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Catauro

Una rwlda cubana d antropologia.Ao 1, No. O. jullo-dkkmbru d 1 9 . PuMicacin 99

EDITORIAL

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semestral de laortiz.

Entre cubanos: tres c,uartos de siglo despus ROBERTO FERNANDEZ RETAUARTrinidad Prez

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Fernando Ortiz y Allan Kardec: espiritismo y transculturacin ARCADIO DIAZ QUINONES Fernando Ortiz: una pr9puesta de estudio de las ideas JOSE A . MATOS AREVALOS Antropologa y postmodemisnio MARVIN HARRIS Presencia y significacin de lo banti; en la cultura musical cubana MARIA ELENA VINUEZA

446384

Disaio grfico Y mposldn:YamikMoya

Religih arociihana y sociedad civil: una aproximacin semitica EUGENIO MATIBAG

k s Guanchc. Aiireliu Francos, t m1 Mara de 7 . hhaye, Jos Matos. RogelioMottiiiez Fur6. Frank Pwz.

La guaracha cubana, imagen del hunior criollo M A N A TERESA LINARES SAVIO Diablos y diablitos: huellas de aricaria en Colombia NINA S. de FRIEDEMANN

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Informacin para colaboradores

Por qu CATAURO?k n a n d o OrtkISSN: Solicitado

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Pr em i o C a t a u r o Cuban oLas letras del yo: entre el azar y el destino ROSA M A N A de LAHAYE GUERRA y RUBN ZARDOYA LOUREDA Las letras del ao 1999

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ARCHIVOS def FOLKLORETelefax: (537)30-0623

v139

E-id: [email protected]

La qntropologa en Cuba ARISTIDES MESTRE

ENTRE-VLSTACDialogando con Manuel Rivero de la Calle AURELIG FRANCOS LAUREDO

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DESDE L y

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Eventos Preiiiios / Publicaciones / Proyectos / Convocatorias Postyados / Conferencia Internacional Fernando Ortiz / Obituario

EX-LlBRlSColcccin La Fuente Viva: Bsqueda del mismo y otros fuegos de la cubanidad

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ROBEKTO ZURBANOCada tpaba!o expresa la opinion dr s u autor.

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Publicaciones recibidas

Beca Fernando Ortiz

a publicacin de una revista de antropologa es un riesgo. Riesgo porque se trata de una materia cientfica de bordes difusos, controvertidos, cuyo centro nadie discute pero cuya periferia se entrelaza con otros dominios que impiden un deslinde neto. Riesgo, porque s pblico lector es restringido u y amplio; restringido, si nos atenemos a una puridad cientfica; amplio, si aflojamos riendas y damos cabida a materiales de muy diversa ndole, con el inconveniente de abarcar mucho y apretar poco. Riesgo tambikn por tratarse de un terreno donde convergen escuelas, tendencias y corrientes, a veces tan encontradas que se neutralizan en lugar de complementarse, lo cual nos impone un estricto rigor selectivo en los materiales a publicar. Enfm, riesgos. Pero tambin satisfaccin de poder contar a la vuelta de algunos aos con un espacio, un catauro donde compilar y difundir el saber antropbgico y etnobgico cubano. Debemos recordar aqu aquellas revistas que en su momento cumplieron la misin que hoy nos toca y a la que esperamos dar continuidad: Archivos del Folklore Cubano (1 924- 1930)) Estudios Afrocubanos (1 937- 1946), Revista de Arqueologa y Etnologa (1938-1961)) Actas de Folklore (1961) y Etnologa y Folklore (1966- 1969). Otras publicaciones como Casa de las Amricas, Revolucin y Cultura, Revista Bimestre Cubana, Signos, Revista de la Biblioteca Nacional Jos Mart, Temas,

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Contracorriente, Anuario L/L, Del Caribe, Anales del Caribe, La Gaceta de Cuba, Unin, insertaron ocasionalmente en sus pginas trabajos que con s enfoque u antropobgico sobre folklore y cultura popular cubrieron de cierto modo el vaco existente. CEtauro ha sido concebida fundamentalmente panz el estudio de la vida cubana, sus entornos menos conocidos, el imaginario cotidiano y la cultura popular. El ttulo, tomado del libro Catauro de cubanismos, constituye un homenaje al quehacer cientfico de Fernando Ortiq. Un catauro, envase para acarrear diversos elementos como indica su nombre aborigen, nos servir para atesorar el acervo de nuestra cultura nacional, caribeu y latinoamericana. A las puertas del siglo veintiuno y ante la pujante fuerza de la tecnologa y la mundializacin, la existencia de una publicacin como esta contribuir a fijar los valores de la identidad de nuestros pueblos de manera coherente y activa. Esta revista pretende ser un cauce para tales propsitos, y el diseo de sus secciones expresa los diversos caminos que aqu confluyen o comienzan: COI\1TRAPUI\ITEOS/ OCUpa el espacio de mayor envergadura e incluye los trabajos de fondo por su contenido, s u rigor analtico, su profundidad cientfica y calado terico-crtico; LMAC LNARLO, recoge artculos de riqueza expositiva, con

ms tendencia a lo descriptivo y factual, la vida cotidiana y el folklore;ARCHIVOS DEL FOLKLORE, retoma pginas ya editadas del acervo de nuestra literatura antropolgica y etnolgica: homenaje a voces de nuestra cultura que el tiempo pudo haber apagado y que ahora se reviven; ENTRE-VLSTAS, con s juego u de palabras, brinda un ancho margen de posibilidades a la presentacin de testimonios, conversaciones y manifestaciones de oralidad en general; DESDE L y 27/ aludiendo al sitio donde se encuentra nuestra institucin, refijar el quehacer de s vida interna, con nou

,

a

tas y comentarios acerca de la Fundacin Fernando Ortiz; EX-LLBRLS, desde sus cohmnas servir de marco a reseas y comentarios crticos de libros, artculos, as como de cualquier objeto o hecho cultural susceptible de ser comentado aqu. La revista Catauro es nuestra invitacin al pensamiento que profundiza en los fundamentos antropolgicos y etnolgicos del universo contemporneo, el folklore, el imaginario social y el impacto cotidiano de lo popular. Aspiramos a que el pblico lector, que ser en definitiva nuestro mejor juez, se convierta tambin en nuestro ms ntimo colaborador.

ELDIRECTOR

A

entre

ROBERTO FERNNDEZRETAMARLa primera edicin del libro Entre cubanos ..., de Fernando Ortiz, apareci, sin indicarse ao de publicacin, en la Librera F? Ollendorf, de Pars. En la portada, adems de los datos referidos al autor y el ttulo, hay un diseo (debido a Luis Q.) de dos gallos en ria; y en la pgina titular se aaden el dato de que Ortiz era Catedrtico de la Universidad de La Habana, y el sub ttulo del volumen: (Psicologa tropical). En la primera edicin de la obra clsica de Ortiz Contrapunteo cubano del tabaco y el ttulo con el que, efectivamente, apareci, y afirma que fue publicado en 1913, aadiendo adems asientos de varios comentarios sobre el libro, tambin de 1913. En la segunda edicin del volumen de Ortiz (La Habana, Ed. de Ciencias Sociales, 1987), tanto en la portada como en la pgina titular se lo nombra Entre cubanos. Psicologa tropical. En el prlogo a dicha edicin, Julio Le Riverend da por sentado que la primera salida ocurri en 1913. Este es el punto de vista que voy a aceptar, porque me parece el ms confiable. El ao de 1913 fue importante en la cultura cubana. En enero de ese ao inici su vida la revista intelectual ms connotada de la primera generacin republicana: Cuba Contempornea, y su nmero de diciembre incluy el ensayo de Jos Sixto de Sola El pesimismo cubano, cuyo ttulo expresa con claridad su contenido, si bien lo que hace all De Sola es defender las razones para abrigar, pese a las adversidades, el optimismo nacional. Ese ao, tambin, apac

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azcar. (Advertencia de sus contrastes agrarios, econmicos, histricos y sociales, su etnografa y s transculturacin) (La Habana, u Ed. Jess Montero, 1940),se enumeran Algunas de las obras de Fernando Ortiz, y entre ellas la mencionada, d e esta forma:

R BRO OET FERNNDEz RE~AIIIAR

Entre cubanos. (Rasgos de psicologa criolla), 232 pgs., Pars, 1914. Por su parte, la Biobibliografa de don Fernando Ortizcompilada por Araceli GarcaCarranza (La Habana, Biblioteca Nacional Jos Mart, 1970) hace mencin del libro con el

Poda y msaylsta. Prsidrnk dt la

Casa d lasAmkricas.

recieron tres libros relevantes:

Contra el yanqui, de Julio Csar Gandarilla; Arabescos mentales, de Regino E. Boti; y el inicial volumen de conjunto de los Versos de Jos Mart. El primero ataca abiertamente la presencia estadunidense e n Cuba, y d e modo pionero reclama la herencia poltica revolucionaria de Mart. Arabescos mentales es el primer libro importante de poesa cubana en veinte aos, desd e Bustos y rimas (1893), de Julin del Casal, en cuya estela se sita, y est encabezado por un prlogo amplio donde Boti se muestra un conocedor profundo de la poesa, que logra poner al da para su patria. Los Versos de Mart, adems de los dos libros editados en vida por l, Zsmaelillo y Versos sencillos, incluye lo esencial de un libro hasta entonces indito: Versos libres. El volumen llam fuertemente la atencin de comentaristas tan exigentes como Rubn Daro, Miguel de Unamuno y, algo despus, Gabriela Mistral, adems de influir en autores del patio como el propio Boti y luego Rubn Martnez Villena y otros. 1913fue, pues, un ao frtil para Cuba e n aspectos intelectuales. La fecha, sin embargo, es azarosa, y desde luego nada tiene que ver con que, segn un criterio extendido que no hace mucho reverdeci Eric Hobsbawm, aqul fuera el ltimo ao del siglo XIX, ya que se atribuye a 1914, con el estallido de la Gran

Guerra, el comienzo del siglo XX. Pero s tiene que ver con otra fecha para nosotros decisiva: 1898. A la sombra de las frustraciones que comenzaron entonces se produjeron las obras citadas (con excepcin, claro, del libro de Mart, quien haba muerto en 1895). Entre esas frustraciones hay que destacar la intromisin estadunidense e n la guerra entre Espaa y Cuba, intromisin que priv a sta, hasta 1958, de la independencia por la cual haba peleado varias dcadas; ms de tres aos de ocupacin militar norteamericana de la Isla; la instauracin en ella, en 1902, de una Repblica mutilada por la Enmienda Platt, que de hecho y de derecho la hizo un protectorado de los Estados Unidos; y, por ltimo, la primera gran crisis de tal Repblica mediatizada, pues en 1906 tuvo lugar una nueva intervencin estadunidense, la cual impuso un rgimen corrupto que se extendi hasta 1909 y dej huella larga y onerosa. Tal es la atmsfera en que se escribi Entre cubanos ... (Psicologa tropical). El libro est formado por cuarenta y dos trabajos de extensin y naturaleza variadas, dados a conocer por separado entre 1905 y 1911 y unificados por un aliento beligerante y la preocupacin temtica que anuncia el ttulo. En De un libro que es un puetazo, donde comenta Cuba y su euolucin colonial, d e Francisco Figueras, escribira Ortiz:

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Es muy comn entre cubanos -y entre cubanos tena que ser- que la opinin pensada y seguida en la esfera de la amistad, sea distinta y hasta opuesta a la proclamada y sostenida en pblico; tanto ms cuando aqulla es ms sincera, ms independiente y ms personal. En el ambiente mercantil en que vivimos, las tretas comerciales pasan corrientemente ala poltica [...] El tono amargo permea toda la obra, desde su prefacio, dirigido Al dormido lector, donde se enfatiza a ti, sooliento hijo de los trpicos, a ti van mis palabras. Pero tampoco Ortiz, como De Sola, se pliega al pesimismo a que la circunstancia sofocante podra llevarlo. En el mismo prefacio postula que es menester que todos, as los grandes del pensamiento y de la accin, como los pequeos y humildes laborantes, nos brindemos a la tarea regeneradora, nos consagremos al trabajo para roturar el virginal terruo de nuestra psicologa, abrir surcos en l con firme constancia pedaggica, esparcir a todos os vientos las ideas de la vida moderna que habrn de ser siembra de esperanzas si las regamos no con el llanto estril de los desesperados, sino con el sudor fecundante del trabajo [...]. As son las siguientes pginas; vea e n ellas el lector los azadonazos

de un obrero, las ansias hondas de un cubano que espigando en las tierras de la lejana quiso lanzar despus granos de simiente ultramarina a los terrones del suelo patrio. [...] Laboremos, hijos de los trpicos, laboremos: que si en las jornadas de la Historia hemos de caer rendidos, no sea por el frrago colonial que nos encorva [...] No es extrao que a continuacin sigan dos cartas abiertas a Unamuno, a quien Ortiz le solicitara prologar su libro, lo que al cabo no pudo ocurrir por una confusin de textos de que nos informa Carlos Serrano. Para este autor, la faena de Ortiz lo hace protagonizar lo que llama un episodio de regeneracionismo trasatlntico. Gracias a Serrano y a Ricardo Vialet conocemos al menos parte d e la correspondencia privada entre el vasco y el cubano, la cual abona en favor de aquella caracterizacin. No lo hacen menos las pginas del propio libro. Profundo admirador de la ruda batalla librada en su patria por el Rector salmantino (cuyo retrato dedicado tena en su despacho), Ortiz le comunica en la primera de las mencionadas cartas abiertas: vuestras desdichas y las desdichas nuestras son notas de un mismo acorde en el triste ritmo de la gente ibera; y en la segunda de esas cartas: Hacemos y nos conducimos, tal como hacis y os conducs en Iberia7

-segn criticis en vuestra original Vida de Don Quijote y Sancho-, y es que Cuba, en no pocos aspectos, es ms espaola que Espaa. Lo que no le impide, sino todo lo contrario, sealar males que considera propios. As, el choteo, al que llama la desgracia criolla, debido al cual todo lo motejamos de ridculo; y apenas florece una idea en este nuestro rido campo, la remos como niera. As, la bobera: puesto que es preciso nicamente ser listo, la bobera es nuestra muerte civil, que castigamos con la ms implacable de las armas: con el choteo. Llega a decir: Toda nuestra psicologa presente, por lo menos en sus aristas ms agudas, puede condensarse en una mxima que est de continuo en boca de todos y que nos complacemos en repetir hasta la saciedad, quizs porque comprendemos la amarga verdad que la filosofa popular encierra en ella: Entre cubanos no

andamos con boberas.Aunque Ortiz est an lejos de lo que llegarn a ser sus profundas elaboraciones sobre lo caractersticamente cubano, hay en este libro juvenil, atenido a lo que en el momento eran rasgos muy ostensibles, no pocos vislumbres que iban a encontrar desarrollo en su pensamiento. Para l, entonces, nuestro pueblo es ese siboney de pasas y boina, sntesis pintoresca de

nuestras races tnicas. Ms adelante, en el propio libro, ser ms explcito: todava no se han fundido las razas en Cuba. Pueden las razas, y as sucede, en efecto, unirse, solidarizar sus energas para determinados movimientos patriticos, intelectuales o sociales, pero todava en el suelo de mi patria no hay una fusin de todas las razas, todava no hay una integracin perfecta de todas sus fuerzas [...] El da en que todos los componentes de la nacionalidad cubana lleguen a compenetrarse, a fundirse en el crisol de este pueblo, se ser un da de gloria, lo mismo que el da en que todas las aspiraciones de la poltica al uso tengan una sola finalidad coherente: el bien estable de la patria cubana. A la acidez de la mirada evidente en buena parte del libro, pues, la acompaa esa esperanza en un maana mejor (en un cubano mejor) que patentizan las palabras recin citadas, y muchas otras. Entre cubanos ... es un libro spero, con viva impronta unamuniana; pero no es un libro cerrado al porvenir. Es un libro de lucha, de agona, no de derrota, que pugna por la modernizacin y por la descolonizacin verdaderas del pas. La sicologa tropical de que se habla en l no est dada de una vez y para siempre (se tra-

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ta de nuestra psicologa presente): es vista en su evolucin, en su fluidez. Ello explica que el libro, aun siendo, como dijo Le Riverend, menor e incipiente (sobre todo si lo comparamos con las magnas obras posteriores de Ortiz), tuviera predicamento especial entre las capas medias y los intelectuales durante las dos primeras dcadas republicanas. A tres cuartos de siglo de su aparicin, vale la pena considerar, as sea someramente, algunos textos que abordaron cuestiones tocadas e n aquel libro, aunque no siempre insistan en lo de sicologia tropical. Comenzar por el Manual del perfecto fulanistu. Apuntes para el estudio de nuestra dinmica poltico-social (La Habana, Ed. Jess Montero, 1916), de Jos Antonio Ramos. Como indica su ttulo, el nfasis est puesto e n la poltica horra de ideas (no digamos de ideales), caciquista, propia de la poca. Y no se trata de una suma de trabajos varios, sino de un volumen compacto, de ms de trescientas sesenta pginas. Pero no faltan en l puntos de contacto con el de Ortiz. Desde el prefacio mismo: si el de ste iba dirigido Al dormido lector, el de aqul lo estar Al lector que nunca lee; en ambos casos, el propsito es sacudir el ambiente de escepticismo y modorra que padece el pas. Tambin habr tangencias al considerar rasgos del cubano. Por ejemplo,

en lo tocante al choteo. Slo que en este punto Ramos no coincide plenamente con lo planteado por Ortiz. As, explica: Dos palabras [...] sobre un error frecuente y muy generalizado, que consiste en atribuir al rasgo d e nuestro carcter llamado arbitrariamente el choteo criollo, todas las culpas que acabamos de comentar. El choteo es ms efecto que causa, efecto no slo de aejos vicios, sino de causas inmanentes, perfectamente amorales y perpetuas [...] // El cubano no entender jams la pesadez gtica ni la taciturnidad de los pases nrdicos. Somos bulliciosos, expansivos; frvolos si se quiere, pero capaces de luchar ochenta aos por la misma idea a sangre y fuego. Llama la atencin que en el ms difundido texto cubano sobre este tema, Indagacin del choteo (La Habana, Ed. Revista de Avance, 1928), d e Jorge Maach, ni siquiera se mencione el libro de Ortiz ni el de Ramos. Hablando de ese trabajo por otra parte elegante, como solan ser los de Maach, y de otros que tambin precedieron en pocos aos a la revolucin al cabo abortada de 1933: el libro racista y fascistizante de Alberto Lamar Shweyer La crisis del patriotismo. Una teora de las inmigraciones (La Habana, Ed. Mart, 1929),y el ensayo de Lino Novs Calvo El pathos cubaO

no, 1932 (Varios: Homenaje a Ennque Jos Varona..., La Habana, 1935), escribi Ambrosio Fornet e n el excelente prlogo a su Antologa del cuento cubano contemporneo (Mxico, Ed. Era, 1967): Reemplazando burdas mistificaciones por otras ms sutiles, casi siempre con la actitud olmpica de Ortega y un estilo semejante, se analizan los resortes de nuestra conducta colectiva, el trasfondo sociolgico de lo que entonces sola llamarse la problemtica nacional. Ms enjundia tendrn dos contribuciones hechas por el propio Ortiz en 1940: su conferencia Los factores humanos de la cubanidad (Revista Bimestre Cubana, marzo-abril de 1940) y el captulo 11, dedicado a la transculturacin y su importancia e n Cuba, del mencionado Contrapunteo ... Se trata de dos textos que se interpenetran y hasta cierto punto se complementan. El primero, ms suelto, distingue (apoyndose de nuevo en Unamuno) entre cubanidad, coiidicin genrica de cubano, y cubana, cubanidad plena, sentida, consciente y deseada, y aporta su famosa metfora segn la cual Cuba es un ajiaco, siendo este ltimo nuestro guiso ms tpico y complejo, hecho de las ms diversas sustancias, que Ortiz va remitiendo a los indios (los protocubanos), los castellanos, los negros de Africa, los franceses, los angloamericanos. Mestizaje de co1 0

cinas, de razas, de culturas, caldo denso de civilizacin que borbollea e n el fogn del Caribe ... En cuanto al neologismo propuesto por Ortiz, transculturacin, l expresa los variadsimos fenmenos que se originan e n Cuba por las complejsimas transmutaciones de culturas que aqu se verifican, sin conocer las cuales es imposible entender la evolucin del pueblo cubano, as e n lo econmico como e n lo institucional, jurdico, tico, religioso, artstico, lingstico, psicolgico, sexual y en los dems aspectos de su vida. // La verdadera historia de Cuba es la historia de sus intrincadsimas transculturaciones [...] inmenso amestizamiento de razas y culturas [...] Toda la escala cultural que Europa experiment e n ms de cuatro milenios en Cuba se pas en menos de cuatro siglos. En 1947 Elas Entralgo particip e n la discusin con un valioso opsculo de ttulo ms complicado que su contenido: Perioca sociogrfica de la cubanidad (La Habana, Ed. Jess Montero), donde hizo constar que este ltimo trmino haba sido forjado e n 1925 por Maach, a semejanza de otros ya existentes para muchos pases. Me es materialmente imposible sintetizar tal opsculo aqu, y me limitar a destacar su relevancia; as como que tanto Or-

tiz como Entralgo, dados sus planteos, fueron llevados a objetar a fondo el racismo: el primero, en su magistral El engao de las razas (La Habana, Ed. Pginas, 1946); el segundo, en La liberacin tnica cubana (La Habana, 1953). El ltimo ttulo de la poca prerrevolucionaria que mencio nar se debe a un poeta y crtico de primera magnitud, Cintio Vitier, quien en 1958 dio a conocer el volumen de cerca de quinientas pginas Lo cubano en la poesia (Universidad Central de Las Villas). Aunque Vitier quiso que en su libro la poesa fuera no slo el objeto, sino el instrumento de su labor (mis dos principales enemigos, dijo taxativamente al final, han sido la psicologa y la sociologa, y a ellos declar desde el principio secreta e implacable guerra), no dej de hacer aportes, involuntarios, a una mejor comprensin sicolgica y sociolgica del pas. En sus Conclusiones finales, escribi: puedo decir que en nuestro estudio lo cubano se nos ha iluminado bajo diez principales especies [...], categoras o esencias, que nombra as: Arcadismo, Ingravidez, Intrascendencia, Lejana, Cario, Despego, Fro, Vaco, Memoria, Ornamento. Nos llevara muy lejos explicitar cada una de estas especies, categoras o esencias de lo cubano reveladas a Vitier por nuestra poesa. Arrimando la brasa a mi sardina, me

