Carta a Los Profesores de Literatura
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Carta a los profesores de literatura(De la informalidad y otras maniobras)
RESUMEN
Esta carta es un llamado de atención sobre el ejercicio docente del profesor de literatura
basado en los planes oficiales, con su respectivo libro, desatendiendo las acciones que
serían más fructíferas para sus estudiantes. Se propone el conocimiento del grupo y las
adaptación de los recursos según las características de los mismos. También se propone la
participación de los estudiantes en actividades culturales, para que en ellos exista el germen
de la vivencia de algo más fuera del aula, como parte de su formación humana, cultural y
literaria. Así, ya estamos integrando elementos importantes en la formación del estudiante en
ese currículum invisible, dentro de ese aprendizaje informal que también obra en el
fenómeno educativo. Además, la informalidad como actitud, no como irresponsabilidad ni
improvisación, también es un recurso valioso para elaborar esos recursos didácticos de los
que hablábamos al inicio. Todo esto responde a que no debemos confiarlo todo al currículo
básico, ni al libro que viene aparejado con él, cuando existen fallas graves y desfaces en la
consecución de los objetivos académicos que vienen desde los niveles iniciales de educación
y que se perpetúan y agravan al ascender en el sistema educativo. La necesaria puesta al
día de docentes y estudiantes sobre la que llamo a reflexionar está llena de pensamiento
crítico y, ahora sí, una informalidad que vuelva amigable y razonable las prácticas
educativas. Para lo anterior, se requiere el apoyo de coordinadores y directivos de las
instituciones y zonas educativas.
Palabras clave: actualización, Informalidad, recursos didácticos, enseñanza de literatura
Letter to teachers of litterature(Informality and other manouvres)
ABSTRACT
This letter is an insight about the (in)efficency of teaching literature based upon the official
plans and books, regardless of the specific demands of their students. The first actions to
take in order to start mending this incohrenece could be to take time to get to know the class.
Also, integrate cultural activities into the class, to expand the possiblities of students to
aprehend cultural, human and literary values by going to the theater, classic music concert,
etc. These actions some examples of how we could integrate important elements of the
invisible curriculum, and enhance the informal learning experiences of our students. In the
best sense of the word, I propose informality as an attitude, neither like a synonim of
irresponsibility nor improvisation, since it is a worth style to design the didactic resources that
our students need. This requirement faces the fact that we cannot trust on teaching the same
way all the time, with the same resources, since our reality shows clearly that this metodology
is not working. The updating of teachers and students that I try to make you think of is full of
critical thought and familiarity, this is informality. All these ideas are not to become facts
unless directors and coordinators of Schools and High Schools support teachers in this
worthy (and not very risky) experiment.
Key words: updating, Informality, learning resources, teaching literature.
DATOS DEL AUTOR
Autor: Omacel Espinoza.
Dirección: Venezuela, estado Falcón. Ciudad, Coro. Calle Garcés, urb. 450 Años. Edif.
Almendrón, apto 6-3.
Lugar de trabajo: Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM).
Cargo: Profesor Asistente de literatura a tiempo completo en el Departamento de Idiomas.
Coordinador del Centro de Investigaciones Literarias y Lingüísticas Lydda Franco Farías
(CELYL) de la UNEFM.
Teléfono: +58 0416-1686949
Dirección electrónica: [email protected]
BREVE CURRÍCULUM
Omacel Espinoza (1976). Caracas, Venezuela. Lic., en Letras y Msc en Literatura, egresado en ambos casos de la Universidad del Zulia (LUZ). Profesor de literatura española, literatura venezolana y literatura infantil. Desde hace 10 años trabajo en la UNEFM y actualmente coordino el Centro de Investigaciones Lingüísticas y Literarias Lydda Franco Farías (CELYL). Hace unos años obtuve el primer premio del concurso de poesía de la Dirección de Cultura de la UNEFM. También coordino la Cátedra Libre de Estudios Germánicos de la UNEFM y he publicado un trabajo sobre literatura, pornografía y erotismo en la Revista De la Crítica. Merece la pena mencionar que mi trabajo de ascenso Invitación a la crítica está dedicado a la enseñanza de la literatura, desde un enfoque psicoafectivo-cognitivo.
