Carta Papa Cuaresma 2011

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  • 8/7/2019 Carta Papa Cuaresma 2011

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    Mensaje del Santo PadreBenedicto XVI

    para la Cuaresma de 2011

    Con Cristo sois sepultados en el Bautismo,

    con l tambin habis resucitado (cf. Col 2, 12)

    Queridos hermanos y hermanas:

    La Cuaresma, que nos lleva a la celebracin de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo li-trgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras especficas paraque lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oracin y en la caridadoperosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica sucamino de purificacin en el espritu, para obtener con ms abundancia del Misterio de la redencin lavida nueva en Cristo Seor (cf. Prefacio I de Cuaresma).

    1. Esta misma vida ya se nos transmiti el da del Bautismo, cuando al participar de la muertey resurreccin de Cristo comenz para nosotros la aventura gozosa y entusiasmante del discpulo(Homila en la fiesta del Bautismo del Seor, 10 de enero de 2010). San Pablo, en sus Cartas, insiste

    repetidamente en la comunin singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho deque en la mayora de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de undon de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el peca-do y permite vivir en la propia existencia los mismos sentimientos que Cristo Jess (Flp 2, 5) se co-munica al hombre gratuitamente.

    El Apstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformacinque tiene lugar al participar en la muerte y resurreccin de Cristo, indicando su meta: que yo puedaconocerle a l, el poder de su resurreccin y la comunin en sus padecimientos hasta hacerme se-mejante a l en su muerte, tratando de llegar a la resurreccin de entre los muertos (Flp 3, 10-11).

    El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda laexistencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversin sincera, iniciada y sostenidapor la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.

    Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como mo-mento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres delConcilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utili-zar con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la li-turgia cuaresmal (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desdesiempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebracin del Bautis-

    mo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hom-bre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucita-do y recibe el mismo espritu de Dios que resucit a Jess de entre losmuertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cadauno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido anlogo al cate-

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    cumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, as comopara los catecmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe yde vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisi-vo para toda su existencia.

    2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua yprepararnos a celebrar la Resurreccin del Seor -la fiesta ms go-

    zosa y solemne de todo el Ao litrgico-, qu puede haber de msadecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto laIglesia, en los textos evanglicos de los domingos de Cuaresma,nos gua a un encuentro especialmente intenso con el Seor, hacindonos recorrer las etapas del cami-no de la iniciacin cristiana: para los catecmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del rena-cimiento, y para quien est bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cris-to y en la entrega ms plena a l.

    El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condicin de hombre en esta tierra.La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misin de Jess, es una invitacin a tomar

    conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza enCristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25).

    Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jess y enunin con l, una lucha contra los Dominadores de este mundo tenebroso (Ef 6, 12), en el cual eldiablo acta y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Seor: Cristo sa-le victorioso, para abrir tambin nuestro corazn a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones delmal.

    El Evangelio de la Transfiguracin del Seor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo,que anticipa la resurreccin y que anuncia la divinizacin del hombre. La comunidad cristiana tomaconciencia de que es llevada, como los Apstoles Pedro, Santiago y Juan aparte, a un monte alto (Mt17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: Este esmi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle (v. 5).

    Es la invitacin a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: lquiere transmitirnos, cada da, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espritu, don-de discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Seor.

    La peticin de Jess a la samaritana: Dame de beber (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del ter-cer domingo, expresa la pasin de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazn el deseodel don del agua que brota para vida eterna (v. 14): es el don del Espritu Santo, que hace de loscristianos adoradores verdaderos capaces de orar al Padre en espritu y en verdad (v. 23). Sloesta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Slo esta agua, que nos da elHijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, hasta que descanse en Dios, segn las cle-bres palabras de san Agustn.

    El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz delmundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: T crees en elHijo del hombre?. Creo, Seor (Jn 9, 35.38), afirma con alegra el ciegode nacimiento, dando voz a todo creyente.

    El milagro de la curacin es el signo de que Cristo, junto con la vista,

    quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez msprofunda y podamos reconocer en l a nuestro nico Salvador. l ilumina to-das las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como hijo de la luz.

