CENTRO NACIONAL DE CATEQUESIS...

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CENTRO NACIONAL DE CATEQUESIS

CENACAT

Orientaciones para la

Catequesis en Costa Rica

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Coordinación editorial:

Diagramación: Diseño de portada:

Impresión:

Centro Nacional de Catequesis de Costa Rica Departamento de Producciones y Comunicación Edigital Edigital

Ficha catalográfica

Logo CENACAT Prohibida la………….

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PRESENTACIÓN

El Obispo presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica y el Obispo presidente del Centro Nacional de Catequesis, ofrecen las presentes Orientaciones para la catequesis en Costa Rica, a todos los agentes de pastoral, clero, vida consagrada y en especial a los catequistas del país, para que desde sus diócesis, parroquias y pequeñas comunidades, cuenten con directrices claras para desarrollar, renovar y dinamizar la catequesis. Esto, de conformidad con la fuente principal de la Palabra y el Magisterio de la Iglesia, en el ámbito universal y latinoamericano.

Este documento es el fruto de un rico proceso de reflexión que los

responsables nacionales de catequesis han realizado durante varios años; enriquecido, a su vez, con los aportes de las comisiones diocesanas de catequesis. Así, al final de este camino, —que comprende los aportes desde las bases cualificadas, hasta las observaciones y pautas de la Conferencia Episcopal de Costa Rica— estas orientaciones cuentan con la adhesión y beneplácito de quienes aman, reflexionan y trabajan por la catequesis en Costa Rica.

Damos gracias a Dios por este ansiado logro, con la viva esperanza de que,

valorando el camino histórico de la catequesis en Costa Rica, los agentes de la catequesis, presentes y futuros, darán paso a un innovador y coherente rumbo en la reflexión y en la práctica catequísticas. Ello, con el fin de responder a los desafíos del cambio de época que vivimos, así como a la tarea que le corresponde a la Iglesia en el impulso de la nueva evangelización, incluido el sello de la catequesis de iniciación cristiana, como acción de los discípulos misioneros de Jesucristo, unidos en la comunidad eclesial.

Que Jesús, el Señor, y su Madre María, bajo la advocación de Nuestra

Señora de los Ángeles, acompañen el vigor de un nuevo caminar de la catequesis en Costa Rica.

+ Óscar Fernández Guillén

Obispo diocesano de Puntarenas Presidente de la

Conferencia Episcopal de Costa Rica

+ Guillermo Loría Garita Obispo presidente del

Centro Nacional de Catequesis

En San José, Costa Rica, a los ocho días del mes de diciembre de 2015 Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María,

en el inicio del Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia

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INTRODUCCIÓN

Origen y proceso de elaboración de este documento

1. Estas Orientaciones para la catequesis en Costa Rica, (OCCR) son fruto de un esfuerzo de los responsables de la catequesis en el país, durante los años 2010 a 2015, quienes se propusieron reflexionar sobre los logros y desafíos de la catequesis a escala nacional, a partir del Concilio Vaticano II; y vislumbrar el nuevo rostro de la catequesis, a partir del Directorio General para la Catequesis (1997) y los documentos del Magisterio universal y latinoamericano. Mons. Guillermo Loria Garita, Obispo Presidente del CENACAT, apoyó y animó la redacción de este texto, convencido de la importancia de contar con orientaciones eclesiales para impulsar la renovación de la catequesis.

2. El Centro Nacional de Catequesis, en el año 2010, elaboró un esquema y lo presentó a la Asamblea ordinaria de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, con la finalidad de obtener el visto bueno de los señores Obispos. La propuesta fue aprobada y de inmediato fue nombrada una Comisión especial del CENACAT para la redacción del documento. La Comisión fue integrada por el Pbro. Alfredo Madrigal Salas, como coordinador; el Pbro. William Segura Sánchez, encargado de la animación bíblica de la pastoral; el P. Manuel Enrique Chavarría Estrada, coordinador de la animación del kerigma; el Pbro. Eddy Fallas Mora, encargado de la formación de catequistas; la Srta. Julieta Bolaños Araya, coordinadora del departamento de publicaciones; el Pbro. Mario Segura Bonilla, director Arquidiocesano de catequesis; el Pbro. Ronald Murillo Mora, director de catequesis en la diócesis de Alajuela y el Pbro. Óscar Brenes Jaubert, miembro del Consejo de Administración del CENACAT. En 2011, se integraron el Pbro. Jafet Peytrequín Ugalde coordinador de la Sección de animación de la “nueva evangelización y kerigma” del CENACAT y el Pbro. Froilán Hernández Gutiérrez, coordinador del Departamento de Formación de Catequistas del CENACAT, y Director Diocesano de Catequesis de San Isidro. Cada integrante se responsabilizó de redactar uno o varios capítulos, que en diversas jornadas de trabajo fueron aprobados por el equipo, con el aporte y el consenso de todos.

3. El texto requirió una revisión general para procurar la coherencia de

contenido en todos sus capítulos, sintetizar y dar unidad de estilo en el lenguaje, cuidando la secuencia y la integralidad. Esta revisión fue realizada por el Pbro. William Segura. El primer borrador se presentó a la consideración de los señores Obispos, en su reunión extraordinaria del 22 de diciembre del 2014.

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4. El 10 de febrero del 2015, en reunión extraordinaria, la Conferencia Episcopal recibió al equipo redactor para conocer, mediante una amplia exposición de todas sus partes, los capítulos y las ideas claves del documento. Algunos de los señores obispos hicieron sus comentarios orales y otros, presentaron sus observaciones por escrito. Entre ellas, solicitaron mayor nivel de síntesis, redactar en un lenguaje más catequético, incluir criterios operativos y complementar algunas ideas. En general, valoraron el documento como una excelente fundamentación teológico pastoral de la evangelización y particularmente de la catequesis.

5. Para integrar todas las observaciones hechas por los señores obispos,

tanto de forma como de contenido, el Consejo Pastoral del CENACAT designó al Pbro. Alfredo Madrigal y a Julieta Bolaños (que participaron en los procesos de elaboración). Posteriormente, el equipo redactor hizo el debido reconocimiento de esta última versión. Mons. Oscar Fernández Guillén, Presidente de la Conferencia Episcopal, recomendó la edición y publicación, a nombre del Centro Nacional de Catequesis, debidamente firmado por su obispo Presidente.

Orientaciones catequéticas en la Tradición reciente de la Iglesia

6. El Directorio Catequístico General, (DCG, 1971). Es el primer Directorio

de la Santa Sede, publicado por mandato del Concilio Vaticano II) para “tratar los principios y las orientaciones fundamentales de la formación cristiana” (CD 14). El Concilio había solicitado también la redacción de un catecismo universal, lo que se hizo realidad con la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, en el año 1992.

7. El Directorio General para la Catequesis, (DGC, 1997). Éste ofrece, no

tanto normas operativas, como podríamos suponer por tratarse de un Directorio, sino criterios inspiradores para la acción catequética. Ambos directorios han inspirado la renovación catequética en Costa Rica, ya que son principios, criterios y orientaciones de carácter bíblico-teológico y metodológico-pastoral, con la clara finalidad de orientar la acción catequética.

8. Líneas comunes de orientación para la Catequesis en América Latina (1985). Sin ser un Directorio de Catequesis, contiene líneas que pueden orientar en común y eficazmente, la importante actividad pastoral de la catequesis y su proceso en América Latina, con un fundamental espíritu de unidad y de coordinación.

9. Catequesis en América Latina. Orientaciones comunes a la luz del

Directorio General para la Catequesis (DECAT-CELAM, 1999). Es una actualización del libro: “Líneas comunes de orientación para la catequesis en América Latina”, teniendo en cuenta las experiencias catequísticas de los países Latinoamericanos.

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10. La alegría de iniciar discípulos misioneros en el cambio de época. Nuevas perspectivas para la Catequesis en América Latina y en El Caribe (2015). Esta publicación (Colección Documentos del CELAM Nº 195. Departamento de Misión y Espiritualidad), complementa y enriquece los documentos publicados con anterioridad por el DECAT y últimamente por la Sección de Catequesis del Departamento de Misión y Espiritualidad del CELAM. Tiene en cuenta el magisterio reciente de la Iglesia universal (Exhortación apostólica post sinodal Verbum Domini y la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium) y de la Iglesia Latinoamericana (Documento de Aparecida).

Propósito general y específicos de las presentes Orientaciones

11. El propósito general de las Orientaciones para la Catequesis en Costa Rica es el de orientar y animar la catequesis en las diócesis del país, con el fin de facilitarles su respuesta a las nuevas situaciones y desafíos que han surgido en las dos décadas que corren del nuevo milenio. Pretenden delinear el perfil de una catequesis profundamente ligada al proceso de evangelización, como catequesis de iniciación a la vida cristiana.

12. Propósitos específicos:

a. Resaltar el camino histórico de la catequesis costarricense, a fin de

facilitar la adecuada valoración de ese patrimonio, como punto de referencia para la renovación catequética.

b. Facilitar una lectura, desde la fe, de los rasgos de la realidad nacional para favorecer una catequesis inculturada, que responda a sus logros y desafíos.

c. Brindar principios teológicos pastorales para impulsar la renovación catequética en Costa Rica.

d. Clarificar las implicaciones de la iniciación a la vida cristiana como nuevo paradigma de la catequesis costarricense.

e. Describir las tareas de la catequesis como quehacer integral de todos los responsables de ésta.

f. Clarificar las mediaciones para el logro de las tareas de la catequesis.

Criterios de redacción del esquema general

13. Las presentes orientaciones siguen la estructura del método catequético: “contemplar, discernir, proponer”. a. Contemplar

(I Parte): la realidad nacional a la luz de la fe; es decir, una lectura creyente del contexto socio-económico-cultural. La historia es para la

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Iglesia un lugar teológico donde Dios se revela. A su vez, la Iglesia forma parte de la historia. Por esta razón se presenta una descripción del camino histórico de la catequesis en Costa Rica, de manera previa a esta primera parte. Se evidencian sus luces y sombras, como punto de referencia para su deseable constante renovación.

b. Discernir

(II Parte): el ministerio de la Palabra y el concepto de evangelización, como fuente de la identidad de la catequesis y del catequista. Asimismo, el misterio pascual, aspecto clave para que la catequesis facilite el encuentro con Jesucristo vivo. Y la iniciación cristiana, como modelo de la catequesis nacional y elemento clave de la nueva evangelización.

c. Proponer (III y IV Parte): esto implica compromiso; particularmente, para que los agentes de la catequesis cumplan a cabalidad con el adecuado quehacer de la catequesis. Por esa razón, se incluyen criterios operativos y orientaciones prácticas para la realización de las tareas de la catequesis, y sus mediaciones.

Pbro. Alfredo Madrigal Salas

Director Centro Nacional de Catequesis

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ÍNDICE DE CONTENIDOS

PRESENTACIÓN INTRODUCCIÓN

EL CAMINO HISTÓRICO DE LA CATEQUESIS EN COSTA RICA

El Concilio Vaticano II animó una nueva catequesis Se gestó una nueva identidad del catequista La catequesis fue propuesta como proceso de educación en la fe Nuevo enfoque: pedagogía de la fe Se generaron procesos formativos para los agentes de la catequesis Se elaboraron textos y subsidios para la catequesis Una catequesis organizada en todos los ámbitos Los lugares de la catequesis Acción de gracias a Dios. Los desafíos del futuro

PRIMERA PARTE LA REALIDAD COSTARRICENSE

CAPÍTULO I: RASGOS DE LA REALIDAD COSTARRICENSE

La luz nos viene del Evangelio Algunos rasgos de la realidad social Rasgos de la realidad educativa Rasgos de la realidad económica Rasgos de la realidad política La realidad religiosa CAPÍTULO II: LA CULTURA NACIONAL La cultura nacional y sus transformaciones El cambio de época desafía a la catequesis costarricense

SEGUNDA PARTE LA PALABRA DE DIOS Y LA ACCIÓN EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA

CAPÍTULO I: PALABRA DE DIOS Y EVANGELIZACIÓN

La Palabra de Dios y la Revelación

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Palabra de Dios y evangelización El proceso evangelizador Dimensiones de la evangelización y de la catequesis CAPÍTULO II: EL MINISTERIO DE LA PALABRA, LA CATEQUESIS Y EL CATEQUISTA Identidad de la catequesis en el ministerio de la Palabra Identidad del catequista: ministro de la Palabra

CAPÍTULO III: EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN

La Encarnación, criterio inspirador de la catequesis

CAPÍTULO IV: EL MISTERIO PASCUAL

El misterio pascual de Cristo es el núcleo central de la fe El cristocentrismo trinitario del misterio pascual La centralidad del kerigma en la catequesis

CAPÍTULO V: LA INICIACIÓN CRISTIANA

La iniciación: experiencia humana fundamental La iniciación cristiana Los sacramentos de la iniciación cristiana La iniciación cristiana de los adultos La iniciación cristiana de jóvenes y niños

TERCERA PARTE LAS TAREAS DE LA CATEQUESIS

CAPÍTULO I: PROPICIAR EL ENCUENTRO CON JESÚS La catequesis propicia el encuentro con Jesús La catequesis comunica el conocimiento de la fe

CAPÍTULO II: EDUCAR PARA LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA

La catequesis inicia en el contacto con el misterio La catequesis inicia en la vida sacramental de los bautizados

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CAPÍTULO III: FORMAR LA CONCIENCIA MORAL

La catequesis educa en la vivencia de los valores evangélicos La catequesis educa para el compromiso social

CAPÍTULO IV: ENSEÑAR A ORAR

La catequesis inicia en la experiencia de oración con Jesús, al Padre

CAPÍTULO V: FORMAR PARA LA VIVENCIA DE LA COMUNIDAD ECLESIAL La catequesis inicia en la pertenencia a la comunidad creyente La catequesis educa en la vivencia de la comunión eclesial La catequesis forma para el diálogo ecuménico

CAPÍTULO VI: EDUCAR PARA LA MISIÓN

La catequesis educa para la misión La catequesis, atenta a la misión permanente de la Iglesia La catequesis, abierta al diálogo intercultural

CUARTA PARTE MEDIACIONES PARA LAS TAREAS DE LA CATEQUESIS

CAPÍTULO I: LOS AGENTES DE LA CATEQUESIS EN LA COMUNIDAD

Identidad de los agentes de la catequesis

CAPÍTULO II: LA FORMACIÓN DE LOS CATEQUISTAS

La primacía de la formación de los catequistas

CAPÍTULO III: LA PEDAGOGÍA DE LA FE

La pedagogía de la catequesis Opción pedagógica: la catequesis de la experiencia Elementos de metodología catequética La didáctica catequética

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La pedagogía de la comunicación y del lenguaje CAPÍTULO IV: LOS TEXTOS Y SUBSIDIOS DIDÁCTICOS PARA LA CATEQUESIS Una responsabilidad delegada por la Conferencia Episcopal de Costa Rica

CAPÍTULO V: LUGARES DE LA CATEQUESIS

La diócesis La parroquia Las pequeñas comunidades cristianas La familia La educación religiosa escolar La catequesis en centros educativos católicos La catequesis en centros educativos privados Los grupos y movimientos apostólicos y otras realidades eclesiales Capellanías y afines

CAPÍTULO VI: LA ORGANIZACIÓN DE LA CATEQUESIS

Principios orientadores para la organización catequística Las estructuras al servicio de la organización diocesana de la catequesis La organización nacional de la catequesis y sus servicios

NOTAS: Acerca del lenguaje1 y de las referencias utilizadas2

1 En relación con el lenguaje, según el criterio de la RAE, el desdoblamiento de género resulta artificioso e innecesario desde el punto de vista lingüístico. Por lo tanto, para no entorpecer la fluidez de la lectura y favorecer el proceso de comunicación, en todo el contenido de este libro se recurrirá al uso del masculino con valor genérico. 2 Las referencias de los documentos de la Iglesia local y latinoamericana se consignan en español, porque se originan en sus propios nombres y en razón de que así son conocidos por los agentes de la catequesis.

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EL CAMINO HISTÓRICO DE LA CATEQUESIS EN COSTA RICA

Ustedes ya conocen lo sucedido por toda Judea, empezando por Galilea, a partir del bautismo que predicaba Juan. Cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con Espíritu Santo y poder: él pasó haciendo el bien y sanando a los poseídos del diablo, porque Dios estaba con él (Hch 10,37-38).

“El Hijo de Dios (…) estaba en todas las cosas y fuera de todas y, mientras se daba a conocer mediante las acciones que realizaba con el cuerpo, no permanecía ciertamente desconocido por causa de la actividad que desplegaba en el universo” (San Atanasio).

EL CONCILIO VATICANO II ANIMÓ UNA NUEVA CATEQUESIS

El Vaticano II generó una seria y progresiva reflexión sobre la catequesis 1. En la etapa preconciliar, la catequesis en Costa Rica estaba centrada en los

niños, prevalentemente en la finalidad de prepararlos para la celebración de la primera Comunión. También se caracterizaba por ser una catequesis memorística con base en preguntas y respuestas, animada casi exclusivamente por los sacerdotes, ya que la función de los catequistas se limitaba a comprobar la memorización. Animados por la influencia de los movimientos catequéticos, y a partir del Concilio Vaticano II, pastores abnegados y convencidos, tanto obispos como presbíteros, entre éstos catequetas recién formados, iniciaron una seria y progresiva reflexión, que abrió a la catequesis a la innovación en las áreas de la formación de los catequistas, la organización y la elaboración de textos, favoreciendo en ella la vivencia del mensaje cristiano. Sin embargo, no fue inmediata la práctica hacia una verdadera síntesis entre lo doctrinal y lo vivencial, entre la práctica religiosa y el conocimiento del mensaje cristiano. Tampoco una presentación del misterio de Cristo Salvador, llamada a generar una espiritualidad que respaldara la vivencia del mensaje cristiano.

Despertó la dimensión eclesial de la fe 2. La catequesis nacional reflexionó los documentos del Concilio Vaticano II,

partiendo de una nueva visión acerca de la riqueza eclesial contenida en la Palabra de Dios, ofrecida en la Constitución Dei Verbum. De los documentos conciliares emanó, en 1971, el Directorio catequístico general. Igualmente enriquecedoras fueron las enseñanzas de los papas posteriores al Concilio; así como los documentos del Episcopado latinoamericano. El Papa Pablo VI, en la Exhortación Apostólica El anuncio del Evangelio (1975), había ubicado la catequesis en la totalidad de la tarea

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evangelizadora de la Iglesia. Pero no fue sino a la luz de la Exhortación apostólica La catequesis en nuestro tiempo, de Juan Pablo II (1979), que se clarificó su naturaleza y se impulsaron sus procesos, siempre en el contexto de la exhortación apostólica anterior. La exhortación CT, además, innovó conceptos tales como la diferenciación entre la catequesis de la parroquia y la educación religiosa escolar, lo cual tuvo en Costa Rica una incidencia importante. Asimismo, influyó de manera significativa en la definición de las tareas de la catequesis, particularmente en la formación de los catequistas. Todo ello contribuyó ciertamente a forjar una nueva conciencia acerca de la naturaleza eclesial de la catequesis. Sin embargo, la educación en la vivencia comunitaria no llegó a calar en profundidad, pues las familias de los catequizandos continuaban procurando, ante todo, que sus hijos celebraran un sacramento; y su participación en las parroquias era escasa; tendencia que, a pesar de los esfuerzos, se ha mantenido hasta el presente. La mayoría de los catequizandos que se acercan a pedir los diversos sacramentos, después de celebrados, no muestran una adhesión significativa a la comunidad eclesial. Razón por la cual es urgente que la catequesis continúe animando y propiciando una mayor adhesión y participación en las respectivas comunidades parroquiales.

Dinamizó una rica relación entre liturgia y catequesis 3. La Constitución conciliar Sacrosanctum concilium alentó una rica relación

entre catequesis y liturgia. Destacan aspectos como la dimensión histórico-salvífica a la luz de la Palabra de Dios, la centralidad del misterio pascual de Cristo y el acento comunitario de la celebración litúrgica. La liturgia ofreció contenidos para fundamentar, iluminar y alimentar el mensaje, mediante las diversas formas de la Palabra. Y también la Liturgia requirió de la catequesis, sobre todo para enseñar a celebrar y participar activamente en la Eucaristía y en los otros sacramentos, de acuerdo con la renovación litúrgica. Las guías para los catequistas presentaban cada tema con las fuentes bíblica y litúrgica. Igualmente, la influencia de la renovación litúrgica llevó a la catequesis a incluir pequeñas celebraciones en los encuentros catequísticos. Sin embargo, todavía es débil la formación litúrgica de los catequistas, lo cual constituye un reto.

SE GESTÓ UNA NUEVA IDENTIDAD DEL CATEQUISTA

Nuevas formas de participación de los agentes de la catequesis 4. Como ya se mencionó al inicio, en la etapa posconciliar destaca el cambio

en la identidad y funciones de los catequistas laicos, inicialmente con una mayoría de mujeres, de jóvenes y de maestros de religión del ámbito escolar. Desde la década de los ochenta se fue incrementando en Costa Rica una participación progresiva de catequistas varones. Es importante resaltar entre otros, los siguientes aspectos: a. Un servicio voluntario de catequistas que implica la asistencia a

sesiones formativas, planeamiento en equipo y organización de

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encuentros catequísticos, en todo lo cual tienen su propio protagonismo los catequistas de la base, los formadores de catequistas, los coordinadores y otros catequistas especializados.

b. El rol de la familia cristiana costarricense en la catequesis, fue pasando de un estilo de familia animadora de la fe, a una con actitud de indiferencia o de mero cumplimiento cultual y social; su motivación principal ha llegado a ser que sus hijos reciban los sacramentos. Sin embargo, existen padres de familia que acompañan a sus hijos en todo el proceso. Por otra parte, de familias convencidas han surgido catequistas motivados por su fe y perseverantes en su vocación, en medio de dificultades.

c. Las comunidades parroquiales y las comunidades de base normalmente han apoyado los procesos de catequesis de primera Comunión y Confirmación. Pero ha faltado un mayor apoyo a la catequesis de profundización y a la catequesis con adultos.

d. La labor pastoral de los presbíteros en catequesis ha sido fundamental; la mayoría ha sabido convocar y motivar el trabajo de los catequistas y también atraer a niños y jóvenes. Ciertamente ha faltado de su parte un apoyo y presencia más convincente; involucrarse más en la formación de los catequistas y en la organización de la catequesis con adultos, como una labor pastoral prioritaria de la parroquia y una débil formación catequética del clero.

e. Los miembros de los institutos de vida consagrada han dado su propia valiosa colaboración a la catequesis; muchos se han integrado a los procesos diocesanos o parroquiales con conciencia y tenacidad. Sin embargo, algunos procesos catequísticos impulsados por ellos, han estado al margen de los planes pastorales diocesanos o nacionales. En algunos casos, sus actividades en catequesis han sido paralelas a la pastoral parroquial. Además, se percibe cierta despreocupación por las exigencias de la inculturación, ya que importan “modelos” pastorales y textos catequísticos foráneos, dejando de lado los elaborados para el nivel nacional, impulsados por todos los obispos del país. Muchos religiosos y religiosas están capacitados para la formación de los catequistas, pero no siempre se cuenta con ellos en los procesos de formación parroquiales y diocesanos.

f. Los obispos, como Conferencia Episcopal, y como primeros responsables en sus respectivas diócesis, han brindado un apoyo colegiado y significativo al impulso de la catequesis como proyecto nacional. Igualmente, han respaldado la continuidad de la Comisión Nacional de Catequesis (1986) que, desde el año 1967 con el nombre de “Junta Nacional de Catequesis”, favoreció sus procesos en las diócesis en todos sus aspectos, y continúan haciéndolo.

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LA CATEQUESIS FUE PROPUESTA COMO PROCESO DE EDUCACIÓN EN LA FE

Procesos en tres años, para la catequesis de los niños 5. Como se desprende de las constataciones anteriores, en la década de los

setenta, la catequesis que estuvo centrada en encuentros aislados con duración de algunos meses, fue dando paso a una más explicativa e interactiva, impartida por catequistas mejor formados; proceso que fue conformándose poco a poco en las parroquias. Fue notable el aporte del Pbro. Rodrigo Castro Lépiz, formado como catequeta, en el Instituto Teológico de París, quien inició en la Arquidiócesis de San José un proceso de reflexión con miras a la renovación de la catequesis. La catequesis de niños para la primera comunión se inició como proceso de educación en la fe en tres años, apoyada por la serie de textos, con sus correspondientes guías para los catequistas: “Al encuentro con Jesús”. La participación de niños de familias católicas, en este proceso ha sido generalizada, ya que sus padres se muestran muy interesados en que celebren su primera Comunión. La formación de catequistas para cada nivel ha constituido una ardua labor, y no siempre se ha logrado en ésta el nivel adecuado. Por ende, muchos niños no siempre fueron formados para una auténtica vida cristiana. Igualmente se ha constatado que muchos niños, después de la primera Comunión, se retiran de la parroquia y de la Eucaristía dominical.

Proceso de profundización (perseverancia o seguimiento) en otros tres años 6. Hacia los años 80 se empezaron a configurar los procesos de

profundización (llamados de perseverancia o de seguimiento), para dar continuidad a la primera etapa de la iniciación sacramental de los niños. Ello, mediante otra etapa de tres años, apoyada por la serie de textos, con sus correspondientes guías: Somos el pueblo de Dios. Por la razón antes mencionada respecto al final de la primera etapa, la participación de los niños en el proceso siguiente, fue y sigue siendo significativamente menor. Por otra parte, se ha evidenciado el reto de que es necesario brindar una catequesis sólida, que garantice la iniciación cristiana; no ya para la preparación de los sacramentos, sino para la vivencia de una experiencia madura de fe, mediante la frecuente participación en éstos. Este acento requiere de una verdadera conversión pastoral en todos los niveles de agentes responsables.

Procesos de catequesis para adolescentes y jóvenes 7. Nunca ha faltado la conciencia de que la catequesis debe acompañar más

allá de las etapas con niños. Sin embargo, la atención a adolescentes, jóvenes y adultos, se inició apenas en la década de los noventa y ha avanzado de manera lenta, afrontando múltiples tropiezos, escasas experiencias y carencia de agentes especializados, entre otras limitaciones. Una nueva conciencia acerca de la importancia catequética y proyección pastoral de la catequesis preparatoria al sacramento de la Confirmación, se

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inició en la década de los 80. Pero no fue sino a partir de 1994 que los preadolescentes y adolescentes en las diócesis de Costa Rica, pudieron prepararse para acceder a la celebración del sacramento de la Confirmación a la edad de quince años. Sin embargo, en su legislación complementaria al Derecho Canónico, la Conferencia Episcopal de Costa Rica, accedió a conceder el sacramento de la Confirmación a los preadolescentes que hubiesen perseverado en los tres años de catequesis de profundización, después de la primera Comunión. La catequesis específicamente preparatoria a este sacramento, que supuso un proceso de dieciocho encuentros, contó desde sus inicios con el apoyo de un texto para el catequizando y una guía para los catequistas, bajo el título: Confirmados en la fe por el Espíritu. Esta catequesis, impartida por catequistas con formación también específica, ha sido bien acogida en la gran mayoría de las parroquias del país. Sin embargo, la realidad demuestra que, para muchos de ellos, su celebración expresa la realidad del “sacramento del adiós” a la Iglesia, y se manifiesta en una vivencia muy débil de su condición de confirmados en el Espíritu, llamados a participar en la evangelización de la juventud, sobre todo con el testimonio de su vida de fe. Permanece el desafío de recrear esta catequesis para saber llegar al corazón de la juventud con un mensaje atrayente y propositivo; utilizando más los nuevos medios tecnológicos de comunicación.

Procesos de catequesis con adultos jóvenes 8. La Comisión Nacional de Catequesis ofreció en el año 2004 una catequesis

dirigida a los novios que se preparan al sacramento del Matrimonio, con el nombre de En camino hacia el Matrimonio. Estuvo constituida por catorce encuentros subdivididos en cuatro módulos o unidades didácticas. La Conferencia Episcopal de Costa Rica estableció que esta catequesis fuese impartida por matrimonios delegados por las comisiones diocesanas de Pastoral Familiar, debidamente preparados como catequistas por las comisiones diocesanas de catequesis. Prácticamente todos los jóvenes que van a contraer el sacramento del Matrimonio asisten a estas catequesis impartidas en las parroquias. Sin embargo, existe la preocupación de que no siempre se logra una óptima formación para la vida matrimonial, familiar, con inserción en la vida de la comunidad eclesial. Los itinerarios de la mencionada catequesis se ofrecieron innovados en 2012. Sin embargo, ante la renovación del paradigma de la catequesis desde la iniciación cristiana, es evidente el reto de dar este acento a dichos encuentros. Por otro lado, es necesaria la elaboración de otras catequesis propias para jóvenes, de conformidad con las presentes orientaciones teniendo en cuenta, en todo momento, el carácter diocesano de la catequesis y la responsabilidad ineludible de cada obispo.

Procesos de catequesis integral con adultos, y en el ámbito familiar 9. A partir de 1986, las comunidades cristianas en Costa Rica contaron con la

posibilidad de generar diversos procesos de educación de la fe para los adultos, con el apoyo del texto Esta es nuestra fe. La elaboración de dicho

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texto fue solicitada por la Conferencia Episcopal de C.R. con la finalidad de proporcionar un “manual” o compendio de la fe en el contexto costarricense, cuyos destinatarios eran prioritariamente los adultos y sus familias; y que permitiera a éstos, la modalidad de autoaprendizaje. De esta manera, fue posible generar, con el apoyo de dicho compendio, procesos como: preparación de adultos a los sacramentos, diálogo intrafamiliar a la luz de la fe, catequesis ocasionales en el ámbito de la familia o comunitario, tales como el bautismo, el matrimonio o defunción de un miembro.

Procesos de catequesis bautismal con padres y padrinos 10. A partir del año 2000, se ofreció a los fieles, padres y padrinos católicos

costarricenses un proceso de catequesis para la preparación para al sacramento del Bautismo. Debidamente organizado en ocho encuentros, contó con el apoyo del texto para los catequizandos y la guía para los catequistas, denominado: Jesús nos bautiza con el agua y el Espíritu. Este fue el primer proceso que ofreció la posibilidad y las orientaciones para ser desarrollado en ambas modalidades: presencial y a distancia. En general, esta catequesis ha sido bien aceptada por la mayoría de padres y padrinos que van a bautizar a sus hijos o ahijados en casi todas las parroquias del país, con participación de un buen número de fieles. Desde sus inicios, los catequistas vienen recibiendo una formación específica para el efecto. Se propusieron evaluaciones para ser realizadas con padres y padrinos al finalizar la catequesis; éstas, en su mayoría han arrojado resultados positivos, comprobando que, si bien algunos llegaron con desgano, han concluido motivados y más conscientes del significado y responsabilidades que conlleva para ellos el sacramento del Bautismo. Sin embargo, también desde el inicio se comprobó con preocupación que un numeroso grupo de fieles conciben esta catequesis como un mero requisito para llevar a sus hijos a la pila bautismal y, una vez celebrado el sacramento, no todos se adhieren a la comunidad eclesial, ni viven las riquezas del Bautismo en su propia vida; la educación en la fe de sus hijos es débil, y el testimonio bautismal está muy lejos de manifestarse. En el año 2012 sobre la base de una década de experiencia catequético-pastoral en este sentido, se innovó y enriqueció este proceso, siendo el primero en ser ofrecido en la modalidad “en línea”, favoreciendo el acceso a padres y padrinos a quienes se dificulta la modalidad presencial. Esta experiencia, siempre susceptible de ser mejorada, ha sido bien acogida y valorada. Emerge, sin embargo, la preocupación de recrear también esta catequesis con el enfoque de la iniciación cristiana, que da centralidad al anuncio del kerigma y la mistagogía, enlazando con la vida pastoral de las parroquias.

NUEVO ENFOQUE: PEDAGOGÍA DE LA FE

Significativos avances en la pedagogía de la fe 11. La renovación pedagógica en la época posconciliar, sobre todo a partir de

la publicación del Directorio catequístico general (1971) aportó acentos, clarificaciones y novedosos enfoques; signos claros e importantes de la

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apertura de la Iglesia al diálogo con el mundo y, en este contexto, del diálogo con las Ciencias Humanas. A partir de allí se comprende el surgimiento de una novedosa reflexión sobre la Didáctica Catequética, especificidad que pronto fue reconocida por catequetas latinoamericanos y de otras latitudes. Algunas de las expresiones más importantes al respecto, se mencionan a continuación. La catequesis pasó de la centralidad en los contenidos, a una propuesta más vivencial y dinámica; de una catequesis basada sólo en la adquisición de nociones, a la forja de actitudes, valores y vivencia cristiana, aspectos que se hacían presentes desde los primeros textos, a partir de los así llamados “hechos de vida”. También en etapa relativamente temprana, en los procesos de enseñanza-aprendizaje se puso el acento en éste, más que en la enseñanza; pasando el catequista a desempeñarse como un facilitador y mediador, y ante todo, testigo de la fe. Del concepto de “lecciones” aisladas, se dio paso a “encuentros” como parte de un proceso previamente configurado. Se diferenció la dinámica de las sesiones de catequesis, de aquella propia de las aulas escolares. Sobre todo, se orientó a los catequistas para que no hicieran uso de la evaluación sumativa, propia de la escuela, sino de la evaluación formativa, a lo largo de todo el proceso; sin omitir la evaluación diagnóstica que, sin duda, favoreció el diálogo entre la fe y la vida de los catequizandos, con una más eficaz labor de los catequistas.

Deficiencias en la articulación pedagógica 12. Los anteriores avances, sin duda, fueron llenando vacíos de carácter

pedagógico. Pero históricamente han carecido de verdadera articulación pedagógica, la cual correspondía ofrecer de manera especial en la formación de los catequistas. Por eso, de muchas de las iniciales reflexiones de fondo, fueron quedando solamente ciertos aportes didácticos y metodológicos. Un aspecto importante por recordar, que atañe, tanto al contenido como a las implicaciones metodológicas, es el paso histórico de los acentos ideológicos de la llamada “catequesis situacional” de marca latinoamericana (años sesentas y setentas), a la “catequesis de la experiencia”, la cual constituyó una decisiva acentuación y un avance, reconocido por catequetas europeos y latinoamericanos. El punto de inflexión, en este sentido, lo constituyó la “Semana Internacional de Catequesis de Medellín” (1968) de la que surgió la definición de la catequesis como “la acción por la cual un grupo humano interpreta su situación, la vive y la expresa a la luz del Evangelio”. La catequesis costarricense optó por inspirarse en dicha “catequesis de la experiencia”, la cual fue presentada a partir de 1986 a formadores y catequistas, en toda su profundidad y manifestaciones. Sin embargo, décadas después, en muchos agentes se constata cierto desdibujamiento conceptual, ya que se ha perdido la reflexión de fondo; prácticamente queda, como prueba de aquel avance, un esquema de planeamiento para las sesiones de catequesis. Así pues, los retos en el área pedagógica continúan, y deben fortalecerse a partir de la formación de los catequistas asumida desde la pedagogía de la fe.

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SE GENERARON PROCESOS FORMATIVOS PARA LOS AGENTES DE LA CATEQUESIS

Los procesos formativos de los agentes para la catequesis 13. La renovación de la catequesis permitió comprender la importancia de un

catequista bien formado. A tal efecto, a partir de la década de los setenta, se iniciaron cursos diocesanos para la formación de los catequistas, impulsando no sólo el rol del catequista de base, sino también el de los catequistas coordinadores. Los docentes de religión del ámbito escolar, dieron un aporte formativo importante a los catequistas parroquiales. Posteriormente, los cursos anuales para las comisiones diocesanas y los equipos de formación, fueron y continúan siendo manifestación de los anhelos de formación de los catequistas de las primeras décadas posconciliares. Son innumerables los cursos de formación para catequistas, impartidos en el ámbito nacional, diocesano, vicarial y parroquial. Desde los inicios se procuró seleccionar adecuadamente a los participantes en éstos, a fin de lograr la homogeneidad de los grupos y la adecuada proyección de esos agentes en las tareas encomendadas. Para la eficacia de estas acciones formativas sigue siendo necesario tener en cuenta el adecuado nivel académico, así como la superación de la brecha digital. Hoy día surgen muchos otros retos formativos, la renovación del itinerario formativo y la especialización de catequistas como tutores para la catequesis en línea; así como para los diversos procesos de la catequesis para personas especiales.

La estructuración de los planes y programas para la formación 14. A finales de los años 80 se inició la estructuración de los planes y

programas para la formación integral de los catequistas parroquiales, en torno a cuatro áreas fundamentales: quién (el catequista), qué (el contenido), a quién (los interlocutores) y cómo (la pedagogía de la fe). En el campo de la metodología, los catequistas fueron siendo progresivamente formados en el método inductivo y marcadamente participativo y dinámico. Se inició, además, como ya se mencionó, el avance en el planeamiento didáctico de los encuentros de catequesis y en la evaluación de éstos. Toda esta evolución conllevó retos muy grandes para los catequistas, en cuanto a disponibilidad de tiempo y en el aspecto comprensivo, sobre todo para aquellos que no poseían suficiente nivel de escolaridad.

El Equipo Nacional de Formación 15. Como fruto del I Encuentro Nacional de Catequesis (1982), al fortalecerse

la organización y estructuras, se crearon aquellas responsables de impulsar la formación específica de los agentes de catequesis a todos los niveles. De esta manera, el Equipo Nacional de Formación y los respectivos equipos diocesanos, comenzaron a ser convocados a partir de 1983 desde

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la instancia nacional, para una reunión al inicio de cada año, a fin de llevar el pulso a la formación de los catequistas de las diócesis que representaban, y dar seguimiento en ellas a los procesos formativos. Además, para brindar sus aportes a los instrumentos de formación próximos a publicar y a la organización de cursos nacionales, destinados a catequistas de las diversas especialidades, asumiendo criterios comunes. Esto ha significado grandes esfuerzos, tanto de los promotores como de los participantes, desde el punto de vista económico, de tiempo, de traslados y, sobre todo, la siempre presente heterogeneidad de los grupos en razón de las condiciones de los participantes; sumando la dificultad constante de que los párrocos asuman los criterios de selección indicados desde las instancias nacional y diocesanas.

