Catalogo exposicion moriscos en el condado de Niebla

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CATÁLOGO IV Centenario de la expulsión de los moriscos del Condado de Niebla

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Catalogo exposicion moriscos en el condado de Niebla

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C A T Á L O G OIV Centenario de la expulsión de losmoriscos del Condado de Niebla

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EditaMancomunidad de Desarrollo Condado de Huelva.

DocumetosArchivo Fundación Medina Sidonia y Archivo Municipal de Villarrasa

Diseño y maquetaciónSignos S.L.L.

ISBN: 978-84-692-5138-6

Depósito Legal:H-201-2009

Septiembre de 2009

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ÍNDICE:

Presentación

Prólogo

Catálogo Documental

Documento 1

Documento 2

Documento 3

Documento 4

Documento 5

Documento 6

Documento 7

Documento 8

Contexto Histórico

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PRESENTACIÓN

Este catálogo, editado por la Mancomunidad de Desarrollo Condado de Huelva, supone la culminación de un proyecto lleno deilusiones que se ha desarrollado a lo largo del año 2009 y con el que se conmemora en nuestra comarca la expulsión de losmoriscos hace 400 años. Es la continuación de un trabajo llevado a cabo en octubre de 2006. En aquella fecha, para conmemorarel XV aniversario de la creación de la Mancomunidad, se organizó la exposición “Génesis de una comarca: Condado de Huelva”,en la que se trataba de dar a conocer, también con documentos históricos, los orígenes de su configuración y de la cual,igualmente se publicó un catálogo.

La iniciativa que ahora nos ocupa, comenzó su andadura cuando el Ayuntamiento de Niebla, antigua capital del Condado, seplanteó compilar toda la documentación que hubiese sobre este apasionante tema en el Archivo Municipal.

A continuación, para realizar un estudio más exhaustivo de las causas y consecuencias de la expulsión de los moriscos delCondado de Niebla en 1609, el estudio se dirigió a otras instituciones preservadoras de nuestro patrimonio documental, comoel Archivo de la Fundación Medina Sidonia y el Archivo Municipal de Villarrasa.

La Mancomunidad de Desarrollo Condado de Huelva, consciente de la importancia de promover el conocimiento del pasado yde reforzar la identidad comarcal entre sus municipios, adivinó un proyecto más ambicioso, invitando a participar en él a otrospueblos que también formaron parte de esta demarcación histórica: Bonares, Rociana y Villarrasa.

A modo de presentación de resultados, la Mancomunidad de Desarrollo Condado de Huelva ha editado este catálogo querecoge la información más interesante de algunas de las actividades que se han realizado, como es la exposición de losdocumentos históricos relacionados con la expulsión.

Tras desear que tanto éste como los demás actos que tendrán lugar, contribuyan a hacernos sentir más orgullosos, si cabe,de pertenecer a una comarca cuyo pasado posee una gran relevancia histórica, me resta agradecer su participación a todaslas instituciones que han colaborado e invitar a la población a compartir con los alcaldes de los municipios de la Mancomunidad,los actos que con tanta ilusión se han organizado.

Ignacio Caraballo RomeroPresidente de la Mancomunidad

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PRÓLOGO

Escribir estas líneas tiene para mí un significado especial, ya que con la publicación de este catálogo se profundiza en elconocimiento del pasado de nuestra comarca a través de la investigación. Celebramos en 2009 una efemérides de grantrascendencia para el Condado: hace cuatrocientos años los moriscos fueron expulsados de nuestro territorio.

La puesta en marcha de este proyecto ha sido un largo camino que comenzó con una mirada atrás al pasado común de losmunicipios que actualmente conforman la comarca, un proceso también de aprendizaje, que ahora queremos compartir contodos los habitantes de nuestra zona.

En efecto, en las páginas que se publican a continuación, se revelan acontecimientos de gran interés. Para ello, nos remitimosa la historia del Condado de Niebla, que comienza en 1368, cuando Enrique II Trastámara cedió el término de Niebla y sus aldeasa Juan Alonso de Guzmán, señor de Sanlúcar de Barrameda, como recompensa por servicios prestados a la Corona.

El siglo XV conoció una etapa de esplendor en lo que a repoblación se refiere, pues las casas nobiliarias llevaron a cabo unapolítica de atracción de efectivos humanos a sus jurisdicciones, con el fin de explotar las tierras e incrementar las rentasseñoriales.

Por el contrario, en la primera mitad del siglo XVI, en la mayoría de las localidades que configuraban el Condado de Niebla, seaprecia un descenso del número de vecinos, probablemente fruto de una economía agrícola que no pudo recuperar la pérdidade recursos humanos que supuso la emigración a América.

