Chile Indómito - Número 19 - Enero 2016

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CHILE INDÓMITO ® LA REVISTA DE LA NATURALEZA DE CHILE Biodiversidad: Lagarto de Manuel, Arbolito de Cuentas, Monito del Monte, Sapo de Monte, Rara y Pilme. Incendio en China Muerta, Desastre Milenario Vizcacha, El gran roedor de los Andes Cóndor Blanco, un encuentro cercano Jardín Botánico Nacional, Naturaleza que Sorprende NUMERO 19 - ENERO 2016

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CHILE INDÓMITO® pretende reunir conocimientos y vivencias de nuestra naturaleza, para lo cual cuenta con distintos reportajes, a cargo de profesionales especialistas en diversos temas, como Geología, Ornitología, Botánica, Ecología y Fotografía entre otras disciplinas. De esta forma queremos crear un espacio multidisciplinario y participativo, cuyo objetivo es generar un impacto en el lector, abriendo una ventana de conciencia y aprendizaje, el cual sirva para la protección y conservación de la naturaleza chilena.

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CHILE INDÓMITO®L A R E V I S T A D E L A N A T U R A L E Z A D E C H I L E

•Biodiversidad: Lagarto de Manuel, Arbolito de Cuentas, Monito del Monte, Sapo de Monte, Rara y Pilme.

•Incendio en China Muerta, Desastre Milenario

•Vizcacha, El gran roedor de los Andes

•Cóndor Blanco, un encuentro cercano

•Jardín Botánico Nacional, Naturaleza que Sorprende

NUMERO 19 - ENERO 2016

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NUMERO 1 - ENERO 2013

Editor General: Jean Paul de la Harpe Z.

Diseño y Diagramación: Jean Paul de la Harpe Z.

Foto de Portada: Vizcacha Patagónica - © Raúl Demangel.

Colaboraron en este número: Diego Reyes - Eduardo Pavéz - Jean Paul de la Harpe - Raúl Demangel

Chile Indómito 2016 - www.chileindomito.cl

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CHILE INDÓMITO®

LA REVISTA DE NATURALEZA DE CHILENÚMERO 19 - ENERO 2016

Picaflor Cordillerano (Oreotrochilus leucopleurus)© Jean Paul de la Harpe

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CONTENIDOS

NOTAS DE LA EDITORIAL 4

BIODIVERSIDAD DE CHILE 5 - 12

INCENDIO EN LA R. NACIONAL CHINA MUERTA 13 - 40Desastre milenario

VIZCACHA 41 - 60El gran roedor de Los Andes

CÓNDOR BLANCO 63 - 70 Encuentro con el mítico cóndor blanco

JARDÍN BOTÁNICO NACIONAL 73 - 92Naturaleza que sorprende

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Huemul (Hippocamelus bisulcus)© Jean Paul de la Harpe

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NOTAS DE LA EDITORIAL

Estimados amigos y lectores de CHILE INDÓMITO. Comenzamos un nuevo año, con pilas recargadas, y convencidos de

la importancia de seguir haciendo difusión de nuestro Patrimonio Natural. Y hoy más que nunca, en donde pareciera que las

amenazas a nuestra diversidad natural cada día son mayores. Por lo mismo vemos la necesidad de acercar más y más a la

gente a nuestra maravillosa naturaleza, que por tanto tiempo nos ha acogido y provisto de los recursos esenciales para nues-

tra subsistencia en el planeta.

En este número, como estos los anteriores, comenzamos con nuestra sección de Biodiversidad, en donde conocere-

mos 6 especies chilenas, que merecen ser respetadas y conservadas.

Después, con mucha impotencia y pena, les presentaremos una nota del desastre que causo el verano pasado el incen-

dio en la Reserva Nacional China Muerta. Más de 6000 hectáreas quemadas, en una de las grandes reservas de la Araucaria,

árbol milenario. Haremos un contraste, en imágenes, con fotos antes y después del incendio, para poder ver efectivamente

lo que se perdió. La idea es llamar a la conciencia de la población y también de las autoridades, de este problema ambiental

que cada Verano afecta a nuestra vegetación nativa.

Luego conoceremos en detalle un grupo de mamíferos, únicos en sudamerica, del cual poseemos 3 de las 5 especies

que hay en el mundo. Me refiero a las vizcachas, el gran roedor de Los Andes.

Conoceremos también un relato muy interesante de un encuentro cercano con una de las aves más míticas de Chile,

me refiero al Cóndor Blanco.

Finalmente haremos un paseo por un bello lugar, ubicado en la V región, el cual alberga una biodiversidad muy espe-

cial. Nos referimos al Jardín Botánico Nacional.

Que disfruten de la revista......

Muchos saludos

Jean Paul de la Harpe Z.

Editor.

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Fotografía: © Diego Reyes

Fotografía: © Diego Reyes

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La Biodiversidad se entiende como el conjunto de especies vivas que existen en un lugar determinado, la cual comprende desde las bacterias a organismos superiores, como mamíferos, aves, reptiles y anfibios. Es, sin duda, el legado de millones de años de evolución de la vida sobre el planeta, el cual es único e irremplazable. Miles de organismos reunidos bajo el concepto de especie, el cual las individualiza como unidades biológicas. Es es-te concepto que queremos dar a conocer y rescatar en esta sec-ción de Chile Indómito®. Hacer un recorrido a lo largo de Chile, rescatando las especies más singulares y emblemáticas, de las cuales muchas veces se sabe muy poco o casi nada.

Creemos en la importancia de la difusión de nuestra natura-leza como elemento clave en la conservación de esta. Para esto, en cada número de Chile Indómito® daremos a conocer seis espe-cies que habitan en nuestro país, desde hongos y plantas, hasta organismos superiores, y que forman parte de nuestro Patrimo-nio Natural. Haremos una pequeña descripción de cada especie, indicando generalidades de esta, acompañada por una imagen.

