadisoGiuseppe TornatoreItalia, 1989 (155 minutos)

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alrededor no tiene importancia, nada más que el cine y Alfredo.

Cabe destacar el escenario en cada parte, Tor-natore, consigue darle más realismo al filme a partir del decorado, en la primera parte es un decorado jovial, donde los días son soleados, los campos verdes y las noches cálidas, en la se-gunda, que es donde hay más turbulencias en la vida de Toto, sale a la luz el tema, por ejemplo, de la instrucción militar, el accidente de Alfredo o

la partida dramática en el tren, en la última, nos trasmite el agobio del Toto adulto en el seno de la ciudad, acabando, en el último momento, con la vuelta a los días soleados.

La secuencia final es inolvidable.Tornatore consigue reunir drama y humor,

nostalgia y análisis, amor y desamor, en una obra muy bien estructurada que se erigió en ganadora del Oscar a la mejor cinta extranjera.

• Sergio Ramos

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Ficha técnica título original The fabulous Baker Boys producción Mirage Productions productores Paula Weinstein y Mark Rosenberg guión Steve Kloves fotografía Michael Ballhaus montaje William Steinkamp música Dave Grusin dirección artística Jeffrey Townsend decorados Anne H. Ahrens vestuario Lisa Jensen maquillaje Ronnie Specter peluquería Jeanne Van Phue sonido J. Paul Huntsman ayud. de dirección Charles Myers operador de cámara Davis M. Dunlap efectos especiales Robert E. Worthington casting Wallis Nicita Ficha artística Jeff Bridges Jack Baker Michelle Pfeiffer Susie Diamond Beau Bridges Frank Baker Ellie Rabb Nina Xander Berkeley Lloyd Dakin Mathews Charlie Ken Lerner Ray Albert Hall Henry Jennifer Tilly Blanche Moran Gregory Itzin Vince Nanzy Bradford English Earl Todd Jeffries Theo Terri Treas chica en la cama David Coburn chico Gregory James masajista del hotel Nancy Fish dueña del bar Beege Barkette camarera Del Zamora hombre con la cuchilla H. Matthew Johnson encargado del baño Stuart Nisbet veterinario Robert Henry portero Martina Finch cantante Winifred Freedman cantante Wendy Goldman cantante Carlote Ita White cantante

Frank y Jack son hermanos y a la vez músicos profesionales. Durante treinta y un años han sido Los fabulosos Baker Boys tocando al piano música de jazz por clubes y hoteles, pero los tiempos están cambiando y se han quedando anticuados. Frank, el primogénito que además ejerce de manager, está decidido a darle un giro a la situación contratando a una cantante, ante la aparente indiferencia de su hermano. Las cualidades artísticas de la chica y la belleza de la misma, relanzan su carrera como la espuma, pero su presencia y protagonismo desencadenará peleas fraternales y desencuentros amorosos que amenazan la integridad del grupo.

Aunque es difícil de encasillar y algunos lo hacen como un musical, a mi me gusta decir que es un drama salpicado con música y que para to-dos los que amamos a Michelle Pfeiffer, pasará a los anales no solamente por su espléndida ac-tuación, sino y sobre todo, por su interpretación (con su propia voz) de la canción Makin’ Whoopee encaramada encima de un piano de cola embu-tida en un precioso vestido rojo. Una imagen que hace recordar una película, convertida en todo un icono para los de mi generación... y los de alguna otra.

Para evitarle dudas al espectador, cabe decir ya de entrada que es un filme romántico y sensual, de una belleza estética, aunque a la vez tiene pasajes duros, con situaciones descarnadas que ponen al descubierto los sentimientos entre hermanos lar-gamente escondidos o mejor, adormecidos, y que nos deja al final un poso con un sabor agridulce. Nada sorprendente ciertamente, pues la relación entre dos hombres con una mujer de por medio, es una fórmula muy empleada en el cine, pero siem-pre con una misma resultante sea cual sea su grado de implicación: no hay solución perfecta.

Queda fielmente retratado ese otro mundo del espectáculo donde no todo es glamour. Esos pe-queños locales con una atmósfera oclusiva donde a los clientes que por allí pululan, quizá embutidos

Los fabulosos Baker BoysSteve KlovesUSA, 1989 (114 minutos)

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en sus propios problemas y melancolías, parecen importarles muy poco los músicos que se esme-ran en dar lo mejor de sí mismos desde el esce-nario, porque sueñan con una vida mejor, llena de éxito, pensando que en cualquier recóndito lu-gar puede haber alguien fijándose en ellos que los eleve a otro nivel, más cerca del estrellato.

A primera vista puede llamar la atención la elección de los actores protagonistas, pero una vez vista y analizada la película, parece una deci-sión acertada. Los dos chicos, Jeff Bridges y Beau Bridges, a la sazón hermanos en la realidad, dan credibilidad a sus papeles, especialmente el pri-mero, con ese toque de desencanto, de haber re-nunciado a sus sueños, de no interpretar la mú-sica que a él le gustaría para adaptarse a la au-diencia y a su socio, de saber que su tren ya pasó. Por momentos parece como si sacaran a relucir

sus trapos sucios en la vida real. Michelle Pfei-ffer, en su papel, refleja en cierta medida su pro-pia identidad, pues no es una cantante experi-mentada, tiene una voz limitada y un estilo pecu-liar que agrada al público, pero ante todo irradia magnetismo (¿les suena?), algo que se tiene o no se tiene y que le puede hacer cumplir sus ilusiones y llevarla a la fama más allá del grupo.

Nominada a 4 Oscar, aunque sin premio (ac-triz principal, fotografía, montaje y banda so-nora) y ganadora del Globo de Oro a la mejor actriz dramática para Michelle Pfeiffer (curio-samente, el único premio importante en su ca-rrera). Para aquellos a quienes les guste el jazz, encontrarán una gozada la música de Dave Gru-sin, salpicada con temas de Duke Ellington y la Orquesta de Benny Goodman. Una joya.

• Alejandro Zapico Rato

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en plena Guerra Civil española, Carmela y Paulino, junto con el joven mudo Gustavete, tienen una compañía de variedades que repre-senta su espectáculo musical para entretener a los soldados del bando republicano. Una noche de niebla, en el camino hacia Valencia, entran sin querer en la zona nacional, siendo detenidos y encerrados en un colegio que ejerce de cárcel, junto con otros prisioneros de diferentes nacio-nalidades que van a ser fusilados. Al enterarse de que son cómicos, un oficial italiano al mando les ofrece la posibilidad de trabajar en una obra para entretener a la tropa. Para ello tendrán que hacer algunas concesiones ideológicas.

Durante muchos años, la guerra civil espa-ñola no fue retratada en el cine, era un tema tabú, quizá por una especie de mala conciencia que flotaba en el ambiente. Con la llegada de la democracia a nuestro país, fueron varios los di-rectores que se atrevieron a ello, pero casi siem-pre caían en las opiniones maniqueas o partidis-tas y rara vez era vista bajo un prisma objetivo e imparcial. En la ocasión que hoy nos ocupa, Carlos Saura la afronta desde un punto de vista cómico, pero con mucho subsuelo debajo que deja entrever una cruenta dureza, por otra parte consustancial con el escenario de fondo.

El punto de arranque y motivo del título, es una canción popular del siglo xix que ya can-taban los guerrilleros españoles contra las tro-pas de Napoleón en 1808 durante la Guerra de Independencia. Con el paso del tiempo, fueron cambiando las letras a conveniencia de las épo-cas y los bandos que la utilizaban hasta llegar a nuestra guerra civil, donde el Ay, Carmela se hizo muy popular entre las tropas republicanas. En esta ocasión, se aprovecha incluso para dar nombre a la protagonista femenina.

Basada en una obra de teatro homónima de José Sanchís Sinisterra, los guionistas, Rafael Az-cona y el propio director Carlos Saura, quisieron ambientar la historia unos días antes de donde

Ficha técnica título original ¡Ay, Carmela! producción Iberoamericana Films y Ellepi, en colaboración con tve productor Andrés Vicente Gómez guión Rafael Azcona y Carlos Saura argumento la obra de teatro homónima de José Sanchís Sinisterra fotografía José Luis Alcaine montaje Pablo González del Amo música Alejandro Massó coreografía Alberto Portillo dirección artística Rafael Palmero decorados Ramón Moya vestuario Humberto Cornejo y Mercedes Sánchez maquillaje José Antonio Sánchez peluquería Paquita Núñez sonido Gilles Ortion efectos especiales Reyes Abades ayudante de dirección Salvador Pons operador Julio Madurga script Carmen Soriano

Ficha artística Carmen Maura Carmela Andrés Pajares Paulino Gabino Diego Gustavete Maurizio de Razza teniente Ripamonte José Sancho capitán artillero Miguel A. Rellán teniente interrogador Edward Zantara oficial polaco Mario de Candia Bruno Antonio Fuentes alférez artillero Rafael Díaz centinela Chema Mazo alcalde Mario Martín cacique Emilio del Valle cabo Cardoso Silvia Casanova mujer presa Alfonso Guirao campesino Felipe Vélez médico Félix Pardo soldado Manuel Millán cabo Víctor Manuel Mendoza oficial Francisco Ferrer oficial Gabriel Moreno oficial José Hernán Rincón músico Ecuador Rubio músico Jesús Pinto músico

¡Ay, Carmela!Carlos SauraEspaña, 1990 (102 minutos)

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empieza aquella y nos presenta a una pareja de cómicos que deben enfrentarse a sus ideales para buscar su propia supervivencia en medio de una guerra fraticida y un caos social. De esta forma, a caballo entre el drama y la comedia, vemos a Carmela y Paulino tratando de mantener su sta-tus de artistas profesionales, trabajando en lo que siempre hicieron y ahora no les dejan o sólo se lo permiten según dónde. Ellos, como tantos otros españoles de a pie, son las auténticas víc-timas de la acción bélica, son los grandes per-dedores de una situación que ni provocaron ni comprenden y para los que, si consiguen sobre-vivir, ya nada volverá a ser lo mismo. Al cortar-les la libertad creativa, les cortaron las alas de la ilusión y del futuro.

Si de entrada choca ver (especialmente por su trayectoria anterior a 1990) a Andrés Pajares en el cartel, una vez vista la película se vienen abajo todos los prejuicios, pues marcaría una antes y un después en su filmografía, dejando una vez más demostrado que el talento siempre sale a flote. La complicidad con su pareja protagonista, una inmensa y polifacética Carmen Maura, es total, desprendiendo veracidad y realismo por todos sus poros.

En la quinta edición de los Premios Goya, el filme batió un record que se mantuvo vigente hasta que llegó Mar adentro de Alejandro Amenábar, pues consiguió trece estatuillas de las quince a las que estaba nominado, mejor película, director, actriz protagonista (Carmen Maura), actor pro-tagonista (Andrés Pajares), actor de reparto (Ga-bino Diego), guión adaptado, montaje, dirección artística, dirección de producción, diseño de ves-tuario, maquillaje y peluquería, sonido y efectos especiales, perdiendo únicamente los apartados de música original y fotografía. Genial, divertida y a la vez, desgarradora. ¿Quién da más?.

• Alejandro Zapico Rato

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Ficha técnica título original Miller’s Crossing producción 20th Century Fox / Circle Films productor Ethan Coen guión Joel Coen & Ethan Coen fotografía Barry Sonnenfeld montaje Michael R. Miller música Carter Burwell dirección artística Leslie McDonald decorados Paige Augustine sonido Jean Marie Carroll maquillaje Katherine James peluquería Cydney Cornell vestuario Richard Hornung efectos especiales Peter Chesney ayud. de dirección Gary Marcus Ficha artística Gabriel Byrne Tom Reagan Marcia Gay Harden Verna John Turturro Bernie Albert Finney Leo Jon Polito Johnny Caspar Steve Buscemi Mink Mike Starr Frankie Al Mancini Tic-Tac Richard Woods Alcalde

los hermanos Joel y Ethan Coen fueron el mayor descubrimiento del cine de los ochenta. Debuta-ron con la sobrecogedora Sangre fácil, un thriller y deslumbraron con Arizona baby (1987).

En 1990 consiguieron unir calidad y populari-dad con Muerte entre las flores, una adaptación de los mejores temas de los grandes novelistas del género negro, en concreto esta parece ins-pirarse en Cosecha roja de Dashiel Hammet y llegaron a ganar la Palma de Oro en Cannes. Su argumento se sitúa en una ciudad americana in-determinada, en el año 1929, donde surge la riva-lidad entre dos amigos, un gángster que gobierna el lugar y su ayudante; el motivo es que los dos se enamoran de la misma mujer y esto genera una guerra abierta entre bandas en la que predomi-nan las traiciones, los enfrentamientos políticos, las corruptelas y las escisiones internas.

«¿Está claro?, claro como el barro». Esta po-dría ser la frase que mejor resume la película. La película empieza siendo una trama similar a cualquier película de cine negro, un tipo que tra-baja para un pez gordo, dueño de un gran negocio, con una banda enfrentada y una chica de la que no quiere enamorarse porque sabe que mañana a lo mejor no estará vivo.

