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Chica de letras, para facilitarte el acceso a lo último escrito, he creado accesos rápidos que te van facilitar la navegación por el documento. Basta que pongas el ratón sobre el día y pulses el botón izquierdo del ratón, o del pad del ordenador. Un besito.

− Jueves 25 N

− Sábado 27 N

− Viernes 3 D

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Viernes, 12 de noviembre de 2010 Mi niña: Me ahogo. La necesidad de hablarte y no poder hacerlo me hiere. Escribirte con el ordenador no me gusta, pero se convierte en un mal

menor. La intimidad que se adquiere con la escritura tradicional, la cercanía que logras alcanzar con la persona querida según vas dibujando las letras en el papel no es comparable con lo impersonal de las palabras que aparecen en la pantalla, por más que procedan de uno mismo. Elijo este método porque es un sistema que no va a dejar ningún rastro en tu ordenador, pues las cartas nunca podrán ser detectadas. También porque se reducen los riesgos que el papel puede dejar en tu casa; además, así no necesito de amables voluntarias para realizar las entregas.

Ana, cómo te echo de menos. Procuro pensar en el futuro, en un

proyecto de vida común, pero todo se me hace lejano, terriblemente lejano. He iniciado una larga cuenta atrás que me martillea. Los números se

presentan en la cabeza y me dicen que todavía voy a estar cuarenta días sin verte, un castigo difícil de sobrellevar.

Intento ocupar mi tiempo, pero cualquier resquicio mi imaginación lo

aprovecha para volar a tu lado. Ahora estoy en un examen (de tres horas), y en la mesa del profesor consigo evadirme y recordar. Recordar a una mujer maravillosa, una mujer que me ha dado tanto y de una manera tan intensa que quisiera poder vivir muchas vidas para devolver tanto amor, tanta felicidad, tanta alegría, y si es posible, con intereses. No concibo mi vida sin ti.

Mañana iré a la reunión familiar de la rama López en Toledo. Como

siempre, digo no, se cabrean, y luego cedo. Tal como me dijiste, me lo he planteado como un día que puedo estar con mis hermanos, mis niños con sus primos, y con suerte el día pasará rápido, el contador decrecerá en una unidad, y pensaré en mi niña, recostada sobre mi hombro en el bar La Noria de Puerto Lápice, diciéndome lo que debería hacer. Razonable, tierna, suave, cansada, relajada, bonita…

Ayer por la tarde fue un día curioso. Después de recoger a Ramón a las

cinco y cuarto en la piscina, le dejé en casa y me fui a casa de Rocío. Viendo como estaba la tarde antes, me dijo que sería bueno aprovechar el puente de diciembre para salir de Ciudad Real y despejar las cabezas. Así que a las cinco y media pasadas me presenté en su casa con el ordenador, dispuesto a buscar algún sitio para hacer una reserva de tres noches, del 4 al 7 de diciembre. La condición era que no hubiese que pasar por Madrid, que no estuviera demasiado lejos y, claro, moviéndome entre pijitas, el hotel tenía que ser estrellado. Empezamos con castillos-paradores, pero en los lugares que nos interesaban lo normal es que o el sábado 4 o el domingo 5 ya estuvieran ocupados (está claro, culpa de ZP y de la crisis).

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A las siete menos cuarto me suena la alarma del teléfono. Yolanda, C/ Paz, número 3, al lado del gimnasio Stadium. A correr. Puntual, a las siete y diez se presenta. La imagen que tenía en la cabeza desde luego no se parecía a la de ayer, lo que quiere decir que si la veo normal por la calle (sin sudadera y sin pantalones de chándal, con el pelo suelto, sin gafas…) pues no la reconoceré, pero tú, que eres una buena chica y una amiga especial, se lo advertirás. Estuvimos hablando casi media hora, en el portal, encendiendo la luz cada dos minutos. Es una mujer agradable, razonable, irónica y te quiere. Y se despidió como la vez anterior, deseándome suerte, lo que se lo agradezco de corazón.

Volví a casa de Rocío y terminamos la faena iniciada. Elegimos el hotel

NH Palacio de Oquendo de Cáceres. Un palacio del siglo XVI rehabilitado en el 2001 y que se encuentra en pleno centro histórico de la ciudad. Dos días de visitas y el tercero reservado para ver los puentes de Alcántara y Alconétar, lo que nos permitirá hacer alguna excursión por la zona. De esta forma espero que esos días discurran con rapidez, aunque llegadas esas fechas en mi cabeza sólo habrá sitio para paladear que pronto estaré con mi amor.

… Acabo de hablar contigo. Voy a ver cómo se borra el último sitio visitado

en Internet y te pongo un mensaje con las instrucciones de uso. Un besazo. Te quiero.

Sábado, 13 de noviembre de 2010 Hola, mi amor Las once menos cuarto. Acabo de llegar de dar una vuelta por el parque,

de fumarme una fortuna pensando en mi chica, dejándome llevar por la media luna que jugaba a ocultarse entre las nubes ligeras que parecen presagiar un mañana lluvioso. Rodeado de oscuridad, de silencio, arrastrado por los pensamientos de mi chica, intento ralentizar los pasos y distanciar las caladas para, por una vez en el día, procurar que el tiempo no tenga prisa en pasar.

Hoy ha sido un día distinto. Me he despertado a las nueve y media, con

tiempo para recoger la casa antes de que llegase Tina. Se ha presentado a las once, y al poco tiempo lo han hecho mi cuñado Rafa y sus niñas. El pobre nunca ha tenido el don de la oportunidad, pero hoy me ha dado por ser un buen anfitrión, ya que la visita iba a ser breve por culpa de la catequesis de Cristina. Las niñas se han puesto a jugar con Carmen y nosotros nos hemos quedado hablando en la cocina.

La historia personal de Rafa es curiosa. Es una persona viva, cariñosa,

inteligente, capaz de resolver problemas reales inverosímiles, siempre dispuesto a ayudar, siempre dispuesto a agradar, pero tiene una capacidad especial para complicarse la vida. También le gustan las mujeres, pero él nunca ha parado hasta que todo aquello con falda que se moviese a su

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alrededor terminase… bueno, te lo imaginas. Suerte que no ha vivido en Escocia.

Se casó hace 12 o 13 años con Mari Cruces, una daimieleña licenciada

en Historia con quien había salido muchos años y que estaba enamoradísima. Él se dejaba querer, se encontraba a gusto y así transcurrieron unos años. Rafa, ingeniero técnico industrial, nunca ha tenido especial suerte con sus trabajos, pues siempre ha sido explotado hasta niveles difíciles de imaginar, y aunque es una persona competente, no ha encontrado la empresa que le permitiera vivir compaginando su profesión con su vida.

Vivía en Daimiel, de donde salía de madrugada y llegaba por la noche.

Se veía obligado a comer siempre fuera, y en uno de estos bares conoció a Azucena. No tardó en enrollarse con ella, y las especiales habilidades en la cama de la dama hicieron el resto. Dejó a Mari Cruces y se fue a vivir con ella. Nacieron Patricia (2001) y Cristina (2003), y no ha habido más de casualidad, pues ella sí quería. Y un buen día Azucena se compra un piso y dice que se va con sus hijas.

Lo que te cuento es un resumen de sus palabras. No se arrepiente en

absoluto de haber dejado a Mari Cruces, y reconoce que la cama con Azucena sólo le sirvió durante un tiempo (divertido). Ahora convive con otra mujer, aunque dice que no por amor, que no lo encuentra, sino por sentimientos que no me ha sabido describir. Se encuentra a gusto, le gusta dormir con una mujer y cuando vuelve agradece tener todo recogido y limpio. Qué pena.

Bueno, pues entre tanta reflexión he aprovechado para preguntar

abiertamente qué pensarían los Moreno Valencia si yo, Perales, encontrase a una (bella) dama con quien compartir mi vida. La respuesta me ha agradado, pues aparte de intentar indagar en mis palabras, cosa que no he permitido, me ha dicho que les encantaría, porque me lo merezco (sic). Supongo que entre ellos han debido comentar algo, pues la respuesta ha sido en plural.

