Christian Jacq-El Monje y el Venerable 74

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    Christian JacqChristian JacqTraducido por Beatriz Iglesias

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    Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseode la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitidaen manera alguna ni por ningn medio, ya sea electrnico,qumico, mecnico, ptico, de grabacin o de fotocopia,sin permiso previo del editor.

    Ttulo original: Le Moine et le Vnrable

    2004, Robert Laffont, Paris 2006, Beatriz Iglesias, por la traduccin 2006, Styria de Ediciones y Publicaciones S. L.Tuset, 3, 2. planta - 08006 Barcelonawww.styria.esPrimera edicin: octubre de 2006Segunda edicin: octubre de 2006

    LA FOTOCOPIA MATA AL LIBRODiseo de cubierta: Enrique IborraMaquetacin: Anglofort, S.A. ([email protected])ISBN: 84-96626-20-2Depsito Legal: B. 46.974-2006

    Impresin y encuadernacin: EGEDSA con la colaboracin de Jorkigraf, S.L.Impreso en Espaa Printed in Spain

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    Introduccin

    El monje y el venerable es una novela, una obra de ficcin dondelo imaginario cobra un gran protagonismo. No obstante, me haparecido necesario precisar que el relato est basado en hechosreales de los que es posible esclarecer determinados aspectos.

    La trama est ambientada en la Segunda Guerra Mundial. Laideologa nazi quiso fundar una nueva forma de religin y de cultura.Por ello procedi al exterminio de todas las creencias anteriores, nosin antes despojarlas de lo mejor que, a su ver, posean. Los nazisconfiaron al cuerpo especial Aneherbe, que dependa directamente deHimmler, la misin de ocuparse de las sociedades secretas y de sus

    adeptos, considerados poseedores de ciertos poderes. Este serviciopoco conocido y menos estudiado procedi al arresto de videntes,astrlogos y magos para apoderarse de sus tcnicas y comprobar sieran eficaces. De hecho, el Aneherbe crea que los poderes psquicosse podan convertir en potentes armas con las que asentar lasupremaca del Reich. Se encarcel tanto a sacerdotes como areligiosos sospechosos de atesorar interesantes conocimientos. Losdesafortunados fueron deportados a campos donde haba seccionesespecializadas en un tratamiento muy especial de superdotados.

    Por otro lado, desde que el rgimen nazi se impuso en Alemania,

    procedi al cierre de las logias masnicas y al arresto de quienes lasfrecuentaban. Con todo, parece que los masones favorecieron laascensin de Hitler al poder jugando a aprendices de brujos,rpidamente incapaces de controlar el monstruo que habancontribuido a crear.

    El nazismo fund su propia sociedad secreta, La Orden Negra,que no toleraba la existencia de ninguna otra organizacin esotricaen los territorios del Reich. De manera que Himmler orden ladestruccin de la masonera, no sin antes haberse cobrado tesorosaprovechables. En Francia, al servicio alemn de contraespionaje (SD)le fue encomendada la misin de sitiar los inmuebles donde se

    reunan los masones, para apoderarse de sus archivos y sus rituales.

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    Cont con la colaboracin de siniestros personajes como Bernard Fay,administrador general de la Biblioteca Nacional; sin embargo, sloobtuvo resultados ms bien decepcionantes.

    El motivo de este fracaso fue la existencia de un secreto que

    circulaba en el mismsimo interior de la institucin masnica, peroque no tena nada que ver con sta. Tras la especuladora aparienciade las organizaciones masnicas, sobrevivan las logias denominadassalvajes, herederas de saberes iniciticos transmitidos devenerable en venerable desde tiempo inmemorial. Una de estaslogias era especialmente depositaria de la Regla dictada, en suorigen, por los constructores de templos; as como del secreto delNmero que, segn se dice, permite crearlo y construirlo todo. Ennuestro relato, hemos dado a esta logia perteneciente al Rito EscocsAntiguo y Aceptado el nombre de Conocimiento.

    Durante muchos aos, la dirigi un venerable excepcional que mehizo partcipe de la increble aventura vivida por un masn y unmonje benedictino, cuyos caminos se cruzaron en el exilio. Todo losseparaba, todo los opona y, pese a ello, sobrevivieron juntos alinfierno de un campo de concentracin. Uno se amparaba en el GranArquitecto del Universo; el otro, en el Dios de los cristianos. Ambosllegaron a conocerse, pero tambin a enfrentarse en el nombre de surespectiva fe; a lo largo de la novela, veremos cul fue el autnticodesafo, materializado en lo que unos llaman apuesta y otrosvoto, que los llev a someterse a la ms exigente de las pruebas.

    Todo lo que aqu se revela sobre los ritos, los grados y los

    smbolos masnicos es conforme a la realidad. Incluso elfuncionamiento de una logia salvaje, que yo sepa nunca antesmencionada, se reconstruye en la medida de lo posible.

    El extraordinario encuentro entre el monje y el venerable tuvolugar en un contexto anlogo al descrito en este relato; la logiaConocimiento existi en verdad, pero con otro nombre; y elAneherbe, de triste recuerdo, constituy la ms temible agencia deservicios secretos de la era moderna.

    El trabajo del novelista ha consistido en reunir elementosdispersos y aportar las precisiones de las que dispona para contar lahistoria de dos seres enfrentados a la ms despiadada de las

    realidades.Tuve el inmenso privilegio de conocer al monje y al venerable que

    sirvieron de modelo para mis personajes. En la actualidad, ambosestn muertos. Por eso se ha podido romper el silencio.

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    Pars, una noche de marzo de 1944 en una callejuela del distritodieciocho. La luna se esconda entre las nubes...

    Franois Branier desapareci bajo el soportal de un inmundoedificio, tras haber comprobado que nadie lo segua. A sus cincuentaaos de edad, el mdico de cabello cano haba conservado eseaspecto fornido y apacible que haca de l un personajetranquilizador, fro y clido a la vez.

    Dej que la puerta del garaje se cerrara a su paso y esper unosminutos en la oscuridad. Imperativo de seguridad. Branier viva lams peligrosa de las aventuras. Por primera vez en varias semanas,

    convocaba a sus hermanos para celebrar una reunin de trabajomasnico, lo que los iniciados llamaban tenida. Haba muchasdecisiones que tomar por unanimidad, conforme a la Regla.

    En los ltimos tiempos, varios hermanos de la logiaConocimiento, operativa en el Oriente de Pars, haban sidodetenidos por subversin o actos de Resistencia. Slo siete de ellospodan seguir trabajando en honor del Gran Arquitecto del Universo; ytenan que esconderse, cambiar de lugar cada vez que celebrabanuna tenida. Cuando el nazismo triunf en Alemania, los masones secontaban entre los primeros perseguidos. Las logias haban sido

    disueltas, pues se consideraba que ponan en peligro la seguridad delEstado. Y muchos hermanos alemanes haban sido apresados,ejecutados sin juicio y deportados.

    La logia Conocimiento no era como las dems. Tena unacaracterstica que la diferenciaba: ostentaba el secreto del Nmero, elsecreto esencial de la Orden que se haba transmitido de generacinen generacin. Unos pocos hermanos, desperdigados por el mundoentero, haban heredado este tesoro. Muchos haban muerto desde elestallido de la guerra. Puede que Franois Branier, venerable maestrode la logia, fuera el ltimo superviviente conocedor del secreto delNmero a partir del cual todo se poda reconstruir. Ahora faltaba que

    l lo pudiera transmitir, que no se lo llevara a la tumba.

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    En el edificio reinaba el silencio. Branier abandon el abrigo delsoportal y entr en un pequeo patio interior sumido en la oscuridad.A la izquierda haba una puerta metlica. El mdico llam tres vecesespaciadas. Una voz le dijo: Adelante.

    Branier enseguida supo que lo haban traicionado. El que habarespondido no era un hermano, o al menos se habra expresado demanera diferente. Deba salir corriendo sin pensrselo dos veces.Branier se precipit hacia el soportal y abri la puerta del garaje.

    Su tentativa de fuga se qued ah. En la acera lo esperaban cincohombres ataviados con un impermeable verde oscuro. La Gestapo.Unos coches negros obstaculizaban ambos extremos de la calle.Branier cerr los puos. Lo invada una rabia fra. Resistirse era intil,suicida. As que se qued petrificado, esperando un auxilio imposible.

    Mi enhorabuena, seor Branier dijo uno de los policasalemanes, con un rostro plano, muy blanco y animado por unos ojillosmviles. Es usted sensato. Su reputacin est a salvo.

    La luz de la luna, que brillaba entre dos nubes, permita queBranier viera a su interlocutor. Slo tena una pregunta:

    Dnde estn mis... mis amigos?A salvo, como usted, seor Branier. No se preocupe. Y ahora, si

    tiene la bondad de subirse a mi coche...El polica hablaba un francs sin acento y de tono servil.Franois Branier se haca una idea completamente distinta de las

    detenciones a manos de la Gestapo: esposas, golpes, rdenesimperiosas... A qu vena aquella fingida cortesa, aquel respeto

    incomprensible? Sus sospechas le revolvan el estmago.Cuando se suba al Mercedes negro, el venerable alz la cabeza.En el tercer piso del edificio de enfrente, haba una ventanatenuemente iluminada; a la derecha, asomaba el rostro de un hombretras la cortina descorrida. Sorprendido por la mirada de FranoisBranier, el espa corri bruscamente la cortina y apag la luz.

    Branier se dirigi al polica alemn que, como l, haba observadola escena. No perda detalle.

    Me ha delatado l?Exacto.Y quin es?

    No lo s minti el alemn, casi riendo. Todo lo que puedodecirle es que es masn. Lo conoci en otra logia. Nos ha puestosobre su pista. Y ahora sbase al coche.

    Cuando arrancaron, el venerable supo que tendra que aguantarhasta el final.

    * * *

    Rpido, Dios santo!Fray Benot, de la Orden Benedictina, haba jurado una vez ms,

    sin siquiera darse cuenta. No era momento para fiorituras lingsticas.Estaba demasiado preocupado con la evasin de dos jvenes judosque deban subirse imperativamente al camin cargado de troncos.

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    Franois Branier adoraba Compigne. De nio haba ido allmuchas veces a pasar las vacaciones con su to. Juntos habanexplorado el bosque, pescado en arroyos, recorrido decenas dekilmetros en bicicleta por el placer de descubrir valles perdidos,paisajes de la vieja Francia olvidada por los urbanitas. Pero elCompigne de hoy era el del terror. De all salan los convoyes depresos, a quienes se trataba como ganado, rumbo a los campos nazisde exterminio. El venerable estaba seguro de que conocera laabominable suerte de quienes osaban desafiar a la Alemania deHitler.

    Se extra sobremanera cuando el Mercedes de la Gestapo sedetuvo ante un bonito hotel privado del centro. Lo obligaron a bajarsedel coche y lo acompaaron a la primera planta. Ahora los salonesburgueses y las habitaciones eran despachos. Se haban derribadotabiques y roto molduras para introducir el mobiliario de oficina. Pesea lo intempestivo de aquellas horas, unos soldados escriban amquina.