Creación de INCOTEP para la formación de formadores de catequistas 16. A inicios de los años noventa tomó fuerza la constatación de que los

múltiples esfuerzos anteriormente descritos, resultaban insuficientes para proporcionar la indispensable base de conocimientos teológicos, pastorales y catequéticos que requerían los formadores de catequistas en sus diócesis. Éstas, por consiguiente, incrementaron la demanda de ayuda a la Comisión Nacional, la cual diseñó sucesivamente varios proyectos que, por diversas razones, no eran viables. En tal situación, surgió la posibilidad de solicitar al Instituto Internacional de Teología a Distancia (IITD), con sede en Madrid, la creación de un “centro asociado” con sede y bajo la responsabilidad de CONEC; suscrito en la Arquidiócesis, pero al servicio de todas las diócesis del país. Para el efecto, viajaron a Guatemala el Pbro. Alfredo Madrigal y Julieta Bolaños, con el apoyo irrestricto de Mons. Román Arrieta. El diálogo con los representantes del IITD, que estan de paso por C.A., dio como resultado la aceptación inmediata de la propuesta. En mayo de 1992, en la Casa Arzobispal de San José, el mismo Señor Arzobispo, Presidente de la Conferencia Episcopal, en presencia de miembros de la Comisión y de futuros tutores firmó el contrato, nombrando como primer director al Pbro. Alfredo Madrigal y como secretaria general a Julieta Bolaños; y de inmediato el centro asociado comenzó a prestar sus servicios. Luego, bajo la dirección del Pbro. José Ernesto Ibarra, INCOTEP pasó a depender directamente de CECOR. Sin embargo, durante varios años, CONEC continuó brindando a las diócesis ayuda económica, mediante becas para estudiantes previamente calificados. Lastimosamente, en gestiones posteriores, el INCOTEP fue poco a poco perdiendo el espíritu original y la intencionalidad por la que fue creado. Una vez más, el reto de brindar la formación requerida por los catequistas formadores, quedó como un reto que la instancia nacional de la catequesis, debía resolver a futuro.

SE ELABORARON TEXTOS Y SUBSIDIOS PARA LA CATEQUESIS

Textos y subsidios didácticos para los niños 17. Paralelo y coherente con cuanto se expresó en párrafos anteriores respecto

a los diferentes procesos de la catequesis, es el camino de la elaboración

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de los textos que los fueron apoyando. De esta manera, a partir del posconcilio se reconoció la necesidad de apoyar con textos la catequesis de los niños. A partir de 1970, los tradicionales catecismos de preguntas y respuestas dieron paso al texto Al Encuentro con Jesús, debidamente elaborado e impreso en el país, por el catequeta Pbro. Rodrigo Castro Lépiz con la colaboración de la religiosa francesa Margarita de Sion. En 1973 publicaron las tres guías correspondientes, ya que tal catequesis respondía a un proceso por desarrollarse en igual número de años, y destinados a apoyar la catequesis preparatoria a los sacramentos de la Reconciliación (por celebrarse en el segundo año) y de la Eucaristía, al finalizar el proceso. Su aplicación progresiva supuso, con ingentes esfuerzos, la formación de catequistas, incluida la labor de convencimiento ante la oposición por parte de algunas diócesis y parroquias. En 1984 la Comisión Nacional de Catequesis hizo una adecuación provisional de aquel texto inicial. Y entre 1989 y 1990 ofreció una edición nueva (texto y guía) en tres libros, conocidos como: Conocemos a Jesús, Seguimos a Jesús y Compartimos de vida de Jesús. Éstos conformaron la serie Al encuentro con Jesús, con la intención de facilitar, durante los tres años, el encuentro vivo con Jesucristo, como formación para la vida cristiana y la celebración de los sacramentos de la primera Reconciliación y de la primera Eucaristía.

Textos y subsidios didácticos para el proceso infantil de profundización 18. Entre 1985 y 1988, con base en textos producidos en polígrafo, se inició

una experiencia con la colaboración de catequistas y formadores hacia la catequesis de profundización (también llamada de perseverancia o de seguimiento) destinada a cuarto, quinto y sexto niveles, que normalmente corresponden a las edades de 10-13 años. En 1990 se ofreció la impresión del primer libro con su correspondiente guía, de la Serie Somos el Pueblo de Dios, con los títulos Crecemos con Cristo, Vivimos con Cristo y Caminamos con Cristo. En 1996 ya se ofrecía la serie completa, la cual se ha innovado conforme se van requiriendo nuevas ediciones.

Textos y subsidios didácticos para adultos 19. Se elaboraron los textos para los sacramentos del Bautismo (2000), del

Matrimonio (2004) y de la Confirmación (2005). Asimismo, en 1989, contando con la primera edición del libro Esta es nuestra fe, compendio de los temas esenciales para la catequesis fue posible impulsar procesos de catequesis en la familia y alentar procesos con jóvenes y adultos. Constituye un hito importante la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica (1992) ya que, después de la fuente de la Palabra de Dios, es el punto de referencia más importante en la precisión y comunicación de los contenidos de cada texto para la catequesis. Merecen mención los libros para la formación bíblica básica de los adultos: Mis primeros pasos con la Biblia (1988) y Tu Palabra de da vida (1997) actualizados posteriormente. Por otra parte, desde el año 1993, se publican folletos con 8 temas de reflexión con ocasión del mes de la Biblia y desde hace tres años por la

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Jornada Nacional del kerigma, dirigidas, en su mayoría, a personas adultas, así como muchos otros materiales y subsidios.

Textos y subsidios didácticos para los catequistas 20. La elaboración de los textos apropiados para la formación sistemática de

los catequistas, se inició en Costa Rica a finales de la década de los 80. Empezaron a ser publicados y aplicados en doble versión: para el catequista y para el formador, bajo el nombre de Formación Básica para los Catequistas 1 y 2, conservando la proyección de un tercero. Sin embargo, hasta el momento en que se creó CENACAT (2008), solamente se había publicado el primero de ellos (FB 1) en detrimento del proceso formativo de los catequistas. En 2004 se publicaron el texto y la guía Formación específica de los catequistas coordinadores; habiéndose ofrecido el año anterior el subsidio complementario a ése, Animación de grupos en catequesis. Igualmente se les ofreció el libro Los catequistas celebran la Palabra (1999), con la colaboración de la Comisión Nacional de Liturgia; y otros, con temáticas diferentes, destinados a apoyar diversos aspectos de su formación. Las “guías para los catequistas” asignadas a los diferentes niveles, contribuyeron como instrumentos de formación y lo siguen siendo de manera cada vez más eficaz, con su constante actualización, ya que en ellas, además, se generó y apoyó la así llamada “formación por niveles”. Desde el final de los años 90 se impuso el reto de la formación de catequistas para los adultos, tarea que sigue siendo necesario incrementar.

Textos con carácter oficial, aplicables en todas las diócesis 21. Todos estos textos han mantenido su carácter oficial en la Iglesia local

(aplicables en todas las diócesis), que los acogen y los distribuyen en comunión con la fe de toda la Iglesia. Razón por la que los señores obispos han exhortado reiteradamente a los responsables para que continúen garantizando, en su publicación, el respaldo a la educación de los fieles en una fe integral; que conecten con la vida concreta de la generación a la que se dirigen, teniendo bien presentes sus inquietudes y sus interrogantes, sus luchas y sus esperanzas; de tal manera que lleven a los catequizandos a la conversión y a la vivencia de la fe. Queda siempre el desafío de que en todas las parroquias se acojan y se apliquen en comunión e inculturación, los textos nacionales; y que se elaboren adecuados materiales didácticos complementarios, de conformidad con las características de la realidad y los recursos propios de las diferentes zonas del país. Por otra parte, es loable la labor realizada en nombre de la Conferencia Episcopal, por la “Editorial CENACAT” debidamente inscrita. Los libros publicados bajo este sello editorial, con el debido servicio de distribución a las diócesis y su transparente administración, permiten que también su beneficio económico redunde en provecho de los procesos de la catequesis, particularmente de la formación de los catequistas.

UNA CATEQUESIS ORGANIZADA EN TODOS LOS ÁMBITOS

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La organización de la catequesis 22. Como fruto inmediato del Concilio y del interés de algunos obispos

suramericanos de organizar la I Semana Latinoamericana de Catequesis, (que precedió a la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín), la Conferencia Episcopal de Costa Rica creó la “Junta Nacional de Catequesis” (1967), estrechamente unida a la Asesoría de Educación Religiosa Escolar. El entonces Pbro. Antonio Troyo Calderón dirigió ambos organismos, así como el Instituto Pedagógico de Religión; y fue por muchos años la persona de confianza de los obispos en esos campos como el motor que impulsó la educación religiosa escolar y la catequesis. Después, al ser nombrado Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis, Mons. Antonio Troyo fue el indiscutible representante de la Conferencia Episcopal para acompañar y señalar los derroteros de la catequesis en Costa Rica. a. COMISIÓN NACIONAL DE CATEQUESIS (CONEC). Para ajustarse a las

estructuras y a las recomendaciones del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y como fruto del I Encuentro Nacional de Catequesis, (1982) la Junta Nacional de Catequesis pasó a llamarse Comisión Nacional de Catequesis (CONEC), y a partir del año 1982, contando con su oficina del Secretariado en San Antonio de Guadalupe, se generaron procesos de comunicación constante con los responsables diocesanos. De esta manera, se canalizaron los servicios en los campos de la reflexión teológico catequética, en la formación de catequistas, la elaboración de textos nacionales para la catequesis y en la organización nacional y diocesana.

b. LAS COMISIONES DIOCESANAS DE CATEQUESIS, fueron animadas por un presbítero, religioso o laico, en calidad de director diocesano. En algunas diócesis se organizaron comisiones zonales o vicariales; y prácticamente en todas, existen comisiones parroquiales de catequesis, brazo derecho de los párrocos en el impulso a la catequesis. En algunas diócesis se cuenta con delegados vicariales sacerdotes o laicos, que integran la comisión diocesana. A su lado, la labor de los catequistas coordinadores, quienes han prestado sus servicios en el ámbito vicarial y parroquial, organizando los diversos niveles de catequesis con niños, con adolescentes, con jóvenes y con adultos, que cuentan con su propia formación específica para el discernimiento y cumplimiento de sus tareas.

c. CENTRO NACIONAL DE CATEQUESIS (CENACAT) En el año 2008, la Conferencia Episcopal le dio un mayor impulso a la Comisión Nacional de Catequesis constituyéndola como Centro Nacional de Catequesis (CENACAT), con responsabilidades pastorales ampliadas. Al crearse el CENACAT, la Comisión Nacional de Catequesis (CONEC) pasó a llamarse Sección Nacional de Catequesis (SECAT), con las mismas características y atribuciones de CONEC. Este organismo nacional, ha sido siempre presidido por un obispo de la Conferencia Episcopal, con un director y con representatividad de todas las diócesis mediante

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delegados (directores diocesanos), asignados por los respectivos obispos; de esta manera, se ha ocupado de manera constante y consistente, de animar la organización de la catequesis, como garantía de impulso a los diversos procesos catequísticos. CENACAT contó, desde su inicio, con una Junta Directiva, que le dio la dirección y ejecutividad necesarias para la solidez de su servicio. Esta instancia se reorganizó en el año 2011 en las modalidades de un Consejo de Administración y un Consejo Pastoral.

d. LA ADMINISTRACIÓN. En ese mismo año, el Departamento de Administración pasó a ser una tesorería dependiente del Consejo Administrativo. La buena administración de los recursos, por parte de los responsables de la catequesis, permitió un fondo común consolidado, que aún hoy hace posible la financiación de las exigencias propias del desarrollo de la catequesis, particularmente la formación de los catequistas y la constante publicación de los textos para todos los niveles.

LOS LUGARES DE LA CATEQUESIS

Espacios comunitarios donde se realiza la catequesis 23. La comunidad cristiana es la realización histórica del don de la "comunión"

(koinonía), (DGC 157), que es un fruto del Espíritu Santo. La "comunión" expresa el núcleo profundo de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares, que constituyen la comunidad cristiana referencial. Esta se hace cercana y se visibiliza en la rica variedad de las comunidades cristianas inmediatas, en las que los cristianos nacen a la fe, se educan en ella y la viven: la familia, la parroquia, la escuela católica, las asociaciones y movimientos cristianos, las comunidades eclesiales de base. Ellas son los "lugares" de la catequesis, es decir, los espacios comunitarios donde la catequesis de iniciación cristiana y la catequesis permanente se realizan. (DGC 158). a. LA FAMILIA, en nuestra historia, ha sido el espacio autorizado para la

formación religiosa de sus miembros, por medio del testimonio y comunicación oral de los contenidos propios de la fe, en el contexto de los acontecimientos cotidianos. Y aun cuando ha enfrentado embates y mantiene retos, ha sido vital para los procesos catequísticos, el retomar su función como Iglesia doméstica. Sin embargo, el secularismo propio de la modernidad y la posmodernidad, ha debilitado a la familia cristiana. En muchos casos ésta ha perdido su función educadora de la fe, por lo que muchas han dejado de acompañar los procesos de catequesis. Hoy surge el desafío de ofrecer procesos de iniciación cristiana a los miembros de las familias, para asegurar la vivencia de la vida cristiana de padres e hijos.

b. LA PARROQUIA, sin duda, ha sido y es el lugar más significativo en que se forma y manifiesta la comunidad cristiana. Para los católicos es la casa de familia, fraternal y acogedora, donde los cristianos se hacen

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conscientes de ser pueblo de Dios. La parroquia, en efecto, ha logrado congregar en la unidad todas las diversidades humanas que en ella se encuentran y las inserta en la universalidad de la Iglesia. Ella ha sido, por otra parte, el ámbito ordinario donde se nace y se crece en la fe. Ha constituido, por ello, un espacio comunitario muy adecuado para que el ministerio de la Palabra ejercido en ella sea, al mismo tiempo, enseñanza, educación y experiencia vital. La parroquia está experimentando hoy, en Costa Rica, significativas transformaciones, afectada por los cambios sociales. En las grandes ciudades, "ha sido sacudida por el fenómeno de la urbanización" (DGC 173), pero continúa siendo todavía la animadora de la catequesis y "su lugar privilegiado", (DGC 175). Son muy reconocidas en las parroquias las catequesis dirigidas a niños para la primera Comunión y a jóvenes para la Confirmación. La catequesis para los sacramentos del Bautismo y del Matrimonio ha sido notoria, dirigida a adultos mayores y jóvenes. Sin embargo, ha sido débil en la catequesis de perseverancia, después de la primera Comunión, con excepción de las parroquias de la diócesis de San Isidro.

c. LA EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR, diálogo fe-cultura. La catequesis parroquial estuvo, por muchos años, estrechamente ligada e identificada, en contenidos, agentes y hasta en momentos, con la educación religiosa escolar (ERE). La Exhortación apostólica La Catequesis nuestro tiempo (1979) marcó un hito al ofrecer a toda la Iglesia la definición, diferencia y complementariedad entre ambas instancias. La distinción conceptual entre ambas se fue asumiendo lentamente en Costa Rica. Contribuyeron a establecer esta distinción: la realización del I Encuentro Nacional de Catequesis (1982), con la subsecuente consolidación de la catequesis en la comunitaria cristiana; la elaboración de nuevos programas para la educación religiosa escolar, con acento en el diálogo entre fe y la cultura y entre la fe y la ciencia; y la nueva orientación dada al Instituto Pedagógico de Religión, dedicado exclusivamente a preparar a los nuevos docentes de Educación Religiosa, con esa nueva orientación. De este modo, desapareció la anterior coincidencia en los contenidos de ambas tareas; se acentuó la diferencia en la formación de los agentes para la escuela (docentes) y para la parroquia (catequistas). La ERE, en Costa Rica, ha sido atendida por más de mil maestros de religión, con una entrega generosa a su labor específica, con algunas excepciones. El Departamento de Educación Religiosa (escolar) y los asesores de religión, en su mayoría presbíteros, se han esforzado al máximo, para animar y asesorar a los maestros y maestras de religión. Desde el año 1943 se imparten dos lecciones semanales en primaria y una en los colegios. Los padres no católicos (o por otras opciones familiares) pueden eximir a sus hijos de estas lecciones, mediante una solicitud escrita a la dirección del centro educativo; no son pocos los que acuden a la excepción. Ciertamente, se ha logrado captar y aplicar la distinción entre catequesis y educación

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religiosa escolar, pero no ha sido posible establecer una complementariedad entre ambas acciones pastorales.

d. LA ESCUELA CATÓLICA, ha dado una reconocida contribución a la educación de la fe en Costa Rica. Comunidades de vida consagrada, dedicadas a la educación, siempre han dado su aporte a la catequesis, impartiendo, extra horario, las catequesis para la primera Comunión y la Confirmación. Por otra parte, la gran mayoría de los centros educativos privados ofrecen también catequesis para la primera Comunión y la Confirmación. Tanto los centros educativos católicos como los privados, utilizan (así se espera) los textos nacionales aprobados por los Obispos y procuran que los catequistas estén bien formados.

e. LAS ASOCIACIONES Y MOVIMIENTOS CRISTIANOS. En Costa Rica muchos grupos y los movimientos apostólicos, han procurado incluir la catequesis dentro de sus actividades pastorales. Otros, han hecho énfasis en el “primer anuncio”, aunque la perseverancia y la continuidad han sido muy débiles, malográndose así valiosos esfuerzos de iniciación a la vida cristiana.

ACCIÓN DE GRACIAS A DIOS. LOS DESAFÍOS DEL FUTURO

Acción de gracias a Dios por el camino histórico de la catequesis en Costa Rica 24. Brota espontánea una profunda acción de gracias a Dios por el camino

histórico de la catequesis en Costa Rica; acción de gracias por el trabajo en equipo que se ha logrado, con la participación de muchas personas que se han dedicado a tiempo completo a la catequesis. Entre ellas, abnegados obispos y presbíteros, así como religiosos, religiosas y laicos que hicieron de la catequesis su primera opción, como parte de su compromiso bautismal. Igualmente, por los procesos de formación de agentes para la catequesis que se han logrado y por los textos nacionales que han sido elaborados, editados y distribuidos con la mejor intención evangelizadora. Y, por supuesto, por el ejército de catequistas que, a lo largo y ancho del país, han sacrificado su tiempo y dejado de lado otros intereses, para formarse, organizarse, impartir la catequesis y, en cierta manera, ser los acompañantes de camino en las comunidades eclesiales. Al Dios y Padre nuestro sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén (Flp 4,20).

El gran desafío de discernir, rectificar, renovar, defender, en el futuro 25. Agradecer actuando: no cabe duda de que, después de entender que el

proceso continuo de la catequesis en Costa Rica no aparece como expresión de simples intereses humanos, sino del querer del Señor; y no de facilidades abiertas, sino de retos superados. Por eso, actuar en coherencia con el pasado, es la mejor manifestación de gratitud: “no para servirse de la Iglesia, sino para servir a la Iglesia” (Homilía Pbro. Rodrigo Castro, San José, julio de 1986). Por eso, de la misma manera que el Señor Jesús, sin condicionar el envío de los suyos a ninguna comodidad humana los remitió

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a “todos”, con la integralidad de “todo su mensaje” y “siempre” (Mt 28,18-20), las presentes y futuras generaciones de catequistas, catequetas y Pastores, volverán siempre la mirada a quienes les precedieron, a su retante camino recorrido, para realizar de manera decidida esta tarea esencial en la evangelización. A escala nacional, con responsabilidades diferenciadas; así como en el ámbito diocesano y parroquial, surge cada día el gran desafío de discernir, rectificar, vigorizar, defender y dar siempre renovada y creativa continuidad a cuanto ha sido construido. Siempre, seguros de la presencia animadora del Señor: Yo estaré con ustedes, todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28,20)

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I PARTE

LA REALIDAD COSTARRICENSE

La misión principal de la Iglesia es la evangelización. “Ella existe para evangelizar” (EN 14); es decir, tiene en sus manos la tarea de promover en la sociedad actual, la fe en Jesucristo, Hijo del Padre y Dador del Espíritu Divino. A ejemplo de Cristo, la Iglesia tiene la vocación de inyectar en las venas de la comunidad humana la fuerza perenne y vital del Evangelio. Por eso, la preocupación fundamental de la Iglesia es permear de la fe a la sociedad, a fin de iluminar a la luz del Evangelio, los rasgos específicos de la situación actual. Solamente cuando la Iglesia se vuelca a la realidad que la circunda, la puede servir, en sus inevitables cambios y transformaciones, y le puede poner en sus manos el mensaje del Evangelio (GS 4).

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Primera parte La realidad costarricense

CAPÍTULO I: RASGOS DE LA REALIDAD COSTARRICENSE

Mira, envío por delante a mi mensajero para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: preparen el camino al Señor, enderecen sus senderos (Mc 1,2-3). “Los cristianos no se distinguen de los demás hombres (…) siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble” (Carta a Diogneto).

LA LUZ NOS VIENE DEL EVANGELIO

Raíces cristianas de los valores del ser costarricense 26. Nuestro país tiene una inmensa riqueza en profundos valores humanos y

religiosos que han construido y sostienen su historia; entre otras razones, gracias a la riqueza humana de los pobladores indígenas y los aportes de los primeros evangelizadores que llegaron a estas tierras. Ellos instruyeron en los rudimentos de la fe, organizaron la vida eclesial; pero, fundamentalmente, crearon en el alma de nuestros antepasados un estilo de vida sencillo pero original y generoso en actitudes que, aun con las transformaciones lógicas que sufre cualquier sociedad con el paso del tiempo, se siguen expresando en el amor por la paz, la justicia, la libertad y el trabajo.

Visión cristiana de la persona, de la sociedad y de la historia 27. Permanece como desafío de la evangelización actual promover los valores

y educar en ellos a las jóvenes generaciones, de modo que la apertura continua y prolongada a otras formas culturales y nuevos fenómenos sociales no afecte negativamente nuestro modo de ser. La catequesis dará en este espacio, un valioso e insustituible servicio, gracias a su responsabilidad de educar en la fe y de hacerlo con los valores y criterios del Evangelio. En ella, la Iglesia reafirma el derecho y el deber de anunciar al pueblo costarricense una visión cristiana de la persona, de la sociedad y de la historia, consciente de las continuas transformaciones sociales y culturales, muchas de las cuales inciden de manera negativa en la vivencia de la fe (GS 4).

Iluminados por Jesucristo, para irradiar en la vida del mundo 28. El mensaje evangélico resuena en la memoria de la Iglesia costarricense,

en cuya historia se pueden leer con humildad los esfuerzos de tantos hermanos que en el pasado y en el presente han dedicado su vida a anunciar a Jesucristo como la Luz del mundo, impregnando con la luz del

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Evangelio todas las realidades. El papa Francisco, en EG 20 expresa: “cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio”.

Siempre atentos a la realidad, con una lectura creyente 29. Este llamado del Pontífice llega a la conciencia de los catequistas de

manera imperativa en el sentido de que, para hacer efectivo su misión evangelizadora, es necesaria la “salida” a la periferia que les permita tomar conciencia y comprometerse con las realidades del entorno y de aquellas propias de los catequizandos. Con el objetivo de que los catequistas interioricen una lectura cristiana de la realidad nacional y de sus propias comunidades. Para esto, se ofrecen a continuación algunos rasgos descriptivos que les ayudará en ese descubrimiento continuo del contexto; el cual será siempre leído desde la perspectiva de la fe.

ALGUNOS RASGOS DE LA REALIDAD SOCIAL

Diferentes aspectos de la seguridad social 30. La seguridad social y el sistema de pensiones cubren a la mayoría de la

población. Y los resultados en el campo de la salud son muy satisfactorios y prometedores en aspectos como la esperanza de vida al nacer, la tasa de mortalidad infantil y partos atendidos institucionalmente. Pero el desequilibrio creciente de las finanzas públicas, específicamente en este aspecto del sistema de salud, que reclama mejor rendición de cuentas, eficiencia y desempeño, pone cada vez más en peligro su solidez financiera, su modernización y el servicio adecuado y oportuno, que es derecho de toda la población. Igualmente, los regímenes de pensiones, muestran un progresivo y preocupante deterioro, reto que, de no ser atendido a tiempo, acerca a un resultado impredecible.

La seguridad ciudadana 31. La Costa Rica de las casas sencillas, pero muy limpias y con puertas

siempre abiertas, es ya parte de su historia, con muy salvadas excepciones. Las consecuencias de la pobreza, del deterioro de la educación, de los conflictos bélicos que afrontó el área centroamericana por décadas, y el creciente flagelo del tráfico y consumo de drogas a escala nacional e internacional, han forzado al uso de las verjas y al incremento de todo tipo de seguridad, también privada. Robos, asaltos, secuestros, asesinatos también a manos de sicarios; y otras manifestaciones de violencia, tienen su origen en el desempleo y en otras causas ya citadas; pero sobre todo, en la falta de políticas gubernamentales, coordinadas y serias, en el tema de la seguridad ciudadana. El país no puede desentenderse de la amenaza creciente de las así llamadas “maras” que operan en el triángulo norte de Centroamérica, cuyo ingreso al país sería nefasto. Este reto es prioritario, y se deben emplear a fondo los recursos humanos y materiales del Estado,

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así como una profunda conciencia de las familias. Desafortunadamente, éstas, así como los centros educativos, son lugares donde la violencia requiere ser prevenida y combatida de manera prioritaria.

Avances en la modernización 32. Costa Rica, país que en algunos aspectos marcó avances de

modernización mayores que muchos otros (como fue el caso de los inicios en el uso de la electricidad) no necesita profundos estudios para constatar que, ciertos aspectos como las carreteras y los puertos, han llegado a tener las más bajas marcas de calidad en América Latina y el Caribe. Y el rezago es de tal dimensión, que el solo sentido realista indica que difícilmente podrá ser superado a un corto o mediano plazo. Esto, aunado al descontrol en el progresivo aumento del parque vehicular, lleva a todos los niveles de trabajadores a ver cotidianamente pasar el tiempo detrás de un parabrisas; realidad que evoca una causa de mayor preocupación: la política del país sirve progresivamente más a intereses particulares, que al bien común.

Una naturaleza privilegiada, que se deteriora 33. Conforme a la invitación del papa Francisco en su carta encíclica Laudato

si´ (17-61), es necesario revisar lo que ocurre en nuestra casa común. La contaminación y el cambio climático; la basura y la cultura del descarte; el clima, como bien común; la cuestión del agua; la pérdida de biodiversidad; el deterioro de la calidad de la vida humana y la degradación social; la inequidad planetaria; la debilidad de la reacción política nacional e internacional, entre otras cosas. Costa Rica ha sido reconocida por décadas como un país verde y de clima agradable, en donde el agua era patrimonio de todos. Los logros ambientales han sido significativos, desde las áreas de conservación y parques nacionales, hasta el desarrollo de una “marca ecológica” de renombre mundial. Costa Rica es un territorio que, si bien pequeño en extensión, cuenta con extraordinarias bellezas naturales. Pero la preocupación por la defensa de la naturaleza (con frecuencia más fuerte en las comunidades que en los entes gubernamentales), no es suficiente para afrontar las consecuencias del cambio climático; el uso del agua y el manejo de los residuos, requieren la atención y el compromiso de todos los ciudadanos. Es urgente que los ciudadanos de todas las edades y sectores de la población manifiesten de manera efectiva un nivel de conciencia y de compromiso decidido con el medio ambiente. La crisis ecológica tiene una raíz humana. No somos dueños de la creación, somos jardineros. Todo lo anterior ha sido suficientemente iluminado por la mencionada encíclica del papa Francisco.

En Costa Rica, la actitud hacia la vida humana se deteriora hacia el irrespeto 34. El respeto a la persona humana en el pasado hizo posible que la mayoría

de la sociedad costarricense, la cuidara y la defendiera con esmero desde el momento de la concepción, hasta la muerte natural. Sin embargo, en la cultura posmoderna, en muchos sectores el respeto a la vida humana va progresivamente relativizándose; lo que ha provocado que se abran las

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puertas a actitudes que desvirtúan los ideales más altos y más nobles. Se ignoran las dimensiones ética y religiosa de los problemas referentes a la transmisión de la vida; existen tendencias o sectores de la población que relativizan el valor de la defensa de la vida humana en cada una de sus etapas; así como la sana educación sexual que desarrolla la auténtica madurez de la persona. Por lo tanto, se debilita el valor de la vida como don gozoso de Dios. Temas de vital importancia, como la manipulación genética, el aborto, la eutanasia, la esterilización, la fecundación asistida y otros, deberían ser abordados por las autoridades competentes, por sociedad en general, e iluminados por la Iglesia, como elementos constitutivos del bien común, que deben ser respetados por las instancias responsables y convenientemente tutelados en el ordenamiento legal del Estado.

La realidad de una sociedad con claros signos de estar enferma 35. Cuando la vida humana no es considerada un valor sagrado, la sociedad

enferma acelerada e inevitablemente. En el país se constata la cuánto se ha desvirtuado la dimensión integral de la sexualidad humana; de qué manera se ha utilizado el ser humano (mujer u hombre, niños y niñas) para una industria de pornografía y prostitución, incluso con interés turístico. Es impresionante el aumento del consumo de alcohol y de drogas, principalmente entre jóvenes. Los cada vez más numerosos casos de violencia intrafamiliar y la violación o degradación de la convivencia entre los individuos y grupos sociales, conllevan también el empobrecimiento de determinados sectores sociales. Todo lo anterior manifiesta, con una gran claridad, que el rostro del ser humano, “camino trazado por el mismo Cristo” (RH 14) para ir a Dios, está olvidando su vocación suprema: llegar a la plenitud del hombre perfecto: Cristo, Verbo Encarnado (DSD 231).

Hacia una legislación anticristiana 36. Los bien calculados intentos de grupos organizados para adormecer las

conciencias y establecer leyes en las que se acepte el aborto, la eutanasia, el desecho de embriones y las uniones entre personas del mismo sexo, resultan inadmisibles para la conciencia cristiana, que caracteriza a la mayoría de los costarricenses. Es urgente incrementar esfuerzos por salvaguardar y fortalecer la institución familiar, como santuario de la vida humana y un lugar de amor, de paz y una verdadera escuela de humanismo, iluminada por los principios de la doctrina social de la Iglesia. En este sentido, es de valorar que algunos grupos de legisladores, cristianos no católicos, defiendan con energía la vida humana y la moral cristiana.

Diferentes tipos de familia 37. La realización de la “persona y de la sociedad humana está estrechamente

ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar” (GS 47). Desde la visión de la Iglesia, el ideal de familia sigue siendo la “familia nuclear”, formada por los padres y su descendencia, incluyendo el cuidado de los

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mayores. Sin embargo, la profunda estima que el pueblo costarricense ha tenido por la familia cimentada en el sacramento del Matrimonio, se va debilitando. Por esta razón, no podemos ignorar otros tipos de familia presentes en la realidad: la familia extensa, formada por parientes cuyas relaciones no son únicamente entre padres e hijos sino que incluye abuelos, tíos, primos y otros parientes consanguíneos o afines. También hay familias “monoparentales”, esto es, compuestas por un solo progenitor (padre o madre) y uno o varios hijos, propios o adoptivos. Existe el tipo de familia “ensamblada”, compuesta por miembros de dos o más familias: madre sola con sus hijos, unida con un padre con los suyos, viudos o divorciados. Se constatan otros tipos de conglomerados familiares, conformados únicamente por amigos y otras personas unidas por lazos puramente afectivos, donde el sentido de la palabra "familia" no tiene que ver con un parentesco de consanguinidad o unión legal, sino más bien con la convivencia, la solidaridad y otros. Y, finalmente, las diversas formas de “sociedades de convivencia”.

La institución familiar atraviesa una seria crisis 38. La familia costarricense atraviesa una verdadera situación de crisis.

Además de pasar por problemas de integración, ha ido perdiendo su eficacia orientadora de la vida humana y cristiana. El impacto de la secularización y del materialismo consumista ha ido golpeándola fuertemente. No cabe duda, por consiguiente, que también muchos males del país tienen su origen en la crisis familiar: en el ya citado aumento de las uniones libres o familias disfuncionales; en el aumento de los femicidios y el creciente número de divorcios; y la notoria preferencia por las uniones civiles. Sin que se puedan dejar de mencionar los efectos en numerosos hogares que se rigen por las sistemáticas campañas antinatalistas. Preocupan, asimismo en el entorno familiar, las situaciones de incomunicación, incomprensión, irrespeto, machismo, feminismo, violencia intrafamiliar, abuso de niños y mujeres, entre otros.

El reto de los jóvenes, ante patrones negativos 39. La educación pretende que este sector de la población ame los valores

como la paz, el respeto por los demás y el gozo por la vida; pero está lejos de alcanzarla. Es impresionante el incremento, en ciertos sectores de la juventud, de la presencia de factores que los deterioran física y espiritualmente: la alarmante deserción escolar, el trabajo infantil, el desempleo, las injusticias laborales, la violencia social, el placer sin reglas morales, la desesperanza, el consumo de licor y drogas, el creciente número de adolescentes madres y padres y un importante sector de afectados con la enfermedad del sida. Se constata la influencia de modelos y símbolos que les llegan por los medios de comunicación y el internet, que promueven patrones predominantemente de consumo y disfrute del placer sexual al margen de la moral. Lo anterior, en parte tiene su origen en una bien organizada oferta comercial que aparta de los principios de una sana sexualidad fundamentada en el amor verdadero e impulsa al desenfreno de

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la vida sexual. Por otra parte, en las comunidades se ofrecen pocos espacios de recreación juvenil y de proyectos educativos. No todos los jóvenes, en Costa Rica, se ven beneficiados con los avances tecnológicos, económicos y sociales. Las fuerzas vivas de la Iglesia, con honrosas excepciones, tampoco se preocupan, de manera importante, de crearlos y facilitarlos.

RASGOS DE LA REALIDAD EDUCATIVA

La participación de la Iglesia en la educación pública. 40. Sin duda alguna, la Iglesia católica dio un aporte fundamental en el proceso

de integración de la nacionalidad costarricense desde los tiempos de la colonia, debido a su presencia significativa en la educación. El primer maestro de escuela fue el sacerdote Diego de Aguilar. El resultado fue la identidad de un pueblo con base en una formación y una cultura fuertemente inspirada en la fe cristiana. Por otra parte, la catequesis ha venido dando su aporte a la educación de los costarricenses, comunicando los principios cristianos e inculcando valores humanos y religiosos que han incidido en la identidad nacional. “El aporte de la Educación religiosa por casi 75 años, ha sido fundamental en nuestra sociedad, que gusta de resolver sus problemas por la vía pacífica y el diálogo, fortaleciendo la solidaridad cristiana y el bien común. La contribución de la Iglesia no sólo se ha quedado en este campo de la educación en la fe, sino que ha contribuido con el aporte histórico de instituciones educativas católicas, instituciones de educación técnica, agropecuaria y otras, nacidas por la iniciativa de sacerdotes, congregaciones religiosas y laicos comprometidos” (Mons. José R. Quirós, en: “La Iglesia al servicio de la educación pública”. Semanario “Eco Católico” p 10 -11/10/2015).

La educación en Costa Rica se expande en cobertura, pero descuida la formación integral 41. La Declaración sobre la Educación, del Concilio Vaticano II (promulgada por

el papa Pablo VI el 28 de octubre de 1965) resalta el derecho universal a la educación. Por esa época, en Costa Rica, se expandió la cobertura de la educación básica, se incrementan las posibilidades y opciones y se mejoraron sensiblemente la formación académica y las opciones universitarias. Se dio un desarrollo educativo al lado de un incremento de instituciones y de preferencias de estudio. Las décadas de los 50 y 60 marcaron el auge de los colegios católicos. Sin embargo, el momento en que sus alumnos alcanzaron su madurez adulta, no se evidenció la deseada formación de líderes católicos para los distintos ámbitos de la sociedad, como era de esperar de estas instituciones. Por otra parte, tanto desarrollo cuantitativo de la educación en relativamente poco tiempo, trajo aparejados algunos problemas, como la falta de control de calidad respecto del proceso educativo, problemas de financiamiento; así como una educación académica no interesada por la formación integral de la persona.

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Nublados culturales y problemas complejos que afectan la educación 42. Para la década de los años 70, se comenzó a gestar en Costa Rica una

serie de problemas complejos propios del momento histórico en que se vivía y que afectaron la calidad de la educación, lo que dio inicio a la situación de emergencia educativa actualmente. Al respecto, Dengo M. E. (2001, p 172), lo resume de la siguiente manera: “Procesos de profundo cambio sociocultural se efectúan en el país en este período, infortunadamente negativos y muchos de ellos producto de la globalización de la sociedad mundial y de la situación económica: aumento de la pobreza; fuerte incidencia de patologías sociales, como la drogadicción y la delincuencia; crisis de valores que se muestra en la escalada de la corrupción en todos los niveles sociales, con marcada tendencia al materialismo y al hedonismo”.

Hacia el mejoramiento de los procesos de enseñanza y aprendizaje 43. La Política Educativa “Hacia el Siglo XXI” (1998) influyó positivamente en el

trabajo diario del educador y de los estudiantes, mediante una visión prospectiva, por medio del conocimiento del quehacer educativo y procurando el principio que guía a la acción. Además, resaltó y concretó el papel del educador en la búsqueda de la profesionalización. Entre las principales características que se destacan desde el punto de vista práctico, se encuentra que aborda en forma sólida y coherente los conocimientos; discrimina entre procedimientos de enseñanza y procesos mentales; entabla un balance entre los procesos de construcción del conocimiento, las disciplinas y la individualidad del alumno; promueve la reflexión constante acerca del rescate de valores y se incluyen la informática y las lenguas extranjeras. Respecto a las destrezas por alcanzar con los estudiantes, promueve el ser capaz de escuchar a sus interlocutores; ser, al mismo tiempo, un seguidor que forma equipo, guía, motiva, promueve el ser flexible y al mismo tiempo consistente; ser creativo, reflexivo, crítico y tomar decisiones oportunas y pertinentes.

