Cartas Apostólicas

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EL GRUPO DE CARTAS APOSTÓLICAS QUE NO SON DE SAN PABLO NI DE SAN JUAN. Existen cinco cartas que no tienen en común otra cosa más que no pertenecer al bloque paulino y al bloque joánico. Agrupadas en orden cronológico, estas son: Carta de Santiago, Carta de San Judas, Carta a los Hebreos y dos Cartas de San Pedro. Entre ellas se encuentra la mayoría de los escritos deuterocanónicos del NT: la de Santiago, a los Hebreos, la Segunda de Pedro y la de Judas. LA DESIGNACIÓN DE CATÓLICAS Y LA POSICIÓN ACTUAL DE LOS ESTUDIOS BÍBLICOS. Tradicionalmente se han llamado Cartas Católica a siete escritos apostólicos, como todavía puede verse en las ediciones del Nuevo Testamento, por este orden: Carta de Santiago, Primera y Segunda de San Pedro, tres Cartas de San Juan y la de San Judas. Pero actualmente se está generalizando un nuevo criterio en el tratamiento de estos escritos. Se desgajan del grupo claramente las tres Cartas de San Juan, que, con el IV evangelio y el Apocalipsis, forman el bloque joanneo; esos cinco escritos de San Juan, por su relativa homogeneidad, requieren un tratamiento aparte. Por otra parte, la Carta a los Hebreos no se estudia ya integrada en bloque paulino, lógicamente se asocia al grupo de las cartas apostólicas, que no tienen conexiones entre sí, las llamadas cartas católicas. ¿POR QUÉ CATÓLICAS? A) El origen del nombre

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Contexto general de las cartas apostolicas.

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EL GRUPO DE CARTAS APOSTLICAS QUE NO SON DE SAN PABLO NI DE SAN JUAN.Existen cinco cartas que no tienen en comn otra cosa ms que no pertenecer al bloque paulino y al bloque jonico.

Agrupadas en orden cronolgico, estas son: Carta de Santiago, Carta de San Judas, Carta a los Hebreos y dos Cartas de San Pedro.

Entre ellas se encuentra la mayora de los escritos deuterocannicos del NT: la de Santiago, a los Hebreos, la Segunda de Pedro y la de Judas.

LA DESIGNACIN DE CATLICAS Y LA POSICIN ACTUAL DE LOS ESTUDIOS BBLICOS.

Tradicionalmente se han llamado Cartas Catlica a siete escritos apostlicos, como todava puede verse en las ediciones del Nuevo Testamento, por este orden: Carta de Santiago, Primera y Segunda de San Pedro, tres Cartas de San Juan y la de San Judas.

Pero actualmente se est generalizando un nuevo criterio en el tratamiento de estos escritos. Se desgajan del grupo claramente las tres Cartas de San Juan, que, con el IV evangelio y el Apocalipsis, forman el bloque joanneo; esos cinco escritos de San Juan, por su relativa homogeneidad, requieren un tratamiento aparte.

Por otra parte, la Carta a los Hebreos no se estudia ya integrada en bloque paulino, lgicamente se asocia al grupo de las cartas apostlicas, que no tienen conexiones entre s, las llamadas cartas catlicas.

POR QU CATLICAS?

A) El origen del nombre

Parece que la designacin de Carta Catlica se aplic al principio slo a la Primera Carta de San Juan, por su total ausencia de destinatarios. Posteriormente se aplic a todo el conjunto. En tiempo de San Jernimo aparece ya generalizada la expresin: siete epstolas catlicas.

Sin embargo, en Occidente prefirieron los autores llamarlas Cartas Cannicas, porque pertenecan a la lista o canon de las Escrituras inspiradas, para distinguirlas de otras Cartas, como la Epstola de Bernab, que no gozaban de la misma autoridad.

B) El alcance del nombre

Sobre ello no estn de acuerdo los autores. Para algunos indicara que eran ledas en todas las iglesias, porque universalmente se reconoca su canonicidad (***). Lo ms probable es que tal designacin les haya sido impuesta por su contenido y por sus destinatarios. Su contenido aborda temas de carcter general; en ellas suele estar ausente lo personal y lo concreto. Tratan temas que afectaban a todo o a la mayor parte de la cristiandad: ciertas herejas (gnosis libertina en 2 Pe y Jds), el retraso de la parusa (2 Pe) o las persecuciones que se iniciaban (1 Pe).A diferencia de las Cartas de San Pablo no se dirigen a iglesias particulares, sino que van destinadas a la generalidad de los fieles o a un amplio sector: la Carta de Santiago, a las doce tribus de la dispersin (1, 1); es decir, a la totalidad del nuevo pueblo de Israel, que es la Iglesia. La Carta a los Hebreos, si es que no es un estudio destinado a la Iglesia de Jerusaln, puede por este motivo incluirse entre las catlicas. La primera Carta de San Pedro va dirigida a los fieles del Ponto, Capadocia, Asia y Bitinia (1, 1). La 2 Pe y Jds, a los fieles de Asia Menor.

Ya en la antigedad, por esta razn de su universalidad, las llamaron tambin cartas universales o encclicas.

LA CONDICIN JERRQUICA DE SU AUTOR. AFECTA A LA CONDICIN DEL ESCRITO?

Es una cuestin que parece se plantearon los antiguos al intentar ordenar y jerarquizar estos escritos.

Las cartas catlicas aparecen agrupadas desde el Silgo IV. San Jernimo en su versin latina, la Vulgata, que es la oficial de la Iglesia Catlica, impuso que se colocaran hacia el final del Nuevo Testamento, inmediatamente antes del Apocalipsis, como todava se observa en nuestras ediciones.

Sin embargo, la Biblia griega colocaba las cartas catlicas inmediatamente despus de los Hechos de los Apstoles. As lo atestiguan los ms importantes manuscritos, como el Vaticano y el Sinatico y algunos Padres. Sin duda, por ser escritos de los primeros apstoles, anteriores a Pablo.

Pero no ya el bloque de las cartas catlicas, sino cada una de las cartas se ordenaron de distinta manera al actual. Los grandes manuscritos (Sinatico, Vaticano, Alejandrino) y algunos Padres consagraron el orden actual, que antepone la Carta de Santiago o por considerarlo el escrito ms antiguo del grupo o porque tal es el orden con que aparecen mencionados sus respectivos autores en Gal 2, 9.Las Iglesias occidentales, por el contrario, ordenaron las cartas catlicas conforme a la dignidad de sus autores: Pedro, Juan, Santiago y Judas. As los concilios de Roma (a. 382), de Hipona (a. 393), Cartago (a. 397), Florencia (a. 1442) y Trento (a. 1546), junto con algunos Padres.

Pero es que el carisma primacial de Pedro afect y condicion sus escritos como si, por ser suyos, tuvieran algn rango especial entre los dems escritos inspirados? No. Los escritos de San Pedro, pese a sus prerrogativas singulares en otros rdenes, no tienen rango alguno de especial dignidad entre los escritos del Nuevo Testamento, pues el carisma de la inspiracin bblica es siempre singular y el mximo en su gnero. Por eso ha prevalecido en la Iglesia la no jerarquizacin de los escritos apostlicos. Pero las vacilaciones reseadas, particularmente las de quienes intentaron anteponer las Cartas de San Pedro (Concilios y entre los escritores eclesisticos: Orgenes, Rufino, San Agustn, Casiodoro, etc.), sugieren de modo indirecto y velado la fe de la Iglesia en las prerrogativas singulares de Pedro entre los dems apstoles.

LAS CARTAS CATLICAS, SON CARTAS CON UNOS DESTINATARIOS Y FINALIDAD CONCRETAS, O SON EPSTOLAS?La respuesta parece ser que participa de la condicin de una y otra. Parecen cartas por ir dirigidas a un grupo de iglesias particulares (1 Pe), y aludir tambin al estado concreto que se origina de la persecucin (1 Pe 4, 12ss); o aluden a concretas herejas incipientes (2 Pe y Jds), o a la tibieza espiritual y moral (Stg).

Todas se encabezan con el formulario epistolar, que se usaba en la correspondencia segn el estilo grecorromano; la Carta a los Hebreos, que carece de comienzo epistolar, tiene al final (Hbr 13, 22-24) saludos, recomendaciones y noticias, que slo se dan en una verdadera carta dirigida a unos destinatarios que se interesan por esos pormenores.