    El venerable fue introducido en un lujoso despacho, sin duda eldel antiguo dueo del lugar. En las paredes haba colgados litografasy aguafuertes que retrataban monumentos de Compigne. Parqu

    ilustre, mobiliario imperial. Un suboficial de unos cuarenta aos deedad, que vesta el uniforme de las SS, estaba repantigado en unsilln rojo de respaldo alto. Tena los cabellos muy negros y un rostroanguloso.

    Sintese, seor Branier. Me han dicho que se ha mostrado muyrazonable. Excelente iniciativa.

    El venerable clav su mirada en la del alemn.Dnde estn mis amigos?Ya estn de camino a su futura residencia, seor Branier. En un

    tren especial, que ya ha salido har un cuarto de hora. Con mediocrescondiciones de comodidad, lo reconozco. Pero, como usted bien dice,

    cual el tiempo tal el tiento.

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    El jefe de las SS se levant y se pase por el despacho, con lafirme seguridad de un domador. Su colega, el hombre de la Gestapo,se tena en pie en un rincn del despacho.

    Es usted mdico, seor Branier?

    Franois Branier no se movi de su asiento. Con la espalda recta ylos antebrazos apoyados, se senta como un condenado a muertesentado en una silla elctrica. El suboficial jugaba con l al gato y alratn. Estas palabras dichas a media tinta albergaban cien veces mscrueldad que la tortura ms atroz. El alemn tena todo el tiempo delmundo. Buscaba los puntos dbiles para golpear con la mximaprecisin y dejar a su adversario fuera de combate. Branier no tenaderecho a bajar la guardia ni un solo segundo.

    Debera responder, seor Branier. Refugiarse en el silencio esuna mala tctica. Podra amenazarlo con represalias contra sushermanos. Es mdico?

    S.Especialista?No. De medicina general.Casado?Viudo.Hijos?No.Cuando se declar la guerra, abandon usted su consultorio

    mdico y su domicilio parisinos. Ingres en la masonera a la edad deveinticinco aos; concretamente, en la Gran Logia de Francia, donde

    enseguida fue considerado miembro de excepcin. Pese a haberrechazado todos los honores, se ha ganado el respeto de las logias detoda Europa. Como tambin se negaba a figurar en la jerarquaaparente y oficial, acab convirtindose en jefe de la masonerasecreta. Ha fundado una logia denominada Conocimiento queostenta los verdaderos secretos de la Orden. Llevamos mucho tiemposiguiendo la pista de esta logia... Jams el mismo lugar de reunin,periodicidad nula, transmisin puramente oral. No acostumbra usteda pasar dos noches seguidas en la misma cama, seor Branier. Elcontingente de su logia nunca ha sobrepasado los veinte hermanos.Muchos de ellos estn muertos o desaparecidos. Habamos detenido a

    uno, pero se suicid durante el interrogatorio. Sin la denuncia deleminente masn que le haba ofrecido el local en el que debanreunirse anoche, nunca habramos tenido la posibilidad de llevar acabo semejante redada. Un golpe de suerte que las altas esferas hansabido apreciar. Es as, seor Branier? Alguna objecin?

    Ninguna.El suboficial de las SS volvi a sentarse, con aire satisfecho.Agradezco su sinceridad. Negarlo habra sido pueril. Todo lo que

    le he avanzado ha sido meticulosamente comprobado. Pero todavaquedan muchos puntos oscuros. Y no me refiero a sus actividades

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    como miembro de la Resistencia... banales. Servirn como cargos deacusacin oficiales.

    El venerable tena los nervios crispados. Necesitaba liberaraquella tensin. Gritar, golpear... La soga se iba apretando a cada

    segundo; no solamente sobre la persona de Franois Branier, sinotambin sobre su funcin de venerable maestro, sobre el secreto quecustodiaba. Y no tena ms derecho a suicidarse que un sacerdote.Deba hacer todo lo posible por transmitirlo, por que la tradicin de laOrden continuara, por que la luz no se apagara.

    Le hemos perdido el rastro en varias ocasiones, pese a ladivisin en zonas de la que era objeto. No sabemos nada sobre lafrecuencia y la duracin de las reuniones de su logia Conocimiento.Las precauciones que toma son tan extraordinarias como eficaces. Enrealidad, tiene mucho que ocultar al gobierno del Reich.

    Diez tcticas se arremolinaban en la cabeza del venerable. Tenaque soltar lastre sin revelar nada importante, salir vivo de aqueldespacho sin faltar a su juramento.

    Por qu extraordinarias?El suboficial sonri.No intente hacerme creer que Conocimiento es una logia

    masnica normal y corriente, una simple asamblea de humanistascon vagos ideales de tolerancia y libertad. Seor Branier, es usted unrevolucionario que quiere cambiar el mundo, cambiar al hombre.Locura, utopa, tal vez... o tal vez no. Y menos cuando uno conoce suseriedad y la de sus hermanos, cuidadosamente escogidos. No hay

    nada ms difcil que entrar en su logia. Para llegar a maestro, serequieren al menos cinco aos de preparacin antes de la iniciacin,siete aos de aprendizaje como mnimo y una cantidad indeterminadade aos en el gremio de obreros... En cuanto al venerable elegido, setratar por fuerza de un ser con poderes totalmente excepcionales...

    Falso. Es un hermano como cualquier otro elegido porunanimidad. Ni ms ni menos.

    El suboficial de las SS cogi un cortapapeles e hizo resplandecerla cuchilla bajo la lmpara de su mesa.

    Su modestia lo honra, seor Branier. Aunque no me parececreble. Su logia ha despertado la envidia entre los propios masones.

    En tanto que venerable, rehye por sistema a los visitantesprocedentes de otras logias. Es un derecho que existe, pero quenunca se aplica. Para asistir a sus tenidas, haba que serobligatoriamente miembro de Conocimiento y haber pasado unaspruebas de las que no estamos al corriente. Ni un solo masn de losdetenidos ha podido revelarnos nada interesante sobre la vida interiorde su logia. Era usted el jefe de un Estado dentro del Estado. A quviene tanto misterio si no tiene nada que esconder? Y lo que quieraque esconda concierne al Reich, seor Branier.

    El venerable se enderez, estir sus anchos hombros y adopt eltono de la ms firme conviccin.

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    Somos espiritualistas. Simplemente queramos trabajar en paz,lejos de enredos e intrigas.

    No me lo creo replic secamente el suboficial.Espiritualistas... ellos no tienen nada que ocultar. Son msticos

    inofensivos. Y se no es su caso ni el de sus hermanos. Busque unargumento ms convincente.El venerable oy a su espalda el caracterstico ruido de un

    impermeable. El hombre de la Gestapo se haba movido. Branier seoblig a conservar la calma, a mantenerse casi indiferente. Elsuboficial de las SS estaba muy bien informado. Su ingente laborhaba dado frutos. Gracias a su acumulacin de expedientes, e inclusoa partir de informacin fragmentaria, haba logrado obtenerindicaciones precisas que la mayora de los masones desconoca yque, sin duda, l ya tena en su poder.

    Ya que tan bien conoce mi logia dijo el venerable, sabr queen ella los hermanos compartimos todo secreto. Solo, no soy nadie.

    El suboficial pas el ndice por la cuchilla del cortapapeles. Parecapreocupado.

    Por fin se le presenta un verdadero dilema! Hace tiempo queme lo planteo. Si miente, podremos ejecutar a todos sus hermanos,porque ser usted el nico que importe. Y si dice la verdad, serindispensable que se renan todos en un lugar seguro para que porfin conozcamos su secreto. Como no quiero correr ningn riesgo, heoptado por lo segundo. Heinrich Himmler me ha confiado esta misiny no quiero decepcionarlo. As que va usted a reunirse con sus

    hermanos, seor Branier. Sale dentro de un cuarto de hora.El venerable se encogi, aterrado. El suboficial de las SS loobserv con desprecio. Puede que aquel hombre no fuera tanextraordinario como se pretenda. A menos que se tratara de unperfecto comediante.

    Descolg el telfono para confirmar la salida del convoy especialen el que saldra Franois Branier. Fue el primer instante en queapart los ojos de su detenido.

    Branier brinc como una gacela. Retorci el brazo al suboficial, learrebat el cortapapeles y le puso la frente sobre la mesa. Acontinuacin, le hundi ligeramente el can del arma en el cuello, a

    la altura del bulbo raqudeo. Con una energa sorprendente, Branierrode la mesa para colocarse detrs de l. Ahora estaba en posicinde fuerza. El hombre de la Gestapo no haba tenido tiempo deintervenir.

    Djeme salir de aqu, o lo mato.Mtelo, Branier. Eso no cambiar nada. Otro ocupar su lugar.

    Usted slo saldr de aqu para subirse a un tren.Se est echando un farol. Ponga un coche a mi disposicin.El suboficial de las SS respiraba con dificultad, ya que tena la

    cara comprimida bajo la mano de Branier. Se haba equivocado porcompleto respecto al venerable, al creerlo vencido, sin recursos.

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    El hombre de la Gestapo, muy tranquilamente, llam a lossoldados de la guardia. Tres de ellos entraron en el despacho,metralleta en mano.

    Deje ese cortapapeles, seor Branier. Si no, dar orden de

    disparar. Morirn los dos.Vamos.Branier levant la cabeza del suboficial de las SS por los pelos.

    Luego lo oblig a ponerse en pie retorcindole el brazo izquierdo. Lecoloc el filo de la cuchilla en la cartida. El suboficial se estremeci.Branier actuaba con una brutal determinacin. Este hombre sabamatar.

    El coche. Rpido.Abandonar a sus hermanos? pregunt el hombre de la

    Gestapo.Al venerable se le hel la sangre. Huir era confesar que slo l

    conoca el secreto, condenar a muerte a sus hermanos. Aceptarreunirse con ellos, donde los nazis lo quisieran, era demostrar que lacomunidad se tena que congregar para desvelar los misterios.

    El cortapapeles hizo un ruido seco al caer sobre el parqu. Braniersolt al suboficial de las SS y se apart de l. Invoc en silencio alGran Arquitecto del Universo y esper los golpes.

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    La noche era glida. En la estacin de Compigne, esperaba elconvoy de deportados con sus cinco vagones. El hombre de laGestapo acompa a Franois Branier, flanqueado por dos agentes delas SS. No le haban puesto las esposas.

    En la silenciosa estacin, el tren apareca como un monstruo,amenazante. Cuando el venerable pasaba por delante del primervagn, la puerta corredera se abri bruscamente. Asom un jovendesnudo que grit Yo no quiero ir! y salt al andn. El hombre dela Gestapo apart al venerable, y los dos agentes de las SSdispararon al fugitivo, que se retorci durante largos segundos hasta

    quedar inmvil. Uno de los dos agentes lanz una rfaga demetralleta al interior del vagn. Gritos de dolor, cuerpos que caan losunos sobre los otros. El agente hizo correr la puerta con violencia yvolvi a poner las cadenas.