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limitar a citar lo que l entiende por Intrascedendencia: suave risa, antisolemnidad, juego, ausencia de dogmatismo, poco sentido religioso metafsico, despreocupacin, provisionalidad, inconsecuencia, choteo, galleo, irresponsabilidad, nadas. Y ms adelante: Este es el pas de los que estn de vuelta sin haber ido, de los que ya no creen en boberas, de los que tienen por divisa el iritismo. Trad. de la 4a. ed. francesa. Barcelona: Sociedad Barcelonesa Propagadora del Espiritismo, 1871. : EI libro de los espritus. Mxico: Ediciones Botas, 1941. : El Evangelio segin el espiritismo. 9a. ed. Mxico: Editorial Diana, 1961. Leps, Mane-Chnstine: Appehending thc Criminal: The Production of Dewicmce in Nineteenth-Century Discourse. Durham: Duke University Press, 1992. Mannheim, Hermann, ed.: Pioneers in Criminology. Chicago: QuadrarLgle Books, Inc., 1960. Melis, Antonio: Fernando Ortiz y el mundo afrocubano: desde la criminologa lombrosiana hasta el concepto d e transculturacin, Cuba: Geschichte-Wirtschaft-Kultur, de ed. Titus Heydenreich. Lateinamerika Studien, 23, 1987, pp. 169-181. Molloy, Sylvia: Diagnsticos del fin de siglo, Cultura y Tercer Mundo 2 . Nuevas identidades y ciudadanas. Comp. de Beatriz Gonzlez Stephan. Venezuela: Nueva Sociedad, 1996. Nandy, Ashis: The Sawage Freud and Other Essays on Possible and Retriewable Selwes. Princeton: Princeton University Press, 1995. Nye, Robert A.: Crime, Madness, and Politics in Modern France: The Medical Concept of Nacional Decline. Princeton: Princeton University Press, 1984. Ortiz, Fernando: Hampa afrocubana. L o s negros brujos: apuntes para un estudio de etnologa criminal [ 19061. Edicin de Alberto N. Pamies. Miami, Florida: Ediciones Universal, 1973. : La reconquista de Amrica: Reflexiones sobre el panhis-

(Kardec, El Gnesis, 1871, pp. 478-479). Ese progreso est regido, segn la doctrina de Kardec. por leyes espirituales y materiales. El esplriiu no muere nunca: esa creencla es uno de los pilares del espiritismo. Kardec escribla: El Esplritu no es otra cosa que el alma que sobrevive al cuerpo: e ser principal, 1 puesto que no muere, mientras que el cerpo no es sino un accesorio que se destruye. Su existencia es, pues, tan natural despus mmo durante la encarnacin; est sometido las leyes que rigen el mundo espiritual, como el cuerpo est sometido las leyes que rigen e princi1 pio material (/ Gnesis, 1871. p. 298). La espiritualidad y la materialidad son, pues, partes de un todo. Este mismo prrafo aparece reutilizado en Contrapunteo como parte de la conceptualizacin de la transculturacin (p. 102). En el importante libro Historia de una pelea cubana contra los demonlas de Ortiz hay referencias al espiritismo y a las doctrinas reencarnacionistas que seria necesario rastrear sistemticamente. Aunque no menciona la huella de Kardec, Gustavo Prez Firmat subraya la importancia de la iransicin y del pasaje hacia una fusin siempre diferida en el uso terico que Ortiz hace de la transculturacin. Ver su libro The Cuban Condition, pp. 23-25. Serla necesario tambin examinar con ms detenimiento el modo en que se complejiza y se enriquece la redefinicin de la nacin como un espacio de constantes flujos migratorios. una nacin hecha de tiempos y lugares muy diversos, que es uno de los sentidos de la transculturacin. Lo que descubre Ortiz no es la

panismo. Pars: Librera Paul Ollendo&, 1911. : Entre cubanos (Psicologa tropical). 2a. ed. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1987. : La filolofia penal de los espiritistas, Revista Bimestre Cubana,9.1-5,10.1 (1914). [Vase tambin la edicin como libro: La filosof upenal de los espiritistas. Estudio de FilosofuJurdica. La Habana: La Universal, 1918.1 : Lasfases de la evolucin religiosa,Revista B k t r e Cubana 14.2 (1919), pp. 65-80. [Tambien: JA fares de la evolucin religiosa. La Habana: Tipografa Moderna, 1919.1 : La crisis poltica cubana: sus causar y remedios. La Habana: Imprenta y Papelera La Universal, 1919. : La decadencia cubana, Revista Bimestre Cubana 19.1 (19241, pp. 17-44. : Proyecto de C6digo Criminal Cubano. Con un juicio de Enrique Ferri. La Habana: Librera Cervantes, 1926. : El engao de ls raa zas. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1975. : La cubanidad y los negros, Estudios Afrocubanos 3 (1939), pp. 3-15. : Contrapunteo cubano del tabaco y el azcar [ 19401. La Habana: Universidad Central de Las Villas, 1963. : Historia de una pelea cubana contra los demonios. 2a. ed. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1975. Prez Ir., Louis A.: Cuba Under the Platt Amendment 1902-1934. Pittsburgh: Pittsburgh University Press, 1986.

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Fernando Ortiz:

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JOS A. MATO5

AREVALOSditos o Raros (1913), pero e n este caso no se publican textos inditos sino obras cubanas importantes. Adems, la Coleccin coincide con la anterior en que public obras de autores extranjeros sobre Cuba; por ejemplo, el libro de Samuel Hazard: Cuba a pluma y a lpiz, o la obra de Alejandro de Humboldt: Ensayo poltico sobre la Isla de Cuba. Ortiz prepar ms de cuarenta y dos volmenes, entre ellos: Jos Mart. Poesas, con una introduccin y biografa de Juan Marinello; Jos Mart. Ideario; Jos Mart. Epistolario; Iniciadores y primeros mrtires de la Reoolucin Cubana, de Vida1 Morales; un volumen sobre Jos de la Luz y Caballero; la obra potica de Heredia, Plcido y Julin del Casal, as como los trabajos de Jos Antonio Saco: Contra la anexin y la Historia de la esclavitud. La publicacin de estos volmenes por s misma muestra la estrecha relacin que Fernando Ortiz mantuvo con la tradicin de pensamiento cubano, como propuesta de dar continuidad al ideario revolucionario y progre-

1La obra cientfica, social y cultural de Fernando Ortiz, con razn llamado el tercer descubridor de Cuba, trasciende por sus indagaciones en la fronda de la cultura de origen africano y por la vocacin que manifest hacia los procesos pretritos, vinculados con los cimientos socioculturales q u e sostienen a la nacionalidad cubana. Los estudios histricos en su obra figuran como propuesta original de cmo articular el conocimiento universal y las particularidades de la cultura cubana. Fernando Ortiz fue de los pensadores que ms temas patrios cultiv durante el presente siglo, y como tal en sus libros quedaron trazados caminos tericos para la actual generacin de investigadores sociales. En el ao 1927, Fernando Ortiz crea y dirige la Coleccin de Libros Cubanos, con la colaboracin de distinguidos intelectuales.' Esta coleccin coiricide e n parte con su anterior proyecto de la Coleccin Cubana de Libros y Documentos In-

Inicialmente el colectivo de colaboradores de la Coleccin de Libros Cubanos estaba integrado por los intelectuales Jos Mara Chacn y Calvo, Juan M. Dihigo, A. M. Eligio de la Puente, JosB A. Fernndez de Castro, Francisco Gonzlez del Valle, Max Henriquez Urea, FBlix Lizaso, Juan Marinello, Manuel Isidro MBndez, Juan PBrez Abreu. Emeterio S. Santovenia, Adrin del Valle y Enrique JosB Varona.1

JosC A. MATOS

ARhrntos Filsofo. invcstigador dc la Fundacin FErnando Ortiz.

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~

2 Fernando ortiz: Introduccin bibliogr&ficaal libro Historia de /a /da de Cuba, de Pedro Jos Guiteras, Cultural, S.A., La Habana, 1927, p. VI.

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Ibd.

sista del siglo XIX. Por ello inicia la Coleccin de Libros Cubanos con la Historia de la Isla de Cuba, escrita por Pedro Jos Guiteras, historiador de profundo sentimiento patritico y nacionalista. En esta Coleccin, Ortiz introduce un conjunto de pautas para el estudio de las ideas. La primera de ellas consiste en establecer las fuentes histricas, el anlisis crtico de los documentos, e incluye las crnicas de los conquistadores y viajeros relativas a Cuba. Asume la posicin del historiador activo, que no slo reproduce el documento, sino que lo interroga, lo ubica, como el resultado, a su vez, de complejas contradicciones circunstanciales y humanas. En particular -comenta Ortiz en 1927- la protohistoria de Cuba y sus civilizaciones antecolombinas necesitan una nueva remodelacin, pues an se aceptan con sentido literal las crnicas de la conquista y sus visiones casi medievales.z Y a continuacin seala: La vida econmica cubana hasta Carlos 111 y su estructuracin, casi toda ella extralegal, sobre el comercio intrlope, est por analizar en sus trascendencias, los sacudimientos del nacionalismo insular, desde su cuna en las Sociedades Econmicas de Amigos del Pas hasta las convulsiones sanguneas de los das de Guiteras, debern pronto ser iluminados, acer-

cndolos ms a las coetneas corrientes del pensamiento humano y a los accidentes de la economa m ~ n d i a l . ~ La propuesta de Ortiz en la introduccin a la Historia de la Isla de Cuba, de Pedro Jos Guiteras, primer volumen de la Coleccin de Libros Cubanos, parte del enfoque econmico y social de la historia de Cuba. Plantea que la economa colonial es comprensible slo a partir de la dinmica interna de la sociedad, pero teniendo en cuenta la economa propia y las ideas econmicas vigentes en el mundo. Otro aspecto de s u visin historiogrfica se destaca en el excelente estudio que realiz como introduccin a la obra de Jos Antonio Saco, Contra la anexin. En este estudio, Ortiz analiza la obra del pensador cubano como respuesta a las exigencias ideolgicas de la poca en que vivi y actu, sin violentar sus ideas y sin pedir de l lo que su tiempo histrico no condicion. siguiendo su propia metodologa, Ortiz reactualiza el debate en torno a la ideologa reformista del siglo XIX, y exalta los valores nacionales del antianexionismo; al mismo tiempo, conjug diferentes factores que influyeron en la formacin y de.sarrollo de la personalidad poltica de Jos Antonio Saco. Un estudio preciso y argumentado muestra lo necesario que es comprender al hombre en su ritmo histrico. Ortiz advierte:

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Fernando Ortiz: Prlogo a Contra la anexin. Cultural S. A,, La ~ a b a n a , 1.1, 1928. p. IX.

