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Cartas a

María Mantilla

Cartas a

María Mantilla

José Martí

Editorial Gente NuevaXL Aniversario1967-2007

Agradecemos al Centro de Estudios Martianos el habernos facilitado los facsimilaresde las cartas de José Martí a María Mantilla.

Edición: Odalys Bacallao LópezDiseño, cubierta e ilustraciones: Nydia Fernández Pérez

© Sobre la presente edición: Editorial Gente Nueva, 2007Primera edición, 1982Segunda edición, 2001Tercera edición, 2002Primera reimpresión, 2006Cuarta edición

ISBN 978-959-08-0882-4(ISBN 959-08-0491-8 Tercera edición)(ISBN 959-08-0449-7 Segunda edición)

Instituto Cubano del Libro, Editorial Gente Nueva,calle 2, no. 58, Plaza de la Revolución, La Habana, Cuba

A mi María.

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María mía:

¿Conque Fermínes queridísimo, y yo nosoy más que querido? Asídicen tus cartas. Yo mevengo de ti, queriéndomecon todo mi corazón. Aunquetú y yo somos así, quecallamos cuando más que-remos. La verdad es que noestoy bravo contigo.

¡Me acordé tantode ti en mi enfermedad! Unanoche tenía como encendidala cabeza, y hubiera deseadoque me pusieses la manoen la frente. Tú estabas lejos.—

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¿Te acuerdas de mí? Yalo sabré a mi vuelta, por elejercicio en francés de cada día,que hayas escrito con sufecha al pie,—por la músicanueva,—por lo que me digandel respeto con que te hashecho tratar,—y por el calorde tu primer abrazo.

A Carmita, que me quiera,que se ría dos horas al día, yno más, y que pinte.

TuMARTÍ

Ernesto:

Quiere, sirve, hablacon finura, y trabaja.

TuMARTÍ

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María mía:

Ya no te vuelvo aescribir hasta que te vea, o poco antes,y quiero decirte adiós, para que nome olvides en las alegrías deCentral Valley. ¿Ves el cerezo grande,el que da sombra a la casa delas gallinas? Pues ese soy yo,con tantos ojos como tiene hojasél, y con tantos brazos, paraabrazarte, como él tiene ramas.Y todo lo que hagas, y lo quepienses, lo veré yo, como lo ve elcerezo. Tú sabes que yo soy brujo,y que adivino los pensamientosdesde lejos, y soy como los vestidosde esas bailarinas clavadas a uncartón que anuncian el agua,que cuando hay tiempo buenotienen el vestido azul, y siel tiempo es malo, el vestido

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es del color de un golpe,de morado oscuro, y si haytormenta, negro. Si piensas algoque no me puedas decir, delejos lo sentiré, por dondequieraque yo ande, y me pondréoscuro, como el vestido queanuncia el mal tiempo.

Por el viaje no hemosvisto mucho nuevo. He vistogente mala y buena, y con labuena he podido másque la mala. He estado en-fermo, y me atendieron muybien la cubana Paulina, quees negra de color, y muy señoraen su alma, mi médicoBarbarrosa, hombre de Cuba

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y de París, y hermano buenodel que tú conoces,—y Pancho,que no se separa de mi ca-becera, y hace muy buenos dis-cursos: pero todavía anda joro-bado, y se pone el sombrerosobre la oreja. Y en tantas leguasde arena y de pinares, laverdad es que solo tres cosasnos han llamado la atención:—un negro viejo de África, enla estación de Thomasville,del Estado de Georgia, dondeno se puede beber vino nicerveza: el negro lo era mucho,de bigote y barba de horca,como creo que está el Moiséspintado en el Diccionario deLarousse (Moyse), la levita

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y el pantalón negros comoél, el sombrero de palma, conlas alas muy anchas, do-bladas a los lados por el borde,la mano en el bastón, con unacuerda pasada a la muñeca,y la mirada como fuego,encendida, y larga:—y lootro fue el almuerzo muertode un mal hotel, con huevosque olían a pollo, y un beef-steak engurruñado y hediondo,y hominy,—y tres niñasen su traje azul, con gorrosde campo, que venían de lacasa de la escuela, allá enlo hondo del monte, porentre los pinos. Aquí los niños

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besan, y la gente sonríe.—No te me pongas áspera.

