Catela Da Silva - Pasados en conflicto. De memorias, domnantes, subterráneas y denegadas

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II Usos del pasado: estudio de casos 97

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Sobre la guerrilla en Neltume

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l'asados en conflicto. De memorias

dominantes, subterráneas y denegadas

Ludmila Da Silva Catelal

"De cada época de nuestra vida, guardamos algunos recuerdos, sin cesar reproducidos, y a través de los cuales se perpetúa, como efecto de filiación continua, el sentimiento de nuestra identidad" (Maurice

Halbwachs, 2004:111).

Como un álbum de familia o como objetos que heredamos de nuestros eotepasados, la memoria carga con la identidad y los recuerdos. En los álbum5s

de familia se registran los "buenos momentos", se ocultan las peleas y disputas familiares y pasan al olvido aquellos hechos cotidianos que "no merecen" ser registrados, preservados. Los objetos que heredamos pueden estar ocultos en el fondo de un cajón, llenos de polvo en el desván y de repente, por un evento fortuito, por situaciones afectivas punzantes o por placer, pueden volver a la luz para ser apreciados durante un tiempo. Su sola presencia provocará memorias de una historia familiar, evocará una identidad colectiva.

Sin embargo, ni el álbum de fotos refleja la realidad de lo retratado ni los

objetos retienen el ambiente en los que fueron usados y las causas, el sentido o la historia del momento en el que fueron adquiridos. Ellos están presos de los limitados y arbitrarios significados que hoy somos capaces de refractarles; están a merced de una dialéctica incesante entre pasado y presente,, es decir, una relación de tiempo que varía según los momentos, individuos y grupos que gravitan en torno a ellos. En ese vaivén caen en el olvido ciertos hechos

'Este trabajo está enmarcado dentro del proyecto "Etnografías de las violencias en el interior del país" que se desarrolla en el Núcleo de Estudios de la violencia de la UNC, con subsidio

del PAV-065.

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e ideas y se recuperan representaciones más estables, pero que, como en Ito mitos, nunca se tornan presentes del mismo modo. La memoria resuelve port la tensión homeostática entre el recuerdo y el olvido.'

No son otros los procesos cognitivos y culturales que subyacen a la pot ducción de la memoria de un pueblo, de una nación. La memoria familiar rt un laboratorio de ideas y recursos para imaginar y reconstruir aquello que ett una nación se produce y construye en torno a la idea de memoria, a lo que Nt4

recuerda, lo que se silencia u olvida. Producto de la interacción y la construcción entre la subjetividad de los individuos y las normas colectivas, sociales, políticas, religiosas y jurídicas, el trabajo de la memoria fabrica las identidades sociales, enunciando tanto lazos de pertenencia como relaciones de diferenciación. Como en las memorias familiares, las memorias nacionales pueden responder a nes tipos de funciones: transmisión, reflexión y reminiscencia.

¿Por qué es necesario recordar? El historiador francés Pierre Vidal-Naquet responde a esta pregunta de manera simple y contundente, la memoria ea fundamental para la formación de la identidad de un pueblo, una nación, de un Estado. La historia la escriben los historiadores, pero la memoria es la traris misión de vivencias particulares y personales. Y afirma, "siempre he creído en la necesidad de la memoria e intento a mi manera, ser un hombre-memoria" (1994:85). 3 De allí su poder simbólico y su naturaleza social y conflictiva. La respuesta puede complementarse con el planteo del historiador Pierre Nota sobre la necesidad del recuerdo y la construcción de memorias colectivas. Di. ferenciándola de la historia, Nora resalta que la memoria se caracteriza por sus reivindicaciones de emancipación y liberación, a menudo es popular y siempre contestataria y es reivindicada como historia por quienes no tuvieron derecho a la Historia y reclaman su reconocimiento. Así, las memorias sociales de este siglo, que surgen de "[...] la insondable desgracia del siglo, del alargamiento de la duración de la vida, del recurso posible a los testimonios de sobrevivientes, de la oficialización también de grupos y de comunidades, ligadas a su identidad, su memoria, su historia", tienen la pretensión de proveernos de una "[...J verdad más 'verdadera' que la veracidad de la historia, la verdad de lo vivido y de lo recordado —recuerdo del dolor, de la opresión, de la humillación, del olvido—, cualquiera sea, en síntesis, la parte de reconstrucción y de reconducción artificial de esta memoria" (Nora 2002: 29-30, citado en Lythgoe, 2004:80).

'En "Funes el memorioso", Borges planteó de modo claro la necesidad del olvido como posi- bilidad de la memoria, 'Algunas de las tensiones y diferenciaciones entre memoria e historia tienen parte de su génesis en la diferenciación entre cultura escrita y cultura oral, que recorremos más adelante.

La necesidad de memorias implica, por otro lado, reconocer su carácter o ti id y colectivo. Si bien sabemos que el individuo porta sus memorias, las 'tintinee y las comparte, no podemos poner en duda que la memoria está th migada y situada allí donde compartimos espacios, lazos de pertenencia, 40 I I( I a ridades y sociabilidades. Si la memoria posibilita la creación de espacios s'o vohesión familiar, social, nacional, es justamente esta fuerza la que permite tottender, porqué en los períodos sociales más calmos tiene menor visibilidad y en los momentos de tensión y crisis —cuando las identidades y pertenencias se desestabilizan y desestructuran— adquiere mayor fuerza y visibilidad. Fi-lialmente, se puede decir que la memoria (con sus olvidos y silencios) puede Intervenir con una fuerza inusitada y de manera conjunta tanto en la aprehen-sión y clasificación del mundo, como en la constitución de la personalidad, la ttotstrucción de la subjetividad, la elaboración de conocimiento, la transmisión dr herencias y saberes.

Memoria: entre la tradición oral y la escritura

Una marca fundamental que distingue el uso y las formas de las memorias cotá dada por el carácter ágrafo o no ágrafo de las sociedades. Sin embargo, tanto en unas como en otras, la memoria se presenta como una de las formas usadas para transmitir la herencia cultural, social, religiosa y política de una generación a otra. Esto se debe a que la incorporación de la escritura no abolió ni clausuró las formas de transmisión oral 4 y el trabajo de la memoria sigue teniendo un lugar privilegiado en todos los pueblos y grupos humanos. Para las comunidades étnicas, cultura y memoria se asocian de manera indisoluble. Los individuos y grupos considerados "desprovistos de cultura" son aquellos

4 Gandz observa, por ejemplo, que la cultura hebrea siguió transmitiéndose en forma oral hasta mucho después de que empezara a ponerse por escrito el Antiguo testamento. Según el autor, la Introducción de la escritura no cambió de inmediato los hábitos de la gente ni desplazó el viejo método de la tradición oral. Debemos distinguir siempre entre la primera introducción de la escritura y su difusión general. A menudo se requieren varios siglos y a veces hasta un milenio o más, para que esta invención se convierta en propiedad común de la gente. Al principio, el libro escrito no está destinado a tener un uso práctico. Es un instrumento divino, que se coloca en el templo "al lado del arca del pacto de Jehová, su Dios y tiene que servir allí como testigo" (Deuteronomio XXXI 26) y se guarda en ese lugar como una reliquia sagrada. Para el pueblo, la instrumentación oral seguía siendo el único modo de aprender, y la memoria, el único medio de preservación. La escritura era una ayuda adicional para la memorización (Goody, 1996: 51).