Pero parecen epstolas, porque sus autores traslucen la intencin de que sus enseanzas se difundan; sugieren que el escrito se pase de unas iglesias a otras (1 Pe 1, 1; Stg 1, 1). El contenido de estos escritos reviste el carcter de enseanza universal en la totalidad de las cartas, como de hecho las ha utilizado siempre la Iglesia. Pudieron inspirarse, para ello, no slo en un gnero literario que conoca ya la literatura antigua (por ejemplo, las Cartas de Sneca son tratados morales), sino tambin en el modelo de la didascala juda (***), que adopt este recurso para la enseanza y para iluminar necesidades y problemas; as, la Carta de Jeremas, que aparece en nuestra Biblia como captulo 6 del libro de Baruc, y las cartas que recoge el Segundo libro de los Macabeos (1, 1-2, 19), intercambiadas entre las comunidades judas y sus jefes. Prctica que adoptaron tambin los Apstoles, reunidos en el Concilio de Jerusaln (Hch 15, 23-29), y el propio San Juan, en las siete epstolas a las Iglesias de Asia, que se contienen en los tres primeros captulos del Apocalipsis.

FORMULARIO EPISTOLAR ANTIGUO Y ORIGINALIDAD DE LOS APSTOLES.Todos sabemos hoy cmo se escriben las diversas cartas. Tenemos unas lneas generales, que constituyen el formulario epistolr bsico (nombre de la persona a quien se dirige la carta, localidad, fecha, etc., al comienzo; despedida y firma, al final). Este formulario bsico se adapta de una forma u otra al distinto gnero de cartas: carta de amistad o de negocios, carta a un superior o a un igual, etc. Entre nosotros tambin hay quienes se atienen escrupulosamente al estilo epistolar consagrado por el uso, quienes traslucen una total carencia de originalidad (la tpica carta del soldado o del pueblerino) y quienes rompen lazas por crear nuevas frmulas epistolares, aunque atenindose al uso consagrado en la escritura del sobre y en las lneas generales de un comienzo y de un final epistolares.

Lo mismo ocurra en la antigedad, aunque los usos fueran distintos. Las cartas constaban de un formulario determinado.

La inscriptio comprenda el nombre y localidad del destinatario, iba escrita en el reverso de la misma carta o en el sobre en que se inclua.

La carta propiamente tal comenzaba con el praescriptum o supercriptio, con tres elementos en poqusimas palabras:

1) La intitulatio o nombre del remitente en nominativo.

2) La adscriptio o nombre del destinatario en dativo, al que se poda yuxtaponer un adjetivo honorfico.

3) La salutiatio o saludo, que entre los griegos consista en desear alegra y entre los romanos en desear al correspondiente salud.

Las cartas, por ejemplo de Cicern son un modelo de escrupulosidad en atenerse a este formulario, de forma que incurren casi en el tpico. Algo as como ahora nos remos de quien escribe al comienzo de sus cartas: Me alegrar que al recibo de sta te encuentres bien; yo bien, gracias a Dios.

La carta acaba con un saludo final (Subscriptio, hypograph, aspasms), con frmulas convencionales. A veces se redactaba un prrafo de despedida y encargos para los amigos. En nuestros das el requisito de autenticidad lo constituye la firma autgrafa; en la antigedad sola ser el saludo, que el remitente escriba de su puo y letra (generalmente conocida por el destinatario) despus de haber fechado la carta.

Cabe decir, en honor de los apstoles, que se mostraron en sus cartas bastante liberales en la transformacin de este insulso formulario epistolar en uso. Conservando el esquema fundamental, lo manipularon, generalmente amplindolo, para darle no un alcance trivial, sino un sello profundamente cristiano. No siempre, porque la carta del Concilio de Jerusaln (Hch 15, 23 y 29) y las dos cartas ltimas de San Juan se atienen al tpico epistolar. De las cinco cartas apostlicas, que ahora comentamos, la de Santiago carece de final epistolar y en su encabezamiento, salvo los ttulos siervo de Dios y del Seor Jesucristo, con que ampla la mencin del remitente, el resto del praescriptum es tambin el tpico en uso.La Primera Carta de San Pedro, como otras del Nuevo Testamento, complica particularmente los elementos introductorios, que eran simplicsimos en el gnero epistolar grecorromano. La mencin del remitente, Pedro, va acompaada de un calificativo: apstol de Jesucristo. La mencin de los destinatarios aparece con menos sobriedad y mayor barroquismo que los clsicos: A los que viven como extranjeros en la Dispersin: en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos segn el previo conocimiento de Dios, Padre, con la accin santificadora del Espritu, para obedecer y para la aspersin de la sangre de Jesucristo. Finalmente, el encabezamiento se cierra: A vosotros gracia y paz abundantes; la gracia (jaris) era el saludo griego, pero en todo el NT esta palabra, gracia, aparece profundamente transformada y enriquecida; paz era y es el saludo de los judos, tambin profundamente transformado por Jesucristo (Cfr. Jn 14, 27; 16, 33) y sus apstoles (Cfr. Ef 2, 14-18). Al final de esta carta (1 Pe 5, 12-14), se consideran estos versculos como el autgrafo del Apstol que autenticaba la carta; son explicaciones, recomendaciones y saludos finales, que tambin amplan los usos establecidos con un tinte netamente cristiano.

A los elementos epistolares obligados en el encabezamiento de la carta, los Apstoles (sobre todo Pablo) aadieron un elemento nuevo: la bendicin. De las cinco cartas que comentamos slo aparece en esta primera Carta de Pedro (1 Pe 1, 3-9). Un canto a la bondad de Dios, manifestada en Cristo. Desde tan alta cima se desciende luego al terreno llano de la comunicacin epistolar.La segunda Carta de San Pedro complica la mencin del destinatario con la yuxtaposicin de los dos nombres del Apstol: Simen Pedro, y de dos ttulos siervo y apstol de Jesucristo. Los destinatarios se designan genricamente como los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo han obtenido en suerte una fe tan preciosa como nosotros. El saludo gracia y paz viene complicado con un anticipo del que ser tema de la carta: por conocimiento (epignosis = superconocimiento) de nuestro Seor (2 Pe 1, 1-12). Acaba la carta con unos deseos, que corresponden a los iniciales: Creced, pues, en la gracia y el conocimiento (gnosis) de nuestro Seor y Salvador, Jesucristo.La carta de San Judas escoge los siguientes ttulos para presentar al remitente: Siervo de Jesucristo y hermano de Santiago; este Santiago es el que, a su vez, viene designado en el NT como hermano del Seor (Gal 1, 19). Y sobrecarga el saludo, la paz (judo) aade los especficamente cristianos: misericordia y amor. La carta acaba con una doxologa (vv. 24-25), directamente referida a los destinatarios como un deseo.

La carta a los Hebreos, como la Primera Carta de San Juan, son los dos nicos escritos epistolares del NT carentes de saludo inicial. Es improbable que se haya perdido, como creen algunos. Quizs corresponde ms bien al modo oriental de concebir una carta. En compensacin tiene unos versculos finales (Hb 13, 22-25) estrictamente epistolares.

En conclusin, estas cinco cartas se inscriben en un formulario netamente epistolar, aunque la de Santiago carezca de saludos finales y la Carta a los Hebreos de comienzo estrictamente epistolar.

CMO ESCRIBIERON ESTAS CARTAS LOS APSTOLES?

El papiro fue la materia normal en que se escriban las cartas, como nuestro papel era materia ms frgil que las membranas o pergaminos, sobre todo en climas hmedos. Ello explica ms fcilmente que no haya llegado a nosotros ni un solo fragmento de los originales de ninguna carta apostlica. La superficie spera del papiro haca muy difcil la escritura, sobre todo la cursiva, que escriba varias letras o una palabra sin levantar el clamo o pluma; lo normal sobre el papiro era la escritura uncial, letra por letra. Normalmente haba calgrafos de profesin, generalmente esclavos, hbiles en este oficio tan laborioso. Slo escriban de su puo y letra o los pobres, que no tenan escriba ni podan pagrselo, o los acomodados cuando queran escribir cosas reservadas. Los apstoles, con toda seguridad, utilizaron amanuenses (cfr. P. ex. Rom 16, 22). Cuando San Pedro dice : Os he escrito brevemente por medio de Silvano (1 Pe 5, 12), alude, sin duda, a una participacin mayor en la redaccin de la carta que la de un simple amanuense, que escribiera al dictado del Apstol.Cuatros modos utilizaron en la antigedad (y en nuestros das) los autores para escribir las cartas de cierto relieve, que han llegado hasta nosotros, y que pueden aplicarse tambin a las cartas apostlicas:

A) Escribir toda la carta de su puo y letra.

