Carta Pastoral Del Prelado Del Opus Dei

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  • 7/31/2019 Carta Pastoral Del Prelado Del Opus Dei

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    CARTA PASTORAL CON OCASIN DEL "AO DE LA FE"

    Mons. Javier Echevarra, Prelado del Opus DeiRoma, 29 de septiembre de 2012

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    SUMARIO

    NECESIDAD DE UNA NUEVA EVANGELIZACIN

    VOLVER A LAS RACES DEL EVANGELIOEjemplo de los primeros cristianosEs cuestin de feUn firme punto de apoyo

    ALGUNOS CAMPOS PRIORITARIOSLa investigacin y la enseanzaArmona entre fe y raznLa moralidad pblicaLa institucin familiar

    CONOCER Y PROFESAR LA FEEjemplos de feEl ejemplo de san JosemaraPedir la fe y profundizar en esta virtud

    FORMACIN DOCTRINALFormacin en la doctrina de la IglesiaProfundizar en la doctrina de la fe

    UNIN CON CRISTO MEDIANTE LA ORACIN Y EL SACRIFICIOUnin con Cristo en la CruzMeterse en las Llagas de Cristo

    Recurrir al Espritu SantoEl arma de la oracinLa sal de la mortificacin

    LA TAREA APOSTLICACada uno en su puestoComo el fermento en la masaMar adentro!Poner todos los medios

    A MODO DE CONCLUSINPiedad eucarstica

    Veni, Sancte Spritus!La devocin mariana

    Copyright Prlatura Sanct Crucis et Operis Dei(Prohibida toda divulgacin pblica, total o parcial, sin autorizacin expresa del titular del copyright)

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    Queridsimos: que Jess os guarde!

    1. Todos hemos experimentado una gran alegra con la Carta apostlica Porta fdei, en

    la que el Papa nos anunciaba el Ao de la fe. Benedicto XVI no se ha ahorrado esfuerzospara presentar los contenidos fundamentales del Evangelio, con un lenguaje accesible a loshombres del siglo XXI. Y en esta lnea, con ocasin del quincuagsimo aniversario delcomienzo del Concilio Vaticano II, convoc el 11 de octubre de 2011 un Ao de la fe, quecomenzar el prximo 11 de octubre, para concluirse en la solemnidad de Jesucristo, Rey deluniverso, el 24 de noviembre de 2013. El inicio de este ao coincide adems con el vigsimoaniversario de la constitucin apostlica Fdei depsitum, con la que el beato Juan Pablo IIorden la publicacin del Catecismo de la Iglesia Catlica, un texto de extraordinario valorpara la formacin personal y para la catequesis que hemos de desarrollar sin tregua en todoslos ambientes.

    ElAo de la fe se presenta, pues, como una nueva llamada a cada uno de los hijos de laIglesia para que tomemos conciencia viva de la fe, nos esforcemos por conocerla mejor yponerla fielmente en prctica y, al mismo tiempo, nos empeemos en difundirla,comunicando su contenido con el testimonio del ejemplo y de la palabra a lasinnumerables personas que no conocen a Jesucristo o que no le tratan.

    Se duele el Santo Padre de que un gran nmero de cristianos tambin entre los que seconsideran catlicos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales ypolticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como unpresupuesto obvio de la vida comn. De hecho, este presupuesto no slo no aparececomo tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el pasado eraposible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al

    contenido de la fe y a los valores inspirados por sta, hoy no parece que sea ya as envastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchaspersonas1.

    2. No resultan nuevas estas consideraciones. Por paradjico que pueda parecer, yadesde la conclusin del Concilio Vaticano II se entrevea el peligro de que, en ampliossectores de la Iglesia, el entusiasmo suscitado por aquella Asamblea pudiera quedarse enmeras palabras, sin afectar en profundidad a la vida de los fieles; o que incluso, en aras deequivocadas interpretaciones y aplicaciones de las enseanzas conciliares, el genuinoespritu cristiano acabara asimilndose equivocadamente al espritu del mundo, en lugar deelevar el mundo al orden sobrenatural.

    Quienes afrontamos aquellos tiempos, recordamos el dolor con que Pablo VI una vezfinalizado el Concilio se lamentaba con frecuencia ante la gran crisis de fe, de disciplina,de liturgia, de obediencia, que se cerna sobre esos sectores de la Iglesia. San Josemara sehaca eco de esa preocupacin del Santo Padre y, en una carta dirigida a sus hijos, escritapoco antes de la clausura del Concilio, nos manifestaba: Conocis el amor con que he

    seguido durante estos aos la labor del Concilio, cooperando con mi oracin y, en ms deuna ocasin, con mi trabajo personal. Sabis tambin mi deseo de ser y de que seis fieles

    a las decisiones de la Jerarqua de la Iglesia hasta en los menores detalles, obrando no yacomo sbditos de una autoridad, sino con piedad de hijos, con el cario de quienes sesienten y son miembros del Cuerpo de Cristo.

    1 Benedicto XVI, Carta apost. Porta fdei, 11-X-2011, n. 2.

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    No os he ocultado tampoco mi dolor ante la conducta de los que no han vivido elConcilio como un acto solemne de la vida de la Iglesia y una manifestacin del obrar

    sobrenatural del Espritu Santo, sino como una oportunidad de afirmacin personal, para

    dar rienda suelta a las propias opiniones o, peor an, para hacer dao a la Iglesia.El Concilio est terminando: se ha anunciado repetidas veces que sta ser la

    ltima sesin. Cuando la carta que ahora os escribo llegue a vuestras manos, se habriniciado ya el periodo postconciliar, y mi corazn tiembla al pensar que pueda ser ocasin

    para nuevas heridas en el cuerpo de la Iglesia.

    Los aos que siguen a un Concilio son siempre aos importantes, que exigendocilidad para aplicar las decisiones adoptadas, que exigen tambin firmeza en la fe,espritu sobrenatural, amor a Dios y a la Iglesia de Dios, fidelidad al Romano Pontfice2.

    No haba el menor atisbo de pesimismo en san Josemara, al hablar as; quera resaltarque, entonces y en todas las circunstancias, hacen falta mujeres y hombres de fe.

    3. A pesar de los esfuerzos del Magisterio en el ltimo medio siglo, y del testimoniofiel de gran nmero de personas, entre las que no han faltado los santos, la desorientacin haido extendindose por el mundo entero. Escribe el Papa: No podemos dejar que la sal sevuelva sosa y la luz permanezca oculta (cfr.Mt 5, 13-16). Como la samaritana, tambinel hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo paraescuchar a Jess, que invita a creer en l y a extraer el agua viva que mana de sufuente (cfr. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con laPalabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y con el Pan de la vida, ofrecidocomo sustento a todos los que son sus discpulos (cfr.Jn 6, 51). En efecto, la enseanzade Jess resuena todava hoy con la misma fuerza: "Trabajad no por el alimento que

    perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna" (Jn 6, 27). La preguntaplanteada por los que le escuchaban es tambin hoy la misma para nosotros: "Qutenemos que hacer para realizar las obras de Dios?" (Jn 6, 28). Sabemos la respuestade Jess: "La obra de Dios es sta: que creis en el que l ha enviado" (Jn 6, 29).Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a lasalvacin3.

    4. ElAo de la fe nos ofrece una ocasin magnfica para profundizar en el tesoro divinoque hemos recibido y, con la gracia de Dios, difundir esta virtud en ondas concntricas quelleguen muy lejos; se nos presenta una oportunidad inmejorable para dar un fuerte impulso ala nueva evangelizacin que necesita el mundo, comenzando por nuestra mejora diaria, con

    hechos, en el trato con las tres Personas de la Trinidad, amparndonos precisamente en la feque tuvieron Mara y Jos, a los que tanto contempl y admir san Josemara, para dar pasosen su identificarse con Cristo, con la Voluntad divina. Si deseamos mover a las almas paraque se acerquen a Dios, hemos de hablarles, ante todo, con nuestra vida de cristianos.

    Conocemos que nuestro Padre volvi los ojos de modo incesante a los Apstoles, a losprimeros cristianos. En los Doce y en aquellas primitivas comunidades de hombres ymujeres que siguieron a Cristo, brillaba con fuerza la seguridad de su fe en Cristo, en susenseanzas. Supieron y quisieron escudriar el paso del Redentor por los caminos de lahumanidad. No es exagerado pensar que retendran, con mucha fuerza, las mltiples

    2

    San Josemara, Carta 24-X-1965, n. 4.3 Benedicto XVI, Carta apost. Porta fdei, 11-X-2011, n. 3.

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    ocasiones en las que Jesucristo reclamaba con exigencia, a los enfermos, a los tullidos, aellos mismos, que acudieran a l con fe, que rezaran o pidieran con fe. Como tambinresulta evidente que guardaran bien grabada en el alma aquella reprensin paterna, clara,

    sobre su falta de fe, precisamente antes de confiarles que fueran por todo el mundo parallevar la Buena Nueva (cfr.Mc 16, 14-15).

    Salta a la vista que los primeros cristianos eran conscientes de que tambin a ellas y aellos son maravillosos los muchos testimonios que nos han transmitido con su conductales corresponda creer firmemente en la gracia del Cielo, para dar cumplimiento al mandatode extender las enseanzas del Maestro.

    Los Doce, y aquellos hermanos y hermanas nuestros, fueron conscientes de que esavirtud, tan exigida por el Hijo de Dios, abra el camino a la esperanza de que el plan redentorse cumplira. A la vez, su amor y agradecimiento al Dios Uno y Trino se hizo cada da msrecio, ms apostlico, es decir, capaz tambin de arrastrar hacia la Verdad a personas de

    todos los ambientes y profesiones.5. Hijas e hijos mos, otro tanto sucede ahora, porque los medios como nos repeta

    san Josemara son los mismos: el Evangelio vivido! y el Crucifijo.

    Pregonemos a toda hora que redescubrir el gozo y la seguridad de la fe es obligacin dela Iglesia universal, de toda la Iglesia: por tanto, no slo tarea de los pastores, sino quecompete a todos los fieles. Lgicamente, los pastores han de ir por delante, con su ejemplo ysus exhortaciones, como escribe el Papa en el motu proprio con el que ha convocado esteespecial tiempo en la Iglesia; pero invita adems a todos a asumir esa exigencia de transmitira los dems el tesoro de la predicacin de Jesucristo.

    La Congregacin para la Doctrina de la Fe, en una nota del pasado 6 de enero, aconsejaa los Obispos dedicar una carta pastoral a este tema, teniendo en cuenta las circunstanciasespecficas de la porcin de fieles que se les ha confiado4. Es lo que me he propuesto realizarcon estas lneas, que no buscan ms finalidad que transmitiros un estmulo ms para quecada uno, por su cuenta y tambin en comunin con los dems, admire de nuevo la bellezade esa fe que ha recibido de Dios, la ponga en prctica en su existencia diaria y la difundasin respetos humanos.

    Ese documento afirma tambin que los santos y beatos son los autnticos testigos de lafe5; por este motivo, recomienda a los Pastores que se esfuercen por dar a conocer la vida yla doctrina de tantos santos. Nada ms consecuente, por tanto, que en estas pginas meinspire frecuentemente en las enseanzas escritas y orales de san Josemara, amadsimo

    Fundador del Opus Dei, un santo que, por los frutos que ha producido, nos muestra con qutotal adhesin confi en Dios.