A continuación los invitamos a conocer las próximas espe-cies que se presentan en este capítulo, las cuales serán: Dragón

de Manuel, Arbolito de Cuentas, Monito del Monte, Sapo

de Monte, Rara y Pilme.

BIODIVERSIDAD DE CHILE

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DRAGON DE MANUELLiolaemus manueli

Especie endémica de Chile. Su distribución se res-

tringe a la III Región de Atacama.

Es un Saurio pequeño que alcanza 12 cm. desde el

hocico a la cola. Su piel es de color plomizo con tin-

tes negros y anaranjados en el dorso.

Habita lugares con muy poca vegetación y con mu-

chísimas piedras. El color de su piel lo hace confun-

dirse muy bien con su hábitat

Es una especie poco frecuente, dentro de su rango

de distribución.

Fotografía: © Diego Reyes

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ARBOLITO DE CUENTASLlagunoa glandulosa

Arbusto endémico de Chile. Se distribuye entre la

XV y VI Región, desde la costa hasta los 1000

msnm.

Es un arbusto de tamaño medio, pudiendo llegar a

los 2 mts. de altura. Sus hojas son compuestas, en

promedio con 3 foliolos. Tienen el margen aserrado

y son coriáceas. Las flores son de color verde, al

igual que su fruto.

A este arbusto se le conoce como el arbolito de

cuentas debido a que sus semillas son perfectamen-

te redondas por lo que se dice que se utilizaban en

la confección de rosarios.

Fotografía: © Diego Reyes

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MONITO DEL MONTEDromiciops gliroides

Marsupial endémico de los bosques lluviosos aus-

trales de Chile y Argentina. En Chile se le puede en-

contrar entre la VIII y X Región.

Como animal nocturno, tiene los sentidos muy de-

sarrollados. Se destaca especialmente su visión,

pues posee ojos negros y redondos desproporciona-

damente grandes, que en apariencia se ven más

grandes dado su antifaz.

Posee un tacto y olfato exquisitamente desarrolla-

dos. Tiene muy buen oído y posee órganos auditi-

vos bien desarrollados. Sus orejas son pequeñas y

cubiertas de pelo, las que pueden plegar y orientar

hacia las fuentes de ruido.

Fotografía: © Diego Reyes

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SAPO DE MONTEAlsodes montanus

Como gran parte de nuestros anfibios, este también

es Endémico, y se distribuye exclusivamente en la

cordillera de los Andes, entre la Región Metropolita-

na y la VII Región, a una altitud superior a los 2000

msnm.

Anuro de aspecto robusto, cabeza muy corta, sin tím-

pano. De dedos palmados, es característico de ellos

que sus dedos traseros poseen una membrana in-

terdigital . Dorsalmente grisáceo oscuro, con man-

chas difusas de color café; vientre más claro con pig-

mentación crema irregular en los muslos.

A diferencia de otros Alsodes, que al caer la noche

tienden a salir de sus refugios, este prefiere perma-

necer en ellos o mantenerse bajo el agua.

Fotografía: © Diego Reyes

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RARAPhytotoma rara

Ave presente desde la III a la XII Región, desde la

costa hasta los 2500 msnm. También presente en

Argentina.

Tiene una longitud de 19 cm. El Macho presenta la

frente, corona, pecho y vientre rufo castaño. Lados

de la cabeza, cuello trasero y dorso pardo claro raya-

do de café negruzco. Alas negruzcas con bandas

blancas formadas por las puntas de las coberteras

medianas y por los bordes externos de las primarias

exteriores. Iris rojo. La Hembra tiene las partes supe-

riores café oliváceas con estrías café negruzcas.

Es un ave bastante común y es habitual verla en par-

ques urbanos. Es una especie bastante herbívora,

alimentándose principalmente de brotes nuevos de

poaceas y pétalos de flores.

Fotografía: © Diego Reyes

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PILMEPseudomeloe sanguinolentus

Coleóptero presente desde la I hasta la IV Región ,

desde la costa hasta unos 2000 msnm.

Es un llamativo coleóptero ya que posee un abdo-

men extremadamente grande para su cuerpo. Po-

see alas atrofiadas. Su color varia un poco entre to-

nos azulados y marrones. El macho es mas peque-

ño que la hembra.

Es una especie relativamente común de encontrar

cuando sucede el fenómeno del desierto florido,

donde aprovecha el frenesí floral para salir a alimen-

tarse y reproducirse.

Fotografía: © Diego Reyes

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INCENDIO EN LA RESERVA NACIONAL

CHINA MUERTADESASTRE MILENARIO

Texto y Fotografías: Jean Paul de la Harpe Z.

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© Jean Paul de la Harpe Z.

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Fuego, que a tu paso consu-

mes sin discriminar..... solo avanzas em-pujado por el viento, con rumbo incierto, dejando solo cenizas y destrucción a tu paso.

Era el 15 de marzo de 2015 y el inicio de una catástrofe comenzaba en la cordillera de la Araucanía Andina, en la Reserva Nacional China Muerta. Un foco de incendio comenzaba a avan-zar de forma decidida por los cerros y quebra-das, amenazando la reserva y el colindante Par-que Nacional Conguillio. Lamentablemente tomo 2 o 3 días para que se comenzará a movilizar gente para el combate de las llamas..... ya era tarde. El fuego, fuera de control, partía en distin-tas direcciones, arrasando con bosques milena-rios de Araucarias, junto a otras especies como el Rauli, el Coigue y la Lenga. No fue hasta 25 días despues que se logro controlar, y tuvieron que llegar las lluvias para terminar de extinguir este voraz incendio. En total, 6599 hectáreas consumidas, prácticamente la mitad de la super-ficie total de la reserva.