Quería, antes deentrar en viaje, recibir cartatuya, y temo que no llegue.A ver si piensas en mí,que te cuido y te quierotanto, cuando todos estén ale-gres, y yo no esté dondetú estás,—cuando está elcielo tranquilo, y muy llenode estrellas.

TuMARTÍ

Dale un beso a Patria.—29 de mayo

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Mi María:

¿A que nosabes qué te llevo?“Cuatro danzas” lindas,de un señor de acáde México, a las cuatrohijas de mi amigoMercado,—y una“Melopea”, a que Car-mita la recite alpiano,—y dos piezasmuy finas sobre RuyBlas y Carmen.— Eldomingo me preparóla casa de Mercado una

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gran fiesta de música,para mí solo. Las treshijas cantan, y una convoz muy pura y llena,—y tocan, tu rapsodia ytu minueto: por la nochefue lo hermoso, con laorquesta de once, demandolinas, bandurriasy guitarras. Pero loadmirable aquí es elpudor de las mujeres,no como allá, quepermiten a los hombresun trato demasiadocercano y feo. Esta es

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otra vida, Maríaquerida. Y hablancon sus amigos, contoda la libertad nece-saria; pero a distancia,como debe estar elgusano de la flor.Es muy hermoso aquíel decoro de las mu-jeres. Cada una, porsu decoro, pareceuna princesa. ¡Y elcariño de la casa!

Acá ahoratengo muchas hijas.

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Son mujeres ya lastres hijas de ManuelMercado, y para míson como si fueranniñas. La casa pareceuna jaula de pájarosdeshecha cuando llego.Me han puesto la mesallena de rosas ynardos: me ha hechocada una con susmanos un plato finí-simo, de comida o dedulce: cada uname ha preparado una

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sorpresa. A mí, aveces, se me llenade lágrimas el cora-zón.—Y me pongo apensar, y me preguntosi tú me querrásasí, y Carmita, yErnesto.—Yo todo lo queveo, quisiera llevárselos:y no puedo nada: unmuñequito sí les llevo,y un amigo que lasve por todas laspartes. ¿Qué plato fino

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me preparas tú, hechocon tus manos?Aquí todas lasniñas saben hacerplatos finos.—Y yo,temblar de miedo, deque tú no mequieras como aquíme quieren.—

TuMARTÍ

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Athosfebrero 2,—1895

Mi niña querida:Tu carita

de angustia está todavía de-lante de mí, y el dolor de tuúltimo beso. Los dos seremos bue-nos, yo para merecer que mevuelvas a abrazar, y tú paraque yo te vea siempre tan lindacomo te vi entonces. No tengasnunca miedo a sufrir. Sufrirbien, por algo que lo merezca, dajuventud y hermosura. Mira a unamujer generosa: hasta vieja es bo-nita, y niña siempre,—que es loque dicen los chinos, que soloes grande el hombre que nuncapierde su corazón de niño: y miraa una mujer egoísta, que, aunde joven, es vieja y seca. Ni a lasarrugas de la vejez ha de tenerse

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miedo. “Esas arrugas que tú tienes,madre mía”—dice algo que leí hacemucho tiempo—“no son las arrugasfeas de la cólera, sino las nobles—de la tristeza.”—Quiere y sirve, miMaría.—Así te querrán, y te querré.—¿Y cómo no te querré yo, que te llevosiempre a mi lado, que te buscocuando me siento a la mesa, quecuanto leo y veo te lo quiero decir,que no me levanto sin apoyarmeen tu mano, ni me acuesto sinbuscar y acariciar tu cabeza? ¿Ytú me olvidarás, o te distraerásde mí, y querrás más a quiente quiera menos que yo?