Slo las ms cortas del NT tienen esta probabilidad. La pequea carta de Filemn pudiera ser un ejemplo: San Pablo, con enternecedora imaginacin, acude a todos los recursos para defender al esclavo fugitivo Onsimo. Entre los que se le ocurren hay uno que es el de asumir personalmente las deudas contradas por el esclavo y firme literalmente un pagar, en el versculo 19: Si en algo te perjudic, o algo te debe, ponlo a mi cuenta. Yo mismo, Pablo, lo firmo con mi puo; yo te lo pagar.

Tambin en las dos pequeas cartas de San Juan hay indicios: Aunque tengo mucho que escribiros, prefiero no hacer con papel y tinta (2 Jn 12). Tengo mucho que escribirte, pero no quiero hacerlos con tinta y pluma (2 Jn 13).

De los cinco escritos que comentamos en este trabajo, slo la Carta de San Judas, por su brevedad, pudiera haber sido escrita directamente, aunque no hay indicio ninguno que as lo sugiera.

Autgrafos de los Apstoles, en las cartas ms extensas, s fueron los prrafos finales. San Pablo lo dice en cuatro partes: 2 Tes 3, 17; 1 Cor 16, 21; Gal 6, 11; Col 4, 8. Y se supone en otras. Por lo que respecta a nuestro grupo, est al final de 1 Pe 5, 12-14 con toda probabilidad.B) Dictar la carta palabra por palabra.

No se puede excluir a priori este modo de dictado para las cartas apostlicas. De hecho el estilo coloquial, que traslucen tantos pasajes de las Cartas del NT, sugiere, entre otras razones, que los Apstoles tenan vvidamente presentes a sus destinatarios como interlocutores.

Sobre todo, la precisin doctrinal que cuidaban es tambin un motivo para pensar que grandes secciones de estos escritos fueron dictadas literalmente

C) Confiar la redaccin a otro, al que se le suministraban las ideas.

Aun en este caso, la carta debe considerarse como autntica, por que el remitente la reconoce por suya. Varias cartas de San Pablo tienen diversos remitentes, yuxtapuestos al Apstol en el encabezamiento y de la talla de Silvano y Timoteo (Cfr. 1 y 2 Tes, 2 Cor, Col, Flp), que no pueden considerarse como meros amanuenses. Ni es suficiente explicacin que, cuando se escribieron estas cartas, estuvieran asociados al ministerio de Pablo.

Este es el caso tambin de la intervencin de Silvano en la 1 Pe, cuyo autor reconoce: Os he escrito por medio de Silvano, a quien tengo por hermano fiel (5, 12). San Jernimo explica la diversidad de estilo entre las dos cartas de San Pedro, que es una fuerte dificultad contra la autenticidad Petrina de la segunda, por la intervencin de secretarios diversos: las dos cartas, que se atribuyen a Pedro, difieren entre s por el estilo, el carcter y la estructura de las palabras; de donde deducimos que, en cada ocasin, se sirvi de diversos intrpretes (Epist. 120, 11, 5). Si juntamos este dato con el que nos proporciona una tradicin an ms antigua, segn la cual el evangelista Marcos fue el intrprete que puso por escrito la predicacin evanglica de Pedro (Papas de Hierpolis, hacia el ao 130), pudiramos deducir que San Padre era poco inclinado a estructurar lgicamente su pensamiento; y que confi esta penosa misin, tanto al referir sus recuerdos personales del Seor como al instruir por escrito a las comunidades, a otros auxiliares, de la talla de Marcos o Silvano.

La influencia del secretario se invoca tambin para explicarla perfeccin del griego en la Carta de Santiago.

Supuesta, pues, la colaboracin de secretarios en los escritos del NT, la cuestin de lengua y estilo no es criterio decisivo para rechazar la autenticidad de un escrito, que la tradicin atribuye a un determinado autor.

D) Confiar enteramente la redaccin de la carta a otro.

La autenticidad en este caso sera indirecta. Entre los escritos del NT, el que con mayor verosimilitud pudiera considerarse como de autenticidad (paulina) indirecta sera la Carta a los Hebreos.

VALORAR EL TRABAJO APOSTLICO, QUE SUPUSO ESCRIBIR AQUELLAS CARTAS.

Las cartas apostlicas del NT son las ms extensas que de la antigedad se conservan. En su promedio son bastante ms que las Carta de Sneca o Cicern. La carta a los Hebreos es la ms extensa del Nuevo Testamento.

Supuso un considerable esfuerzo dar forma literaria a la fe que predicaban y a sus mltiples implicaciones en el terreno del pensamiento. No fueron creaciones literarias sobre temas humansticos, ni divagaciones por el camino ya trillado de la Filosofa. Se trat de formular pensamientos originales y normas de conducta, llamados ambos a cimentar toda la visin cristiana de Dios, del hombre y del mundo. Lo que ensearon los Apstoles encierra todo lo necesario para que el Pueblo de Dios, viva santamente y aumente su fe (Conc. Vaticano II: DV 8).

La Iglesia apostlica no fue una Iglesia perezosa ni descuidada, en ningn aspecto. Tampoco en el doctrinal. Conscientes los Apstoles del mensaje recibido, no ahorraron esfuerzo para perpetuar su magisterio. Por lo anteriormente expuesto, se ha podido calibrar lo costoso y laboriosos que, con tales instrumentos, era la empresa de escribir estas Cartas. Rpidamente se multiplicaron las copias y unos Apstoles conocieron los escritos de otros, como veremos en el caso de la Carta de Santiago o en la afirmacin de 2 Pe 3, 15-16. Por la reutilizacin que los propios Apstoles hacen de ciertos pasajes de sus otros escritos es seguro que conservaban, en un registro epistolar, copia de las cartas que enviaban.

A veces se infravalora a la Iglesia apostlica, como si todo hubiera provenido de una mstica accin del Espritu, ms inexacto. Se dio una admirable conjuncin entre la accin fortificante del Espritu y la respuesta dcil en inteligente de los Apstoles. Conjuncin que es modelo y estmulo para cualquier otra fase de la vida de la Iglesia. Hay que calibrar justa el nimo y la actividad de aquellos hombres, nuestros padres en la fe, tambin como autores de estos escritos.UN MTODO CCLICO PARA LA MEJOR INTELIGENCIA DE ESTAS CARTAS.

Todo el que est formado en el hbito de la lectura, con capacidad de entender lo que lee, procure en un primer momento leer por s mismo, directamente, estas Cartas, prescindiendo incluso de los subttulos que traiga la Biblia que se maneje. A veces, es conveniente desentenderse de las andaderas.

Puesto en contacto directo con el texto mismo, se pueden ir haciendo las propias notas acerca de lo que cada uno capta de cuanto el autor nos quiere decir, cmo lo dice y por qu pasos. Sgase en ello el criterio de una actitud literaria, la que se adopta ante cualquier otro libro. Sin un excesivo temor reverencial, que paralice, como si de antemano la Palabra de Dios fuera tan arcana que por principio resultara impenetrable. Dios ha hecho su Palabra inteligible para los hombres hay que situarse en actitud de abierta y confiada escucha frente al Autor.

De aqu saldr, como sugera San Agustn, un primer logro: que estas Cartas no nos resulten desconocidas. Posteriormente, con ayuda de los comentarios, se irn cubriendo otros objetivos. He aqu la norma agustiniana para la lectura de la Biblia:

1. Lo primero de este empeo y trabajo ha de ser conocer estos libros, leyndolos, aunque no todava para entenderlos; ms bien, o para aprenderlos de memoria, o por lo menos, para que no sean enteramente desconocidos.

2. Despus se ha de investigar ya ms solcita y cuidadosamente lo que en ellos claramente se dice, ya sean reglas de vida, ya reglas de fe, y en esto tanto ms podr hallar cada uno cuanto mayor capacidad de entender tenga, pues en esto que claramente se dice en las Escrituras est cuanto pertenece a la fe y a las costumbres de vida; es decir, a la esperanza y la caridad.

