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CHARLES TAYLOR: DEMOCRACIA Y RECONOCIMIENTO Carlos Thiebaut Universidad Carlos III de Madrid SUMARIO 1. Una teoria de la acci6n y del conocimiento: el «animal autointerpretador» y la «valo- raci6n fuerte» 2. La critica al atomismo de las sociedades liberales 3. La politica del reconocimiento como nucleo de la esfera publica 4. La articulaci6n constitucional de una sociedad multicultural: el federalismo asimetrico 5. Los imagionarios sociales de la modernidad y ellugar de la religi6n en la era secular 6. Bibliografia L as presentes paginas tienen como objeto la presentacion de las lineas generales de la refiexion politica del filosofo canadiense Charles Taylor l . Dado el caracter general de llibro en el que se inscrib en, se evi tara en la presentacion tanto una critica general como analisis pormenorizados de dichas lineas aunque se indicar an en las notas algunos lugares donde la misma puede encontrar se 2 . No creo que quepa considerar a las refiexiones de Taylor como Cha rl es Taylor, nacido en 19 3 1, ha sido profesor en la Universidad de McGill, despues de li cenciarse en ella en 1952 y de doctorarse en la Oxford (Al l Souls College) en 1961, de la que tambien fue profesor. Como se indicani , junto a su produ cc i6n te6rica en los campos de la filosofia dell enguaje, de la acci6n y de la epistemologia ha participado en la vida publica canadiense de manera activa y se ha convertido en un punto de referencia intelectual y politica en America del Norte. Citaremos sus obras, que aparecen en la bibliografia, indicando ano y pagina. Otros autores apareceran citados por nombre, ano y pagina. Una muy titi! discusi6n de los diversos t emas presentes en la filosofia de Taylor puede hallar se en Tully (1994 ). En las pp. 258-264 aparece un a bibliografia de Taylor. Dare- mos cuenta en la nuestra de l as traducciones espanolas. EI autor de estas lin eas se ha ocupado de dicha filosofia en otros lugares (Thiebaut, 1992, 1994,1998) Y evitara aq ui insistir 10 alii dicho.

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CHARLES TAYLOR: DEMOCRACIA Y RECONOCIMIENTO

Carlos Thiebaut Universidad Carlos III de Madrid

SUMARIO 1. Una teoria de la acci6n y del conocimiento: el «animal autointerpretador» y la «valo-

raci6n fuerte» 2. La critica al atomismo de las sociedades liberales 3. La politica del reconocimiento como nucleo de la esfera publica 4. La articulaci6n constitucional de una sociedad multicultural: el federalismo asimetrico 5. Los imagionarios sociales de la modernidad y ellugar de la religi6n en la era secular 6. Bibliografia

L as presentes paginas tienen como objeto la presentacion de las lineas generales de la refiexion politica del filosofo canadiense Charles Taylor l

.

Dado el caracter general dellibro en el que se inscriben , se evitara en la presentacion tanto una critica general como analisis pormenorizados de dichas lineas aunque se indicaran en las notas algunos lugares donde la misma puede encontrarse2

. No creo que quepa considerar a las refiexiones de Taylor como

Charles Taylor, nacido en 1931, ha sido profesor en la Universidad de McGill, despues de licenciarse en ella en 1952 y de doctorarse en la Oxford (All Souls College) en 1961, de la que tambien fue profesor. Como se indicani, junto a su producci6n te6rica en los campos de la filosofia dellenguaje, de la acci6n y de la epistemologia ha participado en la vida publica canadiense de manera activa y se ha convertido en un punto de referencia intelectual y politica en America del Norte. Citaremos sus obras, que aparecen en la bibliografia , indicando ano y pagina. Otros autores apareceran citados por nombre, ano y pagina. Una muy titi! discusi6n de los diversos temas presentes en la filosofia de Taylor puede hallarse en Tully (1994). En las pp. 258-264 aparece una bibliografia de Taylor. Dare­mos cuenta en la nuestra de las traducciones espanolas. EI autor de estas lineas se ha ocupado de dicha filosofia en otros lugares (Thiebaut, 1992, 1994,1998) Y evitara aqui insistir 10 alii dicho.

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constituyendo una aportacion exenta y completa en filosofia politica. Mas bien, y como se indicara, sus refiexiones explicitas en ese campo-sobre las que h aremos aqui mayor hincapie- proceden de posiciones mas globales en el terreno de la epistemologia, de la teoria de la accion y de una forma de filosofia de la cultura en la que se conjugan con sugerentes tratamientos historicos (1975; 1983; 1996; 1997, 115-141) las tradiciones continentales y un amplio conocimiento de las corrientes analiticas contemporaneas3

• Por ello, en el primer apartado presen­taremos las lineas basicas de dichas posiciones filosoficas generales de Taylor limitandonos a los que quiz!! sean sus dos grandes tesis centrales, la de la «va­lora cion fuerte» (strong evaluation) y la comprension de los seres humanos como «animales auto-interpretadores». Indicaremos en el segundo a que corrientes y planteamientos se enfrenta Taylor, acentuando ya en este caso su critica a las posiciones liberales 0, por ser mas precis os, a determinadas autoconcepciones del liberalismo. En la tercera parte de este trabajo sugeriremos, en congruencia con 10 dicho en los dos anteriores, las tesis basicas de 10 que podria ser considerada su aportacion mas discutida en el campo de la filosofia politica, la politica del reconocimiento que complementaremos con sus consideraciones sobre la esfera publica. Por ultimo, en el cuarto apartado, daremos una breve noticia de las posiciones politicas de Taylor en el debate federal canadiense y de su defensa de un federalismo asimetrico e indicaremos las maneras en que dichas posiciones son congruentes con 10 que de sus posiciones generales habremos dicho; en el caso de este filosofo que opera como intelectual activamente comprometido es especialmente significativo el debate filosofico que subyace a la adopcion de sus posiciones ciudadanas. Dadas la amplitud de temas y de campos en los que Taylor ha trabajado, la fascinante coherencia filosofica en sus posiciones en debates divers os y la imposibilidad de dar cuenta de todos ellos en esta acotada presentacion nos limitaremos a indicar en el texto los lugares a los que el lector puede acudir y de los que se da referencia en la bibliografia final.

1. UNA TEORiA DE LA ACCl(lN Y DEL CONOCIMIENTO: EL «ANIMAL AUTOINTERPRETADOR» Y LA <NALORACION

FUERTE»

Desde su primera obra (1964), en la que se enfrentaba a las interpretaciones que el conductismo hace del comportamiento humano, Taylor se ha esforzado

Taylor (1985a, p. 1) sugirio emplear el rotulo genera l de «antropologia filosofica » para abarcar sus inquietudes a pesar de que el mismo podia resultar incomodo en el mundo anglosajon. Clifford Geertez ha critic ado la idea, en su opin ion demasiado generalista, de las ciencias naturales y sociales con las que opera Taylor (Tully, 94, 83-95) y podria indicarse 10 mismo de su actitud con respecto a la filosofia analitica y postanalitica.