Todo se confabuló en contra de la extinción de este incendio: años de sequía, fuertes calo-res y vientos, carencia de medios efectivos para el combate de incendios. Solo un grupo de esfor-zados brigadistas y voluntarios, exponiendo sus vidas para el combate del fuego. De esta forma, este incendio paso a engordar la fatídica estadís-tica de la temporada pasada de 128.654 hectá-reas consumidas por el fuego en el país, en un total de más de 8000 incendios.

Lamentablemente este incendio cobra ribe-tes mayores, ya que lo que se quemó aquí no

fueron pastizales o plantaciones forestales, las cuales pueden ser recuperadas en una decena de años. Estamos hablando de bosques milena-rios, con Araucarias de 1500 años de edad. Sin duda es un desastre dantesco, cuya recupera-ción, si es que es efectiva y se generan accio-nes para eso, no la veremos, ni tampoco nues-tros nietos. Aquí la prevención es el único aliado que tenemos de nuestro lado, ya que la conten-ción de un incendio de este calibre, con los me-dios que el estado de Chile destina al cuidado de su patrimonio natural, es simplemente imposi-ble.

Yo soy un amante de esta zona. Desde los 12 años de edad, momento en que conocí estas tierras, me enamoré por completo de la zona. Hasta viví 2 años en Melipeuco, apacible lugar que colinda con la reserva China Muerta y el Par-que Nacional Conguillio, entre otras maravillas naturales. Por lo mismo es que he recorrido bas-tante la zona, y en los últimos años he realizado muchas fotografía del lugar. Entonces, cuando escuche la noticia no lo podía creer. Llegue a llo-rar por esta tremenda perdida. Ver como se que-maban esos bosques mágicos, que se habían salvado de una explotación desmedida en déca-das pasadas, ahora eran arrasadas por el fuego.

Pasado un par de meses del incendio, qui-se ir a visitar el lugar, sabiendo que sería un via-je difícil, lleno de emotividad, de duelo. La idea era ir a hacer fotos de esta catástrofe, para po-der mostrarle al mundo la enorme pérdida de un patrimonio natural invaluable. Quise contrastar las imágenes actuales, de destrucción y desola-ción, con las hermosas fotos hechas en años an-teriores, en donde todo rebosaba de vida y colo-res.

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No fue una tarea fácil desde el punto de vista emocional, pero creo haber retratado de buena manera el grado de destrucción alcanzado por tan voraz incendio.

En este nota quiero compartir esto, más que con palabras, con las imágenes. Me intere-sa dejar un manifiesto de lo que puede llegar a ocurrir de seguir descuidando así nuestra natura-leza. Solo tenemos un planeta, y pareciera que estamos empecinados en destruirlo. Ojalá se to-me conciencia, tanto desde el Estado hasta el último habitante de este territorio llamado Chile. Esta es una invitación a cuidar nuestra casa, la única que tenemos. Tomar conciencia de nues-tros actos y actuar en consecuencia. Solo así po-

dremos asegurar nuestra permanencia en este planeta como especie, como también la conser-vación de la Biodiversidad Mundial.

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© Jean Paul de la Harpe Z.

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© Jean Paul de la Harpe Z.

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© Jean Paul de la Harpe Z.

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© Jean Paul de la Harpe Z.

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© Jean Paul de la Harpe Z.

ANTES

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© Jean Paul de la Harpe Z.

DESPUÉS

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ANTES

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DESPUÉS

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© Jean Paul de la Harpe Z.

ANTES

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© Jean Paul de la Harpe Z.

DESPUÉS

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© Jean Paul de la Harpe

© Jean Paul de la Harpe Z.

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Vizcacha Peruana (Lagidium peruanum)© Jean Paul de la Harpe

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V I Z C A C H AEL GRAN ROEDOR DE LOS ANDES

Texto: Jean Paul de la Harpe Z.Fotografías: Jean Paul de la Harpe Z. y Raúl Demangel

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Uno de los mamíferos más interesantes y carismáti-cos que podemos encontrar en Chile es sin duda la Vizca-cha. Habitando a lo largo de la cordillera de los Andes y de la costa, este gran roedor es sin lugar a duda un animal em-blemático de nuestro país.

De aspecto similar a un conejo o liebre, debido a sus largas orejas y su forma de movilizarse a saltos, las vizca-chas pueden alcanzar hasta un tamaño de 66 cm. de largo y un peso de 2000 gramos, lo que la convierte en una pre-sa apetecida para los carnívoros nativos, como puee ser el zorro, el gato andino, el gato Colo Colo y el Puma, entre otros.

En Chile podemos encontrar 3 especies, las cuales tienen rangos de distribución diferentes. La más norteña corresponde a la Vizcacha Peruana (Lagidium peruanum), y habita desde la punta norte del país hasta la región de An-tofagasta. La segunda especie corresponde a la Vizcacha común , distribuida entre la III y IX Región. Finalmente en-contramos a la Vizcacha Patagónica (Lagidium wolffsohni), que habita en la XI y XII región.

Las tres especies comparten características anatómi-cas, fisiológicas y conductuales. Todas poseen un pelaje denso, preparado para las bajas temperaturas, una cola lar-ga, que les sirve de contrapeso para moverse con agilidad entre las rocas, y patas traseras mucho más desarrolladas que las delanteras, las cuales les sirven para dar grandes saltos. Además, son herbívoras, alimentándose de pastos y arbustos.

Respecto a sus hábitos de actividad, presentan una actividad diurna y crepuscular, viéndose también actividad

nocturna en la vizcacha peruana. Se establecen en un terri-torio, el cual recorren en busca de alimento, siempre aten-tas a la presencia de potenciales peligros.