¿Qué has hecho desdeque te dejé? Entre niños y enfer-mos y las primeras visitas ha-brás tenido poco tiempo en losprimeros días; pero ya estarás tran-quila, cuidando mucho a tu madre tan buena, y tratando de valer tanto como quien más valga, que es cosa que en la mayor pobreza se puedeobtener, con la receta que yo tengopara todo, que es saber más que losdemás, vivir humildemente, y tener

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la compasión y la paciencia que losdemás no tienen.—A mi vuelta sa-bré si me has querido, por la mú-sica útil y fina que hayas apren-dido para entonces: música queexprese y sienta, no hueca y apara-tosa: música en que se vea unpueblo, o todo un hombre, y hombrenuevo y superior. Para la gente co-mún, su poco de música común,porque es un pecado en estemundo tener la cabeza un pocomás alta que la de los demás,y hay que hablar la lengua detodos, aunque sea ruin, para queno hagan pagar demasiado carala superioridad.—Pero para uno,en su interior, en la libertad desu casa, lo puro y lo alto.—

Los libros, se habrán que-dado en Central Valley, y yo lo hede sentir, sobre todo si se quedó alláel Larousse, que ahora te serviríaen un trabajo de cariño quequiero que hagas, para ver si teacuerdas de mí,—y es que vayas

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haciendo como una historia demi viaje, a modo de diccionario,con la explicación de los nombrescuriosos de este viaje mío.—Atlas,por ejemplo, es el nombre de la com-pañía de estos vapores: busca Atlas,y escribe lo que encuentres.—Athos,es el nombre del vapor: buscaAthos.—Cap Haitien es el lugar adonde vamos ahora,—búscalo, en elLarousse y en las geografías. Y asíharás un libro curioso e irías pen-sando en mí.—El Larousse está encasa de Gonzalo, y Blanche tiene unbuen libro de Mitología, donde pue-des leer de Atlas y Athos: “Goldfinch”es el autor del libro, o cosa así,con láminas.—De Cap Haitien habla mu-cho una geografía de las Antillas que tenemos,pero está en Central Valley.—Tú hallarás.—Nose sabe bien sino lo que se descubre.

Y ahora un abrazo muylargo, para que te duermas con él.—Vi-sita en nombre mío a Aurora, y al bebitoy diles que es leal mi corazón. Estaráshecha una madre, con los hijos deLuis.—Es lo que me gusta más de ti:que te quieren los niños.—Pero nadiete quiere más, ni desea más verte y oírteque tu

MARTÍ

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Mi María:¿Y cómo me doblo

yo, y me encojo bien, yvoy dentro de esta carta,a darte un abrazo? ¿Y cómote digo esta manera depensarte, de todos los mo-mentos, muy fina y penosa,que me despierta yque me acuesta, y cadavez te ve con más ternuray luz? No habrá quien más te quiera; y solo debes querer más que a mí a quien te quiera más que yo.

¿A que de París,de ese París que veremos un día juntos, cuando los hombres me hayan mal-tratado, y yo te lleve a ver mundo antes de que entresen los peligros de él,—a que de París vas a

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recibir un gran recuerdo mío, por mano de un amigo generoso deCabo Haitiano, delpadre de Rosa Dellundé?Yo voy sembrándote, pordondequiera que voy,para que te seaamiga la vida. Tú,cada vez que veasla noche oscura,o el sol nublado,piensa en mí.

En mi nombrevisita a Benjamincito,y a Aurora, y a Mercedes,a quien escribiré antesde salir de aquí, y vecon ella a llevarle floresa mi pobrecita Patria.Que tu madre sienta todos

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los días el calor de tusbrazos. Que no hagasnunca nada que medé tristeza, o yo noquisiera que tú hicieses.Que te respeten todos,por decorosa y estudiosa.Que entiendas cuánto,cuánto te quiere

tuMARTÍ

Y ¿esa oreja de mi leal Ernesto?Le mando un beso, allídonde se le heló, tú se lodas.—

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Maricusa mía:

¿Cuántos díashace ya que no te acuer-das de mí? Yo te nece-sito más, mientras menoste veo. Anoche, a las cuatrode la madrugada, estabaen el batey, como aquíllaman al patio de lascasas de campo, al clarodesyerbado que rodea lacasa de vivienda: en elcielo, de un azul que pare-cía vivo, estaban encen-didas las estrellas: laluna recortada, y comode un fuego suave, ilu-minaba de arriba unmazo de palmas: las

Santiago de los Caballeros, 19 febBusca, p

a tu diario, Santiago: y batey

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hojas de las palmeras semecían suavemente, enel claro silencio: yopensaba en ti.—Y cuandoel día antes había pasadopor el camino, lleno todo,a un lado y otro, de ár-boles frutales, de cocosy mangos, de caimitos ymameyes, de aguacatesy naranjos, pensaba en Vds,y en tenerlas conmigo, parasentarlas en la yerba, yllenarles la falda defrutas.—Estás lejos, entu-siasmada con los héroesde colorín del teatro, y olvidada de nosotros, los