    4

    Cfr. Congregacin para la Doctrina de la Fe, Nota pastoral, 6-I-2012, III, 3.5Ibid., II, 5.

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    NECESIDAD DE UNA NUEVA EVANGELIZACIN

    6. La humanidad ha caminado y caminar siempre, tambin ahora, hambrienta de lapalabra y del conocimiento de Dios, aunque muchas personas no sean conscientes de esaprofunda necesidad de sus almas. Y a quienes el Seor nos ha concedido el don de la fe, nosincumbe el deber de despertarnos y de despertar a quienes se hallan sumidos en ese letargode muerte, de ineficacia. El Ao de la fe, que se inaugura en el marco de la Asamblea delSnodo de los Obispos dedicada a la nueva evangelizacin, supone otro acicate para todos.Ha llegado el momento de apresurar la marcha, como proceden los corredores cuando seaproximan a la meta de una carrera.

    Conservo muy vivamente la memoria de cmo el Venerable Siervo de Dios lvaro delPortillo nos alentaba a participar personalmente en la tarea de la nueva evangelizacin. Yaen la Navidad de 1985, escribi una carta pastoral con sugerencias para colaborar msintensamente en la recristianizacin de algunos pases, en los que se manifestabaprincipalmente un debilitamiento progresivo de la vida cristiana. Alertaba contra el nuevo

    paganismo procedente de esas naciones ms desarrolladas econmicamente, que asadverta se caracterizaba, como ahora, por la bsqueda del bienestar material a cualquiercoste, y por el correspondiente olvido mejor sera decir miedo, autntico pavor de todolo que pueda causar sufrimiento6.

    A esa ingente tarea apostlica ha venido a sumarse la necesidad de atender tambin a

    los pueblos y sociedades de la Europa central y oriental que, durante decenios, han estadosometidos al yugo del materialismo comunista, y que con un prolongado y silenciosomartirio nos han sostenido a los dems en la libertad.

    Cada da hemos de renovar el deseo de poner a Cristo en la cumbre y en la entraa delas realidades humanas. Para eso, se precisa crecer en el trato personal con Dios y en laentrega a los dems, contribuyendo con nuestro granito de arena la entrega diaria total ala construccin de un mundo renovado por la gracia y la sal del Evangelio, que el Seor haencomendado a sus discpulos. Si alguna vez pugnara por entrar en el alma el pesimismo, alno recoger enseguida el fruto de nuestros afanes, deberamos arrojar lejos esa desesperanza,porque no somos nosotros tan poca cosa, tan llenos de defectos los que han de sacaradelante los planes divinos. Las diferentes percopas de la Escritura, en sus mltiplesalusiones, nos confirman que inter mdium mntium pertransbunt aqu (Sal 103/104, 10).Esta certeza se opone hasta al menor atisbo de desaliento, aunque los obstculos puedanllegar a las mismas cumbres; y ese camino es el oportuno para que nos lleguemos al Cielo,seguros de que las aguas divinas enjugan y tambin impulsan todas nuestras limitacionespara llegar a estar con Dios.

    7. Acuden a mi mente unas palabras de san Josemara, escritas poco antes de su marchaa la casa del cielo. Al contemplar la crisis de fe, de virtudes y de valores que ya entonces era el ao 1973 se haba desatado en muchos ambientes, manifestaba lleno de sentidosobrenatural y de celo apostlico: En los momentos de crisis profundas en la historia de

    6 Venerable lvaro del Portillo, Carta, 25-XII-1985, n. 4.

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    la Iglesia, no han sido nunca muchos los que, permaneciendo fieles, han reunido ademsla preparacin espiritual y doctrinal suficiente, los resortes morales e intelectuales, para

    oponer una decidida resistencia a los agentes de la maldad. Pero esos pocos han colmado

    de luz, de nuevo, la Iglesia y el mundo7

    . Hemos de ocuparnos de que muchas mujeres ymuchos hombres acojan la vida de la gracia, y se amparen y robustezcan en este refugio.

    La nueva evangelizacin resulta especialmente urgente en Europa y en los pases msdesarrollados. En la exhortacin apostlica Ecclsia in Europa, el beato Juan Pablo IIretrataba la situacin religiosa de la sociedad en el viejo continente. Aunque iba destinada arecoger las conclusiones de la Asamblea especial del Snodo de los Obispos de Europa, susafirmaciones caba aplicarlas en gran medida a otros muchos lugares. En efecto, despus deveinte siglos, aun en pases de gran tradicin cristiana, crece el nmero de las personas nobautizadas, sea por la notable presencia de emigrantes pertenecientes a otras religiones, seaporque tambin los hijos de familias de tradicin cristiana no han recibido el Bautismo8. La

    conclusin del Papa recoga que, de hecho, Europa ha pasado a formar parte de aquelloslugares tradicionalmente cristianos en los que, adems de una nueva evangelizacin, seimpone en ciertos casos una primera evangelizacin9. Primera evangelizacin y nuevaevangelizacin: dos formas de anuncio del Evangelio que hoy nos exige la situacin de laIglesia y del mundo.

    8. La realidad del misionero con misin y no llamarte misionero, a la que sanJosemara se refiere en el punto 848 de Camino, se sita en el momento radical y originariode la misin como mi Padre me envi a m, as os envo Yo a vosotros (Jn 20, 21), queconfigura las formas histricas que la misin de Cristo tomar en la vida de la Iglesia: desdeel cuidado de la vida de fe de los catlicos (pastoral, fraternidad), a la proclamacin deCristo Salvador a los paganos (primer anuncio, evangelizacin); desde el trato fraterno con

    los cristianos no catlicos para impulsarlos a la plena comunin (ecumenismo), al nuevoanuncio de Cristo y de su doctrina a los bautizados que lo han abandonado y rechazan sudoctrina (nueva evangelizacin). Los fieles del Opus Dei, desde su plena secularidad,estamos llamados a asumir esas diferentes dimensiones de la "misin" nica de la Iglesia.

    San Josemara lo repeta con insistencia: Somos misioneros, con misin, sin llamarnosmisioneros. Misioneros, lo mismo en las calles asfaltadas de Roma, de Nueva York, dePars, de Mxico, de Tokio, de Buenos Aires, de Lisboa o de Madrid, de Dubln o deSidney, que en el corazn de frica10. La necesidad de comunicar el primer anuncio de lafe no se limita ya a aquellos pases tradicionalmente conocidos como tierras de misin, sinoque, desgraciadamente, afecta a todo el globo, y a esta magna tarea hemos de dedicarnos.

    Pero esta responsabilidad no puede quedarse en meras consideraciones; cada una y cadauno ha de pensar: yo, cmo contribuyo? Y aun antes, hemos de ponderar cmo influye la feen nuestro actuar, y tambin si sabemos agradecer a diario este don y, como consecuencia, sibuscamos transmitir a los dems tan grande tesoro. Alcemos nuestra alma al Seor,implorando: aduge nobis fidem (Lc 17, 5) para rezar todos mejor; aduge mihi fidem paratrabajar santificndome y santificando a los dems; para dar a mi amistad un continuadosentido cristiano. No olvidemos el dicho de que el ejemplo es el mejor predicador, siguiendo

    7 San Josemara, Carta 28-III-1973, n. 18.8 Beato Juan Pablo II, Exhort. apost. Ecclsia in Europa, 28-VI-2003, n. 46.9

    Ibid.10 San Josemara,Instruccin, mayo-1935/14-IX-1950, nota 231.

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    los pasos de Jesucristo, que cpit fcere et docre (cfr. Hch 1, 1), comenz a hacer yensear.

    Persuadmonos de que, en los lugares ms diversos, es necesario un nuevo anuncioincluso a los bautizados. Muchos (...) contemporneos creen saber qu es el cristianismo,pero realmente no lo conocen. Con frecuencia se ignoran ya hasta los elementos y lasnociones fundamentales de la fe11, y hemos de afrontar este desafo con nuestra vida ynuestra formacin doctrinal. Sin pesimismo, consideremos que la misin apostlica, a la queel Seor urge a los cristianos, a los que nos sabemos hijos de Dios, adquiere en nuestrotiempo tonalidades diversas, segn las circunstancias del ambiente, del lugar, de las personasque cada una o cada uno encuentra. En cualquier caso, hemos de poner, a quienes nosrodean o tratamos, en contacto con Cristo, hacindoles conocer o reconocer el rostro denuestro Redentor, y ayudarles a caminar en su seguimiento, aunque deban marchar contracorriente.

    9. Qu gran labor tenemos por delante! Con humildad, con afn personal de santidad,hemos de llegar a la gente, ante todo, con nuestro ejemplo. Seamos conscientes de que elesfuerzo por comportarnos como cristianos cabales a pesar de nuestras personalesmiserias forma parte de la luz que el Seor desea encender en el mundo. No tengamosmiedo a chocar con el ambiente, en los puntos incompatibles con la fe catlica, aunque esaactitud pueda acarrearnos incluso perjuicios materiales o sociales: Convenceos, y suscitaden los dems el convencimiento, de que los cristianos hemos de navegar contra corriente.

    No os dejis llevar por falsas ilusiones. Pensadlo bien: contra corriente anduvo Jess,contra corriente fueron Pedro y los otros primeros, y cuantos a lo largo de los sigloshan querido ser constantes discpulos del Maestro. Tened, pues, la firme persuasin deque no es la doctrina de Jess la que se debe adaptar a los tiempos, sino que son los

    tiempos los que han de abrirse a la luz del Salvador12.Por eso, volviendo los ojos al Redentor, pidindole que nos conceda su paz y la

    capacidad de perdonar y amar a los que promueven esas incomprensiones, recemos conobstinacin por los que obstinadamente pretenden poner en la picota a la Iglesia, a laJerarqua, a los catlicos. Conscientes de nuestra debilidad personal, busquemos sincansancio devolver bien por mal; y, como consecuencia de la unin con Dios, amemos a losque intentan perseguir o reducir la religin a la sacrista, al exclusivo mbito de lo privado.

    Por otro lado, si los respetos humanos no han de frenar el afn apostlico, menos an lodetendr el pensamiento real de la personal debilidad o de la falta de medios, porque noconfiamos en nuestras fuerzas, sino en la gracia del Cielo: mnia possum in eo, qui meconfrtat(Flp 4, 13). A este propsito, el Fundador del Opus Dei comentaba: Permanecer

    todos unidos en la oracin: ste es (...) el origen de nuestra alegra, de nuestra paz, denuestra serenidad y, por tanto, de nuestra eficacia sobrenatural13. Y, en otro momento,aada: Qu otros consejos os sugiero? Pues los procedimientos que han utilizado

    siempre los cristianos que pretendan de verdad seguir a Cristo, los mismos queemplearon aquellos primeros que percibieron el alentar de Jess: el trato asiduo con elSeor en la Eucarista, la invocacin filial a la Santsima Virgen, la humildad, la

    11 Beato Juan Pablo II, Exhort. apost. Ecclsia in Europa, 28-VI-2003, n. 47.12

    San Josemara, Carta 28-III-1973, n. 4.13 San Josemara, Carta 19-III-1954, n. 27.