A medida que avanza la película nos damos cuenta de que no es una obra corriente, tiene algo que la hace parecida pero a la vez distinta, no en vano tras el proyecto están los magistrales herma-nos Coen, que también son los responsables de un guión espectacular, lleno de buenos diálogos y chistes, todo encajado en su debido lugar. Esto ya se apuntaba en otras de sus producciones, algo que empezaba siendo sencillo y fácil de entender, acaba enrevesado. Los Coen son unos excelentes creadores de imágenes y aportaron con su presen-cia en el panorama cinematográfico un cierto aire fresco que el cine necesitaba.

Cabría destacar un par de actuaciones casi pro-digiosas, la primera, Gabriel Byrne, Tom, prota-gonista de la historia, eje principal del universo

Muerte entre las floresJoel CoenUSA, 1990 (115 minutos)

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de Muerte entre las flores, y el hombre más inteli-gente de cuantos aparecen en ella, consiguiendo engañar a quien sea con el propósito de salvarse el pellejo, es capaz de manejar a todo el mundo a su gusto. Una interpretación realmente fabulosa, encaja perfectamente en su papel y si después de ver la película, nos queda esa sensación, de haber sido unos auténticos gángsters de los años veinte, es porque nos introdujo de lleno en el personaje. La segunda gran actuación, es la de John Turtu-rro, Bernie, el hermano del amor de Tom, es per-seguido por éste durante la mayor parte del filme y en ocasiones es el único que consigue confun-dirle, todo el mundo conoce a un Bernie, aquel tipo que no se casa con nadie, que sería capaz de vender a su madre para salvarse el trasero, y que a pesar de concederle favores, él nunca tiene sufi-ciente y siempre quiere algo más.

De la película en sí, destacar la fotografía, un gran trabajo que dota a la película, en ocasiones, de una melancolía, una angustia o una tensión es-pectaculares, como sucede por ejemplo en la es-cena en la que Tom debe realizar el encargo en el bosque, o cuando más tarde él mismo se da cuenta de que el encargo en realidad está hecho.

El personaje interpretado por el señor Byrne, nos recuerda enormemente al gran Bogart, desde el punto de vista de que es un hombre solitario, misterioso, no necesita a nadie y no quiere que na-die lo necesite a él, tampoco le gusta que le man-goneen, ni que le digan lo que tiene que hacer. «Si quiere verme, es fácil, no soy transparente».

• Sergio Ramos

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Carlito Brigante es un ex traficante de he-roína muy famoso en Nueva York, que sale de la cárcel tras pasar allí 5 años, con la decisión de darle un nuevo rumbo a su vida y dejar el mundo del hampa. Al salir se encuentra con sus viejos amigos y socios y se da cuenta de que no todo será tan fácil como creía, pero su amor por su antigua novia Gail le llenará de esperanza en su intento de alejarse de su oscuro pasado.

Atrapado por su pasado o Carlito’s Way, consti-tuyó la vuelta de Brian De Palma al cine de gángs-ters después de El precio del poder y Los intoca-bles de Eliot Ness, y en ella está plasmado de una forma brillante toda la calidad visual del cine de De Palma (siempre impregnado de su querido Hitchcock). El filme desde el principio no tiene desperdicio alguno y por más que lo intento no consigo ver una escena que sobre, todo encaja perfecta y bellísimamente en la historia. Par-tiendo del magnífico guión de David Koepp, ba-sado en las novelas After Hours y Carlito’s Way de Edwin Torres, De Palma organiza un filme en el que cada plano por sencillo o complejo que sea tienen un gran significado, creando un ritmo tan digno del mejor suspense como de la mejor pelí-cula de amor y una historia cargada de simbolo-gías que poco a poco van desvelando el interior del atormentado personaje principal.

El argumento en principio es simple y hasta puede que poco original, pero a medida que avanza el metraje, Carlito (Pacino) va tejiendo un sistema de escapatoria que, sin estar relacionado directamente con el mundo de la mafia, no puede evitar verse salpicado por este. Lo que es normal, ya que nuestro personaje principal sólo conoce las leyes de la calle desde que era niño, como le confiesa a Gail en la cama, y por lo tanto todas sus decisiones se verán afectadas por este sistema sin margen de error. Esta realidad le amarga y a pesar de que tiene un plan para escabullirse se va dando cuenta de que de la magnífica red que había diseñado tiran demasiadas personas con

Ficha técnica título original Carlito’s Way producción Universal Pictures, Epic Productions productor Willi Baer, Martin Bregman, Michael Bregman guión David Koepp (Novelas Edwin Torres) fotografía Stephen H. Burum montaje Kristina Boden, Bill Pankow música Patrick Doyle supervisión musical Jellybean Benitez dirección artística Gregory Bolton dirección de casting Bonnie Timmermann decorados Leslie A. Pope vestuario Aude Bronson-Howard maquillaje Michael Laudati peluquería Michael Kriston Sonido Maurice Schell edición musical Nicholas Meyers edición de sonido Richard P. Cirincione, Susan Sklar Friedman operador de cámara Craig Dibona ayudante de dirección Chris Soldo Ayud. de producción Cynthia Lamontagne direc. segunda unidad Eric Schwab productores asociados Judith Stevens jefe de producción Judith Stevens efectos especiales Steven Kirshoff Ficha artística Al Pacino Carlito «Charlie» Brigante Sean Penn David Kleinfeld Penelope Ann Miller Gail John Leguizamo Benny Blanco Ingrid Rogers Steffie Luis Guzmán Pachanga Joseph Siravo Vincent «Vinnie» Taglialucci Viggo Mortensen Lalin Richard Foronjy Pete Amadesso Jorge Porcel Saso «Ron» Frank Minucci Tony Taglialucci Adrian Pasdar Frankie Taglialucci John Ortiz Guajiro Ángel Salazar Walberto Al Israel Rolando Rick Aviles Quisqueya Jaime Sánchez Rudy

Atrapado por su pasado Brian de Palma USA, 1993 (145 minutos)

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otros intereses, de hecho la expresión de Pacino siempre es amarga y cansada, salvo cuando ve a Gail después de esos largos cinco años en esa ma-gnífica escena de la azotea bajo la lluvia y en sus sucesivos encuentros, por que ella es la que lo llena de verdad de esperanza. El filme culmina en una sensacional secuencia final que De Palma, con unos increíbles seguimientos de cámara a Pacino, convierte en uno de los finales que más tensión me han causado en mi vida.

Mención especial merece el genial reparto de la cinta. Pacino realiza su último gran papel hasta la fecha y las relaciones que mantiene con Sean Penn, Penelope Ann Miller y John Leguizamo son pura química. Cabe destacar la de este último, por la gran carga de simbolismo que contienen sus en-cuentros con Pacino, al ver este su pasado reflejado

en él. La actuación de Sean Penn como abogado cocainómano es tan soberbia que se va haciendo más grande a medida que avanza la película y la de Penélope Ann Miller es una transparencia que nos deja ver en todo momento como se siente Gail y esa sensación mezcla de amor y miedo que la invade. Ambos fueron además nominados al Globo de Oro ese año.

La banda sonora se ajusta perfectamente al es-tilo de mediados de los setenta en pleno auge de la música disco, sobresaliendo la mágica You are so beautiful de Billy Preston y la fotografía combina la clásica del cine negro con un gran simbolismo, como cuando Pacino se mueve entre sombras o en la escena de la fiesta en casa del abogado.

• Daniel Albaladejo

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Ficha técnica título original Pulp Fiction producción Miramax Films, A Band Apart, Jersey Films productor Lawrence Bender guión Quentin Tarantino, Roger Avary fotografía Andrzej Sekula montaje Sally Menke música Varios artistas supervisión musical Karyn Rachtman dirección artística Charles Collum dirección de casting Gary M. Zuckerbrod, Ronnie Yeskel decorados Sandy Reynolds-Wasco vestuario Betsy Heimann maquillaje Michelle Bühler peluquería Iain Jones sonido Stephen Hunter Flick edición musical Rolf Johnson edición de sonido David Bartlett, Dean Beville, G. W. Brown operador de cámara Michael Levine ayudante de dirección Francis R. Mahoney III ayud. de producción Toni Baffo Jefe de producción Paul Hellerman efectos especiales Larry Fioritto Ficha artística John Travolta Vincent Vega Samuel L. Jackson Jules Winnfield Tim Roth Pumpkin-Ringo Amanda Plummer Honey Bunny-Yolanda Eric Stoltz Lance Bruce Willis Butch Coolidge Ving Rhames Marsellus Wallace Phil LaMarr Marvin Maria de Medeiros Fabienne Rosanna Arquette Jody Uma Thurman Mia Wallace Steve Buscemi Buddy Holly Angela Jones Esmeralda Villalobos Christopher Walken Capitan Koons Julia Sweeney Raquel Jerome Patrick Hoban Ed Sullivan Chandler Lindauer joven Butch Quentin Tarantino Jimmie Dimmick Harvey Keitel El Lobo

Jules y Vincent son dos asesinos a sueldo que trabajan para Marsellus Wallace. Antes de reali-zar uno de sus trabajos, Vincent le confiesa a Jules que Marsellus le ha pedido que cuide de su no-via, Mia. Comienzan a hablar sobre lo peligroso de sobrepasarse con la novia del jefe, pero llega la hora de trabajar y ambos deben ponerse en faena. Su misión: recuperar un misterioso male-tín. A esta historia se le suman otras, como la de una pareja atracadora de licorerías, un boxeador que tima a Marsellus Wallace, y la cita de Vicent y Mia, todas entrelazadas entre ellas.

Después de asombrar a los espectadores de todo el mundo, y dividir a la crítica en dos, con su ópera prima, Reservoir Dogs. Tarantino dio rienda suelta a su personal estilo con esta obra maestra que, por desgracia, aún no ha superado en sus posteriores films, y conquistó a toda una generación, llegando a ganar, entre otros pre-mios, un Oscar, la Palma de Oro y un Globo de Oro, a pesar de ser una constante la división de la crítica en sus películas.

El filme posee un innovador estilo de la na-rrativa que bebe directamente de la Nouvelle Vague, especialmente de Godard, aunque si algo marca el cine de Tarantino es la multitud de influencias que se ven plasmadas en él, y pre-cisamente como se las arregla para que estas in-terfluyan es lo que hace que el ritmo de la cinta nunca decaiga, además de esos originales giros dramáticos que completan un guión excepcional. En Pulp Ficiton se ven influencias desde el cine oriental hasta el de serie B, y desde la cultura pop, la de los noventa, la música de los cincuenta, la cultura americana llena de fast-food, drogas y vio-lencia, etc., hasta cuestiones existenciales sobre el destino y dios.

Sin duda la magia reside en los eléctricos diá-logos del guión, combinando genialmente vio-lencia con humor, y en lo bien que se adapta el reparto a cada personaje, pero también hay que destacar la dirección y la gran banda sonora,

Pulp FictionQuentin TarantinoUSA, 1994 (154 minutos)

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que es tan variada como única e inolvidable y da a cada momento su ritmo especial.

La película es sobre la cultura de los Estados Unidos, por lo menos como la ve Tarantino, y los cuantiosos detalles que descubres cuantas más veces la ves no hacen sino revelarnos que Taran-tino es un cinéfilo, toma influencia de todo el cine que le gusta y lo enreda de una forma sublime, creando una realidad de cine, no una realidad real, un mundo aparte en el que casi todo vale. Otro de sus grandes logros es crear un tempo a velocidad real, gracias en parte a un muy preciso montaje acorde con el guión, con el que supera la intensidad de la acción clásica centrándose en el detalle, por eso se tiene la sensación de estar viendo algo que nunca antes se ha visto.

Pul Fiction es la película por excelencia de toda una generación y lo seguirá siendo durante

más tiempo aún, porque su estilo y su universo particular hacen que no envejezca, aunque pueda parecer pronto para decir eso, pues no ha pasado tanto tiempo desde su estreno, pero estoy total-mente convencido de ello. Su influencia en todo el mundo del audiovisual es increíble, segura-mente que incluso conoce algunas de las más mí-ticas frases de la película sin ni siquiera haberla visto, o la imagen de John Travolta y Samuel L. Jackson apuntando con pistolas, o conoce algún homenaje que le hicieron en alguna serie de tv sin saberlo.

No puedo asegurarles que les vaya a gustar, porque o les encantará o la odiarán, así es el cine de Tarantino, pero seguro que sea como sea aca-barán marchándose a casa a tener un ataque al corazón.