El sistema educativo sigue mostrando avances importantes y falencias persistentes 44. El “Programa Estado de la Nación” en su V Informe “Estado de la

Educación” (2015) brinda una visión de conjunto sobre la situación actual y las principales tendencias de la educación en Costa Rica. Para ello analiza en detalle los distintos niveles educativos: el preescolar, la educación básica y el ciclo diversificado; y hasta la educación universitaria y para universitaria. Esta nueva edición aporta un conjunto de nuevos conocimientos sobre asuntos claves del desempeño educativo, cuya atención en los próximos años será fundamental para mejorar el uso de los recursos, ampliar las coberturas y obtener mejores resultados en materia de calidad. Algunos temas relevantes son: la baja cobertura de la etapa preescolar en las regiones periféricas que concentran hogares de climas educativos bajos, con niños de 0 a 6 años; los impactos que ya genera la transición demográfica en la matrícula de los centros educativos de

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primaria; el bajo rendimiento y la deserción, que obedecen a causas como la migración, la pobreza y el desempleo en las familias y las desigualdades que esto genera al interior del sistema; el perfil de los estudiantes universitarios y la situación de los centros para universitarios. La principal razón de todas estas limitaciones en educación, se ha generado en la orientación política de cada administración política; razón por la cual se constata la ausencia de un proyecto educativo nacional continuamente revisado y enriquecido; así como la discontinuidad y discordancia entre la educación media y la universitaria; entre el Ministerio de Educación y las universidades y entre las políticas gubernamentales y las ofertas formativas de éstas.

RASGOS DE LA REALIDAD ECONÓMICA El crecimiento de los ingresos y la pobreza 45. Durante muchos años hubo en Costa Rica un sólido crecimiento de los

ingresos hacia el sector más pobre de la población, razón por la cual la tasa de pobreza es de las más bajas de América Latina y el Caribe. Sin embargo, la población actual percibe y sufre el aumento de la desigualdad. En efecto, el combate a la pobreza se ha estancado durante las últimas tres décadas, principalmente después de la crisis financiera internacional. La pobreza cada vez tiende a manifestarse con un marcado deterioro en todos los aspectos de la vida familiar, con el incremento de la deserción escolar y el trabajo infantil; aspectos que, en muchos casos, lejos de superarse, pasan a aumentar el porcentaje de pobreza extrema; a veces, agravadas por problemas de alcoholismo, drogas, prostitución y otros.

En un mundo globalizado, se evidencian beneficios 46. Uno de los fenómenos sociales que están incidiendo en la configuración de

la sociedad costarricense, son los procesos de globalización. Ésta no sólo abarca el aspecto económico y de mercado global, sino también el tecnológico, social y cultural, entre otros; favoreciendo, de esta manera la democratización de los países y unificando sociedades y culturas en procura de oportunidades para los países que necesitan crecer; incrementando, además, las relaciones diplomáticas entre las naciones. Estos beneficios se van haciendo efectivos en el país, en la medida en que las políticas gubernamentales los permitan y los ciudadanos los sepan aprovechar. Dado que el crecimiento del mercado globalizado beneficia a los países con materias primas de interés, el beneficio para el país, en ese sentido ha ofrecido posibilidades de crecimiento relativo.

En la globalización, también lo negativo es innegable 47. Siendo Costa Rica un país en camino hacia el desarrollo, no debe extrañar

que los aspectos negativos de la globalización influyan desfavorablemente. Las leyes injustas del mercado no respetan el desarrollo sostenible. Por esta razón, se nota en el país un proceso de deterioro de los servicios públicos, la destrucción del ambiente, el aumento de la brecha entre las

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clases sociales, con el debilitamiento de la clase media costarricense, sobre cuya mayoría el país mantuvo niveles importantes de estabilidad. El ideal de vida consumista, en cambio, ha ido en detrimento de las raíces culturales propias del país. Las mayores inversiones y su beneficio, dependen de empresas transnacionales que no van más allá de ser fuente de trabajo, muchas veces inestables y con poco respeto a la legislación laboral vigente. La competencia injusta coloca a los más desposeídos en una situación de inferioridad (EAm 20).

Necesidad de un fundamento ético ante la globalización 48. Ante la diversidad de efectos de la globalización, es necesario rescatar los

valores éticos y los principios universalmente válidos, subyacentes en la centralidad de la dimensión humana: que los procesos de integración e interdependencia que afectan a las personas, lo sean para bien y no para mal. Interesa el desarrollo, la erradicación de las desigualdades, de la discriminación e injusticias que aquejan a los seres humanos. Por otra parte, es necesario trabajar de manera solidaria y con responsabilidad compartida para avanzar hacia el bien común y la solidaridad, de manera incluyente. La aplicación de estos principios y criterios no es fácil, por cuanto en la mayoría de las decisiones importantes median intereses de diversa índole; el bien común, que lo es de todos los seres humanos, muchas veces queda en manos de minorías particularmente interesadas.

La cuestión social en Costa Rica 49. La cuestión social en Costa Rica, en cuanto a enfrentamiento entre el

capitalismo y la clase obrera, en su momento, tomó su propio rumbo. Esto, porque en la década de los 40, con la participación de la Iglesia, se pusieron las bases hacia la justicia social en beneficio de la paz y la democracia. Estas bases son, principalmente, las garantías sociales, la creación de la Caja Costarricense del Seguro Social y la promulgación del Código de Trabajo. Los gremios, como sindicatos (de ideologías de izquierda), las cámaras empresariales y otras asociaciones de trabajadores, se fueron fortaleciendo de acuerdo con el accionar de las políticas propias de los gobiernos de turno. El movimiento solidarista, establecido con influencia de la Iglesia católica, ha logrado que muchos trabajadores se unan a los patrones en el logro de sus reivindicaciones. Posteriormente, sin embargo, ha habido una marcada polarización de las posiciones.

Las ideologías y el bien común 50. Es fundamental tomar conciencia de que toda ideología extrema, amenaza

el bien común, el desarrollo con rostro humano y los derechos de todas las personas. Bien lo ilustra la historia y la experiencia de varios países latinoamericanos. Una de las principales causas de la inequidad social, es el neoliberalismo imperante; de éste derivan la desigualdad y el incremento de la brecha social, que carcome la sociedad costarricense, Pero también son evidentes los efectos negativos provenientes del socialismo de

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izquierda, de los totalitarismos y de toda corriente que amenace la libertad de acción y de expresión; la libre asociación, la libertad religiosa y la justa libertad y derechos de las empresas y de sus trabajadores. Por esa razón, se impone el discernimiento oportuno (sobre todo al elegir a los gobernantes) y acciones decididas y valientes; que sólo se pueden efectuar sobre un fundamento ético, que para católicos y cristianos en general, sólo puede tener su fundamento en el Evangelio de Jesús.

El ser humano, su persona y dignidad 51. En las ciudades más importantes del país, como en las pequeñas, se

encuentran en rostros muy concretos, indigentes, personas de la calle y migrantes que no han encontrado lugar en la sociedad. Sin embargo, es satisfactorio constatar innumerables iniciativas asistenciales y de promoción humana, tanto de inspiración cristiana como de organizaciones no gubernamentales (ONG). Teniendo en cuenta que en la vida económica del país se “debe honrar y promover la dignidad de la persona humana, su vocación íntegra y el bien de toda la sociedad, pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social” (GS 63), la política social del Estado debe estar encaminada no a acciones paliativas, como generalmente sucede, sino a la corrección de las causas estructurales de la pobreza y de la exclusión.

RASGOS DE LA REALIDAD POLÍTICA

Costa Rica: un país amante de la paz, la libertad y el trabajo. 52. Desde 1887, con la aprobación y promulgación del Código Civil, en Costa

Rica se implantó un sistema democrático, por el que se estableció un profundo respeto a la libertad de pensamiento, de conciencia, de sufragio y de prensa. Con el tiempo, se fomentó el sentido de la justicia, la benevolencia y el servicio del bien común, lo que vino a fortalecer en la comunidad civil, “el recto ejercicio y los límites de la autoridad política” (GS 73). Costa Rica es vista en la comunidad internacional como la democracia más antigua de América Latina, con 15 elecciones desde 1953. El ejercicio de la democracia participativa, los derechos de igualdad y de libertad de expresión, así como la cultura civilista, consecuencia de la abolición del ejército, son connaturales del "ser costarricense". La paz y la democracia se han fortalecido. Sin embargo, se viene constatando cierta carencia educativa en un notorio sector de la población, que suele confundirlos con la indisciplina, el olvido de los deberes ciudadanos, la ignorancia consciente de la ley (de tránsito, por ejemplo), y el mal uso de la palabra en la relación con los demás. Esto también se constata en la frecuente manifestación de minorías con sesgos diversos, que pretenden apropiarse de la opinión de la mayoría de los costarricenses. Es urgente, en consecuencia, superar muchos desafíos relacionados con un desarrollo cualitativo, humano e

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igualitario que venga al rescate de la convivencia, de los derechos y de los servicios del bien común.

El valor de la democracia y sus desafíos 53. En Costa Rica la constitución de partidos políticos ha sido una expresión de

democracia, apoyada en el llamado “Cuarto Poder de la República”, esto es, el Tribunal Supremo de Elecciones, al que la ciudadanía le guarda un alto nivel de credibilidad. Sin embargo, en los partidos políticos se manifiestan con frecuencia la demagogia, el populismo, las promesas electorales carentes de credibilidad y, por supuesto, las diferencias ideológicas. Se nota una desarticulación y fragmentación de la clase política y el generalizado descrédito y pérdida de confianza en los políticos. Lo anterior resulta desconcertante al constatar que, en el país, dichos partidos suelen apropiarse, cada uno a su manera, de la doctrina social de la Iglesia como fuente de inspiración para sus planteamientos ideológicos y programáticos. La protesta popular contra los partidos políticos se ve reflejada en el cada vez más alto abstencionismo electoral, que crece particularmente en los sectores de la juventud; una protesta silenciosa o pública, que se manifiesta contra los diversos planteamientos políticos.

LA REALIDAD RELIGIOSA

La diversidad religiosa, el secularismo y sus consecuencias en la vida de la fe 54. “El drama de la ruptura entre la fe y la cultura, ha venido siendo una de las

preocupaciones más relevantes de la Iglesia de nuestro tiempo” (HNE 20). En efecto, desde mediados del siglo XX, progresivamente se ha difundido en el país un estilo de vida basado en criterios meramente materiales, relativistas, individualistas, que fomentan el consumismo y el hedonismo, con consecuencias negativas para la dignidad de las personas y de la sociedad. Ello, a pesar de que se aprecia también el resurgir de un ser humano religioso, con arraigo en la identidad del costarricense y que procura un más profundo sentido de la vida. Pero se confirma en muchos creyentes, la existencia de una especie de catolicismo desinstitucionalizado, donde la persona permanece nominalmente católica, pero al margen de la vida comunitaria. Y es que la dispersión del mundo religioso ha provocado la privatización de la vida creyente (DSD 27) y, consecuentemente, la pérdida de la dimensión comunitaria de la fe. Se constata, asimismo, un acelerado éxodo de fieles de la Iglesia católica hacia otras ofertas religiosas, algunas cristianas, otras no. Por su parte, el secularismo penetra tanto los sectores intelectuales, como los grupos sociales económicamente privilegiados. En algunos casos, se llega a una negación de la acción de Dios, pues se prefiere pensar que las realidades se explican por sí solas; o se mira la religión como alienación del ser humano. Para muchos, la relación con Dios queda relegada a lo privado y, por ende, se le considera como “alguien” innecesario para pensar y tomar decisiones, aunque se acude a Él en los momentos de apremio y de limitación humana. Tal

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fenómeno se nota en la vida de las familias, en la legislación, en las instituciones públicas, en las expresiones culturales y se manifiesta, en general, en la vida cotidiana.

Necesidad de iluminar toda la realidad temporal, desde la fe 55. La Iglesia, fiel a las exigencias mismas del Evangelio, se ha sentido

históricamente comprometida en la promoción y defensa del ser humano, como ciudadano e hijo de Dios. Aun cuando la mayoría de la población afirma profesar la fe católica, el número de cristianos especialmente jóvenes, al margen de la Iglesia, va en aumento. Gran número de personas que recibieron el Bautismo viven desentendidos de la vida cristiana; poseen cierta fe, pero conocen poco sus fundamentos. Algunos, sienten la necesidad “de conocer a Jesucristo bajo una luz distinta de la enseñanza que recibieron en su infancia” (EN 52). La Iglesia es tenida como punto de referencia para ciertos servicios, pero se va perdiendo el sentido de pertenencia en lo que refiere a su misión, a sus principios éticos y a sus enseñanzas. La piedad popular, componente religioso de nuestra realidad

56. La piedad popular está profundamente enraizada en la vida personal y comunitaria. Está presente en todos los niveles sociales, especialmente en las zonas rurales. Manifestaciones de esta piedad popular son las peregrinaciones a los santuarios, especialmente marianos y el uso de los sacramentales. De manera diferente hay que prestar atención a los fieles o familias que, por razones de origen extranjero u otras, expresan manifestaciones religiosas sincretistas.

El relevante testimonio de laicos comprometidos desde la fe cristiana 57. Por otra parte, se constata con gran satisfacción, el aumento de laicos

comprometidos, de un modo especial como catequistas. A todos ellos les corresponde una doble tarea. Por una parte, los laicos son los llamados a transformar las estructuras temporales según el plan de Dios, permeando de espíritu evangélico la conducción global de la sociedad, e inyectando en las venas del mundo la savia vital del Evangelio. Pero, además, todos los laicos están llamados a comunicar vitalidad nueva a su comunidad parroquial, de manera individual y también integrando grupos, movimientos, o ejerciendo ministerios y colaborando con otras realidades eclesiales. En Costa Rica, la Iglesia católica continúa siendo la institución pública con mayor credibilidad. Es escuchada y respetada por su vinculación con la mayoría de la sociedad, su interés en la solución de los conflictos del país y por su preocupación y su opción por los que sufren, los pobres y los marginados. Preocupa y merece atención, el hecho de que hay poca participación del laicado católico formado, ejerciendo diferentes funciones de liderazgo, ya en la política, en las instituciones o en las instancias del gobierno. También, merece ser debidamente atendida la actitud de los laicos que tienen una participación intra eclesial, pero evadiendo su proyección propia como laicos, en la sociedad (GS 30-32).

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La juventud comprometida desde la fe y la solidaridad 58. Los jóvenes, que constituyen una mayoría de la población, en general

poseen verdaderos valores, por lo que en ellos se contempla, como en un espejo, la vida familiar, social y religiosa. Las parroquias, en su mayoría, cuentan con grupos de pastoral juvenil y con procesos de catequesis para el sacramento de la Confirmación. Sin embargo, una mayoría, luego de celebrar el sacramento de la Confirmación, dicen “adiós” a la comunidad eclesial. Sin embargo, de entre estos participantes, muchos desean vivir su fe cristiana y acuñar su vida personal en el espíritu auténtico del Evangelio. Algunos de ellos son valiente testimonio, al tener que vivir su experiencia de fe en ambientes hostiles a la Iglesia, como sus lugares de estudio o de trabajo y, con frecuencia, hasta en su propia familia. Los jóvenes destacan por su alegre disposición al servicio, especialmente cuando se trata de programas que reclaman solidaridad hacia los más desprotegidos de la sociedad.

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Primera parte: La realidad costarricense

CAPÍTULO II: LA CULTURA NACIONAL

Pablo, de pie en medio del Areópago, dijo: “Atenienses, veo que ustedes son, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad. Pues al pasar y contemplar sus monumentos sagrados, he encontrado también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: ‘Al Dios desconocido.’ Pues bien, lo que adoran sin conocer, eso les vengo yo a anunciar” (Hch 17,22-23).

“Aquél que es sin duda la verdad en persona, el unigénito de Dios no por gracia, sino por naturaleza, asumió por gracia a un hombre en tal íntima unidad de persona, que él mismo se hizo hijo del hombre” (san Agustín).

LA CULTURA NACIONAL Y SUS TRANSFORMACIONES

Costa Rica, un país con significativos valores humanos y religiosos 59. Históricamente, los rasgos culturales actuales se vieron configurados

durante la época del encuentro entre los primeros portadores de la luz del cristianismo con los habitantes autóctonos de estos territorios. Costa Rica tuvo la particularidad de ser un territorio colonizado tardíamente, con lo que se dio una acción de mayor cordura y sensatez en las relaciones entre indígenas y españoles. La figura insigne de esta etapa inicial es la de fray Pedro de Betanzos quien, junto con sus hermanos franciscanos, plantó las simientes cristianas de la sociedad nacional.

Las grandes transformaciones culturales 60. Mediante el proceso normal de transformación que sufre una cultura al

entrar en contacto continuo y prologado con otras formas culturales, la cultura costarricense se ha visto enriquecida, pero también empobrecida

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por las imposiciones deliberadas y a veces violentas de una cultura sobre otra (transculturación) (HNE 16). Las presentes generaciones son, al mismo tiempo, testigos y protagonistas del paso de una sociedad agrícola a una urbano-industrial, en un cambio de época de rápidas, constantes y profundas transformaciones, permeada por el mundo de la comunicación, la informática y los avances tecnológicos en general (HNE 16). Época en la que también las relaciones interpersonales han ido adquiriendo características nuevas. Las posibilidades de superación humana, en general, están asociadas al desarrollo urbano, lo que ha generado la migración del campo a la ciudad, quedando así en segundo plano el desarrollo de las zonas más alejadas (HNE 18).

Ante el fenómeno migratorio 61. El fenómeno migratorio alcanza un nivel mundial cada vez más complejo y

Costa Rica no escapa de sus complicadas manifestaciones y consecuencias. La cultura nacional se ha visto influenciada y un tanto modificada con la presencia de numerosos inmigrantes en busca de trabajo, techo y pan. Tal situación ha permitido poner de manifiesto el sentido de hospitalidad del pueblo costarricense y, por otro, el esfuerzo de las autoridades para discernir y regular su situación, para integrarlos a la vida nacional. En la medida en que se conserven y se consoliden los valores propios del ser costarricense, es posible en este sentido, mirar con cierto optimismo hacia el futuro, garantizando la paz, la seguridad y el respeto mutuo.

EL CAMBIO DE ÉPOCA DESAFÍA A LA CATEQUESIS COSTARRICENSE Una catequesis atenta a los rasgos y nuevas oportunidades culturales 62. Es preciso reconocer la riqueza de la diversidad cultural en el amplio

contexto de la valoración de la interculturalidad y del diálogo entre la fe y la cultura, para fomentar actitudes de sana tolerancia, de respeto, de aprecio, con la población inmigrante. La Iglesia debe aprovechar la creatividad intelectual del costarricense para producir instrumentos que respondan cada vez más a los cambios culturales. Los laicos han de llegar a los campos privilegiados de la cultura, como son la escuela y la universidad; los ambientes de investigación científica y técnica, los lugares de la creación artística y de la reflexión humanística (ChL 44). Es necesario, además, aprovechar los medios de comunicación masiva (prensa, radio, televisión, internet), propiciando una participación comunitaria como elemento medular en el proceso de evangelización.

Para un cambio de época, una nueva mentalidad evangelizadora 63. La Iglesia tiene el derecho y el deber de anunciar al pueblo una visión

cristiana de la persona, de la sociedad y de la historia. Al ejercer esta sublime misión, la catequesis es consciente de que la comunidad está

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expuesta a continuas transformaciones sociales y culturales que inciden en la vida religiosa (GS 4). A partir de las últimas décadas del siglo XX y las dos primeras del XXI, es bueno reiterar el desafío que comporta el ser protagonistas de un real cambio de época; ante una nueva auto comprensión de la persona humana, que conlleva un nuevo modo de interactuar en los espacios sociales y de situarse ante la naturaleza. La nueva época, esto es la posmodernidad, a su vez asume elementos –no todos de signo positivo- de la modernidad, tales como la centralidad y la autonomía de la persona humana, el proceso de individuación, el valor de la convivencia, las conquistas de la razón, el relativismo moral, entre otros. Indudablemente, plantea novedades que afectan la vida de fe: entre otros aspectos, se cuestionan o se niegan abiertamente los valores absolutos, así como el valor de las instituciones. En la posmodernidad, las personas de manera individual más que en grupos, anhelan y procuran experiencias con la trascendencia (DSD 252); de este modo, se promueve la vivencia privada de la religión. Esto conlleva también una cierta actitud de “sospecha”, frente a las verdaderas razones por las cuales algo les está siendo propuesto. Esta cultura, marcada con sus características propias, se refleja en el dinamismo social, económico, político y religioso de la sociedad costarricense. En el tiempo presente, la Iglesia tiene el gran desafío de proponer el mensaje evangélico a personas que reclaman claridad en sus razones para creer.

Una catequesis que responda a los desafíos del cambio de época. 64. Los desafíos para la catequesis son evidentes: se necesita contextualizar el

mensaje de Cristo para hacerlo conocer en el medio sociocultural, con el uso de un lenguaje que hable a todos y a cada uno, porque el Evangelio es universal (HNE 22). Es preciso estudiar más las causas y efectos psicológicos, morales y religiosos que provocan los cambios culturales posmodernos. La experiencia del encuentro personal con Jesús que da un nuevo horizonte y una orientación definitiva a la vida del creyente, ha de ser compartida en la comunidad; esto, con frecuencia no ocurre de manera espontánea, y ha de ser incentivado. En el contexto de un cambio de época van surgiendo hombres y mujeres más adultos humana y religiosamente, que sólo podrán prestar su adhesión de corazón a una fe que les sea presentada de manera integral y que pueda dar sentido a toda su vida. Es un hermoso desafío revisar los procesos de la catequesis y darles calidad, incluyendo la iniciación cristiana, tanto para quienes se encaminan a recibir el Bautismo, como para quienes necesitan ahondar en su compromiso bautismal.

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SEGUNDA PARTE

LA PALABRA DE DIOS Y LA ACCION EVANGELIZADORA DE LA IGLESIA

En el primer capítulo de esta segunda parte, se brinda una fundamentación teológica, a partir del concepto de Revelación contenido en la Constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II. Dicho concepto permite entender el ministerio de la Palabra y el concepto de evangelización, con sus dimensiones, como fuente de la identidad de la catequesis y del catequista. En el segundo capítulo se expone el misterio pascual como aspecto clave del mensaje de la catequesis, ante la exigencia de la catequesis de facilitar a los catequizandos el encuentro con Jesucristo vivo, el seguimiento de su persona y comprensión de su mensaje. Mientras en el tercer capítulo se reflexiona sobre la Iniciación Cristiana, como modelo de la catequesis nacional y elemento clave en la nueva evangelización.

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Segunda parte: La Palabra de Dios y la acción evangelizadora de la Iglesia

CAPÍTULO I: PALABRA DE DIOS Y EVANGELIZACIÓN

Y el Verbo se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria; la gloria que recibe del Padre el Hijo único; en Él todo era don amoroso y verdad (Jn 1,14). “Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y el que no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría, de ahí se sigue que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo” (San Jerónimo).

LA PALABRA DE DIOS Y LA REVELACIÓN

La Palabra encarnada: misterio revelador de comunicación y diálogo 65. El amor se revela y se vive desde una palabra decisiva. Así como el ser

humano se expresa mediante la palabra, también Dios se comunica a Sí mismo mediante el don de su Palabra. El Evangelio de san Juan comunica que la Palabra, el Hijo único y eterno de Dios (Jn 1,1-2), asumió la naturaleza humana, se hizo carne (Jn 1,14). El Concilio Vaticano II entendió la Revelación de Dios como la comunicación de Sí mismo al ser humano; así como la manifestación de su voluntad, llevada a plenitud por Cristo, Palabra hecha carne, mediante el Espíritu Santo (DV 2), en lenguaje humano, bajo las categorías de la comunicación y del diálogo (DV 2; VD 6).

“Palabra de Dios”. Jesucristo, el Hijo único y eterno del Padre, que se encarnó 66. La Palabra eterna, única y definitiva de Dios es Jesucristo, que se ha

encarnado. Cualquier otra realidad de la que se diga que es “Palabra de Dios”, lo será por analogía (VD 7), como la historia de la salvación y la predicación apostólica. “Palabra de Dios”, pues, es la persona divina del Hijo en cuanto pronunciada por Dios al modo humano (Encarnación). El contenido de esta Palabra es el mismo ser y querer de Dios para la humanidad; es decir, su “verdad salvífica”, revelación que salva. Esta Palabra es la definitiva de Dios (VD 121) no sólo porque Él se dice a Sí mismo de una vez para siempre, sino porque lo hace de modo total o absoluto en Jesucristo. La Palabra de Dios, por tanto, es la presencia solícita de Dios en su Hijo hecho hombre, con la intención de comunicarnos, en categorías y lenguaje humano, su ser y querer salvífico. En palabras de Hugo de San Víctor: “Toda la divina Escritura es un solo libro y este libro es Cristo, porque toda la Escritura habla de Cristo y se cumple en Cristo”.

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La Palabra revelada esclarece el misterio del ser humano 67. Dios, al revelarse en lenguaje humano, en el diálogo de amor de las tres

Personas divinas, invita al ser humano a participar en ese diálogo, en términos de amistad y comunicación (DV 2). La Palabra de Dios, entonces, revela quién es Dios y quién es el ser humano; revela que éste sólo puede comprenderse a sí mismo acogiendo a Dios en la persona de su Hijo encarnado, Jesucristo, y en la docilidad al Espíritu Santo. Es ahí donde, “el enigma de la condición humana se esclarece definitivamente a la luz de la revelación realizada por el Verbo divino” (VD 6).

La respuesta de la fe: adhesión de la inteligencia y la voluntad humanas, a Dios 68. La respuesta propia del ser humano al Dios que habla revelándose a Sí

mismo, es la fe (DV 5; VD 25). La fe, por lo tanto, es la adhesión de la inteligencia y de la libre de la voluntad, que acepta a una Persona y, con ella, cuanto ella manifiesta, siempre naturalmente con la ayuda imprescindible de la gracia (DV 5).

Sagrada Escritura y Tradición: testimonio vivo de la revelación 69. La revelación de Dios está testimoniada por la Sagrada Escritura que es la

Palabra de Dios en cuanto “se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo” (DV 11; VD 7), pero íntimamente unida a la Tradición que “transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la Palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo”. Es a la luz del Espíritu de la verdad, que ellos con su predicación, fielmente la conservan, la guardan, la exponen y la difunden (DV 9). El catequista, como todo el que se inicia en la fe, necesita conocer, no sólo de modo intelectual, sino, sobre todo, con el corazón, esta Palabra que le da vida (DAp 247-248), así como los contenidos de la fe (CT 27; DGC 94). La Tradición y la Escritura, don del Padre para el encuentro personal y comunitario con Jesucristo vivo, serán la mediación que le permite este conocimiento.

La lectio divina, mediación de encuentro con la Palabra en la Iglesia 70. La catequesis está llamada a facilitar el acercamiento a la Sagrada

Escritura. Entre otros medios para lograrlo, cuenta con la práctica de la lectio divina. Ésta conduce • al encuentro con Jesús, Maestro • al conocimiento del Jesús, Mesías • a la comunión con Jesús, Hijo de Dios • al testimonio de Jesús, Señor del universo (DAp 249). La lectura orante de la Escritura desemboca en una auténtica conversión, respuesta de fe, renovada comunión y solidaridad entre los hermanos. Cuando se experimenta esta verdad, ella suscita en el corazón del catequizando la alegría que sólo Dios da (Hch 8,26-39). “La catequesis, en concreto, debe ser ‘una auténtica introducción a la lectio divina, es decir, a la lectura de la Sagrada Escritura, hecha según el Espíritu que habita en la

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Iglesia’ ” (DGC 127), pues según expresa san Gregorio Magno: “Las palabras divinas crecen con quien las lee”.

Necesidad de comprensión y acogida a la Palabra de Dios 71. La fuente de las fuentes de la catequesis es la Palabra de Dios (DGC 94-

96). Por eso es necesario comprender en la Palabra de Dios, la dimensión cristológica, la dimensión salvífica y el sentido escatológico que ésta contiene. Sin esta comprensión es imposible entender el ser y el quehacer de la Palabra de Dios en sí misma y en su relación con la Iglesia y el mundo, y por tanto en la catequesis misma. Es necesario, además, que la catequesis transmita no sólo que Dios se comunica a Sí mismo en la persona de su Hijo Jesucristo y al encuentro con Él, sino que también conozca las verdades por Él reveladas (DV 2).

PALABRA DE DIOS Y EVANGELIZACIÓN

Proclamar la “buena noticia” a todos, de forma creíble y actual 72. Cristo vino al mundo para proclamar con gozo y realizar entre las personas

la buena noticia, tal como la transmite el Nuevo Testamento. La Iglesia nació y vive para evangelizar; su renovación constante tiene el objetivo de potenciar su actividad misionera universal; buscar nuevos cauces o caminos por los que el ser humano conozca, acepte y viva el plan de Dios; llevar a cabo, en especial mediante la catequesis, todo aquello que pueda hacer existencialmente creíble y actual la verdad del Evangelio (EG 272).

La Iglesia existe para evangelizar 73. El Concilio Vaticano ll recuerda que el fin de la Iglesia es la propagación del

reino de Cristo en todos los confines de la Tierra para dar gloria al Padre (EG 267). El papa Pablo Vl (1975) afirma que “evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar” (EN 14). Evangelizar es una “realidad rica, compleja y dinámica” “que significa llevar la buena nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad” (EN 17). Comprende la totalidad de las acciones pastorales de la Iglesia. La Iglesia evangeliza cuando, con la fuerza del Evangelio, transforma “los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación” (EN 19).

EL PROCESO EVANGELIZADOR

El proceso evangelizador según el Directorio General para la Catequesis 74. La evangelización posee la plenitud de los medios de salvación, aun

cuando su manera de realizarlo sea de modo gradual. Ella se realiza como “proceso evangelizador” que parte del testimonio, el diálogo y la caridad; que implica el anuncio explícito de Jesucristo y su Evangelio, y la llamada a

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la conversión. En el centro del proceso evangelizador se encuentra la catequesis de iniciación cristiana o de inspiración catecumenal (DGC 49 y 64).

El proceso evangelizador: estructurado en etapas o momentos abiertos 75. La Iglesia, movida por el Espíritu, anuncia y difunde el Evangelio en todo el

mundo; y lo hace por medio del “proceso evangelizador”, el cual posee características propias: está estructurado en tres “etapas” o “momentos esenciales”; éstas se reiteran siempre que sea necesario, no son cerradas; tratan de dar el alimento evangélico más adecuado al crecimiento espiritual de cada persona, o de la misma comunidad (DGC 49). Se detallan en los numerales siguientes, cada una de las tres etapas del proceso evangelizador.

Primera etapa: el anuncio misionero 76. “La acción misionera es para los no creyentes, y para los que viven en la

indiferencia religiosa” (DGC 49). El anuncio misionero requiere, ante todo, el testimonio cristiano de los evangelizadores, manifestado en un acercamiento con alegría a las personas o una acogida cálida a los que se acercan; un interés por los problemas que les aquejan, con el deseo de dar respuesta a sus anhelos y a sus dudas, a sus inquietudes y a sus fracasos, y la práctica de una caridad sincera. El eje central de esta etapa es la proclamación del kerigma, el cual es insustituible, vital e importante. El valor es tal que será necesario construir procesos institucionalizados de acción misionera, no como acción marginal o de algún grupo eclesial en particular, sino precisamente como acción de toda la Iglesia. Con relación a esta primera etapa, el contexto es netamente misionero y está en función de anunciar el núcleo del Evangelio, llamar a la fe y a la conversión inicial a las personas que se acercan a la comunidad cristiana. Éstas, por la proclamación del kerigma de la Iglesia, con la libertad y el arrojo que sólo el Espíritu da (EN 21-22), son ayudadas de modo inicial a descubrir el atractivo de la persona de Jesucristo, y a reconocer en el misterio pascual algo que remueve su corazón y despierta un anhelo de plenitud que estaba latente en su alma. Si se disponen y deciden seguir a Jesucristo, son invitados al catecumenado o discipulado, que es de naturaleza catequética o iniciatoria.

Segunda etapa: la catequesis de iniciación cristiana 77. La catequesis surgirá como consecuencia de un eficaz anuncio misionero.

Es “la acción catequética iniciatoria para los que optan por el Evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación” (DGC 49). Quien se ha convertido a Dios y ha aceptado la fe en Jesucristo (ambas de forma inicial) es introducido a la vida de la fe por mediación de la catequesis, la participación en los sacramentos, los comportamientos morales y el testimonio que brotan de su incorporación. La catequesis promueve y hace madurar la fe y la conversión inicial, y las reaviva permanentemente. También asegura la adhesión a Jesucristo y lo incorpora

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a la comunidad cristiana. Se trata de un período de tiempo suficiente para la iniciación a la vida cristiana, gradual y progresiva para conocer y vivenciar el mensaje de Jesucristo, enriquecido con ritos litúrgicos de entregas y escrutinios, preferiblemente durante el tiempo de cuaresma.

Iniciación en la vida de la Iglesia en todas sus dimensiones y quehaceres 78. Según el DGC (49), la catequesis de iniciación, como eslabón entre el

primer y el tercer momento del proceso evangelizador, posee un dinamismo vivo y complejo, con elementos que es preciso integrar: “renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos, iniciativas de apostolado” (EN 24). La catequesis de iniciación de esta segunda etapa del proceso evangelizador, es una acción básica y fundamental en la construcción de la personalidad, tanto del discípulo como del miembro de la comunidad. El catequista, al comunicar la Palabra divina, no realiza una mera ilustración intelectual, sino que siembra una semilla cargada de vida en el corazón de los oyentes y, según la acogida que reciba, fructificará en fe y en caridad (Mt13, 3).

Tercera etapa: la acción pastoral en la comunidad eclesial 79. Es “la acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros, en el seno de

la comunidad cristiana” (DGC 49). Esta etapa del proceso evangelizador va dirigida a los cristianos (cada creyente y toda la comunidad) ya iniciados en los elementos básicos, que necesitan alimentar, madurar y educar permanentemente su fe profesada a lo largo de la vida. En la celebración de los tres sacramentos de Iniciación, parte de la etapa anterior, los creyentes son alimentados y capacitados por la fuerza del Espíritu Santo para formar comunidad, acogiendo en ella a todos sin excepción, y para ir a impregnar del Evangelio la vida cotidiana. Por eso, el eje central de esta etapa es la atención pastoral que revitaliza permanentemente a la comunidad cristiana. La parroquia cumple, en esta etapa, un rol trascendental al constituirse en comunidad de comunidades, integradora de la variedad de carismas, ministerios, movimientos, servicios y organizaciones (DAp 169). La parroquia está llamada a ser casa y escuela de comunión, con nuevas estructuras, abiertas, acogedoras, dinámicas y flexibles (DAp 100e). Será esencial que se convierta en animadora de una espiritualidad de comunión misionera.

Catequesis permanente y ocasional en la acción pastoral 80. La catequesis permanente, acción relevante en la tercera etapa del proceso

evangelizador, es la educación permanente en la fe, que ayudará a madurar la profesión de fe, a proclamarla en la celebración de la Eucaristía y a renovar los compromisos que ella implica o conlleva para el creyente en Jesucristo. Una sólida comunidad cristiana deberá sostener y fortalecer a los discípulos misioneros, de modo que ellos puedan celebrar, anunciar, vivir y compartir la fe. Las “catequesis ocasionales” se han de impartir de conformidad con momentos y situaciones en la vida de los cristianos; y se pueden ir ofreciendo de conformidad con las necesidades, en el contexto de

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las comunidades eclesiales. Son un complemento necesario a la catequesis sistemática y permanente. Entre ellas cabe citar las catequesis para personas especiales, para marginados, para grupos diferenciados según ambientes, mentalidades y situaciones especiales (DGC 189-192).

DIMENSIONES DE LA EVANGELIZACIÓN Y DE LA CATEQUESIS

Dimensiones de la evangelización 81. En la Iglesia primitiva, todas las dimensiones de la evangelización estaban

incorporadas: en sus casas partían el pan y compartían la comida con alegría y sencillez; alababan a Dios y todo mundo los estimaba; el Señor iba incorporando a la comunidad a cuantos se iban salvando (Hch 2,46-47). Por eso, se presentan a continuación las dimensiones que están presentes en el proceso evangelizador, y por lo tanto, en la catequesis nacional.

Una fe suficientemente conocida, para ser profesada 82. La responsabilidad de la Iglesia “no se limita a sugerir al mundo valores

compartidos; hace falta que se llegue al anuncio explícito de la Palabra de Dios” (VD 98). La catequesis que asume las dimensiones de la evangelización debe conducir al conocimiento de la fe. Esta profundización de la fe se da cuando la catequesis anuncia “el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el Reino, el misterio de Jesús de Nazaret Hijo de Dios” (EN 22).

Una fe celebrada en la liturgia 83. La fe que se profesa en la catequesis se expresa en la celebración litúrgica

y en otros momentos. Se comprende, entonces, que existe una estrecha relación entre catequesis y liturgia. Una y otra son distintas pero se complementan en la continua, plena y eficaz exposición de la Palabra de Dios. Entre ambas hay diferencias y relaciones. La liturgia, aunque es principalmente celebración del misterio pascual y culto a Dios, es también una comunicación del mensaje cristiano para el pueblo fiel, pues en ella Dios habla a su pueblo, Cristo sigue anunciando el Evangelio, y el pueblo responde a Dios con cánticos y oraciones (SC 33).

Una fe vivida: el testimonio 84. La fe profesada y celebrada ha de ir acompañada del testimonio de la

propia vida. En palabras de san Jerónimo: “Que tus actos no desmientan tus palabras”. La catequesis debe ser profética, dando énfasis a la vivencia de la fe en la práctica de las buenas obras y el dando razón ante los demás. de la fe que se profesa.

Una fe al servicio de la caridad 85. La catequesis debe ser entendida también como promoción humana,

servidora y sanadora (diakonía), pues, en palabras de san Isidoro: “No puede amar a Dios quien se extravía en el amor al prójimo”. Ella fomentará el servicio de la caridad, la transformación de la realidad sociocultural desde

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el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia, y atenderá particulares servicios pastorales según contextos culturales, edades existenciales y ambientes especiales. Quien se inicia en la fe no se conforma con conocer lo de palabra, sino que comienza a asumir, desde ella, un compromiso de servicio a los demás. Una fe comprometida incluye la dimensión social de ésta. Según san Basilio Magno: “Cuando das al necesitado, lo que le das se convierte en algo tuyo y se te devuelve acrecentado”.

Una fe eclesial: sentido de pertenencia 86. La experiencia de comunión que se vive al interior de la comunidad cristiana

es uno de los elementos que la convierten en una fuerza evangelizadora. La koinonía (término griego que significa “comunión”), es un componente de la vida de servicio al Señor. Ella exige participación en la enseñanza de los apóstoles, en la fracción del pan y en la oración común. Los Hechos de los Apóstoles describen la comunidad y la práctica en esta vivencia en el gesto de la comunicación de bienes. Esta experiencia es consecuente con la predicación de Jesús sobre la confianza en la providencia del Padre (Mt 6,25-34), y es lógica continuación de la vida en común y sentido de pertenencia que Jesús ya estableció y realizó con sus discípulos (Lc 8,1-3; Jn 12,4-6; 13,29). “Nada más frío que un cristiano que no trate de salvar a los demás” (san Juan Crisóstomo). En efecto, no satisface la idea de que un buen cristiano es el que se compromete en un servicio por los demás, pero no mantiene vínculo alguno, ni afectivo ni celebrativo con el resto de la comunidad.

