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Qué es la biofísica Problemas de Go Premios Nobel 1971 Max Perutz: HEMOGLOBINA

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Qué es la biofísica Problemas de Go Premios Nobel 1971

Max Perutz: HEMOGLOBINA

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Calculadora electrónica con impresión

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HEMOGLOBINA

Daniel Goldstein José J. Lunazzi

Hernán Bonadeo Max Perutz

Thomas Moro Simpson Rolando Y. García

Marcelino Cereijido

Manuel Risueño Julio Moreno

Grupo Trabajadores de la Ciencia

José Babini

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Revista de ciencia y tecnología

La ley antiuniversitaria El mito de la libre elección de temas Earl W. Sutlierland: Premio Nobel de Medicina Dennis Gabor: Premio Nobel de Física Gerhard Herzberg: Premio Nobel de Química Hemoglobina: El pulmón molecular ¿Qué posibilidades tiene el desarrollo científico en la Argentina de Hoy? ¿Qué liaría usted con una computadora? ¿Qué es la Biofísica? Novedades de ciencia y tecnología 1. Taxis sin chofer 2. Criminalidad y cromosomas 3. Diseño de anteojos por computadora 4. Alimentos hechos con diarios viejos 5. Los sorprendentes parecidos entre los hongos y los hígados 6. Más desconcierto entre los bioquímicos del ADN 7. La periodicidad de las aguas La Ingeniería Genética en células humanas es un hecho Problemas de Go Los Flexágonos Humor nuevo Actividad científica y realidad nacional

Libros nuevos Comentarios de libros Acerca de los Congresos Científicos Cursos y reuniones científicas Correo del lector Metegol N9 1 0 y solución a Metegol N9 9 Conferencias

De las opiniones expresadas en los artículos firmados son responsables exclusivos sus autores.

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Año III / N" 14 / enero 1972 / Buenos Aires

Av. Roque Sáenz Peña 825, 9 9 piso, Of. 9 3 - Buenos Aires TcL: 45-8935

Es una publicación de Editorial Ciencia Nueva S.R.L., Av. R. Sáenz Peña 825, 9? P of. 93, Buenos Aires, República Ar-gentina, Tel.: 45-8935. Distribuidores: en la República Argentina Ryela S.A.I.C.I.F. y A., Paraguay 340, Capital Federal, Tel.: 32-6010 al 29; en Capital Federal, Vaccaro Hnos., S.R.L., Solís 585, Capital Federal. Impreso en Talleres Gráficos D I D O T S C A., Luca 2223, Buenos Aires. Precio del ejemplar: ley 18.188 $ 4 (m$n. 400). Suscripciones: Argentina, ley 18.188 $40 (m$n 4.000) por año; exterior, por vía ordinaria, u&s. 15 anual. Registro de la propiedad intelectual n° 1.049.414. Hecho el depósito de ley. Derechos reservados en castellano y cualquier otro idioma para los trabajos originales, y_ en castellano para colaboraciones traducidas.

Ricardo A. Ferraro

Héctor Abrales Daniel Goldstein

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Science Journal; Scientific World; Sapere; Cooperation Technique; Science Service; Associated Press;

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Corresponsales

Servicios del exterior

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La ley antiuniversitaria

Hipólito Yrigoyen se destacó por su lenguaje dife-rente. Gustaba usar vocablos poco corrientes, frases de compleja construcción. Sin embargo, difícilmente pueda acusarse a su oratoria de desnaturalizar el lenguaje en su esencia, de alterar el sentido universal de las palabras y de las expresiones.

El recuerdo de Yrigoyen viene a colación porque fue durante su gobierno, que tuvo lugar ese movimiento de bases, conocido con el nombre de Reforma Universi-taria. Y, 54 años después, no solamente las aspiraciones de aquel movimiento siguen teniendo validez por no realizadas, sino que se intenta satisfacer las necesidades actuales de la comunidad universitaria con postulacio-nes expresadas en palabras, esta vez de uso corriente, pero de sentido desnaturalizado.

Así como se llama revolucionarios a quienes detentan el poder público para frenar todo proceso de cambio, no se hesita el llamar rectores a interventores de las universidades nombrados por militares y en proponer una ley universitaria que no está al servicio de la Uni-versidad, que no surgió de la Universidad ni fue elabo-rada por universitarios.

Acaso pudiera haber sido inspirada esa ley en las aspiraciones de los sectores sociales más desposeídos que reclaman igualdad de posibilidades. O siquiera sugerida por los empresarios nacionales que desean tecnificar sus campos y sus industrias para competir con mejores ar-mas frente a las grandes empresas internacionales.

La ingenuidad se disipa rápidamente frente a ante-proyectos de ley que comienzan por marginar a los uni-versitarios que pretenden ignorar el proceso de cambio que está en marcha pese a la magnitud de la represión, que comienzan por no aceptar nuestra situación de país dependiente y que parten inexorablemente de un pos-tulado enfermizo cual es el de considerar potencialmente peligroso todo aprendizaje, delictiva toda protesta, con-denable toda la inquietud que es inseparable del que-hacer universitario.

La entelequia que se pretende regir es una creación mágica de los legisladores de turno. Universidad es otra cosa: vive, existe y exige que toda reglamentación esté a su servicio y se estructure sobre su realidad y su razón de ser, únicamente válidas cuando se integran en el con-texto de la realidad social, política y económica del país y de sus necesidades reales.

El mito de libre elección de temas Durante el mes de noviembre de 1971 se efectuó en la ciudad de La Plata una reunión internacional sobre bio-síntesis de proteínas y ácidos nucleicos, que contó con la asistencia de disertantes europeos, norteamericanos y latinoamericanos. Una de las sesiones se dedicó a dis-cutir el futuro de la biología molecular. A poco de co-menzar el debate, sin embargo, la discusión derivó a otros problemas: la responsabilidad social del científico y el cuestionamiento de la ciencia en los mundos des-arrollados y dependiente. Surgieron así dos posiciones

claramente antagónicas: la gente joven criticó dura-mente una actividad científica enajenante y divorciada del contexto social, a la vez que reclamó una mayor autocrítica por parte del científico de los países depen-dientes, cuya actividad, enmarcada en una global falta de autonomía —económica y política— requeriría otros puntos de referencia que los que tradicionalmente se le atribuye. La posición opuesta sostenía que la depen-dencia económica y política no influye significativamen-te sobre la actividad científica y que, en nuestros países

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latinoamericanos, los jóvenes y algunos viejos tienen un gran complejo de inferioridad que actúa como lastre. Considerando este complejo como el único obstáculo para la obtención masiva de logros culturales, bastaría tan sólo con una nueva actitud mental para pasar a un desarrollo científico pujante e independiente.

Personalmente, me impresionó la existencia de un común denominador entre los participantes latinoame-ricanos del simposium: el aceptar que los temas tratados durante la reunión científica y el futuro desarrollo de la biología molecular efectivamente dependían de la vo-luntad individual de cada uno de los científicos reuni-dos, y que la elección de los temas de investigación en esta área era efectivamente una elección libre. Yo no creo que esto sea así y me atrevo a iniciar el debate sobre el problema con mi versión —parcial, sin duda—-del desarrollo pasado, presente y futuro de la biología molecular.

El mito de la "libertad de elección" de los temas científicos es uno de los más arraigados entre los pro-fesionales de la ciencia. Aún los jóvenes científicos disi-dentes que critican al Establishment por lo general no se detienen a examinar las motivaciones que existen detrás de sus propios temas de trabajo e incluso la de-formación de sus aspiraciones.

Durante el Cold Spring Harbor Symposium de 1967, mientras bebía cerveza con parsimonia, Francis Crick explicó en rueda íntima, con elegante frialdad, sus pla-nes para el desarrollo de la biología molecular. "La con-signa es terminar Escherichia cotí-, la quiero terminada antes de morirme. Son apenas 3.000 genes. Lo que ne-cesitamos son «operators» (operadores) que liquiden el proyecto E. coli."

Por supuesto, Francis Crick no dedica más esfuerzos a E. coli. Ahora estudia problemas de diferenciación en eucariotas. Por supuesto, Siclney Brenner no piensa más en E. coli. Ahora se dedica a problemas de neurobio-logía, a obtener mutantes neurológicas de sus gusanitos mágicos. Por supuesto, Seymour Benzer no piensa más en E. coli. Ahora se dedica a disecar genéticamente el sistema nervioso central de la Drosophila. Por supuesto, Jim Watson no piensa más en E. coli. Ahora le inte-resan los virus oncogénicos. Y sus tesistas están colabo-rando con los nuevos problemas, mientras los tesistas de laboratorios periféricos —dentro y fuera de Estados Unidos e Inglaterra— se dedican afanosamente a com-pletar E. coli.

Porque para la mayoría de los estudiantes graduados norteamericanos terminar con E. coli tiene sus ventajas. Por empezar, la biología molecular de las bacterias y sus virus ya no es ni revolucionaria ni riesgosa y esto implica que existe una inmediata aceptabilidad de los resultados en las revistas científicas, cuyos Editorial Boards están controlados precisamente por los mayores interesados en terminar con E. coli (si caben dudas, puede revisarse la nómina de editores del Journal of Molecular Biology, Journal of Bacteriology, Virology, Biochemical and Biophysical Research Communications o quienes hacen de referees en Science o Nature). Es decir, no existe un hiato de credibilidad. Por otra parte, las técnicas genéticas y bioquímicas aplicables a E. coli y sus virus están tan estandarizadas que desde el punto de vista experimental, el desafío es mínimo. Cuanto

más, se trata de aguzar un poco el ingenio para adaptar técnicas y mejorar las existentes. Por último, dado que los Crick, los Brenner, los Watson y compañía son los amos y señores de los dólares o libras o francos o mar-cos, siempre habrá dinero más o menos fácil para los buenos operadores que quieran colaborar dócilmente en la resolución de los antojitos de los semidioses del olimpo de la biología molecular.

Mientras las universidades periféricas del mundo de-sarrollado se dedican a terminar E. coli, las universi-dades realmente importantes y los laboratorios indepen-dientes de gran categoría se pasan en bloque a otros problemas. El Cold Spring Harbor Labora tory prepara sus cursos sobre neurobiología y virus oncogénicos, la Rockefeller University apunta sus baterías hacia la neu-robiología y la psicología experimental. Por ahora no importa dar más ejemplos de este cambio de línea, sino examinar qué sucede en los países periféricos. En estos, con casi 20 años de atraso, se descubre la temática de la biología molecular. Los mejores cuadros —tanto for-mados como en formación— son reclutados para los temas de biología molecular cuando ya los grandes pro-blemas de la biología molecular están conceptualmente terminados. Porque no se trata de discutir si Gunther Stent tiene o no razón cuando dice que la biología mo-lecular está terminada; lo cierto es que los problemas ele la replicación del material genético, su transcripción y su traducción y la regulación de la expresión de la información genética si no están completamente re-sueltos, están perfectamente delimitados. Enzima más, enzima menos, las soluciones están a la vista, y como la historia de la ciencia lo demuestra una y otra vez, aún los problemas más refractarios al ataque experi-mental están resueltos en un 50 por ciento cuando las preguntas están claramente explicitadas. Es decir, la te-mática de la biología molecular, desprovista de su desa-fío intelectual, desemboca inexorablemente en una tec-nología, más o menos sofisticada, pero esencialmente destinada a desarrollar y pulir mecanismos ya descu-biertos y no a aportar saltos cualitativos en la compren-sión de la naturaleza.

Pero la cuestión no reside en discutir si trabajar en los temas actuales de la llamada biología molecular equi-vale a desarrollar una tecnología, sino en ver que como problema intelectual NOS ES COMPLETAMENTE AJENO, pues la prioridad no la fijamos nosotros sino una docena de personas que viven en los Estados Uni-dos, en Inglaterra y en Francia y que, por otra parte, nada tuvimos que ver con su génesis, porque cuando ésta ocurría la ignorábamos totalmente. Hacer biología molecular clásica, aquí y ahora, es convertirse en "ope-rators" para que Crick y compañía se den el gusto de entender completamente a E. coli. El alto status que otorga el trabajar en América latina en biología mo-lecular —que equivale a realizar lo que los sociólogos de la escuela norteamericana llaman "modernización" de las sociedades subdesarrolladas—, proviene de un cri-terio de evaluación de qué se debe hacer o no en bio-logía en la Argentina en 1972, que no surge de una decisión colectiva y discutida por todos los científicos interesados en el problema. Los conceptos de prioridad se importan como la moda de tal o cual modisto, como un corte de pelo o un hábito alimenticio.

Consideremos los temas nuevos, es decir, la "moder-nización' de los modernos. Hace quince años se publico

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en Estados Unidos un impresionante volumen de propa-ganda científica del más alto nivel imaginable, llamado Biophysical Sciences: a Study Program, destinado a re-clutar gente para la biología molecular. Ahora ocurrió lo mismo con las "neurociencias" y con los virus onco-génicos. Corresponde pues examinar a qué se deben estos cambios de línea de la dirección de la ciencia norteamericana.

Estos cambios de línea son cambios políticos. Porque los intereses del Establishment científico casi siempre coinciden con los intereses del Establishment político norteamericano. Los temas tienen la aprobación explí-cita de los amos de ambos sectores. Un ejemplo claro es el de la investigación sobre los virus oncogénicos. Nixon decidió construir su imagen electoral en salud pública en base a la lucha contra el cáncer; los biólogos moleculares dicen que dada la falta de recursos finan-cieros para apoyar investigaciones "puras", han optado por "engañar" al Establishment político aceptando co-laborar en la cura del cáncer a cambio de dinero que en última instancia se dedica a biología molecular "pu-ra". Así corren los millones para Watson, Spiegelman y compañía. Pero es una racionalización mentirosa. Lo que sucede es que estos emperadores presuntuosos de la bio-logía se han convencido de su propia omnipotencia y al verse tan inteligentes, tan astutos, tan agudos, han de-cidido pasar definitivamente de la categoría de semi-dioses a la de dioses, acabando con el terrible flagelo del cáncer, "el principal flagelo de la humanidad" (J. D. Watson). De la humanidad fina, limpia, distinguida y alfabeta como ellos y nosotros, que resulta ser, ¡oh! sorpresa, una humanidad muy minoritaria, una huma-nidad escasa, comparada a la que muere por desnu-trición, cólera, parásitos, es decir, de los que se mueren de miseria.

Pero, lamentablemente, estas coincidencias entre el Establishment científico y el Establishment político no siempre son tan inocentes. Si los semidioses de la bio-logía molecular descubren finalmente la clave de la transformación neoplásica, en buena hora. Y aún si no la descubren en esta generación, el by-product de estas investigaciones será una mejor comprensión de la bio-química de las células eucariotas y de sus virus. En cambio, el problema de la resistencia bacteriana a los antibióticos fue y es un problema militar. Quien domine a voluntad la propagación de los factores extracromosó-micos que transportan los genes que confieren la resis-tencia a los antibióticos podrá disponer de un arma monstruosa, incomparablemente más letal y más barata que las armas nucleares, ya que la conversión masiva de poblaciones bacterianas en formas antibiótico-resis-tentes puede obliterar no sólo ejércitos o ciudades sino países enteros. La guerra biológica no es un fantasma sino un peligro real y contemporáneo. La defoliación criminal que el ejército expedicionario norteamericano comete en Vietnam no es más que un ejemplo de lo que se puede hacer.

El mayor-general Marshall Stubbs, director del Army Chemical Corps de los Estados Unidos, lo dijo clara-mente durante una audiencia ante el subcomité de pre-supuesto de la Cámara de Representantes del Parla-mento norteamericano, en 1963:

"En los laboratorios del ejército norteamericano los estudios genéticos sobre microorganismos —bacterias, virus, rickettsias y hongos— están recibiendo creciente

atención. Interesan especialmente los estudios básicos en genética para comprender sus mecanismos, elaborar nuevos conceptos y aumentar el conocimiento en general alterado o transformado para ajustado a los deseos del sobre este tema. La ingeniería biológica (permite cono-cer) la forma en que el material genético puede ser alterado o transformado para ajustado a los deseos del hombre. Este esfuerzo del ejército, particularmente en genética de bacterias, está suplementado por subsidios a universidades, consultas frecuentes y correspondencia con otros expertos en esta ciencia y mediante la concu-rrencia del personal científico a reuniones académicas. Aunque los laboratorios biológicos (del ejército) con-ducen un programa vigoroso y dinámico en muchas áreas de la genética básica y aplicada, es también cierto que necesariamente este esfuerzo será mayor en el fu-turo próximo. No es improbable que la principal con-tribución al arsenal biológico provendrá de la investi-gación y de una mejor comprensión de la genética."

En rigor, toda la biología molecular tiene en sus orí-genes algunas motivaciones poco "puras": el ejército norteamericano debía resolver el problema de la resis-tencia a los antibióticos, un problema clínico de sus soldados inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra de Corea. Y así fue como la National Academy of Science movilizó a la univer-sidad y la bacteriología se convirtió en la vedette de la nueva biología, el Proceedings the National Academy of Sciences pasó a ser el órgano oficial de la bacterio-logía moderna, la National Science Foundation la fuente de subsidios "incontaminados" (ninguna conexión polí-tica, ¿no? ) para la bacteriología.

En cuanto al auge de las neurociencias, basta exa-minar la política de la sociología norteamericana para comprender que la neurobiología forma parte de un mo-vimiento de pinzas destinado a controlar las decisiones, opiniones, sentimientos e inclinaciones de la población. Las técnicas de manipulación de la opinión por los medios masivos de difusión se deben articular con el control de los mecanismos psicológicos del hombre in-dividual. Y para esto último hace falta comprender cómo funciona el sistema nervioso central. Y por lo tanto, toda la competencia y la inteligencia debe ser dirigida, guiada, lo más sutilmente posible a interesarse por este problema. El método es el habitual: subsidios, status, recompensas académicas, políticas y sociales.

La experiencia de los físicos atómicos indica que el hombre de ciencia no puede colaborar impunemente en proyectos sobre los cuales no ejerce ningún poder de decisión, sobre cuyos resultados no puede ejercer ningún control. La biología molecular —cualquiera fuese su for-ma, ya sea microbiológica como hasta el presente, o neurobiológica como se insinúa para el futuro— no está exenta de esta ley: si quienes la edifican no son concien-tes de las implicaciones bélicas de sus hallazgos y no toman medidas efectivas para participar en las decisio-nes sobre los posibles usos en detrimento de la huma-nidad, ele hecho se convierten también en criminales de guerra.

Por todo esto creo que, efectivamente, importa hablar y discutir sobre el futuro ele la biología molecular, por-que es un futuro del que somos colectivamente res-ponsables. O

Daniel Golclstein

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Earl W, Sutherland Premio Nobel de Medicina

El descubrimiento del nucleótido adenosina-3',5'-monofosfato (AMPc) que permitió originalmente explicar la glucogenólisis hepática y muscu-lar desencadenada por la adrenalina y el glucagon, pasó a ser el punto pivotal para la comprensión del me-canismo de acción de numerosas hormonas de vertebrados y además iluminó complejos problemas de re-gulación metabólica en bacterias.

Earl W. Sutherland, autor de este descubrimiento en 1957 y tenaz cla-rificador del papel del AMPc en la economía de los seres vivientes aca-ba de recibir el Premio Nobel de Medicina de 1971.

Sutherland es un discípulo de C. F. Cori y por lo tanto comenzó su carrera estudiando aspectos relacio-nados a la glucogenólisis hepática. En un laboratorio considerado sinó-nimo de la enzima fosforilasa, su primer trabajo consistió en develar la incógnita de la estimulación de la glucogenólisis por la adrenalina. Los resultados indicaron que se trataba de una estimulación de la forma ac-tiva (fosforilada) de la fosforilasa, y fue persiguiendo la clave de esta activación que encontró una sustan-cia termorresistente de bajo peso molecular, el AMPc, que era la res-ponsable del efecto. La adrenalina —y el glucagon, hormona polipeptí-dica sintetizada por las células alfa de los islotes de Langerhans pan-creáticos— estimulan la enzima ade-nilciclasa, que utilizando ATP como sustrato y Mg 2 + como activador, aumenta la concentración celular de AMPc.

Este hallazgo en sí fue de una im-portancia extraordinaria, porque se demostró por primera vez el meca-nismo de acción de una hormona: el receptor de la adrenalina (y del glucagon) en la célula hepática es la enzima adenilciclasa.

La sorpresa se multiplicó cuando se observó que una gran cantidad de hormonas alteran los niveles intra-celulares de AMPc en sus órganos efectores. Entre las que aumentan la concentración de AMPc se encuen-tran las catecolaminas, el glucagon, la ACTH, la MSH, la LH, la vaso-

presina, la hormona paratiroidea, las prostaglandinas, la TSH y la tirocal-citonina. Cuando se estudió más de-tenidamente el fenómeno, se encon-tró que también en los órganos efectores de estas hormonas la esti-mulación de la adenilciclasa era la primera respuesta metabólica y se traducía precisamente en una activa-ción de la síntesis de AMP cíclico.

La insulina, la melanotonina y también las prostaglandinas y las ca-tecolaminas, en algunos órganos y en determinadas circunstancias, de-terminan el descenso del AMPc. To-davía se desconoce el mecanismo de esta depresión de la concentración del AMPc tisural pero se ha podido correlacionar este efecto con el an-tagonismo conocido de estas hormo-nas con aquellas que elevan el con-tenido de AMPc en los mismos teji-dos. De estos trabajos surgió la hipótesis del "segundo mensajero". El primer mensajero químico es la hormona en sí, que llega a su órgano o tejido efector. Allí encontraría la adenilciclasa —que operacionalmen-te cabe ser definida como el receptor de la hormona— y a través de la estimulación o inhibición de la en-zima altera el contenido intracelular de AMPc —el segundo mensajero químico, intracelular— que a su vez es el responsable de desencadenar los cambios metabólicos que caracte-rizan la actividad de la hormona. Esta hipótesis contempla pues la existencia de adenilciclasas específi-cas en cada órgano, que reconocen a ciertas hormonas y no a otras, y que dependiendo del tipo de hormona reaccionan aumentando la produc-ción de AMPc o reduciendo signifi-cativamente su producción.

En 1965 Sutherland incursionó en un terreno nuevo para él: las bacte-rias Escherichia coli. Las E. coli tie-nen varias ventajas sobre los verte-brados: son los organismos donde la regulación genética de los proce-sos metabólicos está mejor estudia-da. Sutherland, como veterano rela-tor de los famosos Cold Spring Har-bor Symposia on Quantitative Bio-logy estaba conceptualmente prepa-rado para encarar los problemas me-

tabólicos de E. coli. Y como tocio biólogo moderno, el problema de la represión catabólica —la oblitera-ción de la síntesis de enzimas cata-bolizantes de azúcares y otras pro-teínas en presencia de glucosa— lo preocupa seriamente. Así fue como descubrió que el efecto de la glucosa en E. coli consistía en determinar un descenso violento de la concen-tración de AMPc intracelular.

Los biólogos moleculares se aba-lanzaron sobre las implicaciones bio-químicas de este descubrimiento y así emergieron los procesos por los cuales el AMPc regula la transcrip-ción —es decir la síntesis de RNA mensaje— de ciertas unidades gené-ticas de expresión coordinada en E. Coli.

Otros asombrosos resultados con-movieron la microbiología: el efecto de la exotoxina del Vibrio cholera sobre las células epiteliales del in-testino de los vertebrados también está mediado por el AMPc. La to-xina estimula la adenilciclasa intes-tinal. Inyectada en el torrente circu-latorio produce en ciertos territorios efectos análogos a los de las cateco-laminas y el glucagon.

Posteriormente se encontró otro nucleótido cíclico, el GMPc, que en la actualidad está siendo estudiado con detenimiento. Los problemas con el AMPc no están completamen-te resueltos. Todavía existen zonas de oscuridad y discrepancia: ciertas hormonas con efectos fisiológicos di-ferentes (paratohormona y tirocalci-tonina, por ejemplo) tienen como común denominador la característica de elevar los niveles celulares de AMPc. La insulina y el glucagon, que difieren en casi todas sus pro-piedades hormonales, afectan de la misma manera la inducción enzimá-tica en hígado.

Como se puede apreciar, la obra de Sutherland es de una importan-cia y amplitud notables. El AMPc pasó definitivamente a integral, con otros núcleotidos claves como el ATP y el GTP, la constelación de las moléculas imprescindibles para los organismos vivientes.

Di' G. 6

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Dennis Gabor Premio Nobel de Física

> Un nuevo principio 1 microscópico

"El nuevo principio puede ser ^ aplicado en todos los casos en que o : se dispone de radiación monocromá-o tica coherente y de suficiente inten-a . sidad como para producir figuras de J | difracción con un fondo coherente

! relativamente fuerte. Mientras que la aplicación a la microscopía elec-

' trónica promete la resolución direc-> ta de estructuras que están más allá y del rango de la microscopía electró-15 ; nica ordinaria, probablemente el > ' rasgo más interesante del nuevo (í método para aplicaciones ópticas es é- 1 la posibilidad de registrar en una R fotografía datos de objetos tridimen-

sionales. Al reconstruir puede enfo-i> carse un plano tras otro, como si ;o el objeto estuviera allí, aunque el ra • efecto perturbador de las partes del n- í objeto que están más allá del plano :n ; enfocado es más fuerte en luz co-o- : herente que en iluminación incohe-

rente. Pero es muy probable que en U' , óptica, donde se dispone de divi-05 ' sores de haz, se puedan hallar mé-o- todos para proveer el fondo cohe-

rente que permitirá una mejor sepa-ro ración de los planos-objeto y una :n eliminación más efectiva de los efec-3o tos de "sonda doble" que en los as " simples dispositivos que han sido n- investigados". as i Así concluía Dennis Gabor su ar-as , tículo "Microscopy by Wavefront li- Reconstruction" (Microscopía por á- ' reconstrucción de frentes de onda) M que constituye un extenso análisis ra ' del artículo que con el título "A le ; New Microscopio Principie" (Un n, 1 nuevo principio microscópico) ha-o- bía publicado unos meses antes, el la | 15 de mayo de 1948, en tres pági-í- ¡ ñas de la revista inglesa NATURE.

En estos artículos se propone un ra nuevo principio para la microscopía n- electrónica, pero como segunda in-3c tención se incluyen las posibilidades ra de aplicación a la óptica, posibilída-el des que fueron ampliamente apro-!e vechadas años después al inventarse ra el láser, mostrando que lo que real-

mente había desarrollado Gaber era

un nuevo principio óptico. Este principio resultó ser tan importante que dio lugar a una nueva disciplina científica, la holografía, cuyas apli-caciones se extendieron no sólo a la física y a la óptica sino también a numerosas ramas de la ciencia y de la tecnología, con tanta trascen-dencia que le valieron a su creador el Premio Nobel de Física de 1971.

El hecho de que un microscopio electrónico no pueda brindar un haz de electrones que constituyan la "radiación monocromática coheren-te" que cita Gabor, hace que la apli-cación de su nuevo principio a la microscopía electrónica sea aún para él un motivo de atención.

Tal radiación debiera ser la que más se pareciera a la emitida en forma continua y en una única fre-cuencia por una fuente puntual, de modo de lograr que las figuras de interferencia que esta radiación pro-duzca, tengan una nitidez óptima.

Pero como la materia al emitir radiación no lo hace con una única fuente sino con una gran cantidad de ellas, pues cada átomo (o cada molécula, según el caso) contribuye

individualmente a la emisión total, la única forma en que la suma de las radiaciones de cada una ele estas fuentes se parezca a la radiación de una única fuente es que los áto-mos o las moléculas se pongan "de acuerdo" al emitir y lo hagan en forma ordenada y sincrónica.

En el año 1948 esto sólo podía ser una idealización teórica cuya ma-terialización había sido sugerida por Einstein en base al principio de la emisión estimulada de radiación y estaba siendo buscada por varios experimentadores.

También Gabor, en 1950 y lue-go en 1956, propone el desarrollo de una fuente luminosa que siga ese principio como tema de tesis a su mejor alumno, pero en ambos casos concuerdan en descartarla por con-siderarlo demasiado arduo.

Mientras tanto las únicas fuentes luminosas que podían emitir con cierta coherencia eran lámparas es-pectrales como las de sodio o mer-curio y es por esto que desde el año 1952 a 1956 Gabor trabaja en la construcción de un microscopio holográfico que emplea como única

Deimis Gabor Dennis Gabor nació en Hungría y estudió en la Universidad

Técnica de Budapest y en la Technische Hochschule en Berlín. Trabajó como ingeniero investigador en Alemania y en Ingla-terra hasta formar parte del Imperial College of Science and Technology, en Londres, como profesor de Física Electrónica y Aplicada.

Actualmente trabaja en los laboratorios de la compañía CBS en Stanford, en Norte América, donde ha hecho numerosas con-tribuciones al desarrollo de las comunicaciones y de la televisión en color.

Su saber cubre una amplia gama de intereses, como se mani-fiesta en varios artículos suyos escritos en revistas científicas y en un libro sobre problemas sociales titulado "Inventing the Future" (Imaginando el futuro).

Antes de obtener el Premio Nobel ya había ganado fama mundial y distinciones, como la medalla Rumford de la Socie-dad Real de Londres y en Estados Unidos el premio Michelson del Instituto Franklin y la medalla de honor del Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos,

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Figura 1

Figura 2

fuente la luz de una lámpara de mercurio. Pero la poca coherencia de esta luz hace que el aparato sea demasiado complicado y por lo tan-to de difícil aceptación, pese a te-ner también la ventaja de poder hacer tomas empleando diez o hasta cincuenta veces menos cantidad de luz que la requerida para fotografías microscópicas comunes.

Este es el último trabajo de Ga-bor sobre holografía hasta que en 1960 se logra la fuente luminosa de radiación coherente tan buscada, el láser, que simplifica y mejora no-tablemente las técnicas interferomé-tricas, dando un gran espaldarazo a ese "nuevo principio" que, debido

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también a Gabor, se llama holografía y pasa a ser la técnica de recons-trucción de frentes de onda.

Principios elementales Veamos una analogía entre las

ondas producidas por el impacto de una piedra en el agua y la radiación de una fuente coherente (por ejem-plo, luminosa) a fin de poder en-tender qué es la holografía.

El impacto de la piedra sobre la superficie del agua genera en ésta una onda que se propaga en todas direcciones y cuyas crestas o máxi-mos de vibración pueden verse como círculos con origen en el punto (R)

de impacto y que se agrandan a ve-locidad constante. A esta onda la llamaremos "onda de referencia".

En la figura 1 destacamos el sec-tor de esta onda que nos interesa, que es el que se propaga hacia el punto O donde hay un barrote rí-gido simulando un objeto elemental. Al alcanzar al barrote parte de la onda se difracta, esto es, da lugar a una nueva onda con origen en O que se suma a la anterior en toda la superficie del agua y que al vi-brar mantiene un perfecto sincro-nismo con la porción de onda que no fue difractada.

Esto equivale a decir que ambas ondas están en fase o son coherentes entre sí. A esta nueva onda la lla-maremos "onda objeto".

En la figura 2 tenemos represen-tada esta situación y podemos ob-servar los puntos en los que las cres-tas (o máximos de la onda) se in-terceptan. En estos puntos la inten-sidad de la suma de ambas ondas es máxima (puntos de interferencia constructiva) y si observamos su trayectoria durante la propagación de las ondas vemos que siguen lí-neas como las marcadas en la figura que desembocan en los puntos que han sido numerados sobre el seg-mento PP. En los restantes puntos de este segmento se podrán encon-trar, por ejemplo, el máximo de una onda con el mínimo de la otra, u otras combinaciones semejantes de menor intensidad que la de los pun-tos señalados.

El registro de la suma (o interfe-rencia) de ambas ondas es lo que Gabor llamó holograma (del gr. ho-lo — total, grama = registro) pues constituye, como ya veremos, el re-gistro de toda la información que la onda puede obtener del objeto.

Toma del holograma

Registrar la suma de ambas on-das en PP equivaldría, en el caso de ondas luminosas, a colocar allí una placa fotográfica o algún otro medio de registro. En tal caso, los puntos de mayor actividad de la onda corresponden a los puntos que aparecerán más ennegrecidos una vez revelada la placa.

Siguiendo con nuestra analogía acuática, reemplacemos dichos pun-tos por nuevos barrotes rígidos co-locados en la misma posición (o sea, en los puntos ya numerados) que representarán al holograma.

Sea ahora el caso de la figura 2,

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donde mantenemos la onda de re-ferencia con origen en R y la ha-cemos incidir sobre el holograma, habiendo eliminado la onda objeto al sacar el barrote que estaba en O.

Cuando la onda llega al hologra-ma se generan por difracción nue-vas ondas centradas en cada uno de los barrotes. La distribución de es-tas ondas depende pues de la an-terior interferencia entre la onda de referencia y la del objeto y es tal que a cierta distancia del holo-grama se suman, dando lugar a una única onda, pero con centro en el punto O. Lo que sucede es, pues, que se forman crestas semejantes a las que hubiera producido el barro-te si lo hubiésemos dejado en O, o sea que se reconstruye totalmente la onda objeto utilizada en la toma del holograma.

Tratándose de ondas luminosas, al mirar esta onda divergente ve-mos una perfecta imagen virtual del objeto ubicado en la posición en que se encontraba al efectuar la toma del holograma.

Es interesante mencionar el he-cho de que todas las ondas difrac-tadas por el holograma también con-vergen sobre un punto como el O' de la figura 3, que es simétrico a O respecto del holograma. En este punto todas las ondas llegan en fase, produciendo interferencia construc-tiva y dando así lugar a un punto que es la imagen de O enfocada en O'. Esta imagen creada por el holo-grama es la llamada imagen real del objeto y posee características par-ticulares.

El ejemplo que hemos dado to-mando como objeto un barrote (o un pequeño punto difractante) es válido para el caso en que tenemos como objeto varios barrotes (o pun-tos), pues podemos reconstruir con-juntamente cada una de las ondas provenientes de dichos barrotes.

En general podemos considerar la superficie de un objeto como constituida por una sucesión de pe-queños "barrotes" o puntos difrac-tores que dan origen a una onda compleja pero que puede ser igual-mente registrada y reconstruida.

En las figuras anteriores hemos representado la obtención de un ho-lograma tal como la concibió Ga-bor, pues es el caso en que tanto el origen de la onda de referencia (R) como el de la onda objeto ( O ) y el centro de la placa fotográfica se encuentran sobre un mismo eje.

Lo que ocurre entonces es lo que

se ve en la figura 3, donde tanto las ondas difractadas como la no difrac-tada se superponen en la misma re-gión del espacio. Estos efectos mo-lestos de superposición son los que Gabor menciona en su artículo como efectos de "onda doble" y pueden ser evitados si apartamos la placa del eje RO. Como vemos en la fi-gura 3 al reconstruir el holograma en esas condiciones las tres ondas sólo se suporponen en una zona muy cercana al holograma. En dicha fi-gura hemos puesto un objeto en forma de flecha y agregado líneas entrecortadas que sirven para com-parar geométricamente la situación de la figura 1 (derecha).

La característica esencial de la toma holográfica es que reconstruye no una imagen del objeto sino toda la onda que proviene de él, de modo que no hay diferencia entre la ob-servación del objeto y la de la re-construcción holográfica.

Así es como al mirar una recons-trucción holográfica la tridimensio-nalidad del objeto se conserva tal cual es, pues cada uno de ambos ojos observa la imagen según su pro-pio punto de vista y recoge la re-construcción holográfica con la pers-pectiva que corresponde a ese punto de vista, de modo que en nada se diferencia la imagen que se observa de la que se vería si el objeto estu-

viera realmente allí. Sin embargo, como puede verse en la figura 3, la imagen real del objeto aparece in-vertida. En efecto, ubicándonos en dicha figura, la observación la ha-ríamos cíesele la reglón que está a la derecha del holograma. Si mirá-semos la imagen virtual veríamos el objeto como una flecha que nos apunta, tal cual es. Pero si miráse-mos la imagen real veríamos en cam-bio la cola de una flecha que se ale-ja. Este fenómeno es doblemente curioso, ya que no sólo nos cambia la posición de la imagen sino que también cambia su perspectiva, por-que se ven más cerca las partes del objeto que en realidad están más alejadas. Este efecto, llamado seu-doscopía, nos brinda una imagen se-mejante a la que tendría una matriz de moldes del objeto. (Actualmente puede verse en las vidrieras de mu-chas farmacias una propaganda que emplea este efecto: consiste en el molde del rostro de una señorita pintado interiormente de modo que su cabellera se ve por delante de sus ojos y de su brillante sonrisa, creando una extraña sensación de bajorrelieve.)