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que no han adquirido jamás los conocimientos, mitos, enseñanzas y gestos de sus antepasados, o que los han olvidado o perdido.

En este sentido, y en términos de la concepción de Goody (1996) sobre memoria, se observa que cuando una generación entrega su "herencia cultural a la siguiente entran en juego tres aspectos relativamente independientes". Pri-mero, "la sociedad traspasa sus acervos materiales, incluyendo recursos naturales accesibles a sus miembros. Segundo, transmite pautas de comportamiento. Estas

formas habituales .de conducta se comunican sólo parcialmente por medios verbales; las maneras de cocinar los alimentos, de cultivar la tierra y de criar los hijos pueden transmitirse por imitación directa. Pero los elementos más signi-ficativos de toda cultura humana son sin duda canalizados a través de palabras y residen en la particular gama de significados y actitudes que los miembros de cada sociedad asignan a sus símbolos verbales. Estos elementos incluyen no sólo lo que consideramos conductas habituales, sino también, aspectos tales como las ideas de tiempo y espacio, las metas y aspiraciones generales". De esta forma, todo el contenido de la tradición social, fuera de las herencias materiales, se conserva en la memoria. Lo que el individuo recuerda tiende a ser lo que tiene crucial importancia en relación con su experiencia y con las principales relaciones sociales. "En cada generación, por lo tanto, el recuerdo individual se medirá en la herencia cultural de tal modo que sus nuevos componentes se ajustarán a los viejos a través del proceso de interpretación, y los aportes que hayan dejado de tener importancia en el presente tenderán a ser eliminadas través del proceso del olvido" (Goody, 1996: 42).

Así, el lenguaje se desarrolla en íntima asociación con la experiencia de la comunidad y el individuo lo aprehende en el contacto personal con los otros miembros. Lo que continúa teniendo importancia social es almacenado en la memoria (individual, colectiva y social), mientras que el resto habitualmente se olvida o queda registrado en los hábitos corporales, en las maneras de comer,

dormir, soñar, bailar. La cuestión entonces es plantear preguntas que permitan entender la

selectividad de los procesos de memoria: ¿qué cosas se recuerdan y cuáles se

olvidan?, ¿por qué?, ¿quiénes luchan para mantenerlas en el recuerdo, en el olvido o en el silencio? O en palabras de Ricoeur (2004), ¿de qué hay recuerdo?,

¿de quién es la memoria? De esta forma, este artículo tiene como objetivo analizar las memorias y

los sentidos otorgados a la violencia política de los arios setenta, que a más de treinta arios del golpe militar de 1976, se expresan y entran en conflicto en

el espacio público. El análisis se centrará en la observación etnográfica de los

procesos de imposición de memorias en el espacio público, prestando especial atención a los debates que proponen y las luchas que revelan, a las prácticas y representaciones que expresan, a las ideologías que transportan y a los canales por los cuales se producen, circulan y consumen esas memorias.

Según apunta Elizabeth Jelin (2007:307-308), "hay por parte de los actores, en diversos escenarios, la intención o voluntad de de presentar una narrativa del pasado, y las luchas son por intentar imponer su versión de ese pasado como hegemónica, legítima, 'oficial', normal o parte del sentido común aceptado por todos. [...] estos intentos serán siempre cuestionados y contestados por otros". Esto arrastra consecuencias metodológicas en el análisis. Siguiendo a esta misma autora, se pueden distinguir algunos ejes. Primero, partir de una noción en plural, "las memorias", para poder abordar los procesos ligados a sus construcciones en escenarios políticos donde se desatan las luchas sobre los sentidos del pasado; segundo, abordar el tema desde una perspectiva histórica, es decir en un devenir que implica cambios y elaboraciones en los sentidos que individuos y grupos específicos dan a esos pasados en conflicto; tercero, considerar las memorias no sólo como fuentes históricas, sino como fenóme-nos históricos, a partir de los cuales podemos reconstruir la génesis social del recuerdo como problema social y pensar las memorias como instrumentos de reconstrucción de la identidad y de reflexión sobre sí mismo; cuarto, reconocer que el "pasado" es una construcción cultural siempre delimitada y representada desde el presente.

Memorias en conflicto: de memorias dominantes, subterráneas y denegadas

A partir de estas consideraciones, este artículo tiene como objetivo analizar las memorias y los sentidos otorgados a la violencia política de los arios setenta, que a más de treinta años del golpe militar de 1976, se expresan y entran en conflicto en el espacio público. Analizaré así la relación entre tres tipos de relatos sobre el pasado reciente para el contexto argentino':

'Es necesario aclarar que como todo proceso social de construcción de sentidos sobre el pasado, las memorias en torno a la represión política de los años setenta están perforadas por conflictos de todo tipo, y que los que enunciaré aquí no son únicos, ni agotan dicha variabilidad. De esta forma, lo que aquí planteo son casi "tipos ideales", en términos de Weber, cristalizados en tres tipos de memorias que en sus propios procesos de expresión pública sin dudas implican otras variantes que aquí no son trabajadas.

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1. Memorias que se unen en torno al rechazo y la denuncia del terrorismo de Estado, básicamente representadas por los organismos de derechos humanos, que en la actual coyuntura política se juntan con el Estado para reivindicarlas. Estas serán denominadas memorias dominantes y cortas.

2. Memorias locales (del interior del país) que se reconocen en períodos de violencia de largo plazo y que no se limitan a fechas ligadas a democracias o dictaduras. Las mismas son mencionadas en este texto como memorias subterráneas y largas.

3. Finalmente, aquellas memorias que reivindican acontecimientos de violencia previos al golpe de Estado, más específicamente, las que se construyen en relación con los recuerdos de los familiares de militares asesinados por la guerrilla. Estas son denominadas por los propios actores como "memorias completas". A los efectos de este trabajo serán llamadas memorias denegadas.

Es necesario aclarar que las formas y construcciones de estos procesos de rememoración sobre el pasado reciente implican tiempos "internos" (en rela-ción a cuándo, cómo y en boca de quién emergen) y tiempos determinados por factores "externos" (coyunturas políticas, ciclos históricos, ciclos judiciales, etc.). Estas memorias implican, además, formas ideológicas que, utilizadas como banderas políticas de denuncia o de visibilidad, van más allá del recuerdo o los sentidos concretos dados al pasado. Si bien todas son iguales frente al análisis, desde un punto de vista social y político son muy diferentes, están diversamente jerarquizadas y opuestas por relaciones de dominación, formas de visibilidad y legitimidades públicas. Finalmente, es necesario decir que el proceso que lleva al análisis e interpretación de estas memorias no significa justificar ni valorar moralmente las acciones y prácticas que ellas recuerdan o defienden.

Crisis política y estatización de las memorias

En Argentina, el reciente cambio de siglo se caracterizó por arios de crisis política y económica. Hubo diversos conflictos socio-políticos que terminaron con la salida del presidente Fernando de la Rúa en el ario 2001 y, en menos de un mes, el país fue gobernado por cinco presidentes diferentes. Las fechas 19 y 20 de diciembre de ese ario pueden ser leídas como una bisagra en la historia del país. Durante esos días, las Madres de Plaza de Mayo —como otros grupos sociales y barriales— sufrieron una de las represiones más fuertes de su trayectoria,

sólo comparable a las recibidas durante la dictadura. En relación con los nuevos grupos afectados por la represión en plena democracia (jóvenes desocupados o participantes de las protestas), fue interesante la reapropiación de los símbolos y las estrategias de denuncia que, creados durante los arios setenta, permitieron establecer lazos desde el presente con la represión del pasado. Así, otras madres de asesinados en democracia usaron pañuelos; otros grupos convocaron a las Madres de Plaza de Mayo para defenderse y sentirse representados. Siluetas pintadas en el piso señalaban las muertes de los jóvenes manifestantes y se sumaban a los clásicos pañuelos blancos de las Madres estampados en el piso de la Plaza de Mayo.