Se ha ido y yo también, a comprar. Tenía el tiempo justo para hacer el

recorrido de los sábados: Leclerc y Mercadona. Después, guardar la compra y, como era previsible, imposible llegar a Toledo a las dos, la hora acordada.

Viaje rápido, cincuenta minutos, con algún adelantamiento conflictivo.

Hemos llegado, muchos besos y abrazos, y casualmente he terminado con Cira, a quien entre risas la he sometido a un tercer grado. Es una mujer con las ideas claras, a quien he pedido que te llame para que te aclare multitud de detalles en avatares conflictivos.

La mesa formaba una gran ele, y yo me he sentado en el vértice exterior,

junto a Cira a mi diestra y la novia de un sobrino a mi izquierda, a noventa grados. Detrás de mí estaba la nevera expositora de helados, que nos ha proporcionado algunos momentos divertidos. La verdad es que la comida se me ha pasado volando, escuchando e intentando retener cuanto me decía Cira. De vez en cuando, una vistosa camarera, muy rubia con cejas muy negras, me pedía por favor algún helado. La primera vez que lo ha hecho, cuando me dice

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con una amplia sonrisa, “señor, por favor, me puede alcanzar un helado de nata” y contesto muy serio, “no, no puedo”, creo que le han entrado ganas de desvanecerse. No se esperaba mi amable respuesta y la pobre no sabía que hacer. Al reírme y alcanzarle su helado, transcurrido un tiempo, la he visto respirar. Así ha pasado, que luego todo ha sido un continuo devenir para atender correctamente al señor barbado y serio, que no tenía más que susurrar algo para que su deseo fuese correspondido. Cira y yo hemos pasado un buen rato con la pobre chica, quien al final me ha pedido casi todo el muestrario, una vez que ha comprobado que el hombre de la esquina no se la iba a comer.

Despedida larga y de vuelta a casa, donde hemos llegado a las ocho. Entre tanto, una niña maravillosa que no ha salido de mi cabeza. Y mi

deseo de estar con ella, de perderme con ella, de perderme en ella. Te quiero, Ana, por encima de todo. Quiero conseguir que seas la mujer

más feliz del mundo, y sé que puedo hacerlo (sabes que no tengo abuelas). Un beso, amor mío.

Domingo, 14 de noviembre de 2010 Hola, profeGuapa. Se acaba el domingo. Ha sido un día con dos caras. Me he levantado a

las diez y media, pues cuando sonó el despertador una hora antes decidí continuar en la cama, pues el día no me ofrecía nada especial.

La primera parte de la mañana la he dedicado a ordenar las sábanas,

pues cada vez que he tenido que cambiarlas ha sido un fracaso. En el ropero están guardadas las sábanas junto con las fundas nórdicas, mezcladas las grandes con las pequeñas. Cada vez que quiero cambiar de sábanas, pues eso, a perder un buen rato descubriendo cuáles son las grandes y cuáles las pequeñas. Y para complicarlo más, la cama de arriba es de 150 cm y la de abajo de 140 cm, con lo que a mí me hace falta un manual del que no dispongo. Así que, harto de desdoblar y doblar sábanas, fundas y edredones cada vez que tengo que cambiarlas, hoy me he dedicado a hacer montones distintos, etiquetándolos, esperando que en el futuro semejante menester no se convierta en una tortura. A Ramón, que es muy friolero, le he puesto un nórdico. Para mí, que comparto la cama con Carmen, que siempre tiene calor, he optado por unas sábanas de franela (yo también soy friolero) con una colcha fina, para intentar conseguir un equilibrio entre los dos. Esto me ha llevado un par de horas largas, lo que no me ha importado, pues comprobar que el tiempo transcurre en días sin expectativas no me preocupa.

Una vez ordenado el ropero, a poner lavadoras. La una y a esperar. Por

suerte, he podido hablar contigo unos cuantos minutos. Desde ese momento, el día ha sido distinto.

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Ana, algo tan sencillo como una llamada breve, intrascendente, se convierte en lo más bonito del día. Y lo que es mejor, mi disposición para afrontar una segunda parte con más ánimo, con más alegría, con más ganas.

Por la tarde no he hecho nada reseñable. Las tardes del domingo

siempre las he utilizado para planificar la semana e ir adelantando trabajo, sin agobios. Mi problema es que ahora, mi niña, la semana es un vasto espacio que se ha de recorrer, sin nada que me importe de veras.

Profe, te echo de menos. Te lo he dicho muchas veces, y supongo que

muchas más lo repetiré. Eres lo más bonito que me ha pasado, y en este tiempo tu presencia siempre ha marcado los ritmos de mi vida. Momentos robados a las circunstancias en los que la vida adquiere su sentido. A pesar de las dificultades, a pesar de los miedos, tu luz me proporciona razones para seguir, razones para disfrutar, razones para soñar.

Soñaré con pasajes cercanos que nunca han sido tan bonitos como

cuando tú has estado en ellos, como cuando tus ojos me lo han mostrado, y desearé con todas mis fuerzas poder descubrir nuevos lugares, siempre a tu lado.

Bueno, chica preciosa, me voy a acostar. Te siento cerca, aunque

necesito tu contacto. Ahora en la cama, sin molestar a nadie, podré recordar momentos únicos vividos con una mujer maravillosa, con una mujer única, con mi mujer.

Hasta mañana. Te quiero.

Lunes, 15 de noviembre de 2010 Hola Ana Las cuatro y diez de la tarde y ya estoy en el aula, regateando minutos al

reloj para poder escribir, para poder describir mi amargura. Solo, como en casa, como en la Escuela, como en la calle,

absolutamente solo y triste. Mis esfuerzos por intentar ser positivo se van desvaneciendo día a día, y cuando las circunstancias son tan desoladoras todo a mi alrededor se torna negro.

Pensé que una semana después tu cabeza podría ir asentándose,

discriminando ideas, haciendo caso a quien se supone que ha de guiarte en el difícil camino de decidir, y que ese largo periplo te llevaría a estar cada día algo mejor que el anterior. Por desgracia, he comprobado que la situación de partida es tremendamente compleja, pues tu sensación de culpabilidad es tan grande que antepones todo a ti.

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Bueno, mis alumnos se han adelantado diez minutos a la hora de clase para preguntarme dudas y he tenido que retornar de bruces al trabajo. Es sorprendente la capacidad que tenemos para superar momentos difíciles, sacar fuerzas de donde no las hay y ser capaces de dar una clase estupenda, centrada en el cálculo de una viga biapoyada de hormigón armado, transmitiendo pasión a algo tan inerte como es el hormigón.

Después de la clase me he ido a tomar una cerveza al Deicy Reilly’s con

Rocío. Me ha dicho que ya no puedo disimular mi estado de ánimo y me ha ofrecido su ayuda, pues considera que así no debo estar más tiempo, pues hay personitas que dependen de mí. Por fin he hablado con ella, sin profundizar en exceso, y la he pedido que por favor dé un paseo contigo para contestar a cuantas preguntas sobre mi persona quieras hacer, pues estoy seguro que es quien mejor me conoce. Nuestra relación comenzó en 1996, hemos compartido cargos en la dirección de la Escuela desde el año 2000, y desde el principio se fue cimentando una profunda amistad, basada en el trabajo realizado y en una confianza recíproca.

Se ha sorprendido de la petición y me ha preguntado muchas cosas.

Desde el primer momento se ha colocado a tu lado en el sentido de comprender todas tus dificultades, y me ha dicho lo que tú. Que necesitas tiempo, que son decisiones muy difíciles y transcendentes, y que debo ser paciente. Como Pilar, considera que el primer paso que has de tomar es, en el caso que así lo decidas, separarte de Juan, y luego pasar una temporada (ella dice que larga) antes de iniciar una convivencia común. Ella ha hablado de las implicaciones para tus hijos y para los míos, y que nosotros podríamos mantener nuestros encuentros sin el agobio actual. Y luego, cuando todos estemos preparados, y no sólo nosotros, iniciar una convivencia común.

