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    La vigilancia enlas sociedades

    de la informacin.Un panpticoelectrnico?

    Jos-David Carracedo

    Introduccin

    E

    n los dominios delpanptico pande-

    monium electrnico las puertas de en-trada a numerosas empresas disponende sistemas de lectura de tarjetas magnticas ode las ms recientes tarjetas inteligentes queincluyen un chip con capacidad de encriptacin.Al entrar paramos durante apenas un microse-gundo, tiempo en que se registra nuestro peso.El resultado ser contrastado de nuevo a nuestrasalida y si se producen variaciones significati-vas de peso una cmara nos escrutina concien-zudamente para asegurarse de que no llevamosnada de valor debajo de nuestros abrigos. Losbaos tan slo son accesibles mediante la utili-zacin de una tarjeta inteligente electrnica. Unproceso necesario, ya que el water necesitaidentificar tus deposiciones. Quiere saber quineres pues el proceso de anlisis qumico deorina y excrementos ha comenzado. Necesitaidentificar al propietario de la tarjeta por si losanlisis muestran que ests embarazada, eresdiabtica, sufres de alguna enfermedad o consu-mes drogas (ya sean stas legales o ilegales). Yrealiza estas tareas de forma rutinaria. En las

    oficinas puede que haya cmaras, bien visiblesbajo el pretexto de seguridad, bien ocultas paragarantizar un rendimiento adecuado. Si lascmaras resultan demasiado caras, en su defec-to se instalan los mucho ms econmicos senso-res que indican cuando alguien entra o abando-na la oficina. En cualquier caso el rendimientoest sometido al probable escrutinio, pues cier-tos cargos de la empresa disponen de programasque les permiten visualizar los contenidos delmonitor de nuestro ordenador en cualquier

    momento a fin de comprobar nuestro afn, ahin-co y devocin para con los objetivos de laempresa. Quizs buscando un poco de tranquili-dad bajamos a la cafetera llevando con noso-tros, inadvertidamente, un bolgrafo de la ofici-na. Sin saberlo, en realidad portamos unacmara o micrfono. El mobiliario de oficinasespa se anuncia hoy en da en las revistas;hasta qu punto puede usted confiar en susempleados? Ahora lo sabr con certeza. Telfo-nos, atriles, bolgrafos, carpetas.

    En el hogar, supuesto espacio de intimidad,

    caso de tener televisin por cable, nuestras op-ciones televisivas son almacenadas de formaque se puedan establecer categoras de clasifi-

    437Ttulo del artculo

    Jos-David Carracedo.Poltica y Sociedad, Vol 39 Nm. 2 (2002), Madrid (pp. 437-455)

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    cacin que conjeturen sobre nuestros gustospara despus poder ofertamos nuevos produc-tos. El uso intensivo del ordenador nos confinacrecientemente en casa en la medida que per-

    mite que trabajemos, nos eduquemos, compre-mos, nos divirtamos, etc., todo a travs de unservidor que almacena constantemente nues-tras actividades. Las llamadas de telfono des-de un mvil y las comunicaciones a travs deInternet (correo electrnico o navegacin porla red) son susceptibles de ser monitorizadasaleatoria y rutinariamente por servicios de se-guridad nacionales y extranjeros no solo sin laautorizacin de la judicatura, sino ni tan si-quiera con su conocimiento. El disco duro denuestro ordenador es diariamente ledo al co-

    nectamos a Internet por multitud de servidorescomerciales en busca de informacin til.Salvo para la minora que usa software libre, elsistema operativo ms extendido (Windows)opera en nuestro ordenador (con nuestros do-cumentos, ficheros y programas) de formasdesconocidas para su usuario dado el carcterde cdigo cerrado del software de Microsoft.El uso del telfono fijo origina ahora rastroinformtico, informacin que queda en manosde las compaas de telfonos y que tiene una

    alta cotizacin en el mercado de la informa-cin. Es una prctica cada vez ms extendida,los jefes del trabajo telefonean al mvil, enmitad de la noche, tan slo para comprobarque el aparato est encendido, tal y como esti-pula el contrato con la empresa.

    Las tarjetas magnticas o con microchip in-corporado hacen furor en diversas institucio-nes. Las universidades pblicas las adoptan co-mo identificacin universitaria multiuso. Parapoder financiarlas se llega a acuerdos con ban-cos, de forma que el nuevo carnet universitarioes al mismo tiempo una tarjeta monedero. Porsupuesto, esta circunstancia obliga al banco ahacerse cargo de parte de la gestin informti-ca de estas tarjetas universitarias.

    La banda magntica de tu tarjeta sanitariagenera ficheros personalizados (nombre y ape-llidos) que contienen absolutamente todo tu his-torial mdico, desde patologas, a los medica-mentos adquiridos, si fue con receta, as comocundo y dnde. Adems contiene informacincon tus datos privados, direccin, telfono, edad,

    estado, profesin etc... En virtud de la construc-cin de la Unin Europea esta tarjeta ser pron-to comn para el conjunto de sus habitantes

    legales, si bien la nueva incorpora un chip concapacidad de cifrado. Merced a las ltimas ten-dencias ideolgicas no sera de extraar que lagestin informtica de esos archivos se conce-

    diera, en nombre de la eficiencia, a una empresaprivada. Ms de alguna aseguradora mdicapagara fortunas por poder acceder al historialmdico de sus potenciales clientes.

    Los bancos y dems entidades financierasalmacenan todo tipo de informacin asociada atus transacciones econmicas (transferencias,cuotas, recibos, pago con tarjeta, ). En todoslos casos, junto al importe figura otra informa-cin no estrictamente financiera: datos queidentifican la operacin; emisor del recibo, elarticulo adquirido, cundo, dnde, medio depago, etc.). Esta informacin, despus, puedevenderse o intercambiarse con otras agencias.Esas bases de datos son preciosas a la hora deestimar las potencialidades (bien de beneficio,bien de riesgo) de un cliente.

    En las tiendas, cmaras y pantallas nos hacensaber que ese espacio est bajo control. En lacalle, si prestamos atencin podemos localizarcmaras de vigilancia, cmaras de trfico, c-maras de infrarrojos. Algunas de estas cmarasson lo suficientemente sofisticadas como para

    escanear los rostros o percibir la imagen for-mada por las emanaciones del calor facial, evi-tando as posibles postizos y disfraces (otroartilugio ms del fructfero negocio de los iden-tificadores biomtricos, cuyas lneas de investi-gacin se expanden sin apenas limitaciones le-gales y con graves peligros para los derechosciviles). A la huella digital escaneada, hay ahoraque aadir los datos sobre nuestro inimitable iris,o los crecientes ficheros con datos sobre nuestroADN. En el aeropuerto, antes de embarcar se

    nos invita a situar nuestro ojo ante un lector deiris para verificar al 100% nuestra identidad.Dicha verificacin, como todo en la sociedadde la informacin, deja una huella informtica.Estos registros se comparan automticamentecon las bases de datos disponibles sobre indi-viduos a los que se desea encontrar. Arriba enel cielo, un satlite geosttico para el controlde la especulacin urbanstica, el trfico o lalocalizacin de posibles ataques terroristasenfoca sus mltiples lentes sobre los transen-tes en busca de sujetos sospechosos. De hecho,

    muchos de estos sospechosos sujetos tienenque portar un brazalete electrnico inseparableque asegura su localizacin en todo momento.

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    Es una frmula que les exime del cumplimien-to de condena en un centro penitenciario. Sinembargo, otros muchos ciudadanos sin condena

    judicial alguna pueden ser sometidos a segui-

    miento y localizados espacialmente en tiemporeal a travs de sistemas tipo GSM instalados defbrica en sus coches, o, ms comnmente, pormedio de sus telfonos mviles.

    Si la indagacin lo requiere, se puede sacarel historial de sus movimientos con el mvildurante los aos que haga falta, pues ningunainformacin es desechable y toda se almacena.El saber no ocupa lugar.

    Lo relatado hasta aqu es posible que hagasurgir interrogantes acerca de la validez y rea-lidad de ciertos aspectos de lo descrito, y delgrado de especulacin que entraa esta des-cripcin. De hecho, hay quien no dudara encalificarlo como correspondiente al gnero dela ciencia-ficcin. Sin embargo, forma parte delas prcticas de vigilancia de masas o controlde espacios que se extienden por nuestras so-ciedades 1, sin bien es verdad que en diferentegrado segn en qu pases del llamado primermundo, y en diferente escala si lo aplicamos alos pases del desarrollo del subdesarrollo (se-gn la terminologa de G. Frank). Es, por tanto,

    peligroso extrapolar y generalizar. Pero la utili-dad de este tipo de descripciones de la actualrealidad radica en su carcter de advertenciasobre los posibles desarrollos, implementacio-nes y extensin de las tendencias de la vigilan-cia. Unas tendencias que han sufrido radicalesmodificaciones en su concepcin en los lti-mos siglos y que encontraron su concrecincon la aparicin del Panptico de Bentham.