El siglo XVII se caracterizó por ser un periodo de crisis y descenso demográfico generalizado. Los factores que contribuyerona conformar este panorama fueron muy diversos: epidemias, aumento de la presión fiscal, escasez de trigo y cosechas insu-ficientes, etc. siendo en este contexto en el que se sitúa la expulsión de los moriscos del Condado de Niebla, por orden de laMonarquía, en 1609.

Todo lo anterior, y mucho más, tiene el lector ocasión de comprobarlo en las páginas que siguen, que son un punto de partidapara aquellos que deseen conocer cómo se vivió la expulsión de los moriscos de nuestro territorio.

Este trabajo de investigación, clarificador de nuestro pasado, era muy necesario. A dicho trabajo ha contribuido el rescatede los documentos históricos que se exponen en este catálogo y la labor de los profesores Manuel F. Fernández Chaves yRafael M. Pérez García que lo han llevado a término. Nos queda ahora el desafío de proseguir ahondando en la senda abierta.

Mayte Jiménez DíazGerente de la Mancomunidad

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C A T Á L O G O D O C U M E N T A L

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documento I

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ES AFMS Signatura 919Bula dada por el papa Nicolás II al duque don Juan de Guzmán sobre concesión de mercedes y gracias a loscaballeros que ofrezcan sus servicios en la guerra santa contra los moros asentados en los reinos deEspaña.

« Dux de Medina et Comes de Nebula... »

Casa Ducal de Medina Sidonia. Condes de Niebla.14471 BulaUnidad documental simple.

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ES AFMS Signatura 2498

Padrón de vecinos moros que se encontraban en el Condado de Niebla.

“Relaçión de los moros que se hallaron en Niebla, blancos y negros (…)”

Casa Ducal de Medina Sidonia. Condes de Niebla.14922 hojas tamaño folioUnidad documental simple.

documento II

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ES AFMS Signatura 959

Padrón de vecinos del Condado de Niebla en el que se expresa el caudal de cada uno; incluidos los pobres, viudas y menores.

“Padrón de los vecinos de la villa de Niebla, Beas, Villarrasa, Bonares, Trigueros, SanJuan del Puerto, Almonte, Rociana (…) hecho en el año 1503 (…) y en virtud de ordendel señor duque don Juan Alonso en que se expresa la contía o caudal de cada vezino”.

Casa Ducal de Medina Sidonia. Condes de Niebla.15031 folioUnidad documental simple.

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documento III

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ES AFMS Signatura 1021

Real provisión de Felipe II prohibiendo sacar trigo de Andalucía para mitigar la carestíaprovocada por las continuas guerras.

“Don Felipe, por la gracia de Dios, rey;A vos los conçejos, justiçia y regimientos de las villas de Niebla y lugares de su juris-

dicción (…) vos mandamos que para provisión de pan y panaderías y plaças de esas di-chas villas y lugares; podáis tomar y toméis a los arrendadores de pan de ellas lamitad del trigo, cevada, centeno y avena que en ellas hubiese…”

Casa Ducal de Medina Sidonia. Condes de Niebla. 15961 folioUnidad documental simple.

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documento IV

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ES AFMS Signatura 4911

Carta de los Duques de Medina Sidonia al Concejo de Niebla ordenando la fundacióndel Convento de Santo Domingo y la celebración de la fiesta en honor a San Miguel.

“Conçejo, justiçia y regimiento de mi villa de Niebla deseando que en ella como cabeçade este estado, se acabe de fundar el convento de Santo Domingo (…) advirtiendo quela fiesta de San Miguel y todas las de la devoçión de la villa se harán allí…”

Casa Ducal de Medina Sidonia. Condes de Niebla. 16101 folio.Unidad documental simple.

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documento V

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ES AFMS Signatura 2408

Real Cédula de su majestad Felipe III ordenando la expulsión de la población morisca delos reinos de España y advirtiendo al duque de Medina Sidonia de la posible llegada demoriscos a sus tierras.

“Duque de Medina Sidonia (…) he dado permisión a todos los de esta naçión que sequisieren yr de mis reynos y sennoríos de Espanna (…) y que siendo los dichos moris-cos tan ladinos y pláticos podrían venir a esa provincia a asentarse por soldados (…)maquinando trayçiones”

Casa Ducal de Medina Sidonia. Condes de Niebla.16101 folioUnidad documental simple. 26

documento VI

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documento VII

ES AM Villarrasa Signatura 2

Carta del asistente de Sevilla trasladando la orden de su majestad para que finalice laexpulsión de los moriscos.