    Suba orden a Branier el hombre de la Gestapo, mientras loarrastraba hacia el ltimo vagn del convoy, dividido en varioscompartimentos mediante tabiques de madera.

    El venerable ocupara el angosto compartimento del medio.Tendra la suerte de viajar solo, porque los deportados iban hacinadosen las peores condiciones.

    El venerable se sent en el suelo cubierto de paja hmeda. Unfuerte olor hizo que se le contrajeran las narinas. La puerta se cerr, yl qued sumido en la oscuridad. El tren se estremeci. Eran las tresde la madrugada.

    Branier advirti que le haban dejado all el abrigo, el traje y lacorbata, como si aqul fuera un viaje de placer. No tena miedo demorir. Tena miedo de sufrir, como cualquiera; pero haba aprendido adominarlo. Lo que en verdad tema era revelar el secreto. Pordebilidad. Por lasitud. Porque su espritu se perdera en la noche,porque su cuerpo torturado clamara piedad, porque la muerte nollegara a tiempo para liberarlo. Desaparecer sin haber designado un

    sucesor sera el peor de los suplicios.

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    Precisamente la noche en que fue detenido, Franois Branierdeba iniciar a su sucesor como venerable maestro y confiarle elsecreto del Nmero.

    No tena sueo. Los recuerdos le venan a la memoria. La infancia

    feliz en un pueblecito de Saboya, el traslado a Pars, los aos comoestudiante de medicina, el encuentro con la que luego sera suesposa, la pasin por la lectura... esa pasin que, tras agotadorasjornadas de consulta, le haca devorar enormes libracos sobre losmisterios de la Antigedad, las esculturas de la Edad Media, lageometra sacra; quiz fuera un refugio para evadirse de un mundoloco, pero ante todo supuso el descubrimiento de leyes eternas sin lascuales el hombre se convierte en un ser inferior a los animales.Franois Branier haba odo hablar de la masonera. Le tena pavor porsus enredos, por su mentalidad poltica y pequeo burguesa, por susfalsos secretos. Le haban pedido que se hiciera miembro de una delas grandes obediencias diez veces, veinte veces. l habarechazado secamente estas lamentables propuestas en que slocontaban el importe de las cotizaciones, la ambicin social, loscontactos, los ttulos rimbombantes.

    Unos das despus de la muerte de su esposa, el drama msespantoso de su vida del que jams se lleg a reponer, Branier habaatendido a un anciano profesor de francs. No le quedaba muchotiempo de vida, y l lo saba.

    El paciente se haba quedado ms de tres horas en compaa delmdico, que lo haba cuidado a la hora de cenar. Haban hablado de

    todo, menos de masonera. Al da siguiente, Branier haba solicitadoel ingreso en la logia de la que el anciano profesor era venerable.Una asamblea heterognea en la que se confrontaban mltiples

    tendencias. Cuando el anciano ya haba pasado al Oriente eterno,Branier haba sido ascendido al grado de maestro. Dedicaba a la logiatodo su tiempo libre, y as lleg a redescubrir los antiguos deberespracticados antes de que la masonera se hundiera en el materialismoy el mercantilismo. Llegado el momento, Branier fund la logiaConocimiento, ubicada en el Oriente de Pars, que aglutinabaalgunos hermanos de excepcin.

    Conocimiento fue duramente criticada por las autoridades

    administrativas de la masonera. Se tach a la logia de elitismo, deintelectualismo. Pero, en el fondo, era temida. Sus poderes causabanespanto. El venerable Branier supo que haba hecho bien enemprender este camino cuando, la noche de San Juan del invierno de1936, un hermano venido de Alemania le confi los archivos y elsecreto del Nmero. Las logias alemanas eran perseguidas por elnazismo triunfante. Los tres hermanos que ostentaban los verdaderostesoros de la Orden estaban amenazados de muerte. A la logia deBranier, que se mantena al margen de infructuosos debates, lahaban considerado digna de recibir el depsito ms sagrado de lamasonera inicitica. En un principio, Branier se haba negado. No se

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    senta preparado. Su logia era demasiado joven, demasiadoinexperta. Pero enseguida se dej convencer por su interlocutor. Enrealidad, no tena eleccin... Un mes despus, el emisario alemnmora ejecutado. Lo haban detenido en una redada y luego lo haban

    torturado; pero l no haba confesado.Desde entonces, el venerable ya nunca ms disfrutara de unsegundo de reposo. Haba viajado por toda Europa, sirvindose de lasredes de resistentes, de las asociaciones de mdicos y de susamistades. Haba organizado numerosas reuniones, todas ellas endistintos lugares, para instruir a los hermanos dispersos en las tareasque les esperaban.

    La guerra haba estallado. Branier ya se lo esperaba. Lo habapreparado todo para una existencia clandestina. Conocimiento sehaba librado de los nazis hasta la noche de marzo de 1944, en quefue entregada por un alto dignatario masn envidioso de Branier.

    Branier oy unos lamentos. Venan desde el otro lado del tabiquede madera. Entonces una voz grave grit: Cierra el pico!. Pero loslamentos sonaban insistentemente. Cierra el pico o vers!,prosigui la voz grave. Los lamentos no cesaban, y eso le hacaperder los nervios. Un cuerpo sali disparado contra el tabique. Luegose desat una pelea. La refriega fue tan breve como violenta.Amaneca. Por una rendija que se abra entre dos tablas, Branier vio auna cincuentena de hombres desnudos hacinados en un espacio paradiez. Sobre la paja hmeda haba dos cadveres.

    El venerable volvi a tomar asiento y se cubri la cabeza con las

    manos. l an tena forma humana. l, el privilegiado. Pero hastacundo?

    * * *

    Franois Branier haba dormitado. El continuo rechinar de lasruedas sobre los rales actuaba como una droga. Cuando el tren sedetuvo, la violencia de la inercia le hizo topar de frente con eltabique.

    El venerable se puso lentamente en pie. Mir el reloj. Se le habaparado. Haba olvidado darle cuerda. Pese al impermeable, tenaescalofros. Fuera, alguien vociferaba rdenes en alemn. Branier se

    puso boca abajo. Haba luz suficiente para ver lo que ocurra pordebajo de la puerta.En el andn, unos agentes de las SS se ayudaban de perros lobos

    para hacer formar a decenas de hombres. Unos desnudos, otrosvestidos con uniformes a rayas. Ni un grito de rebelda, ni unmurmullo de protesta. Un anciano se desplom. Sobre las cabezas delos rezagados se abatan culatazos. Menos de diez minutos despusde la maniobra, el rebao humano se dirigi hacia unos camionesentoldados con los motores en marcha. Cuando stos abandonaron ellugar, se hizo el silencio. Branier ya no vea a nadie en el andn. Eltiempo pareca haberse detenido; era como si hubiera quedadoolvidado, como si hubiera dejado de existir. Se sinti invadido por una

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    falsa esperanza. Despus de todo, en cualquier ejrcito haynegligencias administrativas que hacen posibles las huidas msincrebles. Branier busc un objeto que le permitiera abrir la puertadel vagn. Hurg entre la paja. Nada. El tabique... No era tan grueso.

    La emprendi a patadas con el endeble tabln. Al dcimo golpe, seoy un crujido. El tabique se haba rajado por la parte inferior. Sipudiera pasar al compartimiento de al lado, seguramente encontrarauna salida. Puede que los alemanes no hubieran cerrado esa parte delvagn tras haber desembarcado a sus presos. La parte inferior deltabln cedi. Sin preocuparse por las astillas, Branier arranc con susmanos la parte restante. Los msculos de la espalda se le tensaron.

    Estaba empapado en sudor, jadeante. La madera gema, cedapoco a poco.

    Ya est murmur.La puerta del vagn se corri bruscamente. El glido aire azot en

    la cara al venerable, que arroj el tabln destrozado alcompartimiento de al lado.

    En el andn, haba un agente de las SS. Un jefe. El suboficial quehaba interrogado al venerable en Compigne.

    Me decepciona, seor Branier. Esta tentativa de evasin esabsurda. Sganos.

    Branier baj al andn con infinita parsimonia, como si se movieraa cmara lenta. Se dirigi al Mercedes negro, flanqueado por dosagentes de las SS con rostros curiosamente parecidos, contrados yhermticos. Entonces descubri el paisaje: la minscula estacin

    pareca perdida en medio de un circo de altas montaas cubiertas denieve. Austria, tal vez... Branier se subi a la parte de atrs delvehculo. Los agentes lo encajonaron en el asiento del medio. El jefese acomod delante. No articul ni una palabra en un trayecto quedur cerca de una hora. El Mercedes suba a poca velocidad por unacarretera estrecha, en pendiente y con curvas muy cerradas. En lasladeras de las montaas, aparecan retales de hierba que manchabande verde los campos nevados. El inicio de la primavera. El coche paspor un bonito pueblo con sus casas de madera en colores llamativos.Una abada romnica, fuentes de piedra, callejuelas impecables;luego, un campo de rboles frutales de los cuales algunos pronto

    floreceran. La vida que renaca. El placer de contemplarla. El impulsode correr, de salir de aquel vehculo siniestro como un atad.

    Aquella primavera colmaba los ojos del venerable. El antiguo lemamasnico acudi a sus labios: Ni esperar para actuar ni triunfar paraperseverar. En el lugar al que iba, no exista la esperanza. Habraque inventarla, reconstruirla. Esta savia resucitada tena que penetraren su interior, nutrirlo en los peores momentos.

    El rostro de su esposa desaparecida danz ante sus ojos. Laprimavera era su estacin. Mientras daban juntos largos paseos por elbosque, observaban la eclosin de los brotes o de las primeras hojasy escuchaban el canto de los pjaros. A ella le habra encantado

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    aquella montaa agreste donde el invierno se retira paso a paso,donde cada partcula de vida tiene que haber logrado sobrevivir conempeo, con paciencia. Habra sonredo ante aquella primavera enque l iba a morir, en que por fin se iba a reunir con ella.

    El agente de las SS que estaba sentado a la izquierda de Braniercambi de posicin. La montaa, el sol y los rboles desaparecieron.Tan slo vea impecables uniformes negros.

    Tras la ltima curva, Branier descubri el Burg. Una fortalezamedieval de torres almenadas, con gruesas murallas rebosantes deasesinos. El prtico de entrada, coronado por un puesto de vigilancia,lo cerraba un puente levadizo. El chfer toc el claxon repetidasveces, y el puente levadizo se baj. Las cadenas, en perfecto estado,no rechinaron. Por fin, el coche atraves muy lentamente aquelprtico monumental.

    El venerable cerr los ojos. No porque tuviera miedo, sino porquequera grabar en su mente una ltima imagen de la libertad, de lanaturaleza, del espacio abierto. Un ltimo recuerdo antes deinternarse en un infierno del que nadie regresaba.