Carta a los profesores de literatura(De la informalidad y otras maniobras)
Estimados colegas, les saludo afectuosamente.
El motivo que origina esta carta es una invitación a revisar el discurso profesoral. Cuando
uso la palabra discurso, destaco de ese gigantesco mensaje (ese continuum semiótico, que
dirían los expertos que ofrecemos a los estudiantes desde que aparecemos a lo lejos, hasta
que vamos de vuelta) los recursos didácticos, para repensar nuestro estilo, valiéndonos de
un elemento injustamente temido: la informalidad.1
La familiaridad, la cercanía, la informalidad sin relajo, más bien ilustrada, creo que ha sido
causa de pocas reflexiones por parte de los planificadores educativos, pendientes siempre de
atiborrar a los docentes con los (serios) formatos que complacen a la burocracia educativa,
anhelante de las ficticias bondades del sistema escolar. A las bondades de papel, quisiera
oponer otras que aunque no están exentas de rigor, definitivamente son más humanas y
amenas, que podrían hacernos tomar en serio la informalidad.
Estimado colega, si estás leyendo esto es porque lees, porque crees que estas palabras
pueden servir para una sana discusión pedagógica, a ti te hablo; con el silencio que envuelve
los cerebros calcificados de los colegas que no escuchan ni hablan ya, sino que dejan fluir el
eco de lo aprendido en mejores años, con ese silencio no podemos hablar; te hablo a ti,
estimado lector.
¿Crees que valen la pena tus estudiantes, a pesar de que quizá a algunos de ellos mismos
parecieran no importarles sus propias vidas?
Si sabes que tus estudiantes andan en una onda de MTV, del celular, de rumba y de los
arrebatos juveniles que los expertos de la mercadotecnia parecen conocer mejor que
nosotros, ¿por qué insistir en programar (¿recitar?) la clase desde la cátedra y su investidura,
1 Una salvedad: Afortunadamente, hay docentes han escuchado hablar de aprendizaje informal, el currículo invisible y se valen de sus ventajas para construir (Piaget y Vigostki son ineludibles) saberes en sus estudiantes, o para hacerlos surgir a partir de sus reflexiones como lo quieren los cognitivistas, eclécticos, etc. Una realidad: son la minoría.
con su lenguaje altisonante, serio, doctrinario, todavía en blanco y negro, en amplitud
modulada, en mono; no en estéreo, y siempre siguiendo ciegamente los edictos que los
libros de bachillerato proponen (independientemente de las necesidades de los estudiantes)?
Los libros de bachillerato funcionan en un microsistema ideal que ellos mismos crean2; pero
ellos son instrumentos ineficaces si el docente no puede adaptarlos a la dinámica de su
propio grupo de estudiantes. El inconveniente es que a muchos docentes les cuesta concebir
el libro de castellano y literatura como un recurso más de trabajo.
Invito a los colegas a economizar el uso de este recurso y a implementar los suyos propios,
pensando en las características de sus estudiantes.
Es comprensible el miedo al “invento didáctico”, a barajar el contenido y la estructura de la
clase porque para barajar, se requiere un cuestionamiento profundo, que acaso revele
carencias abismales. Se entiende que sea temible la informalidad, pero sólo si ésta viene
sola, sin previsiones, digamos que improvisada; pero si es parte de un esfuerzo consciente
por acercar nuestros planteamientos al mundo de los estudiantes, tal esfuerzo vale la pena.
El docente no debería temer usar los referentes culturales del estudiantado para establecer
nexos entre el universo cultural de los jóvenes y la literatura que le toca enseñar a (o
compartir con) los estudiantes.
No sirven de nada las invectivas contra la música epiléptica o de una explicitud sexual
desmesurada, los video clips, South Park, etc. Nunca lograremos que bajen los audífonos
para escucharnos si les oponemos un franco rechazo; interesa mostrarles que hay algo más
allá de su mundo inmediato.