3. Una vez adquirida cierta familiaridad con el lenguaje mismo de las divinas Escrituras, procdase a explicar y discutir lo que de oscuro hay en ellas, tomando ejemplos de locuciones claras, para ilustrar por ellas las locuciones ms oscuras, y por las sentencias ciertas resolver las dudas de las dudosas. (De doctrina cristiana, II, 9).CARTA A LOS HEBREOS

SUMARIO: I. Origen paulino y canonicidad: 1.Tradiciones antiguas; 2. Canonicidad; 3. Discusiones; 4. Autor. II. Circunstancias de la redaccin: 1. Destinatarios; 2. Lugar; 3. Fecha; 4. Trasfondo cultural. III. Cuestiones literarias: 1. Gnero literario; 2. Estructura literaria. IV. Nueva sntesis cristiana: 1. Punto de partida tradicional; 2. Cristologa sacerdotal; 3. Sacerdocio incomparable; 4. Situacin cristiana; 5. Hermenutica bblica. V. Conclusin.A MANERA DE INTRODUCCIN:

En el inicio de la Iglesia, los cristianos se plantearon un serio problema: el problema del sacerdocio. La catequesis evanglica primitiva no trataba esta cuestin, pero pona en escena a los sacerdotes en papel de oposicin a Jess y a su misin. Por otro lado, el AT daba un lugar primordial al sacerdocio en la vida del pueblo. Cmo conciliar estas dos cosas? Acaso el plan de Dios no tena una unidad armnica? Qu papel seguan jugando los sacerdotes del templo de Jerusaln despus de la resurreccin de Cristo? Haba que seguir ofreciendo sacrificios en el templo? A estas y muchas otras preguntas trata de responder la Carta a los Hebreos.La conclusin a que el autor llega es de importancia trascendental para el proto-cristianismo, porque es capaz de reflexionar en torno a la persona de Jess como cumplimiento de las promesas veterotestamentarias: es en l en donde el sacerdocio antiguo encuentra su plenitud y su cumplimiento definitivo. Es en esta Carta indita en donde la consideracin del sacerdocio de Cristo manifiesta un progreso de la fe e imprime un nuevo impulso a la vida cristiana de los inicios.SUMARIO DE INFORMACIN BSICA

FECHAEn los aos 60, o ms verosmilmente en los 80

AUTORNo especificado; los saludos proceden de los de Italia

DESTINATARIONo identificados. Por el contexto han de ser cristianos atrados por los valores del culto judo; las conjeturas los sitan en Jerusaln o en Roma, siendo esta ltima ciudad la destinataria ms verosmil.

AUTENTICIDADEl autor no est identificado. La atribucin a Pablo por la Iglesia posterior est abandonada.

UNIDAD E INTREGRIDADNo se disputan seriamente

DIVISIN FOMALPropuesta por A. Vanhoye:

11, 5 2, 18Nombre superior a los ngeles (escatologa)

23, 1 5, 10Jess fiel y compasivo (eclesiologa)

35, 11 10, 39Exposicin central (sacrificio)

411, 1 12, 13Fe y perseverancia (parnesis eclesiolgica)

512, 14 13, 19El fruto pacfico de la justicia (escatologa)

DIVISIN SEGN EL CONTENIDO1,1 3Introduccin

1,4 4,13Superioridad de Jess como Hijo de Dios

1,4 2,18Superior a los ngeles

3,1 4, 13Superior a Moiss

4, 14 7, 28Superioridad del sacerdocio de Jess

8,1 10, 18Superioridad del sacrificio de Jess y de su culto en el Tabernculo celeste que inaugura una nueva Alianza.

10, 19 12, 29Fe y perseverancia: aprovechamiento personal de la obra sacerdotal de Jess

10, 19 39Exhortacin a sacar provecho del sacrificio de Jess

11, 1 40Ejemplos de fe en el AT

12, 1 13Ejemplo de sufrimiento de Jess y la disciplina del Seor

12, 14 29Advertencias contra la desobediencia por medio de ejemplos del AT

13, 1 9Preceptos morales prcticos

13, 20 25Conclusin: bendicin y saludos

I. ORIGEN PAULINO Y CANONICIDAD. Antes del concilio Vaticano II la liturgia latina presentaba las lecturas sacadas de la carta a los Hebreos con el ttulo "De la epstola del apstol san Pablo a los Hebreos". Despus del concilio, la liturgia ha renunciado a llamar a este escrito "epstola de san Pablo", y dice simplemente "carta a los Hebreos". Este cambio manifiesta muy bien que la carta a los Hebreos ocupa un lugar particular en el NT. Presenta de una forma original una doctrina sumamente profunda sobre el sacerdocio de Cristo.

1. TRADICIONES ANTIGUAS. La carta a los Hebreos no se presenta como las cartas paulinas, que comienzan todas ellas con el nombre del apstol. En ella no aparece el nombre de Pablo ni al principio ni despus. Sin embargo, fue puesta en la serie de las cartas paulinas desde la antigedad. El testimonio ms antiguo del texto, el papiro Chester Beatty P46, fechado alrededor del ao 200, contiene Hb entre Rom y 1Cor. Muchos manuscritos ponen a Hb despus de 2 Tes y antes de las cartas pastorales. En los manuscritos bizantinos Hb viene detrs de las cartas pastorales, al final de toda la serie de cartas paulinas. Esta posicin ha pasado a ser la tradicional.

Se discute sobre el origen de Hb. En Oriente fue recibida como paulina desde los primeros tiempos. Pero el hecho de ser Hb muy diferente de las cartas paulinas suscitaba diversos intentos de explicacin. Clemente Alejandrino opinaba que el texto griego no era del mismo Pablo, sino de Lucas, que habra traducido a su estilo una carta escrita por Pablo en hebreo (en Eusebio, Hist. Eccl. IV, 14,2). Orgenes propona una distincin entre forma y contenido. La forma evidentemente no era paulina; pero la doctrina era digna del apstol. "Quin escribi la carta? El verdadero autor slo Dios lo sabe; en cuanto a nosotros, nos han llegado algunas declaraciones: unos sealan como redactor a Clemente Romano, otros a Lucas" (en Eusebio, o.c., VI, 25,11-13). En general, los padres orientales prescindieron de estas distinciones y se atuvieron a la afirmacin tradicional del origen paulino.

En Occidente, por el contrario, la perplejidad dur ms tiempo. Incluso creci por obra de algunas controversias. Los rigoristas y los arrianos sacaban argumentos de algunos pasajes de Heb, lo cual provocaba la desconfianza frente a este escrito. Tertuliano se lo atribuye a Bernab; Eusebio refiere que la Iglesia de Roma no crea en su autenticidad paulina (o. c., III, 3,5). Sin embargo, a finales del siglo Iv, la solidez de la tradicin oriental se impuso al conjunto de la Iglesia.

2. CANONICIDAD. Pero se estableci una distincin, en particular por obra de san Jernimo. Para l el punto importante no era la cuestin del autor, sino la de la pertenencia de Hb a las escrituras inspiradas. Segua albergando dudas sobre el autor; pero sobre la canonicidad se pronunciaba sin vacilaciones en sentido positivo (Ep. 129 ad Dardanum: PL 22,1103). Lo mismo hizo San Agustn, debido a "la autoridad de las Iglesias orientales" (De peccatorum meritis I, 27,50: PL 44,137).

De hecho, la canonicidad de Hb haba sido reconocida en Oriente por el Concilio de Laodicea (360) y afirmada por San Atanasio en su carta festiva del 367. En Occidente, el snodo romano del 382, al parecer, sigui el mismo camino (DS 180). Los concilios africanos (Hipona 393, Cartago 397 y 419) fueron explcitos en este sentido: Hb forma parte de las Sagradas Escrituras (DS 186). Este punto ya no volvi a ponerse en discusin. Los Concilios de Florencia (1442) y de Trento (sesin IV, 1546) proclamaron de nuevo la canonicidad de Hb (DS 1335 y 1503).

3. DISCUSIONES. La afirmacin de la canonicidad favoreci la opinin que sostena la autenticidad paulina, teniendo en cuenta sobre todo que en el canon de las Escrituras Hb quedaba asociada a las cartas paulinas. El concilio de Trento, sin embargo, se neg a pronunciarse sobre la cuestin de la autenticidad. A comienzos del siglo XX la Comisin bblica prohibi a los catlicos negar el origen paulino, aunque admiti que poda hablarse de redaccin no paulina (DS 3591-3593).

Actualmente no suele defenderse la autenticidad paulina. Hay demasiadas constataciones en contra suya. Como ya observaba Orgenes, el estilo de Hb difiere mucho del de Pablo. No tiene nada de su espontaneidad fogosa ni de su irregularidad. Es un estilo cuidado, equilibrado, literario. La composicin demuestra un arte refinado. Por otra parte, el autor no habla de s mismo ni manifiesta ninguna pretensin de autoridad apostlica (2,3). Utiliza diversos apelativos para hablar de Jess, introduce de modo distinto las citas del AT y sobre todo centra su doctrina cristolgica en un tema que haba orillado Pablo, el del sacerdocio. Por estos y otros indicios resulta imposible atribuir directamente a Pablo el texto de Hb.

