Carta web febrero

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UNIDAD DE LA IGLESIA Queridos hermanos y hermanas: Iniciamos esta primera entrega de la “Voz del Pastor”, recordando que durante el presente año el énfasis en nuestro proceso pastoral será “La Iglesia”, oportunidad que tenemos, por tanto, para conocer e identificarnos aún más, con esta Madre de todos, que nos reúne como familia espiritual. El valor que destacamos en este primer bimestre es, desde luego, el de la unidad de la Iglesia, pues responde, según la voluntad de Jesús, a su identidad o condición más profunda, pues como expresión del amor de la Santísima Trinidad, ella es definida por el Concilio Vaticano II, como “sacramento universal de salvación”, es decir “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (L.G.1). En cuanto signo, la Iglesia de Cristo, en su vida, en las diversas comunidades que la integran, en su apostolado y proyección pastoral, en las expresiones de fraternidad y caridad, ha de manifestar ante el mundo la indisoluble unidad que la une con el Señor, que es la fuente permanente de esa comunión. Además ser signo conlleva testimoniar, que la unidad de la Iglesia, no es producto de la acción humana, aunque no la excluye, sino la proyección permanente del amor de Dios que actúa con su gracia abundante en el corazón humano, transformando el egoísmo en amor y solidaridad, la indiferencia en fraternidad, los signos de muerte en vida abundante. Edición No. 080

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UNIDAD DE LA IGLESIA

Queridos hermanos y hermanas:

Iniciamos esta primera entrega de la “Voz del Pastor”, recordando que durante el presente año el énfasis en nuestro proceso pastoral será “La Iglesia”, oportunidad que tenemos, por tanto, para conocer e identificarnos aún más, con esta Madre de todos, que nos reúne como familia espiritual.

El valor que destacamos en este primer bimestre es, desde luego, el de la unidad de la Iglesia, pues responde, según la voluntad de Jesús, a su identidad o condición más

profunda, pues como expresión del amor de la Santísima Trinidad, ella es definida por el Concilio Vaticano II, como “sacramento universal de salvación”, es decir “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (L.G.1).

En cuanto signo, la Iglesia de Cristo, en su vida, en las diversas comunidades que la integran, en su apostolado y proyección pastoral, en las expresiones de fraternidad y caridad, ha de manifestar ante el mundo la indisoluble unidad que la une con el Señor, que es la fuente permanente de esa comunión. Además ser signo conlleva testimoniar, que la unidad de la Iglesia, no es producto de la acción humana, aunque no la excluye, sino la proyección permanente del amor de Dios que actúa con su gracia abundante en el corazón humano, transformando el egoísmo en amor y solidaridad, la indiferencia en fraternidad, los signos de muerte en vida abundante.

Pero el Señor quiere también a la Iglesia como instrumento de salvación. Esto quiere decir que al fundarla como Pueblo de Dios, le dio la capacidad, la autoridad y la misión de construir esa unidad cada día, todos los días y en todos los lugares de la tierra, hasta llegar a constituir “un solo rebaño bajo un solo pastor” (Jn 10,17).

De tal manera que trabajar todos los creyentes por la unidad de la Iglesia, significa asumir responsablemente el deseo del Señor, que en el ambiente de la última Cena, es decir, del sacramento de la unidad que es la Eucaristía, manifestó en su sentida oración al Padre, su voluntad más profunda: “Padre, que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17,21).

¿Somos conscientes de este especial reto que justamente acompaña nuestro proceso pastoral Arquidiocesano? “Si juntos caminamos, la unidad conformamos”.

Con mi fraterno saludo en el Señor.

Edición No. 080 FEBRERO 2012

† ISMAEL RUEDA SIERRAArzobispo de Bucaramanga