    1. El Panptico. El nacimientode la sociedad de la disciplina

    R ecordemos primero la descripcindel Panptico segn Foucault: Enla periferia, una construccin en for-

    ma de anillo; en el centro, una torre, sta, conanchas ventanas que se abren en la cara interiordel anillo. La construccin perifrica est dividi-da en celdas, cada una de las cuales atraviesa

    toda la anchura de la construccin. Tienen dosventanas, una que da al interior, correspondientea las ventanas de la torre, y la otra, que da al

    exterior lo que permite que la luz atraviese lacelda de una parte a otra. Basta entonces situarun vigilante en la torre central y encerrar en cadacelda a un loco, un enfermo, un condenado, un

    obrero o un escolar. Por el efecto de contraluz, sepueden percibir desde la torre, recortndose per-fectamente sobre la luz, las pequeas siluetascautivas en las celdas de la periferia (Ibid:203).

    Este esquema arquitectnico tiene unascaractersticas esenciales de las que destaca-mos las siguientes 2.

    En primer lugar, la idea principal de ins-peccin central. Es la simbolizacin de la vigi-lancia omnipresente. Se produce una sustitu-cin del vigilante por su representacin, hechoque tiene dos efectos inmediatos. El primeroes la incertidumbre que se genera en el internorespecto a la presencia fsica del vigilante. Elsegundo es que el vigilante, una vez simboli-zado, se instala en la conciencia del interno.

    La celda, o la importancia del espacio delocalizacin y enclaustramiento. En el panpti-co de Bentham, la celda se convierte en el espa-cio de aislamiento, el laboratorio social dondese puede procurar a cada individuo el trata-miento adecuado.

    El principio de clasificacin. La mirada

    panptica, no slo vigila a los individuos, sinoque establece distinciones, los clasifica moral-mente. Una clasificacin realizada con el ins-trumento ms valioso del que dispone el Siglode las Luces: el saber (Miranda, 1978:133).Una clasificacin que devendr en definitiva,en racional.

    El principio de transparencia, de visibilidad.Este principio opera a dos niveles. El primero serefiere a la estructura misma del edificio queest diseado para permitir a los vigilantes una

    total visibilidad sobre los internos. El segundo,hay que situarlo en la conceptualizacin polti-ca del poder que nace en aquella poca. La so-berana reside en el pueblo, y con ello, el poderreside en ltima instancia en el pueblo, quetiene el derecho de fiscalizar las tareas del es-tado. El ejercicio del poder, por contraposicinal antiguo rgimen, ha de ser claro, abierto,transparente; estar sometido a la supervisindel pueblo. As, algunas variantes del panpti-co disponen de una serie de puentes que losobrevuelan aplicando el mismo principio de

    celosa, esta vez sobre la torre. O simplementese permite el paso al panptico, que podr sindificultad estar sometido a esas inspecciones a

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    la vez aleatorias e incesantes: y esto no slo departe de los inspectores designados, sino departe del pblico. Cualquier miembro de la so-ciedad tendr derecho a ir a comprobar con

    sus propios ojos cmo funcionan las escuelas,los hospitales, las fbricas, las prisiones(Foucault, 1976:210).

    A partir de esto, entremos en nuestra argu-mentacin que se basa en la consideracin deque el modelo de sociedad y las ideas fuerzasobre las que se cimentaba, nacido durante lossiglos XVII, XVIII y XIX, se encuentra su-friendo hondas transformaciones, si bien escierto que ms como modelo que en cuanto asus prcticas.

    Bentham era un liberal defensor de las ideasdel utilitarismo social. El principal objetivo delPanptico era conseguir que todos los indivi-duos fueran tiles, primero a s mismos y enconsecuencia, al conjunto de la sociedad. Esuna idea expuesta por Hobbes, y recogida des-pus por Bentham y Stuart Mill. Lo que esbueno para el individuo es bueno para la socie-dad. La sociedad era concebida como un todoen la cual la prosperidad de tu vecino termina-ra redundando en la tuya propia. La actuacindeba ir encaminada a cohesionar a la sociedad;

    en el caso de criminales, reformarlos; referidoa los trabajadores, estudiantes o soldados, me-jorar su rendimiento y eficacia. El panptico,tiene un poder de amplificacin. Si acondicio-na el poder, si quiere hacerlo ms eficaz, no espor el poder en s, ni por la salvacin inmedia-ta de una sociedad amenazada: se trata de vol-ver ms fuertes las fuerzas sociales, aumentarla produccin, desarrollar la economa, difun-dir la instruccin, elevar el nivel de la moralpblica; hacer crecer y multiplicar (Foucault,

    1976:211). Es la idea de progreso que se insta-la, aunque con distinto acento, tanto en la ilus-tracin europea clsica, como en las ideas libe-rales del mundo anglosajn. Un progreso queunifica a la sociedad en un fin comn, puestoque fines individuales y colectivos coinciden.Desde esta perspectiva todo individuo es til, ya aquellos que se desven se les puede y debeensear el camino correcto. Enseanza y edu-cacin por su propio bien, en definitiva, por elbien de todos.

    Pero bajo este mpetu corrector, exento de

    venganza, el castigo corporal no puede ser elfin ltimo de la justicia. La diferencia estribaen que si bien antes se castigaba al cuerpo,

    ahora el objetivo es la esencia del hombre, sualma, su mente, su deseo (Burrell, 1998). Estaconcepcin dio lugar al nacimiento de una nue-va forma de ejercer el poder y la vigilancia.

    Frente a las formas anteriores de castigo repre-sentadas por la disciplina-bloqueo, la institu-cin cerrada, establecida en los mrgenes y vuel-ta toda ella hacia funciones negativas: detener elmal, romper las comunicaciones, suspender eltiempo (Foucault, 1976:212), se despliega elpanoptismo, la disciplina-mecanismo: un dis-positivo funcional que debe mejorar el ejerciciodel poder volvindolo ms rpido, ms ligero,ms eficaz, un diseo de las coerciones sutilespara una sociedad futura (Ibid).

    Unas coerciones sutiles que se basan en laclasificacin y ordenacin tanto del individuocomo de los espacios que ocupa y del tiempo.Es la organizacin binaria, loco-no loco; normal-anormal; peligroso-inofensivo. En el panpticocada actor est solo, perfectamente individua-lizado y constantemente visible (Ibid: 203).Es separar a travs del conocimiento, curarindividualizadamente. Cada ciudadano es cla-sificado, el sueo consiste en asignar a cadaindividuo su verdadero nombre, su verdaderolugar, su verdadero cuerpo, su verdadera enfer-

    medad (S. Green, 199:32). El panptico sepresenta como un intensificador de poder, quees a la vez multiplicador de la produccin. In-ducir en el interno un estado consciente y per-manente de visibilidad que garantiza el funcio-namiento automtico del poder. Hacer que lavigilancia sea permanente en sus efectos, inclu-so si es discontinua en su accin, que [el panp-tico] sea una mquina de crear y sostener unarelacin de poder independiente de aquel quelo ejerce; en suma, que los detenidos se hallen

    insertos en una relacin de poder de la que ellosmismos son los portadores (Foucault, 1976:204). Una relacin que tena en cada sujeto susoporte, consiguiendo que el vigilado interiori-ce la certeza de la vigilancia.

    Foucault resalta cmo el esquema disciplina-rio del panptico est presente en las prcticasde las grandes instituciones sociales (la escuela,el cuartel, la fabrica, el hospital). As, el modelopanptico se establece como paradigma rectoren nuestras sociedades. El esquema panptico,sin anularse ni perder una sola de sus propieda-

    des, est destinado a difundirse en el cuerposocial; su vocacin es volverse en l una fun-cin generalizada (1976:211).

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    A primera vista resulta fcil identificar lossistemas arquitectnicos de control, las lneasmaestras que vertebran las prcticas de vigi-lancia, control y disciplinamiento de hoy en

    da. Los principios de inspeccin central, cla-sificacin y visibilidad parecen tener ciertavigencia y tiene sentido hablar de tendenciaspanpticas en las prcticas de la vigilancia.Adems pareciera que los postulados querigen el funcionamiento interno de las crce-les, la administracin del castigo, apenas sihan cambiado.

    1.1. CRISIS DEL PARADIGMA.FIN DE LA REINSERCIN

    Dnde est pues la crisis? Aqu la situamosen el cambio de discurso que se opera. En el finque se persigue, en el principio rector que moti-va tanto la vigilancia como el castigo: antes seclasificaba moralmente para curar, reformar, endefinitiva para incluir. Ahora simplemente sepretende detener para aislar, apartar, separar,finalmente para excluir.

    En un proceso creciente de racionalizacin,los principios de clasificacin han ido perdiendo

    su significado moral, primero convirtindose enuna estrategia de proteccin del beneficio (pre-vencin del crimen), y despus desarrollndosecomo un medio de asentar y multiplicar dichosbeneficios (al primer caso podran corresponder,por ejemplo, las cmaras en el supermercado, y,a la segunda fase, los procesos de seleccin declientes en bancos, aseguradoras, etc...). SegnS. Green [...] esas tecnologas pretenden cate-gorizar y aplicar el tratamiento a los enfermossociales. La polica trabaja para minimizar el

    peligro, su objetivo (al igual que en los nego-cios) es categorizar, clasificar, pero no para mol-dear, o curar (1999:33).