Sin embargo, no carece de cierta probabilidad un origen paulino en sentido amplio. La afirmacin hecha por la tradicin oriental se ve corroborada por varias observaciones. Efectivamente, Hb guarda estrecha relacin con dos temas caractersticos de Pablo: la crtica de la ley mosaica y la obediencia redentora de Cristo. La cristologa de Hb recuerda la de las cartas de la cautividad: el Hijo imagen de Dios, exaltado por encima de los ngeles, que recibe un nombre superior a ellos. Tambin la presentacin de la muerte de Cristo como un sacrificio no est privada de contactos con textos de Pablo (l Cor 5,7; Rom 3,25; Ef 5,2). Finalmente, las ltimas frases de la carta, cuyo estilo es distinto de lo anterior, podran proceder del mismo Pablo, que de esta forma habra aprobado y recomendado la obra de alguno de sus compaeros. Esta hiptesis, propuesta ya por G. Estius en el siglo xvi, ha sido recogida en nuestros das (Gaechter, Hring).

4. AUTOR. Dicho esto, siguen siendo actuales las palabras de Orgenes: "Quin ha escrito la epstola? El verdadero autor slo Dios lo sabe". Los nombres citados por Orgenes, los de Clemente Romano y de Lucas, no encuentran hoy muchos defensores, ya que la confrontacin entre Hb y las obras de Lucas y de Clemente no sugiere una identidad de autor. Por el contrario, se acepta con mayor facilidad a Bernab, presentado por Tertuliano como autor de Hb; pero sin ninguna posibilidad de control, ya que no poseemos ningn otro escrito de Bernab. Se han propuesto otros muchos candidatos (Felipe, "uno de los siete"; Silvano, Priscila, Aristin, etc.). El ms plausible parece que es Apolo, cuya competencia bblica y cuya capacidad oratoria son elogiadas por Lucas (He 18,24-28). Este compaero de Pablo (I Cor 3,4-9; 16,12; Tit 3,13) podra ser el autor de Hb. Sin embargo, la ausencia de todo testimonio en la antigedad en este sentido no nos permite salir de dudas.

II. CIRCUNSTANCIAS DE LA REDACCIN. No tenemos ninguna informacin segura sobre las circunstancias de la redaccin. Hemos de deducirlas del propio texto, que sigue siendo muy vago en este sentido.

1. DESTINATARIOS. El ttulo tradicional afirma que la carta fue enviada "a los hebreos". Este ttulo es antiqusimo; lo encontramos ya en el P46 y en los testimonios ms antiguos (Panteno y Clemente Alejandrino, Tertuliano). Pero no pertenece al texto de la carta, que no utiliza nunca este apelativo. El autor se dirige claramente a unos cristianos, invitndoles a mantener su profesin de fe (3,6.14; 4,14; 10,22; 13,7). Muchos exegetas opinan que se trata de judeo-cristianos, e incluso de sacerdotes judos que se haban hecho cristianos (cf He 6,7). Sentiran la tentacin de volver al judasmo. Pero otros combaten esta opinin y afirman que los destinatarios eran pagano-cristianos. El texto no obliga en ningn sentido. El autor no habla ni de judos ni de paganos, sino que toma una perspectiva especficamente cristiana, es decir, arraigada en el AT (2,16; 4,9), pero abierta a "todos" (2,9), sin distincin de origen.

Se vislumbra la situacin de los destinatarios por las exhortaciones que se les dirigen. No han conocido directamente al Seor (2,3), lo cual hace poco probable un origen palestino. No son nefitos, sino cristianos desde hace tiempo (5,12). Despus de su conversin han soportado con generosidad toda clase de vejmenes (10,32-34). Ahora han de enfrentarse de nuevo con las tribulaciones y podran ceder al desnimo (12,3.12). En efecto, su nivel espiritual no parece satisfactorio (5,11-12; 10,25), y algunas desviaciones doctrinales, de tipo judaizante, amenazan la fe de la comunidad (13,9-10; 12,16). El autor evoca el peligro de la apostasa, camino de perdicin irremediable (6,4-6; 10,26-31). Pero precisa que la comunidad no ha llegado a ese punto, sino que merece todas las alabanzas por su generosidad pasada y presente (6,10). A pesar de todo, no es posible sealar con precisin a una comunidad, ya que estos datos se pueden aplicar a muchas comunidades de la segunda mitad del siglo I.

2. LUGAR. El texto nos ofrece tan slo una indicacin geogrfica: "Los de Italia os saludan" (13,24). Pero no est claro si estas personas se encontraban en su pas y enviaban sus saludos a otra parte, como las Iglesias de Asia que mandaban saludos a Corinto (l Cor 16,19), o si bien se encontraban en alguna otra regin y enviaban saludos a Italia. Las anotaciones aadidas al texto en algunos manuscritos no son unnimes: muchas se inclinan por la primera solucin y dicen: "Se escribi desde Italia", o bien "desde Roma". Pero no falta quien adopta la otra solucin, y afirma: "Se escribi desde Atenas". Los comentaristas modernos manifiestan la misma diversidad de pareceres. Algunos proponen Roma u otra ciudad de Italia como lugar de destino, y otros como lugar de origen. A los destinatarios se los sita en Jerusaln o en Cesarea, en Antioqua o en Galacia, en feso, en Corinto... El hecho de que los destinatarios conocieran a Timoteo (13,23) lleva a preferir una comunidad fundada por Pablo.

3. FECHA. La fecha de redaccin no puede determinarse fcilmente. Las opiniones oscilan entre una fecha anterior al ao 55 (Synge, Montefiore) y una posterior al 110 (Dulire). Puesto que la carta de Clemente Romano utiliza el texto de Heb, muchos aceptan la fecha de esta carta (por el 95) como terminus ad quem para la fecha de Hb. Un punto ms discutido es si Hb es anterior a la destruccin del templo de Jerusaln en el ao 70. Es verdad que el autor emplea el presente para describir la liturgia juda (9,6-10; 10,1.11); pero se trata de un presente jurdico, atemporal, que no permite establecer una cronologa. Sin embargo, un pasaje como 10,1-3, que presenta como hiptesis irreal el cese de los sacrificios; difcilmente podra haber sido escrito despus de la destruccin del templo: Por eso hay que considerar probable una fecha anterior al ao 70 (Rig4 genbach, Spicq y otros autores).

4. TRASFONDO CULTURAL. Puesto que existen varios contactos entre Hb y los manuscritos de Qumrn (p.ej., el tema de la nueva alianza y la espera de un sacerdote de los ltimos tiempos), algunos han presentado la hiptesis de un estrecho parentesco entre ambos. Pero un examen atento ha demostrado la falta de fundamento de esta hiptesis. Basta una comn dependencia de la tradicin bblica y juda para explicar estos contactos, que por otra parte van siempre acompaados de notables divergencias.

En conjunto, Hb est en estrecha conexin con el judasmo helenista. Sus procedimientos de composicin se parecen a los del libro de la Sabidura. Su vocabulario est bastante cerca del de Filn. En varios pasajes se observa una cierta fusin de perspectivas griegas con las perspectivas bblicas: doble definicin de la fe (11,1), doble oposicin en la tipologa, una ms metafsica y otra ms escatolgica. Pero la mentalidad bblica sigue predominando. El autor no practica la trasposicin de los textos bblicos al plano de la vida moral individual, como hace Filn; por el contrario, mantiene un sentido muy real de la historia de la salvacin y de la escatologa.

Las relaciones entre Hb y el gnosticismo, afirmadas por Ksemann, no se han demostrado con una suficiente atencin a la cronologa de los textos. Todo lo ms podra discutirse sobre las relaciones eventuales entre Hb y ciertos elementos pregnsticos. Hay una cosa clara: el texto de Hb refleja un ambiente cultural muy rico, abierto a mltiples influencias, pero dominadas todas ellas por la tradicin bblica y por la fe en Cristo.

III. CUESTIONES LITERARIAS. Desde su primera frase, magnfica por su fuerza y equilibrio, Hb se presenta como una obra maestra literaria. El texto nos ha llegado a travs de numerosos manuscritos de forma muy satisfactoria. Hay pocas variantes que merezcan la atencin (2,9; 9,11; 10,1; 11,11.37).