A partir de impulsos del gobierno nacional y de los gobiernos provinciales, durante esos arios comenzaron a nacer diálogos y propuestas conjuntas entre los estamentos del Estado y los organismos de derechos humanos para crear instituciones de memoria y monumentos públicos que recordasen a los des-aparecidos. A modo de ejemplo, en la ciudad de Rosario (Provincia de Santa Fe) fue creado el Museo de la Memoria 6 y en La Plata (capital de la Provincia de Buenos Aires), la Comisión Provincial por la Memoria. 7 En el ario 2003,

con la llegada de un nuevo presidente al Gobierno nacional, se produjo un giro en relación con las políticas de construcción de memoria por parte del Estado. Uno de los elementos más significativos de este período fue la figura del presidente Néstor Kirchner, quien, sin duda, imprimió un nuevo tond a las políticas públicas de derechos humanos. Kirchner, al hablar de "la memoria sobre el terrorismo de Estado" siempre se posicionó como un agente com-

6 Este espacio alberga diversas actividades, desde exposiciones hasta investigaciones. Fue creado por la legislatura de Rosario en 1998 y comenzó sus actividades en 2001. En estos momentos hay un intenso debate generado por la posible instalación del Museo en el espacio de un bar en donde funcionó el Comando del II Cuerpo de Ejército durante los años setenta. El edificio pertenece a particulares que piden un elevado monto para su venta. El debate se centra en que parte de los legisladores y de la sociedad rosarina consideran que es un absurdo pagar ese monto frente a otras necesidades de la ciudad. Las memorias entraron así en conflicto, entre quienes consideran que es necesario recuperar ese espacio para "hacer memoria" y aquellos que consideran que "hay que mirar al futuro". 7 En La Plata. la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires creó en el ario 2000 la Comisión Provincial de la Memoria, un organismo público, con funcionamiento autónomo y autárquico. La Comisión está integrada por representantes de los organismos de- Derechos Humanos, el sindicalismo, la justicia, la legislatura, la universidad y diferentes religiones. Entre sus múltiples actividades desarrolla investigación y difusión a partir de cuatro áreas: la Revista Puentes, el Archivo de la D.I.RB.A, el proyecto Memorias en las Escuelas y el Museo de Arte y Memoria y una Maestría en Historia y Memoria.

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prometido con el pasado reciente. Esto quedaba claramente expresado en las nociones de "generación" y de "compañeros", usadas siempre en sus discursos

como un lugar de memoria (al decir de Pierre Nora), apelando a su experiencia personal y grupos de pertenencias juveniles como elemento de solidaridad y compromiso con el tema.

Durante estos arios se realizaron diversos gestos y actividades promovidas desde el Gobierno nacional. Las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo en-traron en diversas ocasiones a la Casa Rosada y se las reconoció con premios y homenajes. Lo más significativo, en términos políticos, fue que durante esa gestión la Justicia revocó las ieyes de perdón, 8 lo que significó que muchas de las causas sobre crímenes de lesa humanidad pudieran nuevamente ser elevadas a juicio. Antes de esta resolución histórica se produjeron dos eventos políticos que implicaron la imposición de esta memoria dominante con la intencionali-dad de "borrar" y resignificar espacios pertenecientes a instituciones militares: la transformación de la Escuela de Mecánica de la Armada' en el Espacio de la Memoria y el descuelgue de las fotos de los represores en el Colegio Militar. En un acto sin precedentes, el 24 de marzo de 2004, el Presidente, junto a todo su gabinete, participó en una ceremonia en el Colegio Militar en la cual se le ordenó al Jefe del Ejército que retirara los retratos de los ex presidentes de facto Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone. Pocas horas después de ese mismo día se firmó un decreto que establecía la creación del "Espacio para la memoria y la promoción de los derechos humanos", lo que culminó con una multitudinaria conmemoración frente al edificio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA).") Finalmente, se decretó feriado nacional la fecha del 24 de marzo.

Puede decirse que hacia inicios del presente siglo el Estado argentino no limita su política a instancias formales de reconstrucción de la verdad y la justicia, sino que actúa además en espacios directamente relacionados con los tiempos

8 E1 14 de junio del 2005, la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró la invalidez y la inconstitucionalidad de las leyes de punto final y obediencia debida. 'No reflexionaremos aquí sobre el uso de los conceptos, pero es sugestiva la noción de "expro-piación" para dar cuenta del traspaso de todo el Edificio de la ESMA a . manos de diversas insti-tuciones tanto del Estado como de organismos de derechos humanos, siendo que este traspaso no es una expropiación en sentido estricto del término. '° En esa jornada, habló el presidente de la nación, junto a representantes de H.I.J.O.S. Tam-bién tomó la palabra, Juan, un joven nacido en la ESMA y "apropiado" por un militar. Juan había recuperado su historia unos días antes de este evento y su discurso fue, sin dudas, lo más conmovedor del acto.

y calendarios de la memoria creados y defendidos por las organizaciones de derechos humanos. Se inaugura así un momento que puede denominarse de estatización de la memoria. 1 t Entre otras cuestiones, esto implica la creación en el ámbito nacional y provincial de archivos y museos de la memoria, políticas educativas de alto impacto, borrado de acontecimientos históricos e invención de un nuevo feriado nacional. Queda abierto el interrogante en relación con las consecuencias de esta estatización y de una posible cristalización de ciertas formas de memorias que, "legitimadas" por el Estado y "autorizadas" por los familiares de las víctimas, puedan opacar otros relatos más débiles, menos visibles, más periféricos y subterráneos. O generar memorias cargadas de re-sentimientos y odios»

De memorias dominantes

Asociadas a este momento de estatización de la memoria, analizaremos las memorias dominantes, tomando como principal eje las conmemoraciones del 300 aniversario del golpe militar de 1976. Sabemos que las fechas "redondas" son "buenas para pensar", ya que cristalizan los elementos estructurales, que muchas veces, en las fechas "comunes" pasan desapercibidos. Vale preguntarse entonces: ¿Qué se recuerda? ¿Qué se silencia? ¿Cómo se presenta la memofia en el espacio público? No realizaré aquí un recorrido exhaustivo en relación con estas preguntas. Pero puede decirse que desde el retorno de la democracia en 1983 y con especial énfasis en estas conmemoraciones, familiares de desapa-recidos políticos y organismos de derechos humanos han "tomado la calle" y principalmente las plazas centrales de centros urbanos como Rosario, Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y La Plata, para manifestar su repudio al "terrorismo de Estado", denunciando la desaparición de personas y demandando "memoria, verdad y justicia".