Qué difícil todo, mi amor. Hablar de paciencia al rey de la impaciencia. Y

no porque no entienda que el ritmo de las cosas seguramente deba ser así, sino porque tu ausencia se me clava en el corazón. En el comienzo de nuestro cuento era yo quien te decía que no había prisa para nada, que todo llegaría a su debido tiempo. Lo decía y así lo creía. El problema ha surgido con nuestros errores, errores que me han dejado fuera de tu vida, aunque seguro que no de tus pensamientos. Y esto es lo que realmente me duele. No ser capaz de compaginar un ritmo lento con una ausencia dolorosa.

Ana, te quiero. Te quiero como nunca te han querido, te quiero como

nunca he querido. Es un sentimiento maduro, conocedor de lo que implica, sabedor de lo que significa. Te quiero por encima de todo, más que a mi vida. Y sabiendo que tú también me quieres (oírtelo decir es un placer increíble, el momento más bonito del día), me cuesta entender que puedas renunciar a ello. Juan te quiere, no lo dudo, pero el amor es cosa de dos. Y vivir una vida sin entregarse al otro con la vehemencia y el puntito de locura que te proporciona el amor de verdad es triste, pues es olvidar que sólo vivimos una vez, por lo menos de la forma que conocemos. Los demás son muy importantes, pero nadie te puede proporcionar esos sentimientos.

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Parece que llevamos toda la vida juntos. Es difícil concentrar tantas situaciones complejas en tan poco tiempo, tanta intensidad en lo bueno como complicación en lo malo, tanta complicidad entre dos adultos tan distintos.

ProfeGuapa, amor mío, mañana será otro día. Sólo te quiero a ti, mi Cenicienta. Un beso enorme.

Martes, 16 de noviembre de 2010 Hola, mi niña Con vos me acuesto y con vos me levanto. Supongo que esta necesidad

física remitirá algo en el futuro, pues necesito tiempo para hacer. Cumplir en el trabajo, atender a los niños, pensar en los demás, dedicarme a crear… Me conozco y me da miedo.

Te he comentado en alguna ocasión que mis sentimientos son muy

reconocibles. Con tanto tiempo para pensar y analizar, rápidamente descubrí que la atracción física y emocional que sentí hacia tu persona, que fuimos cultivando y fue creciendo y creciendo, un sentimiento que todo lo llenaba, un deseo incontrolado de estar a tu lado, de compartir tu tiempo, de tomar un café, de disfrutar de un paisaje, de sentirte cerca, de correr con el coche, de saborear un té y tus besos, de abrazarte, de hablar, de oírte, de escuchar, de escribirte, de leerte, de reír, de no dormir, de quererte… ese sentimiento era puro amor. Amor bonito, inesperado, intenso, surgido de la nada, pues nada quedaba en mi corazón.

Acepté la invitación de compartir un tren, de dejarme llevar por el

corazón y arrinconar la razón, de disfrutar de una vida que en los últimos tiempos se había vuelto esquiva. Y ha sido una decisión preciosa, que me ha permitido conocer a una mujer maravillosa, única, inigualable.

La gente cuando me conoce en plenitud alaba mi equilibrio, la

estabilidad que parece mostrar mi persona. Y supongo que, en condiciones normales, así soy. El problema es que hace mucho que no disfruto de condiciones normales. Ese equilibrio no lo encuentro, y todo me recuerda el desasosiego que me producía la distancia hace casi treinta años. No fui capaz de centrarme en los estudios. Con el tiempo me he convencido de que hubiera dado igual estudiar teleco que magisterio, mi cabeza entonces estaba a doscientos kilómetros y no podía estudiar. El tiempo que pasaba delante de un libro era una simple excusa, una forma de engañarme para no sentir que mentía a mi madre, pues sabía el esfuerzo económico que suponía aquel paripé. Si alguien me hubiera dicho unos años antes que iba a terminar estudiando ingeniero técnico agrícola le hubiera dicho que estaba loco, pues siendo nieto de agricultores lo último que deseaba era tener que ver algo con el campo. Sin embargo, fue lo mejor que pude hacer. Estaba con Amparo, a todas

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horas, y aquello cambió mi vida, me permitió retomar un rumbo que me ha proporcionado unos años, muchos, muy bonitos.

Ahora percibo algo igual. La distancia se me clava en lo más profundo

de mi ser. Mi cabeza se encuentra dentro de una bolsa negra y me falta el aire, me falta la luz, me faltas tú. Y el trabajo se resiente, pues no consigo la mínima concentración exigida para realizar correctamente mis tareas.

… Hoy te he encontrado mejor. Tu despedida me ha vuelto a trasladar a las

alturas, pues tus te quieros son muy bonitos. Y luego, tu gesto cariñoso en el coche me ha proporcionado un instante de felicidad. Gracias, mi chica.

Amor mío, esta tarde, después de la maratón, he estado poco más de

una hora con Rocío. A las cinco he llevado a Carmen a la piscina de Santa María, a y cuarto pasadas he recogido a Ramón en la Piscina del poli, pues se ha retrasado. Le he dejado en casa y a las cinco y media más o menos he ido a Eroski para comprar un regalo del ratoncito Pérez para Ramón. Se le cayó una muela el sábado por la noche, con todas las tiendas cerradas. No tenía nada preparado y no hubo presente. Tampoco el domingo por la noche, por lo que el lunes se cabreó, y a pesar de que en su nota escribía que no quería nada, que no había sido especialmente bueno, se le cruzaron los cables. Rompió su nota al ver su muela y su papelote, y al muy capullo no se le ocurre otra cosa que decir a Carmen que su profe de Lengua comentó en clase que el ratoncito en cuestión no existía, que eran los padres.

Así que a deshacer el entuerto. Primero convencí a Carmen que Ramón

hablaba desde la rabia, y que era muy posible que ya no volviera a tener regalos por los dientes caídos, pues había dudado. Y a Ramón le eché una buena bronca, pues su comportamiento había sido muy feo, intentando transmitir su frustración a su hermana. Le dije que todo es cuestión de creer, pero que recordase sus regalos y pensase si alguna vez su padre se los hubiera comprado (siempre aprovecho para que el ratón le deje lo que quiere, que generalmente difiere radicalmente de lo que me gustaría).

Ayer Ramón, arrepentido, volvió a dejar una nota “Querido Ratoncito

Pérez. Siento lo que ha ocurrido esta mañana. No volverá a ocurrir. Llévate la muela, sin regalo a cambio. No hace falta que me traigas nada, pero si lo haces, déjalo en la mesilla. Soy un imbécil. Por favor, déjame una nota. Pero llévatela, please. Quiero que la tengas tú, por lo que dije ayer. Con cariño, Ramón”. Y hoy tampoco había regalo. Aún así, Ramón, obstinado, esta noche ha vuelto a depositar su nota, la muela, y un post-it en blanco con un bolígrafo para la respuesta. Mi letra la conoce de sobra, así que he llamado a Marta para que completara el favor. Y mañana amanecerá con su peonza ortopédica japonesa y la respuesta de Pérez, con lo que todo volverá a su cauce.

Bueno, a las seis he salido de Eroski, rally hasta la piscina de Santa

María, y allí me ha tocado esperar, pues las damiselas se han retrasado en la

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ducha. Retorno de mi sirena a casa y en la Escuela a las seis y media pasadas, más o menos la hora fijada

Con Rocío he dado un agradable paseo por el campus, ampliando lo

contado ayer y escuchando interesado sus reflexiones. Es sorprendente, pero hasta ha llegado a utilizar la expresión “vivir un tiempo como novios”, igual que Yolanda. Sus visiones son muy parecidas, y me ha llamado la atención.

Rubia peligrosa, o morena preciosa, que más me da, te quiero. Estoy

cansado, el día ha sido muy largo, y ya es tarde. Mañana volveré puntual a mi cita, a comunicarme contigo a través de palabras que me acercan a mi amor, que me traen tu imagen y me permiten degustar un pequeño instante de felicidad.