1. GNERO LITERARIO. El apelativo tradicional de "epstola" no est realmente justificado. En efecto, Hb no comienza como una carta, sino como un sermn. La primera frase constituye un esplndido exordio (1,1-4). En cambio, el final responde muy bien al gnero literario epistolar: breve exhortacin, noticias personales, saludos, ltimos deseos (13,22-25). Por tanto, se plantea un problema: a qu gnero pertenecen los captulos intermedios?, al gnero oratorio o al gnero epistolar? Un anlisis detenido lleva a responder que Hb 1,1-13,21 pertenece al gnero del discurso, y no al de la carta. Los elementos propiamente epistolares estn totalmente ausentes. El autor no dice nunca que escriba, ni se expresa como si estuviera separado de la gente a la que se dirige. Por eso son cada vez ms los exegetas que consideran Hb como un sermn, al que se le aadi luego una brevsima carta de acompaamiento para mandarlo por escrito a alguna comunidad distante. El final epistolar confirma esta impresin, ya que designa el discurso anterior como unas "palabras de exhortacin" (13,22), es decir, como un sermn (Cfr. He 13,15).

En su predicacin el autor va utilizando alternativamente el tono de la exposicin doctrinal y el de la exhortacin pastoral. Apenas ha explicado un punto doctrinal invita a los oyentes a sacar las consecuencias para su vida cristiana (2,1-4; 3,7-4,16; 5,11-6,20; 10,19-39; 12,1-13,18). Esta mezcla de gneros ha provocado una hiptesis: Hb habra nacido de la fusin de dos obras distintas: una apologtica, dirigida a rebatir las posiciones judas, y otra exhortativa, destinada a los cristianos. Esta conjetura carece de fundamento, ya que las relaciones entre las partes exhortativas y las partes doctrinales son muy estrechas.

Se discute sobre la importancia que hay que atribuir a estos dos gneros. Varios exegetas opinan que la parnesis es la que ofrece la clave de la obra y que la doctrina se subordina a ella (Schierse, Michel, Nauck). Otros dan la preponderancia a la exposicin doctrinal. En realidad, las relaciones son recprocas. No obstante, hay que advertir que la parnesis cristiana se subordina a la exposicin, ya que insiste ante todo en la necesidad de acoger el mensaje de la fe (2,1; 3,12; 4,14; etc.).

2. ESTRUCTURA LITERARIA. Ya santo Toms de Aquino, seguido a continuacin por muchos comentaristas, propuso una divisin fcil en dos partes, la primera doctrinal (1, 1-10,18) y la segunda exhortativa (10,19-13,21). Pero esto no corresponde a datos reales, ya que las exhortaciones estn presentes desde los primeros captulos (2,1-4; 3,7-4,16; 5,11-6,20). Es bastante comn otra divisin en tres partes, aceptada por los exegetas alemanes; distingue tres temas sucesivos: 1) la Palabra de Dios (1,1-4,13); 2) el sacerdocio de Cristo (4,14-10,18); 3) el camino de los creyentes (10,19-13,21). Esta divisin presenta el inconveniente de no respetar debidamente la distribucin efectiva de los temas y de prescindir de indicaciones literarias importantes.

En efecto, el autor utiliza constantemente ciertos procedimientos de composicin que permiten distinguir la estructura literaria de su discurso. Los ms importantes son el anuncio del tema que se va a desarrollar (1,4; 2,17; 5,9-10; 10,36-39; 12,13) y las inclusiones, repeticiones verbales que marcan el comienzo y el fin de una unidad literaria pequea o grande. La investigacin metdica de los diversos indicios permite descubrir entre el exordio (1,1-4) y la conclusin (13,20-21) del discurso una divisin en cinco partes:

1. 1,5-2,18 Cristologa general.II. 3,1-5,10 Cristologa sacerdotal: aspectos fundamentales: a) 3,1-6: Cristo sacerdote signo de fe; 3,7-4,14: Exhortacin contra la falta de fe. b) 4,15-5,10: Cristo sacerdote misericordioso.

III. 5,11-10,39 Sacerdocio de Cristo, aspectos especficos: 5,11-6,20: Exhortacin previa; a) 7,1-28: Otro orden sacerdotal; b) 8,1-9,28: Otro acto sacerdotal; c) 10,1-18: Otra eficacia sacerdotal; 10,19-39: Exhortacin final.

IV. 11,1-12,13 Adhesin a Cristo, fe perseverante: a) 11,1-40: Ejemplos antiguos de fe; b) 12,1-13: Exhortacin a la perseverancia.

V. 12,14-13,18 Exhortacin a la caridad y santidad: 13,20-21: Saludos finales.

Esta estructura presenta una armoniosa simetra concntrica, que tiene su centro en la seccin b) de la parte III.

IV. NUEVA SNTESIS CRISTIANA. En este amplio discurso el autor presenta una nueva sntesis de doctrina y de vida cristiana, centrada toda ella en la mediacin sacerdotal de Cristo.

1. PUNTO DE PARTIDA TRADICIONAL. Las ltimas palabras del exordio (1,4) anuncian una exposicin sobre el "nombre" que el Hijo "ha recibido en herencia", un nombre que aventaja al de los ngeles. Con estas expresiones tradicionales (He 4,12; Ef 1,21; IPe 3,22) el autor introduce una primera parte (1,5-2,18), en la que recordar la cristologa tradicional, expresndola con textos del AT utilizados en la catequesis primitiva: Cristo ha sido glorificado como Hijo de Dios (1,5-14), despus de haber sufrido la pasin en su condicin humana (2,5-18). Este resumen doctrinal prepara muy bien el tema del sacerdocio, ya que deja ver los dos lados de una mediacin entre Dios y los hombres. As pues, la conclusin de la primera parte puede aplicar a Cristo el ttulo nuevo de "sumo sacerdote misericordioso y fiel ante Dios" (2,17). Del mesianismo davdico hemos pasado a la cristologa sacerdotal, que constituye el mensaje propio de Hb.

2. CRISTOLOGA SACERDOTAL. En la segunda parte (3,1-5,10), el autor demuestra que Cristo posee a la perfeccin las dos cualidades fundamentales del sacerdocio, a saber: las que lo convierten en mediador. La primera cualidad se refiere a sus relaciones con Dios; la segunda, a sus relaciones con los hombres. Por sus relaciones con Dios, Cristo es "digno de fe" (2,17; 3,2). As es como hay que traducir el adjetivo griego pists, como en Nm 12,7, citado aqu por el autor, y en otros muchos textos. Lo mismo que Moiss fue declarado "digno de fe" por Dios mismo (Nm 12,1-8), as tambin Cristo es presentado por Dios como "digno de fe" en cuanto que es el Hijo glorificado. As pues, todos tienen que escucharle. Una larga exhortacin insiste en esta consecuencia (3,7-4,14). El otro calificativo, "misericordioso", completa al primero, mostrando junto al aspecto de autoridad el de vinculacin .fraternal con los hombres. La gloria sacerdotal de Cristo no lo alej de los hombres, ya que fue obtenida por medio de una solidaridad extrema con ellos, en la humildad, el sufrimiento, la obediencia hasta la muerte (5,5-10). As pues, Cristo glorioso posee plenamente la doble capacidad de relacin, necesaria al sumo sacerdote para desarrollar su papel de mediador [l Sacerdocio II].

3. SACERDOCIO INCOMPARABLE. Al autor no le basta con haber demostrado que Cristo es sumo sacerdote. En una tercera parte (5,11-10,39) pone de relieve los nuevos aspectos del sacerdocio de Cristo, que lo han llevado a una perfeccin nunca alcanzada hasta entonces. Una exhortacin previa (5,11-6,20) subraya la importancia particular de esta exposicin central.

La primera seccin (7,1-28) toma como base el orculo del Sal 110,4 y define cul es el tipo de sacerdocio que corresponde a Cristo glorificado, un gnero distinto; no ya "segn el orden de Aarn", sino "a la manera de Melquisedec". Efectivamente, este sacerdocio no est determinado por una genealoga terrena, sino por la filiacin divina. Su institucin pone en evidencia la imperfeccin del sacerdocio israelita, basado en una consagracin ritual externa, incapaz de hacer perfecto a quien la reciba.

Por el contrario, Cristo realmente ha sido "hecho perfecto para, siempre" (7,28) por su sacrificio. Este es el tema de la segunda seccin (8,1-9,28), la cual define el sacrificio de Cristo por medio de una confrontacin con el culto de la alianza antigua. Esta tena solamente "normas externas" (9,10), ritos "carnales" ineficaces. Su santuario era terreno. Por el contrario, Cristo ha entrado en el verdadero santuario, es decir, "en el mismo cielo", gracias al ofrecimiento que hizo de s mismo y que llev a cabo una vez por todas. De ese modo se ha convertido en "el mediador de la alianza nueva" anunciada por Jeremas.