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por resistirse al intento de modelizar la explicacion y la comprension del com­portamiento humano sobre las ciencias naturales (1985a: 1). La importacion de la metodologia en ellas troquelada al estudio del hombre conlleva un reducti­vismo que pierde de vista la dimension de senti do 0 significacion (significance) y su papel constitutivo en las autointerpretaciones que los agentes hacen de sf mismos. Esta dimension sera el tema central de las reflexiones de Taylor sobre la accion y el autoconocimiento humanos siguiendo las perspectivas de la tradi­cion hermeneutica postheideggeriana y postwittgensteiniana a las que Taylor se remite en diversos momentos (1985a, 15-44; 1985b, 16-57; 1997, 91-113 y 221-238). Los parametros basicos de la posicion de Taylor seran, entonces, una oposicion al naturalismo que interpreta la ontologia de las acciones humanas en terminos de causas, y no de fines, y que pro cede epistemologicamente como explicaciones y no como interpretaciones. Consiguientemente, la interpretacion hermeneutica de la finalidad de las acciones y la configuracion teleologica de las acciones seran los supuestos teoricos basicos de Taylor. Veremos en el siguiente apartado algunos de los efectos reductores a los que -segUn Taylor- conduce el naturalismo epistemologico en las ciencias sociales y en la filosofia politica; es oportuno que veamos ahora los motivos de fondo de esa critica al naturalis­mo reductivo, en la terminologia de Taylor, desde sus tesis de fondo sobre la accion humana. Empleando sus propias palabras para resumir su posicion: «( ... ) ser un agente humano pleno, ser una persona 0 un yo en el sentido ordinario del termino, es existir en un espacio definido por distinciones de valor. Un yo es un ser a quien se Ie han planteado ciertas cuestiones de valor categorico a las que Ie ha dado, al menos , respuestas parciales» (1985a, 3). Esa posicion filosofica implica dos tesis centrales articuladas. En primer lugar, y siguiendo la tradicion hermeneutica indicada, sostiene que nuestra comprension de 10 que es ser persona implica que los agentes humanos no solo tienen un cierto entendimiento de sf mismos sino que ese entendimiento forma parte constitu­tiva de ellos mismos. En segundo lugar, esta cap acid ad auto-interpretadora constitutiva se articula como un proceso de delimitacion y de diferenciacion entre cosas que se «reconocen como [poseedorasl de importancia 0 valor incon­dicionado 0 superior" (1985a, 3, 23-27; 1996, 17-123) en los terminos que Taylor ha definido como «valoracion fuerte» (strong evaluation). Traducimos evaluation por «valoracion» y no por «evaluacion» para evitar un sesgo, que Taylor tiene especial interes en obviar (Tully, 1994, 249): el de concebir que sopesamos de manera reflexiva y deliberada entre bienes 0 cosas de diferente importancia o entre diversas alternativas y el de que, por 10 tanto, pudieramos pensarnos como anteriores 0 en un plano distinto a tales bienes. «Evaluacion» parece, en efecto, conllevar la imagen vinculada a la tradicion de la epistemologia liberal de un sujeto que, anterior a sus fines, elige y sopesa entre curs os de accion alternativos 0 entre bienes diversos. La idea de Taylor es, por el contrario, que el distinto valor cualitativo de los bienes, articulandose como valoraciones cualitativas distintas, constituye al sujeto mismo; tal consideracion arranca, precisamente, de la tesis anterior de que somos «animales autointerpretadores»

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0, en otros terminos, que somos sujetos en y por la interpretaci6n discrimina­doramente cualitativa que hacemos de nuestros aetos.

La manera en que Taylorintrodujo su concepcion de la valoraci6n fuertepuede aclarar su intuici6n, una intuici6n que recurre reiteradamente a una suerte de interpretacion hermeneutica de las condiciones de posibilidad de aquello que se analizay de la posibilidad misma del analisis que se realiza. Esta «argumentaci6n trascendental hermeneutica" integra los analisis existenciarios de Heidegger y la idea wittgensteiniana de las form as de vida (1997, 43-58). Conviene, por ello, que nos detengamos en la mencionada introducci6n de la valoraci6n fuerte porque es ejemplar de un tono filos6fico recurrente en los analisis de Taylor y porque su idea de tal valoraci6n fuerte opera como un modelo paradigmatico en muchos de sus analisis. Basandose en la distinci6n de Harry Frankfurt entre deseos de primer y segundo orden, segUn la cual estos tiltimos operan refiexi­vamente sobre los primeros (como sucede, por ejemplo, en «desear X" -fumar o un pastel- y «desear (0 no) desear X,,), y acentuando que 10 distintivamente humano es la capacidad de evaluar nuestros deseos mismos, Taylor introdujo una ulterior y peculiar distinci6n que hace comprensible dicha cap acid ad y que se refiere a la «cualidad» de tales deseos. La distincion de Frankfurt permite, ciertamente, una concepci6n refiexiva de la accion humana pero, en opini6n de Taylor, puede dejar sin aclarar que es 10 que hacemos cuando evaluamos los deseos mismos. En concreto, puede no explicar c6mo determinados deseos (sobre todo los de segundo orden) incorporan ya definiciones cualitativas que les hacen a unos diferentes de otros. La envidia, por ejemplo, in corpora en sf misma una valoraci6n que la diferencia (en este caso, negativamente) de otras aetitudes como pudieran ser la generosidad 0 la codicia. Es decir, parece que en nuestra comprensi6n de los actos y los deseos introducimos consideraciones de caracter cualitativo que tienen caracter discriminatorio y que definen form as de vida valorativamente cargadas. Pues bien, ante tales diferencias cabrfa dOB actitudes evaluadoras: una valoraci6n debil , que mide tales diferencias s610 en virtud de sus resultados (por su extensi6n, podemos decir ) y una valoraci6n fuerte que 10 hace atendiendo a sus «cualidades mismas», a la motivacion de esa acci6n (por su intensi6n 0 su significado). La insistencia de Taylor en el termino «cualitativo" es significativa y crucial. Apunta tanto a que existe una diferencia, en la dimensi6n del valor, entre actos, deseos y bienes como a que la comprensi6n de esas diferencias requiere por nuestra parte una forma de percepci6n y de argumentaci6n sensible a elIas· . Lo primero reclama una cier­ta dimensi6n realista u objetiva en la compren sion de los valores; 10 segundo una referencia ala valoraci6n del sujeto en funci6n de su comprensi6n cuando atiende a describir el mundo 0 los comportamientos de los otros y en funci6n

L6gicamente, estas tesis reclamaran to do un reajuste de 10 que en la epistemologia moderna significa «percepcion» y «argumentacion practica». Vease (1997, 59-90).

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de su apelacion a tales val ores cuando actua normativamente5 . Cuando Taylor ha dado cuenta de esta doble dimension de la valoracion fuerte 10 ha hecho, sobre todo, desarrollando sus implicaciones y mostrando sus contrastes con respecto a otras concepciones naturalistas, y desde su pun to de vista reduc­tivas, de la accion humana que insistiran en devaluar la valoracion a form as cuantitativas, de efectos, resultados 0 consecuencias medibles que constituyen, entonces, form as de valoracion debil6. De entre sus implicaciones cabe seiialar, sobre todo, una: nuestra valoracion fuerte opera sobre la matriz de valores articulados jenirquicamente; consideramos , asi, que los bienes se diferencian UllOS de otros en virtud de divers os «hiperbienes» que son fuentes de nuestra valoracion y de nuestra moralidad misma7 . La articulacion de nuestra vida moral depende, precisamente, de nuestra capacidad de referir y de hacer patentes tales fuentes ultimas de valor y, en ese sentido, Taylor acentuani el papel imprescindible de las matrices culturales en las que se han articulado los hiperbienes (como aparece tanto en las tradiciones teistas y en las diversas modulaciones de la tradicion moderna, sobre todo en 10 que a la concepcion

Este doble caracter -objetivo e internalista- de las difer encias cualitativas hace del r ealismo de Taylor una forma peculiar de "realismo internalista» que he denominado, en otros lugares, «reali smo apela tivo» para marcar que aqui «interno» (y a diferencia, por ejemplo, de Putna m) es «interno al suj eto». La insa tisfaccion de esta f6rmula expresa, estimo, las ambigiiedades de la doble postulacion de Taylor quien nunca ha sido del todo explicito al respecto pero que, clara mente, pretende conjuga r una posici6n ontol6gica realista (respecto a los valores y bienes) con una posicion epistemica subjetiva. Una posible interpretaci6n (a la que no Ie faltarian apoyos t extua les) pudiera ser que su posici6n bebe fuertemente de Husserl. Creo que, a pesar de las opiniones de Taylor a contrario (1997, 320), no se ha sugerido un doble paralelismo que sospecho ilurninador entre esta concepci6n de Taylor y la desarrollada por Ronald Dworkin. Ese paralelismo operaria entre, por una parte. las formas «de hecho queridas» (volitional) y las «critic as» de nuestros inter eses en la t eoria de Dworkin y las jerarquias de bienes en Taylor y. por otra , entre la valoraci6n debil 0 cuantitativa frente a la fuerte de este ultimo y el modelo del impacto frente al de desafio de Dworkin. (Vease Dworkin. 2000, 242-284). Como acabo de indicar, Taylor menciona criticamente a Dworkin entre los te6ricos liberales, pero tambien ha indicado que en sus criticas a las formas a tomistas de liberalismo no cabe incluir ni Ralws ni a Dworkin (Tully. 1994,249), tal vez sugiriendose un cierto ca mbio de posici6n . No soy consciente de que Dworkin haya citado 0 empleado los analisis de Taylor. Obviamente, las criticas a los modelos utilitaristas de valoracion de la acci6n puede ser el elemento comun que esta a la ra iz de ese paralelismo, como ta mbien puede serlo el men or kantismo de Taylor y Dworkin (a l compa ra rios, por ej emplo, con Rawls ). La noci6n de «hiperbien», 0 de bienes jerarquicamente superiores a otros y que operan como bases de discriminaci6n ti ene t a mbien ese doble caracter de objetividad y de ape­laci6n que hemos indicado anteriormente: «r econocemos las distinciones cualitativas de segundo orden que definen los bienes superior es, sobre cuya base discriminamos entre otros bienes, les atribuimos un va lor 0 importancia diferencial 0 determina mos cua ndo nos adherimos a ellos 0 si 10 hacemos. Permitaseme Ha mar a los bienes de orden superior de esta clase «hiperbi enes», es decir, bienes que no s610 son incompara blemente mas importantes que otros, sino que proporcionan el punto de vista desde el cual se ha de sopesar, juzgar y decidir sobre estos» (1996, pp. 79-80).