La reconstrucción holográfica tam-bién puede hacerse a todo color me-diante una técnica que emplea en la toma y en la reconstrucción luz de láser de tres colores diferentes.

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Aplicaciones

t Los primeros bologramas fueron tomados por Gabor empleando luz de una lámpara de mercurio. En la figura podemos ver el holograma, que es el registro de la figura de difracción producida por el objeto y en la cual es casi imposible reconocer la imagen de éste. Pero la reconstrucción del holograma muestra la imagen del objeto con nitidez y también algún "ruido" de fondo debido a la imperfección de tas lentes que empleó Gabor.

Interferometría holográfica por doble exposición. Cada una de ambas secuencias holográficas corresponde a dos estados de tensión distintas del neumático. Una falla en un surco hizo que en el resto del neumático, la dilatación en esa zona fuera mayor interferenciales que surcan dicha zona y esto se evidencia en las franjas.

Holografía ultrarrápida. Una cua-lidad importante de la holografía es que permite registrar el frente de onda que provino de un objeto en un breve instante y detenerse luego a analizar su reconstrucción tanto como se quiera.

La herramienta fundamental para este tipo de estudios es el láser de rubí, que puede emitir pulsos lu-minosos de mucha potencia y de brevísima duración (unos pocos mi! millonésimos de segundo).

De este modo el holograma de un objeto veloz tomado con este láser permite detenerlo en el tiempo y ob-servarlo cuidadosamente.

Interferometría holográfica. Otra aplicación interesante es la de de-tectar variaciones tales como dilata-ciones o contracciones en el objeto en el momento en que éstas se pro-ducen. Para hacer este tipo de in-terferometría holográfica es necesa-rio reubicar al holograma exacta-mente en el lugar donde fue ex-puesto y así superponer la onda re-construida holográficamente con la proveniente del objeto. De este modo cualquier variación en la su-perficie del objeto modificará la onda objeto y hará que difiera de la reconstruida por el holograma, que es la que representa al objeto no alterado.

La diferencia entre estas dos on-das se podrá ver en la forma de franjas de interferencia en cantidad proporcional a la deformación.

Este tipo de análisis es exclusivo de la holografía ya que permite com-parar la situación del objeto en cual-quier instante con la que tuvo en el momento de la toma del holograma, o sea que compara situaciones no contemporáneas.

En forma semejante pueden com-pararse las situaciones del objeto en dos instantes dados mediante la su-perposición, por doble exposición, de los hologramas correspondientes a esas situaciones.

Por ejemplo, el análisis de la fi-gura de interferencia producida al reconstruir un holograma en el que se han superpuesto las imágenes de dos posiciones diferentes de un ob-jeto permite describir cuál ha sido el movimiento resultante de éste en-tre ambas posiciones, y observar si durante el movimiento sufrió alguna deformación. Así se pueden medir dilataciones térmicas o deformacio-nes debidas a tensiones superficiales

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mecánicas sin necesidad de tocar las piezas ni de recurrir a modelos.

Por otra parte, la holografía tam-bién mejora notablemente las téc-nicas de análisis de medios trans-parentes, ya sea para la medición de variaciones en el índice de refrac-ción o de tensiones en el interior de modelos transparentes de piezas me-cánicas, pues permite obtener el re-gistro en forma tridimensional.

Filtrado espacial. Entre las valio-sas contribuciones que posterior-mente a Gabor se hicieron a la ho-lografía figura la idea de considerar una analogía formal entre las fre-cuencias temporales de las ondas eléctricas (por ejemplo, el número de ciclos por segundo) y las fre-cuencias espaciales de una imagen (el número de veces en que se re-pite una unidad básica a lo largo de un centímetro).

Así se puede introducir en la óp-tica el mismo formalismo matemá-tico que se venía usando con éxito en la ingeniería eléctrica, basado fundamentalmente en la operación llamada transformación de Fourier, aplicable tanto a la teoría de las co-municaciones como a la de la di-fracción.

La exactitud de esta analogía per-mite la construcción de elementos que se constituyen en filtros de fre-cuencias espaciales. Así como pue-de construirse un filtro para separar en una onda eléctrica de audiofre-cuencia, por ejemplo, los tonos gra-ves (de baja frecuencia) de los agu-dos (de más alta frecuencia), tam-bién es posible por medio de la holografía, realizar un filtro para se-parar frecuencias espaciales.

La importancia del filtrado espa-cial reside en que una imagen se ca-racteriza más que por su forma y tamaño, por la distribución de las frecuencias espaciales que la compo-nen, de modo que si fabricamos ho-lográficamente un filtro que retenga las frecuencias espaciales correspon-dientes a una imagen determinada con ese filtro podemos analizar cual-quier otra imagen y determinar si contiene a la que sirvió de filtro.

En la práctica esto se hace po-niendo en un sistema óptico espe-cial la imagen a analizar e interca-lando como filtro el holograma de la imagen que pretendemos indivi-dualizar. Al iluminar el sistema con luz; de láser el resultado es que so-bre todos los lugares de la imagen analizada que contienen a la imagen filtro, aparece un punto brillante

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Ejemplo rudimentario de una imagen que contiene varias frecuencias espaciales y de su descomposición en cada una de las frecuencias espaciales que la componen.

que nos permite detectar su pre-sencia.

Pero este filtrado no sólo nos dice si una cierta imagen compleja contiene a otra más simple sino que también nos indica si contiene imá-genes parecidas a ésta, dándonos el grado de semejanza mediante la in-tensidad de los puntos luminosos que nos señalan la ubicación de ta-les imágenes.

Este hecho permite su aplicación por ejemplo, a la detección y clasifi-cación de caracteres gráficos en for-ma más rápida y precisa que la que resulta de descomponer la imagen punto por punto y hacer el análisis por medio de computadoras.

"Desborroneo" o mejoramiento de la nitidez de una imagen. Una aplicación particular del filtrado es-pacial consiste en fabricar filtros ta-les que, aplicados a una imagen, me-joren su nitidez. Esto es posible si tales filtros separan las frecuencias espaciales que provienen de la ima-gen de aquellas que hayan sido oca-sionadas por imperfecciones carac-terísticas de los elementos que sir-vieron para obtener la imagen. Así, por ejemplo, si una fotografía con-vencional sale fuera de foco, puede ser mejorada reenfocándola median-te un adecuado filtro hecho con el objetivo con que se tomó la foto-grafía.

Este procedimiento también per-mite recuperar la tridimensionalidad en fotografías bidimensionales co-munes mediante la selección de los planos focales del objetivo corres-pondiente.

El "desborroneo" se aplica in-cluso al mejoramiento de las foto-grafías obtenidas mediante micros-copios electrónicos. (Aquí se aplica la holografía a la microscopía elec-trónica en una forma que Gabor ori-ginalmente no sospechó.)

Aplicaciones biológicas y médicas

La holografía instantánea. Si en lugar de la fotografía microscópica convencional de un espécimen toma-mos un holograma del mismo, obte-nemos la ventaja de poder registrar en una sola toma todos sus planos focales. Esto es importante en el caso en que dicho espécimen se mue-va rápidamente, porque no es po-sible tomar una sucesión de foto-grafías variando el enfoque si pre-tendemos que tales tomas corres-pondan a una misma situación.

La holografía interferométrica. Al aplicar la holografía interferométri-ca a la microscopía se logra deter-minar con precisión las pequeñas variaciones o movimientos del es-pécimen.

La holografía ultrasónica consiste en realizar la toma del holograma mediante ondas de ultrasonido y adecuar el registro de modo de po-der reconstruir con luz de láser. En consecuencia puede registrar objetos que son totalmente opacos a la luz, como el interior del cuerpo humano, obteniendo una información visual tridimensional que puede ser supe-rior a la de una radiografía y, obvia-mente, sin requerir la exposición a los rayos X.

El filtrado espacial puede ser muy útil para hacer un diagnóstico cito-lógico rápido a fin de clasificar los tipos de células presentes en una muestra de tejido, principalmente las células cancerosas, aventajando notablemente en tiempo al análisis microscópico convencional. Para ello habría que hacer un filtro holográ-fico múltiple con los diversos tipos de células, benignas y malignas, que se intenta reconocer y con este • fil-tro hacer el análisis de la imagen de la muestra de tejido. Cuando ésta contenga células similares a las ma-lignas que fueron empleados como filtro, la presencia de puntos lumi-nosos en la imagen nos dará una señal de alerta y de ahí en más la muestra deberá ser analizada en forma convencional.

El "desborroneo" del reenfoque. Uno de los inconvenientes que pre-sentan los rayos X al ser usados para formar imágenes, es que no pueden ser enfocados por medio de lentes, debiendo formarse la imagen con la sombra del objeto.

Para que una sombra sea lo más nítida posible es necesario reducir al mínimo las dimensiones de la

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La holografía en la Argentina

Tres laboratorios han volcado sus esfuerzos en^el desarrollo de investigaciones básicas y aplicadas en holografía.

El grupo del profesor Ickx, de la Universidad^ de Lieja, Bél-gica, instalado en la Universidad Católica de Córdoba, dedica su actividad a los aspectos fundamentales de la holografía. Su trabajo se desenvuelve dentro del programa de cooperación con el centro madre de la Universidad de Lieja.

En el Departamento de Física de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires se ha comenzado este año a trabajar en el tema con vistas a su aplicación.

En el Laboratorio de Espectroscopia Optica y Láser del De-partamento de Física de la Universidad Nacional de La Plata se obtuvieron los primeros hologramas en 1969; esto fue una consecuencia natural del desarrollo de técnicas de aplicación del láser a la fotoelasticimetría que condujeron hacia la holografía ¡nterferométrica.

fuente emisora (esto se evidencia si observamos que la sombra produ-cida por una lámpara de filamento es mucho más nítida que la que produce un tubo fluorescente). Es así que si pretendemos tomar una radiografía nítida debemos reducir de algún modo el tamaño de la lám-para de rayos X. Pero al hacerlo reducimos su intensidad, lo que nos obliga a exponer la placa durante mucho más tiempo y en esas condi-ciones se hace difícil radiografiar a ningún paciente sin que la toma sal-ga movida. Es posible, sin embargo, radiografiar sin tener que reducir las dimensiones de la lámpara si lue-go, mediante un correcto filtrado espacial, compensamos la pérdida de nitidez de la radiografía.

Asimismo se pueden también se-leccionar distintos planos de la ra-diografía para analizarla en forma tridimensional.

Las aplicaciones de la holografía son muy numerosas, por eso es que nos hemos limitado a considerar sólo las que abarcan los temas de mayor generalidad e interés, dejando de lado las de aplicación más específica.

Pero las ya mencionadas bastan para ver en la obra de Dennis Ga-

bor un ejemplo cabal de la generali-dad de la ciencia, mostrándonos cómo un científico, profundizando en su especialidad, puede llegar a trascender a muchas otras.

En una de las fotografías ante-riores se muestra uno de los prime-ros hologramas tomados por Gabor, en el que puso los nombres de Huy-

gens, Young y Fresnel, pilares de la óptica. No es difícil que si en el futuro algún investigador llega a descubrir algún nuevo principio óp-tico utilice como modelo para su primera nueva imagen estos nom-bres y el de Gabor.

José J. Lunazzi

Gerhard Herzberg Premio Nobel de Química

El premio Nobel de Química fue otorgado este año al espectroscopis-ta Gerhard Herzberg, por su contri-bución fundamental al estudio de la estructura de moléculas y radicales libres. Su nombre es conocido de todo estudiante o profesional rela-cionado con la espectroscopia mo-lecular, por su serie de libros "Mo-lecular Spectra and Molecular Struc-ture" comenzada en la década del 30 con "Spectra of Diatomic Mo-lecules" y continuada con "Infrared and Raman Spectra" y "Electronic Spectra and Electronic Structure of Polyatomic Molecules". Esta obra monumental es aún hoy texto de consulta indispensable y su mérito, especialmente en cuanto a sistema-tización de datos en una época pio-nera, es extraordinario.

Los trabajos originales del pro-

fesor Herzberg se extienden a un gran número de campos, afines si se quiere, pero que dada ia microes-pecialización de la ciencia son bien diversos entre sí: estructura de vi-bración de las bandas electrónicas, estructura electrónica en relación con la unión química, espectrosco-pia infrarroja de alta resolución, es-pectros de atmósferas planetarias, determinación espectroscópica de energías de disociación de molécu-las, espectros de radicales libres, estructura hiperfina (Lamb Shift) de espectros atómicos del deuterio, 3He, 4He y Li+ , espectros de ab-sorción de iones moleculares, etc.

Estos trabajos fueron desarrolla-dos en el curso de mas de 40 años dedicados a la investigación. Herz-berg se doctoró en Darmstadt en 1927 y trabajó en el lugar que era

en ese entonces el centro mundial de las ciencias físicas: Gottingen. Emigró luego al Canadá, donde fue profesor en Saskatoon y posterior-mente director de la división de fí-sica del Consejo Nacional de In-vestigaciones en Ottawa, donde se formó bajo su dirección un im-portantísimo grupo de investigación que figura entre los más prestigiosos del mundo.

El premio Nobel que le fuera tan justamente otorgado lo debió no a alguna realización espectacular, sino a una obra monumental, variada, in-teresante, paciente, que ciertamente hace de él una figura indispensable en la espectroscopia óptica moderna.

Hernán Honadeo 12

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FflLCON

El automóvil más vendido de todos los que se fabrican en el país,

, *En 197/, según cifras oficiales de ADEFA.

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Hemoglobina: O

el pulmón molecular

Max Perutz

Consagrado desde hace muchos anos al estudio de la molécula de hemoglobina, Max Pe-rutz considera en este artículo — e l primero de dos— la culminación de largos trabajos de análisis estructural que brindan ahora una clara comprensión de la función que la he-moglobina desempeña. Lejos de ser un agente pasivo de transporte, la hemoglobina sufre radicales reordenamientos moleculares al aceptar y al liberar las moléculas de oxígeno que transporta por los tejidos.

M. F. Perutz es jefe del Departamento de Biología Molecular de la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Nació en Viena en 1914 y estudió química en la Universidad de Viena. En 1936 se trasladó a Inglaterra para trabajar en el Laboratorio Cavendtsh de la Universidad de Combridge bajo las órdenes de J. D. Bernal. Obtuvo su PbD en cristalografía de rayos-X en 1940. Entre 1939 y 1945 trabajó como asistente de investigación de W. L. Bragg en el Laboratorio Cavendish. En 1947 fue nombrado director del nuevo Medical Research Council Unit for Molecular Biology, cargo que ocupó hasta 1962 cuando fue construido para él y sus colegas el Laboratorio de Biología Molecular.

La hemoglobina es la proteína de los glóbulos rojos de la sangre y es tan vital como el corazón, porque actúa como un enlace entre los pulmones —donde el oxígeno es inhalado— y los tejidos —donde se lo necesita para la generación de energía—. Un glóbulo rojo puede transportar has-ta 1.000 millones de moléculas de oxígeno. Al liberarlas, la hemoglo-bina toma iones de hidrógeno, que colaboran con el transporte de re-torno de dióxido de carbono (C0 2 ) desde los tejidos hasta los pulmo-nes; además transporta directamen-te cierta cantidad de COu.

La hemoglobina tiene, en conse-cuencia, una doble personalidad: ac-túa como transportador de oxígeno en las arterias y, tanto directa como indirectamente, actúa como porta-dor de CO2 en las venas. La sangre arterial saturada de oxígeno es es-carlata, pero al entregar su oxígeno se torna púrpura. Esta característica "camaleónica", por así llamarla, pre-senta numerosas facetas, particular-mente un cambio magnético. Si par-te de un tubo que contiene sangre venosa es suspendida verticalmente entre los polos de un electroimán, parece tornarse más pesada cuando el campo es conectado. Después de admitir oxígeno, en cambio, parece tornarse más liviana. Esta transición

del estado paramagnético al diamag-nético fue descubierta en 1936 por Linus Pauling y C. D. Coryell. En aquel tiempo su significado no resul-taba del todo claro; ahora dicho fe-nómeno es la clave que permite com-prender la doble función de la he-moglobina y el sutil control de su afinidad con el oxígeno en respuesta a necesidades fisiológicas.

Eficiente transporte de oxígeno

Poco después de comenzado este si-glo, fisiólogos y bioquímicos descu-brieron que la hemoglobina es una gigantesca molécula constituida has-ta por 10.000 átomos, que incluía cuatro átomos de hierro, cada uno de los cuales podía formar una co-nexión química débil con una molé-cula de oxígeno. El hierro ocupa el centro de un pigmento llamado por-firina que otorga a la hemoglobina su color rojo (Figura 1). Los áto-mos restantes configuran la proteína llamada globina.

Los fisiólogos que medían la gra-dual absorción de oxígeno por solu-ciones de hemoglobina descubrieron un curioso efecto. Establecieron que la atracción de una molécula de he-moglobina por el oxígeno dependía del número de moléculas de oxígeno

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ya combinadas con ella. El caso es bien descrito por la parábola bíblica del rico y el pobre: "Porque a aquel que tiene le será dado y a aquel que no tiene le será quitado". Suponga-mos que hay dos moléculas de he-moglobina, A y B; A tiene tres mo-léculas de oxígeno y B ninguna. ¿A cuál se adherirá una molécula de oxígeno próxima? Las posibilidades son de 70 a 1 en favor de A, Análo-gamente, supongamos que A tiene cuatro moléculas de oxígeno y B so-lamente una. ¿Cuál de ambas tiene más probabilidades de perder una molécula de oxígeno? Hay 70 pro-babilidades contra 1 de que B pier-da su única posesión y no de que A pierda cualquiera de sus riquezas. Este efecto asegura una eficiente carga y descarga de oxígeno: si la descarga de cada molécula de oxí-geno ligada a la hemoglobina no de-bilitara la adhesión de las restantes moléculas, la mayor parte del oxíge-no sería llevado de vuelta a los pul-mones y un hombre se asfixiaría aunque respirara normalmente.

Otros factores presentes en los tejidos, así como los propios glóbu-los rojos, ayudan a la hemoglobina a entregar su oxígeno. Los ácidos láctico y carbónico, productos resul-tantes ambos de la oxidación de los alimentos, liberan iones de hidróge-no que disminuyen la afinidad de la hemoglobina por el oxígeno. El 2,3-difosfoglicerato (DFG) es un fosfato orgánico producido en el gló-bulo rojo a partir de azúcar en res-puesta a la escasez de oxígeno. Pro-mueve la liberación de cualquier cantidad de oxígeno que permanezca aún adherida a la hemoglobina. El DFG tiene particular importancia en la rápida adaptación del organismo a cambios de altura o a la pérdida de sangre, así como en la regulación de la transferencia de oxígeno de la madre al feto a través de la placenta. La afinidad, de la hemoglobina por los iones de hidrógeno, el DFG y el C 0 2 aumenta a medida que es liberado el oxígeno.

El comportamiento de la hemo-globina fue durante largo tiempo uno de los grandes enigmas plantea-dos a la bioquímica y a la fisiología. Resultaba llamativo que una molé-cula fuera capaz de modificar sus afinidades químicas a mitad de ca-mino del ciclo respiratorio y que ta-les afinidades respondieran a la re-gulación ejercida por varios factores que, desde el punto de vista quími-

Figura 1. Grupo hemo con su hierro, fijado a un nitrógeno de una cadena lateral de histidina de la globina. El anillo plano de átomos sombreados que rodea al hierro representa el pigmento porfirina.

co, estaban escasamente relacionados entre sí. En años recientes los bio-químicos han descubierto que las funciones de muchas otras proteínas, incluso las de ciertas enzimas y re-presores genéticos, pueden ser alte-radas en respuesta a estímulos quí-micos específicos, en gran medida en la misma forma en que el com-portamiento de la hemoglobina es alterado por el oxígeno o los iones de hidrógeno y han descubierto igualmente que tales respuestas des-empeñan un papel decisivo en la regulación de la actividad química de la célula viva. Las estructuras de tales proteínas aún no son conocidas, y sus mecanismos funcionales son poco claros, pero en 1965 Jacques Monod, Jeffreys Wyman y Jean-Pierre Changeux propusieron una teoría física general para explicar esas extrañas propiedades. De acuer-do con esta teoría, todas las proteí-nas de esa índole deben de estar constituidas por varias subunidades relacionadas simétricamente que pue-den oscilar entre dos estados alter-nativos. Estos difieren por la es-tructura de las subunidades mismas y por la índole de los vínculos que las conectan. En uno de tales esta-dos, llamado T (por tenso), las sub-

unidades estarían estrechamente co-nectadas por modificaciones que di-ficultarían su actividad, en tanto que en el otro estado, llamado R (por relajado), las uniones serían más dé-biles, lo que facilitaría la liberación de su actividad. Monod, afecto a los nombres griegos, acuñó el térmi-no "alostéricas" para tales proteínas y, junto con sus dos colegas, some-tió la teoría a prueba utilizando la hemoglobina, por ser ésta el ejemplo mejor estudiado desde el punto de vista qu ímico . Sus predicciones —con una importante excepción— son ratificadas por los resultados de nuestras recientes investigaciones es-tructurales.

La hemoglobina como máquina química

Cuando empecé a estudiar la hemo-globina, hace más de 30 años, pensé que nadie podría establecer cómo funciona sin conocer antes su estruc-tura. Si se trata de una máquina quí-mica, sólo desenmarañando sus par-tes componentes y sus interconexio-nes se averiguaría su mecanismo. El único método adecuado para deter-minar la disposición atómica de la

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Figura 2. Molécula de oxibemoglobina. Pueden apreciarse las cadenas a en blanco, las cadenas p en negro y las hemos y discos. El símbolo Os marca los puntos donde se combina el oxígeno.

la molécula de hemoglobina como conjunto (Figura 2). Los cuatro he-mo se alojan en bolsillos —amplia-mente separados— de su superficie, ignorando aparentemente cada uno la existencia de los otros. Un estu-dio químico detallado de su contor-no no proporciona clave alguna acer-ca de la forma en que la combinación de un hemo con oxígeno altera la afinidad de las restantes por el oxí-geno, ni tampoco acerca de los efec-tos reguladores ejercidos por los iones de hidrógeno y por el DFG. Nuestra comprensión de cómo fun-ciona la hemoglobina sólo comenzó cuando descubrimos que no se trata de un edificio estático sino de un mecanismo dinámico, es decir no un tanque de oxígeno sino una suerte de pulmón molecular. Al reaccionar con el oxígeno, cada unidad experi-menta una pequeña redisposición, en la que el hemo modifica en pocos grados su ángulo de inclinación y las regiones helicoidales se trasla-dan, unas en relación con las otras, de 2 a 3 Angstroms. Además, las subunidades rotan unas respecto a las otras y en relación con el eje central de simetría por un valor an-gular de aproximadamente 10 gra-dos.

materia sólida era la cristalografía por rayos X, pero nadie sabía cómo resolver el caso de una estructura tan compleja como la hemoglobina y me llevó 15 años dar con el re-curso acertado. Este método fue em-pleado por John C. Kendrew y por mí mismo, así como por varios de nuestros colegas, para develar la es-tructura de la forma arterial de la hemoglobina y de su parienta más simple, la mioglobina. Hemos deter-minado ya las posiciones atómicas tanto en la forma arterial como en la venosa de la hemoglobina. Hilary Muirhead, Joyce Cox - Baldwin, Gwenne Goaman y yo resolvimos el caso de la oxihemoglobina; Bill Bol-ton, H i l a r y Muirhead, Jonathan Greer y yo, el de la deoxihemoglo-bina.

La molécula de hemoglobina es aproximadamente esférica y consiste en cuatro subunidades idénticas en pares, designadas como a y (3. Están dispuestas tetraédricamente alrede-dor de un eje de simetría binario que pasa por una cavidad rellena de agua situada en el centro de la mo-lécula (Figura 2) . Cada subunidad consiste en más de 140 residuos ami-

noácidos, ordenados en una secuen-cia determinada genéticamente que forma una cadena bobinada en seg-mentos helicoidales y no helicoidales de distintas longitudes. El interior está relleno de cadenas laterales de aminoácidos eléctricamente neutros, principalmente hidrocarburos, en tanto que la superficie está "clave-teada" por cadenas laterales que tie-nen cargas eléctricas y dipolos.

La cadena de proteína forma una suerte de canasta o bolsillo en torno del grupo hemo, que contacta laxa-mente con unos 60 átomos de la globina. Además, el grupo hemo es-tá conectado químicamente, por me-dio de su átomo de hierro, con un nitrógeno de la histidina del amino-ácido (Figura 1). Del otro lado del hemo hay un espacio vacío para el oxígeno. De tal manera, en la forma venosa, el átomo de hierro está co-nectado con otros cinco átomos: cuatro nitrógenos de la porfirina y uno de la globina. En la forma ar-terial se agrega un oxígeno, pero la valencia del hierro no se altera; per-manece constantemente bajo forma ferrosa.

Consideremos ahora una vez más

El amplificador molecular

¿Cómo puede la débil reacción quí-mica de las cuatro diminutas molé-culas de oxígeno con los cuatro áto-mos de hierro determinar una redis-tribución tan radical en esta gigan-tesca molécula? Es algo así como si cuatro moscas hicieran saltar un ele-fante. El problema me tuvo perple-jo durante muchos años, y sólo en julio de 1970 descubrí súbitamente la solución. La clave fue dada por el cambio de propiedades magnéti-cas mencionado antes y por un ri-guroso examen del mapa de densi-dad electrónica de la hemoglobina venosa confeccionado por Bill Bol-ton. El cambio magnético observado al combinarse la hemoglobina con oxígeno es la expresión exterior de una enigmática redistribución elec-trónica en 'Jos átomos de hierro. Cuando el hierro está químicamente ligado con sólo cinco de sus vecinos más cercanos, como en la forma ve-nosa, dos de sus seis electrones de valencia ocupan posiciones orbitales que apuntan en las direcciones de los enlaces químicos y mantienen los átomos vecinos a distancia.

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Por consiguiente, en la forma ve-nosa el átomo de hierro es dema-siado grueso para caber en el cintu-rón formado por los cuatro nitróge-nos de la porfirina y es forzado a ocupar una posición desplazada ha-cia el quinto nitrógeno. La conexión con oxígeno determina que los elec-trones pasen a orbitales que apuntan en direcciones situadas entre los en-laces químicos y permiten que los átomos vecinos se acerquen más al hierro. En efecto, el hierro se con-trae en un 13 por ciento, lo sufi-ciente como para que pueda desli-zarse al plano del anillo de porfirina. Como consecuencia de ello, el anillo de porfirina ejecuta, en relación con la globina, un movimiento de apro-ximadamente 1 Angstrom, lo que en escala atómica significa una gran distancia (Figura 3). De tal mane-ra, el hemo amplifica el pequeño cambio sobrevenido en el radio de los átomos de hierro, convirtiéndolo en un gran movimiento de la cadena de globina en relación con el anillo de porfirina. Este movimiento pro-porciona el tan buscado gatillo que explica la redistribución de toda la molécula de hemoglobina que acom-paña su reacción con el oxígeno. A partir de estudios cristalográficos sobre complejos de porfirina y hie-rro, J. L. Hoard había predicho ya la existencia de un efecto de gatillo de este tipo.

Consideremos ahora la finalidad de esa redistribución desde el punto de vista de la teoría de Monod. Si la forma venosa de hemoglobina tie-ne una baja afinidad por el oxígeno, y la forma arterial una alta, puede deberse tanto a que en la forma ve-nosa, los enlaces químicos entre las subunidades se oponen a su combi-nación con el oxígeno, o que en la forma arterial los enlaces químicos entre las subunidades se oponen a la liberación de oxígeno, o a ambas causas. La afinidad por el oxígeno de subunidades libres a y § se pa-rece más a la de la forma arterial que a la de la forma venosa, lo cual su-giere la conveniencia de buscar cons-tricciones sobre todo en la segunda. Encontrarlas fue fácil. La compara-ción de los modelos atómicos de ambas formas mostró que en la ar-terial cada cadena puede menear li-bremente su cola, en tanto que en la venosa las colas están ancladas a las subunidades vecinas. En términos químicos, esto significa que el últi-mo aminoácido, que es arginina en

la cadena a e histidina en la cadena P, y el penúltimo aminoácido, que es tirosina en las cuatro cadenas, tiene, en la forma arterial, libertad para asumir varias posiciones alter-nativas. En la forma venosa, en cam-bio, las tirosinas están firmemente aferradas entre dos segmentos heli-coidales; las argininas de cada cade-na a opuestas, y las histidinas de cada grupo forman también dos puentes salinos, uno con un grupo polar de la misma cadena P y otro con un grupo polar de una cadena « vecina.

Un azar afortunado

Descubierta la índole de las cons-tricciones que sujetan las subunida-des de la forma venosa, el paso si-guiente consistía en establecer qué es lo que las rompe cuando los áto-mos de hierro se combinan con el oxígeno. El punto no estaba nada claro, puesto que los átomos de hie-rro de cada subunidad se encuentran a cierta distancia de los extremos de la cadena. Por un afortunado azar, un experimento me dio la respuesta. Establecí que la redistribución ató-mica dentro de las unidades de glo-bina, fenómeno que acompaña a su reacción con el oxígeno, incluye un estrechamiento del bolsillo que con-tiene la tirosina cerca del extremo de la cadena. Esto determina que la tirosina sea expulsada, sin duda al-guna, de las subunidades « y pro-bablemente (esto aún es preciso pro-barlo) también de las subunidades P (Figura 4) . La expulsión de las tirosinas suelta las argininas e histi-dinas de los puentes salinos que las conectan con las subunidades veci-nas. Al parecer, por cada átomo de hierro que se combina con oxígeno, se rompe un par de puentes salinos, de manera que los vínculos que cons-triñen las subunidades en las dis-tribuciones venosas son sucesiva-mente conmovidos. Experimentos realizados en colaboración con John Kilmartin indican que la forma ve-nosa está realmente dotada de una suerte de resorte, como lo sugería el término "tenso" de Monod, y que salta por sí misma a la forma arte-rial, incluso en ausencia de oxígeno, no bien los constrictores puentes sa-linos se rompen (Figura 5 ) .

Ahora podemos empezar a enten-der por qué las moléculas de hemo-globina se comportan como el rico

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Figura 1. Posición del ¿toma de hierro en el plano de los cuatro nitrógenos del anillo de porfirina en la oxibemo globina (arterial), y su posición, fuera de ese plano, en la deoxibemoglobma (venosa).

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Figura 4. Cambio que se produce en la estructura de la subunidad con la oxigenación.

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Otros factores de control

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Figura 5. Mecanismo alostérico de la hemoglobina. Las subunidades más pequeñas representan las subunidades a; las más grandes, las ¡i. Los cuadrados representan la forma venosa y los círculos la forma arterial de las subunidades individuales. Los vínculos entre ellos representan los puentes salinos. Las formas que pueden ser demasiado inestables para ser observadas batí sido trazadas con líneas de puntos. La línea superior representa el conjunto de las cuatro subunidades en su forma venosa; la inferior, en su forma arterial. Al combinarse con oxígenos las sucesivas subunidades, un número cada vez mayor de moléculas salta de la forma venosa (hilera superior) a la arterial (hilera inferior) y aumenta la afinidad por el oxígeno.

y el pobre de la parábola bíblica. Considérese el equilibrio entre las formas venosas y arteriales en una gran población de moléculas de he-moglobina. En ausencia de oxígeno casi todas ellas asumirán la forma ve-nosa, bajo la cual los puentes salinos constrictores se oponen a la combi-nación de hierro y oxígeno. En efec-to, el hierro no puede trasladarse al plano de la porfirina sin expulsar las tirosinas de los bolsillos a los cuales están ancladas por tales puen-tes. A medida que el oxígeno empie-za a combinarse, un número cada vez mayor de las moléculas salta a la forma arterial, bajo la cual dichas constricciones están ausentes. Por ejemplo, de las moléculas de hemo-globina que han tomado dos molé-culas de oxígeno, la mitad puede estar bajo forma arterial y la mitad bajo forma venosa, pero de aquellas que han tomado hasta tres molécu-las de oxígeno las nueve décimas partes pueden estar bajo forma arte-rial y sólo una décima bajo la ve-nosa. De modo que la afinidad por el oxígeno aumenta debido a que aumenta la fracción de moléculas que existen bajo la forma arterial,

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sin constricciones y de alta afinidad. El efecto de los iones de hidró-

geno sobre la afinidad por el oxíge-no puede ser atribuido también a la apertura y al cierre de los puen-tes salinos. Algunos de estos puentes se encuentran formados por ácidos fuertes unidos a bases débiles. Si la forma arterial es disuelta en una so-lución neutra donde las bases débi-les están libres, éstas tienen cargas positivas, bajo forma de iones de hidrógeno, en sólo una pequeña pro-porción de las moléculas de hemo-globina. Empero, tal como en un matrimonio los caracteres opuestos a menudo se fortalecen entre sí, los ácidos y las bases se fortalecen al unirse. Bajo la forma venosa las bases, débiles, son fortalecidas al combinarse con ácidos, por efecto de lo cual casi todas ellas toman iones de hidrógeno. Inversamente, una abundancia de iones de hidrógeno tiende a fortalecer sus enlaces con los ácidos y por tanto torna más di-fícil romper o más fácil formar, los puentes salinos. De tal modo, los iones de hidrógeno disminuyen la afinidad por el oxígeno al estabili-zar la forma venosa.

El 2,3-difosfoglicerato hace otro tan-to, pero en manera distinta. Forma entre las dos unidades P un vínculo electrostático que se combina sólo con la forma venosa y que debe ser expulsado para que la molécula de hemoglobina pueda pasar a la forma arterial. En una solución neutra este vínculo posee el equivalente de cua-tro cargas negativas que se fijan a cuatro positivas, dos en cada una de las subunidades (3, en la cavidad cen-tral de la molécula de hemoglobina. Bajo la forma venosa tales cargas positivas se encuentran localizadas como para coincidir con el DFG, tal como los orificios de un tomaco-rriente están espaciados para coinci-dir con las fichas del enchufe, pero en la transición a la forma arterial esta posibilidad de complementarse se pierde y el DFG desaparece.

Tal como los iones de hidrógeno y el DFG, también el CO2 disminu-ye la afinidad por el oxígeno, pero en tanto que una abundancia de iones de hidrógeno ayuda al DFG a combinarse con la hemoglobina y viceversa, el CO2 compite con el DFG y los iones de hidrógeno. John Kilmartin y Luigi Rossi-Bernardi han demostrado que se combina con los grupos amino al principio de la ca-dena de globina, pero aún no se ha explicado por qué la forma venosa tiene más afinidad por el CO2 que la arterial. Restan por explicarse otros problemas aún, pero todo per-mite pensar que su solución perfec-cionará, en vez de alterar, la des-cripción del mecanismo que acabo de esbozar.

Es notable que la naturaleza haya desarrollado un instrumento tan su-til, complejo y elegante para trans-portar el oxígeno y el C 0 2 sirvién-dose de una pequeña contracción del átomo de hierro en combinación con el oxígeno. Me emociona vivamente que mi trabajo de toda una vida so-bre la estructura de la hemoglobina haya explicado por fin su función respiratoria y, de paso, aclarado nuestras ideas acerca de las proteínas alostéricas que intervienen en la re-gulación del proceso biológico. Ade-más hemos averiguado cómo la fun-ción respiratoria de la hemoglobina puede ser deteriorada por mutacio-nes genéticas. La patología molecu-lar de estas hemoglobinas anormales será tema de otro artículo. O

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uuHnelflíc— ^ desarrollo científico Argentina de hoy J

Tilomas Moro Simpson y Rolando García opinaron en el ciclo de conferencias inicia-do por CIENCIA NUEVA en agosto (C. N. 12 y 1 3 ) . Este es un resumen de sus res-pectivas exposiciones.