Desde el Estado, además de lo ya analizado, se planteó la necesidad de que la escuela sea la principal institución para garantizar que el horror no se repita. Así, el Ministerio de Educación generó un proyecto denominado "A 30 arios (del

" Por estatización de la memoria me refiero al papel central que ocupa el Estado como agente de memoria y su pretensión de generar una política centralizada de memoria, negando im-plícitamente la pluralidad de memorias que circulan y son defendidas por diversos grupos e instituciones. I2 Para un análisis sobre el resentimiento y la memoria recurrir al lúcido ensayo de Pierre Ansart (2004).

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golpe de Estado de 1976)" por medio del cual se realizó un concurso nacional de trabajos destinados a estudiantes de magisterio. Entre los materiales producidos por el Ministerio, sobresale un libro titulado, 30 ejercicios de memoria. En la introducción, realizada por Daniel Filmus, puede leerse:

La única manera de evitar que se repita en la Argentina la barbarie que instaló la última dictadura militar hace 30 arios es recordar y reflexionar permanentemente sobre nuestro pasado. Confiamos en que los 30 testi-monios que presentamos aquí nos ayuden a pensar acerca de la libertad, la democracia y los derechos humanos. La toma de conciencia acerca de los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Argentina debe estar acompañada por la decisión política de construir una sociedad más justa y solidaria, que nos permita formar hombres y mujeres más autónomos y críticos. Las dictaduras, aquí y en cualquier otro lugar, no sólo destruyen vidas y bienes materiales, sino que instalan hábitos y conductas autoritarias que trascienden los límites temporales de su vigencia y necesitan de una educación y una práctica democrática para desterrarlos de las sociedades que las padecieron (Treinta ejercicios de memoria, Proyecto 30 años, Minis-terio de Educación: 5).

Así, a lo largo del país, el Estado nacional, desde sus ministerios y secre-tarías, creó diversos materiales educativos y de difusión. Sumado a la política educativa, desde la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación se decidió cambiar el prólogo del libro Nunca más. Las modificaciones se dieron ante la necesidad de superar la "teoría de los dos demonios "' 3 plasmada en el prólogo original. En esta nueva introducción los "dos demonios" se convirtieron en uno: el Estado terrorista. Así, quedó establecido que en 1976 "no existían desafíos estratégicos de seguridad para el statu quo, porque la guerrilla ya había sido derrotada militarmente". Por otro lado, si bien hubo intentos de incluir en el relato de los treinta arios los momentos previos al golpe (1974 y 1975) y las acciones armadas como parte del clima de época, estos esbozos no pasaron a formar parte de los análisis más sustantivos sobre el pasado que se difundieron desde los diversos proyectos que el Estado nacional desarrolló en relación con la educación.

Así, pasados treinta años del golpe militar, una de las cuestiones centrales que surge es el porqué de la imposibilidad de poner sobre la mesa la discusión sobre

' 3 E1 Libro Nunca Más es el informe de la CONADEP publicado en 1984, cuyo prólogo es con-siderado como el fundador de la "teoría de los dos demonios", tras diversas lecturas, se desprende de él una equiparación de la violencia del Estado con la violencia de las fuerzas guerrilleras.

la violencia política de los arios setenta, la lucha armada, los grupos guerrilleros, etc. La pregunta, entonces, es cómo incluir en ese relato "dominante" la acción, muchas veces armada, de aquellos que optaron por la violencia como una forma de hacer política en los años setenta; desde dónde incluirlo, si el propio discurso de los derechos humanos y la memoria cuestionan la legitimidad de la violencia, la guerra y la vía militar, poniendo en entredicho las posibles formas de narrar el pasado de quienes han participado en episodios de violencia o pertenecían a grupos armados en defensa de sus ideales políticos. Este dilema desestabiliza de alguna manera la propia noción de derechos humanos y nos impone pensar la noción de memoria no ya en singular, sino como memorias, con sus conflictos, luchas, consensos pero también silencios, tabúes y olvidos. Pensarlas no sólo en su carácter de emblemas, sino también como generadoras de estigmas. Así, la noción de derechos humanos y memoria nos plantea la ya clásica pregunta respecto a sus usos en un sentido "literal" o "ejemplar", al decir de Todorov. La cuestión es si los individuos, los grupos sociales o el Estado optan por un uso "literal" recuperando todos los detalles, agotando la memoria en sí misma, como un evento que no puede ser comparado con otros, o se opta por un uso "ejemplar", en el sentido de pensarla como un modelo que permita comprender Principalmente situaciones nuevas, del presente, sacrificando la singularidad del suceso en sí mismo. Aquí nuevamente se plantea la necesidad de preguntarnos cuándo y para qué se usa el discurso de la memoria y de los derechos humanos. La pregunta es, entonces, si la memoria se usa en su literalidad, en su sacralidad del pasado o para dar espacio a lecturas "ejemplares", colocando de esta manera una pluralidad de puntos de vista, con los que podemos no estar de acuerdo, pero que pueden permitir pensar más complejamente el presente.

De todo esto se desprende la necesidad de analizar las disputas por los sen-tidos del pasado para observar si en las fronteras, grietas y silencios se plasman o se pueden encontrar algunas respuestas a la pregunta arriba planteada, a partir del recorrido por las memorias subterráneas y (de)negadas vistas en relación y perspectiva con las dominantes.

De memorias subterráneas

A continuación voy a girar la mirada hacia lo local, pasando de una mi-rada del centro a la periferia. A inicios del año 2000 comencé mi trabajo de campo en el norte argentino, más específicamente en Jujuy. Por esos años, me interesaba analizar los modos y los marcos con los cuales se construían

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las memorias en espacios locales distantes geográficamente de Buenos Aires. También observaba qué diferencias podían darse en relación con grupos y cla-ses sociales con menos capital cultural, político y simbólico para imponer sus relatos públicamente. Me llevó mucho tiempo comprender algo que Mariana Cavalcanti (2003) hábilmente interpretó en su trabajo en la villa del Morro do

Morel en Río de Janeiro al mostrar cómo la represión y la violencia actual en la sociedad brasileña afectaban la construcción de las memorias locales sobre la dictadura de aquel país:

en el miedo y la falta de respeto, tan recurrentes en las narrativas de los moradores, así como en los relatos de esperanza sobre el futuro de los jó-venes, se observa una lucha constante que no pasa tanto por el sentido del pasado, sino por la indignación con la represión incesante, tanto pasada como presente (Cavalcanti, 2003: 205).

Salvando todas las distancias, vemos que la historia en la región del no-roeste de la Argentina arrastra una tensa relación entre pobladores campesinos, indígenas y posteriormente obreros, frente a patrones y empresas, relación que ha sido de constantes sometimientos, enfrentamientos y represiones.' 4 Una de sus características específicas fue la dependencia y subordinación de las fuerzas represivas (policía y gendarmería) a los intereses de las elites económicas y polí-ticas locales. Así, ingenios azucareros y minas usaron (y usan) a estas fuerzas del Estado, como un brazo más de sus empresas. Los poderes coercitivos del Estado pasaban y pasan a ser los poderes represivos de los señores locales, generando una verdadera y perversa simbiosis entre el poder político e instancias privadas

de las elites económicas." En estos territorios locales aparecen en escena lo que denominé memorias

subterráneas, en las cuales conviven memorias largas (basadas en el recuerdo

de las violencias sufridas a lo largo de los años) y memorias cortas (aquellas que restringen los recuerdos a la violencia del último golpe militar de 1976). En

14 Sobre los conflictos y formas de regulación de las relaciones hay trabajos ya clásicos para el noroeste argentino, podemos citar a Craviotti (1992); Karasik (1994); Isla (1992) e Isla y Taylor