Ibld., t.

2s

P. 12.

Apartados los escritos del ambiente en que fueron pensados, no pocas veces habran de parecer confusos, incongruentes o desentonados. Si los encuadrramos en una narracin de las condiciones histricas que los inspiraron, ya estaramos cerca de poder lograr una comprensin de las ideas de Saco; pero todava habramos de necesitar el aporte de las ms ntimas vibraciones del estadista cubano, vaciadas en sus cartas, ardientes de ntima sinceridad, para alcanzar en todas sus irisaciones la claridad de su criterio a lo largo de su prolongada vida siempre mirando a Cuba.4 Adems del conocimiento del contexto histrico, Ortiz estudia el uensamiento de Saco a travs del epistolario (de las ms ntimas vibraciones del estadista cubano), recurso de notables resultados, pues en ocasiones, por razones polticas o personales, no es posible plantear pblicamente lo que en cartas se escribe con relativa libertad. Muchas de las posiciones de Saco en cuanto a la independencia de Cuba, la abolicin de la esclavitud, o sobre el controvertido tema del racismo, son tratados por Ortiz cuidadosamente, mostrando los contradictorios puntos de vista del insigne bayams. Ortiz sabe discernir entre lo coyuntural y lo permanente en el pensamiento polti-

co de Saco y, como nadie antes, destaca su ideal liberal y el apego al posibilismo poltico, as como su clara definicin de nacionalidad cubana, no aquella que abarca a un sector blanco de la sociedad colonial, sino la que tiene sentido histrico y que trasciende por su universalidad, la que Saco define con las siguientes palabras: La idea de la inmortalidad es sublime, porque prolonga la existencia de los individuos ms all del sepulcro, y la nacionalidad es la inmortalidad de los pueblos y el origen ms puro del patrioti~mo.~ Ortiz destaca los aspectos medulares de su pensamiento, el concepto de nacionalidad, pero no reducido al elemento mico, sino en su dimensin axiolgica, tica y cultural. Capta la esencia de ese pensamiento y nos transmite cmo enfocar la polmica obra de Jos Antonio Saco.

11Fernando Ortiz se remite a todos aquellos conocimientos que le permiten explicar los cambios etnohistricos de nuestra sociedad, consciente de que el estudio cientfico de la formacin y evolucin de la cultura cubana no poda ser realizado sobre la base de una orientacin tericamente preestablecida, por la naturaleza misma del objeto de estudio. Es decir, de una sociedad neocolonial, de economa dependiente y agraria, tnicamente heterognea,

8

ibid., P. 86.

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VBase: Funcionalisrno: puro y

de le E m w [ a . Fondo deCultura Econ6mica, MBxico. 1946.

e n la que los procesos de formacin de la cultura nacional estaban presentes, donde la unidad y la diversidad de culturas confluan e n un mismo y peculiar escenario social. Por ello se vio precisado a crear conceptos nuevos que le sirvieran para designar los procesos socioculturales, econmicos e histricos cubanos y que rompieran con la tradicional interpretacin eurocentrista de la cultura. Ortiz no emplea los conceptos para introducir criterios logsticos e n la evaluacin del lenguaje cientfico, sino como instrumentos que permiten captar la lgica del objeto. Al estudiar la historia y la complejidad cultural de la sociedad cubana, utiliz los trminos afrocubano y transculturacin, para descubrir la trayectoria, la dinmica y la direccin de los procesos etnoculturales, y captar aquellos elementos que los hacen diferentes del movimiento evolutivo de otras culturas. Al respecto, advirti: Hemos escogido el vocablo transculturacin para expresar los variadsimos fenmenos que se originan en Cuba por las complejsimas transmutaciones de culturas que aqu se verifican, sin conocer las cuales es imposible entender la evolucin del pueblo cubano, as en lo econmico como en lo institucional, jurdico, tico, reli-

gioso, artstico, lingstico, psicolgico, sexual y en los dems aspectos de su vida.6 Sin d u d a el concepto d e transculturacin es uno de los aportes ms significativos de Fernando Ortiz; expresa contenidos y realidades histricas y el espritu de provisionalidad de la cultura e n su doble trance de desajuste y reajuste. Sin embargo, el antroplogo B. Malinowski se equivoca al considerar que Ortiz, como buen funcionalista, acude a la historia cuando es indispensable. Esta afirmacin tiene mucho que ver con la escuela funcionalista a la que perteneci B. Malinowski7 y poco con la obra de Ortiz. La introduccin que el destacado antroplogo escribi al Contrapunteo cubano del tabuco y el azcar, pes sobre las interpretaciones de la obra de Ortiz, aun cuando Julio Le Riverend, en el prlogo a la edicin de la biblioteca Ayacucho (Caracas, 1978), aclara la posicin terica y metodolgica de Ortiz, y seala que su pensamiento evoluciona hacia u n historicismo consciente. El valor metodolgico del proceso de transculturacin no solo se limita a la afirmacin de una realidad sui generis econmica y sociocultural, sino que refleja los momentos transitivos de una cultura a otra. La transculturacin, afirma Ortiz: ...no consiste solamente en adquirir una distinta cultu-

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Fernando Ortiz: Contrapunteo cubano del tabaco y el azcar, Editorial de C e m ~ s Sociales, La Habana, 1983,P. 90.9

lbid, p. 87.

ra, que es lo que en rigor indica la voz angloamericana acculturation, sino que el proceso implica tambin necesariamente la prdida o desarraigo de una cultura precedente, lo que pudiera decirse una parcial desculturacin, y adems significa la consiguiente creacin de nuevos fenmenos culturales que pudieran denominarse de neoculturacin.s Es un proceso histrico donde no se simplifica la cultura dominante de los conquistadores, ni la cultura de los sometidos: aborgenes, negros, chinos, etc. De este proceso se deriva una cultura cualitativamente nueva, c o n aportaciones de las diferentes civilizaciones. El cncepto de transculturacin permite comprender la historia de Cuba y, por razones similares, la de Amrica Latina. El concepto expresa la relacin de diferentes modos de produccin, el cruce de las economas: En Cuba decir ciboney, espaol, judo, ingls, francs, angloamericano, negro, guatemalteco, chino, y criollo, no significa indicar solamente los diversos elementos formativos de la nacin cubana expresados por sus sendos apelativos gentilicios. Cada uno de estos viene a ser tambin la sinttica e histrica denominacin de una economa y de una cultura de

las varias que en Cuba se han manifestado sucesivamente y hasta coetneamente, producindose a veces los ms terribles impacto^.^ La transculturacin abarca los fenmenos materiales y los espirituales, la geografa, la economa, la demografa y la perenne transitoriedad de los propsitos, el espritu de provisionalidad. El mero paso del mar ya les cambiaba su espritu, por consiguiente, el fenmeno de transculturacin resulta un concepto sustancial para comprender la gnesis de la identidad cubana. Su valor metodolgico radica e n que descubre la esencia de los fenmenos y procesos a la vez que generaliza los aspectos, los caracteres fundamentales de los mismos. La transculturacin refleja la realidad histrica, econmica y cultural cubana, con movilidad, interconexin y transiciones; descubre la unidad en la diversidad; adems, expresa lo singular, lo particular de nuestra cultura e n la relacin con la cultura universal. Para Fernando Ortiz, en el Contrapunteo cubano del tabuco y el azcar, la historia de Cuba se explica bsicamente a partir de sus relaciones econmicas fundamentales: la produccin azucarera y la tabacalera. Con ello no abarca el conjunto de relaciones materiales que determinan los fenmenos de la superestructura social; pero seala las conse-

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Fernando Ortiz: Introduccin bibliogrfica al libro de Alejandro de Humboldt Ensayo poltico sobre la Isla de Cuba. Cultural, S. A,, La Habana, 1930, torno 1, p. C l.O

Fernando Ortiz: Ms y ms fe en la Ciencia, Revista imestre Cubana. Vol. LXX, 1955, p. 58.

Ficha mecanografiada y subrayada por Ortiz. Fonna parte de las fichas que Ortiz recopil6 para su proyecto de historia ewn6mica de Cuba. La cita aparece en el libro de Karl Kautsky: El cristianismo: sus orgenes y fundamentos. Editora Politica. La Habana, 1986, p. 29.

cuencias polticas y socioculturales que de l se derivan. Es habitual que e n torno al pensamiento de Fernando Ortiz se debata si fue funcionalista, estructuralista o positivista y, en ocasiones, se pierdan de vista los aportes tericos de su concepcin sociolgica o histrica. Por otra parte, las influencias del marxismo en su obra se reducen a simples contactos, aun cuando, en nuestra opinin, fue un conocedor consciente del mtodo de Marx. Una cosa es la metodologa de la investigacin y otra la visin poltica de Ortiz, que no coincide con los trminos del marxismo. Fernando Ortiz conoci la obra de Carlos Marx. Ya e n los inicios de su carrera intelectual lo consider como uno de los grandes representantes del pensamiento universal contemporneo. Julio Le Riverend recuerda que e n la biblioteca personal de Ortiz permanecan las obras de Labriola, Marx, Bebel, Engels, Durkheim y de otros autores, sobre temas coiiteaiporneos, que demuestran la intrincada universalidad d e su formacin. Ortiz sostuvo el criterio (1930) de que El Marxismo era, como sigue siendo an para muchos, el extremismo utpico, irreductible contra el liberalismo posibilista y revolucionario, un bolchevismo contra un menchevismo.10 Ideolgicamente Ortiz no se identifica con el marxismo, e n

todo caso sus propias palabras definen su filiacin poltica: Fui liberal y amante de la democracia republicana, y por el pueblo y para el pueblo, combat corrupciones y desafueros, actu en todo momento a favor d e la libertad y del adelanto nacional y siempre actu e n la oposicin. Estamos e n presencia de un pensador liberal y democrtico progresista, lo cual no le impide conocer y tomar en cuenta algunas ideas metodolgicas del marxismo para estudiar la sociedad cubana. Una prueba de ello es la lectura de la obra de Karl Kauts-

ky, El cristianismo: sus orgenes y fundamentos, e n particular el captulo 1, El sistema esclavista, que comienza con el siguiente prrafo subrayado y fichado por Ortiz: Quienes deseen entender las opiniones caractersticas a una poca particular y distinguirlas de las ideas de otras pocas, deben, ante todo, estudiar las necesidades y los problemas peculiares del perodo. En el fondo estos no son otros que los resultados del modo de produccin del perodo, la manera por medio de la cual se mantiene la sociedad de la poca.I2 La cita mencionada muestra que Fernando Ortiz conoca el mtodo de Marx, de la misma manera que domin las concepciones de la sociologa francesa

l 3 Fernando Ortiz: Historia de una pe/ea cubana contra los demonios. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1975, p. 583.