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    templanza, la mortificacin de los sentidos (...) y la penitencia14; una fe slida, bienasentada en el Seor Omnipotente. Difcil de explicar resulta el optimismo y la firmeza desan Josemara, a quien entre otros muchos textos, estimularon siempre las palabras del

    Salmo: in lmine tuo vidbimus lumen (Sal 35/36, 10), porque con l todas las tinieblasse disipan.

    VOLVER A LAS RACES DEL EVANGELIO

    10. Muchas veces, en el pasado, Europa ha tenido que afrontar difciles perodos detransformacin y de crisis, pero siempre los ha superado, sacando savia nueva de lainagotable reserva de energa vital del Evangelio15. Estas palabras del beato Juan Pablo II,

    pronunciadas en 1995, nos confirman en el camino que es preciso seguir. No hay otro:acudir a las races de nuestra fe para impregnarnos nosotros de la savia vivificante que nostransmiten (a eso se dirige la formacin doctrinal que nos da la Obra) y, desde ah, poner portodas partes en contacto vital con Cristo a hombres y mujeres.

    San Josemara afirmaba que vivir la fe es tambin transmitirla a los dems. Paralograrlo, hay que caminar con ellos. Y en el camino hay que escuchar las dificultades quetienen ante el mensaje cristiano, entenderlas y demostrarles que les entendemos, de maneraque se sientan comprendidos e ilustrados con nuestra conversacin orientadora; y as,andando con ellas o con ellos, comunicarles con afecto y amabilidad el Evangelio, la palabraviva del Seor; es decir, mostrarles la maravilla del espritu cristiano, que armoniza razn yfe y ofrece respuesta a todos los interrogantes y aquieta las inquietudes de los corazoneshumanos; y de este modo les vamos preparando para desear los sacramentos y disponerse arecibirlos.

    En muchos casos, la gracia divina habr de construir en las almas el edificiosobrenatural desde los mismos cimientos. Tomemos ocasin de esos afanes de hacer el bieny de solidaridad, que se advierten en las nuevas generaciones y no slo en stas, paraque descubran al Salvador, anuncindoles la doctrina con don de lenguas y poniendo lasbases poco a poco, por un plano inclinado hasta que adquieran una firme vida cristiana.

    Ejemplo de los primeros cristianos

    11. Os insisto en que, con frecuencia, nos conviene volver a considerar la conducta delos Apstoles y de nuestros primeros hermanos en la fe. Eran pocos, carecan de medioshumanos, no contaban entre sus filas as sucedi, al menos, durante mucho tiempo congrandes pensadores o gentes de relieve pblico. Se desenvolvan en un ambiente social deindiferentismo, de carencia de valores, semejante, en muchos aspectos, al que nos toca ahoraafrontar. Sin embargo, no se amedrentaron. Tuvieron una conversacin maravillosa con

    todas las personas a las que encontraron, a las que buscaron, en sus viajes yperegrinaciones. No habra Iglesia, si los Apstoles no hubieran mantenido ese dilogosobrenatural con todas aquellas almas16. Mujeres y hombres, sus contemporneos,

    14 San Josemara,Amigos de Dios, n. 186.15

    Beato Juan Pablo II, Discurso, 9-IX-1995.16 San Josemara, Carta 24-X-1965, n. 13.

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    experimentaron una profunda transformacin al ser tocados por la gracia divina. No seadhirieron simplemente a una nueva religin, ms perfecta que las que ya conocan, sinoque, por la fe, descubrieron a Jesucristo y se enamoraron de l, del Dios-Hombre que se

    haba entregado en sacrificio por ellos y haba resucitado para abrirles las puertas del Cielo.Este hecho inaudito penetr con enorme fuerza en las almas de aquellos primeros,confirindoles una fortaleza a prueba de cualquier quebranto. Ninguno ha credo a Scrateshasta morir por su doctrina anotaba sencillamente san Justino a mediados del siglo II;pero, por Cristo, hasta los artesanos y los ignorantes han despreciado, no slo la opinin delmundo, sino tambin el temor de la muerte17.

    En un mundo que anhelaba ardientemente la salvacin, sin saber dnde encontrarla, ladoctrina cristiana se abri paso como una luz encendida en medio de la obscuridad. Aquellosprimeros supieron, con su comportamiento, hacer brillar ante sus conciudadanos esa claridadsalvadora y se convirtieron en mensajeros de Cristo sencillamente, con naturalidad, sin

    alardes llamativos con la coherencia entre su fe y sus obras. Nosotros no decimos cosasgrandes, pero las hacemos18, escribi uno de ellos. Y cambiaron el mundo pagano.

    En la Carta apostlica que dirigi a toda la Iglesia, en preparacin del gran jubileo delao 2000, el beato Juan Pablo II explicaba que en Cristo la religin ya no es un "buscar aDios a tientas" (cfr.Hch 17, 27), sino una respuesta de fe a Dios que se revela: respuesta enla que el hombre habla a Dios como a su Creador y Padre; respuesta hecha posible por aquelHombre nico que es al mismo tiempo el Verbo consustancial al Padre, en quien Dios hablaa cada hombre y cada hombre es capacitado para responder a Dios19.

    Es cuestin de fe

    12. Veo en estas palabras otra consideracin que querra proponeros, de cara a lanecesidad de empearnos sin tregua en la tarea de la nueva evangelizacin de la sociedad.Ante todo necesitamos fe y esperanza firmemente asumidas; es decir, caminar en cadamomento ntimamente convencidos con un convencimiento que brota del trato con laTrinidad de que es posible cambiar el rumbo de este mundo nuestro, enderezar a la gloriadel Seor y a la conversin de las almas todas las actividades humanas. Ciertamente nofaltarn la lucha, los sufrimientos, pero siempre avanzaremos in lttia, con alegra yconfianza, porque nos asiste la promesa divina: pdeme y te dar en herencia las naciones,los confines de la tierra en propiedad (Sal 2, 8).

    Impresiona vuelvo a repetir contemplar cmo los Apstoles, sin ms medios que

    la fe en Cristo y animados por una esperanza segura y alegre, se dispersaron por la tierraentonces conocida y difundieron la doctrina cristiana en todas partes. San Josemara gozabaal celebrar sus fiestas, y las de aquellas santas mujeres que acompaaron a Jess durante suspasos terrenos! Las figuras de los Apstoles, de Mara Magdalena, de Lzaro, de Marta yMara, hermanas de Lzaro, le entusiasmaban. De cada uno, de cada una, podemos aprendera creer ms, del todo, en Jesucristo y a amarle con la intensidad con que le amaron los que letrataron. Como nosotros, tambin ellos se veran con miserias y, a pesar del escaso nmeroen comparacin con la poblacin de las naciones conocidas, extendieron la semilla divinacon su ejemplo cotidiano y con su palabra confortadora.

    17 San Justino,Apologa 2, 10 (PG 6, 462).18

    Minucio Flix, Octavio, n. 38 (PL 3, 357).19 Beato Juan Pablo II, Carta apost. Trtio millnnio adveninte, 10-XI-1994, n. 6.

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    Recuerdo la fuerza con que nuestro Padre, al hablar del apostolado en un ambientedifcil, aseguraba: Es cuestin de fe! S, es cuestin de fe! Esa fe que, como seala elSeor en el Evangelio, tiene la capacidad de remover los montes de su sitio (cfr.Mt17, 20)

    y de superar cualquier obstculo; que es como los ros, que se abren cauce hasta el mardesde las peas altas (cfr. Sal 103/104, 10). Por eso os pregunto y me pregunto: con qu fenos movemos a la hora del apostolado, sabiendo que es siempre hora? Estamosverdaderamente convencidos de que, como escribe san Juan, sta es la victoria que havencido al mundo, nuestra fe (1 Jn 5, 4)? Actuamos en consecuencia? Afrontamos losobstculos que surjan con espritu optimista, con moral de victoria? Y para eso, apoyamoscada actividad apostlica concreta con la oracin y con el sacrificio? Damos testimonio denuestra fe, sin dejarnos atemorizar por las dificultades del ambiente?

    Repitamos ms frecuentemente al Seor: creo, Seor; ayuda mi incredulidad! (Mc 9,24). Muy profundamente conmova a san Josemara esta peticin del padre de aquel hijo

    luntico. No nos conformemos con nuestros modos de implorar las virtudes teologales alSeor. San Josemara, consciente de que la fe es un don sobrenatural que slo Dios puedeinfundir e intensificar en el alma, manifestaba en una ocasin: Todos los das, no una vez

    sino muchas, se lo repito yo (...). Le dir algo que le pedan los Apstoles (...): adugenobis fidem! (Lc 17, 5), aumntanos la fe. Y aado: spem, carittem; aumntanos la fe,la esperanza y la caridad20.

    Un firme punto de apoyo

    13. El Santo Padre Benedicto XVI, en diversas ocasiones, ha hecho notar lascontradicciones del tiempo en que vivimos. En numerosas partes del mundo existe hoyun extrao olvido de Dios. Parece que todo marche igualmente sin l. Pero al mismotiempo existe tambin un sentimiento de frustracin, de insatisfaccin de todo y detodos. Dan ganas de exclamar: no es posible que la vida sea as! Verdaderamente no.Y de este modo, junto al olvido de Dios existe como un "boom" de lo religioso. Noquiero desacreditar todo lo que se sita en este contexto. Puede darse tambin laalegra sincera del descubrimiento. Pero, a menudo, la religin se convierte casi en unproducto de consumo. Se escoge aquello que agrada, y algunos saben tambin sacarleprovecho. Pero la religin buscada a la "medida de cada uno" a la postre no nosayuda. Es cmoda, pero en el momento de crisis nos abandona a nuestra suerte21. Y elPapa concluye con la siguiente invitacin: Ayudad a los hombres a descubrir laverdadera estrella que nos indica el camino: Jesucristo22.

    A pesar del clima de relativismo y permisivismo dominante en amplios estratos de lasociedad, muchas personas se hallan sedientas de eternidad, quiz tras haber tratadointilmente de saciarla en las cosas perecederas. Qu gran verdad se encierra en aquellasconocidas palabras de san Agustn!: Nos hiciste, Seor, para ti y nuestro corazn estinquieto hasta que descansa en ti23. Slo Dios, en efecto, satisface completamente losanhelos del espritu humano. Por eso, seamos mujeres y hombres de recia piedad, queacuden a los diversos modos de orar el autntico quitapesares con sinceros deseos de

    20 San Josemara, Notas de una reunin familiar, 7-IV-1974.21 Benedicto XVI, Homila, 21-VIII-2005.22

    Ibid.23 San Agustn, Confesiones, I, 1, 3 (CCL 27, 1).

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    ser ms rezadores. Acerqumonos a la Santa Misa con fe honda, persuadidos de que se hacesacramentalmente presente el Sacrificio del Calvario, el Sacrificio que nos trajo la salvaciny nos revitaliza para la batalla de cada da hacia la santidad.