(s/O. ° Como bien apunta Kindgard, en su trabajo sobre el peronismo en Jujuy, para entender esta particular simbiosis, "hay que observar cómo queda cristalizada en la directa y apabullante inje-rencia de los intereses azucareros en las estructuras del sistema político provincial, que reside en el especial interés que demostraron los industriales azucareros por influir en los centros mismos de la toma de decisiones, delineando las pautas de la política estatal en materia impositiva, laboral y de administración de los sistemas de irrigación, aspectos considerados de vital importancia para la maximización de las ganancias del sector" (2001, slr).

las localidades de Tumbaya y Calilegua,i 6 lugares donde realicé mi trabajo de campo, es posible observar los contrastes que se producen entre las representa-ciones dominantes sobre las violaciones a los derechos humanos y la memoria de estas comunidades. Como se vio más arriba, la memoria emanada del Estado y de los centros de poder, a partir del léxico que utilizan y de las formas par-ticulares de enunciar la violencia, terminan restringiéndola a un período corto (1976-1983), delimitando actores polares definidos básicamente en torno a las fuerzas represivas del Estado (Fuerzas Armadas, policía y gendarmería). Estas memorias cortas terminan por imponer formas de dominación simbólica sobre qué y cómo debe recordarse el pasado, dejando de lado períodos más largos y

complejos en relación a las vivencias de violencia.

Violencia, memoria y derechos humanos: continuidad e incorporación

La experiencia con las memorias locales me posibilitó observar las diferentes maneras en que se producen y transmiten los relatos sobre el pasado reciente. Habituada a realizar entrevistas con familiares de desaparecidos en las grandes ciudades o con ex presos y militantes políticos de La Plata (Da Silva Catela, 2001), me llevó un tiempo comprender que existían otros sistemas de clasifica-ciones, que no se correspondían con las maneras de construcción de las memo-rias sobre la represión tantas veces escuchadas. ¿Cómo podía ser, por ejemplo, que en este contexto de tanta represión, las palabras "centro clandestino de detención" no hiciera ningún sentido a aquellos que habían pasado por ellos?

16 Calilegua y Tumbaya son dos pequeñas localidades de Jujuy. Calilegua está situada en la zona de las Yungas y pertenece a lo que se conoce como el Ramal. Es el pueblo donde originalmente estaba localizada la "Sala" casa del Ingenio Azucarero, hoy conocido como "Empresa Ledesma". Tumbaya está localizada en el inicio de la Quebrada de Humahuaca. Durante la década del setenta en ambas localidades hubo diversos episodios de represión. En la zona del Ramal, más específicamente en Calilegua y Libertador General San Martín en 1974, 400 personas fueron detenidas y encarceladas, principalmente sindicalistas y adherentes que protestaban contra las condiciones de trabajo en la Empresa Ledesma. Luego en julio de 1976 se produjo el episodio de represión conocido como Apagón de Ledesma, donde en una noche se cortaron las luces de Calilegua y fueron detenidas 30 personas, 10 de las cuales permanecen desaparecidas. En Tumbaya, durante el año 1976 se produjeron tres episodios de secuestros, en uno de ellos se secuestraron 20 hombres, todos afiliados al Partido Comunista, seis de los cuales permanecen desaparecidos. Tumbaya contaba en ese momento con 150 habitantes.

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Hubo dos ejercicios en el trabajo de campo que funcionaron como indicios en relación con la presencia de las memorias cortas y largas. Por un lado, al releer las entrevistas realizadas comencé a percibir cómo, frente a mis preguntas sobre la dictadura militar, las personas de Calilegua y Tumbaya, sobre todo aquellas que habían estado presas, concentraban el relato en períodos anteriores y no usaban el año 1976 o el día 24 de marzo como un marco de quiebre o de re-ferencia. A decir verdad en la mayoría de las entrevistas no se hablaba de esta fecha ni se enunciaba al golpe de Estado. El segundo momento de reflexión fue durante el trabajo de campo en Tumbaya. Allí comencé a comprender que las experiencias frente a la desaparición de personas no eran las mismas, que había un componente diferencial entre la ciudad y los pueblos, entre las memorias dominantes y las subterráneas, entre las formas del relato y la pertenencia a clases sociales diferentes y principalmente una clara continuidad en el tiempo en relación con las violencias vividas sobre sus propios cuerpos. Había así una tensa relación entre las memorias largas y las memorias cortas, entre los ejercicios de recuerdos encuadrados' 7 por los relatos oficiales (cristalizadas por ejemplo en el Nunca más o en las políticas de memorias del Estado que recortan claramente el horror a partir de 1976) y otros subterráneos, delimitados por esquemas culturales tradicionales, que no se restringen solamente a las referencias a la última dictadura.

Allí, y por comparación, comprendí que muchas palabras que yo misma había naturalizado como "centro clandestino de detención", "desaparecidos", "tortura" o "terrorismo de Estado" no significaban nada o denotaban cosas muy disímiles de las que había registrado. Por otro lado, palabras como "subversión" o "terroristas", que raramente eran enunciadas entre los familiares de desapa-recidos de La Plata, excepto para hacer referencia al tipo de clasificación de los propios militares, entre los familiares de desaparecidos de Tumbaya y Calilegua eran corrientes para clasificar o acusar a los "otros". O de manera opuesta, muchos de los que estuvieron presos decían que habían sido "revolucionarios" o "militantes comunistas revolucionarios", sin tabúes ni censuras.

Así, se puede decir, que el discurso que se enhebra sobre los derechos humanos en la Argentina actual (principalmente desde el Estado y las organi-zaciones de derechos humanos), remite a un lenguaje nuevo e incorporado que generalmente da cuenta de una memoria de la represión "corta", centralizada en los episodios de los arios setenta, controlada y encuadrada en una serie de clasificaciones y sentidos sobre lo que se puede decir, lo que se debe decir y lo

El concepto de memorias encuadradas la tomo de Pollak (2006).

que no; además, sobre todo, esa memoria está enmarcada en el aprendizaje y la incorporación de una serie de "nuevas palabras" que delimitan claramente ese período represivo de otros y que requieren de destrezas lingüísticas y de capitales culturales, simbólicos y políticos para poder expresarlas públicamente. Sin embargo, aquellos que pasaron por episodios de violencias (uso el plural para dar cuenta de diversas violencias vividas) arrastran el uso de otras pala-bras que hacen sentido para expresar sus vivencias. Gerónimo Lamas, que fue secuestrado en Tumbaya en 1976 y permaneció preso por un año en diversas dependencias del Estado, relata lo siguiente:

G: Pero lo criminalista (para referirse a "lo criminal") ha sido que se me ha agarrado, se me ha tomado, ¿no?... Porque es lo que he estado casi un ario preso, en la casa de detención, totalmente incomunicado, durísimo, triste y sólo como dicen, en una celda, sólo, tan sólo, en ese lugar que ni

podía salir al bario... Nos apaleaban, nos tiraban al suelo como troncos, sin un lugar donde poder hacer las necesidades. Y lo peor, lo peor fue... recibir

la comida como un perrito, fría o caliente, como un perro (Entrevista, 25 de julio de 2004, resaltado de la autora).

