Cartografía del Teatro Victoria de Curicó

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Universidad de Playa Ancha Magister en Arte mención Patrimonio Módulo Metodología de la Investigación Cartografía del Teatro Victoria de Curicó Fabián Llanca Fuenzalida 01/11/2010

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Breve recorrido por la historia de la sala de espectáculos más antigua de Curicó, de la cual se mantiene el edificio ahora en desuso en pleno centro de la ciudad.

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Universidad de Playa AnchaMagister en Arte mención PatrimonioMódulo Metodología de la Investigación

Cartografía del Teatro Victoria de Curicó

Fabián Llanca Fuenzalida01/11/2010

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I.- Historia

La inauguración del Teatro Victoria de Curicó marcó la historia de esta sala llena de símbolos para los curicanos. Fechada originalmente el 1 de diciembre de 1928, la ceremonia tuvo que ser suspendida por el terremoto de ese día. El 1 de enero de 1929, a pocos meses de la debacle económica mundial, el edificio ubicado en calle Yungay, entre Prat y Merced, abrió su mampara.

“Ya sabemos dónde poder ir a entretener el hastío de estas interminables horas de verano, monótonas por lo iguales y lo desoladoramente tristes”, escribía el cronista Montemar en el diario La Prensa1.

La expectativa pretendía rellenar el vacío postergado para el ocio en Curicó, ciudad de la Región del Maule, ubicada en la depresión intermedia y que por estar cerca de

Santiago y no lo suficientemente lejos hacia el sur, se transformó en un punto de tránsito. A Curicó no se llega, se pasa.

La construcción del Victoria se identifica como un producto del esfuerzo local, curicano. Desde el emprendimiento de sus diseñadores y financistas –la sociedad Pesse, Giaconi y Ravanal-, hasta cuidados detalles, como entregarle la responsabilidad de fabricar las butacas a las extintas empresas curicanas Mueblería Buenos Aires y Fundición La Vasconia. El proyecto incluyó la decoración interior y el diseño del vitral frontal a cargo del escultor y pintor Fernando Thauby2.

El inaugural designio telúrico fue soportado por la fresca albañilería sin daños reportados. Los terremotos de 1960 y 1985 afectaron la estructura céntrica, sin que impidiera su continuidad. Lo que liquidó la sala fue lo que alguna vez se presentó como su gran ventaja.

El prodigio tecnológico que usaba la misma cantidad de energía eléctrica que ocupaba toda la ciudad se nutría de material artístico externo, esto es santiaguino, argentino, mexicano y sobre todo hollywoodense. El cine se mezcló con otras manifestaciones revisteriles y espectáculos en vivo, siguiendo la tendencia imperante a nivel nacional.

1 Ver Diario La Prensa de Curicó, 13/1/1929, pag. 3.2 Ver Diario La Prensa, 21/11/1928, sección actualidades, pag. 3.

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Esta programación ecléctica era una tendencia nacional. “Las exhibiciones cinematográficas, entonces, podían compartir su espacio con bailarines, cupletistas y actores. Esta costumbre se mantendrá vigente en pleno reinado del cine sonoro hasta avanzada la década de 1950, pues las estrellas de la música popular realizarán siempre sus presentaciones en combinación con el cine en funciones de vermouth y/o noche, siendo contratadas por la propia sala y anunciándose en la prensa, tanto la película como el cantante”3.

El teatro se convirtió en un espacio de encuentro social con la consabida estratificación que obligaba la existencia de tres tipos de acomodaciones: platea, balcón y galería. “El espacio del biógrafo se presentaba más democrático e integrador que otros lugares de diversión”, agregan González y Rollé. “El cine logró, con rapidez, avanzar en la democratización de la vida social y el consumo cultural al trazar una línea de información sobre el mundo y sus habitantes que se dirigía por igual a las elites que a las masas. De esta forma, el biógrafo se convirtió en un lugar de encuentro y confluencia principal hacia el ‘conocimiento general’ del siglo XX”4.