La tercera seccin (10,1-18) subraya la eficacia perfecta de la ofrenda personal de Cristo, en contraste con la impotencia de la ley antigua, la cual no obtena nunca la purificacin de las conciencias, a pesar de la repeticin indefinida de las inmolaciones d animales. En efecto, "es imposible que la sangre de toros y machos cabros quite los pecados"(10,4). Cristo puso fin a esta situacin sin salida, "porque por una ofrenda nica ha hecho perfectos para siempre a aquellos que santifica" (10,14). Gracias al sacrificio y al sacerdocio de Cristo se ha transformado por completo la situacin religiosa de los hombres.

4. SITUACIN CRISTIANA. La importante exhortacin que sigue a la exposicin central (10,19-39) subraya el cambio que se ha realizado: han quedado abolidas las antiguas barreras, y todos los creyentes tienen derecho a entrar en el santuario gracias a la sangre de Jess; ms an, todos son invitados a acercarse a Dios con fe viva, con esperanza inquebrantable y con caridad activa. Sin embargo, su situacin no est exenta de peligros. Todava son posibles las cadas. Por tanto, es necesaria la vigilancia, as como la constancia en las pruebas.

Para animar a los creyentes, el autor presenta ante sus ojos los grandes ejemplos del pasado, mostrando que la fe se encontraba en la base de todo cuanto se ha hecho de vlido en la historia religiosa de la humanidad (11,1-40). Del sacrificio de Abel hasta los mrtires del tiempo de los Macabeos, pasando por Henoc, No, Abrahn y Moiss, la historia de la salvacin es historia de la fe. La fe sola es capaz de obtener las mayores victorias y de soportar las pruebas ms tremendas.

As pues, los cristianos son invitados a unir a la fe la paciencia a ejemplo de Jess, que soport la cruz (12,2). Lejos de ser ocasin para el desnimo, la prueba tiene que reforzar en nosotros la esperanza, porque Dios quiere servirse de ella "para comunicarnos su propia santidad" (12,10). As como Cristo en su pasin aprendi la obediencia (5,8) y cumpli la voluntad de Dios (10,5-10), tambin los cristianos en sus pruebas se someten a la accin divina santificante (12,5-11) y cumplen la voluntad del Seor (10,36).

Junto a este aspecto receptivo de la existencia cristiana, la ltima parte (12,14-13,18) coloca tambin el aspecto activo, sealando las principales orientaciones para la conducta: buscar la paz con todos y la santificacin (12,14), practicar la caridad fraterna (13,1-3.16) y las dems virtudes (13,4-6), en unin con el sacrificio de Cristo y en la sumisin a los dirigentes de la Iglesia (13,7-17).

5. HERMENUTICA BBLICA. Tanto en sus exposiciones doctrinales como en sus exhortaciones, el autor establece continuamente una confrontacin entre la realidad cristiana y el AT. Su posicin en este sentido no deja de resultar compleja. Consigue, finalmente, conciliar los contrarios: el respeto profundo y la crtica radical. Efectivamente, se afirman al mismo tiempo el cumplimiento del AT y su abrogacin: cumplimiento, en cuanto que era prefiguracin y profeca; abrogacin, en cuanto que era ley e institucin. Para sus demostraciones, el autor recurre continuamente a los textos del AT; pero se sirve de estos textos para probar la insuficiencia del sacerdocio antiguo, del culto antiguo y de la alianza antigua.

En sus interpretaciones, el autor utiliza los mtodos que entonces se usaban en la tradicin juda y muestra en varias ocasiones su pericia rabnica (p.ej., en 7,1-10). Pero hay que reconocer su poderosa originalidad, particularmente cuando explica las tres dimensiones del cumplimiento cristiano: continuidad bsica con el AT, ruptura en puntos decisivos, superacin de todas las deficiencias. Iluminado por el misterio de Cristo, el autor de Hb ha llegado a una visin penetrante de las relaciones entre el NT y el AT.

V. CONCLUSIN. A la pregunta que se impona a la atencin de los cristianos sobre la relacin entre Cristo y el sacerdocio, el autor de la carta a los Hebreos ha dado una respuesta sustanciosa. Ms all de ciertas apariencias negativas, ha sabido profundizar en el problema y llegar a una respuesta positiva: Cristo es sacerdote; gracias a l estamos en comunin con Dios. Esta respuesta positiva ha tenido una importancia decisiva para el desarrollo de la fe cristiana, ya que ha permitido instituir una relacin constructiva con toda la tradicin cultual del AT, que tanto lugar ocupa en la revelacin bblica. Pero hay que sealar que la respuesta del autor no ha sido simplista. En vez de aplicar sin ms ni ms al misterio de Cristo el concepto antiguo de sacerdocio, ha profundizado en su sentido hasta conseguir renovarlo radicalmente. De un culto forzosamente externo e ineficaz se ha pasado an ofrecimiento personal perfecto. De aqu se deriva una nueva perspectiva para el culto cristiano, que tiene que asumir toda la realidad de la existencia y transformarla, gracias a la unin con el sacrificio de Cristo, en una ofrenda de obediencia filial a Dios y de entrega fraternal a los hombres.

EL HIJO DE DIOS ES SUPERIOR A LOS NGELES

I. VALIDEZ DEL SACERDOC ANTIGUO: EL CONFLICO DEL ORIGEN

En los Evangelios la palabra sacerdote nunca se aplica a Jess ni a sus discpulos, sino siempre a los sacerdotes judos. En el conjunto de los Evangelios, Jess reconoce la competencia de los sacerdotes judos (Mc 1, 44; Lc 17, 12 14), aunque, en dos casos al menos parece relativizar su funcin (Mt 12, 5; Lc 10, 30 37). En el caso de los sumos sacerdotes, en cambio, hay un conflicto irreductible con Jess: dichas autoridades religiosas, situadas en la cspide de la jerarqua sacerdotal, aparecen en los relatos de la Pasin como responsables de los sufrimientos de Jess. Son, para decirlo en pocas palabras, ms sumos que sacerdotes, es decir, ms funcionarios y autoridades que ministros de culto; sus atribuciones son ms jurdicas y polticas que de culto. Para los cristianos provenientes del judasmo, el hecho de que los ministros puestos por Dios hubiesen resultado partcipes de la condena del Mesas era embarazoso: cmo conciliar la funcin divina del sacerdocio, establecida por Dios desde el Primer Testamento con la imagen desfavorable que ellos nos dan los evangelios?

1. Los sumos sacerdotes judos.

El sumo sacerdote, en tiempos de Jess, representaba al pueblo ante Dios, y por esto era la figura ms prominente de los judos; adems de administrar el templo, presida el sanedrn, y representaba a los judos de Idumea, Samara y Judea ante el procurador y el poder romano. Slo el sumo sacerdote verta ciertos ornamentos y ejecutaba ciertos ritos, como el de la expiacin en el Yom Kippur; no poda casar ni a divorciadas, ni a las viudas, ni a las hijas de sacerdotes que hubiesen infringido la pureza de sangre o de casta; el sacerdocio era hereditario, y se transmita por nexos de sangre.

Durante el dominio persa y luego helenista, el sumo sacerdote asumi funciones de rey y de profeta: su poder poltico creci, y el puesto se convirti en botn de luchas intestinas entre las familias sacerdotales. Los Asmoneos (134 63 a. C.) se apoderaron del sumo sacerdocio, adems del cetro real, sin pertenecer ellos al clan sacerdotal ni a la tribu de Jud. Fue, sin embargo, el rey Herodes el Grande quien, a su arbitrio, puso y dispuso sumos sacerdotes; el mejor postor asuma el puesto. En este perodo (37 a. C. 70 d. C.) se cuentan 28 sumos sacerdotes, menos de 4 aos cada uno de promedio.