    14. Causaba una profunda impresin la fe, la piedad, el recogimiento con que sanJosemara se meta cuerpo y alma en el tiempo de la Consagracin eucarstica. Semaravillaba a diario, con renovado agradecimiento y nueva devocin ante el misterio de latransustanciacin, ante este entregamiento del Hijo de Dios al Padre, con el Espritu Santo,por las almas. Pienso que no exagero al afirmar que, al saberse en esos instantes ipseChristus, de ah extraa toda la fuerza de su eficacia y de su extensa actuacin apostlica.Con idntica fe ardiente se le contemplaba mientras repeta, antes de dar la SagradaComunin, las palabras del Bautista: ecce agnus Dei! Exhort a todos los catlicos, y lorepeta a sus hijas e hijos, a los sacerdotes, que es necesario identificarse con Cristo, porqueas nos ha invitado l y porque as atraeremos a las almas hacia el Amor de Dios. Actualizar

    nuestra fe, como nuestro Padre, precisamente en el momento de la transustanciacin es unaayuda poderosa para hacer de cada da una misa.

    Esta certeza de que Dios quiere contar con nosotros puede y debe constituir un firmepunto de apoyo para renovar diariamente nuestro afn apostlico; ha de ser un impulso quenos empuje llenos de esperanza y optimismo sobrenatural al servicio de las personasque pasan a nuestro lado: Nos hemos de encender en el deseo y en la realidad de llevar laluz de Cristo, el afn de Cristo, los dolores y la salvacin de Cristo, a tantas almas de

    colegas, de amigos, de parientes, de conocidos, de desconocidos sean cualesquiera susopiniones en cosas de la tierra, para darles a todos un buen abrazo fraterno. Entoncesseremos rub encendido, y dejaremos de ser esta nada, este carbn pobre y miserable, paraser voz de Dios, luz de Dios, fuego de Pentecosts!24.

    ALGUNOS CAMPOS PRIORITARIOS

    15. En todo el mundo y siempre, hay que realizar un hondo apostolado de lainteligencia. "Comunicar" sobre la verdad para "comunicar" la Verdad. Esta es la sntesis detoda la tarea apostlica. No cabe el cansancio en la peticin a Dios con humildad, coninsistencia, con confianza de que abra a su luz las inteligencias y los corazones. Muchasgentes repiten, como los Magos: hemos visto su estrella en el Oriente y hemos venido a

    adorarle (Mt 2, 2). Nos lo manifestarn si los que creemos en Cristo nos acercamos a todoscon sincera amistad, impregnada de caridad y comprensin, de simpata tambin humana,avalada por la vida de piedad; y tambin con agradecimiento por el bien que no pocosrealizan en tantas reas.

    Lo que maravilla en la actitud de los Magos comenta Benedicto XVI, es que sepostraron en adoracin ante un simple nio en brazos de su madre, no en el marco deun palacio real, sino en la pobreza de una cabaa en Beln (cfr. Mt 2, 11). Cmo fueposible? Qu convenci a los Magos de que aquel nio era "el rey de los judos" y elrey de los pueblos? Ciertamente los persuadi la seal de la estrella, que haban visto

    24 San Josemara, Notas de una reunin familiar, 2-VI-1974.

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    "al salir", y que se haba parado precisamente encima de donde estaba el Nio (cfr.Mt2, 9).

    Pero tampoco habra bastado la estrella, si los Magos no hubieran sido personasntimamente abiertas a la verdad. A diferencia del rey Herodes, obsesionado por susdeseos de poder y riqueza, los Magos se pusieron en camino hacia la meta de subsqueda, y cuando la encontraron, aunque eran hombres cultos, se comportaroncomo los pastores de Beln: reconocieron la seal y adoraron al Nio, ofrecindole losdones preciosos y simblicos que haban llevado consigo25.

    No olvidemos que Nuestro Seor se dirige a todos los hombres, para que vengan asu encuentro, para que sean santos. No llama slo a los Reyes Magos, que eran sabios ypoderosos; antes haba enviado a los pastores de Beln, no ya una estrella, sino uno desus ngeles (cfr. Lc 2, 9). Pero, pobres o ricos, sabios o menos sabios, han de fomentar ensu alma la disposicin humilde que permite escuchar la voz de Dios26.

    16. Esta labor no est reservada a personas que trabajen en campos especialmentecualificados. De gran eficacia ser siempre el apostolado personal de cada cristiano, en elmbito en el que habitualmente se desenvuelve su existencia ordinaria. Por eso, os sugieroque nos detengamos, en un examen personalsimo, sobre cmo procuramos ayudar a lasalmas para que se avecinen a Dios: qu oracin; qu sacrificios; cuntas horas de trabajobien acabado hemos ofrecido; qu conversaciones hemos mantenido oralmente, porescrito con amigos, parientes, compaeros, conocidos. Contagiemos esta santapreocupacin a quienes con nosotros conviven, porque la fe en la eficacia de las enseanzasde Cristo nos ha de estimular a servir y a querer ms a nuestros hermanos y hermanas: nadienos puede dejar indiferentes.

    El apostolado de la inteligencia, como digo, es tarea de todos. Pero, sin perder de vistalos numerosos campos en los que resulta urgente una nueva evangelizacin, hoy resultaprioritario impregnar con la doctrina de Cristo algunos mbitos particulares. Bastaconsiderar las tareas de los gobernantes, de los cientficos e investigadores, de losprofesionales de la opinin pblica, etc.; sin olvidar que todos los hombres y mujeresexperimentan experimentamos la necesidad de escuchar la voz del Seor y de seguirla.

    La lucha por el alma del mundo contemporneo es enorme all donde el espritu deeste mundo parece ms poderoso, escriba el beato Juan Pablo II, a causa de la existenciade "modernos arepagos", es decir, de nuevos plpitos. Estos arepagos son hoy el mundode la ciencia, de la cultura, los medios de comunicacin; son los ambientes en los que se

    crean las lites intelectuales, los ambientes de los escritores y los artistas27

    .

    La investigacin y la enseanza

    17. Aunque hemos de estar siempre abiertos a todos, queda claro que dar a conocer elEvangelio a las personas que se mueven en ambientes intelectuales, adquiere una granimportancia. Concretamente, quienes trabajan en instituciones universitarias han de recordarunas palabras del Seor, dirigidas a todos, y cabe considerar que van especialmente a ellos:vos estis lux mundi (Mt5, 14), debis ser luz del mundo. En efecto, su tarea profesional les

    25 Benedicto XVI, Homila en la solemnidad de la Epifana, 6-I-2007.26

    San Josemara, Es Cristo que pasa, n. 33.27 Beato Juan Pablo II, Cruzando el umbral de la esperanza, p. 125.

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    coloca en la vanguardia de la nueva evangelizacin. San Josemara, que tanto impuls incluso antes de 1928 el apostolado con intelectuales, escriba: La Universidad tiene

    como su ms alta misin el servicio a los hombres, el ser fermento de la sociedad en que

    vive28

    .Palabras que expresan muy bien cul ha de ser la direccin apostlica que han de seguir

    quienes actan en esos ambientes: ser fermento, dar luz y calor la luz y el calor delEvangelio para que sus amigos y colegas, sus alumnos, impregnen su alma y su actuacincon la Buena Nueva de Cristo, en plena fidelidad al Magisterio de la Iglesia. De este modocontribuirn a la evangelizacin de la cultura. De perenne actualidad se demuestra aquelpunto de Camino: Has de prestar Amor de Dios y celo por las almas a otros, para questos a su vez enciendan a muchos ms que estn en un tercer plano, y cada uno de estosltimos a sus compaeros de profesin.

    Cuntas caloras espirituales necesitas! Y qu responsabilidad tan grande si te

    enfras!, y no lo quiero pensar qu crimen tan horroroso si dieras mal ejemplo!29.No permitamos que caiga en el vaco el sano reto de fomentar que muchas personas e

    instituciones, en todo el mundo, promuevan empujados por el ejemplo de los primeroscristianos una nueva cultura, una nueva legislacin, una nueva moda, coherentes con ladignidad de la persona humana y su destino a la gloria de los hijos de Dios en Jesucristo (cfr.2 Cor3, 18). Si todos hemos de rezar y colaborar con entera generosidad para lograrlo, a losprofesores de universidad y a los investigadores les incumbe la responsabilidad de unempeo hondo y perseverante, para aprovechar cada una de las ocasiones que lesproporciona el ejercicio de la profesin. La fe se configura, en este contexto, como el apoyopara avanzar hacia la verdad al tiempo que nos empeamos, por la misma fuerza de la

    virtud, a llevarla a todos los mbitos, y ayudar a que la reciban o la aumenten quienes nosrodean.

    18. La investigacin ocupa un lugar destacado en el trabajo de los profesoresuniversitarios y de otros intelectuales. En esa tarea, el cristiano empeado en la bsqueda ydifusin de la verdad, animado por el recto afn de colaborar en la configuracin de un saberque supere la fragmentacin y el relativismo, descubre constantes oportunidades paradesarrollar un hondo apostolado doctrinal. Ningn tema de investigacin, ningn rea delamplio campo de la enseanza es neutra desde el punto de vista de la fe. Todo nuestroquehacer, hasta unas lecciones de ciencias qumicas por sealar un ejemplo bien grficopueden cooperar o no a la extensin del Reino de Cristo. La necesaria objetividad

    cientfica rechaza justamente toda neutralidad ideolgica, toda ambigedad, todoconformismo, toda cobarda: el amor a la verdad compromete la vida y el trabajo enterodel cientfico30. Si al profesor, al investigador, le mueve principalmente el deseo de dargloria a Dios y de servir a las almas, entonces la coherencia cristiana de su ejemplo, ladisponibilidad que muestra hacia alumnos y colaboradores, la rectitud con que enfoca sulabor, el empeo por formar a sus discpulos y transmitir su saber, contribuyen

    28 San Josemara, Discurso en el acto de investidura de doctores "honoris causa" por la Universidad deNavarra, 7-X-1967.

    29 San Josemara, Camino, n. 944.30

    San Josemara, Discurso en el acto de investidura de doctores "honoris causa" por la Universidad deNavarra, 9-V-1974.

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    indudablemente a que las personas que le escuchan o que reciben el eco de su trabajo,descubran o palpen la huella de los seguidores de Cristo.

    Por otra parte, estos trabajos cientficos facilitan las relaciones profesionales coninvestigadores prestigiosos del propio pas o de otros pases; conducen a estableceramistades sinceras, que son el ambiente natural del apostolado personal, que facilita lograrque los colegas, en su trabajo investigador, respeten al menos los principios moralesfundamentales.

    Los catlicos responsables que intervienen en estos lugares cruciales para la nuevaevangelizacin, deberan preguntarse cmo llegar, en la medida de sus posibilidades,tambin a los medios de comunicacin y a los foros de opinin, para transmitir buena yslida doctrina en materias de su especialidad: colaborando en la prensa; interviniendo enprogramas de radio y de televisin o a travs de internet; participando en actividadesculturales, ofreciendo una opinin cientfica autorizada sobre temas que surgen en el debate

    pblico, etc. Y, a su vez, los catlicos que promueven empresas de comunicacin y opininpblica, o trabajan profesionalmente en esos medios, deben esforzarse para que sus pginaso sus cmaras presenten, con altura y rigor, lo limpio y lo recto que se realiza en estosespacios.