'' Se destacan los siguientes trabajos de carcter biogrfico: 'Elogio pstumo de la cubana Marta Abreu", Le Tribuna, Imprenta El siglo XX. La Habana, 1923; Josd Antonio Saco y w s ideas cubanas, Imprenta y Llbrerla El Universo, La Habana, 1929; biografa de Pedro Jos Guiteras en la 'Introduccin bibliogrfica" a la Hlstoria de la lsia de Cuba, Cultural S.A., La Habana, 1927; de igual modo Ortiz realiza un estudio biogrfico sobre el naturalista Alejandro de Humboldi en 'Introduccin bibliogrfica"al libro Ensayo polltko sobre la Isla da cuba,Cuitural s. A, La Habana, 1930; boceto biogrfico de James J. OKelly, en Le Nem del Marnb, Cultural, S.A, La Habana, 1930.La revista Albur, rgano de los estudiantes del Instituto Superior de Arte (ISA). public las fichas manuscritas que Ortiz no iieg6 a terminar, pero que se encontraban ordenadas a partir del siguiente sumario: 1. Las Casas y Negros: Bartolom de Las Casas y su 'Leyenda Negra"; II. Destruccin de las Indias; V. Negros Defensa; VII-VIII. Cam y despus de Las Casas.lole

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Fernando Ortiz: "Fray Bartolom de Las Casas", Albur, rgano de los estudiantes del Instituto Superior de Arte, ao IV, nmero especial, mayo de 1992, p. 7.

a travs de la obra de Marcel Mauss, lo cual explica tambin el uso de algunas ideas de origen marxista. Pero para Ortiz lo importante consista en comprender la sociedad cubana desde su concepcin poltica, sirvindose de lo mejor del instrumental terico existente. Seal: Cientificar educacin y vida. Es el programa martista que est todava por realizar en Cuba. El Apstol saba bien dnde estaban agazapados los demonios que haban atormentado a la colonia y cmo iniciar eficazmente el desdemoniamiento de la patria. La repblica por imperiosa condicin de su existir no puede olvidar las ideas fuerzas del martismo. Ni retorno al marcismo, ni salto al marxismo. Hoy ni marcismo, ni marxismo, martismo... nada msL3 De ms est decir que no pretendemos afiliar a Fernando Ortiz a una corriente filosfica especfica, tampoco fue su inters pertenecer a una de ellas. Su obra se define por sus resultados mismos, por los caminos trazados, en busca de las peculiaridades de la frondosa selva etnogr'fica cubana.

111Ortiz incursion en los estudios biogrficos como gnero histrico.I4 De singular importancia es su libro sobre el Padre Fray Bartolom de las Casas.I5En este

l7

La gura de Cristbbal Cdn es ampliamente estudiada por Ortiz en

excelente texto nos presenta un modo de anlisis histrico del perodo de la colonizacin espaola, que combina las condiciones objetivas y subjetivas en las que se origin la "leyenda negra" de Las Casas, y pone en claro los mviles ideolgicos y los mecanismos econmicos, las vas y los resultados de la conquista de Amrica. Se ofrece una detallada investigacin sobre la implantacin del capitalismo en el nuevo continente. Sobresale la bsqueda del sentido que animaba el discurso poltico de la poca; adems refleja los valores, la manera en que se interpret la conquista de Amrica por sus protagoiiistas histricos y sus descendientes ideolgicos. "Desde sus inicios -escribe Ortiz- la historia de la invasin y sometimiento de Amrica por Espaa ha sido escrita en polmica. Dos apologticasy dos invectivas, entre s cruzadas".L6 Dos interpretaciones, la de Cristbal ColnL7 la de Fray y Bartolom de las Casas; dos tendencias que sobrevivieron al paso de los siglos, que expresan modos diferentes de comprensin de la realidad histrico-social. Refirindose a la trascendencia histrica del fenmeno de la colonizacin espaola, Ortiz seala: No, no terminaron en Amrica ni la conquista, ni los horrores ni las expoliaciones de sus gentes. Sus riquezas,

su obra indita Los amanecems del capitalismo en Amrica. Conocido es su discurso Por Coln se descubrieron dos mundos (1942). con el cual inaugura el Primer Congreso Nacional de Historia de Cuba.

la

Fernando Ortiz: Fray Bartolorn de Lac Casas. Albur, ao IV, nmero especial. mayo de l2,p. 11. Ibld.. p. 27.

apenas tocadas, an son inagotables, todava se saca oro, y sus gentos, indgenas y aliengenas, siguen desamparados y estn por redimir. Hogao como antao, ms despotismo que justicia, ms iglesia que religin, ms adineramiento que consumo, ms codicia que solidarismo, ms miseria que bienandanza, ms opresin que libertad. De aquella poca, alborada de la occidentalizacin del Nuevo Mundo, sobreviven dos personajes epnimos: Cristbal Coln y Bartolom de Las Casas; el realista genovs en busca del oro, nuevo patrn monetario de los banqueros pontificios y signo de las riquezas, y el idealista sevillano tras una utopa social que asegurara a la vez la prdica de la cristiand a d , la transculturacin indio-castellana y el aprovechamiento del imperio indiano espaol.18 Ortiz articula el presentismo histrico con el anlisis de la ideologa de la poca, las relaciones econmicas y los modos de pensar esas relaciones, los proyectos econmicos e ideolgicos y el cruce entre s de las ideas. En el interesante texto sobre Las Casas, valora las contradicciones del capitalismo mercantil durante el proceso de despoblamiento de Amrica, y establece el universo espiritual de la poca; se detiene especfi-

camente en fenmenos como la esclavitud, la codicia, el dinero y la usura. A partir del estudio de estos conceptos, ofrece una descripcin de las diferentes mentalidades que entre s se cruzaron. Ejemplo de ello fue el modo de comprender el fenmeno de la usura por la doctrina teolgica tomista y la transicin de ese concepto a la luz del desarrollo del capitalismo mercantil. Ortiz muestra el carcter relativo de las ideas morales y el desajuste entre ideas y realidades econmicas. El problema religioso de la usura no era entonces balad. Hoy se cree que por usura debe entenderse tan solo el prstamo de dinero a excesivo inters. El nfasis semntico est ahora en el exceso, no e n el inters de la prestacin. Pero en aquellos tiempos no ocuma as, USUra segn la doctrina de los telogos y jurisconsultos es ganar sin causa, quien esto hace usurpa la hacienda ajena: Cosa en virtud reprobada por la ley natural y divina.... Los cristianos no podan ser usureros, o sea, dar prstamo a inters, y solo eran prestamistas los judos, a quienes su religin no les vedaba ese trfico con el dinero. El concepto de usura y el descrdito que fue ganando la mencionada doctrina durante el proceso de la conquista de Amrica, muestra la evolucin de

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lbid..p. 54.2 ,

p. 51,

z Ibd.. p. 134.

lbid., P. 88.

esta idea, pues la doctrina tomista no sobrevivi a los efectos destructivos del ya pujante capitalismo que iba imponindose a las costumbres establecidas. La colonizacin fue u n proceso violento que puso d e manifiesto el origen sangriento del capitalismo, sistema portador, como seala Ortiz, de una ...economa agresiva, individualista y de privilegio, la acumulativa, usuraria y adineradora.20 A este proceso violento y sangriento del surgimiento del capitalismo en Amrica, lo cubri u n velo ideolgico que jusrificaba el proceso mismo de la colonizacin. Se debata acerca de los preceptos morales que fomentaban los sentimientos de codicia en los seres humanos, como pretexto de las atrocidades que cometieron los colonizadores, pero en el fondo, explica Fernando Ortiz: Fue un conflicto de ticas, pero ms lo fue de economas. El eje de h cuestin no estaba precisamente entre virtudes y vicios sino ms bien entre dos socioeconomas opuestas e inajustables.2 Segn Ortiz, tambin se argument ideolgicamente la esclavitud de los indios y los negros: Jurdicamente se quera justificar la esclavitud como un paliativo del derecho de matar al enemigo vencido en guerra, filosficamente se quera defender la esclavitud40

diciendo que a cambio de la prdida de su libertad y del trabajo forzado y ensendole la religin verdadera se beneficiaba al infiel, perdido por su religin falsa y abrindole la va de una felicidad eterna. En uno y otro aspecto, los esclavos deban darse por muy afortunados y agradecidos por el enorme provecho espiritual que les vena de su subyugacibn.22 Pero los verdaderos mviles estn en la comprensin del fenmeno de la esclavitud, como sistema que: deshumaniza jurdicamente al trabajador y lo convierte en una mquina o cosa, en una pieza del aparato productor, que econmicamente lo reduca a una inversin de dinero, a un valor monetario como la tierra, la siembra, el buey, el trapiche o el producto. Minas de oro, ingenio de azcar y dotacin de esclavos, todo fue como una moneda o dinero; todo fue capital.23 En el complejo proceso que se genera con la conquista de Amrica, Fernando Ortiz deslinda las concepciones ideolgicas que justificaron este proceso, los preceptos morales tradicionales que entraban en conflicto con la nueva realidad social, para enfatizar que los fenmenos econmicos, aparentemente en un segundo plano, se abren paso para definir, en ltima instancia,

24

Ibd., p. 113.