Irracionalidad, ideología y objetividad Thomas Moro Simpson

1. Esta polémica sobre Ideología y Ciencia posee la virtud de transcurrir en una atmósfera intensamente surrealista; y ello por motivos diversos, algunos de los cuales se harán visibles en las observaciones siguien-tes. Hubiera sido quizás fácil y agradable coincidir sobre algunos puntos concretos; por ejemplo, a) que una política científica debe establecer un orden de prioridades basadas en las características de nuestro contexto económico y social; b) que no hay un mo-delo único de desarrollo científico {ya sea el de EEUU, Rusia, China o Camerún) ni de desarrollo económico, y que, por lo tanto, c) no hay por qué admitir para nuestro país la perspectiva forzosa de una sociedad consumista a la americana o de un 'socialismo' totali-tario a la soviética; d) que en un mundo en que las aplicaciones tecnológicas de la ciencia poseen un dra-mático impacto social, sería lamentable que el científico permaneciera moralmente indiferente a las consecuen-cias prácticas de su investigación, que pueden implicar crímenes gigantescos.

Estas afirmaciones —y algunas más— me parecen razonablemente obvias, y aunque es inevitable que su análisis detallado provoque discrepancias, creo que debe realizarse de manera exhaustiva y concreta, sin necesidad de clarificar primero los misterios de la Tri-nidad o los no menores misterios de la dialéctica.

Pero hay (¡ay!) personas que antes de formular una proposición concreta de modo inteligible prefieren crear {y lo logran) una enorme confusión inicial acerca de una gran variedad de temas, aumentando así eficaz-mente las posibilidades de desacuerdo. Se dedican, pues, con insistencia, a rechazar la noción de 'objetivi-

dad científica" y la existencia de "hechos objetivos"; los valores culturales "universales" (risas) caen tam-bién bajo la picota, y no se olvidan de denunciar de manera equívoca el positivismo lógico, un perro filo-sófico que está muerto hace mucho, aunque prestó buenos servicios. El minuet suele completarse con al-gunos lanzasos contra el liberalismo en general, cuyas obsoletas teorías económicas no se distinguen de sus ideales políticos y humanitarios (nuevas risas). Sin duda involuntariamente, el coro actual trae el recuerdo de otras voces pretéritas, que en tiempos sombríos para la humanidad coincidieron en las mismas repulsas.

2. Señala un autor que en los textos de Marx y En-gels el adjetivo "Ideológico" posee un sentido más am-plio que el sustantivo "ideología". Es bien sabido, además, que Lenin emplea "ideología" en un sentido distinto del que hallamos en Marx. Y Ame Naess ha distinguido más de 30 significados diferentes de esta palabra. Parece necesaria, pues, una ligera clarificación semántica. Un ejemplo de esta necesidad puede hallar-se en la nota de O. Varsasky titulada "Ideología y Verdad" (Ciencia Nueva, N? 12), que pretende cons-tituir una respuesta a las afirmaciones de G. Klimovs-ky sobre "Ciencia e Ideología" (Ciencia Nueva, N° 1 0 ) .

Leemos en la nota de OV que "sería demasiado ba-rato detenerse a mostrar el sesgo ideológico de las afirmaciones de GK", pues el artículo de GK "es un buen ejemplo en contra de lo que en él se sostiene"

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(p. 44). Además, "La ciencia actual está impregnada de ideología a todo nivel". Muy bien, pero ¿qué en-tiende OV por "ideología"? ¿En qué consiste la po-sesión de tan desdichado "sesgo ideológico"? Aunque OV se niega a dar una definición explícita (sostiene que hacerlo es un vicio ideológico [¿¡!?], el texto permite inferir que algo es ideológico cuando dificulta o favorece la transformación de la sociedad en la di-rección que OV considera adecuada, con el agregado implícito de que lo que no contribuye positivamente a ese cambio lo dificulta (conclusión obvia: todo es "ideológico" en este sentido, así como todo objeto fí-sico es Verde o no Verde). Pero de aquí se deduce que la observación de OV acerca del "sesgo ideológi-co" de la tesis de GK solo puede significar, a lo sumo, que esta tesis no favorece el proceso político en la dirección adecuada; por lo tanto no es cierto, como cree OV, que la mera existencia de tal "sesgo ideoló-gico" refute la tesis de GK sobre la objetividad del conocimiento (ver Ciencia Nueva, N? 10). Pues el hecho de que las ideas de GK no tengan la virtud de acelerar el proceso revolucionario no las convierte en falsedades. Después de todo, lo mismo ocurre con la teoría de la relatividad, para no hablar de las inves-tigaciones sobre el transplante de órganos, que tam-poco contribuyen a la revolución, sino que en cierto modo estimulan las "ilusiones reformistas". Es quizás por eso que en un pasaje desconcertante de su libro (Ciencia, Política y Cientificismo, p. 16, línea 19) OV alude con escepticismo a los corazones artificiales, cuya producción parece ser un señuelo más de la sociedad de consumo.

3. Una de las falacias usuales en que incurren los que promueven la instrumentación política de toda activi-dad cultural es la siguiente: afirman primero que el poder político ha controlado siempre esta actividad; y concluyen en seguida que la cultura debe estar al ser-vicio de la política. Esta es la falacia elemental que consiste en pasar del hecho a la norma. He aquí un ejemplo de entrecasa. En 1949 hubo en la revista Cien-cia e Investigación una polémica acerca del caso Li-senko. En el número de abril el doctor J. E. Azcoaga publicó una carta defendiendo las medidas del gobier-no soviético contra los biólogos mendelianos, a quie-nes el P. C. había condenado por sostener "teorías biológicas extranjeras y antipatrióticas, hostiles al pue-blo". Como argumento esencial en defensa de la direc-ción política de la ciencia, el Dr. Azcoaga cita allí esta frase de R. Ghioldi:

"Estamos esperando todavía que dicha prensa [la "prensa burguesa". T. M. S.] trate de probar en toda la historia de la ciencia un solo caso en que la ciencia estuviese disociada de la política. Si les citamos los casos de Galileo y de Bruno dirán, tal vez, que son cosas de un pasado remoto; pero ¿y ese profesor nor-teamericano condenado [ . . . ] por defender la teoría darvinista de la evolución? [ . . . ] Evidentemente —concluye— la ciencia y la política no están separa-das" (p. 157).

Aquí tenemos la falacia en su forma pura, con esa deslumbrante ingenuidad lógica que suele adornar la justificación de los más grandes crímenes. Todos co-nocemos lo ocurrido con Galileo y el profesor norte-

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americano, pero creo modestamente que no son hechos dignos de imitarse.

4. Hay también una falacia similar pero más elabora-da, cuyo análisis podría titularse: "De la correspon-dencia imaginaria entre base y superestructura a la persecusión policial". Consiste en afirmar que a cada época "coresponde" empíricamente cierta forma de cultura, según leyes históricas difíciles de testear; es-tablecido luego que a una sociedad X "corresponde" una forma de cultura Y, y que vivimos en una so-ciedad X, se concluye que debemos producir tal forma de cultura. El punto gracioso de esta cuestión es que si la cultura producida de hecho en la sociedad X no es la que le "corresponde" según el esquema teórico, entonces la policía se encarga de hacer cumplir las le-yes históricas y evitar la refutación de la teoría. Esta falacia ha gozado de mucho predicamento en algunas sociedades denominadas "socialistas" porque naciona-lizaron los medios de producción.

5. Los que invocan a Marx debieran recordar que él entendía por "ideología" una imagen invertida, y por lo tanto falsa, del mundo, solo superable mediante un esfuerzo máximo del pensamiento racional, que Marx identificaba con la ciencia. Su análisis de la sociedad capitalista se proponía presentar las leyes que la go-biernan con la misma pretensión de objetividad con que Darwin formuló su teoría de la evolución. No abri-gaba el propósito de exponer una nueva ideología, sino el resultado de la aplicación consecuente del método científico a la realidad social. Y lejos de clamar contra "la investigación desinteresada de la verdad", denun-ció a la sociedad capitalista por las trabas que los inte-reses de clase ponían a tal investigación: "La lucha de clases. . . dio el toque de difuntos por la economía científica burguesa. Ya no se trató de si este o aquel teorema era verdadero, sino de si era útil o perjudicial, cómodo o incómodo para el capital, agradable o no a la policía. Al estudio desinteresado reemplazó la fanfarronada pagada; a la libre investigación científica, la mala conciencia y la perversa intención de la apolo-gía" (Del prólogo a la 2a. ed. de El Capital). Parece claro que Marx no soñaba con proponer una imitación socialista de la realidad que criticaba con tal indig-nación.

Siendo el pensamiento ideológico, para Marx, una ilusión producida por los fenómenos observables de la estructura social (así como el movimiento aparente del sol genera en forma natural una astronomía geo-céntrica) no es de extrañar que el desgarramiento de esta ilusión solo pueda lograrse mediante un enorme esfuerzo del pensamiento crítico, que supere los lími-tes del realismo ingenuo. Lo que se ofrece es un es-quema teórico que por mostrar el origen de la ilusión no puede, a su vez, ser ilusorio. El marxismo se pre-senta, en suma, como una teoría científica de la socie-dad (es increíble que haya que repetir esta triviali-dad en 1971); y como ocurre con toda teoría cientí-fica,^ el conocimiento que proporciona es neutral en el sentido de que corresponde simplemente a la verdad, con prescindencia de la ubicación social del observador o de cualquier otra circunstancia considerada por la sociología del conocimiento.

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6. El "sesgo" anticultural de la actitud ideologista puede verse con claridad cuando pasamos de la cien-cia a otros aspectos de la cultura. En el N? 7 de la re-vista Hombre Nuevo, OV se arroja al campo de la li-teratura, y refiriéndose a los escritores de izquierda dice que con ellos "este sistema social se ha anotado uno de sus mayores éxitos": "Con el pretexto de no hacer literatura populachera. . . —dice OV— escriben solo para intelectuales o gente con un grado apreciable de instrucción. A García Márquez no lo lee el pueblo; y aun si lo leyera, ¿en qué lo ayudaría políticamente?" ( p . 6 ) .

Este utilitarismo en materia artística cuenta con una buena tradición en el pensamiento de derecha. En una novela de Proust un aristócrata critica a Flau-bert porque, según él, "en estos tiempos hay tareas más urgentes que ordenar palabras de un modo armo-nioso". En verdad, es fácil probar que siempre hay tareas de mayor urgencia. Las desdichas de la huma-nidad no se han acumulado en el siglo xx: existen a todo lo largo de la historia. La triste conclusión es que no hay lugar en este mundo para los productos más elaborados de la cultura, incluyendo ejercicios tan ino-cuos como el intento de comprobar si negando el quin-to postulado de Euclides puede inferirse una contra-dicción. Mientras Sacheri se dedicaba a este ejercicio "inútil", cuyo resultado final fueron las geometrías no euclídeas, la humanidad no era más feliz que en 1971. El problema es, entonces, ¿qué hacer con la cultura?

La exigencia de que el arte debe ser comprensible para el pueblo tiene algunas variantes de interés. En una época que a los jóvenes parece remota, el C. C. del P. Comunista Soviético se expresó "contra la teo-ría podrida [de los compositores que creen] que el pueblo no está bastante evolucionado para apreciar su música". Pronto se vio que esta teoría era, en efecto, falsa, pues el gobierno eliminó la música complicada y ya todos entendieron. Por la misma época, el bien-intencionado Zdanov acusó a la poetisa Ana Akhmato-va de escribir poemas que "no ayudaban a construir la nueva sociedad". Ya lo vemos: ahora es urgente des-truir la vieja sociedad, y a esta tarea debe supeditarse la totalidad de la cultura; mañana será necesario cons-truir la nueva sociedad, y como esta tarea es tan im-portante como la destrucción de la vieja, habrá que deshechar todo lo que "no ayude al pueblo política-mente". ¿Y pasado mañana? Pasado mañana, sin duda alguna, la nueva sociedad se habrá convertido en vieja, v lo más urgente será hacerla pedazos (esta predicción está asegurada por las leyes dialécticas inmanentes al proceso histórico). No es de extrañarse si esto con-duce a la degradación cultural y el fanatismo; pues según una definición feliz, un "fanático" no es otra cosa que "un hombre que perdió de vista los fines y se dedica por completo a los medios".

7. La filiación histórica de los ataques a los valores culturales universales y a la objetividad del conoci-miento es tan triste, que dan ganas de llorar. En la Universidad de Heidelberg, donde enseñó Spinoza, los nazis reemplazaron la famosa inscripción: "Al espíritu universal", por otra más "revolucionaria": "Al espíritu Germano". Desde el punto de vista nazi la ciencia no es nunca objetiva, y menos aún "internacional" (la in-

ternacionalidad de la ciencia es un invento de "judíos y liberales"). En 1938 un grupo de historiadores na-zis proclamó dulcemente: "Nosotros no somos objeti-vos: somos alemanes" (sic).

Si no hay objetividad ni criterios comunes para juz-gar los argumentos, es imposible el diálogo racional; y ^ por eso el ideologismo, o sea la actitud consistente en considerar las ideas como una mera función de intere-ses o motivos ocultos, sin atender a su contenido y a su relación con los hechos, conduce a una forma u otra |¡ de irracionalismo (elegante o bestial). Durante el des-arrollo del fantasmagórico caso Lysenko, al que me re-ferí antes, un biólogo soviético con "conciencia polí-tica" dijo lo siguiente: "Los morganistas quieren una discusión. Pero nosotros no discutiremos con los mor-ganistas (aplausos); nosotros continuaremos denun- !| dándolos". El reemplazo de la discusión por la de-nuncia parece una consecuencia natural del ataque a la objetividad. Es digno de señalar que Marx fue una víctima predilecta de esta técnica ideologista. Una ver-sión suave de ella puede hallarse en Toynbee (Estu-dio de la Historia, t. u ) , donde Marx es "refutado" sin tomar en cuenta para nada el contenido teórico de [ sus afirmaciones. ^ *

No ignoro que hay quienes usan los "valores uni- } versales" y la "objetividad" con el objeto de "vender buzones", para decirlo con la metáfora elegida por OV; pero lo mismo ocurre con otros conceptos como "Pueblo" ("Oh, Pueblo, cuántos crímenes. . . " , etc.), "internacionalismo proletario" (Oh, Checoslovaquia), j "libertad" (pretexto para masacrar vietnamitas), "so- j cialismo" (pretexto para masacrar bengalíes), y así ad finitum. El peligro se halla, pues, en los buzones, y no necesariamente en los conceptos mismos.

8. Me interesa detenerme ahora en un detalle pinto-resco, que forma parte del carácter surrealista que atri-buí a esta polémica. Según nos cuenta OV en la p. 47 de Ciencia, Eolítica y Cientificismo, "una escuela filo-sófica muy en boga entre los científicos norteamerica-nos afirma que: una proposición significa algo si, y solo si, es verdadera o falsa". ¿Cuál es esta escuela filosófi-ca? Sin duda el positivismo lógico. El estilo insinuante de la frase recuerda otras como: "En círculos filosóficos pagados por el Pentágono está en boga la teoría de que el espacio es curvo". OV rechaza la tesis mencio-nada porque, según dice, "hay otra dimensión del sig-nificado que no puede ignorarse: la importancia". Pero ¿cómo puede creer OV que esto constituye una refu-tación? La afirmación negada por OV tiene la forma de un bicondicional, y negarla equivale a sostener que puede darse al menos uno de los casos siguientes:

a) que una proposición significativa no sea ni ver-dadera ni falsa;

b) que una proposición no significativa sea, sin em-bargo, verdadera o falsa. Pero, por una parte, no es esto lo que OV dice; y, por otra, esto nada tiene que ver con la "importancia", como es obvio para cual-quiera. La tesis rechazada se apoya en la intuición de que una oración significante trasmite información, y que en eso consiste precisamente su significado. Y es plausible considerar que el contenido informativo de una oración está dado por sus condiciones veritativas: la información puede caracterizarse como el conjunto

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de casos posibles en que una oración es verdadera. Este es el quid de la tesis sostenida por la mentada "escuela filosófica", tesis que ya fue rechazada por Aristóteles con argumentos más serios que los de OV.

De ningún modo deseo negar que "la importancia" es importante. Ni siquiera el más acérrimo "liberal a la violeta" negaría algo tan obvio, que es perfec-tamente compatible con la idea de que una oración es significativa si, y solo si, es verdadera o falsa. Las razones de OV para atacar esa tesis semántica son para mí oscuras. Ya he sugerido que tal actitud pa-rece destinada a promover el desacuerdo hasta donde sea posible; "y lo peor de todo, sin necesidad", como observó Carriego acerca de "la costurerita que dio aquel mal paso"; pues creo firmemente que es posible coincidir en los objetivos prácticos del cambio social (cuando estos objetivos se explicitan claramente) sin necesidad de pasearse por la epistemología con tanta desidia intelectual.

9. En su conferencia, R. García se manifestó de acuer-do con OV en que "Hay que replantear la base misma del quehacer científico", y en relación con esto impug-nó "la imagen oficial de la ciencia", representada se-gún él por el empirismo lógico. Esta concepción de la ciencia se apoyaría sobre dos supuestos:

1. Hay "hechos objetivos", independientes del in-dividuo que investiga;

2. El científico formula hipótesis, extrae sus con-secuencias lógicas y compara estas últimas con los hechos.

Según García, la crítica conjunta de Piaget, Chomsky, Russell Hanson, Kuhn y Feyerabend han probado que tal concepción es falsa. Sobre el supuesto 1 dice tex-tualmente: "El punto de vista empirista lógico sobre la existencia de hechos objetivos es cuestionable aun en el contexto de justificación". Y también: "No solo la descripción de cualquier hecho depende de cierta teoría. . . sino que algunos hechos no son hechos, no se ponen de manifiesto como hechos, es decir, escapan a la posibilidad de ser considerados como hechos. . . hasta que no se tiene una teoría alternativa para po-nerlos en evidencia". En cuanto al supuesto 2, sos-tiene que no resiste el análisis histórico realizado por Kuhn.

Lamentablemente, las afirmaciones acerca de la in-existencia de "hechos objetivos", independientes del sujeto que percibe, no se apoyan en ningún ejemplo; y las ambigüedades con que García formula el tema, por ser producto de una exposición no escrita, obligan a una exégesis ecuánime: García sabe, sin duda algu-na, que "no ponerse de manifiesto como un hecho" no es lo mismo que "no ser un hecho". Pero como García se remite a Kuhn, nos referiremos brevemente a este autor. En síntesis apretada, las ideas de Kuhn podrían resumirse en los dos puntos siguientes:

A. No hay observación pura: al percibir categoriza-mos la realidad. Un niño y un biólogo que observan un tomate ven cosas diferentes. Observamos a través de teorías, las cuales crean de algún modo los hechos acerca de los que hablan. Una teoría científica acepta-da es un marco conceptual que Kuhn llama un "para-digma".

B. El significado de cualquier término es una pro-piedad relacional que depende de la teoría en que se

lo usa. Si T y T" son dos teorías diferentes en las que figura la palabra "tomate", entonces su significado debe ser también distinto en cada una de ellas.

Del punto B resulta que dos biólogos que sostengan teorías "incompatibles" —o que describiríamos nor-malmente como tales— acerca de los tomates, no pue-den eliminar la discrepancia mediante la discusión ra-cional y la experimentación, pues el sentido de "toma-te" en una teoría no es el mismo que posee en la otra. Cada científico solo puede conversar con los que par-ticipan de su paradigma; y los paradigmas son "incon-mensurables" entre sí, pues no hay un lenguaje em-pírico neutral que permita la comunicación entre sos-tenedores de teorías diferentes. En suma, la discusión racional es un mito. Solo los partidarios del mismo paradigma usan el mismo lenguaje y pueden entender-se, aunque no discutir sobre las hipótesis; pues si al-guien pone en duda una hipótesis cambia el signifi-cado de los términos y se encuentra automáticamente en otro paradigma, o sea en otra galaxia.

La referencia al "cambio de galaxia" tiene un sen-tido más literal del que podría esperarse. Kuhn sugiere de manera algo ambigua que el cambio de paradigma no solo reconstituye la ciencia, sino que además mo-difica la naturaleza. En la p. 117 de La estructura de las revoluciones científicas leemos lo siguiente: "Como resultado de haber descubierto el oxígeno, Lavoisier vio la Naturaleza en forma diferente. Y puesto que no podemos acceder a esa hipotética Naturaleza que él "vio en forma diferente", el principio de economía nos induce a decir que después de descubrir el oxígeno Lavoisier trabajó en un mundo diferente".

Es difícil decidir si nos encontramos aquí frente a un empleo audaz del principio de economía, o simple-mente con un lenguaje metafórico, como sostiene Mar-garet Masterman (Criticism and the Growth of Know-ledge, 1970). Pero si se trata realmente de una afir-mación seria, esta postura conduce a un subjetivismo extremo, que me resulta difícil conciliar con las repe-tidas invocaciones de García a la dialéctica. Dicho sea al pasar, el supuesto sobre la existencia de hechos in-dependientes de cualquier sujeto forma parte de las versiones canónicas del marxismo, y sin duda sería sus-cripto por Mao Tse Tung, a quien García cita con placer.

Pero volvamos a las tesis A y B. Lo que deseo su-gerir es que son autorefutativas. Una teoría puede compararse con un sistema de creencias, representable como un conjunto de oraciones- Consideremos ahora el sistema RG, o sea el sistema de creencias que García puso de manifiesto aquí el 26 de octubre, cuando dijo que Galileo tardó 34 años en formular cierta ley. Me pregunto si se trata realmente de un hecho "autóno-mo", "objetivo", de un hecho que existe con prescin-dencia de que García lo conozca o no, o si lo dicho por él acerca de Galileo es algo que solo existe cuar do se observa desde el paradigma RG. Este punto ilustra una cuestión más general: la de que no es posible apo-yarse en los hechos de la historia de la ciencia para probar que no hay hechos o que la realidad no es des-cubierta sino creada por el científico.

Es interesante observar que el ataque a la noción de objetividad contenido en los paradigmas de Knhn es aun más radical que el representado por las "ideolo-gías totales" de Manheim, pues éste suponía que los

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intelectuales podían liberarse de las deformaciones de-terminadas por la perspectiva social sin caer en la de-formación correspondiente a otra perspectiva (por eso afirmaba que su teoría del conocimiento no era "rela-tivista" sino "relacionista").

En el volumen citado antes, Feyerabend dice que la concepción de Kuhn "tiende a inhibir el avance del conocimiento y a aumentar las tendencias antihumani-tarias" (p. 197). Kuhn, por su parte, nos informa que, de acuerdo con Feyerabend, "la elección de teo-rías es algo intrínsecamente irracional" (p. 235). Pue-do citar ahora sin remordimientos a Karl Popper, se-gún quien "el mito del marco conceptual [es decir, el mito del paradigma] es en nuestros días el baluarte principal del irracionalismo" (loe. cit., p. 56).

10. Finalmente, lamento contrariar a OV manifes-tándome de acuerdo con él en un punto fundamen-tal: la necesidad de construir utopías (científicas) o modelos de una sociedad deseable. Es conocido el ta-jante menosprecio de Marx por todo intento de cons-trucción utópica: "No queremos anticipar el mundo dogmáticamente —escribió cuando aún era un joven

hegeliano de izquierda— sino hallar el mundo nuevo por medio de la crítica del antiguo". Creo, sin embar-go, que este menosprecio se apoyaba en una confianza demasiado ingenua en el carácter dialéctico de la his-toria universal. El esquema era simple: es estéril es-pecular sobre el futuro; hay que aguardar a que éste madure en el presente, y contribuir a esta maduración por medio de la crítica y la acción revolucionaria. Y en el instante preciso, cuando las circunstancias lo exigen, aparecen necesariamente las instituciones polí-ticas y económicas que constituyen la superación de la etapa anterior. La tragedia del socialismo en el siglo xx muestra el tamaño de esta ingenuidad antiutópica. En 1917, a pocas horas de tomar el poder, Lenin de-claró solemnemente: "Pasamos ahora a la construcción de la sociedad socialista"; pero nadie sabía cómo era esa sociedad que debían construir.

La confianza en los procesos dialécticos de la his-toria está hoy menos justificada que en la época de Marx. Hoy sabemos más que él. Construir utopías científicas revisables es promover un utopismo realista, en contraste con la dialéctica utópica del marxismo clásico. O

Ciencia, política y concepción del mundo Rolando V. Garda

Uno de los problemas más candentes que preocupa a los científicos y a los estudiantes es la posición de la ciencia y de los trabajadores de la ciencia en el mundo convulsionado en el cual vivimos. Este pro-blema tiene un aspecto puramente político y otro as-pecto directamente relacionado con la teoría del cono-cimiento científico.

El punto de partida de las consideraciones de tipo político que voy a formular puede resumirse con una simple frase: somos un país en guerra. O, si uds. quie-ren: estamos en un continente en guerra. Una guerra que es parte de la guerra mundial que está librando el Tercer Mundo por su liberación.

No somos nosotros quienes hemos inventado la frase "estamos en guerra". Es el propio gobierno, o mejor dicho los gobiernos que hemos tenido. Ellos saben, desde hace mucho, que estamos en guerra. En nosotros está la culpa de no haber asumido este desafío en toda su dimensión.

Si estamos en guerra, nuestra función es la función de los combatientes. Debemos sentirnos combatientes; debemos actuar como combatientes; debemos pensar como combatientes. El objetivo de un combatiente es ganar la guerra. Sus mayores esfuerzos deben de estar

concentrados en ese fin. Y aquí surgen de inmediato los problemas fundamentales que hay que considerar: cómo se identifica al enemigo; cuáles son las condi-ciones de la lucha; qué pasa después de la victoria . . .

En los análisis que suelen hacerse acerca de la ac-titud que debe asumir el hombre de ciencia en est-e proceso, hay una posición que está en boga y que ha resultado muy atractiva para sectores universitarios de izquierda, particularmente en el campo estudiantil. Según esta posición, cada tipo de sociedad tiene su "estilo" de ciencia característica, y el hombre de cien-cia que aspira a que se instaure una sociedad distinta de la actual debe desarrollar un "estilo" de ciencia acorde con el tipo de sociedad que se establecerá "después de la victoria". Creo que es, en forma muy esquematizada y, por consiguiente, no totalmente exac-ta, la posición que ha planteado Oscar Varsavsky. Planteado así el problema, creo que debemos consi-derarlo como un planteo fuera de contexto, un planteo en abstracto. En tal medida es sólo un juego académi-co, una nueva forma de cientificismo (o neocientifi-cismo). Creo que la calificación más adecuada que le corresponde es la de ser un planteo tecnocrático. Voy a dar tres argumentos para fundamentar lo que digo.

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En primer lugar, la historia es un proceso dialéctico. Las condiciones reales en las cuales se da un proceso revolucionario no están determinadas de antemano. Se van definiendo a medida que el proceso avanza. Nin-gún plan preconcebido tiene mucha probabilidad de ser aplicado, o aún de ser aplicable. Basta con dar un ejemplo: Para los vietnamitas el proceso revolu-cionario, la guerra misma y la reconstrucción se dan como un solo proceso. Los vietnamitas van introdu-ciendo la reforma agraria a medida que van liberando territorios. Esa reforma agraria tiene características propias que están determinadas por las condiciones mismas del proceso de liberación. Es fácil imaginar que si hubieran ganado la guerra —digamos— en un par de batallas, hubieran tenido todo el territorio en sus manos y con posibilidades de ser organizado en un período de paz, las características de esa reforma se-rían distintas. Nadie sabe cómo va a concluir ese pro-ceso, ni cuánto va a durar ni, por consiguiente, cómo tendrán que irse adaptando las soluciones a los pro-blemas concretos de las zonas liberadas.

En segundo lugar, aún cuando se tratara de un rá-pido proceso revolucionario, de una toma efectiva del poder en forma inmediata y de condiciones que hicie-ran posible la implantación de un plan preconcebido, el planteo que aquí se nos propuso me parece utópico. Los físicos saben muy bien que una solución matemá-tica de una determinada ecuación que representa un problema dado carece de sentido hasta que se le apli-can las condiciones iniciales y las condiciones de con-torno. Eso es muchísimo más cierto en los problemas que corresponden a las ciencias sociales. Y las condi-ciones de contorno suelen ser —lo han sido histórica-mente— de tal gravedad que eliminan muchas bellas soluciones concebidas en abstracto. Todos los países liberados (cualquiera sea la forma de liberación) han tenido que prepararse para el ataque exterior en todas sus formas. El país —cualquier país— está inmerso en un mundo donde pasan ciertas cosas, se aplican de-terminados métodos de guerra abierta, o de guerra eco-nómica, o de presiones de todo tipo. Cuando visití China hace algunos años, me llamó la atención el cui-dado que ponían en la enseñanza del idioma inglés, la cantidad y la alta calidad de los intérpretes en esa lengua. Al preguntarles la razón, contestaban con su habitual sonrisa: "hay que conocer muy bien el idioma del enemigo principal". La misma respuesta obtuve en un laboratorio de Física de la Universidad de Pekín, donde un grupo de alumnos armaba un equipo de re-sonancia magnética nuclear: "tenemos que saber todo lo que sabe el enemigo".

El tercer argumento que voy a presentar es el valor relativo, muy relativo, del científico —en tanto cien-tífico— en un proceso revolucionario. Oscar Varsavs-ky se preocupa por ciertas características de la ciencia actual que pueden dificultar el proceso. ¿Cuál pro-ceso? ¿El proceso revolucionario? ¿El proceso de construcción del país después de la toma del poder? ¿Ambos? Yo creo que hay aquí una idealización, una sobrevaloración desmesurada de lo que puede hacer la ciencia, que puede calificarse de posición tecnocrática. En todos los planteos de este tipo falta el protagonista principal del proceso histórico: el pueblo. Ese pueblo al que la ciencia no le importa mucho por ahora. Nos-otros podemos integrarnos al proceso, pero como in-

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dividiros que se incorporen a un movimiento popular, no como científicos que pretenden tener en su poder el plan, la fórmula, el programa que contenga la solución de los problemas, solución recién salida, fres-quita, de una poderosa computadora.

Yo no niego el valor del tipo de trabajo que pre-coniza Varsavsky. No niego que sea muy útil. Pero planteado así, en abstracto, sin que sea el producto mismo de la acción, aparece como una actividad in-telectualizada e intelectualizante de más valor acadé-mico que real. Repito que no niego su importancia. Pero aquí hay que aplicar el criterio que el propio Varsavsky proclama: es necesario definir las priori-dades. Entre las prioridades más apremiadas de este mundo en lucha, de esta guerra en la cual estamos in-mersos, la búsqueda de nuevas formas de hacer ciencia no tiene para mí la máxima prioridad. No va en la página 1 de mi cuaderno de prioridades. Va en la pá-gina 4, porque yo reservo para la página 1 aquellos problemas de los cuales puedo extraer consecuencias inmediatas para la acción: la toma de decisiones "aquí y ahora", con las condiciones tal como están dadas, con los medios disponibles, con los recursos humanos y materiales que están a nuestro alcance, con el tipo de enemigo que tenemos por delante, con la dureza y la duración de la lucha que enfrentamos.

Al margen de las consideraciones de tipo político esbozadas precedentemente, queda en pie el problema de saber si efectivamente hay otras formas de hacer ciencia que sean distintas de lo que podríamos llamar "la versión oficial". Más precisamente, si el proceso mismo que conduce al desarrollo del conocimiento no puede llegar a ser distinto del proceso que está des-cripto por las corrientes que están en boga dentro del campo de la filosofía de la ciencia.

En este tipo de planteos suelen presentarse como posición de la ciencia oficial las corrientes filosóficas que (sin mucha precisión y con bastante arbitrarie-dad) suelen designarse con el nombre genérico de "empirismo lógico". Esta posición ha dado una imagen de la ciencia que podría esquematizarse así: hay hechos, que son la materia prima del quehacer cientí-fico; son hechos autónomos del individuo que inves-tiga, y que están ahí, dados-, el hombre ele ciencia formula hipótesis, extrae consecuencias de dichas hipó-tesis, y somete esas consecuencias a la verificación, con-frontándolas con los hechos autónomos.

Esta posición ha sido seriamente cuestionada en los últimos diez o quince años en los Estados Unidos, pero viene siendo combatida sistemáticamente en la prolí-fica obra de Jean Piaget desde la década del treinta. El mundo central de la crítica es coincidente, aunque las vías para hacerlo, las reinterpretaciones ofrecidas y las consecuencias extraídas no lo son.

La coincidencia reside en rechazar el punto de vista estrictamente empirista sobre la existencia de hechos autónomos y objetivos. La concepción según la cual lo que hace el científico es comparar una teoría con hechos autónomos que están dados como tales es con-siderada como una descripción demasiado simplista de la práctica científica.

Kuhn, Feyerabend y Russell Hanson, entre oíros, se basan fundamentalmente en un análisis hisrórico. Jean Piaget llega a través de la epistemología genética.

La reconstrucción del proceso por el cual Kepler

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llega a la idea de que las órbitas descriptas por los planetas son elípticas (proceso que nada tiene que ver con el anecdotario comente acerca de las ideas místicas de Kepler), o por el cual Galileo llega, des-pués de 30 años de especulaciones, a la constancia de la aceleración de la gravedad, muestran que la versión oficial antes mencionada no es adecuada para dar cuen-ta de la complejidad del proceso.

La respuesta de las posiciones que hemos designado genéricamente como empirismo lógico se basa en la distinción entre psicología y filosofía de la ciencia, por un lado, y entre contexto de descubrimiento y con-texto de justificación, por el otro. Aquí se hacen dos suposiciones. En primer lugar, que la línea divisoria entre el contexto ele justificación y el contexto de descubrimiento es perfectamente clara. En segundo lugar, que los factores psicológicos, subjetivos, sólo juegan un rol en el contexto de descubrimiento. Nin-guna de estas dos suposiciones parecen, sin embargo, resistir al análisis histórico del desarrollo de la ciencia, ni el _ análisis genético del proceso constitutivo del conocimiento.

Kuhn pone énfasis en el cuerpo de presuposiciones y de creencias que es sostenido por la comunidad cien-tífica en un momento particular de la historia. Tales presuposiciones constituyen verdaderas reglas que go-biernan implícitamente la elección de problemas admi-sibles y los métodos correctos de evaluar la solución de los problemas considerados legítimos. La posición de Feyerabend, por su parte, está centrada en la afir-mación de que hay hechos importantes que no están "disponibles", como hechos, hasta que haya una teoría disponible que los revele como tales. El éxito en el proceso de verificación de una teoría —sostiene Fe-yerabend— puede ser más fabricado que objetivo en la medida en que produce la eliminación de hechos que podrían refutar la teoría. Esta situación no es hipotética. El conductismo estableció una "psicología científica" cuyos materiales de trabajo eran "observa-bles", "estímulos objetivos" y "respuestas" a dichos estímulos. Como consecuencia, una enorme cantidad de hechos quedaron de jacto excluidos en cuanto tales. Cincuenta años de esterilidad fueron el resultado de tal "rigor científico". (Ver, por ejemplo, la crítica ya clásica de Chomsky a Skinner.)

Sin adherir a las conclusiones que extraen Kuhn y Feyerabend, considero que sus críticas son suficiente-mente fundadas. También estaría de acuerdo con al-gunos de sus oponentes en que el empirismo lógico podría reformularse para tomar en cuenta estas críticas. Creo, sin embargo, que en un momento dado las re-formulaciones se acumulan en forma tal que es prefe-rible hablar de una posición distinta, en lugar de seguir considerando que se trata de una nueva versión de la misma historia. De todas maneras el empirismo lógico y las posiciones afines han cumplido una misión histórica de tal magnitud que no es irreverencia hacia ellas presentarlas como un proceso superado. Esta nue-va posición no sería, sin duda, la de Kuhn o Feyera-bend, pero sí una basada en una investigación episte-mológica más profunda "a la Piaget". Una posición que curiosamente se entronca con la tradición marxista (aunque no lo parezca leyendo los textos filosóficos de la "ortodoxia" soviética).

Lo que interesa, para nuestro análisis, es una conse-

cuencia que podríamos expresar de la manera siguien-te: dado el mismo mundo, podría haber sido pensado, percibido, en forma diferente; podríamos hablar dé él de manera distinta a como lo hace la ciencia actual.

Este tipo de consideraciones me lleva a coincidir con el enfoque que hace Oscar Varsavsky —aunque no con su formulación— sobre la posibilidad de una ciencia distinta de la "ciencia oficial' 'actual. Pero aquí conviene hacer un par de observaciones.