    Me interesa que quede bien claro que quienes intervienen en estas reas, han de sentirla responsabilidad de sacar partido a sus talentos, sin olvidar que otras muchas personas, contrabajos materiales o aparentemente de poco relieve, se esmeran en convertir su ocupacinen plegaria a Dios, para que los hombres y mujeres que cuentan en las reas que dirigen lasociedad sepan ser enteramente responsables, conscientes de que Dios les pedir cuenta desu rendimiento; y han de mostrarse muy agradecidos a los que trabajan, por as decir, en la

    penumbra. Viene muy al caso lo que comentaba san Josemara: quin tiene msimportancia, el Rector Magnfico de una Universidad o la ltima persona que atiende lamanutencin del edificio? Y se contestaba sin dudar: el que cumple su tarea con ms fe, conms afn de santidad.

    Armona entre fe y razn

    19. Los que nos sabemos hijos de Dios hemos de propagar que no hay motivo decompetitividad alguna entre la razn y la fe: una est dentro de la otra, y cada una tiene supropio espacio de realizacin (...). Dios y el hombre, cada uno en su respectivo mundo, seencuentran as en una relacin nica. En Dios est el origen de cada cosa, en l se encuentra

    la plenitud del misterio, y sta es su gloria; al hombre le corresponde la misin de investigarcon su razn la verdad, y en esto consiste su grandeza31.

    Mantiene plena actualidad el horizonte que describa san Josemara: Sobre la basefirme de un profundo saber cientfico, hemos de mostrar que no hay oposicin algunaentre la fe y la razn32, sino que, al contrario, debe existir una plena sintona, porque losdos mbitos de conocimiento proceden de Dios, delLogos creador que, adems, se ha hechohombre.

    En la Carta apostlicaNovo millnnio inente, Juan Pablo II escribi: Para la eficaciadel testimonio cristiano, especialmente en estos campos delicados y controvertidos, es

    31

    Beato Juan Pablo II, Carta enc. Fides et ratio, 14-IX-1998, n. 17.32 San Josemara, Carta 9-I-1951, n. 12.

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    importante hacer un gran esfuerzo con el fin de explicar adecuadamente los motivos de lasposiciones de la Iglesia, subrayando, sobre todo, que no se trata de imponer a los nocreyentes una perspectiva de fe, sino de interpretar y defender los valores radicados en la

    naturaleza misma del ser humano. La caridad se convertir entonces necesariamente enservicio a la cultura, a la poltica, a la economa, a la familia, para que en todas partes serespeten los principios fundamentales, de los que depende el destino del ser humano y elfuturo de la civilizacin33. Para esta tarea, se necesita don de lenguas, que se alcanzacuando se invoca con fe al Espritu Santo y se ponen los medios humanos.

    De todos es conocida la plena libertad que, dentro de la doctrina catlica, la Iglesiareconoce a sus hijos en la propia actuacin profesional y en cuanto ciudadanos, iguales a losdems ciudadanos. La sensibilidad hacia los problemas humanos, el sentido sobrenaturalpara enjuiciarlos y resolverlos cristianamente, segn la recta conciencia bien formada, ha deespolear la responsabilidad apostlica personal, para aportar al debate cientfico una visin

    ms humana y siempre cristiana. Por eso, conviene abordar con rectitud seria aquellostrabajos que presentan especial relevancia doctrinal y tica, en las reas cientficas yhumanistas propias de cada uno. La crisis moral por la que atraviesa la sociedad, y lanecesidad perenne de evangelizar, vuelven an ms urgente que los investigadores cristianosno cejen en esta labor y desarrollen con constancia y hondura esos temas, para contribuir aresolver correctamente los problemas actuales.

    La moralidad pblica

    20. Otro desafo prioritario de evangelizacin es el de la moralidad pblica. Uno de losobstculos que con mayor virulencia se opone al reinado de Cristo, en las almas y en laentera sociedad, se alza con la ola de sensualidad que invade las costumbres, las leyes, lasmodas, los medios de comunicacin, las expresiones artsticas. Para frenar este ataquevirulento, adems de rezar y de invitar a rezar, de reparar y de mover a la reparacin,movidos por una responsabilidad cristiana y tambin humana, hemos de movilizar a muchaspersonas catlicos o no, pero hombres y mujeres de buena voluntad instndoles a quesientan la urgencia de hacer algo. Sobran los lamentos estriles, y mucho ms cualquieractitud de indiferencia, de conformarse con no causar personalmente el mal. Por el contrario,a toda hora se presenta el momento propicio de lanzarse con mayor bro a un apostoladocapilar, a una mudanza radical, comenzando por la propia vida, el propio hogar, el propioambiente profesional.

    Escuchemos al Apstol de los gentiles, que nos exhorta: no recibis en vano la gracia

    de Dios. Porque dice: "en el tiempo favorable te escuch. Y en el da de la salvacin teayud". Mirad, ahora es el tiempo favorable, ahora es el da de la salvacin (2 Cor6, 1-2).Hemos de proceder los cristianos con la seguridad de la fe, precisamente para sanar todo loque a nuestro alrededor desentona con la ley de Dios, sin respetos humanos, sin miedo a quese note nuestra condicin de personas convencidas de nuestra fe. Hay valores que no sonnegociables, como repetidas veces ha manifestado Benedicto XVI: La proteccin de lavida en todas sus etapas, desde el momento de la concepcin hasta la muerte natural; elreconocimiento y promocin de la estructura natural de la familia, como unin entreun hombre y una mujer basada en el matrimonio, y su defensa contra los intentos deequipararla jurdicamente a formas radicalmente diferentes de unin que, en realidad,

    33 Beato Juan Pablo II, Carta apost.Novo millnnio inente, 6-I-2001, n. 51.

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    la perjudican y contribuyen a su desestabilizacin, oscureciendo su carcter particulary su irreemplazable papel social; la proteccin del derecho de los padres a educar a sushijos34.

    El Papa aclaraba que estos principios no son verdades de fe, aunque reciban de lafe una nueva luz y confirmacin. Estn inscritos en la misma naturaleza humana y, portanto, son comunes a toda la humanidad. La accin de la Iglesia en su promocin no es,pues, de carcter confesional, sino que se dirige a todas las personas, prescindiendo desu afiliacin religiosa. Esta accin es tanto ms necesaria cuanto ms se niegan otergiversan estos principios, porque eso constituye una ofensa contra la verdad de lapersona humana, una grave herida causada a la justicia misma35.

    21. Idntico razonamiento, con igual motivo, cabe sostener sobre puntos esenciales dela doctrina cristiana que sufren, en nuestros das, un acoso intolerante por parte de grupos depersonas ciegamente obstinadas en eliminar el sentido religioso de la sociedad civil.

    Desgraciadamente abundan los ejemplos; desde burdos ataques a Jesucristo, a quien tratande poner en ridculo, hasta acusaciones calumniosas contra la Iglesia, sus ministros, susinstituciones.

    La tarea del cristiano, que desea ser coherente con su vocacin, consiste en mostrar aCristo a los dems, saberse altavoz primero con el ejemplo, pero tambin con la palabraoportuna de las enseanzas de la Iglesia, especialmente en los temas ms debatidos en laopinin pblica. Salta a mi memoria lo que tan claramente expuso don lvaro: Como espreciso barrer primero la propia casa (...), cada uno debe examinar cmo se preocupa de estecometido eminentemente cristiano36. Palabras que suenan como un eco de la predicacindel Apstol a los primeros fieles: sta es la voluntad de Dios: vuestra santificacin (...); que

    cada uno sepa guardar su propio cuerpo santamente y con honor, sin dejarse dominar porla concupiscencia, como los gentiles, que no conocen a Dios. En este asunto, que nadieabuse ni engae a su hermano (...); porque Dios no nos llam a la impureza, sino a lasantidad(1 Ts 4, 3-7).

    La recomendacin de san Pablo adquiere singular relieve en las circunstanciaspresentes. Resulta imposible, en efecto, luchar eficazmente contra esa ola viscosa y suciaque pugna por envolverlo todo, si en nuestro interior se admite alguna complicidad aunque parezca pequea con esas cosas perversas, que suben y suben, hirviendo dentro

    de ti, hasta querer anegar con su podredumbre bienoliente los grandes ideales, losmandatos sublimes que Cristo mismo ha puesto en tu corazn37.

    Con el mismo relieve destaca el texto de san Gregorio Nacianceno, que el beato JuanPablo II citaba en su exhortacin apostlica sobre la misin de los Obispos. As se expresabaese Padre y Doctor de la Iglesia: Primero purificarse y luego purificar; primero dejarseinstruir por la sabidura y luego instruir; primero convertirse en luz y luego iluminar;primero acercarse a Dios y luego llevar a otros a l; primero ser santos y luego santificar38.

    34 Benedicto XVI, Discurso a un grupo de parlamentarios de la Unin Europea, 30-III-2006.35Ibid.36 Venerable lvaro del Portillo, Carta, 1-I-1994.37 San Josemara, Camino, n. 493.38

    San Gregorio Nacianceno, Oracin II, 71 (PG 35, 479); cit. en Beato Juan Pablo II, Exhort. apost.Pastres gregis, 16-X-2003, n. 12.

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    Porque no nos consideramos mejores que los dems y no nos equivocamos en estaapreciacin, nos conviene volver una vez y otra a tratar de adecuar lo ms perfectamenteposible nuestra situacin personal a la doctrina de Jesucristo. Hemos de persuadirnos de que,

    primero, hemos de pelear en nuestro interior, decididos de verdad a conformar con el quererde Dios nuestros pensamientos, proyectos, palabras y obras, hasta los ms pequeos: Lalucha tiene un frente dentro de nosotros mismos, el frente de nuestras pasiones. Vigilaquien pelea interiormente, para apartarse decididamente de la ocasin de pecado, de loque puede debilitar la fe, desvanecer la esperanza o desmejorar el Amor39.

    22. Aqu se centra se centrar siempre un punto de examen diario para losprximos meses. Cmo es nuestra lucha por la santidad? Descendemos a detallesconcretos, en sintona con lo que nos sugieren en la direccin espiritual personal?Acudimos con frecuencia al Seor, implorando una fina delicadeza de conciencia que ennada coincide con los escrpulos, para descubrir las pequeas grietas en los muros del

    alma, por las que intenta introducirse el enemigo restando eficacia tambin a nuestra tareaapostlica? Nos llena de contento la posibilidad de encontrar nuevos puntos de lucha, paraafrontarlos decididamente, deportivamente, sostenidos por la gracia de Dios?

    Non enim vocvit nos Deus in immundtiam sed in sanctificatinem (1 Ts 4, 7). Nos hallamado Dios, no a la inmundicia, sino a la santidad. Aunque otra cosa pretendan inculcaralgunos medios de comunicacin o desviaciones de cualquier tipo con la complicidad, enprimer trmino, de nuestras tendencias desordenadas, la pelea por la limpieza de conductase muestra siempre atractiva, siempre posible; por tanto, en cualquier circunstancia puede ydebe proponerse este ideal a cada persona, por aparentemente lejos que se encuentre de estameta. No existe criatura humana que no busque un asidero donde agarrarse, en este mar deolas y tempestades que atraviesa nuestra poca, y que realmente no es una situacin nueva.