• Daniel Albaladejo

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Ficha técnica título original The Bridges of Madison County producción Anblin/Malpaso productor Clint Eastwood y Kathleen Kennedy guión Richard LaGravenese fotografía Jack N. Green. montaje Joel Cox música Lennie Niehaus dirección artística William Arnold decorados Jay Hart sonido Richard Friedman vestuario Colleen Kelsall maquillaje Michael Hancock peluquería J. Roy Helland ayudante de dirección Bill Bannerman efectos especiales Jeff Denes Ficha artística Clint Eastwood Robert Kincaid Meryl Streep Francesca Johnson Annie Corley Carolyn Victor Slezak Michael Jim Haynie Richard Sarah Kathryn Schmitt Young Carolyn Christopher Kroon Young Michael Phyllis Lyons Betty Debra Monk Madge Richard Lage Lawyer Peterson Michelle Benes Lucy Redfield Alison Wiegert niño 1 Brandon Bobst niño 2 Pearl Faessler esposa R. E. ‘Stick’ Faessler marido

los derechos de la novela homónima de Ro-bert James Waller fueron adquiridos por Steven Spielberg para su adaptación cinematográfica, éste pensaba dirigirla y encargar el papel prota-gonista a Clint Eastwood, pero una vez que con-tactó con él y vio el proyecto, éste le pidió diri-girla también y que Spielberg se encargara de la producción. Llegaron a un acuerdo y gestaron una de las obras más interesantes de los noventa. Eastwood estaba en una fase de producción donde sus cintas caminaban hacia otros derro-teros, ahora sus personajes empezaban a apare-cer en la pantalla más viejos y a ser mucho más humanos de lo que nos tenía acostumbrados.

La película cuenta como un veterano fotógrafo de la prestigiosa revista National Geographic llega a hacer un reportaje de los famosos puentes de Madison Country. Por azar conoce a un ama de casa que está pasando cuatro días sola, puesto que su marido e hijos fueron a una feria a una pobla-ción cercana. Desde el primer momento surge un flechazo e inician una relación amorosa.

La actriz italiana Sofia Loren declaró, con un cierto grado de ironía, que la actriz que más odiaba en el mundo era Meryl Streep, puesto que le había arrebatado el mejor papel que ella podría interpretar, la Francesca Johnson de Los puentes de Madison. La aseveración no deja de ser un elogio y la diva italiana lo reconoce como la mejor candidata a tal importante papel. Meryl y Clint están a una altura única, hoy en día no se entendería la cinta con otros intérpretes.

Eastwood logra, y no era la primera vez, una cinta modélica en cuanto a su sencillez narra-tiva, es directa, clara y concisa, está en función de un guión perfectamente adaptado y es capaz de controlar todos los elementos de una realización, como son la fotografía, la música, la puesta en es-cena y el tiempo de narración. Pero por encima de todo controla las interpretaciones de todos sus actores, incluyendo la suya propia donde aprove-cha su enorme presencia física y su desbordante

Los puentes de MadisonClint EastwoodUSA, 1995 (135 minutos)

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personalidad, para crear un Robert Kincaid que ya figura entre los grandes papeles del cine, su sobriedad, sus miradas, sus silencios y sus dudas hacen de él uno de los más interesantes que pue-dan aparecer en una pantalla.

Como ocurre en muchas ocasiones el filme pasó prácticamente desapercibido en los pre-mios Oscar, solo consiguió una nominación para Meryl Streep, si repasamos la lista de películas fi-nalistas aquel año no podemos menos que soltar una enorme y sonora carcajada.

Por encima de todo Los puentes de Madison es una cinta de emociones, de las que están a flor de piel, sabe contagiar al espectador de las mismas y no somos capaces de desentendernos de la acción.

Es imposible de olvidarse de la escena de Kin-caid bajo la lluvia esperando una respuesta o un gesto de la mujer que tanto ama, de la que parece ser su última tabla de salvación, sencillamente es apabullante y una de las mejores secuencias que podamos ver en una pantalla de cine.

• Avelino Fernández

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El Ayuntamiento de Langreo, al hilo de la asunción y poste-rior reforma del Cine Maripeña, que dio origen a partir del año 2000 al Teatro Municipal de La Felguera, y de la consi-guiente puesta en marcha de los ciclos cinematográficos en ese espacio, comenzó a través del Área de Imagen una colec-ción de carteles de cine con los ejemplares correspondientes a las películas proyectadas semana tras semana. A ello se unió la donación de tres importantes carteles clásicos, por parte del coleccionista y cinéfilo Francisco Jurado, que pasaron a enmarcarse y exponerse al público en el propio local.

Asimismo, en 2007, con la reapertura del Cine Felgueroso de Sama como Centro foto-cinematográfico municipal, se vie-nen promoviendo allí otras exhibiciones fílmicas, que conllevan la aportación de nuevos carteles al acervo langreano.

Hay que considerar igualmente el depósito particular rea-lizado a favor de la Pinacoteca Municipal de Langreo de un par de carteles de cine realizados por Eduardo Úrculo (San-turce, 1938-Madrid, 2003), artista muy aficionado al séptimo arte. Como es sabido, uno de los objetivos de la Pinacoteca langreana, que lleva el nombre de ese recordado creador de-bido a su vinculación biográfica con el concejo, es el acopio de obras y materiales que permitan representarlo dignamente en la ciudad de su infancia y juventud.

En definitiva, se ha conseguido reunir hasta el momento un conjunto de más de trescientos carteles españoles, ma-yoritariamente adscritos al cine actual, de acuerdo a la re-ferida modalidad por la que ingresó la mayor parte de ese material gráfico.

La colección, que encontrará definitivo acomodo en el nuevo Archivo Municipal, a excepción del citado depósito de la Pinacoteca, es un documento muy valioso del cine que llega a Langreo; ofrece muchas pistas acerca de las orienta-ciones que sigue la industria cinematográfica; y revela ya un cierto valor histórico y sociológico, al que se une, en algunos casos, una dimensión estética muy relevante.

Las obras gráficas conservadas se complementan con una extraordinaria serie de programas de mano editados por an-tiguos cines langreanos, hoy desaparecidos, que fue adquirida por el Consistorio a finales de 2008.

A modo de muestrario, seleccionaré y comentaré en este reporte once carteles adscritos a la colección, especialmente significativos para la historia de la cultura visual, la cinefi-lia y el coleccionismo, y ordenados de acuerdo a su año de edición. Estos carteles, si bien podrían funcionar como ex-presiones plásticas autónomas, en realidad son inseparables de las películas que en su día anunciaron y contribuyeron a conformar.

Destaca, ante todo, el ejemplar ¡Bienvenido Mister Marshal!, de 1951, que promocionó la sonada comedia del director es-pañol Luis García Berlanga. En la litografía, firmada por

La colección de carteles de cine del Ayuntamiento de LangreoGabino Busto HeviaDirector de la Pinacoteca Municipal de Langreo Eduardo Úrculo

Francisco Fernández Zarza Pérez, Jano, ¡Bienvenido Mister Marshal! (1951), Litografía, 1000 x 700 mm. Donación de Francisco Jurado.

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Jano (Madrid, 1922-1992), nombre artístico de Francisco Fernández Zarza Pérez, uno de los cartelistas más prolífi-cos y conocidos de la publicidad cinematográfica española, posan en primer término la pareja de actores José Isbert y Lolita Sevilla, en el papel de don Paco y Carmen Vargas respectivamente, modulados en encendida bicromía roja y negra, mientras un cajón colgado de un paracaídas con la supuesta ayuda norteamericana desciende sobre el campo castellano.

Curioso espécimen es Río Bravo (1959), realizado por MCP. Este estudio barcelonés, constituido por Ramón Martí Cebollero (Barcelona, 1915-1994), Josep Clavé Baserte (Barce-lona, 1922) y Hernán Picó Ribera (Barcelona, 1911-1994), cuya marca procede de las iniciales de sus primeros apellidos, con-figuró, junto a Soligó, Mac, Montalbán, Albericio y el mentado Jano, el plantel más selecto y dominante del diseño publicita-rio del cine español desde la postguerra hasta comienzos del decenio de 1970. La obra Río Bravo, de meditada cadencia, con estampación del título en amarillo, situada en la parte inferior, recoge en orden descendente la combinación de los nombres principales del reparto en coloristas tipografías, acaso alusi-vas al technicolor de la película, junto a unos dibujos en blanco sobre fondo negro. Así, el nombre John Wayne, en magenta, acompaña a un rifle y un sombrero; Dean Martin, en amari-llo, figura al lado de una botella y un correaje; una guitarra y un colt se asocian a Ricky Nelson, en azul; finalmente, Angie Dickinson, en violeta, se rubrica con unos labios de mujer. Los tres primeros iconos, pegados al nombre de los protago-nistas y reproducidos asimismo en otros carteles homónimos de diversos países, proceden de un ciclo estadounidense que incluye a los actores y sus respectivas sombras en picado. En este estupendo anuncio es insólito, estéticamente avanzado y muy valiente el recurso de atender a la publicidad de la mag-nífica película del Oeste de Howard Hawks exclusivamente a través de los atributos que caracterizan a los actores-persona-jes y no, como solían exigir los estudios, mediante los retra-tos de los astros y estrellas de la pantalla. Los referidos iconos asociados a los nombres, seguramente provocaron una pode-rosa sugestión en los espectadores antes de entrar a la sala de proyección, a la par que dejaban bien definido el género de la película que pretendían ver.

Otro interesante trabajo de Jano es La diligencia, cartel impreso en 1963 y correspondiente a la celebérrima obra maestra de John Ford, estrenada en 1939. Un cartel estado-unidense inicial de este filme había recogido ya, en una mar-cada diagonal, el motivo de la diligencia huyendo de los in-dios. Ese tema volvió a aparecer en algunas reediciones. En esta versión española, el famoso carruaje del oeste figura en plano panorámico tirado por seis caballos sobre un radiante fondo amarillo ribeteado de rojo.

MCP (Martí, Clavé y Picó) Río Bravo (1959), Litografía, 1000 x 700 mm. Donación de Francisco Jurado.

Francisco Fernández Zarza Pérez, Jano, La diligencia (1963), offset, 1000 x 700 mm. Donación de Francisco Jurado.

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Senderos de Gloria, formó parte de los reclamos de una de las películas más sobrecogedoras de la historia del cine, crea-ción insuperable del director Stanley Kubrik en 1957. La data del cartel será 1986, año en que se estrenó el filme en España, pues, debido a su contenido antibelicista y antimilitarista, centrado en la Gran Guerra, había sido prohibido. Inspirado en uno de los carteles inaugurales de los Estados Unidos de América, el campo gráfico recoge la fotografía en blanco y negro del actor Kirk Douglas, en su papel del coronel Dax, irrumpiendo, encorvado y pistola en mano, tras una mata pintada de amapolas rojas: Estas plantas aluden indudable-mente al poema En los campos de Flandes, escrito durante la contienda por el médico militar canadiense John Mc Crae, que hizo de la mencionada flor el símbolo de la sangrienta conflagración en el frente occidental.

La publicidad de la película Vacas (1992), de Julio Meden, corrió a cargo de Eduardo Úrculo. El artista recreó la imagen del bóvido al que alude el título en un prado de hierba mul-ticolor e incorporó una cita a la pintura Guernica, de Pablo Picasso. La iconografía de la vaca retoma la interesante serie que el pintor dedicó a ese animal desde 1975 a 1979.

El segundo cartel cinematográfico de Úrculo, conservado en la Pinacoteca Municipal de Langreo, es El Abuelo (1998).

Anónimo, Senderos de Gloria (1986), offset, 1000 x 700 mm.

Eduardo Úrculo, Vacas (1992), offset, 900 x 600 mm. Depósito particular, Pinacoteca Municipal de Langreo Eduardo Úrculo.

Eduardo Úrculo, El Abuelo (1998), offset, 900 x 680 mm. Depósito particular, Pinacoteca Municipal de Langreo Eduardo Úrculo.

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El creador eligió para esta adaptación de José Luis Garci la representación de un personaje de espaldas, tocado con sombrero, motivo muy recurrente en su pintura. En primer término, la empuñadura zoomórfica de un bastón señala, a modo de vector, al protagonista de la obra.

La colosal película de Francis Ford Coppola titulada Apo-calypse Now Redux (2001), se distribuyó utilizando la pri-mitiva imagen del cartel del estreno de Apocalypse Now, obra, como es sabido, del mismo cineasta, según diseño de Robert Bob M. Peack (Denver, Colorado, 1927-Scottsdale, Arizona, 1992), uno de los más renombrados cartelistas ci-nematográficos de los Estados Unidos de América. De esta manera, vuelve a verse el alucinante y neblinoso paisaje sel-vático con el río en zigzag, coronado por el celaje rojizo y la gran esfera solar, que motea el amenazador escuadrón de he-licópteros participante en la Guerra del Vietnam.

Un diseño de notable calidad es el de La pesadilla de Darwin (2005), perteneciente al documental homónimo del director Hubert Sauper. Dotado de una concisión pareja a la de los mejores trabajos de Saul Bass, este cartel, de notoria inspiración surrealista, fue diseñado por el estudio barcelonés Toormix, creado en 2000 por Ferran Mitjans y Oriol Armen-gou. La superficie gráfica presenta en su eje ortogonal vertical

Robert Bob M. Peack, Apocalypse Now Redux (2001), offset, 975 x 685 mm.

Estudio Toormix, La pesadilla de Darwin (2005), offset, 1000 x 700 mm.