    Ya no existe una preocupacin, una lstimapor los desviados, ya sean locos o criminales,porque echan a perder sus vidas. Lo sustituyeun temor a que nos puedan provocar un perjui-cio. Cuando un crimen es cometido, la policaintentar detenerlos, pero no para reformarlossino para ponerlos fuera de la circulacin. Setrata de detener al mal y separarlo, extirparlo delresto de la sociedad. En este antiguo esquema

    de resolucin de los problemas sociales encon-tramos como novedoso la tendencia discursivade renuncia de los Estados a considerar la cr-

    cel como reformatorios y aceptar su condicinde basurero, de espacio de exclusin. Las pol-ticas de exclusin nunca han abandonado porcompleto las prcticas sociales de occidente

    (Madza, Beeker, Goffman...), pero al menosestaban desterradas del modelo que se defendapblica y socialmente; el modelo de la reinser-cin. Consecuencia del progresivo cambio deparadigma es que en tan slo una dcada, lapoblacin carcelaria se ha triplicadoen los pases occidentales. En USA el nmerode presos equivale casi al 2% de la poblacintotal. La construccin de nuevas crceles tanslo evidencia la expansin de las polticas deexclusin.

    En las prisiones, el castigo se aplica directa-mente sobre los cuerpos, no sobre las concien-cias. En ellas, dependiendo del crimen, y portanto de la galera asignada, el interno deberluchar fsicamente para mantener sus propieda-des, evitar ser violado, torturado, vejado, muer-to.... Gracias a las drogas y al SIDA, las prisio-nes, esos lugares tabs en el discurso social,inexistentes en los medios de comunicacin, seestn convirtiendo en autnticos campos deexterminio donde cada ao la sociedad se libradefinitivamente de un buen nmero de excluidos.

    Como parte del disciplinamiento meditico,el sistema de asignacin de castigos se con-vierte una vez ms en espectculo. Los juiciosse retransmiten en directo, las cadenas realizanreconstrucciones teatrales de los hechos juzga-dos. En EEUU las ejecuciones son un hechomeditico de primera magnitud, con coberturaen directo. Incluso algunos pases como China,no dudan en retransmitir la propia ejecucinfsica en directo. El visionamiento alecciona-dor de la miseria, sufrimiento y humillacin de

    los castigados, inmediatamente el otro en losrealities shows de despus de cenar. El mode-lo de castigo espectacular parece que encuen-tra su hueco en las modernas tcnicas de dis-ciplinamiento.

    1.2. TRNSITO A UN NUEVOMODELO.ZERO TOLERANCEY LAS NUEVAS POLTICASDE EXCLUSIN

    La primera caracterstica es el establecimien-to de una categora, El Crimen, aparentemen-te ajena, desconexa de la realidad social que le

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    da origen. En los aos 60 la sociologa de ladesviacin consideraba que era la sociedad atravs de las instituciones de control la que cons-titua al desviado casi exclusivamente como su

    producto (Miranda, 1978:133). Lejos del pater-nalismo utpico de Bentham, ahora la sociedadse exime de toda responsabilidad para con susextraviados. Las bases tericas de esta concep-cin hay que buscarlas en las cabezas pensantesde centros de asesoramiento que, sobre las dosorillas del Atlntico han preparado el adveni-miento del liberalismo real bajo Ronald Rea-gan y Margaret Thatcher, con un paciente traba-

    jo de zapa intelectual contra las nociones ypolticas keynesianas en el frente econmico ysocial entre 1975 y l985 (Wacquant, 1999).As en lo sucesivo se tiene que enflaquecer elEstado providencia europeo, despus de hacerestragos con sus fieles seguidores y de elevar laseguridad definida exclusivamente en trmi-nos fsicos y no en trminos de riesgos de vida(salarial, social, mdica, educativa, etc.) al ran-go de prioridad en la accin pblica. Desapari-cin del Estado econmico, degradacin delEstado social y glorificacin del Estado penal:el valor cvico, la modernidad poltica, la auda-cia progresista impone abrazar los tpicos y dis-

    positivos ms trasnochados (Ibid). Ms aun, seculpa al propio Estado de Bienestar (interven-cionista) de la situacin actual, en consonanciacon las ideas fuerza de las corrientes conserva-doras de EEUU. Se debe finalizar con el Esta-do providencia a fin de detener la emergenciade una pretendida underclass de pobres alie-nados, disolutos y peligrosos, [...] como la quedevasta las ciudades de Estados Unidos al am-paro de las medidas sociales instauradas duran-te la guerra de la pobreza de los aos setenta

    (Ibid).Como promotores de esta nueva ola se iden-tifican el Manhattan Institute en EEUU, y elAdam Smith Institute, el Centre for Policy Stu-dies y el Institute of Economies Affairs del ladoBritnico. El padre intelectual de la criatura eray es Charles Murray (con opiniones tan cient-ficas como la de que los jvenes negros sonesencialmente brbaros) y su introduccin enGran Bretaa, a travs de unos seminarios or-ganizados en 1989, estuvo significativamenteapadrinada por Rupert Murdoch (magnate de

    las comunicaciones).Significativa fue tambin la presencia en di-

    chos seminarios de Frank Field, responsable

    del sector welfare en el seno del partido labo-rista y posterior ministro de Asuntos Socialesdel gobierno Blair. De ah que se vea disear-se un sincero consenso entre la derecha norte-

    americana ms reaccionaria y la vanguardiaautoproclamada de la nueva izquierda euro-pea alrededor de la idea de que los malos

    pobres tengan que ser reprimidos con durezapor el Estado (Ibid).

    Hace entrada entonces en el lenguaje polti-co el trmino tolerancia cero, que pretende mi-tigar el miedo instalado en las clases medias ysuperiores las que votan por el hostigamien-to permanente de los pobres en los espaciospblicos (calles, parques, estaciones, autobuses,metro, etc ... ) (Ibid).

    Este trmino tiene, sin embargo, dos posi-bles dimensiones. La primera se aplica a losmantenidos, a los ciudadanos que estn acogi-dos a las medidas de cobertura social. Son losfamosos deberes de la ciudadana preconi-zados por Blair. Si el estado tiene que prohi-bir ayudar a los pobres materialmente, le in-cumbe sostenerles moralmente imponindolestrabajar (Ibid). Es la obligacin de buscar tra-bajo en el periodo que media entre una y otrarenovacin de la ayuda por desempleo (cada

    dos semanas), as como la constatacin de estavoluntad (cada vez que se acude a renovar) enlas llamadas telefnicas a empresas buscandoempleo, pero esta vez ante la presencia de unagente de la seguridad social y siguiendo susindicaciones. Negarse o actuar con negligenciaconlleva la retirada de los subsidios. La segun-da, se refiere a las conductas propiamente delic-tivas, especialmente en lo relativo a perjuiciosmenores como la ebriedad, los escndalos, lamendicidad, los atentados a las costumbres y

    otros comportamientos antisociales asociadosa los excluidos, en palabras de George Kelling(Ibid). Es la proclama mediante la cual se hacesaber que las fuerzas del orden en Inglaterra yEstados Unidos se han puesto de acuerdo unavez ms en pensar que los comportamientos cri-minales y protocriminales, como arrojar basu-ras, insultar, pintar graffitis y el vandalismo de-ben ser firmemente reprimidos con el fin deimpedir que se desarrollen comportamientos msgraves (Ibid).

    Como inciso, permtaseme sealar, que esta

    definicin de protocriminalidad abarca sinproblemas ciertas prcticas polticas de organi-zaciones, sindicatos y movimientos sociales,

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    como podran ser los graffitis, murales y pega-da de carteles. Y ya a otro nivel de militancia,una definicin de las conductas antisociales, ypor tanto criminales, que tiene una plasmacin

    concreta en el nuevo cdigo penal del EstadoEspaol (insumisin, ocupacin (no slo de ca-sas, sino de fincas, fbricas, despachos, uni-versidades, etc...), terrorista individual?, de-srdenes pblicos, agresin a la autoridad, etc...). Este tipo de regulaciones no es ningunanovedad. La novedad estriba en la dureza delas penas, de hasta seis aos 3.

    La tolerancia cero es efectivamente el com-plemento policial al encarcelamiento masivo aque conduce la penalizacin de la miseria tan-to en EEUU como en Gran Bretaa (Ibid). Esla filosofa que est detrs de la ley tres strikesy fuera aprobada en varios estados de losEEUU, y que se resume en que todo aquel quetenga tres condenas judiciales firmes aunquesea por delitos menores, tales como hurto, se leaplica automticamente la cadena perpetua.Virtualmente, el destierro social, la exclusin.Tambin en esta lnea se crean asociaciones de

    preocupados ciudadanos como Dead Serious(muerte seria) cuyo objetivo radica en matarcriminales en actos de defensa propia (como la

    invasin de tu propiedad). Para conseguir esteobjetivo, se pone una recompensa: 5.000euros, que puede cobrar cualquier miembro dela asociacin. Como disuasin para eventualescriminales, la organizacin provee de pegati-nas con su logotipo (un diana, rodeada por unaesclarecedora consigna: Anti-crime, Zero To-lerance) que advierten al posible criminal decon quien se la juega (J. Torrea, 1999).

    Frente a esta ola represora que persigue apar-tar y castigar, resulta interesante recordar algu-

    nas de las ideas sobre la gestin de los centrospenitenciarios de Bentham, terico del libera-lismo. Lo que debe hacerse es tener un esta-blecimiento subsidiario [...] un panpticodonde reinar ms libertad, donde ya no habrseal humillante, donde podrn celebrarsematrimonios, donde los trabajadores podrnajustar su trabajo sobre el mismo pie, ms omenos, que los oficiales ordinarios, donde enuna palabra, se puede dar tanta comodidad ytanta libertad, cuanta pueda ser compatible conlos principios de la seguridad, la decencia, y la

    sobriedad (Bentham, 1978:72). Esta utpicavisin de la crcel como correccional redento-ra de conciencias chocara con la visin tole-

    rancia cero, que entendera esta crcel casicomo un premio para quien no merece nuevasoportunidades. Se argumentara que este tipode prisin no representara amenaza alguna

    para los criminales por lo que aumentaran losdelitos. Parece que el que delinque es porquequiere. Los extremistas de estas posicionesdefienden que lo nico que realmente puededesalentar a un criminal es la pena de muerte.