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    La sorpresa de Franois Branier fue total. Se haba imaginado uncampo de deportados: campamentos de barracas gris desesperanza,lodo, condenados a trabajos forzados con cadenas en los pies y torresde vigilancia. Al abrir los ojos, en medio de la fortaleza descubri unamazacotado edificio de piedras blancas con ventanucos y unaescalinata que llevaba a una nica entrada. Un tejado plano cubra elcamino de ronda del que sobresalan focos y ametralladoras. Estatorre, de aspecto casi encantador, bastaba para vigilar todo el interiorde la fortaleza. En el amplio cuadriltero haba dispuestas, enrigurosa simetra, casetas de madera pintadas en verde, rojo y

    amarillo. Si las armas no apuntaran desde lo alto de la torre central ylos agentes de las SS no deambularan a la plida luz de aquel dafriolero, el lugar habra evocado una colonia de vacaciones instaladaen un antiguo castillo para aprovechar el aire puro de la montaa.Alrededor de las casetas, unos parterres de flores aadan una notade alegra.

    El Mercedes avanz sobre la grava que recubra el tramoconducente a la torre; la cual luego rode, para bajar por una rampahasta un garaje subterrneo. Pero Branier, muy atento, habaadvertido muchos otros detalles que grababa en su memoria. Tal vez

    le fueran tiles. En primer lugar, la impresionante altura de la murallacoronada por alambradas de espino, probablemente electrificadas.Luego, la presencia de dos slidos edificios tras la torre con aspectopoco atrayente; uno de los cuales era una caserna para los agentesde las SS.

    El coche se detuvo junto a un camin. El garaje slo ocupaba unaparte del subterrneo, que tambin se utilizaba como taller mecnico.En aquel campo reinaba la quietud. Se respiraba una curiosaatmsfera de irrealidad, como si los nazis y su fortaleza fueran unmero espejismo.

    Bjese! le orden el jefe.

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    Su voz haba restallado como un ltigo, y el rostro se le habaendurecido.

    Siempre flanqueado por sus dos guardaespaldas, Branier fueconducido a la primera planta de la torre central. Se senta preso de

    un movimiento infernal, que empezaba a hacer de l un ttere sin odioaparente, sin brutalidad. Ya no era dueo de s mismo.Al tropezar con un peldao, el venerable despert de su pesadilla.

    El dolor que sinti en los dedos del pie derecho lo despert del letargoque lo invada. Luch. Luchara. Negara aquel universo de locura que,a cada segundo, intentara robarle la vida.

    Franois Branier fue introducido en una enorme sala. Parquencerado, paredes encaladas. Al fondo, inclinada sobre los archivoshaba una enorme mesa que serva de escritorio a un agente de lasSS. A la derecha, ataviados con una especie de uniforme gris oscuro,estaban aquellos a quienes el venerable no esperaba volver a ver: losseis hermanos supervivientes de la logia Conocimiento.

    Como estaban colocados en fila india, mirando hacia la mesa delsecretario nazi, todava no lo haban visto. El venerable estuvotentado de precipitarse hacia ellos, de abrazarlos, de mostrarles sualegra. Pero se qued boquiabierto, como paralizado por una fuerzade inercia. Al volver la cabeza, comprendi que su instinto no lo habatraicionado. El jefe de las SS lo observaba. Esperaba su reaccin.Branier advirti su decepcin. El alemn se habra alegrado de verleperder el control.

    Agarr a Branier y lo oblig a colocarse el ltimo en la fila india. El

    venerable se encontraba junto a sus hermanos, pero stos loignoraban. En aquel austero despacho reinaba un silencio sepulcral,que slo perturb el taconeo de las botas sobre el parqu. El jefe sepuso al lado del secretario; el cual abri ante l un registro en blanco.En lo alto de la pgina, anot Erkenntnisloge (logia Conocimiento),Pars; debajo, Name der Bruder(nombres de los hermanos).

    Seores anunci el jefe de las SS, vamos a registrarlos.Indiquen al Schreibernombre, edad y profesin.

    La tensin iba en aumento. Los rostros de los hermanos secontraan. Dentro de unos instantes, pasaran a ser nmeros en unregistro de exterminio, un libro tenebroso. El jefe percibi la angustia

    que los crispaba.El primer hermano se present ante el Schreibero secretario.Pierre Laniel, 52 aos, industrial.Laniel era un hombrecito de cabello ralo y frente estrecha. Sin

    personalidad aparente. Meticuloso, preciso y nervioso, era uno deesos seres, considerados insignificantes, que lideran sin recurrir agritos ni a medios autoritarios.

    De qu rama?Metalurgia.Una ocupacin familiar cada en desuso que Pierre Laniel haba

    recuperado a pulso.

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    Necesito un dato mucho ms importante susurr el jefe de lasSS con una voz aguda, fruto de la excitacin. Cules son susgrados y funciones en la logia Conocimiento?

    No s a qu se refiere.

    El nazi mir al industrial con severidad.No juegue conmigo, Laniel. Estamos al corriente. Andarse conrodeos no le servir de nada!

    Est bien, he sido maestro masn; pero usted sabeperfectamente que mi logia no se ha vuelto a reunir desde el estallidode la guerra.

    Mentira! se enfureci el alemn.Pierre Laniel no se inmut. Revelar que era Maestro no aportaba

    nada al nazi que, sin duda, posea nombres, direcciones y grados dela mayora de los masones franceses. Los hermanos preocupadospor su propia seguridad haban cedido los archivos a la Gestapo. Encambio, la naturaleza de sus funciones iniciticas formaba parte delos secretos que l no estaba dispuesto a revelar a un profano, auncuando ste fuera su verdugo. Con dicha respuesta, Laniel indicaba asus otros hermanos el camino que deban seguir.

    Mentira! repiti el jefe de las SS. Conocimiento jams hadejado de reunirse! Cuando los detuvimos a todos, iban a celebraruna tenida.

    En absoluto replic Laniel. Se trataba de una simple reuninentre compaeros que se haban perdido de vista. Conocimiento yano existe. Si no, habramos enviado las convocatorias de rigor al

    secretario de la Gran Logia. Obligadas, sean cuales sean lascircunstancias.Branier contuvo el aliento. Esperaba que el jefe de las SS ignorara

    la situacin administrativa de Conocimiento. Mucho antes delestallido de la guerra, el venerable Branier haba roto todo vnculocon las diferentes instancias administrativas de obediencia para queConocimiento pudiera trabajar en paz, lejos de las campaaspolticas, de la caza de honores, de los enfrentamientos entreindividuos.

    El argumento tcnico aducido por Laniel no preocup demasiadoal jefe de las SS.

    Conforman una logia salvaje, trabajan en la clandestinidad... Nointente despistarme. Aqu acabar por confesarlo todo.

    El venerable intuy hasta qu punto aquel hombre violento, queno saba ocultar su brutalidad bajo un semblante corts, era temible.Mandado por Himmler, haba logrado apresar a los hermanos deConocimiento tras llevar meses y meses intentndolo.

    Un segundo hermano se present ante el secretario, mientras unsoldado obligaba a Pierre Laniel a ponerse de cara a la pared, al otrolado del despacho.

    Dieter Eckart, 43 aos, profesor de historia, maestro masn.

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    El venerable sonri para sus adentros. Eckart ajust su actitud ala de Laniel. Responda a las preguntas formuladas sin agresividad,sin apata.

    Alemn... es usted alemn observ el jefe de las SS.

    De madre alemana y padre francs. Mi pasaporte es francs.Dieter Eckart era alto y delgado. Tena un porte aristocrtico.Distante, fro, muchas veces considerado altivo, inspiraba ms miedoque afecto. La melena de cabellos canos, el rostro fino y anguloso y lamirada penetrante evocaban un personaje inquisidor.

    Cules eran sus funciones en la logia? interrog el jefe de lasSS.

    La logia lleva mucho tiempo inactiva.El jefe nazi dej a Eckart por imposible. Dos soldados lo agarraron

    y lo colocaron junto a Pierre Laniel. Disimuladamente, los doshermanos intercambiaron una mirada cmplice.

    El tercer hermano se present ante el secretario, que anotaba lasrespuestas con una caligrafa irregular.

    Guy Forgeaud, 40 aos, mecnico, maestro masn.Forgeaud era un gran hombre, simptico, tranquilo y fortachn.

    Como hijo de la beneficencia, no estaba muy seguro de su edad. Alverlo, con el rostro ancho y rubicundo, la nariz desmesurada y loslabios carnosos, nadie habra imaginado que se ocupara de otra cosaque no fuera reparar motores pensando en las mujeres o en un buenfestn.

    Forgeaud... ha rehusado usted el Servicio de Trabajo

    Obligatorio. Me parece que nunca le han gustado los formulariosoficiales... Es imposible saber en qu momento se adhiri a la logiaConocimiento...

    Guy Forgeaud pareca hallarse en un aprieto, aturdido.En qu momento... pues ya no me acuerdo... No tengo muy

    buena memoria. Dej la escuela a los diez aos, sabe?...El jefe de las SS ya slo movi la cabeza para ordenar a sus

    hombres que pusieran a Forgeaud contra la pared.El secretario mantuvo la pluma en alto, en espera de la

    declaracin del cuarto hermano que se presentaba ante l.Andr Spinot, 35 aos, ptico, compaero.

    Una leve sonrisa anim el rostro del jefe nazi.Compaero... todava no lo han hecho maestro?Andr Spinot era un retaco delgado. Tena el cabello muy negro y

    una calvicie incipiente. Daba la impresin de no ir bien peinado nibien rapado. Sus ojos reflejaban una inquieta curiosidad. Pero tena lamayor dificultad que caba esperar dadas las circunstancias.Chasqueaba la lengua, sin que de su boca saliera ni una palabra.

    Alguna otra precisin?Spinot dijo no con la cabeza. Y fue a reunirse con sus hermanos

    contra la pared, mientras que un coloso ocupaba su lugar ante elsecretario.

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    Raoul Brissac, 25 aos, picapedrero, compaero masn ycompaero del deber llamado Buena Estrella.

    Brissac respiraba salud. Haba pasado ms das y noches al airelibre que bajo techo. Era un hombre soberbio, vivaracho, seguro de su

    fuerza.Crea que los compaeros del deber y los masones no seentendan se sorprendi el jefe de las SS.

    Hay imbciles en todas partes respondi Brissac.Se hizo un silencio crispado. Los agentes se mantuvieron firmes.

    El secretario no levant la nariz de su registro. El venerable seesperaba un arrebato de ira. Una vez ms, Brissac haba habladodemasiado rpido y golpeado demasiado fuerte. No tema ni a Dios nial Diablo. Se senta capaz de enfrentarse a cualquiera, incluso a unjefe de las SS en pleno presidio nazi. Su imprudencia corra el riesgode costar cara a la logia entera.

    No pas nada. El compaero Brissac fue a ponerse contra lapared. Le sucedi un sexto hermano, el ltimo antes del venerable.