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un motivo verbo-icónico formado en parte por el binomio «fusil ametrallador-perca», en parte por el título de la filma-ción. La composición, en color rojo sobre fondo negro, ex-presa con toda eficacia el tráfico de armas y peces en torno al Lago Victoria que expone y denuncia el audiovisual.

La soledad (2007) es otra de las unidades estéticamente más significadas del grupo. Elaborado por Manuel Estrada Pérez (Madrid, 1953) —uno de los hacedores más notables del actual diseño gráfico español—, para difundir la obra cinematográfica del mismo título de Jaime Rosales, muestra un antropomorfo diseñado mediante dibujo y encoladura dentro de una estética neodadaista.

El ejemplar El silencio antes de Bach (2007), labor de los diseñadores Daria Esteva (Montecarlo, 1960) y Jordi Vidal (Barcelona, 1974) para una de las más bellas películas del cine actual, a cargo del director Pere Portabella, está orquestado en blancos y negros y efunde al espectador una gran sensa-ción de orden, sobriedad, equilibrio y elegancia. Dividido armónicamente en tres fajas, la inferior acoge el título y los créditos en letras blancas sobre fondo negro; la mediana, de menor tamaño, presenta a sangre la imagen de una mano en-tintada que traza con un útil pentagramas en las albas hojas de un cuaderno, elocuente fotograma del filme; y la superior, aún más reducida, se reserva para las consignaciones relati-vas a la participación de la obra en festivales y a su estreno en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. El cartel se en-cuentra, desde luego, a la altura de la obra que anuncia, una película que invita a un acercamiento a la música a través del compositor barroco Johann Sebastian Bach

Finalmente, merece destacarse en el contexto social y cultural de nuestro concejo, el cartel dedicado a la cinta Camino (2008). Este impreso, impulsado por la compañía Shackleton 70 mm, lleva un retrato fotográfico en primer plano del perso-naje interpretado en la película de Javier Fesser por la joven-císima actriz Nerea Camacho. El ejemplar del Ayuntamiento posee la singularidad de tener en su anverso un autógrafo de esta prometedora y premiada actriz, oriunda de Langreo.

Sería recomendable que esta incipiente colección se incre-mentara mediante compras, donaciones, legados, depósitos y canjes de los ejemplares repetidos con particulares e Institu-ciones, al objeto de representar los más creativos e interesantes anuncios españoles de las películas de hoy y ayer, y ofrecer así, tanto al aficionado como al estudioso, un panorama básico de la historia del cine a través del cartel.

El cinema, como hemos podido comprobar aquí, no sólo trae a Langreo cada semana apasionantes sueños en vein-ticuatro imágenes por segundo, sino que deja también, en grandes y hermosos papeles de colores, la memoria de su llegada, proyección e impacto.

Manuel Estrada, La soledad (2007), offset, 1000 x 700 mm.

Daria Esteva y Jordi Vidal, El silencio antes de Bach (2007), offset, 980 x 670 mm.

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Shackleton 70 mm, Camino (2008), offset, 980 x 680 mm.

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el proyecto de rehabilitación del antiguo Cine Felgue-roso de Sama de Langreo (Asturias) se convierte en una mez-cla entre lo excepcional y lo contemporáneo. Lo excepcional es el volumen primario rotundo de planta elíptica como con-tenedor neto que se desdobla para insertar las nuevas funcio-nes en el edificio original mediante la operación reductiva de potenciar el concepto de pieza hermética y cerrada en su sin-gular geometría elíptica para introducir dos nuevos elementos apoyados en la geometría que nunca llegan a tocarse y con ella resolver los nuevos espacios creados en las plantas superio-res. Ello supone acometer esta obra de una manera rotunda y arriesgada estableciendo un contrapunto y por tanto un diá-logo fluido con el concepto original del edificio.

La contundencia de esta operación encierra el simbolismo de evitar cualquier contaminación que interfiera la lectura del edificio. Con algo tan sencillo, de repente el espacio se multi-plica. Donde teníamos un espacio, tenemos cuatro ahora, casi

Nada por aquí... Nada por allá…Jovino Martínez Sierra Arquitecto

Fotografías: Marcos Morilla

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sacados de una chistera. La escalera original no nos traslada solo al anfiteatro, sino que nos transporta a una sala llena de hongos de luz con la potente decisión de usar el negro o a una sala en donde el color explota y la luz cenital se tiñe de sorpresas.

Esta estrategia consigue unos espacios con tensiones y fluidez de circulaciones que se adaptan con naturalidad a los nuevos usos creando espacios tangenciales entre ambas elipses y efectos inversos de compresión y descompresión tanto en los recorridos horizontales como verticales.

En el recorrido por las distintas plantas, el vestíbulo y los espacios de las escaleras se han rehabilitado recuperando

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colores y materiales originales, restaurando con delicada fac-tura el muro cortina de fachada y el interesantísimo mural del techo, obra de los pintores Antonio Suárez (Grupo El Paso) y Jesús Díaz (Zuco).

Cuando se recorre el edificio aumentará el factor sorpresa según vayamos subiendo. Llevado a la escenografía del mundo del cine, el tratamiento de iluminación y materiales juegan con el contraste y claroscuro a modo de contrapunto creando at-mósferas inquietantes, como si el proyecto estuviera pensado desde el objetivo de una cámara en movimiento.

El recorrido finalmente nos conduce a una sala sorpren-dente, elíptica, de pequeña escala. El escorzo desde la en-trada conduce la mirada hacia el plano pendiente de butacas multicolor (paso del blanco y negro a la explosión del color) flanqueada por los rasgados de iluminación artificial en los muros y los lucernarios de la cubierta que también bañan con luces de colores (homenaje al diálogo con la moderni-dad de la capilla de la Tourette) el volumen del ascensor que en hormigón visto evidencia aquí el papel articulador entre las distintas plantas del proyecto.

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Si los edificios hablan, la rapidez de descodificación de la lectura de la obra parece evidenciar que la arquitectura no es algo tan importante como predicaba la modernidad sino más bien un catalizador capaz de interpretar el espíritu de los tiempos, una oportunidad de pasarlo bien durante el proceso de génesis y realización de la obra y de traspasar esa sensación placentera a quien experimente el edificio.

Se trata de una intervención que ha intentado leer las po-sibilidades de un edificio singular para, sin restar ningún pro-tagonismo, potenciar la obra original multiplicando sus cua-lidades de uso y expresión, obteniendo nuevas potencialidades espaciales que dialogan entre sí demostrando la capacidad de la arquitectura de aportar sugerentes espacios destinados a la cultura que la sociedad demanda en los valle mineros de Asturias, poniendo en valor y relanzando a nuestro tiempo una de las obras más singulares de la arquitectura moderna de Asturias de los años cincuenta.

Rigor y libertad contemporánea al tiempo, como conejos sacados de una chistera.

Nada por aquí, nada por allá.

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loco. Así podríamos denominar a quien, iniciado el siglo xxi, no reconociera el papel fundamental que juega la imagen en la sociedad, en la economía, en la política… en nuestra vida. Se puede compartir o no, pero negarlo sería eso… de locos. La fascinación por la imagen ha cautivado nuestro tiempo.

No es nuevo. A lo largo de la historia, el hombre ha peleado por plasmar su entorno. De las grandes obras del arte prehis-tórico a youtube han pasado más de cuatrocientos siglos y la pasión del ser humano por atrapar aquello que ve mantiene su magia intacta. Por ello, cualquier análisis histórico de la época contemporánea que pretenda ser exhaustivo y dotarse de cierta globalidad no puede obviar su capítulo dedicado al mundo de las imágenes, a la fotografía, el cine, el cartelismo y sus vinculaciones con la publicidad y la comunicación, ma-terias todas que influyen en los mecanismos de evolución y cambio social.

El aludido capítulo podría hablarnos del arte prehistó-rico, de las pugnas teológicas sobre la iconoclastia, de los padres de la fotografía (desde la cámara oscura de Cesare Cesariano y Leonardo Da Vinci a los hermanos Lumiere pa-sando por Thomas Wedgwood, Joseph Nicéphore Niépce o Louis Daguerre), de las primeras imágenes y su historia. Por ejemplo, de la primera foto española, la de la Casa Xifré en Barcelona que se tomó en 1839 con una exposición que duró veinte minutos y que sólo empezó después de que los guar-dias «ahuyentaran» a los vecinos, con disparos, para evitar que se asomaran a los balcones y estropearan la instantánea. No podría faltar tampoco en la glosa una alusión a las som-bras chinescas de Le Chat Noir, una referencia al miedo de algunas culturas a esas máquinas que te retratan y te roban el alma… Habría que hablar también de iconos como las fotos de Marilyn o El Che, del uso de la fotografía y el cine para fomentar el culto a la personalidad, de la épica del reporte-rismo de guerra y el impacto de su trabajo sobre la opinión pública, de la propaganda y la publicidad, y también de má-quinas y autores de culto como Leica o Robert Capa… De todos estos ejemplos se desprende que estamos hablando de algo fascinante, mágico, seductor y subliminal.

Pero no todo es mitología, por definir de alguna forma a los protagonistas citados en el apresurado resumen de nuestra historia visual. En la actualidad, uno de los elementos más lla-mativos de la fotografía, del cine y en definitiva de la imagen es su popularización, su democratización, la amplitud de su reparto de actores, la obra coral que construimos entre todos. ¿De qué estamos hablando? De los millones de hogares que tienen televisión, de los que poseen cámaras de fotos o video, de los cientos de millones de personas que captan instantáneas o grabaciones con sus móviles, de cómo estas pasean por in-ternet y viajan miles de kilómetros en segundos, de sus ecos… Tras la digitalización, el desarrollo del mundo de la imagen

El desván de los colores José Enrique MencíaFotografías de las piezas de la colección: Eduardo Urdangaray, Ramón Jiménez y Julián L. González

Un paseo entre las vitrinas con paradas obligadas

linternas mágicas: dispositivo que iluminaba una diapositiva, nor-malmente pintada a mano, con la luz de un candil de aceite, los más anti-guos. La imagen se proyectaba sobre la pared. Era un divertimento popular. El holandés Christian Huygens está considerado el padre del artilugio, que apareció en 1665. Con el tiempo se mejoró la potencia de la luz y la proyección. De los modelos antiguos solía fabricarse un corto número de ejemplares. Esto acrecienta el valor de los recogidos en la exposición que superan los cien años de vida y se encuentran en perfecto estado de conservación.

Linterna mágica.

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parece no tener límites. «Un crecimiento que seguirá porque la imagen va a ir a más y, en muy poco tiempo, va a dejar viejo y antiguo lo que ahora es actualidad», sostiene Román Gubern, historiador del cine y catedrático de comunicación audiovisual en la Universidad Autónoma de Cataluña. Esta-mos en el punto de salida del futuro audiovisual y quizás por ello es buen momento para recapitular.

Precisamente eso —una recapitulación histórica, en este caso centrada en la vertiente popular del cine y la fotografía— es Cámaras de Colores. La evocadora denominación bajo la que late una singular colección museística que reposa entre los muros del Cine Felgueroso. La muestra repasa, a través de las más de mil piezas que la integran, la historia de la fo-tografía y el cine popular, el de los aparatos y artilugios que han usado las familias, los que han estado presentes en los hogares desde que la fotografía era la pasión de unos pocos hasta que se convirtió en arte de todos.

La colección Cámaras de Colores, que comprende tanto antiguos aparatos de captación y reproducción de imáge-nes como cámaras restauradas sobre las que se ha llevado a cabo intervenciones artísticas, se aloja desde julio de 2007, cuando se reinauguró el edificio, en las plantas altas del Cine Felgueroso. Los fondos, reunidos por el fotógrafo langreano Eduardo Urdangaray, apenas han dado sus primeros pasos como colección museística y ya goza de cierto éxito. Así, igual que en los desvanes de los viejos caserones duermen re-motos tesoros —fotos antiguas, mecedoras, jaulas de pájaros,

tomavistas de cuerda: parte muy importante de la colección. Hay unos doscientos datados entre 1930 y 1960. Es el antecesor de la mo-derna videocámara. Funcionaba sin batería, con cuerda, y podía hacerlo en cualquier condición. Cuando lle-garon las pilas quedaron en desuso. Hay algunos de los años veinte y otros semejantes a modelos que se utilizaron para grabar cine mudo.

proyectores: en los cincuenta empezaron a ser habituales en los hogares americanos. A España aún tardarían años en llegar. Los hay de Súper 8, de 16 milímetros, de 35 milímetros y también algunos más antiguos.

Tomavistas Keystone A-7-16 mm, 1935.

Proyector Keystone B, 1932.

Proyector Kodascope Model 70 8 mm,1940.

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libros forrados en piel de ternero, juguetes de madera o cartas escritas con pluma de ave—, en las plantas altas del Cine Fel-gueroso hay un pequeño museo dedicado a la historia popular de la imagen y, por qué no, de la imaginación, un museo que le pone color a la memoria de la fotografía y el cine popular, un desván de colores. Arriba, en lo alto del cine.