La informalidad que propongo es una mirada al estilo y al fondo de la práctica docente, no de
abandono del esfuerzo necesario para cumplir cabalmente con la formación de los escolares.
En realidad, trabajar mezclando lo formal e informal exige mucho más del docente que la
simple y típica clase llena de información; esta informalidad supone buscar vínculos caseros,
callejeros, y, en fin, imprevistos, para levantar los textos literarios desde el subsuelo del
interés hasta la vista de los chicos. Luego, es necesario ir introduciendo, con mucho tacto,
los términos propios del estudio literario, para llegar a entendernos con los estudiantes en el
registro formal, no menos que en el informal. No es trabajo ni de un día, ni se consigue
fácilmente con una lucha frontal al mundo de los intereses de los jóvenes.2 Según dicho sistema, si se explica al inicio, por ejemplo, qué es una prosopopeya, se sigue que de ahí en adelante se
puede preguntar, sin necesidad de definirla de nuevo, por cada prosopopeya que aparezca en las obras literarias, y ello vale para lo que plantea el texto en el mismo año como el de la serie de los años anteriores.
Para lograr esta difícil proeza, los colegas, los coordinadores y directores de los planteles
educativos, sin olvidar a quienes forman a los futuros docentes en las universidades, podrían
considerar incluir en el ejercicio docente un poco más de Daniel Pennac y del tan sonado, y
aún poco seguido, Paulo Freire, en lugar de ofrecer tantos cuadros, formatos, planillas,
cuadernos de planes, copias de planes... y otras utopías pedagógicas.
Esa dieta de cuadros termina por embotar al docente y por restarle el poco tiempo que
debería aprovechar para leer, para pensar en sus estudiantes, para llevar en su mente una
lista de cotejo y un anecdotario más fieles que los políticamente correctos (destinados a los
supervisores).
Amigo docente, si sientes que los recursos oficiales están decontextualizados, no les dicen
nada a los estudiantes, escribe tus propias guías de lectura en virtud de tu propia emoción de
lectura y del apoyo que puedas encontrar en la crítica literaria; no para asustar ni impresionar
a los incautos, sino para orientarte a la hora de escoger temas de discusión, cuando los que
crees adecuados para tu grupo den lugar para que les amplíes el horizonte de inquietudes a
tus muchachos. Además, claro, para considerar desde puntos de vistas (más) complejos los
textos (atención: la crítica nos recuerda que muchas veces puede “escapársenos” una
interpretación o referente importantes del texto).
La crítica, hermano docente, es una ayuda, no un libro secreto al que sólo acceden los
cerebros colosales; es una oportunidad de echar miradas insólitas y no evidentes sobre al
texto... y si hay algo de lo que todos estamos ahítos es de sorpresas. Te recomiendo a Jesús
Semprum, Orlando Araujo, a Alfonso Reyes, a Angel Rama, Domingo Miliani, a Fernando
Savater y el inglés Jonathan Culler. Son gente con la que se puede hablar, porque evitan la
“cantinflada semiótica” de la que habló Gabriel Zaíd en Leer Poesía. Y sin embargo, cuando
uno se va familiarizando con ciertos términos, ya no le parece tal cantinflada la escritura
especializada de críticos muy brillantes, como Umberto Eco, Michel Foucault, Walter
Benjamin, George Steiner y un amplio etcétera. Lo importante aquí es sentirse en casa con la
literatura y los críticos ―tanto lo más técnicos como los más amigables―, esos sabios
compadres nuestros (por apoyarnos en nuestra formación y en el esfuerzo de educar a
nuestros estudiantes; son sabios que nos ayudan a ver más en los textos literarios) que han
construido moradas cálidas para el diálogo literario-cultural.
Al obrar de este modo, muy probablemente estarás instalado en el lugar privilegiado de
quienes entienden la lectura como algo que comunica al individuo un mensaje complejo, que
ni por asomo se revela en el acto exterior de leer. Ahora desconfiarás de la lectura en voz
alta en el salón de clase, como obligación (centrada en la corrección de la entonación, las
pausas, dicción, etc.); desconfiarás de enseñar, antes que nada, fechas y nombres de
autores y períodos que tan poco les dicen a los estudiantes, como lo advierte Gabriel
Jiménez Emán3.