Cabe destacar su comportamiento comunitario fren-te a la presencia de algún depredador. Cuando anda cerca un zorro, estás comienzan a lanzar un silbido bastante agu-do, avisando a las demás la presencia del peligro, frustran-do así muchas veces la intención de los intrusos.

Las Vizcachas habitan en madrigueras en las rocas, en general en lugares bastante escarpados y de difícil acce-so. Sumado a lo anterior, el color de su pelaje hace que se mimetizen de una manera asombrosa. A veces hay que mi-rar varias veces un roquerio antes de encontrarlas. En estos lugares gozan de seguridad.

Es frecuente ver a estos roedores durante la mañana o al atardecer, tomando sol en alguna piedra prominente, desde la cual vigilan gran parte de su entorno.

La vizcacha peruana y la común pueden habitar luga-res de gran altura, hasta sobre los 5000 msnm, lo que re-presenta un gran reto fisiológico para la mantención de la temperatura corporal. La especie Patagónica, a pesar de que no habita grandes alturas, debe resistir el duro clima patagónico, sobre todo los meses de Invierno.

Con respecto al estado de conservación de estas es-pecies, La vizcacha del Norte y la Patagónica están conside-radas en Peligro de Extinción, y la Vizcacha común Vulnera-ble. Esto es debido a que por mucho tiempo fueron perse-guidas y cazadas por su piel. Hoy cuentan con protección legal, siendo ilegal su captura o caza.

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Vizcacha Peruana (Lagidium peruanum)© Jean Paul de la Harpe

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Nuestro país es afortunado de poseer aún, tres de las cinco especies de Vizcachas que existen en el mundo. Las otras dos especies corresponden a la Vizcacha de las llanuras (La-

gostomus maximus), propia de Argentina, extremo sur de Paraguay y Bolivia, y la Vizcacha de Cariamanga (Lagidium sp.) descubierta hace poco en Ecuador. Todas pertenecen a la familia Chinchilidae.

Sin duda, las Vizcachas son un grupo de animales fantásticos, que debemos conservar. Forman parte de un ecosistema único de montaña, siendo importantes en el balance natural de su hábitat, y representando la dieta otras especies. Los invito a que salgan a la cordillera, a los sectores rocosos, y las busquen. El ver a estos animales co-

rrer por las piedras y tomar sol, es sin duda una gran expe-riencia de encuentro con una parte de nuestro Chile Indó-mito.

Jean Paul de la Harpe Z.

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Vizcacha común (Lagidium viscacia) © Jean Paul de la Harpe

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Vizcacha Peruana (Lagidium peruanum) © Jean Paul de la Harpe

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Vizcacha Patagónica (Lagidium wolffsohni)© Raúl Demangel

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Vizcacha Peruana (Lagidium peruanum)

• Tamaño: 55 a 66 cm. de Largo - Cola entre 24 a 32 cm.• Peso: entre 900 a 1600 gr.• Distribución: XV, I y II Región• Hábitat: Sectores rocosos del Altiplano, entre los 3000 y 5000 msnm.• Actividad: Crepuscular y Nocturna• Dieta: Herbívoro• Reproducción: Una cría, en primavera

Vizcacha Común (Lagidium viscacia)

• Tamaño: 39 a 46 cm. de Largo - Cola entre 28 a 37 cm.• Peso: entre 750 a 2000 gr.• Distribución: III a IX Región• Hábitat: Sectores rocosos de la cordillera de los Andes y la Costa, entre los

800 y 4000 msnm.• Actividad: Crepuscular y Diurna• Dieta: Herbívoro• Reproducción: Una cría, en primavera

Vizcacha Patagónica (Lagidium wolffsohni)

• Tamaño: 46 a 48 cm. de Largo - Cola entre 30 a 32 cm.• Peso: Hasta los 2000 gr.• Distribución: XI y XII Región• Hábitat: Sectores rocosos de la Patagonia.• Actividad: Crepuscular y Diurna• Dieta: Herbívoro• Reproducción: Una cría, en primavera

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Vizcacha común (Lagidium viscacia) © Jean Paul de la Harpe

Vizcacha Patagónica (Lagidium wolffsohni) © Raúl Demangel

Vizcacha Peruana (Lagidium peruanum) © Jean Paul de la Harpe

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Vizcacha común (Lagidium viscacia) © Jean Paul de la Harpe

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Vizcacha Patagónica (Lagidium wolffsohni) © Raúl Demangel

Vizcacha Peruana (Lagidium peruanum) © Jean Paul de la Harpe

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Vizcacha Peruana (Lagidium peruanum) © Jean Paul de la Harpe

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Vizcacha Peruana (Lagidium peruanum) © Jean Paul de la Harpe

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Vizcacha Patagónica (Lagidium wolffsohni) © Raúl Demangel

Vizcacha Peruana (Lagidium peruanum) © Jean Paul de la Harpe

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Vizcacha Patagónica (Lagidium wolffsohni) © Raúl Demangel

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Vizcacha Peruana (Lagidium peruanum) © Jean Paul de la Harpe

Vizcacha común (Lagidium viscacia) © Jean Paul de la Harpe

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Vizcacha común (Lagidium viscacia) © Jean Paul de la Harpe

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Cursos Talleres

Expediciones de Fotografía de Naturaleza

WWW.ABTAO.CL

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ENCUENTRO CON EL MÍTICO

C Ó N D O R B L A N C OTexto: Eduardo Pavez.Fotografías: Eduardo Pavez y José Besa