En primer lugar, hay algunas formas muy obvias, que han imperado en toda la historia de la ciencia, de nacionalismos o de concepciones de ciertas clases o grupos que han impuesto la manera de hacer ciencia en una época determinada. En mecánica de fluidos, por ejemplo, los ingleses se aferraron a las ideas de Newton —casi todas falsas— e ignoraron durante mu-chos años los brillantes trabajos de John y Daniel Bernoulli o de Euler, simplemente porque era la cien-cia "del continente". Este es un hecho muy conocido y no vale la pena detenerse en el, cuando se habla de la influencia de la ideología en la ciencia.

Pero hay otro sentido, mucho más profundo, de considerar la influencia de la ideología —yo diría, más bien, de la concepción del mundo— en el desa-rrollo de la ciencia. Si los chinos, que descubrieron el principio de inercia 2000 años antes de Galileo, hubie-ran continuado desarrollando las ideas físicas que te-nían en la época en que el mundo occidental estaba dominado por Aristóteles, es muy posible que la física actual fuera bien distinta. Esto está de acuerdo con la posición esbozada anteriormente según la cual los hechos no están ahí, dados de una vez por todas: hay toda una concepción del mundo que va involucrada en su elección y en la manera de tratarlos. Sin embargo, esto difícilmente lo hace un conjunto de hombres re-unidos alrededor de una mesa, y estudiando mucho. Creo que es algo que se da a través de procesos histó-ricos y no por la acción directa de un individuo que por razones de convicción decide hacer otro tipo de ciencia. En este sentido, la formulación de Varsavsky, que creo que es genuina y profunda, la entiendo como un programa, como una posibilidad, como algo que podría llegar a tener lugar.

Si las consideraciones precedentes tienen algo más que el valor de una especulación puramente académica es, a mi juicio, por sus implicaciones prácticas para la acción. Lo que nos preocupa es qué es lo que po-demos hacer nosotros —trabajadores en el campo científico— para ser coherentes con nuestra concep-ción del tipo de sociedad al cual aspiramos. En este contexto, vuelvo a poner la problemática que plantea Oscar Varsavsky en la página 4 y no en la página 1 de mi cuaderno de prioridades. Porque creo que los problemas que tenemos por delante están dados ya de cierta manera. Estamos inmersos en un mundo que nos conduce a pesar nuestro. Tenemos que conocer y do-minar ese mundo y no podemos tomar como actitud revolucionaria legítima el retirarse a replantear la formulación de la ciencia o a buscar la ciencia que habrá de implantarse cuando se transforme la sociedad. Dentro de la perspectiva de lucha que se abre para nosotros, lo que importa es la manera de estar invo-lucrados en un proceso que nos impone la urgencia de actuar con él, dentro de él, y no marginados, obser-vándolo desde afuera. O

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Qué haríajusted con una| computadora?

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El concurso organizado por "Ciencia Nueva" y Honeyivell'Bull despertó apreciable interés entre los lectores, aunque no llegaron a 20 los inicialmente interesados que con» cretaron la elaboración de un tema. El jurado, presidido por José Babini e integrado por Ricardo A. Ferraro, Manuel M. Risueño, Oscar Mattiussi y Alfredo Pérez, encontró, en general, bajo nivel en los trabajos presentados, declarando desierta la categoría Profesio-nales en computación y destacando el de J. C. Crespi entre los tres trabajos premiados que pueden leerse más abajo. Los ganadores podrán utilizar durante un mes el servicio de Time-Sharing Honeyivell-Bull.

1 Regulación de tensión y frecuencia en una distribución de energía eléctrica intereonectada

Carlos Rubén Cejas

Estudiante de la E.N.E.T. N? 1 "Luciano Fortabat" - Olavarría

Categoría: Escuelas secundarias

Consideraciones generales

En los sistemas de generación y distribución de energía eléctrica es

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necesario mantener constante los si-guientes parámetros: tensión, fre-cuencia y secuencia de fases.

Los parámetros a mantener cons-tantes a través de la computadora son: tensión y frecuencia.

Aplicaciones de la computadora a este trabajo

Regulación de la tensión: En un sistema de distribución podemos dis-tinguir las siguientes etapas: gene-ración transmisión y distribución (en media y baja tensión o tensión de consumo).

La aplicación de la computadora quedaría limitada, por razones de extensión, al control de la tensión en la etapa de transmisión o de distri-bución a estaciones transformadoras

a alta tensión. Dicho control se lle-varía a cabo con la acción directa de la computadora sobre el sistema de excitación de los alternadores y cuan-do esto no sea suficiente sobre la operación de bobinas de reactancia, capacitores fijos y condensadores sin-crónicos. Como regulación auxiliar se podría considerar la salida fuera de servicio de los cables alimenta-dores que se encuentren en paralelo con otros, entre los mismos puntos de origen y destino y sin alimenta-ciones o derivaciones intermedias.

Regulación de la frecuencia: La frecuencia depende estrechamente de la relación oferta-demanda de energía. Con esta base la computa-dora deberá regular en función de la frecuencia la potencia generada en los distintos grupos, al valor econó-mico que corresponda de acuerdo con las características de cada grupo.

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La puesta en servicio y salida de servicio de grupos teniendo en cuen-ta que la reserva en rotación se man-tenga siempre en un valor equivalen-te a la potencia de la máquina más grande que se encuentre en funcio-namiento en ese momento.

Deberá lógicamente preveer cor-tes de energía para los casos en que se produzcan desequilibrios debidos a variaciones bruscas en la potencia generada por la salida fuera de ser-vicio accidentales de grupos genera-dores.

Para las variaciones de carga en los grupos deberá actuar la compu-tadora sobre todo el sistema de con-trol de las máquinas motrices.

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ducción pueden aconsejar la proxi-midad de algunas máquinas entre sí y características funcionales exigir la ubicación de algunas en sectores ven-tilados o iluminados, como también recomendar que ciertos elementos no estén juntos. Todas estas condiciones se ordenarían según prioridades (al-gunas de ellas absolutas) y en algu-nos casos (precisamente en los que resultaría más útil este programa) se podrían definir condiciones óptimas de distribución.

Otro ejemplo de aplicación es la confección de horarios de clases en una Facultad, donde el arreglo bási-co es la semana dividida en días y horas (o medias horas); los objetos a distribuir son las materias a dictar con sus números de horas semana-les y las pautas a fijar son: turnos (mañana, tarde o noche), disponi-bilidad de personal docente y aulas, cantidad de alumnos (total y por curso), etc.

Este planteo es aplicable a cual-quier caso que real o simbólicamen-te se pueda reducir a un problema de distribución.

Distribución

Luis Eduardo Sraibman

Etudiante de Ingeniería, U.N.B.A.

Categoría-. Estudiantes de temas de computación

El objetivo de este planteo es la resolución de problemas de distribu-ción de objetos en un plano (reales o simbólicos), en base a pautas de prioridad y /o compatibilidad.

La estructura lógica del programa consiste en un "arreglo base (bidi-mensional o tridimensional, según el campo de distribución sea plano o espacial), cuya dimensión es la del campo disponible, m o d u l a d o de acuerdo al tamaño de los objetos a distribuir. Los elementos de este arreglo se inicializan con valores que dan su prioridad de ocupación. Otros arreglos (uno por cada elemento a distribuir) son los que deberán satu-rar al básico respetando las pautas dadas.

Por ejemplo, aplicado a la distri-bución de máquinas en una fábrica, los accesos (puertas y ventanas) son inocupables; las condiciones de pro-

3 Simulación por computadora del comportamiento cíclico tensión-deformación

Juan Carlos Crespi

Licenciado en Físico-química. Inves-tigador científico de la Comisión Na-cional de Energía Atómica, Depar-tamento de Metalurgia

Categoría-, Personas no relacionadas con la computación

metales sometidos a carga uniaxial más allá clel rango elástico, a la vez que han sido diseñados modelos que toman en cuenta la dependencia ele la historia de carga de un metal. Sin embargo estas relaciones empíricas y estos modelos están generalmente limitados a condiciones de estado es-tacionario, ignorando factores tales como endurecimiento por ciclado, ablandamiento y relajación depen-diente del ciclado de la tensión pro-medio que generalmente exhiben los materiales reales.

Los procedimientos de daño acu-mulativo que predicen la vida a la fatiga de muestras sin entalladuras sometidas a tensión-compresión y las soluciones teóricas que relacionan tensión y deformación en la punta de una entalladura con la carga so-bre un miembro estructural, han per-mitido el diseño de estructuras so-metidas a cargas fluctuantes. Aquí, la más severa limitación en el análi-sis de fatiga es la falta de una ade-cuada representación matemática de la respuesta del material.

El modelo matemático de Martin, Toppler y Sinclair1 no sólo reprodu-ce la forma de los ciclos de histéresis y muestra suficiente memoria para tratar con la historia previa del ma-terial sino que también permite que la tensión promedio se relaje, así co-mo que haya endurecimiento y ablan-damiento. Un modelo de este tipo suministra un método más exacto y conveniente para predecir la respues-ta del material en el diseño de es-tructuras.

Para demostrar la aplicabilidad de este modelo y compararlo con el pro-puesto por R. M. Wetze l 2 en un cálculo simulado de computadora, se desea predecir la vida de muestras entalladas sometidas a un espectro de cargas arbitrario, cuando dicho modelo se combina con la regla de Neuber, las constantes del material, las propiedades de fatiga y un pro-edimiento de daño acumulativo de fatiga.

El desarrollo de equipos de ensa-yos de materiales más complejos, ha hecho posible la obtención de una gran cantidad de datos sobre el com-portamiento cíclico de metales. Con-currentemente se han desarrollado relaciones empíricas que describen la respuesta tensión-deformación de

1 J. F. Martin, T. H. Toppler y G. M. Sinclair "Computer based si-mulation of ciclic stress-strain beha-vior with applications to fatigue". Materials Research and Standards, February 1971, pág. 23.

2 R. M. Wetzel, "A method of fatigue damage anaíqsis". Tesis doc-toral. University of "Waterloo, U.S.A. Department of Civil Engineering, September 1971.

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^ I l f f

Que es la Biofísica Marcelino Cereijido

Este artículo debería comenzar con la definición de biofísica. Formal-mente podríamos salir del paso di-ciendo por ejemplo: "es la discipli-na que trata de explicar los procesos fundamentales de la vida en base a leyes físicas". Pero eso no nos lle-varía muy lejos. Más honesto sería hacer como hizo Aaron Katchalsky, ex presidente de la Sociedad Inter-nacional de Biofísica (IUPAB): En su discurso inaugural del I I I Con-greso Internacional de B i o f í s i c a (Cambridge, Mass., 1968) confesó que con la biofísica le pasaba como con su mujer: la conocía profunda-

Marcel ino Cerei j ido. (38) Miembro de la Carrera del Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CNICT). Trabaja actualmente en el Departamento de Biofísica del Centro de Investigaciones Médicas Albert Einstein (CIMAE). Graduado en Medicina (1957). Dr. en Medicina (1961). Obtuvo un premio a la mejor Tesis Doctoral (1962). Trabajó bajo la dirección de Braun Menéndez en Hipertensión Arterial Nefrógena. Trabajó en Harvard bajo la dirección del Prof. A. K. Solomon y P. F. Curran en el Laboratorio de Biofísica (1961 a 1964) primero como becario del CNICT y luego como Post-doctoral International Research Fellow del Public Health Service de Estados Unidos. Profesor Adjunto de Fisicoquímica en la Universidad de Buenos Aires (1964-1966). Profesor de Biofísica en la Universidad de J.i Plata (desde 1968).

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mente, podía contar su historia y diferenciarla a simple vista de todas las demás mujeres.. . pero no apli-carle una definición. Pero contar qué es la biofísica no es en realidad un problema. Después de todo, cuando a una disciplina científica se le pue-de aplicar una definición rigurosa, sus límites están claramente marca-dos y sus conexiones son perfecta-mente establecidas y es porque ya ha hecho sus contribuciones princi-pales y está lista para una academia. Aprovechemos pues mientras no exista una Academia de Biofísica y contemos qué es y qué no es la bio-física, demos ejemplos de qué hacen los biofísicos, quiénes son (o como llegaron a serlo), dónde trabajan, qué problemas tienen y para qué sirven.

Cómo empezó la cosa

Hasta la segunda o tercera década de este siglo los sistemas biológicos (un virus, una célula, una palmera, un sistema nervioso, un tumor, un sacristán, los niños de una escuela, un bosque, todos los bosques, el equipo de tercera de Atlanta, los ve-getales, la humanidad, toda la bios-fera) parecían constituir una viola-ción tan flagrante de la Segunda Ley de la Termodinámica que el propio Lord Kelvin limitó su enunciado a "entidades materiales inanimadas". En realidad, puesto que ningún sis-tema vivo es un sistema cerrado no se le puede aplicar así no más la

Segunda Ley. Sin embargo esta es-capatoria legalista no nos deja muy conformes en vista de que en un mundo que tiende a desorganizarse, los sistemas biológicos siguen el cur-so opuesto: un espermatozoide más un óvulo, se convierten con el tiem-po en un elefante de varias tonela-das. El físico Erwin Schródinger, que ya había maravillado al mundo con su ecuación de onda, tomó este problema en serio y publicó un li-bro (¿Qué es la v ida? 1 ) que hoy muchos consideran como uno de los comienzos de la biofísica. En resu-midas cuentas lo que el libro dice es que los sistemas biológicos siem-pre se las arreglan para aumentar su organización a expensas de la desorganización del medio, de modo que si uno hace el balance total (lo que se organiza el sistema biológico más lo que se desorganiza el medio) siempre resulta negativo (la desor-ganización es mayor). El explicar có-mo hacen los sistemas biológicos para realizar tales proezas está muy lejos de ser claro. Pero no es eso lo que nos interesa por el momento, sino que al tratar de contestar en términos físicos la pregunta "¿qué es la vida?" se puso a andar —o por lo menos se dio un gran impulso— una disciplina nueva: la biofísica.

Pero la historia no es tan senci-lla. La biofísica, como los ríos, se originó por la confluencia de varias causas menores. El siglo pasado, Emile Du Bois Reymond encontró que la piel de rana tiene a su través nna diferencia de potencial eléctrico

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de casi 0,1 volt. Es decir la parte de adentro es unos 100 mV positiva con respecto a la parte de afuera. Si se diseca la piel de la rana y se la monta como un diafragma entre dos cámaras que contienen idéntica so-lución salina (ver figura 1) se ob-serva que la cara interna de la piel es unos 100 mV positiva con res-pecto a la otra. A principios de este siglo el biólogo Galeott i2 postuló que eso se debía a que la piel de rana es más permeable al ión sodio (Na + ) cuando éste la atraviesa de afuera hacia adentro que cuando lo hace en el sentido inverso.

"¡Absurdo! —le contestaron—- es un claro ejemplo de lo que puede llegar a decir un biólogo cuando no sabe física. Si uno prepara una cá-mara en forma de aro como la de la figura 2, llena ele solución salina, ésta tendrá al principio la misma concentración de sales en todo lugar de la cámara. Pero, si la permeabi-lidad al Na + hacia adentro (hacia la derecha en el ejemplo de la figu-ra 2) fuera mayor que hacia afuera, se observaría al poco rato un aumen-to de concentración de Na+ del lado derecho (figura 2 b ) . Esto haría di-fundir al Na a través de la solución que llena la cámara siguiendo el sentido de las agujas del reloj (figu-ra 2 c) y se tendría así un móvil perpetuo". Salirse en pleno siglo XX con otro móvil perpetuo colmaba la paciencia de cualquier físico.

Luego los biólogos averiguaron que, en realidad, el móvil no es per-petuo: al cabo de unas horas todo se acaba y la diferencia de potencial eléctrico entre ambos lados de la piel desaparece. Lo que pasa es que la piel utiliza energía metabólica para ayudar al Na + a pasar más fá-cilmente de afuera hacia adentro que en el sentido inverso.

"¡Pamplinas! —volvieron a res-ponder los físicos— ahora están vio-

Figura. 1

Figura. 2

lando el Principio de Curie3 : fenó-menos de orden tensorial distinto, no son acoplables". Una simple ojeada a los trabajos de Curie y a sus elucubraciones sobre la simetría bastó para dejar fuera de combate a los biólogos más mentados de aquel entonces. En otras palabras eso que-ría decir que si por ejemplo, en el centro de un tanque lleno de agua se inicia una reacción química, uno no puede esperar que la reacción marche, digamos, hacia el ángulo su-perior derecho del tanque, sino que se va a propagar en todas las direc-ciones. Esto, aplicado al caso de la membrana biológica de la figura 2 es más o menos así: la energía me-tabólica se origina en procesos quí-micos; los procesos químicos son fe-nómenos escalares (no se hacen pre-ferentemente en una dirección del espacio); en cambio el movimiento de Na+ a través de la membrana es un fenómeno vectorial (preferente-mente hacia la derecha). ¿No sería posible, en principio, que el metabo-lismo de una membrana diera origen a un flujo neto de Na + para un lado (de izquierda a derecha)?

Luego vino el uso de los isótopos radiactivos y se pudo comprobar que si uno pone Na 24 en la cámara de-recha (figura 1) y Na22 en la iz-quierda, pasa más Na22 hacia un la-do que Na24 hacia el otro. También vino Onsager 4 y empezó a justificar que en un sistema todos los flujos pueden estar acoplados a (deberse a) todas las fuerzas presentes. Y vi-no Kedem 5 y justificó que los pro-cesos químicos del metabolismo pue-de perfectamente originar un flujo de Na neto hacia dentro de la piel. Y vinieron los revisionistas y nota-ron que, dadas las condiciones ani-sotrópicas de las membranas bioló-gicas como la piel de rana, las ob-servaciones de Galeotti (1904) eran correctas y no se daban de patadas con el Principio de Curie. A esa al-tura de las cosas (mil novecientos sesenta y pico) Galeotti ya estaba muerto remuerto, pero una cosa era

sica.

í¡

evidente: que para entender los pro-cesos biológicos había que saber fí-

Qué estudia hoy la biofísica

Hasta ahora nos mantuvimos en un nivel muy general y eso amenaza es-terilizar nuestro propósito de contar qué es la biofísica. Con el único fin de ilustrar ordenadamente, dividire-mos los problemas de que se ocupa en tres categorías completamente ar-tificiales.

Fenómenos simples

Ejemplo 1: Los sistemas biológicos tienen una enorme selectividad. Dos isómeros ópticos de una misma es-pecie química pueden ser totalmen-te reconocidos y uno solo ser acep-tado en un proceso dado. La glán-dula tiroides reconoce y acumula iodo, los osteocitos reconocen Ca+ + , una enzima reconoce Mg+ + . El lí-quido que baña las células tiene ge-neralmente mucho más sodio (Na + ) que potasio ( K + ) y un paciente puede morir porque la concentra-ción de K + en su plasma se eleva un poco por encima de su concen-tración normal. Dentro del agua ce-lular las cosas son al revés: general-mente hay más potasio que sodio (figura 3). Sin embargo la membra-na celular deja pasar a ambos. La membrana celular tiene un cierto De-monio de Maxwell que hace que el K + se acumule en la célula y que en cambio el Na+ sea parcialmente excluido Esta distribución asimé-trica de iones da origen a diferencias de potenciales eléctricos entre am-bos lados de la membrana celular.

La membrana de una célula ner-viosa puede ser unas 100 veces más permeable al K + que al Na + , de pronto hacerse más permeable al Na+ que al K + y nuevamente, en unos pocos milisegundos, volver a su permeabilidad normal: 100 veces más permeable al K + que al Na + .

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Ese rápido cambio de selectividad produce una variación en el poten-cial eléctrico de la membrana de la célula nerviosa y tanto el cambio de selectividad como la señal eléctrica originada se propagan a lo largo de la membrana constituyendo la señal eléctrica fundamental mediante la que se comunican las células ner-viosas.

La Biología clásica se limitó a describir los fenómenos: la célula necesita K+ y no Na+ y por eso los discrimina. La biofísica se pregunta qué quiere decir necesita y cómo se discrimina en términos físicos. Si bien la selectividad de los sistemas biológicos es mucho más delicada que la de los no biológicos, estos también seleccionan Na+ del K + . Pero es del estudio de estos últimos de donde los biofísicos obtienen la información para entender a los pri-meros. Es común que los investiga-dores de la selectividad trabajen in-distintamente con células, vidrios, re-sinas y minerales y que hagan con-tribuciones útiles en campos bioló-gicos y no biológicos. Se ha aclarado cómo la intensidad del campo eléc-trico generado por los sitios de las membranas celulares (o en los vi-drios, resinas y minerales ) determi-na que ion va a ser preferido. La información que se está obteniendo no sólo responde la pregunta ori-ginal sobre cómo discriminan las cé-lulas, sino que ha dado nacimiento a una industria de vidrios selectivos a distintos iones. Hoy se construyen electrodos de vidrios con los que se puede medir la concentración de Na + de una solución con la misma facilidad que con otros electrodos se mide su pH (dicho sea de paso: los electrodos que miden p H no son más que un caso extremo de selec-tividad por el ión H + ) .

De la misma manera los bioquí-micos saben que una enzima puede por ejemplo ser estimulada por el ión magnesio ( M g + + ) y ser inhibi-da por el ión calcio ( C a + + ) . Los biofísicos tratan de averiguar cómo hace la enzima para distinguir Mg+ +

de Ca+ + , y por qué uno la estimula y el otro la inhibe.

Ejemplo 2: Para encontrar el fac-tor que origina tal o cual reacción un bioquímico puede recurrir a la tecnología más avanzada y detectar la presencia de las trazas más ínfi-mas de alguna sustancia sospechosa. Durante todo el tiempo tiene delan-te de la nariz varios moles de agua

Figura 3

a la que en general no asigna otro papel que el de actuar de escenario de la reacción en estudio. Sin em-bargo los sistemas biológicos están formados en un 80 por ciento por agua. Donde no hay agua no hay vida. El agua no tiene la misma es-tructura ni propiedades en el cito-plasma que en la superficie de las células, ni se comporta de igual ma-nera cerca de los grupos químicos con cargas eléctricas que cerca de las zonas hidrofóbicas (Berendsen,7). Las membranas celulares donde se llevan a cabo reacciones fundamen-tales pueden recubrirse con una cos-tra de agua organizada de muchos angstroms de espesor que influ-ye profundamente en las reaccio-nes que ocurren en ese lugar. La estructura del agua y la de las ma-cromoléculas y organelas celulares están en mutua interdependencia. De pronto pareciera como si se trans-formara el agua de escenario en uno de los primeros actores. Toda la ba-se conceptual y la tecnología necesa-ria para estudiar estos problemas son desarrolladas al mismo tiempo que los físicos no-biólogos estudian la estructura del agua pura y la del hielo. En realidad una enorme can-tidad de investigadores hacen am-bas cosas.

Fenómenos complejos

Ejemplo 3: La mayoría de los cono-cimientos de los procesos químicos que ocurren en las células han sido obtenidos en homogeneizados o ex-tractos celulares. El primer paso de esos estudios fue pues destruir la estructura celular. El avance que la biología debe a estos procedimientos es enorme. Un paso ulterior en el

estudio de la química celular es la síntesis artificial de alguna de las sustancias claves de la compleja ma-quinaria metabólica.

Imaginemos q u e visitantes de otros planetas desearan saber qué son y cómo funcionan nuestros apa-ratos de radio. Supongamos además que, en el estudio, aplicaran el mis-mo enfoque con el que nosotros es-tudiamos la bioquímica celular. "Ho-mogeinizarán" las radios, aplicarán métodos de separación y, cuando la "recuperación" sea suficientemente buena averiguarán la estructura y propiedades de cada pieza. Podrán conocer las posibilidades y conducta de cada una de ellas en las distintas circunstancias. Vendrá luego una eta-pa en la que "sintetizarán" un con-densador o un triodo. Pero es evi-dente que, hasta que no pasen a otro tipo de estudios, en los que tengan en cuenta las leyes que rigen las co-nexiones entre las partes, que sepan de circuitos, e integren la radio a un sistema radioemisor, tendrán una idea incompleta de lo que es real-mente una radio. La información ob-tenida en lo que va de este siglo so-bre la química de los procesos bio-lógicos es lo suficientemente amplia como para armar ahora el rompeca-bezas y estudiar cómo se llevan a cabo y cómo se regulan en el ser vivo. Por ejemplo, el conocimiento de qué son, qué hacen y dónde es-tán los citocromos ha permitido pa-sar a tratar de contestar otras pre-guntas: ¿Cómo se ensambla todo ese mecanismo? ¿Por qué el proceso de síntesis de ATP origina diferencias de potencial eléctrico entre el inte-rior y exterior de la mitocondria? ¿Por qué una pequeña variación de la distancia intermolecular cambia totalmente las características del pro-ceso? ¿Cómo juega la asimetría del sistema? ¿De qué manera está aso-ciada la producción de ATP a la energía almacenada en las distintas conformaciones que adoptan las es-tructuras mitocondriales? 8 Y así, en este y otros campos, encuentran su lugar los cristalógrafos de membra-nas, los especialistas en estado só-lido, etc.

Ejemplo 4: Uno de los proble-mas que fascina por igual a los cien-tíficos, filósofos y legos es el del origen de la vida. Los biofísicos en general rechazan la tesis del "acci-dente histórico" (un meteorito de otro planeta que contaminó la Tie-rra; una colisión molecular fortuita

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en la sopa prebiológica que de re-pente dio origen a un organismo, etc.). Un enfoque más "biofísico" es por ejemplo el siguiente:® La biosfera es un sistema cerrado al flujo de materia y que —termodi-námicamente hablando—- no está en equilibrio. Para que mantenga su desequilibrio tiene que estar in-tercalada entre una fuente (el sol) y un sumidero (el espacio) de ener-gía. Se puede demostrar que el flujo estacionario de energía a través de cualquier sistema lleva a, por lo me-nos, un ciclo material en el sistema. £n el caso de la biosfera sin duda el ciclo originado por el flujo de energía que nos resulta más familiar es el del agua: mates —> evapora-ción —» nubes —> lluvias y nevadas

ríos (usinas) —> mares. La pala-bra «usinas» ha sido intercalada para sugerir que ese ciclo, a su vez, se puede acoplar a otros a través de la producción de electricidad. Un ciclo más importante para nuestro caso es la constante formación y de-gradación. de moléculas de distinto grado de complejidad. Un sistema químico complejo, que pueda for-mar un gran número de uniones es-tables (covalentes, iónicas, etc.), puede almacenar una gran cantidad de energía si los compuestos tienen una vida media larga (el tiempo que transcurre entre su formación y su descomposición). Las características de la forma de energía que viene de la fuente (la luz solar), la tempera-tura local y el tipo de elementos disponibles condiciona el tipo y dis-tribución porcentual de moléculas que se forman, La vida media de cada molécula, su estructura atómi-ca y la variedad de especies quími-cas formadas da origen a una mul-titud de transformaciones cíclicas. El ciclaje, a su vez, da origen a es-tructuras.10 La complejidad de los ciclos y las estructuras tiende a au-mentar hasta llegar a un máximo. Es decir, el sistema progresa hacia un estado más organizado en el que su diferencia con el estado de equi-librio (termodinámico) con el me-dio es máxima. El análogo de la fi-gura 4 puede ayudar a comprender lo que queremos decir. Se trata de dos cilindros concéntricos. El de afuera tiene un agujero cerca de su borde inferior. El de adentro tiene agujeros distribuidos verticalmente. Estos agujeros son muy pequeños en la parte inferior del cilindro pero se agrandan progresivamente a medida

que se asciende. Todo está conteni-do dentro de una bandeja chata que se comporta como un reservorio. Si nosotros (representando al sol) agregamos agua en forma continua al cilindro central (energía quími-ca) ésta se escapará por los agujeros laterales hacia el cilindro externo (energía térmica). De ahí pasará por el agujero de la base hacia la bandeja (energía térmica del sumi-dero: el espacio extraterrestre). La diferencia entre los niveles del agua entre el cilindro interno y el exter-no (L) es una medida del orden. Si inyectamos agua continua pero lentamente el nivel del cilindro de adentro va a ser muy alto con res-pecto al nivel del de afuera (porque el área de los agujeros por donde pierde el cilindro interno es, hasta esa altura, menor que la del cilindro externo). A medida que el flujo de agua que agregamos es mayor, el ni-vel del agua en el cilindro interno es más alto, la pérdida se hace por más y mayores agujeros, y L tiende a ha-cerse nula. Los agujeros del cilindro interno son cada vez más grandes para representar el hecho de que a medida que la energía potencial au-menta, los estados son menos esta-bles. Nótese que, tanto si interrum-pimos el flujo, como si lo hacemos muy rápido L tiende a hacerse cero. Este análogo ilustra no solo que hay un flujo de agua que da un L má-ximo sino, además, que para cada flujo de agua hay un L máximo. Nó-tese que si de pronto alguien, aparte del flujo estable que agregamos nos-otros, agregara o quitara una taza de agua al cilindro central, el nivel volvería a bajar o a subir hasta ajus-tarse nuevamente al valor que tenía antes de la perturbación, o sea que el nivel se autorregula. Volviendo a nuestro problema biológico: la bios-fera parece ser un sistema que ma-ximiza L. En un sistema con un flujo de energía estacionario la apa-

o o o

Figura 4

rición de vida y el aumento de la complejidad lejos de parecer un ac-cidente es así inevitable. Las ideas de "creación" y de "progreso" co-brarían un sentido distinto. Pero los teoremas, mediciones y cálculos que aún quedan por resolver, hacer y ajustar van a dar mucho que hacer a los biofísicos. Este es un relato más o menos redondeado cuyo único propósito es ilustrar un típico pro- 1 blema biofísico. Este es además un ' j campo donde un biólogo que haya ' [ tomado un curso básico de termodi-námica o un termodinamista cuyos : ¡ conceptos biológicos no vayan más \ allá del número de patas de la cu- ; caracha, no se pueden manejar có- ; modamente.

Fenómenos muy complejos

Ejemplo 5: Durante los últimos cin-cuenta años la física y las matemá-ticas han delineado las leyes que go-biernan a los autómatas11 y han di-señado máquinas que toman decisio- | nes, corrigen su conducta,12 tienen ' | propósitos.13 La biología fue apren- ' I diendo los principios que rigen la : i auto-organización14 y también la re-cepción codificación y transferencia • j de mensajes en los sistemas bioló- | gicos.15 Esto ha dado como resulta- 1 I do la aplicación de la Teoría de la j Información y el Análisis de Siste- ] mas a la comprensión del sistema j nervioso. En vena de pintar un lin-do cuadro de la biología, podríamos , mencionar que grandes maestros de la Cibernética han trabajado (al me- • nos en parte) con sistemas biológi- . eos (Wiener, Ashby, Gray Walter). La experiencia recogida con siste-mas no-biológicos ha ayudado a en-contrar los mecanismos subyacentes de una amplia gama de actividades biológicas que van desde la trans-ferencia de mensajes entre abejas hasta la lesión que padece un enfer-mo de Parkinson y desde como hace el ojo para transmitirle eléctrica-mente al cerebro la imagen de una línea recta hasta el mecanismo de control de la circulación sanguínea. Los investigadores que trabajan en estos campos tienen sólidos cono-cimientos de neurofisiología, circui-tos, Teoría de Información, etc.

Ejemplo 6: Uno de los proble-mas fundamentales es entender có-mo, en sistemas espacialmente ho-mogéneos y que están en estado es-tacionario, aparecen de pronto rit-mos y conductas periódicas. El estu-

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dio de cómo hace el caótico "ruido" a nivel molecular para dar origen a una conducta periódica a nivel macroscópico 10 está recién en _ sus comienzos. Los sistemas biológicos, poseedores de los fecdbacks más perfectos que se conocen, capaces de mantener un estado estacionario ante las situaciones más variables, están llenos de "osciladores". Las conductas pueden tener períodos en el orden del milisegtindo (descarga de señales en neuronas), del segun-do (latidos cardíacos), del minuto (ondas peristálticas intestinales), de la hora (oleadas de crecimiento de la avena), de días y semanas (ciclos sexuales), etc. Hoy se están^hacien-do esfuerzos por entender cómo ha-cen los procesos químicos para dar origen a conductas periódicas y a es-tructuras ordenadas, con millones y millones de bits de información, con memorias y feedbacks10, Es de-cir, se está estudiando cómo el caos se hace máquina y la máquina orga-nismo, en base a un planteo distinto del planteo termodinámico plantea-do en el ejemplo 4. El nivel desco-nocimientos biológicos, fisicoquími-cos y matemáticos que se requieren para trabajar en estos campos obliga a formar especialistas a través de toda una carrera universitaria.^ De otra forma el biólogo "clásico" no saldría de la etapa descriptiva, ni el físico saldría de la construcción de análogos más o menos intrascen-dentes.

Qué no es biofísica

Así como el lego suele asociar la Física, no a sus principios, sino al uso de aparatos complicados, tam-bién suele creer que la biofísica con-siste en el uso en biología de una tecnología complicada. La existencia de la biofísica no depende de la complejidad de ningún aparato. Tan "físico" es un espectrofotómetro para infrarrojos como una simple balanza. Lo que va a determinar si se está haciendo o no biofísica es la utilización posterior de la informa-ción obtenida con esos instrumen-tos. No hay que olvidar que, a pe-sar de la utilización en biología de aparatos de resonancia magnética nuclear, microscopios electrónicos y aparatos de difracción de rayos X, el instrumento más complejo y avan-zado que utiliza un científico sigue

siendo su cerebro: no es biofísica la utilización de un electrocardiógrafo transistorizado y con registro remo-to para averiguar si el corazón de un enfermo coronario late rítmicamen-te, y sí lo es, en cambio , la utiliza-ción de una simple balanza para ver si una célula se comporta como un osmómetro. A menudo la situación es peor aún: algunos creen que es misión del biofísico explicarle a otros profesionales cuanto método experimental estos usan pero cuyas bases no están preparados para en-tender. Sin embargo, aún cuando el desarrollo tecnológico haya alcanza-do y sobrepasado el nivel científico de muchos profesionales, la misión de la biofísica no consiste en expli-carles el principio y los fundamen-tos del manejo de instrumentos. Si hubiera sido así, en lugar de des-arrollar la biofísica hubiera bastado con preparar mejor a dichos profe-sionales con cursos sobre instrumen-tación, como los existentes en mu-chas universidades, a fin de que en-tiendan el principio de los métodos que se suelen usar en sus propios campos de trabajo.

De dónde salen los biofísicos

A esta altura del artículo espero que resulte claro que la biofísica no empezó de repente el día en que al-gún genio lanzó una definición, sino que el enfoque físico del estudio biológico se ha ido desarrollando gradual e irregularmente. Hasta hoy la biofísica ha sido desarrollada fun-damentalmente por médicos, bioquí-micos y biólogos que complementa-ron sus conocimientos con cursos de matemáticas, física y fisicoquímica. Estas siguen siendo, sin embargo, su "pata floja". La siguiente anécdota personal puede resultar ilustrativa. Me encontraba tratando de resolver un problema de difusión de sodio en una membrana biológica del tipo de la figura 1, que constaba de va-rios compartimientos. Tenía ante mí una ecuación tan complicada, con tantos símbolos y subíndices que estos se caían por los bordes de la hoja. Una vez que me hube conven-cido de que ella era más ecuación que yo matemático, fui a pedir ayu-da a un matemático amigo. "Aquí traigo un problema matemático" co-mencé diciendo. Luego le expliqué el problema. "Estás equivocado —contestó— este no es un pro-

blema matemático. La matemática ya lo resolvió el siglo pasado. problema es tuyo que no sabes ma-temática".

Muchas veces los biofísicos se ven en situaciones análogas, pues los problemas biológicos que deben re-solver son muy complejos y muchas veces requieren el uso de tecnolo-gías y conceptos más avanzados de los que él conoce. No le basta con haber aprendido un par de capítu-los de la física dedicados a la cris-talografía, pues los cristales más complejos del mundo no-biológico son juegos de niño al lado de un cristal de proteína. La computadora más sofisticada resulta simple aún al lado del cerebro de un pajarito. La miniaturización ingenieril más in-creíble es irrisoria al lado de la mi-niaturización biológica: todo el pro-grama para hacer un señor de bi-gotes está contenido en una sola molécula, el DNA. Además uno no está seguro que la solución a un problema dado vaya a quedar con-finada dentro de los límites de la especialidad para la que se había preparado. ¿Qué especialista en ab-sorción de azúcares iba a sospechar que hoy necesitaría conocer técnicas de spin echo? ¿Qué especialista en riñon iba a soñar que un día nece-sitaría entender los potenciales de superficies en los alumino silicatos? ¿Qué especialista en cultivo de te-jidos iba a creer que llegaría a es-tudiar a Shannon para comprender como se introducen errores de ge-neración en generación celular hasta liquidar su cultivo?