Con altibajos programáticos, el Victoria logró supremacía hasta fines de la década de 1970 cuando comenzó a caer abatido por la televisión abierta, los videoclubes, la televisión por cable, la mala programación, que se inclinó por éxitos de taquilla sin miramientos artísticos y estilísticos, y el desinterés de los propietarios desafectados de la iconografía construida a través del siglo 20. Con actividades esporádicas hasta fines del año pasado, el sismo del 27 de febrero volvió a poner en debate el destino del inmueble.

Marc Auge dice, a propósito de los lugares y ritmos antiguos que “la modernidad no los borra sino que los pone en segundo plano. Son como indicadores del tiempo que pasa y que sobrevive. Perduran como las palabras que los expresan y los expresarán aún”5.

Es lo que ocurre con el Victoria: es un lugar presente y cotidianamente borroso, pese a que generaciones completas de curicanos se identificaron con sus películas y espectáculos. “Un territorio entendido como sinónimo de escenario en donde se desarrolla un sinnúmero de interacciones sociales y producciones culturales que nos llevan a otro gran número de experiencias cotidianas que nos otorgan una identidad común, cuya raíz básica proviene de la territorialidad del espacio, de nuestro espacio, que como una habitación, una calle, una esquina, un barrio o una ciudad nos hablan de infinitos recuerdos e historias suspendidas en el tiempo y en nuestros recuerdos, lugares de los cuales provenimos y de los cuales somos producto y consecuencia”6.

3 Ver J.P. González y C. Rolle, 2005, pag. 227.4 Ver J.P. González y C. Rolle, 2005, pag. 256.5 Ver Auge, 2000, pag.44.6 Ver Madrid, De Nordenflycht, & San Martín, 2002, pag. 35.

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Los daños en el casco céntrico de la ciudad abarcan cuadras casi completas. Los emblemáticos edificios del actual BCI y del diario La Prensa fueron demolidos por el municipio local, pese a que se encuentran en una zona de protección.

Según los títulos de dominio, la mitad del Teatro Victoria pertenece a Valentín Menéndez Rivas, empresario curicano, un cuarto al ingeniero comercial Germán Menéndez Pagliotti, y el otro cuarto a Lorenzo Alberto Pagliotti, también ingeniero comercial. La misma certificación precisa que la propiedad tiene 970 metros cuadrados y un subterráneo de 178 metros cuadrados. La capacidad original fue de 800 espectadores repartidos en los tres niveles.

La Municipalidad de Curicó ha intentado a través de un comodato recuperar la sala. La casa edilicia suscribió el acuerdo con los propietarios y emprendió la búsqueda de financiamiento a través de fondos sectoriales y concursables, con la limitante que la propiedad del inmueble no permite que los recursos públicos lleguen, aunque sea para mejorar lo existente. Lo único concreto es la venta y para eso no hay dinero disponible.

II.- Ventana al mundo

Curicó semi rural se fue sacudiendo de la parsimonia provinciana desde que el Victoria implementó una programación sin pausa. Sin advertirlo entró en el proceso globalizador de una forma tenue y en dosis pequeñas. “La globalización afecta a la identidad, en primer lugar, porque pone a individuos, grupos y naciones en contacto con una serie de nuevos ‘otros’ en relación con los cuales pueden definirse a sí mismos”7.

La función inaugural del Victoria tuvo en matiné el corto italiano “La silla del diablo”, (“La sedia del diavolo”, de 1912); mientras que en especial y noche fue el turno de “El hombre sin brazos” (“The unknown”, 1927), del director Tod Browning, con Lon Chaney y Joan Crawford, en los protagónicos8. Este último filme pertenece al género del terror en blanco y negro, tributario del expresionismo alemán, pero fabricado en Hollywood9.

El edificio de calle Yungay se convertía en una ventana que se abría a los ojos de los curicanos, ensimismados en sus historias familiares y de parentela apegada a la ruralidad circundante y endogámica. El ferrocarril dejaba de ser el único cordón umbilical con Santiago y el resto del mundo.

7 Ver J. Larraín, 2001, pag. 43.8 Ver Diario La Prensa, 2/1/1929, pag. 6.9 Ver www.imdb.com. Browning dirigió después clásicos del terror como “Drácula”, 1931, con Bela Lugosi, y “Freaks”, 1932.