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© Eduardo Pavez

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Aquella fría mañana de Septiembre, a las seis como era habitual, iba en mi viejo 4x4 dejan-do atrás la ciudad aun oscura y semivacía, enfi-lándome directo hacia los llanos de Chacabuco, distantes unos 60 km al norte de Santiago. A las ocho comencé la caminata de algo más de una hora, siempre gratificante, a pesar de la empina-da pendiente, del sol que comenzaba a golpear la cara y de la pesada mochila con equipos de observación, mucha agua y una merienda que habitualmente resultaba exigua. Cuando llegué a la cima del cerro El Guindo, una excelente atala-ya desde donde registraba el paso de águilas y cóndores, me saqué la ropa mojada, instalé el telescopio y como en incontables jornadas me senté sobre las rocas a esperar el paso de las grandes aves rapaces. Sin embargo, aquella jor-nada sería muy diferente a todas las demás, se-ría una aventura de dos días marcada por la sor-presa, el esfuerzo, la belleza indescriptible y una magia que aun me cuesta asimilar.

Aquel tibio día presagiaba el inicio de la pri-mavera con una intensa actividad de lagartijas, águilas, vizcachas y cóndores, y para mí, sumi-do en el registro de todo lo que veía, pasaron rá-pido las horas de aquel día. A eso de las cinco de la tarde, se levantaron unos 70 cóndores des-de los llanos bajos y comenzaron a remontar en vuelos circulares. Ello implicaba que en los próxi-mos minutos muchos de esos cóndores podrían arribar a la buitrera del cerro Huechún, con sus buches llenos de alimento, buscando los segu-ros acantilados para pasar la noche y empren-der vuelo temprano en la mañana rumbo al este, hacia sus territorios en la Cordillera de los An-des.

Efectivamente, no pasaron ni diez minutos y co-menzó la lluvia de cóndores. Desde lo alto y des-

cribiendo grandes círculos, con las patas abajo cual tren de aterrizaje, descendían los grupos de cóndores para refugiarse en los acantilados. A pesar de mi entrenada vista, por momentos resul-taba muy complicado registrar las horas de arri-bo, y los sexos y edades de aproximadamente 50 cóndores que llegaban desde todas partes en el curso de unos pocos minutos. A las cinco y treinta, y entre medio de muchos cóndores cu-yas negras siluetas se recortaban hacia el oeste, mi vista se clavó en uno de ellos. Era un gran ma-cho, que venía cayendo hacia la Buitrera desde el noroeste y que traía colgando de sus patas una cuerda de aproximadamente 2 metros. En ese momento abandoné el registro de los demás cóndores y no despegué el ocular del telescopio de esa silueta lejana que parecía una gran come-ta negra con una larga cola que flameaba con el viento. Era una situación muy preocupante ya que si esa cuerda, la que parecía bastante grue-sa, se llegaba a enredar en una grieta o arbusto del acantilado, el cuerpo de ese cóndor podría quedar suspendido e inerte en corto tiempo. Sin embargo, un minuto después, y sin despegarle la vista, mi preocupación se tornó en sorpresa y duda, cuando aquella negra silueta dio un giro mostrando el dorso, el cual brilló como un deste-llo, reflejando la luz del sol que caía por encima y detrás de él. No entendía lo que veía: además de traer una larga cuerda en las patas, aquel cóndor traía una especie de capa blanca que le cubría el cuerpo por encima. Eso no era posi-ble…

Ya eran cerca de las seis, la luz caía rápida-mente, y el Cóndor Blanco salió desde detrás de las rocas, dio un par de círculos cayendo frente al acantilado y desapareciendo rápidamente de-trás de las rocas. Su descenso me permitió corro-borar, desde un mejor ángulo, aunque aun a

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gran distancia, que efectivamente tenía todo el dorso blanco como la nieve. Era increíble.

Cuando ya casi obscurecía, bajé rápida-mente del cerro. El retorno a Santiago se hizo fu-gaz entre la alegría, las divagaciones y las innu-merables preguntas que se me venían a la cabe-za. Haciendo memoria recordé el año 1992, cuando realizaba un estudio de cóndores en la cuenca del río Aconcagua, y una persona me ha-bía comentado del avistamiento de un cóndor blanco. En aquel entonces no di crédito a la his-toria cuando esa persona me comentó que el su-puesto cóndor blanco además era del doble de la talla de un cóndor normal.

De regreso en mi casa, aquella noche bus-qué referencias sobre el Cóndor Blanco. Durante mis estudios no había leído nada acerca de va-riaciones de coloración en cóndores, ni menos sobre la existencia de ejemplares leucísticos, que son aquellos animales con plumaje o pelaje total o parcialmente blancos cuya piel, ojos y pi-co son pigmentados. De hecho, luego de años y habiendo avistado miles de cóndores, lo cual no constituye una exageración, siempre observé un patrón cromático extremadamente regular de los cóndores adultos, el cual es negro, con un collar blanco y parches blancos sobre las alas. Para mi sorpresa encontré que existían empresas en el mundo que usaban el nombre Cóndor Blanco, un parque en el sur de Chile llamado Cóndor Blanco, un cacique llamado Cóndor Blanco y un libro llamado “la estirpe del Cóndor Blanco”, pe-ro ninguna referencia concreta, ni siquiera mitoló-gica, respecto de un Cóndor Blanco. Habiéndo-se escrito tantas historias sobre cóndores, mu-chas de ellas mágicas, parecía extraño no hallar nada concreto sobre un Cóndor Blanco. Balle-

nas blancas, tigres y leones blancos…y nada so-bre un Cóndor Blanco.