Citado por Andr6 Burguibre en La antropologa histrica. La historia y el oficio del historiador, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1996, p. 101.

la comprensin histrica de ese perodo de los inicios del capitalismo en Amrica. El capitalismo, segn Ortiz: Irrumpi en las Indias con la dulzura de los ingenios azucareros y con raudales de oro y plata de las minas continentales, y brillo de pedrera y perlas. Como era de esperarse, los argumentos de base econmica se impusieron sobre los ticos y la trata esclavera de negros africanos para las tierras y trabajos de Amrica fue aumentada hasta el siglo XIX, sin condena del Trono ni de la Iglesia, pues ambas instituciones polticas se aprovecharon directa e indirectamente de la esclavitud negra, que fue una de las bases sustentadoras del rgimen econmicosocial de este mundo americano y de sus clases dominad ora^.^^ Se violentaron los ritmos de la historia en el continente americano, y en el antiguo mundo, las ideas reflejaron las nuevas realidades. Es oportuno sealar que paralelamente a los orgenes del capitalismo agresivo y adinerado en Amrica, coexisti la cultura humanstica de pensadores como Toms Moro, Erasmo, Las Casas y Juan Luis Vives: Es decir, el universo ideolgico de la poca se expres contradictoriamente. La relacin entre la conciencia de una poca, manifestada por los protagonistas de los acontecimientos histricos, y el conjunto de relaciones socioeconmicas que

definen al hombre, se aprecian en el anlisis histrico desarrollado por Ortiz, que estima importante definir la tendencia de las ideas de una poca y la reconstruccin del ambiente espiritual. Por tanto, su concepcin de los cambios histricos no se limita a la comprensin de los hechos econmicos y a las relaciones sociales, tambin es extensiva a las mentalidades de los hombres. El reconocimiento de la historia como proceso contradictorio en s mismo, que se define por la lgica interna de las estructuras econmicas, pero no se reduce a ello, le permite a Ortiz analizar factores como la llamada guerra de los vientres y la guerra de los sexos, fenmenos sociales aparentemente secundarios que jugaron un papel decisivo e n u n momento dado del choque entre dos culturas socioeconmicas opuestas e inajustables. El historiador francs M. Bloch se refiri a la importancia del estudio de la alimentacin para el conocimiento histrico. Al respecto escribi: En su conjunto, la historia de la alimentacin se parece a un aparato registrador en el cual se inscriben con retrasos debidos a las resistencias psicolgicas todas las virtudes de la e c o n ~ m a . ~ ~ Ortiz, desde una perspectiva similar, refirindose al perodo de la colonizacin espaola, establece la relacin de la ali41

, .?a

Fernando Ortiz: "Fray Bariolom de Las Casas", Albur, p.74

zT Este concepto tiene su origen en la llamada "Escuela de los Annales", movimiento renovador de la hlstoria iniciado por Lucien Febvre, Henn Berr, Marc Bloch, entre otros, quienes, segn el historiador Pierre Vilar, difundieron los siguientes principios: "1) hay una sola historia; no existen compartimentos estancos entre una historia econ6mica, una historia poltica, una historia de las ideas, etc; 2) el historiador avanza por medio de problemas: los documentos s610 contestan cuando se les pregunta siguiendo hip6tesis de trabajo; la historia, en todos los terrenos (material, espiritual, ideol6gico...). lo es de los heaws de ~BSBS. de los simples no 'acontecimientos': 3) existe una jerarqua y un juego recproco entre 'economas', 'sociedades'. 'civilizaciones', juego que constituye el tema mismo de la ciencia hist6rica". Vase: Pierre Vilar: "Historia", La historia y el oficio del hlstoriahr. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1996, p. 17.

mentacin con el nivel de desarrollo de la economa de los aborgenes: "...la guerra de los vientres llev a unos y otros al hambre. No haba bastimentos preparados para sostener a la vez a los blancos invasores y los bermejos indgenas, mientras estos tuviesen que abandonar sus cultivos, cacenas y pescas para dedicarse al laboreo del oro, forzados por los Lo que ms sobresale es que Ortiz no parcela la sociedad en estructuras y niveles, no fragmenta la historia, en todo caso se aprecia un intento de historia total, de conjugar lo econmico, lo poltico, lo cultural, lo psicolgico, en el devenir de la sociedad. 27 No se nos puede escapar esa visin orticiana que intenta integrar todos los factores que influyen en los acontecimientos histricos. Por ello, si analizamos las obras que expresan claramente su pensamiento histrico, descubrimos que Ortiz es un precursor e n la indagacin de problemas esenciales de la historiografa cubana; no desarrolla una teora, pero seala los aspectos a seguir por el historiador, nos ofrece claves para comprender is fenmenos socioculturales cubanos. En uno de sus libros inditos: lnquisidores y brujas, que suponemos lo culmin en la dcada del 50, la historia, los mitos y las realidades se mezclan para definir el espritu que prevale42

ci en Europa durante los siglos XVI. En las ms de mil fichas manuscritas, Ortiz retoma el tema del libro Historia de una pelea cubana contra los demonios, y, en "defensa pstuma" del inquisidor cubano Joseph Gonzlez de la Cruz, inicia un alegato histrico para demostrar cmo fue posible que en la Cuba del siglo XVII y, en particular, en la villa de San Juan de los Remedios, existiera un representante de la Santa Inquisicin. Ortiz muestra, en un lenguaje claro, las obras que pudo leer el prroco de Remedios, el origen histrico de aquel incrdulo pueblo. Define la funcin social que desempearon las creencias religiosas en el siglo XVII, y trata de discernir entre lo cierto y la fantasa, entre lo mitolgico e imaginario y la realidad social. La sabidura en lnquisidores y brujas aflora en cada prrafo, el "raro saber" de cosas lejanas, de hechiceras, aquelarres e inquisidores, conforman un cuadro de hechos que se articulan dentro de una lgica histrica, que explica los procesos de transculturacin religiosa, sobre todo el origen de fenmenos y tradiciones de antao. A travs del estudio de las ideas, las controversias entre personajes reales y emblemticos,Ortiz reconstruye el sistema de valores teolgicos eclesisticos y el sistema de valores de la teologa popular, y conjugando dinmicamente ambas cosmovisiones,

xv y

define fenmenos sociales, como el del aquelarre, institucin simblica de la brujera. Este interesante libro no trata un tema cubano, su objeto es absolver al cura del pueblo de Remedios. Pero lo ms importante en este caso es destacar que, al igual que en el libro sobre Fray Bartolom de Las Casas, el estudio de las ideas, sus orgenes y contradictorio decurso, se presenta como el anlisis de las mentalidades de la poca.

Fernando Ortiz, para mostrar la continuidad y ruptura de los procesos espirituales, conjuga dialcticamente el papel en la historia de los modos de produccin y el lugar de las ideas y la conciencia de una poca en la determinacin del hombre como resultado de mltiples y complejas relaciones socioculturales. En ello radica su posicin, que supera cualquier interpretacin idealista o absoluta de la realidad histrico social.

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Antropo [oga odernicmoMARVLN HARRISNo obstante, el postmodernismo, en sus versiones ms slidas y actualizadas, va ms all de la percepcin modernistd de las influencias de raza y clase, y de otras condiciones estructurales e infraestructurales que intervienen en la investigacin cientfica. En pocas palabras, la esencia del postmodernismo reniega de todo el legado intelectual de la ilustracin europea. A diferencia de Marx, Engels, y otros crticos del positivismo; las figuras principales del postmodernismo, tales como J e a n Francois Lyotard, Paul de Man, Jacques Derrida, y Michel Foucault, atacan la ilustracin (incluso sus fundamentos empricos, racionales y tico-morales), y asocian la ciencia y la razn con la dominacin, la opresin, y los regmenes totalitarios. Para ellos la ciencia, en su afn por buscar la mejor solucin, impide la diversidad y conduce a la intolerancia; los mtodos razonables siempre resultan injustos con alguien. Al decir de los postmodernistas, los modernistas utilizan la ciencia y la raTCWLXJ~L ~

Segn los postmodernistas, la ciencia e n todas sus ramas es mRNm-. SCIENCE, Droducto ideoleico aue se un MxmLEM* m~ encuentra inmerso en un conSTUDY CIC C R U E LTR texto cultural determinado. En EMTAOO WR MARTIN E MURPHY Y MAXINE L. esta concepcin no hay nada MARGOUS. UNNERSW PRESS FLORIDAnuevo o alarmante, dado el OF 1995. PP. 62-77. continuo inters en la llamada TRAwomwR sociologa del conocimiento DENISE -PO LVAREZ. REVIS16N Y (Mannheim, 1936; Whitley, REDACCIN DEC 1984), los amplios modelos culDR. JESS GUANCHE turales materialistas ( e n t r e PREZ. ellos el modelo marxista) que se refieren a la relacin entre la base y la superestructura, y el prolongado debate respecto de la ciencia que estudia la relacin valor-gratuidad. Mucho se ha escrito acerca de cmo influy el clsico capitalismo de luisseq-fuire e n la teora de Darwin, que seala a la competencia como el mecanismo fundamental d e la seleccin natural (Marvin Harris, 1968: 105; Hofstadter, 1955). De igual MAMNHARRIS _ _ ~ Dastacado modo, son bien conocidas las antropogo influencias de origen racial y nortaamaricano. clasista presentes en los intenIniciador da la CorriantG tos por conseguir un clculo ohantropoigica da1 matariallsmo jetivo d e la inteligencia cultural. (Kamin, 1974).-.3

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zn como instrumentos para justificar sus prejuicios. Pauline Rosenau, en su libro El posmodernismo y las ciencias sociales, explica que para los postmodernistas el abandono de la razn significa liberarse de las preocupaciones a las que conlleva la modernidad, por medio de la autoridad, la eficiencia, la jerarqua, el poder, la tecnologa, el comercio (la tica de los negocios), la administracin, la ingeniera social ... Significa desprenderse de las preocupaciones que trae aparejadas la ciencia moderna con el fin de lograr el orden, la solidez, y la posibilidad de predecir cuanto est por venir (Rosenau, 1992: 129). Los postmodernistas, que describe Rosenau, sustituyen la ciencia y la razn por las emociones, los sentimientos, la introspeccin, la intuicin, la independencia, la creatividad, la imaginacin, la fantasa y la contemplacin (1992: 129),yaboganporlapreponderancia del corazn sobre la conciencia, de lo espiritual sobre lo material, y de lo personal sobre lo impersonal. Para los postmodernistas no existen paradigmas privilegiados, ya,que la ciencia no se acerca a la verdad ms que las otras lecturas de un mundo cognoscible sobre el cual no se puede decidir. Nada se puede comprobar, nada se puede falsificar (Ferry y Renaut, 1988, citado en Rosenau, 1992: 134). La verdad es una ficcin persuasiva es-

cribe la antroploga Marilyn Strathern (1987). De manera ms ominosa, Michel Foucault plantea que el conocimiento es el discurso del poder. No existe relacin de poder a la que no corresponda una esfera del conocimiento, ni existe esfera del conocimiento que, a su vez, no constituya o implique una relacin de poder (Foucault, 1987, 1975). Los postmodernistas rechazan las grandes generalizaciones y las llamadas teoras totalizadoras, piensan que la verdad es relativa, local, plural, indefinida e interpretativa, y que si esto es as, se debe abandonar todo intento por obtener informacin etnogrfica objetiva. En opinin de Marilyn Strathern no se puede seguir comparando la relacin observador-observado con la relacin sujeto-objeto. Todo objeto u objetivo es una produccin conjunta. Muchas voces, textos mltiples, autora colectiva, y aade que el texto aquel mediante el cual el trabajador abogaba por una sociedad distinta de modo determinante ... ahor a parece repugnante (St r athern, 1987: 264-265).