    Jean Serval, 25 aos, escritor. Aprendiz.Serval era muy plido. Un hombre ms bien alto que, con los

    cabellos castaos, la frente despejada, los hombros encogidos y laspiernas enclenques, tena el aspecto de un adolescente demacrado,desnutrido.

    Escritor... Le han publicado algn libro?El primero tena que ver la luz en noviembre de 1939. Pero la

    guerra...

    Sobre qu?Una novela de amor.Aprendiz... Entonces hace poco que ha entrado en

    Conocimiento?Justo antes de que la logia interrumpiera sus actividades, hace

    ms de cinco aos.Las SS consideraba que el joven era el eslabn ms dbil de la

    cadena. Emotivo, hipersensible, sin resistencia fsica.Jean Serval ocup su lugar en la fila. Franois Branier se qued

    solo. El jefe de las SS le hizo un gesto para que avanzara y sepresentara ante el secretario. El venerable se vea indecente con su

    traje y su impermeable, cuando sus hermanos llevaban puesto eluniforme gris de los presos de la fortaleza.

    Su mirada se cruz con la del jefe. Descifr su condena.Ya no necesitara un soplo de esperanza, sino de eternidad. A

    condicin de que el Gran Arquitecto del Universo le diera fuerzas paravivir el presente ms desesperado.

    Franois Branier, 55 aos, mdico, venerable maestro.Todos los hermanos se volvieron hacia l. Los soldados los

    obligaron a ponerse nuevamente de cara a la pared. Pero tuvierontiempo de reconocer a su venerable.

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    El secretario acab de escribir, coloc un papel secante sobre lapgina y cerr el registro.

    Perfecto, seores concluy el jefe de las SS. Nos han sido degran ayuda. Pero yo espero ms de ustedes. Mucho ms.

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    Jean Serval grit. Un fuerte dolor en los riones. Un culatazo seco,profundo. La primera manifestacin de brutalidad. Y una orden enalemn que el venerable no entendi. Los hermanos esperaban queel venerable se reuniera con ellos, que la logia fuera reconstituida.Esperanza frustrada. Los agentes de las SS les hicieron abandonar lasala donde se haban convertido en nmeros. Franois Branier habapermanecido inmvil frente al secretario y al jefe nazi.

    Se los llevan al block, seor Branier. Espero que sepa inculcarlesun mejor sentido de la disciplina. Me han parecido arrogantes. Elcomandante del campo no aguantar mucho tiempo semejante

    actitud.El jefe de las SS, con las manos cruzadas detrs de la espalda,

    sali de la sala martilleando el parqu con fuertes taconazos. Dossoldados obligaron a Branier a seguirlo. Subieron hasta la ltimaplanta de la torre. Seguir, subir, bajar, bajar otra vez, volver a subir,seguir... Habra otro destino? El venerable avanzaba entre paredesgrises. Los peldaos de la escalera de madera crujan bajo sus pies.Siempre esa angustia difusa que se pegaba a la piel. No bastaba conruidos normales y respiraciones humanas. Aquellos soldados deuniforme negro haban perdido el alma. No pensaban, no tenan

    sentimientos, no saban ni amar ni odiar. Obedecan las rdenesporque eran rdenes. Porque sa era la doctrina.Sin embargo, como ante cualquier ser que se cruzaba en su

    camino, el venerable se preguntaba: cabra la posibilidad de queeste soldado, dispuesto a matar, recuperara la conciencia; de queatravesara la puerta del templo y accediera a la iniciacin? Por logeneral, Franois Branier reciba un eco por respuesta, aunque fueranegativo. Pero, esta vez, slo sinti un fro vaco. No haba ni coraznni entraas bajo aquellos uniformes. Robots con rostro humano.Quin diablos los haba creado? Qu malfico poder habaconcebido aquella fortaleza donde la ms rica de las vidas interiores

    se iba a desintegrar en unas horas y convertirse en polvo? En tanto

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    que mdico, Franois Branier haba conocido el sufrimiento en todassus formas. En ocasiones, haba sido incapaz de aliviarlo. Pero era laprimera vez que se enfrentaba al Mal, a cara descubierta.

    No haba recibido ni un solo golpe. Y todava llevaba puesto su

    traje de hombre libre. Pero el Mal estaba ah, insidioso, al acecho.En el rellano de la ltima planta, haba una puerta abierta. El jefede las SS hizo entrar al venerable en un despacho de considerablesdimensiones. Las paredes estaban cubiertas de fotografasenmarcadas. Retratos de Hitler, de Himmler, de regimientos de lasSS, de la multitud saludando al Fhrer; pero tambin del interior de lafortaleza desde todos los ngulos: los chals de los presos, lacaserna de las SS, las duchas, las alambradas de espino, el patio...

    Sentado en un viejo sof de respaldo alto, el comandante delcampo lea un informe que le haba transmitido su ayudante decampo, un joven rubio que estaba de pie en actitud petrificada. Sobrela pesada mesa de roble del despacho, descansaban unaspalmatorias en plata maciza. Al comandante del campo le gustabanlas rarezas. Levant la mirada hacia su visita.

    Seor Branier... me alegro de acogerlo en este castillo delReich.

    La almibarada pesadilla continuaba. Aquello no era ya un presidio,sino un castillo. El jefe del campo tena el aspecto de un modlicofuncionario, con su expresin bonachona, su entrecana cabellera, suaire ms bien clido. Branier casi la habra considerado una reuninde negocios.

    Tenga la bondad de dejarnos a solas, Klaus. Yo mismointerrogar al seor Branier. Mi ayudante de campo anotar susrespuestas.

    La voz del comandante se haba vuelto cortante. El jefe de las SS,de quien el venerable haba aprendido el nombre, saludentrechocando los tacones y abandon el despacho. Branier tuvo lasensacin de que ste no estaba demasiado conforme con la orden.

    Qudese de pie, Branier. En este despacho, slo me siento yo.Cuestin de jerarqua.

    Le dolan las piernas slo de pensar que estaba en pie. Sinembargo, el venerable desvi la atencin hacia el ayudante de campo

    que, pluma de oca en mano, se situ ante un atril sobre el que habacolocado un cuaderno negro. Esta vez pens Franois Branier, labalanza se inclina a favor de la locura. Un tirano en un decorado de laEdad Media. Un agente de las SS que hace de monje amanuensemientras su jefe lo trata de seor.

    Se puede saber quin le ha dejado conservar esta ropa?Nadie en especial respondi Franois Branier.El comandante encendi un cigarrillo con la llama de una vela. Se

    tom su tiempo. Una serpiente que hipnotizaba a su presa.Llevamos mucho tiempo buscndolo, seor Branier... Qu ha

    estado haciendo ltimamente?

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    treinta metros cuadrados. Sobre el suelo de hormign haba sietejergones.

    Estaban todos all. Pierre Laniel, el industrial; Dieter Eckart, elprofesor; Guy Forgeaud, el mecnico; Andr Spinot, el ptico; Raoul

    Brissac, el picapedrero; Jean Serval, el escritor. Todos los que habansobrevivido al exterminio.La puerta se cerr tras el venerable. Al fin solo con sus hermanos.

    Dieter Eckart, muy emocionado, se levant el primero y se plantfrente a Franois Branier.

    Me alegro de verte, venerable maestro.Los dos hombres se dieron un triple abrazo fraternal y un sculo

    de paz. Los otros hermanos hicieron lo propio. Andr Spinot lloraba.De miedo y de alegra. El venerable sinti que recobraban laconfianza, que su presencia les devolva un equilibrio indispensable;como si pudiera aportar una solucin, abrirles un camino hacia lalibertad. Aun cuando sta no existiera. Cualesquiera que fueran susdudas y sus tormentos, el venerable no deba confesarlos. Por eso lacarga que lo abrumaba le pareca an ms pesada.

    Hermanos mos pidi el venerable, formemos la cadena deunin.

    En el interior del barracn de una fortaleza nazi perdida enmontaas remotas, siete masones formaron la cadena fraternalclebre, segn la tradicin, desde los albores de la humanidad. Conlos pies en contacto y las manos unidas, cerraron los ojos paracomulgar mejor, para sentir mejor la fuerza vital de su comunidad

    nuevamente reunida.Que el Gran Arquitecto del Universo est siempre con nosotros!invoc el venerable maestro.

    Franois Branier, al igual que sus hermanos, senta el formidablecalor que emanaba de aquel pequeo grupo de hombres atrapadosentre las garras de un solo monstruo. A partir de entonces, la logiaConocimiento exista en aquel lugar, en aquel Oriente de exiliodonde ejercera plena y absoluta soberana. Los siete hermanospresos volvan a ser libres, aptos para comunicar.

    Un crujido vino de afuera. Ruido de botas sobre las gravas delpatio. Los hermanos rompieron la cadena. Se abri la puerta del

    barracn, y apareci la silueta del jefe de las SS. ste se apoy en elumbral, con las piernas ligeramente separadas y los brazos cruzadosdetrs de la espalda. Contempl irnico a los masones, como situviera constancia del rito que acababan de celebrar. En adelante, elvenerable debera tomar precauciones. Pero cmo arrepentirse dehaber cedido a un impulso que los haba unido como un solo ser?

    Entrguenme ahora mismo todos los objetos metlicos quelleven encima: relojes, alianzas, sortijas de sello...

    El jefe de las SS dej pasar a un agente con una cesta de mimbre.Era un hombre barrign, mal afeitado, con la frente muy ancha yafeada por una mancha en vino de Oporto.

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    El venerable fue el primero en dar el paso. Entreg el reloj. Jamshaba llevado alianza. Sus hermanos se mostraron igual de dciles, yla cesta enseguida se llen. Pierre Laniel, el industrial, se quit conpesar la alianza que llevaba desde haca veinticinco aos. Presenta

    que nunca ms volvera a ver a su esposa. Habra querido conservaraquel recuerdo suyo, clavar la mirada en el anillo de oro cuando lellegara la hora. Al entregarlo, se qued como mutilado.

    El intendente se detuvo ante Raoul Brissac, el picapedrero. Conun gesto violento, le arranc el anillo de metal que le colgaba de laoreja izquierda. Se salpic de sangre. El agente de las SS sacudi elbotn, al que se haba quedado enganchado un trozo de piel, y luegolo arroj a la cesta.

    Les haba dado una orden precis el jefe.Brissac hizo un esfuerzo indecible para no gritar de dolor. Estaba

    dispuesto a abalanzarse sobre el intendente y golpearlo hasta lamuerte. Pero su mirada se haba cruzado con la del venerable. Elmaestro de la logia le peda que no reaccionara. Y la jerarqua de lacomunidad, libremente aceptada, no se discuta. Raoul Brissac, con lamirada levantada hacia el techo del barracn, y mordindose loslabios hasta sangrar para olvidar el sufrimiento que le encenda elnimo, no rechist. El intendente le haba arrebatado su smbolo decompaero iniciado. El anillo tallado en piedra que su maestro lehaba entregado una vez finalizada su obra maestra, una escalera dedoble hlice; justo antes de haber conocido a Franois Branier y dehaber sido admitido en la logia Conocimiento.