    Los cristianos contamos con la inmensa fortuna y capacidad de transmitir esa seguridad, quemuchos anhelan quiz sin darse cuenta. Sigamos adelante, peleando con alegra las batallasdel Seor (cfr. 1Mac 3, 2), in hoc pulchrrimo carittis bello, en esta hermossima pelea decaridad cuyo desenlace feliz se encuentra plenamente asegurado, con la victoria del Seor,para los que se mantienen fieles a su Amor.

    23. Benedicto XVI ha subrayado recientemente la importancia de recurrirhabitualmente al sacramento de la Penitencia. Hablando a sacerdotes y a candidatos alsacerdocio, en el contexto del Ao de la fe, afirmaba que la celebracin del sacramentode la Reconciliacin es por s misma anuncio y por eso camino que hay que recorrerpara la obra de la nueva evangelizacin.

    En qu sentido la Confesin sacramental es "camino" para la nuevaevangelizacin? Ante todo porque la nueva evangelizacin saca linfa vital de lasantidad de los hijos de la Iglesia, del camino cotidiano de conversin personal ycomunitaria para conformarse cada vez ms profundamente a Cristo. Y existe unvnculo estrecho entre santidad y sacramento de la Reconciliacin, testimoniado portodos los santos de la historia. La conversin real del corazn, que es abrirse a laaccin transformadora y renovadora de Dios, es el "motor" de toda reforma y setraduce en una verdadera fuerza evangelizadora. En la Confesin el pecadorarrepentido, por la accin gratuita de la misericordia divina, es justificado, perdonadoy santificado; abandona el hombre viejo para revestirse del hombre nuevo. Slo quien

    39 San Josemara, Carta 28-III-1973, n. 10.

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    se ha dejado renovar profundamente por la gracia divina puede llevar en s mismo, ypor lo tanto anunciar, la novedad del Evangelio40.

    La institucin familiar24. En la Obra, debemos desenvolvernos siempre con el optimismo y con la visin

    sobrenatural que van anejos a la filiacin divina, pero no podemos ignorar que, en estosmomentos, uno de los mbitos ms amenazado por la ola del hedonismo es la familia. Entrelos serios perjuicios que esta situacin produce, salta a los ojos el aumento de lasinfidelidades matrimoniales y la creciente dificultad para que la gente joven se halle encondiciones de escuchar y de seguir la llamada de Dios, sobre todo al celibato apostlico.Por eso, hoy se revela especialmente urgente y necesaria una cruzada de virilidad y de

    pureza41, en los diferentes niveles de la sociedad.

    En esta batalla de limpieza, como en todas las dems virtudes, cobra gran importancia

    la delicadeza para practicar personalmente esta afirmacin gozosa que es la santa pureza,dentro del estado de cada uno, y tambin para no descuidar el influjo que se puede ejercermediante el apostolado de amistad y de confidencia. Adems, siempre resultan tiles losestudios interdisciplinares sobre cmo promover que muchas personas e instituciones, entodo el mundo, fomenten siguiendo el ejemplo de los primeros cristianos una nuevacultura, una nueva legislacin, una nueva moda, a las que me refera antes.

    Habr que rezar perseverantemente, habr que trabajar mucho, para alcanzar unobjetivo tan ambicioso. Pero as se forjan los cristianos las metas: magnnimas en los deseosy adaptadas a la realidad de lo que individualmente se est en condiciones de lograr. Hemosde convencernos de que cada uno est capacitado para llegar a ms, a bastante ms de lo que

    pensamos, a base de cosas pequeas afirmaciones, ejemplos, santa intransigencia en elpropio ambiente. Me viene a la memoria una imagen que empleaba san Josemara apropsito del problema ecolgico. La recojo aqu, porque me parece muy ilustrativa de loque voy comentando.

    Recientemente les deca a vuestros hermanos mayores, acordndome de que hemoscharlado tantas veces de barcas y de redes, que ahora se habla y se escribe mucho entodos los sitios de ecologa. Y se dedican, en los ros y en los lagos, y en todos los mares, atomar muestras de agua, a analizarlas... Casi siempre el resultado es que aquello est enmalas condiciones: los peces no disponen de un ambiente sano, habitable.

    Cuando hemos hablado de barcas y de redes, vosotros y yo nos referamos siempre a

    las redes de Cristo, a la barca de Pedro, y a las almas. Por algo dijo el Seor: venid en posde m, que Yo har que vengis a ser pescadores de hombres (Mt 4, 19). Pues, puedesuceder que alguno de esos peces, de esos hombres, viendo lo que est sucediendo en todoel mundo y dentro de la Iglesia de Dios, ante ese mar que parece cubierto de inmundicia,

    y ante esos ros que estn llenos como de babas repugnantes, donde no encuentranalimento ni oxgeno; si esos peces pensaran y estamos hablando de unos peces quepiensan, porque tienen alma, podra venirles a la cabeza la decisin de decir: basta, yodoy un salto, y fuera! No vale la pena vivir as. Me voy a refugiar a la orilla, y all darunas boqueadas, y respirar un poquito de oxgeno. Basta!

    40

    Benedicto XVI, Discurso a los participantes en un curso sobre el fuero interno, 9-III-2012.41 San Josemara, Camino, n. 121.

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    No, hijos mos; nosotros tenemos que seguir en medio de este mundo podrido; enmedio de este mar de aguas turbias; en medio de esos ros que pasan por las grandesciudades y por los villorrios, y que no tienen en sus aguas la virtud de fortalecer el cuerpo,

    de apagar la sed, porque envenenan. Hijos mos, en medio de la calle, en medio delmundo hemos de estar siempre, tratando de crear a nuestro alrededor un remanso deaguas limpias, para que vengan otros peces, y entre todos vayamos ampliando el remanso,purificando el ro, devolviendo su calidad a las aguas del mar42.

    25. En medio de coyunturas sociales y morales semejantes o peores que las queatravesamos ahora, comenz la Iglesia con el afn de cambiar la atmsfera del decadenteimperio romano, y as hemos de trabajar los cristianos siempre, buscando con decisin llevarel ambiente de Cristo a la humanidad.

    En este cometido juegan un papel insustituible los padres y las madres de familia: suempeo para imprimir un tono profundamente cristiano en sus hogares y en la educacin de

    sus hijos, har de esas familias focos de conducta cristiana, remansos de aguas limpias queinfluirn en muchos matrimonios, facilitando por otra parte que broten vocaciones deentrega a Dios en el sacerdocio y en las variadsimas realidades eclesiales, tanto en el mbitosecular como en la vida consagrada; y nuevos hogares luminosos y alegres, comocomentaba san Josemara.

    A los padres y madres de familia les corresponde por derecho propio insisto unaamplia gama de apostolado personal con diversas manifestaciones. Y nada ms lgico quelibremente se asocien a otras muchas personas que experimentan problemticas similares,para afrontar esta situacin de clara trascendencia: el empleo del tiempo libre, elesparcimiento y la diversin, los viajes, la promocin de lugares adecuados para que las

    hijas y los hijos vayan madurando humana y espiritualmente, etc. A los matrimonios conhijos en edad escolar, les compete a justo ttulo como parte muy importante de suresponsabilidad educativa la eleccin e incluso la promocin de escuelas y clubes

    juveniles; adems de que es evidente la gran importancia de que intervengan activamente enla marcha de los centros escolares que frecuentan sus chicos o chicas, utilizando todos losinstrumentos que la ley pone en sus manos, para orientarlos adecuadamente.

    En estos ltimos tiempos, despus de muchos aos de propaganda a favor de lacoeducacin, se est abriendo camino la idea de que la educacin separada de nios y nias,en los niveles primario y medio, resulta beneficiosa para la formacin de las nuevasgeneraciones. Conviene no desentenderse de esta labor, y favorecer el empeo deinvestigacin y de divulgacin en los aspectos jurdico, pedaggico y de opininpblica para mostrar la legitimidad y ventajas de este modo de proceder, que entraa ungran respeto hacia las nias y los nios, hacia las chicas y los chicos adolescentes, y unacomprobada eficacia educativa, y tambin de formacin humana.

    26. Igualmente, en este contexto, es necesario un recto concepto de la libertad, ya quecon frecuencia se identifica equivocadamente este don con la simple capacidad de elegir loque ms apetece en cada momento, lo que satisface el capricho o la comodidad, sinconsiderar su ntima ligazn con la verdad. La libertad, un gran bien natural, queddebilitada por el pecado, pero Cristo la san con la gracia y la elev a la categora de lanueva y verdadera libertad sobrenatural: la de los hijos de Dios (cfr. Rm 8, 18-19.21). San

    42 San Josemara, Notas de una reunin familiar, 20-V-1973.

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    Josemara, precisamente porque se saba y se senta muy hijo de Dios Padre filiacin queentraa la verdad ms ntima del hombre y de la mujer, lleg a alcanzar una comprensinespecialmente profunda de la libertad cristiana, y puso en guardia contra el engao de los

    que se conforman con un triste vocero: libertad, libertad! Muchas veces adverta,en ese mismo clamor se esconde una trgica servidumbre: porque la eleccin que prefiereel error, no libera; el nico que libera es Cristo (cfr. Gal 4, 31), ya que slo l es elCamino, la Verdad y la Vida (cfr. Jn 14, 6)43. Y aada: La libertad adquiere su

    autntico sentido cuando se ejercita en servicio de la verdad que rescata, cuando se gastaen buscar el Amor infinito de Dios, que nos desata de todas las servidumbres44.

    Como ciudadanos responsables, los cristianos hemos de hacer todo lo posible paradefender y promover la libertad propia y la de los dems, y a la vez ayudar a todos adescubrir esa nueva libertad: hac libertte nos Christus libervit(Gal 5, 1), con la que Cristonos ha liberado. Se trata de una de las tareas ms urgentes de la nueva evangelizacin. Ya he

    recordado que las personas que deben santificarse en el estado matrimonial juegan un papelinsustituible en este cometido; pero deseo remachar que la obligacin de difundir la rectadoctrina sobre el matrimonio y la familia incumbe a la responsabilidad de cada una y decada uno.

    CONOCER Y PROFESAR LA FE

    27. Todos los esfuerzos para llevar a cabo la nueva evangelizacin sea en elapostolado de la inteligencia, sea en los campos prioritarios que acabo de sealar han desustentarse en el slido fundamento de la fe. Sin fe, en efecto, es imposible agradar a Dios(Hb 11, 6 ), precisa la Sagrada Escritura.

    Esta virtud teologal, puerta de la vida cristiana, pide la adhesin libre del intelecto, yconduce a la fidelidad plena a la Voluntad de Dios, actualizada con las verdades que nos harevelado, transmitindonos la seguridad de que han de ser aceptadas por la misma autoridaddel Creador que, como narran los pasajes expresos del Gnesis, slo ha querido el bien detodo lo creado. Por eso, la fe seriamente asumida y practicada, estimula a una continuadaconfianza, plena, en Dios, que nos asegura al ejercitarnos en ese abandono libre yresponsable la participacin en su misma vida divina, que se nos ha comunicado con esasverdades como camino para alcanzar la unin con el mismo Dios.