    Deca Foucault que el dispositivo panpticoinvierte el principio del calabozo, o ms biensus tres funciones encerrar, privar de luz, yocultar; no se conserva ms que la primera yse suprimen las otras dos (Foucault,1976:204). Parece que hoy en da estos princi-pios del calabozo resultan de nuevo operativos.Se encierra, pero no slo en la crcel, sino quecomo describe Mathiesen (1997:218) aun afue-ra de la crcel existe un dispositivo policial decontrol especfico y concreto sobre lo que pod-amos llamar el mundo del crimen. Adems detoda una infraestructura de vigilancia de locotidiano que describir ms adelante. Noparece que el privar de luz forme parte de lasprcticas consideradas normales, aunque pare-ce que forman parte de la rutina de penaliza-ciones (Huye, hombre huye, 1997). Sin embar-

    go, la prisin se ha hecho opaca, recuperandoese secretismo de antao. La crcel vuelve a serese lugar sin luz ni taqugrafos, inexistente en laactualidad social. Los medios de comunicacinhacen caso omiso a las movilizaciones de presosy sus demandas. Las continuas huelgas de ham-bre de los internos sometidos al rgimen FIES,son absolutamente ignoradas. La gestin de lascrceles dista mucho de ser transparente comoantao pretenda ser el panptico. En esta mismalnea, la llegada de las crceles privadas no pare-

    ce que vaya a redundar en una mayor transpa-rencia de la gestin de las mismas. Lo visible noson las crceles, sino las fases de bsqueda ycaptura del criminal. Son capturadas por lascmaras del espectculo, as como durante el

    juicio. En cambio, el seguimiento del castigo, esalgo que permanece vedado a la opinin pbli-ca. Salvo cuando el castigo es la ejecucin.

    1.3. LA VUELTA DE LA MIRADA

    Otro elemento de cambio o crisis del mode-lo social del panptico desarrollado durante lamodernidad lo encontramos en los ojos que

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    ahora escrutan las calles. El paulatino e inexo-rable despliegue de cmaras, que si bien ennuestro pas puede no ser todava alarmante,en el Reino Unido es masivo 4.

    Este hecho podra no encajar con las teorasde Foucault sobre importancia del discurso enla vigilancia y el control disciplinario; dichasteoras relegaban la mirada a un plano secun-dario. Era lo que entonces se perciba como unvestigio arcaico de la poca anterior. En estacorriente de pensamiento situada al final de ladcada de los 70 se situaba M. J. Miranda: Di-ce Foucault que el elemento ms arcaizante delpanptico es la importancia de la mirada, y po-siblemente tenga razn. [...] La vigilancia fsica,inmediata, ha perdido espacio progresivamenteen las instituciones de control y ha dejado pasoa la visin mediatizada por la palabra, a la ob-servacin simblica a travs del discurso tcni-co [...] En la crcel, el manicomio o la escuelala mirada directa pierde valor, a la vez que loganan los discursos elaborados en tomo a obser-vaciones tcnicas. Y no es ninguna casualidad,sino una manifestacin ms del fenmeno ge-neral de la validacin de la representacin denuestra cultura (Miranda: 132-3). Representa-cin simblica que el discurso comparte hoy en

    da, nos atreveramos a afirmar, con las cma-ras, autnticos ojos del poder.Las cmaras, la imposicin coercitiva de su

    mirada, podran hacer pensar en un retorno delas tcnicas propias de la disciplina-bloqueocaractersticas, segn Foucault, de la sociedaddel espectculo.

    En todo caso, la poca contestacin social e in-telectual que recibe el despliegue de las cmarasde vigilancia, evidencia an el poder del discur-so. Bajo el pretexto de que los sistemas de Cir-

    cuitos Cerrados de TV (CCTV) aumentan laseguridad 5 se destierran de la reflexin otrasconsideraciones (cabra preguntarse la seguri-dad, en ltima instancia, de quin? 6). Este dis-curso ha penetrado incluso en la universidad,ancestralmente templo y refugio del pensamientodisidente o crtico, en el que ahora se tolera laimplementacin de sistemas de vigilancia 7. Deforma paralela se han puesto en funcionamientoen algunas universidades (la UCM entre otras)las nuevas tarjetas universitarias electrnicas deidentidad, con un microprocesador incorporado,

    que adems pueden realizar las funciones de unatarjeta monedero, hecho que motiva que el expe-didor y gestor de los recursos de la tarjeta sea, en

    ltima instancia, una entidad financiera. Ensuma, una aceptacin del pensamiento nico, deldiscurso sistmico, que impide la formulacin deelementos tericos crticos as como su posible

    expansin y en consecuencia la formacin de unmovimiento de contestacin.Por todo esto identificamos en el ejemplo de

    las cmaras de vigilancia los siguientes elemen-tos: Primero el hecho de su propia presencia, eldespliegue masivo de una vigilancia con basematerial. Segundo, el hecho de que su imple-mentacin no slo no genera discursos contes-tatarios, sino que se cantan loas a los beneficiosde esta nueva seguridad. Tercero, su carcter desalvaguardia de los intereses del mercado y dis-ciplinamiento social. Y por ltimo, el hecho deque contemplamos como un espectculo ms, laretransmisin pblica en diversos reality showsde las grabaciones de esas cmaras de vigilan-cia, probando pblicamente que quien la hace,la paga.

    Estos dos ltimos puntos 1.2 y 1.3 sirvenpara identificar el resurgir de ciertas prcticasque se haban planteado como obsoletas. Elpoder espectacular, lejos de haber desapareci-do, se ha mantenido y mutado, encontrndoseahora en plena expansin (Debord, 1988). Sin

    embargo, este retorno se da en perfecta coe-xistencia con las prcticas de vigilancia panp-ticas puestas en funcionamiento por la sociedaddisciplinaria (y su heredera la del control) basa-das en la racionalidad burocrtica del panpti-co y su vigilancia automatizada.

    2. La vigilancia

    Lo primero que hemos de hacer es es-tudiar el significado de la palabra vigi-lancia, puesto que al contextualizarla

    en la Sociedad de la Informacin y en el desa-rrollo de las TIC la palabra queda matizada. Lamayora de los estudios de la vigilancia comodisciplina acadmica tienen su referente enpases anglfonos, y por lo tanto la palabra uti-lizada es surveillance. Sin embargo esta pala-bra tiene connotaciones diferentes a nuestrovocablo vigilancia. Surveillance es sinnimodel sustantivo look-out (puesto de obser-

    vacin) y de los verbos watch (ver, mirar,montar guardia), look after (cuidar), super-vise (supervisar) .... Es decir, en ingls la

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    elementos vlidos para el anlisis social. Dehecho El Gran Hermano de Orwell es juntocon elPanptico de Bentham referencia obli-gada de los estudios sobre vigilancia.

    Precisamente a partir del modelo de vigilan-cia Orweliano, J. Rule sugiere el concepto ca-pacidad de vigilancia, que tiene como objeti-vo medir la efectividad de los sistemas devigilancia. Rule mantena que los sistemas mo-dernos de vigilancia no tenan la capacidad deigualar al descrito en 1984. Y distingua cuatrofactores en la capacidad de vigilancia: el volu-men de ficheros que contiene el sistema, sugrado de centralizacin, la velocidad de flujoentre puntos del sistema y, por ltimo, el nme-ro de puntos de contacto entre el sistema y elsujeto (J. Rule, 1973:37-9). Sin embargo, laafirmacin de que la capacidad de vigilancia seve limitada por estos cuatro factores sufre, conla introduccin masiva de los ordenadores, uncambio radical. Parafraseando a J. Rule, Lyonafirmaba en 1994 que los cuatro criterios quemiden la capacidad de vigilancia nos podranservir de hecho, para Juzgar cun prximaest la sociedad de la vigilancia total (Lyon,1994b:80). Lyon reformul estos cuatro princi-pios adaptndolos a la realidad computacional:

    volumen de los ficheros sobre cada objeto devigilancia, la amplitud de su alcance, velocidadde flujo y transparencia del sujeto.

    En cuanto a los tipos de vigilancia, AnthonyGiddens (1987) distingue entre dos tipos b-sicos de vigilancia. Vigilancia entendida comogathering data on (acumulacin, recogidapara su almacenamiento) y vigilancia de super-visin. Esta ltima la sita Giddens en el mer-cado laboral: es la que se ejerce generalmentepor parte del capital sobre los trabajadores. La

    primera, sin embargo, estara enmarcada en elmbito de la administracin gubernamental vin-culada a los procesos burocrticos de control ygestin. Sin embargo, nosotros usaremos estadivisin con un enfoque diferente. Entendere-mos la vigilancia de acumulacin, como aque-lla que tiene como objetivos el inocente acopioy recoleccin de datos, falto de intencionali-dad concreta (aun considerando que el hechode la acumulacin y almacenamiento de datosesper se bastante intencionado). Frente a stadefiniremos vigilancia de supervisin como

    aquella que recolecta los datos persiguiendoobjetivos concretos. Dentro de este tipo devigilancia, por ejemplo, encuadraramos las

    informaciones de transacciones bancarias, losdatos fiscales, las listas negras de morosos, detrabajadores problemticos, etc...