“El consejo, justicia y regimiento de la villa de Villarrasa (…) su majestad ha sido ser-bido que se dé por acabada la espulsión de los moriscos y que se mande a las justicias(…) que no admitan de aquí adelante delación alguna ni causa nueba de moriscos sinotan solamente contra aquellos que abiendo sido expelidos obieren buelto o bolbieren…”

Ayuntamiento de Villarrasa.16141 folio. Unidad documental simple.

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ES AFMS Signatura 3125

Carta de un ministro del Duque de Medina Sidonia describiendo la miseria y pobrezaque existe en el Condado de Niebla.

“Yo le dije quán acavados estavan todos los lugares y (…) aunque don Diego de Riañoquisiera hacer jornada al Condado, abría lugares donde no allaría ni buena possada porlo pobre que están…”

Casa Ducal de Medina Sidonia. Condes de Niebla. 16351 folio Unidad documental simple.

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documento VIII

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C O N T E X T OH I S T Ó R I C O

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Manuel F. Fernández Chaves y Rafael M. Pérez García

Universidad de Sevilla

La importancia de la villa de Niebla en la historia de An-

dalucía fue manifiesta desde su incorporación a la co-

rona castellana por Alfonso X en 1262 y el paso de su

último rey Ibn Mafot (“Don Abenmafor” o Abenmafon

en las fuentes cristianas) por la residencia de la Buhaira

en la Huerta del Rey de Sevilla, tratado con todos los ho-

nores. El reino conquistado aseguraba el flanco oeste de

la ciudad de Sevilla y permitía asegurar el avance por el

valle bajo del Guadalquivir, desplazando las preocupa-

ciones militares de los monarcas castellanos mucho más

al sur, concentrándose en el Estrecho de Gibraltar y el

naciente Reino de Granada. Como indica el profesor Mi-

guel Ángel Ladero Quesada, la villa de Niebla ocupaba

por población y situación geográfica un puesto de pri-

mer orden por el que estaba llamada a jerarquizar las

relaciones económicas entre los puertos de la costa, el

productivo campo del Andévalo y la sierra de Aroche en

el Norte, articulando estas áreas productivas y adminis-

trativas con la próxima ciudad de Sevilla y el comercio

marítimo. Sin embargo, la señorialización de este terri-

torio, excepto lo que entró dentro de la Tierra de Sevilla

(a la que pertenecía la mayor parte de la Sierra de Aro-

che) truncó esta articulación territorial, fragmentándose

el espacio político y los canales comerciales y de distri-

bución en torno a los diversos intereses de los nuevos

señores de la tierra. La consolidación del dominio nobi-

liario en la zona fue auspiciada por la propia monarquía,

que encontraba en sus extensas tierras un espacio idó-

neo para otorgar mercedes y compensaciones a los

grandes magnates, que aumentaban así su poder. Con

el ascenso a la corona de los Trastámara comenzarán a

fijarse estos señoríos. Así, en 1369, nada más terminar

la guerra entre Enrique II y su hermanastro Pedro I, se

produjo la donación del antiguo y extenso Reino de Nie-

bla al señor de Sanlúcar de Barrameda, Juan Alfonso de

Guzmán, con el título de condado, como dote por su ca-

samiento con Juana de Castilla, sobrina del nuevo rey

Enrique II. Mediante la compra del señorío de Ayamonte

en el siglo XV, los Guzmán crearán un extenso estado se-

ñorial que iba desde Paymogo cerca de la raya de Por-

tugal hasta la fortaleza de Jimena de la Frontera en

Cádiz.

El Condado de Niebla supuso la base territorial funda-

mental para la expansión y consolidación de uno de los

linajes más poderosos de la corona castellana. Significó

también la participación de sus hombres y recursos en

las empresas de los titulares del señorío, y por tanto, su

entrada en la alta política castellana. La casa de Niebla

gozó del favor real, siendo recompensados con el título

de duques de Medina Sidonia por Juan II en 1445. Los

Guzmán forjaron gran parte de su poderío en el servicio

al rey en una de las causas más importantes para la mo-

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EL CONDADO DE NIEBLA: IV CENTENARIO DE LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS.

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narquía: la lucha contra el infiel. De esta manera la pre-

sencia de este linaje en las guerras de la frontera del

Reino de Granada constituía uno de los pilares esencia-

les de las huestes del rey. Durante la Edad Media, la gue-

rra contra el Islam había sido protagonizada por los

europeos en dos frentes: el “internacional” de las Cru-

zadas, que tuvieron lugar en Tierra Santa, y otro más

“doméstico” en la Península Ibérica. Frisando ya la se-

gunda mitad del siglo XV, la recuperación de Tierra Santa

se había convertido en un sueño alejado ya de la pre-

sencia de cruzados y caballeros de las órdenes militares

del Hospital o del Temple instalados en la Jerusalén con-

quistada en el siglo XII. En 1447, fecha del primer docu-

mento de esta exposición, podemos constatar cómo el

Papado, preocupado enormemente por el avance de los

turcos otomanos (no olvidemos que Constantinopla

sería conquistada en 1453), volvía a llamar a la lucha

contra el Islam en un momento en que se intentaba li-

quidar el Cisma de Oriente reintegrando la Iglesia Orto-

doxa bizantina en la Católica Romana a través del

Concilio de Ferrara-Florencia (1438-1439). No olvidaba

el frente peninsular, y por ello exhortaba a los reyes y

grandes señores a continuar su lucha contra el Islam.