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El jueves 3 de enero de 1929, los curicanos que fueron al cine conocieron a Mae Murray en “Una mujer moderna” (“Altars of desire”), una comedia romántica de corte clásico. El sábado 19 del mismo mes se publicita en el diario local “el primer estreno cómico”. Se trataba de “Detrás de la cruz, el diablo”, de W.C. Fields.

El sábado 5 de enero se registra el debut de espectáculos en vivo con la presentación de la compañía de Alejandro Flores, actor y director que encabezaba el mayor elenco de la época.

Diez años después, la procedencia de las piezas en exhibición servía de reafirmación. 1939 se abría en el Victoria con “tres grandiosas funciones. Monumental matiné a las 2.30 p.m.” El musical “Hollywood hotel”, con Dick Powell y “Pirata a la vista”, con Mary Robson, aparecían en el programa. Al día siguiente, Clark Gable y Mirna Loy estelarizaban “Pilotos de prueba”. Curicó, alejado del centro mundial, comenzaba a recibir la interpretación estadounidense de la segunda gran guerra.

“La industria cinematográfica estadounidense, que, a partir de su fuga desde la sindicalizada Nueva York a Los Ángeles en la década de 1920, entabló una íntima relación con el capital financiero y con los funcionarios del gobierno a cargo del comercio”10.

El martes 3 de enero anunciaban así la función de ese día. “Sterling Pictures nos presenta un soberbio espectáculo dramático que le hará derramar lágrimas. Marihuana. Con la estrella Luana Walters. Esta película ha sido auspiciada por la Dirección de Sanidad de los EE.UU., fue hecha para combatir el vicio de la marihuana que tan funestas consecuencias tiene para aquellos que son sus esclavos”. El cine como herramienta política sin necesidad de eufemismos.

“El cine estadounidense será un eficaz instrumento de difusión de los intereses de la nación del norte, no sólo mostrando a un país pujante, triunfador, y con un modo de vida moderno y sin conflictos aparentes, sino que fomentando el alineamiento de sus vecinos del sur tras sus intereses económicos y políticos, especialmente en épocas de conflicto internacional”11.

También hubo rarezas de otra especie. “Pampa y cielo”, dirigida por Raúl Gurruchaga y estelarizada por Tito Luisardo, español afincado en Buenos Aires y que mantuvo una prolífica carrera radial, teatral y cinematográfica. La reseña periodística detallaba: “Un drama humano que narra la historia de un apuesto gaucho, personaje simbólico y enemigo de las injusticias humanas, un hombre de espíritu abierto a todos los sentimientos generosos”12.

El 15 de marzo retornaron los espectáculos en vivo con otra rareza. “El Fakir Blanco”. La reseña: “Es un mago que se ríe de la muerte en varios de sus espectaculares números. Los médicos podrán presenciar y controlar todos sus experimentos. Sus ojos quedarán atónitos viendo este grandioso espectáculo que fue aplaudido por todos los públicos de Europa”. Los experimentos en cuestión eran, por ejemplo, “introducir un plomo derretido a 500 grados de calor en la boca

10 Ver Yudice, 2002, pag.33.11 Ver González y Rollé, 2005, pag. 241.12 Ver Diario La Prensa, 14/3/1939, pag. 2.

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y hierro a rojo vivo en la lengua son números corrientes para el Fakir Blanco. Son pruebas ejecutadas con toda limpieza y arte”13.

En 1949 se consolida la procedencia latinoamericana de algunas películas exhibidas. El 17 de febrero, por ejemplo, se estrena “El pecado de Julia”, del argentino Mario Soffici, con Amelia Bence y Alberto Closas. Se trataba de una versión fílmica de la obra “La señora Julia”, de August Strindberg. En el mismo programa doble se ofrecía “una producción inglesa interesante en que alternan las escenas románticas con las dramáticas”. Era “Cual copa de cristal” (“The Upturned glass”, 1947), con James Mason y Rosamund John. Platea costaba 10 pesos; balcón, 8, y galería, 3.