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expresiva de la subjetividad se refiere). Si en Taylor no hay, como sucede en MacIntyre, una apelacion ala autoridad suprema e imprescindible de las tra­diciones si, al menos, opera un equivalente funcional de tal concepto: en esas matrices culturales los hiperbienes se vinculan a 10 que en esas tradiciones aparece como fuentes liltimas de valor (como la trascendencia en el teismo 0

la expresividad en el romanticismo). Muchos de los analisis mas descriptivos y fenomenologicos de Taylor -como, por ejemplo, los referidos a la condicion del sujeto en la modernidad, como en (1994)-- expresan, precisamente, las maneras en las que los sujetos consider an sus vidas desde esta articulacion (0 desde su imposibilidad 0 fracaso ) valorativa. Una de las tesis de fondo de Taylor sera, precisamente, que la modernidad -y dada la peculiar y devaluada forma en la que ha construido los recurs os conceptuales de la autocomprension huma­na- ha dejado a los sujetos ante la (i,imposible?) tarea de intentar articular la vida moral sin permitirles pensar, no obstante, aquellas fuentes liltimas de valor. Los sujetos, las personas, deben articular sus vidas, ser fieles a si mismos y a su originalidad; pero se yen en la tensa situacion de carecer de los recurs os cognitivos yvalorativos necesarios para hacerlo. La modernidad habra conform ado naturalista, atomistica, subjetivista y cuantitativamente nuestros recursos cognitivos y morales; de esa manera, los habra devaluado.

Eso nos conduce directamente, a la contra posicion tayloriana de la valo­racion fuerte con respecto a las concepciones que considera reductivas de la accion humana con las que comenzamos y en las que incidiremos de nuevo en el siguiente apartado. Los cuatro adverbios que hem os empleado al final del parrafo anterior para caracterizar la concepcion tayloriana de la modernidad (y a los que habria que aftadir otros rasgos, como sobre todo el expresivismo (1996: 389-516; 1994) que Ie merece a nuestro autor una valoracion distinta y es muestra de una fuerte marca romantica en su filosofia8 ) -naturalismo, atomismo, subjetivismo y consideracion cuantitativa de los efectos- configu­ran un cuadro del tipo de analisis al que Taylor quisiera oponerse y que, como indicabamos al comienzo, caracterizaria -seglin su pensamiento- el intento colonizador de la metodologia de las ciencias naturales en el campo de la accion humana, su sustitucion de la interpretacion hermeneutic a por la explicacion naturalista. Las mayores discusiones en las que Taylor se ha embarcado y las mas fuertes criticas de las que ha sido objeto se refieren, precisamente, a si la concepcion moderna de la epistemologia y de la accion pueden caracterizarse

Como he sugerido en otros lugares (Thiebaut, 1992) la recepcion romantica de la mo­dernidad (versus su conceptu alizacion ilustrada) puede descubrirse a la base de 10 que de comunitarismo hay en la posicion de Taylor. Ese rasgo [y la ma nera «a 10 izquierda hegeliana» de su r ecepci6n del romanticismo, vease (1983)] Ie diferenciaria, tambien, de otras versiones de esa posici6n, como las de MacIntyre y Sandel, y podria servir de clave explicativa de su activa posici6n republicana. Es mas importante, en el sentido de los temas que a bordamos en este apartado, la concepcion dellenguaje (y de sus relacio­nes con las estructuras y formas del conocimientol que sostien e Taylor (vease, p.ej., su tratamiento de Herder en (1997, 116-141) y su s r eiteradas r eferen cias a Humboldt.

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como un naturalismo atomista, subjetivista en el conocimiento y en la moral y puramente cuantitativo y consecuencialista. Estimo que 10 que esta basica­mente en juego en tales discusiones es si tal caracterizaci6n da cuenta cabal del program a moderno (por ejemplo, en su versi6n mas fuerte, la kantiana) o si, por el contrario, es una descripci6n parcial de c6mo tal program a se ha autocomprendido por parte de la tradicion epistemol6gica (por ejemplo, em­pirista y analitica) y por parte de la tradici6n liberal. Creo que esto ultimo es el caso y cabe interpretar que la atenci6n que a Taylor se Ie ha prestado por parte de los defen sores de las tesis liberales obedece, en gran parte, a que ha diagnosticado distorsiones en 10 que ellos mismos consideraban que estaban haciendo. Es decir, Taylor no pretendera negar ni ellugar central que la ciencia y la configuraci6n moderna de la esfera publica han alcanzado a formular 0 a realizar ni tam poco considerara que estamos necesariamente encarcelados en practicas y en concepciones que s610 nos permiten ya un diagnostico de fracaso total (como el de la escuela de Frankfurt 0 el heideggeriano); mas bien su consi­deracion de la modernidad atiende al conjunto de autocomprensiones que han acompaiiado a nuestro conocimiento cientifico y a nuestra modernidad politica. Como h a reiterado, pretende suministrar una interpretacion h ermeneutica de la modernidad y su frente filosofico (ante, por ejemplo, una filosofia analitica que caracteriza quiza demasiado globalmente) se pertrecha del instrumental de la tradici6n hermeneutica continental para oponerse a 10 que desde ella aparece como atomismo y naturalismo cuantitativo en la comprension del conocimiento y de la accion . Si somos animales que se autointerpretan, la filosofia, que es la forma mas radical y teorica de autocompren sion (la «apreh ensi6n del tiempo historico en el pensamiento» segUn el dictum hegeliano que Taylor parece estar asumiendo constantemente) no solo nos dara una imagen de nosotros mismos, sino que, de forma mas importante en terminos practicos, configurara nuestras practicas . Una filosofia reductivista lastranl, por consiguiente, nuestras prac­ticas y nuestros conocimientos. Taljustificacion de su pro pia postura filosofica puede verse con claridad en la Introduction a sus Philosophical papers (1985a, 1-12; cfr. tambien Baynes et aI., 1987, 464-488).

Antes de indicar como tales acusaciones operan en el campo de las ciencias sociales y en la comprension de la politica conviene que todavia nos detengamos en otra critic a al impacto del paradigma naturalista en lafilosofiay en lacultura, central en los analisis de Taylor y paralela a 10 que hemos venido comentan­do. Aunque su critica a la epistemologia moderna ha sido mas matizada en el tratamiento de Kant (1997,43-58), Taylor ha presentado fuertes criticas a los planteamientos utilitaristas. A pesar de esas diferencias y matizaciones, ha indicado que tanto en una como en otra version del reductivismo moderno (en sus terminos) se procede a un intento de explicacion de nuestro conocimiento y de nuestra vida moral sobre la base de un u.nico tipo de principios (0 sobre la base de un unico tipo de teorias). Ello impide percibir, en su concepcion, el caracter plural y cualitativamente diverso de los bienes (e hiperbienes) que constituyen nuestra vida moral (Tully, 1994, 250). EI pluralismo cualitativo de los bienes r eclama a los sujetos que articulen sus vidas en referencia a signifi-

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caciones que quedan empalidecidas si aplicamos un linico tipo de explicaci6n (y mas aun si tal tipo entiende que tales bienes pueden ser axiomaticamente ordenados 0 cuantitativamente ponderados).