Con honrosas excepciones los fí-sicos que aprendieron biología son malos biofísicos. En muchos casos se trata de físicos malos que buscan su segunda chance en la biología. Terminan asociándose con algún biólogo para fabricar algún aparato raro que mide veinte variables a la vez y —esto es fundamental— las computa y las grafica. La mayoría de los físicos no conoce los proble-mas de la biología moderna y la menosprecia. Cuesta mucho conven-cerlos de que el problema no es ver qué descubre un físico en el cerebro, sino ver cómo hace el cerebro para hacer física.

Hoy en día solo algunas de las universidades del mundo tienen una Carrera de Biofísica. Otras tienen "orientaciones" biológicas para físi-cos, o complementación física para bioquímicos, biólogos y médicos.

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Otras tienen un par de cursos que tarde o temprano mueren en cursos de instrumentación (radioisótopos, ul tracen trifugáción, espectrometría, etc.) o en cursos de física para no-físicos. Sin duda la salida correcta es la que han adoptado las universi-dades más avanzadas: reunir físicos, biólogos, matemáticos, médicos, in-genieros, psicólogos, etc. y formar biofísicos a través de una carrera ad hoc.

¿Qué hacen los biofísicos?

Hoy la mayoría hace investigación y docencia. Según dicen los historia-dores de la ciencia, este fenómeno es típico de toda ciencia nueva. Estas tareas se cumplen en muy pocos casos en departamentos de biofísica. Lo más común es que los biofísicos trabajen dentro de depar-tamentos de biología, agricultura, fi-siología, física, etc.

La mayor parte del resto de los biofísicos trabaja en industrias bio-médicas. Reemplaza con ventajas al ingeniero que trata de entender a los médicos y al médico que trata de aprovechar sus conocimientos de ex-radioaficionado. Sus tareas inclu-yen la fabricación de contadores de radioisótopos que detectan y ma-pean tumores; el diseño de prótesis que trasducen señales para que un ciego o un sordo pueda utilizar otros canales de información que no ten-ga dañados; el diseño de fármacos que se distribuyan en el organismo de tal o cual manera, etc.

Un pequeño número de biofísi-cos trabaja en problemas biológicos planteados por la vida en situaciones extremas (el espacio, La Antártida) problemas agrícolas, problemas sa-nitarios planteados por la contami-nación del aire, el suelo y las aguas con productos radiactivos, químicos, etcétera.

Qué problemas tienen los biofísicos

Los biofísicos tienen problemas co-munes a todos los científicos (sus posibilidades de trabajo, su enajena-do papel social, etc.) y problemas específicos. Por la naturaleza de este artículo vamos a ocuparnos aquí solo de los segundos.

Problemas Universitarios

1) El biofísico está en una Tie-rra de Nadie entre varias Ciencias (Física, Biología General, Fisiolo-gía, Bioquímica, Matemáticas, etc.). Su progreso depende de la colabora-ción de todas ellas. Por el contrario, todas lo consideran (y tratan como) un intruso. En universidades con feudos-cátedras que enseñan asigna-turas clásicas la única tarea multi-disciplinaria es sacarse a los biofísi-cos de encima.

2) El estudiante de biofísica ne-cesita tomar cursos en varias faculta-des. En universidades que no tienen un campus eso es un vía crucis.

3) Aun en el caso en que se co-ordine un plan, ninguna facultad le confiere título alguno que lo habi-lite para nada. Ni siquiera para pre-sentarse a concursos donde enseñe lo que la Universidad le enseñó.

4) El título profesional, aun cuando llegara a ser conferido, no sirve para ejercer profesiones libe-rales. Dada la actual estructura eco-nómica social de nuestro país, las carreras que no desembocan en una profesión liberal prosperan difícil-mente.

Problemas a nivel extraimiversitario

1) El CNICT no tiene comisio-nes de biofísica. Todo subsidio, be-ca, calificación de miembros de ca-rrera, etc., es hecho en distintas co-misiones (Medicina, Química, Bio-logía, etc.) Esto, en el mejor de los casos, podría llegar a resolver el pro-blema individual. Nunca el desarro-llo planificado de la biofísica.

2) En nuestro país el biofísico no sólo no está al servicio de la so-ciedad sino que no tiene forma de conectarse. Desconoce la política científica que debe apoyar y no par-ticipa en su elaboración.

3) La industria nacional no ab-sorbe al biofísico. Como la solución de la mayoría de los problemas que tiene generalmente no depende tan-to de la aparición de un aparato o un producto que no se conozca ya en algún otro país, no utiliza cien-tíficos. La mayor parte de la pro-ducción en la que el biofísico podría participar, ya viene diseñada del ex-tranjero, incluida su adaptación al mercado local.

En resumen: la Biofísica depen-de en forma crucial del cambio de

la estructura universitaria y nacio-nal. Además lo favorece, porque re-quiere que los científicos de distin-tas ramas colaboren entre sí y recu-peren la cultura científica que han ido perdiendo por la forma ultraes-pecializada en que se trabaja actual-mente en las ramas clásicas. O

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Novedades de ciencia y tecnología

i Criminalidad y cromosomas

Siempre lia tenido adeptos la idea de que un criminal nace así estructu-rado y que no son las circunstancias las que lo forman, quizás porque está de acuerdo con el concepto cris-tiano del pecado original.. . Esta teoría pareció confirmarse cuando en 1965 se descubrió que un alto por-centaje de los "agresores de la so-ciedad" de dos hospitales especiales escoceses tenían cromosomas en ex-ceso. Gracias a la complicidad de los

.« científicos y de la prensa, el público j- se habría fabricado una imagen de

hombres grandes, particularmente , agresivos, con características físicas

anormales y con desviaciones del comportamiento en general, desde su nacimiento. El cromosoma Y ex-tra, presente en todas sus células, parecía sugerir una potencia mascu-lina inusual, aunque la evidencia mostraba que las infracciones come-tidas por éstos eran generalmente in-cendios o robos contra la propiedad y no contra la gente. Los peores pre-juicios y temores de los más fanáti-cos defensores de la teoría se con-firmaban y ya se hablaba de agre-gar a las impresiones digitales y a los datos sobre el grupo sanguíneo,

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el análisis de los cromosomas de los infractores de la ley.

Luego de varios años de arduo trabajo, puede verse con claridad el valor real de esta teoría. Un estudio recientemente publicado por el Ins-tituto de Criminología de la Univer-sidad de Cambridge sintetiza los he-chos y el abogado Dr. J. E. Hall Wi-lliams, profesor en criminología de la Escuela de Economía de Londres, aclara los múltiples malentendidos.

El Dr. Hall Williams explica que según los científicos partidarios de la teoría, no hay duda sobre la rela-ción directa entre el doble cromo-soma Y, la delincuencia y el compor-tamiento antisocial. Este último se vería aumentado al disminuir el ni-vel de inteligencia. El paciente ge-néticamente sensible a la criminali-dad no respondería al castigo; el ex-tra cromosoma Y daría por resultado una personalidad severamente des-ordenada y ese desorden produciría en estos hombres un conflicto con la ley.

Los abogados, cuando les resultó conveniente, usaron este tipo de afirmaciones para probar que sus clientes, poseedores de ciertas anor-malidades genéticas, estaban predes-tinados a la delincuencia. Una de-fensa basada en esta línea fue usada en una apelación del caso Raymond S. Tanner ante la corte Superior de los Estados Unidos. Raymond S, Tanner fue acusado de asalto con in-tento de homicidio y previamente

había ya sido juzgado por violación de una mujer. El juez dictaminó que no existían suficientes evidencias para probar la relación entre el sín-drome XYY y el comportamiento humano. Casos similares en Austra-lia, Francia, Alemania Oeste y en Estados Unidos, recibieron una sen-tencia parecida.

El Dr. Hall Williams opina que un extra cromosoma podría ser usa-do como una evidencia adicional para la comprobación de insania o de dis-minución de responsabilidad, pero el extra cromosoma en sí no estable-ce ineludiblemente una disminución de responsabilidad o una enferme-dad mental. En otras palabras, la ley continuará juzgando a los hombres en base a sus acciones y no a su cons-titución genética.

Esto parecería correcto, puesto que en el Reino Unido solamente, deben existir por lo menos 20.000 adultos XYY que viven normalmen-te y no hacen daño a nadie. Algunas personas sin embargo, parecen lle-var una carga genética que les impi-de manejar la frustración y las crisis emocionales. La falta de inteligencia sola puede causar un comportamien-to psicopático en un individuo con anormalidades en sus cromosomas.

El descubrimiento de que el mon-golismo proviene de un pequeño cro-mosoma extra ha motivado la bús-queda de este tipo de coincidencias. Luego de diez años de investigación en cromosomas, pareciera que los

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síndromes más importantes ya han sido descubiertos, aunque se conti-nuará realizando investigaciones ex-haustivas en esta importante área.

2 Taxis sin chofer

En Montpellier, al sor de Francia, se ha inaugurado un autoservicio de taxis. Si la experiencia resulta exi-tosa se inaugurarán servicios simi-lares en todas las ciudades importan-tes de Europa.

El proyecto está basado en el Tipmetre, aparato inventado por Fe-lipe Leblond de Beziers. Este medi-dor está situado bajo el tablero del automóvil y sirve para grabar auto-máticamente las características de la persona que lo usa y el número de kilómetros recorridos por la misma.

La experiencia se extiende actual-mente solo a los límites de la ciudad de Montpellier y la organización, debido a las reglamentaciones vigen-tes para taxis, es similar a la de un club.

Cada miembro paga el equiva-lente de 60.000 pesos viejos y re-cibe una llave con un número gra-bado; las fichas de aproximadamen-te 1.500 pesos viejos, válidas para 18 kilómetros de recorrido, se pue-den comprar en el mismo club o en los kioscos.

Para hacer arrancar el coche el usuario debe poner la llave en el Tipmetre, que registra el número correspondiente en una película sen-sible. Luego coloca la ficha y el Tipmetre graba también ese núme-ro; da vuelta la llave y el automóvil arranca del modo habitual.

Las autoridades locales han cedi-do 19 playas de estacionamiento es-peciales para los "Procotip", nom-bre con el que se designa este tipo de taxi. Un cliente puede conducir el automóvil cuando quiere y de-jarlo en la playa de estacionamiento más cercana al lugar de destino.

La nafta es proporcionada por la compañía; el cliente puede llenar el tanque en el garage del club o sino éste es cargado gracias a un mini-tanque de auxilio que recorre regu-larmente las playas de estaciona-miento. Una luz de alarma aparece

en la parte exterior del automóvil cuando el tanque tiene poca nafta.

Inicialmente el proyecto consta de 35 automóviles y 250 socios. Los automóviles utilizados son Simca 1000 y están pintados con colores característicos, azul y blanco, los colores de la ciudad de Montpellier, para ser fácilmente distinguibles por los clientes y por el minitanque de auxilio.

Si un cliente termina un viaje sin utilizar los 18 kilómetros puede completarlos en un próximo reco-rrido en otro vehículo. En caso de aplicarse el sistema a otras ciudades se usará una ficha diferente para cada localidad.

3 Diseño de anteojos por computadora

El diccionario Webster define "ani-seikonia" como un estado en el cual la imagen del objeto formado en un ojo difiere en tamaño o forma de la realizada por el otro ojo. Es una anomalía de la visión binocular en la cual las imágenes oculares difie-ren en tamaño o en forma, o en am-bas simultáneamente.

En una empresa de lentes oftálmi-cos de Southbridge, Massachussets, una pequeña computadora está resol-viendo complejos cálculos para que la prescripción de las recetas de ani-seilconia pueda ser convertida en instrucciones para procesos de fabri-cación de anteojos.

Cuando un oftalmólogo receta len-tes dióptricos con correcciones astig-máticas, se usa un lente aniseikoni-co. Estas correcciones son requeridas por los pacientes que sufren de ani-seikonia, los que en numerosos casos no pueden realizar su estudio o tra-bajo sin tales lentes especiales co-rrectivos. Las complejas recetas para los que padecen de aniseikonia se complican más debido a la variedad de soluciones que pueden emplearse para corregir esta anomalía. La com-putadora permite un mayor grado de precisión en el diseño de las len-tes que el que se obtiene habitual-mente con calculadoras más simples.

4 Alimentos hechos con diarios viejos En Inglaterra algunos estancieros han introducido los diarios viejos como alimentos para bovinos. El pa-pel tiene un alto porcentaje de celu-losa, materia que el ser humano no digiere pero que es fácilmente trans-formable y asimilable por los herbí-voros. Los periódicos se dejan ma-cerar en agua hasta que se transfor-man en un material que flota, ma-nuable, semiseco y graniliforme. No es necesaria la 'eliminación de la tinta para que el producto sea co-mestible.

Esta sustancia celulósica se mez-cla, para que sea más nutritiva y sa-brosa, con melaza obtenida de la remolacha, en la proporción de 8 a 2. Este alimento es útil para bo-vinos y ovinos. La experiencia rea-lizada con vacas lecheras durante dos meses permitieron comprobar que su ingestión no disminuye la producción de leche.

5 Los sorprendentes parecidos entre los hongos y los hígados Entre las muchas funciones del hí-gado de los vertebrados se destaca la de neutralizar sustancias tóxicas mediante la adición de otras; estos compuestos conjugados o bien pier-den su efecto nocivo sobre el orga-nismo o son excretadas con más fa-cilidad. Este mecanismo bioquímico se denomina detoxificación.

D. M. Dhar y A. W. Khan aca-ban de proponer un mecanismo si-milar para explicar el origen de los antibióticos sintetizados por diver-sas especies microbianas (Nature 233: 182 [1971] ) . Los antibióticos tienen la característica estructural de estar formados por dos partes quí-micamente diferentes. Por ejemplo, un heterociclo está unido a un pép-tido, o a una secuencia de hidratos de carbono (los nucleósidos); un

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macrociclo puede estar unido a hi-dratos de carbono (los macrolidos) o a un sistema aromático (las rifa-micinas). En las penicilinas, un áci-do carboxílico se encuentra unido a un péptido.

Según Dhar y Khan, estos anti-bióticos se originan por la detoxifi-cación de una de las dos estructuras mediante la adición de la otra. Se-gún esta hipótesis, los antibióticos son metabolitos secundarios forma-dos por reacciones bioquímicas des-tinadas a despojar a una molécula "iniciadora" de sus propiedades tó-xicas.

Uno de los corolarios de Dhar y Khan es que el iniciador tóxico debe ser el inductor de las enzimas res-ponsables de la síntesis del antibió-tico. Sin embargo, en el caso de la penicilina, esto no es así. El ácido feniíacético es detoxificado por el agregado de un residuo del ácido 6-aminopenicilánico, pero la aciltrans-ferasa no es inducible por el ácido feniíacético.

6 Más desconcierto entre los bioquímicos del ADN

Los ADN-polimerasólogos sufren. Todo se complica, no se puede creer en nadie. Cuando DeLucia y Cairns liquidaron las aspiraciones de la ADN polimerasa de Kornberg, co-menzó la industriosa búsqueda de la verdadera enzima de replicación. En el fondo, muchos se deben haber ale-grado porque veían en esta carrerita un atajo a la fama: con la replicasa en la bolsa (o mejor, en el curricu-lum vitae) el sustento estaría asegu-rado por unos cuantos años. No vale la pena recapitular esta ingente labor de tantos bioquímicos industriosos, entre otras cosas porque resultó (hasta ahora) trabajo perdido. Re-cientemente, Rudolf Werner, un discípulo de Hershey y Cairns, ac-tualmente en la Universidad de Mia-mi, sacudió los cimientos mismos de la bioquímica de la replicación. Su primer andanada destruyó los frag-mentos de Okazaki (Nature 230: 570 [1971]). Este ex-colaborador de Kornberg había demostrado que cortos pulsos de timidina tritiada

son incorporados casi con exclusivi-dad a cadenas polinucleotídicas cor-tas, que en una segunda etapa son unidas —ligasa mediante— para for-mar cadenas pesadas de ADN. Estas observaciones, realizadas en varias especies de bacterias y fagos, dieron pie a la convicción universal de que la síntesis de ADN es discontinua y que por eso es posible copiar si-multáneamente dos cadenas antipa-ralelas de ADN mediante una enzi-ma que sólo replica en sentido 5' a 3'. Sin embargo dos paradojas en-turbiaron el cielo de Okasaki: sus fragmentos eran complementarios a sólo una de las cadenas del ADN en B. subtilis, y su número abso-luto era muy pequeño para explicar la tasa de biosín tesis de ADN en si-tuaciones donde la velocidad del punto de replicación se puede calcu-lar con relativa exactitud.

Todos los trabajos destinados a detectar y jugar con los fragmentos de Okasaki se realizan con timidi-na, que se incorpora con gran rapi-dez al ADN. Aun en células inca-paces de sintetizar timina, la timidi-na parece ser el precursor preferido para la síntesis de los segmentos de Okasaki.

Lo que hizo Werner fue estudiar la aparición de los segmentos de Okasaki en células de E. coli inca-paces de sintetizar timina, suplemen-tadas con timina y expuestas a pul-sos breves de timina tritiada. Los re-sultados fueron completamente dis-tintos a los obtenidos utilizando ti-midina, sugiriendo que la creación de los fragmentos de Okasaki es un evento que sigue, y no precede, la replicación y la síntesis del ADN. Werner concluye que la síntesis re-plica tiva del ADN utiliza diferentes precursores que la síntesis de repa-ración; la timidina sería utilizada en esta última, mientras que la replica-ción apelaría a precursores distintos.

En un trabajo posterior, Werner relata su búsqueda del precursor de replicación (Nature New Biology 233: 99 [1971]) mediante métodos cinéticos: su objetivo era determi-nar la composición y el tamaño de los diversos reservorios de nucleósi-dos trifosfatos. Las conclusiones a las que llega son novedosas, ya que según sus datos el reservorio de precursores de la replicación es mu-cho más pequeño que el de nucleó-tidos trifosfatos. La naturaleza de la molécula precursora, sin embargo, no aparece clara. Dado que los úni-cos nucleótidos de E. coli que pue-

den ser "chased" al ADN son los mono, di y trifosfatos, es posible que el precursor real se destruya duran-te los procedimientos de extracción o que el desoxirribonucleótido mo-nofosfato esté unido a una molécula lo suficientemente grande como para que no se pueda extraer de la célula con los métodos convencionales (es decir, que no sea TCA soluble).

Por último, el trabajo de Werner permite entender ciertos resultados de John Cairns y Dave Denhardt que indicaban que mientras la sínte-sis de ADN es inhibida por cianuro o monóxido de carbono, estas sus-tancias no deplecionan el reservorio intracelular de desoxirribonucleóti-dos trifosfatos.

Claro está, los bioquímicos h la page ya están postulando en corri-llos informales que el precursor tie-ne un lípido como carrier. Otros bio-químicos, más a la page todavía, di-cen que Werner tiene una imagina-ción calenturienta. Los próximos me-ses dirán quién tiene razón.

7 La periodicidad de las aguas Según cálculos de científicos sovié-ticos los océanos del mundo cam-bian totalmente sus aguas cada tres mil años. Hidrólogos de Moscú y Leningrado realizaron investigacio-nes sobre el balance acuático mun-dial y llegaron a la conclusión de que el ciclo de aguas en la naturale-za se realiza con mayor rapidez de lo que se suponía.

La evaporación anual en la super-ficie terrestre, por ejemplo, alcanza una cifra colosal: más de medio mi-llón de kilómetros cúbicos de agua, con la particularidad de que el va-por de agua en la atmósfera de nues-tro planeta se renueva por término medio una vez cada diez días. Los ríos cambian el agua cada veinte días y los lagos cada diez años. Las "huchas de humedad" más durade-ras son los glaciares, cuyo ciclo de aguas transcurre en ocho milenios y medio. Estos cálculos, según opinan los científicos, permitirán precisar los recursos del planeta en agua dulce. O

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La Ingeniería Genética en células humanas es un hecho Daniel Goldstein

En la edición del 8 de octubre de la revista científica inglesa Nature fue publicado uno de los trabajos más trascendentales de la tecnología contemporánea: un grupo de inves-tigadores ele los Institutos Nacio-nales de la Salud de los Estados Unidos (N. I .H. ) pudo corregir un defecto genético de células huma-nas (galactosémicas) introduciéndo-les un gen específico de una bacte-ria intestinal (la Eschcrichia coli). Para lograrlo infectaron un cultivo ele células somáticas de un paciente galactosémico con el bacteriófago lamhcla, un virus de la E. coli, por-tador del gen bacteriano necesario para compensar el defecto de la ga-lactosemia. Este sensacional experi-mento demuestra la posibilidad de efectuar ingeniería genética en célu-las humanas, la posibilidad de ma-nipular la información genética de nuestras células para corregir erro-res metabólicos que por lo general son letales o altamente invalidantes.

La senda metabólica Leloir

Para comprender qué es la enfer-medad denominada galactosemia es necesario examinar el metabolismo celular del azúcar galactosa. El prin-cipal hidrato de carbono de todas las leches es el disacárido lactosa, compuesto por glucosa y galactosa. El lactante posee enzimas que rom-pen la lactosa en sus azúcares com-ponentes, pero mientras que la glu-cosa es utilizada directamente por

las células como fuente de carbono y energía metabólica, la mayor parte de la galactosa es convertida a su vez en glucosa. A lo largo de la evolución, se seleccionaron los ma-míferos con un sistema de conver-sión muy eficiente, ya que la galac-tosa en grandes cantidades resulta tóxica y letal para estos organismos.

Las s u c e s i v a s transformaciones que sufre la galactosa hasta conver-tirse en glucosa reciben el nombre de senda metabólica de la galactosa. Fue precisamente el investigador ar-gentino Luis F. Leloir (Premio No-bel de Química 1970) quien diluci-dó esta senda metabólica, que com-prende tres pasos sucesivos cataliza-dos por tres enzimas específicas: la galactosa-quinasa, la galactosa-trans-ferasa y la UDP-galactosa-epimera-sa. La molécula resultante es el nu-cleótido-azúcar UDP-glucosa, que puede ceder la glucosa a las rutas metabólicas productoras de energía, o convertirse en una molécula pre-cursora de la sustancia amorfa in-tercelular del tejido conectivo y del cartílago, o ser utilizada por la en-zima glucógeno-sintetasa, t a m b i é n descubierta por el doctor Leloir, para sintetizar el polisacárido de re-serva glucógeno.

La galactosemia

La inoperancia de la segunda enzi-ma de la ruta metabólica Leloir, la galactosa-transferasa, al bloquear la conversión de la galactosa en UDP-

glucosa determina una grave enfer-medad d e n o m i n a d a galactosemia, que es hereditaria y congénita. Los resultados de la acumulación de ga-lactosa son desastrosos: el hígado se agranda desmesuradamente y se des-truye su arquitectura funcional; se desarrolla un severo retardo mental y el depósito de galactosa en el cris-talino determina la aparición de ca-taratas. Los desequilibrios nutricio-nales son también graves, ya que el lactante no tolera la leche (tiene vó-mitos y diarreas que lo deshidratan) y mientras que la concentración san-guínea de galactosa es muy alta, la de glucosa es muy baja; la gran cantidad de galactosa que se excreta por el riñon impide la reabsorción normal de aminoácidos, que se pier-den por la orina. La enfermedad se diagnostica precozmente cuando la lesión genética determina una enzi-ma transferasa completamente inac-tiva, o a las semanas o meses del nacimiento cuando la enzima defec-tuosa es parcialmente activa. La de-tección precoz del defecto es de im-portancia capital, porque la elimina-ción de la galactosa de la dieta del lactante galactosémico, si se hace in-mediatamente después del nacimien-to, evita el desastre posterior. Una dieta sin galactosa en un niño ma-yor consigue eliminar algunas de las manifestaciones de la enfermedad —la infiltración hepática y las cata-ratas— pero no el déficit neuroló-gico y psíquico.

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GALACTOSA + ATP -> GALACTOSA-1-P + ADP

galactoquinasa

GALACTOSA-1 -P + UDP-GLUCOSA ?=± UDP-GALACTOSA + GLUCOSA-1-P

galactosa-l-P uridil transferasa

UDP-GALACTOSA UDP-GLUCOSA

UDP-galactosa-4-epimerasa

Actividad enzimática en glóbulos rojos de individuos normales y galactosémicos

sujetos galactoquinasa transferasa epimerasa

normales + + + galactosémicos + O +

EL problema genético

Por el hecho que toda la informa-ción genética de sus células somáti-cas viene en dos copias, una prove-niente de la madre y la otra del pa-dre, el ser humano es un organismo dipíoide. Cada gen que controla cada enzima del metabolismo viene en dos copias, que pueden ser idén-ticas (el individuo es homozigota con respecto a ese gen) o diferentes (el individuo es heterozigota). Sólo las células germinales —los óvulos y los espermatozoides— tienen una sola copia de cada gen: las células germinales son haploides (del grie-go haploos: simple). Esta informa-ción genética duplicada en nuestras célalas somáticas tiene un gran efec-to amortiguador, ya que basta que una sola copia de un gen codifique una enzima normal para que nues-tras células funcionen normalmente. En el caso de los lactantes galacto-sémicos, donde la enzima galactosa-transferasa es inactiva, lo que suce-de es que ambas copias del gen que codifica la enzima son anormales y resultan en la producción de mo-léculas de transferasa completamen-te inútiles. Sus padres, en cambio, son heterozigotas con respecto al gen de la transferasa —tienen una copia buena y otra mala— pero la versión correcta del gen les asegura una cantidad de enzima normal su-ficiente como para haberles permi-tido una lactancia normal. De ahí la importancia de implantar sistemas de detección rutinaria de heterozi-gotas para estas enfermedades meta-

bólicas (un heterozigota tiene la mitad del contenido normal de en-zima activa en sus células) ya que una cuarta parte de los hijos de dos heterozigotas pueden heredar los dos genes defectuosos y tener la enfer-medad.

Los virus transductores

Las bacterias son organismos unice-lulares haploides. Sin embargo, pa-san por estados diploides durante los cuales pueden recombinar sus genes y diversificar su contenido in-formacional. Para lograr estos esta-dos diploides, las bacterias utilizan tres tipos básicos de mecanismos: la conjugación, durante la cual una bacteria le pasa a otra un segmento de cromosoma, la transformación, por la cual las células pueden cap-t a r el ác ido desoxirribonucleico (ADN) libre presente en el medio de cultivo y la transducción, donde un virus bacteriano (un bacteriófago o fago) actúa como vector, llevando genes bacterianos de una célula a otra.

El fago lambda de Escherichia coli es un virus transductor muy es-pecífico: sólo lleva de una célula a otra ciertos genes. Al penetrar en la célula bacteriana, el ADN de lambda se inserta muy cerca del seg-mento del cromosoma de E. coli que contiene a los genes que codi-fican la síntesis de las tres enzimas necesarias para convertir la galacto-sa en UDP-glucosa. La desinserción del ADN viral no es perfecta: cuan-do ocurre, algunos genes de lambda

quedan en el ADN de la bacteria, y a su vez el ADN viral se lleva algu-nos genes celulares. Como en su es-tado integrado lambda es vecino de los genes de la senda Leloir, al des-insertarse defectuosamente muchas veces se los lleva consigo. Si fagos portadores de genes bacterianos nor-males infectan células que no pue-den crecer en un medio que tiene galactosa como única fuente de car-bono y energía, se comprueba que las bacterias adquieren la posibili-dad de crecer y reproducirse usando galactosa: las células infectadas se corrigen ellas y pasan esa corrección a su progenie.

El experimento

C. R. Merril, M. R. Geier y J. C. Petricciani, del N.I.H., hicieron un simple experimento de transducción, sólo que en lugar de utilizar bacte-rias incapaces de crecer y reprodu-cirse en un medio con glucosa, uti-lizaron células de pacientes galacto-sémicos.

Fue un experimento riesgoso. En teoría tenía que funcionar, dado que el código genético es universal (el diccionario que traduce el lenguaje de los ácidos nucleicos al lenguaje de las proteínas es el mismo para todas las especies), pero las células de las distintas especies tienen en-zimas que destruyen los ADNs fo-ráneos, y esto podía ocurrir al in-fectar una célula humana con un virus bacteriano.

Lo cierto es que tomaron células galactosémicas, deficientes en la en-zima galactosa-transferasa y en un medio con galactosa, y las infectaron con lambda T + , que habían sido crecidos en una E. coli con todos los genes de la senda Leloir funcio-nan te s . C o m o control, utilizaron lambda T~, crecidos en bacterias incapaces de utilizar la galactosa por tener un gen de transferasa alterado (es decir, bacterias galactosémicas).

El resultado fue espectacular. Ya sea infectando con el virus comple-to o tan solo con su ADN, aquellos cultivos de células humanas que re-cibieron el lambda T + a los 15 mi-nutos ya tenían una gran cantidad de galactosa- transferasa en el cito-plasma y no sólo sobrevivieron en el medio con galactosa sino que du-rante 41 días se pudieron reprodu-cir normalmente sin perder la capa-cidad de síntesis de la enzima trans-ferasa activa, aportada por el ADN del fago. Por el contrario, los culti-

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vos infectados con lamhda T~ se comportaron como células galacto-sémicas típicas: la actividad de ga-lactosa-transferasa no apareció en ningún momento y a las 72 horas los procesos degenerativos celulares eran los habituales.

¡Los genes bacterianos resultaron ser mucho más parecidos a los ge-nes humanos que lo que se suponía!

El futuro

El trabajo de Merril, Geier y Pe-tricciani abre las puertas a medidas terapéuticas que basta ahora perte-necían a la ciencia ficción: controlar a voluntad la información genética de los organismos superiores.

La ingeniería médica vegetó du-rante muchos años en la etapa de

las^ prótesis ortopédicas. Con la apa-rición de la cibernética, la prótesis mecánica burda fue sustituida por otras que incorporaron dispositivos electrónicos que les confirieron ma-yor flexibilidad operativa. Indepen-dientemente, los médicos efectuaban otro tipo de ingeniería biológica mediante las terapéuticas hormona-les de reemplazo: por ejemplo, la aplicación de insulina a los diabéti-cos. Pero en este terreno la cura se limitó siempre a los individuos ais-lados: el tratamiento con insulina cura al diabético pero no altera su condición de potencial padre de un diabético. Sus hijos, si reciben los genes alterados que condicionan la diabetes, serán diabéticos aunque el padre esté controlado por la insu-lina. Con el experimento de trans-

ducción genética de células huma-nas están dadas las condiciones para curar no sólo al individuo, sino también a sus descendientes.

Las aplicaciones prácticas del ex-perimento del equipo del N.I.H. no son inmediatas, porque para corre-gir el defecto genético de un galac-tosémico, por ejemplo, habría que transducir el huevo o el embrión en un estadio muy temprano.

Como todo desarrollo científico y tecnológico, las potencialidades be-neficiosas para la humanidad son deslumbrantes, pero también lo son las negativas. La responsabilidad de los científicos en canalizar y con-trolar el uso de sus descubrimien-tos se convierte así en un elemento de primordial importancia para evi-tar desastres. O

Problemas de Go El esfuerzo realizado por Hilario

Fernández Long para difundir el juego del go en nuestro medio ha tenido enorme repercusión. Su tra-bajo publicado en CIENCIA NUE-VA,1 las clases que dictara en el Centro Argentino de Ingenieros, la difusión generalizada a través de co-mentarios de diarios y revistas de interés general, han aportado al jue-go oriental, un considerable número de adeptos.

CIENCIA NUEVA publicó asi-mismo un análisis de las posibilida-des estratégicas del Go,2 algunos da-tos b i b l i o g r á f i c o s e información sobre la integración de un Club de Go.4 Los trabajos que hoy presen-tamos inician una serie de proble-mas específicos del juego —seleccio-nados por Fernández Long— que publicaremos en números sucesivos.

Problema 1

Juegan las blancas y las negras mueren. La primera jugada es el punto clave. Debe encontrarse el punto preciso con el cual las negras puedan hacer otro ojo.

El diagrama de referencia mues-tra que la osae de 1 —que los prin-cipiantes son capaces de jugar sin pensar— lleva a la derrota.

Solución al Problema 1

la tal par

Ib-sisten blanca morir.

- La blanca 1 es el punto vi-a matar a las negras. - A u n cuando las negras re-con el nobi de 2 contra la

1, están predestinadas a

Problema 2

El problema consiste en averiguar cómo pueden hacer las negras para vivir.

1 Hilario Fernández Long, El juego del GO, CN N? 9, pg. 58.

2 Alain Jaubert, El go, ¿secreto de la estrategia revolucionaria?, CN N" 11, pg. 55.

3 Correo del lector, Go for ever, CN N? 11, pg. 64.

* GO Club, CN N- 12, pg. 58.

Solución al Problema 2

La conección de negra 1, sin sal-var las cuatro fichas negras, es la jugada correcta, contra la cual la blanca 2 es inevitable. Las negras pueden vivir por medio de "ishi-noshita".

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Los Flexágonos Juegos Matemáticos Manuel Risueño

Nos ocuparemos hoy de un pasa-tiempo matemático de muy simple preparación y que puede ser para quien se dedique pacientemente a su estudio, fuente de muchas horas de distracción; si el problema se ataca con toda seriedad matemática, puede aún llevar a complejos estu-dios teóricos. El autor debe confesar que otros aspectos de las matemáti-cas recreativas han captado preferen-temente su atención, por lo cual en este artículo deberá seguir muy de cerca lo que han escrito al respecto Martin Gardner 1 y Joseph S. Ma-dachy

Martin Gardner fue quien, en di-ciembre de 1956, puso de moda los flexágonos, al mencionarlos en su sección Mathematkal Games en la revista Scientiftc American corres-pondiente a ese mes; pero, como lo narra el propio Gardner, la inven-ción de los flexágonos se había producido 17 años antes y se debió a la circunstancia fortuita de tener los cuadernos de apuntes ingleses menor altura que los norteamerica-nos. En 1939, un estudiante inglés, Arthur H. Stone, que seguía cursos de post-graduado en la Universidad de Princeton, había cortado una pul-gada de su nuevo papel de apun-tes, norteamericano, a fin de que cupiera en las tapas inglesas que tenía. Distraídamente empezó a do-blar los sobrantes de papel, y así nació el primer flexágono.

Los flexágonos son polígonos de papel que se obtienen doblando ti-ras rectas o quebradas de papel y que tienen la fascinante propiedad de ir cambiando sus caras visibles al ser doblados o "flexionados". El más simple y primero en ser descu-bierto, se obtiene partiendo de una tira dividida en 10 triángulos, en la forma indicada en la figura 1. Con-viene doblar bien el papel, hacia adelante y hacia atrás, por las líneas punteadas, para mayor facilidad en formar el flexágono y en flexionarlo

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después. La tira debe doblarse en primer lugar por la línea ab hacia atrás y luego darse vuelta, en la forma indicada en la fig. 2. Se vuel-ve a doblar nuevamente hacia atrás a lo largo de la línea cd y la parte doblada se pasa luego delante del primer triángulo (figura 3). Basta-rá luego doblar hacia atrás el último triángulo y pegarlo a la parte de atrás del primero, para dejar forma-do el flexágono. Flexionándolo en la forma indicada en las figuras 4 y 5, una de las caras originales del hexágono desaparece y se presenta una cara enteramente nueva. Si se colorean en colores distintos las dos caras visibles del flexágono recién formado, una de estas desaparece y aparece una cara enteramente en blanco. Como se comenzó con 10 triángulos de dos caras cada uno, o sea 20 caras en total, y 2 desapa-recen al pegar el último triángulo al primero, quedan 18 caras trian-gulares, que forman exactamente las tres caras del flexágono, que tiene seis triángulos por cara. Por este motivo, se le denomina "trihexafle-xágono".

Stone continuó pensando sobre la figura que había creado y a la ma-ñana siguiente pudo comprobar en la práctica que podían crearse fle-xágonos más complicados, tal como lo había imaginado teóricamente. El segundo modelo fue un "hexahexa-flexágono", con seis caras en vez de tres. Se forma con una tira de 19 triángulos (en la figura 6 se la muestra por ambos lados y con nú-meros que indican las caras a las que en definitiva pertenecerán los triángulos), que se dobla en espiral en la forma indicada en la figura 7, obteniéndose una tira doble igual a la de la figura 1, que se dobla ahora en la misma forma indicada en las figuras 2 y 3 para formar el hexahexaflexágono. Si se comienza a flexionar esta figura, las caras 1, 2 y 3 aparecerán con mucha faci-

lidad, pero las caras 4, 5 y 6 son algo más difíciles de poner de ma-nifiesto.