Cada día te quiero más. Un beso.

Miércoles, 17 de noviembre de 2010 Hola, preciosidad. Otro día, éste un poco especial. Una semana sin ver los ojos más

bonitos del mundo, una semana sin la presencia de mi amor, siete días menos en el contador de mi cabeza. Te echo de menos una barbaridad, pero a lo mejor es una ilusión, te percibo muy cerca.

El día ha amanecido lluvioso y eso me gusta. He apurado la cama

cuanto he podido, pues el sonido de la lluvia sobre el tejadillo de la habitación me relaja y me facilita pensar en lo que quiero, y tú nunca andas muy lejos. Al poco de despertar, risas y alegrías en los niños. “El ratoncito ha venido, papá, y me traído lo que tú no me querías comprar, una beyblade, y me ha dejado un mensaje”. Entre esa euforia infantil el desayuno ha transcurrido más rápido y apacible de lo habitual, con lo que hoy no me han aumentado las pulsaciones de buena mañana.

He llegado al despacho como todos los miércoles, poco antes de las

nueve y cuarto, y Hernán te ha puesto un mensaje. Empiezo a trabajar y descubro en mi móvil un sobrecito en la parte superior derecha. Ya estamos con los bancos, he pensado, y cuando lo he abierto y veo que es de mi niña, qué sorpresa y qué alegría, que forma más agradable de comenzar una mañana. Me encantaría poder compartir contigo esa sensación tan placentera, conseguir que el color de tu estado de ánimo no se parezca al del día, pero me temo que mis medios son limitados. La parte bonita es que hoy tus ojos también serán grises, se mimetizarán con el cielo y habrá quien pueda disfrutar de algo tan especial.

… Leo lo anterior y todo queda eclipsado por la sorpresa del día. Mi chica

de verde me regala un par de horas muy bonitas. Todo lo demás pierde su sentido bajo el influjo de mi brujita preciosa. Qué bien Ana, pero has de

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reconocerme que hoy has tenido tu puntito de locura. En una cafetería de cristal, o sea, transparente, en el campus de Ciudad Real, o sea (repito), de nuestro pueblo, a la hora de la comida, unas cañas. Comparo el lugar con cualquiera de los bares de Daimiel, la posibilidad de ser reconocidos, y sonrío. Estoy loquito por ti, guapa moza. Tus besos me han sabido a gloria, y me he equivocado en mis predicciones, pues tus ojos hoy eran tan verdes como tu jersey, y tú estabas resplandeciente, con tus brillos y sonrisas de siempre, con lo que me has llenado de felicidad.

Así ha pasado, el resto del día, atendiendo a las circunstancias, perfecto.

Me he presentado en casa a las cuatro y cinco. Hoy comía con Marta. Cuando me llamó Rocío puse el teléfono en el modo fuera de línea, por lo que sus múltiples llamadas han sido infructuosas. La batería, he contestado. Además, Marta había llamado a Rocío y ella le ha contestado que desde la una no sabía nada, pues tenía una reunión en el rectorado (una amiga).

Como dice Luis, mejor comer dos veces que tener que dar

explicaciones. El problema es que me ha puesto un plato que no se lo saltaba un gitano, pero no había posibilidad de protesta, y lo he deglutido en diez minutos, como un pavo. Como soy muy limpito, me he cepillado los dientes, me he aseado y me he ido a las cuatro y veinte a la Escuela. A y media en clase, como un clavo, con una profe maravillosa en mi cabeza, y con ganas de pasar un buen rato.

He disfrutado en clase como hacía tiempo no lo conseguía. He

terminado la clase a las seis y cuarto, y he abierto un turno de preguntas sobre todo. Además, no contaba con el apoyo de mi portátil, pues mi informático de cabecera ha sido incapaz de dejármelo a punto, con lo que han sido los chicos (todos titulados) contra mí, sin ayuda. Y me han preguntado por números de problemas ya realizados. Yo les he dicho que puede que no reconozca sus caras en la calle (visto lo visto, lo recuerdo para evitar malos entendidos), pero los números son mis amigos y no se me olvidan. Y he ido, sin coger una tiza, recreándome, recordando todos los razonamientos necesarios para llegar a esos números, explicando por qué eran correctos y de dónde salían. Silencio en la sala, y yo riéndome en silencio. Fin de la clase. A correr. Tenía que recoger a mi suegra en casa de Carmen, en la calle Ciruela, con lo difícil que es aparcar por allí, y llevarla a casa. A las siete baloncesto en el pabellón.

Y también el baloncesto ha salido bien. Tres contra tres, lo que es muy

divertido, tres partidos. Y los tres ganados (por uno, pero ganados). Además, sin saberlo, Ramón ha sido testigo del último partido, y cuando hemos acabado y se ha acercado, me ha mostrado su admiración. Menos mal que no estuvo la última vez, pero no le he sacado de su error. He pensado que a un día estupendo no le iba a poner yo pegas.

Chica preciosa, te quiero. Te quiero, te quiero, te quiero. Por encima de

todo. Te llamaré mañana por si lo de quedar el viernes ha sido un lapsus, pero desde luego yo estoy dispuesto.

A sus pies, princesa. Un besazo.

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Jueves, 18 de noviembre de 2010

Hola, chica guapa. Oigo en la tele, “antes de llover, chispea”. Y no lo han dicho en una clase

de lengua. La frase me lleva a un búnker, a una noche, a un momento de felicidad absoluta, a muchas risas… Mi niña y yo, solos.

Mañana te veo ¿hay algo mejor? La verdad es que desde ayer parece

que estoy en una nube. Todavía no se me ha pasado el efecto de estar con una mujer que hace que me sienta realmente bien, en todos los aspectos. Qué gusto tenerte cerca, qué suerte poder recrearme con tu belleza, qué bueno volver a verte sonreír, qué placer sentirte, tocarte, besarte... El tiempo volvió a acelerarse, de forma que casi dos horas se convirtieron en un suspiro. Por la noche, antes de dejarme atrapar por el sueño, me decía que todo había sido verdad.

Hoy hemos hablado un buen rato. Me da pena que tu alegría se esfume.

Cuando estás contenta el mundo es un lugar más agradable, pues no conozco a nadie que pueda emanar semejante energía positiva, ni que muestre esa alegría de una forma tan explícita. Invitas a ser feliz. La vida es difícil, pero no debemos complicarla innecesariamente. Es necesario establecer las prioridades, y procurar que no sean muchas para ser capaces de abarcarlas. Y centrarnos en ellas.

Mi vida eres tú. Tus miedos son mis miedos, tus preocupaciones las

mías, así como tu felicidad también es la mía. Deseo por encima de todo hacerte (muy) feliz, transformar cada gramo de tu dolor en una tonelada de alegría, cada minuto de tu amargura en un día de felicidad, quiero que estés bien, quiero que estés contenta, que el brillo de tus ojos no desaparezca nunca, que no haya que esperar una semana para descubrir una sonrisa de mi niña, quiero que tu respiración se acelere, que te sientas libre. Me encantaría poder disponer de una varita mágica y que todo se cumpliera en este instante, aunque me temo que es mucho más realista convertir estos deseos en mis objetivos, pues desear algo es el primer paso para conseguirlo. Y tú eres mi principio y mi fin, mi todo.

Chica de letras, me gustan tus correos… de letras. No te puedo

contestar con la misma moneda, me temo que al pobre Julián se le vería el plumero si empieza a enviarte correos de ingenieros o de temas de ingeniería. Pero que sepas que yo también tengo. Por ahora me centraré en algo mucho más bonito, que es conseguir que sonrías, aunque para ello tenga que buzear entre multitud de archivos.