2. LA CRITICA AL ATOMISMO DE LAS SOCIEDADES LIBERALES

En este apartado partiremos de la critica de Taylor al atomismo y desarrollaremos las lineas generales de su critica alliberalismo. AI hacerlo, estaremos indicando la manera en que Taylor se inscribe en una matizada posici6n comunitarista [r6tulo ante el que, no obstante, muestra cierta incomodidad y que considera de dudosa capacidad descriptiva y confusa (1997, 239-268»). Hemos senalado que el atomismo es uno de los rasgos de la modernidad (0 de determinada in­terpretaci6n de la misma que lleva asociado un especifico conjunto de practicas) que Taylor pone en el centro de su critica. AI igual que sucede con muchos otros conceptos que emplea (como el de valoraci6n fuerte que antes vimos), el de atomismo agavilla en torno a el otro conjunto de nociones que Ie prestan su especial significado y su peculiar tono y color criticos . "Atomismo .. indica uno de los rasgos de la identidad moderna que Taylor considera negativamente; ese rasgo encuentra sus rakes en la concepcion moderna, y especificamente cartesiana y lockeana del «yo puntuah segUn la cual el sujeto de conocimiento no requiere de los entramados y marcos sociales para constituirse (1996, 159-192). Desde un punto de vista epistemol6gico, seran «atomistas .. para Taylor todas las teorias que en el campo de las ciencias sociales intent an explicar las acciones en funci6n de un individuo-atomo cuya racionalidad (preferencias y utilidades) pierde de vista los factores comunitarios de su constituci6n, como sucede en el individualismo metodol6gico. Moral y politicamente, el atom is­mo esta asociado a una concepci6n solamente negativa de la libertad (en el sentido de Berlin) (1985b, 211-229) y a un entendimiento del individuo como si fuera «metafisicamente independiente de la sociedad .. (1985a, 8) 0 anterior a ella, como sucede en las teorias del contrato social. Este atomismo surge de un doble olvido: pierde de vista la dimensi6n constitutiva del lenguaje (en la comprensi6n que de el tiene Taylor y que, como indicamos, toma de la tradici6n romantica) y consiguientemente, se esfuma tambien la dimensi6n comunitaria que, al suministrarle al individuo los materiales de los que extraera sus inter­pretaciones, tiene tam bien un papel constitutivo. El acento moderno-ilustrado en el yo desvinculado, anterior a sus fines y origen y fuente de todo valor, presenta a un individuo factica y te6ricamente imposible. Cuando ese tipo de concepciones ha querido dar cuenta del contexto de formaci6n y de surgimiento del individuo 10 ha hecho s610 en terminos causales y ha olvidado su caracter constitutivo de la identidad misma.

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Ese acento en el yo desvinculado se muestra con claridad en las «distor­siones atomistas» de las nociones de libertad (s610 negativa), de justicia y de derechos, nociones que caracterizarian una forma peculiar de liberalismo. Es claro, entonces, que Taylor centrara sus criticas en las nuevas corrientes neocontractualistas y en sus diversos tratamientos de las nociones de justi­cia y de principios sustentadores de la vida publica9 . En congruencia con 10 que venimos indicando, tal vez quepa decir que el punta central de la critica tayloriana al atomismo es que toma como punta de partida una noci6n de de­rechos del individuo que desconoce la originalidad de las ideas de obligaci6n y de pertenencia, ideas que tiene que tomar como s610 derivadas y no como constitutivas (1985b, 188). Taylor insistira que la importancia que las nociones clasicas de la modernidad (autonomia, libertad e igualdad ) s610 puede compren­derse -contras esas autocomprensiones delliberalismo mismo-- invirtiendo esa asignada prioridad de los derechos y poniendo en su lugar una determi­nada comprensi6n de las capacidades humanas y de las estructuras sociales que las constituyen. Para Taylor (l985b, 187-210), los derechos no pueden ni comprenderse, ni predicarse, ni defenderse fuera del valor de las practicas que, atendiendo ala realizaci6n de esas capacidades humanas, emplean tales derechos para llevarlas a su cumplimiento. S610 si, como ha sucedido en la modernidad, la libertad humana queda reducida a la libertad de elecci6n y de desarrollo individual, los derechos se comprenderan, tambiEin reductivamente, como las form as de su protecci6n (de ahi la identificaci6n de los derechos con las libertades subjetivas, berlinianamente negativas).

Como puede verse, el esquema de Taylor reproduce, en el campo de los de­rechos y en la critica del atomismo, el mismo esquema argumental-de hecho, un peculiar argumento trascendental hermenEiutico mas que kantiano- que vimos en el primer apartado: al igual que la valoraci6n fuerte daba cuenta de las condiciones de posibilidad de la autointerpretaci6n humana (y la dEibillo hacia reductivamente), el acento en las capacidades y en los marcos sociales dara cuenta de las condiciones de posibilidad de aquello que la primacia contrac­tualista de los derechos no consigue articular. Ese contraste opera igualmente en el terreno de la filosofia politica. Michael Walzer resumi6 la posici6n de Taylor en la contraposici6n de dos tipos de liberalismo, el primero rechazado y el segundo afirmado y sostenido (Gutmannn, ed ., 1994,99-103). Una primera forma de comprender y de practicar elliberalismo (que Walzer defini6 como «liberalismo 1») acentuara los derechos individuales y el caracter rigurosamente neutral del estado. El estado carecera de proyectos culturales y religiosos y

• Estimo, no obstante, que -al igual que acontece cuando habla de la ciencia moderna­Taylor tiende a globalizaciones que inducen a cierta confusi6n. Aunque dice referirse al contractualismo contemporaneo, tendera con mas frecuencia a centrarse en las teorias de Hobbes y de Locke, y en las teorias contemporaneas mas en los modelos simi lares al de Nozick que en las de otras versiones como las de Rawls 0 Dworkin. No obstante 10 dicho posteriormente (Tully, 1994,249) consider6 a Rawls un ejemplo de atomismo (1985b, 289-317).

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rechazara. la existencia de intereses 0 fines colectivos mas alIa de 10 de quede definido en funcion del bienestar individual, la seguridad de los individuos 0 su libertad. Frente a esta comprension delliberalismo, una segunda (que Walzer definio como «liberalismo II .. ) hara lugar para que el Estado se com prom eta con la supervivencia y el fiorecimiento de las particularidades y de los (diferentes) intereses colectivos. La adscripcion tayloriana al Liberalismo II, que comenta­remos en el siguiente apartado, Ie ubica, no obstante, en una peculiar posicion que, por ejemplo, compartiria con Walzer. La critica alliberalismo I no implica un rechazo de la modernidad ni de sus frutos y consecuciones; no estamos, por asi decirlo, en una posicion contra 0 antimoderna que lamenta la perdida de las sociedades organic as y siente nostalgia de sus instituciones. Estamos «de este lado .. de la modernidad, en el espacio de las libertades individuales, en el terreno de las solidaridades colectivas. A 10 sumo, esta posicion constata los deficits de significacion que ha acompaiiado a las autoimagenes de la mo­dernidad tardia y -aqui si puede haber nostalgia- reclama un regreso a las matrices culturales de interpretacion (como, por ejemplo, en una reivindicaci6n del teismo que, no obstante, Taylor nunca ha considerado generalizable para todos). Muchos de los trabajos mas infiuyentes de Taylor [como Fuentes del yo (1996) 0 La etica de la autenticidad (1994)] han analizado c6mo los logros de la modernidad en 10 que a la constituci6n del yo se refiere Oogros centrados en las ideas de constitucion de la misma en la vida ordinaria, de autonomia y de expresividad) han sido malogrados en la modernidad tardia por el olvido mencionado de esas form as fuertes de interpretacion cultural (y, en ultimo termin~, por el de la valoracion fuerte ). La busqueda de autorrealizaci6n que en los mencionados logros se incoaba acaba reduciendose ala incoherencia y al fracaso en la vida cotidiana contemporanea. AI igual que comentabamos anteriormente, la refiexi6n filos6fica y cultural encuentra su papel (que casi cabria denominar terapeutico si no fuera por los sobretonos analiticos que tal caracterizaci6n implica) en la den uncia de las form as malogradas de la autocomprensi6n teorica que determinan, a su vez , formas malogradas de la vida hum ana.

Los rasgos y las propuestas que hemos mencionado en este apartado ubican a Taylor, a pesar de sus dudas y reticencias (1997, 239-267 ) en las filas comu­nitaristas en la medida en que estas se definan por un mismo tipo de criticas alliberalismo. Estas criticas tienen puntos comunes: el atomismo, la prioridad logica de los fines sobre los derechos, el caracter desvinculado del sujeto moral y el caracter neutral del estado son rasgos que se perciben negativamente en 10 que se entiende, globalmente, como liberalismo. Esta pars destruens de los analisis es paralela en Taylor, Sandel, MacIntyre 0 Walzer y quiza sea solo ella la que da sentido al rotulo generico del comunitarismo. Pero, cada autor motiva su critica en argumentos diversos y acude a distintas inspiraciones. La posicion de Taylor bebe, como hemos indicado, en una fuente hermeneutica, acude a una inspiracion romantica (mas Herder que Hegel, 0 al menos mas del Hegel fenomen610go -y del comienzo de la Fenomenologia del Espiritu- que del reconstructor de la racionalidad de la Ciencia de logica l, se une a la denuncia

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a las epistemologias naturalistas y se opone frontalmente a una concepcion del estado como instancia neutral frente a los fines y valores de los sujetos y como arbitro imparcial de los mismos 10

3. LA POLITICA DEL RECONOCIMIENTO COMO NVCLEO DE LA ESFERA PUBLICA

La precedente formulacion del liberalismo II nos situa ya en un ambito dis­tinto aunque mantenga continuidades con la critica a:l liberalismo I. En los dos apartados que nos quedan indicaremos los puntos centrales de las pro­puestas politico-teoricas de Taylor y acentuaremos ahora aquellos elementos que permiten comprenderlo como un intelectual comprometido con la vida publica contemporanea. En este apartado nos centraremos en la politica del reconocimiento, es decir, en aquell a forma de comprension y de practica de la vida publica que intenta entender el bien de la igualdad -una no rechazada consecucion del universalismo del proyecto moderno- como «la igualdad del reconocimiento». Veremos como dicha politica, que Taylor hadesarrollado sobre todo en los aiios noventa, es totalmente coherente con los supuestos filosoficos que indicamos en el primer apartado y con la manera en que se opone al ato­mismo que vimos criticar en el segundo, un atomismo que aparece ahora como supuesto de la politica de «la igualdad de la dignidad» -es decir, de la politica delliberalismo 1-, una politica que al centrarse en una igualdad de los dere­chos que se les atribuyen generalizadamente a todos acaba por ser ciega a las diferencias y a las particularidades. Para Taylor, la politica de igual dignidad coarta las irrenunciables demandas del ideal de autenticidad que se articula, precisamente, en fun cion de diferencias y de particularidad (1997 , 304).