Los sacerdotes, depuestos o en funciones, con sus familias, constituan una elite rica y poderosa en tiempos de Jess. Ella y la familia herodiana eran los principales acaparadores de bienes y riquezas del pas. Fuentes rabnicas atribuyen acaparadores de bienes y riquezas del pas. Fuentes rabnicas atribuyen la ruina del templo (70 d. C) a su corrupcin, lujuria y avaricia. A pesar de su cooperacin con el poder romano y la inmoralidad de la clase alta sacerdotal, el oficio conserv su prestigio, sobre todo en crculos sacerdotales, y por eso se entiende que a Jess se le designe sumo sacerdote, aunque en un orden nuevo y distinto.Por otra parte hay que recordar que la naturaleza del sacerdocio judo era ms compleja de lo que imaginamos. El sacerdote era el hombre de lo sagrado. Sus funciones eran principalmente tres:

a. Funcin oracular (Dt 33, 8; 1 Sm 14, 41);

b. El servicio del santuario (Nm 3, 38) y el sacrificio (Dt 33, 10),

c. Adems de la obligacin de velar porque nadie participara del culto sin la pureza ritual (Lv 15, 31) y la prerrogativa de bendecir al pueblo (Nm 6, 27)

El dinamismo interno del sacerdocio era la santidad: es preciso ser santo para acercarse a Dios y pasar de la existencia ordinaria a la esfera de lo sagrado. Pero la santidad no se opone a la imperfeccin moral, como ahora solemos manejar el trmino, sino a profanidad. La santidad es un asunto ritual, por lo que el sacerdocio basa su legitimidad en un sistema de separaciones rituales: pueblo separado (Dt 7, 6; Ex 19, 6), tribu escogida (Nm 3, 11 12; 8, 5 6), familia privilegiada (Ex 28, 1), hombre consagrado (Lv 8, 7 12), vctima que logra pasar al mundo divino (Lv 1, 3).

A esta dinmica ascendente de separaciones rituales corresponda un movimiento descendente de bendiciones de parte de Dios. As que el sacerdocio se define como empresa de mediacin, que en las ltimas etapas de la histricas de Israel se manifestaba de manera particular en el santuario nico, para la fiesta del Yom Kippur o da de la expiacin, que era la fiesta en que el sistema sacerdotal antiguo encontraba su cumbre: lugar, tiempo, persona y accin sagrados, todo junto en una misma celebracin (Lv 16). La mediacin sacerdotal dependa del valor nico del contacto anual que se procuraba con Dios en este da. En el caso del sistema sacerdotal antiguo, la cuestin abierta segua siendo si el sistema de separaciones rituales lograba su cometido o no, es decir, si realmente realizaba el acercamiento entre Dios y su pueblo. Si esto fracasaba, todo el sistema fracasaba tambin.

Otro aspecto espinoso para los cristianos era el hecho de que Jess nunca fue sacerdote, sino laico; perteneca a la tribu de Jud, no a la de Lev (7, 14). Ni su persona ni su actividad fueron sacerdotales y l mismo fue crtico del culto y del sacerdocio. No obstante, su mesianismo aparece unido a la destruccin del templo antiguo (Mv 14, 58), y ya en la temprana tradicin paulina la cena de Jess se presenta con ciertos tintes sacrificiales. Pero puede decirse que el Evangelio nunca subraya ningn carcter sacerdotal en Jess (salvo quiz Lc 24, 50 51, texto en el que Jess realiza un gesto especficamente sacerdotal, como consta en Lv 9, 22 y Eclo 50, 20).

As pues, abordar a Jess en perspectiva sacerdotal planteaba problemas muy serios. Para las iglesias primitivas todo esto del sacerdocio no dejaba de representar un serio conflicto. La catequesis evanglica primitiva no trataba expresamente esta cuestin, pero, como ya vimos, pona en escena a los sacerdotes en papel de oposicin a Jess y a su misin. Por otro lado, el Primer o Antiguo Testamento conceda un lugar primordial al sacerdocio en la vida del pueblo. Cmo conciliar estas dos cosas? Acaso el plan de Dios no tena una unidad armnica? Preguntas que trata de responder la Carta a los Hb.

II. EL NOMBRE DE CRISTO: 1, 5 2, 18.Ya desde la misma introduccin (1, 5 2, 18), el autor presenta dos partes a Jesucristo como sumo y eterno sacerdote: Jess es superior a los ngeles por el nombre de Hijo que le ha sido otorgado (1, 5 14), y, en la segunda parte, por la manera como Cristo obtuvo esa glorificacin: sufriendo y muriendo por sus hermanos (2, 5 18). Entre ambas partes media una corta exhortacin del autor (2, 1 4).

En la primera parte (1, 5 14) el autor entrelaza siete testimonios bblicos (Sal 2,7 + 2 Sm 7, 14 + Dt 32, 43 + Sal 104 + Sal 45 + Sal 102, 26 28 + Sal 110, 1) con los cuales demuestra la superioridad del Hijo de Dios sobre los ngeles y el papel exclusivo que le toca desempear. En la seccin 2, 1 4, el autor saca una rpida conclusin exhortativa: si escuchamos y damos la validez a los mensajes de los ngeles, con cunta ms razn debemos escuchar y obedecer a Dios, que nos habla a travs de su Hijo. Finalmente, en el segundo segmento (2, 5 18), regresando a las relaciones entre Cristo y los ngeles, el autor enfrenta un primer escollo: cmo puede alguien como el Hijo, con tan alta dignidad, sufrir la humillacin de una muerte en cruz? En una construccin de filigrana, el autor responde al escndalo que signific la muerte violenta de Jess mostrando que era parte de la intencin salvadora de Dios, que quera santificar a todos los seres humanos. Resalta aqu la solidaridad que entraa el misterio de la encarnacin del Hijo de Dios: slo quien ha pasado por la prueba puede ayudar a los que ahora son probados.Nos es la primera vez que este doble movimiento (descenso del Hijo de Dios glorificacin del Hijo del Hombre) aparece en la literatura del NT. Seales de esta cristologa tradicional se encuentran en varias cartas paulinas, especialmente en el himno de Flp 2. 6 11. Pero la sntesis que ahora presenta el autor de la Carta a los Hebreos desemboca en algo original: por glorificado (unin con Dios) y por sufrido (unin con los hombres), Jess est en posicin privilegiada para ser sacerdote y mediador, como se concluye en 2, 17.

Se ha confirmado y demostrado en esta pequea seccin que ahora comentamos que, en efecto, el misterio de Cristo puede ser tambin ledo en clave sacerdotal. Por su acreditacin como hijo y su solidaridad con la humanidad, Jess ha alcanzado el estado ideal para el sacerdocio y es llamado, legtimamente, sumo sacerdote misericordioso y digno de fe. Pero es demasiado pronto para que el autor se conforme con una presentacin tan rpida. Dado que el ttulo de sumo sacerdote podra ser malinterpretado, el autor va ahora a demostrar metdicamente los fundamentos que se basa.

JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE.

I. LA PRIMERA EXPOSICIN SOBRE EL SACERDOCIO DE CRISTO: 3, 1 5, 10.

Esta seccin puede dividirse en tres partes:

a. La demostracin de que Cristo es un sacerdote acreditado delante de Dios (3, 1 6),

b. La exhortacin contra la desobediencia y acerca del reposo que Dios promete a su pueblo (3, 7 4, 13), y,

c. Cristo es un sacerdote que se ha hecho solidario con la humanidad, por lo que puede ser compasivo con todos (4, 14 5, 10). Se demuestra en esta seccin que Jess llena los dos aspectos fundamentales de la mediacin sacerdotal.

Que Jess ha sido declarado digno de fe de parte de Dios (3, 1 6) es demostrado en relacin con Moiss (Cfr. Nm 12, 7). No se trata de que Jess sea fiel, sino digno de confianza, acepcin de la palabra griega pists, que responde mejor a la intencin de la carta. Jess no es como Moiss, solamente un profeta digno de confianza; es el Hijo de Dios, dueo de la casa que somos nosotros. Jess es presentado, en relacin con Nm 12, 6 8, como el que nos transmite la Palabra definitiva de Dios y que tiene derecho a una adhesin sin reservas. Por eso mismo se le llama apstol en 3, 1, refirindose a Mal 2, 7, que califica al sacerdote como mensajero de Dios. Pero la palabra mensajero (ngelos) podra ser confusa, as que el autor recurre a la palabra apstol, palabra que se aplica a Jesucristo solamente en este lugar a lo largo de todo el NT (pero Cfr. Jn 13, 16). Habra que fijarse tambin el tema de la casa (oikos), que hace referencia al santuario, porque tambin a travs de esta imagen se proclaman las dos dimensiones de la adhesin a la persona de Cristo: crea una nueva relacin personal con Dios y nos hace entrar a una comunidad animada por la fe (la casa).rII. LA SEGUNDA EXPOSICIN SOBRE EL SACERDOCIO DE CRISTO Si alguien tiene la curiosidad de ver en un mapa de Asia Menor las antiguas regiones que aqu se enumera el Apstol, ver el sorprendente orden con que estn enumeradas: Ponto est en el NE, Galacia y Capadocia por debajo, Asia en el SO y Bitinia en el NO, cerrando el crculo. Por ello, se le ha llamado carta circular o encclica (= en crculo).

Cfr. VANHOYE, Alberto.