A esta altura de los acontecimien-tos, Stone estaba tan interesado que mostró sus modelos a algunos com-pañeros de estudios y pronto se veían flexágonos por doquier. Se formó un "Comité de Flexágonos", del que formaron parte, además de Stone, Bryant Tuckerman, Richard P. Feynman y John W. Tukey. De estos, Feynman era un estudiante de física y después se dedicó a su especialidad, pero los restantes miembros todos alcanzaron fama en diversos estudios matemáticos.

Tuckerman fue el primero en des-cubrir que la manera más simple de poner de manifiesto todas las caras de cualquier flexágono (pues pron-to también se descubrieron muchos otros), era continuar flexionando siempre a partir de un mismo vér-tice hasta que resultare imposible abrirlo, y en ese momento pasar a un vértice adyacente. Este procedi-miento fue pronto bautizado como "travesía de Tuckerman". Aplicado al hexahexaflexágono, hará que las caras 1, 2 y 3 se pongan de mani-fiesto tres veces más frecuentemen-te que las 4, 5 y 6.

El comité descubrió pronto la po-sibilidad de hacer flexágonos con otro número de caras, si bien, mien-tras se partiera de una tira recta de triángulos, el número debe ser siem-pre múltiplo de tres. Partiendo de tiras quebradas o en ztg-zag, pue-den obtenerse tetrahexaflexágonos y pentahexaflexágonos, así como otros tipos de hexahexaflexágonos.

Ya en 1940 Tukey y Feynman elaboraron una teoría matemática completa, la que determina el nú-mero exacto de hexaflexágonos de cada tipo, su clasificación en tipos y especies, y la forma de construir un hexaflexágono de cualquier espe-cie o tipo que se desee. Estos resul-tados nunca fueron publicados en su

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totalidad, pero muchos han sido re-descubiertos y publicados por otros autores.

Más adelante nos referiremos a algunos de estos resultados, pero primeramente vale la pena resumir-los, indicando tocios los tipos de hexaflexágonos ele un número rela-tivamente pequeño de caras. Ya se-ñalamos que hay un solo trihexafle-xágono, un solo tetrahexaflexágono, y un solo penüihexaílexágono; hay tres hexahexa (en adelante supri-miremos con frecuencia la parte fi-nal del nombre, para abreviar), cuatro heptahexas, doce octohexas, 27 eneahexas y 82 clecahexas. El número de variedades para cada tipo puede variar según que se cuenten como distintas o no las figuras enan-tiomórficas que se pueden obtener.

En las figuras 8 a 11 indicamos las tiras de las que debe partirse para obtener el tetrahexa, el penta-hexa y los dos hexahexas cuya cons-titución aún no se ha indicado.

Hasta aquí lo que publicó Gardner en el año 1956. Joseph S. Madachy publicó primero en su revista "Jour-nal of Recreational Mathematics" y luego en su libro, citado ya en la nota (2) , un resultado redescubier-to durante los siguientes diez años.

Se trata de un método, —que parece confuso si uno se limita a leer la descripción, pero que resulta muy simple si se van siguiendo paso a paso las instrucciones a medida que se las lee—, para construir un hexaflexágono de cualquier tipo y especie que se desee.

Para explicar este método, es ne-cesario indicar primeramente el grá-fico que corresponde a cada hexa-flexágono. En la figura 12 damos los correspondientes al trihexaflexágo-no y al primer hexahexaflexágono descubierto. Estos gráficos constan de tantos puntos como caras tiene el hexaflexágono (que únicamente por razones de comodidad y esté-tica se disponen formando los vér-tices de un polígono regular) y de rectas que los unen únicamente en el caso en que es posible pasar de la cara simbolizada por un punto a la cara simbolizada por el otro pun-

yX Tí A TV \ / \ ' \ / \ , V ' \ / * / ' \ t V / \ / * ' \ t \ t K I \ v ¡t u ÍÍ se :

Figura 1

c , - - d

b Figura 2

Figura 3

Figura 4

Figura 5

A 2 , \ 1 A 3 / \ 2 I / \ 3 / \ 2 / A l / \ 3 / / 1 \ / O \ ' i \ / 1 \ / 3 m ' " \ / ' \ ' 3 \ > 2 w / 1 \ / 3 v 2 y v v y — * — * —

~ 7 \ T 7 \ 5 / \ B A , a 6 / \ « V V / X 1

/ « ^̂ / 5 \ / B \ / * \ / 5 \ / 6 y 4 y 5 y « y Jjí ¡¿ ,-jé. Figura 6

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to. Por ejemplo, en el primer hexa-hexa descubierto, es posible pasar de la cara 1 a las caras 2, 3 y 5, pero no a la cara 4, y análogamente para las demás; puede apreciarse que las caras 4, 5 y 6 se presentan con menos frecuencia y son más di-fíciles de encontrar, por cuanto sólo puede llegarse a ellas partiendo de otras dos caras, mientras que a las caras 1, 2 y 3 se llega a partir de otras cuatro.

Sobre la base de estos diagramas, Stone estableció en primer lugar que todo diagrama de un flexágono po-sible estaba representado por un po-lígono constituido exclusivamente por un conjunto de triángulos que no se superponen; en otras pala-bras, de figuras resultantes de agre-gar, a partir de un triángulo primi-tivo, nuevos triángulos construidos sobre las caras exteriores de la fi-gura obtenida por el agregado de los triángulos anteriores. De ahí que hayan un solo tetrahexa y pentahe-xa, mientras que hay los tres hexa-hexas cuyos gráficos se dan en la figura 13.

Ya Stone había dado un método para demostrar que todo polígono formado exclusivamente por trián-gulos constituye el gráfico de un he-xaflexágono que se puede construir en la práctica y que todos los He-xágonos posibles tienen, como que-da dicho, un gráfico de este tipo. Este método indica la forma de de-terminar, a partir de un ^gráfico determinado, la red de triángulos equiláteros que servirá para obte-ner el hexaflexágono deseado, y la forma de hacer los dobleces nece-sarios para armarlo.

Pero este método de Stone, si bien es preferible cuando se trata de hacer un desarrollo completo de la teoría y de obtener pruebas ma-temáticas rigurosas de los resultados obtenidos, es complicado en su rea-lización práctica. Un aficionado in-glés, el señor Sidney H. Scott, de Watford, Inglaterra, ha dado un método simplificado que es el que se expondrá a continuación. Aun-que "simplificado", el método no

es del todo fácil y es necesario po-ner gran cuidado al analizar las ins-trucciones y hacer los modelos. Ya hemos indicado que es más fácil aplicar el método en la práctica, siguiendo paso a paso las instruc-ciones, que tratar de comprenderlo con la simple lectura de éstas.

Las instrucciones se darán en tér-minos generales para todo hexafle-xágono, cualquiera sea el número, n, de sus caras; pero las figuras que ilustran el procedimiento correspon-derán a los casos n — 1 y n = 8, ya que hay pequeñas diferencias de detalle según que n sea par o impar.

Pártase del gráfico deseado, que tendrá n vértices, unidos entre sí por los n lados del polígono y por n - 3 diagonales que subclividen el polígono en n - 2 triángulos. Numé-rense estos vértices 1, 2,. . . , n en cualquier orden; luego elíjanse ar-bitrariamente puntos en cada una de las 2n - 3 líneas de la figura; en la práctica conviene elegirlos apro-ximadamente en el medio de la res-pectiva línea. Tomando estos puntos como vértices trácese un nuevo gru-po de n - 2 triángulos (como se ha hecho con líneas de trazos inte-rrumpidos en la figura 14) en tal forma que cada uno de los nuevos triángulos quede en el interior de cada uno de los triángulos del grá-fico primitivo. Los lados de estos triángulos forman un circuito cerra-do que, para evitar ambigüedades, se considera que se cruza a sí mis-mo en cada diagonal.

Salvo en el caso n = 3, el cir-cuito debe comprender como míni-mo 2 triángulos que tienen dos vér-tices sobre los lados del polígono y uno sólo en una diagonal; llámen-se A y B a los dos vértices de uno de estos triángulos, que estén ubi-cados sobre los lados del polígono; la decisión entre A y B se hará de manera que, si se imagina un punto que recorre el circuito cerrado _en el orden definido por la dirección de A hacia B, el primer triángulo va a quedar recorrido en el sentido que los matemáticos definen como positivo, o sea, el contrario al del movimiento de las agujas de un reloj.

Luego, debe imaginarse que_ se recorre el circuito cerrado partien-do de A hacia B; cada vez que se llegue a un lado del polígono, se designará el punto a que se llegue con la siguiente letra del alfabeto: C, D, etc. Además, se marcará con un signo positivo o negativo el m-

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terior de todos los n -2 triángulos, según que dicho triángulo haya sido recorrido en el sentido contrario o en el mismo sentido de las agujas de un reloj, respectivamente.

El próximo paso consiste en es-cribir cuatro líneas de n símbolos ordenados en n columnas (es decir, una matriz de 4 X n), que con-tendrán toda la información necesa-ria para diseñar la red de triángulos equiláteros que formará el hexafle-xágono. La primer línea estará for-mada por las letras A, B,. . . , en orden alfabético. Desígnese por ai al número del vértice del gráfico original que precede a A si se re-corre el perímetro exterior en el sentido positivo (siempre el contra-rio al de las agujas del reloj) y por aa al vértice que sigue a A, y de-fínanse análogamente bi y ba, ci y ca, etc. La serie ai, ba, ci, da,. . . , se usa para determinar la segunda lí-nea, anotando en ella el número del vértice correspondiente; la tercera línea es análoga, pero basada en la serie aa, bi, cu, di , . . . . Finalmente, la cuarta línea está formada por signos más y menos que correspon-den a los signos colocados en el interior de los triángulos de que la respectiva letra constituye un vér-tice.

La aplicación a los dos ejemplos dados en la figura 14 debe aclarar completamente el procedimiento. Los resultados obtenidos serán:

A B C D E F G 7 7 6 3 2 2 5 6 1 5 4 1 3 4 + -I H + +

A B C D E F G H 2 2 7 4 6 8 8 3 1 3 6 5 5 1 7 4

Como consecuencia de la forma en que se definieron A y B, la cuar-ta línea comenzará siempre con dos signos + ; si toda la línea estuviera formada exclusivamente con n sig-nos + , puede ahorrarse el diseño de la red de triángulos, pues el he-xaflexágono se obtendrá de una fila rectilínea de triángulos (como las indicadas en las figuras 1 y 6) .

Preparado el esquema en la for-ma indicada, puede comenzarse a preparar el modelo mismo, para lo cual hay que tomar una hoja de papel y cubrirla con una red dibu-jada muy exactamente de triángulos equiláteros. El tamaño del papel crece con n no sólo porque se ne-cesitan 3« + 1 triángulos, sino tam-bién porque, para poder mover sa-tisfactoriamente el modelo, el ta-maño mínimo de cada triángulo también crece con n. Un tamaño conveniente es dar a los triángulos aproximadamente 4 cms de lado. También, si se desea, puede ser ven-tajoso tener de antemano una idea de la red de triángulos que se va a necesitar, para lo cual puede hacerse primero un croquis de tamaño más reducido y a mano alzada.

Comiéncese con un triángulo equi-lateral y coloqúese una flecha en cada uno de sus lados, de modo que todas las flechas indiquen un mismo sentido de movimiento al-rededor del triángulo. Llámese a

esta dirección, positiva, y a la opues-ta, negativa. El objetivo es elegir 3n + 1 triángulos que formen una tira en tal forma que al moverse a lo largo de una tira de un triángulo a su vecino, se lo haga en forma tal que las direcciones definidas co-rrespondan a la cuarta línea del es-quema. Dos triángulos adyacentes no definen una dirección pero tres sí. En la figura 14, el orden de los triángulos i, ii, i i i "indica" la mis-ma dirección que una de las flechas en el triángulo i y, por lo tanto, los tres triángulos "indican" una di-rección positiva. El orden de los triángulos ni , n , iv también índica una dirección positiva, en tanto que el orden de los triángulos i, ii, iv indica una negativa.

La cuarta línea del esquema, to-mada tres veces, produce una serie ordenada de 3n signos. El primer triángulo de la tira será el marcado con flechas. Asóciese con el signo que corresponde al triángulo ; en esta serie de signos la dirección que los triángulos (/' — 1), /', (/ + 1) deben seguir en la tira. Así, el pri-mero, segundo y tercer triángulos deben indicar la dirección positiva. Luego, para / = 3, 4, . . ., 3n, de-termínese el triángulo que debe ocu-par la posición ; + 1 asegurándose que ( /"—1), /, ( / •+ 1) indiquen la dirección que corresponde al sig-no de j. Una vez dibujados los pri-meros tres triángulos, esto puede hacerse de una sola manera. Una gran ventaja de este método es que si la serie ordenada de signos tie-ne k signos consecutivos iguales,

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Figura 15

pueden elegirse simultáneamente k triángulos. Aplicando este sistema a los ejemplos de la figura 14, se obtendrán las recles de la figura 16.

Luego, puede cortarse la tira ob-tenida y marcarse los dobleces entre triángulo y triángulo. Los números indicados en la figura 16 son los de las caras a que pertenecerá cada triángulo y pueden escribirse en el mismo; los números indicados entre paréntesis corresponden al dorso. El procedimiento a emplearse para de-terminar estos números varía según que « sea par o impar:

I. Para n par deben escribirse los números de ía segunda línea del_ es-quema en orden, uno por cada trián-gulo de la tira y empezando por el primero. La serie debe repetirse tres veces basta numerar 3 n triángulos y luego en el último se repite el nú-mero ai (que es igual a b»). De la misma manera se procede del otro lado del papel, pero teniendo cui-dado de empezar siempre por el pri-mer triángulo, que ahora estará a la derecha, sí se ha dado vuelta el papel.

I I . Para n impar los números que van a un costado del papel es-tán tomados de la segunda línea del esquema, luego de la tercera, nueva-mente la segunda y finalmente az. La serie para el otro lado comienza con la tercera línea, seguida de la segunda, nuevamente la tercera y, finalmente, ai.

Si se ha procedido correctamente, la tira debe tener cada símbolo 6 veces, excepto los que figuran en los triángulos que están al comienzo y al fin, que aparecerán 7 veces. Al terminarse el hexaflexágono, estos triángulos deben pegarse entreoí , con lo que desaparecerá la séptima aparición de estos números.

Sólo falta doblar y cerrar el mo-delo. Cuando n es grande, conviene recortar una pequeña cinta (de un milímetro de ancho, por ejemplo) todo alrededor, lo que facilita las flexiones en el modelo armado.

Figura 16

Según se ha indicado, debe haber siempre al menos dos vértices del gráfico de estructura por los que no pasa ninguna diagonal. Uno de ellos es el número ai (o sea, el número 7 de la primera parte de la figura 14 y el número 2 de la segunda). Supóngase que otro de estos vérti-ces lleve el número c (c = <?i = 2 en la primera parte de la figura 14). Este número c aparece en tres pares de triángulos adyacentes de la tira. Dóblesela por las líneas que separan estos pares de triángulos en forma que éstos queden cara con-tra cara de manera que este número desaparezca. Si se pegaran estas ca-ras, lo que no debe hacerse, quedaría un modelo de un hexaflexágono de orden n — 1, que correspondería al gráfico que se obtendría suprimien-do el triángulo con vértice c del gráfico primitivo.

En la tira ya doblada de manera de hacer desaparecer los triángulos que llevan el número c, se encon-trará nuevamente al menos un sím-bolo que se repite en tres pares de triángulos adyacentes, excluyendo el primero y el último; elimínese nue-vamente este símbolo, doblando por las líneas que separa los dos trián-gulos de cada par en la forma in-dicada, y repítase este procedimien-to tantas veces cuantas sean nece-sarias, hasta que sólo queden a la vista a\ y a-¿. Péguense los dos trián-gulos finales, que habrán quedado superpuestos, y se tendrá el Hexá-gono terminado, que antes de co-menzar a flexionarlo mostrará a% seis veces en una cara, y «2 seis ve-ces en la opuesta.

Sólo nos falta prevenir una difi-cultad que puede presentarse: al de-terminar la forma de la tira, puede ser necesario seleccionar dos veces un mismo triángulo, es decir, la tira de triángulos puede cruzarse consi-go misma (así ocurre, por ejemplo, con los triángulos iniciales y finales

en las figuras 10 y 11); en estos casos, para poder hacer el modelo no bastará una tira de papel, sino que habrá que pegar otra tira en el lugar apropiado. El método es obvio cuando el problema se en-cuentra en la práctica.

Con lo expuesto creemos haber dado un buen punto ele partida para muchas horas de distracción; más adelante daremos algunas ex-plicaciones adicionales, si nuestros lectores lo consideran necesario, y también hemos de referirnos a los tetraflexágonos, que son polígonos semejantes, pero cuyas caras tienen la forma de un cuadrado subdividido en cuatro y que presentan, aparte de fenómenos análogos a los hexafle-xágonos, algunas complicaciones adi-cionales. También hay flexágonos cuyo elemento básico no son ni triángulos equiláteros ni cuadrados, sino triángulos rectángulos isósce-les, y, finalmente, flexágonos híbri-dos, con algunas caras cuadradas y otras en forma de triángulos rectán-gulos isósceles. Estos últimos se han obtenido partiendo de los flexaedros, generalizaciones de los flexágonos al espacio de 3 dimensiones, pues sus elementos esenciales son cade-nas ele tetraedros, octaedros, etc., que se pueden también flexionar, El lector impaciente por avanzar en sus estudios a estos tipos podrá en-contrar "la punta del ovillo" en un artículo aparecido en 1969 3 y en el libro de Madachy citado en la nota (2) , pp. 81-84. O

1 Artículo en Scientific American, re-producido en "Mathematical Puzzles_ and Diversions", por Martin Gardner, Simón and Schuster, New York, 1959, pp. 1-1-1-

2 Artículo en Recreationd Mathematics Magazine, reproducido en "Mathematics on Vacation", por Joseph S. Madacliy, Charles Scribner's Sons, New York, 1966, pp. 62-75.

3 Journal of Recreationd Mathemat-n, vol. I I , n? 1 (January, 1969), pp. 35-41.

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44.

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Humor y Julio Moreno

4.5

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Actividad científica y realidad nacional

Grupo Trabajadores de la Ciencia

Los organismos de planeamiento oficiales, asociacio-nes de investigadores, docentes, funcionarios, científi-cos de renombre, periodistas, insisten en afirmar que la ciencia argentina vive una situación crítica.

Se discute sobre planes y proyectos, toma estado público la crisis del CONICET, la posible disolución de la CNEGH, los problemas del INTI e INTA. La situación de las universidades nacionales se deteriora, se habla de problemas en Atucha. Se comienza a hablar de la "transferencia".

En otro plano menos "científico", pero no menos importante, se sufre la continua pauperización de los investigadores, la inestabilidad de las fuentes de traba-jo. En estos momentos el personal de la CNEGH, más de un centenar de científicos y técnicos, puede ver tron-chada su carrera y quedarse en la calle. Los problemas de quienes hacen ciencia o docencia no acaban allí: faltan becas, promoción, presupuesto y se practican dis-tintas formas de discriminación política e ideológica.

Además, salvo casos aislados (y aún allí para emitir una opinión solamente "técnica"), no se permite al conjunto participar en la creación de la política cientí-fica y es excluido de todo lo que signifique una decisión importante sobre el sentido de su actividad.

—¿Por qué nos sucede esto? ¿Cómo armonizar nuestra tarea con la solución de estos problemas?

• Los eternos convidados de piedra de la ciencia argen-tina, a los que nunca se pide opinión, los que trabajan día a día en los laboratorios, universidades, institutos, fundaciones, organismos privados y estatales, los que encuentran cada vez más dificultades para desarrollar su

El Grupo Trabajadores de la Ciencia surge a fines de 1969. Está integrado por jóvenes investigadores científicos, técnicos y docentes universitarios pertenecientes al área biomédica y las ciencias exactas. Su objetivo es "promover el acercamiento de sectores crecientes de la comunidad científica al proceso que lleva al pueblo trabajador al socialismo".

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tarea, los que son discriminados, han empezado a recla-mar soluciones. • Los redactores de este trabajo, que somos parte de los convidados de piedra, al comenzar a discutir nues-tras ideas y, más aún, cuando intentamos llevarlas al papel, nos encontramos con una primera dificultad: para qué y para quién escribirlas. Buenos comentarios sobre la situación de la ciencia y los científicos, se publican frecuentemente. Igualmente muchos grupos políticos de diverso origen nos presentan sus análisis y salidas. Sin embargo, hay un vacío que impulsó a nuestra bús-queda de otra respuesta y propuesta de actividad. No nos parecen suficientes los llamados a nuestra "con-ciencia" individual o de sector social, para que apoye-mos —racional o emocionalmente— a algunos de los sectores en pugna en la sociedad argentina. • Estamos convencidos de que no hay salida para la ciencia ñapara los científicos al margen de una salida para el país y el pueblo, y que, como sector aislado, no podemos imponer ninguna. Pero creemos que pesan muy poco las buenas intenciones, las honestas declara-ciones de fe y las adhesiones ideológicas e individuales. Sólo impulsando, a partir de nuestros propios proble-mas y necesidades, una gran experiencia de la población científica argentina, nos transformaremos en importan-tes aliados, activos y organizados, de los movimientos y organizaciones obreras y populares. • Así, comprendimos a quienes debíamos dirigirnos: a los científicos jóvenes que han empezado a inquietarse por algunos de estos problemas. Desde la utilización de su producción científica hasta lo bajo de su salario; des-de los problemas inmediatos de su lugar de trabajo, has-ta los generales de la ciencia y la sociedad. Por eso esta elaboración termina con un llamado y un programa, un llamado a actuar y discutir juntos y un programa que sirva conloábase para esa discusión y acción. • Entendiéndose así, como una herramienta apta para empezar a construir, como un aporte sumamente mo-desto, en elaboración, que resume e intenta corregir al-gunas de las deficiencias de un primer trabajo titulado

Ciencia, técnica e investigación en la Argentina" que circula desde septiembre de 1971.

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I. CIENCIA Y SOCIEDAD

\ l a ciencia como rama de producción

El hombre, en sus orígenes, se enfrentó a la natura-leza como a una fuerza extraña a la que debía dominar para poder subsistir.

Produjo herramientas: primero para la caza, luego para la agricultura, ganadería, alfarería, tejidos y meta-lurgia. Así comenzó el ciclo de su actividad productiva, en cuyo transcurso, a más de modificar a la naturaleza, se modificó a sí mismo. Creó herramientas cada vez más poderosas y diversificó la producción en distintas ra-mas, originándose una primitiva división del trabajo, que se hace neta con el surgimiento de las clases sociales y el Estado.

Así se separa el trabajo manual del intelectual. De esta última rama surgió la ciencia, tal como la conoce-mos en la actualidad. La ciencia es la rama de produc-ción social cuyo fin es desarrollar conocimientos obje-

[ tivos. La utilización de los conocimientos no se da, en general, sincrónicamente con su aparición; ya sea porque

¡ no responden a las necesidades de las clases dominan-tes, o por que lo impide el desarrollo insuficiente de otras ramas de la producción; además estos conocimien-tos abren nuevos e imprevistos campos de aplicación. Por estas razones, generalmente combinadas, solamente a escala histórica y social se puede decir que la ciencia es utilitaria. Esto permite comprender la estéril polémi-ca entre investigación "aplicada" vs. "básica", que debe ser resuelta en forma concreta mediante una adecuada planificación de conjunto.

Ciencia y clases. Apropiación de la ciencia por las clase» dominantes

Desde la aparición de las clases sociales, algunas de ellas se han erigido, en las distintas etapas históricas, en dominantes: por apropiarse de la mayor parte del pro-ducto social y de los medios de producción y cambio. También la ciencia siguió ese camino. Esta, así como el arte o la petroquímica o la siderurgia, es parte de la herencia cultural de la humanidad en su totalidad.^ Pero sus resultados, en utilidad, así como sus herramientas {incluso la fuerza de trabajo de los científicos), se han transformado en propiedad privada de las clases posee-doras; a esto se debe que las conquistas de la ciencia y la tecnología estén al servicio de sus necesidades y no

¡ de las de la humanidad. [ Pero la ciencia, como tal, no es ni burguesa, ni impe-I, rialista, ni proletaria. Ha habido y hay una apropiación

de la misma. En una etapa socialista —es decir, cuando i se supriman la propiedad privada y todo vestigio de i privilegios sociales— la ciencia, la técnica, el arte y la

cultura podrán cumplir su rol social, sirviendo al con-junto de la población, superando sus actuales deforma-ciones.

Ciencia e ideología

Junto a la apropiación directa de la utilización de la ciencia por los sectores dominantes, hay otra indirecta, tan o más importante, que estos efectúan por medio del

manejo de las ideologías. Estas surgen históricamente bajo la forma de "falsa conciencia"; todo lo que no se conoce o no se puede explicar racionalmente se ad-judica a construcciones ideales, religiosas, sistemas filo-sóficos, utopías, justificaciones, etc. Piaget precisa al respecto: "en tanto que la técnica y la ciencia constitu-yen dos tipos de relaciones objetivas entre los hombres en sociedad y el universo, la ideología, en todas sus formas, es una representación ele las cosas que centra el universo en la sociedad humana, en sus aspiraciones y sus conflictos".

Con la lucha y la dominación de clases, las ideolo-gías pasaron a jugar en el intelecto, el mismo papel que las armas y las cárceles en el terreno físico. Todo avance de la ciencia que destruye una de esas construcciones ideológicas, ha sido ocultado, postergado o sancionado por los privilegios de turno.

Cuando en la Edad Media la censura ideológica esta-ba ejercida por la Inquisición, munida de un poder de vida y muerte, se llegaba a pagar con la vida los descu-brimientos que atentaban contra el geocentrismo, el vitalismo, o la teología. En la actualidad esta censura se hace de una manera más sutil pero no menos efi-ciente. Las llamadas ciencias de la naturaleza (macro y microfísica, química, biología) —cuyos conocimientos objetivos son imprescindibles para el desarrollo de la industria capitalista— presentan un menor contenido ideológico, que se evidencia en alto grado en el terreno de la filosofía de la ciencia.

Las ciencias humanas (psicología, sociología, antro-pología, economía) están tan embebidas por la ideolo-gía oficial, que ésta dicta las "conclusiones" y "teorías". Los conocimientos objetivos son parciales y la metodo-logía no consigue superar la etapa empírica, porque toda generalización científica profunda lleva a un cues-tionamiento de la estructura de clases. Condenadas a la parcelación y al pragmatismo, fracasan cuando intentan prever o explicar los fenómenos individuales, sociales o económicos de conjunto. Por esta causa quienes en contra o fuera de las instituciones oficiales, profundizan y combinan las verdades parciales arriban a conclusio-nes que cuestionan al sistema. Resultados que sólo son tomados como ciencia por las clases explotadas.

Las deformaciones de la ciencia por la ideología ofi-cial también se dan en las democracias populares buro-cratizadas: un ejemplo conocido es el caso Lysenko-Va-vilov en la URSS.

Toda ciencia, además del grado de desarrollo en que se encuentre, tiene un mayor o menor grado de ideolo-gía, y su mero desarrollo no puede eliminarla. Solo la liquidación histórica de una clase permite la destrucción de su ideología. Y solo la superación de todas las di-ferencias de clase o privilegios permitirá investigar lo nuevo y lo desconocido con una actitud científica.

Ciencia y clases a lo largo de la historia

La accidentada evolución de la ciencia conoció distin-tas etapas. Durante el feudalismo se dio una represión generalizada del desarrollo científico, tanto de las cien-cias humanas como de las naturales.

Las clases dominantes no lo necesitaron durante el período estable de ese régimen y los descubrimientos atentaban contra la ideología eclesiástica, que tenía una explicación apriorística para todos los problemas. Sin

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m embargo, a pesar de esa estructura represiva, el artesa-nado desarrolló un incipiente conocimiento científico, que creció en los intersticios de la persecución inquisi-torial; este fue tomado por la nueva sociedad naciente.

La gran liberación de las fuerzas productivas que sig-nificó el advenimiento del capitalismo, impulsó la cien-cia. Hay un gran avance en las ciencias exactas y natu-rales, que rompen el dique de contención de las concep-ciones teológicas. Si bien limitado por la nueva ideolo-gía oficial, los mismo ocurre en las ciencias sociales y humanas con Smith, Ricardo, Marx y posteriormente con Freud, entre otros. En general se fomenta la pro-ducción científica así como la artística y la intelectual, pero no existe una planificación explícita y controlada. La burguesía es una especie de mecenas de la ciencia y provee los fondos a las grandes figuras individuales que, con sus discípulos, trabajan en pequeños grupos y en-cuentran una libertad de trabajo como nunca habían tenido.

El neocapilalisnio en los países desarrollados

Esta situación comienza a desaparecer en la etapa mo-nopolista, y es liquidada en el "neocapitalismo". Fina-lizada la segunda guerra mundial se producen profun-dos cambios económicos y sociales. Surgen nuevas ra-mas de producción: atómica, aeroespacial, electrónica, computación, plásticos, y se impulsan otras preexisten-tes: fibras sintéticas, química, automotriz, propaganda (fundamental para el manipuleo del mercado y la men-talidad de la población). El mundo es conmovido por esta nueva revolución industrial y tecnológica. Los ca-pitales se fusionan y concentran en forma creciente y unos pocos monopolios se adueñan del aparato produc-tivo, las finanzas y el mercado.

La guerra fría y las guerras coloniales, desatan la carrera armamentista, y el Estado, que maneja un pre-supuesto militar gigantesco y participa de las inver-siones neocapitalistas, se convierte en una potencia económica de primera línea, en un monopolio más. La fusión del Estado con los monopolios da origen a una potencia económica, política y militar que supera todo lo conocido anteriormente.

El armamentismo y las ramas neocapitalistas han pro-vocado un impulso a la ciencia como nunca se había dado antes en la sociedad. Los monopolios comenzaron a necesitar masivamente mano de obra altamente capa-citada y la reclamaron no solamente en las metrópolis sino en los países coloniales y semicoloniales que pasa-ron a servirlos, no sólo como proveedores de materia prima y de mercado para su producción industrial, sino como surtidores de técnicos, científicos e investigado-res. En todo el mundo se produce la apertura masiva de la Universidad a amplias capas de población y se impone en ellas una nueva orientación cientificista rom-piendo con los esquemas profesionales. La actividad controlada a escala mundial por las grandes corporacio-nes y sus fundaciones, sufre una profunda transforma-ción. El trabajo y la información se centralizan en gran-des centros e institutos científicos, a cuyo servicio se desenvuelve la ciencia mundial.

Esta transformación de la ciencia ha provocado cam-bios en la ubicación social de los científicos que han pasado a ser un sector más de los trabajadores asala-riados. j| ;

48

II. LOS CIENTIFICOS Y LA SOCIEDAD

Del científico privilegiado de las primeras épocas del capitalismo al científico asalariado del neocapitalismo

Hemos visto, en el capítulo anterior, cómo la ciencia ¡ se relaciona, como una rama de producción, con la es- : tructura social. De igual manera, los científicos, como ¡ sector social, establecen relaciones distintas en cada : etapa histórica. Hay un abismo entre el científico clan- : destino, perseguido, a veces quemado vivo, en la Edad : Media y el que desarrolla su actividad en la primera etapa del capitalismo, que podríamos llamar de "libre ; competencia".

Cuando la burguesía revolucionó la industria, y la : producción se expandió velozmente, se abrió una era de ¡ amplia libertad de creación, y los intelectuales pasaron ¡ a ser los "niños mimados" de la sociedad. Ser intelec- ¡ tual significaba tener acceso a una capa social superior, gozar de un gran prestigio y elevar raudamente el nivel de ingresos. Si bien esto era más notable en las llama-das "profesiones liberales" (abogacía, medicina), se dio en general para toda la capa intelectual, incluyendo los científicos y los artistas. Es la época del gran intelec-tual, del "maestro", del académico por excelencia, que abandona sus rebeldías juveniles de estudiante —si las tuvo— para incorporarse de lleno a la defensa incondi-cional del régimen establecido. Es el científico indivi-dual (en nuestro país, además, oligárquico) que cons-tituye una élite científica con grandes privilegios so-ciales.

Es cierto que los intelectuales son una capa muy sen-sible a problemas sociales, lo que solía provocar alguna que otra crisis de conciencia, y, a veces, choques abier-tos con las clases dominantes. También lo es que, unos pocos "grandes hombres", cuando su actividad los llevó a una verdad que cuestionaba la estructura social o la ideología oficial, optaron por una defensa intransigen- ' te de sus descubrimientos contra los prejuicios de clase y la persecución moral, material y de todo tipo que les acarreaba su honestidad científica. Pero estas excepcio-nes no niegan la característica general de los científicos como sector social en esta etapa.

Este panorama empieza a cambiar cuando los mono-polios pasan a ser hegemónicos en la economía mundial y se transforma cualitativamente, con la etapa neocapi-talista.

La élite es reemplazada por una gran masa de fuerza de trabajo intelectual; el investigador individual en su laboratorio, por grandes concentraciones de trabajadores intelectuales en centros altamente tecnificados, producto de inversiones masivas; el científico privilegiado por el científico asalariado.

Es así como aparecen entre los científicos males has-ta entonces exclusivos de los trabajadores manuales; bajos salarios y pocas posibilidades de progreso econó-!™.c,° P a r a l° s <3ue trabajan, por un lado; y un verdadero "ejército de desocupados", nutrido por los científicos jóvenes, por otro. No sólo es imposible hacer la ciencia que le guste a cada une, sino que hay grandes dificulta- i

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des para conseguir un empleo donde hacer aunque más no sea, la ciencia oficial.

La relación entre el científico y el producto de su trabajo

Pero la similitud con los trabajadores manuales no acaba allí; la alienación, la negación de la personalidad, que en su forma más brutal parecía ser propiedad pri-vada de aquellos, aparece también entre los trabajadores intelectuales.

Se pierde la propiedad del producto en manos del empresario que paga el salario y, peor aún, se pierde el control y, a veces, hasta el conocimiento del plan ge-neral que enmarca una investigación específica. Se da la terrible paradoja de miles de científicos antibelícistas trabajando directa o indirectamente para la industria de guerra; de miles de sociólogos y psicólogos izquierdis-tas trabajando para la manipulación ideológica de la población por las clases dominantes. De cientos de ar-tistas con sensibilidad humana trabajando para publici-tar productos inútiles y crear necesidades artificiales. La pseudo-especialización y la racionalización estrechan los márgenes que impiden el desarrollo personal. Apa-rece "la carrera de los papers" donde se vale de acuerdo al número de los trabajos publicados, donde se estimu-la una feroz competencia individual y donde se explota el trabajo de los que recién se inician en beneficio de los que ya han recorrido un trecho en el escalafón buro-crático. En la cúspide, sólo una élite logra los medios económicos necesarios, al precio de no cuestionar el sistema de la ciencia institucional.

La masificación, la concentración y la condición de asalariados, con sus consecuencias: la desocupación, la pauperización y la frustración del desarrollo individual han transformado a los científicos en un sector social que tiene grandes contradicciones objetivas con la ac-tual estructura.

A estas características estructurales, debemos sumar: 1) la especial sensibilidad de las capas intelectuales ante los problemas sociales; 2) el paso por la universi-dad y el contacto con el movimiento estudiantil (donde se sufre la irracionalidad de los planes de estudio y se vive la lucha de las concepciones e intereses de todos los sectores sociales); 3) la etapa que estamos atrave-sando de crisis económica y social generalizada y de grandes movilizaciones obreras, estudiantiles, campesi-nas y populares, en todo el mundo.

La combinación de estos factores es la que facilita el salto, relativamente rápido del cuestionamiento a la cien-cia oficial, al cuestionamiento del sistema social en su conjunto, e impulsa la participación de amplios sectores de científicos en luchas frontales y abiertas (como el Mayo francés) y grandes movimientos de masas (como el pacifista estadounidense y mundial).

Asimismo, y frecuentemente a caballo de esta parti-cipación, surgen importantes sindicatos y fuertes ten-dencias políticas, que defienden los intereses económi-cos y profesionales e impulsan la unidad de acción con los movimientos y organizaciones de otros sectores. La "torre de marfil" se derrumba y los trabajadores cientí-ficos se convierten en un sector social inquieto, activo, dinámico y organizado.