¿Cómo te encontraré mañana? Miedo me da en pensar cómo te ha

podido ir la conversación con tu madre, si es que ella lo ha tenido a bien. Te he dicho que en principio mis principales preocupaciones sois Paula, Jorge y tú. Cuando ella compruebe que sus temores son infundados, empezará a derribar los muros que ha construido basándose en la falta de información y en medias

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verdades. La comunicación será más sencilla y con suerte sus recelos se irán desvaneciendo. Todo se andará, aunque no me cabe ninguna duda que el camino no será sencillo, pero confío en nosotros, chica guapa. Nos queremos.

Rubia preciosa, te adoro. Estoy loquito por ti. Hasta mañana.

Sábado, 20 de noviembre de 2010 Hola mi amor. Vengo de dar un paseo nocturno, contigo en mi

cabeza, contigo en el cielo. Mañana estarás en tu apogeo, y espero que la próxima vez, y todas las demás, podamos contemplar a la luna los dos juntos, agarrados. Tú mirarás arriba, yo preferiré perderme en ti.

Ayer fue un día intenso. Por la mañana tenía el examen extraordinario

de diciembre (ahora ya nada es lo que parece: diciembre es noviembre, febrero es enero, junio es mayo y septiembre, julio). De ocho posibles alumnos que optaron por esta convocatoria, se presentaron cinco. Y uno de ellos no figuraba en listas. Este examen consta de cuatro partes, a dos horas y media cada parte, dos por la mañana y dos por la tarde. Me tenía que ocupar de las dos primeras, pero menesteres más importantes exigían de mi presencia a la una y media pasadas, en Daimiel. Hablé con Pancho y a la una me relevó, supongo que hasta y media, pues Pedro terminaría a esa hora la reunión de la permanente del Departamento y se quedaría hasta las dos y media. La tarde era cosa de Luis.

Mi chica llegó y volví a disfrutar de un rato estupendo. Unas cervezas

con amor, unos cigarros con alegría. Palabras, palabras, roces, sentimientos, piel, besos, estremecimiento, miradas, miradas. Felicidad absoluta en pequeñas dosis. Y un beso, y abrazos y una vez más vuelta a la realidad. Pero tengo la sensación de que la realidad nos va a permitir compartirnos, que la vida nos va a dar una oportunidad, y estoy convencido que la vamos a aprovechar. Nosotros y nuestras circunstancias.

La tarde fue de locos. Después de nuestro breve viaje de vuelta, llegué

al colegio poco antes de las cuatro menos veinte. Llevé a los niños a casa para que se cambiasen, y a las cuatro menos cinco dejé a Carmen en la piscina y después a Ramón en el polideportivo, pues esta vez tenía partido de fútbol. Comí en casa a las cuatro y media, atún con tomate y un par de filetes empanados. A las cinco ya estaba esperando a Carmen para llevarla a la peluquería, pues Marta había quedado a las cinco y media. Salió a las cinco y cuarto, la llevé a casa para que se quitara el chándal y se arreglase, y a toda

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mecha hacia la peluquería (en la otra punta de Ciudad Real). Casualmente Ramón terminaba su partido también a las cinco y media, con lo que completé la ruta.

Al rato me fui al centro a poner unas pilas a un

reloj, a la farmacia y a darme un paseo por ninguna parte. Deambulando por calles repletas, caminando despacio entre la gente, me tropiezo con el escaparate de la librería Cilsa. No me lo podía creer. He sacado el móvil y el resultado está aquí. He tenido que leer y releer el nombre del autor, pues pensaba que el libro estaba escrito por Ana Solís.

Y luego, mi regalo nocturno. Una conversación larga con mi niña (¡¡dos horas y cincuenta y un minutos!!) en la que el tiempo no existió. Compartir una noche de viernes con mi chica es un placer, y me encanta poder disfrutar contigo con cualquier tema, con independencia de su transcendencia. Niña bonita, es de esas veces que es bueno que mantengas una distancia física, pues ayer por la noche te hubiera abrazado una y mil veces, estrujado, comido y más. El tacto de tu piel estaba en mi cabeza, tus ojos clavados en los míos, y mis ganas de quererte eran infinitas.

Hoy todo ha sido más normal. Despertador a las nueve y media, recoger

la casa, preparar desayunos. A las diez y media, nueva visita inoportuna de Rafa con sus chicas, y a las doce me he ido a hacer la compra de la semana. Después, caminando he ido a la calle Toledo para buscar una tienda donde comprar las dichosas pulseras. Y andando ha sido cuando he descubierto tu llamada y he podido hablar contigo unos minutos, que me dan fuerza para atravesar días sin ti. Ana, te quiero, cada día más. Y escucharlo de tu boca me produce un bienestar increíble, una sensación maravillosa. Todo a mi alrededor es más bonito.

La tarde, normalita. Siesta, pensar mucho en mi niña (cómo estará, qué

hará, la dejarán estar bien…) y permitir que el tiempo transcurra. A las siete y media he ido con Carmen a casa de Marta a recoger las invitaciones para su cumple, pues Carmen está ya nerviosita, y a las ocho de vuelta a casa, pues mi peluquera se ha ofrecido a cortarme el pelo. Luego… seguir dejando pasar el tiempo entre goles del Barcelona, y un deseo enorme de querer saber de ti. Me he ido a dar una vuelta por los alrededores y me he puesto un poco plof, pues supongo que la falta de noticias es porque no has podido, y mi cabeza me dice que si no has podido es porque la cosa no ha estado bien. Ojala me equivoque. He preferido ver Los Tudor antes que el partido R. Madrid-Athletic y, viendo el resultado, he hecho bien. Más paseos nocturnos, algún cigarro, y mi amor revoloteando por mi cabeza.

ProfeGuapa, cómo te quiero (¿y yo? Tú más, pero espero tener tiempo

para superarte, tiempo de quererte para siempre). Un besazo, mi amor. Mañana más.

PD: Si pulsas sobre Ana Bolena puedes escuchar la canción (dura 11 minutos y medio). 15

Me voy a soñar contigo.

Domingo, 21 de noviembre de 2010 Hola, chica guapa. Otro domingo que se acaba. Un domingo triste,

gris, sin motivos aparentes. Tengo la sensación que mi niña no ha estado bien, y mi cabeza no para de imaginar que te encuentras atrapada en tus pensamientos, y que te cuesta deshacerte de esas cadenas imaginarias que ejercen una fuerza tangible, real.

La luna, bonita, hoy se encuentra en una tesitura

similar. Procura asomarse al mundo escapándose de la vigilancia de las nubes, que la someten a un férreo marcaje gris.

Ana, ¿qué puedo hacer por ti? ¿Cómo ayudarte? Sabes que en la

distancia estoy junto a ti, pero creo que el contacto de una mano en la tuya, una caricia, una mirada, producen más bienestar que cualquier pensamiento, por bonito que pueda ser. Intento animarte con mensajes, con correos, pero son sólo eso, palabras en la distancia. Seguro que un abrazo o un beso tendrían un efecto más inmediato, que contribuirían a despejar las nubes de una forma mucho más eficaz.

Pienso en ti. A todas horas. Es increíble como un sentimiento puede

crear lazos tan fuertes, tan agradables. Tanto hormigón y tanto acero en mi vida y me doy cuenta que son materiales ligeros comparados con la fortaleza que proporciona algo tan intangible como es el amor, como es quererte por encima de todo.

Lo poco que he escrito y el tiempo que llevo. Con cada frase que tecleo

mi cabeza se pierde en recuerdos, y me descubro con una sonrisa bobalicona que no se corresponde con mi estado de ánimo. Me vienen a la cabeza multitud de retazos de conversaciones sostenidas, y me río sin venir a cuento. Cómo me gustaría poder estar contigo ahora. Sentados en el sofá, con una pierna sobre mí, viendo una peli, o dejándonos llevar por las imágenes sin hacerlas caso, o escuchando música, o hablando, o en silencio… La vida a tu lado me parece un sueño.

Mientras escribo escucho en el ordenador Las seis esposas de Enrique

VIII, de Rick Wakeman (disco de 1974). Hay una canción que me gusta por encima de todas, Ana Bolena, y aunque sólo sea por el nombre, contribuye a acercarme a ti.