    Con la introduccin de los ordenadores, am-

    bas prcticas de vigilancia adquieren la capa-cidad de ser intercambiables e indistinguibles.La informacin recogida inocentemente bajola vigilancia de supervisin puede ser centrali-zada en cualquier momento y utilizada parasacar conclusiones sobre la actividad del sujetoinvestigado. Evidentemente esta caractersticaexista anteriormente. Pero la multiplicidad deficheros y dossieres, su dispersin fsica y lavulnerabilidad del propio soporte (papel) ha-can difcil esta tarea de reagrupamiento de lainformacin recolectada bajo la vigilancia deacumulacin. Para considerar las novedades in-troducidas en los procesos de vigilancia por losordenadores se utiliza la palabra dataveillance.El trmino fue creado por un ingeniero de com-putadores llamado R. Clarke, y como indica sucomposicin etimolgica data (datos) y sur-veillance (vigilancia), se utiliza para designartodo tipo de vigilancia que se realice o susten-te sobre medios informticos. La datavigilanciadestaca las modalidades en que la convergen-cia de las nuevas tecnologas de la informacin

    y la comunicacin han enfrentado a las socie-dades avanzadas con rpidos cambios en lacantidad, cuando no en la calidad, de la vigi-lancia (Lyon,1994:47). Esta es una definicinque aun siendo todava adecuada no recoge elhecho sustancial de que, actualmente, la vigi-lancia es parte fundamental del propio funcio-namiento de nuestras sociedades, que a su vezestn basadas de forma creciente en la gestininformtica. El concepto de datavigilancia estasociado a unas caractersticas negativas que

    describiremos a continuacin. Sin embargo, esconveniente plantear la importancia de la vi-gilancia, no como intrusa, sino como intrnse-ca al funcionamiento de nuestra sociedad deconsumo. El tema de la vigilancia es vista co-mo una temtica de inters sociolgico porquecontribuye al mismo ordenamiento de la socie-dad (Lyon, 2001A). La acumulacin de fiche-ros con informacin forma parte de los meca-nismos de gestin informtica. La rapidez yeficiencia modernas, cualidades altamente va-loradas en nuestra sociedad, tan solo son posi-

    bles en la medida que se aplican prcticas de vi-gilancia. En cualquier caso, en pocas anteriorescuando la mayor parte de las informaciones

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    concernientes a una persona estaban conserva-das todava en su domicilio, cada uno era dueode sus datos personales, y slo una vigilanciafsica poda amenazar la vida privada y atentar

    al derecho de ser dejado en paz, al abrigo de lamirada del otro como afirma la Declaracin Uni-versal de los Derechos del Hombre (ONeil,1998). Sin embargo, el desarrollo de la infor-mtica ha cambiado esta perspectiva. La vigi-lancia informatizada, la datavigilancia, permite,dada la actual situacin, la vigilancia de masascon costes bastante limitados e incluso, comoveremos mas adelante, generando beneficios.

    Profundizaremos en dos hechos que en ciertamedida amenazan las libertades, derechos civi-les y, en concreto, el derecho a la privacidad.

    2.1. COTEJO INFORMTICO YLA SOSPECHA CATEGORIAL

    Una de las tareas fundamentales del panpti-co era la clasificacin. En la sociedades de la in-formacin, la clasificacin informtica se veampliamente facilitada por el cotejo de ficheros(computer matching). Esta se produce cuandodos o ms ficheros informticos sobre indivi-

    duos no relacionados a priori, se comparan conel objetivo de identificar a grupos de personasen una categora similar, como por ejemplo cri-minales. Pero para que el cotejo tenga lugar senecesita que existan datos en comn en ambosficheros, un identificador que ambos ficheroscompartan. Es decir, tiene que existir un identi-ficador asignado a cada individuo en los dosficheros. En el Estado Espaol como herenciade las polticas represivas y de control de la po-blacin del rgimen dictatorial franquista, exis-

    te dicho identificador, el Documento Nacionalde Identidad.Pero en otros pases con mayor tradicin li-

    beral, como pueden ser los del entorno anglo-sajn, los carnets de identidad no existen, y msaun, existe una gran resistencia ciudadana acualquier forma documento de identidad y, engeneral, a instrumentos que permitan a los es-tados la centralizacin de la informacin sobrelos ciudadanos. Sin embargo, para realizar cote-

    jos informticos se necesitan identificadores, ya ms extendidos estn, mayor facilidad para

    realizar las comparaciones. Esto representa ungrave problema para algunos pases a la hora deapostar por un identificador. En EEUU, pas

    pionero en la informatizacin, la poblacin semostraba reticente a tener un carnet de identi-dad, el domicilio no serva, pues existe unagran movilidad. La solucin la encontr y apli-

    c Canad. Actualmente el nmero de la segu-ridad social ejerce las veces de identificador, aligual que en los EEUU. Cuando este sistema seintent introducir en Gran Bretaa 8, se produjoun amplio movimiento de desobediencia civil 9.La posible solucin a estos movimientos deoposicin consistira en un identificador univer-sal que no requiriera de la participacin activa.La alternativa que cada vez resuena con msfuerza se refiere al uso de identificadores bio-mtricos. Adems, tras los atentados venganzadel 11 de septiembre, estos se plantean como lamejor opcin en nombre de la seguridad. Eliris del ojo, por ejemplo, ya funciona a modoexperimental en algunos cajeros, aeropuertos yempresas.

    Lo ptimo, por la colaboracin activa de losinternos, es sin lugar a dudas el modelo es-paol de DNI, creado por el Estado con la in-tencin de poder identificar adecuadamente alos espaoles en las gestiones con las institucio-nes. Sin embargo, la practica social ha converti-do al DNI en un documento de utilizacin habi-

    tual en nuestra rutina diaria. Su requerimiento ypresentacin es condicin sine qua non para lasms variadas actividades econmicas, ya sea enel banco, el alquiler de un coche, el pago contarjeta, o la entrada a mltiples edificios (inclui-do el rectorado de la Universidad Complutenseque guarda constancia de las entradas, con sufecha y hora). Como consecuencia, cada da nosencontramos activamente participando en elsuministro de nueva informacin a las basesde datos: colaborando disciplinadamente en la

    construccin de lo que Poster denomina Super-panptico (1995:86). Toda esta situacin podraagravarse si el ministerio de Interior consiguesu propsito de sustituir el actual DNI por unoelectrnico con chip de encriptado y obliga-torio. La existencia de esta tarjeta inteligente (yel inters por la homologacin legal de com-portamientos en la red), da pie a la pretensinde identificar digitalmente a cualquier usuarioque navegue por la red, bajo la excusa de queen la vida real tenemos la obligacin de portarel DNI. Mientras que en la vida real la identi-

    ficacin sirve precisamente para identificarseen caso de necesidad, en el ciberespacio dichaidentificacin crea un registro, de modo que

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    todos los datos sobre nuestras operaciones yactividades quedan almacenadas. Dichos fiche-ros (o copias paralelas) podran estar centra-lizados de forma tal que en un momento con-

    creto y mediante una peticin de ordenador seobtendran los datos de todas nuestras activida-des durante aos. Pasamos de tener la obliga-cin de identificamos por requerimiento de laautoridad competente ante la posibilidad decomisin de un delito (o sospecha del mismo)a tener que identificamos permanentemente.Equivaldra a consideramos sospechosos crni-cos hasta que se demuestre lo contrario, es decir,una Sociedad de la Informacin basada en elcontrol y la vigilancia.

    En cualquier caso, el hbito del cotejo infor-mtico, perfila categoras cuyo contenido yobjetivo depende de quin es el individuo oinstitucin que realiza la clasificacin, sobrequ parmetros y con qu medios cuenta. Ases como los sujetos caen bajo lo que Gary T.Marx llama sospecha categorial (categori-cal suspicion): ser encontrado culpable deposeer ciertas caractersticas 10. As, cualquie-ra puede caer bajo sospecha tan slo porque sutocayo electrnico haya hecho saltar un pro-grama de alarma. Conclusiones, juicios y vere-

    dictos se toman basndose en esta informa-cin, sin que sea contrastada con el individuoafectado. En palabras de Shattuck, A las per-sonas que son informativamente seleccionadaspara investigacin, se les niega el legtimoderecho a un proceso legal, el cual les dara laoportunidad de confrontar a sus acusadorescon evidencias que demostraran lo contrarioantes de que se les aplicaran los castigos(Lyon, 1994:51). Sin embargo, Shattuck secentra en la imposibilidad que tienen los indi-

    viduos de defenderse (bsicamente porque lamayora de las veces ni siquiera son informa-dos), mientras que pasa por alto lo que noso-tros consideramos la consecuencia ms grave:los sujetos son considerados presuntos culpa-bles hasta que se demuestra su inocencia. Unade las bases del sistema de justicia occidentalse invierte, la que obliga al acusador a sercapaz de demostrar la certeza de su acusacin.Las consecuencias de este tipo de abusos sonmltiples denegacin injusta de crditos (enEEUU cerca del 70% de los informes de cr-

    dito contienen errores ms o menos graves,de los cuales un tercio son errores graves;delitos imaginarios o referencias a cuentas

    bancarias que no pertenecen al sujeto investiga-do) 11, conflictos fiscales, evaluacin mdica oprofesional indiscreta. La lista es larga y loscasos individuales son a veces trgicos