En todo caso habría que enseñar a pensar a los jóvenes sobre los mecanismos con los que
trabaja el texto literario, esa famosa máquina perezosa de la que habló Eco, y ya viéndole
razón de ser al texto, haciendo funcionar los mecanismos de esa máquina, los lectores
podrán, ahora sí, interesarse en los datos contextuales de la obra literaria.
Otra de las prácticas que propondría sería la de acercar, lo más posible, la clase al taller de
escritura literaria, como nos lo sugería en sus clases el profesor Cósimo Mandillo (en lo que
coincide con las enseñanzas de otros dos maestros, de quienes he aprendido en sus talleres,
el cubano Juan Ramón Montaño, y nuestro Juan Calzadilla). Igualmente, se puede intentar
elaborar programas de estudio sin atender estrictamente al orden cronológico, con la
seguridad de que tenemos entre manos un plan, un orden más profundo que se irá
instalando en los cerebros y los gustos de los estudiantes. Imbuidos en este espíritu, uno
puede decir a los chicos que saber tomar fotos es bueno y que en una fotografía también
puede vivir la poesía, porque la experiencia creadora, en la clase de literatura, no se agota
en las palabras, y así, también valen la pena el cine, el concierto de la sinfónica..., y
eventualmente dejaremos en algunos de estos chicos un gusto al que pudieran aficionarse.
¿Cómo evaluar eso? ¿se puede colocar puntos a quien vaya al museo, al teatro...? ¡SÍ! 4 Y es
bueno que, en la medida de lo posible, ellos nos vean allí.
Quien tome el teatro del mundo, con sus impredecibles vaivenes, como parte del salón de
clase, o al menos como parte de la situación de aprendizaje, tiene más posibilidades de mirar
a los ojos a los estudiantes y encontrar gente allí dentro, porque así ellos sabrían que para
uno la vida real, la vida de ellos, importa.
Para ir terminando, hermano colega, lo que hace falta es un pensamiento claro, o quizá un
poco complicado y lleno de dudas, a fuerza de no conformarse con perogrulladas, sobre el
cual se trabaja constantemente para ponerlo al servicio de la formación humana y literaria,
que vienen siendo lo mismo, de los estudiantes.
El camino que propongo es el de la informalidad no chabacana, preconcebida como un 3 Jiménez, Gabriel (1995). “De cómo es imposible enseñar literatura”, en Provincias de la palabra. Edit. Planeta, p. 320.
Caracas, Venezuela4 La idea no es reprobar a quien no participe, sino reconocer, gratificar, a quien asista a eventos culturales.
apoyo que puede acercarnos a los estudiantes, dentro de un sistema educativo formal que
atenta con dejar todas las buenas intenciones solamente en los papeles.
Debemos esforzarnos por ser buenos docentes: por hacer ver a los estudiantes que se están
perdiendo de algo valioso, si no estudian lo que pretendemos hacerles conocer (respetando,
claro está, los caminos propios de aprendizaje que cada quien escoja).
Debemos ser buenos docentes a pesar de las tremendas exigencias de utopías y los
intríngulis burocráticos propios de nuestro medio laboral.
Posdata: Pareciera que, al fin y al cabo, sin algunas de esas esas reuniones y los trámites
administrativos que muchas veces aburren a los docentes de educación básica y media (me
parece que un poco menos en la universidad), acaso hallaríamos muchas más situaciones
adversas en nuestro camino docente; pero me resisto a tanta formalidad del papel, de
esquemas rígidos de supervisores que exigen más llenado de formatos e instrumentos de
diversa índole que pasión y amor al oficio. Abogo por la creatividad, por el respeto al tiempo
del docente, por propiciar la evaluación a los docentes en términos de productividad y
rendimiento más que por seguir vetustas prácticas de planificación y enseñanza.
Espero que no te moleste mi intromisión, estimado colega, mon frére, mon sembleble.