El miércoles 9 de marzo se programó un programa triple, con lo que Hollywood retoma la preeminencia en la pantalla maulina. “Envuelto en la sobra” (“The dark corner”, 1946), thriller dirigido por Henry Hathaway y protagonizado por Lucile Ball. Luego venía “Ángeles con cara sucia”, (“Angels with dirty faces”, 1938), clásico de cine negro dirigido por Michael Curtiz y con un elenco plagado de estrellas del star system: James Cagney, Humphrey Bogart, Ann Sherinda. El paquete lo completaba el décimo episodio de la serie “El hombre de hierro”.

El sábado 9 de abril de 1949 marca otro hito en la historia del Victoria: la presentación de la revista Burlesque. Su descripción en la prensa local: “El espectáculo sensación de Santiago. Las más esculturales mujeres del género frívolo. Música, alegría y arte. Espectáculo sólo para personas de criterio maduro”14. La audiencia experimentaba con otro nivel de expresión. La inocencia daba paso a la curiosidad. El espectador curicano disfrutaba de su plena adolescencia.

La incipiente carrera espacial es motivo para la programación en 1969. El miércoles 1 de enero de ese año el Victoria ofrece “La conquista de la luna” (“Countdown”, 1968), de Robert Altman, con James Caan, Joanna Moore y Robert Duval. El domingo 19 de enero, “Amos del espacio” y “Fitzwilly”, con Dick van Dyke y Barbara Feldon.

“La globalización comporta la difusión (principalmente comercial e informática) de los procesos simbólicos que impulsan de manera creciente la economía y la política”15.

El viernes 28 de febrero, un acto del Partido Nacional ocupa las aposentadurías del teatro, tónica que se repetirá durante los primeros años de los

setenta y hasta el Golpe de 1973 que instauró la dictadura de Pinochet.

13 Ver La Prensa, 15/3/1939, pag. 214 Id. 8/4/1949, pag. 2.15 Ver Yudice, 2002, pag. 44.

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En plena dictadura hay títulos que se prestan para más de una interpretación. El 1 de julio de 1979, “El cielo puede esperar” y “Espías”. El miércoles 8 de agosto, “Cadáveres ilustres”. El viernes 1º de agosto, “Un puente demasiado lejos”. El viernes 24 de agosto, “El animal”. El 30 de ese mes, “A mi manera”.

En 1989, a pocos días de la derrota de Hernán Buchi, candidato de Pinochet, en las urnas, el Victoria ofrece el 3 de noviembre “Los enredos de Wanda”, y “Con licencia para matar”. El sábado 11, “Su última misión”, y “Armado hasta los dientes”. El 20 de siembre, “El regreso de los muertos vivos”.

En paralelo, la programación comienza a decaer en cuanto a títulos y se opta en algunas semanas apelar al segmento adolescente adulto con cintas de contenido sexual. El 27 de noviembre, “Muchachas ardientes” y “Seguro de castidad”. Un día después del triunfo de Patricio Aylwin en las urnas, el 15 de diciembre, el teatro ofrece “La guerra de los sostenes” y “La colegiala enloquece a los profesores”, con la actriz italiana Gloria Guida. El domingo 17 de ese mes, en matiné aparece “Pinocho y el emperador”.

Las últimas exhibiciones antes del cierre formal, registrado en 1996, fueron “Locademia de pilotos 2” y “Las tortugas ninjas”.

III.- Función privada

Plantear el desafío de recordar vivencias con el Victoria como escenario es reconocerse en el edificio, en ese espacio único y que es tan curicano que cuesta despegarse para hacer distancia. Un puñado de maulinos hizo el ejercicio y trataron de responder lo siguiente. ¿Qué películas recuerda haber visto en el Teatro Victoria? ¿Alguna en particular? ¿Por qué? ¿Tiene una anécdota suya o de otras personas que se hayan desarrollado en el Teatro Victoria? Acá algunas respuestas.

Juan Manuel Neira, 40 años. “La primera vez que fui al cine fue al Victoria, película, “Infierno en la Torre”, año, 1976.Otra tarde memorable fue en 1981, convencí a mi viejo para ver la segunda parte de una película que yo encontraba extraordinaria cuando cabro, así que ese domingo en la tarde me acompañó a ver “El imperio Contraataca”. Salimos del cine y en la tarde vimos por TV como Chile se clasificaba para el mundial de España 82, ganándole 2 a 0 a Ecuador. Tarde perfecta”.