"Ser apaleado", "tratado como un perro", "tirado al suelo como un tronco" no significa lo mismo que torturado, simplemente porque entre aquellos que me lo relataban este tipo de violencia sufrida sobre el cuerpo no se inició en 1976 ni terminó en 1983. Las nociones más generales sobre la violencia sufrida én carne propia e inflingida por las elites locales sobre los cuerpos de campesinos y obreros de la región dan cuenta de memorias de la represión más "largas", con rupturas temporarias que no tienen que ver con dictaduras o democracias, sino con conflictos locales y ejercicios de las violencias por parte de aquellos que controlan el poder y la disciplina en relación con las fuentes de trabajo y el dominio político." Lo que me interesa remarcar es que en los relatos sobre la dictadura o sobre cómo estos habitantes de Tumbaya eran tratados en lugares como la mina donde trabajan no se marca una discontinuidad en relación con las violencias sufridas. Es interesante que cuando indago a Ávalos, un obrero de la mina, sobre la situación vivida frente a la policía que lo secuestró en 1976,

18 Sólo a modo de ejemplo en el año 2004 en Tumbaya fue asesinado a golpes un joven del lugar por enfrentamientos políticos entre radicales y peronistas. Inicialmente la muerte fue caratu-lada como "suicidio", aunque todo el pueblo sabía que había habido cuestiones políticas en el asesinato. Luego de muchas marchas y demandas por parte de los familiares, los asesinos (todos conocidos del muerto) fueron presos.

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él traza un rápido nexo con las relaciones conflictivas y previas a la dictadura establecidas con el capataz de la mina.

L: La policía lo acusaba de qué, ¿de montonero o de comunista?

E: De comunismo, de... "usted era del comunismo", "usted tiene armas" me decían. ¿Para qué? Nada, no han sacado y no nos han comprobado nada, absolutamente nada porque no éramos nada... Tan sólo por defender la clase obrera, más por eso, y más porque Carlos Jeczmieniowski fue el que nos denunció, el era comisionado municipal. Y cómo yo los defendía a los obreros, cuando él era capataz de la mina, él tenía rabia con eso. Era terrible trabajar eh la mina: ni la ropa nos daba, no nos pagaban el sala-rio, nos trataban como a animales. Por eso digo, ellos tenían que llevarse directamente a Carlos Jeczmieniowski adentro, porque él ha usurpado mucho con los obreros, no nos ha pagado las horas, no nos han dado la ropa. Exactamente hemos trabajado diez horas y no nos ha dado ni una horita de descanso, al menos. Es decir, era este hombre el que tenía que estar bien guardado y no nosotros. Después nos llevan a Humahuaca, me han pisoneado, me han metido las armas por la espalda, nos han tirado al suelo, nos han andado pisoneando. ¡Hijos de puta!, nos decían. ¡Pisando la espalda! Pero ha sido una injusticia. Todo injusto (Entrevista de trabajo de campo, 24 de julio de 2004).

En varias ocasiones pregunté a los entrevistados si habían sido torturados a lo que me respondieron que no. Luego, comparando las entrevistas, percibí que esa palabra no hacía mucho sentido en esos contextos. Don Narvaes, ex obrero y gremialista en la Empresa Ledesma, preso en 1976 en Guerrero, en medio de su relato me dijo:

después nos sacaron y nos metieron adentro en piezas, calabozos, no sé bien por qué no he podido ver y ahí me han tenido diez días. Esa tarde, esa noche misma me han metido un golpe, porque al que se le corría la venda o se le aflojaba tenía que avisar, se le ha corrido y se le ha salido la venda y bueno serían como las dos de la tarde –uno se daba cuenta por-que ahí tenían la radio prendida– entonces yo llamo y le digo: "guardia, se me bajó la venda" "bueno ya va" contestaban, al rato cayó. Porque si no avisaban lo sorprendían y le daban una paliza, como le llaman a esto cuando los apalean... represión...

—Ludmila: Lo torturan

— Don Narvaes: Tortura, eso exactamente y había que avisar porque si no ya lo aporreaban. Bueno yo le aviso y entonces dice el tipo "a quién se le salió" y nosotros estábamos tirados así boca abajo, agarro me levanto y digo "a mí». "No mire, hijo de puta –dice– agachare" y me han levantado y me la han atado. Y me han dejado ahí y al rato vuelve "¿no tenés ganas de orinar?" "Sí" le digo, "vení vamos al bario" me dice y me agarra de aquí y me ha levantado a los tropezones, porque todos los otros compañeros estaban tirados ahí como troncos (Entrevista trabajo de campo, 21 de julio de 2001).

Más allá de dictaduras o violencias ejercidas por los patrones, de acciones sobre los cuerpos percibidos como torturas o golpes, lo que está en juego es una clasificación en torno a los límites entre el trato humano y no humano. En este sentido, más allá de los discursos construidos o de las definiciones normativas sobre lo que es una violación a los derechos humanos, lo que Don Jerónimo, Don Ávalos –y la mayoría de los entrevistados– afirman es que los trataron como perros, como animales, los deshumanizaron acusándolos de "traición a la Patria". La noción de ser "apaleados" aparece en los relatos junto a la imagen de la animalización de sus cuerpos. Estas metáforas de animalización de los cuerpos expuestos a la violencia nos desafían a pensar los procesos de alteridad que se ponen en juego y nos remiten a un sistema de símbolos que atraviesa la idea de "Nación Argentina", en el que subyace la consigna de "civilización o barbarie". Salvajes, indios, subversivos, comunistas parecen conformar una línea que no debe cruzarse frente a la civilización y las ideas circulantes de la "buena sociedad". Para ello se usa la represión como medio de regular esa frontera, animalizando al "otro" con mecanismos de minimización que posibilitan su destrucción y consumo simbólico (Uribe Alarcón, 2004).

La imposición de discursos y la utilización de las categorías nacidas en relación con la lucha por los derechos humanos violados a partir de 1976 pueden reducir las memorias a un capital político intercambiable y aplicable a todos los contextos sin tonalidades ni diferencias, dejando de lado u opacando memorias más complejas, cargadas de tonalidades y zonas grises. Al incluirlas o al pretender hacerlo dentro del considerado "universal discurso de los derechos humanos", muchas veces estos grupos sociales sufren una nueva modalidad de "victimización". Se les imponen modelos ya ensayados en las ciudades: monumentos y placas a los desaparecidos, marchas y manifestaciones como el "Apagón de Ledesma", una poblada de militantes de derechos humanos llegados desde Buenos Aires, actos públicos dónde raramente se "habla" del pasado de

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LUDMILA DA SILVA CATELA Pasados en conflicto. De memorias dominantes, subterráneas y denegadas

violencia vivido concretamente en estas zonas, rituales que los despojan de su condición de protagonistas activos, de su propio devenir histórico y que torna sus memorias largas en memorias "subterráneas", imposibilitando, de alguna manera, la transmisión en el espacio público de sus propios sentidos sobre el pasado.

Al no incorporar las categorías, conceptos y performances nacidas y creadas en relación con la noción de derechos humanos violados en la última dictadura militar y sus memorias dominantes, las personas que entrevisté en relación con sus vivencias frente a la violencia en Tumbaya y Calilegua construyen memorias más laxas, menos "políticamente correctas", menos encuadradas. Familiares de desaparecidos y ex presos de ambas localidades se permiten usar en el mismo discurso la noción de "revolucionario" con la de "subversivo", construir estrategias diferentes sobre sus identidades, donde la memoria de la represión puede ser un emblema a defender y recodar o un estigma a silenciar y querer olvidar. Pero sobre todo, una de las cuestiones que más tiempo me llevó comprender es que sus experiencias del pasado reciente son unas entre otras (y no necesariamente las centrales en términos de experiencia, memoria e identidad) y que son interpretadas a la luz de códigos culturales comunitarios únicos y singulares, surgidos de una manera propia de entender el mundo y representarse su devenir.