Resuenan en las criticas de Taylor al liberalismo I , y en su propuesta del liberalismo II, los ecos de la critica de Hegel ala filosofia y a la politica ilustra­das: el mero reconocimientojuridico de los derechos (0 de los principios moralesl pierde de vista la materialidad de las identidades socialmente constituidas. Desde esa perspectiva, a la que aiiade una especial atencion a las form as de fragmentacion de la vida politica, Taylor atiende a las contrapuestas demandas

10 La no del todo clara posicion de Taylor frente a la propuestas como la de Rawls 0 Dwor­kin, que ya h emos comentado, impide precisar, mas alia de 10 indicado, hasta que punto rechazaria algunos postulados del liberalismo igualitarista de estos autores 0 algunas propuestas que se encaminan a a rticular los derechos sociales de la tradicion europea. Su relativo silencio ante ell os parece indicar una aceptaci6n de los mismos -al menos comprendiendolos como hiperbienes 0 logros de las politicas sociales modernas-. El liberalismo I critic ado pareceria, entonces, referirse 0 bien a formulaciones y practicas del capitalismo liberal del siglo diecinueve (en su rostro teorico) 0 a las formas thatche­rianas y reaganianas del capitalismo sedicentemente liberal del veinte.

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de reconocimiento de identidades diversas, es decir, a las reivindicaciones de la particularidad que rechazarian, precisamente, tener que ser desconocidas o invisibles como pago al reconocimiento de derechos generalizados e iguales para todos. Estos derechos son congruentes con una antropologia filosofica que abstrae a la persona de su contexto de configuracion; por el contrario, si en ten­demos que las identidades se constituyen comunalmente y particularmente, las demandas de la identidad y de la diferencialidad reclamaran formas de institucionalizacion no homogeneizadoras. A las formas culturalmente hegem6-nicas, que conjugan derechos iguales abstractos con formas de relativismo debil (sobre todo el terreno moral individual donde «todo vale»), Taylor contrapondni politic as del reconocimiento de las diferencias insertas medularmente en la vida publica, en la cultura y en la politica. A una comprension homogeneizadora de la cultura publica (que no es, no obstante, incongruente con el mencionado relativismo debil) , Taylor contrapondra un mosaico cultural de diferencias, una perspectiva multicultural en la cual el acento no esta tanto en los indivi­duos (y, por ejemplo, en sus mestizajes) cuanto en las comunidades en las que estos se constituyen. De nuevo aqui encontramos una peculiar e irresuelta tension en los analisis de Taylor: por una parte, 10 que entiende que es la ya insustituible e imprescindible demanda de autenticidad de los individuos; por otra, la tam bien imprescindible exigencia de proteccion y de fomento de las condiciones comunitarias de las identidades individuales.

En los aii.os noventa Taylor ha desarrollado diversos analisis que se enca­minan a proponer form as de accion politica -y de institucionalizacion federal en el caso canadiense- que pueden englobadas bajo el rotulo de la «politica del reconocimiento de las diferencias»ll. Esta politic a es, mas bien, una forma de comprension de la accion en el espacio publico que acentua las formas de la identidad de diversos sujetos y colectivos (y entre los que Taylor men cion a especificamente el movimiento feminista, las minorias etnicas y lingiiisticas y las comunidades -como la quebeques- con rasgos identitarios diferencia­dos ); consiguientemente, rechazara 0 matizara aquellas otras politicas que, como las que se basan en los derechos individuales generalizados a todos los ciudadanos, no atienden a la peculiaridad de las demandas diferenciales. La politica de la diferencia no niega, no obstante, la politica de la igualdad; mas bien, surge a partir de los desarrollos igualitaristas modernos (de la heren­cia ilustrada, rousseauniana y kantiana) pero entiende que la demanda de igualdad no puede -a no ser desde supuestos atomistas- desconocer las diferentes texturas (cualitativa y no solo cuantitativamente diferentes) de las identidades sociales.

i,Por que y como esta politica de la diferencia? En primer lugar porque -entiende Taylor- si las autointerpretaciones de los sujetos son definito-

11 Estos comentados y discutidos trabajos son «La politica del reconocimiento» (1997,293-334; vease Gutmann (ed), 1994) y .. La politica liberal y la esfera publica» (1997,335-372). Yease tam bien «Invocar la sociedad civit.> (1997, 269-292 ).

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rias y constitutivas de su identidad como tales sujetos (morales y politicos), la manera de la participacion de todos en el espacio publico deb era requerir el reconocimiento de esas diferentes autointerpretaciones, individuales y colectivas. En el conjunto de textos que comentamos ahora Taylor aboga por una comprension mas societaria que estatalista de la politica que acentua, en primer lugar, la no distancia entre la sociedad civil, que es un espacio critico y multifacetico de la accion, y la vida institucional en el estado y seiiala, en segundo lugar, que tal vida clvica (0 dvico-politica) debe tener en su centro el reconocimiento de las diferencias, es decir, la percepcion de los rasgos identita­rios particulares, la atencion a su relevancia, la aceptacion de su peculiaridad. El como de esta politica de la diferencia es, tal vez., mas impreciso. Veremos en el siguiente apartado la probablemente mejor ejemplificacion a la que Taylor ha acudido: la situacion de Quebec y las formas de arreglo institucional que ha propuesto. Es, sobre todo, impreciso si la atencion a las diferencias y las diversidades debiera tambien establecer divers os niveles de derechos entre los ciudadanos y, sobre todo, si los reconocimientos culturales y sociales que parecen requerirse en la politica del reconocimiento, podrian en algunos casos ir contra el ejercicio constitucional de los derechos basicos por parte de todos. No parece que los sistemas liberales tengan problemas en el reconocimiento de derechos especiales a determinados conjuntos de ciudadanos en atencion a sus peculiaridades, pero probablemente si los tengan, no obstante, a la hora de aceptar que el reconocimiento y el ejercicio de algunos de ell os pudieran lesionar los derechos de otros ciudadanos. El caso de las politicas lingiiisticas de Quebec es significativo: Taylor defendera su politic a de la diferencia en las leyes de proteccion del frances , que limitan los derechos de eleccion de la edu­cacion en otras lenguas (como el ingles) a determinados ciudadanos, sobre la base de un argumento que podemos reconocer por 10 ya dicho. Determinados valores comunitariamente troquelados y defendidos (como es ese bien comun peculiar que es la lengua), porque son constitutivos, pueden tener el rango de intereses 0 bienes comunes que prevalezcan sobre los derechos individuales de algunos ciudadanos. El esquema de Taylor parece, pues (yen continuidad con 10 dicho anteriormente), concebir como mas determinantes los procesos sociales de constitucion de las identidades (en este caso, las identidades colectivas) en el espacio publico, en la sociedad civil, y concebir a los derechos individuales que forman el nucleo central de las form as institucionales de la democracia constitucional como recurs os que se encaminan prioritariamente a garantizar aquellos procesos identitarios. El argumento de base para tal esquema es, de nuevo, que debemos primar las capacidades sobre los derechos, los bienes cualitativamente aprehendidos sobre las garantias individuales.