    (ONeil, 1999).El trmino privacidad parece tener un signifi-cado claro, inmediato para nosotros ciudadanoseuropeos, y sin embargo ha motivado no pocasdefiniciones. Alan Westin define privacidad co-mo la demanda de individuos, grupos o insti-tuciones de determinar ellos mismos, dnde,cundo y hasta qu punto la informacin que lesconcierne les es comunicada a otros (1967:7).Aunque resulta curioso que la palabra privaci-dad no existe en castellano. Como plantea J.A.Carracedo en algunos sitios se traduce la pala-bra inglesa privacy por intimidad. La idea deintimidad est ms relacionada con la zonaespiritual ntima y reservada de una persona ogrupo como la define el Diccionario de la RealAcademia. Aqu se ha optado por traducir pri-vacy por el neologismoprivacidad, resaltandosu carcter de derecho ciudadano a mantenerprotegido aquello que afecta a comportamientossociales que slo incumben a una persona o a ungrupo reducido de ellas. Podramos, por tanto,considerar que la privacidad es la extensin de

    la intimidad a aspectos ms formales y pblicosrelacionados con las sociedades modernas y susdinmicas de mercantilizacin (J. A. Carrace-do, 2002).

    Unas dinmicas de mercantilizacin que guia-ran nuestra argumentacin en las prximas pgi-nas. En lo planteado hasta ahora en tomo a lavigilancia es fcil distinguir algunas caracters-ticas panpticas. El planteamiento del trminopanptico electrnico es muy interesante encuanto que aporta la nocin de un control total o

    muy extendido de nuestras actividades digitales.Inmediatamente asociamos una serie de acti-vidades informticas con el concepto de crcel,o de sociedad carcelaria. Desde esta perspectivael trmino resulta til, pero desde una visin msacadmica, nos encontramos con mltiples pro-blemas. El primero y quizs el ms importantees el relativo a la centralidad del sistema. En elpanptico, la vigilancia se vertebraba a travs dela torre central. Hoy en da existen mltiplestorres. Como se ha descrito, una caractersticapeculiar de la vigilancia informtica reside en la

    descentralizacin de su aplicacin, por diversasinstituciones con diversos objetivos. Sin em-bargo su carcter informtico permite procesos

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    de centralizacin como jams antes se habanpresentado. Al mismo tiempo, en los orgenesdel panptico se encontraba el Estado moder-no y su aplicacin tena un carcter coercitivo.

    Mientras que hoy en da, la generacin de da-tos informticos es ejercida fundamentalmentepor las empresas y nuestra colaboracin en elengorde de dichos datos es en ltimo trmino,voluntaria: est guiada por nuestro deseo decomodidad. Al mismo tiempo que los serviciosde seguridad del Estado aprovechan estas basesde datos, unificndolas, centralizndolas, paramantener un estrecho control sobre cualquierpersona que por alguna circunstancia despierteel inters policial. Estudiemos ahora las practi-cas panpticas en la generacin, catalogo y eva-

    luacin de bases de datos, en el omnipresentembito del mercado.

    3. El enclaustramientoen el mercado.

    El Panoptic Sort

    P

    ara la mayora de los investigadores

    la principal fuente de creacin de da-tos informticos es la tarjeta de cr-dito convencional. Por tanto, es ella la culpablede nuestra creciente transparencia. Comoplantea Castells la tarjeta de crdito es el ins-trumento mediante el cual la vida de la gentepuede ser clasificada, analizada e identificadacomo objetivo del marketing (o del chantaje)(1997:301). Dado el paulatino asentamiento delas lgicas de mercado en todos los niveles yparticularmente en las prcticas de vigilancia,

    numerosos autores han investigado la validezdel modelo panptico de vigilancia aplicado aeste mbito. Ya que todo es mercado, todo sepuede comprar o vender, las prcticas de mar-keting tienen muy en cuenta la informacinque pueden aportar unos extensos y exhausti-vos sistemas de vigilancia. En la constatacinde este hecho es donde hay que situar el origende lo que Oscar Gandy llama el panoptic sort(la clasificacin, el tipo o la marca, panptica).El tipopanptico es una tecnologa de discri-minacin compleja. Es panptica en la medida

    en que considera toda la informacin sobre elstatus o conducta individual potencialmente tilpara producir elementos de valoracin sobre el

    valor econmico de una persona. Y decimosque es una tecnologa discriminatoria porquese usa para clasificar a la gente en categorasconstruidas sobre estas estimaciones (Gandy,

    1996:133). Un panoptic sort, al que prestare-mos atencin en la medida en que describe deforma bastante acertada las polticas de centra-lizacin de los flujos de informacin descentra-lizada. Segn l, elpapoptic sort, incluye Noslo a los sistemas de ordenadores y telecomu-nicaciones que facilitan la recoleccin, almace-namiento, procesamiento y comparacin de lainformacin personal, sino que tambin incluyelas tcnicas de anlisis que diferencian, selec-cionan objetivos, clasifican y segmentan indi-viduos y grupos sobre las bases de los modelos,suposiciones y orientaciones estratgicas quedemandan la optimizacin del beneficio y laminimizacin del riesgo (Ibid: 134)

    Elpanoptic sort, es el resultado de un proce-so evolutivo y dialctico que ha transformadola relacin personal entre vendedores y com-pradores, en un sistema impersonal de transac-ciones. En l se operan tres tipos de funcionespanpticas distintas, aunque relacionadas, sobrela informacin personal: Identificacin, clasi-

    ficacin y evaluacin.

    La primera se refiere a la necesidad de ge-nerar evidencias dignas de crdito sobre laidentidad de los individuos con los que se pre-tende hacer negocios (Ib id: 135). Aunque enun principio los objetivos de identificacin seasociaban a cuestiones de seguridad y protec-cin de los intereses tanto del cliente como delvendedor, nos encontramos con unos procesosde requerimiento de identificacin que no res-ponden tanto a los criterios de seguridad, sinoal objetivo de aumentar las bases de datos so-

    bre cada consumidor (nombre, direccin, n-mero de telfono, DNI, etc ...). Toda esta infor-macin es bsica para la segunda funcin del

    panoptic sort, la clasificacin.Como Foucault indicaba, la clasificacin, es

    un proceso ntimamente ligado al ejercicio delpoder. La informacin personal facilita la asig-nacin de individuos a grupos, que son vistoscomo tipos al compartir una serie de carac-tersticas. Esta agrupacin, o asignamiento degrupos, es muy similar al aislamiento disci-plinario que Foucault observa en los objetivos

    de las prcticas de formacin de escuelas, pri-siones, hospitales, y cuarteles. Se planteaba laclasificacin y asignacin, como un medio de

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    incrementar la eficiencia y efectividad, quepermita aplicar recompensas y castigos a fin dereducir la incertidumbre sobre la conducta futu-ra de los sujetos disciplinados. La clasificacin

    ejecuta las mismas funciones en el mercado, enel cual las firmas comerciales buscan mejorar, oal menos mantener, sus cuotas de mercado y susniveles de beneficio (Ibid:135). Esta clasifica-cin es posible porque mediante las bases dedatos, el individuo ha sido multiplicado y des-centralizado, lo que permite que las computado-ras puedan actuar sobre l (Poster, 1995:88).

    La ltima de las caractersticas es precisa-mente, lo que Gandy denomina assessment, yque traducimos por evaluacin para la actua-cin. El primer proceso garantiza que las basesde datos concuerdan con los identificadoresasignados, la clasificacin determina el cmo seagrupa la poblacin sobre la informacin de laque se dispone. El proceso de evaluacin para laactuacin, determina qu consumidores debende ser incluidos o excluidos de las estrategiascomerciales a desarrollar, como por ejemplo elenvo de propaganda, visitas promocionales, re-galos, dejar artculos en depsito sin obligacinde compra... Es decir, toda una serie de estrate-gias de venta diseadas segn el perfil de con-

    sumidor que cada individuo presente. Unas dis-tinciones que presentan obvias ventajas sobrecampaas de lanzamiento masivo y aumentanlas posibilidades de venta. Y que a su vez gene-ra una nueva informacin, independientementedel xito de la campaa (quien tuvo inters,quien compr, quien no compr...).