El camino hasta aquí, aunque aún queda mucho por re-correr, ha sido largo. Eduardo Urdangaray (Mieres, 1969) co-menzó a reunir cámaras allá por 1986, el mismo año en el que empezó a trabajar como fotógrafo de prensa, casi siempre li-gado al Grupo Zeta y a medios como La Voz de Asturias, El Periódico de Cataluña, Interviú, Tiempo, Época o Tribuna de Actualidad. Urdangaray, que, entre otros conflictos, ha re-tratado los de Ruanda, Bosnia, Irak o Palestina y ha publi-cado en multitud de medios nacionales como internaciona-les, ha aprovechado sus viajes para buscar piezas y alimentar su pasión por la fotografía y su sed de coleccionismo… Tras la eclosión del mundo digital, alternaría las visitas a ferias, con las adquisiciones a través de coleccionistas de mas de 15 países. Cámaras, proyectores y otros aparatos de fotografía y cine que rebuscaba por certámenes, mercadillos y anticuarios reposan ahora en el Cine Felgueroso. También publicaciones, carteles y fotos antiguas.

La colección Cámaras de Colores transmite la pasión de Urdangaray por la fotografía, por la conservación, la catalo-gación y, sobre todo, por el coleccionismo de artilugios rela-cionados con el mundo de la imagen. Aunque hay variedad de piezas, el fotógrafo asturiano ha centrado su labor en la re-colección de aparatos populares, los que empezaron a poblar el mercado desde que en 1888 saliera a la calle, de la mano del empresario George Eastman, la primera cámara Kodak.

La colección de Cámaras de Colores cuenta con su propia web (www.camarasdecolores.com) y en sólo la última década los fondos se multiplican por diez. La fórmula: los contactos en la red. La página ofrece, entre la posibilidad de ver las má-quinas de la colección, las cámaras que han sido restauradas y redecoradas artísticamente o una fototeca de imágenes an-tiguas con más de 2.500 fotografías datadas entre 1880 y 1940, todas documentadas por historiadores del arte… El último año, la web alcanzó las trescientas mil visitas.

¿Cómo fue el salto de la colección particular a la exposi-ción pública? Con más de mil piezas reunidas, la colección no tenía espacio físico para crecer. Además la irrupción en el mundo digital y la relación con otros coleccionistas que se interesaron por las cámaras hizo que el fotógrafo comenzara a vender algunas de sus piezas. El tesoro se desgajaba, perdía co-lor. Fue entonces cuando Eduardo Urdangaray entró en con-tacto con el área de imagen del Ayuntamiento de Langreo y con los integrantes de Sala Oscura, una tertulia cinemato-gráfica local que desarrolla una gran actividad cultural en

cámaras de fuelle: datan de entre 1890 y 1930. Son piezas muy poco manejables que fueron empleadas sobre todo en estudios y por retra-tistas. Puede verse su evolución y como con el tiempo van reducién-dose de tamaño.

Cámara de placas W Butcher and Son, modelo Primus, 1900.

Cámara de fuelle Conley Plate, 1903.

Cámara de fuelle Rotokor n.º 3, 1930.

Cámara de fuelle Noxa n.º 5, 1920.

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Langreo. Tanto los responsables municipales como los de Sala Oscura consideraron que no podía permitirse que la colección siguiera menguando, arriesgándose a que acabara despareciendo, ni tampoco dejar escapar aquella oportuni-dad. Fue entonces cuando se planteó reunir todo el fondo y buscarle asiento en el recién rehabilitado Cine Felgueroso de Sama de Langreo, un inmueble de 1959 que se reinauguraba de nuevo en 2007 tras haber pasado un lustro cerrado.

Inicialmente, en su origen, el proyecto se denominó Aula permanente de fotografía y cine antiguo. Más tarde pasaría a bautizarse Cámaras de Colores. Así se aprovechaba la co-nexión con la página web y el tirón de la misma. Además, se daba un toque comercial más atractivo basándose en una de las singularidades de la colección: las intervenciones artísticas sobre las cámaras.

El proyecto llegó en buen momento, justo cuando Lan-greo trabajaba más duramente para consolidar un circuito cultural que integre el Museo de la Siderurgia, la Pinacoteca, la Casa Natal de los Alberti y el Cine Felgueroso. Por si fuera poco, en el municipio acababa de abrir su puertas el Cen-tro de Imagen y Sonido de La Felguera, un centro de For-mación Profesional que encuentra en Cámaras de Colo-res un excelente complemento didáctico para su actividad docente. Ambas iniciativas parecen haber descubierto que pueden enriquecerse mutuamente.

Durante todo este tiempo se ha llevado a cabo también una importante labor de documentación y catalogación de las pie-zas, reproduciendo en fotografías todos sus detalles para posi-bles catálogos o futuras exhibiciones vía internet. La tarea no resulta sencilla, hay cámaras muy concretas de las que incluso se carece de datos conocidos. Para trabajar este apartado, Ur-dangaray, que, tras el acuerdo con el Ayuntamiento, sigue li-gado plenamente al desarrollo de la colección, es miembro de la Royal Society of Photograf de Inglaterra —una entidad fun-dada en 1853 para promover el Arte y la Ciencia de Fotografía que cuenta con socios en todo el mundo—, de la Asociación

cámaras de cajón: son algo más pequeñas que las de fuelle. Eran más baratas y más manejables por lo que se hicieron muy populares, sobre-todo en Estados Unidos e Inglaterra. España importaría luego de estos países la moda de tener una cámara en casa por un precio módico y con un buen resultado de imagen.

cámaras de baquelita: las cáma-ras dejan de ser de madera y pasan a ser de plástico. Empieza a cuidarse la estética.

cámaras de 35 milímetros: las cá-maras de toda la vida que ahora con el boom de la era digital han dejado de fabricarse.

Kodak Pony 135 con flash de bombillas, 1952.

Cajón Lumiere, 1934

Cámara de baquelita Purma Special, 1939.

Zenit Moscú 80, 1980.

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Nacional de Fotografía de Francia —dedicada al avance de pe-riodismo visual, tanto en los apartados de captación, didáctica, edición, almacenamiento y distribución— y de la Asociación Alemana de Fotografía —que abarca todo lo relacionado con la fotografía artística e informativa—. En estas sociedades na-vega buscando datos y nuevas adquisiciones de fondos.

El resultado de todo ese trabajo de casi un cuarto de si-glo está encerrado ahora, en vitrinas, en las plantas altas del Cine Felgueroso. La exposición que ya ha captado elogios de profesionales del mundo del cine, la fotografía y la arquitec-tura se ha diseñado tras visitar centros similares que ya fun-cionan en España, Francia, Inglaterra y Alemania. Las prin-cipales referencias de narrativa museística para Cámaras de Colores en España son el Museo de Cine de Gerona, el Pho-tomuseum de Zarautz y la Colección de Aparatos Precinema-tográficos de Basilio Martín Patiño en la sede de la Filmoteca de Castilla y León.

El Museo del Cine de Gerona fue inaugurado en abril de 1998 y proviene de la colección de Tomás Mallol, la más im-portante del país en precine y cine. Mallol empezó a coleccio-nar en 1960. En 1994 el Ayuntamiento de Gerona compró los fondos: aparatos, máquinas, carteles, material publicitario, libros, revistas y películas, entre otros.

El Photomuseum de Zarautz ofrece un recorrido crono-lógico sobre el desarrollo de la técnica y el arte de la fotografía, así como sobre los inicios del cine. Presenta una colección de aparatos ópticos y otra de imágenes. El centro acoge muestras temporales de fotógrafos, tiene biblioteca, hemeroteca, servicio de asesoramiento técnico y gabinete pedagógico.

La Colección de Aparatos Precinematográficos de Ba-silio Martín Patiño en la sede de la Filmoteca de Castilla y León acoge la exposición permanente de la colección privada del cineasta salmantino. Muestra tecnologías de registro, ani-mación y proyección, repasando la evolución de la historia de los medios audiovisuales. «Artículos para fascinar», como se denomina, cuenta con unos doscientos aparatos, algunos

polaroid: Una vitrina especial recoge algunos modelos de una mítica cá-mara que podría volver a fabricarse de nuevo tras desaparecer del mercado. Inicialmente, sus fotos instantáneas hi-cieron furor entre los aficionados de los setenta y los ochenta.

cámaras de colores: apartado sin-gular que dio origen a la denomina-ción de la colección. En el pueden verse cámaras restauradas sobre las que se han hecho intervenciones ar-tísticas pintándolas y redecorándolas.

Cámara Polaroid J33 Land Camera, 1961-1963.

Kodak Reflex, 1946-1949.

Kodak Portrait Brownie n.º 2, 1932.

Duplicador Kodak de16 mm, 1939.

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de épocas anteriores a la aparición del cine. Hay praxinosco-pios, mutoscopios, linternas mágicas, zootropos, proyectores y cámaras.

Visitados estos centros y a la espera de la futura apertura del Museo Nacional de Fotografía en Segovia, Cámaras de Co-lores nace para colarse directamente, de golpe, entre los tres fondos museísticos más importantes del país en materia de fotografía y cine. La colección langreana abarca además un espacio no tratado hasta ahora al estar centrada en la fotogra-fía y el cine popular. Urdangaray no buscó grandes piezas sino que trató de representar la evolución de las cámaras y apara-tos de cine que poblaron los hogares de las familias america-nas y europeas desde el siglo xix, la fotografía familiar, la afi-cionada. Sin embargo, eso no quiere decir que no haya hueco para artilugios llamativos, singulares, para mecanismos carga-dos de historia, porque como afirma Publio López Modéjar, prestigioso fotohistoriador español, los fotógrafos aficiona-dos existen desde el origen mismo de la fotografía. Luego su-braya: grandes aficionados eran los que adquirían las primeras cámaras, unas joyas, para hacer sus pinitos en España.

Entre las piezas de la colección destacan especialmente los más de doscientos tomavistas de cuerda que forman parte del fondo. Junto a ellos, hay linternas mágicas, zootropos, praxinoscopios, cámaras de fuelle, proyectores, cámaras de cajón, de bakelita, réflex, polaroids… Hasta el momento se exponen al público alrededor de cuatrocientas piezas, todas documentadas, aunque la colección cuenta con más de mil. La intención es seguir creciendo. El origen de las cámaras hay que buscarlo en más de una veintena de países. La mayor parte provienen de Estados Unidos, Alemania, Inglaterra y Francia, pero no faltan tampoco de Rusia, Chequia, Austria y

accesorios: todo tipo de útiles an-tiguos utilizados en fotografía y cine. Desde tanques de revelado hasta cajas de películas o folletos de las cámaras y publicidades.

fotografías: hay un fondo de 2.500 imágenes antiguas de finales del siglo xix y principios del xx, de entre 1880 y 1930. Destacan también algunos ambrotipos, primeras imáge-nes de papel en un material que lle-vaba impregnada una emulsión quí-mica. Son imágenes que por si mismas constituyen una lección de historia. La

mayoría de ellas están comentadas por expertos en Historia que anali-zan la indumentaria, el escenario, las costumbres que recogen, las modas, el diseño de la postal…

bibliografía: revistas y libros an-tiguos, tanto de cine como de foto-grafía. El centro cuenta también con números históricos de publicacio-nes como Life o National Geographic, dos publicaciones que deben buena parte de su prestigio a la fotografía. La mayoría de los ejemplares están

Altavoz de director cine.

Tomavistas Bolex Zoom, 1959.

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de la antigua República Democrática Alemana. Muchas pie-zas tienen tras de si un duro trabajo de campo que implicó acudir a visitar a coleccionistas por medio mundo. Otras llegaron acompañadas de historias humanas apasionantes, como la cámara Rotokor n.º 3, de fabricación rusa, que en los años treinta del pasado siglo era regalada por el gobierno de Moscú a destacados miembros del Partido Comunista, a man-dos del Ejército Rojo o de la kgb. El vendedor, que aportó la de la colección, la acompañó incluso con el carné de espía de la kgb de un tío abuelo.

Así las cosas, el paseo entre las vitrinas tiene las paradas obligadas que se indican a los márgenes.

Tras el recorrido, por si alguien tiene ganas de más, debe apuntarse que, como todos los grandes proyectos que se pre-cien, Cámaras de Colores tiene intención de seguir creciendo. El primer objetivo será buscar una ubicación física en la que exhibir el resto de la colección: las piezas que, aunque están re-presentadas por otras similares o parecidas, ahora no se mues-tran por falta de espacio. El Ayuntamiento de Langreo, impul-sor del proyecto, estudia varias localizaciones. Igualmente, la potenciación de la vertiente didáctica, construyendo artilugios (linternas mágicas, zootropos o praxinoscopios) con los que el visitante pueda interactuar, es otro de los frentes de trabajo. Se trata de dotar al centro de algo que funcione en realidad, en vivo y en directo, para que los usuarios de la instalación, principalmente los escolares, puedan comprender de forma amena como funciona por dentro el mundo de la imagen, sus máquinas. Este apartado se completaría con otras actividades didácticas como talleres, charlas y exposiciones. La intención es dar a conocer, explicar y fomentar el amor por la fotografía y el cine en lo que constituye un objetivo clave: buscar que la ciencia sea comprensible y comunicable.