Una fe misionera 87. La fe no se puede callar; hay que dar testimonio de ella, anunciando toda la

ley evangélica del amor. La fe no es para vivirla solamente en el propio interior, sino para proclamarla y transmitirla, para que ilumine y llene de alegría otros rostros y otras vidas. Este anuncio será creíble si va acompañado con la propia vida. Todo esto significa para el catequizando proyectar la vida desde los valores del Evangelio; vivir en un diálogo crítico y constructivo con la cultura, valorando la realidad a la luz del Evangelio, acogiéndola compasivamente y, en lo posible, transformándola (OA 4).

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Segunda parte: La Palabra de Dios y la acción evangelizadora de la Iglesia

CAPÍTULO II

EL MINISTERIO DE LA PALABRA, LA CATEQUESIS Y EL CATEQUISTA

En el libro del profeta Isaías estaba escrito: “Mira, te voy a enviar a mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Escuchen ese grito en el desierto: `reparen el camino del Señor, enderecen sus senderos” (Mc 1, 2-3).

Hijo mío día y noche recuerda a quien te habla de la Palabra de Dios, y respétalo como al Señor; porque donde habla la autoridad del Señor allí está el Señor mismo (Didajé IV.1) No abandones los mandamientos del Señor; mas guarda lo que recibiste, sin añadir ni quitar nada (Didajé IV.13)

IDENTIDAD DE LA CATEQUESIS EN EL MINISTERIO DE LA PALABRA

La catequesis es servicio o ministerio de la Palabra revelada 88. La mejor comunicación es aquella que al comunicar se queda sin palabras,

al no guardarse nada para sí (VD 12). La Palabra de Dios está viva y actuante hoy en la comunidad eclesial. Dios continúa hablando a las personas y comunidades en Cristo, por el Espíritu. Él es quien habla, quien, por mediaciones, se comunica. Dios se sirve de palabras, de acontecimientos y de la actuación viva de las personas. Esa actuación por estar subordinada al propio Dios, sólo puede ser servicio o ministerio, del cual la catequesis forma parte esencial.

La catequesis educa en el sentido profundo de la Palabra 89. Quien se encuentra con Jesús, corresponde a su amor, asumiendo tareas y

ministerios para edificar la Iglesia. Dentro de esos ministerios se cuenta el de la Palabra, que es fundamental al interior del proceso evangelizador, por el cual la Iglesia transmite la Revelación (DGC 50). Aprender a gustar el sentido profundo de la Palabra de Dios en la vida y en los acontecimientos, es una forma de educar, que atañe a la catequesis.

La catequesis es educación en la fe de la Iglesia 90. Se entiende por catequesis la educación en la fe, ordenada, gradual y

progresiva en la fe, de los adultos, jóvenes y niños, realizada por catequistas, debidamente formados. La acción catequística propia de la comunidad eclesial, facilita un proceso educativo de crecimiento y

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maduración integral en la fe de las personas y comunidades; comprende un mayor conocimiento y adhesión a Jesucristo vivo y a sus enseñanzas, con el fin de iniciarlos en la plenitud de la vida cristiana (CT 18).

La catequesis en relación con otras formas de comunicación de la Palabra 91. La diferencia esencial de la catequesis con otras formas de comunicación

de la Palabra, es el hecho de que constituye un proceso orgánico, gradual y sistemático. Obviamente, este proceso orgánico hace referencia a la metodología. En particular, la catequesis es distinta y complementaria de la homilía, porque ambas recorren el contenido salvífico, pero de diferente forma: aquella, de manera sintética y dirigida a toda la comunidad, en el contexto de la celebración litúrgica; la catequesis, en cambio, de manera analítica, dada a grupos homogéneos, reunidos para el efecto. Asimismo, es distinta y complementaria de la ERE, porque ésta se desarrolla sobre la síntesis fe y cultura, fe y ciencia. Mientras la catequesis aborda la amplia relación entre la fe y la vida. En ambas, como quedó expresado, se manifiestan también las diferencias que emanan de los aspectos propiamente metodológicos.

La catequesis educa en todas las dimensiones de la persona 92. En la historia de la salvación no hay separación entre lo que Dios dice y lo

que hace. La catequesis, a partir de la fe y la conversión inicial a Jesucristo, propicia una educación integral de la personalidad cristiana. Por eso, facilita un desarrollo armónico de la adquisición de conocimientos (nivel cognoscitivo), de sentimientos y afectos favorables a la fe (nivel afectivo), de actitudes y comportamientos orientados al compromiso cristiano en todos los campos y ámbitos de la sociedad (nivel operativo). Ese proceso desemboca en la madurez de la fe, en un dinamismo progresivo de interacción de todos los elementos y dimensiones de la fe (profesión, celebración litúrgica, testimonio, comunión, servicio, misión), dentro de la realidad viva de la experiencia eclesial.

La catequesis ayuda a descubrir y profundizar la experiencia humana 93. Las Sagradas Escrituras, antes que enseñanza, fueron acción, vivencia de

hechos experimentados por un pueblo; historia, interpretada como “historia de salvación”. De esto dio fe la misma comunidad que los vivió, reconociendo en ellos la acción salvífica de Dios. Por esos hechos y su intervención en ellos, Dios se reveló a Israel. Por esta vía se puede comprender la experiencia humana, no ya como una suma de acontecimientos; o como la simple colección de actos que el ser humano va realizando y que, a la postre, pueden llegar a constituir su propio depósito de sabiduría. La experiencia humana constituye, más bien, el ejercicio de la verdadera condición humana, ubicada en un lugar, tiempo, cultura y medio social; y orientada por la conciencia hacia un horizonte de valores que le dan sentido. Para ello requiere ser expresada, participada y comunicada; todo lo cual llega a constituir una vivencia que se enriquece en comunidad. En este nivel de profundidad de la experiencia humana, Dios se manifestó en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, y continúa haciéndolo en la vida

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de los cristianos, en la Iglesia. Es necesario recordar, sin embargo, que desde su misma condición, el ser humano puede impedir el paso hacia lo trascendente, errar en la interpretación del Dios que "baja" a su existencia. En largos siglos de camino, Dios fue preparando progresivamente a los seres humanos para que, primeramente, se descubrieran a sí mismos, fueran conscientes de su realidad y de su interacción con los otros; de tal manera que, en su momento, fueran capaces de reconocerlo en las promesas mesiánicas y en el Mesías mismo, como Dios que salva (Dt 26,10; Is 9,1). Los catequistas, por lo tanto, han de ayudar a los catequizandos a recorrer este mismo camino, previo a la presentación de la persona y del mensaje fascinante de Jesús. Proceso que, metodológicamente hablando, no requiere de un prolongado "momento" para los catequizandos; sino de un intenso y responsable acompañamiento, para que tomen clara conciencia de sí mismos, la evoquen, la asuman, la profundicen (individualizándola o generalizándola), la compartan y la enriquezcan; y la mantengan presente a lo largo de todo el encuentro de catequesis, en el que la fe va progresivamente permeando la experiencia humana.

La catequesis ofrece el mensaje de la fe a la experiencia de vida 94. La Encarnación del Hijo de Dios nos muestra que lo humano es el lugar en

el que se realiza la salvación de Dios, y que la historia es lugar privilegiado de la Revelación. Aunque los evangelistas no lo detallan, el pueblo cristiano ve en María a una jovencita del pueblo, sencilla, inmersa en los quehaceres de cualquier mujer como ella; en su contexto geográfico y cultural, como también religioso, viviendo la certeza del Mesías que estaba por llegar. Su actitud de acogida consciente, esperanzada y humilde, que no anhelaba nada para sí, la puso en la mejor condición de aceptar la dignidad de ser la Madre del Salvador, cuando menos lo esperaba. De la misma manera, a partir de los hechos que se entrelazan en el Nuevo Testamento, se pueden valorar innumerables experiencias humanas (sin excluir aquellas que se juzgan en sí mismas negativas) todas las cuales, llevadas a la consciencia, aceptadas, asumidas y profundizadas, fueron espacios aptos para que Jesús se manifestara como el Hijo de Dios, ofreciera su mensaje de amor y misericordia, y sus gestos salvíficos (Mc 2,3-12; Mt 26,69-75). De la misma manera, la historia humana y la realidad actual son interpeladas e iluminadas por la persona de Jesucristo, como fuerza liberadora y transformadora. La catequesis, mediante la experiencia de fe, propone la persona y el mensaje de Jesucristo que confronta y cuestiona la experiencia de vida; y que estimula a abrir su horizonte, para asumir un compromiso serio y concreto desde el Evangelio.

Nuevo paradigma de la catequesis: iniciación a la vida cristiana 95. Cambiar un paradigma, equivale a cambiar un modelo. Sin embargo, si esta

expresión se refiere al término catequesis, significa mucho más. En este caso se trata de cambios radicales, que tocan la propia naturaleza o la estructura de la catequesis. Es por esta razón que, al afirmar que la

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catequesis, dentro del proceso evangelizador, tiene como finalidad iniciar a la vida cristiana, se está definiendo una nueva naturaleza y situándola donde originariamente se ubicó: dentro del proceso catecumenal.

La catequesis tiene una pedagogía original, la pedagogía de la fe 96. Acompañar a los catequizandos, paso a paso, a la plena asimilación del

misterio de Dios, es una responsabilidad de índole pedagógica. La catequesis tiene como punto de referencia la pedagogía de Dios, que se revela como un Dios condescendiente, que dialoga con su pueblo desde el amor, la comprensión y la cercanía. La pedagogía de Jesús es personal, en actitud de servicio, de comprensión y de perdón. Jesús educa a sus más cercanos y a las multitudes, comunicándose en el lenguaje de las comparaciones, de las señales del Reino, mediante un discurso sencillo, paciente y cercano. La Iglesia hace suya la pedagogía de Jesús y manifiesta su actitud pedagógica en el correr de los siglos, mediante un cúmulo creciente de enseñanzas inspiradas en la Palabra y comunicadas a los fieles de manera particular, mediante la catequesis. “La catequesis es, por tanto, la pedagogía en acto de la fe” (DGC 144).

La catequesis es un acto de comunicación 97. Dado que la catequesis es un acto de comunicación de la fe, el catequista

es, por excelencia, un comunicador., Por lo tanto, la catequesis se nutre también del aporte de las ciencias de la comunicación, así como del uso de los distintos lenguajes (verbales y no verbales) y de los diferentes medios de comunicación (grupales, masivos, nuevas tecnologías comunicacionales).

IDENTIDAD DEL CATEQUISTA: MINISTRO DE LA PALABRA

Laicos catequistas con una misión específica 98. En la Iglesia, “la participación de los fieles laicos tiene una modalidad propia

de actuación y de función, que, según el Concilio ‘es propia y peculiar’ de ellos. Tal modalidad se designa con la expresión ‘índole secular’” (…) “Viven en el mundo, esto es, implicados en todas y cada una de las ocupaciones y trabajos del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, de la que su existencia se encuentra como entretejida (…) estudian, trabajan, entablan relaciones de amistad, sociales, profesionales, culturales, etc.” (ChL 15) El carácter secular de los laicos, “ha sido confiado por Dios en el mundo a los hombres y a las mujeres para que participen en la obra de la creación, la liberen del influjo del pecado y se santifiquen en el matrimonio o en el celibato, en la familia, en la profesión y en las diversas actividades sociales” Son, según el deseo mismo de Jesús, sal y luz de la tierra y la levadura en la masa. Esa es la realidad en la que los catequistas son llamados por Dios, quien les manifiesta su designio de “contribuir, a modo de fermento, a la santificación del mundo” (ChL 15).

Los catequistas laicos: su identidad y vocación

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99. Es de esperar que los catequistas sean laicos equilibrados, desde el punto de vista humano y social, conscientes de su propia identidad, con el fin de que puedan constituirse en la base de la implementación de la catequesis. En efecto, la personalidad del catequista, en su ser y quehacer, se forja a partir del llamado amoroso de Dios, por el sacramento del Bautismo y de la Confirmación. Quedan así llamados y vinculados a la acción profética de Jesús, de donde emerge su vocación, como un servicio a la Palabra en la Iglesia; fortalecidos y guiados por el Espíritu, que les concede carismas, es decir, dones particulares para el desempeño de su misión. Ésta es reconocida por la Iglesia, cuando el respectivo obispo acepta a los catequistas que han sido formados, y los envía a catequizar.

Vivencia eclesial de los catequistas laicos 100. Los catequistas, conscientes de ser “Iglesia comunión”, hacen realidad las

palabras de Jesús: Yo soy la vid; ustedes los sarmientos (Jn 15,5). Por lo tanto, los catequistas son y actúan en comunión con la Iglesia que peregrina en el mundo entero, en su diócesis, en su parroquia y en su propio grupo de catequistas y catequizandos, así como en sus propias familias. Se suscita, de esta manera, una comunidad de fe y amor: donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20). Inspirados por esta convicción, los catequistas se forman y trabajan en equipo; más aún, lo hacen en comunidad y para la comunidad, con sentido de pertenencia y corresponsabilidad. Por lo mismo, promueven el amor fraterno, la libertad y la lucha por un mundo más justo y solidario; condiciones más humanas y de paz verdadera. Se comprometen en una formación secuencial y permanente, como base para el crecimiento y la madurez en la fe, tanto personal, como eclesial.

Los catequistas escuchan y viven la Palabra 101. Los catequistas deben tener una relación cotidiana con la Sagrada

Escritura, para que en su atenta escucha y reflexión, asuman conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios. Desde las páginas del Antiguo Testamento, se identifican con el dinamismo del caminar del pueblo de Dios; y desde el Evangelio, con la palabra de Jesús que es espíritu y vida. Mediante la lectio divina y otras formas de oración, pueden hacer una lectura orante de la Sagrada Escritura; con la ayuda de la “liturgia de las horas”, procuran la unión con Dios en los salmos, lecturas bíblicas y oraciones. Todo su ser y quehacer se fundamentará en la Palabra, por eso han de ser coherentes al conocerla y vivirla: “Pierde tiempo predicando exteriormente la Palabra de Dios, quien no es oyente de ella en su interior” (san Agustín).

Viven la espiritualidad de obediencia a la Palabra, para comunicarla 102. En la obediencia a la Palabra, los catequistas, hambrientos de oír la Palabra

del Señor (Am 8,11), darán sus frutos. Su espiritualidad radica no sólo en saber desempeñar su tarea, sino también en su habilidad como comunicadores fieles del mensaje de salvación; además, su “saber hacer”

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los convierte en pedagogos de la fe, facilitadores que aproximan la Palabra a la vida y especialmente a su ser. Los catequistas son valorados desde lo interno, con sus cualidades, sus aspiraciones, su realidad y capacidad de relación consigo mismos, con Dios, con la Iglesia, con los demás y con el mundo.

Los catequistas son ministros y comunicadores de la Palabra de vida 103. Comunicar a otros lo que personal y comunitariamente se ha contemplado

(1Jn 1,1), es una actividad muy intensa y fecunda. La identidad del catequista está esencialmente unida a la comunicación de la Palabra. El catequista es ministro de la Palabra de Dios (DV 25), facilitador de la Palabra, compañero de camino; por tanto, un creyente que ha vivido la experiencia de haberse encontrado con la persona de Jesucristo (DAp 131), que se sabe criatura nueva, hijo de Dios (Rom 8,15-17) y en permanente proceso de conversión.

Se encuentran con Jesucristo, para vivir su fe de manera coherente 104. En su encuentro con Jesucristo vivo en la comunidad eclesial, el catequista

vive un proceso de conversión continuo que le permite, con la gracia de Dios, la vivencia de una actitud coherente como discípulo y misionero. Se deja modelar y renovar por el Espíritu (GCM 9), siendo abierto a la transformación que se opera en su ser para alcanzar la santidad (GCM 8), la vida nueva según el Espíritu (ChL 33). Es importante que el catequista crezca interiormente en la paz y en la alegría de Cristo. Él, en efecto, “es nuestro gozo” (Ef 2,14). Sólo así será “el sembrador de la alegría y de la esperanza pascual, que son dones del Espíritu” (GCM 8). Es a partir de la misericordia, la vivencia y su proceso de maduración en su fe, que el catequista aprende a discernir el avance o retroceso de los catequizandos en el seguimiento de Jesús.

Son personas que orientan y alimentan su vida de fe 105. Dios llama a los catequistas a crecer, a madurar continuamente en su

propia espiritualidad para dar cada vez más fruto. En consecuencia, es necesario que alimenten continuamente su fe, en especial, mediante:

a. EL ESPÍRITU DE ORACIÓN. Conversar frecuentemente con Dios constituye una fuente de gracia, vida y fortaleza, como cristianos y en el desempeño de su misión. De esta manera, aprovechan ocasiones particulares para comunicarse con Dios a lo largo del día; y en las múltiples oportunidades en que se puede elevar la mente y el corazón a Él, mientras se trabaja o camina. Y de manera especial, por supuesto, en las celebraciones litúrgicas de la comunidad.

b. LA VIVENCIA DE LOS SACRAMENTOS, en especial de la Eucaristía y de la Reconciliación. De la comunión con Jesús Eucaristía brota el auténtico amor que hace al catequista ofrecerse en y como Cristo a los demás. La Eucaristía es para él la cima de la unión con Dios, el lugar privilegiado de

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su encuentro como discípulo con Jesucristo vivo, el acto de amor más grande, jamás igualado: dar la vida por sus amigos (Jn 15,13). Por otra parte, el catequista frecuenta el sacramento de la Penitencia y Reconciliación, experiencia singular del encuentro con Jesucristo misericordioso (DAp 254). Este sacramento propicia el retorno a la alegría, entusiasmo y recuperación de la libertad perdida; capacita para reflejar el perdón y la aceptación de la debilidad de los otros, en especial de los catequizandos. Con la confesión, expresó Tertuliano, “reconocemos ante Dios nuestro pecado, no porque él lo ignore, sino porque la confesión dispone para la satisfacción y de ella nace la penitencia”.

c. LA DEVOCIÓN A LA MADRE DE DIOS. La Virgen María es un “catecismo viviente”, “Madre y modelo del catequista” (CT 73; RM 92). La espiritualidad del catequista se enriquece por un profundo y sincero espíritu de piedad mariana, que debe realizar en sí mismo, para brindarlo luego a los catequizandos. La Virgen es “en su vida un ejemplo del amor maternal con que debe animar a todos aquellos que, en la misión apostólica de la Iglesia, cooperan a la regeneración de los hombres” (LG 65). La mejor forma de devoción mariana es la imitación de su vida entregada a su Hijo Jesús. El rezo del santo rosario permite meditar en los misterios de Jesucristo, en comunión con su Madre.

El mensaje que los catequistas comunican 106. En la participación de la vida misionera de la Iglesia, los catequistas

acompañan el camino hacia la recepción de los sacramentos, pero también los procesos de iniciación cristiana en la vida de fe. Por eso, ofrecen la posibilidad de descubrir la acción de Dios en la propia historia y los signos de crecimiento en la respuesta al llamado a la vida cristiana. Ayudan a percibir, por medio del anuncio, la “buena noticia" de un Dios que está a la puerta, esperando dialogar como amigo con todo ser humano (DV 2). Saben involucrar a los catequizandos en la historia narrada, haciéndoles partícipes de la construcción de una nueva historia de salvación en sus propias vidas. Entre los aspectos importantes que deben tener en cuenta los catequistas al comunicar el mensaje, destacan: “la integridad del contenido, ya que el discípulo de Cristo tiene derecho de recibir ‘la palabra de la fe’ no mutilada, falsificada o disminuida, sino completa e integral (…) a ningún verdadero catequista le es lícito hacer por cuenta propia una selección en el depósito de la fe, entre lo que estime importante y lo que estime menos importante”. “La integridad no dispensa del equilibrio ni del carácter orgánico y jerarquizado, gracias a los cuales se dará a las verdades que se enseñan (…) la importancia respectiva que les corresponde” (CT 30).

Viven insertos y dialogan desde la fe, con un mundo pluricultural 107. Los catequistas saben compartir las preocupaciones, tristezas, gozos,

alegrías y esperanzas de los catequizandos (GS 1). Como personas insertas en la realidad que aquellos viven, hablan como miembros activos

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de su pueblo; saben dialogar en la pluralidad étnica y cultural existentes y, desde la aceptación y respeto a los otros, comunican el mensaje cristiano de modo propositivo.

Testimonian de hecho la caridad con los más necesitados 108. Con su vida y sus enseñanzas, los catequistas ofrecen verdadero

testimonio, reflejando, con la coherencia de sus actos, la virtud de la caridad (Col 3,12-15); propiciando la edificación de un mundo que ha de regirse por los valores del Evangelio y la riqueza de la doctrina social de la Iglesia. La vivencia del amor de Dios y su misericordia, requieren de los catequistas una constante propiciación de la caridad, el servicio y la entrega, especialmente por los más necesitados, afligidos y marginados (DAp 257), alentando en sus enseñanzas la promoción humana y la solidaridad.

Son signos vivientes de los valores del Reino 109. En el ejercicio de la misericordia y la caridad para con los pobres, afligidos y

enfermos (Mt 25,37-40), los catequistas descubren el rostro vivo de Jesucristo, se encuentran con el Dios viviente, que camina a su lado y que alimenta la vida de quien sabe creer en el misterio de su cruz y adherirse a Él. Cooperan en la construcción del Reino, y al mismo tiempo son signos vivientes de éste, mediante la vivencia de sus valores.

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Segunda parte: La Palabra de Dios y la acción evangelizadora de la Iglesia

CAPÍTULO III

EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN

La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos contemplado su gloria (Jn 1,14).

“El Verbo se hizo carne para convertirse en cabeza de la Iglesia. (…) Algo nuestro está allá arriba, lo que él tomó, aquello con lo que murió, con lo que fue crucificado: ya hay primicias tuyas que te han precedido (San Agustín).

LA ENCARNACIÓN, CRITERIO INSPIRADOR DE LA CATEQUESIS

El maravilloso intercambio 110. En el misterio de la Encarnación, encontramos el principio y fundamento de

la pedagogía de Jesús, de su enseñanza y de su envío evangelizador a la Iglesia. La kénosis o abajamiento (Flp 2,7-8) y humanización de Dios es, al mismo tiempo, la ascensión y divinización de la humanidad. Jesús, en virtud de su inmenso amor a la humanidad, se hizo lo que somos nosotros, para que nosotros fuéramos lo que Él es.

Dios, en Jesús, entró en la historia 111. Por la Encarnación, el Hijo único y eterno de Dios Padre fijó su tienda entre

nosotros (Jn 1,14), entró en la historia de los pueblos y la asumió como propia. En un momento de la historia del pueblo de Israel, en medio de las contradicciones económicas, sociales, políticas, culturales y religiosas, ahí, implicándose en ellas, Jesús proclamó e inauguró la utopía del Reino. Cumplió a cabalidad la misión que le encomendó el Padre: devolver al ser humano la dignidad perdida (Ef 2,5). “Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador” (san Gregorio de Niza). Dios, al manifestarse en y desde los acontecimientos históricos, hace que éstos se vuelvan reveladores de la acción salvadora de Dios (DV 3; VD 8).

La Iglesia, sacramento y signo viviente de Cristo

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112. La Iglesia es, en medio del mundo, misterio, “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1); sacramento de Jesucristo, así como Él es para nosotros, en su humanidad, el sacramento de Dios. El Concilio Vaticano II rescató la imagen de “Jesucristo, sacramento del Padre”, y la de “Iglesia, sacramento de Cristo”. A ejemplo de Cristo y de las primeras comunidades de fieles, la Iglesia toma el camino de ser en el mundo un signo viviente de Cristo: encarnado, pobre y sencillo (Filp 2,7-8).

Los catequistas son signos vivientes de Jesucristo 113. El camino más seguro para la catequesis es volver a las fuentes del

cristianismo. A Jesucristo, a su enseñanza, su manera de ser, de vivir, de relacionarse con el Padre y con las personas; su actuar, asumiendo su pedagogía. La multitud de evangelizadores y catequistas son inspiración y modelo, “signos” vivientes de Cristo, sacramento y revelación del Padre. “Cada santo es como un rayo de luz que sale de la Palabra de Dios” (VD 48-49).

Anunciar el mensaje liberador del Evangelio 114. La catequesis debe ser igualmente entendida como kénosis; es decir,

abajamiento. En la medida en que la Iglesia sea signo de Cristo, un “sacramento de su presencia”, y se identifique con los pobres, los sencillos y las personas que necesitan del Evangelio; y en cuanto sea capaz de “abajarse” a ellos, podrá ser auténticamente evangelizadora. “La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí (Mt 25,40)” (EG 179). La nueva evangelización debe caracterizarse por una solidaridad particular con los más pobres y débiles en todos los aspectos de vida humana (DP 1134). La catequesis ha de ayudar a la Iglesia a convertir su estilo de vida y su anuncio evangelizador, en un mensaje liberador.

La Encarnación, principio fundamental del mensaje de la catequesis 115. Entonces, desde la realidad del misterio de la Encarnación, la catequesis

cultiva en los catequizandos que han decidido seguir a Jesucristo, aquello que es fuente de su gran dignidad: ser imagen de Dios (DGC 118). Este misterio ofrece a la catequesis la luz para comprender el valor incuestionable de la persona humana, su dignidad ante Dios y ante los otros, y el valor infinito y sagrado de la vida. La catequesis tiene a Jesucristo en el centro de su mensaje: la Palabra eterna del Padre que se encarnó (VD 7) como Salvador de la humanidad.

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Segunda parte: La Palabra de Dios y la acción evangelizadora de la Iglesia

CAPÍTULO IV

EL MISTERIO PASCUAL

Les transmití lo que a mi vez recibí: que Jesucristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, según las Escrituras (1 Cor 15, 3-4). “No creería en el Evangelio si no me moviera la autoridad de la Iglesia católica” (San Agustín).

EL MISTERIO PASCUAL DE CRISTO ES EL NÚCLEO CENTRAL DE LA FE

El misterio pascual de Cristo, núcleo central del contenido de la catequesis 116. La muerte de Jesús en la cruz para salvarnos, y su resurrección de entre los

muertos, con la fuerza del Espíritu Santo, son el núcleo central del mensaje que los apóstoles y discípulos anunciaron en la Iglesia primitiva y que la Iglesia sigue anunciando hoy, por todos los lugares de la tierra (Hch 2,22-24). De conformidad con la teología cristiana, el misterio pascual es el contenido esencial de la misión de la Iglesia y de la catequesis, el cual comprende la Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión a los cielos de Jesucristo, así como el envío del Espíritu Santo para la salvación. Es por el misterio pascual de Cristo que se realizó, para muchos, la salvación y la participación en la vida de Dios, inaugurándose el tiempo nuevo de la Redención.

Toda la vida de Jesús, es misterio 117. Referida a Jesucristo, la palabra “misterio” no tiene el sentido popular de

“cosa oculta” o “enigma”, sino el significado presente en los escritos de san Pablo: es una realidad que nos supera y que es objeto de una revelación progresiva, por parte de Dios. Toda la vida de Jesús es misterio. Y la vida entera de Jesús, en cada una de sus fases o misterios, desde la Encarnación hasta Pentecostés, adquiere un sentido pleno y definitivo cuando, tras su muerte en la cruz, es resucitado por el Padre Celestial y lo constituye en fuente de vida nueva, para los que creen en Él (Hch 5,30-33).

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La “Pascua”: paso de Jesús de la muerte a la vida 118. “Pascua”, etimológicamente, significa “paso”. Israel, el pueblo elegido, pasó

de la esclavitud de Egipto a la libertad de la tierra prometida. Este hecho constituyó su nacimiento como pueblo, razón por la cual lo celebró de generación en generación como “pascua”, acción de Dios. En vista de que la Muerte y Resurrección de Jesús coincidieron cronológicamente con la celebración de la Pascua judía, en adelante, para los judíos seguidores de Jesús, la celebración de la Pascua no conservó ya los ritos que recordaban aquella primera liberación, sino los signos de la acción salvadora de Jesús, muerto y resucitado por nuestra liberación del pecado. Esta es la nueva pascua, la Pascua de los cristianos. La Pascua judía está ligada al paso de Dios liberador; la Pascua cristiana en cambio, celebra el paso de la muerte a la vida, esencia del misterio pascual. Así como Cristo murió pero volvió a la vida, los cristianos creemos que, por ese mismo misterio, somos también liberados de la muerte y reconducidos a la vida eterna (Hch 10,39-43).

La proclamación de la “buena noticia” de la Resurrección de Jesús 119. Jesús había unido de tal modo su mensaje –la venida del Reino de Dios– a

su persona, que el cumplimiento de este mensaje parecía sencillamente imposible después de su muerte. Sin embargo, poco tiempo después, el Evangelio de Jesucristo comenzó a propagarse por todo el mundo conocido, con un dinamismo verdaderamente inimaginable. El secreto de esta propagación fue, precisamente, la proclamación de la buena noticia de su Resurrección (Hch 13,32-40), y del envío de Jesús a los apóstoles y a sus seguidores, que éstos cumplieron a cabalidad (Mt 28,20).

Misterio proclamado permanentemente por los apóstoles y por la Iglesia 120. El misterio de la Resurrección de Jesús tuvo manifestaciones especiales

con las apariciones de Jesús resucitado a los apóstoles y a algunos de sus amigos más cercanos, hechos que nos narran los Evangelios. Éstos refuerzan su testimonio. Mediante la Resurrección, Dios mismo confirmó el mensaje y la misión de Jesús como el Mesías prometido. La Resurrección de Jesús es la verdad culminante, el corazón mismo de la fe en Dios. Así lo entendieron los apóstoles que iniciaron su predicación, proclamándola por todas partes como un acontecimiento excepcional, y de la misma manera lo entiende la Iglesia hoy. Con la Resurrección de Cristo se sella el cumplimiento de la promesa de salvación. San Pablo lo afirma en su predicación a los judíos: Les anuncio la "buena nueva" de que la promesa hecha a los padres, Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús (Hch 13, 32-33). Si Cristo no ha resucitado, de nada les sirve su fe (1 Cor 15,17).

EL CRISTOCENTRISMO TRINITARIO DEL MISTERIO PASCUAL

La centralidad de la persona de Jesucristo y de su misterio pascual 121. Jesucristo no sólo transmite la Palabra de Dios, Él es Palabra de Dios (Jn

1,1-2; VD 7); así su persona y su mensaje ocuparán el centro de toda forma

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de comunicación de la fe, incluida la catequesis. El acontecimiento pascual, Jesucristo, Muerto y Resucitado, se ubica en el centro de la vida y la predicación cristiana, así como en su razón de ser. Este es el punto culminante de toda la historia de salvación y el cumplimiento total de las promesas hechas por Dios y anunciadas por los profetas. Quienes se reúnen en torno a este misterio, conforman la comunidad de los creyentes. Puesto que todo está referido a Él y todo confluye hacia Él, “el misterio de Cristo, en el mensaje revelado, no es un elemento más junto a otros, sino el centro a partir del cual los restantes elementos se jerarquizan y se iluminan” (DGC 41).

El misterio trinitario vivido en la comunión con Dios y los demás 122. El Catecismo de la Iglesia Católica (232) expresa al respecto: “La Iglesia no

cesa de confesar su fe en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. (…) El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es pues la fuente de todos los otros misterios de la fe (…) la enseñanza más fundamental y esencial en la ‘jerarquía de las verdades de la fe’ (234). Y el papa Francisco: “El misterio mismo de la Trinidad nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos. La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás” (EG 178).

La dinámica cristocéntrica trinitaria de la catequesis 123. El cristocentrismo de la catequesis es trinitario (DGC 99), y es el punto de

referencia que articula y unifica toda su acción. En virtud de su propia dinámica interna, lleva a la confesión de fe en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. En la estructura interna de la catequesis toda modalidad de presentación catequética será siempre cristocéntrica trinitaria; es decir: por Cristo, al Padre, en el Espíritu. Y también: “Siguiendo la misma pedagogía de Jesús, en su revelación del Padre, de sí mismo como Hijo y del Espíritu Santo, la catequesis mostrará la vida íntima de Dios, a partir de sus obras salvíficas en favor de la humanidad” (DGC 100). Una catequesis cristocéntrica comunica lo que Jesús enseña acerca de Dios, del ser humano, de la felicidad, de la vida moral, de la muerte; sin permitirse cambiar en nada de cuanto atañe a su pensamiento y a su vida como Hijo de Dios encarnado (DGC 98).

Una catequesis centrada en el misterio de Jesús, Mesías de Dios 124. En el cristocentrismo trinitario confluyen, a la vez, contenido, método y

agentes de la catequesis. En relación con el contenido, al afirmar la centralidad del misterio de Cristo, la catequesis requiere un conocimiento actualizado, armónico, y de raigambre bíblica de Jesucristo, en su figura histórica, en su identidad de Verbo de Dios hecho hombre, en su calidad mesiánica (Cristo), y en su destino como Señor y juez escatológico de los

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pueblos y de la historia. Padre, ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo (Jn 17,3).

Cristocentrismo de la catequesis y acento antropológico 125. Ya que Cristo asumió la condición humana y desde ésta salvó a la

humanidad, hay una relación muy estrecha entre el cristocentrismo de la fe y la persona humana. Por lo tanto, el camino de la catequesis, como toda la pastoral de la Iglesia, está marcado en función del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, con una dignidad indestructible. La catequesis, al dar razón de esta dignidad, opta por el acento antropológico, reconociendo de manera radical la condición de la persona humana.

LA CENTRALIDAD DEL KERIGMA EN LA CATEQUESIS

La proclamación del kerigma 126. El kerigma es el anuncio gozoso de la Muerte y la Resurrección de Cristo,

como acontecimiento de salvación para todos los que creen en Él. El que, por docilidad al Espíritu, abre su corazón y cree en Jesús muerto y resucitado, se adhiere a Él y se involucra en su plan de salvación (Hch 2, 22-24). Es, por consiguiente, la proclamación del acontecimiento salvífico que transforma a la persona y su entorno comunitario, y que se ofrece “aquí y ahora” por la fe y la conversión (Rom 6,4). Constituye el núcleo central del primer anuncio; lo cual “no significa que está al comienzo y después se olvida o se reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el primero en un sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar, de una forma o de otra, a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos” (EG 164). El papa Francisco afirma: “Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o kerigma, que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial” (EG 164).

La estrecha relación entre el kerigma y la acción evangelizadora 127. Ser apóstol es proclamar el kerigma con autoridad delegada del Señor.

Jesús confió su misión y les dio poder a sus “apóstoles” (Mc 3,14); ellos son enviados con autoridad a comunicar el mensaje de la reconciliación, instruir en la fe, animar y exhortar en el seguimiento fiel del Señor. El día de Pentecostés, cuando recibieron la fuerza del Espíritu, fueron puestos en movimiento, empujados, sacados de su encerramiento para anunciar con valentía su experiencia con Cristo en todos los rincones de la Tierra. Ellos, que habían recibido el kerigma de Jesús; ahora lo comunicaban a los demás. El kerigma, pues, no se puede separar del “apostolado”.

El kerigma está presente en cada etapa del proceso evangelizador 128. El kerigma ha de estar presente a lo largo de cada una de las etapas del

proceso evangelizador (DGC 49). Este anuncio, constantemente renovado, favorece el encuentro con Jesucristo, propicia o da origen a la catequesis de

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iniciación cristiana, y culmina en la madurez del discípulo de Jesucristo. Sin el kerigma las demás etapas de este proceso están destinadas a la esterilidad, pues sólo desde él se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera (DAp 278a)

Los destinatarios del kerigma y sus consecuencias 129. El kerigma proclama, con alegría, el núcleo central del Evangelio de

Jesucristo. Se dirige al corazón de quien no es cristiano o de quien, siéndolo, vive en la indiferencia religiosa (DGC 49). En él, por la acción del Espíritu, surgirá la fe y la conversión; y podrá insertarse progresivamente en la vida de la Iglesia, mediante la catequesis de iniciación cristiana.

La catequesis anuncia constantemente el kerigma 130. El anuncio del kerigma es indispensable para el encuentro con Cristo, que

es el objetivo y la razón de ser de la catequesis y sus diversas tareas. Por ello, el kerigma es anuncio constante que la catequesis no puede dar por supuesto. Si bien la catequesis presenta enseñanzas más elaboradas, que se dirigen a los catequizandos en exposiciones de aspecto más didáctico, se explican las Escrituras a la luz del acontecimiento cristiano, siempre sustentadas en el kerigma. “El anuncio se fundamenta en el hecho de la presencia de Cristo Resucitado hoy en la Iglesia, y es el factor imprescindible del proceso de formación de discípulos y misioneros” (DAp 279).

Proclamación viva y personal del kerigma en la catequesis 131. El catequista, dedicado legítimamente al ministerio de la Palabra (DV 25),

es el heraldo que proclama lo que él primero está viviendo en Jesucristo; en su nombre (Mt 12,21; Jn 2,23; 3,18) se habla y se enseña, lo que se ha visto y oído (Hch 4,17), y al hacerlo, se actualiza la salvación; en su nombre se perdonaron los pecados, se curan las enfermedades, se expulsan los espíritus impuros (Hch 3,6.16), se es criatura nueva (Rom 8,15-17), y su misma proclamación hace que el mensaje sea realidad, “hoy” (Lc 4,17-21). Por tanto, “En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: ‘Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte’ ” (EG 164).

El kerigma en la formación cristiana 132. El Documento de Aparecida (279) insiste en que la formación cristiana ha

de llevar al encuentro con Cristo: “Por eso, la formación obedece a un proceso integral, es decir, que comprende variadas dimensiones, todas armonizadas entre sí, en unidad vital. En la base de estas dimensiones, está la fuerza del anuncio kerigmático”. En el mismo sentido se refiere el papa Francisco: “Toda formación cristiana es, ante todo, la profundización del kerigma que se va haciendo carne cada vez más y mejor, que nunca

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deja de iluminar la tarea catequística y que permite comprender adecuadamente el sentido de cualquier tema que se desarrolle en la catequesis” (EG 165).

