Chocolate maría belén garcía

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Beneficios, virtudes y pecados del chocolate, por María Belén García Desde que los españoles conquistaron el Imperio Azteca, el chocolate se convirtió en inseparable compañero de ruta del goloso hombre moderno. Fue la combinación del cacao americano con la leche y el azúcar traídos del viejo mundo la locura de varias generaciones, de modo tal que los sacerdotes, desde el púlpito, predicaban contar este vicio concupiscente e incluso prohibían que las devotas llevaran su chocolate a misa, que en algún momento esto se hizo costumbre. Después vinieron los suizos e inventaron el chocolate en barra, con un éxito tal que desplazó al antiguo chocolate de taza a un discreto pero respetable rincón. Cómplices de tal desplazamiento fueron, también, el café y del té. Pero eso es otro tema. Además de delicioso, el chocolate presenta ciertos beneficios para la salud. Mucha gente lo consume cuando se siente triste y con razón. El chocolate tiene fama de ser beneficioso contra la tristeza y de favorecer el amor, por eso los enamorados y los pretendientes solían regalar chocolates y bombones. Hasta hoy persiste, a veces, tan encantadora aunque un tanto cursi costumbre. ¿Por qué el chocolate es bueno para las emociones tristes? Porque contiene triptófano, sustancia que estimula la producción de serotonina, el neurotransmisor de la felicidad. También contiene feniletilamina y anandamina, sustancias todas que provocan una sensación de placer y bienestar y predisponen a las emociones románticas y eróticas. Agreguemos que posee polifenoles, fibra y ácido esteárico y tendremos el cuadro completo. Los polifenoles son antioxidantes, la fibra favorece la digestión y el ácido esteárico es beneficioso para el corazón. El chocolate negro es el mejor y no demasiado dulce. Eso sí, tampoco es cuestión de ir a la tienda de la esquina y comer 4 kilogramos de chocolate. Podemos comparar al chocolate con el vino. Con medida es excelente.

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Beneficios, virtudes y pecados del chocolate, por María Belén García

Desde que los españoles conquistaron el Imperio Azteca, el chocolate se convirtió en inseparable compañero de ruta del goloso hombre moderno. Fue la combinación del cacao americano con la leche y el azúcar traídos del viejo mundo la locura de varias generaciones, de modo tal que los sacerdotes, desde el púlpito, predicaban contar este vicio concupiscente e incluso prohibían que las devotas llevaran su chocolate a misa, que en algún momento esto se hizo costumbre. Después vinieron los suizos e inventaron el chocolate en barra, con un éxito tal que desplazó al antiguo chocolate de taza a un discreto pero respetable rincón. Cómplices de tal desplazamiento fueron, también, el café y del té. Pero eso es otro tema.

Además de delicioso, el chocolate presenta ciertos beneficios para la salud. Mucha gente lo consume cuando se siente triste y con razón. El chocolate tiene fama de ser beneficioso contra la tristeza y de favorecer el amor, por eso los enamorados y los pretendientes solían regalar chocolates y bombones. Hasta hoy persiste, a veces, tan encantadora aunque un tanto cursi costumbre.

¿Por qué el chocolate es bueno para las emociones tristes? Porque contiene triptófano, sustancia que estimula la producción de serotonina, el neurotransmisor de la felicidad. También contiene feniletilamina y anandamina, sustancias todas que provocan una sensación de placer y bienestar y predisponen a las emociones románticas y eróticas.

Agreguemos que posee polifenoles, fibra y ácido esteárico y tendremos el cuadro completo. Los polifenoles son antioxidantes, la fibra favorece la digestión y el ácido esteárico es beneficioso para el corazón. El chocolate negro es el mejor y no demasiado dulce. Eso sí, tampoco es cuestión de ir a la tienda de la esquina y comer 4 kilogramos de chocolate. Podemos comparar al chocolate con el vino. Con medida es excelente.