    Pero todo este proceso se gua por la necesi-dad de producir variables que permitan predecirel comportamiento de los individuos. Un proce-so basado en la racionalidad instrumental que

    conlleva un proceso de reduccin de la com-plejidad de la informacin a travs de la elimi-nacin de informacin innecesaria o irrelevan-te (Beninger, 1986:16). El problema reside enque esa informacin puede que sea irrelevanteen cuanto a la determinacin de conductas co-merciales, pero no en cuanto a la verdaderaidentidad del sujeto. El proceso que asigna a unindividuo complejo a un grupo en base a raza,gnero, o vecindad, da preferencia a la eficientepredecibilidad comercial e ignora la diversidadde otros factores que son las que conforman la

    especificidad de ese sujeto (Gandy, 1996:136).Estas reflexiones nos hacen entrar de lleno

    en consideraciones sobre la identidad y la mer-

    cantilizacin de la misma. Una de las caracte-rsticas del Superpanptico de Poster (Panopticsort de Gandy o Neo-Fordismo electrnico deWebster y Robins) es que impone una norma

    de actuacin, disciplinando a los sujetos paraque participen rellenando formularios, dandosus nmeros de identificacin, usando sus tarje-tas de crdito, o las tarjetas inteligentes (smartcards) que les proporcionan la universidad, ellugar de trabajo, la seguridad social, etc... Alhacer esto, se construyen lo que se podran de-nominar tocayos digitales, ficheros que llevannuestros nombres pero que contienen tan slolas caractersticas consideradas tiles para losgestores del fichero. La datavigilancia permitepues la construccin de estas ciber-identidades,que en definitiva, no son sino la suma de nues-tras transacciones electrnicas, desprovistasde la subjetividad y complejidad humanas. Elproblema reside en que estos entes informti-cos (construidos por sus tocayos humanos, lamayora de las veces inadvertidamente), sonutilizados y determinan las oportunidades deaccin de los sujetos. Los tocayos informticosdesvelan informacin sobre preferencias polti-cas, religiosas, sexuales o de consumo.

    Y no menos importante es la problemtica

    que se plantea respecto a quin posee la propie-dad de los datos. Las agencias y entidades querecolectan las bases de datos sobre informacinpersonal tienden a creer que dicha informacinles pertenece, lo que encierra una contradiccinya que se supone que esa informacin es perso-nal y privada. Muchos consumidores asumen lanecesidad de proporcionar parte de esos datos,como mecanismo intrnsecamente unido a lacompra, pero el hecho de que esa informacin seconvierta en una mercanca que circula siguien-

    do circuitos ocultos, despierta no pocos recelos.Oscar Gandy ha realizado un estudio de lostipos de informacin personal proporcionadosa travs de lectores electrnicos, plasmados enforma de ficheros accesibles e intercambiablespor red.

    1. Informacin personal por identificacin ycualificacin.

    Certificado de nacimiento, permiso de condu-cir, pasaporte, el registro del vehculo, el histo-rial acadmico, certificado de matrimonio, etc.

    2. Informacin financiera.Incluye los archivos bancarios, fondos de in-

    versin, gestiones en bolsa, tarjetas de crdito,

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    de dbito, informes sobre prstamos, pago deimpuestos, cheques de viaje.

    3. Informacin sobre seguros.Abarca seguros de salud, de automvil, de ca-

    sa, de negocios, plizas individuales o de grupo.4. Informes sobre servicios sociales.Incluye a la seguridad social, tanto desem-

    pleo como cuidados mdicos, pensiones, sub-sidios...

    5. Informacin sobre servicios de utilidadpblica.

    En este apartado incluimos el telfono, elec-tricidad, gas, televisin por cable, basuras, se-guridad privada.

    6. Informacin sobre la propiedad.Lo relacionado con compra, venta, alquiler,

    arrendamientos.7. Informacin sobre ocio y entretenimiento.Incluye itinerarios de viaje, gustos y perfiles

    de actividades de recreo, alquiler/arrendamien-to de coches o similar, reservas de alojamiento,de vuelos, barcos, cruceros, trenes, entradas oreservas para espectculos de entretenimiento,subscripciones a peridicos o revistas, etc...

    8. Informacin sobre el consumidor.Abarca el almacenamiento del uso de las tar-

    jetas de crdito, otras cuentas, alquileres y arren-

    damientos, compras, peticin de informacinsobre artculos, subscripciones a listas, tipo deropa, de zapatos.

    9. Informacin sobre empleados.Incluye la solicitud de empleo, el examen m-

    dico, referencias, valoraciones sobre las capaci-dades de trabajo, historial de trabajo...

    10. Informacin sobre la educacin.Las solicitudes de ingreso, el expediente aca-

    dmico, referencias, actividades extraacadmi-cas, premios, expedientes disciplinarios,...

    11. Informacin de carcter legal.Archivos judiciales, diligencias de la fiscala,artculos de prensa, etc...

    3.1. LA MERCANTILIZACINDE LA PRIVACIDAD

    Qu destino y usos tiene esta informacin?Muchos autores han constatado la terica im-practicabilidad de las leyes que rigen y adminis-tran el control de datos informticos (Flaherty,

    1989). Por poner un ejemplo, en el Estado Es-paol la compaa Telefnica acumul multaspor valor de 350 millones de pesetas (una pri-

    mera de 50 millones y 3 de 100 millones) porhaber violado la ley de proteccin de datos in-formticos. La infraccin estaba relacionadacon la venta de informacin relacionada con el

    servicio telefnico, y los beneficios obtenidosse valoraban en miles de millones. Los nmeroscantan y la viabilidad de la operacin (ventamenos multa) es sumamente positiva. Dado elvalor pecuniario de las bases de datos que cir-culan, algunos autores proponen el estableci-miento de un mercado explcitamente reguladopara la compraventa y circulacin de informa-cin personal. A. Westin, acadmico dedicadoal estudio de la informacin privada, sugiereque las libertades individuales en la sociedad dela informacin estaran ms seguras si se esta-blecieran derechos de Copyright y registro so-bre la informacin personal. Es decir, la comer-cializacin de nuestra vida privada, sujeta ahoraa las leyes de la oferta y la demanda y adquiri-da por el mejor postor. Siguiendo con el ejem-plo de la telefona, un grupo de consumidoresamericanos pretendieron mediante demanda

    judicial que su compaa telefnica les retribu-yera por los beneficios obtenidos en el uso desus datos personales.

    Este tipo de planteamientos evidencian los

    procesos de absorcin del mercado que denun-cibamos anteriormente en detrimento del Es-tado tal y como lo conocamos hasta ahora.Observando que los Estados son incapaces dehacer cumplir la ley, muchos acadmicos envez de exigir la aplicacin rigurosa de dichasleyes, optan por la regulacin racional delmercado. De nuevo la lgica del mercado, ennombre de la eficiencia, pretende imponer susnormas sobre las disposiciones o regulacionespolticas. Dejamos paulatinamente de ser ciu-

    dadanos, para convertimos progresivamente enconsumidores, aunque eso s, de pleno derecho.Esta absorcin de atribuciones propias del

    Estado por el mercado, genera dudas respectoa los procesos en los que se enmarca. Es decir,si se trata de una decisin consciente y librepor parte de los ciudadanos. Aqu las opinio-nes varan.

    D. Loader mantiene que la colaboracin conla datavigilancia es libre, y que las ciber- iden-tidades no son el producto de la coercinestatal, sino de carcter voluntario [...] y los in-

    dividuos simplemente entregan parte de su pri-vacidad y autonoma a cambio de una mejoraen la calidad de vida (Loader,1997:15). Otros

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    autores como Stenning y Shearing argumentanque hoy en da la gente es seducida para so-meterse a los placeres del consumo de bienesque el poder corporativo les ofrece (Burrell,

    1997:220). Este tipo de consideraciones obviael hecho de que las decisiones en ltima ins-tancia no corresponden a los consumidores sinoa las empresas. En palabras de Gandy Losgustos y preferencias no estn dadas, como loseconomistas neoclsicos parecen asumir, sinoque estn influenciados por la publicidad, elmarketing, ejemplos y experiencias que refle-

    jan las operaciones del sistema de poder(Gandy, 1996:144).

    El debate sobre nuestra libertad queda redu-cido al final, a una lgica sobre los beneficiosque obtendremos en el mundo del libre merca-do. Un mundo en el que la ilusin de opcionesse mantiene a pesar de que la realidad continua-mente nos muestra como se estrecha la ampli-tud de nuestra capacidad de opcin (Gandy,1996:152). Unas reflexiones que recuerdan losanlisis de Debord sobre lo espectacular difuso,que permitan el control a travs de una apa-riencia de opciones de consumo diversificado.

    4. Conclusiones

    E n las sociedades de la vigilancia po-demos observar la persistencia de losprocesos por los cuales las relaciones

    de poder se filtran desde las instituciones nor-mativizadoras, hasta atravesar y empapar todaslas esferas de la vida social. Los jueces de lanormalidad se expanden por doquier hasta al-

    canzar a todos y cada uno de los individuos.No se trata slo de que nos autovigilemos, sinode que vigilemos a nuestros vecinos. Todossomos formalmente jueces de la normalidad.Por otra parte, el discurso aumenta sus atribu-ciones. Ahora no slo se espera que los indivi-duos sean sumisos y disciplinados, sino queacepten el discurso sistmico, interiorizndoloy movilizndose localmente en su defensa ypatrocinio. El poder se instala endgenamenteen los individuos.

    As, no existe un centro director inequvoca-

    mente identificado, una ideologa clara fuentedel discurso: el origen permanece oculto, di-fuso. Sus contenidos se establecen como ley

    natural, de forma ajena a lo social y a lo pol-tico: se nos pretende convencer de que no tra-tamos con opciones, de que no hay opciones.

    Con la irrupcin de las Tecnologas de la In-

    formacin y de las Comunicaciones asistimosal despliegue de todo tipo de aparatos electr-nicos para el control de espacios y monitoriza-cin de individuos. Es el retorno al protagonis-mo del uso de medios materiales, corpreos,arquitectnicos, en suma no discursivos, paraejercer la vigilancia y el control social. La vi-gilancia fsica, la mirada clasificadora, recobraimportancia. Esta vigilancia material que per-mite la clasificacin panptica de individuos ypone en marcha los mecanismos de inclu-sin/exclusin. Un control fsico que tiene enlas bases de datos otro de sus exponentes. Lasbases de datos permiten un control capilar de lasociedad, una especie de poder burocrticobasado en el conocimiento detallado de lapoblacin a la que se vigila, que permite man-tener el orden sin rupturas.