De memorias denegadas"

Escritos, fotos de militares asesinados, memorias en recuerdo de las víctimas de la guerrilla, la noción de guerra en oposición a la de terrorismo de Estado, son algunas de las estrategias que los grupos, claramente alineados en la derecha, tejen para tornar públicas sus memorias. En los últimos arios las páginas web son sus lugares favoritos, más usados y muy visitados. Allí hay foros, debates y mucha información sobre la guerrilla. Una característica particular es que estas páginas se montan contestando una a una las consignas y denuncias realizadas por los organismos de derechos humanos o apelando a la utilización de cate-gorías tales como "crimen de lesa humanidad". Vamos a detenernos sobre un breve ensayo escrito en el blog "Larrabure"":

I9 En el sentido literal del verbo denegar: término, tal como aparece en el diccionario de español: "no conceder lo que se pide o solicita". " El coronel Argentino del Valle Larrabure fue secuestrado por el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) el 11 de agosto de 1974, durante el gobierno constitucional de María Estela

Larrabure: Un crimen de lesa humanidad

Por Vigo Leguizamon

04/10/2006 16:24

Hemos asistido en estos últimos tiempos a una vigorosa e incesante cam-paña del gobierno nacional en pos de impóner una parcial e incompleta memoria en relación a la lucha fraticida que ensangrentó el país durante la pasada década del setenta. Una memoria hemiplffica, lesiva de la unión nacional y de la verdad histórica; que pretende instaurar la falsa versión de que hubo entonces un solo demonio: el militar. Difundida desde los colegios, las universidades, y el grueso de los medios de comunicación, ha calado hondo en la población, pero difícilmente sobreviva a la mirada crítica y objetiva de los historiadores del futuro. Cuando ellos vayan en busca de los rastros de ese pasado doloroso, hallarán entre ellos una huella profunda e imborrable: la marcada por el horroroso cautiverio y martirio del Coronel Argentino del Valle Larrabure (http://fotolog.terra.com.ar/ larrabure, 2007, el resaltado me pertenece).

Este escrito contrapone la noción de memoria a la de historia y apela al futuro, pero también marca un rotundo juicio de valor sobre la forma en que el Estado nacional, esa memoria oficial de la cual ya hablamos, presenta los acon-tecimientos y los espacios que utiliza para difundirlos: colegios, universidades, medios de comunicación. En la denuncia de una memoria parcial, incompleta, se reclama la incorporación de otras memorias que en este caso tienen nombre y apellido: Argentino del Valle Larrabure. Sobre esta misma memoria, en este mismo fotolog del hijo de Larrabure, muchos jóvenes expresan su opinión y reivindican "memorias completas". 2 '

Evelyn:

19/10/2006, a las 10:32:27

Tengo 20 años y al igual que mucha gente que expresa su opinión en este fotolog no viví esa época. Siempre me interesó saber lo que pasó en

Martínez de Perón. Luego de 372 días de cautiverio fue ahorcado. 21 Es necesario decir que de la misma forma que hay opiniones a "favor" de esta memoria, abundan las manifestaciones "contra" estos relatos del pasado, pidiendo que reconozcan la existencia de 30.000 desaparecidos, relatando quien fue Larraburre, en fin, contraponiendo otros sentidos a

ese mismo pasado.

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LUDMILA DA SILVA CATELA

realidad en esa nefasta década de nuestra historia, pero tuve la suerte que desde chica mis padres y abuelos me relataran de acuerdo a mi edad lo que pasó en la realidad y no lo que siempre trataron de imponerme desde afuera. Hoy más que nunca apoyo la premisa de la "memoria completa" en un país en donde, gracias a sus dirigentes que, anclados en esa época, no hacen más que revolver mugre y de querer imponer la violencia como en aquellos tiempos. Espero que otros jóvenes como yo y las nuevas gene-raciones no crezcan con ese odio y resentimiento hacia los queintentaron poner orden y seguridad a una patria que en ese momento era un caos total. Desde ya felicito al Lic. Larrabure por este espacio que brinda a los que nos queremos expresar y por el libro sobre el cautiverio de su padre (http://fotolog.terra.com.ar/larrabure, 2007).

Todo este debate se dio en medio de dos fechas que sirven como soporte de memorias de aquellos que reivindican la necesidad de una "memoria completa". Así, el 24 de mayo de 2006 y el 5 de octubre del mismo ario, se realizaron en Buenos Aires actos públicos de la "Comisión de Homenaje Permanente a los Muertos por la Subversión" en recuerdo de militares y civiles muertos antes y durante la dictadura. Estos homenajes fueron encabezados por Ana Lucioni, hija de un militar asesinado en el ario 1975 y por la "Asociación Civil Argentinos por la Memoria Completa", encabezada por Karina Mujica. En ambos actos, sobre todo en el primero, desarrollado en la Plaza San Martín de la Ciudad de Buenos Aires, participaron militares en actividad uniformados.

Estos actos tuvieron un relativo impacto en cuanto a la cantidad de gente que participó, estimada en cuatro o cinco mil personas, mayoritariamente pertenecientes a la "familia militar". Sin embargo, el impacto mediático y las reacciones provocadas fueron profundas y colocaron en debate un nuevo conflicto de memorias, que si bien estaba presente desde hacía arios, nunca había adquirido visibilidad en el espacio público. Ambos actos se caracterizaron por construirse en "espejo" de los realizados por los organismos de derechos humanos. Fueron realizados en una plaza; se utilizaron fotos de los muertos en blanco y negro; se formuló como necesaria la consigna de "memoria, ver-dad y justicia"; fue central la figura de las mujeres y los hijos de asesinados; se gritó "presente" ante cada foto de los muertos proyectada en un gran telón; se utilizó la bandera argentina como unificadora de la marcha; se solicitó que la fecha del 5 de octubre fuera proclamada: "Día nacional por los muertos por el terrorismo"." Sin embargo, una de las cuestiones centrales, demandada

22 E15 de octubre de 1975 se produjo el ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29, en Formosa.

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específicamente al Estado argentino y al Presidente, fue la necesidad de que éste reconozca "otras memorias", que posibilite la concreción de una memoria completa y que no reproduzca, como "representante de todos los argentinos, una memoria hemipléjica" (Argentinos por la Memoria Completa, http://es-la. facebook.com/group.php?gid=13770870034- 2008).

Frente a estos actos," organismos de derechos humanos y algunos medios de comunicación respondieron con pedidos para que el Gobierno nacional Impusiera sanciones a los militares que participaron, lo que terminó con 20 de ellos pasados a retiro. Pero tal vez lo más llamativo de las cuestiones que desataron estos eventos se dio en el orden de la moral. A partir de estos actos nació una campaña de desprestigio de una de las principales emprendedoras de "memoria completa", Karina Mujica. Una investigación, con cámara oculta, realizada por el noticiero "Informe Central» del canal América, mostraba a esta mujer atendiendo hombres en un lugar de citas. A partir de esto no hubo quien no se manifestara acusándola de "prostituta" y, por lo tanto, se argumentó que no tenía moral para hablar de derechos humanos.