La nueva situación de los científicos en la etapa "neo-capitalista" se ve claramente en las grandes metrópolis,

pero se da, en forma más o menos distorsionada en todo el mundo, incluyendo (como veremos más ade-lante) a nuestro país, La respuesta social, gremial y po-lítica a esta nueva situación ofrece también caracterís-ticas comunes.

III. LA CIENCIA EN ARGENTINA

Qué refleja la ciencia argentina

Todo lo visto anteriormente sobre ciencia y sociedad, se da con características específicas en nuestro país. También aquí hay un desarrollo científico-tecnológico impulsado por el neocapitalismo. Pero, lo que en los países metropolitanos es desarrollo, aquí se traduce en atraso; lo que allá es autonomía, aquí es dependencia.

El atraso

Este atraso se ve en cifras; el % del PBN per cápita destinado a investigación es del 0,3 % (EE.UU. 3 % ) ; a su vez ese PBN está prácticamente estancado (EE. UU. es unas 20 veces mayor). El número de investiga-dores es, también, incomparablemente menor. La dis-tancia sideral que nos separa, en grado y en ritmo de desarrollo, se advierte también al echar un vistazo a la siutación de las instituciones encargadas del planeamien-to y realización ele la actividad científica: ellas se sobre-viven a sí mismas por la falta de fondos y por la distri-bución burocrática de los mismos.

La dependencia

La orientacin de la ciencia argentina responde, en última instancia, a las necesidades de los países metro-politanos. El control de éstos sobre la economía argen-tina y las presiones de todo tipo que ejercen sobre nuestra actividad científica se conocen ampliamente. Esto se concreta mediante los subsidios y la formación de investigadores en determinadas líneas de trabajo. El apoyo otorgado por los EE.UU. a los estudios sobre reproducción (control de la natalidad), a ciertas inves-tigaciones agrarias y buena parte de la investigación bioméclica lo ejemplifica, ya que poco tienen que ver con nuestras necesidades en ciencia y técnica.

La dependencia se advierte también en nuestra obli gación de adaptar patentes y no poder, en consecuen-cia, desarrollar la tecnología argentina más que de ma-nera deformada.

Esta dependencia de las metrópolis y de los monopo-lios neocapitalistas no será superada con la aplicación de la "transferencia". Pero para llegar a ésta recapitule-mos un poco la historia de la ciencia argentina.

Las cuatro etapas del desarrollo científico argentino

El desarrollo histórico de la ciencia en la Argentina,,, no es lineal ni homogéneo. Se caracteriza por grandes quiebras, marchas y contramarchas, y la falta de una planificación general. Esto se debe a los grandes cam-

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bios que han ocurrido en el conjunto del país, causados por desplazamientos de sectores sociales y modificacio-nes en los grupos gobernantes.

Falta escribir, desde un punto de vista general, una historia de la ciencia argentina, que combine lo especi-fico de la ciencia con los aspectos sociales, económicos y políticos que la determinan. Nuestra intención es se-ñalar el método con que esa historia debe ser estudia-da: reconociendo cuatro grandes períodos en que se puede dividir la historia reciente del país y, consecuen-temente, el desarrollo científico. Lo que sigue no es más que un primer intento de abordarla.

Primera etapa: oligárquico-elitista

La primera etapa, puede denominarse de la ciencia oligárquico-elitista, abarca desde la Organización Na-cional hasta le Revolución del 43. Si bien en la Univer-sidad hubo cambios notables —la Reforma del 18 (don-de irrumpe la clase media y surge el profesionalismo), la intervención de Uriburu, etc.— ellos no se reflejaron en la actividad científica. En todo el período,_ ésta re-flejó, por un lado, las necesidades de la ciencia básica de los países metropolitanos, y por el otro, las de los distintos sectores de la oligarquía agropecuaria e indus-tria local. Este primer período se caracteriza por la ex-tremada pobreza del desarrollo científico, limitada en el campo de la ciencia básica a las academias e institutos ultracerrados y en el terreno de las ciencias aplicadas a las necesidades de un desarrollo agrario e industrial to-talmente controlado desde el exterior. En consecuencia la pobreza estuvo dada por las limitaciones estructurales del país y produjo un tipo de científico oligárquico, cuyo ejemplo más conocido es Houssay, quien a pesar de importantes hallazgos individuales, fue una traba para el avance de la ciencia en el país.

Segunda etapa: durante el peronismo

La segunda etapa del desarrollo científico, es la del peronismo. Este período se caracterizó por tres elemen-tos contradictorios: 1) el enorme retraso del nivel cien-tífico del país comparado con el de los países avanza-dos; 2) Por la continuación de la ciencia aplicada al servicio de la oligarquía agraria e industrial del período anterior, al que se agregaron las de la burguesía surgida en el peronismo con la sustitución de importaciones. Esto provocó el nacimiento de nuevos organismos diri-gidos y controlados por el estado; 3) Por una profunda transformación social de la Universidad, con su masi-ficación, que no alcanzó a repercutir en la ciencia, pero sentó las bases para ello.

El abismo y el atraso científico del país comparado con los más avanzados, se debió a que en las metrópolis imperialistas comenzó en la post guerra la revolución científico-técnica del neocapitalismo. Argentina quedó al margen, aislada por el cerco económico y político que Estados Unidos tendió alrededor de nuestras fron-teras (comparable al que ahora ejerce sobre Cuba) en su plan de colonización sobre el país, resistido por el gobierno peronista.

En ese marco del atraso relativo, se fundó la Univer-sidad Obrera (dependiente del Ministerio de Trabajo) que luego pasaría a ser la UTN; en 1950 la Dirección

Nacional de Investigaciones Tecnológicas; en 1951 la Dirección Nacional de Investigaciones Científicas y Téc-nicas- en el mismo año, el Instituto Antartico Argen-tino''en 1954 CITEFA. Por otra parte, se hicieron in-tentos de investigaciones especiales en los campos de la enema atómica y la aeronáutica. Despojándolos de su utilización propagandística, estos reflejaron el intento de desarrollo autónomo nacional y sus limitaciones fue-ron dadas por la debilidad de la burguesía argentina.

Por último, la transformación universitaria, también fue contradictoria. El inmenso hecho positivo estuvo dado por la masificación de la misma, a través de la supresión de las trabas para el ingreso y la irrupción masiva de una enorme población estudiantil surgida de estratos más populares. Pero se hizo sin modificar la vieja orientación profesionalista. En el gobierno univer-sitario estaba el sector peronista (luego lonardista) más reaccionario. La masificación no alcanzó a repercutir en el terreno científico, justamente, por la orientación pro-fesionalista: no se formaron científicos (no hubo dife-rencia importante en este plano con la etapa anterior).

La etapa peronista, con sus contradicciones, con sus avances a medias, con su férreo control estatal —buro-crático— de la actividad científica, significó el fracaso del intento de crear una ciencia nacional. Este_ fracaso obedeció a una causa externa, el cerco y boicot imperia-lista, y a una causa interna, la incapacidad de la burgue-sía nacional, para lograr un desarrollo independiente en todos los terrenos. El fracaso de esta experiencia cons-tituye una lección de enorme actualidad, cuando las corrientes peronistas vuelven a replantear la necesidad de "una ciencia nacional" basada en los mismos secto-res que ya han fracasado.

Tercera etapa: desde la revolución de 1955 hasta el gobierno de Onganía

La tercera etapa del desarrollo científico, implica una modificación profunda. Esta comienza a partir de 1955 y se prolonga hasta la "noche de los bastones largos" en julio de 1966. El país todo, vivió una transforma-ción provocada por el aluvión de capitales norteameri-canos, que tuvo dos efectos: aseguró el control econó-mico y político del país por el imperialismo yanqui y desarrolló las más modernas ramas de producción (neo-capitalistas). Este proceso comenzó bajo la conducción de los gobiernos de Aramburu y Frondizi.

El desarrollo económico provocado por el ingreso masivo de los capitales extranjeros, orientados a deter-minadas ramas productivas, causó una gran deforma-ción en la economía nacional. Junto al enriquecimiento de los inversores norteamericanos y sus socios nativos, aumentó la explotación y empobrecimiento del pueblo trabajador (la distribución de la renta interna se despla-zó brutalmente en su contra).

Una de las consecuencias del control imperialista y del desarrollo neocapitalista, fue un enorme requeri-miento de ciencia y tecnología. Fundamentalmente, el gobierno de Frondizi encaró esta nueva necesidad, me-diante la transformación de la universidad argentina, en dos sentidos: orientándola hacia la investigación cientí-fica y formando un nuevo tipo de científicos especializa-dos. Esta transformación que se vivió en todas las fa-cultades del país y tuvo su reducto en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de Buenos Aires, recibió

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el nombre de "cientificismo". En este período, que es el que los jóvenes conocen más de cerca, se produjo la clasificación de los científicos.

Fuera de la Universidad, que fue el pivote de la política en ciencia, se crearon o reestructuraron orga-nismos estatales semiautónomos: el Instituto Balseiro, INTA, la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires, el INTI, la actual CNEA, el CONICET, la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales, el IBM de Mar del Plata, el IRA. En el sector privado surge el Instituto Di Telia ampliamente subsidiado por la Fundación Ford.

La característica general de los trabajos de investiga-ción científica desarrollados en estos institutos, y del que se realizó en la Universidad, fue, salvo excepciones, su supeditación a los intereses del imperialismo norte-americano. Esto es válido, tanto para el caso del vie-jo sector oligárquico, cuyos trabajos en ciencia básica son aprovechados en la nueva metrópoli, como para el nuevo sector cientificista, que le reprocha su desvincu-lación con el país, aunque en el mejor de los casos tra-baja en función de las necesidades de los grandes mo-nopolios afincados en Argentina.

Esta nueva estructura de la ciencia, al servicio del imperialismo y los requerimientos neocapitalistas, basa-da especialmente en la universidad, comienza a entrar en crisis: la producción de investigadores y ciencia es mucho mayor que los requerimientos y posibilidades de nuestro débil y relativo desarrollo neocapitalísta. Un ejemplo demostrativo es el ele los graduados en Física de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNBA.

Esa desigualdad provocó los primeros intentos res-trictivos de la conducción universitaria, lo que lo llevó al rompimiento de hecho del frente común que el pro-fesorado cientificista había logrado establecer con el movimiento estudiantil, para enfrentar a las viejas tren-zas profesionales y oligárquicas. La crisis de la uni-versidad cientificista y la anemia de los institutos semi-autónomos, la imposibilidad de aplicación de los descu-brimientos y la utilización de la ciencia básica argentina por Estados Unidos configuran el cuadro del fracaso rotundo del intento de desarrollo científico bajo la tu-tela y guía del imperialismo.

Cuarta etapa t en la actualidad

Por fin, el gobierno de Onganía, inaugura, en 1966, la etapa actual de la ciencia argentina. En ella se viven varios cambios y procesos de significación. El primero, es la quiebra del bastión cientificista de la Universidad, por medio de la brutal intervención a la misma, que liquidó, con el éxodo de profesores y científicos, su apa-rato de investigación. El segundo, es la semiparálisis por ahogo económico de varios institutos desarrollados en etapas anteriores: el CONICET, el INTA, el INTI, recientemente la CNEA. El tercero es la realización de "Investigación y Desarrollo" por Fate, el afianzamiento de la Fundación Bariloche. Además, la creación, portel Estado, de la Comisión Nacional de Estudios Geo-Helio-físicos y del CONACYT, para el planeamiento del de-sarrollo científico-tecnológico. Estos nuevos organismos, privados y estatales se caracterizan por impulsar activa-mente la teoría de la "transferencia'.

Pero tampoco estos últimos sectores escapan a la cri-sis general, por eso es posible la disolución de la

CNEGH, el CONACYT es absorbido en otro orga-nismo.

La Universidad

La intervención a la Universidad por el onganiato, se debió a su necesidad de aplastar las luchas reivindicati-vas a todos los niveles, para poder consolidar su régi-men militar. No estuvo en sus planes modificar la orien-tación universitaria sobre formación de científicos, pero de hecho destruyó el trabajo de investigación que se de-sarrollaba en la Universidad, al imponer el autoritaris-mo y prohibir hasta el vestigio de una ficción democrá-tica en ella.

Si bien en estos momentos la Universidad vive el retroceso de esta política su situación crítica no ha cam-biado, y por el contrario se sobrevive a sí misma.

Como vimos anteriormente, la Universidad argenti-na no es una isla separada de la realidad nacional, sino que está sumergida en un país capitalista y dependiente. La Universidad tiene una doble función como institu-ción: por una parte abastece de profesionales e investi-gadores y por otro encara los problemas del desarrollo cultural, científico y técnico. En especial debido a la crisis económica nacional no puede cumplir esos roles adecuadamente. Los distintos sectores de las clases do-minantes se disputan permanentemente su dirección en función de sus necesidades. Este es el marco en que docentes, investigadores y estudiantes viven cada uno desde su sector problemas de origen común. Las graves deficiencias pedagógicas, la exclusión de importantes corrientes de pensamiento, la limitación, la imposibili-dad de acceder a sus aulas son problemas de todos los días. La discriminación ideológica y política, los planes de investigación anárquicos y divorciados de las necesi-dades de la población; la falta de becas y remuneracio-nes adecuadas, la desprofesionalización y reestructura-ción de las carreras, se añaden a los anteriores.

Esta simple enumeración nos muestra el grado de deterioro de la investigación científica y la docencia universitaria.

La política universitaria de la "Revolución Argenti-na" fue, en líneas generales, un producto de su objetivo esencial: garantizar el orden y la paz social, para reacti-var la economía al servicio de todos los sectores privile-giados. Conseguido durante tres años este propósito, se volvió a producir en el país una irrupción de capitales extranjeros, que agudizaron nuestra dependencia y pro-vocaron un mayor desarrollo de las ramas neocapitalis-tas, aumentando la distorsión y las desigualdades de nuestra economía.

La transferencia

Esta no es otra cosa que el aumento del control uti-litario de las principales ramas de la industria moderna sobre el desarrollo de la ciencia y la técnica.

La tan mentada "transferencia" es una necesidad de los países metropolitanos, en especial EE.UU., de au-mentar la efectividad del aparato productor de ciencia y tecnología, en función directa del Estado y las empre-sas monopolistas. El gobierno, las Fuerzas Armadas, las empresas privadas o sus fundaciones y, en gran medi-da, la Universidad de dichos países, encaran cómo op-timizar la investigación y el desarrollo, cómo racionali-

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zar el planeamiento y la organización de la producción científico-tecnológica. Con claridad surge que "transfe-rencia" significa acoplar ciencia básica y aplicada con desarrollo y producción industrial neocapitalista.

Esto significa, ni más ni menos, que la ciencia, la tecnología, el conocimiento, deben producirse (con alta eficiencia) como una mercancía al servicio de las nece-sidades de los grandes monopolios, las empresas más concentradas, el estado neocapitalista, y no teniendo como destino las necesidades de la población y el país.

En nuestro país, el neocapitalismo •—que en el onga-niato alcanzó un auge de relativa importancia —empe-zó a plantear desde hace dos años la "transferencia" como solución a nuestros problemas de falta de desarro-llo económico y de atraso científico de la misma forma que en la etapa anterior hablaba de "ciencia aplicada".

Pero la situación actual es de aguda crisis, que no es sino parte de la gran crisis económica del país. Es en este marco de descalabro económico que se inscriben las permanentes pujas de los distintos sectores burgue-ses por el control de la ciencia.

Del resultado de esta puja dependerá el impulso que reciba la política transferencista o sus equivalentes.

El neocapitalismo, al desarrollar desigualmente la economía, aumenta las contradicciones y las luchas in-ternas. El imperialismo no fue ni es una solución para el país: la "transferencia" no lo será para la ciencia argentina.

La visión de estas etapas históricas del desarrollo científico argentino nos trae hasta su crisis actual. En ninguna etapa se solucionó el problema básico de tener una política científica al servicio del pueblo y del desa-rrollo independiente y armónico del país. Ni la etapa que hemos llamado oligárquico-elitista, ni el peronismo, ni el cientificismo, ni la "transferencia", han intentado encarar y solucionar los problemas del país desde el ángulo de las mayorías necesitadas, sino desde el de distintas minorías de privilegiados.

Este fracaso, que agota lo que no se puede volver a repetir en el país debe ser la antesala de lo nuevo. Los científicos debemos empezar a tomar parte activa en la formulación de una verdadera política científica nacio-nal, obrera y popular, impulsándola conjuntamente con los organismos representativos de los sectores explo-tados.

"Veamos ahora, la situación de los investigadores cien-tíficos v los docentes universitarios en la actualidad.

IV. LOS INVESTIGADORES Y DOCENTES EN ARGENTINA

Hemos visto cómo el desarrollo del neocapitalismo fue despojando a los científicos de sus privilegios y transformándolos en un sector asalariado más. Hemos visto también cómo este proceso se da con distorsiones y retraso en nuestro país. A continuación intentaremos analizar nuestra situación y las soluciones que podemos encarar. '""i'.Pj

Vimos cómo la actividad de docentes, científicos y técnicos está puesta al servicio de las clases dominantes y el imperialismo. Al trabajar por su salario, se ven obli-

gados a hacerlo en las condiciones arbitrarias q U e fi ja Su empleador, al mismo tiempo que su salario se deteriora día a día junto al del resto de la población. Todos sabe mos, además, que los problemas no acaban en los sal " ríos. Prácticamente en todos los centros de trabajo s" da la discriminación ideológica, la falta de democraci £

inestabilidad, el verticalismo, la proliferación de tren zas, la digitación de los concursos. Un párrafo apart" merecen los planes —o no-planes— de investigación6

En general se trata de afiebradas elucubraciones des ' rrollistas, muchas veces incoherentes y, como dijimrf" al servicio de los privilegios de la gran burguesía Üí imperialismo.

becas, quiénes formen y guien a los r e c i é n a r a d i ^ f 0 8 ' muchos se ven obligados a aceptar trabajos que tienen

La "salida individual", un privilegio

El desquicio de la investigación científica, p o r falta de planes coherentes, presupuesto, promoción es tan grande, que la "salida individual" de hacer ciencia a buen nivel, por un bajo salario, y sin chistar, sólo está al alcance de unos pocos "privilegiados". El problema es aún más agudo para los jóvenes. Faltan pu

ios, y

poco que ver con sus intereses, y aun con su profesión11

Algunos optan por viajar al exterior a formarse Enton" ees, por contraste, las dificultades se hacen más' eviden" tes, y muchas veces no se encuentran posibilidades utilizar lo aprendido en el exterior. La falta de 0Dcio nes locales mantiene a los _ viajeros permanentemente unidos a los centros extranjeros, desarrollando t tando de desarrollar, algo de los "grandes temas" ^ allí se investigan.

El surgimiento de las primeras agremiaciones

Todos estos problemas impulsaron, también en núes tro medio, el surgimiento de luchas reivindicativas . La historia reciente de la defensa de los trabajadores

científicos se inicia en 1969, cuando, en el marco d 1

¿ í „ . í . i 1 . , 5 ! 1 ' ! ' „ ! e . . í 0 d g . r a n . avance d e k s luchas populares, que a su vez se revirtió sobre la crisis acelerándola. Junto a otros sectores medios de la blación comenzaron a tomar conciencia de su condicFón H p P Y n l n t c i H n s T l p h l H n o n n f » lo 1 < u u "

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de explotados. Debido a que la mayoría de los orsank mos de investigación y docencia, carecían de una mí nima organización gremial, éste fue el p r i m e r objetivo que comenzo a desarrollarse. Como resultado d proceso tenemos, entre otras, el surgimiento de I a f T guientes agremiaciones:

Asociación del Personal Docente de la F i r n l t ^ \ i Ciencias Exactas y Naturales (UNBA)- Asnr-i T Docentes Auxiliares de la Facultad de k r S ? 0 n• química (UNBA); Asociación de Docentes e Tn Y

dores del Museo (La Plata); en C d S b ? tades y el IMAF tienen sus asociaciones prcminL. T

ya tiene persone-na gremial mientras que la Asociación de Profesion les ha decidido solicitarla La Asociación , de Miembros de la Carrera de Investigador Científico del CONICFT La Asociación de Investigadores de l a CNEGH y la del' Personal Técnico del mismo instituto

La agremiación del personal no profesional del INTA Castelar en la Asociación de Trabajadores del Fst 1

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mientras que los profesionales lo hacían en la Asocia-ción del Personal del INTA.

Todas estas asociaciones, de desigual dinamismo, re-presentatividad y combatividad, son el resultado del mismo proceso: el deterioro creciente de la situación de quienes trabajan en las respectivas instituciones y la situación general del país.

El surgimiento de las tendencias políticas

Paralelamente al surgimiento de organizaciones gre-miales y como producto de los mismos fenómenos ge-nerales del aumento de las tensiones sociales se da el despertar político creciente de amplios sectores de tra-bajadores científicos. Esta politización adopta distintas expresiones, que van desde las charlas individuales a la hora del café, hasta la adopción de medidas de conjun-to (como en el caso del IAR), pasando por las expre-siones individuales (como la de Varsavsky en "Cien-cia, Política y Cientificismo") y el surgimiento de dis-tintas tendencias políticas que se proponen actuar en nuestro medio. Aparecen entonces el TRACEN, FA-TRAC, Avanzada de Córdoba, y el grupo que redactó este documentos, entre otros.

A ello se suma el interés que despertó la Mesa Re-donda y las conferencias organizadas por Ciencia Nueva sobre las posibilidades de desarrollo científico en Ar-gentina; los cursos, charlas y mesas redondas realizadas en varios centros de investigación.

No debemos olvidar también, que en otros sectores de la intelectualidad se dan procesos de discusión y cambio (las discusiones en la APA y las elecciones en el CAI, etc.).

En los distintos centros de trabajo la actividad polí-tica y sindical tienen distinta importancia, se combina, se alternan, dependiendo de la coyuntura concreta.

Toda esta discusión sacude la antigua quietud de los laboratorios, y aún de las reuniones científicas como ocurrió en la última reunión de la Asociación Física Argentina, en la que todo el mundo se embarcó en la discusión del significado de la actividad científica en nuestro país y sus implicaciones políticas.

En suma, en todas las actividades científicas del país se dan los siguientes problemas generales, y éstas son nuestras propuestas para superarlos:

1) Acentuado deterioro de los salarios, combinado con la falta de presupuesto, becas y promoción. Debe-mos exigir, organizados, un aumento sustancial del pre-supuesto nacional de ciencia y técnica sobre la base de impuestos a las grandes empresas y reducción del_ pre-supuesto militar; que el monto de las becas equipare el nivel correspondiente al escalafón y se liquiden los sistemas de contratos, escalafonando a los actuales con-tratados.

2) Irracionalidad de los planes y contraplanes y su orientación al servicio del imperialismo y las clases dominantes, todo lo cual se traduce en inestabilidad, desocupación, frustración e incapacidad absoluta de de-terminar a quién beneficia nuestro trabajo. Por ello debemos luchar por nuestra participación en el planea-miento de la ciencia y la técnica y oponer a los planes oficiales un plan al servicio del pueblo trabajador y el desarrollo independiente del país.

3) Clara tendencia a la discriminación política e ideo-lógica, con ingerencia de los "organismos de seguridad". Proliferación de trenzas y digitación o falta de concur-sos. Las organizaciones gremiales deben luchar contra todas estas expresiones de la represión y por su control de la incorporación del personal, a la vez que deben denunciar las trenzas y digitaciones.

4) Gran restricción de la libre expresión política in-dividual y grupal y del accionar gremial de los investi-gadores. Debemos exigir la más amplia libertad de ex-presión y organización gremial y política de todos los centros de producción científica. Hay que tener muy claro que todos estos problemas no son un capricho de la historia, sino un reflejo de la política de quienes hoy detentan el poder, y que sólo podrán ser defini-tivamente resueltos, Y muchos (en realidad sólo en este marco algunas de nuestras propuestas no son peli-grosas fantasías) cuando el pueblo, guiado por la clase trabajadora se adueñe del poder y conduzca al país por la vía del socialismo. Cómo incorporar a los trabajado-res científicos a ese proceso debe ser nuestra preocupa-ción permanente, y nuestro objetivo general funda-mental.

V. DE LAS RECLAMACIONES AISLADAS A UNA LUCHA GREMIAL Y POLITICA

Quiénes impulsan la actual sindicalización y actividad política

El motor de los movimientos gremiales y políticos actuales es un grupo heterogéneo de jóvenes técnicos, profesionales, becarios, contratados o escalafonados, que reaccionan ante la crisis general de la ciencia argentina. Algunos de ellos tienen un pasado de actividad gremial o política en el movimiento estudiantil, pero muchos despiertan por primera vez a la necesidad de afrontar esa responsabilidad. Lo común a todos —y en esto nos incluimos— es que surgimos de la defensa de nuestras reivindicaciones y lo hacemos en forma aislada. Por lo tanto, creemos que no hay tarea más urgente que nu-clearnos para discutir en común la forma de lograrla, superando nuestra dispersión, cambiando experiencias y tomando conciencia de que, objetivamente, formamos parte de un proceso general que se da no sólo en la esfera de la ciencia, sino en el plano económico, social y político del país.

Las tareas inmediatas

Al nuclearnos debemos empezar por dar respuesta a los problemas de nuestros lugares de trabajo, que tie-nen un común denominador: el deterioro constante de la actividad científica y de las condiciones de trabajo; al mismo tiempo nuestro organismo gremial suele ser incipiente, débil; en otros casos no nos representa de-mocráticamente, o aún no existe. Esta situación, unida a las conocidas persecuciones, nos obliga muchas veces

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a desarrollar una actividad gremial sumamente cuidado-sa, a veces no pública. Debemos discutir entonces, có-mo, a pesar de los peligros, impulsamos la agremiación a través de actividades diversas: la firma de un petito-rio, la difusión de propaganda, encuestas, la realización de asambleas, la elección de delegados, etc.; cómo en-carar multitud de dudas: si conviene adherirnos a or-ganismos existentes o promover nuevos; la forma de actuar conjuntamente con otros sectores frente a cues-tiones concretas (los estudiantes y los no docentes de la Universidad, o al personal de maestranza de algún instituto). Este nucleamiento conducirá, probablemen-te, a la fusión y masificación de los últimos embriones gremiales actuales.

Igualmente urgente es impulsar y dar coherencia a la creciente actividad política que se desarrolla en dis-tintos centros de investigación. Debemos promover la discusión de los problemas políticos del país, del signi-ficado de nuestra actividad, del papel que nos cabe como aliados de la clase obrera.

Contra la sindicalización de los científicos se levantan distintas objeciones

Entre las más importantes encontramos la de los que consideran que los científicos como sector organizado, no pueden hacer nada, y se deben limitar a una actuación individual o de pequeños grupos, restringida al apoyo de tal o cual solución que vendrá, exclusivamente, desde fuera del campo de los científicos y docentes. Quienes así opinan, responden a concepciones dispares, pero a todos los caracteriza el hecho de no comprender —o no tomar en cuenta— el nuevo fenómeno de la transfor-mación social de los científicos en una capa de trabaja-dores que, como tal, debe hacerse oír. Al no ver el tremendo valor de una agremiación masiva, no dan res-puesta adecuada al desarrollo de la sindicalización que se está dando,

Una duda que pueden formularse quienes están dis-puestos a trabajar por un organismo sindical, es si éste no caerá en la misma deformación a que han llegado otras asociaciones de trabajadores. Concretamente, si la combinación de la política estatal con la existencia de sectores privilegiados no provocará el surgimiento de una capa burocrática, que maneje a su antojo nuestros intereses, negociándolos con los gobiernos de turno. Frente al peligro de una deformación burocrática que impida al organismo gremial cumplir su cometido debe-mos desde ahora agruparnos todos los que queremos que la democracia y la lucha conjunta con el resto de los trabajadores convierta al sindicato de científicos en una herramienta al servicio de una perspectiva socialista.

Bases programáticas para los científicos, técnicos y docentes universitarios

El agrupamiento de los científicos que promueven los movimientos reivindicativos, debe hacerse sobre só-lidas bases programáticas, surgidas de un intercambio de experiencias, ideas y aspiraciones. Los siguientes puntos deben ser tomados como una primera aproxi-mación y no como un modelo acabado. Consideramos que sólo un adecuado intercambio podrá establecer con mayor certeza cuáles son nuestras prioridades y el camino para obtenerlas.

1) Contra el verticalismo, la digitación y la discrimi-nación ideológica. Por un régimen democrático de pro-mociones y becas en base a concursos por capacidad y antecedentes, controlados por los organismos gremiales de los trabajadores científicos y docentes. Por un sala-rio y una previsión social adecuados. Por la superación del régimen de contrato, asegurando el escalafonamien-to de los actuales contratados. Por la equiparación del monto de las becas a los niveles correspondientes del escalafón. Contra la desocupación y el éxodo.

2) Por el desarrollo del actual proceso de agremia-ción de los científicos, profesionales, técnicos y docen-tes del país hacia un sindicato único y masivo que de-fienda sistemáticamente los intereses profesionales y garantice nuestra participación en todo lo que tenga que ver con la ciencia a sus distintos niveles (planifica-ción, ejecución, etc.) y que establezca vías de comuni-cación y acciones comunes con los sectores sociales y organismos afines (movimiento obrero, estudiantil y popular). Por el funcionamiento plenamente democrá-tico del sindicato de científicos.

3) por la formulación de un plan científico nacional al servicio del pueblo y del desarrollo independiente del país, comenzando desde la Universidad con el esta-blecimiento de la democracia universitaria.

Que el plan sea discutido e impulsado en luchas con-juntas con el movimiento estudiantil y el movimiento obrero y su aplicación sea controlada por ellos y las organizaciones de científicos.

Este es un punto indicativo de enorme importancia. No podemos formularlo más explícitamente porque ni el movimiento obrero, ni el estudiantil, ni los científi-cos, poseemos aún los organismos idóneos —por repte-sentatividad, democracia interna, capaces de discutir e imponer un plan de esta naturaleza que requiere, en realidad, una profunda transformación del país.

4) Por el agrupamiento en tendencias de los secto-res que actualmente encabezan las luchas reivindicativas, para impulsar los tres puntos anteriores y para defender dentro de los organismos gremiales de investigadores científicos, técnicos y docentes universitarios, los inte-reses de la liberación nacional y social del país.

Estas tendencias deberán combinar la actividad sin-dical con la propagandística, dando así cauce a la pre-ocupación política creciente. La experiencia actual es que la actividad sindical y la actividad o inquietud po-lítica general se combinan y alternan en los distintos centros de investigación, dependiendo de la situación concreta de trabajo, de la situación política del país, de la mayor o menor combatividad de la clase obrera.

La actividad política en los centros de investigación puede ir de la propagandización de cualquier proble-ma concreto, la lucha activa contra la represión y las torturas, la discusión de los grandes problemas políti-cos del país y de Latinoamérica, la solidaridad concre-ta con distintos sectores obreros y populares en lu-cha, etc.

En toda la actividad política o sindical que llevamos adelante debemos tener siempre presente que nuestra meta es incorporar a sectores crecientes de técnicos, investigadores y demás personal como aliados de la clase obrera en la lucha por la liberación nacional y social. O

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Libros nuevos

Teoría y problemas de circuitos electrónicos Edwin C. Lowenberg, Pli. D. Traducción (leí original inglés: Carlos Martínez Mejía Editorial McGraw Hill Colombia, 1971, 271 páginas

Sumario: 1. Introducción. 2. Dispo-sitivos electrónicos de control de dos terminales. 3. Aplicaciones del dio-do. 4. Redes generales con cuatro terminales. 5. Dispositivos de cua-tro terminales, I. 6. Dispositivos de cuatro t rminales, II. 7. Amplifica-dores lineales. 8. Otros aspectos de los amplificadores e lec t rónicos . Apéndice A. Notación y símbolos de los tubos de vacío. Apéndice B. Notación y símbolos para transisto-res. Respuestas a los problemas pro-puestos. Indice.

Sobre la historia de las ciencias Michel Fichan t - Michel Pécheux Siglo XXI Argentina Editores S. A. Traducción del original francés: Delia Karsz Esquibel. Buenos Aires, 1971, 157 páginas.

Sumario: Advertencia. Definiciones. Michel Pécheux, Ideología e histo-ria de las ciencias. Los efectos de la ruptura galileana. Anexo. Michel Fi-chant, Idea de una historia de las ciencias. 1. El problema de la histo-ria de las ciencias. Nota de Galileo a Duhem, 2, Idea de una historia de las ciencias. El concepto de recu-trencia. 3. Empleo del concepto de recurrencia. Análisis de un ejemplo. Apéndices. A. Bailly, Historia de la astronomía antigua. Prefacio (frag-

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mentó). B. Comte, Historia de las ciencias y orden histórico. C. Bache-lard, Actualidad de la historia de las ciencias (fragmento). D. Bachelard, La ilusión del continuismo. E. Ca-vaillés, Sobre la historia de las ma-temáticas. F. Dedekind, Cartas a Lipschitz (fragmento).

Psicología social y educación Cari W. Backman, Paul F. Secord Traducción del original inglés: Inés Pardal Editorial Paidós Buenos Aires, 1971, 237 páginas

Sumario: Introducción. El sistema social. Cultura. Personalidad. 1. El proceso de socialización del preesco-lar. Educación y clase social. La fa-milia y el rendimiento educacional. Corolarios para el aula. 2. Aptitu-des y personalidad del alumno. In-teligencia, capacidad y rendimiento educacional. Hábitos de estudio, ac-titudes e intereses. La motivación de rendimiento. Ansiedad. Otros ras-gos de la personalidad. El concepto de sí mismo y el rendimiento edu-cacional. Corolarios para el aula. 3. El ambiente escolar. El ambiente de aprendizaje en las escuelas secunda-rias y en la universidad. Un "colle-ge" privado en Nueva Inglaterra para jóvenes de sexo femenino. Una universidad mixta de un Estado del sur de E.U.A. Consecuencias de los diversos climas institucionales. Ori-gen de las diferencias entre los cli-mas del "campus". Efectos de la es-tructura social de la institución. Pro-

cesos de influencia sobre la interac-ción. Corolarios para el aula. 4. Pau-tas de rendimiento divergentes. El estudiante considerado individual-mente. Características de la escuela y rendimiento educacional. Agrupa-mientos por capacidad y agrupamien-tos homogéneos. Rumbos divergen-tes. Expectativas de empleo inmedia-to o de mayor formación universita-ria. Corolarios para el aula. 5. Los efectos de la interacción en el aula. La estructura subinstitucional. Los procesos que se desarrollan en el aula. Corolarios para el aula. 6. El rol del maestro. Variables del sis-tema social y tensión de rol. Varia-bles culturales y tensión de rol. Per-sonalidad y tensión de rol. Procesos que conducen la tensión de rol. Des-empeño del rol y resolución de la tensión de rol. Corolarios para él aula. Bibliografía en castellano.

Evolución y modificación de la conducta Konrad Lorenz Traducción del original inglés: Carlos Techard Siglo XXI Editores S. A. México, 1971, 1A páginas

Sumario: 1. Introducción. 2. Actitu-des teóricas frente al concepto de lo "innato". 3. Crítica del primer ar-gumento conductista. 4. Crítica del segundo argumento conductista. 5. Crítica de la actitud de los etólo-gos modernos. 6, Crítica de la acti-tud de los antiguos etólogos. 7. El valor y las limitaciones del experi-mento de privación, 8. Resumen. Referencias. Tndice analítico.

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Comentarios de libros

Therapeia. La medicina popular en el mundo clásico Luí» Gil Ediciones Guadarrama. Madrid, 1970, 558 páginas, 63 ilustraciones.

La frase inicial de esta obra: "El tema que vamos a tratar es una es-pecie de tierra de nadie entre la his-toria de la medicina y la filosofía clá-sica", muestra un claro signo de modernidad al poner de relieve su carácter interdisciplinario.

Hace unos decenios tal combina-ción interdisciplinaria no hubiera sido posible si se piensa en la riva-lidad, a veces hasta hostilidad, exis-tente entonces en el mundo acadé-mico entre los filólogos y los médi-cos y naturalistas. Por suerte, tal estado de cosas se va superando en favor de una concepción más unita-ria del saber y de sus conexiones, más allá de arbitrarias distinciones y rutinarias clasificaciones.