Estas tareas se abordarán sin perder de vista el «mercado» coleccionista para tratar de hacerse con piezas significativas, con mayor valor histórico, más especiales en el mundo de la fotografía, para completar la vertiente popular. Todo para seguir dándole color al desván del Felgueroso y a la nueva cultura que luce Langreo.

fechados entre 1900 y 1940. También hay una sección dedicada a la Agenda Lumiere, con todos los números pu-blicados entre 1907 y 1932. En esta agenda, los padres del cinematógrafo, nacido en 1895, iban apuntando año tras a año las mejoras que aparecían en el sector de la imagen. Los carte-les de cine también tienen su hueco en la colección.

réplicas: Interesante también es una apartado dedicado a copias de cámaras. Llaman la atención varias Leica falsas de fabricación rusa. Se trata de un caso de espionaje indus-trial impulsado por Moscú para ha-cer la competencia a Alemania. Fue-ron modelos que gozaron de mucha popularidad en Rusia y en la Europa del Este. En la exposición pueden verse algunos e incluso compararse con los modelos alemanes originales.

Copia de Leica color oro y piel de serpiente.

Cámara universal Mercury II CX, 1945.

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262 cine felgueroso. cincuenta años de cine en langreo • apéndices

Cine FelguerosoTestigo de un Langreo dorado y decadenteJulia Díaz-Faes Muñoz

mi intención, al comenzar este trabajo ya en di-ciembre del año 2007, era documentarme acerca de los primeros años de la historia del cine en Langreo, concejo donde nací y resido actual-mente. La sorpresa fue doble cuando, por un lado, constaté la escasez de publicaciones sobre el tema mientras que lo poco que encontraba de-jaba entrever un pasado de intensa vida cultural y cinematográfica.

Hubo un momento en el que Langreo ocupó un lugar predominante dentro de la vida cultu-ral asturiana debido a su emplazamiento sobre la cuenca hullera más rica del país. Esto supuso, desde el comienzo de las explotaciones mineras a nivel industrial, un progresivo crecimiento de-mográfico y económico del concejo. El análisis de la historia del cine me llevaba hacia un estu-dio de la industria, la población y el desarrollo urbano.

El contraste entre aquella historia pasada y la casi inexistente oferta cinematográfica que yo había tenido en mi infancia —en plena crisis de los cines y ausencia de multisalas— me obligó a buscar un nexo que uniera estas dos grandes eta-pas, expansión y decadencia, y lo encontré en el Cine Felgueroso.

La última referencia publicada sobre la histo-ria del Cine Felgueroso data de 1996,1 momento en el que el cine aún permanecía en funciona-miento aunque ya en crisis por las numerosas dificultades que la implantación de un nuevo sistema de multisalas comenzaba a plantearles a los cines de siempre. La tertulia cinematográfica Sala Oscura, transmite en dicha publicación sus mejores deseos para con el futuro del Felgueroso.

1 Sala Oscura: tertulia cinematográfica, Langreo. Una historia de cine, Gijón: Editorial Trea, 1996.

Sin embargo, cinco años más tarde, la sombra del cierre se cierne sobre él para, en 2002, con-vertirse en una realidad. Fueron años de aban-dono en los que el edificio y las instalaciones se fueron deteriorando hasta que, en 2005, el Ayun-tamiento compra el edificio.

A pesar de la importancia de su arquitecto, Suárez Aller —incluso del pintor Zuco autor del mural de la fachada—, el Cine Felgueroso no ha sido aún tratado de forma monográfica y, en mu-chos casos como el de enciclopedias de arquitec-tura o espectáculos de Asturias, es directamente obviado.

A día de hoy, el Cine Felgueroso es vestigio de un pasado mejor, mientras apuesta alto por un cambio en el negro futuro de la sala oscura.

Nace el Langreo obreroLangreo tiene más de setecientos años de histo-ria documentada como unidad administrativa y territorial. Su morfología urbana es consecuen-cia directa de la progresiva industrialización que sufren los yacimientos carboníferos, puesto que se ubica en el corazón de la cuenca hullera más rica del país.

Carlos III fue el primero en prever la gran importancia económica y social del carbón as-turiano, encargándole a Jovellanos la estimula-ción del comercio del mismo. Las dificultades que conllevaba su transporte, entre otras cosas, retrasa la explosión comercial hasta 1852, año en que se inaugura el ferrocarril que une Langreo con Gijón. Inaugurado por la Reina Madre, es el tercer ferrocarril construido en España por detrás de la línea Barcelona-Mataró y Madrid-Aranjuez. El ferrocarril supuso una apertura a escala nacional, y también internacional, para la actividad minera asturiana. Se produjo así un

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julia díaz-faes muñoz • cine felgueroso. testigo de un langreo dorado y decadente 263

cambio radical en la economía y las costumbres del pueblo langreano, que se ejemplifica con da-tos demográficos abrumadores: en 1857 cuenta con 7.800 habitantes, que pasan a ser 56.602 en 1985 (ver gráfico).

El segundo impulso que recibe Langreo es la fundación de la Sociedad Duro-Felguera. Co-mienza allá por 1857 cuando Pedro Duro cons-truye «La Fábrica». Él muere en 1886, pero sus descendientes continúan con la labor empresarial metalúrgica, alcanzando considerable magnitud e influencia al colocarse en los primeros puestos del ranking de empresas españolas. La Felguera, dis-trito de Langreo, crece prácticamente al amparo de esta sociedad.

Entre 1900 y 1936 se produce la consolidación de las bases económicas del concejo. La produc-ción de carbón alcanza cada vez cotas más altas en general y en la minería asturiana en particular.

El proteccionismo de la Restauración, que obliga a consumir carbones nacionales, tiene como resultado unas condiciones realmente positivas para la actividad minero-metalúr-gica. Sin embargo, en 1919, tras el fin de la Gue-rra Mundial, la competencia extranjera renace y vuelve a bajar el nivel de producción. Se ha-bían introducido importantes mejoras en el pe-riodo de bonanza anterior, a la par que las mi-nas de montaña se iban sustituyendo por pozos de extracción, sobretodo en el Valle del Nalón, y bajo Primo de Rivera se vuelve otra vez al pro-teccionismo. Esto desemboca, una vez finali-zada la dictadura, en un problema de super-producción que conlleva una crisis aguda en el sector. El peso se descarga sobre los trabajado-res, que se revelan organizando huelgas par-ciales y generales. Este clima de tensión es la base sobre la que se gesta la Revolución de

Octubre de 1934, que será nefasta para Langreo y sus habitantes.

Por otro lado, en el sector siderúrgico casi no hay novedades hasta la Guerra Civil. Duro Fel-guera sigue compitiendo con Altos Hornos de Vizcaya y el empleo sigue creciendo paralelo a la producción.

A la actividad minero-metalúrgica se unen una serie de pequeñas empresas que aumentan la base económica de Langreo, casi todas a re-molque de la Duro: centrales térmicas, pequeños talleres, fábricas de amoníaco y otros derivados químicos del carbón, cerámica, etcétera. En ge-neral son actividades altamente contaminantes con reducida capacidad de mano de obra.

En la etapa autárquica, las nuevas pautas del intervencionismo oficial suponen el último im-pulso para la expansión industrial, jugando las minas de carbón el papel de un atrayente imán para la población foránea. Numerosos inmigran-tes llegan en busca de un trabajo seguro —aunque peligroso y mal pagado— y esto repercutirá deter-minantemente en las estructuras demográficas y urbanas del municipio.

A partir de 1960, la economía de las cuencas asturianas, y por tanto de Langreo, se suma a la dura crisis que sufren todas las cuencas hulleras de Europa Occidental. Pero, al contrario que en otras regiones, en Asturias nunca se planteó un proyecto de reconversión adecuado.

Con este breve resumen histórico de la in-dustria langreana se quiere resaltar el carácter coyuntural y dependiente de su economía. Por un lado, es un pueblo al servicio de los intere-ses económicos empresariales, y de ahí nace su morfología. Por otro lado, su situación perifé-rica le hace ser dependiente dentro de la propia región de Asturias y siempre del capital foráneo

70000

60000

50000

40000

30000

20000

10000

1842

4.229

1860

8.999

1877

12.832 14.01418.714

25.444

34.03339.777

43.797

54.261

65.860

58.86455.758

51.48145.731 46.076

1887 1900 1910 1920 1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000 20060

Datos demográficos de Langreo.

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264 cine felgueroso. cincuenta años de cine en langreo • apéndices

extranjero —belga, francés o inglés— en sus co-mienzos, o nacional —de Barcelona o Bilbao— posteriormente. El Estado, lejos de ofrecer solu-ciones al difícil problema social que conlleva la crisis industrial, se ha hecho cargo únicamente de las pérdidas económicas de las grandes em-presas minero-metalúrgicas. Se han obviado así la recolocación de la mano de obra excedente, la reconversión de la industria o las ayudas a pe-queñas y medianas empresas.

La política empresarial basada en la descapi-talización, el cierre de las instalaciones y el enve-jecimiento de sus plantillas esquivó en su mo-mento enfrentamientos, pero no ha conseguido borrar el malestar y la zozobra entre la pobla-ción. La ausencia de sólidas garantías de futuro incitó al éxodo y así, entre 1960 y 1970, Langreo perdió casi diez mil habitantes.

Fue el fin de una época dorada que, no sin sobresaltos, dotó al concejo de una intensa vida cultural donde, por supuesto, las proyecciones cinematográficas tuvieron un papel destacado.

Paisaje urbano2

La masiva llegada de inmigrantes y el consi-guiente aumento demográfico transformó el pai-saje langreano. Las aldeas primigenias estaban si-tuadas sobre las vertientes del valle y ellas cu-brían, en principio, la función residencial. Pero, poco a poco, el fondo del valle, con su creciente urbanización, les fue usurpando dicha función.

Los diferentes grupos sociales tienden a sepa-rarse espacialmente, casi siempre condicionados por los intereses de las empresas que, en el caso de los obreros, construían sus viviendas al lado de las fábricas o pozos.

El espacio que nos ocupa —el circundante al Cine Felgueroso— pertenece a la zona central de Sama, correspondiente al primer ensanche reali-zado en los años 20, tras el Plan de Urbanización de 1896. Esta zona, y en general todo el distrito de Sama, albergaba a la clase alta y a la clase media profesional.

Además de cumplir la función administra-tiva, Sama estaba orientada hacia el sector ter-

2 Fernández, Aladino. Langreo: industria, población y de-sarrollo urbano, Oviedo: Ayuntamiento de Langreo y Uni-versidad de Oviedo, 1980.

ciario, siendo el principal punto de intercambios comerciales. Su aspecto era el de una mediana capital provincial y la calle Dorado —donde se encontraba el mercado de ganado— era su cen-tro neurálgico. A pesar de todo, esta zona central urbana estaba escasamente edificada y casi no se vio afectada, en principio, por el acelerado au-mento demográfico. La razón la hemos dicho: en ella no vivían obreros.

Las viviendas de estos últimos, durante la primera mitad del siglo xx, se dividieron en dos tipologías. La primera y más llamativa, por su anárquica disposición, fue la vivienda obrera unifamiliar ubicada en la periferia ur-bana, en la que, gracias a pequeñas parcelas de explotación agrícola, el obrero complementaba su productividad.

La segunda tipología es la barriada, que pro-lifera en la época de la autarquía. Al igual que la anterior, es una vivienda obrera que trata de res-ponder a la situación de emergencia provocada por el hacinamiento y el chabolismo. En este caso, son llevadas a cabo por el Plan General de Orde-nación Urbana o por la promoción de las propias empresas, sobretodo la Duro Felguera para sus propios trabajadores.

Para exponer la segregación social de la que hablamos, citaremos un ejemplo de Aladino Fer-nández, que curiosamente compara la Barriada de San Esteban de Ciaño con el Edificio Fel-gueroso de Sama —donde se ubica el cine— mediante una tabla donde aparecen los carac-teres profesionales de los habitantes de estos dos edificios, según el padrón de 1960:

Con el paso de los años, las capas sociales se irían entremezclando y estas distinciones que-darían fuera de lugar.

Llega el cine a Asturias. . .Las primeras noticias que constatan la presencia de un cinematógrafo en Asturias son pequeñas notas de prensa que no nos proporcionan mu-chos datos más allá de la fecha y lugar de exhi-bición. A esto se suma la falta de investigaciones

Población activa

Mineros Obreros Clases medias

Barriada San Esteban 28,1 387 414 35

Edificio Felgueroso 30,2 0 14 137

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sobre el tema, con la única excepción del libro de J. C. de la Madrid,3 al que nos hemos remitido para esbozar esta primera toma de contacto del cinematógrafo con el público asturiano en gene-ral y langreano en particular.

Siguiendo las etapas que J. C. de la Madrid marca en su estudio, debemos hablar de un pri-mer periodo de consolidación entre 1987 y 1900. Durante estos años, el cinematógrafo se une a los numerosos prodigios científicos que procla-maban el éxito de la civilización industrial. Lo novedoso era lo importante, y el cinematógrafo se limitaba aún al carácter de invento, siguiendo la misma trayectoria de exhibición que el fonó-grafo o el gramófono, por ejemplo.