Finalmente, durante el ario 2006, en que diversas causas por crímenes de lesa humanidad fueron elevadas a juicio, este grupo emprendió dos actividades llamativas en términos simbólicos y materiales. La primera fue la creación de una revista denominada Bl-Vitamina para la memoria de la guerra en los 70, donde se pretende escribir otra historia sobre los años setenta. Por otro lado, en términos "simbólicos" osaron invadir un espacio que se creía "sagrado". Pintaron el suelo de la Plaza de Mayo, poblado de pañuelos blancos propios de las Madres de Plaza de Mayo, con el signo que los representa: un lazo negro con la bandera argentina y con el escrito "Víctimas del Terrorismo".

Así, las memorias denegadas pretenden ser reconocidas por el Estado nacional, solicitándolo formalmente y luchando en el espacio simbólico de la Plaza de Mayo bajo la consigna: "la plaza es de todos". Pero el Estado niega sus

"En una nota de 26noticias.com.ar se anuncia la noticia bajo el título: "Karina Mujica: de día reivindica a la dictadura y de noche es recepcionista de un prostíbulo". Allí se vierten opiniones de Estela de Carlotto al respecto: "Que bueno es que se sepa quién es quien. En esta historia hay muchos disfrazados, personas que asumen roles, pero que carecen de calidad moral, como esta chica que se arrogó el derecho de ser parte y defender la dictadura", dijo Estela de Carlotto en declaraciones al noticiero de América. En ese sentido, la abuela de Plaza de Mayo manifestó: "Esta chica se acopló como si fuera parte y su profesión es otra, su vida es otra. Yo no puedo condenar su vida privada, pero si comete un delito, mal puede convertirse en quien señale a los que defendemos los derechos humanos y la democracia." (http://www.26noticias.com.ar/ karina-mujica-de-dia-reivindica-a-la-dictadura-y-de-noche-es-recepcionista -de-un-prostibulo -

22131.html).

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relatos y sentidos dados al pasado, justifica esta negación afirmando la impuros' de esas memorias, el origen nocivo de los relatos, principalmente porque pro. vienen de comunidades identificadas o pertenecientes a la "familia militar". Do esta manera, estas memorias no son integradas, bajo ninguna forma, al relato oficial. Claramente, son las memorias del otro lado, las memorias perdedoras, Lo interesante es el sistema moral que se construye en torno a ellas para "deni gradas": no es tanto arrastrándolas hacia el crimen que se cometió, sino, más lzden "denigrando" a sus portavoces. Los militares son acusados de ser `Tachos" y las mujeres son tildadas de "prostitutas" o "locas". Por otro lado, se les niega su valor de verdad, incluso cuando los hechos que se presentan públicamente están documentados y algunos han pasado a ser juzgados en causas judiciales, como la de Larrabure, donde está acusada la cúpula del Ejercito Revolucionarlo del Pueblo (ERP).

A modo de cierre: los mecanismos de la negación, el silencio y el espejo

En relación con las prácticas de memorias realizadas por estos grupos, es interesante ver cómo se construyen en espejo. Pudimos ver como entre las memorias dominantes y las denegadas hay una relación de oposición. Las memorias denegadas copian en negativo las memorias dominantes. Fotos en blanco y negro, apelación a los lazos primordiales, uso de la figura femenina en los reclamos, consignas. Además, en sus formas de construcción estas me-morias que se denominan "completas" ponen en cuestión, resaltan y cuentan con lujo de detalles las acciones y trayectorias guerrilleras que las memorias dominantes silencian u ocultan. Por otro lado, los términos usados: subversión, defensa de la patria, guerra, comunistas, extranjeros, son, paradójicamente, los mismos conceptos utilizados por las memorias subterráneas para señalar a los «culpables" de sus denuncias.

Si comparamos el uso del espacio de estas formas de expresión, las memorias denegadas tienen como principal modo de manifestación el espacio virtual, mientras que el ámbito de las memorias subterráneas es la comunidad (pueblo o villa) y el de las memorias dominantes es la calle, la plaza, la justicia, los pro-yectos de políticas de memorias (museos, archivos, plazas de memorias). En su designación de "memorias completas", esos relatos demandan una mirada "integral" sobre el pasado, pero silencian el principal motivo de movilización,

que a su vez es el eje de la protesta y denuncia de las memorias dominantes: el crimen de la desaparición. En relación con esto hay silencio absoluto por parte do los memorias denegadas.

Se puede decir entonces que mientras las memorias dominantes se expre-san cada vez más en su monumentalidad: libros, sistema educativo, edificios y museos, conmemoraciones y rituales, o sea, en la creación constante de marcas materiales de una memoria "nacional" que ocupa fundamentalmente el espacio ionblico, las memorias subterráneas y largas se expresan básicamente por medio de la transmisión oral, casi no construyen o necesitan de marcas materiales (lo que muchas veces es equivocadamente leído como olvido). Usan, entre otras luestiones, al cuerpo como uno de sus soportes. Finalmente, las memorias denegadas, eligen como espacio de construcción y difusión el espacio virtual: iu web y las cadenas de mails, en un accionar casi clandestino. Mientras estas últimas son vistas como memorias resentidas, las dominantes son "tranquili-mulo ras". Las dominantes y las denegadas se disputan en el espacio público, mientras que las subterráneas no encuentran ni el reconocimiento público ni un lugar de escucha.

Si volvemos a las preguntas iniciales sobre quienes luchan para mantener las memorias en el recuerdo o quienes luchan para silenciarlas, las formas que se trabajaron aquí muestran una posible entrada al complejo mundo de la producción de sentidos sobre el pasado. Así, el conflicto de memorias, decir de Pollak (2006), demuestra que al definir aquello que es común a un grupo, por un lado, se refuerzan los sentimientos de pertenencia, pero por otro, esas memorias pasan a ser imposiciones, formas específicas de domina-ción y de violencia simbólica. Lo que intenté mostrar con estos tres casos es que a más treinta años del golpe de Estado, cada grupo recuerda y construye sus memorias en relación con los silencios, ambigüedades y olvidos de los otros. Como mostramos al inicio de este texto, esto sin duda interviene de diferentes maneras en la aprehensión y clasificación del mundo, así como en la elaboración de conocimiento, la transmisión de herencias y saberes. Así, las memorias subterráneas y largas no se cristalizan en el período de la dictadura militar—aunque la reconocen—, y no essolamente el Estado represor lo que está en juego en sus relatos, sino, principalmente, la violencia largamente ejercida por las élites locales. Los que demandan memorias "completas" pretenden que sus recuerdos sean incluidos en el relato de la nación, acentuando la noción de guerra y validando sus recuerdos en torno a los "muertos por la subversión". De manera contraria, la memoria nacida de los organismos de derechos huma-

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nos, y actualmente tomada como propia por el Estado nacional, pone un sutil manto de silencio sobre las militancias políticas y especialmente sobre la lucha armada; reivindica así la memoria en nombre de las violaciones a los derechos humanos. Estos tres tipos de memoria generan resentimientos, enfrentamientos simbólicos y reales, oposiciones irreconciliables y exclusiones. La pregunta que queda abierta es ¿por qué y cómo a treinta años del golpe se creó un espacio para que las memorias denegadas, junto a las dominantes disputen el espacio de lo público? ¿Estamos atravesando un momento de construcción de la memoria hacia la Historia?

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