Esta bula dada por el papa Nicolás II estaba destinada

directamente a D. Juan de Guzmán, “Dux de Medina et

Comes de Nebula”, pues sus dominios lindaban con el

Reino de Granada. El objetivo era el “pagano et sarra-

ceno exterminio et dicte fidei propagatione”. A cambio,

como era habitual, se ofrecían indulgencias y favores a

los caballeros que participasen en esta cruzada.

La presencia del Islam en las tierras del Condado de Nie-

bla está mal estudiada por la falta de fuentes. La carta

puebla otorgada a Niebla por el Rey Sabio en 1263 es-

pecifica que después de la conquista “echamos ende a

los moros y poblamosla de christianos”, pero lo cierto es

que en 1267 los deslindes de términos se realizaron “con

consejo de moros sabidores de la tierra”, lo que revela

que no todos abandonaron la villa. En cualquier caso,

sabemos que tras la revuelta mudéjar que aconteció en

el valle del Guadalquivir bajo el reinado de Alfonso X en

1264, muchos musulmanes emigraron al Reino de Gra-

nada, y eso hubo de suceder también en Niebla. Fueron

pocos los que finalmente se quedaron. Con el paso del

tiempo, sin embargo, existieron movimientos de pobla-

ción en sentido contrario, y algunos escogieron para su

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documento I

documento II

documento II

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medro económico salir de tierras islámicas y ocupar ofi-

cios, en muchos casos especializados, en señoríos o ciu-

dades castellanas. Estos musulmanes habitantes en

reinos cristianos fueron llamados “mudéjares” (del

árabe mudayyan, “sometido”, “domesticado”). Su con-

vivencia con la mayoría social cristiana no estuvo exenta

de problemas, pero en líneas generales fueron bien con-

siderados por sus habilidades laborales.

Con el fin de la conquista del Reino de Granada en 1492

y la consiguiente liquidación política del Islam peninsu-

lar, los Reyes Católicos respetaron el culto islámico y el

estatuto de los mudéjares, aunque la expulsión de los

judíos en aquel mismo año señalaba claramente la vo-

luntad regia de homogeneizar las prácticas religiosas y

evidenciaba el deseo de Isabel y Fernando de que se

produjera la conversión al cristianismo de sus súbditos

musulmanes. Por ello no es casual que el documento II,

un padrón de mudéjares o “moros” del Condado de Nie-

bla haya sido confeccionado en aquel año de 1492, mo-

mento en el que desde el poder político se pretendía

conocer cuántos musulmanes habitaban en el Reino de

Castilla, dado que con la conquista del Reino de Granada

la pequeña minoría de los mudéjares se convertía en un

importante contingente de población asentado en el Sur

y en contacto vía marítima con el Islam norteafricano.

En este rico documento aparecen especificados los nom-

bres y apodos, algunos oficios (Hamete herrero), y entre

ellos aquellos que tenían grado de oficial (Andrés car-

pintero, Mahoma yesero), algunos apellidos o simple-

mente nombres que señalaban su procedencia

(Paymogo, Juan de Trigueros, Mahoma de Túnez), e in-

cluso alguna tara física que permitía su fácil reconoci-

miento (Alhage tuerto). Se indicaban los ausentes, y se

hacía una clara distinción entre los blancos y negros, fun-

damentalmente por la función que cumplía la tez del

cuerpo para la identificación de los individuos. Además,

el color de la piel daba una primera noticia acerca del

origen del individuo: blancos, aquellos musulmanes del

Norte de África o del Reino de Granada que habían sido

capturados durante la reciente guerra y esparcidos por

Andalucía llegando, por tanto, a Niebla; negros, aquellos

otros de origen subsahariano, numerosos entonces en

Andalucía en una época en que mercaderes portugueses

de esclavos enviaban a su país y al sur de la Península

importantes cargamentos de “negros” fruto de sus acti-

vidades en la costa atlántica africana. Además, en las dé-

cadas anteriores también los habitantes de la costa

onubense habían frecuentado la costa del Sáhara, de

Marruecos, Guinea y Senegal capturando esclavos, y el

transcurso de los años acabó produciendo la aparición

de un grupo nada desdeñable de negros libertos anda-

luces. Muchos de esos negros procedían de zonas de

África ya islamizadas, o habían sido capturados previa-

mente por negreros musulmanes del norte de África.