    Ante este panorama, si bien como se ha ar-gumentado existen multitud de caractersticaspanpticas en la aplicacin y desarrollo de lastcnicas y prcticas de vigilancia, el plantea-miento de un panptico electrnico, traslacin

    digital de aquel diseado por Bentham, nosparece poco adecuado como modelo para apre-hender la esencia de la construccin de la vigi-lancia en la era de la posibilidad de la comuni-cacin electrnica global.

    La vigilancia se ha constituido en pieza clavepara la gestin de nuestras sociedades dentrode los modelos de racionalidad que imponeneficiencia y rapidez en la gestin. Como argu-menta Lyon, la vigilancia permite la coordina-cin de diversas actividades sociales en tiempo

    y espacio, proporciona inestimables elementosde anlisis para la percepcin, produccin yevaluacin de riesgos, temtica clave en lassociedades modernas. Igualmente, la vigilanciaest en la base del debate sobre la privacidad,ya sea para protegerla, as como para violarla.La vigilancia actualmente tiene dos caras.Obtenemos claros beneficios de su existenciaen cuanto a la administracin, gerencia y con-trol, pero al mismo tiempo, despierta oscurostemores en lo relativo al inexorable asentamien-to de prcticas poco propias de lo que debiera

    de ser un sistema democrtico. Es evidente lafalta de debate social sobre las implicacionesque tienen para nuestras vidas el actual diseo y

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    desarrollo de las sociedades modernas basadasen la vigilancia. Esta falta de capacidad de an-lisis se debe, entre otras cosas, a que las in-novaciones e implantacin de nuevas utilidades

    de soporte informtico ocurren a una gran velo-cidad y sin que se produzca un debate polticomnimo sobre sus consecuencias. La mayorade las innovaciones proceden del mbito delmercado de forma que su justificacin es 1aeficiencia, una idea-fuerza que parece indiscu-tible. Cada innovacin tecnolgica es progre-so en s misma, independientemente de queefectos sociales produzca o que sector social sevaya a beneficiar (J. D. Carracedo, 2002). En lamedida en que se desarrollen los sistemas in-formticos, cabe pensar que podremos asistir anuevas formas de vigilancia. Pero esta es unaecuacin que aunque aparece como la ms pro-bable, no es de ninguna manera, la nica.

    Desde mi perspectiva hay que acercarse alestudio de las tecnologas de la informacin yla comunicacin sin calificarlas per se, sino re-firindonos a sus usos. As, pretendemos huirdel pesimismo tecnolgico que pudiera haber-se percibido a lo largo del presente articulo.Refirindose a las tecnologas de vigilancia, S.Green dice que frecuentemente se las muestra

    como estrategias de dominacin social [...] losagentes individuales tienen la capacidad deconstruir respuestas individuales. Si nos libera-mos de prejuicios seramos capaces de ver quelas modernas tecnologas de vigilancia puedende hecho ofrecer una oportunidad a las polti-cas de inclusin, a la libertad de los consumi-dores y a los derechos democrticos(1999:29). Es cierto que algunos sectores de lapoblacin temen que, inevitablemente, la in-formatizacin de la mayora de las actividades

    de comunicacin de los ciudadanos desem-bocar en una merma de su privacidad y desus derechos (Gary Marx, y su puo de hierrocon guante de seda). Por contra, cabe afirmarque la implantacin de servicios de seguridadbajo la orientacin de las necesidades de la ciu-dadana, no slo garantiza los derechos ya exis-tentes, sino que puede permitir expandir dichosderechos, ya sea en las mltiples facetas de de-mocracia digital, o, desde otra perspectiva, pro-porcionando mecanismos que pueden contri-buir a solventar diversos problemas

    relacionados con las desventajas y amenazas dela estratificacin digital. Una ciudadana capazde usar y demandar plenamente sus ciberdere-

    chos, tan solo puede dar lugar a una sociedadms justa y democrtica (J.D. Carracedo, J.A.Carracedo, 2001). Como en tantas otras esferas,ante la creciente influencia de la mercadotecnia

    en el diseo y control de nuestro devenir coti-diano, no queda sino organizarse para retomar yrecuperar el control ciudadano sobre las decisio-nes que gestionan nuestras vidas. Otro mundono solo es posible, es imprescindible.

    NOTAS

    1 Las empresas cuyas entradas disponen de sistemasde pesado se describan ya en el libro Pandemnium(Burrell, 1997:243). Los lavabos de anlisis qumico, se

    encontraban a la venta en 1996 por unos 5 millones depesetas (Ibid). Los sistemas de televisin por Cable des-critos se ajustan a los existentes en el Estado Espaol.Los pinchazos sin mandato judicial, tanto a mviles co-mo a las comunicaciones por Internet, se describen yacon detalle en el articulo de Philippe Rivire, Todos loseuropeos bajo escuchas, Le Monde Diplomatique, mar-zo 1999. Las tarjetas monedero con chip de encriptacinse pusieron en funcionamiento en la Universidad Com-plutense de Madrid en el curso 1999-2000. El sistema decmaras con capacidad para escanear y reconocer losrostros, bien mediante el calor facial, bien a travs delsistema de foto tradicional, es ya operativo en Lon-dres. El sistema se inici con las fichas de 500 terroristas

    y pedfilos (esta ltima categora despierta, en los lti-mos tiempos, encendidas pasiones en el Reino Unido).El sistema de vigilancia por medio de cmaras instaladasen satlites funciona como un recurso ms del Departa-mento de Polica de Los Angeles (LAPD) desde el ao1993 y desde entonces se ha extendido a otras ciudadesy pases. En breve lo ser en Madrid (Diario El Mundo,jueves 2 de mayo 2002, Seccin Madrid). Los brazaleteselectrnicos de localizacin para convictos por delitosconsiderados leves, se utilizan en algunos estados delos EEUU, y existen iniciativas que proponen tambinun seguimiento televisivo (Lyon, 1994b:68). Respecto alos sistemas de localizacin tipo GSM (aparte del propiotelfono mvil) se est implantando en los taxis de laCiudad de Madrid, bajo el omnipresente pretexto de laseguridad. La propuesta de instalar este sistema en fbri-ca, se abri camino en los EEUU tras los sucesos del 11de septiembre del 2001.

    2 Este resumen toma como base las distinciones reali-zadas por M. J. Miranda (1978).

    3 Como est resultando evidente por los ltimos infor-mes, la aplicacin de este nuevo cdigo penal est provo-cando un alargamiento de las penas, as como un incre-mento de la poblacin reclusa. Si bien es cierto que suaprobacin no estuvo dominada por el concepto Toleran-cia Cero, sino ms bien al contrario. Las ideas fuerzasque lo guiaban lo definan como un cdigo penal ms

    benvolo, era el cdigo penal de la democracia.4 En un estudio realizado por William Webster(1999), el 86.1% de las autoridades locales encuestadasafirmaban haber instalado circuitos cerrados de vigilan-

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    cia por cmaras en los espacios pblicos sobre los cua-les tenan jurisdiccin. El 4.8% confesaban no haberimplementado ese sistema, aunque s tenan la intencinde hacerlo. Por ltimo, tan slo el 9.1% expresaban queni los tenan implantados ni exista por ahora intencin

    de hacerlo.5 Segn el estudio de W. Webster las razones msargidas para la instalacin de cmaras (en tomo al 95%-99% de los encuestados las exponen) eran tanto la pre-vencin como la deteccin del crimen, la disminucindel temor al crimen y la disuasin de conductas antiso-ciales. Y nos preguntamos quin, y desde qu criteriospolticos determina lo que es conducta antisocial?

    6 La ubicacin de una cmara en un comercio persi-gue el robo, en ltima instancia la proteccin de la pro-piedad privada, base del sistema capitalista. Desde otraperspectiva, la vigilancia y su posible consecuencia, eldisciplinamiento social, resulta altamente rentable parala gestin y buen funcionamiento del sistema.

    7 Varios centros de la Universidad Politcnica deMadrid han instalados servicios de seguridad basados enCCTV.

    8 Inicialmente se asign una tarjeta magntica cuyoobjetivo formal era la recogida de datos mdicos y sani-tarios. Exactamente igual en los contenidos que la actualtarjeta sanitaria europea, solo que sta ltima es una tar-jeta inteligente con chip de cifrado.

    9 Muchos ciudadanos sabotearon las tarjetas pasandoimanes sobre la banda magntica, inutilizndola. Ademsse produjo una extensa negativa a colaborar por parte delpersonal encargado de engordar los datos, desde mdicosy enfermeras hasta farmacuticos, que hicieron fracasarsu implantacin.

    10 Este proceso de estigmatizacin no es ni mucho me-nos un fenmeno nuevo. Lo novedoso reside en su carc-ter informtico y en lo potencialmente ilimitado de surepercusin. El individuo es afectado por la estigmatiza-cin sin ser ni tan siquiera consciente de que sta se hadado.

    11 Encuesta realizada en Estados Unidos. Mistakes DoHappen: Credit Report Errors Mean Consumer Losc,Grupo de Investigaciones de Inters Pblico (PIRG), Wa-shington DC, 12 de marzo de 1998.

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