El prestigio de los Lumière aumenta, afianzán-dose sus aparatos como una garantía de éxito.

La primera nota de prensa asturiana que se conserva data de agosto de 1986 y anuncia una sesión en el Teatro Jovellanos. Dos puntos deben destacarse. En primer lugar, que sea un teatro el lugar que acoja la llegada del invento, hecho que revela el carácter científico que se le daba y el estrato social del público al que se dirigía. En segundo lugar, la cuestión de qué aparato se exhibió realmente. Al ser de carácter colectivo, no podía ser un kinetoscopio, y tampoco un vi-tascopio, porque éste no llega a Madrid hasta oc-tubre y todo pasaba primero por la capital. Aun-que la estrategia de gestión apunta a que fuera un Lumière, no es posible afirmarlo, ya que los primeros años están marcados por la conviven-cia de distintos aparatos más baratos derivados del original.

Aunque la vertiente cientifista continúa du-rante años, el cinematógrafo se va configurando paulatinamente como atracción de feria, ubicán-dose en barracas o, esporádicamente, en bajos inmobiliarios. Oviedo, Gijón, y en menor grado Avilés, son las tres ciudades que acogen el apa-rato en sus respectivas fiestas y ferias.

Una etapa posterior sería la comprendida en-tra 1900 y 1905, donde el invento pasa a norma-lizarse, consolidándose junto a las varietés como binomio de éxito asegurado. Se va formando un circuito que uniforma el modo de exhibi-

3 Madrid, Juan Carlos de la: Cinematógrafo y «varietés» en Asturias (1896-1945), Oviedo: Consejería de Cultura, 1996.

ción, aunque no tanto la clase de local que las acoge. También se señala una extensión a diver-sos pueblos de la región, como Trubia, Luarca o Infiesto.

Entre 1906 y 1909, va tomando cuerpo una nueva tipología de arquitectura efímera que se distancia de las barracas para acercarse al tea-tro: el pabellón. Las exhibiciones cinematográ-ficas ya están consolidadas y comienzan a adap-tar su oferta en función de las exigencias del público.

La sorpresa ante un nuevo invento deja ya de tener efecto y la concepción del teatro cambia. Este cambio se ve propiciado por un proceso de masificación de los espectáculos en general que se produce a escala mundial. Dicha masificación está en relación con el nuevo método de distri-bución que fomentan las casas productoras, que pasan de la venta al alquiler.

Oviedo será la ciudad que marque las nuevas condiciones del espectáculo cinematográfico al abrirse el Teatro Celso, que trata de presentar una alternativa seria que dignifique el género de varietés frente a la postura conservadora im-perante, que intenta sacar las ferias del centro ovetense.

Es entre 1910 y 1914 cuando los locales estables aparecen fuera de Gijón, Oviedo y Avilés. Los lar-gometrajes de alquiler se organizan en distintas sesiones con distintos precios, alcanzando una mayor variedad de público. Las estrellas de varie-tés están en el mismo proceso de «divinización» que las cinematográficas. Sin embargo, la trans-formación interna del cine como espectáculo de masas va desligándolos poco a poco.

En 1914 se abre el Cine Paredes en La Felguera, Langreo. Y sólo unos meses después, en la misma localidad, abre el Salón Doré como síntoma claro de la gran afluencia de espectadores.

. . . y a Langreo4

Llegados a este punto, nos referimos ya al cine como una empresa comercial estable con un lo-cal expresamente dedicado a la exhibición cine-matográfica, que puede ser compaginada con

4 Fernández, Aladino: Langreo: industria, población y de-sarrollo urbano, Oviedo: Ayuntamiento de Langreo y Uni-versidad de Oviedo, 1980.

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otras actividades. Enumeraremos una serie de salas langreanas sobre las que, en su mayor parte, la información es limitada.

El edificio más antiguo de Langreo que al-bergó un cinematógrafo fue el Teatro Vital Aza, ubicado en Sama —solar ocupado actualmente por el Conservatorio de Música del Valle del Na-lón— y construido en 1987. Sin embargo, hasta la década de los veinte, su actividad se limitó a obras teatrales. Un testimonio oral recuerda ha-ber visto allí «El jorobado de Nuestra Señora de París» de 1923. El edificio del Teatro Vital Aza fue derribado en 1994, tras haber asumido dis-tintas funciones, incluso la de Colegio de Segunda Enseñanza y la de Conservatorio.

La primera empresa cinematográfica esta-ble fue el Salón Paredes de La Felguera, abierto en 1914, y que al año siguiente abre otro local en Sama —aunque no está localizada su ubica-ción—. Su dueño, José Rozada Camblor, había comenzado su trayectoria proyectando en barra-cones feriales. Ese mismo año, 1914, el Salón Doré de Gijón abre una sucursal en La Felguera.

El Cine Paredes de La Felguera funcionará entre 1950 y 1969 bajo el nombre de Cine Cova-donga.

En 1915 se abre el Teatro Dorado en Sama, que destaca por haber sido de los primeros en Astu-rias en tener cine sonoro. Consta que un técnico de la casa alemana Bahuer vino expresamente en 1932 para instalarlo. Posteriormente cambia de dueños y pasa a llamarse Teatro Rozada, que funciona hasta la década de los setenta.

Bajo el nombre de Cine o Salón París se cono-cieron varios locales ubicados en distintos edifi-cios de La Felguera. Durante la guerra, tras ha-ber acogido diversos actos culturales del Ateneo Obrero, su último dueño Luis Carbajal fallece y el cine deja de funcionar bajo este nombre.

En Sama, el Cine Pumarino, dirigido por los hermanos del mismo nombre, funcionó hasta entrados los años veinte, ubicado en el solar ac-tualmente ocupado por el edificio de la Caja de Ahorros de Asturias, perpendicular a la calle Dorado.

Durante esa década también hay constancia de un pequeño cine en Lada que deja de funcio-nar en la Guerra Civil, y en 1921 aparece anun-ciado en el porfolio de las fiestas otro pequeño cine, Popular Cinema, en Ciaño.

En 1926, los marqueses de la Felguera cons-truyen un coliseo que pronto pasará a llamarse Teatro Pilar Duro. El edificio será escenario de múltiples manifestaciones artísticas, hasta que se cierra en 1974 y se derriba para construir un bloque de viviendas.

A principios de los años treinta, se inaugura en Sama el Teatro Manuel Llaneza, construido por el Sindicato Minero Asturiano. Tras los su-cesos de 1934, el Sindicato tiene problemas para financiarlo y el teatro es embargado. Años más tarde, la empresa Paredes lo reabrirá bajo el nom-bre de Teatro de la Victoria, que compaginaba el cine con actividad teatral y bailes de Nochevieja. La empresa Fernández Arango, responsable tam-bién del Teatro Rozada, lo explotará desde 1961 hasta su cierre en 1967.

En 1939, uno de los antiguos Cine París abre bajo el nombre de Teatro Astur en La Felguera. Tras un periodo a cargo de la empresa Pesquera, Fernández Arango se hace cargo del cine, que será uno de los últimos en cerrar, en 1988.

En la década de los cuarenta, dos nuevas salas aparecen en Tuilla —Cinema Garceli— y en Ba-rros —Cinema Barros—. Este último continúa su actividad, no sin dificultades, hasta 1973.

En 1949 abre también el Cine Ideal de Ciaño, ubicado en un edificio anexo a la Iglesia, que aún continúa en pie. Bajo la supervisión del joven párroco Don Enrique, pasará a conocerse como el Cine-Club, con un considerable número de socios que acudían con afición a las proyeccio-nes y coloquios. Con la marcha de Don Enrique, el cine-club cesa su actividad y, pese a varios in-tentos de aficionados y empresarios, en 1965 cierra sus puertas definitivamente.

Lada vuelve a tener su propia sala durante un breve espacio al inaugurarse en 1954 el Cine Lada, asociado al circuito Argüelles que traba-jaba por distintas zonas de Asturias, pero cierra a principios de los sesenta.

Los dos últimos casos contemporáneos a la apertura del Felgueroso, son el Cine María Jesús de La Nueva abierto entre 1957 y 1978 y el Cine Hogar del Productor de Sama, ubicado en el edi-ficio construido en 1954 por la Organización Sin-dical, que en 1986 cede su espacio a la Casa de UGT, hoy en día utilizado como gimnasio.

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El Cine Felgueroso

el proyectoEl mercado de ganado de Sama se había cele-brado desde tiempos inmemoriales en el espacio que hoy ocupa la plaza Herrero, ante la iglesia pa-rroquial, y al construirse dicha plaza se desplazó a un solar ubicado en la calle Dorado. Sama si-gue creciendo y en 1952 el mercado está rodeado ya de viviendas y pequeños comercios. Para éstos últimos, la celebración del mercado suponía una fuente de ingresos, pues a él acudían no solo las gentes del concejo sino vecinos de toda Asturias, especialmente de Siero y Mieres.

Por eso, cuando el Ayuntamiento toma la de-cisión no sólo de desplazar el mercado de la plaza sino de recalificar el terreno para venderlo a una inmobiliaria, se abre un polémico debate.

Según un expediente del Ayuntamiento de Langreo, que comprende los años de 1952 a 1956, conocemos el proceso de enajenación de los te-rrenos públicos sobre los que se asentaba la plaza del Alcázar de Toledo, popularmente conocida como la del mercao de ganao.

No existían títulos de adquisición para dicho terreno, y según un informe del Ayuntamiento, siempre había estado destinado a servicio pú-blico. Sin embargo, alegan motivos de carácter sanitario y solicitan incluso un estudio por parte de Don José María García de la Torre, Inspec-tor Municipal de Sanidad, para trasladar el Mer-cado. A esta razón suman el hecho de que Sama carece de superficie para nuevos ensanches y que, apremiando la necesidad de nuevas viviendas, el solar sería perfecto para tal fin.

Don Julio Galán Gómez, arquitecto y jefe del negociado de obras públicas del Ayuntamiento, valora el metro cuadrado en 300 pesetas. La su-perficie total era de aproximadamente 4.888 m2, pero, al descontar el espacio pertinente para las calles circundantes, el solar edificable quedaba en 2.261,07 m2.

En un principio se lanzaron a subasta dos so-lares de distintos precios correspondientes a la su-perficie de la parcela, ofertándose la posibilidad de que un solo postor solicitase la totalidad de las par-celas, ascendiendo entonces el precio a un millón de pesetas y obteniendo también preferencia en la subasta. En caso de que este postor existiera, estaría obligado a construir en un plazo de 3 a 6 años.

A estas premisas el Ayuntamiento añade cier-tas pautas constructivas con la intención de ar-monizar la nueva obra con el entorno, como por ejemplo el uso de ladrillos en las fachadas o la altura máxima de 15,55 metros —equivalente a el ancho de la calle más la mitad del mismo—. De nuevo se favorece al comprador que se lleve toda la parcela, pues en este caso tendría libertad para aprovechar la parcela como quisiera, previa aprobación del planteamiento.

Las condiciones para la enajenación del solar fueron publicadas en el Boletín Oficial número 226, el día 3 de octubre de 1952, y veinte días después en el diario regional La Nueva España. Firmaba el do-cumento el alcalde Don Joaquín Miranda.

Dentro del dossier del expediente aparece un escrito de don Amaro Rodicio, secundado por decenas de firmas de comerciantes, con fecha del 29 de octubre de 1952, suplicando que se deje sin efecto el acuerdo adoptado. El Ayuntamiento responde que no procede estimar la reclamación ya que esta se produce fuera del plazo.

Se desoyen así las quejas del pueblo, preocu-pado porque el cambio de fisonomía de la zona perjudique a sus respectivos negocios, crecidos al amparo del mercado semanal.

La subastaLa primera subasta se lleva a cabo bajo la supervi-sión del secretario del Ayuntamiento Gregorio Lla-nes Aurre, el alcalde Joaquín Miranda, el jefe de obras públicas Julio Galán, el interventor de los fondos municipales Benjamín García y el regis-trador de la propiedad Nicanor Prendes, perte-neciente al partido judicial de Pola de Laviana.

Esta primera subasta queda desierta y se de-cide convocar una segunda, omitiendo la opción de la compra independiente de las parcelas.

Así pues, tras reducir el ancho de las futuras calles circundantes al solar edificable a 12 me-tros y ser anunciada la subasta por Don Eladio Miranda en Radio Langreo, se lleva a cabo la se-gunda subasta a la cual solamente se presenta una proposición el 22 de marzo de 1954.

La propuesta es de la Inmobiliaria Felgueroso de Gijón, que un mes después —28 de abril— firma las escrituras de la compraventa del so-lar en la Notaría langreana de Don Manuel de la Campa Valdés. Y el 13 de noviembre solicita la licencia de obras.

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Un documento de 1955 nos informa de que la Inmobilia-ria tuvo problemas para obtener un crédito hipotecario, viéndose obligada a pedir concesiones al Ayuntamiento. Se les autoriza proceder a hipotecar el solar y las obras y así obtener el crédito.