Así las cosas, y avanzada ya la noche, le pregunté a mi esposa si podía ir a dejar a los ni-ños al colegio a la mañana siguiente ya que yo quería salir muy temprano para intentar ver otra vez, y en lo posible fotografiar, al Cóndor Blanco saliendo desde la buitrera. Ella me dijo tenía una reunión importante temprano en su oficina. Ahí se me desvaneció la posibilidad de volver a ver al Cóndor Blanco. Aquel cóndor, como todos los otros cóndores que habían llegado a dormir al acantilado con sus buches llenos, saldría tempra-no en la mañana hacia la Cordillera de los An-des. La única posibilidad de volver a verlo era llegando antes que emprendieran el vuelo, lo cu-al normalmente ocurría cerca de las nueve de la mañana.

Aquella noche casi no dormí pensando en aquel cóndor que desde muy lejos me había des-lumbrado y que seguramente nunca más volve-ría a ver. A las seis no soporté más y me levanté. Si no iba a buscarlo, la probabilidad de volver a verlo era nula. Si iba, aunque fuera tarde, existía una escasa probabilidad, pero la probabilidad existía. Ahí comenzó una carrera contra el reloj.

Vestí rápidamente a los mellizos y a las sie-te y diez ya los tenía listos para salir al colegio. Tomé mi mochila tal cual la había dejado la no-che anterior y a las siete y veinte dejé en el cole-gio a Josefina y Eduardito. Ahí se quedaron los pobrecitos, con sus seis años, muy abrigados, junto a la puerta de sus salas aun cerradas, y despidiéndose con sus manitos mientras yo co-rría hacia el jeep bajo la seria mirada del porte-ro. Para ellos, esas cosas del papá eran muy nor-males...

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Un poco antes de las ocho ya estaba sobre el 4x4 detenido en una congestión infernal, pro-pia de un urbano día lunes. Cuando por fin salí de Santiago, el manubrio de mi viejo 4x4 vibraba a 120 km/h sobre la carretera. Llegué a la base de la montaña a las diez de la mañana, lo cual era demasiado tarde. Dejé el auto entre los espi-nos, me puse la pesada mochila en la espalda y comencé una carrera cerro arriba. Cuando lle-gué exhausto a la base del cerro El Guindo, miré hacia arriba y había muchos cóndores en la ci-ma remontando en una corriente térmica ascen-dente. Sin detenerme iba mirando con los bino-culares uno a uno y descartando la presencia del Cóndor Blanco. Mientras los cóndores toma-ban altura y enfilaban hacia el este perdiéndose a la distancia yo abrigaba la remota esperanza que el Cóndor Blanco no hubiese hecho esa ma-niobra antes de mi arribo. Cuando iba a medio camino de la cumbre, con el corazón a punto de estallar y dudando de la racionalidad de mis ac-

tos, a mi derecha, casi en la cumbre del cerro Huechún, avisté tres grandes machos en vuelo, y uno de ello dejó ver furtivamente un dorso blan-co como la nieve. No lo podía creer, eran casi las once, el calor levantaba abundantes térmi-cas, casi todos los cóndores se habían marcha-do ya, y el Cóndor Blanco aun no había empren-dido el retorno a los Andes, y lo mejor de todo es que se había liberado de la cuerda que tenía enredada en las patas. En ese momento me des-prendí de la mochila, tomé la cámara con las últi-mas 16 fotos que quedaban en el rollo – sí, aquel era el tiempo de las cámaras con rollos – y en el segundo aire de esta maratón, seguí mi lo-ca carrera cerro arriba, pero ahora liberado del peso y con la certeza de mí objetivo a la vista.

Al llegar a la cumbre del cerro El Guindo, con las manos temblando, el corazón en los oí-dos y el sudor que empañaba el ocular, apenas pude tomar a la distancia tres fotos del cóndor

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© José Besa

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en vuelo cuando se posó junto a los otros dos machos en el filo del cerro Huechún, frente al ce-rro El Guindo. Ya tenía un registro, lejano y qui-zás borroso, pero con una buena ampliación al-go se podría ver. El mundo sabría que el Cóndor Blanco era real y que yo no estaba loco. Me sen-té a esperar que volara ya que según mis cálcu-los debía pasar sobre el cerro El Guindo para en-filar rumbo a los Andes.

A las once y treinta, y luego de sacar un par de fotos de los tres distantes cóndores aper-chados en las rocas, estos emprendieron vuelo, y comenzaron a subir en círculos llegando a la cima del cerro Huechún. Estaban lejos y me que-daban 11 fotos por lo que debía esperar que se acercaran. Los dos machos negros hicieron exactamente lo que yo esperaba, pasando enci-ma mío a gran altura sobre el cerro El Guindo rumbo al este, sin embargo el Cóndor Blanco se

alejó hacia el oeste perdiéndose tras la cima del cerro Huechún.

Me quedé sentado en el cerro El Guindo evaluando que hacer. Auque había perdido al Cóndor Blanco tras la cima oeste del Huechún no resultaba lógico que hubiese continuado vue-lo hacia el oeste ya que ese cóndor, con su bu-che lleno, debía volver hacia el este, hacia los Andes, hacia los territorios de reproducción. Por lo tanto, tenía que haberse posado en la cima oeste del cerro, fuera de mi vista. Si me queda-ba esperando podría seguir con la incertidum-bre quien sabe cuanto tiempo, y en el mejor de los casos si volvía hacia el este, pasaría sobre mí muy alto y en vista ventral, escondiendo su manto blanco. Por otra parte si estaba posado en la cima oeste, y me daba el tiempo suficiente, podía intentar subir el cerro Huechún y avistarlo desde encima. La decisión estaba tomada.