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    Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurreccin de L-zaro, nos encontramos frente al misterio ltimo de nuestra existencia:Yo soy la resurreccin y la vida... Crees esto? (Jn 11, 25-26).

    Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner consinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jess de Nazaret: S,Seor, yo creo que t eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al

    mundo (v. 27). La comunin con Cristo en esta vida nos prepara a cru-zar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en l.

    La fe en la resurreccin de los muertos y la esperanza en la vidaeterna abren nuestra mirada al sentido ltimo de nuestra existencia: Diosha creado al hombre para la resurreccin y para la vida, y esta verdad dala dimensin autntica y definitiva a la historia de los hombres, a su exis-tencia personal y a su vida social, a la cultura, a la poltica, a la econo-ma. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro,sin esperanza.

    El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en laGran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es elSeor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunic cuando renacimos del agua y del EsprituSanto, y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la accin de laGracia para ser sus discpulos.

    3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurreccin de Cristo mediante el sacramento delBautismo, nos impulsa cada da a liberar nuestro corazn del peso de las cosas materiales, de unvnculo egosta con la tierra, que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos aDios y al prjimo. En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10).

    La Cruz de Cristo, la palabra de la Cruz manifiesta el poder salvfico de Dios (cf. 1 Co 1,18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvacin: amor en su forma ms radical (cf.Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prcticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oracin,expresiones del compromiso de conversin, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez ms ra-dical el amor de Cristo.

    El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significadoprofundamente religioso: haciendo ms pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egosmo pa-ra vivir en la lgica del don y del amor; soportando la privacin de alguna cosa -y no slo de losuperfluo- aprendemos a apartar la mirada de nuestro yo, para descubrir a Alguien a nuestrolado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos.

    Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino queabre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y haceque el amor a Dios sea tambin amor al prjimo (cf. Mc 12, 31).

    En nuestro camino tambin nos encontramos ante la tentacindel tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios ennuestra vida. El afn de poseer provoca violencia, prevaricacin ymuerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal,recuerda la prctica de la limosna, es decir, la capacidad de compar-tir.

    La idolatra de los bienes, en cambio, no slo aleja del otro,sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaa, lo defraudasin realizar lo que promete, porque sita las cosas materiales en ellugar de Dios, nica fuente de la vida.

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    Cmo comprender la bondad paterna de Dios si el corazn est lleno de uno mismo y de lospropios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro? La ten-tacin es pensar, como el rico de la parbola: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchosaos... Pero Dios le dijo: Necio! Esta misma noche te reclamarn el alma (Lc 12, 19-20).

    La prctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atencin hacia los dems, pararedescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.

    En todo el perodo cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra deDios. Meditndola e interiorizndola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e in-sustituible de oracin, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazn, ali-menta el camino de fe que iniciamos en el da del Bautismo.

    La oracin nos permite tambin adquirir una nueva concepcin del tiempo: de hecho, sin laperspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un hori-zonte que no tiene futuro. En la oracin encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocerque sus palabras no pasarn (cf. Mc 13, 31), para entrar en la ntima comunin con l que nadiepodr quitarnos (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.

    En sntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz,es hacerme semejante a l en su muerte (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversin profundade nuestra vida: dejarnos transformar por la accin del Espritu Santo, como san Pablo en el caminode Damasco; orientar con decisin nuestra existencia segn la voluntad de Dios; liberarnos de nues-tro egosmo, superando el instinto de dominio sobre los dems y abrindonos a la caridad de Cristo.

    El perodo cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, conuna sincera revisin de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con de-cisin hacia Cristo.

    Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y me-

    diante el ayuno, la limosna y la oracin, el camino de conversin hacia la Pascua nos lleva a redescu-brir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en esemomento, para que ilumine y gue todas nuestras acciones.

    Lo que el Sacramento significa y realiza esta-mos llamados a vivirlo cada da siguiendo a Cristo demodo cada vez ms generoso y autntico. Encomen-damos nuestro itinerario a la Virgen Mara, que en-gendr al Verbo de Dios en la fe y en la carne, parasumergirnos como ella en la muerte y resurreccin desu Hijo Jess y obtener la vida eterna.

    Vaticano, 4 de noviembre de 2010BENEDICTUS PP. XVI

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