Segunda parte: La Palabra de Dios y la acción evangelizadora de la Iglesia

CAPÍTULO V

LA INICIACIÓN CRISTIANA

El hombre pidió una luz, entró de un salto y, después de encerrar bien a los demás presos, se arrojó temblando a los pies de Pablo y Silas. Después los sacó fuera y les preguntó: Señores, ¿qué debo hacer para salvarme? Le respondieron: Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia. Le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa (…) y se bautizó con toda su familia a aquella hora de la noche (Hch 16, 29-33). “Los cristianos (…) cuando antes de entrar en la comunidad los oyentes parecen haber demostrado suficientemente que están dispuestos a llevar una buena vida, entonces los admiten, formando una clase particular de los principiantes o recién admitidos que todavía no han recibido el símbolo de la purificación” (Orígenes).

LA INICIACIÓN: EXPERIENCIA HUMANA FUNDAMENTAL

La “iniciación”, experiencia antropológica 133. Por “iniciación”, en términos generales, se entiende un conjunto de

enseñanzas orales y celebración de ritos, cuyo objetivo es proporcionar a la persona que requiere ser iniciada, un conocimiento y una adhesión consciente a un grupo social determinado, respondiendo a una cultura o decisión propia. Al final del proceso iniciático, el candidato llega a convertirse en un miembro pleno de determinada agrupación, y definitivamente aceptado. El término “iniciación”, por consiguiente, expresa un fenómeno antropológico, referido al proceso de adaptación, de conocimiento y socialización que, a la postre, toda persona humana debe realizar en relación con el ambiente físico, social, cultural y religioso en el que viene a encontrarse. Es un proceso que pone a los iniciados en la condición de conocer, aceptar y configurarse con las reglas, planteamientos

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y opiniones propias del grupo al cual quiere pertenecer. Se trata de una condición universal de la existencia humana, que se manifiesta en diversas modalidades y tipologías, según los pueblos y las épocas.

La originalidad cristiana de la iniciación 134. “Iniciación” es un término procedente de las antiguas religiones llamadas

“mistéricas” y asumido dentro lenguaje bíblico. Las primeras comunidades cristianas utilizaban este término para referirse al proceso de hacerse cristiano e iniciar la vivencia cristiana, incorporándose al misterio de Cristo y de la Iglesia. En la tradición patrística, la iniciación significa el proceso completo de los sacramentos por los cuales una persona pasa de la situación de no-cristiano a ser miembro de la Iglesia, y para llegar a ser cristiano debe recorrerse un camino o proceso. La comprensión y configuración del proceso de iniciación cristiana ha tenido transformaciones a lo largo del devenir histórico de la comunidad eclesial. En la actualidad, la iniciación ha sido recuperada sustancialmente como fundamento de la acción catequética.

LA INICIACIÓN CRISTIANA

Iniciación cristiana: el misterio de Dios que habla a las personas 135. Querer explicar qué es la iniciación cristiana, es tocar muy de cerca un gran

misterio, en el que Dios, por iniciativa propia, por puro amor y bondad, “quiere hablar a los hombres como amigos y tratar con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía” (DV 2), de manera que las personas, “por Cristo, la Palabra hecha carne, y por el Espíritu Santo, pueden llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina” (DV 2). Sólo así podrán alcanzar la plenitud de su vocación, es decir, el sentido de toda su existencia: la comunión con Dios. La iniciación cristiana es la manera en que la Iglesia, fiel a la vocación de su Señor, y guiada siempre por su luz, procura que las personas de cada tiempo y lugar se encuentren con Jesús, lo conozcan y se determinen, por amor, a seguirle durante toda su vida; esta es la misión encomendad por Él. Procura, asimismo, que se abran a la acción del Espíritu Santo, se dejen transformar por Él y se pongan en un camino de conversión; para que, como hijos de Dios, un día alcancen el gozo de participar por siempre del Reino del Padre celestial.

La iniciativa de Dios, por su Espíritu 136. Estas orientaciones han de incentivar en todo momento la sensibilidad de

los fieles, para que se abran a la acción de Dios. Para ello, es prioritario comprender que la iniciación cristiana es el proceso por medio del cual nos hacemos cristianos. Y es necesario reconocer que la gracia o acción de Dios, siempre nos precede, nos acompaña y lleva a término lo que, en definitiva, es obra de Él (Flp 1,6). Todo miembro de la Iglesia por su condición de bautizado, se reconoce como ser creado en la libertad de Dios, que es forjado por el Espíritu Santo.

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La iniciación cristiana es don de Dios, por mediación de la Iglesia 137. El don de Dios de la iniciación cristiana, es recibido por la mediación de la

Iglesia. Es el proceso gradual y progresivo de formación cristiana, unido a ritos sagrados, por el que las personas, libremente, se acercan al conocimiento de Jesucristo salvador, lo aceptan en sus vidas, y se unen a Él y a su misterio de salvación; y, por la celebración de los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, se integran como miembros vivos de la Iglesia católica. El Catecismo de la Iglesia Católica describe la iniciación cristiana en términos de “camino” o “itinerario”: “Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido en ritmos diferentes, rápida o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística” (CEC 1229).

Catequesis al servicio de la iniciación cristiana 138. El creyente se une a la comunidad de los discípulos de Jesús y asume la fe

de la Iglesia. El Directorio General para la Catequesis (63-68) se refiere con claridad a que la catequesis debe estar al servicio de la iniciación cristiana y la señala, dentro del proceso evangelizador (DGC 49), como un momento clave, correspondiente al periodo en que se estructura la conversión a Jesucristo, y se ofrece una fundamentación doctrinal a esa primera adhesión. Por eso, desde el Concilio Vaticano II, se invita a retomar procesos de iniciación cristiana para formar discípulos, mediante una catequesis de inspiración catecumenal, adaptada a las diferentes edades y a los contextos socioculturales (CD 14).

Proceso orgánico y progresivo en el itinerario de madurez de la fe 139. Según la tradición más antigua de la Iglesia, atestiguada ya en los Hechos

de los Apóstoles, la transmisión de la fe era un acontecimiento de opción vital por parte de los conversos, y de rica experiencia de vida comunitaria. En particular, la formación era vivencial: tocaba el corazón y transformaba la vida. Me sedujiste Señor y me dejé seducir (…) sentía la palabra dentro como fuego ardiente encerrado en los huesos (Jr 20,7-9). El itinerario de madurez en la fe despliega un proceso orgánico y progresivo, dentro del cual puede distinguirse la catequesis básica y fundamental de iniciación, entretejida con otras acciones pastorales que conforman un itinerario evangelizador de naturaleza catequética y sacramental.

La catequesis de iniciación exige claridad en los momentos del proceso de discipulado 140. Con el fin de alcanzar la estatura de adulto en la fe (Ef 4,13), la catequesis

de iniciación hace experimentar en el catequizando la presencia del misterio de Dios en la vida cotidiana. La catequesis se organiza procesualmente en estas fases: encuentro, conversión, discipulado, comunión y misión (DAp 278), correspondientes con los momentos del catecumenado, esto es:

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kerigma o pre catecumenado, catecumenado, iluminación y mistagogía. Esta secuencialidad debe propiciar el crecimiento y madurez en la fe, que lleven a ser auténtico discípulo misionero. El perfil del adulto maduro en la fe, aparece muy bien delineado en el capítulo III de la carta colectiva del episcopado costarricense “Es hora de una nueva evangelización” (1991); allí, se manifiesta una consistencia y vigencia tales, que dicho texto constituye un punto de referencia y de lectura pausada, en función del diseño o fortalecimiento de las experiencias discipulares que se ponen en marcha en las diferentes diócesis.

Proceso integral de educación en la fe, en tiempos y por etapas 141. Así pues, una educación integral y progresiva de la personalidad creyente

no se logra de la noche a la mañana; requiere de “tiempos”. Tanto el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA, “notas previas” 2-3), como el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC 1275), presentan la iniciación cristiana como un proceso extendido en el tiempo, en el cual, mediante diferentes momentos, tiempos o etapas, se invita a bautizados o no bautizados a conformar su vida al estilo del Evangelio, en fidelidad a la iniciativa divina; y a participar en la vida nueva del Señor resucitado, por la catequesis iniciática y la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana.

El catecumenado, inicio del itinerario de educación en la fe de la Iglesia 142. La iniciación cristiana ha estado íntimamente unida e identificada, desde los

inicios de la Iglesia, con el proceso del catecumenado, como itinerario de educación en la fe, con miras al encuentro con Jesucristo salvador y el ingreso a la comunidad cristiana, mediante los tres sacramentos de iniciación. La catequesis está al servicio de la iniciación cristiana, de modo que el catecumenado viene a ser la lógica del proceso catequético (DGC 66). Para la catequesis es muy importante que se comprenda que el catecumenado, antes que ser una institución, es una función pastoral de la Iglesia; es esencial y se hace necesario redescubrirla, porque sintetiza y encarna la dinámica y el itinerario de educación en la fe. El catecumenado es acción catequética.

El “tiempo” del kerigma: pre-catecumenado 143. El kerigma es el primer momento en el proceso catecumenal de iniciación a

la vida cristiana. Sintoniza con la “acción misionera” en referencia a los no creyentes o a aquellas personas que viven la indiferencia religiosa (DGC 49). En este período se hace la evangelización; esto es, se anuncia abiertamente y con decisión al Dios vivo y a Jesucristo, enviado por Él para salvar a todos los seres humanos, a fin de que los no cristianos, al disponerle el corazón al Espíritu Santo, crean, se conviertan libremente al Señor, y se unan con sinceridad a Él. Por ser Él mismo el camino, la verdad y la vida, satisface sus exigencias espirituales, más aún, las supera infinitamente (RICA 9). Del kerigma brota la fe y la conversión inicial. El

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catequista hará una presentación del evangelio adecuada a los candidatos, que reciben el nombre de “simpatizantes”, para despertar en ellos esa fe inicial que luego, mediante la catequesis de iniciación, irá madurando y moviendo al ser humano a la riqueza de la relación con el Dios vivo, en el contexto personal y comunitario. Este tiempo es de gran importancia y nunca se debe omitir; ocupa el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial (EG 164).

El tiempo del catecumenado 144. El catecumenado, ahora visto como etapa concreta del proceso, requiere

que el candidato conocido como catecúmeno, madure paulatinamente en la fe, a lo largo de esta etapa, su vida espiritual inicial se irá fortaleciendo y adquirirá los conocimientos fundamentales de la doctrina cristiana: a saber, la primera fe que ha de concebirse en el tiempo la conversión inicial, así como la voluntad de cambiar de vida y de empezar el trato con Dios en Cristo; y, por tanto, los primeros sentimientos de penitencia y de uso incipiente de invocar a Dios y hacer oración, acompañados de la primeras experiencias en el trato y espiritualidad de los cristianos (RICA, 15). El catecumenado es un tiempo prolongado en que los catecúmenos reciben la instrucción pastoral y se ejercitan en el modo de vida apropiado (RICA 19). Este es el período en que se desarrolla la acción catequética e iniciatoria para los que optan por el evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación (DGC 49). Esta catequesis es progresiva, integrada y acompaña el año litúrgico, consiste en una presentación orgánica y jerarquizada de las verdades de la fe, propuestas por el Directorio General (DGC 130): a. las tres etapas de la narración de la historia de salvación: el Antiguo

Testamento, la vida de Jesucristo y la historia de la Iglesia; b. los cuatro pilares de la exposición: el Símbolo o Credo de los apóstoles,

los sacramentos, el decálogo y el padrenuestro.

El “tiempo” de la purificación e iluminación 145. El “tiempo” de la purificación e iluminación de los catecúmenos coincide con

el tiempo litúrgico de la Cuaresma, que es tiempo para renovar a la comunidad de los fieles junto con los catecúmenos por la liturgia y a la catequesis litúrgica, mediante el recuerdo o la preparación del Bautismo, y por la penitencia (RICA 21). Este tiempo es destinado a la preparación intensiva del espíritu y del corazón, para la selección y admisión de los catecúmenos para acercarse a los sacramentos de la iniciación cristiana; en este tiempo, al catequizando se le llama “elegido” (RICA 22). La dinámica

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iniciática va impregnando de Cristo al iniciado, lo lleva a acoger y expresar la fe cristiana con palabras, gestos, escrutinios y entregas. Tiene aquí lugar la preparación para la recepción de los sacramentos. De esta manera, lo inserta en un seguimiento integral y permanente. Los elementos característicos propios de este modelo iniciático de la Iglesia, constituyen una fuente de enriquecimiento para los actuales procesos catequéticos.

El “tiempo” de la mistagogía 146. Una vez celebrados los sacramentos de la iniciación cristiana, se propone

como última etapa de la iniciación, el tiempo de la mistagogía de los neófitos (RICA 37), que consiste en la profundización del misterio. Está destinada a que degusten el misterio de la presencia salvadora de Jesús con la renovación de las explicaciones y la recepción continuada, vivaz y real de los sacramentos. En esta etapa se da la vivencia de la profundización en el misterio pascual, así como una progresiva y cada vez más perfecta manifestación de ese misterio, en la vida del cristiano. Este tiempo de catequesis mistagógica, después de la celebración de los sacramentos, facilita que los neófitos se vayan integrando plenamente en la comunidad cristiana y los impulsa a ser partícipes de la acción pastoral (DGC 49). El catequista se convierte en un auténtico “mistagogo”, porque favorece el descubrimiento de las riquezas y profundos significados de los signos sacramentales, en los que Jesús sigue actuando como Señor y Salvador. Hoy es necesaria una renovada valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana” (EG 166).

Catequesis configurada como proceso o camino de seguimiento de Cristo 147. La catequesis de iniciación cristiana a través del itinerario catecumenal se

configura de este modo como proceso o camino para el seguimiento de Cristo, en el Espíritu hacia al Padre, emprendido con vistas a alcanzar la madurez en la fe, según la medida del don de Cristo (Ef 4,4) y las posibilidades y necesidades de cada uno (DGC 143). El proceso catecumenal se desarrolla por medio de encuentros catequísticos, que son el anuncio de la Palabra y están centrados en ella, pero siempre necesitan una adecuada ambientación y una atractiva motivación; el uso de símbolos elocuentes, su inserción en un amplio proceso de crecimiento y la integración de todas las dimensiones de la persona, en un camino comunitario de escucha y de respuesta (EG 166).

En Costa Rica, la catequesis asume el desafío de la iniciación cristiana 148. En las diócesis del país, se está caminando hacia la asunción del

paradigma de iniciación cristiana, como modelo de los propios procesos de catequesis. Las diócesis han venido procurando acoger de manera progresiva la iniciación cristiana en sus respectivos planes diocesanos, como un desafío y una respuesta a las orientaciones del magisterio contemporáneo en DGC, RICA, DAp, y EG. Se asume este desafío como parte de la Iglesia misionera, a la que convocó Aparecida, “que cuestiona a fondo la manera como estamos educando en la fe y como estamos

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alimentando la vivencia cristiana; un desafío que debemos afrontar con decisión, con valentía y creatividad, ya que, en muchas partes, la iniciación cristiana ha sido pobre o fragmentada. O educamos en la fe, poniendo realmente en contacto con Jesucristo e invitando a su seguimiento, o no cumpliremos nuestra misión evangelizadora. Se impone la tarea irrenunciable de ofrecer una modalidad operativa de iniciación cristiana que, además de marcar el qué, ofrezca también elementos para el quién, el cómo y el dónde se realiza” (DAp 287). Esta renovación del modelo de catequesis, se logrará a partir de una fuerte motivación y un camino educativo y formativo (LS 15).

LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

Unidad teológica y celebrativa de los sacramentos de la iniciación cristiana 149. “Esta es la fe de la Iglesia, que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús

Señor nuestro” (Ritual del Bautismo). Es la fe en la que educa la catequesis de iniciación por medio de los sacramentos de iniciación cristiana (DGC 66). Es necesario reafirmar que estos tres sacramentos: Bautismo, Confirmación y Eucaristía, han de asumirse como un solo conjunto sacramental; forman, de hecho, una unidad teológica y celebrativa; son tres fases de un mismo misterio. “Los que han recibido de Dios, por medio de la Iglesia, la fe en Cristo, sean admitidos con ceremonias religiosas al catecumenado; que no es una mera exposición de dogmas y preceptos, sino una formación y noviciado convenientemente prolongado de la vida cristiana, en que los discípulos se unen con Cristo su Maestro. Iníciense, pues, los catecúmenos convenientemente en el misterio de la salvación, en el ejercicio de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados que han de celebrarse en los tiempos sucesivos; introdúzcanse en la vida de fe, de la liturgia y de la caridad del Pueblo de Dios. Libres, luego de los sacramentos de la iniciación cristiana, del poder de las tinieblas; muertos, sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de hijos de adopción y asisten con todo el pueblo de Dios al memorial de la muerte y de la resurrección del Señor” (AG 14). Por esto, la catequesis no puede ser sólo preparatoria, sino que debe propiciar la vivencia y profundización del misterio pascual a través de los sacramentos.

Identidad pascual de cada sacramento de iniciación cristiana 150. En la profesión comunitaria de la fe, el creyente y la comunidad encuentran

su identidad. El Bautismo es la puerta de la vida espiritual; propicia la primera participación del creyente en la Muerte y Resurrección de Jesucristo, así como la primera profesión pública de la fe; y constituye el comienzo del camino de la identificación con Cristo en su misterio pascual. La plenitud del Espíritu, recibida en el sacramento de la Confirmación,

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capacita al catequizando para entregar, con valentía, su vida al servicio de la misión. Por su parte, cada Eucaristía hace memoria del sacrificio de Cristo, a fin de que la vida humana pueda constituirse, con Él, en un sacrificio de alabanza. La forma más profunda de relacionarse con Jesús es alimentarse con el sacramento de su sacrificio, para que Él permanezca en el creyente como Cristo permanece en el Padre y el Padre en Cristo (Jn 6, 58). Nada es más importante ni se sobrepone a la realidad de vivir en Cristo; por eso, la Eucaristía es el culmen de la vida. En cada celebración, el creyente se va transformando en aquello que recibe; se realiza así en su vida, existencialmente, la Pascua de Cristo.

Opción por la práctica catequística de la unidad de los tres sacramentos 151. La iniciación cristiana exige replantear todo el proceso de hacerse cristiano,

no basta con mejorar el estilo anterior de la catequesis como preparación para los sacramentos. La catequesis en Costa Rica opta decididamente por una práctica catequística que respete la unidad de los tres sacramentos de la iniciación; que ayude a los catequistas a superar una práctica fragmentada y desarticulada; y que ayude a construir verdaderos procesos de la iniciación cristiana, con la preocupación de desarrollar un proceso integral, organizado por etapas. Asumir el paradigma de iniciación cristiana exige una renovación de la modalidad catequética diocesana y, por consiguiente, de cada parroquia (DAp 294).

LA INICIACIÓN CRISTIANA DE LOS ADULTOS La Iglesia acoge y acompaña en la fe a las personas adultas 152. En la sociedad actual, cada vez más pluralista también desde el punto de

vista religioso, es mayor el número de personas adultas que no han sido bautizadas; y ahora, atraídas por Jesucristo, quieren formar parte de la Iglesia católica. Es necesario hacer sentir que el Señor llama a todos a seguirlo y que la Iglesia experimenta la alegría de acogerlos y acompañarlos, de modo que la Iglesia en salida es una Iglesia de puertas abiertas (EG 46). La catequesis de iniciación cristiana procura, entonces, que cada persona adulta pueda, en su momento oportuno, dar la respuesta que Dios le pide, abrirse a Dios y coopere con la gracia, ante el anuncio de la salvación.

Urgencia de asumir los procesos evangelizadores 153. Lo anterior, hace alusión a personas jóvenes y adultas. Es imperativo

entonces, asumir los procesos evangelizadores que propone el “Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos” (RICA), así como las “Normas para el Catecumenado en la Provincia Eclesiástica de Costa Rica” (Nº 2). Resulta apremiante la consolidación del dinamismo de una pastoral misionera, dirigida a los bautizados no evangelizados y a los no bautizados, sustentada en el modelo de la iniciación cristiana de adultos. Se requiere la debida atención al retorno a la Iglesia de no pocos creyentes provenientes de

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grupos no católicos; igualmente, a quienes se alejan de la fe de la Iglesia o están a punto de hacerlo, que no son pocos; y a los “simpatizantes” aún no convertidos. Es necesario, entonces, poner en marcha una pastoral diversificada, que logre integrar grupos para atender los diferentes procesos de iniciación cristiana. Todos estos, por igual, estarían requiriendo el kerigma y una catequesis con inspiración catecumenal, que les facilite el auténtico encuentro con Jesucristo vivo y la efectiva pertenencia a la Iglesia.

Avivar la fe mediante la catequesis de inspiración catecumenal y el discipulado 154. El DGC 67 refiere directamente a la necesidad de una catequesis básica y

esencial; y las “Normas para el Catecumenado en la Provincia Eclesiástica de Costa Rica” (Nº 5) convocan igualmente a una catequesis de inspiración catecumenal; de manera que, creciendo continuamente en la fe, los catequizandos puedan constituirse en discípulos y misioneros de Cristo en la familia, en la Iglesia y en el mundo. La opción nacional por esta catequesis de inspiración catecumenal, que tiene como referencia la catequesis con adultos, está dirigida a las diferentes edades, y debe estar fuertemente impregnada del espíritu de la iniciación cristiana, mediante el anuncio constante del kerigma, con un llamado a avivar permanentemente la fe, la conversión y el encuentro con Jesucristo vivo, así como una profundización mistagógica.

Itinerarios de la catequesis con adultos 155. La catequesis con adultos, al ir dirigida a personas capaces de una

adhesión plenamente responsable, debe ser considerada como la forma principal de catequesis (DCG 20). Los adultos que, al oír el anuncio del misterio de Cristo, y bajo la acción del Espíritu Santo en sus corazones, consciente y libremente buscan al Dios vivo y emprenden el camino de la fe y la conversión (RICA 1) Entre los adultos cabe distinguir: los adultos creyentes; los adultos bautizados no evangelizados; los bautizados alejados de la Iglesia y, finalmente, los adultos no bautizados y los no creyentes. Ante la complejidad de interlocutores, se ofrecen itinerarios diversos, que se estructuran según la lógica del catecumenado como auténticas catequesis de adultos en itinerarios de tipo bautismal o pos bautismal.

La catequesis de inspiración catecumenal para los adultos 156. Los anteriores modelos de catequesis de adultos han de tener un carácter

de iniciación cristiana, con inspiración catecumenal en sus objetivos y en su dinamismo, que lleve a los adultos al encuentro y seguimiento de Jesucristo. “En nuestros tiempos, ese seguimiento de Cristo es mucho más exigente, requiere más hondas convicciones, más claridad en las opciones, e incalculable valentía en las decisiones. Es evidente que un mundo de cambios tan rápidos y de tanta trascendencia en la vida humana, exige un grado de madurez muy alto en todo cristiano” (HNE 28). El reto principal para la catequesis nacional sigue siendo educar a las personas con todos sus requerimientos y exigencias, facilitando la formación, tanto de cristianos

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adultos, como de comunidades cristianas adultas en la fe que, de manera coherente, den razón de la fe, la transmitan y la testimonien.

LA INICIACIÓN CRISTIANA DE JÓVENES Y NIÑOS

La catequesis de iniciación cristiana para los jóvenes y niños 157. Los jóvenes son la gran riqueza del pueblo y de la Iglesia en Costa Rica. Es

la etapa privilegiada de las opciones, de las búsquedas y del proyectar la vida. La sociedad laicista, el ambiente consumista y el vacío de valores ejercen su influencia negativa sobre ellos (III Semana Latinoamericana de Catequesis, CELAM, 2006). La catequesis de iniciación cristiana mueve a los jóvenes hacia la madurez en la fe. Es preciso presentarles a Jesús como don de Dios y modelo de humanidad, que suscite en ellos la fe y dé sentido a su vida por medio de la conversión continua y el seguimiento vehemente, ardiente, de Jesús.

Implicar a la familia como sujeto, en los procesos catequísticos de la iniciación 158. La familia es sujeto privilegiado de iniciación cristiana. No obstante, uno de

los retos más difíciles es contar con la participación y la implicación de ésta en la educación en la fe. El proceso debe animar a los catequistas a repensar modos y formas, a abrir espacios nuevos de acogida y atención a los padres; así como estar atentos a las diferentes oportunidades que puedan potenciarse. “La familia está llamada a introducir a los hijos en el camino de la iniciación cristiana (…). Ella ofrece a los hijos un sentimiento cristiano de existencia y los acompaña en la elaboración de su proyecto de vida, como discípulos misioneros” (DAp 302).

El testimonio vivo y alegre de fe, de la comunidad cristiana 159. Una comunidad cristiana que testimonia, catequiza, celebra y vive con

alegría su fe, sabe salir a la periferia y, al mismo tiempo, sabe acoger fraternalmente. La comunidad cristiana es el origen, lugar y meta de la catequesis, por lo tanto, es sujeto indispensable del proceso (DGC 254). La catequesis de iniciación cristiana, educando a la vida comunitaria y para la misión, inserta al creyente en la dinámica de la comunión y de la misión de la Iglesia.

La catequesis de iniciación cristiana exige replantear nuestros procesos 160. La catequesis de iniciación cristiana compromete seriamente a un

replanteamiento integral de todos los aspectos que intervienen en la acción catequética; y, por consiguiente, a una conversión pastoral de todos los agentes involucrados. Particularmente, para los catequistas es indispensable la vivencia anterior de una experiencia iniciática, para que desde su propia vida impregnen los procesos de catequesis. Así mismo, la renovación de la catequesis provocará una reformulación en los procesos,

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agentes, subsidios y materiales, para favorecer la iniciación a la vida cristiana.

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TERCERA PARTE

LAS TAREAS DE LA CATEQUESIS

En esta tercera parte se analizan las tareas de la catequesis correspondientes a la educación de las diferentes dimensiones de la fe, que debe ser conocida, celebrada, vivida, orada; generadora de comunidad y anunciada (misión). La catequesis debe cultivar cada una de estas tareas, ya que se trata de una formación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana. Para que cada una de estas tareas fundamentales de la catequesis propicien paulatinamente el encuentro con Jesucristo y su Palabra, deben ser discernidas y definidas en coherencia con la realidad sociocultural y eclesial de cada diócesis.

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Tercera parte: Las tareas de la catequesis

CAPÍTULO I

PROPICIAR EL ENCUENTRO CON JESÚS

Y ésta es la vida eterna: conocerte a ti, único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesús, el Cristo (Jn 17,3). “La Iglesia, habiendo recibido este mensaje y esta fe (…) lo guarda cuidadosamente, como si habitara en una sola casa; y cree en estas cosas como si tuviera una sola alma y un mismo corazón, predicando y enseñando estas al unísono y transmitiendo la tradición como si tuviera una sola voz” (San Ireneo de Lyon).

LA CATEQUESIS PROPICIA EL ENCUENTRO CON JESÚS

El catequista sigue el modelo de Emaús 161. El catequista, compartiendo la Palabra de Dios, que hace arder el corazón,

confiando en el poder de la oración y la vida sacramental que abren los ojos para reconocer al Señor, compartirá con los catequizandos la experiencia de haberse encontrado con Jesús. Además, dado que la vida cotidiana es lugar privilegiado para suscitar y para propiciar el conocimiento de la fe, es necesario que el modelo de “Emaús” (Lc 24; Hch 8,26-39) se actualice en la vida del catequista, para que, como peregrino, camine junto a los catequizandos hacia la casa del Padre, compartiendo con ellos las alegrías, esperanzas, penas e inquietudes del corazón (GS 1).

La catequesis propicia el encuentro con Dios, en Cristo 162. La característica esencial del cristianismo es que en Jesús, Dios se ha

revelado de forma definitiva. En Él se cumplen las promesas hechas a los patriarcas y a los profetas. Por ello, la catequesis propicia la culminación del encuentro con Dios en Jesucristo, por medio del testimonio, de la Palabra comunicada con fidelidad; del acompañamiento en la vida de fe, de la que forman parte importante las catequesis que preparan a la celebración de los sacramentos. Asimismo, produce en los catequizandos la conciencia de haber recibido el don de una nueva vida, otorgada por la muerte y resurrección de Jesús y el deseo de profundizar la verdad del designio divino, en el cual ha sido injertado (LF 41). “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética y una gran idea, sino por el encuentro con un

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acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (DCE 1).

El encuentro con Jesucristo se realiza en la Iglesia 163. “La naturaleza misma del cristianismo consiste, por lo tanto, en reconocer la

presencia de Jesucristo y seguirlo (...)” ¿Dónde encontrarán los catequizandos a Jesús? “Todo comienza con una pregunta: ´¿Qué buscan?’ (Jn 1,38). (…) Dónde te encontramos de manera adecuada para abrir un auténtico proceso de conversión, comunión y solidaridad? ¿Cuáles son los lugares, las personas, los dones que nos hablan de ti, que nos ponen en comunión contigo y nos permiten ser discípulos misioneros tuyos?” (DAp 243). En la Iglesia: “en la Iglesia católica tenemos todo lo que es bueno, todo lo que es motivo de seguridad y de consuelo” (Benedicto XVI)

LA CATEQUESIS COMUNICA EL CONOCIMIENTO DE LA FE

Catequesis: propiciar el conocimiento de la fe 164. La catequesis no sólo favorece el encuentro personal con Cristo, sino

también propicia el conocimiento de la fe (DGC 85), y su alimentación mediante el esclarecimiento de las verdades de la fe, del mensaje de Jesús, su vida y sus palabras. Se trata de ahondar en la unidad en la fe y el conocimiento del Hijo de Dios y lleguemos a ser el hombre perfecto, con esa madurez que no es otra cosa que la plenitud de Cristo (Ef 4,13).

Con la mediación de la Escritura, la Tradición y los elementos básicos de la fe 165. La tarea de la catequesis de guiar, según la edad y la situación de los

catequizandos, “a la comprensión paulatina de toda la verdad del designio divino” (DCG 24), es la introducirlos “en el conocimiento de la Tradición y de la Escritura, que es la ‘ciencia eminente de Cristo’ (Flp 3,8)” (DGC 85). Es necesario, además, para que los catequizandos puedan descubrir la razón de su esperanza, que el catequista comunique los siete elementos básicos que configuran el proceso catequístico, ya citadas anteriormente: “las tres etapas de la narración de la Historia de la Salvación: el Antiguo Testamento, la vida de Jesucristo y la historia de la Iglesia; y los cuatro pilares de la exposición: el Símbolo, los Sacramentos, el Decálogo y el Padre nuestro” (DGC 130).

La catequesis, en cuanto educación en la fe, es didascálica 166. La catequesis es didascálica porque instruye, enseña y propicia la

educación en la fe en todas sus formas, fomentando también lo pedagógico, para facilitar el aprendizaje de todo el mensaje cristiano. La catequesis ayuda a descubrir las riquezas escondidas en las Escrituras, la espiritualidad y la historia, para el enriquecimiento de todos. Tanto la catequesis de iniciación, como la catequesis permanente, al educar en la fe,

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abren la mente de los catequizandos a los vastos horizontes de la cultura y de la ciencia y, al mismo tiempo, al encanto y la fuerza del Evangelio para la verdadera formación y liberación de los hijos de Dios.

Tercera parte: Las tareas de la catequesis

CAPÍTULO II

EDUCAR PARA LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA

Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad (…) Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y verdad (Jn 4,23-24).

“Éste es en verdad el motivo por el que el Verbo se hizo hombre y el Hijo de Dios hijo del hombre: que el hombre, (…) habiendo recibido la adopción, se convierta en hijo de Dios” (san Ireneo de Lyon).

LA CATEQUESIS INICIA EN EL CONTACTO CON EL MISTERIO

La liturgia, lugar para celebrar el misterio 167. La liturgia encuentra en la celebración su expresión más genuina, pues en

ella se celebra y actualiza el misterio pascual realizado por Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado: “En ella los signos significan y cada uno a su manera realiza la santificación del hombre, y así el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejercen el culto público íntegro” (SC 7). De ahí la importancia de que la comunidad de los discípulos aprenda que, al ejercer el culto público, “celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien” (EG 24).

La catequesis está intrínsecamente unida a la acción litúrgica 168. La liturgia es el ámbito privilegiado en el que Dios habla hoy en la vida de

los catequizandos y de todo creyente, donde habla a su pueblo, que escucha y responde. “(…) la catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental, porque es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía, donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres” (CT 23). La catequesis, desde la belleza litúrgica, ofrece a los catequizandos la posibilidad de entrar en contacto con el misterio, recuperando el carácter mistagógico de la liturgia, “procediendo

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de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los “sacramentos” a los “misterios” (CEC 1075). Es difícil que los fieles puedan entender la liturgia, si la catequesis no les ofrece una explicación amplia de los signos sacramentales.

La liturgia es fuente de la catequesis 169. La catequesis encuentra, primero en la Escritura y luego en la liturgia, las

fuentes de la experiencia de la fe de los catequizandos. De ellas mana el conocimiento que les permite hacer experiencia de encuentro con la persona de Jesucristo. De esta manera, la relación entre la liturgia y la catequesis impulsa el desarrollo vivencial y sistemático de la fe. Una catequesis que no tome en cuenta la fuente litúrgica, quedaría reducida a una transmisión racional y académica de conceptos que no facilitan la experiencia de la celebración del misterio pascual. Y una celebración litúrgica que se aleje de su fin catequizador, se convierte en una acción ritualista vacía.

Centralidad de la Palabra de Dios en la liturgia y en la catequesis 170. La Palabra de Dios es central en la vivencia de la liturgia y en la

comprensión del misterio que se celebra; así como en la experiencia de fe que suscita la catequesis (DGC 95-96). “Cuando se educa al Pueblo de Dios a descubrir el carácter transformador de la Palabra de Dios en la liturgia, se le ayuda también a percibir el actuar de Dios en la historia de la salvación y en la vida personal de cada miembro” (VD 53). Por esto, la catequesis debe ser una verdadera introducción a la Palabra celebrada y compartida, orada y testimoniada, pues la Palabra es fontal (fuente de las fuentes: DGC 96) en la liturgia y en la catequesis (DGC 95). En ellas se escucha, celebra, asume y transmite la novedad iluminadora de la Palabra que acompaña el itinerario de fe de la comunidad cristiana.

Espiritualidad litúrgica de los catequistas 171. La vida y experiencia litúrgica de los catequistas, desempeñan una función

importante en la comunicación de la fe a los catequizandos. Los signos de los tiempos confrontan al catequista, invitándolo a entrar en la novedad del Espíritu. El catequista es un creyente, uno que sabe celebrar y que, por tanto, es un testigo del misterio del Dios vivo. Es una persona que ha experimentado por el Bautismo y la celebración frecuente de los otros sacramentos, la vida nueva del Resucitado y que, a lo largo de su proceso de fe, se ha dejado transformar por el Espíritu e intenta vivir en Él.

Relación catequesis y año litúrgico en el itinerario de la fe 172. El binomio “muerte-vida” que celebra la liturgia en el triduo pascual, ilumina

todo el ser y quehacer del camino eclesial, renovando la vocación bautismal de cada creyente e invitándolo a entrar en la experiencia del discipulado cristiano. El “año litúrgico” es, precisamente, la centralidad del misterio pascual de Cristo en toda acción eclesial, a lo largo del año. En torno al acontecimiento central, la Pascua, se organizan los diversos tiempos

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litúrgicos, en su orden: el Adviento, el Tiempo de Navidad, la Cuaresma, el Tiempo pascual y el Tiempo ordinario. Así, en los diversos tiempos litúrgicos, se vive y profundiza el itinerario de la fe; en éste encuentra la catequesis una profunda resonancia. El gran evento de la Pascua se destaca en la experiencia de la comunidad cristiana; razón de fondo para que la catequesis preste la debida importancia a su relación con la estructura, sentido y vivencia el año litúrgico.

Educar para la vivencia del año litúrgico 173. Resulta muy importante educar a los catequistas en la vivencia del año

litúrgico como una verdadera escuela de catequesis, en la que se entrelazan Palabra y liturgia. Los catequizandos han de ser iniciados en una verdadera experiencia de fe comunitaria, en la plena, consciente y activa participación en la celebración. Esta experiencia ha de madurar en la espiritualidad litúrgica y testimoniarse en el compromiso cotidiano. Éste encuentra, a su vez, en la Eucaristía dominical, la fuente de la cual se alimenta, para comprender y vivir la riqueza de la Pascua.

LA CATEQUESIS INICIA EN LA VIDA SACRAMENTAL DE LOS BAUTIZADOS

La catequesis inicia en la vida sacramental 174. El servicio a la Palabra que presta la catequesis, entra en el corazón mismo

de los sacramentos, haciendo posible que un acto ritual sea vivido como un acto vivencial de Cristo. Este acto renueva la vida del creyente, haciendo operativa la salvación cada vez que se celebra. La catequesis, además, educará para la comprensión de que “la liturgia de la Palabra es un elemento decisivo en la celebración de cada sacramento de la Iglesia”, pues “en la práctica pastoral, los fieles no siempre son conscientes de esta unión, ni captan la unidad entre el gesto y la palabra” (VD 53).

La catequesis educa en la comprensión del simbolismo litúrgico 175. El Concilio Vaticano II, al impulsar una profunda recuperación de la tradición

bíblica y patrística, ha vuelto a presentar la liturgia como un complejo de signos sensibles, significantes y, en su manera propia, eficaces (SC 7). “Los signos de las realidades divinas son desde luego visibles; pero en ellos se veneran realidades invisibles” (De catechizandis rudibus 26, 50). Corresponde a la catequesis ofrecer la comprensión de los signos litúrgicos, de manera que el pueblo cristiano pueda entenderlos fácilmente y participar en ellos por medio de una celebración “plena, activa y comunitaria” (SC 21). Así, en la experiencia del pueblo cristiano, la liturgia cristiana resalta como un universo de signos, cada uno de los cuales, con su especificidad, nos introduce en el misterio de Cristo. Desde la perspectiva pedagógica, la catequesis toma conciencia acerca de la importancia de educar para el simbolismo y revalorizar la función simbólica en la formación litúrgica.

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Tercera parte: Las tareas de la catequesis

CAPÍTULO III

FORMAR LA CONCIENCIA MORAL

Traten a los demás como quieren que los demás los traten. En esto consiste la ley y los profetas (Mt 7,12).

“Apresurémonos a cumplir todo género de obras buenas, con esfuerzo y ánimo generoso (…). No seamos perezosos ni negligentes en ningún género de obras” (San Clemente Romano).