Cuando en 1499 la política religiosa de los Reyes Católi-

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cos en el Reino de Granada dio un paso decisivo hacia la

intransigencia y presionó claramente en el sentido de la

conversión, los mudéjares granadinos protagonizaron di-

versas revueltas que fueron finalmente aplastadas en

1501. En el contexto de estas sublevaciones, el duque

de Medina Sidonia desplazó a Niebla 33 familias de mu-

déjares oriundas de la Serranía de Casares que pronto

recibieron el bautismo. Es conocido el edicto de febrero

de 1502 dado por los Reyes Católicos, por el que como

había sucedido 10 años antes con los judíos castellanos,

se planteaba a los musulmanes de aquel reino el dilema

entre la conversión al cristianismo o el destierro fuera

de la Península. Estos “nuevos cristianos” quedaban en

una situación social y política difícil, complicada en el

caso de Niebla por depender la villa de un señor noble,

haber una importante presencia esclava anterior, y ser

estos ahora “moriscos” una suerte de botín de guerra.

Los problemas no podían hacerse esperar, y en 1514 en-

contramos pleiteando ante el Consejo Real de Castilla a

“los moriscos christianos nuevos vezinos de la villa de

Niebla” con la duquesa de Medina Sidonia Doña Leonor

de Guzmán por pretender ésta su esclavitud y defender

aquellos su libertad.

El edicto de 1502 de los Reyes Católicos transformó ra-

dicalmente la situación de los descendientes de los an-

tiguos mudéjares. Aunque se produjo una emigración

de granadinos al otro lado del Estrecho de Gibraltar, el

Reino de Granada no se vació, pues muchos de sus ha-

bitantes optaron por quedarse en el solar de sus ante-

pasados. Esto supuso el ingreso en la Iglesia cristiana de

un número muy importante de conversos, “cristianos

nuevos de moro” también conocidos como “moriscos”,

a los que se unían los mudéjares que vivían en otras par-

tes de Castilla, como los de Niebla. Estos nuevos cristia-

nos tuvieron una difícil convivencia con los cristianos

“viejos”, en una relación con importantes altibajos que

acabó en la nueva rebelión abierta de los granadinos en

la navidad de 1568. La subsiguiente guerra, calificada de

“civil” por algún coetáneo, duró hasta finales de 1570, y

supuso la confirmación de la fractura social entre cris-

tianos viejos y nuevos, sospechosos los últimos de he-

rejía y conductas asociales. Para desarraigarlos del Reino

de Granada, fueron deportados por todo el Reino de

Castilla, en principio en grupos pequeños para romper

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documento III

documento IV

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los lazos de solidaridad y parentesco, y diluirlos de ese

modo en la sociedad cristiana vieja. Pero con el tiempo

fueron concentrándose y rehaciendo sus comunidades,

en un exilio forzado que transformó a estos moriscos en

vecinos de muchas poblaciones distantes del reino de

Granada, y omnipresentes viajeros especializados en la

arriería y el comercio a pequeña escala. Así, las depor-

taciones interiores puestas en práctica por Felipe II no

evitaron como dijimos la movilidad y la concentración

de grandes contingentes de moriscos en zonas cercanas

a su antiguo reino, como en Córdoba, Jaén o Sevilla, ade-

más de la construcción de prósperas comunidades en el

Campo de Calatrava, Ciudad Real, Pastrana, Ávila o To-

ledo. Pese a su imperfección, estas medidas demostra-

ron el poderío de la Corona y la capacidad de la misma

para movilizar hombres y recursos así como para dislo-

car poblaciones enteras. El objetivo, aunque pueda pa-

recer contradictorio por lo expeditivo del método, era el

de la asimilación en la sociedad, religión y cultura ma-

yoritarias a través del desarraigo y el olvido de una cul-

tura que había sido acunada entre las sierras del Sistema

Subbético y el Mediterráneo.

La convivencia entre los moriscos y los cristianos viejos

fue contradictoria, abarcándose todos los matices ima-

ginables entre la plena integración y el rechazo y segre-

gación (por ambas partes) más radical. Existieron

pareceres de todo tipo sobre su grado de conversión sin-

cera y su comportamiento asocial, generados por ecle-

siásticos, estadistas, letrados y literatos que reflejan muy

bien la falta de univocidad de un problema humano y

por tanto, poliédrico en sus dimensiones y posibles so-

luciones.