    En esta perspectiva, elAo de la fe es una invitacin a una autntica y renovadaconversin al Seor, nico Salvador del mundo. En el misterio de su muerte yresurreccin, Dios ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres ala conversin de vida mediante la remisin de los pecados (cfr. Hch 5, 31). Para elapstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: "Por el bautismo fuimossepultados con l en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucit de entre losmuertos por la gloria del Padre, as tambin nosotros andemos en una vida nueva"

    43

    San Josemara,Amigos de Dios, n. 26.44Ibid., n. 27.

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    (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en lanovedad radical de la resurreccin45.

    Ejemplos de fe28. La epstola a los Hebreos pone ante nuestros ojos una sucesin de hombres y

    mujeres fieles que, a lo largo de la historia de la salvacin, desde el justo Abel, creyeron enDios y se adhirieron a l con todas las energas de su inteligencia y de su voluntad, gastandogozosamente su existencia en su servicio (cfr.Hb 11, 4-40). Destaca entre todos la figura deAbrahn, nuestro padre en la fe46, de quien hemos de aprender tambin la fortaleza de suesperanza en Dios, porque todos hemos de crecer en vida teologal a lo largo de los prximosmeses, findonos ms y ms de los medios que nos conducen al Cielo, y pidiendo confirmeza a la Trinidad que nos aumente la fe, la esperanza, la caridad.

    Cuando se encontraba en la ciudad de Ur, en Caldea, Abrahn oy la palabra del

    Seor que lo arrancaba de su tierra, de su pueblo, y en cierto modo de s mismo, para hacerde l un instrumento del designio de salvacin que abarcaba el futuro del pueblo de laalianza e, incluso, de todos los pueblos47. Inmediatamente, sin una vacilacin, el patriarcase puso en camino.

    Por la fe, Abrahn obedeci al ser llamado para ir al lugar que haba de recibir enherencia, y sali sin saber adnde marchaba. Por la fe, peregrin por la tierra prometidacomo en tierra extraa, y habit en tiendas, igual que haran Isaac y Jacob, coherederos delas mismas promesas; porque esperaba la ciudad fundada sobre cimientos, cuyo arquitecto

    y constructor es Dios. Por la fe, tambin Sara, que era estril, recibi vigor para concebir,aun superada ya la edad oportuna, porque crey que era digno de fe el que se lo haba

    prometido. De modo que de uno solo, y ya decrpito, nacieron hijos tan numerosos como lasestrellas del cielo e incontables como las arenas de las playas del mar (Hb 11, 8-12).

    La misma epopeya de creer firmemente contina y se desarrolla con una intensidad yextensin mayor en el Nuevo Testamento. Maestra inigualable se nos muestra la VirgenSantsima, que por la fe acogi la palabra del ngel y crey en el anuncio de que serala Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cfr. Lc 1, 38). En la visita a Isabelenton su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes seencomiendan a l (cfr. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su nico Hijo,manteniendo intacta su virginidad (cfr. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo Jos, llev aJess a Egipto para salvarlo de la persecucin de Herodes (cfr. Mt 2, 13-15). Con la

    misma fe sigui al Seor en su predicacin y permaneci con l hasta el Calvario (cfr.Jn 19, 25-27). Con fe, Mara sabore los frutos de la resurreccin de Jess y,guardando todos los recuerdos en su corazn (cfr. Lc 2, 19.51), los transmiti a losDoce, reunidos con Ella en el Cenculo para recibir el Espritu Santo (cfr.Hch 1, 14; 2,1-4)48.

    Por eso, meditar y adentrarse en la fe de Mara nos conduce y ayuda a sentir ladependencia total que de Dios tenemos; dependencia que nos hace entender que, agarrados

    45 Benedicto XVI, Carta apost. Porta fdei, 11-X-2011, n. 6.46 Misal Romano, Plegaria Eucarstica I.47 Beato Juan Pablo II, Carta sobre la peregrinacin a los lugares vinculados con la historia de la

    salvacin, 29-VI-1999, n. 5.48 Benedicto XVI, Carta apost. Porta fdei, 11-X-2011, n. 13.

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    firmemente a su mano, nos volvemos capaces de cumplir maravillas, con un relieveextraordinario para nuestra propia existencia, para la Iglesia, para la corredencin que nos hasido confiada; un relieve extraordinario que desciende lgicamente a los quehaceres y

    pequeeces, aparentemente ms indiferentes, ya que con Dios pssumus!, lo podemos todo;y sin l, nihil, nada.

    Por la fe, los Apstoles dejaron todo para seguir al Maestro. Del mismo modo actuaronlos discpulos de la primera hora, y los mrtires que entregaron su vida por testimoniar elEvangelio, e innumerables cristianos de todos los tiempos, tambin recientes. Por la fe,hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres estn escritos en el libro de la vida(cfr.Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al SeorJess all donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, laprofesin, la vida pblica y el desempeo de los carismas y ministerios que se lesconfiaban49.

    El ejemplo de san Josemara

    29. Fijemos nuestros ojos en la historia de la Iglesia, en la que nunca han faltadohombres y mujeres que han sido instrumentos en las manos de Dios para dar nuevo impulsoy vitalidad a la fe del pueblo cristiano en momentos de dificultad. Yo pienso en el ejemplode nuestro Fundador. San Josemara medit mucho sobre la figura y la respuesta de aquellospredecesores nuestros en la fe. Por eso, como el patriarca Abrahn, nuestro Padre abandonsus proyectos nobles y, obediente a la voz divina, se hizo peregrino por todos los senderosdel mundo, para ensear a sus hermanos y hermanas una doctrina vieja como el Evangelio

    y como el Evangelio nueva50: que Dios nos convoca a todos a ser santos en el trabajo y enlas circunstancias de la vida ordinaria, en medio de las realidades temporales. Fue unhombre, un sacerdote, de fe y de esperanza: virtudes que, junto con la caridad, el Seorinfundi con creciente intensidad en su alma. Por cultivar esa fe gigante y esa granesperanza, alcanz la capacidad de llevar a trmino la misin que haba recibido, y hoy soninnumerables como las estrellas del cielo, como las arenas de la playa (Gn 22, 17) laspersonas de diferente edad, raza y condicin que se alimentan de ese espritu y buscan as lagloria de Dios.

    La existencia de san Josemara manifiesta que cada jornada nuestra puede y debe sertiempo de fe, de esperanza, de amor, sin concesiones al egosmo. Conviene, pues, que nospreguntemos cmo se manifiestan las virtudes teologales en nuestra conducta diaria: sisabemos reconocer la mano providente de nuestro Padre Dios en todas las circunstancias,

    tanto en las que se presentan con un aspecto favorable como en aqullas que parecenadversas; es decir, si estamos firmemente persuadidos de que mnia possiblia crednti (Mc9, 23 ), que todo es posible para el que cree, aunque carezca de mritos personales y demedios humanos; si somos optimistas en el apostolado, con un optimismo sobrenaturalbasado en la conviccin de que como afirma el Apstol mnia possum in eo, qui meconfrtat(Flp 4, 13), todo lo podemos en Cristo, que es nuestra fortaleza.

    Quiz hayamos de concluir que todava no nos ejercitamos con suficiente intensidad enestas virtudes. Cabe, entonces, aplicarnos las consideraciones de san Josemara: Nos falta

    49

    Ibid.50 San Josemara,Instruccin, 19-III-1934, n. 45.

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    fe. El da en que vivamos esta virtud confiando en Dios y en su Madre, seremosvalientes y leales. Dios, que es el Dios de siempre, obrar milagros por nuestras manos.

    Dame, oh Jess, esa fe, que de verdad deseo! Madre ma y Seora ma, MaraSantsima, haz que yo crea!51.

    Nuestro Padre implor muchas veces, para s mismo, para sus numerosos hijos e hijas,y para todos los cristianos, el crecimiento en las virtudes teologales: aduge nobis fidem,spem, carittem!, aumntanos la fe, la esperanza y el amor, rezaba cada da, pidindolotambin sin palabras, con el corazn mientras alzaba la Hostia o el cliz en la SantaMisa. Le mova el nico fin de ser mejor servidor y de que fusemos mejoresservidores de Dios y de las almas en cualquier hora y situacin. En esto radica, insisto, elpresupuesto necesario para que el caminar de la Iglesia se llene de nuevos frutos, ahora ysiempre. Como escribe el Papa, deseamos que este Ao suscite en todo creyente laaspiracin a confesar la fe con plenitud y renovada conviccin, con confianza y

    esperanza52.Reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree aade el Papa, es un

    compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Ao. No porcasualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban obligados a aprender dememoria el Credo. Esto les serva como oracin cotidiana para no olvidar elcompromiso asumido con el bautismo53.

    Pedir la fe y profundizar en esta virtud

    30. A lo largo de estos meses ojal consigamos crear ese nimo para siempre, alrezar el Credo en la Misa y en otros momentos, esforcmonos para profesar la fe de laIglesia con mayor conciencia, con una atencin ms inmediata a las palabras y a susignificado. Tambin supondr una gran ayuda el estudio y la frecuente meditacin de losdiversos artculos que componen el Smbolo. Entre los medios que Benedicto XVI sugierepara dar relieve y verdadera eficacia a ese tiempo, uno de primordial importancia se concretaen el estudio del Catecismo de la Iglesia Catlica o tambin de su Compendio, preciosaherencia del Concilio Vaticano II, donde se recogen de modo completo, orgnico y ordenadotodas las verdades de la doctrina catlica.

    Existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a losque prestamos nuestro asentimiento54. El conocimiento de los contenidos de la fe esesencial para poder darles el propio asentimiento, para adherirse plenamente con la

    inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia; esa aceptacin implica, por tanto, que,cuando se cree, se acoge libremente todo el misterio de la fe, ya que Dios mismo garantizasu verdad al revelarse y ofrecer a nuestra razn su misterio de amor.

    Por otra parte prosigue el Papa, no podemos olvidar que muchas personas ennuestro contexto cultural, aun no reconociendo en ellos mismos el don de la fe, buscancon sinceridad el sentido ltimo y la verdad definitiva de su existencia y del mundo.

    51 San Josemara, Forja, n. 235.52 Benedicto XVI, Carta apost. Porta fdei, 11-X-2011, n. 9.53

    Ibid.54Ibid., n. 10.

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    Esta bsqueda es un autntico "prembulo" de la fe, porque lleva a las personas por elcamino que conduce al misterio de Dios55.

    No desfallezcamos en el estupendo intento de sacar al descubierto las inquietudesespirituales que anidan en todas las almas, para ofrecerles la formacin oportuna que saciesu sed de la Verdad. Especialmente en los tiempos actuales, adquiere seria importanciaensear o recordar, a quienes tratamos por un motivo u otro, que la vida terrena constituyeuna etapa transitoria de la existencia humana. Dios nos ha creado para la vida eterna, nos hadestinado a participar de su misma Vida divina, alcanzando as una dicha completa einacabable. Este don de la Trinidad Santsima slo se logra en plenitud despus de la muertecorporal, pero comienza ya aqu abajo. sta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el nico

    Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien T has enviado (Jn 17, 3). El que come mi carne ybebe mi sangre tiene vida eterna y Yo le resucitar en el ltimo da (Jn 6, 54).