LA CATEQUESIS EDUCA EN LA VIVENCIA DE LOS VALORES EVANGÉLICOS

Catequesis y normas de vida moral 176. La catequesis, al presentar las normas de vida moral que brotan del

Evangelio, ha de tomar en cuenta que éstas tienen sentido a la luz del acontecimiento pascual de Cristo. ¿No saben que todos nosotros, al ser bautizados en Cristo Jesús, hemos sido sumergidos en la muerte? Por este bautismo en su muerte, fuimos sepultados con Cristo, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros empezamos una vida nueva (Rom 6,3-4). Dado que la catequesis profundiza el kerigma, se requiere que exprese el amor salvífico de Dios, antes que la obligación moral y religiosa; “que no imponga la verdad y que apele a la libertad; que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad y una integralidad armoniosa, que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que evangélicas” (EG 165). En suma, el catequista ha de abrir el horizonte de los catequizandos a todos los valores evangélicos, con una convicción coherente con su propio testimonio. Esto le evitará el riesgo de caer en prohibiciones moralistas.

La catequesis educa al discernimiento moral 177. El acontecimiento pascual ha realizado un vínculo entre Cristo y cada ser

humano. Él es imagen y prototipo de la persona nueva, recreada, salvada y liberada de la esclavitud del pecado y de la muerte. Jesús es el proyecto del Padre realizado en cada ser humano, la verdad de lo que éste es, de lo que espera, de sus aspiraciones más profundas. Por lo tanto, la catequesis está llamada a educar al catequizando de tal modo que éste sea capaz, desde la experiencia de la Pascua, de discernir entre lo que es esencial y aquello de lo que se puede prescindir; entre lo que abre a la trascendencia y lo que es transitorio; entre lo que es absoluto y aquello que es relativo; entre el bien y el mal, a la luz del Evangelio.

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La catequesis abre a luz plena de Jesús, para vivir el mandamiento del amor 178. Es en el encuentro con Jesucristo donde la persona alcanza la verdad de su

ser, y la conciencia moral, su forma definitiva. Si la conciencia es un anhelo de verdad, para el creyente esta verdad no es un concepto abstracto, sino una persona: Jesucristo. Él, habiendo asumido la naturaleza humana, le dio su auténtico sentido (GS 22; VS 53), y desveló su significado originario (Mt 5). Cristo da al creyente, que ya tiene la ley natural escrita en la razón, su sentido más perfecto y su plenitud más acabada. De esta manera los catequizandos descubrirán en Él la luz plena de su actuar en conciencia, y la interpretación más transparente del mandamiento del amor, ante un mundo que cuestiona la validez de normas morales objetivas, y que niega el nexo entre la libertad y la verdad. A su vez, la catequesis preparará a los catequizandos en el seguimiento de su Señor, para el testimonio moral, inspirado en el Decálogo, leído con el espíritu de las bienaventuranzas (Mt 5,1-12: Lc 6,20-23). Surge entonces el hombre nuevo que asume el verdadero sentido de las consecuencias personales y sociales de su actuar. Los catequizandos, conscientes de su condición de hijos en el Hijo, realizarán el más preciso juicio de su conciencia: dirigir toda su vida según Cristo.

LA CATEQUESIS EDUCA PARA EL COMPROMISO SOCIAL

El compromiso social es inherente a la catequesis 179. Es necesario “que la luz de Cristo ilumine todos los ámbitos de la

humanidad: la familia, la escuela, la cultura, el trabajo, el tiempo libre y los otros sectores de la vida social. No se trata sólo de anunciar una palabra de consuelo, sino que interpela, que llama a la conversión, que hace accesible el encuentro con Él, por el cual florece una humanidad nueva” (VD 93).

El empeño en la construcción de la justicia, la reconciliación y la paz 180. La catequesis compromete en la construcción del Reino de Dios: un reino

de justicia y de paz para todos. Anunciar el Evangelio es proponerse con tesón la ruta de la justicia, de la reconciliación y de la paz. Esto implica: entender la propia vida como vocación y servicio a los otros; madurar el sentido de responsabilidad personal y social; experimentar un compromiso concreto, gradual y estable, en el propio ambiente, en favor de los más débiles, abandonados y excluidos.

El ser humano fue creado para actuar en comunidad de personas 181. La catequesis formará para que quienes se inician en la fe descubran que el

compromiso y la actuación social comportan un signo particular del ser humano, nacido para actuar en comunidad de personas. “Creada a imagen y semejanza de Dios (Gn 1,26), y constituida en el universo visible para vivir en sociedad (Gn 2,20.23) y dominar la tierra (Gn 1,26.28-30), la persona humana está llamada desde el comienzo a la vida social: ‘Dios no ha creado

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al hombre como un ser solitario, sino que lo ha querido como ser social. La vida social no es, por tanto, exterior a la persona, la cual no puede crecer y realizar su vocación, si no es en relación con los otros’” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia,149).

Relación entre la catequesis y la pastoral social 182. De conformidad con los principios y criterios anteriormente expuestos en

este capítulo, queda clara la responsabilidad de los catequistas en cuanto atañe a la dimensión social, ya desde la perspectiva personal, como comunitaria. Por lo tanto, sus enseñanzas, inspiradas en el Evangelio y en la doctrina social de la Iglesia, serán la inspiración para iluminar en este sentido la vida de los catequizandos. Pero no compete a los catequistas como tales, definir, guiar o realizar programas de acción social, ya que éstos son impulsados por sus propios agentes organizados en la Pastoral Social, ya a escala parroquial, como diocesana o nacional.

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Tercera parte: Las tareas de la catequesis

CAPÍTULO IV

ENSEÑAR A ORAR

¡Padre nuestro que estás en el cielo! Santificado sea tu Nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo (Mt 6,9-10). “Tampoco hagáis vuestra oración como los hipócritas, sino, como lo mandó el Señor en el Evangelio, así oraréis: Padre nuestro […]” (Didajé).

LA CATEQUESIS INICIA EN LA EXPERIENCIA DE ORACIÓN CON JESÚS, AL PADRE

La espiritualidad pascual da identidad cristiana y comunitaria 183. Cada vez son más las personas y los catequistas que encuentran un

camino para la relación con Jesucristo en la oración personal y comunitaria; pero “pueden advertirse en muchos agentes evangelizadores, aunque oren, una acentuación del individualismo, una crisis de identidad y una caída del fervor” (EG 78). La catequesis de iniciación deberá entonces hacer que los catequizandos se afirmen en su identidad comunitaria y cristiana; es decir, que se dejen alcanzar y redefinir por el don de la Pascua. Para esto se les deberá ayudar a colocar la Palabra en el centro de sus vidas, a cultivar el gusto por la oración, la contemplación, la centralidad de la vida litúrgica y el primado de la santidad; además de propiciar una intensa formación en las dimensiones constitutivas de la vida cristiana.

Ascética del catequista: encuentro diario con la Palabra viva en la Iglesia 184. La ascética del catequista supone una actitud de respeto a la Palabra de

Dios. La Palabra que él comunica a los catequizandos es Palabra revelada, siempre viva y actual; enseñada en la comunidad como continuación de la predicación apostólica; celebrada en la liturgia y los sacramentos, como proclamación del misterio pascual; vivida por los santos como proceso de configuración en Cristo; contemplada en el corazón, para hacer de la vida una donación a Dios y a los hermanos; releída en los acontecimientos cotidianos, para interpretarlos a la luz de la Pascua; creadora de testigos para una evangelización sin fronteras.

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Catequista e iniciandos leen la Palabra en su propia vida y en la de la comunidad 185. La vida de fe del catequista, y de quienes son iniciados en la experiencia de

fe de la Iglesia, siempre comienza y termina en la celebración, porque de ella se alimenta. Esto implica para ambos aprender a hacer una lectura de la vida y de la Palabra como lugar en el que Dios se hace presente; a tener una actitud cotidiana de oración personal y comunitaria; a participar en la lectura y celebración de la Palabra de Dios en los tiempos litúrgicos que la Iglesia propone a lo largo del año; en la vivencia eclesial de los sacramentos, en especial la Eucaristía, espacio por excelencia de encuentro y de oración; y la Reconciliación, como fuente para el compromiso cristiano que favorece su conversión y la personalización de su fe.

La catequesis acompaña en el itinerario para aprender a orar 186. La oración personal tiene en el itinerario de maduración un lugar

privilegiado. A través de ella establece una relación de amistad y confianza que hace posible la experiencia evangélica: Ya no creemos por lo que tú has contado. Nosotros mismos lo hemos escuchado y sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo (Jn 4,1-42). De ese modo, “La comunión con Jesucristo lleva a los discípulos a asumir el carácter orante y contemplativo que tuvo el Maestro”. El catequista ha de aprender a orar con Jesús; es decir, “orar con los mismos sentimientos con que se dirigía al Padre: adoración, alabanza, acción de gracias, confianza filial, súplica, admiración por su gloria” (DGC 85). Solamente desde la oración puede el catequista comprender su ministerio (DV 25) y la dimensión mistagógica de éste en la vida de la Iglesia, y lanzarse a la acción catequética-iniciatoria, como parte del proceso evangelizador, siendo a la vez discípulo y misionero. También en este sentido el catequista está llamado a ser testigo para los catequizandos, lo cual no se improvisa; es el fruto del proceso personal de conversión y de adhesión a Jesucristo y a los valores del Reino.

La oración desde el misterio, penetra, ilumina y renueva la vida 187. La sagrada liturgia ayudará a comprender y practicar la oración como

diálogo filial con el Padre, por el Hijo, en el Espíritu. Catequista y catequizandos han de ser orantes que, al ritmo del año litúrgico y a la luz del Palabra celebrada y proclamada por la Iglesia, especialmente en la celebración de la Eucaristía, permiten que el misterio penetre, ilumine y renueve sus vidas. No menos, en la celebración de los diferentes sacramentos. La catequesis debe educar en la participación activa y consciente en la liturgia, como oración de la comunidad. La experiencia de la oración personal del catequista y de los catequizandos, no puede desvincularse de la escucha de la Palabra, en especial en la celebración de la liturgia y el rezo de la “liturgia de las horas”.

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El encuentro con la Palabra por la lectio divina 188. La tradición espiritual de la Iglesia propone la lectio divina entre otras formas

de lectura orante con la Sagrada Escritura. El catequista es invitado a dedicar un tiempo en actitud agradecida a la lectura orante de la Palabra de Dios, dejando que el texto bíblico sea interiorizado, procurando además que, a lo largo de la jornada cotidiana, la Palabra acompañe su vida creyente, y le abra a la acción silenciosa y transformadora del Espíritu. Se comprende así la necesidad de que también el catequizando sea conducido a un acercamiento orante al texto bíblico “como factor fundamental de la vida espiritual de todo creyente, en los diferentes ministerios y estados de vida (…). En efecto, la Palabra de Dios está a la base de toda espiritualidad auténticamente cristiana” (VD 86).

La piedad popular en la experiencia de la catequesis 189. Las múltiples expresiones de la piedad popular pueden ofrecer múltiples

enseñanzas también a la catequesis, que ha de saber leerlas como “un lugar teológico” (EG 126). En efecto, la cultura latinoamericana está impregnada de ella como expresión de la fe y lugar de encuentro con Jesucristo (DAp 258-265). Esta forma de piedad, siempre ha de ser purificada y evangelizada por la catequesis. Sólo de esta manera permitirá que el catequista motive a los catequizandos mediante sus diversas expresiones, a saber: las fiestas patronales, el rosario, el vía crucis, las procesiones; asimismo, el cariño a los santos y a los ángeles, las promesas, las peregrinaciones. Y con énfasis especialmente educativo en la fe, las oraciones en familia, recomendadas de acuerdo con el año litúrgico. Todas ellas con el propósito de que sean medios para catequizar y mantener vivo el ardor cristiano en las comunidades.

La figura de María en la vida y experiencia de oración 190. Otro “lugar” de encuentro con Jesús, es su Madre y madre de todos los

creyentes, María (DAp 266-272). En las comunidades, el cariño a quien se experimenta como Madre de la Iglesia, posee una fuerte presencia que enriquece la dimensión materna de la misma Iglesia y su actitud acogedora, convirtiéndola en “casa y escuela de comunión”, y en espacio espiritual que prepara para la misión. La acción catequística ha de tomar en cuenta la piedad mariana de la comunidad, para que, por medio de ella, siga siendo la Virgen María ejemplo para el catequista y para los catequizandos, a fin de mantener viva en ambos la actitud de atención, de servicio, de entrega y de gratuidad, que deben caracterizar al discípulo de su Hijo Jesucristo.

El ejemplo de los santos y los mártires 191. “Cada santo es como un rayo de luz que sale de la Palabra de Dios” (VD

48). La catequesis inculcará en los catequizandos la admiración y la

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imitación de los santos, aquellos hombres y mujeres que de forma valiente han vivido y practicado su fe, y que en muchas ocasiones han derramado su sangre, como “mártires”, defendiendo su fe. Es importante que el catequista tenga en cuenta en particular los testimonios de aquellos que son más cercanos a la realidad latinoamericana. Todos ellos, con el ejemplo de sus vidas, son una rica fuente testimonial para la catequesis y un regalo precioso que anima y estimula el camino de todos los catequizandos.

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Tercera parte: Las tareas de la catequesis

CAPÍTULO V

FORMAR PARA LA VIVENCIA DE LA COMUNIDAD ECLESIAL

Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Hay diversidad de actividades, pero uno mismo es el Dios que activa todo en todos (1 Cor 12, 4 ss). “Nada es, en efecto, tan propio de nuestra naturaleza como el asociarnos unos con otros, necesitar unos de otros y amar a nuestros semejantes. (… que…) nos diga: ‘Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros’” (San Basilio).

LA CATEQUESIS INICIA EN LA PERTENENCIA A LA COMUNIDAD CREYENTE

La comunión de la Iglesia: signo e instrumento de la unidad en Cristo 192. Padre Santo, cuida en tu nombre, a los que me diste, para que sean uno

como nosotros (Jn 17, 11), es la oración con la que Jesús ruega por el nuevo pueblo santo. Ante un mundo tan plural y tan dividido en el que se ha de buscar la unidad, es preciso anunciar, con gozo y con fe, que Dios es comunión de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La catequesis de iniciación, como educación ordenada y progresiva a la fe, ha de orientar a los catequizandos en procura de la misma unidad, teniendo a Cristo como centro y al Espíritu Santo como el garante de esa comunión deseada por el Padre. La catequesis enfatizará que la Iglesia como sacramento (es decir, como signo e instrumento de la unidad en Cristo de todas las personas entre sí y con Dios), es vínculo de comunión, porque sus miembros, como sarmientos, participan de la misma vida de Cristo, vid verdadera (Jn 15,5). La catequesis, por lo tanto, ha de educar en la comunión con Cristo, Cabeza del Cuerpo místico, para entrar en comunión viva con todos los creyentes y con todos los seres humanos (EAm 33).

Búsqueda, aceptación y valoración del otro y del grupo 193. El mensaje del Evangelio hace salir de sí mismos para establecer relaciones

auténticas con los demás. La comunión, vivida plenamente en sus potencialidades proféticas, litúrgicas y sociales, forma parte esencial de la tarea de la catequesis. Haber construido la comunión, es una señal de una buena catequesis; a su vez, el gozo de una buena comunión, propiciará una catequesis eficaz. Esta área se centra en el desarrollo de las habilidades sociales; la capacidad de conocimiento, aceptación y valoración del otro; la vivencia de grupo como primera experiencia de comunidad cristiana, la

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apertura a la Iglesia local y universal (conocimiento, aprecio y participación) que, al fin y al cabo, es la meta del camino.

La catequesis procura la comunión en todos los niveles de la Iglesia 194. La catequesis procurará cada vez más la comunión en Cristo de todo el

pueblo de Dios; y para lograrlo, se propone el esfuerzo por consolidar la unidad; la participación de los laicos en la vida eclesial; la importancia de la familia cristiana como Iglesia doméstica. Al tiempo que propiciará el acompañamiento pastoral de los jóvenes y de los niños, esperanza y futuro de la Iglesia. Para ello, todo itinerario catequístico dará la bienvenida a los catequizandos, acogiéndolos y ofreciéndoles la ayuda necesaria para incorporarse en la vida y actividades de la comunidad eclesial, como miembros plenos y valiosos.

Convoca a todos, para formar la comunidad y vivir en ella 195. Como sacramento de comunión, la Iglesia convoca a todos, sin distinción,

discriminación o exclusión. Desde esa vocación, la catequesis, teniendo la comunión trinitaria como fuente, modelo y destino, propone la educación en la fe de los catequizandos, operando siempre desde la reconciliación y comunión que debe primar en toda comunidad; generando así en ellos el sentido de la fraternidad y de la pertenencia a la comunidad de fe, como hijos de un mismo Padre. Con el fin de llegar a una renovación profunda de la vida cristiana y alcanzar la anhelada civilización del amor, urge que la catequesis eduque en la participación y comunión de toda persona en la Iglesia y en la sociedad, considerando siempre que esta responsabilidad es prioritaria en toda comunidad eclesial.

Forma integralmente en la vida de Iglesia y en la aceptación de los otros 196. La catequesis tiene la misión de formar integralmente a la persona humana,

la cual está íntimamente vinculada a la vivencia en comunidad. La catequesis, al formar en la vida de la fe en la Iglesia, ayudará a los catequizandos a desarrollar una identidad personal, mediante el conocimiento de las propias características, habilidades y otros factores circunstanciales; pero, al mismo tiempo, les ayudará a reconocer la presencia del otro desde una actitud dialógica, respetuosa y solidaria, asumiendo las diferencias, propias y ajenas y rechazando cualquier forma de marginación o exclusión.

Propicia la unidad, el diálogo, el respeto hacia las otras personas 197. El diálogo, como medio para la comprensión del otro y de sí mismo, es un

camino para educar en la aceptación de las otras personas. Por ello, toda catequesis debe ayudar a los catequizandos a propiciar en la Iglesia un verdadero diálogo entre las personas, sobre la base del mutuo respeto humano y religioso, con el objeto de llegar a una comprensión profundizada, de amistad y colaboración, atenta al amor, ferviente y desinteresado, a semejanza del que Dios establece y promueve con la humanidad. De esta

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manera puede resplandecer en el mundo la sabiduría y la misericordia del único Dios, que creó y gobierna la familia humana.

LA CATEQUESIS EDUCA EN LA VIVENCIA DE LA COMUNIÓN ECLESIAL Espiritualidad de comunión que capacita para el encuentro con Cristo 198. La comunidad de los creyentes ha de ser casa y escuela de comunión. La

catequesis de iniciación ha de educar para lograr estas características de la comunidad; para lo cual es preciso que promueva, como principio educativo, una espiritualidad de comunión. “La relación con nuestro Padre exige y alienta una comunión que sane, promueva y afiance los vínculos interpersonales” (EG 67); de ahí brota la espiritualidad de comunión, o sea, la verdadera unidad con Dios y con los hermanos (Jn 17,21), lo que implica, entre otras cosas, saber compartir alegrías y sufrimientos, reconocer lo positivo en el otro, y acogerlo. Esta espiritualidad de comunión debe tenerse como un principio transversal en la catequesis, de manera que haga crecer a los catequizandos en la vida de fe, los libere de todo tipo de egoísmo y los capacite para el encuentro con Jesucristo y con los hermanos. Se requiere que la catequesis propicie una Iglesia de comunión, donde se manifieste la confianza y la apertura, conforme a la plena dignidad y responsabilidad de cada catequizando.

Los dones y la variedad de carismas al servicio de la edificación de la Iglesia 199. La Iglesia ha sido enriquecida por el Espíritu Santo con una gran variedad

de dones y carismas. Es decir, a cada miembro de la comunidad se le concede la manifestación del Espíritu para el bien común. Por tanto, la catequesis estará atenta a potenciar y discernir la presencia de estos carismas para el servicio de la comunidad. Pero además, ha de suscitar la conciencia que conlleva poseerlos y compartirlos; para lo cual es necesaria una clara conciencia y aceptación de la dimensión comunitaria que conlleva la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana.

La catequesis educa para la participación activa en la comunidad eclesial 200. La catequesis ha de educar a los catequizandos a la participación activa en

los espacios de encuentro personal, necesarios para alimentar y vivir la comunión eclesial. Pero la inserción de los fieles en la vida comunitaria de la Iglesia es fundamental para una vivencia de la fe, en la dimensión de comunión, pues no se puede ser cristiano sin la Iglesia. La sola búsqueda de una espiritualidad individualista, acomodada a los propios gustos, rompe de manera absoluta la comunión auténtica con Dios y los hermanos.

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LA CATEQUESIS FORMA PARA EL DIÁLOGO ECUMÉNICO Respeta la libertad religiosa y de conciencia 201. El “movimiento ecuménico” engloba “el conjunto de actividades y de

empresas que, conforme a las distintas necesidades de la Iglesia, y de acuerdo con las circunstancias de los tiempos, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos” (UR 4). Esta acción ecuménica incluye y es realizada por todos aquellos que “invocan al Dios Trino y confiesan a Jesucristo como Señor y salvador, y esto lo hacen no solamente por separado, sino también reunidos en asambleas en las que conocieron el Evangelio y a las que cada grupo llama Iglesia suya y de Dios” (UR 1). Por lo tanto, la catequesis suscitará y alimentará el diálogo ecuménico, capacitando a los catequizandos para una comunicación fecunda y respetuosa con los miembros de otras iglesias y comunidades eclesiales (DGC 86), pero sabiendo salvaguardar la propia fe. Dado que hay en el país un alto porcentaje de personas que se declaran “cristianas”, es necesario que los catequistas sean conscientes de que con una denominación o grupo cristiano se comparte, única y básicamente: la fe en Jesucristo como Dios y Señor; la profesión de fe en un Dios Uno y Trino; y la vida comunitaria, como forma esencial para la vida de fe.

Carácter trinitario y bautismal del ecumenismo 202. La división de los cristianos es contraria a la voluntad de Cristo, es un

escándalo para el mundo y daña el camino de la evangelización (UR 1). Por eso, destaca el carácter trinitario y bautismal del ecumenismo “donde el diálogo emerge como actitud espiritual y práctica, en un camino de conversión y reconciliación” (DAp 228). Éste, ha de conducir a la celebración, la interrelación y el reavivamiento de la esperanza. La catequesis está llamada a colaborar en el diálogo ecuménico y demás iniciativas destinadas a realizar la unidad de los cristianos, haciendo que los catequizandos asuman, con determinación y responsabilidad este compromiso, para que se cumpla el deseo de Jesús en su oración: que sean también ellos en nosotros, una sola cosa, para que el mundo crea que Tú me enviaste (Jn 17,21).

Educar para la relación amistosa con otras denominaciones cristianas 203. La catequesis educa en la promoción de relaciones amistosas con los

miembros de otras denominaciones cristianas, buscando que los fieles vivan en armonía y respeto con los cristianos no católicos, realizando plenamente y sin ningún complejo su propia identidad católica. Es necesario formar a los catequistas para que puedan enseñar que la plenitud de las verdades reveladas y de los medios de salvación instituidos por Cristo, se hallan en la Iglesia católica; de forma que, con autoridad y profundo convencimiento, guarden siempre su identidad como católicos y fieles seguidores de Cristo. Asimismo, de forma equilibrada, han de valorar el esfuerzo y dedicación de las demás denominaciones cristianas que no están en comunión con la

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Iglesia católica, pero donde el Espíritu de Cristo también está presente como medio de salvación.

Educar a los catequizandos según una conciencia ecuménica 204. Mediante su ministerio, el catequista procura la maduración de la conciencia

ecuménica en los catequizandos que se preparan a recibir los sacramentos de la iniciación cristiana. Y a partir de ellos y sus familias, la proyecta en su comunidad. Cultivará en ellos un profundo deseo de unidad, propiciando el diálogo con los hermanos de otras confesiones cristianas. Para ello es útil aprovechar el compromiso en las iniciativas ecuménicas que se gesten en su comunidad, conociendo y asumiendo, para ello, las orientaciones que, al respecto, ofrezca su diócesis o la Conferencia Episcopal.

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Tercera parte: Las tareas de la catequesis

CAPÍTULO VI

EDUCAR PARA LA MISION

Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos (…). Y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,19-20). Los apóstoles “predicaron la palabra de la verdad y engendraron las Iglesias” (San Agustín).

LA CATEQUESIS EDUCA PARA LA MISIÓN

Jesús, misionero enviado del Padre 205. Jesús es, por excelencia, el misionero del Padre; Él es su enviado para

hacer partícipes a todos, por el Espíritu, de su naturaleza divina: Porque tanto amó Dios al mundo que nos envió a su único Hijo para que todo el que crea en Él no perezca, sino tenga vida eterna (Jn 3,16). En Jesús y por Él todo ser humano es capaz de establecer una relación filial con Dios Padre y fraternal con todos los seres humanos, respondiendo a su vocación original de ser hijo de Dios y miembro de la familia cristiana. El catequista enviado por Jesús, o es “catequista misionero”, o no se considera catequista.

La Iglesia continúa y hace presente la misión de Jesús 206. El anuncio de la Palabra de Dios es un compromiso de todos los discípulos

de Jesucristo, como consecuencia del Bautismo (VD 94). La Iglesia, a través de todo su actuar en el tiempo y en el espacio, por medio de la evangelización, actualiza y hace operativa la misión de Jesús; “su razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios” (GS 40). Ella nunca puede encerrarse en sí misma, pues su identidad está en servir al proyecto de Dios que es el Reino, del cual ella constituye “germen e inicio” en la historia.

El Espíritu Santo es el agente principal de la misión 207. El Espíritu Santo, verdadero protagonista de la misión, precede siempre a la

Iglesia en este camino misionero, puesto que Dios quiere que todos los seres humanos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Por tanto, el catequista sabe que su tarea es iniciar en el conocimiento del Evangelio a los catequizandos quienes, gracias al Espíritu, han descubierto, de manera

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preliminar en Cristo, la plenitud de su búsqueda, a fin de que sean también ellos colaboradores en la tarea misionera.

Despertar la vocación y acción misionera de los bautizados 208. La catequesis puede desarrollar el impulso misionero, despertando la

vocación y la acción misionera de los catequizandos, así como alentando todas las vocaciones y ministerios que el Espíritu da a los discípulos de Jesucristo para la comunión viva de la Iglesia. También, animando a salir al encuentro de personas, familias, comunidades y pueblos para comunicarles y hacerles partícipes del don del encuentro con Cristo, que llena la vida de sentido, de verdad y amor, de alegría y de esperanza. “La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!” (RM 1). La catequesis, dirigida a todas las edades, contribuye de modo privilegiado a favorecer ese impulso de conversión y misión, generando una verdadera renovación eclesial y un compromiso real de transformación de la sociedad.

Una Iglesia misionera, en salida a las periferias existenciales 209. El Espíritu suscitará la creatividad para encontrar formas diversas de

acercarse incluso, a los ambientes más difíciles, desarrollando en el catequista la capacidad de convertirse en “pescador de hombres” (Lc 5,10). El “estado permanente de misión” implica para la catequesis, emprender acciones cargadas de ardor interior y confianza plena en el Señor, como también continuidad, firmeza y constancia para llevar “nuestras naves mar adentro, con el soplo potente del Espíritu Santo, sin miedo a las tormentas, seguros de que la Providencia de Dios nos deparará grandes sorpresas” (DAp 551). El papa Francisco ha expresado la disposición a fortalecer una mayor apertura de la Iglesia hacia las realidades del mundo actual. Tiene un especial significado su llamado a la Iglesia para que no se encierre en sí misma, sino que acuda a las periferias existenciales: las del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la prescindencia religiosa y las de toda miseria. “Cuando la Iglesia no sale de sí misma se enferma”. (Vigilia de Pentecostés con los movimientos eclesiales, 18 de mayo 2013).

LA CATEQUESIS, ATENTA A LA MISIÓN PERMANENTE DE LA IGLESIA

Iglesia en estado permanente de misión 210. La misión continental impulsada en Aparecida, requiere una Iglesia en

“estado permanente de misión” (DAp 548). Para ello es urgente que la catequesis anime la vocación misionera de todas las comunidades cristianas, fortaleciendo las raíces de su fe. De ese modo, despertará en los cristianos la alegría y la fecundidad de ser discípulos de Jesucristo, enviados a la misión, con el fin de atraer a quienes han abandonado la Iglesia; a quienes están alejados del influjo del Evangelio; o a aquellos que aún no han experimentado el don de la fe. La dimensión misionera de la

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catequesis abre un nuevo horizonte a cada Iglesia particular que, recomenzando desde Cristo, recorre junto a Él un camino de maduración en la fe. Los catequistas están llamados en primera línea, por lo que han de impregnarse de ese espíritu misionero.

La importancia de la misión ad gentes en la pastoral de la Iglesia 211. En principio, la misión ad gentes pone su acento en: pueblos, grupos

humanos y contextos socioculturales, donde Cristo y su Evangelio no son conocidos, o donde las comunidades cristianas no son suficientemente maduras como para poder encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarlo a otros grupos humanos (RM 33). Dicha misión influye en el resto de la tarea evangelizadora de la Iglesia, logrando que ésta se mantenga como servidora del Reino y no se encierre en sí misma. Ser fieles al mandato del Señor de ir y hacer discípulos entre todos los pueblos (Mt 28,20), implica que toda acción catequética debe estar abierta a la misión ad gentes. Hay varias formas de colaborar con esta misión: con la oración, el ofrecimiento del dolor de los enfermos, la colaboración económica, el seguimiento y la comunicación y apoyo hacia los agentes de pastoral del país, que se encuentran prestando servicios en tierras de misión.

Educa para el diálogo como testimonio de fe 212. La misión se entiende correctamente como diálogo; y la catequesis educa

para ese diálogo. El catequista comprenderá que el diálogo no consiste sólo en comunicar “algo” al catequizando, sino comunicar “algo de sí mismo”, esto es, testimoniar a Jesucristo de quien obtiene y por quien sostiene y conserva su propia vida de fe, y que constituye su salvación y su felicidad. El diálogo es, por sí mismo, testimonio. Y el testimonio, es anuncio.

LA CATEQUESIS, ABIERTA AL DIÁLOGO INTERCULTURAL

El diálogo interreligioso, para dar razón de la esperanza 213. La Iglesia no puede ni debe estar sometida a la cultura dominante, porque

que ésta a veces no respeta los valores y la dignidad de las personas. Sin embargo, las religiones, en general, al no ser sistemas cerrados, se intercomunican e influyen mutuamente. La Iglesia se sirve del diálogo para valorar lo bueno y verdadero que otras religiones poseen, y descubrir así las llamadas “semillas del Verbo”, probables inicios, puertas abiertas y caminos, para el anuncio del Evangelio. En la catequesis, el diálogo interreligioso permite redefinir la propia identidad, pues cuando alguien que no es cristiano pregunta algo sobre el modo de vivir su fe a quien sí lo es, le exige “dar razón de su esperanza”, y esto enriquece a ambos. La catequesis enseñará a los catequizandos a hacerlo no como enemigos que señalan y condenan, sino con dulzura y respeto (1 Pe 3,16), y en lo posible y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres (Rm 12,18)” (EG 271).

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Catequesis abierta al enriquecimiento cultural 214. Según san Juan Pablo II la cultura engloba “las artes y las letras, los modos

de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias” (…) es “aquello a través de lo cual el hombre, en cuanto tal, se hace más hombre, ‘es’ más, accede más al ‘ser’” (Juan Pablo II, Unesco, 1980). Las culturas crecen de manera armónica, interactuando y enriqueciéndose mutuamente; son sistemas abiertos, por lo que, en el encuentro entre ellas, el aporte es compartido y pueden ser influidos a partir de nuevos sistemas. La catequesis se circunscribe dentro de este paradigma de interculturalidad; es decir, ella no parte de un modelo de cultura desde el cual se juzgue y valore el resto de las culturas, sino que se mantiene en disposición de iluminar a toda persona que genere cultura, desde la revelación de Dios, a fin de proponerle el camino hacia la plenitud de la vida, hacia la eternidad.

El kerigma y la transformación de las culturas 215. El Evangelio se injerta en la cultura, la purifica y la va llevando a plenitud. La

proclamación del kerigma, por su parte, ofrece un criterio nuevo al sistema cultural, desde el cual se establece una transformación. Una vez que la verdad proclamada es asumida en la cultura, será la fuerza misma del Evangelio la que irá marcando las pautas de transformación. El mensaje cristiano que la catequesis comunica, no pretende enfrentar las culturas; al contrario, “la Palabra de Dios, como también la fe cristiana, manifiesta un carácter intensamente intercultural, capaz de encontrar y de que se encuentren culturas diferentes” (VD 114). El catequista se esfuerza por ser un agente que propicie este encuentro intercultural en su propia realidad.

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CUARTA PARTE

MEDIACIONES PARA

LAS TAREAS DE LA CATEQUESIS

En esta cuarta parte, se puntualizan los medios necesarios para la consecución de las tareas señaladas en la tercera parte. Esas mediaciones constituyen acciones concretas que la catequesis costarricense ha de llevar a cabo para una eficaz obtención de los propósitos y tareas que le corresponden. Se analizará cómo se han de realizar en el futuro, para potenciar la misión que les ha sido encomendada.

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Cuarta parte: Mediaciones para el logro de las tareas de la catequesis

CAPÍTULO I

LOS AGENTES DE LA CATEQUESIS EN LA COMUNIDAD

Vean, pues, en nosotros a servidores de Cristo y a administradores de las obras misteriosas de Dios. Si somos administradores, se nos exigirá ser fieles (1 Cor 4,1-2).

“Lo que recibes de Dios para administrarlo como mayordomo, adminístralo útilmente… ¿Tienes talento para atraer las almas de los que te oyen? Hazlo así diligentemente. ¿Puedes atraer por la fe a Cristo las almas de los que te escuchan? Hazlo así diligentemente” (San Cirilo de Jerusalén).

IDENTIDAD DE LOS AGENTES DE LA CATEQUESIS

La familia, escuela donde se comunica la fe 216. La familia es y sigue siendo un agente imprescindible en la educación en la

fe de sus miembros, así como el terreno fértil donde germina y madura la vocación de los catequistas y otras vocaciones al servicio de la evangelización; ella es escuela de la fe, de oración y de actitudes cristianas. La familia es “la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros y donde los padres transmiten la fe a sus hijos” (EG 66). Sus miembros han de apoyarse en el camino de crecimiento en la fe, en particular cuando se explicita el contenido cristiano o religioso de los de los eventos cotidianos y de los acontecimientos familiares (CT 68). La familia cristiana ha de cuidarse de la influencia nociva de fuertes movimientos y personas que atentan contra su armonía y su naturaleza misma.

A partir del Bautismo, la familia alienta un compromiso activo 217. Es necesario alentar una participación más activa y consciente de la familia

en la comunicación de la fe al ritmo de los acontecimientos cotidianos, en la iniciación cristiana de sus miembros, creciendo constantemente en la fe. En el bautismo de sus hijos, los padres de familia se han comprometido a educarlos en la fe; por eso están llamados a ser “los primeros educadores de sus hijos” (CIC 774). Esta tarea no la realizan suficientemente con solo enviar a los hijos a la catequesis; ellos han de educar con el testimonio de vida como “iglesia doméstica” (EN 71). Además, es de las familias de donde brotan líderes cristianos para la sociedad y agentes de la pastoral para la Iglesia.

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La comunidad cristiana sostiene la fe y la vocación de sus miembros 218. La catequesis es una responsabilidad de toda la comunidad cristiana. Ésta

tiene un papel importante, tanto en la iniciación cristiana como en la misma educación permanente en la fe. De hecho, la comunidad cristiana ha de acompañar de cerca el desarrollo de los procesos catequísticos, sea con adultos, con jóvenes o con niños, como un hecho que le atañe y compromete directamente (DGC 220). El contexto comunitario, rico en testimonio de fe y en relaciones fraternas, es terreno abonado para acoger y sostener la fe de los catequizandos y para alentar la vocación de los catequistas. Las comunidades cristianas han de interesarse, además, por apoyar a los catequistas, sintiéndose de alguna manera, responsables de su formación y envío como discípulos misioneros, en estrecha coordinación con sus pastores.

Los catequistas laicos, comunicadores del misterio de Dios 219. Como san Pablo, el catequista recuerda, agradecido, su vocación: Doy

gracias a nuestro Señor Jesucristo, que me ha fortalecido, porque me ha juzgado digno de confianza, al encomendarme el ministerio (1 Tim 1,12). “El catequista es intrínsecamente un mediador que facilita la comunicación entre las personas y el misterio de Dios, así como la de los hombres entre sí y con la comunidad” (DGC 156). En su gran mayoría, los agentes de la catequesis han de ser y son catequistas laicos, hombres y mujeres, adultos y jóvenes, cuya vocación surge en la comunidad cristiana y son enviados por ésta para comunicar su experiencia de fe en Jesucristo vivo.

La Iglesia necesita convocar un mayor número de catequistas 220. Es invaluable el ministerio que realizan los catequistas en las diferentes

Iglesias particulares del país como evangelizadores respaldados por sus pastores y por sus comunidades cristianas. Todos ellos serán un ejemplo de vida de Iglesia cuando realicen su tarea como “grupo de catequistas”. Si bien constituyen ya un “ejército” de valientes y entregados, es necesario que en las parroquias, del dinamismo comunitario se generen muchos catequistas formadores, coordinadores y catequistas de la base. Admirando la mayoritaria participación de mujeres y de jóvenes catequistas, es necesario promover una mayor participación de varones que se adhieran a esta labor eclesial.

La responsabilidad de la parroquia, prioritaria para la catequesis 221. La parroquia es el espacio donde tiene lugar el acto catequístico y es

tangible la misión de los catequistas. La catequesis en la parroquia “no camina sola”; los catequistas no pueden caminar sólo por su impulso interior y su generosidad. El párroco y los correspondientes colaboradores han de asumir la eficacia de la acción catequística, su fidelidad a la Iglesia y a la respectiva comunidad. Es urgente que en las parroquias se desarrolle una legítima atención pastoral para ellos, ofreciéndoles un acompañamiento

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personalizado, espacios significativos de espiritualidad, formación doctrinal, pedagógica y los recursos necesarios para el desarrollo de su actividad, como los textos propios de cada nivel. Los catequistas, por su parte, han de evidenciar una fuerte espiritualidad de comunión con sus pastores para el logro de una pastoral de conjunto renovada.