Camila Alastuey, 40 años. “Recuerdo haber visto ahí “War games” (“Juego de guerra”), con Matthew Broderick, y “Fiebre de sábado por la noche”, con John Travolta. Por supuesto que salí enamorada de Matthew Broderick y solo quería jugar Pac Man y tener un PC en casa. Mi mamá trabajaba en frente, en “PanPan”, era la cajera y era divertido porque nos daba dulces para la película y al salir helados. Siempre iba con mi hermano chico”.

Pablo Marcelo Ramirez Villar, 42 años.

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“Me acuerdo de los tres niveles. En la medida que subías era el precio. Había un dejo de clasismo ya que uno tapaba a escupos al nivel inferior. Las comodidades, las pulgas, el olor tenía que ver con ese famoso tercer piso. Recuerdo que mi mama me llevo a ver “Equus” y lo único que recuerdo era el amor incondicional y sexual entre un caballo y un joven. Yo tenía unos 10 años y cuando apareció la escena donde se desnuda el protagonista junto a su caballo, mi mamá me dice vámonos, ya es muy tarde”.

Raúl Basualto Tapia, 36 años.“Vi las Pesadillas con Fredy. “The Doors” también. La verdad es que los rotativos eran una saturación. Claramente uno es parte de la configuración de la industria cultural habida en su momento histórico, y seguramente la irreverencia expresada en las películas establecía el dominio en sujetos como yo”.

Mauricio Poblete Vergara, 40 años.“Varias. “Rocky III”, “Tiburón”, “Terciopelo azul”, “Furia de Titanes”. Ah, y la de todos los años llamada R.N.S.J (Resurección de Nuestro Señor Jesucristo) que era muda, y que era el preámbulo de las anteriores. Todos teniamos que darle alguna monedita al "cojo" para ver peliculas para mayores de 18, como ‘Terciopelo azul’”.

Liliana Alastuey, 67 años.“Vi la primera de Elvis en 1958, ‘Love me tender’ y fue un descubrimiento increíble”.

Julio Bravo Cortés-Monroy, 43 años. “Nací en 1967 y llegué a Curicó en 1980, a cursar octavo básico en el Internado del Liceo de Hombres. Conocí el Cine Victoria en mis salidas libres del internado las tardes de los miércoles. No había mucho que hacer así que era popular entre los internos ir a la galería del Cine Victoria. Ir a ver los rotativos de dos o tres películas en la galería podía ser un panorama de risas: o la película era divertida, o el pelado de la galucha que vendía golosinas era la inspiración de las tallas de la tarde. Me imagino que el pelado agradecía si la película era buena y captaba nuestra atención.Era increíble ver el collage de las películas en rotativo: desde picarescas argentinas del Gordo Porcel, hasta un digno intento fílmico griego de las epopeyas de Homero.Un verano en que trabajé en la construcción, me dejé caer al cine para no olvidarlo más: “La Naranja Mecánica”. Debe haber sido 1988 y el clásico de Kubrick pasaba sin pena ni gloria por el Cine Victoria. Merecía platea. Nunca la había visto y siempre había oído hablar de ella.Estaba prácticamente solo en la matiné de las 14:10 cuando la pantalla fue develando los muros negros del bar de leche y la música beethoveniana en versión electrónica me erizaba los pelos. Preguntas y música. Beethoven y libre albeldrío. Salí y decidí volver a entrar a la función de las 18:00. En boletería ni se enteraron de mi insistencia. Salí de nuevo, masticando la historia de Burgess... abriendo las polillosas y pesadas cortinas de la mampara. La música y las preguntas venían adentro. Macerando al adolescente imberbe de esos días. Afuera estaba la misma ciudad de siempre. Adentro miles de preguntas y una nueva banda sonora en mi mente”.

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Bibliografía

(1928, 1929, 1939, 1949, 1969, 1979, 1989, 1996). Diario La Prensa .

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