No debe, no obstante, entenderse que tal primacia de los intereses comunes (como la lengua y las identidades colectivas) implica un rechazo de la demo­cracia y, mas en concreto, de su ejercicio en marcos estatales constitucionales. Taylor, como indicamos, no rechazara en ningiin momento esa parte de la herencia moderna y muchos de sus analisis se inscribirian en una variante republicana de la democracia deliberativa (0 , por ser mas imaginativos, de

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una «democracia del reconocimiento,,). Es mas, senalara que s610 el ejercicio democratico permite el desarrollo de las politic as del reconocimiento: este no es el del amo que reconoce, y no puede no reconocer al esclavo. Mas bien es el reconocimiento de los iguales que s610 pueden llegar a pensarse como tales si son capaces, tam bien de reconocer sus propias diferencias y peculiaridades (1997,359 ss.) y ella modula una determinada forma devida democratica; nunca la niega. Veremos en el siguiente apartado un ejemplo -probablemente, mas que un ejemplo, una raz6n- de ello.

4. LA ARTICULACION CONSTITUCIONAL DE UNA SOCIEDAD MULTICULTURAL: EL FEDERALISMO

ASIMETRICO

Cabe sugerir que las posiciones del intelectual Charles Taylor en la cultura y la politica canadiense, en la que ha participado de forma activa, es , en efecto, mas raz6n que ejemplo de muchas de sus posiciones en el seno de la filosofia politica. En diversos articulos te6ricos y de actividad publica (1977, 321 ss.; 1993) Taylor ha abordado un conjunto de cuestiones que tienen que ver direc­tamente con el federalismo canadiense y con el nacionalismo quebeques. Cierta influencia de esas reflexiones y de las posiciones de Taylor en los planteamien­tos nacionalistas espaiioles y europeos merecen que nos detengamos, aunque sea brevemente, en sus ideas. No es de extraiiar esa influencia: el impacto del comunitarismo en sociedades y culturas politicas conform ad as estatalmente desde hace siglos tiende menos a presentarse en forma de movimientos iden­titarios en la sociedad civil -como movimientos sociales 0 como demandas de grupos diferenciales- y mas como una reivindicaci6n colectiva de las culturas diferenciales que reclaman no ya un reconocimiento cultural sino, sobre todo, un reconocimiento politico y un replanteamiento de las formas del poder politico estatal (en form as de federalismo , de confederaci6n 0 de independencia). Puede, asi, hablarse de afinidades electivas entre el comunitarismo (en 10 que tiene de rechazo alliberalismo moderno y en 10 que tiene de demanda de reconocimiento de las diferencias) y el nacionalismo: los planteamientos identitarios de las formas del liberalismo II que h em os indicado en el apartado anterior operan como nuevo marco de interpretaci6n de los movimientos nacionalistas y estos suministran, por su parte, a tal politica de reconocimiento de las diferencias un especial terreno dejuego. Pero, de la misma manera que hay diversos tipos de comunitarismo y de nacionalismo, hay divers as formas de afinidad electiva entre ellos l 2. La propuesta de Charles Taylor r especto a la Federaci6n Cana-

12 Se escriben estas lfneas en momentos marcados por el dolor y la preocupacion ciuda­danos por los recurrentes atentados terroristas producidos en Espana, en una espiral

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diense, propugnando un federalismo asimetrico como marco constitucional del reconocimiento de las peculiaridades del estado franc6fono de Quebec, se inscribe, en primer lugar, en el seno de un debate constitucional y ella ya hace patente que el espacio del debate es el de los sistemas de derechos y garantias de los estados democraticos modernos. La politica del reconocimiento es, co­mo dijimos, una politica democratica que apunta, en el caso canadiense, a un acuerdo constitucional.

En los aiios ochenta, y bajo el mandato del politico liberal Pierre Trudeau, Canada aborda una reform a constitucional que, en primer lugar, recupera su soberania en la redacci6n de un texto fundacional y, en segundo lugar, presenta una articulaci6n del Canada sobre la base de la idea de similares derechos para la mayoria angloparlante y la minoria franc6fona. La reform a constitucional de 1982 fue aprobada en to do el Canada, pero rechazada en Quebec (0, al menos, es disputado si fue aprobada basandose en argumentos constitucionales en los que aqui no entraremos). EI atolladero constitucional tuvo la oportunidad de solventarse con los acuerdos de Meech Lake que reco­nocian un estatuto especial para Quebec y que Taylor apoy6. Dichos acuerdos no fueron , no obstante, ratificados por las provincias y el acuerdo no lleg6 a realizarse. En octubre de 1992 tiene lugar un referendum constitucional -partiendo del acuerdo de Charlottetown que, por consenso politico, pretendia desbloquear el proceso- y que fue rechazado tanto en Quebec como en el resto de la federaci6n canadiense. Taylor, en este caso, apoy6 el proyecto de reforma constitucional. Taylor participa en todo este conjunto de debates no s610 como intelectual reconocido sino tam bien como inspirador del New Democratic Party, una organizaci6n de caracter socialdem6crata de importante implantaci6n en la regi6n franc6fona.

La postura de Taylor en el complejo debate canadiense puede resumirse en un doble rechazo13 : en primer lugar, el de aquellos planteamientos de reforma constitucional que no percibieran la «honda diferencia» de la cultura de Que­bec y que plantearan el estatuto de esa regi6n en igualdad con el de otras (la postura de Trudeau, que aqui ejemplificaria el «liberalismo h de Taylor); en segundo lugar, el rechazo de los planteamientos independentistas quebequen­ses que dieran por concluida a la federaci6n canadiense y que, en la opini6n de Taylor, tendia a negar la necesaria «apertura» que es un requisito de las formas complejas de identidad. Esta doble oposici6n propone, pues, una forma

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sin sentido y sin salida, por una organi zacion que se apoya en una poJitica identitaria excluyente en el Pais vasco. Por los argumentos que se diran , Taylor no solo rechazaria totalmente la violencia como forma de la vida publica sino que tambien expresaria sus dudas acerca de polfticas identitarias fuertes que sean ciegas a las formas complejas de identidad. Ademas de los textos de Taylor referidos, el lector puede encontrar detalles y un ana­lisis de la pos icion de Taylor en el a rticulo de Guy Laforest "Philosophy and political judgement in a multinational federa tion" en (Tully, 1994, 194-209) con la respuesta de Taylor, que aporta nuevas refl exiones, en (Tully, 1994, 253-257).

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de integracion politica que permitiera la coexistencia de divers as pertenencias (a Quebec y a Canada) y que favoreciera el desarrollo de form as complejas de identidad ciudadana. La atencion a las peculiaridades de Quebec, el recono­cimiento constitucional de su particularidad cultural y lingiiistica en el seno de una federacion mayoritariamente angloparlante, justificaban el apoyo de Taylor a los acuerdos fracasados de Meech Lake y, posteriormente, a la tam bien fracasada reforma constitucional. Esta ultima Ie parecia imprescindible y sus argumentos en favor de la misma se opusieron, en este caso, a las posturas escepticas, fuertemente separatistas, que configuraban una forma de politic a de la identidad altamente restrictiva y entropica. En el debate constitucional, Taylor propugno una forma de federalismo fuertemente descentralizado y asimetrico en el que esta asimetria se referia a las particulares demandas de las caracteristicas diferenciales, culturales y lingiiisticas de Quebec. Consi­deraba tambien que este marco constitucional favoreceria la integracion de las minorias etnicas de los nativos americanos; en este sentido, la postura constitucional anterior de Taylor se ha proseguido en su rechazo de las inter­pretaciones liberales de la proteccion de esas minorias, interpretaciones que en su opinion, siguen estando lastradas por limitarse a la proteccion de los derechos individuales y por ser ciegas a las demand as de reconocimiento de form as comunales y colectivas de identidad.

No cabe, pues, interpretar la posicion de Taylor como un nacionalismo identitario fuerte 0 excluyente. Siempre ha acentuado el caracter complejo, pluralista, de la conformacion de la identidad modema, una forma de identidad que requiere, no obstante, el reconocimiento especifico --cab ria decir sustantivo y no solo formal- de los diversos bienes, fines 0 marcos valorativos en los que los individuos se conform an: el reconocimiento de las diferencias no se reduce ala afirmaci6n excluyente de una 0 de alguna de ellas .

5. LOS lMAGINARIOS SOCIALES DE LA MODERNIDAD Y EL LUGAR DE LA RELIGION EN LA ERA SECULAR

Una cierta tension atraviesa los analisis de Taylor que hemos visto en los apartados anteriores. Por una parte, el ser humane es concebido como sujeto auto-interpretador que busca y articula sus significados ultimos; en la moder­nidad, el es la unica y ultima sede de autoridad. Por otra parte, esos signifi­cados y valores tienen para el un caracter objetivo que se han articulado en tradiciones de interpretaci6n y que tienen, por 10 tanto, un caracter cultural, social e hist6rico. En Fuentes del yo , Taylor traz6 el desarrollo de esa tension como un proceso de desarrollo, de creaci6n y de descubrimiento de la subjeti­vidad en la tradicion occidental y que, como se indico mas arriba, da paso en la modernidad a la idea de una subjetividad expresiva -cuyas raices yacen en el romanticismo- que se articula en la categoria central de la autenticidad .