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héroes verdaderos de lavida, los que padecemospor los demás, y queremosque los hombres sean mejoresde lo que son. Malo esvestir de saco viejo, y desombrero de castor: cual-quier tenor bribón, con undo en la garganta, leocupa los pensamientos auna señorita, con talque lleve calzas lilasy jubón azul, y sombrero deplumas.—Ya ves que estoyceloso, y que me tienesque contentar. Es quepor el aire, que lleva

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y trae almas, no mehan llegado las cartasque esperaba recibirde ti.—Le hablé de tien el camino a unaguajirita que sabe leerletra de pluma: a unahuérfana de nueveaños:—ahora le llevo deregalo un libro: se lollevo en tu nombre.—Haz tú como yo: hazalgo bueno cada díaen nombre mío.—Visitaa Aurora, y a mi granbaby.—Y no le dejes soloel pensamiento a tu mamá.Rodéala y cuídala.—Un besotriste de tu

JOSÉ MARTÍ

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Mi María y mi Carmita:

Salgo de pronto a unlargo viaje, sin plumani tinta, ni modo deescribir en mucho tiempo.Las abrazo, las abrazomuchas veces sobre micorazón. Una carta hede recibir siempre deVds, y es la noticia,que me traerán el soly las estrellas, de queno amarán en estemundo sino lo que me-rezca amor,—de que seme conservan generosasy sencillas,—de que jamás

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tendrán de amigo aquien no las igualeen mérito y pureza.—Y ¿en qué pienso ahora,cuando las tengo asíabrazadas? En queeste verano tenganmuchas flores: enque en el inviernopongan, las dos juntas,una escuela: unaescuela para diezniñas, a seis pesos,con piano y español,de nueve a una:y me las respetarán,

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y tendrá pan la casa.Mis niñas ¿me quieren?—Y mi honradoErnesto.—Hasta luego.Pongan la escuela.No tengo qué man-darles—más que losbrazos. Y un granbeso de su

MARTÍ

25 Marzo.—

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A mi María.— —

Y mi hijita ¿qué hace, allá enel Norte, tan lejos? ¿Piensa en laverdad del mundo, en saber, enquerer,—en saber para poder querer,—querer con la voluntad, y querercon el cariño? ¿Se sienta, amorosa,junto a su madre triste? ¿Seprepara a la vida, al trabajovirtuoso e independiente de lavida, para ser igual o superiora los que vengan luego, cuandosea mujer, a hablarle de amores,—a llevársela a lo desconocido, oa la desgracia, con el engañode unas cuantas palabras sim-páticas, o de una figura sim-pática? ¿Piensa en el trabajo,libre y virtuoso, para que ladeseen los hombres buenos, paraque la respeten los malos, ypara no tener que vender

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la libertad de su corazón ysu hermosura por la mesa ypor el vestido? Eso es lo quelas mujeres esclavas,—esclavaspor su ignorancia y su in-capacidad de valerse,—llamanen el mundo “amor”. Es grande,amor; pero no es eso. Yo amoa mi hijita. Quien no la ameasí, no la ama. Amor es deli-cadeza, esperanza fina, mere-cimiento, y respeto.—¿En quépiensa mi hijita? ¿Piensaen mí?

— —Aquí estoy, en Cabo Hai-

tiano; cuando no debía estaraquí. Creí no tener modo deescribirte en mucho tiempo,y te estoy escribiendo. Hoyvuelvo a viajar, y te estoy otravez diciendo adiós. Cuandoalguien me es bueno, y buenoa Cuba, le enseño tu retrato.