    El intendente, visiblemente decepcionado por la indolencia deBrissac, dio media vuelta, seguido de Klaus. La puerta del barracn secerr de golpe.

    Cuando los torturadores se fueron, los masones permanecieroninmviles durante un buen rato. El venerable fue el primero enabandonar la torpeza. Enseguida examin la herida de Raoul Brissac,que mantena la mirada fija. El Compaero aguantaba el tipo.

    No es muy grave coment el venerable, que tapon la heridacon un pauelo limpio, una de sus ltimas riquezas.

    Brissac tena una resistencia extraordinaria. Sin embargo,Franois Branier tema su reaccin en fro. El compaero no admita ni

    la tolerancia de los cobardes ni el perdn de las ofensas. Pese al cruelgesto del intendente, habra que convencerlo para que pensaraprimero en la comunidad.

    Quieren separarnos, Raoul, ponernos a los unos en contra de losotros. Atacarn a cada uno de nosotros por separado. Si t tehubieras resistido, nos habra molido a palos. No respondamos a susprovocaciones.

    En la medida de lo posible observ Laniel.Y ms all de lo posible replic el venerable. Aqu vivimos lo

    imposible, lo impensable. Adaptmonos, Pierre. Tenemos la fuerzapara hacerlo.

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    Pierre Laniel capt lo que el venerable dijo a medias palabras.Franois Branier ostentaba el secreto del Nmero. Era esencialpreservar la persona del maestro de la logia. Pero ste ltimo slopensaba en salvar las vidas de sus hermanos.

    Estamos perdidos confes Andr Spinot, el ptico, que sedesmoron en un rincn de la sala y se llev las manos a la cabeza.Es probable confirm Dieter Eckart. Pero, al menos, habr

    que intentarlo.Cmo? pregunt Jean Serval, el aprendiz.Evasin.No suees objet Guy Forgeaud, el mecnico. No saldremos

    de aqu escalando paredes.Podan fiarse de Forgeaud. Era un manitas genial.Tienes alguna idea? inquiri el venerable.Todava no. Hay que estudiar mejor este lugar. No tendremos

    una segunda oportunidad.Todo depende de cundo empiecen los verdaderos

    interrogatorios advirti Jean Serval, expresando en voz alta laangustia latente.

    S y no coment Dieter Eckart, que se haba colocado en laesquina de una ventana para observar lo que pasaba en el patio. Lacuestin es qu esperan de nosotros.

    Todas las cabezas, incluso la de Raoul Brissac, se volvieron haciael venerable. Si alguien lo saba, era l. Incluso aunque no pudieraexplicarlo todo, por juramento, debera hacer algunas precisiones.

    Franois Branier hizo gala de su aspecto hurao. Reelegidovenerable de Conocimiento en cada San Juan de invierno desdehaca quince aos, esperaba traspasar pronto su cargo a uno de losmaestros de la logia. La Gestapo haba frustrado sus planes.

    Nuestra logia no es como las dems empez el venerable.Es depositaria de un misterio. Y si morimos, morir con nosotros.

    Desde que t diriges esta logia observ Dieter Eckart,hemos modificado los mtodos de trabajo. Hemos vuelto a nacer. Yano construiremos catedrales de piedra, pero no por ello nuestrosproyectos son menos importantes.

    Si es que queda alguien para llevarlos a cabo precis Pierre

    Laniel, con amargura. Slo somos siete. Los otros cuatroaprendices, al igual que tres compaeros y cuatro maestros, estnmuertos o desaparecidos. Y nosotros mismos... no servimos de muchoms.

    Quin nos ha vendido? pregunt Raoul Brissac con una vozvelada.

    La sangre haba dejado de correr. Pero el dolor haba quedadoestampado en el rostro del picapedrero.

    Un masn respondi el venerable. El que nos haba prestadoel local.

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    Una trampa. Haban cado en una trampa tendida por unhermano. Una lgrima asom a los ojos de Dieter Eckart, que lahizo desaparecer con el dorso de la mano. Laniel sinti que perda elvalor. Forgeaud lament no estar ya muerto. Brissac olvid su oreja

    mutilada. Spinot mantuvo los ojos cerrados. Serval, atnito, mirabasin ver nada.Estamos solos dijo el venerable. Totalmente solos. Y

    siempre lo hemos estado.

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    Permanecieron ms de una hora sin hablar. El venerable dej quese recobraran. Estaban sentados contra las paredes del barracn, ycada uno de ellos aguardaba a que algn hermano descubriera unrayo de esperanza. Branier los observaba. Pierre Laniel... humano, unlder capaz de soportarlo todo, a veces desarmado por el Mal. Unmaestro declarado, apto para recibir el secreto. Dieter Eckart... unahonda sensibilidad bajo su mscara de aristcrata, una prodigiosainteligencia. Un futuro venerable. Guy Forgeaud... el ms hbil, capazde arreglrselas en cualquier situacin; el anarquista genial,profundamente vinculado a la comunidad. Andr Spinot... el ms

    sensible y el ms frgil. Asesinado por la vida, mil veces vencidoaunque nunca derrotado. Largos aos de trabajo para controlar sutumulto interior. Raoul Brissac... un autntico compaero del deberque tambin haba querido conocer la masonera. La suya fue unatransformacin difcil, por su carcter rebelde e impulsivo. Un coraznde oro y unas enormes ganas de vivir. Jean Serval... el ms brillantede los aprendices, el principiante capaz de llegar al fin del mundo sino se perda en el camino.

    No los juzgaba. Los quera a todos. Por eso tena que conservar lalucidez. Hermanos, s, hermanos de espritu libremente elegidos para

    recorrer juntos el estrecho sendero que iba de las tinieblas a la luz;hermanos que hoy se ocultaban como animales llevados al matadero.Me voy a cargar a ese cabrn dijo bruscamente Raoul Brissac,

    rompiendo el silencio. Un puetazo en la cabeza, uno solo, yreventar como una fruta podrida.

    No tienes derecho a hablar as intervino Laniel. Deja que seexplique, incluso aunque nos haya traicionado. Es un hermano, l...

    No lo interrumpi Andr Spinot, siempre postrado, pero cuyavoz reson con especial claridad. La masonera ha muerto. Loshermanos ya no existen. Ya no tienen nada que decir, nada quedemostrar. Las logias son conchas vacas. El primer golpe de viento

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    las ha barrido. Y nosotros... nosotros vamos a morir porque somos losltimos guardianes del secreto.

    Tienes razn asinti Dieter Eckart.El profesor nunca les haba parecido tan seguro de s mismo, tan

    tranquilo.Menudo campo de concentracin, y menudos alemanes! seal Guy Forgeaud, en tono casi burln, como de costumbre.

    Por qu dices eso? inquiri Pierre Laniel.A los alemanes les encanta alardear de sus ttulos. Son todos

    Oberstampfhrero algo parecido. Adoran la disciplina, la posicin defirmes. Ni se os ocurra contestarles. Aqu, basta con ser educado ycon escucharlos hablar un francs casi sin acento.

    Tienen miedo dijo el venerable.Seis pares de ojos sorprendidos lo contemplaron.Se creen que tenemos poderes. Ellos son todopoderosos, pero

    nunca se sabe...Es eso cierto? pregunt Serval, el aprendiz, medio irnico

    medio en serio. Tenemos poderes?No los suficientes para salir de aqu... Cuento con nuestra

    atencin para aprovechar la mnima posibilidad de evasin.No hay ninguna sentenci Spinot, el ptico.Cierra el pico! grit Brissac, levantndose de un brinco y

    plantndose ante Spinot. No empecemos!Es la verdad replic Spinot, crispado.Basta ya intervino el venerable. No tenis por qu hablaros

    en ese tono. Dividirnos sera la peor de las bajezas. Eso es lo que ellosesperan que hagamos.Pues yo no me voy a pasar la vida esperando. Para empezar,

    tengo ganas de mear.Raoul Brissac abri la puerta del barracn.El aire libre.El ulular de una sirena. Chasquidos de cargadores. Una orden

    dada por el altavoz. Alto!. El Compaero se qued paralizado,como desencantado. Varios agentes de las SS salieron corriendo de lacaserna. Lo rodearon, apuntndole con sus armas. Una furiaparanoica se apoder de Brissac. Estaba dispuesto a luchar cuerpo a

    cuerpo contra aquellos espectros.No hagas el imbcil, Raoul! grit Guy Forgeaud.Algn problema, Brissac?El jefe de las SS, socarrn y amparado por sus hombres, miraba al

    compaero como quien mira a un animal enjaulado.Necesidades fisiolgicas.El jefe dio una orden en alemn a dos de sus hombres. Uno de

    ellos empuj a Brissac por la espalda; el otro seal en direccin albarracn sanitario.

    La puerta del barracn rojo se cerr.

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    Y si Raoul no vuelve? pregunt Pierre Laniel, con un nudo enla garganta.

    Unamos nuestros corazones en fraternidad encareci elvenerable, como si las palabras rituales pudieran conjurar el miedo,

    como si pudieran volar para socorrer a un hermano en peligro. Seimaginaba a Raoul molido a culatazos, gritando con el rostroensangrentado...

    Al cabo de cinco minutos, la puerta del barracn rojo volvi aabrirse. Primero vieron un uniforme de las SS. Luego, a Raoul Brissac,intacto.

    Cuando se quedaron nuevamente a solas, el compaero solt unlargo suspiro. l tambin haba credo que jams regresara.

    Esto es de locos! observ Guy Forgeaud. Incluso tenemosderecho a la higiene. A lo mejor estamos en un chalet de veraneo;despus de todo... slo falta que nos traigan el desayuno a la cama.

    Has podido ver algo? pregunt el venerable a Brissac.S... nada especial. De escalar por las paredes, ni hablar.

    Demasiado altas. En la cima, hay alambradas de espino, seguramenteelectrificadas. Al lado de nuestro barracn est la caserna de las SS; ala derecha, los meaderos; y, junto a stos, las duchas. Tal vez hayaotros edificios en algn rincn. Yo no he visto nada ms.

    No has visto a otros presos?No. Pero a lo mejor estn encerrados en otros barracones.

    Hermanos, quin sabe... Puede que ste sea un campo deconcentracin para masones...

    El venerable not que un pnico sordo se apoderaba de sushermanos. Si Raoul Brissac confesaba su impotencia, es que apenastenan posibilidades.

    Vamos a celebrar una reunin de maestros anunci. Losdems hermanos vigilarn la puerta y las ventanas.

    La vida segua su curso normal. En cuanto una toma de decisincomprometa la vida de la comunidad, el venerable tena el deber deconvocar la Cmara del medio, integrada por maestros de la logia.Era, desde siempre, la nica asamblea soberana de las hermandadesiniciticas. Se rega por una regla de oro: la unanimidad.