    31. En los meses venideros se nos presenta una nueva oportunidad de meditar con

    hondura en el misterio de Jesucristo. Con sus obras y sus palabras, Jess nos ha manifestadoal Padre y nos ha mostrado el camino que a l conduce; nos ha facilitado lo necesario paraalcanzar la meta: la Iglesia, con sus sacramentos e instituciones; y, ms an, nos ha enviadoel Espritu Santo que, habitando por la gracia en las almas, impulsa constantemente a loshombres hacia la casa del Padre. Todo brota como fruto de la benevolencia divina, porqueen esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que l nosam y envi a su Hijo como vctima propiciatoria por nuestros pecados (1Jn 4, 10).

    Convenzmonos del papel fundamental de meditar y de invitar a los dems a meditaresta verdad esencial: Dios nos ama!: el Omnipotente, el Todopoderoso, el que ha hecho

    cielos y tierra56. Asombrmonos y agradezcamos este impresionante anuncio, que hemos

    de difundir por todas partes mediante una universal catequesis. Precisamente esta palabra,catequesis, en su etimologa griega ms literal, significa "hacer sonar en los odos" unmensaje; para los cristianos, el mtodo de enseanza usado por la Iglesia ya en los primerosmomentos, desde que comenz a transmitir a la humanidad la margarita preciossima y eltesoro de la salvacin, como explicaba el Maestro. As, escuchando, acogieron la buenanueva los primeros discpulos del Seor, y la transmitieron a otros de forma quecomprometa el querer y el obrar de quienes la oan y la incorporaban a su conducta.

    Y del mismo modo hemos de comportarnos ahora, despus de veinte siglos decristianismo: hacer resonar la Verdad trada por Jesucristo en el corazn de las personas conlas que coincidimos en nuestro caminar por la tierra, y tambin mediante la oracin enquienes no tratamos personalmente. A cada uno, a cada una, del modo oportuno, hemos demanifestarle: Dios ha pensado en ti desde toda la eternidad! Dios te ama! Dios hapreparadopara ti un lugar inefable, el Cielo, donde l mismo se te entregar en posesin ygoce eternos, saciando con creces las ansias de felicidad que anidan en tu corazn!

    32. No cabe dar por supuestas estas verdades fundamentales. Muchas personas noconocen a Dios o se han formado de l una idea equivocada. Unos se imaginan un Diosceloso del cumplimiento de la ley, siempre pronto al castigo, o un Dios al que se acude sloen caso de necesidad; otros piensan en un Dios encerrado en su propia felicidad, muy lejos

    55

    Ibid.56 San Josemara, Es Cristo que pasa, n. 144.

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    de las penas y angustias de los hombres... No dejemos de preguntarnos si, por nuestra alegray nuestra paz, los que nos ven pueden tocarla Bondad del Seor con sus hijos.

    Todos necesitamos reforzar constantemente esa base de ideas claras sobre los temasfundamentales, para estar en condiciones de iluminar tantas inteligencias y de defender ala Iglesia de los ataques, que recibe a veces de todas las partes: ideas claras sobre lasverdades dogmticas y morales; sobre las exigencias de la familia y de la enseanza

    cristiana; sobre los derechos al trabajo, al descanso, a la propiedad privada, etc.; sobre laslibertades fundamentales de asociacin, de expresin, etc. De esta manera podrisexperimentar gozosamente la verdad de aquellas palabras: vritas liberbit vos (Jn 8,

    32), porque la verdad os dar alegra, paz y eficacia57.

    Pidamos reciamente al Espritu Santo que nos asista, para que sepamos presentar untestimonio convincente, y exponer segn la ciencia y la formacin de cada uno losargumentos racionales que ayuden a cada criatura a abrir su mente a la verdad. Recemos con

    perseverante confianza. Este punto se alza como el ms importante, y recordemos lapromesa del Seor: os aseguro que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra sobrecualquier cosa que quieran pedir, mi Padre que est en los cielos se lo conceder (Mt18,19). Si permanecemos bien unidos en la oracin, cerrando filas como un ejrcito en orden debatalla (Ct 6, 4), una batalla de paz y de alegra, conseguiremos del Cielo lo que a Diossuplicamos.

    Comentando el versculo del Evangelio, que acabo de transcribir, Benedicto XVI sealaque el verbo que usa el evangelista para decir "se ponen de acuerdo" (...) encierra lareferencia a una "sinfona" de corazones. Esto es lo que influye en el corazn de Dios.El acuerdo en la oracin resulta importante para que la acoja el Padre celestial58.

    Mantengmonos siempre muy pegados al Papa y a sus intenciones, pues de esta manera nosacercaremos ms a Cristo y, con l, por el Espritu Santo, nuestra plegaria arribareficazmente a Dios Padre.

    FORMACIN DOCTRINAL

    33. Nuestro Padre enumeraba cinco aspectos fundamentales de la formacin: humana,doctrinal-religiosa, espiritual, apostlica y profesional. ElAo de la fe nos ofrece, de maneramuy destacada, una invitacin a reflexionar de nuevo sobre nuestra formacin doctrinal. Yesto, por la sencilla razn de que toda esta formacin se dirige, desde diversas perspectivas,a que profundicemos personalmente en los contenidos de la fe y en el sentido de la femisma; y de esta manera, por la mediacin de ese renovado intellctus fdei, podamosanunciar y proponer de manera adecuada, a colegas y amigos, el misterio del Amor de Diosen Jesucristo.

    57

    San Josemara, Carta 9-I-1959, n. 34.58 Benedicto XVI, Homila en las Vsperas de la fiesta de la Conversin de San Pablo, 25-I-2006.

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    Formacin en la doctrina de la Iglesia

    34. Por eso, nuestro Fundador sintetiz, con frase grfica, la actividad fundamental de

    la Obra: dar doctrina. De ah el constante esfuerzo gustoso para asegurar a los fieles de laPrelatura el alimento de la formacin, especialmente en su aspecto doctrinal-religioso.Pienso en el gozo de nuestro Padre, al contemplar desde el Cielo cmo ininterrumpidamentese organizan esas clases, de acuerdo con los planes y las necesidades de cada lugar. A todosos recuerdo lo que nos repeta insistentemente, para que se nos grabara a fondo: Poned

    mucho empeo en asimilar la doctrina que se os da, de manera que no se estanque; ysentid la necesidad y el deber gustoso de llevar a otras mentes la formacin que recibs,para que cuaje en buenas obras, llenas de rectitud, tambin en los corazones de otros59.

    Para servir, servir, comentaba muy frecuentemente san Josemara, utilizando losdiversos significados de este verbo servir: ser til a los dems y tener capacidad real paraafrontar las diferentes circunstancias. Resuma en esta frase la importancia de prepararsebien, en todos los terrenos, deseosos de prestar una efectiva colaboracin a los planes deDios y a la Iglesia. Para poder servir a las almas, tenemos, primero, que servir nosotros;es decir, formarnos. Si no, no seremos buenos instrumentos, no servimos60. Aplicado anuestro fin apostlico: slo sirve el que tiene y cultiva una fe viva e ilustrada, porque slodesde esa fe puede serviral apostolado de la Obra y a la formacin doctrinal de los dems.

    Convencido de esta perenne necesidad, san Josemara fij las pautas para la formacindoctrinal-religiosa de los fieles de la Obra y las desarroll paulatinamente. Repasemos ennuestro trato con el Seor lo que sin interrupcin nos expona. Los fines que nos

    proponemos corporativamente son la santidad y el apostolado. Y para lograr estos finesnecesitamos, por encima de todo, una formacin. Para nuestra santidad, doctrina; y para

    el apostolado, doctrina. Y para la doctrina, tiempo, en lugar oportuno, con los mediosoportunos. No esperemos unas iluminaciones extraordinarias de Dios, que no tiene porqu concedernos, cuando nos da unos medios humanos concretos: el estudio, el trabajo.

    Hay que formarse, hay que estudiar61.

    El Parclito, aposentado en las almas en gracia, con el Padre y con el Hijo, esverdaderamente para quienes escuchan su voz y se muestran dciles a sus inspiracionesel que hace penetrar en el espritu y en el corazn de los hombres la enseanza de Jess62.Jesucristo mismo le llam Espritu de verdad, y nos asegur: cuando venga Aqul, elEspritu de la verdad, os guiar hacia toda la verdad, pues no hablar por s mismo, sinoque os dir todo lo que oiga (...). l me glorificar porque recibir de lo mo y os lo

    anunciar (Jn 16, 13-14). Y el Santo Padre Juan Pablo II, comentando estos textosevanglicos, enseaba: Si Jess ha dicho de s mismo: "Yo soy la Verdad" (Jn 14, 6), esesta verdad de Cristo la que el Espritu Santo hace conocer y difunde (...). El Espritu es Luzdel alma:Lumen crdium, como le invocamos en la secuencia de Pentecosts63.

    Los cristianos podemos sabernos ms libres que nadie, si no permitimos que nosarrastren las tendencias caducas del momento. La Iglesia alienta a sus hijos a que se

    59 San Josemara, Carta 9-I-1959, n. 34.60 San Josemara, Notas de una reunin familiar, 6-V-1968.61 San Josemara, Notas de una meditacin, 21-XI-1954.62

    Beato Juan Pablo II, Discurso en la audiencia general, 24-IV-1991.63Ibid.

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    comporten como ciudadanos catlicos responsables y consecuentes, de forma que elcerebro y el corazn de cada uno de nosotros no vayan dispares, cada uno por su lado,sino concordes y firmes, para hacer en todo momento lo que se ve con claridad que hay

    que hacer, sin dejarse arrastrar por falta de personalidad y de lealtad a la concienciapor tendencias o modas pasajeras: para que no seamos ya nios que fluctan y se dejanllevar de todo viento de doctrina por la falsedad de los hombres, que para engaar,emplean astutamente los artificios del error (Ef4, 14)64.

    Profundizar en la doctrina de la fe

    35. Si anhelamos conocer y amar a Dios, si deseamos que los dems le conozcan y leamen, resulta imprescindible que la doctrina catlica informe cada vez ms nuestroentendimiento y mueva nuestra voluntad. Ahora, adems, ante una cultura dominante quetiende a apartarse de Dios, ese deber se torna especialmente apremiante.

    De ah la importancia decisiva que adquiere la urgencia de prepararnos doctrinalmente,sin soluciones de continuidad. No abandonis nunca el estudio y, ms concretamente, eldedicado a la teologa, cada uno segn sus posibilidades, para adquirir ese intellctus fdei deque os hablaba. Debemos sentir, pujante y gozosa, la ntima tensin de la fides qurensintellctum65: la de la inteligencia informada por la fe, que impulsa a conocer cada vez msprofundamente lo que se cree. El estudio de la teologa, no rutinario ni simplementememorstico, sino vital, ayuda en gran medida a que lleguen a ser plenamente connaturales ala inteligencia las verdades de nuestra fe y a aprender a pensar en la fe y desde la fe. Slo asse est en condiciones de valorar las mltiples cuestiones, en ocasiones complejas, quesuscitan las ocupaciones profesionales y el desarrollo de la sociedad en su conjunto.Precisamente porque sois libres, hijas e hijos mos, porque cada uno decide y acta conplena y total autonoma, esforzaos con particular atencin en la necesidad de formar bienvuestra inteligencia y vuestra conciencia, para contar con un acervo de conocimientos, noslo de las ciencias humanas, sino tambin de la ciencia teolgica, que os perm