Los presbíteros, educadores en la fe 222. Los sacerdotes, ministros de la Palabra de Dios, son calificados por el

Concilio Vaticano II como “educadores en la fe” (PO 9b). El párroco es el catequista de catequistas, dedicando a esa tarea importantes esfuerzos y todo el tiempo necesario. Él y los presbíteros que trabajan en la pastoral parroquial, son personas que aman la catequesis porque la entienden y estiman como una prioridad del proceso evangelizador, con todas sus implicaciones (DGC 49). Los presbíteros son también los responsables de la pastoral de los catequistas, en la cual sobresale: un delicado discernimiento y selección de las vocaciones para la catequesis, el necesario involucramiento en su delicada formación, apoyarlos en su ardua y continua tarea y acompañarlos pastoralmente. Y por supuesto, la indispensable convocación y motivación de los presbíteros a los fieles, con el fin de suscitar en muchos miembros de la comunidad, el deseo de tomar parte en los diversos procesos de catequesis.

Las comunidades de vida consagrada y su invaluable aporte a la catequesis 223. En la vida consagrada ha de resplandecer el “sentido de la Iglesia”, que se

manifiesta en su plena participación en la vida eclesial en todas sus dimensiones. De este modo, sabrán conjugar la riqueza de sus carismas con los lineamientos nacionales y diocesanos; manifestando, así, su adhesión de mente y de corazón al magisterio de los obispos, que ha de ser vivida con lealtad y testimoniada con transparencia ante el Pueblo de Dios. Es con este fundamento que la Iglesia convoca particularmente a las religiosas y religiosos para la actividad catequística y desea que aprovechen la afinidad que normalmente tiene su misión educativa, con la catequesis; así como sus posibilidades y recursos humanos y materiales, para aportar eficazmente en ésta. Es deseable que muchos religiosos y religiosas ofrezcan su aporte a las diversas tareas de la catequesis, sobre todo en zonas rurales y difíciles.

Los obispos, pregoneros y maestros de la fe 224. Los obispos son los primeros responsables de la catequesis en la diócesis,

los catequistas por excelencia (CT 63b), los “pregoneros de la fe” y los “maestros auténticos”, tal como lo señala el Magisterio universal de la Iglesia (DGC 222). La acción catequética es una de las tareas básicas de su ministerio (DGC 223), que se concreta apoyando y acompañando al respectivo Director y su comisión diocesana, así como al equipo diocesano de formación. A los obispos incumbe alentar y apoyar a los presbíteros y catequistas en el fiel desempeño de su misión catequizadora; velar por la

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formación catequética de los presbíteros y catequistas. Y, como parte de su ejercicio pastoral, ofrecer algunas directrices diocesanas propias de los diferentes procesos de la catequesis e iluminar bondades o debilidades de algunas experiencias particulares; y, finalmente, hacer que se rectifique el camino, cuando reconozca que la labor catequística no responde a las necesidades de la Iglesia particular y de cada parroquia.

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Cuarta parte: Mediaciones para el logro de las tareas de la catequesis

CAPÍTULO II

LA FORMACIÓN DE LOS CATEQUISTAS

Si enseñas esto a los hermanos, serás un buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y con la hermosa doctrina que has seguido fielmente (1 Tim 4,6).

“Hijo mío, te acordarás de día y de noche del que te habla la palabra de Dios, y le honrarás como al Señor” (Didajé).

LA PRIMACÍA DE LA FORMACIÓN DE LOS CATEQUISTAS

La importancia de la formación de los catequistas 225. La formación del catequista para el servicio de la catequesis será

fundamental y ha de estar configurada e identificada con el carácter o la naturaleza propia de la catequesis de iniciación cristiana por la que se ha optado para todo el país. Asimismo, debe entenderse como una formación permanente y continua que propicie en el catequista la maduración de la fe y la profundización del conocimiento de elementos bíblicos, litúrgicos, del magisterio de la Iglesia y del testimonio de los cristianos, que le permitan desarrollar procesos catequísticos eficaces. Pablo indicaba a Timoteo: Si enseñas esto a los hermanos, serás un buen ministro de Jesucristo, nutrido con las palabras de la fe y con la hermosa doctrina que has seguido fielmente (1 Tim 4,6). Todo el proceso evangelizador (DGC 49) y por ende, la catequesis, si no cuenta con agentes bien formados, compromete su eficacia y va al fracaso (DCG 108; 234). El proyecto de renovación de la catequesis en Costa Rica, se concentra en una práctica formativa renovada.

La identidad del catequista, educador en la fe 226. El catequista es un comunicador del mensaje de la fe, quien convencido,

procura testimoniarla y transmitirla a los demás, constituyéndose, así, en un testigo calificado de Jesucristo y de su Palabra, consciente de que su misión deriva, principalmente de los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación que ha recibido en la Iglesia, y que es por ésta enviado. El catequista, dentro del proceso evangelizador (DGC 49), desarrolla la acción catequética como educador de la fe, ministro de la Palabra y evangelizador (DGC 219).

La formación integral de los catequistas 227. A partir de las actitudes propias de quien se siente llamado por Dios, un

catequista, ilusionado y lleno de esperanza, dará testimonio y será motor

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ante los demás del dinamismo de la vida cristiana. Pero lógicamente, esto no basta: su formación será de absoluta prioridad en la pastoral diocesana, como medio para que adquiera las competencias y los conocimientos necesarios para realizar el acto educativo y de comunicación en la fe. Por eso, se le formará de manera que el proceso colabore con la madurez humana y el equilibrio psicofísico; a partir de una espiritualidad profundamente familiar con Cristo y su Palabra.

Profundo sentido del ministerio eclesial de los catequistas 228. El catequista ha de ser consciente de que la doctrina que transmite no es

suya, sino que es la fe de la Iglesia (DGC 78), que él, en su nombre, enseña, comunica. Esta realidad eclesial de la acción del catequista hará auténtico y válido su ministerio como tal. Para que esto cobre un sentido profundo y significativo, el catequista deberá estar estrechamente vinculado a la comunidad eclesial, dando testimonio a los catequizandos de su profundo amor a la Iglesia, por medio de su integración a la pastoral parroquial y diocesana y en su comunión con los pastores. El conocimiento de la fe cristiana, la pedagogía de la fe, la comunión eclesial, el espíritu de servicio, el trabajo en equipo y la misión, constituyen parte esencial de su formación.

Las dimensiones de la formación 229. El Directorio General para la Catequesis propone tres dimensiones de la

formación: “ser, saber y saber hacer”:

• El “ser” del catequista se evidencia en el crecimiento como persona, como creyente y como apóstol.

• El “saber”, basado en la fidelidad a Dios y al ser humano, consiste en un profundo conocimiento del mensaje, de los interlocutores y del contexto donde catequiza.

• En tanto, el “saber hacer”, exige del catequista una formación sólida en la pedagogía de la fe, la planificación didáctica y la utilización de técnicas y métodos que le permitan desarrollar encuentros catequísticos eficaces y coherentes con los itinerarios y las tareas de la catequesis.

Estos tres elementos deben comprenderse y desarrollarse de manera integrada ya que componen un todo que se afecta y se configura multidimensionalmente. Para lograrlo, será necesario dar continuidad a la elaboración de los textos de formación que incorporen las nociones mencionadas, abiertos a los nuevos lenguajes y metodologías, e insertos en el dinamismo de la iniciación cristiana.

Aspectos de la formación de los catequistas 230. El catequista ha de ser formado como discípulo misionero, de conformidad

con la propuesta del Documento de Aparecida, que destacó cinco aspectos fundamentales de formación que ya habían sido señalados por el DGC: el encuentro con Jesucristo, la conversión, el discipulado, la comunión y la

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misión. Estos elementos se compenetran estrechamente y se alimentan entre sí; por eso su formación debe ser integral, kerigmática y permanente, es decir, se propone una modalidad catecumenal. Además, debe procurarse una formación comprometida con las siguientes dimensiones: humana y comunitaria, espiritual, intelectual, pastoral misionera, y social (DAp 276-280).

Exigencia de fortalecer la formación específica de los catequistas 231. La formación de los catequistas ha de llevarlos a alcanzar una cierta

especialización según sus diversos niveles y responsabilidades (DGC 189-192). Es por eso que, además de la formación básica, será necesario especializarlos para que sean capaces de atender los diversos niveles de la catequesis en la modalidad de la iniciación cristiana: la catequesis infantil, la catequesis para adolescentes, jóvenes y adultos. Además, urge fortalecer la formación de los catequistas para la catequesis con adultos, que es la “forma principal de catequesis” (DGC 59), en sus distintos aspectos: bíblica, litúrgica, sacramental y social, entre otros. Para lograr la progresiva especialización, es necesario consolidar los equipos diocesanos, vicariales y parroquiales de formación. Conociendo la importancia de la comunión de los catequistas con los demás agentes de la acción eclesial (misionera y pastoral), y dado que su formación ha de ser integral, se hace necesario que guarde una importante relación con otros procesos formativos, para que no se les exija atender aprendizajes ya logrados, ni se impida la formación catequética específica. Por los tanto, es necesario complementar la formación específica de los catequistas con aquella más general que ofrecen las parroquias, para evitar tanto lagunas, como reiteraciones.

Fortalecimiento de su formación litúrgica 232. Los retos actuales de la evangelización requieren que la catequesis, desde

la formación de sus agentes, procure responder a las prioridades pastorales; y les brinde los elementos pedagógicos que dan identidad al proceso catequético en las diversas realidades sociales y culturales con las que dialoga e interactúa. Entre las prioridades pastorales los catequistas en cada diócesis han de ser fortalecidos en la formación litúrgica. Dicha formación, presenta diferentes, importantes aspectos. Entre éstos están: la celebración del misterio de Cristo a lo largo del año litúrgico, de forma particular en la celebración de la Eucaristía y de los otros sacramentos; así como la santificación del domingo, Pascua semanal en el día del Señor. La relación entre la liturgia y la Palabra de Dios; entre la liturgia y la catequesis; entre la pastoral y la espiritualidad litúrgica, de manera especial en el ámbito de la lectura orante de la Palabra de Dios, como lo es la lectio divina; y la práctica de la “liturgia de las horas”.

Formación de los catequistas para el diálogo intercultural 233. Saber comunicar el Evangelio significa para el catequista desarrollar la

capacidad de entrar en diálogo con la cultura y comprender la dinámica de la inculturación. Los catequistas están seriamente implicados en estos

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procesos, por lo que es necesaria una adecuada formación en el diálogo intercultural y el estilo de intervención que la catequesis opera en las personas y la sociedad. El modo de ser cristiano del catequista está marcado por un modelo cultural y educa desde ese, su propio universo. El mensaje evangélico, encarnándose en las culturas, posee una fuerza regeneradora. El catequista, con su comunidad, elabora un análisis profundo y objetivo, para determinar los valores propios de la cultura en la que se encuentra y por consiguiente, saber cómo ofrecer la luz del Evangelio, de tal manera que ilumine, renueve y transforme.

Necesidad de subsidios en línea para la formación de los catequistas 234. Ubicando la formación de los catequistas en un presente y futuro de rápidas

transformaciones tecnológicas, es muy importante leer en las diferentes generaciones de ellos, el impacto que este aspecto produce en su personalidad, en su manera de actuar y de aprender. Pero también es urgente la adecuación, en este sentido por parte de CENACAT, de la elaboración y la manera de facilitar los diferentes subsidios, tanto para la formación de los catequistas, como para la labor que realizan. Deberá desarrollar aulas virtuales y sitios interactivos, así como materiales en línea para el autoaprendizaje y otros insumos para la formación personal y comunitaria. De este modo, los catequistas, desde sus casas, y en sus equipos parroquiales, podrán acceder, tanto a materiales impresos como a digitales; espacios interactivos y depósitos de información, de conformidad con las tendencias formativas actuales.

La formación catequística de seminaristas, diáconos y presbíteros 235. Dado que en la parroquia es el párroco –con todos los presbíteros–, el

motor de la catequesis y el educador de la fe por excelencia, es indispensable la formación catequética y pedagógica en el Seminario Nacional y otros centros de formación; debidamente organizada en sus contenidos, e impartida por profesores competentes; coherente con las orientaciones catequéticas que se observan en todas las diócesis. Es preciso involucrar más a los seminaristas y diáconos en la experiencia de la catequesis parroquial, como práctica pastoral. Una formación esmerada de los seminaristas y la formación catequética permanente de los presbíteros desde la experiencia de la iniciación cristiana, constituirán pilares de importancia vital en la formación de los otros formadores, de los catequistas de la base, y en la creación de centros formativos. Para todo lo anterior será muy útil la aplicación del libro “Testigos y Servidores de la Palabra”, editada y ofrecida para el efecto por el CELAM.

Las instancias de formación y especialización para los catequetas 236. La formación catequética en Costa Rica responde a un camino de formación

propuesto por CENACAT, mediante un currículo actualizado, secuencial y progresivo de formación. En este se propone el aprovechamiento de las instituciones formativas existentes en la Iglesia en Costa Rica, como la

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Universidad Católica. La propuesta formativa de CENACAT procura colaborar con una mejor organización e implementación de la tarea formativa para los catequistas formadores y coordinadores, a fin de garantizar una sólida comunicación del mensaje evangélico. Pero, sobre todo, mantiene la prioridad de promover y favorecer la formación de catequetas a nivel superior en universidades reconocidas internacionalmente; que puedan luego proyectarse en las instancias formativas, en el ámbito nacional y diocesano.

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Cuarta parte: Mediaciones para el logro de las tareas de la catequesis

CAPÍTULO III

LA PEDAGOGÍA DE LA FE

Cuando Israel era niño yo lo amé. Pero mientras los llamaba, más se alejaban de mí. Yo, sin embargo, le enseñaba a andar a Efraím, sujetándolo de los brazos, pero ellos no entendieron que yo cuidaba de ellos. Yo los trataba con gestos de ternura (Os 11,1-4). “Nosotros no podíamos aprender de otra manera si no es viendo con los ojos a nuestro Maestro y oyendo con nuestros oídos su voz: de esta forma, haciéndonos imitadores de sus obras y cumplidores de sus palabras, podíamos llegar a tener comunión con él” (San Ireneo).

LA PEDAGOGÍA DE LA CATEQUESIS

La pedagogía de Dios, modelo de la pedagogía catequética 237. La catequesis en Costa Rica, como ministerio de la Palabra de Dios, seguirá

asumiendo la pedagogía de la fe como el modelo que guía la acción catequética. Esta pedagogía es original y flexible, inspirada en la pedagogía de Jesús. Ésta, no es otra cosa que la forma concreta por medio de la cual Dios ha revelado su misterio y su proyecto salvador a la humanidad, en la historia de la salvación. Por esto, es la fuente y el modelo de la pedagogía catequética: “Dios mismo, a lo largo de toda la historia sagrada y principalmente en el Evangelio, se sirvió de una pedagogía que debe seguir siendo el modelo de la pedagogía de la fe” (CT 58).

La pedagogía de Jesús, inspiración y estilo de la pedagogía de la fe 238. En la pedagogía de Jesús, la catequesis costarricense encontrará las

características o rasgos particulares que son la inspiración y estilo para todo acto pedagógico. Entre sus características resaltan: la pedagogía del don, del diálogo y del encuentro. La pedagogía de la encarnación, de los signos, personalizada y gradual. La pedagogía comunitaria, liberadora, del amor e iniciática. El catequista, como mediador del mensaje del Evangelio, ha de proceder como Jesús: ser cercano, respetuoso de la dignidad humana y de la respuesta de sus interlocutores.

El Espíritu Santo es el agente principal de la pedagogía de la fe 239. La pedagogía de la fe es la pedagogía de la Iglesia y sirve de puente entre

la persona y la Revelación divina; por esto, no es simplemente un saber humano e instrumental. Consiste en imitar los métodos que utilizaba Jesucristo para enseñar a su pueblo. En esta comunicación entre el hombre

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y Jesús, la catequesis tiene como agente principal al Espíritu Santo: No te extrañes de que te haya dicho: necesitan nacer de nuevo desde arriba. El viento sopla donde quiere y tú oyes su silbido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo le sucede al que ha nacido del Espíritu (Jn 3,8). Es, por sobre todo, una pedagogía original entendida como una mediación y colaboración con el actuar misterioso de la gracia de Dios. El catequista acompaña al catequizando en su maduración hacia la fe y respeta su respuesta libre, porque es don del Espíritu. Por esto, quien catequiza no olvida que, ante todo, es miembro de una comunidad y por tanto, él también crece y madura en la fe, al caminar y avanzar hacia el Señor, junto con aquellos a quienes catequiza.

La condescendencia 240. La pedagogía de la fe está configurada por la condescendencia de Jesús.

Su forma de enseñar, sus gestos y su actuar, deben ser la guía para pensar y expresar el acto pedagógico. La concepción del catequizando, del catequista y su relación en comunidad, deben estar inmersos en la misericordia; es allí en donde el acto catequético encuentra su razón de ser y su fundamento: Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: ¿comprenden lo que acabo de hacer? Ustedes me llaman maestro y señor, y dicen bien. Pero si yo, que soy maestro y señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes. Les aseguro que el sirviente no es más que su señor, ni el enviado más que el que lo envía (Jn 13,12-16).

La fidelidad a Dios y al ser humano 241. La pedagogía de la fe se rige por dos grandes principios catequéticos: la

fidelidad a Dios y la fidelidad a la persona humana. Estos criterios exigen del catequista en primer término, la adhesión a la Palabra. Por el principio de la fidelidad a Dios, las ciencias teológicas aportan al catequista una síntesis de las verdades de la fe, extraídas de la Revelación del Dios vivo que se comunica con su pueblo. El catequista guarda fidelidad a la integralidad del mensaje, respeta la jerarquía de verdades y sabe que su trabajo es colaboración con el plan de Dios. Por el principio de fidelidad a la persona, para llevar a cabo la mediación entre la Palabra y el catequizando, el catequista se servirá de diversos elementos que otras ciencias proveen (Educación, Psicología, Sociología); pero sin perder de vista que este tipo de apoyo, únicamente instrumental, no desvirtúa en nada la esencia misma de la pedagogía de la fe, esto es, la condescendencia y la imitación de Dios, por medio de una pedagogía sencilla y accesible. Es primordial, el respeto a la individualidad, a los ritmos personales y únicos de maduración en la fe, aspecto que obliga al catequista a adecuar a las condiciones únicas del catequizando, sus métodos, sus mecanismos de comunicación y todo elemento contenido dentro del acto pedagógico.

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OPCIÓN PEDAGÓGICA: LA CATEQUESIS DE LA EXPERIENCIA La catequesis de la experiencia 242. Los procesos catequéticos impulsados y desarrollados en el país deben

sustentarse en una catequesis de la experiencia. Ésta, impregnará todos los componentes de la catequesis nacional, en procura de la eficacia en la comprensión y acercamiento a la realidad del país, al conocimiento de los interlocutores, a la presentación del mensaje cristiano, a la selección de los métodos significativos para el aprendizaje, a la elaboración de los textos de catequesis y a los programas de formación de los catequistas. La catequesis de la experiencia se fundamenta en el principio de la Encarnación. Este acontecimiento expresa que la Revelación se realiza en el tejido diario de la historia de las personas y que la vida humana es el ámbito donde Dios se revela, actúa y salva. Una catequesis inspirada en el principio de la Encarnación toma en serio la realidad humana, asume las experiencias de las personas, desarrolla auténticos procesos de inculturación y tiene una actitud de apertura y diálogo.

Los tres elementos de la catequesis de experiencia 243. La catequesis de la experiencia consta de tres elementos constitutivos: la

experiencia humana, la experiencia de fe y la respuesta de fe. Estos tres elementos, entrelazados, concatenados y no yuxtapuestos, seguirán constituyendo la estructura del acto catequético y facilitan los procesos de crecimiento en la fe:

• LA EXPERIENCIA HUMANA alude a la realidad humana cotidiana, que es percibida conscientemente y que pasa por un proceso de apropiación, de interpretación y de profundización por parte del catequizando. Esta forma parte del contenido de la catequesis y ha de estar presente en todo el proceso catequético y en el desarrollo de cada encuentro (DGC 152). Es en la experiencia humana en donde inicia y concluye el aprendizaje. Es a partir de ella que las nuevas cogniciones se asientan, crecen y se construyen nuevos referentes.

• LA EXPERIENCIA DE FE es el encuentro con Jesucristo vivo y la aceptación libre del plan amoroso de Dios en la totalidad de la persona. Con esta experiencia de fe, es iluminada la experiencia humana del catequizando. Esto es, con el mensaje cristiano, por mediación de la Sagrada Escritura, la Tradición, el magisterio de la Iglesia, la liturgia y el testimonio de los cristianos. A través de estas “fuentes”, la experiencia de fe interpela, ilumina y facilita la interpretación de la existencia humana, permitiendo al catequizando darle sentido y orientación, tanto a escala personal, como comunitaria.

• LA RESPUESTA DE FE de los catequizandos a Dios, es su acogida al mensaje: la comprensión y síntesis de las formulaciones de la fe, la celebración festiva de la vida cristiana y el compromiso de transformar sus vidas, con la fuerza del Evangelio. La respuesta de fe es el corolario

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del acto catequético que conduce al testimonio, a la oración y compromete en la misión propia de la Iglesia.

ELEMENTOS DE METODOLOGÍA CATEQUÉTICA

Un método catequístico al servicio de la evangelización 244. Todo método catequístico está al servicio de la comunicación fiel y

significativa del contenido de la revelación divina. “La metodología catequística es la descripción y análisis, en forma sistematizada, de los métodos adecuados y pertinentes para llevar a cabo la catequesis” (CAL 164). La metodología hace operativa la pedagogía de la fe, y en la catequesis “tiene por objeto unitario la educación en la fe” (DGC 148). El método, en la catequesis, es útil como mediador y colaborador del Espíritu Santo, principio inspirador de toda acción catequística. Esta acción está sujeta a la libertad con que la persona acoge el mensaje. Por consiguiente, no es un fin en sí mismo sino un medio; y, como tal, ha de estar siempre al servicio de la formación integral de los catequizandos y de la acción del Espíritu que actúa en ellos. El método, en la catequesis, está estrechamente ligado al contenido; por lo tanto, entre ambos no debe haber oposición o separación, sino una profunda correlación e interacción (DGC 149).

Los métodos inductivos y deductivos 245. Desde sus inicios, la Iglesia ha utilizado muchos y variados métodos para

educar en la fe. En la actualidad, se puede hablar de dos grandes grupos de métodos. Uno, formado por los métodos inductivos, que son aquellos que parten de la vida, para llegar a la fe. Y otro que lo componen los métodos deductivos, aquellos que parten del mensaje cristiano, para llegar a la vida. Las dos familias de métodos han demostrado, a lo largo de la historia, su eficacia en la acción catequística. Incluso ambos se reclaman y complementan: el método deductivo adquiere pleno valor cuando es precedido por el proceso inductivo, que lo acerca a la experiencia humana y a las situaciones históricas; y el método inductivo exige el proceso deductivo, el cual lo acerca a las fuentes de la fe.

Criterios para la selección y empleo de los métodos 246. La Iglesia no se ha conformado con un método único, discierne, a la luz de

la pedagogía divina, los métodos que se desarrollan en cada época; y asume, con libertad de espíritu, todos aquellos elementos metodológicos que le ayudan a realizar su misión evangelizadora. Sin embargo, en la acción catequética iniciatoria, al seleccionar y aplicar los métodos, los catequistas han de tener en cuenta los siguientes criterios fundamentales: coherencia con la pedagogía de la fe; fidelidad a la integridad del mensaje cristiano; fidelidad a la vida concreta de los catequizandos; respeto al ritmo de aprendizaje de las personas y de los grupos.

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Los métodos inductivos en función de la catequesis de la experiencia 247. Esta catequesis da primacía a la metodología inductiva, cuya dinámica lleva

del hecho al misterio, de lo visible a lo invisible, del signo a lo trascendente. Los catequistas han de ser formados en el conocimiento y utilización de los métodos inductivos, que valoran y asumen la experiencia humana; parten de la vida y de las situaciones históricas; y ayudan de manera significativa a los catequizandos a profundizar e interiorizar sus experiencias humanas, para descubrir en ellas la presencia y acción salvadora de Dios. Esto guarda una importante relación con los elementos constitutivos de la catequesis de la experiencia, la cual, a partir de la experiencia vivida, intenta provocar la interiorización y una respuesta concreta, que llevará a la vivencia de nuevas experiencias, en un ciclo progresivo y generador de crecimiento y maduración.

Los métodos participativos 248. Los métodos participativos tienen su génesis en la interacción que se da

entre los grupos. Es por esto que los catequistas deben realizar encuentros en los que el grupo desarrolle diferentes actividades que promuevan el contacto, la comunicación y el trabajo colaborativo de sus miembros. Es en la vivencia de las experiencias grupales que las personas desarrollan actitudes y comportamientos sociales. No obstante, el elemento más importante es el desarrollo de la consciencia comunitaria, ya que es a partir de su filiación y adhesión al grupo, que los individuos construyen el sentido de pertenencia a la comunidad eclesial, espacio privilegiado para que los catequizandos crezcan y maduren en la fe.

Opción por métodos participativos 249. La catequesis nacional continuará optando por este tipo de métodos. Éstos,

ofrecen grandes ventajas a la acción catequizadora, ya que promueven el protagonismo de los catequizandos, generan conciencia y actitudes críticas y creativas; suscitan el espíritu de análisis, de reflexión, de búsqueda y de elaboración de propuestas, y el planteamiento de opciones y compromisos de cambio. Además, estos métodos dinamizan los encuentros catequísticos, haciendo posible que sean interactivos, dinámicos, creativos y alegres.

LA DIDÁCTICA CATEQUÉTICA

Los procesos didácticos en la catequesis 250. Toda acción educativa, como la catequesis, se sirve de apoyos didácticos

para lograr los objetivos de aprendizaje. La didáctica, entendida como el conjunto de acciones para llevar a cabo el acto pedagógico, recurre a medios flexibles acordes con los aprendizajes que se procuran. El proceso didáctico está conformado de manera general por los ejes de contenido, los objetivos de aprendizaje, los recursos que han de utilizarse, las estrategias pedagógicas, así como los elementos valorativos de las acciones educativas. Todo proceso didáctico que se elija en el caso de la catequesis,

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estará enfocado en propiciar en los catequizandos, aprendizajes significativos, construidos a partir de sus conocimientos previos, de su propia realidad, sus circunstancias y sus experiencias.

Una didáctica al servicio de estrategias de aprendizaje 251. Todos los elementos didácticos que se apliquen, estarán enfocados en

facilitar al catequizando su aprendizaje. Es por esto que, desde la misma planificación del acto educativo, el foco de atención será quien se forma. Esto deja de lado la centralidad de los contenidos o las acciones del catequista; lo cual hace que todas las intenciones educativas estén centradas en el catequizando. Un modelo de enseñanza enfocado en el aprendizaje, es un modelo asegura que los diferentes componentes del acto pedagógico, tiendan a propiciar eficazmente el aprendizaje; lo que, a su vez, redirige las estrategias y los mecanismos de valoración hacia la promoción del crecimiento y el desarrollo del catequizando.

La didáctica como instrumento de la pedagogía de la fe 252. La didáctica catequética hace operativa la pedagogía de la fe, pues gestiona

lo relacionado con la enseñanza y el aprendizaje de ésta, y “en el campo específico de la catequesis, orienta los elementos y las condiciones objetivas y subjetivas de la enseñanza, a fin de que favorezcan la comunicación de la fe y la respuesta de los interlocutores, de acuerdo con la naturaleza propia de la catequesis. Atiende no sólo a la adquisición de conocimientos, sino también al desarrollo de actitudes y conductas coherentes con el mensaje evangélico” (CAL 172). La didáctica catequística se sirve de elementos pedagógicos y los pone en práctica en los procesos de enseñanza y aprendizaje de la fe cristiana. Hace operativos los procesos catequéticos y el mismo acto de la catequesis. De manera particular, facilita los momentos básicos de la praxis catequística: la planificación, la acción didáctica y la valoración del proceso educativo. El catequista utiliza una didáctica catequética que también es fruto de una espiritualidad al servicio de la edificación del Reino de Dios; con la inmensa satisfacción de contribuir a educar verdaderos creyentes, la opción por el Evangelio, la decisión y la alegría de ser cristianos, teniendo como fundamento la condescendencia y la misericordia.

El planeamiento didáctico 253. La planificación del acto pedagógico permite reducir la posible rutina, la

improvisación y la falta de continuidad en la praxis catequística. El planeamiento didáctico establecerá los elementos básicos de la acción pedagógica en forma global, flexible, inteligente y ordenada. Las previsiones necesarias del proceso catequético, se establecen como respuesta a la realidad de los catequizandos, con base en un diagnóstico previo y en el contexto al que pertenecen. Conocer el entorno y las características propias del grupo en formación, es indispensable para el proceso de reflexión y

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proyección; permite plantear y organizar, armónicamente, los objetivos, los contenidos, las situaciones de aprendizaje, los métodos, los recursos, los tiempos de realización y la valoración. Todo catequista debe preparar el planeamiento de cada encuentro catequístico de manera personal, para garantizar la adecuación a su propio grupo. Sin embargo, es recomendable que antes lo elabore y comparta en equipo con otros catequistas, para enriquecer la planificación con el aporte de sus pares.

La acción didáctica al servicio de la pedagogía de Dios 254. La acción didáctica del catequista se fundamenta en la condescendencia y

la misericordia y, ha de estar llena de creatividad, de amor y de alegría. La eficacia del acto pedagógico, si bien depende de la acción de Dios en la voluntad, la inteligencia y el corazón de los catequistas, también dependerá mucho de los conocimientos, experiencia, habilidades y destrezas del mediador; en la animación del grupo, en el manejo de las estrategias, en el uso de diferentes lenguajes de comunicación de la fe, en el buen uso del tiempo y en la selección y empleo creativos de los materiales didácticos.

La acción didáctica en el encuentro catequístico 255. La acción didáctica es el momento preciso en el cual se desarrolla la acción

catequizadora, en donde interactúan los componentes del acto pedagógico, gracias a la mediación que lleva a cabo el catequista y que es la que apremia y propicia la participación activa de los catequizandos, en el aprendizaje significativo de los ejes de contenidos que el encuentro propone. El encuentro de catequesis es, por lo tanto, el momento en que convergen el catequista, los catequizandos y las interacciones entre ellos, a la luz de la Palabra; en un clima de amistad, fe y oración, para compartir, celebrar, vivir y testimoniar la fe en Jesucristo.

Importancia de la valoración didáctica 256. En términos generales, la valoración didáctica o evaluación está orientada a

sopesar los resultados de un proceso educativo concreto, para evidenciar las posibles rutas que llevan al mejoramiento sostenido. La pedagogía de la fe se sirve de la evaluación de tipo cualitativo; en ningún momento asigna valoraciones de tipo cuantitativo. Independientemente del momento en que se valore el acto catequístico, sea por medio de un diagnóstico, durante o al final del proceso, la evaluación deberá ser entendida siempre como formativa y constructiva. Su aplicación deberá realizarse para valorar el encuentro, la labor mediadora del catequista y el aprendizaje de los catequizandos. La valoración genera criterios para proponer acciones integrales de mejoramiento, para la coherencia y la interacción de las partes, lo cual es más eficaz que cada uno de los componentes, por separado.

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Cometido de la valoración en la catequesis 257. En la catequesis se valora el acto catequístico y la interiorización de los

contenidos cognoscitivos, afectivos y actitudinales, con el propósito de apreciar los resultados reales de la acción catequizadora y aplicar oportunas acciones de mejora en el itinerario de fe, con la firme intención de acrecentar la calidad de la praxis catequística. La catequesis se sirve de la evaluación diagnóstica y de la formativa, las cuales ofrecen al catequista criterios e instrumentos adecuados para considerar la asimilación significativa del mensaje cristiano. Los resultados que emiten estos dos tipos de evaluación, ayudan al catequista a hacer ajustes y rectificaciones sobre la marcha, tanto en la selección de contenidos como en la metodología o, en las acciones que emplea como mediador. “La evaluación sumativa, que procura medir los conocimientos y calificarlos con números, no es recomendada en la catequesis” (CAL 173). La evaluación en catequesis mira hacia una auténtica valoración de la vivencia de la fe del catequista y de la comunidad; y a la propia experiencia de los catequizandos, a partir de los escrutinios. En la catequesis de iniciación, el escrutinio es elemento central de la evaluación del catequizando.

Recursos didácticos para enriquecer la catequesis 258. Los medios didácticos “son los diferentes subsidios o herramientas que

requiere el catequista y el catequizando para facilitar los procesos de enseñanza aprendizaje, propios de la formación integral a la vida cristiana” (CAL 174); son una valiosa ayuda para la praxis catequística. Dichos medios pueden ser impresos (guías para catequistas, textos del catequizando, cuaderno de actividades), audiovisuales (televisión, video, montajes audiovisuales...) o informáticos (plataformas de aprendizaje, software catequístico), entre otros. Estos recursos enriquecen el proceso catequético y cada uno de los encuentros de catequesis; además, facilitan la comunicación y la asimilación de los contenidos; desarrollan habilidades, actitudes, competencias y valores; suscitan la participación activa y promueven la creatividad. El catequista ha de capacitarse para el empleo activo y creativo de estos recursos tecnológicos, aplicándolos adecuadamente en los procesos de educación en la fe, siendo crítico en su elección y teniendo en cuenta que dichos medios han de ser afines con la realidad, así como con las características culturales de los interlocutores.

LA PEDAGOGÍA DE LA COMUNICACIÓN Y DEL LENGUAJE

La cultura de la comunicación global 259. Todo agente de pastoral ha de ser consciente y reflexionar acerca de que

en la nueva cultura de la comunicación global, de la sociedad tecnológica y comunicacional, de lo mediático digital, los conocimientos, la información y las comunicaciones adquieren un valor estratégico. Debe reconocer que

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esto incide profundamente en todos los ámbitos de la vida humana y de la organización social, al establecer un nuevo tipo de relación entre los pueblos y los individuos e influir en la vida de la sociedad, la promoción cultural y los comportamientos individuales, familiares y sociales.

La cultura mediática interpela la catequesis 260. La Iglesia toma en cuenta estos medios como don de Dios y reconoce que

su utilización es esencial para comunicar el Evangelio, pues “La Palabra divina debe llegar no sólo a través del lenguaje escrito, sino también mediante las otras formas de comunicación” (VD 113). La cultura mediática interpela seriamente la acción evangelizadora de la Iglesia y, por lo tanto, la catequesis. Sin embargo, “La utilización correcta de estos medios exige en los catequistas un serio esfuerzo de conocimiento, de competencia y de actualización cualificada” (DGC 161). No es suficiente usar los medios masivos para multiplicar el anuncio evangélico; es necesario integrar el mensaje cristiano en la cultura mediática. El papa Benedicto XVI expresa la necesidad de ser “conscientes de que el mundo virtual nunca podrá reemplazar al mundo real, y que la evangelización podrá aprovechar la realidad virtual que ofrecen los new media para establecer relaciones significativas sólo si llega al contacto personal, que sigue siendo insustituible” (VD 113).

La aplicación de diversos mecanismos de comunicación 261. Independientemente de cuánto proliferen o no los medios de comunicación

masivos, el catequista tratará de conocer y utilizar aquellos que, gracias a la situación contextual y propia del grupo de catequizandos, prueban ser eficaces para provocar la comunicación dinámica y proactiva. Sin embargo, la selección de medios para el aprendizaje, debe siempre ser vista a la luz de la intencionalidad que conlleva la acción de educar. Por tanto, la reflexión y valoración de la eficacia del medio que se incorpore, debe ser pensada en función de las oportunidades que genere, velando para que el medio no se convierta en obstáculo y barrera entre el mediador y el catequizando. Todo medio debe ser analizado y planificado dentro de la integralidad del acto pedagógico.

La catequesis: acto de comunicación 262. La catequesis es un acto de comunicación y de lenguaje, y ello constituye

uno de sus retos más importantes. La catequesis comunica la Palabra de Dios, el contenido de la Revelación divina, la fe y la vida de la Iglesia; es decir, lo que la Iglesia cree, celebra, ora y vive. Entonces, el catequista necesita capacitarse para saber comunicar estos contenidos e intencionalidades, con clara conciencia de que no es mero transmisor de conocimientos religiosos, sino testigo que comunica y comparte una experiencia de fe.

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Opción por la comunicación grupal 263. En los medios grupales de comunicación (presentación audiovisual, socio-

drama, blog, chat, foros, entre otros) la catequesis encuentra las condiciones necesarias para desarrollar una verdadera comunicación: cercanía física, relación personal, comunicación bidireccional y colaborativa, participación activa y retroalimentación inmediata, entre otras. La catequesis hace una opción decidida por los medios grupales de comunicación; ya que su acción se desarrolla con más propiedad en la comunicación grupal. En el grupo pequeño la relación es dialogal, la comunicación es más auténtica y la fe se expresa y se vive en el ámbito comunitario.

El lenguaje en la catequesis 264. La Iglesia, a lo largo de su historia, ha comunicado la fe por medio de

expresiones bíblicas, símbolos y ritos litúrgicos, símbolos de fe, formulaciones del Magisterio y reflexiones teológicas. Los principales lenguajes de la fe eclesial son el bíblico, litúrgico, doctrinal y testimonial, que permiten a los creyentes hablar un lenguaje común. El lenguaje, como medio de comunicación, tiene una importancia particular en la catequesis. Ésta, además de utilizar un lenguaje que sea expresión de la fe eclesial, está llamada a fomentar nuevas expresiones del Evangelio, teniendo en cuenta las categorías culturales y vivenciales de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, a fin de que el mensaje cristiano pueda ser mejor comprendido, asimilado y vivido.

Desafío de proclamar el Evangelio con un lenguaje actual 265. El catequista ha de emplear todos aquellos lenguajes que le ayuden a

realizar su cometido en cuanto a formar personas y comunidades eclesiales maduras en la fe. Su gran reto consiste en proclamar el Evangelio con un lenguaje actual, comprensible, vital, creíble, persuasivo y significativo. En los tiempos actuales, se ha de dar prioridad al lenguaje narrativo, simbólico y audiovisual, ya que estos lenguajes favorecen la educación en la fe de los catequizandos, por el gran potencial comunicativo que contienen: hablan con imágenes, tienen una enorme fuerza evocadora, afectan a toda la persona, estimulan la reflexión y la imaginación creativa y abren horizontes nuevos, entre otros aspectos.