Mientras este proceso social seguía un cauce en muchos

casos realmente integrador, la política internacional de

la Monarquía Hispánica absorbía con cada vez más

extensión y complejidad los recursos financieros, mone-

tarios, alimenticios y humanos de España y su imperio.

La demografía y las condiciones de vida del Antiguo

Régimen no permitían reponer con celeridad los recur-

sos humanos que se invertían en lejanos frentes, y este

difícil equilibrio podía romperse si se daba un ciclo de

malas cosechas. La carestía prolongada significaba la

ruina del principal capítulo de producción económica en

la Edad Moderna: el agrícola. También traía el hambre y

la desnutrición, y con ella el debilitamiento de los orga-

nismos. Si a la carestía se unía un ciclo epidémico, la cri-

sis demográfica y económica estaba servida. Tal ciclo

epidémico tuvo lugar entre 1596 y 1602, y se conoció

con el nombre de “peste atlántica”. Esta situación apa-

rece perfectamente reflejada en el documento III, una

orden real enviada al duque que le facultaba para

prohibir la saca de trigo de sus señoríos, incluyendo el

Condado de Niebla. El duque la había solicitado al rey

pues ya se habían enviado emisarios para comprar trigo

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en Cartagena y Murcia, y aún así no parecía que bastase

para cubrir las necesidades de sus estados. El duque se

temía que los diferentes cargos eclesiásticos que tenían

propiedades en sus estados y la propia Iglesia a través

del diezmo de las cosechas empleasen su cereal panifi-

cable, para hacer un buen negocio sacando el trigo y

vendiéndolo en la ciudad de Sevilla, siempre hambrienta

y donde se pagaba mejor la fanega (a cuatro ducados,

según el documento). Por ello el duque utilizó su

influencia para que en el Condado de Niebla y en el resto

de sus estados la mitad del trigo, cebada y centeno

correspondiente a los beneficiados de la Iglesia y el

diezmo sólo pudieran ser comprados donde se produ-

cían. Documentos como este evidencian la situación de

crisis que pasaba la España de finales del siglo XVI.

Aunque pueda parecer paradójico, el cambio de tenden-

cia económica en el paso del Quinientos al Seiscientos

coincide en el tiempo con el máximo vigor de otro fenó-

meno social: el de las fundaciones conventuales, que se

multiplican por centenares entre ambos siglos, y del que

Niebla tampoco dejó de participar. Así, el duque de

Medina Sidonia impulsa la fundación en Niebla del con-

vento de Santo Domingo (documento IV), prueba del

compromiso del conde con las órdenes religiosas. Al

actuar así, el duque responde a una pauta de compor-

tamiento habitual entonces entre la nobleza española,

que favorece las fundaciones religiosas como medio de

engrandecer las poblaciones de sus estados y atraer

hacia éstas y hacia sus propias personas los bienes espi-

rituales dispensados desde los conventos. Una geografía

de la gracia se construía paso a paso sobre una econo-

mía en descomposición.

La expansión económica y demográfica que ocupó

prácticamente todo el siglo XVI en Andalucía comenzaba

a dar señales de debilitamiento, a la par que el vigor con

el que los reyes españoles ejercían de supremos árbitros

de la política europea. Por ello Felipe III, que llegó al

trono en 1598, siguió los consejos de su valido, D. Fran-

cisco Gómez de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, para

firmar acuerdos de paz con diversas potencias y detener

así la hemorragia de hombres y recursos. Esta “Pax His-

panica”, como se la conoció, se ha interpretado no como

el cese voluntario de una política beligerante, tal y como

la “Pax Augusta” del Imperio Romano en el siglo I d.C.,

sino como una urgente necesidad impuesta por el deve-

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documento V

documento VI

Page 40: Catalogo exposicion moriscos en el condado de Niebla

nir de los acontecimientos y la falta de capacidad de

respuesta política y militar de un imperio agotado y en

bancarrota.

Sin embargo, las políticas pacificadoras y de entendi-

miento tienen un sentido de rendición que no escapó a

los gobernantes y hombres de estado tanto en España

como fuera de ella. Por eso a los gestores de estas polí-

ticas se les criticó y presionó, dado que la imagen de po-

derío imperial se debilitaba con estos acuerdos,

considerados por muchos como concesiones de venci-

dos. De ahí que se haya interpretado la decisión de ex-

pulsar a los moriscos como una medida de carácter

fundamentalmente político, que pretendía mostrar la

fuerza y la capacidad logística del imperio, a la par que

reafirmar los pilares ideológicos que lo sustentaban. Se

quería responder así con la “solución” a un problema

“doméstico” que se arrastraba desde tiempo atrás. Ge-

neralmente se considera como un factor determinante

de esta interpretación el hecho de que exista una

coincidencia cronológica entre la firma de la Tregua de

los Doce Años con las rebeldes Provincias Unidas y la

toma de la decisión de la expulsión de los moriscos en

abril de 1609.