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En los trabajos de los ultimos diez aiios Taylor ha proseguido la investigacion de la dinamica de constitucion de la modernidad, de la subjetividad y de las form as culturales, analizando las formas sociales y culturales en las que se inscribe ese proceso. Estos estudios Ie han llevado, por una parte, al estudio del imaginario social occidental y, dando respuesta a inquietudes que vienen de lejos en su trayectoria, al analisis mas especifico de las formas de la reli­giosidad en ese imaginario.

El primer tema, el estudio de los imaginarios sociales, debe encuadrarse en una idea matriz de importante alcance: los relatos de la modernidad que han sido clasicos en la sociologia y la filosof'ia politica tienden aver el proceso de modernizacion como el desarrollo de un linico vector que ha tornado el desarrollo de occidente -y el desarrollo protestante, por emplear la referencia central a los trabajos de Max Weber- como paradigma. Taylor indica, en primer lugar, que esos desarrollos han dejado de lado, primero, la complejidad de procesos, no siempre iguales 0 equivalentes, de la misma modernidad occidental y han olvidado, en segundo lugar, otras form as no occidentales de desarrollo cultural y social. Desde la idea, pues, de una pluralidad de form as de modernidad, de modernidades alternativas, Taylor explora las form as diferentes en las que la gran rubrica de 10 moderno se ha configurado en Occidente, prestando especial atencion a las diferentes sendas de las confesiones religiosas en los contextos nacionales. Como veremos posteriormente, un in teres de su analisis es mostrar las muy diversas maneras en las que, por ejemplo, las tradiciones protestantes -hegemonicas en el ambito anglosajon- y las tradiciones catolicas -here­deras, a su vez, de muy divers as maneras de la contrarreforma- configuran form as de subjetividad y formas de religiosidad pero, tambien, formas de comprension de la esfera publica. Los instrumentos conceptuales que emplea para tal analisis se presentaron en su libro Imaginarios sociales modernos, en el que Taylor pone en el primer plano del estudio de la modernidad la esfera de significados, valores, entendimientos basicos que denomina, precisamente, "imaginarios sociales" . Estos retienen algo importante de la no cion hegeliana de Sittlichkeit , de eticidad, porque refieren a los sistemas de val ores y de prac­ticas (tambien de las instituciones, como la familia 0 las form as de articulacion de 10 privado y de 10 intimo) que configuran la forma de la moralidad concreta de un momento y de una sociedad historica. Los imaginarios sociales no son las teorias de la sociedad que circulan en un contexto determinado, aunque sera por introduccion de tales teorias (como sucedio, paradigmaticamente, en la Ilustracion) como los imaginarios mismos acaban por modificarse y trans­formarse. Son mas bien las form as en las que "las gentes se "imaginan" su entorno social", y que suministran "el entendimiento comtin que hace posible las practicas comunes y un amplio senti do compartido de legitimidad" (2004, 23 ). Son, pues, el saber de trasfondo que ha puesto de relieve la h ermeneutic a y la filosofia pragmatica del lenguaje (Wittgenstein, Searle), que presenta configuraciones del espacio social (como opera, que es posible 0 es imposible en el l y que modula, por consiguiente, las maneras en las que las personas nos presentamos ante otros y en las que nos entendemos a nosotros mismos. Un

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elemento central de este imaginario social es 10 que Taylor denomina "un orden moral", es decir , el sistema de valores y de norm as que subyacen a nuestras pnicticas sociales y que hacen posible, precisamente, esas mismas practicas; posibilita acciones y las demanda. El imaginario social es el tandem colectivo de la capacidad de auto-interpretacion que, como vimos, es el nucleo de la teoria de la accion y del sujeto de Taylor.

La modernidad puede ser estudiada como el proceso de modificaciones que sufre el imaginario yque constituye nuevas formas de el. Taylor , en continuidad con muchos analisis clasicos del proceso de modernizacion, 10 entiende como un camino de perdida de su matriz 0 nicho teista (tal como se configuro en 10

que Jaspers denomino la epoca de las religiones axiales), como la perdida de raices que constituye a secularizacion. Este proceso de perdida de rakes (dis ­embedding, 2004, 49-67) tiene multiples form as y se desarrolla por medio de tres grandes modificaciones del imaginario social, modificaciones que alter an las form as de la identidad personal y social. En primer lugar, la modernidad se entiende a si misma de una manera nueva por medio de una comprension de la realidad social en terminos objetivos de tal manera que la naturaleza social aparece como una realidad objetivada de caracter economico. La sociedad y la naturaleza, como muestra el desarrollo de la ciencia moderna, pierden, en la modernidad, su caracter teleologico y dejan de pertenecer a un ordenjerarqui­camente ordenado de sentido trascendente. En segundo lugar, el espacio social aparece como orden el mismo emancipado de tales sentidos trascendentes y aparece como una nueva esfera publica. La esfera publica no es el espacio de convergencia de las acciones humanas que poseen una dinamica autonoma y teleologica, una convergencia ella misma teleologicamente ordenada, sino un espacio comun que define ellugar del entendimientode los sujetos. Estos pueden coordinar sus acciones y entenderse en aspectos parciales (en los intercambios economicos 0 en las conversaciones culturales) y su entendimiento tiene, en­tonces, un caracter topico. "Pero la esfera publica es algo diferente. Trasciende estos espacios topicos. Podemos decir que teje la pluralidad de tales espacios en un espacio mas amplio [ ... J Llamo a este tipo mas amplio de espacio comlin y no local, "metatopico". La esfera publica que surge en el siglo XVIII es un espacio comun metatopico" (2004, 86). En la ilustracion, este espacio debia ser comprobado, y modificado, por un orden ya no divino, sino racional, intramun­dano. EI caracter racional de esos criterios normativos (que aparecen tanto en la cultura como en la esfera juridical tiene, como veremos, efectos politicos, pero se constituye al margen de la politica -al margen , es decir, del poder politico del Estado que antes de la modernidad era la representacion terrena del orden teologico global- y entonces , la esfera publica moderna, y hasta nuestros dias, es "un espacio metatopico, extra-politico y secular". La tercer a gran modificacion del imaginario social moderno 10 constituye la concepcion moderna de la agencia colectiva que se presenta en la idea del pueblo soberano. Es en el terreno de esta tercera modificacion donde Taylor identifica las sutiles, pero cruciales, diferencias entre los distintos proyectos modernos occidentales, representados, en 10 que ahora tratamos, en los modelos contrapuestos de las

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revoluciones americana y francesa. No es que las anteriores modificaciones no presentaran tambien diferencias culturales entre distintos ambitos de la modernidad, pero las dos revoluciones dichas aparecen en el analisis de Taylor como form as de comprender las acciones colectivas especialmente diferenciadas por la diversidad de comprensiones que conllevan con respecto a las form as institucionales -constitucionales-que habria de adoptar el proyecto nacional. Lo que los distintos pueblos imaginaban que podian y debian hacer a partir de las distintas formas en las que los procesos revolucionarios enfrentan su pas ado anterior y en las que imaginaban su futuro. Aunque en la modernidad esa agencia colectiva -el "Nosotros, el pueblo" - parece tener un mismo rostro que se encuentra en la base de los modelos democraticos modernos, el signifi­cado especifico que adopta en sus funcionamientos institucionales e incluso en sus acciones mismas, 10 que con su apelacion se consigue y se busca, difieren y configuran form as diferentes de identidades -por ejemplo, en identidades nacionales-.