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Mi anhelo es que vivan muy juntas,su madre y ustedes, y que pasespor la vida pura y buena. Espé-rame, mientras sepas que yo viva.Conocerás el mundo, antes de dartea él. Elévate, pensando y trabajando.¿Quieres ver como pienso en ti—en ti y en Carmita? Todo me esrazón de hablar de ti, el pianoque oigo, el libro que veo, elperiódico que llega. Aquí temando, en una hoja verde,el anuncio del periódico fran-cés a que te suscribió Dellundé.El Harper’s Young People no loleíste, pero no era culpa tuya,sino del periódico, que traíacosas muy inventadas, que nose sienten ni se ven, y máspalabras de las precisas. EstePetit français es claro y útil.Léelo, y luego enseñarás. En-señar, es crecer.—Y por elcorreo te mando dos libros, y

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con ellos una tarea, que harás, sime quieres; y no harás, si nome quieres.—Así, cuando estéen pena, sentiré como una manoen el hombro, o como un cariñoen la frente, o como las sonrisascon que me entendías y conso-labas;—y será que estás traba-jando en la tarea, pensandoen mí.

Un libro es “L’HistoireGénérale”, un libro muy corto, dondeestá muy bien contada, y en lenguajefácil y limpio, toda la historiadel mundo, desde los tiempos másviejos, hasta lo que piensan einventan hoy los hombres. Son180 sus páginas: yo quiero quetú traduzcas, en invierno o enverano, una página por día;pero traducida de modo quela entiendas, y de que la pue-dan entender los demás, porquemi deseo es que este libro de his-

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toria quede puesto por ti enbuen español, de manera quese pueda imprimir, como librode vender, a la vez que te sirva,a Carmita y a ti, para entender,entero y corto, el movimientodel mundo, y poderlo enseñar.Tendrás, pues, que traducirel texto todo, con el resumenque va al fin de cadacapítulo, y las preguntas queestán al pie de cada página;pero como estas son para ayu-dar al que lee a recordarlo que ha leído; y ayudaral maestro a preguntar, túlas traducirás de modo queal pie de cada página escritasolo vayan las preguntas quecorresponden a esa página.El resumen lo traducesal acabar cada capítulo.—La traducción ha de ser na-tural, para que parezca

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como si el libro hubiesesido escrito en la lenguaa que lo traduces,—queen eso se conocen las buenastraducciones. En francés haymuchas palabras que no sonnecesarias en español. Sedice,—tú sabes—il est, cuandono hay él ninguno; sino paraacompañar a es, porque enfrancés el verbo no va solo:y en español, la repetición deesas palabras de persona,—delyo y él y nosotros y ellos, —delan-te del verbo, ni es necesariani es graciosa. Es bueno queal mismo tiempo que tra-duzcas,—aunque no por su-puesto a la mismahora,—leas un libro escritoen castellano útil y sen-cillo, para que tengas enel oído y en el pensamientola lengua en que escribes.

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Yo no recuerdo, entre los quetú puedes tener a mano, nin-gún libro escrito en este es-pañol simple y puro. Yo quiseescribir así en La Edad de Oro;para que los niños meentendiesen, y el lenguajetuviera sentido y música.Tal vez debas leer, mientrasestés traduciendo, La Edad deOro.—El francés de “L’HistoireGénérale” es conciso y directo,como yo quiero que sea elcastellano de tu traducción;de modo que debes imitarloal traducir, y procurar usarsus mismas palabras, ex-cepto cuando el modo dedecir francés, cuando la frase fran-cesa, sea diferenteen castellano.—Tengo, porejemplo, en la página 19,en el párrafo nº 6, estafrase delante de mí:

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“Les Grecs ont les premiers cherchéà se rendre compte des chosesdu monde”.—Por supuesto queno puedo traducir la frase así,palabra por palabra:—“Los Griegoshan los primeros buscado a darsecuenta de las cosas del mundo”,—porque eso no tiene sentido enespañol. Yo traduciría: “Losgriegos fueron los primeros quetrataron de entender las cosasdel mundo.” Si digo: “Los griegoshan tratado los primeros”, dirémal, porque no es español eso.Si sigo diciendo: “de darsecuenta”, digo mal también, por-que eso tampoco es español.Ve, pues, el cuidado con quehay que traducir, para quela traducción pueda en-tenderse y resulte elegante,—y para que el libro noquede, como tantos librostraducidos, en la misma

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lengua extraña en que estaba.—Y el libro te entretendrá, sobretodo cuando llegues a lostiempos en que vivieronlos personajes de que hablanlos versos y las óperas. Esimposible entender unaópera bien,—o la romanza deHildegonda, por ejemplo,—sino se conocen los sucesos dela historia que la óperacuenta, y si no se sabequién es Hildegonda, y dóndey cuándo vivió; y quéhizo.—Tu música no es así,mi María; sino la músicaque entiende y siente.—Es-tudia, mi María; —trabaja,—y espérame.