    Cuatro maestros de la logia se haban librado del tormento: el

    venerable Branier, Pierre Laniel, Guy Forgeaud y Dieter Eckart. steltimo tena a su cargo la enseanza inicitica impartida a loscompaeros. Guy Forgeaud realizaba una tarea comparable con losaprendices. Laniel velaba por la estricta aplicacin de la Regla.Cuando la Cmara del medio se reuna, compaeros y aprendicesabandonaban el templo. Esta vez, en el espacio desierto del barracnrojo, se conformaban con volver la espalda a los tres maestros quecelebraban una asamblea secreta en uno de los rincones de suprisin.

    A mi golpe de mallete dijo el venerable, entramos en laCmara del medio.

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    Franois Branier dio un puetazo en la pared con la manoderecha. No tena ni mallete, ni mandil, ni comps, ni escuadra, niespada flamgera, ni altar... aqulla era la tenida ms pobre quehaba celebrado jams.

    Con su traje arrugado, se senta casi indecente con respecto a sushermanos, ataviados con su uniforme grisceo.Hermanos maestros, tenemos que tomar una importante

    decisin. Segn dicta nuestra Regla, debo consultaros y someter avotacin mis propuestas.

    Pierre Laniel consideraba sorprendente la actitud adoptada. Allestaban los cuatro, fantasmas de masones perdidos en el infierno.Pero fantasmas que celebraban un rito esqueltico... Laniel creaenloquecer. Le costaba tragar saliva. Echaba en falta el marcohabitual de una sesin masnica, la magia de las costumbres y lossmbolos. La frustrante frialdad del barracn le impeda concentrarse.

    El venerable percibi el desconcierto de su hermano Laniel. Yestaba convencido de que la aparente calma de los otros dosmaestros esconda una angustia igual de profunda. El mismo sentaque poco a poco lo invada un miedo pesado.

    Cuando nos detuvo la Gestapo prosigui, tenamos quehaber procedido a la eleccin del nuevo venerable de la logia.Conforme a la Regla, vuelvo a poner mi cargo en vuestras manos. Nosomos ms que cuatro maestros, los nicos capacitados para votar. Elprocedimiento es vlido, siempre y cuando se respete la ley de launanimidad. El lugar donde nos hallamos se ha convertido en templo.

    Nada ms. Aunque el rito de transmisin se redujera al mximo, sellevara a cabo por completo. Pido que se declare un candidato.Guy Forgeaud, maestro demasiado joven, no haba realizado las

    suficientes funciones dentro de la logia para convertirse en venerable.Pierre Laniel procur que su mirada no se cruzara con la de FranoisBranier. Jams se habra credo en condiciones de acceder a esemisterioso cargo en el que se reciban las claves ltimas de lainiciacin. Se conformaba con ser maestro. Le pareca que todava nohaba descifrado todos sus secretos. Por supuesto, era un empresario.Haba aprendido a dirigir hombres, ya fueran ingenieros o peones;haba sabido hacerse querer y temer, convertirse en el eje de un

    edificio social en el que todo el mundo encontraba su lugar. Cuntosconflictos cotidianos haba resuelto mostrndose unas veces inflexibley otras, diplomtico? Haba pasado por crisis, por momentos difciles;pero siempre haba logrado salir adelante. Laniel crea conocerbastante bien a los hombres y sus pasiones, sus defectos, susambiciones, su grandeza tantas veces inesperada. Pero dirigir a loshermanos, orientarlos, servir de mediador entre ellos y el GranArquitecto del Universo... de eso an no se senta capaz. El nico quepoda suceder a Franois Branier era Dieter Eckart.

    Con los ojos medio cerrados y la cabeza ligeramente inclinadahacia delante, Dieter Eckart pareca meditar. Su espritu estaba lejos,

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    muy lejos de la fortaleza nazi. Posea semejante poder deconcentracin, semejante firmeza de carcter, que lograba abstraerseen las peores situaciones. Tena tan presente como Laniel el principalobjeto de la tenida que la logia debera haber celebrado la noche

    de la redada. Eckart saba que los hermanos de Conocimiento leprofesaban respeto y confianza. Tambin saba que era el sucesordeseado por el propio Branier, aun cuando el venerable en funcionesno tena derecho a designarlo como tal.

    En efecto, haba imaginado otro lugar para abordar esta cuestin.Incluso en la clandestinidad, la logia haba sabido obtener localesdecentes para dar vida a la magia ritual. Pero aqu... Eckart pens enestos pocos hombres que, desde la iniciacin, haban recibido elencargo de dirigir una comunidad como aqulla. Cualesquiera quefueran su raza, civilizacin o carcter, haban sido elegidos paratransmitir la luz. Para hacer vivir la vida y morir la muerte.

    Venerable maestro seal Dieter Eckart, todos sabemos queel venerable de Conocimiento no es un jefe de logia corriente. Nose trata de una mera entrega de poderes. Tambin estn el secretodel Nmero, la clave de bveda de la hermandad.

    Branier asinti con la cabeza.Entonces apliquemos la Regla propuso Eckart. Votemos con

    conocimiento de causa.Franois Branier se sinti aliviado. Se haba sacado un inmenso

    peso de encima.Declaro vacante el cargo de venerable maestro. Pido a uno de

    los maestros declarados de la logia que, tras haber ayudado yparticipado en todas sus misiones, tras haber sido reconocido comotal por sus hermanos maestros, tras haber dirigido las tareas decompaeros y aprendices... le pido que ponga su candidatura en lasmanos del Gran Arquitecto del Universo.

    Pierre Laniel haba renunciado. Prefera permanecer en la sombray secundar al futuro venerable. Branier, que ya haba pasado pgina,esperaba que Dieter Eckart se pronunciara. Finalmente, ste tom lapalabra.

    Para el prximo ao de luz, propongo como venerable maestroa... Franois Branier.

    Dieter Eckart se haba expresado con una alegra pausada,contenida, y en un tono que no admita rplica. Pierre Laniel,sorprendido en un primer momento, consider que su hermano habatenido una excelente intuicin. Guy Forgeaud no disimulaba sualegra. Dio el visto bueno con una sonrisa.

    Apoyo esta candidatura aadi. Hermano Franois, puedesasegurarnos que te sientes con la fuerza fsica y espiritual paraasumir tus funciones?

    Franois Branier estaba acurrucado, con la cabeza hundida entrelos hombros, mirndolos con ojeriza. Sus hermanos conocan

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    perfectamente aquella actitud. Quera decir que el venerablereflexionaba de mala gana.

    Y si os dijera que he perdido esa fuerza? Que soy un viejomasn desgastado, fatigado, incapaz de dirigir esta logia por ms

    tiempo sin cometer un gran nmero de barbaridades?Pierre Laniel se estremeci. Un venerable tena la posibilidad dedejar su cargo en manos de los hermanos si se consideraba incapazde desempearlo.

    Si nos dijeras eso respondi Dieter Eckart, no te creeramos.Nunca has estado en mejor forma. Los aos no pasan por ti. Esimposible que renuncies a tu funcin en semejante momento. No mehagas evocar tu sabidura, tu experiencia, tu proyeccin... notenemos la costumbre de echamos flores. Ni Pierre ni yo podemosreemplazarte, y todos lo sabemos. Es hora de que te confiese algo:habra apoyado tu candidatura y no la ma incluso en circunstanciasnormales. Todava te queda mucho por hacer para formar a tusucesor, venerable maestro. No dejes que nada te detenga.

    Llueve! grit Jean Serval, el aprendiz, apostado en una de lasventanas del barracn.

    No caa ni una gota de lluvia. Pero dos agentes de las SS,seguidos del jefe, venan hacia el barracn rojo. Serval habaempleado la frmula ritual para advertir a los hermanos de la llegadade un profano.

    A mi golpe de mallete anunci el venerable, quedansuspendidos nuestros trabajos.

    Dio un puetazo en la pared con la mano derecha, unos segundosantes de que se abriera la puerta del barracn para dar paso al jefede las SS.

    Klaus contempl a sus presos y se percat de que los maestrosestaban agrupados.

    Espero que estn pasando unas buenas vacaciones dijo. Lestraigo una invitacin para cenar. De parte del comandante de estafortaleza. Vendremos a buscarlos.

    Ni el menor rastro de acento alemn. Todava no haban odohablar de ningn ttulo rimbombante de los que tanto gustaban losagentes de las SS. Y, encima, una invitacin a cenar... Haba algo

    que no encajaba. Era como si el terror reculara para cebarse, paraimpactar mejor. El jefe de las SS cerr de golpe la puerta delbarracn.

    A mi golpe de mallete anunci el venerable, la logia se abreal grado de aprendiz.

    Volvi a dar un puetazo en la pared.Todas las miradas se volvieron hacia l.Hermano Raoul, t asumirs la funcin de retejador.El compaero Raoul Brissac, picapedrero, se apost junto a la

    ventana, decidido a no dejar entrar en el templo ningn elementoimpuro.

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    Ocupad vuestros lugares, hermanos mos.La magia de las viejas frmulas hizo que se les pusiera a todos un

    nudo en la garganta. El venerable estaba de pie, en medio de lapared que haba al fondo. A su izquierda, Pierre Laniel, Guy Forgeaud

    y Andr Spinot. A su derecha, Jean Serval y Dieter Eckart. Enfrente,Raoul Brissac.Lo que ms urge, hermanos mos, es reunir los elementos

    necesarios para vivir nuestro ritual. Hay que hacer todo lo posible porcelebrar aqu nuestra iniciacin.

    Los ojos brillaron de esperanza. El venerable devolva a sushermanos las ganas de luchar; de encontrar incalculables tesoroscomo la tiza o las velas.

    Pierre Laniel levant la mano derecha para pedir la palabra.El problema ser salir de este barracn. Quiz hayan decidido

    dejar que nos pudramos aqu.No lo creo objet el venerable. Est esa cena. Espero que

    podamos beber y comer. Demos un repaso a nuestras observacionessobre el campo. Unos y otros hemos destacado detalles diferentes.Que cada uno tome la palabra. Guy, t nos hars un resumen.

    Cada hermano dio su versin. Guy Forgeaud memoriz lo esencialde las intervenciones. El mecnico, contrariamente a lo que habadicho al jefe de las SS, tena una memoria prodigiosa. Con permisodel venerable, tom la palabra cuando todos los hermanos habanacabado.

    Por mi parte, no tengo nada que aadir a lo dicho... Gracias a

    las intervenciones de unos y de otros y a las fotos que nuestrovenerable ha visto en el despacho del comandante, sabemos que latorre central de la fortaleza alberga los servicios administrativos y lassalas de interrogatorio. En la cima, un camino de ronda, focos ymetralletas pesadas. Una autntica torre viga que basta paracontrolar el interior del campo. Los barracones estn situados a lolargo de la muralla de la fortaleza, muy elevada y coronada poralambradas de espino electrificadas. Hay varios barracones decolores diferentes. El nuestro es el nico que tiene dos ventanas.Cuando fue al de los lavabos, que est junto al de las duchas, Raoulse fij en que las ventanas de las otras casetas estaban tapiadas. No

    sabemos si hay otros presos en el campo. Por ltimo, entre loschalets y las instalaciones sanitarias, se alza una caserna de las SS.Los suboficiales deben de alojarse en la torre.