En cierto sentido, este libro rom-pe también con otra noción rutina-ria o tradicional: la idealización del mundo griego al no ver en él sino sus figuras de alta jerarquía intelec-tual o artística; ya que el análisis de su medicina popular revela en ese pueblo notas comunes con las de todos los pueblos primitivos. Claro es que, occidentales como so-mos, no podemos olvidar la deuda griega y repetimos con el profesor Laín Entralgo en su elogiosa Pre-sentación: "Bien. Todo esto era ne-cesario, porque de otro modo no podríamos comprender en su inte-gridad el mundo helénico, pero no menos necesario es pensar que Ho-mero, Píndaro, Fidias, Esquilo, Pe-

ricles, Sócrates, Platón y Aristóteles fueron griegos antiguos, y no tas-manios, bosquimanos o yakutos".

Y aunque esta obra es esencial-mente el fruto de una investigación histórico-filológica o, si se quiere, de historia social, no deja de ser un aporte original el de haber puesto al desnudo caracteres del mundo clá-sico o en especial del griego, que el deslumbrante brillo de la cultura helénica oscurecían o dejaban en la penumbra. Algo semejante ocurrió cuando se advirtió que, en buena medida, los frutos de aquella cultu-ra provenían de una rígida división de clases de una sociedad escla-vista.

El profesor de filología clásica de la Universidad de Madrid, Luis Gil, ha engarzado en este libro su saber filológico con los elementos que le proporcionaron la historia de la me-dicina, la etnografía y la antropolo-gía, para ofrecer un exhaustivo aná-lisis de lo que denomina "medicina popular" en el mundo clásico. En ese análisis la medicina se concibe como una ineludible institución so-cial que incluye la medicina técnica o científica, nuestra medicina, que precisamente verá su nacimiento en ese mundo hacia los siglos V y IV a.C.; mas también esa otra medici-na, la medicina popular, que prece-dió a aquélla, coexistió con ella y aún vive, en la cual el enfermo, la enfermedad y el médico componen un curioso contexto de ritos, mitos, creencias y supersticiones con inter-vención de dioses y astros, y donde actúa una variada mezcla de magos y adivinos, exorcistas y astrólogos, manos santas y curadores de toda clase.

Mediante un detenido análisis de

los textos el profesor Gil expone el desarrollo de esa medicina mágica, ya en lo concerniente a la índole de la enfermedad: tipo de contacto o de contagio, mancillas o transferen-cias; o a la naturaleza de sus cau-sas: posesión demoníaca, culpa o castigo; ya en lo relativo a las dis-tintas terapéuticas empleadas: ritos purificatorios o expulsatorios, pocio-nes mágicas, curación por la pala-bra o por la música, la típica cura-ción del mundo griego en los tem-plos de Asclepio (el Esculapio de los latinos) con su característico sueño sagrado. Un capítulo final es-tá dedicado a la medicina astrológica en sus variados aspectos: la asigna-ción de las partes del cuerpo huma-no y por tanto de sus afecciones, a los distintos astros; el empleo de los horóscopos para el diagnóstico de las enfermedades; y otros ya que, como termina Gil: "En el amplio cauce de la astrología confluyeron todas las vertientes de la medicina popular, todas las supersticiones y extravagancias del espíritu humano".

El centenar de páginas finale comprende las numerosas notas v cinco índices: de autores antiguos, de autores modernos, onomástico, analítico y de ilustraciones.

Para terminar creemos interesan-te señalar una coincidencia editorial: con igual lugar y fecha de edición (Madrid, 1970) la Revista de Occi-dente ha publicado un excelente li-bro del profesor Laín Entralgo, tam-bién de la Universidad de Madrid, con el título La medicina hipocrá-tica, que sin ser el reverso del libro del profesor Gil, analiza los nume-rosos y nada fáciles problemas que plantean los escritos médicos de los siglos V y IV a.C., que señalan el

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nacimiento de la medicina científi-ca: sus orígenes y conexiones, el pa-pel que le tocó desempeñar, si es que hubo alguno, al célebre médico Hipócrates de Cos o a su escuela; en qué sentido puede hablarse de un hipocratismo con respecto a la medicina griega o a la actual, etc.

En cierto modo ambos libros se complementan, al ofrecer una com-pleta y equilibrada noción del signi-ficado que el mundo helénico atri-buyó al médico, al enfermo y a la enfermedad. Por otra parte, ambos libros proporcionan un buen ejem-plo del grado de madurez de la his-toria de Ja medicina, o mejor de la historia de la ciencia, de hoy que, lejos de ser una mera aplicación o apéndice de las ciencias particulares, constituye una rama específica dei saber humano con rasgos interdisci-plinarios, como lo comprueba el li-bro que comentamos, y finalidad y métodos propios.

J. B.

Biología Revista trimestral Dirección: Emilio Villarino Editorial Seientia S. C. Calle 39, N" 941, La Plata

Una nueva revista acaba de apa-recer en La Plata, provincia de Bue-nos Aires, para sumarse al reducido grupo de publicaciones nacionales dedicadas sin concesiones al queha-cer científico, en este caso específi-camente dirigida al área biológica. Buena presentación y buen nivel hay en este primer número que ofrece, preferentemente, trabajos de profe-sionales de la Universidad de La Plata.

El sumario —una equilibrada se-lección— ilustra acerca de los obje-tivos que se propusieron sus edi-tores:

Sumario: Raúl A. Ringuelet, La conservación de la fauna-, Silvia Mo-rales Gorleri de Tribiño, Joseph de Acosta: Primer antropólogo de Amé-rica; Néstor O. Bianchi, Genética-, C. Ponnamperuma y H. P. Klein, La búsqueda de vida en Marte-, J. M. Echave Llanos, El Instituto de embriología, biología e histología de la U.N. de La Plata-, Entrevista a Gabriel Favelukes; Entrevista a Luis M. Aristizábal, La Estación de Cría de Animales Salvajes-, Noveda-des en la ciencia, Reuniones cientí-ficas, Libros.

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Ciencia y política en América latina Amílcar O. Herrera Siglo Veintiuno Editores S>. A. México, 1971, 206 páginas

El enfoque que se realiza en este libro de los distintos aspectos que están involucrados en la existencia real de la actividad científica de nuestro continente es relativamente completo. Y el mismo tiene un mé-rito fundamental: el autor se mueve con forma casi permanente a nivel de los problemas de la estructura y la planificación científica, subrayan-do y categorizando el sistema de producción científica como algo to-talmente distinto que la suma de las voluntades de los agentes de esa producción. /

Con ello evita deslizarse en lo que es tan frecuente en los análisis sobre la actividad científica que se escuchan en vastos sectores de los círculos científicos y tecnocráticos de nuestro país, análisis que en el momento de las proposiciones caen en los llamamientos personalizantes, dirigidos a cada uno de los trabaja-dores del campo de la ciencia, a quienes muchas veces se insta a dar su aporte a la solución del estanca-miento económico y científico a tra-vés de la cuidadosa elección de los temas de investigación. Esos anáfi-sis, justamente por ese tipo de 11a-mamentos, aparentan entroncarse en concepciones individualistas vigen-tes en los medios universitarios en particular en la fase 1955-1966, concepciones que tratan de actuali-zarse agregando a sus proposiciones esenciales el reconocimiento de la necesidad de un cambio de estruc-turas para que todo mejore, o sino adhieren con una mirada hacia el pasado inmediato anterior para con-validar cualquier decisión a través de una justificación mesiánica que no tiene en cuenta intereses de sec-tores en total contraposición. He-rrera se diferencia con una concep-tualización de un tipo técnico que nos hace desear que los editores die-ran alguna información curricular para el entendimiento del proceso genético de su pensamiento.

Herrera traza una radiografía bas-tante concreta de la realidad latino-americana a nivel de la producción científico-técnica actual, sus proble-mas, el proceso de su desarrollo, etc., si bien hay algunos elementos de fondo, que no son profundiza-

dos lo suficiente, como por ejem-plo la diferenciación que se plantea entre empresariado industrial y cla-ses oligárquicas tradicionales. La fi-gura retórica utilizada más arriba, "radiografía", adquiere en relación con su libro un empleo más pre-ciso. El libro nos muestra con tra-zos quizás demasiado simples, dicha realidad. El relleno o el resto del organismo analizado, América latina, se ve como sombras con contornos difusos y generales agregados a un esqueleto numérico que se extiende en un cierto número de conceptos no suficientemente explícitos o fun-dados. Sin embargo la descripción en cifras es impactante si sabemos llenar con un poco de visión gene-ral el cuadro total radiografiado.

Por ejemplo: el personal científi-co y técnico de América latina es de un orden de 1/6-1/3 del de los países eufemísticamente designados como desarrollados, absolutizadas las cantidades de estos agentes en rela-ción con las respectivas poblaciones activas (cuadro 7, pág. 34). Por otra parte, la inversión de Producto Bruto Nacional en la actividad cien-tífico-técnica es de 1/15-1/5 (cua-dro 1, pág. 26). La comparación de esos datos sugiere quizás la conclu-sión que América latina tiene más trabajadores en este área que los fondos disponibles justifica. O, cómo plantea el autor en la pág. 182, sorprendentemente, que lo que debe pasar es que la productividad por persona ocupada es muy baja. Y por el contrario, la mejor aproximación sería si se plantea la primer conclu-sión al revés, es decir, que América latina tiene personal científico-téc-nico al que no se le dan los medios necesarios para trabajar. Y esto He-rrera lo plantea en otros partes de su libro, pues conoce seguramente las movilizaciones de científicos y téc-nicos, por lo pronto de nuestro país en pro de un mayor presupuesto, pero en la cita mencionada todo esto desaparece bajo la esquelética palabra productividad.

Otra reflexión que nos suscita es-tos datos es que la producción cien-tífica juega un rol secundario en cuanto a la importancia de sus re-sultados para las necesidades del aparato económico pues si no fuera así probablemente se darían mejores posibilidades materiales de trabajo, y que es por razones de imagen pu-blicitaria que se multiplican los or-ganismos como Conicet, Conacyt, Conade, cuando no se dan esos me-

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d x o s q u e son p u e s t o s e n áreas de e l u d o s u i m p o r t a n c i a .

• H e r r e r a es conciente de ese ca-rácter radiográfico de su libro. En el prólogo llama la atención sobre el hecho que el caso cubano no es tratado por falta de datos comple-tos, a pesar de lo excepcional que resulta la situación de ese país que gasta, e n la actividad científico-téc-nica u n porcentaje seis veces mayor de su Producto Bruto Nacional que países nías "desarrollados" de Amé-rica L a t i n a tales como Argentina, M é x i c o y Brasil. Pero queda poco claro c u á l es el grado de esa con-ciencia cuando plantea que "algunos países pueden dar prioridad abso-luta a los sectores de salud y edu-cación por razones sociales en el sentido ampl io . . . " mientras que para " o t r o s , el problema principal puede ser el estrangulamiento.. . provocado por una balanza de pagos desfavorable...". Si llenamos esta alternativa con ejemplos concretos, utilizando esa visión general que es necesaria para leer el libro, nos en-contramos que el primer caso es muy p r o b a b l e m e n t e el de los países que inician un proceso socialista, privile-giando la finalidad social de distri-bución de la riqueza en la estructu-ración de la actividad del país, mien-tras que en los otros casos se trata de estructuras que preconizan con-sideraciones mercantilistas en sus diversas variedades. Y esta diferen-cia no es secundaria, ni mucho menos.

Estas sobresimplificaciones son la debilidad sustancial del libro, que se nota, fundamentalmente, cuando entra en el terreno de las propo-siciones. Estas son hechas conside-rando que los Estados son Estados, los Gobiernos sencillamente Go-biernos, los investigadores y el per-sonal técnico simplemente eso. Casi títulos de recopilación de datos e in-formaciones. Y allí estamos ante una superficialidad seria, a pesar de los condicionamientos que se reco-nocen para los distintos países o grupos de países. Pues si bien es cierto que Japón y China son paí-ses que pueden ser confrontados, esta es una consideración transver-sal que no tiene en cuenta longitu-dinalmente los procesos históricos distintos y las estrategias casi opues-tas que ciertos países se fijan, por ejemplo sociales vs. mercantiles (véase Investigación y desarrollo en China, CIENCIA NUEVA N? 11). En resumen, no aparecen al hacerse proposiciones que se consideran vá-lidas para la América Latina de los próximos 20 años, ciertas ideas fun-damentales que Herrera incluso cree necesario poner en bastardilla: "La revolución científica y tecnológica ba sido siempre una consecuencia y no la causa de las profundas trans-formaciones estructurales que gene-ra el proceso de desarrollo aunque luego contribuya en forma decisiva a acelerar esos cambios. La capacidad de una sociedad para incorporar la ciencia y la tecnología corno factores

dinámicos para su progreso depende de condiciones políticas, económicas y sociales que la ciencia misma no puede crear." Hagamos la salvedad que esto último es válido excluidas las ciencias de los procesos políticos.

Esta reflexión de Herrera no vuel-ve a aparecer hacia el final de libro, habiéndose perdido peligrosamente a lo largo de cuadros, análisis y con-sideraciones. Concretamente, si re-cordamos un artículo aparecido en 1967 en una revista de la editorial McGraw-Hill, donde un radioastró-nomo australiano luego de una es-tadía en China relataba entre otras observaciones que en los equipos de investigación habían desaparecido las diferencias entre investigadores y técnicos dentro de un real trabajo en equipo en el que se sabe que lo que cada uno de los integrantes del equipo puede hacer es lo que la pre-sencia de los demás le permite en cuanto a tiempo, apoyo logístico, etc., o si recordamos lo leído en el artículo de CIENCIA NUEVA ci-tado más arriba sobre la forma en que se implementa la vinculación de las investigaciones básicas con las necesidades reales de producción, entonces una serie de formulaciones que nos hace el autor sobre equi-pos ideales de tantos investigadores, tantos técnicos, tantos estudiantes de postgrado y sobre organigramas so-bre la interrelación de niveles resul-tan cuando menos algo apresurados.

R. E.

los libros

N? 19: Bolivia

N? 20: Cuba: Cultura/Revolución

N? 21: Por qué Córdoba

N? 22: Perú en la encrucijada

N? 23: La lucha de clases en la Universidad

Suscripción anual (12 números) $ 36. Tucumán 1427, 2? piso - Of . 207 Tel. 45-9640 - Buenos Aires

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Acerca de los Congresos científicos Con motivo del XII Congreso Internacional de Historia de las Ciencias

José Babini

En agosto de 1971 se celebró en Moscú un nuevo Congreso interna-cional de historia de las ciencias, el X I I I de la serie que en 1929 inició el flamante Comité internacional de historia de las ciencias, nacido el año anterior por iniciativa de Aldo Mieli, que fue su secretario perpe-tuo hasta su muerte, acaecida en Argentina en 1950,

Ese Comité, qtie «e constituyó sobre el modelo de las Academias científicas, en definitiva adoptó en 1935 el nombre actual de Acade-mia internacional de historia de las ciencias, asociándose más tarde, al crearse las Uniones científicas, a la División de historia de las ciencias de la Unión internacional de histo-ria y filosofía de las ciencias, divi-sión que cuenta actualmente con 28 Grupos nacionales afiliados.

Después del primer Congreso de 1929 realizado en París, y a partir de 1931, esas reuniones se celebra-ron periódicamente cada tres años, con la excepción de un decenio en blanco (1937-1947) debido a la se-gunda guerra mundial.

Uno de los primeros informes acerca del Congreso de Moscú es el que publica el historiador de la ciencia francés Frangís Russo en el número de noviembre de "La Re-cherche", bajo el título no muy re-confortante Histoirc des Sciences, ün Contris décemnt.

Es posible que en este calificati-vo hayan influido circunstancias par-ticulares de ese Conmv.so, aunque

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no es menos cierto que en buena medida pueda decirse lo mismo de gran parte de los congresos cientí-ficos de hoy.

Por lo pronto, numerosos congre-sos científicos, y en especial sí son internacionales, están afectados de una de las plagas de hoy: el gigan-tismo, reflejado en el excesivo nú-mero de participantes y de comu-nicaciones. En el primer Congreso de historia de las ciencias (París, 1929) asistieron unos 25 miembros de los 41 que componían el flaman-te Comité y se presentaron 11 co-municaciones: en el Congreso XII, también reunido en París en 1968, se inscribieron 800 personas y se presentaron 400 comunicaciones; en el Congreso de Moscú los partici-pantes fueron 2.000 y las comuni-caciones 750. Con este ritmo ¿ha-brá que pensar que en el próximo Congreso, a celebrarse en Tokio en 1974, asistirán unos 5.000 inscrip-tos y se presentará un par de miles de comunicaciones? Parece natural modificar el actual régimen antes de llegar a tales extremos.

Por otra parte, en el caso espe-cial de la historia de la ciencia, exis-te otro factor que conspira contra la eficacia de tales reuniones, de mantener el sistema actual: la gran diversidad de temas que en esas reu-niones se debaten. Mientras que en los demás congresos esos temas se refieren a un determinado y único '-ectnr científico en su etapa contem-poránea, en los congresos de histo-

ria de la ciencia se habla de rodas las ciencias y de todas Lis épocas. No solo, sino que en los momentos actuales la diversidad tiende a au-mentar. En efecto, hasta hace unos decenios los historiadores Je Ja cien-cia se ocupaban con preferencia de las ciencias exactas y natura U-s, pero ahora se ocupan, además, de cien-cias del hombre, de la tecnología, de la filosofía, amén de las cuestio-nes vinculadas con los fundamentos y la_ organización científica de la propia disciplina, cuando no otros temas que la actual tendencia Ínter-disciplinaria trae a colación y que antes se consideraban desvinculados de la historia de la ciencia.

A estos factores de orden general han de agregarse, en el caso del Congreso de Moscú, circunstancias particulares que explican la "decep-ción" del profesor Russo. Iil Con-greso comportó 5 conferencias ma-gistrales, 14 coloquios y 12 seccio-nes para tratar las comunicaciones orales; además dos reuniones de ca-rácter administrativo: de la Acade-mia y de la División, y, como Apén-dice, un viaje a Leningrado donde se celebró el 4? centenario del na-cimiento de Kepler.

Según Russo la organización del Congreso fue deficiente en el senti-do que consagraron nrny poco tiem-po, un 10 %, a los coloquio-; y co-municaciones orales; que en gene-ral éstas no correspondieron a la ín-dole del Congreso, y además, según se expresa, que en Leningrado "se

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"TI

nos infligió diez horas de exposicio-nes "sin mayor interés; aunque el cargo más grave se refiere a la ca-rencia de una buena organización de l sistema de traducciones, en idio-mas accesibles, de los resúmenes o disertaciones. Por ejemplo, los resú-menes de los soviéticos estaban so-lamente en ruso, ni los títulos esta-b a n traducidos.

Sin duda, muchas de estas fallas pudieron haberse subsanado, pero en realidad es el sistema actual de los congresos científicos el que debe modificarse si no se quiere que si-gan siendo algo "décevant". Por suerte ya se han dado los primeros pasos en este sentido como puede verse por las modificaciones intro-ducidas por los matemáticos (Ver "Ciencia nueva", N<-' 1, 1970, pág. 25 : Congreso de matemáticas, sin

comunicaciones orales). Aunque cada especialidad puede exigir mo-dalidades diferentes, parecería acon-sejable, según el modelo de los ma-temáticos: 1) eliminación de las co-municaciones orales y adecuada se-lección previa de los temas a tra-tarse en el Congreso en las reunio-nes generales o especiales.

2) En las reuniones generales se expondrían conferencias magistrales, a cargo de personalidades, sobre te-mas de interés general, previa dis-tribución del texto de las mismas en idioma accesible, para ulteriores conversaciones sobre el tema. Estas reuniones facilitarían el encuentro de todos los miembros del Congreso.

3) Se pueden realizar también co-loquios, aunque su organización no es fácil, tratándose de congresos in-ternacionales.

4) La tarea más útil de los con-gresos queda reservada a las reunio-nes especiales, para lo cual habría que invertir el sistema actual: en lugar de pocas secciones con gran número de participantes en cada una de ellas, habría que organizar muchas secciones en cada una de las cuales intervinieran pocas personas. Por ejemplo: seleccionados los tra-bajos personales, con preferencia los que se refieren a descubrimientos o procesos en marcha, se distribuyen los resúmenes de los mismos, en idiomas accesibles, a todos los con-currentes y se organiza el mayor nú-mero posible de reuniones donde los interesados, con el autor del trabajo discuten y conversan a sus anchas, ya que si alguna finalidad tienen los congresos es precisamente el inter-cambio de ideas y su discusión. O

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Cursos y reuniones científicas Curso ele especialización e n psicología clínica de niños y adolescentes

El próximo año lectivo se iniciará nuevamente en el CEAM, bajo la dirección de la doctora Telma Reca, el curso de especialización en Psico-logía Clínica de Niños y Adolescen-tes, destinado a la formación y ca-pacitación de psicólogos en esta es-pecialidad.

El curso tiene carácter teórico-práctico, dedicándose particular in-terés al trabajo de campo y a la investigación.

Plan del curso

Primer Año

Asignaturas anualess — Psicopatología Infanto-Juvenil. — Psicología Clínica de la Niñez y

Adolescencia (estudio psicoló-gico).

— Rorschach I.

Seminarios: — Trastornos de aprendizaje. — Juego. — Dibujo de la figura humana. — Aspectos parciales de Psicología

Evolutiva. — Evaluación crítica de teorías psi-

coanalíticas y de motivación. — Psicología social del niño.

Segundo Año

Asignaturas anualess — Orientación Psicológica Indivi-

dual y en Grupos de Niños y Adolescentes I.

— Orientación de madres. — Rorschach II .

Seminarios: — Investigación en Psicología Clí-

nica. _ Evaluación psicológica de grupos

especiales: esquizofrenias, DCM, etcétera.

— Delincuencia Infanto-Juvenil.

Tercer Año

Asignaturas anualess — Orientación Psicológica Indivi-

dual y en Grupos de Niños y Adolescentes II .

— Orientación de madres y del gru-po familiar.

— Rorschach I I I .

Seminarios: -—Consejo y Organización de Ser-

vicios Psicológicos en las Institu-ciones.

— Higiene Mental en la Comunidad. Para este curso se requiere ser

graduado universitario en psicolo-gía. Para informes e inscripción di-rigirse al Centro de Estudios y Asis-tencia Médico-psicológica de la Ni-ñez y Adolescencia, Arcos 1757, Tel. 783-9393.

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Seminario electroenergético El Tercer Seminario Electroener-

gético Nacional tendrá lugar en el mes de abril próximo, durante los días 12, 13, 14 y 15, en la ciudad de Mendoza. Entre los objetivos bá-sicos de este Seminario figura el de facilitar un intercambio de ideas, experiencias y conceptos acerca de la política electroenergética nacio-nal y el desarrollo de las industrias electrometalúrgicas y electroquími-cas. Este intercambio y acercamien-to de los especialistas en energía eléctrica se inició hace ya unos años, habiéndose realizado dos Semina-rios similares de carácter nacional, el último de ellos en la ciudad de Córdoba, en el año 1969.

Los organizadores —Centro de Ingenieros, Arquitectos y Agrimen-sores de Mendoza— bajo el auspi-cio del Gobierno de la Provincia de Mendoza, se proponen el logro de fructíferos debates, discusiones y análisis del terna y de las diversas ponencias de los participantes, quie-nes podrán integrar distintas comi-siones y presentar trabajos.

Se espera que este esfuerzo por promover una política energética que responda a las necesidades rea-les de nuestro país cuente con el apoyo de funcionarios de organis-mos públicos y privados, empresas, instituciones y organizaciones varias que han sido invitadas a participar y qué concite, además, el interés de la opinión pública sobre el problema de la energía eléctrica y sus impli-cancias en el progreso socioeconó-mico y en el bienestar de la comu-nidad.

Las inscripciones se realizan en Rondeau 337, Mendoza; Dirección Provincial de Energía: Palacio de Gobierno, Cuerpo Central o Casi-lla de Correo N» 574, Correo Cen-tral, Mendoza.

C . I . E .

"El Centro de Investigaciones Es-paciales (C.I.E.), Miembro Nacio-nal de la Federación Internacional de Astronáutica, abre la inscripción del 1? al 30 de enero de 1972 para todo técnico o ingeniero con inquie-tudes que hacen a la tecnología es-pacial para los siguientes departa-mentos: Comunicaciones, Electrónica, Pro-pulsión, Química, Construcciones, Tornería, Fotografía, Biología y Fí-sica de la Alta Atmósfera.

Concurrir de lunes a viernes de 17 a 21 hs., en Venezuela 4383, Capital Federal.

Instituto de investigaciones IPSE Epistemología y Psicología

Es objetivo fundamental de esta institución realizar investigaciones sobre una problemática epistemoló-gica y psicológica, con la necesaria apertura hacia las disciplinas con las cuales se vinculen los proyectos de investigación. Este objetivo se ins-trumentará a través de la formación de investigadores y la constitución de equipos de trabajo.

El IPSE ofrece, además, un sitio de discusión, información y prepa-ración a las personas interesadas en ampliar, completar o profundizar su formación.

Temas de investigación

Rolando García: Dialéctica y conocimiento. Gregorio Klimovsky: Problemas semánticos de las teorías científicas. Emilia Ferreiro

y Celia Jakubowicz: Adquisición de las estructuras sin-tácticas de los lenguajes naturales y su relación con las estructuras de pensamiento.

Cursos (primer semestre)

Emilia Ferreiro: Génesis del pensamiento y adquisi-ción del lenguaje. Celia Jakubowicz: Los problemas de la psicolingüística. Rolando García: Teoría del conocimiento y epistemo-logía genética. Gregorio Klimovsky: Diversas concepciones acerca de las teorías científicas.

Seminario interno (por invitación)

Secretaría: Inscripción a los cursos e informaciones a partir del 6 de marzo, de lunes a viernes, de 16 a 20 horas. Sede: Conde 3041 - Tel.: 70-5540 - Buenos Aires.

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Page 65: Ciencianueva14

Correo del lector

Ajedrez pasional

Como aficionados al ajedrez de fan-tasía hemos constituido una Peña que nos reúne todos los sábados, después de las 17 horas, en los sa-lones del Club Argentino de Ajedrez, Paraguay 1858, con el objeto de pa-sar irnos momentos de ocio convoca-dos alrededor del tablero, estrechan-do vínculos amistosos y tratando de desentrañar los misterios que encie-rran las composiciones de este mi-lenario juego.

Para ello contamos con abundan-te material, ya que disponemos de importantes publicaciones especiali-zadas, la mayoría extranjeras, como "British Chess", "Feenschach", etc. y algunas nacionales, como "Ajedrez Mágico" y "Ajedrez Artístico". Ade-más, procedemos al análissi de los problemas compuestos por los miem-bros de la Peña, con el propósito de verificar su correcta formulación, con vistas a su ulterior publicación o in-tervención en concursos.

Nos anima, por añadidura, la in-tención de deleitarnos ante la con-templación de algunas producciones que no vacilamos en reputar de ar-tísticas, ya que el placer estético que proporciona esta rama del ajedrez entraña una serie de experiencias fascinantes, de la que participa la imaginación creadora del hombre, cúyo ingenio se materializa en la concreción de pequeñas obras maes-tras en su género y en las que es dable apreciar una serie de factores que se conjugan para hacer del con-junto una totalidad, en que pueden descubrirse ciertos valores inheren-tes a toda obra de arte: concepción, belleza, armonía, equilibrio, sime-tría, pureza, economía, dificultad, dinamismo, complejidad.. .

Día a día tomamos contacto con nuevas formas ideadas para extender el campo de las posibilidades, siem-pre cambiantes y en perpetua evolu-ción, en este enfoque del juego de ajedrez. Tal cosa acontece con la galería de nuevas piezas creadas a dichos fines ,que parecieran extraí-das de un nuevo Olimpo y que con-

forman una especie de constelación mitológica de los trebejos: saltamon-te, jirafa, zebra, tritón, nereida, pris-ma, tutor, etc., así como la amplia-ción del campo de operaciones mer-ced a la aparición de tableros cilin-dricos y otras rarezas por el estilo.

Para nuestra satisfacción, han lle-gado a nuestra mesa de trabajo, en este caso la cuadrícula de 64 esca-ques, varios números de la revista CIENCIA NUEVA, en los que he-mos encontrado artículos relativos a nuestra devoción por la diosa Caissa. A pesar de nuestra condición de ex-pertos en la materia, debemos con-fesar que alguna de sus modalidades nos era totalmente desconocida y concitaron nuestra atención, como en el caso del tipo de mate con demoli-ción, que nos pareció de una extraña originalidad y que hasta el presente era ignorado en nuestra Peña. Como nos interesó, nos propusimos inte-riorizarnos acerca de sus particulari-dades, pero, por su dificultad, no pu-dimos concretar su resolución en el transcurso de la sesión en que lo abordamos. Continuó la búsqueda particular de los miembros y uno de ellos, precisamente el presidente de la Peña, maestro Virgilio Fenoglio, dio con lo que estimamos es la so-lución propuesta por el autor. Otro de nuestros aclherentes, el señor Eduardo D. Kelly, tratando de re-solver el problema, acertó con un procedimiento distinto del enuncia-do, en menor número de jugadas y que no guarda la exacta secuencia a que debe estar sujeto todo proble-ma ejadrecístico para tener validez; es lo que en la jerga que usamos se denomina un "dual" y que consti-tuye, lamentablemente, una demoli-ción del problema.

Sólo a título de simple curiosidad, porque entendemos que no corres-ponde su publicación, dada la natu-raleza de los artículos aparecidos en vuestra revista, que son de estricta divulgación científica y referidos a la estrecha connotación matemática que guardan los ejemplos vistos, es que nos permitimos hacerle llegar tanto la solución correcta como la

falla de que adolece, no descartando desde ya, la existencia de otro u otros procedimientos que invaliden la composición, pues en este caso del problema de ajedrez, como acontece en todos los órdenes de la vida, tras la aperente exactitud de los proce-sos, encubierta bajo la fría lógica del razonamiento más puro, aparece re-pentinamente otra solución o va-riante inesperada que da por tierra con los cálculos más precisos o con las previsiones más estudiadas, des-truyendo las hipótesis del autor en que se sustentaba todo el armazón del elaborado teorema.

Solución

1. Dd5 — T Rf8 2. Th5 = A Rg8 3. Ag6 = C Rh7 4. Ce7 = P Rh6 5. Pe8 — D Rh7 6. Rf5 Rh6 7. R& Rh7 8. Rh5 Rg7 9. Rgí Rh7

10: Rf6 Rh6 11. Dh8 = T+ +.

Demolición

1. Dd6 — T Rf8 2. Td7 — A Rg8 3. Ae6 = C Rh7 4. Rg5 Rh8 5. Rh6 Rg8 6. Rg6 Rh8 7. Cc7 = P Rg8 8. Pc8 = D ++

Por fin, en nombre de la Peña, cumplimos en invitar a usted, si es de su agrado, a acercarse a nuestras sesiones sabatinas para compartir nuestras inquietudes esteticistas, de-rivadas del estudio y resolución de los enigmas que propone el ajedrez de fantasía.

Horacio Amil Meylán Buenos Aires

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Con relación al mate con demoli-ción, debo reconocerle que la solu-ción en 8 jugadas que encontró el señor Kelly es evidentemente correc-ta. No creo, sin embargo, que pue-da calificarse de "dual", ya que un dual es una solución en el mismo número de jugadas. En este caso bastará, al repetir el problema, de-cir "mate con demolición en 8 juga-das" para que la única solución sea la del señor Kelly. En cuanto a la solución del maestro Fenoglio, es exactamente la dada por el autor del problema.

Debo mencionar también que este autor escribió en su artículo original ("Games Digest", de diciembre de 1938, pág. 25) " I can do it in 11 moves, but perhaps there is a shor-ter way", El anunciar el problema como mate con demolición en 11 jugadas fue una decisión mía, justi-ficada por la naturaleza de los ar-tículos que aparecen en CIENCIA NUEVA.

M. R.

Metegol N" 10

Dados dos segmentos entre parale-las, cuyas medidas son 3 y 4, encon-trar el valor de X con cuatro deci-males exactos.

A. Pérez y O. Mattiusi

0 TARIFA REDUCIDA M ! Concesión N? 9145 h o e S u ? ü h o e S u ? ü FRANQUEO PAGADO

< Concesión N9 3689

Solución del Metegol N o 9

Para evitar que la letra O se confunda con la cifra cero, escribimos esta última así: ti

CLOU + LUDO

~ ZERCTde donde U = 0 (1) 0 + D = R + 20 (2)

Porque si fuera 0 + D = 11, debería ser L = E, lo cual es imposible, dado que letras di-ferentes representan cifras dife-rentes.

L + 1 = E (3) C + L = Z (4) CLO0 I^E ZDD L'/DO

(5) de donde D = n . 16 — —E.O, resulta un entero, como máximo, igual a 7.

(6) O + m .16 — (E.D. + • f u ) = D.n, resulta un entero, c o m o máximo, igual a 9.

(7) L + 10 — m = Z ó L — — m = Z.

(8) EL + 1 =CEL = C.

La opción L — m = desem-boca en una imposibilidad (de-jamos librada al lector la tarea de demostrarlo). (3) y (8) dan: L ( L + 1) +

-f 1 = C y entonces de (4) : L ( L + 1 ) + 1 + L = ,

= L2 + 2L + 1 = (L + l f = Z.

Dos opciones posibles: L = 1 y entonces será Z = 4. L = 2 y entonces será Z = 9.

Se demuestra que la prime-ra opción es imposible.

Por lo tanto L = 2 Z = 9 E = 3 C = 7. (7) resulta 2 + 16 + m —

— 9, de donde m — 3. (6) y (5) dan: 136 + 36 =

= 41 n., siendo por lo menos igual a 2, n debe-rá ser igual a 2, y O = = 4-, D — 8.

( 2 ) da: R = 2 . ZERO representa el núme-

ro 9324 = 7.36.37. Clodomiro tiene 37 años, su

mujer 36 y su hija 7.

Por provenir de fuente respe-table CIENCIA NUEVA obvió un análisis profundo de la solu-ción antes de publicar este pro-blema. Y la solución —la que aquí publicamos— es errónea porque hasta explicita la exi-gencia lógica de que cifras dife-rentes correspondan a dígitos di-ferentes y sin embargo satisface el problema con la solución R = L = 2 . Pedimos disculpas y atribuimos este error a un ex-ceso de imaginación por parte de Cloudomiro.

Conferencia Con el objeto de compensar

el vacío de la actividad cultural científico-humanística de la urbe por teña en el verano, el Centro Mundial de Estudios Superio-res ha organizado un importan-te ciclo de 33 conferencias, que se desarrollará a partir del mar-tes 11 de enero, a las 20.30, en Sarmiento 1876, Capital, y que se iniciará con el tema "Juven-tud: Esperanza, potencia y an-sias de integración", a cargo del profesor Sabomir Sawicki, di-rector del Centro.

La entidad nuclea a prestigio-sas personalidades del quehacer científico-cultural, estableciendo intercambio de conocimientos con criterio de síntesis.

No se cobrará entrada. Sarmiento 1876, martes y jue-

ves, a las 20.30 hs.

Asamblea de investigadores y técnicos

Un grupo de investigadores y técnicos de distintos laborato-rios e institutos del área de Bue-nos Aires y La Plata (CNEGH, CNEA, Facultades de Ciencias Exactas, Farmacia y Bioquími-ca y Medicina de Buenos Aires; Ciencias e Ingeniería de La Pla-ta, INTA, INTI, SMN, Inves-tigadores y Becarios del CNICT y CIMAE) realizó una asamblea en la Saciedad Central de Ar-quitectos para tratar la sitúa- : ción actual de la investigación científica y tecnológica en el país y en particular, la interven-ción de la CNEGH. En el pró-ximo número CIENCIA NUE-VA informará más ampliamen-te acerca de lo resuelto en esa asamblea.

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Page 67: Ciencianueva14

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de confianza.

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En el próximo número se comple-mentará la nota de Max Perutz sobre Hemoglobina. A. Aráoz, M. Diamant, M. Kaplán, Santos Mayo y E. Oteiza analizarán problemas de la ciencia aplicada en la Argentina. Nuevos problemas de Go.

Revista de ciencia y tecnología Diagonal Roque S. Peña 825 P. 9o - Of. 93 - Buenos Ai res