Lago in the Makoko (la cultad en la expresin postmodemiSta)Bajo los auspicios postmodernos, el subjetivismo, el relativismo, el particularismo y el nihilismo han ido ganando el inters de

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los antroplogos y de todos aquellos que se dedican a alguna otra disciplina sociocultural (Collins, 1989; Rosenau, 1992). Los postmodernistas, de acuerdo con su concepcin eclctica e incoherente de la condicin humana, han desarrollado la capacidad de escribir sus ideas de una manera impenetrable. Este estilo de prosa neobarroca con frases intercaladas, piruetas verbales y retrucanos, no es un simple fenmeno complementario, sino una rplica chocante contra todo lo que intente expresarse con oraciones sencillas segn la tradicin modernista. Veamos como ejemplo esta reflexin del padre de la antropologa postmoderna, con el tema de las culturas como collages, tomada de un libro que pretende informar sobre las tendencias de la antropologa cultural: Nuestra respuesta a este hecho a mi parecer imperioso es, tambin a mi parecer, uno de los mayores retos morales que en estos das enfrentamos; ingrediente de casi todos los otros retos que enfrentamos, desde el desarme nuclear hasta la distribucin equitativa de los recursos del planeta, y enfrentar estos consejos de indiscriminada tolerancia, que de ninguna manera estn genuinamente destinados a los placeres de la comparacin envidiosa, a los rendidos, orgullosos, satisfechos, defensivos o resignados, lo cual es

mi objetivo aqu, nos sirve de poco; aunque lo ms actual es quiz lo ms peligroso por ser aquello que tiene ms posibilidades de ser seguido (Geertz, 1994: 465).

El postprocesuulismoUna de las fuentes que con ms influencia fundamenta el postmodernismo es el movimiento arqueolgico que se hace llamar postprocesualismo. Como resume Richard Watson (1990: 673), los postprocesualistas por medio de argumentos escpticos y desconstructivistas llegan a la conclusin de que no existe un pasado objetivo, y que nuestras representaciones del pasado slo son textos que concebimos sobre la base de nuestras concepciones sociopolticas. Por consecuencia, argumentan que no existe un mundo objetivo, y que el mundo mismo es un texto que los seres humanos creamos. Ian Hodder, de la Universidad de Cambridge, el ms importante arquelogo postprocesualista, opina que la arqueologa moderna, generalizadora y evolucionadora, es deficiente porque no logra relacionarse con el sistema de los actos sociales y las particularidades histricas de la cultura humana (Hodder, 1985: 22). Para Hodder, el reconocimiento del componente significativo de los actos sociales evita que se acepten aquellas explicaciones que

tengan e n cuenta factores ajenos a la obra humana: las culturas... son arbitrarias e n el sentido e n que su forma y contenido no estn determinados por ningn factor externo ... de este modo, la cultura no es reductible, la cultura es e n s. Tomemos por ejemplo el intento de Hodder por interpretar las diferencias e n t r e el arte neoltico, la arquitectura y los patrones de asentamiento de Europa Central, y el comportamiento de estos aspectos en Europa Occidental. Hodder afirma que tales diferencias son el resultado de la existencia de dos tradiciones culturales distintas que mantuvieron su propia integridad durante 20 O00 aos. La posibilidad de que las condiciones ecolgicas y de adaptacin pudieran haber influido en tales diferencias ha sido sumariamente rechazada. No obstante, recientes anlisis de los mapas que ilustran la distribucin de los asentamientos sugieren que, a fines del perodo neoltico, el crecimiento de la poblacin de Europa Occidental fue seguido por la introduccin de arados pesados, el aumento del uso de los -animalespara labrar la tie rra, y el cambio de las caractersticas de los asentamientos (de villas, cercanas a algn ro, formadas por grandes casas mltiples hechas de estacas, pasaron a ser pequeas casas solariegas aisladas, construidaij sobre mesetas de suelos duros, pobladas

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de rboles y situadas entre ros) (Howell, 1987);y por consecuencia, las tumbas megalticas y otros monumentos de Europa Occidental, se pueden interpretar como una respuesta adaptativa al problema del mantenimiento de la cohesin social frente a los patrones de asentamiento disperso. En ausencia de un estudio completo de las posibles diferencias en trminos de tasas de crecimiento y densidad poblacional, tecnologa del arado y los sistemas de labranza posteriores, patrones de cosecha, y tipos de suelo, la idea de Hodder de que la cultura es en s no puede tomarse con mucha seriedad. Esto tambin es aplicable a su interpretacin del paleoltico superior. Michael Jochim, por citar un ejemplo, ha sugerido que durante el paleoltico superior los centros franco-cantbricos del arte de las cavernas estaban situados en zonas de clima clido que servan de refugio tanto a los hombres como a la megafauna del pleistoceno, donde eran de suma importancia los rituales e n se que marcaban los lmites de sus territorios (digamos, por ejemplo, aquellos rituales asociados con la produccin del arte de las cavernas). El hecho de que existen cavernas en Europa Central cuyas paredes, aunque propicias para ello, no fueron pintadas, pudiera guardar relacin con las diferencias en cuanto a la densidad de la poblacin, la severidad cliA7

mtica, los animales que usualmente eran cazados, y docenas de otros factores ecolgicos que an no han sido investigados o, ms exactamente, nunca sern investigados si los postprocesualistas postmodernistas consiguen alcanzar sus objetivos. Antes de continuar, debo reconocer las extraordinarias retractaciones que han aparecido ltimamente e n las obras de Hodder. En un artculo publicad o e n Antigedad Americana [American Antiquity] (199 l ) , Hodder admite la necesidad de preservar la objetividad; o sea, que los datos se establezcan dentro de una relacin dialctica (ibd.: 10). Debajo de esta voluble concesin -mi experiencia me ha demostrado que con frecuencia los datos dialcticos lejos de preservar la objetividad suelen amenazarlasubyace un motivo ms prctico. Hodder se ha percatado que es preciso tomar medidas para prevenir que la arqueologa sea invadida de creacionistas, saqueadores, operadores de detectores de metales y otros arquelogos marginales (ibd.: 9). Para dar pujanza a aquello que la ha perdido -si la verdad y el conocimiento son mltiples y accidentalesHodder deba dejar de socavar a aquellos grupos subordinados que desea evitar. Despus de todo, si la ficcin es el resultado de la ciencia, por qu no hacer que los creacionistas, losA8

saqueadores y los operadores de detectores de metales sean controlados por el Departamento de Arqueologa de Cambridge?

Si ia verdad es una ficcin (Skinhead and pomos)

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Algunos antroplogos postmodernistas han adoptado una retrica cada vez ms apodctica e intolerante, con el fin de borrar de la antropologa cultural cualquier vestigio de los paradigmas cientficos totalizantes. Segn Stephen Tyler (1986: 130), por ejemplo, los antroplogos deban abandonar la forma inadecuada en que la retrica cientfica impone objetos, hechos, descripc iones , ind u cc ione s , generalizaciones, verificaciones, experimentos,verdades, y otros conceptos por el estilo que no tienen paralelo ni en la experiencia dentro del campo de la etnografa, ni e n los documentos etnogrficos, salvo como invocaciones sin sentido. La necesidad de que exista una concordancia con los patrones de la retrica cientfica] ha causado que en la prosa etnogrfica predomine el mismo realismo sencillo con que se cuenta la historia natural. No obstante, tal realismo ha sido ilusorio: por una parte, porque promueve lo ilgico de describir instituciones tales como la cultura o la socie-

dad como si estos se pudieran observar completamente cual si fuesen escarabajos; por otra parte, porque estimula la tambin ridcula pretensin conductivista de describir los patrones recurrentes en el discurso con el cual un actor puede ejecutar y situar su accin en tiempo y espacio, analizando estos patrones separados de su contexto, con la certeza de que el propio discurso justificativo del espectador ser un vehculo objetivo suficiente para describir la actuacin. Sera un anticlmax si este rechazo llegase ms lejos, aunque aun as sera efectivo para sealar que la tal tonta certeza con la cual se ha dicho que los positivistas y los conductivistas asumen la vida del hombre en la sociedad, tergiversa lagrantemente toda la historia de la ciencia en general (en la cual todo, las certezas, tontas o no, han sido vctimas de un escepticismo implacable) y tergiversa la historia del positivismo lgico en particular (que ha tenido como objetivo central todo un esfuerzo filosfico amplio y continuo, el propsito de crear lenguajes que trasmitan datos objetivos).

La verdad parcial, provisionaly probable

Las verdades parciales y las verdades hipotticas no son las

vengadoras que vienen a exterminar la ciencia, sino que constituyen las condiciones que determinan la existencia de la ciencia misma. Sera conveniente aceptar la naturaleza parcial e hipottica de las verdades arqueolgicas y etnogrficas objetivas en particular; pero esto implicara negar que todas las verdades son igualmente hipotticas, parciales o probables. La ciencia (con su interminable dilogo escptico, provisional y en contra de la intuicin) se describe exactamente como un sistema intelectual que sirve para comparar las verdades parciales y las verdades probables. Lo que la hace menos escptica que el postmodernismo es que no admite que una verdad parcial es tan genuina como cualquier otra. A diferencia del postmodernismo, la ciencia no acepta que todas las verdades son confiables en igual medida, y niega que todas las verdades son similarmente hipotticas e igualmente parciales. La interrogante para un antroplogo que se interese por la ciencia no es si la ciencia social objetiva es posible o no, sino cmo juzgar si una verdad parcial e hipottica es mejor que otra. Las generaciones de cientficos, en colectivo, han puesto en prctica reglas metodolgicas que se utilizan como procedimiento de rutina para juzgar si las teoras alternativas son convincentes o no. Dichas reglas exigen que las teoras cien-

tficas sean nomotticas, que hagan predicciones o se refieran al pasado, que se puedan comprobar y replicar, y que sean concisas, parcas e integrables a las otras teoras cientficas bien fundadas. Dado que los postmodernistas han rechazado el requerimiento de que las teoras sean nomotticas, no tienen manera de distinguir una teora slida, til e ilustradora, de otra que sea todo lo contrario; como no sea mediante la aplicacin de los patrones que usamos para discernir si un cuento o un poema es bueno -patrones cuya vaguedad y desconfiabilidad no necesitan un nfasis especial-. Por ejemplo, Clifford Geertz, reconocido como un mentor preeminente de los gneros interpretativos postmodernos, sostiene que las amplias descripciones se convierten en el nico objetivo de la antropologa cultural. Estas amplias descripciones tienen como fin proveer contextos detallados llenos de sentidos y significados sin los cuales una cultura no pudiera ser explicada. Geertz opina que las generalizaciones nacen de la fragilidad de los juicios y no de la erradicacin de sus abstracciones (Geertz, 1973: 25) y reconoce que el pecado de las pticas interpretativas... consiste en que tienden a oponerse a la forma en que se articulan los conceptos y, por tanto, a los modos sistemticos de apreciacin (Geertz, 1973:CO

24); sin embargo, su sugerencia para diferenciar una interpretacin correcta de una incorrecta apenas parece encaminarse a la absolucin de dicho pecado: una correcta interpretacin de cualquier cosa -un poema, una persona, una historia real, un ritual, una institucin, una sociedad- nos conduce al corazn mismo del objeto de la interpretacin (1973: 18). (Pero, cmo saber que hemos llegado al corazn y no al hgado?) Seguramente, los postmodernistas ms ldicos esperan sin alarma el ltimo suspiro de una antropologa que ha llegado a convertirse en una rama de la crtica literaria. La antropologa no tiene una tradicin intelectual definida, declar recientemente Geertz. Pero estoy a favor de la prdida de la identidad. A cada rato encontramos alguien que quiere reunirnos otra o vez. Y soy un pluralista inveterado, y no creo que sea una buena idea (Handler, 1991: 611).