Esta medida no estuvo ni mucho menos exenta de polé-

mica, y vino a dividir a la opinión pública, aunque las ma-

nifestaciones en contra o al menos críticas con la medida

sólo pudieron ejercerse a través de un alambicado dis-

curso emitido por algunos prelados, políticos y miem-

bros de las administraciones locales. La expulsión fue

conocida en Europa entera, y tuvo varias fases.

En 1609 se comenzó por los moriscos del Reino de Va-

lencia, mucho más islamizados que sus correligionarios

de Castilla. 1610 fue el turno de los moriscos andaluces

y de Hornachos, enclave extremeño famoso por tener

una población que pertenecía casi en su totalidad a esta

minoría. La gran presencia de moriscos en tierras anda-

luzas y su mayor grado de integración se manifestaron

con un nivel más alto de resistencia al decreto por parte

de oligarquías locales y señores, por lo que el rey tuvo

que ir publicando diversas cédulas para matizar las ex-

cepciones al bando de expulsión. Entre las cuales se si-

tuaría el mismo duque de Medina Sidonia. Es conocida

la participación en los preparativos logísticos y en el apa-

rato administrativo de la expulsión del duque D. Alonso

Pérez de Guzmán, pues su control de extensos territo-

rios como el Condado de Niebla y de gran parte del lito-

ral gaditano y onubense lo señalaban como una pieza

clave en la buena marcha de las operaciones. Por ello el

duque solicitó no la conservación de sus vasallos moris-

cos, como sí hicieron otros nobles, sino que el rey le

permitiese “quedarse” tan sólo con seis de ellos, que

eran jardineros y bordadoras muy viejos que vivían en

su palacio de Sevilla y a los que a buen seguro unía una

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Page 41: Catalogo exposicion moriscos en el condado de Niebla

cierta relación de afecto. Pese a la aceptación de Felipe

III, sus consejeros le indicaron la conveniencia de que el

duque de Medina Sidonia como uno de los nobles más

importantes de la monarquía diera ejemplo, por lo que

en el documento VI vemos la última decisión de Felipe

III, con su letra y firma, señalando al duque que con esta

excepción otros muchos se apoyarían en ella para soli-

citar idéntico trato, por lo que le rogaba los enviase tam-

bién fuera de España. También la Condesa de Niebla

actuó del mismo modo, solicitando en enero de 1610 la

permanencia para dos de sus criados moriscos alegando

que eran buenos cristianos, y consiguiendo en este caso

evitar su embarque.

Sin embargo, la expulsión distó de ser perfecta y com-

pleta y el fenómeno del retorno de moriscos expulsados

fue constante. Ello se debía a multitud de factores, entre

los que pueden contarse la conversión sincera, la volun-

tad de volver a lo que se considera la patria verdadera,

la mala acogida en tierras africanas o europeas, o las

dificultades inherentes a todo exilio forzoso para encon-

trar un hogar, la inserción en el tejido productivo, las

bases sociales y familiares adecuadas para llevar ade-

lante la vida, etc.

El morisco Ricote, personaje cervantino de los más ela-

borados, conlleva en su relato y en el de su familia,

buena parte de estos matices, que se entremezclaban

en un sinfín de historias personales que formaban una

enorme casuística.

En la Aracena de 1610 algunos vecinos lloraban al ver

partir a muchos moriscos que habían llegado como

niños o bien habían ya nacido en la villa tras las depor-

taciones de 1570-1571, y en muchos casos eran moris-

cos sólo en el nombre. La persistencia de los retornos,

junto a los ocultamientos y pleitos entablados por

particulares e instituciones, movieron a la corona a

realizar nuevas expulsiones entre 1611 y 1614, año este

en que se decretó el final de la expulsión. Tal decreto

tuvo la misma resonancia nacional que el de expulsión,

llegando a todas las localidades de realengo o señorío.

El documento VII muestra cómo se recogió en las Actas

capitulares del concejo de Villarrasa la orden real,

transmitida por el Asistente de Sevilla, para no detener

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documento VII

documento VIII

Page 42: Catalogo exposicion moriscos en el condado de Niebla

a ninguno acusado de morisco, sino sólo a aquellos que

habiendo sido expulsados habían retornado clandesti-

namente.

Los castigos previstos en la disposición eran terribles:

pena de galeras para los hombres y doscientos azotes

para mujeres, personas mayores e impedidas. En caso

de reincidencia, el castigo sería la muerte. La operación

había puesto en juego los engranajes logísticos, las leal-

tades locales y regnícolas de los estados peninsulares y

la precisión de la maquinaria bélica y financiera de la

corona, así como la capacidad de resistencia de la socie-

dad española a medidas tan traumáticas.