— —Y cuando tengas bien

traducida “L’Histoire Générale”,

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en letra clara, a renglones igualesy páginas de buen margen,nobles y limpias ¿cómo nohabrá quien imprima;—yvenda para ti, venda paratu casa,—este texto claroy completo de la historia delhombre, mejor, y más atrac-tivo y ameno, que todos loslibros de enseñar historiaque hay en castellano?La página al día, pues:mi hijita querida. Aprendede mí. Tengo la vida a unlado de la mesa, y la muertea otro, y un pueblo a lasespaldas:—y ve cuántaspáginas te escribo.

— —El otro libro es para

leer y enseñar: es un librode 300 páginas, ayudadode dibujos, en que está, María

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mía, lo mejor—y todo lo cierto—de lo que se sabe de la na-turaleza ahora. Ya tú leíste,o Carmita leyó antes que tú,las Cartillas de Appleton. Pueseste libro es mucho mejor,—más corto, más alegre, máslleno, de lenguaje más claro,escrito todo como que se love. Lee el último capítulo, LaPhysiologie Végétale,—la vidade las plantas, y verás qué his-toria tan poética y tan interesante.Yo la leo, y la vuelvo a leer, y siempreme parece nueva. Leo pocos versos,porque casi todos son artificiales oexagerados, y dicen en lengua for-zada falsos sentimientos, o senti-mientos sin fuerza ni honradez, malcopiados de los que los sintieron deverdad. Donde yo encuentro poesíamayor es en los libros de ciencia,

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en la vida del mundo, en el orden delmundo, en el fondo del mar, en la ver-dad y música del árbol, y su fuerzay amores, en lo alto del cielo, consus familias de estrellas,—y en launidad del universo, que encierra tan-tas cosas diferentes, y es todo uno, yreposa en la luz de la noche del tra-bajo productivo del día. Es hermoso,asomarse a un colgadizo, y ver viviral mundo: verlo nacer, crecer, cam-biar, mejorar, y aprender en esa ma-jestad continua el gusto de la verdad,y el desdén de la riqueza y la so-berbia a que se sacrifica; y lo sacri-fica todo, la gente inferior e inútil. Escomo la elegancia, mi María, que estáen el buen gusto, y no en el costo.La elegancia del vestido,—la grande yverdadera,—está en la altivez y for-taleza del alma. Un alma honrada,inteligente y libre, da al cuerpomás elegancia, y más poderío a la

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mujer, que las modas más ricasde las tiendas. Mucha tienda, pocaalma. Quien tiene mucho adentro,necesita poco afuera. Quien llevamucho afuera, tiene poco adentro,y quiere disimular lo poco.Quien siente su belleza, la bellezainterior, no busca afuera bellezaprestada: se sabe hermosa, y labelleza echa luz. Procurará mos-trarse alegre, y agradable a losojos, porque es deber humanocausar placer en vez de pena, yquien conoce la belleza larespeta y cuida en los demásy en sí. Pero no pondrá enun jarrón de China un jazmín:pondrá el jazmín, solo y ligero,en un cristal de agua clara.Esa es la elegancia verdadera: queel vaso no sea más que la flor.—Y esa naturalidad, y verdaderomodo de vivir, con piedad para

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los vanos y pomposos, se aprendecon encanto en la historia delas criaturas de la tierra.—Leantú y Carmita el libro de Paul Bert:a los dos o tres meses, vuelvan aleerlo; léanlo otra vez, y ténganlocerca siempre, para una páginau otra, en las horas perdidas.Así sí serán maestras, contandoesos cuentos verdaderos a sus discí-pulas, en vez de tanto quebradoy tanto decimal, y tanto nombreinútil de cabo y de río, que seha de enseñar sobre el mapacomo de casualidad, para ira buscar el país de que secuenta el cuento, o—donde vivióel hombre de que habla la his-toria.—Y cuentas, pocas, sobrela pizarra, y no todos los días.Que las discípulas amen laescuela, y aprendan en ella cosasagradables y útiles.