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Cuarta parte: Mediaciones para el logro de las tareas de la catequesis

CAPÍTULO IV

LOS TEXTOS Y SUBSIDIOS DIDÁCTICOS PARA LA CATEQUESIS

Dedícate a la lectura, a la exhortación, a la enseñanza. Ocúpate en estas cosas, en estas cosas vive, para que tu progreso sea manifiesto a todos. Vela por ti mismo y de la enseñanza; persiste en ello; porque haciendo esto, te salvarás no sólo a ti mismo sino también a los que te estén oyendo (1 Tim 4,13.15-16).

“Tapaos los oídos cuando alguien os diga algo fuera de Jesucristo… No os dejéis engañar con doctrinas extrañas ni con esas viejas fábulas que ya no tienen utilidad” (san Ignacio de Antioquía).

UNA RESPONSABILIDAD DELEGADA POR LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE COSTA RICA

El CENACAT elaborará y actualizará los textos didácticos 266. El CENACAT elaborará y actualizará los textos didácticos para la catequesis

en todos los niveles a partir del modelo pedagógico de la catequesis de la experiencia. Asimismo, renovará permanente los criterios para la elaboración de los textos, cuyo lenguaje comunique el mensaje de manera adecuada a las nuevas generaciones. Serán elaborados por equipos de agentes cualificados, que propicien la continuidad de los aspectos positivos y aporten nuevas expresiones para la comunicación de la fe. La actualización periódica de los textos, como se ha venido haciendo, es fundamental para adecuarlos a los más recientes documentos del Magisterio de la Iglesia, a los contextos tan cambiantes, y a diseños novedosos, fruto de nuevas tecnologías.

Necesidad de elaborar textos y guías 267. Entre estos textos didácticos serán de vital importancia aquellos para la

catequesis con adultos, en clave catecumenal, propia de la iniciación cristiana, por ser la forma principal de catequesis. Será de gran valor la complementariedad de las guías para los catequistas (las cuales condensan la síntesis doctrinal y las orientaciones metodológicas), con los textos para los catequizandos, ya que éstos constituyen una síntesis del mensaje adecuado a la edad y demás características y condicionamientos propios de los interlocutores.

Otros subsidios que aportará CENACAT 268. El CENACAT seguirá facilitando a los catequistas subsidios didácticos, tales

como grabaciones, videos y documentales de televisión; filmaciones artesanales de la vida cotidiana, testimonios orales y escritos, entre otros.

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Es un ideal que las diócesis elaboren materiales propios para favorecer el desarrollo de la catequesis de manera contextualizada. Todo ello, por supuesto, en apertura a las nuevas tecnologías que vayan surgiendo. Por su parte, el catequista ha de ser creativo en la diversidad de expresiones de la realidad circundante y utilizar, por ejemplo, recortes de periódico y revistas, murales, cartelones, y materiales con expresiones propias de la región, que los catequizandos aprenderán a juzgar a la luz de la fe; lo cual les permite confrontar el mensaje de Jesús con el suyo y con el de los otros, para obtener respuestas de fe mediante procedimientos constructivos.

Dar a conocer los textos y subsidios, y formar para su aplicación 269. Se ha de consolidar e incrementar la formación de los catequistas en el uso

apropiado y provechoso de los textos, a fin de que éstos sean debidamente aplicados. Es urgente ofrecer espacios adecuados para que, en particular los presbíteros de cada diócesis puedan recibir una oportuna inducción acerca de éstos, según el nivel de su responsabilidad. Es asimismo necesaria una motivación constante a las comunidades parroquiales, para que se adquieran los textos, elaborados para todos los niveles y modalidades de catequesis, y estén al alcance de catequistas y catequizandos.

Aprovechar los espacios virtuales, para la catequesis en línea 270. Será de gran valor continuar favoreciendo procesos de catequesis en línea,

para que los catequizandos puedan acceder a la educación en la fe por estos medios tecnológicos actuales y los futuros. Por otra parte, son muchos los fieles a quienes se les dificulta participar en las catequesis presenciales, en razón de horarios de trabajo, condiciones de inseguridad y hasta distancias. El CENACAT está llamado a seguir ofreciendo diversos espacios virtuales para válidos aprendizajes del mensaje cristiano, que lleven al encuentro con Jesucristo. Urge continuar con la formación de catequistas tutores debidamente capacitados para las nuevas metodologías propias de la educación a distancia. Sin menoscabo de la catequesis presencial, la catequesis en línea, especialmente para los adultos, debe seguir siendo una modalidad efectiva para una comunicación del mensaje cristiano y una experiencia fuerte por la que se propicie también la iniciación cristiana.

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Cuarta parte: Mediaciones para el logro de las tareas de la catequesis

CAPÍTULO V

LUGARES DE LA CATEQUESIS

Vayan por todo el mundo y proclamen el Evangelio a toda la creación. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todos los lugares, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba la Palabra con los signos que los acompañaban (Mc 16,15.20).

“El pedagogo no se ocupa de la instrucción, sino de la educación, y su fin no es enseñar, sino hacer al alma mejor, guiándola en la vida de la virtud, no en la de la ciencia” (san Clemente de Alejandría).

LA DIÓCESIS

La diócesis, lugar por excelencia de la catequesis 271. “El anuncio, la transmisión y la vivencia del Evangelio se realizan en el seno

de una Iglesia particular o diócesis. En cada Iglesia particular, con su respectivo pastor, se vive la concreción de la Iglesia universal con todos sus elementos esenciales” (DGC 217). La diócesis fundamenta y da sentido a la identidad cristiana. “En el conjunto de ministerios y servicios, con los que la Iglesia particular realiza su misión evangelizadora, ocupa un lugar destacado el ministerio de la catequesis” (DGC 219). En cada diócesis, por lo tanto, se “ofrece a todos sus miembros y a todos los que se acercan con el deseo de entregarse a Jesucristo, un proceso formativo que les permita conocer, celebrar, vivir y anunciar el Evangelio dentro de su propio horizonte cultural” (DGC 218, NMI 3). En especial, los obispos, conscientes de la “diocesanidad” de la catequesis y de su ministerio, exhortan a los catequistas para que procuren que los catequizandos conozcan y amen la diócesis y sus diversos niveles, porque en ella nacen y viven la experiencia de fe en Jesucristo. La catequesis, por lo tanto, ha de desarrollarse de conformidad con la realidad y la orientación diocesanas.

Los obispos, atentos a la “diocesanidad” de la catequesis 272. La responsabilidad del ministerio de la catequesis en toda la diócesis y en

cada parroquia, con todas sus facetas e implicaciones, mana de la responsabilidad confiada al obispo, “primer catequista”. Esto requiere su atención a “la alta dirección de la catequesis” (CT 63) en razón de lo cual debe asegurar que tal prioridad sea efectiva, procurando a los procesos de la catequesis “las personas, los medios e instrumentos así como los recursos económicos necesarios” (CT 63; CEC 175.1). Asimismo ha de velar por la autenticidad de la confesión de la fe y la calidad de los instrumentos que se utilizan; velar por la formación integral de los

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catequistas y garantizar en la diócesis “un proyecto global de catequesis articulado y coherente (…) coordinado en su desarrollo con los planes de la Conferencia Episcopal“ (DGC 223). Es a partir de la responsabilidad diocesana por la catequesis, que la fe cristiana se conoce, profesa, celebra y anuncia, dentro de un particular horizonte y contexto cultural.

LA PARROQUIA

La parroquia, lugar de la experiencia concreta de fe 273. La parroquia es la célula viva y básica de la diócesis (DAp 170), ya que en

ella se concreta la experiencia de la diocesanidad (DAp 304). Por su mediación, los procesos catequísticos son más cercanos para todos quienes los necesitan. Es lugar privilegiado de la catequesis, “en donde los cristianos nacemos y crecemos en la fe”, donde según la vocación específica de cada quien, se “nos ofrecen en forma continua (no esporádica) los procesos serios del primer anuncio, de la catequesis, de la predicación viva y de la vivencia comunitaria” de la fe y nos descubrimos “como agentes de evangelización” (HNE 56, DGC 257).

La parroquia es el lugar donde se asegura y asume la iniciación cristiana 274. Por eso, ha de asumir “como tareas irrenunciables: iniciar en la vida

cristiana a los adultos bautizados y no suficientemente evangelizados; educar en la fe a los niños bautizados, en un proceso que los lleve a completar su iniciación cristiana; iniciar a los no bautizados que, habiendo escuchado el kerigma, quieren abrazar la fe” (DAp 293). La realidad de muchas parroquias es que están constituidas por una gran cantidad de fieles o en territorios muy extensos. Por eso, la concreción de la eclesialidad llega a otro nivel de Iglesia: las filiales. Estas son verdaderos centros de comunión y participación, de vivencia de la fe. En ellas, los que participan en los distintos procesos catequísticos encuentran la experiencia de comunidad que es origen, lugar, fuente y meta de la catequesis (DGC 254) y sin la cual el discipulado misionero no es posible (DAp 278d). En éstas, los catequistas han de esforzarse por mantener los procesos catequísticos en comunión y diálogo con los procesos parroquiales y en sintonía con las orientaciones diocesanas.

LAS PEQUEÑAS COMUNIDADES CRISTIANAS

Las pequeñas comunidades cristianas, lugar significativo de la catequesis 275. La mejor manera de aprender a creer en Dios y de asumir el Evangelio es

conviviendo con personas creyentes que, cotidiana y confiadamente, conocen, viven, testimonian y celebran su fe. Las pequeñas comunidades “no son una fórmula para resolver problemas pastorales, sino un ideal, una meta deseable en toda comunidad sana y robusta” (HNE 54). Ofrecen a los procesos de catequesis un aporte extraordinario, al permitir la experiencia

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de comunidad que sostiene y fortalece todo camino formativo. La catequesis ha de colaborar decididamente en el empeño de hacer de cada parroquia una “comunidad de comunidades” (DSD 58); por lo mismo, es necesario que los catequistas, y todo agente de pastoral en ellas, no sólo sea parte de un grupo de servicio, sino también que alimente la fe dentro de una atmósfera comunitaria concreta. Por otra parte, los catequistas tratarán de que la experiencia grupal que los catequizandos viven, sea una experiencia de pequeña comunidad; que aprendan a vivir en comunidad, cosa que no se realiza por la sola invitación o información, sino que necesita vivenciarse. El conocimiento interpersonal, la celebración común, las experiencias de compromiso apostólico, apuntarán a este propósito. Y más aún, los catequistas procurarán que los que van haciendo un camino catequético juntos, puedan incluso constituirse en sus ambientes en una pequeña comunidad, que les facilite la perseverancia en este camino fraternal de fe (LAN 71b).

LA FAMILIA

La familia, lugar originario donde germina la fe 276. La mejor manera de aprender a creer en Dios y de asumir el Evangelio es

conviviendo con personas creyentes que, cotidiana y confiadamente, conocen, viven, testimonian y celebran su fe. Por eso, la familia, primera escuela de la fe, es el lugar originario de la iniciación en la fe de la Iglesia (DGC 255, DAp 302). En la experiencia familiar se aprende el contenido y la práctica de la fe cristiana. Los esfuerzos posteriores, desarrollados a través de la catequesis, la liturgia, con los sacramentos y la homilía, requieren la responsabilidad y aporte insustituibles de la familia y del testimonio de los miembros que la integran. Su inserción en la vida de la pequeña comunidad, de la parroquia y la diócesis, su participación en la Eucaristía dominical y su compromiso apostólico, hacen de la familia el lugar más significativo y eficaz para la catequesis. Con la más clara conciencia acerca de la difícil situación por la que atraviesa la institución familiar, a los adultos responsables de la vida familiar, en particular a los padres y madres, la Iglesia los insta a ser parte activa de la vida y misión de la Iglesia.

La catequesis familiar, según el magisterio de la Iglesia 277. Es importante explicar el concepto “catequesis familiar”, a partir de la

primera y más importante clarificación acerca de lo que la Iglesia entiende por ésta. La ofreció el papa Juan Pablo II (1979) en la Exhortación “La catequesis en nuestro tiempo” (68) a cuya lectura integral se remite para la comprensión de este tema. Sin embargo, es preciso destacar:

• que ha de comenzar “desde la más tierna edad”; • es “un diálogo catequético en el que cada uno da y recibe”;

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• “se realiza cuando los miembros de la familia se ayudan unos a otros a crecer en la fe por medio de su testimonio de vida cristiana, a menudo silencioso”;

• se realiza “al ritmo de los acontecimientos familiares (…) en los que “se procura explicitar en familia el contenido cristiano o religioso de esos acontecimientos”;

• las verdades de la fe serán comunicadas “en un ambiente familiar impregnado de amor y respeto” (…) que “deje en los niños una huella decisiva para toda la vida”.

Así pues, a partir de las enseñanzas de la Iglesia, se entiende que los padres han de acompañar, y apoyar la catequesis de sus hijos, teniendo en cuenta la comunidad parroquial, la cual debe seguir siendo la animadora de la catequesis y su lugar privilegiado. En efecto, “la catequesis familiar precede, pues, acompaña y enriquece, toda otra forma de catequesis” (CT 67).

La catequesis familiar, en sintonía con la opción de la Iglesia en Costa Rica 278. A partir del concepto que brinda el magisterio de la Iglesia, se puede

esclarecer mejor la llamada “catequesis familiar”, como experiencia nacida en algunas naciones suramericanas, que tiene su mérito propio en el sentido de que pretende convertir a los padres de familia en catequizados y catequizadores. Consiste en otorgar a los padres toda la responsabilidad de la catequesis sistemática de los niños que se preparan a los sacramentos. De esta manera, los catequistas reúnen periódicamente a “los padres catequistas” para impartirles un tema, que luego ellos han de comunicar a sus hijos. Así pues, clarificados ambos conceptos, el Centro Nacional de Catequesis en sus orientaciones basadas en el magisterio de la Iglesia, no ofrece directrices ni acompañamiento a esta modalidad de catequesis, en el diseño de sus itinerarios de catequesis ni en la elaboración de sus textos. En cambio, como producto de una atenta y cuidadosa revisión pastoral, invita a quienes desean impulsar este modelo de catequesis en Costa Rica, que efectúen una seria evaluación y claro discernimiento, ya que, en un principio, tal modelo pareciera ser ideal; pero en su desarrollo, presenta serias limitaciones y consecuencias, ya constatadas.

LA EDUCACIÓN RELIGIOSA ESCOLAR

La escuela estatal y no confesional, lugar de la educación religiosa escolar 279. La educación religiosa escolar (ERE) en Costa Rica ha sido un logro

histórico. Es muy importante asumir que ésta y la catequesis de la comunidad cristiana, se desarrollan en ámbitos distintos: el primero, estatal y el otro, eclesial; tienen diversa fuente de iniciativa, contenidos distintos, metodología propia, diversa intencionalidad respecto de los destinatarios, objetivos y lugares en los que se realizan, diferenciados. Ambas formas de educar en la fe son necesarias y complementarias (DGC 73-74).

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La ERE aporta a la educación pública la inteligencia de la fe 280. En los centros educativos públicos, la ERE pone en diálogo respetuoso lo

secular y lo cristiano, mediante la inteligencia de la fe, mostrando el significado que tiene la fe cristiana para descubrir el sentido total de la existencia, a escala personal y comunitaria. Ella ayuda a esclarecer el vínculo que tiene el mensaje cristiano con todos los ámbitos de la cultura; y promueve la actitud y conducta cristianas frente a cualquier saber humano. Mediante este diálogo interdisciplinar con los demás saberes de la cultura humana, “La ERE hace presente el Evangelio en el proceso personal de asimilación, sistemática y crítica, de la cultura” (DGC 73).

La ERE no sustituye ni suplanta la catequesis parroquial 281. Considerando de gran valor lo que se realiza en el ámbito de la ERE, “en

ningún momento ésta puede suplir, y mucho menos suplantar, el proceso de la comunidad parroquial, la cual ‘debe seguir siendo la animadora de la catequesis y su lugar privilegiado’ ” (LAN 70, CT 67). Cierto es que la ERE, con su propia dinámica, ayuda a reforzar en los catequizandos lo que vivencian en sus comunidades cristianas. La escuela estatal o pública, con la anuencia de los padres de familia, puede desarrollar convivencias o campamentos que ayuden a los estudiantes a fortalecerse en los principios y actitudes cristianas.

Por la ERE, la Iglesia católica continuará impregnando con valores evangélicos la formación de los costarricenses 282. La Resolución 2023-2010, IX de la Sala Constitucional, marcó un nuevo

paradigma para la asignatura de Religión en las escuelas y colegios estatales, estableciendo una Educación Religiosa confesional en una primera etapa, y ecuménica, en la segunda. En consecuencia, Mons. José Rafael Quirós Quirós, Arzobispo Metropolitano de San José, (05/10/2015) hizo la siguiente aclaración al respecto: “La primera, para que los estudiantes que profesan un credo religioso diverso al católico –debidamente reconocido y aceptado por el Estado–, puedan recibir lecciones de una persona que tenga idoneidad comprobada para impartirla. Y una posterior, conforme adquieren mayores capacidades y madurez relativa, de recibir enseñanza religiosa, según un enfoque ecuménico o ecléctico”. (…) “Así, los Magistrados, lejos de excluir a la Iglesia católica en esta asignatura tan importante de formación integral de los estudiantes que asisten a los centros educativos públicos, guardan un justo equilibrio entre lo confesional y lo ecuménico” (…) “La Iglesia católica seguirá entonces al servicio de la educación pública, aportando su rico magisterio social, su visión cristiana de persona en aras de resaltar su dignidad, su visión trascendente de la vida con sentido existencial, e impregnando con valores evangélicos la formación de los costarricenses”.

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LA CATEQUESIS EN CENTROS EDUCATIVOS CATÓLICOS Los centros católicos y su valoración positiva 283. La Iglesia en Costa Rica, admira y respeta el trabajo que realizan miembros

de diversas comunidades religiosas en los centros educativos católicos en el país. Se trata de un ámbito eclesial, con una identidad claramente confesional. Estos centros educativos cumplirán su misión evangelizadora, que puede ser complementada con otras actividades de formación católica, impartiendo una excelente educación religiosa escolar, y dedicando a esa noble tarea a sus mejores docentes.

Educación en la fe integral y transversal, en los centros educativos católicos 284. Es de esperar que la educación en la fe en las instituciones católicas sea

integral y transversal en todo el currículum, teniendo en cuenta el proceso de formación para encontrar a Cristo y para vivir como discípulos misioneros suyos; e insertando en ella verdaderos procesos de iniciación cristiana. Asimismo, se espera “que la comunidad educativa (directivos, maestros, personal administrativo, alumnos, padres de familia, entre otros) asuma su rol de formadora de discípulos y misioneros en todos sus estamentos. Que desde allí, en comunión con la comunidad cristiana que es su matriz”, se “promueva un servicio pastoral en el sector en que se inserta, especialmente de los jóvenes, la familia, la catequesis y la promoción humana de los más pobres” (DAp 338).

Directrices para los procesos de catequesis en los centros educativos católicos 285. Para los procesos de catequesis (Confirmación y Eucaristía), se les

proponen las siguientes directrices pastorales: a. Establecer institucionalmente, tanto a los docentes como a los padres de

familia, la diferencia y complementariedad entre la catequesis y la ERE. Un estudio atento de los respectivos documentos del magisterio de la Iglesia, les iluminará al respecto.

b. Motivar a padres de familia y estudiantes para que participen en la catequesis de sus propias parroquias, dirigida a ellos según su edad. Es preciso recordar siempre que la comunidad parroquial a la que pertenece cada estudiante, es el lugar privilegiado de la catequesis y de la celebración de los sacramentos (LAN 70, CT 67).

c. Los colegios católicos podrán ofrecer la catequesis correspondiente a la preparación para los sacramentos, siempre y cuando las exigencias pastorales así lo ameriten y respondiendo a la solicitud expresa de los

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padres de familia; en comunión con los lineamientos nacionales y diocesanos de catequesis; pero orientando a los catequizandos a vivir la fe en sus respectivas comunidades parroquiales. Para ello, los catequistas deberán contar con la formación pertinente ofrecida en las diócesis, y utilizar los textos nacionales debidamente aprobados.

d. Favorecer los vínculos de los alumnos con la comunidad parroquial y la diócesis a la que pertenecen los estudiantes. Esta es una tarea que corresponde a los presbíteros que, como capellanes, con frecuencia colaboran en estos centros educativos; así como acompañar el desarrollo de acciones catequísticas dentro del centro educativo católico.

LA CATEQUESIS EN CENTROS EDUCATIVOS PRIVADOS

Directrices catequísticas para centros educativos privados 286. Los centros educativos privados, debidamente reconocidos por el Ministerio

de Educación Pública, constituyen una opción educativa para un sector de padres de familia que busca una educación acorde a sus posibilidades económicas. Brindar una excelente ERE será un valioso aporte a la formación cristiana de sus estudiantes, como parte integrante de las dimensiones de la personalidad. Algunas de esas instituciones promueven, entre sus ofertas educativas, también la catequesis de preparación a los sacramentos. Al respecto, tendrán en cuenta las siguientes directrices: a. Los directores de los centros educativos privados que ya desarrollan la

catequesis, procurarán el diálogo con los responsables parroquiales y/o diocesanos de catequesis, para la debida coordinación de las acciones.

b. A los centros educativos privados que, por petición de los padres de familia, y con recta intención soliciten ofrecer catequesis, ésta será ofrecida en forma totalmente gratuita, sin ánimo de utilizarla en beneficio económico o para un mayor prestigio del centro educativo.

c. En caso de que las exigencias pastorales, debidamente discernidas, así lo ameriten, podrán ofrecer la catequesis que prepara a la Reconciliación, primera Comunión y Confirmación. Los catequistas deberán estar adecuadamente formados, de conformidad con los itinerarios elaborados por la diócesis respectiva, para que la catequesis se imparta en sintonía con los procesos diocesanos establecidos. Es imprescindible la utilización de los textos aprobados por la Conferencia Episcopal para los catequizandos y las guías para los catequistas. Otros textos, que sean coherentes con los lineamientos diocesanos, se podrán utilizar como complemento de los nacionales.

d. Las celebraciones de los sacramentos se efectuarán, ya sea en el templo parroquial u otro templo afín al colegio, en estrecha coordinación con los sacerdotes responsables. Es muy importante que las parroquias

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o templos donde se celebren los sacramentos, recuerden inscribir las respectivas partidas en los libros autorizados y enviar las notificaciones a las parroquias respectivas.

LOS GRUPOS Y MOVIMIENTOS APOSTÓLICOS, Y OTRAS REALIDADES ECLESIALES

El aporte comunitario de los grupos o movimientos apostólicos 287. Reconocidos como don del Espíritu para la Iglesia, los grupos y

movimientos apostólicos son ámbito para el reencuentro con Cristo (LAN 75b) y para avanzar en el discipulado misionero en hermandad (DAp 311-312). La catequesis ha encontrado y encuentra en ellos el espacio y medios propicios, en especial para los procesos con adultos, ya que la experiencia del pequeño grupo les ofrece la vivencia de la dimensión comunitaria, además de que incentivan en ellos también la continuidad. De hecho, sigue siendo urgente en las diócesis “avanzar hacia procesos catequísticos cada vez más organizados y sistemáticos para los adultos, tanto de fundamentación básica de la fe, como de consolidación de esos fundamentos, para afianzar la adhesión, el conocimiento o el compromiso de la fe” (LAN 73 b).

Necesidad de vincularse a los procesos catequéticos diocesanos 288. Los grupos y movimientos han de continuar aportando a la catequesis con

adultos desde su experiencia, pero en una pastoral de comunión. El vínculo afectivo y efectivo a la Iglesia diocesana, en y desde sus diversos niveles, sin perder su identidad y carisma propios, acrecentará su eficacia y fecundidad (HNE 111f). Esta vinculación pasa por evitar “visiones parcializadas de Iglesia” (HNE 54) y por integrarse, guiados por la espiritualidad de comunión, a los diferentes procesos catequísticos que las respectivas diócesis desarrollan (DAp 313).

CAPELLANÍAS Y AFINES Atención a diversos grupos de personas y ambientes 289. La Iglesia, consciente de las múltiples situaciones y realidades humanas en

las que están inmersos los fieles, procura hacer presente su misión evangelizadora y el cuidado pastoral en diversas instituciones, tales como hospitales, cárceles, universidades, diversas formas de vida consagrada. Igualmente, existen personas que por diversas situaciones de vida no pueden gozar de la atención parroquial ordinaria, como son los migrantes.

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La atención pastoral, incluyendo la catequesis, en estos casos es encomendada a un sacerdote llamado capellán: “la atención pastoral de alguna comunidad o grupo de fieles” que viven alguna de esas situaciones particulares (CIC 564-572).

Labor de los laicos en las capellanías 290. A la labor pastoral del capellán normalmente se unen laicos, y su labor gira

en torno a procesos específicos constituidos, debidamente organizados, como la pastoral carcelaria, la pastoral universitaria y la pastoral de la salud, entre otras. Se anima a todos los agentes que colaboran en éstas, a continuar con tan valiosa misión, haciendo presente también la catequesis en sus respectivas modalidades, respetando las orientaciones, textos y metodologías que proponen las respectivas comisiones diocesanas y parroquiales de catequesis.

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Cuarta parte: Mediaciones para el logro de las tareas de la catequesis

CAPÍTULO VI

LA ORGANIZACIÓN DE LA CATEQUESIS

Padre Santo, guárdalos en ese Nombre tuyo que a mí me diste, para que sean uno como nosotros (Jn 17,11b).

“En la casa de Dios, en la Iglesia de Cristo, se habita por la unanimidad, se persevera por la concordia y la simplicidad” (San Cipriano).

PRINCIPIOS ORIENTADORES PARA LA ORGANIZACIÓN CATEQUÍSTICA Prioridad de la organización diocesana de la catequesis 291. La catequesis ha de asumir en cada diócesis, en sus estructuras y en su

organización, una responsabilidad eclesial tal y como san Juan Pablo II lo recordaba a los obispos del mundo entero: “Vuestro cometido principal consistirá en suscitar y mantener en vuestras Iglesias una verdadera mística de la catequesis, pero una mística que se encarne en una organización adecuada y eficaz, recurriendo a las personas, a los medios e instrumentos, así como a los recursos necesarios. Para ello es preciso, continúa el Papa, que la tarea de la catequesis sea asumida “por colaboradores competentes y dignos de confianza” (CT 63).

Principios para la organización diocesana de la catequesis 292. La catequesis en Costa Rica, atendiendo dicho llamado, continuará

animando la organización de la catequesis, rigiéndose por los siguientes principios: a. LA ORGANIZACIÓN ESTARÁ AL SERVICIO DE SU NATURALEZA Y FUNCIONES, de

acuerdo con el proceso evangelizador (DGC 49); ha de ser una tarea eclesial; ha de llegar a todos: en todas las edades y condiciones de la vida. La totalidad de sus esfuerzos estarán supeditados, entre otras cosas, a formar la conciencia del cristiano adulto en la fe, a construir y ayudar a crecer a las comunidades según el espíritu de la primera comunidad cristiana. Las estructuras han de “delinear el rostro de una Iglesia viva y dinámica, que crece en la fe, se santifica, ama, sufre, se compromete y espera en su Señor”, procurando dar impulso evangelizador a cada Iglesia particular “a partir de una vivencia de comunión y participación” (DSD 54). Solamente dentro de este dinamismo, la catequesis y, por ende, su organización y estructuras, cumplirán su cometido.

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b. LA ORGANIZACIÓN DE LA CATEQUESIS ACCIONARÁ COMO ÁREA ESENCIAL DE CADA DIÓCESIS, ya que la catequesis se articula dentro de un cierto número de elementos y está unida íntimamente a toda la vida de la Iglesia. La vitalidad y la diocesanidad de la catequesis expresan el grado de conciencia que la Iglesia particular tiene acerca de la responsabilidad de ayudar a crecer en la fe a los regenerados por el Bautismo. Así, la organización de la catequesis es dinamizada por el Espíritu y los principios evangélicos; y por la enseñanza universal del magisterio de la Iglesia. Este carácter diocesano, cuya realidad señala el compromiso de una fidelidad a los cristianos de determinada jurisdicción, requiere un constante esfuerzo por encarnar, aplicar y adecuar, con discernimiento, los lineamientos de carácter general, como un signo de fidelidad a Dios y a los hermanos.

c. LA ORGANIZACIÓN HA DE PROPICIAR LA DELEGACIÓN DE FUNCIONES Y EL TRABAJO EN EQUIPO. El testimonio del apóstol Pedro y de las primeras comunidades cristianas enseñan la importancia de deslindar funciones, de confiar en los demás, de delegar, de modo que los que realizan una misión específica la puedan cumplir sin el contratiempo de ejercer otras que pueden ser perfectamente compartidas (Hech 6,2-6). Para ello, es necesario seleccionar cuidadosamente a los agentes responsables de la catequesis, de tal manera que, en el desempeño de las diversas tareas, la confianza recíproca sea fruto del empeño, de la capacidad real y de la rectitud con que todos actúan.

d. LA ORGANIZACIÓN HA DE FACILITAR EL ESPÍRITU DE COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN ENTRE TODOS LOS AGENTES. La comunidad cristiana como tal, y en ella, los presbíteros, los miembros de vida consagrada y los laicos, asumen en la Iglesia particular los diversos empeños que la catequesis requiere, atendiendo diferentes niveles y formas de responsabilidad. Por su parte los presbíteros, “educadores de la fe” (PO 6), cualquiera que sea su responsabilidad confiada por el obispo, están llamados a impulsar, con todas sus fuerzas, el crecimiento sistemático y vivencial de la fe de los fieles y de las comunidades.

LAS ESTRUCTURAS AL SERVICIO DE LA ORGANIZACIÓN DIOCESANA DE LA CATEQUESIS

Las estructuras se construyen desde la realidad diocesana 293. Las estructuras que sean necesarias para la organización diocesana de la

catequesis, constituyen la plataforma para un trabajo pastoralmente organizado, que tiene en cuenta el análisis de la realidad, el plan pastoral diocesano, la formación general y específica de los agentes, los instrumentos de trabajo y la coordinación de la catequesis con toda la acción pastoral diocesana. Dicha organización y estructuras, si bien no son fin en sí mismas, constituyen un medio indispensable y eficaz. Los responsables de la organización catequética diocesana –obispo, presbíteros, miembros de la vida consagrada y laicos–, conscientes de la

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naturaleza de la catequesis, la fortalecerán como una acción prioritaria e indispensable por la cual la comunidad eclesial se construye y alimenta constantemente. La organización diocesana, sus estructuras y la designación de las personas que las impulsan, son responsabilidad directamente del obispo, en comunión con su presbiterio.

Las funciones de las comisiones diocesanas de catequesis 294. Cada comisión diocesana de catequesis, como lo expresa el Directorio

General para la Catequesis, preside la organización específica de la catequesis en la circunscripción diocesana. Su cometido será orientar, coordinar, adecuar y organizar, en la diócesis, el proceso de crecimiento en la fe de los fieles católicos de todas las edades y condiciones. Entre sus funciones más importantes están: hacer un diagnóstico de la realidad diocesana acerca de la educación en la fe; elaborar un proyecto integral, señalando acciones concretas; promover y facilitar la formación de los agentes par la catequesis en sus diversos niveles y servicios; ofrecer y distribuir los textos, guías y demás libros y materiales necesarios para el trabajo catequístico (DGC 265). Ha de trabajar según lo que establece el plan diocesano de pastoral, y en comunión con los servicios que ofrece el CENACAT.

Los secretariados diocesanos de catequesis 295. Las comisiones diocesanas de catequesis han de disponer, dentro de la

curia diocesana, de un organismo ejecutivo permanente, a través del cual implementarán, iluminarán y harán viables los servicios a las vicarías y a las parroquias de la diócesis respectiva. Cada una de ellas, contando con oficina adecuada, será el centro coordinador por medio de cuyos servicios se facilita y agiliza la acción catequética diocesana. Constituye el punto central de referencias, de comunicación y de acciones pertinentes a la organización en el ámbito diocesano. El DCG (126) recomienda que las diócesis cuenten con un secretariado de catequesis propio.

El servicio subsidiario de la estructura nacional de la catequesis 296. Dado que ciertas tareas de la catequesis diocesana trascienden sus

posibilidades, ésta contará con los servicios y el apoyo que brinda la estructura nacional, conforme lo prescribe el DCG 128. Para que los servicios prestados desde la estructura nacional a las diócesis, sean oportunos, suficientes y adecuados, la organización catequética nacional, necesitará que se integren a ella, afectiva y efectivamente, los directores diocesanos de catequesis. Ellos son nombrados por su respectivo obispo, y son miembros de oficio de la Comisión Nacional de Catequesis o Sección Nacional de Catequesis (SECAT).

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Los directores diocesanos y sus funciones 297. El director o delegado diocesano de la catequesis, presbítero, religioso o

laico, hombre o mujer, animará el proceso catequístico como parte del Plan Pastoral de su diócesis. Para cumplir con su cometido, es deseable que posea estudios específicos en catequética, en pastoral y ciencias conexas. Debido a las múltiples tareas importantes que se le encomiendan, en diálogo con su obispo, dedicará el tiempo necesario para cumplir esta labor específica a él encomendada. En comunión con él realizará su tarea; en óptimas relaciones humanas con el presbiterio y los catequistas, y en comunión con las orientaciones nacionales que manan del CENACAT.

El equipo diocesano de formación de catequistas 298. Es imperativa la consolidación del equipo diocesano de formación de

catequistas, como apoyo a la respectiva comisión diocesana de catequesis. Asumirá, de manera particular y coordinada, la tarea específica de la formación de los agentes de catequesis, para las comunidades cristianas. Tendrá, asimismo, especial cuidado de recoger los datos de cada catequista y sus grados de formación, de conformidad con las exigencias del “Registro de Formación de Catequistas” (REFOCA) que impulsa el CENACAT.

Las comisiones vicariales o zonales de catequesis 299. Será óptimo el fortalecimiento de comisiones vicariales o zonales de

catequesis, como organismos de la estructura pastoral de las vicarías. Es su responsabilidad orientar, coordinar, adecuar y organizar en la vicaría los procesos de catequesis de todas las edades y condiciones, en estrecha coordinación con la comisión diocesana.

La organización parroquial de la catequesis 300. Esta organización será uno de los retos más importantes de la nueva

evangelización, ya que de ello dependerá el crecimiento en la fe de cada comunidad, así como la formación y el apoyo que requieren los catequistas. La organización parroquial representa y asume los diversos niveles y modalidades de la catequesis de la parroquia. Está al servicio de todos los agentes de la catequesis de ésta, en coordinación y comunicación constante con el párroco y/o con el presbítero responsable de la catequesis. Para cumplir su cometido tendrá en cuenta las orientaciones de la respectiva comisión diocesana, y trabajará en estrecha coordinación con la comisión vicarial. De esta manera, contará con los elementos necesarios para proveer e integrar en el plan pastoral de la parroquia, una acción catequética debidamente organizada, orientada y evaluada.

Los catequistas coordinadores 301. En la organización parroquial, seguirá siendo importante el desempeño del

catequista coordinador. Éste, como agente de reconocida experiencia y

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relaciones humanas, es un referente para que la acción de los catequistas se realice en forma ordenada, coordinada, constante y responsable. Ha de recibir la formación específica que le corresponde y que lo capacita como tal. Ésta acentúa las áreas de la espiritualidad, las relaciones humanas, la comunicación y el manejo de la dinámica grupal y la proyección de su trabajo evangelizador.

LA ORGANIZACIÓN NACIONAL DE LA CATEQUESIS Y SUS SERVICIOS El CENACAT y su organización 302. En el ámbito nacional, el Centro Nacional de Catequesis (CENACAT), fue

creado por la Conferencia Episcopal (2008), para potenciar cuanto, por cuatro décadas, venía realizando la Comisión Nacional de Catequesis (CONEC). En éste, la representación de la catequesis diocesana, recae en la persona de los respectivos directores diocesanos que conforman la Sección Nacional de Catequesis (SECAT), reconocida proyección diocesana de comunión y participación que constituye el corazón del CENACAT. La organización interna del CENACAT estará integrada por el Obispo Presidente del Centro, delegado por la Conferencia Episcopal; el Director, el Consejo de Pastoral y el Consejo de Administración, con su Tesorería adjunta.

303. Al mismo nivel del SECAT fueron integradas por la misma Conferencia Episcopal otras secciones, que dan a la organización catequética nacional apoyo efectivo desde áreas específicas:

• “Animación bíblica de la pastoral” (SAB); • “Animación de la nueva evangelización y kerigma” (ANEK) Estas secciones, además, están llamadas a proyectarse y coordinar desde su especificidad, con la pastoral en sentido más amplio, a escala nacional. CENACAT contará, asimismo, con los departamentos de • “Formación de catequistas” • “Producciones y comunicación”.

Todas las instancias anteriores, debidamente coordinadas entre sí, estarán al servicio de las diferentes diócesis de la Provincia Eclesiástica de Costa Rica.

El CENACAT y el Secretariado de la Conferencia Episcopal 304. El CENACAT, integrante del Secretariado de la Conferencia Episcopal

Nacional, atenderá sus lineamientos, los de su Obispo Secretario General, del Secretario Adjunto y, por supuesto, laborará en estrecha coordinación con las otras comisiones nacionales u organismos de la Conferencia Episcopal.

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El CENACAT y su comunión con el CELAM 305. En el ámbito latinoamericano, el CENACAT continuará atendiendo y

llevando a la práctica los lineamientos y directrices del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), en todo aquello que concierne a la catequesis, mediante la comunicación y coordinación con el Secretario Ejecutivo del “Departamento de misión y espiritualidad”.

La comunión con la Santa Sede 306. En el ámbito universal, y como expresión de comunión y adhesión al Papa,

es un imperativo que la catequesis en Costa Rica continúe en actitud abierta y disponible para asumir las directrices en el área propia; las del actual “Pontificio Consejo para la promoción de la nueva evangelización”; particularmente, los contenidos del Catecismo de la Iglesia católica (CEC), y del Directorio General para la Catequesis (DGC), como punto de referencia permanente; así como todos los documentos pontificios que iluminan el camino de la catequesis.

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el Apostolado de los laicos. AG Concilio Vaticano II (1965). Ad gentes. Decreto sobre la acción

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esplendor de la verdad, a todos los obispos de la iglesia católica sobre algunas cuestiones fundamentales de la enseñanza moral de la iglesia

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