    Andr Spinot levant la mano.Este campo no es normal.Por qu no? inquiri Serval, el aprendiz, a quien el venerable

    haba concedido excepcionalmente la palabra. Estamos encerradosen esta barraca, ni siquiera nos dan de beber, esos locos uniformadosno dejan de asediarnos...

    Asediarnos... De momento, se estn conteniendo. Nada que vercon lo que se sabe de los campos de concentracin nazis.

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    Las palabras de Andr Spinot actuaron como una corriente de aireglido. Cada hermano tom conciencia de que, tras las apariencias,se escondan los crculos del infierno. En qu instante caera lamscara?

    Andr Spinot, el ptico, antepona la lucidez en su lista devirtudes. Para l, velar lo real, ya fuera por miedo o desesperacin,era la peor de las cobardas.

    Nos falta un dato de gran importancia intervino el venerable.Cul? pregunt Forgeaud.La ubicacin de la enfermera. Tiene que haber una. Yo soy

    mdico. Debera tener acceso a ella. E incluso ser nombradoencargado.

    Un sueo. Sin embargo, Spinot no tuvo nada que objetar. Elvenerable haba descubierto un nuevo camino.

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    As transcurri la espera hasta la noche. Todos los hermanosnecesitaban recuperar energas. Se pusieron a dormir. Uno de ellospermaneci despierto, al acecho. Se turnaban para ir al lavabo,siguiendo un proceso inalterable: abrir la puerta del barracn,quedarse inmvil en el umbral, esperar la llegada de dos agentes delas SS y dejarse acompaar. Ni rastro de brutalidad. Solamente habaque darse prisa, no rezagarse en el camino, no volver la cabeza.Ningn hermano vio a otros presos. La fortaleza estaba en silencio.Hasta la montaa de las inmediaciones haba enmudecido.

    T tampoco puedes dormir? pregunt en voz baja Laniel, que

    estaba acostado junto al venerable.No.Crees que Franois se saldr con la suya?Tiene que hacerlo. No le queda ms remedio.Laniel miraba al techo. Quera creer en las palabras de Franois

    Branier. Porque un venerable maestro nunca miente.Menuda tontera, al menos... mira que dejarse trincar as, sin

    ofrecer resistencia...Pierre Laniel sola expresarse con crudeza. Una vieja costumbre

    que perda con sus obreros.

    Depende, Pierre...Laniel, sorprendido, se incorpor sobre el codo izquierdo y mir aBranier, inmvil como un gigante.

    Depende de qu?La logia ha quedado mermada desde el inicio de la guerra.

    Hemos perdido a doce hermanos. Hoy estamos todos reunidos. Ahradica nuestra fuerza.

    Pierre Laniel se pregunt si el venerable no empezara a perder eljuicio. Sin embargo, se no era su estilo... El industrial crea conocerbastante bien a los hombres, pero Franois Branier no dejaba desorprenderlo. Jams haba conocido a alguien tan sereno, tan firme

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    ante las dificultades. De l emanaba un plcido resplandor. ConBranier, era fcil creer en lo imposible. Funcionaba.

    Hay que salir de aqu, Franois. Largarse, como sea. Tomarlospor sorpresa. Si les seguimos el juego, nos comern vivos.

    No nos precipitemos, Pierre. Ante todo, celebremos una sesin.Sacralicemos este campo de concentracin. Hagamos lo posible paraque el Gran Arquitecto del Universo nos acompae y nos d lasolucin.

    No creers...?No, no lo creo. Es una certeza, no una creencia.Pierre Laniel se estremeci. El venerable no sola comportarse as.

    En su opinin, quienes decan lo s eran unos inconscientes o unosmaleantes. Muchas veces se diverta parafraseando al viejo filsofo:Slo s que no s nada... y ni de eso estoy muy seguro. Noobstante, haba pronunciado la palabra certeza con absolutaconviccin, como el cazador que sabe que su tiro har diana inclusoantes de haber disparado.

    Te acuerdas de cuando se fund esta bendita logia, Franois?Nadie crea en ella. Nadie quera creer. Y los hermanos... qu va!Han hecho todo lo posible por mandarnos al infierno! Hoy sealegraran de vernos all...

    La puerta del barracn se abri de una patada. Apareci Klaus, eljefe de las SS.

    En pie, seores. Los esperan para cenar. Al comandante legusta que sus invitados sean puntuales.

    Los siete hermanos de la logia Conocimiento se levantaron casia la vez. Abandonaron el barracn uno por uno, con el venerable a lazaga. Caa la noche. Las nubes ensombrecan el cielo. Un vientoglacial barra el patio. La fortaleza evocaba una fiera agazapada enlas crecientes tinieblas. Siempre el mismo silencio inhumano,solamente roto por el ruido de botas. Los siete hermanos avanzaronhacia la torre central flanqueados por los agentes de las SS,impenetrables como los elevados muros.

    Ninguna luz se filtraba bajo las puertas de los dems barracones.Hicieron entrar a los hermanos en la planta baja de la torre, unaenorme sala con capacidad para cincuenta personas.

    Branier y sus hermanos asistieron a un espectculo de alucine.Una gran mesa con un mantel blanco. Platos de porcelana y

    cubiertos rojos. Candelabros de plata con tres brazos. Un camino deflores malvas. A la cabeza de la mesa, bajo una fotografa de Hitler,estaba el comandante, sentado en un trono medieval con respaldoalto. A su izquierda, sobre un estrado, una pequea orquesta dirigidapor el ayudante de campo. Cuando los hermanos entraron, steinterpret la oda masnica para el grado de maestro, compuesta porel masn Wolfgang Amadeus Mozart. Un cartn con un nombreindicaba el lugar que deba ocupar cada hermano. Se acomodaron,perplejos, fascinados por la trgica belleza de la msica que los

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    maestros de la logia conocan perfectamente por haberla utilizado ensus rituales. La oda fnebre dur algo ms de diez minutos durantelos cuales, en absoluto silencio, dos agentes de las SS sirvieron unsouffl de nscalos acompaado de Chteau Latour.

    El venerable maestro se haba sentado frente al comandante delcampo, en la otra punta de la mesa. A su izquierda estaban unmaestro, Dieter Eckart, y los dos compaeros, Andr Spinot y RaoulBrissac; a su derecha, dos maestros, Pierre Laniel y Guy Forgeaud, yel aprendiz, Jean Serval.

    Mozart guard silencio. El venerable tena el corazn en un puo.Espero que su logia aprecie esta msica y mi invitacin a cenar

    declar el comandante del campo, mirando fijamente a FranoisBranier.

    Pese al hambre, nadie haba empezado a comer. Todo lo quehaba en aquella mesa pareca envenenado. El venerable norespondi. l esperaba que se acabaran los prolegmenos. El jefe delas SS y otros agentes se haban puesto detrs de los invitados,dispuestos a intervenir si uno de ellos reaccionaba de manerainoportuna.

    Disfrutan ustedes de un trato privilegiado prosigui, pero noes injusto. No son como los dems. Poseen una ciencia que debe serpuesta al servicio del Reich. Si no, de qu servira? Ms vale abordareste tema en torno a una buena mesa. No le parece, venerable?

    Franois Branier mascull algo que pudiera pasar por un s. Elcomandante levant su tenedor. Los hermanos, hambrientos,

    empezaron a comer a toda prisa, por temor a ser interrumpidos de unmomento a otro.El comandante los dej a sus anchas. El venerable y l no se

    quitaron los ojos de encima. Se concedan mutuamente una tregua.Franois Branier picoteaba. Haba perdido el apetito.

    Habr un postre muy original anunci el comandante. Susrevelaciones, venerable.

    No se oy ni un ruido ms de tenedores. Los hermanos esperabanver la orientacin que su venerable dara al interrogatorio.

    No habr ninguna revelacin. Conocimiento ha dejado deexistir, al igual que la masonera. Somos presos como los dems.

    El venerable haba hablado con una voz lenta y pausada, comopara grabar una idea sencilla en la mente de un alumno algo torpe.Sin duda, acababa de encender la mecha del explosivo. Los hermanostuvieron la sensacin de que un arma les apuntaba a la nuca. Unsimple disparo, y todo habra terminado. Mejor eso que vivireternamente.

    Admitmoslo dijo el comandante. Son ustedes buenos yleales franceses. Ya no conspiran contra el Reich. Pero la logiaConocimiento ha existido, verdad? No lo habr soado?

    Una vaga sonrisita se esboz en sus labios. El venerable sintique se acercaba el punto final.

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    Christian Jacq El monjey el venerable

    S, Conocimiento ha existido.En qu rito trabajaba su logia?Rito Escocs Antiguo y Aceptado.El ms indisciplinado y misterioso subray el comandante,

    presa de la ansiedad.Los Escoceses Antiguos y Aceptados, segn la expresinarcaica, trabajaban con los ms arcaicos rituales de la masonera.Fcilmente contestatarios y herederos de los constructores decatedrales, no tenan demasiada predileccin por la administracin yel decoro que haban invadido las logias masnicas.

    El venerable no haba revelado un gran secreto. Estabaconvencido de que, con ello, el comandante simplemente corroborabauna informacin que ya posea.

    Con qu grado trabajaba su logia?El venerable titube. Habra sido preferible disimular un elemento

    tan esencial, pero eso supona asumir un enorme riesgo. Elcomandante del campo no era un verdugo cualquiera. Habaestudiado a fondo el expediente de las logias. El venerable ignorabade qu documentos y testimonios dispona. Su margen de maniobraera igual de escaso. Haba que soltar lastre, sin darle el extremo delhilo de Ariadna que permitira al comandante de las SS llegar alfondo.

    Conocimiento trabajaba con los grados de aprendiz,compaero y maestro.

    ... y maestro repiti el comandante. Rarsimo. Entonces

    celebraban reuniones secretas?Mera exigencia ritual. Cuando los maestros se renen,compaeros y aprendices quedan al margen.

    Seguro, venerable... pero nada obligaba a los maestros deConocimiento a reunirse tan a menudo en Cmara del medio.sta es la expresin, no?... As que aquellas noches slo celebrabanalgo ritual... Y qu pasaba exactamente? Qu preparaban en lassombras?

    El venerable tosi. Tena la garganta seca. Casi al mismo tiempo,el aprendiz Jean Serval se escurri de la silla y, cual tteredesarticulado, cay sobre el parqu del comedor. Sus vecinos

    quisieron intervenir, pero los agentes de las SS se interpusieron. Elvenerable se puso en pie.

    No se mueva! orden el comandante de las SS.Soy venerable y mdico replic Franois B