Estas tres grandes dimensiones de las transformaciones del imaginario moderno dejaron, inicialmente, intactas esferas de la vida social. La igualdad politica no se aplico a esferas privadas e intimas y ulteriores desarrollos, como muestra el ejemplo sobresaliente de los movimientos feministas , prosiguieron alterando las form as de comprension de las relaciones de genero. Estas cruciales modificaciones se insertan, no obstante, en un proceso de entendimiento secular, y esta solo regulado por un orden social que se comprende como si hubiera de permitir exclusiones, un proceso que, como antes se explicaba, incrementa las form as de individualidad y acentua su dimension expresiva. El valor de las acciones de los sujetos -indica Taylor- solo radicara ya en los individuos mis­mos y su valor social aparecera en las maneras en las que cad a uno se presenta simultaneamente ante los otros - por ejemplo, en la moda y en el consumo-. El valor general de la autenticidad tiene aqui, precisamente, su lugar. La ultima modernidad acentua estos rasgos hasta el punta de modificar, ulteriormente, la idea la agencia colectiva con el que la modernidad arranco en su camino: "no es ya la accion comtin, sino mas bien, [lal presentacion mutua. Nos preocupa a cada uno cuando actuamos que otros esten am, como testigos de 10 que hace­mos y, por 10 tanto, como co-determinadores del significado de nuestra accion" (2004, 168). La letra pequeiia de estas modificaciones, de su caracter fiuido y cambiante, requiere relatos detallados: las narrativas person ales y nacionales son los lugares en los que los individuos y los grupos se van configurando yen los quevan plasmando sus mutadas form as de auto-entendimiento. La narrativa moderna -de la identidad de las personas y de las formas de identificacion politica- tiende a verse, precisamente, como un proceso de emancipacion de comprensiones anteriormente religiosas y el estudio de este proceso sera el segundo gran tern a de las ultimas investigaciones de Taylor.

Los trabajos anteriores de Taylor habian mostrado ya un interes en el analisis de las form as de religiosidad. En Fuentes del yo habia puesto un especial acento en las form as en las que el cristianismo configura -a partir de la figura clave de Agustin de Hipona- la subjetividad occidental y habia estudiado como el

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desarrollo del cristianismo, en la reform a protestante, habia determinado -a veces de maneras parad6jicas- las form as modernas de identidad que darian paso a los procesos de secularizaci6n. La apelaci6n reform ada a la santi dad en la vida ordinaria supuso, por ejemplo, una reivindicaci6n de los ambitos de acci6n intramundanos que potenciarian aspectos cruciales del proceso de secularizaci6n. A pesar del acento que en esa obra se ponia en la gran tradici6n agustiniana y reform ada, empez6 a verse alIi que las form as de la subjetividad, de su constituci6n y de su expresi6n, de su significado y de su agencia, no eran las mismas en las tradiciones reform ad as y en las de la contrarreforma, en aquellas culturas religiosas que Taylor denomina ahora "barrocas". En estas culturas, "10 social sagrado es definido y servido por la Iglesia" (2002, 75) Y la coimplicacion del Estado y de la Iglesia conform a una cultura en la que "el lenguaje religioso es aquel en el que tiene sentido para las personas el codificar su densa experiencia moral y politica, ya sea de su condici6n de oprimidas 0

ya sea en la construcci6n exitosa del Estado alrededor de ciertos principios morales" (2002, 79). Estas culturas poseen caracteristicas que Taylor den om ina "durkheimianas" en tanto que las formas de socialidad son las determinantes de las formas de la identidad y de la acci6n y son "barrocas" en cuanto en elIas existe "una tensi6n constitutiva entre un ordenjerarquico que esta ya ahi y los agentes que 10 continuan y completan por medio de su actividad constructiva y tienden, por 10 tanto, a comprenderse a si mismos como si se expresaran a si mismos" (2004,203 n. 4; 2007, 127 -128,448-449). Estas form as durkheimianas y barrocas tienen, a su vez, diferentes constituciones en los marcos nacionales (por ejemplo, en Irlanda y Polonia 0 en Francia y Espana), de la misma manera que las religiones reformadas configuran identidades e imaginarios diversos en Estados Unidos (con el caracter de asociaci6n privada que tienen las distintas denominaciones religiosas y con el tipo de apelaci6n comtin que, no obstante, todas suscriben a la idea de "una naci6n bajo Dios") 0 en Gran Bretana (con el caracter nacional de la Iglesia de Inglaterra). Taylor ha dedicado sus ultimos trabajos a explorar estas y otras diferencias intentando articular un analisis complejo en el que se conjugan las distintas auto-interpretaciones de las igle­sias, las maneras en las que en elIas se comprenden y se integran las diferentes trayectorias politicas y, sobre todo, las form as en las que se constituyen las form as de la religiosidad personal y colectiva.

Tal vez sea este ultimo elemento el que pasa mas a primer plano en sus intereses. En el voluminoso trabajoA Secular Age Taylor se propone investigar las maneras en las que se establecen las nuevas condiciones de las creencias religiosas. En Variedades de la religi6n hoy (2002) habia ya senalado c6mo los analisis de William James respecto a la individualidad de la adhesi6n religio­sa (en la linea de un analisis explicitamente pascaliano de fundamentaci6n de la creencia) expresaban una concepci6n de la religiosidad como optativa y elegida por parte de los sujetos, algo que parecia dejar de lade la condici6n de religi6n publica que tienen las formas, diferentes a las reformadas, de las culturas ''barrocas''. En su ultima obra se propone, precisamente, ese estudio acentuitndose, ademas, que la religiosidad que procede de estas tradiciones

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(yen condiciones que Taylor denomina ya "post-durkheimianas), al operar en contextos en los que la individualidad expresiva de la modernidad tardia -con sus rasgos de eleccion de form as de vida y de presentacion basadas en la idea de autenticidad-, se ve especialmente cuestionada. El proceso de secularizacion aparece asi como "el contexto total de entendimiento en el que tienen lugarnuestras experiencias y nuestras busquedas morales, espirituales y religiosas" (2007, 3). Se trata, pues, de analizar ahora como se configura la experiencia y como las condiciones culturales y sociales -las que constituyen el imaginario social pertinente- la habilitan 0 dificultan a los individuos sus busquedas person ales de sentido. Con multitud de analisis hermeneuticamente orientados y muchas veces desarrollados narrativamente, Taylor explora las nuevas formas de religiosidad - en condiciones, por as! decirlo, de dificultad en sociedades estructuralmente secularizadas- y concluye que la religiosidad moderna ad qui ere rostros plurales y diversos, como diversos y plurales son los procesos personales de adhesion a los significados religiosos y de interpretacion de los mismos (2007 , 423-538). Su analisis de los procesos de conversion de la modernidad t ardia es, en este sentido, especial mente significativo (2007 , 728-772).

En estos analisis Taylor presta menos atencion a las inercias institucionales de las Iglesias y a los efectos politicos de las doctrinas religiosas (0 a su utili­zacion para objetivos politicos nacionales) que al estudio de las posibilidades de comprender de maner a distinta "la aspiracion a la totalidad" (2007, 639) que caracterizola experiencia religiosa en la fase pre-moderna, antes del "gran des-enraizamiento". En estas nuevas condiciones las creencias religiosas se miden no solo por su capacidad de alcanzar sus objetivos funcionales de darle a los sujetos una dimension totalizadora de su experiencia, sino tam bien con las alternativas que socialmente parecen disponibles como son las diversas form as de humanismo.

La tension con la que empezabamos este epigrafe, entre las form as de bus­queda de auto-entendimiento de los sujetos y el caracter objetivo de los valores y significados a los que ellos apelan y que para ellos tienen, ha mostrado en estos ultimos analisis de Taylor su compleja y densa matriz cultural por medio de un analisis de la modernidad en el que el parametro de la autenticidad, la unica dimension que, para Taylor, define el espacio normativo de la identidad, se mide con la capacidad de articular sentidos que tengan, para esos sujetos, un caracter ultimo 0 completo y que les permita adquirir un sentido de pi en i­tud. Esa fue siempre la apelacion religiosa, una apelacion que adquiere para Taylor un car acter tenso, pero irreductible. Es menester poner en relacion estos analisis de Taylor con otras valoraciones dellugar de las religiones en el espacio publico contemporaneo (como las tesis sobre la sociedad post-secular de H abermas) para valorar como la revision del programa, descriptivo y nor­mativo, de la m odernidad esta siendo re-entendido en m omentos en los que la religion "ha regresado para quedarse entre nosotros". Los analisis de Taylor pudieran valer tanto para estudiar las actuales condiciones de las creencias

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religiosas como para comprender los !imites y los deficits de sentido de una modernidad aun incompleta.

6. BIBLIOGRAFIA

6.1. Obras de Charles Taylor citadas

(1964): (1975): (1983): (1985a):

(1985b):

(1993):

(1994): (1996): (1997): (2002):

(2004):

(2007):

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6.2. Otras obras citadas

Baynes, K., Bohman y McCarthy, T. (1987), After Philosophy: End or Transformation? Cambridge, Mass. The M.LT. Press

Dworkin, R. (2000), So vereign Virtue, Cambridge, Mass., Harvard University Press. Gutmann, A. (ed. ), Multiculturalism and The Politics of Recognition, Princeton, Prin-

ceton University Press . . Thiebaut, C. (1992), Los limites de la comunidad, Madrid, Centro de Estudios Cons­

titucionales. Thiebaut, C. (1994), «Recuperar la moral: la fil soofia de Charles Taylor .. , Introducci6n

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