Las jugarretus dicasLos detractores de la antropologa no se amilanan ante el hecho de que la ciencia busca probabilidades, mejor que evidencias; y generalizaciones, mejor que leyes. Por ejemplo, dos de los .promotoresdel postprocesualismo, Michael Shanks y Christopher Tilley (1987: 38), ponen en tela de juicio la validez del acto de hacer cualquier tipo

de generalizacin. Ellos cuestionan cun abarcadora tiene que ser una afirmacin para que se le considere generalizacin: Alcanza con dos argumentos convincentes? iCon tres? iCon cincuenta? Y aaden, si las generalizaciones no son leyes; luego, no pueden aplicarse a ningn caso particular. Entonces, de qu nos sirven? iPor qu necesariamente hay que equiparar a la ciencia con la capacidad o el deseo de generalizar? Todo esto parece ser una norma del procedimiento fundada sobre la base de que llegar a generalizaciones, ms que una consideracin sobre todas las particularidades de un caso especfico, es un tipo superior de actividad. No creemos que exista razn alguna que nos obligue a aceptar esto (Shanks y Tilley, 1987: 38). Debemos preguntamos si los interlocutores pretenden realmente ser tomados e n serio, dado que los postmodemistas, especialmente aquellos que rivalizan con Jacques Derrida, celebran las consecuencias ldicas, surrealistas y dadastas del relativismo y el escepticismo radical (Noms, 1982: 92 y ss.; Rosenau, 1992: 134-35).Aun as, debido a la prepotente demanda de aquellos que estn contra la ciencia, no podemos dejar interrogantes sin contestar. Pregunta: iCon cunta frecuencia debe repetirse un hecho para que sirva como base a una generalizacin?

RespuEsta: Mientras ms ve-

ces mejor.pregunta: Si no puede esperarse que las generalizaciones puedan ser aplicables, de qu sirven? Respuesta: Cuanto ms slida sea la generalizacin, ms til ser a la hora de llegar a conclusiones. Por ejemplo, para cualquier persona, es importante saber que los fumadores tienen diez veces ms posibilidades de padecer cncer de pulmn, que los no fumadores, aunque no se pueda predecir cul fumador en especfico es quien va a sufrir la enfermedad. PrEgunta: iPor qu equiparar la ciencia a las generalizaciones? RespuEsta: Porque la ciencia es, por definicin, una forma que generaliza conocimientos. Pregunta: Esgeneralizar una norma del procedimiento? REspuesta Por supuesto, adems, todo el mundo es libre de ignorar esta norma, aunque quien lo haga estar frenando la actividad cientfica. PrEgunta iPor qu, en vez de generalizar, no podemos considerar todas las particularidades del caso especfico? Respuesta: Porque las particularidades no tienen lmites. Cualquier proyecto que se proponga conseguir toda las particularidades d e algn asunto macrofsico, ya sea humano o no, estar por consecuencia, haciendo exigencias descabelladas

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al momento en que vivimos y a nuestros recursos. Por este motivo, en la ciencia, la particularidad interminable es el equivalente exacto de la ignorancia interminable. Finalmente, quiero acotar que las formas generalizadas de conocimientos son fundamentales para la supervivencia de los seres humanos y los otros animales. Denigrar las generalizaciones es como resultar muerto la prxima vez que uno baje la acera, o coma las setas de su propio patio.

Reclamos morales y ticos contra la ciencia

El postmodernismo est permeado por un sentido de escarmiento contra todas las ciencias y, en particular, contra las ciencias sociales. Los postmodernistas no slo niegan que la objetividad es accesible, sino tambin consideran que dividir el mundo en observadores y observados, sujeto y objeto, es una prctica perniciosa que slo es posible bajo las condiciones hegemnicas que benefician a los observadores a expensas de los observados. El coticepto tico principal del postmodernismo, es la idea de que la ciencia, la razn y la objetividad nada han hecho por resolver los problemas fundamentales del siglo xx (tales como las personas sin hogar, la pobreza de las minoras tnicas,c2

la amenaza del terrorismo nuclear, el hambre y la guerra); y peor an, acusan a la ciencia y a la ingeniera de ser responsables de la creacin de muchas calamidades como el agujero en la capa de ozono, la contaminacin del aire y del agua. Les han dado a la ciencia y a la objetividad una connotacin negativa al asociarlas con la explotacin capitalista, los grupos militares, el racismo y el sexismo, pues la ciencia y la ingeniera fortalecieron el complejo militar-industrial que, a su vez, estimul la violencia, el nazismo, el stalinismo, el holocausto, la guerra de Viet Nam (Rosenau, 1992: 129). De acuerdo con Hodder, el principal fracaso del modernismo no est en que se haya equivocado en sus teoras, sino en que haya aportado una justificacin poderosa para que el mundo moderno fuera un mundo utilitario e n el cual, el hombre, animal pasivo y eficiente [al mismo tiempo?] fuera controlado por leyes que no pudiera abolir (Hodder, 1986: 23). Para Hodder, ha llegado el momento de que los arquelogos se unan al pblico para manifestar su desilusin hacia la ciencia unida al control centralizado y para tomar por asalto las barricadas de la ciencia gritando lemas como la gente construye las particularidades histricas y sociales de la cultura humana; (no hay falsas ideologas; la gente no se deja engaar; y el

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poder se puede redistribuir por medio de las negociaciones. Todas estas asociaciones y recomendaciones estn mal fundadas. Es cierto que la ciencia y la ingeniera produjeron todo aquello con que cuenta el complejo militar-industrial, los acorazados alemanes, las cmaras de gas, la destruccin de Viet Nam, el agotamiento de los recursos naturales, los desechos nucleares, la guerra fra y muchos otros aspectos nocivos de la vida social de este siglo. No obstante, la decisin de aplicar esta tecnologa y poltica no se puede imputar a la intervencin activa de las ciencias sociales. Por el contrario, muchos de los descubrimientos de las ciencias sociales entraron en contradiccin primero a principios de siglo con las doctrinas y prcticas del colonialismo, el nacionalismo y el racismo; y luego con las diferencias de sexo, el agotamiento de los recursos naturales y la guerra de Viet Nam. Asociar el azote del stalinismo, el nazismo, el fascismo y el maosmo a una sobredosis de ciencia, significa querer barrer la ciencia de la peor manera. Todos los movimientos mencionados se autodefinieron como antipositivistas, y todos encontraron idnticas soluciones al problema filosfico del relativismo radical. Mao dijo: La verdad sale del can de un arma; Mussolini expres: Partiendo de que todas las ideologas tie-

nen igual valor, los relativistas modernos deducen que cada quien es libre de crear para s una ideologa propia, y pueden intentar materializarla con toda la energa posible (citado en Eric ROS, 1980: xxvii) . Vladimir 1. Lenin es bien conocido por su crtica al positivismo y al empirismo cuando plante que stos no eran ms que el cacareo de un gallo en comparacin con el materialismo dialctico. Y quin ms que Stalin (con su concepcin de que la ciencia socialista y la capitalista eran dos elementos separados e irreconciliables) ha apoyado la doctrina de que la ciencia no se diferencia de las otras formas de ideologa? (Kolakowski, 1981: 154). Lgicamente, esto n o quiere decir que neguemos que los stalinistas y los postmodernistas haban dado una solucin diferente al problema de las ciencias antagnicas. Los anteriores lo hicieron por medio de la erradicacin de la ciencia burguesa, los posteriores lo haran a travs de la abolicin de cualquier ciencia. En Alemania, los fundamentos intelectuales del nazismo fueron mantenidos no por un exceso de conocimientos objetivos, sino por rejuegos culturales que, como parte de su resentimiento por la postmodernidad, trataron de aplastar el positivismo, el racionalismo, el empirismo, el materialismo y la tecnologa. De este modo, no fue

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un mero accidente que la ciencia convencional fuese frenada en Alemania mucho antes que la ciencia aria, con su exaltacin de la intuicin, sus teoras sobre la astrologa, la teora mundial del hielo (world ice theory) de Himmler, sus versiones de la mecnica cuntica que servan a sus intereses polticos, y sus atroces esquemas de purificacin racial, que se convirtieron en la poltica del Estado (Holton, 1991: 123-24; Stern, 1961); mientras que, probablemente, los cientficos alemanes no buscaban participar en la creacin de ramas de la matemtica, la fsica, la qumica y la sociologa, que fueran exclusivamente alemanas, como los idelogos nazis los instaban a hacer. El mensaje del fanatismo nazi era bastante evidente. Como planteaba el historiador Allan Beyerschen (1992), pudiera decirse que el postmodernismo y el nfasis alemn en las perspectivas locales, adems de su rechazo a la legitimacin de los preceptos tradicionales de la ciencia universal, tienen definitivamente un aire de familia.

Comp-tumiento y moralidadResulta difcil conciliar el reclamo que hace el postmodernismo por la superioridad moral, con sus ms grandes iconos, y s que algunos lectores podrn objetar las argumentaciones ad hominem que vern a continuaCA

cin. Y normalmente nunca o evalo una teora por medio del anlisis de la conducta personal de los individuos que la forman, pero, en este caso, los defensores del postmodernismo identifican al modernismo como una fuente de corrupcin moral y opresin; por tanto, es perfectamente legtimo estudiar a las principales figuras del postmodernismo para conseguir una gua moral al respecto, y para juzgar sus ideas a partir de su comportamiento individual. Despus de todo, si la anticiencia postmodernista no los inclina a llevar vidas ejemplares, por qu tomar en serio sus doctrinas? (Pensemos en Gandhi, quien dividi su tiempo en una mitad para predicar contra la violencia, y la otra mitad para volar estaciones de mnibus.) Friedrich Nietzsche fue el mentor de toda una generacin de nazis y fascistas, con sus ideas sobre la voluntad de poder como fuente de la verdad, y el superhombre como aquel que se levanta contra las restricciones morales ms all del bien y del mal. Nietzsche fue tambin la inspiracin principal para quien es hoy el ms alto icono de los postmodernistas, Michel Foucault. Fue maosta en los aos sesenta y dirigi su atencin en los setenta hacia el sadomasoquismo sexual. Uno de sus bigrafos, James Miller, plantea que no hay por qu creer que Foucault, en busca de sus lti-

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mas experiencias sexuales, continuara haciendo uso de los baos de San Francisco despus de contraer el SIDA, luego que la mayora de los homosexuales abandonaron estos peligrosos recintos. Esto conlleva a Miller a preguntar si Foucault, a sabiendas, trasmiti el SIDA a sus compaeros (Miller, 1992: 375 y ss.). Esto no est comprobado (Connolly, 1993) aunque, dada la exhortacin de Foucault a ser crueles, a alabar a los asesinos, a los soberanos que no conocen barreras, y a los sangrientos movimientos de