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© Eduardo Pavez

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Bajé corriendo El Guindo hasta el portezue-lo y comencé el complicado ascenso del Hue-chún por su cara este. Ya había hecho esa ruta entes, pero ahora estaba sólo, sin que nadie su-piera exactamente donde estaba, en ayuno, sin agua ni comida, con un calor anormal para la época, y subiendo lo más rápido posible. Así sor-tee las paredes de rocas verticales del cerro y a medio día, casi en el límite de mis fuerzas, alcan-cé la cumbre. Me asomé lentamente a la cima oeste del cerro y ahí me encontré, encima, y a unos 100 metros del Cóndor Blanco, el que des-cansaba sobre las rocas, junto a una hembra adulta y dos juveniles. A esa altura yo ya no sa-bía si lo que veía era real o eran alucinaciones. Avancé lentamente, bajo la atenta mirada de los cuatro cóndores, sorteando rocas y apostándo-me sobre la cima norte en una estrecha roca, al borde del abismo y frente a los cóndores. Les to-mé tres fotos y me quedé inmóvil esperando que volaran ya que, si la lógica se daba, el Cóndor Blanco debía pasar hacia el este por debajo mío. Quince minutos después los cóndores vola-ron y el Cóndor Blanco pasó hacia el este a unos 100 metros por debajo mío. Alcancé a tomarle tres fotos y se alejó hacia el cerro El Guindo. Des-de la cima del Huechún, lleno de alegría y con las piernas temblorosas por el agotamiento, lo ví remontar hasta gran altura junto a otro macho adulto y se alejó derecho hacia los Andes, con el monte Aconcagua de fondo, el imponente techo de América. Había estado a 100 metros del Cón-dor Blanco, y contra todas las probabilidades ha-bía podido maravillarme con su belleza e incluso fotografiarlo. Que más podía pedir.

Mis ojos se rehusaban a perderlo como queriendo dilatar al máximo ese mágico momen-to, el cual con tanto esfuerzo había conseguido. Era apenas un lejano punto blanco, casi imper-

ceptible contra la cordillera, cuando pasó algo que aun no puedo explicar. El punto blanco giró hacia el norte y luego hacia el oeste y tomo rum-bo directamente hacia donde estaba yo. Pasa-ban los segundos y su figura se fue haciendo ca-da vez más clara bajo mi más absoluto asombro. Esta maniobra no tenía ninguna lógica, estaba perdiendo altura en un retorno absolutamente contradictorio desde un punto de vista aerodiná-mico y energético. En la cumbre donde estaba yo no había nada nuevo que pudiese haber lla-mado su atención desde aquella tremenda dis-tancia, parecía como si el Cóndor Blanco hubie-se vuelto a mi encuentro. Llegó directo hacia mí por debajo y comenzó a remontar dando círcu-los a mi alrededor. En la medida que subía esta-ba cada vez más cerca. En un momento llegó a estar a menos de diez metros de mí, sus alas pa-recían cubrir el cielo y el zumbido del viento aca-riciando sus plumas llenaban el aire y el silencio. Daba giros cerrados rodeándome y mostrando su manto blanco, cuyo impresionante diseño y simetría exhibía en sus más mínimos detalles. Su cabeza giraba en mi dirección y nuestras mira-das estaban absolutamente entrelazadas. Giran-do estupefacto en torno a mí mismo, tomé las últi-mas cinco fotos, y cuando la cámara dio cuenta del fin del rollo, casi al instante el cóndor tomo rumbo al este nuevamente y en cosa de dos mi-nutos el Cóndor Blanco desapareció hacia los Andes.

A la una de la tarde comencé un lento des-censo. Venía deshidratado, con el cuerpo y la mente absolutamente agotados, intentando orde-nar mis pensamientos y darle alguna lógica a to-do lo que había ocurrido. He mirado una y otra vez las últimas fotos que saqué, y si no fuera por las claras imágenes de aquel maravilloso Cón-dor Blanco, dudaría de mí mismo y pensaría que

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todo aquello fue un hermoso sueño. Tantos años de absoluta dedicación a la observación y cuida-do de los cóndores, tantos años de esfuerzo que no corresponde detallar, quizás llevaron al rey de los cóndores, al más bello de los cóndores, al gran Cóndor Blanco, a visitarme y darme el más maravilloso de los regalos, un momento de abso-luta e inconmensurable belleza. Gracias amigo Cóndor.

Finalmente supe que, según el orden Andi-no Aymará, en la última etapa de la evolución hu-mana, la que pocos alcanzan, el espacio y el tiempo se abren sin fronteras, todo se fusiona e interactúa, es la etapa Janq’u Kunturi o Cóndor Blanco. Se alcanza la sabiduría, se desentraña el misterio, se va más allá de lo material y lo ra-cional, se entra en un mundo mágico en el que lo invisible determina lo visible. En esta etapa se comprende que el silencio es la máxima expre-sión de comunicación y que la sencillez es la me-

jor forma de compartir. Si antes se quería resal-tar y ser conocido, como Kunturi Blanco eso no importa, siendo la mejor caminata aquella que no deja huella.

Por su parte, Suryavan Solar, en su libro “Un Cóndor llamado Silencio”, basado en la he-rencia ancestral andina, escribió que un antiguo Cóndor Blanco voló muy alto y dejó las enseñan-zas del arte del vuelo a los cóndores y del cami-no de la vida a los hombres. El linaje de los cón-dores blancos se extinguió hace milenios y el últi-mo de ellos, un ser mágico, habita en un lugar secreto, alto e inalcanzable, sobre las montañas de los Andes, entre el sol y las estrellas.

Eduardo Pavez

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© Eduardo Pavez

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Laguna Linneo © Diego Reyes

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JARDÍN BOTÁNICO NACIONAL

NATURALEZA QUE SORPRENDE

Texto y Fotografías: Diego Reyes A.

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Picaflor Gigante (Patagona gigas) © Diego Reyes A.

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El Jardín Botánico Nacional es un parque de 393 hectáreas ubicado en Viña del Mar, abiertas al publico se encuentran 31 hectáreas de este hermoso parque .