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— —Porque ya yo las veo este invierno,a ti y a Carmita, sentadas en su es-cuela, de 9 a 1 del día, trabajando lasdos a la vez, si las niñas son deedades desiguales, y hay que hacerdos grupos, o trabajando una des-pués de otra, con una clase igualpara todas. Tú podrías enseñar pianoy lectura, y español tal vez, despuésde leerlo un poco más;—y Carmitauna clase nueva de deletreo y com-posición a la vez, que sería laclase de gramática, enseñada todaen las pizarras, al dictado, yluego escribiendo lo dictado en elpizarrón, vigilando porque lasniñas corrijan sus errores,—y unaclase de geografía, que fuesemás geografía física que denombres, enseñando cómo estáhecha la tierra, y lo que alre-dedor la ayuda a ser, y de la

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otra geografía, las grandes divi-siones, y esas bien, sin muchamenudencia, ni demasiados de-talles yankees,—y una clasede ciencias, que sería una con-versación de Carmita, como uncuento de veras, en el orden enque está el libro de Paul Bert,si puede entenderlo bien ya, ysi no, en el que mejor puedaidear, con lo que sabe de lascartillas, y la ayuda de lo queen Paul Bert entienda, y astronomía. Para esaclase le ayudarían mucho un librode Arabella Buckley, que sellama “The Fairy-Land of Science”,y los libros de John Lubbock, ysobre todo dos, “Fruits, Flowers andLeaves” y “Ants, Bees, and Wasps”.Imagínate a Carmita contandoa las niñas las amistades delas abejas y las flores, y las

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coqueterías de la flor con la abeja,y la inteligencia de las hojas,que duermen y quieren y sedefienden, y las visitas y los viajes de las estrellas,

y las casas de lashormigas. Libros pocos, y continuohablar.—Para historia, tal vezsean aún muy nuevas lasniñas. Y el viernes, una clasede muñecas,—de cortar y cosertrajes para muñecas, y repasode música, y clase larga deescritura, y una clase dedibujo.—Principien con dos, contres, con cuatro niñas. Las demásvendrán. En cuanto sepan de esaescuela alegre y útil, y en inglés,los que tengan en otra escuelahijos, se los mandan allí: y sison de nuestra gente, les enseñanpara más halago, en una clasede lectura explicada—/explican-do el sentido de las palabras/—el español: no más gra-mática que esa: la gramá-

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tica la va descubriendo elniño en lo que lee y oye,y esa es la única que lesirve.—¿Y si tú te esforzaras,y pudieras enseñar francéscomo te lo enseñé yo a ti,traduciendo de libros na-turales y agradables?—Siyo estuviera donde tú nome pudieras ver, o dondeya fuera imposible la vuelta,sería orgullo grande el mío,y alegría grande, si te vieradesde allí, sentada, con tucabecita de luz, entre lasniñas que irían así sa-liendo de tu alma,—sentada,libre del mundo, en el tra-bajo independiente.—Ensá-yense en verano: empiecenen invierno. Pasa, callada,por entre la gente vanidosa.Tu alma es tu seda. Envuelvea tu madre, y mímala, porque

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es grande honor haber venidode esa mujer al mundo. Quecuando mires dentro de ti,y de lo que haces, te encuen-tres como la tierra por lamañana, bañada de luz. Sién-tete limpia y ligera, comola luz. Deja a otras elmundo frívolo: tú valesmás. Sonríe, y pasa. Y sino me vuelves a ver, haz comoel chiquitín cuando el entierrode Frank Sorzano: pon un libro,—el libro que te pido,—sobre la sepultura. O sobretu pecho, porque ahí estaréenterrado yo si muero dondeno lo sepan los hombres.—Tra-baja. Un beso. Y espérame.

TuMARTÍ

Cabo Haitiano, 9 de abril, 1895

Índice

María mía:¿Conque Fermín es queridísimo…/ 8

María mía:Ya no te vuelvo a escribir…/ 12

Mi María:¿A que no sabes qué te llevo?…/ 22

Mi niña querida:Tu carita de angustia está …/ 34

Mi María:¿Y cómo me doblo yo,…/ 42

Maricusa mía:¿Cuántos días hace ya…/ 48

Mi María y mi Carmita:Salgo de pronto a un largo viaje…/ 56

A mi María.Y mi hijita ¿qué hace, allá…/ 62