Me voy a atender a mis monstruos, a ver si consigo que se duerman. Y

luego yo detrás, a seguir soñando. Te quiero, ojos bonitos. Un besito.

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Lunes, 22 de noviembre de 2010 Mi loquita preciosa. Cómo te quiero. Hoy, el día, como todos, lo has marcado tú. Mi llamada

temprana, con miedo a encontrarme con un mal como respuesta, ha sido una alegría enorme. Tu bueno inicial, aunque dubitativo, ya era un avance. Y luego tu voz, no sé, algo me dice que estás mejor.

La segunda llamada también me ha dejado buen sabor de boca. Se te

ve menos bloqueada, y tus risas me dan fuerza. Eres una mujer alegre, deseosa de poder respirar, de vivir, de quitarte ligaduras, de limar las aristas que últimamente la vida se encarga de afilar. Y yo aún deseo con más fuerza poderte ayudar. Sé que mil losas te aprisionan, y liberarse de semejante presión requiere pausa. La paciencia no es una de mis virtudes, pero te comprendo y respeto tus tiempos, y estas dificultades me hacen quererte más. Me produces una ternura infinita, quisiera cogerte entre mis brazos y mimarte, sin prisas, acariciarte suavemente y reflejarme en tus ojos. Quiero estar contigo, quiero quererte más y más, hasta llegar a lo que tú me enseñas.

La tercera ha sido breve, pero bonita. Bueno, breve para lo que me

tienes acostumbrado, porque para la mayoría de los mortales que me conocen sería algo inaudito. Con mi niña el tiempo se encoge, la felicidad aflora y la vida invita a vivir. El mundo deja de existir. Cada vez que me dices te quiero me dan ganas de ir en tu búsqueda, raptarte y llevarte a alguna morada donde poder disfrutar a solas de semejante mujer.

Por la tarde, mi clase estaba dedicada a ti. Cimentaciones. Me he visto

como profesor de deconstrucción mientras mis alumnos me preguntaban sobre todo. Es un tema complejo, en el que me encanta explicar los fundamentos mecánicos de una forma sencilla, y por lo que se ve nunca se lo habían contado bien, y fue el tema que elegí en mi oposición (hace ya quince años), con lo que le tengo especial aprecio. La cimentación es la base de la estructura aérea de cualquier edificación, y hay que vigilar tanto su resistencia como la capacidad portante del terreno, para asegurar una larga vida a la estructura. Además, presenta la complejidad de que las fisuras que pueden aparecer en el hormigón quedan fuera de cualquier inspección visual, lo que significa que los errores de cálculo cuando se manifiestan suele ser tarde, pues los daños son irreparables. Tan real como la vida misma, profeGuapa.

Después de la clase te he puesto un mensaje a tu teléfono, y al instante

me he arrepentido, pues si por cualquier circunstancia no te das cuenta puede producir otro momento difícil, y es lo último que deseo. He dado un paseo hasta la ludoteca para confirmar horas y otros detalles, como decir que no hace falta que hagan las invitaciones, ya que la prisa de Carmen ha podido más y las ha preparado en el fin de semana.

Y el resto del día ha sido más de lo mismo. Mi chica, mi niña, mi

princesa, mi mujer pululando por mi cabeza, haciéndome sentir bien. La luna entre nubes me recordaba nuestra conversación matutina y aquí estoy,

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dispuesto a acabar otro día pensando en ti. Tan a gusto, tan bien. Y encima, si Dios quiere, mañana te veo, ¿qué más puedo pedir?

Ana, te quiero. Un beso, preciosa. Hasta mañana.

Martes, 23 de noviembre de 2010 Mi vida Qué difícil. Me siento cansado, muy cansado, y dolorido, como si una

manada de búfalos se hubiese estado entrenando en mi espalda, recorriéndola arriba y abajo, abajo y arriba, una y otra vez. El estrés que me produce la actividad de los niños, las idas y venidas de un extremo a otro de este pueblo contribuye a este cansancio metafísico, aunque me da la sensación que es una ínfima parte de la tensión interna que se acumula y que origina que me encuentre mal.

Pero mi principal preocupación eres tú. Hablo un momento contigo y te

veo animada. Te veo un rato después y estás nerviosa, abatida, presionada. No es justo, no te mereces esta situación, y me da rabia ser su origen.

Ana, nadie puede soportar el férreo control al que estás sometida. Con

quien puedes hablar, con quien no. A quien llamas, quien te llama. Ahora puedes salir, luego no. No creo que exista alguna persona que pueda mantener esta situación tan difícil, y menos tener que asumirla porque en el juicio popular has sido declarada culpable.

Tampoco creo que nadie tenga la fuerza de voluntad de madrugar todos

los días, ordenar la casa, coger el coche y conducir sin preguntar a tu estado de ánimo, y enfrentarte a unos chicos de edades conflictivas sin ningún interés. Un día y otro día, y otro más. Soportar a padres, rellenar papeles que no te apetece rellenar, clases, más clases, reuniones innecesarias que nada aportan, coger el coche de nuevo, conducir y llegar, con buena cara por supuesto. Preparar comidas, actividades, hacer tareas, jugar, acostar a los niños, siempre con buen ánimo, claro, porque si no eres una mala madre.

Y de premio broncas, con unos y con otros. Comentarios agresivos que

debes soportar con estoicismo, pues claro, tú eres la pecadora, tú eres la culpable, y tú eres quien merece estar mal.

Ana, y me dices que no puedes aguantar más así. ¿Quién podría? Mi niña malita, en vez de tener una dosis extra de ternura, de amor, te

proporcionan una de malas palabras y malos gestos, y tú calla, que estás abducida, eres inmadura, egoísta, caprichosa, idealista, estás encoñada… Ana, eres una persona con una capacidad de aguante increíble, pues me da la impresión que la mayor parte de nosotros ya estaríamos encerrados en alguna habitación de algún manicomio.

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Ana, llevas mucho tiempo pensando en todas las posibilidades. Has

analizado las diversas situaciones por activa y por pasiva, desde arriba y desde abajo, desde la derecha y desde la izquierda, y como eres una persona buena, todas tus dudas vienen de ahí. Hay imágenes en tu cabeza que te producen dolor, que no quieres que se hagan realidad, pero sabes que son inevitables. Y el prolongar la situación lo único que consigue es aumentar el dolor, de todos. En el momento que se clarifique este entuerto podremos ponernos al unísono a procurar el bienestar de tus niños, que será el tuyo. Como te he dicho muchas veces: confía en mí, confía en ti, confía en nuestro amor. Cree en él, verás la fuerza que tiene.

Mi chica de letras, mi preciosidad, cómo quisiera estar a tu lado hoy.

Qué no daría por poder acariciarte, recorrer tu cuerpo con parsimonia buscando únicamente la relajación de mi amor, que se olvide de cuanto malo sucede, arrebatar alguna sonrisa en tu cara seria y serena, conseguir entornar tus ojos bonitos, acelerar un poquito tu respiración…

Ana, te quiero. Te quiero con locura. Un beso muy fuerte, y ojala mañana el día sea mejor.

Miércoles, 24 de noviembre de 2010 Querida Ana. Me apetece escribirte una carta formal, al uso, una de carta de un

hombre a su enamorada, a la mujer que vive en él y que desde la distancia le hace pasar momentos duros, difíciles, pues la incapacidad de ayudar me hiere. Esta pasividad forzada se convierte en una pesada armadura que me impide cualquier movimiento.

Ana, hoy estoy contento. El ritmo de mis estados de ánimo lo marcas tú,

y desde luego nunca antes la línea que pudiera representarlos ha tenido tantos altibajos. Picos muy-muy altos, valles muy-muy bajos, de modo que si se quisiera viajar siguiendo el trazado de esta línea se convertiría en la más quebrada de las montañas rusas. A tu lado he pasado momentos preciosísimos, y por ti he sufrido ratos dificilísimos. Y lo peor de estos últimos es que siempre han sido en silencio, solo, sin la mínima posibilidad de echarte una mano. Eso sí, estoy convencido que cuando el tren salga de esta vía minada y coja su velocidad de crucero, los picos serán cada vez más altos y planos, pues quiero que te quedes a vivir en las alturas de la felicidad, allá de donde una guapa moza nunca debería haber bajado. Niña preciosa, quiero que seas feliz, la mujer más feliz del mundo, con todo lo que ello que significa, y sabiendo que estas palabras me exigirán una responsabilidad y un esfuerzo del que no renuncio, y estoy dispuesto a cumplir. Nunca antes había sentido la necesidad de hacer que una persona disfrute de la vida, siempre, con rutina y sin ella.