Su creación como Jardín Botánico Nacional fue el año 1951, aunque sus inicios se remontan a 1918 cuando Don Pascual Baburizza Soletic adquiere el predio El Olivar y comienza la crea-ción del Parque del Salitre, que es la base de lo que hoy conocemos como Jardín Botánico Na-cional.

Desde 1951 ha sido un lugar de recrea-ción, encuentro con la naturaleza y conservación de especies vegetales de los biotipos presentes en Chile, siendo un lugar de formación y de cul-tura ambiental, en Viña del Mar.

Al ser uno de las pocas áreas verdes prote-gidas de Viña del mar se ha convertido en un tre-mendo refugio para la biodiversidad de la zona. En el crecen muchísimas especies de flora, mu-chas de ellas endémicas, además de las colec-ciones propias de un Jardín botánico con flora representativa de Chile y el Mundo.

Cuenta con colecciones emblemáticas tal como la colección de plantas de Juan Fernan-dez, el Cactario o el Geofitario, que son de gran interés botánico.

Para los observadores de naturaleza es un excelente lugar para visitar y maravillarse, pues mas allá de sus hermosas colecciones y buenas instalaciones para comodidad del visitante, la biodiversidad natural que alberga el parque es tremenda. Existe un estero que atraviesa el par-que de extremo a extremo, llamado estero el Oli-var. Allí es posible encontrar especies emblemáti-cas y con problemas de conservación como el

Bagrecito o la Pancora, además de Anfibios co-mo el sapito de 4 ojos o el sapo de Rulo. Suma-do a lo anterior, producto de un manejo a la cuenca del estero se creo una laguna artificial, la laguna Linneo, donde confluyen diferentes espe-cies de aves y donde vive una de las especies de fauna mas conspicuas del parque, la Rana Grande Chilena.

Común es ir caminando por alguno de los senderos y escuchar el golpeteo de un Carpinte-rito, ver alzar su vuelo a bandadas numerosas de Torcazas o escuchar el canto del chuncho es-condido tras el follaje de los árboles. Dentro de los vertebrados son las aves el grupo mas nume-roso, teniendo un registro de 63 especies, tanto residentes como visitantes. Dentro de las más representativas podemos encontrar especies en-démicas como la Perdiz, la Turca y el Churrin.

En Mamíferos podemos encontrar gran diversi-dad también. Es posible ver Coipos en el limite del estero el olivar con el estero marga marga. No es raro toparse ocasionalmente con un zorro chilla, además de especies exóticas presentes en chile como la Liebre y el Conejo y en los atar-deceres ver volando distintas especies de mur-ciélagos, como el murciélago ceniciento. Ya caí-da la noche comienza la actividad de la Yaca y algunos ratones nativos como el ratón Oliváceo.

Los reptiles también abundan en el parque, siendo posible encontrar lagartijas, lagartos y cu-lebras. Uno de los mas abundantes es el Lagar-to Chileno y también el Lagarto Nítido. En cule-bras, la mas abundante es la culebra de cola lar-ga.

En primavera es un excelente lugar para ver a uno de los coleópteros mas grandes de Chile, la Madre de la culebra, especie en catego-

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ría de conservación dado a la perdida de su há-bitat y el largo ciclo de vida que ellas poseen ya que el estado larval puede durar entre 4 a 7 años para emerger como adultos a la superficie solo a aparearse, ya que en este estado no se alimentan y finalmente mueren de hambre. El gru-po de los invertebrados es claramente el mas nu-meroso dentro del parque aunque no hay un es-tudio que indique la cantidad de especies.

Otra cosa para maravillarse y explorar es la gran diversidad de hongos que crecen en el par-que. Basta que pase una lluvia y la vida de estos seres se comienza a hacer presente en el Jar-dín, al igual que las briófitas presentes en cada rincón del predio.

Extendemos la invitación a los amantes de la naturaleza a visitar el parque y a maravillarse con sus sorprendentes detalles, aprovechando esta época estival.

Más información y valores de entrada en www.jbn.cl

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Procalus sp. © Diego Reyes A.

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Ramaria sp. © Diego Reyes A.

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Carpinterito (Veniliornis lignarius) © Diego Reyes A.

Churrin (Scytalopus fuscus) © Diego Reyes A.

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Coipo (Myocastor coipus) © Diego Reyes A.

Pancora (Aegla papudo) © Diego Reyes A.

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Funaria sp. © Diego Reyes A.

Mycena sp. © Diego Reyes A.

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Xylaria sp. © Diego Reyes A.

Briófitas © Diego Reyes A.

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Murciélago ceniciento (Lasiurus cinereus) © Diego Reyes A.

Avispa parasitoide (Torymidae) © Diego Reyes A.

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Viudita, un típico visitante de invierno © Diego Reyes A.

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Sapo de cuatro ojos (Pleurodema thaul) © Diego Reyes A.

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Sapo de Rulo (Rhinella arunco) © Diego Reyes A.

Rana Chilena (Calyptocephalella gayi) © Diego Reyes A.

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Culebra de Cola Larga (Pjilodryas chamissonis) © Diego Reyes A.

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Lagarto Nítido (Liolaemus nitidus) © Diego Reyes A.

Lagarto Chileno (Liolaemus chiliensis) © Diego Reyes A.

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Zorro Chilla (Lycalopex griseus) © Diego Reyes A.

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Yaca (Thylamis elegans ) © Diego Reyes A.

Turca (Pteroptochos megapodius) © Diego Reyes A.

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Perdiz Chilena (Nothoprocta perdicaria) © Diego Reyes A.

Ratón oliváceo (Abrothrix olivaceus) © Diego Reyes A.

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