Otro certificado de 1955, fir-mado por el notario sustituto don Antonio García Alonso, le-gitima la venta del terreno.

El arquitecto y su obraLa Inmobiliaria Felgueroso en-carga el proyecto al arquitecto Juan José Súarez Aller. Este lan-greano tiene oportunidad de re-sidir temporalmente en Nueva York, donde se empapa de las nuevas corrientes arquitectóni-cas. En todas sus obras se apre-cian los aires de modernidad que trajo en su momento a un Langreo que aún despertaba del letargo decimonónico.

La idea de un complejo que conjugara espa-cio residencial con espacio para el ocio o espar-cimiento de los vecinos está presente en muchos de los ensanches de las principales ciudades del momento, como por ejemplo el plan de Ildefons Cerdá para L’Eixample barcelonés. Y Súarez Aller lo imagina para Sama de Langreo, con forma de «U» abierta hacia la calle Dorado. Además, quizás por estrategia comercial de la inmobiliaria, añade un edificio exento en el centro de dicho conjunto, destinado a albergar una sala de cine quizás con la intención de dinamizar el sector terciario de los aledaños, desfavorecido tras la recalificación de la plaza pública.

En la memoria del proyecto del 19 de mayo de 1954, Suárez Aller detalla las características del fu-turo inmueble que, a pesar de las condiciones de la subasta, tendrá 26 metros de altura distribuidos en 7 plantas con un total de 70 viviendas y ocu-pará 1.273,40 m2 del terreno edificable. Fija en 13.553.335,73 pesetas el presupuesto de las obras. Las 70 viviendas estarán distribuidas en 5 tipologías, de distintas características y precios, adaptadas a las distintas necesidades de los compradores.

Seis meses después, a 24 de noviembre de 1954, presenta el proyecto para el local de ci-nematógrafo, que evidentemente también será propiedad de Inmobiliaria Felgueroso S.A. Será un edificio exento de planta elíptica, con cinco alturas sobre una superficie de 176 m2 y con un presupuesto de 705.556,14 pesetas. La llamativa planta elíptica era utilizada ese mismo año por Luis Moya en la iglesia de la Universidad Labo-ral de Gijón y, como bien señala Pilar García Cuetos, podría haberle servido a Suárez Aller de inspiración.

Obra de arte totalMención especial requiere la colaboración del pintor Zuco, que en aquel momento trabaja para Súarez Aller y realiza un mural en el techo del vestíbulo del Cine Felgueroso.

Jesús Díaz, popularmente conocido como Zuco, nace en Sama de Langreo en 1929. En 1937, a raíz de la Guerra Civil, se traslada a la URSS, donde permanece hasta 1956. En Rusia estudia en la Escuela de Bellas Artes de Moscú, obte-niendo luego el título de profesor de dibujo y

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pintura en Leningrado. Allí trabaja como esce-nógrafo cinematográfico para Leningrado Films. Al volver a España, Zuco debe empezar de cero y, antes de irse a Oviedo y más tarde a Madrid, se establece en Sama, su pueblo natal. Es entonces, en 1958, cuando colabora con Súarez Aller en las obras del Cine Felgueroso.

Suárez Aller baraja distintas opciones para la fachada. En un primer momento piensa en de-corarla con una figura de la estatuilla de los pre-mios Oscar, pero enseguida lo desecha, quizás considerándolo excesivamente hollywoodiense para un pueblo como Sama. La siguiente opción fue cambiar al Oscar por la figura de Don Qui-jote. De hecho, el alzado de la fachada que en-contramos en el dossier del archivo municipal pertenece a esta segunda idea, desconociéndose el paradero de los planos definitivos.

Finalmente, el arquitecto optó por algo total-mente diferente, abriendo el interior del edificio a la calle Dorado mediante una espectacular fa-chada acristalada. El techo inclinado del vestí-bulo estaría decorado por un colorido mural que evidentemente podría apreciarse desde fuera. Y precisamente esta fue la labor de Zuco.

Como pintor paisajista, su paleta está carac-terizada por una gama cromática restringida: ocres, pardos, grises. Sin embargo, en este mural suma tonos más vivos a sus colores básicos. Se-gún algunos testimonios, Zuco también se en-cargó del colorido mosaico de gresite que cubre los paramentos del edificio, pero el escaso estu-dio del tema nos impide afirmar su autoría con rotundidad. No ha sido posible conseguir imáge-nes del mural primigenio, sin embargo la restau-ración ha dado muy buenos frutos que pueden admirarse a día de hoy.

Muerte y resurrecciónLa última empresa que gestionó el Cine Felgue-roso fue la empresa Pesquera, dueña a su vez de varios cines langreanos entre los que destaca el Maripeña.

Debemos hacer un inciso acerca de este cine, ya que el Maripeña guarda una serie de similitu-des arquitectónicas con el Felgueroso que cree-mos importante reseñar.

Se inserta también en un complejo residen-cial de gran altura. Dichos edificios reciben la denominación de torres y son construidos en la

década de los cincuenta. Esta tipología marca las nuevas pautas constructivas del municipio, ca-racterizadas por romper el equilibrio previo de la silueta urbana, de mucha menor altura. Su si-multaneidad cronológica puede deberse además, como bien señala Pilar García Cuetos, a la eterna rivalidad entre Sama y La Felguera, que en nin-guno de los casos toleraría quedarse atrás en la pugna por la modernidad.

Pero si por algo destacamos al Maripeña es por su coincidencia cronológica en la etapa de decadencia con el Felgueroso. Tras ser comprado el edificio del Maripeña por el Ayuntamiento, la empresa Pesquera continuó su actividad comer-cial los fines de semana en calidad de alquiler. Mientras tanto, el Felgueroso, también de Pes-quera, encontraba cada vez más dificultades dentro del circuito de distribución de películas, a lo que se sumaba un descenso en picado de pú-blico. Langreo perdía habitantes, y el boom del vídeo y la televisión amenazaba a las salas de cine a escala mundial.

En febrero de 2002, la empresa Pesquera de-cide cerrarlo definitivamente por ser inviable la rentabilidad del negocio. También deja de alqui-lar el Maripeña, que pasa a dedicarse exclusiva-mente a la programación municipal. El Cine Fel-gueroso queda abandonado a su suerte y sufre un periodo de grave deterioro.

Los vecinos recuerdan cómo la suciedad, pro-pia de la contaminación langreana, ennegrecía su fachada e incluso cómo las ratas salían de sus sótanos. La reciente reinstauración de la activi-dad cinematográfica ha supuesto un alivio por evidentes motivos higiénicos y estéticos, pero también por la vida que da un centro cultural a su entorno. Y es que en 2005, el Ayuntamiento llega a un acuerdo con la Caja de Ahorros de Asturias para comprar el inmueble del cine y proceder a su inmediata restauración.

La remodelación interior del local, que res-peta la distribución de las escalinatas y el ves-tíbulo, ha incluido la limpieza y decoración del edificio de viviendas que lo rodea. Las fachadas de los siete pisos, como popularmente se les co-noce, lucen coloridas tonalidades en consonan-cia con las del mosaico que recubre el cine que rodean. Aunque esta decisión ha provocado opi-niones dispares, cierto es que supone un soplo de aire fresco.

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270 cine felgueroso. cincuenta años de cine en langreo • apéndices

En lo que se refiere al cine, la obra ha sido lle-vada a cabo por Jovino Martínez Sierra, que ha sido galardonado en los XIX Premios de Asturias de Arquitectura. El cambio más radical en la es-tructura originaria, ha sido la división de la sala en dos niveles mediante un forjado. Esto ha dado lugar a una sala con palco en la planta baja y pri-mer piso respectivamente, y a una sala de exposi-ciones y otra más pequeña para proyecciones en el piso de arriba. Donde antiguamente se ubicaba la cabina de mandos se han instalado unas oficinas que sirven de sede a la Tertulia Cinematográfica Sala Oscura, encargada de elaborar los ciclos que se proyectan entre otras muchas cosas. En la sala de exposiciones se exhibe una colección de cáma-ras antiguas, tanto de cinematógrafo como de fo-tografía, que el Área de Imagen del Ayuntamiento tiene pensado seguir aumentando a pesar de que excede ya las vitrinas disponibles.

La reforma puede visionarse en la página del ar-quitecto Martínez Sierra: <www.jovinoms.com> o mejor aún, animándose a visitarla en vivo y en directo.

Conclusión y agradecimientosTras haber analizado todos los puntos que han in-fluido en la vida del edificio del Cine Felgueroso, reafirmamos nuestra hipótesis inicial que lo pro-ponía como bisagra entre dos épocas muy dife-rentes, tanto para la industria del cine en general como para el concejo de Langreo. Este trabajo no llena el hueco documental de la historia del cine langreano ni siquiera la del Felgueroso, pues debe profundizarse mucho más aún, pero cabe la espe-ranza de haber aportado un grano de arena.

He de agradecer a Eduardo Jiménez Parra, res-ponsable del Área de Imagen del Ayuntamiento, su ayuda desinteresada y su visita guiada perso-nalizada por las nuevas instalaciones del Felgue-roso. También a Lucía Funes, encargada del Ar-chivo Municipal de Langreo, su colaboración. Y, en especial, a Pilar García Cuetos, profesora titu-lar de la Universidad de Oviedo, que como pre-gonera de las Fiestas de Santiago 2008, rompió una lanza a favor de la recuperación, conserva-ción y estudio de los muchos edificios arquitec-tónicos destacados —hijos de la etapa dorada de Langreo— que están siendo devorados cada vez más rápidamente por las fauces de la especulación inmobiliaria en el concejo.

El Felgueroso nació cerrando años de creci-miento demográfico, urbano, industrial, econó-mico… Proclamó su modernidad, empujando a un pueblo a abrir los ojos al cambio impara-ble del progreso que no siempre se sabe apre-ciar. Polémico en sus comienzos, en su trayecto-ria y en su cierre, renace ahora de las cenizas para plantarle cara a una nueva era. Una era domi-nada por las multisalas y las nuevas tecnologías y a la sombra de una institución oficial como es el Ayuntamiento, pero una nueva era al fin y al cabo. Disfrutémoslo.

BibliografíaFernández, Aladino: Langreo: industria, población

y desarrollo urbano, Oviedo: Ayuntamiento de Langreo y Universidad de Oviedo, 1980.Fernández Riesgo, Cándido: Historia de Langreo,

Oviedo: Aladino Fernández, 1991.López Cerrato, Antonio: 100 años de Langreo:

1880-1980, Oviedo: Caja de Ahorros de Asturias, 1981.Madrid, Juan Carlos de la: Cinematógrafo y

«varietés» en Asturias (1896-1945), Oviedo: Consejería de Cultura, 1996.

Palacios, Francisco: Caciquismo, lucha localista y Revolución en el Langreo contemporáneo,

Gijón, 1992. Sala Oscura: tertulia cinematográfica, Langreo. Una

historia de cine, Gijón: Editorial Trea, 1996.Villa Pastur, Jesús: Zuco, Oviedo: Caja de

Ahorros de Asturias, 1984.XV Certamen Nacional de Pintura de Luarca. Zuco, Oviedo: Ayuntamiento de Luarca y Caja de Ahorros de Asturias, 1984.

WebgrafíaCámaras de Colores <www.camarasdecolores.com>.

[Consulta: 31/o8/2008.]Jovino Martínez Sierra, arquitecto <www.jovinoms.com>. [Consulta: 31/08/2008.]

DocumentaciónArchivo Municipal de Langreo. c/ Julián Duro, 12,

33930 La Felguera.Área de Imagen, Ayuntamiento de Langreo. c/ Dorado, Escuelas Dorado, 33900 Sama de Langreo.Cine Felgueroso. c/ Dorado, 33900 Sama de

Langreo. Sociedad La Montera. c/ Leopoldo Fernández

Nespral, 27, 33900 Sama de Langreo.

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El que entra en el cine nunca vuelve

a salir de allí.

Cine Felgueroso. 50 años de cine en

Langreo se imprimió la última semana

del mes de noviembre de 2009.

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Parodiando la letra del famoso tango, podríamos decir que cincuenta

años son nada, porque eso es lo que parece haber pasado desde que un

4 de diciembre de 1959, el Cine Felgueroso echara a andar levantando

por primera vez su telón para proyectar la película Horizontes de gran-

deza (The big country, 1958), dirigida por el gran William Wyler. Desde

entonces hasta hoy, y como se solía decir entonces, con un descanso a

la mitad para visitar el ambigú más largo de lo esperado y que a todos

nos pareció una eternidad, muchos relatos, historias e imágenes son las

que han pasado ante nuestros ojos para hacernos reír, soñar o llorar.

Pues bien, un puñado de ellas es lo que queremos ahora reunir para

festejar el quincuagésimo aniversario de la sala de cine más genuina y

emblemática de nuestro municipio, con una estructura arquitectónica

de forma elipsoidal avanzada a su tiempo que trascendió y aún lo hace,

mucho más allá de nuestros límites geográficos.

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