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No recuerdo el tiempo que hacía que en casa no me ponía un whisky solo. Una pequeña dosis para recordar sabores olvidados, deseos de un mañana mejor, gratitud por el día pasado. El problema es no compartirlo, pues todo sabe mejor cuando se comparte. Me da la sensación que la vida nos da una nueva oportunidad, y hay que aprovecharla. Con responsabilidad (por mucho que puedas pensar que en algún momento se ha ido de vacaciones, la responsabilidad es un apéndice de mi persona. Y ahora que te conozco, me doy cuenta que tú eres una mujer al menos tan responsable como yo, aunque te hayas estado martirizando pensando que no). Con un amor infinito hacia mi niña, hacia esa rubia peligrosa que viaja en el coche a 22 grados y no se quita el abrigo, a esa preciosidad que en su mirada te está pidiendo que la quieras, que la quieras siempre, que estés con ella siempre, que la ayudes a ser feliz, que ayudes a sus criaturas, que por favor no se me olvide cuanto digo. Mi amor, mi chica de letras, te quiero. Y es un sentimiento que me llena, que me sobrepasa, y que, cual avaro de cuadros renacentistas, quiero que siga creciendo, que se desparrame, que llegue a todo cuanto tú quieras que llegue.

Eres mi vida. Desde que me mandaste un mensaje que dudaste en

enviar, por su contenido, porque por primera vez desnudabas tus sentimientos, me di cuenta que eras mi mujer. Casada o soltera, con o sin papeles, eras mi mujer. Qué difícil explicar esto a la sociedad. Los sentimientos profundos no se pueden disimular, y dejarse arrastrar por ellos facilita vivir, exprimir cuanto de bueno te ofrece la vida, aprovechar con vehemencia cada minuto. Y contigo todo es fácil, genio peligroso, profeGuapa.

Supongo que a este momento bueno le seguirán otros difíciles, pues así

ha sido desde el comienzo de los tiempos (de nuestro tiempo). Me gustaría poder tener más libertad para acercarme a ti, para llamarte en muchas más ocasiones, para ayudarte en todas tus dificultades. El problema, como te dije en un SMS, ya no soy yo (“No entiendo la última parte de tu mensaje”, me decía una profe de lengua preciosa). Ana, cuando puedas comienza a recorrer una nueva vida. Conmigo. O mejor, deja que te acompañe en el trayecto, déjame darte la mano y andar a tu lado, afrontar juntos las dificultades, y cuando se pueda, disfrutar de esta oportunidad que nos da la vida. Estoy seguro que podemos escribir un cuento bonito, día a día, sin estridencias, pensando en nosotros (y nuestras circunstancias) y compartiendo alegrías con quien tú quieras, pues estoy seguro que podemos ser generosos y dar un poquito a los demás.

Mi pavita, mi vida, te quiero. Espero que mañana aún sea mejor. Un beso, mi amor.

Jueves, 25 de noviembre de 2010 Mi niña Qué difícil, ¿verdad?

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Ana, ¿cómo puedo ayudarte? No quiero estar encima para no agobiarte,

pero tengo la sensación que debo estar a tu lado en todo momento, y no encuentro el equilibrio entre deseos de hablar y acompañarte y dejar un espacio para ti. Me hubiera gustado, hoy más que nunca, haber podido estrecharte entre mis brazos, acariciarte una y otra vez, ver tu carita preciosa rogando que pase este trago, que el dolor producido se comience a disipar, que esta página se pase pronto… Mi chica en coche, con abrigo, temblorosa, con esa mirada triste. Mi niña que se tensa cuando suena un teléfono, mi amor a quien todo le duele.

No sé como te habrá ido el rato con tus padres y Juan. Espero que no

tengas que soportar más juicios, más descalificaciones, que encuentres manos amigas en quien te quiere. El tiempo habrá de pasar y demostrar a todo el mundo el por qué de tu decisión, y entonces supongo que comenzarán a entender.

Ahora lo más importante eres tú y los niños. Tengo la sensación, por

sensible que sea Paula, que en este momento lo más frágil eres tú, pues necesitas muchísima calma, ternura y comprensión, algo que se te ha negado en estos últimos tiempos. Espero que tu familia sea capaz de proporcionarte un poco de sosiego, pues lo necesitas. Respecto a los niños, estoy seguro que serán capaces de asimilar los cambios que se avecinan en sus vidas, si todos empujamos en la misma dirección. Te aseguro que para mí tus hijos son parte de ti, y no puedo imaginar tu felicidad sin la de ellos. Estas palabras seguro que van a significar un esfuerzo tremendo, esfuerzo al que no renuncio.

Todos mis deseos van siempre en la misma dirección. Ana, te quiero,

con todo lo que significa. Te quiero con locura, y sé que va a haber un tiempo en el que vas a necesitar todo el amor del mundo. Conociéndote, en un principio dudarás, te preguntarás una y mil veces si has hecho bien, volverás a imaginarte futuros imposibles, pero poco a poco, con muchísimo cariño, con todo el amor del mundo, creo que podré conseguir que la alegría se instale para siempre en tu persona. Ana, deseo por encima de todo tu felicidad, tu bienestar, la felicidad de Paula y Jorge (también de Carmen y Ramón), procuraré que te encuentres bien con tu familia, que no renuncies a aquello que no quieras renunciar. Y verás como intento cumplir cuanto digo, cosa por cosa, una tras otra.

Te vuelvo a repetir, profeGuapa. Te quiero, y con ello intento decirte

millones de cosas, de compromisos, ninguno escrito, pero todos asumidos y aceptados.

Te quiero, Ana, con todas mis fuerzas. Un beso muy fuerte, mi amor, y mucho ánimo. Otra vez: te quiero.

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Sábado, 27 de noviembre de 2010 Hola, mi amor. Estoy en una nube. Ayer, viernes noche, me acosté a las once a la vez

que Carmen. Quería soñar, disfrutar de un café con Ana inesperado y bonito, que junto con el buen rato matutino en Las Brujas hacía que el día hubiese merecido la pena.

Además, alguna llamada adornaba aún más el día, con lo que tenía prisa

por degustar un regalo de mi chica, y por eso me fui a la cama pronto. Lo inesperado fue la llamada de Gema, quien con su despedida redimió todos sus errores, pues al pedirme que cuidara de Ana me dí cuenta que no merecía la pena enfadarse con ella. Los errores se perdonan, aunque sus consecuencias supongo que harán que la herida de tu madre tarde aún más en cicatrizar.

Hoy ha sido un sábado raro, que ha terminado de una forma inesperada

y preciosa. En primer lugar no he ido a comprar, lo que suele suceder como mucho un par de sábados al año. Había quedado en dejar a Ramón con Rocío en el pabellón de Santa María a las doce menos cuarto para ver el campeonato regional de taekwondo, pues su hijo Alvaro (perdón, Álvaro) participaba. Era campeón de Castilla-La Mancha en su peso, pero la pasada semana dio una patada a alguien entrenando y se lesionó los dedos del pie izquierdo, y todavía no se ha repuesto del todo, con lo que su participación era una incógnita.