La corona, pese a todos los fallos de la operación y las

críticas internas y extranjeras, había culminado con éxito

y apuntalado con una propaganda ingente (manifestada

a través de libros y relaciones de sucesos que justifica-

ban lo acontecido y la licitud de la decisión) uno de los

actos políticos más importantes del reinado de Felipe III,

y sin duda de la historia de España. Se pretendía así

cerrar de una vez por todas la reconquista cristiana de

la península, reservando para el rey Felipe III el honor

de conseguirlo. La clausura de esta constante histórica

vendría a reparar el “error” de Felipe II de no haber

terminado con los moriscos tras la guerra, pues los

repartió por toda Castilla, aumentando el mal según

opinión de muchos. Los que mantenían esta postura

minimizaban el hecho de que estos moriscos, mejores o

peores observantes de la religión cristiana, e incluso

apóstatas en una proporción importante, eran, para

pesar de muchos y de algunos de ellos, cristianos bauti-

zados, por lo que no pudieron ser esclavizados en la gue-

rra de 1568-1570, y mucho menos expulsados en masa

sin revisar cada caso.

Si volvemos un momento al documento número I recor-

daremos que era el papa Nicolás II quien sancionaba la

conquista y animaba al “exterminio” del peligro sarra-

ceno o mahometano del Reino de Granada. Sin

embargo, en la expulsión de 1609-1614, Felipe III y los

prelados que apoyaron la expulsión como el Patriarca de

Valencia Juan de Ribera, no recibieron nunca por parte

del papa Paulo V la aprobación de este acto. Considera-

dos como “tallos tiernos” que aún habían de madurar

en la fe, al recibir las aguas bautismales eran cristianos

que habían ante todo de ser salvados.

Tras la expulsión de los moriscos se verterían muchas

opiniones. Algunos arbitristas, entre los cuales había

burgueses, ingenieros, eclesiásticos y gentes de variada

condición, se posicionaron favorablemente sobre la

expulsión, y en algunos casos, se consideró la pérdida

irreparable de población, conocimientos y cultura. En

general, en el reinado de Felipe IV se estimó como

desacertada la medida, tanto porque se creía así como

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porque era una manera de desacreditar las acciones po-

líticas del duque de Lerma, el antimodelo (al menos en

la propaganda) del nuevo valido, el Conde-Duque de Oli-

vares. Sin embargo, D. Gaspar de Guzmán no sólo se

alejó en sus posiciones políticas del viejo duque de

Lerma mostrando una fría actitud ante la radical medida,

sino que también lo hizo en la reactivación de numero-

sos y costosos frentes bélicos que desembocaron (no

siempre por su propia iniciativa) en una honda crisis que

sacudió las lealtades imperiales, desgastó sus recursos

económicos y humanos y precipitó a la monarquía en un

letargo político muy agudo.

Durante los años 30 del siglo XVII se comenzaron a

repetir los elementos de crisis de subsistencias del

Antiguo Régimen anteriormente descritos, que preludia-

ban el desastre que se avecinaba. El malestar con la

política belicista y de ampliación de recursos financieros

de la corona puesta en marcha por el Conde-Duque que

se traducía en el aumento de impuestos, contribuciones

en hombres para la guerra y la creación de donativos y

empréstitos forzosos colmó la paciencia de muchos.

A partir de 1640 la crisis política se acentuó, con el in-

tento de separación de Portugal y Cataluña de la obe-

diencia del rey Felipe IV, amén de otros levantamientos

como el de Nápoles o el frustrado proyecto del marqués

de Ayamonte D. Francisco Antonio de Guzmán y Zúñiga

y el mismo duque de Medina Sidonia y Conde de Niebla

D. Gaspar de Guzmán y Sandoval por separarse de la

obediencia regia, que no tuvo éxito.

El documento VIII recoge el breve, pero ilustrativo,

testimonio de uno de los ministros del duque de Medina

Sidonia algunos años antes de la tormenta política. En

esta carta se hace eco de las dificultades para recaudar

el dinero de un donativo solicitado por la corona para

sostener sus campañas militares, al tiempo que recuerda

que el Condado no era un lugar donde se pudiera recau-

dar mucho dado que “habría lugares donde no hallaría

ni buena possada por lo pobre que están”.

A la altura de la década de 1630, la crisis económica y

demográfica era una profunda realidad en la que se ha-

llaba sumergido todo un país otrora poderoso y al que

desmedidas e insensatas opciones políticas basadas en

el prestigio exterior y la propaganda interior sólo habían

servido para asegurar el camino hacia el abismo. De ellas

era excelente ejemplo la expulsión de los moriscos.

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