En mi vida había visto una competición de taekwondo, y en lo que me

resta de vida no creo que repita. Me he quedado porque Rocío estaba sola, pues aún no había llegado Paco (su marido), ni Francisco (su hijo mayor, aunque a éste no se le esperaba), y me daba pena dejarla así. Me ha explicado los entresijos de los combates mientras peleaban las chicas, y en esto que llama mi niña. Como los combates duran entre presentaciones, asaltos, descansos, consultas de jueces, etc, unos diez minutos, y los combates se suceden simultáneamente en dos cuadriláteros, continuamente los altavoces rugían dando los nombres, colores de peto y provincias de procedencia, de modo que dentro del pabellón no se oía nada. Me he salido al fresco para estar más a gusto y hete aquí que veo a Gema con Ignacio saludándome efusivamente. Devuelvo el saludo con algo menos de efusividad, te comunico el evento y continúo hablando con mi amor. Al rato, sin saber de dónde han salido, Marta y Pablo corren hacía mí. Marta se me agarra a la pierna, levanto la cabeza y veo a Gema a lo lejos con Ignacio. Me despido de ti ante la imposibilidad de escapar de semejante situación, saludo a Gema y me llevo a los niños con Carmen y Ramón. Se han puesto loquitos, pues el interés que mostraban mis hijos por los combates de artes marciales era semejante al de su progenitor. Y, otra vez la casualidad, ha querido que llegásemos a ver el combate de Álvaro. En esto que llega Gema con Ignacio, se sienta delante de nosotros, pregunta educadamente con quién íbamos y se pone a ver el espectáculo. Álvaro pierde, Rocío se sale a fumarse un cigarro, y yo con los cuatro niños a que corran sin molestar. Sale Gema (siempre con Ignacio) y se la presento a Rocío como una amiga, y ella sonriente. En seguida se han ido, después de intentos infructuosos de Pablo de querer ir a comer con Ramón.

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Después, cuando Paco vio el combate de un campeón de España

(manchego) con un pobre infeliz, nos hemos ido a tomar unas cervezas a Los Faroles. Los niños de morros, ya que ellos querían haber seguido con Marta y Pablo, lo que era imposible.

Después de comer Ramón y yo, en previsión del frío polar que había de

llegar esta noche (acabo de salir a la calle a fumarme un cigarro y me parece que la temperatura es superior a la de esta mañana), hemos estado vaciando un poco la piscina para dejar una bolsa de aire, colocar aislante de hasta -20ºC en la depuradora, poner una cubierta de plástico sobre las plantas, proteger los grifos y recortar los brotes de las fresas para dárselos a Rocío, nos hemos metido en casa. Carmen se ha ido con Marta y su tía Carmen de compras, Ramón se ha bajado a jugar con la Play (es sábado y puede), y yo me he tumbado en el sofá. He puesto algún canal de la tele (me resultaba indiferente) y te he mandado un mensaje, sonriendo por el magno acontecimiento matutino. Luego he sacado mi caja vacía de su compartimento y he empezado a entretenerme con ella, y en esto estaba cuando has llamado.

Otra conversación larga y otro sábado que adquiere sentido. Hablar con

vos es un placer, y cada vez me gusta más. Conseguir en estos tiempos una sonrisa tuya es un bien preciado, que espero repetir una y mil veces. Me encanta oírte, tus suspiros, tus palabras, ver como evoluciona tu estado de ánimo, desde los grises iniciales a los azules finales. Y a cuadros, como tu bata. Cuánto hubiera dado por verte, en pijama y en bata, niña mía.

Y la sorpresa final. Después de nuestra conversación había salido a

tomar el fresco, nunca mejor dicho. Me he colocado de nuevo delante de la tele, ya que no me apetecía hacer nada útil ni productivo, y he puesto algún partido de fútbol. Llamada telefónica. Mi amor. Un rato en el cielo, muchos besos, tranquilidad en la noche, un jodido freno de mano que molestaba, mi niña tumbada sobre mí, relajada, por fin relajada. Qué pena que haya horas que se transformen en minutos. Qué pena que el tiempo a tu lado acelere su ritmo. Ana, te quiero. Te quiero infinito, con locura, con pasión, y si Dios quiere, tiempo tendremos de saborearlo a nuestras anchas, sin límites, sin preocupaciones, sin frenos de mano.

Te quiero. Cada día más. Un besazo.

Viernes, 3 de diciembre de 2010 Mi niña La imagen de mi chica preciosa sentada frente a mí, en una mesa del

Guridi, prisionera de una situación kafkiana, sin respuestas y con difícil solución, se me viene a la cabeza una y otra vez.

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Guapa, increíblemente guapa, con un mar verde inundando tus ojos, con el pelo ordenado en su desorden, perfecto, recogido en tu izquierda, suelto en la derecha, desparramado sobre tu hombro… Ana, qué pena no haber podido olvidarnos de todo y habernos perdido en una habitación cualquiera, solos, disfrutando de cada uno de los minutos de la noche, jugando, buscando la felicidad de mi niña.

Ana, qué difícil te lo pone Juan. Pero me cuesta entender cuáles son los

mecanismos que te llevan a aceptar sus condiciones. Has hecho lo más difícil, tomar una decisión con consecuencias sobre toda tu vida, decidir en contra del mundo, y todavía se niega a aceptarlo.

Ana, si Juan quiere un papel, un acuerdo, dáselo. No es complicado.

Elige lo que consideres mejor para los niños. Quedarte en tu casa y dejar que Juan duerma con ellos dos días, régimen de visitas abierto más fines de semana alternos; o una semana cada uno en tu casa, con visitas diarias de quien no permanezca en el piso; o al igual que Cira, tres días cada uno y domingos alternos, lo que creas, o mejor, lo que consideréis. Pensad en lo mejor para Paula y para Jorge, con la tranquilidad de saber que se puede modificar la solución adoptada.

Pero por favor, Ana, que no te intente resolver económicamente tu vida.

Eres mayorcita y no le necesitas. Entre tú y yo, sin extras ni complementos, sobrepasamos con creces el millón de pesetas mensuales. El dinero no puede ser motivo de mantener un sinsentido, pues no hace falta que nadie te diga de cuánto dinero puedes disponer. El dinero es muy importante cuando no se tiene, pero es absurdo preocuparse de él cuando no representa ningún factor limitante. Y por favor, no tengas ideas absurdas sobre considerarte mantenida ni coñas por el estilo, pues eres una mujer que trabaja, que tienes un sueldo digno, y sólo temporalmente puedes necesitar algo. En el momento que se cancelen préstamos e hipotecas recobrarás tu capacidad económica. Mientras tanto, tú y yo afrontaremos cualquier cosa, pues en mi cabeza no hay un mío ni un tuyo, sino un nuestro. Eso es el fundamento de una vida en común, aunque el hecho de compartir espacios y tiempos tenga que dilatarse. Y a mí no me hacen falta papeles. Hace tiempo que te dije que tú eras mi mujer, que desde que te conozco has sido mi mujer. Y no hace falta que nadie me lo escriba, pues lo pienso así.

En nuestras conversaciones te he comentado que uno de mis principales

objetivos es hacer ver a los alumnos que mi palabra tiene tanto valor como un contrato, que lo efímero de unas palabras habladas no disminuye el poder de su contenido y que valen tanto como las palabras escritas. Esto ha sido para mí un principio vital, y ha hecho que se me tenga por una persona seria, que cumple lo que dice (lo que me invalida como político). Pero compruebo que para Juan un papel es imprescindible. Por favor, dáselo, y cuanto antes.

Aunque pienses en los niños, es absurdo que en Navidad Juan esté en

casa de tus padres. No tiene sentido. ¿Qué espacio queda para ti? Sin ganas de salir por el pueblo, encerrada en un espacio con Juan. Controlada, vigilada, sin libertad para nada. Y te prestas a ello. No lo entiendo. Como dice Ramón,

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eres mayor, puedes hacer lo que quieras. Y más en tu casa (supongo que la de tus padres es tu casa).

Mi niña, mi vida, cómo te quiero. Tu red está dispuesta, pero para que

sea efectiva tiene que estar cerca, no a kilómetros de distancia. Y no me dejas acercarme, al menos el espacio que necesita para poder ejercer como red.

ProfeGuapa, te quiero, te quiero con locura. Y te quiero desde mi razón. Un beso enorme.